la eucaristía como sacrificio de la alianza en los

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BERNARD COOKE
LA EUCARISTÍA COMO SACRIFICIO DE LA
ALIANZA EN LOS SINÓPTICOS
El acercamiento entre católicos y protestantes, en un punto tan central como el de la
Eucaristía, dependerá, en gran parte, de los resultados del serio estudio de las páginas
del NT, en orden a establecer la relación entre los sacrificios de la Alianza del Antiguo
y Nuevo Testamento.
Synoptic presentation of the Eucharist as Covenant Sacrifice, Theological Studies, 21
(1960) 1-44
Los tres evangelios sinópticos presentan a Cristo como el cumplimiento de la Alianza
entre Dios y el pueblo escogido, que es la nota dominante del Antiguo Testamento. El
presente estudio aporta un análisis de los textos eucarísticos con la intención de ver
cómo los sinópticos muestran a Jesús recapitulando y dando cumplimiento en su
persona al sacerdocio; al Templo y a los sacrificios de Israel.
Los sinópticos consideran a Jesús como sacerdote, pudiéndose llamar justamente al
evangelio de Lucas, el evangelio del sacerdocio de Cristo. En la narración de la infancia
de Jesús, presenta dos escenas que muestran cómo cumplió los oficias de los sacerdotes
del AT. En la Presentación, por medio del sacerdote oficial, demuestra que la
consagración de la voluntad es el eje de toda su propia actividad sacerdotal. Y cuando a
los doce años se queda en el Templo para escuchar y hacer preguntas a los doctores de
la Ley, si bien respeta la función profética oficial ejercida por los escribas, manifiesta
claramente su poder y autoridad para ejercer esta misma función. Y más tarde, durante
su vida pública, Jesús predica frecuentemente en el Templo. El Padre habla por su Hijo
desde el mismo lugar desde donde había hablado en otros tiempos a su pueblo. Hay,
pues, continuidad entre el sacerdocio de la Antigua Ley y el de Cristo; pero hay también
una ruptura definitiva. Jesús lo afirma en la parábola de los guardianes injustos de la
viña: a la tribu de Leví se le había de quitar su prerrogativa sacerdotal, como lo había
profetizado Malaquías (Mal 2,4-5). Los sinópticos hacen ver clara y constantemente la
oposición de Jesús al sacerdocio oficial.
En todo el AT está clara la idea de que Dios habita en el Templo en medio de su pueblo
escogido. El mismo Jesús piensa en el Templo como lugar en donde Dios está presente
de un modo especial, llamándolo "casa de Dios" (Mt 1.2, 4) y "casa de mi Padre" (Le
2,49). Pero en los sinópticos hay también indicaciones claras de que Jesús tenía
conciencia de ser Él esta presencia de Dios entre los hombres. Su nombre, Emmanuel,
significa "Dios con nosotros" (Mt 1, 23). Su cuerpo era el templo donde Dios estaba
hipostáticamente presente. Los hombres no debían ya buscar a Dios en otra parte sino
en Cristo. Por lo tanto, la renovación litúrgica de la Alianza con Yahvé, que todo
israelita hacía en el Templo, se habrá de hacer ahora en Cristo, pues Él es, también en
este aspecto, el verdadero Templo sustituto del antiguo.
La tradición israelítica ha vinculado siempre el sacrificio con la Alianza. En el sacrificio
reconoce la soberanía del Dios de la Alianza, le da gracias por su liberación de las
manos de los enemigos; es, en cierto modo, una comunión con Yahvé porque en los
sacrificios pacíficos el pueblo compartía los alimentos con Él. Esta comunión con
Yahvé, que es el aspecto que vincula más íntimamente el sacrificio con la Alianza,
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implica, además, la vinculación entre los miembros del pueblo escogido. Por este
motivo únicamente podían participar en los sacrificios los miembros de este pueblo.
Todos estos aspectos de los sacrificios del AT se hallan en los evangelios sinópticos: en
la circuncisión y presentación Cristo se incorpora legalmente al pueblo escogido, y en el
viaje a Jerusalén, a los doce años, consuma esta incorporación por la participación en la
pascua judía.
