el sendero de esperanza

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EL SENDERO DE ESPERANZA
Oscar Gómez Díez
Director Fundación ESPERANZA
“No hay camino sin luz, no hay luz sin Esperanza y no hay esperanza sin amor”
Una reflexión desde mi vivencia personal de la historia de la Fundación ESPERANZA.
El 10 de octubre de 2011 la Fundación ESPERANZA cumple 16 años de existencia, fecha que nos
llena de orgullo y alegría, pues en países como los nuestros, pocas son las apuestas sociales y
humanistas que logran sobrevivir los desafíos que la vida nos señala.
Mirando hacia atrás el camino recorrido ha sido arduo pero fructífero, con enseñanzas y
aprendizajes de todo tipo.
Todo empezó con una aventura hacia lo desconocido, huyendo de la violencia y la intolerancia en
Colombia. En una búsqueda desesperada por un lugar donde refugiarnos en este planeta, así fue
que las puertas se nos abrieron en Holanda, país que nos recibió con generosidad y tolerancia. A
la vez que empezábamos a conocer otra cultura, otra sociedad, otro idioma y otro clima; atrás
quedaba Colombia con sus conflictos, sus guerras interminables, la destrucción del otro, el miedo
a ser asesinados, “el delito” de la diferencia que se castigaba con la vida, a través del asesinato
político, de las masacres inmisericordes, la desaparición forzada y la impunidad que todo permitía.
Eran los años 80 y 90 en las que reinaba la intolerancia en sus más brutales expresiones, las
armas se imponían a la ley, a la justicia y la equidad: era un estado de libertad cohibida, y, cuando
se salía del país para proteger la libertad y la vida más allá de las fronteras, proclamando los
derechos humanos, se era señalado como un”traidor” a la patria.
Eran años en que las ilusiones por una sociedad más justa se desvanecían por la fuerza de quienes
ostentaban el poder no solo político, sino también económico, militar y mediático, tanto legítimo
como ilegítimo. Las economías del narcotráfico se fundían con las economías tradicionales, y el
poder emergente que representaban buscaba afanosamente un espacio dentro de los poderes
tradicionales, y en ese intento toda oposición sería avasallada, se impuso entonces una espiral de
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corrupción y chantaje, que recurría a todos los instrumentos en su objetivo de dominar la vida
nacional.
También fue la época en que las utopías políticas se derrumbaban, la desintegración de la Unión
Soviética y del llamado “campo socialista” dejaron desheredados sin una opción política, a
aquellos que creían en la posibilidad de construir un mundo diferente y quienes se aferraron a las
viejas ideologías, hicieron del poder de las armas un objetivo en sí mismo, cuyos métodos se
degradaban, las armas se pusieron encima de la política y el dinero sobre la ideología y los valores
humanistas.
Salir de Colombia en aquellas épocas era una triple derrota:
1. La Derrota frente a la violencia y la intolerancia. Que implantó el miedo, la necesidad de
huir, la incertidumbre y la sensación de no futuro
2.
La derrota de las utopías. Que impregnó los ideales de frustración y sueños rotos.
3. La derrota por el desarraigo. La nostalgia por la familia, los amigos y por una cultura cuyas
alegrías pareciera que se nos alejaba de manera proporcional a los kilómetros que nos
distanciábamos de las fronteras del país en el que crecimos y amamos. Es como si nos
arrancaran de nuestras raíces, de manera brusca e inesperada.
Atrás quedaba entonces lo conocido, lo amado, lo que nos hacia sonreír, y emocionar de alegría,
también quedaban los miedos impuestos, los señores de la muerte. Al otro lado estaba la vida,
pero también la incertidumbre: Lo nuevo, lo enigmático, una nueva oportunidad, una nueva
existencia: nuevos amigos, nuevos amores, nuevas alegrías, nuevos aprendizajes, que se cruzaban
en las noches de invierno con las nostalgias de un sol radiante en la patria distante.
