DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA HISPANO

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ARCHIVOS
DE LA SOCIEDAD OFTALMOLÓGICA
HISPANO-AMERICANA
1915 – Agosto
Segunda contribución a las causas de la ceguera
M. Menacho405
Procedimiento original de tonometría manual
Tomás Blanco415
Nuevo procedimiento operatorio del entropión del párpado inferior
Manuel Marín Amat419
Parálisis del recto externo consecutiva a la raquiestovainización
S. Fernández Balbuena422
Herida penetrante de la órbita con retención del proyectil
Palomar de la Torre424
Epitelioma pavimentoso primitivo, con globos y en forma de cuerno, en la carúncula lagrimal
Ant. Menacho427
ARCHIVOS DE OFTALMOLOGÍA
HISP A N O -A M E R ICA N O S
I. — TRABAJOS ORIGINALES
S E G U N D A C O N T R IB U C IÓ N A L A S C A U S A S
DE LA C E G U E RA
P or el D
r
. M. M enacho
En Junio de 1910 di una conferencia en el Anfiteatro de la Facul­
tad de M edicina de Buenos Aires, en la que me ocupé de las «Causas
de la ceguera y su prevención», apoyada en una estadística de 10,000
pacientes no hospitalizados. Al proceder a las operaciones estadísticas
necesarias para formar los cuadros en que distribuí los diferentes casos
observados, me convencí de las dificultades que se presentan para
eliminar las causas de error, y me propuse llevar por mí mismo y con
todo detalle, las observaciones que habían de servir para otro trabajo
análogo que quería publicar ulteriormente. Ese trabajo, helo aquí, y
aunque desprovisto de las reflexiones generales y por capítulos que
acompañaban a aquél y que pueden consultarse en los A r c h i v o s
O
f t a lm o lo g ía
de
H i s p a n o -A m e r i c a n o s del mes de Octubre de 1910,
en que fueron publicados, pues son perfectamente aplicables a éste,
representa una considerable suma de trabajo, en el que me ha prestado
eficaz ayuda el D r. Antonio Menacho.
Como no he seguido paso a paso el mismo orden de mi primer
trabajo, por el afán de mejorarlo, cúmpleme hacer alguna aclaración
previa.
El número de cuadros que era de siete en aquél, es de diez en
éste; pero con el propósito de facilitar su confrontación, los añadidos
llevan las cifras II', III' y IV' por su relación con los que les preceden;
así es, que el II se refiere a los casos de ceguera agrupados por eda­
des, y el II' a los de semiceguera; el III' ofrece en resumen las
lesiones y sus causas entre los pacientes con semiceguera binocular,
y el IV ', las lesiones y sus causas entre los semiciegos de un ojo y
ciegos del congénere, categoría que, por aproximarse tanto a la ce­
guera binocular, convenía desglosar de las demás para ofrecer una
gradación más precisa del demérito ocular en mi estadística.
I. — C
uadro
de
la
ceguera
entre
10,000
pa c ie n t e s
NO HOSPITALIZADOS
He eliminado de mis cuadros, en el presente trabajo, la categoría
de ciegos interinos, porque en realidad de verdad venían a gravar con
un peso excesivo e injustificado las cifras del demérito visual. Digo
que era injustificado, porque en mi anterior trabajo figuran 267 ojos
con V. < de Vio a causa de cataratas, los que en realidad sólo son
1
Los c o m p re n d id o s en esta clase de c egue ra m o n o c u la r, fig u ra n por do s ojos, porque
el c o n g é n e re es se m iciego.
II. —
C u a d ro
ENTRE
d e
l a
10,000
c e c u e r a
,
P A C IE N T E S
s e g ú n
NO
l a
e d a d
y
e l
s e x o
,
H O S P IT A L IZ A D O S
ciegos interinos, ya que se hallan en el caso de recuperar la visión
mediante la intervención quirúrgica. También he eliminado de entre
los semiciegos aquellos casos de leucoma, cuya mejoría ulterior me­
diante la operación, me ha parecido evidente.
De mi primer trabajo, como de éste, eliminé los pacientes que
por hallarse sufriendo un proceso agudo, de resultado incierto, no era
posible encasillarlos con precisión, pero a posterior/', los coloqué en
su lugar cuando fué posible hacerlo
por haber seguido hasta el fin
el curso de la enfermedad.
M i estadística comprende los siguientes grupos:
Cuadro general de la ceguera;
Cuadros generales según la edad y el sexo.
1.°
Ceguera binocular, dividida en tres clases:
\.— Ceguera absoluta (ciegos), entendiendo por tal,
cuando la visión queda reducida a contar los
dedos a menos de un metro, corrigiendo la re­
fracción cuando a ello haya lugar;
II. — Ceguera relativa (semiciegos) en la que figuran los
individuos cuya visión, corregida su refracción,
es inferior a O'l, y superior a la que caracteriza
la ceguera absoluta;
III. — Ciegos de un ojo y semiciegos del oír o (tuerto-semi-
ciego), categoría que no figuraba en m i anterior
trabajo.
2.“
Ceguera monocular, dividida en dos clases:
I. — Ceguera absoluta (tuertos);
II. — Ceguera relativa (semituertos).
Y dicho esto, pongo a continuación los cuadros a que me he refe­
rido, sin añadir otras consideraciones, que cada uno podrá hacerse,
parangonando mi primer trabajo con el presente.
Dejo para otro trabajo ulterior, en el que aportaré otro contin­
gente de observaciones, hacer consideraciones de carácter general
que vengan a representar las conclusiones que puedan deducirse del
material acopiado.
1
V éase A
r c h iv o s
d e
O f t a l m o l o g ía
H is p a n o - A m e r ic a n o s ,
tomo X , p ág . 521.
P R O C E D IM IE N T O
O R IG IN A L D E T O N O M E T R ÍA M A N U A L
1
Por el D r . T o m á s B l a n c o (V alencia)
Forman legión numerosa los clínicos que, desengañados de la
fidelidad de los diversos tonómetros que han ensayado, han vuelto
a la fonometría manual o digital. Yo me encuentro en este caso por
múltiples razones. La mayoría de ellas son de tal índole, que aun
a priori me han hecho prescindir del empleo de muchos de ellos, en­
salzados con evidente exageración, no siempre por sus mismos auto­
res, pero sí muchas veces por un interés más industrial que científico.
Si con un espíritu imparcial de crítica se Ies emplea repetidas
veces, con poco intervalo entre ellas, y con el fin de precisar la
tensión de un mismo ojo, por excepción dan siempre la misma cifra.
La discordancia entre sus indicaciones en observaciones hechas en
estas condiciones, pero por varios observadores, es aún más notable;
evidenciándose con ello, que en toda determinación tonométrica entra
por mucho la manera especial de obrar del que explora.
Si el tonómetro se emplea sin previa anestesia local, los reflejos
de defensa del sujeto falsean ciertamente el resultado. Si a su empleo
precede aquélla, es evidente que la influencia del anestésico en la
tensión constituye grave causa de error. Tanto más, cuanto que es
variable según el fármaco elegido y el grado de la anestesia.
Recuérdese que, con respecto a la influencia que tienen en la
tensión cada uno de los anestésicos comúnmente empleados en oftalmoterapia, no están de acuerdo los experimentadores; acaso porque
no es siempre la misma, debido al estado del ojo, o al de su inervación
sensitiva y vasomotriz.
Aparte de estos defectos genéricamente imputables a todo tonó­
metro, hay otros varios peculiares a cada uno en particular, según su
especial mecanismo.
El mejor, según la mayoría de los que se han ocupado moderna­
mente de fonometría, es el Oftalmotonómetro de Fik, modificado por
T ra b a jo presen tad o al C o n g re so anual de la S o c ie d a d O fta lm o ló g ic a H ispano-A m erican a , c e le b ra d o en 1914.
Ostw alt ( Revue Générale d'Ophtalmologie, Noviembre de 1895).
Tanto en éste como en el original de Fik, el pequeño disco d e 6 ’5 m ilí­
metros debe aplicarse sobre el globo del ojo, de modo que produzca
en él una faceta del mismo diámetro. Para conseguirlo con exactitud,
precisa ver, cosa no fácil, si todo el contorno circular se halla justa­
mente en contacto, sin presión, con la superficie globar. Por esto, sin
duda, el mismo O stw alt dice: «se deben hacer varias aplicaciones en
serie en cada sesión y tomar como verdadera la cifra media entre
todas las observaciones».
Como quiera que la superficie del globo del ojo está siempre
humedecida por las lágrimas, y la capilaridad las adhiere al disco, el
momento del contacto es difícilmente observable, aun suponiendo que
el ojo consienta en estar completamente inmóvil.
Un quemosls, siquiera sea poco acentuado, falsea por completo
el resultado de la aplicación.
El que la córnea esté insensible en los casos de fuerte hipertonía,
si no fuese verdad a medias, limitaría a ellos el empleo de la oftalmometría instrumental hecha sobre la superficie querática.
Frecuentemente difiere la tensión a nivel de la esclerótica, de la
tensión a nivel de la córnea. Para que las observaciones sean compa­
rables, deben hacerse, pues, sistemáticamente, en la una o en la otra.
Del modo que comúnmente se practica la tonometría digital, es
decir, a través del párpado superior, tiene en su contra también
múltiples causas de error, por su carácter de mediata; pues el pár­
pado interpuesto introduce en el problema a resolver factores múlti­
ples, que lo hacen excesivamente complejo.
Entiendo que se debe dar la preferencia a la tonometría digital,
despojándola en lo posible de sus causas de error; a este fin la prac­
tico ha muchos años de la manera que Voy a describir:
Sentado el sujeto en la silla de curación, de cara a la luz (natural
más bien que artificial) y apoyada la cabeza sobre un plano mediana­
mente resistente \ se coloca el explorador a su lado derecho, sentado
1 En mi c o n s u lta p a rtic u la r u tiliz o en la s illa de c u ra c ió n el a po p a c a b e z a s
acom o da rse a todas las estaturas. P a ra c ono ce rlo de ta lla da m en te , v é ase
d'Ophtalmologie,
A g o sto de 190B.
de O ppen-
y facilid ad de
Revue Générale
h e im e r. D e él estoy m uy satisfecho po r su se n c ille z , re siste nc ia, lig e re z a
también, en la actitud habitualmente empleada para la curación de
adultos. Se invita al explorado a que abra moderadamente sus ojos
y fije la vista en un punto, mirando hacia el ojo derecho del explora­
dor, por ejemplo. Precauciones todas necesarias para asegurar la
buena iluminación y la fijeza del ojo explorado.
Cuando se dese;a explorar la tensión en el segmento posterior, se
debe invitar al enfermo a que mire al lado opuesto al ojo que se ex­
plora. Con mi proceder puede hacerse indistintamente la tonoscopia
del segmento anterior o la del posterior, a nivel del ecuador del ojo.
La comparación entre una y otra es frecuentemente útil.
Para observar bien el ojo, conviene que esté medianamente
abierto, de modo que queden al descubierto unos dos tercios de cór­
nea. A este fin, y para asegurar la inmovilidad palpebral, se mantiene
levantado el párpado superior con la mano izquierda del explorador,
en pronación completa, apoyando los cuatro últimos dedos sobre la
región frontal del sujeto y elevando un poco el párpado con el pulpejo
del pulgar, que le fija, haciendo suave presión sobre él contra el
reborde orbitario.
E n esta situación las partes, el pulpejo del índice derecho del
explorador trata de comprimir la mitad inferior de la córnea, a nivel
de la línea de unión del tercio inferior con el medio de la misma,
a través del borde del párpado inferior, cual si se pretendiera hundirle
en el ojo; apreciando entonces por el tacto la fuerza que hay que
desarrollar para producir en la córnea una leve depresión; visible por
la deformación que sufre su superficie y las que se observan en las
imágenes de reflexión en ella producidas.
D a un cierto grado de rigidez al índice que explora, el apoyar
hacia la mitad del borde radial de su cara palmar el extremo libre del
pulgar homónimo, en semiflexión. Los tres últimos dedos de esta
mano se flexan para que no estorben.
D ebe tenerse en cuenta muy especialmente, que la presión tonométrica computable no es toda la empleada en el experimento, sino
sólo la necesaria para producir un cierto grado de depresión en la su­
perficie del globo del ojo, desde el momento en que la deformación se
inicia, hasta el en que alcanza un determinado grado de profundidad.
Pronto se habitúa el dedo a esta suerte de exploraciones, y a dar
próximamente la misma profundidad máxima a todas las depresiones
que produce en los actos de tonometría. Pequeñas diferencias en esto
carecen, sin embargo, de significación, y ella resulta completamente
anulada si en cada acto exploratorio se repiten varias veces las pre­
siones, comparando al mismo tiempo entre sí las sensaciones que se
reciben cada vez; lo que deja en la mente como dominante una sensa­
ción igual a la media entre tódas las percibidas.
