“Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual”.

Anuncio
DE LA REGIÓN VACCEA
A LA ARQUEOLOGÍA VACCEA
Fernando Romero Carnicero
Carlos Sanz Mínguez
(editores)
DE LA REGIÓN VACCEA
A LA ARQUEOLOGÍA VACCEA
Vaccea Monografías, 4
Fernando Romero Carnicero
Carlos Sanz Mínguez
editores
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Valladolid, 2010
Varios trabajos incluidos en el presente volumen se han desarrollado en el marco del Proyecto de
Investigación de I+D+i (2004-2007) Vacceos: identidad y arqueología de una etnia prerromana
en el valle del Duero (HUM2006-06527/HIST), del Ministerio de Educación y Ciencia.
Esta publicación ha contado con el apoyo financiero del Ministerio de Ciencia e Innovación a través de la Acción Complementaria para Proyectos de Investigación Fundamental no orientada
(HAR2009-07138-E) De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea.
© De la presente edición: Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de la Universidad de Valladolid
© Fernando Romero Carnicero y Carlos Sanz Mínguez, editores
© De los textos: los autores respectivos
Edita: Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de la Universidad de Valladolid
Colabora: Ministerio de Ciencia e Innovación
Maquetación y diseño: Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de la Universidad
de Valladolid y Eva Laguna Escudero
Impresión: Ochoa Impresores
Impreso en España - Printed in Spain
ISBN: 978-84-7359-666-4
Depósito Legal: VA-9060/2010
LOS VACCEOS A TRAVÉS DE LAS FUENTES:
UNA PERSPECTIVA ACTUAL*
EDUARDO SÁNCHEZ-MORENO
Universidad Autónoma de Madrid
“Las conclusiones deducidas del estudio de las fuentes en relación a la cronología absoluta de los espacios, horizontalmente
considerados; las derivadas de la estratigrafía, en relación a su tipología y cronología relativa; las deducidas del estudio del hábitat
y comarca, en orden a la fijación de poblaciones y a su distribución,
así como la gran demografía que superó la de todas las etapas anteriores estableciendo la denominación de los lugares (…), nos señalan la presencia de un pueblo que desde los finales del siglo IV
a.C., aparece definido en la que llamamos, desde un punto de vista
geográfico-histórico, la región vaccea. Queda en pie una cuestión
trascendente, la distribución peninsular de estas tipologías y su cronología inicial para cada lugar. En suma, el fondo étnico y la difusión del llamado celtiberismo. A través de este encaje de hechos,
podrá explicarse en un futuro el valor de la romanidad vaccea”.
(Wattenberg, 1959: 180)
“Los vacceos sobresalieron entre todos por sus tradiciones comunitarias. No sabemos bien sus hábitos internos, aunque no son
* Este trabajo se enmarca en el Proyecto de Investigación HAR2008-02612 financiado
por el Ministerio de Ciencia e Innovación.
65
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
difíciles de adivinar, pero sí hay testimonios suficientes de su forma
de trabajo productivo que ha venido distinguiéndose entre los demás
por su comunitariedad. Si la vida gentilicia tiene que ver con las
costumbres comunales, entonces ya no cabe duda que los vacceos
conocieron profundamente las estructuras de las gentilitates. (…)
Los vacceos constituyen un pueblo original dentro de la meseta. (…)
Poseen una estructura social de raigambre gentilicia y ejercen un
tipo de economía tan singular que les lleva a sobresalir por encima
de otros grupos del centro. Su forma de vida y de sociedad les hace
fuertes para establecer pactos continuos con sus vecinos y con los
romanos. Su dedicación al trabajo provoca que los pobladores de
las inmediaciones y los ejércitos que se mueven por la región miren
con cierta codicia sus campos. Su cultura es tan desarrollada como
para crear urbes de importancia histórica”.
(González-Cobos, 1989: 87-88, 240)
“Esta es la imagen que los textos clásicos nos revelan de los
vacceos. La de un pueblo sobre un terreno abierto y transitable, meta
de expediciones de fuerza cartaginesa, solidario y fraterno con los
numantinos en su guerra contra Roma y, de esta suerte, azotado por
los romanos con campañas destructivas para sus ciudades y campos
de cereal. Además de estimando a sus guerreros hasta hacer de su
muerte un rito expositorio, los vacceos se asoman en las fuentes con
un singular sistema de explotación agrícola y con un dilatado mosaico poblacional de ciudades afianzadas. Resultan muy indicativas
las calificaciones de culto, urbano, respetuoso u organizado, que las
fuentes desprenden de estas gentes. Esto es ya un punto a su favor.
Por ello mismo, pasando la oración a pasiva, sorprende en primera
instancia pero alcanzamos a comprender después, la escasísima
atención que les presta Estrabón –compárese con la anécdota burlesca que el de Amasia dedica a los vetones (Estrabón, III, 4, 16) y
todo lo que ello lleva implícito, o más aun con las descripciones en
nada inocuas de los pueblos más norteños (Estrabón, III, 3, 7-8).
(…) la larga tradición de contactos culturales, remontables siglos
atrás, que los vacceos históricos establecen con otros ámbitos meseteños y extra-meseteños, entre los que hay que incluir interacciones diplomáticas y prácticas comerciales, modelan la personalidad
66
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
de un pueblo que a la luz de los textos clásicos se nos presenta, además de con personalidad y brío, con un considerable desarrollo”.
(Sánchez-Moreno, 1998: 67)
“Unos rasgos de poblamiento y organización urbanísticas [en
el área vaccea], como los que acaban de consignarse, rompen drásticamente con la imagen de primitivismo que normalmente se venía
manteniendo para estas regiones. Ha quedado plenamente demostrada la peligrosidad que representa la literal reproducción de ciertos pasos proporcionados por los autores clásicos, pues no siempre
están en condiciones —y, desde luego, tampoco es su cometido—
de aproximarnos bases firmes para la reconstrucción de algunas importantes facetas culturales del pasado de estos pueblos, como lo es
entre ellas el poblamiento. Se hace difícil ya seguir a determinados
autores —pensamos ante todo en Estrabón— que ante estas demostraciones de capacidad organizativa por parte de algunas comunidades, se limitan a reflejar la contraposición entre las
‘civilizadas’regiones mediterráneas y la ‘embrutecida’Meseta y septentrión, exponer discutibles opiniones acerca del escaso margen de
influencia que las civitates llegaron a alcanzar en estos medios
agrestes o, en fin, urdir llanas simplezas relativas a algunas costumbres ofensivas al delicado gusto grecolatino aplicadas a sus pobladores. (…) Las demostraciones de su poblamiento, el más
desarrollado en nuestra opinión de cuantos estudiamos y con una
organización urbanística que, aunque en absoluto pretendemos equiparar a otros sectores hispanos de mayor tradición politana, sí debe
valorarse en sus justos términos en relación con algunos inveterados parámetros, acaban drásticamente con la imagen de un mundo
bárbaro, depauperado y tribalizado”.
(Gómez Fraile, 2001a: 150-151)
“Vistas así las cosas, las gentes del Soto, o al menos una parte
de ellas, no serían sino los ancestros directos de los vacceos, por
más que, desde el punto de vista arqueológico, muestren ciertas diferencias materiales y culturales entre sí; sabemos que los poblado-
67
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
res del Duero medio son, desde finales del siglo III a.C., ese grupo
étnico al que los escritores antiguos llaman vacceos, pero la Arqueología nos enseña también que son las mismas gentes que encontramos en la Región desde, como mínimo, finales del siglo V a.C.
y, como se desprende de lo dicho, desde mucho antes, con bastante
probabilidad”.
(Romero y Sanz, 2007: 41)
Historiografía y metodología
Cual mojones de un camino, los pasajes anteriores dan selectiva
muestra de los enfoques y las deducciones que el avance de la investigación en los últimos cincuenta años ha ido deparando en el estudio de
los vacceos, los pobladores de la cuenca central del Duero en la Edad del
Hierro y bajo dominio romano. Lo que hoy sabemos del territorio, la
historia o las formas de vida de los antiguos vacceos, como igualmente
las dudas que persisten y empero suscitan el avance de la ciencia, son el
resultado del diálogo intelectual establecido entre, parafraseando a M.I.
Finley (1986), el historiador y sus fuentes. Esto es, la interacción entre
los registros de información disponibles (sin menoscabo de su carácter
primario o secundario y de la naturaleza literaria, arqueológica, iconográfica, paleoambiental o meramente historiográfica de los datos) y la
hermenéutica sobre ellos ejercida por quienes, con diversos métodos y
ópticas científicas, analizan el pasado. Por cierto, no está de más recordarlo, la lectura del pasado se hace irrenunciablemente desde el presente,
el del historiador y su tiempo, con sus inquietudes y técnicas, lo que inevitablemente perfila la aproximación al objeto de estudio. Pero en ocasiones, y esto segundo parece sin duda más pernicioso, la interpretación
del pasado no sólo se fragua desde el presente sino también para el presente, abriéndose así camino a la maniquea instrumentalización de la
historia. Sirva este excurso para subrayar que historiografía y metodología -contextuales, adaptativas y cambiantes- van de la mano en el proceso investigador de la humanidad, desde Heródoto a la globalización de
Internet. Y que lo que ahora nos ocupa, hacer una valoración o puesta al
día de los vacceos a partir de uno de sus registros de información, las
fuentes clásicas, exige tener en cuenta, amén de la exégesis de los testi-
68
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
monios primarios, las aportaciones de los autores modernos. Abriendo
surco unos, renovando el camino otros, escrutando sendas complementarias los más intrépidos, todos han contribuido al avance de la investigación. De ella no sólo forma parte el poso crítico de cada autor, sino
también el bagaje intelectual y técnico, la teoría y el material de sus entornos. Son los marcos que ciñen al retratista y su retrato; el encuadre,
en definitiva, de la fotografía. No olvidemos que como dinámica diacrónica, la investigación alcanza su pleno resultado cuando atiende la
totalidad del proceso historiográfico que lleva a la formulación de sucesivas hipótesis.
Se entenderá así que, fijándonos en las citas que prologan este trabajo y empezando por el pionero prospector de la región vaccea, F. Wattenberg, cuya seminal obra cumple ahora medio siglo (Wattenberg,
1959), la originalidad de su planteamiento resida en la atención al medio
físico como escenario histórico. Se entreven en esta aproximación los
principios de la Geografía regional que la escuela de Annales llevaba
aplicando al análisis histórico. Una corriente que desde Francia, tímidamente, empezaban a calar en jóvenes investigadores españoles de la
posguerra como J. Vicens Vives (Aguirre Rojas, 1999: 117-140; Cuenca,
1999: 199-200). En el caso de F. Wattenberg, la innovación era si cabe
mayor al llevar el análisis del territorio al ámbito de la Prehistoria e Historia Antigua para integrarlo con la información literaria y arqueológica,
a pesar del exiguo conocimiento de esta última. En sus propias palabras,
“este estudio horizontal [en el sentido de geográfico] ha permitido mostrar con seguridad lo que en otras partes de la Península es conocido y
que aquí no se hallaba: una distribución del hábitat y una correspondencia del mismo con las fuentes literarias; por lo tanto, un campo arqueológico organizado” (Wattenberg, 1959: 5). Se inauguraba así una
aproximación espacial y poblacional a las culturas protohistóricas que,
en el caso de la arqueología de los vacceos, no ha hecho sino continuarse
y consolidarse especialmente en las dos últimas décadas (Romero, Sanz
y Escudero, 1993; Sacristán, 1994; 1995; 1997; Sacristán et alii, 1995;
Delibes, Romero y Morales, 1995; Sanz y Romero, 2007a).
Mientras tanto, el correr de los años trae o mantiene otras tendencias. Así, exactamente tres décadas después de la publicación de La región vaccea de F. Wattenberg ve la luz la monografía de A.M.
González-Cobos, titulada, Los vacceos. Estudio sobre los pobladores
del valle medio del Duero durante la penetración romana. Con base en
69
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
las fuentes clásicas y epigráficas, la obra se centra, en efecto, en las
transformaciones socioeconómicas derivadas de la presencia romana en
el corazón duriense (González-Cobos, 1989). Como deducirá el lector
del segundo de los pasajes arriba extractado, la autora refrenda el paradigma gentilicio que, avanzados los años ochenta del pasado siglo, servía aún para definir las sociedades prerromanas desde el campo de la
Historia Antigua más filológica. Sin desligarse de la caracterización primitivista y tribal de los pueblos hispanos heredada de A. Schulten, González-Cobos asume los postulados del materialismo histórico que M.
Vigil y sus discípulos habían introducido en el debate de las sociedades
antiguas peninsulares años antes (Vigil, 1963; cfr. Salinas, 1979; 1989a;
Lomas, 1980; 1990). Principal leitmotiv de dicho debate será la gradual
disolución del ordenamiento gentilicio (y en el caso vacceo, explícitamente, del sistema colectivista de la propiedad al que aludiría Diodoro
de Sicilia) por efecto de la romanización. La autora mantiene estas premisas en un trabajo que, aferrado a planteamientos ya algo obsoletos en
el momento en que ve la luz (González-Cobos, 1989: 180-194, 213-222;
cfr. González-Cobos, 1990; 1993-1994), adolece de crítica en el tratamiento de las fuentes clásicas (González-Cobos, 1989: 17-18, 35-42).
Precisamente, la revisión desde finales de los años noventa de la
tradición literaria sobre los pueblos prerromanos y su contraste con el registro arqueológico de poblados y necrópolis, ha propiciado una renovación en la aproximación a las comunidades de la Edad del Hierro. Para
el ámbito indoeuropeo o céltico en el que se integran las tierras meseteñas, las propuestas entre otros de J.M. Gómez Fraile (2001a; 2001b) y
E. Sánchez-Moreno (1998; 2000a; en último lugar, 2008a) señalan un
punto de inflexión en este sentido, si bien trabajos precedentes habían
planteado ya la conexión entre arqueología y fuentes en el acercamiento
a los vacceos (Domínguez, 1986-1987; 1988; Salinas, 1989b; Mañanes,
1991). Es esta orientación revisionista, integradora y crítica la que consideramos hoy más adecuada para abordar el estudio de los pueblos prerromanos, a pesar del no siempre fácil diálogo entre Historia Antigua y
Arqueología (Finley, 1986: 37-43; Knapp, 1998; Laurence, 2004). En
ella tres aspectos resultan esenciales.
