PIETRO UBALDI NUESTRO OFRECIMIENTO SIMBOLICO AL BRASIL Y A LOS PUEBLOS DE AMERICA LATINA ENCUENTRO EN BRASILIA (12 Y 13 DE MARZO 1966) GRUPO EDITORIAL MONISMO MONTEVIDEO 1966 TRANSCRIPCIÓN A FORMATO DIGITAL REALIZADA POR: INSTITUTO PIETRO UBALDI DE VENEZUELA www.ubaldi.org.ve MARACAIBO, 2005 EL DIPUTADO OSCAR NORONHA FILHO SALUDA A PIETRO UBALDI “Escuela Parque” de Brasilia en la noche del 13 de Marzo de 1966 En la trayectoria individual de cada hombre, en el curso de su peregrinación planetaria, hay momentos o posiciones interiores, que repiten, en el ámbito de las revoluciones mentales, las fases de la propia revolución del planeta. He aquí porqué estoy viviendo, en este momento, el punto máximo de una curva ascendente en el camino de mi espíritu; por decirlo así, un momento solar de mi existencia, cuando por una serie de circunstancias –para mí felices- soy escogido para recibir, presentar y saludar al Prof. PIETRO UBALDI. Lo recibimos con la alegría y la humildad con que los discípulos recibían al Maestro. Lo saludamos con el reconocimiento y nuestro tributo a su maravillosa acción en el campo del pensamiento y del apostolado. Pero nos eximimos de presentarlo al pueblo de Brasilia, pues esta presentación es simultáneamente imposible e innecesaria: imposible, por la inconmensurabilidad de la distancia existente entre el presentante y el presentado e innecesaria porque el culto habitante de esta moderna ciudad, es también habitante, o por lo menos frecuentador de la ciudad doctrinaria del Prof. UBALDI. Estas dos ciudades, la “brasiliense” y la ubaldiana, tienen para mi una seducción fascinante, pues ambas están impregnadas de misterio y de belleza; misterio y belleza que a veces se confunden, cuando percibimos el misterioso encanto con que las líneas puras y modernas trazaron en el desierto infinito del “sertão”, la silueta de la metrópoli futura, y cuando sentimos el encantador misterio con que las puras y eternas palabras del espíritu, grabaron en la soledad del papel, la antevisión de la cosmofilosofía del mañana en la codificación de “LA GRAN SÍNTESIS”. Ciudades distintas de las demás, porque aún cuando creemos haber alcanzado su centro, no estamos sino en sus suburbios, pues, en realidad, ellas no son ciudades hechas, son ciudades que se hacen, en que el tiempo es más importante que el espacio, pues el minuto siguiente es más rico que el pasado: he aquí que nace más saturado ya de Eternidad. ¡Con qué prodigiosa fuerza está creciendo todo!. Me acuerdo de haber leído hace tiempo, la opinión de un arquitecto francés, de regreso a París, sobre la ciudad de Río de Janeiro: “Es una ciudad que aún no está pronta”. Esa es la diferencia entre lo que está terminado y aquello que está en camino de su realización: es casi la diferencia entre el pasado y el futuro. Tal vez se pueda decir que la Escolástica es Roma; o que el Existencialismo es París; o que el Pragmatismo es Nueva York. Tengo el derecho de pensar que Ubaldi es Brasilia – porque Ubaldi y Brasilia están en camino. Cuando OSCAR NIEMEYER trazó el perfil del Palacio del Congreso en Brasilia, yuxtaponiendo en posición invertida las dos cúpulas del Senado y de la Cámara, tradujo –tal vez inconscientemente- en la representación matemática de un ocho acostado, la materialización arquitectónica del símbolo del Infinito. Yo podría hablaros de la concepción Ubaldiana del Universo, como la más completa y majestuosa construcción filosófica: aquella que encierra y estrecha en su contexto, la propia dinámica de la vida en su permanente pulsación, o en su ininterrumpida manifestación de una íntima sabiduría que vive dentro de las cosas y de los seres, presidiendo su transformismo evolutivo, en la “ley del devenir”. En verdad “LA GRAN SINTESIS” es la gigantesca y cosmogónica tarjeta de identidad del espíritu, con la que el hombre se reconoce en aquella “ciudadanía eterna del infinito”(1), que llevó al propio solitario de Gubbio, a sentir que, “allá en el cielo dejó un harapo sangriento de si mismo y se arrebató la voz de los otros mundos del que fue un tanto ciudadano”(2). Pero el hombre es esclavo de sus limitaciones y ningún pájaro puede volar más allá de sus alas. (1) (2) Pietro Ubaldi: “La Gran Síntesis” ; Despedida Pietro Ubaldi: “Conferencias en el Brasil” ; S.P., 1952, Pág. 55. He aquí porqué me limitaré, en la angustia de mi espacio mental, a reflejar aquel rayo que descendiendo de la fulguración solar de la síntesis ubaldiana, cae sobre la lisa faz de mi personalidad individual. ¡Fugaz reflejo que el sol arranca en el grano de arena perdido en la inmensidad de la playa humana…! Si yo pudiera elegir en el pobre vocabulario humano, una palabra para sintetizar con ella toda la sabiduría que emana del mensaje traído por la Obra de Ubaldi, esa palabra sería: La Ley. Y La Ley, en el concepto ubaldiano, es la propia manifestación de Dios. Se suele llamar “hombres de la Ley”, a quien como nosotros hemos cursado el Derecho y somos legisladores. Desgraciadamente para nosotros, no somos “hombres de la Ley", sino apenas, "hombres de las leyes". De las diversas y pequeñas leyes particulares de vigencia precaria y ámbito restricto; remedo humano distorsionado y ridículo de la verdadera Ley que vitaliza, hace fluir y comanda el funcionamiento orgánico del Universo. Sólo las frágiles ligaduras semánticas o la pálida asociación del lenguaje, pueden yuxtaponer la figura del "Hombre de la Ley", personificada en PIETRO UBALDI, a nosotros, los hombres de las leyes de los hombres; a nosotros, los imperfectos fabricantes de leyes de papel, que procuramos traducir en una escenografía teatral la representación grosera de la Sabiduría Divina; inmersa en la gran Ley de la Vida. Es imposición de la fase involucionada en que el hombre sólo se siente alcanzado por la Ley, cuando ella oprime su carne y toca sus huesos; he aquí que él, no la ve con los ojos del espíritu, y cuando la ve con los ojos de la carne, no la entiende, tiene que tantearla, estrecharla en los dedos y comprimirla en sus manos, para adquirir conocimiento de ella. De allí la necesidad de esta escenografía legislativa, que se extiende a los artículos, segura en la urdimbre de los parágrafos y presa en la trama de los incisos. ¡Ay de nosotros entonces, hombres de las leyes, que tenemos que armar con un sentimiento de avergonzada humildad, esta construcción tan tosca, pero necesaria; tan grotesca pero indispensable al espíritu, para que este pueda martillar la carne y arrancar la