HOMO SAPIENS Origen De acuerdo con los estudios genéticos, el Homo sapiens apareció en África hace aproximadamente 200.000 años y se extendió luego por todo el planeta, reemplazando a las distintas humanidades (neandertales, Homo erectus, Homo floresiensis, ¿Hombre de Denisova?) que habían aparecido como resultado de evoluciones locales, en condiciones de aislamiento reproductor, en Europa y Asia. Esta hipótesis ha sido bautizada con el nombre de “Out of Africa”. La evidencia fósil confirma este planteamiento plenamente. Por otra parte, la homogeneidad genética de las poblaciones no africanas actuales, que es relativamente alta, indica que todos los humanos procedemos de un grupo original no muy numeroso (fenómeno de “cuello de botella”). Otros paleoantropólogos, sin embargo, aprecian pruebas de un origen múltiple y muy antiguo de la humanidad moderna. Para estos investigadores, cada una de las distintas poblaciones humanas que ocuparon el Viejo Mundo desde la primera salida de África, hace más de 1 m.a., evolucionaron en cada región geográfica para dar lugar a las poblaciones humanas (las diferentes “razas”) que hoy día pueblan el globo. Esta visión no es darwinista, ya que postula que poblaciones distintas que evolucionan por separado en medios dispares acaban confluyendo en la misma especie. Para salvar este problema, la versión moderna propone la existencia de un flujo genético entre todas las poblaciones pleistocenas distribuidas a lo largo de África, Asia y Europa. Este flujo genético habría sido de una magnitud suficiente como para mantener la homogeneidad de la especie humana dispersa por tres continentes, pero no tan intenso como para disipar ciertos rasgos que caracterizan a los humanos de cada región. Esta hipótesis, muy minoritaria, se conoce en la actualidad como hipótesis del origen multirregional. No hay duda de la uniformidad de la especie. Las variedades morfológicas existentes no corresponden a razas diferenciadas. Todas las poblaciones humanas presentan combinaciones variables de los grupos sanguíneos (A, B, AB y O) y los factores Rhesus (positivo o negativo). Desde un punto de vista genético, la especie es llamativamente homogénea. Las diferencias fenotípicas (color de piel, pelo, ojos, etc.), distribuidas por poblaciones, son el resultado de adaptaciones menores y recientes a los distintos climas y hábitats. Radiación La rápida expansión de Homo sapiens se atribuye a la posesión de armas para la caza a distancia, una desarrollada mente simbólica y una mayor plasticidad para explotar los distintos nichos ecológicos. Hace entre 45.000 - 50.000 años aparece, en Oriente Próximo, la industria Auriñaciense - Modo 4, la primera de la “explosión cultural” del Paleolítico Superior, que se caracteriza, entre otras cosas, por la utilización del hueso, el marfil y el asta como materias primas para la confección de instrumentos de adorno personal (asociado a las industrias del Modo 4 aparecerá también el arte en forma de figuras transportables de animales y personas, y de pinturas y grabados rupestres, aunque estas manifestaciones artísticas no acompañan a las primeras industrias auriñacienses, sino que surgen algunos miles de años después). Cabe suponer que sus autores fueran los humanos modernos que, precedentes de África, habrían sustituido a los neandertales, extendiéndose a continuación por el resto del mundo y reemplazando a cuantas poblaciones humanas de otros tipos encontraron en su camino. En los yacimientos europeos se observa una sustitución brusca de la industria Musteriense (Modo 3), asociada a los neandertales, por el Auriñaciense (Modo 4), asociada a los humanos modernos, hace unos 40.000 años o poco más. La conclusión, coincidente con los resultados arrojados por los estudios genéticos, es que los humanos modernos en Europa no evolucionamos a partir de los neandertales, sino que somos unos inmigrantes que vinimos de fuera. El estudio de las proporciones corporales de los primeros humanos modernos del registro europeo nos da una pista acerca de su procedencia; su biotipo longíneo corresponde a pobladores de regiones próximas al Ecuador, menos macizos, más altos y de brazos y piernas más largos que los neandertales. Con la llegada de los humanos modernos (popularmente llamados hombres de Cro-Magnon), las bolsas de población neandertal irán poco a poco reduciéndose hasta desaparecer la última de ellas. Del mismo modo que nuestros antepasados llegaron hasta el Finisterre europeo reemplazando a la especie local, los humanos modernos también se expandieron hasta el extremo oriental de Asia y más allá, llegando a Australia hace más de 40.000 años (incluso más de 50.000 años). La expansión asiática de los humanos modernos tuvo, como en Europa, consecuencias fatales para las poblaciones autóctonas. En el extremo más oriental del mundo poblado por humanos, la isla de Java, vivían los últimos Homo erectus y, en la Isla de Flores, el Homo floresiensis. Homo sapiens ocupa América desde hace más de 20.000 años. Lenguaje Los seres humanos somos los únicos organismos que hablamos. Los animales no tienen un verdadero lenguaje. Los primates basan buena parte de su comunicación en vocalizaciones, pero en ellos tiene gran preeminencia el código gestual-corporal. No hemos logrado hacer hablar a ningún primate, lo cual se debe a la diferente configuración anatómica de sus vías orales superiores. Por el contrario, son muy hábiles en cautividad tanto con el lenguaje de signos como mediante lexigramas, alcanzado una competencia similar a la de un niño de cuatro años. Aunque los distintos estudios sobre las áreas de la corteza cerebral responsables del lenguaje (Wernicke y especialmente Broca) de los primeros homínidos concuerdan en señalar un desarrollo mayor en los primeros representantes del género Homo que en los australopitecos, parántropos y grandes simios, no existe acuerdo sobre su significado fisiológico (el desarrollo del área de Broca pudo ser una adaptación relacionada no con el habla, sino con la destreza de la mano derecha para la talla de la piedra). Por otra parte, los resultados del estudio de la base del cráneo en Homo habilis y Homo ergaster sugieren que el aparato fonador de estos homínidos ya era parecido al nuestro (si bien en el Homo habilis el paladar era proporcionalmente tan largo como el de los chimpancés, lo que indicaría un repertorio de consonantes más menguado), y refuerzan la hipótesis que liga el origen de nuestro género con el de la palabra. Cultura En la actualidad, nuestra especie ya no depende de la selección natural (solo algunas poblaciones primitivas y muy aisladas siguen sujetas a ella). Ahora, es la “selección cultural” la que determina el nivel de adaptación al medio de cada sociedad y la forma en que regula su vida. La humanización, de base social y cultural, ha tomado el testigo de la hominización, biológica, climática y geográfica. Los primatólogos consideran que existen comportamientos diferenciados entre grupos de primates que no tienen base genética, lo que demuestra la presencia de culturas entre los grandes simios. El raspado de alimentos o el lavado de frutas, por ejemplo, son aprendidos por varios miembros y transmitidos a lo largo de varias generaciones. Distintos grupos tienen códigos de saludo, danzas, o maneras de cazar y fabricar herramientas, propios. El proceso de diferenciación cultural intraespecífica se multiplica en el caso de los seres humanos. Los distintos grupos esparcidos por toda la tierra han ido buscando sus nichos ecológicos diferenciales y han desarrollado pautas culturales propias para adaptarse a ellos. Con el tiempo, la producción cultural se va intensificando y se consolidan tradiciones que definen la identidad de unos grupos frente a otros. Aparece, así, la percepción de “los otros”, los que no son como “nosotros”.