El Destino de Nuestra América

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El Destino de Nuestra América
Texto del discurso pronunciado por el doctor Rodrigo Borja, ex presidente de Ecuador, ante la Asamblea
General del Parlamento Latinoamericano el 10 de diciembre de 2004
Sr. Presidente del Parlamento Latinoamericano, Sr. Representante del Parlamento Europeo, Señoras y
Señores Parlamentarios:
El privilegio de ocupar esta tribuna libre de nuestra América y la conmemoración de los 40 años del
Parlamento Latinoamericano que hoy celebramos con tan justificada solemnidad me ofrecen la
oportunidad propicia para hacer ciertas reflexiones sobre lo ocurrido en el mundo y en América Latina a
lo largo de estas cuatro décadas de la fecunda vida del Parlamento Latinoamericano. Cuando los
siniestros hongos atómicos de Hiroshima y Nagasaki marcaron el fin de la Segunda Guerra Mundial, la
humanidad pensó que se abriría una amplia y dilatada era de paz, de tranquilidad y de buena vecindad en
el mundo. Pero no fue así. Al otro día de la derrota militar del eje Berlín- Roma-Tokio reflotaron las
viejas diferencias ideológicas y los arcanos apetitos económicos de la Unión Soviética y de las potencias
de Occidente y no demoró mucho en tomar cuerpo la persistente confrontación ideológica, política,
económica y militar entre ellos, que fue bautizada en 1947 con el nombre de “Guerra Fría” por Bernardo
Baruch, el entonces asesor del Presidente de los Estados Unidos.
Sucedió lo que había dicho con trágica precisión Winston Churchill en su celebre discurso de Fulton el 5
de marzo de 1946:“que desde Stettin en el Báltico hasta Trieste en el Adriático ha caído sobre el
continente europeo una cortina de hierro “. En realidad el planeta se dividió en dos grandes zonas de
influencia, se produjo la distribución bipolar del poder mundial, los corceles imperialistas y hegemonistas
galoparon sobre el planeta, los pequeños países fueron convertidos en peones del ajedrez geopolítico que
jugaban las grandes potencias en su afán de apoderarse de los recursos perecibles del planeta, la
humanidad en su conjunto fue sometida al equilibrio del terror y los pershing-2 y SS-20 , con sus cabezas
nucleares múltiples, apuntaban siniestramente milenios de civilización. Hubo momentos en que el
desenlace nuclear era inminente, como en 1948 con el bloqueo de Berlín o en 1961 con la erección del
Muro de Berlín o como en el Otoño de 1962 con el emplazamiento de los cohetes nucleares de alcance
medio en Cuba.
Fueron 44 años de angustia para la humanidad porque todos sabíamos, consciente o inconscientemente,
que el furor de alguien, la locura de alguien, la imprudencia de alguien, el complejo de inferioridad de
alguien, el error de cálculo o la simple inadvertencia de alguien eran irremisiblemente el holocausto
universal.
- 4 HECHOS COLAPSANTES
Pero en la ultima década del siglo XX ocurrieron cuatro hechos espectaculares que cambiaron el rumbo
de la historia: primero, el colapso de la Unión Soviética que, hablando en términos de filosofía de la
historia, fue el colapso de uno de los grandes imperios que ha conocido la humanidad. Ella fue victima de
tres contradicciones dialécticas: la contradicción filosófica de mirar un entorno permanentemente móvil
desde un punto de vista implacablemente inmóvil; la contradicción económica de la estatificación total de
los instrumentos de producción, que conspiró contra la cantidad y la calidad de su producción y la colocó
fuera de toda posibilidad de competencia en el mercado internacional; y la contradicción política de haber
establecido no exactamente una dictadura del proletariado, sino una dictadura sobre el proletariado, por
obra de sucesivas suplantaciones en que un partido tomó el lugar de la clase proletaria, los dirigentes el
lugar del partido y el aparato el lugar de los dirigentes, con lo que al final la totalidad de los poderes
económicos y políticos descansó en las manos de un pequeño grupo de tecnoburócratas-estatales. El
segundo gran acontecimiento de finales del siglo XX fue la disolución del bloque soviético, que se
derrumbó como un castillo de naipes. Primero fue Polonia, después Alemania Oriental, luego
Checoslovaquia y finalmente Bulgaria y Rumania.
El tercer gran acontecimiento fue el desplome del Muro de Berlín, de una manera tan impensada y
sorpresiva. Esa muralla de concreto que parecía eterna, que partía en dos a una ciudad, fue el lindero
ideológico, político y militar entre dos sistemas contendientes. El cuarto hecho espectacular fue la
terminación de la Guerra Fría que había torturado a la humanidad por casi medio siglo. Estos
acontecimientos, que transformaron la historia, ocurrieron en el lapso de 5 meses en la segunda parte del
año de 1989.