Pero no se hace mención en los sinópticos de ningún sacrificio expiatorio por alguna
falta moral. La ofrenda por el pecado tenía poder intercesor ante Dios y obtenía el
perdón para el pecador. Cristo perdona los pecados atribuyéndose un poder superior al
de los sacrificios del Templo y con esto revoca implícitamente los sacrificios,
expiatorios. Se opone, además, constantemente a las enseñanzas farisaicas sobre la
purificación ritual. Jesús utiliza el bautismo como medio de purificación y santificación,
pero se manifiesta contrario a la insistencia sobre los ritos externos, propia de las
purificaciones judías, con descuido de las necesarias disposiciones internas. Al joven
escriba que dice a Jesús "el amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los
holocaustos y sacrificios", responde Cristo: "no andas lejos del reino de Dios".
En conclusión: los tres evangelios sinópticos nos muestran que Jesús respetó la validez
del sacerdocio, del Templo y dé los sacrificios, en las narraciones de los hechos
anteriores a la Pasión. Dichas instituciones debían permanecer en vigor hasta el
establecimiento de Mi nuevo orden con la Pasión. Pero señalan también cómo comenzó
con la vida pública de Cristo, compás entre las dos Alianzas, la revocación y sustitución
de estas instituciones del AT.
La última Cena
La noción de Alianza (diatlièkè) en los sinópticos está centrada en el texto de la última
Cena. La institución de la Eucaristía es, sin lugar a dudas, uno de los puntos claves de la
narración evangélica; es la culminación de la mayor parte de las enseñanzas de la vida
pública y, más que ningún otro texto del evangelio, enlaza la vida de Cristo con la
primitiva comunidad cristiana.
El texto
Utilizaremos los textos eucarísticos de los tres sinópticos y el de san Pablo en 1 Cor,
11,23-25. Evidentemente los cuatro textos no son idénticos. A través de ellos
procuraremos acercarnos lo más posible a las palabras que Cristo utilizó buscando la
versión original y analizando hasta. qué punto la primitiva práctica litúrgica influyó en
la redacción de los textos evangélicos:
Probable mente ningún otro texto evangélico ha sido tan influido por la naciente liturgia
de la primitiva Iglesia, como el de la última Cena. El hecho de- que la celebración
regular, de la Eucaristía comenzase inmediatamente después de Pentecostés pudo
ciertamente haber influido en la catequesis primitiva y también, por lo tanto, en las
narraciones evangélicas. Esto no quiere decir que se tenga que negar la autenticidad
histórica de las narraciones sinópticas de la última Cena; y es muy probable que la
primitiva liturgia respetase las palabras de Jesús y las prefiriese a cualquier otra fórmula
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que la comunidad pudiese crear; y esta probabilidad se hace prácticamente certeza, si se
tiene en cuenta que ya desde el: primer momento se consideró a la Eucaristía como una
anámnèsis, es decir, como repetición o reactualización de lo que Jesús hizo en el
Cenáculo.
Si se pregunta cuál de los cuatro textos es más antiguo habrá que resolver primero la
cuestión de la versión "larga" y "corta" del texto de san Lucas (es decir con o sin los vv.
19b-20 del c. 22). Actualmente se advierte una vuelta en la opinión docente en favor del
texto largo, y junto con esto reconocen la posibilidad de que la fuente usada por Le
fuese diferente de la paulina. Ahora bien, el texto más antiguo ha de haber sido el de 1
Cor porque Pablo predicó a los Corintios esta doctrina de la Eucaristía probablemente
alrededor del año 50, y él la había recibida sin duda cuando visitó Jerusalén (ca. 36-38;
Cfr. Act 9,26) en donde se puso en contacto con la catequesis primitiva y participó en la
liturgia. Por esto, aunque es imposible llegar a dar una respuesta apodíctica, parece que
debemos decir que la versión Lc-Pablo es más antigua que la de Mt y Mc; y es del todo
imposible escoger entre Lc y Pablo. Por fin, está fuera de toda duda que los elementos
necesarios para probar el papel preponderante de la idea de pacto, es decir, que Jesús
habló de su sangre como la sangre de una Alianza, formaban parte de las palabras
textuales usadas en la última Cena.
Su encuadre
No es necesario probar que en la última Cena se trataba de una comida fraternal. Nótese
que asistieron únicamente los doce, y que cuando Jesús aludió al traidor dijo: "uno de
vosotros me entregará" (Mt 26,21).