chispa de la comprensión, o el grito de la rebeldía...! Pero aún estas pequeñas leyes artesanadas con trabajo por nuestras inseguras manos, pueden ser auténticas y legítimas, cuando procuran situarse en el flujo de la corriente vital que arrastra al Universo hacia su cósmico destino. Es bajo esta luz, que podemos reconocer si un mandamiento es una ley o un acto de fuerza; pues sólo tendrá la característica de ley si trae consigo una nueva parcela de libertad para el hombre, porque la suprema libertad es el respeto a la Ley Suprema. Los actos que los prepotentes lanzan sobre los hombres, solamente traen el nombre de ley, por una fuerza de expresión o una expresión de fuerza. Es en este sentido, que el pensamiento del Padre RIQUET estableció que “para el hombre, todo acrecimiento de libertad se adquiere al precio de una subordinación a alguna regla, a alguna disciplina”(1) y que “el hombre no vive; el hombre no logra liberarse de los determinismo del universo a los cuales está conectado, sino haciendo de ellos instrumentos de su libertad, por consiguiente, descubriendo, respetando y utilizando las leyes de las cosas que lo rodean” (2). Si “el hilo conductor del largo camino de la Historia es un irrefrenable e instintivo anhelo a la libertad” –como dice el mismo UBALDI- “la Historia camina llena de gérmenes a desarrollar, de una potencia fantástica, y los lanza a manos llenas, aquí y allá, con la prodigalidad de que la vida es tan rica, esperando que la saturación y la comprensión de los hombres –único límite a su fecundidad – tornándose instrumentos de realización, le permitan el desarrollo de aquellos gérmenes”(3). Esta siembra de libertades no termina nunca, y todas ellas se volverán flores en el jardín del hombre; pero la libertad misma obedece a una ley, sin la cual no tiene condiciones de vida. Acordaos de la imagen bíblica de aquella semilla que cayó sobre la piedra: “hay tiempo para sembrar y hay tiempo para cosechar”. Pero es en el camino de libertad (que es un camino hacia Dios) que todos los hombres se encontrarán un día. (1) (2) (3) R. P. Michel Riquet: “L´Eglise, liberté du monde”; SPES, París. 1955, Pág. 57. Op. Cit. Idem-idem. Pietro Ubaldi: “Profecías”; Ed. Nova Era; S. P., 1era Ed. Pág.137. La identidad de pensamiento en UBALDI y en RIQUET, es la misma que arrancó de nuestro ilustre visitante, al tomar conocimiento de TEILHARD DE CHARDIN, esta exclamación de júbilo: “Si Teilhard de Chardin no pudo dejar de gritar “eureka”, cuando tuvo la visión de la unidad orgánica del universo, así también no puede dejar de gritar “eureka” quien, habiendo tenido por su cuenta la misma visión, percibió que ya no se encontraba más solo, porque vio que también otro la había tenido, y en él, recorriendo el mismo camino, encontró un compañero y un amigo”(1). Este camino, en el cual marchan conscientemente CHARDIN y UBALDI es el mismo camino en el cual, inconscientemente, marchan todos los hombres, en aquella “dérive profonde, ontologigue; totale” de que habla el primero, arrastrados todos por una “gravedad evolutiva” irresistible, traducida por el segundo en aquella “fluidez del movimiento”, que es la “trayectoria del transformismo”, llevando todo en la dirección convergente de aquel “Punto Omega” que es un “paroxismo de complejidad armonizada”, de que habla CHARDIN(2). Se puede decir que, con UBALDI – y más precisamente en “LA GRAN SINTESIS” – los hombres dejan de ser animales, para transformarse en dioses, no por la simple adquisición exterior de una envoltura divina, sino por la fermentación interna del espíritu, que los hace crecer de adentro hacia fuera, dándoles una nueva estatura y una nueva dignidad. Y cuando ese “Prometeo de semblante luminoso y de gesto dominador” empuña la antorcha de la bondad, en una paradojal manifestación de fuerza, “la fiera retrae las garras, el dolor suspende el asalto, el destino devuelve la presa, el hombre persona la ofensa”(3). He aquí al Hombre Nuevo de pie en la cumbre del mundo; no más para ser carne de los buitres, sino para golpear a las tinieblas con la luz arrancada a los dioses, porque es suyo “el deber de esculpir la gran obra del espíritu, en la rústica materia de la vida” (4). Pietro Ubaldi: “Encuentro con Teilhard de Chardin” ; Ed. Monismo, 1965, Pág 43. Teilhard de Chardin: “El Fenómeno Humano”; Ed. Herder, S. P., 1965, pág. 288. (3) Pietro Ubaldi: “La Gran Síntesis”; Cap. LXXV. (4) Pietro Ubaldi: “La Gran Síntesis”; idem. (1) (2) Es bajo la antorcha de ese Hombre Nuevo surgido de las profundidades de la Evolución, que vamos a asistir, aún en este siglo (por ser aquí y ahora) al nacimiento de la Nueva Civilización del Tercer Milenio. Es imperioso, por lo tanto, que hablemos del Brasil. Son tantos los profetas que han entrevisto una supremacía mundial del Brasil en el escenario político y moral del mundo, que nos hallamos invadidos por una perturbadora perplejidad en la que tentamos adivinar, los medios y los modos por los cuales, la tenebrosa noche del presente se puede abrir en el radiante día de mañana. Es posible que el gusano se transmute en libélula, a través de un salto cualitativo de dimensiones dialécticas. Si HUMBERTO DE CAMPOS ve, en el Brasil “el Corazón del Mundo y la Patria del Evangelio”, y PIETRO UBALDI prevé para él, la cuna de la “Civilización del III Milenio”, debemos consignar, entretanto, que si es fácil la transformación del calor de la bondad en la claridad de la sabiduría, es menos fácil el pasaje de las virtudes éticas al virtuosismo técnico: ¡es difícil la visualización de un ángel tecnológico! Pero las profecías se cumplirán. Poco importa que los sociólogos tengan un diagnóstico pesimista de la situación presente, y que LIMEIRA TEJO diga que el Brasil “en estos horrendos tiempos nuestros, fue encadenado al peñón caucásico de los crímenes públicos y de la insensatez privada, no siendo un águila sola devorando el hígado de ese Prometeo, sino muchos los buitres que le roen hasta la médula de los huesos”(1). Prometeo romperá las cadenas y empuñará la antorcha. Fue el mismo UBALDI quien dijo, en una conferencia: “Hace pocos siglos, un hombre de vuestra raza, Cristóbal Colón, cruzando por primera vez el Atlántico, descubrió América, en la cual surgió un Nuevo Mundo. Del mismo modo, nosotros nos preparamos hoy, para descubrir los nuevos continentes del espíritu, de donde despuntará una Nueva Civilización para el Mundo”(2). Nosotros podemos, partiendo de esta imagen ubaldiana del descubrimiento de nuevos