- LA ERA DIGITAL
Como resultado de ellos surgió un nuevo orden político y económico internacional de naturaleza unipolar,
acaudillado por la potencia triunfadora de la Guerra Fría. Este nuevo orden hizo de Occidente la avanzada
política, científica, tecnológica, económica y militar del mundo. Occidente domina la globalización – que
debe ser entendida como una muy hábil estrategia de dominación política y de domesticación de los
mercados del planeta por los países industriales —, controla el sistema bancario internacional, es dueño
de las divisas más fuertes, maneja las rutas marítimas más importantes, conduce los mercados
internacionales, lidera la industria aeroespacial y la educación técnica de punta, ejerce un claro liderazgo
en las comunicaciones mundiales, es dueño del lenguaje digital, produce 4 de cada 5 palabras y 4 de cada
5 imágenes de las comunicaciones internacionales y es el depositario de los secretos de la revolución
biotecnológica de nuestros días.
Surgió, pues, de esta manera, una nueva era histórica que todavía no ha sido bautizada por los filósofos de
la historia pero que bien podría ser denominada la “era digital” en función de los prodigios fascinantes de
la revolución electrónica: la informática, internet, realidad virtual, inteligencia artificial, dinero
electrónico, robótica, prensa digital.
Para haber quedado atrás el homo sapiens de los primigenios antropólogos para afirmar el dominio
indispuesto del homo digitalis en la era moderna. Esta revolución industrial ha dado a luz la sociedad del
conocimiento, cuya característica fundamental es que la información en forma de textos, signos, gráficos,
imágenes, ideogramas y sonidos, ya solos o ya combinados, es, por decirlo así, la “materia prima” con la
que trabajan los modernos instrumentos de la producción.
Ésta, por supuesto, es una sociedad terriblemente dinámica porque esta contagiada por el dinamismo de
los conocimientos, cuya duplicación tomó desde de los tiempos de Cristo hasta mediados del siglo XVIII,
que se volvieron a duplicar en los siguientes 150 años y que hoy se duplican cada 4 o 5 años. En las
ultimas décadas se ha producido más información nueva que en los 5.000 años anteriores y una edición
dominical del New York Times trae en sus páginas más información que la que poseía al final de sus días
un hombre culto del siglo XVII.
La cultura escrita ha sido reemplazada por la cultura audio-visual y tuvieron que transformarse
vertiginosamente todas las instituciones basadas en la imprenta, entre ellas la política, la economía, la
literatura, la educación, el periodismo. Los átomos fueron reemplazados por los bits, la pantalla
electrónica sustituyó al papel escrito o está en proceso de hacerlo y no cabe duda de que las bibliotecas
del futuro no serán colecciones de libros sino bancos de datos conectados con terminales de computación.
Las revoluciones digital y biotecnológica han dado un nuevo contenido a los conceptos “izquierda” y
“derecha”. No es que ellos hayan desaparecido, como algunos sostienen; es que los contenidos, las
diferencias y los linderos que les separan son diferentes a la sombra de la revolución digital. Persiste,
aunque con diferentes contenidos, la división conceptual fundamental entre los hombres, instituciones,
partidos y gobiernos que impulsan el cambio de la sociedad y los que consagran todas sus horas y sus
energías a la precautelación de la sociedad tradicional.
