LLUCENA: de rural a industrial

Anuncio
Universitat per a Majors
Universitat Jaume I.
LLUCENA: de rural a industrial
Escrito por:
Ángela Nebot Sangüesa.
Dirigido por el profesor de Geografía Humana:
Javier Soriano Martí
Castellón, Mayo de 2004
Llucena: de rural a industrial
2
Llucena: de rural a industrial
Indice
1. Características................................................................................................................3
2. Orígenes.........................................................................................................................9
3. Forma de vida ..............................................................................................................15
1. Características
Situada entre las sierras de Espadán y del alto Maestrazgo, al pie del
monte Peñagolosa, el pico más alto de la Comunidad Valenciana con sus
1814 m , se encuentra el pueblo de Lucena, a una altitud de 560 m. Sus
1.700 habitantes viven en una zona abrupta con grandes desniveles, sobre
la cima de un monte, a su vez rodeado de montañas.
Desde el pueblo se ve una privilegiada vista del Río Lucena,
descendiendo entre las montañas hacia el pueblo de Figueroles, rodeado
por el verde de los huertos que va regando hasta su llegada al pantano de
Alcora.
La carretera comarcal Castellón-Teruel es el único medio de
transporte de Lucena, que está a una distancia de 33 kilometros de
Castellón. Viniendo desde Castellón, después de atravesar las tierras llanas
de la Plana, nos encontramos con el embalse de María Cristina, que recibe
sus aguas de la Rambla de la Viuda y el río Lucena. La carretera sigue
avanzando hacia Alcora; a ambos lados, las fábricas, atomizadores y
talleres dan constancia de la importancia de su industria azulejera.
Figura 1. Situación de Lucena del Cid.
3
Llucena: de rural a industrial
Dejando atrás Alcora, desde la carretera se divisa el castillo y ermita
de L’Alcalatén, que da nombre a esta comarca. Por tierras cada vez más
montañosas se llega a Figueroles. Tras atravesar el puente que cruza el río
Lucena, el paisaje es cada vez más abrupto, con pronunciados declives y
cerradas curvas en continuo ascenso.
Llegando al pueblo, encontramos la ermita de San Vicente Ferrer, el
parque infantil, que está instalado en la pinada frente a la ermita, la fuente
de San Vicente, y la piscina del pueblo.
Figura 2. Dos aspectos de la ermita de San Vicente.
A la entrada del pueblo está la Medialuna, que es un edificio
residencial construido sobre un saliente de roca en forma de media luna,
con vistas al valle del río Lucena. Enfrente se está construyendo durante
este año 2004 una residencia de ancianos, la primera que habrá en Lucena.
Más adelante, siguiendo la entrada al pueblo, encontramos a la izquierda la
Casa Cuartel de la Guardia Civil, y un poco más arriba, a la derecha, la
Casa de los Jubilados y a la izquierda, el desvío de la carretera CastellónTeruel. Siguiendo recto, llegamos a la plaza del pueblo.
Posee Lucena una gran plaza rectangular que se encuentra en el
centro del pueblo. En su lado oeste están “Els Perxes”, que son unos
soportales con arcos de estilo gótico. No sabemos cuando se construyeron
pero se cree que son del siglo XIII, cuando se produjo la conquista
cristiana. Al principio de la plaza, en el lado este, se encuentra el
Ayuntamiento. A continuación, se abre una puerta que da a un callejón que
conduce a los lavaderos públicos, que están detrás del Ayuntamiento. Sobre
la puerta de este callejón hay una imagen pintada en azulejos de San
Vicente Ferrer. Un escrito en su base nos recuerda parte del sermón que
San Vicente pronunció, en su visita a Lucena.
4
Llucena: de rural a industrial
Para ver esta película, debe
disponer de QuickTime™ y de
un descompresor TIFF (sin comprimir).
Figura 3. Vistas de los porches y de la fuente de la plaza.
En la misma plaza, a continuación de los porches, se alza la torre del
campanario y la Iglesia, de estilo barroco. La construcción duró quince
años, de 1724 a 1739, y el maestro de obras fue Pedro Gonell. Bajo la
iglesia hay una cripta, a la que se accede por una escalera situada en el
pasillo central de la Iglesia.
En la plaza está también la fuente de piedra, a la que se sube por unas
escaleras. La fuente tiene seis caños y está coronada por una estructura de
hierro forjado compuesta de varios faroles.
Desde la plaza salen siete calles, tres por su parte norte y cuatro por
su parte sur. Estas calles están a distinto nivel unas de otras, y en muchas
hay escaleras para comunicarse entre ellas.
En la plaza se celebra el mercado los miércoles y domingos de cada
semana, al igual que toda clase de fiestas: bailes, toros, y conciertos. Los
porches de la plaza, que son amplios, son de gran utilidad para guarecerse
la gente, de las inclemencias del tiempo lo mismo del sol que si llueve o
hace frío.
Desde la plaza, subiendo por la calle San Roque, que se encuentra al
lado de la Iglesia (al lado norte), podemos subir al Castell, el que antaño
era el Castillo de los Duques de Híjar que se encuentra en la parte más alta
del pueblo. Desde allí se ven todos los montes que rodean Lucena, el río, la
Badina (la palabra valenciana que describe una balsa de agua en el cauce
del río) y el pueblo de Figueroles.
5
Llucena: de rural a industrial
Poco queda del antiguo castillo, por las reformas que se tuvieron que
hacer, al estar en ruinas. Algunos años estuvo destinado a cárcel, y hoy es
un museo.
Atravesando de nuevo la plaza en dirección sur, avanzamos por la
calle del Duque de Tetuán y Conde de Lucena (antiguamente llamada Calle
de San Antonio), hasta llegar a la ermita que está construida sobre un
saliente de roca, junto al barranco de la Pedreñera, y que por su estratégica
posición sirvió como baluarte de defensa en las Guerras Carlistas. La
ermita está dedicada a San Antonio Abad, es de estilo barroco y tiene una
cúpula azul.
Todos los años en el mes de enero se celebraban fiestas en honor de
San Antonio Abad, al que las gentes del pueblo y de las masías tenían una
gran devoción. La noche antes del día de San Antonio tiene lugar la
procesión de los animales, que se llama “la matxa”, en la que participan
toda clase de animales, caballos, mulos,
asnos, perros, cabras, pájaros.
Antiguamente al ser un pueblo que
vivía de la agricultura, en casi todas las
casas había algún mulo para las faenas del
campo. Algunas casas más ricas tenían
dos y los que tenían menos recursos
adquirían un asno. Toda la gente de
Lucena y de las masías era muy devota de
San Antonio Abad, que es el patrón de los
animales, y como los caballos, mulos y
asnos eran los animales más necesarios y
caros que poseían, los llevaban al pueblo
desde las distintas masías para que el
señor cura los bendijera, en la procesión
que se celebraba esa noche. Con ellos
venían también las gentes de las masías,
con sus mejores galas. Los caballos,
mulos y asnos, que llegaban desde las
masías, venían enjaezados con los mejores
Figura 4. Campanario e iglesia
arreos de que disponían. Los arreos
de Lucena
estaban adornados de flores hechas con
papel de colores vivos, que la gente joven de la masía había estado
preparando para la ocasión, algunos sobre las cabezas lucían penachos de
colores y sobre los lomos para sentarse encima llevaban una pieza de tela
acolchada compuesta de telas de diferentes colores que, unidas por
bordados, formaban pintorescos dibujos.
A las nueve de la noche tenía lugar la procesión, el cura con el
sacristán y los monaguillos, se encontraban de pie en el cancel de la puerta
de la iglesia. Ante el cura y enfrente de la iglesia se colocaban las tres
6
Llucena: de rural a industrial
caballerías a las que a sus jinetes les correspondía llevar el guión del santo,
que eran los clavarios de la fiesta y también los caballos cuyos dueños
llevaban hachas encendidas, para acompañar al santo, detrás de ellos
seguían los demás jinetes.
Figura 5. Ermita de Sant Antoni
El señor cura rezaba unas
oraciones
a
San
Antonio,
bendecía
a los animales y
después gritaba un “Viva Sant
Antoni” al que la gente contestaba
“Viva”; en ese momento, se
encendían
las
hogueras
y
empezaba a desfilar la procesión.
En primer lugar iban los clavarios
con el guión del santo, seguidos
por los jinetes con las hachas
encendidas, detrás la banda de
música, los alguaciles encargados
de guardar el orden y, acto
seguido, todos los demás animales.
La procesión recorría tres veces el itinerario y al final de la tercera
vuelta los clavarios, con sus monturas y el guión del santo, se detenían
enfrente del Ayuntamiento, donde se repartían los “prims bendecidos”,
esperando hasta que pasaran todas las caballerías y que todos hubieran
recogido el prim. Después de la procesión, en las brasas de las hogueras, se
asaban longanizas y morcillas.
La asistencia de animales era numerosa ya que, entre los años 1950
y 1960, había mucha gente aún viviendo en las masías.
Los prims son unas tortitas redondas y delgadas, cuya composición
está formada por algo menos de dos medidas de aceite de oliva, una medida
de aguardiente, un poco de sal, y harina la que admita para formar una
masa no muy dura. Con esta masa se hacen unas bolitas, que se aplastan
para formar las tortitas, se colocan en un recipiente para horno, se le dan
unos pellizcos por encima, se pintan con un pincel con huevo batido, se
espolvorean con azúcar y se cuecen a horno no demasiado fuerte.
Al día siguiente de la “Matxa” se celebra una misa y procesión en
que se traslada al santo desde la ermita al pueblo.
Por la tarde se hacen carreras de caballos, carreras de sacos, y “trencá
de olles” .
7
Llucena: de rural a industrial
Castell y ermita de les Torrocelles
El castell de les Torrocelles es un recinto amurallado que se
encuentra en el término de Lucena, y cerca del término de Adzeneta. Es de
época musulmana, está emplazado en un estrecho valle, por el que pasa el
camino que une Lucena con Adzeneta, en frente de él a dos km se
encuentra el castillo de Adzeneta. Ambas fortificaciones defendían los
territorios de los castillos de Alcalatén, y de Culla.