En ese escenario, ante nuevas realidades sociales, en un país con un alto nivel de vida, con una
cultura de la tolerancia, pudimos conocer el lado oscuro del desarrollo: la trata de personas, y el
negocio de la prostitución que se manejaba como una gran industria. Las exóticas “vitrinas” en las
que se exhibían exuberantes cuerpos de mujeres semidesnudas, ofrecidas a los consumidores de
sexo, que intercambiaban su soledad y sus carencias afectivas con la compra de mujeres de
distintos rincones del mundo, con shows y tiendas donde el sexo era el rey, y las protagonistas
anónimas mujeres cuyas historias a nadie interesaban. Eran simplemente objetos que se usaban
por minutos, el “taxímetro” sexual, se media en tiempos, como se mide la producción y la
productividad en la economía del mercado. Las diferencias idiomáticas facilitaban este juego, pues
solo se anunciaban cuerpos, sin identidad, sin emoción. Sus sentimientos no los podían expresar
así lo quisiesen: ellas eran consideradas un objeto, un precio y un tiempo, el alma la dejaron en
sus patrias.
Tiempo después nos enteramos, que muchas de ellas eran esclavas,
su libertad estaba
empeñada. El engaño, las deudas impuestas, la amenaza y la violencia no les dejaban mucha
opción, o se sometían o asumían las consecuencias de intentar buscar su dignidad o su libertad.
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Nuestra sorpresa por lo nuevo y lo exótico, se fue combinando con la solidaridad frente a
mujeres, a quienes se las ofrecía para brindar placer, pero cuyos sueños estaban secuestrados e
hipotecados.
Era una solidaridad sin condiciones ni contraprestaciones, carecíamos de todo tipo de recursos,
estábamos sin empleo y aprendiendo holandés, buscando un quehacer en la nueva sociedad de
acogida, de lo único que disponíamos era de nuestro tiempo y la voluntad inquebrantable de
seguir luchando por la justicia, no importa quién ni donde, pues cada vez descubríamos que mas
allá de las fronteras, las razas y las nacionalidades, éramos seres humanos.
Hoy la vida me ha enseñado que no solo éramos unos cuerpos que pensábamos y teníamos
derechos, sino que esencialmente somos almas que habitamos en cuerpos para experimentar el
amor y el servicio. Sin embargo, para aquella época no éramos conscientes de las verdades
mayores, pero la vida en su infinita sabiduría ya nos señalaba que los senderos de la solidaridad, el
compromiso, la dignidad y el derecho, son caminos en la búsqueda de lo trascedente. El
reconocimiento de que la suerte del otro es también mi suerte, que no hay trascendencia ni
felicidad sin el otro ni mucho menos a costa del otro. Que todo lo que hacemos nos lo hacemos a
nosotros mismos, que debemos asumir la responsabilidad de vivir, y apoyar a quienes por
cualquier circunstancia no pueden expresar a su Ser.
Una vez definido el propósito de ayudar la vida nos fue poniendo los recursos, los instrumentos,
las personas o las instituciones, para que expresemos nuestra voluntad de servir y de amar.
Dependía de que tan poderosa o limitada sea nuestra voluntad. Seguíamos sin recursos pero ya
teníamos un sueño, apoyar a las mujeres que habían sido víctimas de Trata de Personas. Una vez
expresada nuestra voluntad de servir, fueron apareciendo los primeros proyectos, los primeros
apoyos, y las primeras personas que requerían apoyo, y el primer nombre: Esperanza, de origen
colombiano, que vivía una realidad de sometimiento y explotación que negaba su nombre.
Esperanza vivía sin esperanza, hasta que encontró una luz después de recorrer un túnel de
oscuridad y dolor.
Y aquella mujer de origen colombiano, inspiró el nombre de lo que sería la Fundación ESPERANZA,
creada en Holanda en el año de 1.993 para apoyar a las mujeres víctimas del tráfico internacional
de mujeres con fines de explotación sexual. Así nace una historia que no ha concluido, que se ha
expandido y se ha contraído como los latidos del corazón, pero que no ha dejado de palpitar para
vivir en el servicio y para el servicio.
La mayoría de las mujeres víctimas de la trata de origen latinoamericano en Holanda eran
colombianas y dominicanas, a nosotros como colombianos, se nos facilitó promover el trabajo en
Colombia, no sin antes vencer múltiples dificultades económicas y políticas, la incomprensión, los
prejuicios, y la falta de recursos.
Nos propusimos entonces atender a las víctimas y garantizarles “un retorno seguro” a sus patrias
de origen. Mientras Fundación ESPERANZA en Holanda sobrevivía gracias al trabajo voluntario de
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colombianos y holandeses, consideramos necesario ponernos en la tarea de constituir Fundación
ESPERANZA en Colombia, que ante la falta de recursos subsistió por la fuerte voluntad de servir y
el compromiso con la vida y por la vida.
