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El Río
Revista de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A. C.
Año i, núm. 2, julio-octubre de 2008
Mario Hernández Maytorena
Mexicalense del siglo veinte
El doctor
Ángel Bassols
Vivencias en el
Río Colorado
Primeras agrupaciones
en Mexicali
Índice
El Río
Editorial1
El doctor Ángel Bassols Batalla
2
Recuerdos de mis vivencias en
la región sur del valle de Mexicali 5
Primeras agrupaciones en Mexicali 11
Mario Hernández Maytorena
15
Libros, reseñas, comentarios...
25
Escriben la historia
27
Acontecer de la historia
28
Páginas de historia
29
Casilleros de historia contraportada
Revista de la Sociedad de Historia Centenario
de Mexicali, A.C.
Año 1, núm. 2, julio-octubre de 2008
Mexicali, Baja California, México
Mesa directiva 2008-2009
Rubén Castro Bojórquez, presidente
Sergio Noriega Verdugo, vicepresidente
Daniel Medina Soberanes, secretario
Malbina Magdalena Robles Robles, tesorera
Presidenta honoraria vitalicia
Yolanda Sánchez Ogás
Revista El Río
Coordinador de este número: Sergio Noriega Verdugo
Diseñador: Rubén Castro Bojórquez
Elaborada en cesu-uabc
Captura: Catalina Rojas Monzón y Ana Isabel León González
Digitalización y apoyo tipográfico: Lydia Coronel Yáñez
Revisión: Luz Mercedes López Barrera
Apoyo logístico: María Teresa Ponce León
Nota: Se aceptan colaboraciones de artículos
de historia regional, de preferencia con
ilustraciones.
Dirigirlas a: [email protected]
Editorial
El interés por la historia
Vivimos en tiempos de cambios, muchos de ellos ligados a la tecnología, misma que
influye en qué y cómo trabajamos y, por si fuera menos, cuanto ganamos. El cambio
tecnológico ha venido transformando nuestras vidas, no sólo por la forma en que
el hombre produce las cosas para poder vivir, sino también por los productos que
consume.
Este cambio acelerado en la forma como vivimos es en gran medida la diferencia
principal de una generación a otra. Las diferencias entre los jóvenes y los viejos parecen
acentuarse por el cambio tecnológico, y estas mismas diferencias nos han llevado a
separarnos unos de otros, de manera que pareciera que hay menos cosas que compartir
de una generación a otra.
Antes, era más evidente la influencia que tenían los padres sobre sus hijos. Los hijos
obtenían la mayor parte de la información útil de sus padres, de ellos venía la experiencia,
la lectura el conocimiento y la autoridad. Pero hoy, gracias a los avances de los medios
de comunicación, como la radio, la televisión, la telefonía, el internet y una educación
escolar cada vez más temprana, los jóvenes disponen de tanta o más información que la
de sus padres.
Por lo tanto, los viejos no se encuentran actualizados ante los ojos de los jóvenes. Y
los jóvenes ya no sienten que la comunicación con sus padres sea tan importante, pues
lo que ahora parece importante es el presente y no el pasado. Además, dado el cambio
vertiginoso que la tecnología nos ha impuesto, el futuro tiene más relevancia que el
pasado.
Una víctima de este cambio generacional es el interés por la historia. A nuestra juventud
no le interesa la historia. Para el joven debe ser más importante cómo hacerle frente a
la vida, a lo que le está pasando y lo que le puede pasar. Para ello sólo existen algunos
controles y el resto es adaptación. La historia es remota, algo que ya sucedió y que no se
puede cambiar, ¿para qué entonces ocuparse de ella? Así las cosas, la historia no tiene
sentido.
¿Cómo entonces debemos proceder quienes amamos a la historia? En primer lugar, hay
que traer a la historia del pasado al presente. La historia no debe ser simplemente el lugar
de nuestros recuerdos de juventud. La historia debe ser capaz de decir algo importante
para quienes ven la vida hacia adelante, incluyendo a esos jóvenes que sienten que están
muy ocupados con el presente.
La historia no puede ser un relato estéril de las cosas que han ocurrido; si éstas no
tienen sentido para quienes ahora vivimos, mejor es dejarlas reposar. Necesitamos abordar
la historia con el vivo interés de un descubridor de tierras desconocidas, de culturas
diferentes a la nuestra, de experiencias vividas por los protagonistas de nuestra o de otras
civilizaciones. La razón es simple, del pasado podemos aprender. Aprender de la historia
es aprender a superarnos. ¡Aprendamos pues, haciendo historia!
Sergio Noriega Verdugo
1
Doctor Ángel Bassols Batalla1
visita Mexicali en 1956
Malbina Robles Robles
E
l doctor Ángel Bassols Batalla es uno de los pilares básicos
en la creación del pensamiento científico, principalmente
de la geografía económica y social, así como de la historia y
la planificación del desarrollo urbano-regional. Los trabajos
del doctor Bassols sobre México han sido pioneros para la
comprensión de nuestra rica y compleja realidad; sus obras
escritas datan desde la década de 1950, época en la que a Baja
California le toca ser uno de los primeros estados observados,
en cuanto a la geografía física, económica, social, política,
valoración del medio ambiente, recursos naturales, etcétera.
Desde que apareció el hombre sobre la tierra ha obtenido
de la naturaleza sus satisfactores básicos, ya sea tomándolos
en forma directa o transformándolos a través de la
especialización de las herramientas y de su fuerza de trabajo.
Esta dependencia con el medio natural lo obliga a conocerlo,
estudiarlo y aprovecharlo, implicando una especialización en
todos los ámbitos de la vida social, dando como resultado una
mejor calidad de vida.
Mexicali y su valle son un ejemplo de lo anterior: “Sus
procedimientos culinarios eran reducidos: moler y tostar
semillas con brasas sobre carapachos de caguamas...
mientras que a los animales se los comían enteros después de
chamuscarlos brevemente en el fuego”2
No olvidemos que Mexicali nació gracias al Río Colorado.
En 1901 las aguas de riego pasaron a territorio norteamericano,
atravesando el valle de Mexicali, irrigando ambos lados, dando
lugar a una próspera agricultura.
Este breve preámbulo es un sencillo reconocimiento al gran
maestro y geógrafo doctor Ángel Bassols Batalla, considerado
el padre del estudio sobre regionalización de México. Estudios
que nos han nutrido con su vasta experiencia en investigación
y docencia así como con sus múltiples viajes por todo el
mundo.
Conocí al maestro Ángel Bassols al consultar su libro
Recursos Naturales3 en 1969 cuando impartí la clase Problemas
económicos, políticos y sociales de México en la Escuela
Preparatoria por Cooperación para Trabajadores “Adolfo
López Mateos”, en Mexicali. En aquellos tiempos, un año
después de 1968, nos impresionó una frase del libro que decía
“…es injusto que se le llame flojo a un mexicano por razones
de la inequitativa distribución de la riqueza” (frase que dio
para muchos comentarios). Después le escribí y el maestro me
envió dos cartas con sugerencias para la clase. Pero mi grata
sorpresa fue cuando un día, al llegar a mi casa ahí estaba
el maestro, había venido a Mexicali a presentar su libro El
Noroeste de México. Me invitó a inscribirme en el Colegio de
Geografía, en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Aunque no me inscribí en geografía, cursé pedagogía en la
propia facultad, y me sorprendí al saber que era hijo del gran
maestro, secretario de Educación Pública, Narciso Bassols.
Ángel Bassols Batalla nació en la Ciudad de México en 1925. Hijo del licenciado Narciso Bassols García y de la licenciada y de la maestra Clementina Batalla Torres.
Geógrafo, con estudios en la URRS, EUA, Francia e India. Desde 1957 es profesor de la Facultad de Economía de la UNAM. Sus principales obras son: La División
Económica Regional de México (1967), Geografía Económica de México (1970), México, Formación de Regiones Económicas (1983), Veinticinco años en la Geografía de
México (1985) entre otras. Presidente de la Asociación Mexicana de Geógrafos Profesionales. (1967-1969).
2
Memoria del Primer Congreso de Historia Regional. Edición del Gobierno del Estado de Baja California. 1958. Mexicali, B. C., Tomo II. pp. 425.
3
Bassols Batalla: Recursos Naturales, p.15, primera edición, 1967, Ed. Nuestro Tiempo.
1
2
Cómo el maestro Ángel Bassols conoció el noroeste de México
febrero-octubre de 1943
A los 18 años dejó su “condición privilegiada para vivir la
existencia del obrero y del campesino”4. Vivió entre los indios
yaquis, con los campesinos mestizos del Valle del Yaqui y los
pescadores de Guaymas, Sonora. Al terminar sus estudios
profesionales visitó la región noroeste en varias ocasiones
y de esas visitas emprendió su gran propósito de realizar la
primera investigación geográfico-económica del noroeste. De
este modo, nuestra región tiene el privilegio de contar con el
estudio del geógrafo Ángel Bassols Batalla.
Visita de estudio al estado de Baja California
15 de diciembre de 1956
En su segunda exploración de la Sociedad Mexicana de
Geografía y Estadística, la expedición sale de México parece
interminable el viaje, el sol se eleva hacia el oeste. Después de
Guaymas siguen el litoral del desierto de Altar: arena, montes,
soledad, la Isla Ángel de la Guarda:
partimos nuevamente hacia aquella tierra, tan cercana a nosotros
por su calidad geográfica y su emoción humana, tan alejada por
su posición en el mapa nacional [...] sus altas montañas parecen
salirnos al encuentro”, más tarde, la Sierra de San Pedro Mártir,
oscura, pétrea, mucho más impresionante que las serranías en el
sur peninsular. Después de Sonora entran al valle de Mexicali:
inmensa mezcla de brazos acuáticos, luego la Sierra Cucapá y más
allá, la Sierra de Juárez. La tarde languidece cuando tocamos de
nuevo la noble y querida Baja California.5
16 de diciembre
Acompañados del doctor Elihú Gutiérrez visitan el Palacio
de Gobierno, saludan al secretario general Rafael Moreno
Henríquez y al gobernador Braulio Maldonado Sández,
quienes les prometen toda clase de ayuda para sus estudios;
conceden entrevistas “que serán de gran utilidad, pues Baja
California sigue siendo ignorada por los mexicanos y la etapa
de conocimiento científico apenas comienza”.6
Platican con los dirigentes ejidatarios, se enteran de los
problemas: falta de crédito oportuno y barato del Banco
Nacional de Crédito Ejidal, el ensalitramiento de la tierra,
pero la raíz de todo, comenta Bassols
reside en el monocultivo algodonero que tiene su explicación no
sólo en la alta calidad de la fibra, sino también en la existencia
de la zona libre que abarca la frontera, donde pueden traerse
productos estadounidenses de desecho (ropa, forrajes, alimentos,
etcétera) y sin pago de derechos.7
En las tierras se pueden sembrar legumbres, alfalfa,
etcétera pero es considerado más redituable sembrar algodón,
por el auge de la época, sin prever problemas futuros. Otros
problemas observados son los latifundios bajo diferentes
ilegalidades, los restos de propiedades extranjeras como la
Colorado River Land Company; el ensalitramiento de los
suelos, la inequitativa distribución del agua cuyo uso en
México se ve limitada por el Tratado de Aguas.
17 de diciembre
“Al salir: calles barridas por el viento helado, seco, que corta
el rostro... El brillante sol inyecta calor al ambiente urbano”.
Ven fábricas, talleres, molinos de trigo y productores de
forrajes e insecticidas de capital o empresas estadunidenses.
Los establecimientos poderosos se dedican a trabajar con el
algodón, el oro blanco del Noroeste. En el camino a González
Ortega (Palaco) pasan por la Algodonera Escandón, la
Fumigadora Basan, etcétera.
Antes de Palaco termina la zona industrial, y aparecen los
campos de algodón, trigo, maíz y otros cereales. La pizca está
en su apogeo, hombres y mujeres llenando y subiendo grandes
costales de algodón para exportación a Oriente y a Estados
Unidos. La explotación del valle ha sido muy completa,
apenas asoman plantas de cachanilla y otros arbustos que
se encaraman en las dunas junto a los canales de riego y
tierras salitrosas ya abandonadas. De pronto, aparece el Río
Colorado... agua turbia, café, llena de lodo y arena; líquido
precioso que fructifica el suelo aparentemente estéril. “Vida,
alfa y omega, principio y fin del estado de Baja California”.