Estos castillos, tanto el de les Torrocelles como el de Adzeneta, ya
existían en época musulmana.
El castillo de les Torrocelles es de estructura medieval, sencilla y,
según parece, corresponde a los primeros tiempos de la reconquista, y en
una de las piedras que lo componen se lee una fecha que parece ser la de
1238.
Figura 6. Castillo y ermita de les Torrocelles.
Se compone de un rectángulo amurallado, que ocupa una superficie
2
de 500 m . En una de las murallas se alza un torreón de piedra sillar y
planta cuadrada, con un portal con dos arcadas: la del exterior, que da
acceso a la torre, tiene hermosas y robustas dovelas y arco de medio punto;
la puerta interior, que da al patio de armas, es algo más grande y con un
arco gótico. La parte superior de la torre posee mirillas o saeteras que dan
al exterior. Por el interior del recinto amurallado se asciende a la torre, por
medio de una escalera de piedra adosada a la misma.
En el interior del patio de armas, casi en el centro, se encuentra una
cisterna que recoge el agua de la lluvia.
Todo el conjunto, que posee una pequeña vivienda, es de lo más
sencillo que existe en construcciones castrenses, más sencillo que los
castillos árabes de Veo, Benyialí, o Azuebar.
En la parte SE de la fortificación está la ermita de les Torrocelles,
que es el elemento artístico más importante del conjunto. La ermita está
construida en la parte exterior del recinto amurallado, apoyada en la parte
8
Llucena: de rural a industrial
de la muralla de levante, sin comunicación con el patio de armas. Es de
planta rectangular y tiene una puerta románica de piedra sillar, que da al
exterior mirando a poniente.
El segundo domingo de mayo se celebra la fiesta de Sant Miquel de
les Torrocelles, que es de origen muy antiguo. Hay unos clavarios que se
encargan de la fiesta, que consiste en decir una misa en la ermita de les
Torrocelles, bendecir el término, llevar a Sant Miquel en procesión
alrededor de todo el conjunto, y bendecir las hogacitas de pan que se
reparten después de la misa entre la gente que acude a la fiesta.
Por la tarde se rifa una mona de panquemao que lleva de adorno por
encima trozos de calabazate, doce huevos hervidos, teñidos de rojo, y
anises. Se rifa por medio de bolletas, que son unos papelitos enrollados que
cada uno de ellos lleva el nombre, y dirección del que lo ha comprado.
Dichos papelitos se ponen en un recipiente y, cuando hay que hacer la rifa,
se saca uno y se lee el nombre del agraciado. También se subastan dos
rollos de panquemao con anises.
Después de comer, actúa la rondalla de Lucena y se bailan jotas,
fandangos y seguidillas. Se reúne mucha gente de Lucena, Adzeneta y otros
pueblos cercanos.
Los “Pelegrins de les Useres” todos los años, cuando van de romería
a San Juan de Peñagolosa, en cumplimiento de una promesa que hizo el
pueblo de les Useres hace un montón de años, pasan por les Torrocelles a
visitar a Sant Miquel en su ermita.
2. Orígenes
Aunque en los alrededores de Lucena se encuentran algunos
yacimientos de origen ibero, como la Torre de Foyos. que data del S V
a.C.,y podríamos pensar que Lucena es anterior al periodo musulmán, no
hay nada que lo pruebe.
De época musulmana son los más antiguos restos que existen en
Lucena; pertenecen al Castell, la muralla, y la torre del Oró.
Tras la conquista a los moros en el año 1233 el Rey D. Jaime I el
Conquistador, concedió Lucena a D. Juan Ximén de Urrea, al entregarle el
Señorío de L’Alcalatén.
Con esta donación Ximén de Urrea se convirtió en el primer señor
feudal de la Tinença de l’Alcalatén, uno de los señoríos más extensos del
2
Reino de Valencia con casi 400 Km de superficie.
9
Llucena: de rural a industrial
Figura 7. Torre ibérica de Foios.
Los Urrea ocuparon un alto lugar entre la nobleza, y el Señorío de
L’Alcalatén pasó de padres a hijos durante 565 años.En el año 1798 murió
el último señor de Urrea sin dejar descendencia. Lo heredó su sobrino D.
Pedro de Alcántara Fadrique Fernández de Híjar y, en 1818, le sucedió su
hijo D. José Rafael Javiera Fadrique Fernández de Híjar. Este será el último
señor del Alcalatén por la abolición del feudalismo, en 1833, tras la muerte
de Fernando VII.
Las tierras una vez conquistadas se repartían entre la nobleza, el
clero, y el rey. Estos propietarios se dedicaban a explotar las tierras por
medio de la agricultura y la ganadería. Hemos de destacar que las gentes
que trabajaban las tierras iban incluidas en ellas, y pasaban a ser vasallos
del señor feudal al que pertenecían dichas tierras.
Las tierras de Lucena estaban casi despobladas porque durante
siglos fue zona de frontera entre musulmanes y cristianos. Esto unido a
que, en 1248, el Rey D. Jaime I dictó una orden de expulsión de los
musulmanes, tuvo como resultado que la presencia árabe fuera
insignificante, de modo que nuestra comarca se repobló de gente cristiana.
Los señores feudales eran los dueños de la tierra y la repartieron
entre la gente que fue a poblarla. No la dieron en propiedad, sólo cedieron
el uso de ésta a cambio de unas condiciones.
Podían disponer de ellas casi como si fueran suyas, así podían
venderlas, dejarlas en herencia, alquilarlas, cultivar lo que quisieran, lo
mismo que si fueran el propio dueño. La única limitación era la de vender
estas posesiones a los infanzones, o personas religiosas, que por estar
exentos de pagar impuestos, significaba una pérdida de rentas para el señor.
A cambio de las tierras, los campesinos pagaban unas rentas al señor,
que solían establecerse en la carta puebla. Éstos impuestos se pagaban en
forma de dinero, o productos agrícolas y ganaderos e incluso con trabajo
10
Llucena: de rural a industrial
gratuito para el señor. Si el labrador cumplía con todas las obligaciones, el
uso de la tierra era a perpetuidad, para él y sus descendientes.
Este sistema que acabamos de exponer fue el típico del mundo
agrario feudal valenciano, y se llama “enfiteusis”.
Existen unos documentos llamados “Capbreus” en los que se
anotaban todos los bienes del señor feudal, así como las obligaciones de los
vasallos con su señor, que tenían la categoría de escrituras públicas.
En Lucena existe un capbreu, que data de 1631, que nos permite
conocer los principales aspectos del régimen feudal de nuestro pueblo.
El señor tenía propiedades que se reservaba para él sólo. En el caso
de Lucena, según el capbreu 1613, las propiedades plenas del señor eran el
Castillo de Alcalatén y La Foya de Alcalatén, que están cerca de Alcora,
una nevera o casa de nieve, situada en término de Lucena cerca de
Peñagolosa. Durante el invierno, la nieve se conservaba en esta casa de la
nieve y, en verano, se transportaba en caballerías hasta Castellón, por un
camino llamado dels nevaters que, siguiendo el curso del río Lucena, era el
camino más recto desde Penyagolosa a Castellón. La nieve se transportaba
a la Casa de la Neu de Castelló o a los puertos pesqueros.
Otra de las propiedades plenas del señor era el castell de Lucena
conocido como Castillo de los Duques de Híjar, y en él llegó a residir
durante algunos años el señor feudal. En 1612, Doña Toda Pérez de Urrea,
y su hijo D. Joan Ximén de Urrea, según la carta puebla de Lucena, eran
vecinos y residentes de dicha villa. Así, durante unos años, Lucena se
convirtió en la capital del Alcalatén.
También eran propiedad plena del señor los graneros donde se
guardaba el grano del impuesto feudal, el horno de cocer el pan, tres
molinos harineros, uno de ellos en Figueroles, que entonces dependía de
Lucena, un molino batán, el trapero, y una huerta situada junto al río, cerca
de la Badina.
Lucena está atravesada por varios pasos de ganado, el más
importante se llama “Camí Reial d’Aragó”, y en él, a su entrada en el
término de Lucena hay un sitio llamado el Comptador, formado por un
paso estrecho, que servía para contar el ganado. El señor cobraba impuestos
a todos los ganados que atravesaban sus tierras en transhumancia. Bestiar
grueso o menudo, dos dineros. Las colmenas que los extranjeros traían de
fuera, dos dineros por pastoreo de insectos.
Había que pagar diezmos de todas las cosechas, es decir, de cada
diez, uno para el señor. Las aceitunas, de 16 partes, una para el señor. El
primer lunes pasado el quince de mayo había que llevar todo el ganado a
diezmar.
Cada siete años, además del diezmo, habían de pagar todos los
vecinos de la villa siete sueldos de maravedí.
11
Llucena: de rural a industrial
Los señores cobraban por el uso de los hornos, las herrerías, los
molinos, las tabernas, etc. prohibiendo que persona alguna abriera algún
negocio de esta clase.
En el caso de Lucena, el señor se quedaba sólo con los hornos y los
molinos. Los vecinos tenían la obligación de cocer todo el pan en el horno
del señor y, cada treinta panes que se cocían, uno era para el señor; estos
panes se recogían en el castell.
Las gentes de las masías que, por estar lejos, no podían cocer el pan
en el horno señorial, tenían que pagar por derecho de fornatge, una
cantidad de grano.
Lo mismo pasaba con los molinos de trigo; los vasallos tenían la
obligación de moler en ellos todo el grano, y pagar tres almudes por cada
cahiz, incluso se prohibía la venta de todo tipo de harina que no estuviera
molida en los molinos de la Tinença.
Al molí batá, que también era del señor y servía para golpear y batir
los tejidos de paño y lana en las pilas del batán, para “desengrasarlos y
enfutirlos”, tenían que llevar los vasallos sus telas y, por cada pilada, se
pagaban dos sueldos y medio al señor feudal.
La almazara se encontraba en Alcora, donde tenían que ir a moler los
vecinos de Lucena, y pagaban por cada siete barcillas de aceitunas molidas
una barcilla para el señor, al molinero cuatro dineros, a su señoría un dinero
para ayuda de pagar las talegas, y el orujo o sea el residuo que queda
después de moler las aceitunas, también pertenecía al señor.