mundos, conjugar la problemática brasileña de los tiempos actuales; tal vez (1) (2) Limeira Tejo: “Retrato Sincero del Brasil”; 1950, ed. Globo, Pág. 71. Pietro Ubaldi: “Conferencias en el Brasil”; S. P., 1952, Pág. 68. parafraseando nuestra “epopeya de las banderas”, por la dilatación de su concepto y por la transposición de su contenido hasta la formulación de un nuevo “bandeirismo” que ya no es más actuante como un agrandamiento de fronteras físicas, sino como una “entrada” en las regiones inexploradas del territorio humano, para la conquista de nuevas riquezas y de “nuevas tierras”. Fue en la Obra misma de nuestro ilustre visitante, que recogimos esta frase brillante como una gema: “… será iniciada la penetración en el mundo de lo imponderable, de lo supersensorial, donde yacen inexploradas las minas del espíritu, los continentes del mundo interior, las fuerzas más sutiles, penetrantes y poderosas del ser”(1). Formulo pues, en este lugar y en este momento, un concepto válido para todos los brasileños y que se puede traducir bajo la designación de “NUEVA BANDERA” o de “BANDERA DEL ESPÍRITU” –una especie de “bandeirismo” ético-políticocultural- y que consiste en el arranque de una vanguardia decidida que amplíe en términos continentales el “territorio humano nacional”, no más en la dirección horizontal de superficie, sino en la vertical y volumétrica profundidad del “suelo del espíritu”. El Brasil solamente podrá ser cuna de esta “Nueva Civilización del Tercer Milenio”, si el hombre brasileño adquiere esta conciencia de ser el “bandeirante” de los Tiempos Nuevos. Poco importa que el “bandeirismo paulista” del siglo XVII haya tenido por blanco consciente e inmediato, la simple búsqueda de riquezas materiales, si sus consecuencias históricas irreversibles han dado como resultado, el engrandecimiento geográfico de la patria y la conquista del territorio virgen para la Civilización. Ya AZEVEDO AMARAL, en su obra “La Aventura Política del Brasil”, trató de justificar incluso, esa multiplicación de los episodios patrios a través de la propia Historia en todos los tiempos y en todos los pueblos, como “un fenómeno de poetización necesaria de la génesis nacional”, para concluir, entretanto, que “las entradas del “sertão” son hechos históricos tan positivos y mucho mejor conocidos, que la llegada de la armada descubridora a las costas del Brasil”(2). (1) (2) Pietro Ubaldi: “Profecías”; Ed. Nova Era, S. P., 1era Ed., Pág. 180. Azevedo Amaral: “La Aventura Política del Brasil”; José Olimpo, Ed. 1935, Pág 100. Tal vez algunos se sorprendan que se expresen aquí temas políticos en la presencia de un hombre tan impregnado de espiritualidad y de religiosidad, y que hasta puede parecer una herejía, la formulación de estas cuestiones frente a la luz de la doctrina evangélica de PIETRO UBALDI. Sin embargo, quien así piense, no ha llegado a beber en el cáliz de sus manos, la linfa cristalina que brota de la roca ubaldiana, como así tampoco hollaron los primeros escalones de esa universidad cósmica que es “La Gran Síntesis”. Es en ella que se condena esta fuga sin propósito de las formulaciones políticas, cuando, conceptuando al Estado moderno, se afirma que éste: “debe empezar por el trabajo de destrucción de esa psicología de ausentismo político, incrustada en el alma colectiva” y que “toda concepción o realización política, nunca representa la última meta definitivamente alcanzada, pero que, siendo la síntesis de todo el pasado, es, al mismo tiempo, el germen de un ilimitado porvenir”(1). Esta nueva civilización planetaria, presente e inmanente en toda la obra ubaldiana, tiene que ser realizada, de pronto y en todas partes: en el santuario del espíritu y en el suelo de la carne, a través de construcciones tan materiales como las relaciones de producción y los cambios mercantiles, porque ninguna actividad humana puede escapar al influjo de la Nueva Ley. Los hombres de la tierra suelen trocar todas las medidas a términos de “barro”, porque esta es la materia prima del planeta. Un puñado de granos de trigo, deshecho a golpes de piedra y puesto a fermentar y a cocinar sobre un montón de brasas, es la forma de demostrar un sentimiento tan inmaterial como la caridad – modalidad superior del amor- a través de la dádiva del pan. Seamos, pues, humildes en esta comprobación, y que nuestros pies no pisen nuestras alas… Estableciendo sus metas cercanas, más allá de los matorrales lejanos, los bandeirantes hacían de las “entradas” verdaderas carabelas descubridoras, avanzando por la inmensidad del océano terrestre, llevando en la punta de las “bandeiras” la misma insignia que los navegantes portaban al tope de los mástiles: la audacia. (1) Pietro Ubaldi: “La Gran Síntesis”; Cap. XCVII Es para la audaz aventura en los atormentados mares del espíritu, que nos invita la brújula cristiana de PIETRO UBALDI, experimentado y sufrido marinero de las ideas, que ha cruzado solo todos los Estrechos de Magallanes de la ciencia terrena, y todos los Cabos de Hornos de la filosofía contemporánea. Perfilemos ahora con él, el Cabo de Buena Esperanza de la geografía sociológica del planeta, porque “los hechos están comprobando la tesis… de que estamos en el punto de máximo descenso de la onda involutiva, y que es precisamente ahí, que se inicia la ascensión” que “invadirá todo el horizonte de mañana…”(1). El derrotero ubaldiano es aquella “carta de las mares escritas en la tempestad” de que habla ALFRED DE VIGNY, y ha de guiarnos en la búsqueda de un puerto cada vez más lejano; pues que navegando en el mirar atormentado de los hombres, somos soplados por el viento del dolor que casi siempre, “va a volcarse en el cielo”(2). ¡Urge iniciar este viaje! Amanece ya en las fibras del Ser. Estremécense de ansiedad todos los meridianos de la Tierra. Iniciemos en el Brasil esta nueva bandera: la bandera del espíritu, buscando en el suelo del hombre brasileño, aquellas gemas preciosas que están engarzadas en su barro físico esperando su descubrimiento. Sigamos, en un plano más alto y más profundo, las pisadas de los “bandeirantes”. Ellos integraron al Brasil con el limite de sus caminatas; con todas las tierras y todos los matorrales; con todas las piedras y todas las aguas y todos los límites y todas sus grandezas. Tenemos que tomar posesión ahora, para uso de la nación, de todos los misterios, todos los secretos, todos los dolores, todos los destinos, todas las vidas y todas las muertes. Es éste, un sentimiento de plenitud