-EL MUNDO GLOBAL
La globalización es sin duda el fenómeno emblemático de nuestros días. Es un fenómeno múltiple
consistente en la interdependencia e interpenetración de las economías nacionales en el marco de un
planeta que tiende a ser cada vez con mayor definición un solo y gran mercado comercial, financiero,
monetario y bursátil que trabaja las 24 horas del día. Pero la globalización deja en su camino ganadores y
perdedores. Para el Norte ella es un instrumento de desarrollo, de avance científico y tecnológico, de
apertura de mercados, de expansión de la producción, de ampliación del consumo y de conquista de muy
altos niveles de bienestar social. Pero en el Sur las cosas son enteramente diferentes: perpetúa la clásica
división internacional clásica del trabajo – que al decir de las quemantes palabras de Eduardo Galeano,
consiste en que unos países se especializan en ganar y otros nos especializamos en perder...... Condena a
los pueblos y países del tercer mundo a ser simples abastecedores de primeras materias para las usinas de
países industriales, agudiza por tanto los lazos de dependencia, forma en nuestros países sociedades de
consumo con hábitos importados, sociedades de consumo que se inventan nuevas necesidades o nuevas
maneras de satisfacer viejas necesidades, bajo la consigna de vender y vender. Hemos visto fracasar en
estos últimos cuarenta años dos grandes sistemas económicos: el estatista y el privatista. Y, con ello,
hemos visto hundirse dos formas de Estado: el Estado megalómano, que en su delirio de grandeza
abarcaba toda clase de responsabilidades para cumplirlas mal, y el Estado huidizo y desertor de los
neoliberales que fuga del escenario de la historia y se niega a cumplir sus más elementales obligaciones
con la sociedad. El primer sistema estatificó todo, hizo del Estado el dueño de todo, el hacedor de todo, el
monopolista de todo, el agente económico único de la sociedad. El otro, en cambio, endiosó el mercado y
le entregó las facultades estatales de planificar la economía y organizar la producción, el intercambio y la
distribución de bienes y servicios económicos, bajo la ilusoria idea propuesta por Milton Friedman de que
el mercado es capaz de asegurar que se fabriquen los productos adecuados, en las cantidades precisas,
para que estén disponibles en los lugares necesarios. Esto evidentemente es un despropósito, porque en
último término el mercado no es sino el conjunto de los consumidores, con sus apetencias, caprichos,
prejuicios, ignorancias, egoísmos, complejos, esnobismos y rastacuerismos. Una entidad como ésta no
está en capacidad de organizar la economía. Su agenda no contempla la justicia social, ni la equidad
económica, ni la solidaridad, ni la defensa del medio ambiente, ni la protección de los recursos naturales,
ni la cultura, ni el desarrollo humano.
-EL FRACASO DE LOS “ISMOS”
Es evidente que estos dos extremos han fracasado y que lo aconsejable parece ser buscar la verdad
económica en la rica gama de posibilidades intermedias; buscar un sistema de economía mixta que pueda
abrir espacios a los sectores privados y a los públicos para que compartan responsabilidades en la común
tarea del desarrollo económico y social de los pueblos.
Lo curioso de todo esto, y además lo paradójico, es que el marxismo y el neoliberalismo tienen en común
concentrar el poder económico y político en las mismas manos. El uno lo hizo por medio de la
estatificación, el otro lo hace a través de la privatización indiscriminada, pero al final el resultado es el
mismo: la concentración de estos poderes en las mismas manos. La diferencia está en sus beneficiarios,
que en el un caso es la pequeña tecnoburocracia estatal y, en el segundo, el sector conspicuo del
empresariado privado, o sea aquel que ha podido insertarse exitosamente en ciertas ramas prósperas del
comercio internacional, en los servicios informáticos o en el manejo de las tecnologías de última
generación.
A lo largo de estas cuatro décadas ha brotado la violencia en las relaciones humanas y en las relaciones de
los humanos con el medio ambiente. Violencia que ha llegado a su paroxismo en los momentos actuales.
Es una violencia multidimensional, porque es una violencia de arriba, impuesta por leyes y sistemas
económicos inicuos, y una violencia de abajo, que es la respuesta contestataria de quienes son víctimas de
la primera. Es una violencia política y económica, violencia racial y violencia religiosa; en fin, es la
violencia en todos sus rostros, formas y direcciones, que agita brutalmente al mundo contemporáneo.
Hay un terrorismo sin fronteras impulsado por los fundamentalismos religiosos y ejecutado por agentes
invisibles y ubicuos con recursos financieros y tecnológicos ilimitados, que están a punto de tener en sus
manos armas de destrucción masiva. Es un terrorismo que tiene una diferencia cualitativa con el
terrorismo tradicional porque es un terrorismo cuyos agentes no tienen interés en salvar sus vidas; y eso
hace un cambio fundamental en esta siniestra actividad.
