1915 - Agustinos Recoletos

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Año VI
Zaragoza 1 de enero de 1915
Núm. 56
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
AGUSTINOS RECOLETOS DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
DE LAS ISLAS
FILIPINAS
SUMARIO. – I. La Francesada primera. (Conclusión). – II. Casuum moralium.
LA FRANCESADA PRIMERA
(CONCLUSIÓN)
«Aquí es donde se conoce, hasta la evidencia, el poder de una masa de pocos hombres
unidos en caridad. Aun en los primeros años de la Santa Revolución, en que por tendencias a
ésta escaseaba el ingreso y subían de punto los gastos, debe decirse con verdad que nada faltaba sobre lo necesario, y que para éste se prevenían a tiempo y de un golpe todos los artículos desde dicho día, 6 de julio, en que vivían congregados en una azotea indecente, repartidas
siete camas en su ámbito, sin más sitio sobrante que el preciso para llegar a ellas. El comestible y potable se compraba diariamente de las respectivas tiendas; y cuando el P. Prior llegó a
entregarse del Gobierno el sábado, 10 de septiembre
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del año expresado, recibió sobrante del ingreso, seis libras, diez y ocho sueldos, ocho dineros.
¡Qué suma tan consirable para tantas atenciones que se presentaban!»
«Pero si ella es escasa, no así el gusto, alegría y resignación de los unidos: a estos auxilios son consecuentes los de Dios, que siempre dirige las cosas a su fin, proporcionando medios e inspirando los pensamientos necesarios a él. Muy luego fue uno de estos en el P. Prior,
mejorar la habitación para los reunidos y algunos otros que por falta de ella vivían dispersos;
y cuando los realizó, tomando en arrendamiento la segunda y tercera habitación de la casa
llamada del Guitarrero, que antes fué enseñanza para las niñas de esta calle de Murviedro;
sintió mayores impulsos por disponer celdas en las tribunas de la Iglesia arruinadas, porque
aun viviendo dos que mas congeniasen en cada una, les sería más decente y grato que habitar
nueve en una chambra blanca y ventilada».
Corto aquí el hilo de esta narración, y abro otra vez el libro copiador de documentos relativos al derribo del convento y su reedificación, y leo en la página 8, vuelto: «De los doce
Conventos de la Orden que contaba esta provincia, sólo han quedado libres el Colegio de
Caudiel, un Convento en el Obispado de Urgel, y este de Santa Mónica, pues con la invasión
de los franceses en Aragón han tenido que desamparar sus Conventos los religiosos, recogiéndose tantos en Caudiel, y en el Convento de Cataluña, que con dificultad bastan sus edificios a los que contienen, a más de 150 religiosos por lo menos que van errantes huyendo de
las tropas enemigas».
Andando los meses de invasión napoleónica, ni estos tres Conventos debieron de mantenerse como tales, pues leo en la página 45, vuelto, del mismo libro, ser el Convento de Valencia, «único supérstite de cuantos contenían las provincias de Valencia, Aragón y Cataluña».
Solamente de tres conventos arruinados haré mención eligiendo las siguientes notas: «El
Convento de Agustinos Descalzos del Portillo era reputado por otro fuerte en el que terminaba
la línea que desde Trinitarios formaba una muralla de doce pies de altura, cerrado por una
batería que principiaba desde las tapias de la huerta de las Fecetas y terminaba con el de
Agustinos y puerta del Portillo. Su extensión por todo el frente de la Iglesia de Nuestra Señora
y puerta del cuartel de caballería; y tenía buena iglesia; dió esta Comunidad todas
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las alhajas de oro, plata, como por valor de 2.000 reales, y 2.000 reales; el Colegio de San
Nicolás de Tolentino dió 1760 reales en metálico. Después de los sitios, como uno de los puntos fortificados debió ser destruido para quitar ese estorbo a la guarnición del Castillo de la
Aljafería, y convertido en ruinas no se ha tratado más de reedificarlo. (Historia de los Conv.s
de Arag. etc. libro manuscrito que se conserva en el archivo generalicio).
El día 8 de enero de 1815, con motivo de una solemne fiesta de la renovación y purificación de nuestra iglesia de Borja, predicaba en ella el P. Fr. Justo de Vélez de la Concepción,
Prior del mismo convento, un sermón que, dicho sea de paso, es una de las mejores piezas
oratorias que conozco de aquella época, pieza llena de concepto y de sabor homilético, sin
redundancias ni ampulosidades, sin alardes de erudición pagana, sobria, precisa, galana; y de
este sermón recojo estos párrafos alusivos a la guerra de entonces: «Hemos participado grandemente de los desastres y calamidades, que han aflijido a toda Europa pero tendremos siempre la gloria de haber sido los que, como otros esforzados Macabeos, hemos detenido el ímpetu de un conquistador injusto y arrogante... Finalmente si nuestra amada patria, como católica,
religiosa y pía, ha tenido el desconsuelo de ver profanados sus templos, convertidas en establos sus Iglesias, perseguidos, errantes y despojados sus ministros, ya estamos a la sombra de
un rey benéfico, y de un gobierno ilustrado, que se dedica a reparar estos daños. La presente
solemnidad es una prueba de estas sabias providencias».
El P. Prior de Alagón, Fr. Antonio de San Dionisio, con fecha 28 de Febrero de 1818 dirige una comunicación a N. P. Vicario General, en la que le pide reducción de algunas cargas,
apoyándose en: «Que las fatales desgracias de la invasion Francesa, y sus funestos efectos
apenas han sido en otro Convento tan sensibles como en este de Alagon. Es sobre toda ponderación P. N. V. G. el infeliz estado á que lo han reducido aquellas desgracias; arruinado casi
hasta los fundamentos, no presenta otro objeto, si es para la compasion; y la Iglesia que es el
residuo único de aquella fabrica necesita de grandes sumas para su habilitacion: Asi es que la
Comunidad, desde que la piedad de N. Soberano, que Dios guarde nos reintegró en el estado,
y posesion de nuestros intereses se ve en la dura necesidad de havitar en un alojamiento incomodo, é incapaz de proporcionar la quietud, retiro, silencio, y demas
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oportunidades que hacen una parte de la vida religiosa; sobre que para dar á Dios culto, principal objeto de nuestro instituto, cumplir las obligaciones de ley en orden á la vida contemplativa, y desempeñar las comunes, que tiene á su cargo, se ve la Comunidad en la dura precisión, ó necesidad de salir fuera del claustro á la Iglesia de N.ª S.ª del Castillo, que de pura
gracia, y con ciertas limitaciones se le permite. Al tenor de las disposiciones del Convento
han seguido los demas fundos, fincas, y propiedades, que poseia, y es ocioso detenerme en su
individuacion, quando es bien notorio que tres años de un trabajo continuado, y gastos considerables no han sido bastantes á igualar con exceso sus antiguas producciones. De aquí es que
para atender á estas indispensables exigencias, y á la religiosa manutencion de sus individuos
se ha visto la Comunidad precisada á hacer enagenaciones de consideracion, y á contraer deudas de bastante suma las que todavía no ha podido cubrir con descredito del honor, ruina de la
confianza que es el garante en todos los apuros. Esta situacion dolorosa todavía seria tolerable, y acaso con la ayuda de Dios, podría cambiarse si un peso enorme de obligaciones, y cargas no viniesen á abrumar los residuos capitales en que estriban…»
Concedido benignamente lo que se pedía, continuaron los Religiosos mejorando el edificio con celo y mucha fe en la divina Providencia.
Así es que, en 28 de abril de 1825, el P. Prior de Alagón se dirigió al Gobierno Eclesiástico de Zaragoza, pidiendo licencia para que trabajasen por algunas horas en los domingos los
vecinos de Alagón en la obra del convento.
Dice el documento de esta forma: «…Expone a V. Señoría: Que destruido este Convento
en la guerra de la Independencia, se habilitó por de pronto uno de sus ángulos para habitación
de los Religiosos. En el día se trata de continuar la obra y de levantar un claustro para los Novicios; y los vecinos de la villa se prestan gustosos con sus carros a conducir materiales de
limosna los domingos, por el tiempo que sea necesario, y previa la competente autoridad eclesiástica».
Pensando en estos episodios escribió el elegantísimo poeta latino P. Manuel de Castro,
agustino recoleto, en su Elegía titulada In academici ludi apertione Oratio, etc.
Mostrorum domitrix vivat ibera manus. Al cual dístico puso la siguiente nota, que hacemos nuestra: Domuit Bonaparte. Satellites impietatis
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contrivit heroica. Ah! miserante Deo, quam mentita sibi est atrocissima iniquitatum!
Pero, ¡ay! qué cerca estaba el año 1825 del año 1834!
Repito que no traigo estos apuntes con el objeto de sugerir posiciones futuras, ni de evocar remedios preventivos, ni de dar toque alguno de atención, sino con el de manifestar alguna
muestra de los tesoros históricos que tenemos escondidos en los archivos, y que, convenientemente publicados, podrían esclarecer prejuicios, hacer a esta Orden mucho más veneranda
ante propios y extraños y fomentar ideas y resoluciones grandes, antes de que las trágicas
hecatombes de alguna guerra los destruya para siempre.
Muchos de los libros y documentos de los archivos de nuestros conventos desaparecieron
con motivo de la Francesada y después con motivo de la degollina del 1834; otros muchos
fueron a dar a manos de los seculares, quienes, o los destruyeron por considerarlos inútiles o
los conservan con muy mal entendida avaricia; algunos fueron a parar a los archivos de las
Provincias del reino, donde se conservaron hasta que hace años el Estado ordenó fuesen trasladados todos los legajos pertenecientes a las Órdenes Religiosas al Archivo Histórico Nacional, en el cual hoy reposan sin catalogar todavía. Esta es una de las fuentes que debe aprovechar el historiador, aparte de los materiales que se encuentran en el Archivo en la Real Academia de la Historia, en la sección de manuscritos de la Biblioteca Nacional, y en los Archivos de las Delegaciones de Hacienda de las Provincias que no remitieron los papeles al Archivo Histórico Nacional, y son las siguientes: Barcelona, Valencia, Sevilla, Alicante, Albacete, Murcia, Navarra y las Vascongadas. De todo lo que haya en los Archivos de estas provincias no estoy enterado todavía, aunque me consta que existen documentos recoletos en el de
Barcelona, Valencia y Sevilla, pero, Dios mediante, he de estudiarlos con detención lo antes
que pueda.
¿Encontraré por ventura e! tomo V de nuestras Crónicas que debe de estar inédito por
esos mundos de Dios, esperando una mano solícita que lo saque a relucir? Véase lo que afirmaba el Cronista del tomo IV en el prólogo: «Advierto, por fin, que tengo trabajando otro
tomo, de a folio, con el título de Memorias Históricas para la Crónica de Agustinos Descalzos de la Gongregacíón de España e Indias; donde unas veces con extensión, y otras por
apuntes, he congregado cuantas noticias ha
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podido adquirir mi solicitud, sobre lo concerniente a la Historia de nuestra Recolección. Corre
esta relación (la del tomo perdido) desde el año 1691 hasta el 1750: y sin ser precisas fatigas
demasiadas, pudiera yo formar, supuesto este trabajo, los tomos quinto y sexto de nuestra
Crónica. Mas con todo, no sé si lo ejecutaré; ya porque los accidentes me van quebrantando
mucho la salud, ya porque la falta de medios hace mirar muy distante su impresión. Pero al
fin servirán estas memorias para los siguientes cronistas que podrán extenderlas y perfeccionarlas».
Esto decía el P. Cronista el año 1756 en que se publicó el tomo IV; pero acabo de ver en
un mamotreto, en que van cosidos varios documentos y piezas de índole heterogénea, una
carta manuscrita del P. Provincial de Filipinas, Fr. Mateo de la Encarnación, con fecha 22 de
diciembre de 1758, o sea, dos años más tarde, de la cual desgloso este párrafo en que se contesta a un punto relacionado con las Crónicas; «P. N. Vicario general, tocante a lo que V. R.
insinúa en una de sus cartas del despacho que en este año de 1758 se recibió, pidiendo algún
subsidio para la impresión del tomo nuevo, que ya está concluido, y para la reimpresión del
Funiculus Triplex, digo que si Dios me da vida para el despacho que viene de 1759, y me
mantiene en el oficio, no obstante haber encontrado la provincia en el estado en que a V. R. le
tengo dado parte, procuraré ayudar a lo uno y a lo otro con lo que me sea posible».
He aquí dos Prelados dignos, que tenían verdadera noción de la importancia de la Historia para una entidad colectiva. Y apesar de las buenas intenciones de todos, ello es cierto que
el tomo V no se imprimió y que se ha perdido, quizás para siempre. ¡Y está por escribir la
historia de 224 años!...
Por de pronto, cábeme la satisfacción de tener ya nota de materiales suficientes para formar un volumen como el de nuestras Crónicas, que contenga solamente adiciones a los cuatro
anteriores; es decir, asuntos históricos, biografías, rectificaciones y complementos que faltan
en los cuatro tomos y corren desde la fundación de la Reforma Agustiniana hasta el año 1690,
en que terminan las Crónicas; materiales para continuar desde este año en adelante también
los hay, aunque fragmentarios; lo que no habrá, será dinero para gastos de averiguación y
copia, y temo que mucho más escaseará para la publicación de lo que se escribiere.
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No tengo a mano los primeros cuadernos del Boletín Oficial de la Provincia de Filipinas,
y desconozco el programa exacto del mismo, por eso no digo si falta una sección en él que
vaya reproduciendo las riquezas históricas de nuestro pasado, así como va publicando cosas
importantes del presente relacionadas con la Provincia de que es órgano. Si la revista Santa
Rita y el Pueblo Cristiano, de la Provincia de Andalucía y si el Apostotado Doméstico de la
Provincia de la Candelaria, abrieran otra sección para los fines dichos, acaso esto sería un
medio adecuado de publicación y conservación de los documentos propios de aquellos organismos, mientras llega el tiempo en que la Orden disponga de los fondos necesarios para llevar a cabo la edición de la obra de sus Crónicas. Por otra parte, dado caso que la situación
ecnómica actual sea muy adversa, y que no se pueda efectuar tampoco lo establecido en el
último Capítulo general sobre publicación de algún Boletín o Efemérides de la Orden Recoleta, las secciones de las Revistas en referencia, suplirían en algún modo la falta.
Por lo que a mí hace confieso que no me gusta la Historia; quiero decir, que no me sabe a
gloria eso de pasar días y días entre papeles viejos, a caza de datos, perdiendo la vista y el
tiempo en disciplinas que me impiden dar cabo a otras obras que me deleitan grandemente, y
que tengo comenzadas hace tiempo, pero por amor a la gloriosa Orden a que pertenezco, resuelto estoy a sacrificar todas mis aficiones porque la Recolección ha sido conmigo madre
solícita y muy larga a quien debo todo.
FR. P. FABO
Agustino recoleto
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CASUUM MORALIUM
(1 Apr. 1914)
RESOLUTIO
XIII. Antonius contra voluntatem parentum &. Quæritur: Quæ sit obligatio sequendi vocationem vitæ religiosæ: quæ signa habere posssimus dictae vocationis. 2.º An sint rationes
quae impediant ingressum: ingressui obstent parentum vel cognatorum necesitas. 3.º Quid de
ingressu et de votis Antonii censendum sit. 4.º Num debuerit vel potuerit parentibus subvenire
sive pecunias colligendo inscio Superiore, sive ordinem derelinquendo. 5.º Quae sint causae
pro dimissione religiosorum votorum simplicium. 6.º Quid de dimissione Antonii sit judicandurn. 7.º An et quomodo peccent qui aliquem a religione amplectenda retrahant vel movent ad
eam deserendam: an restitutionis obligatio contrahatur et gravis sit.
Pro solutione hujus casus dicimus quod vitam religiosam hic sumimus pro statu religioso
seu pro eo statu in quo per vota assumitur perpetua obligatio tendendi ad perfectionem seu
observandi consilia evangelica, paupertatem, scilicet, castitatem et obedientiam sub certa regula certoque instituto. Jesus Christus Dominus noster saepissime ad perfectionem suos sequaces adhortatur Patris sui sanctitate et perfectione proposita; attamen pro vita aeterna adipiscenda mandatorum observantiam solummodo exigit; alia autem multa eis proponit qui velint perfectionem assequi. Sed mente retinendum quod aliud sit status perfectionis, aliud ipsa
perfectio; fieri quidem potest ut in ipso perfectionis
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statu aliquis aliquatenus aut etiam permultum deficiat a perfectione et ex adverso extra statum
perfectionis potest quis satis esse perfectus. Perfectio enim christiana consistit in caritate Dei
et proximi ejusque frequenti et perfecto exercitio: status perfectionis stabile vitae genus indicat per modum obligationis assumptum, quo illud exercitium caritatis promoveatur et facilitetur et sic ipsa perfectio sensim attingatur et magis ac magis perficiatur.
Dicimus insuper quod Jesus Christus vere vocet aliquos ad statum religiosum cum omnia
ab ipso recte et secundum ordinem fiant, unde, si consiliorum sectatores nunquan deerunt,
aliqui semper ita vocabuntur ut a Patre trahantur. Datur ergo vocatio religiosa cujus sequendae obligatio pro solutioue ad 1.um respondemus quod per se et absolute non urget; vitae enim
religiosae electio consulitur non praecipitur, cum non circa mandata sed circa consilia versetur evangelica.
Nihilominus cum multoties detur vocatio religiosa certo cognita, vix excusari a culpa poterit qui suæ vocationis certus eam rejecerit; periculo enim maximo suam committit salutem
æternam. Attamen nec S. Alphonsus gravis culpæ eum damnat qui certus suæ vocationis, persuadere sibi nititur salutem æternam æque facile consequi posse manendo in sæculo vel ad
illud redeundo. Aliquando tamen electio vitæ reIigiosæ cadere potest sub præcepto etsi per
accidens; ut si quis, certus de sua vocatione et su propriæ debilitatis intime conscius, statum
religiosum conciperet ut unicum medium quo prævalere posset contra diaboli nequitias et
suam salutem securam reddere. Hoc in casu vita religiosa medium esset moraliter necessarium pro salute æterna. Nec temeritate vacat qui etsi magnum gratiæ impulsum sentiat, vocationem negligit; hic enim aperte voluntati et viis Domini resistit.
Non facile ergo quis damnabitur peccati mortatis reus ob vocationis religiosæ neglectum,
etsi valde timendum sit quod hujusmodi neglectus ingentem pecatorum gravium acervum
secum trahat.
Generalia vocationis religiosæ signa sunt: 1.º Aptitudo seu idoneitas ad statum religiosum
in genere, et in particulari ad observantiam talis ordinis propriam. Quæ idoneitas dignoscitur
in recto judicio, in indole bona, in animo submisso, in scientia sufficienti et in absentia defectuum corporis et animæ qui hujusrnodi vitæ rationi obesse possunt.
2.º Inclinatio naturalis et constans quæ etsi mutabilis, non sit volubilis, licet non ultroneitate sed ex reflexione processerit, et insuper recta sit
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ex intentione pura et vero desiderio perfectionem christianam et salutem æternam facilius
consequendi.
Specialia signa vocationis quis habere potest ex divina revelatione ac etiam singulari inspiratione qua suaviter quidem et dulciter ac simul vehementer ad vitam religiosam impellatur
et quasi indeclinabiliter trahatur.
Ad 2.um Perplures sunt rationes quæ impediunt ingressum in religionem et ex jure naturalio et ex jure canonico; excluduntur enim: 1.º ex defectu libertatis; servi proprie dicti, matrimonio juncti post matrimonium consummatum nisi altera pars consentiat vel jus amisserit
episcopi sine consensu S. Pontificis. 2.º ratione justitiæ, ii qui pecunia aliena gravati sunt in
magna quantitate, aut rationibus reddendis ex aliquo munere sibi conmisso sunt obnoxii usque
dum suæ gestionis rationes reddiderint. 3.º ratione pietatis, filii, qui parentes suos alere tenentur nec eos in gravi necessitate constitutos aliter juvare possunt nisi manendo in sæculo: ii
etiam qui alios propinquos in extrema necessitate positos juvare tenentur, in religione autem
perficere nequeunt. Magis autem urget pietas ne parentes religionem ingrediantur cum ipsorum filii paterna ope indigeant.
Aliæ etiam adsunt rationes ex jure canonico quæ a religiosa vita avertunt ex hæresi, gentilismo aut judaismo venientes. Similiter aliqua sunt pro unaquaque Congregatione instituta
quæ eo tendunt ut religionem liberent ab iis qui, propter aliquem defectum sive realem sive
prudenter existimatum ut proxime futurum, nedum inutiles sed vere gravosi Religioni evadere
possent.
Item. Ex decreto «Ecclesia Christi» (d. d. 7 Sep. 1909) excluduntur nisim S. Sedis interveniat specialis venia seu dispensatio: 1. Qui e Collegiis, etiam laicis, ob inhonestos mores vel
ob alia crimina expulsi fuerint; 2. Qui a seminariis et collegiis ecclesiasticis vel religiosis ex
quacumque ratione dimissi fuerint. 3. Qui sive ut professi sive ut novitii, ab alio Ordine vel
Congregatione religiosa dimissi fuerint, vel, si professi, dispensationem votorum obtinuerint;
4. Qui jam admissi sive ut professi sive ut novitii in unam provinciam alicuius Ordinis vel
Congregationis et ab ea dimissi in eamdem vel in aliam ejusdem Ordinis vel Congegationis
provinciam recipi nitantur.
Novitius ergo sponte recedens potest denuo in eumdem aut etiam alium Ordinem recipi
pro novitiatu: professi autem spontaneus recessus
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etiam legitimus cum solutione votorum impedit receptionem in alium Ordinem vel Congregationem; non autem impedit novam receptionem in eumdem Ordinem quem deseruit.
Egressi voluntarie sed non sponte, quatenus ipsi Superiores ad id induxerut vel hortati
sunt prævidentes dimissionem, ex collegiis, seminariis vel a novitiatu (seu dimissi æquivalenter non autem formaliter) valide ad Religionem recipiuntur at omnino illicite, (ex decr. 5115
Apr. 1910 ad III).
Ad 3.um Parentes Antonii etsi senectutem bonam et curis expertem cum filio transigere
sperarent, habent tamen necessaria unde secundum suum statum vivere possint; unde Antonius suum in Religionem ingressum nec omittere nec retardare tenetur ratione parentes adjuvandi qui gravem necessitatem non sunt experti nec verisimiliter passuri sunt: potuit ergo Antonius tutta conscientia religionem ingredi atque etiam suo tempore vota emittere cum bonorum paternorum status nihil immutatus sit durante novitiatu.
Ad 4.um Antonius, post vota emissa etsi fuerint simplicia, subest omnino obedientiæ jugo,
nec se substrahere potest superioris voluntati etiam pro parentibus juvandis; nisi forte agatur
de vere extrema necessitate cui minime subveniri possit e monasterio et cum licentia superioris: vota autem religiosa manent et clamant et ideo, extincta tali extrema necessitate, Antonius
ad ordinem suum reverti tenetur et voluntati superioris iterum se submittere.
Si de gravi tantum necessitate agatur potest Antonius de Superioris licentia (non autem
tenetur) monasterium relinquere et parentum curam gerere; at in hoc ipso casu de sola gravi
necessitate Antonius nec tenetur nec potest monasterium relinquere, etiam accedente licentia
Superioris, si pro parentibus juvandis tale officium exercere debeat quod statum religiosum
dedeceat.
Antonius, ut diximus, obedienti jugo subjacet et ideo sine licentia Superioris sive petita et
data sive sa!tem præsumpta nihi! agere potest. Quare recte non egit pecuniam colligendo pro
suis parentibus, inscio suo præ!ato: immo videndum erat qua mente donatores ipsi pecuniam
tribuerent, an scilicet pecuniam contulerint scienter pro patribus ipsius Autonii, an so!um generatim eleemosynam traderent Antonio religioso subsidium exponente; si hoc secundum
locum habeat, contra paupertatem peccaret Antonius agens tamquam dominus patribus
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suis donans quæ ipsius non erant sed monasterii, «quidquid enim monachus acquirit, non sibi
sed monasterio acquirit»; si autem eleemosynas colligeret expresse pro pratribus, ipsius agendi ratio debitæ tantum subjectioni adversaretur. Obligatio etiam Antonii restringenda est ad ea
quæ parentibus necessaria sint pro superanda gravi necessitate; minimo autem extendenda ut
provideat tam abundanter ut eos forsam ditiores quam antea reddat. Maxime etiam dolendum
si Antonius parentes suos e humili loco et statu ad altiorem et divitem vellet erigere: hoc revera esset saeculo et parentibus valedicere ut parentum patrimonium facilius posset conservare,
colere el augere.
Ad 5.um Notum est omnibus quod ex decreto S. Cong. super Statu Regulariurn (d. 19
Mar. 1857) novitii Ordinum Regularium, expleto novitiatu, emittunt vota revera tantum simplicia, licet, ex parte voventis sint perpetua quorum dispensatio ad Sedem Appcam. spectat:
poterunt ergo hujusmodi professi recurrere ad S. Sedem pro dispensatione votorum si justa
adsit causa; possunt etiam e Ordide dimitti a Superiore Generali cum suo Generali Consilio,
quorum omnium potestas extenditur ad subdelegandum probos et prudentes Religiosos, qui
saltem tres esse debent, ad dimissionem decernendam in casibus extraordinariis et præsertim
pro regionibus et locis longinquis. Pro casu solvendo dicimus quod (ex decr. «Santissimus» d.
12 Jun. 1858) «ad decernendam dimissionem... Superiores procedere debent summa caritate,
prudentia, et ex justis et rationabilibus causis, quacumque humana affectione remota». Licet
judicium de justitia et rationabilitate causarum ad Superiorem cum suo Consilio (quorum
conscientia graviter oneratur) pertineat, tamen S. Congregatio aliquas excludit causas quæ
inter justas recenseri non debent. Sic enim; nemo dimitti poterit ex causa infirmitatis professionem supervenientis licet contracta sit non precise in servitio Ordinis sed alibi. Nec adduci
potest ut causa sufficiens, justa et legitima quod Consilium aut etiam Capitulum Conventus
per vota secreta aliquem rejiciat a professione votorum solemnium sed aliqua præterea inquisitio vel informatio adjicienda est ut prudens haberi possit judicium a Superiore Generali: imo
pro admissione ad vota solemnia post expletum trienium votorum simplicium, audiri quidem
debet Capitulum Conventuale ad instructionem minimo vero a Superiore Generali vel ab ejus
subdelegato standum erit resolutioni ejusdem Capituli quod fortassis vota emissit pro rejectione professi. Nec sufficit quod quis semel et
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iterum et sæpe dicat se vocationem religiosam non habuisse vel eam amississe His causis
exc!usis, transcribimus quæ habet Ferrari pag. 126: Ex Secretaria (S. C. EE., et Reg.) nobis
declaratum fuit nec licere dimittere clericos simplicia vota professos, eo quod videantur studiis inepti vel nimia ignorantia laborent. Generatim nemo dimitti potest post professionem
votorum simplicium, nisi ob gravem culpam vel ob graves defectus ex ordine morali».
Ultrum autem pro hujusmodi dimissione ut justa causa stimanda sit ea ratio quae, si antea
innotuisset, suffecisset ut professio non sequeretur, ut v. gr. ineptitudo ad offIicia etiam communia Religionis ut praedicare, confessiones audire etc. (sive hoc proveniat ex levitate animi
sive ex defectu mentis, aliquatenus captae, sive quia in studiis nihil proficiat aut hebes pene
evaserit) ita ut, rebus sic se habentibus, talis professus nedum utilis sed vere onerosus bono
communi et Religioni evadat?, cum S. Congr. respondemus: «Non esse interloquendum».
Nec infirma valetudo nec defectus animi vel corporis, qui ante professionem jam noti
erant, adduci postea possunt ut causa pro hujusmodi dimissionibus. Ipsa etiam infirma valetudo ex hereditario aut phisico defectu proveniens quae nec scienter nec ignoranter fuit occultata, imo quae ita est adhuc latens ut nec a perito medico dignoscatur indiligenti auscultatione
candidati ad professionem afferri nequit postea ut causa justa dimissionis, multo minus ut
causa nullam proffesionem reddens.
Ad 6.um Primo. Superiores recte judicarunt causam ab Antonio allatam non esse sufficientem pro petenda vel danda dimissione: superiores acquiescere poterant ut parentes Antonii
adjuvarentur etiam ultra gravem necessitatem, sed eam abundantiorem curam, quam Antonius
inhiat, pati nequibant.
2. Antonius, in procuranda ampla parentum ope, potuit esse immunis a culpa, nam affectus parentum facile judicium rationis a recto avertit: potuit autem facile peccatum committere
si ejus animus paratus non erat superiorum judicio acquiescere.
3. Antonius propter importunas preces potuit mortaliter peccare quia seipsum vitae religiosae ineptum reddebat; eo magis si ipse, alias omnino aptus, dimissionem quasi extorsit
propter importunam agendi rationem; tunc enim difficile admodum excusaretur a culpa gravi
contra
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sua vota religiosa, unde ligatus remaneret ad readmissionem procurandam.
4. Superiores, in danda dimissione Antonii, facultatibus S. Sedis utuntur, unde harum tenor erat inspiciendus sive pro valore sive pro liceitate: coexistere enim possunt culpa Antonii
et causa justa pro facultatibus et valide et licite petendis pro danda dimissione.
Ad 7.um Professio religiosa magnum est animae bonum unde qui aliquem ab eo consequendo vel fruendo impedit per se peccat. Attamen parentes, qui filios suos semel et iterum
rogant ne ipsos deserant, subjective excusari possunt etiamsi facile causam exaggerent pro
retinendo filio.
Si autem nihil justae causae adfuerit nec ipsi in necessitate versentur, et, alias, vi, minis
vel importunis precibus filium retrahunt; dicendum quod eos graviter peccare quia filium
suum invitum detinent et impediunt ab assecutione boni spiritualis adeo magni. Idem per se
est dicendum si adeo exagerant difficultates vitae religiosae, vel falsis aut fucatis rationibus
filium decipiunt et a religione avertunt. A fortiori hoc idem per se dicendum est de aliis qui
aliquem ab amplectenda vita religiosa avertunt. Immo per se plus peccat qui alium retrahit a
religione quam alius qui, vocationem sentiens, futili ratione nolit eam sequi.
Totum hoc quod dicitur de eo qui aliquem retrahit a religione amplectenda, a fortiori adserendum est de quolibet qui satagat ut ab aliquo religio deseratur. Hic enim agitur de bono
jam possesso abjiciendo; illic, autem, de aprehendendo bono quod quis habet tantum in spe.
Quomodo autem qui aliquem inducit ad religionem deserendam vel retrahit ab ea amplectenda, teneatur circa damna tum huic tum ordini religioso illata et quomodo ea reparare teneatur, difficile quis determinabit nisi in unoquoque casu circunstantiæ omnes inspiciantur et
expendantur. Religio enim bonum est ad quod unusquisque jus habet, sed uniuscujusque proprium non est nisi in spe: nec ipse novitius securus est de vita quam amplectitur, cum vel ipse
possit eam relinquere quia non vere vocatus est vel alia de causa, et Superiores possunt eum
dimittere ut non vocatum vel ineptum. Religiosus revera assecutus est bonum inætimabile, sed
voluntas ejus non est immutabilis. Unde in unoquoque casu videndum est num quis agat fraudulenter et injuste, vel potius mutatio consilii circa ingressum vel egressum obediat inconstantiæ candidati vel professi. Patet ergo quod possibilis sit etiam gravis obligatio restitutionis. Si
agatur de jam professo obligatio recte extendetur erga religiosum et erga Religionem si tamen
solum de candidato agatur, difficile constabit obligatio erga Religionem.
Tip. de Pedro Carra, Sucesor de M. Salas, Impresor del Excmo. Sr. Arzobispo
Año VI
1 de febrero de 1915
Núm. 57
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
CORRESPONDENCIA OFICIAL
I
Licencia para la impresión del BOLETÍN en Monachil (Granada)
Excmo. e Ilmo. Sr. Arzobispo de Granada. –Fr. Francisco Sádaba del Carmen, Vicario
Provincial, en España, de la Provincia San Nicolás de Totentino de Filipinas, de la Orden de
Ermitaños Recoletos de San Agustin a V. E. I. con el debido respeto expone: Que desde el
año 1909 viene publicándose en Zaragoza, de ordinario cada mes, un BOLETÍN, especialmente
para uso de los Religiosos
244
Boletín Oficial
de la mencionada Provincia. Y habiéndose informado el exponente que dicho BOLETÍN podría
publicarse en condiciones más ventajosas en la imprenta de Santa Rita del pueblo de Monachil, en la Diócesis del muy digno cargo de V. E. I., a V. E. I. humildemente suplica se digne
conceder su beneplácito al efecto, y nombrar Censor de la publicación al Rdo. P. Superior de
la Residencia de Agustinos Recoletos de esa Ciudad, o, en defecto de él, a quien haga sus
veces, o a la persona que sea más del agrado de V E. I. –Gracias que el recurrente espera alcanzar de la bondad de V. E. I., cuya vida Dios guarde muchos años. –Colegio de Marcilla
(Navarra) 19 de Diciembre de 1914. –Excmo. e Ilmo. Sr. –Fr. Francisco Sádaba del Carmen.
Granada 23 de Diciembre de 1914.
Como se pide en la antecedente solicitud, y, nombramos Censor de la publicación del
BOLETÍN, al R. P. Superior de Religiosos Agustinos Recoletos de esta Ciudad, o en defecto de
éste, a quien haga sus veces. –El Arzobispo. –Lo decretó y firma S. E. I. el Arzobispo mi Señor, de que certifico. –Luis López-Dóriga, Secretario.
II
CIRCULAR de nuestro Rvdmo. Padre Prior General, con motivo
de las fiestas de Navidad y entrada de Año Nuevo
Generalato de Agustinos Recoletos
A los RR. PP. Provinciales, Vicarios, Priores, Rectores, Misioneros y Religiosos
todos de nuestra obediencia: Salud y gracia en el Señor
Videte fratres… quomodo caute ambuletis…,
redimentes tempus quoniam dies mali sunt.
Ephes., V. 15 y 16.
Carísimos Padres y hermanos míos: Transcurridos ya unos cuantos meses desde que a raíz de nuestro último Capítulo General tuve el gusto de saludar a VV. RR. y CC., en cuyo espacio de tiempo no he dejado pasar un solo día sin tenerlos a todos presentes en mi memoria y
oraciones, testigo mi exhortación y avisos del mes de Agosto, quiero aprovechar estas fiestas
de Navidad para dirigirles la presente Carta Circular de felicitación, con el fin de refrescar así
nuestras relaciones y apretar más y más el doble vínculo de caridad con que estamos unidos,
como hermano con hermanos por nuestra
de Agustinos Recoletos de Filipinas
245
profesión religiosa y como padre con sus hijos por mi carácter de Superior de todos.
Suelen estos días cambiarse visitas entre amigos, cruzarse cartas entre parientes y dispensarse unos y otros toda clase de atenciones con el objeto de manifestarse mutuamente la satisfacción que sienten por haber llegado con felicidad a celebrar estas Pascuas y declararse el
deseo de que el Año Nuevo que comienza sea tan próspero como el anterior que ya pasó. Y
puesto que semejantes ceremonias sean ajustadas a la buena crianza, sancionadas por la costumbre y hasta autorizadas por la Religión, yo también quiero corresponder a los parabienes
que he recibido, y me congratulo de que Dios haya concedido a VV. RR. y CC. celebrar estas
Navidades viendo pasar sin gran novedad todos los días del año último, y les deseo para el
entrante toda suerte de bienes y prosperidades, no tanto las que por lo regular se desean los
mundanos, quienes hacen consistir su dicha en gozar de buena salud; disfrutar de muchos
bienes terrenos y estar libres de desgracias temporales, sino más bien las que apetecen los
que, como nosotros, constituyen el verdadero1 pueblo de Dios, y únicamente se consideran
felices luchando contra el pecado, practicando la virtud y aumentando méritos para el cielo,
por el exacto cumplimiento de sus Votos y la puntual observancia de las Reglas con que se
han solemnemente obligado al Señor hasta la muerte.
Es ciertamente un gran favor de la misericordia del Señor2 el de habernos conservado la
vida todos los días del año que ya pasó, y yo felicito por ello segunda vez a VV. RR. y CC.;
mas siquiera por gratitud reflexionemos un poco sobre este punto, y siguiendo el consejo del
Apóstol San Pablo no dejemos pasar en vano y de corrida3 esta gracia tan singular. ¿Qué nos
aprovecharía el haber llegado a estas Pascuas y ver el año Nuevo si no lo empleamos en adquirir méritos para la eternidad, a la que a cada momento nos vamos acercando? ¿De qué nos
serviría vivir un año más si, en vez de ocuparnos en el único necesario4 negocio
1
Pslm., CXLIII, 15.
Thren., III, 22.
3
II, Corint., VI, 1.
4
Luc., X, 42.
2
246
Boletín Oficial
que nos interesa, doliéndonos profundamente de nuestro mal comportamiento pasado y resolviéndonos de todo corazón a emprender en el presente una vida más ajustada y conforme con
nuestro estado religioso, continuamos descuidando nuestros deberes en lo que se refiere a la
santa pobreza, a la mortificación y penitencia, infringiendo los ayunos y otras prácticas de
nuestra Religión como si no nos obligasen ni tuvieran ya importancia, y lejos de emplear el
tiempo en satisfacer a la divina justicia por nuestros pecados la irritamos más y aumentamos
las enormes deudas que con ella tenemos contraidas? Este nuevo año que el Señor nos concede debe despertar en nosotros sentimientos de agradecimiento por los muchos y grandes beneficios que el Señor nos ha dispensado en el pasado, de confusión y arrepentimiento en el presente y de fidelidad y firmes resoluciones para el porvenir; pues si nos examinamos con alguna detención veremos que los tales beneficios han sido tantos en número como los instantes
de que se compone el año; no encontraremos un solo día en que no hayamos ofendido al Señor con obras, palabras o pensamientos prohibidos en su santa ley o mandados en nuestras
Reglas, ni hallaremos un solo rato de oración mental ni vocal hecho a gusto del Señor, ni una
sola Misa o comunión bien celebrada o recibida, ni una sola obra de piedad o supererogación
exenta de defectos; de modo que nos veremos obligados al fin del examen a confesar que
hemos desperdiciado miserablemente ese sinnúmero de gracias, y no merecemos compasión
de tan generoso Bienhechor por ingratos, por inútiles y perezosos.
Tenemos, pues, evidente, perentoria y absoluta necesidad de renovar nuestro espíritu y no
endurecer nuestros corazones1 mientras el Señor nos deja oír su voz; estamos estrictamente
obligados a redimir este año el2 tiempo perdido en el anterior en la forma y por la razón que
alega el Apóstol: esto es, procediendo con mucha cautela y vigilancia en nuestra conducta3
quoniam dies mali sunt, porque los actuales días son malos. Y por cierto que son malos y aun
quizá peores que los de los tiempos apostólicos, pues hasta podrían considerarse como el preludio
1
Heb. III, 7, 8 y 15.
Ephes. V, 14.
3
Ibid., 16.
2
de Agustinos Recoletos de Filipinas
247
de las postrimerías del mundo, a juzgar por el sangriento y universal levantamiento de unas
naciones contra otras y de unos reinos contra otros1 reinos que amenaza derrumbar este ya
vetusto caserón de la tierra que habitamos y socavar los cimientos de la sociedad en que vivimos. No sabemos, PP. y HH. míos, cuál será el resultado final de la terrible conmoción que
estamos presenciando, e ignoramos, asimismo, los designios de la divina Providencia al permitir tan espantosa calamidad; mas los que, gracias a ella tenemos fe, debemos mirarla como
un nuevo beneficio del Señor, otra amorosa voz de alerta y un paternal aviso del cielo de que
nos preparemos con tiempo, pues ello pudiera ser el principio2 de otros acontecimientos más
dolorosos, redoblando nuestra vigilancia y circunspección y cumpliendo nuestros respectivos
deberes, a fin de merecer las misericordias del Señor. Aunque, pues, me haga pesado y se me
califique de tal, vuelvo a exhortar a todos que den a estas consideraciones la importancia que
realmente tienen y les da San Pablo en las palabras ne in vacuum gratiam Dei recipiatis3,
quoniam dies mali sunt. –Con esto cierro este punto para ocuparme de otro que, si no tiene
mucha conexión con el anterior, pudiera, sin embargo, ser de algún provecho a todos o la mayor parte de VV. RR. y CC.; y, como por sí solo tampoco merece carta aparte, quiero tratarlo
en ésta por creer que debo hacerlo.
Luego de celebrado nuestro Capítulo General fuí recibiendo cartas de la mayor parte de
nuestros religiosos, en las cuales, después de felicitarme por mi elección para el cargo de Superior de la Orden, se me prometían oraciones al Señor para el mejor acierto en el desempeño
del mismo; todo lo cual nada tiene de particular, si bien lo agradecí como debía, sobre todo
por lo de las promesas de oraciones. Pero es el caso que en muchas de aquellas cartas se me
manifestaba abrigar grandes esperanzas de que mi nombramiento había de ser de excelentes
resultados prácticos por la gloria de Dios y el honor de nuestra Orden; y esto sí que me dió
que pensar, sin que hasta hoy acierte a comprender el motivo o fundamento de semejantes
1
Marc. XIII, 8 y Luc. XXI, 10.
Math. XXIV, 8.
3
Ephes. V, 15 y 16.
2
248
Boletín Oficial
esperanzas; pues declaro con toda ingenuidad, como ya lo indiqué en otra ocasión, que me
considero muy inferior a los que me han precedido en este puesto, y que no reconozco en mí
otros talentos ni dotes de gobierno que el buen deseo de que me siento animado por Dios para
cumplir con mis obligaciones de Religioso y Superior. De consiguiente, tengan paciencia los
que esperan de mí grandes cosas, y sepan todos que hago lo que únicamente me permiten mi
buena voluntad y escasas fuerzas: esto es, repasar y meditar los mandatos y encargos que me
imponen nuestras sagradas Constituciones y el último Capítulo General, con el fin de dar a
todo ello el debido cumplimiento. Al efecto, y sirva esto de contestación a las susodichas cartas, mi ocupación aquí hasta la fecha ha sido y es, fuera del despacho ordinario de los asuntos
de nuestras Provincias, el de resolver y poner en práctica aquellos otros de no poca importancia que se dejaron a la discreción y prudencia de nuestro Definitorio General; sobre todo,
aquel tan transcendental como delicado y difícil de que sólo tienen noticia los PP. Capitulares,
ya a punto de terminarse aunque no se haga público hasta que el dicho Definitorio General lo
estime conveniente y oportuno.
Dedico, en fin, PP. y HH. míos, mi preferente atención, al que creo ser uno de los principales deberes de mi cargo; de orar sin intermisión1 por VV. RR. y CC., pidiendo al Señor que
los llene, como a los Apóstoles2, de su santo Espíritu, con cuyos siete dones, tanto los Superiores como los súbditos, Misioneros y Conventuales, ancianos y jóvenes, se resuelvan eficazmente a portarse cual conviene a religiosos y aspirar con todas sus fuerzas a la perfección
de su estado. Continuamente resuena en mis oídos, gracias sean dadas a Dios, la advertencia
que me hace el Apóstol San Pablo en su Epístola a los Hebreos3, y me repite N. P. San Agustín en la Regla4, de que debo responder y dar estrecha cuenta de las almas de mis sabordinados; y, temiendo y5 temblando por mi salvación, derramo en la presencia
1
1.ª Thes. V, 17.
Act. II, 4.
3
Heb. XIII 17.
4
In Regula, X, 1.
5
Philip. II, 12.
2
de Agustinos Recoletos de Filipinas
249
del1 Señor mis pobres oraciones, rogándole humilde y fervorosamente que los salve a todos, y
así pueda yo al fin de mi carrera decir con santo orgullo que no se ha perdido por mi culpa ni
uno solo2 de los que estuvieron a mi cuidado, que los abrase a todos en aquel fuego del amor
divino3 que en estos dias trajo a la tierra, por efecto de cuyas llamas cobren alientos para soportar con resignación las penalidades propias de la vida religiosa, y que, con la vista puesta
en el premio que les espera, no pierdan un átomo de tiempo mientras tienen luz, como dice el
Señor por San Juan4, no sea que les coja desprevenidos la noche de la muerte cuando ya no
es hora de trabajar. –Aún no lo he dicho todo: en los momentos en que Dios me lo inspira,
me entrego a Él completamente y pongo gustoso en sus manos mi salud y mi vida, sintiendo
que ésta no sea la de un santo, a fin de que el sacrificio que de ella le ofrezco por las ovejas
que me ha encomendado, le sea agradable y se digne tomarla cuando sea su voluntad.
Y en cambio del interés que a falta de otras buenas cualidades, me tomo por VV. RR. y
CC., les ruego encarecidamente que me encomienden al Señor, el cual nos conceda a todos su
gracia y santa bendición.
Circúlese y cópiese en los libros oficiales de nuestras Casas, Residencias y Ministerios. –
En nuestra Residencia Genralicia de Madrid a 31 del mes de Diciembre de 1914. –Fr. Fidel
de Blas de la Asunción.
Por mandado de nuestro Rvmo. P. Prior General. –Fr. Bernardino García de la Concepción, Secretario General.
1
Psalm. CXLI, 3.
Joan. XVII, 12.
3
Luc. XII, 49.
4
Joan. XII, 35 y IX, 4.
2
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Boletín Oficial
III
CIRCULAR de N. M. Rvdo. P. Prior Provincial anunciando las elecciones
verificadas en el último Capítulo Provincial Intermedio
Provincialato de Agustinos Recoletos de Filipinas. –R. P. Vicario Provincial y demás Religiosos de la Vicaría de España. –En el Capítulo Intermedio celebrado en este nuestro Convento de Manila el día 21 de los corrientes, se hicieron las siguientes elecciones:
– Vicario Provincial de nuestra Provincia en España, P. Lector Fr. Francisco Sádaba
del Carmen.
– Vicario Prior de nuestro convento de Cebú, P. Fr. Julián Ortiz de San Luis Gonzaga.
– Presidente de nuestra Residencia de Puente la Reina, P. Fr. Pedro Jiménez de la
Soledad.
– Primer voto de Misiones, P. Fr. Clemente Ballesteros de San José.
– Segundo voto de Misiones, P. Fr. Ángel Fabo de la Virgen del Plú.
– Tercer voto de Misiones, P. Fr. Domingo de Pablo de la Sagrada Familia.
Lo que comunico a VV. RR. para su debido conocimiento y demás efectos de la Ley.
Circúlese, cópiese en el libro de su materia y vuelva con los obedecimientos de costumbre.
Dios guarde a VV. RR. muchos años. –Manila 23 de Noviembre de 1914. –Fr. Agustín
Garrido de San Antonio.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
ÓRDENES SAGRADRAS
El Excmo. y Rmo. Sr. D. Fr. José López Mendoza y García, dignísimo Obispo de Pamplona, confirió el día 12 de Diciembre último, en nuestra Iglesia de Marcilla, la Primera Tonsura y cuatro Órdenes menores a dieciséis Religiosos Coristas, estudiantes de Teología; y a
doce de ellos, al día siguiente, el Sagrado Orden del Subdiaconado.
Los Ordenados hasta el Subdiconado inclusive, fueron:
– Fr. Damián Castresana Alonso de San Agustín.
– Fr. Martín Casi Nieva de San Nicolás de Tolentino.
– Fr. Pablo Grávalos Malumbres de Sto. Tomás de Villanueva.
– Fr. Leoncio Reta Unzué de San Nicolás de Tolentino.
– Fr. José Carceller Galindo de Sto. Tomás de Villanueva.
– Fr. Ricardo Jarauta Fuentes de la Virgen de la Consolación.
– Fr. Maximino Díez Albo de la Virgen de la Consolación.
– Fr. Isidoro Equiza Compains de San Nicolás de Tolentino.
– Fr. Juan Rodríguez Santián de Santa Mónica.
– Fr. Simeón Díaz Díaz del Beato Querubín.
– Fr. Carlos Bretón Serrano de la Virgen del Carmen.
– Fr. Cipriano Terrero Sagredo de la Inmaculada Concepción.
Ordenados solamente de Tonsura y Menores:
– Fr. Jesús García Martínez de la Virgen del Carmen.
– Fr. Feliciano Alonso Álvarez de la Virgen del Carmen.
– Fr. Serafín Andía Garbayo de la Virgen del Pilar.
– Fr. Cándido Lorenzo Lejárraga del Sagrado Corazón de Jesús.
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Boletín Oficial
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
SECCIÓN LITÚRGICA
Como la mayor parte de nuestros Religiosos apenas tienen otro libro donde puedan estudiar las ceremonias de la Misa y del Oficio divino, que nuestro santo Ceremonial, bueno será
que al inaugurar esta nueva sección de nuestro BOLETÍN OFICIAL comencemos por exponer
aquellas ceremonias de la Santa Misa, que ya no se practican según nuestro ceremonial, por
haber sido modificadas en virtud de algunos decretos posteriores de la Sagrada Congregación
de Ritos.
De la Misa solemne
Quaenam a Diacono et Subdiacono tenendae sint normæ pro genuflexionibus peragendis
in Altari: –1. Dum ah uno latere in aliud transeunt. –2. Dum ab uno latere pergunt in medium.
–3. Dum e medio ascendunt ad Altare ant vice versa?
R. –Ad 1. Diaconus et Subdiaconus, Sacramento non exstante super Altari, semper genuflectunt et tantum in medio: Sacramento vero exstante super Altari, semper et tantum genuflectere debent in utroque latere.
Ad 2 et 3. Diaconus et Subdiaconus, Sacramento exstante super Altari, semper et tantum
genuflectunt in loco e quo recedunt, excepto Subdiacono, qui reversus ab incensatione Sacramenti ad elevationem in Missa solemni de Requie, genuflectere debet in medio tantum: Sacramento non exstante super Altari, nunquam genuflectunt, praeter Subdiaconum, quando,
accepta patena, vadit post celebrantem ante medium Altaris; et facta genuflexione ibi stat. 9
Jun., 1899, n. 4.027.
An Diaconus et Subdiaconus teneantur se celebranti conformare quotiescumque hic se
signat vet inclinat, dum aliquid cantat vel
de Agustinos Recoletos de Filipinas
253
clara voce profert, aut submissa in Missa solemni juxta Rubricam, quod, inquam, non ad secreta pertinet; nempe ad confessionem, ad introitum ad Gloria et Credo, ad Epistolam et Graduale, ad Evangelium, ad Sanctus, et Benedictus, excepto quando Celebrans recitat Confiteor
Deo et etiam excepto Subdiacono, patenam sustinente ad Benedictus? –R. Affirmative. 22
Maj. 1900. Acta. S. Sedis, vol. 33.
Extractamos del «Appendix ad Ceremoniale Parochorum» editado por la publicación
mensual «Ephemerides Liturgicae» las principales ceremonias de la Misa solemne, que no
están conformes con las preceptuadas en nuestro santo ceremonial.
«Celebrans incipit missam, el alternatim cum ministris recitat ps. Judica, Confiteor, etc.,
observans omnia quæ pro missa simpliciter cantata dicta sunt; excepto Confiteor, in quo dicens verba vobis fratres, vos fratres, absque motu pedum et erectione corporis et capitis, aliquantulum se convertit prius ad diaconum, et deinde ad subdiaconum, quod similiter facit, sed
cum parva tantum capitis inclinatione, dum postea dicit Misereatur vestri. (Cf. Caerem. Episc.
I. 2. c. 8, n. 31)».
«Incensato altari, stans diaconus directe ante celebrantem, et accepto thuribulo cum osculis consuetis, ter duplici ductu celebrantem incensat, profunda capitis inclinatione facta ante et
post».
Hymno angelico recitato, si redendum sit, altari facta debita reverentia, per breviorem
ministri ad scamnum descendunt. Circa finem cantus per viam longiorem ad altare accedunt,
debitam reverentiam efficiunt cruci, et ministri fimbrias anteriores albae celebrantis, donec
suppedaneum conscenderit, sustollunt. Mox autem post ipsum se retrahunt, diaconus in secundo gradu et subdiaconus in plano in linea recta a tergo celebrantis».
«Cinca finem ultimae orationis, subdiaconus, ibidem, vertens se dextrorsum ad secundum
acolythum, ambabus manibus librum Epistolarum ad angulos inferiores accipit, ejus apertura
ad sinistram versa. Ad conclusionis verba Jesum Christum ultimae orationis, subdiaconus
cum acolytho, a quo comitatur, caput cruci inclinat, et ad medium altaris accedens, super gradum genuflectit, et rursum post celebrantem reversus cantat epistolam; qua finita claudit librum» etc. Ut in nostro Ceremoniali.
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Boletín Oficial
«Diaconus, Celebrante incipiente evangelium, signat se, quum hoc facit celebrans; tum
descendit in planum per gradus IateraIes, et a primo acolytho, a quo comitatur, librum evangeliorum accipit, illum tenens utraque manu per partem inferiorem ante pectus elevatum cum
apertura ad suam sinistram conversa». Caetera ut in nostro CaeremoniaIi, sed antequam evangelium canere incipiat «thuribulum a thuriferario accipit, caput libro profunde inclinat et capite erecto ter ipsum duplicibus ductibus incensat, nempe, in medio, sinistrorsum et dextrorsum
sui: thuribulum deinde tenens demissum ad latus dexterum, caput rursus inclinat, antequam
thuribulum thuriferario reddat, et evangelium junctis manibus cantat».
«Si ad Credo sedendum sit, celebrans et minisri se gerunt, ut supradictum est ad Gloria. –
Cantato et homo factus est, ministri surgunt: diaconus, facta reverentia celebranti, comite primo acolytho, per viam breviorem accedit ad credentiam, ubi per acolythum vel per seipsum
bursam accipit, eamque ambabus manibus elatam et jacentem fert usque ad oculos, apertura
ad seipsum conversa, et per planum tendit ad medium ante altare, faciens cum acolytho reverentiam ad ce!ebrantem quando ante ipsum transibit, quo tempore subdiaconus sedet».
«Diaconus genuflectit ad crucem, suppedaneum conscendit, expandit corporale super altare, et cum ipso acolytho comite, iterat genuflexionem in suppedaneo (quo tempore subdiaconus surgit), descendit a latere, et redit ad scamnum, ubi praemissa cum subdiacono reverentia celebranti sedent ambo».
Ad Offertorium omnia ut in nostro Caeremoniali; sed «peracta incensatione, diaconus incensat celebrantem ut supra, deinde se convertit ad subdiaconum, quem incensat binis thuribuli ductibus duplicibus cum reverentia ante et post thurificationem. Thuribulo deinde thuriferario reddito, post celebrantem redit, in medium altaris, ibique facta ad crucem genuflexione,
se convertit ad thuriferarium a quo duobus ductibus duplicibus incensatur cum inclinationibus
ante et post. Thuriferarius deinde unico simplici ductu acolythos incensat, ante et post inclinatione capitis facta; tum genuflectit in medio, vadit ad ostium cancellorum, et tribus ductibus
simplicibus populum thurificat i. e. in medio, a sinistris et a dextris sui
de Agustinos Recoletos de Filipinas
255
inclinans ante et post incensationem». Caetera ut in nostro Caeremoniali usque ad Agnus Dei
inclusive.
Dicto dona nobis pacem, ministri genuflectunt juxta celebrantem, subdiaconus descendit
ad locum suum, et diaconus a dextris celebrantis in suppedaneo conversus ad altare, utrumque
genuflectit etc. ut in nostro Caeremoniali. Accepta pace, diaconus genuflectit, et descendit ad
gradum infimum, ubi dat pacem subdiacono. Dans pacem imponit manus suas super humeros
ejus, qui recipit pacem. Recipiens supponit manus suas cubitis ejus, qui dat pacem, et eorum
sinistrae genae paululum invicem appropinquant: quo in actu qui dat pacem dicit Pax tecum,
qui autem accipit respondet Et cum spiritu tuo. Quod sequitur, ut in nostro Caeremoniali, sed
subdiaconus dum vinum et aquam, post sumptionem, super digitos celebrantis pro ablutione
fundit, purificatorium inter postremos digitos sinistrae manus habere debet, et postea purificatorium celebranti porrigit, digitos sinistrae aperiendo.
«Orationibus completis, ministri simul cum celebrante per planum accedunt ad medium,
et postquam celebrans ultimum Dominus vobiscum cantavit, subdiacono inmobili in loco suo
persistente, diaconus, quin recedat a medio, aut genuflectat, per suam dexteram se totaliter ad
populum vertit, et erectus cantat Ite, missa est; vel, si non dictum fuit Gloria in suo loco remanet, conversus ad altare, et cantat Benedicamus Domino».
«Lecto evangelio, omnes in medio suppedanei accedunt, et, juxta consuetudinem passim
introductam, simul cruci caput inclinant, per gradus anteriores in planum descendunt, et debita reverentia altari facta, ut initio missae, recedunt eo ordine, quo processerant ad altare.
Adnotanda
«Celebrans ante concionem non potest concionatorem benedicere. Ex antiqua tamen consuetudine infra missarum solemnia cocionator benedictionen petere potest a celebrante, cantato evangelio et thurificato celebrante». Sed merito Caeremoniale nostrum animadvertit quod,
etsi Caeremoniale Romanum tempus designet benedictionem petendi post evangelium cantatum et celebrantem thurificatum, usus apud nostrates invaluerit benedictionem petendi priusquam
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evangelium cantetur, eo quod in plerisque ecclesiis pulpitum longe ab altari positum sit, et ut
concionator aIiquantulum quiescat.
«Celebrans benedictione dans concionatori, iisdem verbis uti potest, quibus utitur dum
diaconum evangelium cantaturum benedicit, mutatis tantum verbis Evangelium suum in verba
sancta sua.
Fr. J. A.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
REVISTA CANÓNICA
Motu Proprio—De Pontificia Commissione Vulgatae
versioni Bibliorum emendandae
Benedictus P. P. XV.
Consilium a decessore Nostro sanctae memoriae initum latinae Bibliorum versionis, quae
Vulgata dicitur, ad pristinam lectionem restituendae nemo non numerabit in iis rebus, quibus
Pii X nomen inmortalitati conmendatur. Etenim, propter varietatem praesertim et copiam Codicum, qui toto orbe terrarum pervestigandi sunt et conferendi, de incepto agitur prope immensi operis et laboris; quod quidem peragi unius, quantumvis operosi peritique viri, industria non potest, sed plurium doctorum hominum communia eaque diuturna studia desiderat. Id
vero, si e sententia evenerit, neque exiguas utilitates afferet Ecclesiae, et apud acatholicos de
cleri catholici eruditione ac doctrina opinionen augebit.
De successu rei non equidem dubitamus, videntes quibus eam decessor commiserit: probe
enim cognita meritisque celebrata laudibus est sodalium Benedictinorum in hoc studiorum
genere sollertia. Itaque Commissionem Vulgatae Bibliorum versioni emendandae, ut constituta est, confirmamus, Pontificiae appellationis honore ornamus, atque sui juris jubemus esse
his legibus:
I. Quoties Commisionl novus Praeses dandus erit, Abbas Primus foederatarum Benedictini Ordinis Congregationum, suis adsessoribus consultis, unumpluresque proponet Summo
Pontitici, qui quem maluerit, huic muneri praeficiet.
II. Commissio Corpus esto legitimum suique juris, aeque ac caetera Benedictina Caenobia.
III. Praeses in sodales, qui de Commisione sunt, quamdiu sunt,
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eamdem jurisdictonem habeat, quam quisque Abbas Benedictinus in sui Coenobii monachos,
salva, tamquam in radice, proprii Praelati potestate.
IV. Commisslo ipsa suos sodales cooptet; huic tamen cooptationi intercedere, id est, eam
impedire, gravi de causa, Primati liceat. Optandum est autem, ut omnes Benedictinae confoederationis Abbates, nisi locorum rationes obstiterint, libenter sinant eos qui in Commisionem
adscribantur, hoc tantum tamque utile negotium obire.
V. Bona, quaecumque Commissioni obvenerint, ipse Praeses administret, nonnullis e
Commisione in Cousilium adhibitis: Administrationis vero quotannis rationem Summo Pontifici reddet.
Atque haec Nos Motu proprio statuimus, sancimus, contrariis quibuslibet non obstantibus.
Datum Romae apud S. Petrum, die XXIII mensis Novembris MCMXIV. Pontificatus
Nostri Anno primo.
Benedictus P. P. XV
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
SUPREMA S. CONGREGATIO S. OFFICII
(SECTIO DE INDULGENTIIS)
Decretum quo conceduntur indulgentiæ se per quamdam orationem D. N. J. C. devoventibus. Die 3 Decembris 1914.
Ssmus D. N. D. Benedictus div. prov. Pp. XV in audientia R. P. D. Adsessori S. Officii
impertita, benigne concedere dignatus est, ut omnes et singuli fideles, qui se Jesu Christo pie
vovent, simulque mortem in eiusdem amore obire peroptant, sequentem oratiunculam recitantes; «Jesu, tibi vivo—Jesu, tibi morior—Jesu, tuus sum ego in vita et in morte, Amen», quoties id fecerint, Indulgentiam centum dierum, defunctis quoque applicabilem, lucrari possint;
qui vero id quotidie per integrum mensem peregerint, si confessi ac S. Communione refecti
aliquam ecclesiam vel publicum oratorium visitaverit, ibique ad mentem Summi Pontificis
preces fuderint, semel Indulgentiam plenariam, similiter applicabilem, consequi valeant. Praesenti in perpetuum valituro absque ulla brevis expeditione. Contrariis quibuscumque non obstantibus. –R. Card. Merry del Val, Secretarius. † Donatus, Archiep. Ephesin., Adsessor. –L. †
S.
SAGRADA CONGREGACIÓN DE RELIGIOSOS
Importante Decreto acerca de los Confesores de Monjas
La Sagrada Congregación de Religiosos juzgó conveniente reunir, formando un cuerpo,
las diferentes leyes que, en el transcurso de los tiempos, se habían dado acerca de los Confesores de las Monjas. Para ello expidió con fecha 3 de Febrero de 1913 un Decreto reformando
o modificando unas, ampliando otras, y ordenando todas convenientemente, para que en adelante sirva de norma segura, a la que deberán atenerse así los prelados de Religiosas, como los
nombrados Confesores para las mismas.
No habiendo salido este Decreto aún en nuestro Boletín, se inserta
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en el presente número para satisfacer los deseos de varios Religiosos, comodidad de nuestros
estudiantes de Derecho que no lo tienen en los Textos y conocimiento de todos.
DECRETUM
Cum de Sacramentalibus Monialium et Sororum confessionibus moderandis plures ad
hunc diem, ex re et ex tempore, jussae sint leges, eas, aliqua ex parte immutatas et apte dispositas, visum est in unum colligere Decretum, prout sequitur.
1. Unicuique religiosae conmunitati tum Monialium tum Sororum, regulariler, unus dumtaxat detur Confessarius ordinarius: nisi ob magnum ipsarum numerum, vel aliam justam causam, alterum vel plures dari oporteat.
2. Confessarius ordinarius, regulaniter, non ultra triennium in hoc munere permaneat.
Episcopus tamen seu Ordinarius eum ad secundum, immo etiam ad tertium triennium confirmare poterit:
a) si ob sacerdotum ad hoc officium idoneorum penuriam aliter providere nequeat; vel
b) si major Religiosarum pars, earum quoque quae in aliis negotiis jus non habent ferendi suffragium, in ejusdem Confessarii confirmationem, per secreta suffragia,
convenerit; dissentientibus tamen, si velint, aliter providendum erit.
3. Pluries in anno, unicuique religiosae conmunitati detur Confessarius extraordinarius,
ad quem omnes Religiosae accedant oportet, saltem ut benedictionem accipiant.
4. Unicuique domui religiosae aliquot ab Ordinario sacerdotes deputentur, quos Religiosae in casibus particularibus, confessionis peragendae causa facile vocare queant.
5. Si qua Religiosa, ad animi sui quietem et majorem in via Dei progressum, aliquem
specialem Confessarium vel moderatorem spiritualem postutet, erit facile ab Ordinario concedendus; qui tamen invigilabit ne ex hac concessione abusus irrepant: quod si irrepserint, eos
caute et prudenter eliminet, salva tamen conscientiae Iibertate.
6. Si Religiosarum domus Ordinario loci subjecta sit, hic eligit sacerdotes a confessionibus tum ordinarios tum extraordinarios; si
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vero Superiori Regulari, hic Confessarios Ordinario loci praesentet, cujus est iisdem audiendi
confessiones potestatem concedere.
7. Ad munus Confessarii sive ordinarii, sive extraordinarii, sive specialis, deputari possunt sacerdotes, tum e Clero saeculari tum, de Superiorum licentia, e Clero regulari, dummodo tamen nullam habeant in easdem Religiosas in foro externo potestatem.
8. Hi confessarii, qui, annos quadraginta expleverint oportet, morum integritate et prudentia emineant; at Ordinarius, justa de causa et onerata ejus conscientia, ad hoc munus eligere poterit sacerdotes, qui nondum ea aetate sint, modo memoratis animi laudibus excellant.
9. Confessarius ordinarius non potest renuntiari extraordinarius, et, praeter casus in articulo 2 recensitos, rursus eligi ut ordinarius in eadem communitate, nisi post annum ab expIeto
munere. Extraordinarius immediate ut ordinarius, eligi potest.
10. Confessarii omnes sive Monialium sive Sororum, caveant ne interno vel externo
conmunitatis regimini sese immisceant.
11. Si qua Religiosa extraordinarium Confessarium expetat, nulli Antistitae liceat, vel per
se vel per alios, neque directe neque indirecte, petitionis rationem inquirere, petitioni verbis
vel factis refragari, aut quavis ratione ostendere se id aegre ferre; quod si ita se gesserit, a
proprio Ordinario moneatur; si iterum id ipsum peccaverit, ab eodem deponatur, audita tamen
prius sacra Congregatione de Religiosis.
12. Omnes Religiosae de sociarum confessionibus nullo modo inter se colloquantur, neve
eas sorores carpere audeant, quae apud alium, quam deputatum, confessionem peragant; secus
ab antistita vel ab Ordinario puniantur.
13. Confessarii speciales, ad monasterium, seu domum religiosam vocati, si intelligant
Religiosas nulla justa causa vel necessitais vel utilitatis spiritualis ad ipsos accedere, eas prudenter dimittant. Monentur praeterea omnes religiosae, ut facultate sibi concessa specialem
petendi Confessarium sic utantur, ut, rationibus humanis sepositis, tantummodo spirituale
bonum et majorem in religiosis virtutibus progressum intendant.
14. Si quando Moniales aut Sorores extra propriam domum, quavis de causa, versari contigerit, liceat iis in qualibet ecclesia
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vel oratorio, etiam semipublico, confessionem peragere apud quemvis Confessarium pro utroque sexu approbatum. Antistita neque id prohibere, neque de ea re inquirere potest, nc indirecte quidem; Religiosaeque nihil antistitae suae referre tenentur.
15. Moniales omnes aut Religiosae, cum graviter aegrotant, licet mortis periculum absit,
quemlibet Sacerdotem ad excipiendas confessiones approbatum arcessere possunt, eique, perdurante gravi infirmitate, quoties voluerint, confiteri.
16. Hoc Decretum servandum erit ab omnibus religiosis mulierum familiis, votorum cum
sollemnium, tum simplicium ab Oblatis aliisque piis communitatibus, quae nullis votis obstringuntur, etiamsi Instituta sint tantum dioecesana. Obligat etiam communitates, quae in
Praelati regularis jurisdictione sunt; qui nisi fidelem observantiam hujus Decreti curet, Episcopus seu Ordinarius illius loci id agat ipse tamquam Apostolicae Sedis Delegatus.
17. Hoc Decretum Regulis et Constitutionibus uniuscujusque religiosae familiae addendum erit, el publice legendum lingua vulgari in capitulo omnium Religiosarum, semel in anno.
Itaque praerogatis Emis. Patribus Cardinalibus sacrae Congregationis de Religiosis in
plenario coetu ad Vaticanum habito die 31 mensis Januarii anno 1913, sanctissimus Dominus
noster Pius PP. X, referente infra scripto Secretario, hoc Decretum in omnibus approbare et
confirmare dignatus est, et mandare ut in lucem edatur, et ab omnibus ad quos spectat, in posterum apprime servetur.
Contrariis non obtantibus quibuscumque, etiam speciali et individua mentione dignis.
Datum Romae, ex Secretaria sacrae congregationis de Religiosis, die 3 mensis februarii
anno 1913.
Fr. J. C. Card. Vives, Prefectus. –S. † L. † Donatus, Archiep. Ephesinus, Secretarius.
Antes del presente Decreto no podía haber más que un solo confesor ordinario en cada
Convento. Pro singulis Monialiun monasteriis unus dumtaxat confessarius deputetur Const.
Pastoralis curæ de Benedicto XIV. –Esta ley, que existía ya, es llamada por el Pontífice, sapientísima y confirmada con la autoridad de la antigua disciplina. Es indudable que si en un
mismo convento
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hubiese dos o más Confesores ordinarios no tardaría a dividirse la Comunidad prefiriendo
unas a uno y otras a otro con daño de la paz, que debe reinar en los monasterios. No obstante
en ciertos casos se podía y aun se debía nombrar otro Confesor distinto del ordinario para
algunas Religiosas; — casos — que no hemos de enumerar.
En este Decreto se confirma aquella ley; regulariter, unus dumtaxat detur confessarius
ordinarius; pero mitigada, pues ya concede que si es grande el número de Religiosas o por
otra causa que el Prelado llamado a ello, estime justa, podrá nombrar dos o más Confesores.
Antes el Confesor ordinario sólo podía serlo por un triennio, pasado el cual, era necesario
Indulto Apostólico para poder continuar por otro triennio y la Sagrada Congregación para
conceder el Indulto exigía que las monjas congregadas en Capítulo y por votos secretos consintieran en ello por mayoría de dos de las tres partes.
–Para conceder indulto para que el Confesor ordinario continuase el tercer triennio, la
congregación exigía el consentimiento unánime de todas las monjas, o que se diese otro Confesor a las que no estuviesen conformes con que continuara el que tenían.
El artículo 2.º del Decreto establece también que dure un triennio, por lo regular, el Confesor ordinario. No obstante concede que el Obispo u Ordinario pueda confirmarlo para el
segundo y aun para el tercer triennio en dos casos; 1.º si por la escasez de sacerdotes no puede
proveer de otra manera; 2.º si la mayor parte de las Religiosas, incluyendo aquellas que en
otros asuntos no tengan voto, convienen en votación secreta en que sea confirmado el mismo
Confesor, dando otro, si así lo quieren, a las que no estuviesen conformes. Por tanto ya no se
necesita para confirmar al Confesor ordinario en el segundo triennio el consentimiento unánime de todas, ni en ningún caso el Indulto Apostólico. Sólo se exige que a las que disienten
de la mayoría se les dé, si ellas así lo quisieran, otro Confesor, lo que puede hacer el Obispo u
Ordinario bien nombrando dos confesores ordinarios, conforme al artículo 1.º, o bien alguno
de los que se trata en los artículos 4.º y 5.º
El artículo 3.º manda que, a cada Comunidad Religiosa, se de Confesor extraordinario
muchas veces en el año, y que todas las Religiosas se han de presentar a él al menos para recibir la bendición.
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El Concilio de Trento en la Sesión XXV, cap. 10 de Regularibus estableció que se les diera
Confesor extraordinario dos o tres veces al año; pero esto no impedía, como enseñaban comúnmente los Doctores, el que se les pudiese dar más veces y así lo practicaban los Señores
Obispos.
En los artículos 4.º y 5.º se establecen dos clases de Confesores, que hasta ahora no había,
mandando a los Obispos que para cada casa religiosa nombren algunos Sacerdotes, a quienes
las Religiosas puedan llamar fácilmente en casos particulares, para confesarse (artículo 4.º) y
que si alguna Religiosa pide algún confesor especial o Director espiritual para tranquilidad de
su conciencia o para mayor adelantamiento en la perfección que el Ordinario se lo conceda
con facilidad (artículo 5.º). No se necesita, pues, que haya una causa grave para conceder o
llamar estos Confesores sino que será suficiente una causa justa y razonable, v. g. la falta de
confianza en el ordinario.
Si alguna religiosa, pide según el artículo 5.º, un Confesor especial o Director espiritual,
no se ha de remitir a alguno de los que se trata en el artículo 4.º designados para casos particulares, sino que ha de ser un Confesor particular, fijo y ordinario para ella por tiempo ilimitado
y no sujeto a la ley del triennio.
¿A quién pertenece nombrar los Confesores? Tanto el ordinario como eI extraordinario
antiguamente los nombraba el Obispo cuando las Religiosas estaban sujetas a él o la Santa
Sede; pero si dependían de un Prelado Regular, éste los nombraba y el Obispo podía examinarlos o les daba la aprobación. Mediante Indulto Apostólico o costumbre legítima podía elegirlo la misma Comunidad y entonces igualmente el Obispo podía examinarlo y le había de
dar licencias.
–Hoy el Obispo es el que elige los Confesores así ordinarios como extraordinarios para
las Casas sujetas a su jurisdicción; para las que dependen de un Prelado Regular, éste presenta
los Confesores y el Ordinario ha de darles las licencias para confesar. Artículo 6.º
¿Qué cualidades deben tener los que han de ser elegidos Confesores? Además de las necesarias por derecho natural, como la ciencia, santidad, prudencia, por Derecho canónico, se
requieren, edad legítima y que no estén excluidos de entre los elegibles. La edad legítima por
derecho común es la que se requiere para desempeñar
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oficio parroquial; pero generalmente exigían los autores, fundados en decretos de la S. C. C.
30, 40 y hasta 45 años y la C. de Obispos y Regulares en 1 de Mayo de 1617 declaró que basta la edad de 40 años. –Estaban excluidos de entre los elegibles los Regulares, los cuales no
podían ser Confesores ordinarios, aunque sí extraordinarios, de aquellas Religiosas, que estaban sujetas inmediatamente al Obispo o a la S. Sede. Tampoco podía serlo el Vicario General,
Párroco, etc.
Hoy también se requiere la edad de 40 años; pero el Obispo podrá elegir por causas justas
a quienes fuesen más jóvenes con tal que por otra parte sobresalgan por su prudencia e integridad de costumbres (artículo 8). Así mismo pueden elegirse Confesores ya ordinarios ya
extraordinarios, ya del clero secular ya del regular.
Para los regulares se exige el permiso previo de sus Superiores, y que los que se han de
nombrar no tengan sobre las Religiosas potestad en el foro externo. Art. 7.º
Antes no podía ser Confesor extraordinario el que hubiese sido ordinario sino después de
haber pasado un triennio; hoy sólo se requiere que haya pasado un año. Art. 9.
Además de los Confesores dichos hay los de las Religiosas que se hallan fuera de casa y
los de las enfermas. Siempre que las Monjas o Hermanas por cualquier motivo se encuentren
fuera de la propia casa, pueden confesarse en cualquier Iglesia u oratorio, aun semipúblico,
con cualquier sacerdote aprobado para oír confesiones de personas de ambos sexos. Y la Superiora no puede prohibirlo o indagarlo ni aun indirectamente, ni las Religiosas están obligadas a manifestarlo. Art. 14.
En caso de enfermedad grave; aun sin peligro de muerte, todas las Monjas o Religiosas
pueden llamar a cualquier sacerdote aprobado para oír confesiones; y confesarse con él cuantas veces quisieren mientras dure la gravedad de la dolencia. Art. 15.
El nuevo Decreto obliga a toda clase de Monjas y Religiosas y a las Oblatas u otras Comunidades piadosas, que no emiten votos, aun cuando el Instituto fuera solo Diocesano. Obliga también a las que están sujetas a Prelados Regulares y si estos descuidaran la fiel observancia de este Decreto, deberá cuidar de ella el Obispo u Ordinario de aquel lugar como Delegado de la Santa Sede. Art. 16.
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Y para que todas las Religiosas estén bien enteradas de este Decreto se añadirá a las Reglas y Constituciones de cada Instituto y se leerá públicamente en lengua vulgar una vez al
año en el Capítulo de todas las Religiosas. Art. 17.
Fr. V. J. P.
SAGRADA CONGREGAGIÓN DE PROPAGANDA FIDE
Privilegio concedido a nuestros Religiosos para poder ser ordenados de Sacerdotes en
cumpliendo 23 años.
Beatissimo Padre: Fr. Francesco Vidal da S. Giuseppe, Commissario e Procuratore Generale verso le Corti di Roma e Madrid della Provincia di San Nicola da Tolentino degli Agostiniani Scalzi delle Isole Filippine, prostrato ai Piedi della Santità Vostra col più gran rispetto
espone la della di lui Provincia col lodevole oggelto di rimediare all'estrema penuria che soffre di Ministri Apostolici del cibo spirituale delle anime in quelle remote regioni alla di lei
cura affidate, ha recentemente fondato un Collegio Seminario nella Cittá di Alfaro in Spagna,
i di cui alunni nell'atto di professare i tre voti essenziali, si obbligano con giuramento a trasferirsi alle Isole Filippine a piacere de'loro Superiori. Sono peró degne di considerazione le difficoltá che possono sopravenire ai Religiosi della sua Provincia per ricevere gli Ordini Sacri,
provenienti dalla penuria di Vescovi, che suole tal volta sperimentarsi in quelle Isole, ed il
caso presente lo dimostra. Infatti I'Arcivescovo di Manila è passato agli eterni riposi, il Vescovo di Caceres trovasi impedito per mancanza di vista, e quello di Cebú, o sia del Nome di
Gesú, le Bolle d'istituzione canonica sono appena in cammino, e risulta per ció che vi è il solo
Vescovo di Segovia Nuova in grado di fare le Ordinazioni. Questa Diocesi è molto lontana
dai punti in cui la Provincia dell'Esponente tiene stabilite le Dottrine, e Missioni, e le strade di
comunicazione sono assai pericolose, tanto por terra che per mare. Inoltre se il dello Vescovo
di Segovia Nuova venisse a mancare prima dell'arrivo delle Bolle di quello di Cebú, protrebbero i Religiosi della sua Provincia trovarsi nella impossibilitá di essere ordinati in Sacris. Per
rimediare quindi e prevenire i danni che potrebbero dall'esposto ridondare a quelle anime,
l'Esponente
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in nome come sopra, e coll'assenso del suo P. Vicario Generale risultante dall' annesso Documento, prega devotamenle Vostra Santità, a ciò in considerazione di quanto rappresenta, si
degni concedere che tanto gli alunni dell'enunciato Collegio Seminario di Alfaro, come qualunque altro Religioso delle Provincie di Spagna, che s'inscriva alle Missioni delle Filippine,
possano essere ordinati Sacerdoti nell'etá di 23 anni compiti da qualunque Vescovo Cattolico
qualora non si trovi in grado di tenere I'ordinazione il Vescovo di Tarazona Diocesano del
precitato Collegio di Alfaro e ciò anche nei casi in cui trovandosi la Missione nei porti aspettando l'opportunita dell'imbarco, non facessero i Diocesani del Territorio la Ordinazione.
Supplica altresi l'Oratore che si degni Vostra Beatitudine confermare la grazia che Urbano Ottavo di fel: mem: fece alla menzionata Provincia di S. Nicola mediante la sua Bolla
“Cum sicut” unde i suoi allievi possano essere ordinati extra tempora da qualunque Vescovo
Cattolico nei termini già esposti senza bisogno di attendere l'intervallo di un anno tra un ordine e l'altro, ma possano bensì ricevere gli Ordini Minori in un medesimo giorno o in qualtro
giorni distinti benché feriali, ed i Maggiori o Sacri in tre Domeniche o giorni festivi benché
consecutivi, e che di dette grazie godano altresì tutti i figli della stessa detta Provincia di S.
Nicola da Tolentino delle Isole Filippine.
Finalmente, si fa l'Oratore ad implorare dalla Santità Vostra la conferma delle Censure
fulminate dai suoi Predecessori contro coloro che si ritirino dalle Missioni e contro quelli che
prestassero loro consiglio, o favore. Che ecc.
(Traducción del italiano al español)
Beatísimo Padre: Fr. Francisco Vidal de S. José, Comisario y procurador General en las
Cortes de Roma y Madrid de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de los Agustinos descalzos de las Islas Filipinas, postrado a los pies de Vuestra Santidad con el mayor respeto expone: Que la citada Provincia con el laudable objeto de atender la mucha escasez que hay de
ministros apostólicos del alimento espiritual de las almas en aquellas remotas regiones confiadas a su cuidado, ha fundado recientemente un Colegio seminario en la ciudad de Alfaro en
España cuyos Religiosos en el acto de
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emitir o profesar los tres votos esenciales se obligan con juramento a marchar a las Islas Filipinas cuando se lo manden sus superiores. Son dignas empero de consideración las dificultarles que pueden ocurrir a los Religiosos de su Provincia para recibir las Sagradas Órdenes procedentes de la escasez de Obispos que a veces suele experimentarse en aquellas Islas, y el
caso presente lo prueba. Con efecto, el Arzobispo de Manila ha muerto, el Obispo de Cáceres
se halla impedido por falta de vista, del de Cebú, o sea, del Nombre de Jesús, a lo sumo están
en camino las Bulas de la institución canónica, de donde se sigue que sólo el Obispo de Nueva Segovia está en disposición de dar Órdenes. Pero esta Diócesis dista mucho de los puntos
en que la Provincia del exponente tiene establecidas las doctrinas y misiones, y las vías de
comunicación son bastante peligrosas tanto por mar como por tierra. Además, si el dicho
Obispo de Nueva Segovia ni muriese antes de la llegada de las Bulas del de Cebú los Religiosos de su Provincia podrían encontrarse en la imposibilidad de ser ordenados in sacris. Para
remediar, pues, y prevenir los daños que de lo expuesto podrían redundar a aquellas almas, el
exponente en su nombre, y con el asentimiento de su Padre Vicario General según consta del
adjunto documento, suplica con fervor y humildad a Vuestra Santidad que en consideración a
todo cuanto hace presente se digne conceder que todos los alumnos o Religiosos del mencionado Colegio Seminario de Alfaro como cualquiera otro Religioso de las Provincias de España que se agregue a las misiones de Filipinas puedan ordenarse de Sacerdotes a la edad de
veintitrés años completos por cualquiera Obispo Católico siempre que no dé órdenes el Obispo de Tarazona, Diocesano del precitado Colegio de Alfaro, y esto aun en los casos en que
hallándose la misión en los puertos esperando el tiempo de embarque, no celebrasen Órdenes
los Diocesanos del Territorio. Suplica también el orador que Vuestra Santidad se digne confirmar la gracia que Urbano Octavo de feliz recordación hizo a la mencionada Provincia de
San Nicolás por medio de su Bula «Cum sicut» en virtud de la que sus hijos o individuos
puedan ser ordenados extra Tempora por cualquier Obispo Católico en los términos ya expuestos sin necesidad de esperar el intervalo de un año entre un orden y otro, sino que puedan
más bien recibir los órdenes Menores en un mismo día
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o en cuatro distintos días aunque feriales y los Mayores o Sacros en tres Dominicas o días
festivos aunque consecutivos y que de dichas gracias gocen también todos los hijos de la referida Provincia de San Nicolás de Tolentino de las islas Filipinas.
Finalmente el orador suplica a Vuestra Santidad la confirmación de las censuras fulminadas por sus Predecesores contra los que se retiren de las Misones y contra los que les diesen
consejo o favor. –Que etc.
Ex Audientia SSmi. habita die 2 Octobris 1825.
Sanctissimus Dominus Noster Leo Divina Providetia PP. XII, referente me infrascripto
Sacrae Congregationis de Propaganda Fide Secretario, perpensis expositis, auditaque sententia V. P. D. Archiepiscopi Tyrensis Nuncii Apostolici in Hispaniarum Regnis commorantis,
benigile anuit pro gratia; ea tamen adjecta conditione, ut si Alumni de quibus agitur, in Hispaniis ordinentur, non ad eorumdem Alumnorum, sed ad Superiorum eorum postulationem
ordinari debeant, contrariis quibuscumque non obstantibus.
Datum Romae, ex Aedibus dictae Sacrae Congregationis de Propaganda Fide, die et anno
quibus supra.
Gratis sine ulla omnino solutione quocumque titulo.
Petrus Caprano Archiepus. Iconiensis, Secretus. –(Loco † sigilli). Visto bueno por el Ministro del Rey Nuestro Señor cerca de la Santa Sede:
Roma 30 de Octubre de 1825. –Guillermo Curtoys (Rubricado).
Rgd.º f.º 398 n. 123 a.º 1845.
El documento Pontificio que antecede y cuyo original se guarda en el Archivo de nuestro
Colegio de Marcilla, ha sido reconocido, de visu, por varios Reverendísimos Señores Ordinarios Diocesanos, y, entre otros, hay testimonio auténtico de los siguientes:
1.º Del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Antonio Ruiz-Cabal y Rodriguez, Obispo de Pamplona, en
Pamplona a 21 de Junio de 1882.
2.º Del Muy Ilustre Sr. D. Miguel Aldaba, Provissor y Vicario General del Obispado de
Calahorra y La Calzada, en la ciudad Santo Domingo de la Calzada a 12 de Abril de 1883.
3.º Del Excmo. e Ilmo. Sr. D. Santiago Ozcoidi y Votave, Obispo de Tarazona, en Tarazona a 1.º de Marzo de 1913.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
BIBLIOGRAFÍA
Una obra notable de Doctrina Cristiana
En el Catálogo de los Religiosos de nuestra Provincia, impreso en Madrid el año 19061
(pág. 437), hallamos consignada la nota bibliográfica de una obra escrita por el P. Fr. Manuel
Navarro del Rosario. Su título es: «Doctrina Christiana, nga guibarbad aug polong sa Dios
nga guipadayag sa mga Profetas ug sa mga Apostol ug gui asoy sa Santos riga sulat, nga gui
vali sa mga longsod ni P. Fray Manuel Navarro del Rosario, sacup sa mga Caparian ni San
Agustin niining opat ca Libro» Que traducido del bisaya-cebuano al español, quiere decir, en
síntesis: «Explicación de la Doctrina Cristiana, o sea, de la palabra de Dios contenida en las
Sagradas Escrituras, dada a los pueblos de su administración por el P. Fr. Manuel Navarro de
la Orden de San Agustín, en cuatro libros».
Es un manuscrito en folio mayor, de 207 hojas, muy bien aprovechadas, de las cuales las
197 primeras contienen la obra citada; de la 198 a la 199, el índice de la misma, y de la 199,
vuelta, a la 207, un magnífico epílogo en español, del autor del libro. Y ya que no nos sea
dado analizar el contenido de la obra, creemos muy del caso publicar el epílogo que hace de
ella su mismo autor y es la mejor presentación que nosotros pudiéramos hacer de su trabajo.
1
Catálogo de los Religiosos Agustinos Recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas, desde
el año 1606 en que llegó la primera Misión a Manila, hasta nuestros días, dispuesto por el M. R. P. Fr.
Francisco Sádaba del Carmen, Lector, Ex-Definidor y actual cronista de dicha Provincia. –Con las licencias
necesarias. –Madrid. –Imprenta del Asilo de Huérfanos del Sagrado Corazón de Jesús. Calle de Juan Bravo,
5. – 1906.
Siempre que citemos el Catálogo de nuestros Religiosos, nos referirnos a esta obra.
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271
Únicamente hemos de advertir que aunque en el título de la obra se da a entender que se
halla dividida en cuatro libros, realmente no consta más que de dos, y, no obstante, la obra
está completa, según el testimonio de su autor en el epílogo que ponemos a continuación, y
hemos sacado literalmente del original guardado en el Archivo de provincia. Helo aquí:
«He completado la obra que me había propuesto de explicar la Fe Católica y los
divinos preceptos, que es en lo que consiste la suma del destino del hombre sobre la
tierra, y por ello doy gracias a Dios Ntro. Señor, Dador de todo bien y Padre de toda
luz; y con el mismo afecto lo ofrezco a su mayor loor y gloria. Me resta, no obstante,
dar testimonio de mi fe, por los yerros en que hubiere podido incurrir inadvertidamente, tanto más por haber explicado la doctrina que se contiene en estos dos libros,
en idioma que no es mío nativo, y que por lo mismo no se llega a comprender bien la
fuerza de las expresiones; y por lo tanto, someto todo lo que he escrito y lo que en
adelante escribiere, a la censura y juicio de nuestra Santa Madre Iglesia y de sus Pastores. También quiero exponer los motivos que me han movido a explicar la Doctrina
Cristiana en el idioma de estos naturales y las fuentes de donde la he tomado.
Mi fe es, y espero en la gracia de Dios será en adelante, la de la Santa Madre
Iglesia, Apostólica, Católica, Romana, en la que deseo vivir y morir; y si bien no toda la entiendo, ni alcanza mi comprensión a tanto, mas, sí alcanza mi voluntad y el
obsequio de mi entendimiento para aceptar todo lo que la misma Iglesia enseña y
propone.
La Iglesia me ha enseñado lo que he escrito, y dentro de ella he recibido la luz
de la fe que ha guiado mis palabras.
Valiéndome de la regla de N. P. S. Agustín que propone por regla invariable la
doctrina y la fe de la Iglesia Católica con cuya piedra de toque se han de consultar y
comparar no sólo los escritos de los hombres, sino hasta la misma Escritura Santa,
cuyos secretos se han de descubrir a luz de la fe, que enseña la Iglesia, con cuya fe
desentrañaron los Santos Padres y Doctores incluso el mismo P. S. Agustín los tesoros de sabiduría ceIestial encerrados en las Santas Escrituras; valiéndome, yo párvulo
272
Boletín Oficial
en la fe, de esa misma regla que el Santo Padre consigna en su libro de «Doctrina
Christiana», he procurado adoptar los textos de la Sagrada Escritura, especialmente
de los cinco libros del Pentateuco, a la doctrina de N. Santa Madre Iglesia, según la
cual he procurado explicar las palabras de la Escritura en aquellas cosas que son más
difíciles, como en las alegorías de los antiguos Patriarcas y misterios de la Ley Antigua que se refieren a Jesucristo y a su Iglesia.
No todas las cosas escritas en las Santas Escrituras, son obscuras, pues en ese
caso no aconsejaría S. Pablo en sus epístolas a su discípulo Timoteo «que los sacerdotes y predicadores, dejando fábulas inútiles, explicasen al pueblo la doctrina de las
Santas Escrituras, que son las que infunden la verdadera piedad y temor de Dios».
Indudablemente el Apóstol de las Gentes sabía que no todos los sacerdotes y predicadores habían de tener espíritu de profecía y de inteligencia especial para la interpretación de las Escrituras; y no obstante quiere que estas sean el texto que se haya
de explicar a los fieles. Luego las cosas principales y necesarias para la salvación se
podrán entender y explicar por los sacerdotes, teniendo éstos presente la regla «de no
dar nunca a la Escritura una explicación que contradiga a la Doctrina de la Iglesia
Católica», en cuyo caso debe uno estar persuadido que no entiende la Escritura, y de
consiguiente, desechado ese como erróneo, buscar en los Santos Padres otro sentido,
que sea más conforme a la fe de la Iglesia. Por consiguiente, siempre que el sentido
material contraríe de algún modo a la caridad de Dios o del prójimo, debe buscarse
otra explicación; pues según regla del P. S. Agustín «esos dos preceptos se inculcan a
cada paso en toda la Santa Escritura»; mas cuando el sentido material o gramatical de
la Biblia Latina Vulgata manda y explica esos dos preceptos, no hay para qué explicar las palabras terminantes. La misma regla se debe seguir en los textos de la Escritura que se refieren a la verdad de Dios o a su justicia o a la equidad que se debe
guardar con los demás hombres, siguiendo el sentido natural de las palabras que expresan esas verdades, que están claras y manifiestas, y quiere Dios que las entendamos los hombres sin dar distinta explicación y sentido contra lo que el Señor ha revelado en sus Escrituras.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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No son tan claras las alegorías que en el Antiguo Testamento se refieren a Cristo
y a su iglesia, como ni tampoco las Profecías que se refieren al mismo asunto, en el
que es necesario atenerse estrictamente a la revelación de esas mismas verdades, que
se ha hecho en el Nuevo Testamento por boca de Jesucristo N. Señor y de sus Apóstoles, y posteriormente han sido explicadas por los santos Doctores y Pastores de la
Iglesia, llenos del Espíritu de Dios para entender y explicar al pueblo cristiano esas
mismas verdades. Sin duda alguna que esta y no otra es la fuente de donde se deriva
hasta nosotros y pasará a los futuros creyentes la luz clara que tenemos de Jesucristo
y de su Esposa la Iglesia, de la Redención, de la aplicación de la gracia por los Sacramentos, los antídotos contra el pecado y la corrupción, la importancia de la salvación y cosas que conducen a ella, lo imponente de la muerte y felicidad de los bienaventurados, y otra infinidad de verdades enlazadas con éstas que conocemos con un
istinto admirable de fe que Dios ha derramado sobre nosotros y ha sido desenvuelto y
fortalecido por la enseñanza de la Iglesia, lecturas de libros espirituales y tradiciones
que pasan insensiblemente de unos a otros.
Este tesoro, pues, de fe, es el que sirve para entender y explicar con acierto los
Libros Santos en todas aquellas cosas que son necesarias para guardar la fe recta y
los divinos mandamientos que conducen a la vida eterna; y tanto lo uno como lo otro
está bastante explícito en los Libros Santos, y si algunos que se refieren a las mismas
verdades están obscuros, porque así Dios lo ha querido para ejercitar los ingenios de
los sabios en la misma variedad de los Libro Santos, Doctores tiene la Iglesia que los
sabrán explicar, descifrando las figuras y aclarando las palabras obscuras y como encubiertas para los demás.
De esta doctrina de la S. Madre iglesia, de esta fe que por la gracia de Dios he
adquirido dentro de ella, y del instinto de las verdades que se comunican como don
especial del Espíritu Santo a todos los que están dentro de su comunión, me he servido para explicar, en estos dos libros de «Doctrina Christiana» en idioma del país, la
fe Católica de las principales verdades que se refieren a Dios y al hombre, y los
mandamientos divinos, siguiendo casi uno por uno los capítulos del libro del Génesis, intercalados algunos
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Boletín Oficial
que otros capítulos de los demás libros de la Escritura, procurando adaptar siempre
su traducción a la doctrina de la Iglesia sin salir, en cuanto he podido, del sentido literal, guardando en cuanto me ha sido posible, aun las mismas palabras traducidas al
idioma, bien que en todas partes se puede ni aun conviene seguir rastreramente la
misma traducción, por lo que desdice la traducción así, material, de uno a otro idioma; si bien se debe procurar, tratándose de la escritura como palabra de Dios, explicarla lo más castizamente que se pueda, y, cuando no, dándole el mismo sentido.
Los motivos que me han movido a explicar la fe cristiana en el idioma del país,
han sido haber visto por experiencia y con sobrado sentimiento del alma la general
apatía de estos naturales y la crasa ignorancia en que se hallan sumergidos, voluntariamente por supuesto; pues no faltan libros de Doctrina Cristiana en todos los diversos dialectos de este país desventurado ni falta tampoco voluntad en los ReligiososCuras que los administran: lo que hay es sobrada tibieza en los feligreses y displicencia innata en sujetarse a aprender la Doctrina Cristiana y su explicación y ellos comunican, con su abandono en aprender, el tedio para enseñar a los curas párrocos que
se cansan viendo la terquedad de los indios que huyen de la Iglesia los ya adultos, y
de la escuela y casa parroquial los que son jóvenes, aun en la horas y tiempos en que
se les quiere enseñar la Doctrina Cristiana, llegando hasta el extremo de no confesarse aun en Cuaresma por no ir a examinarse de Doctrina Cristiana que no saben, y llegan de ese modo algunos, especialmente hombres, hasta la edad de la vejez y su última enfermedad en que se hallan incapaces de recibir los sacramentos, cuánto menos la gracia que halla obstruidos todos los caminos ordinarios que le franqueaba la
entrada, como es la luz de la fe, el temor del juicio divino, la aprehensión en el entendimiento de las culpas que se han cometido quebrantando a cada paso los divinos
preceptos; pues de todas estas cosas muchos de los indios que sólo viven una vida
animal toda empleada en la miserable subsistencia que arrastran, apenas tienen un
conocimiento lánguido y obscuro, y así mueren sin pena ni gloria, como almas encantadas, dejándonos a los curas que vemos de cerca el suceso, en la incertidumbre
de su vida futura, poniéndose de una parte y en contra de ellos las verdades infalibles
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e invariables de nuestra santa fe, y de otra en favor de los indios la cortedad de su entendimiento y lo superficial de su comprensión, tanto para las cosas del espíritu, como para sus intereses materiales: y aunque se dice generalmente que cuando se trata
de éstos el indio discurre bien, bien mirado no es así, como lo prueban inconcusamente sus cortas facultades, mal comidos y peor vestidos, y el despilfarro que hacen
de los bienes que llegan a adquirir alguna vez.
Convencido, pues, de estas verdades, bien palpables por desgracia, me esforcé
en ver si podía combatir el mal, esperando en la divina gracia que me abriría camino,
y que si no lograba destruirlo, podría al menos debilitarlo: y en todo caso siempre es
bueno presentar la luz, que siempre alumbrará a quien quiera abrir los ojos, y será un
testimonio irrefragable para justificar la causa de Dios ante los que voluntariamente
quieran permanecer en sus tinieblas, que no tendrán otra causa ni otro origen que la
que Jesucristo N. S. señala en su Evangelio en el capítulo Ill de San Juan: «Sus obras
eran malas y por eso amaron más los hombres las tinieblas que la luz». Salga, pues,
fuera la luz de la fe y ella alumbrará a los que quieran recibirla. Sólo, pues, me faltaba el modo con que la había de presentar, y me inspiró Dios que siguiese no un camino nuevo que es peligroso en estas materias, sino el ya trillado de antiguo, o por
mejor decir el mismo que Dios N. Señor nos ha dado en sus Santas Escrituras: Tomé
estas en la mano y comencé a anunciarlas en el púlpito al pueblo.
El primero de los Libros Santos que se me presentó como el más a propósito para inculcar al Pueblo Cristiano las principales verdades de nuestra santa fe, fué el
Génesis, que es el libro histórico por excelencia, en el que quiso Dios grabar con letras que leyesen los hombres, las mismas verdades que ya había sellado en sus
corazones y también había puesto a la vista en la creación de los cielos y la tierra,
que sirviesen como de libro abierto y perceptible a todos, sabios e ignorantes, que
diesen testimonio al Creador y predicasen su omnipotencia, su sabiduría y su gloria.
Este ser omnipotente, y las perfecciones que le son intrínsecas, no sólo su infinita potencia, sabiduría y bondad, sin las cuales no se puede concebir la realización de
estas obras estupendas, sino
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Boletín Oficial
también su providencia, su justicia, su misericordia, benignidad y amor para los
hombres, se revelan claramente en ese libro divino y se nos pintan al vivo esos atributos divinos en esas páginas sagradas, como en otros tantos cuadros maravillosos.
¿Quién lee los primeros capítulos del Génesis, que no se quede como extasiado, lleno
de admiración y asombro al contemplar las magníficas obras de Dios, y poseído de
una gran veneración y respeto a la Divinidad, a aquella fuerza creadora y vivificadora que con una palabra saca del abismo de la nada a tantas, tan diversas y tan primorosas criaturas? A los pocos pasos se encuentra uno con la terrible severidad del Señor en castigar la trasgresión del primer padre Adán y de toda su descendencia, a
quien momentos antes colmara de dichas y felicidades, como es propio de su bondad,
y que allí mismo vuelve a aparecer con la promesa gratuita de un Redentor que le libraría de su enemigo que por entonces le había vencido, pero más adelante, con su
gracia, sería a la vez vencido por Él. Entre estos dos extremos de la caída del hombre
y de su restauración por el Redentor se estampan como en relieve con vivos colores
tanto los castigos terribles que el brazo de Dios hace descargar sobre los pecadores
desertores de su fe y detractores de sus preceptos santos, como las particulares gracias y bendiciones que con mano generosa reparte en abundancia a sus fieles servidores que oyen su voz y obedecen sus preceptos. En un lienzo limpio y bien iluminado
aparece la catástrofe fatal del Diluvio, en la que Dios, Dueño y Señor de todas sus
criaturas, envuelve a los descreídos hombres hijos de Adán, que con insensato orgullo desoyen las amenazas de su Criador que los quiere hacer volver al buen camino
que por su liviandad e ignorancia habían dejado. No muy distante se ve otro cuadro
no menos terrible que el primero, que representa al Señor en su justa ira arrojando
fuego desde el cielo que abrase y consuma a Sodoma y Gomorra nefandas, reduciéndolas a pavesas y a un lago de azufre y agua, que hasta el presente se ve, en castigo
de su desenfrenada lujuria. A un lado y otro de este desdichado cuadro aparece otro
bien diferente por lo risueño, con que se pinta al vivo la Providencia Divina que vela
por sus escogidos defendiéndolos de las adversidades y contratiempos y colmándolos
de dones y gracias, no sólo a ellos sino también a sus descendientes en las generaciones futuras.
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Tales aparecen Abrahán, Isaac y Jacob elegidos por Dios para Patriarcas de su pueblo escogido, y para ejemplo y modelo no solo del pueblo hebreo, sino también del
pueblo cristiano, que debe imitar la fe de Abrahan en las divinas promesas y la obediencia a sus Mandamientos, la sinceridad de Isaac en servir a Dios fielmente, y la
paciencia de Jacob en someterse a las disposiciones del cielo y sufrir con resignación
las adversidades y trabajos. En estos gloriosos patriarcas se manifiesta con claridad
la suavidad divina, su benevolencia y amor hacia los hombres de bien, que a la par
que adoran y sirven a su Criador dándole todo culto y respeto, guardando los preceptos de la Religión, dirigiéndose por sus consejos sin buscar caminos extraños, guardan al mismo tiempo la justicia con los demás hombres, dando a cada uno el lugar y
respeto que le corresponde y auxiliándoles en sus necesidades, como que todos tenemos un mismo origen en nuestro Padre, Dios, que nos ha creado, y debemos dirigirnos al mismo fin, que es conocerle, amarle y gozarle.
Continúa el libro segundo de la Santa Escritura, el Éxodo, poniéndonos a la vista
la providencia admirable con que Dios gobierna el mundo que ha creado, para confusión de los que se llaman filósofos, y son más bien estúpidos; pues negando la providencia niegan a Dios, y de consiguiente la razón eficiente del universo y de su admirable concierto; para confusión de estos hombres, al mismo tiempo que para avivar la
fe de los que creen en Él, estampa Dios en su Escritura los sellos de su providencia,
protegiendo, enseñando y correccionando a su pueblo escogido, aplastando con mano
fuerte a los idólatras, enemigos suyos y de su pueblo. Se ve en este libro divino que
la bendición de Dios multiplica extraordinariamente a su pueblo los descendientes de
Abrahán, Isaac y Jacob, como se lo había prometido, y en prueba de su especial predilección sobre todas la naciones de la tierra, después de libertarle de la esclavitud de
Egipto, le da su ley y preceptos, y establece todo el orden de su culto con que quería
fuese adorado y reconocido como hacedor Supremo y único Dios vivo y verdadero,
en contraposición de las gentes que en su capricho se habían forjado ídolos que llamaban dioses, con ojos y nada veían, con forma levantada sin moverse ni tener acción, invocados en auxilio de los
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vivos siendo ellos muertos. En este mismo libro santo se pone a la vista de nuestros
ojos y como palpable la indignación de Dios contra tales falsedades en la descripción
extensa que hace de las diez terribles plagas de Egipto con que azota a Faraón y a su
idólatra pueblo, descargando poco a poco y como por grados su ira con los castigos
que les envía como pruebas de la potencia de su brazo para corregirlos a ellos si se
muestran capaces de corrección, y para acabar con ellos y con sus dioses si no se rinden, como lo ejecutó el Señor devastando toda la tierra de Egipto, matando a todos
los primogénitos desde el hombre hasta la bestia, demoliendo y echando por tierra
todos los ídolos, y sepultando a Faraón y a su ejército en las aguas del Mar Rojo: con
cuyos estupendos castigos abatió a los egipcios, libertó a su pueblo de Israel de la esclavitud en que con injusticia lo tenían amarrado, y glorificó su santo nombre
haciéndolo terrible en toda la tierra; pues no hubo entonces pueblo, ni lo hay al presente, ni lo habrá hasta el fin de los siglos, a donde no haya llegado la noticia de las
plagas de Egipto, y con ellas el temor del Señor Dios fuerte y terrible, como se propuso Dios al enviarlas y refiere el mismo libro sagrado.
En otro de los libros santos, el Deuteronomio, no se ve otra cosa desde el principio hasta el fin, que una continua repetición de la Ley de Dios, que si fuese cosa de
los hombres diríamos que era cosa molesta, mas en boca de Moisés y como palabra
de Dios comunicada a los hombres no en vano convence, por una parte, de la obligación del hombre de creer en Dios, amarle y guardar sus mandamientos y por otra la
intención con que el espíritu de Dios impulsa al hombre y le excita con asiduidad infatigable a que guarde esos divinos preceptos en que consiste su felicidad, paz y bienaventuranza, no sólo en la vida futura, sino en la presente; pues, como vemos pronosticado en dicho libro santo, los hombres que verdaderamente son servidores de
Dios y siguen su beneplácito, gozan de paz y felicidad en esta vida, y, por el contrario, los díscolos y malos que siguen sus propios deseos echando a la espalda el temor
de Dios y sus mandamientos pasan una vida desdichada, llena de pesares y amarguras, por más que a nuestros ojos aparezcan colmados de bienes de fortuna y placeres
en contraposición de muchos justos que viven en bastante escasez de recursos; pero
alegres
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y contentos dentro de su corazón; y, por consiguiente, si no somos estúpidos, fácilmente podemos conocer cuál de las dos clases de hombres es más feliz en realidad y
de consiguiente cuál más aceptable y digna de seguirse, pues el Espíritu Santo nos
muestra allí el camino recto para que lo sigamos, excitándonos al bien de mil maneras, con mil caricias, con mil promesas, y amenazándonos por fin con la desgracia e
infortunio en esta vida y con la ira de Dios en la otra si nos alejamos de Él y despreciamos sus mandamientos.
Todas estas verdades, esto es, tanto las promesas de Dios brindando con toda
clase de felicidades a su pueblo, si dócil a su voz cumple sus mandamientos, como
sus terribles amenazas con que de antemano le pone delante de los ojos las desdichas
sin cuento que habían de caer sobre su cabeza, si arrastrado por sus propias pasiones
y siguiendo doctrinas y los ejemplos pésimos de los enemigos de Dios, se echaba por
las sendas torcidas de la idolatría y de los vicios; todo se ve cumplido a la letra en los
siguientes libros de los Jueces y de los Reyes. En ellos se ve pintada con vivos colores una fiel historia en que aparece, de parte del hombre, la inconstancia en el bien,
su volubilidad y fácil caída en el mal; y, de parte de Dios, su clemencia para con el
hombre, su paciencia en esperarle a penitencia y su paternal cuidado en dirigirle por
el buen camino, ora haciéndole beneficios, provocando así su gratitud, ora corrigiéndole con la vara del castigo, no como juez para exterminarlo, sino como padre para
enmendarle. En esos libros santos se pinta la continua pugna del bien y del mal y la
mezcla que se halla de virtud y de vicio aun dentro del mismo pueblo escogido de
Dios, y cómo Dios dirige con su providencia a unos y a otros, que no obstante estar
mezclados en el campo de este mundo corriendo a la par las prosperidades y adversidades temporales, los sabe, no obstante, dividir en su elección y en el fin a que destina a cada uno; siendo sumamente fácil a su omnipotencia con una sola obra, como,
por ejemplo, la aprehensión del Arca santa, castigar los pecados de su pueblo y salvarlo de las manos de los filisteos; en una misma batalla humillar al desobediente
Saúl y preparar el trono de Israel al fiel David.
Habiéndome, pues, propuesto excitar la fe del pueblo cristiano
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Boletín Oficial
(ya que sin a fe es imposible agradar a Dios, como dice S. Pablo), y estando persuadido de que la fe es la semilla que hace brotar el fruto de las buenas obras, el fruto
del santo temor de Dios, el fruto de la obediencia a sus mandamientos, el fruto de la
caridad de Dios y del prójimo, y de la justicia hacia los demás hombres; para conseguir estos bienes que son el fin de la predicación, quise valerme más bien de la palabra de Dios fuerte y potente que de la del hombre impotente y lánguida; teniendo en
cuenta que si la palabra de la Escritura, que es fuego y luz, no enciende e ilumina la
mente y el corazón de los indios, inútil del todo será declamar y tronar contra los vicios, y por más apacible que se presente a sus oídos y consideración el cuadro de las
virtudes que practicaron los Santos, no será otra cosa para ellos que un hermoso sueño que se desliza ante su fantasía como las representaciones de una comedia que no
se ha de imitar en la obra; sin impresionarse lo bastante en la doctrina cristiana y en
las cosas de la fe, no puede esperarse una vida arreglada y cristiana conforme a los
Mandamientos de Dios N. Señor, en que consiste la verdadera virtud y a que deben
encaminarse las prácticas de devoción, de novenas, rosarios, visitas al Santísimo, y
demás de que tal vez están cargados demasiado los indios, sobre todo el sexo femenino, sin verse virtudes sólidas; lo que prueba que están estas gentes engañadas, perdiendo el tiempo en falsías y olvidándose de las cosas graves, cuales son el verdadero temor de Dios que se manifiesta en la aversión al pecado, el amor a la honestidad
que cae también en una mujer cristiana, la observancia de la justicia con el prójimo
en los tratos y contratos, en guardar una vida austera y mortificada, y otras cosas de
este género que son inseparables de la verdadera piedad y que son el fruto espontáneo de la fe viva en Dios y en los misterios que nos ha revelado. Esa fe es la que me
he propuesto explicar en el primer libro tomando el hilo desde la creación hasta la
venida de N. S. Jesucristo, Redentor de los hombres, para sacarlos de la culpa y ruina
en que habían caído por el pecado del primer hombre, y finalmente la asidua providencia con que vela Dios sobre las acciones de los hombres, remunerándolos o castigándolos según ellos son dignos de premio o castigo. Con los hechos que refiere el
Texto sagrado procuro hacer asentir a la fe a los oyentes que no pueden fácilmente
desimpresionarse
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de la elocuencia de los hechos, los cuales se graban fuertemente en la memoria del
que los oye, y detrás de las palabras se imprime la verdad que contiene, imposible es
que se lea ese libro por un indio sin que se le grabe en su alma la idea indeleble de un
Dios Omnipotente y único verdadero, que aborrece la idolatría y castiga a los supersticiosos, porque los multiplicados casos que se refieren en ese libro no pueden menos
de hacerle impresión. Lo mismo digo de la idea y fe en Jesucristo N. S., pues en casi
todos los capítulos se habla de un Redentor; porque tanto este artículo de fe como el
primero son los que más especialmente he procurado inculcar, como que son verdaderamente el fin principal de los libros del Antiguo Testamento.
Tampoco es fácil se vaya de la imaginación del indio que lea u oiga las diversas
peripecias que están escritas en los libros históricos del Viejo Testamento, la diversa
suerte que han corrido los hombres y las Naciones; las ruinas de unos; las exaltaciones de otros, la prosperidad de éstos, la adversidad de aquellos; la felicidad de tos
buenos y temerosos de Dios y la ruina de los malos e impíos; todos estos son ejemplos prácticos que se graban profundamente; tanto más que no dejan de verse en la
actualidad como en todos los tiempos, casos análogos que comprueban la verdad de
aquellos que se refieren.
No obstante, no quiero hacerme ilusiones, como si porque estos libros se diesen
a la imprenta se había de encender en la mente de los indios un gran foco de fe. En
donde hay poca capacidad no puede caber mucho; en leña muy verde, poca llama
puede causar el fuego: pero me contentaré con atizar ese fuego para que no se apague, y si Dios es propicio, cuyas misericordias sacan nuevos tesoros de gracias hacia
los hombres, tal vez se aumente y arda más en adelante; para lo que me da más confianza el saber que en la Ley Nueva el Espíritu Santo es quien da el verdadero sentido y comprensión de las cosas que se leen en los libros o se oyen en los púlpitos,
iluminando interiormente el corazón con las palabras que oyen los oídos, y así a nosotros sólo toca proponer las verdades, quedando a su cuidado grabarlas en el alma
de quien las oye, como nos lo promete y enseña Jesucristo N. Señor diciendo que todos
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los fieles serían enseñados por Dios; «et erunt omnes docibiles Dei» S. J. cap. VI,
44-45.
Sólo me resta decir algo acerca de la división que he hecho de los capítulos y del
lenguaje que he usado en mis escritos. Los capítulos del primer libro son en general
bastante difusos y que en opinión de algunos causarán fastidio; mas se ha de tener en
cuenta que así lo pide la materia, que, siendo historia, está colocada en grandes períodos, y que por otra parte no cansa tanto al leclor como las doctrinas abstractas y
secas. Además: bien se lea en particular, bien en público, en el púlpito, como yo lo
he visto hacer a los Párrocos en España, se puede cortar el capítulo sin ninguna inconveniencia. El idioma no es pulido, ni menos elevado, sino sencillo y ordinario, intercalado no pocas veces con palabras españolas que usan los indios, a lo cual me
obligó ya la poca facundia que tengo del idioma bisaya, ya el explicar más a mi satisfaccion el concepto que yo me propongo explicar; en lo que para mi defensa, ya va
delante Nuestro Gran Padre San Agustín, quien no tenía empacho el echar algún barbarismo a trueque de que le entendiesen los rudos. Los dos libros que van juntos en
un tomo podían ir separados con independencia el uno del otro, porque las diversas
materias de que tratan se prestan a ello, inscribiéndose el primero Fe Católica, y el
segundo Los diez Mandamientos de Dios: Cada uno daría un tomo regular en octavo,
fácil de ser adquirido por el indio a causa de su poco precio.
Esta obra ut, ut est, la dedico a nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino de
Padres Recoletos de Filipinas del Gran Padre de la Iglesia San Agustín, suplicándola
acepte este trabajo que para mayor gloria de Dios y utilidad del pueblo cristiano le
ofrece menor hijo suyo. –Fr. Manuel Navarro del Rosario».
Libro nuevo
De la acreditada Casa editora Luis Gili (Barcelona: Claris 82) hemos recibido el anuncio
que a continuación y con el mayor gusto publicamos.
JESUCRISTO Y LOS FILÓSOFOS, por el P. Eugenio Cantera, de la Orden de Agustinos Recoletos. Un volumen de 12 1,2 por 20
de Agustinos Recoletos de Filipinas
283
cm., de 48 páginas. En rústica, Ptas. 4; elegantemente encuadernado en tela, rótulos
dorados, Ptas. 5. (Por correo, certificado, Ptas. 0,40 más.
Muchos son los apologistas que han contribuido al esclarecimiento de las verdades de la Religión Católica, pero presentamos con tanta ufanía como verdad la obra
Jesucristo y los filósofos como una síntesis de lo mejor que se ha escrito desde hace
medio siglo. Y no queremos significar que el presente trabajo tenga solamente el mérito de la selección, sino que recomendamos en él las intuiciones del pensador, el talento del apologista original que condensa en cuatro renglones la materia de todo un
capítulo, el ingenio, en fin, para sorprender cuestiones novísimas de cristología y exponerlas con verbo vehemente y forma galanísima.
Ni pretendemos que suenen estas palabras como recomendación de prospecto, ni
como elogios suplicados para lograr un éxito de librería: decimos solemnemente que
en este libro hallará el sabio orientaciones grandes y el predicador materiales escogidos para el desempeño de su ministerio.
Los que se precien de párrocos celosos, de sacerdotes instruidos y de católicos
conscientes y dignos, deben llevar a su biblioteca esta apología, que combate los
errores modernos con la grandilocuencia teológica de Monsabré, con la sublimidad
filosófica de Lacordaire, con la erudición científica de Weiss y Gibbons, con el sentimiento lírico de Bougaud y hasta con cierta ternura de espíritu que recuerda las
modalidades homiléticas de un San Gregorio Magno.
La obra del P. Cantera es un acontecimiento de apología.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
MISCELÁNEA
El Excmo. Sr. Obispo de Pamplona en nuestro Colegio de Marcilla
Hoy día, que todo se anuncia en la Prensa, hoy que, revistas, folletos y periódicos nos ponen al corriente de cuanto acontece, no sé por qué, se me ha de privar del placer que experimento al reseñar brevemente la visita que nos hizo nuestro amado señor Obispo de Pamplona
el Excmo. Sr. Don Francisco José López Mendoza. Ciertamente que mi pluma está muy mal
cortada, y, por consiguiente, lo que de ella salga no ha de tener adorno alguno literario, como
no sea el desaliño; los primores con que un adiestrado cronista describe los actos más sencillos no son mi herencia, y, para decirlo de una vez, carezco de todo aquello que se necesita
para hacer interesante un relato de esta índole, sobre todo si se tiene en consideración el estado de ánimo en que por desgracia se encuentran la casi totalidad de los que dedican algún rato
a la lectura de la prensa.
Mas, a pesar de ello, no desisto de mi propósito, toda vez que mi anhelo no es otro, que el
de testimoniar a nuestro por mil títulos amado y venerado Prelado, y hermano en Religión, la
gratitud que reina en todos y cada uno de los corazones de estos Religiosos por las pruebas
elocuentes que nos dió de su bondad y afecto sincero, al dignarse honrarnos con su presencia,
y hacernos el singular favor de venir gustoso a conferir las Órdenes sagradas en nuestro Colegio, dejando la tranquilidad y reposo de su Palacio. Los que le acompañaron durante el viaje
fueron N. P. Vicario Provincial y un sacerdote que él trajo. En la estación de Marcilla le
aguardaban el R. P. Rector del Colegio y el clero de la parroquia.
A las 5 de la tarde del día 12 del presente mes, ya los sagrados
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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bronces, con su lenguaje místico y peculiar, anunciábannos, que estaba próximo el ilustre
huésped que esperábamos; pocos momentos después se divisaba el coche que lo conducía, y
muy pronto abríase su puertecilla, y el príncipe de la Iglesia, el infatigable Pastor de la grey
pamplonesa descendía de él alegre y risueño.
La Comunidad toda se hallaba en la plaza del Colegio para recibirle y darle la más cordial
y entusiasta bienvenida, y no encontraba frases bastante expresivas para manifestarle el gozo
que experimetaba al tenerle en su seno.
Sin dar lugar al descanso, dispuso S. S. I. que se preparasen los ordenandos, que eran diez
y seis, y entre los cuales le cupo la dicha de encontrarse al que estas líneas traza, y a los pocos
momentos se daba principio al acto de la ordenación. En esta tarde se confirió Tonsura y Menores.
Desde el instante en que el señor Obispo penetró en el recinto sagrado del templo, y
mientras duró la sagrada ceremonia, los labios de todos los circunstantes movíanse fervorosos, y de ellos brotaba la plegaria, que, salida desde el fondo del alma, iba a presentarse
humilde ante el trono del Señor, en demanda de gracias para los nuevos y jóvenes soldados de
Cristo, que muy en breve serían colocados en la primera grada, que conduce al sacerdocio.
Nuestra Madre la Iglesia tiene vida propia y perfecta, más que ninguna otra sociedad,
como esa vida le viene del que es origen y principio de ella, de su Divino Fundador Jesucristo, Sacerdote eterno, y sabemos que nunca le ha de faltar, porque él se la ha prometido. A
manera que los distintos organismos manifiestan su vitalidad de muy variados modos, o sea,
por medio de actos propios, asímismo la Esposa Inmaculada del Cordero sin mancilla, da a
conocer sus poderosas energías vitales con sus actos. Ella da el ser a los ministros del Santuario llevándolos a perfección por grados, y ellos, lejos de menoscabarla, son el elemento necesario para su subsistencia. ¡Qué hermoso y consolador es el ser hijos de una tal Madre! Y
¡cómo se inflama el corazón y se llena de un valor santo para llegar no diré hasta el sacrificio,
sino hasta la misma muerte, a trueque de defenderla!
Prosigamos con nuestro relato: Terminado el acto de la ordenación, el Sr. Obispo fué
conducido a su habitación, ocupándose inmediatamente
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en dar cumplimiento a sus asuntos particulares; y si los interrumpió, no fué ciertamente para
entretenerse con los hombres, sino para conversar con el Augusto Prisionero del Sagrario y
gozar de su dulce compañía.
Cuán cierto es que las palabras mueven, pero que los ejemplos arrastran. Y digo esto,
porque no faltó Religioso que al darse cuenta de ello se aproximó y me dijo: el Sr. Obispo
está haciendo la visita al Santísimo; justo es, pues, que también nosotros imitemos su ejemplo, y vayamos a unir nuestras oraciones con las suyas. Y, sin cruzar más palabras, así lo
hicimos.
Como se acercaba la hora de tornar algún pequeño refrigerio, se le avisó que la mesa estaba dispuesta, y se contentó con tomar una parva colación, pues dijo que seguía prácticamente los ayunos de la Orden, —cuanto más los de la Iglesia, como lo era aquel día— cosa que no
dejó de edificarnos sobremanera.
El tiempo que mediaba desde esta hora hasta la de acostarse trascurrió sin que nadie se
diese cuenta, escuchando unos la instructiva y amena conversación de S. E., y ocupados los
otros en la ordenación de los doce que habían de serlo de su subdiáconos al día siguiente. Y
henos aquí con que ya ha amanecido, y es el día 13, domingo, día verdaderamente deseado
por mí y mis compañeros. Estoy seguro que a nadie le extrañará este deseo, toda vez que las
cosas buenas son naturalmente deseadas por todos ¿no?
Preparados los que habían de ser ordenados de subdiáconos, según las prescripciones del
pontifical romano, a una señal dada se dirigieron a la iglesia e inmediatamente principió la
Misa pontifical, y en ella ordenó el Excmo. Sr. Obispo de subdiáconos a doce Religiosos,
hijos del gran Obispo de Hispona, cuyos nombres son los siguientes: Fr. Damián Castresana,
Fr. Martín Casi, Fr. Pablo Grábalos, Fr. Leoncio Reta, Fr. José Carceller, Fr. Ricardo Jarauta,
Fr. Maximino Díaz, Fr. Isidoro Equiza, Fr. Juan Rodríguez, Fr. Simeón Díaz, Fr. Carlos Bretón y Fr. Cipriano Terrero.
Al poco rato de haberse finalizado este acto religioso, el digno mitrado tuvo la bondad de
recibir, primero, a los padres de esta Comunidad, y después a los Coristas, que son los Colegiales, entre los que se encontraban los recién ordenados, que iban a presentarle la expresión
de su eterno agradecimiento por el más preciable favor
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que les había dispensado. Puede decirse que entre una y otra visita se pasó toda la mañana del
modo más agradable que imaginar se puede. Verdaderamente que no nos cansábamos de oír
hablar a nuestro amantísimo Padre y Prelado, pues nos dió una conferencia espiritual tan
magnífica y hermosa, relativa a nuestro estado, que hubiéramos deseado no se terminara. Sapientísimos fueron, a la vez que por demás acertados y llenos de santa unción, los consejos
que nos dió, tratándonos como verdadero Hermano, Padre y Maestro. Todos tuvimos que admirar en él los vastos y profundos conocimientos que posee en todos los ramos del saber
humano, sobre todo en Teología y Patología. En este Príncipe de la Iglesia se halIan perfectamente hermanadas la sólida virtud del fervoroso Religioso, y la verdadera ciencia, que no
infla, sino que ilustra el entendimiento y le une más y más al que es la Sabiduría Eterna.
Parece que la nota característica de nuestro amado Sr. Obispo es la bondad, y de ahí que a
una simple indicación que le hizo el P. Superior, de que la Comunidad se consideraría honrada si él tenía la amabilidad de presidirla en el refectorio, accedió gustoso a este deseo de sus
Hermanos, y nos acompañó a comer, demostrándonos así, una vez más, la confianza que con
nosotros tiene y el afecto que a todos nos profesa.
Muy poco antes de este acto, por una de esas raras coincidencias, llegó a nuestro conocimiento la fausta noticia, que al día siguiente se cumplía el décimo quinto aniversario de su
traslación a la sede episcopal de Pamplona. Lo mismo fué oír esto, que todos unánimemente
concebimos la idea de conmemorar tan glorioso acontecimiento y honrar, como mejor pudiéramos, a nuestro buen Padre y Hermano en Religión. Poco era en verdad lo que se podía
hacer, dada la premura del tiempo de que se disponía para la preparación del homenaje con
que deseábamos obsequiar a nuestro ilustre huésped. Así que, en un dos por tres, se elaboró el
programa, se repartieron los papeles, y para la hora señalada, todo estaba listo.
Después que el señor Obispo pasó la tarde entretenido en sus santas obligaciones y en recibir varias visitas de algunos sacerdotes; llegada que hubo la noche, se retiró a ponerse en
comunicación con su Dios por medio de la oración y el santo Rosario. Cuando el
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Boletín Oficial
P. Superior creyó que se había desocupado, entró a su habitación y le participó que la Comunidad le tenía preparada una prueba de cariño de fieles hijos, que consistía en una velada, y
que, si él se dignaba aceptarla, tendría lugar después de la cena. No hay que decir que sí aceptó, pues nuestro Sr. Obispo no sabe negarse a nada de aquello en que lícita y santamente le es
dable complacer. En esta conversación llegaron al lugar en que estaba preparada la mesa con
su correspondiente cena, y, después de reparar las fuerzas del cuerpo, se encaminó, en unión
de los que le habían acompañado a cenar, al amplio salón en que debía tener lugar el consabido acto, donde le esperaban todos los Religiosos. Se esperaba por momentos y con verdadera
ansia la entrada del señor Obispo: describir, pues, la grata impresión que produjo su presencia, así como el gozo que inundaba los corazones de los que veían colmados sus justos deseos,
es tarea inútil y de todo punto imposible. Hubo un instante de verdadera animación y entusiasmo; y esto es muy natural, pues todos estamos sujetos a experimentar cierta clase de emociones, queramos que no. A este instante siguió otro muy distinto; el silencio vino a ocuparlo
todo, la calma más completa reinaba en los ámbitos del local; no se notaba más, sino que las
miradas de unos y otros se cruzaban a la vez, como queriendo hablarse sin atreverse a ello.
Por fin se levantó el R. P. Vicario Provincial, y en frases corteses y muy sentidas abrió la
velada, y se la dedicó al muy digno Príncipe de la Iglesia. Este discurso, que era el primer
número del programa, fue breve, pero muy oportuno y suficiente. Abierta quedaba ya la velada, y uno a uno fueron sucediéndose los distintos números que eran nueve entre todos. No
quiero detenerme a reseñar cada uno en particular; sólo diré que en este acto se recitaron varias poesías latinas y castellanas. Todas ellas a cuál más hermosas y de bastante valor literario. Tampoco fallaron los correspondientes números de música selecta y escogidas piezas de
orfeón, que contribuyeron a dar más amenidad y variedad al acto que resultó más brillante de
lo que podíamos esperar. Claro es que, si se tiene en cuenta el mérito de la persona a la que
todo iba dirigido, es nada; y, si no hubiéramos considerado en él más que al Obispo de Pamplona, ciertamente que hubieramos desistido de nuestra empresa;
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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pero dejamos a un lado esta consideración —sin menospreciarla desde luego—, y, atentos
principalmente a la cualidad de Padre y Hermano nuestro, nos resolvimos a honrarle del mejor modo que nos fué dable. Y no dudamos que el bondadoso Prelado así habrá interpretado
nuestras muestras de cariño y afecto singular. Para terminar ésta, que bien pudiera llamarse
inocente y santa fiesta de familia, unida por los indisolubles lazos de la caridad, sólo faltaba el
broche de oro precioso con que fuese clausurada y le sirviese de complemento. Y tampoco
faltó, porque nuestro querido Sr. Obispo cerró con él este acto que jamás se borrará de los
corazones de estos Religiosos. Improvisado fué su discurso, pero, si lo hubiera compuesto con
anticipación, quizá no hubiera estado tan inspirado. En fin, ya se ve que penetrado de la alta
misión que debe llenar en el Episcopado, siempre se halla pronto a dispensar el ministerio de
la divina palabra, con aquella unción, con aquella sabiduría y con aquella elocuencia propias
de quien ha sido puesto por el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios en la porción de la
grey cristiana encomendada a su pastoral cuidado y vigiancia, cualidades todas poseídas en
grado eminente por el Sr. Obispo de Pamplona, y que hacen de él, juntamente con su abnegación y caridad, y con el celo de las almas que le distingue, modelo de Prelados y uno de los
más esclarecidos miembros de la ínclita Orden Agustiniana a que pertenece.
Si en la capital de Navarra reinó la alegría y el entusiasmo, también en el Colegio de los
PP. Agustinos Recoletos de Marcilla hubo júbilo santo y regocijo inocente y todo ello por
tratarse de celebrar una de las fechas gloriosas del fecundo episcopado del Obispo de Pamplona, tan justamente acreedor al homenaje de nuestra gratitud y reconocimiento. Y conste
que no hicimos más, porque no pudimos, pues nuestros deseos no conocían límites. Aquí terminó este día, y recibida la bendición del Sr. Obispo, todos nos fuimos a descansar.
Hemos llegado por fin a la mañana del día 14, y no hay que pensar sino en despedir al
que con tanta alegría habíamos recibido hace dos días. Ya el coche está esperando, ya se ven
también varios sacerdotes que irán a acompañarle hasta la estación, ya baja la Comunidad, y
al fin de ella se ve el Sr. Obispo en medio del
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Boletín Oficial
P. Vicario Provincial y del Rector de la casa. Un instante nada más y todos nos hallaremos en
la plaza del Colegio en la que aparecen dos líneas de sillas y una máquina fotográfica. ¿Para
qué semejantes preparativos? Pues, sencillamente para sacar una vista del Pastor y Padre rodeado de sus hijos, que no aciertan a dejarle separarse de ellos sin que al menos se queden con
este recuerdo. El grupo está sacado y no hay tiempo que perder, pues el reloj anuncia que el
tren está próximo. Todos se agrupaban a besar su anillo pastoral y recibir su bendición. Al fin,
entre frases y saludos llenos de cariño, sube al coche, cuya puertecilla es cerrada rápidamente
por uno de los que le acompañan, y parte veloz, llevándose al que no hacía mucho tiempo
había traído. Los superiores y algún otro Padre más, todavía podrán gozar siquiera por breve
tiempo de su amable compañía, por ir acompañándole hasta la estación; mas nosotros, por
ahora no.
Quiero terminar esta pobre reseña, y lo he de hacer pidiendo al cielo que derrame abundantes gracias sobre el ilustre y amado Prelado de esta Diócesis y que tengamos la dicha de
tenerlo otra vez entre nosotros.
Fr. F. R.
NECROLOGIO
Cinco son los Religiosos de cuyo fallecimiento debemos dar la triste noticia en este número de nuestro Boletín.
El P. Fr. Julián Martínez Bujo de la Asunción, que falleció el dia 23 de Noviembre último
en la Casa de Salud de Santa Águeda (Guipúzcoa), a donde nuestros Superiores creyeron prudente llevarlo, hace cinco años, en vista del estado de demencia en que se hallaba y de los
temores que entonces había de que una revuelta política en España hiciera imposible ponerle a
tiempo a salvo. Acerca de la muerte de este Religioso decía el Superior de aquel Establecimiento a N. P. Vicario Provincial, al comunicarle la noticia de su muerte, lo siguiente:
«...Hace tres días que notamos alguna anormalidad en el referido Padre y examinándole detenidamente, vimos tenía una hernia estrangulada, y, aunque con gran trabajo, conseguimos
hacerle la reducción poniéndole al efecto el respectivo vendaje; pero como la cosa en sí y dada su edad avanzada era grave, se le preparó para recibir los Santos Sacramentos, y tan luego
como los hubo recibido todos, falleció plácidamente en el Señor. También le dió el P. Capellán la bendición Apostólica». Como se ve, Dios le concedió recobrar la lucidez necesaria en
aquel trance supremo, habiendo así logrado consumar felizmente su carrera en este mundo.
Los PP. Fr. Isidoro Fernández de Gamboa de la Virgen del Rosario, fallecido su nuestro
Convento de Manila, y Fr. Antonio Hernández de la Virgen de Vico, muerto también en Filipinas.
Como quiera que en virtud de lo dispuesto por el último Capítulo General, a fin de que se
celebren cuanto antes los sufragios por nuestros Religiosos de Ultramar, se comunica por telégrafo su fallecimiento, no nos es dado comunicar más detalles, pues no daba otros Nuestro
Padre Provincial en su cablegrama a Nuestro Reverendísimo P. Prior General.
El Hermano Lego de votos simples, Fr. Ignacio Ayala del Carmen, de la Provincia de la
Candelaria, falleció en Tumaco (Colombia) el día 24 de Octubre, habiendo recibido los Santos Sacramentos y demás auxilios espirituales.
Por último, tenemos también que participar que el día 10 de Enero, a las once de la mañana, entregó su espíritu al Criador en nuestro Colegio de Marcilla el P. Ex-Definidor Provincial Fr. Agustín Pérez de la Purísima Concepción, a los 65 años de edad y 36 de Profesión
Religiosa.
«El día 5 de Enero (dice N. P. Vicario Provincial en la Circular de defunción) había sido
atacado de pulmonía; y aunque el mal no presentaba síntomas de gravedad
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extrema, se le administraron el día 8 los Santos Sacramentos de Penitencia y Eucaristía en
forma de Viático, habiéndolos recibido con edificante devoción. Desgraciadamente no pudo
recibir la Extremaunción sino sub conditione, por haberle sobrevenido de improviso un colapso cardíaco, del que no volvió: mas creemos piadosa y fundadamente que bien preparado como estaba, le habrá acogido el Señor en el seno de su misericordia».
Oremus pro defunctis nostris
Una oración también por el alma de Dn. Daniel Acereda, padre de nuestro Hno. Corista
Diácono Fr. Manuel. Pasó a mejor vida el día 9 de Enero último, a los 65 años de edad, en
San Felices (Soria), habiendo recibido los Santos Sacramentos.
En nuestro Colegio de Marcilla, donde reside su hijo Religioso, cumpliéronse por el alma
del finado los sufragios de Vigilia y Misa catadas que ordenan nuestras sagradas Leyes.
