Reseña de Monserrat

Anuncio
Presentación De Pacientes a Exigentes
Monserrat Salas Valenzuela*
Quiero iniciar agradeciendo a Carmen Castro la invitación a presentar su libro, así
como al Centro de Estudios en Salud y Sociedad y al Colegio de Sonora, que en esta
ocasión y en otras previas me han recibido con atenciones y generosidad poco usuales.
No sólo es grato sino necesario para mí, presentarles este libro, porque fue durante
sus estudios de Doctorado y la conscuente elaboración de su tesis, que da vida a este
texto, que conocí a Carmen. No recuerdo todos los detalles de esos primeros
encuentros, pero me admiraba que viajara desde Hermosillo a la Ciudad de México con
su mochila y muchos papeles, y de regreso trajera más papeles, más fotocopias y
siempre varios libros recién adquiridos. Conversábamos sobre sus Coloquios de
doctorado en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, sobre sus
avances y poco a poco fui comprendiendo de qué se trataba su proyecto.
Muy pocas personas han estudiado la calidad de la atención en salud desde una
perspectiva diferente a la gerencial y éste es el caso de Carmen. Pocas personas han
formulado su objeto de investigación desde la perspectiva de derechos, y también es el
caso del trabajo de Carmen.
¿Por qué pocas personas han estudiado desde una perspectiva que no sea la
gerencial? Porque el concepto de calidad surge precisamente desde este ámbito, de la
industria, de los servicios, de la noción de cliente-prestador, con el propósito de
mejorar las condiciones de oferta de sus bienes y servicios. Cuando esta lógica se
traslada a los servicios de salud (proveedores-consumidores) el concepto queda
atrapado entre la lógica gerencial y la lógica del poder médico.
¿Por qué pocas personas han elaborado el objeto de estudio “calidad” desde una
perspectiva de derechos?…. Porque no resulta fácil, porque el atrapamiento en el
sistema médico oscurece las salidas teórica y metodológica. Porque la medicina no fue
una actividad construida desde la democracia y los pacientes han sido considerados
insumos de opinión en la ecuación de la calidad. Así, como lo dice Carmen, médicos y
usuarios, usuarias e investigadoras, quedamos aprisionados en la rigidez de la red de
poder del sistema médico.
Por eso me gustó tanto el trabajo de Carmen, porque ella ensaya la conformación del
objeto de un modo que conjuga nociones teóricas y abordajes metodológicos para
lograr una propuesta muy novedosa, y muy atrevida, diría yo.
Fortalezas, su trabajo tiene muchas, voy a mencionar sólo tres de ellas:
1. Lo que ella denomina el ir y venir de la teoría a la información empírica. Con
frecuencia, el denominado “método científico” está tan interiorizado en
nuestro quehacer social, que elaboramos previamente un esquema teórico,
luego colectamos datos de campo y al final los presentamos, en un cierto orden
y con una cierta intención. Pocas veces vamos cuestionando estos datos con
elementos de nuestra teoría, o incluso nuestros propios elementos teóricos con
la información de campo; los pasos suelen darse por separado, sin relación o
articulación alguna, no se cuestionan o revisan las teorías a la luz de la
información empírica, la cual sólo se utiliza para demostrar las “profecías
autocumplidas”. Carmen sabe que este es una de las fortalezas de su trabajo, lo
menciona en las reflexiones finales y yo coincido plenamente con ella. Me sirve
este punto para comentarles que una tarde de sábado, cuando estaba
intensivamente dedicada a sus observaciones y entrevistas, me llamó por
teléfono y me compartió dudas y reflexiones sobre lo que estaba encontrando
en las consultas del hospital. Hablamos largamente porque descubría un eje
crucial para lo que ustedes pueden leer hoy en su libro: el hospital donde
observó las consultas es un hospital-escuela, lo cual le dio elementos para
llegar a una de las grandes conclusiones de su trabajo: que la institución enseña
a los médicos a ser médicos (y también a los pacientes a ser pacientes).
