Introducción - Centro de Estudios Cervantinos

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Platir, edición de Mª Carmen Marín Pina (1997)
INTRODUCCIÓN
L
A ANÓNIMA
Crónica del muy valiente y esforçado cavallero Platir, hijo del invencible emperador
Primaleón, dedicada a los Marqueses de Astorga, se publica en Valladolid en 1533, en las
prensas de Nicolás Tierri. En el libro no se cita el nombre del autor, pero en la actualidad
se baraja la posibilidad de que fuera Francisco Enciso de Zárate, un riojano agente o
procurador de la ciudad de Logroño ante la Real Chancillería vallisoletana que un año antes
había sacado en las mismas prensas el Florambel de Lucea, dirigido también a Pero Álvarez
Osorio, Marqués de Astorga, de quien era secretario. En el Prohemio y en el colofón del
libro, el anónimo autor se presenta como traductor de esta «ingeniosa historia», hallada en
la biblioteca de un amigo, y pide perdón por los yerros que se hallaren en su traslación.
Como en tantas otras ocasiones, bajo el subterfugio del libro encontrado y de la falsa
traducción, el autor se distancia de su creación y salvaguarda así su persona de posibles
censuras. Aparentemente la historia recuperada es una crónica, elaborada a partir de
numerosas fuentes, libros de caballerías y crónicas individuales, de las que se hace
referencia y a las que se remite si el lector interesado desea conocer más por extenso su
contenido. Sin embargo, bajo la apariencia de una obra historiográfica se esconde, como en
tantas otras ocasiones, la ficción pura, un genuino libro de caballerías aparecido al calor del
éxito que la narrativa caballeresca había alcanzado en esos años.
El viejo Amadís de Gaula, reelaborado por Rodríguez de Montalvo en sus cinco libros, se
había convertido en un modelo narrativo extraordinariamente fecundo y rentable, adaptado
a los nuevos aires y modas renacentistas, que muchos imitarán. Hacia 1533, fecha de la
publicación de Platir, el género se encontraba ya totalmente consolidado y asentado,
contando en su haber más de una veintena de títulos, muchos varias veces reeditados e
incluso traducidos a otros idiomas. Algunas obras, p.e. Belianís de Grecia, Florambel de Lucea,
se ampliaron con nuevas partes o libros debidos al mismo autor y otras encontraron sus
continuaciones en la pluma de diferentes escritores. El peculiar diseño de estos libros y su
carácter de obras abiertas se prestaba a ello y permitía que los autores a la par que iban
escribiendo la historia proyectaran su continuación con los descendientes del héroe. En
torno a Amadís de Gaula, Palmerín de Olivia o Clarián de Landanís se formaron entonces
las grandes familias caballerescas, auténticos ciclos narrativos (amadisiano, palmeriniano,
clariniano) compuestos por nuevos libros de caballerías con los que perpetuar sus linajes.
1. Platir y la serie palmeriniana
La Crónica del muy valiente y esforçado cavallero Platir no se presenta como obra exenta, sino
como perteneciente a la serie llamada palmeriniana, formada por el Palmerín de Olivia (1511),
Primaleón (1512) y por otras continuaciones escritas en italiano y portugués, entre las que
destaca el Palmeirim de Inglaterra (traducido al castellano en 1546). El Libro primero de Platir
aparecido en 1533 constituye, pues, el tercer libro del ciclo español de los palmerines y
continúa las hazañas de los descendientes de Palmerín de Olivia, fundador de la familia, y
en este caso en concreto las de su nieto Platir. El anónimo autor asume en líneas generales
las dos obras precedentes, las asimila y recuerda pasajes, pero también introduce cambios
importantes que reorientan el curso narrativo por nuevos derroteros. Frente a lo que cabría
esperar, el autor no enlaza directamente su relato con el final del Primaleón, sino que de
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alguna manera reordena la materia narrativa de sus últimos capítulos y la reescribe primero
para preparar así el devenir de su planeada historia. Su decisión es la de un lector
insatisfecho no contento con el desenlace de la obra que desea continuar, algo similar a lo
que sucedió con el Amadís primitivo y después con ciertas continuaciones amadisianas.
