Para responder al tema de estas Jornadas: Pacto social sí

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IV JORNADAS DEL CONSEJO ESCOLAR DE ANDALUCÍA
EL PACTO SOCIAL POR LA EDUCACIÓN
Sociedad y educación
José Antonio Marina
Para responder al tema de estas Jornadas: Pacto social, sí. Pero me gustaría distinguir que una
cosa es pacto social y otra cosa es pacto político. Pacto político es una instrumentación o una parte del
pacto social, se da cuando hay un debate político. Y un pacto social se da cuando hay un debate social.
Lo que me gustaría es que este debate, aunque en parte se tenga que hacer a través,
naturalmente, de los canales de representación política, saliera de esos canales y llegara a la gente de a
pie. Porque una de las cosas que deberíamos de hacer en el sistema educativo es tener más sentido del
marketing. Es decir, vamos a ver si explicamos a la gente, de la mejor manera posible, con intensidad,
con claridad y con paciencia, qué es lo que hacemos, por qué es tan importante lo que hacemos y por
qué es importante, no sólo para los padres que tienen hijos en edad educativa, sino para todos; vamos a
explicar que muchos de los problemas o de las ventajas con las que se van a encontrar después tienen
que ver con la enseñanza y que el mayor determinante del nivel de vida - entendiendo nivel de vida no
sólo en el aspecto económico- va a ser la enseñanza y, por lo tanto, en eso estamos metidos todos.
También, al hablar de enseñanza, me gustaría señalar una cosa: creo que la distinción o
separación grande en lo que se refiere a la enseñanza no está en primaria, secundaria o universitaria,
sino que está en educación obligatoria y en educación voluntaria. La educación obligatoria que
empieza desde primaria, -obligatoriedad que después se extenderá a la infantil y más tarde
presumiblemente acabaremos extendiendo el sistema de escolarización obligatoria hasta el
nacimiento- tiene unas responsabilidades y unas funciones muy peculiares. No son funciones
educativas generales. Son unas funciones educativas de tal envergadura y de tal seriedad que, fíjense
ustedes, que es el único derecho - el derecho a la educación - cuyo cumplimiento se impone a los
beneficiarios. A nadie se le ocurre decir que el derecho a las vacaciones es obligatorio ( es que te
obligo a tomar vacaciones). Ya se entiende que no. No, este derecho es un derecho muy extraño, ni
siquiera el derecho al voto se obliga a disfrutar de él coactivamente y, sin embargo, el derecho a la
educación sí porque nos estamos metiendo ahí en un terreno de enorme trascendencia para la
estructuración social.
Yo, que estoy de acuerdo con muchas de las cosas que ha dicho Alfredo Pérez Rubalcaba,
considero que hay una en la que no estoy de acuerdo: yo debo ser el único español que estoy
absolutamente seguro de no saber de educación. Para ser exacto, sé tres cositas de educación. Y para
que no se llamen a engaño se las voy a decir.
La primera, para colmo de males, la aprendí de un caballo. No es que lo tuviera en la
Facultad, no, es por otra razón. En los años veinte aparece en Alemania un tal profesor Von Osten
diciendo que ha conseguido que un caballo aprenda a sumar, restar, multiplicar y dividir y que solicita
a la Academia de Ciencias de Berlín que mande a una comisión para que estudie al caballo (que se
llama Hans y que ha pasado a los libros de psicología como Hans, el listo).
Los alemanes en eso son muy estrictos y mandan una comisión que, después de estudiar al
caballo en todo tipo de circunstancias, constata que lo que hacía el caballo (que había aprendido a
conocer los signos matemáticos) era que, una vez presentado el problema y mostradas una serie de
tarjetas - unas con soluciones falsas y otra con la verdadera - el caballo, al llegar a la verdadera pegaba
con la pata en el suelo. Lo están investigando y por fin dan un informe: “no creemos que Hans haya
aprendido pero, sin embargo, lo hace” . Y se van todos menos uno, el profesor Stumpf, que ha pasado
a la historia por eso, que se queda porque creía que allí había algo raro. Y descubre, por casualidad,
que si él no sabía cual era la respuesta correcta el caballo no daba pata con bola. Y no es que el
caballo tuviera poderes telepáticos, es que había aprendido a reconocer algún tipo de gesto o de
contracción o de olor que hacía el experimentador cuando estaba diciendo “¡a ver si lo acierta!”. Había
aprendido. Lo que pasa es que no había aprendido lo que los demás creían.
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¿Por qué ha sido esto una gran enseñanza pedagógica? Porque nuestros alumnos están siempre
aprendiendo algo, pero no sabemos qué. Y lo único que podemos conseguir con la educación es
aumentar la probabilidad - pero sólo eso - de que el alumno aprenda lo que nosotros queremos que
aprenda y se comporte como nosotros queremos que se comporte y que, por lo tanto, en nada que
tenga que ver con la educación hay un proceso de causalidad determinista -“si hago A el alumno va a
hacer B” -. Entre otras cosas, porque los libros de pedagogía los leemos los maestros, en vez de los
alumnos ... que tenían que leerlos para saber cómo se tienen que comportar si son personas decentes,
que es siguiendo las normas de la psicología constructiva.
De manera que lo más que hacemos es aumentar la probabilidad de que suceda algo. Y, por lo
tanto, cuantas más acciones converjan en un determinado fin, más aumentará la probabilidad y, en
cambio, cuando se den divergencias la probabilidad va a descender.
Ya
veis
mi
primer
conocimiento. Estamos moviéndonos sólo en probabilidades de que suceda lo que queremos que
suceda.