Como se ve, es la sensibilidad muscular de algunos flexores de la
mano, la que ponemos a contribución en esta especial metría, preci­
samente la sensibilidad muscular consciente más exquisita que posee­
mos, la que utilizamos desde la infancia para determinar toda consis­
tencia que nos interesa conocer, y por ello resulta ser en nosotros la
que tenemos más ejercitada, la que por ello goza de mayor delicadeza.
Esta mi especial manera de determinar la tensión infraocular,
está a cubierto de todas las objeciones que se hacen a los demás
procederes de tonometría, porque con ella se ve cuándo el ojo se
hunde en la órbita huyendo delante del dedo, cosa que no sucede con
los otros procederes de exploración digital; con ella no se necesita
anestesia previa, porque no despierta reflejos lastimando termina­
ciones nerviosas sensitivas, cual los tonómetros.
En lo posible, queda mi proceder a cubierto también de las causas
de error procedentes del estado de los párpados. Cierto que en él se
comprime el globo a través del borde libre del párpado inferior, pero
precisamente esta parte, a no estar enferma a su vez, tiene una gran
consistencia, poco variable de un sujeto a otro, porque casi en tota­
lidad la forma el fieltro tarsiano, de suyo resistente y poco Variable
como tejido esquelético.
Por lo demás, las variaciones de consistencia del borde palpebral
pueden descontarse casi en absoluto, porque, si es menor que la nor­
mal, cede a la presión creciente del dedo antes que la superficie del
ojo se deforme, y la cantidad de fuerza empleada para esto no se
toma en cuenta en la determinación. Si la consistencia es mayor que
la normal, la más ligera presión digital se transmite al globo del ojo
y no constituye causa de error, porque todo el borde palpebral se
traslada en masa hacia atrás, deprimiendo el globo, deformándole,
sin ser deformado por el dedo.
No tiene este proceder la pretensión, y en esto asemeja a los
demás digitales, de medir exactamente al milímetro cual un baróme­
tro; pero sí la de ser el más fácil y seguro de los procederes manuales,
estando a cubierto de la mayor parte de las causas de error de todos
los medios hasta hoy conocidos de oftalmotonometría.
Aspiro a que lo reconozca así esta docta Asamblea y a que le
adoptéis y practiquéis corrientemente en lo sucesivo.
El perfeccionar, simplificándoles, los procedimientos explorato­
rios, los pone al alcance del mayor número, los vulgariza, contribu­
yendo más a la difusión del progreso, que la invención de ingeniosos
aparatos no asequibles a todos, de los que no es posible se halle
provisto todo médico, sino que forzosamente han de quedar monopo­
lizados por el especialista.
Precisamente las variaciones de la tensión intraocular deben ser
fácilmente reconocibles por todo médico, si éste ha de dar la voz de
alarma a las familias cual le corresponde en los casos de glaucoma.
Así se podrá evitar en muchos una terminación funesta, por desgracia
más frecuente de lo que debiera ser, de lo que sería si todo médico
en general supiera interrogar la tensión.
NUEVO
P R O C E D IM IE N T O
O P E R A T O R IO
DEL PÁ R PA D O
D E L E N T R O P IÓ N
IN F E R IO R
Por el D r . M a n u e l M a r í n A m a t , oculista del Hospital Provincial
de Almería.
Con el título de «Un nuevo procedimiento operatorio del entropión
del párpado inferior», presentamos una comunicación al Congreso para
el progreso de las Ciencias, celebrado en Granada en Junio de 1911
Dicho trabajo, basado sobre una cifra bastante pequeña de entropiones operados por nosotros, según dicho procedimiento, inmediata1
A r c h iv o s
de
O f t a l m o l o g ía
H is p a n o - A m e r ic a x o s .
F e b re ro de 1912, p á g . 5 0 .
mente después de la descripción de los tiempos de que consta, termi­
naba con los dos siguientes párrafos:
«Los resultados obtenidos con este procedimiento han sido bas­
tante satisfactorios, aunque de ningún modo comparables a los que
obtenemos en el párpado superior con nuestro método.
»E sta técnica operatoria la reservamos solamente para aquellos
casos de entropiones acentuadísimos y en los cuales la experiencia
nos ha enseñado la ineficacia de los procedimientos corrientes. Por
esta misma razón, nuestra estadística es poco numerosa, alcanzando
únicamente la cifra de 55 casos, que si bien son pocos para formar
opinión definitiva, son los bastantes para darnos una idea de su efica­
cia comparada con los restantes procederes.»
Pues bien; nada más elocuente y honrado que nuestra propia de­
claración sobre la bondad de dicho método, y que a fuer de pesados
repetimos algunas de sus palabras: «la reservamos solamente para
aquellos casos de entropiones acentuadísimos» ¡..y que «da una
¿dea de su eficacia comparada con los restantes procederes. »
Bien a las claras decíamos en aquella época que seguíamos utilizando
otros métodos operatorios, si bien en los muy acentuados empleába­
mos aquél... a falta de otro mejor.
Durante algún tiempo estuvimos utilizando con éxito bastante
aceptable dicho método operatorio, que tenía de original el seccionar
el cartílago tarso, superponiendo el colgajo superior formado por el
borde ciliar sobre el colgajo inferior formado por el resto del tarso,
interponiendo de este modo entre las pestañas desviadas y el globo
ocular todo el espesor del colgajo inferior y en suturar el borde ciliar
así trasplantado en su nueva posición.
Los casos que hasta entonces habíamos operado y los que opera­
mos después, nos dieron un número bastante crecido de éxitos, pero
que, sin embargo, no nos podía satisfacer, dado el gran contingente de
entropiones que por razones de nuestro cargo nos vemos obligados
a operar. Y así como con la modificación introducida por nosotros al
procedimiento clásico de Panas en el entropión del párpadosuperior
jamás tenemos que lamentar una recidiva, nuestros deseos eran tener,
a ser posible, un procedimiento infalible a la vez que sencillo, para la
corrección de todos los casos de entropión del párpado inferior.
1
C o m u n ic a c ió n
p re s e n ta d a
d e 1910. ( A r c h i v o s d e
O
a
la
f t a l m o l o g ía
S o c ie d a d
O f t a lm o l ó g ic a
H is p a n o - A m
e r ic a x o s .
H is p a n o - A m e r ic a n a .
F e b r e r o de 1911.)
M ayo
Por fortuna, a fuerza de repetir experiencias, hemos encontrado
un procedimiento, a la vez que de una ejecución facilísima, de una
bondad insuperable. He aquí su descripción:
P r i m e r t i e m p o . — Incisión. — Previa anestesia local con nues­
tra solución anestésica 1 o con novocaína, que indistintamente emplea-
mos, hacemos una incisión horizontal paralela al borde ciliar en toda
su extensión y a tres o cuatro milímetros de la zona de implantación
de las pestañas, lo suficientemente profunda para llegar a la aponeu­
rosis obturatriz anterior a la órbita.
S e g u n d o t i e m p o . — Colocación de los puntos de sutura. —
Separados los labios de la incisión y puesto al descubierto el fondo
de la misma, se dan tres puntos de sutura, uno medio y dos laterales,
introduciendo la aguja en cada uno por el labio inferior, cogiendo con
ella el fondo de la herida y sacándola por el labio superior (fig. 1 ).
En los casos muy acentuados, en vez de tres se dan cuatro, y como
máximum, cinco puntos de sutura. Excepcionalmente y en casos de
1
C o m u n ic a c ió n
d e 1907. ( A
p re s e n ta d a
r c h iv o s d e
O
a
la S o c ie d a d
f t a l m o l o g ía
H
is p a x o
O f t a lm o l ó g i c a
-Am
k r ic a n o s .
H is p a n o - A m e r ic a n a .
S e p t ie m b r e d e 1907.)
Mayo
fuerte hipertrofia del músculo orbicular por blefarospasmo permanente,
se debe hacer la resección de algunas de las fibras de dicho músculo.
Sin entrar en detalles comparativos con los diferentes métodos
operatorios empleados, y que sería cuestión de copiar lo tantas veces
repetido, hemos de resumir nuestra impresión sobre la bondad de este
sencillísimo procedimiento operatorio, que hemos practicado desde
el 20 de Junio de 1912 hasta la fecha, en la respetable cifra de 491 ve­
ces, diciendo que sistemáticamente debe emplearse, y que nosotros lo
empleamos en todos los casos de entropión del párpado inferior, sea
cualquiera su intensidad, sin que haya hasta hoy, que sepamos, ningún
procedimiento operatorio que que le iguale en sencillez ni en resulta­
dos definitivos, tanto desde el punto de vista funcional como estético.
Para terminar, diremos que éste es un método operatorio que en
nuestras inhábiles manos no nos ha fracasado jamás, y que humilde­
mente nos permitimos recomendar a nuestros distinguidos compañeros.
P A R Á L IS IS D E L
RECTO
EXTERNO
C O N S E C U T IV A
A LA
R A Q U IE S T O V A IN IZ A C IÓ N
Por el Dr. S. F e r n á n d e z B a l b u e n a (G ijó n )
Las parálisis del sexto par consecutivas a la inyección intrarraquídea de estovaína son generalmente tardías, se presentan de dos
semanas a un mes después de la inyección, curan pronto sin dejar
huellas, suelen ir precedidas de fuertes dolores de cabeza y vómitos;
otras veces, se presentan desde luego como en el caso siguiente:
Una mujer de cuarenta años filé operada de extirpación de la
trompa y ovario derecho, empleando en la anestesia la estovaína en
inyección intrarraquídea.
A los quince días notó que veía dobles los objetos y que bizqueaba
de su ojo izquierdo. Al mes de notar estas molestias vino a consul­
tarme. Comprobé todos los síntomas de una parálisis del sexto par,
deduciendo, por exclusión de otros antecedentes, que la causa de tal
parálisis fué la inyección de estovaína. El yoduro potásico pareció
favorecer la curación, que fué completa a los dos meses.
Análoga a ésta se han publicado otras veinte observaciones en
las que no se ha podido comprobar más causa de parálisis que la in­
yección intrarraquídea de estovaína.
Lo que resulta de difícil explicación es la patogenia de estas pa­
rálisis. Desde luego parece inaceptable la explicación mecánica, pues
si el aumento de tensión fuera la causa, los accidentes serían inmedia­
tos y transitorios, ya que la tensión intrarraquídea recupera pronto el
tono normal, aparte de que siempre se extrae cierta cantidad de hu­
mor cefalorraquídeo antes de la inyección.
Suponer que se trata de accidentes histéricos es abusar del his­
terismo y obscurecer más la cuestión.
Tampoco me parece muy clara la explicación de Pechin, que
piensa en una perturbación óculomotora de origen laberíntico, conse­
cutiva a la presencia de estovaína en el líquido cefalorraquídeo que
baña el aparato ampular.
M ás cerca de la realidad parecen estar los que piensan en una me­
ningitis atenuada, pues ya se ha publicado algún caso de meningitis por
la inyección de cocaína, y en casos menos intensos, se ha observado
linfocitosis en el líquido cefalorraquídeo, signo de reacción meníngea.
La meningitis, ya de origen medicamentoso o de origen infeccioso,
por faltas de técnica, podrá explicarnos la paraplejia, para aclararnos
algunos casos de vómitos, cefalea, etc.; pero estas parálisis del sexto
par resultan de patogenia muy obscura.
Merece tenerse en cuenta el hecho de que, mientras la acción
terapéutica de la estovaína se ejerce principalmente en territorio sen­
sitivo, las'complicaciones ocurren principalmente en territorio motor.
Se han registrado como accidentes, la paraplejia, la parálisis de los
cuatro miembros, la parálisis del gran oblicuo, parálisis vesicales, de
los músculos del hombro, de la nuca, del facial y del hipogloso.
Q u izá encontraremos una explicación a estos hechos, siguiendo
las teorías de Ehrlich sobre el organotropismo de las substancias quími­
cas, y es posible que una investigación minuciosa pueda evidenciar las
afinidades químicas particulares de cada territorio nervioso en relación
con sus funciones, explicándonos entonces estas parálisis solitarias.
H E R ID A P E N E T R A N T E D E LA Ó R B IT A
D E L P R O Y E C T IL
Por el D r . P a l o m a r
de
la
CON
R E T E N C IÓ N
T o r r e (Zaragoza)
Domingo A ., de treinta y tres años, bien constituido, sufrió el
día 25 de ju lio último, en Utrillas (T eruel), una herida de la pared
F ig . i
interna de la órbita izquierda, producida por un proyectil de plomo de
grueso calibre (núm . 15 y 26 gramos de peso), disparado por arma
corta a 20 metros de distancia, y. deformado por rebote sobre un
muro.
No hubo pérdida de conocimiento ni hemorragia. Le fué practi­
cada la cura antiséptica y vendaje oclusor.