Durante el mes de julio, no podía vender vino en la villa ningún
vecino ni extranjero. Así se aseguraba el señor el poder vender su vino
cuando su precio era más caro.
Había tres rangos de categoría en la jurisdicción señorial. El señor
feudal de Alcalatén poseía la más alta categoría en el derecho foral
valenciano, lo que en la Corona de Aragón se llama, “Mer i Mixte Imperi”
es decir la plena jurisdicción, y podía aplicar penas tan severas como el
destierro, la mutilación y la muerte. En Lucena, un paraje llamado Les
Forques que está cerca del cementerio, por donde pasaba el antiguo camino
real de Castelló, antes de construir la carretera Castellón-Lucena, recuerda
el lugar donde se ahorcaba a los reos.
En 1833, con la muerte del Rey Fernando VII, desapareció el
feudalismo.
La Guerra Carlista
Lucena estuvo sitiada en las Guerras Carlistas, ofreció gran
resistencia y, en reconocimiento a su valor, fue nombrada Heroica Villa de
Lucena, leyenda que desde entonces consta en su escudo.
El personaje más importante de Lucena durante la Guerra Carlista
fue, sin duda, Victorino Fabra Gil.
12
Llucena: de rural a industrial
Nació en Lucena en 1818 y trabajó desde joven de tejedor, en la
artesanía textil. En 1833, con dieciséis años se incorporó voluntario en la
compañía de solteros de la milicia de Lucena; en 1837 ya era sargento y
destacó por su valentía en un asalto contra los carlistas, que se habían
refugiado en el mas “dels Cobarxos”, a los que obligó a huir.
En 1838, defendió frente a Cabrera el fuerte Cristina de l’Oró, con un
puñado de hombres, que resistieron bajo el fuego de los cañones carlistas,
que casi destrozaron la fortaleza, hasta que el contraataque desde el pueblo
hizo huir al enemigo. Por lo que fue condecorado por la reina regente
María Cristina, con la Cruz de San Fernando.
En 1839, durante el asedio de Cabrera, Victorino Fabra sirvió de
enlace entre las tropas del General O’Donnell y los sitiados de Lucena y
también hizo de guía de las topas al mando de dicho general por los
montes del término de Lucena.
Cuando más tarde D. Leopoldo
O’Donnell es nombrado Duque de
Tetuán y Conde de Lucena, Victorino
Fabra será su hombre de confianza en
las comarcas de Castelló.
En 1859, siendo presidente del
gobierno D. Leopoldo O’Donnell, es
nombrado alcalde de Lucena, cargo
que ejercerá hasta 1862; en esta fecha
tenía 42 años y tenía una hija de
Figura 8. Torre de L’Oró
catorce años, su única descendencia.
En octubre de 1868, a los 51
años, entra a formar parte de la Diputación Provincial.
Desde la Diputación crecerá su fortuna y su influencia política, por
toda la provincia como cabeza del “Cossí”, como llamaban en Castellón al
partido Unión Liberal de Leopoldo O’Donnell.
Murió en Castellón en su despacho de presidente de la Diputación,
en 1893, a los 76 años. Fue una de las primeras personas enterradas, en el
actual cementerio del pueblo, donde todavía se encuentra su sepultura, y en
Lucena hay una calle que lleva el nombre de D. Victorino Fabra.
La Guerra Carlista finalizó en febrero de 1876, cuando el
pretendiente D. Carlos abandonó España.
13
Llucena: de rural a industrial
Lucena Partido Judicial
En el año 1789, el ministro Floridablanca comenzó con la división
provincial, y con ella se dividía por primera vez España en provincias. El
antiguo reino de Valencia se convirtió en una única provincia, la de
Valencia.
A la muerte de Fernando VII, se aprobó una nueva división
provincial, quedando el antiguo reino de Valencia dividido en las tres
provincias actuales, Castellón, Valencia, y Alicante.
En 1833 se crearon los partidos judiciales, y Lucena fue designada
cabeza de su partido en 1834.
Cada provincia se dividió en partidos judiciales. La provincia de
Castellón fue dividida en nueve, Morella, San Mateo, Vinaroz, Albocacer,
Lucena, Castellón, Villareal, Nules, Viver y Segorbe.
Los pueblos elegidos se convertían en pequeñas capitales, con las
mismas funciones administrativas que las capitales de provincia.
También a estos pueblos se les dotó de importantes mejoras. En
Lucena se instaló una estafeta de correos en 1851, un año después de la
aparición del primer sello español. En ella se recibía el correo directamente
desde Castellón, y se repartía a los restantes pueblos del partido judicial
En 1840 se fundó la institución de la Guardia Civil y, en 1844, se
instaló en Lucena la primera casa cuartel de la Guardia Civil.
La carretera que une Lucena con Castellón se aprobó en 1860. Todas
estas mejoras convirtieron a nuestro pueblo en centro comercial entre
Castellón y los pueblos del interior.
En 1833 se instalaron las primeras farolas para el alumbrado público,
que funcionaban con petróleo y en 1905 se sustituyeron por las eléctricas.
La luz venía de Vallat de un salto de agua del río Mijares El primer pueblo
de la provincia de Castellón en instalarse la luz eléctrica fue Segorbe donde
se instaló en el año 1892.
El servicio de luz era nocturno, desde la puesta del sol al amanecer.
Las familias que hacían uso de la electricidad pagaban una cuota al mes (no
habían contadores); las bombillas generaban poca luz, y solo se podía
enceder una bombilla en la casa. Como norma general se instalaba una
bombilla en el comedor y otra en la habitación principal y por medio de
una especie de manivela se encendia la luz del comedor o la de la
habitación.
Según me han contado algunas personas muy mayores, en su época
los niños y niñas salían a jugar por la plaza y calles del pueblo y tenían
orden de sus padres de regresar a casa a cenar cuando llegara la luz y se
encendiera el alumbrado público.
En 1892, se instaló en Lucena la estación telefónica en una casa del
Carrer dels Cavallers.
14
Llucena: de rural a industrial
3. Forma de vida
El término de Lucena es extenso, formado por tierras situadas a
distintas altitudes, creando una sucesión de montañas y barrancos. En los
montes abundan los pinos, carrascas, romero, espliego, poleo , manzanilla y
té, en los terrenos húmedos crecen chopos, mimbres y adelfas.
Las masías se encuentran diseminadas por todo su término, algunas
en la parte alta de las montañas como la del mas de Bartoll, y la del mas de
Batxero, desde donde se divisa en días claros sin niebla el mar, y varios
pueblos, entre ellos Benicàssim, el Grau y la capital Castellón. Cerca del
mas de Batxero se encuentra el “Salt del Caball”, que está formado por dos
altas montañas cercanas entre sí, y separadas por un barranco al fondo, y se
llama así porque según cuenta la leyenda, San Jaime iba montado en su
caballo, y era perseguido por los moros, cuando llegó a la cima de la
montaña y se encontró con el precipicio que separaba las dos montañas,
azuzó al caballo y éste dando un gran saltó, cruzó por encima del barranco
hasta la cima de la otra montaña; los moros que le seguían intentaron saltar
detrás de él, y cayeron con sus caballos en el barranco y murieron todos.
Figura 9. Salt del Cavall.
También desde el mas de La Costa se contempla una hermosa vista
panorámica del pueblo y sus alrededores. Otras como el mas de Galapo, el
de Llorens, el de Mollón, el de Hilario, y el de la Azud que están cerca
del río Lucena, y al estar tan cerca del nacimiento del río sus aguas están
limpias y sin contaminar.
Cada masía tiene su propia fuente, y el agua es muy buena, por eso
son pocas las masías que tienen cisterna.
15
Llucena: de rural a industrial
Esparcidas por toda la comarca estas fuentes riegan los huertos
donde se cosecha toda clase de hortalizas y frutas. En las tierras de secano
se cultivan almendros, olivos, avellanos, viña, algarrobos, maíz, trigo, y
cebada.
Hay algo de caza, perdices, conejos, liebres, tordos y algún jabalí.
Los aficionados a la apicultura poseen colmenas de abejas, que producen
miel de almendro y romero.
A grandes rasgos, esto es lo que cosechaba el agricultor para vivir.
El pueblo
Lucena a lo largo de su historia alcanzó cierta importancia como
centro de comercio y servicios de todo tipo.
Dos hechos contribuyeron a darle más importancia, en1834 es
nombrada cabeza de partido judicial de 23 pueblos Sueras, Ayodar,
Fanzara, Ribesalbes, Fuentes de Ayódar, Espadilla, Vallat, Torrechiva,
Toga, Argelita, Ludiente, Zucaina, El Castillo de Villamalefa, Lucena,
Alcora, Figueroles, Costur, Les Useres, Atzeneta, Chodos, Cortes,
Villahermosa, y Vistabella.
Esto obligaba a los vecinos de estas localidades a venir a Lucena a
gestionar sus asuntos políticos, judiciales o administrativos.
En 1880 finalizaron las obras de la carretera que comunicaba Lucena con
Castellón, esto aumentó la relación con los pueblos de los alrededores y del
interior de la provincia, ya que la carretera durante mucho tiempo no pasó
de Lucena.
Estas dos circunstancias hicieron que Lucena se convirtiera en punto
de encuentro entre Castellón y los pueblos del interior, que acudían a
nuestro pueblo a aprovisionarse de lo que necesitaban o a vender sus
excedentes.
Los domingos y miércoles de cada semana había mercado en
Lucena. Había dos grandes ferias al año, el día del Rotllo y el día de San
Miguel. En estas dos fechas se realizaba la parte más importante del
comercio, siendo normal que la gente de las distintas localidades de su
Partido Judicial, se diera cita para tratar asuntos, hacer préstamos, vender,
cobrar alguna deuda, o simplemente, como encuentro entre amigos y
parientes. Las gentes aguardaban a los días de feria para hacer las compras
más importantes porque había más donde elegir y los precios eran mejores.
La fiesta del Rotllo era también muy importante para los niños, los
padrinos y tíos nos daban unas monedas con las que podíamos comprar
chucherías y golosinas que sólo ese día se podían encontrar.