La segunda: sucede que las cosas, que hemos pensado muy bien en teoría, luego producen
efectos que no esperábamos. A mis alumnos más jóvenes les cuento una historia: “En los años
cincuenta hay en China una epidemia de ratas que se comen los arrozales. El Gobierno no tiene dinero
para hacer una campaña de desratización y piensa: como somos mil millones de chinos, si cada chino
mata dos ratas, esto se acaba. Y entonces para incitar a la caza de ratas da una pequeña cantidad de
dinero a todo aquel que se presenta con un cadáver de rata. Los agricultores hacen sus cuentas y llegan
a la conclusión de que es más rentable criar ratas que sembrar arroz, y, entonces, ponen unas jaulas
enormes, meten cuatro o cinco parejas de ratas, dejan que la naturaleza obre placenteramente, hacen
una matanza de ratas y cobran”
De manera que cada vez que se hace una ley, o decidimos algo, tenemos que estar muy pendientes del
efecto que está produciendo, porque hasta que no la hemos puesto en práctica no tenemos ni idea de lo
que va a resultar. Y muchas de las cosas que había muy bien pensadas en la LOGSE, luego no han
dado tan buen resultado como creíamos. La integración de personas con algún tipo de deficiencias es
un problema que creíamos que iba a resultar mejor y no sabemos muy bien cómo hacerlo ahora.
La tercera cosa que sé de pedagogía, y esto lo aprendí de una tribu africana que tiene un
proverbio maravilloso... (Y ahora sí que les cojo como alumnos en el estricto sentido de la palabra.
Este proverbio va a examen; o sea que esto se lo voy a preguntar a la salida. De manera que esto se lo
aprenden). El proverbio dice: Hace falta un pueblo entero para educar a un niño.
Y me parece que es un asunto enormemente sabio lo que dice este proverbio. Pues..., no sé
nada más de pedagogía: que todo es aumentar las probabilidades, que las teorías hay que aplicarlas en
la práctica y tener la sabiduría para corregirlas y que hace falta un pueblo para educar a un niño.
Yo tengo mucho contacto con profesores de enseñanza secundaria, de enseñanza primaria
también, - creo que esta enseñanza ha sido la gran olvidada en todo este debate, que ha sido la gran
olvidada en el proyecto de Ley de Calidad Educativa- de esa experiencia he llegado al convencimiento
de que o empezamos la calidad educativa desde que el niño entra en la escuela o cuando lo cogemos
ya en la secundaria nos va a costar mucho rellenar los huecos ocasionados en la primaria. La primaria
sigue siendo una educación muy básica; no en el sentido como se toma muchas veces esa palabra de
muy elemental; sino literalmente muy básica. De manera que o se construye sobre ella o acabamos
construyendo una especie de castillos en la arena, como dicen los franceses.
Y, después de tener contacto, posiblemente, con unos tres mil profesores al año - en actos
como éste o en debates - no estoy muy seguro de que se pueda dar un auténtico debate sobre
educación dentro del sistema educativo, porque las posturas que se tienen son muy contradictorias. Por
ejemplo, siguen planteándose todavía, curiosamente, temas que en realidad ya tenían que estar
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superados y que deberíamos aprender de la enseñanza primaria porque los ha superado hace
muchísimo tiempo. En efecto, siguen los claustros de secundaria enfrentados por el dilema de
educación frente a instrucción. Parece mentira, pero sigue ahí. Dentro de un sistema de educación
obligatoria todo el mundo educa por acción o por omisión. Pero todo el mundo educa, quiera o no
quiera. ¿Por qué? Porque es un marco estable, pagado por los ciudadanos, obligatorio, donde se está
transmitiendo un determinado modelo de cultura, un modelo de sociedad y, por tanto, si una persona
no es consciente de que dentro de la secundaria se está realizando una función educativa, está
sirviendo educativamente de transmisor pasivo de las creencias o de las vigencias ambientes. De
manera que está educando, colaborando con lo que hay fuera de la escuela. Pero que educa, ¡claro que
educa!
Segundo enfrentamiento: educación neutral frente a educación cargada de valores. Todavía
hay quien piensa que yo no tengo nada que decir en materia de valores educativos porque eso es
adoctrinamiento y, además, qué se yo de eso. Y por lo tanto es casi mucho más responsable que me
dedique a “enseñar” mi asignatura que es para lo que he hecho una carrera.
Tercera cuestión, que hoy ha estado muy presente en estos debates. ¿Tenemos que educar
para lo que hay o tenemos que educar para lo que debería haber? Pues resulta que tenemos que
educar para las dos cosas. Si educamos para lo que debería haber, pero no para lo que hay, estamos
educando para aspirantes al fracaso. Pero si estamos educando sólo para lo que hay, entonces estamos
perdiendo esa función de mejora de la situación, o de mejora del mundo, que ha tenido siempre la
educación.
Estamos educando, y este es un problema gravísimo, para la integración social o para la
distinción social. Pues es que tenemos que educar para las dos cosas. Anteayer estuve en un pueblecito
de Murcia y me llevó en coche una profesora cien kilómetros hasta Murcia sólo para explicarme
durante el camino (era una profesora de educación compensatoria) por qué no se podía poner este plan
y no se podía poner la reválida: porque mis cuarenta alumnos, entonces, -decía- se quedan al margen
del sistema educativo. Bueno sí, pero, ¿qué hacemos con los otros? Ah, no, es que los otros están en
muy buenas condiciones, lo que debemos hacer es proteger a éstos.
El asunto está en cómo podemos organizar una discriminación positiva que no sea una
discriminación positiva en las calificaciones, porque eso no vale para nada. Tiene que ser una
discriminación positiva en otro tipo de apoyos que, además, - y lo voy a repetir muchas veces - salen
del ámbito cerrado del centro educativo.