En primer lugar, desde el punto de vista metodológico, el enfoque
interdisciplinar que toma en consideración la suma de evidencias disponibles (literario-epigráficas, arqueométricas, paleoambientales…) y
no sólo las de un determinado registro. Esto último había dado lugar a
70
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
una dualidad discordante y empobrecedora cual era tener que optar entre
la tentativa arqueológica o la tentativa filológica para estudiar los pueblos prerromanos de la Península Ibérica. Elegir, en suma y para que resulte gráfico, entre Estrabón o los ajuares funerarios, entre las
inscripciones latinas de tradición indígena o la arquitectura de los castros, negando puentes entre ellas. En los planes de estudio universitarios el mejor ejemplo de este divorcio era y aún sigue siendo la distinta
—y distante— caracterización de las sociedades protohistóricas según se
aborden en programas de asignaturas de Prehistoria (al final de los mismos: la Edad del Hierro) o de Historia Antigua de la Península Ibérica
(al principio de los mismos: sustrato indígena). Detrás de ello subyace,
además del peso de distintas tradiciones investigadoras, un esquematismo docente y académico que encaja mal con la transversalidad y el dinamismo de la Protohistoria. Un esquematismo, duele reconocerlo, aún
no del todo resuelto.
En segundo lugar, pasando ahora a los aspectos analíticos, es indispensable la disección de los estereotipos sobre los bárbaros hispanos
presentes en el discurso historiográfico grecolatino, en el que como veremos tienen su razón de ser y cabida en tanto productos culturales de
un determinado tiempo, en tanto percepciones o verbalizaciones de una
forma concreta de entender la ecúmene y sus protagonistas (Plácido,
1993: 168-169). El hecho de que el devenir azaroso de los tiempos haya
convertido estos testimonios en fuente histórica, no significa que sean incuestionables o absolutos, ni que transmitan la historicidad de los hechos en estado puro, como entendían los historiadores positivistas. Muy
al contrario, el legado literario antiguo está necesitado de un ejercicio de
decodificación, de un análisis hermenéutico que extraiga su significado
como fuente. En efecto, volveremos sobre este particular más adelante.
Y en tercer lugar y en paralelo al ejercicio de descontaminación
de los textos clásicos, para una correcta valoración del tiempo protohistórico es indispensable contemplar los marcos medioambiental, cultural
y tecnológico correspondientes. Ello exige una aproximación analítica
a los espacios materiales y sus asociaciones, lo que conjugado con otros
registros y sirviéndonos de modelos teóricos y analogías, permite advertir la complejidad inherente a las sociedades de la Edad del Hierro
(Hill y Cumberpatch, 1993; Wells, 2002: 335-336), a pesar de las dudas
que aún persisten sobre su funcionamiento real (Hill, 2006). Es así como,
integradamente, se obtiene una imagen más matizada y cabal de las gen-
71
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
tes prerromanas. En el caso de los vacceos, tal y como inciden las citas
de E. Sánchez-Moreno y J.M. Gómez Fraile recogidas al principio, esta
relectura muestra a las claras el desarrollo urbano, económico y sociopolítico que caracteriza a las gentes de la cuenca central del Duero en
vísperas de su encuentro con Roma (Romero y Sanz, 1997; 2007; Sánchez-Moreno, 1998-1999; 2002; Gómez Fraile, 2001a: 139-151; Sanz y
Martín Valls, 2001; Romero et alii, 2008: 683-702).
Es de justicia reconocer que la revalorización de los vacceos, o
más propiamente de la cultura vaccea, se apoya y posibilita en los resultados de las investigaciones arqueológicas promovidas en los últimos
veinticinco años tanto por el Servicio de Arqueología de la Junta de Castilla y León, como por el Departamento de Prehistoria y Arqueología de
la Universidad de Valladolid. Y desde su creación en 2001, por el Centro de Estudios Vacceos “Federico Wattenberg” de dicha universidad,
que ha focalizado su actuación en el área arqueológica de la antigua ciudad de Pintia, correspondiente al conjunto de yacimientos de Las Quintanas, Las Ruedas y Carralaceña entre Padilla y Pesquera de Duero
(Valladolid) (Sanz et alii, 2003a; Sanz y Romero, 2005). La identificación de un patrón de asentamiento nuclearizado y distintivo –con los vacíos vacceos como yermos dispuestos fronterizamente entre los oppida(Sacristán, 1989; 1994; 1995; San Miguel, 1993; Sacristán et alii, 1995),
el ordenamiento urbano que denotan los hábitats de mayor categoría (del
Olmo y San Miguel, 1993; San Miguel, Arranz y Gómez, 1995; Centeno
et alii, 2003; Sanz y Romero, 2007b: 59-67), un ritual funerario cada
vez más significado según pone de manifiesto la paradigmática necrópolis de Las Ruedas (Sanz, 1998; Sanz y Velasco, 2003: 145-247) o la
etnogénesis de continuidad entre la cultura Soto del Hierro Antiguo y el
mundo vacceo que eclosiona en el siglo IV a.C. (Delibes et alii, 1995:
59-88; Sacristán, 1997; Fernández-Posee, 1998: 155-162; Romero y
Sanz, 2007: 26-41), y así lo compendia la última cita que sirve de preámbulo, son algunos de los patrones que mejor definen hoy la arqueología vaccea. Por lo demás, se trata de un conjunto cultural con señas de
identidad reconocidas en una serie de manufacturas y decoraciones tenidas ya por típicamente vacceas. Entre ellas deben señalarse las cerámicas elaboradas a mano que mezclan motivos peinados e impresos
(Sanz, 1998: 245-272; 1999), producciones alfareras singulares como
las cajitas tetrápodas o las sonajas (Wattenberg, 1960-1961; 1965; Martín Valls y Romero, 1980; Sanz, 1998: 314-336), el puñal del tipo Monte
72
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Bernorio (Sanz, 1990; 1998: 427-440), joyas de manifiesta personalidad como son torques funiculares y brazaletes espiraliformes (Delibes et
alii, 1993), o la iconografía zoomorfa cenital representada en diversos
soportes (Romero y Sanz, 1992; Blanco, 1997; Sanz, 1998: 440-444). En
fin, qué duda cabe que los vacceos gozan de buena salud arqueológicamente hablando. Pero vayamos por partes y tornemos a la obra del maestro que aquí recordamos.
Fig. 1. Portada del libro
de F. Wattenberg, La
Región Vaccea. Celtiberismo y romanización en la cuenca
media del Duero (Madrid, 1959).
73
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Federico Wattenberg y el bautismo de la Región vaccea
Como ya se ha dicho, debemos a F. Wattenberg la enunciación de
la “región vaccea” como sujeto historiográfico de la Hispania antigua.
La contempla, en el trabajo que supuso su tesis doctoral, como una unidad geohistórica definida por dos variables, el suelo y la etnia, determinantes a la postre del primer poblamiento estable reconocible en el
territorio articulado por el eje Duero-Pisuerga (Wattenberg, 1959: 9; cfr.
Romero y Sanz, 2009). Deudor de las corrientes invasionistas celtas omnipresentes en su época, considera a los vacceos un pueblo de origen
danubiano e influencia véneto-iliria que a finales del siglo IV a.C. se
configura poblacionalmente en la cuenca central del Duero (Wattenberg,
1959: 18, 27-31, 179-180). Estrechamente emparentados con los arévacos hasta el punto de hablar de una “cultura vacceo-arévaca”, F. Wattenberg condensa el desarrollo de los vacceos en dos etapas: la indígena,
definida por la fijación de los primeros hábitats y un celtiberismo cultural; y la propiamente histórica, derivada de la presencia romana y en
la que florecen las ciudades y vías de comunicación adscritas por las
fuentes al territorio vacceo. Si en lo pragmático destaca su atención al
medio físico, el manejo cartográfico y toponímico y una incipiente labor
de prospección arqueológica y sistematización de yacimientos y materiales de la Edad del Hierro, en lo interpretativo el discurso de F. Wattenberg está sometido al dictado de las fuentes clásicas, que son quienes
articulan la “historia vaccea” (Wattenberg, 1959: 31-47). Ello alcanza
su cenit en las conclusiones del estudio. En ellas, los repertorios arqueológicos y las escasas estratigrafías disponibles (como la del Soto
de Medinilla, que empieza a excavarse en 1956 aunque se trata de un yacimiento conocido desde antes: Barrientos, 1933-1934; Palol, 1958) se
supeditan a la cronología absoluta de los episodios de la conquista romana consignados en las fuentes (Wattenberg, 1959: 177-178, 181,
fig.15). Así, la célebre expedición de Aníbal contra las ciudades de Helmántica y Arbucala (220 a.C.), o las de Lúculo (151 a.C.) y Escipión
Emiliano (134 a.C.) asolando el campo vacceo para bloquear el suministro a los numantinos, marcan la pauta en la clasificación cronológica
de los materiales cerámicos de finales de la II Edad del Hierro. Mientras
que posteriormente, la acción de Metelo contra un grupo de vacceos y
celtíberos sublevados (56 a.C.), o las campañas iniciales de Augusto
contra cántabros y astures (29-25 a.C.), establecen el horizonte de romanización de los yacimientos vacceos.
74
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Esta lectura —indudablemente forzada— de la cultura material
desde el prisma de las fuentes clásicas es lo que M. Crawford y A. Snodgrass denuncian como falacia positivista, a saber, el recurso automático
de buscar en las fuentes históricas una legitimación del dato arqueológico (Crawford, 1986: 142-146; Snodgrass, 1990: 50-53; cfr. Domínguez, 1991: 16). Se trata de un vicio de la llamada arqueología filológica
latente hasta no hace mucho en la investigación española. Consiste éste,
es fácil observarlo, en primar o sobrevalorar la tradición historiográfica
grecolatina —que juega el papel de hilo histórico, no de fuente o expresión cultural— hasta el punto de someter el registro arqueológico al
discurso cronohistórico de las fuentes. Con otras palabras, el dato arqueológico no es hábil ni estimable si no tiene corroboración en las fuentes. Es como si, hiperbolizando los ejemplos, los yacimientos vacceos
interesaran sólo si constatan el marfil de los elefantes de Aníbal, los graneros colectivistas, el nivel de destrucción causado por Lúculo, el rastro de los incendios de Escipión, las monedas acuñadas por Augusto o
la inscripción que demuestre que estamos en la antigua Intercatia. La
clave para dilucidar este entuerto, verdadero desencuentro entre textos
y arqueología, estriba en reconocer que cada fuente dispone de su pro-
Fig. 2. Esquema cronológico de la II Edad
del Hierro en la región
vaccea con base en las
campañas militares romanas, según F. Wattenberg (1959: 181).
75
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
pia lógica, de su propio lenguaje interno como enseguida veremos. Y
que el imperioso empeño en casar evidencias de distinta naturaleza,
como si de unir parejas se tratara, por no hablar de la supeditación de un
dato o tipo de aproximación frente a otros, no hacen si no sesgar, cuando
no manipular, la interpretación del registro.
Al margen de estos defectos metodológicos deducidos como tal
muchos años después de su formulación, es incuestionable la deuda contraída con F. Wattenberg. Así lo reconoce la moderna investigación arqueológica, para quien el conocimiento sobre el pueblo vacceo sienta
sus bases todavía hoy sobre buena parte de los presupuestos wattenbergianos, pese a que algunas de sus opiniones —sobre todo las que atañen
a los modelos invasionistas o a su encorsetado esquema cronológico vinculado a las campañas militares romanas— hayan sido expresamente
rechazadas u olvidadas (Sanz, 1998: 11). Su prematura muerte (a los 44
años) acaba con un potencial investigador que no encuentra reflejo en las
escuetas líneas que le dedica el reciente Diccionario histórico de la arqueología en España (Díaz-Andreu et alii, 2009: 705-706); sobre todo
si se compara con semblanzas más nutridas desde la perspectiva de la
contribución de F. Wattenberg al patrimonio arqueológico y museístico
castellano, su visión integral y continuista del pasado, o sus excavaciones en yacimientos de la enjundia de Soto de Medinilla, Simancas o Numancia (Delibes, 1993; Wattenberg García, 2004: 194-196; 2008;
Romero y Sanz, 2009).
De la narración a la definición de los vacceos o la inevitable secesión entre textos y arqueología
Es cierto que en las cuatro décadas que van desde la publicación
de La región vaccea a finales de los años noventa, los estudios sobre los
vacceos han seguido caminos divergentes en función de sus planteamientos de partida y de los materiales empleados en su análisis. Así, por
un lado, a partir sobre todo de los años ochenta se avanza notablemente
en el conocimiento de la Edad del Hierro del valle del Duero, incrementándose el número de yacimientos soteños y profundizándose en la
secuencia cultural y definición arqueológica del grupo aún llamado “arévaco-vacceo” o “duriense” (Palol y Wattenberg, 1974; Mañanes, 1979;
1983; Romero, 1985; Martín Valls, 1985; 1986-1987; Sacristán, 1986a;
1986b; 1989; Delibes y Romero, 1992; Martín Valls y Esparza, 1992).
