1 Etnos, literatura y nación: El triángulo invisible del siglo XX cubano Por Roberto Zurbano Torres Los estudios literarios en Latinoamérica desde la década del ochenta y los llamados estudios postcoloniales en este final de siglo han estado señalando un espacio problémico que pretendo abordar en la dinámica actual del campo literario de mi país: La presencia del negro en las letras cubanas, su condición de sujeto de la escritura por una parte y de objeto de la misma por otra ; así como los emplazamientos etnocéntrico, racista e ideológico desde donde se han pensado y producido la mayor parte de nuestro patrimonio literario. La influencia de las culturas “negras” o de origen africano en nuestro acervo literario, la invisibilidad, marginación y otras deformaciones de una cultura aportada por los negros y el lugar de dichos sujetos en el discurso literario cubano del siglo XX. Es importante en Cuba abordar esta problemática no solo desde las diversas maneras en que Robert Scarpit, Pierre Bordieu, Tzvetan Todorov y Edmon Cross han enriquecido la teoría y la praxis socioliteraria, sino desde los fundamentos antropológicos, historiográficos e ideológicos que constituyen el campo literario y el campo sociocultural en Latinoamérica, siempre fundidos en los textos de nuestros primeros pensadores: autores como José Martí, Pedro Henríquez Ureña, Fernando Ortiz, Alejo Carpentier, Roberto Fernández Retamar y otros. Los textos de 2 Antonio Cornejo Polar han enriquecido en el plano teórico los modos de acercarse a las identidades de los sujetos literarios latinoamericanos. La noción de campo literario que ha aportado Bordieu en el último tercio del siglo XX nos será muy útil en la dilucidación de una problemática cuyos elementos particulares - textualidad, tematizaciòn, estéticas- impiden resolver las interrogantes sociológicas que plantea esta a nuestras letras Dicha problemática de intermitente y tardía mirada por parte del pensamiento critico de la cultura cubana ha estado entrampada entre tres discursos o modos de analizar dicho problema en la sociedad cubana de todo el siglo XX: el tantas veces negado abordaje (real, práctico) de la complejidad étnica de nuestro país, donde toda la zona que corresponde a el aporte, la posición y el protagonismo de los negros en nuestra sociedad y cultura ha sido constantemente aplazado -a pesar de tremendos esfuerzos de importantes personalidades. En segundo lugar el discurso crítico, teórico e historiográfico de la cultura cubana ha negado, deformado e invisibilizado mas de una vez esta problemática que es –en su peculiar complejidad- uno de los elementos imprescindible par entender la construcción identitaria de nuestra cultura. En muchos textos maestros de la historiogragía y la reflexión literarias cubanas pondremos pueden hallarse diversos ejemplos de exclusiones y operaciones de invisibilidad, fundadas en condicionamientos racistas, clasistas, ideológicos desde los cuales parten tales operaciones. Y en tercer lugar el concepto y el debate sobre el concepto nación a la hora de pensar en 3 la masa negra que la funda y la conforma. Estos tres maneras de enfrentarse a la problemática que queremos abordar conforman cada uno un muro de contención que impide la reflexión desprehuiciada del asunto. Dichos muros suelen tocarse por algunos extremos y - desde una perspectiva geométrica- conforman un triángulo en el cual este problema permanece aun encarcelado. Historizar de manera rápida este asunto quiere decir señalar el paso por la llamada literatura abolicionista que colocó el sentimiento anti-esclavista en las paginas de nuestras primeras novelas y el problema de la racialidad –que no del racismo- en una zona visible de nuestras letras durante el siglo XIX. Habría que referirse también a mujeres y hombre de letras negros y mulatos como Gabriel de la Concepción Valdés (Placido), Juan Francisco Manzano, Isabel Ximeno o Narciso Blanco. Se incluyen aquí algunos diarios de campaña, testimonios, epistolarios y otros paratextos literarios de la época (fines del siglo XIX) en que podemos encontrar diversas de referencias sobre los negros iletrados en Cuba. En otra dirección hallaremos una zona negros, aunque de una cultura que forma parte de la cultura literaria de estos ágrafa que se expresa en una serie de firmas congas y abakuas, que podrían someterse a un examen semiótico, y así poner en evidencia la