El autor del tercer libro palmeriniano cambia el apresurado final del Primaleón, en
concreto los últimos diez capítulos, en los que se ofrece de forma compendiada y completa
la historia de Platir, el hijo pequeño del Emperador y el elegido para proseguir el relato de
esta estirpe de héroes griegos. Para poder continuar la serie con este personaje,
necesariamente ha de modificar la historia, pues había heredado un héroe ya adulto, casado
con Sidela, hija del rey Tarnaes. En su reescritura, el autor del Platir cuenta la historia del
héroe desde su nacimiento, cambia identidades, empezando por la de su enamorada que ya
no es Sidela sino Florinda y por la del hijo de don Duardos, ahora Belforte y no Pompides.
Modifica el carácter de personajes como el del fiel Vernao, que pasa a ser ahora una figura
donjuanesca, o descubre la vida de importantes personajes como la de dueña de Ircán,
Nagancia, artífice de los amores entre don Duardos y Argónida y silenciada en el Primaleón.
Con cambios de este tipo recompone, pues, esta parte de historia primaleoniana y convierte
lo que en el segundo libro era un mero y apresurado bordado amplificatorio en una
novedosa historia. Sus enmiendas, no obstante, no las conoció o no las quiso asumir el
portugués Francisco de Morais en su Palmeirim de Inglaterra, quien de nuevo rehace también
la historia de Platir relatada en el Primaleón, aunque sin otorgarle el protagonismo que
alcanza en el tercer libro palmeriniano. En su versión, el autor portugués lo presenta como
un caballero novel, investido el mismo día que su primo Palmerín de Inglaterra y sus
aventuras se pierden entre las de otros muchos personajes que pueblan el libro, sin llegar a
ocupar nunca un primer plano y sin explotar para nada su relación amorosa. En definitiva,
el lector cuenta con tres versiones distintas para una misma historia, la del caballero Platir,
que dan cuenta de los pormenores del proceso de recepción y creación del género
caballeresco.
2. El arquetipo heroico y la estructura narrativa
De las tres versiones, la Crónica del muy valiente y esforçado cavallero Platir es la que narra más
por extenso la vida de Platir, cuarto hijo de Primaleón y Gridonia, desde su nacimiento y
posterior rapto hasta sus amores con la princesa Florinda de Lacedemonia y su prisión y
encantamiento en la cueva de Peliandos. La obra se estructura en torno a la biografía de
Platir, que, una vez más, resulta ser la línea medular de todo el relato. El arquetipo se
configura en torno a dos de las tres etapas rituales, las referidas al nacimiento e iniciación
del héroe. Conocida la historia amorosa de sus padres por el Primaleón, el autor comienza
narrando el nacimiento de Platir y la sincroniza por el fallecimiento de su abuelo Palmerín,
el fundador del linaje. La profecía y carta astral presagian el alumbramiento de un héroe, de
un «bravo león» que hará temblar toda la tierra con la fuerza de su brazo y superará a todos
los del mundo. En las estrellas está también escrito su sino inmediato: una prisión por
encantamiento que nadie consigue descifrar ni por tanto evitar.
El niño es raptado y encantado por la sabia Nagancia en la isla de Ircán. Como en el
Amadís de Gaula, don Polindo, Amadís de Grecia o Florambel de Lucea, por citar algunos
ejemplos, el motivo del rapto es la fechoría que activa la maquinaria narrativa y exige la
inmediata reparación, la recuperación del infante necesaria para alcanzar la armonía familiar
perdida. El reencuentro se difiere, no obstante, porque el rapto tiene como finalidad
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implicar a don Duardos, tío de Platir, en su rescate y obligarle así a visitar de nuevo la isla
de Ircán y a reanudar sus amores con Argónida, en la que había engendrado a su hijo
Belforte. De este modo, el autor llena los primeros capítulos del libro con las aventuras de
todos aquellos personajes implicados directa o indirectamente en la liberación del infante,
especialmente con las del joven caballero Vernao y sus amantes y con las de su tío don
Duardos, que es hecho prisionero en la India y consigue escapar gracias al amor de
Herinda. Estos episodios constituyen un periodo amplificatorio ajeno al héroe, pero
verosímilmente necesario para presentarnos a éste en edad adulta y dispuesto a iniciar su
carrera después de recibir la investidura. En estos capítulos el lector familiarizado con la
serie se reencuentra con viejas aventuras palmerinianas engastadas en una nueva trama
narrativa.