76
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Como ya se ha indicado, esta trayectoria se acrecienta en y desde los
años noventa sobre la base de proyectos de investigación más ambiciosos e interdisciplinares. Además de ampliarse las secuencias estratigráficas de algunos yacimientos emblemáticos y de perfilarse las dinámicas
de un poblamiento vacceo cada día mejor definido (Sacristán, 1994;
1995; 1997; Sacristán et alii, 1995), los nuevos proyectos integran en
sus conclusiones análisis antropológicos, arqueobotánicos, arqueofaunísticos y de residuos orgánicos, enriqueciendo con ello cualitativamente
el panorama interpretativo (Romero, Sanz y Escudero, 1993; Delibes,
Romero y Morales, 1995; Sanz y Romero, 2007a). Se forja así la arqueología vaccea del siglo XXI, una de las más pujantes en la reciente
investigación de la Edad del Hierro.
Mientras tanto, en esas mismas décadas los trabajos de Historia
Antigua, más inmovilistas debido acaso a las reducidas posibilidades de
aumentar el caudal de materiales primarios, inscripciones latinas aparte,
se centran en el amplio apartado de “indigenismo y romanización” en la
región del Duero. El mismo se aborda frecuentemente desde una acotación provincial o autonómica que no deja de implicar cierto sesgo al tratarse de demarcaciones administrativas difícilmente ajustables a la
territorialidad antigua. Dentro del apartado de “indigenismo y romanización” adquieren protagonismo tres subtemáticas: 1) el proceso de conquista y la administración romana, siguiendo una dilatada tradición
historiográfica (Mangas y Solana, 1985; Salinas, 1986; 1995; González-Cobos, 1986-1987; 1988; 1989; Roldán, 1995; 1997); 2) la pervivencia de estructuras sociales indígenas reconocidas epigráficamente,
con hallazgos tan interesantes como la tabula hospitalis de Montealegre
de Campos, que descubre la cognatio Magilanicum (Albertos, 1975;
1981; González, 1986; Balil y Martín Valls, 1988; González y Santos,
1994; Salinas, 1994; González-Cobos, 1995-1996); y 3) el estudio de la
red viaria y las ciudades hispanorromanas en territorio castellano-leonés,
con base en la información de las fuentes (Plinio, Tolomeo), los itinerarios y la epigrafía miliaria (Mañanes y Solana, 1976; 1985; Solana,
1994-1995; cfr. TIR K-30: passim). Las tres temáticas siguen siendo objeto de atención hoy en día (Hernández Guerra y Sagredo, 1998; Hernández Guerra, 2002; 2007; Curchin, 2004; Solana y Sagredo, 2006).
Teniendo en cuenta la diversificación existente entre la Arqueología protohistórica y la Historia Antigua, la exégesis de los vacceos se ha
venido haciendo conforme a dos patrones. Bien literariamente, esto es,
77
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
desde el relato del avance militar romano en el territorio y el consiguiente impacto, transformación e integración de las comunidades locales en el Imperio romano: lo correspondiente al estadio de los vacceos
“históricos”, en contacto con Roma o romanizados. Bien arqueológicamente, así pues desde la caracterización de sus formas de vida a partir
de la información deducida de hábitats, necrópolis, repertorios ergológicos y análisis paleoambientales: lo aplicado en esencia a los vacceos
prerromanos, indígenas o de la Edad del Hierro. Así pues, vacceos narrados frente a vacceos fosilizados. Gentes sobre el papel (representadas
desde la óptica de los autores griegos y romanos) frente a huellas de gentes (que aproximan cómo vivían y morían quienes las dejaron tras de
sí). Si en la primera tendencia, la literaria, prima el discurso de las historias militar y político-administrativa o los debates de corte socioeconómico (la disolución del ordenamiento gentilicio y el colectivismo
agrario como temas recurrentes); en la segunda, la arqueológica, lo habitual son los análisis de yacimientos y comarcas, las tipologías de materiales (cerámicas, armas y objetos de adorno) o la formación del
sustrato. Sin embargo, pocas veces se ha abordado el estudio de los vacceos, de los pueblos prerromanos en suma, desde la integración de diversos registros y enfoques. O cuando se ha hecho los resultados no
siempre son óptimos. Como decíamos líneas atrás, ello se debe en buena
parte al peso de las diversas tradiciones y a la falta de diálogo entre disciplinas académicas. La Prehistoria por un lado, la Historia Antigua (entendida fundamentalmente como Antigüedad romana) por otro. Y la
Protohistoria de por medio, adscribiéndose a una u otra según se opte por
una aproximación más filológica o más material. Ello ha convertido a la
Protohistoria en una suerte de hiato unas veces, de comodín historiográfico otras, cuando en realidad se trata de un período crucial en la progresión interna e interacción de las primeras comunidades estatales
(Gracia y Munilla, 2004: 13-17).
De este estado de cosas resultan, y la investigación ha seguido tradicionalmente, tres modus operandi u orientaciones en el estudio de los
pueblos prerromanos, ninguna de las cuales brinda a nuestro juicio solución.
1) La jerarquización o imposición de un registro informativo sobre
otro, habitualmente –aunque no siempre- subordinando la arqueología al
discurso de las fuentes clásicas. Se trata del esquema o falacia positivista
a la que ya nos hemos referido, bien representado en la lectura histori-
78
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
cista que F. Wattenberg, según lo corriente en su época, hace de la secuencia arqueológica vaccea.
2) La definitiva ruptura o disyunción de tendencias metodológicas, la histórico-filológica por un lado, la arqueológica por otro. Se siguen así caminos separados y en ocasiones excluyentes en la particular
travesía del desierto que en tal sentido representan las décadas 19601990.
3) Más excepción que norma, la exposición colateral de evidencias
materiales y literarias, yuxtaponiéndose o cruzándose los datos pero rara
vez engranándose críticamente en el relato de los hechos históricos o en
el análisis de los procesos culturales. Se trata de trabajos que, aun meritorios, anteponen lo descriptivo-recopilatorio (“las fuentes dicen”) a
lo analítico-interpretativo (“de las fuentes se infiere”).
Reconducir la arraigada secesión entre textos y arqueología es una
tarea que requiere buenas dosis de perspectiva, reflexión y voluntad.
Casi de veinte poemas de amor y una canción desesperada, si se me
permite el guiño nerudiano.
Historiando a los pueblos prerromanos: códigos, preguntas e inferencias
Y a las fuentes hemos llegado. A pesar del nostálgico neopositivismo constatable aún en algunos pocos autores, hoy está plenamente
asumido que las fuentes escritas no son la historia sino una expresión
de la misma. Es decir, constituyen percepciones de lugares, hechos y
gentes transmitidas por observadores o analistas cuyas obras han llegado hasta nosotros. Si el legado literario antiguo es en general exiguo,
muy pocos son los textos que conservamos sobre la Península Ibérica en
la Antigüedad. De ellos sólo una parte contienen datos que hoy calificaríamos de historiográficos, tratándose por lo demás (salvo la Geografía de Estrabón, que se conserva íntegra) de fragmentos o interpolaciones
contenidas en la obra de autores posteriores. No hay dudas de que la
parquedad documental es el primer problema al que debe enfrentarse el
historiador de la antigüedad; precepto que no por repetido deja de ser
cierto. Pero, regresando a lo que nos ocupa, lo que las fuentes proyectan no es una visión aséptica, como tampoco una imagen mecánica de
la realidad que contemplan. Más bien se trata, como ya se ha dicho, de
percepciones que responden y son producto de las coordenadas tempo-
79
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
rales, intelectuales y políticas que envuelven a quienes expresan tales
testimonios. Trátese de geógrafos o historiadores, filósofos o eruditos,
militares o estadistas, cronistas o epitomistas…, los perfiles habituales
de los escritores antiguos. Entendiendo por tanto que estamos ante productos culturales de un determinado tempus, ante una particular forma
de mirar, estamos obligados a contextualizar la información de las fuentes para extraer su pleno rendimiento. Este posicionamiento crítico debe
llevar a preguntarnos por los objetivos e intereses que mueven al autor
antiguo, por su experiencia, rigor y fiabilidad, por sus tópicos y silencios,
por lo que esperaban de él sus lectores… En fin, por los prejuicios de la
época que hayan podido quedar reflejados en su obra (Morley, 1999;
Sánchez-Moreno y Gómez-Pantoja, 2007: 21-26). Sólo así estaremos
en situación de discernir los elementos contaminantes del relato: no para
desecharlos, sino para valorarlos como herencia historiográfica. Y sólo
así podremos calibrar, en suma, la información y desinformación de
nuestros clásicos (Grant, 2003).
Ahora bien, y recurrimos de nuevo a M.I. Finley, partimos de una
falsa premisa si asumimos que griegos y romanos concebían el estudio
y el escribir de la historia esencialmente como nosotros (Finley, 1986:
30). Por lo que hemos de admitir que nuestras preguntas, como historiadores del siglo XXI, ni pueden ni tienen que ser las mismas que formularan los historiadores de la Antigüedad.
Si la comprensión de los contextos es siempre necesaria, aún más
lo es en los casos en que existe una considerable distancia entre el sujeto
narrador y los objetos narrados. Una distancia espacial, temporal y sobre
todo conceptual. Es lo aplicable a los pueblos de la Hispania antigua, en
su mayor parte ágrafos hasta que se generaliza la escritura latina avanzado el Imperio romano. Affairs de la Protohistoria, caprichoso horizonte en el que convergen sociedades literarias y no literarias,
colonizadores y colonizados, y en el que las primeras alumbran a las segundas desde sus particulares códigos narrativos; aspecto éste en el que
ha profundizado agudamente P.S. Wells (2001: 15-32; 2002: 361-362).
En otras palabras, no tenemos relatos sobre los vacceos, vetones o lusitanos generados por ellos mismos, sino descripciones –ralas menciones
la mayoría de veces— debidas a autores griegos o romanos que visitaron la Península Ibérica. O debidas a aquellos otros, los más, que sin
desplazarse hasta Iberia escribieron sobre sus territorios y pobladores
haciendo acopio de información ajena. Es el caso de Estrabón, la fuente
80
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
más nutricia para acercarnos literariamente a los pueblos prerromanos
(Cruz, 1999; Gómez Espelosín, 2007). Obvia decir que la explícita circunstancia de que buena parte de estos autores escriban en tiempos de
la expansión romana por el Mediterráneo occidental (Polibio, Posidonio…), o durante la llamada pax augusta (Estrabón, Diodoro de Sicilia…), explica que sus proyecciones respondan en mayor o menor
medida al discurso de la alteridad civilización versus barbarie (Plácido,
1987-1988; Salinas, 1999; cfr. Clarke, 1999). La primera representada
por Roma como potencia hegemónica, mientras que la segunda, la barbarie, se ejemplifica en los pueblos hispanos que van siendo integrados
en el orbe romano (Gómez Espelosín, Pérez y Vallejo, 1995: 48-72). En
el primer caso la voz del imperialismo transmutado en principio de civilización, en el segundo la voz de los sin voz.
Cabe entender de lo anterior que los tópicos sobre la rudeza, belicosidad y anarquía de los pueblos del interior de Iberia –tanto más bárbaros cuanto más alejados estén geográfica y culturalmente de los
valores de la romanitas-, sean lugares comunes en la obra de los historiadores grecolatinos. Debe tenerse en cuenta además, y como veremos
ello es especialmente significativo para el caso de los vacceos, como
para el de celtíberos y lusitanos, un factor pragmático o coyuntural de
primer orden. Muchas de las noticias sobre los pobladores peninsulares
se generan al hilo del avance romano, a lo largo del siglo II a.C., y más
precisamente en el marco de desarrollo de las guerras celtíbero-lusitanas
(154-133 a.C.). Se trata de un momento sumamente interesante al producirse una intensa interacción militar y diplomática entre las fuerzas
romanas y las estructuras de poder indígenas (García Riaza, 2002). Este
horizonte henchido de tensiones significó también un proceso mutuo de
observación y estudio para ambos protagonistas, romanos y celtíberos.
Por eso cobran especial valor testimonios como el de Polibio, historiador griego y hombre de armas que acompañó a Escipión Emiliano en
Hispania y que en tierras de la Meseta pudo presenciar y participar de
hitos como la caída de Numancia en 133 a.C. (Dobson, 2006). Aunque
conservamos sólo una mínima parte de los libros que componían sus
Historias, de Polibio derivan muchos de los datos sobre las tierras y gentes de la Céltica hispana manejados después en sus obras por Posidonio, Estrabón, Diodoro, Tito Livio o Apiano. Así, primeras noticias sobre
los vacceos y el asedio romano a sus ciudades (Cauca, Intercatia, Pallantia), o su riqueza cerealística y el peculiar sistema agrícola relacio-
81
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Fig. 3. Imagen de Iberia en Polibio (mediados del siglo II a.C.) y
ubicación aproximada
de los vacceos, según P.
Moret (modificado,
Domínguez, 2008: 371,
fig.3).
82
nado con el auxilio a los numantinos, parecen tener una génesis polibiana. Por ello, como observador directo, Polibio es fuente capital para
el conocimiento de Hispania (Pelegrín, 2005; Santos y Torregaray,
2005).
Ahora bien, al servirnos de las fuentes no sólo debemos tener en
cuentan su código interno, también su adecuación y evolución temporal.
Este es un aspecto sensible en la tradición historiográfica de los pueblos
prerromanos. Así, se ha utilizado alternativamente la información de Polibio, Estrabón, Plinio o Tolomeo, casi como cromos intercambiables,
para apoyar datos sobre el territorio, la etnografía o la organización socioeconómica de determinados pueblos sin reparar en dos hiatos cronológicos. Por un lado la distancia existente entre estos autores (de época
romana) y las sociedades a las que se refieren, sobre todo cuando el debate científico se plantea en términos de la Edad del Hierro; y por otro
la diacronía entre las propias fuentes. Dado que Polibio escribe a mediados del siglo II a.C., Estrabón en el cambio de era, Plinio en época flavia y Tolomeo en el siglo II d.C., los datos que transmiten sobre la
Península Ibérica (sean de su propia cosecha o bebidos de fuentes) no revelan la misma situación ni tienen igual concreción (Sánchez-Moreno y
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Gómez-Pantoja, 2007: 26-39). Un ejemplo ilustrativo son las diferentes
acepciones de Celtiberia y celtíberos en los autores grecolatinos, conceptos que se reelaboran en paralelo al avance de la presencia romana en
Iberia (Capalvo, 1996; Gómez Fraile, 1996; 2001a: 39-62; Burillo, 1998:
13-64). No está de más recordar en este punto que, en contra de lo que
el proceder de algunos haría pensar, las fuentes no son comodines ocasionales ni acordeones extensibles a conveniencia del investigador. También sobre los textos clásicos se ha cometido la falacia -en este caso
arqueologista— de colacionarlos sólo cuando son pertinentes al discurso
arqueológico, sin reparar en la propia cronología y naturaleza de la información.