que Sta. TERESA DE AVILA tradujo en la sentencia ejemplar: “El hombre necesita vivir toda su vida, amar todo su amor y morir toda su muerte. (1) (2) Pietro Ubaldi: “Conferencias en el Brasil”; S. P., 1952, Pág. 121 Pietro Ubaldi: Idem, idem, idem, Pág. 55 Con esta bandera del espíritu, unifiquemos y dinamicemos al Brasil, agrandando sus límites humanos hasta el fondo de nuestras potencialidades, a través de la aglutinación al cuerpo social de todas las almas brasileñas; pero que todas ellas promuevan la conquista de su propio territorio interior; para que no haya “tierras de nadie” ni “hombres de nada”. Que el hombre brasileño, transbordando su conciencia nacional en caudales verdaderamente amazónicos, ocupe nacionalmente toda la vastedad de nuestro infinito territorio, pero que, también, sumergiendo su espíritu en las profundidades de sí mismo, descienda hasta las grutas abismales de sus cavernas interiores, para la posesión total de su personalidad y su Destino. Ya se dijo que ningún pueblo es libre si en su territorio hay un solo esclavo. Se puede también afirmar, que ningún pueblo es nación, si deja marginada en su seno, una raza, una minoría, una clase. De ahí la necesidad de este “bandeirismo” del espíritu para la formación de una gran nación moderna, en la que todos estén presentes y actuantes en el concierto general, dando cada cual su contribución particular y específica, para la armoniosa y final resultante de una conjunto de fuerzas vivas y organizadas. Es de “La Gran Síntesis” la exclamación: “Imaginad la fuerza de un pueblo elevado a organismo”(1). Dentro de nuestra modesta acción personal, en el ámbito angosto y restringido de nuestra participación en la vida de este país, hemos tratado de aplicar estos principios, haciendo de ellos la palanca de nuestra superación. He aquí porqué, al lado de la integración del anciano en el agrupamiento social, (a través del lanzamiento de la “Declaración Brasileña de los Derechos del Viejo”(2), subsidio brasileño encaminado a la ONU para una posible “Declaración Universal de los Derechos del Viejo”) así como de la creación del “Instituto Brasileño de Gerontología”(3), hemos luchado por la incorporación de los ciegos a la vida productiva, en funciones compatibles con su estado físico deficiente, objetivo alcanzado en el servicio público estatal de Guanabara, y que ampliaremos en el ámbito nacional, con nuevos proyectos de leyes, en la Cámara Federal. Pietro Ubaldi: “La Gran Síntesis”; Cap. XCVIII Indicación No 19 de 1965. (3) Proyecto No. 3427, de 09/12765. (1) (2) Del mismo modo, propusimos, en proyectos de ley de nuestra autoría, la creación de la clase de Derechos Humanos en las escuelas secundarias del país(1) y el estudio del Esperanto en las escuelas públicas federales y estatales(2), además de promover la instalación, en Guanabara, del Instituto Brasileño de Derechos Humanos. Integrado el hombre de color en la comunidad nacional; incorporados los ciegos y los ancianos; encuadrados los deficientes de cultura en la comunión política por el voto al analfabeto; vueltos conscientes los jóvenes de los derechos inherentes a la persona humana; preparada la juventud para el diálogo verbal con la Humanidad; iremos, poco a poco, marchando para transformar nuestro pueblo en un verdadero organismo, sumando todas las fuerzas para la sinfonía del trabajo constructivo, sin los hiatos de los prejuicios y los silencios de las culpas. Porque no perdemos de vista aquel Estado futuro, esbozado en la codificación de “La Gran Síntesis” en que “el pueblo no será más una grey gobernada que sólo debe dar y obedecer, sino el cuerpo del cerebro central (el gobierno), el organismo de un alma directora que por todas partes lo penetrará y lo vivificará con sus tentáculos y ramificaciones nerviosas”(3). Pero es necesario no confundir organismos con maquinismo. La máquina también es un conjunto armónico de fuerzas con funciones específicas y particulares, tendiente a un determinado fin. Lo que distingue un maquinismo de un organismo, es que éste, tiene vida propia, y esta vida, en los pueblos, se llama libertad, siendo también la ampliación progresiva de esta libertad la verdadera finalidad del organismo mismo. Y este es el mensaje de toda la obra de PIETRO UBALDI: la conquista de la libertad por la ascensión infinita en los escalones del espíritu; rumbo a una conciencia cósmica que identificará, cada vez más, al Hombre con su destino. Destino que es también paradójicamente, origen, porque es el Dios mismo o aquel “Punto Omega” de que habla Chardin. Proyecto No. 3398, 66 Proyecto No. 3326 de 1965. (3) Pietro Ubaldi: “La Gran Síntesis”; Cap. XCVII (1) (2) La fase involutiva por la que pasa el mundo, en esta caída transitoria por el tramo descendiente de la gran curva espiralada de la Evolución, nubla por momentos nuestras esperanzas. Pero el descenso es apenas la víspera de la ascensión. Es dentro de la noche que se oyen los presagios y se escuchan los preanuncios. Es en el cielo nocturno que los primeros vestigios de la aurora, pálidamente, anuncian el Día Inevitable. Tenemos la vocación de los horizontes y nuestros pies rastrean las madrugadas. ...Poco importan las tinieblas temporarias: un soplo invisible nos besa el rostro nocturno, y un estremecimiento incontenido, corre en nuestra mente cabalgando los silencios provisorios. El misterio nos llama para que lo rompamos. Porque el misterio es hecho para ser roto. Allí, después, allá, más adelante, nos lavaremos el rostro en la luz de las alboradas. Tenemos nuestra historia: ella es un canto de liberación. Oigamos dentro de la noche, las palabras que LEDA MARIA DE ALBUQUERQUE oyó de los labios de Gangazuma, el héroe negro de los Palmares: “Es mi deber mostrar una vez más el camino; porque hay siempre un camino hacia la libertad”(1). Sigamos de la mano de UBALDI, al encuentro del “CRISTO LIBERADOR”(2). Cierta vez CLEMENCEAU al ser entrevistado por el periodista VAN PAASSEN, dijo que el mejor modo de ver el mundo, “no es el del filósofo que cerró todas las ventanas para mejor aprender los secretos del alma humana por la observación interior. Porque sabemos que las cosas relacionadas con el destino del hombre, sólo pueden ser descubiertas a la luz de sus relaciones con el Universo y la primera condición para eso es tener coraje, cosa rara en estos tiempos –de abrir las ventanas, todas las ventanas- y mirar y decir lo que se ve”(3). He tratado a lo largo de mi vida, de abrir ventanas a todas las