En los años 1940 a 1950, la mayoría o casi todos los feriantes todavía
usaban carros tirados por mulas para transportar los productos. La
mercancía era muy diferente de la que hoy vemos en los mercados ya que
muchos de aquellos productos hoy ya no existen.
16
Llucena: de rural a industrial
Apoyados en las paredes de las casas trillos, areles, arados, (forques)
albardas y en el suelo sogas, correas, ramales y toda clase de pertrechos
para las caballerías.
Los animales, pollos, gallinas, conejos, y pavos se vendían vivos.
Los huevos ordenados entre paja en cestas eran traídos desde las masías, y
se vendían directamente del masovero al consumidor.
La loza venía desde Alcora donde se fabricaba, se transportaba en un
carro tirado por mulas. Sobre una manta extendida en el suelo de la plaza,
en apretada mezcolanza, platos, vasos, tazones, jarras, ensaladeras, botijos
y cántaros esperaban a que la gente los comprara.
También se podían canjear por cartón, papel, trapos viejos, pieles de
conejo, zapatos, alpargatas, y botellas vacías de cristal que la gente
guardaba en casa para venderlo en esos días.
Una vez pasada la feria el comerciante que había vendido su
mercancía de loza y barro, cargaba el carro con los trapos, cartones,
botellas, etc. Y lo llevaba a vender a un trapero.
En la feria del Rotllo se puede contemplar al fotógrafo, que con una
enorme cámara fotográfica asentada sobre tres altas patas, se dedica a
inmortalizar en una foto a un grupo de amigas, que vistiendo sus mejores
galas, posan de pie delante de un telón de fondo, en el que hay pintado un
idílico paisaje de árboles y rosas con un surtidor en el centro, y aguardan
con infinita paciencia y sin moverse a que el complicado artefacto funcione
En un lado de la plaza ante un grupo de gente, el faisero, el típico
charlatán, que con voz potente ofrece lotes de mantas a los que pone un
precio y sigue añadiendo y añadiendo alguna manta más, y toquilla de lana
para señora, y faja para caballero, bufanda para el niño etc., hasta que desde
el círculo de observadores alguien se decide a comprarlo.
No faltaba el tenderete de turrones de jijona, Alicante, mazapán,
yema, almendras garrapiñadas, guirlache y chocolates, que fiel a su cita
acudía todos los años desde Castellón en estas fechas.
La gente de las masías venía al pueblo caminando, o a lomos de
mulas, matxos, y asnos que era el único medio de que disponían.
Llegaban temprano para oír misa, recoger el rotllo bendecido, y
hacer las compras. Para comer se reunían en las tabernas donde comían
sardinas de bota, bacalao y pocas cosas más. Los que querían comer carne
acudían a las carnicerías, donde compraban lo que deseaban comer; los
dueños de las carnicerías siempre tenían la chimenea encendida y allí sobre
las brasas, asaban lo que habían comprado sin cobrarles por asarlo, y por
un precio moderado les servían ajoaceite y vino, ahora eso sí, el pan debían
llevarlo ellos desde sus casas o comprarlo en las panaderías.
Después de comer se bailaban jotas, fandangos, y seguidillas, por la
tarde la gente de las masías unos más pronto que otros, según lo lejos que
tenían la masía, se reunían en grupos para regresar a sus casas, mientras
17
Llucena: de rural a industrial
comentaban las distintas noticias que habían recibido de amigos y
familiares.
La feria del Rotllo duraba tres días, y el dicho común del pueblo
decía (La fira del Rotllo es, el primer día per als masovers, el segon per als
forasters, y el tercer per al poble). Esto se explica porque siendo el primer
día domingo la gente de la masía oía misa y recogía el rotllo. El segundo
día lunes, los pueblos de los alrededores utilizaban el coche de línea para
venir a Lucena a comprar, y el tercer día que había menos gente
aprovechaban para hacer las compras los del pueblo.
Esto y mucho más era el Rotllo de 1940 a 1960 . Hoy en día se
celebra diciendo una misa, y repartiendo rotllos bendecidos, la plaza
todavía se llena de tenderetes, donde se expone para la venta toda clase de
productos, pero a la una de la tarde, empiezan a recoger todas sus
mercancías y desaparecen, y desde luego nadie viene ya con carro tirado
por mulas.
Aun permanecen los bailes de jota, fandango, y seguidillas que por la
tarde tienen lugar en el Ayuntamiento.
Los masos
No podemos hablar de Lucena sin referirnos a sus masos, ya que en
ellos residía la mayor parte de sus habitantes.
Antiguamente el término de Lucena se dividía en grandes
posesiones, cada una de las cuales pertenecía a una familia.
La ganadería era muy importante en la economía de Lucena, desde el
siglo XIII hasta casi finales del siglo XlV, la lana se exportaba a los centros
textiles europeos, siendo Italia y especialmente Venecia donde más se
exportaba; la demanda comercial de lana hizo que la ganadería en nuestra
comarca alcanzara su mayor volumen en el siglo XlV.
Las casas de estas grandes posesiones eran grandes y sólidas, con arcos de
medio punto y trabajadas dovelas en su puerta principal, un tipo de puerta
como el de la ermita de San Salvador de L’Alcalatén, lo que evidenciaba el
poder adquisitivo de sus dueños; por lo tanto en aquella época la gente de
los masos era gente acomodada. También disponían estas casas de grandes
corralizas para guarecerse el ganado.
18
Llucena: de rural a industrial
Figura 10. Masía La Costa.
El mas de Fabra D’Alt es la construcción más antigua con indicación
de fecha que conocemos; en las dovelas figura el año 1636, y en el más de
Batxero, donde tambien hay puertas con arco de medio punto, hay un sillar
con fecha de 1767.
Las sucesivas herencias, al repartir el territorio entre los hermanos,
hizo que cada vez las posesiones fueran más pequeñas; el crecimiento
demográfico, al haber más bocas que alimentar, obligó a los masoveros a
habilitar más terrenos para la alimentación humana, y restringir la cabaña
ganadera.
La casa principal también en algunas ocasiones solía dividirse entre
dos o tres hermanos. Cuando no cabían más divisiones, los hermanos
restantes debían construirse su propia casa, que siempre era más pequeña y
modesta que la anterior, de este modo se crearon los actuales masos, unas
veces con construcciones alrededor de la primera casa, o en las tierras que
cada uno había heredado, creando así nuevos masos con menor posesión de
tierras.
Así fue creciendo el número de masos llegando en el año 1910 a su
mayor cantidad 193 masos. De igual manera aumentó la población de
Lucena, que en dicho año 1910 alcanzó la máxima cifra de habitantes que
se conoce, siendo de 4.446 en total.
De ellos la mayoría, 2.870 habitantes vivían en los 193 masos y los
restantes 1.576 vivían en el pueblo; esto nos da una idea de la importancia
que tenían los masos en Lucena. A partir del año(1910) empieza a decrecer
el número de habitantes.
Población Municipal Concentrada y Diseminada (1960-1996)
19
Llucena: de rural a industrial
Año
1960
1965
1970
1.975
1.991
1996
Municipio
2.877
2.506
2.218
2.005
1.576
1.620
Pueblo
1.360
1.430
1.486
1.648
1.672
1.538
Masos
1.517
1.076
732
357
104
82
Fuente: Datos extraídos del libro: LLUCENA: UNA HISTORIA DE
L´ALCALATÉN. Autor: Escrig Fortanete, Joaquim
El antiguo ganadero que exportaba la lana a Europa, al paso de los
años se ha convertido en agricultor, para poder alimentar a su familia. Las
tierras que alimentaban al ganado, poco a poco han tenido que ser
desbrozadas para crear más tierras cultivables y, en una comarca tan
montañosa, al no haber suficiente suelo llano para los cultivos, se crearon
los bancales, con paredes de piedra seca en las laderas de las montañas,
para que la lluvia no arrastrara la tierra y conseguir de esta manera
aumentar el volumen de tierras de cultivo para hacer frente a sus
necesidades.
Las tierras de cultivo fueron creciendo al paso de los años.
Superficie cultivada total, y desglosada, cada año,
según sea de secano o de regadío. (1946 a 1994)
Año
1946
1952
1961
1976
1989
1994
Total
4.019
4.088
3.715
1.768
996
704
Secano
3.881
3 894
3.522
1.574
830
600
Regadío
138
194
194
194
166
104
Fuente: Datos extraídos del libro: LLUCENA: UNA HISTORIA DE
LÄLCALATÉN. Autor: Escrig Fortanete Joaquim.
Como vemos, el año 1952 ostenta el máximo crecimiento de tierras
cultivadas de nuestro pueblo.
El trabajo en el campo, además de ser muy duro siempre depende de
que acompañe el tiempo, si no llueve y hay sequía, los campos se agostan y
las plantas se mueren. Si cuando las plantas están llenas de fruto, llueve y
cae granizo, en un momento destroza todos los frutos y se pierde la
cosecha. Cuando bajan las temperaturas y se producen heladas, si los
árboles están en flor, se hiela la flor y el árbol no da fruto. Los fuertes
20
Llucena: de rural a industrial
vientos y las lluvias torrenciales, en época de cosecha suelen hacer caer los
frutos de los árboles echándolos a perder.
En concecuencia, el labrador siempre está mirando al cielo
observando el tiempo, que le puede estropear una buena cosecha. De
hecho, la gente de las masías son buenos para predecir el tiempo, según
cómo ven las nubes te pueden decir casi sin equivocarse, si va a llover o no.
También está el problema que representan los distintos animales que
poseen, que necesitan de la atención diaria de su dueño, esto hace que sólo
se pueda abandonar la masía durante unas horas o dejar a alguien que se
ocupe de cuidar todo el bestiaje.
Con todos estos problemas, no es extraño que el labrador, cuando
llega el desarrollo industrial, se decida a buscar trabajo en las distintas
empresas azulejeras, que se van instalando en Alcora y sus alrededores.
