Punto final Por: LUCY NIETO DE SAMPER | Julio 2 de 2011 El derecho de cada uno sobre su propia vida es inviolable. La muerte del médico gringo Jack Kevorkian, apodado 'doctor Muerte', por abanderar la legalización de la eutanasia y por aplicarla a centenares de personas que padecían enfermedades terminales -­‐pagó por esto ocho años de cárcel-­‐, más la eutanasia , o muerte asistida del millonario Peter Smedly, ocurrida en Suiza y transmitida en directo por la BBC, desataron otro debate mundial sobre un tema difícil de abordar. Porque la Iglesia católica y otras iglesias condenan la eutanasia , pero muchos la aceptan y la piden. Y eutanasias se practican en el mundo, en beneficio de enfermos terminales, con dolores insoportables. En Suiza está legalizada. Allá viajó el señor Smedly para que le dieran la bebida que le produjo la muerte. El mundo presenció en vivo y en directo ese proceso. Personalmente, justifico la eutanasia en casos desesperados y cuando el enfermo así lo decida, pero la transmisión por TV me pareció espantosa. El camino a la muerte elegido voluntariamente no puede ser un espectáculo. Algo tan triste debe ser íntimo, discreto, familiar. Flaco servicio le prestan los eutanasistas a esa causa, convirtiendo en show la dolorosa partida de un ser querido. Con ponencia del magistrado Carlos Gaviria, la Corte Constitucional despenalizó en 1977 la eutanasia. Colombia fue de los primeros países en adoptarla. Pueden practicarla solo los médicos, en pacientes con enfermedad terminal y con dolores insoportables. Sobre el derecho del enfermo terminal de rechazar tratamientos inútiles se han pronunciado médicos, sacerdotes y hasta el papa Juan Pablo II. En el artículo 'Dejar morir no es matar', el sacerdote jesuita Alfonso Llano cita estas palabras del pontífice: "Ante la inminencia de una muerte inevitable, a pesar de los medios empleados, es lícito en conciencia tomar la decisión de renunciar a un tratamiento que procuraría únicamente una prolongación precaria y penosa de la existencia, sin interrumpir, sin embargo, los cuidados paliativos". Para el famoso teólogo Hans Küng, es lícito aplicar la eutanasia en determinadas circunstancias. Y el médico Bernardo Ochoa, profesor de la Universidad de Antioquia, anotaba en un artículo que a muchos los eriza la palabra eutanasia, pues creen que equivale a "licencia para matar". Recordó que tal palabra, formada por dos raíces griegas, quiere decir "buena muerte" y agregó: "Ayudar a bien morir debe ser parte importante del ejercicio de la medicina. ¿Qué mayor consuelo se le puede dar a una persona, ya condenada a morir por razón de su enfermedad, que librarla del dolor y del sufrimiento?". Papas y sacerdotes consideran lícito rechazar remedios y tratamientos cuando en una enfermedad terminal los dolores son insoportables. Pero debe haber autorización expresa del paciente, para que no lo internen en una sala de cuidados intensivos, ni le conecten aparatos varios para prolongarle la vida artificialmente. Esa atención innecesaria, además, cuesta tanto, que pocas familias pueden pagarla sin arruinarse. Me refiero, claro está, a enfermos sin esperanza, pues los cuidados intensivos han salvado muchas vidas. Hablar de la muerte es difícil. Pero, por ser punto final del ser humano, bueno es hacerlo. Y, en posesión de las propias facultades, tomar medidas para tener una muerte digna. Esa es la tarea que cumple desde hace 30 años la Fundación DMD, obra de Beatriz Kopp de Gómez, hoy presidida por el neurólogo Juan Mendoza Vega. DMD defiende el derecho del paciente a rechazar tratamientos cuando sufre enfermedad terminal. Y suministra un documento, 'Esta es mi voluntad', mediante el cual el interesado asume la responsabilidad sobre cómo deben tratarlo en caso de padecer enfermedad terminal. Es claro, en resumen, que el derecho de cada uno sobre su propia vida es inviolable. [email protected]