La Cena fue una comida pascual. Los sinópticos hablan de los preparativos para la
Pascua; dice Jesús: "Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros" (Lc 22,
15). Y, si bien es verdad que se han suscitado algunas dudas sobre si la última Cena fue
propiamente la cena del cordero, o si tuvo lugar uno o dos días antes de la fecha exacta
dula Pascua judía, no hay lugar a dudas que los tres sinópticos le dan un significado
pascual y que dan a la Eucaristía significado de Alianza, uniéndola a la Alianza del
Sinaí que estaba estrechamente vinculada con la celebración de la Pascua.
La última Cena fue una acción mesiánica. Así lo indican las palabras de Cristo: "Mi
tiempo está cerca" (Mt 26,18), "Ha llegado la hora" (Lc 22,14). Y hablando de la
traición de Judas, Jesús se refiere a sí mismo con su título mesiánico preferido: Hijo del
Hombre. Dice además Jesús: "Tiene que cumplirse en mí lo que está escrito" (Lc
22,37), con lo que hace notar que su principal misión es la de dar cumplimiento al AT.
Y, por fin, en la contienda que suscitan los apóstoles sobre la prioridad entre ellos, Jesús
afirma: "Pues yo estoy en medio de vosotros como quien sirve" (Lc 22,27), texto que
tiene como clave de interpretación aquel otro de Mateo en que Jesús se identifica con el
Siervo de Yahvé: "El Hijo del Hombre no vino a ser servido sino a servir y a dar su vida
como rescate para muchos" (Mt 20,28).
La Cena está orientada al establecimiento de un Reino. Nótese que Cristo se refirió
frecuentemente al Reino con parábolas que tienen por tema un banquete. Lucas coloca
la frase de Jesús "a partir de ahora no beberé del fruto de la vid hasta que venga el Reino
de Dios" (Le 22,18) inmediatamente antes de la institución de la Eucaristía y de la
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comida pascual; esto sugiere que la condición expresada por la partícula "hasta" se ha
cumplido, es decir que el Reino ha llegado.
Por último, la Cena es una acción sacerdotal. Esta afirmación es clara mirada a la luz
del carácter sacrificial de la acción eucarística de Cristo. Pero incluso dejándolo a un
lado, tenemos él hecho de que la actuación del cabeza de familia era considerada en la
Pascua como una función sacerdotal, y ciertamente Cristo en la última Cena actuó como
cabeza de familia.
Significado del texto eucarístico
Para apreciar hasta qué punto la Alianza .es idea dominante en el texto eucarístico; será
necesario estudiar los cuatro términos básicos de este texto: cuerpo, sangre, entregado y
derramada, y el de alianza.
Los LXX usan la palabra sòma (cuerpo) para traducir once términos hebreos diferentes,
mientras que en hebreo no hay ninguna noción genérica que corresponda exactamente a
sòma. El concepto más importante y frecuentemente traducido por sòma es basar que
significa, no un principio o elemento del ser viviente, sino el ser viviente completo en su
individualidad concreta, subrayando principalmente su manifestación externa. Hay que
tener cuidado de no aplicar al pensamiento hebreo la dicotomía griega de cuerpo-alma.
Y caso de que se pudiera hablar de composición de elementos en el modo hebreo de ver
al hombre, serían éstos la fuerza de vida (nepes) y lo que está vivo (basar).
Luego cuando Cristo usa la palabra cuerpo en la Cena, expresa con ella su ser completo.
Entrega a sus discípulos su totalidad concreta y, consiguientemente, toda la fuerza
divina de vida, de la que su cuerpo es manifestación externa. En este sentido, su cuerpo
es el sacramento de la "dynamis" divina, que se opone esencialmente al pecado y a la
muerte y que es, por lo tanto, esencialmente salvífica.
Para el estudio de la Alianza es muy importante analizar la conexión de basar con la
idea de parentesco. Se considera que los miembros de una familia tienen, en cierto
modo, una misma carne (Gen 29,14); así pues, los israelitas participan todos de la
misma carne. Esta carne común aporta biológicamente lo que un pacto de alianza realiza
de un modo legal: una fraternidad. Así, cuando Jesús dio su cuerpo en la Cena como
alimento, realizó algo que esencialmente era una alianza. De hecho, la Cena comprende
tres elementos que están íntimamente unidos al establecimiento de dicha alianza: la
participación de un mismo alimento, la entrega de un don y la creación de un vínculo
familiar.