Los masoveros que poseen menos tierras son los primeros en
abandonar sus posesiones y buscar trabajo en las fábricas, porque ganan
más dinero trabajando en la fábrica que trabajando sus tierras, cobran todos
los meses, les dan dos pagas extraordinarias, si están enfermos cobran de la
Seguridad Social, y además tienen un mes de vacaciones pagado.
En el año 1950, los habitantes de los masos y la mayoría de la gente
del pueblo viven de la agricultura. En el pueblo existe una fábrica textil que
se instaló en 1920 y que durante muchos años perteneció a los Godó una
familia catalana.
En 1957 en la fábrica textil trabajan en total 137 obreros, de ellos
125 eran mujeres y 12 hombres, en la serrería mecánica trabajan 13
operarios, en la fábrica de yeso y horno de cal, 8 trabajadores. En dicho año
1957 se construyó la fábrica Alucid, empezando a trabajar en ella 20
obreros. En 1960 se vendió Alucid pasando a llamarse Fabresa.
Los veranos en Lucena
Lucena, en 1957, posee una colonia veraniega que desde Castellón,
Valencia, Burriana, Nules y otras localidades, se desplaza a pasar los tres
meses del verano a nuestro pueblo, año tras año, para escapar de los rigores
del estío. Algunas familias alquilan la vivienda y otras poseen casas o
pisos de su propiedad.
La familia al completo pasa todo el verano en Lucena, el padre es el
que se desplaza algún día a vigilar los huertos de naranjos que son el origen
de la economía familiar.
Hay padres de familia que trabajan en Castellón y van al trabajo en el
coche de línea que hace el servicio Castellón–Lucena. De hecho son muy
pocos los que poseen coche particular y la mayoría de los veraneantes
llegan a Lucena en el coche de línea o alquilando un taxi.
21
Llucena: de rural a industrial
El Hotel Balneario El Prat, inaugurado el día 28 de junio de 1936, es
en el año 1957 importante centro veraniego, la mayoría de sus clientes son
de Valencia, y suelen pasar en el Prat todo el verano.
El edificio está rodeado de zona ajardinada con grandes pinos, tiene
frontón, piscina, pista de baile, bolera. Desde la pinada del hotel y subiendo
una amplia escalera accedemos a la fuente del Prat; el agua es muy buena y
las chicas jóvenes del pueblo acostumbran a subir con botijos y cántaros
para llevar agua a sus casas para beber, ya que es muy apreciada.
El hotel abre sus puertas al público en los meses de verano, y da
trabajo a gente del pueblo que se coloca como mozos, para subir los
productos necesarios desde el pueblo al hotel, camareras, lavanderas,
planchadoras, vigilante, etc. Hay que recordar que en 1957 no existen los
electrodomésticos que tenemos ahora, y en un pueblo donde apenas hay
industria estos jornales, aunque sólo sea por un plazo de tres meses al año
son una ayuda a la economía familiar.
Los jóvenes que están pasando el verano en Lucena junto con los del
pueblo forman grupos de amigos que se distraen visitando las numerosas
fuentes que existen en los alrededores del pueblo. Se llevan una merienda
preparada en casa y beben agua de la fuente en que se encuentran, cuando
anochece regresan a sus casas caminando ya que estas excursiones se
realizan todas a pie.
Figura 11. El toll del Molí El Ross.
Algunos días festivos (San Juan, San Pedro, y algún domingo) la
familia entera suele bajar al río a pasar el día, con un matxo llevan todo lo
necesario para hacer una rica paella, la cuecen con leña, y mientras las
mujeres se dedican a cocinarla, niños y mayores chapotean por el río,
toman el baño o nadan en la Badina, que es con el nombre que se conoce
esta parte del río que forma un pequeño embalsamiento de agua con la
22
Llucena: de rural a industrial
suficiente profundidad para poder nadar. Al final de la tarde regresan
caminando al pueblo cansados, pero felices por lo bien que lo han pasado.
En el verano tienen lugar las fiestas del pueblo, en agosto son en
honor de la Virgen de la Asunción que es el día quince y en septiembre en
honor de los patronos del pueblo San Miguel y San Hermolao. Se dan
conciertos, por la banda de música, y la rondalla compuesta por guitarras,
bandurrias, lauds y otros instrumentos. Se cantan y bailan las jotas
seguidillas y fandangos, que se bailaban antiguamente y todavía se
conservan. Hay competiciones deportivas, concurso de “guiñot”, que es un
juego de cartas. Lo que más atrae a la gente son los toros ya que hay mucha
afición.
Ya que hablamos de toros, tenemos que hablar de los “ cocs” que son
unos pasteles típicos de los días de toros. Es una costumbre que viene de
muy antiguo el amasar “cocs” cuando llegan las fiestas de toros. Están
hechos de una masa compuesta de aceite, agua y harina, son delgados,
tienen forma de media luna, por encima llevan almendras, o nueces y
azúcar y es costumbre comerlos para merendar a media tarde, durante el
descanso de los toros y acompañados de un racimo de uvas. También
tenemos unos cocs que se llaman de miel que son como los anteriores, pero
por encima llevan una capa hecha con una mezcla de miel, aceite, un poco
de agua, almendra o nuez molida y huevos; son muy buenos.
Las fiestas y la gastronomía están muy unidas en nuestro pueblo, de
manera que en muchas familias se sigue comiendo el día de Navidad y Año
Nuevo la paella con pollo, conejo y con las típicas pelotas hechas de magro
de cerdo picado, pan, piñones, huevo, ajo y perejil.
En Carnavales se hacían unas tortitas con agua, harina, huevo, y
manteca de cerdo que se llaman “fulloldres”. Durante el régimen de Franco
se prohibieron los Carnavales y la gente dejó de hacer “fulloldres”, si no
había fiestas de Carnaval las mujeres no hacían “fulloldres”, de modo que
esta costumbre se ha perdido, y los jovenes de hoy no conocen las
“fulloldres”.
Después de la Cuaresma en que se practicaba el ayuno y la
abstinencia de comer carne en determinados días, llegaba Pascua de
Resurrección, y las mujeres hacían monas con huevos y calabazate, pero
hay una “ mona salada” que es especial, es una empanada rellena de huevo
duro, lomo de cerdo, y longaniza fritos y cortados a trocitos, todo esto
mezclado con abundante perejil frito. En algunas casas las mujeres
siguiendo la tradición aún las preparan para comerlas el día de Pascua y
aseguran los que las han provado que son muy buenas.
Otra costumbre que se ha perdido es la de hacer “mostillo”, que está
preparado con una mezcla de mosto de uva, nueces y harina, cocido en una
cazuela, y puesto a enfriar en platos. Los que tenían viña, en tiempo de
vendimia hacían vino para el consumo en casa, y según el tratamiento que
le daban al mosto el vino era más fuerte o más ligero. El mosto destinado
23
Llucena: de rural a industrial
para hacer el mostillo no se dejaba fermentar, por lo que conservaba el
sabor dulce de las uvas, el “mostillo” después de frio se cortaba en trozos
para comerlo, su sabor era agridulce, el sabor de las uvas frescas mezclado
con el de la nuez.
En las casas que se cosecha trigo lo llevan a moler a los diferentes
molinos que existen al lado del río, y las mujeres todas las semanas amasan
y van al horno a cocer el pan, hacen hogazas y de la misma masa del pan,
suelen hacer tortas con tocino, cocas con aceite pimentón, y sal, cocas con
tiras de pimiento y sardinas saladas a las que les llaman “sardines de bota”,
o cocas de migas, que se hacen con un poco de masa de pan que se extiende
dándole forma de torta y por encima se pone aceite en suficiente cantidad,
harina, y azúcar en sucesivas capas, después se cuece en el horno y al
cocerse todo junto se forman sobre la trota las migas, formadas por la
mezcla del aceite, la harina y el azúcar.
Las mujeres del pueblo cocían el pan en los hornos de las panaderías
que durante el día estaban abiertos al público, preparaban la masa en su
casa, la llevaban en una canasta al horno y allí preparaban los panes.
Cuando llegaban las fiestas de toros por todas las calles podías ver a las
mujeres y a las niñas llevando las latas ( lata: pieza cuadrada de hojalata
que sirve para hornear) de “cocs” desde su casa a cocer a los hornos de las
diferentes panaderías.
Otra costumbre que se ha perdido es la de sentarse a la calle en
verano las mujeres en los ratos libres a hacer labores, de ganchillo, bolillos,
media, y bordados. Las chicas jóvenes que tienen que preparar su ajuar, en
cada momento que tienen libre, cogen su bastidor, y en casa si hace frio o
en la calle si el tiempo lo permite, se dedican al bordado de sábanas y
mantelerías en compañía de otras jóvenes, mientras comentan lo que pasa o
es noticia en el pueblo.
De esta manera transcurre la vida en Lucena en el año 1957, como
vemos la economía se basa en la agricultura, la industria textil, el sector
servicios y algunos comercios.
Los masos están todos dedicados a la agricultura, es verdaderamente
su única forma de existir. Las tierras se cultivan con matxos y asnos.
Cuando más tarde llega el tractor, cosechadora, y trilladora mecánica, sólo
pueden servirse de ellos las masías que están al borde de la carretera. La
mayoría de los masoveros no pueden acceder a estos servicios porque no
hay pistas, sólo caminos de herradura y son muchas las tierras que por las
pronunciadas pendientes y la estrechez de sus bancales no permiten su uso.
Todas las tareas del campo se tienen que seguir haciendo como
siempre con mulos, asnos y manualmente.
Poco a poco van construyéndose pistas que cruzando pinares,
caminos, huerta y secano, llegan hasta algunos masos y hacen posible la
entrada de algun tractor.
24
Llucena: de rural a industrial
A pesar de los grandes cambios que se suceden en maqinaria e
industria, la mayoría de las familias campesinas siguen viviendo pegadas a
su terruño, donde día a día sobreviven con su trabajo e inteligencia para
adaptarse a los pocos recursos de que disponen, para hacer frente a sus
necesidades.
Se necesita la cooperación de toda la familia especialmente en época
de sementera y recolección de los frutos, siendo la siega y trilla del trigo
trabajo muy pesado que podía verse afectado por los cambios atmosfericos,
ya que los vientos y lluvias algunas veces acamaban el trigo (Acamar.