Creo que tenemos que buscar algún punto de partida y empezar nosotros el debate dentro del
sistema educativo, desde muy abajo, desde ideas muy elementales, para ver en qué nos vamos a poner
de acuerdo.
Durante cinco minutos os voy a decir cuáles son mis presupuestos teóricos, para luego
fundamentar lo que os voy a decir: yo creo que por debajo de todos los sistemas educativos hay dos
ideas más o menos explícitas. Una es: ¿pero qué pensamos que es un sujeto inteligente?, y otra: ¿qué
pensamos que es una sociedad buena? Y que esas dos cosas están dirigiendo siempre todo lo que
decidimos o todo lo que programamos sobre la educación. Y en este momento se está produciendo,
afortunadamente, un cambio en la idea que tenemos de inteligencia. Y eso va a afectar mucho, si lo
sabemos aprovechar, para comprender lo que pasa en los centros y cómo podemos aprovecharlo.
¿En qué consiste este cambio? En que durante veinticinco siglos hemos estado transmitiendo
una idea de inteligencia brillantísima pero tan fragmentaria que nos ha metido en un callejón sin
salida. Esta idea es que la inteligencia tiene como función conocer y que su gran culminación está en
la ciencia. Claro, entonces queremos hacer de los niños unos científicos sietemesinos. Y de hecho,
sobre todo en secundaria, se cogen modelos universitarios - incluso de asignaturas - se reducen y
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jibarizan y pensamos que los chicos pueden tener algún interés por ellos. En vez de hacer una
experimentación científica desde la secundaria para ver qué es lo que necesitan conocer esas personas.
No, cogemos modelos de la universidad y universizamos, de alguna manera, la enseñanza secundaria.
¿Qué pasa con eso? Que, entonces, todo lo que tiene relación con la vida afectiva queda fuera
de la inteligencia y fuera de la educación. ¡Cuidado con esto!, porque la vida afectiva es el tipo de
experiencia con la que entramos en relación con los valores y, si no educamos esa vida afectiva no
vamos a saber después pasar a una educación en valores.
Y, en segundo lugar, que la inteligencia tiene como fundamento no tanto resolver problemas
teóricos sino resolver problemas prácticos. Y los problemas prácticos se diferencias de los teóricos en
que un problema teórico lo he resuelto cuando conozco la solución, mientras que un problema práctico
no se soluciona cuando conozco la solución, sino cuando la pongo en práctica; que es lo difícil. Porque
al ponerla en práctica intervienen todas esas cosas que no son teoría, que son mis miedos, mis
expectativas, mis ideas religiosas, mis ideas morales, mis reservas, mis recelos, y, todo eso, de alguna
manera, tenemos también que saberlo organizar.
Fíjense ustedes cómo habría cambiado todo nuestro sistema educativo si en vez de decir que la
gran creación de la inteligencia era la verdad, hubiéramos dicho que la gran creación de la inteligencia
era la justicia. No hay ninguna razón para pensar que una es mejor que otra. Yo creo que es mucho
mejor la segunda y que, entonces, todo el sistema educativo tendríamos que organizarlo -la
programación, las asignaturas, la secuenciación- no para hacer científicos, sino para hacer personas
justas.
Dentro de la enseñanza obligatoria es por esto por lo que nos deberíamos guiar: que los
alumnos, antes que nada, tienen que saber cosas, evidentemente que tienen que saber cosas, y que
tienen que tener un estilo afectivo capaz de valorar las cosas; evidentemente. Ahora sabemos, por
ejemplo, la gran importancia que tiene, dentro de la educación primaria, el enseñar a los niños, el
fomentar en los niños tres tipos de sentimientos que los tienen espontáneamente pero que se los
quitamos en la escuela. Que son: los niños a los veinticuatro meses son compasivos; a los cuatro años
han dejado de serlo. Pues algo, a lo mejor, hemos hecho nosotros.
Tenemos que fomentar la compasión porque es una especie de simpatía, de interés respecto
del dolor ajeno y es muy buen comienzo para la vida ética.
Tenemos que fomentar otro sentimiento que el niño tiene espontáneamente, la indignación. El
niño sabe muy bien cuando hay algo que no es correcto y la indignación es la experiencia afectiva que
tenemos ante la presencia de una injusticia, de una humillación, de un trato indebido. Es un
sentimiento que debemos empezar ya a inculcarles a los niños.
Y, en tercer lugar, el respeto. El respeto, que consiste en decir que: todo lo valioso tiene que
ser protegido por ti también. Tiene que ser cuidado y protegido. Y valiosos son tus compañeros,
valiosas son las instalaciones del colegio, valiosos son tus padres, valiosos son los árboles, valioso es
el patio del recreo... todo eso está bajo tu cuidado, debes dirigirte a ello con un respeto que es
atención y cuidado.
Ya veis como no podemos sacar fuera de la inteligencia el mundo de los afectos porque es el
mundo que nos pone en relación con la convivencia y el que nos pone en relación con los valores.
Fijaros, por ejemplo, si sostenemos que todo lo que hace la inteligencia es resolver problemas
prácticos, entonces enfocamos de otra manera nuestros problemas didácticos. ¿Cuál es el problema
didáctico que tiene un profesor de matemáticas? Si lo enfocamos desde el punto de vista teórico es que
aprendan a resolver problemas de matemáticas. No, si lo enfocamos de verdad es: yo tengo el
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problema práctico de ver cómo consigo que un chico dedique un poco de su cabeza a resolver un
problema teórico. Todo lo que hacemos en la enseñanza siempre es resolver problemas prácticos y
uno de ellos va a ser que se interesen por lo teórico.
