Nº 173 Febrero de 2011

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Febrero de
2011
Presentación
M
ás allá de los usos de los medios de comunicación modernos que sus
dueños puedan realizar, en su implementación resultan positivas y valiosas las
oportunidades de disfrutar los bienes culturales que nos hablan de los
desarrollos y desafíos de la creatividad humana, y del acceso a la información,
a veces en tiempo real, de los acontecimientos mundiales.
La comunicación global permite que sepamos, en una simultaneidad
asombrosa, lo que acontece en las antípodas y lo que sucede en nuestra
pequeña urbe, al paso que nos permite adquirir una mayor conciencia
planetaria que nos convierte en ciudadanos del mundo. Ya las preocupaciones
por el futuro del planeta y el inexorable cambio climático, el contraste entre
los países ricos del norte y los pobres del sur, las grandes inequidades en la
distribución de la riqueza, los empleos y oportunidades de desarrollo humano
y cultural, los conflictos étnicos, políticos, sociales y religiosos de todos los
continentes comienzan a hacer parte de nuestra inquietudes éticas y concitan
nuestro repudio o solidaridad.
En todos los conflictos aparecen como denominador común los desfases y las
injusticias sociales que perpetúan el dominio de pequeñas minorías, prevalidas
del uso de la fuerza, la represión, los estrictos códigos sociales y morales, la
religión, la ideología dominante y hasta el Estado mismo.
Como una antítesis a las formas de violencia social, explotación humana,
sometimiento, marginación e injusticia, surgen, cada vez con mayor fuerza y
resonancia mundial, movimientos de resistencia y transformación que abogan
por una sociedad más justa y equitativa, anclada en el reconocimiento y
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valoración de la dignidad de la persona y comprometida con el
reconocimiento de los derechos humanos y de las libertades individuales.
Como lo dice nuestro colaborador Luis Alfonso Herrera Restrepo, en el
encabezado de su artículo “Diversidad cultural y derechos humanos”:
En la actualidad, las colectividades locales, nacionales e
internacionales se enfrentan al desafío de garantizar la diversidad de
las expresiones culturales y religiosas, la pluralidad étnica y
lingüística, la movilidad social y territorial, los avances científicos, los
conflictos armados y las diferencias en la orientación sexual como
aspectos que requieren una disposición abierta de las instituciones y de
los distintos sectores de la sociedad para facilitar el reconocimiento
del otro o de poblaciones especiales con derechos que demandan
atención particular.
La Agenda Cultural abre sus ediciones de este año 2011 con una serie de
artículos que nos proponen hechos y reflexiones sobre la necesidad de ganar y
ejercer conciencia sobre la importancia de los derechos humanos, como
fundamento para una ética civilista y mundial, a la que todos nos debemos
vincular. Aportes que abordan, desde una perspectiva política y social, la
exigencia de adoptar una postura crítica frente a las demandas del otro, frente
a la diversidad de sus expresiones culturales, religiosas, étnicas y lingüísticas,
y al conjunto de aspectos que lo constituyen como ser humano.
Invitamos, desde estas páginas, además, a participar en la programación
cultural prevista para el presente mes.
Diego León Arango Gómez
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Fuente:http://www.taringa.net/post/imágenes/3044165/Lucha-por-el-control-de-Somalia-en-Imagenes.html
Cuatro historias
en la práctica islámica somalí
Ayaan Hirsi Ali
En
1991 mi padre me
casó con un pariente
mío que residía en
Canadá. Por más que me resistí a sus
planes, mi padre siguió adelante con
su decisión. Una vez en Alemania,
camino de Canadá, vi la posibilidad
de huir a Holanda. Aquí aterricé en
un Centro de Acogida para
solicitantes de asilo, en Zeewolde. Yo
era la única que podía explicar su
historia de refugiada en inglés. Dos
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chicas somalíes que vinieron a vivir
conmigo en mi bungalow me
pidieron que las acompañara al centro
de refugiados para explicar su
historia; y no sólo allí, pronto fuimos
a otros centros. Tenían piojos, de
modo que debíamos procurarnos
atención médica. Me fui con ellas al
servicio de extranjería, a la Oficina
de Ayuda Legal, a los centros de
asistencia social. Entré en contacto
con otros solicitantes de asilo
somalíes a quienes hice de intérprete
sin cobrar. Los asistentes sociales
pronto me aconsejaron que me
dedicara a ello profesionalmente,
pues los intérpretes profesionales
ganaban mucho dinero. Al principio
mi neerlandés no era demasiado
bueno, así que traducía del somalí al
inglés. Los asistentes me lo
solucionaron: “Empieza con el
neerlandés, y si la cosa no funciona,
volvemos al inglés”.
fui al Servicio de Naturalización e
Inmigración, donde me inscribieron
en una lista de intérpretes a los que
llamaban en caso necesario, y desde
entonces nunca me faltó el trabajo.
He trabajado de intérprete de 1995 a
2001. En decenas de casos se trataba
de mujeres y hombres que habían
contraído una enfermedad de
transmisión sexual (sida, sífilis,
gonorrea, clamidia, etc.) y de mujeres
que sufrían embarazos no deseados.
Entre los recién llegados de países del
Tercer Mundo existía un gran tabú
respecto a la sexualidad, se producían
muchos más casos de embarazos no
deseados que en sociedades con
mayor
libertad
sexual,
como
Holanda.
He aquí cuatro historias recopiladas
durante mi experiencia como
intérprete.
“No estoy embarazada, soy
En 1993 salí del centro de solicitantes virgen”
de asilo y presenté mi solicitud al
Centro de Intérpretes de Holanda.
Aunque saqué buena puntuación en
los exámenes, me dijeron que me
llamarían cuando llevase tres años en
Holanda. Fue por aquel entonces que
advertí que cada vez eran más los
somalíes que venían a Holanda, y me
Una chica somalí de diecinueve años
acudió al Servicio Médico del Centro
de Acogida de Solicitantes de Asilo
en s-Gravendeel aduciendo algunas
molestias. El análisis de orina que se
le hizo indicó que estaba embarazada.
El médico quería hablar con ella y me
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pidió que le tradujera la conversación
por teléfono.
La chica se aterrorizó y prorrumpió
en un llanto terrible. Yo la oía llorar
al teléfono y me di cuenta de que no
le salían las palabras. Estaba
totalmente desesperada. Cada vez que
lo pienso se me pone la piel de
gallina.
Entonces dijo: “No puede ser, soy
virgen, no estoy embarazada”. Y
continuó negándolo. Añadía que
podía probar que era virgen. “Tengo
una sutura”. Ella no podía haberlo
hecho con ningún chico, porque la
sutura estaba intacta.
El médico intentaba calmarla y le
prometió que volvería a hacerle otro
análisis de orina.
Un tiempo después me llamaron por
teléfono. La misma historia. El
médico explica a la chica somalí que
tras analizar de nuevo su orina era
irrefutable: estaba embarazada. Él le
preguntó si no había tenido ningún
tipo de instrucción sexual, a lo que
ella respondió: “¿Para qué necesito
información sexual? Me tengo que
casar virgen”.
Explicó que apenas llevaba un mes en
Holanda. Un chico somalí que
llevaba un tiempo residiendo en el
país y que hablaba neerlandés la
había ayudado en todas partes.
Siempre la había acompañado a su
abogado. Un día la invitó a ella y a
dos amigas somalíes a su casa, en
Dordrecht. Allí intentó conquistarla.
La llevó al dormitorio y las dos
amigas se quedaron en la sala de
estar. Quería llevársela a la cama y la
desvistió. Él prometió no desvirgarla.
Le recordó que la había ayudado y
que ella ahora debía ser para él.
El médico tuvo que sonsacarle la
historia. Ella explicó que el chico no
la había penetrado con su pene, sino
que sólo se había restregado contra
sus partes externas. Eyaculó sobre
ella, pero su sutura quedó intacta.
Tanto en la experiencia de la chica
como en la del chico ella había
permanecido virgen.
El médico le explicó cómo podía
quedarse embarazada, para lo cual era
necesario que un hombre y una mujer
tuvieran una relación sexual. Le
explicó que algunas mujeres son más
fértiles que otras y que en un ciclo
hay períodos más fecundos y menos
fecundos. Ella tuvo la mala suerte de
que aquel día estaba en sus días
fértiles, y por ello se quedó
embarazada con tan sólo, quizás, una
gota de esperma.