Como consecuencia del atentado del 11 de septiembre contra las torres gemelas de Nueva York y contra
el Pentágono de Washington surgió la llamada “Doctrina Bush”, que ha diseñado una nueva teoría de la
seguridad nacional, algunos de cuyos elementos son: primero, que el comunismo ha sido sustituido por el
terrorismo como el objetivo fundamental de la lucha norteamericana en pos de su seguridad; segundo, que
la guerra contra el terrorismo es diferente de cualquier otra guerra en la historia, entre otras razones
porque es un enemigo invisible y ubicuo que posee armas químicas y bacteriológicas; tercero, que estas
armas en poder de los terroristas no tienen el carácter disuasivo y de última instancia que tuvieron a lo
largo de la Guerra Fría, sino que han pasado a ser opciones preferentes y de uso inmediato; cuarto, que el
objetivo de la acción terrorista no son los elementos militares, como en la guerra convencional, sino la
población civil; quinto, que ha cambiado el concepto mismo de agresión internacional, puesto que ella no
es, como antes, el traspaso de las fronteras de un Estado por unidades militares uniformadas y banderas
desplegadas sino la penetración clandestina de agentes terroristas. Y, finalmente, que los Estados Unidos
no se sienten obligados a consultar a otros Estados, ni a la comunidad internacional ni a las Naciones
Unidas para ejercer lo que ellos creen que es su derecho de “legítima defensa” mediante acciones
militares preventivas, que evidentemente están por encima de la ley internacional. Ha venido como
consecuencia de esta doctrina una profunda y preocupante crisis del multilateralismo, que fue una de las
grandes conquistas de la segunda postguerra. Fue el multilateralismo el que le dio al mundo cincuenta
años de una relativa paz que permitió que se llegaran a acuerdos, convenciones y concertaciones
internacionales que aseguraron la tranquilidad del planeta; que creó la Organización de las Naciones
Unidas como una instancia de diálogo y a la que le debemos que no se haya repetido la tercera
conflagración mundial. Fue el multilateralismo el que puso en manos del Consejo de Seguridad de la
Organización Internacional el uso legítimo de la fuerza en casos de emergencia.
Como vemos, el entorno internacional de nuestros días es terriblemente sombrío: conflictos, acechanzas,
violencia, limpieza étnica por todos los lados. Un estado de cosas que cada vez se asemeja más al
pronostico del Profesor Huntington de Harvard de que, de haber una tercera guerra mundial, ésta ya no
será entre Estados ni entre ideologías sino entre civilizaciones.
-LOS NUEVOS RETOS
Dentro de este entorno es que los regímenes políticos de nuestra América deben afrontar una serie de
retos inaplazables e importantes, el primero de los cuales es revisar el propio concepto de democracia. La
democracia entendida como organización de la sociedad en su conjunto o sea la democracia como algo
que es mucho más que una forma de gobierno, más que la mera ordenación de las magistraturas públicas,
más que un modo de legitimar el ejercicio del poder. La democracia debe entenderse como un sistema de
interminable construcción, que se hace todos los días y que siempre es y será un proyecto inconcluso. La
democracia como un sistema de participación popular que confiere a los pueblos opciones reales de tomar
parte en las decisiones políticas dentro del Estado pero también en el usufructo de los bienes y servicios
de naturaleza socio-económica que se producen con el trabajo de todos y que no tienen por que ir a para
al bolsillo de unos pocos. La democracia entendida, además, como un valor tridimensional que abarca
elementos, políticos, económicos y sociales. Con lo importante que son las elecciones, con lo importante
que es que mande en la sociedad solamente aquel que tenga una credencial para hacerlo, con lo
importante que es que esa credencial dimane de la expresión volitiva de los pueblos electoralmente
expresada, no podemos cometer el error electoralista de suponer que la democracia se agota con el ritual
de depositar estacionalmente una papeleta en una urna. La democracia es mucho más que eso y lleva
implícita una nueva forma de entender la libertad – no entenderla en términos formales, como la libertad
meramente declarativa de los textos constitucionales, no, porque esa libertad para la mayor parte de los
integrantes de nuestros pueblos se termina frente a la vitrina del supermercado — . Esa es la libertad de
morirse de hambre, de mendigar el pan en las calles, de vender baratijas en las esquinas o de dormir bajo
los puentes. Esa no es la libertad que nosotros queremos sino la libertad basada en una sólida plataforma
económica. No es libre sino quien tiene la posibilidad económica de serlo. La injusta distribución de la
riqueza implica también una injusta distribución de la libertad.
Otro de los retos fundamentales de la hora es conciliar, o reconciliar, la ética con la política. No entender
la política como el arte de salteadores de los fondos públicos, sino como una actividad sometida a la ética:
a la ética personal y a la ética de las doctrinas políticas y de los sistemas económicos. Porque no es verdad
que ellos sean neutrales frente al tema. Las doctrinas políticas y los sistemas económicos llevan dentro de
sus entrañas una ética que siempre está referida a quiénes son los beneficiarios y quiénes los perjudicados
con sus propuestas. No hay neutralidad en este campo. Recordemos que el fascismo favoreció a pequeñas
minorías, a las que Hitler llamaba minorías selectas; que el marxismo, como acabamos de decir, benefició
fundamentalmente a las tecnoburocracias; que el neoliberalismo trabaja día y noche a favor de los
intereses de los sectores empresariales; que los socialismos democráticos defienden los intereses de los
trabajadores intelectuales o manuales. José Ortega y Gasset escribió que “ la moral es una cualidad
matemática: es la exactitud aplicada a la valoración ética de las acciones humanas “ y esto es
precisamente lo que falta en la política latinoamericana, que carece de una dimensión ética y de una
dimensión estética. Muchas cosas sucias y poco elegantes se hacen en nombre de la política. Y como la
corrupción es un mal contagioso ha hecho metástasis en el cuerpo de nuestras sociedades y ha creado su
propia cultura, sus propios códigos y jerarquías, sus propios honores y distinciones sociales. La
delicadeza, la austeridad, el escrúpulo en el manejo de los bienes públicos son vistos casi casi como una
extravagancia. En muchos de nuestros países, el Ecuador de esta hora incluido, no existen realmente
democracias sino cleptocracias.