Dentro de una clase, la relación que hay no es una relación de una inteligencia pura que
transmite conocimientos a otra inteligencia pura. No, es un campo, es una selva afectiva donde el
profesor tiene sus miedos, sus preocupaciones, no sabe que hacer con el niño, está pensando a ver si se
va, le duele la cabeza... El niño, por su parte, tiene también aburrimiento, está pendiente de ver si le
hace caso Pepito o Pepita. Los niños tienen problemas en sus casas. Y el profesor, lo primero que
tiene que hacer es ver si en esa maleza afectiva abre un clarito para hablar de quebrados o de
ecuaciones diferenciales.
Todos los problemas con los que nos enfrentamos casan muy bien con esta idea de la
inteligencia porque todos son problemas prácticos.
Pero ahora viene el tercer aspecto de esta nueva inteligencia, que tiene para nosotros enorme
importancia. La inteligencia siempre es inteligencia compartida. ¿Qué quiere decir esto? Que aunque
la inteligencia tal como la hemos estado enseñando durante muchos siglos es, evidentemente, una
facultad individual - cada uno de nosotros tenemos nuestra inteligencia - sin embargo, se desarrolla
siempre en un contexto social y ese contexto social o la dificulta o la amplía. Y cuando queremos
educar la inteligencia de esa persona, tenemos que educar la inteligencia y su contexto. ¿Por qué?
porque si no lo hacemos así, estamos intentando educar con una mano atada. Cualquier docente sabe
cómo puede influir en el rendimiento de un alumno con quién se sienta en el pupitre. ¿Es posible que
tenga tanta influencia? Sí, pues ya se sabe que una de las cosas que habitualmente dicen los tutores es:
mira, siéntate con éste y no te sientes con éste otro.
Cada vez que venga un padre a decirnos que está muy preocupado por las notas de sus hijos
debemos decirle: pues preocúpese usted también de las notas de los amigos de sus hijos porque van a
influir mucho en sus calificaciones.
A los trece años, y eso nos convenía en esta especie de marketing que yo os animo a que
hagáis con respecto a la gente, los padres tienen poquísima influencia educativa. Y en el sistema
educativo tenemos aun alguna influencia porque todavía nos las vemos con grupos enteros, a los que
podemos estar, de alguna forma, influyendo. Cuando un chico a partir de esa edad está en un grupo de
amigos que no controla ni su padre ni el sistema educativo, no tenemos ni idea de lo que está
haciendo, no podemos ni sospechar lo que está pasado en su cabeza. Porque al final los chicos - al
igual que nos ha pasado a nosotros - acaban hablando, pensando, creyendo y actuando no como
queremos que actúen sino como quiere que actúe el grupo en el que está. Y entonces, o hacemos un
tipo de pedagogía de los grupos o estamos realizando nuestra función pedagógica de una manera muy
limitada. Y eso hace que sea necesario llamar la atención de la sociedad respecto de estas limitaciones
que tiene cualquier sistema educativo, cualquier institución educativa.
Ni los padres solos pueden educar, ni el sistema educativo solo puede educar, ni los medios
de comunicación solos pueden educar, ya que no es su obligación directa. Si el proyecto educativo en
el que estamos empeñados es que tenemos que formar personas que aseguren nuestro nivel ético de
vida o estamos todos en ello o eso no funciona. Entonces hay que empezar a redactar una carta de los
deberes educativos de todos, también de los ciudadanos. De los padres porque son padres; de los
profesores porque somos profesores; pero también de los policías porque tienen una función educativa,
de los médicos porque tienen una función educativa (la función educativa de los médicos de familia es
enormemente eficaz).
La Administración Pública tiene una función educativa; que sepa que cada vez que está
tratando mal a una persona está mal educando a esa persona. Hice una serie de trabajos con mis
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alumnos - tengo el orgullo de que nos dieran, por ellos, el Premio Giner de los Ríos - y una de las
microinvestigaciones que tenían que hacer (y digo micro porque no podían gastar más de un cuarto de
hora en ella, dado que mis alumnos vienen de cuarenta pueblos) era que fueran a la Secretaría del
Ayuntamiento de su pueblo a preguntar de dónde venía el dinero del pueblo y en qué se gastaba. Los
chicos, cuando se lo dije, me dijeron: si preguntamos eso nos van a correr a gorrazos. En todos los
pueblos (menos uno en el que tropezaron con un personaje atrabiliario) encontraron a una persona que
se lo explicó y les dijo de dónde se recibían los impuestos y en qué se iba a gastar. Esta persona perdió
cinco minutos pero hizo un acto educativo de primera magnitud.
Ahora, que los centros se nos están quedando pequeños, tenemos - en este pacto social al que
me refería - que comprometer a toda la ciudadanía en las funciones educativas. Y no podemos tomar la
actitud de escurrir el bulto. ¡No puede escurrir el bulto nadie¡ Y debemos poner las cosas muy claras.
Y preguntar: ¿usted está conforme con colaborar o no? Si no está conforme con colaborar pues... no
colabore, pero allá usted.
A los padres, por de pronto, habría que decirles que ellos solos no pueden educar y que
nosotros solos, tampoco podemos educar. Ese es el primer enlace que debemos establecer con ellos .
Y, o trenzamos bien lazos de colaboración con los padres, explicándoles bien algo que es cierto aunque no se lo crean - que los padres y nosotros estamos en el mismo lado; que no somos los
enemigos del niño ni sus enemigos (aunque tengamos que suspenderle), o no arreglaremos nada. Esto
hay que explicárselo con mucho detenimiento porque es un hecho que se ha perdido el sentimiento que
antes tenían los padres de que los profesores estábamos de su parte y colaborábamos con ellos. Ahora,
por el contrario, hay una especie de lejanía, cuando no desconfianza, con respecto del profesorado. Y
eso hace que en caso de duda el padre, antes de informarse, se ponga de parte de su hijo en vez de
parte del profesor, cuando antes pasaba todo lo contrario.
