nota de prensa - Donostia Kultura

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JOVEN ORQUESTA DE EUSKAL HERRIA - EGO Temporada verano 2015
21 JULIO 2015
TEATRO VICTORIA EUGENIA ANTZOKIA
20:00h
9€
Programa
10 melodías vascas................................................................................J.Guridi.
Sinfonía nº 6 ”Patética”.............................................................P. I. Tchaikovsky
Duración
80 m (sin incluir el descanso)
Director: Juan José Ocón
Joven orquesta de Euskal Herria
La Euskal Herriko Gazte Orkestra, también conocida por su abreviatura EGO,
fue creada en 1997 por el Departamento de Cultura del Gobierno Vasco y
desde su constitución tiene la consideración de proyecto estratégico.
La EGO desde su inicio cuenta con la participación de las obras sociales de las
tres Cajas Vascas: BBK, KUTXA y CAJA VITAL KUTXA. Su implicación y
patrocinio han sido una constante para nuestra joven orquesta, durante estos
18 años de andadura.
La Euskal Herriko Gazte Orkestra tiene como objetivo servir de instrumento de
formación orquestal para las y los jóvenes instrumentistas vascos. Busca
conseguir una óptima formación orquestal, crear una estructura sólida para
poder fomentar el desarrollo artístico y humano de jóvenes instrumentistas y
servir de puente de acceso, de alto nivel artístico, al mundo profesional
Notas al programa
J. GURIDI
10 MELODIAS VASCAS
Si algún compositor vasco ha recorrido la más diversa gama de la creatividad
musical, ese es Jesús Guridi. A su inspiración corresponden la fecundidad y la
autenticidad. Exploró todos los campos con sobresaliente acierto. Ese
irresistible impulso generador le acompaño durante toda su vida como signo
identificador de su recia personalidad artística. De la fecundidad de su obra dan
cuenta centenares de títulos de todos los géneros musicales. Como argumento
de su autenticidad puede invocarse ese peculiar instinto que mostró para revivir
la música popular. Fruto de esta doble dimensión que siempre caracterizó la
creación del músico vitoriano es una de sus obras más relevantes: las Diez
Melodías Vascas. En ellas convergen los valores más prominentes de su alta
calidad como compositor. Bucea en el sentir del pueblo y se abre a su
expansiva capacidad creadora. Celebra su procedencia vasca y canta con línea
maestra su excepcional condición de músico de talla. Diez Melodías Vascas es
una composición de carácter sinfónico. Fue el donostiarra Enrique Jordá, a
quien están dedicadas, el director encargado de su estreno en el Monumental
Cinema de Madrid, con la Orquesta sinfónica de Madrid, el 12 de diciembre de
1941. Guridi, que tras la contienda bélica española, acababa de instalarse en
Madrid, dedicó sus primeros afanes sinfónicos a la composición de esta
magnífica obra. Había seleccionado ocho temas extraídos del «Cancionero
Popular Vasco» de resurrección Mª de Azkue, junto a una canción de Charles
Bordes y otras de la colección Juventud Vasca. Sus títulos, siguendo el orden
de su interpretación, son «Sant Urbanen Bezpera», «Aritz adarrean»,
«Garizuma ederrik», «Jentilori un», «Alabatua», «Ala baita», «Asiko naiz»,
«Zortziko de Lekeitio», «Zorabiatua naiz», «Neure maitia». Los nombres con
que son conocidas cada una de las melodías, tal como figuran en la partitura
original, corresponden a razones de orden musical descriptivo. Es fácil
descubrir el profundo enraizamiento vasco del alma de Jesús Guridi. Manejó y
utilizó con profusión el cancionero vasco, para dar forma a multitud de
composiciones. Pero es un sus Diez Melodías Vascas donde construye un
monumento perenne de homenaje a la canción popular vasca. La multiforme
riqueza expresiva de la música vasca adquiere aquí niveles de insuperable
resonancia artística. Guridi hace gala de una docta erudición musical poniendo
en juego sus infinitos recursos técnicos. Subraya los ritmos, acentúa el lirismo
melódico,
comunica
una
exquisita
cromaticidad
a
sus modulaciones,
manteniendo, sin embargo, intacto ese indescifrable encanto original de la
melodía vasca. Pero Guridi penetra, también, en los entresijos más recónditos
de la interioridad de nuestro pueblo cantando al amor, la religión, al dolor.