R. I. P.
AVISO
Para que nuestro BOLETÍN pueda llenar cumplidamente los fines de su
institución, rogamos encarecidamente a los Superiores de nuestros Conventos, Colegios, Misiones y Residencias tengan a bien remitirnos cada mes,
antes del día 20, todas aquellas noticias que puedan contribuir a nuestra
común edificación, y servir en su día para la Historia de nuestra santa Provincia. Y si los PP. Superiores no contasen con tiempo para ello, sírvanse
encargarlo al Religioso o Religiosos de su obediencia que juzgaren más a
propósito para el caso.
La correspondencia se dirigirá al R. P. Director del BOLETÍN de Agustinos Recoletos: Colegio de Marcilla (Navarra).
LA DIRECCIÓN
TIP. DE SANTA RITA
Año VI
1 de Marzo de 1915
Núm. 58
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
IN HONOREM SANCTI JOSEPH
MENSE MARTIO PRAECIPUE CELEBRANDI
Ave, praeclarae sobolis Davidis
Lux, decus, Jesu Genitricis almae
Sponse, praecelsi Geniti Magister
Inclyte Joseph.
Quis tui, Joseph, poterit, pudice
Dive, virtutes celebrare cordis?
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Boletín Oficial
Quos libi sacrem, meritis onusto,
Laudis honores?
Virginis custos sine labe Matris,
Esto lux nobis, tenebras repelle,
Ut tibi puro modulemur almum
Pectore carmen.
Hac die tellus resonans sacratum
Canticum, gratis modulisque Olympi
lncolae cuncti repetant: “In aevum
Gloria Joseph”.
Ipse nam Jesu meruit putari
Et Pater carus, vigilansque custos;
Illius curae fuit alma terris
Credita Virgo.
Ipse, perpulchro Puero parentis
Exequens munus, stabulum relinquit,
Posset ut caedem fugitare, Nato
Jam minitantem.
Quis tui, Joseph, poterit dolorem
Cordis affari viduati Jesu?
Gaudium quisnam, Solymis docentem
Cum reperisti?
Hic tibi paret tribuitque honorem,
Se tibi subdit, simul et tu obedis;
Aspicis gaudens geminata in ore
Oscula figens.
O nimis felix, pius ad suprema
Astitit Jesus vigil, et dolores
Artubus delens tribuit quietem
Fine soporo.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Corporis, Joseph, laqueo solutus
Scandis aeternam properanter arcem.
Quis tuum posset prosequi nitorem
Carmine sacro?
Eja, quos premit dolor haud beati,
Quosque demuisit requies nec ulla,
Nec fugit maeror, properi ad beatum
Pergite Joseph.
Te ergo regnantem flagito in periclis
Adsis totis, ope recreatus
Ut tua possim placidam libenter
Ducere vitam.
Sis mihi extremum subeunti agonem
Fautor, incursus removens averni;
Ut pie victor valeam supremum
Tempus obire.
Dive, qui lucis rutilas ut astrum;
Dive, qui tantis meritis coruscas,
Et mihi ac cunclis tribuas serenum
Scandere Olympum.
Nunc diem tantam recolat canora
Lingua cunctorum; modulis aedon
Gurgites undis, referantque dulci
Murmure fontes.
FR. CÁNDIDO LORENZO DEL CORAZÓN DE JESÚS
A. R.
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SECCIÓN LITÚRGICA
De missa solemni coram SS. Sacramento exposito1
Procedunt omnes juxta ordinem consuetum ad altare, Acolythi cum in presbyterium pervenerint, apud balaustria hinc inde sistunt, ut sacris ministris liberum transitum relinquant.
Isti, cum ad altare pervenerint, ante infimum gradum flectunt utrumque genu et caput profunde inclinant, se erigunt, et missam inchoant. Acolythi similiter genuflectunt hinc inde prope
ministros et genuflexi confessionem faciunt, etc.
Expleta confessione, nulla prius facta genuflexione, ministri ascendunt altare, ibique genuflectunt. Dicto subinde a celebrante Oramus, te, Domine, etc., sine genuflexione aliquantulum se retrahunt versus cornu evangelii, et celebrans conversus ad cornu epistolae imponit
incensum. Thuriferarius tamen advertat tam ante ascensionem ad altare, quam post descensionem de eodem, in plano genuflexionem facere debere.
Diaconus dum celebranti cochlear et thuribulum porrigit ab osculis se abstineat. Omnia
oscula fieri solita in missa solemni sine expositione, retinenda quoque sunt in hac missa, exceptis solummodo osculis cochlearis thuribuli et manus ad incensationem.
Post impositionem et benedictionem thuris, celebrans cum ministris, sine genuflexione, in
supremum gradum descendunt, ita ut terga SS. Sacramento non vertant, et genuflectunt in ora
suppedanei. Celebrans a diacono thuribulum accipit, et sacris ministris posteriorem hinc inde
planetam elevantibus, Sanctissimum triplici ductu et bino ictu, cum profunda capitis inclinatione ante et post incensationem adolet. Deinde surgunt et ad altare rursum accedunt
1
Ex appendice ad Caeremoniale Parochorum evulgata in pubIicatione mensuali «Ephemerides liturgicae».
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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ibique genuflectunt, et thurificationem altaris, non autem crucis, more solito perficiunt.
Expleta incensatione, celebrans stans adhuc in cornu epistolae, tradit thuribulum diacono,
et, manibus junctis, a parte laterali epistolae, ita vertens se ut faciem non avertat ab altari, descendit in supremum altaris gradum, vel in planum, juxta consuetudinem dummodo caveat ne
terga vertat Sacramento; et versus ad populum incensatur a diacono.
Post incensationem, celebrans, adstantibus ministris, conscendit in cornu epistolae ad legendum introitum. Dum cantatur ultimum Kyrie, celebrans cum ministris unus post alium
procedunt in medium, ubi, facta genuflexione, celebrans hymnum angelicum intonat; el ad
verbum Deo, ministri genuflectunt, ascendunt suppedaneum ad latera celebrantis, quin iterent
genuflexionem illuc cum pervenerint. Pos recitatum hymnum, genuflectunt, et directe per
partem episto!ae procedunt ad scamnum.
In fine hymni, assurgunt ministri, et per planum ante infimum altaris gradum procedunt,
super quo gradu genuflectunt unico genu, et ascendunt, sistentes unus post alium. Celebrans
osculatur altare, iterum genuflectit (non autem ministri) et cantat, conversus ad populum, ad
cornu evangelii, Dominus vobiscum: deinde cum ministris genuflexionem repetit ante dicessum ad cornu epistolae.
A cantu lectionis seu epistolae, fiunt omnia juxta consuetum usque dum celebrans incipiat legere evangelium, ad quod accedit, peracta in medio genuflexione ante et post Munda
cor meum. Subdiaconus post osculum manus celebrantis, transfert missale ad cornu evangelii,
faciens ad utrumque latus ante et post genuflexionem; diaconus autem, stans adhuc in cornu
epistolae, signat se signo crucis cum aliis initio evangelii; genuflectit deinde in loco ubi stat,
et descendit in planum a parte epistolae; accipit evangelium, genuflectit ante altare super infimo gradu, et deposito libro in medio altaris, quin iteret genuflexionem, ibi consistit, donec
celebrans evangelii lectionem expleverit.
Lecto evangelio, accedens prope medium altaris, ad cornu epistolae conversus, incensum
de more imponit ac benedicit; ministri assistentes nullam interim faciunt genuflexionem. Incenso benedicto, celebrans ad medium altaris cum ministris convertitur, et omnes
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genuflectunt: thuriferarius autem descendit in planum ad locum consuetum.
Subdiaconus conversus per dexteram suam descendit ante gradus altaris; diaconus vero
convertit se per sinistram, et in ora suppedanei ante altare genuflexus, dicit Munda cor meum,
mediocriter inclinatus; surgit, accipit librum et genuflectit ante celebrantem ut accipiat benedictionem, qua accepta, osculatur celebrantis manum, surgit, simul cum eo genuflectit, et dum
celebrans ad cornu epistolae accedit, ipse descendit ante infimum gradum.
A cantu evangelii usque ad symbolum omnia ut in aliis missis; et diaconus post evangelium, deferens librum osculandum, nullam reverentiam facit, in venerationem sancti evangelii.
Postquam diaconus celebrantem incensaverit, revertitur celebrans cum subdiacono unus
post alium in medium, et genuflectunt suis locis unico genu. Intonato a celebrante Credo in
unum Deum ad verbum Deum ministri suis locis iterum genuflectunt, ascendunt suppedaneum
ad latera celebrantis hinc inde, et recitant cum celebrante Credo. Si sedere velint, genuflectunt, et per breviorem ad scamnum accedunt. Post Et incarnatus, diaconus bursam deferens
accedit ad altare, genuflectit in infimo gradu, ascendit, et explicat corporale super altaris mensam; deinde more solito, genuflectit in suppedaneo et descendit.
Post symbolum, ministri genuflectunt more solito super infimo gradu, et disponunlur
unus post alium: celebrans osculatur altare, genuflexionem facit, et, dicto Dominus vobiscum,
iterum genuflectit, factaque ab omnibus capitis inclinatione ad verbum Oremus, diaconus et
subdiaconus genuflectunt in locis suis, primus suppedaneum conscendit ad dexteram celebrantis, secundus accedit ad credentiam, et accepto calice, genuflectit ad cornu epistolae, super infimo gradu; accepta deinde a diacono patena, antequam descendat, gentiflectit in suppedaneo, et non repetlt genuflexionem cum in planum descendit.
Post orationem Veni, sanctificator, etc., ce!ebrans absque genuflexione, imposito et benedicto incenso, convertitur ad altare, et incensat oblata; quibus incensatis, diaconus calicem e
medio corporalis non amovet. Deinde celebrans, quin cum diacono genuflectat, aliquantulum
ad cornu evangelii se retrahit, diaconus autem
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ad cornu epislolae, et in ora suppedanei ambo genuflectunt. Dum diaconus ad dexteram celebrantis posteriorem planetae fimbriam ei elevat, subdiaconus cum patena in loco suo stans
permanet, celebrans SS. Sacramentum thurificat, proferens verba consueta Dirigatur, etc.
Deinde cum diacono suppedaneum conscendit, genuflectit, et altare incensat. Post altaris thurificationem celebrans in secundo gradu lateris epistolae vel in plano a diacono incensalur
ibique manus lavat etc.
Dum diaconus incensandus est non genuflectit (quia uti celebrans pro impositione incensi, non recedit e medio), sed ad diaconum, cornu epistolae respiciens, conversus, incensatur.
Diaconus vero reddit thuribulum thuriferario, pergit ad locum suum a tergo celebrantis, genuflectit, et se convertit ad thuriferarium recepturus incensationem, uti de subdiacono dictum
est; deinde conversus ad altare, non genuflectit.
Celebrans post Lavabo ad altare ascendit, el facta in medio genuflexione, missam prosequitur juxta solitum usque ad communionem, si excipias quod ad Orate fratres, non perficit
circulum; diaconus post Suscipiat genuflectit, et ascendit suppedaneum ad sinistram celebrantis ad vertenda folia missalis. Ad initium praefationis genuflectit, et descendit ad locum suum
post celebrantem; et iterum ad finem praefationis genuflectit (cum subdiacono, ubi adest consuetudo), et ascendit ad recitandum trisagium, quo expleto, facta genuflexione, descendit, ac
ad sinistram celebrantis transit ubi iterum genuflectit.
Ad orationem Quam oblationem, diaconus, transiens a sinistra ad dexteram celebrantis,
genuflectit antequam descendat non vero in medio. Deinceps a consecratione ad communionem, diacous, subdiaconus et acolythi servant omnia quae in aliis missis solemnibus praescripta sunt. Post communionem ministri similiter observant omnes genuflexiones pro aliis
missis praescriptas: sed insuper ratione Sacramenti in throno expositi, genuflexiones praestare
debent, quoties ad altaris medium accedunt, vel de altaris medio redeunt. Celebrans eodem
loco accipit ablutionem et purificationem, et statim, ministri mutant loca, hinc et inde genuflectendo. Subdiaconus debet genuflectere in suppedaneo, antequam calicem accipiat, et eodem cum calice descendat, sed et genuflexionem facit in
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medo in infimo gradu, ut in aliis missis, quia per medium altaris transit, deinde redit ad locum
suum retro post diaconum sine genuflexione.
Diaconus pro cantando Ite, missa est genuflectit, aliquantulum se abducit extra altaris
medium, versus cornu evangelii, facie quasi versa ad cornu epistolae. Et cum celebrans dicit
orationem Placeat, minisiri genuflectunt, priusquam ascendant apud suppedaneum, pro benedictione. Si est genuflectendum infra ultimum evangelium, omnes ad SS. Sacramentum se
convertunt, et expleta missa, quin in medium altaris accedant descendunt per breviorem in
planum ante altare, caventes ne terga vertant Sacramento, ubi genuflectunt utroque genu cum
profunda capitis inclinatione, et ad sacristiam revertuntur. Si autem post missam benedictionem cum SS. Sacramento impertire opus est, ministri similiter genuflectunt utroque genu in
plano, et ad abacum pro dimittendis casula et manipulis, et induendo per celebrantem pluviali
se recipiunt.
N. B.- Cum ministri ad altare redeunt, genuflexionem simplicem in gradu infimo efficient. Ita dicendum est, si facta fuerit aspersio aquae benedictae: cum ministri ad scamnum
ibunt, et rum ad altare revertuntur, simplex genuflexio facienda est. Benelictio impertiatur ut
infra dicetur.
Quando et quomodo SS. Sacranienti expositio et reservatio fieri debeant, videri potest in
caeremoniali nostro cap. XXIV part. III. Sed tamen animadvertendum est quod S. R. Congo.,
decreto 27 maii 1911 ad IV, aperte declaravit: Non licere super tabernaculum erigere thronum seu parvum ciborium fixum pro expositione SS. Sacramenti, sed debere erigi thronum
tantummodo propter expositionem, et amoveri post ipsam (Decr. auth., n. 4.268). Ergo, ne
rubrica missalis, quae exigit magnam crucem inter candelabra altaris, perpetuo contemptui
habeatur, thronus, peracta expositione ab altari amoveri debet, imo ne pro simplici quidem
benedictione illud in altari ipso apponi potest.
Quoad luminaria notetur ex decr. 15 Mart. 1698 (n. 1.992) in altari, super candelabris ad
minus sex candelas esse retinendas; quod communiter servatur in privata expositione, nam in
publica generatim ad minus quatuordecim collucere solent, et si ecclesia pauper non sit, adhuc
plures apponuntur.
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Si benedictio cum SS. Sacramento facienda sit, celebrans, finita oratione Deus qui nobis
etc., genuflexus velum humerale ab acolytho assumit, quod subdiaconus ante pectus firmat;
postea cum ministris assurgens, suppedaneum cum diacono conscendit subdiconus vero in
gradu supeddaneo proximiori perstat. Diaconus facta cum celebrante genuflexione, accipit
ostensorium, illudque, facie ejus anteriore ad se conversa, calebanti tradit, et velo super manus celebrantis accommodato, descendit, et genuflectit utroque genu cum subdiacono in ora
suppedanei, ubi praemissa capitis inclinatione, fimbrias pluviais in actu benedictionis elevat.
Celebrans, ad benedictionem populo impertiendam, ostensorium elevat tantum usque ad
oculos, deinde illud infra pectus descendit, et, illud iterum usque ad pectus elevans, ad sinistrum humerum ducit et reducit ad dexteram; postea vel circulum perficit et ostensorium super
altare reponit, vel iterum in medium se convertit, antequam circulum perficiat atque ostensorium dimittat. Benedictio necessario dari debet sub silentio chori, ita ut interea nihil omnino
cantetur, non obstante quacumque contraria consuetudine (DD. 2. 464, 2. 722,3), organa vero
pulsari possunt graviori et dulciori sono, ut in elevatione missae solemnis.
Peracta benedictione, dum celebrans cum ostensorio se vertit ad cornu epistolae, diaconus
ascendere, ac ostensorium de manu celebrantis recipere, illudque super corporali reponere
etiam potest; tunc, repetita ab utroque in suppedaneo genuflexione, et a subdiacono in superiori gradu descendunt in planum, quin terga vertant Sacramento exposito, et in infimo gradu
genuflectunt, non inclinantes caput. Hoc tempore non antea celebrans velum humerale dimittit.
Postea diaconus ad suppedaneum ascendit, ibique, parum versus cornu epistolae genuflectit, lunulam cum sacra hostia in capsulam includit, tabernaculum aperit, genuflectit et capsulam in tabernaculo recondit. Repetita genuflexione, ostiulum claudit et in planum descendit.
Tunc omnes surgunt, ministri in plano genuflectunt, et ad sacristiam, ordine quo venerant,
revertuntur, se paramenta deponunt.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
REVISTA CANÓNICA
Decisiones de la Pontificia Comisión De re biblica
Después de dar a conocer a nuestros Religiosos en el número próximo anterior de nuestro
BOLETÍN el Motu proprio de N. Santísimo Padre el Papa Benedicto XV sobre la Comisión
Pontificia instituida por su antecesor Pío X, para restituir a su antigua pureza la versión de los
Libros Sagrados, llamada Vulgata, creemos conveniente insertar en este número y en los siguientes los decretos emanados de la otra Comisión Pontificia «De re biblica» creada por Su
Santidad el P. León XIII en 30 de Octubre de 1902 a fin de promover los Estudios Bíblicos
manteniéndolos a la altura que exigen los adelantos actuales en todas las Ciencias y proveer al
mismo tiempo a la inviolabilidad de la fe; teniendo tales decretos la misma fuerza de obligar
en conciencia que los de las Congregaciones Romanas aprobados por el Papa, según el Motu
proprio de S. S Pío X, de 18 de Noviembre del año 1907.
I
De citationibus tacitis vel implicitis
Quum ad normam directivam habendam pro studiosis S. Scripturae proposita fuerit
Commissioni Pontificiae De re biblica sequens quaestio, videlicet:
–Utrum ad enodandas difficultates quae occurrunt in nonnullis S. Scripturae textibus, qui
facta historica referre videntur, Iiceat exegetae catholico asserere agi in his de citatione tacita
vel implicita documenti ab auctore non inspirato conscripti, cujus adserta omnia auctor inspiratus minime approbare aut sua facere intendit, quaeque ideo ab errore immunia haberi non
possunt?
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Praedicta Commissio biblica respondendum censuit: «Negative, excepto casu in quo, salvis sensu ac judicio Ecclesiae, solidis argumentis probetur: 1.º hagiographum alterius dicta vel
documenta revera citare; et 2.º eadem nec probare nec sua facere, ita ut jure censeatur non
proprio nomine loqui». Quod responsum die 13 Febr. 1905 approbavit Pius X.
II
De narrationibus specietenus tantum historicis in S. Scripturae
Libris qui pro historicis habentur
Proposito sequenti dubio Consilium Pontificium pro studiis de re bibica provehendis respondendum censuit prout sequitur.
Dubium.- Utrum admitti possit tamquam principium rectae exegeseos sententia, quae tenet S. Scripturae Libros, qui pro historicis habentur, sive totaliter, sive ex parte, non historiam
proprie dictam et objective veram quandoque narrare, sed speciem tantum historiae pro se
ferre ad aliquid significandum a proprie litterali seu historica verborum significatione alienum?»
Resp.- Negative, excepto tamen casu, non facile nec temere admittendo, in quo, Ecclesiae sensu non refragante, ejusque salvo judicio solidis argumentis probetur Hagiographum
voluissc non veram et proprie dictam historiam tradere, sed sub specie et forma historiae parabolam, allegoriam vel sensum aliquem a proprie litterali seu historica verborum signiticatione remotum proponere».
Die autem 3 Junii 1905 in Audientia ambobus Rmis. Consultoribus ab Actis benigne concessa. Sanctissimus praedictum «Responsum» ratum habuit ac publici juris fieri mandavit.
III
De mosaica authentia Pentateuchi
Dubium I.- «Utrum argumenta a criticis congesta ad impugnandam authentiam Mosaicam sacrorum librorum, qui Pentatheuchi nomine designantur, tanti sint ponderis, ut post
habitis quampluribus testimoniis utriusque Testamenti collective sumptis, perpetua consensione populi Judaici, Ecclesiae quoque constanti traditione necnon indiciis internis, quae ex
ipso textu eruuntur, jus tribuant
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affirmandi hos libros non Moysem habere auctorem, sed ex fontibus maxima ex parte aetate
Mosaica posterioribus esse confectos?» Resp.: «Negative».
II.- «Utrum Mosaica authentia Pentateuchi talem necessario postulet redactionem totius
operis, ut prorsus tenendum sit Moysen omnia et singula manu sua scripsisse vel amanuensibus dictasse; an etiam eorum hypothesis permitti possit, qui existimant eum opus ipsum a se
sub divinae inspirationis afflatu conceptum alteri vel pluribus scribendum commisisse, ita
tamen ut sensa sua fideliter redderent, nihil contra suam voluntatem scriberent, nihil omitterent; ac tandem opus hac ratione confectum, ab eodem Moyse principe inspiratoque auctore
probatum, ipsiusmet nomine vulgaretur?»
Resp.: «Negative ad primam partem; affirmative ad secundam».
III.- Utrum absque praejudicio Mosaicae authentiae Pentateuchi concedi possit Moysen
ad suum conficiendum opus fontes adhibuisse, scripta videlicet documenta vel orales traditiones, ex quibus secundum peculiarem scopum sibi propositum et sub divinae inspirationis afflatu, nonnulla hauserit eaque ad verbum vel quoad sententiam, contracta vel amplificata, ipsi
operi inseruerit?
Resp.: «Affirmative».
IV.- Utrum salva substantialiter Mosaica authentia et integritate Pentateuchi, admitti possit tam tongo saeculorurn decursu nonnullas ei modificationes obvenisse, uti: additamenta
post Moysi mortem vel ab auctore inspirato apposita, vel glossas et explicationes textui interjectas; vocabula quaedam et formas e sermone antiguato in sermonem recentiorem translatas;
mendosas demum lectiones istio amanuensium adscribendas, de quibus fas sit ad normas artis
criticae disquirere et judicare?»
Resp.: «Affirmative, salvo Ecclesiae judicio».
Romae, die 27 Junii 1906.
IV
De auctore et veritate historica quarti Evangelii
Dubium I.- «Utrum ex constanti, universali et solemni Ecclesiae traditione jam a saeculo
II decurrente, prout maxime eruitur:
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a) ex SS. Patrum, scriptorum ecclesiasticorum immo etiam haereticorum, testimoniis et allusionibus, quae quum ab Apostolorum discipulis vel primis successoribus derivasse oportuerit,
necessario nexu cum ipsa libri origine cohaerent; b) ex recepto semper et ubique nomine auctoris quarti Evangelii in canone et catalogis sacrorum Librorurn; e) ex eorumdem Librorum
vetustissimis manuscriptis codicibus et in varia idiomata versionibus; d) ex publico usu liturgico inde ab Ecclesiae primordiis toto orbe obtinente; praescindendo ab argumento theologico
tam solido argumento histórico demonstretur Joannem Apostolum et non alium quarti Evangelii auctorem esse agnoscendum, ut rationes a criticis in oppositum adductae hanc traditionem nullatenus infirment?»
Resp.: «Affirmative»
Dubium II.- «Utrum etiam rationes internae, quae eruuntur ex textu quarti Evangelii sejunctim considerato, ex scribentis testimonio et Evangelii ipsius cum I Epistola Joannis Apostoli manifesta cognatione, censendae sint confirmare traditionem, quae eidem Apostolo quartum Evangelium indubitanter attribuit? –Et utrum difficultates, quae ex collatione ipsius
Evangelii cum aliis tribus desumuntur, habita prae oculis diversitate temporis, scopi et auditorum, pro quibus vel contra quos auctor scripsit, solvi rationabiliter possint, prout SS. Patres et
exegetae catholici passim praestiterunt?»
Resp.: «Affirmative ad utramque partem».
Dubium III.- «Utrum non obstante praxi, quae a primis temporibus in universa Ecclesia
constantissime viguit, arguendi ex quarto Evangelio tamquam ex documento proprie historico,
considerata nihilominus indole peculiari ejusdem Evangelii, et intentione auctoris manifesta
illustrandi et vindicandi Christi divinitatem ex ipsis factis et sermonibus Domini, dici possit
facta narrata in quarto Evangelio esse totaliter vel ex parte conficta ad hoc, ut sint allegoriae
vel symbola doctrinalia, sermones vero Domini non proprie et vere esse ipsius Domini sermones, sed compositiones theologicas scriptoris, licet in ore Domini positas?»
Resp.: «Negative».
Romae, die 29 Maii 1907.
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V
De indole et auctore libri Isaiae
Dubium I.- «Utrum doceri possit, vaticinia quae leguntur in libro Isaiae —et passim in
Scripturis— non ese veri nominis vaticinia, sed vel narrationes post eventum confictas, vel, si
ante eventum praenuntiatum quidpiam agnosci opus sit, id prophetam non ex supernaturali
Dei futurorum praescii revelatione, sed ex his quae jam contigerunt, felici quadam sagacitate
et naturatis ingenii acumine, conjiciendo praenuntiasse?»
Resp.: «Negative».
Dubium II.- «Utrum sententia quae tenet, Isaiam ceterosque prophetas vaticinia non edidisse nisi de his quae in continenti vel post non grande temporis spatium eventura erant, conciliari possit cum vaticiniis, imprimis messianicis et eschatologicis, ab eisdern prophetis de
longinquo certo editis, necnon cum communi SS. Patrum sententia concorditer asserentium,
prophetas ea quoque praedixisse, quae post multa saecula essent implenda?»
Resp.: «Negative».
Dubium III.- «Utrum admitti possit prophetas non modo tamquam correctores pravitatis
humanae divinique verbi in profectum audientium praecones, verum etiam tamquam praenuntios eventuurn futurorum, constanter alloqui debuisse auditores non quidem futuros, sed praesentes et sibi aequales, ita ut ab ipsis plane intelligi potuerint; proindeque secundam partem
libri Isaiae (cap. XL-LXVI), in qua vates non Judaeos Isaiae aequales, at Judaeos in exsilio
babylonico lugentes veluti inter ipsos vivens alloquitur et solatur, non posse ipsum Isaiam
jamdiu emortuum auctorem habere, sed oportere eam ignoto cuidam vati inter exsules viventi
assignare?»
Resp.: «Negalive».
Dubium IV.- «Utrum, ad impugnandam identitatem auctoris libri Isaiae, argumentum
philologicum, ex lingua stiloque desumptum, tale sit censendum, ut virum gravem, criticae
artis et hebraicae linguae peritum, cogat in eodem libro pluralitatem auctorum agnoscere?»
Resp.: «Negative».
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Dubium V.- «Utrum solida prostent argumenta etiam cumulative sumpta, ad evincendum
Isaiae librum non ipsi soli lsaiae, sed duobus, immo pluribus auctoribus esse tribuendum?»
Resp.: «Negative».
Romae, die 28 Junii 1908.
VI
De charactere historico priorum capitum Geneseos
I.- «Utrum varia systemata exegetica, quae ad excludendum sensum litteralem historicum
trium priorum capitum Geneseos excogitata et scientae fuco propugnata sunt, solido fundamento fulciantur?»
Resp.: «Negative».
II.- «Utrum non obstantibus indole et forma historica libri Geneseos, peculiari trium priorum capitum inter se et cum sequentibus capitibus nexu, multiplici testimonio Scripturarum
tum veteris tum novi Testamenti, unanimi fere sanctorum Patrum sententia a traditionali sensu, quem, ab israelitico etiam populo transmissum semper tenuit Ecclesia, doceri possit, praedicta tria capita Geneseos continere non rerum vere gestarum narrationes, quae scilicet objectivae realitati et historicae veritati respondeant; sed vel fabulosa ex veterum populorum mythologiis et cosmogoniis deprompta et ab auctore sacro, expurgato quovis polytheismi errore,
doctrina monotheisticae accommodata; vel allegorias et symbola, fundamento objectivae realitatis destituta, sub historiae specie ad religiosas et philosphicas veritates inculcandas proposita; et tandem legendas ex parte historias et ex parte fictiticas ad animorum instructionem et
aedificationem libere compositas?»
Resp.: «Negative ad utramque partem».
III.- «Utrum speciatim sensus litteralis historicus vocari in dubium possit, ubi agitur de
factis in eisdem capitibus enarratis, quae christianae religionis fundamenta attingunt; uti sunt,
inter cetera rerum universarum creatio a Deo facta in initio temporis; peculiaris creatio hominis; formatio primae mulieris ex primo homine; generis humani unitas; originalis protoparentum felicitas in statu justitiae, integritatis et immortalitatis; praeceptum a Deo homini ad
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ejus obedientiam probandam; divini praecepti, diabolo sub serpentis specie suasore, transgressio; protoparentum dejectio ab illo primaevo innocentiae statu; nec non Reparatoris futuri
promissio?»
Resp.: «Negative».
IV.- «Utrum in interpretandis illis horum capitum locis, quos Patres et Doctores diverso
modo intellexerunt, quem certi quidpiam definitique tradiderint, liceat, salvo Ecclesiae judicio
servataque fidei analogia, eam quam quisque prudenter probaverit, sequi tuerique sententiarm?»
Resp.: «Affirmative».
V.- «Utrum omnia et singula, verba videlicet et phrases, quae in praedictis capitibus occurrunt, semper et necessario accipienda sint sensu proprio, ita ut ab eo discedere numquam
liceat, etiam cum locutiones ipsae manifesto appareant improprie, seu metaphorice vel anthropomorphice, usurpatae, et sensum proprium vel ratio tenere prohibeat vel necessitas cogat
dimiltere?»
Resp.: «Negative».
VI.- «Utrum, praesupposito litterali et historico sensu, nonnuIlorum locorum eorumdem
capitum interpretatio allegorica et prophetica, praefulgente sanctorum Patrum et Ecclesiae
ipsius exemplo, adhiberi sapienter et utiliter possit?»
Resp.: «Affirmative».
VII.- «Utrum, cum in conscribendo primo Geneseos capite non fuerit sacri auctoris mens
intimam adspectabilium rerum constitutionem ordinemque creationis completum scientifIco
more docere, sed potius suae genti tradere notitiam populorum, prout communis sermo per ea
ferebat tempora, sensibus et captui hominum accommodatam, sit in horum interpretatione
adamussim semperque investiganda scientifici sermonis proprietas?»
Resp.: «Negative».
VIII.- «Utrum in illa sex dierum denominatione atque distinctione, de quibus in Geneseos capite primo, sumi possit vox Yòm (dies) sive sensu proprio pro die naturali, sive sensu
improprio pro quodam temporis spatio, deque hujusmodi quaestione libere inter exegetas disceptare liceat?»
Resp.: «Affirmative».
Romae, 30 Junii 1909.
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VII
De auctoribus et tempore compositionis Psalmorum
I.- «Utrum appellationes Psalmi David, Hymni David, Liber psalmorum David, Psalterium Davidicum, in antiquis colletionibus et in Conciliis ipsis usurpata ad designandum Vet.
Testamenti Librum CL psalmorum; sicut etiam plurium Patrum et Doctorum sententia, qui
tenuerunt omnes prorsus Psalterii psalmos uni David esse adscribendos, tantam vim haheant,
ut Psalterii totius unicus auctor David haberi debeat?»
Resp.: «Negative».
II.- «Utrum ex concordantia textus hebraici cum graeco textu alexandrino aliisque vetustis versionibus argui jure possit, titulos psalmorum hebraico textui praefixos antiquiores esse
versione sic dicta LXX virorum; ac proinde si non directe ab auctoribus ipsis psalmorum, a
vetusta saltem judaica traditione derivasse?»
Resp.: «Afirmative».
III.- «Utrum praedicti psalmorum tituli, judaicae traditionis testes, quando nulla ratio
gravis est contra eorum genuinitatem, prudenter possint in dubium revocari?»
Resp.: «Negative».
IV.- «Utrum, si considerentur Sacrae Scripturae haud infrequentia testimonia circa naturalem Davidis peritiam, Spiritus Sancti charismate illustratam in componendis carminibus
religiosis, institutiones ab ipso conditae de cantu psalmorum liturgico, attributiones psalmorurn ipsi factae tum in Vet. Testamento, tum in Novo, tum in ipsis inscriptionibus, quae psalmis ab antiquo praefixae sunt; insuper consensus judaeorum, Patrum et Doctorum Ecclesiae,
prudenter denegari possit praecipuum Psalterii carminum Davidem esse auctorem, vel contra
affirmari pauca dumtaxat eidem regio Psalterii carmina esse tribuenda?
Resp.: «Negative ad utramque partem».
V.- «Utrum in specie denegari possit davidica origo eorum psalmorum, qui in Veteri vel
Novo Testamento diserte sub Davidis nomine citantur, inter quos prae ceteris recensendi veniunt psalmus II Quare fremuerunt gentes; ps. XV Conserva me, Domine;
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ps. XVII Diligam te, Domine, fortitudo mea; ps. XXXI Beati quorum remissae sunt iniquitates; ps. LXVIII Salvum me fac, Deus; ps. CIX Dixit Dominus Domino meo?»
Resp.: «Negative».
VI.- «Utrum sententia eorum admitti possit qui tenent, inter psaterii psalmos nonnullos
esse sive Davidis, sive aliorum auctorum, qui propter rationes liturgicas et musicales, oscitantiam amanuensium aliasve incompertas causas in plures fuerint divisi vel in unum conjuncti;
itemque alios esse psalmos, uti Miserere mei, Deus, qui ut melius aptarentur circunstantiis
historicis el solemnitatibus populi jadaici, leviter fuerint retractati vel modificati, subtractione
aut additione unius alteriusve versiculi, salva tamen totius textus sacri inspiratione?»
Resps. «Affirmative ad utramque partem».
VII.- «Utrum sententia eorum inter recentiores scriptorum, qui indiciis dumtaxat internis
innixi et minus recta sacri textus interpretatione demonstrare conati sunt non paucos esse
psalmos post tempora Esdrae et Nehemiae, quinimo aevo Machabaeorum, compositos, probabiliter sustineri possit?»
Resp.: «Negative».
VIII.- «Utrum ex multiplici Sacrorum Librorum Novi Testamenti testimonio et unanimi
Patrum consensu, falentibus etiam judaicae gentis scriptoribus, plures agnoscendi sint psalmi
prophetici et messianici, qui futuri Liberatoris adventum, regnum, sacerdotium, passionem,
mortem et resurrectionem vaticinati sunt; ac proinde rejicienda prorsus eorum sententia sit,
qui indolem psalmorum propheticam ac messianicam pervertentes, eadem de Christo oracula
ad futuram tantum sortem populi electi praenuntiandam coarctant?»
Resp. «Affirmative ad utramque partem».
Die autem 1 Maji 1910 in audientia ubique Rvmo. Cunsultore ab actis benigne concessa,
Sanctissimus praedicta responsa rata habuit ac publici juris fieri mandavit. –Romae 1 Maji
1910. –Fulcranus Vigourous, P. S. S. – Laurentius Janssens, O. S. B. Consultores ab actis.
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SAGRADA CONGREGACIÓN DEL CONCILIO
Acerca de la Misa «pro populo»
Dubia.- Ordinarius Papiensis haec dubia, de missa pro populo applicanda, ad sacram
Congregationem Concilii pro opportuna solutione detulit, nimirum:
I.- Utrum post immutationes inductas, obligatio pro parochis adhuc maneat applicandi
missam pro populo sequentibus diebus: die 19 martii in festo S. Josephi, feria IV ante dominicam tertiam post Pascha in festo Patrocinil ejusdem S. Josephi, feria V post dominicam primam post Pentecosten in festo SS. Corporis Christi, et die 21 junii in festo S. Joannis Baptistae?
II.- Utrnm cum in dioecesi Papiensi festum S. Bartholomaei Ap., ob perpetuum impedimentum ex festo Dedicationis ecclesiae cathedratis die 24 augusti occurrente, perpetuo, tamquam in sedem propriam, in posteram diem 25 augusti fuerit traslatum, missa pro poputo hac
ipsa die applicari debeat, an potius die 24 augusti?
III.- Utrum, attento quod in dioecesi Papiensi, diebus festis suppressis, missa pro populo
celebranda ex apostolico indulto, ad mentem Episcopi applicatur, tolerari possit quod parochi,
non ipsa die qua tenerentur, neque per se, sed per alium sacerdotem, missam ut praefertur
applicandam celebrent?
Et sacra eadem Congregatio, die 16 decembris 1914 ad proposita dubia rescripsit
Ad. I.- Affirmative, excepto feria IV ante dominicam tertiam post Pascha, qua festum Patrocinii S. Josephi celebratur.
Ad. II.- Missam pro populo, in casu, celebrandam esse die 25 augusti.
Ad III.- Affirmative.
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Comentario
En cuanto a la primera duda sabido es que los párrocos, como pastores de almas, tienen
obligación de celebrar algunas veces pro populo por derecho natural y divino. Así lo afirma el
Concilio de Trento en la sesión 23, I, De reform. donde dice: «Quum praecepto divino mandatum sit omnibus, quibus animarum cura commissa est, oves suas agnoscere, pro his sacrificium offerre» etc. Y esta obligación es de estricta justicia, como la de todos los oficios pastorales, toda vez que entre el párroco y sus feligreses media un cuasi contrato.
Difícil sería determinar cuántas veces por derecho divino deben los párrocos celebrar por
su pueblo; mas la Iglesia ha venido a resolver esta dificultad con leyes sapientísimas, explicando así el derecho divino y fundando sobre él el derecho eclesiástico. Benedicto XIV en
una constitución que empieza Cum semper, dada el 19 de agosto de 1744, reproduce el catálogo de los días festivos de Urbano VIII inserto en su const. Universa del 13 de septiembre de
1642 y manda que en esos mismos días apliquen la misa por su pueblo cuantos ejercen el oficio pastoral. En virtud de este precepto deben los párrocos aplicar la misa por su pueblo además de los domingos los días siguientes: 1. Natividad del Señor; 2. Circuncisión; 3. Epifanía;
4. Resurrección con los dos días siguientes; 5. Ascensión; 6. Pentecostés con los dos días siguientes; 7. Sma. Trinidad; 8. Corpus Christi; 9. Invención de la Santa Cruz; 10. Purificación;
11. Anunciación; 12. Asunción de la Sma. Virgen; 13. Natividad de María Sma.; 14 Dedicación de S. Miguel; 15. Natividad de San Juan Bautista; 16. S. Pedro y S. Pablo; 17. S. Andrés;
18, Santiago; 19. S. Juan; 20. Sto. Tomás; 21. S. Felipe y Santiago; 22. 5. Bartolomé; 23. S.
Mateo; 24. S. Simón y Judas; 25. 5. Matías; 26. S. Esteban protomártir; 27. Los Stos. Inocentes; 28. S. Lorenzo; 29. S. Silvestre; 30. S. José; 31. Sta. Ana; 32. Todos los Santos; 33. los
Patronos del Reino; 34. El Patrón del lugar; y 35. Por decreto de Clemente XI Commissi nobis
del 6 de diciembre de 1708 la fiesta de la Inmaculada Concepción.
Además de los párrocos tienen obligación de aplicar la misa pro populo en los días mencionados los Obispos diocesanos, los Abades
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que tienen territorio separado con jurisdicción en el clero y en el pueblo, los Vicarios que administran una parroquia vacante o están supliendo la ausencia del párroco, siempre que éste
por cualquier motivo no la aplique, y en general todos los que tienen cura de almas: Ista mens
nostra, dice Benedicto XIV en su citada const. Cum semper; Ista mens nostra et sententia
est... quod omnes et singuli, qui actu animarum curam exercent, et non solum parochi, aut
vicarii saeculares, verurn etiam... regulares... aeque teneantur missam parochialem (omnibus
diebus festis, ut supra) applicare pro populo ipsorum curae commisso. Sin embargo, no están
sujetos a esta obligación los Obispos titulares, ni los auxiliares, pero sí los Administradores
Apostólicos, que hacen las veces de los Obispos. Tampoco lo están, al menos probablemente,
los Vicarios capitulares Sede vacante, ni los Vicarios apostólicos y misioneros, cuando ejercen cura de almas en aquellos lugares en que la Sede episcopal y las parroquias no están canónicamente erigidas.
Por lo que hace a los Prelados regulares tampoco consta que tengan esta obligación; pues,
nada en concreto dicen de ellos la const. Cum semper de Benedicto XIV, ni la encíclica
Amantissimi Redemtoris de Pío IX, ni las letras In supremae de León XIII: más aún, habiéndose propuesto dos veces a la Santa Sede esta cuestión, las dos veces, dice Giraldi, la dejó sin
resolver. Algunos autores han querido incluir entre los obligados a celebrar la misa «pro populo» a los Prelados regulares: Onus applicandi missam pro animabas sibi commissis ita inhaerens, ex divino praecepto, officio pastorum semper habitum ut illud a nonnullis extendatur
ad Praelatos regulares (Acta S. Sedis, t. VIII, p. 706, nota): pero no constando con certeza
hasta dónde llega la obligación de derecho divino ni a quiénes comprende, y no habiendo legislado la Iglesia cosa alguna sobre este punto, parece que debemos concluir: Non est imponenda obligatio nisi de ea certo constet.
En nuestra Orden, sin embargo, siempre suelen nuestros Superiores aplicar la misa en los
domingos y días de precepto pro animabus sibi commissis, y en el número 165 de nuestras
nuevas Constituciones se les impone esta obligación: Praelati Ordinis
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nostri curam animarum habentes, uti sunt P. N. Vicarius Generalis, Provincialis, Priores ac
Rectores pro suis subditis, respective Missam applicare debent singulis Dominicis ac festis de
praecepto. Mas no constando que esta obligación sea de derecho divino, ni de derecho eclesiástico, sólo estarán obligados nuestros Superiores a celebrar la misa por sus súbditos en los
días citados, en cuanto que así lo prescriben nuestras sagradas leyes; de aquí que si un Superior nuestro, por cualquier motivo razonable, deja de aplicar la misa por sus súbditos en algún
día de los preceptuados, no cometerá culpa teológica, porque nuestras leyes no obligan a pecado: Fratrum autem quieti et animorum tranquilitatem consulentes, declaramus, Regulam et
Constitutiones ac quascumque Superiorum ordinationes nullatenus nos obligare ad culpam,
quae theologica dicitur; sed tantum ad poenam, nisi adsit praeceptum formalis obedientiae,
vel contemptus Regulae aut legis. (Núm. 1.135 de las nuevas Constituciones.)
Mas dejando esta cuestión sobre las personas obligadas a celebrar pro populo en los días
fijados en la constitución Cum semper de Benedicto XIV, vengamos ya a decir algo sobre la
primera de las dudas propuestas a la S. C. del Concilio por el Rvmo. Señor Obispo de Pavía.
Pregunta dicho Sr. Obispo: «Si después de las inmutaciones introducidas (in diebus festis)
quedan todavia los párrocos con la obligación de celebrar la misa pro populo el día 19 de
Marzo, fiesta de San José; el miércoles que precede al domingo tercero después de Pascua,
fiesta del Patrocinio del mismo Patriarca; el jueves después del domingo post Pentecosten,
fiesta del Smo. Corpus Christi, y el 24 de Junio, fiesta de San Juan Bautista».
Hasta el 2 de Julio de 1911, en que Pío X, de feliz memoria, dió su Motu proprio Supremi
Disciplinae Ecclesiasticae por el que reducía a ocho los días festivos para toda la Iglesia, todavía venían guardándose, por no haber sido suprimidas, la fiesta de San José, el 19 de Marzo, y la del Smo. Corpus Christi el jueves siguiente al domingo de la Santísima Trinidad. Mas
en virtud del citado «Motu proprio» S. S. Pío X disponía que en adelante la festividad de San
José se celebrase en el domingo siguienle al 19 de Marzo, la de
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San Juan Bautista en el domingo anterior a la fiesta de San Pedro y San Pablo, y la del Smo.
Corpus Christi en el domingo siguiente al de la Sma. Trinidad. Pocos días después, el 2 del
mismo mes y año, el mismo Pontífice, a petición de algunos Obispos, por un decreto de la S.
C. de Ritos que empieza: Evulgato «Motu proprio» ordenaba entre otras cosas, que el 19 de
Marzo se celebrase la fiesta de San José con el título de Conmemoración solemne de San José, Esposo de la Sma. Virgen, Confesor; que el domingo tercero después de Pascua se celebrase su Patrocinio con el título de: Solemnidad de San José, Esposo de la Sma. Virgen, Patrón de la Iglesia Universal; y que el jueves después del domingo de la Sma. Trinidad se celebrase la fiesta del Cerpus Christi con e! título de: Conmemoración solemne del Smo. Corpus
Christi, pero al mismo tiempo dispensaba a los fieles del precepto eclesiástico de oír misa y
de no trabajar en los días 19 de Marzo, Conmemoración de San José y en la Conmemoración
del Smo. Corpus Christi1. Por último, el 23 de Octubre de 1913, con motivo de introducir algunas reformas en las rúbricas del Breviario, publicó por medio de la S. C. de Ritos el «Motu
proprio»: Abhinc duos annos, en el que dispuso que en adelante no se fijara fiesta alguna en
domingo perpetuamente, y en consecuencia que la fiesta del Patrocinio de San José, que se
había fijado en el domingo tercero después de Pascua, se trasladara al miércoles anterior, y la
de San Juan, que venía celebrándose el domingo anterior a la fiesta de San Pedro y San Pablo,
volviera a celebrarse como antiguamenle el dia 24 de Junio.
Teniendo en cuenta estos precedentes fácilmente se comprende que la S. C. del Concilio
a la primera duda propuesta por el Sr. Obispo de Pavía contestara: Affirmative, es decir, que
los párrocos tienen obligación de celebrar pro populo en los mencionados días; excepta feria
IV ante dominicam tertiam post Pascha qua festum Patrocinii S. Josephi celebratur; pues,
debiéndose celebrar en adelante las fiestas de S. José, de S. Juan y del Smo.
1
En España se celebran estas dos fiestas sub utroque praecepto por concesión hecha el 8 de Febrero de 1912 a
petición del Card. Aguirre Arzobispo de Toledo y de los demás Obispos españoles.
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Corpus Christi en los días fijados en la const. Universa de Urbano VIII, no había razón para
que los párrocos quedaran exentos de aplicar la misa en los días citados pro populo por más
que los fieles quedaran desligados de guardar en ellos el precepto eclesiástico. Así lo habían
declarado en otras ocasiones semejantes en innumerables decretos las SS. CC. del Concilio y
de Ritos, al suprimir algunos días festivos los Pontífices Pío Vl, Pío VII y Pio IX. Este último
para cortar de raíz toda duda, en una encíclica del 3 de mayo de 1858, que comienza «Amantissimi», dice terminantemente: «Declaramus, statuimus, atque decernimus, parochos aliosque
omnes animarum curam actu gerentes sacrosanctum missae sacrificium pro populo sibi commisso celebrare et applicare debere, tum omnibus dominicis aliisque diebus qui ex praecepto
adhuc servantur, tum aliis etiam, qui ex hujus Apostolicae Sedis indulgentia ex dierum de
praecepto festorum numero sublati ac traslati sunt, quemadmodum ipsi animarum curatores
debebant dum memorata Urbani VIII constitutio in pleno suo robore vigebat, antequam festivi
de praecepto dies imminuerentur ac transferrentur. Quod vero attinet ad festos translatos dies,
id unum excipimus, ut scilicet quando una cum solemnitate divinum officium translatum fuerit in dominicum diem, una tantum missa pro populo sit a parochis applicanda, quandoquidem
missa, quae praecipua officii divini pars est, una simul cum ipso officio tranlata existimari
debet». Por to que hace a los días festivos últimamente suprimidos por Pío X, también la S. C.
del Concitio en unas letras dadas el 3 de Mayo de 1912 dice bien claramente: Ea vero fuit et
est Sanctitatis suae mens, ut relaxata maneat tantummodo sanctio, qua fideles tenebantur
audire Sacrum et abstinere ab operibus servilibus. Luego debía quedar en pie la obligación de
los párrocos de celebrar pro populo en dichos días suprimidos; y si bien al ser trasladadas al
domingo las fiestas de S. José, de S. Juan y del Corpus por el Motu proprio del 2 de Julio de
1911, podían los párrocos satisfacer ambas obligaciones, aplicando pro populo una sola misa;
al ser devueltas a sus respectivos días dichas festividades, es claro que además de la misa, que
deben aplicar pro populo todos los domingos, deberán aplicar otra en los días en que caigan
las fiestas mencionadas, aunque los fieles no estén ya obligados
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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al precepto eclesiástico de oír misa y abstenerse de las obras serviles.
No sucede lo mismo con la fiesta del Patrocinio de San José, que no se encuentra en el
catálogo de los dias festivos de la const. Universa de Urbano VIII. Si antes, pues, tenían los
párrocos obligación de celebrar en ella la misa pro populo, no era por razón de la fiesta del
Patrocinio, sino por celebrarse en domingo. Por eso contesta la S. C. del Concilio: Excepta
feria IV ante dominicam tertiam post Pascha, qua festum Patrocinii S. Josephi celebratur; y
con mucha razón, porque de otro modo quedaría agravada la carga de los párrocos de celebrar
pro populo debiendo ahora celebrar también el miércoles anterior al domingo tercero después
de Pascua, cosa que nunca estuvo en la mente del Legislador, a quien no podía ocultarse el
miserable estado en que se hallan la mayor parte de los párrocos.
Poco tenemos ya que decir en cuanto a la segunda duda del señor Obispo de Pavía; pues,
como se ve por la segunda respuesta de la S. C. del Concilio, antiguamente celebrábase en
Pavía sub utroque praecepto la fiesta de S. Bartolomé el 25 de agosto, por estar impedida
perpetuamente, a causa de celebrarse el 24 del mismo mes la fiesta de la Dedicación de la
Iglesia catedral: quitado, pues, el precepto eclesiástico de oír misa y no trabajar, queda en el
mismo día la obigación de los párrocos de aplicar la misa pro populo.
En cuanto a la tercera duda hay que decir que la aplicación de la misa pro populo es una
obligación real, personal y local; por eso el párroco per se debe cumplirla él mismo en los
días festivos cuando asiste el pueblo. Mas si se trata de la aplicación de la misa en los días que
ya no son de precepto, como no tiene obligación de asistir el pueblo, no hay necesidad de tomar esta ley con tanto rigor. De aquí que bien puede el párroco, con justa causa, delegar a otro
sacerdote la obligación de aplicar la misa, o también, como declara la S. C., aplicarla él mismo en otro día.
FR. J. A.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
SAGRADA CONGREGACIÓN DE RELIGIOSOS
Duda sobre los manuscritos de los Religiosos
Sacra Congregatio de Religiosis, in plenario coetu ad Vaticanum habito die 2 Junii 1911,
nonnulla dubia de Religiosorum manuscriptis perpendit et resolvit, de quibus videre est in hoc
Commentario. (Acta App. Sedis, pag. 270 ejusdem anni) – Nunc autem rursum ab ea quaesitum est:
«An Religiosi tum votorum solemnium, tum votorum simplicium qui aliquod manuscriptum durantibus votis exaraverunt, ejusdem dominium habeant, ita ut illud donare aut quocumque titulo alienare valeant».
Et Emmi. PP. Cardinales hujus sacrae Congregationis, in plenario coetu ad Vaticanum
habito die 11 Julii 1913, responderunt: «Negative».
Quam Emorum. Patrum responsionem Ssmus. Dnus. noster Pius Papa X, referente infrascripto S. Congregationis Secretario, ratam habuit et confirmavit die 13 Julli 1913. –O. Card.
Cagiano de Azevedo, Pro-Praefectus. –L † L. –† Donatus Archiep. Ephesinus. Secretarius.
Comentario
La resolución, dada por la Congregación a la duda propuesta, ¿deja ya sin valor la cuestión, que había entre los autores acerca de si los manuscritos de los Religiosos caen bajo el
voto de pobreza? Creemos que no.
Todos están conformes en que los Religiosos conservan lícitamente la propiedad de aquellos bienes, que no tienen valor estimable
de Agustinos Recoletos de Filipinas
319
en precio, como las Reliquias y obras espirituales. ¿Retendrán también la propiedad de los
manuscritos? Los autores se dividen; unos sostienen que sí, sean manuscritos hechos por los
mismos Religiosos o sean obra de otro, porque tales manuscritos son algo espiritual, fruto del
talento propio o ajeno; son cosas, que pertenecen a la ciencia, que no cae bajo el voto de pobreza; por tanto los Religiosos lícitamente retienen la propiedad de los manuscritos. Clemente
VIII además declaró expresamente en su Const. «Religiosae Congregationis» que los Religiosos pueden entre sí hacerse donación de sus propios manuscritos. Esta sentencia es, según S.
Alfonso, la más probable y comunísima. Pero hay algunos, que sostienen que no tienen los
religiosos la propiedad de sus manuscritos, ya sean obra de otros y donados a él, ya sean obra
suya.
En 1911 se propusieron a la Congregación las dudas siguientes: 1.ª Si los Religiosos de
Institutos de votos simples vienen obligados a las mismas leyes que los Regulares de votos
sólemnes en cuanto a pedir el beneplácito de sus Superiores siempre que pretendan dar a luz
algún manuscrito suyo 2.ª Si los Religiosos cuando sus Superiores les prohíben publicar algún
manuscrito, o les nieguen el «Imprimatur», pueden darlo a aIgún impresor, que lo publique
con el Imprimatur del Ordinario del lugar, callando el nombre del autor.
La S. Congregación contestó el día 2 de junio a la 1.ª Affirmative; a la 2.ª Negative.
Pero aún podía darse el caso de que un Religioso, dueño de un manuscrito lo diese a un
pariente, amigo u otra persona cualquiera y ésta, propietaria ya del escrito, lo imprimiese sin
licencia del Superior del Religioso. Éste es es caso que se previene ahora, pues la Congregación dice que los Religiosos así de votos solemnes como los de votos simples, que escriban
alguna cosa durante los votos, no tienen el dominio de tales escritos de tal manera qne puedan
donarlos o enajenarlos por otro título cualquiera. Esta respuesta de la Congregación precisa
más el dominio y la extensión del voto de pobreza haciendo que en la práctica los escritos de
los Religiosos no puedan llegar a imprimirse sin la licencia de sus Superiores, ni tengan un
valor estimable en precio, que antes no tenían. Mas no resuelve la cuestión del dominio de los
manuscritos de modo que
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Boletín Oficial
ya no pueda sostenerse la primera opinión, que es comunísima y la más probable y aunque
prcticamenIe en virtud de este dominio no pueda ya el Religioso donar ni enajenarlos de modo alguno podrá según esta opinión hacer otros actos de propiedad no prohibidos, v. gr.: quemarlos o destruirlos. Así lo reconoce el P. Ferreres (Razón y Fe —1913— pág. 246). Ni faltaría contra la pobreza el religioso, que se negase a entregar su manuscrito al Superior o a consentir que se diera a la imprenta.
Ahora lo mismo que antes si un religioso hiciera algún manuscrito en virtud de oficio o
encargo, que le confiere la Orden y ésta sufraga los gastos, que necesite el Religioso, todos
están conformes en que la propiedad pertenece a la Orden y no al Religioso.
¿Este Decreto comprenderá toda clase de manuscritos? Dos ciases podemos considerar:
Unos, que tienen algun valor y que bien pueden darse a la imprenta; otros, meros apuntes que
uno hace para su uso. El Decreto comprende los primeros, no los segundos, que no tienen
valor estimable en precio, y sí sólo valor espiritual, esto es, para ayudar a la memoria. Pasado
tiempo v. gr.: después de muerto el religioso que los escribió, puede suceder que estos apuntes
adquieran verdadero valor real, por la fama del autor u otra circunstancia: entonces estos manuscritos pertenecen a la Religión; o bien a la persona que legítimamente los hubiese adquirido.
Resumiendo; este Decreto es complemento del 2 de junio de 1911; en él se declara que
los Religiosos, sean de votos solemnes sean de votos simples, no tienen dominio por ningun
título de los manuscritos que hicieren durante los votos, de tal manera que puedan donarlos ni
enajenarlos ni por contrato gratuito ni por contrato oneroso. No hemos de extenderlo a otros
actos, pues de lo que se trata es de impedir que algún Religioso pueda venir a publicar un escrito sin licencia de su Superior. Los escritos de que se trata, son aquellos que tengan algún
valor estimable en precio y hechos durante los votos, de manera que lo que escribió antes deberá considerarse como cualquiera de los otros bienes que tuviera antes de profesar. –El Decreto sólo habla de los escritos, obra del mismo religioso; otros, que hayan venido a él, caerán
bajo el voto de pobreza en cuanto sean estimables en precio. Finalmente el Decreto
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comprende los manuscritos, aunque fueran hechos antes de ser promulgado.
Si un Religioso es trasladado a otra Casa, ¿podrá llevarse un manuscrto, de que trata el
Decreto? Parece que sí, al menos por el consentimiento tácito de los Superiores.
FR. V. J. V.
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CASUS CONSCIENTIAE
PRO ANNO 1914-15
I. Severus parochus dubitat an possit vel debeat baptizare puerum quem Rauca obstetrix
jam baptizatum dictitat. Rauca asserit se rite baptizasse infantem paulo post ortum vere periclitantem, etsi alii domus nihil viderent eo quod puerperae curas exhiberent. Regulus autem
pueri pater petit a parocho ut baptismus quamtotius puero conferatur quia non credit Rauca
cum nullus omnino baptisma adverterit, et, insuper, instat et urget pro baptismo eo quod, etsi
obstetrix baptizaverit, dubitari possit ac debeat de collato baptismo, cum Rauca rudis sit atque
dubiae famae. Severus non ignorat quod Rauca vere sciat baptizare, sed bene novit Regulum
virum in populo praepotentem quem non expedit infensum habere, et, ideo, ut lis statim finiatur, puerulum sub conditione baptizat. Nunc autem Severo novum dubium exsurgit super irregularitate quam fortasse sibi attraxit rebaptizans et quae ipsum prohibebat a sacramentis ministrandis. Pro dubiorum solutione:
II. Crescens et Crescentius, missionarii inter aglipayanos philippinos, valde inter se disputant circa valorem sacramentorum et signanter baptismi ab his collati: hinc diversa illorum
praxis circa redeuntes ad Eclesiam.
Crescens enim omnes baptizatos ab aglipayanis denuo sub conditione
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baptizat: immo multoties baptisma confert praecipue si de iis agatur qui baptisma suscepere a
neo-sacerdotibus aglipayanis. Ait enim quod regulariter interveniat defectus in materia et
forma vel in ipsarum applicatione; sin minus, quod semper deficiat vera intentio baptizandi
propter imperitiam si de neo-sacerdotibus agatur, et propter maximam malitiam si de primoevis aglipayanis sit sermo, nam ii necessario suam sectam ut falsam agnoscere debent et ideo
intentionem faciendi sacramentum habere nullatenus possunt.
Crescentius vero opinatur quod baptisma iterari non debeat nec possit nisi adsit certitudo
moralis de ejus nullitate. Ideo si aglipayanus sacerdos gravis sit et diligens in sua communi
agendi ratione, Crescentius nihil inquirit super ab hujusmodi baptizati et eos in sinum Ecclesia
recipit sola errorum abjuratione: circa alios autem baptizatos requirit quidem omnia externa
circa aquam, verba etc., sed nihil omnino curat de ministri intentione.
Quaeritur: 1.º An et qualis fides, probitas et intentio requiratur in sacramentorum ministro. –2.º An omnis mutatio materiae vel formae vitiet sacramentum. –3.º Suntne omnes ab
aglipayanis baptizati iterum sub conditione baptizandi: quod dubium sufficiat pro iteratione
baptismatis. –4.º Qualis certitudo baptismi requiratur et sufficiat ut conditionata repetitio
omitti possit vel debeat. –5.º Quid judicandum de Crescente et Crerscencio.
III. Rectus parochus sollicitum ac infatigabilem sese exhibet pro audiendis confessionihus in diebus festis praecipue solemnioribus, nam maxima et verior festi solemnitas, ait
ipse, consistit in quam maxima communicantium multitudine: attamen diebus ferialibus, si ad
confessionale advocetur, morositate laborat praecipue circa personas qui sacramenta frequentant ne, ait ipse, earum scrupulis vel nimietatibus plus aequo infulgeat. Ad infirmos, cum vocatur, citissime adit, confessionem eorum excipit, eos viatico reficit et, si infirmitas vere gravis sit, etiam inungit atque, data benedictione pro articulo mortis, Domino commendat, quin
amplius curet eos invisere. Imo contagioso morbo parochiam invadente, eam committit vicario idoneo ut ipse in locum secururn aufugiat.
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Boletín Oficial
Rediens autem jussu Praelati sanorum curae ipse invigilat, infirmorum asistentiam vicario
relinquens:
Quaeritur: 1.º Quae et quanta sit obligatio ministri quoad conferenda sacramenta. –2.º
Quae sacramenta et quando ministranda sint etiam cum vitae periculo. –3.º An in aliquibus de
quibus in casu, et quomodo Rectus peccaverit.
IV. Graviler infirmatur Restrepus vir dives et coelebs qui apud se habet Ceriam ut famulam sed, juxta populi communem vocem, tanquam concubinam. Advocatur Cisinus parochus
qui infirmi confessionem exaudit, quin ullum verbum proferat Restrepus circa Ceriam: Cisinus autem hortatur infirmum ut omnia secreta conscientiae pandat et etiam indicat rumores
qui de ejus vita apud populum exandiuntur, et ultimo minatur quod Viaticum ipsi non sit allaturus nisi prius Ceriam dimittat. Restrepus autem respondet quod nihil cum Ceria haheat unde
ex corde deplorat et repellit populi voces tanquam calumnias et petit absolutionem et postea
viaticum quin e domo exeat Ceria innocens, nunc ipsi necessaria in infirmitate; et insuper «si
Ceria e domo discedit, rumores vulgi confirmabuntur et utriusque fama pro semper peribt».
Cisinus omnia perspiciens, absolutionem impertitur viaticum autem deferre detrectat nisi Ceria exeat sed audit vocem Restrepi viaticum deposcentis et tribunal divini Judicis minantis nisi
afferatur, unde ad Prudentium collegam accedit et inter alia…
Quaerit: 1.º Quid de obligatione denegandi sacramenta indignis petentibs tenendum sit. –
2.º An revera Restrepus indignus Viatici censendus sit ob populi rumores. –3.º Quid dicendum de Cisino qui viaticum negat et absolutionem impertitur, etsi Restrepus non acquiescat
suis mandatis. –4.º Quid de amissione famae etc. ut rationibus pro continuatione Ceriae si
vulgi rumores veritate niterentur. 5.º Quid nunc in casu ab ipso agendum.
V. Andreas missionarius annuatim visitat perplures domos turmatim vel seorsim intra
nemus Insulae Mindoro hinc et inde sparsas ubi indiscriminatim fideles et pagani vivunt, omnes quoscumque infantes christianorum filios baptizat, etsi aliquando patres
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etiam essentialia Religionis ignorent; similiter paganorum infantes sponte oblatos etsi in patrum potestate mansuri sint et forsam numquam de christana religione sint audituri: cum tempore morbi contagiosi plures paganos sive infantes sive adultos periculose decumbentes inveniret, infantes omnes absolute baptizabat, etsi aliquoties patres renuerent, atque etiam adultos
sensibus destitutos; adultos autem sui conscios docebat essentialia ad salutem et, nisi opponerent repugantiam positivam, statim baptizabat gratulans sibi de eorum idifferentia ad quaecumque ipse facturus esset: christianis similiter, si sensibus destituti sint, extreman unctionem
impertitur etsi aliqui septeni tantum sint et sacram Eucharistiam et paenitentiam nondum acceperint: aliqui, horum recuperata valetudine, gaudent de baptismo vel extrema unctione; alii
autem baptismum irrident.
Andreas graviler carpitur a Romano pro hac agendi ratione, unde a te probo moralista:
Quaerit: 1.º Quae intentio et instructio necessaria sit in subjecto sacramentorum. –2.º
Quid judicandum de sua agendi ratione et de valore et certitudine sacramentorum collatorum.
–3.º An major securitas sit procuranda.
VI. Romanus missionarius visitans suae jurisdictionis territorium in Mindoro plura matrimonia christianorum invenit celebrata absque praesentia parochi et testium quae ipse rite
legalizare non vult etsi ex aliquibus jam nati fuere filii. Si causam renuntiae interrogas, tibi
respodebit quod multi ex ipsis nec essentialia religionis sciant; alii sunt baptizati ab Aglipayanis; alii in catholica Ecclesia baptizati absque ulla praxi christiana vixerunt; hi suos filios neosacerdotibus aglipayanis baptizandos tradiderunt; illi cum aglipayanis matrimonio juncti sunt,
nec distinguunt matrimonium ecclesiasticum a civili et praeterea impossibile est eos separare
dum instruuntur, proclamationes fiunt, et alia necessaria inquiruntur.
Andreas autem Romani socius deplorat tot matrimoniorum statum et opinatur quod, his in
adjunctis, sufficiat aliqua instructio Romani qui ad matrimonia canonica procedere debet absque proclamationibus,
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praevia tamen saramentali confessione quae conjungendorum praeteritam vitam defaecet.
Quaeritur: 1.º Quae praesentia parochi et an semper necessaria sit pro validitate matrimonii canonici. –2.º An aliqui, de quibus in casu, matrimonium canonicum facere potuissent
absque praesentia parochi. –3.º An matrimonium canonicum existat catholicos inter et aglipayanos si nihil obstat praeter religionem. –4.º An aglipayani catholici habendi sint in ordine ad
matrimonium. –5.º An parochus matrimoniis aglipayanorum inter se sive cum catholicis assistere possit et debeat et quomodo. –6.º An parochus aliqua superiori Iicentia indigeat ut valide aut licite assistat praedictis matrimoniis. – 7.º Quid dicendum de Romano et Andrea.
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DOCUMENTOS INÉDITOS
RESEÑA HISTÓRICA
de nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas,
desde su origen hasta el año 1750, escrita por el Vble. P.
Rector Provincial Fr. José de la Concepción1
Antiguamente los Venerables Padres Provinciales de las Órdenes Religiosas de Filipinas,
en cumplimiento de lo mandado por varias Reales Cédulas, presentaban de tiempo en tiempo
a Su Majestad Católica una relación del personal y Ministerios de sus respectivas Provincias,
y son verdaderamente notables las Memorias escritas por los Padres Provinciales Fr. Nicolás
Becerra de la Virgen de la Montaña el año 18202, Fr. Blas de las Mercedes en 18383, Fr. Juan
Félix de la Encarnación en 18514, y la publicada en 1879 de orden de N. P. Provincial Fr.
Aquilino Bon de San Sebastián5. Y no hemos citado más que las dadas a la estampa, pero es
indudable que la escrita en 1751 por N. P. Fr. José de la Concepción sobrepuja en mérito a
todas las demás, ya por su mayor antigüedad, ya por las noticias interesantísimas que trae de
nuestra Santa Provincia de Filipinas, de cuya historia, hasta el año en que se escribió dicha
Memoria, viene a ser un resumen bastante acabado. Por lo cual nos ha parecido muy justo
darle los honores de la publicidad,
1
Catálogo de los Religiosos Agustinos Recoletos, pág. 200.
Ib. pág. 385.
3
Ib. pág. 360.
4
Catálogo, pág. 407.
5
Ib. págs. 463 y 527.
2
328
Boletín Oficial
y no menos conveniente que tengan conocimiento de ella todos nuestros Religiosos.
De esta Memoria se ocupa su Autor en carta, fecha 2 de Junio de 17511 dirigida al entonces Nuestro Reverendísimo Padre Vicario General, a quien comunica que por conducto del P.
Fr. Miguel de S. Marcial recién nombrado Comisario, envía a su Reverendísima una copia de
la Relación que había escrito, y que el origina!, destinado para ser presentado a Su Majestad
Católica o al Real y Supremo Consejo de Indias, formaba «un libro con aforro o cubierta de
terciopelo encarnado, con sus manecillas de plata a modo de Misal, por el honor debido a la
alta Católica Majestad… con siete mapas muy curiosos, puestos cada uno en el lugar que le
corresponde en dicho libro».
Habiendo fallecido en Acapulco antes de llegar a España el citado P. Comisario2, la Provincia nombró para dicho cargo al P. Fr. Miguel de Santo Tomás de Villanueva3, quien juntamente con los despachos confiados a su antecesor hubo de presentar en el Real Consejo de
Indias la Memoria de N. P. Concepción, que hoy empezamos a publicar, valiéndonos para ello
del ejemplar guardado en el Archivo de Provincia, y de una copia empezada por N. P. Minguella, hoy dignísimo Obispo de Sigüenza y terminada por encargo del mismo. El ejempar
existente en nuestro Archivo forma un tomo en folio de 101 hojas primorosamente escrito, y
firmado por el mismo P. Concepción, pero sin copia de los mapas que contenía el ejemplar
presentado a S. M. C., el cual deberá hallarse en el Archivo de Indias.
Y, sin más preámbulos, damos principio a la publicación de tan importante trabajo.
1
Archivo de Provincia, tomo 1.º de Cartas (libro núm. 64, folio 44).
Catálogo, pág. 214.
3
Ib. pág. 218.
2
de Agustinos Recoletos de Filipinas
El Rector Provincial de la
Provincia de San Ni-colás de
Tolentino de Religiosos Agustinos Recoletos Descalzos en
las Is-las Filipinas.
Informa a V. M. del origen, progresos y actual estado
de dicha su Provincia: De las
Islas y Provincias que ha reducido a la fe católica y vasallaje
de V. M. sin costo alguno del
Real Erario: Del número de
Islas que administra y de los
pueblos, Doctrinas, Misiones,
Tri-butos, almas y de catecúmenos que tiene a su car-go en
ellos: De los Religiosos, que de
cuenta de la Real Hacienda y
de or-den de la los gloriosos
an-tecesores de V. M. han
pasado a dichas Islas: De los
que actualmente componen
dicha su Provincia y necesita:
De los trabajos que tolera y
peligros a que están expuestos
sus Religiosos por las continuas invasiones de los moros:
Y de los servicios que ha hecho
a la Real Corona y hace a V.
M. desempeñando Vuestra
Real Confianza en dichas Islas.
329
SEÑOR:
Fr. José de la Concepción, Religioso Agustino Recoleto
Descalzo, Examinador Sinodal del Arzobispado de Manila
y Calificador del Santo Oficio, Ex-Provincial, y actual Rector Provincial de su Provincia de San Nicolás de Tolentino
de las Islas Filipinas, en obedecimiento al Supremo Orden
de V. M. manifestado en su Real Cédula fecha en Aranjuez
a 21 de Mayo del año pasado 1747: Da cuenta a V. M. del
origen, progreso y estado de dicha Provincia y de los Religiosos que han trabajado en ella desde el año de 1606, hasta
el presente de 1751, arreglado a las Crónicas y públicos
instrumentos, que paran en su Archivo; a cuyos documentos
ha procurado ceñirse para la más exacta y puntual relación,
que pone en manos de V. M., en donde hace constar lo siguiente:
Que de orden y motu propio del Católico Monarca D.
Felipe III, de gloriosa memoria, se expidieron Reales Despachos hechos en Valladolid a 3 de Abril de 1605 al V. P.
Comisario Fr. Juan de San Jerónimo, ex-Provincial de la
Provincia de Castilla y demás reinos de España para que
condujese trece religiosos que pasasen a estas Islas y se
ejercitasen en la predicación del Santo Evangelio; en cuyo
obedecimiento emprendieron su viaje, y con el divino favor
llegaron a ellas en el año de 1606 por el mes de Mayo.
Que habiéndose presentado dichos Reales Despachos al Superior Gobierno y Real Audiencia, después de haberles dado el pase Correspondiente, fundaron su primer convento en el
sitio de Bagumbayan fuera de los muros de la ciudad de Manila, en donde se alojaron hasta
que llegó el caso de que empezasen a ejercitarse en el
330
Boletín Oficial
Ministerio a que habían sido destinados; pero para lograr este fin fué preciso que se aplicasen
a las islas, lugares y parajes que las otras Religiones establecidas en las Islas habían abandonado por su aridez, y por la barbarie e inhumanidad de sus habitadores, que como idólatras,
agoreros y supersticiosos se hacía difícil su conquista, que fué en la Isla de Luzón, la provincia de Mariveles y Zambales; en la Isla de Mindanao la de Caraga, y todas las de Calamianes,
que no habían tenido en su mayor parte la felicidad de que en ellas se anunciase el Santo
Evangelio, pues si algunos lo habían intentado, se habían visto precisados a abandonarlas, no
sólo por la ferocidad de sus naturales, sino por los muchos trabajos que padecían y no podían
soportar.
Desde el año de 1607 hasta el de 1625, dichos Religiosos con los demás que sucesivamente fueron viniendo, conquistaron y convirtieron sacrificando sus vidas, las tres referidas
Provincias, y las redujeron a nuestra santa fe católica, a vida política y cristiana, y que reconociesen el vasallaje debido a nuestros Católicos Monarcas, aumentándoles su Real Erario sin
costo alguno, y sin más armas que la Cruz de Cristo y la paciencia y tolerancia, con lo que se
ha conseguido el que hoy tienen a su cargo en todas las islas y pueblos de dichas tres Provincias 8.794 tributos enteros, 35.582 almas cristianas de todos estados y 2.586 de catecúmenos.
Desde el año de 1608 hasta el de 1622, sin costo alguno a la Real Audiencia y con las licencias necesarias, se fundaron los conventos de San Nicolás de Tolentino de esta ciudad de
Manila, otro con la misma advocación en el puerto de Cavite, el convento e iglesia de San
Sebastián de Calumpán, y en la ciudad de Cebú el convento de la Concepción Inmaculada de
Ntra. Señora.
El año de 1635 no habiendo Religión alguna de las establecias en estas Islas que quisiese
encargarse de la administración de los naturales de las Islas de Romblón y sus adyacentes por
las continuas invasiones de los moros, y que no había quien aguantase los peligros y trabajos
a que estaban expuestos sus ministros; por despacho del Superior Gobierno y del Ilmo. Sr.
Obispo de Cebú, se le entregaron a mi provincia con solo el número de 300 tributos de cobranza, y hoy se cobran 1.220 tributos enteros y tienen 5.808 almas cristianas, sin embargo de
las muchas que se han llevado
de Agustinos Recoletos de Filipinas
331
los moros de todas ellas por estar sin abrigo ni defensa alguna que los pueda contener ni defender.
El Sr. D. Juan de Bargas, Gobernador y Capitán General de estas Islas, con el Sr. Arzobispo de esta Metrópoli, por Real Despacho que recibieron el año de 1679, nos encargaron la
administración espiritual de la Isla de Mindoro, ya que ninguna Religión se había querido
hacer cargo de ella para su administración espiritual y al tiempo de la posesión sólo constaba
de 881 tributos y medio y hoy tiene 1.540 tributos y medio, con 10.912 almas cristianas, y
más de 1.000 catecúmenos, y pudieran ser muchos más si no hubiera padecido dicha isla desde el año pasado de 1720 hasta el de 1750 una continua invasión de moros, de suerte que muchos de sus pueblos, Iglesias y Conventos han quedado destruidos y asolados, sacrificados al
incendio, y sus moradores al cautiverio que padecen, fuera de los muchos muertos que ha
habido, cuyo número en esta Isla y demás de nuestro cargo pasa de 10.500 en el referido
tiempo; y tanta continuación de hostilidades es la causa de los atrasos que experimenta mi
Provincia en sus ministerios, y de los infinitos trabajos que han padecido y toleran los Religiosos Ministros Doctrineros.
En los centros de los montes de dicha isla de Mindoro habitan más de 20.000 infieles Ilayas y Manguianes blancos, amestizados, de pelo lacio y de genios humildes y mansos, que
todos se pueden reducir al gremio de nuestra santa fe y a reconocer el vasallaje debido a V.
M., con tal que se pongan y practiquen los medios que asiento en dicha relación, de muy poco
costo al Real Erario de V. M., lo que resultaría en beneficio de éste y mayor honra y gloria de
Dios.
En la Isla de la Paragua, principal de la Provincia de Calamianes, habitan más de 25.000
infieles, del mismo genio y calidad que los de Mindoro, y tan naturalmente inclinados y afectos a los españoles como refiero en la adjunta Relación. Continuamente claman por conseguir
la felicidad de ser vasallos de V. M., y porque su sombra les proteja, y sus Católicas Armas
les defiendan de sus capitales enemigos los moros Tirones y Camucones, cuyas irrupciones
tienen arruinada la Paragua, y sus habitadores se ven precisados a vivir encarcelados en los
centros de sus montes sin libertad para
332
Boletín Oficial
salir a las playas, ni para vivir vida política, civil y cristiana. En esta isla sólo han quedado
dos pueblos formados, que son el de la cabecera de dicha Provincia que se llama Taitay, por
la Real Fuerza y guarnición de soldados españoles y pampangos que la defienden, y el de Calatán, que, por inmediato, participa de la propección y defensa de las Católicas Armas. Los de
Dumarán, Aborlán y Paragua, de donde toma la denominación esta Isla, están asolados y
arruinados de dichos moros, y sus habitantes por necesidad viven en los montes. La defensa
de esta Isla y la reducción de todos los moradores de ella es muy fácil y de poco costo a la
Real Hacienda, por los medios que varias veces he representado y propuesto a este Superior
Gobierno, de que en esta ocasión se da cuenta a V. M. Los tributos que actualmente se cobran
en toda la Provincia de Calamianes solamente son 1.717: las almas cristianas, 5.808; y los
catucúmenos 1.526. Y por los medios que en dicha Relación refiero, con poco costo de vuesro
Real Erario puede tener V. M en breve tiempo más de 12.000 tributos, y ser reducidos al gremio de la Iglesia a todos los habitadores de la Paragua.
En el centro y montes de la Isla de Mindanao y Provincia de Caraga, de nuestra administración espiritual, habitan infinitos infieles Manobos, Mandayas Tagavaloyes, que por falta de
Misioneros a causa de no poder soportar mi pobre Provincia los precisos gastos de sus estipendios, viven entre los errores y obscuras tinieblas de su infidelidad. Los más fáciles de reducir a nuestra Santa Fe y vasallaje de V. M. son los Tagavaloyes de las serranías inmediatas
al pueblo y visita de Caraga del Partido de Bislig, del que toma su denominación aquella Provincia, por ser blancos, de pelo lacio, dóciles de genio, y muy inclinados y afectos a los españoles. Varias veces han pedido Ministros Misioneros de asiento en dicho pueblo de Caraga,
oblgándose a hacer una Fuerza o Baluarte de piedra para su defensa de los moros inmediatos
del Cabo de San Agustín, y a reducirse al gremio de la Iglesia y debida obediencia a V. M.
Católica; y la experiencia demuestra su buen deseo; pues raro es el año que el Prior Ministro
de dicho partido de Bislig, a cuya jurisdicción pertenece el pueblo de Caraga como su visita o
anejo, no bautice algunos de dichos infieles Tagavaloyes.
A estos se siguen los de la laguna de Linao del partido de Butuán,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
333
y desde dicha laguna corriendo por todo el centro de la tierra hasta Bislig, donde asimismo
habitan muchísimos infieles de buena disposición de cuerpo, de color blanco amestizado, y de
buena índole, tan engañados de sus errores y ciegos en sus supersticiones por inopia de Misioneros que lastima y traspasa el más duro corazón el dolor de esta consideración. Compadecida mi pobre Povincia y penetrada de dolor por la perdición de tantas almas, postrada a los
pies de V. M. rendidamente suplica que, usando de su innata Católica Real piedad y conmiseración, se digne mandar que en dicho pueblo de Caraga se pongan de asiento dos Religiosos
Misioneros y otros dos en la laguna de Linao en el paraje que mejor pareciere convenir; pues
con el corto gasto de cuatro estipendios se asegura la conversión de muchas almas perdidas y
el aumento de Vuestro Real Erario. Y para no haber nuevos gastos, parecen proporcionados
medios los de trasladar a dichos parajes los dos Misioneros de Panipoan y Mabalacat en los
montes Zambales, jurisdicción de la Pampanga, y los dos de la Misión de Pinagauian o Tagoloan de los Montes y Partido de Cagayan, perteneciente hoy día al Corregimiento nuevo de
Iligan en dicha isla de Mindanao; por ser en dichos parajes propuestos, de más utilidad al bien
común de las almas, al servicio de Dios y de V. M., y de mayor aumento de la Real Hacienda
dichos Ministros Misioneros, en la misma conformidad que tengo informado y propuesto a
este Superior Gobierno, y en el presente despacho dará cuenta a V. M.
El año de 1688, vuestro Gobernador P. Gabriel Cruzalegui, a instancias del Ilmo. Sr. D.
Fr. Andrés González, Obispo de Nueva Cáceres, nos encargó la administración espiritual de
las Islas de Masbate, Ticao y Burias, en dode sólo se cobraban 188 tributos y hoy tienen las
tres islas 987 tributos enteros, y 4.500 almas cristianas, fuera de los muchos que se han llevado los moros por la total indefensión de dichas Islas, expuestas a las continuas invasiones que
anualmente se experimentan en el Continente.
De todo lo referido reconocerá V. M. que tenemos a nuestro cargo distribuida la administración espiritual en veintisiete Islas y en ellas 108 pueblos, con 12.955 tributos enteros, y
medios; 58.665 almas cristianas, y 3.586 catecúmenos: Que en este último quinquenio han
convertido nuestros Religiosos Ministros y Misioneros a
334
Boletín Oficial
nuestra Santa Fe y debido vasallaje a V. M. Católica 800 infieles adultos, anualmente se van
bautizando muchos de los catecúmenos. Y en todos los pueblos de la cordillera de Mariveles
y Zambales desde Cabcaben hasta San José de Casborran en la Isla de Luzón: Los de la Isla
de Mindoro en toda su circunvalación: Los de Busuagan, Linacapán, Culión, Corón y Paragua
en la Provincia de CaIamianes: Y los de la Isla de Mindanao en la jurisdicción del nuevo Corregimiento de Iligan y Provincia de Caraga desde la punta de Suluan hasta el Cabo de San
Agustín por la banda del Este. Se deben tener todos por Misiones vivas y considerar como la
rosa entre las espinas, que tienen a los Ministros Doctrineros en Misión perpetua para reducir
a nuestra Santa Fe Católica y a la debida obediencia de la Real Corona de España, a los muchos infieles Aetas, Ilayas, Buquiles, Manobos y Tagavaloyes, de quienes están cercados y
comprimidos. Y en las referidas Provincias y Partidos de Romblón y Masbate con sus Islas
adyacentes, se ven también sus pueblos y Ministros Evangélicos casi continuamente oprimidos, angustiados y afligidos de los moros Tirones, Camucones, Mindanaos, Malanaos y Joloes, y en un continuo susto y movimiento por las persecuciones que causan, introduciendo en
todas partes el terror, el incendio, el robo, la muerte y el cautiverio. Que para la administración espiritual en las referidas veintisiete Islas, por su distancia y diferencia de rumbos y travesías, son indispensables los muchos trabajos y miserias que padecen los Religiosos que las
habitan y adminstran, e inminentes los peligros a que están expuestos. El Provincial, que por
obligación las ha de visitar en su trienio, necesita navegar 1.037 leguas por agua, con las incomodidades y riesgos precisos, y que han ocasionado diferentes naufragios de los Religiosos,
y muchos se han ahogado en las travesías que hacían transitando de unas islas a otras.
En dicha Relación reconocerá V. M. que, fuera de este imponderable y continuo trabajo,
han perdido la vida por la Fe en estas Islas 26 Religiosos: al mismo tiempo no se debe echar
en olvido la predicación que hicieron en el Japón, convirtiendo a muchos naturales de aquel
imperio en las ciudades de Nangasaqui y Vomura y sus pueblos, por lo que padecieron glorioso martirio cuatro Religiosos
de Agustinos Recoletos de Filipinas
335
sacerdotes, tres legos profesos, tres hermanos donados y otros muchos de los que habían convertido.
Asimismo le constará a V. M. cómo la Provincia ha hecho especial servicio, que ninguna
otra de estas Islas ha ejecutado, fabricando a su costa sin gasto alguno de la Real Hacienda
cinco Fuerzas de piedra en las Islas y pueblos de Romblón, Cuyo, Alutaya, Calamian y Linacapán, las que se conservan y mantienen con artillería, pólvora y balas y demás pertrechos,
para el resguardo de los Religiosos y naturales, que son los soldados, que sin salario las defienden y han defendido de muchos asaltos de los enemigos: Y si no hubiera sido por estas
Fuerzas, dichas Islas hubieran quedado desiertas y sin habitantes, a los que siempre han capitaneado los Religiosos, que también han hecho gloriosas hazañas en defensa de las Fuerzas
Reales y Presidios que están bajo su administración.
Todo lo cual se ha ejecutado por el número de 514 Religioses campeones que han pasado
a estas Islas desde la primera Misión, los cuales todos se han empleado en el servicio de Dios,
enseñanza de su Divina Ley a estos bárbaros y ciegos en su gentilidad sacándolos de este infeliz estado, y poniéndolos debajo del dominio y vasallaje de V. M.; quien reconocerá que
habiendo sido los Agustinos Recoletos Descalzos los últimos que llegaron a estas Islas, y por
esta razón haberles caído en suerte las Islas y parajes más peligrosos, los naturales más bárbaros y feroces, no por eso desmayaron en su empresa, antes sí con más celo, empeño y fervor,
vencieron cuantas dificultades se ofrecieron para cumplir con la confianza que los antecesores
de V. M. hicieron.
Los Religiosos venidos de España de orden de los gloriosos Antecesores de V. M. y a expensas de su Heal Hacienda con ayuda de costa de la Provincia, que han muerto en estas Islas
entre los afanes y continuas penosas tareas del Apostólico Ministerio, son 406, sin otros que
tomaron nuestro Santo Hábito en esta misma Provincia. Los que actualmente la componen,
entre Sacerdotes, Coristas y Legos, sanos y enfermos, mozos y viejos ya impedidos para el
Ministerio, son 112; los que a imitación de sus mayores ejecutan lo mismo en el feliz reinado
de V. M. con total desempeño de su Real confiaza, a quien rendidamente suplican, que dignándose tener
336
Boletín Oficial
presente cuanto en dicha Relación se expresa: La ruina de muchos Conventos, Iglesias y Pueblos de esta Provincia: Los muchos trabajos que le han ocasionado las persecuciones de moros: El empeño con que persevera en su tolerancia: El poco adelantamiento que ha tenido en
los bienes temporales, pues cuantos ha adquirido de los Ministerios y de limosnas de algunos
devotos, piadosos y compasivos, los ha consumido en la restauración y avío de sus Conventos, Iglesias y Pueblos, en sus precisos sustentos y en defensa de sus ovejas, y no alcanzan; se
digne V. M. socorrer a esta pobre Provincia con una copiosa Misión de Religiosos Operarios
para esta viña del Señor, que indispensablemente necesita, para la administración espiritual de
las almas de su cargo y para la conversión de las muchas que habitan en las referidas Islas de
su distrito. Porque, con el corto número de 112 Religiosos, no puede soportar el peso de 108
pueblos con seis Misiones vivas entre ellos; ni puede cumplir con la observancia de su Convento principal de esta ciudad de Manila, y dar a los Conventos de S. Juan, Cavite y Cebú y al
Hospcio de S. Nicolás de Tolentino de la Ciudad de Méjico los que son precisos para el Ministerio de su destino.
Asimismo esperan de la grandeza de V. M. y de su Católico y Real ánimo el que mirará a
esta Provincia con la terneza que pide tanta miseria como experimentan, dando las providencias que representan y piden, para que las almas convertidas estén seguras de sus enemigos
los moros, y con ellas los Religiosos que las administran; y las que no lo están, que son innumerables, tengan la felicidad de lograr en el glorioso Reinado de V. M. el convertirse a Dios
por su medio: Todo lo cual cederá en mayor honra y gloria suya y de V. M.; cuyo Real Erario
se aumentará a pocas diligencias y con poco costo sin estrépito de armas, ni Armadas que
causan inumerables gastos a la Real Hacienda, y se conseguirá el principal fin de que todos
los que están en las Islas, que se refieren, que son acreedores de legítimo derecho por estar en
el dominio de V. M.; gocen de su sombra y protección, con la cual saldrán de sus errores a
una vida política, civil y cristiana con la mayor facilidad, y mi Religión tendrá el mayor lauro
de este mérito para lograr en el cuidado de la administración de las almas de su cargo.
Para la mejor y más fácil inteligencia de lo que son las referidas
de Agustinos Recoletos de Filipinas
337
Islas de nuestro cargo, acompaña un mapa exacto dividido en siete partes, y cada una en el
lugar que le corresponde, por el que se demuestran y hacen presentes a V. M. las islas, pueblos, Misiones y Provincias en que se ejecutaron las gloriosas empresas, que en la enunciada
Relación se hallan referidas: Suplicando esta mi pobre Familia a la muy alta Dignidad de
Vuestra Augustísima, Católica, Real Persona, se digne recibir (con su innata imperial piedad)
este limitado obsequio, que el humilde reconocimiento de estos sus fieles vasallos y devotos
Capellanes tributan en aras de su mayor veneración, a la soberanía del Real Augusto Trono de
V. M., por cuya preciosísima vida y salud ofrecemos al Altísimo continuados sacrificios y
oraciones: Afianzando nuestra insuficiencia en el soberano favor de V. M. la dignación de su
Real agrado, que nos constituya dignos acreedores del premio que merecen nuestras Apostólicas tareas, y tanta sangre derramada en sus gloriosas empresas, contra los enemigos de V. M.
Así, Señor, lo pedimos y esperamos de la muy alta soberana protección de V. M.
Convento de San Nicolás de Tolentino de la Ciudad de Manila a 22 de Marzo de 1751. –
Señor:
La Provincia de San Nicolás de Tolentino de Religiosos Agustinos Recoletos Descalzos
en las Islas Filipinas.
FR. JOSÉ DE LA CONCEPCIÓN
Rector Provincial
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Boletín Oficial
Origen, progresos y estado de la Provincia de San Nicolás de Tolentino
en las Islas Filipinas y de Religiosos Recoletos Descalzos de N. P.
San Agustín, hasta el presente año de 1750, que según consta
por nuestras Crónicas y públicos instrmentos de nuestro
Archivo son de la manera siguiente:
AÑO DE 1605
1.º Reinando en España Nuestro Católico Monarca D. Felipe Ill, de gloriosa memoria, y
estando S. M. bien informado de la mucha literatura, conocida virtud, fervoroso espíritu y
ardiente celo de la honra y gloria de Dios, aumento de la Religión y bien de las almas, de
nuestro Ven. Padre Fr. Juan de San Jerónimo, natural de la villa de Malagón, del Arzobispado
de Toledo, hijo de Hábito de nuestro convento de Talavera de la Reina, provincia que entonces era de Castilla, de los Religiosos Agustinos Recoletos Descalzos; fué S. M. servido premiar los distinguidos méritos de dicho Venerable Padre con la merced que le hizo este año del
Obispado de San Cristóbal de Chiapa en la Nueva España, formando el acertado dictamen de
que, quien había fomentado e ilustrado con notorios y públicos lucimientos la Descalcez y
Reforma Agustiniana en Castilla y otras partes de los dominios de España, practicaría lo
mismo en dicha Santa Iglesia de Chiapa con las ovejas que necesitaban de ujn Padre tan vigilante, virtuoso y ejemplar como era su Reverencia.
2.º Resistióse humilde dicho nuestro V. Padre a la aceptación de tan alta dignidad; y sabiendo que la voluntad del Rey se dirigía sólo al mayor bien espiritual y temporal de las almas, suplicó reverente y rogó con suma instancia rendido a S. M. que se dignase conmutarle
el grave peso de la dignidad que te ofrecía, con su real beneplácito y licencia para pasar a las
Indias con 12 Religiosos compañeros, a ser jornaleros de la viña del Señor y predicar a los
indios el Santo Evangelio, quedando a la elección de S. M. Católica la asignación del Reino,
Provincias o Islas a que habían de pasar
de Agustinos Recoletos de Filipinas
339
para lograr el deseado fin de tan santo empleo; porque más quería las congojas anejas y consiguientes a la reducción de los infieles, que el esplendor de la Mitra y honroso afán de más
templados sudores. Y como S. M. Católica conocía muy bien la solidez de la virtud de dicho
V. Padre, por no afligirle ni congojarle, edificado de su humildad le admitió piadoso y benigno la súplica y renuncia de la Mitra ofrecida, y la propuesta para pasar a las Indias con los
Religiosos compañeros que pedía. En cuya conformidad mandó S. M. que se entregasen a
dicho N. V. P. Provincial las Reales Cédulas y cartas despachadas en Valladolid día 3 de
Abril de este dicho año, con orden de que con 13 Religiosos compañeros de nuestra Descalcez
emprendiese su viaje como Superior que lo hacía de ellos, para estas Islas Filipinas, y con la
amplia facultad que le daba para poder fundar en ellas las Casas, Conventos y Ministerios que
pudiese y fuesen de su voluntad; para cuyo efecto y demás conducente a su buen trato y recibimiento, se despachaban las órdenes covenientes a la Real Audiencia y Superior Gobierno de
estas Islas Filipinas.
3.º Recibió N. Venerable Padre los citados Reales Despachos, y otros para el mismo efecto del Nuncio de su Santidad por lo tocante a lo espiritual con imponderable consuelo suyo e
inexplicable alegría de su corazón, y los presentó al Capítulo Provincial que se celebró en el
Convento de N. P. S. Agustín o de Copacavana de la corte de Madrid, día 30 de dicho mes de
Abril y año. En este Capítulo acabó su oficio de Provincial dicho N. V. P., y por sus singulares prendas al tiempo de su Gobierno le llaman nuestras Crónicas «El trienio áureo», por
haberle gobernado un tan santo Varón, que se adelantó a todos los de su tiempo en procurar la
indemnidad y gloriosa extensión de nuestra sagrada Descalcez y Reforma, en promover la
rectitud y amor de los Superiores, en conservar la paz y unión de las Familias, en mantener la
observancia de las Leyes y en todo lo tocante al buen gobierno y estado de la Religión y de
sus individuos, dando a cada uno el premio o castigo merecido.
4.º En vista de los referidos Reales Despachos y de los del Nuncio de Su Santidad, se decretó en el citado Capítulo Provincial: Que pasase dicho N. V. P. Fr. Juan de S. Jerónimo a
estas Islas Filipinas
340
Boletín Oficial
con los 13 Religiosos Compañeros, que su Majestad tenía asignados y con título y patente de
Superior y Vicario Provincial de ellos, los que todos debían estar siempre sujetos a la Provincia de Castilla o de España (en este tiempo no tenía nuestra Reforma más que una Provincia
en los Dominios de nuestro Católico Monarca); y respecto de que acababa de ser Provincial
dicho N. V. Padre y que por este motivo tenía pleno conocimiento de todos los sujetos de la
Provincia, se dejaba a su disposión la elección de los 13 Religiosos asignados. En virtud de
esta determinación escogió 9 Religiosos Sacerdotes por compañeros de lo más florido y granado en virtud y letras que había en la Provincia, y 4 Religiosos de la obediencia para Operarios en lo temporal. Juntáronse todos en dicho Convento de Madrid, y aviados de lo necesario
a expensas de S. M., con su Real beneplácito y licencia del Prelado que entonces era N. V. P.
Fr. Juan B.ª de Vera, Provincial actual de dicha Provincia, salieron de Madrid el día 15 de
Mayo de dicho año, y emprendieron su viaje para la ciudad de Sevilla y de allí para Cádiz,
donde se embarcaron en uno de los navíos de flota que salió para Nueva España, y se hicieron
a la vela, el dia 12 de Julio del mismo año 1605. Llegaron a la Veracruz día 17 de Septiembre;
pasaron a Méjico y se hospedaron en el Convento principal de Ntros. M. RR. PP. y Hermanos
Agustinos Calzados, donde fueron tratados con el respeto y cariño correspondiente a la estrecha hermandad, que debemos profesarnos recíprocamente las dos familias de Calzados y Descalzos como hijas de un mismo Padre.
AÑO DE 1606
5.º Prosiguieron a su tiempo el viaje para Acapulco y se embarcaron e hicieron a la vela
en el navío nombrado «Espíritu Santo», el dia 22 de Febrero de este año. Tuvieron viaje favorable y el día que se descubrió la tierra de estas Islas Filipinas, murió el P. Predicador Fr. Andrés de S. Nicolás, uno de los compañeros de N. V. P. Fr. Juan de S. Jerónimo, cuya muerte
fué de mucho dolor y sentimiento para todos los Religiosos Recoletos, y sólo les sirvieron de
consuelo las palabras que les dijo un poco antes de expirar, que fueron las siguientes, y al
parecer con espíritu profético:
de Agustinos Recoletos de Filipinas
341
«No vayan con desconsuelo, Padres, que ya en Manila les está labrando la Providencia del
Altísimo lo que ha de servirles de primer Convento». Y así fué; porque después se comprobó
que el mismo día 3 de Abril de dicho año de 1605 en que nuestro Católico Monarca despachó
sus Reales Cédulas y órdenes para que dichos Religiosos pasasen a estas Islas Filipinas, se
puso la primera piedra y comenzó la fábrica de una casa grande de placer, o huerta, que extramuros de esta ciudad de Manila, y en el sitio llamado Bagumhayan, mandó hacer para su
recreo el M. Ilre. Sr. D. Pedro de Acuña, Caballero del Orden de San Juan, Gobernador y Capitán general de estas Islas, y duró la obra el tiempo solamente que tardaron nuestros Religiosos en el viaje de España hasta esta ciudad, en la que entraron por Mayo de este año; y la
misma casa sirvió de primer convento de esta dicha Provincia de los Recoletos, como se verá
luego.
6.º Dieron cuenta de su venida y destino al Superior Gobierno, y de cómo eran enviados
por nuestro Católico Monarca a predicar el Santo Evangelio en estas Islas; presentaron sus
Reales despachos a la Real Audiencia y Chancillería de ellas, y se hospedaron en una pequeña
casa de esta ciudad de Manila hasta tener mejor comodidad. Divulgada su venida, y sabidas
las circunstancias de sus despachos, y la orden del Rey para que esta primera Misión de los
Recoletos fuera atendida y amparada, pudiera libremente entender en la reducción de los infieles y fundar los Conventos, Casas y Ministerios, que pudiesen, y fuesen de su agrado, concurrió toda la ciudad de Manila a visitarlos y ofrecerles hospedaje más decente y con singular
afecto las sagradas Religiones. Correspondieron agradecidos y se excusaron humildes a tanto
ofrecimiento, y sólo admitieron la enfermería del convento de los ejemplarísimos Padres de
Santo Domingo para algunos compañeros que necesitaban medicamentos. Después, por repetidas súplicas e instancias de nuestros Hermanos los RR. PP. Agustinos Calzados, se pasaron
a su Convento de San Pablo de esta ciudad, donde fueron hospedados con el gusto y regocijo
de tener por compañeros, a los que, como hijos de un mismo Padre, amaban como a verdaderos hermanos. Quien más se esmeró en visitar, obsequiar y agasajar a los recien llegados Recoletos fué dicho muy ilustre señor Gobernador y Capitán
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Boletín Oficial
general D. Pedro de Acuña, portándose dadivoso y liberal con ellos, como católico devoto y
piadoso caballero; aunque duraron muy poco sus obsequios, porque en breves días murió,
dejando a todos confiados de que, por ellos y otros muchos méritos, está gozando de Dios en
el cielo.
7.º Por su muerte quedó la casa y huerta que había edificado y tenía en el referido sitio de
Bagumbayan, distante trescientos y cuarenta pasos de la muralla de esta ciudad de Manila, en
poder del capitán D. Pedro de Ortega: con quien se empeñó el Ldo. Don Rodrigo Díaz Guiral,
que hacía el oficio de Fiscal de esta Real Audiencia para que nos vendiese dicha casa, a fin de
que se hiciese de ella el primer convento de dicha Provincia; lo cual ejecutó dicho Capitán
muy gustoso. Salieron dos tardes los Religiosos Recoletos a pedir limosna por la ciudad
acompañados de algunos piadosos devotos vecinos principales de ella y dicho Sr. Fiscal, para
poder comprar dicha casa, y de hecho juntaron la cantidad de 3.000 pesos, en que la compraron, y la convirtieron en convento, con tal presteza, que el día 10 de Septiembre de este mismo año, fiesta de San Nicolás de Tolentino, le dedicaron al glorioso Santo. Hízose una función muy solemne, cantó la primera misa el Ilmo. y Rvdmo. Sr. Obispo de Cebú D. Fr. Pedro
de Agusto, Religioso que fué de la Recoleta Observancia de NN. PP. Agustinos. Predicó alta
y doctísimamente en elogio de nuestra Recolección el Reverendísimo P. Ntro. Fr. Pedro Solier de la misma Orden, Provincial que fué de la Provincia del Smo. Nombre de Jesús de estas
Islas, después Obispo de Puerto Rico, y Arzobispo de Santo Domingo, Primado de las Indias,
con asistencia de la Real Audiencia, Cabildo Eclesiástico y secular, Sagradas Órdenes Religiosas, nobleza y vecindario de Manila, el cual se adelantó tanto desde este día en la devoción
a San Nicolás de Tolentino, que es uno de los santos de mayor culto y veneración de dicha
ciudad, la que después le votó por Patrón de la Carrera de Acapulco, y anualmente le celebra
su fiesta asistiendo a ella en cuerpo de Ciudad, le tributa reverentes obsequios y le consagra
devotos y piadosos cultos; y a su ejemplo se ha extendido la devoción al Santo en todas las
Islas de este Archipiélago.
8.º Quedaron los Religiosos Recoletos, nuevos ministros del
de Agustinos Recoletos de Filipinas
343
Santo Evangelio, muy gozosos y consolados por verse en posesión de este su primer Convento, basa fundamental de esta Provincia de Sn. Nicolás de Filipinas. Vivían en él muy recogidos y retirados del bullicio del mundo, observaban el rigor de nuestras sagradas Leyes como
si fuera Convento de los de más observancia de los Reinos de España. No salían sino en caso
de ser llamados, y se aplicaron con gran celo, fervor y espíritu a la predicación del santo
Evangelio y administración de los Santos Sacramentos a muchísimas gentes de distintas calidades y naciones, que vivía en dicho sitio de Bagumbayan y pueblo de Santiago: las cuales,
por la noche particularmente, carecían del socorro espiritual que necesitaban porque las puertas de la Ciudad era preciso que estuvieran cerradas y con buena guardia. Acudía tanto número de cristianos españoles, indios, criollos, morenos, negros, libres y esclavos a la frecuencia
de los sermones, confesiones y Sagradas Comuniones, que todos los sacerdotes se hallaron
ocupados muchos días en tan sagrados Ejercicios. Y hasta ahora, teniendo la Provincia operarios, tendrán que trabajar mucho cuatro ministros cotidianos.
9.º Como el primer paso para la predicación del Santo Evangelio y reducción de los indios, era aprender algún idioma de los muchos que se hablan entre tantas y tan distintas y tan
bárbaras naciones como había entonces en estas Islas, pusieron todo su conato en estudiar y
aprender el tagalo, por ser más general y el que se practica como propio en Manila y sus contornos. Aplicáronse con santa emulación y mucha afición todos a una a dicho idioma, y el que
más presto le aprendió fué el P. Miguel de Santa María1, natural de Zaragoza en Aragón, e
hijo de hábito de nuestro convento de la misma ciudad, varón doctísimo, predicador insigne,
virtuoso, místico y de grande edificación y ejemplo. Y discurriendo por qué parte sería mejor
dar principio a su misiones, para desempeñar su obligación y la confianza que había hecho de
los Recoletos Ntro. Católico Monarca, les pareció conveniente no alejarse de Manila por ser
pocos.
(Se continuará)
1
Léase de la Madre de Dios, que fué el apellido que tuvo en la Orden. V. el Catálogo, pág. 36.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
ESTUDIOS HISTÓRICOS
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA
Origen y descripción de los Monaterios de Suso y Yuso y conervación
de éste por los PP. Agustinos Recoletos, Misioneros de Filipinas
Durante los años que la Obediencia me tuvo al frente de la Parroquia de S. Millán, me vi
muchas veces en la necesidad de ir acompañando a los que allí llegaban a visitar el célebre
Monasterio Benedictino, y al presente Colegio de nuestra Provincia de Filipinas. En un principio sólo podía decirles lo que yo sabía casi de oídas; por eso hube de mirar algunos libros y
registrar algo del Archivo, —y no me era posible hacer otra cosa— para poder con fundamento dar cuenta de lo que enseñara.
Voy ahora a trancribirlos aquí continuando la labor emprendida por el Cronista General
de la Orden, R. P. P. Fabo1 con el deseo de prestar un servicio a los Religiosos que tuvieren la
residencia en aquel Colegio, cuando se encuentren en circunstancias, como en las que yo me
veía con frecuencia. Éstas creo que no les han de fallar, pues la fama del Monasterio no ha
decrecido, sino que los Agustinos Recoletos la hemos
1
Véanse los números 53 y 54 de este BOLETÍN, págs. 185 y 201.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
345
aumentado, y por otra parte contiene aquella Casa muchas notabilidades, que siempre atraerán
a personas estudiosas, amantes y admiradoras del arte y literatura patrias.
Otro motivo me mueve también a publicar estas líneas en nuestro Boletín; y es parecerme
que con ellas he de dar ocasión de grato placer a nuestros Religiosos. ¿Para quién no es dulce
la memoria de la niñez y de la juventud? Pues bien; muchos de nosotros allí hicimos los estudios de preparación para ingresar en el Noviciado, y la mayor parte, no sólo de los que constituimos la Provincia de S. Nicolás de Tolentino, sino de toda nuestra Orden, allí cursamos la
Sagrada Teología. Concluidos los estudios, la Obediencia nos llevaba a unos a Filipinas, a
otros a Colombia, algunos se quedaban en España, y al separarnos no sabíamos si volveríamos a vernos algún día los que juntos habíamos vivido durante la carrera. La divina Providencia ha hecho que algunas veces nos hayamos vuelto a juntar algunos contemporáneos, y entonces ¡qué ratos tan deliciosos hemos pasado, recordando escenas de aquellos tiempos verdaderamente felices, porque en ellos las penas no se conocen o apenas se sienten y la vida
aparece entonces sonriente y placentera con una perspectiva halagadora de inmensas esperanzas! Cierto que después viene la realidad con sus sombras y nubarrones, con sus vicisitudes y
contrariedades, con todas sus impurezas, que diría un famoso orador del parlamento español;
pero cierto también que aquella época de la vida es así y por lo mismo la más venturosa, y que
se recuerda siempre con cariño y con deleite. Yo, pues, les ofrezco estas líneas con el vivo
deseo de que al leerlas, la imaginación les ponga presentes aquellos lugares y aquellos paisajes, que guardan tantos recuerdos siempre dulces de aquella edad dichosa de nuestra juventud,
y les hagan pasar algún rato apacible de grato y ameno entretenimiento. Por último, no puedo
nenos de consignar aquí la mala
346
Boletín Oficial
impresión que me causó una de las veces el que un señor sacara una «Guía del Monasterio de
San Millán» con un itinerario completo desde Logroño, escrita en francés. Confieso que me
sentí avergonzado, y para mis adentros decía: ¿es posible que haya una Guía francesa de este
Monasterio, y que nosotros no tengamos una propia? Bien quisiera satisfacer esta necesidad.
¡Ojalá que estas notas sean suficientes para servir de «Guía» a los que van a admirar los Monasterios de la Cogolla, y que en ellas tengan un recuerdo para mantener, aumentar y difundir
la fama que justamente alcanzaron, así como el buen nombre de nuestra Agustiniana Recolección, que guarda y conserva el de Yuso o principal.
I
Monasterio de San Millán de Suso
El origen de este Monasterio es de tiempos antiquísimos. En la segunda mitad del siglo
V, por los años de 474 nació Millán en el pueblo de Vergegio. Ocupado en el oficio de pastor
llegó a los 19 años. Cierto dia guiaba el rebaño a lo más escondido de los montes y cuando
estuvo en el lugar ordenado por Dios, dice San Braulio, le vino un sueño del cielo y el Señor
levantó el alma del pastor a la contemplación de cosas soberanas. Tan pronto como despertó,
resuelto a consagrarse a la vida celestial, dejó todo, se dirigió a un famoso ermitaño, llamado
Félix o Felices, que en los cerros de Haro hacía vida anacorética y, sujetándose por completo
bajo su obediencia y disciplina, aprendió de qué manera había de caminar con paso firme al
reino de los cielos. Cuando estuvo bien instruido volvió a estos lugares; mas deseando mayor
soledad, la buscó internándose en lo más encumbrado y escabroso de los montes Distercios,
donde por espacio de 40 años estuvo entregado a la
de Agustinos Recoletos de Filipinas
347
oración y penitencia, privado de todo consorcio humano, disfrutando solamente de los consuelos de los ángeles. Dios hizo que la santidad del solitario brillase por fin de tal modo, que
su fama llegó hasta Dídimo, Obispo de Tarazona, quien lo llamó y le confirió las órdenes sagradas. Sacerdote ya, lo nombró párroco de Vergegio. Como cumplió con su nuevo oficio de
Pastor de almas, lo refiere elegantemente San Braulio, quien compara a nuestro Millán a los
Santos Antonio y Martín en la vocación, en la vida y en los milagros. Separado del curato,
que sólo por obediencia había aceptado, se volvió a su amado retiro, aquí en Suso, queriendo
dedicar al Señor lo que le restase de vida en los antiguos ejercicios de penitencia y contemplación, en los cuales tenía todos sus deleites y complacencias.
Dios, empero, teníalo destinado para implantar aquí aquella perfección de la vida cristiana, que el Salvador dejó trazada en los Consejos evangélicos; y su divina Providencia, que
ordena todas las cosas suave y fuertemente a la vez, dispuso que la santidad del solitario de
Suso irradiase sus resplandores a horizontes más extremos y que la fama llevase la noticia de
sus eminentes virtudes. Ello fué causa de que viniesen muchas gentes, ansiosas de conocer y
admirar al hombre de Dios, a encomendarse a él, a implorar sus consejos e instrucciones. Y
era tal la gracia, que el Señor ponía en sus palabras, que a todos dejaba encantados y muchos
no volvían a sus hogares sino que se quedaban aquí con el propósito y resolución de emprender la nueva vida bajo la obediencia y dirección del siervo de Dios. Y cuando Millán dejó el
mundo para subir al cielo, estas, antes selvas solitarias, estaban pobladas de anacoretas, discípulos del Santo, los cuales, conservando el espíritu del Maestro, eran en su vida penitente y de
oración el encanto de los Ángeles y la admiración de los hombres. De ellos veneramos en los
altares a
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Boletín Oficial
S. Aselo, a quien S. Braulio llama santísimo, en cuya presencia dice que el alma felicísima de
Millán, libre ya del cuerpo, voló al cielo; a S. Citonato, a S. Sofronio y S. Geroncio.
No fueron hombres solamente los que emprendieron la vida de la perfección bajo la obediencia y disciplina de tan gran maestro; fuéronlo también mujeres valerosas, quienes habiendo venido a oírle la doctrina celestial que predicaba, o a implorar el auxilio de sus oraciones,
se sintieron movidas del espíritu divino, y despreciando cuanto les brindaba el mundo, aquí se
consagraron a Dios muy contentas de ser dirigidas por tan experimentado preceptor. Una de
ella fué Sta. Potamia, dama nobilísima de una familia de la Galia Narbonense. Ésta con tres
de los santos discípulos refirió a S. Braulio la vida de su Maestro, que el santo y sabio Obispo
de Zaragoza escribió «conforme a la noticia fiel adquirida por la declaración de los testigos
Citonato, abad venerable, Sofronio y Geroncio, presbíteros y de Potamia, mujer religiosa de
santa memoria».
Con justa razón, pues, S. Millán es tenido como Patriarca de los Monjes en España, siendo el primero que implantó la vida monacal, Padre y Superior de los que bajo su dirección la
abrazaron en estos lugares, y la continuaron después junto al sepulcro del padre querido, y
aun después de trasladadas las Reliquias del Fundador del Monasterio de abajo, los monjes
siguieron teniendo aquí una Comunidad hasta el año 1835, en que los religiosos fueron exclaustrados en toda España.
(Continuará)
FR. V. J. P.
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DE ACTUALIDAD
LA IGLESIA Y LA GUERRA EUROPEA
Cultos de Sexagésima
¡Qué grande es la Religión Católica! ¡Cuán admirable es la Iglesia de Jesucristo! Colocada en una esfera superior a todas las pasiones y miserias, que constantemente agitan y perturban el corazón de la humanidad y aun con frecuencia presiden y dirigen sus acciones con enconada maldad y orgullosa obstinación; en una esfera, cuyo ambiente vivificador impregnado
de la verdadera caridad, que enseñó y practicó su Divino Fundador y Maestro, informa y regula las manifestaciones todas de su intachable vida; en una esfera, en fin, que, teniendo su
centro en el Corazón de Jesús, no hallan límite en pueblos ni en naciones, en materias ni en
espacios, en lugares ni en tiempos sus infinitos radios de acción, que divergentes brotan en
todas direcciones comunicando a sus hijos luz y calor, suavidad y dulzura, pureza y santidad…; colocada, digo, en tan inimitable estado de imparcialidad y desinterés, siempre confiada y resignada con la voluntad de Dios, mira hoy, como ha mirado en todo tiempo, desde un
punto de vista muy elevado el lamentable estado de la cristiandad.
Por eso, mientras la Europa entera en guerra fratricida va dejando hecha girones en los
campos de batalla la vida exuberante que disfrutaba, y las Potencias se disponen a acabar el
sacrificio de su floreciente bienestar en aras de sus pretendidos derechos hasta borrar, si fuere
preciso, del mapa el nombre de su patria con el
350
Boletín Oficial
supremo esfuerzo de la espada humedecida en la sangre del último de sus soldados, el Papa,
Cabeza Visible de esta Iglesia, solamente el Papa, que desde la cúpula del Vaticano cual desde alta atalaya contempla espantado el terrible azote de la guerra llenando de lamentos los
hogares y los pueblos, solamente Benedicto XV se acuerda de la paz, procura la paz y se interesa por ella.
Poco tiempo, sólo cuatro meses hace que nuestro Pontífice ocupa el Solio Pontificio y seguramente que los inconcebibles desastres y horribles hecatombes que ocasiona la presente
guerra europea han hecho de ellos el periodo más largo y más amargo de su vida. Porque ¿no
es cierto que la innumerable mortandad causada por la guerra, el número sin número de injusticias y de atropellos, de venganzas y desenfrenos a ella inherentes y la multitud de peligros
que continuamente hacen temer y producen nuevas y funestísimas complicaciones bélicas han
convertido tan pocos meses en muchos años de estancia en la Silla de San Pedro? No extrañemos, pues, que sintiendo como Cabeza de la Iglesia los intensos dolores que experimentan
sus miembros con motivo de la guerra, haya consagrado a la consecución de la paz los trabajos todos de su actividad y vigilancia.
En efecto, a procurar la paz ha dirigido todos sus esfuerzos, en conseguirla ha empleado
todos sus recursos: la influencia diplomática de su alta dignidad, los suplicantes ruegos de su
autorizada palabra, las oraciones de su alma atribulada y los desvelos todos de su paternal
cuidado, y, como si esto no fuera bastante, ha querido hacer uso de su espiritual poder mandando que todo el orbe católico vaya a postrarse ante el Rey de los Reyes y Señor de los que
dominan, ante Jesús Sacramentado expuesto en la Custodia, y eleven hasta su trono con fe y
humildad reiteradas y fervientes súplicas para alcanzar de su misericordia la suspirada paz.
Exhorta asimismo al clero y al pueblo a practicar obras de mortificación y penitencia para
aplacar a la Divina Justicia tan justamente irritada, y siguiendo las huellas de su predecesor
Pio X desea que los niños, la inocencia, en quien tanto se complace Jesús, tomen toda la parte
posible en los cultos que ordena se celebren.
El dia 7 de Febrero, Domingo de Sexagésima, era el día asignado por el Papa para que en
Europa, como más próximamente interesada
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351
en la paz, se tuvieran las funciones que prescribe, y, si bien no duamos que en toda ella se
habrán fiel y fervorosamente cumplido, en España en donde la obediencia y sumisión a los
decretos emanados de la Cátedra de Roma es, a una con su Catolicismo, tan conocida y tradicional que ha pasado a ser proverbial podemos orgullosamente afirmar que en ocasión tan
crítica no ha desmentido tan gloriosas tradiciones.
En nuestro Colegio de Marcilla la función resultó tan solemne y majestuosa como grave e
imponente.
La víspera, una vez anunciada por las campanas la festividad del domingo, se adornó
nuestra iglesia como en los días más solemnes con los más preciosos ornamentos, colocándose con profusión gran número de velas en arañas y altares. En el altar mayor se dispuso además, como flotando sobre un fantástico trono de velas y flores un artístico dosel en donde
había de residir el Señor expuesto en la Custodia.
El domingo, muy de mañana, comenzaron las misas y la administración de la Santa Comunión a multitud de fieles, en especial mujeres y niños, que, limpias sus almas con las saludables aguas de la Penitencia, se acercaban a recibir a Jesús Sacramentado para pedirle más
próxima y confidencialmente la paz, y ganar la Indulgencia Plenaria de sus pecados que concedía Su Santidad. Puede decirse con verdad que en tales ocasiones el corazón se ensancha
viendo ese movimiento cristiano, señal de la vida interior casi siempre latente, y ese solemne
despertar del pueblo creyente después de los duraderos y fríos letargos de insensibilidad e
indiferencia por las cosas de Dios y del alma, en que vive sumida la sociedad en nuestros días.
A las siete, después de las Horas Menores y de la Comunión General de nuestros Religiosos, dió principio la Misa Conventual, y, acabada ésta, se procedió a la exposición del Santísimo Sacramento, comenzándose en el Coro el Tantum ergo gregoriano que se canta en las
Iglesias de Roma. Una vez expuesta S. D. M., se cantó a Coros por la Comunidad el Salmo
Miserere mei, Deus, como está en nuestro Ritual, e inmediatamente la Capilla del Colegio
interpretó la antífona Da pacem a tres voces, siguiendo después el
352
Boletín Oficial
verso y Oración Pro pace como se manda en el Decreto de Su Santidad; acabándose así el
acto de la mañana.
Desde este momento guardáronse en el Coro las ceremonias prescritas estando patente el
Santísimo Sacramento, en especial durante el Oficio Divino; y nuestros Religiosos de dos en
dos comenzaron a velar al Santísimo en los reclinatorios previamente colocados en el Presbiterio, relevándose como es costumbre cada media hora. Allí puestos los ojos en la Sagrada
Hostia pedimos a Jesús con incesantes e importunos ruegos que concediese la paz a Europa,
aquella paz que entonces le pedían tantas almas con fervor, almas por otra parte cándidas e
inocentes unas, de grandes méritos otras ante su Divina Presencia, y, si bien muchas también
pecadoras, arrepentidas todas a de sus yerros y pecados, aquella paz. en fin, que, como confiesa la Iglesia en sus Oraciones, no puede dar el mundo, sino que únicamente viene de Dios: da
servis tuis illam, quam mundus dare non potest, pocem.
A las cuatro y media de la tarde las campanas anunciaban a vuelo la función de despedida
con los tres toques que manda nuestro ceremonial en casos análogos, dando principio a las
cinco con el Santo Rosario. Recitóse después clara y devotamente la preciosa Oración compuesta exprofeso por Su Santidad para implorar la paz, y acto seguido los cantores comenzaron en el coro con pausa y gravedad las Letanías de los Santos con las demás preces señaladas
para el caso.
Enseguida el órgano dejó oír sus acordes preludiando el inspirado y conmovedor Parce,
Domine, tomado del librito «Colección de cánticos sagrados», por un padre de los Sagrados
Corazones, alternando los cantores en los solos con la Comunidad que respondió en el coro.
Sus preciosas notas avaloradas y sublimadas por un nutrido coro de voces elevaban el espíritu
a Dios insensiblemente, despertando en el corazón los saludables afectos de dolor, de desagravio, de penitencia y mortificación.
Por último, se rezaron el verso y oraciones como está en el Decreto, dando fin a todo con
el Tantum ergo y la bendición con el Santísimo. En aquel postrer momento, entre los tímidos
y suplicantes acordes del órgano, pedíamos al Señor, profundamente humillados, que con su
última bendición desde aquel viril nos mandase
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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la paz tan deseada, haciendo que apareciese el iris de pacto sempiterno entre los oscuros y
sombríos nimbos que encapotan el suelo europeo antes de que el sol radiante de la Sagrada
Forma fuera a ocultarse en el sagrario.
Ojalá que las oraciones elevadas al Cielo en este día por el corazón de la Europa cristiana, unidas con las que el Domingo de Pasión elevará lo restante del mundo católico, dobleguen la obcecada protervia de las Naciones beligerantes y lleguen a quebrar la obstinada tenacidad de su dura cerviz, alcanzando del Señor la paz en las condiciones más ventajosas para
su gloria; porque ¿quién duda que éste tal vez sea para ellas el postrer llamamiento y aviso de
Dios, desoído el cual decretará su exterminio abandonádolas en brazos de sus soberbias ambiciones, prueba palmaria de su reprobación?
Muchos y muy grandes intereses se ven amenazados por la presente guerra, y muchos y
muy grandes motivos, por tanto, tenemos todos para pedir al Señor que abrevie y apresure la
hora de la paz; pues si esta no viene pronto de temer es un cataclismo universal en donde fenezcan todo género de bienes hasta trasformar la faz de la tierra: individuales y familiares,
políticos y gobernantes, espirituales y materiales, de las Naciones activas y de las neutras, de
Europa y del mundo entero.
A la verdad sólo aquel podrá considerarse libre y seguro de no perecer que permaneciendo en gracia y amistad de Dios y resignado en un todo con su santísima Voluntad pueda decir
con David: Si consistant adversum me castra, non timebit cor meum; si exurgat adversum me
praelium, in hoc ego sperabo.
FR. MANUEL ACEREDA DE LA CONCEPCIÓN
A. R.
Marcil!a 13 de Febrero de 1915
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BIBLIOGRAFÍA
UN LIBRO COMO HAY POCOS
No ha mucho publicó el M. R. P. Eugenio Cantera un libro titulado Jesucristo y los Filósofos.
Sin duda que muchos de los lectores de nuestro BOLETÍN se habrán enterado de ello, pero
al leer el título de ese libro, quizá alguno haya dicho: total, un libro de Apologética como tantos que ya hay.
Pero permitidme os diga que os habéis engañado. No es un libro de Apologética como
tantos otros que ya tenemos, sino que es de lo mejor que en esta materia se ha escrito, pues su
autor, con sumo acierto, aunque con inmenso trabajo, ha ido reuniendo en un volumen lo que
se hallaba esparcido en muchísimos, y con estos materiales, más los muchísimos que la ciencia del autor ha añadido ha formado este libro, en el cual nos ha dado a los católicos un arma
invencible, con la que podamos defender los dogmas católicos contra todas las sectas modernas.
Para que podáis sondear algo de lo muchísimo que este libro contiene, permitidme que os
enumere los títulos de los diez y siete capítulos de que consta esta obra: Capítulo I. Jesucristo
y la Historia. –II. Jesucristo y sus biógrafos. –Jesucristo y su ideal. –IV. Jesucristo y la razón
humana. –V. Jesucristo y la moral. –VI. Jesucristo y la sociedad. –VII. Jesucristo y sus maestros. –VIII. Jesucristo y su palabra. –IX. Jesucristo y su persona. –X. Jesucristo y la verdad. –
XI. Jesucristo y la vida. –XII. Posibilidad de lo sobrenatural. –XIII. Necesidad de lo sobrenatural. –XI. El
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milagro. –XV. El racionalismo y la fe. –XVI. La fe religiosa y las ciencias. –XVII. Jesucristo
síntesis de todas las cosas.
Basta una rápida mirada a los títulos que acabamos de citar, para convencernos de que en
este libro se discuten las cuestiones de más actualidad, y que Jesucristo es el centro, alrededor
del cual se desarrolla este libro porque así como todos los esfuerzos de la impiedad se dirigen
a arrancar de la frente del Salvador la aureola de la divinidad, así el fin de este libro es afianzarla más y más, y aun, si es posible, hacerla más esplendente.
Mas es nada lo que dicen los títulos de los capítulos, y muy difícil me parece el que por
ellos os forméis idea de este libro; porque, a veces bajo un título el más trivial, se encuentra la
más cumplida refutación de multitud de errores y la defensa más vigorosa de uno o más dogmas católicos.
En prueba de este aserto tomaré al azar un capítulo y expondré el sumario: sea, pues, el
capítulo II, «Jesucristo y sus biógrafos». ¿Puede darse título más sencillo? Pues seguid leyendo y veréis lo que encierra: «Juicios de la impiedad sobre Cristo: Lutero, Descartes, Semler,
Kant. –El Cristo de los librepensadores: Cristo de Lessing, de Hegel, de Schleiermacher, de
Straus, de Baur, de Renán, de Hartmann, de Paulsen, de Chapelli. –El Cristo de los modernistas: Cristo de Harnack, de Stapfer, de Weiss, de Wernle, de Loisy. –El Cristo de la Iglesia
Católica: Su fundamento histórico en los Evangelios. –Criterios externos de la autenticidad de
los Evangelios. –Id. internos. –Belleza moral de los Evangelios».
Por este sumario se puede formar idea más clara de lo que es este libro. En él se ventilan
todas las cuestiones que acerca de la divinidad de Jesucristo, de la revelación, de los Evangelios, de! orden sobrenatural, de los milagros y demás dogmas católicos ha propuesto la impiedad modernista, los racionalistas, librepensadores y demás enemigos del Catolicismo; allí se
refuta valientemente la herejía modernista en todas sus manifestaciones, sacando a la vergüenza pública sus afirmaciones gratuitas, sus negaciones sin ningún fundamento, la frescura
con que tergiversan, mutilan y cambian textos, y, cuando nada de esto les es posible, el descaro con que dicen que han sido interpolados.
En esta obra veréis pasar ante vuestra vista ya los rasgos más
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Boletín Oficial
sobresalientes del Evangelio, ya las escenas más amorosas de la vida del Salvador, ora la depravación de costumbres en el paganismo, y la mudanza que la Iglesia hizo en la sociedad, en
la familia y en el individuo, ora la miserable condición del esclavo y cómo Jesucristo le restituyó sus derechos, aquí nos presenta la lista de aquellos grandes y heróicos hijos de la Iglesia
que han sacrificado sus vidas en aras de la caridad para imitar a nuestro divino Salvador, allí
nos recuerda cómo los sabios más eminentes han sido humildes hijos de la Iglesia; para concluir de aquí una prueba concluyente contra aquellos que dicen que la Iglesia es opuesta a las
ciencias; en esta obra veréis… pero ¿para qué seguir enunciando lo muchísimo que en este
libro se contiene? En una palabra lo voy a decir: allí se contiene todo cuanto un buen católico
y un buen misionero puedan desear para combatir las herejías modernas y defender los dogmas católicos en el terreno en que la impiedad los combate.
Porque es de advertir que este libro reviste un carácter especial que le hace superior a
muchos de sus similares. Conoce muy bien el autor que los tiempos modernos se distinguen
por su incredulidad; por eso no prueba la divinidad de Jesucristo y demás dogmas a la manera
del teólogo, sino como filósofo que prescinde de la Escritura y la aduce tan sólo como un documento histórico. Ya lo dice el P. Cantera en el Prólogo, «negada la inspiración de los libros
sagrados, puesto en litigio el mismo orden sobrenatural, resulta deficiente, por no decir inútil
la prueba teológica», por eso «prescindo siempre de textos inspirados, de argumentaciones
dogmáticas, pues si se alegan a veces testimonios de la Sagrada Escritura no es para imponer
su autoridad divina, sino como documentos históricos.
Como hay algunos que se fijan tanto en el lenguaje, parece que el autor ha tenido consideración a ellos, y ha adornado a su libro con tal modo de decir, que merece muy justas alabanzas: porque todo él es tan castizo que parece estamos leyendo algún autor de nuestra edad
de oro, tan vigoroso que se parece al lenguaje de algunos apologistas de nuestra religión, y
respira tal unción y es tan atractivo al desarrollar algunas pruebas, sobre todo la del amor, que
cuesta trabajo el dejarlo de las manos; de este modo continúa toda
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la obra pero al llegar al final de ella, a la manera que el cisne canta más dulcemente, cuando
está herido de muerte y va a expirar, así el P. Cantera hace brotar de su pluma su último capítulo, «Jesucristo síntesis de todas las cosas», que es tan dulce y melodioso que entusiasma a
cualquiera, pues en él recoge todo lo mejor que se halla esparcido en la obra, a fin de llegar a
los resortes del amor, para que al acabar de leerse su obra quede tan impreso en nosotros el
amor hacia el amante Salvador que difícilmente se nos borre, y, para que nos cause todavía
más impresión, hiere nuestros sentidos, llegando hasta nuestro corazón, con aquel grandioso
¡Salve Jesús de Nazaret...! que emociona.
No sé si estas líneas llegarán a manos del autor de este libro, mas, si llegan, recíbalas no
como son en sí, que en vez de ensalzar su libro tal vez lo rebajen, sino como la expresión de la
voluntad que las ha inspirado, que fué dar a conocer un libro que tantos bienes puede causar,
y ¿por qué no decirlo? tanta honra dará a nuestra amada Recolección.
Me diréis que tienen poco peso mis palabras, y que no entiendo de críticas, ya lo sé; por
eso exhorto a todos a que lean este libro, y después el que entienda que forme la crítica, pero
¿a que no me sacáis por mentiroso?
FR. PABLO GRÁVALOS DE STO. TOMÁS DE VILLANUEVA
A. R.
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MISCELÁNEA
ESPAÑA EN FILIPINAS
1
Un día permitió la Divina Providencia que la rapaz águila de Norte-América arrancase de
la corona hispana la perla que Magallanes encontrara en 1521 y Legazpi pusiera en ella en
1571 los pendones de Castilla, en nombre del gran Felipe II el Prudente. Ya habían transcurrido tres años después de arriada la bandera gualda y roja, que había sido llevada del Archipiélago Magallánico envuelta en crespones, a la antigua metrópoli; y los españoles aquí residentes, sumidos en tristeza, cubiertos de dolor y bañados en llanto, cuando un periodista español, el Sr. Páramos, aboga en el Noticiero de Manila por la designación de un día en que se
reuniesen todos los españoles de cada pueblo o comarca, para conocerse, para vivir a la española. Este día había de ser, según él el día de nuestro Patrono Santiago que está en los cielos
y dió nombre a nuestro legendario grito de guerra. Terminaba así el artículo: «Hay que hacer
perdurable el espíritu español en esta tierra, que tanto quiso y quiere a España».
Si bien el campo estaba en pésimas condiciones por haber sufrido los efectos de una tempestad horrorosa, no dejó sin embargo de prender la semilla. Al año siguiente el semanario de
Manila El Tío Paco publicó un número extraordinario el día de Santiago, para despertar el
entusiasmo de los españoles y principalmente para comunicarlo a filipinos y americanos.
Cuando los ánimos iban
1
Por no haber llegado antes, publicamos ahora este trabajito de Manila.
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calmándose y el horizonte se despejaba, así en lo político como en lo mercantil, fué arraigando esta idea, hermosa y patriótica en los corazones de los españoles, antes oprimidos por el
dolor.
Ya en 1906 presentóse con carácter oficial en muchas partes, y en lo años siguientes ha
revestido un esplendor que parece han echado el resto los peninsulares.
Perpetrado el latrocinio de los yankis, consumado el crimen y satisfecha la rapacidad de
los Estados Unidos; arriada la bandera hispana y retirada en un rincón de la Península, llorando tanta vergüenza y desgracia tanta, comenzaron los improperios contra nuestra amada España; y españoles, ¡¡¡quien lo diría!!!, americanos y filipinos arrojaban sobre la inmaculada
frente de Hesperia inmunda baba y asquerosos salivazos.
Afortunadamente la Providencia Divina, suprema ley de la historia, no permitió que los
sacrificios de España, los sudores y la sangre de sus soldados, que siempre han tenido uncida
la victoria a sus armas, los trabajos y las lágrimas de los misioneros, la paternal y sabia prudencia de nuestros monarcas, consignada en las inmortales leyes de Indias, fueran correspondidas con esa ingratitud, que tiene calificativo para denominarla. Beneficios tan grandes como
esta tierra malásica había bebido de las puras fuentes del ejército, del misionero y del trono,
no podían engendrar aquellos torrentes de vilipendio, sarcasmos, odio, escarnio, abyección,
ingratitud y envilecimiento, so pena de invertir el orden natural. Aquello se fué y no volverá;
desapareció para no ser. ¿Pruebas?
Todos los años el día de Santiago, Patrón de España, nos las dan los mismos precisamente que antes nos escarnecían. Horrorizados de los tiempos pretéritos, asustados por sus propias
hazañas, quieren borrar con grande amor y entusiasmo grande, tamaña ingratitud. El Día Español, que así se llama nuestra fiesta, es la mejor prueba, el mejor argumento; y, si no, ahí
están El Ideal, La Democracia, La Vanguardia, Consolidación Nacional, diarios que representan las agrupaciones todas del país en política, los cuales dedican a España y a la colonia
del país hermosos editoriales, tiernas poesías, que rebosan gratitud, amor y cariño a la antigua
metrópoli. La prensa que se publica en inglés, también guarda para España lo mejor de sus
columnas.
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Boletín Oficial
No es raro que se publiquen números extraordinarios, ricos en materias y elegantes en la
forma, Libertas, El Mercantil y los arriba enumerados, en la capital, sino que también El Adalid y El Tiempo, en Cebú; El Nuevo Heraldo, en Ilo-Ilo; El Heraldo Bical, en Legazpi; La Voz
de Mindanao, en Zamboanga; y otros se visten de gala para celebrar el Dia Español, que no lo
harían mejor si se tratara de una fiesta propia. ¿Verdad, que esto es hermoso y consolador?
Tampoco es raro ver a altos personajes escribir sendos artículos en loor de España, como
Bongherty, Obispo de Jaro; Pershing, general; Helford, gobernador, etc.