De regreso se observan aviones volando sobre el Valle
Imperial y el territorio mexicano, regando el cielo con hielo
seco para provocar lluvias.
4 Bassols Batalla. El Noroeste de México. Un estudio geográfico-económico, primera edición, UNAM, México, 1972, p. 7.
5 Op. cit., p. 57.
6 Ibidem, p. 58.
7 Idem.
3
Por la noche, Mexicali muestra al viajero todo lo que
desea ver: Intensa vida urbana, multitudes que se atropellan
junto a la garita fronteriza; tiendas, escasos compradores;
crisis económica por el bajo precio del algodón, grupos de
braceros desesperados, mujeres, niños .... “El viento helado
pulula sin cesar toda la noche. Tierra del norte, sobria,
aguda, emocionante, hecha para que la vivan los hombres de
verdad”.
18 de diciembre
La pasamos con el ingeniero José G. Valenzuela, luchador de los
derechos de México a la parte que le corresponde en el caudal
del Río Colorado, Jefe de la Comisión de Límites y Aguas, gran
amigo y un científico de profundos conocimientos, no sólo sobre
Baja California, sino de otras zonas del país.
19 de diciembre
Último día en Mexicali: inspeccionan la zona industrial, los
sorprende una tormenta de polvo que barre la planicie y
penetra en todos lados: “después el cielo de Mexicali vuelve a
reinar transparente y limpio”.
“En la noche nos despiden con una excelente comida en
“El Lejano Oriente”.
Con Elihú, Bermúdez Alegría, Valenzuela y todos los
que los han ayudado brindan por el éxito de esta segunda
expedición por Baja California.
8
20 de diciembre
“Ya tarde, cuando el sol declina y Mexicali se salpica de polvo
en otra tormenta que hace recordar a los peores días de niebla
londinense”.
Ángel Bassols Batalla fue visitante asiduo de Mexicali y su
valle por esa década, también ofreció conferencias auspiciado
por la Asociación Cultural Pro Arte (ACPA) y la sociedad de
Geografía e Historia, presidida entonces por el ingeniero José
G. Valenzuela.
Ángel Bassols Batalla estuvo en Baja California en 1958
y 1959 de ahí publicó su libro Los aspectos geoeconómicos y
humanos de la exploración en el territorio de la Baja California
(1959), lo que dio pie para que el propio ingeniero Valenzuela
y Georgina Álvarez Padilla publicaran a su vez Geografía
del Estado de Baja California,8 el famoso libro de texto
para escuelas primarias, y obra básica para que los niños
bajacalifornianos conocieran las riquezas naturales de nuestra
península.
Bibliografía
Memoria del primer Congreso de Historia Regional. T2. Dirección de Acción Cívica y Cultural del Gobierno del Estado
de Baja California. Mexicali, B. C., 1958.
Bassols Batalla, Recursos Naturales, primera edición, Ed.
Nuestro Tiempo, 1967.
Bassols Batalla, El Noroeste de México. Un estudio geográficoeconómico, primera edición. UNAM, México, 1972.
G. Álvarez Padilla y José G. Valenzuela, Geografía de la Baja California, Libros mexicanos, México, D. F., 1955. 151 pp.
4
Vivencias en la región sur
del valle de Mexicali
de la margen izquierda del Río Colorado
(segunda parte)
Eduardo Andrade Cisneros
El Güero Macetón
Con frecuencia me acuerdo del inicio de clases: el primer día,
cuando vas a lo desconocido pero sabes que ahí estarán “tus
cuates”. Y pasa tan rápido el tiempo que a la vuelta de la
esquina ya estábamos al final del curso. Era costumbre que para
festejar se organizaron bailables. Un amigo de José Gallegos y
yo cantamos a dueto: “Cuando yo me fui pa’l norte”; después
hicieron una pequeña obra teatral con el tema de dos niños
que salen de México para buscar a su abuelo, porque su padre
murió en Estados Unidos. En aquel tiempo ya se hablaba de la
emigración; mi hermano Julio y yo interpretamos los papeles
principales. Por la noche se llevó a cabo el baile. Cuando ya
íbamos para la casa, en un camión del tío Pedro, conducido por
Toledo, se nos atravesó el Güero Macetón en un caballo, y gritó:
—¿ya se van? y contestamos que sí, y luego dijo: —pos vayan y
chinguen a su madre todos. Mi padre se bajó del camión y le pidió
que se calmara, le preguntó que qué le pasaba. Él le contesto:—
Te doy unos chingadazos. El Güero aventó el caballo, mi padre
se hizo a un lado y agarró un par de terrones, se los aventó,
con uno le pegó en la frente, se llenó de sangre y le dijo: —hay
muere. Nos fuimos para nuestras casas, pero por la mañana que
llega el Güero y por la ventana nos grita que si dónde estaba
nuestro padre; traía un machete en la mano, estaba de pies a
cabeza lleno de sangre seca; mi hermano Julio le dijo que ya
venía, pero sale corriendo con una escopeta 12 que tenía en ese
momento mi padre, corta cartucho y le dice: — ¿Qué te pasa
Güero?, suelta el machete o te irá mal. Lo suelta y se sienta y
añade: —Es que me pegaste. Mi papá le respondió: —Para que
se te quite lo hablador y no ofendas a las familias. El Güero
le pidió disculpas, justificándose de que andaba borracho. Mi
padre nos dijo que trajéramos agua para que se lavara la cara
y su camisa. Después de ese incidente, fue muy buen amigo de
la familia, hasta que murió electrocutado en el kilómetro 43, al
estar perforando el pozo de agua potable del poblado.
En cierta ocasión a Salvador se le murió una vaca, se
enfermó porque comió alfalfa verde, se infló y reventó; la
destazaron, ahí donde se guardaba la carne. En un caballo el
Güero se llevó la pierna para él solo, y allá la tenía colgada en
un mezquite.
Por aquel tiempo había muchos peces en los barrancos; el
Güero pescaba y con las hueveras de las carpas preparaba unas
ricas comidas y nos convidaba tacos a mis hermanos y a mí.
Ese verano mi abuela Delfina Magaña vino de Michoacán, y
llevó a mi madre al Kilómetro 43 porque se sentía mal; estaba
a punto de nacer mi hermano Salomón. Era el 16 de agosto de
1953; le pusieron ese nombre porque un hermano de mi padre
que falleció a los seis años, se llamaba así. Cuando mi madre
estaba en el sanatorio, mi padre contrató a María de la Riva,
una señora joven que vivía en el rancho de Valdemar González,
estaba recién llegada de Zacatecas. María nos haría las tortillas,
porque Fina, como le decíamos a mi abuela, no sabía cómo
hacerlas. La señora María tenía una niña como de un año. Me
acuerdo cuando bañó a la chamaca en la tina donde preparaba
la masa para las tortillas. Por la noche llegó mi padre y le
dijimos que no la queríamos, que no la necesitábamos a María,
que nosotros le ayudaríamos a Fina a hacer las tortillas. María
nos oyó y dijo: —No las hago redondas, pero no se las van a
comer rodando—. A partir de entonces decidí aprender cómo se
hacían las tortillas de harina.
Llegó el día en que vimos salir el agua
Durante el ciclo de algodón nunca hubo agua para regar la
planta, pero floreó; se formaron las bolas y hubo capullos de
5
algodón y ya en octubre empezamos a pizcar: Julio, Abelardo,
mi papá, mi abuela Fina y yo, como hormiguitas, todos los
días. También mi hermana Delfina, de cinco años, pizcaba
junto al rancho; le daban un saco de harina y en él vaciaba
las motas de algodón. Tenía su pierna mala pero así pizcaba.
Entre todos hacíamos nueve pacas, las llevábamos a Mexicali
a la Jabonera a despepitar para venderlas y abonar la cuenta:
casi toda se pagó. Todavía nos faltaba la mitad de pizcar, se
terminó la temporada y sobró dinero después para pagarle a
la Jabonera y a la tienda.
Como ya dije, no teníamos agua para regar las tierras así
que un grupo de la colonia se empezó a reunir y al poco se
forma la sociedad de usuarios de la colonia Leona Vicario, que
la llamaron López Velarde en honor al gran poeta zacatecano.
La sociedad estaba integrada por Diego Rodríguez, Salvador
López, Julio Espinoza, Valdemar González, Jesús Mosqueda,
Jesús López, Félix Martínez, José Gómez, Abraham García,
José Gallegos y Nicolás Andrade Magaña.
Así, con la sociedad constituida se empezó a construir el canal
y a instalar el sistema de bombeo en el barranco el Choropo. El
canal por el de la colonia Carranza y la Leona Vicario pasaba
por el lote 1 y por el 3, y por el lindero 3 y 4 hasta el lote de don
Abraham. Entre dos hombres hicieron un “postizo” de más de
100 metros con palos y ramas de cachanilla, y después todos se
daban a las tareas con carretillas y “parihuelas”. Se rellenaba
de tierra, se aplanaba muy bien y, se le echaba agua para que
estuviera bien firme; se pagaban 10 pesos por metro. De esto
me acuerdo muy bien porque Julio y yo contratamos un metro
de tramo de postizo, el encargado era Diego Rodríguez. Para
nosotros era una novedad ver cómo instalaban un sistema de
bombeo, cómo se fue haciendo el cajón, y cómo se enterraban
los pilotes de madera en el agua, hasta que llegó el día en que
vimos salir el agua por el tubo de la bomba y correr por el canal
y llegar a los ranchos de los colonos.
Mi papá fue a llevar a Fina para Janamuato, Michoacán. Regresó
muy pronto y vino acompañado de su primo Onofre Magaña y de
su cuñado Fidel Pérez, que se pensaban contratar como braceros,
pero les pedían que trabajaran 22 días en Baja California. El
encargado de la bolsa de trabajo era el Chapa Cortázar. Una vez
que llenaron los requisitos, los contrataron y se fueron para el
otro lado (a las pizcas en los campos de California, EUA).
Se regó la tierra y empezó el nuevo ciclo 1954, con muy
buenos augurios, porque teníamos agua. El bombero se
llamaba Martín, para entonces llegaron Juan Ceseña, el
vaquero de Emilio Llamas, con sus dos hijos Juan y Vicente,
pero lo interesante era que ellos eran cucapás, y muy seguido
6
los visitaban los indígenas que venían de Yuma y de San
Luis, Sonora, en caballos colorados, con sillas de montar, con
pantalón de mezclilla y chamarra igual, pañuelos rojos al cuello,
sombreros tejanos y botas vaqueras, decían que iban para El
Mayor y pasaban a saludar a Martín y a tomar tequila.
Entre la escuela y la pizca de algodón
Se iniciaron las clases, llegó un profesor, del que no recuerdo
su nombre, pero el día de las madres organizó una fiesta y
nos pidió que lleváramos gallinas y él traería lo demás de
Mexicali. Se preparó ensalada con galletas saladas. A los
que le ayudamos nos dio una galleta salada y nos dijo que si
sobraba, cuando todas las mamás hubieran comido nos iba a
dar ensalada, pero no sobró nada. Después nos dijo que ya que
le pagaran en Mexicali nos iba a preparar una para todos y nos
cumplió. Todavía, cuando como ensalada con galletas saladas,
me acuerdo de aquel profesor, que pronto fue sustituido por
la maestra Imelda Andrade, que nos aguantó buen tiempo, y
cuando no podía con nosotros, se retiraba a otro cuarto que
estaba pegado a la escuela y lloraba.
Cierta mañana caminábamos para la escuela en la yegua
Yoli, mis hermanos Julio, Abelardo y yo, y por el camino nos
salio José Gallegos que era mi amigo y también se subió a
la yegua, nos fuimos por un bordo que dividía los lotes de
Valdemar González y de Jesús Mosqueda, cuando de pronto
los tres dijimos: —jUn peso!—, y me aventé de cabeza y me lo
gané, les invité unas naranjas que le compré al fayuquero.
El algodón se desarrollaba muy bien, para entonces mi papá
nos dio dos pedazos de algodón, por toda la orilla del canal y
la orilla del lote 2, para cuando se le dio el primer riego de
planta, Julio y yo cultivábamos y levantábamos surco. Muy
temprano pasábamos a almorzar y nos ensillaba los caballos y
partíamos a la escuela, y por la tarde trabajábamos.
