DISPUTA QUODLIBÉTICA El uso retórico

Anuncio
DISPUTA QUODLIBÉTICA
En el periodo medieval, principalmente los escolásticos, se realizaban dos
tipos de actividades muy puntuales a lo largo de un curso: la lectio (es
decir, la lección que consistía en un comentario de texto, o ‘de
autoridades’, como se decía en la época) y la disputatio, el debate sobre
alguna cuestión abierta entre dos maestros reputados. Dos o tres veces al
año, los maestros realizaban una ‘disputatio de quodlibet’ (literalmente ‘de
lo que quieras’), en que respondían a cualquier cosa que se les preguntase.
Al principio, las disputas eran públicas, aunque al final del periodo se
desarrollaron por escrito.
Recientemente la Sociedad de Alumnos de nuestro Departamento de
Filosofía organizó un distendiendo debate entre algunos profesores. Cada
cuestión a debatir enfrentaba a dos profesores con alguno de los siguientes
temas: ¿Existen los aliens? ¿Están de acuerdo o en desacuerdo con la
candidatura política del famoso ex-futbolista Cuauhtémoc Blanco? ¿Qué
son mejores: los libros electrónicos o los libros tradicionales? ¿Si se abriera
una nueva materia en el plan de estudios en la carrera de filosofía, cuál
elegirían entre filosofía y comida o filosofía y ciencia-ficción?
Cada profesor supo de antemano el tema sobre el que debatirá, pero una
de las reglas para el quodlibet fue que la postura de defensa o crítica se
elegiría por sorteo (el tradicional volado de moneda).
El uso retórico-cómico del debate filosófico
Teniendo en cuenta esa regla, el Dr. Luis Guerrero Martínez preparó su
participación haciendo dos versiones (para defender o para criticar)
utilizando el recurso retórico de las palabras emotivas a favor y en contra,
todo esto con un tinte cómico-filosófico. Esto fue lo que escribió sobre el
tema que le tocó: “Si se abriera una nueva materia en el plan de estudios
en la carrera de filosofía, ¿cuál elegirían entre filosofía y comida o filosofía
y ciencia-ficción?”
PRIMERA VERSIÓN
A favor de la materia filosofía y comida, y en contra de la materia filosofía y
ciencia-ficción.
A favor de la materia filosofía y comida
Permítanme comenzar mi argumentación con algunas referencias
filosóficas. El historiador Diógenes Laercio cuenta en el libro II de “Vidas,
opiniones y sentencias de los filósofos más ilustres” el triste suceso de
Agapito el escuálido, discípulo de Pitágoras, quien formó su propia
escuela, con tendencias disciplinares aún más rígidas y precursor del
estoicismo, filósofo del que se esperaba más que su maestro y que incluso
se ha llegado a decir que hubiera sido el más grande filósofo de toda la
Grecia antigua. Pero tenía un grave error: despreciaba los placeres y en
especial los culinarios. En el año 474 a.C. se apartó a un risco en la
pequeña isla de Samotracia. Quería demostrar que podría llegar a un
estado superior de sabiduría privándose, por un periodo prolongado, de
cualquier tipo de comida. Sus discípulos fueron a visitarlo poco tiempo
después y lo encontraron agonizando a causa de la desnutrición. Murió
ahí mismo, en presencia de sus discípulos. Todos los filósofos hemos
llorado más de alguna vez por este suceso. Debemos aprender de la
historia y de los errores ajenos y no cerrarnos a unir en nuestra formación
filosófica los placeres culinarios que despreciaba Agapito.
Seguramente Aristóteles tenía presente esta historia al concebir sus bases
filosóficas. Recordemos que su metafísica comienza con dos principios que,
de alguna manera, resultan irrefutables:


Todo hombre por naturaleza desea saber.
La filosofía solamente es asequible a aquellos que tienen satisfechas
sus necesidades básicas como el comer, beber y dormir.
¿Queremos más pruebas de esta feliz unión?
Bastaría agregar los grandes ejemplos de esta innata armonía entre la
filosofía y la comida:
- No fue en el desierto, ni las altas montañas sino en un Banquete
donde Platón abordó algunas de sus más sabias reflexiones.
- Kierkegaard logró parte de su inmortalidad con su obra “In vino
veritas”, en la cual, los comensales solamente pudieron hacer uso de la
palabra después de haber alcanzado el adecuado nivel de alcohol para
hablar de forma abierta, sin ocultar lo que realmente pensaban.