A los ocho días le recibí en mi consulta de Zaragoza, y por mi
encargo, los doctores V. y A. Marín y Corralé hicieron una excelente
F ig .
2
radiografía de frente y otra de perfil, que revelaron con toda preci­
sión la presencia, forma, dimensiones y situación de un grueso proyec­
til en el fondo de la órbita izquierda, con lo cual prescindí de toda
otra tentativa de exploración, y ahorré al paciente los peligros de un
intempestivo sondeo.
El aspecto de la lesión era a simple vista, según puede observarse
en la fotografía, el de una herida por contusión que hubiese destruido
la comisura interna y región del saco lagrimal izquierdo, por la que
asomaba tejido esfacelado. El párpado inferior estaba partido verti­
calmente y vuelto a unir de una manera viciosa. El globo del ojo,
inmóvil y algo propulsado hacia adelante y dirigido hacia arriba; su
tensión aumentada; midriasis; enorme desprendimiento de la retina
que cubría la papila.
No ha sentido desde el primer momento el más pequeño dolor, ni
ha dejado de dormir y hacer sus funciones naturales. Párpados algo
edematosos, principalmente el superior, inmóvil y caído.
Previas las precauciones de asepsia, y reconocida con d estílete
la situación del proyectil, así como su superficie rugosa por deforma-
F ig . 3
ción más fácilmente prensible, hube de dilatar el orificio de entrada,
notablemente reducido, y desde luego mucho menor que el tamaño de
la bala. Esta se hallaba enclavada e inmóvil. Su prensión la hice fác il­
mente mediante unas pinzas fuertes de dientes de ra tó n ; bastaron
ligeros movimientos de laterahdad para desimplantarla, después de lo
cual la extracción se hizo suavemente sin pérdida de sangre ni salida
de pus.
Sutura del párpado inferior, previo refrenamiento de los bordes
de la herida anterior, que estaban espontáneamente mal coaptados.
Venda-je oclusor.
Cura diaria sin complicaciones hasta los diez días, que apareció
un pequeño foco supurativo motivado por una esquirla del unguis y que
cedió inmediatamente que filé extraída.
El día 25 de Agosto volvía a su pueblo curado de sus heridas y
conservando el ojo, pero con ambliopía, epífora e inmovilidad del
globo ocular izquierdo. El aspecto estético muy aceptable.
La observación de este herido sugiere las siguientes considera­
ciones :
La órbita en su profundidad puede alojar sin protesta cuerpos
extraños de gran tamaño y peso.
Para su descubrimiento, la radiografía es el mejor e insubstituible
medio de diagnóstico.
A un en caso de tolerancia, la extracción debe ser la regla; pues
en el peor de los casos simplifica el problema, dejándolo reducido
a una herida penetrante ordinaria y libre de complicaciones ulteriores.
E P IT E L IO M A P A V IM E N T O S O P R IM IT IV O , C O N
GLOBOS Y
EN F O R M A D E C U E R N O , E N LA C A R Ú N C U L A L A G R IM A L
Por el Dr. A n t . M e n a c h o
Es tan pobre la literatura oftalmológica en descripciones histopatológicas de casos de epitelioma primitivos de la carúncula
lagrimal, que me ha parecido oportuno presentar ante esta docta
Asamblea, uno nuevo e interesante, para añadir a los pocos que
sobre la localización primitiva en la carúncula, de la forma pavimentosa estratificada del tumor epitelial, se encuentran reseñadas en
libros, revistas o monografías.
Don E. C ., de cincuenta y cinco años, se presenta el día 20 de
M arzo de 1914 en la Consulta diciendo que su carúncula izquierda
(que siempre había sido de tamaño mayor que la del otro lado) hacía
dos meses que había adquirido un crecimiento rápido y progresivo,
llegando a tener, en el momento del examen, una longitud de unos ocho
milímetros.
El tumor ocupaba bien delimitada la carúncula; por su forma
recordaba al cuerno cutáneo, su color era amarillento y su aspecto
clínico era el de un papiloma sin pelos y con hiperplasia sebácea.
El neoplasma era indoloro y no dificultaba la visión, que era:
O . D. V = 1’19.
O . I. V = i ’ 19.
Hm. 0’50 V = 1M9.
IIm . 0’50 V
1’19.
Fondos normales,
Se propuso la extirpación del tumor, que fué practicada el día
siguiente. La exéresis fué amplia. No hubo ningún contratiempo en
el acto operatorio ni después de la intervención.
La pieza fué fijada en formol e incluida en celoidina. Se hicie­
ron coloraciones con varios métodos.
El tumor, observado al microscopio, nos revela una formación
epitelial y un estroma conjuntivo.
La primera, según la dirección del corte, aparece como cordo­
nes ramificados o como islotes; unos y otros bien delimitados, ya
que las células más periféricas de los cordones están provistas de
una membrana basal que las separa del tejido conjuntivo, peri o intercordonal.
En muchas células epiteliales y en particular en las más perifé­
ricas, es dable adivinar fases carioquinéticas.
Entre los elementos celulares poliédricos, de gran tamaño, se
ven con el método de Achúcarro, al tanino y plata, hilos comunicantes.
En algunos cordones existen globos epidérmicos jóvenes, siendo
muy raros los globos completamente queratinizados, La mayoría de
estas características formaciones epiteliales están formadas por cé­
lulas aplastadas, con núcleo distinto, que se sitúan alrededor de
grandes células muy transparentes y con degeneración mucosa. En
estos globos en vías de formación resulta muy interesante e instruc­
tivo el empleo de los métodos tricrómicos de Cajal y C alleja, pues,
según el grado de vitalidad de las células, éstas admiten el color
rojo del colorante básico, el azul del carmín de índigo o el amarillo
del ácido pícrico.
El armazón conjuntivo, bastante denso, consta de hacecillos
colágenos, fibras elásticas, células cebadas de Ehrlich, células co­
nectivas embrionarias, linfocitos y abundantes vasos sanguíneos, que
respetan siempre, sin penetrar en ellos, los cordones epiteliales.
En las regiones próximas a la producción tumoral, se observa
una regular reacción inflamatoria.
No he de esforzarme en defender el diagnóstico anatomopatológico. Pertenece nuestro caso al grupo de tumores neoplásicos de
Virchow , y reproduce un sistema en que domina un tejido pura­
mente celular sin substancia intercelular y en que los tejidos vascu­
lar y conectivo representan un papel meramente nutritivo. Es, pues,
un tumor epitelial. La localización, la disposición y morfología de las
células determinan la especie, y la presencia de hilos comunicantes y
de globos epidérmicos, caracteriza de modo neto la variedad.
Desmarres cita diez o doce casos de pretendidos epiteliomas de
la carúncula. Lagrange y otros autores, analizando la descripción
de estas neoplasias, vinieron a deducir que se trataba de sarcomas.
Se citan también algunos casos de epitelioma secundario de la
carúncula, pero hasta ahora la literatura oftalmológica sólo registra
dos casos indudables de epitelioma primitivo de la carúncula lagri­
m al: el de Despagnet, con examen histológico de Latteux, y el de
Petit. Tengo noticia de un caso de Guaita (1885), pero ni me ha sido
dable leer su reseña, ni aparece como caso real e irrecusable en los
autores consultados.
Nuestro caso difiere del de Despagnet en que éste no tenía glo­
bos y era, además, de naturaleza melánico; y del de P etit, en que, si
bien tenía unas formaciones análogas a los globos epidérmicos, era
de naturaleza distinta, como lo prueban sus cualidades tintóreas.
El caso reseñado por Petit, ofrece la particularidad de que tenía
toda la apariencia de papiloma, y el nuestro, de cuerno epitelial;
tumores cuya malignidad difiere notablemente de la del epitelioma.
De lo que se deduce que el cirujano no debe fiarse de la apariencia
clínica y debe practicar sistemáticamente una amplia extirpación en
los tumores de la carúncula, salvo en aquellos casos en que una biopsia hubiera demostrado la naturaleza benigna de la noviformación.
Hasta ahora el epitelioma primitivo de la carúncula aparece
como neoplasia rara, quizá si en todos los casos el cirujano pidiera
al laboratorio la ratificación o rectificación del diagnóstico, se re­
gistrarían con más frecuencia casos de esta enfermedad. La ciencia
y el enfermo saldrían ganando de llevarse a cabo esta práctica.
II. — S O C IE D A D E S
A C A D E M IA
Y L A B O R A T O R IO
DE
C IE N T ÍF IC A S
DE
C IE N C IA S M É D IC A S
CATALU ÑA
En la sesión que la Academia y L aboratorio de Ciencias M édicas
de C ataluña celebró el 5 de M ayo de 1915, el Dr. Ju an V idal se ocupó de
las enfermedades oculares en su relación con las alteraciones del aparato
genital de la mujer, dem ostrando cómo la menstruación, ya sea por las
alteraciones que determina en la sangre en concepto de tensión, toxici­
dad o por los trastornos a que da m otivo, agrava algunas afecciones
crónicas del aparato ocular.
Hace notar que en la pubertad, en las mujeres dism enorreicas y amenorreicas, no faltan los trastornos ópticos que, en concepto del diser­
tante, son de origen tóxico úricos.
L a m asturbación, el embarazo, obran por el mismo mecanismo.
En apoyo de su tesis presenta una escleroqueratitis tuberculosa en
la que se presentaba una recaída en cada período menstrual, una conjun­
tivitis sarcomatosa influida mensualmente por el menstruo, y como éstas
cita dos casos de estenopatías, de am bliopía y retinitis albuminúricas.
Aconseja examinar la Visión durante el embarazo y en el caso de
am aurosis urèmica, con fracaso del tratam iento general, y a estar lejos
el parto, se inclina por el aborto como único fin de librar la madre de
una ceguera definitiva.
El Dr. C aral interviene manifestando que existen muchas neuritis
tóxicas en las amenorreas que, de no com batirse restableciendo el mens­
truo, acaban por una atrofia. También cita las iritis insidiosas, pe riód i­
cas de la menopausia, que no deben confundirse con las reumáticas,
palúdicas, sifilíticas, etc.
Referente a las retinitis album inúricas gravídicas, suelen obtenerse
grandes curaciones después del parto, y por esto no cree que estemos
autorizados a provocar el aborto con todas sus graves consecuencias.
Tam poco el Dr. M ias aconseja el aborto ni el parto prematuro en
los casos de ceguera gravidica, que no pocas veces pueden reducirse.
El D r. Figueras Parés cree que estos trastornos son debidos a una
alteración de la sangre por mengua de sus elementos constitutivos ( c lo ­
rosis por ingreso de substancias tóxicas o por acciones reflejas).
En la sesión que esta Academia celebró el día 16 de Ju n io , el D r. F i­
gueras Parés, de Gerona, a propósito de un caso de úlcera antigua de la
córnea y dificultades que se presentaron para su curación, describe un
caso clínico de úlcera de la córnea y pone en evidencia que cuando no
se tratan apropiadam ente se hacen crónicas y entonces resultan difíciles
de curar. Expone los síntomas de las queratitis agudas y menciona el*
tratam iento que a su juicio debe seguirse. Hace una ligera descripción
de las diferentes causas etiológicas, como también de la influencia que
ofrece la diastesis sobre la cronicidad. Cree útil hacer remarcar : 1.° La
poca im portancia que los autores dan a estas cuestiones; 2.° Las dificul­
tades que se presentan para obtener la curación, y 3.° La antigüedad de
esas lesiones.
Pasa a continuación a tratar de las queratitis crónicas, exponiendo
su sintom atologia y los datos más im portantes del diagnóstico. R efe­
rente al pronóstico, debe hacerse siempre reservado, ya que las co m pli­
caciones no tienen siempre el mismo valor, según la lesión esté en la
periferia o en el centro de la córnea.
En cuanto a su profilaxia, aconseja se tenga gran cuidado en tratar
las queratitis agudas, como también el estado general, y hace mención
de los diferentes medicamentos antiguos y modernos que ha utilizado
y el resultado obtenido con el uso de los mismos.