manera en que se instituye una cultura no solo de preocupación sobre los sujetos y los temas negros sino desde la figura del sujeto social y autoral que también llegaron a ser. 4 Para la historizaciòn del fenómeno abordado resulta imprescindible trabajar con un instrumental multidisciplinario intentando ubicar la complejidad que tiene este asunto no solo en el plano de la cultura y las letras cubanas, sino incluso en sus connotaciones ideológicas y políticas más significativas, algunas de las cuales muchas veces definen el fundamento de las poéticas autorales que tienen que ver con el tema. SI “el etnos cubano, según Jesús Guanche, refleja un alto grado de consolidación intraétnica”(1), vale agregar que la autoconciencia etnica, en el caso de los negros cubanos, ha sufrido una atrofia que puede historizarse desde los tiempos de la esclavitud. La condición subalterna que han mantenido los negros en Cuba durante siglos reproduce aun –en la mentalidad social cubana- diversas formas de prejuicios y discriminación raciales. Muchos artistas e intelectuales cubanos durante el siglo XX han asumido esta problemática a pesar de los estigmas con que ha sido condenada, pues “lo canónico era la cosmovisión del grupo dominante blanco”(2) -y racista, me gustaría agregar a esta observación de V. Fowler. Este proceso no es privativo de Cuba sino que se expresa en toda la América Latina y el Caribe, nuestra diferencia está en ese factor que señala Víctor Fowler cuando precisa que “el triunfo en Cuba de una revolución socialista, incorporó nuevos elementos al debate”(3). Y aunque “los estudios sobre procesos étnicos y raciales en Cuba – según el propio Guanche- cuentan con una abundante 5 bibliografía que permite conocer tanto el desarrollo histórico de la nación cubana desde su génesis hasta el presente, como los vínculos biológicos y culturales entre diferentes grupos humanos procedentes de varias latitudes, así como la intensa y creciente mezcla que se efectúa entre la población nacida y multiplicada durante decenas de generaciones en la isla, independientemente de sus características externas”(4); las confusiones y diferencias entre lo étnico y lo racial vuelve a ser un debate necesario en la sociedad cubana, reformulable en sus implicaciones epistemológicas y en sus fundamentos sociológicos. Revisar y actualizar este debate permitirá mirar más profundamente los procesos socioculturales a los cuales estamos asistiendo en Cuba hoy. ¿Cómo se ha expresado este fenómeno en las letras cubanas del siglo que terminó es una de las interrogantes fundamentales del presente texto, que es además un proyecto de libro que pretende historizar la situación del sujeto escritor negro y del sujeto personaje negro, así como temas y problemáticas referentes al rol asignado a y jugado por los negros en la historia literaria cubana durante todo el siglo que recién concluyó. Esta zona del campo literario en Cuba tiene una serie de prejuicios que acompañan sus abordaje histórico por lo que nos veremos obligados a insertar la situación del sujeto escritor negro en la historia social cubana. La vanguardia cubana ofrece una de las primeras respuestas a nuestras interrogantes, resultando el primer momento del debate social sobre el tema en el 6 plano de la literatura y de otras artes. La adscripción al negrismo de varias zonas de la cultura que irrumpen esa época en el controvertido debate sobre el nacionalismo y otros temas identitarios, entre el fervor de universalización que traen las corrientes vanguardistas, condicionan el campo literario para que pudieran valorizarse las obras de figuras como Nicolás Guillen, Emilio Ballagas o Alejo Carpentier, entre otros, quienes - de modos muy diversos- expresan las preocupaciones etno-raciales, dándole un peso importante dentro de las reflexiones socioculturales del momento. En este primer momento nos referimos a esa etapa que abarca la entrada de las corrientes vanguardistas en Cuba hasta el momento en que se constatan sus obras más logradas, es decir desde la mitad de la década del veinte hasta los años cuarenta. En estas tres décadas asistimos a un debate esencial sobre la nación cubana; a partir de los años veinte la conciencia social cubana se explaya en una serie de publicaciones culturales que evalúan desde la presencia norteamericana en Cuba hasta el aporte de los negros a la cultura y la sociedad cubanas, pasando por