La educación libresca y física recibida en la isla de Ircán preparan al futuro héroe para,
una vez liberado, recibir la investidura, rito que facilita el ingreso del adolescente en el
mundo de los adultos y que marca el inicio de su carrera caballeresca y de un nuevo bloque
narrativo. De manos de su tío don Duardos, Platir es armado caballero junto a su primo
Belforte en una caremonia apenas descrita. En ella recibe de Nagancia un escudo mágico, el
escudo del espejo, que, además de darle el sobrenombre del Caballero del Espejo o del
Escudo y de redoblar su fuerza, lo protegerá de cualquier encantamiento y en él verá
reflejada la figura de su amada, como en el espejo catoptromántico del segundo libro
palmeriniano por el que se consigue la liberación de Tarnaes. En la ceremonia de
investidura y a propósito de la espada que entrega a su nieto Belforte, la maga profetiza
críticamente enfrentamientos mortales entre los inseparables amigos, palabras que
prometen complicaciones narrativas y despiertan el interés del lector.
El bravo león, armado con su escudo mágico, inicia su andadura y empieza a dar
muestras de su valor en la guerra contra el Rey de la India y en la derrota del insubordinado
caballero Nardán. Tras estas aventuras y cuando se dispone a acometer la liberación de la
doncella Silvia, prisionera y encantada en el castillo del Alva, Platir llega a los torneos de
Lacedemonia y se enamora de Florinda. La historia de amor que ahora comienza no está,
sin embargo, exenta de peligros y contrariedades, avanzadas y confirmadas con sueños y
profecías, con las que se enreda la trama argumental. En cualquier caso, el amor de la pareja
culmina con el matrimonio secreto de los amantes y el nacimiento de su hijo Flortir. El sol
nocturno salido tras su alumbramiento presagia la aparición de un nuevo héroe que
superará al padre y oscurecerá sus hazañas, como demuestra también el ya empeñado
espejo del escudo. Los sueños de su abuelo Tarnaes están en la misma línea y aventuran
todavía más, pues en ellos se augura que Flortir ha de llegar a ser señor de todo el mundo.
El recién nacido es abandonado por sus padres para preservar sus relaciones, pero criado y
educado por el caprichoso azar en la corte de su abuelo y por su misma madre Florinda. El
libro concluye como había empezado, con un héroe prisionero y encantado, que ha de ser
rescatado en este caso por su propio hijo Flortir, cuya andadura inicia en los últimos
capítulos. La liberación en este caso se difiere hasta una nueva continuación, hasta una
segunda parte que, si se llegó a escribir, no se ha conservado. Para ella se reserva también la
consecución del título de emperador de Constantinopla y rey de Lacedemonia anunciada en
el extenso título de la portada.
La biografía del héroe constituye el cañonazo básico del libro sobre el que se va
tejiendo un argumento compuesto por diferentes tramas que se cruzan, confunden y
superponen mediante la técnica del entrelazamiento, el recurso ordenador y amplificatorio
del relato. Destacan, entre ellas, la de Belforte, con una andadura pareja a la del héroe, la de
los forzados amores de don Duardos y Argónida, la historia amorosa de Triola y Vernao a
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la rebelión de Nardán y su familia. Las profecías, sueños y señales que avanzan y predicen
acontecimientos se convierten en importantes apoyos estructurales con los que el autor va
ordenando la materia narrativa, proyectando las diferentes tramas, consiguiendo el
suspenso del relato y despertando, por tanto, las expectativas de los lectores. Expectativas
que en ocasiones se truncan al momento por la escasa pericia del narrador en el empleo de
las fórmulas prospectivas y por la impaciencia del autor en revelar el final de algunas
aventuras. En cualquier caso y a pesar de ciertas fallas estructurales, la vida del héroe es la
que da cuerpo al libro y la que aglutina y ordena materiales.