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De sus reacciones se desprendía que
no sabía nada de relaciones sexuales
ni de reproducción.
El médico le explicó que tenía varias
opciones; podía dar a luz al bebé,
optar por un aborto o dar al niño en
adopción.
Entonces el médico sugirió dar al
niño en adopción. Tras unos minutos
de titubeo, rechazó también esa
opción. “He cometido un error —dijo
ella—,
debo
asumir
la
responsabilidad”.
La consternación en la joven era
patente. “Sólo llevo un mes aquí —
gritó histérica—, no puede ser. Mi
familia ha invertido mucho dinero
para hacer posible mi viaje a Holanda
y ahora les recompenso con esto. Soy
una vergüenza para ellos. Esto no
puede ser. Me tengo que esconder”.
Cuando el médico le indicó la
posibilidad de un aborto —era aún
factible—, ella dijo: “No, no, no, me
he apartado de la gracia de mi
familia, y no quiero quedarme sin la
gracia de Alá matando a mi bebé”.
No quería abortar. Imposible
negociarlo. “Voy a arder en las
llamas del infierno”.
Según el Islam un embarazo fuera del
matrimonio es ciertamente motivo de
gran escándalo para la familia,
aunque a los ojos de Alá aún es
aceptable. Pero el aborto, matar a un
bebé inocente, es un pecado mortal
para el que no existe perdón posible.
Ayaan Hirsi Ali.
Fuente:http//www.radical.es/links.php?ccat_i=80
Así pues, el médico añadió que debía
acudir a controles periódicos y que
podía recibir ayuda psicológica.
Cuando él le propuso que el padre de
la criatura la acompañase, ella
accedió. De ahí dedujimos que a ella
el muchacho le gustaba.
Esta chica no sabía nada de nada.
Nunca recibió ningún tipo de
educación sexual porque, según su
cultura, era innecesario. Para el
matrimonio el sexo es siempre algo
prohibido, ya que se llega virgen al
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mismo. Disfrutar de información
sexual llevaría a la gente a tener
pensamientos equivocados.
Imagen tomada de Submission, video dirigido por Theo
Van Gogh
Este tabú también conlleva que los
musulmanes no sepan, efectivamente,
lo que es el sida y cómo se puede
contraer. Creen que es una
enfermedad que afecta a los
homosexuales, a los cristianos y a los
no creyentes. A los musulmanes o a
los somalíes, no. He hecho de
intérprete a hombres que llevaban
una vida sexual activa y que solían ir
a burdeles. Cuando los análisis
apuntaban a la posibilidad de que
habían contraído el virus del sida
decían: “No puede ser, soy
musulmán”. Como si el virus lo
supiera.
Las chicas somalíes han crecido con
el lema: conserva la sutura. La prueba
tendrá lugar la noche de bodas. Si
para entonces no tienes ya sutura,
eres una prostituta. Coser los
genitales de las mujeres no es una
práctica
islámica.
El
profeta
Mahoma, a quien le fue confiado el
Corán, prescribe la circuncisión
masculina, pero no la femenina. La
sutura es una práctica preislámica que
el Islam adoptó como auténtica, lo
mismo que el árbol de Navidad
precristiano fue adoptado por la
cristiandad. Los eruditos musulmanes
nunca han rechazado esa práctica
porque en el seno del Islam siempre
se impuso que la mujer llegara virgen
al matrimonio. Así que cuando
conocieron esta costumbre tribal de
coser a las mujeres, debieron pensar:
“Así puedes garantizar perfectamente
tu virginidad. ¡Qué bien!”. La sutura
genital es una práctica habitual en
varios países africanos como
Somalia, Eritrea, Sudán, Egipto, pero
también en Indonesia.
La historia de Anab
Anab y Shukri eran dos solicitantes
de asilo menores de edad. Al llegar a
Holanda se les preguntó si tenían
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familia en este su país de acogida.
Llegaron a casa de Said, su medio
hermano, que vivía con su mujer en
Holanda desde hacía cinco años. En
lugar de asignarle un tutor oficial, la
fundación
De
Opbouw
—la
responsable de las tutorías de todos
los menores solicitantes de asilo que
estaban solos— le cedió la tutoría a
Said. La fundación debería haber
estado atenta.
Las dos niñas sufrieron un abuso
sexual sistemático por parte de Said;
Anab, la mayor, por más tiempo y de
modo más violento. La historia salió
a flote cuando Shukri fue a la
asistente social de la fundación De
Opbouw y lo explicó todo. La
fundación presentó una denuncia y
recurrió además a la Protectora de
Niños. Said fue detenido y
encarcelado.
En la oficina central de la policía en
La Haya conocí a una hermana de
Anab y Shukri. Me pidieron que
hiciese de intérprete para esa mujer
somalí en avanzado estado de
gestación y con la cabeza tapada.
Nada más verme me saludó y me
soltó de inmediato: “¿De quién
eres?”, lo que en verdad significa:
“¿De qué clan eres?”. Le dije que yo,
como intérprete profesional, no tenía
por qué responder a esas preguntas.
Pero como soy una mujer somalí ella
quería saberlo por todo lo que iría
saliendo a la palestra. Me negué de
nuevo e hice valer mi derecho a
guardar silencio.
Me explicó que tanto ella como sus
dos hermanas y su medio hermano
pertenecen a la misma línea
patriarcal. Dentro de la línea de
descendencia, el medio hermano
estaba considerado un hermano. La
policía le preguntó detalles sobre el
delincuente: sobre el abuso sexual, si
había abusado ya antes de otras
mujeres y niñas, si seguía siempre el
mismo patrón de comportamiento,
etcétera. A continuación, ella se tomó
media hora para explicar que su
familia no era tan impura, que eso era
algo que pasaba con los chicos, que el
abuso sexual no se da entre somalíes,
que eso es una maldición. Y que ella,
además, deseaba saber lo que había
sucedido. La mujer estaba totalmente
confundida. Incluso se preguntaba
cómo debía rectificar.
Entonces supe algunos detalles sobre
el asunto: cómo y cuándo empezó
todo, quién presentó la denuncia, y
que Said no sólo había abusado de las
dos menores, sino que con frecuencia
solía también violar y maltratar a su
mujer.
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Aproximadamente
una
semana
después llegó mi prima Maryan para
vivir conmigo. Me preguntó si podía
recogerla durante el fin de semana en
una casa de Zuid-Holland; había ido a
visitar a una amiga, a la que conocía
desde el tiempo en que había llegado
a Holanda. Ambas estuvieron en su
momento bajo la tutoría de la
fundación De Opbouw y se hicieron
amigas: se divertían juntas y calzaban
zapatos con tacones muy altos.
En aquella dirección de Utrecht me
encontré un lío fenomenal. La casa
entera apestaba a orina. Dos niños
pequeños de unos dos años
correteaban con pañales que nadie les
cambiaba. Había pañales sucios
arrojados por toda la habitación. La
amiga de mi prima, en cuya casa
estábamos de visita, se llama Anab.
Tras ofrecernos té, se dirigió a la
cocina donde permaneció un buen
rato.
Mientras permanecía sentada en un
banco con Maryan, allí en Utrecht, y
Anab preparaba té (creo que fue
incapaz de encontrar lo necesario,
pues nunca vimos el té en cuestión),
Maryan dijo: “¿Ves aquellas cintas de
vídeo? Son sólo porno. Porno duro.
El marido de Anab las alquila y la
obliga a que las vea y a hacer todas
las locuras que aparecen en ellas. La
ha violado analmente. Le hace cosas
tremendas”.
En ese momento reconocí las
historias: esta joven es la misma
Anab que conocí en la oficina de la
policía de La Haya. Mientras su
violador está entre rejas, la familia ha
decidido que la abusadísima Anab se
desposaría con un primo, puesto que
ya no era virgen. Al abuso sexual,
“que jamás sucede en nuestra
familia”, se le ha echado tierra
encima. El nombre de la familia ha
quedado limpio.
Tras hacer algunas indagaciones,
resultó que casaron a Anab después
de que cumpliera dieciocho años, la
edad en que la fundación De Opbouw
se desentiende de la vigilancia.
Probablemente, su primo padecía
algún tipo de deficiencia, y de otra
manera nunca hubiera podido tener
una mujer. Así que la familia le dijo:
“Tenemos una mujer para ti, y será
tuya, pero debes mantener la boca
cerrada sobre todo aquello que le
sucedió”. Después de años de padecer
abusos de su medio hermano, ahora
era el primo con el que la habían
casado quien abusaba de ella.