Un día mis padres se fueron a Mexicali; nació Francisco, un
22 de agosto de 1954. Jesús Flores que trabajaba con mi tío
Pedro, nos ayudaba a hacer las tortillas, estaba muy joven en
ese tiempo, él todavía vive aquí en Mexicali.
Empezó la pizca del algodón, y le pedí permiso a mi papá
para que me dejara pizcar todo el día, para saber si podía
llegar a los 100 kilos. Con el sol muy alto, pizqué 129 kilos.
Cuando se pesaron nuestros pedazos, estuvimos muy al
pendiente para saber cuántos kilos eran de nosotros y de
toda la temporada, porque con la cosecha compraríamos
unas bicicletas. Aquel 1954 fue muy buen año: se pagaron las
deudas, se construyó una casa de adobe, se compraron camas,
estufa, refrigerador de gas, lavadora de gasolina y un tractor
Ferguson con arado, cultivadora escrepa y desvanadora. Me
acuerdo que un día mi papá me dijo que por qué mejor no
comprábamos dos vacas lecheras en lugar de las bicicletas, y
yo le dije que estaba bien, pero mis hermanos Julio y Abelardo
se enojaron conmigo. Para contentarlos mi papá nos prestaba
el tractor para ir a la tienda.
Al principio de 1955 llovió mucho; se terminó la harina en
las tiendas de don José Sánchez y Dolores Correa; no había
porque no podían salir para Mexicali. Mi padre fue hasta
Mexicali a traer harina y fuimos a esperarlo al puente de la
vaca güera. Se empezó a preparar para el nuevo ciclo 1955.
Otro recuerdo que conservo de mi infancia es lo que nos pasó
un día que fuimos al río donde estaba el sistema de bombeo,
el bombero Martín no se encontraba en ese momento. Su casa
era un cuarto y una enramada de cachanilla donde estaba la
cocina. Por la tarde regresamos a casa. Esa noche, cuando
llegó mi padre me llamó y me preguntó que si qué traía en las
bolsas de los pantalones, y que le mostrara; luego llamó a mi
hermano Julio y le preguntó lo mismo, le encontró una navaja
y le preguntó que de dónde la tomó; Julio le contestó que de
con Martín. Le pegó unos cintarazos y lo mandó en la noche,
a él solo y a pie, a que se la regresara a Martín. Me preguntó
que si yo sabía que la había agarrado y le dije que no. Fue una
lección que no se nos olvida. Después, Julio presumía de que
andaba muy contento con su navaja, aunque nos confesó que
tuvo mucho miedo cuado fue a devolverla.
De las dos vacas que se compraron en la colonia Gómez, una
era pinta de blanco y la otra blanco con colorado y ésta tenía
una chiche menos cuando las bajaron del camión. Llegó Diego
Rodríguez y le pidió a mi padre que le vendiera una vaca, y le
vendió la colorada.
Después de un tiempo la vaca de nosotros parió un becerro,
era la novedad de toda la familia. De rato, mi papá mandó a
Julio a que les diera un vistazo a la vaca y al becerro, regresó
apurado diciendo: —la vaca tiene dos becerros—. Salimos todos
aprisa para mirar porque nunca habíamos visto algo así.
El tiempo siguió corriendo y los animalitos creciendo. Un
día se tomó la decisión de comernos un becerro, y lo hicimos
barbacoa en un hoyo en el patio de la casa; se le puso mucha
leña, se calentó bien, se metieron las ollas y se tapó con tierra.
Aunque algo hicimos mal porque la carne salió media cruda,
pero la pusieron en la lumbre para terminarse de cocer, y nos
pusimos una buena hartada de barbacoa.
Después de un tiempo se tuvieron que vender la vaca y el
becerro porque no había pastura para alimentarlos, ni agua
para sembrar forraje para los animales.
Cuando el algodón ya estaba grande no utilizamos el tractor
para cultivarlo sino los caballos. Julio con la yegua Yoli y yo
con el alazán, que cuando lo guarnecía me hacía llorar porque
no se dejaba poner el filete o el freno, levantaba la cabeza y no
lo podía alcanzar. Hasta que mi padre me enseñó de manera
sencilla cómo ponerle un bozal en el hocico, pasarle el mecate
por las manos, y subirlo por el lomo para después bajarlo al
pescuezo, hasta que estaba a mi altura.
En 1955 empezó la cosecha; no fue como la anterior y en el
precio tampoco, pero no pasó nada que afectara la economía
familiar.
El 2 de septiembre de 1955 nació mi hermana Candelaria,
que en honor a mi abuela materna le pusieron ese nombre. La
abuelita Cande murió en 1943, cuando venían en el camino de
Sinaloa a Baja California; ella tuvo su último bebé y del parto
falleció; mis tíos Domingo, Miguel, José, Benito quedaron
solos con mi abuelo Cayetano; el bebé a quien nombraron
Antonio fue adoptado por otra familia. En 1967 murió el
abuelo Cayetano y entonces conocimos al tío Antonio, ya que
la familia que lo adoptó, primero vivió en Mexicali y después
se fueron a Tijuana, y ahora se cree que vive en California.
Nos prestaban el tractor y éramos felices
Mi hermano Julio ayudaba como pesador a mi tío Pedro
Andrade en la pizca del algodón. Ese año de 1955 el tío sembró
80 hectáreas en los lotes 1 y 2 en la colonia Vicario.
Una vez que terminó la temporada de la pizca, Julio se fue
a Mexicali por cuatro días. Nos platicaba que conoció todos
los cines del pueblo, así era como se le llamaba a Mexicali, y lo
más importante fue que mi tío le dio un vale de la tienda “La
Nacional” para que comprara lo que él quisiera con cargo a mi
tío pedro Andrade.
Cuando se pizcó la segunda mano, a mí me tocó ser el pesador.
Me levantaba muy temprano y ahí estaba yo con mi lista de
números, porque a cada pizcador se le asignaba un número
para llevar el control de su trabajo. También me encargaba de
la báscula, ésta podía pesar hasta 100 kilos, tenía un tripié de
palos de álamo de donde se colgaba la pesa, todo esto se ponía
enfrente del montón de algodón que se pizcaba.
Yo pizcaba los ratos que no estaba pesando, y todos los
días recolectaba entre 40 y 50 kilos de algodón. Al final de
esa temporada, cuando se les estaba pagando a los pizcadores,
llegó el Chito Cázares en un caballo colorado muy bonito, nos
dijo que lo estaba vendiendo. Mi papá me preguntó que si me
gustaba; me subí para calarlo, me gustó y me lo vendió en 350
pesos con todo, silla y freno.
7
Mi tío Pedro le pagó por lo que estuve trabajando de
pesador, pero no me duró mucho el gusto. El caballo era muy
matrero y como a los quince días se me escapó y no lo pudimos
agarrar. Después nos enteramos de que el caballo era del otro
lado del río, de la colonia Silva, de por allá se lo habían robado,
y el caballo reconoció para su casa. Nunca más se tuvo razón
de él y perdí mis 350 pesos.
Se terminó la cosecha y nos pusimos a desbarar en el
tractor, para entonces ya sabíamos manejarlo. Después,
cuando ya se preparó la tierra, el Güero, que trabajaba con
el tío Pedro, le ayudaba a mi papá a emparejar con estacas,
mi padre le marcaba con terrones dónde rebajara la tierra.
Cuando el terreno estaba duro, nos valíamos de que el tractor
tenía un arado de dos discos, pero lo más interesante es
que era reversible, se barbechaba lo duro y otra vez a jalar
la tierra para emparejarla. Fueron muchos días los que nos
pasamos haciendo ese trabajo y lo más emocionante para
nosotros, Julio, Abelardo y yo, es que nos prestaban el tractor
y nosotros éramos felices.
Se inició el nuevo ciclo agrícola en 1956; se sembró y se regó
la tierra para que naciera el algodón. Cuando hace frío y aire,
la tierra negra y arcillosa se parte y se reseca, para que no siga
secándose la tierra, con una rastra de picos medios inclinados
se pasa con los surcos atravesados y se tapan las grietas, y así
el algodón ya puede nacer.
Mi padre se fue a Mexicali y nos encargó a Julio y a mí que
hiciéramos el trabajo. Terminamos nada más la mitad porque
no pudimos determinar si era necesario hacer la otra parte.
Cuando regresó mi padre del pueblo ya no se pudo continuar
con lo que nos faltó, y el algodón no nació.
La parcela que sembraba mi papá tenía una superficie de
veinte hectáreas con un canal por en medio, y por eso sólo
nació la mitad de algodón. Mi padre consiguió más semilla para
volver a sembrar, se rastreó la tierra doble y fuimos con Fermín
Navarro para que nos prestara una sembradora. Nos la prestó
y además su hijo Antonio se comprometió personalmente de
que él sería el sembrador. Toda la semilla se puso a remojar en el
canal que llevaba agua. Cuando ya estuvo hinchada se empezó a
sembrar. Yo manejaba el tractor y Toño dejaba que me subiera
a la sembradora. Fue mi segunda experiencia como aprendiz en
la siembra del algodón y me serviría para toda la vida.
En dos días sembramos todo. Seis o siete días después, todo
el algodón nació muy bonito y sin ninguna hierba; se desahijó
y creció, pero no llegó el agua al río.
Todos los días por la mañana después de desayunar nos
dirigíamos al río para ver si llegaba el agua; nos bañábamos
8
en la poza donde estaba instalado el bombeo, pero nunca llegó
el agua, y en consecuencia no se volvieron a regar las plantas
de algodón, igual que el primer año que sembramos.
Pasó el tiempo, para esas fechas mi hermana Delfina ya
tenía ocho años y Mayola seis. Como ya dije, a Fina le afecto
la parálisis infantil y por eso le quedó una pierna mala, y
como tenía problemas para caminar no iba a la escuela porque
para trasladarnos había que recorrer 1500 metros de distancia
de la casa.
Los hombres sí seguimos yendo a la escuela, pero en la
época de calor, no. Ahora pienso que si hubiéramos tenido
un poquito de ingenio mi hermana Fina hubiera tenido
oportunidad para prepararse más.
En ese tiempo los muchachos más grandes de la colonia
organizaron un equipo de béisbol, prepararon un parque en
las tierras del lote 1, cuyos dueños eran unos japoneses de
apellido Hicidas.
Por las tardes, tanto los muchachos grandes como los
chicos nos reuníamos en el campo. Durante el entrenamiento
los grandes formaban parte del equipo formal y los más chicos
correteábamos las bolas, y luego nos entrenaban. No me acuerdo
qué pasó, pero pronto se terminó esa diversión, a lo mejor por
falta de dinero, pues en toda la colonia faltaba el agua.
Otro de los recuerdos que tengo muy presente es que
decían que si se sembraba el algodón con una cultivadora se
alcanzaba a llegar más hondo en la tierra, así que mis tíos
José y Domingo Cisneros nos prestaron un tractor que tenía
unos picos que sacarían la humedad, y cuando se echó a andar
el aparato, sí salía la humedad, pero al rato las plantas de
algodón se ponían tristes.
Este el trabajo se realizó en dos melgas, cada una de 16
surcos y en el resto no se hizo por lo que se notó y se comprobó
que naciendo bien el algodón de esa parte, estuvo bien no
haber hecho el trabajo con la cultivadora.
Llegó el mes de septiembre y se empezaron a ver las motas
de algodón. Mi padre fue a Mexicali a comprar los sacos de
pizcar y toda la familia nos dedicamos a levantar la cosecha.
Pasaron las semanas, y de la mitad de la parcela se cosecharon
como doce pacas y con eso se pagó lo que prestó la compañía
refaccionadora. Días después, el 27 de septiembre de 1956
nació mi hermana Guadalupe.
Un trabajador de mi tío Pedro nos ayudaba a hacer las
tortillas, su nombre era Jesús Flores. Por esos días el tío
Pedro llevó a un chinito de nombre Manuel para que hiciera
la comida. Me caía bien, lo buscaba y platicaba con él, me
decía que pronto se iría a Mexicali; que le dijera a mi padre
que me dejara ir al pueblo para que fuera a la escuela y para
que le ayudara en la tienda que abriría en cuanto se regresara
a Mexicali, que no me dedicara a la agricultura, que eso nunca
sería un buen negocio, que el negocio está en el comercio. Mi
papá no me dejó, pero nunca olvidé lo que Manuel me decía.