-Nietzsche retomó la figura de Dioniso para hablar sobre el amor por
la vida. Son extraordinarios aquellos pasajes de su obra “Los orígenes de la
tragedia griega” en donde describe la “Fiesta de San Juan”. En esa
celebración popular, entre bailes, comida y vino es posible recuperar la
alegría de vivir.
Pero como esta nueva materia trata de un saber práctico, permitan que mi
argumentación tome un nuevo rumbo y hable sobre las espléndidas
consecuencias que traería esta nueva asignatura:
La comida misma se vería beneficiada pues podríamos crear una nueva
semántica culinaria enriquecida por la creatividad filosófica de nuestros
alumnos.
-Al llegar cansados a sus casas en las noches, en lugar de poner una
cara de pocos amigos, dirían al modo socrático: “Yo sólo sé que no he
cenado”.
-Cuando sus amigos de otras carreras les preguntaran “¿Por qué
estás tan feliz?” Podrían responder: “Porque me toca la clase de Sócrates y
platón de carnes frías”.
-Imaginemos la bromista camaradería al afirmar que “el imperativo
categórico de Kant nos obliga -como un deber sagrado- a acabarnos todas
las viandas”.
-Que al tradicional platillo de arroz con frijoles podamos ahora
llamarle: el platillo del amo y del esclavo.
-O que en nuestro próximo viaje a la playa pudiéramos escoger entre
una mojarra a la veracruzana o un Mero Ponty al mojo de ajo.
Todo esto, definitivamente, traería una renovación a la filosofía.
Pero pensemos en otra afortunada consecuencia. Hoy en día son muy
importantes los coleccionables y nosotros podríamos formar una colección
muy original, pues en lugar de esos cuadernos o carpetas que escurren
monotonía por todos lados, podríamos tomar nuestros apuntes en la parte
trasera de los mantelitos. ¿Se imaginan qué maravilla tener los
comentarios a las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein en la parte
trasera de una oferta de huevos divorciados de TOKS. O las notas a la
suma teológica de Santo Tomás en el mantelito que promociona la comida
de cuaresma en VIPS. O hacer las tablas de verdad con crayoncitos de
colores en un mantel blanco de un restaurante de más prestigio, en un día
festivo. Esto sí que sería maravilloso.
Permítanme dar un argumento más como colofón
-Con esta nueva materia ayudaríamos a la imagen distintiva de la Ibero: la
de un sistema de cafeterías con una universidad integrada.
Quiero que juntos pasemos de las proposiciones hipotéticas a las
categóricas. No se trata de preguntarse “Si se abriera una nueva
materia…” Esto es un simple condicional. Mejor afirmemos
categóricamente: ¡Hoy ha quedado instaurada una nueva manera de
entender la filosofía desde el placer culinario!
Con todas estas razones y con su apoyo incondicional, quiero proponer
públicamente al apreciable director del departamento que dé por
comenzado el seminario de “Filosofía y comida”.
En contra de la materia filosofía y ciencia-ficción.
No debemos dejarnos llevar por una retórica anquilosada.
Ya Aristóteles en sus Refutaciones sofísticas nos alertó contra lo que
denominó sofisma equinecius, que pretende mezclar la imaginación
fantástica con el ejercicio de la razón.
Muchos de aquí hemos leído el elenco de ídolos que hace Bacon sobre los
vicios del pensamiento que obstaculizan la comprensión de la realidad.
Uno de ellos es la tendencia a llenar nuestra imaginación de cosas
fantásticas y meramente posibles, confundiendo la ficción y la realidad.
Este es el grave problema de la ciencia-ficción. Pareciera que es un simple
juego creativo al que le damos acceso en nuestra cabeza, pero en realidad
es como el peor de los virus de computadora que termina por distorsionar
todo su contenido.
Recordemos también las sabias palabras de Kant, cuando afirmó que la
ilustración es la salida de la minoría de edad, pues se dejan los
infantilismos donde se cree en héroes o villanos intergalácticos. Si
Recuerdan el texto, menciona cómo Descartes comenzó a dudar de todo
cuando, por equivocación, leyó una novela sobre el geniecillo maligno
proveniente de la Red extensa. Era ya un anuncio de los peligros de la
ciencia-ficción en la futura era digital. ¡Ay, Descartes, ¿cómo hubiera sido
la época moderna y nuestro mundo actual si no te hubieras contaminado
con esa novela?!