En definitiva, un correcto manejo de las fuentes escritas exige atender el tiempo y el contexto de cada testimonio para insertarlo convenientemente en la perspectiva diacrónica del relato histórico. Es lo que
intentaremos esbozar seguidamente a propósito de los vacceos. Pero
antes, para concluir este punto, dediquemos siquiera unas líneas a las
preguntas e inferencias.
Las fuentes escritas, lo acabamos de ver, cuentan lo que quieren y
como quieren contarlo. Para el caso de la Hispania prerromana tristemente poco. Por ello se hace inevitable combatir su silencio con interrogantes e hipótesis de trabajo surgidas de nuestra propia reflexión y
apoyadas en otros registros de información. Y es que, ¿qué imagen obtenemos de los vacceos si acudimos sólo a Estrabón, Diodoro o Apiano?
La respuesta es automática: la de su caracterización literaria a partir del
análisis histórico-filológico de cada autor/obra. Así se ha hecho y con
ello se ha contribuido positivamente al conocimiento de la mecánica
funcional de la historiografía antigua (Sancho, 1983; Alonso-Núñez,
1987; de Hoz, 2000; Salinas, 2004; Sopeña y Ramón, 2006). Sin embargo, tomadas aisladamente, estas biopsias resultan insuficientes para
restituir a los vacceos en su propia dimensión temporal y espacial. Como
ya hemos visto, para inferir más sobre la realidad de nuestros protagonistas particularmente útil se nos muestra la arqueología dado el volumen cuantitativo y cualitativo de sus datos. Pongamos un ejemplo de
las posibilidades que abre el empleo interdisciplinar de herramientas y
fuentes. El afianzamiento urbano que comprueban los hábitats vacceos
desde el siglo IV a.C., y relacionado con ello la especialización agropecuaria, el impulso de la producción alfarera o la dinamización comercial,
asimismo detectables arqueológicamente (Sacristán, 1993; Escudero y
83
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Sanz, 1993; San Miguel, 1995; Sánchez-Moreno, 2002), deben llevar a
replantearnos el modelo socioeconómico vacceo reflejado en las fuentes escritas. A releerlo a la luz de nuevos focos. No para primar un tipo
de evidencia sobre otra (recuérdese que cada registro dispone de su lenguaje, uno material, otro historiográfico, no siempre compatibles o intercambiables), sino para enfrentar las evidencias. Mejor aún, para
conjugarlas críticamente.
Asimismo, el concurso de disciplinas como la antropología cultural o la etnografía, convenientemente articuladas, puede redundar en una
mejor comprensión de los esquemas mentales de nuestros prerromanos.
Una exitosa aplicación en este sentido representan los trabajos de G. Sopeña sobre los ritos funerarios y la ética guerrera de la que participan,
entre otros, celtíberos y vacceos (Sopeña, 1995; 2004; 2005). Por lo
demás, es ineludible que inquietudes de nuestros días se proyecten en
nuestras miradas al pasado, lo que justifica el interés de determinados
temas. Entre ellos uno de los más candentes es el de la construcción de
las identidades antiguas, colateral al de la etnicidad. Patentadas en particular por la historiografía arqueológica anglosajona (Graves-Brown,
1996; Jones, 1997; Wells, 1998; 2001; Díaz-Andreu et alii, 2005), las
cuestiones identitarias se plantean hoy con fuerza en el debate de los
pueblos prerromanos peninsulares (Cruz y Mora, 2004; Plácido, 2004;
Sastre, 2009).
Apuntes sobre los vacceos en el discurso historiográfico antiguo
Llegados a este punto es hora de que nos ocupemos de la información sobre los vacceos transmitida por las fuentes. Dado que los testimonios literarios han sido recopilados y comentados por varios autores
(Wattenberg, 1959: 31-47; Tovar, 1989: 98-103; Sánchez-Moreno, 1998;
Solana, 2002-2003), nos limitaremos a hacer un rápido repaso de noticias siguiendo un desarrollo cronológico que arranca en el último cuarto
del siglo III a.C.
Elefantes en Tierra de Campos: un alumbramiento en vísperas
de la guerra de Aníbal
Los vacceos (o ×"kk"4oLl en las fuentes griegas, vaccaei o vaccaeis en las latinas), en concreto algunas de sus ciudades, aparecen ci84
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
tados por primera en relación con la campaña que Aníbal Barca dirige a
la Meseta norte en 220 a.C. Tiene lugar un año después del ataque del
cartaginés a los olcades y un año antes de la toma de Sagunto, acción que
como es bien sabido desencadena la Segunda Guerra Púnica. Los lances
del episodio se conservan en Polibio (3.13.5-14), y siguiéndole de cerca
en Livio (21.5.1-17), si bien el relato originario procedería de alguno de
los historiadores griegos que acompañaron a Aníbal, como Sileno de
Caleacte o Sósilo de Lacedemonia, cuyas obras, hoy perdidas, consultaría Polibio. Estos cronistas de la órbita greco-púnica son los primeros
en tener conocimiento directo de las tierras entre el Guadiana y el Duero
franqueadas por Aníbal, en concreto las ocupadas por oretanos, carpetanos, vetones y vacceos (Sánchez-Moreno, 2000b: 117-121). Y eso hace
especialmente lamentable que no conservemos sus relatos, pues debieron ser prolijos en detalles etnográficos sobre estos pueblos de la periferia céltica (Domínguez, 2008: 368-369). Volviendo a la campaña que
lleva a Aníbal hasta la región vaccea, sabemos que éste asedia no sin dificultad dos de sus ciudades, Helmantica (la actual Salamanca) y Arbucala (en El Viso de Bamba, Zamora), cuyas posiciones en el interfluvio
Tormes-Duero advertirían algún tipo de interés para los púnicos. A su regreso, al cruzar el Tajo, Aníbal tiene que hacer frente a un potente ejército integrado por carpetanos, olcades y vacceos huidos, a los que acaba
venciendo gracias a la caballería y a los cuarenta elefantes de guerra que
llevaba consigo. Los móviles de esta campaña contra los vacceos, según
se piensa hoy, estarían en relación con el suministro de víveres para el
ejército, asegurando Aníbal de forma expeditiva las cosechas del feraz
campo vacceo. Pero entre las metas también contarían el reclutamiento
de mercenarios o la conclusión de alianzas con poderes locales, susceptibles de garantizar una retaguardia interior a los púnicos. La estrategia
de Aníbal parece responder, en efecto, a la preparación en 220 a.C. de
una ya perentoria guerra con Roma (Domínguez, 1986; Sánchez-Moreno, 2000b; 2008b).
Del contexto de las noticias sobre la Segunda Guerra Púnica y sus
preliminares poco se colige más allá del potencial poblacional y económico de las ciudades vacceas. Helmantica, que disponía de arrabales extramuros, es calificada de “gran ciudad de Iberia” (Plutarco, Virt. Mul.,
248e; Polieno, 7.48). Parece factible también la suma de contingente
vacceo al ejército cartaginés teniendo en cuenta que celtíberos, carpetanos y lusitanos participaron activamente como mercenarios de los pú85
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
nicos. En cualquier caso, el impacto cartaginés debió alterar la cotidianidad de aquellas gentes en un grado no constatado por las fuentes, drásticamente en el caso de las comunidades directamente afectadas por la
acción militar de Aníbal.
Problemáticos vecinos y sin embargo amigos: el bellum numantinum o cómo una tierra de auxilio (celtibérico) se convierte
en tierra de castigo (romano)
El grueso de las noticias sobre los vacceos se circunscriben al
tiempo de las guerras celtibéricas (154-133 a.C.). Existen no obstante
algunos pasajes anteriores que los citan. Así, en 193 a.C. los vacceos, en
coalición con vetones y celtíberos y dirigidos por un régulo llamado Hilerno, luchan contra el pretor de la Ulterior, Fulvio Nobilior, junto a la
ciudad de Toletum (Livio, 35.7.8). Mientras que en 179 a.C. el general
romano Albino cruzaría desde Lusitania el territorio vacceo para reunirse con Sempronio Graco en Celtiberia (Livio, 40.47.1). En cualquier
caso, es en el horizonte del conflicto celtibérico en el que los vacceos adquieren carta de presentación en las fuentes de conquista (Wattenberg,
1959: 33-39; González-Cobos, 1988; 1989: 159-166; Solana, 1983;
1990; Pérez Vilatela, 1998; cfr. Salinas, 1986; Lorrio, 2009). El autor de
referencia es ahora Apiano. Historiador alejandrino del siglo II d.C., escribe una Historia Romana en clave militar entre cuyos volúmenes se
conserva el consagrado a las guerras hispanas (Iberiké en el original
griego) (Sancho, 1973; 1983; Gómez Espelosín, 1993a: 7-34; 1993b;
Richardson, 2000). Bebiendo de Polibio y Livio entre otros, Apiano refiere con relativo detalle las campañas romanas contra los vacceos, que
persiguen contrarrestar el apoyo económico y militar brindado a los numantinos.
La primera de las expediciones de castigo es la protagonizada por
Lúculo, gobernador de la Citerior en 151 a.C. (Solana, 1983). Ávido de
gloria y fortuna como nos hace saber Apiano (Iber. 51-55), Lúculo se dirige contra la ciudad de Cauca (la segoviana Coca) acusando a los vacceos de no respetar a los carpetanos, aliados de Roma. A pesar de
cumplir con los tributos exigidos por el pretor (la entrega de rehenes,
100 talentos de plata y la caballería, además de aceptar una guarnición
romana), la ciudad sufre la perfidia de Lúculo, quien no duda en pasar
a cuchillo a sus habitantes (Apiano, Iber. 51-52). Seguidamente, tras
86
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
atravesar una extensión de territorio deshabitado —aludiría Apiano al
yermo de los vacíos vacceos—, Lúculo intenta el asedio de Intercatia,
una plaza cuya localización se sigue discutiendo. La ciudad resiste hasta
aceptar la entrega de un cuantioso botín del que forman parte 10.000
sagos de lana, reses y 50 rehenes. Entre otros episodios que acontecen
entonces, Escipión, el futuro sitiador de Numancia, acepta el reto de enfrentarse a un joven intercatiense en combate singular del que resulta
vencedor (Apiano, Iber. 53-54; Livio, Per. 83). Este hecho revela el
apremio de los valores competitivos entre los vacceos que, llegado el
caso, el romano asumía también como código de honor. Antes de abandonar el país vacceo, Lúculo lleva a cabo un tercer asalto en esta ocasión
contra la ciudad de Pallantia (probablemente Palenzuela, a orillas del
río Arlanza); una intentona que concluye en sonado fracaso para los romanos. El hostigamiento de la potente caballería palentina y la escasez
de víveres propician la retirada de Lúculo, que es perseguido hasta la
línea del Duero (Apiano, Iber. 55).
Los vacceos y sus ciudades no vuelven a ser mencionados hasta la
campaña de Emilio Lépido contra Pallantia en 137 a.C. (Apiano, Iber.
Fig. 4. Recorrido de
las campañas militares
romanas sobre la región vaccea en la segunda mitad del siglo
II a.C., según F. Wattenberg (1959: 34,
fig.4).
87
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Fig. 5. Recreación del
combate singular entre Escipión Emiliano
y un guerrero intercatiense en 151 a.C.,
descrito por las fuentes; dibujo de L. Pascual (Sanz y Velasco,
2003: 194, fig.10).
88
80-82; Livio, Per. 56; Orosio, 5.5.13). Para justificar su acometida, Lépido, cónsul a la sazón, acusa a lo vacceos -según Apiano injustamentede haber auxiliado a los numantinos con víveres, dinero y tropas. El Senado romano envía embajadores al cónsul con la orden de no actuar contra Pallantia, de triste recuerdo por la derrota de Lúculo de 151 a.C. Sin
embargo Lépido desoye el aviso y el sitio de Pallantia -una segunda Numancia por su capacidad defensiva y estratégica (Wattenberg, 1959: 13,
38)- concluye, de nuevo, en sonado revés. En esta ocasión la prolongación del asedio, la resistencia de la ciudad y la falta de alimentos provocan que el ejército romano huya precipitadamente, contabilizando
numerosas pérdidas. No mucho después, Calpurnio Pisón, el nuevo responsable de la lucha contra los celtíberos, en lugar de atacar Numancia
repite el malogrado plan de Lúculo y Lépido. Así, lleva a cabo una incursión contra Pallantia en 135 a.C. que le ofrece un parco botín, tras lo
cual se retira a Carpetania (Apiano, Iber. 83). Sólo un año después, Escipión Emiliano llega de nuevo a tierras vacceas reviviendo el recorrido
que años atrás hiciera con Lúculo. El fin, reiterado en otras ocasiones,
es el de aprovisionarse de trigo llevando la guerra “hasta las tierras de
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
los vacceos, donde los numantinos compraban los alimentos, segando
todo y recogiendo para su propio abastecimiento lo útil, amontonando en
cambio lo desechable y prendiéndole fuego” (Apiano, Iber. 87). El sagaz
plan de Escipión, consistente en ejercitar a sus tropas bloqueando la vía
de solidaridad y abastecimiento que para los numantinos representaba el
país vacceo, no estuvo exento de adversidades. Así, en una llanura cercana a Pallantia por nombre Coplanio, muchos palentinos se ocultan
para preparar una emboscada en la que cae el tribuno Rutilio Rufo, que
es auxiliado por Escipión (Apiano, Iber. 88). Tras costosa huida, éste
consigue regresar a Numancia con el objetivo cumplido de haber agotado los suministros vacceos sin desgastar en demasía a las legiones.