3. Proezas y caballerías
Como reza el título, la obra cuenta las grandes proezas y caballerías del valiente y esforzado
caballero Platir, es decir, sus hazañas y acciones heroicas. La participación en justas y
torneos, desafíos y guerras, la defensa y liberación de personajes menesterosos,
especialmente doncellas, son algunas de las aventuras bélicas que ocupan la atención de los
caballeros de este tercer libro palmeriniano. Platir inicia su oficio de caballero participando
en la guerra abierta entre el Rey de la India y la corte griega, al lado de su padre el
emperador Primaleón. Se trata de un conflicto recibido del segundo libro, donde don
Duardos rapta en el mar a la doncella Zérfira, hija del Soldán de Persia, fechoría que no se
olvida y que sirve de pretexto ahora para reorganizar todo el ejército del Rey de la India e ir
sobre Belagriz y tomar Constantinopla. Perdido en el mar, don Duardos llega
accidentalmente hasta la India y es capturado por Nafante. En este punto se repiten de
nuevo viejos esquemas de aventuras palmerinianas: don Duardos, como Palmerín en el
primer libro en la corte del Soldán de Babilonia, se gana la amistad de su raptor y el amor
de su hermana la infanta Herinda, con cuya ayuda consigue huir de sus enemigos. En
cualquier caso, la actuación de don Duardos acelera la guerra y las tropas paganas una vez
más amenazan con arrasar Constantinopla. Ningún motivo religioso se esgrime para
justificar la lucha, tan sólo el de la venganza. Los preparativos de los dos ejércitos para la
guerra con las cartas intercambiadas y las aventuras colaterales en las se ven implicados
miembros de ambos ejércitos cobran más importancia que el enfrentamiento en sí, apenas
descrito y saldado con la derrota del Rey de la India, gracias en parte a la actuación de los
noveles Platir y Belforte. Tras la guerra se recupera una sintonía con el mundo infiel,
favorecida por la amistad entre don Duardos y Nafante, similar a la experimentada en el
Palmerín de Olivia, y refrendada después cuando Platir libere a toda la morisma prisionera del
falso caballero Nardán.
La atención de Platir se va a centrar en dos cortes: la paterna y la de su futuro suegro
Tarnaes, Rey de Lacedemonia. A los dos presta servicios similares en aventuras paralelas,
pues se trata de sofocar sendos levantamientos de vasallos infieles, Nardán y Narcad
respectivamente. Nardán encarna al vasallo infiel, orgulloso y soberbio rebelado contra su
señor a lo largo de numerosos capítulos, después de convencer a sus hermanos con un
discurso sobre la honra, se enfrenta al Emperador, a su corte y a la morisma amiga
(Nafante, el Caramillán y Herinda), con engaños, emboscadas y capturas de renombrados
caballeros, hasta que finalmente es derrotado y muerto por Platir. En una réplica de la
aventura anterior, Narcad se subleva también ante el Rey de Lacedemonia y conquista
Gatocia; con la única novedad de que Platir lucha con las armas mudadas para no ser
reconocido por Tarnaes, pues teme entorpecer sus secretos amores con Florinda. Pero el
enfrentamiento en ambos casos no concluye con estas derrotas, porque, como en otros
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tantos libros de caballerías, el autor recurre a la venganza familiar como técnica
amplificatoria y la familia de Nardán (su hijo Gravor, su tía la sabia Galarta y su hija la
maga Porpeya) y Narcad (el mismo Narcad y su hermano Pulfor) prosiguen la rebelión
contra el Emperador griego y el Rey de Lacedemonia. En estas continuaciones el héroe
cede protagonismo y son otros personajes (Belforte, Gaudencio o Gorvaneo) quienes
toman el relevo y acometen una aventura en la que interviene la magia de sabias y
encantadores.