¿Qué sucedería si comenzáramos a mezclar la filosofía con la cienciaficción? Llegaríamos a muchas aberraciones que no serían ni chicha ni
limonada. Basta poner algunos ejemplos:







No sería digno de Pitágoras que Spilberg nos presentara una película
sobre “La batalla de los cíclidos en el templo de la Hipotenusa”.
¿Les gustaría que la figura de Sócrates quedara ridiculizada en un
videojuego sobre “El oráculo de Delfos y la máquina del tiempo”.
Cuya misión sería rescatar a Sócrates de beber la cicuta?
Imaginen que un exalumno intentara hacer una serie de televisión
llamada “La caverna de Platón”, cuyo primer programa fuera: “El
demiurgo contra los argonautas”. No estaría nada bien.
La filosofía podría caer en desgracia si la ontología aristotélica se
explicaría con una novela: “El on toi y la dimensión desconocida”.
Podría incluso llegar a la irreverencia si se hiciera un documental
sobre San Agustín titulado “El sistema de los Pelagianos y su
invasión a la tierra”.
Que diría el profesor Mendiola si de Kant se hiciera una tira cómica
(de ciencia-ficción) titulada: “Noche de terror en el inframundo: el
nóumeno y su ejército de categorías trascendentales”.
Lo que más confusión originaría es la unión de Hegel y Kierkegaard
en una serie de Netflix con el nombre: “El pastor alemán y el gran
danés: guardianes de la galaxia”.

Imaginémonos el desastre que sería una coproducción entre Michael
Ende y los herederos de Nietzsche para llevar a la pantalla grande
una secuela titulada: “La historia sin fin del eterno retorno”.
Creo que he dado suficientes razones para impedir, a toda costa que el
falso ídolo de la ciencia-ficción empiece su labor destructiva en nuestro
querido departamento de filosofía.
SEGUNDA VERSIÓN
A favor de la materia filosofía y ciencia-ficción y en contra de la materia
filosofía y comida.
A favor de la materia filosofía y ciencia-ficción
¿Saben cuál ha sido el grave, qué digo el grave, ¡el gravísimo problema! en
la enseñanza de la filosofía? Que ha sido demasiado lineal, demasiado
plana, demasiado cargada al logos. Hoy voy a proponerles una nueva
manera de entender la filosofía y con ella su enseñanza: la filosofía como
ciencia ficción.
El filósofo que más cerca ha estado de esta noción fue el viejo y sabio
Schelling, cuando en su último periodo relacionó el logos con la
imaginación. Para él la imaginación es una facultad suprema que permite
instaurar todo. Sin ella no habría progreso, ni un verdadero logos. Sin
embargo, al igual que toda la tradición filosófica, después de esa gran
intuición retornó al logos como categoría suprema. ¡Fue una lástima!
Por su parte Nietzsche, extraviado por el destino pendular de sus críticas,
no supo guardar equilibrio cuando reivindicó la voluntad de poder
creadora. Fue una gran intuición pero a costa del logos.
Es el momento de hacer una nueva revolución copernicana, de romper el
velo de maya y reivindicar a la imaginación, y qué mejor manera que a
través de la ciencia-ficción.
Casi no hay relato de ciencia-ficción que no se haya alimentado de la
mitología griega, la cual es también la cuna de la filosofía.
Es hora de revisar epistemológicamente a Leonardo da Vinci, a Julio
Verne, a George Lucas y a los hermanos Wachowski.
Pensemos por ejemplo en un curso con los siguientes temas:

Una nueva interpretación de Pitágoras: “La batalla de los cíclidos en
el templo de la Hipotenusa”.







El oráculo de Delfos y la máquina del tiempo: ¿Cómo rescatar a
Sócrates de beber la cicuta?
La caverna de Platón presenta: “El demiurgo contra los argonautas”.
La ontología aristotélica se explicaría con una novela: “El on toi y la
dimensión desconocida”.
De San Agustín podríamos hacer un documental de “El sistema de
los Pelagianos y su invasión a la tierra”.
De Kant se podría hacer una tira cómica (de ciencia-ficción) titulada:
“Noche de terror en el inframundo: el nóumeno y su ejército de
categorías trascendentales”.