III.— PRENSA
OFTALMOLÓGICA
Archiv für O p hthalm o lo gie
Tomo L X X X V III. A ño 1914
A nálisis por el D
r
. D o r (Traducción de A. M e n a c h o )
Sob re la c u estión de la adap tación clara bin ocu la r y de lo s v a lo r e s de
e x c ita c ió n m ín im a b in ocu lar. — D o c t o r e s R o f .l o f s y Z e e m a n
De las numerosas investigaciones realizadas por R oelofs y Zeeman
con el aparato de Piper sobre el ojo en estado de adaptación claro
u obscuro, resulta: 1.° Q ue no se produce adición de excitación, en la
mirada de campos de claridad mayor que la mínima (contornos visibles),
y'que este defecto de adición es enteramente independiente del estado
de adaptación en que se encuentran los ojos; 2.° Q ue se comprueba un
Valor de excitación mínimo para la luz, más elevado en la observación
m onocular que en la binocular, hecho dem ostrado por los autores, lo
mismo en la adaptación clara que en la adaptación obscura. Estas com ­
probaciones no concuerdan con las de Piper, que admiten la adición de
excitación en la adaptación obscura, y no son favorables a la teoría de la
duplicidad. Confirm an la teoría de Hering sobre los colores de tono
franco. S in embargo, el segundo grupo de com probaciones de los au to­
res parece estar en contradicción con el primero, contradicción aparente
pues en su primera serie de investigaciones intervenía, al mismo tiempo
que el sentido luminoso, el sem ido de la forma (con torn os Visibles),
lo que no tuvo lugar, probablemente, en la segunda serie. La teoría de
Hering puede explicar hasta cierto grado estas diferencias; sin embargo,
los autores creen que deben hacer intervenir un elemento psíquico,
la com probación (c o n tro l) de los ojos (e l uno para el o tro ) en cuanto
a la form a y a la claridad de un objeto, la ausencia de esta intervención
y el sostén de los ojos el uno para el otro, si se trata simplemente de
impresión luminosa. Hay así contraste entre el sentido de la form a y el
sentido luminoso.
T u m o r e s c o n ju n tiv o s c o m p lejos de la glánd ula lagrim al. — D r .
H
aslinger
En vista de la incertidumbre que reina todavía respecto a la natura­
leza de ciertos tumores conjuntivos de constitución com pleja, de la
glándula lagrimal y de glándulas que presentan con ellas las mayores
analogías, las glándulas salivales, el autor cree que debe publicar la
observación de un caso de este género y los resultados del examen
anatom opatológico (con plancha que contiene dos figuras y una figura
en el texto).
Se trata de un tum or encapsulado con armazón conjuntivo, que con­
tiene un tejido mixomatoso sembrado de islotes cartilaginosos y atrave­
sado el todo por form aciones celulares de apariencia epitelial y de
aspecto muy diverso. Y a son grandes cúmulos celulares sin estructura,
que recuerdan el sarcoma, ya son cordones o tubos celulares ram ifi­
cados, dando en ciertos puntos al tum or un aspecto plexiforme o fo r­
mando quistes tapizados de un revestimiento de células cilindricas o
cúbicas o planas. En medio de los cordones o tubos de células, se
observan con frecuencia formaciones celulares cilindricas o esféricas de
capas concéntricas, que recuerdan las perlas del cancroide, de las que
se distinguen por la ausencia de puntos intercelulares y de transform a­
ción córnea. O tro carácter, observado con frecuencia, y que de un modo
general distingue las células de estas diversas form aciones de verdade­
ras células epiteliales, es la ausencia de delim itación manifiesta entre el
cuerpo celular y los tejidos circundantes. Estos aspectos tan diversos
que han dado lugar a tan Variadas denominaciones para este tumor,
derivan todos, según el autor, de un solo y único proceso: la prolifera­
ción del endotelio vascular, seguida secundariamente de la degeneración
hialina, mucosa y cartilaginosa del tejido conjuntivo. C iertos capilares
incluidos en los tabiques conjuntivos presentan con frecuencia un efecto
de proliferación de su endotelio, cuyos elementos celulares m ultipli­
cados son idénticos a las grandes células que envuelven en ciertos
puntos los capilares de un revestimiento en forma de vaina, idénticos
también a las células de los cordones y tubos esparcidos en el tum or. Se
trata, pues, en suma, de neoplasmas de origen puramente conjuntivo,
mesodérmico, que se distinguen clínicamente por su benignidad, por la
lentitud de su evolución, por la ausencia de metástasis y, en fin, por
la frecuencia de las recidivas locales.
S o b re la a n g lo g lio m a to s is de la retina (lla m a d a en ferm edad de H ippel)
D o c to re s
G ln s b e k g
y
S p iro
En consideración a las opiniones contradictorias emitidas respecto
a la naturaleza de la retinitis de Hippel, afección vascular según Hippel,
Czerm ak, etc., afección neuróglica según G oldziehr y Meller, Ginsberg
y S piro no han considerado inútil publicar la observación de un nuevo
caso de esta afección para agregarlo a los veintitrés ya conocidos, tanto
más cuanto han podido observar el mal desde su principio en 1905, y,
por otra parte (circunstancia bastante rara), han podido practicar el
examen anatom opatológico,
Se trata de un muchacho de catorce años (en 1905) cuyo ojo iz ­
quierdo, llegado progresivamente al estado amaurótico, tuvo al fin que
ser enucleado por razón de repetidos accesos glaucom atosos, y cuyo ojo
derecho, que presentaba desde el principio en la periferia y abajo, sobre
el trayecto de los vasos retinianos, un pequeño nodulo característico,
sin trastornos funcionales, no ha sufrido hasta el presente modificación
alguna; indicio de un pronóstico menos desfavorable de lo que acostum­
bra a ser esta afección. Las lesiones del ojo izquierdo, que al principio
se presentaron clínicamente bajo la form a de una neuritis aguda tem po­
ral, después, de un tumor del borde temporal de la papila, y, por último,
de un desprendimiento de la retina, consisten, al nivel de la lesión inicial,
en una producción neoplásica constituida por vasos y neuroglia en estado
de proliferación, y para el resto de la retina, en una proliferación neuróglica que va en dism inución desde la entrada del nervio óptico al ecuador,
y desde allí se extiende hasta la ora serrata. En opinión de los autores,
las alteraciones vasculares, consistentes en proliferación de las células
de las paredes vasculares, lo mismo que las alteraciones de la neuroglia,
son resultantes de dos procesos neoplásicos paralelos, y ni las unas ni
las otras lo son de un proceso reaccional inflam atorio, siendo prueba de
ello la mezcla íntima de ambas suertes de lesiones, que además se dis­
tinguen claramente de las alteraciones inflamatorias, tanto Vasculares
como neuróglicas, que residen alrededor de la neoplasia primitiva. D e­
bemos, pues, colocar en el mismo plano la lesión vascular y la lesión
neuróglica; ninguna de ellas es consecutiva a la otra, y las dos son
esenciales, en proporciones variables, según los casos, para caracterizar
la enfermedad de Hippel, a la que el autor propone se dé el nom bre de
angiogliom atosis de la retina.
A la publicación va unida una plancha con ocho figuras.
De la sign ificación y del v a lo r del pelidol en o f t a lm o lo g ía .— D r .
D utoit
El autor ha tratado por la pomada de pelidol, sucedánea del rojo
escarlata, 15 casos de queratoconjuntivitis eczematosa, 7 casos de que­
ratitis eczematosa recidivante con úlcera y pérdida de substancia de la
córnea, 4 casos de herida traum ática infectada de la córnea, y 4 casos
de úlcera catarral de la córnea. El autor concluye afirm ando, que en las
afecciones eczematosas de la córnea y de la conjuntiva, así como en la
queratitis recidivante, los resultados obtenidos han sido siempre favora­
bles y a veces sorprendentes, lo mismo que en las heridas infectadas de
la córnea; pero en este caso es necesario un tratamiento antiséptico
previo, para esterilizar y deterger la herida, ya que el pelidol no tiene
por sí mismo acción antiséptica y no obra bien sino sobre las úlceras
detergidas. El pelidol tiene sobre el rojo escarlata la ventaja de no co lo ­
rear el ojo ni los objetos de cu rac ión ; se soporta bien, activa la cura­
ción, y muchas veces las cicatrices consecutivas son de una translucidez
inesperada. Estos resultados confirman hechos observados por Haass.
En una nota suplementaria, declara el autor que no tiene la pretensión
de contradecir las ideas emitidas por Schreiber ( Archiv fiir Ophthal-
mologie, L X X X V II, página 174) relativamente a la acción comparada del
rojo escarlata y del pelidol. Cree, sin embargo, que el pelidol puede
desempeñar un papel útil en oftalm ología, y que, el inconveniente de la
acción colorante del rojo escarlata no es para despreciado en la clientela
particular.
L os q u istes e sp o n tá n e o s del iris. —
D r.
T e rts c h
Tertsch, a propósito de un caso, del que publica la observación
clínica y anatom opatológica, hace un estudio de conjunto de los quistes
espontáneos del iris, en un trabajo de 29 páginas, acompañado de
nutrida bibliografía y de una plancha que contiene 3 figuras. Em pieza
el autor resumiendo brevemente los 40 casos conocidos de quiste del
iris, cuyo origen espontáneo es incontestable, o sea 33 casos (19 de
ellos con examen anatóm ico) de quiste cuya pared está constituida por
epitelio y tejido uveal, y 7 casos de quistes intraepiteliales. Discute
después las muy diversas opiniones de los autores relativamente a la
patogenia de estos quistes, sobre todo de los del primer grupo, y luego
expone sus ideas personales, basadas en el estudio del caso que él
publica. En este caso se trata de la expansión consecutiva de un espacio
quístico, preformado, de la cara posterior del iris, espacio constituido
por la adherencia durante la Vida em brionaria de un proceso ciliar
normal con el borde pupilar o con otro proceso ciliar que quedó a este
nivel, en el m omento de la retracción de los procesos ciliares hacia la
periferia del iris. En consecuencia, el autor admite tres grupos de quistes
espontáneos del iris: 1.° Quistes del estroma in d ian o , cuyas paredes
están constituidas por el mismo tejido del iris y que form an saliente en
la cara anterior del iris y en la cámara anterior; 2.° Q uistes resultantes
de la expansión de un espacio preformado en ia cara posterior del iris
a consecuencia de adherencias de procesos ciliares, quistes com pleta­
mente por fuera del estroma iriano y form ando saliente, ya hacia ade­
lante, ya hacia atrás, o bien igualmente en ambas direcciones; 3.° Q u is ­
tes intraepiteliales, situados entre las dos capas del epitelio pigmentario
del' iris, form ando saliente únicamente en la cámara posterior y resul­
tando de la expansión de los espacios quedados abiertos, entre las dos
hojitas de la vesícula ocular secundaria, en la región del seno circular de
S zlly.
C ontribución al e stu d io del d ia gn óstico precoz del g l a u c o m a . — D k,
S e id e l
Seidel, en un trabajo de 55 páginas con 7 planchas, que contienen
39 figuras, estudia los signos precoces del glaucoma, llevando sus inves­
tigaciones entre el campo visual con el auxilio de objetos de prueba,
Vistos con un pequeño ángulo Visual, según el m étodo de Bjerrum
ligeramente m odificado, en 28 casos de glaucoma de sintom atología más
o menos negativa. E l autor ha observado en muchos ojos, en apariencia
sanos, pero que en un momento dado sufrieron una elevación de tensión,
pequeños escotomas arriba o abajo, o bien a veces arriba y abajo de la
mancha ciega, escotomas lim itados del lado del punto de fijación por una
línea cóncava, escotomas más pequeños que los observados por Bjerrum,
escotomas en relación manifiesta con la mancha ciega. Estos escotomas
se muestran igualmente sobre el ojo en apariencia completamente sano
de individuos cuyo otro ojo es francamente glaucom atoso, o sobre ojos
que presentan clínicamente los signos del primer estadio del glaucoma,
pero con fonom etría negativa. Su com probación es un elemento muy
im portante para el diagnóstico precoz en los casos dudosos de glau­
coma, con sintom atología borrosa, presentando, por ejemplo, en lo
concerniente a la papila, un poco de palidez de ésta sin la excavación
típica, lo que puede observarse lo mismo en el glaucoma antiguo que en
el reciente. Los pequeños escotomas, como por otra parte los escotomas circulares o semicirculares de Bjerrum , pueden desaparecer después
del descenso de la tensión ocular, de la cual dependen manifiestamente.
En este caso, puede observarse una transform ación del escotoma de B je­
rrum en pequeño escotoma, que puede persistir o también desaparecer
completamente, si bien que el pequeño escotoma debe ser considerado
com o el estadio precoz del escotoma de Bjerrum.
O p hthalm olo gy
A nálisis por el
D r.
F ra n c isc o
M a r ía
F e r n á n d e z (H a ban a)
Volumen X , Octubre de 1913 a Ju lio de 1914
E tio lo g ía y dirección óptica de la m iopia. — D r . C . W .
Le Fever
(F ila d e lfia )
Estim a que la teoría de que la m iopia se debe al trabajo cerca de los
ojos (sastres, escribientes, litógrafos, etc.) es errónea, siendo estas
ocupaciones más bien el resultado que la causa de la miopia.
La miopia estacionaria no produce, generalmente, cambios en el
fondo del ojo, siendo debida a defectos en la córnea, mientras que la
m iopia progresiva, si no se atiende de seguida, produce trastornos des­
tructivos en el fondo del ojo.