¿Y los filipinos? ¡Ah! los filipinos guardan para España lo mejor de lo mejor: las notas
más delicadas de la lira filipina son para España; el más férvido entusiasmo de la elocuencia
filipina es para España; lo más florido de la pluma filipina es para España; todo, todo es para
España.
Jesús Balmori escribe en El Mercantil el día de Santiago una poesía, tierna y delicada,
como una flor de sampaguita, que exhala fragante olor de ilang-ilang, y con temor de ajarla
atrévome a cortarle estos pétalos de vivísimos colores:
Si de tu frente, oh Reina, la malhadada suerte
Robó la perla india para dejarle en llanto;
Al verte tan hermosa y tan doliente al verte,
¿Qué corazón, llorando de amor, no ha de quererte?
¿Qué lira de poeta no ha de ofrecerte un canto?
……………………………………………
Oh España, dulce España, penetra en mis solares
Poblados de ilang-ilang, para tus pies benditos;
Te buscan nuestros cielos, te añoran los hogares.
……………………………………………
……………………………………………
¡Vuelve aunque sea un día! Pasa por los escombros
Del pueblo que en su seno dormiste cariñosa
Te llevaron los indios Rahás sobre sus hombros
Y tú sobre sus hombros serás como una rosa.
Oh España, España nuestra, España bendecida;
Vuelve, que tú eres única y nunca, nunca extraña;
Si en un minuto loco nos fuiste malquerida,
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De ese minuto en cambio te damos nuestra vida,
Ven a tomarla, madre, ven a tomarla, España.
Jesus Caruso ha publicado en el mismo diario una poesía, que parece escrita por un niño,
es tan delicada… A trueque de alargar demasiado estas líneas, escritas al correr de la pluma y
al vagar incierto de la mente, voy a copiar estos áureos párrafos del eminente orador y notable
escritor filipino, D. Manuel Rávago:
«Nosotros tenemos un templo en donde la gratitud endiosó un nombre y esculpió
un recuerdo. En ese templo, sobre un altar paramentado con los colores rojos y gualda, yérguese una nobilísima matrona. En ese altar lucen los cirios del recuerdo, exhalan sus aromas las flores que el amor plantó y que regó la ingratitud.
Un coro de voces argentinas, las voces de tres siglos de constantes beneficios, de
favores incontables, entona constantemente el himno de las más santas efusiones, de
los más encendidos afectos.
En ese templo, escondido a los ojos del mundo, sólo Dios escudriña los misterios de un culto que Él mismo se complace en fomentar.
Y allí, en ese templo, donde vela como guardián incorruptible el alma de nuestra
raza, es donde en Filipinas recibe culto incesante de admiración, de adoración y de
afecto la memoria de España y de sus beneficios… Ese templo… es el corazón de los
filipinos.
La gratitud lo erigió, el amor lo ungió con el óleo de sus efusiones, el recuerdo
lo conservará inderrocable, erguido al través de siglos y de las generaciones».
En fin, todos aquel día parece que sienten la ausencia de España y exteriorizan la nostalgia por aquella nación, que ha sabido elevarse a la apoteosis de la excelsitud con sus virtudes
heróicas.
El Mercantil, diario simpático de Manila y órgano de la colonia española, aprece este año
con sus titulares encendidas de vivo rojo, como la sangre de Legazpi y Urdaneta. El año pasado fué escrito el número extraordinario por filipinos exclusivamente; resultó muy notable por
sus buenos trabajos. El de 1910 quizás supere a los demás; tiene más de diez hojas; en la portada se ve el escudo de España artísticamente dibujado; multitud de fotograbados del Casino
Español y Orfeó Catalá, de Manila, y los principales monumentos de España, hermosean el
conjunto; notables firmas
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Boletín Oficial
se ven al pie de los numerosos artículos y poesías, como la de D. José María Romero Salas,
director de dicho diario; Luis Torres Acevedo, cónsul general de Manila; José Rocamora,
director del Heraldo de Madrid; Morel, Unamuno, Labra, Salvador Morales, director de Correo Español; Bartolomé Feliú, el Conde Rizi; Luca de Tena, senador y director de A B C; Fr.
Antonio Lozano, O. S. A.; Irureta Goyena, Manuel Rávago, y otros y otros de firmas conocidas por sus trabajos literarios; de manera que resulta un número verdaderamente notable y
extraordinario, y para que nada faltara, hasta el «Guernicaco Arbola» inserta Libertas, diario
católico de Manila, también luce sus galas en el Día Español. Excelsior, revista ilustrada, aumenta en hojas y en tamaño, y sus artículos y sus poesías son para España y sólo de España
sus fotograbados. La portada de este año fué dibujada a ocho tintas; hay que ver lo que supone
aquí ocho tintas.
No es solamerile Manila la que se honra con el Día Español, no; en otros puntos como
Dávao, Gagayan de Luzón, Ilo-Ilo, Cebú, Donsol, Legazpi, Albay, Daraga, también se celebra
con entusiasmo. Y para que se vea cuánto esplendor reviste, bástenos citar el hecho de Zamboanga, en donde no habiendo más que diez y seis españoles, las casas más principales de
comercio se cerraron el año pasado, los tribunales de justicia cerraron sus sesiones, y dispensaron a los empleados de la asistencia a las oficinas públicas. Algunos españoles pronunciaron
discursos en inglés, haciendo lo propio algunos americanos en castellano.
Aunque mucho más se podría decir, creo lo suficiente ya para dar una idea de cómo se
celebra aquí el Día Español; día en que ofrecemos a la Patria ausente en el altar del recuerdo
nuestros más caros amores, nuestros amores de hijos.
El programa suele ser muy variado; suele haber veladas, concurso de parejas regionales
en grupas, carreras de bicicletas etc.; pero nunca falla la novillada, cuyo producto líquido se
destina al «Fondo, Benéfico Español» y este año además, a la «Gota de Leche»: una función
religiosa, que resulta brillantísima todos los años, ha de comenzar las fiesta. Este año se ha
celebrado en la nueva iglesia de los PP. Paúles: el año pasado en la de los PP. Jesuitas, aquí
hubo tres Señores Obispos y el Ilmo. Arzobispo de Manila, y hace tres
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años, en la majestuosa Basílica del Carmen, de S. Sebastián, en donde predicó un sermón notabilísimo, grandilocuente, colosal, el P. Pedro Jiménez; ayudado con la historia, llena de fervor su alma y electrizado su corazón. Con entusiasmo grande, supo tejer de filigranas una
oración, que no se rebajaría el mismo Cicerón en estampar su firma en ella. También se reparten limosnas a los españoles necesitados. Hay recepción diplomática en el Consulado General,
la que resulta muy brillante.
En fin, que parece que uno está en España, se hace la ilusión que asiste a una fiesta en su
misma Patria; benditas ilusiones que mitigáis, siquiera algunas horas, muchas nostalgias, muchos dolores, muchas miserias, y hacéis que se pase tan alegre un día de España en Filipinas.
FR. J. M. y J. A. R.
Manila, Agosto de 1914.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
GRÓNICA DE NUESTROS COLEGIOS
DE MARCILLA
Oportunísima sin duda fué la súplica que en la última página del precedente número de
nuestro simpático BOLETÍN tuvo a bien hacer el amado P. Director del mismo a los RR. PP.
Superiores locales, pidiendo que, a ser posible, mandasen de todas las Casas las noticias que
creyesen convenientes para nuestra común edificación. Y a fe que, por este mes al menos, no
se me ha de secar la tinta en la pluma; pues lo que es asuntos que tratar no faltan, siquiera no
sobre gracia en el Cronista, nombrado, para relatarlos con aquel donaire que es suficiente por
sí solo, para hacer amenas las cosas de más baladí interés. Y supuesto que otra pluma mejor
cortada que la mía se ha ocupado de bosquejar la solemnísima exposición de S. D. M. que
tuvo lugar en esta nuestra iglesia del Colegio de Marcilla el Domingo de Sexagésima, me
ocuparé yo de los exámenes con que comenzó el periodo a que debe circunscribirse esta relación, y después hablaré de otras cosas no menos dignas de mencionarse en la crónica de un
Colegio.
En cuanto a los exámenes, tengo que advertir que se engañaría miserablemente el que dijere no ser estos sino una mera costumbre que a nada útil conduce. Erraría de medio a medio
el que afirmase que no obedecen sino a una rutina, que no sirve ni para avivar los tal vez cansados ojos del estudiante aplicado, ni para despertar los dormidos del holgazán y tumbón. Si
alguna vez hubiese pensado
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yo de ese modo, creo no se habría prolongado mi error más de lo que duraron los dias postreros del pasado Enero, sino que probablemente hubiera cambiado de opinión antes de aparecer
en el teatro de nuestra historia el mes que tan velozmente se desliza. Seguramente se hubiese
desvanecido mi error al ver en este Colegio el desasosiego de unos Coristas y la intranquilidad de otros, al observar la falta al recreo de estos y las ocupaciones de aquellos al escuchar
en fin las conversaciones de todos. Si a cualquiera de ellos se le hubiese preguntado la causa
de sus desvelos, al momento habría contestado que no le preocupaba nada sino que el día 30
de Enero debía presentarse a los exámenes prescritos por el vigente «Plan de Estudios» en su
art. 11, conforme a lo determinado en el núm. 618 de nuestras Constituciones.
Dejando que corran veloces los últimos días de prueba, trasladémonos al dicho día 30,
que amaneció muy claro para todo el mundo y tal vez oscuro para nuestros examinandos. Seguramente alguno de los Coristas el primer pensamiento que tuvo al toque de tablillas fué el
de los exámenes que debía sufrir aquel día, y ¡quién sabe si en el coro debió besar tierra alguna vez por esta misma distracción! Apartemos nuestra consideración de los Coristas y dejémoslos con sus temores hasta que el reloj, en su sincrónica marcha, haya llegado a marcar las
nueve. Si pasamos por delante de la celda Rectoral a dicha hora, veremos ya que algunos con
la capilla calada pasean en corto espacio con paso inseguro y taciturnos; el uno hojeando el
programa, el otro revolviendo el libro para mirar esta definición, recordar aquella división y
otras cosas semejantes: ¡a buen seguro que no los reconocería el que pocos dias antes los observó alegres, bulliciosos, juguetones, charlar, correr y divertirse!1 Entremos con uno cualquiera de ellos en la celda Rectoral; nos edificará en primer lugar la devoción con que toma el
agua bendita. ¡Señor, con qué modestia saluda al tribunal! parece que
1
Aunque el estilo de esta Crónica no diga muy bien con el título de nuestra publicación, se ha dejado correr, por
no creerlo del todo ajeno a uno de los fines de la misma, que es poner a nuestros jóvenes en condiciones de
adiestrarse en el manejo de la pluma, para que con el tiempo la puedan emplear en defensa de más altos y
sagrados intereses.
(N. de la D.)
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no tiene manos, sino es para arreglarse un poco la capilla o la correa, antes de meterlas en las
mangas para cuadrarse. ¡Está hecho un angelito aunque sin alas! Las pulsaciones de su agitado corazón me parece que las podría contar cualquier miope desde el ángulo más apartado de
la celda, no obstante ser tan aceleradas y suficientes para intranquilizar al más lerdo Galeno,
si en estas condiciones tuviese que auscultar a un enfermo. Supongo que estará haciendo votos en su interior a todos los santos, y hasta invocará a Santa Rita tan sólo por ser abogada de
imposibles, formando a la vez la mar de propósitos de aprovechar mejor el tiempo en lo sucesivo. Dejémonos de examinar su interior, lector amado, no sea que alguno nos llame temerarios, por aquello de internis non judicat Ecclesia y fijémonos en lo exterior; veamos cómo se
muerde el labio inferior y dirige al techo miradas más penetrantes que los famosos rayos de
Roentgen, cómo enumera algunas pruebas tan entre dientes que apenas si las oye el cuello de
la túnica, cómo suprime otras por no tener probabilidad de poder salir airoso con ellas, cómo
contesta a una pregunta marchándose por los cerros de Úbeda, cómo mutila algún texto de
modo que no le reconocería ni su mismo autor, etc. etc. ¡Señor, si habrá turbación en su alma
y regomello en su cuerpo! Pero en medio de todo veamos cómo se va terminando aquel purgatorio y luego podrá cantar victoria y correr gozoso a la huerta para oxigenar libremente los
pulmones y tomar el radiante sol que vivifica toda la naturaleza. Salgámonos, lector amado,
de la celda Rectoral, no sea que nos echen el alto, por cuanto ni tú ni yo somos de los que
constituyen el tribunal; hemos entrado tan sólo de incognito y furtivamente: aparte de que en
el claustro nos queda algo que ver.
En el momento de cerrar la puerta, ya de salida, una porción de compañeros rodean a
nuestro examinado; uno le pregunta quiénes constituyen el tribunal; otro, qué le han preguntado, éste si exigen mucho, aquel si ayudan algo; lo marean por completo. ¡Señor, qué poca
paciencia! Esperad unos momentos y ya lo sabréis luego sin necesidad de molestar a vuestro
compañero. Mas poco o nada le importan ya a nuestro examinado estas impaciencias de sus
hermanos; ha salido del apuro y se siente ya dichoso. ¡Y luego habrá quien diga que no impresionan nada a los Coristas los exámenes!
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Que piense así quien quiera, yo por mi parte sostendré que tenía mucha razón el seminarista
del cuento, que, al ver en el sarcófago de un héroe del valor una pomposa inscripción que
decía hic jacet qui nunquam timuit, no pudo vencer la tentación que le vino de explicar aquel
fenómeno con el laconismo del que lo comprende claro, añadiendo quia nunquam fuit examinatus.
Después de haber hablado de los exámenes, todavía podía entretener por algunos momentos a mi amado e indulgente lector, relatándole, si el mes estuviese más adelantado, las pláticas que están preparando los Coristas para enfervorizar con ellas a la Comunidad durante este
santo tiempo de Cuaresma; mas, como todavía no se ha declamado ninguna, no puedo dar
ningún juicio crítico sobre ellas, ni rebatir rotunda y contundentemente la errada opinión de
los que creen que los Coristas se pasan la vida durmiendo y jugando sin pensar sino en el refectorio y las vacaciones. Dentro de poco, Deo favente, podré apuntar gozoso en mi cartera
este nuevo argumento y presentarlo orgulloso ante los ojos de cualquiera. Esta confianza nace
en el fondo de mi alma al ver el sumo trabajo y exquisito cuidado que ponen en prepararlas;
razón que me hace sospechar y creer firmísimamente que por lo menos obtendrán con ellas un
éxito tan ventajoso y favorable como el que ya lograron los más antiguos con las suyas, durante el pasado Adviento.
Cuatro palabras no más, lector amado, para darte una noticia sumamente grata y decirte
que está de enhorabuena nuestra amada Provincia, pues el 2 del corriente tres hijos suyos,
llamados Fr. Tirso Ruana del Carmen, Moisés Rojo de la Virgen del Prado y Julián Arzanegui
del Pilar recibirán de manos del Excmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Pamplona la dignidad sacerdotal y la plenitud del Espíritu Santo, para llenar cumplidamente las obligaciones anejas a la
más grande de las dignidades. El domingo pasado sufrieron los correspondientes exámenes, y
han comenzado el acostumbrado retiro. ¡Con qué vehemencia suplicarán al Dios de las Misericordias les conceda las gracias de que necesitan en tan santo estado!
Ayudémosles todos con una súplica tierna y devota pidiendo al Señor que remedie en
cuanto es posible con estos tres nuevos sacerdotes la falta de operarios en la viña de su Iglesia.
En la persuasión de que para cuando vean la luz pública estos
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renglones habrá tenido ya lugar tan fausta ceremonia, mando desde ahora mi más afectuosa y
cordial enhorabuena a los tres recién admitidos a la porción predilecta del Señor.
En el próximo número de este Boletin promete, si le es fácil, dar algún detalle de los respectivos canta-misas el Cronista nombrado.
FR. R. J. DE LA. C.
Marcilla 17 de Febrero 1915.
DE SAN MILLÁN DE LA COGOLLA
Muy Rvdo. P. Director del BOLETÍN OFICIAL de Agustinos Recoletos.
Marcilla.
Muy Rvdo. y estimado Padre: He recibido el número último del BOLETÍN OFICIAL, correspondiente al 1.º de Febrero del presente año, en el que ruega V. R. a todos los Superiores
de nuestras Casas tengan a bien comunicar cuantas noticias puedan contribuir a la edificación
común y sirvan un día para continuar la Historia, hasta aquí tan gloriosa, de nuestra santa
Provincia: y este ruego para mí es un agradable mandato que me apresuro a cumplir, firmemente persuadido de que con el mismo gusto lo cumplirán los demás Superiores, contribuyendo así a llenar las aspiraciones de todos los Religiosos, que no podíamos ver sin pena olvidadas tantas obras heroicas que debían haber quedado engarzadas para más abrillantar la
corona de nuestra Recolección Agustiniana.
No dudo tendrá materia sobrada para llenar el BOLETÍN mensual, y otro que tuviese duplicado número de páginas; pero esto no me dispensa de cumplir con mi deber, ni me excusa
de publicar los trabajos de los Religiosos que están a mi cargo; limitándome por hoy a remitir
a V. R. copia corregida y aumentada de la reseña que hace unos días publicó el Diario de la
Rioja, de las funciones religiosas que se celebraron en esta iglesia de San Millán para impetrar
del cielo la paz para Europa, según las disposiciones de Su Santidad el Papa Benedicto XV.
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El corresponsal del periódico citado no pensó más que en el espíritu y fervor del pueblo y
formó la reseña como un acto puramente parroquial; pero es muy justo hacer constar la eficaz
cooperación de la Comunidad para que los cultos resultaren, como así fué en efecto, una imponente manifestación de fe y religión de parte de este católico vecindario.
Cumpliendo, pues, los deseos de nuestro Santísimo Padre Benedicto XV, anunció el celoso párroco de esta villa el día de la Purificación de Ntra. Señora la función solemne con todos
los actos que tendrían lugar el día 7 para impetrar del Altísimo la anhelada paz europea, manifestando sus deseos de que todos en ese día recibiesen la Sagrada Comunión, incluyendo también a los enfermos, a quienes el mismo párroco la administraría privadamente como acostumbra a hacerlo todos los meses.
Todo el pueblo acogió con entusiasmo la idea de su amado párroco, a quien siempre escuchan con respeto, y obedientes y sumisos a su voz acudieron como un solo hombre preparando ya desde el sábado sus almas por medio del Sacramento de la Reconciliación para lo
cual bajaron solícitos al confesonario a las dos de la tarde los Padres del Convento, Rvdmo. P.
Enrique, P. Félix y P. Vicente para ayudar al párroco.
El Domingo por la mañana los PP. Confesores reanudaron sus tareas, mientras N. Rvmo.
P. Enrique celebraba la primera misa: llegó la hora de la Comunión, y a pesar de estar acostumbrados en este pueblo a ver actos de esta índole, nos conmovió religiosamente este acto
que resultó tierno e imponente. El M. I. Ayuntamiento fué el primero en recibir a Jesús Sacramentado, siguieron los señores Socios de la Junta de la Doctrina Cristiana con los instructores e Instructoras; a continuación pasaron los niños y niñas, luego las Asociaciones del Corazón de Jesús e Hijas de María y por último se acercaron los hombres, en tanto número, como nunca se ha visto en un solo día.
Terminada la Misa mayor, que celebró el que suscribe, se expuso S. D. M., cantando un
sentido Miserere los niños del Colegio Preparatorio, que con tanto acierto dirige el P. Benito
Gabasa.
Acabados los actos de la mañana, comenzaron la vela al Santísimo el Sr. Cura párroco, el
Sr. Alcalde y el Prior de la Cofradía
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Mayor; y hasta la función de la tarde, que tuvo lugar a las cuatro, hubo constantes tres parejas
de veladores de las diferentes piadosas Asociaciones que hay establecidas en esta parroquia.
Por la tarde, a eso de las cuatro, no se veía un solo hombre por las calles; estaban todos
en la iglesia. Se rezó el Santo Rosario con la estación al Santísimo: los niños del Colegio entonaron las letanías y un sentimental Parce, Domine y todo acabó con la bendición del Santísimo que dió al pueblo el Rvdo. Cura párroco Fr. Rogelio Barasoain.
Puede V. R. hacer de esta reseña el uso que crea conveniente, y, si por merecerlo la publica en nuestro BOLETÍN OFICIAL, le anticipa las gracias, a la vez que me reitero de V. R.
afmo. en Jesús menor Hermano,
EL RECTOR
San Millán de la Cogolla 16 de Febrero de 1915
TIP. DE SANTA RITA
Año VI
1 de Abril de 1915
Núm. 59
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
CORRESPONDENCIA OFICIAL
LA BENDICIÓN DE SU SANTIDAD
GENERALATO DE AGUSTINOS RECOLETOS
Madrid 2 de Febrero de 1915
En carta de fecha 14 del actual me dice nuestro queridísimo Protector el Emmo. Sr. Cardenal Vico lo siguiente:
«Me es grato comunicar a Vuestra Reverendísima
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el interés que tiene Su Santidad por su Orden, y la Bendición Apostólica que envía al
Padre Prior General y demás Superiores y Religiosos; y no duda Su Santidad que el
espiritu que siempre ha distinguido a esa Orden, se mantenga y perpetúe, hoy tanto
más que tiene vida independiente».
Que esta prueba de paternal benevolencia de parte del Augusto Vicario de Jesucristo aliente y sirva a todos nuestros Religiosos, para trabajar cada día más en su
santificación por medio de la observancia regular y cumplimiento de sus respectivos
deberes.
FR. FIDEL DE BLAS DE LA ASUNCIÓN
BENDICIÓN ESPECIAL DE S. S.
A NUESTROS MISIONEROS DE
VENEZUELA
A la felicitación que el R. P. Vicario Provincial de Venezuela mandó a S. S. el Papa Benedicto XV con motivo de su elevación al Pontiticado, se ha dignado contestar S. S. por medio del Eminentísimo Sr. Cardenal Secretario de Estado, enviando a todos aquellos Misioneros la Bendición Apostólica, como consta en el respetabilísirno documento que a continuación
publicamos:
«Secretaría di Stato di Sua Santita
Dal Vaticano 19 Diciembre 1914. –Núm. 2.123.
Rvmo. Padre:
Il Santo Padre mi affida il piacevole incarico di parteciparle i Suoi augusti ringraziamenti
per l'omaggio e per gli auguri che
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Ella Gli ha offerto a nome di tutti i Padri Agostiniani Recolletti di cotesta Missione in occasione della sua elevazione alla Cattedra di San Pietro.
Ai ringraziamenti Sua Santità si é degnata aggiungere il voto di un ministero sempre più
fecondo; e con particolare benevolenza ha impartido a V. P. ed a tutti suoi Confratelli Missionari l'Implorata Benedizione Apostolica.
Con sensi di sincera stima passo al piacere di raffermarmi.
Di V. P. Rvma. affmo. nel Signore
S. Card. Gasparri
Rvmo. P. Eugenio Galilea di S. Luigi Gonzaga, Superiore dei Padri Agostiniani Recolletti. –Venezuela».
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REVISTA CANÓNICA
DECISIONES DE LA PONTIFICIA COMISIÓN «DE RE BÍBLICA»
I
De auctore, de tempore compositionis et de historica veritate
Evangelii secundum Mattheum
Propositis sequentibus dubiis, Pontificia Commissio «De re
bíblica» ita respondendum decrevit
I.- Utrum, attento universali et a primis saeculis constanti EccIesiae consensu, quem luculenter ostendunt diserta Patrum testimonia, codicum Evangeliorum inscriptiones, sacrorum
librorum versiones vel antiquissimae et catalogi a SS. Patribus, ab ecclesiasticis scriptoribus,
a Summis Pontificibus et a Conciliis traditi, ac tandem usus liturgicus Ecclesiae orientalis,
affirmari certo possit et debeat Matthaeum, Christi Apostolum, revera Evangelii sub ejus nomine vulgari esse auctorem?
Resp.: Affirmative.
II.- Utrum traditionis suffragio satis fulciri censenda sit sententia quae tenet Matthaeum
et ceteros Evangelistas in scribendo praecessisse, et primum Evangelium patrio sermone a
Judaeis paIaestinensibus tunc usitato, quibus opus illud erat directum, conscripsisse?
Resp. Affirmative ad utramque partem.
III.- Utrum redactio hujus originalis textus differri possit ultra tempus eversionis Hierusalem, ita ut vaticinia quae de eadem eversione ibi leguntur, scripta fuerint post eventum, aut,
quod allegari solet Irenaei testimonium (Advers. haeres., lib. III, cap. I, n. 2), insertae et controversae interpretationis, tanti ponderis sit existimandum, ut cogat rejicere eorum sententiam
qui congruentius traditioni
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censent eamdem redactionem etiam ante Pauli in Urbem adventum fuisse confectam?
Resp: Negative ad utramque partem.
IV.- Utrum sustineri vel probabiliter possit illa modernorum quorumdam opinio, juxta
quam Matthaeus non proprie et stricte Evangelium composuisset, quale nobis est traditum,
sed tantummodo collectionem aliquam dictorum seu sermonum Christi, quibus tamquam fontibus usus esset, alius auctor anonymus, quem Evangelii ipsius redactorem faciunt?
Resp.: Negative.
V.- Utrum ex eo quod Patres, et ecclesiastici scriptores omnes, imo Ecclesia ipsa jam a
suis incunabulis, unice usi sunt, tamquam canonico, graeco textu Evangelii sub Matthaei nomine cogniti, ne iis quidem exceptis, qui Matthaeum Apostolum patrio scripsisse sermone
expresse tradiderunt, certo probari possit ipsum Evangelium graecum identicum esse quoad
substantiam cum Evangelio illo, patrio sermone ab eodem Apostolo exarato?
Resp.: Affirmative.
VI.- Utrum ex eo quod auctor primi Evangelii scopum prosequitur praecipue dogmaticum
et apologeticum, demonstrandi nempe Judaeis Jesum esse Messiam a prophetis praenuntiatum
et davidica stirpe progenitum, et quod insuper in disponendis factis et dictis quae enarrat et
refert, non semper ordinem chronologicum tenet; deduci inde liceat ea non esse ut vera recipienda; aut etiam affirmari possit narrationes gestorum et sermonum Christi, quae in ipso
Evangeiio leguntur, alterationem quamdam et adaptationem sub influxu prophetiarum Veteris
Testamenti, et adultioris, Ecclesiae status subisse, ac proinde historicae veritati haud esse conformes?
Resp. Negative ad utramque partem.
VII.- Utrum, speciatim solido fundamento destitutae censeri jure debeant opiniones eorum, qui in dubium revocant authenticitatem historicam duorum priorum capitum, in quibus
genealogia et infantia Christi narrantur, sicut et quarumdam in re dogmatica magni momenti
sententiarum, uti sunt illae quae respiciunt primatum Petri (Matth. XVI, 17-19), formam baptizandi cum universali missione praedicandi Apostolis traditam (Matth. XXVIII, 19-20),
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professionem fidei Apostolorum in divinitatem Christi (Matth. XIV, 33), et alia hujusmodi,
quae apud Matthaeum peculiari modo enuntiata occurrunt?
Resp.: Affirmative.
Die autem 19 Junii 1911, in audientia utrique infrascripto Rmo. Consultore ab Actis benigne concessa, SSmus. Dominus Noster Pius Papa X praedicta responsa rata habuit ac publici juris fieri mandavit.
Fulcranus Vigouroux, Pr. S. S.
Laurentius Janssens, O. S. B.
Consultores ab Actis
II
De auctore, de tempore compositionis et de historica veritate
Evangeliorum secundum Marcum et secundum Lucam
Propositis pariter sequentibus dubiis Pontificia Commissio «De re biblica» ita respondendum decrevit.
1.- Utrum luculentum traditionis suffragium inde ah Ecclesiae primordiis mire consentiens ac multiplici argumento firmatum, nimirum disertis sanctorum Patrum et scriptorum
ecclesiasticorum testimoniis, citationibus et allusionibus in eorumdem scriptis occurrentibus,
veterum haereticorum usu, versionibus librorum Novi Testamenti, codicibus manuscriptis
antiquisimis et pene universis atque etiam internis rationibus ex ipso sacrorum librorum textu
de sumptis, certo affirmare cogat Marcum, Petri discipulum et interpretem, Lucam vero medicum, Pauli adjutorem et comitem, revera Evangeliorum quae ipsis respective attribuntur esse
auctores?
Resp.: Affirmative.
II.- Utrum rationes, quibus nonnulli critici demonstrare nituntur postremos duodecim versus Evangelii Marci (Marc. XVI, 9-20) non esse ab ipso Marco conscriptos sed ab aliena manu appositos, tales sint quae jus tribuant affirmandi eos non esse ut inspiratos et canonicos
recipiendos; vel saltem femonstrent versuum eorumdem Marcum non esse auctorem?
Resp.: Negative ad utramque partem.
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III.- Utrurn pariter dubitare liceat de inspiratione et canonicitate narrationum Lucae de infantia Christi (Luc., I-II), aut de apparitione Angeli Jesum confortantis et de sudore sanguineo
(Luc., XXII, 43-44); vel solidis saltem rationibus ostendi possit —quod placuit antiquis haereticis et quibusdam etiam recentiorihus criticis arridet— easdem narrationes ad genuinum Lucae Evangelium non pertinere?
Resp.: Negative ad utramque partem.
IV.- Utrum rarissirna illa et prorsus singularia documenta in quibus Canticum Magnificat
non Beatae Virgini Mariae, sed Elisabeth tribuitur, ullo modo praevalere possint ac debeant
contra testimonium concors omnium fere codicum tum graeci textus originalis tum versionum, necnon contra interpretationem quam plane exigunt non minus contextus quam ipsius
Virginis animus et constans Ecclesiae traditio?
Resp.: Negative.
V.- Utrum, quoad ordinem chronologicum Evangeliorum, ab ea sententia recedere fassit,
quae antiquissimo aeque ac constanti traditionis testimonio roborata, post Matthaeum, qui
omnium primus Evangelium suum patrio sermone conscripsit, Marcum ordine secundum et
Lucarn tertium scripsisse testatur; aut huic sententiae adversari vicissim censenda sit eorum
opinio quae asserit EvangeIium secundum et tertium ante graecam primi Evangeiii versionem
esse compositum?
Resp.: Negative ad utramque partem.
VI.- Utrum tempus compositionis Evageliorum Marci et Lucae iisque ad urbem Jerusalem eversam differre liceat; vel, eo quod apud Lucam prophetia Domini circa hujus urbis
eversionem magis determinata videatur, ipsius saltem Evangelium obsidione jam inchoata
fuisse conscriptum, sustineri possit?
Resp.; Negative ad utramque partem.
VII.- Utrum affirmari debeat EvangeIium Lucae praecessisse librum Actuum Apostolorum (Act., I, 1-2; et quum hic liber, eodem Luca auctore, ad finem captivitatis Romanae
Apostoli fuerit absolutus (Act., XXVIII, 30-31), ejusdem Evangelium non post hoc tempus
fuisse compositum?
Resp.: Affirmative.
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VIII.- Utrum, prae oculis habitis tum traditionis testimoniis, tum argumentis internis,
quoad fontes quibus uterque Evangelista in conscribendo Evangelio usus est, in dubium vocari prudenter queat sententia quae tenet Marcurn juxta praedicationem Petri, Lucam autem juxta praedicationem Pauli scripsisse; simulque asserit iisdem Evangelistis praesto fuisse alios
quoque fontes fide dignos sive orales sive etiam jam scriptis consignatos?
Resp.: Negative.
IX.- Utrum dicta et gesta, quae a Marco juxta Petri praedicationem accurate et quasi
graphice enarrantur, et a Luca, assecuto omnia a principio diligenter per testes fide plane dignos, quippe qui ab initio ipsi viderunt et ministri fuerunt sermonis (Luc., I, 2-3), sincerissime
exponentur, plenam sibi eam fidem historicam jure vindicent quam eisdem semper praestitit
Ecclesia; aut e contrario eadem facta et gesta censenda sint historica veritate, saltem ex parte,
destituta, sive quod scriptores non fuerint testes oculares, sive quod apud utrumque Evangelistam defectos ordinis ac discrepantia in successione factorum haud raro deprehendantur, sive
quod, cum tardius venerint et scripserint, necessario conceptiones menti Christi et Apostolorum extraneas aut facta plus minusve jam imaginatione populi inquinata referre debuerint,
sive demum quod dogmaticis ideis praeconceptis, quisque pro suo scopo indulserint?
Resp. Affirmative ad primam partem, negative ad alteram.
III
De quaetione synoptica sive de mutuis relationibus
inter tria priora Evangelia
Propositis pariter sequentibus dubiis Pontificia Commissio «De re biblica» ita respondendum decrevit.
I.- Utrum, servatis quae juxta praecedenter statuta omnino servanda sunt, praesertim de
authenticitate et integritate trium Evangeliorum Matthaei, Marci et Lucae, de identitate substantiali Evangelii graeci Matthaei cum ejus originali primitivo, necnon de ordine
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temporum quo eadem scripta fuerunt, ad explicandum eorum ad invicem similitudines aut
dissimilitudines, inter tot varias oppositasque auctorum sententias, liceat exegetis libere disputare et ad hypotheses traditionis sive scriptae sive oralis vel etiam dependentiae unius a praecedenti seu a praecedentibus appellare?
Resp.: Affirmative.
II.- Utrum ea quae superius statuta sunt, ii servare censeri debeant, qni, nullo fulti traditionis testimonio nec historico argumento, facile amplectuntur hypothesim vulgo duorum fontium nuncupatam, quae compositionem Evangelii graeci Matthaei et Evangelii Lucae ex eorum potissimum dependentia ab Evangelio Marci et a collectione sit dicta sermonum Domini
contendit explicare: ac proinde eam libere propugnare valeant?
Resp.: Negative ad utramque partem.
Die autem 26 Junii anni 1912, in audientia utrique Rvmo. Consultori ab Actis benigne
concessa, SSmus. Dominus noster Pius papa X praedicta responsa rata habuit ac publici juris
fieri mandavit.
Romae diei 26 Junii 1912.
Fulcranus Vigoroux, Pr. S. Sulp.
L. ✠ S. Laurentius Janssens, O. S. B.
Consultores ab Actis.
IV
De auctore, de tempore compositionis et de historica
veritate Libri Actuum Apostolorum
Propositis pariter sequentibus dubiis Pontificia Commissio «De re biblica» ita respondendum decrevit.
I.- Utrum perspecta potissimum Ecclesiae universae traditione usque ad primaevos ecclesiasticos scriptores assurgente, attentisque internis rationibus libri Actuum sive in se sive in
sua ad tertium Evangelium relatione considerati et praesertim mutua utriusque prologui affinitate et connexione (Luc., I, 1-4; Act., I, 1-2), uti certum tenendum sit volumen, quod titulo
Actus Apostolorum, seu
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Pra¿xeiß jAposto¿lwn, praenotatur, Lucam Evangelistam habere auctorem?
Resp.: Affirmative.
II.- Utrum criticis rationibus, desumptis tum ex lingua et stylo, tum ex enarrandi modo,
tum ex unitate scopi et doctrinae, demonstrari possit Iibrum Actuum Apostolorum uni dumtaxat auctori tribui debere; ac proinde eam recentiorum scriptorum sententiam, quae tenet
Lucam non esse Iibri auctorem unicum, sed diversos esse agnoscendos ejusdem libri auctores,
quovis fundamento esse destitutam?
Resp.: Affirmative ad uramque partem.
III.- Utrum, in specie, pericopae in Actis conspicuae, in quibus abrupto usu tertiae personae, inducitur prima pluralis (Wirstücke) unitatem compositionis et authenticitatem infirment;
vel potius historice et philologice consideratae eam confirmare dicendae sint?
Resp.: Negative ad primam partem, affirmative ad secundam.
IV.- Utrum, ex eo quod liber ipse, vix mentione facta biennii primae romanae Pauli captivitatis, abrupte clauditur, inferri liceat auctorem volumen alterum deperditum conscripsisse,
aut conscribere intendisse, ac proinde tempus compositionis libri Actuum longe possit post
eamdem captivitatem differri; vel potius jure et merito retinendum sit Lucam sub finem primae captivitatis romanae apostoli Pauli librum absolvisse?
Resp.: Negative ad primam partem, affirmative ad secundam.
V.- Utrum, si simul considerentur tum frequens ac facile commercium quod procul dubio
habuit Lucas cum primis et praecipuis ecclesiae Palaestinensis fundatoribus necnon cum Paulo gentium Apostolo, cujus et in evangelica praedicatione adjutor et in itineribus comes fuit;
tum solita ejus industria et diligentia in exquirendis testibus rebusque suis oculis observandis;
tum denique plerumque evidens et mirabilis consensus libri Actuum cum ipsis Pauli epistolis
et cum sincerioribus historiae monumentis; certo teneri debeat Lucam fontes omni fide dignos
prae manibus habuisse eosque accurate, probe et fideliter adhibuisse: adeo ut plenam auctoritatem historicam sibi jure vindicent?
Resp.: Affirmative.
VI.- Utrum difficultates quae passim objici solent tum ex factis
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381
supernaturalibus a Luca narratis; tum ex relatione quorumdam sermonum, qui, cum sint compendiose traditi, censentur conficti et circunstantiis adaptati; tum ex nonnullis locis ab historia
sive profana sive biblica apparenter saltem dissentientibus; tum demum ex narrationibus quibusdam, quae sive cum ipso Actuum auctore sive cum aliis auctoribus sacris pugnare videntur; tales sint ut auctoritatem Actuum historicam in dubium revocare vel saltem aliquomodo
minuere possint?
Resp.: Negative.
V
De auctore, de integritate et de compositionis tempore
Epistolarum Pastoralium Pauli Apostoli
Propositis pariter sequentibus dubiis Pontificia Commissio «De re biblica» ita respondendum decrevit.
I.- Utrum prae oculis habita Ecclesiae traditione inde a primordiis universaliter firmiterque perseverante, prout multimodis ecclesiastica monumenta vetusta testantur, teneri certo
debeat epistolas quae pastorales dicuntur, nempe ad Timotheum utramque et ad Titum, non
obstante quorumdam haereticorum ausu, qui eas, utpote suo dogmati contrarias, de numero
paulinarum epistolarum nulla reddita causa, eraserunt, ab ipso apostolo Paulo fuisse conscriptas et inter genuinas et canonicas perpetuo recensitas?
Resp.: Affirmative.
II.- Utrum hypothsis sic dicta fragmentaria, a quibusdam recentioribus criticis invecta et
varie proposita, qui, nulla ceteroquin probabili ratione, immo inter se pugnantes, contendunt
epistolas pastorales posteriori tempore ex fragmentis epistolarum sive ex epistolis paulinis
deperditis ab ignotis auctoribus fuisse contextas et notabiliter auctas, perspicuo et firmissimo
traditionis testimonio aliquod vel leve praejudicium inferre possit?
Resp.: Negative.
III.- Utrum difficultates quae multifariam objici solent sive ex stylo et lingua auctoris, sive ex erroribus praesertim Gnosticorum, qui uti jam tunc serpentes describuntur, sive ex statu
ecclesiasticae
382
Boletín Oficial
hierarchiae, quae jam evoluta supponitur, aliaeque hujuscemodi in contrarium rationes, sententiam quae genuinitatem epistolarum pastoralium ratam certamque habet, quomodolibet
infirment?
Resp.: Negative.
VI.- Utrum, cum non minus ex historicis rationibus quam ex ecclesiastica traditione, SS.
Patrum orientalium et occidentalium testimoniis consona, necnon ex indiciis ipsis quae tum
ex abrupta conclusione libri Actuum tum ex paulinis epistolis Romae conscriptis et praesertim
ex secunda ad Thimotheum facile eruuntur, uti certa haberi debeat sententia de duplici romana
captivitate apostoli Pauli; tuto affirmari possit epistolas pastorales conscriptas esse in illo
temporis spatio quod intercedit inter liberationem a prima captivitate et mortem Apostoli?
Resp.: Affirmative.
Die autem 12 Junii anni 1913, in audientia infrascripto Reverendissimo Consultori ab Actis benigne concessa, SSmus. Dominus noster Pius Papa X praedicta responsa rata habuit ac
publici juris fieri mandavit.
Romae, die 12 Junii 1913.
L. † S. Laurentius Janssens, O. S. B.
Consultor ab Actis.
VI
De auctore et de modo compositionis Epistolae ad Hebraeos
Propositis pariter sequentibus dubiis Pontificia Commissio «De re biblica» ita respondendum decrevit.
I.- Utrum dubiis, quae primis saeculis, ob haereticorum imprimis abusum, aliquorum in
Occidente animos tenuere circa divinam inspirationem ac Paulinam originem Epistolae ad
Hebraeos, tanta vis tribuenda sit, ut, attenta perpetua, unanimi ac constanti Orientalium Patrum affirmatione, cui post saeculum IV totius Occidentalis Ecclesiae plenus accessit consensus; perpensis quoque Summorum Pontificum, sacrorumque Conciliorum, Tridentini praesertirn actis, necnon perpetuo Ecclesiae universalis usu, haesitare
de Agustinos Recoletos de Filipinas
383
liceat, eam non solum inter canonicas —quod de Fide definitum est,— verum etiam inter genuinas Apostoli Pauli epistolas certo recensere?
Resp.: Negative.
II.- Utrum argumenta, quae desumi solent sive ex insolita nominis Pauli absentia et consueti exordii salutationisque omissione in Epistola ad Hebraeos —sive ex ejusdem linguae
graecae puritate, dictionis ac styli elegantia et perfectione, —sive ex modo quo in ea Vetus
Testamentum allegatur et ex eo arguitur —sive ex differentiis quibusdam quae inter hujus
ceterarumque Pauli epistolarum doctrinam exsistere praetenduntur, aliquo modo ejusdem Paulinam originem infirmare valeant; an potius perfecta doctrinae ac sententiarum consensio,
admonitionum et exhortationum similitudo, necnon locutionum ac ipsorum verborum concordia, a nonnullis quoque acatholicis celebrata, quae inter eam et reliqua Apostoli Gentium
scripta observantur, eamdem Paulinam originem commonstrent atque confirment?
Resp.: Negative ad primam partem; affirmative ad alteram.
III.- Utrum Paulus Apostolus ita hujus Epistolae auctor censendus sit, ut necessario afirmari debeat, ipsum eam totam non solum Spiritu Sancto inspirante concepisse et expressisse,
verum etiam ea forma donasse qua prostat?
Resp.: Negative, salvo ulteriori Ecclesiae judicio.
Die autem 21 Junii anni 1914, in audientia infrascripto Reverendissimo Consultori ab Actis benigne concessa, SSmus. Dominus Noster Pius PP. X praedicta responsa rata habuit ac
publici juris fieri mandavit.
Romae, die 2 Junii 1914. –L. ✠ S. –Laurentius Janssens, O. S. B., Consultor ab Actis.
384
Boletín Oficial
SAGRADA CONGREGACIÓN DE RELIGIOSOS
I
DECRETUM
de Novitiatus termino et interruptione
Cum propositae sint quaestiones sive circa tempus seu momentum, quo annus novitiatus
compleri dicendum sit, sive circa modum, praesertim si novitius extra domum de licentia Superiorum per aliquod tempus moratus fuerit, quo interruptus haberi possit, S. Congregatio
Religiosis Sodalibus praeposita, ad anxietates praecavendas, praecipue quoad professionis
validitatem, statuit et decrevit ut sequitur.
1. Annus integer novitiatus, qui solus ad validitatern professionis requiritur, in posterum
non stricte de hora ad horam, sed de die in diem intelligi debet. Idem dicendum de tribus integris annis votorum simplicium, quae emissionem votorum solemnium praecedere debent.
2. Novitiatus interrumpitur ita ut denuo incipiendus et perficiendus sit: a) si Novitius a
Superiore dimissus e domo exierit; b) si absque Superioris licentia domum deseruerit; c) si
ultra triginta dies etiam cum licentia Superioris extra Novitiatus septa permanserit.
3. Si novitius infra 30 dies, etiam non continuos, cum Superiorum licentia extra domus
septa permanserit, licet sub Superioris obedientia, requiritur ad validitatem, et satis est, dies
hoc modo transactos supplere; at Superiores hanc licentiam nisi justa et gravi de causa ne impertiant.
Quibus omnibus SSmo. Domino nostro Pio Papa X relatis ab infrascripto S. Congregationis Secretario, Sanctitas Sua ea rata habere et confirmare dignata est, contrariis quibuscumque
non obstantibus.
Datum Romae ex Secretaria S. Congregationis de Religiosis, die 3 Maji 1914. –L. † S. –
O. Card. Cagiano de Azevedo, Praefectus. –Donatus, Archiep. Ephesinus, Secretarius.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
385
II
PARISIEN
De novitiis militiae addictis
Procurator Generalis Congregationis Sacerdotum Missionis harum questionum solutionem a S. Congreg. de Religiosis expostulavit, nempe:
1. Utrum novitiatus illorum qui coguntur e domo probationis exire causa militiae aut ad
eamdem militiam denuo vocati, censendus sit interruptus, ita ut ab initio sit repetendus, nulla
ratione habita temporis novitiatus jam expleti, an vero sit aestimandus tantummodo suspensus, ita ut debeat solum compleri?
2. Utrum computari possit veluti tempus novitiatus servitium militare quod expletur in
loco ubi exstat domus probationis si novitii maneant sub disciplina et vigilantia moderatorum
et horis subcesivis consistant in eadem probationis domo, eaque omnia peragant quae cum
militia concilientur?
Emi. et Rvmi. Patres Cardinales hujus S. Congreg. de Religiosis, omnibus mature perpensis, respondendum censuerunt:
Ad 1. Affirmative ad primam partem; negative ad secundam, si novitius ultra 30 dies
completos servitio militari reapse addictus fuerit. Si infra 30 dies, hi supplendi erunt. Et in
quocumque casu ad professionem votorum admitti nequit nisi saltem per 30 dies probetur.
Ad 2. Negative.
Has autem responsiones relatas SSmo. Domino nostro Pio Pp. X ab infrascripto S. Congreg. Secretario, Sanctitas Sua approbare et confirmare dignata est. Contrariis quibuscumque
non obstantibus.
Datum Romae ex Secretaria Sacrae Congreg. de Religiosis, die 3 Maji 1914.
L. † S.- –O. Card. Cagiano de Azevedo, Praefectus. –Donatus, Archiep. Ephesinus, Secretarius.
386
Boletín Oficial
COMENTARIO
El Noviciado puede considerarse material y formalmente; considerado materialmente es
la Casa en que se ha de tener la prueba definitiva para la profesión. En Italia e Islas adyacentes el Noviciado debe tenerse en conventos designados por la Santa Sede: si no la profesión
será nula, aunque hay Órdenes exceptuadas de esta ley. Fuera de Italia también es ya bastante
general la práctica de recurrir a la Santa Sede para erigir una Casa-Noviciado; sin embargo, la
opinión común es que no se necesita; porque la misma Congregación respondió a los PP.
Dominicos de Francia en 4 de Febrero de 1648 que los Decretos de Clemente VIII o «Regularis disciplina y Sanctissimus» donde estableció que las Casas-Noviciados quedaban reservadas a la Sarta Sede; no comprenden a los Regulares fuera de Italia. Pío VI, declarando las
facultades de la Sagrada Congregación sobre la disciplina regular, las limita en cuanto a la
designación de Casas-Noviciados a Italia e Islas adyacentes. (Const. «Singulari Providentia»).
Pero si una Provincia religiosa, aun fuera de Italia, quisiera tener más de una Casa-Noviciado,
dice el Padre Appeltern, entonces necesitaría licencia de la Santa Sede.
Las monjas de votos solemnes necesilan esta licencia; también la necesitan las Congregaciones de religiosos y religiosas de votos simples así para erigir como para trasladar el Noviciado.
Considerado formalmente el Noviciado es la prueba mutua de la Religión y del Candidato
con la que se prepara una prudente profesión.
Cuándo empieza y cuándo termina el Nociciado.- Empieza en el momento en que el novicio recibe el hábito y, si el Instituto no tiene hábito propio como el de los Jesuitas, en el
momento en que es admitido a la probación. ¿Cuánto debe durar? Antes del Concilio de
Trento, exceptuando los Mendicantes, era lícito a las Órdenes reducir el tiempo de Noviciado
de común consentimiento de la Religión y del novicio; pero el Concilio lo quitó, estableciendo la ley general de que el Noviciado dure un año bajo pena de nulidad de la profesión. –
«Nullus qui minore tempore quam per annum, post susceptum habitum in probatione steterit,
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387
ad professionem admittatur». Idque sub poena nullitatis professionis. (Sess. 25, c. 15 de Regularibus».
Pero ¿cuándo se dirá que termina el año de Noviciadu?- Antes se debía contar estrictamente, de hora a hora, de momento a momento, de tal manera, que la S. C. del Concilio declaró varias veces que era nula la profesión hecha antes de estar el año completo, aunque solo
faltasen dos horas; más aún, el 8 de Enero de 1886 decretó lo mismo, aunque sólo faltase una
hora. En adelante ya no será así: pues la Sagrada Congregación dice: El año íntegro de noviciado, que es el que sólo se requiere para la validez de la profesión, en adelante no se debe
entender estrictamente de hora a hora, sino de día en día. En Derecho se tiene como terminado el año, si no se exige que sea completo, el día del aniversario desde el momento en que se
entra en él.
Por tanto, los novicios que tomaron el hábito el día 8 de Septiembre del año pasado 1914,
a cualquiera hora pueden profesar el día 8 de Septiembre de este año 1915 y a cualquiera
hora. Esto es tan claro que parece no puede caber ninguna duda. Sin embargo, hace unos días
busqué el número de Razón y Fe, que trajo este Decreto y me sorprendió mucho ver lo que
dice el P. Ferreres en las anotaciones (núm. 5, pág. 373. – Julio-1914):
«Ahora se contará de día en día; y así el novicio, que ingrese, v. gr., el 15 de Julio de
1914, a cualquier hora de la mañana o de la tarde, no podrá hacer válidamente la profesión
hasta el 16 de Julio de 1915, pues, en esta manera de contar, el día del ingreso no se computa
y el año termina concluido el día respectivo del mismo mes en el año siguiente». No sé por
qué no se ha de computar el dìa del ingreso y por qué no se ha de tener por terminado el año,
así que llega el día respectivo del mismo mes del año siguiente; pues el Decreto dice que ya
no se ha de entender estrictamente, y conforme quiere el P. Ferreres, se ha de contar más estrictamente que antes. Pero, como el P. Ferreres es una autoridad y su competencia es reconocida en España y fuera de España, quise escribir a mi paisano el P. Antonio Fernández, Superior del Colegio de los Misioneros hijos del Inmaculado Corazón de María en Beire, rogándole que me dijera lo que sobre este punto hubiese traído la Ilustración del Clero, revista de dichos Padres. Su contestación
388
Boletín Oficial
de fecha 3 de este mismo mes de Marzo es la siguiente: «Mi muy amado Padre y paisano:
Con mucho gusto contesto a su muy grata de ayer, diciéndole: El R. P. Manuel de Arriandiaga
en La Ilustración del Clero (tom. 8, pág. 231 y 232) defiende el criterio y parecer de V. R.
respecto de la primera parte del decreto «Cum proposita» del 3 de Mayo y dice: «Hoy, en
virtud de la nueva disposición, no es necesario que el año sea cumplido hasta en sus horas;
basta lo sea en sus trescientos sesenta y cinco días. De suerte, que el día en que se comienza el
noviciado, se considera entero para el efecto. Por lo cual si uno viste el hábito el día 15 de
Agosto, pede profesar al año siguiente el mismo día 15 de Agosto y a cualquier hora de él».
Si uno toma el hábito el 25 de Febrero en un año bisiesto ¿cuándo podrá profesar? Los
días 24 y 25 de Febrero en el año bisiesto se tienen en el Derecho como un solo día de 48
horas; por tanto, lo mismo si lo toma el día 24 que si lo toma el día 25, puede profesar el 24
de Febrero del año siguiente; por lo mismo, si lo toma el día 23 no podrá profesar al año siguiente el 26, fundándose en que ya han pasado 365 días, pues no es verdad sino que sólo han
pasado 361; deberá profesar el 27.
De esta manera se han de contar también los tres años íntegros de votos simples, que deben preceder a la profesión solemne.
No basta que el año de noviciado sea íntegro de 365 días; es preciso también que sea continuo o no interrumpido. ¿Cuándo se interrumpe? Cuando cesa el estado de novicio de tal manera que, si éste quiere después ingresar en el Instituto, debe empezar el noviciado de nuevo
no sirviéndole de nada el tiempo que llevara autes. Se interrumpe el noviciado según el actual
Decreto en tres casos: 1.º Si el novicio despedido por el Superior sale del convento; 2.º Si se
marcha del convento sin licencia del Superior; 3.º Si aun con licencia del Superior permanece
fuera de la Casa Noviciada por más de 30 días.
En cuanto al núm. 1.º, si el Superior despide a un novicio, aunque ya se le haya quitado el
hábito, si antes de salir el novicio del convento, cambia el Superior de voluntad y le vuelve el
hábito, no se interrumpe el noviciado.
Hay casos en que el noviciado no queda interrumpido; pero sí se
de Agustinos Recoletos de Filipinas
389
suspende. ¿Cuándo? Cuando no cesa el estado de novicio; no le sirve, sin embargo, el tiempo
desde que se suspende; mas no se pierde el ya transcurrido, bastando añadir a este lo que sea
necesario para completar los 365 días. Ahora se suspende, si el novicio permanece fuera del
convento por menos tiempo de 30 días, aunque no sean continuos, con licencia de los Superiores, pero bajo la obediencia del Superior. En este caso se requiere y basta para la validez
suplir los día pasados fuera del convento. Los Superiores no pueden conceder esta licencia
sino por causa justa y grave.
También declaró la Congregación en la misma fecha: –1.º Que el noviciado de aquellos
que tienen que salir de su casa por ser llamados al servicio militar sea por primera vez o sea
que de nuevo sean llamados a filas queda interrumpido si el novicio está en el servicio más de
30 días; si menos, sólo se suspende; pero en este caso no puede admitirse a la profesión si no
es probado cuando menos por 30 días. –2.º Que no se ha de computar como tiempo de noviciado el transcurrido en el servicio militar que se preste en el lugar donde está la Casa de
prueba, por más que en el servicio permanezca bajo la disciplina y regimen de los Superiores
y acuda a la Casa de Noviciado en las horas libres y en ella haga todas las prácticas compatibles con el servicio militar.
Fr. V. J. P. de R.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
EL SERVICIO MILITAR Y LOS ECLESIÁSTICOS
Aprobado por Real decreto de 2 de Diciembre último, se ha promulgado ya, ocupando
bastantes números de la Gaceta del mismo mes, el Reglamento para la aplicación de la vigente ley de RecIutamiento y Reemplazo del Ejército; y vamos a explicar, como ya hemos hecho
varias veces respecto de la ley misma, las disposiciones concernientes a los eclesiásticos, así
seculares como regulares, que más urge conocer.
Seminaristas, ordenados in sacris, Religiosos y Misioneros, son objeto de artículos especiales del Reglamento, que bien entendidos y aplicados en la práctica, pueden serles de mucha
utilidad, pero que desconocidos o mal interpretados pueden ocasionarles la pérdida de derechos importantes que atenúan notablemente la carga del servicio militar obligatorio.
Hay, además, otros preceptos aplicables a todos, pero que pueden facilitar mucho a los
jóvenes seminaristas o Religiosos el cumplimiento de sus deberes para con la Patria, sin daño
de la vocación y aun con ventajas para ella.
Citemos ante todo las referencias a las
Prórrogas de incorporación
La ley permite a todos aquellos en quienes concurren ciertas causas, retrasar el comienzo
de su servicio militar, uno, dos, tres y hasta cuatro años. Una de las causas que autorizan esta
concesión son los «estudios comenzados por el solicitante» (arts. 166 y 168 de la ley); y esta
causa concurre en todos los seminaristas y en casi
de Agustinos Recoletos de Filipinas
391
todos los Religiosos que no tienen terminados sus estudios cuando son alistados para el servicio militar.
A todos los que se hallan en este caso les conviene pedir prórroga, y para ello hemos dado ya en otra ocasión las instrucciones oportunas. Todo lo dicho en estas queda confirmado en
los arts. 268 y siguientes del Reglamento, reproducción substancial de lo que ya disponían las
instrucciones provisionales y varias Reales órdenes aclaratorias.
Un periódico o revista profesional dió a entender que las prórrogas, por razón de estudios,
sólo debían otorgarse a quienes los seguían en establecimientos oficiales. Esto hubiera sido
anticonstitucional, dado que todo español es libre de enseñar o aprender su profesión como
mejor le parezca (art. 12 de la Constitución); y, efectivamente, así las antiguas Instrucciones
como el nuevo Reglamento indican evidentemente que los estudios pueden ser, lo mismo que
oficiales, libres y privados.
Véase al efecto, el art. 269 de dicho Reglamento, donde al enumerar los documentos con
que deben acreditarse los estudios admite, no sólo las matrículas que se usan en los establecimientos oficiales, sino también cualquier otro «documento que acredite los estudios que
cursa… expedido por el Director del establecimiento oficial o Academia en que reciba su instrucción, o por su profesor particular si fuese privada».
Pueden, pues, y aun deben pedir prórroga todos los seminaristas y Religiosos que sigan
estudios, con doble razón cuando la experiencia de los dos años que lleva de vigencia la ley
demuestra que el número de las que pueden concederse supera con mucho al de los que las
piden.
Ordenación de los sujetos al servicio militar
Una de las ventajas que ofrecen las prórrogas a los seminaristas estudiantes es la de poder, durante ellas, ordenarse in sacris hasta de Presbíteros. De Subdiáconos pueden ordenarse
todos, aun sin prórrogas, pues el alistamiento se hace después de cumplir los veinte años, y el
llamamiento a filas cuando casi todos han cumplido veintiuno; pero utilizando las prórrogas
todos pueden recibir
392
Boletín Oficial
hasta la sagrada orden del presbiterato, tado que aquellas pueden llegar hasta el año en que
cumplan los veinticinco.
La ley de bases, en la 7.ª, letra I, párrafo 2.º, permitía y daba por supuesto que todos pueden ordenarse durante las prórrogas o aunque no las utilicen («con o sin prórrogas»); y la ley
no lo prohíbe en ninguno de sus artículos. Así lo reconoció una Real orden de 1.º de Mayo de
1912, y ahora el art. 383 del Reglamento consigna expresamente que los reclutas que en fecha
posterior a la de su destino a Cuerpo sean ordenados in sacris podrán solicitar de los Capitanes generales de las regiones o distritos en que sirvan su baja en el Cuerpo a que pertenezcan
y alta en la Compañía de tropas de Sanidad Militar con residencia en la región, para desempeñar las funciones que previene el art. 382 respecto al servicio sanitario, propio de los ordenados.
Pueden, pues, ordenarse, no sólo durante las prórrogas, sino aun después de su destino a
Cuerpo; y en cualquiera de los dos casos pueden utilizar las ventajas que la ley concede a todos los
Ordenados «in sacris»
Todos ellos, sean o no Presbíteros, como «los que posean título de alguna profesión útil
para funciones especiales en el Ejército serán destinados a dichas funciones especiales por el
tiempo que les corresponda servir en filas, utilizando sus servicios en la forma que determinará el Reglamento».
Así dice la ley en su art. 237; y el 382 del Reglamento determina, efectivamente, la manera de utilizar los servicios de los clérigos in sacris, distinguiendo entre los que sean Presbíteros y los que no lo son. De éstos, es decir, de los que sólo sean Diáconos o Subdiáconos,
dice que serán destinados a servir en las unidades de Sanidad Militar precisamente como sanitarios, enfermeros o practicantes, o bien para auxiliar a los Directores de las Escuelas de instrucción elemental, teniendo, en razón de su estado, las consideraciones y preferencias de los
soldados de primera o distinguidos, y pudiendo autorizárseles para vivir fuera del cuartel
mientras no salgan a campaña o maniobras.
El destino a Sanidad ya lo determinaba el art. 81 de las Instrucciones provinciales; y el
destino a las Escuelas regimentanias es
de Agustinos Recoletos de Filipinas
393
una mejora importantísima, iniciada en la ley misma, pero desarrollada en el Reglamento.
El art. 266 de aquélla mandaba proveer a «la instrucción primaria del soldado en términos
que no salga de filas en estado analfabeto»; y obedeciendo a un precepto tan transcendental y
benéfico, en los arts. 436 y siguientes del nuevo Reglamento, se manda establecer, bajo la
dirección superior de un Capitán o del Capellán, en cada unidad orgánica, Escuelas elementales con clases de una hora, por lo menos, en beneficio de los soldados analfabetos o de instrucción primaria deficiente.
Como éstos abundan por desgracia, para señalar un profesor a cada 30 alumnos, que es el
máximum asignado por el Reglamento a cada Escuela, se necesitan bastantes centenares de
Maestros; y al efecto el art. 438 determina que los cargos de Profesores de dichas Escuelas se
distribuyan entre los reclutas que posean títulos de Maestros de instrucción primaria o de Licenciados en Letras o Ciencias, o sean religiosos de Congregaciones docentes u ordenados in
sacris.
Esta substitución del servicio activo militar por el de instrucción primaria resulta ventajosa para los clérigos por ser más propia de su Ministerio Apostólico la enseñanza que la práctica de la beneficencia sanitaria; y además por las prerrogativas que otorga el Reglamento a
este profesorado.
Según el art. 439, estos Maestros auxiliares gozarán las consideraciones y preeminencias
de soldados de primera clase o distinguidos, y mientras funcionen las Escuelas (que será todo
el año, según dispone el art. 437) quedarán rebajados de toda clase de servicio de armas y
mecánico, pudiendo, si lo desean, ser autorizados para comer y dormir fuera del cuartel, mientras el Cuerpo a que pertenezcan no marche a campaña o maniobras. Y cuando las Escuelas
por ineludibles necesidades del servicio no funcionen, los Profesores ordenados in sacris o
Religiosos, continuarán rebajados del servicio interior del cuartel, y empleados, a ser posible,
solamente en oficios sanitarios (art. 439).
Esta excepción obedece al principio de que los clérigos prestarán sus servicios en el ejército, pero estos servicios no serán nunca oficios marciales. Así lo declaró expresamente a
nombre de la
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Boletín Oficial
Comisión el Sr. Retortillo, en la sesión del Senado de 21 de Marzo de 19111; y consecuente
con ese criterio el Reglamento, al prever el caso (rarísimo e imposible en tiempo de paz, pues,
según el art. 437 deben funcionar todo el año) de que se suspendan las escuelas, dice que sus
Profesores, cuya mayoría serán Maestros o Licenciados en Letras o Ciencias, serán rebajados
del servicio mecánico, pero harán el de las armas que les corresponda, mas, si son ordenados
in sacris o Religiosos, prestarán, a ser posible, el de sanitarios, Huelga, en realidad, la frase «a
ser posible», porque en todas las unidades del ejército hay soldados dedicados a Sanidad, y en
tiempo de guerra, único en que no podrán funcionar las escuelas, será necesario aumentarlos.
Finalmente, los seminaristas y demás estudiantes, aunque no sean ordenados in sacris,
que en la fecha de la concentración cursen sus estudios en Universidades, Seminarios, u otros
Centros serán destinados preferentemente, si las necesidades del servicio lo permiten, a los
Cuerpos que estén de guarnición en las poblaciones donde radiquen aquellos Centros de instrucción (art. 393 del reglamento). Esto hará más fácil, a los ordenados in sacris destinados a
sanitarios o profesores, el comer y el dormir fuera del cuartel, como se ha dicho que pueden.
Presbíteros
Los que, habiendo utilizado las prórrogas, estén ya ordenados de Sacerdotes al llegar al
tiempo de la concentración, o se ordenaren en época posterior, como es potestativo hacerlo
según el art. 383, gozan de excepción completa del servicio de las armas, causando
1
«Nosotros, decía el Sr. Retortillo, no llevamos a los Sacerdotes ni a los Religiosos profesos a las funciones
marciales; precisamente eso es lo que han excluido el Gobierno y la Comisión respecto de los Religiosos
profesos y ordenados in sacris, que van a desempeñar funciones en armonía con su ministerio; nosotros en
la Base 7.ª, letra I, decimos que todos aquellos que al corresponderles el servicio activo, con o sin prórrogas, tuvieran títulos profesionales útiles para funciones especiales del ejército, podrán ser destinados a ellas,
desempeñando oficios en relacción con sus profesiones. ¿Cómo habíamos de escarnecer a los Sacerdotes,
siendo católicos, apstólicos, romanos? ¿Cómo a los ecclesiásticos habíamos de destinarlos a funciones
marciales, para que fuesen la risa y chacota del ejército?»
Véase el Diario de las Sesiones, del Senado, sesión arriba citada.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
395
alta en los Cuerpos designados por los Capitanes generales, para los efectos de revista y suministro, pero quedando a disposición del Teniente Vicario castrense de la región, para desempeñar los ministerios de su oficio sacerdotal en las Tenencias Vicarías, en los Hospitales
militares o en los Cuerpos de ejército.
La justificación de las órdenes que dan derecho a estas conmutaciones de servicio debe
hacerse presentando los oportunos certificados en la época de la concentración militar, ante
los jefes de la Caja respectiva (art. 382); y de sus acuerdos cabe recurso a los Capitanes generales de los respectivos distritos. Mas, si la ordenación fuere posterior al ingreso en filas, tantos los Presbíteros como los demás ordenados in sacris harán valer sus derechos de alta y baja, destino a servicio sanitarto o enseñanza; recurriendo ante la Capitanía general de su región
(art. 383).
Hasta aquí lo relativo al Clero secular. Veamos lo que toca a los
Institutos religiosos
En dos categorías se comprende, respecto al servicio militar a los reclutas de la Órdenes y
Congregaciones regulares: la primera es la de los Religiosos profesos que tenían exención
reconocida en la legislación anterior a 1911, y de los cuales trata el artículo 237 de la ley de
Reclutamiento; y la segunda, la de los individuos profesos o no profesos de las Congregaciones de Misioneros comprendidas en el párrafo segundo del art. (238) de la misma ley. Como
muchos de los Misioneros tenían también exención reconocida en la legislación anterior, los
reclutas que se hallen contenidos en ambas categorías han de optar precisamente por una de
ellas y de manera irrevocable, comunicando su elección por escrito al Jefe de su Caja antes de
la concentración para su destino a las unidades orgánicas del ejército (art. 389 del Reglamento).
Como los derechos de ambas clases no son iguales, hay que declararlos por separado en
párrafos distintos.
Religiosos profesos que tenían exención reconocida
Quiénes fueran éstos, sólo en general y con referencia a múltiples disposiciones promulgadas desde la ley de Reclutamiento de 1885 hasta la de Bases de 29 de Junio de 1911, y no
siempre bien
396
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definidas ni probadas, lo indicaba el art. 237 de la ley; ahora, conforme a la Real orden de 12
de Febrero de 1913, se enumeran con toda determinación y claridad en el art. 381 del Reglamento, no dejando lugar a duda alguna.
Las Cajas de recluta, para quienes principalmente se ha redactado dicho artículo, no tienen que hacer más que leerle para saber cuáles son las Órdenes y Congregaciones comprendidas en la substitución de servicios contenida en el mencionado art. 237 de la ley. Aquí sería
inútil copiar la lista contenida en el artículo reglamentario citado.
Los derechos que les reconoce la ley son los mismos que antes declaramos hablando de
los clérigos ordenados in sacris.
Así, además de utilizar las prórrogas para prestar el servicio activo en la época que más
les acomode, pueden acreditar la condición de profesos, presentando el certificado de haber
hecho sus primeros votos de Religiosos ante los jefes de la Caja de recluta en la época de la
concentración. Como ésta suele verificarse regularmente en Enero o Febrero del año siguiente
al del alistamiento, en casi todas las Órdenes y Congregaciones la mayor parte de los reclutas
que sólo fueran novicios al tiempo de ser alistados pueden haber hecho sus votos y acreditar
su condición de profesos antes de su ingreso en filas.
Además tienen derecho a ser destinados, si las necesidades de servicio lo permiten, a
Cuerpos que estén de guarnición donde hay casas del mismo Instituto, del mismo modo que
los seminaristas y demás estudiantes tienen derecho a ser destinados a las poblaciones donde
radiquen sus Seminarios o Centros de instrucción (art. 393).
Lo mismo que los ordenados in sacris serán rebajados del servicio de las armas y mecánico de cuartel, substituyéndolo por el sanitario o por el de Profesores de instrucción primaria;
pues si pertenecen a Institutos docentes o que tengan la enseñanza por uno de sus ministerios,
y hoy pueden tenerlo casi todas, tienen derecho a ser destinados a las escuelas primarias del
ejército, con todas las prerrogativas de soldados distinguidos, y facultad de morar, fuera de las
horas de clase, en su convento o casa religiosa, si la hubiere en la localidad o en otro domicilio a su elección (art. 439).
Es muy de advertir que las ventajas del profesorado auxiliar
de Agustinos Recoletos de Filipinas
397
pueden utilizarla los Institutos religiosos no comprendidos en el art. 237 de la ley ni en la
enumeración del 381 del Reglamento. Por tanto, aunque no gocen de la substitución del servicio activo de las armas por el de Sanidad, pueden aprovecharse del ministerio de la enseñanza, más ventajoso en general y más propio de los Religiosos que no sean hospitalarios.
Misioneros
Por el bien inmenso que en África, Tierra Santa, América y el Extremo Oriente producen
lo Misioneros españoles, fomentando la cultura, las simpatías y los intereses de España, auxiliando espiritual y aun corporalmente a nuestros compatriotas emigrantes o residentes en tan
apartadas regiones, y sirviendo por mil modos directamente con inteligentes informes e indirectamente con toda su actividad e influencia a la causa nacional, que no puede ceñirse en
estos tiempos a los límites de la Península, se consigna en e! artículo 238 de la ley que dichos
Misioneros prestarán como servicio militar cuando les corresponda el propio de su ministerio
en las Misiones españolas de los países arriba dichos y demás que el Gobierno determine.
La enumeración clara y distinta de los Institutos de Misioneros reconocidos por actos oficiales durante la legislación anterior era un tanto incompleta e incierta, y para evitar las dudas
y dificultades que podían ofrecerse a las Comisiones mixtas y Cajas de recluta en la aplicación de la ley, se determinó concretamente cuáles eran aquellos Institutos por la Real orden
expedida de 12 de Febrero de 1913 por el ministerio de la Guerra. Mas no pudieron comprenderse en ella todas las Misiones que cada Congregación sostiene y en las que pueden prestar
los Misioneros sus servicios equivalentes al militar, y ahora lo hace el reglamento en su art.
385, donde puede verse el ejército de propagadores de nuestra influencia que los Religiosos
españoles sostienen fuera de Europa en las demás partes del mundo.
Su enumeración es como sigue:
1.º Congregación de San Vicente de Paúl, con Misiones en Filipinas, Méjico, Cuba,
Puerto Rico, Perú, Filadelfia y Honduras.
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Boletín Oficial
2.º Congregación de Agustinos Descalzos (Recoletos), con Misiones en Filipinas, Venezuela, China, Brasil y Colombia.
3.º Congregación de Hijos del Inmaculado Corazón de María, con Misiones en el Golfo de Guinea, Estados Unidos, Mejico, Argentina, Uruguay, Brasil, Chile, Perú
y Colombia.
4.º Congregación de Agustinos Calzados, con Misiones en Filipinas, China, Colombia,
Perú, Brasil, Argentina, Puerto Rico y Méjico.
5.º Congregación de Carmelitas Descalzos, con Misiones en Indostán, Palestina, Chile,
Cuba, Méjico, Estados Unidos, Argentina, Brasil, Perú y Colombia.
6.º Congregación de Frailes Menores (Religiosos franciscanos), con Misiones en Filipinas, Tierra Santa, Marruecos y Cuba.
7.º Congregación de Trinitarios Descalzos, con Misiones en Cuba, Argentina y Chile.
8.º Congregación de Franciscanos Capuchinos, con Misiones en Méjico, Honduras,
Costa Rica, Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico, Colombia, Venezuela, Chite,
Argentina, Filipinas y Marianas.
9.º Congregaciones de Misioneros Oblatos de María Inmaculada con Misiones en
Texas (Estados Unidos) y Méjico.
10.º Religiosos Dominicos, con Misiones en Cuba, Méjico, América Central, Venezuela, Colombia, Chile, Perú, Estados Unidos, Filipinas, China, Tonkín, Japón y
Formosa.
11.º Compañía de Jesús, con Misiones en Filipinas, China, Argentina, Cuba, Colombia,
Perú, Bolivia, Ecuador, Chile y Méjico.
12.º Congregación del Santísimo Redentor (Redentoristas), con Misiones en Méjico,
Filipinas, Puerto Rico y Colombia.
13.º Congregación de Benedictinos, con Misiones en Méjico, Tierra Santa, Argentina,
Australia y Filipinas.
14.º Congregación de la Santísima Cruz y Pasión de Ntro. Señor Jesucristo, con Misiones en Cuba, Méjico, Chile y Perú.
Tales son las Misiones hasta hoy admitidas para la substitución del servicio militar activo
por sus ministerios evangélicos y patrióticos en favor de España y de los españoles que viven
en el extranjero. Si las Órdenes y Congregaciones nombradas establecen nuevas Misiones,
donde, como en las susodichas, los Superiores sean españoles y fomenten al menos indirectamente los intereses nacionales,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
399
los Superiores que tienen en España lo comunicarán a los ministerios de Estado y Guerra,
según ordena el último párrafo del art. 187 del Reglamento.
El mismo artículo permite al Gobierno excluir del disfrute de los beneficios concedidos
por el art. 238 de la ley a los Institutos religiosos que dejen de emplear su actividad al modo
dicho en las Misiones extranjeras; pero también le autoriza para incluir en el mismo disfrute a
otras Órdenes o Congregaciones que abracen empresa tan patriótica y de tan urgente necesidad, sobre todo en África.
Escuelas y colegios, hospitales, consultorios y dispensarios, granjas agrícolas y patronatos de obreros son los medios de penetración pacífica que urge multiplicar en las regiones
sujetas a la acción militar y política de España, y esos medios sólo pueden proporcionarlos en
el número y con las condiciones necesarias las Órdenes Religiosas, no una ni dos, ni aun diez
o doce, sino todas las que puedan fundar algún establecimiento de esos en los innumerables
pueblos que los necesitan. Sólo así podrán hallarse en número suficiente hombres maduros y
formados que se destierren voluntariamente por vocación de Dios a países llenos de peligros
para hacer bien a las almas y promover al mismo tiempo los intereses y la influencia de España, cuidando ante todo del bien moral y material, así como de la enseñanza de sus hijos, y
atrayendo al mismo tiempo a los naturales del país con los beneficios de la cultura y de la
caridad.
Derechos de los Misioneros
Los reclutas de las Congregaciones referidas, aunque no sean profesos, figurarán en el
cupo que les corresponda, sin ser destinados a cuerpo, aun cuando pertenezcan al cupo de
filas, siéndolo en su lugar a una de las Misiones establecidas en los países que determina la
ley y que será designada por los Superiores, mientras el Gobierno de S. M. no tenga interés
especial en el fomento de determinada Misión (arts. 385 y 386).
La justificación del carácter de Misionero debe hacerse ante las Comisiones mixtas antes
del 15 de Julio, en que tienen que pasar
400
Boletín Oficial
dichas Comisiones a los jefes de la Caja de recluta, entre otras relaciones, la de los declarados
soldados, con las circunstancias que han de influir en su destino ulterior.
En esta relación, según consigna expresamente el art. 291 del Reglamento, deben figurar
todos los reclutas misioneros, aunque hubieran solicitado prórroga, palabras con que se resuelve una de las dudas o dificultades suscitadas en los dos años que lleva de vigor la ley.
Otra duda resuelve el Reglamento, y es la de si todos los reclutas misioneros, cualquiera
que fuera su cupo, debían ir a la Misión respectiva, o si sólo estaban obligados a partir los que
por el número se hallaban, desde luego, comprendidos en el cupo en filas. El art. 388 decide
la contienda estableciendo que los reclutas misioneros del cupo de instrucción no están obligados a incorporarse a las Misiones, mientras no les corresponda ser llamados a cubrir bajas
producidas en el cupo de filas, conforme al art. 206 de la ley, pero llegado este caso se incorporarán a las Misiones a que fueren destinados.
Otra de las cosas que aclara el nuevo Reglamento se refiere a la designación de Misiones
y partida para ellas.
Al principio fué dudoso quién había de designarlas; después la Real orden de 7 de Febrero de 1913 la dejó a los Superiores de cada Congregación, pero quedó en duda si podrían salir
de España los misioneros antes de la concentración y algún otro punto que podía crear dificultades.
Generalmente van los misioneros desde España a disposición del Superior regional de la
Misión, para que éste pueda destinarlos al punto que más convenga: y en cuanto a la fecha de
salida, como suele hacerse reuniendo a varios para que se acompañen y defiendan, conviene a
veces adelantarla y no esperar a la concentración de cada reemplazo.
Todo lo aclara el nuevo art. 386 del Reglamento por estas palabras: «Recibida la orden de
concentración, comunicarán (los reclutas misioneros) a los jefes de la Caja la Misión a que
han sido destinados por sus Superiores y país adonde van a residir, circunstancias que se anotarán en la cartilla militar, a fin de que no encuentren dificultades en los puntos de embarque
al dirigirse a las Misiones
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401
a que son destinados. En el caso de que estos reclutas hubieran salido del territorio nacional
en fecha anterior a la dispuesta para la concentración, los Superiores de los mismos lo pondrán en conocimiento del jefe de la Caja, así como el país y población donde residen».
Obligaciones de los misioneros
La primera es la que incumbe a los del cupo de filas de incorporarse a sus Misiones en la
fecha en que se ordene el destino a Cuerpo de los reclutas de su reemplazo, y durante los tres
años de primera situación de servicio remitir a los jefes de las Cajas, antes del 1.º de Noviembre, un certificado en que acrediten continuar prestando los servicios de su ministerio en la
Misión correspondiente (art. 386).
Despues de los tres años nada tienen que hacer; mas para recibir la licencia absoluta han
de esperar como todos, a que trascurran los diez y ocho años que previene la ley. En todo este
tiempo sus filiaciones radicarán en la primitiva Caja a que pertenecían al ser incorporados a
las Misiones (art. 386, párrafo 3.º)
Los mismos Misioneros deben inscribirse, mientras están en el estranjero, en el Consulado respectivo, y los Superiores de Casas-Misiones, a que sean destinados los reclutas, darán
cuenta anualmente a los Ministerios de Estado y Guerra de la acción y ejecución de su cometido especialmente en África, América latina y Tierra Santa, y tendrán al corriente a nuestros
representantes diplomáticos de la marcha general de la misión y de los ministerios de enseñanza, beneficencia y otros trabajos que emprendan en pro de nuestros compatriotas, o de
fines tales como la difusión de nuestra lengua, etc., atendiendo, en los límites de su posibilidad, las indicaciones que les dirijan dichos representantes españoles, o representando sobre el
particular sus observaciones al Gobierno (art. 387.)
No se mencionan otros deberes de los Misioneros; porque su mismo ministerio apostólico
y su celo por la instruccion, auxilio y apoyo de los españoles y de las cosas de nuestra Partria,
son garantía segura de su benéfica influencia en favor de España.
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Boletín Oficial
Diligencias interesantes para todos
Así los seminaristas como los Religiosos suelen vivir fuera del punto en que residen sus
padres y en que preferentemente debe hacerse su alistamiento. ¿Deberán trasladarse a ese
punto para ser tallados y reconocidos, o practicar otras diligencias que a todos obligan?
El art. 108 de la ley autoriza a todo recluta legítimamente ausente del pueblo de su alistamiento a presentarse para todos esos actos ante el Municipio de su residencia, o, si vive en
el extranjero, en el consulado correspondiente.
Según el art. 233 del nuevo Reglamento, uno de los casos en que las Comisiones mixtas
pueden dejar pendientes de resolución los expedientes personales de los reclutas, es el retraso
o extravío de los documentos expedidos por las autoridades que procedan a su talla y reconocimiento, y que, según el art. 235 del mismo Reglamento, esas autoridades (Municipios o
Consulados) son las que deben remitir dichos documentos para determinada fecha, y los reclutas a quienes se refieren no deben ser declarados prófugos por su falta o retraso, a no ser
que no se hayan presentado cuando debían para ser reconocidos.
Tales son las explicaciones más urgentes del Reglamento, que interesan de algún modo a
los eclesiásticos. Si algunas otras parecieran necesarias más adelante, oportunamente las publicaremos.
(Del Boletín Oficial del Obispado de Madrid-Alcalá, número 1.074, correspondiente al
1.º de Febrero de 1915).
ÍNDICE
de las operaciones relacionadas con el servicio militar que deben efectuarse
por los mozos pertenecientes a Congregaciones religiosas
Llegado el mes de Diciembre del año en que cumplen veinte de edad, deberán solicitar su
inscripción en las listas del Ayuntamiento
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donde residan sus padres, y si fueran huérfanos de ambos en las del lugar de residencia de los
interesados.
En el mes de Enero del año inmediato, o sea, en el que los mozos cumplan veintiuno de
edad, época en que se forma el alistamiento, deben solicitar para resguardo y satisíación suya,
si ya no lo reciben por espontánea remisión de los Ayuntamientos, la correspondiente cédula
de inscripción en el alistamiento de mozos.
El primer domingo de Marzo del mismo año deben comparecer personalmente ante el
Ayuntamiento de su residencia, para ser tallados y reconocidos facultativamente a fin de ser
clasificados en consonancia con el resultado de las expresadas diligencias.
Si ocurre que los interesados residieran en el extranjero, se hallan obligados a efectuar dicha presentación personal ante el Consulado español o Viceconsulado del punto más inmediato al lugar en que habiten y en este caso deberán simultáneamente ser presentados ante el
Ayuntamiento en que figuren alistados para no incurrir en responsabilidad.
Si como resultado de las indicadas operaciones el mozo interesado merece la declaración
de soldado, la ley de reclutamiento le permite solicitar durante cuatro años prórroga de incorporación a filas; puede pues pedir prórroga para el ingreso en el servicio, hasta el treinta y uno
de uno de Mayo del primer año y en los siguientes hasta el 14 de Julio. El expediente en solicitud de este beneficio consiste en instancia dirigida al Presidente de la Comisión mixta de
reclutamiento de la provincia a que pertenezca el pueblo en que el mozo haya sido sorteado y
a dicha instancia se unirá la cédula personal del interesado, certificación de los estudios que
cursa, otra de las notas obtenidas en los cursos anteriores y otra de aplicación y de buena conducta.
La prórroga sólo tiene validez durante un año, de Noviembre a Noviembre, y por eso la
solicitud ha de reproducirse en cada uno de los años en que se desee, siguiendo para ello el
procedimiento señalado en el caso anterior y aportando al expediente los documentos que
quedan expuestos.
Si al interesado no le conviniese continuar en el uso de este beneficio, podrá renunciar al
mismo por medio de la instancia al Excmo.
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Boletín Oficial
Capitán General de la Región que pertenezca el Municipio en que el interesado haya sido sorteado.
Si del reconocimiento facultativo sufrido en el acto de la clasificación y declaración de
soldados, el mozo resultase corto de talla o inútil para el servicio de las armas, queda con la
obligación inexcusable de conparecer a nuevo reconcimiento o talla ante la Comisión mixta
de reclutamiento de la provincia correspondiente, o ante la más inmediata al punto de su residencia, en el mes de Abril o Mayo del mismo año; sin esperar a ser citado, y si por causa grave de enfermedad no le fuera posible comparecer, quedará excusado justificando esta circunstancia con certificado facultativo y entonces será citado por la Comisión mixta.
La inutilidad física temporal y la cortedad de talla inferior a 1‘540, metros, obliga a los
interesados a efectuar la correspondiente revisión durante los tres años consecutivos, compareciendo ante los Ayuntamientos y Comisiones mixtas de reclutamiento en la forma indicada
en los párrafos precedentes.
Los mozos declarados soldados que tengan número comprendido dentro del cupo de filas
de cada reemplazo y pertenezcan a Congregaciones de Misioneros, prestarán como servicio
militar el propio de su ministerio en las Misiones a que sean destinados.
Para justificar la condición de religioso misionero, el Padre Superior de la Congregación
remitirá en el mes de Agosto una certificación al Jefe de la caja de recluta a que pertenezca el
mozo, en la cual se acredite la condición del mismo, así como la Misión a que se le haya destinado si hubiere ya efectuado su incorporación, y si no la fecha en que marchará a su destino
antes de la concentración del reemplazo.
Llegados los mozos misioneros a su destino se presentarán al Cónsul español del país
donde se encuentre establecida la Misión a que hayan sido destinados, durante tres años y en
cada uno de ellos antes del primero de Noviembre, el Superior jerárquico de la Misión remitirá al Jefe de la Caja de recluta a que el mozo pertenezca, una certificación acreditativa de que
aquel continúa prestando los servicios de su Ministerio en la expresada Misión, a fin de que la
mencionada autoridad militar pueda efectuar en la filiación
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de los interesados la correspondiente anotación de las referidas circunstancias.
El cumplimiento exacto de lo anteriormente expuesto evitará a los mozos incurrir en responsabilidad legal y podrán llenar debidamente sus inexcusables obligaciones que con la ley
de reclutamiento se relacionen.
(De la revista «El Secretariado Navarro» Núm. 612 correspondiente al 6 de Marzo de
1915)
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CASUS CONSCIENTIAE
Pro anno 1914-151
VII. Befa catholica matrimonium iniit cum Lino aglipayano, servatis Ecclesiae cautelis.
Nascitur filius quem pater, sui juramenti despector, baptizare in sua secta sibi proponit. Befa
viriliter obstat et pro juramenti adimpletione indesinenter instat Lino, qui e contra perplura
minatur si puer catholice baptizetur. Clemens parochus, omnium bone conscius, quadam die
Befam brevi visitat, absente Lino, et cum verbis baptismi super puerulum infundit vas aquae
quod pro haustu expetierat. Attonita Befa novas patitur angustias; timet enim viri sui furorem
si ipsi factum manifestet, et similiter timet ne suo silentio rea fiat iterationis baptismi quod
maritus procurabit a ministro aglipayano.
Quaeritur: 1.º Num Clemens recte egerit baptismum privatim et absque caeremoniis conferendo ut baptisma acatholicum praeveniret. –2.º Num ipsa Befa sic agere potuerit. –3.º
Utrurn Befa baptismum manifestare debeat, aut sucre possit.
VIII. Ad festa, quae in Dumaguete peraguntur, descendunt e monte et apud Claram hospitantur quatuor infideles, videlicet: Viriatus, Canisia et hujus duae filiae, quarum una, gravi
morbo aflicta, baptismum petit et, nomen Libertae adoptans, propter instantem necessitatem
accipit a Viriato. Liberta, suscepto baptismate, statim
1
Véase págs. 322-326.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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convalescit, unde soror et mater ejus ac ipse Viriatus, salubriter commoti, baptisma expetunt
quod, post debitam instructionem, solemniter accipiunt; primum, soror Libertae, cui patrinus
adstat Florus filius Clarae, dein Canisia cujus matrina est ipsa Clara, ultimo Viriatus matrinam
habens Canisiam. Viriatus accipit uxorem Libertam a se baptizatam; Florus vult ducere Libertae sororem, sed a parocho prohibetur, unde Canisiam accipit, annuente parocho.
Quaeritur: 1.º Rectene Viriatus Libertam baptizaverit an potuisset, altero baptizante, esse
patrinus. –2.º Potueritne postea hanc Libertam uxorem ducere, vel prohibeatur propter cognationem spiritualem ex alterutrius baptismate. –3.º Rectene Florus prohibitus sit a matrimonio
cum Libertae sorore, admissus autem sit ad matrimonium cum earum matre.
IX. Ad permagnam Gertrudis catholicae et Faustini aglipayani ruralem domum advocatur
Rogerius parochus pro baptizando eorum filio quindecim jam dies nato: Rogerius, qui talem
divitum morem filios domi baptizandi ex animo odit, adit licet invitus, simul moras baptismi
reprehendens; sed ¡heu! invenit quod pro patrinis Getulius aglipayanus et uxor ejus catholica
sint designati. Rogerius vult Getulium excludere, sed ipsa Gertrudis protestatur contra hanc,
ut ait, parochi intolerantiam, instat ergo mater ut parochus annuat, sicut alibi, ait, fieri solet;
aliter enim ipsa advocabit sacerdotem aglipayanum, qui absque dubio laetabundus adibit. Talia audiens Rogerius acquiescit et baptizat.
Quaeritur: 1.º Ubi baptismus ex lege vel permissione Ecclesiae conferendus sit. –2.º Quid
de more a Rogerio reprobato; an eliminandus sit; ubi tunc adhibendae ceremoniae. –3.º Quid
de more differendi baptisma; an parentes graviter peccent si tempus protrahant. –4.º Quas
conditiones Ecclesia exigat in patrinis. –5.º Quid circa patrinos haereticos, vel pravis moribus
notatos. –6.º Quid de Rogerii agendi ratione.
X. Nector, in absentia parochi, baptizavit privatim Mauri filium vita periclitantem, adhibito patrino Laurentio. Parochus, re examinata, dubium habet baptismum ex materia «aqua
rosacea» adhibita;
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Boletín Oficial
unde solemniter sub conditione baptizat infantem, eodem Laurentio patrino, qui, Mauro defuncto, ejus conjugem superstitem in matrimonium ducit.
Quaeritur: 1.º An recte baptizaverit parochus «sub conditione». – 2.º An Laurentius ex alterutro baptismo conhraxerit cognationem spiritualem quae impedimentum dirimens constituat pro matrimonio cum uxore Mauri. –3.º An similiter vel aliler judicandum sit si parochus
baptizaverit «absolute».
XI. Didacus puerum suum Perfectum, rite instructum, catechistam constituit in quodam
suo parochiae burgo cujus perplures habitantes infideles sunt. Perfectus, sui officii memor,
quaerit et invenit modum suorum concivium domos percurrendi, et infantes infidelium quos
reperit aegrotos, quasi medicinam adhiberet ut parentum effugiat attentionem, clam baptizat;
animosius eos quos mater ethnica consentit aliqua religiosa caeremonia insignini et, eo fidentius, eos quos ipsa mater, licet infidelis, baptizandos offert «sperans» ex baptismo filii sanitatem; eos etiam quorum mater fidem suscepit, licet postea probabiliter pater in superstitione
instituet. Pericula defectionis parvi aestimat Perfectus ex eo quod, ante annos discretionis,
infantium major pars soleat mori: hinc etiam quod, tempore morbi contagiosi inter infantes,
hos, indiscriminatim sanos et infirmos quotquot potest, baptizat; sic enim infantium major
pars salva fiet.
Quaeritur: 1.º Quando posssint vel debeant infidelium aut haereticorum infantes baptizari.
–2.º Quid de praexi Perfecti dicendum.
XII. Cornelius infidelis rem habet cum Melisa, unde nascilur Aurora, sed matrimonum
celebrat cum ejus sorone Caja quacum jamdiu sponsalia habebat et ex ea nunc obtinet Cletum.
Ad longinqua recedens forte invenit tertiam sororem Lindam «jam Christianam», cujus religionem libenter amplectitur ut eam in matrimonium inducal. Vitus parochus gaudens de Cornelii conversione et nihil ultra requirens, sua praesentia cohonestat ejus cum Linda matrimonium. Post multum temporis invenit Cletum et Auroram
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christianos, conjugatos et matribus orbatos: ipse nihil indicat de propria paternitate sed ex
collocutione colligit quod Caja christiana fuerit cum ipse baptismum susceperit, unde quaedam dubia exurgunt super ejus cum Linda matrimonio.
Quaeritur: 1.º An matrimonium Cornelii cum Caja fuerit validum. –2. An conjugium
ejusdem cum Linda validum et licitum extiterit. –3.º An validum si Caja mortua fuerit antea. –
4.º An existat absque novo consensus. –5.º Quid de «interpellatione» compartis infidelis pro
usu privilegii paulini. –6.º Quid de validitate matrimonii Cleti et Aurorae in infidelitate contracti. –7.º Quid a Cornelio agendum cum eis. –8.º An, Caja vivente, Cornelius adhuc potuerit
habere Lindam cum dispensatione pontificia: quae dispensatio obtinenda foret.
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SECCIÓN RELIGIOSO-LITERARIA
A Jesucristo en su Gloriosa Resurrección
Bajo una sellada losa,
Custodiada de soldados,
Yace la faz más hermosa,
Que a los ángeles endiosa
Y confunde a los malvados.
Allí espera el cuerpo santo
Para alzarse victorioso;
Que del cielo el negro manto
Se rasgue, y dé fin al llanto
La aurora de Febo hermoso.
Bajad, ángeles del cielo,
Abridnos el arca santa:
Que reine en aqueste suelo
Aquel que todo es consuelo
y al orbe admira y encanta.
Despertad del dulce sueño,
En que yace reposando,
A éste nuestro Dios y dueño,
Que quiso en infame leño
Morir, al hombre salvando.
Animad, Jesús querido,
A éste vuestro cuerpo amable;
Dadle el premio merecido
Por lo mucho que ha sufrido
En vuestra cruz adorable.
Levantaos, Dios Eterno,
Y triunfad resucitado
Del príncipe del averno,
Enemigo sempiterno
Que tan cruel os ha tratado.
¡Oh, salid, eterna vida!
Salid de esa sepultura;
Consolad a la afligida
Madre, de dolor transida,
Que aún llora su desventura.
¡Oh del alma paz y gloria!
Ya no destilan tus manos
La sangre del monte Moria;
Ostentan, sí, la victoria
Reportada a tus hermanos.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
En tus plantas aparecen
Las heridas rubicundas,
Que como en jardín florecen,
Y santos frutos ofrecen
De virtudes muy fecundas.
Ya no brotan de tus sienes
Raudales de sangre pura;
Pero los rayos que tienes
Te ofrecen mil parabienes
Y te adornan de hermosura.
Tus ojos hoy, se presentan
Con vivísimos colores
Que triunfal victoria ostentan;
Y con su destello ahuyentan
De la muerte los horrores.
Cual sol veo tu costado
Resplandecer muy brillante,
Para ablandar preparado
Al corazón acerado
Y duro como el diamante.
Hoy tu cabeza circunda
De gloria inmortal diadema,
Que al alma de gozo inunda
Y de alegría profunda
De la celestial, emblema.
Lucero resplandeciente,
Sol que iluminas el cielo,
Clara estrella del Oriente,
Inflama el alma que siente
Sed de tu amor y consuelo.
¡Oh vencedor de la muerte!
¡Oh Jesús, fuente de vida!
Tu rostro hacia nos convierte,
Donándonos feliz suerte
En la postrera venida.
Vos, mi Jesús, que glorioso
Triunfáis hoy resucitado.
Resucitad bondadoso
En nosotros, y amoroso
Dadnos el fin anhelado.
Fr. F. A. d. C., A. R.
Marcilla 10 de Mazo de 1915.
In Festo Patrocinii S. Joseph
Mœrores procul exulent
Omnes lætitiam frontibus explicent
Festum jam redit annuum
Quo gentes hilares carmina concinant
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Quo laudes populi ferant
Joseph qui nitidis sedibus enicat
Cœli sæcula in omnia.
Consortem Dominæ principis omnium
Esse hunc Cunctipotens dedit
Qui cœlum, barathrum, sidera condidit
¡Joseph! se tibi subdidit.
¡Oh! carus famulis o decus inclytum
qui tantis titulis micas.
En lætis modulis promere cantica
Certant orbis et æthera:
Te voces resonant Virginis inclytum
Sponsum, pervigilem Dei
Custodem celebrant plausibus omnia
Exultantia jubilo.
Te Patris domini nomini prædicant
Pontus, sideram cœlites
Divinæ sobolis Christiadum chori
Tutorem recinunt quoque.
Ortum conspicuo sanguine Davidis
Te Joseph colit et canit
Tellus; subsidium conjugis o tuæ
Intactæ et sine noxia.
Hymnos emeritos nos tibi dicimus
Virtutum viridarium:
Tu præbes Puero munifica manu
Altum magnanimus faber;
Tu Natum tenerum protegis a nece
Quam rex vindicat impius;
Præcepto Superi pergis ad exteras
Oras, atque animo ferens
Æquo in omnia, sive ardua perferas,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Quamvis te cruciet dolor,
Constanter toleras pauperiem tuam,
Quærens arte, laboribus,
Munimen Puero ut nuptus amabilis
Sponsæ sedulus assidens.
Sic vitam peragis dum colis exteras
Ægypti profugus plagas,
Pœnas infragilis rebus in arduis
Suffers haud querimonia.
O quantis meritis nobilis emicas!
O quantum rutilas tuis!
Immitis con amqns dilacerat dolor,
Nec constantia frangitur
Amissum Solymis fles lacrymis Deum,
Natum quæris et invenis,
Inmiscens lacrymis gaudia dulcia;
Effundenti animam tibi
Jesus et Genitrix teniter assistent,
Donec te sopor occupat.
Perfusus nitido lumine spiritus
Sese ad sidera transtulit.
Regnas in solio sole micantior
Sertæ tempora gemmeæ
Cingunt te decorant fulgura siderum.
Te pangunt superi incolæ,
Te purum celebrant agmina Virginum,
Christi te quoque milites.
Insignem meritis sæcla per omnia
Servi concelebrant tui.
Fidenter famuli sistimus ad tuas
Aras votaque solvimus.
Clemens obsequium suscipe quod tua
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414
Boletín Oficial
Plebs præstat memor hac die.
Psallentes pueri compita cursitant,
Spargentes niveas rosas
Procedunt pueræ, te memorant simul
Pubes, te recolunt senes.
Accensis facibus, effigiem sacram
Clerus tollit honoribus.
O Joseph precibus annue supplicum
Quas fundunt famuli tui.
Absolvas, miserans! vincula criminum
Quæ multos miseros tenent
Incursus Satanæ longius amove,
Contundens furias truces
Orci, nec noceant dæmonis impetus,
Servi fugiter rogant.
Arce ab Hesperia luxuriæ luem
Pubem protege tu bonus
Quam mundi illecebræ ritibus implicant,
Te jugi piece poscimus
Ægrotis releves, subleva egentibus,
Et culpas abigens procul,
Post mortem famulos jam sine labibus
Dones sidera scandere.
FR. C. L. A V. C.
Monteagudo 16 de Marzo de 1915.
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BIBLIOGRAFÍA
Un libro de palpitante actualidad
Lector querido: ya habrás observado que hoy día todo se discute, nada queda por debatir.
Que desde las acciones del más encumbrado monarca hasta las palabras del más humilde
campesino, todo cae bajo el imperio de la crítica, nada se libra de su radio de acción. Pero no
dudo, me consta ciertamente has advertido también que la cuestión capital, la cuestión que
pudiéramos llamar madre alrededor de la cual se libran todas las demás batallas es la cuestión
de las Órdenes religiosas por ser la encarnación real, la representación viva de las doctrinas de
nuestro Divino Maestro Jesús, objeto de las afirmaciones y negaciones todas de los tiempos
modernos. En los alcázares de los monarcas, en los palacios de los magnates, en el parlamento, en el club, en las calles, en las plazas y en la prensa impía, trabájase con actividad extraordinaria, con tesón invencible para presentar al fraile, como un ser degradado, como un ente
exótico, como un mito forjado por la imaginación de unos cuantos ignorantes, como un tipo
medioeval, no solamente impío, sino incompatible con los tiempos modernos en que todo es
luz y progreso. Desde que el liberalismo ha adquirido carta de ciudadanía, repítese un día y
otro en las columnas de la prensa sin fe, hase visto con claridad meridiana que el fraile es el
portaestanmlarte del obscurantismo, un ser que pretende vivir a costa del prójimo valiéndose
del fanatismo religioso del pueblo sencillo e ignorante que no conoce su malicia. Mas nosotros los liberales que somos los redentores del pueblo no consentiremos tamaño latrocinio:
nosotros libraremos las poblaciones todas grandes y pequeñas
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de esa peste que quiere invadir el orbe todo; relegaremos a los desiertos primero, y le haremos
desaparecer de sobre la haz de la tierra después.
Así habla el liberalismo, así hablan los liberales de todos malles desde tos más moderados hasta los más radicales. Y esto no porque crean que e! fraile es así, no; porque ya saben
que este es el fraile de la novela, el fraile de la caricatura, y que el fraile de la historia, el fraile
de la realidad es otro muy distinto; sino porque ven en él una continua reprensión de sus acciones. En efecto; la castidad del religioso es un juez severo de su amor desordenado, la pobreza del morador del convento un continuado reproche de su ambición, y la obediencia, la
sumisión del hijo del claustro, la condenación más clara y explícita del non serviam que como
hijo predilecto del veneno lanza él a los cuatro vientos, como un principio venerando. Por esto
persigue al fraile, por esto le calumnia, por esto quiere hacerle desaparecer. ¡Como si la
humanidad no necesitase de almas grandes que le enseñen el camino de la virtud, la senda de
la vida! ¡Como si no necesitase de antorchas que la iluminen y ahuyenten las grandes tinieblas
que en el mundo imperan! «¡Como si en estos tiempos en que el egoísmo es el rey y el sacrificio un proscrito, seguir expresión del gran Mella, no se necesitase que sobre el sarcófago de
hielo que encierra el corazón de las Sociedades modernas, faltas de fe y huérfanas de caridad;
y cuando parece que la historia ha vuelto a aquel periodo glacial porque pasó la geología del
planeta, no fuera necesario que vinieran hombres de almas grandes acostumbrados a dominar
su soberana voluntad, los instintos y los ímpetus de la materia, para presentarse ante la muchedumbre enloquecida con el vino de la impiedad; y decirle con la elocuencia de la virtud y
del ejemplo que hay algo más que la tierra que pisamos, que esta materia que se dispersa en
polvo, que es preciso esconder bajo una losa para que no la arrastre el viento, el espíritu inmortal que pasa por encima del sepulcro, que es la puerta de la eternidad y no la frontera de la
nada»!.
Pues bien; a a defensa de esas Órdenes religiosas tan perseguidas, blanco de los tiros todos de la novela impía, de la prensa sin fe, y de la caricatura, y al encuentro de ese gran falsario que pretende cubrir un la neblina del odio, la historia del fraile para que
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nadie le conozca como es, para que no aparezca a los ojos de la muchedumbre irradiando por
todas partes resplandores de virtud y ciencia, ha salido el M. R. P. Pedro Fabo con su obra
«Los aborrecidos, o, En defensa de la vida religiosa».
No es ésta la primera vez que aparece en público el P. Fabo, pues ya hace tiempo que es
conocido en el mundo literario como sabio, y su nombre recorre triunfante, orladas sus sienes
con aureola de gloria, los campos y ciudades de España y América. Su pasmosa facilidad para
escribir es reconocida, admirada, y ensalzada por todos. Y no se crea que esto es una exageración, un entusiasmo que me inclina a alabar a uno de casa, a un hermano, no; esto es la pura
realidad. Y para convencerse de ello basta recorrer su vida literaria durante el año pasado de
1914, y veremos que en él, aparte de multitud de artículos, ha publicado cuatro obras, Liberaladas de una revolución, Corazón de oro (novela), Ruiseñores (poesías) e Historia de la Provincia de la Candelaria, (esta última dos volúmenes). Y tampoco vaya a creerse que el P.
Fabo es uno de esos escritores que dan a la imprenta cuanto les viene, y lanzan a los cuatro
vientos cuanto su imaginación les sugiere. No diré yo que el P. Faho sea un sabio en todo el
sentido de la palabra; pero escribe con toda corrección, su lenguaje es castizo, y en sus obras
ha demostrado grandeza de corazón, imaginación ardiente, cualidades excepcionales de literato e inmensos conocimientos históricos; y en esta última Los aborrecidos su estilo es completamente académico, adornado con multitud de figuras que vienen a dar especial realce a esta
obra.
No pretendo yo ahora hacer una crítica de este libro, porque esto además de estar sobre
mis fuerzas, sería constituirse el discípulo en juez del maestro, y el inexperto soldado, del
experimentado general. Lo que únicamente me propongo es darlo a conocer a todos aquellos
que todavía no han tenido la dicha de leer sus hermosas páginas, que contienen una breve
pero bien documentada apología de la vida religiosa, sobre todo a aquellos que allá en apartadas regiones del globo, lejos de la patria querida, están confirmando con sus vidas los principios aquí sostenidos por el P. Fabo: es decir, a todos, donde pueden encontrar esos conocimientos
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Boletín Oficial
indispensables en estos tiempos en que tanto se persigue y calumnia al religioso.
Considera el P. Fabo en la primera parte de su obra a las Órdenes religiosas en su constitutivo esencial, los tres votos de obediencia, pobreza y castidad; demostrando que los institutos monásticos no están en pugna con la razón, como dicen los librepensadores, ni perjudican
en lo más minimo a la sociedad, sino que antes al contrario, están muy conformes con aquella
y reportan inmensos bienes a ésta: que no es el monasterio escuela de gente envilecida, sino
que por el contrario el convento es plantel de almas grandes que elévanse frecuentemente sobre la materia: que con quien está en pugna, con quien no puede convivir es con el mal llamado derecho moderno, con el hijo predilecto del averno, con el liberalismo, que pretende, valiéndose de la hipocresía, la calumnia, la mentira y otras armas similares a éstas, propias de
los hijos del príncipe de las tinieblas, dominar el mundo entero para corromperlo, pues su plan
es, como decía el ilustre Aparisi y Guijarro, y oportunamente recuerda el P. Fabo, propagarse
mintiendo y reinar corrompiendo. Recorre la historia toda de la humanidad desde los primeros
siglos del Cristianismo esbozando cómo las Órdenes monásticas han supervivido a todas las
grandes convulsiones que en su seno han sufrido las sociedades en todos tiempos, cómo supo
el monje conservar su dignidad durante la horrible hecatombe que experimentó Europa con la
irrupción de los bárbaros del Norte, siendo en todas partes el monasterio un gran centro de
instrucción, una gran escuela, y el monje el que instruye y predica el Evangelio a estos nuevos
moradores del Mediodía y Occidente de Europa, y cómo en medio de los grandes sacudimientos de la Edad Media destácase la escuela del monasterio como un faro que muestra a la
humanidad el camino que debe seguir para conseguir su fin, como una antorcha luminosa que
disipa las tinieblas que en el mundo imperan.
Mas como hay muchos que, reconociendo los valiosos auxilios que las Órdenes religiosas
prestaron a la humanidad durante los aciagos días de la Edad Media, creen, no obstante, que
estos institutos sólo cuentan en sus anales un ayer glorioso que ya pasó, y que por consiguiente su benéfica acción desapareció al llegar los
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tiempos modernos, como las estrellas de una noche serena cuando aparece en Oriente el astro
rey; ha puesto el P. Fabo en su libro una segunda parte, que sirve como broche de oro para
cerrar su obra, en la que compendia la historia de las principales Órdenes monásticas para
demostrar que el ayer glorioso es el hoy feliz que durará tanto como su ser. Ella es como una
galería inmensa por donde se ven desfilar multitud de santos y de sabios, de héroes de patriotismo y abnegación, y de adalides gloriosos del periodismo, cuya vista entusiasma al más frío
y le obliga a exclamar: cada instituto religioso es un plantel de héroes, sus miembros son
hombres-milagros! ¡Si ellos no son grandes, si ellos no merecen pasar a la historia, abandonemos los estudios históricos porque nada encontraremos digno de ser trasmitido a las generaciones futuras!
FR. J. R. DE S. M.
A. R.
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CRÓNICA DE NUESTROS CONVENTOS Y COLEGIOS
Desde Manila
En el Convento. –Novenario de San José. –Nuestro convento de San Sebastián. –Origen
del culto a Ntra. Señora del Carmen. –Novenario del Carmen. –Nota típica.
–La procesión. –El órgano. –Su inauguración. –Inauguración solemne.
Su efecto en la gran Salve.
Con motivo de la celebración de nuestro Capítulo Intermedio tuve ocasión de visitar este
nuestro convento de Manila y vivir, quizá, en la misma celda en que vivieron nuestros esclarecidos Beatos y Mártires del Japón y recorrer los claustros por los que también pasearon
nuestros primeros PP. que, por la salvación de las almas, realizaron aquellas portentosas
hazañas que hoy, al leerlas en las crónicas, nos parecen casi increíbles, y que forman la más
legítima gloria de esta Apostólica Provincia que por algún tiempo tuve a mi cargo.
Al celebrarse el grandioso novenario de San José, tuve grandes deseos de enviar una reseña a nuestro BOLETÍN, pero viendo, por mis ojos, la verdad y exactitud de lo que el año pasado se pubicó, desistí de ello.
Al llegar el novenario del Carmen en nuestro convento de San Sebastián, no pude resistir
más ante tanta grandiosidad y escribo estas cortas líneas para contribuir en algo a la amenidad
de nuestro BOLETÍN. Muévenme especialmente a ello estas consideraciones: no he leído ni sé
que en España se haya escrito cosa alguna acerca del culto que en Filipinas tributamos los
Recoletos a la Virgen del
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Carmen; tampoco se ha publicado en nuestro BOLETÍN noticia alguna relativa a la inauguración del órgano de San Sebastián; para estímulo, pues, de nuestros jóvenes, para que se publiquen y sean conocidos nuestros cultos y para saboreo íntimo de nuestras legítimas glorias,
envío estas cuartillas.
En 5 de Mayo de 1621, el P. Vicario Provincia! Fr. Rodrigo de San Miguel, fundador de
nuestro convento de San Sebastián, colocó en su iglesia una pequeña imágen de la Virgen del
Carmen, que, como donación piadosa y guía segura para la peligrosa travesía del Pacífico,
recibió en Méjico al pasar por allí en su segundo viaje a Filipinas; desde entonces no se ha
interrumpido, en nuestra iglesia de San Sebastián, el culto a Ntra. Sra. del Carmen, en cuyo
prodigioso aumento y rápida propagación influyeron sobremanera los milagros y maravillas
obrados por el Señor para engrandecer a su Santísima Madre. Puede verse la hermosa publicación filipina La Estrella de Antipolo. Fundóse después con autorización del R. P. Prior General de Carmelitas y conforme con las Constituciones Apostólicas la Cofradía de Ntra. Sra.
del Carmen, y, posteriormente en 10 de Julio de 1682, el General de los Carmelitas Descalzos
Fr. Juan de la Concepción la confirmó, autorizando al Prior, que por el tiempo fuere, para
bendecir e imponer el escapulario del Carmen y para erigir cofradías en todo el Archipiélago,
viniendo a ser desde entonces los PP. Agustinos Recoletos los verdaderos Carmelitas de Filipinas.
Extendióse rápidamente la devoción a la Virgen del Carmen y, desde las Provincias limítrofes hasta las más distantes de Manila, venían a celebrar su fiesta el 16 de Julio. Como entonces reina la estación de aguas en toda su fuerza, resultaba penosísima la piadosa romería,
por lo cual nuestros PP., a mediados del siglo XVIII, acordaron trasladar las fiestas del Carmen a la estación de secas, y desde entonces, continuando la gran fiesta del 16 de Julio, se
celebra el solemne novenario dando principio el dia 21 de Enero.
El miércoles, pues, 20 de Enero de este año 1915, se cantó misa solemne a las siete de la
mañana, en honor de su titular San Sebastián y, a las cinco de la tarde, el P. Prior de Manila
Fr. Eugenio Sola del Carmen, de conformidad con la tradición inmemorial, asistido del P. Fr.
Amado Gascón del Pilar y Hermano Sub. Fray
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Boletín Oficial
Leandro Nieto de San Nicolás entonó las solemnes Vísperas a Nuestra Sra. del Carmen que,
con mucha gravedad cantaron en coro con acompañamiento de órgano los PP. de San Sebastián y Recoletos que consigo llevaron a su capilla de tiples.
Al dia siguiente comenzó el novenario con la solemne procesión que, antes de la misa,
recorrió el amplio y elegante patio-jardín del convento, oficiando de Preste el P. Vicario Provincial Definidor Fr. Nemesio Llorente de San José, diaconado por los Hermanos coristas Fr.
Facundo Valgañón del Carmen y Fr. Leandro Nieto de San Nicolás, quienes también me asistieron, como tales, en la misa del día final 29: en los días 22, 23 y 24 cantó la misa el P. Definidor Fr. Eusebio Valderrama de San Luis Gonzaga, asistido de los PP. Fr. Florentino Sáenz
de la Concepción Fr. Hilario Vega de la Asunción, quienes, alternando, tuvieron la misa los
días siguientes, diaconando, todos los días, el P. D. Fr. Eusebio Valderrama quien, después de
honrar con su autoridad el Augusto Sacramento y a la Gran Señora, honró después, con su
humildad, a la excelsa Virgen oficiando modestamente de subdiácono.
Con respecto a los sermones se cumplió el programa anunciado predicando por la mañana en la misa solemne del día 21 el P. SubPrior de Manila Fr. Angel Sánchez de San José, el
día 24 (Domingo) P. Fr. Bernardino Vázquez del Rosario y el 29 el P. D. Fr. Tomás Cueva de
la V. de Araceli; por la tarde, dice el programa: 21, P. Ex-Prov. Fr. Segundo Cañas de San
Cristóbal; 22, P. Fr. Florentino Sáenz de la Purísima Concepción; 23, P. D. Fr. Eusebio Valderrama de San Luis; 24, P. Fr. Amado Gascón del Pilar; 25, P. D. Fr. Nemesio Llorente de
San José; 26, P. Prior del Convento Fr. Valentin Utande de San José (yo hice sus veces por
haberle sobrevenido una inoportuna indisposición); 27, P. Sub-Prior de Manila Fr. Angel
Sánchez de San José; 28, P. Fr. Hilario Vega de la Asunción: éste, como capellán de la Virgen
del Carmen, estuvo encargado de rezar el Rosario y Novena y dirigir los demás actos del Novenario. De propósito no digo nada acerca de los sermones, porque todos estos PP. (excepto el
P. Nemesio quien verdaderamente honró el púlpito de S. Sebastián) predicaron en el brillante
novenario de San José, y entonces la prensa diaria de Manila hizo cumplido elogio de sus
oraciones sagradas.
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Se deslizó el novenario de Ntra. Sra. del Carmen, como todos sus similares en Manila,
pero con tanta piedad y afluencia de gente que, a a las cuatro y media de la mañana, esperaban
impacientemente que se abrieran las puertas de la iglesia para oír la primera misa que, a dicha
hora, celebraba el P. Capellán de La Virgen, quien luego con otros Padres, pasaba a ocupar
por varias horas el confesonario.
Tiene este novenario una nota típica que voy a consignar: no es raro ver en nuestro santuario una piadosa devoción, practicada, por lo general, por devotas mujeres. Consiste esta en
lo siguiente: Arrodíllanse en el cancel de la puerta, comienzan devotamente el Rosario y después, andando de rodillas como están, cual si subieran la Escala Santa de Roma, se dirigen
penosamente hasta las gradas del altar mayor; llegadas allí besan devotamente la grada y prosiguen su rezo pidiendo a la Santísima Virgen el remedio a sus necesidades; hacen esta penosa marcha por las dos naves laterales, pero especialmente por la del centro: todos los sábados
puede verse esta piadosa devoción en nuestra iglesia, pero en los dias del Novenario es cosa
que verdaderamente conmueve y edifica moviendo a piedad a cuantos la presencian.
Colócanse infinidad de devotas al final de la iglesia, cogiendo las tres naves, y, cuando se
terminan los cultos y se toca la gran marcha de salida, despejada ya la nave central de las educandas de nuestro Beaterio de Santa Rita que todas las tardes asisten, se dirigen como piadoso
torrente, que se desborda, andando de rodillas hasta el altar mayor y, como final, piden con
ansia que se les permita hacer algún obsequio a la Sma. Virgen, siquiera limpiando el suelo de
la iglesia: y por cierto que hacen buen servicio, porque, a pesar del esmero que se tiene, como
es tal la afluencia de gente hasta las diez de la noche en que se cierra la iglesia, hay que estar
constantemente barriendo: hasta esa misma hora una banda de música ejecuta piezas de rico y
variado repertorio ante el atrio del Convento.
El 29 por la tarde dió principio la novena a las cinco y pronto comenzó el movimiento para organizar lo necesario, de modo que a las seis en punto se puso en marcha la grandiosa
procesión: abríanla la Cruz parroquial y ciriales siendo la primera imágen la
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de San Sebastián, seguía Santa Rita acompañada por las Colegialas de nuestro Beaterio, a
continuación la imagen del Santo Niño, iban después los fundadores Carmelitanos San Juan
de la Cruz y Santa Teresa de Jesús, luego San José , por último, la Reina de estos cultos la
Sma. Virgen del Carmen escoltada por las Comunidades de San Sebastián y Recoletos y comisiones de religiosos de otras Órdenes, cerrando la procesión como preste y ministros el P.
Ángel Sánchez y Hermanos Fr. Facundo y Fr. Leandro.
A cada imágen acompañaba el correspondiente estandarte y le seguía una banda de música, donación de personas devotas de la Virgen del Carmen: gobernaban la procesión los PP.
Vega y Valderrama, quienes respectivamente cuidaban del buen orden de la cabeza al centro
y de este al final.
No describo las imágenes porque, aunque no de tanto lujo, son similares a las que figuran
en nuestras procesiones de intramuros, pero no puedo pasar en silencio la imagen del Santo
Niño con su extraño traje de capitán general y sus elegantes andas de plata premiadas en la
Exposición de Saint Louis (Estados-Unidos), el año 1903 y la bendita imagen de Nuestra Señora del Carmen con su rica carroza.
Sobre una plataforma cuadrada, revestida de planchas de plata adornadas a su alrededor
con caprichosos dibujos de plantas y flores, se elevan cuatro airosas columnas jónicas, revestidas también de plata: desde los capiteles de las columnas salen otras cuatro planchas de plata
que convergen y se unen en el centro formando pabellón y rematando todo con la corona real,
desde la cual penden cuatro bandas de raso azul celeste. En el centro de esta plataforma se
eleva el trono sobre el cual se coloca la imagen de la Virgen con su vestido formado por plancha de plata dorada, adornada con flores de plata y oro cuyos pistilos los forman perlas y brillantes, su rozagante manto de tisú de plata sembrado también de flores con estambres de piedras de color. Tiene en su mano izquierda el Niño vestido con la misma rica preciosidad; en la
derecha el Santo Escapulario que parece dos planchas de oro unidas con cintas de plata y sobre su cabeza la gran corona de brillante pedrería: completan su adorno elegantes birinas engarzadas en plata, y alrededor de la imagen, formándole graciosa guardia, van ocho angelitos
con
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diminutos incensarios: así salen estas preciosas andas, llevadas por su grande peso, por dieciséis personas que se relevan de trecho en trecho. Otros años se iluminaban con luz eléctrica,
pero este año lo hicieron con acetileno, y cuando en plena calle y bajo la inmensa bóveda azulada contemplábamos la santa imagen, la blanca luz de carburo nos hacía el delicado efecto
del mágico resplandor de la luna iluminándola de lleno.
No es fácil precisar el sinnúmero de fieles que con su presencia quisieron acreditar su devoción a la V. del Carmen, pero sí diré que las luces eran tantas que semejaban dos tan largas
como interminables cintas de fuego que, al fin, se perdían de vista o se confundían con la profusa iluminación que, en el trayecto, adornaba las casas de los devotos y marcaba a la Cruz y
Ciriales la línea que habían de seguir por las calles de S. Rafael, Alix (dcha.) Tanduay, Arlegui, Duque de Alba, Vergara, Tanduay (izq.) Plaza del Carmen, Bilibid (old.) Lepanto, Paseo
Azcárraga (dcha.) S. Rafael y atrio de la Iglesia con un recorrido de varios kilometros, penetrando de nuevo la Virgen del Carmen en su Santuario a las 8 de la noche y, después de cantar
solemnísima Salve como despedida, se dieron por terminados los cultos del Novenario. Al día
siguiente se cantó Misa de Requiem por los cofrades difuntos oficiando el P. Florentino Sáenz
asistido de los PP. Eusebio e Hilario, y con esto se cumplió el programa en todas sus partes:
aquí terminaría yo también si esta reseña no tuviere un doble objeto.
Nuestra Iglesia de S. Sebastian, la de las atrevidas agujas, la de la aérea cúpula, la de airosos botarates, la de los calados rosetones y alegóricas vidrieras en sus rasgados ventanales,
el orgullo de Manila, la «Perla del Oriente», el espacioso cuanto artístico Santuario que encierra en su seno como rico estuche la veneranda Imagen de la Reina del Carmelo, no estaba
completo aún; le faltaba a la Virgen quien riera sus alegrías y llorara sus dolores, le faltaba la
expresión suprema de todas las bellezas musicales, para entonar himnos de gloria sin palabras, pero con melodías aladas de majestuosa trompetería, de misteriosos coros de angélicas
voces, que murmuran plegarias celestiales, de fantásticas orquestas que parecen surgidas del
Cielo, cuando la Hostia Santa es elevada en manos del Sacerdote, entre nubes azuladas de
incienso, mientras los labios
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rezan, y los corazones palpitan con más fuerza, esclavos de intensa emoción; le faltaba el instrumento rey, el órgano, en fi
Varias veces se había notado esa falta, y algunos Priores procuraron remediarla; y justo
es consignar que el P. Prior Fr. Celestino Yoldi que, por cierto, ha dejado nombre imperecedero, después de grandes esfuerzos, estuvo a punto de realizarlo: afortunadamente el Prior
actual Fr. Valentin Utande de San José, ayudado por algunos religiosos y personas devotas,
consiguió el anhelo de todos encargando a la casa Walcker, y C.ª en Ludwgsburg, Wisstt
(Alemania), por medio de D. Pío Trinidad, su corresponsal en esta plaza, un órgano de modestas proporciones, pero con todos los adelantos con que ha sido enriquecido el gran instrumento.
Llegó a últimos de Mayo, y lo montó el dicho D. Pío Trinidad; ocupa el testero del coro,
y está encerrado dentro de una artística caja de roble, de estilo gótico, que armoniza exactamente con el de la iglesia: tiene delante la cónsola en donde están los dos teclados, de modo
que el organista, al tocarlo, se coloca frente al altar mayor.
Abierta la cónsola aparecen en primer término una serie de botoncitos o resortes a modo
de registros y que realmente lo son algunos, sirviendo otros para facilitar las combinaciones:
debajo de estos y correspondiéndose con ellos, corre una serie de lengüetas numeradas que
ceden a la más ligera presión y son de diversos colores para su más fácil manejo. Son 17 en
número, de ellas nueve están a la izquierda y ocho a la derecha del ejecutante, separadas entre
sí por una pequeña esfera con su aguja indicadora del crescendo et minuendo. Izquierda: núm.
1, lengüeta copula o unión del segundo teclado con el pedal: núm. 2, lengüeta copula que
engancha o une el primer teclado con el pedal: núm. 3, Violoncelo de 8 p.; y núm. 4, Contrabajo o su base de 16 p. suenan en el primer teclado y pueden engancharse al pedal: núm. 5,
Trompeta de 8 p.; núm. 6, Octava de 4 p.; núm. 7, Principal de 8 p.; núm. 8, Flauta de 8 p., y
núm. 9, Salicional suenan en el primer teclado y pedal. Derecha: núm. 10, Bordón de 8 p.;
núm. 11, Viola de Gamba de 8 p., y núm. 12, Flauta travesera de 4 p., suenan en el segundo
teclado y pueden engancharse al primero y al pedal: núm. 13, Trémolo que por un ingenioso
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mecanismo se adapta a todos los registros: núm. 14, lengüeta que engancha a lo dos teclados
de modo que se puede tocar en ellos con cualquiera de los registros: núm. 15, Octava baja, y
número 16, Octava aguda suenan en el segundo teclado: núm. 17, copula o unión de melodía
de bajos al primer teclado. Tiene tan precioso instrumento, como hemos indicado, dos teclados de 55 notas cada uno, siendo muy fáciles los trasportes porque cada uno lleva al fin una
pequeña regla indicadora del tono que se desea: debajo de los teclados hay dos botoncitos de
fácil manejo; el de la izquierda es combinación libre y para que funcione es necesario sacar de
antemano alguno de los botoncitos-registros que están sobre las lengüetas: el de la derecha es
Tutti, abierto el cual suenan todos los registros y en medio de los dos hay un resorte que, a
voluntad del ejecutante, anula uno u otro.
Tiene el pedal 30 notas y sobre él, en el centro, hay un rodillo o cilindro que se maneja
con el pie: está en combinación con la esfera arriba indicada, cuya aguja, que corre de 0 a 10
y está a la vista del ejecutante sirve a este de seguro regulador en sus variantes desde el pianissimo al fortissimo: a la derecha del cilindro hay una pequeña palanca cuyo manejo corresponde también al pie y sirve para la expresión, abre o cierra, a voluntad, las persianas interiores del órgano y de esa manera amortigua los sonidos o los deja en su fuerza natural o bien los
hace zozobrar.
Tiene, por último, este órgano, total y completamente neumático, motor eléctrico para el
ventilador que provee de aire abundante para la presión de resortes y que repartido desde el
fuelle por todos los tubos produce con sus vibraciones las diversas tonalidades: para casos de
avería en la corriente eléctrica que pone en juego al motor, tiene además su aparato mecánico
suplementario1.
Este maravilloso instrumento se inauguró en la fiesta de Nuestra Sra. del Carmen (16 de
julio de 1914), la cual, si siempre es solemne, resultó solemnísima por la numerosa concurrencia ávida de oír las delicadas notas del órgano que parecía extremecerse al sentir sobre sus
teclados la suave presión de los ágiles dedos de nuestro
1
La descripción de este magnífico órgano dóbemosla a nuestro carísimo Hermano de obediencia Fr. Lúcas Sáez
de San Pascual.
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organista de Manila, el notable compositor D. Faustino Villacorta: pero cuando verdaderamente lució el órgano toda su riqueza y variados recursos fué en este gran Novenario en que
puede decirse que tuvo su inauguración solemne, actuando de ejecutante el dicho D. Faustino.
Juntamente con la orquesta, acompañó las misas de Hernández y Cosme Benito cantadas
(días 21, 24 y 29) por las educandas de nuestro colegio de Santa Rita, acompañó también escogidas misas cantadas por nuestra capilla de tiples; pero cuando desplegó todos sus encantos,
fué en los cultos de la tarde, en que apiñada multitud acudía a reverenciar a la Gran Señora.
Estaba la Virgen en su camarín como una Reina en su trono, y además de la iluminación
eléctrica que marcaba las líneas del altar y la que asemejaba las arañas a grandes globos ígneos y en el exterior de la iglesia llegaba hasta la cruz de las agujas, tenía la Virgen su iluminación propia que recordaba la visión de San Juan en el Apocalipsis: en la ojIva exterior corría un hilo de bombillas rojas, como aderezo de rubíes; a los pies de la Virgen y en forma de
media luna lucían bombillas verdes cono sartas de esmeraldas; y sobre su cabeza doce estrellas figuradas por rosas blancas y encarnadas cuyo botón lo formaba una bombilla eléctrica.
No estaba vestida de sol, pero se reflejaba la luz en el oro y plata de la túnica y el manto y la
envolvía en suaves irisaciones, al quebrarse bulliciosa en la abundante pedrería. Allí se dirigían todas las miradas cuando el órgano acompañaba las grandiosas letanías y los alegres gozos:
pero en la gran Salve, con que se terminaban los cultos, hacía gala el instrumento rey, de la
rica gama de sus variadas armonías: cuando acompañaba pianissimo a los tiples, parecían sus
notas descender de lo alto y posarse sobre el camarin de la Virgen como gotitas de rocío sobre
el cáliz de una flor: cuando con la expresión ayudaba las robustas voces de los bajos y tenores
(reforzadas, casi todos los días, por los RR. PP. Benedictinos, maestros en el canto) parecía
pedir auxilio a la Virgen in hac lacrymarum valle: y cuando abierto el tutti, apagaba, casi, las
notas de la orquesta y amortiguaba las robustas voces, parecía cantar a la Virgen, en gigante
estrofa de suprema confianza, O clemens, o pia, o dulcis Virgo María.
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Gloria a Dios, porque ya tiene órgano digno la grandiosa iglesia de hierro dedicada a la
Sma. Virgen del Carmen por nuestra amada Provincia de Filipinas.
FR. SEGUNDO CAÑAS DE S. CRISTÓBAL
A. R.
De Monteagudo
Por causas ajenas a mi voluntad no apareció en el número anterior de nuestro BOLETÍN
OFICIAL la crónica que, a ruego del P. Director del mismo, sería de desear enviasen todos los
meses los Superiores de todas las Casas, crónicas, que ademas de servir más tarde para la historia de nuestra Provincia, establecerán una correspondencia familiar entre los Religiosos, nos
unirán más y más en los vínculos de la fraternidad y nos servirán de estímulo para imitar lo
bueno que en otros veamos, o conoceremos al menos y admiraremos lo que no nos sea dado
imitar. Por lo que a mí y a los demás Religiosos de este Colegio se refiere, ha sido excelente
el efecto producido por lo que pudiéramos llamar nueva etapa en que entra nuestro BOLETÍN y
que es feliz augurio de ulteriores y grandes mejoras.
Creo un deber hacer constar en estas líneas la gratitud que esta Comunidad siente hacia el
conocido Maestro de Capilla de la Catedral de Tarazona D. Simón Ortín, quien con una generosidad digna de todo encomio, ha donado a este Colegio una selecta y copiosa colección de
música de todas clases, que bien puede figurar al lado de las mejores colecciones. Agradecido, ha dicho él, a las atenciones de que ha sido objeto cuantas veces ha visitado este Colegio,
y principalmente a las oraciones que por su salud se han dirigido al cielo, cuando fundadamente podía desesperarse de ella, ha querido dejar un recuerdo duradero, en el que, sin duda,
encontrarán los aficionados al divino arte cuanto pueda servirles de utilidad y honesta distracción, tanto en composiciones sueltas como
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en métodos de canto, piano y armonía, lo mismo en música sagrada que profana. El Señor se
lo pague.
El día 11 del corriente mes tuvo lugar en nuestra iglesia uno de esos actos que, no por repetirse con frecuencia, dejan de ser conmovedores, la profesión de votos simples de los Hermanos de Obediencia Fr. Severiano Lasota de la Concepción y Fr. Román Ruana del Corazón
de María, a quienes damos la más cumplida enhorabuena, a la vez que pedimos al Señor confirme en ellos la obra comenzada, para que fieles a sus promesas puedan santificar su alma y
dar gloria a Dios y lustre a nuestra Provincia.
Dando cumplimiento a lo prescrito por el V. Definitorio Provincial en el programa de estudios, tuvo lugar el 1 de este mes una disertación filosófica sobre el tema: Voluntas libertate
liberi arbitrii gaudet, unde falsus est determinimus. El discurso estuvo a cargo de Fr. Victorino Capánaga de N. P. S. Agustín, quien con elegante frase y clásico latín comenzó por señalar
los errores opuestos al tema que había de defender y que se reducen, dijo, a dos: el uno que,
atribuyendo el curso y evolución de todas las cosas, incluso las acciones humanas, a una inevitable necesidad, peca por defecto; y el otro que, concediendo al hombre aquellas absurdas
y exageradas libertades que sabiamente llamó S. S. León XIII libertades de perdición, peca
por exceso.
Expuso a continuación el verdadero concepto de la libertad y del libre albedrío, fundado
principalmente en el testimonio de la conciencia, el común sentir del género humano y en la
naturaleza misma racional del hombre, demostró su proposición con sólidos argumentos, terminando por indicar los absurdos que se siguen del determinismo y las fatales consecuencias
a que conduce. En forma silogística more scholasticorum alte servato, impugnó la proposición. Fr. Carlos Liñán del Carmen, condisípulo del anterior, en doce argumentos hilados, manifestando el claro conocimiento que posee de la materia, no menos que el otro condiscípulo
Fr. Aurelio Galán de la Concepción, quien en un breve, pero razonado discurso expuso y defendió el determinismo, basado en las estadísticas, la ley de la conservación de la energía en
el universo y el principio de causalidad. A los dos contestó satisfactoriamente el disertante.
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Terminaré esta mal pergeñada crónica, consignando que se ha celebrado en esta iglesia
more solito la devoción de los Siete Domingos en honor de San José, con bastante asistencia
de fieles a la función de la tarde, y numerosas comuniones, principalmente los dos últimos
domingos, en que a los devotos de San José se agregaron muchas personas para cumplir con
Pascua.
FR. M. L. DE R.
Monteagudo 16 de Marzo de 1915.
DE MARCLLA
Ocupado en los santos ejercicios espirituales dejé a los tres entonces ordenandos y ahora
nuevos sacerdotes al firmar el 17 del pasado la crónica que ya conocerán mis lectores: creo
conveniente hacer esta indicación para tomar las cosas del punto donde quedaron, y proseguir
el hilo de nuestra narración.
Termináronlos el día 25 con la felicidad que nos prometíamos, saliendo con un corazón
más encendido en el divino amor que el ascua recientemente sacada por el forjador de entre
encarnados y refulgentes carbones.
El día siguiente 26, acompañados del R. P. L. jubilado Fr. Baltasar Vicente de la V. de la
Paz, se dirigieron nuestros hermanos a la ciudad de Pompeyo, saliendo de aquí en el tren correo de las nueve, y llegando a dicha población a eso del medio día. Aquella misma tarde se
encaminaron a Palacio para saludar reverentes y besar el anillo al celoso Pastor, que sin tardar
mucho les había de conferir la dignidad del Sacerdocio.
Efectivamente, al otro día, el 21 de Febrero, cuya fecha será siempre feliz para nuestros
mencionados sacerdotes, se reunieron temprano en el oratorio del Palacio, donde el Ilmo. Sr.
Obispo dió una nueva prueba de cariño a sus hermanos en religión, administrando las Sagradas Órdenes, tan sólo por acceder a nuestros deseos, confiriendo el Subdiaconado a un joven
Escolapio y el Presbiterado a nuestros religiosos. Como si todavía fuese pequeña manifestación
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Boletín Oficial
de cariño el dar las Órdenes en día por él no pensado, al terminar tan sagrada función, invitó a
nuestros mencionados hermanos a tomar el desayuno en su compañía, como en efecto lo
hicieron.
Aquel mismo día por la larde volvieron a este Colegio de Marcilla: parecían estar compIetamente transformados con la gracia que habían recibido: el regocijo se manifestaba claramente en sus rostros, y la emoción que embargaba sus almas se asomaba cautelosasamente
por las ventanas de sus ojos, como si temiese ser descubierta.
