La pluralidad horizontal y vertical del derecho de propiedad comunal

Anuncio
La pluralidad horizontal y vertical
del derecho de propiedad comunal
Armando Guevara Gil1
La propiedad comunal tiene dos planos: uno horizontal y otro vertical. El primero ha sido estudiado desde hace un
siglo, pero el segundo ha sido tratado de
manera episódica, sobre todo en el marco de los debates sobre la titularidad de
los recursos naturales y la expansión de
las industrias extractivas. En ambos planos, las tierras comunales están sujetas
a diferentes regímenes de propiedad, a
una pluralidad de ordenamientos normativos. A partir de esta comprobación, en
este artículo sostengo, por un lado, que
es necesario reafirmar el potencial analítico y político de la pluralidad legal para
comprender y defender la propiedad horizontal de la tierra y, por el otro, que es
necesario despluralizarla en el plano vertical.
La heterogeneidad de
las comunidades
Aun así, la definición legal vigente
postula a la comunidad campesina como
una persona jurídica de interés público,
formada por familias ligadas por víncu-
Foto internet
Las comunidades en
el imaginario del país
El mito forjado por los pensadores progresistas e indigenistas de inicios del siglo XX (Castro Pozo, Mariátegui, Valcárcel) definía a la comunidad indígena como
una colectividad prístina, igualitaria y
solidaria, que poseía y trabajaba la tierra
en común. Desde entonces, las ciencias
sociales se encargaron de desdibujarlo
y, finalmente, desvanecerlo.
A través de trabajos etnográficos y
aproximaciones teóricas críticas (e.g.,
enfoque de género), cada una de las supuestas esencias comunales, indígenas
o campesinas, acabó cuestionada. Se
determinó que la propiedad comunal no
lo era tanto, que el usufructo familiar de
las tierras comunales había contribuido
a su privatización, que el trabajo colectivo no se practicaba equitativamente, que
la solidaridad interna cedía ante la creciente diferenciación económica, que las
migraciones habían afectado sus posibilidades de reproducción y que a veces el
«telurismo andino»2 cedía ante las tentaciones de la modernidad.
La tierra se ha convertido en el centro de decenas de conflictos entre comunidades, Estado y
empresas extractivas.
14
los ancestrales, sociales, económicos y
culturales, los que se
expresan en la propiedad comunal de la tierra, el trabajo comunal, la ayuda mutua y
el gobierno democrático interno (artículo 2
de la Ley 24656).
Esta concepción, que se encuentra
más cerca de la mitología indigenista que
de los avances de las ciencias sociales,
insiste en evaluar la legitimidad de las
reivindicaciones indígenas y campesinas
usando los estándares del indigenismo
oficial del Oncenio de Leguía: la posesión inmemorial, la propiedad comunal y
el trabajo colectivo de la tierra. Como las
seis mil comunidades campesinas oficialmente reconocidas hasta ahora tienen
trayectorias históricas diferentes, la aplicación de estos criterios legales produce una tensión irreductible entre la norma estatal y la caleidoscópica realidad
intracomunitaria.
Por eso, no es casual que la literatura
especializada registre múltiples regímenes de apropiación y explotación de la
tierra al interior de las comunidades campesinas. Las permutaciones, en el plano
horizontal de la propiedad, son múltiples
si consideramos que los titulares de los
derechos de propiedad pueden ser personas, familias, coherederos, condóminos, la propia comunidad u otras personas ajenas a la comunidad, y que las tierras objeto de apropiación pueden ser
pastos, tierras de secano, tierras irrigadas, bosques y hasta totorales.
Por ejemplo, los pastos y las tierras de
ladera, donde se siembra sectorialmente,
suelen estar bajo propiedad colectiva,
aunque a veces se hallan privatizados,
mientras que las parcelas, sobre todo en
las áreas bajo riego, generalmente están
bajo control de familias o personas. El
récord etnográfico es consistente al mostrar que la heterogeneidad de las formas
de propiedad dentro de los linderos comunales no es la excepción, sino la regla.
LA REVISTA AGRARIA / 146
Ricardo Marapi
Viendo la propiedad comunal desde un plano vertical, el suelo es de las comunidades, pero el subsuelo le pertenece a la Nación. Reunir el derecho
de propiedad al suelo y subsuelo sería una de las reformas redistributivas más radicales de toda la historia republicana.
Las comunidades y el derecho al
subsuelo
Más allá de la pluralidad de regímenes
de propiedad horizontal de la tierra al interior de la comunidad, también es importante recordar que esas mismas tierras están sujetas a un sistema dual de
apropiación en el plano vertical: el suelo
es comunal, pero el subsuelo le pertenece a la Nación, la que ejerce sus derechos eminentes a través del Estado. Este
sistema de asignación de titularidades,
heredero del regalismo colonial, ha originado decenas de conflictos entre las comunidades, el Estado y las empresas extractivas que reciben la concesión para
explotar las riquezas del subsuelo.
Creo que la reunión del derecho de
propiedad al suelo y subsuelo sería una
de las reformas redistributivas más radicales de toda la historia republicana.
Colocaría a las comunidades afectadas
por los proyectos de inversión minera o
hidrocarburífera en una posición de negociación inmejorable. Esto se logrará
siempre y cuando las comunidades forNOVIEMBRE de 2012
talezcan su tejido institucional y democrático, el Estado cumpla su deber constitucional de garantizar el derecho de propiedad comunal y las empresas no se
comporten como aves de rapiña, sino
como agentes económicos responsables.
Ciertamente que es riesgoso implantar
el sistema fundiario3 de propiedad. Pero
despluralizar el derecho de propiedad vertical sobre sus tierras las podría dotar de
suficientes recursos para renunciar a los
mendrugos que ahora reciben, sea a través de los programas sociales del gobierno, sea a través de las políticas de responsabilidad social de las empresas.
Si despluralizar la propiedad comunal
(en su plano vertical) puede resultar beneficioso, la proposición inversa, la de
reconocer la pluralidad de regímenes
normativos que recae sobre sus tierras
(en el plano horizontal), también contribuirá a la afirmación y defensa de sus
derechos. Por eso, se hace necesario reconocer que sus derechos se sustentan
no solo en la ley interna (i.e., Constitución, leyes, reglamentos), sino también
en el derecho internacional de los pueblos indígenas (e.g., Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo
sobre Pueblos Indígenas en Países Independientes, jurisprudencia de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos).
Por eso, ante la Santa Alianza entre el
Estado neoextractivista y las empresas
mineras e hidrocarburíferas, ahora más
que nunca se hace necesario reafirmar la
vigencia de la pluralidad legal en la propiedad de las comunidades, en este caso
la que se origina en la concurrencia del
derecho nacional e internacional.
Notas
1
2
3
Profesor principal y director del Centro de
Investigación, Capacitación y Asesoría Jurídica del Departamento Académico de Derecho de la PUCP.
Apego ancestral al terruño e influencia determinante del medio geográfico andino
sobre sus habitantes.
Sistema donde se considera a la mina como
accesorio del dominio del suelo superficial,
por lo que el dominio de las minas radica
en el titular o propietario del suelo.
15
Descargar