E l autor afirma que el ojo m iòpico debe ser considerado como un
ojo enferm o, debiéndose su afección, principalmente, a la mala nutrición
de las capas vasculares, lo que produce una tendencia a la atrofia, así
como a la delgadez de la esclerótica y a la falta de soporte en la misma.
La resistencia debilitada tiende a producir más miopia, establecién­
dose un círculo vicioso en el cual la miopia produce la atrofia, y ésta es
la causante de la anterior.
Se debe hacer la corrección completa y usar los lentes constante­
mente, pues esto aumenta la nutrición y endurece las paredes del globo
ocular, debiéndose recomendar, excepto en los casos en que exista
alguna lesión destructiva reciente, que se trabaje de cerca con los ojos.
lufección oc u la r d e sp u é s de la o p eració n de la c a tarata
D r . H. W . W o
o d ru ff
(Jo llie t, Illin o is)
Describe el autor un caso en que sobrevino
con las inyecciones subconjuntivales de cianuro
evitado la pérdida de la Vista en otros casos
m ientos; pero estima como mejor y más rápido
una infección, que curó
de mercurio. Dice haber
mediante otros procedi­
el cianuro de mercurio.
D a c r io c istitis, a b s c e so orbitario y n eu r itis ó p t i c a . —
D r . A. C . S n e l l
(Rochéster, Nueva Y o rk )
Describe un caso de dacriocistitis con ambas complicaciones. Estima
que se debió el absceso, por lo menos, a que el enfermo, para evacuar
por sí mismo el contenido del saco, se apretaba la región del mismo con
las manos. La disección cuidadosa del saco infectado, m ejoró notable­
mente la neuritis óptica.
E tio logía y tra ta m ie n to de la coro id itis. —
Dr.
A.
E u w a r d D a v is
( Nueva Y o r k )
El autor sólo tom a en consideración en este trabajo las coroiditis
no supurativas. C o nfirm a la afirm ación de Fuch referente a que hay
muchos casos obscuros que no pueden ser considerados como debidos
a la sífilis. Para poder averiguar la etiología, se debe entrar bien en
detalle sobre los antecedentes del caso, y cuando éstos no nos faciliten
una cosa clara, se debe ir al examen del sujeto con toda exactitud. M en­
ciona los medios diversos de que se dispone para lograr esa finalidad:
pruebas serológicas, tuberculinas, índice opsónico de W rig ht, examen
local.
Respecto al tratam iento, en los casos específicos, si se les ve tem­
prano, no hay inconveniente en que se use el salvarsán. Después de dos
dosis de 0’30, se puede dar el tratam iento mercurial. En los casos de
coroiditis tuberculosa, se debe hacer uso repetidamente de la tuberculina, al mismo tiempo que el tratamiento local y general tónico, higiénico
y dietético.
E n casos de origen tóxico, hay que hacer desaparecer la causa infec­
tiva y hacer uso, en lo posible, de la vacunoterapia, especialmente la
autógena. El tratam iento local, igual que otras afecciones inflam atorias
agudas del ojo.
D islo c a ció n e sp o n tá n e a del c ristalin o.
— D
(Seattle, W a sli)
r.
H. V.
W ürd e m an n
C om ienza describiendo la em briología del ligamento de Z in n, pasa
a la anatom ía de dicha región, describe su fisiología y afirma, como
consecuencia, que la ectopia lentis se debe a la falta de tracción, por
falta de desarrollo en las fibras zonulares y fibrovasculares alrededor
del cristalino.
La luxación espontánea, debido a la influencia de la gravedad, se
presenta, generalmente, hacia abajo y nunca hacia arriba, y sólo puede
realizarse cuando la zónula ha sido destruida parcial o totalmente.
La luxación congènita fué descrita por primera vez de modo com­
pleto por D e Graefe. D e entonces para adelante cada vez más se han
presentado los casos de esta naturaleza, y Jaeger, Dixon y Hippel acla­
raron después los m étodos del diagnóstico. El autor describe un caso
suyo de luxación espontánea o congènita, con producción de cataratas,
que fueron operadas ambas por medio del colgajo deslizado de Van Lint.
D irección de lo s c a s o s de p slc o n e u r o s is o c u la re s. —
(P o rtlan d , O r e g ó n )
D r . F. B.
E a to n
Considera que el oculista, después del neurólogo o psiquiatra, es
quien más casos de neurosis tiene que recibir, y trata en su trabajo
acerca de los casos neuróticos con trastornos mentales. En estos casos
hay síntomas de fatiga y lo que Freíid ha llamado «neurosis ansiosas»,
y el oftalm ólogo no debe considerarse sólo como oculista, sino también
como diagnosticador y como médico general. La alteración de la perso­
nalidad debe ser notada en seguida y se debe recurrir a interrogatorios
com pletos, con lo que se logrará discernir el estado real de los enfer­
mos, que en la mayoría de los casos son del sexo femenino, y sólo
se quejan de que los ojos se les turban y nublan cuando leen o escri­
ben. La investigación personal, generalmente, acusa que no duermen
bien o que durmieron poco. Pero es necesario tratar de hacerlas confe­
sar de modo indirecto la causa principal, que existe sin que los pacientes
se den cuenta de ello. La causa, generalmente, es algo que les produce
miedo, temor, y, a parte de la corrección completa de cualquier error de
refracción que pueda existir, se debe tratar de infundir ánim o en estos
pacientes. A menudo hay necesidad de recurrir a efectos psíquicos, como
el ejercicio de prismas o el uso de las corrientes de alta frecuencia, así
como a la persuasión optim ista de que habló Paul D ubois.
La q u er a titis in te rsticia l en n u estra práctica ofta lm o ló g ic a
D r . J u a n S a n t o s F e r n á n d e z (H a ban a)
D e scríbela enfermedad, que se caracteriza, dice, por una infiltración
de las células linfáticas en las capas medianas y profundas de la córnea.
Después de un resumen com pleto de cuanto se ha manifestado acerca de
la etiología, frecuencia y tratam iento de la queratitis específica o, mejor
dicho, de la queratitis intersticial, el autor describe los 387 casos que ha
tenido en unos 48,000 enfermos de los ojos, que le da un promedio
de 0’80 por 100.
C on referencia a la etiología específica de esta enfermedad, el autor
tan lo cree así en la mayoría de los casos, que está conform e con la
opinión de Jacqueau, de que casi la mitad de los mismos presentan sín­
tomas de artritis al-mismo tiempo.
C on referencia al tratam iento, aun usa el calóme!, por vía intrabucal
y en dosis fraccionadas, además, desde luego, de otros medios locales y
generales.
Termina describiendo extensamente 15 casos de los 387 que ha
observado.
Las
nuevas
o p e r a c io n e s para el g la u c o m a agud o
D r . L. W
ebster
y
crón ico
Fox (F ila d e lfia )
Manifiesta que en la sección de oftalm ología del reciente Congreso
de M edicina de Londres, lo que más llamó la atención fué la discusión
acerca de las operaciones por el glaucoma. Además del gran número
de oftalm ólogos allí congregados, era aquella reunión notable por la
presencia de los doctores Lagrange, de Burdeos, y E llio t, de Madras,
India. Lagrange describió el modo como desenvolvió su m étodo de
esclerotomía, y dió el resultado com parativo de los 137 casos operados
por su m odificación.
El teniente coronel E llio t mantuvo que la trepanación era el método
más rápido y seguro, así como el mejor, para obtener un buen drenaje,
confirm ándolo así en 900 casos que había operado en la India. Sin dism i­
nuir la im portancia del trabajo realizado por Von Graefe mediante el
descubrimiento de la iridectomía, la sección de oftalm ología reconoció
que en los últim os cinco años se había adelantado tanto como con los
trabajos de De Graefe.
La iridectomía ha sido y sigue siendo la operación por excelencia
para el glaucoma agudo, aunque la operación de E llio t es igualmente
beneficiosa. Los casos en que queda un drenaje permanente a través de
una cicatriz quistiform e son los mejores. En 1901, De W ecker trató
de hacer cicatrices filtrantes mediante la prisión del iris en la herida,
y después Herbert, cirujano m ilitar que ejercía en la India, m odificó la
operación, haciendo de ella una esclerotomía modificada. Ahora se usan
dos cuchillos, un queratótom o, para la incisión primaria, y otro corto,
de punta roma y hoja estrecha, para los cortes laterales. Heine, en 1905,
describió su operación, que él llamó «ciclod iálisis», que es esencial­
mente una separación del cuerpo ciliar, y efectúa una correlación entre
el espacio supracoroideo y la cámara anterior. En 1906, Lagrange intro­
dujo su operación, por la cual trataba de dejar una cicatriz filtrante sin
que el iris quedase preso en los bordes de la herida, y él estima que lo
ha logrado mediante una operación en que combina la iridectom ía y la
esclerotomía. Esta operación, que ha sido usada extensamente en F ra n ­
cia, ha sido m odificada por H olth, D or, Jacqueau y C oppez. Bettremieux,
en 1908, ha descrito una operación de esclerotomía simple, que él ha
llam ado «n o perforante».
E l teniente coronel E liio t realizó en M adras un gran número de tre­
panaciones, sin saber que en Europa se estaban haciendo tam bién; su
primera trepanación la realizó el 2 de Agosto de 1909, y fué publicada
en el Ophflia/moscope de Diciembre de 1909, y el Dr. Freeland Fergus,
de G lasgow , había realizado una dos meses antes, que se publicó en el
British Medica! Journal del 2 de Octubre de 1909.
Sin embargo, la idea de trepanar la esclerótica no era nueva, pues
Argyll R obertson la recomendó en 1876, cuando no fuera posible prac­
ticar la iridectomía.
El autor pasa después a describir extensamente el modo de operar
y las m odificaciones que distintos autores han introducido, entre otros,
él mismo y Van Lint.
La electr icid a d ind ustrial corno c a u sa de la ca ta ra ta .
— D
r
. E. L a u d e r
(C leveland, O h ío )
Describe un caso de un joven que cayó sobre dos alambres eléctri­
cos, quedando inconsciente y sufriendo una quemadura en la región
glútea, así como en la piel de los párpados. A los catorce meses del
accidente com enzó a padecer de pérdida de vista, que se acentuó hasta
form arse cataratas en ambos ojos, de carácter peculiar, en cuanto a que
parecían partículas de polvo casi inmediatas a la cápsula.
L as ad e n o id es c o m o fa c to r e s e tio ló g ic o s en la am bliopía
D r . C . F. A d a m s (T renton, Nueva Jersey)
M enciona dos casos, de sinusitis frontal el primero, en el cual se
advirtieron síntomas de ceguera binocular, encontrándose palidez de las
papilas y depósitos fibrinosos a lo largo de los vasos del fondo del ojo.
El segundo caso, también de sinusitis, en el que se produjo una neurorretinitis de carácter grave.
El autor cree que la causa de las sinusitis es con frecuencia la misma
que la causa de la am bliopía, esto es, que las adenoides inflam adas, al
interrum pir la circulación sanguínea en la nariz, lo hacen también con
la de los ojos, produciendo una hiperemia y trastornos en la pigmenta­
ción de la coroides, que puede advertirse con el oftalm oscopio. Cuando
se extirpan a tiempo las adenoides en niños, los síntomas visuales irán
desapareciendo con rapidez.
La tr ep a u a c ió n para el g la u c o m a .
— D
r
. N lls R e m m e n (C h ic a g o )
C onsidera como factor principal, el tratar de que la tensión no esté
muy elevada para poder practicar con esperanzas de éxito la trepanación
en el glaucoma. Hace uso del tenóm etro de Schiott para medir la tensión
intraocular, y del trépano de Sydney Stephenson para la operación. Ha
operado 19 casos, y considera muy superior esta operación a la iridectoniía, y opina que debe hacerse aun cuando el glaucoma esté en sus
comienzos.
Las b a s e s de tr a ta m ie n to lum ínico para las e n fe rm e d a d es de lo s ojos
D r . F k i t z S c h a n z (D resde, A lem ania)
En unión del Ing. Stockhausen, investigó primeramente qué partes
del ojo absorbían más o menos luz y qué clases de rayos lumínicos eran
transform ados por las distintas partes del ojo, haciendo minuciosas
y com pletas investigaciones. Después de hacer una reseña de los tras­
tornos que los rayos invisibles hacen en el aparato ocular, el autor
estima que en intensidad fisiológica, los rayos fluorescentes y los que
disminuyen la adaptación de la retina aceleran la fatiga ocular, por lo
que las personas que hacen funcionar mucho sus ojos deben excluir esos
rayos.
Las medidas profilácticas que deben ponerse en ejecución son las
siguientes: hay que protegerse contra esos rayos, no sólo con luz a rti­
ficial, sino a veces en la luz natural. De día aparecen más fácilm ente en
las expediciones polares, viajes alpinos y ascensiones aerostáticas.