Siguió todo en el Colegio sin mudanza alguna hasta e! miércoles siguiente, en que cualquiera hubiese sospechado que, algo extraordinario había entre los PP. Recoletos, al observar
la bandera pontificia que majestuosa ondulaba enarbolada en gigantesca asta sobre el frontón
calado que artísticamente corona el frontispicio de nuestro Colegio. Como si esto no fuese
señal suficiente, los bronces de nuestro campanario en bullicioso volteo mandaban al espacio
argentadas voces, llevando en pos de ellas cúmulos de alegría a los pechos de todos nuestros
comarcanos, como queriendo hacer partícipes a todos los corazones del regocijo que causaba
a los Recoletos el fausto acontecimiento que iba a tener cumplimiento el día siguiente, 4 de
Marzo, en la artística y bella iglesia del mencionado Colegio, cantando su primera misa el P.
Julián Arzanegui de la V. del Pilar.
Llegó el jueves por la mañana, y después de los preparativos acostumbrados se reunía la
Comunidad en el coro para dar comienzo al solemne sacrificio. Si he de decir verdad, puedo
asegurar que no creo hubiese sentido mayor conmoción en todo mi ser si hubiese tocado las
armaduras de la botella de Leyden o de otro cualquier acumulador eléctrico, como la que experimenté al tomar el agua bendita y entrar en el coro, al observar la galanura con que estaba
adornado el altar mayor y la profusa iluminación que invadía todos los ámbitos de la preciosa
basílica de Ntra. Sra. de la Blanca.
Durante el augusto Sacrificio, la nutrida capilla del Colegio, algún tanto reforzada por la
activa cooperación de algunos Padres que se unieron a todos los Coristas que eran quienes la
componían,
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interpretó a las mil maravillas la magistral misa a tres voces compuesta por el reputado compositor Ernesto Ravanello en honor de San Pedro Orseolo. De la sagrada cátedra estuvo encargado con gran acierto el aventajado connovicio del celebrante Fr. Domingo Narro de la V.
del Prado, quien (contando con la venia que el señor Obispo concedió gustoso a ruegos del ya
mencionado P. Baltasar, para que pudiésemos los Coristas predicar en nuestra iglesia), probó
hasta la evidencia la dignidad del sacerdote manifestada en el poder que tiene sobre el cuerpo
místico y real de Jesucristo; terminando su sermón con un oportuno y emocionante epílogo,
suplicando al nuevo sacerdote se acordase de orar por unos y por otros, sin olvidarse de nombrar a nuestros amados misioneros.
Siguió el augusto Sacrificio hasta la comunión, momentos en que una modesta señora se
arrodillaba en las gradas del altar para recibir en su pecho el Pan de los Ángeles, acompañada
del turibulario. ¿Quiénes eran estos?: la madre del dichoso P. Julián y un hermanito que tuvo
el laudable gusto de hacer tal oficio en la primera misa de su hermano: ¿Su padre? ¡pobrecito!
estoy en la persuasión de que si alguna vez le fuese posible o fácil deponer la conformidad
con la divina voluntad, y llorar la enfermedad que hace años le da que sufrir, hubiese sido
aquel día por no poder presenciar tan fausto acontecimiento. Ejerció como padrino de capa el
R. P. Rector, y el del agua fué el distinguido y simpático joven Vicente Mendévil, cuya noble
familia, residente en Falces, tantas atenciones ha guardado siempre con los PP. Recolelos.
Terminada la misa, se cantó un solemne Tedeum estando la Comunidad formada en dos
prolongadas líneas que se extendían a lo largo de la Basilica, resultando un acto sumamente
majestuoso: terminado éste, se dió comienzo a la tierna y conmovedora ceremonia de besar
las manos al nuevo sacerdote, rebosando todos de una alegría intensa y de un júbilo indecible:
amenizaba este acto con abundante y no interrumpida serie de acordes que arrancaba al Órgano el Hermano Corista Fr. José Carceller de Sto. Tomás de Villanueva, quien, sin pretenderlo,
puso una vez mas de manifiesto las preciosas dotes de verdadero artista que le adornan.
Los PP. Tirso y Moisés salieron en la mañana siguiente, cada uno para su patria chica;
aquel para Vitoria, situada en la Rioja
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Boletín Oficial
y provincia de Burgos; sumamente famosa por haber sido cuna del insigne Sto. Domingo de
la Calzada: y el P. Moisés para Alesanco, patria también del célebre Marqués de la Ensenada,
mano derecha de Fernando VI y fundador en cierlo modo de la Armada Española.
Muy grande es mi sentimiento por no poder dar ningún detalle sobre las primeras misas
de estos dignos sacerdotes; pues del Padre Tirso tan sólo podré decir, fiado en una carta particular que recibió un Corista de unos parientes residentes en la mencionada villa, que el día 7
del corriente en que cantó la misa hubo una concurrencia extraordinaria de los pueblos circunvecinos, y que el sermón, que estuvo a cargo de un capellán allá residente, fué grandioso.
El P. Moisés la celebró el mismo día con no menor concurrencia que el P. Tirso y con un
magnífico discurso pronunciado por el P. Luis Llorente de la Sagrada Familia residente en
nuestro Colegio Preparatorio de San José en San Millán, quien al efecto bajó al ya nombrado
Alesanco, acompañado del M. R. P. Rector de San Millán y de otros hermanos nuestros.
Sólo querría sobre el particular describir el placer que les ha causado a los padres de
nuestros Religiosos el viaje de sus hijos, y el eterno agradecimiento que guardarán en sus corazones a los Superiores que les han proporcionado tal contento: pero me es imposible.
El día 12 por la noche volvieron nuestros hermanos a este Colegio, y al siguiente, de madrugada, salía el P. Tirso destinado a la Escuela-Colegio que en Puente la Reina tenemos a
nuestro cargo, donde esperamos que con la ayuda de Dios desempeñará cumplidamente su
cometido.
Creo muy digno de mencionarse en estas líneas (que se podían llamar relación doméstica) el hecho de haberse encargado este año de la Cuaresma de la próxima villa de Falces el R.
P. Pedro Ibáñez, a quien le han ayudado con su activa e importantísima cooperación los PP.
LL. Fr. Juan Araiz de la Concepción y Fr. Aurelio Lacruz de la Concepción. Mucho siento no
tener ningún detalle sobre el particular para poder comunicárselo a mi amado lector:
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pero abrigo la dulce esperanza de que seguramente obtendrán un brillante éxito, fiado como
es natural en las envidiables y eximias dotes oratorias que adornan a todos y cada uno de los
mencionados Padres. Confírmame en esta opinión el ya conocido hecho de la inmensa concurrencia que se ha observado en todos los sermones allá pronunciados.
¿Las pláticas de los Coristas? No tengo que decir sobre esto, sino que van resultando como me prometía en el número anterior, todas muy notables por la abundancia de doctrina que
contienen y por la unción y espíritu evangélicos de que se hallan animadas, cualidades que
hacen concebir para lo futuro las más halagüeñas esperanzas.
FR. R. J. DE LA C.
A. R.
Marcilla 17 de Marzo de 1615.
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DOCUMENTOS INÉDITOS
RESEÑA HISTÓRICA
de nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas,
desde su origen hasta el año 1750, escrita por el Vble.
P. Rector Provincial Fr. José de la Concepción
(Continuación)
Año de 1607
10. A principios de este año determinó el V. P. Fr. Juan de San Jerónimo comenzar la
gloriosa empresa de la conquista espiritual por el monte de Batán, distante al O. de Manila
ocho leguas y conocido de los españoles por el nombre de Mariveles, y proseguirla por toda la
costa y cordillera de Zambales que comienza desde el pie de dicho monte, rumbo Noroeste, y
termina en el llamado Sual que divide a los Zambales de los Pangasinanes y dista de Manila
por dicha cordillera como sesenta leguas. Estaba bien informado el V. P. de que en los referidos parajes no había entrado ministro evangélico y si alguno había llegado, es cierto que desistió de la predicación porque los indios que habitaban aquellas playas y cordillera eran de
los más feroces y costumbres más crueles que había en las Islas. Eran idólatras y tan bárbaros
e inhumanos, que no admitían comunicación, trato ni comercio con nadie ni aportaba embarcación o persona alguna por aquellos parajes, que no fuese holocausto de su barbaridad y víctima de su fiereza. No conocían el derecho de hospitalidad ni guardaban el natural de gentes,
porque cualquiera que naufragaba y combatido de las olas
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salía en alguna tabla a tierra, tenía tanto o más peligro en ella que en la mar.
11. Apesar de todo esto N. P. Vicario Provincial poniendo su confianza en Dios, señaló
tres religiosos, los más inteligentes en el idioma tagalog para el cultivo de tan dilatada selva
de fieras, que fueron los Venerables PP. Fr. Miguel de Santa María y Fr. Pedro de San José
con el Hermano lego Fr. Francisco de Santa Mónica. Para comenzar tan santa y ardua empresa se prepararon los soldados de Cristo con las armas de la oración, del ayuno, disciplina y
otras rigurosas penitencias y obtenidos los permisos competentes, junta toda la Comunidad e
invocada la gracia del Espíritu Santo oraron todos fervorosamente pidiendo el don del apostolado; verificándose después la tierna escena de la despedida. Todos abrazaron llorosos a los
tres afortunados elegidos y demostraron su desconsuelo por no tener la dicha de acompañarlos.
12. Llegaron los nuestros a las incultas selvas de los idólatras con el anhelo santo de (reducirlos) traerlos al aprisco del Señor. Los trabajos que padecieron en esta noble empresa sólo
se pueden ponderar diciendo que trataban con unos indios tan bárbaros como supersticiosos,
que vivían en rancherías habitando sucias chozas de ramaje y paja: todos ellos en pleno salvajismo. A estos desgraciados buscaban los Misioneros trepando por las breñas e introduciéndose por los espesos bosques donde sorprendían a aquellas infortunadas almas y les predicaban
con amorosas palabras la ley del Evangelio.
13. Por las noches se retiraban los referidos varones apostólicos a las pequeñas chozas
que por sus propias manos habían hecho donde tomaban la necesaria refección, que se reducía
a yerbas y legumbres, y cuando mucho a un poco de arroz, y daban algún descanso a su fatigado cuerpo. Allí especialmente acudían en común a Dios pidiendo la conversion de aquellos
indios, y las cruentas disciplinas que tomaban eran riego para fecundar tan árida tierra. Bien
sabían los indios la pobreza en que vivían los Ministros, su desinterés y penitencias: pero no
pudieron tolerar aquellos bárbaros la saludable doctrina que para el bien de sus almas les daban, y estando cierto día predicándoles con el fervor que solía hacerlo el V. P. Fr. Miguel de
Santa María, amotináronse muchos de
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Boletín Oficial
dichos infieles, y cogiendo piedras descargaron tal torbellino de ellas sobre el Misionero que
ensangrentado y herido, sin fuerzas para poderse mover lo dejaron por muerto.
14. No murió por entonces; pero tampoco pudo volver más en sí, y pocos días después
entregó su espíritu al Criador. Este V. Padre tuvo la dicha de ser el protomártir de esta santa
provincia de San Nicolás de Filipinas y el verdadero apóstol de Zambales. Los dos compañeros referidos quedaron en prosecución de su espiritual empresa y procuraron con el celo y
suaves medios posibles ablandar poco a poco los corazones de aquellos infieles; pero dentro
de breve tiempo por lo destemplado y malsano de aquel temperamento, por el continuo trabajo de caminar por aquellas incultas montañas y por la rigurosa penitencia que hacían y las
privaciones consiguienles, enfermaron gravemente y murieron agobiados de sus imponderables fatigas.
15. La muerte de estos tres religiosos era motivo suficiente para intimidar a los demás y
la prudencia humana parecía aconsejar no se prosiguiese la tarea de reducir a los infieles de
dicho monte de Batán; pero como todos estaban llenos de amor de Dios y celo por las almas,
ofreciéronse gustosos a continuar y perfeccionar la referida conquista espiritual, como si fuera
para obtener las mayores comodidades y conveniencias que los hombres comúnmente suelen
apetecer, y cada uno anhelaba con ansia el ser preferido y destinado para dicha conquista.
Impedíalo la nobilísima Ciudad de Manila, pareciéndoles a los señores Capitulares que la
componían que era enviar la muerte a los PP. Recoletos a quienes tanto veneraban, y como
eran pocos y de conocidas letras, virtud y ejemplo, les parecía que podían servir con más utilidad en otros lugares más sanos y seguros; pero venció la santa porfía de los Recoletos que
no quisieron en manera alguna desamparar el puesto, ni desistir de su espiritual empeño, diciendo que por haber derramado su sangre Cristo Señor Nuestro, los Apóstoles y otros Mártires se víó la Iglesia y se ve en el mayor auge e incremento; y que por lo mismo que el P. Miguel había derramado por la fe su sangre, por este medio esperaban conseguir la reducción de
los Zambales.
16. Cúpole la suerte al V. P. Fr. Rodrigo de San Miguel, natural
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de Valladolid e hijo de hábito de nuestro convento de Portillo. Pasó este Padre a Mariveles e
hizo mansión en un paraje que se llama Luzón y por él los españoles, aunque por error, por
mala inteligencia, o por reducción de nombre llaman Luzón a toda la isla donde está Manila, y
de allí prosiguió su marcha hasta la ensenada de Bagac. Los trabajos que pasó este padre en
dichos sitios y entre aquellos gentiles fueron del mismo género y tan grandes como los que
sufrieron los tres primeros malogrados religiasos; pero dióle Dios salud y fuerzas para tolerarlos y se hizo dueño de las voluntades de los infieles por causa del siguiente prodigio: Caminando cierto día el P. Rodrigo por un bosque que los gentiles tenían consagrado a los demonios, vió un árbol cargado de cierta fruta amarilla y muy madura que llaman «pajos», preguntó el religioso si se comía aquella fruta y como le dijesen que sí, mandó subir a coger de ella.
Rehusáronlo tenazmente los indios que le acompañaban por más que el Padre insistía en su
deseo. Dijéronle por fin que, según sus creencias y ritos, era sacrilegio tocar aquella fruta y el
tocar o cortar alguna rama, por lo que de ningún modo accederían a la petición, porque tenían
por cierto que había de morir de repente cualquiera que tuviese atrevimiento para faltar al
respeto al árbol misterioso.
17. Lo mismo fué oir el V. P. Rodrigo el fundamento del temor de los odios que inflamarse en celo de la honra y culto del verdadero Dios que predicaba, y preguntando si todos
los árboles de aquel bosque tenían aquella virtud que decían de dar muerte al que acaso o de
industria los tocase, le respondieron que sí. Entonces levantando la voz y enfervorizado predicó un sermón contra el engaño en que vivían aquellos infieles y concluyó diciendo que él
mismo, con sus propias manos había de coger aquella fruta para comer de ella y había de cortar los árboles para que viesen cómo no se moría y saliesen de la ceguedad y engaño en que
estaban. Afligiéronse los indios pareciéndoles que al Padre y a ellos les había de suceder algún trabajo; le rogaron con muchas instancias que no hiciera semejante cosa, porque sin duda
había de morir; pero nuestro V. Padre acudió primero a la oración, exorcizó aquel lugar y con
un santo crucifijo en la mano dijo aquella antífona: «Ecce crucem Domini: fugite partes adversae», etc., y acabada comenzó a
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destrozar las ramas, subió al árbol, cogió mucha fruta y comió de ella delante de los indios
abominando sus necias supersticiones y temores infundados.
18. Mirábanle los infieles a la cara esperando por instantes verle muerto; pero luego conocieron ser verdad lo que el Padre les predicaba: encargóles éste que no hablasen palabra de
lo que habían visto, y así que llegó a la ranchería de su morada repartió entre los principales la
fruta qne de propósito llevaba, la que comieron muy alegres y estimaron por regalo. Al día
siguiente convocó a todos los infieles y les predicó un sermón con mucho espíritu detestando
su ignorancia y les descubrió el secreto de aquella fruta y la ceguedad en que se hallaban.
Quedaron todos los indios admirados, y convencidos de su error siguieron al Padre todos ellos
con sus hachas en las manos y cortaron y arrasaron el bosque, vituperando al demonio y detestando de sus errores. Por este motivo cobraron mucho amor a dicho V. Padre, le miraron
con veneración y respeto y se redujeron al conocimiento del verdadero Dios muchos infieles y
con ellos fundó el convento y pueblo de Bagac y redujo a los del referido sitio de Luzón y
otras rancherías al pueblo de Mariveles que también fundó con su iglesia y convento y prosiguiendo su predicación hasta Subic, fundó en este paraje otro pueblo y convento: de modo
que por su espíritu y celo tenemos hasta el día de hoy en dichos sitios cinco pueblos con sus
iglesias y conventos, que son: Cabcaben, Mariveles, Bagac, Mariumo que hoy se llama Morong y Subic. En todos los cuales viven los indios reglados pagando su tributo al Rey, cuyos
vasallos fieles son, y tienen libre comercio con todos los demás indios del Archipiélago.
19. Divulgóse por toda la costa de Zambales la buena fama del V. P. Rodrigo y públicamente confesaban y decían los infieles que dicho Padre podía más que sus dioses, que era
docto, virtuoso y santo, y merecía ser tratado con mucha veneración y respeto por cuyo motivo daban buen trato a cualquiera religioso Recoleto. Y teniendo noticia el V. de que prosiguiendo la costa más adelante había muchos infieles en un paraje que se llama Tugui, catorce
leguas distante de Subic y no pudiendo pasar allá a predicarles el Santo Evangelio, pidió al P.
Vicario Provincial que enviase algún religioso de los que había en el convento de San Juan de
Bagumbayan
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al referido sitio de Tugui donde tenía esperanza bien fundada de que se convertirían todos los
infieles. No fué menester más incentivo para que el P. Vicario destinara para dicho efecto al
Venerable P. Andrés del Espíritu Santo, varón tan insigne que andando el tiempo mereció la
honra del Provincialato. Embarcóse con las licencias necesarias y bendición de su Prelado, y
llegó con felicidad al indicado punto de Tugui, donde fué bien recibido y tratado de los infieles indios, aunque en sus costumbres eran más feroces que sus circunvecinos. Después de
algún tiempo, a costa de muchos afanes, sudores y penalidades pudo reducir al conocimiento
del verdadero Dios hasta el número de 800 almas. Con ellas fundó un pueblo con su iglesia y
convento en una ensenada que está poco más adelante y se llama de Masinloc, y pudo conseguir que pasasen a vivir en este nuevo pueblo los habitadores de Tugui. Hasta hoy subsiste el
referido pueblo bajo la advocación de San Andrés.
Año de 1608
20. Con motivo de haber tratado y comunicado por espacio de dos años a los Padres Recoletos los Srs. Gobernadores, Oidores, sagradas religiones y entrambos cabildos, y los vecinos más nobles piadosos y discretos de la ciudad de Manila, edificados de su recogimiento,
observancia regular, virtud y ejemplo y deseosos de tenerlos en paraje más cómodo y más a
mano para su consuelo espiritual y temporal, ofrecieron obligarles dentro del recinto y muros
de la ciudad y todos a una voz les pidieron que sin dejar el sitio y Convento de Bagumbayan,
por ser muy útil el conservarle para el mayor bien espiritual de tantas almas de distintas naciones que vivían en aquellos arrabales y contornos, se entrasen a parte más cómoda para que
gozasen nobles y plebeyos del pasto espiritual que con tanta prontitud les administraban. Alegaban también que parecía inexcusable su entrada en la ciudad para que en todo evento estuvieren más seguros y resguardados de los continuos arrebatos de los chinos y sangleyes que
solían invadir aquellos barrios. Asintió N. P. Vicario F. Juan de S. Jerónimo a las súplicas y
ruegos de tantos nobles y piadosos vecinos de Manila y ayudado de las limosnas que le dieron, compró unas casitas pequeñas
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dentro de la ciudad que sirvieron algún tiempo de fundición de artillería. El cual sitio concedió liberal el M. Iltre. Sr. D. Juan de Silva, Gobernador y Capitán General de las Islas. Poco
pudieron adelantar los religiosos en esta fábrica a causa de que lo pasaban con bastante estrechez en este tiempo, hasta que el muy noble e Iltre. Caballero, Maestro de Campo, Castellano
de la Real Fuerza de Santiago y Regidor de Manila D. Bernardino del Castillo Rivera y Maldonado, natural de Méjico, y su ejemplar y virtuosa esposa Dña. María Enríquez, por la gran
devoción que tenían a S. Nicolás de Tolentino, tomaron el Patronato de la Iglesia y Convento
y levantaron luego una hermosa fábrica de piedras sillares sin dejarla de la mano hasta concluir los edificios, cuyo coste pasaron de cien mil pesos. Señalaron después además de esto
renta competente para el sostenimiento de los edificios, si bien después a consecuencia de los
temblores se perdieron casi todas las rentas que estaban en fincas de casas que se arruinaron.
Concluida y perfeccionada la obra del Convento entraron los religiosos a vivir en él, y pusieron por su titular a S. Nicólas de Tolentino, y quedó constituida Casa de observancia y Convento matriz de esta Provincia, pasando el de Bagumbayan a ser casa de estudios, con el título
de S. Juan Bautista. En esta iglesia se veneraba la milagrosa imagen de la V. de la Salud, preciosa dádiva de las monjas Teresas de Méjico a nuestros religiosos. Entonces y por muchos
años después los vecinos de Manila y extramuros profesaron una devoción especial a la santa
imagen cuyo altar hasta hoy se ve cubierto de ex-votos, pruebas inequívocas de las bondades
de la Virgen y de la gratitud de los fieles.
(Se continuará)
FR. JOSÉ DE LA CONCEPCIÓN
TIP. DE SANTA RITA
Año VI
1 de Mayo de 1915
Núm. 60
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
NUESTRA PROTESTA
En la revista Analecta Augustiniana, publicada en Roma por los Padres de la Orden de
Ermitaños de San Agustín1, se afirma rotundamente que «San Agustín no instituyó Orden
alguna de descalzos».
Ahora bien: o esta afirmación significa sencillameilte que San Agustín no instituyó Orden
alguna denominada de Descalzos, lo cual no es más que una vulgaridad insigne, que en español decimos perogrullada; como si nosotros afirmásemos que San Agustín no
1
Número correspondiente al 28 de Marzo de 1915, pág. 56.
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Boletín Oficial
instituyó Orden alguna denominada de Calzados: o tal afirmación quiere decir que la descalcez es incompatible con la Orden de Ermitaños fundada por San Agustín, lo cual es falsísimo
de toda falsedad: o con ella se pretende neciamente negar a los Descalzos su filiación de
Agustinos, haciéndoles con ello una gravísima injuria, de que ya fueron gloriosamente vindicados por la Santa Sede, imponiendo severas penas a los que tal filiación impugnasen.
En el primer caso, la afirmación no merece sino el más soberano desprecio.
En el segundo, un solemne mentís a quien tan descaradamente falsea la historia.
Y en el tercero, nuestra más enérgica protesta; dando aquí por reproducidos todos los testimonios que acerca del particular trae el P. Eustaquio de San Ubaldo, eminente canonista,
Agustino Descalzo de la Congregación de Italia, en su obra «Quodlibela Regularia…» impresa en Milán el año 1691 (págs. 119 y siguienles), y son las que a continuación se expresan:
1.º El decreto, declaración y sentencia dados por el Cardenal Sauli, ex commissione et
mandato SSmi. Pauli V, el 12 de Octubre de 1613, contra los Agustinos Conventuales, que negaban a los Descalzos de San Agustín su filiación de Agustinos.
2.º El Breve de Urbano VIII, Ex injuncti Nobis…, dado en 21 de julio de 1628.
3.º Otro Breve del mismo Papa, Divinae Majestatis…, dado en 19 de Agosto de 1641.
4.º Decreto de la Sagrada Congregación de Obispos y Regulares: su fecha 1.º de Septiembre de 1645.
5.º Otro Decreto de la misma Sagrada Congregación, de fecha 11 de Agosto de 1651.
Para no hacernos pesados copiando todos los documentos citados, vamos a reproducir solamente los términos en que el último se halla redactado, y son los siguientes:
«Sacra Congregatio Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalium negotiis et consultationibus
Episcoporum et Regularium praeposita. Ad compescendam nimiam eorum licentiam, qui contra declarationem alias ab hac Sacra Congregatione latam sub die 1 Septembris, anni 1645,
ausi fuerint deinceps asserere Fratres Discalceatos Sancti
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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Augustini non esse veros ejusdem Sancti Patris filios, nec eos, eorumque Congregations gaudere omnibus privilegiis, quibus Calceati, eorumque Religio gaudent, Eminentissimo Carpineo referente, supractictam declarationem etiam quoad Fratres Congregationis Hispanicae
renovans, et confirmans, poenam Excommunicationis majoris, Sanctae Sedi Apostolicae reservatae, contraventoribus imposuit., etc. Datum Romae 11 Angusti 1651. M. Card. Ginnettus. –M. Albericius Secr. –Loc. † sigill.» Los cuales Decretos, dice el citado P. Eustaquio,
confirmó el Papa Clemente X con su motu proprio «Cum sicut accepimus...» de fecha 3 de
Mayo de 1674.
Y no decimos más, hasta que nos conste ciertamente en qué sentido ha podido hacerse
una afirmación tan extraña como la que ha motivado estas líneas.
Colegio de Agustinos Recoletos de Marcilla, 25 Abril de 1915.
FR. FRANCISCO SÁDABA DEL CARMEN
O. E. R. S. A.
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SECCIÓN LITÚRGICA
De Missa Solemni de Requie1
Celebrans et sacri ministri suo tempore manus lavant, et ab acolythis adjuti sacra induunt
paramenta. Deinde, praemissis consuetis reverentiis, more solito ad altare se conferunt, praecedentibus ceroferariis, candelabra cum candelis accensis ferentibus, ac thuriferario.
Confessione peracta, diaconus et subdiaconus, quin suppedaneum ascendant, retro post
celebrantem, unus post alium consistunt, et ad introitum ut in aliis missis solemnibus transeunt.
Ad orationem vel orationes, thuriferarius ac ceroferarii genuflectunt. Antequam postrema
finiatur, subdiaconus, libro epistolarum accepto, pergit ad epislolam canendam more solito;
sed ante et post cantum epistolae, in medium super gradum genuflectit, non autem pergit ad
osculandam manum celebrantis, sed statim librum tradit ministro.
Celebrans sequentiam solus legit, non vero alternatim cum sacris ministris; et si ad cantum ejus sederi velit, simul ac eam legerit, caput cruci cum sacris ministris inclinat, et ad
scamnum graditur. Ad versum Preces meae, etc. cum sacris ministris per breviorem ad medium altare pergit, ubi profunde inclinatus dicit Munda cor meum, si autem asservetur SS.
Sacramentum, genuflexionern praemittit. Subdiaconus interea transfert missale ad cornu
evangelii, et diaconus ad latus cornu epistolae sistit.
1
Ex appendice ad Caeremoniale Parochorum.
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Dum celebrans evangelium legit, diaconus librum evangeliorum per longiorem ad altare
more solito defert; et illico post evangelium ab ipso celebrante lectum, subdiaconus descendit
in planum, diaconus autem in ora suppedanei, ubi genuflexus profert Munda cor meum: libro
autem ex altari accepto, statim in planum ad dexteram subdiaconi descendit; quo tempore
ceroferarii sine candelabris, manibus intra manicas ante altare procedunt.
Facta ab omnibus genuflexione, pergunt ad cantandum evangelium, ceroferariis consistentibus hinc inde ad latera subdiaconi librum sustinentis. Diaconus non incensat librum, neque in fine celebrantem, sicuti nec subdiaconus huic librum defert osculandum, sed expleto
evangelio, et peracta ab omnibus ante altare genuflexione, librum in credentia deponit, vel
ilIum super legili clausum relinquit. Thuriferarius deinde in sacristiam pergit, accipit thuribulum et ad abacum revertitur.
Cantato ante offertorium Oremus, subdiaconus, quin induatur velo humerali, affert ut
alias calicem suo velo et bursa coopertum non dicit Benedicite ante aquae infusionem, neque
tenet patenam, sed aqua in calicem fusa descendit, et facta in medio altaris genuflexione, ad
sinistram celebrantis accedit eique assistit infra incensationem.
Diaconus explicat corporale; suo tempore patenam et calicem sine osculis porrigit, et post
oblationem ponit patenam subtus corporale, eamque purificatorio cooperit. Tunc naviculam
pariter sine osculis celebranti ministrat, qui ex illa thus sumit, ac in thuribulum injicit cum
benedictione sub formula Per intercessionem, ac oblata thurificabit et altare, proferens verba
solita, et in fine ipse solus, exclusis ceteris, incensabitur a diacono, cum consuetis inclinationibus.
Ad Lavabo, diaconus et subdiaconus ad celebrantem accedunt, ut ipsi ministrent alter
ampullam aquae cum pelvicula, alter manutergium. Post modum ad sua loca se recipiunt post
celebrantem, ubi ad Orate fratres, uterque respondet Suscipiat, etc.
Ad Sanctus, sacri ministri altare ut alias ascendunt dicturi trisagium. Postea subdiaconus
descendit ad locum suum in planum, diaconus vero, cum debita genuflexione in medio, se
transfert ad sinistram celebrantis, ubi assistit usque ad verba Quam oblationem;
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quibus prolatis descendit ad hujus dexteram, in transitus genuflectens in medio.
Eodem tempore quo diaconus in transitu genuflectit, genuflectit et subdiaconuns in suo
loco, et per planum accedit ad cornu epistolae, ubi thuribulum, in quod immissum jam fuit
thus, a thuriferario accipit, et genuflexus, ad utramque elevationem SS. Sacramentum adolet,
mediocriter sese inclinat ante et post trinam incensationem uniuscujusque speciei. Deinde
surgit, reddit thuribulum, et ad medium altaris cum genuflexione regreditur, ubi jugiter usque
ad Pax Domini, sistit.
Diaconus vero, facta cum celebrante genuflexione post secundam elevationem, transit ad
cornu evangelii, ubi genuflectit, cum ipse in medio pervenerit. Suo tempore diaconus accedit
ad dexteram celebrantis; et ad verba Pax Domini subdiaconus, praemissa genuflexione sub
infimum gradum, ascendit ad sinistram celebrantis, et peracta una cum ipso et diacono genuflexione, simul mediocriter inclinatus, dicit Agnus Dei.
Mox sacri ministri iterum genuflectunt, diaconus ad sinistram accedit celebrantis, subdiaconus autem ad dexteram. Thuriferarius post elevationem, thuribulo in sacristiam reportato,
genuflexus perstat prope abacum, usque dum tempus adveniat ampullas ministrandi; tum surgit easque more solito ministrat.
Diaconus loco Ite, missa est, ad altare conversus, cantat Requiescant in pace, quod celebrans submissa voce dicit. Reliqua ut in aliis missis.
De absolutione defunctorum
Si absolutio facienda sit ad tumbam extra presbyterium, celebrans lecto ultimo evangelio,
cum sacris ministris descendit in planum, factaque ibi debita reverentia, ad scamnum discedit,
ubi exuta casula et manipulo, pluviale nigrum induit; sacri ministri vero manipulum deponunt.
Postea thuriferarius cum thuribulo, ad dextris alterius acolythi ferentis vas aquae benedictae, cum aspersorio et rituale, ad medium presbyterii se confert. Hos sequitur subdiaconus
crucem deferens, medius inter ceroferarios candelabra gestantes, demum celebrans
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cum diacono a sinistris pluvialis fimbriam sublevante. Peracta debita reverentia altari, praeterquam a subdiacono et ceroferariis, procedunt ad tumulum.
Thuriferarius ejusque socius ferens vas aquae benedictae consistunt in parte epistolae,
subdiaconus vero cum ceroferariis, ex parte evangelii progrediendo, sistet semper inter tumulum et januam ecclesiae; diaconus tandem a sinistris celebrantis, et prope thuriferarius aderit
cum acolytho aquam lustralem et librum ferente.
Omnibus sic stantibus, cantores praecinunt et non prius (D. 3108) R. Libera me, Domine,
quod chorus prosequitur; versus vero a duobus cantoribus concinuntur. Cum repetitur Libera
diaconus et thuriferarius ad dexteram celebrantis accedunt; diaconus incensum sine osculis
ministrat dicens Benedicite, Pater reverende: thuriferarius thuribulum sustinet, et celebrans
ter incensum in thuribulum ingerit, dicens: Ab illo benedicaris, etc., ac postea super illud signum crucis producit.
Absoluto responsorio cum Kyrie, celebrans intonat Pater noster, quod omnes secreto prosequuntur; interim diaconus cum acolytho de aqua benedicta ac thutiferario ad dexteram celebrantis denuo se confert; ibique captum ab acolytho aspersonium celebranli sine oscu lis pornigi 1. Celebrans accept) aspersorium celebranti sine osculis porrigit. Celebrans accepto aspersorio a diacono, ad dexteram illum comitante, et fimbriam pluvialis sustinente, incedens
per latus suum dexterum, ante altaris medium se recipit, cui facta cum diacono debita reverentia, accedit ad partem dexteram tumuli, quem circumiens, celebrans ter feretrum aspergit,
nempe ad pedes, ad medium et ad caput, semper incedens. Transiens ante crucem a subdiacono sustentam, inclinat caput, diaconus vero genuflectit, et ad alterum latus feretri transit, eodem modo illud aspergens. Cum ad pristinum locum celebrans redierit, aspersorium diacono
tradit, et continuo thuribulo ab eodem accepto, tumulum rursum circumit, inensans illum eo
prosus modo quo eum aspersit, debitam non omittens reverentiam transeundo ante altare et
crucem processionalem. Rediens ad pristinum locum celebrans tradit thuribulum diacono et
hic thuriferario.
Deinde diaconus ab acolytho librum ritualem accipit, et a sinistris apertum ante celebrantem sustinet, qui manibus junctis et ad crucem processionalem conversus, subdit versiculum
Et ne nos
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inducas, etc. et alios versiculos et orationem Absolve, in tono feriali, et cum brevi conclusione
(D. 2002) cantat. Dicere etiam potest orationem quae dicta est in missa, vel aliam convenientem.
Completa oratione, ac per chorum responso Amen, celebrans sinistra pectori admota, dextera signum crucis super tumulum efformans, subjungit Requiem aeternam, etc. Tunc cantores, non vero celebrans, cantant Requiescant vel Requiescat in pace, prout absolutio pro pluribus vel uno facta est (D. 161110). Deinde recitato a celebrante altero Vers. Anima ejus (vel
Animae eorum) et animae omnium fidelium defunctorum, per misericordiam Dei, requiescant
in pace (D. 4014), diaconus librum claudit, redditque acolytho.
Quum subdiaconus cum cruce transierit, et celebrans sine cantu intonuerit antiphonam Si
iniquitates, diaconus ad sinistram celebrantis incedens, ad sacristiam cum ipso revertitur, respondens alternatim cum choro ad psalmum De profundis: quo finito, et antiphona repetita,
interrumpuntur preces. Postea, omnibus locis suis dispositis, celebrans cum diacono prosequitur Kyrie, etc.
Monita: Si habendus sit sermo seu oratio funebris, non fit infra missam, sed postquam celebrans finita missa pluviale sumpsit, et ad scamnun cum sacris ministris perrexit.
Si distribuendae sint candelae, id efficitur post epistolam, et accenduntur ad evangelium
et ad SS. Sacramenti elevationem.
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S. RITUUM CONGREGATIO
De collecta «pro re gravi» imperata1
Dubia
Sacrae Rituum Congregationi sequentia dubia, pro opportuna solutione, nuper proposita
sunt; nimirum:
Ex decreto S. R. C., n. 3365, Clodien. 7 augusti 1875, ad III, episcopus potest praecipere,
ut collecta pro re gravi, si revera sit pro re gravi, dicatur etiam in duplicibus primae classis;
quaeritur:
I. Quando episcopus praescribit collectam pro re gravi etiam in duplicibus primae classis,
collecta dicendane erit in omnibus et singulis duplicibus primae classis?
II. Si episcopus collectam pro re gravi simpliciter praecipiat absque ulla mentione duplicium primae classis, quibus diebus collecta omittenda erit?
Et sacra eadem Congregatio, audito specialis Commissionis suffragio, re sedulo perpensa,
propositis quaestionibus ita respondendum censuit:
Ad I. Affirmative, exceptis sequentibus diebus, nempe: Nativitas Domini, Epiphania Domini, Feria V in Coena Domini, Sabbatum Sanctum, Pascha Resurrectionis, Ascensio Domini, Pentecostes, Festum Ssmae. Trinitatis et Festum Ssmi. Corporis Christi.
1
Ex Acta Apostolicae Sedis. Vol. VII, pag. 27.
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Ad II. In omnibus duplicibus primae classis, in vigiliis Nativitatis Domini et Pentecostes,
et in Dominica Palmarum.
Atque ita rescripsit ac servari maudavit, die 23 decemhris 1914.
SCIPIO CARD. TECCHI, Pro-Praefectus
L. ✠ s.
† PETRUS LA FONTAINE, EP. CHARYST., Secretarius
Comentario
Llámanse colectas aquellas oraciones que no tienen ninguna relación con la misa del día,
y que se deben decir no por prescripción de las rúbricas, sino por mandato del Superior.
Por nombre de Superior se entiende aquí solamente el Papa y el Ordinario del lugar, y por
lo tanto el Obispo, o sede vacante, el Vicario Capitular; también el Abad que tiene jurisdicción en el pueblo, pero no los prelados regulares sin contar con la licencia del Obispo, y aun
este tampoco puede imperarla en lugar de la tercera oración, que debe decirse ad libitum,
cuando así lo ordenan las rúbricas (3 Jul. 1896, n. 39241). Estas colectas imperadas obligan a
todos los sacerdotes de la diócesis así del clero secular como del clero regular.
Antes de ser promulgada la Bula Divino afflatu de Pío X, de feliz memoria, o sea, antes
del 1.º de Noviembre de 1911 la colecta o colectas imperadas por el Obispo podían decirse
todos los días del año, hasta en los domingos de Adviento y de Cuaresma, excepto el domingo
de Ramos y el cuarto de Adviento cuando en él ocurría la Vigilia de Natividad, y sólo debían
omitirse en los dobles de primera clase, en las Vigilias de Natividad y Pentecostés, Domingo
de Ramos, Jueves y Sábado Santos, en las misas de Requiem y en las votivas solemnes pro re
gravi (3 Mar. 1761, n. 24612, 16 Abril 1853, n. 30093). En los dobles de segunda clase debían
omitirse si la misa era cantada o conventual, aunque fuera rezada; pero en las demás misas
rezadas podían decirse u omitirse ad libitum celebrantis.
Hoy, según el Título Xl de las novísimas rubricas, que se leen después de la Bula Divino
afflatu, «las colectas prescriptas por los Ordinarios (a no ser que lo fueran pro re gravi) están
prohibidas
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no sólo en las Vigilias de Natividad y Pentecostés y en los dobles de primera clase, sino también en los dobles de segunda clase, en las dominicas mayores, infra octavas privilegiadas y
siempre que las rúbricas prescriben en la misa del día más de tres oraciones». Pero si las rúbricas prescriben alguna de estas dos oraciones pro Ecclesia, vel pro Papa, y la imperada por
el Obispo es al mismo tiempo alguna de ellas, deben decirse las dos (24 May. 1901: Acta S.
Sedis, vol. 34, pag. 30); y si son dos las colectas imperadas, no puede decirse después de la
tercera oración más que una de ellas (22 May. 1912). Téngase presente que por ningún concepto se pueden decir en la misa más de dos colectas imperadas, lo cual está muy conforme
con el espíritu de la Iglesia, que en la última reforma de las rúbricas recomienda que la oración sea breve, y por eso prescribe un solo sufragio, suprime los oficios que antes debían rezarse además del oficio del día, manda que (praesentibus choralibus) ya no se celebre la segunda misa, que en algunas ocasiones prescribían las antiguas rúbricas y prohíbe las colectas,
cuando se dicen en la misa más de tres oraciones.
Lo dicho hasta aquí debe entenderse cuando las colectas no estuvieren prescritas pro re
gravi. Se dice que una colecta está imperada pro re gravi, cuando el Obispo manda que se
diga para conseguir de Dios algún bien urgente, o pedirle que nos libre de algún daño grave,
que afecte a todo un pueblo, provincia o nación: v. gr. tempore belli, tempore terraemotus,
etc.; dando a entender explícita o implícitamente que la prescribe uti pro re gravi.
En nuestros días, como la mayor parte de las naciones europeas están empeñadas en una
guerra sangrienta, causa y origen de innumerables males, muchos Obispos han mandado que
todos los sacerdotes de sus respectivas diócesis digan en la misa la colecta pro pace, y algunos la han prescrito tamquam pro re gravi.
De aquí surgió la duda de si podían o no imperarla los Obispos aun en los dobles de primera clase.
Ya la S. Congr. de Ritos por un decreto del 7 de Agosto de 1875, n. 33653, había declarado que el Obispo podía imperar la colecta aun en los dobles de primera clase, si se trataba
realmente de re gravi. Mas como algunos opinaban todavía que los Obispos no podían
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prescribirla en las fiestas solemnísimas de la Iglesia, se pidió sobre este punto una declaración
a la S. Congr. de Ritos, la cual se dignó manifestar su sentir, declarando, que:
I. Cuando el Obispo prescribe una colecta pro re gravi, aun en los dobles de primera clase, se debe decir en dichos días, menos en la Natividad del Señor, en la Epifanía, en el Jueves
y Sábado Santos, en la Pascua de Resurrección, en la Ascensión, Pentecostés y en las fiestas
de la Stma. Trinidad y Corpus Christi.
II. Si el Obispo impera una colecta pro re gravi pero sin hacer mención de los dobles de
primera clase, entonces se habrá de omitir en los dobles de primera clase y en las Vigilias de
Natividad y Pentecostés y en el Domingo de Ramos.
En cuanto al modo de decirse esta colecta pro re gravi en los días de primera clase, téngase presente el decreto del 3 de Julio de 1869, n. 32118, en el que se manda que se diga sub
una conclusione, esto es, añadiéndola a la oración de la misa. Así no se omite por una parte la
colecta pro re gravi, y por otra tampoco se dice en cierto modo más que una oración, lo cual
es indicio de gran solemnidad. Mas si en dicha fiesta de primera clase se dice en la misa alguna conmemoración, v. gr. de la dominica ocurrente, entonces la colecta debe añadirse a esta
conmemoración (7 Agost. 1875, n. 3165).
Hemos dicho arriba que los Obispos además de la colecta ordinaria pueden imperar otra,
sea o no pro re gravi. En este caso, ¿por qué orden habrán de decirse? –Hay varias opiniones:
unos dicen que se debe guardar el orden del tiempo en que fueron prescritas; otros, el orden
por el que están consignadas en el misal; otros, el de las gracias que en ella se piden, de tal
modo que aquellas en que se piden gracias espirituales deben preferirse a las en que se piden
gracias temporales; y si se trata de colectas de Misterios de Santos, según el orden de la dignidad de las Personas.
Sin embargo en esta materia se debe guardar otro orden de preferencia; porque como las
colectas pro re gravi se deben decir aun en los días más solemnes y las otras no, en cierto
modo las primeras tienen un rito más noble que las segundas. Y así como, según las novísimas rúbricas del breviario romano, cuando ocurren tanto en el oficio como en la misa varias
conmemoraciones se ha de
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guardar el orden juxta nobilitatem ritus, así también se debe hacer lo mismo cuando se deban
decir dos colectas: luego la colecta pro re gravi, de cualquier género que sea, se ha de preferir
a la otra que no sea pro re gravi.
De aquí que en nuestros días primero se ha de decir la colecta pro pace si está prescrita
uti pro re gravi y después la colecta pro Papa. Ceteris paribus se ha de seguir el orden de
dignidad, de modo que las gracias espirituales se han de pedir antes que las temporales: v. gr.
antes se ha de decir la colecta pro Papa que la colecta ad repellendas tempestates.
FR. J. A. DE LA P. C.
A. R.
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REVISTA CANÓNICA
SACRA CONGREGATIO DE RELIGIOSIS
Dubia
Circa interruptionem studiorum
Huic Sacrae Congregationi de Religiosis propositae fuerunt quaestiones:
I. Cum haud raro contingat, ut Religiosi studentes, absque ulla ipsorum aut superiorum
culpa, per plures menses studia interrumpere cogantur (ex. gr. infirmitatis aut servitii militaris
causa) quaeritur utrum hujusmodi studentes totum annum scholarem sic interruptum seu abbreviatum repetere teneantur; an a Superiore generali, accedente voto deliberativo suorum
Consiliariorum, dispensari possint.
II. Utrum examen seu periculum de quo in Responso ad n. VI. Declarationum sacrae
Congregationis diei 7 septembris 1909 sermo est, subiri debeat etiam ab alumnis, qui aliquam
disciplinam accesoriam Theologiae in scholis non excoluerint: et si affirmative, utrum hoc
examen tam ab istis alumnis quam ab aliis subeundum, coincidere possit cum examine in fine
anni scholaris subiri solito.
Quibus quaestionihus in Congregatione generali diei 8 ianuarií 1915, Emi. Patres responderunt:
Ad I. Negative ad primam partem: affirmative ad secundam dummodo; 1) interrumptio
seu compendium studiorum complexive non duraverit ultra tres menses; 2) studia omissa
scholis privatis suppleta fuerint: 3) et in examine constiterit, ex testimonio examinatorum
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seu doctrinae judicum, alumnos disciplinas, de quibus in eorum absentia in scholis actum est,
prorsus didicisse.
Ad II. Examen, de quibus in Responso ad num. VI Declarationum sacrae Congregationis
diei 7 sept. 1909 agilur, requiri pro qualibet disciplina omissa, sufficere tamen examen ordinarium etiam in fine anni praestitum, quod ex testimonio examinatorum seu doctrinae judicum
constare debet.
Et sanctissimus Dominus noster Benedictus XV in audientia diei 22 ianuarii 1915, infrascripto Secretario benigne concessa, has responsiones approbare et confirmare dignatus est.
Contrariis quibuscumque non obstantibus.
Datum Romae, ex Secretaria S. Congregationis de Religiosis, die 1 martii 1915.
O. CARD. CAGIANO DE AZEVEDO, Praefectus
L. ✠ S.
† ADULPHUS, Episcopus Canopitan, Secretarius
Comentario
Bien conocido es el decreto Auctis admodum, dado por la Sagrada Congr. de Obispos y
Regulares el 4 de Noviembre de 1892, en cuyo núm. VI acerca de los estudios de los religiosos se lee lo siguiente: «Professi tum votorum solemnium, tum simplicium ab Ordinariis locorum ad Sacros Ordines non admittantur, nisi, praeter alia a jure statuta, testimoniales litteras
exhibeant, quod saltem per annum sacrae theologiae operam dederint, si agatur de subdiaconatu; ad minus per biennium, si de diaconatu; et quoad presbyteratum, saltem per triennium,
praemisso tamen regulari aliorum studiorum curriculo».
Como en las palabras transcritas no se dice nada en particular de cómo debe ser el año
escolar o académico, y sólo se limita la Sagrada Congregación a exigir respectivamente uno,
dos o tres años de Teología, para que un religioso pueda lícitamente recibir el subdiaconado,
diaconado o presbiterado, se le propusieron sobre este particular algunas dudas para que se
dignase benignamente aclarar el sentido genuino del referido artículo.
En la primera de las mencionadas dudas se le preguntaba: «Si
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los Superiores de las Órdenes o Institutos religiosos podían dar Iícitamente dichas testimoniales y aceptarlas lícitamente los Ordinarios u Obispos si los años de que se trata no fueren
completos o verdaderamente académicos o escolares, sino más bien abreviados, no por incuria, sino por haber omitido las vacaciones o multiplicado las horas de las clases, o por cualquier otra causa».
A esta duda la S. Congr. en unas Declaraciones dadas el 7 de Septiembre de 1909 contestó que no en todas sus partes, y que cualquier abreviación de los estudios debía considerarse
como abusiva y enteramente ilícita.
Pero podía ocurrir el caso de que el curso académico durase el tiempo ordinario, y sin
embargo algún alumno dejase de asistir dentro de él a las clases, más o menos tiempo, por
causa de alguna enfermedad, o por haber sido llamado al servicio militar, o por cualquier otro
motivo, aunque involuntario. ¿Debería en el caso presente considerarse esta abreviación de
los estudios como abusiva y enteramente ilícita? Y en caso afirmativo ¿debería dicho alumno
repetir de nuevo el curso de este modo abreviado.
Esta duda viene a resolver la S. Congr. de Religiosos en la primera de las dos cuestiones,
que preceden a este Comentario. «No hay necesidad, dice, de repetir todo el año escolar así
interrumpido o abreviado, con tal que 1) la interrupción o abreviación de los estudios no
hubiere durado complexive más de tres meses; 2) los estudios omitidos se hubieren suplido en
clases privadas; 3) y constare por el examen, según el testimonio de los examinadores, que los
alumnos habían aprendido bien aquellas materias de que se había tratado en las clases durante
su ausencia, y que con estas condiciones podían ser dispensados por el Superior general,
siempre que contase con el voto deliberativo de sus Consejeros».
De lo dicho hasta aquí se deduce que los años académicos o escolares deben ser completos; puesto que por ningún motivo se pueden interrumpir ni abreviar, sino con las tres condiciones arriba indicadas.
Mas para que estos años sean completos y no interrumpidos ni abreviados ¿cuánto tiempo
han de durar, sin contar las vacaciones?
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En esta cuestión se hallan divididos los autores. Appeltern1, al tratar de los requisitos que
necesitan los religiosos para recibir lícitamente las Órdenes Sagradas, cuenta entre ellos los
años de Teología de que trata el citado núm. VI del decreto Auctis admodum, y en una pequeña nota dice: «Anni vero ad effectum, de quo agitur, requisiti, non naturales, sed scholastici,
id est octo circiter mensium intelliguntur» (Ita Gabr. de Varceno, Comp. Theol. Mor. T. 1, p.
214, edit. XI. –Cfr. Vermeersch, I, n. 482. 3) y, como se ve, apoya su opinión en la autoridad
de Varceno y de Vermeersch. En cambio Ferreres opina que: «Anni vero debent esse compleli, ita ut cursus studiorum novem menses saltem complectatur singulis annis, quibus accedant
vacationes consuetae»2.
¿Cuál de estas dos opiniones está más conforme con las declaraciones de las Congregaciones Romanas?
Como no tengo a la mano las obras de Varceno y de Vermeersch, ignoro en qué razones
se pueden fundar para opinar así; Appeltern no trae ninguna. Respetando, pues, la opinión de
dichos autores, creo que la de Ferreres está más conforme con dichas declaraciones. He aquí
las pruebas:
En las citadas Declaraciones de la S. Congr. de Religiosis del 7 de Septiembre de 1909, a
la segunda duda: «Utrum studentes, expleto unius, duorum, vel trium respective, annorum
curriculo theologico, possint statim ad subdiaconatum, vel diaconatum vel presbyteratum item
respetive promoveri, ideoque inceptis vacationihus, in fine anni scholastici dari solitis, quin
circulum duodecim mensium complere teneantur?» dicha Congr. contesta así: «Ad II. Affirmative, dummodo tamen complexus trium hujusmodi annorum saltem triginta tres menses
integros comprehendat». Ahora bien, si han de abarcar treinta y tres meses los tres años de
Teología, por lo menos el tercero tiene que ser de nueve meses; porque aun restando para los
dos primeros años veinticuatro meses, computatis vacationibus, de los treinta y tres meses,
que han de sumar los tres años de Teología, todavía quedan nueve meses para el año tercero.
1
2
Appeltern. Comp. Praelectionum Juris Regularis.
Guri-Ferreres. Comp. Theol. Mor. 8, II, p. 465 n. 711, edit. VI hisp.
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Pero no sólo el tercer año sino también el primero y el segundo deben tener nueve meses.
Expondré la razón en que me fundo. Consultada la S. Congr. Consistorial: 1.º «Utrum ad effectum sacrae ordinationis studiorum anni expleti dici possint ad festum Pentecostes seu
Ssmae. Trinitatis? –Haec S. Congregatio diei 24 martii 1911 respondit: –Ad primum Negative; sed requiri ut expleatur cursus scholasticus novem mensium cum examine finale feliciter
emenso»1. Luego no sólo el tercer año de Teología sino también el primero y el segundo deben tener nueve meses; porque la ley no distingue ni hay motivo para hacer tal distinción. Y
nótese que la S. Congr. dice expresamente que «ad effectum sacrae ordinationis… requiri ut
expleatur cursus scholasticus novem mensium», lo cual parece discrepar no poco de lo que
dice Appeltern: «Anni vero ad effectum, de quo agitur, requisiti… octo circiter mensium intelliguntur». Quizá Varceno y Vermeersch, en cuya autoridad se funda Appeltern, defendieron
en sus obras esta opinión, cuando todavía no se había publicado la mencionada declaración de
la Congregación Consistorial, en la que tan claramente se dice que el curso tenga nueve meses. De otro modo no me explico cómo todavía puedan defenderla.
Pero no fallará, tal vez, quien diga que ni la Congr. de Religiosos ni la Consistorial fija un
plazo determinado para el año académico y que sólo ad effectum sacrae ordinationis prescribe un plazo de nueve meses, a contar desde el primer día del curso; de modo que, aun cuando
el curso dure solamente ocho meses, puede un religioso recibir lícitamente las sagradas Órdenes, con tal que aguarde para ordenarse un mes todavía, después de haberse terminado aquel.
Creo que tampoco puede pasar esta interpretación; y que en todo caso, sea o no ad effectum sacrae ordinationis, el curso debe durar nueve meses; y me fundo otra vez en las Declaraciones, tantas veces citadas, de la S. Congr. de Religiosos del 7 de Septiembre de 1909.
Véase cómo contesta a la tercera duda propuesta en los siguientes términos: «III. Utrum iidem
studentes, triennio theologico rite completo teneantur adhuc per alium annum, seu per
1
Acta Apost. Sedis, vol. III pag. 181.
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quartum annum scholasticum, theologicis studiis in scholis incumbere? –Ad III. Affirmative,
ideoque complexus quadriennii theologici, computatis vacationibus seu feriis, quadraginta
quinque menses integros comprehendere necesse est». Luego los cuatro años de Teología,
computatis vacationibus seu feriis, han de durar cuarenta y cinco meses; descontemos treinta
y seis, que hacen los tres años primeros con las vacaciones acostumbradas, y todavía quedan
nueve meses para el cuarto año de Teología. Es así que este cuarto año no se necesita ad effectum sacrae ordinationis, puesto que se supone que el religioso para entonces ya ha recibido
el presbiterado, luego siempre se necesita, aunque no sea ad effectum sacrae ordinationis, que
el curso sea de nueve meses.
Por lo demás, tal vez no sea difícil conciliar estas dos opiniones al parecer tan distintas.
Appeltern dice que los años escolares deben ser de octo circiter mensium, y nada añade acerca
de los exámenes, con los que se completa el curso escolar según la declaración antes citada de
la Congr. Consistorial, que dice: «Requiri ut expleatur cursus scholasticus novem mensium
cum examine finale feliciter emenso». Luego tenemos que aunque las clases no duren más
que ocho meses, como sucede en las Universidades Pontificias y en los grandes centros docentes, como después vienen los exámenes con los que se completa el curso, y estos suelen
durar un mes o más, siempre resulta que el curso académico, aun en estos centros, «novem
menses complectitur singulis annis, quibus accedunt vacationes consuetae», que es lo que
opina el P. Ferreres.
Continuando ahora con las declaraciones de la S. Congr. de Religiosos del 1.º de Marzo
del presente año, que son objeto de este Comentario, vengamos ya a la segunda cuestión.
En el núm. VI de las Declaraciones de la S. Congr. de Religiosos del 7 de Septiembre de
1909, se pregunta: «Si los mencionados estudios hechos privadamente y no en las escuelas
bien ordenadas tienen valor legal, o que sea suficiente, para dar lícitamente y aceptar también
lícitamente las letras testimoniales, con el fin de recibir las Órdenes Sagradas? –A esto contesta la S. Congr. que no. «Sin embargo, añade, en casos extraordinarios, y cuando se trata
solamente de algún alumno particular, que se ha aplicado en los
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estudios, y ha sido aprobado en el examen, se ha de recurrir a la S. Congr. para la revalidación, haciendo constar bajo el juramento de los examinadores cuánto tiempo estudió privadamente, y que fué aprobado en el examen; a no ser que se trate, no de todas las asignaturas de
un año, sino solamente de una o dos accesorias, que por alguna causa grave tuvo que estudiar
privadamente algún alumno; porque entonces previo el juramento de los examinadores, como
se ha dicho, la revalidación puede darla el Superior general, contando con el voto deliberativo
de su Consejo o Definitorio».
Así contestaba la S. Congr. el 7 de Septiembre de 1909 a la duda que se le proponía en el
núm. VI de las citadas Declaraciones; pero no decía si era o no necesario este examen, ni
cuándo se debía hacer. Consultada ahora sobre estos dos puntos, contesta: «Que el examen en
cuestión se requiere para cualquiera de las asignaturas omitidas, pero que basta el examen
ordinario, que suele hacerse al fin del curso, y que esto debe constar por el testimonio de los
examinadores o de los jueces de la doctrina».
FR. J. A. DE LA P. C.
A. R.
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CASUS CONSCIENTIAE
Pro anno 1914-151
XIII. Claudius apud confessarium sese accusat quod pluries cum ancilla peccaverit: jussus a confessario ut eam dimittat promittit se id facturum post 2 vel 3 menses quia, si nunc
faceret, et seipsum diffamationi et ancillam magnis tum corporis tum animae periculis exponeret; quo audito, sacerdos eum absolvit. Postea autem, timens aliquam propiae uxoris suspicionem, si ancilla dimittatur, et ipsius ancillae precibus exoratus, eam domi retinet et iterum
labitur. Secundo et tertio Claudius (infra annum) eumdem confessarium adiit et, similia repetens el promittens, absolutionem etiam obtinuit. Nunc autem in longinquo peregrinatur et
conscientiam in confessione patefacit Henrico qui dubitat num danda vel differenda aut neganda sit absolutio suo paenitenti qui toties fidem fregit.
Quaeritur: 1.º Rectene egerit prior confessarius, 2.º Quid nunc ab Henrico cum Claudio
agendum.
XIV. Aurora pauper et juvenis studiis sollicite incumbit ut titulum magistrae scholaris
obtineat: in musices arte privatim et gratis, ob familiarum amicitiam, instituitur ab ipso communi professore: verum cito incipit et paulatim succrescit et nimia evadit mutua inter Auroram et professorem familiaritas, maxime cum non raro accidat ut soli sint inter se atque etiam
simul (ut dicitur quatuos manibus) musicale instrumentum pulsent; Aurora multis angustiis
angitur, timet peccare, horret labi, videt periculum in
1
Vid. pag. 406-109.
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quo versatur sed nihil audet dicere ne se infamet aut virum illum qui ejus paupertatem sublevat; tandem confessarium adit et ab eo quaerit quid agere debeat.
Quaeritur: 1.º Quae et qualis censenda sit ocassio peccandi quae Aurorae inest. 2.º Quid
confessarius debeat praecipere in casu.
XV. Januarius mane ministerio occupatus et vespere charlarum ludo vacans recordatur,
hora 11 p. m., vesperas nondum recitasse; incipit ergo recitationem sed manens apud amicos
ludentes quorum variam sortem prospicit unde modo consilium dat, modo officium posequitur, mente tamen ludo magis quam oratione occupatus. Junius autem, ejus amicus, cui etiam
magna pars recitanda supererat, breviarium assumit et alio discedit nihil de oratione cogitans
sed de officio finiendo ante mediam noctem: perplures tamen ludi recordationes mentem ejus
ita perturbant, sive sedeat sive lente deambulet, ut, finitis horis, nesciat quid et quantum revera recitaverit; quapropter angitur num obligationi satisfecerit ex defectu sive necessariae intentionis sive attentionis, unde sequenti die a celebratione missae sese abstinet.
Quaeritur: 1.º Qualis distinguatur attentio in divino officio recitando. 2.º Quae attentio
sub gravi requiratur. 3.º Quae debeat esse intentio. 4.º Quid de Januario et Junio dicendum.
XVI. Lucius missionarius, cum, post longum iter a sua missione Visita, fessus decubuisset, dubitat num Vesperas et Completorium recitaverit et, quantumvis omnia diei accidentia in
memoriam revocet, nihil ipsi occurrit nisi quod soleat quotidie officium recitare cum, post
meridiem, a lecto resurgit; hinc se putat non obligatum, maxime quod, si a nocte surgeret,
molestiam faceret caeteris in communi dormitorio recumbentibus: alio similio casu, certus
non est quod matutinum recitasset et a recitatione sese abstinet eo quod soleat anticipare: altero die, totum officium omissit ex eo quod confessiones per octo horas eum excusabant (etsi
die praecedenti hanc difficultatem pro matutino praevideret), idque eo magis quod Paulus,
etiam missionarius, dispensatione gaudet si per sex horas confessiones exaudit; quae dispensatio ipsi norma esse potest pro excusatione.
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Quaeritur: 1.º Quid in dubio de officio divino persoluto faciendum sit. 2.º Quae sint causae ab officio divino recitando excusantes. 3.º Quid de resolutionibus Lucii dicendum.
XVII. Respicius parochus venit ad Rufum, valde senem, sensibus destitutum, qui unaquaque hebdomada confiteri solet et parochum advocari jussit cum se male habere sensit: cum
tribus ante diebus Rufum absolvisset, nunc sola extrema unctione eum munit et, eo adhuc
praesente, senes decedit. Advocatur etiam pro Philipo qui a tribus jam annis, non communicavit in Paschate neque nunc desiderium reconciliationis dare potuit eo quod repente sensibus
destitutus sit, nude solam conditionatam absolutionem impertitur licet ab amico reprehenderetur de omissa extrema unctione quam cognati suppliciter exorabant.
Ad Julium moribundum qui, sui compos, vetuerat ne sacerdos admitteretur, accedit, cum
sensibus destituitur et, precibus filiae, absolvit conditionate atque inungit: idem etiam facit
cum Rocho, viro acatholico et jam sensibus destituto, minime obstantibus ejus filiis.
Quaeritur: 1.º Quae regulae circa absolutionem moribundorum. 2.º Quid judicandum de
Respicio in singulis casibus.
XVIII. Protus et Rufa sponsalia habent contracta, cum ad Theodorum, tempore paschali,
accedunt confitendi causa. Ex confessione Theodorus cognoscit quod Protus, et ante et post
sponsalia rem habuerit cum meretrice, et quod Rufa alias deflorationem, invita, passa fuerit a
quodam juvene, quocum, post sponsalia, rem etiam habuit; nunc autem apud se reputat quid
ab ipso fuerit respondendum, si, alterutrius defectibus patefactis, ab altero consulatur. Unde…
Quaeritur: 1.º Debeantne sponsi ejusmodi defectus sibi revelare. 2.º Sitne anterior defectus post sponsalia detectus, vel defectus posterior de quo in casu sufficiens alterutri ratio
sponsalia rescindendi. 3.º Habeantne malitiam gravem luxuriae vel alterius speciei superadditam peccata illa post sponsalia commissa.
FR. S. C. A S. C.
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CASUUM MORALIUM
Resolutio
XIV. Petrus, qui e sua recreationis domo... etc.1
Quaeritur: 1.º Quid sit cooperatio ad alienum peccatum. 2.º Sitne cooperatio licita. 3.º
Sintne choreae licitae an illicitae. 4.º Quid de Petro dicendum.
Ad primum. Cooperatio, in genere, est concursus cum alio principaliter agente. Prout autem charitati opponitur seu adversatur, est participatio quaedam ad actionem pravam alterius.
Non raro cum scandalo conjungitur, quia cum scandalo fere semper fit quidquid peccaminositatem sonat: peccatum enim quod cooperatione committitur est contra charitatem proximi,
imo frequenter etiam accedit malitia propria et distincta peccati ad quod cooperatio praestatur, sicut in scandali peccato laeditur semper caritas proximi et saepe etiam laeditur specialis
illa virtus cui violandae ausa proximo praebetur.
Attamen scandalum et cooperatio confundi non debent quia separabiles sunt. Scandalum
enim, si efficax fuerit, id est si scandalum activum et passivum conjungantur, semper vocari
potest cooperatio; at scandalum passivum non semper subsequitur alterius scandalosam actionem. Insuper cooperatio latius patet quam scandalum, nec omnis cooperatio scandali rationem induit. Licet usu jam veniat ut cooperatio, sensu pressiore, sumatur pro ea quae scandalum non sit, tamen hujus significationis usus constans non est; quare heic nomen cooperationis adhibebitur sive scandali ratio adsit sive non.
Cooperatio igitur est, ut innuimus, significat concursum cum peccato alieno: supponit ergo alterum agentem, imo, agentem per se ut principalem seu ut jam determinatum ad agendum. Nam si aliquis per suam propriam actionem alterum determinat vel inducit
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Vid. pag. 97.
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ad actum peccaminosum, committit proprie dictum scandalum sive mandato sive consilio aut
aliter hoc faciat, quamquam etiam talis jussio vel suasio inter cooperationes, easque formales,
numeretur: charitas enim exigit ut aliorum peccata, quantum ex nobis est, impediamus et insuper ne opera nostra aut actibus nostris ad peccatum alios induamus vel adjuvemus.
Ad secundum. Cooperatio formalis nunquam est licita; materialis autem antum modo illicita, modo etiam licita esse potest. Quae responsio ut intelligatur, explicari oportet quid sit
formalis, quid materialis cooperatio quin immoremur super aliis cooperationis divisionibus.
Formalis coopeatio ea est, quae ex se participat malitiam alienae actionis, quia concurrit, ait
Gury, ad malam voluntatem alterius, nam opus (suapte natura ad pravam actionem) ordinatum ea intentione sive explicita sive implicita paestatur, ut principaliter agens pravum suum
finem assequatur; unde nequit esse absque peccato cum vere moraliter influat in peccatum
alterius et proinde sit illius causa moralis. Materialis cooperatio vocatur ea actio seu alicujus
rei ex se nom-mala positio, qua alter abutitur vel abusurus praevidetur, ut suum peccatum
committat vel commodius exsequatur; ex se ergo operans excludere debet intentionem cooperandi ad alterius peccatum.
Dictum est quod hujusmodi cooperatio aliquando licita est, alias autem illicita evadat. Et
revera: Actio propria operantis ex se bona est, ut supponitur, aut saltem indifferens, quae tamen mala evadit aut evadere potest solum ex effectu, scilicet quod per abusum alterius conferat ad malum effectum, id est, alienum peccatum ejusque sequelas, producendum. Uude cum
effectus malus sequatur propter intentionem operantis, hic in tantum plectetur de malo effectu
in quantum vult actionem edicere cujus probabilem abusum praevidet. Huic ergo operanti
applicanda erunt principia quae AA. afferunt super super voluntario indirecto. Igitur cooperatio materialis licita erit dummodo actio propria operantis, ex qua malus effectus secuturus sit,
per se bona sit aut saltem indifferens et praeterea adsit causa justa et proportionata ad gravitatem peccati alterius et ad proximitatem concursus ad peccati exsecutionem. Si autem hujusmodi causa justa et proportionata desit, cooperatio etiam materialis illicita erit. Patet ergo
quod pro legitimanda cooperatione
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materiali ad alienum peccatum, aliquando ratio requiratur gravissima, alias autem minus gravis, aliquando sufficiat utcumque rationabilis: nam eo major, recte scribit Gury, requiritur
ratio ad cooperandum, quo propinquior et major est cooperatio, —quo probabilior et pejor est
effectus secuturus, —quo porobabilius est, te non coopeante alterum non peccaturum, quo
magis peccatum justitiae vel charitati repugnat.
Ad tertium. Choreas dicere possumus eas festivas recreationes in quibus diversi sexus
homines (juvenes et puellae praesertim) conveniunt, ubi communes animi exultationes manifestantur saltando, chorosque ducendo sub cantus musicaeque numeris. Hoc genus ludendi
animoque indulgendi vere periculosum ab omnibus reputatur, cum persaepe non jam animi
relaxatio sed potius carnis illecebra, corporisque oblectamentum quaeratur; pro quaesito autem respondemus:
1. Choreae, per se, etiam inter diversi sexus personas, non sunt illicitae si fiant honesto
modo, id est, remoto omni tactu, gestu aut actu impudico. Ratio est quia per se, quoad moralitatem, indifferentes sunt, nec ulla lege prohibentur: per se, enim, animi laetitiam gaudiumque
explicant.
2. Si quae fiunt in choreis graviter inhonesta sive in vestibus, ratione nudiatis, sive ratione
colloquiorum, cantuum, gestuum, tactuum vel musicae lascivae, eas instituere vel promovere
graviter illicitum est. Hujusmodi interesse regulariter etiam graviter illicitum est: excipe si
quis, ceteroquin nullam exercens auctoritatem, se abstineat ab iis quae luxuriam graviter excitant, neque ea approbet nec subrisu aut iis applaudat, neque alias ipse periculum experiatur:
quod plane rarum erit et adduci poterit ex eo quod exceptio firmat regulam in contrarium.
3. Etiamsi graviter illicita seu inhonesta in choreis non agantur, tamen earum frequentatio
illicita est eis omnibus quibus haec esset proxima peccandi occasio, sive inter ipsas choreas,
sive proxime ante, sive postea lapsus accidere soleat; nisi forte aliquando existente causa non
levi, adhibitis cautelis periculum diminui possit et re ipsa diminuatur.
4. Modeste saltare vel choreis honestis adesse ex quadam necessitate, vel ex status sui decentia, sine probabili peccandi periculo,
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nullum est peccatum, quia datur ratio sufficiens peccata aliorum, si quae sint, permittendi.
5. Licet aliquando inveniantur viri et frequenter mulieres quibus in choreis nullum aut
valde remotum periculum immineat, tamen in praxi generatim choreae quaelibet inter personas diversi sexus impediendae sunt, quantum fieri potest; quia prout haberi solent, plerumque
periculosae sunt. Inter hujusmodi periculosas, utpote inhonestae recensentur el walz, la mazurka etc.; quia, ut plurimum, interveniunt malitiosae manuum constrictiones, amplexus pressi de quibus a Jacobi dictum est nunquam permittere deberemus ut uxores filiaeque nostrae
virorum brachis lascive compressae pectore earum contra illorum pectus verso circundantur»;
in ipsis etiam abundant amatorii et turpes sermones, tactus obscaeni, aspectus libidinosi, delectationes morosae et desideria turpia. Quae omnia augentur in choreis larvatis, praecipuae si
nocte habeantur.
6. Parochi et confessarii subditos et paenitentes ab illis, quantum fieri potest, avertere satagant, persuasum habentes cum Sancto P. Augustino et Cons. Trid. (sess. 13. –c. 1, ref.) quod
«non aspere, non dure, non imperiose ista tolluntur, sed magis docendo quam jubendo, magis
monendo quam minando», secus enim animos exacerbabunt potius quam emendabunt.
Ad quartum. Dicendum 1. Petrus ideo folia exponit et choreas ducit eo quod, ut ipse ait,
necessaria vitae procurare sibi debeat et aliunde, nisi ita fiat, concurrentes defluent ad alium
hospitium a fide catholica dehiscens; unde videndum quae cooperatio revera adsit.
2. Petrus folia non exponit sua sponte sed postquam expertus est voluntatem concurrentium: legenda tamen proponit non tantum politica etsi mala, verum etiam obscaena.
3. Praesentia foliorum occasio est ut facile legantur, unde via sternitur peccatis valde
gravibus et periculosis.
4. Cum folia obscaena prohibita sint jure naturae, ratio sufficiens non aderit cur Petrus talia exponat: revera enim Petrus formalem praestaret coopeationem lectioni nunquam licitae.
5. Si quodammodo coactus, ut innuitur, possibilitatem tantum legendi praestat, nullo modo ad legenda prava seu acatholica
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allicit, cooperatur, tamen materialiter. Pro hac tamen cooperatione materiali videtur quod
adsit causa proportionate gravis. Revera fides catholica impugnatur in his foliis et illuditur,
sed Petrus curat ut concurrentes non minus facile ephemerides bonas eligere et legere valeant
quam malas: nec ipsa quidem lectio pravorum foliorum necessario fidem bonosve mores labefactat, minus ergo simplex expositio: dein ad pravum effectum Petrus efficaciter non multum confert ne materialiter quidem; nam conditio rei catholicae notabiliter pejor non fit, cum
aliter concurrentes animi pravi, alibi sibi comparabunt alia folia; immo fortassis res catholica
pejor evaderet, exclusis omnino talibus foliis, si concurrentes, Petri domum deserentes, ad
casinum acatholicum sese transferrent.
6. Videtur, ergo, quod Petro ratio sufficiens adsit ut exponat folia etiam acatholica; licet
aliquando in ipsis aliquod contra fidem vel bonos mores contineatur: Petrus tamen curare debet: a) ne plura neve pejora admittat quam necesse sit: b) ne ullam ostendat erga prava folia
praeferentiam: c) ut potius, si possit, ab iis legendis avertat, praebens meliora catholica atque
ut, pro posse, studeat, ne mala folia incidant in manus eorum qui, alioquin, ea lecturi non essent, unde non oportet ut ea sint in omnium oculis sed in loco separato.
7. Circa folia, vero, anticatholica idem fere videtur dicendum ac circa obscaena, cum
etiam ea naturae jure prohibeantur ac vix unquam cooperatio materialis seu expositio separari
poterit a cooperatione vere formali aliorum peccatis. An autem Petrus ea emere et suministrare possit alicui ex concurrentibus in particulari et nominatim ea exposcenti valde dubium apparet, cum ipse, casini dominus, comparari non possit huic vel alteri famulo qui dona vel litteras amatorias meretrici vel concubinae domini sui defert. Cum autem aliquando prava folia ab
aliquibus emi et legi possint absque periculo, tunc licitum erit Petro ea suministrare petenti,
quia tunc deest ratio cooperationis ad alienum peccatum.
8. Circa choreas jam dictum est quod, licet ex se illicitae non sint si fiant honesto modo,
plenae tamen sint periculis et occasionem praebeant permultis peccatis, unde caute semper
incedendum est in eis permittendis vel instituendis, maxime si de nocte fiant. Dicendum
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ergo quod Petro liceat, saltem absque gravi peccato, in suo casino choreas ducere, si jam apud
populum usu vigeant et absint ea adjuncta quae ipsas proxime periculosas reddant; unde ipse
invigilare debet ne in cantu aut aliter inhonesta fiant quod facile evenire potest noctu et
maxime si ad longam horam protrahantur aut nimis frequenter habeantur. Eas autem introducere omnino illicitum proclamamus; et cum, ex specie facti, oblectamenta carnis non desint in
choreis apud tale casinum, dicimus quod Petrus absolutione indignus sit nisi serio promittat ea
removere quae casinum corruptionis focum potius quam locum recreationis constituunt.
XV. Rita vidua… etc. –Quaeritur: 1.º Valida sunt necne sponsalia Ritae: an rescisa sint
per professionem religiosam vel Ordinem sacrum. 2.º Julius matrimonium attentans cum Rita
aliqua censura percutitur. 3.º Foretne validum matrimonium quod Rita et Julius celebrarent si
hic Ordine sacro non esset ligatus. 4.º In mortis articulo poterat parochus eos matrimonio jungere ut proles legitimaretur vel alia de ausa. 5.º Esset in casu validum matrimonium si Rita
aliquo signo consensum exprimere potuisset: obstatne votum religiosum vel sacer Ordo. 6.º
Quae impedimenta insint pro matrimonio Titam inter et Julium. 7.º Quid de rationibus a Parocho allatis pro sua renuentia.
Ad primum. Nulla sunt sponsalia Ritae et Julii ut pote illicitae quia intervenit impedimentum matrimonii dirimens «cogantio spiritualis» seu compaternitas eo quod ipse e sacro fonte
illius filiam Titam levaverit: ex se Rita et Julius sese in matrimonium promittere non poterant
nisi sub conditione, qua non impleta, ne ullus quidem exsurgit effectus. Vota ergo Julii vel
ordo acceptus scindere non potuerunt quod ipse texere prius non valuit. Sponsalia autem in se
valida et licita (firmo manente impedimento publicae honestatis inducto) revera rescinditur
per ordinem sacrum quocum consistere nequit obligatio standi sponsalibus seu matrimonium
quod foret nullum; ac etiam per vota religiosa licet simplicia, alias enim quis ligatus esse poterit ad peccandum, ad rem illicitam, ad matrimonium quod deglutire poterit nemo.
Ad secundum. Excommunicatio latae sententiae Episcopis sen Ordinariis reservata continetur in «Apostolicae Sedis» bulla contra «clericos in sacris constitutos vel regulares aut moniales post
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votum solemne castitatis, matrimonium contrahere praesumentes» etsi, praeter impedimentum
ordinis aut voti castitatis, aliud sit impedimentum dirimens (S. Off., 13 Jan. 1892): in nostro
casu Julius conditionem stricte regularem fortassis non habet, nec votum solemne emisit, sed
vere inter clericos in sacris recensetur quin allegare possit suam conditionem regularem ut
titulum clerici (utpote hic odiosum) respuere possit: attamen Julius ex communicatione non
feritur quia, licet intentio pro matrimonio clara appareat, hoc tamen de facto non contrahitur
propter inopinatam et repentinam Ritae mortem, et, licet revera contractum fuisset, deest
praesumptio quia dispensatio Ordinis aderat in articulo mortis.
Ad tertium. Julius matrimonium validum inire nequibat propter «cognationem spiritualem» cum Rita; votum, etiam perpetuum, castitatis illicitum non autem invalidum reddit consortium matrimoniale quia votum, nisi sit solemne in ordine religioso emissum, salvo jure
speciali S. Jesu, est impedimentum tantum impediens quod prohibet quidem connubia, non
vero inhabiles facit personas pro valore actus.
Ad quartum. Per litteras S. Off. (20 Febr. 1888 cum declaratione 9 Jan. 1889) parochus, si
erat habitualiter delegatus, cum eis, qui in concubinatu viverent, dispensare poterat, si alterutrius gravissimum mortis periculum immineret, super impedimentis, etiam publicis, matrimonium jure ecclesiastico dirimentibus, excepto sacro presbyteratus ordine et affinitate lineae
rectae ex copula licita proveniente. S. Congr. de disciplina Sacramentorum die 29 Julii 1910
declaravit quod «parochi, etsi non fuerint ad normam decIarationis S. Off. 9 Jan. 1889, habitualiler subdelegati a propriis Ordinariis» comprehenantur in Decreto «Ante editum» ejusdem
S. Congr. (14 maii 1909) juxta quod «Sanctitas Sua, benigne excipiens votum Emorum. Patrum, declarare dignata est ac decernere: quemlibet sacerdotem, qui ad normam art. VII decreti Ne temere, imminente mortis articulo, ubi parochus vel loci Ordinarius vel sacerdos ab alterutro delegatus haberi nequeat, coram duobus testibus matrimonio adsistere valide ac licite
potest, in iisdem rerum adjunctis dispensare quoque posse super impedimentis omnibus, etiam
publicis, matrimonium jure ecclesiastico dirimentibus, exceptis
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sacro presbyteratus ordine et affinitate lineae rectae ex copula licita». Parochus ergo dispensare poterat super impedimentis «cognationis spiritualis» et «ordinis» ut matrimonium Ritae et
Julii valide celebraretur; sic enim saluti aeternae Ritae consulitur et scandalum populi e medio
tollitur aut saltem minuitur: parochus eos jungere nequibat sub specie ut proles legitimaretur
quia haec, si aderat, non legitimabatur utpote sacrilega.
¿Quid autem de voto perpetuae castitatis quod Julius emissit quodque impedimentum tantum impediens constituit? Dicimus quod tale votum revera Sedi Apostolicae reservatum est
quod facultates (in Decretis, de quibus supra) de impedimentis dirimentibus tantum loquuntur,
unde ex se videtur quod parochus vel alius sacerdos, etiam in articulo mortis, nihil possit in
impedimentis non dirimentibus: attamen, si finem Ecclesiae seu S. Sedis in supradictis facuItatibus concedendis introspiciamus, non abs re conjicere quis poterit quod Ecclesia, pia mater,
e sua potestate concedat ut licite in mortis periculo fieri possit quod ex ampliori dignatione
valide conficitur. Unde si votum simplex licet perpetuum castitatis aut mixta religio interveniat, dicemus quod parochus vel sacerdos licite aget matrimoniis adsistens his in angustiis in
quibus pro mnatrimonio ineundo libera ipse inest potestas dispensandi super Ordine vel «diparitate cultus»: imo etiam, ipsum simplex castitatis votum quodammodo absorbetur a potiori
voto ordini sacro annexo, sicut honestas publica substituitur a superveniente affinitate. Validum ergo et licitum evadere poterat Julii et Ritae matrimonium, dispensatione parochi interveniente.
Licet non constet de obligatione gravi monendi S. Officii Congregationem quod hic aut
ille Subdiaconus dispensatus sit super Ordine pro matrimonio contrahendo (juxta litteras 20
Feb. 1888 de quibus supra), tamen oportet quod parochus aut sacerdos de quibus agimus moneant Ordinanium si aliqua dispensatio super Ordine aut voto solemni concedatur et interim
omni ope curent, ut scandalum, si quod adsit, removeatur.
Ad quintum. Affirmative si caetera essentialia adsint; matrimonium enim contractu perficitur, unde essentiale est consensus: hic autem, dummodo revera exprimatur modo humano
intelligibili, existit quin aliud in casu exigi oporteat. De voto religioso et sacro
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ordine satis diximus ut tale matrimonium, si dispensatio adveniat ex parte parochi, etiam licitum reputemus.
Ad sextum. Exsistunt tria impedimenta dirimenl¡tia, videlicet, cogantio spititualis quia
Julius e sacro fonte Titam levaverat; Ordo sacer, quia Julius subdiaconatum acceperat; Affinitas ex copula illicita ut certa praesumitur ex commoratione scandalosa Julii cum Rita matre
Titae ac etiam quia parochus pro matrimonio rogatur ut proles legitimari possit. Addatur
etiam impedimentum —votum simplex— ex parte Julii quod illicitum tantum reddit matrimonium. Si locum habuisset etsi breviter, matrimonium Julii et Ritae, quod, utpote in extremis, supponimus simpliciter ratum, novum exurgeret impedimentum dirimens quod honestas
publica dicitur.
Ad septimum. Permulta, ut videmus, obsunt matrimonio Julii et Titae: attamen parochus
eos, in articulo mortis, matrimonio jungere debebat dispensando super impedimentis dinrimentibus, cum talis parocho tributa sit potestas non pro ejus honore sed pro fidelium salute
aeterna. Revera insunt impedimenta cognatio —paternitas— spiritualis et ordo sacer in quibus mater Ecclesia difficillime dispensat; in extremis autem pro fidelium utilitate omnia confet sacerdoti, non solum ut proles legitimari possit sed ut conscientiae consulatur...: in casu
nostro, Julius e vivis excedet, Tita autem famam recuperabit si matrimonium celebretur; hujus
conscientiae satius et salubrius consulitur, et e populo scandalum tollitur cum, saltem in periculo mortis, Ecclesiae sacramenta digne, quantum fieri potest, celebrantur: via insuper panditur pro evitanda quaestione super sepultura ecclesiastica Julii.
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SECCIÓN RELIGIOSO-LITERARIA
IN DIE FESTO PENTECOSTES
Patrem priusquam pergeret,
Pollicitus suis erat
Christus supernum Spiritum
Qui veritatem proderet.
Mox fulminati antistites
Sono Dei magnalia
Graeco, latino, concinunt
Aegytio atque persico…
Laudes precantes invicem
Apostoli dum pangerent,
Stridens domum ventus quatit
Pugnatque tecta evellere.
Mysteriorum Solyma
Ignara, taetra o caecitas,
Ridet Sacrata despuens
Vult expuenda prosequi.
Aer tumultu fluctuat,
Aedisque nutat ardua;
Magno sacratus illico
Caetus pavore obvolvitur.
Multis profantes vocibus
Apostolos exaudiens
Musto teneri dictitat
Quos Spiritus repleverat.
Affulsit hora gratiae;
Sacri ex Olympi vertice
Dimissus est Paraclitus
Flammantis instar fulminis.
Ast Petrus acri affamine
Solutus ora sobrios
Summi madere non mero
Servos Tonantis comprobat.
Ignara verbis Spiritus
Tunc ditat almus pectora
Apostolorum, Messiae
Ut praedicent magnalia.
Apostoli afflati sonus
In Solymarum moenibus
Auditus almo Spiritu,
Et credidere plurimi.
Atras sacer tunc Spiritus
Mentis tenebras excutit,
Linguis ut omnes omnium
Natum Patremque praecinant.
Refrixit ex illo die
Cultus deorum turpium;
Quae, plebs, adibat plurimum,
Nunc in sacellis rarior.
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Haec congregatae ecclesiae
Est prima fax; qui convolans
Apparuit flammantibus
Linguis favebit perpetim.
Adesto nobis, Spiritus,
Cuncti precamur cernui;
Fulcito corda robore
Tibi dicata in saecula.
Hic circuibit compita
Orbis sonus per saecula;
Victi facessent daemones,
Christumque discent cardines.
Et nostra donis coelitum
Bees precamur pectora;
Nobis secunda fulgeant,
Quae flagitamus, tempora.
O praepotens Paraclitus,
Descende, quaeso, nos super,
Orbem Dei magnalibus
Ut repleamus Messiae.
Nunc cerne nuncque percipe
Fletus precantum profluos;
Orisque tinctis sanguine
Pacis proopina poculum.
Perfunde sensus lumine,
Vere magister coelicus,
Quo visa laeti proferant,
Intenta tellusque audiat.
Orbis polique conditor,
Cordis Parentis suavium,
Quod quisque supplex postulat
Nunc omne nactum sentiat.
FR. C. L. A S. C. J.
O. E. R. S, A.
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SAN AGUSTÍN Y LA CIENCIA
¡Qué armoniosa y encantadora unión existe, entre estas dos hermosas y bellas palabras!
Quisiera yo tener en estos momentos la admirable penetración de un S. Jerónimo, para
llegar a comprenderlas; la eminente elocuencia de un S. Juan Crisóstomo, para expresarlas
cual merecen, y el encanto persuasivo del melífluo S. Bernardo, para que el curioso lector se
persuada de esa verdad, admire al Grande Agustín, y alabe, glorilique y ensalce al Supremo
dispensador de todo bien, que lo destinó para defender y mantener firme y constante la fe de
su predilecta esposa la Iglesia.
En efecto: la divina gracia, que tiene poder para convertir las piedras en hijos de Abrahán, hizo de Agustín un nuevo Pablo, repitiendo, pudiera decirse, en su conversión el caso
milagroso del camino de Damasco. El Santo a su vez correspondió tan fielmente a la gracia,
que el abrazo que diera a nuestra común madre la iglesia en el solemne momento de ser recibido en su seno, fué la unión más íntima y estrecha del hijo con su madre; unión que tan claramente expresó Inocencio X con aquellas palabras: Donde está Agustín, allí está también la
Iglesia, Ubi est Agustinus, ibi est Ecclesia; y si, como la fe nos enseña, la Iglesia es la constituida depositaria, maestra y protectora de la verdad, es lógico y natural que allí se halle también Agustín, custodiándola inmune de todo error, enseñándola según la intención del Crucificado, y defendiéndola de los múltiples
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y continuos ataques que contra ella lanzan los enemigos del nombre cristiano.
Prueba evidente y palmaria de ello son los triunfos que reportó, defendiendo con vigor la
unidad indivisible de Dios y su Magestad suprema contra los paganos; la bondad de sus obras,
la verdad de sus Escrituras, la realidad de la Encarnación del Verbo contra los Maniqueos;
contra los Arrianos; la unidad y universalidad de la Iglesia contra los Donatistas, otros mil
dogmas importantísimos.
Y esto, no sólo en el campo africano, sino también en otras diversas regiones, entre las
cuales ocupa lugar preferente nuestra querida Patria. Sí, España es deudora a S. Agustín; pues
fué él quien con sus escritos, le dió las armas para combatir a los Priscinialislas y Origenistas,
que hacían en las almas de nuestros antepasados mayores estragos que los bárbaros en sus
cuerpos y haciendas; y a él también es deudora de aquellos diestros capitanes Paulo y Eutropio que nuestro Saulo amaestró, y aun del mismo Presbítero Tarraconense, Osorio, alma de
todos los concilios habidos en su tiempo. Esto mismo realizó en lo restante del orbe cristiano,
no sólo en vida, sino también después de su muerte con sus obras inmortales.
Mas, al querer yo hacer un merecido elogio y tributar los debidos honores al genio y entendimiento excepcionales de mi gran Padre S. Agustín, no puedo menos de reconocerme
impotente y falto de aptitudes; porque para ello se necesita una inteligencia igual a la del
mismo Santo; pero es indispensable decir algo que redunde en gloria de la Sabiduría Eterna,
que tan vivos destellos irradió sobre la poderosa mente del santo Obispo de Hipona. Expondré, pues, los testimonios más principales, que en alabanza de la ciencia de San Agustín tienen las más insignes lumbreras de la Iglesia. Antes de todo debemos advertir que, como canta
la Iglesia en la oración de su festividad, la sabiduría de Agustín fué revelada y derivada del
principio y fuente divina: Deus qui abditiora sapientiae tuae arcana B. P. Augustino revelando, etc.; y Santo Tomás de Villanueva dice que Dios inspiraba a Agustín lo que enseñaba y
predicaba, y que supo todas las ciencias sin maestro.
Demos principio, comenzando por referir las alabanzas, que han tributado a S. Agustín
los Sumos Pontífices, sucesores de Pedro en la Cátedra Romana y Vicarios de Jesucristo en la
tierra. En todas
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las épocas los Romanos Pontífices han venerado y estimado tanto la doctrina de S. Agustín,
que se han servido de ella como de luz y guía para regir y gobernar la Iglesia confiada a su
custodia, y como de escudo impenetrable para conservar incorrupta la verdad católica. Por eso
se han esmerado en confirmarla y recomendarla como arma segura contra la herejía. Vemos al
contemporáneo de nuestro Santo, al gran Pontífice Inocencio I, quien alabó y confirmó la doctrina por él sustentada en el concilio de Cartago contra los Pelagianos, exponiendo y aclarando, cual ningún otro, la verdadera doctrina sobre la gracia, sobre el pecado original y otros
dogmas de capital trascendencia. Confirmó también el año 402, la Regla y nuestra religión
eremítica, y finalmente canonizó la doctrina de San Agustín, maestro de los concilios africanos, juntamente con los concilios.
Bonifacio I le llama insigne defensor de la gracia; Celestino I, óptimo maestro de la fe y
Gelasio I le aclama luz de los maestros de la Iglesia. Felix IV le llama regla y norma de la
doctrina católica. Gregorio Magno llama a sus obras pábulo delicioso y torrente profundo y
cristalino de divina sabiduría: Martino I le llama oráculo del Espíritu Santo y glorioso orador
de la Iglesia católica: Adriano I, Doctor óptimo: Juan XXII, «Aguila grande del Líbano, precioso carbúnculo encendido en el fuego y amor de Dios, y resplandeciente en la llama de la
elocuencia». Martino V dice: «Agustín es la boca por donde hablan los Padres y Doctores de
la Iglesia; en un solo Agustín resplandece toda la sabiduría de todos los astros y todo lo que
los Apóstoles plantaron y sus discípulos regaron, Agustín lo coronó. Sin Agustín nada se puede sacar de las divinas Escrituras, nada se puede interpretar, ni explicar, nisi eo duce, eo interprete. Sin Agustín, ¿qué podríamos saber de Cristo, de la fe y de todos los dogmas de la
religión? Nada; casi nada; todos los que saben alguna cosa de la religión, todos, todos pronuncian el nombre del Sabio por excelencia. Gracias a San Agustín, exclama este santo Pontífice, no envidiamos a los Filósofos su sabiduría, ni a los oradores su elocuencia: solo el Grande Agustín nos representa el genio de todos los Padres, de todos los Maestros y de todos los
Filósofos. ¿Quien, concluye lleno de entusiasmo, se atreverá a defender la religión bajo otro
jefe que Agustín?» ¿Pudiera hacerse mayor elogio,
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que el de ese gran Pontífice, hombre apreciado por su saber y bondad de carácter, que tuvo la
dicha y gloria de ver finalizado el cisma de Occidente, que por espacio de 51 años tuvo desgarrada a la Iglesia? Él solo bastaría para hacer ver hasta dónde llegó la ciencia del Doctor de la
Gracia; pero justo es hacer mención de algunos de sus sucesores, que también se han complacido en cantar las glorias de San Agustín.
Pío II le llama Aristóteles de los Teólogos; Sixto IV el primero de los doclores de la Iglesia; Alejandro VI ilustrador de la fe católica; Adriano VI, «Segundo S. Pablo»; Sixto V, antorcha inextinguible del firmamento de la Iglesia, manantial riquísimo de la ciencia teológica.
Clemente X le aclama Doctor prudentísimo lleno del Espíritu Santo, sol clarísimo de la enseñanza cristiana. Clemente Xl no sólo llama a San Agustín «Padre de la Teología y de la Iglesia», sino que también condena a los que se separan de la doctrina de tan gran doctor. Inocencio X, preguntado si condenando la doctrina de Jansenio, dañaba en algo la de S. Agustín,
respondió que no, porque donde está Agustín allí está la Iglesia. Lo mismo han hecho todos
los que han sucedido al Romano Pontífice últimamenle citado, especialmente el gran Pontífice de la Inmaculada, Pío IX, y el sabio e inmortal León XIII
Si ahora vamos recorriendo los más insignes Padres, que, como astros de primera magnitud, han brillado en el firmamento de la Iglesia después de San Agustín, veremos que en todas
su obras, y, aun podría afirmar, en cada página de sus escritos, presentan al Obispo Hiponense
como prueba firme, segura e incontrastable de lo que allí dicen; pues están seguros de que
siguiendo a tan fiel y sabio maestro no se apartarán de la verdad inmutable. Por eso no es de
extrañar que todos pronuncien con respeto el nombre de S. Agustín, honrándolo con los más
preciosos y encomiásticos elogios y empleando sus talentos en tributar honores y alabanzas al
caudillo que tan diestramente les condujera para exponer los más intrincados y fundamentales
dogmas de nuestra augusta religión, y defenderlos, a la vez, en nombre de su amada madre la
Iglesia, de los dardos lanzados por los secuaces del error. Citaré solamente algunos.
San Jerónimo le llama restaurador y aumentador de la antigua fe. San Paulino, Obispo de
Nola: «Serafín abrasado en amor divino, boca
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de Dios, fístula de agua viva y vena de la fuente eterna con que se riega toda la Iglesia». San
Próspero de Aquitania dice: Agustín en sus exposiciones es católico, en resolver cuestiones
agudo, y en vencer a los herejes circunspecto. San Posidio Calamense: Agustín es luz de la
sabiduría, propugnáculo de la verdad; excedió a todos los doctores de la Iglesia con su ingenio
y ciencia. Casiodoro le llama Doctor eximio, vencedor de los herejes, defensa de los fieles y
palma de famosos triunfos. San Gregorio Magno dice que la doctrina de San Agustín es la
hermosa flor del trigo, y la suya salvado. San Pedro Damiano le llama: Varón beatísimo, mártir en los trabajos, apóstol en los méritos, compañero de los Arcángeles y sumo embajador de
Dios. El abad Ruperto: columna de la fe, fundamento de la verdad, y verdadera columna de
nube, en quien puso su trono la divina sabiduría. San Bernardo le llama «martillo de los herejes, lengua de la Iglesia», y afirma que con San Agustín quiere errar y acertar. San Vicente
Ferrer dice: Todos los Doctores después de San Agustín se sustentan en la doctrina suya, sin
error de falsas opiniones; y cualquier doctor está seguro de sus conclusiones si cuenta con el
apoyo de San Agustín. Nuestro ilustre y sabio hermano Santo Tomás de Villanueva dice:
«Agustín fué monstruo de la naturaleza por su ciencia, varón de entendimiento casi divino, río
caudaloso de sabiduría, más fecundo que el Nilo, más abundante que el Danubio». Víctor
Utiense le llama fuente de elocuencia, maestro de los doctores, luz del mundo, arquitecto de la
Iglesia y sol de doctrina. Finalmente, San Alfonso de Ligorio le aclama Padre de los Padres y
Padre de los Teólogos.
Y entre los doctores que, a manera de rayos salidos del Sol esplendente, Jesús, se han difundido por el orbe católico, para ilustrar, aclarar y defender las verdades eternas, ¿quién hay
que no haya llevado ante sí, como luminoso faro, la doctrina de San Agustín en testimonio de
lo que enseñan? Apenas podremos encontrar uno siquiera. Si vamos examinando los principales centros científicos, las más insignes Universidades, como las de Salamanca y Lovaina, que
llegan hasta exigir juramento a sus discípulos de seguir en todo la doctrina de San Agustín,
porque en ella está encerrada toda la verdad. Tanto estiman y aprecian al Sabio por excelencia.
Véamoslo claramente por los siguientes testimonios: Santo Tomas
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de Villanueva dice que San Agustín fué el primero que comenzó a explicar, distinguir y poner
en forma escolástica las verdades católicas. Y lo dijo muy bien, porque el Maestro de las Sentencias en el libro, en que dispuso la Teología escolástica con las reglas y orden que hoy se
observa en las escuelas, la funda en tantos textos de San Agustín, que reduciendo las autoridades de los santos Padres a cinco partes, tres son de San Agustín y dos de todos los demás.
El Angélico Doctor Santo Tomás se honra tanto con la doctrina de San Agustín, que apenas
hay página en sus obras, en que no esté probado algo con textos de ella. Por eso nuestro santo
Padre dijo en revelación a Alberto de Brescia que Santo Tomás había seguido en todo su doctrina: Thomas doctrinam meam in omnibus secutus est. El mismo Santo Tomás llama a San
Agustín el más decidido atleta de los dogmas católicos, el propugnador acérrimo de toda verdad, el candelero de oro elevado en el seno de la Iglesia para alumbrar a todo el mundo con su
celestial doctrina. Le llama, por último, Maestro de los maestros de Teología y de la Iglesia, al
cual, dice, tengo en gran honra seguir en todos mis escritos. El sutil Escoto venera en tanto la
doctrina de San Agustín, que sólo en la exposición de las Sentencias le cita 815 veces.
San Isidoro, Arzobispo de Sevilla, dice: «Agustín es un río de elocuencia, y su sabiduría
fecundiza todos los ramos de la ciencia; porque ¿qué verdad hay que esta luminosa antorcha
no probase? ¿Qué error que no combatiese? ¿Cuestión que no dilucidase? ¿Dificultad que no
resolviese? ¿Misterio que no penetrase? ¿Qué puntos de Teología sobre que no instruyese?
¡Ah! Agustín con su privilegiada inteligencia llega hasta penetrar los secretos de la Divinidad,
explicando maravillosamente los misterios de la Santísima Trinidad, de la Encarnación del
Verbo, de la Redención, de la predestinación y reprobación, y de la Providencia, que todo lo
rige y gobierna en el orden de la naturaleza, de la gracia y de la gloria, Agustín es un Océano
de sabiduría, y la doctrina contenida en sus obras derrámase cual benéfica lluvia en todos los
estados, condiciones y jerarquías, y fecundiza de un modo admirable todas las inteligencias
que quieren elevarse a esa ciencia, que tiene su trono en las alturas, a la ciencia divina. Oh!,
concluye el santo Obispo Hispalense, ¿quién se atreverá a contradecir a esa columna luminosa
sobre la cual ha
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colocado Dios el trono de su inmensa sabiduría?»
La celebérrima Universidad de Salamanca determinó en claustro pleno y juró defender la
doctrina de San Agustín, porque «él es el Príncipe y Capitán de los Teólogos, pues no tuvo
igual en refutar los errores de la herejía y en explicar los misterios de la Santísima Trinidad,
de la gracia y del libre albedrío; habiéndose fundado en la doctrina de este santo Doctor para
formular sus cánones los más renombrados Concilios. Él dió el modo de interpretar las Sagradas Escrituras; escribió sobre todas las arles liberales, y no hay materia escolástica que no
tenga correspondencia con los libros de San Agustín; en todo lo cual nadie le igualó, como
afirma el común sentir de los Padres y Teólogos». Y concluye el voto del claustro de Salamanca: Si alguno hallare otro mejor, podrá calumniar la elección de la Universidad. Este
mismo fué el sentir de la Universidad de Lovaina, cuando decretó que nadie pudiese tomar el
título y grado de Doctor, sin previo juramento de seguir la doctrina de San Agustín.
Y ¿qué diremos de los innumerables Concilios, de esas venerandas y respetables asambleas, que la Iglesia, como providentísima, ha convocado cuando las circunstancias de los
tiempos así lo reclamaban? Demos una rápida ojeada sobre la Historia Eclesiástica y apenas
encontraremos un Concilio de los que se han celebrado, en tiempos posteriores a San Agustín,
que no se haya servido de la doctrina de tan excelente maestro, para establecer y confirmar
más y más el verdadero dogma, y tomar las debidas y más acertadas precauciones contra los
defensores del error. Todos ellos han prorrumpido en elocuentes, entusiastas y merecidos elogios en favor de San Agustín.
El primer Concilio a que asistió nuestro Padre se celebró en Hipona por los años 393, y
acudieron a él todos los Obispos del África, por lo cual lo llaman general muchos autores.
Debía celebrarse en Cartago, por ser la metrópoli; mas el Metropolitano Aurelio dispuso que
fuese en Hipona, porque deseaban todos que asistiese San Agustín, cuya fama de virtud y de
sabiduría ya se había propagado por el orbe católico, y de ser en Cartago no hubiera podido
asistir, porque todavía era simple sacerdote. Celebróse en la Basílica de la Paz, donde San
Agustín desempeñaba el oficio de presbítero, para
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obligare con este sagrado pretexto a formar parte de aquella venerable asamblea. Aunque era
el último le rogaron que disputase y explicase nuestra santa fe y el Símbolo; habiéndolo hecho
con tal caudal de doctrina y con tanta elegancia, que admiró a todos los Obispos, y le suplicaron consignase por escrito cuanto había explicado.
Sin contar éste, se halló San Agustín en otros diez Concilios más celebrados en África.
«En todos apareció, dice San Próspero, como ingenio y lengua de ellos, y todos los decretos y
cánones, como asimismo las sentencias dictadas contra los Donatistas, Pelagianos y demás
herejes, se amoldaron a la doctrina enseñada por San Agustín, de suerte que nuestro santo
Doctor en estos Concilios definió lo que se había de definir, y decretó lo que se había de decretar; y sólo un Agustín era el que soportaba como más fuerte el peso de todas las dificultades inherentes a la defensa de la verdad cristiana».
El Concilio V general, que fue el segundo Constantinopolitano, declara seguir en todo la
doctrina de San Agustín. El II de Orange, congregado contra los semipelagiaos, formuló 27
cánones con sentencias y palabras de San Agustín. El VI ecuménico, que en el pontificado de
San Agustín condenó el monotelismo y explicó y definió la doctrina de la Beatísima Trinidad
y las dos naturalezas de Jesucristo, dijo que San Agustín fué doctor prestantísimo y predicador prudentísimo de la verdad. Los decretos los compuso de su doctrina. El VIII Concilio de
Toledo, celebrado en el reinado de Recesvinto el año 653, dice estas palabras alabando la autoridad de San Agustín: Augustinus vir sanctissimus in investigationis acumine, convincendi
arte praecipuus, asserendi copia profluus, eloquentiae flore venustus, sapientiae fructu fecundus. El XV toledano siguió en todo la doctrina de San Agustín, y en sus definiciones decía: «Llamemos al Juez Agustín, si place, para que diga, y oigamos de su boca la sentencia
más segura contra los herejes». El Concilio IV de Letrán condenó a Almerio como hereje,
porque dijo mal de la doctrina de San Agustín e introdujo algunos errores, entre otros el siguiente: Deum sic locutum fuisse in Ovidio sicut in Augustino.
El Concilio general Florentino apela a San Agustín para resolver las cuestiones que se le
proponían acerca de la fe, y dice que el
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quinto sínodo le declaró «Máximo de los Doctores». Finalmente, el Concilio Tridentino, donde el Cardenal Pacheco, Obispo de Jaén, pidió se definiese la Concepción Inmaculada de María, formuló multitud de cánones con sentencias de San Agustín.
En vista de esto, ¿quién hay, que, gloriándose de militar bajo las banderas de tan eximio
defensor de la verdad, no sienta su corazón inundado de gozo y entusiasmo al contemplar,
siquiera sea a la ligera, la vasta y profunda sabiduría de San Agustín? Él ha sido en todo tiempo la columna firmísima de la fe, la antorcha resplandeciente de los Sumos Pontífices en los
infaustos días porque han tenido que atravesar; y su admirable sabiduría, el rayo de luz celestial que ha iluminado a los Doctores, para exponer los dogmas más esenciales de nuestra sacrosanta Religión. La doctrina de San Agustín ha sido el arma invencible de que se han servido todos los defensores de la verdad; y ella será en lo futuro, como lo ha sido en lo pasado, la
fuerte roca contra la cual se estrellarán las olas de la impiedad y del error, movidas por los
enemigos de Jesucristo y su Iglesia.
FR. F. A. DEL C.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
ODE
AD LAUDEM ILLMI. AC REVMI.
PATRIS EZECHIELIS MORENO
En equi solis properant jubati,
Jamque lucescit rutilans Apollo,
Cujus ad ortus ubicumque terrae
Jubila surgunt.
En suos Phaebus, tenebris fugatis,
Aureos mittit radios in orbem,
Qui suo totum recreant nitenti
Fulgure mundum.
¡Oh dies unquam minime tacenda,
Versibus contra lyricis canenda!
Fervidos cordis reserare motus
Incipe, lingua.
¿Cujus aut quorum recinam virorum
Nunc mei plectri fidibus trophaea?
¿Cui, precor, dulcis modulos rependam
Carminis hujus?
¿An feri Reges hodie sonandi,
Ense qui diro populos ruere,
Et quibus plausus resonavit orbis
Poplite flexo?
¿Anne mortales memorabor istos,
Nuper insignes sophia tumenti,
Quosque praesenti taciturna lossa
Oprimit omnes.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Istud haudquaquam. Neque fabor illos,
Quos apud cunctos tragicas litavit
Victimas orbis, minimique virtus
Hos decoravit.
Non eas psallam veteres phalanges,
Quae suo gentes subigunt lacerto
Quaeque cinxerunt misera corona.
Tempora brevi.
Hac die nobis retinenda mente
Admodum gratus modulatur almi
Praesulis nostri, pariter que fratris
Esse praeopto.
Ipse, qui sanctis, dubio remoto,
Sedibus gaudet meritis onustus,
Cujus ad nomen, decus ac trophaea
Usque manebunt:
Quis diu sedes tenuit priores,
Hac domo nostrae Recolectionis,
Cujus et corpus decorat suorum
Tempora fratrum;
Qui mitra sancta meruit notari,
Quem beatorum numero locatum
Cernere extemplo rogitamus omnes,
Hic memorandus.
Natus omnino patribus modestis,
Lege qui vera nutriere partus,
Saeculi ludos teneris ab annis,
Aestimat assis.
Moribus clarus, juvenisque lustris,
Actibus constans, ubicumque norma,
Firmiter pluris studiis vacavit
Auspice coelo.
Nomen adjunxit soboli deinde
Ipse, quam pridem generavit almus
Doctor Hipponis cebebris Manetis
Africus hostis.
Sexdecim lapsis publicis aristis,
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induit vestem Monicae tributam,
Quam sua vita meritis repleta
Condecoravit.
Motibus carnis neque blandimentis
Sensuum cunctis, neque vi gehennae,
A suis unquam potuit moveri
Moribus albis.
Signa cum primum rutilante plaustro
Sol peragrasset duodena clarus,
Vinculo miro triplici Potenti
Se religavit.
Mater, exulta, quoniam recenti
Filio gaudes tibimet fideli.
Qui tua quando diadema ponet
Fronte decora.
Postea totum sophiae sacratae
Se novus certe tradidit professus;
Quippe doctrinis sublevare mentem
Semper amavit.
Gratia fultus quoties in ipsum
Tastarus parat, repetitque pugnam
Lauream frater toties reportat
Victor ovansque.
Sic dies venit recolenda cunctis
Incolis coeli pariterque vallis,
Ille quo factus est minister
Omnipotentis.
Ut rosae vernant hilari vireto,
Que suo grato recreant odore;
Sicuti splendens medio diei
Fulgurat astrum;
Sic patris virtus Ezechielis almi
Ordinis floret rubeo vireto,
Haud secus virtus eadem coruscat
Orbe Poloque.
Temporis cursu volucci ruente,
Noster hic frater meruit profecto
de Agustinos Recoletos de Filipinas
¡Infula Pasti redimire sacra
Tempora dignus!
Davidis Regis cuperem prophetae
Hac die suavi cithara potiri,
Dulcis ut possem reboare facta
Digna relatu.
¿An, rogo, laudes mihi nunc licebit
Praesuli nostro meritas referre?
Nunquid hoc digne potero profari
Praesule tanto?
Haud meris verbis opus est amori
Ima, quae mentis retegant aperte;
Maxime vero lacerat silere
Pectora grata.
Angeli vellem modulis vigere.
Attamen cordis pariterque linguae
Annuam votis, ideoque fabor
Praestde nostro.
«Dux» adest: bellum quoties minatur
Arma restringit, repetitque pugnam,
Ut sui servi valeant fideles
Psallere palmam.
«Ductor» est necnon: vigilat frequenter
Ut Viis caeli gradiantur omnes,
Usquedum tuti mereant superna
Scandere Regna.
Qualiter Mosses vigilabat olim
Ipse commissi populi salutem,
Flagitans hujus veniam lubenter
Nocte dieque;
Haud secus Jesum Pater hic rogabat
Subditis pacem, simul ac salutem,
Praedicans illis documenta vitae
Pulsus amore.
«Pontifex astat, Paler atque Custos»:
Sic enim natos redamavit ille,
Ut suo semper retinere vellet
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Corde paterno.
«Nuncius veri neque non Sacerdos:»
Erigit verbis animas jacentes,
Factus hic Praesul quasi Paulus olim
Omnia cunctis.
Hic suae clarae radiis loquelae
Haeresis nequam tenebras inertes
Praesul invictus nititur fugare
Semper el usque.
Quaeritur multis, alii rebelles
Obsident, sicut tigrides feroces
Qui siti magnae cupiunt placere
Sanguine sacro.
Aestuant necnon Erebi phalanges;
Militem Christi superare tentant;
¿Anne cessabit Domini Minister
Munere fungi?
Semper exultans placidusque degit;
Respuit technas, superat gehennam;
Hunc enim coeli tribuere dona
Nescia mortis.
«Diligens Pastor:» Domino redemptum
Hic gregem ducit, regit et gubernat,
Ac suis constans ovibus ministrat
Pascua vitae.
Non lupi desunt feritate pleni,
Qui gregem Jesu lacerari quaerunt,
Ast eos ¡mirum! fugitat sonora
Vox Ezechielis.
Exserit munus «Medici» periti:
Debitam morbis perhibet medelam
Alta praesertim medicatur ipse
Vulnera mentis.
«Sidus effulgens:» radios propinat,
Qui suo coelum retegunt nitore,
Ut queant omnes placidas Olympi
Cernere Sedes.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Plurimos culpae tenebris coevos
Hostis humani generis tenebat,
Dum venit sidus removetque nubes
Cordis eorum.
«Flamma comburens» miseris profecto
Densa quos pridem glacies premebat,
Is sui cordis tribuit calorem
Arte loquelae.
«Nauta»: Cum mundi pelagus viantes
Hujus impendit tumidis in undis,
Is suo sedat baculo potenti
Aequoris aestus.
PIura: si forte rapiunt procelae,
Ac maris fluctus obruunt meantes
Naufragis portum retegit volenter
Nauta salutis.
«Verus est Martyr» Iicet evidenti
Egeat palma, tamen est canendus
Spiritus martyr, simul ac doloris,
Maryr amoris.
Ardor apprime vehemens acorum
Praesulem tantum decoravit alte;
¡Semper optavit patientis esse
Assecla Jesu!
Sic agit vitam Domino placentem,
Sicque transivit pelagum dolorum
Praesul invictus, modicus, fidelis
Pacis amicus.
Nec satis: tantis meritis refertus
Servus hic prudens Domino vocatur,
Ac ei merces traditur laborum
Digna suorum.
Salve... tu nobis imitanda norma:
Salve... Dux fortis, generose Pastor:
Salve… Lux fulgens; Vale… Nauta felix,
Inclyte Praesul.
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¡Hem mei fratres, comitante Matre!
Hunc virum nostrum recolamus hymnis,
Ejus et gressus animo libenti
Usque sequamur.
FR. T. G. A V. C.
O. E. R. S. A.
Monteagudo, 18 de Abril de 1915.
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¿PARARÁ EN SER LETRA MUERTA…?
(SOBRE MÚSICA SAGRADA)
Así lo creyeron muchos al saber la triste noticia de la muerte del nunca bastante llorado
Pío X, de feliz memoria.
No diré yo, ni mucho menos, se alegrasen de que la muerte, para la que no hay coronas ni
cetros ni dignidad alguna en este mundo, viniese cuando menos lo pensábamos, y en circunstancias tan críticas como las que tuvieron lugar en el mes de Agosto del pasado año, a cortar
el hilo de la preciosa existencia del infatigable Pontífice: lo que no se podrá negar es que en
este tan triste acontecimento, que vino a enlutar al orbe católico, vieron, mejor dicho, se imaginaron ver el principio de la ruina del grandioso edificio que el bondadosísimo Pío X levantó
con su nunca bastante alabado Motu Proprio sobre música sagrada.
Evidente testimonio de esto son las honras fúnebres que a raíz de su muerte se celebraron
en muchas iglesias y Catedrales. ¡Verán ustedes qué cosas!… Al que con mano maestra trazó
el camino que debía seguir seguir la música para que fuera digna de la casa de Dios, donde
todo debe respirar santidad, donde los fieles se juntan para implorar las bendiciones del cielo,
para pedir perdón por sus pecados propios y los del mundo, y para dar a Dios el debido
homenaje de adoración, gratitud, reverencia y reconocimiento; al que tanto se había esforzado
por restituirla a su primitiva pureza e integridad, a este, digo, se le obsequia nada menos que
con los oficios y misas de difuntos de Nadal, Calahorra, Hernández y otros de la misma cofradía.
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«¡Vamos (exclama el autor del artículo Apostillas a unas honras fúnebres), que esto es
cantar el trágala a Pío X! ¿No querías caldo? Pues toma tres, cuatro y veinte tazas, todas ellas
tupidas y rebosantes.
Pero no se intimiden ni se acobarden los amantes de la reforma musical; sigan adelante
en su buen deseo de implantar la reforma, sin cejar en el empeño de observar y procurar por
todos los medios posibles el fiel cumplimiento del famoso documento, no apartándose de él ni
un ápice. Esos disparates musicales, que otro nombre no merecen, deben prevenir a los obedientes y valerosos soldados de la que bien podíamos llamar santa causa, para seguir con mayor empeño el camino comenzado. Sus esfuerzos serán coronados, y la victoria depende de su
constancia. ¿Que se presentan obstáculos al parecer insuperables? Pues un poco de paciencia,
y todo se allanará. ¿Que el aliento va faltando por momentos? Vuelvan los ojos a la Cátedra
de Pedro, donde verán al sucesor de Pío X, el Soberano Pontífice Benedicto XV, quien con su
autorizada palabra hará, no sólo que vean renacer en sus pechos la esperanza, sino que hasta
de den por bien empleados todos sus trabajos y afanes en pro de la restauración, viendo en el
actual Pontífice un continuador celoso de Pío X en la grandiosa obra por éste comenzada.
Y a la verdad: no pueden desearse palabras más claras, a la par que consoladoras, que las
dirigidas por el Sumo Poritílice reinante el día 23 de Septiembre del pasado año a una Comisión compuesta de lo más granado de la Asociación italiana de Santa Cecilia y de la Escuela
Superior de música sagrada de Roma.
Presidida por el Emmo. Cardenal Protector, Cayetano Bisleti, sucesor en el protectorado
del difunto Cardenal Rampolla, cuya memoria será siempre gratísima a todo Agustino Recoleto, fué recibida en audiencia privada en la mañana de dicho día; y después de felicitarles por
los opimos frutos que en orden a la completa restauración se recogen, «declaró, (dice el Osservatore Romano) que quería sostener en el Pontificado, como ya lo había hecho en su Arzobispado, los principios establecidos por su antecesor Pío X, de santa memoria, en el admirable
Motu Proprio del 22 de Noviembre de 1903, y que quería verlos desarrollados en la práctica,
en aquella forma y con aquellos medios que el mismo Motu Proprio
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sugiere…» Por fin, después de premiar sus trabajos con una medalla de oro, animándoles al
mismo tiempo a seguir trabajando por la gloria de Dios, decoro del culto y honor de la Santa
Sede, se retiraron, no sin haber antes recibido la bendición apostólica, la que a petición del P.
Ángel de Lanti, Presidente de la Asociación Italiana, y como tal presente al acto, se dignó
extender Su Santidad a las Asociaciones de Alemania, España y a la que se está actualmente
organizando en los Estados Unidos. ¿Hadía necesidad de nuevas declaraciones sobre la presente materia? ¿Se deseaba conocer la mente del sucesor de Pío X?
Mas ¿qué es lo que el actual Pontífice desea respecto a la reforma de la música?
Confieso con toda ingenuidad que no es mi humilde persona la llamada a razonar sobre
una materia en la que hombres de reconocida competencia han hablado sin dejar nada que
desear; sin embargo, no resisto a la tentación de decir dos palabras, máxime, tratándose de un
asunto que, aparte de ser actualísimo, me es sumamente grato. Hecha esta que me ha parecido
conveniente advertencia, contestaré con la brevedad que me sea posible, diciendo que no era
ciertamente necesaria ninguna nueva aclaración para los que, sintiendo vivamente en sus corazones la imperiosa necesidad de que en la Iglesia de Dios volviesen a oírse aquellas melodías que fueron el encanto de nuestros antepasados, y que el pueblo tornase a su antigua costumbre de tomar (son palabras del Motu Proprio) en los sacrosantos misterios y solemne oración de la Iglesia la parte activa que le pertenece y de que en mala hora se le despojó en los
siglos XVIII y XIX, trabajaban sin descanso persiguiendo estos sublimes ideales. No; no pertenecían a este campo los que pensaron que pronto, muy pronto pasaría a ser letra muerta el
Motu Proprio. Eran aquellos que más solícitos en procurar que las funciones religiosas resultasen amenas, que no dignas del Dios tres veces Santo y provechosas a los fieles, optaron por
seguir con la música ligera y ramplona de los dos últimos siglos, de ningún valor artístico
(salvo raras y hermosas excepciones) y, mucho menos, religioso. Para estos era sin duda alguna necesario que Roma hablase de nuevo; para estos, a quienes aquello de «queremos,
usando de toda la plenitud de Nuestra Autoridad Apostólica, tenga fuerza de ley esta Nuestra
disposición,
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imponiendo a lodos por estas letras de Nuestra mano la más escrupulosa obediencia», les parecía una cosa insoportable, imposible de digerirse por sus delicados estómagos. Aquello de
tener que abandonar, y para siempre, la música bonita, y verse obligados, quieras que no, a las
obras de Victoria, Palestrina, Morales, Guerrero y otros mil de la edad de oro, sin excluir a los
Pedrell, a los Villalba, a los Valdés, a los Rodríguez, a los Mas y Serracant y a un sin número
de consumados maestros modernos, eso era una inconcebible aberración impropia de la cultura de los toempos modernos. Para estos, digo, era necesario que el Sumo Pontífice, sucesor de
Pío X, hablase manifestando que sus deseos no eran otros que los de ver desarrollados en la
práctica los principios establecidos por su antecesor en el tantas veces citado Motu Proprio,
sirviéndose para este fin de los mismos medios que con tanto acierto en él se exponen.
Gracias a Dios, entre nosotros no han sido estériles los deseos de Roma en esta materia:
sin embargo, si he de decir humilde parecer, un poco más se podía hacer a fin de que de una
vez para siempre desaparecieran de nuestros repertorios de música sagrada todas las composiciones que por un concepto u otro se encontrasen impropias de figurar en el Catálogo de la
verdadera música de Iglesia. Haciéndolo así, lograríamos que los fieles que acuden a nuestras
Iglesias, encuentren el buen ejemplo que en todas las cosas estamos obligados a dar. Además:
este será un medio poderosísimo para que los deseos, mejor dicho, los mandatos de Roma se
pongan en práctica en muchos lugares, si se tiene en cuenta la maravillosa influencia que naturalmente ejercen en derredor suyo las corporaciones religiosas.
Fr. J. C. d. S. T. d. V.
A. R.
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ESTUDIOS HIRTÓRICOS
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA
1
II
El Convento actual de Suso, ¿es el mismo que levantaron el Santo y sus discípulos?
Cuando San Millán, dejado el Curato, vino a este retiro, es de suponer que por todo albergue tendría una cueva, probablemente la que está en la piedra detrás de la Iglesia, por el
lado del Evangelio, en la cual se enseñan el lugar donde celebraba el santo sacrificio de la
misa, se disciplinaba y daba breve descanso a su cuerpo; pero cuando ya tuvo discípulos, pensarían indudablemente en fabricar moradas donde cobijarse. Uno de los milagros del Santo,
que refiere S. Braulio, es aquél por el cual creció una madera, que no alcanzaba al sitio en que
tenían que colocarla en la obra de un granero, que estaba construyendo para guardar los alimentos con que atender a las gentes, que venían a implorar el auxilio de sus oraciones. ¿No
habían de levantar alguna vivienda para él y sus discípulos?
1
V. pág. 344-348.
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Es en efecto, dice D. Víctor BaIaguer, opinión vulgar y admitida que a mediados del siglo
VI mucha gente piadosa, entre ella gran número de mujeres, fue a ponerse bajo la dirección
espiritual de este Santo, el Patriarca de los Ascetas, venerado en la Iglesia española. Esta
multitud, que iba a beber de lo labios de S. Millán la ciencia que guía a la perfección, fué la
que fundó la Iglesia y monasterio actual, llamado después de Suso (o de arriba) para diferenciarlo del otro edificado posteriormente y que tiene por nombre de Yuso (o de abajo).
Admite la primera parte de esta opinión más no la segunda, esto es, que para él no puede
dudarse que el Convento tal cual hoy está, sea el mismo que edificaron el Santo y sus discípulo. Sin duda ninguna que tiene razón, pues en la obra se notan reconstrucciones y reparaciones
de tiempos posteriores.
De la Iglesia, el eminente crítico de arte D. Pedro Madrazo nos dice en su España Artística: construyóse evidentemente por artífice visigodo, antes de la irrupción de los árabes. Así lo
persuaden la rusticidad de su traza, lo semibárbaro de la labra de sus columnas y basas, el
empleo de las arcadas ultra-semicirculares o de herradura (estilo que los visigodos importaron
de Oriente antes que los muslines del Califato de Córdoba lo adoptasen) y su grande analogía
con la Iglesia de San Juan de Baños de Cerrato, fundación de Recesvinto.
El P. Francisco Naval, Misionero del Inmaculado Corazón de María, bien acreditado como arqueólogo, cuya obra «Elementos de Arqueología» ha tenido tanta aceptación en toda
España, tratando del estilo visigodo, dice: «Además de la Iglesia de Cerrato (Palencia) se conserva todas la de San Millán de la Cogolla de Suso (Logroño) también del siglo VII con arcos
de herradura».
La bóveda, sin embargo, es de tiempos muy posteriores.
Tal es el Monasterio de Suso, verdaderamente venerando por
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su antigüedad, por los recuerdos históriros que enciera, por la santidad que evoca. ¿Qué extraño es que vengan a visitarlo tantas gentes, unas amantes de las cosas antiguas, atraídas
otras por el sentimiento de piedad cristiana, ver y contemplar este lugar, testigo que presenció
las heroicas virtudes del Santo Fundador?» Se llega a él atravesando una pequeña plaza y
apenas se entra en el pórtico nos encontramos con los sepulcros donde descansan los restos de
los siete Infantes de Lara, famosos en la historia de España, y los de su Ayo. Eran estos Diego
González, Martín González, Suero González, Don Fernán González, Rui González, Gustios
González, Gonzalo González y Nuño Salido el Ayo. Fueron sus padres Gustios González y
Sancha Velázquez, nietos de Gustios González, hermano de Nuño Rasura y por tanto oriundos de los jueces y condes de Castilla. Su padre les hizo un magnífico palacio repartido en
siete salas, de donde se llamó el pueblo de Salas de los Infantes. Su tío Ruy Velázquez, hermano de la madre, Señor de Villaren, iba a casarse con doña Lambra, natural de Briviesca,
señora también de buena parte de la Bureva y prima del Conde de Castilla Garci Fernández y
quiso que concurriesen a la boda sus siete sobrinos, a quienes el mismo día armó Caballeros
el Conde Don García. Quién les había de decir que un día de tanta dicha para ellos, que este
festín nupcial sería el principio de su ruina, de su infausta suerte. Porque ello fue así. Entre los
convidados se contaba Alvar Sánchez, primo de Doña Lambra, el cual dirigió palabras ofensivas a Gonzalo, el más pequeño de los Infantes, y viniéndose a las manos, éste infirió gran
herida a aquel. Doña Lambra, que lo presenció, llena de coraje y de despecho, mandó a un
criado que tomase un cohombro empapado en sangre y se lo echase al Infante al rostro, lo que
era la mayor afrenta que podía hacerse a un noble castellano. Pero éste, sin detenerse en más,
persiguió al criado, ardiendo en
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ansias de vengar la injuria, y aunque aquel llegó a cobijarse en los brazos de la señora, no le
valió, pues allí mismo le dio la muerte. Ella, sintiéndose herida en lo más vivo, pidió a su esposo que le prometiera se había de vengar, como canta el romance:
«Matáronme un cocinero
so faldas de mi brial:
si de esto no me vengades,
yo mora me iré a tornar».
El marido, pronto a complacerla, le prometió solemnemente que la venganza sería completa y que alcanzaría no sólo a Gonzalo sino a todos sus hermanos, no sólo a éstos sino a su
mismo padre. El plan que meditó fué el siguiente:
Envió al padre a Córdoba con encargo de que cobrase cierta cantidad, que debía dar el
Rey moro, pero con una carta para éste en que le decía que así que se la entregase el portador,
que era Gonzalo Gustios, le hiciera morir. El rey moro, por humanidad o por respeto a las
canas de un hombre tan principal y venerable, no sólo no hizo lo que pedía Ruy Velázquez,
sino que, aunque lo detuvo cautivo, la prisión era poco rigurosa, permitiéndole recibir visitas,
siendo una de las más frecuentes la de la misma hermana del rey moro. En cuanto pudo se
había vengado del padre; ¿cómo lo haría de los hijos? Excitólos a ir a Córdoba a libertar a su
padre; él mismo iría con ellos; pero al mismo tiempo traía tratos secretos con los moros de la
frontera, y se puso de acuerdo con ellos para armar una emboscada a sus sobrinos; la prepararon, en efecto, a las faldas de Moncayo, en los campos de Araviana, y en ella cayeron los siete
hermanos y su ayo, que no podían sospechar en la traición, siendo vilmente asesinados. No
satisfecho aún Ruy Velázquez se dio el gusto de enviar a Córdoba a Gustio González las cabezas de sus hijos y aunque iban magulladas y desfiguradas las
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reconoció, lo que le causó un dolor tan grande, que, viéndolo el rey moro, se movió a
compasión y le dio libertad para que pudiera volver a Castilla. El juramento de venganza,
hecho a su esposa en el día de las bodas, estaba cumplido, valiéndose de medios tan ruines,
que le merecieron la execración general, según el antiguo romance:
¡Don Rui Velázquez, traidor,
el mayor que ser podía!
¿A tus sobrinos Infantes
a la muerte los traías?
No faltó quien vengara a los sobrinos, dando muerte al traidor y a su misma esposa Doña
Lambra.
Esta es la dramática historia de los Siete Infantes de Lara, tan celebrada por los poetas y
romanceros, negada por muchos críticos, tenida por otros como verdadera en el fondo pero no
en muchas de sus circunstancias. Salas de los infantes y este Monasterio se disputaban poseer
los restos mortales de los siete hermanos, hasta que a fines del siglo XVII se abrieron los sarcófagos que había en la Iglesia mayor de Santa María de Salas y estos sepulcros de Suso. Todo se hizo con las debidas formalidades. El gobernador de Salas con asistencia de D. Pedro
Tovar y doña María Recalde su mujer, marqueses de Berlanga, ante Miguel Redondo, escribano de número de ella, mandó a un oficial que quitase una tabla pintada que estaba inclusa
en la pared, que tenía siete cabezas pintadas y en una los nombres de los Infantes. Quitada latabla pareció en la pared otra pintura muy antigua con los mismos nombres, pero sobre piedra.
Por no haber ningún oficial de cantería mandó suspender la diligencia. Reunidos otro día
mandó el mismo gobernador a Pedro Soler, cantero, que hiciese pruebas a ver si en la pared
sonaba a hueco y, resultando así, quitó la pintura que estaba sobre dicha piedra y se encontró
otra piedra que estaba floja; después, estando
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presentes muchos vecinos de la Villa, la quitó y apareció un hueco grande, en donde había
una arca, clavada con dos clavos. Sacada, la colocaron junto a las gradas del altar; la desclavaron y dentro apareció un lienzo delgado y sin ninguna rotura, en el cual estaban envueltas
las dichas cabezas. Y, vistas por mucha gente de los vecinos de la Villa y otros, el gobernador
mandó al oficial volviese a clavar el arca, dejando las cabezas como estaban y volviendo a
ponerla en la Capilla y lugar donde antes estaba.
Aquí el Abad D. Francisco Plácido Alegría, estando presente la Comunidad, el Alcalde
de la Villa, D. Félix Ureta, el escribano y muchos testigos, mandó abrir estos sepulcros y en
uno apareció un cuerpo decapitado, menos el último que estaba completo y que no dudaron
ser el Ayo de los Infantes.
Salas de los Infantes y el Monasterio de San Millán tenían razón; Salas porque posee las
cabezas; San Millán porque posee los cuerpos de los «Siete Infantes». Además este reconocimiento tenía muchísima trascendencia, pues con él quedó probada y confirmada la verdad de
la existencia y trágica muerte de los infortunados hermanos, si bien ciertas circunstancias de
su historia pueden ser invenciones de la fantasía de los poetas.
En el mismo pórtico al terminar estos sepulcros hay una tumba, donde están enterradas
tres Reinas de Navarra según la inscripción, grabada en una piedra empotrada en la pared, que
dice: Regno appellato—Navarrae sunt tumulatae.—Toda fide plena—Necnon Elvira et Ximena—Tres hic Reginae—Sit requies sine fine.
Dona Toda fué mujer del Rey D. Sancho, que entró en el reino por abdicación de su hermano D. Fortuño el Monje, el cual abrazó la vida religiosa en el Monasterio de Leyre. Don
Sancho tuvo un reinado glorioso; viviendo todavía, quiso compartirlo con su hijo D. García, a
quien dió con el título de Rey
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las tierras de la Rioja; púsole expléndida corte y en ella se quedó su madre Doña Toda. Hijo y
madre fueron muy devotos de San Millán y de esta su casa, a los que hicieron muchas y magníficas donaciones. Doña Elvira, Reina de Navarra, casada con el Rey D. Sancho el Mayor,
era hija del Conde D. Sancho de Castilla. Según la Enciclopedia Seguí, fue segunda mujer de
D. Sancho de quien tuvo tres hijos, García, Fernando y Gonzalo, que después fueron reyes de
Navarra, Castilla y Sobrarbe respectivamente. Fue acusada de adulterio por sus tres hijos, y
habiendo decidido las Cortes convocadas al efecto que se defendiese en duelo jurídico, se
presentó por campeón de la reina un hijo del mismo Rey D. Sancho y de su primera mujer,
llamado Ramiro. Los infantes se desdijeron y el honor de Elvira quedó ileso1; murió en 1040.
La primera mujer del Rey fue Doña Urraca, madre de Ramiro; a éste dejo D. Sancho el reino
de Aragón. La segunda mujer se llamó con los nombres de Doña Elvira, Doña Mayor y Doña
Munia y con el último suele firmar las donaciones. En la que hicieron a este Convento con
ocasión de la elevación del sagrado cuerpo del Santo dice el Rey D. Sancho: «Tuvo devoción
en uno con la reina Doña Munia, su mujer, de ir a pasar los días santos de la cuaresma al atrio
del bienaventurado S. Millán. Y que en el ínterin de aquellos días plugo a Dios Omnipotente
sublimar la sepultura del sobre dicho patrón y que a honor de aquella traslación dona al Obispo y Abad D. Sancho un villaje, allí cercano, que se dice Madrid. –Firman los Obispos D.
Sancho de Pamplona, D. Julián de Oca, D. Munio de Álava, D. Mancio de Huesca y muchos
caballeros.
Doña Jimena fué mujer de García el Tembloso a quien llamaron así, porque antes de entrar en las batallas le temblaba el
1
Moret tiene esta reIación por fábula.
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cuerpo —lo cual nada tiene de estraño, ni significa cobardía)—, pues tenía un espíritu bien
templado, como lo demostró en todas peleando con grande valor y arrojo. Doña Jimena firma
con su marido en dos donaciones hechas a este Monasterio.
En la primera dona D. García al bienaventurado San Millán y a su Abad Ferrucio, a quien
llama su padre espiritual, una villa llamada Terrero con todas sus casas, moradores, tierras y
todos sus términos. En la segunda dona al Santo y al Abad de su Monasterio, que lo era el
mismo Ferrucio, el agua que baja por el valle de Alesón para regar las villas y heredades que
el Convento tenía en Nájera, con derecho de poder regar los martes toda la noche y los miércoles todo el día.