el rescate político de la figura de Martí, la entrada del marxismo, las corrientes feministas o anarco-sindicalistas, la protesta de los Trece, la fundación del movimiento de veteranos y patriotas, el minorismo y otros sucesos epocales. Uno de los mejores exégetas del momento llamó “la década crítica” a esos años que van entre 1923 y 1933 indicándonos el fervor con que se cruzan las vanguardias artísticas y políticas en Cuba. 7 Me interesan los años treinta por que comienzan a definirse las poéticas de las nuevas figuras aparecidas en la década anterior y quiero establecer un primer triángulo entre las figuras de Nicolás Guillen, Alejo Carpentier y Lidia Cabrera como los exponentes más significativos en el campo literario de una problemática apenas reconocida por el pensamiento cultural dominante en la época: el negro, su lugar en la sociedad cubana, su situación socio-económica y el aporte de las culturas de origen africano. Sin obviar el papel rector de don Fernando Ortíz, quien inaugura y domina estos temas en una dimensión más científica y humanista, la obra literaria de estos tres autores son las voces más altas del diálogo epocal. Luego del escándalo que significó la publicación de Motivos de son, aquellos ocho poemas de Nicolás Guillen aparecidos en las páginas del Suplemento cultural del Diario de la Marina en abril de 1930. Aparece en 1931 su primer libro Sóngoro Cosongo, en cuyo prólogo escribe su autor: “No ignoro, desde luego, que estos versos les repugnan a muchas personas, porque ellos tratan asuntos de los negros y del pueblo. No me importa. O mejor dicho: me alegra. (...)Diré finalmente que estos son unos versos mulatos. Participan acaso de los mismos elementos que entran en la composición étnica de Cuba(...) El negro –a mi juicio- aporta esencias muy firmes a nuestro cóctel (...)”(5) 8 No volvería a prologar Guillén ningun otro libro suyo, pero este podría ser el prólogo de su poesía completa. Su poética está construida sobre ese diálogo descanonizador y sobre una mirada integradora de los componentes étnicos de la nación cubana, el sentido ético y emancipador que en la obra de Guillen reconoce las limitaciones ideológicas y culturales de un pensamiento cultural colonizado no siempre han sido bien entendidas por los mejores exégetas de las letras cubanas. Un sólo ejemplo bastará. Cintio Vitier, uno de los maestros de la crítica y el pensamiento literarios cubanos del siglo XX, en su obra capital Lo cubano en la poesía a propósito de “El apellido”, uno de los poemas antológicos de Guillen, donde el poeta pretende reconstruir su identidad personal y cubana desde sus orígenes africanos, sólo encuentra “absurdas conjeturas regresivas”( 6) y aunque reconoce en este autor su “descubrimiento de las posibilidades poéticas escondidas en la estructura musical y el temple anímico del son”, no deja de señalar que en “La balada de los dos abuelos” Nicolás coloca “Frente a un racismo, otro”(7 ). Estas consideraciones corresponden a 1958, cuando Nicolás ya era un poeta internacionalmente reconocido, premiado y traducido a varias lenguas. Alejo Carpentier escribe el primer borrador de Ecué-Yambaó en la cárcel de la Habana en 1927, la reescribe en París y la publica en la Editorial España de Madrid a mediados de 1933, hay en ella una valoración hasta entonces inédita del 9 hombre negro, su cultura y sus religiones. A pesar de las limitaciones literarias de esta ópera prima señaladas incluso por su propio autor, esta novela manifiesta las problemáticas socio-económicas y culturales de un grupo social marginado. Años después él mismo Carpentier explicaría como ...con nosotros [con el Grupo Minorista] se reunía Fernando Ortíz. A él debimos mucho de nuestro interés por el folclor negro de Cuba. Había en ello un afán de recuperación de tradiciones despreciadas por toda una burguesía. Interesarse por el negro, en aquellos años, equivalía a adoptar una actitud inconformista, por tanto, revolucionaria.