Esto no quiere decir, sin embargo, que Platir no tenga relación con el mundo mágico.
Recuérdese que Platir fue raptado, criado y educado por una maga y que porta un escudo
maravilloso que lo protege de encantamientos. Con este preciado talismán, y gracias sobre
todo a la valentía y a su condición de leal amador, Platir acaba fabulosas aventuras,
aventuras por las que los libros de caballerías fueron tachados repetidas veces de
mentirosos y fabulosos. Algunas de estas aventuras son auténticas ordalías o pruebas de
cualificación, como la aventura del espejo ideada por Nagancia, la del pergamino llevada
por Triola a la corte, la de la cadena Lambaque o la de los nudos y lazadas, creada por
Norcas, pruebas intentadas por muchos pero reservadas sólo para el más valiente y fiel
amante, es decir, para el héroe. Otras son empresas difíciles en las que Platir deshace viejos
encantamientos o se enfrenta con gigantes, enanos, sierpes o leones encantados, seres que
escapan de la normalidad habitual. Son en cualquier caso episodios maravillosos que
transportan al lector a un mundo de ensoñación y fábula perfectamente encajado en la
realidad de estos libros gracias a la familiar figura de esos malandrines, sabios, magos y
encantadores que tanto preocupaban a don Quijote. Platir libera a Silvia del encantado
castillo de Alva después de derrotar al jayán y a los leones guardianes, desencanta a la sabia
Norcas trasformada en sierpe y al caballero Belcento, quien a sus cien años inicia su
andadura como caballero novel, devuelve la plenitud al tullido caballero Quirortes o rompe
de hechizo del castillo de Pulches que arde en fuego con sus inquilinos dentro. Muchas de
estas aventuras estaban reservadas para Platir desde hacía años, incluso mucho antes de su
nacimiento, otras similares, como la de la espada hendida en el mármol o la del caballero
Garabán llagado con un trozo de lana en su pierna, no las podrá culminar porque aguardan
al nuevo héroe, a su hijo Flortir.
En otras ocasiones Platir, sin embargo, no puede con la magia. Existen magos burlones
que como Gradior, el Caballero Encubierto, procedente del Fraudador de los Ardides
amadisiano ideado por Feliciano de Silva en el Tercer libro de Florisel de Niquea o del Caballero
Metabólico creado por Bernardo de Vargas en el Cirongilio de Tracia, se mofan de los
caballeros y los confunden para reírse y pasar el tiempo. Platir libra batalla con el Caballero
Encubierto, un misterioso personaje que oculta su identidad y justa con cuantos pasan por
sus dominios sin conseguir quebrar en ningún momento su lanza y sin acertar golpe con su
espada si no es cortando el aire. Aunque intuye ser obra de encantamiento, Platir queda
corrido y burlado doblemente cuando después del incidente pernocta ignorante en el
castillo de su burlador, en el castillo de Gradior, hablando ambos del Caballero Encubierto
y de sus pesadas burlas en un juego de perspectivas e identidades encubiertas. El enojo de
Platir anima a Gradior a prepararle una nueva burla, en este caso camuflada en una
aventura genuinamente caballeresca que recuerda los montajes ideados por los personajes
cervantinos para confundir a don Quijote. Platir sucumbe al engaño, sale en defensa de una
doncella en apuros como Dorotea y entra en combate de nuevo con el Encubierto
sufriendo la misma suerte, hasta que cae la noche y Gradior parte con la mayor risa del
mundo. Aunque Platir no encaja bien la burla, el episodio cobra claramente un valor
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distensivo y risueño en medio de la tensión acumulada después de tan serios y terribles
enfrentamientos.