También fué enterrado aquí el Infante D. Ramiro, hijo de Don Sancho Garcés y Doña
Urraca. Vinieron acompañando al cadáver los Reyes, sus padres con toda la casa real, D. García, hijo de D. Sancho y Doña Jimena, su mujer, D. Gonzalo y otros. En esta ocasión donó el
Rey al monasterio y a su Abad Estéfano la villa de Cárdenas: «Por el alma de nuestro hijo
dulcísimo D. Ramiro rey en el atrio de San Millán, para que por vuestra intercesión y de todos
los Santos, limpio del contagio de los pecados y purificado de las manchas de las culpas, merezca entrar gozoso entre los escuadrones de los justos». Da la villa, que en vida había dado al
difunto. Hoy no se sabe dónde estuvo su sepultura. Estamos ya en la puerta de entrada a la
Iglesia, cuya descripción queda para el número siguiente.
Fr. V. J. P. d. R.
A. R.
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CRÓNICA DE NUESTROS COLEGIOS
DE MONTEAGUDO
En la croniquilla que de este Colegio de Monteagudo envié el mes próximo pasado para
nuestro BOLETÍN, consigné, entre otras cosas, la gratitud de esta Comunidad hacia el benemérito maestro de capilla de Tarazona, D. Simón Orlín: y ho creo un deber añadir que a las
muestras de cariño y afecto que dicho señor viene dando a esta Comunidad, debe sumarse la
última, que por sí sola es suficiente para que siempre sea reconocido como un bienhechor de
esta Casa: y es la donación de un magnífico piano, el objeto para él más preciado, y que indudablemente prestará un gran servicio, principalmente a los jóvenes coristas, que cursan el divino arte de la música.
Los cultos de la Semana Santa se celebraron con la solemnidad y gravedad que requieren
los misterios que la Iglesia nos recuerda en esos días, sucediendo la Semana de Pascua, de
tradicional alegría entre nosotros, pero que para este Colegio poco ha tenido de alegre por
haber experimentado durante toda ella esta Comunidad los efectos de la grippe reinante en
esta comarca y que gracias a Dios va desapareciendo. El Domingo de Pascua se cantó la misa
«Inmaculada» de Goicoechea a tres voces, que, a pesar de los característicos efectos de la
citada gripe, resultó brillante.
Hoy (18) se ha celebrado también con toda solemnidad una función religiosa, ofrecida y
costeada por una devota familia de este pueblo, en acción de gracias a la Stma. Virgen del
Camino por un beneficio alcanzado por intercesión de la Madre de Dios. El sermón ha estado
a cargo del P. Pedro Ibáñez, y la Capilla de música ha interpretado,
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con la afinación y gusto con que siempre sabe hacerlo, la misa del maestro Bossi, a tres voces,
bajo la dirección de Fr. Alejandro Osés. Y séame permitido hacer constar que numerosas personas que repetidas veces han visitado nuestra Iglesia en las grandes solemnidades, y por otra
parte inteligentes, han elogiado la buena interpretación que al canto Gregoriano y Polifónico
da la Capilla de este Colegio, la cual, con su afición y amor al arte, ha conseguido realizar en
toda su exiensión la mente del inmortal Pío X, en lo concerniente a la música.
Por hoy no puedo ser más extenso. En el número próximo procuraré reseñar algunas cosillas que darán mayor extensión y variedad a esta crónica.
Fr. M. L. d. R.
A. R.
DE MARCILLA
Si al escribir la crónica de este mes, me dejase llevar del gusto de relatar con sus nimios
detalles cuanto en él ha sucedido, ciertamente llenaría un crecido número de cuartillas; pero
creo más conveniente apuntar a la ligera y de corrida los hechos más notables, para mantenerme en mis propios límites y no pasar al campo vedado al cronista y propio del comentador.
Después de firmar la crónica pasada el 17 del anterior, el primer acontecimiento memorable que tuvo lugar en este nuestro Colegio, fué la solemnidad con que celebramos la fiesta
de S José. En la misa solemne predicó el Diácono Fr. Manuel Acereda de la P. Concepción,
quien cantó con gran acierto las glorias del excelso y santo Esposo de María, manifestando en
el decurso de su elegante panegírico ser, como todo Recoleto, entusiasta de las glorias Josefinas, haciéndonos ver a la vez que no han caído en olvido las dulces palabras de nuestras
Constituciones al mandar que se amamante a nuestros jóvenes,
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desde sus primeros días de noviciado con la leche de la devoción al glorioso S. José.
Vino luego la semana Santa, en la que celebramos los Divinos Oficios con toda la solemnidad que la Iglesia prescribe y con la devoción que inspira la fe y fomenta la consideración
de los augustos misterios, que en dichos días se proponen a la meditación de los fieles.
Siguióse la de Pascua, semana alegre para todo el mundo y esperada con avidez por los
Coristas por ofrecerse en ella tiempo y ocasión de estirar un poco las piernas con los largos y
tradicionales paseos.
El Domingo de Pascua, deseando dejar en la próxima villa de Falces un recuerdo digno
de la cuaresma, que en ella han predicado nuestros PP., nos encaminamos a ella los Coristas
acompañados de los RR. PP. Vicario y Rector y de otros. En el momento de llegar, una multitud de personas se encaminaba a la Iglesia, a donde veían que nosotros dirigíamos nuestros
pasos, no obstante ser hora fuera de razón aquella en que llegamos, pues sólo hacía unos momentos que habían salido de rezar el santo Rosario. Instantes después las elevadas bóvedas
del Santuario Parroquial repetían los ecos de la monumental Salve Magna del maestro Eslava,
fielmente interpretada por todos los Coristas. Vestía la capa el M. R. P. Rector de este Colegio. Terminada la Salve, subió al púlpito el R. P. Pedro Ibáñez, quien improvisó un oportuno
y sentimental discurso, con que la muchedumbre quedó gratamente impresionada.
Concluido todo esto, el digno Párroco de dicha villa, D. Mariano Peña, se dignó obsequiarnos en su casa con un refresco. Poco después nos dirigieron al Círculo Católico, donde
Fr. Francisco Frías acompañado con el piano por Fr. José Carceller, nos tuvo a todos gratamente suspensos por unos momentos que se deslizaron como por encanto. El Sr. Presidente
del Círculo, en sumo grado complaciente, mandó hacer funcionar la linterna cinematográfica
para entretenernos unos momentos, haciendo pasar ante nuestra vista unas películas variadas
y escogidas.
El día siguiente fue algo mayor nuestro paseo. Nos encaminamos hacia la ilustre e histórica ciudad de Olite, para hacer una visita a los PP. Franciscanos, contemplar las antiguas bellezas de aquella
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localidad y admirar las nuevas con que la ha enriquecido su celoso Párroco y gran sociólogo
D. Victoriano Flamarique.
Allí nos recibieron los hijos de San Francisco con la caridad que les distingue y el cariño
que siempre han profesado a los Agustinos Recoletos. Después de habernos reforzado por
completo, merced a los esfuerzos de dichos PP., comenzamos a recorrer la ciudad: visitamos
las dos suntuosas y artísticas parroquias de San Pedro y Santa María: mas al contemplar las
magníficas obras llevadas a cabo por la Caja Rural fundada y sabiamente dirigida por don
Victoriano, tales como la harinera de cilindros, la bodega y los espaciosísimos salones del
Círculo Católico, no acertábamos a justipreciar el trabajo arduo y profundo talento de hombre
tan singular y quedábamos como extasiados al palpar el bien inmenso de que los habitantes de
Olite y sus comacanos son deudores al modelo de párroco y ejemplar sacerdote. En el salón
del Círculo electrizamos a todos los socios cantando todos los Coristas la grandiosa pieza de
orfeón titulada «Mar adentro», recibiendo de todos aquellos fervientes católicos mil demostraciones de afecto y simpatía. El Castillo de los Reyes de Navarra no pudimos visitarlo, pues
el tiempo volaba y también nosotros debíamos volar a nuestro nido de Marcilla, a donde llegamos a las ocho y media de la noche, gratamente impresionados de nuestra excursión a la
antigua capital del histórico reino de Navarra.
Por no hacerme molesto dejaré de reseñar los paseos que dimos en los dias siguientes a
las villas de Caparroso, Villafranca y Pitillas y sólo mencionaré los desvelos que en la primera
se tomó la familia de los PP. Araiz para agasajarnos, después de haber cantado en la Iglesia de
la parroquia la Salve de la Comunidad.
En estos días pasados hemos tenido algunas visitas de varios distinguidos hermanos nuestros, que nos han sido sumamente gratas. El día 9 vino el M. R. P. Rector de San Millán Fr.
Marcelino Simonena. Como tenemos tanto que agradecerle los Coristas por haber sido nuestro Maestro durante el año del Noviciado y luego Rector en el Colegio que todavía preside,
nos fué muy agradable su visita y cortas las horas de su permanencia que sólo duró hasta el
día 12. Después estuvo un día el R. P. Fr. Ángel Marcos de la Sagrada Familia. Posteriormente estuvieron de paso los PP. Fr. Claudio Argote
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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del Carmen, Vicario del Brasil, y Fr. Marcelo Calvo del Rosario, Superior de Riberâo Prêto,
quienes se dirigían a Monachil (Granada) para concurrir al Capítulo Provincial de la provincia
de Santo Tomás de Villanueva, que todos suplicamos a Dios que sea acertado.
Fr. R. J. de la C.
A. R.
Marcilla 17 de Abril de 1915.
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ECOS DE NUESTRAS MISIONES
CARTA DE CORO (VENEZUELA)
Hemos entrado en este año de 1915, con la nota culminante del hambre en Paraguaná.
Esa península, asolada por una sequía pertinaz, se despuebla a toda prisa. Numerosas caravanas de sus desgraciados pobladores llegan diariamente a Coro, con el sello del hambre y la
miseria reflejada en sus cuerpos escuálidos y el ansia de vivir, sea como quiera, en sus semblantes.
Son colonias de familias que hacen su peregrinación a pie, sin más impedimenta que sus
personas, ni otro fin que buscar el pedazo de pan necesario para prolongar su trabajosa existencia fuera de esas inhospitalarias regiones donde tenían su choza y sobre las cuales parece
pesar hace ya algunos años la terrible maldición de Gelboé. Ellos pasaron ya la gran calamidad del 1912, en la que se salvaron como de un diluvio, y, aleccionados por lo de entonces,
recogen sus pocas fuerzas para huir ante el fantasma de la muerte.
Cuando por mayo de 1913 pasé misionando aquellos pueblos, en Visita Pastoral con el
señor Vicario de esta S. I. M., la impresión que aquello me produjo fué verdaderamente penosa, tanto en lo material como en lo espiritual. No puede darse cosa más aplanante para el espíritu, que aquellas inmensas extensiones planas, áridas, desiertas, cubiertas de arena o de sal,
sin un viviente, sin un árbol, sin una casa, calcinadas por todos los ardores de este sol, que a
las nueve de la mañana se vuelve pura candela, según la frase vulgar por aquí. Gente dura,
sobria, acostumbrada a todas las privaciones, es esta gente paraguanera. ¡Qué tal será la calamidad que los destierra de sus humildes hogares!
Por cualquier cosa se colocan en las haciendas o en las casas; por puro matar el hambre, y
las madres dejan sus pequeñuelos a cualquier persona caritativa que se los pide. Muchos de
estos indiecitos se salvaron así de una muerte segura el año 12, y andan sirviendo por las casas de sus piadosos protectores. Esta nueva avalancha de
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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hambre dejará a otros muchos, de ambos sexos, por Coro y otros lugares de emigración y refugio de los desdichados prófugos.
Y, sin embargo, Paraguaná ha sido antes el granero de Coro, un granero abundante y generoso, que tenía para sus hijos, proveía a Coro y el Estado Falcon y aún exportaba para el
interior de la República de la abundancia de sus frutos. El dinero corría en grande escala y la
vida era holgada para todos.
¡Qué diferencia de ayer a hoy! Aunque no es tan reciente el desastre, sino que data ya de
unos cuantos años en los cuales viene sufriendo Paraguaná el azote de las sequías, o veranos
que dicen por aquí y con ello la escasez, el hambre y aun la muerte en grande escala de hombres y animales como de las cosechas. Perecen también de sed, pues no se encuentra un río, ni
una vena de agua por ninguna parte.
Difícil es no reconocer en tanta calamidad otro eficiente que los agentes naturales. Paraguaná tiene cuentas muy graves con la divina justicia, y, según el dicho de muchos desgraciados emigrantes, se tiene bien comprado lo que viene sufriendo.
Me cuentan que en sus años de abundancia, las orgías eran frecuentes y multiplicadas por
todas partes. Se derrochaba el dinero en bailes y parrandas que duraban días y noches con
abundante séquito de disoluciones, peleas y asesinatos y toda clase de escándalos. Como no
hay formación de costumbres, ni verdaderos principios religiosos, ni verdadera sanción moral,
por la misma falta de educación religiosa de esos pueblos, la ley del más fuerte era la suprema
ley. Milagro de Dios ha sido y efecto tal vez de su idiosincrasia, rústica y sencilla a la vez, el
que no haya más crímenes.
Se ha abusado, pues, en grande escala de los bienes materiales que da el Eterno para el
bienestar de los pueblos, haciéndolos servir para multiplicar los pecados con que se le ofende.
No es extraño, pues, que al abuso de tantos años, siga la corrección y el castigo que es consecuencia natural y lógica en el orden de la Divina Providencia. «Castigasti me et eruditus sum,
quasi juvenculus indomitus». Ojalá que al castigo siga la penitencia.
Tiene además ese desgraciado pueblo otros motivos muy graves para atribuir a la mano
del Señor sus aflicciones presentes.
En Pueblo-Nuevo se pronunció en herejía el desgraciado Padre José Ollarves, de familia
coriana. Allí escribió sus panfletos y diseminó sus errores, inficionando con ellos a no pocos
espíritus atormentados o débiles. Y por allí anda él, retirado en el rincón de los Taques, excomulgado y suspenso e impenitente.
En mi revista de la Misión que hice por Paraguaní, volveremos a encontrarnos con él.
Hay un solo sacerdote para toda la extensa península. Varios ha
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Boletín Oficial
enviado el Sr. Obispo diocesano, pero yo no sé qué pasa. Los unos salen voluntariamente enseguida y otros de mala manera. El último que fué a Pueblo-Nuevo salió trágicamente, a escondidas, por la noche y amenazado de muerte, según refieren, por una familia a quien le
había negado una injusta pretensión. Y volvió a quedar aquella inmensidad con un solo sacerdote, el bendito P. Romero, cuya salida también se anunció poco tiempo atrás, por penurias y
disgustos. Alguna vez será y entonces quedará Paraguaná abandonado a su mísera suerte, sin
culto y sin sacrificio y sin sacerdocio. ¡Terrible porvenir!
¡Ah! La lucha con el sacerdocio, donde quiera produce por aquí fatales resultados. Ya
sean los individuos, ya sean los pueblos, padecen visiblemente el castigo de la mano del Señor, que no deja impune en ninguna parte ese pecado. Cosas se refieren en individuos y familias culpables de él, que causan espanto. Paraguaná los ha visto y no ha tomado ejemplo; los
ha sentido y ha endurecido su corazón. Por eso es castigado gravemente. Y juntamente, y como por consecuencia, somos también castigados nosotros y el Estado todo, pues esas multitudes de nños, mujeres, ancianos y personas de toda edad que pululan por estas calles llaman a
todas las puertas y salen de la ciudad y se derraman por todas partes en busca de la vida; que
poco o nada producen sino el espectáculo de una profunda miseria, no son, ciertamente y mirado el asunto de tejas abajo, una esperanza de prosperidad material, sino al contrario. Y el
Estado nada ha hecho hasta hoy para remediar tantas desgracias.
Mas el Señor, que nos proporciona así tan expléndida ocasión para aliviar a nuestros
hermanos desgraciados y que, rico siempre en misericordia, retribuye largamente la que se
hace a sus pobres por nuestras manos, no se olvidará ahora de ninguno de nosotros para
hacernos aquel bien que su divina bendición envía sobre los misericordiosos, concediéndoles
un tesoro de divinas misericordias.
Esa península quería cedernos el Sr. Obispo diocesano. Me lo indicó a mí y se lo propuso
al P. Galilea, quien, muy acertadamente, no aceptó la oferta. ¡Vaya un porvenir que se nos
esperaba!
Después de la crónica de la visita o Misión que he hecho a la «Chapa», cuyas pobres páginas irán a ese BOLETÍN muy en breve, llevaré a sus columnas una relación de la que hice a
Paraguaná el año de 1913, y por ella conocerá mejor el que leyere lo que es aquello y que no
es, ciertamente, un regalo el que nos hacía Monseñor Alvarado al cederlo a la Corporación.
FR. JULIÁN MORENO
A. R.
Coro 15 de Febrero de 1915.
TIP. DE SANTA RITA
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
❀❀❀
ELECCIONES
En el Capítulo Provincial de la provincia de Santo Tomas de Andalucía,
recientemente celebrado en Monachil (Granada), bajo la presidencia de Nuestro
Reverendísimo Padre Prior General, Fr. Fidel de Blas de la Asunción, han sido
elegidos:
Prior provincial, Fr. Vicente Soler de San Luis Gonzaga.
Definidores, los PP. Fr. Aniceto Ariz de la Virgen del Plú, Fr. Celedonio
Mateo de S. José, Fr. Marcelo Calvo del Rosario, Fr. Francisco Orduña de San
José.
Vicario provincial del Brasil, P. Fr. Claudio Argote del Carmen; Prior del
Convento de Berlanga de Duero, P. Fr. Pedro Corro del Rosario; Rector del
Colegio de Monachil, P. Fr. Cipriano Chocarro de San José; Superior de la
Residencia de Granada, P. Fr. León Ochoa del Carmen; Idem de la de Motril, P.
Fr. Federico Serrano de San José; Idem de la de Ribeirâo Prêto. P. Fr. Agustín
Cristóbal del C. de Jesús; Idem de la de Pará, P. Fr. Gregorio Paredes del Carmen;
Director del Colegio Preparatorio de Ágreda, P. Fr. Ángel Sagastume de los
Dolores; Secretario de Provincia, P. Fr. Gerardo Larrondo de S. José; Maestro de
Novicios, P. Fr Antonio Muro del Pilar: Regente de estudios, P. Fr. Eugenio
Cantera de la Sagrada Familia; Subprior de Berlanga, P. Fr. Francisco Castillo del
Villar; Vicerector de MonachiI, P. Fr. Alejandro Llorente de Sta. Eulalia; Cronista
de Provincia, P. Fr. Esteban Azcona de Sta. Teresa de Jesús.
Al enviar a los elegidos nuestra respetuosa y cordial enhorabuena, hacemos
fervientes votos por la prosperidad de su religiosa provincia y de toda nuestra
sagrada Orden de Agustinos Recoletos.
NECROLOGIO
De Roma nos comunican el fallecimiento de la virtuosísima señora doña Luisa
López de la Torre Ayllón, hermana de la Excma. Sra. Condesa viuda de Benomar, y
Hermana general de nuestra sagrada Orden. Ocurrió su muerte el 2 de Abril, viernes
santo, a las diez y media de la noche, en el Convento de las Madres Reparadoras del
Santísimo Sacramneto, donde vivió más de 25 años. El día de Jueves santo había
recibido la Extramaunción, y el mismo día de su muerte tuvo la dicha de comulgar, por
haber conservado perfecto el conocimiento hasta que exhaló su postrer suspiro. Durante
su enfermedad fué asistida por una Religiosa Hospitalaria de San Juan de Dios, y las
Madres Reparadoras la sirvieron igualmente con el mayor esmero. Distinguióse nuestra
Hermana por su amor a Jesús Sacramentado y por la tierna devoción que siempre
profesó a la Santísima Virgen y al Patriarca San José. Su muerte fué, como su vida, de
una santa, de gran edificación para todos, y, así lo esperamos, preciosa a los ojos del
Señor.
Reciente aún la llaga que en el corazón de nuestro Hermano Corista Fr. Manuel
causó la defunción de su padre, ha venido a agravarla, haciéndola más profunda, la
prematura muerte de su hermana doña Rosario Acereda Lalinde, acaecida el 23 de Abril
de 1915, a los 32 de su edad, en la ciudad de Ezcaray (Logroño), cuya escuela de niñas
venía desempeñando en propiedad desde hace tres años.
Oprimido su corazón por el peso de tanta desgracia aunque totalmente resignado en
la voluntad de Dios en quien confía que se han salvado, pide, sin embargo,
encarecidamente, a sus hermanos de Hábito rueguen en caridad a Dios N. S. por sus
almas, con lo cual, sobre contribuir a mitigar su dolor, haciendo más cierta su esperanza
de que están ya en el cielo, se harán acreedores ante Dios al mérito correspondiente y a
participar de un modo especial de sus recíprocas oraciones.
R. I. P.
NOTAS
1.ª En el número correspondiente al mes de AbrI, página 388, línea 17, ha de leerse:
–por lo mismo, si toma el hábito el día 23 «de Febrero en año bisiesto» no podrá
profesar al año siguiente el 22, fundándose en que ya han pasado 365 días, pues no es
verdad, sino que sólo han pasado 364; deberá profesar el 23.
2.ª En este número, en la página 453, línea 8, ha de leerse: –si son dos las colectas
imperadas se dirán ambas después de la tercera oración. (22 martii 1912).
Año VI
1 de Junio de 1915
Núm. 61
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
SECCIÓN LITÚRGICA
De la misa rezada
En el número 57 de nuestro BOLETÍN OFICIAL quedan expuestas algunas ceremonias relativas a la misa solemne, que no se hallan en nuestro Ceremonial, por haber sido introducidas o
modificadas por algunos decretos posteriores de la S. C. de Ritos: en el número 58 se trató de
la misa solemne coram SS. Sacramento exposito, y en el 60 de las que se han de practicar en
la misa solemne de requiem. Completaremos, pues, esta materia, llamando la atención de
nuestros lectores sobre algunos puntos de nuestro Ceremonial,
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Boletín Oficial
que al tratar de la misa rezada, o se apartan algo de las rúbricas del Misal, o no están conformes con otros decretos de la Sagrada Congregación de Ritos.
Veamos lo que se lee en el núm. 12 del cap. V de la tercera parte: «Si entrando en la iglesia, dice nuestro Ceremonial, pasare (el celebrante) por el altar mayor, o por donde está el
Santísimo Sacramento, o por donde se está diciendo misa, después de la consagración, y no se
ha consumido, hará genuflexión y lo mismo a la vuelta; pero si es altar donde no está el Santísimo Sacramento, hará solo inclinación. Y si acaso alzaren en algún altar aunque no se pase
por él, se hincará de rodillas hasta que se haya alzado el cáliz, y si dan la comunión, hasta que
comiencen a comulgar, y si están comulgando se hincará de rodillas y pasará adelante».
No creo que esté esto conforme con la rúbrica del Misal, que dice: «Si vero contigerit
eum (celebrantem) transire ante altare majus, capite cooperto, faciat ad illum reverentiam; si
ante locum Sacramenti, genuflectat; si ante altare, ubi celebratur missa, in qua elevatur vel
tunc ministratur Sacramentum, similiter genuflectat, et, detecto capite, illud adoret, nec ante
surgat quarm celebrans deposuerit calicem super corporale». (Cap. II. Ordo et ritus missae, II1).
Según esto puede establecerse como regla general que el sacerdote, tanto al salir de la sacristía para celebrar, como al volver a ella después de haber celebrado, procedit, como dice la
citada rúbrica, oculis demissis, incessu gravi, erecto corpore. Luego no debe hacer inclinación
de cabeza, como dice nuestro Ceremonial, al pasar por algún altar donde no hay reservado, a
no ser que este sea el altar mayor, que entonces hará reverencia o inclinación de cabeza. Pero
si en dicho altar mayor o en otro cualquiera hay reservado, y el celebrante pasa por delante de
él, hará genuflexión con una sola rodilla. Hará genuflexión utroque genu, cuando pase por
donde esté expuesto el Santísimo, aunque sea sólo in pixide (19 Agosto 1615, n. 9376; 7 mayo 1746, n. 23904) o se dé la comunión general al pueblo, sin que sea necesario permanecer
de rodillas todo el tiempo que ésta dure (5 jul. 1689, n. 200214). Mas cuando pase por un altar
donde el celebrante esté alzando, se arrodillará utroque genu, y no se levantará hasta que el
celebrante haya concluido la elevación
de Agustinos Recoletos de Filipinas
515
del cáliz; y, si pasa por donde se está dando la bendición al pueblo con el SS. Sacramento, se
arrodillará del mismo modo, y no se levantará hasta que el sacerdote haya dejado la custodia.
Dice también nuestro Ceremonial en el citado número que si el sacerdote «pasare por
donde se está diciendo misa después de la consagración y no se ha consumido, hará genuflexión y lo mismo a la vuelta». Nada dice sobre este particular la citada rúbrica del Misal;
luego aun en esta ocasión se debe seguir la regla general que dice: Procedit oculis demisis,
incessu gravi, erecto corpore; y aunque la misa esté entre la elevación y la comunión, el sacerdote que pase por este altar, no se arrodilla, sino que procedit oculis demissis, etc. Así lo
declaró también la S. C. de Ritos el 10 de Mayo de 1904, respondiendo a una consulta, en la
que se le preguntaba: «I. Utrum canonici, ante altare in quo missa celebratur, transeuntes a
consecratione usque ad communionem, genuflexionem duplicem, nempe utroque genu efficere debeant, aut genu dexterum tantum usque in terram flectere? II. Utrum idem modus genuflectendi servare etiam debeat a quolibet sacerdote, qui sive ad altare procedit missam celebraturus, sive redit, celebrat missa, transit ante aliud altare, in quo tunc missa celebratur et est
inter consecrationem et communionem? etc. –Resp. Ad 1. Negative ad primam partem, affirmative ad secundam. Ad II. Negative et serventur rubricae De Ritu celebrandi». (Tit. II, n. 1).
Puede verse en Razón y Fe, tom. 11, pág. 110, el comentario que sobre este decreto hace el P.
Ferreres.
En el núm. 1 del cap. VI de la misma parte dice nuestro Ceremonial:
«Si antes de decir (el sacerdote) In nomine Patris, alzaren o dieren la comunión, se hincará de rodillas, sin apartar las manos ni darse golpes, adorará al Santísimo Sacramento, hasta
que hayan alzado o comenzaren a dar la comunión». Tampoco dicen nada de esto las rúbricas
del Misal; sólo en el núm. 4 del tit. III De ord. et rit. missae se lee lo siguiente: «Stalls igitur
celebrans ante infimum gradum altaris... dicit intelligibili voce: In nomine Patris etc... Et
postquam id dixerit, non debet advertere quemcumque in alio altari celebrantem, etiamsi Sacramentum elevet, sed continuate prosequi missam usque ad finem». Creo que de esta rúbrica
no se desprende la consecuencia que saca nuestio Ceremonial,
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Boletín Oficial
o por lo menos que no debe ser tan clara, cuando otros autores como San Ligorio y De Herdt
han sacado la contraria: «Si in aliquo altari vicino Sanctissimum elevatur, autequam sacerdos
missam incipiat, dum videlicet calicem accommodat vel missam quaerit, actionem suam prosequatur; tunc descendat in planum et in ultimo gradu genuflectat». (San Ligorio, De Caerem.
Miss. c. III. De Herdt, t. I, n. 205. Véase Mach-Ferreres t. I, n. 190.
Tampoco puede pasar lo que dice nuestro Ceremonial al fin del núm. 7 deI cap. VI de la
misma parte: «Y cuando dijere Cum Sancto Spiritu, se ha de signar (el celebrante) desde la
frente al pecho, acabando en el ínterin In gloria Dei Patris. Amen, y al decir Amen juntará las
manos delante del pecho». Esto último está en abierta oposición con lo dispuesto por la S. C.
de Ritos: «No hay que juntar las manos después de la señal de la cruz, que se hace al fin del
Gloria, Credo y Sanctus. (12 Nov. 1831, número 268229). Mach-Ferreres, num. 191.
Todavía se podrían hacer algunas otras observaciones sobre las ceremonias de la misa rezada, expuestas en nuestro Ceremonial, pero, por ser de poca importancia, he preferido omitirlas.
Para terminar pondré aquí las preces que León XIII mandó se dijesen al fin de las misas
rezadas, ya que nuestros jóvenes coristas, próximos al Sacerdocio, suelen tropezar con alguna
dificultad para aprenderlas, porque no las traen la mayor parte de los libros litúrgicos, en que
eIlos estudian las ceremonias de la misa.
Terminado el último evangelio, el celebrante, sin bajar al plano del presbiterio, se arrodilla en la grada superior y junctis manibus reza tres Avemarías y una Salve con el versillo Ora
pro nobis, Sancta Dei Genitrix. El acólito responde Ut digni efficiamur, etcétera, y después el
celebrante prosigue:
OREMUS
Deus refugium nostrum et virtus, populum ad Te clamantem propitius respice; et intercedente gloriosa et immaculata Virgine Dei Genitrice Maria cum beato Josepho ejus Sponso, ac
beatis Apostolis tuis Petro et Paulo et omnibus Sanctis, quas pro conversione peccatorum, pro
libertate et exaltatione sanctae Matris Ecclesiae, preces effundimus, misericors et benignus
exaudi. Per eumdem Christum Dominum Nostrum. Amen.
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Addatur invocatio: –Sancte Michael Archangele, defende nos in praelio; contra nequitiam
et insidias diaboli esto praesidium. –Imperet illi Deus; supplices deprecamur: Tuque, Princeps
militiae coeleslis, Satanam aliosque spiritus malignos, qui ad perditionem animarum pervagantur in mundo, divina virtute in infernum detrude. Amen. (300 días de indulg. –Leon XIII,
6 Enero de 1884).
Estas preces pueden decirse en latín o en lengua vulgar, con tal que la traducción sea fiel.
5 Mar. 1904, ad 5; Acta S. Sedis, vol. 36, p. 568. –Después de la misa conventual, estas preces debent omitti omnino si cantetur, possunt si legatur, juxta decreta. –Ephemerides liturgicae, 15 Martii 1915, 185.
También Pío X, aunque no lo manda, exhorta a los sacerdotes, para que haya uniformidad, a que después de dichas preces, digan tres veces en las misas privadas: Cor Jesu Sacratissimum, respondiendo el pueblo cada vez: Miserere nobis. –17 Junii 1904. –(7 años y 7 cuarentenas de indulg., aplicables a las ánimas. –Pío X 17 Jun. 1904 y 4 August. 1904).
Fr. J. A. de la P. C.
A. R.
S. CONGREGATIO RITUUM ROMANA
Dubia
A sacra Rituum Congregatione sequentium dubiorum solutio reverenter expostulata fuit;
nimirum:
I. Si festo Circuncisionis D. N. J. C. sit titulare alicujus Ecclesiae vel Instituti et recolendum sub ritu duplici primae classis cum octava, diebus 2, 3 et 4 januarii in quibu fit de die
infra octavam cum secunda oratione de simplici; et die 7 januarii in qua agitur de secunda die
infra octavam Epiphaniae cum commemoratione de octava Circurncisionis, quaenam erit tertia oratio dicenda in missa?
II. Rituale Romanum, edit. typ., tit. IV, cap. II, ubi describitur ordo administrandi sacram
communionem communicandis tam extra missam quam ante vel post ipsam, atque etiam intra
missam ad n. 11 haec habet: «Sacerdos porrigit communicandis Eucharistiam incipiens a ministris altaris, si velint communicare». Item in decreto n. 1074 Galliarum, 13 julii 1658, in
proposito dubio: «An in communione intra Missam prius ministrandum sit Ssmum. Eucharistiae sacramentum ministro Missae inservienti quam monialibus vel ceteris ibidem paesentibus?»
Unde quaeritur: «An vox minister altaris vel Sacrificii in his et
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similibus documentis S. R. C., restringenda sit exclusive ad ministros jam in ordinibus minoribus constitutos vel saltem tonsuratos, an potius voce ministri intelligendi sint omnes quicumque seu laici seu clerici qui Missae inserviunt?»
Et sacra eadem Congregatio, audito specialis Commissionis suffragio, omnibus sedulo
perpensis, enuntiatis quaestionibus ita respondendum censuit:
Ad I. In casu, tertia oratio erit de Spiritu Sancto.
Ad II. Nomine ministri altaris vel sacrificii Missae venit quilibet clericus vel laicus, Missae ad altare inserviens, qui praeferendus est ceteris in distributione sacrae Synaxeos: cauto
tamen, ut laico inservienti praeferantur clerici, et clericis minoris ordinis alii in majori ordine
constituti, aut personae quae superiori polleant dignitate liturgice attendenda per se (uti regum), vel per accidens (uti sponsorum in Missa pro benedicendis nuptiis).
Atque ita rescripsit ac declaravit. Die 30 januarii 1915.
SCIPIO CARD. TECCHI, S. R. C. Pro-Praefectus
L ✠ S.
† PETRUS LA FONTAINE, Ep. Charystien., Secret.
Comentario
1. Según las Rúbricas generales del Misal deben decirse tres oraciones en las misas de
todas las fiestas semidobles: por eso para estas misas se consignan en dichas Rúbricas dos
oraciones, que se llaman comunes, distintas según los tiempos y las octavas (tit. IX-2, 3, 4, 5
y 6), y que unidas a la de la misa del día suman las tres indicadas. Sólo se exceptúan de esta
regla general las infraoctavas de Pascua y Pentecostés (tit. IX-8), la del Corpus1, si en ella se
hace alguna conmemoración de un doble simplificado (24 maj. 1912 ad 5), y las vigilias de
Natividad y Pentecostés (tit. IX-9).
También se dicen tres oraciones en las Dominicas: exceptúanse algunas que se notan en
su lugar correspondiente (tit. IX-11), como la de Ramos (tit. VII-1); las Dominicas infraoctavas (tit. IX-10), y aquellas en cuya misa se hace conmemoración de algún oficio doble,
1
Lo mismo se ha de decir de la infraoctava de la Epifanía, toda vez que tiene igual rito que la del Corpus.
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Boletín Oficial
del día octavo o de infraoctava (Rubr. nov. Psalt. tit. VII-4, et X-1).
En los simples y ferias, si no se nota otra cosa, se dicen tres o cinco, y pueden decirse
hasta siete oraciones (tit. IX-12, S. R. C. 22 mart. 1912 ad 10); excepto en las ferias de Cuaresma cuando se dice la misa de la feria o de a vigilia y el Oficio fué de rifo doble (22 mart.
1912 ad 5). En las misas votivas se dicen también tres oraciones, como en los simples, a no
ser que se canten solemnemente pro re gravi. vel pro publica Ecclesiae causa (tit. IX-14), o
se celebren pro Sponsis, o que por privilegio se puedan decir en días dobles (24 maj. 1912 ad
7).
Cuando en estas misas en que hay tres oraciones, ocurre hacer conmemoración de algún
santo simplificado, ésta se pone en segundo lugar y después se dice, como tercera oración, la
primera de las dos comunes, que prescriben las Rúbricas (tit. IX-16).
En todas las demás fiestas dobles sólo se dice una oración, a no ser que haya alguna o algunas conmemoraciones (tit. IX-1).
Teniendo en cuenta estos antecedentes, vengamos a la primera de las dudas propuestas a
la S. C. de Ritos en el decreto que comentamos. En ella se le pregunta: «Cuando la Circuncisión del Señor se celebre con rito doble le I clase con octava, por ser Titular de alguna iglesia
o Instituto, los días 2, 3 y 4 de Enero, en que se reza de dicha infraoctava de la Epifanía con
conmemoración de la octava de la Circuncisión, ¿cuál debe ser la tercera oración de la misa?
Antes del «Motu proprio» de Pío X Abhinc duos annos del 23 de Octubre de 1913 y del
«Decreto general» de la S. C. de Ritos del 28 del mismo mes y año sobre el «Motu proprio»
Abhinc duos annos, no podía tener lugar esta cuestión; y esto por dos razones. Primera: porque según las Rúbricas reformadas por León XIII en virtud del decreto de fecha 11 de Diciembre de 1897, publicado en 7 de Enero de 1898, después de la Tabla de ocurrencia se nota: –5. De aliis Octavis, quae non sunt in Kalendario, nihil fit… a die 17 Decembris usque ad
Epiphaniam; y por lo mismo, no teniendo octava en el calendario la Circuncisión del Señor,
no podía conmemorarse en los días sucesivos, aunque fuera Titular
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521
de alguna iglesia, ni celebrarse de ella en los días de la infraoctava; y segunda razón: porque
aun en el caso de que por privilegio especial se pudiera celebrar con octava, como en los días
2, 3 y 4 de Enero ocurren las octavas de San Esteban, San Juan y de los Santos Inocentes sub
ritu duplici, debía observarse en ellos la Rúbrica del Misal (tit. IX-1) antes citada, según la
cual no puede haber tercera oración de las comunes en las misas de las fiestas de rito doble.
Mas como quiera que ahora Octavae Festorum particularium post diem Nativitatis Domini non impediuntur (28 Octubre 1913-til. II De Octavis-5) y por otra parte las octavas de
San Esteban, San Juan y de los Santos Inocentes, per ser comunes o no privilegiadas de 2.ª
clase, sólo se pueden celebrar sub ritu simplici (28 Oct. 1913-tit. II-3), se ve claramente que
en aquellas iglesias en que, por ser Titular, se celebre con octava la Circuncisión del Señor, en
los días 2, 3 y 4 de Enero la misa tiene que ser de la infraoctava, la segunda oración respectivamente de San Esteban, de San Juan o de los Santos Inocentes, y la tercera una de las comunes.
Pero ¿cuál de las oraciones comunes debía tomarse para tercera en los días mencionados?
Aquí estaba la dificultad; porque según el Misal la oración que en segundo lugar debe decirse
tempore natalitio en las misas de rito no doble es Deus, qui salutis aeternae; es decir, la misma de la Circuncisión; luego de no repetirse la misma oración, lo cual va contra las Rúbricas,
no podía aquella oración Deus qui salutis tomarse para tercera.
Por otra parte lo único que se advierte en las Rúbricas generales es que: «Infra alias Octavas, et in Vigiliis, quae jejunantur (excepta Vigilia Nativitatis Domini, et Pentecostes), dicuntur tres Orationes, una de die, secunda de Sancta Maria, tertia Ecclesiae, vel pro Papa. Sed
infra Octavas S. Mariae, et in Vigilia, et infra Octavam Omnium Sanctorum, secunda Oratio
dicitur de Spiritu Sancto, Deus, qui corda, tertia Ecclesiae vel pro Papa. (IX-9).
¿Podía, pues, considerarse esta Octava de la Circuncisión para el efecto de la tercera oración de la misa como octava de la Virgen? Así parece que lo ha hecho la S. C. de Ritos, fundada quizá en que las tres oraciones de la misa de la Circuncisión son de Sancta Maria,
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y en que el Oficio divino, si bien está consagrado a honrar al Niño divino, también lo está en
gran parte a ensalzar las glorias de su Santísima Madre; pues, la oración, los Responsorios del
segundo y tercer nocturno, y todas las antífonas de Laudes son de la Virgen Santísima. Tal
vez por eso la S. C. de Ritos ha contestado a la cuestión presente, que: In casu tertia oratio
erit de Spiritu Sancto.
Lo mismo ha dispuesto para la misa del día 7, la cual tiene que ser de la infraoctava de la
Epifanía con conmemoración de la Circuncisión: pues siendo la Epifanía fiesta de 1.ª clase
con Octava privilegiada de 2.º orden, claro está que su Octava ha de tener preferencia sobre la
de la Circuncisión, que, sólo por ser Titular, es de 1.ª clase con Octava común o no privilegiada de 1.ª clase.
Parecía que en este caso, no teniendo la infraoctava de la Epifanía tercera oración propia,
debía regir la Rúbrica antes citada (IX-9), según la cual debía tomarse para tercera la oración
Ecclesiae vel pro Papa; pero la S. C. de Ritos ha resuelto que sea también la del Espíritu Santo, Deus, qui corda, que, como hemos visto, es la propia de la infraoctava de la Circuncisión y
de todas las infraoctavas de la Virgen, quizá por conmemorarse en dicho día 7 la infraoctava
de la Circuncisión, y no tener tercera oración propia la infraoctava de la Epifanía.
II. Otra duda ha resuelto la S. C. de Ritos en el presente decreto acerca del orden con que
se ha de distribuir la Sagrada Comunión dentro de la misa.
El Ritual Romano, publicado por mandato de Paulo V, al tratar de la administración de la
Eucaristía extra missam, decía: «Postea (sacerdos) ad communicandum accedit, incipiens ab
iis, qui sunt ad partem Epistolae; sed primo, si Sacerdotibus, vel aliis ex Clero danda sit
Communio, iis ad gradus Altaris genuflexis praebeatur». Pero después hablando del modo de
distribuir intra missam este sacramento, decía también: «Sacerdos porrigit communicandis
Eucharistiam, incipiens a ministris Altaris, si velint communicare». (Edit. matrit. an 1804,
pag. 80 et 82). Luego según las palabras transcriptas del Ritual Romano de Paulo V, cuando
se distribuía la Comunión fuera de la misa, no debía tener el ministro preferencia alguna sobre
las personas más dignas; puesto
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que, «si Sacerdotihus vel aliis ex Clero danda sit Communio, iis ad gradus Altaris genuflexis
primo praebeatur»: mas debía tenerla cuando se administraba intra missam, porque entonces
debía distribuirla el sacerdote incipiens a ministris Altaris.
En este mismo sentido se expresaba la S. C. de Ritos en el decreto núm. 1074 Galliarum,
13 de Julio de 1658. Habiéndosele propuesto la duda: «An in communione intra missam prius
ministrandum sit Ssmum. Eucharistiae sacramentum ministro missae inservienti quam monialibus vel ceteris ibidem praesentibus?» S. R. C. responderi mandavit: In casu praedicto ministrum sacrficii non ratione praeeminentiae, sed ministerii, praeferendum esse ceteris quamvis
dignioribus».
Parecía también que esta doctrina venía a ser nuevamente confirmada por el Ritual Romano, que en la edición típica tit. IV, cap. II, en donde se describe el orden con que se ha de
administrar la Comunión, tanto fuera de la misa, como antes y después y aun dentro de la misa, repite en el núm. 11 las mismas palabras del antiguo de Paulo V arriba citadas: «Sacerdos
porrigit communicandis Eucharistiam, incipiens a ministris Altaris, si velint communicare».
Mas a pesar de esto «todavía dicen las Efemérides litúrgicas, continuaban los Doctores
interpretando comúnmente el citado decreto de la S. C. de Ritos del 13 de Julio de 1658 núm.
1074 en el sentido de que, si era clérigo el ministro de la misa rezada, debía ser preferido en la
distribución de la Sagrada Eucaristía a los demás, quamvis dignioribus, pero no, si entre los
comulgantes había clérigos de Orden superior a la del ministro. (Ephemerides liturg. 15 Februarii 1915, pag. 68).
Esta interpretación ha sido ahora solemnemente confirmada por el presente decreto de la
S. C. de Ritos; pues habiéndosele preguntado: «Si la palabra ministro del altar o del sacrificio
en estos y otros documentos semejantes de la S. C. de Ritos se ha de restringir exclusivamente
a los ministros que han recibido las Órdenes menores o por lo menos la primera Tonsura, o
más bien si en la palabra ministro se ha de entender cualquiera que ayude a misa, sea clérigo o
lego»; la Sag. Congr. ha contestado que por ministro del altar o del sacrificio de la misa se
entiende cualquier clérigo o lego que ayude a misa, y que este se debe preferir en la distribución
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Boletín Oficial
de la Eucaristía a todos los demás ceteris paribus; de modo que si es lego se ha de preferir a
todos los legos y a las mujeres, pero no a los clérigos y si es clérigo, a todos los clérigos que
no tengan en la Ordenación algún grado superior al suyo.
Pero aún trace otra excepción el presente decreto; pues en él se dice que al ministro de la
misa deben preferirse también en la distribución de la Eucaristía las personas de mayor dignidad litúrgica, ya se considere esta dignidad per se como la de los Reyes, ya per accidens como la de los esposos en la misa de la bendición.
De donde se sigue que, si asiste a la misa privada el Rey, el Emperador o un Príncipe Soberano, y quiere comulgar en ella, tiene preferencia sobre el ministro de la misa, aunque sea
clérigo; y lo mismo se ha de decir de la Reina, Emperatriz o Princesa, que en los honores externos se equiparan a sus maridos. Por la misma razón habrá de preferirse también al ministro
el Presidente, que tiene la primera autoridad en una República, y su esposa.
El presente decreto da asimismo la preferencia en la comunión a los esposos en la misa pro benedicendis nuptiis por la dignidad, que tienen en ese día, como ministros del sacramento del Matrimonio.
También deben comulgar intra missam antes que el ministro las Vírgenes en el día de su
consagración, y las Abadesas en el de su bendición. Pont. Rom. tit. 18 et 19). Lo mismo parece que se debe decir de los religiosos y religiosas en el día de su profesión o renovación de los
votos, y de los niños y niñas en el de su primera comunión.
FR. J. A. DE LA P. C.
A. R.
RECTIFICACIÓN. –En la pág. 453 del número 60, decíamos que no se pueden decir en la
misa más de dos colectas imperadas. No queremos dar a entender con esto que el Obispo no
tenga facultad para imperar más de dos colectas, sino que como dicen muy bien las «Ephemerides liturgicae»: Ordinarii locorum imperare debent hujusmodi collectas cum aliqua sobrietate, nempe
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unam tantum ex propria auctoriate, et ad summum duas, si aliquod commune bonum id postulet. (Cfr. Ephm. lit. 1887, pag. 611, et 1915, pag. 11 et 12.) Por lo demás, claro está que, si
el Obispo manda que se digan tres colectas por algún motivo especial, deben decirse las tres.
Fr. J. A. de la P. C.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CASUUM MORALIUM
(1 APR. 1914)
Resolutio
XVI. Recupita ab hero, etc.1 –Quaeritur: 1.º Quotuplex distinguatur occasio peccandi. 2.º
Rectene jusserit confessarius Recupitam recedere. 3.º Potueritne ad instantiam viri mutare
sententiam et quomodo.
Ad primum. Dicendum cum Gury et caeteris doctoribus quod occasio peccati generatim
definitur: circunstantia externa quae sive ex natura sua sive ex fragilitate hominis qui in illa
reperitur, ad peccatum allicit seu inducit. Occasio dicitur proxima cum, ea existente peccatum
non solum possibile sed etiam verisimile sit quia periculum labendi grave constituit, seu sollicitatio aut ad peccatum inductio solet esse vehemens: remota autem erit si peccandi periculum
grave non constituat: unde potest esse aut absolute proxima erga omnes vel relative tantum
circa aliquos propter aliquam peculiarem infirmitatem aut dispositionem; idem dicito de occasione remota circa omnes aut solum circa aliquos.
1
Vid. pag. 99.
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Occassio potest etiam esse libera quia facile dimitti potest seu ea quam evitare quisque
absque incommodo potest quia in ejus est expedita facultate; et necessaria quae phisice vel
moraliter non potest removeri seu ea quae evitari vel nullatenus vel non sine gravi incommodo potest.
Dicitur insuper occasio praesens, in esse seu continua si quis eam secum habet quin eam
actu quaerat, seu ea quae habituatiter certum hominem circunstat: et non praesens, non in esse
aut non continua, si quis eam non habet in actu etsi facile eam reperire possit et revera singulis vicibus ad eam adire debeat ut evadat proxima.
Ad secundum. Praenotari oportet pro debita solutione: 1. Non adest obligatio gravis deserendi occasionem vere remotam quia ea non inducit periculum proximum peccandi mortaliter.
2. Occasio graviter peccandi proxima et libera vitari debet sub gravi, idque ejus abcisione et
separatione si est continua seu praesens, vel proposito et promissione si est non praesens cujus rei ratio omnibus patet. 3. Occasio graviter peccandi proxima et necessaria debet fieri remota, adhibitis remediis opportunis et implorato Dei auxilio. Cum occassio necessaria vitari
quidem possit absolute, nequeat autern sine magno incommodo, aut aliqua ratio gravis sive
proprii sive alieni boni impellat ad eam subeundam, si, experientia teste, remedia evadant
inefficacia, dicimus quod efficaciora remedia adhiberi debent, aliter enim ocassio, magno
incommodo non obstante, relinquenda et eliminanda est.
Pro casu dicimus quod, si Recupita domini sollicitationibus semper restitit, concludi non
debeat quod ipsa versetur in occasione proxima, unde confessarius non recte jubet eam e servitio recedere: semper tamen timendum ne occasio brevi evadat proxima; et revera proxima
dicenda erit si Recupita, etsi mente tantum, aliquoties lapsa sit: hujusmodi lapsus nunc argui
possunt ex confessarii agendi ratione, aliter enim praeceptum recedendi non imposuisset.
Ex specie facti novimus quod Recupita magnam retributionen habeat apud talem domum,
unde occasio, licet proxima, evadit aliquo modo necessaria: confessarius ergo, si Recupita,
mediis opportunis, ocasionem remotam reddere studet ac etiam omnino removere et promittit
insuper aliam quaerene domum, non debet eam adigere
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ut a servitio actuali recedat. Videat ergo confessarius ancillae virtutem, gravem ejus aut levem
subjectivam tentationem et ponderet majorem aut minorem rationem servitii prorogandi.
Ad tertium. Confessario, ex sola viri instantia, difficile omnino erat, ne dicam impossibile, rem statim componere quin santitas sigilli laederetur. Confessarius enim, salvo sigillo, loqui non poterat de rebus ex confessione Recupitae sibi notis, nisi haec licentiam daret, quae
supponi non debet imo nec potest ex sola affirmatione domini. Potuit igitur confessarius viro
illi ita conditionate respondere ut ne verbum quidquam proferret quod aliquo mode indicaret
scientiam circa ea quae ab Recupita in confessione audierat: verbi gratiae: si ita res se habeant
ut ipse loquitur, si revera talia fuerint a seipso imposita Recupitae, in posterum praesentes
habebo has preces; et ideo oportebat talem famulam in confessione audiri.
Credendum est quod talis vir revera permotus sit timore recessus Recupitae ob mala suae
domui imminentia, unde verisimilis apparet promissio reverendi famulam: si periculum peccandi Recupitae solum obveniebat ex sollictatione viri, videtur quod in dictis circunstantiis
jam cessat, et ideo occasio jam non est proxima, et proinde non est urgenda mutatio servitii: si
autem Recupita sollicitationibus heri antea cesserit, periculum peccandi diminutum quidem,
non autem extinctum, dici potest ex sola promissione viri; confessarius ergo, audita confessione Recupitae, cautus esse debet ne suam jussionem absolute retrahat, expedit enim ut tantum executionis dilationem concedat jubeatque paenitentes post aliquod tempus ad confessionem redire et tunc videbit quid oporteat indulgere: praescribat interim ea remedia quae occasionem aut removeant aut saltem remotam reddant.
XVII Regulus praeses… etc. Quaeritur: 1.º Angustia temporum et timor infamiae ex parte Reguli sint ne causa ab integritate confessionis excusantes. 2.º Potueritne Regulus absolvi
in casu. 3.º Verene possit et debeat confessarius imponere obligationem statim (infra triduum)
redenudi pro complenda confessione. 4.º Confessio complenda ratione peccatorum oblitorum
aut alia justa cansa omissorum potestne differri usque dum alia obligatio confessionis obveniat, 5.º Quid faciendum a Regulo etsi confessarius nihil ipsi jussisset.
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Ad primum. Omnibus notum est quod a Christo Domino instituta est integra peccatorum
confessio: materialis integritas amplectitur omnia peccata mortalia post baptismum commissa
et nondum virtute clavium directe remissa; formalis autem comprehendit ea omnia peccata
quae quis, hic et nunc spectatis circunstantiis, moraliter confiteri potest. Matetialis integritas
aliquoties impossibilis est ob ipsam paenitentis impotentiam non solum moralem sed etiam
phisicam: formalis integritas pertinet ad substantiam sacramenti. Omnes auctores communiter
couveniunt in designandis aliquibus causis ab integritate materiali confessionis excusantibus:
cum iisdem similiter dicimus quod nunquam excusat difficultas ipsi confessioni intrinseca
quantumvis gravis ea sit, nullum incommodum cujuscumque generis sit, quod per se connexum sit cum confessione integra, adeoque nec ipsa prolixitas confessionis: si aliquod tamen
damnum grave extrinsecum et extraordinarium sive in fama sive in aliis bonis sequeretur ex
confessione integra, lex integritatis suspenditur, sed ea tantum peccata omitti possunt quae
declarari nequeunt absque hujusmodi gravissimo incommdo.
In nostro casu intime connexa est angustia temporis cum periculo famae Reguli, nam eo
ipso dicendum est quod Regulo desit tempus pro integra confessione quia, si ejus producatur
confessio, praeesse non poterit suae sodalitati in generali communione unde fama ejus grave
patietur dispendium; apud sodales enim gravis contra eum exsurget suspicio, maxime si apud
ipsos nota furerit hesterna confessio. Dicendum ergo quod angustia temporis et timor infamiae Regulum excusent ab integritate confessionis.
Ad secundum. Ex praecedenti solutione patet quod Regulas recte potuerit absolvi, salva
integritate formali, si alias recte dispositus apparebat; imo jus ad absolutionem habebat ex
stricto jure propriae famae servandae.
Ad tertium. Etsi Regulus jus ad absolutionem habeat propriae famae consulens, certum
etiam est quod confessarius ei obligationem imponere poterat quamprimum (infra triduum)
redeundi pro complenda confessione, idque ex officio judicis et ex officio medici: ut judex
exigere poterat reditum titulo satisfactionis sacramentalis atque etiam pro complendo judicio
incepto; ut medicus potuit reditum
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praescribere ut remedium aptum et necessariurn pro animae salute procuranda.
Cum talis paenitens, ut inferius dicetur, non teneatur ad confessarium statim redire, patet
quod confessarius, etsi possit, non teneatur talem obligationem imponere.
Ad quartum. Cessante causa excusante ab integritate materiali, praeceptum divinum confitendi omnia peccata mortalia omissa iterum urget; ocurrente enim impedimento, non cessat
simpliciter confessionis obligatio, sed tantum suspenditur: quoties, igitur, aliquid, quod per se
est de necessitate vel integritate confessionis, ex oblivione vel alia legitima causa omittitur, in
subsequenti confessione illud explicandum est, si fieri potest; praeceptum enim confessionis
non est affixum ad tempus aut ad circunstantiam, sed vitam integram afficit. Hujusmodi autem obligatio moraliter accipienda est, quum talia peccata jam deleta sint nec adsit proprie
periculum animae in mora. Imo juxta graves theologos (vide Gury 495-t. 2.º) poenitens diferre potest probabiliter confessionem horum peccatorum, usque dum ex vi alterius obligationis
iterum confiteri teneatur, unde etiam usque ad tempus annuae confessionis. Poenitens autem
sedulo cavere debet ne sua gravi negligentia imparem se reddat pro hac obligatione adimplenda.
Ad quintum. Regulus, si revera suae animae satutem curat, satagat pro perficienda,
quamcitius, integra confessione: meminisse item debet quod ad communionem accesit (solo
sacrilegio declarato) propter angustiam temporis, unde si iterum sacram communionem vult
sumere, integram ante facere debet confessionem quia nondum proprie probatus est; id est,
nondum ante communionem praemissit integram confessionem peccatorum quorum ipse
conscientiam habebat. Non omnibus, tamen, placet haec solutio.
XVIII. Avellina, quae cras, etc. –Quaeritur: 1.º Quae sit lex servandi jejunii ante S.
Communionem. 2.º Quid requiratur ut illa lex violata censeatur. 3.º Quid in casibus propositis
dicendum.
Ad primum. Communi lege Ecclesiae, non Iege divina, ad sumptionem Eucharistiae requiritur jejunium naturale, seu abstinentia totalis post mediam noctem a re qualibet, quantumvis minima quae sumatur per modum cibi et potus. Unde talis lex parvitatem
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materiae non admittit, sed semper obligat graviter: attamen cum sit lex humana, potest tum
fortiore, id est, divina lege vinci, tum dispensatione, sed solius Romani Pontiticis, solvi, quae
fere non datur nisi iis aegrotis qui non periculose quidem decumbunt sed jejuni manere non
possunt.
Ad secundum. Juxta communem sententiam tria requiruntur ut illa ex jejunii violata censeatur. 1.º Ut quod sumitur proveniat ab extrinseco et in stomachum trajiciatur; ex defectu
hujus conditionis, sanguis effluens ex ore, lingua, gingivis etc. et etiam trajectio reliquiarum
cibi quae forte inter dentes aut in faucibus haeren non frangunt jejunium.
2.º Ut quid sumatur per modum cibi vel potus. Unde jejunium non solvitur, a) si quid per
modum salivae sumitur, scilicet si quid in os mittitur absque intentione in stomachum trajiciendi, at ibi parum quid cum saliva miscetur et inseparabiliter ab ea et insensibiliter cum ea
transglutitur; b) si quid per modum aspirationis in stomachum descendit, ut quod per aerem
voIitat et cum aere transitur sicut evenire potest cum musca sic involuntarie transmissa; c) si
per modum attractionis aliquid per nares praeter intentionem transmittitur.
3.º Ut res sumpta habeat rationem cibi aut potus, vel medicinae ita ut etsi revera aptum
quid non sit ad nutritionem, alterabile tamen sit in stomacho. Ex qua causa dicitur quod deglutio ferri, metalli, vitri etc. non solvat jejunium, laederetur tamen si talia, in pulxerem redacta, sumerentur pro medicina.
Ad tertium. Dicendum pro primo casu: liberum erat Avellinae, cum evigilavit, bibere
quidquid voluisset, quia juri suo S. Eucharistiae sumendae renuntiare poterat, si forte jam media nox transierit; quod inquirere etiam post sumptionem aquae ei licebat. Si tamen communio
obligatoria fuisse, Avellina debuit primo videre fueritne praeterlapsa media nox, ut a bibendo
se abstineret si integer dies jam obiisset.
Post haustum aquae potuit Avellina tuto se somno committere et voluntatem communicandi retinere, cum vidit horologium horam 11 1/2 indicare: cum mane horologium examinans videret illud stetisse, impossibile erat solvere utrum aqua hausta fuerit ante vel post mediam noctem; Avellina ergo retinet jus ad S. Communionem
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accedendi. Constare enim debet de violato jejunio ut invocetur Iex Ecclesiae a S. Communione avertens non jejunum. Ergo dum non prabatur laesio jejunii, integre possidet libertas.
«Cum hoc praeceptum (S. Alph. Th. m. 282) sit negativum de non accedendo ad Ss. Eucharistiam post comestionem, non teneris ab illa abstinere, quamdiu non est certus, et tanto magis si
nullam habes rationem probabilem te comedisse; tunc enim adhuc manes in possessione tuae
libertatis».
Imo si Avellina primum, cum evigilasset et bibisset, horologium non inspexisset, postea,
quamdiu de jejunio violato moraliter non constaret, non esset prohibenda a S. Communione.
In 2.º: Guttula aquae sumpta non est per modum potus sed salivae inseparabiliter unita,
praeter intentionem deglutitur, unde communionem non impedit. Mica panis, cum per modum
cibi sumatur et in stomachum transmittatur, licet minima sit, a communione removet.
In 3.º Quoad reliquias cibi in ore haerentes, nullus faciendus est scru pulus, etsi voluntarie
deglutiantur; pertinent enim ad cibum tempore opportuno sumptum, unde nihil novum ab extrinseco sumitur: si tamen notabiles sint exspuere eas oportet potius quam trajicere. Idem
etiam dicito de sanguine e dentibus fluente, qui, licet jejunium non frangat, expellendus est si
in magna fluat quantitate. Quoad guttullam sanguinis e labio a parte exteriori fluentis, dicendum quod, si sanguis revera attrahatur ut degIutiatur, solvit jejunium; si tamen vulnus lingua
lambitur et sic gutta sanguinis cum saliva miscetur ut possit dici quod saliva deglutitur, integrum manet jejuniun; nam si revera parum sanguinis assumittur, per modum tamen salivae
deglutitur.
Satis jam de casibus moralibus anni 1915.
Manilae-Kalendis Aprilis anni 1915.
FR. SECUNDUS CAÑAS A STO. CHRISTOPHORO
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DE ACTUALIDAD
Los sucesos europeos y la Providencia
Uno de los más importantes problemas del día y que con mayor vehemencia agita el ánimo de los grandes políticos, es, a no dudarlo, la guerra europea. En ella se ven comprometidos
intereses de suma trascendencia, no sólo para las naciones beligerantes, sino también para las
llamadas neutrales, si tal neutralidad cabe en Estados que, por su posición geográfica o por su
historia, no pueden mirar con indiferencia el curso de los acontecimientos, antes bien aguardan con ansia el resultado final, que tan directa y eficazmente puede influir, e influirá necesariamente, en su futuro destino.
Para el hombre privado del precioso don de la fe, la guerra presente, con ser tan espantosa, no es más que una fatalidad, un fenómeno necesario, dada la preponderancia de dos naciones rivales que se disputan el imperio del mundo; fenómeno que de ningún modo trasciende
más allá de los límites de la Naturaleza. Empero el creyente levanta más alto su vista, y a través del velo místico de la fe, contempla la mano de Dios que, sin menguar en lo más mínimo
la libertad humana, ordena los sucesos a fines propios y determinados, fijados en los designios de su adorable Providencia.
Un profundo escritor y eminente político no ha vacilado en llamar
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Boletín Oficial
peste a esta formidable guerra, por la rapidez con que se propagó, invadiendo cual virus ponzoñoso el organismo de los Estados más poderosos de Europa y produciendo en ellos esas
horribles convulsiones que han hecho estremecer a toda la humanidad; peste devastadora que
lleva consigo la desolación a las ciudades, la ruina a los pueblos, el llanto a las familias, la
muerte a todas partes. Ella arrebata a las madres sus hijos, a éstos la vida y a ésta su madurez;
y ella, a manera de torrente que se precipita violento por la escarpada pendiente de la montaña, arrastra en su impetuosa corriente cuanto encuentra a su paso, dejando por doquier vestigios de su acción exterminadora.
Consecuencia funesta de tan espantosa guerra son el pavor en los pueblos, la perturbación
en los Estados, la carestía universal, la paralización del comercio y en todas partes la desolación y la muerte. Esas islas flotantes que en otro tiempo surcaban orgullosas los mares; esos
vapores magníficos que en días de paz estrechaban entre los pueblos las relaciones de amistad, acógense temerosos en los arsenales; esos elegantes trenes que, cual serpiente férrea, penetrando montes, desafiando precipicios, cruzando lagos y espesos bosques, entraban, no mucho ha, en las naciones limítrofes, detienen hoy su curso al tocar en su respectivas fronteras;
esos admirables cables que a manera de prolongados nervios mancomunaban a las naciones,
hállanse hoy interceptados; esas majestuosas cátedras académicas en las que se enseñaban los
ramos del saber, se han despoblado. ¡Ah! La humanidad asombrada dirige una triste mirada a
esas naciones guerreantes y ve en ellas a sus habitantes que, azorados por los estragos de las
armas, divagan de una parte a otra, sin saber dónde establecer su morada. El mundo entero
dirige su mirada al centro de Europa y admira en ella un terrible caos, en el que el clamor de
los heridos, las cenizas de los muertos, el humo de las descargas y su formidable estampido
producen la confusión más completa.
Mas el espíritu cristiano dirige su vista al cielo y ve en la presente lucha un azote divino,
que castiga los pecados de las generaciones prevaricadoras. Y todos contemplan admirados la
virtud oculta pero irresistible, de una mano potente que, velando solícita sobre los destinos de
la humanidad en general y de los individuos
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en particular, dirige y encamina por medios ordinarios el curso de los sucesos a un fin sobrenatural, cual es, encauzar a las naciones extraviadas, para que, no habiendo querido reconocer
el dominio y poder de Dios en su prosperidad, recurran arrepentidas a Él, azotadas por la adversidad y postradas a sus pies imploren su divina clemencia.
Trasladémonos, en efecto, con la imaginación a los campos marciales; internémonos por
escombros hasta los campamentos; entremos en las humildes tiendas, y allí observaremos
multitud de hombres que, blasonando en otro tiempo de ateos y apóstatas, acercan ahora sus
húmedos labios a un crucifijo, pídenle perdón, y contritos esperan la absolución del sacerdote,
a quien antes motejaron tal vez con sus groseras sátiras. Dirijámonos a las hospitales, y allí
veremos innumerables heridos que, tocado su corazón por el dedo de Dios, suspiran con ansia
por la muerte, confortado su espíritu con el sagrado Viático.
Oh cuán poderosa es la adversidad para encauzar a los desecarriados!
Los campos de batalla son el teatro de una horrible escena en la que se representa la tragedia más tremenda que han presenciado los siglos. Dos ingentes moles de hombres, cubiertos por densas nubes de humo, son el fiel instrumento de que se sirve la Providencia para decidir la contienda más importante, de la cual pende el bienestar de los pueblos y naciones.
Invisible a todos ellos, pero visible en sus efectos, obra de un modo misterioso y dirige acertadamente la acción contra aquellos pueblos que, obstinados en su maldad, declararon guerra
cruel a Cristo y a su iglesia. «Esos impíos gobiernos, dijo ya un ilustre publicista, que permiten a los niños frecuentar las cátedras de ateos, materialistas y racionalistas, verán algún día
agitarse sobre sus cabezas una terrible tempestad, que amenazará barrerlos a todos de sobre la
haz de la tierra, sin que haya nadie capaz de poderla contener». Y ¿cuál es esa tempestad? La
guerra europea. ¿Quién no ve en ella los efectos de una divinidad enojada, que envía, por decirlo así, fuego del cielo para purificar los pecados de los hombres? ¿Quién no ve en ella la
mano de un Ser Infinito que, encolerizado por un cúmulo de agravios cometidos contra la
inviolable persona de su divino Hijo, abandona al linaje humano
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al libre furor de sus despiadadas pasiones que, ensañadas por la hostilidad de sus rivales, excitan la rabia de sus individuos, quienes a manera de hambrientos lobos corren veloces a la lid,
impelidos por un loco frenesí, tapada su vista con tupida venda, y sedientos de sangre humana, se ceban en las víctimas como en irreconciliables enemigos? ¿Quién no ve en ella la mano
de la Divinidad que, justamente indignada por los inauditos crímenes contra Ella cometidos,
envía a Europa un segundo Atila que, más temible que el primero, castigue con rigor los pecados de las naciones que han prevaricado?
Asómbrase la inteligencia humana de que las naciones más cultas de nuestro siglo acudan
frenéticas a las armas, como medio único para asegurar la paz. Apartadas de la autoridad de la
Iglesia no tienen otros recursos que el acero y la sangre. Aquella potencia que mayor mortandad cause en el hermoso campo de la humanidad reportará la victoria. Si horror engendra el
decirlo, cuánto más el contemplarlo.
¡Oh sabia, omnipotente, justa y misericordiosa Providencia que amante de tus criaturas
ejerces venganza en esta vida, a fin de perdonar en la eterna! Apiádate de Europa por la sangre vertida en los campamentos, y envía pronto la paz al mundo, que con tanto suspiro os la
pide. Mas no; ese Ser indignado, no se aplaca por las lágrimas de las madres, por el llanto de
los huérfanos, ni por la sangre de las víctimas derramada en aras de la lucha, exige un sacrificio mayor, exige que el sacrificio de su divino Hijo se renueve e inmole de ordinario en las
naciones pecadoras.
La lucha toma mayores bríos, y cuando el Omnipotente la mande detener, impondrá en
los pueblos el estandarte de la cruz; y esos pueblos que al presente enemigos de Dios, hácense
guerra de exterminio, se abrazarán en ósculo santo, gozarán de eterna paz y darán gracias a
Dios por haberlos llamado a penitencia.
FR. SERAFÍN ANDÍA DEL PILAR,
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
ESTUDIOS HISTÓRICOS
SAN MILLÁN DE LA COGOLLA1
III
Iglesia del Convento de Suso y sus venerables recuerdos
Al terminar el pórtico con los sepulcros de los famosos Infantes de Lara y las tumbas de
las esclarecidas Reinas Doña Todo, Doña Jimena y Doña Elvira, una puerta a mano derecha
da entrada a la antiquísima Iglesia cuya descripción hace de un modo acabado Sandoval y es
como sigue:
«Tiene dos naves con siete pilares de piedra muy antiguos que sustentan todo el
edificio. Encima de estos pilares sube una pared con cuatro o cinco naves al tejado y
en esta pared están cinco ventanas que por ellas no entra luz ni puede; que de esta
manera tan tosca edificaban en España en los tiempos muy antiguos. Tiene toda la
Iglesia de ancho treinta y dos pies y de largo sesenta y dos; están estas naves arrimadas a un peñasco que mira al mediodía algo caído al septentrión. En la dicha peña están tres Capillas metidas debajo de ella. En la primera,
1
V. pág. 497-504.
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Boletín Oficial
que está junto al Altar Mayor al lado del Evangelio está el Altar de San Pedro y San
Pablo; en la misma peña está un osario en un vacío de ella a manera de sepulcro.
Luego más abajo está otra Capilla de diez y ocho pies de largo y diez y ocho de ancho con una reja de hierro bien labrado, aunque a lo viejo. En esta Capilla está un Altar a la cabecera y en lo último de ella está el sepulcro de San Millán de esta manera:
En medio de la dicha Capilla más abajo del Altar está otra reja de hierro de dos varas
poco más o menos de alto con una portezuela de la misma reja cerrada con llave... En
la tapa de esta sepultura, que es una gran arca de piedra, está una figura grande relevada de un viejo muy venerable, vestido de sacerdote con una gran cruz en el pecho.
Tiene nuevas figuras alrededor, de relieve, con libros en las manos como que están
rezando: todas están gastadas; una hay, que al parecer es el Santo diciendo misa».
Hasta aquí Sandoval. En efecto no es una Iglesia de vastas dimensiones; pero todo en ella
respira la mayor antigüedad: las columnas, que dicen fueron labradas con herramientas de
piedra, los arcos en forma de herradura, las pinturas, todo. Adelantando hasta el Altar Mayor,
el retablo es de lo más interesante y los inteligentes se detienen largo rato en su estudio. Sandoval declara que es antiquísimo y al parecer de la misma antigüedad que el templo. Los críticos convienen bastante en que es obra ejecutada en el siglo XIV. Representa milagros y escenas de la vida del santo. Sobrepuesto hay un tabernáculo y encima una imagen de la Virgen de
tiempos posteriores. Sobre el retablo está colocado un cuadro de San Benito dando la Regla a
sus monjes y monjas.
Volviendo por la parte del Evangelio se encuentran las Capillas dichas; la primera donde
está el osario en e! hueco de la peña; la segunda, en que bajo espacioso arco románico está e!
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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sepulcro de San Millán; cúbrelo una gran estatua yacente de alabastro, adornada con vestiduras sacerdotales y amplia casulla, representando al santo; al rededor hay ángeles, personas con
las manos entrelazadas y de rodillas en actitud de orar; llama la atención así mismo la presencia de algunos animales, entre ellos un perro atado del cuello y teniendo la cuerda uno de los
devotos. Cuantos vienen aquí después de contemplar detenidamente este sepulcro, que guardó
las venerandas reliquias del Santo, besan devotamente la estatua antes de salir para la tercera
capilla; aquí está la Cueva, que la tradición dice ser aquella en que se encerraba el Santo durante las Cuaresmas, guardando el más absoluto retiro de todo consorcio humano: sólo uno de
los suyos, refiere S. Braulio, se acercaba a darle el poco alimento que tomaba para sostener la
vida. En uno de los retiros en esta Cueva curó milagrosamente a una mujer coja de tierra de
Amaya. Vino ella muy confiada en la compasión y bondad del Santo para con los afligidos,
según era fama, y en su poder para obtenerle la gracia de su curación. Pero he aquí que su
gozo se trocó en amargura, pues el Santo no consintió suspender su retiro y se negó a oírla;
aquel viaje tan largo y lleno de penalidades, llevado a cabo tan sólo por la esperanza de lo que
tanto ansiaba, todo perdido; mas no, no desconfió; ella entonces alzó su voz suplicante pidiéndole que se dignase recibir sus ruegos, que se compadeciese de ella; le insta que cuando
menos le diese a besar su báculo; el Santo se lo alargó, besólo ella con gran devoción y en el
mismo instante quedó curada. Su viaje no había sido en vano: sus deseos estaban plenamente
colmados. Sus manos se levantaron al cielo bendiciendo al Señor y a su bienaventurado siervo, por quien le venía tan señalado favor y volvió contenta y gozosa a su país.
Sigue el coro, que termina esta nave; detrás hay una escalera para subir a las Cuevas, que
son tres; en la primera se ve
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una piedra con un letrero que dice: «aquí celebraba misa» y un altarcito. Algunos Religiosos
nuestros han tenido devoción de ofrecer aquí el santo sacrificio; recuerdo de dos en particular:
uno el ya entonces anciano P. José María Martínez, quien después de haber pasado muchos
años en las misiones de Filipinas, perdida la vista, se retiró al Colegio de Monteaguido donde
acabó sus días con una muerte edificante; el otro fué el P. Gerardo Díez, que después de haber
sido Vice-Maestro de Novicios en el mismo Colegio por los años de 1876 a 18831, fué enviado a Filipinas como Presidente de la misión que salió de España el 1 de Septiembre del último. En aquellas islas desempeñó los cargos de Capellán Castrense de Puerto Princesa y Vicario Provincial de la Paragua, Párroco de Cagayán en Mindanao, donde le sobrevino la muerte
cuando se hallaba en la mejor edad el 6 de Noviembre de 1892.
En la Cueva inmediata había otra piedra, que decía: «Aquí castigaba su cuerpo con crueles disciplinas» y en la siguiente otra con la inscripción «Aquí sobre el duro suelo daba breve
descanso a su cuerpo». Hoy estas lápidas no están en su respectivo lugar sino que las tres juntas se ven a la puerta de entrada. Quitólas de donde siempre estuvieron y las trasladó a donde
ahora están el encargado, que envió el Ministerio de Bellas Artes para los obras de reparación,
que hizo el Estado el año de 1906. Entonces, cuando dieron por terminados los trabajos subimos varios Padres a verlos y algunas cosas nos llamaron la atención, como la mano de cal
dada a la estatua del sepulcro y este cambio de las lápidas y así se lo dijimos; él nos
1
Por este tiempo y en los primeros años de posesión del Monasterio de abajo por los Agustinos Recoletos, vinieron ambos PP. a visitarlo y es cuando celebraron aquí donde celebraba S. Millán. Todos los que fueron Novicios en tiempo del P. Gerardo y entre ellos tengo la dicha de contarme, conservamos de él la mejor memoria, por su carácter dulce y suave, por su virtud y esquisita observancia. Nadie extrañará que le dedique
este pequeño recuerdo de gratitud y cariño.
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contestó que respecto a la blanqueadura de la Estatua, se había hecho para que se conservase
mejor y que era una capa muy tenue, que por sí misma iría desapareciendo; y en cuanto a las
lápidas que lo había hecho para que todos pudieran verlas, lo que antes no era tan fácil a causa
de la falta de luz en las Cuevas y por otra parte cualquiera habría de comprender que lo que
dicen se habrá verificado, no donde están, sino dentro, en las Cuevas. A muchos tengo oído
que debieran volverse a su sitio; pero es lo cierto que continúan donde él las puso.
En estas Cuevas se hace notar un lugar, que parece la boca de un pozo. Refiérese que por
aquí el Santo arrojó al infierno al demonio en una de las ocasiones en que se le apareció y
tuvo empeñada lucha con él. En el año de 1887, día de Santiago, abrieron la boca de este pozo
y se empezaron a hacer excavaciones para ver lo que en él había; poco era lo que habían profundizado, cuando dieron con un esqueleto bien conservado y se suspendieron los trabajos.
No se ha podido averiguar de quién sea el esqueleto; se supone que será de alguno de los muchos caballeros, que en aquellos tiempos tenían devoción al Santo y a este su Monasterio, por
lo que querían que los trajesen aquí a enterrar. En dos ocasiones he bajado yo a verlo y siempre se conserva igual.
Volviendo a la iglesia, la otra nave pocas particularidades tiene; detras del Altar Mayor se
halla la Sacristía, donde estuvo la Capilla Angélica de la Virgen Santa Auria. Fue natural esta
ilustre heroína del pueblo de Villarelayo1; desde sus primeros años la dotó el Señor de las mejores disposiciones para la virtud. Llevaba fama el asceterio que había en este convento de
vírgenes, que renunciando a todas las cosas de la tierra se consagraban a Dios. Auria, muy
joven aún, manifestó a
1
Pueblo a la parte de atrás de los montes de Valvanera y cerca de Mansilla.
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su madre su firme resolución de imitar a aquellas vírgenes, viniendo a este santo Iugar. Mucho sentía la madre desprenderse de aquella hija, en quien le parecía ver continuamente un
ángeI: pero al fin, reconociendo que la había recibido del Señor, le dió su permiso y bendición, con que partió gozosa a encerrarse en este retiro y no volver a pisar el mundo, queriendo
ser toda y sola para Dios. Su vida fué un prodigio: en este sitio tuvo su celdilla, sumamente
angosta y pobre, de la cual no salía nunca sino obligada por necesidades inevitables. Todo el
tiempo lo ocupaba en penitencias, con que mortificaba el cuerpo, o en la oración, en que su
alma se olvidaba completamente de sí para no tener más pensamiento que en su Dios. No
transcurrió mucho tiempo y ya el Señor quiso demostrarle cuánto le agradaba aquella vida
más angélica que humana, levantándola a la contemplación de las cosas celestiales y dándole
a gustar las delicias del Paraíso en éxtasis sublimes en un arrobamiento continuado, que duró
hasta su muerte.
El tercer día de Navidad de 1068. acabados los Maitines, fué regalada con la visita de las
bienaventuradas Santa Águeda, Santa Cecilia y Santa Eula!ia, la cuales le mostraron una escala por la que subían al cielo las almas justas y llevándola por ella la condujeron a unos lugares
apacibles y hermosísimos y allí quedó extasiada con la vista de una multitud innumerable de
espíritus bienaventurados, que gozaban de la visión beatífica. Pasaron once meses y entonces
fué la misim Reina de las Vírgenes, María Santísima, la que, acompañada de un gran coro de
ellas, descendió de su trono celestial y vino a la pobre celdilla de Auria colmándola de delicias ultraterrenas y dándole la nueva gratísima de que dentro de poco dejaría este mundo y la
llevaría con todas aquellas compañeras. Todo se cumplió puntualmente a los pocos meses. El
11 de Marzo del año 1070 fué el día feliz anunciado y Auria toda enamorada de su Dios vió el
suspirado momento,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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en que, disueltas suavemente las ligaduras que aún retenían en el cuerpo su alma, ésta alzó
libre y llena de gozo su vuelo hasta las espléndidas mansiones del Cordero Inmaculado. Contaba tan sólo 22 años de edad. Asistiéronla hasta el último instante el P. Abad de este Monasterio y el Monje Munio. También se hallaba presente Amuna, su madre, la cual siguió las huellas de la hija, quedándose aquí, donde acabó sus días con una muerte también muy piadosa.
La sepultura de Sta. Auria estuvo en el lugar que corresponde al tercer peldaño de la escalera
que hay en la sacristía: sus Reliquias están en el Monasterio de abajo desde el siglo XVII.
El monje Munio escribió la vida de la Santa en versos latinos. Sandoval dice que no se
determinó a publicarla por ser el estilo de pésimo gusto. Ahora hay quien la ha buscado con
interés; yo mismo he pasado ratos revolviendo el Archivo por ver si daba con ella a petición
de un ilustre publicista, que tanto trabaja en Revistas extranjeras y con otros escritos por la
gloria de Dios y de la Religión. Este es el P. M. Jérobin, Benedictino de la Congregación de
Solesmes; pasó algunos años en España y estudió nuestras antigüedades; después fué a Inglaterra, donde es Prior de S. Miguel en Jarnborough (Hants). Hace algunos años publicó unas
lecciones de la Santa, las que, me dice, sacó de un manuscrito de la Biblioteca nacional de
París; son las mismas, que trae el antiguo Breviario Emilianense.
Sí tenemos la vida de la Santa, escrita por Gonzalo de Berceo: refiriéndose a la de Munio,
dice:
Munio era su nombre, omne fué bien letrado,
Sopó bien su facienda: el fizo el dictado
Haviagelo la madre todo bien razonado
Que no quería mentir por un rico Condado.
Preciso es ya que dejemos este lugar de tan benditos recuerdos y al salir a la izquierda se
encuentra un Altar del Patriarca S. Benito; un poco más abajo el de la gloriosa mártir S. Lucía.
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Antiguamente había catorce ermitas en todo el camino del Monasterio de abajo a éste para
hacer en ellas las Estaciones del Via-Crucis: una estaba dedicada a Santa Lucía. Hoy se celebra la fiesta de esta Santa con Vísperas y Misa cantadas, que son muy concurridas por todos
los pueblos del Valle y las aldeas del Condado de Pazuengos. Frente a este Altar hay una columna y adherido ella un nicho cubierto de azulejos con las armas de Navarra; dentro del nicho hay un pedazo de madera, que se ve por una rejilla de alambre; dicen que es de aquella
que creció por las oraciones del Santo.
Al terminar esta nave se encuentra una puerta, que comunica con el Monasterio.
FR. V. J. P. DEL R.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
¡OH FELIZ INOCENCIA!
Narración histórica
I
Sería poco más o menos por los años de 1624, cuando después de haber descansado algunos meses en Goa, ciudad de la India Portuguesa, con objeto de reparar gravísimas averías y
quebrantos padecidos en espantosa borrasca, resbalaba majestuosamente por el mar de las
Indias, con rumbo hacia Europa, una fragata española, procedente de nuestros inmensos y
feracísimos dominios, hoy tan torpemente perdidos, de las Islas Filipinas.
Contábase entre los pasajeros un religioso extremeño de la Orden de Agustinos Recoletos, llamado Fr. Diego de la Anunciación1, que, a causa sin duda de haber sido en su juventud
íntimo amigo del insigne hermano Carmelita Descalzo Fr. Francisco del Niño Jesús, habíase
distinguido siempre por un amor tan grande hacia el Divino Infante, que en su oración, favorecida frecuentemente con sobrenaturales éxtasis y visiones del cielo, ningún asunto hallaba
tan atractivo y regalado para su alma como la contemplación de un Dios Omnipotente reducido a gemir entre las miserables pajas de un establo, ofreciéndose a su Eterno Padre por la salud del mundo. Notable entre los muchos que en su Sagrada Orden han brillado por
1
Véase la vida de este Padre en el tomo 2.º de la Historia General de los Agustinos Descalzos, Década cuarta,
cap. 5, pár. 5.
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lo acendrado de sus virtudes, de él nos ha dejado dicho uno de sus últimos confesores no
haber cometido en su vida culpa grave; siendo tal la fama de su santidad, que el Emmo. Cardenal Zapata, prendado de su modestia, arrodillóse un día públicamente en su presencia y le
besó la mano.
Alistado, pues, voluntariamente, siendo Rector del Colegio de Recoletos en Salamanca,
entre los primeros Religiosos, que en número de 14 enviaba a Filipinas el año 1605 la por
entonces naciente Congregación a que pertenecía, y participante, por tanto, algunos años de
los indecibles trabajos y penalidades de aquellos infatigables Apóstoles de Jesucristo, regresaba el bendito Padre a la madre patria, conduciendo consigo los más preciados e inestirnables tesoros de virtud y de merecimientos, que pudo acumular su insaciable avaricia y solicitud en el lucrativo negocio de la salvación de las almas.
Negocio en el cual, a pesar de sus reconocidas aptitudes y de haber agotado los recursos
de su habilidosa diplomacia, no había podido, sin embargo, evitar dos sensibles quiebras de
que aún se lamentaba frecuentemente. Fué la una que, deseando pasar de Filipinas al próximo
Imperio del Japón, donde tantos habían logrado enriquecerse con la inapreciable corona del
martirio, por más vueltas y revueltas que le dió al asunto, no hubo manera de que alcanzase
favorable despacho a su demanda. La otra fue, que apenas había conseguido, a fuerza de política y habilidad, le permitiesen entrar en Zambales, provincia filipina, no menos feraz y abundante por entonces en perlas y diamantes de sufrimientos, cuando a petición de la ciudad en
pleno de Manila, que lo reclamaba como suyo, tuvo que darse otra vez por vencido y regresar
a la casa paterna, perdiendo, como él decía, la más hermosa ocasión de trabajar en aquella
hacienda tan inculta y por ende tan necesitada de animosos operarios.
En este mismo viaje a que nos referimos, no fué pequeño el contratiempo que tuvo que
padecer el P. Diego a su llegada a Goa. Abierta la llave y por completo inutilizada en la espantosa tempestad del mar de Malaca, a que arriba aludíamos, y persuadidos todos los navegantes de que sólo a las oraciones del P. Diego debían su existencia, no hay que decir la conmoción que el relato de todo ello
de Agustinos Recoletos de Filipinas
547
causó en aquella famosa Metrópoli, ni la veneración y los aplausos que por tal causa vinieron
a torturar la modestia del santo religioso, quien precisamente, como estaba en la conciencia de
todos sus combarcanos, había huido de Manila, por evitar las excesivas consideraciones y
alabanzas de que allí se le hacía objeto.
–Pues sí, P. Diego —decía cierto día el capitán de la fragata— yo creí que a usted se debía en gran parte la conquista de Zambales.
–Nada de eso, señor capitán: esta conquista es debida, sí, a los Religiosos de mi amada
Congregación; pero yo no he tenido para ella más que buenos deseos. Los dos grandes apóstoles de Zambales son los Padres Andrés del Espíritu Santo1 y Rodrigo de San Miguel2, ambos
combarcanos nuestros, como usted recordará.
–Pues ¿no fué el P. Andrés el que murió días antes de que llegásemos a Manila?
–Sí, señor; pero aquel era otro: aquel era el P. Andrés de S. Nicolás. Este, que yo digo, es
uno de aquellos dos jovencillos...
–¡Ya, ya, ya! Ahora caigo... justo, justo... que les llamábamos José y Benjamín. ¿Verdad?
–Sí, señor; José precisamente es el P. Andrés el Zambaleño y Benjamín, hoy el P. Rodrigo, es el otro que he dicho Apóstol de Zambales.
–¡Vaya, hombre! que todo sea por Dios. ¡Conque los dos tan famosos y tan infatigables!
¡Pues poco que yo gozo con saber de ellos tan buenas noticias! No crea V. que, porque se me
haya trasconejado el nombre de José, no tengo yo presentes y muy presentes a todos y cada
uno de aquellos religiosos. ¿Cómo me voy a olvidar yo, por ejemplo, del P. Andrés de San
Nicolás? ¡Vaya un hombre! ¡Vaya un santo! ¡Cuántas veces he llorado acordándome de él!
Aquel sí que fué verdaderamente nuestro Práctico, ni más ni menos que los Prácticos que
acostumbramos tomar para los puntos arriesgados y desconocidos! Pasado el lugar del peligro, desembarcan estos en el puerto más próximo. De la misma suerte, apenas el P. Andrés
nos hubo sacado a salvo de aquel naufragio inevitable, desembarcó, para no volver más a embarcarse, en el puerto más próximo de la
1
2
Véase el tomo 3.º, Década 7.ª, cap. VI, pár. 1.º, pág. 510.
Id. id. tomo 2., Década 4.ª, Cap. VI, pág. 70.
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gloria. Sí, señores, aquel hombre vivía más cerca del cielo que de la tierra.
–¿Naufragio tuvieron Vds.?
–No, señores; no se verificó, gracias a un milagro bien patente de la Divina Providencia.
–Cuéntelo V. ya todo.
–Pues, nada: que como ya saben Vds. lo que suele suceder desgraciadamente donde
abunda la gente joven y mucho más la soldadesca, que el buen humor y la jovialidad propia
de los pocos años fácilmente degeneran en excesivos y llegan a ser margen de muchos abusos
y ofensas a la santa moral, sucedió tambien en nuestro viaje que, abusando sin duda de lo bonancible de los elementos, y tomando ocasión para olvidar el temor de Dios de lo que solamente debiera ser motivo pata serle más y más agradecidos, introdujéronse cierta licencia y
desenvoltura así en palabras como en acciones, las cuales, a la verdad, no eran muy propias de
personas cristianas, a la vez que ni podían ni debían ser toleradas por los PP. Recoletos que a
bordo iban.
No es esto decir que tanto los PP. como el Capitán de la fragata no les hubiesen avisado y
reprendido repetidas veces. Pero vamos al caso de que una tarde nos congrega dicho P. Andrés sobre la cubierta del barco, hácenos una seña de que descubramos nuestras cabezas, traza
sobre su pecho la señal de la Cruz y comienza a dirigirnos la palabra, hablándonos del pecado
y de la muerle; pero con una unción, con una ternura, con una vehemencia…, en fin, de una
manera tan conmovedora, que el mismísimo S. Vicente Ferrer es imposible que lo hiciera
mejor. ¿Quién sabe, hermanos míos, —nos dijo en un arranque de dolor que estremecía el
alma— quién sabe lo que puede sucedernos en esta misma noche? ¡Ay del infeliz que se halle
en desgracia de Dios! –Miren, Vdes.; aquello no era para descrito. Inmediatamente que el
Padre hubo callado, corrimos todos a hacer una dolorosa confesión de nuestras culpas. Si alguno dejó entonces de confesarse, fué porque su enmarañada conciencia no le permitía hacerlo tan en breve1.
Pues bien, señores; ¿querrán Vdes. creerlo? Aquella misma noche,
1
Véase el tomo 1.º, Década 2.ª, cap. VI, pág. 413.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
549
en que por cierto brillaba la luna en todo su esplendor sobre el firmamento y avanzaba la nave
rápidamente y a velas desplegadas sobre el tranquilo mar, a cosa de las once oímos desaforados gritos de la parte de proa: –¡Tierra! ¡Tierra! ¡Que nos perdemos! ¡que nos perdemos! –
Figúrense Vdes. la que allí se movió. Ni servían mandatos, ni servían amenazas. ¡Qué confusión, qué de gritos, qué de jaculatorias, qué de promesas! Imposible pintar a Vdes. aquellos
momentos de pánico, en que nadie pensaba sino en pedir a todo trance la última absolución de
sus culpas y avalanzarse frenéticamente sobre los salvavidas. Mas he aquí que el primero de
los Padres que aparece sobre cubierta es el Padre Andrés, que con voz de trueno que domina y
subyuga a la muchedumbre, exclama: –No temáis. Yo os prometo en nombre de Dios que no
pasará nada. De rodillas todo el mundo. ¡Dios te salve!... ¡Dios te salve!, repetimos todos,
cayendo de rodillas. –¡Reina y Madre!, prosiguió el P. Andrés. –¡Reina y Madre!, volvimos a
repetir, cada vez más serenos y confiados. Y así fuimos siguiendo, hasta acabarla, esa tan divina plegaria, esa oración tan tierna, tan patética, tan sublime como es imposible puedan
comprenderlo cuantos no la hayan rezado, como nosotros la rezábamos ante las puertas mismas de la eternidad.
Señores, soy marino y sé lo que me digo: según todas las leyes naturales, nuestra perdición era segura, completamente inevitable. ¿Qué pasó, pues, allí? –No lo sé: lo que sé, es que
«fuese entrando la Nao por aquella reventazón (que así la llamamos) como si pasara por un
canal; y después de haber navegado buen trecho sin alguna lesión entre tantos arrecifes, nos
hallamos en alta mar libres del todo1. Vean Vdes. señores, si tengo yo razón para acordarme
por todos los días de mi vida del P. Andrés de S. Nicolás.
–En verdad, Sr. Capitán; eso se merece de parte de Vdes. un fervoroso recuerdo. Ese
bendito Padre sin duda predijo lo que de antemano sabía.
–Pero, ¡ay, amigos! ¡Ojalá hubieran sido esas solas sus predicciones! Por desgracia no
fué así. Pasaron pocos días y hallándose tan bueno de salud como cualquiera de los aquí presentes, nos
1
Id. id. pág. 412.
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vuelve a dirigir su fervorosa palabra y por final de su discurso nos dice (1) ¡parece que lo estoy oyendo!
–Hemanos míos; ¿qué es la vida del hombre en este miserable mundo? –Como la flor del
heno que arrebata el huracán; como la leve espuma esparcida por la tormenta; como el humo
que disipan los vientos. Sí, hermanos míos; yo siento mucho contristar vuestra alma con una
noticia que sé que ha de afirjiros; pero al mismo tiempo, nunca como ahora necesito que me
ayudéis con vuestras oraciones. Pronto tendré que comparecer ante el tribunal de Dios. Mis
muchos pecados e ingratitudes para con él, me han privado de la dicha que tendría de ver con
vosotros las hermosas tierras, término feliz de nuestro viaje. Yo no llegaré a las Islas Filipinas. Por las entrañas de Jesucristo os suplico que me encomendéis a Dios.
Señores, dispénsenme Vds. no puedo proseguir —añadió el Capitán profundamente conmovido—. Sólo diré que al cabo de muy pocos días, hallándonos ya a la vista de las Islas llamadas de los Ladrones, tan próximas a Filipinas, desembarcó el P. Andrés, como he dicho, en
el puerto seguro de la gloria. ¿Estnve acertado al decir a Vds. que el P. Andrés fué ni más ni
menos que un Práctico que Dios nos dió para completa seguridad de nuestro viaje?
–Así es la verdad, Sr. Capitán, respondieron todos no menos conmovidos que él, al escuchar tan tiernas y patéticas escenas.
–Vamos, hombre, si aquello no era ni más ni menos que un santo; pero un santo de verdad: –repetía el Capitán con insistencia.
–¿Es cierto lo referido, P. Diego?
–Es verdad, señores, cuanto acaba de relatar el señor capitán es rigurosamente histórico.
Más de cuatro veces hemos recordado todo esto cuantos Religiosos nos hallamos allí presentes, reconociendo en el P. Andrés de San Nicolás un verdadero Práctico, según muy bien dice
el Señor, que el Piloto insigne y Patrón de la Iglesia universal, San Nicolás de Tolentino, cuyo
nombre y advocación aquél llevaba, y a quien nosotros no cesábamos de invocar, nos concedió para que dirigiese nuestro rumbo con toda felicidad a las Islas Filipinas. Hay que advertir,
señores, que lo primero que hicimos todos los Religiosos
de Agustinos Recoletos de Filipinas
551
tan pronto como pusimos nuestros pies sobre la embarcación que había de conducirnos hacia
Filipinas, fué prometer con toda solemnidad que la primera Casa o Convento que tuviésemos
en el Archipiélago se lo habíamos de dedicar a nuestro insigne hermano San Nicolás de Tolentino1.
–¿Qué más, P. Diego? ¿No recuerda V. que al morir nos prometió interpondría su valimiento ante Dios, para que cesase aquella peste de calenturas, que tantas víctimas llevaba ya
hechas entre los pasajeros?2
–Sí que lo recuerdo.
–Pues bien, señores: lo mismo fué morir el bendito Padre que cesar por completo a bordo
la enfermedad.
–Alabemos a Dios en sus santos —agregó el P. Diego—. No fué menos notable lo que a
nosotros nos predijo.
–¿Qué fué P. Diego?
–Nos dijo a los Religiosos, sus hermanos, que confiásemos en Dios, el cual nos miraba
con especial benevolencia, tanto que no habiendo dado nosotros paso alguno para procurarlo,
nos aseguró que ya en Manila se nos estaba preparando un conveniente albergue.
–¿Y se cumplió, P. Diego?
–Se cumplió, señores; y de la manera más providencial que puedan Vds. figurarse. Llegamos a Manila y hospedados allí de Iimosna por algunos días, muy pronto se nos ofreció la
coyuntura de poder comprar una casa hemosísima con su huerta adyacente, acabada aquella
de construir extramuros de la ciudad para el Sr. Gobernador General del Archipiélago. Por
cierto ¡quién se lo había de haber dicho a tan perfecto caballero y fervoroso cristiano! Muy
pocos días después que nosotros entraba en Manila, cubierto de laureles y de todos celebrado
y aplaudido por sus brillantísimas victorias en la guerra y conquista de Ternate, una de las
más hermosas islas Molucas. Mas ¡quién lo creyera! Aún duraba el eco de los aplausos, cuando ya la muerte lo había precipitado en el sepulcro. Compramos, pues, la dicha finca con dinero que sacamos de limosna, y con gran satisfacción de nuestras almas cumplimos la promesa que habíamos
1
2
Id. id. id. pág. 416.
Id. id. id. pág. 414.
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hecho a S. Nicolás de Tolentino, no sin que antes se verificase otra escena digna de nuestro
eterno agradecimiento al Santo. Como ya antes de nuestra llegada a Manila, le tenían dedicado un altar en su Iglesia nuestros PP. Agustinos Calzados, con gran concurrencia y devoción
de los fieles, tuvimos naturalmente nuestros motivos de delicadeza, para no proceder de ligero
en el asunto, introduciendo nueva devoción a un mismo Santo, donde tantas podían implantarse de Santos desconocidos. Determinamos, pues, encomendar a Dios la resolución de lo
más acertado, y habiendo repetido por tres veces un sorteo con los nombres de muchos Santos, incluso el de S. Nicolás las tres veces salió éste designado por la suerte, o, mejor dicho,
por la divina Providencia.
Agradecidos entonces a tan señalada deferencia, votámosle todos unánimes, no sólo para
Titular de nuestro primer Convento, sino también de la Provincia que con el tiempo haya de
erigirse con nuestro personal de Filipinas. ¡Cuánto sería, pues, nuestro alborozo, y cuánta la
veneración con que recordábamos las palabras del P. Andrés, cuando, repasando los documentos pertenecientes a nuestra nueva propiedad, nos encontramos con que el día mismo en
que se firmaban los despachos reales, autorizando nuestra misión a Filipinas, se comenzaban
también a abrir los cimientos de nuestra Casa, hoy Convento que llamamos de Bagumbayan1.
¿Es acaso exagerado el que nosotros conceptuemos en toda esta empresa tan providencial al
P. Andrés como un representante que de sí mismo nos dió S. Nicolás, a quien más que a nadie
invocamos todos desde que salimos en España de nuestros respectivos Conventos?
(Continuará)
FR. P. C. DE R.
A. R.
1
Id. id. id. págs. 416 y 417.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
SECCIÓN RELIGIOSO-LITERARIA
IN HONOREM B. MARIAE
SUB TITULO VIRGO DE MONTE CARMELO
Aureis Phoebi radiis ubique
Fulgurat vultus, tenebrae facessunt,
Pluraque extemplo misero resurgunt
Jubila mundo.
Jam suis saltus recreat canora
Frondeos loetis modulis aëdon,
Et melos Jesu recinit Mariae
Dulce Parenti.
Prata pubescunt nivei decoris
Floribus; circum volitant puellae
Virgini dextris teneris legentes
Lilia campi.
Hac die cursu latices ruentes
Praepeti lymphis, nitidae lucernae
Fulgure, illimes referunt Mariam
Murmure fontes.
Fluctibus pontus tumidis, Mariam
Terra Carmeli celebrari Montis
Virginem sacram lyrico canendam
Carmine certant.
Te, salus orbis, misero juvamen
Exuli tutum, populi fidelis
Laus, decus, Virgo, recolit viator
Omnis ovanter.
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Boletín Oficial
Virginem Matrem, resonante plausu,
Praecinunt omnes hodie libenter;
Ipse festivus modulos rependo
Carminis hujus.
En sui plectri modulatione
Virginem. Domnam recreant Olympi
Coelitis cuncti, pariterque fantur:
«Sis benedicta».
Te ferunt linguae resonantque, Mater,
Integram supra Cherubim pudicos;
labis Adami celebraris expers
Orbe poloque.
Concinit splendens chorea Angelorum,
Virginum coetu, comitante sacro,
Te Redemptoris Dominique Matrem
Ætere in alto.
Ipse te et Matris titulo Maria
Effero gaudens hominum celebri
Hoc die, cunctos pariterque sacro
Pectoris aestus.
Hac die turbae properant ad aras
Plurimae, et sistunt tibi corda, voces;
Annuens votis generosa confers
Munera coeli.
Vesti Simoni desuper tributa
Anglico exornas prece flagitantes
Tartari incursus removenti tetri,
Mater amoris.
Ipsa te praebens miseris videndam,
Poena quos tergit famulos, benigno
Corde solaris rutilique pandis
Limen Olympi.
Quis tui excelsas merito valevit
Ore virtutes reboare cordis?
Coelicam quisnam quoque caritatem
Laudibus almis?
Clarior solis radiis nitentis
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Fulgida mentis tenebras opacas
Luce propellens, dubio minante,
Sis benedicta.
Splendidis stellis redimita, Mater,
Virgo, bis senis, pedibusque cujus
Luna se subdit reverens, in aevum
Sis benedicta.
Cujus effulti precibus potenter
Horridae cuncti subigunt gehennae
Principem, technas nihilique pendunt,
Sis benedicta.
Cujus obtentu valido beati
Regna post partum petimus triumphum
Siderum tandem sine noxa, in aevum
Sis benedicta.
ORATUM
Intacta Mater Numinis
Benigna quotquot criminum
Saevum premit nunc vinculum
Tuos lacertos porrige;
Praebeque in aevum munere
Illis quietis perfrui.
Jessea Virgo nobilis,
Orbis renitens lucifer,
Jesu fidelem, flagito,
Hesperiam tu protegas,
Eam regentes adjuves,
Tuaque luce dirigas.
Praecelsa custos virginum,
Pubi in periclis adsies
Te diligenti praepotens;
Ne foedet usquam turpiter
Mores, lues libidinis,
Beata Virgo, candidos.
Adesto votis supplicum,
Prati superni lilium;
Plagisque cunctis, horridi
Quas turbo Martis obrui,
Optata Sedi pignora
Pacis Petri jam conferas.
Nostri memor sis, aequoris
Soecli procellis tundimur;
Omnes baratrhi sedula
Syrtes dolosas amove;
Ubique lenis asside
Donec sopor nos occupet.
Marcilla 7 6 15.
Fr. C. L. A S. C. J. O. E. R. S. A.
555
NECROLOGIO
Nuestro Reverendísimo Padre Prior General, en respetable oficio de fecha 6 del corriente
mes de Junio, se ha servido participar que aunque no se le había comunicado oficialmente, le
constaba por conducto fidedigno el fallecimiento, en la República de Colombia, del R. P. Lector y Ex-Definidor General Fr. Santiago Matute del Santísimo Cristo de la Tercera Orden. No
se dan más detalles en el citado Oficio, y es, sin duda, que su Reverendísima ha preferido el
anunciar cuanto antes tan sensible pérdida a fin de que no se retarde el cumplimiento de sufragios por el alma del finado.
Nuestro benemérito Religioso nació el 23 de Mayo de 1857, en Tarazona (Zaragoza) y
profesó en 27 de Marzo de 1875. Dotado de excelentes dotes para el magisterio, fué Profesor
de Latinidad por espacio de cinco años en los Colegios de Monteagudo y San Millán, y desempeñó el oficio de Organista en los tres Colegios de España durante once años; tuvo a su
cargo, diez y ocho meses (en 1885-86) la parroquia de San Millán, y la cátedra de Filosofía en
Monteagudo en los cursos de 1886-87 y 1887-88, habiéndosele expedido antes el título de
Lector correspondiente.
El 28 de Noviembre de 1888 se embarcaba en Santander, en el vapor «Saint Laurent», la
primera Misión que se dirigía a la República de Colombia, a dar comienzo a la magna y sublime empresa de la restauración de nuestra Provincia de la Candelaria. Siete eran los Religiosos, llenos de celo por la salvación de las almas y dispuestos al sacrificio, los que componían esta Misión, entre los cuales se encontraba nuestro amado y nunca bien llorado hermano,
Padre Santiago Matute. Dicha Misión tuvo el honor de estar presidida por el siervo de Dios.
P. Fr. Ezequiel Moreno del Rosario.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
557
Llegado a Colombia el 17 de Diciembre del mencionado año 1888, cooperó eficazmente
con sus trabajos apostólicos a la restauración de la Provincia de la Candelaria, de la que fué
nombrado Provincial en 25 de Mayo de 1895; y posesionado de su gobierno en 3 de Julio de
dicho año, desempeñólo con el mayor acierto hasta 1901, en que fué nombrado Definidor General, permaneciendo en este cargo hasta el año 1908, en que se celebró nuestro Capítulo General.
Tuvo en Colombia la representación de N. Rvmo. P. Comisario General Apostólico para
asuntos extraordinarios; misionó y ejerció su sagrado ministerio en diversas poblaciones de
aquella República, siéndole concedido el título de «Misionero Apostólico ad honorem ex audientia habita cum Ssmo. Papa Leon XIII» el día 23 de Junio de 1889; se le confirieron facultades extraordinarias y cuasi episcopales para con sus súbditos durante el tiempo de su Prelacía, y tenía licencias de confesar, en toda su amplitud en muchas Diócesis de España y Colombia. En 1892 fué nombrado Vice-Presidente; y al año siguiente, Presidente de la Congregación de San Luis Gonzaga, que fomentó y elevó en Bogotá a un alto grado de prosperidad;
y posteriormente vémosle de fundador, Director y Redactor de la Revista, órgano de dicha
Congregación, titulada El Congregante de San Luis, Confesor ordinario y extraordinario de
varios Conventos de Religiosas, Director espiritual de las Escuelas de San Vicente de Paúl, de
Bogota; Catedrático de Religión del Instituto Nacional de Artesanos, nombrado por el Ministro de Instrución Pública; Socio-vocal honorario de la Sociedad Española de Beneficencia y
Miembro del Comité Nacional de Colombia, nombrado por la Delegación Apostólica para
organizar las fiestas del Homenaje universal a Jesucristo Nuestro Señor.
En Septiembre del expresado año 1901 fué nombrado, como ya hemos insinuado, Definidor General de nuestra Orden, con residencia en Madrid. Terminado dicho oficio, regresó a
Colombia, a continuar sus tareas evangélicas, dedicándose de un modo especial al confesonario y al púlpito.
Muchos son los trabajos literarios de nuestro benemérito Religioso, los cuales tan justa
fama le han conquistado. Entre estos, varios han quedado inéditos, y algunos han sido dados a
la imprenta. Su relación puede verse en el Catálogo de los Religiosos Agustinos
558
Boletín Oficial
Recoletos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, dispuesto por el M. R. P. Fr. Francisco Sádaba del Carmen, página 796.
Al recordar a nuestro hermano en nuestras oraciones, no perdamos de vista las virtudes
que durante su vida le adornaron, y procuremos imitarlas. Grabemos en nuestro corazón estas
palabras Sic transit gloria hujus mundi, y brote de nuestros labios la oración que le alivia, por
si acaso necesitase, al que en vida le conocíamos, y tratamos, y le quisimos en Dios y para
Dios.
R. I. P.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
DOCUMENTOS INÉDITOS
RESEÑA HISTÓRICA
de nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas,
desde su origen hasta el año 1750, escrita por el Vble.
P. Rector Provincial Fr. José de la Concepción
(Continuación)
AÑO DE 1609
21. Este año determinó dicho V. P. Vicario Provincial que se continuase la gloriosa empresa de nuestra predicación evangéiica hasta llegar a los límites de la costa de Zambales y su
cordillera, que es la isla que llaman de Bolinao, que está a unas 50 leguas al Norte de Manila.
Habían estado antes en esta isla nuestros PP. Agustinos Calzados y por la ferocidad y bárbaras
constumbres de sus habitadores que amenazaban de muerte a los ministros del Evangelio,
abandonaron esta isla por el poco o ningún fruto que esperaban de ella. Por cuyo motivo a
pedimento del M. I. Sr. Gobernador y C. General D. Rodrigo de Rivero y del M. I. y V. Deán
y Cabildo de Manila, despachó el P. Vicario con destino a Bolinao a los VV. Padres Cristóbal
de Cristo y Fr. Andrés del Espíritu Santo, que había reducido y fundado el pueblo de Masinloc. Llegaron a Bolinao los dos religiosos bien penetrados de su misión, sustentáronse algunos
meses con yerbas del campo solamente, cuando de improviso hasta este
560
Boletín Oficial
sustento les quitó la crueldad de aquellos infieles, para que de hambre muriesen o la necesidad
les obligase a dejarlos en sus malas constumbres. Hubiera sucedido así, si Dios Nuestro Señor
no les hubiera asistido con su santa gracia, como suele en los casos más estrechos.
22. Perseveraron los dos religiosos tolerando y sufriendo miserias infinitas por algún
tiempo, hasta que compadecido el Señor de sus trabajos, después que mediante su predicación
se convencieron aquellos bárbaros porque, viendo a los misioneros tan pacientes y humildes,
se persuadieron a que no podían dejar de tener razón en lo que les enseñaban y predicaban.
Por este medio se sujetaron al suave yugo del Evangelio, recibieron la doctrina cristiana y se
bautizaron muchos. El número de estos fue de mil y seiscientos y con ellos fundaron dichos
Padres en la referida isla, la iglesia, pueblo y convento de Bolinao. Aquí sucedió otro caso
como el que llevo referido en los números 17 y 18 del V. P. Rodrigo en el bosque de los pajos. Supieron los ministros que la mayor parte del pueblo había ido a un cañaveral cercano
para venerar a las cañas como dioses. Fueron los Padres y cortaron las cañas, no sin sorpresa
de los infieles, que creían había de morir quien osase tocarlas. Los neófitos se confirmaron en
la fe.
FR. JOSÉ DE LA CONCEPCIÓN
(Continuará)
TIP. DE SANTA RITA
Año VI
Julio-Agosto de 1915
Núm. 62
BOLETÍN OFICIAL DE LA PROVINCIA
DE
SAN NICOLÁS DE TOLENTINO DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
SECCIÓN LITÚRGICA
I
¿En qué días se pueden celebrar las misas privadas de Requiem?
No intentamos en este artículo tratar de las misas cantadas de Requiem, puesto que «Leges pro Missis Defunctorum in cantu immutatae manent»1. Siguen, pues, rigiendo los varios
decretos de
1
Rubricae in recitatione divini Officii et in Missarum celebratione servandae ad norman BuIlae «Divino afflatu». (Titul. X n. 5.)
562
Boletín Oficial
la S. C. de Ritos, que sobre esta materia trae Mach-Ferreres en los números 208, 209. 210 y
211. Sólo hay que advertir que antes había algunos días en que por prescripción de las rúbricas del Misal debían celebrarse en las Catedrales y Colegiatas dos misas: una pro Defunctis y
otra del día (Rubr. gen. Missal. tit. V-1-2). Pero las rúbricas disponen ahora que: «In Ecclesiis, in quibus adest obligatio Chori, una tantum Missa cum assistentia Choralium semper
celebretur; et quidem de Officio diei, nisi aliter Rubricae disponant aliae Missae quae hucusque cum praedicta assistentia celebrabantur, in posterum extra Chorum legantur, post propriam Horam Canonicam». Se exceptúan de esta regla, por lo que hace a las misas de Requiem, la del aniversario del último Obispo difunto, y de todos los Obispos y Canónigos; y
todas las de fundación1.
Dejando, pues, a un lado las misas cantadas de Requiem, veamos lo que acerca de las rezadas dicen las rúbricas: «Missae autem privatae pro Defunctis quocumque die dici possunt
praeterquam in festis duplicibus et Dominicis diebus». (Rubr. gen. Missal. V-2). Luego según
esta rúbrica pueden decirse en cualquier día de rito semidoble o simple. Sin embargo, por un
decreto de la S. C. de Ritos del 30 de Junio de 1896 (n. 3922, III. 2), se prohíben en absoluto
las misas pro Defunctis en las Vigilias e infraoctavas de la Natividad y Epifanía del Señor, el
miércoles de Ceniza, desde el Domingo de Ramos hasta después de la octava de Pascua, en la
Vigilia de Pentecostés y durante las octavas de Pentecostés y Corpus Chisti; y también en los
domingos per annum y en las fiestas dobles, aunque no sean de precepto, sin que valga costumbre alguna en contrario.
Todavía vienen a limitar más el número de días en que se pueden decir misas rezadas de
Requiem las rúbricas del nuevo Salterio. En el número 2 deI título X se lee lo siguienle: «En
las ferias de Cuaresma, de las Cuatro Témporas, en la segunda de Rogaciones, y en las Vigilias, si ocurre algún Oficio de fiesta doble (mas no de primera o segunda clase) o semidoble,
las misas privadas podrán decirse ad libitum, o de la fiesta con conmemoración y último
Evangelio de la feria o de la Vigilia con conmemoración
1
Ibid. Titul. XII.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
563
de la fiesta: se prohíben sin embargo las misas votivas privadas, o las privadas pro Defunctis:
las cuales quedan igualmente prohibidas en la feria a la que se haya de anticipar, o en la que
se haya de reponer la misa de la Dominica. Mas en la Cuaresma podrán celebrarse misas privadas de Difuntos todas las semanas en el primer día libre en el Calendario de la iglesia en
que se celebra la misa».
En el número 5 del mismo título X se aclara mejor esta cuestión de las misas rezadas de
Requiem, y se dice que: «Estas misas rezadas están permitidas en los dobles tan solamente in
die obitus, vel pro die obitus, con tal que no sea fiesta de precepto, o doble de primera o segunda clase, o una de las ferias que excluyen los dobles de primera clase1. Mas en cuanto a las
misas rezadas de Difuntos, que se hayan de decir en los días de rito semidoble o simple, en
adelante nunca podrán celebrarse en las ferias mencionadas en el número 2, salva no obstante
la excepción que allí se hace. Sin embargo, en estas misas de feria podrá añadirse una oración
en penúltimo lugar, según las rúbricas, por los Difuntos por quienes se aplica el Sacrificio.
Pero como hasta ahora las misas de Difuntos debían celebrarse in nigris para que se les pudieran aplicar las indulgencias de altar privilegiado, en adelante concede benignamente el Sumo
Pontífice las mismas indulgencias, aunque se diga la misa de la feria, con la oración pro Defunctis (2)2. En las demás ferias per annum no exceptuadas en el número 2 y en los semidobles, infraoctavas no privilegiadas y simples, podrán decirse
1
Como aquí nada se dice de las octavas, las misas de die obitus, aut pro die obitus solamente quedan prohibidas
por esta rúbrica el lunes y martes después de Resurrección y Pentecostés, que son dobles de primera clase;
y en cuanto a las ferias sólo el miércoles de Ceniza, lunes, martes y miércoles de la Semana Santa, y en las
Vigilias de la Natividad del Señor y Pentecostés, pues todos estos días excluyen lo dobles de primera clase.
2
Hoy ni aun esto se necesita; pues a petición de la Suprema S. C. del Santo Oficio S. S. Pío X el 20 de Febrero
de 1913 se dignó aprobar un decreto en el que se dice que: «Ad Altaris privilegiati, quod vocant, Indulgentiam lucrandam, non amplius in posterum sub poena nullitatis requiri, Missam de Requie aut de feria vel
vigilia cum Oratione defuncti propria celebrari; id tamen laudabiliter fieri, cum licet ac decet, pietatis gratia
erga defunctum. (Acta Apost. Sedis, 1913 pag. 122.)»
564
Boletín Oficial
misas de Difuntos como también otras votivas, según las rúbricas».
Publicada la Constitución de Pío X «Divino afflatu» con las rúbricas del nuevo Salterio,
en cuyo título X, como queda expuesto, se restringen los días en que pueden celebrarse las
misas rezadas de Requiem, surgieron algunas dudas con respecto a estas misas en algunos
lugares y órdenes religiosas, que gozaban de algunos privilegios, para poder celebrarlas en
otros días fuera de los permitidos en los números 2 y 5 del título X de las citadas rúbricas.
Para dirimir estas dudas, la S. C. de Ritos, publicó un decrego el 8 de Febrero de 1913, en
el que, firmis manentibus legibus et privilegiis Missas solemnes recipientibus, determinó y
declaró en cuanto a las misas privadas lo siguiente: «IV. El privilegio de misa rezada pro Defunctis concedido a algonos lugares u órdenes para poder celebrarlas dos o tres veces a la semana, aunque ocurra algún doble mayor o menor, en adelante se ha de aplicar de modo que se
entienda concedido tan sólo para aquellos días en que no ocurra alguna feria o vigilia ut supra. Quedan, pues, prohibidas en estas ferias o vigilias las misas rezadas pro Defunctis, exceptúanse las misas in die obitus vel pro die obtus, en aquellas iglesias en donde se celebran
los funerales de algún difunto con misa cantada: exceptúase también la única misa que puede
celebrarse por un difunto pobre, según el decreto del 9 de Mayo de 1899, n. 40241: las misas
que se celebran en las capillas de los sepulcros conforme al decreto del 19 de Mayo de 1896,
n. 39032; y por último las misas rezadas en el primer día libre de cada semana durante toda la
Cuaresma según las nuevas rúbricas. Por
1
2
An pro paupere defuncto, cujus familia impar est solvendo expensas Missae exequialis cum canto, haec Missa
legi possit sub iisdem clausulis et conditionibus, quibus praefata Missa cum canto concedigtur? –R. Affirmative, seu permitti posse, in casu, Missam exequialem lectam, loco Missae cum cantu; dummodo in Dominicis aliisque festis de praecepto non omittantur Missa Officio diei currentis respondens. (9 Maj. 1899, n.
4024).
Aucto, postremis hisce temporibus, maxime in calendariis particularibus, Officiorum duplicium numero, etc…
1. «In quolibet Sacello sepulcreti rite erecto vel erigendo, Missas quae inibi celebrari permittuntur, posse
esse de Requie diebus non impeditis a Festo duplici primae et secundae clasis, a Dominicis aliisque festis
de praecepto servandis, nec non a Feriis, Vigiliis, Octavisque privilegiatis».
de Agustinos Recoletos de Filipinas
565
concesión de la Santa Sede todavía se consideran válidos, hasta que expiren, los Rescriptos
quinquenales, concedidos a algunas Diócesis y Provincias Religiosas extranjeras, de celebrar
dos veces por semana misas rezadas de Requiem, en el día de óbito o deposición, tercero, séptimo, trigésimo y aniversario».
Hemos visto hasta aquí cuándo se permite celebrar las misas privadas pro Defunctis. Pero
¿hemos de concluir de todo to dicho que se deben celebrar siempre que las rúbricas no las
prohíban?
Antes de contestar a esta pregunta conviene advertir que, como hemos visto, tanto los
nuevos decretos como las rúbricas del nuevo Salterio tienden a limitar los días, en que antes
estaba permitido celebrar privadamen te pro Defunctis; y que hasta en los semidobles y simples ya no hay obligación de celebrar in nigris, ni de decir la oración propia del difunto en la
misa de la feria o de la vigilia, cosa que antes se exigía como condición sine qua non para
ganar por los difuntos las indulgencias de altar privilegiado; aunque puede hacerse laudabiliter cum licet ac decet, pietatis gratia erga defunctum.
También se debe advertir que según las rúbricas del Misal, mientras sea posible, debe
conformarse la misa con el oficio del día: Quoad fieri potest Missa cum Officio conveniat.
(Rubr. gen. Missal. IV-3). Y con mucha razón, porque, siendo la misa la parte más noble de
las Horas Canónicas, no debe cambiarse aunque las rúbricas lo permitan, como no haya una
causa que lo justiflque: Id vero passim non fiat, nisi rationabili de causa. (Rubr. gen. Missal.
tit. IV-3).
Luego hemos de contestar a la pregunta de arriba que para celebrar de negro, no basta
que las rúbricas dejen en libertad al sacerdote para decir la misa del día o la de Requiem; se
necesita además que haya alguna causa que justifique esta mutación, como el tener, por ejemplo, que aplicar la misa por algún difunto.
Pero ocurre con harta frecuencia que el celebrante no sabe si debe aplicar su misa por los
vivos o por los difuntos; como cuando el que se la encarga sólo le exige que la diga a su intención, o, como ordinariamente sucede a los sacerdotes regulares, que deben aplicarla a intención del superior de la casa. En el primer caso lo más conforme con las rúbricas es celebrar
la misa del día, aunque sea
566
Boletín Oficial
semidoble o simple y se pueda celebrar in nigris: porque por una parte no le consta si tiene
causa para cambiar la misa del día por la de Requiem, y por otra, aunque debiera aplicarla por
los difuntos, en cuanto a la substancia o ex parte Sacrificii lo mismo les aprovecha una misa
que otra. Por lo que hace a los sacerdotes regulares, dice Mancini, fundador de las Efemérides
litúrgicas, que desde la última mitad del pasado siglo, fué introduciéndose la costumbre, sobre
todo en las casas religiosas, de no preparar en la sacristía más que ornamentos negros en los
días, que las rúbricas permiten las misas de Requiem, para que todos los sacerdotes, menos el
que debe decir la misa conventual, celebren la misa cotidiana de difuntos. Esta costumbre si
bien es la más cómoda, no es la más conforme con las rúbricas del Misal; porque si las misas
o por lo menos alguna de ellas se han de aplicar aquel día pro vivis, no hay motivo para que se
celebren todas de negro. Verdad es que, como enseñan los moralistas, valen las misas celebradas in nigris, aunque se apliquen por los vivos; como valen también las misas del día, aunque se digan por los difuntos. Pero, como aquí no se trata de la validez sino de la licitud, hay
que decir que lo primero no es lícito, por ir contra las prescripciones de las rúbricas; pero sí lo
segundo porque en ninguna parte se prohíbe.
Mas, como a pesar de esto, no faltan autores doctos y piadosos, que opinan que, por la
costumbre ya introducida, hasta la facultad, concedida por las rúbricas, de celebrar en ciertos
días la misa pro Defunctis, para que cualquiera pueda ad libitum hacer uso de esta facultad,
sin ninguna obligación de atender a si debe aplicar la misa por los vivos o por los difuntos,
convendría, dicen las Efemérides litúrgicas, que la Santa Sede declarase su parecer sobre este
particular.
II
¿Qué Calendario se debe seguir en una Iglesia Catedral
encomendada al clero Regular?
Varios son los decretos dados por la S. C. de Ritos para definir los derechos de los Regulares en cuanto al uso de su propio calendario.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
567
En ellos se determina que, cuando los Regulares tienen calendario propio, pueden usarlo en
sus iglesias, no sólo cuando éstas son estrictamente regulares, sino aun cuando sean también
parroquiales, siempre que estén incorporadas al Monasterio o Casa Religiosa in perpetuum, y
la Comunidad celebre en ella los Oficios divinos; como sucede, por ejemplo, en nuestra iglesia de San Millán de la Cogolla. Así consta por el decreto 4252 Secovien del 22 de Abril de
1910. Pues habiéndole prepuesto el obispo de Seckau a la S. C. de Ritos esta duda: «An Regulares, qui Paroeciam in dioecesi administrant, sive Ecclesia Parochialis sit Monasterio incorporata sive non, teneantur in Missis servare Kalendarium Ordinis, an Kalendarium dioecesanum? –Et S. R. Congregatio, exquisito voto Commissionis Liturgicae, proposito dubio ita
respondendum censuit: Si Paroecia sit Monasterio vel Domui Religiosae incorporata, aut
ejusdem Monasterii seu Domus curae in perpetuum vel indefinitu tempus concredita, vel
Communitas apud ipsam Parochialem Ecclesiam Divina peragat Officia, in Missis Kalendarium Religiosorum semper adhibeatur; secus item in Missis Kalendarium Dioecesanum semper servetur; juxta Decreta num. 4051 Urbis, 15 Decembris 1899, et Canonicorum Regularium Lateranensium Congregationis Austriae, 11 Februarii 1910»1.
Pero no sólo deben usar los Regulares su calendario propio en sus iglesias, sino también
los demás sacerdotes extraños, que vengan a celebrar en ellas; mas si se trata de una iglesia,
que no es propiamente regular, o que no está encomendada a una Familia Religiosa, sino a
una persona privada de la misma Comunidad, entonces las funciones litúrgicas deben regirse,
no por el calendario de la Orden, a que pertenece el sacerdote que tiene a su cargo aquella
iglesia, sino por el calendario diocesano. Así lo dispuso la S. C. de Ritos el 15 de Diciembre
de 1899 en el decreto núm. 4051 que dice: II. In ecclesiis alicui Religiosae Familiae concreditis, Sacerdotes exteri in illis celebrantes tenentur ne sequi Calendarium ejusdem Familiae proprium, si habeatur? III. Num idem sit dicendum de Ecclesiis, quae non Religiosae Familiae,
sed tantum alicui personae
1
Acta Apostolicae Sedis. Vol. II, num. 7, pag. 296.
568
Boletín Oficial
privatae, etsi ad eamdem Familiam pertinenti, commissae sunt? –R. ad II, Affirmative, ad III,
Negative.
Fundados en estos decretos y en otros semejantes los PP. Carmelitas Descalzos, que con
un celo superior a todo encomio ejercen en Verápoli (en la India inglesa) el ministerio parroquial, creían que, por estar encargados de la Catedral, no sólo podían celebrar en ella las funciones eclesiásticas según el calendario de su Orden, sino que debían también conformarse
con él los sacerdotes seculares, que en ella celebrasen, y hasta del mismo Arzobispo. No opinaba del mismo modo el Arzobispo, aunque era también de la misma Orden Carmelitana; no
sólo porque Episcopus regularis debet recitare Officium suae dioecesis S. R. C. 11 jun. 1605;
sino porque decía además que los decretos citados no debían aplicarse a las iglesias Caledrales y Metropolitanas.
Llevada la cuestión a la S. C. de Ritos, vemos la propuesta y resuelta en los términos siguientes:
SACRA CONGREGATIO RITUUM. –Verapolitana. –Dubium. –Archiepiscopus Verapolitanus
sacrae Rituum Congregationi pro opportuna declaratione haec quae sequuntur reverenter exposuit:
In loco Veraopy exstat Ecclesia Metropolitana, mater omnium ecclesiarum archidioecesis
Verapolitanae, in qua tamen Religiosi Carmelitani Discalceati, qui ibi residentiam habent, sua
officia et suas functiones exercent, necnon et fidelium curae per verbi divini praeconium et
administrationem sacramentorum deserviunt.
Hinc quaeritur: An in Ecclesia Metropolitana Verapoli Kalendarium regulare Ordinis
Carmelitarum Discalceatorum servari debeat, juxta decreta S. R. C. 4150 Ratisbonen., 27 januarii 1905 et 4252 Secovien, 22 aprilis 1910, vel Kalendarium Dioecesanum ab Apostolica
Sede rite approbatum?
Et sacra Rituum Congregatio, exquisita specialis Commissionis sententia, omnibus sedulo perpensis, proposito dubio respondendum censuit: Negative ad primam partem; et decreta
in medium allata non respiciunt ecclesias Cathedrales aut Metropolitanas: Affirmative ad secundam. Atque ita rescripsit et declaravit die 20 martii 1915. –L ✠ S. – Antonius Card. Vico,
S. R. C. Pro-Praefectus. –†Petrus La Fontaine, Episc. Charstien, Secret.1
1
Acta Apostolicae Sedis, vol. VII, pag. 150.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
569
La resolución, como se ve, es terminante: en la Iglesia Metropolitana de Verápoli debe
seguirse el Calendario diocesano aprobado por la Santa Sede, y no el de la Orden de Carmelitas Descalzos. Los decretos por estos alegados no se refieren a las Iglesias Catedrales y Metropolitanas.
La razón es clara. Las Catedrales no son por su naturaleza iglesias regulares, aunque a
veces estén encomendadas a alguna Comunidad religiosa y sea también religioso el Obispo de
aquella Sede; sino que de suyo son seculares y pertenecen siempre a la diócesis. Sucede a
veces que en algunas Misiones, por falta de clero secular o por alguna otra causa, la Santa
Sede, al erigir canónicamente una nueva diócesis, encomienda la Iglesia Catedral al servicio
de los Misioneros regulares, que allí comenzaron a esparcir la semilla de la predicación evangélica, y hasta eleva a la dignidad episcopal para aquella iglesia a uno de los Misioneros de la
misma Orden; pero esto no deja de ser un hecho transitorio, que no puede constituir un derecho estable, firme y determinado. Y así cambiadas las circunstancias, nada obsta para que la
Santa Sede pueda promover al episcopado de aquella iglesia a otro Misionero de distinta Orden o a un sacerdote secular, más aún, puede muy bien poner en ella cabildo secular, que se
haga cargo de todas las funciones litúrgicas y parroquiales y eximirla así del cuidado de aquella Orden religiosa.
Siendo, pues, las Catedrales por su naturaleza seculares, y debiendo pertenecer a la diócesis, aunque accidentalmente estén encomendadas a alguna Orden religiosa y sea también el
Obispo regular, es evidente que los oficios litúrgicos, que en ellas se celebren, han de ajustarse a las prescripciones del calendario diocesano, pues de otro modo se daría la anomalía de
que en la iglesia matriz, que es la iglesia del Obispo, deberían hacerse los Oficios divinos según el calendario de la Orden religiosa, que tiene a su cargo aquella Catedral, y en las demás
iglesias, que de ella dependen, según el calendario de la diócesis.
Y no se diga que esto se opone abiertamente a lo que el derecho dispone con relación a
las Abadias Nullius, cuyas iglesias tienen todos los privilegios y honores de las iglesias Catedrales, y cuyos
570
Boletín Oficial
Abades como el de Monte Casino y actualmente el de Subiaco1 ejercen en su territorio separado jurisdicción cuasi episcopal sobre el clero y el pueblo; y no obstante tanto ellos como sus
monjes usan en sus iglesias no sólo el calendario, sino también el Breviario Benedictino,
mientras que los demás clérigos seculares sujetos a su jurisdicción deben rezar por el calendario de la diócesis y por el Breviario Romano. Porque bien examinada la cuestión, aparece a
primera vista una gran disparidad entre ambos casos. Las iglesias de los Obispos pertenecen a
la diócesis, las de los Abades a la Orden regular, las primeras son seculares, las segundas regulares; aquellas son Catedrales por su propia naturaleza, estas lo son también pero por privilegio, esto es; en cuanto que los Romanos Pontífices suelen conceder a los Abades Nullius
jursdicción cuasi episcopal extra claustra sobre el clero y el pueblo. Luego en las primeras se
debe rezar por e! calendario de la diócesis y el Breviario y Misal Romanos, mas en las segundas deben ajustarse los oficios y funciones litúrgicas al calendario, Breviario y Misal propios
de la Orden religiosa.
Tampoco vale decir que, según el decreto de la S. C. de Ritos núm. 4150 Ratisbonen, del
27 de Enero de 1905, alegado por los PP. Carmelitas Descalzos, debe conformarse el Obispo
al calendario de la iglesia regular en que celebra. Porque nada tiene que ver este decreto con
el caso de que estamos tratando Es cierto que cuando el Obispo celebra en una iglesia regular
debe atenerse al calendario de la Orden que aquella pertenece; porque aquella iglesia no es el
del Obispo, ni está sujeta a su jurisdicción; y por lo mismo debe celebrar la misa propia de
aquella iglesia regular y no la que corresponde a su propio oficio. Pero en nuestro caso no se
trata de una iglesia regular, sino de la misma iglesia Catedral, que por su propia naturaleza es,
como hemos dicho, secular, y pertenece a la diócesis. Luego en nada favorece el mencionado
decreto a los PP. Carmelitas Descalzos; y lejos de tener el Obispo que acomodarse al calendario de la Orden Carmelitana, deben más bien los
1
Por la Constitución Coenubium Sublacense del 21 de Marzo de 1915 S. S. Benedicto XV ha hecho Abadía
Nullius el Monasterio de Sta. Escolóstica do Subiaco, concediendo a su Abad pro tempore jurisdicción cuasi episcopal sobre su territorio separado, sobre las iglesias en él comprendidas y sobre el clero y el pueblo.
(Acta Apostolicae Sedis. Vol. VII, n. 8, pag. 197).
de Agustinos Recoletos de Filipinas
571
PP. Carmelitas seguir el de la diócesis en todas las misas y demás oficios que celebren en la
Catedral; y para no verse en la necesidad de tener que celebrar todos los días una misa que no
corresponde con su oficio, lo más que pueden hacer es pedir facultad a la Santa Sede, para
poder seguir en todo el calendario de la Catedral, que a su cuidado está encomendada.
Fr. Juan Aráiz de la Purísima Concepción
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
PALESTRA
RELIGIOSO
–
CIENTÍFICO
-
LITERARIA
GRANDEZA DE SAN AGUSTÍN
¿Es grande S. Agustín?
Lo confieso con ingenuidad. No hace muchos años, cuando después de vestir el santo
hábito de la Recolección, pasaba el tiempo feliz del noviciado, oía con frecuencia hablar de
Agustin. Se nos ponderaba su figura gigantesca, se nos predicaba su grandeza sin límites.
Aquello era para mi corazón un placer delicioso, un encanto halagador. Era hijo de Agustín, y
amaba con ardor a mi Padre, a quien quería grande, excelso, sublime. Anhelaba vivamente
que Agustín permaneciera siempre colocado en el glorioso pedestal de la veneración y respeto
universales, que, según se nos anunciaba, por doquiera le circuían; mas también estos mis
ardientes deseos eran la causa de algunos temores, que a veces me asaltaban. ¡Cómo!, me
insinuaban mis temores: ¿esa gloria, que circunda las sienes del Hijo de Mónica, no será fruto
de los amores apasionados y parciales de los hijos de Agustín? ¿No llegará día, en que algún
eximio conocedor de la realidad del valer de Agustín levante su voz de protesta y llegue a
demostrar que este no es sino uno de tantos hombres más o menos ilustrados, que cruzan
nuestro globo, o al menos, que no es uno de los más excelsos, que han existido en el mundo?... Estos
de Agustinos Recoletos de Filipinas
573
eran los temores de entonces, que, nacidos de mi amor, no pocas veces me asaltaban.
¿Y ahora? ¡Oh ahora! Lo confieso tambien ingenuamente. Ahora no temo. Si algún hombre de esos de mis antiguos temores se presentare a negarme la grandeza de Agustín, o a ponerla en tela de juicio, le contestaría con un gesto de supremo desprecio. He considerado las
obras de Agustín, al menos lo suficiente para descubrir la sinceridad de los que lo enaltecen;
he admirado en él uno de los espíritus más bellos y uno de los corazones más hermosos, que
Dios haya formado; he escuchado la voz de los hombres más eminentes del saber humano,
que, al hablar del Genio Africano, no encontraban palabras para sublimarlo; he recorrido la
historia de la Iglesia y he visto que Sumos Pontífices, Padres, teólogos, sabios en general le
dedican un himno de loor y de gloria; he observado, en fin, que hasta los enemigos del nombre cristiano, los adversarios de la Esposa de Jesús se postran ante la magestad del Águila de
Hipona, y, obligados solamente por la innegable fuerza de la realidad, proclaman que, o
Agustín es grande, o la grandeza no ha figurado jamás en la tierra.