La idea de sangre (haîma) es más explicita y está más íntimamente unida con la
Alianza, tanto en el AT como en el texto eucarístico. En el pensamiento hebreo hay una
íntima relación, casi una identidad, entre la sangre y la vida: la vida está en la sangre, y
ésta lleva la fuerza que hace vivir al animal. Por consiguiente, en la práctica; la sangre
viene a ser lo mismo que el alma (Dt 12,23). Lógicamente es ya fácil ver cómo la sangre
está enteramente asociada a la alianza. A una familia o pueblo, que tenía un espíritu
común, unos intereses comunes, se los consideraba como teniendo un alma común y, en
cierta manera, una sangre común. De aquí que la constitución de un vínculo fraternal
por medio de una alianza era no sólo simbolizada, sino realizada en la práctica, por un
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rito de participación en la sangre. Para los hebreos el ritual de la sangre estaba
íntimamente referido a la Alianza del Sinaí. En el libro del Exodo (c. 24) Moisés, para
sellar la Alianza entre Yahvé y el pueblo de Israel, derramó la mitad de la sangre de la
víctima sobre el altar y con la otra mitad roció al pueblo.
En la última Cena, cuando Jesús hace uso de la palabra sangre, se refiere a sí mismo en
su totalidad de ser viviente, pero haciendo hincapié en la fuerza vital de su interior. Y el
acto de repartir su sangre significa que entrega su espíritu y que establece una
fraternidad basada sobre una intencionalidad común. La acción de la Cena, que es
esencialmente una Alianza, realiza, pues, lo que Jesús ya había predicho: "Quienquiera
que hiciere la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano" (Mt
12,50).
La naturaleza de este espíritu común, que Jesús trans mite á sus apóstoles, su sangre, se
hace más clara examinando el sentido de las expresiones entregado (didómenon) y
derramada (ekchynnómenon). Estos dos términos indican que la acción eucarística de
la Cena tiene el carácter de un sacrificio. Las alianzas iban siempre acompañadas de un
intercambio de dones, que continuaba aún después de realizado el contrato. Así lo
hacían los hebreos, quienes ofrecían continuamente sacrificios a Yahvé como garantía
de su buena disposición. En la Cena Jesús se ofrece a sí mismo como don, como víctima
por los hombres, representados en los apóstoles (hyper hymón). Además, precisamente
después de la fórmula eucarística pronunciada sobre el vino Mateo añade: "derramada
por muchos para remisión de los pecados" (Mt 26,28).
Los términos entregado y derramada indican tanto el aspecto divino como el humano
de la Alianza que Jesús realiza en la Cena. Hace entrega de sí mismo a sus apóstoles,
actuando de iniciador de una nueva Alianza con los hombres; pero al mismo tiempo se
ofrece como víctima para la redención de la humanidad, actuando así como sacerdote
mediador.
De la interpretación del término alianza (diathèkè) del texto de la narración de la Cena
depende, en gran parte, el que se entienda el significado del cristianismo. Porque la idea
que uno llegue a tener de redención, gracia, Iglesia, sacramentos, estará necesariamente
condicionada por la significación que se atribuya a la nueva Alianza en Cristo.
Mucho se ha discutido sobre el significado del vocablo griego diathèkè. Se ha hecho
secular su traducción por testamento (testamentum). Sin embargo, estudios recientes
sobre la idea que encierra el término hebreo berît, hacen ya imposible el atribuirle
exclusivamente el significado de contrato mutuo entre iguales. Del mismo modo;
estud ios filológicos sobre el término diathéké han puesto en claro que este término no
sólo es capaz de expresar el significado de berît, sino que es la palabra ideal para
significar una alianza en la que la parte más fuerte toma la iniciativa ; diathèkè es, pues,
una disposición hecha por la parte que goza de plenos poderes y que la otra parte puede
aceptar o rechazar, pero no alterar. En resumen, la traducción de diathèkè por alianza en
el texto de la última Cena ha sido ya comúnmente aceptada.