Hacer la lluvia o el viento que se tiendan las mieses) haciendo más pesada
la siega, y para trillar el día tenía que ser seco y con algo de viento, para
poder separar la paja del grano.
El cabeza de familia acompañado de algún hijo mayor es quien hace
el trabajo que requiere más esfuerzo; los abuelos, niños, y niñas colaboran
en todo según sus posibilidades; la madre es quien se preocupa de cuidar de
la casa, la familia y los distintos animales que poseen.
Las Escuelas
La primera noticia que tenemos de las escuelas de los masos procede
de 1916, en que el Ayuntamiento alquiló un edificio en el mas del barranc
d’ Alba ( La Mina) para abrir la primera escuela masovera, y de igual
manera en el año 1920 se hallan funcionando dos escuelas más, una en el
mas de Bartoll y otra en el mas de Mosquerí.
Dos años después (1931) comenzó la Segunda República, que mostró
gran interés por la enseñanza pública y potenció la construcción de las
escuelas de los masos.
En mayo de 1935 comenzaron las obras de cinco escuelas destinadas
a los niños de los masos, cada escuela se componía de clase, para cincuenta
alumnos, vestíbulo, y un pequeño despacho para el maestro. Adosada a la
escuela se encontraba la vivienda del maestro que contaba con acceso
independiente, porche de entrada, comedor con chimenea, cocina, tres
dormitorios, retrete, una pequeña cisterna y como el resto de los masos no
disponía de agua corriente ni luz eléctrica
Los nombres de las masías donde se construyeron las escuelas son
los siguientes; la Parra, Costa, Mina, Foios,y Pedroses. Se entregaron al
ayuntamiento en Septiembre de 1937 en plena Guerra Civil española. Unos
años más tarde durante el régimen de Franco se construyó una escuela al
lado del rio entre el mas de Mollon e Hilario.
Cada escuela impartía clase a los niños de las masías de su alrededor
y permanecieron en funcionamiento hasta el año 1968 en que se creó la
escuela-hogar comarcal de Lucena ubicada en el grupo escolar del
pueblo.
25
Llucena: de rural a industrial
Debido a la colaboración necesaria en las tareas del campo de toda
la familia los niños y niñas desde jovencitos ayudan, pastoreando las
ovejas, acarreando agua, segando hierba para los conejos, llevando el mulo
o el asno al abrevadero, y distintos trabajos a lo largo del día. Esto influye
en que los niños asistan durante pocos años a la escuela, lo indispensable
para aprender las cuatro reglas (sumar, restar, multiplicar, dividir), y
escribir una carta para cuando vayan a la ‘mili’ (Servicio Militar) puedan
escribir a su familia. Las niñas van muy poco o nada a la escuela, porque
cuando se casan, ya tienen a su marido, que sabe leer, escribir y echar
cuentas por lo tanto muchos padres piensan que ellas no lo necesitan, y se
las dedica a los quehaceres de la casa o a apacentar ganado.
A muchas jóvenes cuando llegan a los catorce o quince años se las
manda de niñeras o criadas al pueblo o a Castellón para poder ganar algún
dinero con que ayudar en casa, o para poder comprar sábanas, almohadas,
colchas, toallas, y los distintos artículos que componen el ajuar de una
recién casada. Las sábanas, mantelerías, toallas y demás suelen bordárselas
ellas mismas con cadeneta, festón, punto de cruz y puntillas según el
tiempo y dinero de que disponen.
Los hombres, los días que podían dejar las tareas del campo, también
realizaban trabajos con que ganar algún dinero extra, algunos que tenían
buenas caballerías se dedicaban al arrastre de madera, que desde los pinares
de Peñagolosa llevaban hasta la serrería que existía en el pueblo. Con unas
cadenas especiales se ataban los troncos de los árboles detrás de los mulos
que los arrastraban a través de los pinares y los caminos hasta la serrería, ya
que no existía otra forma de transportarlos.
Otra manera de conseguir algún dinero consistía en ir el padre y
algún hijo a Aragón a trabajar en la siega durante la cosecha del trigo, y en
los años en que las fábricas de azulejo funcionaban a leña se dedicaban a
cortar ‘malesa’ para los hornos de cocción del azulejo.
La “malesa” se componía de romero, aliaga, murta y otros matojos
que crecían entre los pinos; los hombres los cortaban y con ellos formaban
grandes gavillas a las que llamaban, “malles” ; estas gavillas eran
transportadas del pinar a la carretera a lomos de mulos y asnos; en algunos
pinares habían instalados unos cables tensados desde la parte alta del pinar
a la carretera, por ellos colgadas de un gancho se deslizaban las gavillas de
“malesa” hasta la carretera para ser transportadas en camiones a las fábricas
de azulejos. Los hornos de las panaderías y los de las masías todos
funcionaban con leña y “malesa”; los pinares se mantenían limpios de
matorrales, y si se producía algún incendio era más fácil de apagar.
26
Llucena: de rural a industrial
Figura 12. Matxo cargado de forraje.
No todos los dueños de masías eran pobres, los que poseían grandes
fincas con buenas tierras y agua suficiente, podían tener un aparcero o
“mitger”, que se dedicaba a cuidar tierras ajenas, y entregaba al dueño la
mitad de la producción, con lo cual el dueño de las tierras podía vivir sin
trabajar y sólo tenía que pasar cuentas con el “ mitger” en tiempos de
cosecha.
La gente que sin tener gran cantidad de tierra tenía en el pueblo un
establecimiento, o un trabajo remunerado que no le permitía trabajar el
mismo sus tierras optaba por contratar un “mitger” al igual que los
matrimonios ya mayores que por la edad ya no podían trabajar. De esta
manera algunos “mitgers” se dedicaban a trabajar propiedades de diferentes
dueños.
Lo mismo pasaba con el ganado, había gente que cuidaba de su
ganado y que por un precio estipulado se hacía cargo de sacar a pastar
ovejas o cabras pertenecientes a otras personas. En los años 1940, los años
de la post-guerra, la leche al igual que muchos alimentos escaseaba, y
algunas de las familias en las que habían niños pequeños, optaban por
comprar una cabra para que les proporcionase leche. Buscaban una pastora
que la cuidaba junto con las suyas, y por la tarde cuando regresaba el
ganado la pastora ordeñaba las cabras, y la leche que producían las cabras
de estas familias la guardaba en diferentes jarras que después pasaba a
recoger su dueño, en una lechera.
Esta leche había que hervirla dejándola subir tres veces para que no
quedaran microbios y poder tomarla sin peligro para la salud, era de sabor
más fuerte y cuando se enfriaba en la superficie se formaba una lámina de
nata. En algunas casas que poseían ganado si había excedentes de leche se
fabricaban quesos caseros, yo recuerdo que mi madre solía comprar queso
27
Llucena: de rural a industrial
a una mujer que venía de Costur a pagar la contribución a Lucena y se lo
traía envuelto en un trozo de tela blanca, el queso era parecido al de
Tronchón. Hay que pensar que en aquellos años en las tiendas del pueblo
se vendía poco queso y no había la variedad de quesos que hoy conocemos.
En aquellos años, la gastronomía estaba sujeta a las opciones que
ofrecían las cosechas, las golosinas se preparaban con lo que tenían en
casa, y de la combinación de estos ingredientes han salido las diferentes
recetas tanto de cocina como de pastelería típicas de cada comarca o
pueblo.
Una de las principales preocupaciones del hombre del campo era la
conservación de los productos perecederos, ya que tenían que subsistir todo
el año de las cosechas. La manera de conservar los alimentos es una cultura
que casi se ha perdido.
En época de recolección la parte que no podían consumir si el
producto lo permitía se hacía en conserva, pero había otras formas de
conservar los alimentos que se han perdido. Cuando había abundancia de
setas (“robellones” ), se secaban y se guardaban secos, más adelante
cuando querían comerlos los dejaban un rato cubiertos de agua, después los
secaban con un trapo limpio y los cocinaban. Lo mismo se hacía con las
judías que tienen vetas rojas y blancas (“en el pueblo se llaman baxoques
sense fil”); con aguja e hilo “palomá” se ensartaban las vainas formando
ristras que se colgaban del techo del granero, o sala donde se guardan las
cosechas para que se secaran, y durante el resto del año, el día que les
apetecía las cortaban en trozos, las enjuagaban, las dejaban en remojo
durante toda la noche, al día siguiente habían recobrado la textura y color
que tenían, se guisaban acompañadas de algo de carne de cerdo y eran muy
sabrosas.
Puedo hablaros por ejemplo de los tomates de colgar; son unos
especiales que se cosechan a finales de agosto, son pequeños, están en
racimos y se cosechan completamente verdes. Los racimos se atan con
esparto o cordel, se cuelgan de unos clavos del techo de la sala de cosechas
para que vayan madurando; con el tiempo se vuelven completamente rojos
y se consumen en los meses de diciembre, enero, febrero y a veces hasta
marzo, se comen en ensalada o guisados; los que los han comido aseguran
que son muy buenos.
Los higos se secaban en cañizos al sol en sitios donde no se mojaran
si llovía y les diera el aire; se apretaban para hacerlos más delgados y que
se secaran bien, cuando estaban secos se guardaban en cajas de madera, se
conservaban mucho tiempo; eran muy dulces, con ellos se hacen “les figues
albardaes” que en la feria de la Madalena de Castellón aún se venden en los
quioscos; otra manera muy buena de tomarlos es abriéndolos y
rellenándolos de almendras, o nueces. En este caso se llaman “pánfigos”.
La miel formaba parte de la dieta de las gentes de las masías, ya que
el azúcar lo tenían que comprar y era caro, por eso eran muchos los que
28
Llucena: de rural a industrial
poseían colmenas de abejas para el consumo propio y si era posible vender
alguna cantidad, para sacar algún dinero.