Y en verdad que es grande Agustín. A su grandeza singularísima van dedicadas estas líneas, que no se proponen demostrarla, sino solamente presentar algunos rasgos de ella. La
materia es vastísima y pudiera llenar volúmenes, pero conformándome a las condiciones de la
presente publicación, intentaré solamente, como he dicho, manifestar algunos detalles entre
los muchos que decoran a hombre tan singular y extraordinario; detalles deducidos ora del
examen interno de la personalidad y obras de Agustín, ora de alguno que otro testimonio extrínseco escogido de la magnífica diadema, que forman los innumerables que la humanidad le
ha consagrado.
Sí, es grande Agustín. Él es un filósofo eximio, profundísimo. Tuvo por maestros y guías
a los dos luminares más fulgentes de la antigüedad: Platón y Aristóteles. El primero, cuando
se trata de las cosas divinas y espirituales, no teme, vuela cual águila que veloz cruza los espacios; el segundo, prudentemente tímido en las sublimidades de lo espiritual, es quien mejor
ha explicado las cosas que intuimos y nos rodean, lo que casi por carecer de entidad se presenta dificilísimo a la investigación humana, como el tiempo, el lugar,
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Boletín Oficial
el espacio, la relación, etc. Nadie ha hablado en esto mejor que el Maestro de Alejandro el
Magno. Pues bien: Agustín no es inferior a sus preceptores. Bebió por sí solo la sabiduría que
en las obras de ellos se encierra, rechazó los errores que contienen y perfeccionó en muchas
partes su filosofía, valiéndose ya de las luces de su vasto y profundo entendimiento, ya de los
fulgores irradiantes, que le proporcionaba la revelación. El Águila de Hipona fué un filósofo
eminentísimo. En alta voz lo proclama La Bruyére: «En cuanto a los principios, dice, de pura
filosofía, en cuanto a su aplicación y desenvolvimiento, en cuanto a la legitimidad de las conclusiones, en cuanto a la dignidad del discurso, en cuanto a la felicidad de la moral y de los
sentimientos, ninguno hay que pueda ser comparado con San Agustín, sino Platón y Cicerón».
Todavía más: Schaf, célebre filósofo de nuestros días, que tiene la cátedra de Ontología en
una de las Universidades más acreditadas y concurridas del mundo, la Pontificia Universidad
Gregoriana en Roma, llega a decir y sostener que San Agustín es el filósofo más grande que
ha existido en la humanidad.
San Agustín es no sólo filósofo incomparable, sino también teólogo inimitable. Nadie,
creo, le negará, ni podrá negarle, el dictado de creador, por decirlo así, de la teología cristiana,
y el de Príncipe de los teólogos católicos. «Es un hecho que no se puede negar, dice el Águila
de Meaux Bossuet, que S. Atanasio por ejemplo, que no es inferior a ninguno de los Padres en
genio y profundidad de doctrina, y que es, por expresarse así, el tipo de la iglesia en las luchas
que sostuvo contra Arrio, no se extiende en sus escritos más allá de esta materia. Dios, en
cambio, ha permitido que S. Agustin, tuviera que combatir toda clase de herejías… De suerte
que, todos los dogmas, tanto especulativos como prácticos, de la religión, han sido tan profundamente explicados por S. Agustín, que se puede asegurar que él es el único de los antiguos, que la Providencia determinó para que, con ocasión de las multiformes disputas que se
ofrecieron en su tiempo nos dejara todo un cuerpo de teología, fruto de su lectura profunda y
continua de los libros sagrados». Si San Agustín no se encontrara como en su centro en tantos
ramos del saber humano, podríamos afirmar sin temores que lo estaba en la teología. Él, por
ejemplo, fué el primero que completó y escribió en
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gran parte la doctrina católica sobre la Santísima Trinidad; a él se debe la profunda explicación de la misma, y la aplicación, para mayor facilidad, de los actos del alma a dicha doctrina;
él es quien penetró más que nadie en este sublime misterio; él quien profundísimamente consideró las relaciones divinas, estableciendo las bases y fundamentos inconmovibles para resolver todas las dificultades, que hasta él sintieron los demás Padres, según se evidencia por el
modo de hablar de muchos de ellos, modo de hablar que no procede de una fe imperfecta o
errada, sino de la grandeza del misterio, del que procuraban alejar toda contradicción y dificultad evidentes, no conigniéndolo por completo y con perfección por falta de consideración
de las relaciones subsistentes en que San Agustín tanto insiste, aun en sus predicaciones dirigidas al pueblo. En fin Santo Tomás recibió de Agustín la doctrina sobre la Santísima Trinidad, y el tratado que sobre Ella versa, no ha progresado en realidad desde la época del Genio
de Tagaste sino en una consecuencia, que se deduce de la doctrina de Agustín, pero que éste,
ocupado en otras diversas consideraciones, no dedujo, y en tiempos muy posteriores fué sacada rectamente por el Angélico Doctor.
Agustín es también el Doctor de la gracia, porque nadie antes que él explicó y nadie después que él ha explicado mejor las múltiples y dificilísimas cuestiones que en torno de ella se
agitan. Díganlo los caudillos y maestros de todas las escuelas católicas, que se precian de tener a Agustín por la guía y norte que la Apostólica Sede Romana próvidamente en semejante
materia les deparara. El Obispo de Hipona es además el Padre de la Iglesia que mejor tal vez
comprendió el gran misterio que se encierra entre Jesucristo y su Iglesia, y el que con más
énfasis y elocuencia describe las relaciones que existen entre ambos. Él solo es quien, en una
materia en que San Cipriano, y otros antes que él, y hasta tres Concilios africanos erraron,
restituyó a la Iglesia de África el honor que había perdido con una doctrina y práctica nuevas,
que con tanto fuego y ardor rechazan los demás Santos Padres no africanos, entre ellos, por
ejemplo, el Lirinense. En esta cuestión, así como en no pocas otras, Agustín es la voz de la
Tradición. Y si de la teología en general pasamos a la controversia, a la apologética, ¡oh cómo
resplandece y fulgura el hijo de Mónica! ¡cómo osténtase magnífico, glorioso,
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Boletín Oficial
invencible, lleno de honor y claridad! Quédese para ocasiones más oportunas tratar de un punto tan agradable e interesante: sólo quiero expresar aquí que San Agustín, portento de humildad incomparable, era hasta tímido en cierto modo para proponer sus opiniones; mas cuando
se trataba de la fe de la Iglesia de alguna práctica o doctrina por ella defendida, ¡ah entonces!
entonces no teme, no cede, no se rinde. Estaba plenamente persuadido de la excelencia de la
Iglesia y de su origen divino, y sabía que debía triunfar sobre todo elemento humano.
San Agustín une a los timbres de gloria, que le corresponden por su filosofía y teología,
el de ser Legislador. De sus obras innumerables pudieran extraerse elementos suficientes para
formar un tratado bastante completo de ascética, y aun, en parte, de mística, en el sentido riguroso de la palabra; pero además tenemos su Regla, esa breve y preciosa obra, que bastaría
para inmortalizarlo. Fundador de una Orden Religiosa, entrega a sus hijos esa vía segura del
alma, que, supuestos los votos, comprende en orden lógico y admirable todo cuanto el Religioso necesita para llegar a la perfección propia de su estado, y que manifiesta un conocimiento profundísimo del corazón humano. No prodigaré alabanzas a la Regla de mi santo
Padre; se las han prodigado los Sumos Pontífices, se las han prodigado los hombres más eminentes en el conocimiento de la vida espiritual, y el innumerable, verdaderamente innumerable ejército de héroes que se han santificado con ese bello tesoro del corazón de Agustín en
las numerosísimas Órdenes y Congregaciones, que, convencidas de su valor, la aceptaron. Esa
bendita Regla será siempre una de las glorias más insignes, que esmaltarán la diadema fulgentísima que ciñe las sienes de tan glorioso Patriarca y Fundador.
No me es posible, aunque con sentimiento mío, considerar al Doctor de los doctores, bajo
otros muchos aspectos, por ejemplo, como orador elocuentísimo y admirable, como jurisconsulto, como sociólogo, por no decir nada de él como músico, poeta, gramático etc., etc. Mas
no debo ni puedo pasar sin decir cuatro palabras acerca de su santidad.
¡Agustín santo! Si unión maravillosa y que los siglos no podrán cancelar existe entre
Agustín y la ciencia, unión más apretada,
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más fuerte, más indisoluble todavía hay entre Agustín y la santidad. Esa unión es verdaderamente divina. Para cantarla sería necesario ser el mismo Agustín, y aun él no podría hacerlo
con suficiencia, porque trasciende el orden y la esfera de las humanas investigaciones. Y, en
efecto, en el Sol de los Doctores se admira uno de los espíritus más ardientes, nobles y bellos,
que Dios haya creado; en él aparece un alma dulcísima y afectuosa, que se trasluce en todos
sus escritos, y ésta es una de las razones por qué Agustín no pertenece, ni puede pertenecer, a
aquellos sabios de la antigüedad, de quienes atestigua S. Pablo que no tuvieron afecciones;
antes al contrario, nuestro Santo habla con tanta elocuencia como rectitud acerca de las pasiones y afecciones del alma, acerca de su necesidad y regulación; en él se descubre una humildad sin ejemplo sumamente realzada por su grandeza sin medida; humildad que debe colocarlo en el número de los santos más excelsos, que pueblan la Jerusalén celeste, ya que, según la
infalible sentencia del Redentor divino, la humildad es la medida de la exaltación; en él nos
encantan los sentimientos suavísimos y los afectos llenos de fuego de su corazón, y nos ofuscan las llamas de su encendido amor a Dios y al prójimo; amor y caridad que, juntamente con
la humildad, enaltecen y glorifican hasta lo sumo la figura de ese Luminar del humano linaje,
y son la base y fundamento para apreciar menos indignamente la altura del encantador edificio de su santidad. En él se muestra un modelo de Prelados y Pastores, que, a pesar de las
múltiples ocupaciones a que por la causa de Dios se hallaba entregado, no se olvidaba jamás
de su grey, antes bien parece que la lleva siempre en su corazón; y él, que es Águila que con
su mente potentísima atraviesa rápida y veloz las esferas y los espacios, cuando habla a su
pueblo, produce esas homilías, por lo general sencillísimas, para que, ya que no era posible
que la plebe subiera hasta ser Agustín, éste descienda a ser plebe, por amor a ella; en él se
observa que acaso no ha existido un hombre que haya empleado el tiempo tan bien como él
después de su conversión, en dar gloria a Dios y procurar el bien de sus hermanos y de la
Iglesia católica, para defensor de la cual fué escogido. En él, finalmente, como santo, reina y
domina majestuosa la ciencia, porque ésta en Agustín es santidad, ya que toda la empleó en
defender lo intereses de Jesucristo y
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Boletín Oficial
las almas de sus fieles, a quienes tanto amaba; toda ella convergía al centro de sus amores,
que eran: Dios, su Iglesia, la salvación de los hombres. ¡Ah! sí: Agustín, nadie lo dude, es un
sabio, que admira, que pasma; pero también es un santo que fascina, subyuga y arrebata. Si
posible fuera escribir la psicología de Agustín con todos sus elementos naturales y sobrenaturales, y ésta se escribiera, resultaría una de las obras más hermosas de las manos de los hombres, puesto que sería la relación de una de las obras más grandes de Dios; pero no, no es posible, y nadie llegará a describirnos el alma de Agustín mejor de lo que él lo ha hecho en sus
escritos; descripción no obstante que sólo es una sombra de la realidad, ya porque la psicología de un santo nadie puede exhibirla con perfección, ni aun el mismo santo, ya porque Agustín humildísimo jamás piensa en mostrar la propia grandeza moral, sino solamente sus manchas y defectos, de lo cual son perenne testimonio las inimitables Confesiones. Y si en esos
escritos, donde él no pretende, ni mucho menos, pintar su grandeza de espíritu, su alma bellísima, ésta aparece tan excelsa, tan sublime, tan divina, ¿qué sería la realidad? Verdaderamente que quien, al considerar la santidad de ese gigante, cuya figura parece resaltar más y más en
la continua sucesión de los siglos, no se sienta arrebatado de placer, no tiene la menor noción
de la belleza moral: su corazón sentirá tal vez lo que es la tierra, pero ignora por completo lo
que es el cielo.
Preguntémonos nuevamente: ¿es grande San Agustín? ¡Ah! lo repito: si alguno quisiera
negarme su grandeza, o dudar de ella, sería por mí despreciado con desprecio profundo, intenso. Y si, a pesar de todo, impávido seguía en su necia pretensión, tal vez, lleno de entusiasmo
por la gloria de Dios que formó a hombre tan prodigioso y solícito de la gloria de mi Padre a
quien humildemente venero, le diría: Examina las obras innumerables de ingenio tan prodigioso y sorprendente; contempla lo sublime y elevado de su voluntad, que, cual héroe, se lanza sin temer riesgos ni peligros a donde quiera que aparece la justicia y el deber; considera
atentamente su santidad, sin duda alguna inefable, como inefables son las grandes obras del
Altísimo; escucha el eco unísono de la concorde voz de quince siglos que, comenzando por
los Vicarios de Cristo y terminando en los más humildes fieles, le han entonado las alabanzas
más sublimes,
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honrándole con epítetos que a ningún otro hombre han sido tributados ni tan distinguidos ni
tan profusamente; observa cómo se precian de ser discípulos de esa Lumbrera del Universo
los hombres más eminentes que han cruzado nuestro planeta; presta oído, por fin, a la confesión de los enemigos de la Iglesia, que todos sin excepción dedican un himno de gloria y reconocimiento a su grandeza sin igual; y, después que esto hayas debidamente ponderado, tendrás que proclamar que o la humanidad, en lo que tiene de hermosa y de sincera se ha vuelto
loca, o que tú desconoces por completo dónde anida la grandeza, la excelsitud, la sublimidad.
Sí; terminemos pregonándolo en alta voz y parafraseando las enérgicas palabras del divino Redentor del mundo: Los cielos y la tierra pasarán, pero la grandeza sublime de Agustín
no pasará, porque radica y se funda en Dios, que es inmutable y eterno.
FR. JUAN MARTÍNEZ MONGE
Agustino Recoleto
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A SAN AGUSTÍN
Te alzaste como se alza la aurora en el Oriente,
¡Oh de la Fe cruzado e invicto campeón!;
Torrentes derramando de aquella ardiente llama
Con que inflamó el Eterno tu amante corazón.
Te alzaste, y a tu vista temblaron los abismos;
Y herido por los rayos de esplendorosa luz
Cayó el ruinoso templo de la mentida ciencia
E izaste en sus escombros la redentora Cruz.
Te alzaste, y guerra a muerte al punto declarando
A la impiedad reinante, al vicio y al error,
A Lucifer juraste la ruina de su imperio
Que contra Ti lanzóse rugiendo de furor.
De la impiedad los hijos, abortos del averno
Los Arrios, los Donatos, el infernal Manés
Y mil y mil que altivos el triunfo presenciaron
Mordiendo el polvo caen vencidos a tus pies.
Surgieron nuevos monstruos con más rabiosa furia
De su mermado imperio la ruina a reparar
Queriendo a sus secuaces alzar contra la Iglesia
Y en el audaz Pelagio su saña vomitar.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Mas el brillante acero de tu razón potente,
Que irradia mil fulgores de la divina luz,
Blandiste, y a tus golpes quedaron confundidos;
Y alzóse más augusta la enseña de la Cruz.
Y al ver sus resplandores, vencidas se alejaron
Las huestes infernales del déspota Satán,
E invicto te aclamaron los que hasta ayer andaban
Del vicio las cadenas besando con afán.
Venciste padre mío; al golpe de tu espada
Derrotas mil sufrieron los hijos del error,
Cayendo, como cae en la sangrienta arena
La fiera al duro golpe del diestro luchador.
En vano ya impotente agítase el averno
Cual víbora aplastada por tu robusto pie;
Sus sombras desparecen ante el fulgor que irradian
Las obras inmortales del astro de la Fe.
Con su nefando manto rasgado en mil girones
Se aleja la ignorancia tan ciega como audaz;
Y en las sinuosas redes de sus traidores lazos
Al torpe vicio arrastra de repugnante faz.
Y la Verdad en tanto, que eternamente vive,
Desciende del Empíreo tu frente a coronar
De la victoria en premio, que en mil continuas lides
De la impiedad y el vicio supiste reportar.
¡Salud oh Padre mío! ¡Salud noble Agustín!
El mundo tus trofeos no basta a contener:
Por eso cielo y tierra compiten a porfía
Para cantar tus glorias y bendecir tu ser.
Fr. Juan Rodríguez de Sta. M.
A. R.
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TRINA CORPORIS SANCTI PATRIS NOSTRI
TRANSLATIO CELEBRATUR
Saevit incensus Trasamundus ira
Omnibus sacris minitans ruinam
Dum fidem vecors meditatur almam
Vertere Christi.
Templa sacrorum viduata lugent
Praesulum coetu: fidei magistri
Exulant; cunctis gladius tyranni
Efferus inslat.
Tot mala augustum fugiens Parentis
Corpus, in fines properat benignos;
Atque Sardorum, pelago silente,
Sistit in oris.
Coelico gaudet decorata dono
Insula, et plausum merito rependit
Praesuli, cujus recipit favore
Munera coeli.
Ferro Sardiniam barbarus insulam
Nactus, quaeque ferox optima polluit;
Et gazis inhians, tradere Praesulis
Corpus convenit africi.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Sacri vix cineres dantur ementibus
Et navi recubant, aequoris impetus
Mitescunt tumidi: sospes el illico
Portum sarcina possidet.
Felix exuviis Rex pius admodum
Ticinum repetit; clerus et inclyti
Adduntur proceres; totaque civitas
Plausu consonat undique.
Praeclarum tumulo corpus in aureo
Dormit; prodigiis pignora refluunt:
Et gaudet meritis urbs pia Praesulis
Coeli munera consequi.
Exulta, corpus inclytum;
Et jam tuorum sedibus
Almis receptum, requie
Possis beata perfrui.
Tot filiorum candida
Juste corona cingeris;
Qui concinentes invicem
Te prosequuntur laudibus.
Exurgit arte plurima
Quo nunc sepulchro conderis:
Ibi fideles confluunt,
Gaudentque voti compotes.
Auro decorae lampades
Jugi coruscant Iumine,
Quae nostri amorem pectoris
Suis recludunt flammulis.
Nobis, beate Legifer,
Sit regna coeli scandere;
Tecumque in aevum gaudio
Vitae fruamur perpetis.
FR. AURELIUS LACRUZ A CONCEPTIONE
O. E. R. S. A.
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INTENSIDAD EN LOS CONOCIMIENTOS
Una reflexión acerca del «Plan de Estudios»
Muy extrañas vecindades deben de ser las vecindades de la muerte, a que cuando cargados de años llegamos a ellas, nos encontramos muy otros de cuando con menos años y más
ilusiones y mayor pujanza, y más briosas actividades, y menos miedos, ni había obstáculos
que nos detuvieran, ni dificultad, por grande que fuera, que no nos creyéramos en la obligación de vencer. Entonces todo lo que significase adelantamiento nos atraía fuertemente; cuanto supiera a mejora, siquiera de ello no tuviéramos más datos que los inseguros que la Prensa
da, lo tomábamos como ineludible necesidad que los tiempos imponían. Mas ahora, recelosos,
desconfiados, queremos pasarlo todo por el tamiz estrecho de nuestra reflexión, y aquilatar
con tarda mano qué haya de verdad en muchas novedades que como buenas presentan; no
encontrando en muchas de ellas, las más de las veces, no obstante su marchamo científico,
que otro signo de la inquietud y desasosiego, que es como la triste característica de la sociedad actual.
No es tiempo ahora de decir si tan diverso modo de ver las cosas según la diversidad de
las edades, sea porque las sombras del sepulcro entenebrezcan nuestros ojos, o, tal vez mejor,
porque las
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proximidades a Dios, grandioso fin nuestro, nos traigan claridades de otro mundo, mucho más
fijas y seguras que las mortecinas de éste: consigno tan sólo el hecho, que de modo muy singular he visto repetirse en mí con respecto a lo estudios.
En otros años, los que, por cierto, veo ya perderse en las lejanías de mi vida, cuando notaba ese nobilísimo afán de no pocos por extender los conocimientos humanos entre los ministros del santuario, y su empeño en lanzar al sacerdote en medio de la sociedad para que
ante ella impusiera el nombre augusto de Nuestro Señor Jesucristo arrebolado con los hermosos fulgores de la ciencia, y veía cómo de una y otra parte acudían a los grandes centros del
saber, muchos jóvenes seminaristas y no pocos religiosos de todas las órdenes, y cómo en
esas justas del ingenio alcanzaban lauros humildes religiosos, no podía por menos de sentir
una indecible alegría, siquiera estuviera ésta velada por el sentimiento de no ver entre ellos a
ninguno de los nuestros, en esa pujante vida intelectual, cual si el humilde hijo de la Recolección Agustiniana no pudiera llegar a donde tantos otros llegaban. Era aquello, en mi entender,
vida exuberante; aquellas carreras especiales, aquellas asignaturas que pacientemente se estudiaban eran una prueba más de la eterna juventud de la iglesia; era, así lo creía yo, el cumplimiento de una ley que, oculta en el fondo de todos los seres creados, impone el progreso, para
no caer en la peor de las muertes, que es la que trae la inacción.
Han pasado ya muchos años desde entonces, y la experiencia, maestra siempre de cosas
tristes, ha venido a enseñarme que, en las tendencias modernas por extender los conocimientos humanos en el sacerdote, se oculta un peligro grande, que es, aparte del mayor de apartarse de su principal fin, el que se pierda en intensidad cuanto se gana en extensión, que, dicho
en lenguaje más llano, consiste en que, creyendo saberse más, se sepa en realidad menos.
¿Por qué ocultarlo? Ese empeño de no pocos Prelados, aun de aquellos que Dios puso para regir su Iglesia, en hacer del sacerdote un como riquísimo muestrario de cuanto abarca el
humano saber, en el que nada falte de cuanto se comprende bajo las denominaciones genéricas de Ciencias y Letras, desde las nimiedades enojosas de los idiomas, con sus reglas y caprichosas excepciones, hasta
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el movimiento oratorio que posee calor y vida en la frase para que arranque aplausos, o traiga
furtivamente las lágrimas a los ojos; desde el número que pesa y mide y revela las armonías
sorprendentes de la materia, hasta las absurdas teorías de Marx, Paulsen y Woltmann, que
reducen a cantidades el progreso de los pueblos: desde las admirables transformaciones de la
Mecánica, hasta los sorprendentes descubrimientos de la Electricidad; obligándole además a
ser filósofo en la Historia, profeta en la Geografía, y, conociendo los principios de la ciencia
agronómica, no ignore los secretos de la zootecnia: ante tal empeño de multiplicar así los conocimientos del sacerdote, he sentido más de una vez la mordedura de la inquietante duda, de
si tales rumbos nos llevan con seguridad a puerto, o son más bien larguísimos e interminables
bordos, sin jamás cobrar tierra firme.
He pensado muchas veces en esto, y siempre el «Pluribus intentus» del gran preceptista
latino, hame llevado a descubrir nuevas hermosuras en estas palabras de N. P. S. Agustín:
Deum et animam scire cupio. Nihilne plus? Nihil omnino1. Dios en la inmensidad de su esencia, y el hombre, como Dios lo hizo por su creación, y como el hombre se hizo con su prevaricación, eran el objeto del estudio de aquel genio providencial que daba leyes a las ciencias;
y Dios y el hombre caído tienen que ser forzosamente el objeto preferente de los estudios del
sacerdote para que luego que los vea brillar en las alturas de su entendimiento, los lleve cuidadosamente a su corazón, para en él dedicarle todos su amores.
No se crea por esto que yo tema a los otros conocimientos científicos: jamás los temí; y
así, uno de mis primeros actos como ProvinciaI fué el extender a tres años el estudio de la
Filosofía racional, y, sin mucho tardar, envié a Roma a dos jóvenes coristas, y cuatro a los
Estados Unidos de América, como estaba dispuesto a enviar otros a la Universidad católica de
Friburgo con objeto de que, oyendo a los grandes maestros, conocieran cuánto valen los que
mucho valen, y no tuvieran tan menguada idea de nuestra valía, causa de un apocamiento intelectual que esteriliza las energías y buenas prendas de no pocos de los nuestros, y al mismo
tiempo, para
1
Solil. I,
7.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
587
que aquí, en el sosiego de nuestros claustros, desdoblaran en cierto modo los conocimientos
adquiridos, para que sedimentando lo que tuvieran de ingleses o de italianos, quedaran más
adaptados a nuestro carácter nacional, y fácilmente, por tanto, asimilables a nuestro organismo científico.
¿Por qué temer a la ciencia, hermosa irradiación de la Verdad infinita, y esfuerzo giganteo del pobre hombre, que vacilando y cayendo ha ido formándola a lo largo de los siglos? Es
cariño de Dios, es conquista del hombre, y no temo yo lo que de Dios nos viene, ni puedo
temer a lo que los hombres más eminentes han creado con sus fatigas y privaciones. Temo sí,
y mucho, a ia poca ciencia; temo a la plaga intelectual de nuestra época, que nos ha traído el
periodismo, que deslumbra sin iluminar, que enseña sin haber aprendido, que define y dogmatiza y resuelve todas las cuestiones, sin aportar siquiera los verdaderos elementos de juicio, y
hasta sin llegar a precisar la cuestión; temo a la frivolidad intelectual, a ese querer saber de
todo, cuando es poco, muy poco, lo que bien se sabe. Aquel ensanchar el círculo de los conocimientos humanos, que antes, con menos años, me entusiasmaba, hoy, con muchos de ellos,
y ahíto, además, de tristes experiencias, que me enseñan lo que valen muchas doctrinas recibidas como buenas, me inquietan y hacen temer. Hoy soy un convencido de la intensidad en
los conocimientos.
Me gusta siempre mirar cara a cara a la realidad, y, por tanto, no se me oculta que es muy
difícil y hasta casi imposible el quitar de un razonado Plan de Estudios algunas materias, que,
ya que no otra razón, tienen en su abono la poquísima de estar de moda (pues hasta en lo intelectual ejerce su despótica dominación tan desacreditada señora), y por esto mismo el que me
ocupara, ha ya tiempo, en procurar encontrar el medio de que entre nosotros no se pierda en
intensidad de conocimientos lo que se gane en la extensión de los mismos.
Mis cariños a la cuestión Social, a ese problema verdaderamente pavoroso en el que se
han dado cita todos los Errores y todas las concupiscencias, me puso en camino, sin yo saberlo, para encontrar el medio buscado.
El divisio laboris, que en Inglaterra salvó al maquinismo de una
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Boletín Oficial
ruina económica, y que paso a paso ha ido arrebatando al obrero moderno su independencia
social, hasta convertirlo en servidor inconsciente de la máquina, y que ha llenado su frente de
arrugas, de penas su alma, su corazón de odios y su organismo de esos seres misteriosos que
en la obscuridad laboran incesantemente su decrepitud prematura; ese mismo principio de la
especialización, que creó los inmensos capitales del industrialismo, y todas las lacerías del
pauperismo de las grandes urbes, es el medio más apropiado de que nosotros consigamos saber ordenar debidamente nuestros conocimientos, creando a la vez nuestra tradición científica,
que es como todas las tradiciones, riquísima savia que nutre y vigoriza a los cuerpos morales.
Quien verdaderamente especializa, antes generaliza.
En este sano principio de filosofía están inspirados unos párrafos que dediqué a la especialización en nuestros estudios, cuando, cediendo al ruego que me hizo desde Roma mi amadísimo connovicio N. Rvmo. P. Ex-Prior General Fr. Enrique Pérez de la S. Familia, ocupado
por entonces en la redacción en forma moderna de nuestras Constituciones, de que escribiera
algo sobre estudios, compilé unos apuntes, que desde luego le envié, no porque de ellos necesitara él, sino más bien para que en ellos viera él cómo atendía yo su ruego. De ellos copio lo
que a continuación digo:
«Cap. Ill DE NORMA IN STUDIIS SERVANDA.– …§ VII. Quae et quanta sit humanae mentis ingenita imbecillitas, quae nequit ad diversa distendi, quin ejus vires ultro
decrescant, non ignorantes, sed ipsam potius quotidie vel morti sentientes, statuimus
et mandamus, ut exacto studiorum tempore, singuli fratres nostri proprii ingenii conditionem prae oculis habentes, ac habitudinem vel re ad determinatam scientiam aut
disciplinam, re tamen cum Deo in oratione tractata, eligant unam materiam vel scientiam, cui per totum vitae suae spatium serius incumbant: et ut ad unguem servetur
quod ita constitutum volumus, V. P. Provincialis, adstante P. Secretario, unumquemque Fratrem requiret de materia ab ipso electa; quod quidem ut actum fuerit, hujus
testimonium firmetur a tribus dictis, ac in archivio provinciali asservetur.
§ VIII. Fieri tamen potest, ut ne quis proprio judicio subscribat, dictam electionem, superioribus derelinquat: quo in casu, P. Provincialis,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
589
audita graviorum patrum sententia, quod ipse in Domino senserit, decernat, ac jubeat.
§ IX. Si vero aliquis, Spiritus Sancti ductu, voluerit se voto obstringi ad materiam seu scientiam ab ipso electam, vel ipsi impositam, firmius ac tenacius excolendam, sicuti nonnulli, quovis tempore, cum gloria Dei fecere, id fieri minime renuimus, sed potius alte commendamus: Optimum est enim, ait Apostolus1 gratia stabilire cor. Experientia insuper edocemur, quid valeat homo, quum divina virtute fretus,
infirma peccati libertate spreta, eam libertatem voto suo quaerit, qua Christus nos liberavit». Sed hoc, nisi de speciali licentia P. Provincialis, vetitum esse volumus ac
mandamus».
Esta es la especialización que yo vi en el divisio laboris de los primeros industriales de
Manchester. ¿Tiene algo de aceptable? Vaya, pues, como semilla fructífera. ¿Es una de tantas
cosas que aparentemente son buenas y que en realidad no lo son por no ser aplicables a la
práctica? Sirva por lo menos para que otro con mirada más firme le dé lo que yo no acerté a
darle.
FR. FERNANDO MAYANDÍA DEL PILAR
A. R.
1
Hebr. XIII, 9.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
ARTE DE ESCRIBIR
A MIS AMADOS CONNOVICIOS
Grande es la dificultad que siente un principiante para expresar sus pensamientos por
medio de la escritura; esto le parece una montaña inaccesible a la cual sólo arriban los que,
dotados por la madre naturaleza de largas y anchurosas alas, tienden su raudo vuelo y pasan
por encima de las malezas y arbustos de la ladera hasta situarse en la cumbre, para aspirar ahí
la suave fragancia del renombre y de la gloria; le parece que los que escriben pertenecen a
otra naturaleza superior a la suya, que más benigna y complaciente les concede el don de
hacerse inmortales por medio de la pluma. Mira con envidia una carta escrita con corrección,
siéntese emocionado al suave impulso de una lira plañidera, y, mientras se entretiene en fútiles y varias consideraciones, se deslizan suave e imperceptiblemente los años de su juventud,
cuando su sangre hierve, cuando su corazón palpita con violencia, cuando su mente bulle,
cuando su pecho estalla y sus ojos chispean a la sola lectura de una página de Balmes. No, no
es tan grande la dificultad, no es tan alta la montaña; la naturaleza de los escritores es idéntica
a la nuestra. Es suficiente y sobra, para aparecer como muchos escritores del día de hoy, haber
leído algunas páginas de Dante, Cervantes o haber ojeado algunas revistas modernas y un
poco de práctica. Si Milton, Fenelón y Taso no hubieran cogido la pluma en su vida, aunque
fueran hombres privilegiados y hubieran leído todos los escritos que
de Agustinos Recoletos de Filipinas
591
sus antepasados les dejaron, nunca los mármoles hubieran perpetuado su memoria, ni la voz
de la fama hubiera elevado su nombre en alas del amor y respeto al último confín del universo. En el escribir, como en todo lo demás, la práctica es la que más se recomienda; si Ovidio
no se hubiese ejercitado escribiendo en un principio poemas pobres, jamás habría llegado a
inmortalizarse por sus metamorfóseos; si Oracio, Virgilio y Homero nunca se cuidaran de
descolgar la pluma de la espetera, jamás se hubieran ceñido los laureles que sus pueblos
ebrios de alegría y entusiasmo se apresuraban a poner a sus pies.
Un aficionado a la música, no resulta organista la primera vez que pone los torpes dedos
de sus manos en el órgano, antes al contrario, sólo tocar la escala se le hace insoportable por
falta de ejecución y necesita que el maestro le aliente y conforte para que no dé al traste con el
instrumento; pero observad a ese aprendiz a los pocos meses de asidua constancia y le veréis
mover con suma agilidad sus dedos sobre el teclado formando armoniosos arpegios.
No me expondré a negar que hay algunos hombres dotados de singular talento, ni que
describen, enseñan y deleitan de tal manera, que no parece sino que comenzaron a manifestarse al mundo como hombres sabios desde los primeros años de su infancia; pero también hay
que confesar que esto no es lo más ordinario, pues la naIuraleza en esto como en todo lo demás sigue siempre la misma monotonía en el desarrollo progresivo de los seres. No nace el
hombre en estado ya perfecto, ni el árbol da en un instante la fruta sazonada, sino, antes al
contrario, necesita la benéfica influencia del sol del medio día y el refrescante rocío de la mañana para que, después de algunos meses de postración y encogimiento, luzca sus galas primaverales, que se convertirán en agradables frutos; así también del mismo modo en la juvenil
edad, en la edad de dorados sueños y pintadas ilusiones, es cuando el hombre debe manifestar
las flores que precederán a los frutos, al principio expresará con dificultad los conceptos adquiridos, más tarde lo hará con elegancia y majestad, pero al fin lo ejecutará con agilidad y
elegancia tanta, cuanta sea la rapidez y sublimidad con que conciba sus pensamientos.
Los extremos tanto en capacidad como en incapacidad, dice el eximio Balmes, son raros;
muy raros son los que cuentan como
592
Boletín Oficial
Mangiamele, pero también son muy pocos los que no son capaces de aprender los rudimentos
de la aritmética. Lo mismo podemos decir nosotros: raros son los que tienen una pluma tan
refinada y elegante como Lope de Vega y Shakespeare, pero también son rarísimos los que la
tienen tan estrambótica y tosca que sea incapaz de producir algunos fragmentos literarios.
Entre estos dos extremos hay una inmensa escala, en la cual los ingenios se hallan distribuidos; y así, distinto es el ingenio de un periodista incipiente del de un modelista consumado.
Algunos querrían escribir, sí, pero querrían hacerlo sin dificultad alguna y correctamente,
y si alguna vez la frase que formulan no expresa con viveza el pensamiento concebido o no
encuentran palabras apropiadas, se desalientan, dejan la pluma e instintivamente cierran el
tintero. Otros también querrían escribir, pero el temor a lo ridículo los contiene más adentro
de los justos límites, resultando de ese modo otros tantos Tántalos atormentados continuamente por el deseo de coger la hermosísima fruta, que ingrata se les aleja cuando codiciosos
quieren tomarla. Si estos tales, al leer algún artículo, observan en él llaneza en el título y trivialidad en las ideas, inconscientemente se escapa de sus labios, contraídos por sardónica sonrisa, la satírica frase de «¡vaya un articulo! eso lo hace cualquiera»; y sin embargo ellos no lo
hacen, no porque no puedan sino por temor del qué dirán.
Terminaré estas cortas líneas dando la más cordial enhorabuena y más expresivas gracias
a todos aquellos jóvenes y especialmente a mis connovicios que con su delicada pluma nos
han hecho pasar ratos deliciosos y amenos, y exhortando a todos a la práctica de escribir, a fin
de que nuestro BOLETÍN, que hoy está en sus comienzos, llegue a colocarse a la altura de las
grandes revistas españolas; y, al mismo tiempo que palestra en que se ejercite nuestra juventud, sea el foco de donde dimane a la sociedad esa luz, ese espíritu sacro que la levante del
estado de abyección y de ignorancia religiosa en que se halla sumida.
Convento de Recoletos de Manila, 20 Abril 1915.
FR. LEANDRO N. BOLANDIER.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
¡OH FELIZ INOCENCIA!
Narración histórica1
(Continuación)
II
–Me parece, señor Capitán, que nuestra conferencia de hoy no va a ser ni tan tranquila ni
tan larga como la de ayer, —dijo el Padre Diego, después de haber saludado a los conferenciantes del día anterior—.
–¿Por qué lo dice V? —preguntó el Capitán, queriendo disimular la gravedad del caso—.
–Porque se me figura que vamos a tener jaleo. No me gusta el cariz que va tomando el
tiempo; creo que por lo menos agua no tardaremos en tener.
–Tanto como agua no digo yo que no, y algún que otro tumbo tampoco me extrañará; pero nada más. Tenemos buen tiempo. Deje V. que suba el sol un poco, verá cómo todo lo arregla.
–Dios sobre todo —añadió el P. Diego, que no creía mucho por entonces en la sinceridad
del Capitán—. El Niño Jesús sea con nosotros.
–A propósito del Niño Jesús, P. Diego. Anoche me estuve acordando de la felicísima travesura de José y Benjamín en nuestro famoso viaje. ¿Se acuerda V?
1
Véase la pág. 552.
594
Boletín Oficial
–¡Vaya si me acuerdo! No fué, no fué mala. A fe, Capitán, que más de cuatro veces ha
servido a los Padres de tema allá en Manila, en nuestros ratos de recreo.
–Venga de ahí, Sr. Capitán —dijeron a una los pasajeros—.
–Nada, no es nada —respondió aquel temiendo acaso molestar con el relato al P. Diego.
–Algo será cuando a V. le da risa y el P. Diego le acompaña en ella. Vamos, hombre,
venga de ahí.
–¿Lo cuento, P. Diego?
–¡Otra que tal! —dijo aquel, riendo cada vez más—. ¡Valiente pregunta! Ande y échelo
V. todo de una vez. Si está V. reventando por decirlo.
–¿Cómo fué aquello, P. Diego? ¿No fué en el mes de Marzo? Y no fué también porque
cumplía V. los años?
–Sí señor, y no señor. Fué que el día 25 de Marzo era el cumpleaños de mi profesión religiosa, el día de la Anunciación, cuyo apellido llevo, o sea, de la Encarnación del Hijo de Dios.
Y como dicho misterio constituye por otra parte el más grande acontecimiento verificado jamás en el mundo, quisimos dedicar al Divino Infante una novena, que comenzó el 24 por la
tarde.
–Basta, Padre, basta; todo lo demás lo recuerdo perfectísimamente. Tenía, pues, el P.
Diego un Niño Jesús preciosísimo, y, como se iba a solemnizar precisamente la Encarnación
del mismo, nada nos pareció más a propósito que hacer a dicha santa imagen objeto de nuestros cultos. Excuso decir a Vds. la solemne voltereta que le dimos al calendario. Fuera de la
misa del Gallo, y ésta porque no se podía, fuera de eso, aquello era ni más ni menos, que unas
Navidades. Yo no sé de dónde salieron; pero no faltaron ni castañuelas, ni hierrillos, ni zambombas, ni panderetas, ni nada, en fin, que sea propio de esos tan hermosos días del Nacimiento de Dios. Todo esto añadido a una bonita capilla de voces, así de los Padres como de
algún que otro aficionado. ¡Vamos que aquello estaba superior!
José y Benjamín estaban encargados de sacar todos los días la arquilla o baúl, donde muy
bien aderezadito sobre pajas y rodeado de algunas flores artificiales primorosamente hechas,
descansaba aquel preciosísimo Niño, que no nos hartábamos de mirar: lo colocaban
de Agustinos Recoletos de Filipinas
595
sobre el bonito altar, preparado al efecto; daban la última mano al arreglo de manteles, sacras
y candeleros, colocando cada cosa en su debido punto; y, por fin, repicaban, llamando a los
fieles, la sonora campana, que para este fin se había acomodado en el palo mayor de la nave.
Hasta ahora todo va bueno. Pero... aquí que un día, que era el cuarto de la novena, finalizada
que fue ésta, devuelven como siempre la arquilla al camarote del P. Diego. No había pasado
mucho tiempo, cuando salen otra vez conduciéndola consigo, con objeto, decían, de arreglarle
no sé qué cosa hacia la parte de la cerraja. Colócanla, pues, sobre el antepecho o barandilla
del barco, y comienzan, lo mejor que supieron, su obra de carpintería. Ni tiempo tuvimos nadie para ofrecerles nuestros servicios en la faena, pues antes de dos minutos, no sé de qué
modo ni manera, se distrajeron con tan mala suerte, que, resbalándoseles el arca de las manos,
se les fué a la mar. Un ¡ay! de dolor se escapó de nuestros pechos al mismo tiempo que todos
nos avalanzamos hacia la barandilla. Afortunadamente el poco peso de aquella nos aseguraba
contra el temor de que pudiese desaparecer, sumergiéndose; por otra parte, estábamos en un
período tal de calma que tampoco teníamos que temer el perderla de vista. Pero, ¿y el desacato aunque sólo fuese material? ¿Y la posibilidad de que hubiese sufrido la imagen alguna fractura?
En menos tiempo del que yo gasto en contarlo, arrojáronse al agua dos grumetes, y, acto
continuo, estaba otra vez el arca perfectamente a salvo. –¡A ver... pronto… la llave! exclamamos los que nos hallábamos más cerca. –Aquí está —contestó Fr. Rodrigo, poniéndola en
mi mano—. Excuso decir a Vds. lo afectados que todos nos hallábamos en aquellos momentos para nosotros tan solemnes. ¡Era tanto el amor que habíamos cobrado a aquel Divino Niño! ¡Era tal la sinceridad y la ternura, con que todos veníamos dedicándole aquellos hermosos
cultos! ¡Eran tan dulces los recuerdos que estos evocaban en nuestras almas! Abrióse, pues, el
arca ante la espectación de todos los pasajeros que allí se habían apiñado: y ¿qué creerán Vds.
que hallamos dentro de ella?… Pues, absolutamente nada. Sólo allá en la parte interior de la
tapa, de tal forma que al abrirla quedaba patente a nuestra vista leíase escrito con cada letra
como ojos de buey: ¡Oh feliz inocencia! En efecto, señores, era el 28 de Marzo, y, según lo
convenido, nos hallábamos en
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pleno día de Inocentes. Los grandísimos pícaros de José y Benjamín habían dejado el Santo
Niño en el camarote, antes de salir al simulado arreglo del arca.
Acabó aquí su relato el Capitán, y una terrible carcajada de lodos los circunstantes,
acompañada de estrepitoso palmoteo, siguió a la relacion de tan peregrina ocurrencia. –
¡Magnífico, soberbio, insuperable! exclamaron repetidas veces, dando rienda suelta por un
buen rato a la más espontánea hilaridad.
–Padre Diego, ese disparo iba contra V.
–Así sería; pero fué tan aprovechado que no quedó sano ni uno siquiera de los presentes.
Ya oye V. lo que dice nuestro Capitán.
–Vamos. P. Diego, —dijo éste con acento de respetuoso cariño—. P. Diego, que allí como en todas las cosas hubo sus grados; y a fe que el que a V. le tocó fué superlativo. ¡Parece
que lo estoy viendo a V.! ¡Se le podía ahogar con un pelo! Estaba V. más blanco que… ¿qué
diré yo?
–Que la lnocencia, —interrumpió un tercero—. ¿A qué buscar otra comparación, si de
inocencia se trataba?
–Y ¿cómo dicen Vdes. que se llamaban esos Padres?
–Fr. Andrés del Espíritu Santo y Fr. Rodrigo de S. Miguel; aunque aquí los señores les
llamaban José y Benjamín, a causa de ser ambos los más jóvenes de los religiosos.
–¿Y que ha sido de ellos?
–Pues, a los dos los tienen Vdes. hoy convertidos en heroicos apóstoles de Jesurrislo. Al
año de llegados a Filipinas, fue destinado el P. Andrés por la parte de Masinloc a las misiones
de Zambales donde padeció todo lo que Vdes. pueden suponer, si les digo que eran tan feroces sus habitantes que, habiendo probado su conversión dos de las infatigables órdenes religiosas, que nos precedieron en el Archipiélago, ambas tuvieron que retirarse, después de convencerse del escasísimo resultado de sus afanes y desvelos. Baste decir a Vdes. que la cosa en
que más principalmente cifraban su nobleza los Zambaleños era en el mayor número de personas a quienes habían dado muete. ¿Qué podré, pues, añadir que no sea pálida pintura de lo
sufrido allí por el P. Andrés? Él padeció hambre y sed y todo género de privaciones; fué apedreado y apaleado de aquellos bárbaros infieles a quienes iba a buscar entre los bosques más
infectos
de Agustinos Recoletos de Filipinas
597
y formidables precipicios; sufrió dos espantosos naufragios, en uno de los cuales permaneció
más de treinta horas, asido a los restos de la despedazada embarcación; en el otro, ahogados
todos o casi todos sus compañeros, permaneció dos días y una noche en la misma forma dicha
siendo por todo este tiempo débil juguete de las enfurecidas olas1; convirtió innumerables
almas a la Fe Católica; fué elegido Superior de todos los Recoletos de Filipinas; partió a Europa, a reclutar gente para las Misiones; volvió al Archipiélago el año de 1622, y hoy lo tienen Vdes. por tercera vez de Superior o Vicario Provincial.
–Muy bien, muy bien: que el Cielo le conserve la vida muchos años para mayor gloria de
Dios y de nuestra amada patria.
–Por cierto P. Diego —dijo el Capitán— que no se puede V. figurar lo que yo gozo al oír
todas esas cosas. Parece que siento cierta satisfacción, cierto orgullo santo, al considerar que a
ese apóstol tan insigne lo he conocido yo, y lo he tratado íntimamente, y lo he llamado amigo;
¡y mire V. que verlo ahora convertido no sólo en hombre de importancia, sino en un hombre
tan eminente!… Pues, ¿no me ha de causar orgullo?
–¡Vaya un espectáculo! —prosiguió otro—; ¡Vaya un espectáculo verdaderamente grandioso, el que está dando nuestra nación al mundo todo! Por donde quiera que uno dirija su
vista, por todas partes han de encontrarse las huellas de nuestros misioneros, convirtiendo en
personas a tantos miles y milIones de salvajes, que sin su caridad y abnegación sumidos se
quedarían hasta el fin de los siglos en la más espantosa ceguedad e ignorancia.
–Orgullosos debemos estar —añadió un tercero— de pertenecer a una nación tan grande,
tan cristiana, y tan heroica, como lo es nuestra España. Desde que el mundo es mundo, jamás
presenciaron
1
Aunque todo lo que digo de este religioso, como consta en su vida ya citada en la tercera nota, es rigurosamente histórico, pongo sin embargo esta nota, porque las circunstancias de este naufragio se hallan en el tomo
II, Década 4.ª, Cap. II, pág. 12. No quiero cerrar esta nota sin copiar lo siguiente de su vida ya citada. «Visitó los ministerios cuatro veces, navegando en cada visita más de 800 leguas de alterados, tempestuosos
mares; y con la jornada que hizo a España, como Comisario, para conducir religiosos, pasan las leguas que
navegó de 17.000. Padeció en estas jornadas seis tormentas, y en dos se despedazó la nave...
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los siglos empresa tan maravillosa, corno la que hoy realizan nuestros soldados y misioneros,
avanzando por todos los confines de la tierra a la sombra de la Cruz, y de nuestra bandera
gloriosa, para llevar la nueva del Evangelio a las más ignoradas regiones. Lástima, en verdad,
que nuestros vecinos de las demás naciones de Europa, empeñados en fratricidas guerras, o tal
vez en afligir a la Iglesia con el cisina y la herejía, lástima no se hayan todavía resuelto a ayudarnos en tan honrosa y gigantesca obra. Unidos, como en nuestra España, soldados y misioneros, ¿es acaso temeridad decir que, en un siglo largo que hace que descubrimos el Nuevo
Mundo, podríamos casi completamente haberlo convertido y civilizado? –¿Qué dice V. a eso
P. Diego? –¿Qué quiere V. que le diga? Que en todo y por todo estoy conforme con V.; y que,
aunque el Protestantismo no hubiese cometido más infamias que lo que esto significa, era lo
suficiente para que la humanidad lo anatematizase y aborreciese. ¡Maldito Protestantismo! No
ha podido ser ni más inoportuno, ni más impolítico, ni más inhumano que lo que ha sido en
todas sus fases y en todas sus consecuencias. !Dios tenga misericordia del mundo!
–¿Y qué nos dice V., P. Diego —prosiguió el Capitán después de un momento de silencio—, ¿qué nos dice V. de Fr. Rodrigo?
–¡Ay!… amigo mío... hablar del P. Rodrigo, y no abusar de la paciencia de Vds., es punto
menos que imposible.
–Diga, V., P., y déjese le cumplimientos. Bendito sea V., que nos hace pasar tan buenos
ratos.
–Voy, pues, a decir algo, abreviando cuanto me sea posible. ¿Recuerda V., Sr. Capitán, a
aquel Religioso, compañero nuestro zaragozano, P. Miguel de la Madre de Dios?1
–Ya lo creo que sí; perfectamente.
–Pues bien; ya dije ayer que San Nicolás de Tolentino, nuestro Patrón como religiosos filipinos, nos dió en el P. Andrés un práctico tan insigne, que nos librase de escollos, durante
nuestro viaje:
1
Aunque en el I tomo de la citada Historia General se le llama a este Padre, Fr. Miguel de Santa María, es manifiesta equivocación; como lo prueba el autor del III tomo en la década 7.ª, Libro 2.º, Cap. 6.º, párrafo I,
donde le llama P. Fr. Miguel de la Madre de Dios.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
599
ahora diré que la Virgen del Pilar, nuestra Patrona como españoles, nos dió en el insigne zaragazano dicho, el primer misionero y el primer mártir de nuestra reciente Congregación, el
cual, por parecerse en todo al protomártir San Esteban, murió también apedreado por los infieles zambaleños1.
Tan pronto como éste hubo acabado su gloriosa carrera, voló a ocupar su puesto el bueno
de Benjamín, recientemente ordenado con dispensa pontificia de edad, y con tal celo penetró
en Zambales por la parte de Mariveles, que en espacio de muy pocos años, desde este extremo
hasta Bolinao, treinta leguas por lo menos de costa, puede asegurarse que no quedaba un indio
por convertir. Sus trabajos y penalidades Dios solamente lo sabe. Recuerdo haberle oído contar que, sorprendida cierto día su embarcación por repentina borrasca, fueron lanzados bruscamente contra una roca o arrecife, donde, despedazada aquella, sucumbieron entre las aguas
sus compañeros todos, salvándose solo él, arrojado por una ola sobre la roca. Allí permaneció
abandonado y hambriento, hasta que, visto por casualidad por unos indios al día siguiente,
lograron ponerlo a salvo. Salió para España el año 1615, de donde volvió con nuevos misioneros el año 18, siendo nombrado inmediatamente superior nuestro en todo Filipinas. Volvió
a salir para España hace dos años, y ¿dónde creerán Vds. que se encuentra actualmente?
–Pues de vuelta sin duda a Filipinas.
–Nada de eso, señores; aún no ha llegado a España.
–¿Pero es que no se sabe de él? —preguntó con ansiedad el Capitán—.
–Sí, señor; trajo precisamente el mismo rumbo que nosotros. Pero que, en vez de bajar a
tomar como nosotros el Cabo de Buena Esperanza, internóse por tierra en la Arabia y actualmente, según acaban de informarme en Goa, se halla o en la Palestina o en la Caldea.
–María Santísima, y ¿qué se le había perdido a Benjamín por esas tierras?
–Pues ya ve Vd., como tiene un carácter tan impetuoso y tan resuelto,
1
Tomo I, ya citado, Década 2.ª, Capítulo 6.º, pág. 423.
600
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que nada se le pone delante, tratándose de la gloria de Dios, enterado de que en esas regiones
había dilatadísimos campos, faltos por completo de operarios evangélicos, no pudo sufrir con
paciencia el pasar de largo, y allá lo tiene Vd. liado con judíos, mahometanos, griegos cismáticos, nestorianos, etc. Disputó con los Rabinos en las Sinagogas y confundidos, convirtiendo
a muchos de ellos con concienzudo libro sobre la venida del Mesías. Recorrió sobre todo de
parte a parte el gran reino de Basora, O. S. Juan de los Caldeos y tan completo fué el éxito de
sus predicaciones, que tiene ya en su poder una carta, firmada por veinticinco Príncipes, soberanos de otros tantos territorios, por la que, reconociendo la autoridad del Vicario de Jesucristo, a quien la carla va dirigida, le suplican los admita benignamente en el gremio de la Iglesia
Católica. En fin, señores, que si yo me detuviese a hablar siquiera someramente de todo lo
que escriben de Fr. Rodrigo1, no concluiría nunca de elogiar a este Correo Universal del Orbe, a este hombre verdaderamente providencial.
–Pues y cómo se la ha arreglado esa criatura de Dios —decía entusiasmado el Capitán—
para hacerse entender de toda esa gavilla de gente, que Vd. dice, P. Diego?
–Todo se puede, cuando Dios lo quiere. Entre nosotros corre como cosa segura que el P.
Rodrigo posee sobrenaturalmente el don de lenguas.
–Pero con todo y con ello, P. Diego. ¿Cuánto no habrá padecido ese pobre muchacho —
añadía el Capitán cada vez más encariñado con su antiguo Benjamin— en tantos viajes, tantas
disputas y tantos estudios como habrá tenido que hacer?
–¡Ah, mi buen amigo! eso, como ya antes dije, Dios solo puede saberlo. Baste decir a
Vdes. que hasta de soldado tuvo que servir en estos viajes. Sorprendida cierto día la caravana
en que iba por un Príncipe que se hallaba en guerra con sus vecinos, se les dió a cuantos la
componían la orden de armarse y acometer a una fortaleza; orden que no hubo más remedio
que cumplir, asaltándola, como
1
En la vida ya citada (nota 4.ª) de este insigne varón, se describe circunstanciadamente cuanto aquí queda solamente indicado, sin que hayamos dicho nada en lo referente a sus virtudes y trabajos apostólicos que no sea
exactamene histórico.
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601
efecto lo hicieron, y apoderándose de ella, aunque con pérdida de gente.
–¡Bendito sea Dios, que tales hombres envía al mundo!, exclamó, el Capitán. Por mi parte, más estimo el haber sido amigo de tales héroes, que la amistad de nuestro amado Monarca,
si con ella me brindase.
(Continuará)
FR. PEDRO CORRO DEL ROSARIO
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CORRESPONDENCIA
DE NUESTROS MISIONEROS DE LA ISLA DE
(Filipinas)
NEGROS
1
Sr. Director de Nuevo Heraldo.
Lo prometido dicen que es una deuda y allá van estas líneas para satisfacer la que yo contraje con V. en nuestra última entrevista al prometer contarle mis impresiones en el viaje que
iba a realizar por algunos pueblos de la Isla de Negros. Mi crónica, más bien que una relación
del estado material de los pueblos, de su prosperidad o decadencia… será una descripción
más o menos detallada de su estado moral... que es además el nivel que marca la altura y progreso de los pueblos; y que perdonen esos politicastros de nuevo cuño, si en esta crónica me
convierto en apologista de los frailes a quienes ellos tanto odian: la verdad ante todo.
Dejando a un lado el pueblo de Bacolod, donde como en todos los pueblos de alguna importancia la política convierte todo en campo
1
Con gusto insertamos esta carta, a la que seguirán otras, del P. Fr. Licinio Ruiz de Santa Eulalia. La presente
fué publicada por el diario Católico «Nuevo Heraldo» de Iloilo el 23 de Noviembre de 1906, con la firma
R., inicial del apellido de su autor.
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603
de Agramante y en el que las luchas estériles por la vida del cuerpo, matan y ahogan la vida
del espíritu… donde no se ven más que almas pobres y raquíticas que sólo piensan en el yo
hoy y en el yo mañana... egoístas que se agitan y mueven, no por intereses que ennoblecen y
elevan al alma, sino por cosas que envilecen y que un espíritu independiente no puede menos
de ver con asco y repugnancia. Omitiendo la descripción de aquellas costas... llenas de savia y
de vida, que así lamiendo iba el vapor que nos conducía, paisajes, por lo monótonos, tristes y
aburridos… llegamos al pueblo de San Carlos, pueblo de reciente fundación pero que hoy es
uno de los más importantes de Negros Occidental.
San Carlos bien puede decirse que es un pueblo nuevo, pues no ha muchos años era una
pequeña misión, arrabal del pueblo de Calatrava, pero, merced al establecimiento de una porción de españoles que han levantado hermosas y grandes haciendas, es uno de los más importantes de Negros Occidental. Pueblo azucarero, exporta grandes cantidades a esa ciudad1 y es
que allí los españoles dueños de esas haciendas, trabajan sin descanso, en su perfeccionamiento y mejora, sin que absorban su atención cosas de menor cuantía; y esto, unido a la feracidad
propia del suelo, hace de San Carlos uno de los pueblos más prósperos. Tampoco allí se conoce esa política del día que divide, enerva y destruye; pues si bien es verdad que está constituido por elementos de casi todas las provincias Visayas, lo que no deja de ser un medio para
que allí se importen todas las opiniones que hoy se agitan en el país filipino, también es cierto
que, siendo los únicos dueños del pueblo los españoles, la unión de estos y su superioridad
hace que allí, al menos exteriormente, no se profesen ciertas doctrinas ni se haga alarde de
ellas: de aquí la paz que el pueblo disfruta.
Influye también mucho en la conservación de esta paz y en las buenas costumbres de sus
habitantes el celo y la actividad de su cura párroco, que es un fraile español, P. Eusebio Valderrama, cuya franca y amable hospitalidad nunca olvidaré. Este padre trabaja lo indecible
por el bienestar de su pueblo. Él recorre, unas veces a
1
Iloilo.
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pie y otras a caballo, los más apartados barrios, se interna en aquellos bosques casi intransitables, llevando a los que allí viven palabras de consuelo, penetra en las sementeras y para todos
es un padre, un amigo cariñoso que les anima a perseverar en las buenas costumbres, fuente
de todo bienestar. Hay que ver, Sr. Director, las distancias enormes que separan al pueblo de
San Carlos de los de Calatrava y sus barrios hasta cerca de Escalante por el Norte y por el Sur
hasta Valle Hermoso, Guinhulugan y Tayasan, pueblos abandonados casi por la falta de clero;
para convencerse del trabajo inmenso de este Padre que muchísimas veces ha recorrido estas
disancias, sin otro fin que alentar a aquellas pobres almas que yacen abandonadas y sin otra
recompensa que la que espera un buen misionero: el cielo.
¡Cómo contrasta esta conducta del fraile con la de ciertos elementos que yo conozco, que
viven una vida muelle y regalada con detrimento de bienes grandísimos y de vital interés y
que si algo trabajan es por el vil interés del metal de la riqueza! Que aprendan esos detractores
del fraile, que vean todos esos elementos a que me refiero, lo que hace, lo que trabaja, lo que
se afana el fraile por el orden y la prosperidad de los pueblos, y comparen con lo que hacen
ellos. Me parece a mí, Sr. Director, que la guerra que todos esos hacen al fraile no tiene ni
reconoce otra causa que su propia malicia, que se ve recriminada por la buena conducta que
aquél observa, ya respecto a sí, ya respecto a su pueblo.
Después de unos días de estancia en el citado pueblo, despedíme de toda aquella buena
colonia y del Padre, a quien jamás olvidaré, y a bordo del vapor «Isabel», a quien acariciaban
las olas más de lo que yo deseaba, al día siguiente llegaba a Dumaguete, y a las pocas horas
en un vehículo bastante incómodo me trasladé al pueblo de Sibulan de quien voy a hablarle
algo detenidamente. Antes voy a hacer una pequeña introducción.
Se han querido exagerar los males que ha acarreado al pueblo filipino esa libertad de cultos que importó a estas Islas el Gobierno americano, y de la que tuvo origen la secta del Aglipayanismo; pero nada más inexacto a mi juicio. Además de los datos que me suministra la
prensa de provincias, he podido observar, en casi todos los pueblos que he recorrido, que dicha secta se halla concretada a
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unos cuantos vividores de oficio, que la mayoría de sus habitantes son Católicos Apostólicos
Romanos: en algunos pueblos conservan todavía aquel fervor, aquel espíritu religioso que
nuestros padres les inculcaron; y a pesar de Tríos y Troyanos, de protestantes y aglipayanos,
no han renegado en su mayor parte de su fe ni de sus creencias.
Por funciones de mi cargo he morado algunos días en el pueblo de Sibulan y he visto cosas dignas de encomio y de ser publicadas para que todo el mundo las conozca. Situado, como
V. sabe, este pueblo a unos seis kilómetros del pueblo de Dumaguete, en donde la secta protestante trabaja lo indecible por su causa, y en donde residen ciertos elementos que por su
posición y fortuna pueden influir mucho en la marcha de los pueblos limítrofes y que por lo
visto no pecan de devotos, ni unos ni otros; a pesar de sus esfuerzos y de que continuamenle
hacen sus excursiones y predican y dan conferencias, no han podido conseguir hacer variar al
pueblo de Sibulan: siete individuos, que ninguno es natural de Sibulan aunque allí viven, son
el único triunfo que allí han conseguido los señores protestantes. El pueblo de Sibulan es el
Sibulan de otros tiempos, en el que no dejó huellas la revolución del 98. Hagamos, como dicen (y bastante mal dicho), un poco de historia.
Cuando, por efecto de aquella revolución de triste memoria, los pueblos se vieron privados del Sacerdote católico, el pueblo de Sibulan acudía todo entero a la iglesia en los días de
precepto y allí rezaban el Santo Rosario y cumplía con todas las devociones, como en tiempos
anteriores. Los capitanes pasados, la gente algo influyente, lo mismo que la clase pobre y menesterosa, todos a una, cuidaron en aquellos tiempos de desolación y de ruina de su más preciado tesoro, la iglesia y el Convento, emblemas de sus creencias y en quienes ellos veían el
depósito que guardaba la historia de su grandeza, de sus padres y mayores y que fueron levantados a costa de los sudores y sacrificios de sus antepasados. Todo esto, Sr. Director, habla
muy alto en favor de los sibulanos y de los antiguos misioneros que tan bien supieron inculcar
en sus almas el fervor religioso. Más aún: cuando el Sr. Obispo de la Diócesis visitó aquellos
pueblos, el de Sibulan en masa presentó un escrito a la citada autoridad, suplicando les mandase un Padre que atendiese a sus necesiades,
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y, si podía ser, un Padre Recoleto, pues no habían olvidado a los muchos que por allí habían
pasado, comprometiéndose ellos a procurar al Padre una sustentación congrua y decente. Debido a esto, se encargó de la citada Parroquia el P. Nemesio Llorente, Agustino Recoleto, en
quien he reconocido un religioso de inestimables prendas, celoso, emprendedor, afanoso sólo
del bienestar moral y material de sus feligreses, a quienes él ama entrañablemente y a quien
pagan los sibulanos con amor, cumpliendo exactamente la palabra que dieran al Sr. Obispo de
procurarle todos los días el alimento necesario.
No concluyen aún las glorias de Sibulan. Hace unos meses una mano criminal, nacida sin
duda del Averno, inspirada en planes diabólicos e irritada, como sospecho, porque creía que a
esfuerzos de nuestros misioneros se le iban a frustrar sus planes, prendió fuego a los Conventos de Valencia y de Amblán, hecho que ha quedado en el misterio, aunque no para todos,
pues quizá algunos podrían señalar al delincuente; hecho que marca por sí solo el progreso de
esos hombres del día, que nos ha importado la libertad de cultos. No hay duda ninguna que
intentaron lo mismo en el pueblo le Sibulan: mas todas sus maquinaciones se frustraron ante
la actividad desplegada por el Cura Párroco y el celo de los sibulanos.
El Centro Católico y el Apostolado de la Oración, fundado el 1.º por el P. Nemesio y el
2.º por la Sra. de Pastor, piadosa e influyente señora del pueblo de Dumaguete y por la Sra.
Forja Alcázar, anciana fervorosísima y celosa propagadora de la devoción al Sagrado Corazón, que, a pesar de sus noventa y un años, recorre con frecuencia, casi siempre a pie, muchos
pueblos del distrito, estableciendo en ellos dicho Apostolado, verdadera alma grande de esas
que a veces Dios conserva para ser el medio de que Él se vale para levantar un pueblo de la
postración; esos dos centros, repito, secundaron la idea del Padre de poner centinelas que
guardasen los dichos edificios del furor de sus adversarios. Debido a esta vigilancia de las
cinco o más personas que diariamente se imponían el sacrificio de velar por la noche y al P.
Nemesio que costeó de su bolsillo particular abundantes rollos de alambre espino para rodear
todo el ámbito de la Iglesia y Convento, el criminal desistió de sus intentos. ¡Bien por el pueblo de Sibulan; mil enhorabuenas por su celo, por
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su amor al Padre, lo que hace que viva en paz; pues harmonizados sus corazones y siendo
todos unos y todos para Dios, son de los más felices que he visto por todos estos pueblos.
Bien es verdad que el P. Nemesio es un verdadero padre para ellos y sólo se interesa por su
bienestar. Pueblo pobre, debido a que casi su único medio de vida es el palay y éste no pueden
sembrarlo por falta de animales, sufre en algunas temporadas verdadera necesidad; y el P.
Nemesio, que les quiere en el alma, ha repartido más de una vez sus pequeños ahorros entre
los más necesitados; de aquí que le amen y quieran con amor casi rayano en adoración. Él
trabaja por ayudar a su pueblo, y, a no tardar mucho, piensa traer una máquina o dos para que
puedan beneficiar el abacá, aprovechar el pacol: en una palabra, para que sus feligreses tengan
medios de vida. En su reciente viaje a Manila no pudo traerla por ser incompletas las ya fabricadas (inventadas por un fraile) debido según dicen a una mala interpretación del ingeniero
constructor de la casa exportadora, pero, a no dudar, las traerá cuando sean utilizables. Esto es
trabajar por el pueblo; este es el fraile, siempre amante de su pueblo, que no sólo mira por el
bien moral de sus feligreses, sino también, por el material, ya procurándoles medios de ganarse la subsistencia, ya colaborando y siendo el principal factor de la paz de los pueblos, esa paz
dichosa en que estriba todo el bienestar y que es el principio de donde dimana la grandeza de
las razas y de las naciones.
De mi excursión a los pueblos de Nueva Valencia y Bacong le hablaré Dios mediante
otro día.
Dumaguete y Noviembre 1906.
R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CRÓNICA DE NUESTROS COLEGIOS
DE MARCILLA
Con el fin de llenar el vacío que tal vez hayan notado algunos en el último número de
nuestro BOLETÍN, y para fomentar esa mutua correspondencia que todos deseamos exista entre
nuestros religiosos, voy a coordinar algunas notas que guardo en mi cartera (en la de mi uso
ya se entiende) desde que se publicó la última crónica de este nuestro Colegio de Marcilla.
El día 25 de Abril, habiendo celebrado en el día preceptuado el oficio litúrgico, solemnizamos el Patrocinio de San José. El templo estaba engalanado con el adorno propio de los
días principales: la capilla desempeñó admirablemente su cometido, y el P. Moisés Rojo de la
V. del Prado, que estuvo encargado del panegírico, cantó con gran acierto la universalidad del
poder del glorioso patriarca San José, deteniéndose de un modo particular en publicar la devoción que hacia tan excelso Patriarca ha tenido siempre nuestra amada Recolección Agustiniana, terminando por hacer esta enfática afirmación: Donde hay un Recoleto allí está San
José.
El 4 de Mayo satisficimos los deseos de nuestras Constituciones, cantando una misa a
nuestra Madre Santa Mónica, deseosos de pagar
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de algún modo la grandísima deuda que con ella tenemos contraída por habernos dado un
Padre tan santo y tan sabio.
El día 23 del mismo Mayo celebramos una fiesta a nuestra gloriosa Santa Rita, cuya devoción se va extendiendo por aquí, como lo demostró la concurrencia que fué mayor que de
costumbre. En el sermoncillo que estuvo a cargo del que esto subscribe, se trató de presentar a
Santa Rita como ejemplar acabado de todos los estados. Terminada la misa se bendijeron las
rosas de la Santa que fueron repartidas inmediatamente entre los concurrentes: de modo que
resultó la función bastante lucida.
Durante todo el mes de Mayo practicamos, con el entusiasmo propio de los jóvenes, el
ejercicio de las flores, cantando dulcísimos himnos y ensanchando nuestros corazones con
tiernísimos afectos hacia nuestra Santísima Madre María. Lo mismo hicimos en el mes de
Junio con el amantísimo Corazón de Jesús.
Nuestro amado P. Fr. Manuel Acereda de la Purísima Concepción recibió el 29 de Mayo
el sagrado Orden del Presbiterado en la ciudad de Pamplona y cantó su primera misa en el
pueblo de Cornago el día 3 de Junio, festividad del Corpus Christi. Le acompañaron los PP.
Pedro Jiménez de la Soledad y Paciente Corral de la Sagrada Familia: aquél encargado del
sermón y éste en calidad de organista. Presbítero asistente fué el tío del P. Manuel y párroco
de dicho pueblo, D. Tomás Acereda.
El domingo inmediato al día del Corpus celebramos en este nuestro Colegio una conmovedora función dedicada a Jesús Sacramentado: todo en ella fué sublime y encantador, pero lo
que conmovió de un modo especial nuestros corazones fueron los dulcísimos y armoniosos
ecos del emocionante himno eucarístico, recuerdo del Congreso celebrado el año de 1911 en
la capital de nuestra católica España. Durante la procesión un fantástico coro de niñas vestidas
de ángel agasajaba a Jesús-Hostia deseando envolverle con olorosas flores y esparciéndolas
en abundancia por todo el trayecto de la procesión. En el ínterin acompañando el órgano se
interpretaban en el coro los más dulces motetes a Jesús Sacramentado.
Era ya el 27 de Junio cuando tuvimos el placer de estrechar en nuestros brazos a nuestros
amados hermanos P. Pedro de la Dedicación de la V. del Pilar y Fr. Juan Martínez de la V. del
Camino:
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aquél había celebrado su primera misa el día del Corpus, 3 de Junio, en nuestra iglesia de San
Ildefonso en Roma, habiendo sido ordenado el 29 de Mayo. Venían sumamente gozosos nuestros dos hermanos por haber terminado la carrera con toda felicidad, y también nosotros nos
regocijábamos al ver entre nosotros a dos Recoletos que se han doctorado en sagrada Teología
trabajando lo indecible por corresponder a los esfuerzos que por ellos ha hecho nuestra amada
Provincia de San Nicolás y para conseguir, como así lo han logrado, las más excelentes calificaciones de la Universidad Pontificia denominada Gregoriana.
También nosotros debíamos pasar por las horcas caudinas sufriendo los exámenes de fin
de curso, para demostrar cómo habíamos aprovechado el tiempo, y al efecto los tuvimos en
los días 28 y 30 de Junio. Los más antiguos, o sea, los del noviciado de 1908 sellaron con
ellos su carrera literaria examinándose de Sagrada Escritura y de Derecho de Regulares; y los
que les seguimos nos examinamos de tercero de Teología Dogmática y de segundo de Teología Moral: los del último noviciado, aun cuando les falta todavía un año de Dogmática y otro
de Moral, se examinaron de las mismas materias que nosotros, por haber coincidido así los
cursos.
El mismo día que terminamos los exámenes, comenzamos los santos ejercicios espirituales; y todavía no los habíamos concluido, cuando tuvimos el sumo placer de besar la mano de
nuestro Reverendísimo P. Prior General Fr. Fidel de Blas de la Asunción, quien con la salud
algo quebrantada vino a este nuestro Colegio por ver si se restablecía algún tanto para poder
seguir trabajando por la mayor gloria de Dios y honor de nuestra Recolección Agustiniana.
Gracias a Dios hasta la actualidad va sintiendo notable mejoría. Venían en su compañía N.
Rvdo. P. Ex-provincial y Definidor General Fr. Francisco Bergasa de la V. de Vico y el Hermano Severiano de Blas de San Nicolás.
Dos días después de la venida de N. Rvmo. P. Prior General, es decir, el 9 del corriente,
llegó Nuestro Excmo. y Rvmo. P. Toribio Minguella de la Merced, dignísimo Obispo de Sigüenza, para dar Órdenes en esta nuestra iglesia, y aquella misma tarde inició en la primera
tonsura y cuatro menores a Fr. Serafín Hernando Martínez de la Purísima Concepción. El día
11 nos confirió el Diaconado a
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diez y el Subdiaconado a tres. La lista de los ordenados es como sigue:
DIÁCONOS:
Fr. Damián Castresana Alonso de N. P. San Agustín.
Fr. Martín Casi Nieva de San Nicolás de Totentino.
Fr. Pablo Grávalos Malumbres de Sto. Tomás de Villanueva.
Fr. Leoncio Reta Ungué de S. Nicolás de Tolentino.
Fr. José Carceller Galindo de S. Tomás de Villanueva.
Fr. Ricardo Jaranta Fuentes de la V. de la Consolación.
Fr. Maximiano Díez Albo de la V. de la Consolación.
Fr. Isidoro Equiza Compains de S. Nicolás de Tolentino.
Fr. Juan Rodríguez Santiñán de Sta. Mónica.
Fr. Simeón Díaz de Ilarraza Díaz del Bto. Querubín.
SUBDIÁCONOS:
Fr. Serafín Hernando Martínez de la P. Concepción.
Fr. Jesús García Martínez de la V. del Carmen.
Fr. Feliciano Alonso Álvarez de la V. del Carmen.
El venerable Obispo de Sigüenza parte hoy llevando de familiar al Rdo. P. Fr. Alberto
Fernández de la Virgen de Davalillo, para nuestro Colegio de Monteagudo, dejándonos gratísimo recuerdo de su permanencia en nuestra compañía; pues al inestimable beneficio que nos
dispensó confiriéndonos las Órdenes sagradas, añadió el regalo de una espléndida merienda
con que nos obsequió ayer, por ser la fiesta de Santa Librada, Patrona de la Diócesis que con
tanto acierto viene gobernando. Dámosle rendidamente las gracias y hacemos fervientes votos
porque… se repita.
Marcilla 21 de Julio de 1915.
FR. RICARDO JARAUTA DE LA CONSOLACIÓN
A. R.
NECROLOGIO
Nuesro Rvmo. P. Ex-Comisario General Apostólico
FR. MARIANO BERNAD DEL PILAR
Por estar ya hecha la tirada del número anterior de nuestro BOLETÍN, no nos fué posible
publicar la necrología de N. Rvmo. P. Fray Mariano Bernad de Pilar, fallecido en Motril
(Granada) el 23 de Mayo último.
He aquí la circular que con fecha 26 de dicho mes pasó N. P. Vicario Provincial a todas
las Casas de la Vicaría anunciando tan triste nueva:
«Con el más profundo sentimiento participo a VV. RR. que, según comunicación de N. Rvmo. P. Prior General, fecha 25 del corriente, a las dos menos cuarto del
día 23 de este mismo mes, falleció en la residencia de Motril, Nuestro Reverendísimo Padre Ex-Comisario General Apostólico, Fr. Mariano Bernad del Pilar, víctima
del cáncer que desde hacía algún tiempo se le había formado en la garganta, dejándonos a todos (dice el Rvd. P. Provincial de Santo Tomás al comunicar a N. P.
Rvmo. la sensible perdida) edificantes ejemplos de paciencia y resignación en el modo como ha sobrellevado las molestias de su enfermedad, y en la recepción de los últimos Sacramentos y preparación para la muerte, que hizo con todo conocimiento,
recibiendo el Santo Viático de rodillas y contestando él mismo a todas las oraciones
de la Santa Unción y recomendación del alma.
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Nuestro Reverendísimo P. Mariano, vió la primera luz en Calanda (Teruel), el
29 de Septiembre 1838; pronuncio los votos de la Religión el 14 de Enero de 1857,
y, concluidos los estudios con notable aprovechamiento, recibió el sacerdocio en las
témporas de Adviento (21 de Diciembre) de 1861. Algo más de un año había transcurrido desde su llegada a Manila, cuando la obediencia lo envió (29 Agosto, 1862) a
Cuyo con patente de Compañero, y aprendido que hubo el dialecto, del cual formó
un Diccionario que comprende las voces más indispensables para poder entenderse
con los naturales de Calamianes, el P. Vicario Foráneo de aquel partido le encomendó la administración de Taytay, en Diciembre del referido año 62; expidiéndosele
por el Ilmo. y Rvmo. Sr. Obispo de Cebú, en 11 de Septiembre de 1863, títulos de
Párroco de dicho pueblo. Túvole a su cargo hasta 1866, en que habiendo sido atacado
de unas calenturas, tan malignas como suelen ser las que se padecen en Calamianes y
Paragua, dispusieron los Superiores (27 Enero, 1866) su traslado a Minuluan (Negros), donde, en compañía del P. Fernando Cuenca, a la vez que atendía a su restablecimiento, que logró obtener merced a los cuidados de dicho Religioso, dedicóse al
estudio del bisaya. En Diciembre del expresado año 66 encargósele la administración
de Dumaguete, y en 16 de Enero, 1867, lo vemos presentado por el Vice-Real Patrono para servir en propiedad la parroquia de Misamis, si bien no se le relevó en la de
Dumaguete hasta Julio de dicho año 1867; salendo de este último pueblo el 10 del referido mes de Julio para Cebú, de donde pasó a Misamis a principios de Septiembre.
Administró esta parroquia basta 1873, en que el capítulo provincial lo nombró ViceRector del Colegio de Marcilla: al trienio siguiente nombráronlo Rector del mismo
Colegio de Marcilla y, concluido el tiempo de su rectorado, volvió a Filipinas presidiendo la Misión que llegó a Manila el 30 de Noviembre de 1879; permaneciendo
muy poco tiempo en el Convento de dicha Capital, pues consta que el 5 de Diciembre del mismo año se le expidió nombramiento de Vicario Provincial de Negros
Oriental, a la vez que se le confiaba de nuevo la administración espiritual de Dumaguete, cabecera de aquella Provincia. Once años y medio próximamente, sin interrupción, ejerció esta vez la cura de almas en el referido pueblo, cuyos habitantes recuerdan con no menos cariño y
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gratitud que veneración y respeto, a su buen P. Mariano, que, infatigable en el desempeño de su Ministerio, procuró por todos los medios posibles el mayor bienestar y
felicitad de los fieles de Dumaguete.
Elegido Provincial en 1891, después de haber sido condecorado con los cargos
de Prior vocal de Tatay (1879), primer Adito de Definidor y Prior vocal de Bolinao
(1882), Definidor (1885) y Prior vocal de BIaclayon (1888), gobernó la Provincia
con aceptación general durante el trienio de 1891 a 94. Girando la Visita a los Ministerios de Negros Oriental, le sucedió el gravísimo percance, que refirió la prensa de
Manila por Dicienibre de 1891, de ser lanzado al mar de un golpe de botavara, que
recibió en la espalda, al virar la pequeña embarcación en que se trasladaba de Guijulugan a Jimalalud. Fué milagro que durante la media hora, o más, que transcurrió sin
poder prestarle auxilio de ningún género, pues la fuerza con que roló el viento, hizo
al barquichuelo alejarse notablemente del lugar del siniestro, no pereciese ahogado, a
pesar de ignorar por completo el arte de nadar, y, lo que es más, de haber quedado
privado de sentido; atribuyendo N. P. Mariano tan señalado favor al poderoso patrocinio de San José, cuya intercesión imploró en tan peligroso trance. Resignados los
sellos de la Provincia en el Capítulo de 1894, volvió a administrar por tercera vez la
parroquia de Dumaguete, que tuvo a su cargo juntamente con las Vicarías Provincial
y Foránea, como en los años 1879-91, hasta 1897. Presidió el Capítulo provincial de
este último año por comisión especial de N. Rvmo. P. Comisario General Apostólico,
de quien algún tiempo antes había recibido el nombramiento de Definidor General, y
juntamente la dispensa de la Santa Sede para que, siéndolo, pudiese, no obstante,
continuar rigiendo la parroquia de Dumaguete por un tiempo determinado: y habiendo regresado a España en Mayo del repetido año 97, permaneció en Madrid hasta
Enero de 1899, en que fué nombrado Presidente de la primera Misión que nuestra
Provincia de San Nicolás de Totentino de Filipinas envió al Brasil, compuesta de trece religiosos, más N. P. Mariano, a quien el Rvmo. Padre Comisario General Apostólico de nuestra Congregación nombró Superior de ellos, dándole toda su autoridad y
comisionándole, como a representante suyo, para establecer en aquella República
Residencias
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nuestras y fundar Misiones. Cuán cumplidamente llenara N. P. Bernad su cometido y
hasta qué punto viera coronados los esfuerzos realizados para mejor asegurar el éxito
de su empresa, nos lo dicen las numerosas fundaciones por él llevadas a cabo, durante los dos años y medio que estuvo en la mencionada República; bastando a este propósito recordar las Residencias establecidas en Uberaba, Agua Suja, Ponte Nova,
Santa Ana, Ribeirao Preto, Verissimo, Monte Carmelo, CoromandelI, Abadía dos
Dourados, Dôres de Santa Juliana, Concepçao, Chapadao, (a) Sao Sebastiao do Salitre, Conquista Forquilla, Serra, Barra de San Mateo, Pao Gigante, Santa Cruz, Alfredo Chaves, Itapimirim, Benevente, Guarapari, Pará o Belen y Mosqueiro. «La obra
de N. P. Mariano en el Brasil (dice N. P. Santiago Matute en Los Padres Candelarios
en Colombia..., volumen VI, pág. 101) formará época en los anales de nuestra historia. Allí estaba (prosigue) dando rienda suelta a su actividad y celo verdaderamente
apostólico cuando, sin soñarlo siquiera, como se lo hemos oído decir a él mismo, le
llegó el nombramiento de Comisario General Apostólico»1.
Fué el día 3 de Junio de 1901 cuando la Santidad de León XIII (d. f. m.) hizo en la persona de N. P. Mariano la designación de primer Prelado de nuestra Recolección Agustiniana; y
no es decible cuánto, en los siete años que la gobernó, se esmeró en procurar y promover los
intereses de la entonces Congregación y hoy Orden de Agustinos Recoletos. Baste afirmar
que su labor de Superior General fué dignamente coronada con un acontecimiento de la más
alta trascendencia para nosotros: la celebración del Capítulo General, en Julio de 1908; ya que
en aquel acto entrábamos de nuevo en la normalidad de vida y gobierno de que gozara nuestro
sagrado y venerando Instituto en los tiempos de su mayor esplendor y grandeza. En tales términos se expresaba en memorable ocasión nuestro Eminentísimo Protector el señor Cardenal
Vico. «Fué sin duda (añadía el ilustre Purpurado) un favor singularísimo de la divina Providencia que reanudaseis la serie, muy gloriosa por cierto, de vuestros Capítulos generales, precisamente en circunstancias que parecían en lo humano las menos favorables para ello, esto
es, cuando
1
Catálogo de los Religiosos… de la Provincia de Filipinas; pág. 510-512.
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a consecuencia de los gravísimos trastornos religioso-político-sociales de Filipinas, todo hacía
presentir un desenlace fatal para las beneméritas Corporaciones religiosas españolas, que tan
gloriosamente habían trabajado en la evangelización de aquel Archipiélago, y especialmente
para la vuestra, que allí tenía su principal campo de operaciones y el centro de su Apostolado».
Al renovar, pues, nuestro hacimiento de gracias a Dios por tan señalado favor, justo es
pagar también tributo de reconocimienlo a nuestro finado P. Ex-Comisario General, por
habernos dejado tan grato recuerdo del tiempo en que desempeñó la prelacía superior de nuesra Sagrada Orden.
P. Fr. Julián Ortiz de San Luis Gonzaga
Este religioso nació el 8 de Marzo de 1873 en Santa María de Ribarredonda (Burgos);
profesó el 21 de Octubre de 1890; pasó a Filipinas formando parte de la Misión que llegó a
Manila el 25 de Julio de 1895, y en Diciembre del mismo año se le expidieron dimisorias para
ordenarse de sacerdote, asignándolo al mismo tiempo los Superiores por socio del párroco de
Cahidiocan en Romblón. En 29 de Septiembre de 1897 se pidieron para él lítulos de Cura de
Banton, permaneciendo allí hasta Julio de 1898, en que por causa de la revolución filipina
hubo de trasladarse a Romblón, cabecera del distrito del mismo nombre. Allí cayó en poder
de los insurrectos, sufriendo duro cautiverio hasta 1.º de Marzo de 1900; y después de permanecer en Manila de conventual más de dos años, destinóle la obediencia (2 de Mayo de 1902)
a Minuluan, de compañero del P. Fr. Marcelino Simonena, a quien sucedió en la administración de aquella importante parroquia de la isla de Negros al cesar en ella por enfermo e! referido Padre, que fué hacia Marzo de 1904. Posteriormente residió en varios conventos y ministerios hasta Noviembre de 1914 en que fué elegido Vicario Prior del Convento de Cebú.
A continuación ponemos la carta que desde aquel Convento se escribió a N. P. Provincial
dándole cuenta de la última enfermedad, fallecimiento y funerales de nuestro Religioso. Hela
aquí:
Cebú 30 de Mayo de 1915. –Rvd. P. Provincial. –Querido P. N.
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Ahora que estamos repuestos de las fatigas y cansancio de los pasados días, voy
a darle algunos detalles acerca de la enfermedad de nuestro hermano el P. Prior Fr.
Julián Ortiz, por si pueden servir para alguna cosa. –Comenzó con unas pequeñas calenturas que él creía pasajeras por haberlas tenido otras veces y curádolas con algún
purgante y un poco de quinina, pero desgraciadamente no sucedió así; el malestar iba
aumentando de día en día, la calentura adquiriendo más grados y, como sintiese mucho calor interior no pudiendo sudar, una noche se bañó hasta tres veces; esto fué
causa de que la calentura aumentara, de tal suerte que al llamar al médico aunque contra su voluntad, el termómetro marcó 39 grados y 9 décimas.
Prescribió el Doctor baños calientes de pies, lavativas, fenacetina, etc., pero nada
sirvió; como la calentura no bajaba y el médico temía dada su constitución le acometiese algún síncope, se le indicó la conveniencia de recibir los Santos Sacramentos, a
lo que accedió no sólo sin oposición sino hasta gustosísimo. Inmediatamente se confesó a las 8 de la noche y no pudiendo administrársele el Santísimo Viático porque
tenía algunos vómitos de bilis, quedó convenido que al día siguiente temprano lo recibiría; pero Dios N. S. en sus inescrutables designios dispuso de otro modo, porque
a eso de la media noche, el religioso que estaba cuidándole notó que al hablarle y
preguntarle alguna cosa, contestaba con incoherencias y con la lengua algo trabada,
señal de principio del ataque cerebral temido. En seguida se llamó al médico, quien,
viéndole en aquel estado y ayudado de nosotros, comenzó a aplicarle baños de hielo.
A las cuatro de la mañana, viendo que esto de nada servía, indicó la conveniencia de llamar a otro médico para consultar. Se le contestó que todo medio y remedio
que creyera necesario, útil y conducente para la consecución del alivio y salud del
enfermo lo dijera para ponerlo luego en ejecución.
Terminada la consulta con el Dr. Mellado, fueron llamados dos practicantes, los
que en unión de los médicos y ayudados de nosotros procedieron a hacer sangrías,
aplicarle sanguijuelas, sinapismos, parches, inyecciones, le dieron acónito, calomelanos y muchas otras varias medicinas, sin resultado alguno positivo; al aplicarle los
baños de hielo descendía algún tanto la calentura, pero al poco
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rato volvía a subir y otra vez se le daban baños; a eso de las ocho de la noche del 26,
le dió el primer ataque de nervios bastante intenso, del cual repuesto, se le administró
la Extremaunción y sucesivamente la Indulgencia Plenaria y recomendación del alma; alguna vez preguntado cómo se encontraba, contestaba siempre que bien; frecuentemente le aplicábamos a la boca el Cruifijo que besaba con mucho fervor viéndose el movimiento de sus labios; entonces con alguna jaculatoria y una pequeña exhortación de arrepentimiento y acto de contrición se le daba la absolución; acto que
se repitió muchísimas veces. Por minutos se notaba que le faltaban las fuerzas hasta
que por fin al quinto ataque nervioso a las tres de la mañana del día 27 plugo a Dios
dejara este valle de sufrimiento y llevárselo a su gloria R. I. P.
Al amanecer, avisado el Sr. Provisor, PP. Paules y Párroco de San Nicolás del
fallecimiento por medio de una tarjeta, las campanas de todas las Iglesias y capillas
de la Ciudad doblaron a muerto. A las ocho de la mañana, con un oficio nuestro pidiendo autorización al Director de Sanidad para sepultar el cadáver en el panteón de
este nuestro Convento, fueron personalmente a interesarse en nuestro favor ante dicho Director de Sanidad el Sr. Provisor y el P. Prior de los PP. Agustinos, cuya petición, después de inspeccionado el local que previamente se limpió bien, fue despachada favorablemente.
Por haber fallecido de calenturas tifoideas, dijeron los médicos ser necesario dar
sepultura al cadáver aquella misma tarde. Dispusimos, pues, que el sepelio se verificase a las cuatro y media de la tarde y cantado el oficio de sepullura según nuestro ritual, a cuyo acto éramos doce los sacerdotes asistentes, lo enterramos en uno de los
nichos de nuestro panteón señalado con) el núm. 1. Todos los siete que hay estaban
ocupados: en el que se enterró al P. Julián estaba ocupado por el P. José García, cuyos restos se depositaron en el pavimento del mismo panteón, después de rezado un
responso. Los asistentes a las exequias fueron cuatro Agustinos, dos Paúles, un Redentorista, dos comisionados del Provisor y nosotros dos recoletos, más el Párroco de
San Nicolás. Es necesario consignar, por si acaso V. R. quiere escribirles, el agradecimiento que debemos a los Padres Agustinos. Desde el momento que supieron la
gravedad
620
Boletín Oficial
del P. Julián se personaron aquí, ayudándonos en todo, brindándose para todo cuanto
fuera necesario y no abandonándonos un momento hasta concluidos los funerales.
Les hemos dado las gracias en nombre nuestro y de la Corporación y si V. Reverencia quiere repetírselas, se lo merecen: se han conducido como verdaderos hermanos.
De V. R. humilde súbdito q. b. s. m., Fr. Mariano Lasa de Jesús».
P. Fr. Pedro Sanvicente de San José
El P. Vicario Provincial de Venezuela, en cablegrama dirigido a N. Rvmo. P. Prior General el día 10 de Julio, comunicaba el fallecimiento de este ejemplar Religioso y benemérito
Misionero, acaecido el día anterior en aquella República y probablemente en Coro, donde
tenía asignada la residencia en concepto de socio del Padre encargado de aquel Ministerio.
El P. Sanvicente era natural de San Román de Campezu en la provincia de Álava, de cerca de 49 años de edad, pues había nacido el 22 de Octubre de 1866. Consagróse a Dios por la
profesión religiosa el 15 de Mayo de 1883 y concluida la carrera eclesiástica pasó a Filipinas
con la Misión que salió de Barcelona el 21 de Septiembre de 1888 y llegó a Manila el 24 de
Octubre del mismo año. Estuvo algún tiempo dedicado a la enseñanza (curso de 1888 a 89) en
el Seminario de Vigan que nuestra Provincia tuvo a su cargo desde 1882 hasta 1895 en que
fundó por cuenta propia un Colegio de primera y segunda enseñanza en Talisay (Negros)
agregado a la Universidad de Manila. Ordenado Fr. Pedro de Sacerdote, a cuyo efecto se le
dieron dimisorias el 11 de Noviembre de 1899, los Superiores le destinaron de compañero a
Calapan (Mindoro), e impuesto en el dialecto tagalo y en la administración parroquial, fué
nombrado en Octubre de 1892 misionero de Sablayan, sirviendo dicho Ministerio hasta Abril
de 1898 en que, nombrado Vicerrector del Colegio de San Millán, regresó a Epaña. En 5 de
Abril de 1899 pasó a Venezuela, en donde ha permanecido hasta su muerte atesorando grandes méritos para el cielo en los diferentes ministerios en que la obediencia le ha tenido empleado.
R. I. P.
TIP. DE SANTA RITA
Año VI
Septiembre de 1915
Núm. 63
BOLETÍN
DE LA
PROVINCIA DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
SECCIÓN OFICIAL
I
Provincialato de Agustinos Recoletos de Filipinas. =Para que mejor se consigan los fines
que en la publicación de nuestro BOLETÍN OFICIAL se intentaron, y con el consentimiento de
los RR. PP. Definidores he tomado los siguientes acuerdos: 1.º Se suprimirá en el título de
dicho Boletín la palabra oficial. 2.º Se creará una «Sección oficial» y revestirán el carácter de
oficiales las comunicaciones
622
Boletín Oficial
que en ella se publiquen. 3.º Si no se manda expresamente lo contrario, no habrá obligación
de copiar las comunicaciones de la Provincia que en dicha «Sección oficial» aparezcan, en los
Libros oficiales de las Casas y Misiones: pero los Superiores de dichas Casas y lo PP. Misioneros tendrán obligación de conservar los números del Boletín que contengan «Sección oficial» para presentarlos en la Santa Visita. 4.º Estos acuerdos se publicarán en el Boletín de la
Provincia, para que lleguen a conocimiento de todos. =Lo que comunico a V. R. para su conocimiento y efectos consiguientes. =Dios guarde a V. R. muchos años. =Manila 7 de Junio
de 1915. =Fr. Agustín Garrido de San Antonio. =R. P. Director del Botetín Oficial de la Provincia.
II
Provincialato de Agustinos Recoletos de Filipinas. =A los Religiosos todos de nuestra
amada Provincia de San Nicolás de Tolentino. =En virtud de las facultades que nos conceden
nuestras Sagradas Leyes y de acuerdo con nuestro Venerable Definitorio, hemos nombrado
Vicario Prior de nuestro Convento de la Purísima Concepción de Cebú, al R. P. Fr. Victoriano
Tarazona de San Agustín, con todas las facultades y derechos que corresponden a los Vicarios
Priores según nuestras Constituciones. =En su consecuencia mandamos a todos nuestros súbditos que hayan y tengan como a tal Vicario Prior del Convento de Cebú al citado P. Fr. Victoriano Tarazona de San Agustín y que, como a tal, le guarden los honores y preeminencias
que le corresponden. =Dios guarde a VV. RR. y CC. muchos años. =Convento de Manila 8 de
Junio de 1915. =Fr. Agustín Garrido de San Antonio.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
623
III
RELACIÓN
de los Religiosos que han resuelto los Casos Morales de
1913-14 y de los Puntos que han obtenido
PUNTOS
Número
de
orden
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
(1)
Octubre
27
18
28
28
24
26
27
24
24
28
24
28
28
26
26
28
18
30
18
24
23
18
(2)
Enero
24
20
0
30
0
26
30
25
25
25
28
26
0
0
0
0
23
0
0
24
24
22
PUNTOS
(3)
Abril
0
0
0
30
0
30
30
0
0
26
30
26
0
0
0
0
0
0
23
26
25
0
Número
de
orden
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
(1)
Octubre
(2)
Enero
22
28
28
30
26
22
20
24
24
24
27
22
30
24
30
27
23
23
30
0
0
0
(3)
Abril
26
28
0
0
26
23
24
0
22
22
25
24
28
22
30
0
26
24
30
20
0
0
0
28
0
0
30
25
0
25
24
0
0
24
27
24
30
27
26
25
30
22
28
27
Convento de Recoletos de Manila 12 de Junio de 1915.
FR. PEDRO LÓPEZ DEL ROSARIO,
Secretario de Provincia.
(1) Véanse los casos propuestos, vol. 1.º pág. 719.
(2) Id. id. vol. 2.º, pág. 25.
(3) Id. id. vol. 2.º, pág. 97.
Los números de orden representan los nombes de los Religiosos que han resuelto los Casos Morales, y a
quienes se ha dado oportuno aviso.
624
Boletín Oficial
IV
De Nuestro Rvmo. P. Prior General se ha recibido, para su inserción en el BOLETÍN de
nuestra Provincia, el siguiente Venerable Rescripto Pontificio:
(Num. 82-1915 coll. cum N. 106-1915 Protocoll. S. R. C.)
Ordinis Eremitarum Recollectorum Sanci Auguistini.
Procurator Generalis Oridinis Eremitarum Recollectorum Sancti Augustini, Sanctissimum
Dominum Nostrum Benedictum Papam XV, supplicibus votis rogavit, ut ab ipsis Eremitis
Recollectis, de benigna Sedis Apostolicae extensione, adhiberi valeat Proprium Officiorum ac
Missarum una cum Appendice Martyrologio Romano addenda, Ordini Eremitarum Sancti
Augustini concessum: dispositis tamen eiusmodi Officiis ac Missis iuxta Kalendarium die 18
Januarii vertentis anni approbatum, insertisque additionibus et variationibus concessis, quae
magis Recollectorum Ordinis sunt propriae. Sanctitas porro Sua, referente infrascripto Cardinali Sacrae Rituum Congregationis Pro-Praefecto, enuntiata Propria Officiorum et Missarum
nec non Appendicem Martyro!ogii Romani Ordini Recollectorum cum propriis additionibus
et variationibus adhibendis concessit iuxta preces: servatis rubricis. Contrariis non obstantibus
quibuscumque. Die 9 Junii 1915. =(L. ✣ S.). =A. Card. Vico Pro-Praef. =† Petrus Lafontaine
Patriarcha el: Venet. Srius.
V
Sacra Congregatio Rituum. =Dublinen1. =Decretum beatificationis seu declarationis martyrii servorum Dei Dermitii O’Hurley Archiepiscopi Casseliensis, Cornelii O’Devany, Ordinis S. Francisci, Episcopi Dunensis et connorensis, Terentii Alberti O’Brien, Ord. Praedic.,
Episcopi Imolacensis, et sociorum. =In Hibernia, heroum nutrice, exorta saeculis XVI et XVII
effrenata et furiosa adversus catholicos persecutione, praeter innumeros Christi athletas qui in
ea occubuerunt et quorum nomina, mortalibus ignota, scripta sunt
1
Acta Apostolicae Sedis, vol. VII, pag. 125.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
625
in libro Vitae, complures, nomine et fama noti, in hominum memoria adhuc vivunt. Inter hos
numerantur quatuordecim Ecclesiae praesules, multi sacerdotes cleri saecularis, aliique viri ad
religiosas familias seu ordines pertinentes nempe Praemonstratensium, Cisterciensium, Praedicatorum, Franciscalium, Augustinianensium, Carmelitarum, Ssmae. Trinitatis et societatis
Jesu, necnon laici ac nobiles personae, quibus accedunt sex piae mulieres. Quorum martyrii
opinio cum satis constans visa sit, informativi processus in ecclesiastica curia Dublinensi
adornati sunt super ipsa fama martyrii et signis aut miraculis praefatorum Servorum Dei. Hos
vero processus, Romam ad Sacrarn Rituum Congregationem delatos, secutae sunt plures litterae postulatoriae Archiepiscoporum et Episcoporum, praesertim Hiberniae, aliorumque virorum ecclesiastica vel civili dignitate praestantium. Quumque omnia in promptu essent, instante R. P. D. Michaële O’Riordan, protonotario apostolico, collegii Hibernorum in Urbe moderatore et Causae postulatore, totius Hiberniae catholicae vota depromente, Ems. et Rms. dnus.
cardinalis Vincentius VannutelIi, episcopus Praenestinus et eiusdem Causae Ponens seu Relator, in Ordinario sacrorum Rituum Congregationis coetu subsignata die ad Vaticanum habito,
sequens dubium discutiendum proposuit: An sit signanda Commissio introductionis Causae,
in casu et ad effectum de quo agitur? Et Emi. ac Rmi. Patres sacris tuendis Ritibus propositi,
post relationem ipsius Emi. Ponentis, audito voce et scripto R. P. D. Alexandro Verde, sanctae
Fidei Promotore, omnibus maturo examine discussis ac perpensis, rescribendum censuerunt:
Signandam esse, si Sanctissimo placuerit, Commissionem de biscentum quinquaginta septem
Servis Dei, nempe: …Ex Ordine S. Augustini: Thaddeus O'Connel, Augustinus Higgins,
Petrus Taffe, Gulielmus Tirrey, Donatus O’Kennedy, Donatus Serenan, Fulgentius Jordan,
Raymundus O’MaIley, Thomas Tullis, Thomas Deir… Facta postmodum de his sanctissimo
Domino nostro Benedicto Papae XV per subscriptum sacrae Rituum Congregationis Secretarium relatione, Sanctitas sua rescriptum eiusdem sacri Consilii ratum habens, propria manu
signare dignata est Commissionem Introductionis Causae biscentum quinquaginta septem
praefatorum Servorum Dei, die 12 eisdem mense et anno. =(L. ✣ S.) =Antonius Card. Vico,
S. R. C.
626
Boletín Oficial
Pro-Praefectus. =† Petrus La Fontaine, Ep. Charystien, Secretarius.
VI
Facultad de celebrar en el mar, concedida a nuestros Religiosos
Num. 3328-09.
Beatissime Pater:
Hodiernus Provincialis Provinciae Sancti Nicolai Tolentinatis Insularum Philippinarum
Ordinis Eremitarum Discalceatorum Sancti Augustini, ad genua Sanctitatis Vestrae provolutus, humillime implorat indultum celebrandi in navi Sacrosanctum Missae Sacrificium, perdurante itinere maritimo, favore Religiosorum dictae Provinciae.
Et Deus etc.
Vigore specialium facultatum a Sanctissimo Domino Nastro concessarum, Sacra Congregatio Negotiis Religiosorum Sodalium praeposita, attento voto Patris Procuratoris Generalis
Ordinis, benigne commisit Patri Vicario Generali, ut petitam facultatem, pro suo arbitrio et
conscientia concedat ad triennium; ea tamen lege, ut locus ad Missae celebrationem in navi
selectus, decens omnino sit, mare sit tranquillum, et nullum adsit periculum effusionis Sacrarum Specierum e Calice, et, si fieri potest, alter Sacerdos superpelliceo indutus celebranti continuo adsistat. Contrariis quibuscumque non obstantibus. Romae 13 Julii 1909. =(L. ✣ S) –Fr.
J. C. Vives, Praef. =D. L. Janssens O. S. B. Secret.
Prórroga del anterior Rescripto
N. 3328-09.
Beatissime Pater:
Prior Provincialis Provinciae Sancti Nicolai Tolentinatis Insularum Philippinarum, Ordinis Eremitarum Recollectorum Sancti Augustini, ad pedes Sanctitatis Vestrae humillime provolutus, implorat prorogationem Rescripti diei 13 Julii 1909, quo concessa est facultas celebrandi in navi, favore Sacerdotum suae Provinciae.
Et Deus etc.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
627
Vigore specialium facultatum a Sanctissimo Domino Nostro concessarum, Sacra Congregatio
Negotiis Religiosorum Sodalium praeposita, audito voto Patris Procuatoris Generalis, benigne
commisit Rvmo. Superioni Generali, ut petitam enunciati indulti prorogationem AD QUINQUENNIUM pro suo arbitrio et conscientia concedat, servata in reliquis eiusdem indulti forma
et tenore. Contrariis quibuscumque non obstantibus. =Romae, die 31 Julii 1912. =(L. ✣ S.) =
Fr. J. C. Vives, Praef. =✣ Donatus, Archps. Ephesinus, Srius.
Ejecución
Fr. Enrique Pérez de la Sagrada Familia, Vicario General de Agustinos Recoletos.
En virtud de las facultades que nos concede el venerable Rescripto Pontificio que antecede, declaramos prorrogado ad quinquennium el indulto de celebrar misa en el mar, otorgado a
nuestros Religiosos de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, dándoles la licencia necesaria al efecto, con tal que en todo se guarden las condiciones prescritas en la concesión.
En nuestro Colegio de Monteagudo a 9 de Agosto de 1912. =(L. ✣ S.) Fr. Enrique ut supra. =Por mandato de N. P. Vicario General, Fr. Bernardino García de la Concepción, Secretario General.
VII
Vicaría Provincial de Agustinos Recoletos de Filipinas (España). =RR. PP. Superiores de
las Casas del margen =(Al margen. =Marcilla, Monteagudo, San Millán, Colegio Preparatorio, Puente la Reina, Zaragoza) Nuestro Reverendísimo P. Prior General se ha servirlo participarme en esta fecha que, según cablegrama del Padre Vicario Provincial de Venezuela, ha
fallecido en aquella República el P. Fr. Teodoro Rubio de la Asunción. =Lo que tengo el sentimiento de comunicar a VV. RR. a fin de que en sus respectivas Casas se cumplan los sufragios de Ley por el alma del finado. =Dios guarde a VV. RR. muchos años. =Marcilla 2 de
Agosto de 1915. Fr. Francisco Sádaba del Carmen.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
REVISTA LITÚRGICO-CANÓNICA
De las misas votivas según las Rúbricas prescritas
en la Bula «Divino afflatu»1
Se llaman misas votivas las que no concuerdan con el Oficio del día. Pueden ser extricta
y latamente votivas. Son estrictamente votivas las que se celebran extra ordinem Officii, ex
voto sacerdotis vel fidelium; y latamente votivas, las que se celebran también extra ordinem
Officii, pero ex praecepto Rubricarum. Pueden ser además rezadas o solemnes: pueden celebrarse por una causa privada o por una causa pública. Se entiende por causa pública la que
interesa al bien común; como una sequía, una peste, una guerra, un terremoto, etc.; y por causa privada la que afecta a una persona o familia particular; como la salud de una persona, el
buen éxito de un negocio privado.
En lo primeros siglos de la Iglesia, como las solemnidades litúrgicas eran muy pocas, celebrábanse tantas y tan diversas misas votivas a petición de los fieles según sus estados y necesidades, que Cornelio Schulting (tom. 3 Biblioth. EccI. P. I.) llegó a reunir hasta
1
Aquí trataremos principalmente de los dìas en que pueden celebrarse según las nuevas rúbricas; en cuanto al
modo, véase nuestro Ceremonial pág. 253.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
629
ciento quince. Después fueron reduciéndose poco a poco, a medida que se fueron introduciendo nuevas solemnidades y las fiestas de los Santos; y en la edad media ya existía como
ahora la costumbre de asignar una misa votiva para cada día de la semana. He aquí el orden
por el que, según Durando, se hallaban distribuidas en la época mencionada: El Domingo celebrábase la misa de Trinitate; el lunes, de Angelis vel pro defunctis; el martes, pro peccatis;
el miércoles, pro pace; el jueves, pro tribulatione; el viernes, de cruce; y el sábado, de S. Maria. San Pedro Damiano, que vivió en el siglo XI, en su libro De bono suffragiorum hace notar que en algunas iglesias, sobre todo entre los monjes, se hacían conmemoraciones especiales en tres días de la semana: El lunes de Sanctis Angelis, para que en este día auxiliasen más
eficazmente a los difuntos y defendiesen a los agonizantes; el viernes, de la Pasión de Nuestro
Señor; y el sábado, en honor de la Sma. Virgen. A partir de la segunda mitad del siglo XIII,
después de la institución de la fiesta del Smo. Corpus Christi, ya aparece designado el jueves
para celebrarse la misa votiva de este misterio, y el miércoles para la de los Stos. Patronos: y
por último León XIII el 5 de Julio de 1883 por un Decreto de la Sagrada Congregación de
Ritos dispuso que en cualquier tiempo del año, excepto el miércoles de Ceniza, las ferias de
todo el tiempo de Pasión, y en el Adviento desde el día 17 hasta el 24 de Diciembre inclusive,
se pudieran decir, en lugar de los Oficios y misas feriales ocurrentes, los Oficios y misas votivos, que traen el Breviario y el Misal distribuidos en los días de la semana por este orden:
Lunes, de Sanctis Angelis; martes, de Sanctis Apostolis; miércoles, de Sancto Joseph; jueves,
de SS. Eucharistiae Sacramento; viernes, de Passione D. N. J. C.; y sábado, de Immaculata
Conceptione. Mas hoy en virtud de las Rúbricas del nuevo Salterio estas misas y Oficios votivos han quedado enteramente suprimidos. Véase lo que sobre este punto se dispone en el
Título VIII, núm. 1 de las mencionadas rúbricas: «Cum per hanc novam Psalterii dispositionem causae cessaverint Indulti Generalis d. d. 5 Julii 1883 pro Officiis votivis, haec ipsa Officia, et alia similia ex particularibus Indultis concessa, tolluntur omnino et sublata declarantur».
Estas últimas palabras, et alia similia ex particularibus Indultis
630
Boletín Oficial
concesa, suscitaron algunas dudas acerca de las misas votivas, que en ellas debían comprenderse, y que en su virtud quedaban suprimidas. Mas estas dudas fueron resueltas por un decreto del 22 de Marzo de 1912, en el que la S. Congr. de Ritos a la consulta «Quum quibusdam
Dioecesibus, necnon Ordinibus et Congregationibus Religiosis, Indultum a S. Sede concessum fuerit quaedam Officia particularia semel aut pluries in mense aut in hebdomada, imo
etiam singulis anni diebus, exceptis solemnioribus, celebrandi, ex. gr. Smi. Sacramenti, Smi.
Cordis Jesu, B. M. V. Immaculatae, etc., sive sub ritu semiduplici, sive sub ritu duplici minori
aut majori, ita ut videantur non Officia votiva sed quasi festiva: quaeritur an ista Ofíicia comprehendantur inter Officia votiva quae a novis Rubricis —tit. VIII, n. 1— supressa declarantur», contestó: «Affirmative».
En cuanto a las misas, que pueden celebrarse como votivas, téngase presente el decreto
general citado con el n. 3922, III, 1, que dice: «Pueden celebrarse como votivas todas las misas que se ponen al fin del Misal bajo esta denominación1, y las que en el cuerpo del Misal
están anotadas, para que puedan decirse per annum more votivo, como son, entre otras, la
misa Miserebitur del Sagr. Corazón de Jesús, y la misa Gaudens gaudebo de la Inmaculada
Concepción».
Solamente pueden decirse misas votivas de todos los Santos canonizados inscritos en el
Martirologio Romano, por los que se ha de decir la misa propia, si es que la tienen, o aquella
del Común, a la que corresponda la oración, u otra también del Común: si en la misa propia
falta alguna cosa, o no está conforme con el tiempo, se toma del Común; las palabras annua,
hodie y otras semejantes se omiten, y las palabras natalitia, solemnitas, festivitas se cambian
por commemoratio, memoria».
El mismo decreto general n. 3922, tratando de las misas votivas de la Virgen, dice también: «La misa votiva de la Sma. Virgen, ya sea privada ya solemne, aun pro re gravi, debe
ser una de las votivas de B. M. Virgine, que están al fin del Misal pro diversitate temporum, u
otra aprobada, para que se diga como votiva,
1
Véase lo dispuesto posteriormente en el título VIII, n. 1 de las rúbricas del nuevo Salterio, que poco ha hemos
citado.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
631
como la misa Gaudens gaudebo de la Inmaculada Concepción y la misa de los Siete Dolores.
Las misas propias de las festividades de la Sma. Virgen no deben celebrarse sino en los días
que ocurren dichas solemnidades y durante sus octavas: lo cual se ha de observar aun cuando
se pidan estas misas por mandato e institución de los fundadores; pues en este caso se cumple
celebrando una de las votivas de la Virgen, juxta temporis occurrentiam».
«Mas, por el contrario, en las festividades e infraoctavas de la misma Virgen Sma., se ha
de celebrar la misa de la festividad, o del día infraoctavo, como si no fuera votiva sino festiva.
Del mismo modo cuando por Indulto especial se reza un Oficio votivo de la Sma. Virgen, se
ha de tomar la misa votiva que corresponde al oficio».
Hay que tener aquí presente que, cuando en la infraoctava simple de la Natividad de la
Sma. Virgen, se haya de decir misa votiva de la Virgen, no se ha de decir la misa votiva de
Tempore, sino como en la fiesta de la Natividad con Gloria pero sin Credo. (S. R. C. 7 augusti 1914).
Aunque continúan en todo su vigor las leyes relativas a las misas votivas solemnes pro re
gravi, no estará demás decir que tales misas pueden celebrarse en cualquier día, menos en las
Dominicas y fiestas de primera clase, el miércoles de Ceniza, en toda la Semana Santa y en
las Vigilias de Natividad y Pentecostés; en estos días sólo puede hacerse conmemoración de
la misa votiva en la misa solemne del día después de la oración de la fiesta sub unica conclusione, aunque después se haya de hacer alguna otra conmemoración vi Rubricarum. Mas en
las iglesias que obliga la misa conventual, no puede celebrarse misa votiva solemne pro re
gravi, si no se celebra primero misa conventual del Oficio ocurrente. (Decr. gen. cit., II, 2).
Lo mismo se ha de decir de la misa votiva pro Sponsis, que está prohibida en los domingos y fiestas de precepto, aun suprimidas; en los dobles de primera y segunda clase; en la Vigilia de Pentecostés; en las infraoctavas de la Epifanía, Pentecostés y SS. Corpus Christi; en la
Conmemoración de todos los fieles difuntos; y en los días de Rogaciones, si hay procesión, en
las iglesias parroquiales, donde sólo se celebra una misa.
632
Boletín Oficial
Pueden llamarse también votivas aquellas misas, que en virtud de algún privilegio antiguo o moderno se dicen o se cantan solamente cuando se celebra la solemnidad externa de
alguna fiesta. Antes para estas misas regía lo dispuesto en el título VI. De translatione festorum de las Rúbricas generales del Misal, que no hay para qué copiarlo, toda vez que ha quedado derogado por el decreto de la S. Congregación de Ritos del 28 de Octubre de 1913, que
en su título I. De dominicis etc. n. 2 dice lo siguiente: «Cuando la solemnidad externa de
aquellas fiestas, que hasta ahora estaban perpetuamente fijas a una Dominica, se celebra en
esta misma Dominica, si es fiesta doble o de primera clase, se permiten todas las misas de
dicha fiesta, excepto la conventual y parroquial, que siempre han de ser del Oficio del día;
pero si es fiesta de segunda clase, sólo se permite una misa de la fiesta, que podrá ser cantada
o rezada. Exceptúase la solemniad externa del SS. Rosario, que podrá celebrarse el primer
domingo de Octubre con todas las misas del Smo. Rosario, menos la conventual y parroquial»… «Sin embargo las misas de estas solemnidades quedan prohibidas en todas las Dominicas mayores, y en otra Dominicas, en que el Oficio de la Dominica sea más noble que el
de la fiesta, cuya solemnidad externa se celebra»… Mas en donde hay obligación de tener
misa conventual, no se permite en este caso otra misa solemne que la conventual; pero en ella
se podrá añadir la oración de la fiesta, cuya solemnidad externa se celebra».
En la exposición de las cuarenta horas se ha de observar lo establecido por Clemente XII
en su constitutción del 1.º de Septiembre de 1730. En ella se manda que se celebre en el altar
de la exposición una misa votiva solemne del Smo. Sacramnento con Gloria y Credo; excepto
en los domingos y fiestas de primera y segunda clase, en el miércoles de Ceniza, lunes, martes
y miércoles de la Semana Santa, en los días Infraoctavos le la Pascua y Pentecostés, en las
vigilias de la Natividad del Señor y Pentecostés y en la octava de la Epifanía; pues en estos
días se ha de cantar la misa común, con conmemoración del Smo. Sacramento sub una conclusione.
Por lo que hace a las misas votivas privadas, las Rúbricas generales del Misal en el título
IV, n. 3 dicen lo siguiente: «En los
de Agustinos Recoletos de Filipinas
633
días le infraoctava, cuando se reza el Oficio de la feria, y no se toma la misa de la Dominica
precedente impedida (exceptuando las ferias de Adviento, Cuaresma, Cuatro Témporas, de
Rogaciones y Vigilias) puede decirse una de las misas votivas, aun en la misa conventual,
según el orden de los lías designado al fin del Misal, con conmemoración de la feria, cuyo
oficio se rezó. Estas misas y todas las demás votivas pueden decirse privadamente al arbitrio
de los Sacerdotes, siempre que el Oficio no sea doble o Dominica, con las conmemoraciones
prescritas por la rúbrica». Pero estas misas están prohibidas en las infraoctavas de la Natividad, Epifanía, Pascua, Ascensión, Pentecostés y Smo. Corpus Christi; en la Conmemoración
de todos los fieles difuntos, y en las ferias segunda tercera de las Ragaciones, si hay procesión, en las iglesias en que sólo se celebra una misa. «Id vero, dice la rúbrica, passim non fiat,
nisi rationabili de causa; et quoad fieri potest, Missa cum Officio conveniat.
Como esta rúbrica daba tan amplias facultades para celebrar misas votivas y por otra parte no eran pocos ni reducidos los privilegios de que gozaban muchos para decir tales misas,
sucedía con frecuencia que debían omitirse las hermosísimas mísas de muchas Dominicas y
ferias infra annum especiaslmente las de la Cuaresma. Para remediar este inconveniente, Pío
X dió las Rúbricas del nuevo Salterio comprendias en el título X, en cuyo n. 2 se lee lo que
sigue: «In feriis Quadragesimae, Quatuor Temporum, II Rogationum, et in Vigiliis… prohibentur Missae votivae privatae, aut privatae pro defunctis; quae item prohibentur in feria, in
qua anticipanda vel reponenda est Missa Dominicae.
Otra modificación introducen las nuevas rúbricas en las misas votivas. En el título XIII-2
de las Rúbricas generales del Misal se lee al fin: «In Missis votivis numquam legitur in fine
aliud Evangelium, nisi S. Joannis». En cambio las Rúbricas del nuevo Salterio en el titulo X-3
dicen lo siguiente: «Quoties extra ordinem Officii cantetur vel legatur aliqua Missa si facienda sit commemoratio aut Dominicae aut Feriae, aut Vigiliae, semper de hisce etiam Evangelium in fine legatur».
Hemos dicho arriba que según el título X-2 y 5 de las Rúbricas del nuevo Salterio: «En
las ferias de la Cuaresma, de las Cuatro
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Boletín Oficial
Témporas, en la segunda de las Rogaciones y en las Vigilias..., están prohibidas las misas
votivas privadas y las rezadas pro defuntis etc.». Como hay algunas misas votivas privilegiadas concedidas por especial Indulto de la S. Sede tanto para la Iglesia universal, como para
algunos lugares particulares; ofrecía a veces no poca dificultad la aplicación de la rúbrica
mencionada. La S. Congr. de Ritos para obviar todas las dudas que pudieran ocurrir sobre esta
materia, el 8 de Febrero de 1913 se dignó declarar:
«I. El privilegio de misa votiva rezada, concedido por gracia especial a algunos
Santuarios, para los dobles de primera y segunda clase, o para los de segunda clase
solamente; y el privilegio de misa votiva del Sagrado Corazón de Jesús en el primer
viernes de cada mes1, permanecen en todo su vigor aun en las ferias y vigilias excluidas por dicha rúbrica.
II. El privilegio de misa votiva rezada concedido de cualquier modo y por cualquier titulo a algunos Santuarios o Iglesias, o comunndades regulares, tan sólo en los
dobles mayores y menores, y con exclusión de las ferias, vigilias y Octavas privilegiadas, habrá de aplicarse en adelante de modo que dichas misas votivas rezadas queden prohibidas en todas las ferias enumeradas en rúbrica precitada. Sin embargo, en
lugar de esta misa votiva, fuera del miércoles de Ceniza, la Semana Santa y las
Vigilias de Natividad y Pentecostés, podrá añadirse la oración de esta misa votiva en
la misa del día después de la feria o de la vigilia; o en la misa de la feria o de la vigilia antes de las demás oraciones. Pero, si hay especial concurrencia de gente, podrá
celebrarse una misa rezada de las votivas dichas, siempre que se pueda cantar cómodamente una misa.
III. El privilegio de misa votiva rezada pro sponsis se ha de aplicar de modo, que
pueda decirse esta misa extra tempus clausum aun en las ferias y vigilias mencionadas».
Concluiré esta materia advirtiendo que para poder celebrar lícitamente alguna de las misas votivas, cuando las rúbricas lo permiten, siempre se necesita alguna causa; pues las mismas rúbricas dicen: Id vero passim non fiat, nisi rationabili de causa; et
1
Véase Mach-Ferreres n. 205 (Tesoro del Sacerdote).
de Agustinos Recoletos de Filipinas
635
quoad fieri potest, Missa cum Officio conveniat. Y en esto no sólo están conformes los rubricistas, sino la mayor parte de los moralistas. Puede verse S. Ligorio (Lib. 6, n. 419), y GuryFerreres (n. 377, Quaer. 22) que dice: «Qui autem absque legitima ratione id facit, a peccato
veniali excusari non potest; nec propria devotio ut ratio sufficiens habetur». Y da la razón De
Herdt (I. n. 26) diciendo: «Ratio es, quia Officium est praeparatio et dispositio ad Missam, et
Ecclesia Officium et Missam ordinat ad eundem finem, ad ipsum nempe mysterium aut Sanctum colendum; quoad ergo fieri potest Missa cum Officio convenire debet, et sine causa, saltem rationabili, ab eo discordare non postest».
S. CONGREGATIO DE SACRAMENTIS
MELITEN.
Dubiorum circa Ordinariorum fucultatem permittendi
celebrationem Missae per modum actus (1)1
In generali eminentissimorum ac reverendissimorum hujus S. Congregationis Patrum
Cardinalium Conventu die 20 mensis martii 1915 habito, sequentia dubia super Ordinariorum
facultate permittendi celebrationem Missae per modurm actus («Acta Apostolicae Sedis»:
Romana et aliarium. Jurium. Vol. IV, p. 25) proposita sunt:
I. An Ordinarii ex juxtis et rationabilibus causis, servatisque de jure servandis, permittere
possint per modum actus celebrationem Missae, domi, quocumque die?
II. An Ordinarii ex justis et rationabilibus causis, servatisque de jure servandis, permittere
possint per modum actus celebrationem Missae, domi, eorum favore qui domestici Oratorii
indulto gaudent, etiam iis diebus, qui in obtento indulto excepti sunt?
Et eminentissimi ac reverendissimi Patres, universis mature perpensis, respondendum
censuerunt:
Ad I. Affirmative.
Ad II. Affirmative, dummodo justae et rationabiles causae aliae
1
Ex Acta Ap. Sedis, Vol. VII, pag. 147.
636
Boletín Oficial
sint ob eis ob quas concessum fuit indultum Oratorii domestici.
Quae responsa Ssmus. Dominus noster Benedictus Pp. XV in audientia habita ab infrascripto Secretario die 22 martii 1915 rata habere et confirmare dignatus est.
Datum Romae, e Secretaria hujus S. Congregationis, die 22 martii 1915.
PHILIPPUS CARD. GIUSTINI, Praefectus
L. ✣ S.
ALOISIUS CAPOTOSTI. E. THERM. Secretarius
Comentario
Según el Concilio Tridentino «non liciter communiter celebrare nisi in ecclesia, eaque
consecrata, vel saltem benedicta, quae non sit polluta, exsecrata aut interdicta» (Sess. 22 decret. de observarndis et vitandis in celebrat. Miss.). Se dice communiter porque también se
puede celebrar en los oratorios públicos y semipúblicos; y con indulto pontificio, en los oratorios privados, en un altar portátil y en las naves1.
Fuera de lugar sagrado sólo se puede celebrar en caso de necesidad o por dispensa.
Decimos en primer lugar que fuera de lugar sagrado no se puede celebrar, nisi summa
coegerit necessitas; quoniam necessitas non habet legem (C. Sient.. de Consecr. dist. 1); o
como dice el Concilio de Trento en el lugar arriba citado, absque magna necessitate. Es común sentir de los Doctores con S. Ligorio que hay verdadera necesidad: 1.º Cuando se ha caído la iglesia, et alias populus careret Missa. (Cap. Concedimus, de Consecr. dist. 1). 2.º
Cuando en una gran solemnidad no cabe la gente en el templo (Benedicto XIV, De Sacrificio
Missae, lib. 3.º cap. 6.º). 3.º Cuando de otro modo no pudiera oír misa un ejército en un día de
obligación. 4.º Cuando una nave fondea en el puerto, ne navigantes, qui navem deserere nequeunt, missa in die festo priventur. Mas en estos casos y otros semejantes, dice el Santo Doctor, siempre que se pueda se ha de pedir al Ordinario la licencia competente.
1
Nosotros tenemos este indulto para celebrar en las naves, concedido ad quinquennium por Pío X el 31 de julio
de 1912. Véase en la Sección Oficial de este BOLETÍN.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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También hemos dicho que se puede celebrar fuera de lugar sagrado por dispensa. Antes,
dice San Ligorio n. 357, podían concederla los Obispos ex cap. Missarum, de Consecr., dist.
1. en donde se lee: «Missarum solemnia non ubique, sed in locis ab Episcopo cunsecratis
(ahora basta que estén bendecidos) vel ubi ipse permiserit, celebranda esse censsemus». Pero
el Concilio de Trento (Sess. 22 decreto de observandis etc. in celebrat. Missarum) parece que
les quitó esta facultad: «Neve patiantur (Ordinarii) privatis in domibus, atque omnino extra
ecclesiam et ad divinum tantum cultum dedicata Oratoria, ab iisdem Ordinariis designanda et
quibuscumque peragi». Y aunque Ballerini (tom. 4, tract. X, sect. IV, n. 308) dice que por las
palabras transcritas: Neve patiantur… sanctum hoc Sacrificium… peragi, no sde les quita a los
Obispos esta potestad, sed ejus exercitium moderatur, es lo cierto que la mayor parte de los
Doctores dicen lo contrario, y que de este sentir son también las Congegaciones Romanas:
«An possit Episcopus concedere licentiam erigendi oratoria privata cum facultate in iis celebrandi Missae sacrificium? –Respondit S. C. C.: Non licere Episcopo hujusmodi licentias
quocumque sub obtentu concedere, ne pro actu quidem mare transeunte: hanc facultatem esse
soli Romano Pontifici reservatam» (23 Jan. 1847). Luego si no puede conceder estas licencias, menos podrá concederlas para celebrar fuera de lugar sagrado.
Pero ¿no habrá algún caso en el que pueda el Obispo conceder licencia para celebrar no
sólo en una casa particular, sino también sub dio, o sea, fuera de lugar sagrado? No hay duda
que sí: porque si bien el Concilio Tridentino quitó a los Obispos esta facultad, comúnmente
sienten los doctores que esto debe entenderse de licentia perpetuo celebrandi per modum
habitus, como dice San Ligorio, «at minime est eis vetitum hujusmodi concedere licentiam
per modum actus pro aliquo tempore, si adsit justa causa». Y luego cita a Suárez, que da la
razón diciendo: «Facultas haec est per modum dispensationis: Concilium autem ab Episcopo
non abstulit potestatem rationabiliter dispensandi, quam habet in hujusmodi rebus, maxime
cum revera sit moraliter necessaria». Y añade el mismo Doctor: «Tandem usus hoc confirmat,
quia fit sine scrupulo:
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Boletín Oficial
In qua doctrina plurimi alii sunt Doctores summopere concordes».
Mas no sólo el uso y la autoridad de muchísimos Doctores están de acuerdo con esta doctrina de San Ligorio, sino también varios decretos de las Congregaciones Romanas. Véase el
del 20 de Diciembre de 18331 en el que se declara que los Obispos tienen esta facultad, «si
magnae et urgentes vere adsint causae, idque per modum actus tantummodo» (S. C. C. in Calatayeronen). Lo mismo viene a decir y casi con las mismas palabras otro decreto de la misma
Sagr. Congr. del 20 de Diciembre de 1856, en el que se prohíbe a los Obispos conceder esta
licencia, «nisi graves adsint cauae et urgentes, et per modum actus transeuntis tantum».
Mas ¿cuáles son estas causas graves y urgentes? Esto más bien parece que debe determinarlo el Obispo, puesto que a él toca en estos casos conceder o negar la dispensa, y por lo
mismo juzgar de la suficiencia de la causa que para ello se alegue. Sin embargo, San Ligorio
en el citado n. 359 dice que Honorio Ill (lib. 5.º Decret. tit. 33, cap. 3.º) hablando de las facultades que se conceden para celebrar, asegura que en esta materia benignam potius interpretationem faciendam esse; y entre las causas que el Santo Doctor admite, no sólo las hay de carácter general como las citadas al principio de este Comentario, sino también de carácter privado, como cuando una persona noble (son palabras de Escobar) por razón de su vejez o enfermedad no puede ir a la iglesia para oír misa y recibir la Eucaristía». A fortiori se ha de decir lo mismo cuando el anciano o enfermo es un sacerdote, que no puede salir de casa: pues el
Concilio de Trento encarga a los Obispos que: Curent ut ii (Sacerdotes) saltem diebus dominicis et festis solemnioribus missam celebrent (Sess. 23, cap. 14). Luego el Sacerdote, que por
estas causas u otras semejantes no puede celebrar en la iglesia, podrá autorizarle el Obispo
para que, mientras estas causas duren, celebre misa en su casa.
1
Esta fecha la hemos tomado del Tesoro del Sacerdote del P. Mach-Ferreres n. 174. El P. Morán n. 1958 cita
este mismo decreto y le asigna la fecha del 20 de Diciembre de 1855; y luego dice que: ¿Scavini (edición
de 1865, tomo 3.º, n. 302) trae la misma declaración, si bien pone la fecha de ella del año 1856». Quizá el
P. Morán debió confundir este decreto con el que luego citamos de la misma Congr. del Concilio de fecha
22 de Diciembre de 1856, que debe ser el aludido por Scavini.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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Y no se diga que esto se opone a Io decretos citados de la Sagrada Congr. según los cuales sólo pueden conceder los Obispos esta licencia per modum actus transeuntis; porque las
palabras per modum actus transeuntis no se han de entender como quieren los Salmanticenses
semel vel bis, sino como dicen Suárez, Laymann, Bonacina, Escobar, Holzmann y Elbel con
Pasqualigo; los cuales hablan indefinidamente, y entienden que se puede conceder esta licencia durante infirmitate vel alia causa accidentali: porque, como dice San Ligorio, la prohibición de dispensar es de estricta interpretación, y se debe entender tan sólo para las dispensas
permanentes o per modum habitus, pero no para las que se conceden ad tempus por alguna
causa transeúnte.
Cuanto llevamos dicho hasta aquí ha sido nuevamente confirmado por dos declaraciones
de la S. C. de Sacramentis. En la primera, que es del 20 de Diciembre de 1912 se dice que
«con causas justas y razonables (nótese que ya no dice con causas graves y urgentes) pueden
permitir los Ordinarios per modum actus celebrar la santa misa, extra locum sacrum, en casas
particulares, aunque no en un dormitorio, sino en un lugar decente, servatisque aliis de jure
servandis (observando cuanto prescriben las rúbricas del Misal y demás decretos circa Missam) et gratis omnino quocumque titulo». En la segunda que hemos copiado al principio de
este Comentario, dice también que «pueden los Obispos ex justis et rationabilibus causis (ya
hemos dicho cómo se deben entender estas causas justas y razonables) servatisque de jure
servandis (ut supra) permitir per modum actus (como queda expuesto) la celebración de la
misa, quocumque die», Y si quocumque die, aun en los días, en que generalmente no se permite celebrar extra ecclesiam o en casas privadas; esto es, en los días más solemnes. De donde se desprende la otra declaración; esto es, que pueden los Obispos conceder el mismo permiso a los que gozan del privilegio de Oratorio privado, aun en aquellos días que están exceptuados en el indulto pontificio.
FR. JUAN ARÁIZ DE LA PMA. CONCEPCIÓN
A. R.
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POR LA PAZ DE LAS NACIONES
LA VOZ DEL PONTÍFICE
Cuando fuimos llamados, aunque inmerecidamente, a suceder en el Trono apostólico al
mansísimo Pontífice Pío X, a quien el dolor de la lucha fratricida que acababa de encenderse
en Europa había abreviado su santa y benéfica vida, también Nos sentimos inclinados a dirigir
una mirada de angustia hacia los ensangrentados campos de batalla, con el horror de una madre que viera devastada y desierta su casa por furioso huracán. Y, pensando con indecible
pena en los jóvenes hijos nuestros que a millares eran segados por la muerte, recogimos, con
el corazón dilatado por la caridad de Cristo, todo el quebranto de las madres, de las esposas
enviudadas antes de tiempo, todo el llanto inconsolable de los niños privados prematuramente
de los cuidados paternales.
Nuestro ánimo, participando de la afanosa conmoción de tantas familias, y penetrado de
los imperiosos deberes que Nos impone la sublime misión de paz y de amor que en tan desgraciados días se Nos ha confiado, concebimos al momento el firme propósito de consagrar
toda nuestra actividad y todo nuestro poder a reconciliar a los pueblos combatientes, hasta
hicimos de ello solemne promesa
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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al Divino Salvador, que quiso con el precio de su sangre hacer a todos hermanos.
Y de paz y de amor fueron las primeras palabras que como Supremo Pastor de las almas
dirigimos a las naciones y a sus gobernantes. Mas nuestro afectuoso e insistente consejo de
padre y amigo no fué escuchado, lo cual acrecentó en Nos el dolor; pero no disminuyó nuestro propósito, y por esto proseguimos, dirigiéndonos con confianza al Omnipotente, que tiene
en su mano la mente y el corazón, tanto de los vasallos como de los reyes, invocándole en
busca de la cesación del terrible azote.
A nuestra ferviente y humilde súplica quisimos que se asociaran todos los fieles, y, para
hacerla más eficaz, procuramos que fuese acompañada con obras de cristiana penitencia. Pero
hoy, triste aniversario del comienzo de la tremenda conflagración, sale más ardoroso de nuestro corazón el deseo de que cese pronto la guerra, más alto se eleva el clamor paternal de la
paz. Puede ese clamor, venciendo el espantoso fragor de las armas, llegar hasta los pueblos
ahora en guerra y hasta sus fieles, inclinando a unos y a otros a consejos más pacíficos y serenos.