4. El amor y la mujer
El amor es uno de los temas centrales de libro. Desde el título y el prólogo, el autor destaca
la historia amorosa de Platir y Florinda, consciente, sin duda, de los atractivos que encierra
para los lectores y lectoras. En principio, la historia parece seguir de cerca el modelo
amadisiano, la relación amorosa de Amadís y Oriana. En Lacedemonia, y después de
participar en los torneos, Platir da muestra de su condición de enamorado y de sus
sentimientos hacia Florinda liberando al caballero Lambaque de la cadena que le oprimía el
cuello, una prueba reservada para el más leal amador. En gratitud y como muestra de su
amor, Florinda le regala una joya que Platir llevará siempre en su brazo hasta que la pierda
en el castillo del Alva al liberar a Silvia. Esta doncella se enamora de Platir, encuentra la joya
y la luce en su persona, gesto que desatará la ira de Florinda. La princesa de Lacedemonia
imagina una historia de amor infundada entre Platir y Silvia y arrebatada por los celos, el
mayor monstruo del mundo, escribe una carta de despecho y de ruptura amorosa. La carta
está escrita conforme a los preceptos del dictamen, como todas las transcritas en el libro, y
en este caso con la falsilla de la epístola de Oriana. Antes de leerla, Platir conoce en sueños
y por las proféticas palabras de un viejo el enfado de Florinda y las adversidades que le
esperan. La carta sume el héroe en la desesperación y sin saber qué hacer vaga penitente,
con las armas mudadas, hasta alcanzar el perdón. La ruptura acrecienta el amor de la pareja
y, aclarado el malentendido, concluye, como ya se ha dicho, con el nacimiento de Flortir.
Pero la historia amorosa no acaba aquí, resta la parte más original de la misma. Platir
pierde su escudo mágico y es encantado en la cueva de Peliandos, donde sólo pueden
entrar caballeros y hasta donde llegan muchos intentando su liberación. Por amor, Florinda
realiza el acto más heroico de todas las mujeres palmerianas: toma el hábito de caballero y
se dirige a la gruta con la intención de liberarlo o de compartir su prisión. Como la
Bradamante ariosteca en busca de su amado Ruggiero, Florinda se transforma en una
doncella guerrera por amor, una figura novedosa y atractiva que el autor encarece
propagandísticamente en el prólogo-dedicatoria del libro, señalando los ejemplos
provechosos que encierra la obra «assi de varones como de notables mugeres que se
señalaron con el esfuerço de las armas, como fue aquella heroica muger Florinda, hija del
rey Tarnaes, Rey de Lacedemonia». El tipo sin duda era sugerente no sólo para la
homenajeada dama María Pimentel, sino también para el público femenino, que sin duda
alguna se sentiría atraído por una heroica mujer capaz de alcanzar un protagonismo
generalmente reservado para los hombres.
En hábito caballero y con el nombre de Caballero de las Ramas de Olivo, Florinda
transgrede las convenciones sociales que habían convertido a la heroína caballeresca en un
ser estático, recluida en los muros de palacio, transformándola en un personaje activo y
dinámico, igualmente itinerante, capaz de protagonizar las mismas aventuras que los
caballeros y no ser únicamente sujeto pasivo o testigo presencial de las mismas. El hábito
de caballero abre narrativamente a las mujeres un espacio que hasta el momento les había
estado vedado y las pone en contacto con la aventura. Usurpando el campo de acción del
héroe y adueñándose de un espacio que hasta ahora no le pertenecía, Florinda en su
trayecto hasta la cueva de Peliandos protagoniza una breve andadura caballeresca en la que
suspende una batalla entre dos caballeros discutiendo con ellos sobre la honra y el amor,
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libra a la doncella Mirnalta de la persecución de un caballero y protagoniza con ella una
equívoca historia de amor, similar a la que Bradamante mantiene con Flor de Lis
creyéndola caballero. Florinda entra en el juego amoroso de la misma manera que en el
mundo de las armas y enamora a Mirnalta como si de un caballero se tratara, propiciando
así una historia de amor entre personajes del mismo sexo que sin duda levantaría las iras de
los moralistas tan preocupados por la moral de las tiernas doncellas e incluso las de los
preceptistas atentos al decoro y a la verosimilitud imitante, pues, como recuerda el
Pinciano, «las hembras son flacas y no se deven pintar fuertes». Florinda, sin embargo, no
es una mujer débil y es su valentía, y no el disfraz de caballero, la que realmente le franquea
la entrada a la cueva y el reencuentro con su enamorado Platir. La recompensa para esta
audaz y astuta mujer no puede ser otra que una recompensa amorosa, pues Peliandos
permite que la pareja prosiga sin obstáculo alguno sus amores en el interior de la cueva
hasta la llegada de su hijo Flortir.