Anab se había escapado en un par de
ocasiones, y el servicio social la
atendió. Pero acabó volviendo
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siempre a casa. Según una vecina,
Anab había estado un tiempo en una
casa de acogida, adonde la fue a
buscar su marido. Said sigue preso
porque ha abusado de Anab, pero su
marido, quien incluso ha abusado de
ella de un modo más brutal si cabe,
vive en libertad.
La familia de Anab y Shukri había
pagado una cantidad importante a
unos traficantes de personas para que
sus niñas pudieran ir a la escuela en
Holanda. Lo hicieron con esperanza y
optimismo, y he aquí el final. Sin
quererlo.
La historia de Anab es la historia de
una joven sacrificada para salvar el
honor de la familia en nombre del
culto a la virginidad. Y no es sólo
Anab la que sufre las consecuencias
del mito de la virginidad; también su
marido y sus hijos son víctimas. Su
marido le hace cosas horribles que él
justifica diciéndose a sí mismo: “No
era virgen, entonces era una puta”. Y
sus dos niños crecen literalmente
entre ruinas. ¿Cómo van a salir
adelante?
La hermana menor de Anab, Shukri,
huyó para siempre. Escapó y no
quiere volver a saber nada de su
familia.
El ama de casa honesta
Tiene entre treinta y cuarenta años, es
madre de dos hijos y está embarazada
del tercero. El médico le dice que
debe hacerle una exploración a causa
del embarazo y que le ha de
comunicar el resultado del análisis de
sangre. Tiene el virus del sida.
La
mujer
reacciona
con
estupefacción: “No es cierto. He
llevado una vida correcta, me he
mantenido virgen. He seguido
estrictamente los preceptos del Islam
y de mi familia. Y cuando era joven
ni siquiera miraba a los chicos.
Nunca he estado a solas con uno.
Queda totalmente excluido que pueda
haber contraído una enfermedad
sexual”.
A continuación, el médico le aclara
que, aun así, ella ha contraído el virus
y le pregunta: “¿Qué tal la vida
sexual de su esposo?”.
La mujer le explica que su marido es
muy bueno con ella y con sus hijos,
que se comporta de manera
particularmente responsable y que
procede de una buena familia. Es
imposible que su marido tenga el
sida, habida cuenta, además, de que
se trata de una enfermedad que los
musulmanes no pueden contraer. Es
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una enfermedad que afecta a
cristianos y, sobre todo, a
homosexuales. Ni ella ni su marido
han recibido transfusión alguna, así
que no puede ser.
La exploración a la que se sometió el
marido arrojó un resultado en
apariencia similar: también estaba
afectado por el virus. Él llegó a
Holanda antes que ella y, en el cuadro
de la reunificación familiar, la mujer
hacía poco que había viajado al país
de acogida. En el tiempo que él
permaneció solo, seguramente llevó
una vida sexualmente desordenada y
prolífica
o
frecuentaba
los
prostíbulos.
problemas en presencia de otra
somalí. Para ganar su confianza le
aclaré que como intérprete estaba
obligada
a
guardar
secreto
profesional. Ella no quería decir su
nombre. Tenía diecisiete años, pero
era muy astuta. Cuando le prometí
que no contaría nada, me respondió:
“Más te vale no hacerlo”.
—Estoy embarazada y quiero abortar
—le dice al médico.
—¿Cómo
sabes
que
embarazada? —pregunta éste.
estás
—He comprado Predictor y el test da
resultado positivo —responde ella—.
Lo sospechaba, porque no me venía
la regla.
“Después del aborto debo
A continuación el médico le dice que
seguir siendo virgen”
El médico me llamó. “Tengo en la
consulta a una chica somalí —me
explica—, con algo serio que contar;
pero no quiere intérprete. No
obstante, acabamos de saber que
aceptaría una intérprete por teléfono.
¿Quieres ocuparte tú?”
La chica se negaba a que interviniera
un intérprete porque, como somalí, se
avergonzaba
de
explicar
sus
aún es menor de edad, razón por la
que no la puede enviar a una clínica
abortiva. Los tutores de la fundación
De Opbouw deben implicarse en la
decisión.
—No, eso no —fue su respuesta—.
No quiero que lo sepan.
El médico concluye que, en ese caso,
no puede ayudarla.
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Fuente:http://www.stopablacion.org/
—De acuerdo —dice ella—, entonces
iré a Rotterdam. Allí hay una mujer
de Cabo Verde que podría estar
dispuesta a hacerlo.
otras dos mujeres somalíes. Para
evitar que ellas puedan llegar a
saberlo quiere que el aborto tenga
lugar lo antes posible.
—Entonces, bien —acepta el médico,
no sin cierto temor por lo que podría
suceder en Rotterdam—. Yo quiero
ayudarte, pero para ello también
quiero que la intérprete esté presente,
porque es mi obligación como
médico explicarte un montón de
cosas.
Me aceptó como intérprete y en
connivencia con el médico hablamos
con ella para explicarle que en
Holanda no se puede practicar un
aborto así, sin más. Le pedimos que
se tomara un par de días para
reflexionar sobre las preguntas que le
formularían (“¿De cuánto tiempo
estás?” “¿Quieres implicar al padre
de la criatura en esto?”). Debía
profundizar en estos aspectos para
tomar una decisión. Debía estar
segura de que quería que le
Ella explica cómo reaccionarían en su
comunidad ante su embarazo: “Si se
percatan me encerrarán”. En el centro
de acogida comparte habitación con
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practicaran un aborto. Pero su
decisión parecía firme; entonces se
fue a la clínica abortiva en Leiden y
yo la acompañé.
Tanto la sala de espera de la clínica
como
las
habitaciones
de
recuperación estaban llenas de
mujeres extranjeras, particularmente
turcas y marroquíes, aunque también
chinas. A la joven a quien yo
acompañaba como intérprete le
hicieron las mismas preguntas y de
nuevo se le dio un tiempo para
pensárselo. A la pregunta de si quería
que el padre de la criatura estuviera
presente, dijo: “No, me prometió no
penetrarme totalmente y sin embargo
lo hizo. No lo quiero implicar en
esto”.
Exigió que el aborto no le desgarrara
la sutura. Ésta debía quedar intacta.
El médico miró la sutura y le
comentó que no era posible.
“Entonces, quiero que me cosan de
nuevo después de abortar”, dijo ella.
Una vez finalizada la operación, el
médico le dijo que antes de proceder
con la sutura ella debía restablecerse.
Presuntamente, eso no llegó a pasar.
Es probable que la joven no tuviera
una autorización para que la
suturasen tras abandonar la clínica
abortiva. Eso lo tenía que hacer otro
médico; los médicos holandeses no lo
hacen.
La asistencia social holandesa no
conoce en profundidad los problemas
que tienen los musulmanes, por lo
que contribuye sin pretenderlo al
mantenimiento de la jaula de la
virginidad.
Los
psicólogos
holandeses están acostumbrados a
acercarse a sus pacientes en tanto
individuos. En mi calidad de
intérprete he experimentado que
hacen lo mismo con las mujeres
musulmanas.
Y
la
pregunta
importante siempre es: “¿Qué es lo
que quieres tú?”. Son muchas las
mujeres que, como respuesta, se
quedan calladas y se encogen de
hombros. “Lo que diga mi marido”,
susurran tímidamente, o “Lo que
quiera Alá”, e incluso hay mujeres
que les dicen a los asistentes sociales:
“Lo que usted quiera”. Nunca han
aprendido a querer algo por sí
mismas. “¿Qué deseas para tus hijos?
¿Qué decisión tomarías por ellos?”
son cuestiones que las mujeres
musulmanas tampoco han aprendido,
y que por lo tanto desconocen. Los
asistentes sociales no comprendían y
quedaban confusos y frustrados. Lo
único que podían hacer era enviarlas
a otras instancias, pero ¿hasta qué
punto puedes hacerlo?
