IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández El estado barroco mexicano Introducción A continuación se desarrolla la idea de que el Estado mexicano, hoy calificado como “débil” o “fallido” por diversos académicos, puede ser analizado desde el punto de vista histórico como una organización política “barroca”, desarrollada (y hasta cierto punto mantenida como tal) antes de que los paradigmas del Estado moderno y del Estado Nación se hayan impuesto en el mundo occidental. Tentativamente llamamos a este modelo novohispano y premoderno como el Estado barroco (1) y lo proponemos como una alternativa válida y esclarecedora para la comprensión de la realidad actual del Estado mexicano. Se presenta este documento como ponencia para el IX Coloquio de Humanidades de la UANL y también como parte de las investigaciones realizadas en torno a la tesis doctoral cuyo tema consiste en la profundización acerca del origen y configuración de la cultura política de los principales partidos políticos mexicanos de la actualidad bajo la dirección del doctor José Infante Bonfiglio. Para llevar a cabo lo anterior, partimos de una recomendación hecha por Norberto Bobbio que nos permite ver este paradigma de manera crítica. Luego, proponemos cotejar varias definiciones de Estado según autores importantes. Primeramente la idea de Estado Nación de acuerdo con Eric Hobsbawn frente a la noción de Monarquía, en palabras de Jean-Frédéric Schaub. Enseguida, comparamos el concepto de Estado moderno, siguiendo a Max Weber, ante la conceptualización de Razón de Estado tal como la desarrolla Jorge Velázquez. El Estado, otras miradas posibles Partimos de una reflexión crítica planteada por Norberto Bobbio en su obra Estado, gobierno y sociedad a propósito de las características esenciales de esta estructuración política. Dice Bobbio: “El problema real del que debe preocuparse quien tenga interés por entender el fenómeno del ordenamiento político no es si el Estado existe Ponencia Página 1 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández como tal únicamente de la época moderna en adelante, sino más bien si encuentra semejanzas y diferencias entre el llamado Estado moderno y los ordenamientos anteriores, si deben resaltarse más unas que otras, cualquiera que sea el nombre que quiera darse a los diferentes ordenamientos”. (p. 92) Por su parte, Jean-Frédéric Schaub aclara que en el ámbito de los historiadores se registra actualmente una revisión crítica respecto del concepto de Estado-Nación, así como del lugar que guardó la Monarquía compuesta o el Imperio en la conformación estatal de los siglos XVI y XVII: “Lo que los historiadores austrófilos de hoy celebran es, precisamente, el carácter compuesto, asimétrico del sistema imperial multi-cultural de la Monarquía Hispánica. “El Imperio o la Monarquía compuesta se han convertido en objetos historiográficos que permiten distanciarse de tres preconcepciones: el concepto de Estado basado sobre el modelo administrativo unitario decimonónico el concepto de nación política retrotraído para explicar situaciones pretéritas el laicismo ideológico que supone que la secularización de Occidente fue precoz” (p. 212) De estas dos citas obtenemos la justificación para proceder a realizar nuestro ejercicio teórico crítico del concepto actual o moderno de Estado y, por ende, emprendemos un análisis que busca diferenciarse de los que tienden a ver el Estado mexicano como una versión “débil” o “fallida” de los modelos occidentales preponderantes. El Estado nación Una primera comparación que hacemos es entre el concepto de Imperio o Monarquía compuesta, tal como puede aplicarse al Virreinato de la Nueva España, Ponencia Página 2 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández por un lado, y el concepto de Estado-Nación moderno, término que se desarrolla durante las guerras de religión que se llevaron a cabo de1524 a 1648 entre las potencias europeas. Recupero la siguiente reflexión de Schaub en torno al Imperio: “Retomando la expresión acertada de Hendryk Spruyt, al sistema imperial se le ve como ‘competidor del Estado soberano’ en el sentido de que, al albergar una arquitectura institucional plural y compleja, proporciona un modelo alternativo al Estado-nacional-unitario. Aceptemos la premisa según la cual lo propio del estado es que su sistema interno se diferencia del sistema de relaciones inter-estatales.” (p. 213) En ese año de 1648 se firmóa la paz de Westfalia con la que emergió una nueva configuración de poder territorial en Europa. Al concluir esta etapa, se dio el inicio del concepto de soberanía nacional que dejó atrás la política feudal o de señoríos territoriales en que se dividía Europa. La Nueva España, por su parte, se desplegó como un tipo de Estado en el que convivían dos repúblicas (la de los españoles, mestizos, negros y multaos, por un lado; y la de los indios por otro) y