Camino de Numancia, Escipión alcanza Cauca y, lejos de destruirla,
anuncia a sus habitantes que podían regresar sin peligro a sus hogares
(Apiano, Iber. 89). No hay más noticias de las gentes o la geografía vacceas en la secuencia final de la guerra celtibérica, representada por, la
caída de Numancia tras el férreo cerco impuesto por Escipión, merecedor de un triunfo en Roma y del epíteto Numantino que llevará desde entonces (Apiano, Iber. 98).
De estas noticias se desprende que, sin ser generadores del conflicto ni pertenecer étnicamente al conglomerado celtibérico, los vacceos se ven implicados y sufren severamente la embestida romana. El
campo vacceo constituye la despensa de Numancia, y ello precipita el
ataque a sus ciudades. Unas veces por la avaricia o el afán de riqueza de
algunos generales (Lúculo, Lépido, Calpurnio Pisón), otras por formar
parte en maniobras de desgaste y aislamiento, como hace Escipión ahogando a los numantinos en las llanuras durienses, el caso es que el vacceo es un campo ambicionado por su agricultura excedentaria y
comercializable. De tal guisa, en la historiografía grecolatina de la guerra numantina el país de los vacceos es una tierra de auxilio y, por ello,
una tierra de castigo (Sánchez-Moreno, 1998: 57-58). Pero hay más
datos que pueden tener cabida aquí. Acaso estas circunstancias son las
que dan eco, observado directamente por Polibio y transmitido después
por Posidonio y Diodoro, al particular sistema agrícola empleado por
los vacceos para mejorar la producción y garantizar la provisión de cosechas en tiempo de crisis. Consistiría en una suerte de prestación laboral a la que estaría sujeta el conjunto de la población de cada civitas,
siendo la comunidad política la encargada de gestionar la titularidad y
el trabajo de las tierras, penando además duramente a los infractores.
89
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Pero poco sabemos sobre el funcionamiento real del llamado colectivismo agrario vacceo, topos historiográfico donde los haya, pues éste
está sólo alumbrado en un contaminado pasaje de la Biblioteca Histórica
de Diodoro de Sicilia (5.34.3). No obstante, la cita y a partir de la misma
la discusión sobre el régimen agrícola vacceo han dado lugar a una profusa bibliografía que arranca con los ensayos de J. Costa (Domínguez,
1988; Salinas, 1989a; 1990; 1999: 199-200; 2004; Sánchez-Moreno,
1998-1999; Gómez Fraile, 2001a: 181-186; cfr. Sanz et alii, 2003b).
Asimismo, la experiencia de la guerra celtibérica permitió a los
observadores clásicos advertir costumbres indígenas que llamaron su
atención, incorporándose desde entonces a la tradición literaria. Sería el
caso, por ejemplo, de la exposición de guerreros caídos en combate para
ser devorados por los buitres, un ritual descarnatorio practicado por celtíberos y vacceos según señalan Silio Itálico (Pun. 3.340-343) y Eliano
(De Nat. An. 10.22). Se trata de un indicador más de la ética agonística
congénita a las sociedades hispanoceltas, donde la muerte y el viaje al
más allá (de por medio de las psicopompas aves) cerraban un ciclo heroico de plenitud guerrera, tal y como ha sabido develarlo G. Sopeña
(1995: 210-262; 2004; cfr. Sopeña y Ramón, 2002). Y aunque sea desde
una observación externa y por ende sesgada, las fuentes también reparan en algunos datos de la cosmovisión religiosa de los vacceos. Así, la
invocación de los caucenses a los dioses protectores de los pactos cuando
sufren en carne propia la felonía de Lúculo en 151 a.C. (Apiano, Iber.
52), o años después, a propósito de la campaña de Lépido de 137 a.C.,
la interrupción de la lucha que deciden los palentinos turbados ante un
eclipse lunar que tienen por señal divina (Apiano, Iber. 82), son refrendos de una panteón de creencias complejo y articulado.
Pero, sobre todo, las comunidades vacceas muestran en las fuentes de conquista una actitud solidaria e interactiva con sus vecinos meseteños. Notoriamente con los celtíberos, como prueba la conexión
arévaco-vaccea que esconde una intensa circulación de productos (trigo,
hierro, ganado, sal…) entre ambas esferas, como sugiriera F. Wattenberg (1959: 24, 38-39). Sin embargo estas relaciones se extenderían a
otros pueblos como vetones, astures, turmogos, autrigones, berones o
cántabros. Detrás de ello subyace una larga tradición de contactos culturales en la definición del mundo vacceo. Este proceso culmina a finales de la Edad del Hierro con la eclosión de mercados urbanos desde los
que se difunden productos agropecuarios y manufacturas (cerámicas,
90
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
armas, objetos de adorno, probablemente también textiles) por buena
parte de la Meseta, como cabe entrever del registro arqueológico (Sánchez-Moreno, 2002; Blanco, 2005; Romero et alii, 2008: 696-697). Por
lo demás, este horizonte casa bien con un panorama de ciudades-estado
densamente pobladas y bien guarnecidas, definidas por una capital urbana y un amplio territorio, en las que operan órganos institucionales
(consejos, asambleas, magistraturas) y elites sociopolíticas (los equites,
la iuventus guerrera) tal y como dibujan las fuentes.
Entre Sertorio y Augusto, el progresivo control de un espacio en
retaguardia
Es poco lo consignado sobre las gentes meseteñas en el período
que va de la caída de Numancia a la irrupción de Quinto Sertorio. En
cualquier caso, el control romano de las tierras durienses parece más teórico que real, por lo que debieron ser frecuentes los levantamientos indígenas (García Moreno, 1987) y asimismo campañas de castigo como
la que Didio lleva a los confines arévaco-vacceos en 97 a.C. (Apiano,
Iber. 99-100). Sin embargo, la aventura sertoriana (80-72 a.C.) trae de
nuevo a colación las ciudades vacceas. Exiliado en Hispania y tras su
paso por Lusitania, donde obtiene el apoyo de una población que le reclama como líder (Plutarco, Sert. 10-14; Valerio Máximo, 3.3.6), Sertorio penetra en la Meseta y hace baluartes de su causa a importantes
ciudades del valle del Duero y la Celtiberia interior (García Morá, 1991:
307-337). Que los vacceos —o una parte de ellos— apoyaron al popular rebelde se deduce de datos como la solicitud de caballería vaccea
que hace Sertorio (Livio, Per. 91), el ataque que, tras sus pasos, Cneo
Pompeyo dirige contra Cauca, recurriendo a engaños para introducir sus
tropas en la ciudad (Frontino, 2.11.2), o la liberación de Pallantia por
Sertorio al ser sitiada por los pompeyanos en 74 a.C. (Apiano, Bell. Civ.
1.112).
Reprimida la resistencia sertoriana, los vacceos son aludidos esporádicamente al hilo de algún levantamiento ocasional, lo que vislumbra que el sometimiento a la política pompeyana no era total. Así, en el
56 a.C., tal y como refiere Dión Casio (39.54), Metelo Nepote ataca la
arévaca Clunia, pero ha de abandonar la empresa ante la llegada de un
contingente liderado por vacceos y del que participan otros populi
(Amela, 2002). De nuevo una colaboración, postrera ahora, del tándem
91
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
arévaco-vacceo. Años más tarde, en el preámbulo de la guerra astur-cántabra, el general romano Estatilio Tauro sofoca una subversión inicial
de vacceos, cántabros y astures (Dión Casio, 51.20.2). Sin embargo,
según Floro (2.33.46-47), epitomista de Livio, la razón que lleva a Augusto a declarar la guerra a los cántabros en 29 a.C. fue la hostilidad de
los montañeses hacia pueblos que, como vacceos, turmogos y autrigones, eran ya aliados de Roma. A pesar del silencio de las fuentes, en el
desarrollo de la contienda cántabra la región vaccea debió jugar un papel
relevante como zona de paso y retaguardia para las legiones romanas, en
este epílogo a la conquista militar de Hispania (Wattenberg, 1959: 4446).
Cartografía imperial de un sector de la Tarraconense: ciudades
y vías en la cuenca central del Duero
De nuevos tiempos resultan nuevos horizontes. Así, con la reorganización administrativa impulsada por Augusto, geógrafos y funcionarios del Imperio se ocupan de redefinir y caracterizar los territorios
que articularán en adelante las demarcaciones provinciales. Con tal propósito es con el que hay que leer las reseñas geográficas de Estrabón, Plinio y más tarde Tolomeo, quienes ofrecen un esbozo de las comunidades
urbanas y étnicas integradas en las provincias hispanas (Pérez Vilatela,
1989-1999; Gómez Fraile, 1997a; 1997b; 2007). De tal guisa, la región
vaccea forma parte de la provincia Citerior o Tarraconense, adscribiéndose sus ciudades al conventus iuridicus cluniensis, con capital en Clunia (Coruña del Conde, Burgos), en la misma frontera arévaco-vaccea
(García Merino, 1975; Ozcáriz, 2006).
La distribución de los antiguos territoria en las fuentes altoimperiales tiene un valor sólo relativo, a pesar de haberse utilizado frecuentemente para proyectar, con innegable anacronismo, los límites de la
territorialidad indígena. En nuestro caso, el espacio de los vacceos se
enclava en la línea del Duero medio lindada por la Celtiberia al este, las
estribaciones cantábricas al norte, la Asturia cismontana al noroeste y
la Vettonia y los montes carpetanos al sur. Un territorio coincidente,
grosso modo, con la Tierra de Campos, el valle del Cerrato, los montes
Torozos y las campiñas sureñas del Duero. Indicador del carácter aproximativo y hasta cierto punto artificial de las viejas regiones étnicas en
la administración romana es el hecho de consignarse en relación a ele-
92
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
mentos estructurales del paisaje como son ríos y cadenas montañosas, a
partir de los cuales Roma traza sus fronteras. Así, citando un par de
ejemplos, se nos apunta que “después de los oretanos, hacia el norte
están los carpetanos y más lejos los vetones y los vacceos, por entre los
que corre el río Duero” (Estrabón, 3.3.2), o que “el río Duero, uno de los
mayores de Hispania, nace junto a los pelendones y pasa cerca de Numancia, luego por entre los arévacos y los vacceos, y tras servir de límite
entre los astures y vetones y entre Lusitania y los galaicos, va también
a separar a los túrdulos de los brácaros” (Plinio, N.H. 4.112).
Las ciudades tampoco escapan a esta imprecisión y, de las que se
nombran, se señalan datos generales sobre su localización y adscripción
étnica, pero no sobre su estatus jurídico. Así mientras que, por ejemplo,
basándose en Polibio, Estrabón se limita a apuntar que Segisama e Intercatia son localidades de vacceos y celtíberos sin concretar la jurisdicción de cada una (Estrabón, 3.4.13), Pomponio Mela (2.88) conviene
que la Pallantia de los vacceos es una de las ciudades más florecientes
del interior. Plinio, por su parte, es más preciso al dar la cifra de diecisiete civitates vacceas en el convento jurídico cluniense, si bien sólo cita
Fig. 6. Imagen de Iberia en Estrabón (fines
del siglo I a.C.) con la
ubicación aproximada
de los vacceos, según
P. Cipres (SánchezMoreno, 2008: 135,
fig.34).
93
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Fig. 7. Territorio vacceo y ubicación de los
principales núcleos urbanos (Sanz y Velasco,
2003: 49, fig. 2).
94
cuatro de ellas, Intercatia, Pallantia, Lacobriga y Cauca (Plinio, N.H.
3.26). El dato en cualquier caso subraya el tejido urbano del territorium
vacceo. En este sentido, cuantitativamente importante es la relación de
ciudades aportada por Tolomeo a mediados del siglo II d.C. Las compila,
con sus respectivas coordenadas —hasta el momento invertibles espacialmente—, en una serie de tablas organizadas por adscripciones étnicas y provincias de todo el Imperio, computando unas 600 ciudades sólo
en Hispania (García Alonso, 2002; Gómez Fraile, 2005). En el territorio de los vacceos enumera veinte: Albocella, Antraca, Avia, Bargiacis,
Cauca, Cougium, Eldana, Pella, Intercatia, Lacobriga, Octodurum, Pallantia, Pintia, Porta Augusta, Rauda, Sarabis, Segisama Iulia, Sentice,
Sepontia Paramica y Viminatium (Tolomeo, 2.6.49). Con la salvedad de
Albocella (reducible en el paraje de El Alba en Villalazán, Zamora),
Cauca (en Coca, Segovia), Pintia (en Las Quintanas en Padilla de Duero,
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Valladolid) y Rauda (en Roa de Duero, Burgos), del resto se desconoce
y sigue discutiendo su exacta localización (Wattenberg, 1959: 64-77,
175; Mañanes y Solana, 1985; Solana, 1986-1988; 2002-2003: 21, 4573; Tovar, 1989: 348-349; Hernández Guerra, 2007; TIR K-30).