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Hay una especialidad que surgió en el
contexto de la asistencia social y que
se dio en llamar bienestar
intercultural (o algo que suena igual
de mal). Allí recogen por ejemplo, y
por separado, a las mujeres
musulmanas
que
han
sido
maltratadas, como en la casa
rotterdamesa de acogida Saadet. Las
mujeres que llegan allí no aprenden
cómo ser capaces de defenderse,
cómo llegar a ser autónomas. No, los
cursos de asertividad sólo están
reservados para las víctimas de
violencia que son autóctonas. Para las
mujeres extranjeras se concibe como
solución la “mediación” entre la
víctima, su familia y su marido. Esa
actitud de los asistentes sociales tiene
su origen en los consejos de las
comunidades
de
intereses
de
extranjeros que se quieren organizar,
bien por la vía religiosa, bien por la
vía étnica. Los portavoces de esas
instancias
étnico-religiosas
—
subsidiadas por el gobierno— son
hombres, y en los últimos tiempos
algunas mujeres interesadas en
mantener un determinado statu quo.
Ayaan Hirsi Ali (Somalia, 1969) es una
reconocida crítica del islamismo y defensora
de los derechos de la mujeres. Se asiló en
Holanda donde hizo parte del Parlamento.
Escribió el guión del cortometraje
Submission (sumisión o islam) que realizó el
cineasta holandés Theo van Gogh, quien fue
asesinado por un islamista. El fragmento
aquí incluido hace parte de su obra Yo
acuso. Defensa de la emancipación de las
mujeres musulmanas, traducción de Natalia
Fernández Díaz, Barcelona, Galaxia
Gutenberg, 2006, pp. 120-132.
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Diversidad cultural
y derechos humanos
Luis Alfonso Herrera Restrepo
En
la actualidad, las
colectividades locales,
nacionales
e
internacionales se enfrentan al
desafío de garantizar la diversidad
de las expresiones culturales1 y
religiosas, la pluralidad étnica y
lingüística, la movilidad social y
territorial, los avances científicos,
los conflictos armados y las
diferencias en la orientación sexual
como aspectos que requieren una
disposición
abierta
de
las
instituciones y de los distintos
sectores de la sociedad para facilitar
el reconocimiento del otro o de
poblaciones especiales con derechos
que demandan atención particular.
Planteamos
una
primera
consideración y es que el fomento de
la diversidad cultural obedece a un
imperativo ético, inseparable del
respeto de la dignidad de la persona
basado en el compromiso de acatar
los derechos humanos y las libertades
fundamentales.
Si bien en la actualidad algunas
sociedades tienden a imponerse como
las únicas válidas, lo que facilita el
irrespeto a los derechos humanos, y
hay otras afianzadas en sus
costumbres, aferradas a puntos de
vista que no dan la menor
importancia a los derechos humanos,
hoy en día es aceptado que nadie
puede invocar la diversidad cultural
para vulnerar los derechos humanos,
ni para limitar su alcance.
La comunidad internacional ha
expresado que los derechos humanos
son universales, aceptados por todas
las culturas y religiones existentes.
En la Declaración de la Conferencia
Mundial de Derechos Humanos de
1993, totalmente vigente en la
actualidad, en el punto 5 se expresa:
“Todos los derechos humanos son
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universales,
indivisibles
e
interdependientes
y
están
relacionados entre sí. La comunidad
internacional debe tratar los derechos
humanos en forma global y de
manera justa y equitativa, en pie de
igualdad y dándoles a todos el mismo
peso. Debe tenerse en cuenta la
importancia de las particularidades
nacionales y regionales, así como de
los diversos patrimonios históricos,
culturales y religiosos, pero los
Estados tienen el deber, sean cuales
fueren sus sistemas políticos,
económicos
y
culturales,
de
promover y proteger todos los
derechos humanos y las libertades
fundamentales”.2
Es de notar que la Organización de
las Naciones Unidas (ONU) incluyó
todos los derechos humanos cuando
adoptó la Declaración sobre el
Derecho
al
Desarrollo”:
“[el
desarrollo] es un derecho humano
inalienable en virtud del cual todo ser
humano y todos los pueblos están
facultados para participar en un
desarrollo económico, social, cultural
y político en el que puedan realizarse
plenamente todos los derechos
humanos y libertades fundamentales,
a contribuir a ese desarrollo y a
disfrutar de él”3.
Foto Juan Carlos Escobar. Fuente: Agencia Voces / El
espectador.com / Olga Lucia Garzón Roa.
En este sentido, el fomento de una
diversidad de culturas exige la plena
realización de todos los derechos
humanos
establecidos
en
los
instrumentos internacionales y en
nuestra Constitución Política; en ello
se basa el hecho de que toda persona
tenga derecho a una educación de
calidad que respete su identidad
cultural;
derecho
a
crear,
promocionar y expresarse en la
lengua que desee y, en particular, en
su lengua materna; derecho a
participar en la vida cultural que elija
y realizar las prácticas de su propia
cultura, ya sean sociales, religiosas, o
de otra índole, dentro de los límites
que imponen el respeto de los
derechos humanos y las libertades
fundamentales.
Nº 173
Febrero de
2011
La Constitución Política colombiana
reconoce el valor inherente a la
diversidad cultural al incluir en su
artículo 7º, como uno de los fines
esenciales
del
Estado,
el
reconocimiento y la protección de la
diversidad étnica y cultural de la
nación colombiana, como lo ha
reconocido extensa y reiteradamente
la jurisprudencia de la Corte
Constitucional.
A la luz de lo visto anteriormente,
cabe preguntar si un gobierno o una
cultura, ya sea por razones de leyes,
por tradición o por costumbre, puede
ejercer un poder tal que obstaculice la
vida digna o el desarrollo integral de
las personas integrantes de esa
cultura y cómo debe ejercer los
derechos humanos sin destruir la
cultura de un pueblo.
Para abordar este dilema, lo que se
plantea, a través de múltiples
experiencias
en
el
ámbito
internacional y nacional, es actuar
poco a poco con un enfoque prudente
y sensible de concienciación, en
situaciones puntuales como el trato a
la niñez, la marginación sistemática
de la mujer, la violencia intrafamiliar,
la mutilación genital femenina, los
presos de conciencia4, la invisibilidad
de comunidades minoritarias, la sutil
o descarada intervención contra la
autodeterminación de los pueblos, la
falta de conciencia y los atentados
contra el ambiente sano.
Demos una mirada a la diversidad
cultural desde el enfoque de los
derechos humanos, con algunos
ejemplos
concretos:
mutilación
5
genital femenina , las poblaciones
indígenas que utilizan el cepo y los
trabajos forzados en empresas
comunitarias, los “fuetazos” y el
“destierro”6, las mujeres obligadas a
llevar o no el burka o el niqab7, el
racismo y la eugenesia8.
Mutilación genital femenina
Desde la década del setenta, muchas
Organizaciones No Gubernamentales
(ONG),
gubernamentales
e
intergubernamentales
han
desarrollado
actividades
de
concienciación
buscando
la
erradicación de esta práctica. La
mutilación genital femenina se basa
Nº 173
Febrero de
2011
en la discriminación contra la mujer,
actualmente prohibida por normas de
derechos humanos9.
El camino hacia la abolición de la
mutilación genital femenina ha
exigido cambios de actitud respecto a
la forma en que las sociedades
perciben los derechos humanos de la
mujer. El lugar subordinado que
históricamente han ocupado las
mujeres y las niñas en la familia, la
comunidad y la sociedad ha hecho
posible que la mutilación genital
femenina haya pasado desapercibida,
al igual que acontece con la violencia
intrafamiliar, pues la interpretación
tradicional de los derechos no ha
incluido estas formas de violencia
debido a que se ha considerado que
ocurren en el ámbito privado de los
hogares y las comunidades, donde ni
siquiera el Estado debe tener alguna
injerencia.
Las palabras de Efua Dorkenoo10
resumen este aspecto: “Podemos
decir que el relativismo cultural ha
sido utilizado por aproximadamente
cien años para mantener esta práctica,
porque controla la sexualidad de la
mujer. Pero ahora lo tenemos muy
claro, sabemos que la mutilación
genital femenina es una tremenda
violación de los derechos de la mujer.
Así pues, no debería existir ningún
tipo de equívoco entre la cultura de
un país y las prácticas dañinas.
Tenemos que celebrar la cultura y
vivirla, siempre y cuando no viole los
derechos de un ser humano. El abuso
a las mujeres no se puede esconder
detrás de la cultura”.
Las
costumbres
de
poblaciones indígenas que
utilizan el cepo y los trabajos
forzados
en
empresas
comunitarias11
El indígena emberá-chamí Ovidio
González Wasorna fue sancionado
por la propia comunidad por el
homicidio cometido, en estado de
embriaguez, contra Jesús Edgar
Niaza Dobigama de su misma
comunidad.