(8) Obsérvese aquí la identificación de Carpentier con un concepto emancipador de la cultura, estimulado por la capacidad integradora de un Fernando Ortiz, justamente otra discípula de Don Fernando, Lidia Cabrera publicaría en París sus Cuentos negros (Gallimard, 1936), que serían recibidos por Carpentier como “una obra única en nuestra literatura. Aportan un nuevo acento. Son de una deslumbradora originalidad. Sitúan la mitología antillana en la categoría de los valores universales”(9) Pero el entusiasmo crítico de Carpentier no fue común en el campo literario de la época, cuando cuatro años más tarde, en enero de 1940 se publica en la Habana 10 los Cuentos negros de Cuba, el prólogo de Ortíz se refiere a los comentarios negativos sobre el libro advirtiendo que “estas visiones no son sino las perspectivas que arrancan, involuntariamente, desde un ángulo prejuicioso(...) son muchos en cuba los negativistas; pero la verdadera cultura y el positivo progreso están en las afirmaciones de las realidades y no en los reniegos. Todo pueblo que se niega a sí mismo está en trance de suicidio. Lo dice un proverbio afrocubano: “Chivo que rompe tambó con su pellejo paga”.(10 ) Es evidente en tales textos y paratextos que la década del treinta recoge uno de los momentos más intensos del debate nacional identitario y de las expresiones literarias que acompañaron dicho debate. Se esconden –en la mayoría de las recepciones críticas de estas obras- un intento por desconocer, marginar o invisibilizar las realidades sociales que encarnan dichos textos y los emplazamientos críticos que hacen sus autores. Otro ángulo del triángulo histórico-literario que también propongo es el correspondiente a la década del sesenta. La Revolución Cubana irrumpe en cada zona, tema y sector sociales, se imponen nuevas coordenadas que determinan la realidad nacional y comienzan a manifestarse un grupo de rasgos indicadores de ciertos cambios en los modos de producción y reproducción cultural. . La 11 educación y la culturas, tal como sucedió en todas las esferas de la vida social, comenzaron a ser accesibles para todos por igual, sin reparar en sexo, color de la piel, ni origen social. El debate nacional estará centrado en la supervivencia de un nuevo proyecto político-social y uno de sus fundamentos será la unidad nacional. Hay un nuevo debate identitario altamente politizado y muy marcado por el diferendo Cuba-Estados Unidos. El sujeto de las transformaciones sociales es un sujeto supraindividual está más allá de su condición sexual, racial o social. Enfatizar alguna de estas subjetividades sería fragmentar –dividir era la palabra al uso- el sujeto protagonista de dichas transformaciones. En el prolifero discurso editorial de la primera mitad de los sesenta es posible constatar las diversas –y aveces encontradas- tendencias literarias, estéticas e ideológicas de la cultura del momento. El suplemento Lunes de Revolución, la revista Casa de las Américas, Ediciones El Puente o Ediciones R son algunos de los espacios editoriales que aparecieron entonces junto a otras publicaciones tradicionales y las pequeñas imprentas que en todas las ciudades seguían prestando sus servicios. En una de esas pequeñas imprentas se publicó en los primeros meses de 1961 el libro de Walterio Carbonell Como surge la cultura nacional, donde su autor, un activo militante comunista desde la década del cincuenta, destacado luchador por los derechos de los negros en Cuba, periodista, investigador y etnólogo formado en Francia durante los años cincuenta, revisa la historiografía nacional y hace una radical evaluación de esta, señalando sus fundamentos racistas, colonizados y 12 burgueses. El libro de Walterio Carbonell, más que un abordaje riguroso a su objeto de reflexión, es uno de los testimonio intelectuales más singulares de la historia intelectual cubana de la segunda mitad de este siglo. Es un libro que dialoga de otro modo con las polémicas culturales que entonces tienen lugar, por encima de rencillas políticas, trifulcas literarias y escaramuzas por alcanzar el poder cultural, Walterio Carbonell propone un diálogo marxista sobre los fundamentos históricos de la nación, sus presupuestos racistas y su continuidad en el discurso ideológico de la Revolución Cubana. El libro de Carbonell no tuvo respuesta; y con el paso de los años una oscura sombra cayó sobre sus páginas. Pero es la poesía el género literario que reinó en el panorama editorial cubano de los sesenta. Nuevas generaciones de autores llegan al campo literario afirmando con sus versos las nuevas transformaciones sociales. Nancy Morejón pertenece a esa nueva hornada, sin embargo en sus libros publicados por Ediciones El Puente los dos primeros –Mutismos(1962) y Amor; ciudad atribuida(1963)- y por la UNEAC su tercer título: Richard trajo su flauta y otros