Recordemos las palabras de Mr. Berlier: «Fui compañero y amigo de Guridi en
París. Me enorgullezco de haber sido amigo de un compositor de esa
categoría». El gran creador del teatro lírico, el excepcional organista, se afirma
en las Diez Melodías Vascas como el soporte fundamental de la música de
orquesta en el escenario artístico vasco
P.I.TCHAIKOVSKY.
SINFONÍA Nº 6 «PETÉTICA»
Escribió Chaikovsky, mientras componía su Sinfonía nº 6, que la obra estaba
llena de emoción subjetiva, que lloraba con frecuencia y que el Final no sería
un Allegro, sino un largo Adagio. Chaikovsky opinaba que le parecía la mejor y
la más sincera de todas sus obras y que estaba muy orgulloso y feliz de haber
creado algo realmente bueno.
Fue su último trabajo. Murió nueve días después de dirigir su estreno. Tenía
cincuenta y tres años. No se sabe si pensó en su propia muerte o en los
recientes fallecimientos de tres de sus grandes amigos. Era un presentimiento
que sentía cada vez más abrumador. La partitura transpira sentimientos de
abatimiento y amargura. Tal vez por ello, los cuatro movimientos acaban con
escalas descendentes, a veces explícitas, otras encubiertas; cargadas unas de
tensa esperanza, otras de profundo pesimismo.
El primer movimiento comienza con una introducción doliente del fagot sobre
un fondo sombrío de cuerdas graves. Las cuatro notas de esta introducción
servirán de base al primer tema, de la exposición. Como contraste, el segundo
tema es un canto emotivo y esperanzador. Cuando el largo episodio cadencial
parece caminar sosegadamente hacia su fin, la melodía descendente hacia el
“pianísimo” del clarinete se rompe súbitamente por un aterrador golpe de toda
la orquesta, que hará saltar de su asiento a más de un espectador. La sección
de desarrollos es muy sonora y de gran riqueza melódica y expresiva. La
recapitulación tiene momentos dolorosos, como latigazos en el alma, extraídos
del tema principal; protagonizan esta parte los metales, como queriendo
superar su abatimiento en discusiones apasionadas con el resto de la orquesta,
o entonando corales elegíacos. Tanta desazón es recogida y remansada en el
epílogo, mediante una coda de ritmo reposado sobre repetidas escalas
descendentes en el registro grave de la orquesta.
El segundo movimiento, Allegro con grazia, presenta un ritmo novedoso de 5/4
(usado, así como el 5/8, en varios de nuestros “zortzikos”). Se divide en tres
partes, la tercera repetición de la primera. El tema principal es una bella
melodía cantable, que exponen con elegancia los violines y pasa luego a las
maderas. La parte central es una melodía elegíaca, del sabor predominante en
toda la obra, sobre un pedal a cargo de los contrabajos y del fagot. La coda
recurre a las mencionadas escalas descendentes, no en el registro graves, sino
en los instrumentos que sustentan la melodía.
El tercer movimiento, Allegro molto vivace, es una sorprendente mezcla de
“scherzo”
y
marcha
vibrante.
Juegos
tumultuosos
de
imitaciones
y
persecuciones abren el camino hacia una marcha de ritmo agitado, que va
creciendo hasta alcanzar un intenso “clímax”. Se repite toda la sección, pero
avanzando brillantemente hasta una marcha verdaderamente enérgica y
triunfal. Chaikovski parece rechazar toda tentación de abatimiento y
presentimiento de su próximo final. La coda, de rápidas escalas descendentes,
es engañosa, pues parece poner fin a la sinfonía.
El cuarto y último movimiento, por primera vez en la historia de la música, en
vez de ser un final alegre es una Adagio lamentoso. Es un movimiento doloroso
y trágico. El primer tema intenta desgarrar el alma: los violines lloran y las
flautas gritan de desesperación. Un segundo tema, que aporta alguna
esperanza (como el segundo motivo del primer movimiento) acaba arrastrado
por el contexto y cae también en el pesimismo, para dar paso a la repetición del
tema principal, que en su reaparición aturde aún más al oyente con sus
dolorosos gemidos. La obra se apaga en “pianísimo”, con los instrumentos más
graves de la cuerda y de la madera. descendiendo hacia el silencio. Las
despedidas siempre son tristes, más aún si son largas y si están acompañadas
del llanto por la vida. Así ocurre en este cuarto movimiento. Es el final, la
despedida de Chaikovski al mundo, la despedida a su vida.
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