El mapa del sector de la Tarraconense ocupado antaño por los vacceos se completa con un buen elenco de núcleos viarios reconocidos en
la itineraria romana. Así, gracias al Itinerario de Antonino y al Ravenate
sabemos que Amallobriga, Arbucala, Brigaceo, Cauca, Intercatia, Lacobriga, Nivaria, Oceloduri, Pallantia, Pintia, Rauda, Salmantica, Sentice, Septimanca, Sibarim, Tela, Vico Aquario y Viminatium, eran
mansiones en los recorridos que atravesaban longitudinal y transversalmente la cuenca sedimentaria del Duero. De estas vías, las que enlazaban Asturica con Clunia y Caesaraugusta, Asturica con Salmantica,
Septimanca con Titulcia y Toletum, y Oceloduri con Segouia, eran principales arterias de la Hispania Citerior con paso por el territorio vacceo
(Mañanes y Solana, 1985; Solana, 1994-1995; 2002-2003: 64-73; Solana
y Sagredo, 2006; TIR K-30).
Y aquí concluye la audición de los vacceos en el concierto (y desconcierto) de las fuentes escritas, queriendo haber trascendido en estas
páginas algo de su eco historiográfico. Una reivindicación, si se nos permite, que pasa por restituir al testimonio literario su incuestionable valor
como documento histórico. No como el sino como un registro de información que ha de cuestionarse, contrastarse y contrarrestarse con otras
evidencias y análisis. Formulando nuevas preguntas, revisitando viejos
debates. Particularmente, el discurso de la arqueología protohistórica se
hace indispensable en la escenificación de los pueblos prerromanos. Pero
sin el testimonio de las fuentes, nolens volens, no podríamos estar hablando hoy y aquí de vacceos, al menos nominalmente, ni conmemorar
los cincuenta años de su opera prima historiográfica.
95
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
Bibliografía
AGUIRRE ROJAS, C.A. (1999): La historia de los Annales. Ayer, hoy, mañana. Barcelona: Montesinos.
ALBERTOS FIRMAT, M.L. (1975): Organizaciones suprafamiliares en la Hispania Antigua, I. Valladolid: Universidad de Valladolid. Studia Archaeologia, 37.
— (1981): “Organizaciones suprafamiliares en la Hispania Antigua (II)”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, pp. 208-214.
ALONSO-NÚÑEZ, J.M. (1987): “Los vacceos en Estrabón”. Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses, 56, pp. 7-12.
AMELA VALVERDE, L. (2002): “La sublevación vaccea del año 56 a.C.”. Gallaecia, 21, pp. 269-286.
BALIL ILLANA, A. y MARTÍN VALLS, R. (eds.) (1988): Tessera Hospitalis de Montealegre de Campos (Valladolid). Estudio y contexto arqueológico. Valladolid: Junta de Castilla y León. Monografías del Museo Arqueológico de Valladolid.
BLANCO GARCÍA, J.F. (1997): “Zoomorfos celtibéricos en perspectiva cenital. A propósito de los hallazgos
de Cauca y el castro Cuesta del Mercado (Coca, Segovia)”. Complutum, 8, pp. 183-203.
— (2005): “Relaciones de los celtíberos con el mundo meseteño”. En A. Jimeno Martínez (ed.): Celtíberos.
Tras la estela de Numancia. Catálogo de la Exposición (Soria, 2005). Soria: Diputación de Soria, pp. 401408.
BURILLO MOZOTA, F. (1998): Los celtíberos. Etnias y estados. Barcelona: Crítica. [2ª Edición actualizada,
2007]
CAPALVO LIESA, A. (1996): Celtiberia. Un estudio de fuentes literarias antiguas. Zaragoza: Institución Fernando El Católico.
CENTENO CEA, I., SANZ MÍNGUEZ, C., VELASCO VÁZQUEZ, J. y GARRIDO BLÁZQUEZ, A.I. (2003): “Aproximación al urbanismo vacceo-romano de Pintia”. En C. Sanz Mínguez y J. Velasco Vázquez (eds.), Pintia. Un oppidum en los confines orientales de la región vaccea. Investigaciones arqueológicas vacceas,
romanas y visigodas (1999-2003). Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 69-99.
CLARKE, K. (1999): Between Geography and History. Hellenistic constructions of the Roman World. Oxford:
Oxford University Press. Oxford Classical Monographs.
CRAWFORD, M. (ed.) (1986): Fuentes para el estudio de la Historia Antigua. Madrid: Taurus.
CRUZ ANDREOTTI, G. (coor.) (1999): Estrabón e Iberia: nuevas perspectivas de estudio. Málaga: Servicio de
Publicaciones de la Universidad de Málaga. Málaga.
CRUZ ANDREOTTI, G. Y MORA SERRANO, B. (coords.) (2004): Identidades étnicas, identidades políticas en el
mundo prerromano hispano. Málaga: Ediciones de la Universidad de Málaga.
CUENCA TORIBIO, J.M. (1999): “La historiografía sobre la Edad Contemporánea”. En J. Andrés-Gallego
(coord.), Historia de la historiografía española. Madrid: Ediciones Encuentro, pp. 183-295.
CURCHIN, L.A. (2004): The romanization of Central Spain. Complexity, diversity and change in a provincial
hinterland. Londres-Nueva York: Routledge.
DELIBES DE CASTRO, G. (1993): “Homenaje a Federico Wattenberg”. En F. Romero Carnicero, C. Sanz Mínguez y Z. Escudero Navarro (eds.): Arqueología vaccea. Estudios sobre el mundo prerromano en la
cuenca media del Duero. Valladolid: Junta de Castilla y León, pp. 7-8.
DELIBES DE CASTRO, G. y ROMERO CARNICERO, F. (1992): “El último milenio a.C. en la cuenca del Duero.
Reflexiones sobre la secuencia cultural”. En M. Almagro Gorbea y G. Ruiz Zapatero (eds.), Paleoetnología de la Península Ibérica. Madrid: Editorial Complutense. Complutum, 2-3, pp. 233-258.
DELIBES DE CASTRO, G., ROMERO CARNICERO, F. y MORALES MUÑIZ, A. (eds.) (1995): Arqueología y Medio
ambiente. El primer milenio a.C. en el Duero Medio. Valladolid: Junta de Castilla y León.
DELIBES DE CASTRO, G., ESPARZA ARROYO, A., MARTÍN VALLS, R. y SANZ MÍNGUEZ, C. (1993): “Tesoros celtibéricos de Padilla del Duero (Valladolid)”. En F. Romero Carnicero, C. Sanz Mínguez y Z. Escudero
Navarro (eds.), Arqueología vaccea. Estudios sobre el mundo prerromano en la cuenca media del Duero.
Valladolid: Juanta de Castilla y León, pp. 397-470.
96
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
DELIBES DE CASTRO, G., ROMERO CARNICERO, F., SANZ MÍNGUEZ, C., ESCUDERO NAVARRO, Z., y SAN MIGUEL
MATÉ, L.C. (1995): “Panorama arqueológico de la Edad del Hierro en el Duero medio”. En G. Delibes
de Castro, F. Romero Carnicero y A. Morales Muñiz (eds.), Arqueología y medio ambiente. El primer milenio a.C. en el Duero medio. Valladolid: Junta de Castilla y León. pp. 49-146.
DÍAZ-ANDREU GARCÍA, M., LUCY, S., BABIC, S. y EDWARDS, D.N. (2005): The archaeology of Identity: approaches to gender, age, status, ethnicity and religion. Londres-Nueva York: Routledge.
DÍAZ-ANDREU GARCÍA, M., MORA RODRÍGUEZ, G. y CORTADELLA I MORRAL, J. (coords.) (2009): Diccionario histórico de la arqueología en España (siglos XV-XX). Madrid: Marcial Pons.
DOBSON, M. (2006): The army of the Roman Republic. The 2nd century BC, Polybius and the camps at Numantia (Spain). Oxford: Oxbow Books.
DOMÍNGUEZ MONEDERO, A.J. (1986): “La campaña de Aníbal contra los Vacceos: sus objetivos y su relación
con el inicio de la 2ª Guerra Púnica”. Latomus, 45, pp. 241-258.
— (1986-1987): “Problemas en torno a los orígenes históricos del pueblo vacceo”. Zephyrus, 39-40, pp. 473478.
— (1988): “En torno a algunos aspectos socio-económicos de la cultura vaccea: estado de la cuestión”. Caesaraugusta, 65, pp. 23-76.
— (1991): “La arqueología y el conocimiento de la Grecia Arcaica”. Artrítica. Crítica de Arqueología Española, 1, pp. 15-16.
— (2008): “Los vettones en los textos clásicos”. En Arqueología vettona. La Meseta occidental en la Edad
del Hierro. Zona Arqueológica, 12, pp. 365-379.
ESCUDERO NAVARRO, Z. y SANZ MÍNGUEZ, C. (1993): “Un centro alfarero de época vaccea: el horno 2 de Carralaceña (Padilla/Pesquera de Duero, Valladolid)”. En F. Romero Carnicero, C. Sanz Mínguez y Z. Escudero Navarro (eds.), Arqueología vaccea. Estudios sobre el mundo prerromano en la cuenca media del
Duero. Valladolid: Junta de Castilla y León, pp. 471-492.
FERNÁNDEZ-POSSE y DE ARNAIZ, M.D. (1998): La investigación protohistórica en la Meseta y Galicia. Madrid: Síntesis. Arqueología prehistórica, 1.
FINLEY, M.I. (1986): “El historiador de la Antigüedad y sus fuentes”. En M.I. Finley: Historia Antigua. Problemas metodológicos. Barcelona: Crítica, pp.19-47.
GARCÍA ALONSO, J.L. (2002): La Península Ibérica en la Geografía de Claudio Ptolomeo. Vitoria: Servicio
Editorial de la Universidad del País Vasco. Anejos de Veleia, Series Minor 19.
GARCÍA MERINO, C. (1975): Población y poblamiento en la Hispania Romana. El Conventus Clunienses, III. Valladolid: Universidad de Valladolid.
GARCÍA MORÁ, F. (1991): Un episodio de la Hispania republicana: la guerra de Sertorio. Granada: Universidad de Granada.
GARCÍA MORENO, L.A. (dir.) (1987): Hispani Tumultuantes. De Numancia a Sertorio. Alcalá de Henares:
Universidad de Alcalá de Henares. Memorias del Seminario de Historia Antigua, I.
GARCÍA RIAZA, E. (2002): Celtíberos y lusitanos frente a Roma: diplomacia y derecho de guerra. Vitoria:
Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Anejos de Veleia, Series Minor, 18.
GÓMEZ ESPELOSÍN, F.J. (1993a): Apiano: Sobre Iberia y Aníbal. Madrid: Alianza.
— (1993b): “Appian’s Iberiké. Aims and attitudes of a Greek historian of Rome”. En Aufstieg und Niedergang der römischen Welt, II, 34 (1), pp. 403-427.
— (ed.) (2007): Geografía de Iberia. Estrabón. Madrid: Alianza. Madrid.
GÓMEZ ESPELOSÍN, F.J., PÉREZ LARGACHA, A., y VALLEJO GIRVÉS, M. (1995): La imagen de Hispania en la
Antigüedad Clásica. Madrid: Gredos.
GÓMEZ FRAILE, J.M. (1996): “Celtiberia en las fuentes grecolatinas. Replanteamiento conceptual de un paradigma obsoleto”. Polis, 8, pp. 143-206.
— (1997a): “Etnias, comunidades políticas y conventos jurídicos en Plinio el Viejo y Tolomeo: Hispania Citerior”. Kalathos, 16, pp. 113-128.
— (1997b): “La geografía de Hispania Citerior en C. Tolomeo: análisis de sus elementos descriptivos y
aproximaciones a su proceso de elaboración”. Polis, 9, pp. 183-247
97
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
— (1998): “Acerca del límite oriental del ámbito vacceo”. Hispania Antiqua, 12, pp. 29-50.
— (2001a): Los celtas en los valles altos del Duero y del Ebro. (Memorias del Seminario de Historia Antigua, VIII). Alcalá de Henares: Ediciones Universidad de Alcalá.
— (2001b): “Reflexiones críticas en torno al antiguo ordenamiento étnico de la Península Ibérica”. Polis,
13, pp. 69-98.
— (2005): “Sobre la antigua cartografía y sus métodos. Los fundamentos numéricos de la Hispania de Claudio Ptolomeo”. Iberia. Revista de la Antigüedad, 8, pp.35-64.
— (2007): “Fundamentos numéricos de la Citerior en la Geografía de Estrabón”. Gallaecia, 26, pp.313-336.
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, M.C. (1986): Las unidades organizativas indígenas del área indoeuropea de Hispania. Vitoria: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Anejos de Veleia. Series Maior, 2.
GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, M.C. y SANTOS YANGUAS, J. (eds.) (1994): Las estructuras sociales indígenas del
norte de la Península Ibérica. Revisiones de Historia Antigua, I. Vitoria: Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco. Anejos de Veleia. Acta, 1.
GONZÁLEZ-COBOS DÁVILA, A.M. (1986-1987): “Sobre los vacceos y su integración en los esquemas administrativos romanos”. Studia Historica. Historia Antigua, 4-5, pp. 23-26.
— (1988): “Los vacceos y la guerra celtibérica”. Studia Zamorensia, 9, pp. 113-128.
— (1989); Los vacceos. Estudio sobre los pobladores del valle medio del Duero durante la penetración romana. Salamanca. Universidad Pontificia. Bibliotheca Salmanticensis, Dissertationes, 5.
— (1990): “Consideraciones en torno a la economía vaccea. Evolución de la misma”. En Actas del Primer
Congreso de Historia de Zamora, II. Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, pp.
437-444.
— (1993-1994): “La cuenca media del Duero: los vacceos y la romanización”. Anales de Prehistoria y Arqueología, 9-10, pp. 181-191.
— (1995-1996): “Indigenismo vacceo. Sociedad y onomástica”. Anales de Prehistoria y Arqueología, 1112, pp. 187-204.
GRACIA ALONSO, F. y MUNILLA CABRILLANA, G. (2004): Protohistoria. Pueblos y culturas en el Mediterráneo entre los siglos XIV y II a.C. Barcelona: Edicions Universitat de Barcelona. Col-lecció UB, 75.
GRANT, M. (2003): Historiadores de Grecia y Roma. Información y desinformación. Madrid: Alianza Editorial.