argumentos hay una manera muy especial de asumir un sujeto lírico muy íntimo, alejado –aunque no evadido- de la turbulenta realidad social de entonces, y afincado en la memoria familiar y en un profundo reconocimiento de la cultura popular cubana. en sus versos asistimos a otro diálogo con la tradición, donde nos asaltan sutiles reflexiones sobre la nacionalidad: 13 cada noche reaparecen los relatos de Juan Gualberto en la nación antigua como el aliento de los arboles( 11) Es una poesía que intenta establecer un puente con ciertas preocupaciones que no estaban en el debate principal de estos años, a pesar de la publicación en Cuba de textos como Biografía de un cimarrón de Miguel Barnet. Tanto en los versos de Nancy, como en la novela-testimonio de Barnet hay un intento de reconstruir el pasado desde una mirada actual, pero los versos de Nancy están señalando la permanencia y la futuridad de muchos elementos del pasado relacionados con el debate etno-social no resueltos aun. No es casual entonces que sea la propia Nancy Morejón quien escriba el comentario que aparece en la solapa de Adire y el tiempo roto, novela de Manuel Granados que recibiera una mención en el año 1967 en el premio Casa de las Américas y se publicara un año más tarde, pues Granado está igualmente problematizando la integración racial, en medio de un contexto épico, la Batalla de Playa Girón, el negro Julián, personaje de esta novela se interroga sobre su condición racial y los estereotipos racistas que comparte la sociedad cubana a pesar de los cambios políticos, sociales y económicos que trajo la Revolución. Era un llamado de alerta, más dicha novela, - valorada según el “modelo” de la novelística cubana de la 14 Revolución que propuso hace unos años Rogelio Rodríguez Coronel- nos ofrece un caso patológico dentro de la Revolución”, pues es una obra de “tendencias ideológicas |se refiere a la negritud| que sobrevaloran el papel de la raza, el cual, sólo es un factor a tener en cuenta dentro de la lucha de clases”(12) Como puede colegirse el contexto literario de los sesenta tampoco era consciente de una problemática que estaba irresuelta en la sociedad cubana, a pesar de la obra de emancipación social de la Revolución, que en términos oficiales expresaba su identificación con los movimientos de los derechos civiles de los negros en los estados Unidos – recuérdese el encuentro de Fidel y Malcon X en Harlem en 1962 y las reiteradas visitas de los miembros de los Black Panther en Cuba, así como el apoyo al movimiento panafricano y la ayuda, incluso militar, brindada por Cuba a varias naciones africanas desde mediados de la década del sesenta. Otro será el contexto social y económico de los años noventa., si durante la década anterior asistimos al comienzo de un proceso de ajustes, reajustes y aperturas que pusieron en evidencia determinadas carencias, olvidos y prejuicios en el discurso crítico de la cultura cubana, no nos será difícil confirmar la existencia de un campo cultural transformado. Ya a finales de los ochenta asistíamos a una reformulación del corpus de la literatura nacional en todas sus implicaciones –temáticas, 15 estilísticas, canónicas, sexuales, raciales, geográficas, ideológicas, políticas, etc.que provocan la fundación de un espacio literario en el cual estas tensiones y contradicciones comienzan a reconocerse, legitimarse y abordarse en su nuevas problematizaciones. Este es un complejo proceso de reformulación estéticoideológica que apenas comienza y donde el debate sobre el etnos, y la raza es uincipiente aun. Sin embargo en términos de creación literaria podrían señalarse una mayor cantidad de autores negros hombres y mujeres, un mayor abordaje a la problemáticas raciales por parte de la crítica de arte, cinematográfica y teatral; no así de la crítica literaria donde son muy escasos los abordajes a esta problemática en la literatura cubana contemporánea. Este campo literario renovado confluyen los jóvenes autores junto a otras, generaciones, promociones y poéticas que también van a renovar –o, al menos, reajustar- sus propuestas esenciales en el curso de estos años; por lo cual en esta ultima década del siglo he seleccionado a tres autores de generaciones distintas. Eliseo Altunaga (Camagüey, 1941) es un narrador que publica en 1984 un libro que pasa desapercibido para la crítica Todo mezclado, sobre la saga de la esclavitud y el