SALUDO - Revistas - Universidad de La Salle

Anuncio
S
aludo
en conmemoración del
9
de abril1
Hno. Carlos Gabriel Gómez Restrepo, Fsc.2
Ciertamente que cada año cuando el calendario nos marca el 9 y 10 de abril, los lasallistas
experimentamos un momento para despertar memorias, para tratar de volver a recoger los testimonios orales o escritos, para leer crónicas porque la fecha permanece como un acontecimiento muy
significativo en nuestra historia. El colegio que para le época marcaba la mayoría de los derroteros
educativos fue uno de los edificios que ardió en el ”Bogotazo”. El Instituto de La Salle que se había
ido construyendo en este lugar desde finales del siglo XIX fue incendiado el día 10 de abril.
No obstante que la fecha permanece atrincherada en la memoria colectiva, creo que hemos
hecho menos esfuerzos por comprender el significado real del suceso. Hay muchas preguntas por responder todavía para nosotros, como
las hay para todos los colombianos sobre los
acontecimientos que llevaron a la violencia en
Colombia de los años 40 y 50, sobre el fortalecimiento de la figura de Jorge Eliécer Gaitán,
sobre el movimiento que se generó en torno a
su persona, sobre el papel de la dirigencia política de los partidos y movimientos de la época,
así como sobre su asesinato y posterior debilitamiento y casi desaparición de un posible ”gaitanismo” que se diluyó rápidamente en los meses
después de su muerte.
A seis décadas del magnicidio, y más allá de
los excelentes trabajos históricos realizados
por eminentes estudiosos, nunca logramos saber con precisión si Juan Roa Sierra actuó motu
propio, si hubo alguna conspiración, si existieron autores intelectuales, si la turba enardecida
respondió a móviles comunes, si los dirigentes
1 Palabras del Rector de la Universidad de La Salle el 9 de abril de 2008 durante el acto académico “Remembranzas
del 9 y 10 de abril de 1948 en el Instituto de La Salle”, realizado en el auditorio Hermano Daniel de la Sede de La
Candelaria, dentro de la programación de los Miércoles del Museo.
2 Rector de la Universidad de La Salle, Bogotá, Colombia. Correo electrónico: rectorí[email protected]
231
Revista UNIVERSIDAD DE LA SALLE
46
políticos tuvieron la suficiente estatura histórica
para responder a las demandas sociales del
momento, si hubo otros factores externos o internos que propiciaron el asesinato de Gaitán y
la revuelta consecuente. Los trabajos históricos
nos permiten desechar con razones argumentadas la hipótesis entonces esgrimida de que
”fuerzas comunistas internacionales” fueron las
autoras –la llamada leyenda negra del asesinato de Gaitán, pero volvemos a quedar en tablas
y reducir el asunto a que Juan Roa Sierra era
un hombre con problemas mentales, resentido,
a quien se le había negado una cita con el
Caudillo en los días anteriores, que presa de
un estado de desequilibrio decidió cometer el
magnicidio. Sin embargo, quedan muchos interrogantes que ninguna de las comisiones investigadoras pudieron resolver, aunque durante 30
años trataron de dilucidar el acontecimiento. En
1978 se cerró la investigación que, en conclusión, llegó al punto de partida.
Lo que sí sabemos con seguridad, es que el 9 de
abril se recrudeció en Colombia una violencia
política sin precedentes que según los cálculos
más austeros habría cobrado la vida al menos
de 200.000 colombianos, especialmente de los
sectores rurales, que caerían víctimas de las disputas entre liberales y conservadores en un panorama de odio e intolerancia que marcó la época
232
en que crecieron las generaciones nacidas entre
los años 50 y 60. Y, claro, la inevitable conclusión de que la violencia que surgió y se fortaleció en las décadas posteriores hunde sus raíces
en los acontecimientos que rodearon la muerte
de Gaitán y que tan lúcidamente él mismo había
logrado conceptualizar y denunciar: cierre político, fanatismos partidistas, intolerancia ciega,
intereses particulares sobre la incapacidad de
mirar lo público; en síntesis, el divorcio entre ”el
país nacional y el país político”.