2. Su formación como socióloga, el acompañamiento de Roberto Castro, su
Director de Tesis y el modo en que se describe en la solapa del libro:
apasionada de la disciplina sociológica, le hacer voltear al pensamiento
sociológico para formular su problema de investigación y para interpretar la
información empírica. Bourdieu, Freidson, Foucault y otros autores, le permiten
construir un dispositivo conceptual y teórico para entender su problema de
investigación: hábitus, circularidades y claroscuros en la relación médicopaciente. Sin embargo, muestra una apertura singular para tomar desde otras
disciplinas lo necesario para lograr su propósito. Seguramente por eso nos
entendemos, ya que no se trata de imponer fronteras, sino de desbaratarlas, y
aunque en un principio del libro afirma “este es un estudio sociológico sobre
calidad de la atención”, al final menciona que se ha “comunicado
estrechamente con otras disciplinas” como la antropología, en cuanto a
metodología y en cuanto a nociones conceptuales como el Modelo Médico
Hegemónico. Así se va construyendo la multidisciplina, acercamientos que me
entusiasman cada vez más.
3. La tercera fortaleza de su libro: lo realizado en el trabajo de campo. Hay
quienes, al menos desde la antropología, afirman hoy día que la diferencia (aún
no comprendo ¿por qué nos preocupa tanto la diferencia?) entre sociología y
antropología, es que esta última se dedica a la observación intensiva en campo,
a evidenciar los detalles, a describir lo obvio, lo que la gente hace y por qué lo
hace. A mí no me inquieta establecer la diferencia, sino más bien reconocer
que en el trabajo de Carmen, el esfuerzo de coleccionar información empírica
es incuestionable. No sólo por las interminables horas en campo, sino por la
sistematicidad y la intencionalidad de esta búsqueda. Lo reitero: desde mi
punto de vista, éste es uno de los valores profundos de su trabajo. Que en el
libro, en tanto producto en el que expone sus resultados, aparezca como
proceso acabado, sólo se logra con esfuerzo cotidiano, al revisar los datos. Por
ello, cuando Carmen concluye que “Los prestadores no aclaran a la paciente
quién la está atendiendo”, o “El médico no pregunta a la paciente sus dudas ni
se asegura de que todo haya sido comprendido”, o “No hay criterios claros para
el acceso a los recursos destinados al programa de atención de cáncer de
mama” (p. 391) no se trata sólo del registro anecdótico de comentarios
informales, sino la sistematización de decenas de situaciones reales que
observó de primera mano.
Por tanto, hago la invitación a leer y releer este libro, por su contenido teórico, por
sus evidencias metodológicas, por refrescar la mirada teórica de cara a cada uno de
los hallazgos empíricos, pero sobre todo, porque da voz a mujeres que pese a sus
condiciones adversas, esperan ser atendidas con calidad en los servicios de salud.
Entre su vasta revisión bibliográfica, me parece destacable el que Carmen retomae
los planteamientos de Marisa Matamala, que en cierta forma representa el
pensamiento del movimiento amplio de mujeres que en los países del sur del
continente luchan por la democracia y colocan su análisis en los sistemas de salud
para mostrar que éstos (administrativa, clínica y socioculturalmente) construyen y
reproducen diversas inequidades y que para pasar de ser pacientes a exigentes, se
trata de que el propio sistema de salud promueva una conciencia de derechos, que
las usuarias reconozcan el derecho a tener derecho (eso es la ciudadanía) y que la
sociedad toda se encamine a construir las condiciones de posibilidad de su
ejercicio.
Felicito y saludo muy gustosamente la publicación de este libro, tan necesario para
quienes hacemos investigación social en salud, como –me atrevo a decir– para el
personal de las instituciones médicas verdaderamente interesados en mirar
críticamente la lógica de su desempeño profesional cotidiano.
MUCHAS GRACIAS
Descargar