Por qué tiene importancia práctica esta nueva idea de inteligencia compartida, esta idea de
que necesitamos que los grupos sean inteligentes, de que hay parejas inteligentes y parejas estúpidas,
de que hay familias inteligentes y familias estúpidas, de que hay centros de enseñanza inteligentes y
centros de enseñanza estúpidos. Esto no quiere decir nada de la inteligencia de cada una de las
personas. Por ejemplo, una parte importante de la universidad española, en este momento, como
institución, es muy poco inteligente, como institución educativa es muy estúpida. Todos los que están
en la universidad, sin duda alguna, son muy inteligentes; pero no tienen formas de colaboración, se
pelean por un crédito, no tienen un programa educativo único, no saben cuál es la función que como
universidad tiene respecto de la sociedad, respecto a los alumnos... ¡los ven por correo¡. Por el hecho
de estar trabajando allí no desarrollan mejor su capacitación, sino al contrario pues están irritados.
Como institución no está funcionando. No está funcionando porque lo que hace que un grupo sea
inteligente es su capacidad para aumentar las posibilidades de cada uno de los miembros del grupo,
precisamente por la manera como están relacionándose.
¿Y qué tiene que ver esto con la educación? Así las cosas, la época del profesor solitario, que
se enfrenta con su clase en una burbuja íntima donde no deja que nadie entre... eso se ha acabado, no
funciona. Los profesores que se enfrentan así con el fenómeno educativo luego dicen que no saben qué
hacer en clase o que tienen una especie de imposibilidad de educar. Claro, es que quien educa es el
centro y el protagonista educativo es el claustro. Y el claustro educa, y, luego, los profesores concretos
ya se encargan, dentro de esa gran visión educativa del centro, de instruir a los alumnos en más cosas.
Pero ¿quién educa en los pasillos? ¿quién educa en los servicios? ¿quién educa en la cafetería?
Todo el que trabaja en un centro educativo es personal educativo: los conserjes, los administrativos, el
personal de cafetería. Sería muy sabio que antes de dar una concesión, una contrata de la cafetería se
explicara que ésta es la cafetería de un centro educativo. Porque todos hemos visto las relaciones de
amistad que tienen los chicos con el personal de la cafetería. De manera que puede ser, en un momento
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dado, que quien pueda decirle algo interesante al chico sea el personal de cafetería. ¡Pues mira qué
bien, si está preparado para eso! ¡ Pues mira qué bien si sabe en qué estamos todos metidos!
En segundo lugar, el centro tiene que abrirse al mundo que tiene alrededor, cosa que no
estamos haciendo. A mi me parecería estupendo que las clases de un centro público fueran públicas,
que venga quien quiera a ver la clase, que vengan los padres, que se sienten al fondo, que no digan
nada pero que vean qué hacemos nosotros y qué hacen sus hijos. ¡A ver que pasa!.
En tercer lugar, hay algunas estructuras de los centros que no las estamos aprovechando.
Concretamente, necesitamos cambiar la organización y cometidos de los centros de orientación
didáctica que hay en los centros en este momento ¿Por qué? Porque aunque estén dedicados
primariamente a los alumnos, tienen que ampliarse a los profesores y tienen que ampliarse también a
las familias: es cierto que en muchas familias se está dando una claudicación educativa, pero también
es cierto que en muchas familias existe una preocupación educativa enorme pero no saben qué hacer.
Es habitual que un padre venga y te diga: Mira no se qué hacer con mi hijo, si pegarle una paliza o
ponerle una visa oro. A lo que solemos contestar: Pues mira, antes de hacer una cosa u otra piénsalo
dos veces.
Necesitamos poner a disposición de las familias todas las experiencias, todos los
conocimientos que hemos ido adquiriendo durante nuestro trato con muchos casos que se repiten una y
otra vez, siendo conscientes de que no vamos a dar una solución absolutamente determinista - Haga
usted esto que se va a resolver- sino que podemos decir: Mire usted, hasta donde sabemos, lo que
está funcionando mejor es que tome usted esta decisión y vigile y luego viene y nos lo comenta.
Tenemos que poner a disposición de toda la comunidad educativa esas mil pequeñas
sabidurías que hemos ido adquiriendo en la práctica; esa especie de red de comunicación en la que
poder preguntar a alguien: Tengo este problema ¿cómo lo resolvería? Yo espero que dentro de muy
poco todos los centros educativos estén conectados por un medio barato y rápido como es internet
para este tipo de cosas, para poder decir: Oye, tengo este problema, no sé qué hacer, ¿qué os ha dado
buen resultado? y habrá alguien que te diga: Pues mira, esto funciona así. Y los centros, los nodos de
esa especie de red del sistema educativo nos proporcionaría muchísima consistencia y muchísima
eficacia y muchísima seguridad. Porque en vez de tener que estar cada uno de nosotros solo
enfrentándonos con el problema, nos íbamos a sentir apoyados por una red muy tupida que está detrás
de nosotros.
En este sentido los centros de formación - que en este momento tienen un comportamiento
errático y cuya eficacia suele depender de la eficacia de los directores en un momento dado, porque no
tienen una idea muy clara de lo que deben hacer- tendrían que ser, entre otras cosas, centros de apoyo
al profesorado. Nosotros dispondríamos así de un buen repertorio de recursos, de habilidades, de
experiencias o de trucos educativos que, además, estarían reactualizándose continuamente. ¿Por qué?,
porque conoceríamos lo que les ocurre a otras personas, comprobaríamos si nuestros recomendaciones
están dando resultado o no está dando resultado. Porque los problemas con los que nos enfrentamos
son problemas muy complejos y muy variados que van a exigir una gran capacidad de adaptación a las
circunstancias casi, casi locales. No es lo mismo este colegio en concreto que ese otro colegio que está
a ochocientos metros y ello por muchas razones...