GRAVES-BROWN, P. (ed.) (1996): Cultural Identity and Archaeology: The Construction of European communities. Londres-Nueva York: Routledge.
HERNÁNDEZ GUERRA, L. (2002): Indigenismo y romanización en la provincia de Valladolid. Valladolid: Universidad de Valladolid.
— (2007): El tejido urbano de época romana en la Meseta septentrional. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.
HERNÁNDEZ GUERRA, L. y SAGREDO SAN EUSTAQUIO, L. (1998): La romanización del territorio de la actual
provincia de Palencia. Valladolid: Diputación Provincial de Palencia.
HILL, J.D. (2006): “Are we any closer to understanding how later Iron Age societies worked (or did not
work?)”. En C. Haselgrove (dir.), Celtes et Gaulois, l’Archéologie face à l’Histoire. 4: Les mutations de
la fin de l’Âge du fer. Actes de la table ronde de Cambridge, 7-8 julliet 2005. Glux-en-Glenne: Centre
Archéologique Européen. Collection Bibracte, 12.4, pp. 169-179.
HILL, J.D. y CUMBERPATCH, C.G. (1993): “Volviendo a pensar la Edad del Hierro”. Trabajos de Prehistoria,
50, pp. 127-137.
HOZ BRAVO, J. DE (2000): “La etnografía de los pueblos de Iberia en Diodoro V.33-34 y el problema de sus
fuentes”. En M. Alganza Roldán, J.M. Camacho Rojo, P.P. Fuentes González, y M. Villena Ponsoda
(eds.), Epieikeia. Studia graeca in memoriam Jesus Lens Tuero. Homenaje al profesor Jesús Lens Tuero.
Granada: Athos-Pérgamo, pp. 221-238.
JONES, S. (1997): The archaeology of ethnicity: constructing identities in the past and present. LondresNueva York: Routledge.
98
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
KNAPP, A.B. (1998): “Which way(s) to the past? Archaeology, Ancient Historiography and Postmodernism”.
En T.W. Hillard, R.A. Karsley, R.A., C.E.V. Nixon y A.M. Nobbs (eds.), Ancient History in a Modern
University. I: The Ancient Near East, Greece and Rome. Grand Rapids-Michigan-Cambridge: Wm. B.
Eerdmans Publishing Co. Macqvarie University, pp. 1-14.
LAURENCE, R. (2004): “The uneasy dialogue between ancient history and archaeology”. En E.W. Sauer (ed.),
Archaeology and Ancient History. Breaking down the boundaries. Londres-Nueva York: Routledge, pp.
99-113.
LORRIO ALVARADO, A.J. (2009): “Las Guerras Celtibéricas”. En M. Almagro Gorbea (coord.): Historia militar de España. I. Prehistoria y Antigüedad. Madrid: Ediciones del Laberinto. Ministerio de Defensa, pp.
205-223.
LOMAS SALMONTE, F.J. (1980): “Pueblos celtas de la Península Ibérica” e “Instituciones indoeuropeas”. En
AAVV, Historia de España Antigua, I. Protohistoria. Madrid: Cátedra, pp. 83-110 y 111-126.
— (1990): “El ordenamiento gentilicio, una realidad de los pueblos del norte de la Península Ibérica”. Hispania Antiqua, 14, pp. 159-178.
MANGAS MANJARRÉS, J. y SOLANA SAINZ, J.M. (1985): “Romanización y germanización de la Meseta Norte”
En J. Valdeón Baruque (dir.), Historia de Valladolid, II. Valladolid: Ámbito, pp. 8-95.
MAÑANES PÉREZ, T. (1979): Arqueología vallisoletana I. La Tierra de Campos y el sur del Duero. Valladolid: Institución Cultural Simancas.
— (1983): Arqueología vallisoletana II. Torozos, Pisuerga y Cerrato. Estudios arqueológicos de la cuenca
del Duero. Valladolid: Institución Cultural Simancas.
— (1991): “Vacceos”. En J.M. Solana Sainz (ed.), Las entidades étnicas de la Meseta Norte de Hispania
en época prerromana. Valladolid: Universidad de Valladolid. Anejos de Hispania Antigua, pp. 235-269.
MAÑANES PÉREZ, T. y SOLANA SAINZ, J.M. (1985): Ciudades y vías romanas en la cuenca del Duero (Castilla-León). Valladolid: Universidad de Valladolid.
— (1999): Inscripciones de época romana de la provincia de Valladolid. Valladolid: Universidad de Valladolid.
MARTÍN VALLS, R. (1985): “Segunda Edad del Hierro. Las culturas prerromanas” En J. Valdeón Baruque
(dir.), Historia de Valladolid, I. Valladolid: Ámbito, pp. 104-131.
— (1986-87): “La Segunda Edad del Hierro: consideraciones sobre su periodización”. Zephyrus, 39-40, pp.
59-86.
MARTÍN VALLS, R. y ESPARZA ARROYO, A. (1992): “Génesis y evolución de la cultura celtibérica”. En M. Almagro Gorbea y G. Ruiz Zapatero (eds.), Paleoetnología de la Península Ibérica. Madrid: Editorial
Complutense. Complutum, 2-3, pp. 259-279.
MARTÍN VALLS, R. y ROMERO CARNICERO, F. (1980): “Dos sonajeros vacceos”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 46, pp. 160-165.
MORLEY, N. (1999): Writing Ancient History. Londres: Duckworth.
OLMO MARTÍN, J. DEL y SAN MIGUEL MATÉ, L.C. (1993): “Arqueología aérea en asentamientos vacceos”. En
F. Romero Carnicero, C. Sanz Mínguez y Z. Escudero Navarro (eds.), Arqueología vaccea. Estudios
sobre el mundo prerromano en la cuenca media del Duero. Valladolid: Junta de Castilla y León, pp. 507528.
PALOL SALELLAS, P. (1958): “Las excavaciones del poblado céltico de El Soto de Medinilla”. Boletín de la
Sociedad Española de Archivos y Arqueología, 24, pp. 182-185.
PALOL SAELLAS, P. y WATTENBERG SANPERE, F. (1974): Carta arqueológica de España. Valladolid. Valladolid: Diputación Provincial de Valladolid.
PELEGRÍN CAMPO, J. (2005): “Polibio, Fabio Pictor y el origen del etnónimo ‘celtíberos’”, Gerion, 23 (1),
2005, pp.115-136.
PÉREZ VILATELA, L. (1989-90): “Etnias y divisiones inter-provinciales hispano-romanas en Estrabón”. Kalathos, 9-10, pp. 205-214.
— (1993): “Espacio vacceo con numerales”. Anuario del Instituto de Estudios Zamoranos Florián de
Ocampo, 10, pp. 399-419.
99
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
— (1999): “Vacceos en guerra (220-29 a.C.)”. En A. Alonso Ávila, S. Crespo Ortiz de Zárate, T. Garabito
Gómez y M.E. Solovera San Juan (coords.), Homenaje al profesor Montenegro. Estudios de Historia
Antigua. Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 223-241.
PLÁCIDO SUÁREZ, D. (1987-88): “Estrabón III: el territorio hispano, la geografía griega y el imperialismo romano”. Habis, 18-19, pp. 243-256.
— (1993): Introducción al mundo antiguo: problemas teóricos y metodológicos. Madrid: Síntesis.
— (2004): “La configuración étnica del occidente peninsular en la perspectiva de los escritores grecorromanos”. Studia Histórica. Historia Antigua, 22, pp. 15-42.
OZCÁRIZ GIL, O. (2006): Los conventus de la Hispania Citerior. Madrid: Servicio de Publicaciones de la Universidad Rey Juan Carlos. Ciencias Jurídicas y Sociales, 48.
RICHARDSON, J.S. (2000): Appian. Wars of the Roman in Iberia. With an introduction, translation and commentary. Warminster: Aris & Phillips Ltd.
ROLDÁN HERVÁS, J.M. (1995): “Zamora: conquista e integración administrativa”. En J.C. Alba López
(coord.), Historia de Zamora. Tomo I. De los Orígenes al final del Medievo. Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, pp. 191-265.
— (1997): “La conquista romana”. En M. Salinas de Frías (coord.), Historia de Salamanca. I: Prehistoria
y Edad Antigua. Salamanca: Centros de Estudios Salmantinos, pp. 181-236.
ROMERO CARNICERO, F. (1985): “La Primera Edad de Hierro. El afianzamiento de la sedentarización y la explotación intensiva del medio”. En J. Valdeón Baruque (dir.), Historia de Castilla y León, I. Valladolid:
Ámbito, pp. 82-103.
ROMERO CARNICERO, F. y SANZ MÍNGUEZ, C. (1992): “Representaciones zoomorfas prerromanas en perspectiva cenital: iconografía, cronología y dispersión geográfica”. En Actas del II Symposium de Arqueología Soriana. Homenaje a D. Teógenes Ortego y Frías (Soria, 1989). Soria: Diputación Provincial
de Soria, pp. 453-471.
— (1997): “Los vacceos: un pueblo en los albores de la historia”. En J. Valdeón Baruque (dir.), Historia de
Valladolid. Valladolid: Ámbito, pp. 23-37.
— (2007): “Trigo, adobes, hierro y ciudades. Los vacceos en los inicios de la Historia”. F. Romero Carnicero y C. Sanz Mínguez (eds.), En los extremos de la región Vaccea. León: Caja España, pp. 15-41.
— (2009): “Medio siglo de La Región Vaccea (1959-2009)”. Vaccea Anuario 2008, 2, pp. 29-33.
ROMERO CARNICERO, F., SANZ MÍNGUEZ, C. y ESCUDERO NAVARRO, Z. (eds.) (1993): Arqueología vaccea. Estudios sobre el mundo prerromano en la cuenca media del Duero. Valladolid: Junta de Castilla y León.
ROMERO CARNICERO, F., SANZ MÍNGUEZ, C. y ÁLVAREZ SANCHÍS, J.R. (2008): “El Primer milenio a.C. en las
tierras del interior peninsular”. En F. Gracia Alonso (coor.), De Iberia a Hispania. Barcelona: Ariel, pp.
649-731.
SACRISTÁN DE LAMA, J.D. (1989): “Vacíos vacceos”. Arqueología Espacial. Fronteras, 13, pp. 77-88.
— (1993): “Aspectos industriales de la producción cerámica en época celtibérica. Los dermatoglifos”. En
F. Romero Carnicero, C. Sanz Mínguez y Z. Escudero Navarro (eds.), Arqueología vaccea. Estudios
sobre el mundo prerromano en la cuenca media del Duero. Valladolid: Junta de Castilla y León, pp. 493506.
— (1994): “Apuntes sobre la geografía poblacional vaccea”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 60, pp. 139-152.
— (1995): “Reflexiones en torno al modelo de poblamiento de época celtibérica en la cuenca media del
Duero”. En F. Burillo Mozota (coord.), El poblamiento celtibérico. III Simposio sobre Celtíberos (Daroca, 1991). Zaragoza: Institución Fernando El Católico, pp. 369-380.
— (1997): “Buscando a los Vacceos, en el Iberespacio”. Kalathos, 16, pp. 45-71.
SACRISTÁN DE LAMA, J.D., SAN MIGUEL MATÉ, L.C., BARRIO MARTÍN, J. y CELIS SÁNCHEZ, J. (1995): “El poblamiento de época celtibérica en la cuenca media del Duero”. En F. Burillo Mozota (coord.), El poblamiento celtibérico. III Simposio sobre Celtíberos (Daroca, 1991). Zaragoza: Institución Fernando El
Católico, pp. 337-367.
100
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
SALINAS DE FRÍAS, M. (1979): “Algunos aspectos económicos y sociales de los pueblos prerromanos de la
Meseta”. Memorias de Historia Antigua, 3, pp. 73-79.
— (1986): Conquista y romanización de Celtiberia. Salamanca: Ediciones Universidad de Salamanca.
— (1989a): “Sobre las formas de propiedad comunal de la cuenca del Duero en época prerromana”. Veleia,
6, pp. 103-110.
— (1989b): “Los pueblos de la cuenca del Duero”. En A. Montenegro Duque (coord.), Historia de España,
2: colonizaciones y formación de los pueblos prerromanos (1200-218 a.C.). Madrid: Gredos, pp. 429477.
— (1990): “El colectivismo agrario de los vacceos: una revisión crítica”. En Actas del I Congreso de Historia de Zamora (Zamora, 1988), II. Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, pp.
429-435.
— (1994): “Onomástica y sociedad en la epigrafía antigua de las provincias de Salamanca y Ávila”. Zephyrus, 47, pp. 287-309.
— (1995): El gobierno de las provincias hispanas durante la república Romana (218-27 a.C.). Salamanca:
Ediciones Universidad de Salamanca.
— (1999): “De Polibio a Estrabón. Los celtas hispanos en la historiografía clásica”. En A. Alonso Ávila, S.
Crespo Ortiz de Zárate, T. Garabito Gómez y M.E. Solovera San Juan (coords.), Homenaje al profesor
Montenegro. Estudios de Historia Antigua. Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 191-203.
— (2004): “Los Vacceos en la Biblioteca Histórica de Diodoro de Sicilia”. Conimbriga, 43, pp. 47-62.
SAN MIGUEL MATÉ, L.C. (1993): “El poblamiento de la Edad del Hierro al occidente del valle medio del
Duero”. En F. Romero Carnicero, C. Sanz Mínguez y Z. Escudero Navarro (eds.), Arqueología vaccea.
Estudios sobre el mundo prerromano en la cuenca media del Duero. Valladolid: Junta de Castilla y León,
pp. 21-66.
— (1995): “Civitas y secundarización de la producción: ¿Las claves de interpretación del modelo de poblamiento vacceo?”. En F. Burillo Mozota (coord.), El poblamiento celtibérico. III Simposio sobre Celtíberos (Daroca, 1991). Zaragoza: Institución Fernando El Católico, pp. 373-380.