Él toda la vida fue amigo de la familia y era el dueño del
mercado “La Mascota”.
Después, cuando llegó la helada se pizcó toda la parcela y
mi padre tomó la decisión de sembrar trigo, por no tener la
seguridad del agua. Recuerdo que fue al molino del Pato Arturo
Noriega para conseguir la semilla y el Pato le propuso que
sembrara una semilla nueva en el valle porque así esa semilla
tendría un sobreprecio, con el compromiso de que estuviera
limpio de malezas. Se sembró la mitad con la variedad que se
llamaba Chapingo, no recuerdo el número, y la otra mitad con
otra variedad.
También me acuerdo de que cuando el trigo medía como
diez centímetros llegó la maquinaria que estaba construyendo
el canal barrote que empezaba pegado a San Luis, Sonora, y
que terminaría en la colonia Vicario pasando por la orilla de
los lotes 2 y 3; le tomaba al lote 2 como 25 metros y cortaba el
canal López Velarde, así que no podíamos regar.
Luego se hicieron unos trabajos y ya tuvimos agua que se
bombeaba en el barranco El Choropo; me acuerdo que nos
daban poca agua, así que Julio y yo regábamos por la noche.
Llegaba un joven de nombre Tomás Tovar, le apodaban El
Chaparro; era de Guanajuato y nos decía: —Váyanse a dormir,
yo les cuido el riego—. El Chaparro trabajaba con el tío Pedro.
El único fertilizante que se le aplicó al trigo fueron mil kilos
de NH3 que le proporcionó Pete Pedro Aguirre a mi padre, a
crédito, para cuando cosechara en el mes de marzo. Julio se
fue a la colonia Camacho y se llevó el tractor para ayudarle al
tío José a sembrar el algodón y mi hermano Abelardo se fue
al ejido Veracruz con mi tío Cresenciano Cisneros, hermano de
mi abuelo Cayetano; se lo llevaron para que fuera a la escuela.
Así que yo era el que estaba en la casa para ayudar a mi madre
con los deberes del hogar, como traer agua del pozo, ordeñar
las chivas prestadas a mi padre por don José Hernández;
además tenía que traer la pastura para los animales.
Mi primer billete de mil pesos
Por primera vez me fui a trabajar con nuestro vecino Diego
Rodríguez, que ese año sembró un poco de algodón y lo empezó
a desahijar. Le pedí que me diera trabajo y me dijo: —Por
ahora no tengo dinero para pagarte, pero cuando termine el
trabajo me iré al pueblo para conseguir dinero y si me prestan,
luego te pago—. Y me dio el trabajo.
No se me olvida que un día escuché en la radio que se había
muerto Pedro Infante; yo tenía mi radio, pero cuando se me
terminaban las pilas no contaba con dinero para comprar
otras, aunque como andaba trabajando, pues en la tienda me
daban crédito y por eso podía oír todas las noticias.
Al día me gané 286 pesos trabajando con Diego. Pasaron
algunos días, y cuando regresó de Mexicali me pagó. Trajo unos
guantes de béisbol y le compré uno en 35 pesos. Antes nosotros
los fabricábamos con lonas de los sacos viejos de pizcar.
Después de un tiempo el trigo se secó y se vino la trilla. Por
esos días mi padre fue a Mexicali y llegó con sacos para poner
el trigo: ¡sacos nuevos para el trigo!, porque la cosecha fue de
poco más de 60 toneladas.
Recuerdo que cuando Julio Espinoza trilló su trigo llegó
un señor de apellido Chávez con su camión para llevar el trigo
a Mexicali, pero no había quien le ayudara a cargarlo, y el
Chino Rodríguez y yo nos propusimos como voluntarios con
el señor Chávez para ayudarlo. Me acuerdo que dijo: —¿Y
podrán?—. —Calándole—, le respondimos, y funcionó. Entre
los dos los subíamos al camión varios sacos, se detenía y él se
subía a la plataforma y los acomodaba. Nos pago 15 pesos a
cada uno y nosotros bien contentos.
Cuando le pagaron a mi padre, saldó todo lo que debía
y abonó al tractor. No se me olvida porque cuando regresó
de Mexicali, a la mañana siguiente me regaló un billete de
mil pesos, el primero que yo había visto en mi vida. Me fui a
Mexicali a comprame ropa y pasarme tres días en el pueblo.
Fui a todos los cines, compre revistas, y al volver al rancho no
se me olvida que miré la película Pablo y Carolina, con Pedro
Infante, que tenía pocos meses de muerto.
Mi trabajo con Tacho Arípez
En julio me fui al rancho de Anastasio Arípez, conocido
por Tacho. El predio estaba en la colonia Carranza, vi que
andaban limpiando el algodón y tenía mucha hierba y nomás
andaban tres hombres limpiando. Lo había estado esperando
todo el tiempo, Tacho andaba en una yegua colorada, y me
fui a su encuentro y lo saludé, le pedí trabajo, y me contestó:
—Hace mucho calor y estás muy chico, todavía no puedes
aguantar el ritmo de los trabajadores—. Y le contesté: —Si
no aguanto y no voy al ritmo de los demás pues no me paga—.
—Está bueno, te espero mañana a las seis para empezar.
Me presenté temprano y cuando llegaron los trabajadores
me puse a limpiar, más tarde vino Tacho y me dijo: —cámbiate
a la otra orilla de la parcela para ver lo que tú trabajas—. Todo
el día trabajé yo solo y al otro día llegó Tacho para revisarlo
9
que había hecho. Recorrió todo el trecho limpio, se fue con
los demás peones para revisarlos, después regresó donde yo
limpiaba, y me dijo: —Sigue como vas, pero así, solo; no te
juntes con los otros trabajadores. Te daré dos semanas de
trabajo porque no tengo dinero para pagarte—. Me paga las
dos semanas —le contesté—, y si quiere le puedo ayudar otras
dos y después me paga, y aceptó la propuesta.
Cierto día fui a la tienda de los Esquivias, que estaba en la
colonia Carranza, llegué con don Pedro Orejel y le pedí trabajo
para mí y para Julio, y sí me dio pero también me dijo lo mismo
que Tacho: —si no van al ritmo de todos se acaba el trabajo—.
Me acuerdo que hacía mucho calor cuando llegábamos a la
orilla donde pasaba el canal, nos bañábamos con todo y ropa,
nada más nos quitábamos los zapatos. Así la pasábamos, y
ayudamos hasta que se terminó toda la parcela.
Después llegó Juan Cevallos y nos invitó a todos para que le
ayudáramos a limpiar. Fuimos una semana. Durante esos días,
ya en septiembre, don José Hernández le pidió a mi papá que le
ayudáramos a pizcar; todos nos trasladábamos en el tractor.
Muy temprano nos levantaban y yo le ayudaba a mi madre a
hacer las tortillas de harina, Julio acarreaba el agua del pozo
que estaba en el rancho de Julio Espinoza, que los japoneses
dejaron porque se fueron unos deportados cuando pasó la
Segunda Guerra Mundial, y otros en una inundación del Río
Colorado, en la década de 1940.
Los japoneses nos platicaban que cuando hubo la inundación
tenían bastante algodón pizcado en muchos montones, que
se subían en los montículos cuando el agua llegaba, y se los
llevaba también a ellos.
Al tiempo nos invitó Santos Orejel a que le ayudáramos a
pizcar, y sí lo hicimos pero sólo por una semana porque llegó
el tío José Cisneros para que nos fuéramos a pizcar al ejido
Veracruz, ahí vivía mi tío Cresenciano Cisneros, el hermano
del abuelo Cayetano y su esposa de apellido Chávez García,
que era hermana del temible José Chávez García, y su hija
Maria del Jesús, a quien le decíamos Jesusilla, aunque no
le gustaba que así le dijéramos; nos regañaba y nos decía:
“díganme Jesús”.
Duramos como tres semanas en el ejido Veracruz, y ahí
fueron mis inicios en la lectura de la revista Siempre. En esas
fechas conocí a José Ambriz, muy bueno para pizcar algodón,
yo lo seguía para hacer más kilos. Al paso de los años fue un
gran líder social, ayudó a muchos ejidos y a su ejido que es el
Jesús María, pegado al paralelo 28, en donde se termina el
estado de Baja California.
10
Mi primer baile
No todo era trabajo y escuela en mis años de adolescente.
Como mi mundo también era el de los adultos, cierto día,
ya en la colonia Camacho, llegó mi tío José con mis padres y
mis hermanos que habían ido al ejido Nayarit porque hubo
confirmaciones en Delta y llevaron a todos, a algunos a bautizar
y a otros a confirmar, y nos mandaron a Andrés Cisneros, que
era hijo de mi tío Cresenciano y a mí para que los lleváramos
a la colonia Vicario, y nos dijo: —No quiero que se vayan para
otra parte porque temprano tengo que ir al 57 para comprar
gas—. Rápido nos fuimos a la Vicario y llegamos al baile, que
era en la escuela de la colonia Camacho.
Andrés andaba de novio con Esperanza Villarreal, hermana
del Pato Villarreal y tenía también una hermana que se
llamaba Candelaria. Llegamos al baile y Andrés se puso a
bailar con su novia, y yo, mirando. Luego el Pato y Andrés me
llevaron para que bailara con Cande.
Se acabó el baile y como estaban tomando cerveza decidieron
que nos fuéramos al 57 para cenar. Ya vámonos para la casa,
les dije. Y el Pato me contesó: —Ahorita volvemos—. Y se
fueron para la zona de tolerancia o el zumbido como se le
conocía.
Yo tenía 14 años, me dormí en el troquecito. Al retirarnos
me dijo Andrés: —cuando salgamos del poblado tú manejas
porque estoy muy tomado—. Le contesté: — Vete con mucho
cuidado y acuérdate de que el puente del canal Zacatecas es
nuevo, el viejo ya no tiene tablas—, y que me contesta —¡voy
pedo, no pendejo!—. Yo, medio dormido, miraba el puente sin
tablas y ¡oh sorpresa!, nos fuimos al canal.
Con nosotros venían unos muchachos y se pararon
asustados, se agarraron de las redilas y al agua. Con el susto
y la bañada se les quitó la borrachera. No podíamos sacar el
troquecito, y optamos por ir hasta la colonia Camacho, al
rancho, a traer un tractor para jalarlo.
Andrés y yo nos fuimos caminando. Cuando llegamos, lo
primero que vimos fue al tío José saliendo y nos dijo: –¿Y el
carro?—. Y le respondimos: —Se nos atascó en el rancho de
los Sánchez, le pusimos gasolina y cuando quisimos ponerle
otro bote, nos dijo: —ya, ¿para qué quieren tanta?, ya
váyanse pronto porque voy para el 57 porque no hay gas para
la cocina.
Primeras agrupaciones
en Mexicali
Yolanda Sánchez Ogás
E
n la década de 1920 los trabajadores de la ciudad y el
campo se organizaron en sindicatos obreros y campesinos,
ambos buscaban mejores condiciones laborales y de vida. Los
sindicatos campesinos estaban integrados por los trabajadores
de los ranchos, en general tomaban el nombre del rancho donde
trabajaban. Estos sindicatos proliferaron a partir de 1926,
y se volvieron más exigentes cuando la situación del campo
se volvió crítica por la depresión económica mundial. En
Mexicali, la crisis se reflejó en la repatriación de connacionales
que vivían en Estados Unidos y llegaron a engrosar las filas de
los mexicanos sin tierra y sin trabajo. En algunos casos, estos
sindicatos se opusieron al gobierno y a la Colorado River Land
Company, cuando bajaron los salarios en el campo.
Para mediados de la siguiente década, algunos miembros
de sindicatos campesinos se independizaron y formaron
comunidades agrarias. Era la época del gobierno del
presidente Lázaro Cárdenas y a nivel nacional se formaron
estas organizaciones campesinas con tendencia a aplicar una
reforma agraria en el país. Las comunidades agrarias del valle
de Mexicali constituyeron la Federación de Comunidades
Agrarias. Con el apoyo del presidente Cárdenas los campesinos
del valle lograron el reparto agrario y la creación de ejidos
en el valle de Mexicali, hecho que detonó el poblamiento de
Mexicali y su desarrollo.
