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P REGIOS
DE
SUSCRICIO!
AÑO.
Madrid. . .
Provincias.
Extranjero.
35 pesetas.
40
Id.
60
id.
PRECIOS
AÑO X X I I I - N Ú M . XXIII.
SEJlESTIiE.
TniMESTilE.
18 pesetas.
21
id.
26
id.
10 pesetas,
11
id.
SUMARIO.
TfiXTo. —Crónica general, por D. José Fernandez Bremon.—'Nuestros grabados, por D. Manuel Bosíh.—Los nuevos Alumbrados, por D. Manuel
de Gúngora, catedrático de Historia Universal en la Universidad de G-ranada. —Critica literaria : La verdad sobre el Quijote (art, n) , por D. Manuel de la Kevilla. — Notas sobre Australia, por D. Francisco do Asis
Pacheco. — El Canal interoceánico americano, por D, A. Morales de los
DE S U S C H I Ü I U N
A PAGAR
EN O R O .
ADMINISTRACIÓN,
CAREETAS,
12,
PRINCIPAL.
Madrid, 22 de Junio de 1879.
Cuba y Puerto-Rico- . . .
12 pesos fuertes.
7 pesos
Filipinas
15
id.
8
Méjico y Rio de la P l a t a .
15
id.
8
En los demás E s t a d o s de América fijan el precio los Sres.
Hios.—Libros presentados á esta Redacción por autores ó editoi'G8,-por
M. B.—Anuncio?.
GRABADOS* — Paris : Fiesta en el teatro de la Ópera , á beneflcio de las familias arruinadas por la inundación de Szegedin.—Turin : Inundación á
consecuencia de la rotura del dique del Po : vista tomada desde el Lumjo Po.
— Sicilia ; La erupción del Etna : vista tomada desde el puente Passo Piscüiro, destruido por la lava. — Hetrato del Excmo. Sr. Marqués de San
Gregorio, recibido Académico de la Española de la Lengua el 8 del corrien-
fuertes.
id.
id.
Agentes.
te. — Asturias (Llánes) : Torre de Xorlega, construida hacia el siglo viii.
—Monumentos Arquitectónicos de España : La puerta del claustro, en la
catedral deBárgos.— Bellas Artes : £1 Pequeño Avaro, copia del cuadro de
M. Adrien Marie. (Salón de París de 1879.) — París : El Molino de la Gafííe en el cerro de Montmartre. — Retrato de D. Francisco Plá y Vila,
pintor escenógrafo. —Retrato del barón Lionel de Rothschild.—Portugal;
Tipos populares : Pescadores de las inmediacione? de Oporto.—Ketrato de
M. Paul de Cassaguac, diputado bonapartista en la Cámara francesa.
PAPtíS.—FIESTA EN EL TEATRO DE LA ÓPERA, Á BENEFICIO DE LAS FAMILIAS ARRUINADAS POR LA INUNDACIÓN DE SZEGEDIN.
p. )
402
CRÓNICA ^ENERAL
La muerte del príncipe Luis Napoleón se ha confirmado
oficialmente, y aun nos parece un suefio que las esperanzas
do un partido, dueño de Francia hace todavía poco tiempo,
se hayan desvanecido en un instante, y que el joven Príncipe, criado entre el regalo de una corte poderosa, haya
terminado su vida en un rincón del África, á donde sólo
pudo conducirle la inexorable ley de su destino. Ninguna
exigencia política, ningún agravio que vengar, ninguna
relación con los asuntos que ventila Inglaterra en su colonia del Cabo, exigió su presencia en aquella guerra de salvajes. ¿Qué le llamaba hacia esa región lejana é inhospitalaria? Nada al parecer. Todo; es decir, la atracción irresistible de la muerte.