SAN MIGUEL MATÉ, L.C., ARRANZ, J.C. y GÓMEZ, M.A. (1995): “Novedades urbanísticas en hábitats vacceos”. En F. Burillo Mozota (coord.), El poblamiento celtibérico. III Simposio sobre Celtíberos. (Daroca, 1991). Zaragoza: Institución Fernando El Católico, pp. 381-387.
SÁNCHEZ-MORENO, E. (1998): “Los vacceos en las fuentes literarias. Historia, geografía y etnografía de una
entidad prerromana a ojos de los clásicos”. Hispania Antiqua, 22, pp. 51-74.
— (1998-1999): “La agricultura vaccea: ¿un topos literario? Ensayo de valoración”. Memorias de Historia
Antigua, 19-20, pp. 81-110.
— (2000a): Vetones: historia y arqueología de un pueblo prerromano. Madrid: Ediciones UAM. Colección
de Estudios, 64.
— (2000b): “Releyendo la campaña de Aníbal en el Duero (220 a.C.): la apertura de la meseta occidental a
los intereses de las potencias mediterráneas”. Gerion, 18, pp. 109-134.
— (2002): “Preliminares sobre un aspecto desatendido: el comercio vacceo”. En S. Crespo Ortiz de Zárate
y A. Alonso Ávila (eds.), Scripta Antiqua in honorem Ángel Montenegro Duque et José María Blázquez
Martínez. Valladolid, pp. 195-209.
— (2008a): “La Iberia interior y atlántica. (De los pueblos prerromanos: culturas, territorios e identidades)”.
En E. Sánchez-Moreno (coord.), Protohistoria y Antigüedad de la Península Ibérica. Vol.II: La Iberia
prerromana y la Romanidad. Madrid: Sílex. Historia de España, II, pp. 127-281.
— (2008b): “De Aníbal a César: la expedición cartaginesa de Salamanca y los vetones”. En Arqueología vettona. La Meseta occidental en la Edad del Hierro. Zona Arqueológica, 12, pp. 381-393.
SÁNCHEZ MORENO, E. y GÓMEZ PANTOJA, J.L. (2007): “Voces y ecos. Las fuentes para el estudio de la Hispania antigua”. En E. Sánchez-Moreno (coord.), Protohistoria y Antigüedad de la Península Ibérica.
Vol.I: Las fuentes y la Iberia colonial. Madrid: Sílex. Historia de España, I., pp. 18-71.
SANCHO ROYO, A. (1973): “En torno al Bellum Numantinum de Apiano”. Habis, 4, pp. 23-40.
101
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
— (1983): “Consideraciones en torno al testimonio de Apiano y Diodoro como fuente para las guerras Celtíbero-Lusitanas”. En Actas del VI Congreso Español de Estudios Clásicos. Unidad y Pluralidad en el
mundo antiguo, II. Madrid: Gredos, pp. 23-40.
SANTOS YANGUAS, J. y TORREGARAY PAGOLA, E. (eds.) (2005): Polibio y la Península Ibérica. Revisiones de
Historia Antigua, IV. Vitoria: Servicio de Publicaciones de la Universidad del País Vasco. Anejos de Veleia. Acta, 5.
SANZ MÍNGUEZ, C. (1990): “Metalistería prerromana en la cuenca del Duero. Una propuesta secuencial para
los puñales tipo Monte Bernorio”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 57, pp. 172187.
— (1998): Los vacceos: cultura y ritos funerarios de un pueblo prerromano del valle medio del Duero. La
necrópolis de Las Ruedas, Padilla de Duero (Valladolid). Salamanca: Junta de Castilla y León. Memorias. Arqueología en Castilla y León, 6.
— (1999): “La cerámica a peine. Nuevos datos para la definición de un estilo impreso en el Grupo Vacceo”.
En R. de Balbín Behrmann y P. Bueno Ramírez (eds.), Actas del II Congreso de Arqueología Peninsular. Tomo III: Primer milenio y metodología (Zamora, 24-27 de septiembre de 1996). Zamora: Fundación
Rei Afonso Henriques, pp. 249-273.
SANZ MÍNGUEZ, C. y MARTÍN VALLS, R. (2001): “Los vacceos”. En M. Almagro Gorbea, M. Mariné Isidro
y J.R. Álvarez Sanchís (eds.), Celtas y Vettones. Catálogo de la Exposición (Ávila, 2001). Ávila: Diputación Provincial de Ávila, pp. 315-325.
SANZ MÍNGUEZ, C. y ROMERO CARNICERO, F. (eds.) (2005): Pintia cotidiana y simbólica. Valladolid: Universidad de Valladolid. Centro de Estudios Vacceos Federico Wattenberg.
— (eds.) (2007a): En los extremos de la región vaccea. León: Caja España.
— (2007b): “Pintia, un oppidum en el extremo oriental de la Región vaccea”. En C. Sanz Mínguez y F. Romero Carnicero (eds.), En los extremos de la región vaccea. León: Caja España, pp. 59-77.
SANZ MÍNGUEZ, C. y VELASCO VÁZQUEZ, J. (eds.) (2003): Pintia. Un oppidum en los confines orientales de
la región vaccea. Investigaciones arqueológicas vacceas, romanas y visigodas (1999-2003). Valladolid:
Universidad de Valladolid.
SANZ MÍNGUEZ, C., VELASCO VÁZQUEZ, J., CENTENO CEA, I., GALLARDO MIGUEL, M.A. y GARRIDO BLÁZQUEZ,
A.I. (2003a): “El Centro de Estudios Vacceos ‘Federico Wattenberg’ y el Proyecto Pintia. Bases para la
protección, investigación y divulgación del patrimonio cultural vacceo”. En C. Sanz Mínguez y J. Velasco
Vázquez (eds.): Pintia. Un oppidum en los confines orientales de la región vaccea. Investigaciones arqueológicas vacceas, romanas y visigodas (1999-2003). Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 251278.
SANZ MÍNGUEZ, C., ROMERO CARNICERO, F., VELASCO VÁZQUEZ, J. e CENTENO CEA, I. (2003b): “Nuevos
testimonios sobre la agricultura vaccea”. En C. Sanz Mínguez y J. Velasco Vázquez (eds.): Pintia. Un oppidum en los confines orientales de la región vaccea. Investigaciones arqueológicas vacceas, romanas
y visigodas (1999-2003). Valladolid: Universidad de Valladolid, pp. 99-123.
SASTRE PRATS, I. (coord.) (2009): Arqueología espacial: Identidades. Homenaje a Mª. Dolores FernándezPosse. Arqueología Espacial, 27. Teruel.
SERRANO, C. y BARRIENTOS, J. (1933-34): “La estación arqueológica del Soto de Medinilla”. Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, 5, pp. 213-226.
SNODGRASS, A. (1990): Arqueología de Grecia. Presente y futuro de una disciplina. Barcelona: Crítica.
SOLANA SAÍNZ, J.M. (1983): “La expedición de L. Licino Lúculo contra los Vacceos”. En Estudios en Homenaje a D. Claudio Sánchez Albornoz, I. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires. Instituto de Historia de España. Anexos de Cuadernos de Historia de España, pp. 37-53.
— (1986-1988): “Comunidades humanas de los vacceos y su territorio”. Sautuola (Estudios en Homenaje
al Padre Carballo), 5, pp. 55-61.
— (1990): “Caucenses, amallobrigenses e intercantienses”. En Actas del Primer Congreso de Historia de
Zamora, II. Zamora: Instituto de Estudios Zamoranos Florián de Ocampo, pp. 301-315.
102
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
— (1994-1995): “La red viaria de la submeseta septentrional de Hispania según los itinerarios y testimonios
miliarios”. Memorias de Historia Antigua, 15-16, pp. 275-289.
— (2002-2003): “Los vacceos en las fuentes escritas: entidad étnica y núcleos de población”. Anas, 15-16,
pp. 11-82.
SOLANA SAÍNZ, J.M. y SAGREDO SAN EUSTAQUIO, L. (2006): La red viaria romana en Hispania (siglos I-IV
d.C.). Valladolid: Universidad de Valladolid.
SOPEÑA GENZOR, G. (1995): Ética y ritual. Aproximación al estudio de la religiosidad de los pueblos celtibéricos. Zaragoza: Institución Fernando El Católico. Universidad de Zaragoza.
— (2004): “El mundo funerario celtibérico como expresión de un ethos agonístico”. Historiae, 1, pp. 56107.
— (2005): “Celtiberian ideologies and religion”. e-Keltoi. Journal of Interdiciplinary Celtic Studies. Vol 6:
The Celts in the Iberian Peninsula (M. Alberro & B. Arnold, eds.), pp. 347-410.
Disponible en http://www.uwm.edu/Dept/celtic/ekeltoi/volumes/vol6/index.html, consultado el 14 de
julio de 2009.
SOPEÑA GENZOR, G. y RAMÓN PALERM, V. C. (2002): “Claudio Eliano y el funeral descarnatorio en Celtiberia: reflexiones críticas a propósito de Sobre la naturaleza de los animales X, 22”. Palaeohispanica, 2,
pp. 227-269.
— (2006): “Apiano, los Vacceos y la verosimilitud en la historia retórica: precisiones sobre Iberiké 51-54”.
Palaeohispanica, 6, pp. 225-236.
TIR K-30 (1993): TABULA IMPERII ROMANI. Hoja K-30: Madrid. Caesaraugusta, Clunia. Madrid: Instituto Geográfico Nacional. CSIC. Ministerio de Cultura.
TOVAR LLORENTE, A. (1989): Iberische Landeskunden. Die Völker und die Städte des antiken Hispanien.
Tomo 3: Tarraconensis. Baden: Verlag Valentin Koerner.
VIGIL PASCUAL, M. (1963): “Romanización y permanencia de estructuras sociales indígenas en la España septentrional”. Boletín de la Real Academia de la Historia, 52, pp.225-233. [Publicado igualmente en Prieto
Arciniega, A. (ed.), Conflictos y estructuras sociales en la Hispania Antigua. Madrid: Akal, 1977, pp.
129-138]
WATTENBERG GARCÍA, E. (2004): “Federico Wattenberg y Eloísa Gacía de Wattenberg: directores del Museo
Nacional de Escultura”. Museos.es. Revista de la Subdirección General de Museos Estatales, 0, pp. 194201. Disponible en http://www.mcu.es/museos/docs/MC/MES/Rev0/wattenbergRev0.pdf, consultado el
12 de agosto de 2009.
— (2008): “Federico Wattenberg Sampere”. Estudios del Patrimonio Cultural, 1, pp. 15-18.
Disponible en http://www.sercam.es/fotos/revista/3-Federico%20Wattenber%20Sampere_%20Eloisa%
20Watenberg.pdf, consultado el 12 de agosto de 2009.
WATTENBERG SANPERE, F. (1959): La región vaccea. Celtiberismo y romanización en la cuenca media del
Duero. Valladolid-Madrid: Diputación Provincial de Valladolid-CSIC. Biblioteca Praehistorica Hispana,
II.
— (1960-1961): “Cajitas excisas de la Meseta central”. Ampurias, 22-23, pp. 288-294.
— (1965): “Algunas notas sobre formas y características de la cerámica vaccea”. Boletín del Seminario de
Estudios de Arte y Arqueología, 31, pp. 5-14.
WELLS, P.S. (1998): “Identity and material culture in the Later Prehistory of Central Europe”. Journal of Archaeological Research, 6, pp. 239-298.
— (2001): Beyond Celts, Germans and Scythians. Archaeology and identity in Iron Age Europe. Londres:
Duckworth.
— (2002): “The Iron Age”. En S. Milisauskas (ed.): European Prehistory. A survey. Nueva York-Londres:
Kluwer Academic. Plenum Publishers, pp. 335-384.
103
Indice
7
Cincuenta años de arqueología vaccea
Fernando Romero Carnicero y Carlos Sanz Mínguez
19
Semblanza de Federico Wattenberg
Eloisa Wattenberg García
37
Arqueología del proceso de etnogénesis en la Meseta prerromana: los vacceos
Gonzalo Ruiz Zapatero
65
Los vacceos a través de las fuentes: una perspectiva actual
Eduardo Sánchez-Moreno
105
El colectivismo de los vacceos, entre el mito y la realidad histórica
Manuel Salinas de Frías
123
El poblamiento y el urbanismo vacceos
José David Sacristán de Lama
163
‘La Ciudad’ de Paredes de Nava y el problema de la identificación de la Intercatia vaccea
Fancisco Javier Abarquero Moras y Fancisco Javier Pérez Rodríguez
193
Un vacío vacceo historiográfico: sus necrópolis
Carlos Sanz Mínguez
231
Rituales de vino y banquete en la necrópolis de Las Ruedas de Pintia
Cristina Górriz Gañán
257
La cerámica vaccea
Juan Francisco Blanco García
575
De la Región Vaccea a la Arqueología Vaccea
293
La cerámica con decoración a peine: de “fósil guía” a indicador de etnicidad
Jesús Álvarez-Sanchís
319
El armamento vacceo
Carlos Sanz Mínguez
363
Los puñales de filos curvos en el Duero Medio y Alto Ebro.
A propósito de los llamados tipo La Osera y Villanueva de Teba
Roberto De Pablo Martínez
397
¿Existe una joyería vaccea?
José Fabián Cuesta Gómez, Germán Delibes de Castro y Ángel Esparza Arroyo
437
Réplicas en barro de la orfebrería vaccea
Fernando Romero Carnicero y Carlos Sanz Mínguez
467
Las representaciones zoomorfas en perspectiva cenital.
Un estado de la cuestión
Fernando Romero Carnicero
547
Iconografía vaccea: una aproximación a las imágenes del territorio vacceo
Silvia Alfayé Villa
576
UniversidaddeValladolid
Centro de Estudios Vacceos
“Federico Wattenberg”
Descargar