Como Florinda, otras mujeres de este tercer libro palmeriniano tienen una participación
relevante en sus historias amorosas y no sólo toman la pluma para escribir sus renglones
amorosos, sino que pasan a la acción. Triola, la amiga y consejera de Florinda, encubre con
astucia los amores de Platir y Florinda encubriendo identidades y busca como doncella
andante a Platir para que libere a su amado Vernao encantado en el castillo del Alva.
Basilia, olvidada y abandonada por Vernao, parte en busca de su mujeriego esposo para
reanudar las relaciones, lo mismo que Mirnalta se dirige a la cueva de Peliandos pidiendo
información por el Caballero de las Ramas de Olivo. Nagancia, Silvia, Parvia o Porpeya,
mujeres encantadoras o encantadas, recurren a la magia para conseguir sus fines amorosos,
una relación forzada en la que queda anulada la voluntad y sentimiento del caballero pero
de la que consiguen sus favores carnales. Todas ellas, con Florinda a la cabeza, representan
un tipo de mujer dinámico y activo capaz de competir con los caballeros y de alcanzar el
coprotagonismo de estos libros. Un coprotagonismo que en este caso se adelanta ya desde
la portada misma a través del grabado que la adorna y en el que se representa un caballero
armado en pie y a su lado una dama, que bien pudieran figurar a Platir y Florinda, estampa
poco frecuente en estos libros en los que domina la del caballero solo a caballo o
acompañado de escuderos.
5. Condenado a las llamas
A juzgar por lo expuesto en el prólogo, el autor confiaba sin duda en el reclamo del
personaje de Florinda convertida en caballero para despertar el interés del público y
alcanzar el éxito. Sin embargo, no fue así y esta doncella guerrera, figura que después
arrasaría en el teatro áureo, no consiguió ganar el favor de los lectores españoles de la
época, pues el libro no se volvió a reeditar más después de 1533 o hasta la fecha al menos
no se conoce ninguna otra edición. En cambio, su suerte fue muy distinta en tierras
italianas, donde se tradujo por primera vez en 1548 y se completó después con una
continuación escrita en italiano por Mambrino Roseo de Fabriano en 1560, traducción y
aggiunta que vieron la luz varias veces hasta entrado el siglo XVII. De este modo, el Platir
conocía en Italia la misma fortuna que las otras obras palmerinianas, Palmerín de Olivia y
Primaleón, y que cualquier otro libro de caballerías de éxito. La ilustre familia a la que
pertenecía no fue aval suficiente, en cambio, para competir en España con otros títulos en
el candelero. Los avatares del libro después de salir de las prensas de Nicolás Tierri se
ignoran. Sólo se rastrea con facilidad la suerte que siguió el hermoso grabado de su portada,
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que pasó a adornar con ligeros retoques después la de Felixmarte de Hircania (Valladolid,
1556) y la de Lidamarte de Armenia (Valladolid, 1590), dos obras vinculadas también a
Valladolid, una ciudad clave, por diferentes motivos, en la creación y difusión del género.
El grabado interesó, pero el texto no.