Tradicionalmente, la comunidad ha
asignado a dicho delito una pena de
tres años de trabajo forzado en
empresas comunitarias y la reclusión
en el cepo que se debe cumplir en el
territorio de la comunidad; al
Nº 173
Febrero de
2011
imponer una sanción completamente
extraña: veinte años en una cárcel
común de la sociedad, queda claro
que la comunidad actuó por fuera de
su tradición.
Frente a este caso, dado el exceso del
ejercicio
de
las
facultades
jurisdiccionales de la comunidad
emberá-chamí,
la
Corte
Constitucional decidió garantizar el
derecho del actor, pero también la
autonomía de la comunidad para
decidir sus asuntos y dispuso que la
comunidad decidiera si deseaba
juzgar
nuevamente
al
actor,
imponiéndole una de las sanciones
tradicionales, o si prefería que el caso
fuera resuelto por la justicia
ordinaria.
Los fuetazos y el destierro12
El indígena páez Francico Gembuel
Pechene fue acusado de haber
propiciado la muerte de Marden
Arnulfo
Betancur,
quien
se
desempeñaba
como
Alcalde
municipal de Jambaló, al señalarlo
ante la guerrilla como paramilitar. El
periódico El Liberal afirmó que el
Frente Cacique Calarcá del ELN
aceptó ser el autor material.
Fuente: http//www.stopablacion.org/
La plenaria de la Asamblea General
de los Cabildos Indígenas de la Zona
Norte del Cauca decidió que el
sindicado era culpable y le impuso
como castigo sesenta fuetazos (2 por
cada cabildo) y la expulsión de la
comunidad. Entre los paeces, los
castigos más usuales son los trabajos
forzosos
en
las
empresas
comunitarias, las indemnizaciones a
las personas o familias de los
afectados, el fuete y la expulsión del
territorio (destierro).
Así como la Corte aceptó la práctica
del cepo en la comunidad emberáchamí, estableciendo que, lejos de
tratarse de un comportamiento cruel e
inhumano, se trataba de una pena que
hacía parte de su tradición y que la
misma comunidad consideraba como
valiosa
por
su
alto
grado
intimidatorio y por su corta duración,
igualmente consideró que dichos
argumentos pueden extenderse a la
Nº 173
Febrero de
2011
práctica del fuete dentro de la
comunidad páez.
En el caso de la pena del destierro, la
Corte consideró que el hecho de que
la comunidad decida alejar de su
territorio a un miembro, no sobrepasa
los límites del ejercicio de la
jurisdicción indígena, pese a que,
según el artículo 38 de la
Constitución Política de Colombia,
está prohibida la imposición del
destierro, pues significa aislar al
individuo de su entorno social y
condenarlo al ostracismo13.
humanos15
y
la
Constitución
16
Política : existe la libertad religiosa
como un derecho humano voluntario
y no puede reprimirse a las mujeres
por realizar o no prácticas religiosas.
Fuente:http://elproyectomatriz.files.wordpress.com/2008
/12/eugenesia.jpg
Mujeres obligadas a llevar o
Al referirse a la prohibición a las
no el burka o el niqab
En algunos países se persigue a las
mujeres que no lleven el burka o el
niqab; en cambio, en otros14, las
leyes las persiguen por llevarlo.
Una pregunta esencial que hay que
hacer aquí es ¿prevalece la cultura de
coaccionar a las mujeres a llevar o no
el burka o el niqab o el derecho de
las mujeres a su libertad religiosa? La
respuesta nos la dan los tratados
internacionales
de
derechos
mujeres para acceder a sitios públicos
con el rostro cubierto, el abogado
Francisco Solans, especializado en
inmigración del Consejo General de
la Abogacía en España, expresa:
“(…) el Gobierno español se
equivoca al centrar el debate en la
vestimenta. ¿Vamos a prohibir
también los pasamontañas para evitar
los atracos y los atentados? No hay
que perseguir las prendas de vestir,
sino el delito en sí”17.
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Febrero de
2011
El racismo y la eugenesia
Como consecuencia de la revolución
biotecnológica
actual,
están
renaciendo
fenómenos
tan
degradantes como el racismo y la
eugenesia. En estos últimos años,
audaces experimentos científicos en
el ámbito de la genética y la
reproducción humana conllevan
graves signos de una tendencia
eugenésica. Se han empleado
métodos
cruentos
como
la
esterilización, la eutanasia y el aborto
para cumplir los propósitos de
eliminar
a
los
individuos
considerados
“defectuosos”18,
criterios suprimidos por la ONU
desde mediados del siglo XX19.
Finalmente, estos aspectos se
seguirán debatiendo a medida que los
conceptos cambien y se vayan
aceptando. Los límites que tienen las
culturas son el derecho a la vida, la
prohibición de la esclavitud, la tortura
y el respeto a una legalidad mínima,
entendida como la existencia de
reglas previas respecto a la autoridad
competente, los procedimientos, las
conductas y las sanciones que
permitan a los miembros de cada
cultura un mínimo de previsibilidad
en cuanto a la actuación de sus
autoridades.
Las razones en que se ha sustentado,
por ejemplo la Corte Constitucional,
respecto a lo dicho en el párrafo
anterior es que puede predicarse un
consenso intercultural sobre esos
límites establecidos y tales derechos
son reconocidos por todos los
tratados de derechos humanos y no
pueden ser suspendidos ni siquiera en
situaciones de conflicto armado.
Notas
1
Conferencia Mundial sobre las Políticas
Culturales (Mondiacult, México, 1982) de la
Comisión Mundial de Cultura y Desarrollo
(Nuestra Diversidad Creativa, 1995) y de la
Conferencia
Intergubernamental
sobre
Políticas Culturales para el Desarrollo
(Estocolmo, 1998).
2
Organización de las Naciones Unidas
(ONU), Asamblea General A/CONF.157/23.
Declaración y Programa de Acción de Viena
aprobados por la Conferencia Mundial de
Derechos Humanos el 25 de junio de 1993.
3
ONU. Declaración sobre el derecho al
desarrollo adoptada por la asamblea general
en su resolución 41/128 del 4 de diciembre de
1986.
4
“Preso de conciencia” es un concepto
adoptado por Amnistía Internacional en 1961
para referirse a personas detenidas por sus
ideas, creencias religiosas, por su etnia o color
de piel, quienes no han utilizado la violencia.
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Febrero de
2011
5
Extirpación quirúrgica total o parcial de los
genitales femeninos, realizada generalmente
por un médico tradicional sin anestesia. Se
sustenta en numerosas creencias acerca del
carácter de la sexualidad femenina y su
objetivo es preservar la virginidad y la
fidelidad de la mujer.
6
Los fuetazos consisten en la flagelación
corporal con un “perrero de arriar ganado”
que tiene un significado propio, el del rayo,
pensado por los paeces como mediador entre
lo claro y lo oscuro; es decir, como un
elemento purificador. El destierro es el castigo
más grave, y sólo se aplica a quienes
reinciden en la falta y a los que no aceptan la
autoridad del cabildo.
7
El burka y el niqab son diferentes. El
primero cubre casi todo el cuerpo,
generalmente es de color azul e impide la
visión total a la mujer porque la tela presenta
una especie de malla que obliga a mirar de
frente. El niqab suele ser un velo de color
negro que cubre el rostro y deja sólo una
pequeña abertura para los ojos.
8
La eugenesia es la ciencia que trata del
mejoramiento de las cualidades hereditarias
de una raza mediante el control social de la
reproducción humana. El racismo es la
suposición de que los rasgos psico-culturales
y la capacidad humana están determinadas
biológicamente, y que las razas difieren unas
de otras en la creencia de que existe una
superioridad inherente de una raza en
particular sobre otras.
9
Declaración Universal de Derechos
Humanos, 1948 (…Los seres humanos nacen
libres e iguales en dignidad y derechos). Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos,
1966. Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, 1966, que
contiene el derecho a disfrutar del mayor
grado de salud física y mental posible.