Por el santo nombre de Dios, nombre celestial de Nuestro Padre y Señor; por la bendita
sangre de Jesús, precio de la humana redención, os conjuramos a los que la Divina Providencia ha puesto para el gobierno de las Naciones beligerantes, a que pongáis, finalmente, término a esta sangrienta carnicería, que desde hace un año deshonra a Europa. Ya en este jardín
del mundo se han sembrado cadáveres y ruinas, y donde poco antes florecían las industrias,
por obra de las fábricas, y fecundaban los campos, por el trabajo, retumba ahora espantosamente el cañón, con su furia demoledora, que ni respeta pueblos ni ciudades, sino que en todas partes siembra extragos de muerte. Vosotros tenéis, delante de Dios y delante de los hombres, tremenda responsabilidad por la paz y por la guerra. Escuchad nuestra súplica, la voz
paternal del Vicario del Supremo y Eterno Juez, al cual habéis de dar cuenta, tanto de vuestras
empresas públicas como de vuestros actos privados.
¿Consienten, acaso, la continuación de la guerra a toda costa las copiosas riquezas con
que Dios Criador ha dotado las tierras sujetas a vuestro Imperio? Respondan por Nos millares
de jóvenes y las
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Boletín Oficial
vidas que se apagan todos los días sobre los campos de batalla. Respodan las ruinas de tantas
ciudades y pueblos y de tantos monumentos debidos a la piedad y al genio de nuestros abuelos.
¿No indican también lo mismo aquellas amargas lágrimas derramadas en el secreto de las
paredes domésticas, y aquellas manos suplicantes ante los altares, no proclaman que es grande, excesivamente grande, el precio de la lucha tan continuada?
Dígase lo que se quiera, tamaño conflicto puede cpomponerse sin violencias de armas;
depónganse mutuamente los propósitos de destrucción. Reflexiónese que las naciones no
mueren humilladas. Oprimidas, llevan con rabia el yugo que se les impone, preparando la
reacción, transmitiendo de generación en generación la triste herencia del odio y de la venganza.
¿Por qué desde ahora no ponderar con serena conciencia los derechos y las justas aspiraciones de los pueblos? ¿Por qué no iniciar con ánimo generoso el intercambio directo o indirecto de pretensiones, a fin de tener en cuenta, en la medida de lo posible, los derechos y aspiraciones, para llegar así a poner término a la cruel lucha, como ha sucedido en otras circunstancias semejantes?
¡Feliz el que primero levante el ramo de oliva y le extienda al enemigo con la diestra,
ofreciéndole la paz en condiciones razonables! ¡EI equilibrio del mundo, la próspera y segura
tranquilidad de las naciones descansa sobre la mutua benevolencia, sobre el respeto a los demás, sobre los derechos y sobre la autoridad de los otros, más, mucho más, que sobre la multitud armada y sobre los formidables cercos de las forlalezas.
Es este el clamor de la paz que en nuestro ánimo se levanta más alto en este desgraciado
día.
Nos invitamos a cuantos son amigos de la paz del mundo a darnos la mano para acelerar
el término de la guerra, que ya desde hace un año ha cambiado a Europa en vasto campo de
batalla.
¡Quiera el misericordioso Jesús, por intercesión de su dolorida Madre, que al fin amanezca, después de tan horrible tormenta, la aurora plácida y luminosa de la paz, imagen del divino Redentor! ¡Resuenen pronto los himnos de gratitud al Altísimo Dador de todo bien, por
haberse verificado la reconciliación de los Estados! ¡Vuelvan los pueblos, unidos por el amor,
a la pacífica emulación
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de los estudios, de las artes y de las industrias, y una vez restablecido el imperio del Derecho,
resuelvan confiar en adelante la solución de las desavenencias propias, no ya al filo de la espada, sino a la razón, a la equidad, a la justicia, después de haberlo ponderado con la debida
calma; ponderación que será para las naciones la más gloriosa conquista!
Abrigando la grata esperanza de que el árbol de la paz, de frutos tan deseados, alegrará
pronto al mundo, damos de corazón la Bendición Aposlólica a cuantos forman la mística grey
que se Nos ha confiado, y también rogamos al Señor por los que no pertenecen aún a la Iglesia Romana, a fin de que los estreche con Nos por los vínculos de perfecta caridad.
Roma, en el Vaticano, a 28 de Julio de 1915.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
SECCIÓN RELIGIOSO-LITERARIA
El éxtasis y la visión de Sto. Tomás de Villanueva
Era un día de risueña primavera,
Por la bóveda azulada de los cielos
Se paseaba difundiendo sus fulgores
De los astros el magnífico rey Febo.
De su frente los cabellos numerosos,
Esparcidos con finura y con acierto,
Descendían a la tierra engalanada
Produciendo los encantos más risueños.
Aquí herían de los mares profundísimos
Las tranquilas aguas quietas y en silencio,
Que al influjo cariñoso de tal astro
Semejaban bellamente un lago inmenso
De bruñida y rica plata, cuyos límites
No era dado a los mortales conocerlos.
Allí, obrando con su fuerza misteriosa
Sobre mágicos jardines placenteros,
La salida dulcemente prodigaban
A las flores que se abrían sonriendo,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Y mostraban los encantos y hermosuras
Más grandiosas, más sublimes de este suelo
Y doquier a do llegaba su influencia
Producía mil sonrisas, mil conciertos.
Apacible resonaba de las auras
Murmurantes, gemebundas el acento,
Que amorosas cimbreando las lozanas
Florecillas con su casto y dulce beso,
Agitaban sus corolas blandamente,
Semejando tal mover un himno trémulo.
A tan gratas hermosuras se añadían
Las variadas armonías y arpegios
Que las aves modulantes entonaban
A la gloria siempre nueva del Eterno
Con sus lenguas tremulantes y acordadas,
Con su ritmo siempre igual y, siempre nuevo
Para el alma que amorosa las escucha
Alabando las bondades del Dios bueno.
Y el gran orbe totalmente era bellezas,
Alegría deliciosa, paz, contento.
Parecía que natura, cuidadosa
De la gloria que se debe al Dios del cielo
Se adornaba con las galas más brillantes
Y cantaba sus venturas con esfuerzo,
Armonías añadiendo sonorosas
A las notas de alabanza y de consuelo
Que los hombres incesantes modulaban
Reverentes celebrando el gran misterio
Que llamamos la Ascensión de Jesucristo
A la gloria sempiterna de los cielos.
Mas los hombres superaban a natura
En sus ritmos de alegría y de contento.
¡Qué armonía! ¡qué dulzura! era un trasunto
De la gloria perdurable y un reflejo.
¡Cuántos himnos resonaban victoriosos
Los placeres más süaves produciendo
En los pechos encendidos y flamantes
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Boletín Oficial
De los fieles de Jesús, sacro Maestro!
Si, anhelando presenciar tan grande cuadro
Las ciudades y las villas y los pueblos
Las aldeas vos hubieseis recorrido
Mil encantos visto hubierais, mil portentos
De alegría venturosa y mil delicias
Que llenaran de dulzura vuestro pecho.
Visto habríais gruesos grupos infantiles
Que con voces acordadas, cual jilgueros,
La victoria celebraban conseguida
Por el Cristo tras la muerte y los tormentos.
Igualmente oído habríais por doquiera
Las cadencias más sublimes, que instrumentos,
Cual si fuesen afinados por los ángeles,
Dulcemente producían placenteros.
Visto hubieseis santas almas, que gozosas
Por el triunfo de su amante Nazareno,
Semejaban encendidos serafines
Consumidos del amor por sacro fuego.
Visto hubieseis de un gran santo las facciones
Más hermosas que los rayos del lucero,
Y su frente coronada de arreboles,
Y en el aire suspendido el suyo cuerpo…
Musa mía, ya detente, no prosigas,
Porque estamos en el punto de mi anhelo.
¿No me has dicho que narrara prontamente
Los prodigios admirables y portentos
Que se obraron en aqueste Santo ilustre
En las horas de su arrobo tan excelso?
Yo diré lo que me has dicho cariñosa;
Cantaré lo que has cantado bondadosa.
Miradle: su rostro parece un incendio;
Su faz sonrosada semeja al carmín;
Su cara graciosa de gloria circuida
Parece el retrato de un ángel gentil.
¡Qué bello es el Santo y cuán bien ostenta
de Agustinos Recoletos de Filipinas
El fuego que aviva su fiel corazón!
Parece la aurora que mágica anuncia
La pronta llegada del fúlgido sol.
Su cuerpo elevado de tierra se encuentra
Merced a la fuerza del grande volcán
De amor, que, encerrado del pecho en los límites,
Consumede su alma el aliento vital.
¿Su nombre sabéislo? Es grato cual beso
Del aura gimente de un día de Abril;
Tomás él se llama, y es hijo preclaro
De la Orden sagrada del grande Agustín…
Meditaba fervoroso en el misterio
Que la Iglesia en aquel día celebraba,
Mas al tiempo que gozoso contemplaba
A los cielos la subida de Jesús,
Su mortal cuerpo elevóse de la tierra
Y quedóse en el espacio suspendido,
Ostentando su semblante enardecido
Y su ser circunvalado de gran luz
La mirada hacia los cielos dirigida
Y cruzadas sobre el pecho las sus manos,
Trasportado ya a circuitos nada humanos,
Semejaba bella estatua del amar.
Y vió entonces nuestro Santo celebrado
Numerosos coros bellos de flamantes
Serafines, que bajaban rutilantes
De la gloria a aquel mundo terrenal,
Y cantaban las victorias que alcanzara
Jesucristo aquí en la tierra con su muerte,
Y exaltaban tan feliz y grata suerte
Sus bondades bendiciendo con placer
Y al imperio omnipotente del Mesías,
Que dispone la subida al cielo hermoso,
Le formaron un circuito majestuoso
Deleitable como aurora del Edén.
Y ascendieron lentamente con su Dueño
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Boletín Oficial
Ensalzando soberana su grandeza
Y pulsando las mil liras con destreza
Consumada y admirable cual su amor.
Y llegaron en su triunfo a las moradas
De la gloria de los cielos perdurable
Cuya puerta para ellos franqueable
Por sí abrióse paso libre para dar
Al divino Jesucristo, que del mundo
Con su muerte vergonzosa ya triunfante
Ascendía majestuoso y fulgurante
Cual cantara ya una lira profetal.
Y tan pronto como entraron los celestes
Cortesanos con su sacro Rey glorioso
Con el cierre de las puerlas el grandioso
Grupo bello prestamente se ocultó.
Por el pecho de Tomás, que enardecido
Y arrobado aquella escena contempIaba
En el éxtasis, que intenso le ocupaba,
Mil afectos se paseaban con amor.
–¡Oh qué vil y cuán humilde me parece
Esta tierra, en que aún me encuenlro peregrino,
Cuando veo la grandeza del divino
Y magnífico palacio! ¡Oh qué vil!
Yo que tengo un corazón, que nunca se harta
Mas que amando a mi piadoso Rey del cielo,
Contemplando las miserias de este suelo,
¿Dejaré mientras viviere de gemir?…
Cuando el alba matutina viene bella
Con sus lindos arreboles de encarnado,
Semejando los amores que alabado
En su pecho ardiente encierra mi Jesús;
Cuando el astro de los astros fulgurante
Se pasea por los cielos en el día,
Donde quiera produciendo la armonía
Con los rayos transparentes de su luz;
Cuando brisas cariñosas y muy tiernas
Mil suspiros a su paso van dejando
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Y con gozo o con tristeza van pulsando
Sus graciosas suaves liras de metal;
Cuando corren serpentinos los arroyos,
Murmurando y aun llorando tiernamente,
O cantando sus venturas dulcemente
Con las lenguas ondulantes sin cesar;
Cuando entonan balbucientes avecillas
Sus canciones tremulantes a raudales
Y con notas, cual si fuesen celestiales,
Siembran dulces la alegría y el placer;
Cuando el cielo engalanado con estrellas
Es hermoso cual el solio del Eterno,
Es risueño como amor de pecho tierno,
Es gracioso de este mundo gran dosel;
Cuando el astro de la noche tibiamente
Va sacando finos rayos de su seno,
Que convierten al planeta en sitio ameno,
Plateando levemente su fulgor
Las montañas encrespadas y los valles,
Las llanuras más risueñas y los ríos,
Las ciudades y los pobres caseríos,
Donde apenas se respira ni habla voz;
¡Ay! yo siempre suspirando por el cielo.
Siempre ardiendo en los deseos de la gloria,
Siempre ansiando de esta vida transitoria
A las cumbres eternales el partir.
Tú, Jesús, mi amor querido, que has entrado
A mi vista a ese palacio ya triunfante,
Considera mi gemir tan tierno, amante,
Y ya llegue para mí el eterno abril.
Calló el santo; y en reposo todo y quieto,
Paz reinaba de una noche silenciosa,
Parecida a los encantos de la rosa
Semejante a las delicias del gozar.
Y se abrieron en seguida de los cielos
Las doradas puertas bellas totalmente,
Y graciosas dieron paso dulcemente
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Boletín Oficial
A una mágica doncella virginal
Más alegre que el reír de la alborada
Cuando asoma su semblante majestuoso.
Más hermosa que el efecto misterioso
De las notas de una célica canción.
Y con vuelo rapidísimo, cual ave,
Descendía sonriente hacia mi Santo.
Y graciosa, muy bellísima, con encanto
A su lado de pie firme se paró.
La preciosa cabellera de oro fino
Suspendida a las espaldas y ondulante
Parecía un haz de rayos coruscante
Desalado con sublime esplendidez.
Circundaba la su frente una guirnalda
Con dos ramos de olivo entretejida,
Y su blanca vestidura iba ceñida
Por un cinto fabricado en el Edén.
Empuñaba la su diestra blandamente
Verde palma hecha de cedro incorruptible,
Y en su ser todo risueño y apacible
Se admiraba la grandeza más gentil.
Cariñosa y sonriente cual la aurora
–¿Me conoces? —ella dijo— respondiendo
El estático Tomás, que, en fuego ardiendo
Parecía el ejemplar de un serafín:
–Elegante cual la luna te presentas,
Bella virgen descendida de los cielos
Y por eso aún se aumentan mis anhelos
Que me inclinan a quién eres preguntar.
Tal vez seas de Jesús querida Esposa,
Y junto a Él tu silla hermosa esté asentada;
Tal vez seas quien da brillo a la alborada
Por mandato de mi Dios Rey celestial,
Tal vez seas la sonrisa indefinible
De los labios purpurinos de María,
Tal vez seas de natura la alegría
Y quien da flores al campo con amor
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Tal vez pulses en la gloria liras de oro
Arrancando de sus cuerdas la cadencia
Tal vez tengas de este mundo providencia
Y lo rijas destinada por mi Dios.
Pero ignoro quién tú seas y a qué vienes,
Y, pues dulce te presentas graciosa,
Mi pregunta tierna acoge y bondadosa,
di: ¿quién eres que así infundes tal placer?
—Admirable serafín de aquestos valles,
Gloria ilustre de este suelo peregrino
De la España y de la Orden de Agustino:
Quién yo sea me interrogas con gran fe.
Mira bien tu pecho amante y compasivo
Y mejor tu corazón feliz repasa,
Que quien tenga sobre él fieme su casa
Esa misma, no lo dudes, soy yo, sí.
Considera atentamente quién un trono
En él tiene levantado con firmeza;
Considera quién el cetro y realeza
Y por quién siempre se deja conducir.
Yo soy hija de los cielos azulados,
Más risueña que los ojos de la aurora,
Y el mortal que de mí tierno se enamora
Del averno los umbrales no verá.
Mi nombre es Misericordia, placentero
Como el beso jugueteante de las brisas,
Más alegres que las mágicas sonrisas
De los labios de querube celestial.
La morada más preciosa que en los pechos
De los hombres ya jamás he poseído
Es la grata con que tú me formas nido
Decorado por mil flores de virtud.
Yo dominio sobre ti tengo completo,
Y en ti reino cual amable soberana,
Como reina sobre el mundo que engalana
El fulgente bello Apolo con su luz.
Nunca un hombre tan amante de mí tuve
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Boletín Oficial
Y los cielos no verán un semejante;
Tu blondad y compasión es rutilante
Como el nítido dorado y esplendor
Que derrama sobre el mundoo el claro Febo,
Mientras tanto que grandioso cruza alado
Las regiones del espacio engalanado,
Azulino y con estrellas cuando no.
Ya muy pronto de las glorias las venturas
Y delicias gustarás, cual lo suspiras;
Ya muy pronto tus anhelos y tus miras
Por complelo y para siempre tendrán fin.
Majestuoso trono bello ya te espera
Con preciosa silla de oro fulgidísima,
Ya te espera la armonía más dulcísima,
Preparada expresamente para ti.
La morada que tendrás nuy pronto un día
Es más bella que el reír de la azucena,
Es más suave que la dicha sin la pena
Y más grata que de amores el placer.
Es un rayo que del pecho rubicundo
De Jesús raudo dimana muy fulgente;
Es un mar de amor divino santo, ardiente,
Es océano de gozo, paz y bien
No te aflijas, que ya presto tendrás alas,
Y con vuelo rapidísimo y ligero
Entrarás a aqueste gozo duradero,
Para ti más delicioso y singular.
Tus suspiros ardorosos ya terminen,
Y yo, hermana bondadosa de tus días,
Para siempre te uniré a mis alegrías
Convividas en el reino celestial—.
Así dijo la risueña fiel doncella,
Y, abrazando fuertemente a su querido,
En un gozo sumergióle el más cumplido,
Que la tierra nunca puede prometer.
Era el gozo que en los cielos se gustaba
De perderlo ni dejarlo sin temores,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Era el gozo de los férvidos amores
Que se liban solamente en el Edén.
Y tomando la guirnalda de sus sienes
Por los ramos del olivo fabricada,
Y en quien ella se veía figurada
Colocóla suavemente con amor
De su amante en la cabeza venerable,
Que glorioso se encontraba y fulgurante,
Y en seguida remontóse titilante
Por los aires la doncella muy veloz.
Y Tomás que la veía cuando entraba
Por las puertas eternales de la gloria,
Cual si fuera a celebrar ya la victoria
Suspiró profundamente de placer.
Y a la par en sí volviendo de su arrobo,
Vió a su lado a dos querubes coronados
Que bajábanle del aire muy agraciados
Como el árbol más florido de un edén.
Y postróse de rodillas mi gran Santo,
E inundado de la dicha más divina
Exclamó con voz muy dulce y argentina:
¡Oh qué grande de mi Dios es la bondad!...
¡Señor mío, mi existir misericordia
Sólo sea, compasión y más piedad!
FR. JUAN MARTÍNEZ MONGE
A. R.
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❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
¡OH FELIZ INOCENCIA!
Narración histórica1
(Conclusión)
No se había equivocado desgraciadamente el P. Diego en sus barruntos de tormenta, ni
menos aún se había dejado sorprender por ella el Capitán de la nave, que hombre ya ducho y
experimentado en el conocimiento de las más insignificantes variaciones de la atmósfera,
hacía ya algunas horas venía temiéndose algo espantoso, a juzgar por los síntomas que aquella
presentaba. Disimulando no obstante, como el caso requería, había ya dado reservadamente
las órdenes oportunas a fin de que cada uno de los que componían la dotación del barco procurase vivir prevenido; había dispuesto se amarrase la vajilla y mueblaje de todas las dependencias; había mandado dar un repaso a los cables, cadenas y jarcias; y por fin, como último
recurso, había ordenado estuviesen en disposición de ser fácilmente aprovechados todos los
salvavidas de que pudiera disponerse.
Cada vez, pues, más amortiguada la luz del día, cada vez el calor más asfixiante, cada vez
más abrumadora la calma, diríase que la fragata, fijas sus anclas en invisible roca, había sido
allí clavada por expresa voluntad de los navegantes, con el sagrado fin de contemplar más a
su gusto la grandeza infinita del hacedor Supremo,
1
Véase la pág. 601.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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representada en la majestuosa tranquilidad de aquellos mares, que ni el más tenue rumor de la
brisa osaba perturbar. No había, empero, tiempo que perder. Unas trass otras fueron cayendo
las velas, que inmediatamente quedaban arrolladas con fuertes amarras, no dejando todo esto
de causar honda zozobra en el numeroso pasaje.
Serían las nueve escasamente de la mañana, cuando apercibiéndose allá a lo lejos, tras el
fulgor vertiginoso del relámpago, los primeros rugidos del trueno, nuncio infalible de la
próxima tempestad, comenzaba también a refrescar el ambiente la menuda lluvia, que como
polvo cernido esparcían las aún intermitentes ráfagas del viento. Mas ¡oh poder asombroso de
la naluraleza desbordada! Aún no había pasado una hora, cuando a algunas millas del puerto
donde antes descansaba tranquilamente balanceábase sobre imponente montaña formada por
las aguas la infortunada nave que arrollada y cubierta cien veces por las embravecidas olas,
imposible parecía lograse por más tiempo defenderse del formidble abismo, que a cada instante amenazaba sumirla para siempre.
¿Qué sera de los pobres y malaventurados navegantes? Sobrecogidos y consternados de
espanto ante aquel monstruoso estremecimiento de la creación, solícitos ya tan sólo por conservar la vida, más preciosa que todos los tesoros de la tierra, habían visto con la mayor indiferencia arrebatado por las olas, o arrojado al agua por ellos mismos, lo que en tantos años de
sudores y trabajos había constituido el único objeto de sus afanes y aspiraciones; lo que hacía
breves instantes representaba su única esperanza para el porvenir. Allí cayeron unos tras otros
los más primorosos tejidos y porcelanas de la industriosa China; las más raras y codiciadas
pieles de la Nueva Holanda; los artefactos más admirables del Japón; la canela y especias más
aromáticas de Ceylán; los más brillantes y limpios marfiles de la India; las más caprichosas y
variadas colecciones de moluscos, maderas y conchas del Archipiélago filipino. Toda privación se conceptuaba insignificante, todo sacrificio se creía pequeño, a cambio de poder prolongar más y más la resistencia de aquella ya tan maltrecha y desmantelada nave. Así trascurrieron aquellas seis mortales horas de congojosa agonía, en que debieron de condensarse toda
la zozobra, toda la ansiedad, toda la desesperación de seis años de tormento.
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Boletín Oficial
Volvió empero, tras ellas a renacer la esperanza, y tras de ésta la seguridad de la victoria,
y tras de esta seguridad la más espontánea y legítima alegría, en aquellos corazones, que ya
repetidas vezes habían enviado el último adiós a sus seres más amados sobre la tierra. A la
verdad; ¡qué pequeñas e insignificantes aparecen las cosas todas de este mundo, aun aquellas
que nos empeñamos en llamar grandes, cuando el hombre se aproxima a los últimos confines
de esta miserable y engañosa vida! Una excepción había, sin embargo, en este regocijo universal: excepción tanto más extraña para los demás pasajeros, cuanto que más o menos conformes con las disposiciones de la Providencia cuantos veían haber comprado su vida a costa
de gran parte de su fortuna, no podían comprender cómo el P. Diego, tenido de todos por santo, pudiese llegar a entristecerse, hasta afligirse por su perdido tesoro.
–Pero, P. Diego, por amor de Dios, que no le pega a V. esta tristeza. ¿No ve V. cómo nosotros procuramos consolarnos? ¿Es posible que nosotros tengamos que dar a V. lecciones de
conformidad cristiana?
–¡Qué quieren Vdes., amigos! Demasiado lo reconozco. ¡Qué se va a hacer! No puedo
remediarlo. Esto me cuesta la vida. Capitán, yo le suplico a V. que me dispense; pero, en aclarando del todo, es menester buscar mi equipaje.
–Pero, bendito de Dios, —dijo el Capitán sin poder reprimir una estrepitosa carcajada—.
¿Sabe V. lo que dice? ¡Cualquiera adivina a dónde ha ido a parar el dichoso equipaje! ¿Le
parece a V. poco que hemos salvado la pelleja? ¡Cuidado que estoy, yo acostumbrado a borrascas y tempestades en esta arrastrada vida de marinero! Pero le aseguro a V., por quien soy,
que más largas que esta he visto muchas; más horrible y espantosa jamás. ¡Mire V., P. Diego,
que buscar ahora el equipaje! Ya, ya, cualquiera le echa un gancho.
–Vaya por Dios, hombre, que si parecerá. Pues no faltaba más!
–Palabra de honor, P. Diego; la vida y el alma soy yo capaz de sacrificar por V. Se lo digo como lo siento. Pero lo que V. dice ahora, dispénseme P. Diego, eso es un imposible,
completamente un imposible.
–Pues V. me dispense a mí. Yo no me resigno a perder el equipaje.
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–¡Pero bendito y rebendito! ¿Le parece a V. que es cuestión de recogerse los calzones, y
echarse al agua con una remanga?
–Tiene V. razón, tiene V. razón, decía el P. Diego, riendo con todas sus ganas, mientras
se dirigía al camarote.
–¡Oh feliz inocencia! —exclamó un pasajero al ver la sinceridad con que hablaba el inocente religioso.
–En verdad, agregó el Capitán, notando la alusión, en verdad que José y Benjamín conocían el paño. Parece mentira que en medio de su talento y de su indiscutible ilustración, quepa
en el Padre Diego tanta candidez.
–Pues yo ¿qué quieren Vdes. que les diga? —prosiguió un tercero—. Me da ya casi miedo contradecir a ese santo varón. Ya recuerdan Vdes. que en el naufragio del mar de Malaca
se empeñó contra todos en que no naufragábamos; y, a pesar de que al ver la fragata hecha
trizas nadie lo creía, se salió con la suya.
–Tiene V. razón que así fué.
–Y en toda esta tempestad, con ser tan espantosa como ha sido, ¿lo han visto Vdes. temeroso ni un momento?
–No, señor, ni derramar una lágrima tampoco.
–En cuanto a eso, Vdes. dispensen, las ha derramado y muy de corazón.
–El P. Diego?
–Sí, señor, el P. Diego. Precisamente a eso voy yo: a decir a Vdes. que para mí, si en Malaca nos salvamos por sus oraciones, es cosa segurísima que sus lágrimas nos han salvado
aquí.
–¿Qué dice V.?
–Lo que están oyendo. Miren Vdes.: cuando esta mañana entré yo en su camarote con objelo de arrojar los bultos al mar, me lo hallé arrodillado, con la cabeza apoyada sobre su baúl,
y llorando como un niño. –P. Diego —le dije—, ¡Que perecemos! –No teman Vdes. —me
respondió— que aquí no pasa nada. –Arrebaté, no obstante, su equipaje y apenas opuso resistencia; pues bien comprendió que sería inútil su empeño, atendido el estado de mi ánimo. Pero no se me olvidará así como así la grandísima amargura y emoción con que me dijo, al verme salir: –Hombres de poca fe, ¿por qué teméis?– Ni más ni menos que lo que tantas veces
nos repitió llorando en el mar de Malaca.
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Boletín Oficial
–Tiene V. razón; y, por cierto, que nosotros con la misma falta de fe obramos entonces
que ahora.
–Claro está y para mí esa era principalmente la causa de su llanto.
–Pues yo, francamente, como apenas se ha dejado ver durante la tempestad…
–¿Y qué más quería V. que hiciese? Cumplió su obligación, y por cierto bien fervorosamente, como ministro del Altísimo. ¿Qué más iba a hacer? ¿No recuerda V. lo que se cansó
con nosotros en el mar de Malaca? ¿Y para qué?
–Tiene V. razón, que en casos como este, así bajara un ángel del Paraíso, predicaría en
desierto. Por lo demás bien sabe el P. Diego lo agradecidos que le estamos; y que entonces,
como ahora y como siempre, se le reverenció y se le reverencia corno a un ángel.
En estos y parecidos términos iba resbalando la conversación, mientras el bendito religioso oraba en su retiro, y la luz iba renaciendo en el horizonte, y las lóbregas nubes se disipaban
unas, y huían otras, como criminales sorprendidos en su pecado por la luz del nuevo día,
cuando un grumete, encaramado sobre el palo mayor de la nave anunció la vista de un bulto
casi imperceptible por la banda de babor.
–Alguno de nuestros fardos —exclamaron todos a una dirigiendo con ansiedad sus miradas hacia el lugar dicho—.
–No lo crean Vds. —dijo el Capitán— no puede ser. Cualquiera de los bultos que haya
quedado a flote, ha tenido que ser lanzado por la tempestad inmensamente más lejos que la
embarcación. El que menos está en Australia —añailió riendo—.
–Si parece que cada vez se ve más cerca —dijo el grumete—.
–¡Dale bola! Por algo se dice que el miedo aumenta los bultos: y, lo que es e tuyo, aún no
ha desaparecido.
–Pues V. perdone, Sr. Capitán —volvió a decir dentro de un rato—, pero o yo estoy loco,
o allá lejos se ve una cosa como fardo, que cada vez parece más cerca.
–¡Valiente cosa como fardo estás tú!
–Es verdad, Capitán, yo también lo veo —gritó un pasajero—.
–Y yo.
–Y yo.
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–Y yo —fueron sucesivamente repitiendo todos—.
–¡P. Diego, el equipaje!
–¿Pero es posible? —decía el Capitán cada vez más asombrado—. ¿No se fijan Vds. en
que precisamente viene el rumbo contrario al oleaje?
–¡Por cierto que esto es asombroso!
–Pues estaría de ver que se salga con la suya el P. Diego!
–¡Toma! y no está por ahí. Vamos a llamarlo.
–No, no; aguarden Vds, un poco: si es baúl se le llama.
–¿Pero y quién le inprimirá ese movimiento tan seguro y tan constante?
–Pues, efectivamente, es un baúl.
–¿Alguno de Vds. lo reconoce por suyo?
–¡Justo y cabal! el mismísimo que yo arrojé esta mañana.
–¡Ya! ¿de modo que es de V.?
–¡Ca, no señor!, del P. Diego.
–¿Habráse visto cosa más atroz?
–¡P. Diego, P. Diego!, el equipaje que le envían a Vd. de Australia.
–Gracias, Dios mío —exclamó éste que ya salía extendiendo los brazos hacia el mar, y
cayendo de rodillas, anegado en lágrimas—.
Nadie sería capaz de pintar en sus verdaderos términos la sorpresa y expectación grandísima, que todo este singular prodigio causaba en los circunstantes, los cuales fijándose, ahora
en el baúl, ahora en el P. Diego, no sabían qué admirar más: si el milagro patente que con sus
mismos ojos presenciaban, o la ninguna extrañeza que a pesar de sus lágrimas denotaba el
santo varón al presenciarlo, o, finalmente, esas mismas lágrimas que nadie acababa de comprender ni de explicarse en un hombre tan austero y tan enamorado como el P. Diego de la
pobreza religiosa.
Llegó, pues, el baúl al costado de la nave, y tuvo allí lugar otra escena, que los mismos
ángeles del cielo debieron de presenciar con santa envidia. Cuando más a su colmo había llegado el asombro y la conmoción de todos, y más fijas se hallaban sobre el baúl sus miradas,
he aquí que de una manera completamente inexplicable, ábrese éste pausada y silenciosamente, y un niño rodeado de sobrenaturales resplandores, más hermoso que los mismos serafines
de la
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gloria aparece de pie en su interior. Pugna el P. Diego por arrojarse al mar, y es contenido a
duras penas por los pasajeros, mientras que amoroso y sonriente, elévase aquel niño sobre los
aires, y vuela a posarse en los brazos del extasiado religioso1.
Flotando abajo a impulso de las olas, quedaba, aunque desfigurado por el tiempo, el baúl
mismo del año 1606, en cuyo interior, que permanecía abierto, leíase aún la inscripción ¡Oh
feliz inocencia!
FR. PEDRO CORRO DEL ROSARIO
A. R.
1
Véase este prodigio descrito en la Vida del P. Diego, Crónicas, tomo 2.º, página 74. Dícese también allí «Por
diligencia suya recibió y juró por Patrón al Glorioso S. José la ciudad de Manila».
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CORRESPONDENCIA DE NUESTROS MISIONEROS
De Sibulan a Nueva-Valencia y Bacong
en la isla de Negros (Filipinas)1
Después de tres meses que permanecí en el pueblo le Sibulan, agasajado y atendido de
sus sencillos y piadosos moradores, alquilé un vehículo que en aquella provincia llaman flecha, arrastrado por un caballo matalón y espantadizo que en más de una ocasión apuró la paciencia del cochero y la mía, y sentado aunque incómodamente en ella, después de dos horas
llegué al pueblo de Nueva-Valencia. Está este pueblo a unos siete kilómetros de Dumaguete,
que es la cabecera como dicen aquí o capital de la provincia de Negros Oriental, y a unos catorce de Sibulan. Situado en la misma vertiente del monte Caulaon, su posición es de lo más
pintoresco. Por el poniente se alzan majestuosos y sublimes lo montes dichos llenos de exuberante vegetación, formando en sus vertientes frondosos y amenos valles por entre los que se
desliza a sus anchas manso y pequeño riachuelo, y por el Oriente la perspectiva es de lo más
encantadora y sublime. Desde la meseta sobre la que se sienta el pueblo, verdadero anfiteatro,
divísanse a no mucha distancia campos extensos poblados de innumerables palmeras, sembrados de maíz, palay, o sea, arroz, y algunos de caña: y allá, algo más distante, el mar plácido
1
Véase la pág. 607.
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y tranquilo como que se halla dulcemente aprisionado entre las islas le Cebú, Bohol y Negros.
El vecindario de este pueblo se compondrá de más de ocho mil almas, gente pacífica y buena
casi toda ella, excepción de unos cuantos a quienes alcanzó atacó la lepra de la Revolución.
Éste fue uno le los pueblos en que más se ensañaron los demagogos.
Era allá por los años de 1905 cuando en alguna tenida juraron los hijos de la Revolución
poner en juego todos los medios posibles para echar de aquellas islas a los pobres Religiosos
que acababan de regresar a ella después de la insurrección llamados por el pueblo que tanto
amaba y quería a nuestros Padres, y en su odio satánico creyeron que el mejor medio para
concluir con ellos, era incendiar las casas parroquiales y aun las mismas iglesias. Ya hemos
dicho al hablar del pueblo de Sibulan lo que trabajaron para poner en práctica su intento en
ese pueblo, aunque no lo lograron: mas no sucedió así en el de Nueva-Valencia en el que el
Convento e Iglesia fueron pasto de las llamas, no quedando de ellos el menor vestigio. Siempre y en todas partes lo mismo. Los que se titulan a sí mismos heraldos de la civilización son
los que incendian y destruyen cuanto les estorba, aunque sea la casa de Dios, en donde la mayoría de los cristianos encuentra su más dulce bienestar. Mas como la Providencia de Dios es
muy grande y a veces permite ciertos males para sacar y conseguir mayores bienes, esto es lo
que sucedió en el pueblo de Nueva-Valencia con el acto despótico y malvado de los hijos de
la Revolución. El cura Párroco desconsolado ante aquel montón de cenizas y escombros reunió a sus ovejas cabe los restos dispersos de lo que fué casa de Dios, y con palabras llenas de
fuego sacro, habló a sus feligreses del abandono en que quedaban, privados del lugar Santo,
morada del Dios vivo y único consuelo de sus corazones; les habló de sus deberes cristianos
ante aquella hecatombe cuyos restos humeaban aún; y aquella multitud de cristianos allí congregada, enardecido su pecho como si aquellas llamas sólo hubieran servido para avivar más
y más su amor contestaron a voz en grito: No triunfará la impiedad; sobre las humeantes cenizas y sobre los calcinados restos de nuestra iglesia antigua se levantará otra más grande, más
espaciosa, más esbelta; ella será un testimonio elocuente de la fe cristiana de nuestro pueblo y
de los sentimientos
de Agustinos Recoletos de Filipinas
663
religiosos de nuestra raza, que nació cristiana y cristiana morirá, pese a algunos desgraciados
y degenerados filipinos. Y aquellas masas allí congregadas se ofrecen en todo y por todo al
Padre y se ponen incondicionalmente a la voluntad de su cura Párroco.
Aún lo recuerdo. Era el día señalado para coger los harigues o maderas principales en el
pueblo de Dumaguete, a unos siete u ocho kilómetros de distancia, y llevarlas arrastradas por
carabaos, para lo que eran necesarios muchos de estos animales, por ser las maderas muy pesadas, y había que salvar además la pendiente que media entre los dos pueblos; y no solamente prestaron cuantos animales fueron necesarios, sino que reunidos casi todos los vecinos del
pueblo, hombres, mujeres y niños, bajaron todos al inmediato pueblo y con voz fuerte y robusta, como fuerte y robusta era la fe que les inspiraba, cantaron como preludio a los trabajos
que iban a emprender, himnos mil a la Religión, protesta de su inquebrantable amor a Dios y
reto a aquellos pocos desgraciados, causa de sus desventuras, que allí mismo moraban. ¡Qué
grande y qué hermosa es la fe y qué cosas más grandes hace y qué maravillas produce! Aquello fué de lo más tierno y conmovedor, y aún su recuerdo vaga por mi alma, y lo recuerdan
con ternura los piadosos moradores de todos aquellos contornos.
Animados de esa fe cristiana comenzaron la obra, empresa gigantesca para quien no contaba con recursos pecuniarios ni otros medios que su buena voluntad. Mas no desmayaron.
Los hombres, como más fuertes, se encargaron de coger la piedra que tenían que tomar de la
playa del inmediato pueblo de Bacong, distante ocho kilómetros de Nueva-Valencia; las mujeres y niños recogiendo y llevando la arena necesaria para hacer la masa, y aun ayudando a
hacerla; todos ellos contribuyendo con su pequeño óbolo y el cura Párroco haciendo el diseño,
dirigiendo a los operarios, ayudándoles en todas sus tareas, siendo el alma de toda la empresa,
al fin y al cabo con paciencia y resignación que admiran, después de unos cuantos meses vieron terminada la iglesia fuerte y espaciosa, como ellos la habían soñado; y otra vez resonaron
con más fuerza si cabe que antes los cantos cristianos, y hoy el culto de la iglesia de NuevaValencia es tan espléndido como el de los pueblos y parroquias
664
Boletín Oficial
más imporantes; aquella gente, dispuesta ya a todo, no se contentó con ayudar con su trabajo
y con su óbolo a hacer la fábrica exterior, sino que contribuyó también a toda la ornamentación interior del templo. Posteriormente se ha construido también un fuerte y sólido campanario y una espaciosa casa Parroquial, todo obra sólida y de firme construcción.
El que esto escribe envía su más cordial enhorabuena, en primer lugar al R. Cura Párroco,
alma y vida de toda la empresa, al Capitán Francisco, que fue uno de los que más cooperaron,
ya con su capital, ya con su vigilancia que ejercía sobre el personal; en fin, a todo el católico
vecindario del pueblo de Nueva-Valencia.
De Nueva-Valencia hube de pasar a Bacong pedibus andando, pues el camino se hallaba
en pésimas condiciones. Malos eran los antecedentes que tenía del pueblo de Bacong; pues se
decía que había allí muchos aglipayanos y hasta llevaban fama de algo matones; pero pronto
pude ver que aquello no era nada, que ningún fundamento tenían tales rumores.
Precisamente cuando atravesaba una de las principales calles, me vi sorprendido por la
voz de un hombre, que desde la ventana de su casa me llamaba y me invitaba a subir a ella;
miré hacia él y vi unos siete u ocho hombres más dentro de la casa; algo era de temer dadas
las impresiones que yo llevaba; pero debo decir en honor de la verdad que el timbre de aquella voz me pareció como el eco amoroso de un hijo que llama al Padre; y sin temor de ninguna
clase subí y entré en la casa. Aquellos ocho hombres se arrodillaron, besaron mi mano, y después de agasajarme con un vaso de cerveza, me explicaron su angustiosa situación. Estaban
sin cura desde el tiempo de la Revolución; pues si bien es verdad que había un clérigo en el
inmediato pueblo de Duin, rara vez venía a Bacong, y les contristaba mucho estar sin pastor.
Dijéronme que habían acudido dos veces al Sr. Obispo, pidiéndole un cura y a ser posible un
Padre Recoleto, petición que ni siquiera había tenido el humor de ser contestada. Condolido
de su situación les instruí en lo que debían hacer para lograr su intento y como tuviese precisión de salir despedíme de ellos, después de darles las más expresivas gracias por lo mucho
que me habían agasajado. Posteriormente he sabido que su tercera petición había sido favorablemente despachada
de Agustinos Recoletos de Filipinas
665
siendo su primer cura el por todos conceptos benemérito religioso Padre Manuel Mateo, primer provincial de la Provincia de Santo Tomás, a quien han sucedido otros, entre ellos, el P.
Gregorio Aperte, que ha sido uno de los que más han trabajado, pues, en el poco tiempo que
allí ejerció, hizo el nuevo cementerio, obra si no completa, al menos bastante furte y duradera.
De mi visita al pueblo de Siaton hablaré en e! número siguiente.
Convento de Recoletos de Manila, 20 de Junio de 1915.
FR. LICINIO RUIZ DE SANTA EULALIA
A. R.
De nuetras Misiones de Venezuela
IN MEMORIAM
Esta Vicaría Provincial de Venezuela acaba de perder uno de sus más fervorosos misioneros con el fallecimiento prematuro de nuestro virtuoso hermano P. Pedro San Vicente.
Adoramos la mano de la Providencia con santa veneración y profundo temor; pero no es
regular miremos impasibles la desaparición de uno de los hijos de nuestra amada Provincia de
San Nicolás más adictos a los santos deberes de su profesión religiosa.
Cuando en días de prueba se cuenta con religiosos de extraordinaria virtud y admirables
cualidades apostólicas, el corazón se reanima y exclama: «el Cielo no nos ha abandonado»;
pero si se extingue un corazón de apostol en el momento en que más necesaria es la abnegación, grandes esfuerzos son inevitables para impedir el decaimiento de ánimo y sus consecuentes pérdidas. Por esto nuestra Provincia de San Nicolás sufre una pena inmensa con la
irreparable muerte de un hijo, a quien nadie disputó un alto grado de virtud apostólica, de
amor a la observancia, de espíritu paciente y abnegado, que tan escasos van por la tierra.
Acto es de justicia el consagrar a su memoria un pequeño artículo en nuestro BOLETÍN; no
para relatar con la detención debida los actos de tan benemérito religioso, pues esto equivaldría a reseñar la historia de todas las virtudes religiosas, sino para rendir humilde
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tributo de admiración a su ejemplar vida apostólica, consolar nuestro abatimiento con la evidente demostración de que aún produce el viejo árbol de nuestra amada Recolección frutos
sazonados de virtud e hijos eminentes en virtud y santidad.
Nuestro buen hermano Fr. Pedro San Vicente no era un sabio según los humanos moldes:
a lo menos su humildad y natural encogimiento velaban su ciencia: sin que por esto dejase de
apercibirse en su ministerio apostólico y hasta en su trato familiar un aprovechamiento más
que regular en los estudios más necesarios; y en ocasiones, y a fuerza de hostigar su modestia,
se manifestaba bastante versado en filosofía, y sobre todo muy instruido en sagrada liturgia,
hasta ser para nosotros verdadera autoridad en la materia. Un arte poseía su alma a la perfección y era el arte de la santidad, que es ciencia más perfecta, como basada en los consejos
divinosl, y creadora en el hombre de ese temple de espíritu, que jamás han producido todas las
ciencias humanas.
Su verdadera grandeza e indiscutible mérito hay que buscarlo en el ministerio de las almas. En él desplegaba una caridad ardiente, una paciencia heroica, una abnegación sublime,
una humildad atrayente, conquistándose en todas partes el aprecio y veneración hasta de los
más indiferentes. Casi todas nuestras Casas recorrió el P. Pedro en Venezuela, cumpliendo las
prescripciones de la obediencia: pues, al fin, como materia bien dispuesta, de él se echaba
mano en todas las necesidades, y sobre todo en las misiones de más sacrificio; y en todas
nuestras Casas ha dejado entre las gentes luminosa atmósfera de virtud y acopio abundante de
respetuosa simpatía. «Es un santito y jamás mira a nadie» he oído decir en su elogio en varias
de nuestras residencias.
Creo que entre todas sus virtudes sacerdotales, la que practicó en más intenso grado, fué
el celo por los enfermos. Con frecuencia le decíamos que debiera haber sido Hermano de San
Juan de Dios. Apenas llegaba a una Residencia pedía que lo encargasen del Hospital, y en las
enfermerías se pasaba horas enteras, platicando a los enfermos con envidiable mansedumbre y
procurándoles todo el posible bienestar. A pesar de ser amador apasionado de la pobreza, hasta el punto de andar siempre con remiendos que eran de ver, se
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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permitía en algunas festividades pedir algo al Superior para regalar a los enfermos con cigarrillos u otras golosinas.
Por varios años fué Capellán del Lazareto de Maracaibo, y era el paño de Iágrimas de los
leprosos: los amaba con todo el entusiasmo de su celo, y en el trato con ellos llegaba hasta la
temeridad: mereciendo más de una vez ser advertido por el Superior por el contacto continuo
y no obligado en que vivía con ellos, y que humanamente hablando constituye evidente peligro de contagio. De su tiempo data en el Lazareto el resurgimiento de la devoción y la instalación de la Adoración Perpetua y el Apostolado. En varias ocasiones, y en una, con solicitud
firmada por más de doscientos leprosos, me han pedido éstos que les devolviera al P. Pedro,
porque era su verdadero padre y nadie después los ha querido como él.
En nuestras Casas era observantísimo del Reglamento de Misiones, hombre de oración y
ejemplar religioso; y a pesar de su exquisito cuidado, en más de una ocasión le hemos descubierto el rigor de sus penitencias.
Sobre el proceso de su enfermedad y santa muerte poco hay que decir: con motivo de la
Visita Provincial, que hizo por delegación a nuestras Casas de Veneznela en el mes de Enero,
contrajo unas fiebres gástricas en Maracaibo, de donde sin esperar la reposición, salió para su
Residencia de Coro, donde siguió sin mejora alguna notable: sobreviniéndole últimamente
una pleuresía diafracmática purulenta que lo ha arrojado a la tumba en medio de la resignación más envidiable y aistido de sus hermanos de hábito, los PP. Julián Moreno y Aurelio
Satóstegui.
A pesar de la rigurosa prohibición de la ley Venezolana, su cadáver ha sido sepultado en
nuestro grandioso Templo de Coro con el beneplácito de ambas autoridades, civil y eclesiástica. Y sus restos esperarán el llamamiento de Dios en la nave de la Epístola debajo de la grada
de la Capilla.
Termino este incompleto elogio de nuestro extinto hermano, copiando algunos telegramas y cartas recibidas de todas partes con motivo de su muerte. De casi todas nuestras Casas
de Venezuela he recibido cartas, en las que los Religiosos me expresan su condolencia por la
muerte de tan buen religioso, apellidándolo virtuoso y abnegado: y a la vista tengo la de nuestros hermanos de Caracas,
668
Boletín Oficial
La Guaira, Coro, Santa Cruz, Valencia y Maracaibo: tal vez los demás no han recibido aún la
noticia. El Sr. Arzobispo de Caracas me dice en tarjeta del 12 de Julio: «Reciba la expresión
de mi condolencia por la muerte del P. Pedro: yo apenas lo conocí, pero me consta que era
todo un apóstol». En telegrama del día 6 me dice el Obispo de Barquisimeto: «Acabo de saber
la muerte de Fr. Pedro, gran motivo de duelo para su Orden y para mi Diócesis: que él nos
bendiga desde el Cielo». El Obispo del Zulia me dice en su telegrama del 13: «Sírvase aceptar
mi condolencia por muerte del P. Pedro: suerte envidiable: él nos bendiga». Y el Sr. Obispo
de Mérida dice con fecha 20: «Por la prensa me entero del fallecimiento de nuestro virtuoso
P. Pedro: reciba mi pésame por ese duelo que es duelo para nuestra Iglesia». El Pbro. Ulises
Navarrete, Vicario de Coro, me dice en tarjeta que tengo a la vista: «¡Oh qué pérdida tan irreparable es esta muerte para la población de Coro, que no vió en Fr. Pedro sino altos ejemplos
de todas las virtudes sacerdotales! Yo le seguiré venerando por toda mi vida y bendiciendo su
memoria». No copio las cartas y tarjetas de monjas, porque son muchísimas y todas coinciden
en el mismo pensamiento; en proclamar la santidad de nuestro hermano y llorar su irreparable
pérdida.
En la ciudad de Coro su muerte ha sido profundamente sentida; y sus funerales, más que
una ceremonia de la humana miseria, ha sido una apoteosis de sus virtudes. Así lo expresa la
siguiente carta de una ilustre escritora Coriana, bien conocida en el mundo de las letras, la
Srta. De Luna: «Con intenso dolor acompaño a V. en la profunda pena por la sentida muerte
del Rvdo. P. Pedro San Vicente. Las demostraciones del pueblo de Coro en sus exequias han
correspondido al celo apostólico que por Coro tuvo siempre este santo siervo de Dios. Él supo
grabar en cada corazón Coriano un sentimiento de veneración por él, y un deseo de conservar
como reliquia todo lo que hubiese dicho y usado en su santa vida. Se le ha hecho en su muerte
el homenaje de un santo, y todos hemos tocado en su cuerpo nuestros rosarios y medallas para
conservar este recuerdo del Apóstol de Coro».
Como síntesis de los elogios merecidos que a nuestro hermano le ha tributado la prensa
de Venezuela, copio el siguiente que trae hoy el diario La Religión, de Caracas: «Duelo de la
Iglesia. Ha muerto
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nuestro abnegado P. Pedro San Vicente: así en
vida siempre lo apellidamos. Coro entera
viste luto. Murió entre nosotros, según su deseo, y rodeado de solícitos cuidados, este meritísimo Agustino. El Gobierno, el Clero, la sociedad y el pueblo, hicieron notable acto de presencia en las solemnes fúnebres exequias. Tuvo raudal de lágrimas como ingeinua alabanza
de los corazones. Infinidad de flores dieron la tristeza de su pálida blancura en torno al cadáver yacente. De él nos dijo el Rvdo. Padre Galilea: «El P. Pedro por donde pasa edifica». Y
ciertamente levantó en Coro un edificio de virtudes magnánimas; oscuro, porque en la sombra
lo dejó su humildad santa; pero luminoso, porque le dió su espíritu. Fué fundador de la Parroquia de San Antonio, y esto solo bastaría para su elogio: él fué de todos y para todos nosotros.
A su tumba peiregrinaremos y a su recuerdo pediremos para ser siempre abnegados y pacientes, como lo fué este verdadero siervo de Dios. Presentamos nuestro pésame al Ilmo. Sr.
Obispo Diocesano, al Rdo. Superior y a toda la Orden Agustiniana».
¡Que descanse en paz este hijo preclaro de nuestra amada Provincia de San Nicolás; y, en
premio de este humilde homenaje de cariño que le tributamos sus hermanos de Venezuela,
nos alcance del Cielo las virtudes evangélicas para gloria de Dios y honor de nuestra Recolección.
Puerto Cabello 24 de Julio de 1915.
Por los Misioneros de Venezuela
FR. EUGENIO GALILEA DE SAN LUIS GONZAGA
Agustino Recoleto
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CRÓNICA DE NUESTROS COLEGIOS
De Marcilla
Durante este mes, se puede decir no hemos cesado de recibir nuevas impresiones con las
llegadas y salidas de algunos religiosos nuestros, de este Colegio de Marcilla: indudablemente
ha sido uno de los meses de más movimiento.
El día 30 del pasado salió para Monteagudo nuestro amado Padre Moisés Rojo de la Virgen del Prado, quien iba nombrado Vicemaestro de novicios; oficio que no dudamos llenará
cumplidamente, infundiendo en los tiernos corazones de los aspirantes a nuestra amada Religión unos sentimientos de piedad tan firmes como los que a él siempre le han animado.
El día siguiente llegaron de Monteagudo a este Colegio, para comenzar aquí los años de
Sagrada Teología, los dieciséis Coristas pertenecientes al noviciado de 1912: venían presididos por el R. Padre Miguel López del Rosario, Lector y Vicerrector de dicho Colegio, y
acompañados del P. Alberto Fernández de la Virgen de Davalillo y de Fr. Miguel Avellaneda
del Rosario que durante un año ha estado desempeñando el cargo de Vicemaestro de novicios.
El P. Vicerrector de Monteagudo se volvió a su residencia el día 3 de este mes de Agosto
y aquí se quedaron nuestros amados compañeros, quienes siguen tan contentos de nosotros
como nosotros de
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ellos, y cantando siempre Quam bonum et quam jucundum habitare fratres in unum!
El día 2 sufrieron los exámenes de reválida los del noviciado del año 1908.
El 9 llegó Fr. Vicente Oliet de Santo Tomás de Villanueva, procedente de San Millán,
donde ha estado empleado el pasado curso, en el Colegio Preparatorio de San José. Vino para
unirse con sus amados connovicios, recibir el sagrado Orden del Presbiterado e incorporarse a
la Misión que con rumbo a Venezuela saldrá de Barcelona, Dios mediante, el 10 del próximo
Septiembre.
Nuestro Rdmo. P. Prior General Fr. Gregorio Fidel de Blas de la Asuncion tuvo la amabilidad de obsequiarnos a los Coristas el 12 de este con una merienda en la huerta. Inútil es decir que la agradecimos muy de corazón y para expresarle de algún modo nuestra gratitud le
festejaron, después de terminada, con algunas escogidas piezas de orfeón, entre las que había
una original de Fr. Alejandro Osés de la Inmaculada, uno de los recientemente llegados de
Monteagudo.
El día 15, festividad de la Asunción de Nuestra Señora, celebramos en este Colegio la solemnidad de Ntra. Sra. de la Blanca, Patrona de esta Casa. Cantó la Misa el M. B. P. Rector de
este Colegio Fr Pedro Pérez del Pilar, acompañándole, como diácono Fr. Vicente Oliet de
Santo Tomás de Villanueva y de subdiácono Fr. Jesús García del Carmen. Terminado de cantar el Evangelio, ocupó la sagrada cátedra, por primera vez, el P. Pedro de la Dedicación de la
Virgen del Pilar, quien, sin pretenderlo, manifestó no haber perdido el tiempo durante los cuatro años que ha estado en la Capital del mundo católico dedicado al estudio de la Sagrada
Teología. La capilla estaba completísima, pues, además de los suficientes elementos con que
ya contaba, ha recibido otros no menos valiosos con la llegada de los de Monteagudo. Se cantó la grandiosa misa de Orestes Ravanello.
Este año la fiesta ha tenido una circunstancia especial, pues estaba aquí Nuestro P. General y por lo tanto habíamos de celebrarla de un modo especial por ser la Patrona de Su
Rvdma.: así es que resultó la función brillantísima en todos sentidos.
Al día siguiente llegó de Roma el M. R. P. Daniel Delgado del
672
Boletín Oficial
Rosario, Postulador general de nuestra sagrada Orden. Vino de la Ciudad Eterna para dar alguna tregua a sus continuas ocupaciones, y ayer partió de ésta para visitar a su familia.
También salió ayer en el tren rápido de la una de la tarde, para los baños de Jaraba, nuestro amado P. Prior General, cuya salud ha ganado muchísimo durante su permanencia en este
Colegio. Acompáñale el H. Severiano de Blas de S. Nicolás de Tolentino.
Para otro mes parece se preparan acontecimientos mayores.
Marcilla 19 de Agosto de 1915.
FR. R. J. DE LA C.
A. R.
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DOCUMENTOS INÉDITOS
RESEÑA HISTÓRICA
de nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas,
desde su origen hasta el año 1750, escrita por el Vble.
P. Rector Provincial Fr. José de la Concepción.
(Continuación)1
AÑO DE 1610
23. Los Religiosos nominados en el n.º 21, que tenían ya su Convento y pueblo nuevo
fundado en dicha Isla de Bolinao, solicitaron con el mismo espíritu la conversión de muchas
almas que vivían en la tierra firme de esta isla de Luzón, a poca distancia, pues no medía más
que una silanga, y de una banda a otra se puede alcanzar por la parte más ancha con un tiro de
cañón. Pasaban a predicarles la divina palabra en los parajes que llaman Sarasa, Lambues,
Tanobón, Balingasay y Ripay. Consiguieron la reducción de muchos infieles, y como estaban
inmediatos al pueblo de la Isla de Bolinao y eran fácilmente administrados, no fué por entonces necesario fundar pueblo en dicha tierra. Convertidos éstos, prosiguieron los Religiosos su
predicación en un paraje que se llamaba Soyang y
1
Véase la pág. 560.
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Boletín Oficial
dos leguas distante de Bolinao, donde había algunas rancherías de infieles: y, habiéndose conseguido su conversión, hallaron por conveniente fundar allí un pueblo pequeño con Iglesia y
Convento, que dedicaron al Señor San José; así quedó por visita o anejo de Bolinao, y se llamaba el pueblo de San José de Soyang, donde perseveró muchos años, hasta que después en
nuestros tiempos, porque iba aumentando y por la mayor conveniencia de los indios, se mudó
a otro paraje no muy distante de allí, que se llamaba Casborrán a la orilla de la mar, por lo que
hoy se llama el pueblo de San José de Casborrán, y es uno de los más sanos, alegres y amenos
que tenemos en toda la costa. Continuaron los mismos Religiosos su espiritual conquista en
un río que se llamaba Agno, distante seis leguas de Bolinao, y en las riberas de él vivían muchos infieles en sus rancherías, y habiéndose bautizado todos a costa de muchos viajes, sudores y afanes de los Ministros Misioneros, a la margen del mismo río que es caudaloso fundaron el pueblo que hasta hoy se llama Agno y es visita de Bolinao.
AÑO DE 1611
24. Después que los Religiosos, que van nombrados en el número 18 fundaron el pueblo
de Masinloc, continuaron su santa predicación del Evangelio en las riberas de un río llamado
de Paynaven y los españoles le llaman Paynaben, distante como seis leguas de Masinloc, donde vivían muchos infieles idólatras y muy bárbaros en sus costumbres, y después de muchos
viajes y fatigas indispensables y algún tiempo de predicación y catecismo se pudo conseguir
la conversión de todos ellos, y se fundó un pueblo en la misma orilla de dicho río, que llamaban Paynaven con su Iglesia y Convento y era anejo o visita de Masinloc. Después, como
estos pueblos iban creciendo o en aumento, y por las continuas hostilidades y vejaciones que
hacían los negros de los Montes Zambales bajando en tropas armadas contra los cristianos, y
estos se veían precisados a estar casi siempre con sus armas en las manos, se tomó la providencia en este Superior Gobierno de hacer una fuerza o castillo pequeño en dicho pueblo y río
de Paynaven o Playa honda (se llama Paynaven por el río de este nombre, y Playa honda, porque allí cerca hay una
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grande playa toda de arena, y es acantilada de modo que, aunque lleguen a ella embarcaciones, con dificultad pueden dar fondo y saltar a tierra, y de aquí toma la denominación de Playa honda) para contener la barbaridad de los Negros y Cimarrones o caribes inmediatos en
dichos montes de Zambales. De hecho se exigió dicho castillo, y persevera hasta ahora el que
sirve de freno, terror y espanto a los referidos Negros y Cimarrones, y solo el oír el nombre de
Fuerza, que ellos llaman Cota, y saben que en ella hay alguna artillería aunque pequeña, soldados y armas, es bastante para contener sus hostilidades, y prosiguieran como antes en ellas,
si se abandonara dicha pequeña fuerza y se siguieran muchos daños y perjuicios a los cristianos.
Con este motivo la Religión determinó que Paynaven se dividiera de la administración de
Masinloc, y fuera Ministerio aparte con asignación de Prior y Misionero. Así se ejecutó con la
licencia necesaria de este Superior Gobierno, y el Prior de Paynaven es Capellán Real de dicha Fuerza, tiene obligación de administrar los Santos Sacramentos y decir Misa los días festivos al Cabo y soldados de ella. Y, para que el Prior no se embarace por esto en la administración de los naturales Indios, se le da un Religioso compañero para las cargas de dicho Ministerio. Después, quedando la Fuerza en el mismo paraje que se fundó, a pedimento de los
naturales por justificados motivos que tuvieron para ello, por las vejaciones que toleraban de
algunos cabos, con las licencias necesarias se mudó el pueblo a otro paraje poco dislante que
se llama Iba donde está ahora, y por eso a este pueblo unos le llaman Paynaven o Paynaben,
otros Playa-honda y otros Iba. Algún tiempo más adelante se logró la conversión de los infieles que vivían en un río llamado Cavangan, donde se fundó un pueblo con el mismo nombre
del río, y hasta hoy persevera, y es visita o anejo de Iba.
FR. JOSÉ DE LA CONCEPCIÓN
(Continuará)
TIP. DE SANTA RITA. – MONACHIL
Año VI
Octubre de 1915
Núm. 64
BOLETÍN
DE LA
PROVINCIA DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
SECCIÓN OFICIAL
PROVINCIALATO DE AGUSTINOS RECOLETOS DE FILIPINAS
A los Religiosos todos de nuestra amada Provincia
Amados Padres y Hermanos en el Señor: hace ya algunas semanas que, por la misericordia de Dios N. Señor, terminamos felizmente la santa Visita que nuestro cargo nos impone
hacer a todas las Casas y Religiosos de la Provincia. Comenzamos aquella por nuestros Colegios y Residencias de España en el mes de Julio del
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Boletín Oficial
año pasado. Terminada ésta, nos disponíamos a embarcar, para Venezuela e Isla Trinidad para
continuarla en las Residencias que allí tenemos; pero hubimos de desistir de nuestro propósito
ante las colosales proporciones que iba tomando la actual guerra europea que jamás presenciaron los siglos, y sobre todo ante el temor muy fundado y probable de que algunas naciones
neutrales entrasen a tomar parte en esa horrible escena apocalíptica que, a manera de un sueño
o visión, estamos presenciando, en cuyo caso no hubiéramos podido continuar desde allí
nuestro viaje a Filipinas, en donde tenemos asignada con nuestros Definidores la residencia
habitual, y en donde la Provincia tiene todavía un buen número de Religiosos.
Por esa razón hubimos de pedir a N. Rvmo. P. Prior General la competente autorización
para hacer la Visita a los Religiosos y Casas de Venezuela e Isla Trinidad por medio de Delegados, según lo ordenan nuestras sagradas Leyes. Obtenida aquella y ultimadas algunas otras
cosas referentes a la buena marcha de nuestros Colegios, embarcamos en Barcelona con rumbo a Manila el 16 de Septiembre del próximo año pasado, habiendo llegado, después de un
viaje feliz y tranquilo, a la capital del Archipiélago de Magallanes el 21 de Octubre del mismo
año.
Dispuestos estábamos a dar principio a la santa Visita en nuestros Conventos y demás
Ministerios de este Archipiélago inmediatamente después de celebrado el Capítulo intermedio; pero, como suele decirse: El hombre propone y Dios dispone, y así sucedió en esta ocasión; pues en la noche del 28 de Octubre nos visitó Dios N. Señor con una enfermedad grave,
de la que nos costó algún tiempo reponernos, siendo esto causa de que se retrasase hasta mediados de Diciembre la fecha de comenzar la santa Visita que terminamos en los últimos días
del mes de Abril.
Nuestra gratitud y reconocimiento, pues, para con el Señor no reconocen límites, por
habernos otorgado el particular beneficio de llevar a feliz término la santa Visita Provincial,
no obstante las molestias y penalidades que ella lleva consigo, y nuestra salud algún tanto
quebrantada. Bien es cierto, y mucho nos complacemos en consignarlo aquí, que todos los
Religiosos, sin excepción, han rivalizado en hacernos ligeras y suaves y hasta agradables dichas molestias y penalidades con el amable recibimiento y el trato tan respetuoso
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679
como fraternal y amistoso que nos han dispensado en sus respectivos pueblos y Conventos,
todo lo cual nos obliga a dar a todos y cada uno de ellos las más expresivas gracias, pues nos
han hecho comprender, con su conducta y modo de proceder, los nobles sentimientos de que
están poseídos sus corazones, y que saben apreciar en su justo valor las deferencias y atenciones que merecen los Prelados.
Recordarán VV. RR. y CC. que en la Circular que pasamos a todas las Casas anunciando
la santa Visita, les manifestábamos claramente cuál era la obligación del Superior en el ejercicio de tan santo y delicado Ministerio. Al cumplimiento, pues, de tan sagrado deber se han
enderezado todos nuestros pasos y desvelos en la santa Visita, habiendo procurado, por todos
los medios que están a nuestro alcance, que se conserve en todo su vigor y pureza la observancia de nuestra santa Regla y sabias Leyes y Estatutos; que se consolide más y más la disciplina regular, y que todos procuren el más exacto cumplimiento de las sagradas y solemnes
promesas que un día hicieran a Dios N. Señor.
Hemos de manifestar a VV. RR. y CC. que, en general, hemos salido satisfechos de la
santa Visita, pues hemos visto y observado que cada uno procura cumplir con sus respectivos
deberes y obligaciones en el lugar en que la obediencia les ha colocado. Pero nos han de merecer un elogio porticular, aunque justo y equitativo, los Religiosos que están dedicados al
santo y elevado Ministerio de las almas en este Archipiélago. Sólo recorriendo los pueblos y
estando en contacto con nuestros Misioneros es como se puede apreciar su heroísmo y abnegación y las muchas penalidades y privaciones que tienen que soportar, no encontrando consuelo alguno, por lo general, en la tierrra, si no es la sólida y firme esperanza de que algún día
les premiará el Señor todo cuanto hacen y sufren por procurar su mayor honra y gloria, y por
salvar las almas por las que vertió hasta la última gota de su preciosa Sangre. Cada día, por
desgracia, se multiplican en este país, digno de mejor suerte, los enemigos de la Religión y
del Misionero, cundiendo por todas partes la indiferencia religiosa, la enseñanza laica, el amor
a los placeres, el apetito desordenado de oro y riquezas, al que se sacrifican los sentimientos
más puros y recios de la conciencia, apareciendo por doquier
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Boletín Oficial
la masonería, el protestantismo y el aglipayanismo que son el mayor tormento y pesadilla del
pobre Misionero.
No desconocemos tampoco los obstáculos que tienen que vencer, las dificultades que superar y lo mucho que sufrir los demás Religiosos que, cumpliendo la voluntad de Dios, viven
en nuestros Conventos, en nuestros Colegios y Resdencias; pues también en esas Casas y lugares de perfección y santidad hay no pocas cosas que ofrecer al Señor, y un pequeño mundo
del que no pueden huir sus moradores, creado y alimentado por ciertas pasioncillas, de las que
no se ven libres ni aun las personas consagradas al Señor y dedicadas al ejercicio y práctica de
la virtud, siendo por otra parte esas debilidades y miserias inherentes a la corrompida y viciada naturaleza humana un medio de ejercitar las virtudes propias de los claustros y de las personas que se dedican a la perfección.
Sí, amados Padres y Hermanos: el programa del Religioso es el mismo en todas partes en
donde éste se encuentra; sólo lo diferencian ciertos matices y accidentes que son el resultado
del medio ambiente en que se vive y otras circunstancias locales. Convencidos de esta verdad,
habrán observado VV. RR. y CC. que todas nuestras palabras y disposiciones en la santa Visita se han encaminado a conservar en toda su pureza ese programa que abarca y comprende la
fiel observancia de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia y el exacto cumplimiento
de nuestra santa Regla y Constituciones que también prometimos guardar. Nosotros los Religiosos, por una gracia singularísima de nuestro bondadoso Jesús que nunca agradeceremos
cual conviene, fuimos llamados y conducidos por su generosidad sin límites al puerto tranquilo y seguro de la Religión, donde fácilmente podemos alcanzar la perfección religiosa y nuestra íntima unión con Dios. El Religioso, pues, que se esfuerza y procura por todos los medios
el perfecto y exacto cumplimiento de los tres votos religiosos, bien seguro puede estar de que
ese es el camino más breve para llegar a conseguir el fin supremo y elevado que se propusiera
al vestir el santo hábito.
En efecto: por el voto de pobreza, por el que renunciamos a la adquisición y posesión de
todas las cosas temporales, nos vemos libres del cuidado y solicitud de todo aquello que puede ser un obstáculo e impedimento para consagrarnos a Dios y a la práctica de
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681
la virtud. Es el corazón humano de tal condición que o está dominado por la afición y cariño
de los bienes caducos y perecederos del mundo, o por los eternos e imperecederos del cielo; o
está lleno de las cosas que el tiempo acaba y consume, o por las que siempre existirán y que
han de constituir su eterno gozo. Por eso nuestro adorable Salvador en la nueva Ley de gracia
puso como base y fundamento de la perfección evangélica la santa pobreza, como se desprende de las palabras (Matth. XIX, 21) que dirigió al joven del Evangelio y en él a todos nosotros: «Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres y tendrás un gran
tesoro en el cielo». Y por eso también el divino Redentor del mundo nos dió un raro y particular ejemplo de esta virtud, para que le imitásemos en ella, y para que con su pobreza nosotros
fuésemos ricos (II Cor. VIII, 9), prometiendo a los verdaderamente pobres de espíritu, aun en
este mundo, el ciento por uno (Matth. XIX, 29), y la posesión del reino de los cielos: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos» (Matlh. V. 3).
Por el voto de castidad el religioso, para poder seguir más de cerca a Jesucristo e imitarle
como buen discípulo, renuncia a todos los placeres carnales, aun a aquellos que en otro estado
le hubieran sido lícitos y permitidos, consagrando su cuerpo al Señor y viviendo en la tierra
como los ángeles en el cielo. Sólo las almas privilegiadas y escogidas de Dios, e iluminadas
por luces sobrenaturales y divinas, cuentan con fuerzas suficientes para hacer una eterna renuncia de los placeres hacia los cuales nos arrastra nuestra perversa inclinación, comprendiendo que los cuidados y obligaciones de la familia son un verdadero y serio obstáculo para
unirse íntimamente con Dios y dedicarle los afectos más tiernos y delicados del corazón. Nos
obliga el voto de castidad, amados Padres y Hermanos, a procurar por todos los medios que
nuestros cuerpos sean templos vivos en donde habite el Espíritu Santo, y este divino Espíritu,
que es el autor de todo don y de toda gracia, es el que nos ilumina y fortalece para seguir por
el camino del bien y conservar nuestros corazones puros y castos, y para que se cumpla en
nosotros lo que dice el apóstol San Pablo: «Vosotros no vivís ya en carne, sino en espíritu
(Rom. VIII, 9). Mas, para llegar a conseguir esto, es necesario que desconfiando de nosotros
mismos, pongamos toda nuestra
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Boletín Oficial
confianza en Dios, siguiendo el consejo del Apóstol: «Obrad con temor y temblor las cosas de
vuestra salvación (Philipp. II, 12)».
El voto de obediencia, como más perfecto y elevado que los de pobreza y castidad, contribuye de un modo más poderoso y eficaz a la perfección y santificación del religioso; pues si
bien es cierto que por el voto de pobreza ofrecemos a Dios todas las riquezas y bienes del
mundo, y por el de castidad nuestro propio cuerpo, no lo es menos que por el voto de obediencia damos a Dios lo más grande que tenemos y de que podemos disponer, que es nuestra
propia voluntad y libertad. Por eso Dios N. Señor en justa recompensa al religioso verdaderamente obediente, le llena de sus particulares gracias y favores, dotándole de una especie de
segunda naturaleza que le hace vencer las mayores dificultades, superar los más graves obstáculos y salir airoso en los trances más difíciles y apurados, verificándose en él esta sentencia
de los Proverbios: «El varón obediente cantará victorias (Prov. XXI, 28)». No cabe la menor
duda que es un gran sacrificio el someter nuestra voluntad a la de otro hombre, pero al religioso verdaderamente obediente se le hace suave y ligero, porque tiene siempre muy presentes
estas consoladoras palabras dirigidas por Dios a los Superiores (Luc. X, 16): «El que a vosotros oye, a mí oye: el que a vosotros menosprecia, a mí menosprecia»; y aquellas otras del
Apóstol San Pablo (Hebr. XIII, 17): «Obedeced a vuestros Superiores y sedles sumisos, porque ellos velan con cuidado como quien ha de dar cuenta a Dios de vuestras almas». El religioso por el voto de obediencia descansa por completo en el Superior, siendo éste su verdadero guía, y su voluntad la norma a la cual ajusta todas sus acciones.
La Regla y Constituciones constituyen los otros dos puntos del programa del Religioso, y
tienen una importancia grande en la vida del claustro. Porque, si bien se considera, la Regla
no es otra cosa que un admirable compendio de los consejos y virtudes evangélicas, cuya perfecta y fiel observancia eleva a las almas a un alto grado de santidad y unión con Dios; así
como el cumplimiento de las Leyes y Estatutos sabiamente establecidos en las Constituciones
contribuyen poderosamente a conservar el orden, la paz y armonía que deben reinar entre los
que las profesan. Esos consejos y esas leyes son o desempeñan en la Religión el papel de centinelas avanzados
de Agustinos Recoletos de Filipinas
683
que nos dan la voz de alerta, cuando nuestros enemigos quieren penetrar en la fortaleza interior de nuestra alma para hacernos claudicar en el cumplimiento de nuestros votos y promesas
hechas a Dios.
Todas las obras que a diario practicamos, aunque al parecer son sencillas y nada tienen de
extraordinario, si las hacemos con verdadero espíritu, también nos ayudan a conservarnos en
nuestro primitivo fervor y nos hacen ser fieles a Dios y a nuestra vocación. De entre todas
esas obras se destacan algunas como son el oficio divino el santo Sacrificio de la Misa y la
oración mental que debemos procurar hacer, por la trascendencia e importancia que en sí encierran, con todo cuidado, esmero y solicitud.
Sí, amados Padres y Hermanos: cuando rezamos el oficio divino, alabamos a Dios, y alabar a Dios es la ocupación más santa, el empleo más honorífico de la criatura, es oficio de
ángeles y Santos. Nosotros que, escogidos entre millares, estamos obligados a rezar diariamente el oficio divino, debemos considerar constantemente la misión divina y sobrenatural
que se nos ha confiado de dirigir varias veces al día fervorosas súplicas al cielo, y desempeñar
el oficio de medianeros entre Dios y los hombres; y no olvidar que «la oración asidua del justo, según la expresión de Santiago (Jac. V, 16) es de gran valimiento en la presencia de Dios»,
y, según S. Juan Crisóstomo, es «un muro firmísimo y un baluarte inexpugnable».
Y ¿cuál deberá ser la pureza, cuidado y reverencia interior y exterior en nosotros los Sacerdotes al celebrar el santo sacrificio de la Misa, o al oírla aquellos que no lo son? El sacrificio, que ahora ofrecemos al Señor, no es el de la sangre de los toros y cabritos que ofrecían
los sacerdotes de la ley antigua, sino el inefable y divinísimo sacrificio, aunque de una manera
incruenta, que, el Hijo de Dios ofreció a su Eterno Padre en el Santo madero de la cruz por la
redención del género humano; es el mismo que nuestro Señor Jesucristo mandó a los Apóstoles que le ofreciesen, así como a sus sucesores en el Sacerdocio, diciendo: «Haced esto en
memoria mía (Luc. XXII, 19)». Con estas memorables palabras se declara la institución, la
divinidad y excelencia admirable de este Santo Sacrificio, que excede infinitamente a todos
los de la Ley antigua, capaz por sí solo de dar a Dios la honra que se merece, de borrar todos
los pecados
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del mundo y de alcanzarnos infinitas gracias y favores. Por lo tanto nuestra preparación para
celebrarlo o asistir a él debe ser grande y, en cuanto sea posible, proporcionada a la estupenda
obra que realizamos. Los sacerdotes estamos obligados a observar y guardad estrictamente y
con todo rigor hasta las más pequeñas ceremonias que la Iglesia ordena en la celebración de
tan sublime misterio; pues de otra manera nos haremos reos de la terrible maldición que Dios
N. Señor dirige por boca del Profeta Jeremías a los sacerdotes indolentes y descuidados:
«Maldito el hombre que hace la obra de Dios con negligencia (Jer. XLXIII, 10». ¿Y qué obra
más santa y más divina hay que la Santa Misa?
La práctica de la oración mental es de una importancia tan grande y tan vital en la vida
religiosa, que jamás debemos abandonarla ni un solo día. Es la oración mental un medio íntimo e inefable de comunicarse el hombre con Dios, la criatura con su Criador; es una admirable cátedra en donde se aprende la ciencia de los santos y la sabiduría que encierra esta sentencia de N. P. San Agustín: Domine; noverim te, noverim me. Señor: conózcate a ti conózcame a mí. A la verdad: en la soledad y retiro de la oración es donde conocemos claramente
nuestras miserias, flaquezas y debilidades, y las misericordias, bondades y generosidad de
Dios para con nosotros; allí vemos la necesidad que tenemos de recurrir constantemente al
Señor implorando sus auxilios y gracias, si no queremos ser víctimas de nuestras perversas
pasiones y de los mil enemigos que por todas partes nos rodean. Por eso nuestro adorable Redentor no sólo nos aconseja, sino que nos manda que le pidamos, que le busquemos, y que
llamemos a las puertas de su amantísimno Corazón.
Sí, amados PP. y HH.: para terminar les diré que en la oración es donde todos encontraremos los auxilios necesarios para cumplir nuestros deberes en el lugar en donde la obediencia nos destine. Los Superiores para ser los primeros en cumplir las Leyes y espejo donde
puedan mirarse los súbditos; estos para cumplir y ejecutar los mandatos, consejos e insinuaciones de aquellos. Los PP. Lectores para adquirir en el noble estudio de las ciencias los conocimientos necesarios y propios para formar e ilustrar la inteligencia de sus discípulos; estos
para aprovechar bien el tiempo durante los años
de Agustinos Recoletos de Filipinas
685
que están en los Colegios, para no defraudar las esperanzas que en ellos han depositado los
Superiores, ejercitándose de lleno y sin descanso en la virtud y el estudio. Los Hermanos de
Obediencia para conservarse humildes y respetuosos, y solícitos y cuidadosos en procurar que
nada se pierda de todo lo que a su custodia ha confiado la obediencia. Los Religiosos Misioneros, proporcionalmente puede decirse lo mismo de los que viven en Residencias, para inflamar sus corazones en un verdadero y sólido celo por la salvación de las almas redimidas
por N. S. Jesucristo a costa de tantas penas y tormentos; para salir airosos de tantos peligros
de que cada día se ven rodeados, y para menospreciar y no dejarse seducir por los halagos del
mundo, teniendo que vivir en continuo contado con él. Y todos para dar exacto cumplimiento
a las solemnes promesas que nos unen con Dios, para que merezcamos oír de sus divinos labios, al exhalar nuestro último suspiro, estas consoladoras palabras: «Ea, siervo bueno y fiel;
porque fuiste fiel en cumplir las cosas pequeñas… entra en el gozo de tu Señor».
Publíquese en el BOLETÍN DE LA PROVINCIA, léase en nuestros Conventos, Colegios y Residencias, y archívese el número correspondiente del Boletín.
Manila 30 de Junio de 1915.
FR. AGUSTÍN GARRIDO DE S. ANTONIO
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REVISTA LITÚRGICO-CANÓNICA
I
Commisio Pontificia de Re Biblica1
De Parousia seu de secundo adventu Domini Nostri Jesu Christi
in epistolis sancti Pauli Apostoli
Propositis sequentibus dubiis Pontificia Commissio de Re Biblica ita respondendum decrevit:
I. Utrum ad solvendas difficultates, quae in epistolis sancti Pauli aliorumque Apostolorum occurrunt, ubi de «Parousia», ut aiunt, seu de secundo adventu Domini nostri Jesu Christi
sermo est, exegetae catholico permissum sit asserere, Apostolos, licet sub inspiratione Spiritus
Sancti, nullum doceant errorem, proprios nihilominus humanos sensus exprimere, quibus
error vel deceptio subesse possit?
Resp. Negative.
II. Utrum prae oculis habitis genuina muneris apostolici notione et indubia sancti Pauli
fidelitate erga doctrinam Magistri; dogmate item catholico de inspiratione et inerrantia sacrarum Scripturarum, quo omne id quod hagiographus asserit, enuntiat, insinuat, retineri
1
Ex «Acta Apost. Sedis» Vol. VII, num. 12, pag. 357.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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debet assertum, enuntiatum, insinuatum a Spiritu Sancto: perpensis quoque textibus epistolarum Apostoli, in se consideratis, modo loquendi ipsius Domini apprime consonis, affirmari
oporteat, Apostolum Paulum in scriptis suis nihil omnino dixisse quod non perfecte concordet
cum illa temporis Parousiae ignorantia, quan ipse Christus hominum esse proclamavit?
Resp. Affirmative.
Ill. Utrum attenta locutione graeca emeis oi sontes oi perileipomenoi1; perpensa quoque
expositione Patrum, imprimis sancti Joannis Chrysostomi, tum in patrio idiomate tum in epistolis Pasulinis versatissimi, liceat tanquam longius petitam et solido fundamento destitutam
rejicere interpretationem in scholis catholicis traditionalem (ab ipsis quoque novatoribus saeculi XVI retentam) quae verba sancti Pauli in cap. IV. epist. I ad Thessalonicenses, vv. 15-17,
explicat quin ullo modo involvat affirmationem Parousiae tam proximae ut Apostolus seipsum suosque lectores adnumeret fidelibus illis qui superstites ituri sunt obviam Christo?
Resp. Negative.
Die autem 18 iunii 1915, in audientia infrascrpto Reverendissimo Consultori ab Actis benigne concessa, Sanctissimus Dominus Noster Benedictus PP. XV praedicta responsa rata
habuit et publici juris fieri mandavit.
Romae, 18 iunii 1915 =Laurentius Janssens, O. S. B., Abb. tit. Montis Blandini, Consultor ab Actis.
II
De las sílabas hipermétricas con relación al canto
Se llaman sílabas hipermétricas las que según las reglas del Arte Métrica deben elidirse y
formar una sola sílaba con la siguiente.
El Antifonario de la Santa Iglesia Romana, impreso pro horis diurnis en la tipografía vaticana el año 1912 por mandato de S. S. Pío X de feliz memoria, dispone separadamente las
dos sílabas y sobre cada una de ellas su nota correspordiente: Por ejemplo, en
1
Por carecer de signos griegos, ponemos estas palabras en cursiva.
688
Boletín Oficial
el himno Jam sol recedit igneus de las primeras vísperas de la Sma. Trinidad se termina la
primera estrofa con este verso: Infunde amorem cordibus. En las ediciones antiguas bajo una
e indéntica nota se hallaban impresas la sílaba de de Infunde y la sílaba a de amorem debiéndose pronunciar así: Infund' amorem elidiendo la e final de Infunde, y formando con la d anterior y la a de amorem una sola sílaba. Pero en la edición vaticana se encuentran separadas las
dos sílabas mencionadas y cada una con su nota correspondiente, de este modo: «Infunde
amorem cordibus».
Como en muchas regiones había prevalecido la costumbre de elidir en este caso la vocal e
de Infunde, y de pronunciar según la edición antigua del Antifonario Romano Infund' amorem, cosa que parecía estar en oposición con lo dispuesto en la nueva edición vaticana del
mencionado Antifonario, se elevó a la S. C. de Ritos la siguiente consulta, para que resolviese
esta duda:
«A sacra Rituum Congregatione pluries expostulatum fuit: An regula descripta in Antiphonario Vaticano circa syllabas hypermetricas, quae frecuenter occurrunt in cantu hymnorurn,
scilicet quod ipsae non elidantur, sed distinctae pronuncientur propriaque nota cantentur,
stricte et rigurose interpretanda sit, vel e contra liceat etiam ipsas syllabas elidere, presertim si
in praxi id facilius et convenientus censeatur?»
Et sacra eadem Congregatio, audita specialis Commissionis pro cantu Iiturgico gregoriano sententia, propositae quaestioni, re sedulo perpensa, itta rescribendum censuit: Negative ad
primam partem, affirmative ad secundam. –Atque ita rescripsit et declaravit, die 14 maii
1915. = A. Card. Vico, Pro-Praefectus. = L. ✣ S. =† Petrus Lafontaine, Patriarcha electus
Venetiarum, Secretarius»1.
Queda pues resuelto que es lícito elidir las sílabas hipermétricas en el canto de los himnos, especialmente si en la práctica se considera esto más fácil o más cómodo; y por lo tanto
no se ha de interpretar estricta y rigurosamente la regla del Antifonario Vaticano, según la
cual no deben elidirse, sino pronunciarse distintamente las
1
Ex Acta Apost. Sedis, Vol. VII, num. 9, pag. 237.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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sílabas hipermétricas, que con tanta frecuencia ocurren en los himnos.
Fr. Juan Araiz de la Purísima Concepción
III
ACTA BENEDICTI PP. XV
Constitutio Apostolica
De sacro ter peragendo in die sollemnis commemoratonis
Omnium fidelium defunctorum1
BENEDICTUS EPISCOPUS SERVUS SERVORUM DEI
Ad perpetuam rei memoriam
Incruentum Altaris sacrificim, utpote quod a sacrificio Crucis nihil natura ipsa differat,
non modo caelitibus afferre gloriam, et iis qui in miseriis hujus vitae versantur ad remedium
et salutem prodesse, sed etiam ad animas fidelium qui in Christo quieverint expiandas quamplurimum valere, perpetua et constans Ecclesiae sanctae doctrina fuit. Huius vestigia et argumenta doctrinae, quae quidem, saeculorum decursu, tum christianorum universitatem praeclarisimis affecit solaciis, tum optimum quemque in admirationem infinitae Christi caritatis rapuit, in pervetustis latinae et orientalis Ecclesiae Lilurgiis, in scriptis Sanctorum Patrum, denique in pluribus antiquarum Synodorum decretis expressa licet et manifesta deprehendere. Id
ipsum autem Oecumenica Tridentina Synodus solemniore quadam definitione ad credendum
proposuit, cum docuit «animas in Purgatorio detentas fidelium suffragiis, potissimum vero
acceptabili Altaris sacrificio iuvari», eosque anathemate percutit, qui dicerent, sacrum non
esse litandum «pro vivis et defunctis, pro peccatis, poenis, satisfactionibus et aliis necessitatibus». Neque vero rationem agendi huic docendi rationi dissimilem unquam secuta est pia Mater Ecciesia; nullo enim tempore destitit Christifideles vehementer hortari, ne paterentur, defunctorum animas iis carere utilitatibus, quae ab eodern Missae sacrificio uberrime profluerent. Qua tamen in re hoc laudi Christiano populo verti debet, nunquam eius pro defunctis
studium industriamque defuisse: ac testis Ecclesiae
1
Ex Acta Apost. Sedis, Vol. VII, num. 14, pag. 401.
690
Boletín Oficial
historia est, cum fidei caritatisque virtutes altius insiderent animis, actuosiorem tunc operam
et reges et populos, ubicumque patebat catholicum nomen, in eluendas Purgatorii animas contulisse.
Ea ipsa profecto effecit tam incensa maiorum pietas, ut, piura ante saecula, in Regno
Aragoniae, consuetudine paulatim inducta, die Sollemnis Commemorationis omnium defunctorum sacerdotes saeculares sacrum bis peragerent, ter vero regulares; quod privilgium Decessor Noster immortalis memoriae Benedictus XIV non modo, iustis de causis, confirmavit,
verum etiam, rogatu Ferdinandi VI Hispaniarum Regis Catholici, itemque Joannis V Lusitaniae Regis, Litteris Apostolicis, die XXVI mensis Augusti a. MDCCXLVIII datis, ita produxit, ut cuilibet sacerdoti e regionibus utrique Principi subiectis facuItatem faceret ter eadem
in Sollemni Commemoratione litandi.
Procedente autem tempore, permulti, tum sacrorum Antistites, tum ex omni ordine cives,
iterum et saepius supplices preces Apostolicae Sedi adhibuerunt, uti eiusmodi privilegio ubique gentium liceret uti: eademque de re a proximis Decessoribus Nostris et a Nobismetipsis,
in hisce Pontiticatus Nostri primordiis, postulatum est haud semel. Nec vero dixeris causas,
quae ad propositum olim afferrentur, iam nunc defecisse: quinimmo et exstant adhuc et ingravescunt in dies. Etenim Christifidelium, qui Missas in defunctorum solacium celebrandas vel
quovis modo statuerint vel testamento legaverint, pia haec instituta et legata dolendum est
partim deleta esse, partim ab iis neglegi qui minime omnium debeant. Huc accedit, ut ex iis
ipsis, quorum explorata religio est, non pauci redituum imminutione cogantur, ad contrahendum Missarum numerum, supplice Apostolicam Sedem adire.
Nos igitur, denuo conscientiam eorum graviter onerantes, qui suo hac in re officio non satisfaciant, caritatem in defunctorum animas, qua vel a pueris incensi sumus, vehementer impellimur, ut omissa cum ingenti earum detrimento suffragia quantum, in Nobis est, aliquo
pacto suppleamus. Ea quidem miseratio hodie maiorem in modum Nos permovet, cum, Iuctuosissimi belli facibus Europae fere omni admotis, cernimus ante Nostros paene oculos tantam hominum copiam, aetate florentium, immaturam in proelio mortem occumbere; quorum
animabus expiandis etsi defutura non est propinquorum
de Agustinos Recoletos de Filipinas
691
pietas, eam tamen necessitati parem quis dixerit? Quandoquidem vero communis omnium
Pater divino consilio facti sumus, filios vita functos, Nobis carissimos et desideratissimos,
volumus, paterna cum largitate, congesti e Christi Iesu meritis thesauri abunde participes efficere.
Itaque, invocato coelestis Sapientiae lumine auditisque aliquot Patribus S. R. E. Cardinalibus e Sacris Congregationibus de disciplina Sacramentorum et Sacrorum Rituum, haec quae
sequuntur in perpetuum statuimus.
I. Liceat omnibus in Ecclesia universa Sacerdotibus, quo die agitur Solemnis Commemoratio omnium fidelium defunctorum, ter sacrum facere; ea tamen lege, ut unam e tribus Missis
cuicumque maluerint aplicare et stipem percipere queant; teneantur vero, nulla stipite percepta, aplicare alteram Missam in suffragium omnium fidelium defunctorum, tertiam ad mentem
Summi Pontificis, quam satis superque declarabimus.
II. Quod Decessor Noster Clemens XIII Litteris die XIX mensis Maii a. MDCCLXI datis
concessit, id est ut omnia altaria essent eo ipso Sollemnis Commemorationis die privilegiata,
id, quatenus opus sit, auctoritate Nostra confirmarmus.
III. Tres Missae, de quibus supra diximus, sic legantur, quemadmodum fel. rec. Decessor
Noster Benedictus XIV pro Regnis Hispaniae et Lusitaniae praescripsit.
Qui unam tantumodo Missam celebrare velit, eam legt quae in Missali inscribitur legenda
in commemoratione omnium fidelium defunctorum; eamdem adhibeat qui Missam cum celebraturus sit, facta ei potestate anticipandae alterius et tertiae.
IV. Sicubi acciderit, ut Augustissimum Sacramentum sit expositum pro Oratione XL
Horarum, Missae de Requie, cum vestibus sacerdotalibus coloris violacei necessario dicendae
(Decr. Gen. S. R. C. 3177-3864 ad 4), ne celebrentur ad Altare Expositionis.
Quod reliquum est, pro certo habemus fore, ut omnes catholici orbis Sacerdotes, quamquam sibi licebit die Sollemnis Commemorationis omnium fidelium defunctorum semel tantum litare, velint libenter studioseque insigni privilegio uti quod largiti sumus. Impense vero
omnes Ecclesiae filios hortamur, ut, memores officii, quo erga fratres, Purgatorii igne cruciatos, non uno ex capite obligantur,
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frequentes eo die sacris, summa cum religione, intersint. Ita futurum certe est, ut, immensa
refrigerationis unda ex tot salutaribus piacutis in Purgatorium defluente, frequentissimae quotannis defunctorum animae inter beatos triumphantis Ecclesiae caelites feliciter cooptentur.
Quae autem hisce Apostolicis Litteris constituimus, eadem valida et firma perpetuo fore
edicimus, non obstante quavis lege, antehac lata a Decessoribus Nostris, de Missis non iterandis.
Datum Romae apud Sanctum Petrum die X mensis Augusti anno MCMXV, Pontificatus
Nostri primo. = P. Card. Gasparri, a Secretis Status. = Ph. Card. Giustini, S. C. de Sacramentis Praefectus. =Loco ✣ Plumbi. =Visa, M. Riggi, C. A., Not. = Reg. in Canc. Ap., N. 78/15.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CORRESPONDENCIA DE NUESTROS MISIONEROS
Siaton: una vuelta por los pueblos
del Sur de Negros Oriental1
¡Qué mala impresión me produjo la entrada en dicho pueblo! El único camino, que desde
la playa conduce al pueblo, y que medirá un kilómetro y medio, es de lo más infernal que
pensarse puede. No da uno un paso sin que no se hunda de medio cuerpo para abajo en uno de
los muchos barrizales que hay en él, sobre todo cuando llueve; pero como allí no hay vehículos ni nada parecido, no tuve más remedio que dar a mi bata el maletín de viaje y echarme
casi a nadar por entre aquellas lagunas, llegando como es de suponer al Convento, en donde
tuve que despojarme de todo cuanto Ilevaba encima de mi cuerpo: el pueblo no presenta mejor aspecto; sin calles ni calzadas, diseminadas acá y acullá sus casas, y éstas viejas y pequeñas, rodeadas de una vegetación selvática, dan al pueblo un aspecto montaraz y silvestre, del
que participan sus mismos moradores.
Es un pueblo muy antiguo y tiene una Iglesia regular y un Convento muy bueno, obra toda del P. Adán, Recoleto, cura que fué del
1
Véase pág. 665.
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Boletín Oficial
pueblo muchos años. En otro tiempo existió frente a la Iglesia un edificio-cuartel de la guardia
civil, que hoy, no es más que ruinas. Como la mayoría de os pueblos de Filipinas, no tiene
Siaton que registrar hechos memorables; sin embargo, aunque no de gran transcendencia, registra uno que voy a narrar siquiera para dar conocer algo de lo que es la gente del país. Era
por el año 1888, cuando un sujeto natural de Zamboanguita, que se llamaba a sí mismo Bojaüe, que quiere decir tromba, se proclamó Dios de aquella gente, diciendo que él no tenía
miedo a nadie y que las balas de los castilas no hacían mella en su cuerpo. Tales trazas se dió
y tales patrañas inventaba, que sus paisanos asaz crédulos y dados a todas esas supercherías,
le seguían hasta el punto de que aquello tenía ya el carácter de sedición pues ya eran muchos
los que le seguían, y se habían retirado a los montes armados de bolo y lanza, motivo por el
que el mismo Capitán General D. Valeriano Weyler con unas cuantas compañías tuvo que ir a
darle una batida, que dió por resultado la disolución de aquellos núcleos, mas no la captura
del cabecilla Bojaüe, que tuvo lugar más tarde en el pueblo de Zamboanguita.
De la revolución acá, poco de particular ofrece el pueblo Siaton. También por allí pululaban algunos revolucionarios que trataron de impedir que el primer Padre nuestro que fué allí
después de la revolución, el P. Tiburcio Fernández, continuase en el pueblo, para lo que le
molestaban cuanto podían: me han dicho que en la misma noche de Navidad, estando dicho
Padre celebrando la misa que llaman del gallo, esos malvados pusieron en la misma puerta de
la Iglesia una tienda de tuba o vino del país, fin de estorbar cuanto pudiesen el santo sacrificio
de la misa: mas como el Padre no se impacientase contra ellos, desistieron de sus tonterías y
el Cura Párroco, P. Juan Lorenzo, que sustituyó inmediatamente al Padre Tiburcio, vive muy
tranquilamente en su Siaton, muy querido de sus feligreses, muy enamorado de su pueblo,
hasta el punto de que habiendo sido trasladado al pueblo de Dumaguete, capital de la Provincia, y mucho mejor Parroquia, suplicó a los Superiores y obtuvo de ellos dejar esta última y
volver a sus antiguos lares do Siaton.
Estando allí en tan grata compañía me avisaron del pueblo de Tolong que fuese, que era
necesaria mi presencia; y he aquí a un
de Agustinos Recoletos de Filipinas
695
fraile que apenas tiene un rato tranquilo y sosegado, vienen a turbar su paz obligándole a
hacer un viaje de unos ciucuenta a sesenta kilómetros que median entre los dos pueblos: esta
es la vida y más la vida del fraile, vida de abnegación y sacrificio. Al instante se dieron las
órdenes oportunas para que preparasen un sacayan o parao pequeño, el rancho necesario para
un servidor y grumetes y algunas otras cosillas necesarias e indispensables para el viaje; todo
preparado y dispuesto, Dios dispuso otra cosa, fué que el tiempo empeorase y los grumetes
dijeron que el parao no podía salir. No desmayé; sino que con la buena voluntad que tenía
sacudí la pereza y determiné salir a la mañana siguiente andando.
Me acompañaba en mi expedición el sspañol D. Timoteo Moreno y un Sacristán que llevaba mi maletín; por desgracia nos olvidamos del rancho que teníamos preparado y sólo
cuando habíamos andado unos kilómetros, nos dimos cuenta de que sólo llevábamos dos pastillas de chocolate: ¡valiente cosa para tres hombres! A la orilla de cristalino río despachamos
las dos raciones de chocolate que más nos sirvieron de dulce aperitivo, que de racional sustento, y de esta manera seguimos andando kilómetros y kilómetros bajo la acción de un sol que
derretía hasta las mismas piedras, un sol tropical que no sacaba chispas de nuestro cuerpo,
pero sí abundante y copioso sudor, cuando he aquí que la Divina Providencia en forma de una
vieja nos invitó a que pasásemos a su casa, pues celebraba aquel día la boda de su hijo: cátate,
le dije a mi compañero, estamos de enhorabuena; las bodas de Camacho; me parece que no
tendremos aquellos capones que tanta envidia dieran a Sancho, pero no faltarán el baiii y la
morisqueta consabida, que a estómagos hambrientos como los nuestros sabrán mejor que el
tocino del cielo, los merengues monjiles, y otros bocados exquisitos con que se regalan los
golosos y los que no lo son cuando a mano los tienen. Y de baiii y morisqueta acompañados
de sendos tragos de agua pues allí el tinto no se conoce llenamos nuestros estómagos, y cumplido el deber de gratitud para con aquella pobre vieja que tan bien se había portado con nosotros y en circunstancias tan críticas, emprendimos de nuevo nuestro viaje.
Hacer un viaje a pie de cincuenta kilómetros, aun en países como España, en donde la
temperatura fría parece convidar al
696
Boletín Oficial
cuerpo al ejercicio y al movimiento y en donde existen buenos caminos, es una empresa que
rara vez se emprende por lo difícil y penosa, dígasenos, cuán penoso sería nuestro viaje por
aquellos andurriales, en los que lo que sirve de camino no es otra cosa que una estrecha senda,
por la que transitan toda clase de animales, sembrada de malezas, a veces cortada por alguna
vertiente que obliga al transeúnte a caminar por la playa, en donde unas veces la arena fofa y
esponjosa, otras grandes pedruscos y afilados guijarros arrastrados a ella por el oleaje hacen
dificultosísima la marcha; y a todo esto los rayos del sol despidiendo fuego y fuego intensísimo… ¡Ah! yo pensé que aquel día finiquitaba; cuando a las seis de la tarde estábamos a la
vista de Tolong y sólo faltaban unos cinco kilómetros para llegar a él, yo no podía más; caí
desfallecido, y allí hubiera continuado a no ser porque una persona caritativa se ofreció a llevarnos al pueblo en un sacayan o parao1 que allí había. Di gracias a Dios y al buen hombre, y
embarcamos. Cuarenta minutos tardamos en llegar al pueblo; más apenas mis pies se posaron
en tierra, cuando un movimiento extraordinario conmovió todo mi cuerpo, y comencé a temblar terriblemente; tenía fiebre; no había duda ninguna; el relente de la tarde me había hecho
daño. Como pude, apoyado en los brazos de mi compañero de fatigas, Sr. Moreno, llegué a
una casita en la que me prestaron una mantà o sábana y gracias a Dios que la fiebre desapareció pronto; a los diez minutos estaba bien; hasta me sentí más animado; y sin perder tiempo
me dirigí a la casa del que reclamaba mis auxilios, que era una pobre mujer, a quien encontré
muy postrada: adminestréla los Sacramentos de Penitencia y Extremaunción, mandé enseguida preparasen todo lo necesario para al día siguiente celebrar el Santo Sacrificio de la Misa y
administrar el Viático a la enferma, y dispuesto todo me retiré a descansar.
En mi vida creo que he dormido mejor que aquella noche, a pesar de que mi cama nada
tenía de cómoda y regalada, pues se reducía a unas cuantas cañas que ellos utilizan para piso
de las casas. El cansancio por una parte, y por otra la satisfacción que sentía por haber llegado
a tiempo a salvar aquella alma, que con tanto
1
Embarcación pequeña.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
697
afán y tanta urgencia pedía los auxilios espirituales, me sumieron en un sueño tan profundo
que ni sentí siquiera que mi cuerpo estaba casi plagado de chinches, hasta por la mañana al
despertarme, que me vi lleno de tan incómodos huéspedes.
Celebrado el Santo Sacrificio de la Misa, viaticada la enferma y muy bien dispuesta, después de tomar un frugal desayuno, emprendimos de nuevo la marcha para el pueblo de Bayauan que es el municipio y que sólo dista de Tolong unos siete kilómetros. De lo que en Bayauan y barrios limítrofes me sucedió, hablaré, Deo volente, otro día.
Convento de Recoletos de Manila 31 de Julio de 1915.
Fr. L. R. de S. E.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CRÓNICA DE NUESTROS CONVENTOS
Y COLEGIOS
DE CEBÚ
Solemne novenario en honor de Ntra. Sra. del Carmen
Si grandiosos y concurridos fueron los cultos que en honor de Ntra. Sra. del Carmen se
celebraron el año pasado en la Iglesia de PP. Recoletos de esta Ciudad, no han sido menos
solemnes los que hemos tenido la dicha de celebrar el presente año. Los pasados fueron una
corona de triunfo, mas a los de este año hay que añadir algunas piedras preciosas para que
resalte más esa corona. Estas piedras preciosísimas han sido el sermón diario y el solemnísimo Triduo que en honra y gloria de Ntro. Augusto Prisionero ha tenido lugar durante el novenario. Habiéndome propuesto dar una corta reseña de estas fiestas, comenzaré por
Los programas.- Dos clases de ellos se hicieron; unos para poner en las puertas de las
Iglesias y otros para repartir entre los devotos en forma de invitación. Los primeros tienen en
la parte superior una preciosa imagen de la Reina del Carmelo con una nube en los pies y dos
angelitos en ademán de querer subirse al cielo a su Reina y Señora. Lleva el Santo Escapulario en la mano en actitud de darlo a sus devotos convidándoles con estas palabras: Tomad y
vestid esta preciosa librea para que no perezcáis en las llamas eternas. Un poco más abajo, y
en letras grandes se lee: Solemne Novenario y Triduo; (y en letras más pequeñas) que los PP.
Recoletos de
de Agustinos Recoletos de Filipinas
699
esta ciudad celebrarán en honor de Ntra. Sra. del Carmen entre los días 10 y 18 de Julio de
1915. Sigue el orden de la novena y termina convidando a los fieles se dignen con su asistencia honrar a tan amorosa Madre y así puedan ganar las indulgencias concedidas a cada uno de
los actos.
La segunda clase de programas, o sea, los que se hicieron para invitación, son de cartulina, y tanto las letras como el bonito grabado de nuestra Madre del Carmelo que llevan en su
portada están artísticamente dorados.
Repartióse estos programas entre personas piadosas, quienes lo recibieron con muestras
de regocijo, y como se acercaba el tiempo de comenzar la novena, se pensó en
El adorno del templo.- Para esto se colocó en el altar mayor un bonito pabellón que contenía los colores de la bandera española. En el centro se puso el altar de plata que solamente
se pone en las grandes solemnidades. Varias señoras devotas de María Santísima lo adornaron
con multitud de flores naturales, que esparcían una fragancia muy agradable por toda la Iglesia. Tamhien supieron estas piadosas mujeres escoger artísticos ramos de flores artificiales
con los que completaron de adornar el altar galanamente. Luego repartieron por toda la Iglesia
escogidas macetas con hermosas y variadas plantas, pareciendo la Iglesia un ameno y delicioso jardín.
El camarín de nuestra Madre del Carmelo estaba iluminado con ocho bombillas eléctricas, que cual ocho astros de primera magnitud, despidiendo brillantes resplandores adornaban
la bendita imágen de María. El Cuerpo de la Iglesia estaba iluminado con cinco focos de 400
bujías cada uno y encima de la celosía del coro había otro de 200, con esto y la multitud de
candelas quedaba la Iglesia completamente iluminada. La fachada del templo lucía también
diez y siete bombillas de 25 bujías y en el centro del pórtico destacaba otro foco de 200.
Todo estaba preparado; sálo faltaba dar principio a la novena. Se acercaban las 5 y 1/2 de
la tarde del día 10 de Julio, hora que anunciaba el programa, y media hora antes las cuatro
hermosas campanas que tiene la torre de Recoletos anunciaban con sus ecos armoniosos, que
se perdían en el espacio, que el novenario a nuestra amorosa Madre del Carmen comenzaba
aquella dichosa tarde.
700
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Principiaron a acudir a la Iglesia devotos de María y tanta fué la concurrencia que el templo era demasiado pequeño para cobijar bajo su techo a tantos corazones generosos que ardían
en deseos amorosos de honrar a Nuestra tierna Madre.
A las cinco y media comenzó la función en la forma siguiente: Rosario, Letanía cantada,
Novena, Gozos, Sermón y Salve. Para terminar se cantó una bonita despedida con que quedó
terminada la función en el día primero. Los días siguientes se hizo todo como en el primero,
excepto el día 15 que se dió principio con unas solemnísimas vísperas cantadas.
Predicaron durante el novenario los Padres siguientes:
Día 1.º– R. P. Fr. Victoriano Tarazona, Prior de Recoletos.
Día 2.º– R. P. Fr. Bartolomé S. Roman. Agustino Calzado,
Día 3.º– R. P. Vicente Rallos, Clérigo, Coadjutor de la Catedral.
Día 4.º– R. P. Emiliano Mercado, Párroco de S. Nicolás.
Día 5.º– R. P. Eleuterio Villamor, Clérigo.
Día 6.º– R. P. Jesús María Cuenco, id.
Día 7.º– R. P. Valerio Rodrigo, Prior del Convento del Santo Niño.
Día 8.º– R. P. Mariano Lasa, Recoleto.
El día 16, fiesta de Ntra. Sra. del Carmen, desde el punto de la mañana, estaba el templo
lleno de personas piadosas, suspirando muchas de ellas por recibir dentro de sus corazones a
Jesús Sacramentado; era el día destinado para la Comunión general. Hubo misas rezadas hasta
las siete y media y en todas ellas se repartió el Pan de los Ángeles a la muchedumbre de fieles
que se acercaron a la Sagrada Mesa.
El día 15 a las cinco a. m. comenzó el Triduo, exponiéndose S. D. N. hasta cerca de las
siete de la tarde que se hacía la reserva, después de terminada la función; y asimismo los días
16 y 17. Envidia tenía yo (pero una envidia santa) a aquellas fervorosas personas, que, sin
mirar al grande calor que hacía en algunas horas del día, corrían presurosas a postrarse ante
Jesús Sacramentado, expuesto durante cuarenta horas. ¡Oh, almas que tanto amáis a Jesús!
pedidle por mí para que yo le ame mucho también.
Todos los días durante la novena hubo misa cantada a las seis y media, excepto el 16 y 18
que fué un poco más tarde.
En este día 16, fiesta de Ntra. Señora del Carmen, la misa comenzó
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a las 8 a. m. con asistencia del Ilmo. Sr. Obispo de esta Diócesis y representación del Clero,
tanto secular como regular. Ofició de Preste el R. P. Fr. Bartolomé S. Román, Agustino Calzado, ayudado por el R. P. Fr. Manuel Fernández de la misma Orden, y por el R. P. Venerando Reynes, Coadjutor de la Parroquia de S. Nicolás. El Coro estuvo a cargo de los cantores y
músicos de la Catedral, bajo la inteligente batuta del R. P. Eleuterio Villamor, quienes a toda
orquesta interpretaron sabiamente la misa de Sta. Teresa.
Después del Evangelio ocupó la Sagrada Cátedra el R. P. Fr. Mariano Lasa, Agustino Recoleto, quien con palabras elocuentes y llenas de unción tuvo pendiente de sus Iabios al numeroso auditorio por espacio de media hora. Habló del origen del Santo Escapulario en general,
y en particular de cómo y quiénes fueron los que introdujeron la devoción a la Virgen del
Carmen en estas Islas Filipinas, que fueron los Agustinos Recoletos; sacando de aquí materia
para cantar las glorias de nuestra Recoleción Agustiniana: y terminó su hermoso sermón exhortándonos a todos a todos a que acudamos en todas nuestras necesidades a María Santísima
del Carmen, que Ella nos librará de todos los peligros en esta vida, y por último nos alcanzará
la corona de la gloria.
El día 18 a las 4 de la mañana una banda de música recorría las calles tocando alegre diana; y bien la interpretaron los devotos del Carmen, pues al momento se llenó la Iglesia de
fervorosos hijos, que acudían presurosos a honrar a tan bondadosa, compasiva y misericordios
Madre.
A las 8 a. m. se cantó a toda orquesta solemne misa, oficiando de Preste el R. P. Fr. Mariano Lasa, y dos seminaristas de Ministros. E! sermón estuvo este día a cargo del R. P. Fr.
Victoriano Tarazona, Prior de nuestro Convento de Cebú; el que habló de la educación de la
juventud, encargando a los padres de familia que examinen con detención a qué escuelas
mandan a sus hijos, y terminó recomendando la devoción a la Sma. Virgen, diciendo que él
tenía por cosa casi segura que, mientras se conserve la devoción a la Madre de Dios, habrá fe
y religión en Filipinas, pero, si por desgracia esta devoción llegase a desaparecer, todo lo creía
perdido; con estas exhortaciones tuvo estáticos a multitud de fieles por espacio de cuarenta
minutos.
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La función de la mañana, gracias a Dios, se había terminado a satisfación de todos; mas
faltaba todavía que completarse la corona de este solemnísimo novenario; era preciso realizar
un acto grandioso y éste se llevo a cabo por medio de
La Procesión.- Ha sido una verdadera manifestación de fe. En la tarde de este día 18 se
tocaron las campanas a las 4 y 1/2 y a las 5 se rezó el Santo Rosario y la novena. Una hora
después el Diácono entonó el procedamus in pace, y acto seguido se puso en marcha la grandiosa procesión. Precedíala una elegante bandera de seda blanca que contenía en su fondo una
M artísticamente bordada. Seguían las preciosas imágenes de Santa Bárbara, San Simón Stock
y San Ramón Nonato, sobre sus elegantes andas de plata bellamente adornadas. Seguía la
hermosa imagen de Santa Lucía en su gallardo carro de madera, pintado elegantemente y
adornado con un sin número de luces. Detrás se colocó la banda de música del Arrabal de S.
Nicolás, la que con escogidas marchas procesionales honraba en alto grado la procesión. Luego seguía el carro donde aparecía bellamente engalanada la imagen de San Elías Profeta con
espada en mano desenvainada, recordándonos la lucha que habrá de sostener con el Anticristo
al fin de los siglos. Seguía la bendita imagen del Casto Esposo de María, llevando de la mano
al Niño Jesús, y luciendo su precioso vestido de terciopelo bordado en oro y piedras preciosas, que con las clarísimas y blancas luces de carburo reflejando sobre el vestido, despedia
brillantes resplandores.
Acto seguido iba el estandarte de la Sma. Virgen del Carmen, y a continuación aparecía
majestuoso el magnífico carro de metal blanco, adornado con vistosos ramos de flores y limpísimas virinas; y en la parte superior, entre 16 luces blanquísimas de carburo, se veía radiante y bella la hermosísima imagen de la gran Madre de Dios, de la Emperatriz de Cielos y Tierra, la Sma. Virgen del Carmelo. Detrás seguía el Preste y Ministros, y por último, cerrando el
brillante cortejo, iba la gran banda municipal, la que con armoniosas notas, desempeñó notablemente su papel. Todo delicado obsequio de personas devotas de María Santísima.
Organizada así la procesión, recorrió largas y espaciosas calles entre apretadas filas de
devotos cebuanos y miles de espectadores, mientras que otros se asomaban a las ventanas,
arrojando copiosa
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lluvia de flores sobre la Sagradas imágenes. Muchas casas lucían en sus fachadas vasitos de
luz, eIegantes farolitos de papel multicolores o bombillas eléctricas, y adornaban sus ventanas
y calles hermosas palmas y centenares de banderitas, sobresaliendo entre la muchedumbre de
ellas, los colores de la bandera española. Se oía de trecho en trecho una revolución de reventadoes saludando con sus salvas a María; y por todas partes multitud de luces de bengala de
vistosos colores, llenando el ambiente el humo que despedía la pólvora. Y así la bendita imagen de María recorría trunfante aquellas calles tan bellamente adornadas.
La tarde no podía estar más a propósito: el cielo aparecía claro y sereno, reinando una
completa calma; así se pudo disfrutar en el silencio de la noche, de la brillante perspectiva
producida por la multitud de candelas encendidas, significando en estas luces la fe viva que
reina en el corazón de los cebuanos y el ardiente amor que profesan a Nuestra Amorosa Madre del Carmelo.
Cerca de dos horas hacía que la grandiosa procesión había salido de la Iglesia, cuando las
campanas de la torre anunciaban que ésta llegaba. Después de incensar el Preste ante la bendita imagen de la Reina de los Ángeles María Sma. del Carmen, entró en la Iglesia; y, con el
versillo y oración a nuestra Madre y Abogada, terminaron los cultos anunciados en el programa.
Siguió después una alegre serenata en la puerta del Convento por la gran «Banda Municipal» tocando escogidas piezas españolas, hasta cerca de las doce, hora en que se apagaron las
luces, cesando con esto las fiestas que los PP. Recoletos de Cebú, ayudados por personas piadosas, han celebrado en honor de Ntra. Sra. la Santísima Virgen del Carmen.
Esta Divina Madre nos bendiga a todos, pero muy en especial a esas personas entusiastas
de sus glorias que tanto han contribuido a honrarla con su peculio y trabajo. –Cebú. Julio de
1915. –Un devoto.
DE MONTEAGUDO
Uno de los acontecimientos que, de más honra y gloria a la vez que de alegría y contento
llenan hoy a nuestra sagrada Recolección,
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es sin duda el de la profesión de los siete jóvenes pertenecientes al noviciado de este año, acto
que tuvo lugar en la capilla de este Colegio el día 18 de Agosto en las primeras horas de la
mañana. Llegada la hora designada y precedidos de su Maestro, salían a la Iglesia los siete
profesandos, impresa en sus rostros la dulce satisfacción de que estaban poseídos, a realizar el
sublime acto del que seguramente guardarán en sus corazones grato e imperecedero recuerdo.
Terminado que hubo nuestro R. P. Rector su breve pero sentida plática procedióse a la emisión de los votos en la forma acostumbrada, e inmediatamente cantóse con toda solemnidad el
Te Deum durante el cual hubieran visto nuestros lectores agolparse a los ojos, tanto de los
jóvenes como de sus familias y demás circunstantes que se dignaron honrar el acto con su
presencia, abundantes lágrimas, producidas por la dulce y viva emoción que a todos embargaba; todo lo cual unido a las argentinas y armoniosas notas que al escapar del órgano herían
delicadamente nuestros oódos, ofrecía a la vista un cuadro tan lleno de dulzura y poesía que
en vano tratara un Murillo de hacérnoslo ver retratado en sus hermosos y expresivos lienzos.
Terminó el acto con los apretados y afectuosos abrazos que en día tan memorable es costu bre
darse los Religiosos, en testimonio de que nuestra y amada gloriosa Recolección nos admite
benigna en su seno.
He aquí los nombres de los siete recién profesos:
Fr. Fabián Otamendi García de la Concepción.
Fr. Pedro GaIdeano Álvarez de la Concepción.
Fr. Fermín Samanes Muñoz del Carmen.
Fr. Eulogio Lizaso Echazo de S. José.
Fr. Sabino Elizondo Echeverría de la Concepción.
Fr. Gabriel de la Torre Ojeda de la Sagrada Familia.
Fr. Celestino Atucha Goicoechea del Carmen.
¡Que el Señor dé a tan dichosos jóvenes la gracia de la perseverancia, y, afianzando sus
vocaciones, sigan entusiastas y animosos las huellas de N. G. P. S. Agustín, para continuar la
gloriosa historia de nuestra amada Recolección!
No menos digna de notarse es también la solemne función del día de nuestro Santo Fundador, de suyo grande, realzada este año con un acontecimiento a la vez que sublime y grandioso, patético y familiar.
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En efecto: éste era el día designado para subir por primera vez las gradas del altar un digno
hijo de tan excelso Patriarca. El día 27 de Agosto y precedido de los oficiantes, salía de la
sacristía el héroe de la fiesta, el nuevo sacerdote, hijo de Monteagudo, Fr. Juan Martínez de la
Virgen del Camino, a oficiar de Preste en las vísperas de N. P. S. Agustín, como preparación
para el día siguiente por él tan suspirado. Llegado el día 8 entre el alegre voltear de las campanas y entre las aclamaciones de entusiasmo que el noble pueblo de Monteagudo le dirigía
en masa, acercóse nuestro P. Fr. Juan al altar en que había de ofrecer el augusto y sacrosanto
Sacrificio. Ofició de padrino de capa nuestro querido P. Rector, que tan complaciente se ha
mostrado con su nuevo ahijado y de diácono y subdiácono los PP. Fr. Pedro Ibáñez y Fr. Daniel Delgado respectivamente. Ocupó la sagrada cátedra el R. P. Aurelio Lacruz, quien con la
unción y gracia que le es peculiar, demostró hasta la evidencia la «inefable potestad del sacerdote cuando confiesa y cuando consagra»; no sin dejar de hacer, por vía de exordio, un breve
pero elocuente elogio de N. P. S. Agustín. A continuación de la Misa cantóse solemnemente
el Te Deum en acción de gracias, e inmediatamente se procedió al besamanos, que resultó
sobremanera brillante.
La capilla de este colegio, que a pesar de haber perdido valiosísimos elementos con el reciente traslado de los corisias teólogos a Marcilla, había interpretado magistralmente la Misa
de Cicognani a tres voces, amenizó el besamanos con el grandioso himno a Nuestro P. S.
Agustín, original del P. Fr. Miguel Avellaneda.
El día 9 del actual, después de celebrar la fiesta de su Patrona nuestra amantísima Madre
la Virgen del Camino, partió de aquí el P. Juan para Marcilla, adonde fué a predicar el sermón
de San Nicolás, Titular de nuestra santa Provincia. Con él partió el joven corista Fr. José López de la Concepción, quien, por prescripción del Dr. Palomar, especialista en enfermedades
de la vista, debe suspender por ahora sus estudios, y, según he sido informado, el día 11 pasó
al Colegio Preparatorio en compañía de los dos Doctores Romanos PP. Fr. Pedro de la Dedicación y Fr. Juan Martínez, destinados para la enseñanza en el referido Colegio. El Señor les
dé acierto en el desempeño de su cometido.
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También hay que decir algo siquiera de las tradicionales fiestas de Nuestra Señora del
Camino y su novenario. Este año, como siempre, ha reinado la mayor animación y entusiasmo, peculiares del pueblo de Monteagudo y su comarca tratándose de honrar a la Madre de
Dios en tan tierna y simpática advocación. Engalanada variada y artísticamente la modesta
capilla de tal manera que semejaba un agradable paraíso, dió comienzo la misa con la solemnidad de costumbre, en la que ofició de Preste el R. P. Rector de este Colegio, ayudado de los
jóvenes sacerdotes Fr. Juan Martínez y Fr. Francisco Frías que oficiaron de diácono y subdiácono respectivamente. En el coro se cantó primorosamente la grandiosa misa «Mater amabilis» de HaIler a tres voces. EI sermón estuvo a cargo del R. P. Fr. Miguel López, Vicerrector
de este Colegio, en cuyo elogio todo lo que dijéramos sería una mera y tenue pintura de lo que
fué en realidad: baste decir que muchos de los circunstantes no pudieron contener las lágrimas
que asomaban a sus ojos. La concurrencia de los fieles fué no sólo de Monteagudo sino también inmensa de los pueblos circunvecinos. El Ayuntamiento y banda municipal de Monteagudo honraron la fiesta con su presencia. Por la tarde, a las seis y minutos, comenzó la novena
en honor de Nuestra Señora del Camino, que resultó tan brillante, que en nada tuvo que envidiar a la función de la mañana, pues en nada disminuyó la afluencia de gente, sino que por el
contrario todavía aumentó. Las letanías y gozos que se cantaron en el coro resultaron superiores, demostrando la moderna capilla en este y en los demás días del novenario, que en nada
tiene que envidiar a la antigua en el entusiasmo, gracia y gusto con que lo hace, merced al
empeño y entusiasmo con que todos, y en especial nuestro nuevo y simpático director Fr. Aurelio Galán de la Concepción, lo hemos tomado.
Pero lo que más llama la atención y que, podríamos decir, constituye un número especial
de la novena, para Monteagudo, es sin duda el precioso himno compuesto por el joven corista
Fr. Alejandro Osés de la Concepción, en el que ha dado muestras de sus grandes dotes musicales: este himno cantado por el pueblo en masa, sin distinción de edades y de personas,
hácenos recordar gratamente que todavía no han pasado aquellos tiempos en que la multitud,
hondamente conmovida, entonaba a coro los salmos de David; sino
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que por el contrario, ore et corde suo benedicentes, sienten en el corazón lo que dicen con la
boca. Pruebas de esto son las muchas ofrendas que en estos días ha presentado Monteagudo a
su amada Reina María del Camino, entre las cuales merecen especial mención dos preciosos
mantos en los que se echa de ver, además de la piedad y devoción de las señoras que los han
regalado, el gusto exquisito que han demostrado en su trabajo. EI último día del novenario,
según piadosa costumbre, subió el pueblo a adorar a la Virgen en su precioso e iluminado
camarín, donde sobre escabel de nubes y serafines tiene su real trono tan graciosa y risueña
Imagen; ¡y allí era de ver la emoción y alegría con que besaban enternecidos el hermoso y
dorado manto de la Virgen, a cuyas plantas todos dejaban sus corazones, sus pesares y alegrías, sus súplicas y demandas, que la Virgen, Madre cariñosísima, y al parecer con la sonrisa en
los labios, gustosa recibía y concedía! Cuadros son estos que enternecen y hacen levantar
nuestro corazón a Dios, que tan benigno se muestra con nosotros, y en los que se echa de ver
una devoción y piedad grata y consoladora en estos calamitosos tiempos.
¡Que María Santísima del Camino colme de sus gracias y bendiciones a esta venerable
comunidad, que tan celosa siempre se muestra por su gloria y esplendor, y a ese su pueblo
escogido que le ha consagrado en cada pecho un altar!
Colegio de Monteagudo 20 de Septiembe de 1915.
FR. F. O. DE LA C.
DE MARCILLA
El 19 del mes pasado decía que para otra crónica parecía se esperaban acontecimientos de
más interés, y a la verdad que no han quedado fallidas mis esperanzas.
Cuatro días después, 23 de Agosto, nos honró con su visita el dignísimo Sr. Obispo de
Hipo y Administrador Apostólico de la Diócesis de Calahorra y la Calzada D. Juan Plaza,
quien, procedente de la capital de la Diócesis por él gobernada, venía para dar Órdenes Sagradas en esta nuestra Iglesia.
A las 8 de la mañana del día 24 de Agosto, cinco agustinos recoletos
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recibían en su almas el carácter de la más grande de las dignidades existentes en el cielo y en
la tierra, el carácter de mediadores entre Dios y los hombres, el carácter sacerdotal. Estos cinco recientemente admitidos en la porción escogida del Señor son los PP. Fr. Juan Martínez de
la V. del Camino, Fr. Domingo Narro de la V. del Prado, Fr. Francisco Frías de la V. del Cortijo, Fr. Vicente Oliet de Sto. Tomás de Villanueva y Fr. Miguel Avellaneda de la V. del Rosario.
Como Su Ilma. debía partir de este Colegio aquella misma tarde, se aprovecharon todos
lo momentos para agasajarle todo lo posible. Al efecto, terminada la refección se improvisó
una especie de veladita literario-musical en la que se leyeron excelentes composiciones en los
idiomas de Sta. Teresa y Cicerón, cantándose también escogidas piezas por el Orfeón del Colegio. EI Ilmo. Sr. Obispo se mostró sumamente complacido, dejándonos a todos gratísimo
recuerdo de su visita.
Los recién ordenados cantaron su primera misa cada uno al lado de sus padres, y según
los informes recibidos puedo asegurar que todas ellas fueron concurridísimas y de extraordinaria solemnidad. Los PP. Juan Martínez y Miguel Avellaneda la cantaron respectivamente en
Monteagudo y en San Millán el 28, festividad de N. P. San Agustín; el día 29, la cantaron los
PP. Domingo Narro y Vicente Oliet, y el P. Francisco Frías la cantó el día 30 del mismo mes.
El M. R. P. Rector del Colegio de Monteagudo Fr. Francisco Ortuoste del Ángel Custodio fué
padrino de capa del P. Juan Martínez, predicando el P. Aurelio Lacruz de la P. Concepción. A
los PP. Miguel Avellaneda, Domingo Narro y Francisco Frías apadrinó el M. R. P. Rector de
San Millán Fr. Marcelino Simonena de S. Luis Gonzaga. El P. Vicente Giménez del Rosario
estuvo encargado del sermón en San Millán y los PP. Domingo Narro y Francisco Frías se
predicaron mutuamente. El clero y pueblo de Forcall, y muy en especial las Religiosas Hermanas de Santa Ana allí establecidas, se esmeraron notablemente en dar a la fiesta del P. Oliet
una solemnidad inusitada.
Volviendo a nuestro Colegio de Marcilla, reseñaré ante todo la función celebrada en la
festividad de N. G. P. S. Agustín. A las dos y media de la tarde del día 27 de Agosto se cantaron por la Comunidad
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solemnísimas Vísperas, oficiando en ellas el M. R. P. Vicario Provincial asistido de los PP.
Vicerrector Fr. Juan Aráiz. Después de los Maitines y a eso de las siete y media reuníase otra
vez la comunidad en el coro para rezar el santo Rosario, terminado el cual se cantó una grandiosa Salve, dándose a adorar a continuación la reliquia de nuestro santo Fundador.
Desde el punto de la mañana del día siguiente fueron llegando personas notables que tuvieron a bien contribuir con su presencia a dar más esplendor a la fiesta: las más dignas de
mención son las representaciones de las comunidades de Carmelitas de Villafranca, Franciscanos de Olite y del Corazón de María de Beire. Cantó la Misa el Sr. Párroco de esta villa D.
Demetrio Bretos, acompañándole un P. Carmelita y otro Franciscano como diácono y subdiácono respectivamente. Del panegírico estuvo encargado el sabio y laureado escritor D. Tomás
de Ascárate Pardo, capellán de la Excma. Diputación de Navarra, quien cantó con tan gran
acierto las glorias del más grande de los santos y sabios, que satisfizo todos nuestros deseos y
nos hizo ver que no eran infundadas las esperanzas que en nosotros habían nacido al saber a
quién se lo habían encargado. A las seis de la tarde, después de haber rezado el santo Rosario,
salió de nuestra iglesia en dirección a la parroquial una lucidísima procesién, a la que asistió
el muy ilustre Ayuntamiento. El numeroso vecindario que la componía formaba dos ordenadas e interminables filas, en medio de las cuales eran conducidas en triunfo las imágenes de
Ntra. Sra. de la Consolación, S. Nicolás y la de nuestro G. P. S. Agustín a la que iba escoltando la Guardia civil de puesto en este Municipio. Después de haber cantado la Comunidad en
la iglesia parroquial la antífona y oración del Titular S. Bartolomé y habernos contestado el
clero cantando la de Nuestro Padre, volvió la procesión de nuevo a nuestra iglesia, dándose
fin a los cultos de aquel día con el magnífico himno a S. Agustín compuesto por el P. Fr. Miguel Avellaneda.
El día siguiente 29 celebramos la festividad de Ntra. Sra. de la. Consolación y Santa Correa, acto al que concurrieron lodos los cofrades de la Correa de María Santísima y otros muchos devotos. Antes de comenzar la santa misa hubo procesión por el atrio del Colegio con la
imagen de la Consolación. Terminado el evangelio, el
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que esto subscribe dirigió la palabra a la Comunidad y fieles exhortando a todos a la devoción
de María y su sagrada Correa.
Había terminado el mes de Agosto pero no terminamos nosotros con él de cambiar de
impresiones.
Una de las más agradables la recibimos el día 2 del corriente con la venida de los Coristas
Franciscanos residentes en la próxima ciudad de Olite. Vinieron con el fin de devolvernos la
visita que nosotros les hicimos en Abril y para mantener y fomentar las simpatías que siempre
han existido entre los hijos de S. Agustín y S. Francisco. Hicimos cuanto nos fué posible por
obsequiarles y ellos se mostraron extremadamente agradecidos.
El día 6 del corriente tuvo lugar en la plaza de este Colegio una escena verdaderamente
conmovedora: fué el abrazo de despedida que dimos a la misión que con rumbo a Venezuela
embarcó en Barcelona el día 10, compuesta de los PP. Manuel Acereda de la P. Concepción,
Domingo Narro de la V. del Prado, Vicente Oliet de Santo Tomás de Villanueva y Miguel
Avellaneda del Rosario. Según una postal fechada en Cádiz por el P. Manuel el día 15, siguen
todos sin novedad, excepto el P. Miguel que se hallaba en cama con calenturas. Hacemos fervientes votos por el total restablecimiento del mismo y porque Dios Nuestro Señor les conceda a todos ellos un felicísimo viaje en todos los sentidos.
A las nueve de la mañana del día siguiente se comenzaba en nuestra iglesia el emocionante acto de la profesión solemne de seis hermanos nuestros llamados Fr. Jesús Ganuza del
Carmen, Fr. Domingo Carceller de la Consolación, Fr. Alejandro Osés de la P. Concepción,
Fr. Félix Alonso de la Inmaculada, Fr. José Monasterio de la Purísima y Fr. Pablo Martínez
de la Virgen del Carmen. Un apretadísimo abrazo de congratulación por tan fausto acontecimiento dió fin a esta conmovedora ceremonia.
El día 10 solemnizamos la festividad de nuestro glorioso Patrón S. Nicolás de Toléntino
con todo el esplendor posible. Hubo procesión con la imagen y reliquia del Santo antes de la
misa. Ofició de Preste el M. R. P. Rector, y terminado el Evangelio subió por primera vez a la
sagrada cátedra el P. Juan Martínez de la Virgen del Camino, quien cantó las glorias de nuestro Santo y probó la grandeza
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del mismo por cuanto supo vencer al demonio, a la carne y a sí mismo. Terminada la misa se
adoró la reliquia.
El día 13 salieron de este Colegio los PP. Julián Arzanegui de la Virgen del Pilar y Francisco Frías de la V. del Cortijo, para reunirse con el P. Víctor Oscoz del Dulcísimo Nombre
de María, y embarcar en Barcelona con rumbo a Filipinas. Detuviéronse en Zaragoza para
pedir su bendición a la Sma. Virgen del Pilar, y el día 18 a las cinco de la tarde levaba anclas
el vapor «Alicante» que los había de conducir al Extremo Oriente. Pedimos y continuaremos
pidiendo al excelso Titular de nuestra provincia, San Nicolás de Tolentino, para que todos los
Misioneros lleguen con felicidad al término de su viaje.
Marcilla 20 de Septiembre de 1915.
FR. R. J. DE LA C.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
DOCUMENTOS IDÉDITOS
RESEÑA HISTÓRICA
de nuestra Provincia de San Nicolás de Tolentino de Filipinas,
desde su origen hasta el año 1750, escrita por el Vble.
P. Rector Provincial Fr. José de la Conepción
(Continuación)1
AÑO DE 1612
25. Por este año solamente faltaba en la costa de Zambales la reducción de los infieles de
un paraje que se llama Sigayan, y que está en la medianía de los Ministerios de Masinloc y
Bolinao, distante diez leguas de entrambos pueblos. Envió el P. Vicario Provincial para esta
empresa al V. P. Fr. Alonso de S Agustín, nacido en la ciudad de Manila, hijo de hábito de
nuestro Convento de San Nicolás de dicha ciudad; era Religioso de mucha virtud y letras: y
tomó nuestro santo hábito ya de edad mayor. Pasó gustoso a Sigayan, y en breve tiempo redujo a muchos infieles aI aprisco del Señor, y con ellos fundó un pueblo, Iglesia y Convento con
el mismo nombre de dicho sitio que es el de Sigayan, y administró en él con gran consuelo y
gozo espiritual de su alma. Hasta que un día que acabó
1
Véase la página 560.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
713
predicar un fervoroso sermón con el deseo de la conversión de algunos infieles obstinados en
sus malas costumbres y tenaces con sus barbaridades, que no era fácil el reducirlos al conocimiento del verdadero Dios; uno de ellos puso manos violentas en dicho V. P. Fr. Alonso de S.
Agustín hiriéndole gravemente con una daga corta y ancha, que en su lengua se llama Igua,
con intento de degollarle y cortarle la cabeza; vicio y crueldad muy común de los Zambales
infieles. Especialmente por haber dado el tajo primero en la capilla, no consiguió el bábaro
luego su intento, que era el dejarle degollado y sin cabeza, pero quedó tan gravemente herido
que le duró muy poco la vida, y entregó gloriosamnete su espíritu a su Señor que le crió. Por
relación del mismo agresor se supo después, que no tuvo más motivo el inicuo parricida para
su grave desacato, que el deseo de verse libre de los sermones que le prdicaba, de los saludables consejos que le daba dicho V. Padre, y de las reprensiones que de su boca oía por sus
muchas culpas y maldades. Con este suceso se alborotaron y amotinaron los compañeros de
dicho agresor, y quemaron el pueblo, iglesia y convento y se huyeron a los montes.