Tal como está usada en la última Cena, alianza significa tanto un pacto como la relación
permanente que se origina de él. Es pacto porque se ponen de acuerdo dos voluntades:
Cristo, como Dios, realiza la Alianza con la humanidad por medio de su propia
naturaleza Humana; y Cristo, en cuanto hombre y sacerdote que representa a la
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humanidad, realiza la alianza con el Padre. En cierto sentido, la Alianza, en cuanto
pacto, se puede reducir a la concordia de las voluntades divina y humana en Cristo. La
Alianza del Sinaí trajo consigo la formulación de la voluntad divina que había de servir
de guía a la vida de los hombres; en la Cena, la expresión de la voluntad divina que ha
de :guiar a los hombres es el mismo Cristo que se ofreció al Padre. Cristo formula esta
ley cuando da el mandamiento: "Haced esto en memoria mía" (1 Cor 11,24). De ahora
en adelante el cumplimiento de la voluntad divina sólo se podrá realizar por la imitación
y unión con el ofrecimiento del sacrificio del mismo Cristo. Lucas, interpretando el
ofrecimiento de Cristo como el sacrificio del Siervo de Yahvé en favor de sus
hermanos, introduce explícitamente en la ley de la nueva Alianza un nuevo elemento: el
amor fraterno. La voluntad divina, cuya aceptación constituye el núcleo de la oblación
sacrificial del Cristo, es el deseo de que todos los hombres se salven; por consiguiente,
la Alianza de la última Cena, tiene a la vez finalidad cúltica y misionera.
La acción de Cristo al instituir la cueva Alianza, pone punto final a la Alianza del Sinaí.
A un grupo de judíos, reunidos para una comida pascual, las palabras sangre de la
alianza no podían sino recordar la sangre que Moisés derramó sobre el altar y con la
que roció al pueblo para significar y realizar la fraternidad divino-humana de la Alianza.
Este punto corona la comparación de Jesús con Moisés que es constante a lo largo de
todos los evangelios sinópticos, y señala la profunda continuidad entre las acciones del
Sinaí y del Cenáculo, haciendo notar la superioridad trascendente de la última.
La fiesta anual de la Pascua era en sí misma una continuación, una renovación del pacto
del Sinaí; en cierto sentido recapitulaba todo el tiempo bajo el acontecimiento de la
Alianza. Substituyendo a la Pascua, la Alianza de la Cena adquiere la función de
orientar la historia. De ahí la importancia del mandamiento de la Cena "Haced esto en
memoria mía" (anámnèsis). La Alianza del cenáculo, como la del Sinaí, se ha de
difundir a lo largó de la historia de modo que, en lo sucesivo, todas las generaciones se
puedan poner en contacto con esta orientación central de la historia humana y puedan
ser conducidas por esta concreta teología de la historia. La Cena es un banquete de
alianza en el sentido más profundo, -porque Dios se hace actualmente presente entre los
hombres para hacerles. partícipes de su vida divina. No se trata únicamente de una
conmemoración, sino que es la presencia continuada de Cristo como encarnación
concreta y realización de la Alianza.
En las narraciones de Mateo y Marcos no figura la palabra nueva (kainè) delante de
alianza. Porque estos dos evangelios quieren resaltar el aspecto de continuidad entre las
dos Alianzas. Sin embargo, en el texto de Lucas (y en el de Pablo) se hace notar, más
bien, la ruptura con la Alianza mosaica. La nueva Alianza es un acto de salvación que
consiste esencialmente en la remisión de los pecados (Jer 31,34). Es una alianza real e
israelítica pero diferente de la antigua, porque se realiza con una nueva dinastía y con un
nuevo pueblo (Lc 22, 29-30). Jesús, identificándose a sí mismo con el Hijo del Hombre,
Siervo de Yahvé, con el Mesías de la casa de David, pone en claro que la realización de
la nueva Alianza señala la inauguración de la era escatológica, que de algún modo,
habían previsto vagamente los profetas; es la intervención definitiva del poder divino en
la historia humana, para la cual todo el desarrollo religioso de la Antigua Alianza era
sólo preparación. Así, pues, la Eucaristía pone término y da entero cumplimiento a la
evolución del pensamiento religioso del AT.
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Quedan aún dos pasos en el estudio de la Alianza. Ante todo, la alianza se identifica con
la Sangre, que es el mismo Cristo. El texto de Lucas señala con toda claridad que Jesús
es la Alianza; es la fuente, el recipiente y el mediador de la Alianza; es el Emmanuel;
Dios con los hombres, Cristo es la unión indisoluble del hombre con Dios, la
participación definitiva de la divinidad con la humanidad. Al mismo tiempo, Cristo es la
suprema incorporación del hombre a Dios, la conformación completa de la voluntad
humana con la divina; y esta entrega a la voluntad del Padre, que se puede decir que ya
existía de un modo substancial por la unión hipostática, encuentra su completa
realización en el sacrificio de ofrecimiento en la Cena. Cristo es así, de un modo más
perfecto, el Siervo de Yahvé que en el día de la salvación será "puesto como alianza del
pueblo" (Is 49,8).