Convención sobre la Eliminación de todas las
Formas de Discriminación contra la Mujer”,
1981 y su Comité para la Eliminación de la
Discriminación contra la Mujer. Convención
sobre los Derechos del Niño, 1989, que es el
primer instrumento vinculante que trata las
prácticas tradicionales perniciosas como una
violación de derechos humanos. El Comité
Regional para África adoptó la resolución
AFR/RC39/R9, 1989 para instar a los estados
miembros a adoptar políticas y estrategias
apropiadas con el fin de eliminar la
circuncisión femenina. Declaración sobre la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer”,
1993 que en su artículo 4 expresa que los
estados no deben invocar ninguna costumbre,
tradición o consideración religiosa para eludir
su obligación de eliminar la violencia contra
la mujer. La Conferencia Internacional sobre
la Población y el Desarrollo, 1994 estableció
las relaciones entre la salud reproductiva y los
derechos humanos. La Declaración y la
Plataforma de Acción de Pekín surgida de la
Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer,
1995, contiene una condena contra la
mutilación genital femenina como forma de
violencia contra la mujer.
10
Experta en el tema, autora de “Cutting the
Rose. Female Genital Mutilation: The Practice
and its Prevention”. (“Cortando la rosa.
Mutilación genital femenina: políticas y
prevención”. Los internautas preguntan a Efua
Dorkenoo,
en:
http://www.elpais.com/edigitales/entrevista.ht
ml?encuentro=6244&k=Efua_Dorkenoo
11
Corte Constitucional, Sentencia T349/1996, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
12
Corte Constitucional, Sentencia T-523/
1997, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
13
Corte Constitucional, Sentencia T349/1996, M.P. Carlos Gaviria Díaz.
14
Algunos países europeos como Francia y
España.
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Febrero de
2011
15
Por ejemplo el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos establece en su
artículo 18 numeral 1: “Toda persona tiene
derecho a la libertad de pensamiento, de
conciencia y de religión; este derecho incluye
la libertad de tener o adoptar la religión o las
creencias de su elección, así como la libertad
de manifestar su religión o sus creencias (…).
2. Nadie será objeto de medidas coercitivas
que puedan menoscabar su libertad de tener o
de adoptar la religión o las creencias de su
elección (…)”.
16
Constitución Política de Colombia, artículo
19: “Se garantiza la libertad de cultos. Toda
persona tiene derecho a profesar libremente su
religión y a difundirla en forma individual o
colectiva”.
17
Ver
en:
http://www.webislam.com/?idt=16324
18
Cruz-Coke M, Ricardo, “Normas bioéticas
de Unesco para evitar prácticas eugenésicas
en investigaciones biomédicas”, Revista
Médica de Chile, Santiago, junio de 2000, ver
en:
http://www.scielo.cl/scielo.php?pid=S003498872000000600016&script=sci_arttext
19
Unesco (Organización de Naciones Unidas
para la Educación, la Ciencia y la Cultura).
Declaración Universal sobre el Genoma
Humano y los Derechos Humanos, 1997,
artículo 2: “Cada individuo tiene derecho al
respeto de su dignidad y derechos,
cualesquiera que sean sus características
genéticas. Esta dignidad impone que no se
reduzca a los individuos a sus características
genéticas y que se respete el carácter único de
cada uno y su diversidad”.
Luis Alfonso Herrera Restrepo.
Abogado especializado en derechos
humanos, con experiencia de más de
veinticinco años en Colombia y América
Latina, exfuncionario de una ONG
internacional de derechos humanos y
exconsultor de la Oficina en Colombia del
Alto Comisionado de las Naciones Unidas
para los Derechos Humanos y del
Programa de Naciones Unidas para el
Desarrollo. Escribió este artículo
especialmente para la Agenda Cultural
Alma Máter. Correo electrónico:
[email protected]
Nº 173
Febrero de
2011
En prácticas culturales:
los derechos humanos
no son suficientes
Karem Rodríguez Ríos
M
uchas costumbres de otros
pueblos son consideradas
como actos crueles por
sus incidencias psicológicas, físicas y
legales, como los matrimonios
forzosos entre menores de quince
años, la felación durante los ritos de
iniciación de los jóvenes, la
escarificación facial y corporal, la
lapidación de las mujeres adúlteras, la
limadura de dientes, incisión y
expansión de labios y orejas, la
deformación de los pies, la extensión
del cuello y la ablación o circuncisión
femenina. Esta última práctica ha
generado un vivo debate que opone,
por un lado el relativismo cultural
extremo que lleva a la aceptación de
Nº 173
Febrero de
2011
cualquier práctica de pueblos ajenos
al nuestro y, por el otro, la defensa de
los derechos humanos universales.
Las niñas Sandé de Sierra Leona,
para dar un ejemplo, son enviadas al
campo por semanas, cuando tienen su
primera menstruación; allí son
instruidas por comadronas acerca de
las responsabilidades que implica su
condición de mujer y luego son
sometidas a la ablación de sus
genitales; en algunas ocasiones,
también se presenta la infibulación, la
cual supone que en la noche de bodas
el marido retire la sutura con un
puñal. La cicatrización de estas
heridas será prueba de la instrucción
de la mujer y del reconocimiento que
ella hace de su estatus y de sus
obligaciones con la sociedad. Las
niñas sienten temor, pero se
identifican con esta práctica pues les
permite realizarse como miembros en
la sociedad a la que pertenecen. El
control de la sexualidad se convierte
así en un instrumento de cohesión
social.
Estas experiencias constituyen un
proceso de aprendizaje parcialmente
consciente, en el cual la generación
de mayor edad induce, determina y
obliga a la de menor edad a
comportarse y actuar de acuerdo con
la normatividad establecida. La
correcta
viabilidad
de
estos
procedimientos permite la integración
de cada uno de sus miembros a sus
respectivos roles y responsabilidades,
garantizando así el orden de la
comunidad. En estas circunstancias,
la protección de los derechos
individuales puede traducirse en una
amenaza para la continuidad de las
comunidades tradicionales cuya
cohesión social depende de que se
sigan ejecutando dichas prácticas o
rituales.
La Declaración de los Derechos
Humanos
Universales
suscita
conflictos
entre
los
derechos
colectivos
y
los
derechos
individuales.
Actualmente,
los
derechos humanos son una esperanza
escrita sobre el papel: la cárcel de
Guantánamo, la guerra de los
Balcanes y las múltiples violaciones
a la libertad de expresión y prensa
son pruebas, más que suficientes, de
que el tratado firmado en París en
1948 fue más un protocolo que una
realidad y resulta paradójico llegar a
juzgar a partir de esta Declaración las
prácticas de otros, cuando el mismo
modelo hegemónico no ha asimilado
los principios que ha proclamado.
Aunque con la declaratoria de los DH
se estableció todo un cuerpo de
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Febrero de
2011
normas positivas, estas entraron en
conflicto con esa identidad cultural
que, según la misma legislación
internacional y local, se debe
proteger. Adicionalmente, el Estado
difícilmente puede regular la
educación tradicional, la cual es
dominio privado de la familia.
Fuente:http://acasadoouro.blogspot.com/2010_02:01_arc
hive.html
La percepción de lo que se considera
un problema social varía de una
sociedad a otra. En Occidente se han
promovido los movimientos sociales
a partir del reconocimiento de la
inequidad en la distribución de los
recursos, la exclusión y la falta de
representación, la lucha de clases,
entre otros. En las regiones
denominadas del tercer mundo, la
intromisión, el expansionismo y la
imposición de Occidente son
considerados como asuntos que
requieren acciones directas. En este
contexto, algunas prácticas rituales
son tomadas como una verdadera
arma de resistencia contra el
colonialismo. En Egipto, las familias
llevan a sus niñas a los hospitales
para que les realicen la circuncisión,
para evitar los problemas de salud
que se presentaban cuando la cirugía
era realizada por una comadrona en el
hogar, pero esas familias no ven en
esas
prácticas
un
problema
relacionado
con
el
dominio
masculino. En cambio, las feministas
subrayan la existencia de una
estructura inconsciente que jerarquiza
los sexos y coloca al sexo masculino
en una posición superior. Esas ideas
estarían profundamente arraigadas en
hombres y mujeres y justifican
muchas costumbres que implican un
sometimiento del sexo femenino. Las
concepciones populares sobre el
cuerpo femenino y la sexualidad
llevarían a múltiples formas de
violencia física y simbólica contra la
mujer.
Mientras tanto, en Colombia, la
comunidad embera asentada en el
departamento de Risaralda en el
occidente del país, al registrarse
varias muertes de niñas a causa de
esta práctica, decidió, luego de una
ardua campaña pedagógica en asocio
con varias instituciones y
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Febrero de
2011
Fuente: http//3.bp.blogspot.com/_rdxXtYJpYXE/S8lPmg-p9EI/AAAAAAAAAoY/M8xGFcOfxR0/s1600/Burka.jpg
Organizaciones No Gubernamentales
(ONG), renunciar a la práctica de
ablación o “curación”. Los medios de
comunicación recogen una de las
razones que provocaron la decisión
de los embera al rechazo de la
práctica en términos de que “ahora”
consideran que no hacía parte de sus
costumbres ancestrales, sino que se
trataba de una práctica impuesta
durante la conquista que las parteras
realizaban sin una razón simbólica.