cimarronaje y sobre la resistencia como fundamente de nuestra cultura; no es hasta 1997 que publica su novela A medianoche llegan los muertos, nacida de una larga investigación para una película que nunca llegó a filmarse; su tema es la figura de Antonio Maceo y el año 1895.; y en prólogo a este libro su autor apuntaba 16 (...)al leer más sobre Antonio Maceo, comprendí que el relato mítico y sacralizado que aprendí en la escuela ofrecía una imagen borrosa de las hazañas que en realidad hizo y ocultaba la sagacidad de su pensamiento frente al racismo y a las astutas confabulaciones proyectadas por los políticos metropolitanos”(13) Altunaga se propone una reescritura de la historia de aquellos que “mestizaron para siempre la isla y reclaman su historia”(14). A través de dos personajes apenas antagónicos -el Escribano y el Yerbero - elabora un discurso dialógico con que reescribe y evalúa el pensamiento historiográfico tradicional y aportando nuevos elementos de discusión al debate sobre la construcción identitaria de nuestras Cultura e Historia. Altunaga logra una de las piezas más relevantes de la novela cubana de las ultimas décadas. Si bien la poesía en esta ultima década del siglo XX deja de ser el género central de las letras cubanas, podría decirse que desde ella se proyectaron muchos de los replanteos que otros géneros explicitan ahora de manera prolífera. Una de las escrituras más desgarradoras, descentradas y transgenéricas de las letras cubanas de este siglo pertenece a Angel Escobar (Guantánamo, 1957), sus obras de teatro, cuentos, ensayos y versos construyen una poética de los márgenes y de la representación de esos márgenes; hay muchas voces en este autor y hay una 17 memoria esquizoide con la que elabora un juego de personajes cuyas apetencias les son prohibidas en la realidad y en el mismo pasado. El suicidio de este gran poeta en febrero de 1997, en las vísperas de sus 40 años hoy arrojan una luz diferente de la crítica sobre su poesía. Un joven exégeta opina que Si revisamos con una lupa cada uno de sus libros veremos cómo este discurso sobre/desde otro está colocado sobre una fisura, sobre la duda que posee toda persona a no ser exacto con el personaje que representa. Y Angel empieza a repetir delirantemente (aunque de distintas maneras): ya no puedo ser otro, ya no puedo ser otro...”(14) Aunque este sagaz crítico no lo diga una de esas maneras de representar la condición marginal y la autoconciencia de esa condición está en el modo que Angel Escobar asume el discurso interracial cubano y lanza agudas reflexiones sobre el espacio literario al cual pertenece y hacia el canon cultural que comparte. Su obra poética sobretodo, está llena de estos apuntes metapoéticos y de otras indicaciones textuales en el tejido de una obra cuya densidad dista mucho de estar analizada aun. Cierro la trilogía de autores de los noventa con Teresa Cárdenas, nacida en Matanzas en 1970, bailarina de profesión, forma parte de una nueva hornada de autoras y autores cubanos que han empezado a replantearse en la literatura que 18 escriben para los niños la pertinencia de la más descarnada realidad cubana. Junto a El oro de la edad, otro libro para niños, de Ariel Ribeaux, Cartas al cielo de Teresa cárdenas coloca en las letras cubanas de los últimos treinta años el tema del racismo, la marginalidad de ciertos barrios habaneros, la prostitución y la violencia doméstica en el debate sociocultural. Una cálida reseña sobre el libro nos dice “¿Qué nos ofrece este libro Premio David de 1997? Unos personajes tan reales que bien pudieran llevarnos de la mano hasta sus escasas, en las que habitan, sin contradicción, los vivos y los muertos, la mirada con que un sector poblacional contempla al otro; la percepción de las maneras en que se es mirado; la cultura mestiza expresada desde el ángulo más cercano a la raíz africana; la voz de los que viven estrecho, de los que se aferran a cualquier esperanza, de los que no pudieron traspasar las fronteras mentales ni salir plenamente por las grietas que en la casa abriera la Revolución, la institución familiar como centro, cimiento y refugio de la vida; el entorno social que educa, cura y sustenta el avance hacia la plenitud humana.(...) Una niña inteligente no entiende la vida que le toca y escribe sus cartas. En ellas recoge la visión del mundo que le resulta dolorosamente suya. El color de su piel es tenido, por los propios y los extraños, como el principal elemento valorativo de su persona. 