Es así como el 10 de octubre de 1995, la Fundación ESPERANZA Colombia recibe su personería
jurídica de la Alcaldía Mayor de Bogotá, gracias a un gesto de apoyo y solidaridad de la oficina de
abogados del que ha sido el único presidente de nuestra Junta Directiva: el Doctor Jorge Vera.
Sin embargo una cosa es nacer jurídicamente y otra es nacer social y políticamente, lo primero es
un trámite formal ante las autoridades, lo segundo es una gestión ante la vida. Una manifestación
de Ser y Existir. Es demostrar ante sí mismo y ante la sociedad que tienes una misión que cumplir,
pues el reconocimiento no viene de la legalidad sino de la legitimidad, de la voluntad de servir, del
compromiso con el otro, de la decisión de afrontar y superar los obstáculos, de la convicción que
se crece frente al desafío. No basta con convencerse a si mismo hay que convencer a la vida para
que ella te crea y apoye.
La experiencia previa en las militancias políticas de izquierda en Colombia, fueron un soporte para
abordar organizativa y conceptualmente el trabajo que se iniciaba en Holanda y Colombia. El
enfoque de derechos humanos se hizo presente en la Fundación ESPERANZA desde sus principios,
tanto para abordar la trata de personas, como en las subsiguientes etapas de desarrollo, para
abordar el hecho migratorio en su conjunto.
El proceso no fue fácil ni en Holanda ni en Colombia. Recuerdo que cuando dábamos los primeros
pasos un amigo holandés, funcionario del Ministerio de Asuntos Sociales, nos decía que de todos
los temas para abordar solo a nosotros se nos ocurría trabajar en uno donde no había
antecedentes de apoyos políticos y económicos.
La vida nos fue marcando el camino. En Colombia no nos proponíamos crear una oficina de
Fundación ESPERANZA, veníamos a buscar socios que atendieran las víctimas que pudiéramos
remitir desde Holanda. No encontramos eco en ninguna de las puertas que tocamos en esos
momentos. Así que procedimos a constituir Fundación ESPERANZA Colombia.
Poco a poco fuimos dando a conocer una problemática desconocida, ignorada o estigmatizada.
Para el año 1996 el Ministro de Justicia de la época nos abre sus puertas, podemos exponer el
tema ante funcionarios de diversas instituciones públicas y se crea el primer Comité
Interinstitucional de Lucha Contra el Tráfico Internacional de Mujeres.
Realizamos talleres de capacitación a servidores y servidoras públicas, campañas de sensibilización
y acompañamiento en las discusiones que se realizaban en Viena Austria, preparatorias de la
Convención de Naciones Unidas Contra la Delincuencia Organizada Transnacional y su protocolo
contra la Trata de Personas. Actuábamos en escenarios nacionales e internacionales,
aportábamos y aprendíamos, en un autentico intercambio de saberes.
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Regresamos a Colombia en 1995, pero un año y medio más tarde teníamos que salir huyendo de
la muerte. Recién le habíamos dado vida a la Fundación ESPERANZA en Colombia, y teníamos que
abandonarla, sería mi tercer refugio hacia otro país. Llegamos a España, allí fuimos testigos de
nuevos nacimientos: “el proyecto ESPERANZA” que se hizo conjuntamente con la “Comunidad de
Religiosas Adoratrices”, y el nacimiento de mi hija Verónica. Un nacimiento biológico y un
nacimiento social. La Fundación ESPERANZA ha sido hija de la migración y el exilio. Verónica del
amor. Pese a las huidas, pese a la violencia y la intolerancia, la vida nos ofrecía sus mejores
regalos, y nos ponía nuevas metas y nuevos compromisos.
En 1.999 comenzamos un trabajo de información y atención en el aeropuerto el Dorado de
Bogotá, que empezó inicialmente atendiendo mujeres que llegaban deportadas, pero que se fue
extendiendo a todo tipo de migrantes. La vida nos fue llevando hacia adelante, con nuevas metas
y desafíos. En el 2003 decidimos dar el paso de trabajar exclusivamente la trata de personas, a
trabajar las migraciones desde diversas perspectivas, incluyendo a la trata de personas, como uno
de nuestros programas históricos. Nuestro trabajo y experiencia se enriquecieron, nos vimos
forzados a elaborar un nuevo marco conceptual para abordar las migraciones desde un enfoque
de derechos humanos que trascendiera el enfoque de control administrativo de los gobiernos,
nace nuestra propuesta de “Humanizar las migraciones” que ha guiado nuestro quehacer político y
social desde el año 2005.