60 años después también es momento de abordar el asunto no solo en la descripción de los
hechos del momento sino tratando de explorar
otras hipótesis o al menos de imaginar con perspectiva histórica otras variables válidas por explorar. Es casi imposible encontrar en la época
algún movimiento social o institución que no se
hubiera alineado con algunos de los protagonistas de los sucesos. Tal es el caso de la Iglesia
que había hecho opciones claras de su militancia al lado del Partido Conservador. Las muchas
anécdotas, amén de las realidades históricas,
lo ilustran. ¿Quién no, en la historia nacional,
ha dejado de escuchar la historia de ”Monseñor ’Perdimos’, o los cuentos de curas que en el
confesionario habrían dicho que matar liberales
no era pecado? En tiempos de autocrítica bien
valdría la pena un examen sobre las responsa-
SALUDO EN CONMEMORACIÓN DEL 9 DE ABRIL DE 1948
bilidades que toda institución social de impacto
pudo tener en los sucesos como factor directo
o indirecto en la exacerbación de la violencia,
sea por acción o por omisión.
Uno podría hoy hacerse la pregunta ¿por qué
el Instituto de La Salle fue uno de los edificios
incendiados? ¿Existen algunos antecedentes
que pudieran ayudar a encontrar pistas o conexiones para no dejar solamente las cosas al
azar o la casualidad? ¿Es suficiente respuesta
decir que la radio azuzó a la turba y la dirigió
hacia móviles concretos? Es conocido y quedan
los testimonios históricos que los locutores, especialmente de la Radio Nacional, dieron informaciones contradictorias y, más aún, falsas.
Claramente se dijo que los cuerpos de Laureano
Gómez y Guillermo León Valencia colgaban de
los faroles de la Plaza de Bolívar. También se
dijo en la radio que en el Instituto de La Salle
había armas y desde allí se disparaba. Herbert
Braun nos informa que los amotinados irrumpieron contra iglesias y edificios religiosos en medio de la ira colectiva; se decía que estaban
disparando desde las torres y muchos creyeron
que eran los curas los que lo hacían.
Resulta por lo menos curioso hacer un recuento
de los edificios incendiados: La Nunciatura, el
arzobispado, el convento de la Concepción, la
casa de Laureano Gómez, la sede de El Siglo,
la Universidad Javeriana Femenina, amén de
muchos almacenes de abarrotes, ropa y ferreterías. Numerosos edificios públicos ardieron
o fueron saqueados: el Palacio de Justicia, el
Ministerio de Educación, el Ministerio de Salud
y la Procuraduría. La turba, aunque se dirigió al
Palacio de la Carrera, no pudo llegar porque
los tanques lo impidieron. Curiosamente no fueron objeto de incendios y saqueos los bancos ni
las representaciones diplomáticas. El más grande de los edificios destruidos fue, sin duda, el
Instituto de La Salle.
No creo que de todo podamos encontrar respuestas, pero un espíritu indagador y crítico
debe seguirlas buscando. Hoy escucharemos a
un hombre especial, a un hombre íntegro que
fue testigo presencial de los hechos y que nos
contará sus vivencias. Él hablará desde la vida,
la mayoría de los aquí presentes hablamos desde los libros o de las historias que nos contaron
los mayores. El Hermano Antonio Bedoya Car-
233
Revista UNIVERSIDAD DE LA SALLE
46
dona tenía 23 años y era profesor del Instituto
de La Salle. Su lúcida memoria y sus propios
análisis a la distancia seguramente nos aportarán elementos para continuar nuestras búsquedas y seguir formulando preguntas.
De antemano, en nombre de la Universidad
de La Salle y como su discípulo que lo admira, aprecia, y de quien he bebido muchos de
los acontecimientos de la historia nacional –así
tengamos interpretaciones diferentes- le expreso
Hermano Antonio nuestro profundo agradecimiento por aceptar nuestra invitación. Yo sé que
ésta es una de las pocas veces que ha hablado
234
en público de este tema y, creo no equivocarme,
la primera que lo hace en el propio lugar de los
acontecimientos. Sabemos que este momento lo
transportará 60 años atrás para revivir hechos
que son fundamentales en la historia nacional.
Con esta conmemoración, Hermano Antonio,
buscamos continuar haciendo realidad lo que
también ha sido su pasión: que éste país, que
nuestra Colombia, alcance mejores días en paz,
justicia y equidad. O, como lo dijera Gaitán,
solo unas semanas antes de su muerte en la inolvidable Marcha del Silencio ”Amamos hondamente a esta nación y no queremos que nuestra
barca victoriosa tenga que navegar sobre ríos
de sangre hacia el puerto de su destino inexorable… Queremos la defensa de la vida humana,
que es lo que puede pedir un pueblo. En vez de
esta fuerza ciega desatada, debemos aprovechar la capacidad de trabajo del pueblo para
beneficio del progreso de Colombia”. Qué proféticas resultaron entonces sus palabras.
Gracias Hermano Antonio y gracias a todos Ustedes por su presencia en esta conmemoración.
Descargar