varios cuerpos estamentales. El concepto moderno de Estado-Nación no aparece en los diccionarios europeos sino hasta 1884, según nos dice el historiador Eric Hobsbawn. De manera que el proceso de formación estas estructuras, se llevó algo así como doscientos años. Hobsbawn nos dice del Estado nación, siguiendo una definición de una Enciclopedia brasileña: “…‘es la comunidad de los ciudadanos de un estado, viviendo bajo el mismo régimen o gobierno y teniendo una comunión de intereses; la colectividad de los habitantes de un territorio con tradiciones, aspiraciones e intereses comunes, y subordinados a un poder central que se encarga de mantener la unidad del grupo…’” (pp. 23-4) Con este acontecimiento la idea de Imperio empieza a perder vigencia y, simultáneamente, comienzan a surgir los estados naciones de España, Francia, Ponencia Página 3 IX Coloquio Humanidades Holanda, Suecia, Dinamarca, UANL Inglaterra, Luis Eduardo Ibáñez Hernández Suiza. Adicionalmente a esta redistribución territorial, la Iglesia de Roma, deja de ejercer el poder que tenía sobre Europa al ceder la autoridad a los poderes seculares de los nuevos estados. Solo se mantiene, en Europa, el Sacro Imperio Romano Germánico a mediados del siglo XVII y los imperios de ultramar en América. La Nueva España y en especial la República de los pueblos indios que formaba parte de ésta, contaba con elementos nacionales y culturales propios pero no era una nación en términos modernos. Bernardo García nos resume sus elementos a continuación: “Por un lado, los pueblos comprendían a grupos humanos fuertemente cohesionados por vínculos de asociación personal. Comprendían dentro de sí organizaciones de parentesco, de ocupación, vecinales, tribales y de otro tipo; por otro, poseían jerarquía o diferenciación social, bases legales, referentes ideológicos, tradición histórica, organización institucional y, lo que por el momento interesa más, estructura de poder. También tenían expresión territorial, aunque en su origen no necesariamente fija ni con delimitaciones precisas…Como resumen de todo lo anterior, pueden hallarse en los pueblos varios de los atributos de las corporaciones que identificamos con el término genérico de estado.” (p. 404) Aunque la Nueva España pertenecía al Imperio español, las tierras americanas no fueron escenario de las guerras de religión que se registraron en Europa. Entre el siglo XVII y XVIII, la Nueva España no tuvo que defender sus territorios ante las monarquías francesa o inglesa, por ello no se desarrolló un Ejército poderoso que velara por las fronteras. En cambio, sí hubo en América una acción decidida de la Inquisición (aunque menos importante que en Europa), encaminada a cuidar la posible infiltración de franceses, ingleses u holandeses que pusieran en riesgo la unidad ideológica (la fe) y, por lo tanto, territorial del virreinato. El Estado moderno El concepto de Estado moderno, siguiendo a Max Weber en su obra Economía y Sociedad, apela a dos componentes fundamentales, el primero de los cuales Ponencia Página 4 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández consiste en el monopolio de la coacción física legítima en un determinado territorio: “Antes bien, sociológicamente el Estado moderno sólo puede definirse en última instancia a partir de un medio específico que, lo mismo que a toda asociación política, le es propio, a saber: el de la coacción física. "Todo Estado se basa en la fuerza", dijo en su día Trotsky en Brest-Litowsk. Y esto es efectivamente así. Si sólo subsistieran construcciones sociales que ignoraran la coacción como medio, el concepto de Estado hubiera desaparecido; entonces se hubiera producido lo que se designaría. Con este sentido particular del vocablo, como "anarquía". Por supuesto, la coacción no es en modo alguno el medio normal o único del Estado -nada de esto- pero sí su medio específico. En el pasado, las asociaciones más diversas –empezando por la familia- emplearon la coacción física como medio perfectamente normal. Hoy, en cambio, habremos de decir: el Estado es aquella comunidad humana que en el interior de un determinado territorio -el concepto del ‘territorio’ es esencial a la definición- reclama para sí (con éxito) el monopolio de la coacción física legítima. Porque lo específico de la actualidad es que a las demás asociaciones o personas individuales sólo se les concede el derecho de la coacción física en la medida en que el Estado lo permite. Este se considera, pues, como fuente única del "derecho" de coacción.” (p. 1056) Enseguida Weber explica las razones y las condiciones en que, una vez logrado el monopolio de la fuerza en un territorio y sobre una población dada, funciona la burocracia como una administración permanente del poder: “Toda empresa de dominio que requiere una administración continua necesita por una parte la actitud de obediencia, en la actuación humana con respecto