Amundsen ha manifestado que en su viaje polar sólo dos personas
fueron inmunes a la ceguera de la nieve, él y Helmer Hansen, y am­
bos fueron los únicos que llevaban cristales Euphos, ordenados por el
autor. En Viajes anteriores, sin embargo, Amundsen sufrió repetidos
ataques de dicha ceguera, lo que prueba que él no era inmune a la misma.
La alta ascensión aerostática que el Dr. Flemm ing realizó comprueba
tam bién esto, pues mientras él llevaba cristales Euphos de tinte ligero,
y su compaflero unos cristales de tinte gris obscuro, éste sufrió desva­
necimientos que no experimentó Flemming.
La oftalm ía eléctrica, tan frecuente en los que trabajan en oficios de
esa nataraleza, puede, en opinión del autor, evitarse perfectamente,
m ediante el uso de cristales que absorban los rayos cortos perjudiciales,
al igual que los que trabajan en grandes fundiciones y derretideros de
metales, etc.
El autor ha curado casos de ulceraciones, pannus e infiltraciones de
la córnea, pasando los rayos luminosos a través del cristal Uviol azul
con un filtro W oo d.
O b se r v a c io n e s sob re o fta lm o lo g ía en O rieute. — D r . F . B .
T if f a n y
El incansable viajero, Profesor de la Universidad de Kansas City,
describe sus experiencias sobre oftalm ología en Oriente. La oftalm ía
purulenta constituye el factor mayor en E gipto y Palestina, con un
número de ciegos muy considerable, al extremo, que es raro, asegura,
encontrar nativos que no padezcan de los ojos. El tracom a es excesiva­
mente com ún, y abundan mucho los casos de catarata. El estrabismo,
sobre todo el convergente, es también frecuente.
En la India, las condiciones varían, pues no sólo hay menos polvo,
sino que la religión del mahometano parece ser algo sucia, mientras que
la de los indostanes les exige bañarse, por lo menos, una vez al día.
E l autor visitó la clínica de M cPherson, en Bom bay, el cual no tiene
una opinión favorable de la operación del M ayor Sm ith, ni aun practi­
cada por el mismo Sm ith. K ilkelly ha hecho una estadística de los
23 casos que en la clínica de M cPherson operó Smith, y encontró un
gran porcentaje de prolapso del vitreo, así com o del iris y del hialitis.
C ree M cPherson que esta operación debe reservarse para cuando hay
hipermadurez.
M cPherson practica casi siempre la extracción com binada y realiza
en todos sus casos el lavado de la cámara anterior, y hace uso del
colgajo conjuntival amplio.
En Am ritsar, T iffany conoció a Sm ith, que lleva realizadas 30,000 ex­
tracciones de catarata, casi todas en su cápsula. La incisión tom a casi la
mitad superior de la córnea, y es hecha casi en el lim bo; pero dentro de
la córnea, practicando, generalmente, la extracción simple, Sm ith, dice
T iffany, no venda sus pacientes a menos que hayan síntomas fuera de
los ordinarios, pero los hace permanecer diez días en cama. El estima
de más valor la antisepsia que la asepsia, e irriga con bicloruro de mer­
curio los ojos antes y después de la operación. La pupila muy a menudo
queda excéntrica, por lo que Tiffany no se muestra partidario de la ope­
ración de Smith.
Sm ith está usando, últimamente, un método para evitar el desarrollo
de la catarata, que consiste en la inyección subconjuntival de una solu­
ción al 1 por 6,000 de cianuro de mercurio.
En Calcuta, T iffany encontró al Dr. Maynard, que opera 30 casos
los martes y los viernes, y en los hospitales de aquella ciudad, en
todos los cuales está el trabajo oftalm ológico encomendado al Dr. M ay­
nard, T iffany vió varios casos de dislocación de la catarata, producida
por charlatanes nativos que practican con frecuencia el abatimiento.
Dos
c a s o s raro s de e x o fta lm ía pu lsátil.
— Dr.
(Sydney, A ustralia)
W.
O d il l o M a h e r
Describe dos casos curados por la ligadura de la carótida externa
del lado opuesto al en que apareció la exoftalmía.
C olobom a b ilateral del crista lin o .
— D r . F. P h i n i z y C
alhoun
(Atlanta, Georgia)
Describe tres casos de esta rara afección, y aunque hubo sus dudas
expuestas acerca de si realmente eran colobom as, estimándose por
alguien que podían ser reabsorciones parciales del cristalino opaco, el
D r. W tirdem ann manifiesta que, habiendo examinado los casos, la bilateralidad del primero y el hecho de que el coloboma en ambos cristalinos
era hacia abajo y adentro, le confirm aron que se trataba de un caso
auténtico de colobom a. Los otros dos casos fueron también de colobom a, y el tercero presentaba, al mismo tiempo, colobom a del iris y de
la coroides. La madre de la niña objeto de la tercera observación, pre­
sentaba también, en el ojo derecho, colobom a del iris y de la coroides
y un segmento pequeño del cristalino ausente. El total de casos realmente
era de cuatro.
E dem a de la z o n a m a c u la r de la retina. —
D r.
Ch. C.
S tuart
(Cleveland, O hío)
Describe el caso de una joven de veinticuatro años, casada, que
com enzó a sentir nublada la visión del ojo derecho, extendiéndose al
izquierdo, junto con náuseas y vómitos, sobreviniendo después una
am igdalitis y una supuración del seno maxilar. Hubo sospechas de conta­
m inación específica y se advertía un edema en la zona de la mácula, que
aum entó en intensidad con el tiempo, localizándose en la zona del haz
papilom acular de fibras nerviosas. Estos fenómenos se lim itaron al ojo
derecho, sobreviniendo una atrofia de dichas fibras y de parte de la
papila. El autor descarta la posibilidad de que sea una lesión bilateral
prim aria de la úvea, o de la retina, estimando que pudiera ser un
pequeño goma que apareció en el centro del haz de fibras nerviosas
m encionado.
A cción d e leté re a eu lo s o jo s de la se c a c o r n in a . —
Dr.
J.
F eje r
(Budapest, H ungría)
D ió cuenta de un caso en que se había usado ginecológicam ente la
secacornina para provocar la más rápida involución del útero, y en el
cual se advirtieron señales parecidas a las de em bolia de la arteria
central de la retina, sin el punto cereza rojo de ésta. Fejer cree que se
debió a contracciones intensas de los vasos retinianos, con anemia
acentuada y ligera opacidad del centro de la retina. H ubo que abandonar
la secacornina, y desde el día inmediato la paciente m ejoró hasta curar.
La cantidad que en conjunto tom ó la enferma, fué de 255 gotas de
la secacornina «R o c h e », que es un extracto acuoalcohólico de la seca­
cornina, preparado por la dialización.
Uso de los c ilin d ros c ru za d o s de J a c k s o n . —
D r . W . K im b e r l in
(K ansas C ity, M isso u ri)
Se queja de que no se conozcan estos cilindros que ideó el Dr. Ja c k ­
son. Se trata de cristales cilindricos com binados con ejes distintos. De
igual graduación, pero de ejes opuestos.
E stu dio n e u r o ló g ic o de la facu ltad de la fusió n . — D
r.
J.
F.
B u r k h o ld e r
(C h ic a g o )
Considera la fusión como un mecanismo complicado de reflejos
voluntarios, compuesto de un número de componentes elementarios
simples, con receptores, conductores y efectores, o agencias emisoras.
Los componentes elementarios son reflejos. La interpretación de las
impresiones visuales en los vertebrados superiores se efectúa en la cor­
teza del lóbulo occipital, y el lugar de visión más aguda yace en el lóbulo
cuneiforme, inmediato a la fisura calcariría. Al considerar las com unica­
ciones de los neurones de la retina a los músculos externos del ojo, la
primera localidad donde es posible que ocurran posibles asociaciones
reflejas fisiológicas es en el nervio óptico; pero las conexiones hetero­
géneas que el Chiasina tiene con partes del encéfalo, aparentemente
irrelativas, no es posible suponer que la facultad de la fusión lleve
a cabo allí.
La parte superior de los cuerpos cuadrigém inos es de gran im por­
tancia en los vertebrados superiores, y por medio de ella se regula la
actividad integral de los doce músculos externos del ojo, actuando
la misma como un centro de coordinación para los movimientos mayores
de los mismos, mientras que las com binaciones más delicadas de ellos se
producen por los centros de fusión localizados en la corteza del lóbulo
occipital; pero también por intermedio de dicha parte,
Los lóbulos ópticos bastan para la visión monocular o simple, como
en los peces, anfibios y aves; pero para la visión binocular existe una
com binación de reflejos más complicada, y el lugar donde éstos residen
debe estar en inmediata proximidad al órgano de sensación e interpreta­
ción visual, y, como consecuencia, cerca o en la corteza occipital.
IV . —
ÍNDICE
Y
ANÁLISIS BIBLIOGRÁFICOS
De la s a n o m a lía s m o n o c u la r e s del se n tid o c ro m á tico
D r . R oschtscheyski
Examinando desde el punto de vista del sentido crom ático cada ojo
separadamente, con el auxilio del anomaloscopio de Ncigel, el autor ha
podido descubrir, entre 2,000 ojos examinados, muchos casos de anoma-
lías monolaterales, evidentes; siendo normal uno de los ojos exami­
nados y ofreciendo el congénere una dism inución del sentido crom ático.
A este efecto refiere las dos observaciones típicas siguientes:
Se trata, en una, de un sabio químico que desde mucho tiempo atrás
observó que, para orientarse mejor respecto al momento de la aparición
de la decoloración, al hacer sus investigaciones químicas, cerraba un ojo,
que el autor encontró que tenía debilitada la percepción para el rojo.
En todos los demás aspectos, los dos ojos eran enteramente normales.
En el segundo caso se trata de un agente de ferrocarriles (conductor
de locom otora), deuteranope, es decir, con percepción debilitada para
el verde, el cual, al ser examinado por los cuadros de Nagel y de S tilling,
guiñaba su ojo izquierdo, anormal, y que, para distinguir mejor las se­
ñales de la vía guiñaba el mismo ojo. (R . y V. norm ales.) — ( Wiestnik
Ophthalm., tom o X X X , págs. 1019-1024.)
Un c a so de enferm ed ad de la h ip ófisis, con a fecció n del ojo y acro m e g a lia
D r . V yd h o d h pew
R efiere el autor la observación de un joven de veinte años, el que
cinco años antes notó que sus manos, pies, cara y lengua empezaban
a aumentar, sobreviniendo a seguida dolores de cabeza atroces, perió­
dicos, y una debilitación de la vista. En 1911, en la clínica del Profesor
D olganow se com probó una atrofia doble de los nervios ópticos y una
agudeza visual de 20-20° a la derecha y de 8-200° a la izquierda. Dos años
después, V. derecho 1-200°, izquierdo 4-200°. A su entrada en el hospital
se com probó una acromegalia típica. La rontgenoscopia mostró una ex­
cavación muy marcada de la silla túrcica con destrucción de los senos
esfenoidales y una dilatación muy marcada de la entrada de la silla tú r ­
cica. E l examen rinológico m ostró una incurvación muy acentuada del
tabique de la nariz hacia la izquierda, y una hipertrofia muy pronunciada
de los cornetes, sobre todo a la derecha; V, izquierdo 8-200°, ojo de­
recho 4-203°. Fué operado en la clínica. El tumor, que había invadido ya
el seno esfenoidal, ha resultado ser, al examen histopatológico, un ade­
noma eosinófilo. Las consecuencias de la operación fueron sencillísimas.
Cinco meses después, el enfermo no se quejaba ya de los dolores de
cabeza, que habían dism inuido notablemente, pero la acromegalia co nti­
nuaba en el statu quo. V. ojo izquierdo 4-200°, ojo derecho 1-200°. C o n ­
servada la reacción pupilar a la convergencia; conservada a la derecha
la reacción a la luz. M edido el campo visual con ayuda de una débil lamparita eléctrica; a la derecha, muy reducido; a la izquierda, n a d a .—
( Wiestnik Ophthalm., tomo X X X , págs. 1014-1019.)