Lo que más me entusiasma es libreto para una serie televisiva en
Netflix que uniría definitivamente a Hegel y Kierkegaard sobre “El
pastor alemán y el gran danés: guardianes de la galaxia”.
Imaginémonos un coproducción entre Michael Ende y los herederos
de Nietzsche para llevar a la pantalla grande una secuela titulada:
“La historia sin fin del eterno retorno”.
Quiero que juntos pasemos de las proposiciones hipotéticas a las
categóricas. No se trata de preguntarse “Si se abriera una nueva
materia…” Esto es un simple condicional. Mejor afirmemos
categóricamente. ¡Hoy ha quedado instaurada una nueva manera de
entender la filosofía como ciencia-ficción!
Con todas estas razones y con su apoyo incondicional, quiero proponer
públicamente al apreciable director de la carrera que dé por comenzado el
seminario de “Filosofía y ciencia-ficción”.
En contra de la materia filosofía y comida.
Debemos aprender de la historia y de los errores ajenos. El historiador
Diógenes Laercio cuenta en el libro II de “Vidas, opiniones y sentencias de
los filósofos más ilustres” el triste suceso de Agapito el gordo, discípulo de
Pitágoras, quien formó su propia escuela, con tendencias disciplinares
menos rígidas y más hedonistas, filósofo del que se esperaba más que su
maestro y que incluso se ha llegado a decir que hubiera sido el más grande
filósofo de toda la Grecia antigua. Él tuvo una idea similar, la de introducir
un curso del “devenir ontológico de los mariscos y pescados del mar egeo
preparados a las brasas”, pero justo el día que comenzaron sus lecciones,
se le atoró una espina de robalo mediterráneo y murió ahí mismo, en
presencia de sus discípulos. Todos los filósofos hemos llorado más de
alguna vez por este suceso. En el departamento somos pocos profesores y
pocos alumnos como para arriesgarnos a una tragedia semejante.
Por otra parte, en su Política, Aristóteles tiene unos capítulos dedicados a
la educación musical, y afirma de manera muy enfática que los hombres
libres no deben tocar instrumentos de viento. ¿Saben la razón? Porque se
tocan con la boca que es el órgano del habla, y esos instrumentos
musicales impiden el habla. Algo similar o peor pasaría con el fomento de
una filosofía de la comida. Pues seguramente habría clases prácticas,
donde se discutiría sobre la comida a través de una degustación. ¿Qué
pasaría entonces? Seguramente, en medio de la discusión, nos llenaríamos
de las salpicaduras alimenticias de los demás. Eso hay que evitarlo a toda
costa.
Permítanme dar otro contraargumento: hoy en día hay excelentes
separadores para los libros, ¿pero qué ocurriría?, nuestros libros
terminarían con servilletas como separadores, acumulando los hongos
correspondientes. ¿Les gustaría esto para sus libros? ¿Y qué me dicen de
los apuntes? Como difícilmente se puede dejar de ser esnob, tomaríamos
nuestros apuntes en la parte trasera de los mantelitos. ¿Se imaginan tener
los comentarios a las Investigaciones Filosóficas de Wittgenstein en la
parte trasera de una oferta de huevos divorciados de TOKS, ¡qué asco! O
las notas a la Suma Teológica de Santo Tomás en el mantelito que
promociona la comida de cuaresma en VIPS. O hacer las tablas de verdad
con crayoncitos de colores en un mantel del Portón. Estas costumbres no
estarían nada bien.
Hay que promover el uso correcto del idioma, pero con la materia de
“Filosofía de la comida” caeríamos pronto en chabacanerías; pongo
algunos ejemplos de lo que ocurriría:
-Dirían que les toca la clase de Sócrates y platón de carnes frías
(Platón es uno de los más grandes filósofos, como para que le hagamos
eso)
-Que esta noche se darán un cenón con Zenón de Elea (Eso no sería
propio, además de que es una cacofonía).
-Que el imperativo categórico de Kant nos obliga -como un deber
sagrado- a acabarnos todas las viandas, aunque después no aguantemos
el dolor de estómago. ¿No les parece vulgar?
-Que al tradicional platillo de arroz con frijoles debemos ahora
llamarle: el platillo del amo y del esclavo (caeríamos incluso en racismo).
-O que en el afán de burlarse de los filósofos se afirmara que se nos
antoja una mojarra a la veracruzana o un Mero Ponty al mojo de ajo.
Todo esto, definitivamente, debemos evitarlo.
Muchas gracias.
Descargar