19 (...) Habla la niña y también la futura mujer negra que contempla como la vida asignada difiere de la sentida. El amor derrota al prejuicio, la dependencia femenina sucumbe ante la prepotencia del hombre, el pasado y el presente, entrelazados, encadenan el futuro.(15) No resulta raro que sea este género, el espacio literario desde el cual se propone una reflexión de tales temas con sus lectores, - recuérdese que los niños suelen ser desprejuiciados y honestos -, porque de lo que se trata es de la futuridad y de la sobrevivencia en esa futuridad de un proyecto social donde las problemáticas raciales hayan sido asumidas en el debate social y formen parte de una conciencia estratégica para estabilizar el proceso de integración nacional. Este es un debate articulado y sistemático en las letras cubanas del siglo XX, no así su recepción y visibilidad en los espacios socioculturales y académicos. Si en la década del treinta se coloca en la agenda nacional estos asuntos no es en el propio campo literario que tendrán respuestas, sino en el campo del periodismo republicano, profuso en estos temas, tampoco en los años sesenta el pensamiento crítico de las letras cubanas tuvo conciencia de sus fundamentos occidentalizados y exclusivistas, a pesar de las obras de Fernando Ortíz, Manuel Moreno Fraginals, Miguel Barnet, Rogelio Martínez Furé o Reynaldo González, pues era otro el debate sociocultural y quedaron , otra vez excluidos los temas raciales y sobre el racismo. 20 Justo ahora, en las puertas de un nuevo milenio, podemos ver que nuevas obras y autores de varias generaciones ofrecen nuevos elementos para el debate. Un último ejemplo: entre los grupos literarios actuantes en el campo literario de hoy, uno de ellos, nominado por la crítica Basilia Papastamatiú como “El Palenque”, está integrado por siete autores negros , mujeres y hombres, que - en su mayoría- no problematizan el asunto racial en sus obras, pero sí proyectan otras preocupaciones identitarias relacionadas con una revisión del etnos cubano frente a experiencias como la guerra de Angola o los estudios en la antigua Unión Soviética. Nuevas condiciones económicas y socioculturales presionan sobre el campo literario y su pensamiento crítico. Las letras cubanas se diversifican al interior del país y se diasporiza en un proceso que fragmenta los análisis, impidiendo integrar los elementos de una nueva cultura cubana. El enfoque multidisciplinario que hoy requiere el análisis crítico de nuestra cultura es imprescindible para romper el triángulo que ha invisibilizado uno de los rostros de la identidad cultural cubana. Agosto 30 y 2001, Callejón de Hamell. Entre el calor de Cayo Hueso, Centro Habana. Roberto Zurbano Torres 21 NOTAS BIBLIOGRÁFICAS (1) Guanche, Jesús: “Etnicidad y racialidad en Cuba actual” en América Negra, número 15, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia, p. 43. (2) Fowler, Víctor: ”Erotismo, negritud, tradición y modernidad: Cuatro historias cruzadas sobre un texto” en Rupturas y homenajes. Premio UNEAC de Ensayo 1996 Enrique José Varona; p. 100. (3) Op. Cit.; p. 101. (4) Guanche, Jesús: Op. Cit.; p. 42. (5) Guillén, Nicolás. Prólogo a Sóngoro Cosongo en Obra poética 1920-1958. Tomo I, Instituto Cubano del Libro, 1972, p.114. (6) Vitier, Cintio: Lo cubano en la poesía. Instituto del libro, La Habana, 1970, p. 425. ( 7) Op.cit, p.424. ( 8) Varios. “Habla Alejo Carpentier”. En Serie Valoración Múltiple, Alejo Carpentier, Casa de las Américas, 1977, p. 52. (9 ) Carpentier, Alejo. “Cuentos negros de Lidia Cabrera” en revista Carteles, La Habana, Octubre de 1936, p. 40. (10) Ortíz, Fernando: Prólogo a Cuentos negros de Cuba, de Lydia Cabrera, La Habana, Imprenta La Verónica, enero de 1940, (11)Morejón, Nancy: Richard trajo su flauta y otros argumentos. Cuadernos UNEAC, Instituto del Libro, 1967, p.27. (12) Rodríguez Coronel: La novela de la Revolución Cubana:1959-1979. Editorial Letras Cubanas, 1986, p.74. (13) Altunaga, Eliseo: A medianoche llegan los muertos, Editorial Letras Cubanas, 1997, p. 5. (14) Aguilera, C.A: “Funny papers. Apuntes sobre la poesía de Angel Escobar” en La Gaceta de Cuba, UNEAC, número 2, marzo-abril del 2000, p. 49. (15) Poey Baró, Dionisio: “En las cartas al cielo” en La Gaceta de Cuba, UNEAC, número 1, enero-febrero del 2000, p. 61.