NUEVAS INSCRIPCIONES ROMANAS Y HEBREAS. 147 Réstame observar que en 26 de Mayo de 113^ y al tiempo, poco más ó menos, en que falleció Abisaí, tuvo lugar dentro de la catedral de Santa María de León la coronación imperial de Alfonso VII y de su mujer Doña Berenguela, hija de D. Ramón Berenger III» conde de Barcelona. Inmenso concurso de toda la España cristiana y de Francia se juntó en León con motivo de aquellas fiestas, que duraron no pocos días y que describe la crónica latina de tan preclaro monarca ( i ) , amparador como pocos y favorecedor de la grey hebrea. Cabe sospechar que Abisaí, con motivo de tan fausto suceso, pasase desde Compostela, su patria, á León, y que en esta ciudad le sobrecogiese el trance amargo de la hora postrera. Madrid, 7 de Julio de 1905. FIDEL FITA. VIL ESTUDIOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XVIII. - FERNANDO VI Y DOÑA BÁRBARA DE BRAGANZA. (1713-1748) POR ALFONSO DANVILA. El reputado autor de los estudios históricos titulados Don •Cristóbal de Moura, primer Marqués de Castel Rodrigo^ y de Luisa Isabel de Orleans y Luís 7, favorablemente informados por esta Academia y acogidos por el público con interés y aplauso, ha escrito otro con el título arriba expresado, que puede considerarse como continuación del último, y sobre el que nuestro dignísimo Director me ha encargado informar. Divide el Sr. Danvila su obra en tres partes. En la primera trata del príncipe D. Fernando, desde su nacimiento hasta su enlace con la princesa portuguesa Doña Bárbara de Braganza. En la segunda relata la situación y vicisitudes de estos príncipes bajo la opresión y tiranía de la reina Doña Isabel de Farnesio, (1) España Sagrada^tomQ xxi (2.a edición), págs. 345-347. Madrid, 1797. I48 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA. que gobernaba á su antojo no solo la nación española, sino á su. débil y achacoso esposo el rey D. Felipe V, refiriendo la estancia de la Corte en Sevilla y otras poblaciones de Andalucía, eí casamiento del infante D. Felipe y el fallecimiento del emperador Carlos VI, ocurrido el 20 de Octubre de 1740, con sus consecuencias en la política europea. Ocúpase en la tercera de la muerte de Felipe V y de los principios del reinado de Fernando VI, concluyendo con la paz de Aix-la-Chapelle, sirviendo^, como lo expresa el autor, el presente libro de introducción al reinado de Fernando VI, que en breve se propone historiar. La importancia del estudio del Sr. Danvila, de que al presente nos ocupamos, se comprende fácilmente teniendo en cuenta que no hay sobre este reinado historia alguna completa, sino solamente estudios parciales y monografías, no muy copiosas por cierto. «No hay parte de nuestra historia, dice nuestro doctísimo compañero el Sr. Menéndez y Pelayo, desde el siglo xvi acá, más obscura que el reinado de Fernando VI. Todavía está por hacer el cuadro de aquel período de modesta prosperidad y reposada economía, en que todo fué mediano y nada pasó de ordinario ni rayó en lo heroico, siendo el mayor elogio de tiempos como aquellos decir que no tienen historia.» La verdad.es que después de los belicosos y turbulentos años de la guerra de sucesión imponíase para el bien general de Europa, y muy singularmente de España, una era de paz, sosiego y tranquilidad, como es probable se hubiera del todo disfrutado á no suscitar Isabel de Farnesio en pro de sus hijos nuevas guerras, negociaciones y turbulencias. Durísimo ha de ser el fallo definitivo de la Historia sobre esta Soberana, que prevaliéndose del abatimiento y apatía de su e s poso, dirigió todos los fines de su política ambiciosa y egoísta á colocar ventajosamente sus hijos, atropellando los intereses deEspaña, derramando sus tesoros y la sangre de sus naturales en beneficio de sus medros personales, suscitando, envidias, odios y rivalidades entre la familia Real, tratando como buena madrastra, con no encubierta, saña y altanería, á los. príncipes D. F e r nando y Doña Bárbara, y persiguiendo, encarnizadameate á los ESTUDIOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII. 149 nobles y altos funcionarios que no acataban y no seguían ciegamente sus imperiosas órdenes y caprichosos mandatos. ¡Cuan •distinta en todo de aquella otra soberana, de grata memoria, primera esposa de D. Felipe, tan respetada de todos como de todos ensalzada y aplaudida, la dulcísima Saboyana María Luisa! El advenimiento de la altiva Isabel de Farnesio marcó un rumbo completamente distinto en la marcha de la política española. «La Corte de España, escribía con fecha 31 de Diciembre de l / ? I 4 el Encargado de negocios de Francia al marqués de Torcy, es completamente distinta de lo que era hace diez días.» «Y este juicio, escribe el Sr. Danvila con atinada crítica, es tan exacto, que puede decirse desde entonces comienza un nuevo reinado, en que á María Luisa sucede Isabel, sin parecer que el que reina verdaderamente es Felipe V.» «Hay que confesar, añade, que la situación de España en aquella época ofrecía la mejor coyuntura para ejercitar la voluntad y la ambición de una persona que quisiera modelarla á su antojo. Instituciones, privilegios, diferencias regionales, todo acababa de ser removido por •efecto de la guerra y de catorce años de absolutismo burocrático francés La gran responsabilidad