El divorcio entre la política y la moral ilegitima a los gobernantes les despoja de la credencial ética para
mandar y ser obedecidos y les resta toda credibilidad. El poder descansa sobre un sistema de creencias,
gobernar es ser creíble, tener crédito, suscitar confianza. En fin, se podría hablar mucho sobre los retos de
las democracias endebles de nuestra América. Otro de los grandes retos es, por ejemplo, el de afrontar los
riesgos de la revolución digital, que tal como van las cosas apunta hacia una concentración del saber
científico y tecnológico en pocas mentes, cosa que va a profundizar la disparidad social. El conocimiento
científico y tecnológico va a jugar el mismo papel disociador y polarizante que en el pasado y en el
presente ha jugado la riqueza concentrada en pocas manos.
-LA “VIDEO” POLÍTICA
Otro de los riesgos que existen en la video-política contemporánea, en la que las muchedumbres ya no
cuentan y en que la oratoria de masas es cosa del pasado: esa oratoria tan emotiva de los viejos líderes
políticos de nuestra América: arrebatada, arrolladora, persuasiva, estruendosa y electrizante, acompañada
de grandes y dramáticas gesticulaciones – no olvidemos que un notable filósofo español decía que un
grande orador de masas tiene gestos de domador – esa oratoria en la lidia política de nuestros días ha sido
absolutamente superada. Hoy ya no son los balcones ni las tarimas los lugares desde donde los líderes se
dirigen a sus pueblos sino los sets televisuales. Ya las muchedumbres delirantes de las plazas no existen,
y el conjunto de televidentes de nuestros días está muy lejos de ser una multitud, desde el punto de vista
sociológico. Los televidentes no están sometidos a la sicología de masas ni en ellos se produce el contagio
emocional del que hablaba Gustavo Le Bon al afrontar el tema de la “rebelión de las masas”. Los
televidentes no son una muchedumbre.
La presencia de la televisión en el quehacer político ha suplantado la inteligencia por la telegenia, la
personalidad por la imagen, la realidad por la apariencia, la verdad por la verosimilitud, el discurso por el
estilo, el contenido por la envoltura y la consistencia de las ideas por la simple eufonía en las
manifestaciones retóricas de los líderes políticos. En el mundo que vivimos se ha mundializado el gran
embuste político de que han muerto las ideologías, que es una afirmación que se repite con sospechosa
frecuencia por parte de quienes pretenden hacer política hablando mal de la política y hacer ideología
proclamando la muerte de ellas.
Esta es evidentemente una afirmación falsa. Las ideologías políticas viven, están tan vigentes como
siempre en las tareas de la gobernación de los pueblos y son la diversas maneras de entender la libertad, la
justicia social, el equilibrio entre la libertad y la autoridad, la forma organizativa del Estado, el contenido
de la democracia: si ha de ser una operación puramente política o ha de ser una operación tridimensional,
el significado de las elecciones, si éstas han de ser un punto de llegada, como sostienen algunos sectores
ideológicos, o un punto de partida para ulteriores conquistas económico-sociales, como sostenemos otros.
Las ideologías son las brújulas que nos señalan el camino, que nos dicen lo que hay que hacer y para
quien desde el poder.
Muchas cosas podríamos decir pero me temo que he abusado mucho del tiempo y de la paciencia de
ustedes. Quiero acortar mis palabras y simplemente exhortar a ustedes, como parlamentarios de nuestra
América Latina, para que no se descuiden de que hay un creciente desencanto con la democracia formal
que viven nuestros países y que ese desencanto, si toma cuerpo, sólo puede tener dos desenlaces posibles:
el golpismo de los viejos tiempos, forjado en cualquier trama cuartelera de medianoche, o el populismo
mesiánico que confía los destinos de un pueblo a esa suerte de hechiceros del siglo XXI que son los
caudillos populistas, siempre listos a ofrecer el paraíso terrenal a la vuelta de la esquina.
Muchas Gracias
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