Si la representación política que tenía; si su apellido glorioso, su juventud, la bizarría con que acudió á templar su
alma en los trabajos de la guerra, y , sobre todo, su voluntaria desdicha, no excitasen nuestra compasión y nuestra dolorosa simpatía, Aun siendo tan insensibles, dedicaríamos un movimiento generoso del corazón á deplorar el
duelo de la atribulada señora, gala de nuestra sociedad en
otro tiempo, siempre española cuando fué Emperatriz de
los franceses, y que hoy llora la pérdida de un hijo. Si en
Francia ese triste suceso es el luto de un partido, en España
es un duelo de familia; allí se arrojarán ramos de violetas
en el catafalco el rlia de sus funerales ; aquí se verterán lágrimas silenciosas en un palacio antes risueño, hoy convertido en panteón. Para los grandes é inesperados dolores no
hay pidabras, no hay sino inclinarse con respeto ante la
grandeza del dolor.
De incaleulable trascendencia es el triste suceso que estamos comentando. Acaso la novela futura, resistiéndose á
convenir con la historia en que las gumías de un tropel de
salvajes hayan podido infiuir tan directamente en el porvenir de uno de los pueblos más poderosos de Europa, revista
de caracteres misteriosos este sombrío episodio. En realidad, todavía parece inexplicable que haya podido verificarse de una manera tan oscura é imprevista. Y es que la realidad, cuando quiere hacer novelas, se complace en lo inverosímil y lo absurdo.
¿ lia concluido la dinastía de los Bonapartes en el Cabo
de Buena-Esperanza, nombre, al parecer, de buen agüero?
Muerta parece de una manera definitiva, aunque nada se
puede asegurar de lo futuro. Los pueblos á veces sacan provecho del sacrificio individual, y lo que es una inmensa
desgracia para algiuios, suele dar soluciones beneficiosas
para muchos. Los republicanos franceses han visto disiparse una sombra amenazadora : los monárqincos de Francia
ven otra vez posible, y acaso no muy lejana, .su unidad.
Después de haber hablado el idioma del sentimiento, es triste usar el lenguaje frío y cruel de la política.
Corta y trágica fué la vida del príncipe Luis Napoleón:
se puede decir que sólo tuvo dos fechas: la primera, al presentarse, aun siendo niño, en Sarrebruck ante las balas prusianas, que tan funestas fueron á su padre y á la Francia;
la segunda, al presentarse ante la tribu bárbara que consumó su ruina propia. Si la dinastía que empezó por un guerrero ha terminado para siempre, su fin ha sido digno de su
ilustre antepasado : ha nmerto en la guerra. El África, vencida por Napoleón I en las Pirámides, se ha vengado á
traición en su augusto descendiente. Los q u e , recordando
odios pasados, no compadezcan á éste por lo que tenía de
Bonaparte, llórenle por lo que tenia de español.
Los Bonapartes parecen destinados á navegar después de
muertos. Las costas africanas, que vieron alo lejos el buque
enlutado que conducía á Francia los restos de un coloso,
verán cruzar otro fúnebre navio, que signe la misma ruta,
como si buscara el panteón de su familia. El Príncipe imperial quiso seguir, lanzándose á la guerra, las huellas del
fundador de su dinastía : la suerte sólo le permitió seguir
las de su féretro. Cuando Napoleón I intentaba con el bloqueo continental convertir á Inglaterra en ancho cementerio, ¿presentiría que aquella tierra sería el sepulcro de sus
sucesores? Duerma en paz el malogrado Príncipe' imperial
en tierra extranjera, pero noble y hospitaluria : allí recibió
el último beso de su madre; allí resonarán también los mismos besos y sollozos sobre el mármol de su tumba.
•
*
"
.
•
No sabemos quién promovió el conflicto de la Cámara do
diputados francesa, si el Sr. Paul de Cassagnao al llanuufalsificadores á sus advei'sarios políticos, devolviendo un calificativo que se había lanzado contra los católicos sin correctivo alguno, ó el Presidente de la Cámara al pedir la censura, es decir, la última pena contra el diputado. Cuando
los individuos que se sientan á la derecha del Congreso se
indignaron hasta el punto de dar el triste espectáculo de
abandonar sus puestos y lanzarse contra el Ministerio, claro
os que habían sufrido un vejamen de esos que levantan y
conmueven á un partido, pues una reunión de hombres formales no se asocia á cualquier acto extravagante, sobre todo si el q\ie lo promueve tiene antecedentes que le perjudican. Pero su actitud amenazadora y las graves ofensas
que profirió Mr. de Cassagnac les colocaron moralmente en
situación nuiy poco airosa. Y como también salieron injurias de la boca de algún ministro, y el escándalo tomó carácter general, el prestigio de la Asamblea francesa padeció mucho en aquella sesión tumultuosa, dando por resultado el propósito de aumentar las facultades de la Cámara
contra la extraliniitacion del diputado, lo cual nos parece
conveniente, aunque se consideraría retrógrado si lo propusiese una mayoría de conservadores.