Esta profesora de educación compensatoria, a la que antes aludía, me decía: ¿Qué hago yo con
una persona que lleva diez días sin venir a clase? Paso por su casa para ver por qué no venía y me
dice que no podía marcharse de allí porque cuando se iba ¡su padre pegaba unas palizas enormes a
su madre!. Esos son casos para decir: Bueno, pero ¿qué es lo que estamos haciendo aquí?
No era sensato, por ejemplo, el tipo de selección que se estaba haciendo de los inmigrantes
para incluirlos dentro del sistema obligatorio, donde lo que predominaba era la edad. Y es que hay una
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serie de condicionantes, si no los cuidamos, que hacen que la integración sea absolutamente negativa.
Esto entra ya dentro de la sensatez o del sentido común.
Estas cosas hacen que los centros cada vez se vayan organizando mejor. En estos momentos,
los directores pueden hacerlo mejor también si se convierten verdaderamente en gestores educativos,
en gentes con iniciativas y no únicamente en personajes que ¡bastante tienen con manejar lo que tienen
entre manos!
Los centros de enseñanza formal tienen que ser el núcleo duro de centros más amplios que
serían centros de socialización. Porque si no, no tenemos forma de resolver determinados problemas
educativos. El problema del botellón, por ejemplo. Sí, ese es uno de ellos. En muchos sitios,
afortunadamente, ya se están abriendo los centros educativos los fines de semana. Esto es una cosa
bastante sensata. En el País Vasco ya lo han hecho y han pedido ayuda a personal del barrio, a gente
del barrio, para poder tener la biblioteca abierta los sábados. Los sindicatos se han portado muy bien,
en general - cosa que yo no creía porque presumía iban a decir que era una forma de eliminación de
empleo -. Se han utilizado unas instalaciones que son amplias y donde se puede hacer deporte o se
pueden reunir los jóvenes para hacer guateques, fiestas; pero se trata de en un ambiente protegido, de
un ambiente de libertad, pero de libertad protegida, donde se puede incluir incluso un tipo de personal
experto, lo cual sería fantástico.
La calidad en los centros conflictivos, que pueden llegar a ser todos, sólo se mejora
aumentando el número de personal docente, no sustituyéndolo por ordenadores. Eso va por otro lado.
No estaría mal, previendo el número de centros conflictivos que hay - que ya tiene cierta
entidad y que posiblemente van a aumentar - crear una escala especial de profesorado para esos
centros; un profesorado que tuviera una preparación especial y que, en justa correspondencia, tuviera
también unas ventajas especiales. ¿Por qué? Porque si no todos sabéis lo que sucede: a los centros
conflictivos van los que no pueden elegir otra cosa y que son, fundamentalmente, los recién llegados.
Como veis, estamos con una serie de medidas que no serían muy caras y que podrían mejorar,
clarísimamente, la enseñanza. El papel de los grupos directivos es, sin duda, importantísimo. No hay
una reforma más barata y más rápida de un centro que cuando aparece un buen equipo directivo. ¿Por
qué? Porque es capaz de hacer un centro inteligente, que es una labor de gestión personal, de saber
unificar motivaciones dispersas. Cada uno va a un centro escolar no movido sólo por un amor a la
educación sino por otras cosas, entre las cuales también puede estar éstas: porque tengo que trabajar,
porque no he podido escoger otro trabajo, porque no he podido llegar a ser profesor de universidad,
porque no he podido meterme en una fábrica de química ...
Tened en cuenta que el no ver esto y no haberlo explicado bien, produce fenómenos tan
sumamente dramáticos como el que revela una reciente encuesta de la Universidad Complutense en la
que se preguntaba a los alumnos su opinión sobre los profesores de dedicación exclusiva y, en vez de
decir que se trataba de profesores que tenían mucho interés por la educación, los alumnos decían que
eran profesores que no eran capaces de encontrar otro trabajo ¡Hasta ese punto se ha deteriorado (y de
esto todos somos un poquitín culpables) la imagen de los que nos dedicamos a la educación!
Al abrir los centros, al convertir el centro de educación formal en el centro de una serie de
actividades satélites, vamos a poder lanzar una serie de lazos a las familias que, en este momento,
también necesitan caer dentro de la órbita de nuestra acción pedagógica. Nosotros tenemos dos
funciones; tenemos la función de enseñar cosas y tenemos que generar la función de reflexión
educativa por parte de la sociedad. Nosotros, que estamos muy conscientes de las limitaciones, de los
problemas de la educación, somos los que debemos reflexionar sobre lo que está pasando y luego
explicarlo bien. Y, en este momento, la desestructuración de la familia es tal que necesita volver a
replantearse su papel y su función de alguna manera. El que hubiera algunos profesores de enlace (en
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Italia están funcionando los “mediadores” aunque sólo es para las familias emigrantes), personas
pertenecientes a la familia docente y con una vocación docente pero que, al mismo tiempo, tuviesen
una serie de habilidades sociales, sería muy conveniente. Porque lo que están haciendo, en el caso
referido, es decir que: Si queremos educar a los niños, tenemos que educar el entorno de los niños; si
no es así, no lo conseguiremos. Bueno, pues vamos a intentarlo hasta donde podamos y hasta donde lo
permita el presupuesto.