El aumento de población, la diversidad de actividades que
se generaron y la llegada constante de nuevos contingentes,
entre ellos comerciantes, profesionistas y profesores requirió
de nuevas formas de organización y fue así como surgieron
diversas agrupaciones. Estas, además de proteger sus propios
intereses se involucraban en todo lo concerniente a Mexicali y
su gente. Muchas obras importantes de Mexicali nacieron por
el interés de estas organizaciones, en ocasiones obligando al
gobierno a actuar y en otras directamente por su promoción.
Mexicali requería cada vez mayor número de profesores
y éstos llegaban procedentes del sur de la península o de
Colima, porque en Ensenada, que era la ciudad más antigua
del Territorio no existía una escuela normal. La profesora
Gabriela de Talamantes llegó a principios de la década 1930 y
ella se encargó de trasmitir alguna metodología a los profesores,
en especial a los que trabajaban en la Secundaria Agrícola,
ahora secundaria núm. 1 “18 de marzo”, y las primarias
Leona Vicario, Cuauhtémoc, Netzahualcóyotl, Benito Juárez,
Distrito Federal, en la ciudad. Otros profesores se fueron
incorporando a las escuelas rurales que ya existían y las que
a finales de esa década fueron creadas en cada ejido. Como
importante sector de la población, los profesores formaron el
Sindicato de Trabajadores de la Enseñanza de la República
Mexicana (STERM).
En una época en que el comercio en Mexicali apenas se
iniciaba, ya que casi todos los productos se adquirían en
Estados Unidos, un grupo de comerciantes de Mexicali se
unió para proteger el comercio mexicalense. Pese a que desde
1918 existía la Cámara Nacional de Comercio e Industria, en
1934 se formó la Asociación Mexicana de Comercio, integrada
por personas dedicadas a esa actividad como Pedro L. Bernal,
Rodolfo Escamilla Soto, Lamberto Esquer, Héctor Alberto
García, José L. Treviño, Alejandro Esquer y otros. Su finalidad
era buscar el mejoramiento, con todos los medios a su alcance,
del comercio nacional y cooperar con todos los sectores de la
población en obras de beneficio de la comunidad.
Debido a la anarquía existente en la práctica de algunas
profesiones, en octubre de 1937 algunos profesionistas, todos
ellos egresados de diferentes universidades del país, buscaron la
manera de unirse con el interés de participar más activamente
en la vida social, política y administrativa de Mexicali. Este
primer grupo estuvo formado por Homero Arturo Guajardo,
Rodolfo Ruiz Garduño, José Cárdenas Yado, Edmundo
Guajardo, Leonardo Sosa, Gastón Salazar Cárdenas, Rafael
Bátiz, Antonio G. Basich, José Elías Castro, Francisco Dueñas,
Manuel Fernández Guerra, Enrique D. Flores, Mario Flores,
Fausto García Merino, H. Kaneshiro, Raymundo Langrave,
Bernabé Barreto, Manuel Monter, Ricardo Paniagua,
Rodolfo Ruiz G. y Jesús Bárcenas. Ellos formaron la primera
organización de profesionistas a la que llamaron Asociación
11
Rodolfo Escamilla Soto
Edmundo Guajardo
de Profesionistas de Mexicali. Los requisitos para pertenecer
a ella eran el libre ejercicio de la profesión y poseer un título
oficial. La primera mesa directiva estuvo constituida por los
señores Manuel Fernández Guerra como presidente, Leonardo
Sosa como secretario y Jesús Bárcenas, tesorero.
Inmediatamente procedieron a hacer del conocimiento de
todas las instituciones la existencia de la Asociación y, sobre
todo, informaban a todas las instituciones sus actividades
y cambios de mesa directiva. Incluso tuvieron nexos con
organizaciones de otras partes del país, a saber: Sindicato
de Trabajadores de la Enseñanza de la República Mexicana,
Agencia del Ministerio Público, Delegación Forestal, de Caza
y Pesca, Dirección General de Población, y confederaciones
sindicales, como CROM y CROC, a la Liga de Comunidades
Agrarias, a la Federación de Trabajadores del Territorio Norte
de la Baja California, Confederación de Uniones y Sindicatos
Obreros del Territorio Norte de Baja California, al Comité
Territorial del Partido Nacional Revolucionario.
De acuerdo con sus bases constitutivas, los objetivos
primordiales eran la unificación de los profesionistas de
Mexicali para la protección de la sociedad en general,
colaborando con el gobierno y con agrupaciones sociales. Otro
objetivo era sostener a los funcionarios públicos honrados y
eliminar a los inmorales e ineptos, además se proponían
combatir la charlatanería y el coyotaje en todas sus formas.
Que quienes ejercieran una profesión tuvieran un título y
estuvieran facultados para el ejercicio de su profesión. En
12
Francisco Dueñas Montes
el aspecto de salubridad se opusieron a los charlatanes de la
medicina y a los curanderos, buscando mejorar los servicios
médicos que se ofrecían a la población en general.
Una de las acciones para mejorar los servicios médicos fue
impedir que personas extranjeras sin autorización ejercieran
sus funciones en Mexicali. En ese sentido, en junio de 1938
exigieron su salida al estadunidense doctor Gregg, quien tenía
su consultorio en nuestra ciudad y era el médico de muchas
familias mexicalenses. La Asociación aducía que así como
los médicos mexicanos no podían ejercer en Estados Unidos,
tampoco los de aquel país debían hacerlo en México. Además,
había en la ciudad ya varios médicos debidamente registrados
para cubrir las necesidades de Mexicali, por tanto, le exigieron
su salida voluntaria para evitar llevarlo ante los tribunales
correspondientes.
De igual forma se exigió al secretario de gobernación, por
conducto del jefe de migración que se revisara la documentación
de Yee Sheu Chong oculista, Lloyd Newbre, dentista, Wong
Cheng, dentista y una señora japonesa de la que no se sabía el
nombre, que ejercía como partera, todos ellos extranjeros, de
varias profesiones sin poseer un título profesional.
Esta primera organización no se limitó a funcionar con
los miembros fundadores, sino que desplegó una campaña de
proselitismo para integrar a nuevos profesionistas. Aceptaron
entre otros a Carlos Sáenz, Jacobo Aragón, Alfredo Caravantes,
Emilio González, Leonardo Sánchez, Farah y otros. La
importancia que por esa época adquirió la Asociación de
Profesionistas de Mexicali se manifestaba en que para todas
las actividades que tenían que ver con el desarrollo cultural,
social y económico de la ciudad se solicitaba a la Asociación
que participara y enviara representantes. Ejemplo de ello fue
la invitación a asistir a una gran asamblea en la Cámara de
Comercio e Industria para organizar el carnaval que debía
celebrarse los días 27, 28 y 29 de febrero de 1938.
Uno de los estatutos de la Asociación establecía que
anualmente debía cambiarse la mesa directiva y en 1938,
a un año de su formación hubo el primer cambio. Manuel
Fernández Guerra continuó como presidente pero los cargos
de secretario y tesorero recayeron en el Agustín H. Casillas y
Gastón Hugo Salazar.
La Asociación llegó a tener gran influencia en la sociedad
mexicalense, de tal manera que era tomada en cuenta por
otras organizaciones en todo tipo de actividades, asimismo,
el gobernador del Territorio, Teniente Coronel Rodolfo
Sánchez Taboada, e incluso las dependencias federales la
tomaban en cuenta para otorgar nombramientos de jueces
y otras cuestiones de carácter legal. La Asociación propuso
al gobernador que los puestos públicos fueran desempeñados
por profesionistas radicados en Mexicali y los miembros se
ofrecían a colaborar en lo que fuese necesario. En 1938 fueron
invitados por el gobernador a participar en el comité de la
campaña contra la tuberculosis.
El 18 de marzo de 1938 el presidente Lázaro Cárdenas
expropió el petróleo y se generó un adeudo con las potencias
extranjeras que habían detentado su control. El gobierno
recurrió al pueblo mexicano para pagar esa deuda. En Baja
California, el gobernador Sánchez Taboada convocó a todos los
sectores a aportar su cooperación para contribuir al pago de la
deuda. La Cámara Nacional de Comercio e Industria reunió a
todas las agrupaciones e instituciones educativas a formar la
Comisión Organizadora del Comité de Cooperación Nacional,
que quedó integrada por José María Hernández, Manuel G.
Hernández, Darío Padilla, Manuel García, Francisco Dávila
y Carlos Lambarén. La Asociación de Profesionistas participó
activamente en este comité, nombrando como representante
al licenciado Leonardo Sosa.
A su vez esta Comisión Organizadora instaló el Subcomité
núm. 1 Pro Redención Nacional, quedando como presidente
José María Hernández por la banca, secretario Alberto F.
Moreno por la Cámara de Comercio e Ignacio H. Terán por el
Club Rotario. La Comisión se encargó de recolectar y enviar
al presidente Cárdenas la ayuda económica que aportaron los
residentes de Mexicali para el pago de la deuda petrolera.
José Manuel Hernández G.
Manuel M. García
Ignacio Terán
Guillermo Enríquez de Rivera
13
Otra actividad desarrollada por la Asociación de
Profesionistas de Mexicali fue la participación de Edmundo
Guajardo y José Elías Castro dentro de la Comisión
Técnica Consultiva del Comercio, reunida en el salón de
recepciones de Palacio de Gobierno, el 10 de enero de 1938,
con la representación de sindicatos, así como de Cámara
de Comercio, Liga de Comunidades Agrarias, Unión de
Pequeños Propietarios, Sindicato Único de Trabajadores de la
Enseñanza, representado por los profesores Juana Martínez
y Ángel Martínez. Dicha comisión tenía como objetivo fijar
precios de los productos de primera necesidad, por ejemplo, se
fijó el precio de la leche que se vendía en las pasteurizadoras a
$0.18, y los repartidores la vendían en $0.21 y, en las tiendas,
en $0.25 el litro.
A principios de 1940 la Asociación se desorganizó, pero varios
de los antiguos miembros y otros profesionistas no quisieron que
desapareciera por lo que el 28 de junio de ese año tuvo lugar una
reunión con 20 profesionistas para decidir si se reorganizaba la
anterior o se procedía a formar una nueva. La decisión fue que se
constituyera una nueva Asociación de Profesionistas de Mexicali.
Algunos miembros de la nueva agrupación fueron Francisco
Dueñas, Edmundo Guajardo, Rubén Chapa, Homero Guajardo,
Manuel Sánchez, Mario Núñez. La mesa directiva quedó
integrada por Guillermo Enríquez de Rivera como presidente,
Leonardo Sosa, secretario y Bernabé Barreto como tesorero.
Ese año, la Asociación nombró su representante a Francisco
Dueñas para que asistiera a un Congreso de Cirugía la Ciudad
de México.
Una de las preocupaciones de los profesionistas y otros
miembros de la sociedad eran las personas que venían
del campo a la ciudad y la gran cantidad de migrantes
que llegaban del centro y sur del país con el fin de pasar a
Estados Unidos, muchos de ellos carecían de un lugar donde
permanecer durante sus estancia en Mexicali y durante el día
o más tiempo buscaban la protección de los árboles del parque
Héroes de Chapultepec, pero en el parque no había agua y
tenían que pedir en los alrededores o acudir a las gasolineras
cercanas para mitigar la sed. La Asociación propuso entre
sus integrantes la construcción de un bebedero público, cuyo
costo fue de $210.00 que se reunieron con la aportación de diez
pesos por cada miembro. El agua se condujo desde Caléxico y
fue una aportación del Consejo Municipal de esa ciudad. Para
el traslado del agua se utilizaron 450 pies de tubería donados
por Víctor González, gerente de la Cervecería de Mexicali.
En la sesión ordinaria del 16 de mayo de 1941 Francisco
Cañedo se integró como nuevo miembro. Asimismo se informó
14
sobre la creación de la beneficencia privada en el territorio,
donde una comisión de la Asociación tuvo una activa
participación. También se trató el asunto de la construcción
de un hospital por parte de esa organización. Se proponía la
construcción de un sanatorio con una policlínica y una botica
anexa. Fueron comisionados los doctores Dueñas, Farah,
Merino, Bracamontes, Gutiérrez y Flores para la elaboración
y estudio del proyecto.