Nuestro abordaje incluye hoy la generación del conocimiento, a través del Observatorio de
migraciones, los programas de información, orientación y atención a población en contextos
migratorios, las iniciativas de política pública, los esfuerzos por fortalecer los trabajos en red y de
participación social. Expandiéndonos a Ecuador y con programas en los 4 países de la Comunidad
Andina, y con una presencia que se fortalecerá en los próximos meses en España, en una fusión de
amistades y compromisos construidos a lo largo de muchos años.
Si la utopía representa aquellas apuestas, o propósitos que nos planteamos más allá de nuestras
posibilidades, y que nos dan una direccionalidad futura, para aproximarnos a ese sueño, el amor
es el combustible que la alimenta. He sido afortunado y el amor ha estado presente en mi vida, de
muchas formas y con diversos rostros, y también ha permeado a la Fundación, las mujeres de mi
vida no solo han sido mi madre y mis hermanas, sino también mi hija Verónica y su madre Fanny
que dio el impulso fundacional, mi amiga y compañera de trabajo Vickie que permitió su
consolidación organizativa y conceptual, mi compañera de vida Diana que aportó su pasión por el
servicio a través del sistema de atención, sus reflexiones político-conceptuales y la arquitectura
que hoy tenemos.
Debo hacer un especial reconocimiento a mi hermana Ofelia, co-fundadora, quien siempre nos
apoyó y acompañó hasta que la vida se la llevó a reencontrarse con su hijo que había muerto unos
años atrás. Todas ellas han aportado su belleza, su inteligencia, su intuición y su amor y me han
transformado en el hombre que soy hoy. Un hombre que inició su viaje interior en busca de sí
mismo, convencido que antes que cambiar el mundo debo cambiar primero, apoyándome en mis
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dos principales conquistas: el amor y la gratitud. A todas ellas mis reconocimientos y gratitudes, y
mis disculpas por los malos momentos que hayan padecido conmigo.
Es la primera vez que hago una reflexión tan personal entrelazando la historia de la Fundación y la
historia de mi vida, y ello implica agradecer a todas y cada una de las personas que han pasado
por la Fundación ESPERANZA y que han hecho aportes invaluables. A todas y todos ellos gracias
por lo que han sembrado en mi y en la organización.
Esta no es la Historia oficial de la Fundación ESPERANZA ni es la historia de mi vida, es más bien la
búsqueda de los conectores que me ayudan explicar momentos de mi vida y de la Fundación
ESPERANZA. Quizás en otro momento y en otro cumpleaños me dé a la tarea de ir escribiendo los
borradores de una historia que todavía se sigue escribiendo, la de la Fundación ESPERANZA. Por
ahora termino explicando que la frase con que empecé articulo fue un texto de Shaktiananda
recreado por mi debido a mi mala memoria, pues ahora creo recordar mejor su frase, que decía:
“No hay camino sin luz, no hay luz sin Verdad, y no hay verdad sin Amor”. Todavía no sé si la
frase es exacta, pues no la tengo a la mano y es lo que recuerdo de ella. Lo que sí es exacto es el
texto de un manifiesto de Shaktiananda, una maestra espiritual que yo aprecio muchísimo, con
motivo de su cumpleaños. El pasado 26 de septiembre ella cumplía 50 años y emanó este mensaje
a sus discípulos que se lo estaban celebrando.
Ella dice que “los años nada nos restan”. Pues acumulamos experiencias,
conocimientos y quizás sabiduría. …
“Y no se trata de culminar o comenzar ciclos.
Es tan simple, es un continuo. Una experiencia lineal, infinita y eterna.
Y si la sabes transitar y la quieres andar desde lo que el infinito
es, sólo Amor, ni un solo año te pesará, ni siquiera la muerte podría
determinar en ningún tiempo lo que en realidad eres. Sólo amor y gozo.
Sólo amor y gozo”.
Desde esta perspectiva, y al remontar el pasado, veo que la adversidad y la crisis,
presentes siempre en esta historia, han sido el motor para transitar desde el miedo hacia
el amor.
Con amor y gratitud
OSCAR GÓMEZ DÍEZ
Director Fundación ESPERANZA
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