de la segunda esposa de Felipe V consiste en haber torcido la vida nacional de España; en no haber cultivado ninguno de sus ideales históricos; en haberlo sacrificado todo, incluso la prosperidad interior, á intereses familiares, muy respetables sin duda en otro terreno, pero mezquinos ante la Historia y fatales para nuestro engrandecimiento. En las circunstancias que comenzó á gobernar pudo haeer de España una gran nación y de su pueblo un pueblo próspero. En lugar de esto, que le hubiera proporcionado fama eterna, prefirió conquistar un reino y tres ducados para establecer en ellos á sus hijos. Aparte de la vanidad ningún otro bien legramos con semejantes conquistas.» No menos comprobado y exacto que éste es el juicio que el autor emite sobre las relaciones de la misma Reina con su hijastro el príncipe D. Fernando. «Fuera de la caza y de la música, dice, la afición más señalada de éste eran ios relojes, que gustaba coleccionar, y en cuyas máquinas entendió bastante. Las I 50 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA DE LA HISTORIA. cualidades principales del hijo de María Luisa eran el respeto absoluto á su padre y el amor con que le trató durante su vida; .la fidelidad que guardó á sus amigos y partidarios, no comprometiendo á ninguno con sus indiscreciones; la dulzura con que acogía á cuantos se le acercaban y la tristeza simpática que esparcía en su rostro de niño una expresión de hombre melancólica y agradable. Su defecto principal fué la timidez, aumentada por la soledad en que vivía dentro de su familia, donde le consideraban aparte, gracias á las desigualdades de Isabel Farnesio v que siempre le miró como un obstáculo á sus planes, aunque siempre descontara su muerte como inmediata, y por la desconfianza que le inspirara una servidumbre en la que por orden de la Reina se espiaban sus menores palabras y actos para dar cuenta de ellos á S. M.» Es lo cierto que D. Fernando, enfermizo y apocado de carácter, en lucha sorda y tenaz con su madrastra, sin contar con el cariño y decisivo apoyo de su padre, acometido frecuentemente de «vapores y de melancolía», viendo crecer ó menguar su influencia y autoridad personal, según menguaba 6 crecía la salud del Rey y se vislumbraba su próxima elevación al trono, no es. maravilla que Príncipe colocado en tan difícil y desairada situación fuese reservado y frío y aun tachado de cierto aire de sequedad y tristeza. Hasta en su matrimonio 'fué sacrificado D. Fernando por la reina Doña Isabel, bajo el punto de vista diplomático; y si bien el destino le deparó venturas y cariño, fué contra todas las p r e visiones del mundo, que, calculándolo todo, olvidóse de suponer que tras el desgraciado rostro de Doña María Bárbara de Braganza se escondía una inteligencia y una voluntad capaces d e medirse y aun de superar á las de Isabel Farnesio, y que bajólos diamantes de la Infanta y la severidad principesca de la j o ven esposa, se ocultaba un corazón de oro que había de hacer gustar á D . Fernando lo que hasta entonces faltara á éste: la solicitud, la confianza y el amor de una mujer. Pero esta dulzura, este agrado verdaderamente Real con. quesabia hacerse perdonar la falta de encantos de su rostro, y que ESTUDIOS ESPAÑOLES DEL SIGLO XVII. 151 principiaron por atraerle las simpatías generales, no tardaron en volverse, según el Sr. Danvila, contra la propia Doña Bárbara, excitando primero la envidia de su suegra por las muestras de entusiasmo que le dedicaban los pueblos, y produciendo en seguida recelos en Francia por sospechar que la superior inteligencia de la Princesa fuera capaz de desviar a D. Fernando de los sentimientos borbónicos para inclinarle á la amistad de Portugal é Inglaterra. Para trazar cuadro tan vasto como complicado, si falto de grandes y nobles ideales repleto de innumerables miserias humanas, pequeneces é ignobles pasiones, ha apurado el Sr. D. Alfonso Danvila cuantas fuentes históricas son hoy conocidas. Lo mismo en los Archivos españoles que en los extranjeros, en las bibliotecas públicas que privadas, nada ha dejado por examinar y reducir á substancia propia. E n punto á investigación, crítica y exposición, merece el joven escritor unánimes aplausos por la constancia, solicitud y esmero con que ha estudiado y desembrollado tanto y tanto asunto escabroso, enmarañado y poco ó nada conocido. Es un verdadero trabajo original, en el que resplandecen las excelentes dotes de observador y de crítico que caracterizan al Sr. Danvila. No es culpa suya si el fondo histórico carece de la grandeza, magnificencia y heroísmo de otros de nuestra historia; antes bien, ha prestado recomendable servicio á la historia patria, reconstruyendo y reanudando sus eslabones, que no por ser de los menos gloriosos dejan de tener menos importancia é interés, siendo, por el contrario, de los más fecundos en enseñanzas. Solo una falta leve encontramos en este libro: la de carecer de un índice de materias y aun de otro de nombres propios para su más fácil estudio y manejo. Por todas estas razones opina el que suscribe que el libro del Sr. D, Alfonso Danvila es de suma importancia para el progreso de la ciencia histórica española. La Academia, sin embargo, resolverá lo que estime más conveniente. Madrid, 14 de Julio de 1905. ANTONIO RODRÍGUEZ VILLA.