En otra de las intervenciones en asuntos en beneficio de la
sociedad, la Asociación propuso al gobierno la construcción
de una escuela de orientación para prevenir la delincuencia
infantil y evitar que los menores infractores se convirtieran en
un peligro para la sociedad.
El 12 de marzo de 1941 la Asociación recibió una solicitud
de ayuda de parte de los profesores de la Secundaria 18,
firmada por el director Rubén Reyes Segura.
Los profesores que integramos el personal docente de la escuela
secundaria federal de este lugar, compenetrados de la necesidad
que los jóvenes que dejan las aulas de segunda enseñanza puedan
continuar sus estudios de carácter profesional, hemos organizado
unos cursos normales gratuitos, ayudados por profesionistas de
la localidad, en tanto se obtiene de la Secretaría de Educación
Pública, la autorización correspondiente para que dichos cursos
profesionales tengan validez oficial, en beneficio de ex alumnos
de secundaria que buscan su formación profesional y los maestros
en servicio que propugnan por su mejoramiento…
El documento señalaba que desde el mes de enero de ese año
se había turnado la solicitud al Departamento de Enseñanza
Normal y Mejoramiento Profesional y no se había logrado
respuesta. Por esa razón se consideraba necesario que
alguno de los profesores interesados acudiera a la Ciudad de
México a gestionar la autorización. Para ello solicitaban a la
Asociación su apoyo económico para realizar el viaje. Fue
varios años después, en 1947, cuando se logró la creación de la
escuela Normal Urbana Federal Fronteriza, y fue uno de los
miembros de la Asociación de Profesionistas de Mexicali, el
doctor Francisco Dueñas Montes, quien fungió como director
de la misma durante muchos años.
Estas organizaciones, junto con algunos clubes sociales
fueron un fuerte apoyo para que el gobierno realizara las
obras materiales y sociales que el Territorio de Baja California
requería, en una época en que llegaban contingentes de personas
de otros estados del país y se carecía de la infraestructura
necesaria en todos los aspectos.
Mario Hernández Maytorena
Mexicalense del siglo veinte
Rubén Castro Bojórquez
L
a ciudad de Mexicali nació, creció y se desarrolló en el
término de cien años, de 1900 a 2000, al amparo de miles
de hombres y mujeres que con su trabajo, esfuerzo y dedicación
han conformado lo que hoy es esta población fronteriza.
Los primeros pobladores arribaron a estas tierras en busca
del trabajo que se ofrecía por los promotores de la creación
del Valle Imperial, al sur del estado de California en los
Estados Unidos en la frontera con el norte del estado de Baja
California, México.
Un caudaloso río, un delta de tierras fértiles, un clima
caluroso que con agua y tierra hacía germinar lo que se
sembrara y, desde luego, hombres audaces, creativos, expertos
en la ingeniería hidráulica que vendrían a invertir millones de
dólares que al final de cuentas se los llevaría el agua del Río
Colorado.
A fines de 1900 llegaron las primeras familias a asentarse
justo en la esquina que conformaba el Río Nuevo y la línea
fronteriza, frente a donde los estadunidenses colocaron uno
de los campamentos de las obras de irrigación que requería el
futuro Valle Imperial, el poblado mexicano a las orillas de la
Laguna Cameron y el poblado estadunidense, junto a lo que se
conocía como Lago Azul (Blue Lake), únicos lugares en donde
podían tener agua cerca. Dos años después, los publicistas del
proyecto que dirigían Charles Rockwood y George Chaffey
bautizarían a los nacientes poblados como Caléxico y Mexicali,
palabras formadas tomando como base los nombres del estado
de California y del de nuestro país México.1
A partir de esos años se iniciaría una constante inmigración
de cientos, primero, y miles, después, de mexicanos venidos de
todos los confines de la patria, pioneros que le fueron dando
forma a la ciudad y al valle de Mexicali; miles de inmigrantes
y otros tantos nativos de esta ciudad han contribuido con su
trabajo, dedicación, inteligencia, creatividad y amor por esta
tierra, para que en cien años tuviéramos la ciudad en la cual
hoy habitamos y disfrutamos.
Dentro de todos estos mexicalenses, algunos de origen y
otros por adopción, destacan muchos hombres y mujeres
que, siendo empresarios, políticos, maestros, profesionistas,
deportistas, artistas, cronistas, artesanos, campesinos,
obreros, universitarios, funcionarios de gobierno y otros más
han desempeñado un liderazgo natural que los ha llevado a
estar en las páginas de los libros de la historia del estado de
Baja California, de esta región y en la mente y en el cariño de
muchos mexicalenses. Todos ellos han dado y hecho más de lo
que comúnmente la mayoría aporta.
En ocasiones su presencia en la ciudad ha sido esporádica
como podría ser la de aquellos gobernantes que fueron
enviados del centro del país a desempeñar su encargo y luego
regresaron a su lugar de origen, como fue el caso del general
Abelardo L. Rodríguez, del general Rodolfo Sánchez Taboada
o del licenciado Alfonso García González; de igual manera
deportistas que brillaron y vieron truncada su vida por un
accidente como es el ejemplo del boxeador, campeón mundial,
Gilberto Román. Así también políticos brillantes a los que la
muerte reclamó jóvenes como fueron don Leopoldo Verdugo,
licenciada Aurora Palacios, Francisco Gallego Monge o
licenciada Margarita Ortega Villa, y muchas otras más que
por diversas circunstancias no completaron su ciclo de vida
dentro de la sociedad mexicalense.
Para fortuna de nuestra ciudad y de esta región, muchos
otros le han servido por más de 60 años y han trabajado por
engrandecer y hacer de Mexicali un mejor lugar para vivir.
De estos miles de mexicalenses nativos y adoptivos, están
guardados en la memoria colectiva de nuestra sociedad muchos
nombres de hombres y mujeres que han destacado sobre otras
personas por entregarse al servicio de nuestra comunidad.
Uno de estos personajes a quien por todas sus aportaciones
lo pudiéramos considerar el mexicalense del siglo XX es don
Mario Hernández Maytorena.
Con sus 92 años de edad, su fructífera vida ha sido entregada
al servicio de su ciudad y de su estado; deportista y promotor
incansable del deporte, comerciante e industrial, líder indiscutible
de los empresarios por muchos años; siempre en la mira de los
partidos políticos para hacerlo su candidato, ofrecimientos que
nunca aceptó; colaborador honorífico de los gobiernos estatal
J.A. Alexander. The life of George Chaffey. Mac Millan y Co. LTD.
Melbourne, Australia. 1928. 291 pp.
1
15
1949. Mario Hernández, adolescente, laborando en
una estación de gasolina en Calexico, California.
1928. Grupo de la elementary school pública de
Caléxico, California. Cuarto, de derecha a izquierda,
segunda fila, Mario Hernández.
1949. Mario con su esposa Leticia y su hija del
mismo nombre, en uno de los autos cuya marca
distribuía en Mexicali.
16
1955. Mario ante el gobernador del estado
licenciado Braulio Maldonado Sández (19531959), entregándole un pliego petitorio del sector
empresarial.
1961. Reunión de empresarios. De izquierda
a derecha, Armando Gallego Moreno, Mario
Hernández, Eligio Esquivel Méndez, gobernador del
estado de Baja California de 1959 a 1964.
1977. Reunión de amigos. De izquierda a derecha,
gobernador del estado Roberto de la Madrid
Romandía (1977-1983), Mario Hernández
y el ex gobernador licenciado Milton Castellanos
Everardo (1971-1977).
17
1955. La avenida Madero desde el Parque Héroes de Chapultepec y viendo hacia el edificio de la Estrella Azul, propiedad de Mario Hernández
Maytorena y fundada en 1921 por su padre Manuel Hernández Gándara.
y municipal e incansable altruista social y del deporte. Él es el
personaje mexicalense más sobresaliente del siglo XX.
Mario Hernádez Maytorena nació el 20 de marzo de 1916 en la
ciudad de Douglas, Arizona, EUA, de padres mexicanos radicados
en Sonora. A los pocos años, su familia emigró a Mexicali, y su
padre don Manuel Hernández Gándara, comerciante, fundó en
1921 la Estrella Azul, negocio que años después Mario haría
crecer hasta hacerlo la tienda de departamentos más importante
de la ciudad. Durante los años 1940 y 1950 Mario Hernández
fundó varios negocios, todos ellos exitosos.
Desde joven Mario Hernández destacó por su simpatía,
inteligencia, amabilidad, creatividad y por su gran capacidad
emprendedora. Antes de cumplir los 30 años ya se había
hecho cargo de la tienda la Estrella Azul y había creado las
empresas Motores de Mexicali, Implementos de Mexicali y
Motores Delta, entre otras.
Su liderazgo no tardó en destacar ante los empresarios
ocupando primero la presidencia de la Cámara de Comercio
y, posteriormente, la Cámara de la Industria de la
Transformación.
18
La facilidad para hacer amigos y su carisma natural lo
llevaron a convivir con inversionistas mayores que él, como
fueron: Alfredo Araiza Pesqueira, Rodolfo Cabañas Tamez,
Chau Gee Chiu, Rodolfo Nelson Bárbara, Gustavo Vildósola
Almada, James Jimmy Stone; otros de su edad como: Ignacio
Guajardo, Armando Gallego Moreno, Francisco Gallego
Monge, Juan Luquen Aguilar, Adalberto Silva Córdova,
Gustavo Vildósola Castro, Mario García Martínez, y cuando
no tan joven, se hacía presente en las reuniones de negocios de
empresarios más jóvenes que él: Eduardo Martínez Palomera,
Rodolfo Nelson Culebro, Mario García Franco, Héctor Sada
Quiroga, Cuauhtémoc Pérez Román, Florentino Pereira
Moreno, Adalberto y Juan Rafael Silva García, Aurelio Flores
Peña y cientos de inversionistas y empresarios que desde los
años cuarenta hasta nuestros días han fortalecido y promovido
las empresas mexicalenses.
Otra área importante en su desempeño fue el deporte;
incursionó en el tenis, golf, ecuestre y béisbol, siendo este
último la pasión de su vida; se inició en la práctica del béisbol
desde muy joven. Antes de cumplir los veinte años, en 1935,
1968. Don Mario Hernández Maytorena inaugurando la Torre de Rectoría del Cetys Universidad, edificio donado por él y sus empresas: Centro
Mercantil de Baja California, S.A. de C.V., Motores de Mexicali, S.A., Plástisac, S.A., Ferretería la Estrella Azul, S.A., Distribuidora de Llantas
y Vehículos, S.A. y Motores de San Luis, S.A. Le acompañan: de izquierda a derecha, persona no identificada, Ignacio García Batista, licenciado
Ignacio Guajardo, persona no identificada y el rector del Cetys ingeniero Félix Castillo.
fundó el equipo Águilas de Mexicali, primero de aficionado y,
posteriormente, como profesional, mismo que ha llegado hasta
nuestros días. En aquellos primeros años lo acompañaron en el
equipo: Rodrigo Valle, Chale Moreno, David Robinson, Richard
Hashem, Pedro Pete Vázquez, José Andrade y otros más.
Para 1948 convierte el equipo en profesional y participa
en la Liga Sunset primero, y Arizona México, después. Él se
desempeñó como jugador, al ser zurdo, jugó como primera base.
En esos primeros años de profesionalismo lo acompañaron los
mexicalenses Domingo la Rompopa González, Alejandro Kitty
Garciglia, Manuel Pilillo Estrada, Bule Guzmán, Pirrín Patas
Ponce, Froylán Niño Méndez, Nate Moreland.
Otros jugadores que en esos años formaron parte del equipo
de Mario fueron Virgilio Arteaga, Art Lilly, Cero Cero Balcina,
Felipe Montemayor, Manuel Echeverría, Rubén Amaro, Moi
Camacho, Dumbo Ayala, Panchillo Conde Ramírez, Tizón
Valenzuela, Charolito Orta y muchos otros más.
Después de algunos años de ayuno de béisbol profesional,
en 1976, Mario obtiene la franquicia de la Liga Mexicana del
Pacífico (antes Liga de la Costa) para Mexicali. Por cerca de
20 años duró Mario al frente del equipo de béisbol Águilas
de Mexicali y aunque él ya no formaba parte del equipo
como jugador, todos los días se le veía practicar, primero en
el Parque Hidalgo y luego en el Nido de los Águilas. Batea,
fildea y corre, con el apoyo del famoso beisbolista amateur,
el Parna García, quien le pasa la bola para que batee y le da
roletasos para que fildee.