a aquellos que se dan por portadores del poder legítimo y, por otra parte, por medio de dicha obediencia, la disposición de aquellos elementos materiales eventualmente necesarios para el empleo físico de la coacción, Ponencia Página 5 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández es decir: el cuerpo administrativo personal y los medios materiales de administración. “El cuerpo administrativo, que representa externamente a la empresa política de dominio lo mismo que a cualquier otra, no se halla ligado a la obediencia frente al detentador del poder por aquella sola representación de la legitimidad de que hablábamos hace un momento, sino además por otros dos medios que apelan directamente al interés personal: retribución material y honor social. Los feudos de los vasallos, las prebendas de los funcionarios: patrimoniales y el sueldo de los modernos servidores del Estado -el honor de la nobleza, los privilegios de clase y el honor del funcionario- constituyen la paga, y el temor de perderla constituye el fundamento último y decisivo de la solidaridad del cuerpo de la administración con el soberano.” (p. 1058) De este modo, tomamos estas dos últimas características como elementos de análisis para los efectos de este trabajo, aclarando que entendemos por aparato administrativo los cuerpos que procuran la seguridad pública (Policías) y nacional (Ejército) ante un posible ataque de fuerzas extranjeras que, como vimos arriba, no se aplicó cabalmente en la América hispana sino solo de manera que hoy pudiésemos llamar preventiva. Un concepto interesante para comprender cómo funcionaba la coacción física lo describe Jorge Velázquez en su artículo sobre la Razón de Estado en el imperio español y la Nueva España: “Lo que argumentan los críticos y detractores de la filosofía política de la Razón de Estado, es que para que ésta haya sido en verdad una filosofía política trascendente o una relación política realmente objetiva y efectiva, era necesario que ella se desplegara sobre una realidad histórico-política concreta, es decir, sobre la configuración plena de un Estado Nación. Pero se olvida que por sus circunstancias y por sus propias características históricas, las monarquías europeas de los siglos del barroco jamás Ponencia Página 6 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández aspiraron ni podían aspirar a constituirse como Estados en dicho sentido, esto es, en un Estado Nación moderno…En este sentido lo que se observa es que para la Razón de Estado existía el Estado como espacio para la dominación política; pero no existía la Nación como el tipo de imaginario que es, es decir, el referente central sobre el que se erigen las diferentes tecnologías del poder características de la Modernidad. Lo que se tenía así era un territorio reconocido como el espacio sobre el cual se ejercitará un tipo de poder soberano y una forma de dominación política que en general y por fuera de los múltiples emparentamientos que conservó respecto a la dominación tradicional, desarrolla fuerza histórica y políticas identificadas con las formas de dominación política moderna…Pero, en todo caso para nosotros lo esencialmente relevante de la filosofía política de la Razón de Estado es comprender en qué medida sus principios, planteamientos y fundamentos sirvieron también para configurar no sólo a la idea moderna del Estado Nación, sino en hacer posible a lo que es sin lugar a dudas la más importantes y trascendente institución política de la Modernidad” (p. 184-5) Lo que nos dice Velázquez es que, no por ser la Nueva España un territorio que no es catalogado como una Nación, es por ello que no haya existido esfuerzos por lograr la hegemonía política. En todo caso, los pueblos prehispánicos se constituían como naciones y estados pre modernos sobre los que el Imperio ejercía su poder, si bien de manera en que la fuerza se combinaba con la ideología y con formas subsidiarias de distribución de la autoridad. Características del servicio público Pero, por otro lado, rescatamos la función de aplicación de la justicia que, con Weber, despliega el Estado moderno en las disputadas entre los ciudadanos. Esta tarea fue cubierta por la Inquisición en la Nueva España, pero también por un sinnúmero de cuerpos sociales que van desde la Audiencia hasta las cofradías, pasando por el Consulado, los cabildos y otras corporaciones de diversos sectores sociales y ramas económicas. Ponencia Página 7 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández Mal haríamos en pensar que la presencia de la Inquisición fue hegemónica en América. Realmente el Tribunal del Santo Oficio, según nos explica Solange Alberro, atendió a un 20 % de la población novohispana, algo así como a 450 000 personas, a un promedio de 15 dictámenes anuales. Ello fue debido a la simple razón de que los numerosos y alejados pueblos originarios no estaban sujetos a las atribuciones