Quedaron algunos indios cristianos que defendieron a dicho religioso y la causa de Dios
Nuestro Señor, y se fueron con el herido al pueblo de Masinloc, donde en breve murió, como
llevo dicho; y quedó el pueblo totalmente abandonado. Después trataron los religiosos e indios le Masinloc de volver a reducir a los levantados, lo cual se consiguió con mucha industria y
trabajo. Se fundó de nuevo el pueblo, la iglesia y el Convento, como estaban antes, y se administraban en él como 700 almas que fueron las que últimamente percibieron la voz del Evangelio. Quedó este pueblo visita de Masinloc, y perseveró en dicho paraje muchos años, hasta
que hallaron por conveniente los ministros de Masinloc el mudarle, como lo hicieron con licencia de este Supremo Gobierno a otro sitio más cercano, llamado Balcac; y últimamente por
mayor utilidad y conveniencia se mudó segunda vez a las riberas de un río, que está cerca de
Balcac y se llama Santa Cruz, donde hoy está con el nombre del mismo río, y se llama el pueblo de Sta. Cruz; es anejo o visita de Masinloc y el pueblo de mejor visita y alegre que tenemos en toda la Provincia.
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26. De lo dicho hasta aquí se viene en claro conocimiento, que en el corto tiempo de los
seis primeros años a costa de infinitas ansias, fatigas y sudores y trabajos de los Recoletos,
convirtieron la inculta selva de tantas y tan fieras bestias Zambales, como había desde dicho
monte de Batán hasta el de Sual, en paraíso ameno de la Iglesia: Que comenzó la predicación
del Evangelio en dicha costa o cordillera con el glorioso martirio del V. P. Fr. Miguel de santa
María en el monte de Batán (pudiendo también llamar mártires a sus compañeros que se refieren en el núm. 14), y acabó tan gloriosa tarea de dicha cordillera con el martirio del V. P. Fr.
Alonso de S. Agustín, según se refiere en el número antecedente: Y últimamente, que desde
dicho monte de Batán hasla el de Sual, comenzando a contar desde el primer pueblo que está
a la entrada de esta ensenada de Manila hasta el último de dicha costa de Zambales, fundaron
nuestros religiosos doce pueblos, los que ahora se mantienen en buen orden y administración
espiritual y temporal en honra y gloria de Dios N. S. y de nuestro Católico Monarca, que son:
Cabcaben, Maribeles, Bagac, Mariumo o Morón, Subic, Cabangan, Iba o Paynaben, Masinloc, Sta. Cruz, Agno, Bolinao y S. José de Casborrán.
27. Se debe aquí advertir que en toda la referida costa de Zambales solamente tenemos
las playas, y todos los doce referidos pueblos están fundados cerca de ellas, y toda la cordillera de montes de dicha costa, que comienza desde Batán y prosigue sin desprenderse por una y
otra banda hasta el de Sual lo habitan infinitos negros infieles y muchos indios Caribes o Cimarrones y mestizos de entrambas naciones, que se llaman Valogas, pero entre ellos hay mucha diversidad de genios y costumbres. Desde el pueblo de Cabcaben hasta el Morong inclusive toda la cordillera de montes es habitada de negros infieles, idólatras, agoreros, supersticiosos y hechiceros, pero muy mansos, dóciles, humildes, tímidos y de genio muy suave. Estos tienen a los indios por superiores, y muchos de ellos o casi todos les sirven como esclavos.
Algunos pagan tributo a S. M. y le reconocen por su Señor. Otros no rinden vasallaje a nadie,
pero no hacen daño alguno. Desde Morong exclusive hasta Santa Cruz todos los montes son
habitados de negros de las mismas costumbres, pero muy feroces, crueles, bárbaros e inhumanos. No conocen ni guardan el derecho natural, tienen apetito innato de
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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matar y cortar cabezas a cualesquiera que encuentran, tengan o no tengan pecado. Entre dichos negros hay tambien muchos indios y mestizos de ellos, de las mismas calidades y costumbres, pero son mansos como los primeros, y no hacen daño a los indios ni a sus pueblos. Y
aunque todos los referidos negros, indios y mestizos de ellos son muy tenaces en la observancia de sus perversos ritos y en seguir las malas costumbres de sus mayores; no obstante eso,
por la predicación de los Religiosos y su continua aplicación y celo se bautizan muchos, aunque no sea sino a la hora de la muerte, y se logra muchos niños moribundos, especialmente de
los que están cercanos a nuestros pueblos de cristianos; porque aunque son fieras y básbaros
en sus costumbres no tienen especial aversión a nuestra Santa Religión Calólica; y así por
punto de religión jamás pelean ni hacen daño; sino por apetito innato y por vivir a su libertad,
sin que nadie los embarace. Por lo que todos los doce referidos de dicha cordillera se tienen y
deben tener por Misiones vivas, pero sin estipendio de Misioneros, porque sólo perciben el
que les corresponde por ministros de los tributos y pueblos que administran. Los indios cristianos de los dichos doce pueblos son los más valerosos, más fieles y leales vasallos de S. M.,
que hay en todas estas islas. Jamás han permitido que entren enemigos de la Real Corona en
sus costas. En tiempos pasados de guerra, intentaron muchas veces lo holandeses su desembarque por sus pueblos y los indios con sus armas siempre les resistieron valerosos, honrándose con la gloria de ser fieles vasallos de su Rey Católico. En muchas ocasiones que han ido
los moros a hostilizar dichos pueblos, los han rechazado, sin permitir el menor daño, y puestos en armas todos los pueblos han obligado siempre a los moros a desistir de su empeño, temeros. Y si todos los indios de las Islas fueran como estos, poco o ningún daño harían los
moros en los pueblos de los cristianos.
FR. JOSÉ DE LA CNCEPCIÓN
(Continuará)
NECROLOGIO
En 23 de Junio último comunicaba N. P. Prior Provincial desde Manila el fallecimiento
del P. Fr. Ildefonso Cabanillas de los Sagrados Corazones, acaecido en nuestro Convento de
aquella ciudad en la misma fecha. Murió nuestro Religioso, dice la Circular, de enfermedad
senil, habiendo recibido los Santos Sacramente de Penitencia, Viático y Extremaunción.
Había profesado el 1.º de Octubre de 1861, y contaba ya cerca de 70 años de edad1.
También ha fallecido en Filipinas el P. Fr. Lorenzo Zapater de San José, de fiebre gripal,
el día 17 de Julio último, según respetable Circular de N. P. Prior Provincial de fecha 21 de
dicho mes. Sobrevínole la última enfermedad en el convento de Cebú, y por la índole del mal
no pudo recibir el Santo Viático, sino solamente los Sacramentos de Penitencia y Extremaunción. Era profeso del año 1875 (13 de Setiembre) y estaba para cumplir 58 de edad2.
R. I. P.
TIP. DE SANTA RITA. – MONACHIL
1
2
Sus datos biográficos constan en el Catálogo de Agustinos Recoletos, página 533.
Vid. Catálogo citado, pág. 619.
Año VI
Noviembre de 1915
Núm. 65
BOLETÍN
DE LA
PROVINCIA DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
REVISTA LITÚRGICO-CANÓNICA
Comentario a la Constitución Apostólica «lncruentum
Altaris sacrificium» de S. S. Benedicto XV
SOBRE LAS TRES MISAS QUE SE PUEDEN CELEBRAR EL DÍA DE LA
CONMEMORACIÓN SOLEMNE DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS1
En el número anterior de nuestro «Boletín» dimos a conocer a nuestros lectores la Constitución Apostólica «Incruentum Altaris Sacrificium» por la que S. S. el Papa Benedicto XV
acaba de conceder a todos los sacerdotes del orbe católico el insigne privilegio de
1
Véase el núm. 64 de nuestro Boletin, pág. 689.
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Boletín Oficial
poder celebrar tres misas de Requiem el día de la Conmemoración solemne de todos los fieles
difuntos.
Hoy vamos a hacer un breve comentario sobre dicha Constitución, fijándonos especialmente en su parte dispositiva, cuyo primer punto dice así:
«I. Liceat omnibus in Ecclesia universa Sacerdotibus, quo die agitur sollemnis Commemoratio omnium fidelium defunctorum, ter sacrum facere; ea tamen lege, ut unam e tribus
Missis cuicumque maluerint applicare et stipem percipere queant; teneantur vero, nulla stipite
percepta, applicare alteram Missam in suffragium omnium fidelium defunctorum, tertiam ad
mentem Summi Pontificis, quam satis superque declaravimus».
Como advierte muy bien la citada Constitución, este privilegio era ya muy antiguo en la
corona de Aragón, (que comprende las provincias de Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca)
en la que según dice Benedicto XIV en su obra De Sacrif. Missae (III c. IV, n. 9-11) solían
celebrar los sacerdotes seculares dos misas con dos estipendios el día de Animas «ex vetusta
quadam consuetudine», y tres los regulares con otros tres estipendios «ex vivae vocis oraculo
Julii III (1550-1555)».
Muchas veces se había acudido a la Santa Sede, sobre todo en los Pontificados de Clemente IX y Clemente XI, suplicando al Sto. Padre se dignase extender este privilegio a otros
reinos; pero siempre se había negado la Santa Sede a concederlo, para quitar al clero toda
ocasión de avaricia, o por lo menos para imponer silencio a las hablillas de los maliciosos. Al
fin Benedicto XIV no sólo confirmó, por justas causas, este privilegio en la corona de Aragón,
sino que también a petición de Fernando VI, rey de España, y de Juan V, de Portugal, se dignó extenderlo a todos los sacerdotes de sus respectivos reinos así del clero secular como del
regular, concediéndoles en su breve «Quod expensis» del 26 de Agosto de 1748 la facultad de
poder celebrar en el día de la Conmemoración de todos los fieles difuntos tres misas, aun dos
horas después del medio día; pero con la condición explícita «ut missae ex vi novi privilegii
dicendae, pro omnibus fidelibus defunctis, sine elemosyna quocumque pretextu sive etiam
sponte oblata, applicandae forent»; y esto bajo pena de suspensión a divinis lata y reservada al
Papa.
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Como se ve en nada se inmutó por esta concesión el privilegio que en la corona de Aragón tenían los sacerdotes regulares y seculares; pero al extenderlo a todos los demás de España y Portugal Benedicto XIV, solamente les permitió recibir un estupendio por una de las tres
misas, y les mandó que las otras dos las aplicasen por todos lo fieles difuntos; prohibiéndoles
bajo pena de suspensión, como hemos dicho, recibir por ellas estipedio alguno, aunque espontáneamente se lo ofreciesen, y, en cuanto al único estipendio que podían recibir por la primera, que este excediera de la tasa sinodal o de la introducida por la costumbre; si bien autorizaba al Obispo diocesano, para que absolviese de la suspensión tan pronto como el sacerdote le
entregara el estipendio y que el Obispo debía emplear en obras piadosas.
Después de este Pontífice repitiéronse con frecuencia las mismas preces a la Sede Apostólica, para que se dignase extender el indulto de Benedicto XIV a toda la Iglesia; mas no creyó oportuno acceder a ellas, ante el temor de que algunos sacerdotes, olvidándose de su dignidad, se atreviesen a recibir tres estipendios por las tres misas. Pero León XIII en sus Letras
Apostólicas Trans Oceanun del 18 de Abril de 1897 concedió a los sacerdotes de Filipinas y
de la América latina este privilegio por treinta años, pero con las mismas condiciones con que
Benedicto XIV lo había concedido a los sacerdotes de España y Portugal; y ahora Benediclo
XV, para compensar de algún modo las misas que por fundación, testamento o legado piadoso
debían celebrarse, y no se celebran, porque aquellas fundaciones y legados han desaparecido,
y para sufragar a las almas de los muchos hombres, que en la flor de su edad encuentran prematura muerte en la actual conflagración europea, acaba de extender a todos los sacerdotes
del orbe católico este privilegio, pero con la condición de que puedan aplicar por quien les
plazca una misa y recibir por ella su correspondiente estipendio; pero quedando obligados a
celebrar la segunda por todos los fieles difuntos y la tercera a intención del Sumo Pontífice,
como hemos declarado, y sin recibir por ninguna de ellas estipendio alguno.
Como esta nueva concesión de Benedicto XV modifica algún tanto la disciplina antigua
de la Iglesia, convendrá advertir, lo siguiente:
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1.º Que no impone ningún nuevo precepto, pues dice la nuevaConstitución: Liceat omnibus in Ecclesia universa sacerdotibus.
2.° Que no peca, por lo tanto, el sacerdote que en dicho día celebra una sola misa; mas en
este caso deberá leer la que trae el Misal in Commemoratione omnium fidelium defunctorum
(N. III). Sin embargo el Sto. Padre exhorta encarecidamente a todos los sacerdotes, ut velint
libenter studioseque insigni privilegio uti, quod largiti sumus.
3.º Que tampoco peca el que en dicho día celebra dos misas; porque quien usa de un privilegio solamente en parte, no quebranta la ley, sino que utitur jure suo, y la S. C. de Ritos en
un decreto dado para la diócesis de Calahorra el 13 de Febrero de 1892 (número 3767 permite
que se puedan celebrar tan sólo dos misas; y entonces la segunda se dirá ad libitum celebrantis, con tal que la primera se diga ut in Commemoratione omnium fidelium defunctorum, y no
se reciba más que un estipendio.
4.º Que quien use de este privilegio debe leer las tres misas que Benedicto XIV prescribió
para los reinos de España y Portugal, y que se encuentran al fin del Misal, en el propio de los
Santos españoles (N. III).
5.º Que esta constitución no revoca el privilegio, que en la corona de Aragón tenían los
sacerdotes regulares para recibir tres estipendios por las tres misas, y dos los seculares por dos
de las tres misas que pueden celebrar.
6.º Que, si en dicho día hay en alguna iglesia exposición de las Cuarenta Horas, se dirán
las Misas de Requiem con ornamentos morados (Decr. Gen. S. R. C. 3177-3864 ad 4) y no se
celebrarán en el altar de la exposición (N. IV).
7.º Que por concesión de Clemente XIII, dada el 19 de Mayo de 1761, y confirmada en la
presente Constitución por Benediclo XV, en este día todos los altares son privilegiados (N.
II).
8.º Que el presente privilegio es personal: Liceat omnibus in Ecclesia universa sacerdotibus, y no afecta directamente a los Capítulos o Comunidades; pero si algún Cabildo, Monasterio o Párroco quisiera tener las tres misas cantadas, no obraría contra la ley, y en este caso,
juxta leges chorales, la primera misa debería.
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cantarse después de Laudes, la segunda después de Prima y la tercera después de Nona.
9.º Que si ocurre a un Párroco en este día algún funeral, como quiera que una de las tres
misas se puede aplicar con estipendio ad libitum celebrantis, celebrará una misa por el difunto
ut in die obitus, (S. R. C. decr. 14 apr. 1646, n. 893 el 20 sept. 1687, número 1788) y las otras
dos sin estipendio; una, la que pertenece al oficio del día, y la otra podrá ser ad libitum o una
de las dos notadas en la presente Constitución.
10.º Que si en dicho día ocurren dos funerales, no podrá el Párroco celebrar dos misas ut
in die obitus por los dos difuntos, y la otra ut in Commemoratione omnium fidelium defunctorum; porque este privilegio no ha sido conedido in utilitatem sacerdotum sino in favorem defunctorum, y Benedicto XV prescribe que de las tres misas se digan dos sin estipendio, una
por todos los difuntos y otra a intención del Sumo Pontífice; luego no le queda al Párroco más
que una misa que puede aplicar a su intención y es la única que puede decir por uno de los
difuntos cuyo funeral celebra; para el otro funeral tendrá que llamar a otro sacerdote y darle el
estipendio por la misa que celebre.
11.º Que el hebdomadario, que tiene que cantar la misa conventual, dirá la primera, esto
es, ut in die commemorationis omnium fidelium defunctorum; las otras dos podrá decirlas ad
libitum antes o después de la conventual (N. III).
12.º Que si un sacerdote es llamado a un lugar distante, para que allí celebre una misa y
puedan oírla los fieles que allí habitan, puede ciertamente recibir estipendio, si celebra las
otras dos gratuitamente. Más aún, podrá recibir algún emolumento intuitu laboris et incommodi, aun cuando haya celebrado ya una misa con estipendio, o piense celebrarla después. Y
no se diga que a esto se opone la citada Bula Quod expensis de Benedicto XIV, en la que dicho Pontífice manda que ningún sacerdote pro missis de novo concessis, ullum stipendii genus, quacumque ex causa, et quolibet praetextu, aut colore percipere queat; porque como
decía muy bien Noldin (Summa Theol. Mor. tom. III, n. 207) Compensatio, quae celebranti
intuitu extraordinarii laboris vel incommodi, ut si missa in loco dissito celebranda sit, tribuitur,
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non habet rationem stipendii ab Ecclesia prohibiti (S. C. C. 23 maii 1861).
13.º Que por las dos misas que se conceden a todos los sacerdotes por la presente Constitución y que se han de aplicar la una por todos los fieles difuntos y la otra a intención del Sumo Pontífice, no se puede recibir estipendio alguno, aunque sea con el fin de invertirlo en
alguna obra piadosa (S. C. C. in Colonien. 21 mart. 1863).
14.º Que si bien un sacerdote, cuando por los estatutos de una hermandad en la que está
inscrito tiene obligación de celebrar una misa por un hermano difunto, puede satisfacer esta
obligación aplicando por él la segunda misa en un día en que binare (S. C. C. 5 mart. 1887),
sin embargo en el día de la Conmemoración de los fieles difuntos, si ya celebró una misa con
estipendio, no puede con ninguna de las otras dos satisfacer esta obligación; porque no es lícito hacer de ellas otra aplicación, que la que manda el Papa como condición necesaria para
usar de este privilegio.
Hechas estas advertencias, vamos a proponer algunas cuestiones antes de terminar este
Comentario, y a darles la solución que a nuestro juicio, salvo meliori, creemos más acertada.
Hemos dicho que Benedicto XIV al extender este privilegio en 1748 a todos los sacerdotes de España y Portugal, les prohibió bajo pena de suspensión latae sententiae y reservada al
Papa recibir estipendio por las dos nuevas misas que en él se les concedía, y que León XIII al
extenderlo en 1897 a todos los sacerdotes de Filipinas y de la América latina, les impuso la
misma prohibición y las mismas condiciones. Ahora Benedicto XV concede este privilegio a
todos los sacerdotes del orbe católico, les prohíbe recibir estipendio por la segunda y tercera
misa, y no dice nada acerca de la suspensión a divinis en que antes incurrían los sacerdotes
infractores de tal prohibición. Ahora ocurre preguntar: ¿Incurren en esta suspensión todos los
sacerdotes del orbe católico, que reciben estipendio por dos o tres misas en el día de Ánimas,
cuando hacen uso de este privilegio?
Como este privilegio fué concedido en distintas épocas y por varios Sumos Pontífices, no
todos los sacerdotes fueron igualmente privilegiados; así es que vamos a contestar por partes a
la pregunta precedente.
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1.º No incurren en esta censura los regulares de la corona de Aragón que reciben tres estipendios por las tres misas, ni los sacerdotes seculares que en dicha corona celebran dos misas con su correspondiente estipendio; porque ni Benedicto XIV, ni León XIII, ni Benedicto
XV revocaron este privilegio, que desde muy antiguo tenían allí los sacerdotes regulares y
seculares para celebrar las misas dichas con estipendio en el día de Ánimas. No lo revocaron
expresamente; porque en ninguna de sus Constituciones se leen estas cláusulas derogatorias:
«Non obstantibus quibuscunque privilegiis, non obstantibus privilegiis etiam speciali mentione dignis», ni otras equivalentes: ni tampoco lo revocaron tácitamente por la promulgación de
una nueva ley; porque las nuevas leyes solamente revocan los privilegios contenidos en el
derecho común, mas no los privilegios especiales, como lo es el presente, a no ser que de ellos
se haga especial mención.
2.º Tampoco incurren en esta suspensión los sacerdotes privilegiados por Benedicto XV
en la Constitución «Incruentum Altaris sacrificium» que estamos comentando; porque si bien
en ella se les prohíbe recibir más de un estipendio, cuando usen de dicho privilegio, no se
impone ninguna pena canónica a los transgresores de esta ley: pecarán, pues, gravemente los
que obren en contra de esta prohibición, pero no incurrirán en la suspensión a divinis.
3.º En cuanto a los sacerdotes seculares de la corona de Aragón que reciben tres estipendios por las tres misas, y en cuanto a todos los demás de España y Portugal que reciben por
ellas más de un estipendio, es cierto que antes de la promulgación de la Bula de Pío IX
«Apostolicae Sedis» (12 Octubre de 1869) incurrían en esta censura. Pero, después de esta
promulgación, es muy probable que no incurren, y, por lo mismo, lo es también que tampoco
incurren en ella los sacerdotes de la América latina y Filipinas, que infringen esta prohibición,
porque Pío IX en su mencionada Bula dice lo siguiente: «Hac perpetuo valitura Constitutione
decernimus, ut ex quibuscumque censuris, sive excomunicationis, sive suspensionis, sive interdicti, quae per modum latae sententiae, ipsoque facto incurrendae, hactenus impositae sunt,
nonnisi illae quas in hac ipsa Constitutione inserimus, eoque modo quod inserimus, robur
exinde
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habeant»; y en esta Constitución no se encuentra, al menos explícitamente, la suspensión de
que tratamos.
Algunos autores, como el P. Morán en su
Moral (1.ª edición año 1883), han sostenido que esta censura está en vigor por hallarse contenida implícitamente en estas palabras de
la Bula Apostolicae Sedis: «Quae vero censurae, sive excommunicationis, sive suspensionis,
sive interdicti, Nostris, aut Praedecessorurn Nostrorum constitutionibus, aut sacris canonibus,
praeter eas quas recensuimus, latae sunt, atque hactenus in suo vigore perstiterunt sive pro
Romani Pontificis electione, sive pro interno regimine quorumcumque Ordinum et Institutorum Regularium, nec non quorumcumque Collegiorum, Congregationum, Coetum locorumque piorum, cujuscumque nominis aut generis sint, eas omnes firmas esse et in suo robore
permanere volumus et declaramus»; pues, por estas palabras, dicen, abolió la Santa Sede las
censuras generales, mas no las particulares infligidas por Bula pontificia o por los sagrados
cánones a cualesquiera congregaciones o lugares piadosos.
Las Efemérides Litúrgicas (N. 8, die 15 Augusti 1915) dicen también que «in S. R. C. decreto n. 3767 dato d. 13 febr. 1892 (igitur post dictae bullae publicationem) notatur quod duae
missae a sacerdotibus hispanicis etc. applicare debeant pro Defunctis sine stipendio sub poena
suspensionis».
Pero el P. Casanueva C. M. F. (Manual Lit. N. 96), en la nota, dice que dicha suspensión
fué abolida por la Constitución «Apostolicae Sedis» de Pío IX, y lo mismo afirma el anotador
de la Teología Moral del P. Morán (2.ª edición año 1899) en el n. 1938, y más claramente aún
el n. 3494 en el que dice así: «No queda ya vigente la suspensión a divinis lata reservada a su
Santidad, que fulminó Benedicto XIV por el breve Quod expensis contra los sacerdotes nuevamente privilegiados que en España y Portugal recibieran Iimosna por la tercera misa, o segunda y tercera respectivamente, el día de Ánimas, porque esta censura ni es general ni particular, que afecte al régimen interior de ningún instituto ni lugar piadoso, etc., ni fué renovada
por la constitución Apostolicae Sedis, ni por ningún decreto posterior de las sagradas Congregaciones». Nótese que, como hemos dicho, esta edición es de 1899, y el decreto
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de que hablan las Efemérides litúrgicas es del 1892: y sin embargo dice el mencionado anotador que esta suspensión «no fué renovada por la constitución Apostolicae Sedis, ni por ningún
decreto posterior de las sagradas Congregaciones». Tampoco Gury-Ferreres habla una palabra
de tal decreto ni de tal suspensión, por más que en el n. 383 del 2.º tomo de su Teología Moral
trata expresamente de este punto.
También hemos dicho que Benedicto XIV prohibió a los sacerdotes privilegiados por su
constitución Quod expensis que el estipendio que recibiesen por una de las misas, fuese mayor que el señalado por la tasa sinodal o por la costumbre. Sin embargo hay que notar que se
ha disputado si verdadermente, fuera de la corona de Aragón, podían los sacerdotes privilegiados por Benedicto XIV recibir por la misa dicha mayor estipendio que el señalado por las
sinodales de la diócesis o por la costumbre. Algunos doctores, como Grosin (1796), SánchezRibera (1867), Morán (1883-1899), Lehmkuhl (II, 212), Gasparri (de Sacr, Euch. 1, 395),
Gury-Ferreres (II, n. 383) y el Monitore EccI. (1 Aug. 1915, p. 361) dicen que no, y citan en
su apoyo, además del citado breve Quod expensis, una decisión de la S. C. del Concilio del 2
de marzo de 1861. Sin embargo el P. Manuel de Arriandiaga C. M. F. (Ilustración del Clero,
Madrid. Año II, 1908, p. 323-329) sostiene con solidísimos argumentos la opinión afirmativa,
y aduce la autoridad de muchos autores y entre ellos la de Le Noir, Busquet, C. M. F., Card.
Vives y Tutó, Wernz y Santi-Leitner, etc.
Pero sea lo que quiera de esta cuestión, como su Santidad Benedicto XV nada dispone en
su constitución «Incruentum Altaris sacrificium» sobre este particular, hoy se puede asegurar
que todos los sacerdotes del orbe católico, hasta los de España y Portugal etc., pueden celebrar una de las tres misas con estipendio sin ninguna limitación; porque en ella se dice solamente: «unam e tribus Missis cuicumque maluerint applicare et stipem percipere queant».
FR. JUAN ARÁIZ DE LA PMA. CONCEP.
A. R.
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Suprema Sacra Congregatio S. Offcii
(SECTIO DE INDULGENTIIS)
DECRETUM
Conceduntur Indulgentiae recitantibus orationes quasdam pro pace
Die 5 augusti 1915
Ssmus. D. N. D. Benedictus div. prov. Pp. XV, in audientia R. P. D. Adsessori S. Officii
impertita, omnibus et singulis Christifidelibus corde saltem contrito recitantibus piissimam
orationem, remotissima vetustate venerandam, in Canone Missae asservatam, cum adiectis
invocationibus, ut sequitur: «Libera nos, quaesumus, Domine, ab omnibus malis praeteritis,
praesentibus et futuris; et intercedente beata et gloriosa semper Virgine Dei Genitrice Maria,
cum beatis Apostolis tuis Petro et Paulo atque Andrea et omnibus Sanctis, da propitius pacem
in diebus nostris, ut ope misericordiae tuae adjuti, et a peccato simus semper liberi, et ab omni
perturbatione securi. Per eumdem Christum Dominum nostrum. Amen. –Pax Domini sit semper nobiscum. –Agnus Dei, qui tollis peccata mundi, dona nobis pacem», vel quocumque alio
idiomate, dummodo versio sit fidelis, quoties id egerint, toties Indulgentiam trecentorum dierum, defunctis quoque profuturam, benigne concessi. Iis paeterea qui easdem preces per mensem recitare consueverint, semel infra eumdem mensem, dummodo confessi ac s. Synaxi refecti ad mentem Summi Pontificis pie oraverint, plenariam Indulgentiam, similiter animabus
defunctorum applicabilem, clementer elargiri dignatus est. Praesenti in perpetuum valituro,
absque ulla brevis expeditione.
Contrariis quibuscumque non obstatibus, –R. Card. Merry del Val, Secretarius. –L. ✣ S.
–Aloysius Giambene, Substitutus pro Indulgentiis.
Como se ve por el decreto anterior, nuestro Ssmo. Padre. Benedicto XV, interesándose
vivamente por la paz de las naciones europeas, en audiencia concedida el cinco de Agosto de
1915 al R. P. Asesor del Santo Oficio, concede trescientos días de indulgencia a
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727
todos los fieles toties quoties rezaren la piadosísima y antiquísima oración contenida en el
Canon de la misa, (que abajo pondremos en castellano para que la puedan rezar nuestros hermanos de obediencia; siempre que lo hicieren al menos con corazón contrito; y una Indulgencia plenaria al mes, rezándola todos los días, confesando y comulgando una vez y orando a
intención del Romano Ponlífice. Estas indulgencias son aplicables a las ánimas del Purgatorio.
La oración, a que aludimos, es la siguiente:
«Rogámoste, Señor, que nos libres de todos los males pasados, presentes y futuros, y por
la intercesión de la bienaventurada y gloriosa siempre Virgen María, Madre de Dios, y la de
los bienaventurados Apóstoles Pedro, Pablo y Andrés y la de todos los Santos, danos piadoso
la paz en nuestros días, para que ayudados con el auxilio de tu misericordia, estemos siempre
libres de todo pecado y seguros de toda perturbación. Por el mismo Cristo nuestro Señor.
Amen. –La paz del Señor esté siempre con nosotros. –Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, otórganos la paz».
FR. JUAN ARÁIZ DE LA PMA. CONCEP.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
CORRESPONDENCIA DE NUESTROS MISIONEROS
Una vuelta por el Sur de la isla de Negros1
BAYAUAN
A las 10 de la mañana, llegué al pueblo de Bayauan, instalándome en una casa de nipa,
propiedad de una buena mujer filipina, pues el convento parroquial, que en otros tiempos fué
residencia de nuestros Padres, estaba completamente derruido. Cinco minutos llevaba de descanso, cuando me sorprendió una no muy grata musiquilla, y picado de la curiosidad me asomé a la ventana y vi un féretro al que seguían una porción de hombres y mujeres, vestidos de
riguroso luto, y con ellos tres musiqueros con sus guitarras, las que rasgueaban tocando una
alegre marcha. ¡Vaya un contraste! contraste muy frecuente en los pueblos de Filipinas, mezcla de devoción y de jaleo, muy común en todos los actos del indio.
Esparcióse muy pronto por todo el pueblo la noticia de mi llegada; y al día siguiente, de
las calzadas afluentes a la plaza, donde yo vivía, salía una oleada de gente... con sus niños,
vestidos de gala, en el regazo, acompañados de los que luego habían de ser sus padrinos. El
primer día bauticé 79 niños; trabajo duro y pesado que soporté hasta con gusto y con gran
contento de mi alma, pensando
1
Véase pág. 697.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
729
que en aquel momento ejercía una de las más grandes funciones de mi ministerio: en los cuatro días siguientes concluí de bautizar a todos, aun los de los barrios más lejanos, hasta el número de 500 y pico.
Bayauan, como la mayoría de los pueblos filipinos, sufrió mucho durante la Revolución y
aun algunos años después. Durante la Revolución los monteses, secuaces del Dios Dios Ysio,
a quienes capitaneaba un tal Rufo, que se titulaba Príncipe, llegaron a Bayauan, en donde incendiaron algunas casas, robaron y despojaron otras y aun se llevaron algunos prisioneros.
Con la pacificación del país por el Gobierno americano, todo quedó tranquilo, menos en la
parte espiritual, que se vió combatida por el Aglipayanismo
Bayauan es un pueblo heterogéneo: cuando hace unos 40 años, poco más o menos, fué
allá nuestro primer misionero, todo se reducía a unas cuantas casas...; mas poco a poco, a la
sombra benéfica del Padre, fueron afluyendo de las provincias de Negros y Panay muchísimas
familias, que dedicándose al cultivo de sus fértiles y extensos campos que abarcan una porción de kilómetros, levantaron allí su casa, siendo hoy el pueblo de Bayauan uno de los más
ricos de la Provincia. Este aglomerado de heterogéneos, era así como terreno más abonado
para que prendiese la semilla del Aglipayanismo, tanto más que no faltaba algún cacique, furibundo entusiasta de la secta, que tomara a su cuenta el sostenimiento de un Pare Pare, como
aquí llaman al falso Cura Aglipayano, para que con su presencia atrajese a las masas inconscientes, como uno de ellos las llamó en una reunión famosa; mas ni las prédicas del cacique,
ni la solana del «ZACATERO», lograron atraer a sí a ninguno de los habitantes de Bayauan,
antes al contrario quedaron vencidos y humillados ante el proceder heroico de una mujer cristiana, de una heroína la llamada Liberata Austero, quién, al dirigirse el Cura Aglipayano a
tomar posesión de la Iglesia Católica Romana levantada por nuestros Misioneros con ayuda
del pueblo, se colocó en la puerta, prohibiendo la entrada al cismático; y por más que éste,
apoyado por alguno de los llamados a poner orden, sacase su revólver e hiciese ademán de
disparar, la buena mujer, llena de santo y abnegado heroísmo, exponía su pecho a las balas, y
sin miedo alguno decía al Aglipayano que podía disparar; que antes de entrar en la Iglesia
hollaría
730
Boletín Oficial
su cuerpo. ¡Cuántos héroes yacen en el olvido, y cuántas almas generosas y grandes veremos
en el Cielo coronadas con la aureola del valor y del heroísmo, que hoy pasan para nosotros
casi desapercibidas, y de las que muchas veces no hacemos caso, quizá por desvío o prejuicio
de raza, mientras tanto que otros a quienes la fama ensalza, quienes por solo el hecho de tener
alguien que encomie su vida y milagros, son elevados a la categoría de hombres célebres y
venerables, y a los que la posteridad inconsciente recordará con veneración y respeto! ¡Oh
historia, historia! cómo veremos tus yerros cuando se patentice, en el día del Juicio universal,
lo que fueron unos y otros! Sea lo que quiera, deseo que el nombre de esa mujer fuerte y cristiana quede grabado en estas pobres páginas como recuerdo al hecho grandioso que acabo de
referir.
Y al mismo tiempo creo oportuna una reflexión que me sugiere ese cisma Aglipayano, de
que varias veces he hablado. Precindiendo de si el cisma fué elaborado allá, en las esferas del
poder como una medida política de división, a fin de restar fuerzas y energías al pueblo filipino, puedo afirmar en honor de la verdad que dicho cisma, considerado en sí, falto de unidad y
cohesión, con corifeos y apóstoles sacados de las sementeras y cocales, no podía fructificar ni
tomar carta de arraigo y de conquista en el pueblo filipino, más principalmente que por ese
vicio inherente a su constitución, porque el sentimiento cristiano estaba de antiguo muy arraigado en el pueblo filipino. Porque no en vano había pasado y convivido con él aquella legión
de misioneros españoles, legión de mártires de la fe y de la religión que a costa de mil sacrificios inculcaron en el corazón filipino. Cristianos eran todos cuando el aglipayanismo, hijo de
la apostasía, vino a sorprenderles, y cristianos siguieron la mayor parte de ellos, no obstante el
colorido de filipinismo con que lo presentaron; prueba irrecusable de la benemérita labor de
nuestros antiguos Padres, y por otra de que la fe cristiana, cuando ya ha tomado carta de naturaleza en un país, no la derrocan tan fácilmente, ni los vaivenes de la política, ni esos cataclismos que de cuando en cuando sobrevienen a las naciones, ni aun la deserción de algunos
de sus hijos, aunque sean los primates del saber; porque la fe encierra en su misma esencia
una vitalidad, una fuerza que convence y fascina, que conmueve y atrae, y hace
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que el que la posee en su corazón no se deje seducir por la mentira y el error.
Estos son los motivos porque ni aglipayanos ni toda esa legión de protestantes, verdadera
nube de langostas que cayó sobre Filipinas con la dominación americana, hayan conseguido
otra cosa que sembrar en el corazón filipino algo de indiferencia, esa frialdad que enerva y
empobrece, pero que no mata ni destruye. Por eso se ha observado y se observa aún en el país
que allí donde no ha habido Padre o cura que alentase con su santa palabra y con sus virtudes
y santos ejemplos a los fieles cristianos, allí es donde viven esos pseudo sacerdotes; en la obscuridad, podríamos decir, porque no se atreven a vivir en la luz, porque no pueden luchar con
el misionero católico. Así observé en mi expedición por los barrios del Sur, hoy barrios casi
inhabitados, pero que antes fueron pueblos regidos y administrados por nuestros misioneros,
que había tal indiferencia, que inspiraba lástima y compasión: una semana entera permanecí
en el barrio de Campomanes, donde fué misionero mi connovicio el malogrado e inolvidable
P. Vicente Vázquez, semana de verdaderos sufrimientos, corporales y espirituales; en una
pobre choza que no tendría más de cuatro metros de ancha por otros tantos de fondo, situada a
la margen de un río y rodeada por todas partes de maleza en la que de ordinario anidan toda
clase de alimañas, sin otro alimento que un poco de morisqueta y una pequeña ración de balaton, legumbre del país, así pasé aquellos siete días baulizando algunos niños y uniendo con el
santo lazo del matrimonio a unos cuatro pares. Hay que advertir que lo que antes fue una misión, con un número de almas suficiente para formar un pueblecito, hoy no tiene más que
nueve casas, viviendo los pocos más que quedan, en el bosque; pero esos trabajos corporales,
los sufrimientos del cuerpo nada eran, si se comparan con lo que sentía mi alma al ver que
algunos de ellos estaban casados civilmente, otros amancebados, alguno por los discípulos de
Aglipay, sumidos en una estúpida indiferencia. Les prediqué, les hablé de sus obligaciones
para con Dios, y, cumplida mi obligación, tendimos las velas, que impulsadas suavemente por
la brisa de la mañana, en pocas horas nos condujeron a la antigua misión de Basay, sufriendo
allí mi alma otra decepción grandísima. Pensaba ver y hasta habitar en la hermosísima casa
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Boletín Oficial
Parroquial que antes de la Revolución había construido allí su primer y único misionero, el P.
Inocente Lamata, obra digna de todo encomio según me han asegurado personas inteligentes;
y ni aun restos ni aun señales quedaban del convento, y lo mismo debo decir de la Iglesia: las
revoluciones son en todas partes lo mismo; van sembrando por donde pasan la desolación y el
exterminio: lo mismo sucede en Giligaon y Bombonón, en donde, en el primero el P. Juan
Lorenzo, y en el segundo el activo y laborioso P. Ángel Sánchez, habían levantado hermosas
fábricas de sólida construcción; todos estos barrios que acabo de nombrar, desde Basay hasta
Siaton, en una extensión de unos ochenta kilómetros, todo está hoy bajo la administración
espiritual del Cura de Siaton: pásmese el lector del trabajo grandísimo que pesa sobre dicho
Padre. Bien merecía que hubiese un Cura en Bayauan; pero siempre se ha tropezado con el
inconveniente de la falta de misioneros.
En la siguiente carta, Deo volente, hablaré alguna cosa de los pueblos del Norte de la Isla
de Negros.
Convento de Recoletos de Manila, 2 de Septiembre de 1915.
FR. L. R. DE S. E.
A. R.
❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀❀
ALGO DE HISTORIA
Era el siglo XVI, cuando España, la descubridora del Nuevo Mundo, la patria de héroes,
el albergue de hombres ilustres, la cuna de famosos teólogos y canonistas, brillaba en todo su
esplendor; y sus navegantes, ávidos de gloria y renombre, corrían los mares en busca de nuevas tierras que poder ofrecer al rey en cuyos dominios jamás se ponía el sol.
El afortunado Magallanes, que surcaba dilatados mares, llevado por sus relevantes sueños
de gloria, descubrió en el mar de la China un Archipiélago, que después se llamó Filipino por
el Rey Felipe II. Si bien con el hallazgo de Magallanes quedó descubierto para el mundo civilizado el suelo filipino, restaba, sin embargo, otra empresa no menos ardua, como era la de
reducir sus fieros e indómitos habitantes. En el año 1565, el vizcaíno Legazpi, y con él juntamente el P. Agustino Andrés Urdaneta, llegaron a la isla de Cebú, donde fueron recibidos con
indiferencia por los naturales; más tarde internáronse más, y encontrando en la isla de Luzón
una hermosa bahía, fundaron en ella la pintoresca ciudad de Manila, que fué y sigue siendo la
Perla del Oriente y la capital del Archipiélago.
La espada de Legazpi, juntamente con la cruz de Urdaneta, o sea, la política y la religión
fueron las armas de que se valieron los españoles para captarse las simpatías de los naturales
de las islas; y bien pronto, sin derramar ni una gota de sangre, quedaron por vasallos
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Boletín Oficial
del Rey de España los moradores de Luzón e islas adyacentes.
Mucho tuvieron que trabajar Legazpi y sus agentes para reunir a los pobres indios, que
huían espantados a los más recónditos bosques, como bandada de palomas perseguidas por el
cazador, pero no fué menor el trabajo que les tocó a los misioneros, que, más desprendidos de
la gloria mundana y ansiando únicamente almas para Jesucristo, se internaban en los mismos
bosques con la cruz en la mano y la esperanza en el corazón, para evangelizar a los ignorantes
indios.
La multitud de islas e islotes, la espesura de los bosques vírgenes y la elevación de sus
montañas guarnecidas de crespadas rocas, aparte de otras mil causas, hacían que los moradores viviesen aislados, formando multitud de tribus y rancherías, divididas entre sí, sin los lazos de la familia ni sociedad alguna, sin religión ni autoridad y sin más ley, que la del más
fuerte. En las guerras de unas tribus con otras peleaban con una fiereza salvaje, hasta el punto
de que una de ellas quedase aniquilada, recogiendo la vencedora multitud de esclavos que
sacrificaba muy pronto a sus ídolos.
Veamos lo que acerca de las costumbres de los indios dice el Obispo Aduarte: «Era gente
dejada de la mano de Dios, y gobernada por el demonio y a sus leyes, sin juicio, razón, ni
discurso; que todo se lo había trabucado el que los gobernaba; pero en particular eran grandemente vengativos, soberbios, envidiosos, codiciosos en gran manera, y dados a torpezas sin
freno ni tiento alguno, y sobre todo tan dados a borracheras desde el mayor hasta el menor,
que unas se alcanzaban a otras, de donde se seguían de tropel todos los demás vicios, como
aliados con éste, que entre ellos era tan continuo y con tanto exceso». Sin embargo, entre esta
gente penetró la religión de Cristo para traerla a la verdadera civilización.
El clima, los medios de comunicación y la ignorancia del idioma, eran otras tantas barreras infranqueables para la fuerza humana guiada por los mezquinos intereses de riquezas y de
gloria: pero no eran infranqueables para la fuerza del misionero sostenida por la virtud infinita
del Crucificado, que iba a producir entre ellos una admirable transformación y un cambio
sobrenatural. Bien es verdad, que no todos eran dóciles a las enseñanzas del misionero, y
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más de uno tuvo que sellar con su sangre la doctrina que predicaba, después de haber sido
agobiado por un sin número de tormentos, pero también es cierto que la semilla de su sangre
fué fecunda y engendó innumerables hijos para Jesucristo. No arredraban los tormentos de los
mártires a los misioneros, antes al contrario, deseosos de merecer del cielo tan singular beneficio, penetraban en los bosques, en las grutas y en las cuevas, para que, doquiera que se
hallase un ser humano, se pudiera ofrecer un holocausto al ser sobrenatural, al Dios de Israel.
Ved a este misionero, que sin más recursos que los que Dios depara a la naturaleza, sin
más armas que la Cruz y sin más deseo que el de salvar almas redimidas por la sangre del
Cordero, va recorriendo de roca en roca predicando una religión nueva, austera y que contrasta grandemente con las costumbres de los naturales; ved aquel otro que extenuado por la fatiga, despreciado de los salvajes y apartado de sus hermanos, que podrían dirigirle palabras de
consuelo, va a expirar a unas playas salvajes, lejos de sus lares, y sin más testigos de su abnegación y heroísmo que los ángeles del cielo; observad a este otro, que trabajando sin cesar
logra reunir unas cuantas familias y llega a formar un pueblo, donde sea más fácil la enseñanza y puedan los indígenas recibir mejor las influencias cristianas y sociales que él lleva de su
civilizada patria, y os convenceréis de que los trabajos realizados por el misionero para sacar
a este hermoso país del salvajismo y del caos tenebroso y brutal en que estaba sumido eran
fruto, no de la filantropía moderna, ni del deseo de goces y gloria terrenales, sino de la caridad
cristiana, que no distingue al pobre del rico, al blanco del negro, al sabio del idiota.
La religión y la política, la autoridad y la fe, sostenidas por la prudencia y fortaleza de los
gobernantes y fomentadas por la paciencia y trabajo del misionero hicieron que en el corto
intervalo de media centuria el manguián y el aeta, el ilaya y el tagalo, unidos todos en fraternal abrazo, jurasen al pie del altar santo ser vasallos y fieles servidores del Rey de las Españas.
Pletórica España de vida y de riqueza materiales, que en abundancia le llegaban del Nuevo Mundo, no necesitaba explotar este hermoso país recientemente conquistado, y de ahí que
no cuidase
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de escudriñar las entrañas de los montes para extraer sus venas de oro y demás metales preciosos; todo su intento era hacer de Filipinas una colonia culta e hidalga digna de su Metrópoli, e implantar en ella la misma religión, que había de ser el lazo que mantendría fuertemente
unidos los dos paises y el monumento perenne que había de perpetuar el nombre de España en
Filipinas.
Las leyes, con que los españoles gobernaban a los indios, no podían ser más justas ni menos exigentes; un célebre diplomático inglés ha llegado a decir que no ha visto código civil
más admirable que el que España dió a Filipinas; en él, después de dar muchas órdenes favorables a los indígenas, dice en el párrafo 14: «Debe mirar el Gobernador si los solares que los
soldados han tomado para huertas, casas y estancias, eran de los indios y hacer que se los paguen: y mire que las estancias que se han dado y se dieren de nuevo sea sin agravio de los
indios ni de sus pueblos, y que les queden libres agua, pasto y leña y caminos antiguos». Y err
el párrafo 15: «No puede el Gobernador, pena de pecado mortal y restitución, forzar a los indios a que vayan bogando a jornadas largas. Lo 1.º porque los indios eran tan libres en su tierra como los españoles en la suya; y esta libertad no se la ha quitado el Rey ni el Evangelio, y
lo 2.º porque no es razón que el indio que paga su tributo al Rey, le fuercen a que bogue». Y
en otra parte advierte al Gobernador que «cuide que los soldados traten al indio no como a
siervo y esclavo, sino como a hermano e igual».
Siendo esto así, no debe admirarnos lo que contaba un viajero extraño, después de pasar
por Filipinas. «He visto, dice, en la misma mesa españoles, mestizos e indios, sacerdotes y
militares. No hay duda que una misma religión forma un gran lazo; y más a los ojos del que
ha observado las repulsiones y diferencias de raza en varias partes del Oriente: para el que
sabe que la raza es la grande división de la sociedad, es admirable el contraste y excepción
que presenta la población tan mezclada de Filipinas».
FR. LEANDRO N. BOLANDIEZ
A. R.
Convento de Recoletos de Manila, 2 Sept. 1915.
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PALESTRA RELIGIOSO-LITERARIA
EL DOS DE NOVIEMBRE
Tristes recuerdos de la edad primera,
Tristes escenas de la patria mía
En tropel agrupadas hoy acuden
A herir sin compasión mi fantasía.
Recuerdo bien: con rostro melancólico
La gente toda, con piedad sincera
hacia el templo sus pasos dirigía,
Del bronce a la llamada lastimera.
Y al llegar a la puerta del santuario,
Y en sus naves entrar con paso incierto,
Oíanse rumores que decían:
«Venimos a rezar por los que han muerto».
Con mi juicio volátil e inseguro,
Yo ansiaba entonces descifrar en vano
De la vida los múltiples misterios,
Y de la muerte el insondable arcano.
¡Oh tristes días de mi edad primera!
Sin saber qué era pena ya penaba;
Y allí do descansaba un ser querido
Con mi llanto el ajeno acompañaba.
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Pasóse ya veloz la tierna infancia;
Y hoy que la ciencia del dolor no ignoro,
Al ver una existencia que termina
Jamás como desgracia lo deploro:
Pues sé que el justo, abandonado el mundo,
Otra patria mejor halla en el cielo:
Otra patria do nunca los trabajos,
Ni las penas existen de este suelo.
La fe me dice que en la fría losa
Tan sólo queda del mortal la escoria;
Y allí do se termina nuestra vida
Comienza el lauro de feliz victoria.
De ella es el grito que doquier resuena,
«Alma noble, tu origen es divino,
Es humo y polvo la mundana gloria,
Dios es el fin de tu inmortal destino.
Por eso el mundo y cuanto en él existe
Jamás tu corazón y pecho llena,
Por eso estás a los placeres muerta,
Por eso lo infinito te enajena».
……………………………………
Al visitar el templo en este día,
Al doble funeral de la campana,
Brota del labio una oración ferviente,
Fruto bendito de la fe cristiana.
Grato es saber al corazón doliente
Que al final del combate y cruda guerra,
Podrá su suerte unir a la de aquellos
A quienes con delirio amó en la tierra.
¿Cómo curar del corazón la herida
Podrá la madre cuando pierde un hijo
Si no elevara su plegaria al cielo
Teniendo en Dios el pensamiento fijo?
¿Cómo la pena y sin igual quebranto
El huérfano infeliz sufrir pudiera,
Si no esperase que a sus padres luego
Podrá abrazarse en la azulada esfera?
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Y ¿quien aliviará a la triste esposa,
Que su viudez en el retiro llora,
Sino el Dios que bendice cariñoso
A quien con fe su protección implora?
Si un tierno hermano nos robó la muerte;
Si herir pretende con su mano fría
Al ser angelical que vivo impulso
os inspira de dulce simpatía:
Si al amigo que alivia nuestra suerte
Con su fiera segur a herir alcanza,
¿Quién remediar podrá nuestro quebranto
Sitio aquel que da vida a la esperanza?
Y ¿quién la justa indignación calmara
De un pueblo cuando mira horrorizado
El crimen que con vil y aleve mano
Perpetra entre las sombras el malvado?
¡Sólo la santa religión de Cristo!
¡Ella que ofrece al criminal clemencia,
Galardón sempiterno a las virtudes
Y palma de laurel a la inocencia!
¡Bendita seas, religión sublime!
El aliento divino de tu boca
Del inmundo pecado libra al hombre;
Y tu mano ennoblece cuanto toca.
Dichoso aquel que en su dolor te Ilama
Pues aunque luche con la suerte aciaga,
Y mil embates del averno sufra,
La luz de su esperanza no se apaga.
FR. JUAN RODRÍGUEZ DE STA. MÓNICA
A. R.
Colegio de Marcilla, Octubre 1915.
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¡¡NO HA MUERTO!!
En honor del Sierco de Dios Iltmo. y Rvmo.
Padre Ezequiel Moreno
Mirad el sepulcro:
Hay vida allí dentro.
………………………
Yo he pisado con tímidas plantas
Dirigidas de un grande respeto
Las tumbas tranquilas
Do yacen los muertos.
Al pisarlas, mi mente pensaba...
Pensaba en lo eterno,
Y obligado pon fuerzas secretas
Decía en mi adentro:
«¡Quien sabe si goza
Allá ya en el Cielo,
O recluso estará este difunto
En los antros del hórrido infierno?...
Quién sabe si vive
O ha muerto este muerto?...»
Mas... sí, escuchadlo,
Y todos sabedlo:
Contemplando la losa de mármol,
Que cubre los restos
Del insigne Prelado Pastuso,
Del Padre Moreno,
Yo me he dicho también conmovido:
«Ese hombre modelo
No ha muerto, que aún vive;
Y vive en el Cielo
Y vive en la tumba
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Do yace su cuerpo.»
Sí; vive en la tumba
Tranquilo, sereno.
Observad los impulsos vitales
Que nótanse intensos:
Mirad el sepulcro
Que hay, vida allí dentro.
………………………
Yo dirijo mi vista al sascófago
De éste insigne, inmortal Recoleto
Y en sus plácidas, dulces quietudes
Y grato silencio
Percibo unas voces
Que claman diciendo:
«Los santos no mueren,
no mueren los buenos:
El sepulcro que encierra dichoso
Sus célicos restos
Es centro de vida
Y vida de ejemplo».
Así es el sepulcro
Del Padre Moreno,
Que a los hombres que cruzan el globo,
Anhelando la patria del Cielo,
Con grandes instancias
Está repitiendo:
Aquí yacen los ricos despojos
De un insigne varón que en el suelo
Vivió como un ángel
Del plácido empíreo.
Cuando jóven entróse en el claustro,
Donde reinan con fúlgido cetro
Las virtudes más puras y heroicas,
Él era un modelo
De obrar ajustado,
De cristiano vivir el más recto.
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Allá en los vergeles
Del claustro era ejemplo
Que admiraba a los más observantes
Y alentaba a los menos perfectos.
Al igual trascurrieron los años
Juveniles del Padre Moreno.
Surcó de los mares
Las ondas, el fuego
De una vida celeste, divina
Llevando en su pecho,
Que mostróle ferviente, encendido,
Celosísmo, audaz Misionero,
Doquiera dejando
Las huellas del cielo
Que estaba esculpido
En el alma le aqueste hombre excelso.
Y vedlo ya obispo
Y Obispo perfecto,
Sin mancha ninguna,
Con gorias sin cuento.
Que lo canten ahora los ángeles
Que ante el dulce Sagrario lo vieron
Derramando torrentes de lágrimas
Cabe el trono de Dios prisionero.
Rielaba la luna,
Gemían los céfiros,
Reinaban quietudes.
Todo era silencio,
Y el insigne Prelado Agustino
Se está con su dueño:
No puede alejarse
Del divino de amor Sacramento.
Que lo canten ahora las furias,
Que se agitan allá en el averno,
Puesto que ellas movieron la guerra
Más atroz al Obispo alfareño;
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Y doquiera lo vieron triunfante,
Y doquiera glorioso lo vieron,
Otentando en sus sienes laureles,
Mostrando trofeos
Numerables tan sólo por ellas
Que saben de cierto
Cuántas fueron las rudas batallas,
que con saña cruel combatieron.
Que al Obispo Ezequiel lo celebren,
Lo canten los buenos,
De la Iglesia los hijos fervientes,
Los fieles sinceros,
Porque aquestos, que a Cristo enaltecen
Y ante el cual se prosternan, con fuego
De amor en el alma,
De amor en su pecho,
Bendecían también y adoraban
Al ilustre Pastor Recoleto.
Que lo canten, por fin, los contrarios,
Que lo canten también los perversos:
Los que a Cristo rencor furibundo
Insensatos profesan y ciegos
Tambien perseguían
Al manso cordero,
Y anhelaban rabiosos la muerte
Del Padre Moreno,
Que a nadie impugnaba
Sino al vicio y errores funestos,
Que anhelaba volver a la vida
A los pobres que la iban perdiendo,
Que intentaba quitar los peligros
Con que quiere perder el infierno
A las almas que Cristo comprara
Con dolores de mártir excelso,
Con su sangre de Dios infinito,
Una sangre que no tiene precio.
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Estas voces repite la tumba
Que guarda los restos
Del Obispo a quien hoy bendecimos
Celebrando un alegre suceso.
Estas voces repite la tumba
Pareciendo exigir otro puesto
Más notable, más digno, más alto
Para el rico tesoro de un cuerpo
Tan santo, tan puro,
Tan noble, tan bello.
Estas voces repite la tumba,
Y por eso gozosos hoy vemos,
Además de otras dignas personas
De grande respeto,
A insignes Prelados
De la Iglesia española, acudiendo
A llevar tan sagrados despojos
A ese sitio más alto y excelso.
¡Ilustres Pastores
Del rebaño de Cristo, luceros
Que alumbráis con destellos vivísimos
De la Iglesia en el gran firmamento!
Tal visita agradece mi Madre,
Que es la Madre delet Padre Moreno;
Tal visita agradece este Padre,
Que hoy sonriente os contempla en el cielo.
Él ha sido en la tumba primera
De la vida celeste un venero;
Él también, sí, será en la segunda
Un viviente sublime de aquellos
Que, después de alejarse del mundo,
En el mundo, prosiguen viviendo,
Que arrebatan tras sí a los humanos
Con imanes, cual es el ejemplo…
………………………
¡Contemplad el sepulcro reciente
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Del insigne, inmortal Recoleto!
¡¡Mirad esa tumba
Que hay vida allí dentro!!
FR. JUAN MARTÍNEZ MONGE
A. R.
Colegio Preparatorio de S. José (S Millán de la Cogolla) Octubre 1915.
En honor del Iltmo. Sr. D. Fray Ezequiel Moreno, Obispo
EL ADALID INTRÉPIDO
Escuela sacrosanta de místicos amores,
Espléndida presea del ínclito Agustín,
Estrella refulgente de célicos fulgores,
Insigne y celebrada del uno a otro confín,
Corona, que cuajada de perlas y rubíes,
Circundas a ese Numen, raudal de la verdad,
Vergel que a sus ardores floreces y sonríes
Y brotan a su influjo tu ciencia y santidad;
Dulzura en mis hastíos y puerto de mi alma
En ti, Madre querida, cobijo el corazón;
En ti cifro su dicha, su paz, sosiego y calma,
Segura fortaleza, Sagrada Religión.
Desoyes los aplausos del mundo seductores,
Y sorda a sus halagos ¡Oh Madre de mi amor!
Rehúsas sus ofertas, que son varios honores
Mostrando tu nobleza, tu celo, tu valor.
Hermosa cual el astro, que brilla en la mañana,
Te ostentas, Madre mía, ceñida de laurel;
Triunfante y victoriosa Augusta Capitana,
Tremolas la bandera sagrada de Ezequiel,
Tú sola, sí, enarbolas de Cristo la bandera,
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Y muestras su estandarte del mundo ante la faz:
Por ti el indio consigue, de ti América espera
La luz del Evangelio, su gloria, dicha y paz.
Sedienta de trabajos tú buscas las fatigas,
Audaz en los combates te aprestas a morir;
Tan sólo tu heroísmo pretende que consigas
En esas duras luchas un alma redimir.
Tu noble y bella frente levanta ¡Madre mía!
Ceñida de laureles, emblemas del valor;
Prosigue en tus empresas que ya se acerca el día,
Que veas de tus hijos la gloria y esplendor.
Insignes campeones, guerreros invencibles,
De ti, fecunda Madre, brotaron mil y mil;
Y en medio de esas rosas tan frescas y apacibles,
Se agita y balancea el lirio más gentil.
¡Qué puras y fragantes, qué bellas y divinas
Se ostentan esas flores de aroma virginal!
Mirad cómo las mecen las auras matutinas;
Mas ved una azucena de gracia angelical,
Su cáliz plateado; son blanco alabastrino
Su hojas, impregnadas de aroma celestial,
Entreabre su corola al fresco y matiutino
Rocío, que la vierte sus perlas de coral.
Mirad; es el encanto del bello Jardinero
Que en verla se complace; las llores Ezequiel,
Regalo y embeleso de Aquel puro Cordero,
Que habita entre las flores y es Dueño del vergel.
Es astro que fulgura más bello y rutilante,
Que el sol del medio día, y esparce viva luz,
Un hijo de Agustino, celoso fiel y amante,
Que ostenta al orbe entero la enseña de la Cruz.
Riquísima diadema que ciñe esas tus sienes,
El nardo más fragante brotado en tu vergel.
Aplausos a ti, Madre, honor y parabienes,
Brotó de tu almo seno el ínclito Ezequiel.
Prez y honra de mi Orden, te adoro reverente,
Postrado así de hinojos te pido con amor,
de Agustinos Recoletos de Filipinas
Perdones mi osadía, perdona si imprudente
Cantar quiero tus lauros, tu gloria tu valor.
Caudillo valeroso, Prelado siempre amante,
Que nunca tu entereza cedió en la fiera lid:
Permite que tus glorias mi baja lira cante,
Que ensalce tus trofeos, intrépido Adalid.
Feliz una y mil veces, feliz y venturoso,
Martillo del impío, triunfaste del error:
Por ti vióse humillada, Soldado valeroso,
La cínica arrogancia del librepensador.
Tu intrépido denuedo, audaz y estrénuo Atleta,
La palma te conquista que blandes con honor:
Tu vida toda pura, constante y santo Asceta,
Te erige un rico trono muy cerca del Señor.
Por eso, confiados, sus súplicas ardientes
Elevan los cristianos, llamándote con fe…
Mordiendo el polvo inmundo, como león rugiente,
Opresos los malvados están bajo tu pie.
Tu santo nombre invocan los pobres desvalidos,
Y guardan tus reliquias sagradas con amor,
Con fe y amor te llaman los tristes y afligidos,
E imploran a tus plantas alivio en su dolor.
A ti, Ezequiel, acuden cristianas multitudes,
Al pie de tu sepulcro se postran con amor,
En ti todos confían y admiran tus virtudes
Que brillan ante el mundo con vivo resplandor.
Los pobres, los lisiados y miles de cristianos,
Colombia y Casanare te llaman con fervor:
Te llaman tus antiguos y amantes diocesinos,
Por ti todos suspiran con lágrimas de amor.
También tú le celebras, teatro de proezas,
Ciudad bella de Alfaro, tú, patria de Ezequiel;
Tus torres y baluartes, tus templos y bellezas
Le erigen este día riquísimo escabel:
Tus vegas y florestas, tus campos y laderas,
Tus huertas que embalsaman el lirio y azahar;
Tus frondas apacibles, del Ebro las riberas
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Componen a su nombre dulcísimo cantar:
Poemas cadenciosos, tan dulces, tan süaves
Cantamos hoy unidos, ¡oh! Atleta, en tu loor,
Que se unen a los cantos los ecos de las aves
Que entonan entre ramas sus cántigas de amor.
Repiten hoy tu nombre los valles y montañas,
Los mares que calmaron al verte su furor.
Los claustros y desiertos, las míseras cabañas
Del Indio, que en su llanto implora tu favor:
Te vieron las colinas subir por su pendiente,
Las rocas y atalayas la mar honda cruzar,
Los bosques admiraron tu celo tan ardiente,
Las fuentes no pudieron tus llamas apagar.
Del claustro hasta la choza, de allí vas a la ermita,
Desierta y solitaria... ¡Miradle ante el altar!...
De amor arrebatado su corazón palpita
Y ardiendo en dulces llamas parece va a expirar:
De amor aún no saciado recorre los lugares,
En busca de un amante, de un tierno corazón;
Inflama en dulce fuego, alivia los pesares,
Socorre las miserias con tierna compasión.
Dolores y fatigas, injurias y dicterios,
Sufrió apurando el cáliz amargo con valor;
Pagando con favores las mofas e improperios,
Perdona con dulzura al vil calumniador.
Su vida fué un martirio de mártir incruento,
Fué mártir de dolores y mártir del amor.
Sufrir fué su deseo, sufrió el cruel tormento
Que inmola su alma pura en alas del dolor.
Llegó su hora postrera, que tanto él anhelaba,
La vida de aquel Ángel llegaba ya a su fin;
Un fuego tan ardiente su pura alma inflamaba,
Que, más que ser humano, semeja un Serafín.
«¡Jesús! ¡Jesús!» exclama, cruzadas ante el pecho
Sus manos inocentes, que abrazan una Cruz.
Mirad; parece un Ángel que duerme en blando lecho
Y ansía vivamente gozar de nueva luz.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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Voló entre resplandores esta águila sublime,
Cruzó el mar proceloso, llegó a la alta Sión,
¡Se alzó! más para siempre, por eso llora y gime
Sin hijo tan amante mi amada Religión.
Envía desde el cielo tus santas bendiciones
Sobre estos tus hermanos que luchan por tu Dios,
Y el único deseo de nuestros corazones
Será desde este día alzarse de ti en pos.
FR. C. L. DEL C.
A. R.
Colegio de Monteagudo, Octubre 1915.
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CRÓNICA DE NUESTROS COLEGIOS
DE MARCILLA
Cierto que este mes no nos ha traído tantas y tan variadas impresiones como el pasado, en
este nuestro Colegio de Marcilla; pero no han dejado de tener lugar algunos hechos que no
merezcan el honor de ser publcados en una croniquilla conventual.
Lo primero de que nuestros Religiosos desearán tener noticia será sin duda el viaje de los
Misioneros que de aquí partieron para Venezuela y Filipinas. De éstos daba noticia su digno
Presidente el P. Víctor Oscoz en carta fechada el 21 de Septiembre en Port-Said, en la cual
decía entre otras cosas: «El viaje resulta movidito, y los compañeros, nada acotumbrados a
semejante jaleo, van haciendo el pichón a cada momento: sobre todo el P. Frías me parece que
ya tiene diversión para todo el viaje por la poca maña que se da para combatir el mareo.
El pasaje de 1.ª queda compuesto en su casi totalidad de gente de Iglesia: 71 Paúles, 6
Hermanas de la Caridad, un sacerdote portugués y nosotros. Vamos bastante bien los que no
nos mareamos...»
Los que salieron para Venezuela, que para esta fecha ya estarán en Puerto Cabello, nos
participaban desde Santa Cruz de la Palma, con fecha 19 de Septiembre, que llevaban una
navegación felicísima,
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hallándose el P. Avellaneda en completa convalecencia de las calenturas que días antes le
habían atacado.
Y últimamente, con fecha 4 del corriente, escriben desde La Habana participando continuar su viaje con toda felicidad. Abrigamos la esperanza de que nuestro glorioso Titular San
Nicolás habrá hecho su oficio de Protector con todos los Misioneros, alcanzándoles la gracia
de llegar felizmente a sus respectivos destinos.
Entrando ahora en lo que ha tenido lugar en este Colegio, diré que el día 24 del pasado
recibimos una visita muy agradable con la venida del R. P. Secretario General Fr. Bernardino
García de la Concepción, la que nos supo a poco, pues el día siguiente de llegar dejó nuestra
compañía.
No fué mucho mayor la estancia en este Colegio del M. R. P. Prefecto Apostólico de Palawan Fr. Victoriano Román de San José, quien llegó el 27 y marchó el 30. El día 28 se apartó
de nosotros el M. R. P. Definidor y Cronista General de nuestra Orden Fr. Pedro Fabo del
Corazón de María, quien tan infaligable como siempre ha pasado este verano mirando el Archivo Provincial existente en este Colegio, trabajando lo indecible por recopilar datos, deseoso de continuar por lo menos hasta el año 1750 esa gloriosa cadena de las grandezas de nuestra Orden llamadas Crónicas y que en mala hora fueron suspendidas el año de 1690. Fiados en
la ayuda de Dios y en la apasionada laboriosidad del P. Fabo, podremos abrigar la dulce esperanza de que luego daremos dulce solaz a nuestro espíritu leyendo las grandiosas proezas de
nuestros antepasados; pues, según dijo el mismo P. Cronista General, tiene ya más que suficientes datos para formar dos gruesos volúmenes, escribiendo la historia de nuestra Orden en
los 60 años que piensa abarcar. El Señor bendiga sus planes y corone con el más brillante éxito sus laudables esfuerzos.
Dos días después de marchar el P. Fabo, marchó también el mes de Septiembre y vino a
suplantarle el famoso Rhemis in Gallia, causando tal vez la desagradable impresión que está
acostumbrado a causar en la inmensa mayoría de los estudiantes. Tomamos la cruz maldiciendo el pecado de Adán que nos condenó al trabajo, y comenzamos el curso, alentados con
la esperanza de que Deo volente lo terminaremos con felicidad. Los del noviciado de 1912
juntos
752
Boletín Oficial
con los que profesaron en 1910 estudian Teología Moral y Dogmática, teniendo de catedrático
de aquella al P. L. Fr. Juan Aráiz de la P. Concepción y de ésta al P. L. Fr. Aurelio Lacruz de
la Inmaculada. Los del noviciado de 1909 estudiamos Sagrada Escritura con el P. L. Fr. Paciente Corral de la Sagrada Familia, y Derecho Canónico con el P. L. y Regente de Estudios
Fr. Vicente Jiménez del Rosario.
Al día siguiente de comenzar el curso salió de aquí para San Millán, destinado al Colegio
Preparatorio de S. José, Fr. Serafín Hernando de la Purísima, quien había recibido el sagrado
Orden del Diaconado en la ciuad de Olite el día 19 del mes pasado, de manos del Excmo. y
Rmo. Sr. Obispo de Pamplona.
Consignaré también que los días 4 y 5 del corriente mes nos honró con su visita nuestro
M. R. P. Exprovincial Fr. Tomás Roldán de los Remedios.
El día 12 del corriente, festividad de Ntra. Sra. del PIlar, Patrona del Rector de este Colegio, se patentizaron los mutuos sentimientos de cariño y amor que existen entre los miembros
de esta Comunidad y el dignísimno Superior de la misma; sentimientos que, ciertamente, no
sé dónde están más encendidos, si en el corazón del Padre hacia sus hijos, o en el de los hijos
hacia su amado Padre. El día siguiente de la Virgen del Pilar se llenaron también de júbilo
nuestros corazones con la profesión solemne de seis Coristas nuestros que juraron de nuevo a
Dios Nuestro Señor ser eternamente Agustinos Recoletos. Sus nombres son los siguientes: Fr.
Sofronio Izu del Carmen; Fr. Fermín Alfaro de S. Isidro; Fe. Manuel Gómara del Carmen; Fr.
Félix Martínez del Perpetuo Socorro; Fr. Teófano Morrás del Rosario y Fr. Ladislao Moreno
del Carmen. Que el Señor derrame sobre ellos abundantes gracias con que sigan fielmente las
huellas de nuestros heroicos antepasados, para que se cumplan los vehementes deseos que
tienen los mismos de ser santos.
FR. R. J. DE LA C.
A. R.
Marcilla 19 de Octubre de 1915.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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DE MONTEAGUDO
Exhumación y traslado de los restos del Ilmo.
y Revmo. P. Fr. Ezequiel Moreno
Los sucesos felices, las emocionantes escenas que en los días 20 y 21 del memorable mes
de Octubre se han deslizado ante nuestra vista, son más bien para recordarse y admirarse con
dulce y agradable contento, que para describirlos en unas pocas cuartillas. Y a la verdad; ¿no
han gustado nuestros corazones una suavidad y dulzura más dignas de codicia que el oro y la
rica pedrería, más dulces y agradables que la miel y el panal? ¿No hemos visto con agrado y
complacencia días de felicidad y ventura, para nuestra querida madre la Recolección? ¿No
hemos visto al través de la graciosa y risueña figura del Ilmo. Padre Ezequiel irradiar los primeros destellos de un nuevo astro, de un nuevo sol, cuyos luminosos y esplendentes rayos,
apenas aparecidos, son ya la admiración y asombro del viejo y nuevo continente? Ciertamente
que sí. Pues ved aquí mi temor de desengalanar y desfigurar las brillantes escenas a las que
hemos tenido la honra y dicha de asistir, al intentar referirlas en estas páginas. Mas considerando la impaciencia y deseo con que mis hermanos, siempre entusiastas por la gloria del P.
Ezequiel, estarán esperando noticias y detalles de la exhumación y traslación de sus venerables restos, me he movido a decir en esta pequeña crónica algo de lo mucho que hay que decir, y que minuciosa y detalladamente lo encontrarán nuestros lectores en el folleto que en
breve saldrá a luz.
Los vehementes deseos y el ferviente entusiasmo con que desde que se inició la idea del
acto que hemos presenciado esperábamos estos felices días, exceden a toda ponderación; pues
tanto más se aumentaban, cuanto más se diferían los días tan suspirados. Y era que vislumbrábamos días de gloria para nuestra madre, y, cual amantes y cariñosos hijos, nos uníamos a
su alegría y regocijo.
El día 19 por la tarde, vino el organista de la catedral de Tarazona,
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Boletín Oficial
y con él ensayamos la misa de «Requien» que teníamos que cantar el día 21, y además las
piezas de orfeón y demás composiciones musicales que formaban el programa de la velada.
Por la noche llegó también el Ilmo. P. Fr. Toribio Minguella, iniciador de la dicha traslación,
acompañado del P. Fr. Saturio Albéniz de San Luis Gonzaga, a quienes de antemano salimos
a recibir. Al día siguiente, 20, día fijado para la exhumación del cuerpo del P. Ezequiel, llegaron a este Colegio el tribunal de la diócesis, el maestro de ceremonias, el sacristán mayor de
la catedral de Tarazona, y los Sres. médicos de los pueblos de Novallas y Ablitas juntamente
con el Dr. Canalejo, que se halló presente a la operación del cáncer que sufrió el P. Ezequiel
en el hospital. Pasados los primeros saludos, el tribunal compuesto de los muy Ilustres Sres.
Dr. D. Justo Goñi, Arcediano y Provisor, los Jueces adjuntos, Dr. D. José Yepes, Deán; Dr. D.
Juan Garrido, Maestrescuela; Fiscal, Ldo. D. Bernardo Aros; Notario, D. Emilio Monreal, y
Curso, D. Joaquín Maza; se dirigieron a la Iglesia, donde juntamente con los tres Sres. médicos tuvieron la primera sesión, la que levantaron a las 11 y 1/2 para continuarla a las 3 de la
tarde, hora señalada para abrir el sepulcro del P. Ezequiel.
En el tren de las 11 y 1/2 vinieron procedentes de Marcilla N. R. P. Vicario Provincial en
representación de toda la Provincia, y el médico de dicha localidad Dr. D. Tomás Lerga,
quien con los otros señores concurrió al reconocimiento del cuerpo del P. Ezequiel. También
vino una comisión de los PP. Capuchinos de Tudela, presidida por el Revmo. P. Fr. Ángel
María de Villava Definidor General de su Orden.
A las 3 de la tarde se constituyó de nuevo en la Iglesia el Tribunal de la Diócesis, con los
cuatro médicos, testigos, Rector de la Casa y personas que habían de intervenir en la exhumación del cadáver, para abrir ya el sepulcro y proceder al reconocimiento, todo lo cual esperábamos con viva ansiedad.
Quitaron la losa que cubría el modesto sepulcro y comenzaron a sacar la tierra que ocupaba la profundidad como de un metro; al descubrir la bóveda que seguía a la tierra, los corazones latían con más violencia, los ánimos estaban visiblemente emocionados, y en el rostro
de todos se veía dibujada la más grande impaciencia. Entonces
de Agustinos Recoletos de Filipinas
755
el Provisor, como si leyera en los semblantes de todos el ansia con que deseaban abrir la sagrada caja y el deseo santo de apoderarse de su precioso despojo, pronunció en voz alta e inteligible la pena de excomunión con que el Obispo castigaba al que furtivamente extrajera algo
de la caja, vestidos y cuerpo del P. Ezequiel, o introdujese alguna cosa en la caja. Siguieron
quitando los ladrillos que formaban la bóveda, y cada vez aumentaban el entusiasmo, emoción e impaciencia que dominaba los ánimos de todos los espectadores, y mucho más cuando
vieron entera e incólume la caja que guardaba tan venerandos restos. Entonces un grito de
alegría se escapó a la vez de los labios de todos; N. P. Toribio Minguella, que hasta entonces,
y a pesar de sus años, se había mantenido en pie y con los ojos fijos en la fosa observando con
marcado interés todo lo que sucedía, rezó en voz alta un responso al que contestaron con gran
devoción todos los circunstantes.
No dejaré pasar un pequeño incidente que vino a turbar en parte la alegría y contento de
que todos estaban poseídos. Fué el caso que, cuando enterraron al P. Ezequiel, esparcieron
sobre la base de cemento cierta cantidad de serrín que formaba el grosor de tres o cuatro dedos con objeto de que la humedad no penetrase tan intensamente en la caja. El albañil que
había descendido al fondo de la fosa con el fin de amarrar unas cuerdas a la caja para subirla,
al notar que el suelo no era de cemento, sino que lo que había allí, para él, era polvo, pues lo
confundió con el serrín, dijo que la tabla de la caja que estaba en contacto con el suelo de la
fosa, se había reducido a polvo, y por consiguiente que el cuerpo estaría también hecho polvo
y no podrían subirlo. ¡Calculen nuestros lectores la impresión que produciría este contratiempo! Sin embargo, todavía se abrigaba cierta esperanza; y en efecto no salió frustrada, pues en
seguida no faltó quien dijo que aquello era serrín, pues él se había hallado presente cuando lo
esparcieron. Nuevamente vino a reinar la alegría entre todos, y a los pocos momentos la caja
se hallaba ya arriba sobre el pavimento de la iglesia. Inmediatamente se trasladó al centro de
la Iglesia, donde determinaron abrirla y hacer el reconocimiento. Entonces el tribunal preguntó a los médicos qué opinaban respecto del estado en que debía salir el cuerpo del P. Ezequiel,
y respondieron sencillamente que, dadas las circunstancias de la
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Boletín Oficial
humedad tan intensa del lugar donde había estado por espacio de nueve años, la enfermedad
que por sí misma contribuiría en gran parte a la más completa putrefacción, y el modo de embalsamarlo que había sido de segundo grado, cuyo efecto es de unos cuatro o cinco años, el
cuerpo debía estar completamente reducido a polvo o a lo más en tal condición que al menor
movimiento o golpe vendría a reducirse enteramente a ese estado. Considerado bien el parecer
de los médicos, pues era unánime, e inscrito detalladamente en el acta por el Sr. Notario, se
procedió a la apertura de la caja: ésta cedió a la menor resistencia, pues aun cuando la madera
era de buen ciprés, con la humedad se había hinchado y los clavos habían cedido. Y ¡cuál no
sería la sorpresa de todos cuando al levantar la tapa de la caja, apareció el cuerpo todo entero,
tan entero como cuando allí había sido depositado! El entusiasmo que entonces se apoderó de
todos se propagó cual corriente eléctrica a todos los moradores del Colegio, sin que a ello
fuera óbice el hallarse la Iglesia cerrada al público.
Pero todavía, si cabe, subió de punto el entusiasmo cuando al apartar el serrín que cubría
todo el cuerpo, viéronse los vestidos casi completos y que, lejos de reducirse con golpes y
movimientos a polvo el cuerpo, se veía en todos sus miembros una dureza asombrosa, pues se
hallaba, según unánime expresión de los médicos en un estado tractabile. Allí fueron las frases de asombro y alegría que de los labios de todos se escapaban.
El rostro del venerable cuerpo se hallaba casi negro debido a la humedad y haber estado
descubierto, pero tan entero y expresivo que se le notaba hasta la cicatriz de la operación del
cáncer. La nariz estaba completamente entera y las orejas, en particular la izquierda, como si
hiciera poco que había espirado. El pelo fuertemente adherido a la cabeza. Lo demás del
cuerpo también estaba entero y cubierto con todas las vestiduras, excepto el pedazo de alba
que cubría las piernas desde la rodilla a los pies que estaba deshecha y algo de las medias. Las
coyunturas de los huesos de las manos y pies todavía funcionan, lo cual da una razón muy alta
del buen estado en que se halla el cuerpo. La carne de las manos, en las que todavía tiene los
guantes, y la de los pies y piernas conserva su color natural, y es de suponer que así se hallará
lo demás del cuerpo. La
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mitra y casulla también están enteras: en especial la mitra que todavía se podría usar.
Estando en el reconocimiento y a eso de las cinco, llegaron los Ilmos. Sres. Obispos de
Pamplona y Calahorra, quienes a! enterarse de que estaban todos en la Iglesia examinando el
cuerpo del P. Ezequiel, pidieron inmediatamente permiso al Provisor para que les permitiese
entrar, el que en seguida lo concedió. Entrar y ponerse a contemplar admirados el venerable
cuerpo, todo fue uno, dejando aparte los saludos y recibimientos. Ya para entonces se habían
pasado por el cuerpo algunos objetos y entonces ellos pasaron sus respectivos pectorales con
sumo respeto y reverencia. Los médicos estaban asombrados, y a cualquier pregunta respondían que humanamente no se concibe cómo puede hallarse el cuerpo del P. Ezequiel en el
estado en que se halla. Quédese para la Iglesia juzgar y declarar a qué debe atribuirse este
suceso extraordinario, pero dicho sea en honor de la verdad, que la ciencia no lo puede explicar.
Una vez hecho el reconocimiento, determinaron mudar el cuerpo a la nueva caja, pues la
vieja estaba bastante deteriorada, para lo cual empezaron por quitar el serrín que en ella había.
Y primeramente quitaron la almohada en la que descansaba la cabeza. Al quitar la almohada
la cabeza no hizo ningún movimiento sino que permaneció en la misma posición; después
fueron poco a poco quitando el resto del serrín, en cuya faena, paleta en mano, ayudaron los
mismos Obispos, hasta que sacaron el cuerpo solo y entero a una sábana extendida en medio
de la Iglesia. Allí lo limpiaron bien del serrín que había entre las vestiduras, y hubo opiniones
de si lo vestirían de nuevo, pues el cuerpo estaba en condiciones para ello; pero se acordó
dejarlo tal como estaba, y así lo hicieron. Entonces dió permiso el Provisor para que bajase la
Comunidad y demás sacerdotes regulares y seculares que había en el Colegio, para ver al P.
Ezequiel, e inmediatamente nos precipitamos todos ávidos de contemplar tan veneranda figura, sin acertar a proferir otras palabras que de admiración y asombro, hasta que nos volvieron
a despachar. En seguida lo metieron en la nueva caja y lo llevaron a la pequeña tribuna del
Presbiterio al lado del Evangelio, donde lo taparon
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Boletín Oficial
y pusieron dos sellos entre la caja y la tapa para aquella noche, pues tenía que estar cerrado.
El reloj marcaba las nueve y media cuando todo había terminado, y por consiguiente de
allí subieron todos a cenar rebosando sus corazones contento y satisfacción dando por muy
bien empleado el continuo trabajo que desde las tres de la tarde habían tenido.
Aquella noche, en unos la satisfacción, en otros la alegría, en otros el carecer de sueño y
hasta en otros de cama, hizo que muy pocos descansaran un poco, y si lo hicieron muy tarde.
A la mañana siguiente, muy de madrugada, se comenzaron a celebrar misas, y tanta era la
afluencia de sacerdotes que pasaron de cincuenta las misas que en aquel día se celebraron. La
concurrencia de fieles también fué numerosa, pues como el día anterior habían estado cerradas las puertas de la iglesia, la gente venía picada de devoción y curiosidad. A eso de las ocho
se volvieron a cerrar las puertas de la Iglesia para disponer los preparativos para la misa mayor y sacar al P. Ezequiel de donde estaba, para exponerlo al público.
A las ocho y media se comenzó a tocar a misa de Requiem, y a eso de las nueve llegó el
Excmo. Sr. Obispo de Tarazona D. Santiago Ozcoidi, a quien salieron a recibir los Ilmos.
Obispos de Sigüenza y Calahorra abriéndose paso con dificultad entre el inmenso gentío que,
apiñado a la puerta de la Iglesia, esperaba impaciente.
La Iglesia estaba dispuesta del modo siguiente: en el lado de la Epístola había preparado
un solio para el Sr. Obispo de Pamplona, encargado de celebrar la misa pontifical; en el del
Evangelio otro para el diocesano y asientos para los Sres. Obispos de Sigüenza y Calahorra,
quienes con ornamentos episcopales asistieron a la misa, y en el centro de la iglesia sobre un
pequeño catafalco se hallaba la caja del P. Ezequiel abierta, enfrente de la cual estaba colocado parte del tribunal y en los lados dignidades eclesiásticas; el ayuntamiento en pleno y los
Sres. Médicos con representaciones de la Curia Generalicia de nuestra Orden y de cada una de
las tres Provincias y del clero secular y regular. Un poco antes de las nueve y media, hora
señalada para la misa, se abrieron las puertas de la iglesia y la inmensa multitud de gente, que
apiñada hervía impaciente, se esparció cual oleada gigantesca por el ámbito de la Iglesia
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no bastando a contener su primer ímpetu tres guardias colocados en las verjas y varios PP. y
sacerdotes prevenidos de antemano para impedir que la gente se acercara a la caja.
Sosegada y contenida la multilul de fieles, quedó la Iglesia de tal manera que ofrecía un
cuadro imponente, y el lleno era completo a pesar de ser día de labor. ¡Tanta es la veneración
que a todos infunde el nombre del P. Ezequiel!
Empezó pues la misa en la que, como he dicho, ofició de pontifical el Ilmo. Sr. Obispo de
Pamplona. La comisión del Cabildo estaba compuesta de los Sres. Doctoral, Dr. D. José Vicente Rojo; Penitenciario, D. Antonio Romanos; Magisiral, Sr. Ausejo y D. Bartolomé Rey
que juntamente con el Magistral de Soria y Dr. D. José Ignacio Navarro oficiaron de asislentes, diáconos y subdiáconos respectivamente. El Maestro le Ceremonias de la catedral de Tarazona don Elías Hernández y sacristán mayor de la misma catedral D. Mariano Gil dispusieron todo convenientemente.
En el coro se cantó la grave y majestuosa misa de «Requiem» de D. Domingo Más y Serracant, cuya secuencia es de lo más grandioso y sublime que hay. La capilla del Colegio, de
suyo buena y completa, estaba reforzada por un tenor, un bajo un tiple-infante de la catedral
de Tarazona.
La dulce y angelical voz del niño que en la secuencia alternaba con las sonoras y graves
del resto de la capilla, producía un contraste tan agradable y grandioso que mantenía los ánimos de los oyentes dulcemente emocionados. El organista de la catedral de Tarazona, como
ya dije antes, acompañó la misa con tal gusto y maestría que parecía arrancar del órgano notas
celestiales.
El acto de la elevación fué sublime: aquel inmenso hormiguero de gente con sus ojos fijos en el bendito Pan de los Ángeles: aquellas nubes de incienso que pausada y majestuosamente ascendían a lo alto semejando juguetonas e inquietas nubecillas heridas por los luminoso rayos del sol que brillante penetraba; aquellos dulces y variados acordes cuyas argentinas
notas repercutían sonoras por el perfumado ambiente de la Iglesia; todo formaba un cuadro de
tan sublime y agradable poesía, que hizo gozar a nuestros corazones un no sé qué de divino.
Terminada la la misa, se vistió el Sr. Obispo de capa pluvial, y precedido
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Boletín Oficial
de todos los ayudantes procedió a la absolución del cadáver en la forma acostumbrada. Enseguida fué trasladada la caja al Presbiterio y colocada en el suelo para que con más facilidad
pudieran verla los fieles.
Para proceder con más orden y moderación, se formó una especie de calle en la que estábamos extendidos todos los coristas, gran parte de Padres y Sacerdotes y varios miembros del
Ayuntamiento. Así pues se consiguió que en pocas horas pudieran contemplar bastante detenidamente todos los que en la Iglesia estaban y los que por momentos iban llegando, el venerable cuerpo del P. Ezequiel. Según cálculos aproximados el número de fieles que desfiló delante de la caja, llegó a la cifra considerable de 5000, y con seguridad que el número se hubiera cuadruplicado si el cuerpo hubiera permanecido expuesto todo el día, pues los caminos y
plaza de Monteagudo se vieron todo el día atestados de gente, que al enterarse de que ya no
podían ver al P. Ezequiel, pues habían cerrado la caja, se volvían tristes y silenciosos a sus
respectivas casas y pueblos sin conseguir realizar su santo deseo, después de haber caminado
tal vez la mayor parte del día. En los ánimos de los que ya llegaban a la caja, veíase dibujada
la impaciencia y vehementes deseos contenidos tan sólo por la multitud que les precedía, y en
cambio en los ánimos de los que volvían una tan dulce y grata satisfacción que no cambiaran
su dicha por todo el oro del mundo.
Pasadas ya las 12 volvierónse a cerrar las puertas y volvimos a bajar toda la comunidad a
contemplar por última vez y despedirnos con sentimiento de aquel precioso despojo que nunca nos cansábamos de mirar, y allí nuestros labios murmuraron las últimas peticiones que con
más fe creíamos conseguir entonces. Inmediatamente nos retiramos todos quedándose el tribunal, los Sres. Obispos y otras dignidades eclesiásticas: se cerró la caja según las prescripciones del derecho y fué trasladada a la tribuna del lado del Evangelio y de la que ya he hecho
mención, donde permanece provisionalmente, mientras se levanta el sarcófago que en adelante ha de ocupar. Al terminar todo esto el reloj apuntaba la una.
La comida, presidida por los Sres. Obispos, estuvo animadísima, y los cubiertos llegaron
hasta 100, sin contar a la comunidad. Levantada la mesa, dió comienzo la velada literariomusical con que
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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los Coristas obsequiaron a los Ilmos. Sres. Obispos, Tribunal eclesiástico, Comisiones del
clero regular y secular, Autoridades eclesiásticas y civiles y a todos los que cooperaron o asistieron a la exhumación y traslado de los restos del Ilmo. P. Ezequiel Moreno.
El programa estaba dispuesto del siguiente modo:
1.º Discurso-saludo, por Fr. Fabián Otamendi.
2.º «Mar adentro», Orfeón por todos los Coristas.
3.º «Una flor del vergel Agustiniano», Poesía por Fr. Carlos Liñán.
4.º «Un adiós», Aria cantada por Fr. Abundio Frías.
5.º Grati animi memoria», Poesía, Fr. Victorino Capánaga.
6.º «Ausencias y anhelos», Orfeón por todos los Coristas.
7.º «Triunfaste del sepulcro», Poesía por Fr. Aurelio Galán.
8.º «Framway», Galop, a cuatro manos, por Fr. A. AIduán y J. Gómez.
9.º «Himno al P. Ezequiel», por los Coristas, Orfeón.
Nada diré del resultado de los números de la velada sino que Ilenaron completamente los
gustos del benévolo público, que es cuanto se puede decir, considerada la variedad de clases y
distinciones. Las piezas de orfeón y cuanto se refiere a la música resultaron brillantísimas, al
final de las cuales el público palmoteaba lleno de gusto y entusiasmo; siendo de notar en particular el aria «Un adiós» cantada por el joven corista Fr. Abundio Frías, quien al terminar fué
por todos muy ovacionado.
Los trabajos literarios no rayaron a menos altura; pues tanto el joven que declamó el discurso como los de las poesías se portaron muy serenos; habiendo escuchadotodos nutridos y
numerosos aplausos. Una de las poesías se publica en este Boletín, y la misma juntamente con
los demás números literarios del programa se publicarán probablemente en el folleto que, como antes dije, en breve saldrá a luz. Como final de la velada cantamos el precioso himno al P.
Ezequiel compuesto por el corista Fr. Alejandro Osés, obra justamente alabada por los inteligentes y cuya ejecución fué muy aplaudida.
Así terminó la velada de la que quedaron lo mismo los señores Obispos que el resto del
público visible y sumamente complacidos, como así lo expresaron con breves pero elocuentes
palabras al despedirse.
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Boletín Oficial
Como los Sres. Obispos, el Tribunal y demás dignidades eclesiásticas tenían que marcharse
aquella misma tarde, se dispusieron los coches y demás preparativos. En dos de los coches
salieron para Tarazona el Sr. Obispo y el Tribunal eclesiástico, y en otros dos para la estación
de Tulebras los tres Sres. Obispos de Sigüenza, Pamplona y Calahorra con sus Rdos. Capellanes, a tomar el tren que los había de conducir a sus respectivas diócesis. El momento de despedida, como pueden comprender nuestros lectores, fué conmovedor, tiernísimo, llevando
todos en sus corazones gratos y dulces recuerdos de tan memorable día.
Minutos antes de subir al coche se acercaba trémula y majestuosamente a la reja de la tribuna en que está depositada la caja del P. Ezequiel, nuestro querido P. Fr. Toribio Minguella,
quien, al creerse solo en la Iglesia, miraba dulcemente por entre las aberturas de la reja como
si buscar quisiera algo que se le había perdido: yo, que tuve la dicha de contemplar tan conmovedora escena, de mí se decir que sentí en mi corazón honda y grande emoción: ¡Qué le
dirá! pronuncié para mis adentros con santa y religiosa envidia. Al apartarse, el corazón parecía que le hacía violencia y quería quedarse allí. ¡Dios premie con lo que más le convenga a
este egregio Prelado que tan celoso y diligente se muestra por la gloria y esplendor de uno de
sus santos!
A las 6 de la tarde ya no quedaban en este Colegio más que algunos de nuestros PP. y varios Sacerdotes que marcharon al día siguiente a sus correspondientes destinos y casas. Al
anochecer había ya vuelto a reinar en este Colegio la tranquilidad habitual del claustro; y en
las animadas y fraternales conversaciones de los Coristas, se comentaban y referían con entusiasmo y calor las impresiones recibidas.
Así terminó aquel memorable día, que en los Anales de nuestra amada Orden Recoleta
Agustiniana llenará una de las páginas más brillantes de su gloriosa historia y cuyo recuerdo
vivirá eternamente en el corazón de todos sus hijos.
Fr. F. O. d. l. C.
A. R.
Colegio de Monteagudo 26 de Octubre de 1915.
de Agustinos Recoletos de Filipinas
763
DE S. MILLÁN DE LA COGOLLA
En el Colegio Preparatorio de San José, establecido en San Millán de la Cogolla, han ingresado este año para el curso de 1915 a 1916, los dieciocho alumnos, cuyos nombres, pueblo
y provincia de naturaleza, y edad se expresan a continuación:
Nombres y apellidos
Martín Martínez Grandes
Juan Domínguez del Pueyo
Nicasio Fernández Gastón
Lorenzo Agustín Fernández
Gregorio Samanes Muñoz
Jesús Monasterio Lerena
Joaquín Peña Lerena
Primitivo Sáenz Azcárate
Venancio Castro Escudero
Aureliano Lucea Escudero
Martín Ruiz Gutiérrez
José María Peña Moral
Arturo Quintanilla Manzanares
Constancio Peña Lerena
Saturnino Valgañón Garrido
Fernando Bello Pradas
Moisés Tobías Santa María
Pedro Chicote y Herce
Pueblo
Provincia
Zarzosa
Zarzosa
Ubago
Valgañón
Valtierra
San Millán
San Millán
Trevijano
Elciego
Elciego
Angunciana
Logroño
Berceo
San Millán
Valgañón
Zaragoza
Berceo
San Andrés
Logroño
Logroño
Navarra
Logroño
Navarra
Logroño
Logroño
Logroño
Álava
Álava
Logroño
Logroño
Logroño
Logroño
Logroño
Zaragoza
Logroño
Logroño
Nacimiento
5
23
11
14
17
1
3
23
2
2
23
30
10
9
16
11
25
22
¡El Señor conceda a todos el precioso don de la perseverancia!
Noviembre
Junio
Octubre
Noviembre
Noviembre
Enero
Marzo
Julio
Agosto
Diciembre
Marzo
Marzo
Septiembre
Octubre
Octubre
Diciembre
Diciembre
Febrero
1901
1902
1902
1902
1902
1903
1903
1903
1903
1903
1904
1904
1904
1904
1904
1904
1904
1905
764
Boletín Oficial
NECROLOGIO
El día 8 de Agosto entregó su alma al Creador en nuestro Convento de Manila nuestro
hermano el P. Fr. Manuel María Gómez del Carmen, víctima de una disentería infecciosa;
habiendo recibido los Santos Sacramentos de Penitencia y Extremaunción, y no el Santo Viático por impedirlo la índole de la enfermedad.
El P. Manuel María contaba 53 años de edad y 34 de profesión1, recibió el presbiterado
en Zaragoza en Marzo de 1885, y pasado a Filipinas ejerció allí la cura de almas en varios
Ministerios de Calamianes, Romblón y Mindoro, habiendo observado siempre una conducta
ejemplar, ya como conventual, ya como misionero.
R. I. P.
TIP. DE SANTA RITA. – MONACHIL
1
V. Catálogo de los Religiosos Agustinos Recoletos... pág. 640.
Año VI
Diciembre de 1915
Núm. 66
BOLETÍN
DE LA
PROVINCIA DE SAN NICOLÁS DE TOLENTINO
DE FILIPINAS
de la Orden de Agustinos Recoletos
REVISTA LITÚRGICO-CANÓNICA
NUEVA BULA DE LA SANTA CRUZADA
En prueba de gratitud al favor singularísirno que acaba de conceder el Santo Padre Benedicto XV a nuestra católica España, es muy justo que honremos la «Revista Litúrgico canónica» de nuestro «Boletín» con la publicación de la preciosa Bula Ut praesens periculum, en la
que se consignan tan señaladas gracias y tan especiales privilegios.
Como verán nuestros lectores, el presente documento es una señal
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inequívoca de que el corazón de nuestro Smo. Padre siente hacia los españoles sus más puras
y fervientes simpatías; pues en él nos concede un sin número de gracias que hasta el presente
ningún Papa ha concedido a España ni a ninguna otra nación. En esta nueva Bula se conceden
algunas indulgencias sobre las contenidas en la antigua, y se facilitan los medios prescritos
para ganarlas; se faculta a todos los ordenados in sacris, sean seculares o regulares, para que
en privado puedan rezar los maitines y laudes del día siguiente inmediatamente después del
medio día; se amplía la facultad de los confesores para la absolución de los casos reservados y
la libertad de los religiosos y especialmente de las religiosas para la elección de confesor;
también se introducen notables y ventajosas diferencias en la conmutación de votos, en las
bulas de difuntos y composición, en las leyes del ayuno y de la abstinencia; se dispensa la de
la promiscuación; se deroga el indulto de lacticinios para los sacerdotes y se concede el hasta
ahora desconocido en España Sumario de Oratorios.
Todas estas y otras muchas gracias y privilegios podrán ver nuestros lectores en la nueva
Bula, cuyo texto íntegro es como sigue:
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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CARISSIMO IN CHRISTO FILIO NOSTRO
ALPHONSO XIII
HISPANIARUM REGI CATHOLICO
BENEDICTUS PP. XV
CARISSIME IN CHRISTO
FILI NOSTER,
SALUTEM ET APOSTOLICAM BENDICTLONEM
Ut praesens periculum ab Europae nationibus averterent, teterrima tempestate qua furor
infideliurn Catholicos Principes et populos infensis bellis exagitabat, et cum pernicie animorum extremum discrimen ipsis minitabatur, vindices Christianitatis hispaniarum Reges Catholici Apostolicas ab hac S. Sede Litteras acceperunt, quibus plures gratiae ac favores tum
spirituales, tum temporales pro certo annorum spatio tribuebantur iis ex hispanica ditione fidelibus, qui vel ad bonum adversus infideles certamen decertandum proficiscerentur,
A NUESTRO AMADO HIJO EN CRISTO
ALFONSO XIII
REY CATÓLICO DE ESPAÑA
BENEDICTO XV, PAPA
Muy amado hijo nuestro en Cristo, salud y la bendición apostólica
Para alejar de las naciones de Europa el inminente peligro que las amenazaba en la época
tristísima en que el furor de los infieles promovía guerras encarnizadas contra los Príncipes y
los pueblos católicos y estaba a punto de ponerlos en extremo peligro con grave perjuicio de
las almas, los Reyes Católicos de España, celosísimos defensores de la Cristiandad, obtuvieron de esta Santa Sede Letras Apostólicas por las cuales se concedían muchas gracias y favores espirituales y temporales por determinado número de años a los fieles de los dominios de
España que fuesen a pelear contra los infieles o que con sus propios recursos contribuyesen a
los gastos ocasionados
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vel susceptas contra illos, aut suscipiendas militares expeditiones propriis sumptibus iuvarent.
Haec fuit Bullae Cruciatae in Hispaniis origo, Romanique Pontifices Nostri Decessores iterum iterumque huiusmodi indultum prorogarunt. Sed cum labentibus annis nulla amplius urgeret contra infideles praeliandi necessitas, corrogatas pro indulto eodem lucrando eleemosynas in alios pios usus, ac potissimum in Divini Cultus splendorem augendum, ipsi Nostri
Praedecessores erogandas esse decreverunt. Porro in solemni de Ecclesiasticis negotiis conventione, quae cum Hispaniarum Regina Catholica die XVI m. Martii anno MDCCCLI inita,
similibus Litteris Apostolicis nonis Septembris confirmata fuit, articulo XL cautum est, ut in
posterum in ditione hispanica Ordinarii Praesules in sua quisque dioecesi BulIae Cruciatae
proventus administrent ad eos usus erogandos iuxta normam in ultima prorogatione Apostolici Indulti praescriptam, salvis obligationibus quibus iidem proventus vi conventionum cum S.
Sede initarum obnoxii sunt; in conventione autem aditionali inia die XXV m. Augusti anno
MDCCCLIX
por las expediciones militares que contra aquéllos se hubiesen emprendido o se hubiesen de
emprender.
Este fué el origen de la Bula de Cruzada en España, y los Romanos Pontífices, nuestros
predecesores, prorrogaron repetidas veces este indulto. Con el transcurso del tiempo, y cuando ya no era urgente la necesidad de luchar con los infieles, nuestros mismos predecesores
decretaron que las limosnas obtenidas para lucrar dicho indulto se destinasen a otros fines
piadosos, y principalmente a dar mayor esplendor al culto divino. Posteriormente, en el solemne Concordato para el arreglo de los negocios eclesiásticos celebrado con la Reina Católica de España el día 16 de Marzo del año 1851, confirmado por Letras Apostólicas semejantes
el día 5 de Septiembre del mismo año, y en su artículo 40, se previno que en lo sucesivo los
ordinarios de los dominios de España administren cada uno en su diócesis los productos de la
Bula de Cruzada para aplicarlos en la forma prescrita en la última prórroga del Indulto Apostólico, dejando a salvo las obligaciones a que están sujetos los mismos productos, en virtud de
Convenios celebrados por la Sana Sede; y en
de Agustinos Recoletos de Filipinas
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expresse cautum fuit ut in posterum BulIae Cruciatae proventus omnes, salva eorumdem parte
Stae. Sedi debita, ut superius in expensas divini cultus exclusive impendi debeant. Quod vero
attinet ad Apostolicas facultates adnexas officio Commissarii Generalis Bullae Cruciatae, et
consequentes attributiones, in eodem sollemnis Conventionis articulo XL statutum fuit, ut
illae per Archiepiscopum Toletanum ea forma et amplitudine exerceantur, quae S. Sedes praefiniverit. Haec quidem Bulla per Apostolicas Litteras die XXI m. Septembris anno MCMII,
Piscatoris annulo obsignatas, ad duodecim annos novissima vice prorogata fuit a rec. me.
Leone PP. XIII, Praedecessore Nostro, finemque habuit prima Dominica Adventus anni superioris MCMXIV. Eam vero Decessor Noster bo. me. Pius PP. X ad annum dumtaxat produxit
per Secretariae Status mandatum sub die XXIV m. Junii ipsius anni MCMXIV; consilium
enim mente susceperat Bullam enunciatam reformandi, ut magis illam praesentium temporum
adjunctis respondentem redderet: pariterque ut voluntatem Suam erga Te, Carissime in Christo fili Noster, atque erga
el Convenio adicional del 5 del mes de Agosto de 1859, expresamente se previno que en adelante todos los productos de la Bula de Cruzada, salva la parte debida de la Santa Sede, deban
emplearse exclusivamente en los gastos del culto divino, como arriba se indicó. Mas por lo
que hace a las facultades apostólicas anejas al oficio de comisario general de la Bula de Cruzada, y sus consiguientes atribuciones, se estableció en el mismo artículo 40 del Concordato
solemne, que se ejerzan por el Arzobispo de Toledo en la forma y con la amplitud que determinase la Santa Sede. Nuestro predecesor, el Papa León XIII, de feliz memoria, por Letras
Apostólicas de 21 de Septiembre de 1902, expedidas con el sello del Pescador prorrogó nuevamente dicha Bula por 12 años, que terminaron el primer domingo de Adviento del año pasado de 1914. Por último, nuestro predecesor, el Papa Pío X, mediante mandato de la secretaría de Estado del 21 de Junio de 1914, la prorrogó por un año solamente, pues tenía el propósito de reformar la citada Bula para acomodarla mejor a las necesidades de los tiempos presentes, y se había propuesto igualmente ampliar sus privilegios para demostrar de manera
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praenobilem nationem, quam regis, luculentius significaret, iIIius privilegia amplificare Sibi
quoque proposuerat. Hanc Nostri Decessoris voluntatem placet modo Nobis ad exitum adducere non minori enim benevolentia et caritate Te, Carissime in Christo Fili Noster, atque universae Hispaniae populum complectimur. Quare, exhibitas Tuo nomine Nobis per Tuum apud
Nos Legatum preces ultro libenterque excipientes, Cruciatae Bullam pro Regno Hispaniarum
Motu proprio atque ex certa scientia et matura deliberatione Nostris, deque Apostolicae Nostrae potestatis plenitudine, praesentium vi, ad duodecim annos prorogamus, a prima Dominica
adventus vertentis anni MCMXV computandos. Circa autem publicationem Bullae ipsius
eiusdemque indulta quoad indulgentias, divina officia et sepulturam, confessionem et votorurn commutationem; dispensationem ab irregularitate, et ab impedimento affinitatis et criminis; beneficiorum convalidationes et compositiones; legem abstinentiae et jejunii; conditiones
circa usum ipsius indulti; quoad denique privata oratoria, servare praecipimus religiose in
omnibus
más patente su afecto hacia ti, amadísimo hijo nuestro en Cristo, y hacia la nobilísima nación
que riges. Plácenos ahora a Nos, que sentimos no menos afecto hacia ti, muy amado hijo
nuestro en Cristo, y a todo el pueblo español, llevar a cumplido término los deseos de nuestro
predecesor. Por esto, recibiendo benignamente las preces que en tu nombre nos ha presentado
tu Embajador en Nuestra Corte, motu proprio, de ciencia cierta y previa madura deliberación
y con la plenitud de Nuestra potestad Apostólica, prorrogamos por virtud de las presentes la
Bula de Cruzada para el Reino de España, por el término de doce años, computados desde el
primer domingo de Adviento del corriente año de 1915. Mas acerca de la publicación de la
citada Bula y de los indultos en ella concedidos respecto de indulgencias, divinos oficios y
sepultura, confesión y conmutación de votos, dispensa de irregularidad y del impedimento de
afinidad y de crimen, convalidaciones y composiciones de beneficios, ley de abstinencia y del
ayuno, condiciones del uso de dicho indulto, y, finalmente, respecto de los oratorios privados,
mandamos que se observen religiosamente y en todas sus partes las
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conditiones ac leges, quae continentur in indiculo, quod praelo impressum in tabulario tertiae
Sectionis Secretariae Nostrae Status a brevibus Apostolicis asservare iussimus, cuius tenor
sequens est:
INDULTA PONTIFICIA HISPANICAE NATIONI CONCESSA
Publicatio indultorum eorumque usus
Indulta, Hispanicae Nationi a S. Sede concessa, singulis annis publicanda sunt. Annus
computatur a die antea factae publicationis, usque ad diem novae faciendae publicationis.
Summaria sumpta a fidelibus valent pro eorum usu, durante toto praedicto anno. Indulta
autem intelliguntur semper prorogari, pro maiori fidelium commoditate, ad unum integrum
mensem post expletum annum ab eorum publicatione.
Indultis fruuntur omnes, qui versantur in territorio Hispaniarum, vel in alio quocumque
territorio Hispanicae ditioni subiecto, si tamen
condiciones y leyes contenidas en el índice impreso, que mandamos conservar en el archivo de la tercera Sección de Nuestra Secretaría de Estado para los Breves apostólicos, y
cuyo tenor es el siguiente:
INDULTOS PONTIFICIOS CONCEDIDOS A LA NACIÓN ESPAÑOLA
Publicación de los indultos y su uso
Los indultos concedidos por la Santa Sede a la nación española deberán publicarse
anualmente.
El año se cuenta desde el día de la publicación anterior hasta el día en que deba hacerse la
nueva publicación.
Los Sumarios adquiridos por los fieles valen para su uso durante todo el referido año. Pero para mayor comodidad de los fieles, se entiende siempre que los indultos se prorrogan por
un mes completo después de terminado el año de su publicación.
De los indultos disfrutan todos los que residan en territorio español o en cualquier otro territorio sujeto a la jurisdicción española, si adquieren los Sumarios. Del indulto relativo a la
ley de la abstinencia
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Summaria sumant. Indulto autem quoad legem abstinentiae et ieiunii uti possunt tum in Hispaniis tum extra Hispanias, dummodo absit scandalum.
Pro licito et valido usu Indultorum sufficit Summaria sumere. Necessarium non est subscribere in illis proprium nomen et cognomen. Neque necessarium est illa secum habere, vel
illa servare.
Taxa, vel eleemosyna, solvenda, consignanda est ad calcem uniuscuiusque Summarii.
Sciant autem fideles huiusmodi proventus destinari principaliter ad divinum cultum sustinendum, ad pia beneficentiae opera, ad onera sustinenda ipsius BuIlae Cruciatae.
Horum indultorum executor est Emus. Card. Archiepiscopus Toletanus, qui omnes facuItates Ei tributas potest singulis Ordinariis subdelegare.
Indultum «quoad indulgentias»
I. Plenaria conceditur Indulgentia, bis acquirenda mira annum
y del ayuno, podrán hacer uso en España y fuera de España, siempre que se evite el escándalo.
Para usar lícita y válidamente de los indultos basta adquirir los Sumarios. No es necesario
inscribir en ellos el nombre y el apellido. Tampoco es necesario llevarlos consigo o conservarlos.
La tasa o la limosna que haya de pagarse se debe consignar al pie de cada Sumario. Sepan
los fieles que los productos obtenidos se destinan principalmente al sostenimiento del culto
divino, a obras de beneficencia y a levantar las cargas de la misma Bula de Cruzada.
El ejecutor de estos indultos es el Emmo. Cardenal-Arzobispo de Toledo, que puede subdelegar en los ordinarios todas las facultades a él concedidas.
Indulto relativo a las indulgencias
I. Se concede indulgencia plenaria, que podrá ganarse dos veces dentro del año del indulto en dos días distintos, elegidos a voluntad
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Indulti, duobus distinctis diebus, ad arbitrium eligendis ex intentione praefatam lucrandi Indulgentiam, ab iis, qui confessi, sacra Communione refecti fuerint, si possint; si vero non possint, dummodo id fecerint intra tempus praescriptum ab Ecclesia, praedicta habita intentione
eamdem adquirendi Indulgentiam.
II. Indulgentia conceditur quindecim annorurn et quindecim quadragenarum iis qui, corde
saltem contriti, voluntarie ieiunaverint quocumque ex diebus non consecratis ecclesiastico
ieiunio, et aliquas effuderint vocales preces secundum intentionem Summi Pontificis. Praedictum ieiunium potest commutari in aliud pium opus, pro illis, qui ieiunare non possunt, ab Ordinario, a parocho et etiam a confessario. Conceditur praeterea praedicta peragentibus participatio omnium piorum operurn, quae illis diebus fiant in Ecclesia militante.
III. Indungentiae Stationum almae Urbis, in Rescripto S. C. Indulgentiarum d. d. 9 Julii
17771 recensitae, conceduntur iis omnibus
con la intención de ganar la citada indulgencia, a los que, habiendo confesado, reciban, si
pueden, la Sagrada Comunión; si no pudiesen, siempre quo lo hagan dentro del tiempo prescrito por la Iglesia, teniendo intención de ganar la referida indulgencia.
II. Se concede indulgencia de quince años y quince cuarentenas a los que, por lo menos
con corazón contrito, ayunasen voluntariamente cualquier día de los no consagrados al ayuno
eclesiástico y rezasen algunas oraciones por la intención del Sumo Pontífice. El ordinario, el
párroco y aun el confesor pueden conmutar dicho ayuno por otra obra piadosa a los que no
pudiesen ayunar. Se concede además a los que esto hagan participación en todas las obras
piadosas que en aquellos días se hagan en la Iglesia militante.
III. Se conceden las indulgencias de las Estaciones de la ciudad de Roma consignadas en
el rescripto de la Sagrada Congregación de indulgencias del día 9 de Julio de 17772, a todos
los que visiten alguna iglesia u oratorio público o semipúblico, rezando por la intención
1
2
Rescr. Auth. S. C. Indulg., n. 313, p. 239.
Rescr. Auth. S. C. Indulg., n. 313, p. 239.
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qui aliquam ecclesiam vel publicum aut semipublicum oratorium visitent, vocales fundendo
preces secundum intentionem Summi Pontificis, addita tamen confessione et Communione, si
indulgentia adquirenda sit plenaria. Quas Indulgentias, duabus vicibus, lucrari possunt illi
omnes, qui duo sumunt Summaria. Ac illi, qui accedunt ad Sacramenta Poenitentiae et Eucharistiae, possunt ea die loco partialis lndulgentiae, plenariam lucrari Indulgentiam.
IV. Omnibus qui Summarium sumunt, si intra annum Indulti moriantur, concedilur Indulgentia plenaria in mortis articulo, dummodo confessi ac s. Synaxi refecti, vel si id nequiverint, saltem contriti, SSmum. Jesu nomen, ore, si potuerint, sin minus corde, devote invocaverint, et mortem tamquam peccati stipendium de manu Domini patienter susceperint. Possunt
praeterea lndulgentiam Plenariam applicare alicui defuncto, orando coram eius corpore praesente, confessi et sacra Communione refecti.
V. Praefatae lndulgentiae, excepta tamen plenaria in mortis articulo
del Sumo Pontífice, y confesando y comulgando, si desean ganar indulgencia plenaria. Pueden ganar estas indulgencias dos veces todos los que adquieran dos Sumarios. Y los que reciban lo Sacramentos de la Penitencia y Eucaristía pueden en ese día, en vez de indulgencia
parcial, ganar una indulgencia plenaria.
IV. A todos los que adquieran el Sumario, si mueren dentro del año del indulto, se les
concede indulgencia plenaria in artículo mortis, con tal que, habiendo confesado y comulgado, o si no pudieren hacerlo, con corazón contrito, invocasen con devoción, de palabra, si
pueden, o por lo menos de corazón, el Santísimo Nombre de Jesús y recibieren con paciencia
la muerte de manos del Señor como paga del pecado.
Pueden además aplicar la indulgencia plenaria a un difunto si, habiendo confesado y comulgado, rezasen ante él corpore praesente.
V. Las referidas indulgencias, exceptuando, sin embargo, la plenaria que se haya de ganar
in articulo mortis, pueden también aplicarse a las almas del Purgatorio.
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lucranda, applicari etiam possunt animabus in Purgatorio degentibus.
Indultum «quoad divina officia et sepulturam»
I. Qui Summarium habent, possunt, tempore interdicti, cui ipsi causam non dederint, nec
per ipsos stet quominus amoveatur, sive in ecclesiis, in quibus divina officia eo tempore permittantur, sive in oratoriis privatis rite erectis, missas et alia divina officia vel per seipsos celebrare, si fuerint sacerdotes, vel facere ut celebrentur, in sua familiarium, domesticorum, et
consanguineorum praesentia; sed clausis ianuis, non pulsatis campanis, excommunicatis et
specialiter interdictis exclusis; et, in oratorio privato, aliquot fusis precibus pro exaltatione
Sanctae Ecclesiae. Possunt praeterea praedictis missis et officiis, ubi celebrentur, cum suis
interesse. Possunt item in eisdem locis sacram Eucharistiam, et alia sacramenta suscipere.
II. Corpora decedentium, qui Summarium habeant, nisi forte
Indulto relativo a los divinos oficios y a la sepultura
I. Los que tengan Sumario pueden, en tiempo de entredicho, del cual no hayan sido causa
ni de ellos dependa el que se levante, en las Iglesias en las cuales se permitan en ese tiempo
los divinos oficios, o en oratorios privados legítimamente erigidos, celebrar por sí mismos, si
fuesen sacerdotes, Misas y otros oficios divinos, o hacer que se celebren en presencia suya y
de sus familiares, criados o consanguíneos, pero a puerta cerrada, sin toque de campanas, y
excluyendo a los excomulgados y a los sujetos especialmente a entredicho, y rezando algunas
oraciones por la exaltación de la Santa Iglesia, cuando los oficios se celebren en oratorio privado. Pueden además asistir con los suyos a dichas Misas y oficios, donde se celebren.
Pueden también recibir en estos mismos lugares la Sagrada Eucaristía y otros Sacramentos.
II. Los cuerpos de los difuntos que hubieran adquirido el Sumario, si no hubiesen muerto
ligados con el vínculo de la excomunión
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excommunicationis vinculo per sententiam condemnatoriam vel declarationem innodati decesserint, possunt, eodem interdicti tempore, cum moderata funerali pompa sepeliri.
Ill. Executor harum Apostolicarum Litterarum permittere potest, ut, sive tempore interdicti, sive extra illud, missae per horam ante auroram et post meridiem possint celebrari a
praesbyteris, et possint nobiles ac qualificatae personae facere missas celebrari, ipsis praesentibus, praedictis horis.
IV. Ecclesiastici omnes sive cleri saecularis, sive regularis libere possunt, recitatis vesperis et completorio, matutinum cum laudibus officci diei sequentis pridie recitare immediate
post meridiem.
Indultum «quoad confessionem et votorum commutationem»
I. Conceditur ut omnes, etiam Regulares utriusquae sexus, licet expressa et individua
mentione digni et quovis efficaciori privilegio excepti, absolvi in foro tantum conscientiae
possint, iniunctis
por sentencia condenatoria o declaración, pueden ser sepultados durante el entredicho con
modesta pompa funeral.
III. El ejecutor de estas Letras Apostólicas puede permitir que en tiempo de entredicho o
fuera de él puedan los presbíteros celebrar Misas una hora antes de la aurora y una hora después del medio día, y que los nobles y personas de calidad puedan mandar que en esas horas
se celebren en su presencia dichas Misas.
IV. Todos los eclesiásticos, seculares o regulares, pueden libremente, rezadas vísperas y
completas, rezar maitines y laudes del oficio del día siguiente el día anterior inmediatamente
después del medio día
Indulto relativo a la confesión y conmutación de votos
I. Se concede que todos, incluyendo los regulares de ambos sexos, aunque dignos de expresa e individual mención y exceptuados por algún privilegio más eficaz, puedan ser absueltos tan sólo en el fuero de la conciencia, imponiendo lo que de derecho deba imponerse,
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de iure iniungendis, semel in vita seu extra mortis periculum, et semel in mortis periculo intra
annum concessionis, vel his in utroque casu si duplex sumatur Summarium, a quovis confessario sibi libere electo inter approbatos (pro utroque sexu, si de monialibus et quibulibet aliis
mulieribus agatur) ab Ordinario loci, a peccatis et censuris cuicumque et quocumque modo,
etiam speciali, reservatis a iure vel ab homine, ita ut sic absoluti, vi praesentis concessionis,
de speciali gratia, non teneantur deinde recurrere ad alium quemcumque Superiorem.
In hac concessione comprehenditur quoque facultas absolveudi a casu falsae denuntiationis de crimine sollicitationis, sed confessarius electus a tali crimine non absolvat, nisi poenitens prius falsam denuntiationem formiter retractaverit et non aliter.
Recursus vero ad S. Poenitentiariam habendus postea erit ad tramitem decretorurn S. Officii, tunc, tantum, cum agatur de attentata absolutione complicis in peccato turpi.
II. Conceditur praeterea, ut confessarius electus, ut supra, possit
una sola vez durante la vida o fuera de peligro de muerte, y una sola vez en peligro de muerte,
dentro del año de la concesión, o dos veces en uno y otro caso, si adquiriesen dos Sumarios,
por cualquier confesor libremente elegido por ellos entre los aprobados (para ambos sexos, si
se trata de monjas y otras mujeres) por el ordinario del lugar de cualesquiera pecados y censuras, a quienquiera de cualquier modo, aunque sea especial, reservados a jure, vel ab homine, de tal suerte que, una vez absueltos en esta forma por virtud de la presente concesión, como gracia especial, no tengan que recurrir posteriormente a otro superior.
En esta concesión está comprendida también la facultad de absolver del caso de denuncia
falsa del crimen de solicitación; pero el confesor elegido no absuelva de tal crimen si el penitente no retractase antes en debida forma la denuncia falsa, y no de otra manera. El recurso a
la Sagrada Penitenciaría procederá en lo sucesivo, conforme a los trámites de los decretos del
Santo Oficio, únicamente cuando se trate de la intentada absolución del cómplice en pecado
torpe.
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in solo conscientiae foro, etiam extra sacramentalem confessionem, omnia vota privata, in
quibus ius quaesitum tertii non sit, atque exceptis votis perfectis castitatis perpetuae et religionis, in alia pietatis opera dispensando commutare, iisque, adiungendo subsidium aliquod
transmitiendum ad Executorem harum Litterarum Apostolicarum, adhibendum in fines a S.
Sede statutos.
Praesens indultum non valet, nisi quis cum Summario hoc sumat simul Summarium Indulti divinorum Officiorum et sepulturae, nec non Summarium Indulgentiarum.
Indultum «quoad dispensationem ab irregularitate
et ab impedimento affinitatis et criminis»
I. Executor harum Apostolicarum Litterarum possit dispensare super irregularitate cum
his, qui censuris ligati missas celebraverint vel alia divina officia peregerint, non tamen in
contemptum clavium; et super alia qualibet irregularitate ex delicto proveniente,
II. Se concede además que el confesor, elegido del modo dicho, pueda solamente en el
fuero de la conciencia, incluso fuera de la confesión sacramental, conmutar todos los votos
privados en los cuales no se hubiere adquirido derecho a favor de tercero y exceptuando los
votos perfectos de perpetua castidad y religión, por otras obras piadosas, exigiendo alguna
limosna, que ha de remitirse al ejecutor de estas Letras Apostólicas, quien las aplicará a los
fines establecidos por la Santa Sede.
El presente indulto no es válido si, además de este Sumario, no se adquiere el Sumario
del indulto relativo a los divinos oficios y sepultura y el Sumario de indulgencias.
Indulto relativo a la dispensa de irregularidad y del
impedimento de afinidad y de crimen
I. El ejecutor de estas Letras Apostólicas pueda dispensar sobre irregularidad a los que,
ligados con censuras, hayan celebrado Misa u otros oficios divinos, no habiéndolo hecho en
desprecio de la potestad
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exceptis irregularitatibus ex homicidio voluntario, etiam occulto, aut ex simonia vel apostasia
a fide, aut ex haeresi, vel ex alio delicto, scandalum in populum generante, provenientibus,
imposita dispensatis congrua eleemosyna, impendenda in fines a S. Sede statutos, aliisque
iniunctis de iure iniungendis.
II. Possit idem Executor Apostolicarum harum Litterarum dispensare in occulto affinitatis
impedimento ex copula illicita proveniente sive ad ineundum matrimonium, sive etiam ad
initum matrimonium convalidandum, iniuncta aliqua eleemosyna ad fines a S. Sede statutos.
Idem similiter possit dispensare1 in occulto criminis impedimento, neutro machinante, sive ut
supra, ad ineundum matrimonium, sive etiam ad initum matrimonium convalidandum, iniuncta eleemosyna prout superius indicatum est.
de las llaves, y sobre cualquiera otra irregularidad proveniente de delito, exceptuando las irregularidades provenientes de homicidio voluntario, aun oculto, de simonía o de apostasía de la
fe, de herejía o de cualquiera otro delito que produzca escándalo en el pueblo, imponiendo a
los dispensados la limosna conveniente, que debe ser destinada a los fines establecidos por la
Santa Sede, y lo demás que de derecho deba imponérseles.
II. Pueda también el ejecutor de estas Letras Apostólicas dispensar el impedimento oculto
de afinidad proveniente de cópula ilícita, bien para contraer matrimonio, bien para convalidar
el contraído, imponiendo alguna limosna para los fines establecidos por la Santa Sede. Pueda
igualmente dispensar2 el impedimento oculto de crimen neutro machinante, bien sea como en
el caso anterior, para contraer matrimonio, bien para convalidar el contraído, imponiendo una
limosna, como antes se ha indicado.
1
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Haec, tamen, facultas publicanda non erit in Summario.
Sin embargo, esta facultad no ha de publicarse en el Sumario.
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Indultum «quoad beneficiorum convalidationes et quoad compositiones»
I. Possit Executor harum Litterarum convalidationem concedere super titulo cuiuscumque
ecclesiastici beneficii, si bona fide beneficiatus in illius possessionem inmissus fuerit, excluso
tamen casu, quod nullitas collationis seu institutionis ex simonia proveniat.
II. Possit idem Executor perceptos bona fide fructus remittere, in praecedeti casu, iniuncto tamen aliquo congruo subsidio ad finem a S. Sede statutum.
III. Possit etiam Executor ad congruam compositionem admitltre beneficiatos omnes, qui
ad restitutionem fructuum tenentur, ob omissam recitationem horarum canonicarum, vel ob
neglectum aliud beneficii officium, exclusa tamen missarum celebrandarum omissione.
Indulto relativo a las convalidaciones y composiciones
I. Pueda el ejecutor de estas Letras Apostólicas conceder la convalidación del título de
cualquier beneficio eclesiástico, si el beneficiado hubiera entrado en posesión de él de buena
fe, excluyendo, sin embargo, el caso en que la nulidad de la colación o de la institución proviniere de simonía.
II. Pueda el mismo ejecutor condonar los frutos percibidos de buena fe, en el caso anterior, imponiendo, sin embargo, una limosna conveniente para el fin establecido por la Santa
Sede.
III. Pueda también el ejecutor admitir a congrua composición a todos los beneficiados
obligados a la restitución de frutos por omisión del rezo de las horas canónicas, o por el incumplimiento de alguna otra obligación del beneficio, excluyendo, sin embargo, la omisión
de las Misas que se debían celebrar.
IV. Pueda el mismo ejecutor admitir a congrua composición a todos por lo injustamente
sustraído, adquirido y retenido, en cualquier forma y por cualquier causa, siempre que no lo
hubiera hecho
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IV. Possit item Executor admittere ad congruam compositionem omnes ob iniuste ablata,
acquisita, retenta, quocumque modo quacumque causa, si tamen id in confidentiam Indulti
factum non fuerit, et si adhibita debita diligentia incertus sit dominus vel reperiri non possit
V. In casu compositionis, ut in par. III et IV, quae solvantur, in finem impendenda sunt a
S. Sede assignatum. Ubi autem admodum grave sit aliquid solvere, possit Executor plenam
facere debiti remissionem. Caeterum, quovis in casu, sufficit solvere decimam partem quantitatis non bene acquisitae. Ac si agatur de non notabili quantitate, quae nempe non excedat
summam 100 pesetarum, compositio plenum suum sortitur effectum, ipso facto sumendi Bullas Compositionis, quin opus sit ad quempiam recurrere.
Nota bene.- Nihil determinatur, quoad quantitatem solvendam ratione compositionis, par.
III et IV, quia, cum in compositione respiciendum sit animarum bonum, et consequenter iudicium quantitatis solvendae pendeat a variis practicis circunstantiis, unde aliquando
confiando en este indulto, y si, puesta la debida diligencia, fuera incierto el dueño o no pudiera ser encontrado.
V. En los casos de composición, a que se refieren los párrafos III y IV, lo que se pague ha
de invertirse en el fin señalado por la Santa Sede. Cuando sea extremadamente difícil pagar
algo, el ejecutor podrá condonar plenamente la deuda.
Por lo demás, en cualquiera caso basta pagar la décima parte de la cantidad no bien adquirida. Y si se trata de cantidad poco importante, que no exceda de 100 pesetas, la composición surte sus plenos efectos por el mero hecho de tomar Bulas de composición, sin necesidad
de recurrir a nadie.
Nota.- Nada se determina en cuanto a la cantidad que debe pagarse por razón de la composición a que se refieren los párrafos III y IV puesto que como en la composición se ha de
atender al bien de las almas, y, por consiguiente, la estimación de la cantidad que debe pagarse depende de varias circunstancias prácticas, llegándose en algún caso, como se dice en el
párrafo V, a la condonación total de la deuda, excepto la tasa pagada por el Sumario, la determinación
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quando etiam, ut habetur par. V, totum sit simpliciter remittendum, praeter solutam pro Summarlo taxam, remittitur prudenti arbitrio, omnibus bene perpensis, determinatio quantitatis
solvendae. Qua in re, ut patet ex dictis, scrupulose procedendum non est, et potius cum liberalitate, quam cum rigore.
Indultum «quoad legem abstinentiae et ieiunii»
I. Omnibus absolute, quacumque die, et quavis refectione, licet uti condimentis ex quovis
adipe, ex butyro, ex margarina, et aliis similibus condimentis; itemque licet comedere lacticinia et etiam ova, eodem modo, id est quavis die et refectione.
II. Abstinentia a carne et a iure carnis servanda est tantum feriis sextis Quadragesimae,
Quatuor Temporum, nec non tribus Pervigiliis Pentecostes, Assumptionis B. V. Mariae in
Coelum, Nativitatis Domini Nostri Iesu Christi.
III. Ieiunium servandum tantum erit feriis IV et VI nec non
de la cantidad que deba pagarse queda al prudente arbitrio, después de examinar bien todas las
circunstancias del hecho; en lo cual, como se desprende de lo dicho, no se ha de proceder escrupulosamene, inclinándose más bien a la liberalidad que al rigor.
Indulto relativo a la ley de la abstinencia y del ayuno
I. A todos absolutamente será lícito usar como condimento en cualquier día y en cualquiera refección grasa de todas clases, manteca, margarina y otros condimentos semejantes;
igualmente será lícito comer lacticinios y también huevos en la misma forma, es decir, en
cualquier día y en cualquier refección.
II. La abstinencia de carne y de caldo de carne se ha de guardar únicamente en los viernes
de Cuaresma, en los de las cuatro témporas y en las tres vigilias de Pentecostés, Asunción de
la Santísima Virgen María a los cielos y Natividad de Nuestro Señor Jesucristo.
III. Se deberá guardar el ayuno únicamente los miércoles, viernes
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sabbatis Quadragesimae, et tribus pervigiliis, praecedentis par. II notatis.
Pervigilium Nativitatis anticipatur ac remittitur ad Sabbatum proxime praecedentium
Quatuor Temporum.
Nec vetitum est pisces ac carnes in eadem refectione permiscere diebus ieiunii et dominicis Quadragesimae.
IV. Omnes possunt ex rationali et iusto motivo a propriis Confesariis dispensari a lege
abstinentiae et ieiunii.
Conditiones circa usum praecedentis indulti
Indulto par. I et II, integra manet lex ieiunii, seu unicae comestionis per diem, pro illis qui
ieiunare tenentur, secundum par. III.
Eodem Indulto non fruuntur, nisi illi tantum, qui sumpserint praesens Summarium et
Summaria Indulgentiarum ac divinorum officiorum, et solverint taxatam eleemosynam, applicandam in beneficium Seminariorum et alios pios fines a S. Sede assignatos.
y sábados de Cuaresma y en las tres vigilias indicadas en el párrafo II.
La vigilia de la Natividad se anticipa y se traslada al sábado de Témporas próximamente
anterior. No está prohibido mezclar carne y pescado en la misma comida en los días de ayuno
y domingos de Cuaresma.
IV. Todos pueden, por justo y racional motivo, ser dispensados por los propios confesores de la ley de abstinencia y del ayuno.
Condiciones para el uso del precedente indulto
Salvo el indulto de los párrafos I y II, queda en todo su vigor la ley del ayuno, o de hacer
una sola comida al día, para aquellos que están obligados a ayunar según el párralo III. Sólo
podrán disfrutar de estos indultos los que adquiriesen este Sumario y los Sumarios de indulgencias y oficios divinos y pagasen la limosna tasada, que se ha de aplicar a beneficio de los
Seminarios y otros fines piadosos designados por la Santa Sede.
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Boletín Oficial
Indultum hoc sumi potest Summario collectivo pro se et tota familia extensive ad quoslibet familiares, hospites etiam ad brevissimum tempus et commensales. Summarium istud collectivum eosdem omnino effectus habet si a matre familias sumitur.
Pauperes non tenentur Summaria praedicta sumere, nec ullam largiri eleemosynam, ut
Indulto fruantur quoad legem abstinentiae et ieiunii. Tenentur vero, si aliis velint frui Indultis.
Omnino excluduntur ab eodem Indulto, quoad legem abstinentiae, Regulares qui, ex speciali voto, toto anno esuriales cibos servare tenentur.
Indultum «de privatis oratoriis»
I. Conceditur sacerdotibus facultas celebrandi Missam in quovis privato Oratorio, canonice erecto et approbato ab Ecclesiastica Auctoritate, et quolivet die, excepto ultimo triduo
Maioris Hebdomadae, quamvis aliae vel plures Missae ibidem ex Indulto celebrari queant et
sine praeiudicio eiusdem Indulti.
Este indulto puede obtenerse adquiriendo un Sumario colectivo para sí y para toda la familia extensivo a los familiares, huéspedes, aunque sea por brevísimo tiempo, y comensales.
Este Sumario colectivo surte todos sus efectos, si lo adquiere la madre de familia.
Los pobres no están obligados a adquirir los referidos Sumarios, ni a dar ninguna limosna
para disfrutar del indulto en cuanto a la ley de la abstinencia y del ayuno; pero están obligados
si quieren disfrutar de otros indultos.
Quedan en absoluto excluidos del indulto de la ley de abstinencia los regulares que por
voto están obligados a no corner en todo el año más que manjares cuadragesimales.
Indulto relativo a los oratorios privados
I. Se concede a los sacerdotes la facultad de celebrar Misa en cualquiera oratorio privado
erigido canónicamente y aprobado por la autoridad eclesiástica, y en cualquier día, excepto
los tres últimos
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II. Permittitur laicis, dummodo Ordinarii locorum id censeant necessarium vel vere utile,
ut in quovis Privato Oratorio ut supra, Missam in sui praesentia celebrandam curare possint
per quemcumque rite probatum sacerdotem, eidemque SS. Sacrificio adsistendo praecepto
audiendi sacrum satisfacere queant.
III. Illi qui habent Cruciatam possunt Missam audire et praecepto satisfacere, etiam in
privato oratorio, et etiam quando Missa in eo celebretur non praesente indultario.
Nota bene.- Varia Indultorum, quae facta est, distinctio, est tantum ad varia Indulta proprio in loco, et ordinate exponenda. Executor Litterarum Apostolicarum poterit ipse, prout
melius iudicabit, inde varia extrahere et conficere Summaria, plura vel pauciora, prout ipse
melius iudicabit. Quapropter possunt omnia praecedentia Indulta simul colligi in Summario
Cruciatae, excepto Indulto abstinentiae et ieiunii, quod separari ab aliis potest, illud substituendo Indulto Quadragesimali, quod hactenus publicatum est.
de la Semana Santa, aunque en dicho oratorio puedan celebrarse por indulto otras Misas y sin
perjuicio del mismo indulto.
II. Se permite a los laicos, siempre que los ordinarios respectivos lo juzguen conveniente
o realmente útil, que puedan hacer que en un oratorio privado, en la forma antes dicha, celebre Misa en su presencia cualquier sacerdote legítimamente aprobado, y, asistiendo al santo
sacrificio, cumplir el precepto de oír Misa.
III. Los que tengan la Bula de la Santa Cruzada pueden oír Misa y cumplir el precepto en
un oratorio privado, aun cuando en él se celebre Misa no estando presente el indultario.
Nota.- La distinción que se hace de los indultos no tiene más objeto que la de exponer ordenadamente y en su propio lugar cada uno de los indultos. El ejecutor de estas Letras Apostólicas podrá, según lo juzgue conveniente, hacer varios Sumarios, más o menos, a su juicio.
Pueden, por consiguiente, reunirse todos los indultos precedentes en el Sumario de Cruzada,
except
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