Otro aspecto que destaca en Mario es su preocupación porque
los gobiernos hagan bien su tarea. Amigo personal de todos los
gobernadores, presidentes municipales, senadores y diputados,
nunca aceptó figurar como candidato a ningún puesto, a pesar
de que desde la década de 1960 hasta la de 1980 los ofrecimientos
de los partidos políticos se sucedían uno tras otro.
Dentro de estos ofrecimientos destaca lo que sucedió en
1977: el Partido Revolucionario Institucional (PRI) designó
como su candidato al general Hermenegildo Cuenca Díaz (se
decía que por un compromiso del presidente Luis Echeverría
con el general, quien en ese momento de la designación
19
1977. Miembros del Consejo del Banco de Comercio de Baja California. De izquierda a derecha: Conrad Caldwell, Alfredo Araiza, Eugenio Eraña,
Mario Hernández, James W. Stone, Armando Gallego, Chau Gee Chiu y Carlos Ibarra.
fungía como secretario de la Defensa Nacional), pero su
candidatura no cayó nada bien entre los bajacalifornianos.
Las manifestaciones de oposición se fueron acrecentando de
tal manera que en marzo de 1967 el Partido Acción Nacional
(PAN) consideró que era su oportunidad de ganar la gobernatura
con un buen candidato.
En esos días se comentaba que el PAN había invitado a
don Mario Hernández Maytorena como su candidato. El
rumor corrió como reguero de pólvora y se daba por hecho
la aceptación de la mayoría de los bajacalifornianos a su
candidatura.
El gobierno (del PRI) de inmediato tomó cartas en el asunto
y antes de que don Mario aceptara fue invitado a dialogar
con el licenciado José López Portillo (ya como presidente,
1976-1982) y se dijo que lo convenció de que desistiera a ser
candidato. Y así fue, Mario declinó a la candidatura. El resto
de la historia continúa con el fallecimiento del general Cuenca
en mayo de ese año y la elección de Roberto de la Madrid
Romandía como gobernador para el periodo 1977-1983.
Anteriormente, a fines de los años de 1960, junto con otros
20
empresarios, don Mario adquirió el diario La Voz de la Frontera,
con el propósito de que el sector productivo tuviese un medio
para expresar y señalar las acciones equivocadas de los gobiernos
federal, estatal y municipal, y proponer que se corrigieran.
El periódico se radicalizó a tal grado que don Mario
Hernández prefirió venderlo, dado que su propósito nunca fue
el de hacerse enemigo del gobierno.
En los años de 1990, de nueva cuenta, asociado con otros
empresarios, don Mario adquirió el diario Novedades. La
historia se repitió y prefirieron aceptar una oferta de compra
de los periódicos Healy que transformó en la actual Crónica
de Baja California.
Mario Hernández fungió como interlocutor del sector
empresarial ante los diferentes órdenes de gobierno, pero ante
todo con el gobernador del estado en turno: desde el licenciado
Braulio Maldonado Sández (1953-1959) hasta el licenciado
Eugenio Elorduy Walther (2001-2007). De la mayoría de ellos es
amigo cercano.
Durante los gobiernos del licenciado Milton Castellanos
Everardo (1971-1977) y Roberto de la Madrid Romandía (1977-
1945. Equipo de béisbol de aficionados Águilas de Mexicali. Mario Hernández es el quinto de pie de derecha a izquierda.
1983) fungió como presidente de la Junta de Urbanización del
Estado, dependencia paraestatal que realizó obras importantes
de bulevares y otras obras de urbanización.
En 1948, cuando se iniciaron los juegos de béisbol profesional
de la Liga Sunset y el Parque Hidalgo se vestía de gala para
que los mexicalenses se deleitaran con el encuentro entre
Los Águilas de Mexicali y el equipo de El Centro, California,
los adolescentes nos acercamos al parque con la ilusión de
podernos “colar” y presenciar el juego, ya que era nuestro
deporte favorito.
Como no podíamos pagar la entrada, nos quedamos
afuera, pero no pasó mucho tiempo para que encontráramos
la solución; desde la primera entrada empezaron a salir del
parque pelotas que eran bateadas de foul, lo que motivó que
todos nosotros corriéramos tras la pelota, una vez que la
encontrábamos muchos se quedaban con ella para luego jugar
en el barrio, pero una noche después una persona le comunicó
al encargado de la puerta de entrada que mandaba decir Mario
Hernández Maytorena que el joven que encontrara la pelota
podía entrar al encuentro gratis, entregándola para que se
reintegrara al juego. Fue la primera vez que supimos quien
era Mario Hernández.
No pasaron muchos partidos para que nosotros
negociáramos entrar hasta cuatro o cinco niños por una
pelota. Una vez adentro del campo, conocimos al pelotero que
nos había permitido la entrada, jugaba la posición de primera
base y dado que era uno de los pocos mexicalenses del equipo
no tardó en ser nuestro ídolo. Al tiempo todos queríamos
ser como él y “hasta aprendimos a batear con la zurda”. La
Chueca Hernández, como se le conocía en toda la liga, llegaría
a ser en pocos meses nuestro personaje a imitar.
Años después, en 1953 o 1954, siendo alumnos de la Escuela
Secundaria Federal número 18, a unos cuantos adolescentes
nos tocó ser testigos de un hecho que pinta de cuerpo entero a
Mario Hernández. Las muchachas jugaban voleibol en la cancha
de tierra que se ubicaba cerca de la calle “E”, entre Obregón
y Reforma, en esos años el terreno de la secundaria no tenía
cerco, y cierto día, al golpear fuerte la pelota se fue hasta la
calle, al momento, coincidentemente pasaba por ahí don Mario
Hernández en un automóvil Chevrolet del año. Don Mario se
bajó del auto, recogió la pelota y se la llevó a las muchachas, al
21
1972. Mario Hernández Maytorena saludando al
licenciado Luis Echeverría Álvarez. Observa Gustavo
Vildósola Castro y atrás el licenciado Ignacio
Guajardo.
1996. Mario Hernández Maytorena en audiencia
con el licenciado Héctor Terán Terán gobernador del
estado de Baja California.
1978. Mario Hernández recibió y atendió al actor
estadunidense John Wayne, cuando visitó Mexicali
en ese año.
22
1948. Mario Hernández Maytorena, primera base
del equipo profesional de béisbol Águilas de Mexicali.
Antiguo Parque Hidalgo
(avenida Pino Suárez y Calle “L”, colonia Nueva).
1984. Mario Hernández en práctica de béisbol
en el actual Parque Nido de los Águilas.
Le acompañan, sentado, el licenciado Xicoténcatl Leyva Mortera,
gobernador del estado y, de pie,
Francisco Quico Santana Peralta, presidente municipal de Mexicali.
23
2003. Retiro de número 3 del equipo Águilas de Mexicali, mismo que usó en su uniforme Mario Hernández durante los años que jugó con el
equipo. Le acompañan deteniendo el uniforme para entregárselo: Dio Murillo, presidente actual del equipo, y arquitecto Víctor Hermosillo
Celada, presidente municipal (2001-2004) evento desarrollado en un juego celebrado en el Parque Nido de los Águilas de Mexicali.
mismo tiempo sacó de su bolsillo una tarjeta y dijo a las chicas
“esta pelota ya no sirve, vayan a la Estrella Azul por tres pelotas
nuevas”, y les entregó la tarjeta que serviría como vale. No
recuerdo si alguna de las muchachas se desmayó por la emoción.
En el año de 1963 o 1964, ya como arquitecto, incursioné
en la empresa privada de la construcción y me tocó conocer
personalmente a don Mario, su trato hacia mí fue como si me
conociera de toda la vida.
Así también en los años de 1974 a 1977 formé parte
del Consejo de la Junta de Urbanización y las reuniones
eran frecuentes y dirigidas por Mario Hernández. Su
liderazgo, simpatía, antisolemnidad, y sus ocurrencias eran
características en las reuniones.
En 1980, cuando el que esto escribe fungía como rector y se
presentó el problema más grave que ha tenido la UABC por la
definición de las relaciones laborales con sus sindicatos, Mario
Hernández reunió a un número importante de empresarios
mexicalenses y ofreció por mi conducto todo el apoyo que
requiriese la institución.
Mario Hernández Maytorena es un hombre fuera de serie,
toda su vida ofreciendo amistad y apoyo a sus amigos, pocos
24
mexicalenses han trascendido por tantos años conservando
un liderazgo natural, reconocido por todos aquellos que lo
han tratado y conocido: desde aquel jovencito que antes de
cumplir los veinte años ya era un empresario y un deportista
consumado, hasta el que hoy que cifrando su edad arriba de los
90 años sigue pendiente de sus empresas, pero sobre todo de su
familia y de sus amigos.
La sociedad mexicalense ha sabido de su altruismo, como
cuando fungió como presidente de la Cruz Roja de Mexicali
y de todos los beneficios que como empresario, deportista
y ciudadano le ha brindado a nuestra ciudad, por lo que le
han honrado con múltiples homenajes en el transcurso de su
vida: mexicalense distinguido, miembro de los salones de la
fama, del deporte mexicalense y del béisbol a nivel nacional,
ejecutivo del año y forjador de Baja California, entre muchos
otros reconocimientos.
En lo personal, el que esto escribe agradece a la vida
el poder formar parte de una de tantas generaciones de
bajacalifornianos que tenemos el privilegio de convivir todos
estos años con un ser tan brillante, amable y sencillo como lo
es don Mario Hernández Maytorena.
Libros,
reseñas,
comentarios...
Sergio Noriega Verdugo
S
i la historia tiene como propósito
entender el pasado, podría decirse
que el libro, recientemente publicado:
Educación, crecimiento y desarrollo
en Baja California forma parte de la
historia regional de 1950 a 2000. Aunque,
juzgando por su título, también puede
decirse que esta obra se ocupa del tema de
la educación escolar en Baja California.
Otra posibilidad es considerarlo como un
estudio sobre el crecimiento económico
regional y por si eso no fuera bastante
complicado, diremos que se trata de
una investigación sobre el desarrollo
social de la entidad federativa a la que
pertenecemos.
Además de que cada uno de estos temas
es importante y tiene mucho contenido,
es la relación entre los elementos lo que
despierta más interés. Particularmente,
la relación que se presume existe entre la
educación y el crecimiento o desarrollo
económico. Una pregunta obligada sobre
esta relación es ¿cómo poder fomentar
el crecimiento y bienestar económico
de los bajacalifornianos a través de la
educación?
Por su contenido complejo, así como
por la forma en que fue redactado, este
tomo de 213 páginas, con abundantes
cuadros y gráficas estadísticas, no fue
escrito para el lector general. Se trata
pues de un libro de corte académico,
de investigación de las
ciencias sociales, si es que
podemos incluir ahí el
estudio de la educación
escolar. Tal vez puede
pasar como un libro de
sociología, pero incluye un
amplio análisis estadístico
y en parte demográfico y
también económico.
Las dificultades que
presenta el texto para los
lectores se pueden apreciar
desde el principio del
libro. La cuestión es que
Educación, crecimiento y
desarrollo en Baja California
representa una temática
diversa y fragmentada, pero
además su redacción resulta
difícil y ocasionalmente
esotérica.
Muestra de ello es la introducción que
antecede los siete capítulos que integran
el libro y que consta de seis páginas. En
este apartado pareciera que los autores
quisieron despejar los problemas de la
temática sin lograrlo. Por otra parte,
señalan que hubo dos preguntas que
“dieron pie a la idea central del libro:
¿cómo evolucionó el sector educativo en
Baja California de cara a las demandas
especializadas que produjeron los
cambios tecnológicos y socioeconómicos
en el último medio siglo? y ¿cómo ha
cambiado y se ha preparado la entidad
para responder a un entorno cada vez
más competitivo y ligado a la economía
global?”.
Esta “Introducción” no establece
claramente cuál es la “la idea central”, es
decir, no nos proporciona un argumento
central del libro. Dicho de otra forma no
hay una hipótesis explícita que aglutine
los diferentes aspectos abordados y que
les dé coherencia y finalidad. Todavía
25
más, dicen los coordinadores “Para
responder a estas preguntas es necesario
hacer dos precisiones...”. Aun y cuando
se puedan justificar, estas “precisiones”
resultan francamente enredosas.