Algo m á s so b re la refracción de lo s a n im ales. —
D r . C a r d o -Si s s o c io
De las observaciones practicadas por el autor sobre más de 266 a n i­
males, entre ellos 119 mamíferos, 135 pájaros y 10 peces, deduce las
siguientes conclusiones:
La refracción de la mayor parte de los animales es hipertnesiendo inferior la hipermetropía (se aproxima a E ) de los ani­
males pequeños. Débese esta diferencia, no al género de la vida del
animal, sino a sus dim ensiones;
2.a La miopia es excepcional;
3.a En la primera edad se observa un grado superior de H, que con
la edad disminuye rápidam ente, alcanzando su grado normal antes de
que el animal llegue a su madurez;
4.a E l astigmatismo se encuentra en un grado insignificante, y no
excede al fisio lógico ;
5.a La acom odación es completamente insignificante en los m am í­
feros, no existiendo apenas en las cabras, ovejas y conejos, y siendo
muy débil en los caballos; esta debilidad está más acusada en el gato,
1 — 2’S; en los perros, 2 — 7’08. En cuanto a los pájaros, es más pronun­
ciada en los que se alimentan de granos y en los individuos más jóvenes;
6.a La atropina y la eserina no obran de un modo más o menos
marcado sobre la acom odación y sobre la pupila de los pájaros y de los
peces, pero ejercen notable influencia en la de los mamíferos. — {Wiestnik Oplitlialm., tomo X X X , págs. 1004-1010.)
1.a
trópica,
Un
caso r a r o de h e ri d a del ojo p o r p a r t íc u la de cristal. — D r . W k i n s t e i n
Se trata de un joven, estudiante, de diez y nueve años, que traba­
jando en un laboratorio recibió una herida del ojo, por una partícula de
cristal. Pocas horas después del accidente, el enfermo presentaba una
herida perforante de la esclerótica del ojo izquierdo, y al oftalm oscopio
una burbuja de aire y un largo trayecto negro, delante de la cual se per­
cibía un reflejo brillante, habiendo conservado su transparencia el cris­
talino. V. del ojo = 0 ’60.
El enfermo curó al cabo de algunos días y a su salida del hospital
tenía una visión de = 0 ’80 con -f- 1’504. Pero cuatro meses después se
presentó de nuevo el enfermo en el hospital con fenóm enos de iridociclitis en el mismo ojo, permaneciendo indemne el congénere. El ojo
fue enucleado, y después de endurecimiento y fijación fué cortado en
dos, pudiendo entonces com probar en la cavidad, una partícula de cristal,
cuyo extremo externo estaba enclavado en la herida. Las dimensiones de
esta partícula eran: un centímetro de longitud, un m ilímetro de ancho y
medio milímetro de espesor. El examen m icroscópico revela el cuadro
típico de una iridociclitis. — ( Wiestnik Ophthahn., tomo X X X , páginas
ÜS-I-9S9.)
La d iaterm ia en O fta lm o lo g ía .—
D r . F.
B est
(D resde )
Recientem ente han visto la luz pública algunos trabajos relativos al
empleo de la diatermia en el tratam iento de las enfermedades de los ojos.
Desde 1911 he venido ensayando la diatermia en distintos casos, y cre­
yendo que mis experiencias contienen algunas enseñanzas útiles, he
querido escribir acerca de las aplicaciones de dicho m étodo en oculística,
auxiliándom e, por otra parte, de la literatura existente sobre el particular.
Séam e permitido, ante todo, hacer algunas consideraciones de orden
físico para quienes 110 están fam iliarizados con el empleo de la diater­
mia o termopenetración.
S i hacemos pasar por el cuerpo una corriente eléctrica galvánica
o faràdica, ésta encuentra en él una resistencia, que varía algo según los
tejidos. Al vencer la resistencia, se produce naturalm ente calor, que 110
notamos con las corrientes débiles que ordinariamente suelen emplearse.
Pero si logramos introducir mayores cantidades de corriente, entonces
se produce en el lugar de la resistencia de los tejidos un calor notable.
A hora bien; sabemos que la piel tiene una resistencia relativamente
grande; así es, que al paso de la corriente se calentará más y se quemará
más pronto que los demás tejidos. Es de suponer, desde luego, que en el
órgano visual, la córnea y la esclerótica se calentarán más que el interior
del ojo, respecto al cual se puede suponer una resistencia parecida a la
de una solución fisiológica de cloruro sódico.
El medio de hacer pasar cantidades relativamente grandes por el
cuerpo, nos lo da la corriente alternativa, una modalidad eléctrica cuya
dirección cambia tan rápidamente, que la corriente no tiene tiempo para
provocar en los tejidos del cuerpo un movimiento de partículas y produ­
cir con esto una irritación, pues el impulso siguiente de la corriente en
dirección contraria suspende el primer impulso. .
Se puede suponer con Nernst, que el efecto irritante de la corriente
es producido por el transporte de partículas ( iones) cargadas eléctrica­
mente, y el siguiente cambio de concentración en las células. El cambio
enormemente rápido en la dirección de la corriente que es necesario
p aralograrlainnocuidad fisiológica, se obtiene intercalando un espinterómetro (salta chispas); como es sabido, en la chispa eléctrica cambia la
dirección de la descarga muchas veces, a pesar de su breve duración.
M ientras que la intensidad de las corrientes ordinarias, empleando
eléctrodos de tamaño mediano, 110 pasa de algunos miliamperios, la de las
corrientes alternativas de alta frecuencia a su paso por el organismo,
puede llegar a un amperio y más, según el tamaño de los eléctrodos em­
pleados. Las corrientes diatérmicas son de baja tensión con alta frecuen­
cia en el cambio.
Al ocuparnos ya ahora del empleo de dichas corrientes en oftalm o­
logía, he de hacer notar que en la época en que yo empecé mis ensayos,
se conocían solamente los experimentos en animales de Kruckmann ’ ,
los cuales no habían dado resultados satisfactorios.
. Kruckmann com probó, diaterm izando ojos muertos, que la córnea y
el iris se coagulaban y quemaban, cuando la temperatura del interior del
ojo alcanzaba la normal de la sangre. A pesar de esto, consideraba justi1
K ruckm ann : « E in ig e B e m e rk un g e n iiber rh eum atisclie E rk ra n k u n g e r und w arm ew irk un g en ani v o rd e re n A u g e n a b s c h n n itt.» (Ber. iiber d. 37 Ver's. d. ophHi. Oes., H e id e lb e rg ,
p ág . 1(5, 11)11. )
ficados los experimentos en el hombre. Kruckmann experimentó en sí
mismo, en Vista de que la elevación de la temperatura en el interior del
cuerpo ofrece en todas las regiones las mismas dificultades.
Al diaterm izar cualquier órgano profundo, siempre se quemará la
piel, a causa de su gran resistencia, antes de que se produzca en el inte­
rior un calor notable, sobre todo cuando se obre rápidamente. Por el
contrario, si empleamos corrientes débiles durante mucho tiempo, obten­
dremos un calentamiento mejor de los órganos interiores.
Kruckmann sabía, por otra parte, que el cráneo puede ser diatermizado sin peligro. En efecto, en los experimentos verificados prim era­
mente en otoño de 1911, se comprobó, que con la diaterm ia se podían
obtener muy buenos efectos de calor, sin peligro para el ojo, y sin des­
agradables impresiones subjetivas. El que quiera emplear la diaterm ia,
debe primeramente ejercitarse en sus propios ojos.
Los efectos de la termopenetración en el ojo normal son, en primer
lugar, la hiperemia de la conjuntiva y del iris. El enrojecim iento del ojo
desaparece después de algunos minutos, pero puede también durar
algo más.
Generalmente, la pupila se dilata ligeramente, aunque por poco
tiempo. En el fondo del ojo no se observa por lo común ninguna varia­
ción, como tampoco ninguna hiperemia notable en las papilas de los ner­
vios ópticos. La presión interior del ojo baja ordinariam ente, si bien
ello puede ser atribuido a la presión de los eléctrodos. Q lausnitz 1
observó tam bién la hiperemia de la conjuntiva y del iris, la dilatación y
deform ación de la pupila con notable reacción perezosa y el descenso de
la presión del ojo, pero otras veces ésta no fué influenciada; una vez la
presión bajó de 15 a 6 milímetros. Q u rin - observó, aparte d é la inyec­
ción de los vasos conjuntivales y palpebrales, un mayor grado de hipe­
remia capilar de las pupilas.
El calor que se nota en el ojo y en los párpados, como también en
los huesos de la órbita, es bastante agradable, si no se aumenta dema­
siado la intensidad de la corriente.
En ningún caso hay que temer una quemadura de la córnea o de las
partes inferiores del ojo; al principio, antes de dom inar bien la técnica,
produce varias veces quemaduras en la piel de los párpados y de la nuca,
siempre muy superficiales, pero nunca he visto quemaduras en el ojo. En
un paciente cuya sensibilidad sea normal, no puede ocurrir ni siquiera
esto, pues las quemaduras que se producirían antes en la piel de los pár­
pados, provocarían pronto un movimiento de defensa.
No se produce ninguna otra sensación en el ojo o en la cabeza, par­
ticularm ente ninguna sensación faràdica, si el aparato funciona bien,
cosa que no se puede decir en los aparatos antiguos.
Hecho interesante: no se producen fosfenos por efecto de la dia­
termia.
Esta observación destruye el supuesto de una irritación de los ner­
vios ópticos por la transform ación de la luz en calor; además, permite
desechar la idea de la asociación de cualquier efecto secundario eléctrico
al efecto térmico.
El grado del calórico producido por la termopenetración, ha sido de­
term inado y dado a conocer en una serie de publicaciones.
La temperatura normal de la conjuntiva es notablemente más baja
que la de la sangre; también la cám ara anterior es más fría que el resto
1
C la u s n itz : « D e r E influss de r D iath e rm ie auf den in tra o k ulare n D r u c k .» ( Klin. Mbl. /'.
pa g . 755, Ju n io de 1912.)
Q u r in : « U e b e r D iath e rm ie am A u g e .» ( Zsclir. f. Aughlk., pag. 130, F eb rero de 1914.)
Anghlf.,
2
del cuerpo. Según Hertel
por medio de compresas calientes, se
puede elevar la temperatura del saco conjuntival del cobayo hasta 40’5° c.
C on la diatermia se obtuvo más. Zahn 2, que fué el primero que pu­
blicó experimentos hechos en el hombre, calentaba la conjuntiva hasta
40° y 42°, y en los conejos calentaba el cuerpo vitreo hasta 40’7°, y la
órbita hasta 40’2°. A los 45° se presentaba una perturbación de la córnea,
mientras las partes profundas permanecían normales.
W aldm ann 3 com probó que el ojo humano toleraba muy bien el ca­
lentam iento del saco lagrimal hasta 42°. Q urin 4 indica como tempera­
tura máxima medida por él, en el saco lagrimal, 43’6°. Para form arse una
idea del calentam iento de la órbita, dicho autor hizo sus experimentos
en personas tuertas, en cuya órbita vacía ponía un ojo fresco de anim al;
de esta manera obtenía en la órbita una temperatura de 1° a 2° más que
el saco lagrim al. C on terinóforos eléctricos, Q urin alcanzaba también
40’6° en el saco lagrimal, pero en todos los experimentos en la órbita
lograba menos de 38°, lo cual prueba el mayor poder de penetración
de la diatermia.
Todas estas medidas se verificaron con term óm etros de mercurio,
que fueron introducidos en el saco lagrimal, y no indican, por consi­
guiente, la verdadera temperatura de los tejidos con el empleo de la dia­
termia. Esto últim o ha sido definitivam ente com probado por Kruckmann
y Telemann con el experimento siguiente: hicieron pasar una corriente
de dos amperios por el ojo de un animal, leyendo en el termóm etro, co lo ­
cado en el globo del ojo, 75°, a pesar de que la esclerótica comenzaba
a carbonizarse, prueba indudable de que la temperatura era más elevada.
Por eso Kruckm ann y Telemann ', a quienes debemos las investigaciones
más exactas y científicas acerca de las bases de la diatermia, determ i­
naron la temperatura de los tejidos termoeléctricamente. Experimen­
tando en animales, fué posible introducir una aguja termoeléctrica en la
córnea o en el cristalino, y el límite hasta el cual la córnea pudo ser
calentada sin peligro de daño, fué fijado en 45°, de conform idad con la
opinión de otros autores.
El experimento no se puede hacer en el hombre. Pero K. y T. pudie­
ron medir la tem peratura de la córnea del hombre durante la termopenetración, empleando un eléctrodo líquido, una cám ara de cristal, que
llenaban con una mezcla de 12’5 partes de solución fisiológica de sal co­
mún, y 100 partes de agua destilada.
Esta mezcla ofrece la misma resistencia que la córnea, y se calienta
durante el paso de la corriente diatèrmica de la misma manera; sola­
mente hay que observar que cuando cesa la corriente, el enfriam iento
se hace de un modo desigual. Los autores han conseguido calentar la
córnea de animales durante bastante tiempo hasta 43° y 45°, bajo com pro­
bación de temperatura, y esperan que esto será posible también, en el
hombre, sin peligro. M ientras vemos que es muy fácil alcanzar una tem­
peratura de 40° y 42°, un aumento mayor, por el contrario, es muy difícil
de obtener. Esto se explica por el hecho de que los párpados, a causa de
su gran resistencia, se calientan mucho antes que la córnea y el interior
del ojo se puedan calentar. K. y T. creen que empleando mayores eléc1 H e rle l : « U e b e r die W irk u n g v on k a llen und w ai'm en U e be rsc h lüg e n auf die Temperatur des A ú p e s .» (Arch. /'. ophth., 49.)