Pese a que este era el único caso
registrado en América Latina, es
necesario estudiar las características
en las que se desarrollaron estas
consideraciones, pues en muchas
ocasiones esos cambios se presentan
por las presiones ejercidas dentro de
estas comunidades por instituciones y
organismos, más que por una
conciencia definida que abarque la
igualdad y el respeto para todos los
miembros de la comunidad.
No debemos olvidar que el cambio es
el resultado de un desarrollo de las
prácticas, ideas e instituciones en un
transcurrir en el tiempo que lleva
Nº 173
Febrero de
2011
consigo
transformaciones
difícilmente irreversibles. Para que
los cambios sean reales, serios y
modifiquen
estructuras
deben
desarrollarse desde el interior y no
solamente como una imposición,
como un mandato externo. Es por
esto que los mismos miembros de las
comunidades,
que
algunas
organizaciones
han
llamado
“víctimas” deben ser aquellas que por
sus experiencias se identifiquen con
el problema y puedan buscar una
solución. Como menciona Gabriela
Mendoza: “El hecho de que el
individuo haya crecido con ciertas
actitudes y prácticas no lo condena a
la incapacidad de reflexionar sobre
ellas” (Mendoza, 2005); considerar lo
contrario significaría pensar que las
distintas comunidades necesitan de
otros (Occidente) para visualizar sus
problemáticas, y sería una forma de
señalar su inferioridad.
Por otro lado, debemos tener claras
las diferencias que existen en las
diversas culturas, al concebir el
tiempo y el espacio. Las comunidades
amazónicas consideran el tiempo
presente como una reconstrucción de
un pasado mítico que es necesario
mantener. Mientras tanto, Occidente
está constantemente transformando
su presente para lo que considera un
“mejor futuro”; su presente no es
estático, por ello hay una infinidad de
cambios, no solo tecnológicos, sino
también morales e ideológicos que
son mucho más fáciles de percibir en
el transcurso del tiempo.
Fuente:http://dempeus.nireblog.comcatcambio-climatico
Hoy en día, en la sociedad occidental,
los jóvenes ya no son sometidos a
rituales de transición, no hay algo que
les indique que son adultos, o al
menos no algo suficientemente
significativo. Esto los empuja, con
frecuencia, a acercarse a grupos,
pandillas, sectas y grupos armados,
en los que se encuentra una cierta
cantidad de rituales jerárquicos que
les dan status social y una posición
con deberes (Campbell y Moyers,
1996). Si no se transforman los
rituales por solicitud de sus propios
practicantes o a través de otras
formas rituales con un alto contenido
simbólico, que pueda suplir al
anterior, el cambio que se presentará
Nº 173
Febrero de
2011
será
superficial,
sin
una
consideración lo suficientemente
estable y mucho menos con un
significado que identifique a la
población. Cuando esto ocurre, se
pueden presentar de nuevo las
prácticas que fueron en rechazadas en
un determinado momento o surgir
otras
que
pueden
repercutir
negativamente en los individuos y en
su identificación como comunidad.
Por ello son necesarias las
transformaciones que realmente
proyecten un cambio consciente, con
un notorio significado colectivo,
dentro del cuerpo de prácticas y
normas que poseen las diversas
comunidades, en donde se incluya la
igualdad y el respeto a los derechos
básicos y expresiones sensibles para
todos y cada uno de sus miembros;
sin llegar a ser parte de un modelo
totalizador como ha pretendido, en
sus políticas económicas y culturales,
la globalización.
Referencias
Campbell, Joseph y Moyers, Bill, El poder del
mito, Barcelona, Emecé Editores, 1996, 314 p.
Mendoza Correa, Gabriela, “Derechos
humanos y tradiciones comunitarias: el caso
de la circuncisión femenina”, en: Estudios de
Asia y África, vol. 40, n.° 02, mayo- agosto de
2005, México, Colegio de México, pp. 341378.
Ardila, Paula Andrea, “No habrá más ablación
femenina en los Embera- Chamies”,
disponible
en:
http://www.eltiempo.com/colombia/ejecafetero/no-habra-mas-ablacion-femenina-enlos-embera-chamies_8431040-4, consultado
el 20 de diciembre de 2010.
“Colombia: etnia indígena prohíbe la ablación
femenina”,
disponible
en:
http://www.semana.com/noticiasnacion/colombia-etnia-indigena-prohibeablacion-femenina/148425.aspx, consultado el
20 de diciembre de 2010.
Karem Rodríguez Ríos.
Estudiante de quinto semestre de
Antropología de la Universidad
de Antioquia, es miembro del
grupo de investigación Religión
Cultura y Sociedad de la misma
Facultad. Escribió este artículo
especialmente para la Agenda
Cultural Alma Máter.
Nº 173
Febrero de
2011
Relativismo
cultural vs
derechos
humanos:
¿confrontación
o tolerancia?
Rubén Darío Jaramillo Cardona
Fuente: http://www.grupoenlacedenoti-cias.com/Noticafe/Internacional/se-queda-sin-revision-medica-portradicion-del-niqab.html
Si
por relativismo cultural
entendiéramos la relación del
fenómeno de la convivencia
y el choque de muchas expresiones
culturales, con valores diferentes o con
acentos diferentes sobre problemas
similares, el dilema que se nos
presentaría
nos
impondría
una
pregunta:
¿los
procesos
de
globalización que abarcan los derechos
humanos como práctica social, como
teoría y como utopía, pertenecientes a
Occidente, de donde son originarios, se
podrán imponer a otras culturas y
continentes? ¿le damos igual valor a
culturas diferentes? No es fácil para la
filosofía del derecho o para los
estudiosos de la cultura hacer
reflexiones sobre este tipo de
cuestionamientos porque son los
contextos los que muestran algunas
validaciones. Si la Constitución
Política
de
Colombia
permite
autoridades
indígenas,
acepta
instituciones autóctonas como los
Nº 173
Febrero de
2011
resguardos y cabildos y en su territorio
hay normas consuetudinarias que
imponen castigos como el cepo
(Andes-Antioquia)
o
similares,
descritos para el pensamiento liberal
como modalidad de tortura, estamos
frente a acontecimientos claros que
nos interrogan sobre cómo una práctica
social tradicional se opone a unos
valores constitucionales consagrados
como ejercicio de la unidad nacional,
como ejes conceptuales para originar
un Estado legítimo y una justicia que
debe producir cohesión social, al
momento de resolver los conflictos
entre particulares o ciudadanos
súbditos de ese Estado.
comportamiento social, no exento de
conflictos políticos y sociales; para
citar un ejemplo:¿qué hacer con un
pozo petrolero descubierto en territorio
de un resguardo, donde no hay
interpretaciones
que
promuevan
convergencias, ya que los principios
filosóficos del pensamiento indígena
confrontan
radicalmente
en
su
cosmovisión, en su ecoteología, con el
pensamiento neoliberal que justifica
explotaciones económicas al servicio
del capital en todos los lugares del
planeta e incentiva conceptos como
regalías,
responsabilidad
social
empresarial y otros, para permitir una
salida al conflicto?
Pero la realidad no es así. Y es desde la
interculturalidad que se puede dar una
respuesta transitoria a un problema que
toca tanto las raíces de la identidad
colectiva de una nación, como las
identidades individuales de sus
pobladores. La interculturalidad hace
énfasis en las relaciones entre las
diferentes culturas “que se fundan en el
intercambio bidireccional, simétrico y
personal, sustentadas en el principio de
la aculturación, que a su vez consiste
en la asunción mutua de elementos
culturales y en el respeto de las
identidades individuales”1.
La interculturalidad, por su parte, se
caracteriza por generar la intensidad de
los contactos, promover la convivencia
entre
sujetos
de
distintas
nacionalidades y hábitos, exigir
construcciones de sociabilidad nueva,
de otras regulaciones sociales allí
donde es imprescindible permitir los
lazos comunitarios que ayuden a
construir vida cotidiana y, a su vez,
sociedad civil orgánica.