Vamos a intentar no estar a la defensiva, como lo está ahora el sistema educativo, sino que
vamos a estar, literalmente, a la ofensiva. Nosotros sabemos de educación, somos los que sabemos de
educación y también de sus dificultades. Vamos a explicarlo bien; vamos a insistir; vamos a exigir
más competencias, no sólo más obligaciones. Si tenemos que educar desde los 0 años lo tendremos
que hacer, pero necesitamos más competencias. Más competencias psicológicas, más competencias
pedagógicas, más competencias sociales, porque nos están entregando una serie de tareas que son de
enorme complejidad y de enorme dificultad.
Y esto hace que se amplíe, todavía más, el campo educativo y que nos metamos ya dentro de
una ciudad educativa. Hay que volver a decir que los pueblos y las ciudades deben ejercer una función
educativa y explicárselo a la gente: que el entorno educativo ni siquiera es ya el centro educativo; que
el entorno educativo es toda la ciudad, por estas razones que les estoy diciendo. Y las autoridades
públicas pueden influir muchísimo en cómo organizar los recursos municipales y explicárselo a la
gente.
Yo vine el miércoles de Santurce en donde estaba haciendo un plan de educación de ciudad.
Colaboro mucho con el proyecto educativo de Barcelona que tiene un sistema de protección a las
escuelas muy interesante. Desde el punto de vista municipal, por ejemplo, se están creando redes de
ludotecas. Las ludotecas están teniendo un papel educativo pobre, porque no están bien protegidas, ni
bien reguladas, pero podrían tenerlo muy importante por varias razones: porque es un ambiente lúdico
y porque están resolviendo muchos problemas a las familias. Uno de los problemas más agudos que
tienen las madres es: ¿qué hago con el niño desde que sale de la escuela hasta que yo salgo del
trabajo? ¿qué hago yo con esa hora?. ¿No sería estupendo que al lado de los centros educativos,
coordinados con ellos, fomentados por las autoridades públicas, hubiera algunas redes de ludotecas en
donde el niño estuviera en un ambiente educativo, pero ya no escolar?
En Barcelona están instituyendo unas redes de ludotecas para la franja 12 a 14 años, ¡pues qué
sabio es esto!. Porque, si no, podríamos preguntarnos: ¿Pero a dónde van a ir los niños? Esas son
soluciones inventivas que, en este momento, la educación debe fomentar. Y si no se nos ocurren a
nosotros deberemos preguntárselas a alguien, estar dispuesto a copiar de otros, porque ya los marcos
demasiado estables de la institución educativa se nos descosen por todas partes.
¿Y los profesores? Pues en lo referente a este campo educativo sí debemos cambiar nosotros
algunas cosas. En unos casos habrá que incluirlas ya en el plan inicial del profesorado y en otros casos
habrá que reeducar a los que ya estamos en esto.
En primer lugar, tomando conciencia de que el nuevo profesor tiene que ser un experto en su
asignatura, pero también en algunas cosas más, por ejemplo, en resolución de conflictos. Y para ser
experto en resolución de conflictos hace falta una cierta habilidad. No es hacer un cursillo de
resolución de conflictos, sino estar capacitado para aprovechar, por ejemplo, algunas de nuestras
asignaturas para, sin necesidad de hacer ningún tipo de cambio en sus contenidos, darles aplicaciones
prácticas en este sentido o para este asunto. Por ejemplo, la historia se puede “contar”, relatar como
una ilustración de solución de conflictos estúpidamente repetitivos: conflictos mal resueltos en unos
casos o bien resueltos otras veces.
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IV JORNADAS DEL CONSEJO ESCOLAR DE ANDALUCÍA
EL PACTO SOCIAL POR LA EDUCACIÓN
Sociedad y educación
¿Qué pasa en el País Vasco? Pues el País Vasco, dentro de esa dicotomía que he hecho de
sociedades inteligentes y sociedades no inteligentes, en estos momentos no es una sociedad
inteligente. Los vascos seguro que son todos inteligentes, pero en la forma de conectarse, de convivir,
de comunicarse, de resolver los conflictos, están creando más problemas de los que resuelven. Si
contáramos que los conflictos que tienen ahora son conflictos que tienen envenenados desde siglos,
donde se han creado una serie de rencores, de reivindicaciones, de sectarismos por parte de todos, a lo
mejor empezábamos a ponernos en buena disposición anímica para entendernos.
Si nos fijamos en Lengua y Literatura, por ejemplo. La Lengua - que es una de las enseñanzas
centrales - la hemos relacionado equivocadamente con la Literatura, o con el arte literario. Son cosas
distintas. Vamos a dejar la Literatura con las demás artes y vamos a traer la lingüística a la vida de
todos los días. Vamos a enseñar a nuestros alumnos una lingüística para la vida diaria y vamos a
enseñarle, por ejemplo, que entre las funciones del lenguaje - expresarse y entenderse - las dos son no
sólo habilidades lingüísticas sino que son, sobre todo, proyectos éticos de gran magnitud.
Cuando yo digo que entiendo a otra persona no estoy diciendo que tengo las habilidades
lingüísticas para entenderle, lo que quiero decir es que he tomado la decisión formal de hacer lo
posible por entenderle. Y el entendimiento del lenguaje desborda ya los límites de la lingüística y
llega a tener una dimensión educativa que es lo que deberíamos estar haciendo en todas las asignaturas
que intentamos transmitir.
Cada profesor tiene que ser especialista en lo suyo y también en este tipo de saberes. Y ahora
me voy a referir a los profesores de secundaria: Tened en cuenta que - y esto debería, por una parte,
exigirnos y, por otra parte, enorgullecernos - los profesores de secundaria tienen que ser mucho más
cultos que los profesores de universidad. Se puede ser un gran profesor de universidad siendo un
inculto, porque éste no tiene obligación educativa directa, nosotros, en cambio, tenemos una
obligación educativa prioritaria y no podemos atenderla si somos, por ejemplo, muy especializados,
porque nos enfrentamos continuamente con problemas que exceden a nuestra disciplina.