2 Z a h n : « U e b e r die A n w e n d u n g der D iath e rn iie ani A u g e .» (Klin. Mbl. f. Aug/ilf;,
p á g . 371, A b r il de 1912.)
a W a ld m a n n : Arch. f. Aughlk., 76, Ju n io de 1914.
4 Q u r in : « U e b e r D iatherniie ani A u g e .» ( Zschr. /'. Aughlk., pág. 130, F e b re ro de 1914.)
5 K ru km an n un t T e le m a n n : « U n te rs u c h u n g e n ü b e r die n atiirliclien un k un tsliche n Temp e ra tu rv e rh a ltn is s e am A u g e mit H ilfe de r T lie rm o p e n e tra tio n .» (Arch. /'. Ophlh, 8(5.
tom o III, p á g . 397. )
trodos, la más grande cantidad de corriente pasaría alrededor del ojo,
cosa que niega Bucky '.
Para juzgar estas circunstancias, es importante el conocimiento de
las resistencias eléctricas de los tejidos. Según K. y T., la resistencia de
la córnea, la esclerótica e interior del ojo, es como sigue: 3’1 : 2’8 : 1,
de conformidad con las investigaciones anteriores de Hertel, Toruton,
y otros.
Los huesos, tendones, y finalmente la piel, ofrecen mucha resisten­
cia. Los músculos y nervios muy poca, y todavía menor la grasa. Por eso
se puede muy bien suponer que gran parte de la corriente pasa alrededor
del ojo cuando el eléctrodo es más grande que él. Por otra parte, la
órbita recibirá mucha corriente pero se calentará poco.
Lo mismo se puede decir del cristalino, cuando se quiere for­
zar la entrada de la corriente por la córnea. Bucky recomienda, para
calentar más el cristalino, el empleo de altas intensidades de corriente,
pero brevemente y con interrupciones, a fin de que la esclerótica que
ha sido calentada más, pueda comunicar su calor al cristalino. Nos­
otros consideramos tal procedimiento poco aconsejable, a causa del
peligro de producir quemaduras; además, las curvas de Kruckmann
demuestran que con el empleo lento de corrientes débiles se puede obte­
ner lo mismo.
De todos modos, la difusión del calor del cuerpo vitreo es menor,
a causa de la falta de la circulación de sangre, que en la órbita, mien­
tras que la esclerótica, como tejido más calentado, pierde poco a poco el
calor por conducción. Cuanto más se emplea el termómetro más se no­
tan las diferencias de los tejidos vecinos para la conducción de calor;
pero las corrientes fuertes no se pueden hacer obrar mucho tiempo,
porque se toleran poco rato.
Respecto a si las corrientes alternativas de alta frecuencia y baja
tensión, pueden desarrollar en el cuerpo otros efectos físico químicos,
parece dudoso. Indirectamente, es decir, a consecuencia del calor, dichos
efectos se producen desde luego.
Sattler 2 ha observado que después de la diatermia se produce un au­
mento de albúmina en el humor acuoso de la cámara anterior del ojo, y
llama la atención sobre la presencia de anticuerpos en la misma. Para
determinar estos fenómenos, se ha evidenciado también la superioridad
de la diatermia sobre las compresas calientes.
El humor acuoso, en su estado normal, contiene sólo ‘/ m por 100 de
albúmina; después de aplicar compresas calientes sobre la piel afeitada
del párpado del conejo, se ha visto aumentar esta substancia hasta
Vio y Va por 100 (W essely) y continuando la aplicación de compresas
a 55° durante media hora, la ha visto aumentar Sattler a ‘/4 por 100. En
cambio, basta sólo un cuarto de hora de termopenetración para aumentar
esta substancia a un 1 por 100 (Sattler). Además, después de esta apli­
cación, aumenta la cantidad de anticuerpos del humor acuoso hasta un
grado tal, que llega casi a igualar a la que contiene de la sangre
La diatermización prolongada con corrientes muy débiles, ocasiona
un aumento mayor de albúmina que una aplicación breve con corrientes
más fuertes. Otros efectos indirectos hemos de mencionar aún de la dia­
termia: la dilatación de las pupilas y la paralización de la acomodación
que siguen al empleo de las instilaciones de atropina y cocaína, des­
aparecen en el acto, si se aplica la termopenetración; la diatermia no
1 B u c k j» : « D isk u ssio n sb e m e rk . Z . d. V o rtrag . v. K rü c k m a n n .» (Klin. Mbl. f. AughlU\
p ág . 155, E n ero de 1914, y Zschr. /'. AughlU.-, pás;. 272, M a rz o de 1914.)
2 S a t tle r : « E x p e r im e n te lle s z u r D ia th e r m íe .» ( Bcr. ttber </. 38 Vers.dev Ophlh. Gcs.,
H e ld e lb e rg , p ág . 379, 1912.)
produce, en cambio, ningún efecto si el envenenamiento por estas subs­
tancias data ya de algún tiempo.
Antes de ocuparnos de los efectos de la diatermia en las enfermeda­
des de los ojos, liemos de decir dos palabras sobre la técnica de su
empleo. El mejor procedimiento nos ha parecido el siguiente:
El eléctrodo para los ojos no debe ser elegido demasiado grande;
debe tener lo más 3 centímetros de diámetro. Cerrados los párpados, se
cubren con el eléctrodo, protegido por una gruesa compresa de algodón
mojado en agua, o en una solución de sal común. Dicho eléctrodo queda
sujeto por medio de una cinta. El otro eléctrodo, también suficientemente
protegido con algodón humedecido, se pone en la nuca sujetándolo como
el del ojo. Si se quiere influir sobre la parte anterior del ojo o de los pár­
pados, el eléctrodo de asiento es preferible. En las termopenetraciones
de ojo a nuca, se puede suponer, por el contrario, que la corriente pasará
en gran parte por el interior del ojo y por la órbita, lo que 110 es proba­
ble ocurra con el otro procedimiento. El eléctrodo del ojo se puede qui­
tar tranquilamente, mientras dura el efecto de la corriente, sin peligro de
quemaduras. Si se quieren obtener efectos muy profundos, conviene
mojar repetidas Veces el algodón con agua, o mejor aún, con solución de
sal común.
La fuerza de la corriente depende del tamaño del eléctrodo. Cuanto
más pequeño es el eléctrodo, más concentrado es el efecto de la co­
rriente sobre la puerta de entrada, y, por lo tanto, es mayor el peligro de
ocasionar una quemadura. Con pequeños eléctrodos se puede llegar, al
principio, hasta 0’2 amperio; después con O’l amperio, y menos, es bas­
tante. Para elegir la fuerza de la corriente, es lo mejor dejarse guiar por
el paciente según como soporte el calor. La medida de la temperatura
con termómetro de mercurio es inútil, porque no previene las quemadu­
ras como Kruckmann ha demostrado; además, la sensibilidad respecto al
calor es individualmente muy distinta, y hay que tener en cuenta este
hecho. Por otra parte, se puede comprobar la temperatura sobre el
sujeto, palpando el eléctrodo del ojo. La duración de la termopenetración debe ser por lo menos de quince a veinte minutos. En cuanto
a los aparatos para la diatermia, he tenido a nú disposición, gracias a
la bondad de mis colegas von Tiusiedel y Fischer, los de las casas
Reiniger y Sterzel. Pero necesitándose en oftalmología solamente co­
rrientes débiles, otros aparatos más pequeños y más baratos hacen
el mismo servicio. Weisser 1 ha construido hace poco un aparato ade­
cuado para la terapéutica de los oídos, que es también muy apropiado
a nuestros fines.
Los autores citados por mí, se separan en detalles del instru­
mental.
Por de pronto, han sido construidos eléctrodos especiales. Ausln,
para suprimir el ayudante, ha inventado un eléctrodo que se sujeta a la
cabeza. Bucky 2 ha construido un vaso de irrigaciones que forman al
mismo tiempo un eléctrodo, y se coloca sobre el límite de la órbita.
Kruchtnann y Telemann emplean un eléctrodo de cámara de vidrio, que
se coloca sobre la córnea, lo que significa para el empleo práctico una difi­
cultad, pero por otro lado facilita una mayor concentración déla corriente
sobre el ojo. Waldmann emplea también algodón mojado. Qurln ha
indicado un termómetro especial. Si se quiere medir absolutamente la
1 W e is s e r: « E in n e u e r A ppa ra t z u r D ia th e rm ie b e h a n d lu n g von O h re n k ra n k h e ite n . »
U '.,p ás;. 2521, 1913). « Ic h . habe den W e ise rsc h e n A pparat a lle rd in g n u r k urze Z eit
a usp ro b ie re n k ö n n e n .»
2 B u c k y : « K o m b in ie rte A ug e n e le k tro d e und A u g e n ir rig a tio n s g e fä s s .» (M. m. W. p á ­
g in a 186, 1913.)
[M. m.
temperatura, la única posibilidad es el empleo de Vasos de irrigación con
líquido de igual resistencia eléctrica que la córnea, según indicaciones
de Kruckmann.
Y vamos a ver ahora los resultados clínicos de la diatermia ocular.
He empleado la diatermia en los casos en que las compresas calientes
estaban indicadas, y también para tratar procesos reumáticos de las par­
tes profundas, a las cuales no llega el calor de las compresas, o cuando
se podía esperar un efecto beneficioso de la hiperemia. Creo superior
la diatermia a las compresas calientes, en el herpes corneal, en la episcle­
ritis y queratitis esclerósica, en las iritis y ciclitis; además, creo útil su
empleo en las neuralgias, en la neuritis óptica retrobulbar, y en las pará­
lisis de los músculos del ojo. La diatermia está contraindicada: 1." En la
anestesia de la piel de los párpados, porque a pesar de las medidas de
la temperatura, podrían producirse quemaduras; 2.° En las variaciones
infraoculares de la presión de los vasos (arterieesclerosis, glaucoma).
Aunque no debamos hacernos exageradas ilusiones del empleo de la
diatermia, no por ello hemos de dejar de admirar este hermoso procedi­
miento, que por su sencillez, resultados y ausencia total de peligros,
constituye el método de la práctica expedita y elegante. Acaso algún día
podamos con su empleo destruir, respetando los tejidos sanos, las bac­
terias patógenas que viven en las profundidades de los órganos y que
resisten a los actuales medios de curación.
En la blenorragia ocular de los adultos, mis ensayos no dieron resul­
tado; en la blenorragia de los recién nacidos, es demasiado arriesgada
la termopenetración, porque éstos no pueden expresar sus impresiones;
me inclino a creer lo mismo respecto al ulcus corneal, pues con el calor
sólo desperlamos fuerzas defensivas del organismo en vez de destruir las
bacterias. Daños producidos por la diatermia, no he visto nunca; una
vez se produjo, poco después de su aplicación, un derrame de sangre en
la cámara anterior, pero desde este momento se inició una mejoría nota­
ble en la enfermedad. Se trataba de una iritis gotosa reumática, una de
las formas que conducen rápidamente a la más fuerte inyección, vivo te­
mor a la luz y dolores, fuerte enturbiamiento del humor acuoso, y a me­
nudo, aumento de presión, presentándose derrames espontáneos con
frecuencia, pero que también sin diatermia se curan ordinariamente sin
dejar rastro, a pesar de su Violento principio.
Las indicaciones que apuntan otros autores (Q urin, Waldmann,
Maldutis) ', son casi las mismas.
Qurin dice que en las afecciones de la córnea, la diatermia no es tan
eficaz como en la iritis de origen gotoso reumático y en la episcleritis;
dicho autor nos informa acerca de un gran éxito obtenido en un paciente
con mielitis y atrofia del nervio óptico. Con referencia a esto, ya he
dicho que en la atrofia óptica no he obtenido ninguna Ventaja de este
procedimiento, pero no quiero tampoco desaconsejar la prueba.
El glaucoma es una contraindicación según Qurin. Clausnitzer des­
aconseja la diatermia por el aumento de presión que se produce. W ald­
mann aconseja emplear la diatermia para los catarros de primavera, y la
queratitis parenquimatosa, aparte de las otras enfermedades ya menciona­
das. De todas estas comunicaciones, resultará probablemente que a me­
nudo podremos emplear la diatermia, cuando otros procedimientos hayan
sido probados en vano; lo cierto es que produce mejores efectos que el
calor empleado en otra forma.
1
M a ld u tis :
Petersburger Ophthalmol. Ges.f S itz u n g
v on 14.111, 13.
S oc ie d a d A n ó n im a L a N e o t i p i a . — R a m bla de C a ta lu ñ a , 11(3, T elé fon o 7 9 0 8 . — B a r c e l o n a
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