El masovero era un poco de todo, albañil, carpintero, se fabricaba
muchas de sus herramientas de trabajo, el arado, las mazas, hacía
alpargatas para toda la familia: la suela era de esparto, y la parte delantera y
el tobillo de cáñamo; la lana de las ovejas las mujeres la hilaban con un
huso y una rueca, con la lana que obtenían tejían con agujas de hacer media
las distintas prendas de lana que necesitaban: calcetines, medias, toquillas,
jerséis, bufandas; según el uso a que la destinaban el hilado era más fino o
más grueso; también teñían la lana de diferentes colores. Se hacían los
sombreros, capazos, sembradoras, “ventalls”, que servían para avivar el
fuego, abanicos, etc. Todo esto lo hacían de palma trenzada. En el campo
se crían unas palmas que las mujeres iban a recolectar, las dejaban secar en
casa y al secarse se hacían blancas; estas hojas de palma las trenzaban y
quedaba una cinta de palma trenzada que iban enrollando; a esto lo
llamaban hacer “llata”, cuando ya calculaban que tenían suficiente para la
pieza que querían fabricar, cosían la cinta hecha de palma trenzada
dándole forma de sombrero, capazo, abanico etc. Si la pieza a fabricar era
una pieza de adorno, como por ejemplo un abanico, la “ llata” se tejía más
fina y solía decorarse con dibujos de colores.
A estos trabajos dedicaban los días de lluvia y nieve que no podían
hacer nada en el campo, y se quedaban en casa cerca de la chimenea para
combatir el frío.
Como no existían todavía las granjas y la carne era un alimento caro,
al igual que los huevos, los agricultores de las masías y la gente del pueblo
criaban animales de corral en sus casas, para proveerse de ella. Lo más
habitual en cada casa era comprar un par de lechones que se engordaban
durante meses y se mataban en Navidad. Las familias se ayudaban unos a
otros en esta tarea, que al ser tan laboriosa requería la colaboración de
todos. Con una semana de anticipación se cocía el pan que debía estar seco,
para hacer las sabrosas morcillas, la cebolla que las acompañaba, se tenía
que hervir dos días antes y ponerla a escurrir con un peso encima para que
soltara el exceso de agua, y si llevaban arroz había que cocerlo el día antes,
tenía que estar cocido pero seco.
El día de la matanza del cerdo apenas había despuntado el día todos,
mayores y niños se preparaban para el duro trabajo que les esperaba.
Este cometido les ocupaba todo el día, pero ellos lo vivían como una fiesta
en que reunían a amigos y parientes.
Del cerdo se comía más pronto lo que no se puede conservar, lo
demás se preparaba en forma de longanizas, morcillas, sobrasada, y
chorizos, los huesos se troceaban, y al igual que los jamones, las patas la
cabeza y el tocino se cubrían de sal para su conservación, todos conocemos
el jamón y el tocino.
29
Llucena: de rural a industrial
El “ frito” se hacía del lomo del cerdo cortado en lonchas, se salaba,
se freía en abundante aceite y se guardaba en un recipiente cubierto de
aceite, de la misma manera se conservaban las longanizas, se dejaban secar
un poco, después se freían y se cubrían de aceite. Las morcillas, como se
cuecen después de hacerlas, no se fríen, se dejan secar y se cubren de
aceite.
Los animales de corral eran una de las fuentes de ingresos para el
labrador; los pollos, gallinas, huevos y conejos se vendían, los pollos se
pagaban más caros y sólo los comían en contadas ocasiones. Cuando iban
al pueblo para hacer alguna gestión, o para comprar, solían llevar cestas
con huevos para vender a sus clientes habituales. Otra clase de
comerciantes eran los llamados “ovaters”, que con una caballería se
dedicaban a recorrer las masías comprando huevos y toda clase de animales
de corral, que se destinaban al mercado de Castellón. Estos ovaters, cuando
iban a los masos llevaban en las alforjas de sus caballerías, productos para
vender a las gentes de las masías, jabón, telas, bacalao, sardinas saladas,
azúcar y otros productos que ellos necesitaban comprar y de este modo se
creaba un intercambio que beneficiaba a ambos.
Casi todos los masoveros eran cazadores y poseían escopetas de
caza, tenían varias maneras de cazar, el parany, que consiste en un olivo
preparado de manera que al posarse los tordos en él, caían al suelo y eran
atrapados por el cazador que les esperaba escondido. La manera más
antigua que conozco y que demuestra su ingenio es la de “plantar lloses”. A
mí me enseñaron una vez cómo se hacía, con una piedra llana, tres piedras
más y unos bastoncitos, se preparaba una trampa para pájaros o tordos; los
bastoncitos están dispuestos de tal manera que sostienen la llosa o piedra
llana en alto, de manera que si se toca uno de los palitos la piedra cae y
atrapa al pájaro; los niños eran los que se ocupaban de revisar todos los
días estas trampas y recoger los pájaros. Aunque visto desde la comodidad
de que disfrutamos hoy para proveernos de carne podamos pensar que la
caza es una crueldad, no olvidemos que ellos conseguían algún dinero de la
venta de los huevos, pollos, y conejos y que la carne que podían adquirir
por medio de la caza era una valiosa ayuda para su dieta.
Las casas de las masías
Las viviendas tenían que adaptarse a las necesidades de las diferentes
tareas que había que desarrollar en ellas, unas eran más grandes que otras,
podían tener dos, tres, o cuatro, habitaciones pero casi todas estaban
construidas de forma parecida, la puerta principal de la casa miraba al Sur,
esta forma de orientación se conoce en Lucena como “orientá al Sol de
mitgdia” de esta manera conseguían que además de recibir durante todo el
30
Llucena: de rural a industrial
día la luz del sol, la casa fuera menos fría en invierno, y menos calurosa en
verano. La distribución de las casas era también parecida, una vez atravesar
la puerta principal de la casa nos encontrabamos con una sala llamada
entrada, que era la más grande de la planta baja, y tenía como único
mobiliario unas pocas sillas, una percha donde colgar los sombreros de paja
que se usaban para protegerse del sol, y alguna que otra prenda. En esta
entrada se realizaban las reuniones de la familia y los distintos trabajos, ya
que la ancha puerta dejaba entrar la luz del sol, tan necesaria “porque no
olvidemos que no tenían luz electrica”. Desde la entrada se accedía a los
distintos aposentos que componían la vivienda; a un lado de la entrada se
abría el acceso a un comedor con una chimenea ubicada en el centro de
una de las paredes; esta chimemea en algunas casas tenía la parte frontal
chapada de azulejos con dibujos de flores y pájaros, y a ambos lados
armarios con estantes en la parte alta, para guardar en uno los alimentos y
en el otro la necesaria vajilla de que disponían, en el centro de cada armario
un “canteré” donde guardar los cántaros y botijos para el agua. Las casas
más modestas no tenían armarios ni azulejos, sólo unos estantes donde
depositar las cosas, y el “canteré” para los cántaros y botijos. En el
comedor sólo una mesa en el centro y algunas sillas arrimadas a las
paredes constituían todo el mobiliario.
En muchas casas había un dormitorio en la planta baja al que se
accedía a través del comedor, en éste dormían los dueños; los muebles eran
pocos una cama, una mesita y alguna silla; los más acomodados solían
tener una cómoda, especie de tocador con seis cajones, un espejo
enmarcado en madera, que se colgaba encima del mueble en la pared, y una
percha donde colgar la ropa pues no tenían armarios. El corral del mulo o
“matxo” formaba parte de la casa para poder vigilarlo más de cerca, por si
algo le sucedía, ya que era el animal más caro que poseían, y también
porque así no tenían que salir de casa de noche para darle de comer.
Dentro de la casa se encontraba el horno de cocer el pan; en algunas
casas con más recursos había un cuarto adosado al lado de la casa con un
horno y un hogar o chimenea más pequeña, donde solían guisar las mujeres
y así no ensuciaban el comedor de la casa.
Por una escalera que arrancaba desde la entrada se accedía al
segundo piso; en él, además de algún dormitorio, estaba la sala de guardar
las cosechas, que era amplia y con ventanas para que se aireara, y un cuarto
pequeño, llamado salador, donde se colgaban los embutidos para secar y se
salaban los jamones, tocino, y otras piezas del cerdo, y se guardaba el
“frito”. El salador tenía ventana con tela mosquitera para que hubiera
corriente de aire, pero no entrasen las moscas. Los jamones, que eran las
piezas más caras, algunos masoveros los vendían para conseguir dinero con
que pagar las contribuciones.
PLANTA ALTA
31
ALADOR
CORRAL
DEL
MITORIO
DORMITORIO
PESEBRE
PLANTA BAJA
Llucena: de rural a industrial
Figura 13. Plano de casa típica de masía.
En la misma casa o cerca de ella tenían el “cub.”, o lagar con una
especie de balsa donde se pisaba la uva, una prensa hecha de madera y
todos los demás utensilios necesarios para fabricar el vino, así como los
diferentes cántaros de metal con asas que servían para medir el vino, si
había que venderlo.
Además la masía contaba con un pajar, un estercolero y los distintos
corrales donde vivían los distintos animales, corderos, cerdos, gallinas y
conejos. Todo esto se encontraba cerca de la casa.
En las masías había eras para trillar, unas eran particulares y otras
compartidas entre más vecinos. En las compartidas tenían establecida una
dieta, y se acoplaban a ella para el uso de la era.
Muchas masías no disponían de cisterna debido a las numerosas
fuentes que existen en todo el término. La ropa la lavaban en el río, en las
acequias o en las balsas que almacenaban el agua para regar los huertos. En
un lado de la balsa o de la acequia habían colocadas unas losas planas de
superficie lisa donde las mujeres lavavan la ropa; cada pieza que lavavan la
tendian sobre el romero para que se secara, mientras ellas continuaban
lavando el resto; cuando tenían toda la ropa limpia la que habían tendido ya
estaba casi seca, la recogían, la doblaban y la llevaban a casa.
32
Llucena: de rural a industrial
La ropa la planchaban con planchas de carbón o de hierro; las de
carbón estaban huecas, se colocaban brasas en su interior y se manejaban
con sumo cuidado para no quemar la tela. Las de hierro eran compactas, se
colocaban directamente sobre las brasas, cuando estaban calientes se
limpiaban con un trapo limpio para que no tiznaran la tela y tantear la
tenperatura. Estas planchas se compraban por parejas, mientras con una se
planchaba la otra se mantenía sobre las brasas calentandose.