cosas. Pero, o bien mis ventanas son pequeñas o es muy corta mi visión, me solazo más en la contemplación de las humildes violetas que perfuman mi umbral que las majestuosas nebulosas que pavonean su arrogancia por las soledades siderales. (1) (2) (3) Leda María de Albuquerque: “Zumbi de los Palmares” ; Ed. Leitura, 1944, Pág. 109. Pietro Ubaldi: “Conferencias en el Brasil”. Pierre Van Paasen; “Solamente en ese día”; Comp. Ed. Nacional, S. P., 1942, Pág 270. Pero en este momento, en el mismo instante en que cierro mis pobres persianas sobre la constelación ubaldiana, abro para Ustedes de par en par, las puertas de la eternidad, a través de este Hombre, por donde Dios nos visita en nuestra propia casa. Con Ustedes, PIETRO UBALDI. Brasilia, 13 de Marzo de 1966. NUESTRO OFRECIMIENTO SIMBÓLICO AL BRASIL Y A LOS PUEBLOS DE AMÉRICA LATINA Mensaje que Pietro Ubaldi pronunció en la "Escuela Parque" de Brasilia frente a un auditorio superior a mil personas, en la noche del 13 de Marzo de 1966. Queridos amigos, os hablaré de una historia rara. Hace 35 años, un hombre llegado a la mitad de su vida, sin haber preparado un plan de trabajo, empezó a escribir, obedeciendo a un impulso interior. Después de la Navidad de 1931 jamas paró. Sin conocer cuáles serían los futuros desarrollos de su trabajo, él lo fue realizando, día tras día. Hoy, aquel trabajo está casi terminado y se encuentra visible en su estructura orgánica, en su desarrollo lógico, en su armónica arquitectura. Trátase de una Obra de 24 volúmenes y cerca de diez mil páginas. Ella nos explica el origen, la estructura y el funcionamiento orgánico de nuestro universo físico-dinámicopsíquico, nuestra posición dentro de él y el significado y finalidad de nuestra vida, para llegar al fin a conclusiones prácticas, mostrándonos cuál debe ser nuestra conducta si no queremos pagar con sufrimiento nuestros errores. La finalidad de esta Obra es la de ofrecer un conocimiento que el mundo aún no posee, necesario para conducirse con sabiduría y así vivir en una forma menos bárbara que aquella en la cual vive el llamado hombre civilizado moderno. En este sentido La Obra contiene las bases sobre las cuales se podría apoyar una nueva civilización, la que, por ley de evolución, el hombre deberá fatalmente realizar en el tercer milenio. Trátase de vivir mejor, lo que sólo es posible con más inteligencia y bondad. La mayor finalidad de esta Obra es la de hacer el bien, mostrándonos una forma de existencia menos feroz, más civilizada, más feliz. La Obra es un proyecto para la acción a quien quiera ejecutarla, pero no es la acción en sí misma. Es una luz que ilumina y orienta, pero no es el movimiento que realiza. Esta parte pertenece a los ejecutores, que podrán llegar en otro período. Los que permanezcan quietos, esperando que todo caiga del cielo, no gozarán de las ventajas de la ascensión evolutiva. No olvidar que la división del trabajo, según la especialización de cada uno y sus particulares capacidades, es una necesidad práctica. El ingeniero que hace el proyecto de un edificio no puede hacer el trabajo del albañil para construirlo y el albañil necesita encontrar el proyecto ya pronto para saber cómo construir. La posición en la que nos encontramos hoy, es la siguiente: el proyecto está casi terminado, llegando a su última parte, con la cual se concluye. El autor cumplió su misión. Muchos hablan de misiones, con las cuales se visten, pero serian inútiles si no fueran llevadas hasta el fin. Podemos aquí hablar de misión porque ella fue cumplida. El autor terrestre hizo su parte. Al mismo tiempo él está terminando su vida, en la cual de este modo logró la finalidad. El primer acto del drama se cierra. Baja el telón v el autor, satisfecho, desaparece en la sombra. El anhela solamente que lo olviden, porque, terminado el trabajo, lo que tiene valor es la obra y no el obrero. En este momento él pide una gracia: que le sean ahorradas exaltaciones personales, honores inútiles, porque ellas pertenecen sólo a La Obra; pide que lo dejen retirarse en silencio del escenario del mundo para prepararse desde ahora a vivir el nuevo tipo de vida que lo espera en el más allá. Lo que queda es La Obra, que es lo que interesa más. Ella no es un producto muerto, de literatura, sino una semilla viva que cae en el terreno del mundo, para brotar. La vida la generó para que viva. Las ideas de La Obra fueron formuladas para ser transformadas en hechos. He aquí que surgen otros tipos de trabajadores: los hombres de acción, los realizadores. Le toca ahora a ellos cumplir el segundo acto. Hoy se realiza el pasaje de las manos del proyectista a las manos de los constructores. El primero terminó su parte y se retira. El momento actual es el de la entrega del proyecto. Es exactamente esto lo que estamos ahora, todos juntos, haciendo aquí en Brasilia. Hoy es el día de esta entrega. Desde este momento La Obra entra en una nueva faz que se desarrollará progresivamente como se desarrolló la primera para continuarla, empezando donde ella terminó. Tenemos así dos movimientos opuestos: el autor se aleja y desaparece, siguiendo en otro lugar su destino; y La Obra, como una criatura que acaba de nacer, empieza, por su cuenta, caminando por el mundo. Ustedes son los primeros obreros a los cuales La Obra está confiada. Es por ese motivo que estamos aquí unidos. Este encuentro tiene un importante significado precisamente por el hecho que en él se realiza este ofrecimiento nuestro. Es en esta noche que esto sucede. Trátase de la transferencia de las manos del compilador a las de sus herederos espirituales. Ofrecimiento gratuito para el bien de quien lo recibe. Esto está sucediendo en Brasilia, capital del Brasil, en el corazón del continente sudamericano. Como dice el título de la conferencia, este es nuestro ofrecimiento simbólico al Brasil y a los Pueblos de América I.atina. Aquellos que de otros países de América del Sur no han podido llegar hasta aquí personalmente, están espiritualmente presentes en esta hora, como dan testimonio las cartas y los mensajes por ellos enviados. Estas palabras nuestras les serán remitidas en su mismo idioma, y la distancia física no impedirá nuestra unión espiritual. Las fuerzas que han querido la realización de la primera parte del trabajo, es lógico que quieran ahora que se cumpla también la segunda parte, sin la cual la primera no tendría sentido. En el primer período, pruebas concretas nos han demostrado que este movimiento es voluntad del