inquisitoriales, puesto que se encontraban en proceso de catequización y el presupuesto de herejía no se les aplicaba. Sabido es que los funcionarios más altos de los distintos cuerpos sociales provenían de España y que sólo algunos eran ocupados por novohispanos criollos, pero eso no es lo más importante. Los nombramientos, si bien a veces recaían en personajes preparados, en muchas ocasiones eran ocupados por el mejor postor del cargo o por recomendados de la corte española. Los familiares representaron un recurso humano reiterado ente los funcionarios de la Inquisición, nos dice Solange Alberro. Los exploradores y/o colonizadores de nuevas tierras, por su parte, recibían una concesión para explorar a cambio de pagar el impuesto llamado quinto real y una vez que ganaban una subasta o que compraban la autorización para realizar su tarea. Pero no todo funcionaba de ese modo sino únicamente en los niveles altos del poder. En la mayoría de los estratos o estamentos y, por supuesto, en el ámbito de la República de los Indios, la aplicación de la justicia fue practicada por los “notables” que no eran sino los más encumbrados y prestigiados miembros de la sociedad. Para el caso de los funcionarios inquisitoriales, Solange Alberro nos dice: “Esta situación acarreó una consecuencia importante: puesto que la Corona no era capaz de respaldar pecuniariamente al Tribunal, fuerza fue buscar, para sobrevivir, al hereje acaudalado, ya que los demás pequeños transgresores –blasfemos, bígamos y hechiceros de poco vuelo- eran dueños de viene insignificantes. Pero el hereje escaseaba en las Indias y perseguirlo requería de un trabajo pesado; más valió llegar a un acuerdo Ponencia Página 8 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández con él ya que, pese a todo, inquisidores, grandes mercaderes y funcionarios pertenecían objetivamente al mismo grupo de los dominadores de las masas indígenas y las castas cada día más numerosas.” (40-41) La impartición de justicia fue subsidiaria en la Nueva España. Solo cuando los cuerpos sociales no eran capaces de arreglar sus propias diferencias, entonces la Inquisición, la Audiencia o el virrey, atraían (diríamos actualmente) el pleito. La manera en que los cuerpos sociales operaban la justicia, está descrita por Beatriz Rojas: “Cada cuerpo se organizó en torno a un interés común y se conformó por una asociación de ‘personas particulares’ que disfrutaban, para facilitar la realización de sus fines como parte de la comunidad cristiana, de un estatus particular ante la ley. Se distinguían por gozar de un autogobierno apegado a sus constituciones u ordenanzas, y podían usar distintivos que los señalaban, como uniformes, hábitos, escudos o diferentes insignias según su rango y calidad.” (p. 50) Así, la justicia se aplicaba a nivel de los propios cuerpos sociales y, aunque había una Audiencia, la burocracia encargada de la aplicación de la ley recaía en los propios sujetos e interesados, a partir de las estructuras de autoridad que cada organización tenía. Comentarios La investigación y la consiguiente reflexión sobre las formas pre-estatales de organización política nos permiten identificar elementos de análisis pertinentes hacia el Estado mexicano moderno. Se requiere una mayor profundización sobre estas características a fin de intentar responder a preguntas interesantes como, por ejemplo: ¿qué eficacia tenía el sistema de justicia y de seguridad nacional de la Nueva España? ¿Qué elementos culturales permanecen en la burocracia actual que puedan ser herencia del pasado? Ponencia Página 9 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández Bibliografía: Alberro, Solange. Inquisición y sociedad en México, 1571-1700. FCE: México, 2013. Bobbio, Norberto. Estado, gobierno y sociedad. Por una teoría general de la política. FCE: México, 2001. García Martínez, Bernardo, “Representación del poder en los pueblos indios del centro de México en la época colonial. Notas para una revisión conceptual (primera parte), en Mazín, Óscar (editor). Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas. COLMEX: México, 2012. Hobsbawn, Eric. Naciones y nacionalismo desde 1780. Crítica: Barcelona, 2004. 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Velázquez Delgado, Jorge, “Glorificación del poder y Razón de Estado en la urdimbre emblemática de la política del barroco”, en Arce Sáenz, María Marcelina; Velázquez Delgado, Jorge; De la Fuente Lora, Gerardo (coordinadores). Baroco y Ponencia Página 10 IX Coloquio Humanidades UANL Luis Eduardo Ibáñez Hernández cultura novohispana. Ensayos interdisciplinarios sobre filosofía política, barroco y procesos culturales: cultura novohispana. BUAP/EÓN: México, 2010. Weber, Max. Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva. FCE: México, 2002. Notas: (1) Tomo el adjetivo barroco a partir del citado artículo de Jorge Velázquez. Ponencia Página 11