La gente de las masías tenía por costumbre reunirse para celebrar los
carnavales, y otras fiestas en alguna de las masías, donde se daban cita para
pasar la tarde juntos, bailar, y oir música. Los masoveros que tenían afición
a la música acudían acompañados de guitarras, bandurrias, lauds,
castañuelas y panderetas. Gracias a la afición que existía en las masías por
la música y el baile se han conservado los bailes típicos de nuestro pueblo;
jota, fandango y seguidillas.
La Lucena de hoy
Muchas cosas han cambiado con el paso de los años en Lucena, las
masías como consecuencia del desarrollo industrial han ido perdiendo
población continuamente. Primero son los hombres jóvenes los que tienen
que abandonar la casa paterna para buscar trabajo, mientras los padres
continúan en la masía. Cuando los padres son mayores y necesitan
cuidados también abandonan la masía y se reúnen con sus hijos, y así de
esta forma se fueron vaciando los masos.
En principio su destino es Barcelona, Castellón, Valencia, etc. Entre
los años 1950 y 1960 aún son muchos los que permanecen en las masías,
especialmente los que poseen más tierras. Uno de los factores que influyó
de forma decisiva en el abandono de las masías fue la creación de la
Escuela Hogar de Lucena en el año 1968, que al trasladar a los niños de las
escuelas de las masías a la del pueblo, dio como resultado que los padres
buscasen un trabajo en la industria azulejera, y abandonaran la masía
trasladándose a vivir a Lucena y a otros pueblos cercanos desde donde
podían estar con sus hijos, y además en los fines de semana y días que
tenían libres vigilar sus tierras.
Tanto el desarrollo de la industria azulejera, en la zona de Alcora y
alrededores, como el que los trabajadores hayan podido adquirir un
vehículo propio con el que desplazarse hasta su trabajo, ha contribuido a
que muchas familias que han abandonado las masías se quedasen a vivir en
el pueblo de Lucena.
El pueblo ha dejado de ser agrícola, las gentes trabajan casi todas en
las fábricas, y sólo muy pocos trabajan el campo que en su mayoría está
abandonado. Ya no hay mulos ni asnos para trabajar las tierras, han sido
sustituidos por tractores con remolque, y distinta maquinaria agrícola y
coches, lo que sí que hay son preciosos caballos de pelo reluciente y bien
33
Llucena: de rural a industrial
cuidados a los que sus dueños miman y sacan de paseo, y que en la noche
antes del día de San Antonio Abad acuden con ellos a la procesión de la
“Matxa” a sacar el prim, donde resaltan por su hermosa presencia.
Los niños están todos escolarizados, las escuelas son mixtas y las
niñas pueden acceder a estudiar una carrera lo mismo que los niños. Las
mujeres también han cambiado, son más las que han accedido al mundo
laboral, han cursado estudios, y ejercen una carrera y como casi todo el
mundo tienen licencia de conducir y coche propio. Las parejas en general
se casan más mayores, ya que esperan a terminar los estudios, encontrar un
trabajo, y comprar un piso. La natalidad ha descendido y hay menos niños.
A estos niños los padres los suelen llevar de pequeñitos al parvulario, y en
muchos casos se encargan de ir a recogerlos los abuelos si la madre trabaja
fuera del hogar.
Los electrodomésticos de toda clase que han inundado el mercado
(lavadora, nevera, cocina de gas, microondas, etc.) representan una gran
ayuda para el ama de casa facilitándole las tareas del hogar, y los diversos
productos congelados de que disponemos, y precocinados permiten a la
mujer que trabaja fuera del hogar poder atender también a su familia.
No podemos dejar de destacar el gran impacto que tuvo la televisión
en nuestros hogares, en la década de los cincuenta, en blanco y negro al
principio, y que suponía un lujo que sólo poseían las familias más ricas y
los bares, y que más adelante y, además en colores, hemos podido disfrutar
todos los españoles en nuestras casas.
Como consecuencia del progreso industrial empezaron a proliferar
los coches en nuesto pueblo: los seat 600, Ondini, etc. Recuerdo que en el
año 1962, los coches seat 600 estaban tan solicitados que había que esperar
unos meses hasta que te llegara el turno. Ahora hay gran variedad de
autómoviles de todas las marcas y tamaños. Los coches disponen de una
elevada tecnología, calefacción, aire acondicionado, mando automático
para abrir y cerrar las puertas, signos luminosos que se encienden para
alertarnos de cualquier anomalía etc. Yo recuerdo aquellos coches de los
años sesenta que se paraban cuando les parecía y había que revisarles las
bujías que siempre tenían algún problema; la bujía estaba engrasada, los
platinos no estaban a la distancia adecuada y no saltaba la chispa, y después
de varios intentos sin resultado, había que ponerle una bujía nueva y a
veces ni siquiera así funcionaba el coche. Los conductores de entonces
tenían que saber nesesariamente algo de mecánica.
Antes mucha gente carecía de permiso de conducir, y ahora cuando
los jóvenes cumplen los dieciocho años, se sacan el permiso y a muchos de
ellos los padres les compran un coche. En el mundo laboral las empresas
para admitir a un trabajador, prefieren que éste posea permiso de conducir
y vehículo propio y algunas de las empresas así lo hacen constar en su
oferta de trabajo.
34
Llucena: de rural a industrial
Actualmente el término de Lucena está cruzado de numerosas pistas
rurales por las que se puede acceder a la mayoría de los masías, y los fines
de semana si transitamos por ellas podemos ver los coches aparcados a la
puerta de las casas de las masías, y es que muchos de los masoveros que las
habitaban, suelen desplazarse allí en vacaciones, y fines de semana, con lo
que se han convertido en una segunda residencia. Muchos masos están
dotados de luz eléctrica y en el más de “Llorens”, que todavía está
habitado, hay hasta teléfono.
La industria azulejera también está presente en Lucena ya que
además de Fabresa (la primera fabrica que se construyó en 1957) se han
construido tres más (Gres Cid, Lucer y Mosavit), que han creado más
oferta de trabajo a la gente de los alrededores, particularmente Lucena y
Figueroles, ya que estas tres últimas fábricas se encuentran emplazadas en
los alrededores de la carretera que une Lucena con Figueroles. Estas
fábricas junto a las de Figueroles y las de Alcora hace que todos encuentren
trabajo y apenas exista el paro.
Como en el resto de nuestra comunidad también en nuestro pueblo
podemos encontrar familias de emigrantes rumanos y marroquíes, que han
encontrado trabajo y residen en Lucena, con su familia.
Los niños de estos emigrantes están escolarizados y asisten a la
escuela. También hay un curso de enseñanza para los adultos al que pueden
asistir junto con la gente del pueblo los emigrantes que quieran aprender
nuestro idioma.
A pesar de que las playas han alcanzado en la actualidad destacada
importancia como punto de destino de los que buscan un lugar donde pasar
el verano, Lucena sigue conservando un importante número de
veraneantes. El Hotel del Prat, que está cerca del pueblo y rodeado de
pinos, está abierto durante los meses de verano, en Navidades y Semana
Santa. En su restaurante se preparan banquetes de bodas, comuniones y
otras celebraciones. También tenemos un hotel moderno que se llama Hotel
Lucena, tiene cafetería y restaurante, está edificado en el mismo pueblo, las
habitaciones tienen aire acondicionado, teléfono, televisor etc. y está
abierto durante todo el año.
La temporada veraniega dura tres meses julio, agosto, y septiembre,
pero es en el mes de agosto cuando hay más gente en el pueblo, porque son
fiestas en Alcora y Lucena y muchas empresas azulejeras cierran y les dan
las vacaciones a sus trabajadores durante el mes de agosto. También en el
mes julio y septiembre hay veraneantes, ya que existen empresas que no
pueden cerrar como son los medios de comunicación, hospitales,
supermercados, y que les dan vacaciones a sus trabajadores en turnos y al
no poder elegir todos el mes de agosto, eligen julio o septiembre.
Los jubilados son los que más tiempo pasan en verano en el pueblo,
ya que no tienen un trabajo que cumplir, y pueden seguir en Lucena
35
Llucena: de rural a industrial
disfrutando de su clima fresco mientras que en otras partes aprieta más el
calor.
Los mayores se reúnen en la Casa de los Pensionistas y Jubilados
donde hay cafetería, en la que se distraen leyendo el periódico, comentando
las noticias, tomando café, y jugando a las cartas. En los salones del primer
piso hay una biblioteca, tiene salón de actos con un escenario y en el
segundo piso está la Asociación de las Amas de Casa.
A un lado de la cafetería una puerta comunica con un gran salón
donde se organizan, bailes, reuniones, y conciertos.
El día 1 de octubre se celebra la fiesta de San Hermolao que es uno
de los patronos del pueblo, hay misa y procesión, y hay un homenaje a los
mayores que cumplen los 80 años a lo largo del año.
Los octogenarios reciben una invitación al acto que se celebra en un
restaurante, y a todos los que cumplen los años durante el año, los llaman
por su nombre, les imponen una insignia como recuerdo del acto, a las
señoras el alcalde y a los señores la reina de las fiestas. Después tiene
lugar la comida a la que están invitados. Y esta invitación a la comida del
día de San Hermolao es para toda la vida.
Ángela Nebot Sangüesa.
36
Llucena: de rural a industrial
BIBLIOGRAFÍA
LLUCENA: UNA HISTORIA DE L’ALCALATÉN. Joaquim Escrig Fortanete.
Fotos: portada y figuras 1-2-3-4-5- y 8, proceden de internet.
Fotos: figuras 6-7-9-10 y 11. proceden del folleto publicado por la,
Associació cultural Llucena. 10 Excursions a peu pel terme de Llucena.
Figura 13 elaboración propia.
AGRADECIMIENTOS
Deseo expresar mi agradecimiento al Profesor de Geografía Humana:
Don Javier Soriano Martí, por su ayuda en la dirección de este trabajo.
También agradecer a Pili Escuder su paciencia y amabilidad.
Asimismo dar las gracias a mi hija Ana, y mis sobrinos Manuel y Marc,
que me han iniciado en el manejo del ordenador.
37
Descargar