Alto, y que fuerza alguna puede pararlo. Se engaña aquel que confía en los métodos del mundo. Aquí no se trata de ruidosos y rápidos éxitos, de tangibles realizaciones inmediatas. Trátase de fenómenos de gran amplitud y por eso de lenta maduración; de realizaciones que no tienen prisa, como el hombre acostumbra tener, encerrado en una sola vida. Trátase de desarrollos que llegan de lejos en el tiempo y en el espacio, no necesitando por eso alcanzar rápidamente conclusiones, para que, quien sólo logra ver lo que está cerca, pueda apercibirse. Trátase de un movimiento profundo que está más allá del interés del individuo y del momento, y que va al encuentro de otros movimientos paralelos en el desarrollo de la historia. Entonces, cada uno, que cumpla espontáneamente su parte, para la cual se sienta llamado. Después llegarán otros y otros. El artífice de todo esto está en lo Alto y posee inagotables reservas de instrumentos humanos. Si así sucedió tendrá que seguir sucediendo en el futuro. He aquí lo que significa este ofrecimiento: significa una Obra ahora terminada y hoy la entrega a sus continuadores. Dos veces fue hecho este ofrecimiento, y dos veces providencialmente rechazado. Decimos ''providencialmente", porque cada rechazo le abrió las puertas para su mayor expansión. El primero, el rechazo de Roma, le abrió las puertas del Brasil; el segundo, de algunos en el Brasil, las de América Latina. Así la finalidad fue lograda, ¿Por qué? ¿Cuál sería esta finalidad?. Si el Comunismo representa la idea asiática, y la Democracia-Capitalista es la idea anglo-sajónica europea y norteamericana, he aquí que América Latina puede tener una tercera idea, suya. Idea cristiana como lo son los latinos hijos de Roma, idea basada no sobre problemas de expansión territorial o bélicos para hacer guerras, sino sobre principios espirituales para afirmar y difundir la paz. Por este motivo La Obra automáticamente se dirigió hacia el Brasil, de él desparramándose por la América del Sur. De hecho el plan de La Obra es totalmente pacífico, sus bases son evangélicas, sus conclusiones llevan a una moral de recíproca comprensión y colaboración Todo esto se coloca claramente en las antípodas del estado de guerra en el cual en el otro hemisferio, se debaten las dos más poderosas; naciones del mundo. En la realidad, el hemisferio norte es un terreno minado, y sobre él está suspendida, como una espada de Damocles, por un hilo el arma atómica. Muy importante puede ser en la vida el poder bélico y económico, pero el mundo necesita también de paz, sin la cual (si bien que con grandes trabajadores se produzca mucho), todo terminará siendo destruido. Se necesita sobre todo en este tiempo nuestro, en el cual el mundo vive bajo la continua amenaza de una guerra apocalíptica. Nuestra Obra enseña a vivir otro tipo de vida, basándose sobre principios de un nivel biológico más evolucionado, para llevar el hombre a un grado de civilización más adelantado, aquella que será la "Nueva Civilización del III Milenio" a la cual por la lógica de la vida, la humanidad no podrá dejar de llegar. El problema es práctico, utilitario. Trátase de ser bastante inteligente para llegar a comprender la ventaja de vivir orgánicamente, en el orden, y no en la lucha y en el caos; vivir de comprensión y coordinación de esfuerzos, y no de rivalidades y separatismo egoísta. Estas son las conclusiones de La Obra: en ella son demostradas las razones profundas de esas conclusiones hasta el origen de nuestro universo, tornando evidente, sin exigir actos de fe, el porqué de nuestra existencia, cuales son las leyes que la rigen y cómo el dolor deriva del hecho de no obedecer a ellas; explicando como funciona el inmenso organismo del todo, dentro del cual estamos situados y con el cual tenemos que coordinarnos, si no queremos sufrir. Cada error es como una enfermedad en este organismo, una enfermedad que duele, y que percibimos porque el dolor también lo es de cada célula de aquel organismo. Enfermedad es salir del orden. Entonces se puede establecer la equivalencia: orden en la Ley = felicidad; desorden fuera de la Ley = sufrimiento. Sabemos así porqué existe el dolor y cómo evitarlo. Su función es la de impulsarnos a volver al orden para nuestro bien, porque en el orden no hay dolor. La moral que de todo esto resulta, es racional, científica, demostrada, por eso no reducible, como se acostumbra a hacer, a la apariencia e hipocresía. Esta moral no es un producto empírico, fideístico, de uno u otro grupo, político o religioso, para interés suyo; por el contrario, es una moral universal, positiva, no conectada con intereses, verdadera en todo tiempo y lugar, sin evasiones, como lo son las verdades científicas. Nadie opina que la ley de gravitación pueda parar o no por el hecho de que se pertenece a uno u otro partido político, a una u otra religión. Así La Obra nos muestra una moral biológica que funciona para todos, créase en ella o no: una regla de vida armada de sanciones, que reacciona cuando la violamos, a la cual nadie puede huir, como no se puede evitar una enfermedad o parar una reacción química por el solo hecho de que se es adepto de una fe en lugar de otra. Hoy el hombre, como individuo y como sociedad, sufre inmensos dolores, como consecuencia de su ignorancia de estas leyes, que golpean a quien, por no conocerlas, practica el error de violarlas. Todo esto puede parecer hoy utopía de idealista. Pero la utopía de hoy en general se vuelve realidad mañana. El ideal es una anticipación de la evolución y en el mundo actual están prontos dolores inmensos para apresurar el desarrollo de la mente y la maduración de conciencia, lo que es necesario para llegar a la comprensión. He aquí el contenido y la finalidad de La Obra que hoy ofrecemos en este lugar. Por el hecho de que nos explica cómo funciona la vida, ella no puede dejar de ser, como la ciencia, imparcial y universal. Su objetivo no es el de juntar un grupo y con él luchar contra otros grupos para vencerlos, como es hábito en nuestro mundo; su método no es el de extenderse para dominar, lo que produce rivalidades y escisiones, sino es el de demostrar para convencer, lo que produce concordia y unificación. Por eso La Obra hoy no es ofrecida a un grupo particular. Ella no puede quedar encerrada en una de las divisiones humanas, en una determinado sector o partido, sea político o religioso, como no lo pueden las leyes de la vida y las verdades universales de la ciencia. No pretendemos