Por ejemplo, un profesor de universidad no tiene por qué tener ninguna idea clara sobre
“chador sí” o “chador no” en las escuelas. Porque se lo van a dar ya resuelto. Nosotros tenemos que
tener ideas claras sobre esa cuestión, entre otras cosas porque si se sigue, por ejemplo, el sistema de
Francia - que posiblemente habrá que seguirlo, porque han tenido este problema durante mucho
tiempo y ya han probado todos los recursos imaginables - al final han decidido que “cada caso lo
resuelva el claustro del centro”. ¿Por qué?. Porque cada caso va ser distinto de cualquier otro. Y no es
lo mismo decir: Aquí no viene nadie con chador que decir: Mire usted en este caso concreto viene con
chador pero viene. Y es mucho mejor que venga con “chador” a una clase de ética cívica y de ética
universal. En cambio no voy a pasar ni un tanto así si lo que quiere es que no asista a la clase de ética.
Esta es absolutamente imprescindible.
Otra cuestión muy distinta es exigir, después del “chador”, la obligación de impartir clase de
religión islámica en nuestras escuelas –como se exigió en algunas zonas de Francia – Y eso ya no,
porque detrás de todo esto hay otro asunto de mucha más trascendencia en la que la escuela laica debe
ser absolutamente inflexible. Hemos pasado por aceptar la enseñanza de la religión cristiana por
motivos políticos de mucha historia, pero vamos a intentar limitarla no aumentarla más. Esto nos
parece lo más sensato.
En segundo lugar, el nuevo profesor tiene que ser un experto en colaboración. ¿Por qué?
Porque es todo el claustro quien va a tener que educar y, por lo tanto, en un momento en que en la
universidad existen muy serias dificultades de colaboración - entre otras razones porque en España no
tenemos ni cultura de participación, ni cultura de colaboración y tenemos demasiado sentido del
ridículo, nos molesta intervenir – tenemos la necesidad de preparar para esto a los profesores.
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IV JORNADAS DEL CONSEJO ESCOLAR DE ANDALUCÍA
EL PACTO SOCIAL POR LA EDUCACIÓN
Sociedad y educación
Y, por último - y ya os lo he repetido dos veces - deberíamos ser expertos en vender al exterior
lo que estamos haciendo. No lo estamos haciendo tan mal, pero lo explicamos muy mal. Y tomar
como una de nuestras tareas fundamentales el explicarle a la gente lo que, realmente, estamos
haciendo, las dificultades que tenemos, procurando llorar menos.
En este momento hay un victimismo exagerado dentro del profesorado de secundaria. Es cierto
que los medios de comunicación están exagerando el problema y están haciendo una jugada peligrosa:
presentar un modelo de adolescente que es peligroso e insociable. Yo conozco a muchos adolescentes
que no son así. Se ha dramatizado el problema de la violencia en las aulas, se han mezclado varias
cosas: una, la zafiedad en las costumbres, que no es violencia. Te gustará más o menos pero no es
violencia. Se ha perdido eso que en un momento tuvo una gran importancia educativa, la urbanidad que eran las normas que debería cumplir una persona para poder vivir en la ciudad y que le alejaba del
salvajismo -. Se mezclaban otra serie de cosas y hemos suprimido la urbanidad. Ello ha producido, en
efecto, un endurecimiento de las formas de expresión... pero eso no es violencia, es eso: “zafiedad”.
Otra cosa es la falta de disciplina dentro del aula, eso tampoco es violencia, eso es falta de disciplina:
tiene sus cauces de prevención, sus cauces de corrección y sus procedimientos.
Otra cosa sí que es verdad y es que vivimos en un mundo agresivo y que la agresividad se
extiende. Y por muchas razones: entre otras cosas por la prisa con que se están dando las
comunicaciones. ¿Habéis intervenido en algún chat? El lenguaje que se utiliza en los chat es muy
violento. No se debate, se lanzan cosas .¿Por qué? Porque los mensajes tienen que acortarse. Pues aquí
otra aplicación del lenguaje al respecto.
Según estadísticas hechas en España y en Francia a gente de 24 años que han pasado ya por el
sistema educativo, en este momento cerca de un 40% de alumnos no es capaz de entender un artículo
del periódico. Ese sí es un problema educativo serio, porque cuando no entiendo un argumento me voy
a mover por consignas o por eslóganes y, entonces, eso sí que lleva a la violencia a los dos pasos.
De manera que los profesores tenemos que saber tomar un papel mucho más activo, mucho
más ingenioso para resolver estas cuestiones. En esto, los maestros son fantásticos y muchos
profesores de secundaria también. Los maestros sacan ideas de debajo de las piedras para entretener al
niño, para moverle, para divertirle. Ahora tenemos que hacer eso pero a escala mucho más grande. Si
seguimos con los marcos estrictos de relación docente no vamos a tener gran eficacia. Tenemos que
inventar marcos mucho más flexibles, mucho más ágiles. Yo creo que mucho más divertidos. Y al
final vamos a recuperar una cosa que empezamos a no creérnosla ni siquiera nosotros: que
verdaderamente lo que estamos haciendo es muy importante. Y cuando uno siente que está
colaborando en algo más grande que él, entonces todos tenemos una cierta tentación de grandeza. Yo
creo que los profesores debemos ceder a esa tentación de grandeza, debemos animarnos y decir: digan
lo que digan nosotros estamos haciendo una cosa verdaderamente grande.
Muchas gracias
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