Aun si nos olvidamos de la segunda
“precisión”, que tiene que ver con
los procesos socioeconómicos de Baja
California, se puede ver que la introducción
resulta excesivamente complicada y no
nos ayuda a apreciar el esfuerzo realizado
de escribir un libro con esta temática, ni
tampoco sirve para relacionar la materia
con el lector, de forma tal que le resulte
relevante. La introducción nos confronta
con la globalización, sin precisar cómo
ha influenciado nuestra educación
salvo decir que se ha ido adecuando a
los cambios. Cabe además señalar que
sólo la introducción viene acompañada
de una bibliografía específica de 13
fuentes. Cualquiera podrá decir que una
introducción, debe atraer al lector con una
exposición más sencilla y convincente.
El primero de los siete artículos de
Educación crecimiento y desarrollo en
Baja California versa sobre la educación
superior en México. Este interesante
artículo escrito por Luis Lloréns Báez,
parte de la interrogante de ¿cuál es la
educación que merece nuestro país? Para
responder a ello, el autor hace distingos
26
entre la educación básica y la educación
superior. Y luego después de un breve
repaso histórico concluye en que “ni la
Reforma ni la Revolución le dieron al
país la educación superior que merecía
la sociedad mexicana”.
La postura ideológica del autor se
hace aún más clara al hacer eco de lo
que dice ser “la única visión de Estado”
y explica que la educación superior
desde el pasado
tenía un papel relevante como palanca
fundamental para el desarrollo del país,
la superación de la desigualdad social y la
inquietud en el acceso a las oportunidades
de una vida mejor. No podría ser de otra
manera. La educación superior que nos
merecemos es un valor indisolublemente
ligado a nuestra condición social de
inequidad, marginación y atraso.
Esta postura ayuda a entender la
relación que puede haber entre los
temas del libro, como son la educación y
el crecimiento económico y el desarrollo
social. Pero, desafortunadamente, estos
procesos no se examinan, cuando menos
no en forma explícita, y de manera
coherente sobre lo que ha pasado en
Baja California. Es decir, no se puede
concluir si las relaciones son buenas o
malas, ni siquiera cuáles son los aciertos
y cuáles son los errores cometidos. En
este sentido Educación, crecimiento y
desarrollo en Baja California debe ser
considerado como un libro exploratorio
en búsqueda de mejores formas en que
la educación sirva a las mayorías.
Sin embargo, no debemos perder de
vista que la finalidad de la educación
no es sólo el nacionalismo, ni siquiera el
desarrollo económico, sino el humanismo
y el desarrollo del intelecto.
A pesar de las limitaciones señaladas,
Educación, crecimiento y desarrollo en
Baja California hace un riguroso examen
de los cambios de población y de la forma
que influyeron en la educación escolar
durante la segunda mitad del siglo XX.
Por ésta y otras aportaciones, debo
felicitar a la Universidad Autónoma
de Baja California por la publicación
de este importante volumen y a sus
autores: Guillermo Álvarez de la Torre,
Margarita Barajas Tinoco, Norma
Fimbres Durazo, Luis Lloréns Báez,
Guadalupe Ortega Villa, Luz María
Ortega Villa, Djamel Toudert, Arturo
Ranfla González y Gabriel Estrella
Valenzuela, estos dos últimos encargados
de coordinar la edición.
Escriben la historia
R.C.B.
ADALBERTO WALTHER MEADE. Nació en Torreón, Coahuila, en 1913. Ingeniero en minas por la
UNAM. Radicó en Mexicali desde 1943. Fue director fundador y único del Instituto de Geografía e
Historia de la UABC de 1970 a 1999. Director de la revista Calafia de 1972 a 1999, donde escribió
más de 50 artículos. Autor de los libros: El Partido Norte de Baja California (1983). El Distrito
Norte de Baja California (1986). Antonio María Meléndrez. Caudillo y patriota de Baja California
(1988). Origen de Mexicali (1983). Tecate cuarto municipio (1993). El valle de Mexicali (1996). Baja
California. Monografía estatal (1988). Pueblo Nuevo. Pueblo precursor (1999). Participó con seis
artículos en Panorama Histórico de Baja California (1983). Cronista de Mexicali de 1989-1999.
Cronista emérito. 1999. Investigador emérito de la UABC. 1998. Muere en Mexicali en 2001.
DAVID PIÑERA RAMÍREZ. Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1935; radica en Baja California desde
1958. Abogado de profesión se inclinó por la historia obteniendo maestría y doctorado en historia
por la UNAM. Funcionario de la UABC por 46 años. Director fundador del Instituto de Investigaciones
Históricas. Libros que ha coordinado: Panorama Histórico de Baja California del cual es autor de
14 artículos. Historia de Tijuana. 1985. Visión Histórica de la Frontera Norte de México 3 tomos.
1987. Historia de la Universidad Autónoma de Baja California (autor de 5 artículos del libro) 1997.
La educación superior en el proceso histórico de México. 4 tomos. 2002. Autor de los libros: Vivencias
universitarias (1987). Los orígenes de Ensenada (1991). Tijuana en la historia (2003). Entre otros.
Su más reciente libro es Los orígenes de las poblaciones de Baja California (2006). Ha escrito más
de 100 artículos en libros colectivos, revistas, diarios y folletos. Investigador emérito de la UABC
(1997). Es miembro de número de la Academia Mexicana de la Historia (2002).
CELSO AGUIRRE BERNAL. Nació en Guadalajara, Jalisco, en 1916. Radicó en Mexicali desde 1950.
Escribió entre otros, los siguientes libros: Compendio histórico biográfico de Mexicali (1966). Siete
ediciones. 1989. Compedio histórico biográfico de Mexicali. Volumen II. 1990. Joaquín Murrieta
(1985). Breve historia del estado de Baja California (1992). Mexicali. Calendario cívico escolar
(1994). Cronista de la ciudad de 1988 a 1997. Muere en Mexicali en 1997.
PEDRO F. PÉREZ Y RAMÍREZ PERITUS. Nació en Guanajuato, Guanajuato, en 1908. Radicó
en Mexicali desde 1926. Documentos de su autoría: Hombres, hechos y cosas. El periodismo en
Mexicali. 1915-1959. Tomo I. Columnista de El nuevo mundo. La Frontera, Vanguardia, Centinela,
Última Hora, La Voz de la Frontera. Reportero del gobierno del estado. Desde 1998, la antigua
calle Oriente, del árbol, Alfabetización, del Comercio lleva su nombre. Ciudadano distinguido de
Mexicali, en 1990. Su familia creó la Fundación Peritus en 1991. Primer Cronista de la ciudad de
1970 a 1988 y Cronista emérito de Mexicali, en 1988. Fallece en Mexicali en 1991.
27
Acontecer de la HISTORIA1
Junio. Julio. Agosto. Septiembre
R.C.B.
1
23 de junio 1919. Se inicia la construcción del Palacio de Gobierno (hoy
Rectoría de la UABC). Se inauguró el 16 de septiembre de 1922 (foto 1).
26 de junio de 1911. Llega a Mexicali el coronel Esteban Cantú Jiménez (en
ese entonces mayor) formando parte de la columna militar comandada
por el general Gordillo Escudero con el encargo de apaciguar al grupo
de rebeldes Flores Magonistas. Posteriormente, de 1915 a 1920 ocupó el
cargo de gobernador del distrito norte de la Baja California y de 1952 a
1958 fungiría como senador de la república.
2
1 de julio de 1921. Se cambia el nombre de la avenida Porfirio Díaz por
el de Francisco I. Madero por acuerdo del H. Ayuntamiento de Mexicali
que presidió Manuel Roncal (foto 2).
4 de julio de 1923. Se inauguró la Cervecería de Mexicali, propiedad de
3
Miguel González. En 1973 cerró su producción al ser comprada para
cerrarla por una empresa cervecera nacional (foto 3).
4 de agosto de 1942. Se firma el primer convenio de braceros (trabajadores
mexicanos temporales en Estados Unidos).
13 de agosto de 1923. Se canta por primera ocasión la pieza musical “Rosa
4
de Mexicali” (Mexicali Rose) en el Bar Clímax Café. Fue compuesta por
el pianista Jack B. Tenney (foto 4).
19 de septiembre de 1918. Se formó el primer cuerpo de Bomberos de
Mexicali con Carlos G. Ortiz como jefe voluntario (foto 5).
20 de septiembre de 1961. Nace el Centro de Enseñanza Técnica y Superior
(Cetys), auspiciado por un grupo de empresarios mexicalenses dentro
de los que sobresalen: licenciado Ignacio Guajardo, Mario Hernández
Maytorena, Rodolfo Nelson Barbara, Armando Gallego Moreno,
Héctor Sada Quiroga y James Stone, se constituye lo que hoy es Cetys
Universidad (foto 6).
1
Aguirre Bernal Celso. Mexicali. Calendario Cívico Escolar. Editorial de Baja California.
Mexicali, B.C. 30 de junio de 1994. 156 pp.
28
5
6
Páginas de historia
R.C.B.
Ganadores del Tercer Certamen Literario Pedro F.
Pérez y Ramírez “Peritus”. Editado por la Fundación
“Peritus”, A.C. Marzo de 2008. 248 pp. Formato 15x23 cm.
Edición rústica. Contiene los textos de: María Mercedes
Torres Palafox y Fausto Vonbonek de poesía y de Juan
Raúl Hernández Ramírez y Antonio Valenzuela Alba
de narrativa historica. Todos ellos ganadores del tercer
certamen.
Una Experiencia de Gobierno Baja California 20012007. Memoria del periodo gubernamental del licenciado
Eugenio Elorduy Walther. Editado por el gobierno del
estado de Baja California. Noviembre de 2007. 335 pp.
Formato 22x31 cm. Edición de lujo a todo color. Reseña lo
realizado en todos los aspectos por esta administración. Se
ilustra con un número importante de fotos.
Manuel Matías Monge y la carretera Mexicali-San Felipe
1948-1952. Gustavo Casanova y Raúl Candelario Mejía
G. Editado por su autor en junio de 2007. 131 pp. Formato
14x22 cm. Edición rústica. Relata la vida de don Manuel
M. Monge. El prólogo es de Rubén Castro Bojórquez.
Los orígenes de las poblaciones de Baja California.
Factores externos, nacionales y locales. David Piñera
Ramírez. Editado por la Universidad Autónoma de Baja
California. Diciembre de 2006. 675 pp. Formato 14x22 cm.
Edición rústica. Reseña las historias de los orígenes de las
ciudades de Ensenada, Tijuana y Mexicali.
Casilleros de historia
R.C.B.
El Bazar del Libro. Av. Álvaro Obregón núm.
629, Primera Sección, Mexicali, B.C. Librería
especializada en libros, documentos y objetos
históricos. Resguarda también una biblioteca
privada de libros sobre historia de Baja California
y Mexicali.
Propietario: Sr. Wenceslao Mayorga.
Horario: Lunes a viernes de 10:00 a 18:00 horas .
Teléfono: 552-39-80.
El Salón de la Fama. Av. Río Nuevo s/n, Zona
Río. Museo y biblioteca del deporte mexicalense.
Director: Lic. Adrián Zamudio Bernal .
Horario: 8 a 3 p.m.
Teléfono: 557-27-61.
Biblioteca Pública del Estado. Av. Álvaro
Obregón y calle “E” núm. 1300, Segunda Sección,
Mexicali, B.C. Contiene una colección importante
de libros sobre historia de México, Baja California
y Mexicali. Resguarda la hemeroteca más
completa del estado.
Coordinadora: Olga Angulo Angulo.
Horario: 8:00 a.m.. a 8:00 p.m., sábado de 9 a 3 p.m.
Teléfono: 552-61-95.
CESU-UABC. Edificio de Investigación y
Posgrado, Unidad Universitaria Mexicali, Blvr.
Benito Juárez s/n, col. Insurgentes este, Mexicali,
B.C. Resguarda documentos y fotografías sobre
la historia de la Universidad Autónoma de Baja
California.
Secretaria técnica: M.C. María Teresa Ponce
León.
Horario: Lunes a viernes de 8:00 a.m. a 8:00 p.m.
Teléfonos: 566-95-92 y 841-20-76.
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