colocarnos por encima de los grupos humanos, en nombre de Dios, como lo hicieron algunas religiones. Apenas nos encontramos fuera de ellos. Se explica así cómo no resultaron las tentativas de los grupos que trataron de absorber La Obra para sus finalidades. Ella no constituye una opinión particular, no es un acto de fe ciega, no es teoría para ocultar y defender intereses: es simplemente la explicación de cómo funciona la Ley de Dios en sus diferentes niveles; es sólo un pensamiento que, expresando verdades, quiere ofrecer conocimiento y la conciencia necesaria para una vida más elevada y, por eso, con menos sufrimiento. Por esta razón no sirven los poderes del mundo, sean políticos, económicos o bélicos, porque ellos no son más que engranajes de la máquina de Dios de la cual forman parte en calidad de subordinados, máquina que ya está funcionando y que no necesita del consentimiento humano para lograr sus objetivos. Quien entendió este mecanismo sabe donde pretende llegar la vida y fatalmente terminará llegando, dirigiendo con su inteligencia el hombre que ignora los objetivos que ella pretende alcanzar. Así La Obra que ofrecemos se fusiona totalmente con el fenómeno evolutivo y con el momento histórico en el cual se realiza, con pleno conocimiento de los objetivos que él quiere y que deberá lograr. En resumen, reunimos todas las distinciones humanas, que producen separaciones, y les decimos: no entramos en vuestro separatismo. Nuestro principio es la unificación. Pero no una unificación de grupo, basada en el sectarismo y proselitismo para luchar, esto es, para dividir y dominar venciendo a alguien, sino una unificación con la Ley de Dios, con su universal armonía y con su suprema orden. El hombre entiende por unificación un agrupamiento dirigido contra alguien. A esto están reducidas las religiones. Nosotros entendemos por unificación, una adhesión a la Ley de Dios, saliendo de todos los agrupamientos humanos que terminan por dividirse. El hombre que utiliza las cosas espirituales con el método sectarista, separatista y agresivo contra el prójimo, demuestra su involución. El hombre evolucionado, para no entrar en la lucha, se aleja de él en silencio, respetando su ignorancia. Un día, tratando de explicar este tipo de universalidad, me contestaron: "comprendo, se trata de un nuevo partido, el de los universalistas". Esto nos muestra como el hombre no sabe concebir sin ser en forma de separatismo egocéntrico, y cómo es difícil para él superar en sentido universalista unitario. Pero es precisamente en esta fundamental renovación de forma mental que consiste La Nueva Civilización del III Milenio, porque es de esta renovación que depende nuestra conducta y en consecuencia, toda la orientación de la vida y de la sociedad humana. Lo que más interesa al involucionado actual es la rivalidad y la lucha. Lo que más interesará al evolucionado de mañana, será, por el contrario, la unificación y la colaboración. Esta va a ser la mayor revolución de nuestro milenio. Es hacia ella que nuestra Obra nos dirige. Así, desde ahora, quien la entendió, empieza a practicar este nuevo método de vivir, que no es una egocéntrica voluntad de sobreponerse a los otros, sino de entenderlos para cooperar. Trátase finalmente de volver una realidad el Evangelio, hasta hoy reducido sólo a teoría y predicación, cuando dice: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". Con esta Obra nos proyectamos en el futuro. Ella fue escrita para las nuevas generaciones que vendrán, a las cuales la entregaréis a fin de que la vivan para su bien. Ustedes también tienen, y ellas con vosotros tendrán, una misión: la de la realización. Recordad sin embargo, que una misión no existe solo para hablar de ella, como se acostumbra hacer, sino para ser cumplida. Nuestro trabajo no es de palabras, sino de obras. Ahora el ofrecimiento está hecho. Del mismo modo que fue con el trabajo que se realizo la primera fase hoy terminada, será también con el trabajo que se podrá realizar la segunda aún por cumplir. Trátase de la construcción de sí mismo, pues el edificio a levantar es interior. Pero nada desciende del cielo en forma gratuita. Sea el individuo, sea la humanidad, todos tienen que subir la montaña de la evolución con sus propias piernas. Cambian los obreros y La Obra continúa. Yo os indiqué el objetivo. El hombre es libre y puede rehusar. Entonces nada recogerá y en lugar de ganar elevándose, quedará en las viejas posiciones atrasadas. Por eso hoy se trata de un ofrecimiento, no de un comando, esto es, un regalo que la vida ofrece para el bien de la humanidad: no es una imposición para constreñirla. Es una ayuda, un consejo, una invitación para evolucionar. La vida, en esta hora, desea convencer a quien tiene capacidad de comprender, desea mostrar el camino a los hombres de buena voluntad. Para quien no quiera comprender, la vida posee otros recursos que convencen mejor: ellos son una inmensa destrucción de guerra. Esto no es novedad en la historia de la evolución. El dolor será siempre el instrumento clásico con el cual la vida se hará comprender por aquellos que, con otro lenguaje no quieren entenderla, y así logra impulsarlos a evolucionar, obteniendo su salvación. Presentamos aquí la posición de La Obra frente a su futuro desarrollo y la función que aún tiene que cumplir; hemos explicado su contenido y el significado de este ofrecimiento simbólico nuestro, hecho hoy aquí en Brasilia, y dirigido al Brasil y a los pueblos de América Latina. Vamos a aclarar ahora aún mejor porqué todo esto sucedió y sucede, y se concluye hoy, en este momento y en este lugar. Todo esto corresponde a las actuales condiciones del mundo, y aparece para satisfacer una urgente necesidad. El desarrollo de la técnica está pronto para suministrar el bienestar material. Falta para completarlo y equilibrarlo, un correspondiente desarrollo moral y espiritual que lo dirija para el bien y no para el mal, lo que puede ser una ruina para todos. Si el hombre no llega a poseer estas otras cualidades, el progreso material puede terminar en un desastre, como hemos visto en los descubrimientos atómicos. Esta es la función salvadora de la tercera idea. Ahora bien, esta idea no es solamente, como explicamos antes, una verdad como tal para todos, por ser racionalmente positiva, biológicamente evolucionista, científicamente universal. Es también una idea cristiana. Lo es en el más profundo sentido unitario y sustancial, aquel para el cual se dirigen