Sin embargo, la nueva Alianza -éste es el segundo paso-, no es únicamente Cristo en sí
mismo, considerado estáticamente en la noche de la Cena. Jesús dijo: "Esta es la sangre
de la nueva Alianza" mientras daba el cáliz a sus apóstoles; es decir, la relación de la
nueva Alianza está constituida por Cristo que nos hace partícipes de su cuerpo y sangre,
y que sigue actuando mística y sacramentalmente.
La relación entre Dios y los hombres, en virtud de esta nueva ordenación, no es
únicamente la consecuencia de la acción salvífica de Cristo; es una mediación
continuada por parte de Cristo; es una relación activa de Dios para con los hombres y de
los hombres para con Dios, realizada sacramentalmente en la Eucaristía. En este
contexto, la verdad de la presencia real de Cristo en la Eucaristía no es sólo lógica, sino
que es lo único que da pleno significado y actualidad a este nuevo régimen de alianza
con Dios que es el cristianismo. Si la Eucaristía, tal como la celebra la Iglesia, es
únicamente una representación, si contiene solamente el influjo del ejemplo de Cristo,
pero no es Cristo realmente presente y actuando, se destruye el verdadero dinamismo
del cristianismo en su existencia histórica. El texto de la Cena es explícito en cuanto a la
presencia real de Cristo en la Eucaristía: "Esta es mi sangre", "Haced esto en memoria
mía". Jesús substituye al Templo como centro del verdadero culto. De ahora en
adelante, en Él y con Él el hombre hallará y adorará a Dios. Jesús funda un nuevo
pueblo escogido, cuya vida religiosa se centrará en el banquete eucarístico y brotará de
él; hallará la comunión con Dios y con los otros hombres en la reactualización del único
sacrificio de Cristo.
Se puede añadir aún algo más. Este pasaje evangélico que estamos estudiando, establece
formalmente la identidad entre la nueva Alianza y el Reino. Señala a Cristo como el
depositario primario de la Alianza, que luego se extiende a los discípulos, y compara
implícitamente a Cristo -cabeza del pueblo de la nueva Alianza- con Jacob, ya que la
situación de los discípulos en el Reino es igual a la de los doce jefes de las tribus de
Israel. Más aún, en el evangelio de Lucas leemos: "Y yo dispongo del Reino a favor
vuestro como mi Padre ha dispuesto de él en favor mío" (Lc 22,29). La partícula como
en este texto parece afirmar lo que ya hemos visto sobre la naturaleza esencialmente
eucarística de la nueva Alianza: Jesús extiende a sus discípulos el Reino, como su Padre
se lo había dado a Él.
Por lo tanto; Cristo al hacer entrega de su Reino se entrega a sí mismo. Y como Cristo
hizo esta entrega del Reino con ocasión de su muerte, puede decirse que es un
testamento. Coinciden así los dos significados de dialhèkè -alianza y testamento- en la
misma realidad concreta: la nueva Alianza.
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La pasión
Como los términos entregado y derramada lo indican, el ofrecimiento de Cristo en la
última Cena no sé puede separar de su pasión; porque la realización de la Alianza en la
Cena carece de sentido sin la pasión y muerte de Cristo en el Calvario. El cáliz establece
el vínculo necesario entre la Cena y Getsemaní. Si la nueva Alianza fue instituida al
decir Jesús: "Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre que es derramada por vosotros",
su realización efectiva dependía de que Cristo bebiese este cáliz de su pasión y de que
derramase su sangre en el Calvario. Cenáculo y Calvario forman, pues, una sola acción:
la de establecer una nueva Alianza en la sangre de Cristo.
La narración de la traición de Judas une también la Cena con Getsemaní. Abre la
narración de la Cena la predicción que Cristo hace de la traición de Judas, y la escena
del Huerto termina con el cumplimiento de esta profecía. Encontramos de nuevo una
noción esencial a la alianza, la de infidelidad, que da la estructura a la narración de la
pasión; porque tanto el relato de la pasión como otros muchos de la historia de la
Alianza del AT, no son sino el historial de las infidelidades a la iniciativa divina de la
Alianza. A esta infidelidad de Judas se añade la de Pedro, la del Sanedrín y ,la del
pueblo.