El modelo multicultural posibilita la
convivencia y la tolerancia de etnias y
expresiones
variadas
en
el
La interculturalidad no se opone al
choque de conceptos, de valores e
ideologías, pero interroga para permitir
una misma configuración histórica. Es
así como los inmigrantes de diez países
y culturas diferentes conviven en
Europa, en Estados Unidos, respetan
sus raíces religiosas, sus rituales y
fiestas, sus costumbres y celebraciones
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originales, pero en la hora de la
solidaridad y de mantener una
comunidad viva deben asumir normas
comunes o creadas por ellos mismos,
punto en el cual los estatutos y
reglamentaciones de leyes nacionales
(por ejemplo de oficinas de planeación,
usos del suelo, asuntos inmobiliarios —
propiedad horizontal— o derechos
políticos) tienen que sufrir cambios
porque en los procesos globales,
conceptos y prácticas como soberanía,
ciudadanía, oportunidades laborales
entraron en crisis. Hay en marcha una
construcción de identidad colectiva
inédita que debe aceptar la diversidad y
corresponde a líderes políticos y
religiosos destruir el fundamentalismo
ideológico y educar de diferente
manera
para
aprender
“ciudadanos universales”.
a
ser
Es un error que los legisladores y
jueces franceses ordenen en sus
escuelas y universidades que una
inmigrante, francesa o no de origen
musulmán, tenga que renunciar a la
burka para sentarse en un aula de clase.
Lo único que produce tal decisión es
una confrontación; no se pueden
imponer valores ni obligar por norma a
renunciar a valores de orden moral o
religioso, cuando el mismo Immanuel
Kant fundamentó como uno de los
derechos humanos más importantes el
de “la libertad de conciencia”, derecho
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que permea decisiones críticas y
confrontadoras (en forma civilizada) de
la legislación de un país a través de la
“objeción de conciencia” frente a
tópicos sobre los que nunca habrá
consensos ni unanimismos en el seno
de la sociedad, como el aborto o la
eutanasia que implican conductas
médicas o de administradores que no
renuncian a principios éticos ni se
apartan de prácticas específicas.
Mientras este proceso intercultural
avanza y se teje en medio de conflictos
y de errores, ¿cómo debe operar la
justicia y la jurisprudencia? En el
debate entre el multiculturalismo y la
interculturalidad está atravesada la
justicia cotidiana y la resolución de
problemas inmediatos. Son los
políticos los que nos llaman la atención
acerca de que las discusiones
académicas deben tener límites y deben
precisar salidas operativas a problemas
de hondo calado como estos.
Para mí, el relativismo cultural, el
choque puntual de valores de distintas
concepciones debe originar fallos
diferentes, fundamentados y razonados
desde una perspectiva integradora de la
civilización, constructiva de la
sociabilidad, ajena al interés nacional
de imponer una sola visión de asuntos
mediatizados por el enfrentamiento de
derechos, porque es en este campo, el
de los derechos fundamentales, donde
se debe tejer la constitucionalización
de la interculturalidad, dejando huella
de lo que une a una sociedad y lo que la
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separa, explicando la negativa a una
absolutización de cualquier derecho
humano, excepto del primero, la defensa
de la vida.
En cada caso concreto deben auscultarse
los valores enfrentados, las soluciones que
las diferentes justicias operan en la cultura
(la indígena, la alternativa, la autoritaria)
para comprender su impacto cuando se
trata de asuntos interrelacionados con la
convivencia urbana, no tanto con la rural,
pues en las grandes ciudades, en ese
archipiélago de objetos, carreras y de
grandes multitudes, es donde hierven los
conflictos de manera nueva y con mayores
consecuencias.
El relativismo cultural implica el estudio
de una interculturalidad dialogante, donde
se destacan sujetos específicos de
derechos humanos: las etnias, las
minorías, las mujeres, cuyos alegatos
principales apuntan a la comprensión de
algunos valores diferentes a aquellos que
el sistema capitalista de producción
impone día a día: el éxito, el prestigio
individual, el dinero, la privatización de
servicios públicos y otros. Valores como
la ligazón de la tierra a la estructura de
personalidad y la cosmovisión sistémica
de las etnias o los derechos sexuales y
reproductivos sobre los que el feminismo
como ideología promueve la autonomía de
la mujer para cierta toma de decisiones
asociadas a la reproducción y al placer, o
los hábitos de minorías colectivas como
los gitanos, hoy cuestionados en la
Francia de Sarkozy, deben construir tejido
social, deben contribuir a una convivencia
fuerte y segura, no solo con miras a
enfatizar ciertas diferencias, ni a tolerar
por tolerar lo que la epidermis social
muestra como actitud comportamental
diferencial en estos sujetos.
La interculturalidad genera nueva
regulaciones, una valoración positiva del
inmigrante y su trabajo, una reflexión
sobre unos ciudadanos (hijos de aquellos)
que nacidos en tierra extranjera serán
mañana una composición híbrida de
costumbres, prácticas y usos, cuyo
sincretismo será un desafío para el futuro
en la sociología política, en el derecho y
en la forma de hacer justicia, pues no
primarán los criterios de la justicia
ordinaria, sino que se renovará con
visiones mestizas.
Esta interculturalidad obligará a nuevos
parámetros en la educación, trasformará a
los docentes, o los excluirá si no asimilan
los cambios sociales y culturales. Esta
educación será un reto para la teoría de los
derechos humanos que incluye el debate
ética-derecho, la asunción de valores
individuales y colectivos en su
conceptualización, pero ubicada en cada
caso concreto. Reto que demandará
lecturas necesitadas del estudio de una
“subjetividad” encarnada todos los días en
actitudes, en enfoques y maneras de ver el
mundo y de relacionarse diferente con el
conjunto de ciudadanos de aquel país que
acoge a los extraños, a los extranjeros.
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guerra pretende solucionar algunos donde
se sacrifica el derecho, por qué “medir”
una minoría étnica con valores
occidentales es un error, así como
desconocer otras filosofías y posiciones
ante el mundo.
Fuente:
http://www.flickr.com/photos/richphotog/40090099987/sizes/z/in/photos
tream
Toda sociedad está amenazada por fuerzas
disruptivas, toda política busca la
generación de identidad colectiva; todo
proceso de sociabilidad es un intercambio
de conductas que necesitan negociar o
compartir una convivencia sana. Toda
convivencia, toda política, toda clase de
manifestaciones
culturales
necesitan
reglas. Al operador de justicia le compete
este estudio, un análisis del choque
cultural, revelar cómo actúan libertades
individuales mediatizadas por fenómenos
religiosos que en algunos casos se
enfrentan a la ley positiva y rechazan el
mandato de unidad nacional. Al operador
de justicia compete entender por qué la
justicia ordinaria selecciona los conflictos
básicos de una sociedad, por qué otros
tienen soluciones alternativas, por qué la
Pero el relativismo cultural no es absoluto
y la propuesta de interculturalidad exige
resultados. Es necesario que la norma
jurídica origine cohesión social, sin
producir permanentes posturas de dominio
sobre quienes difieren sobre los valores de
Occidente. El operador de justicia debe
abrir su mente a nuevas temáticas desde
una disciplina como la antropología, casi
inexistente en los currículos de las
facultades de derecho.
El alto componente utópico de los
derechos humanos desafía los tribunales.
Los derechos morales se hacen positivos
cuando una sociedad reclama un lugar
digno en el mundo para cada ciudadano. Y
si algunos ciudadanos desobedecen al
Estado (salvo si abrazan hechos
delictuales), corresponde a éste buscarles
un “lugar”, aunque sean poco afines a sus
leyes. La constitucionalización de la
interculturalidad debería ser un principio
de nuestra Constitución Política, valga la
redundancia, para orientar la convivencia
conflictual de nuestros habitantes. La
globalización obliga a pensar de otra
manera las relaciones locales, nacionales e
internacionales y la dignidad humana de
todo sujeto de derechos está en juego.
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Bibliografía
Bonalumi, Gilberto, “La apuesta por la
interculturalidad”,
Revista
Letra
Internacional, n.° 91, año 2006.
2
Krotz, Esteban, Antropología jurídica:
perspectivas socioculturales en el estudio del
Derecho, Barcelona, Editorial Ánthropos,
2002, 332 p.
1
Rubén Darío Jaramillo Cardona es
Abogado de la Universidad de Antioquia.
Actualmente se desempeña como Decano de
la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de
la Universidad Católica de Oriente. Escribió
este artículo especialmente para la Agenda
Cultural Alma Máter.
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