las filosofías y religiones de tipo cristiano en su trabajo de actualización; una idea entonces en la que se pueden reunir catolicismo, protestantismo, espiritismo y afines espiritualistas de fondo cristiano, un producto típico de la raza latina para la raza latina, llegado de Roma, nuevo modelo de la misma civilización cristiana que Roma ya ofreció al mundo durante dos milenios y que ahora se desplaza para otro centro, en el país que fue llamado de "Patria del Evangelio". Los síntomas y los efectos de esta nueva amplitud de visión, encaminada para la unificación de los hermanos separados, ya aparecieron en actitudes ecuménicas en el seno de la más dogmática de las religiones. Esta es la tendencia de nuestro tiempo. Otros menos ágiles llegarán más tarde, pero teniendo que progresar en el mismo sentido de la unificación. La verdad es que ya demostramos bien que la vida evoluciona cada vez más hacia mayores unificaciones. Lo vemos en la política del mundo, hoy reducido a dos o tres grandes naciones alrededor de las cuales se agrupan las otras. Esta tercera idea surge en un momento histórico gravísimo. Hace un siglo atrás ella no hubiera tenido sentido. Hoy los oídos están atentos en todo lugar y todo está en movimiento. Se vive una fiebre de renovación. En su mayor parte ella es de destrucción, como vemos en el existencialismo y semejantes teorías. He aquí que una idea reconstructora se vuelve un producto de la mayor necesidad, indispensable a la continuación de la vida, porque su vieja casa, dentro de la cual los hombres se han protegido durante dos mil años, ahora está cayendo de vejez, y terremotos de revoluciones mundiales la sacuden hasta los cimientos. La Obra que ofrecemos está proporcionada a nuestro tiempo, y este lo está en relación con La Obra. Todo está conectado, llega a su debido tiempo, hecho de partes correspondientes que se combinan unas con las otras. Todo esto permite suponer la existencia de un plan preestablecido, tanto más que no se podía preverlo cuando La Obra fue iniciada, y aparece visible solamente ahora después que el trabajo fue realizado. Otra mente que sabia, debe entonces haber preparado y organizado este trabajo. Y, si esta mente tanta cosa supo hacer hasta hoy, esto nos autoriza a creer que ella continuará sabiéndolo hacer en el futuro, porque es inadmisible que quien da prueba, en un determinado período, de ser inteligente, se vuelva de pronto lo contrario, y olvide el trabajo que cuidadosamente preparó. En estas afirmaciones quedamos presos a los hechos, porque queremos ser entendidos por las mentes positivas, permaneciendo positivos, como es necesario, a quien, no solamente cree, pero también debe realizar. Precisamente por el hecho que la composición de La Obra fue trabajo de parapsicología, tuve que imponerme una disciplina mental que cumpliese un continuo y riguroso control, que aconsejo a los que trabajan en este terreno, en el cual es fácil perderse en fantasías y aceptar por verdades aquello que es solamente producto del subconsciente. La verdad es que si yo tuviera que hacer una confesión, debería decir que quedo maravillado al verificar, no sólo en la composición de la Obra sino también en los hechos que determinaron su difusión hasta aquí, la presencia de una inteligencia dirigente y de una voluntad realizadora, sin la que todo lo que fue logrado hasta hoy, hasta este punto mayor aquí en Brasilia, no podría haber sido cumplido. También para los materialistas la lógica es lógica v los hechos son hechos. Es el conocimiento detallado del camino hasta hoy recorrido por La Obra, lo que me dice todo esto y que me permite concluir que sería absurdo haber sido efectuado para nada, sin que todo continuase desarrollándose hasta lograr sus objetivos. Ahora que el trabajo fue realizado, me pregunto cómo fue posible ejecutarlo, siguiendo un plan lógico de desarrollo, sin conocerlo con antecedencia, cómo fue posible llegar al punto conclusivo de este ofrecimiento en Brasilia, en el cual todo queda confirmado, cuando no se disponía de medios adecuados para llegar hasta aquí, por el contrario, todo parecía encontrarse en poder de discordantes voluntades ajenas, muchas veces dirigidas hacia objetivos bien distinto? Fue un camino tortuoso, a través de los más diferentes ambientes. Pero el punto de llegada fue alcanzado, sin contradicciones y desviaciones, sin concesiones y adaptaciones, camino rectilíneo en sustancia, a pesar de haber recorrido una floresta llena de obstáculos y engaños. El milagro fue el de haberlos vencido con la sincera simplicidad de un niño. ¡Que larga historia veo ahora detrás de mí! Es la historia de mi vida. Ahora observo que las afirmaciones sostenidas en el capítulo XIII, "Mi Posición", en uno de mis primeros libros de La Obra: "La Ascensión Mística", jamás cambiaron. Ellas fueron confirmadas en el libro "La Gran Batalla". Aquel método, que pareció locura para el mundo, de confiarse sobretodo a las fuerzas espirituales, se demostró experimentalmente válido y nos llevó hasta las conclusiones de hoy. Sin algo que se encuentre arriba de los comunes recursos humanos, todo esto no se puede explicar. Se cumple finalmente lo que fue dicho en el capítulo V de libro "Profecías", respecto a la "Función histórica del Brasil en el Mundo". Cuando escribí aquel capítulo no existía aun Brasilia y él nos explica porqué estamos hoy aquí, para cumplir este ofrecimiento nuestro de La Obra. Es con aquel libro "Profecías", que La Obra inicia la segunda parte que fue escrita en el Brasil y que por eso se llamó brasileña, siendo dedicada al Brasil. Hay una convergencia de muchos hechos para este momento que ahora vivimos. El termina un camino e inicia otro. Un pobre hombre que llegó de lejos, del centro de la civilización cristiana, viejo y agotado, entrega hoy el fruto de su vida a un mundo joven, inmenso, al cual pertenece el futuro. Esta semilla llevada por el viento de mil aventuras llegó hasta aquí y paró hoy en esta tierra virgen, en el centro de un nuevo continente. Mil acontecimientos milagrosamente concordaron para llegar a este resultado. El azar no podía producirlo. Esto no se puede explicar sino admitiendo que sea debido a la voluntad de Dios. Está claro que El quiere que esta semilla crezca v se desarrolle para la afirmación espiritual de esta nueva gran tierra, para que, ella también, en el III Milenio, cumpla su misión en el mundo, según su destino, que no es de guerra, sino un destino evangélico de bondad, de amor, de paz.