Tanto el hecho mismo de la condenación a muerte, como el modo de narrarlo los
Sinópticos, ponen este episodio a la luz de la Alianza y del Sacrificio. Barrabás
representa los medios humanos para la recuperación de la libertad política; Cristo, en
cambio, los espirituales. Cuando al pueblo se le da opción para que elija entre los dos,
se le sitúa en la misma alternativa que había dominado toda su historia: ser fiel al Dios
de la Alianza o buscar la salvación por otros medios. Al rechazar a Jesús y elegir a
Barrabás, el pueblo de Israel rechaza definitivamente al Dios de la Alianza. A esta
generación se le exigirá toda la sangre del Justo (Mt 23,35). A los intentos de Pilatos
para librarse de la culpa por derramar sangre inocente, se contrapone el grito del pueblo:
"Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos" (Mt 27,25). Este hecho recuerda
indudablemente la escena del Sinaí, donde se roció al pueblo con la sangre de la víctima
de la Alianza. Y conjugando esta escena con el texto eucarístico, que hemos analizado
antes, nos situamos ante la paradójica ironía de la misericordia divina: el pueblo incurre
deliberadamente en el crimen de derramar sangre inocente, sangre de Dios; y, sin
embargo, esta misma sangre que reclama sobre él y sobre su posteridad, es la sangre
destinada a salvar a los hombres - "derramada para la remisión de los pecados"-, incluso
del pecado de deicidio.
Existe, además, una relación notable entre la muerte de Cristo y el Templo. Se basa en
primer lugar, en la oposición entre Jesús y el orden sacerdotal de entonces. Y nótese,
además, que de entre todas las acusaciones que se formulan contra Jesús ante el
Sanedrín, únicamente se recuerda una: "Este ha dicho: Yo puedo destruir el Templo de
Dios y en tres días edificarlo" (Mt 26,61), acusación que luego le repiten al pie de la
Cruz (Mt 27,40). Uno se ve tentado a decir que la importancia que la narración de la
pasión da a la afirmación de Jesús "destruir el Templo... " se debe a que el cristianismo
acentúa la importancia de la resurrección de Cristo. Ciertamente, podría ser ésta una
explicación, pero no basta para justificar por qué esta afirmación de Jesús se adujo
como causa de su condenación, ni tampoco sirve para explicar por qué los tres
sinópticos atraen la atención del lector hacia el velo del Templo, rasgado en el mismo
instante de la muerte de Cristo. Es que la muerte de Cristo pone fin a la antigua Alianza
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y, por consiguiente, a la adoración en el Templo. El velo ocultaba la parte interior del
Santuario a la mirada de los hombres, y simbolizaba la morada de Dios y su protección
sobre Israel en virtud de la antigua Afianza. Cuando con la muerte de Cristo se sella el
pacto de la nueva Alianza, ya no hay motivo para que una cortina separe esta habitación
del espacio profano. El cuerpo muerto de Cristo es el signo de la nueva Alianza en
virtud de la cual Dios habita entre los hombres.
Mientras la narración de la Cena parece indicar la continuidad de las dos Alianzas y el
cumplimiento de la antigua en la nueva, la narración de la pasión hace hincapié en, la
oposición entre ellas: Israel rechaza la nueva Alianza y Dios pone punto final a la
antigua.
Conclusión
Cristo es, pues, el cumplimiento del, Templo del AT y de su sacerdocio; es, no sólo
mediador, sino que realiza el único sacrificio perfecto y redentor. Su sacerdocio es el
centro de la nueva Alianza, lo ejerció en la Cena y en la Pasión, cuando instituyó la
Alianza que consiste en el ofrecimiento de Cristo a los hombres y a su Padre en favor de
la humanidad. Esta Alianza es una relación permanente y dinámica porque implica el
sacrificio de sumisión de los hombres a la voluntad de Dios. Es sacramental porque se
expresa en la conmemoración (anámnèsis) de la propia acción eucarística de Cristo, la
cual domina la historia cristiana desde su comienzo en la encarnación hasta su
consumación en la eternidad.
Tradujo y condensó: JAVIER VELASCO
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