Uno de los ejemplares de esta edición llegó a la biblioteca de don Quijote y de allí, por
mano del barbero y decisión del cura, después fue a parar al fuego (I, 6). En la biblioteca
del hidalgo manchego, y quizá también en la del mismo Cervantes, El Caballero Platir figura
entre famosos e importantes libros de caballerías, Amadís de Gaula, Palmerín de Inglaterra,
Tirante el Blanco y para don Quijote su héroe estaba a la altura de los grandes, pues cuando
explica a Sancho que su intención es resucitar la caballería, confía superarlo, poner en
olvido «los Platires, los Tablantes, Olivantes y Tirantes, los Febos y Belianises» (I, 20). No
lo tiene en tal estima el cura, uno de sus primeros censores conocidos, pues lo tacha de
libro antiguo y no encuentra en él nada que merezca venia. Su crítica es tan vaga como las
de otros moralistas y autores graves de la época sobre el género y difícilmente puede
saberse por ella el conocimiento que tenía del libro. Cervantes tampoco da muchas
muestras de una lectura reciente cuando en el capítulo nueve de la primera parte se muestra
preocupado porque don Quijote no tenga un sabio que escriba sus hazañas ya que
cualquier caballero lo tenía y el manchego no iba a ser menos que Platir. La comparación
no ha lugar porque Platir no tiene en el tercer libro palmeriniano, como tampoco en el
segundo o en el Palmerín de Inglaterra, ningún maestro Elisabad ni mago Alquife que vaya
escribiendo su vida. Como en otras ocasiones, Cervantes no verifica la cita, se deja llevar
por los recuerdos de sus lecturas y se atreve a fabular a sus anchas. Paradójicamente, en
este caso la historia de Platir se presta a ello mejor que cualquier otra, pues cuando tantas
libertades se habían tomado los autores palmerinianos en reescribir su historia también
Cervantes podía hacerlo a su modo, dando por inventado un personaje que supuestamente
otros ya habían tenido que crear de acuerdo con la poética del género. Como sucede con
otros libros de caballerías, es muy difícil precisar el conocimiento y estima que tenía de éste,
pero en cualquier caso el hecho de que lo registrara en la biblioteca de don Quijote es razón
suficiente para acordarse de él. Aunque Cervantes lo condenó a la hoguera, las llamas lo
salvaron del olvido.
Criterios de edición
Se edita el texto salido de la imprenta vallisoletana de Nicolás Tierri el 16 de mayo de 1533,
hasta la fecha la primera y única conocida del libro y conservada en la Bristish Library con
la signatura C.57.g.3. En la edición del mismo se siguen los criterios indicados a
continuación:
– En cuanto al vocalismo, se regula el uso de u, i (con valor vocálico), frente a v, j (con
valor consonántico); del mismo modo que la y, salvo en el caso de la forma adverbial ý,
se transcribe siempre con i cuando tiene valor vocálico. Respecto al consonantismo, se
simplifican las consonantes geminadas siempre y cuando poseen un menor valor gráfico
y se moderniza de acuerdo con los usos actuales el grafema q-. Se respeta la consonante
h, manteniéndola en aquellos casos en que tiene un mero valor expletivo y no se
restituye en las formas verbales o nominales que carecen de ella respecto al español
actual, de la misma manera que se mantiene indistintamente, de acuerdo con el texto, el
uso de n o m delante de las consonantes b/p.
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Platir, edición de Mª Carmen Marín Pina (1997)
– Se desarrollan las abreviaturas presentes en el texto sin ninguna indicación y se regula el
uso de mayúsculas y minúsculas, la puntuación y separación de palabras según los
criterios actuales. En cuanto a la acentuación, se siguen igualmente las normas vigentes,
si bien se acentúan dó, só, estó, á, é como formas verbales para evitar confusiones con sus
homónimas; nós y vós con función de sujeto; ál con el significado de ‘’otra cosa’ y, como
se ha dicho, el adverbio ý.
– Se emplea el apóstrofo para indicar las vocales elididas. Las adiciones al texto figuran
entre corchetes y entre paréntesis las letras que sobran y dificultan la correcta
comprensión del mismo. El signo tironiano se transcribe por «y» en su alternancia
habitual.
– Por último, se respetan las vacilaciones en las formas léxicas de los nombres propios,
antropónimos y topónimos. Se corrigen las erratas o errores evidentes del texto y se
renumeran correctamente los capítulos a partir del sesenta. Se suprime la foliación
original en la tabla de capítulos y el interior del texto.
M.ª Carmen Marín Pina
Universidad de Zaragoza
Bibliografía
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© Centro de Estudios Cervantinos
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