En cuanto k Mr. de Cassagnao, hemos llegado á temer
que esa exaltación casi constante constituya, según la ciencia, un estado patológico. Hay algo de alucinación en su
conducta, pues no nos parece natural obstinarse en hacer
el Orlando furioso vistiendo de levita.
#
LUSTÍlAdOK
F'
pSPANOLA
Y
/
MEI\ICA1S[A,
Las Cámaras francesas vuelven á París, dejando la tranquila y segura residencia de Versálles. Están en su derecho,
y se comprende que la maj'oría del pueblo parisién está
lioy conforme con la mayoría de las Cámaras. Pero ese
acuerdo ¿será permanente en un pueblo novelero y tornadizo? Si el acta de Blanqui se hubiera discutido en París, y
no en Versálles, ¿hubieran sido tan libres los debates ? Desearemos que las sesiones futuras sean provechosas y pacíficas , y i-especto de esta mudanza, no opinamos como un
bonapartista gascón, que decía ayer en un café :
— Créanme ustedes. Las mayorías se refugian entre el
pueblo de París, huyendo de mi amigo M. Paul de Cassagnac.
»
• #
Otro pronunciamiento ha habido en Méjico.
¡ Oh pueblo, separado de nosotros por el Atlántico, pero
nada nuís que por el agua!
¿Negarás que eres hermano nuestro?
Hoy estás en guerra civil ; nosotros somos más felices :
terminamos la última campaña hará unos cuantos meses.
Terminaba la revista militar con que, al par que se agasajaba á los Príncipes de Au.stria y de Baviera, se daba una
muestra de la instrucción, aspecto y organización del ejército español á dos huéspedes ilustres. Era para el pueblo de
Madrid un día de fiesta; la hermosa calle de Alcalá estaba
llena de gente, que, contenida en las dos aceras por la
Guardia civil y la fuerza de orden público, dejaba en medio
ancha carrera á las tropas que desfilaban. Los curiosos rebosaban en los balcones; en el extremo de la calle se veian,
sobre la azotea del pabellón del Ministerio de la Guerra, á
la Princesa de Asturias é Infantas, reclinadas en tapices y
rodeadas de sus damas; poco más arriba, en la hendidura
que forma delante de San José la entrada de la calle del
Caballero de Gracia, S. M. el Rey y los Príncipes extranjeros presenciaban el desfile al frente de la escolta regia, cuyo
fondo airoso le formaban los blancos y movibles penachos
de los guardias. Los ingenieros, la tropa de línea, los cazadores, marchando gallardamente con el aire marcial y desembarazo peculiar á nuestra infantería; la Guardia civil, ostentando en su pintoresco uniforme de gala sus petos encarnados, calzón blanco y polainas negras, y marchando
con el aplomo de veteranos; la artillería, de soldados fuertes y escogidos; los lanceros, de lucido personal, y los húsares, con sus vistosos uniformes, habían pasado y a ; las
músicas militares sonaban todavía ; se oían lejanos toques
de cornetas; relucían al sol los cascos, las espadas y los
hierros de las lanzas ; ondeaban á lo lejos plumas de colores,
banderolas y estandartes. Era un cuadro de mucha luz, un
espectáculo bello y animado ; tendiendo la vista por la calle
de Alcalá, parecía aquello un rio de colores, cuyas márgenes
oscuras eran el pueblo apiñado en las aceras. Una detonación, semejante á un cañonazo repetido por el eco, produjo
en los ánimos descuidados la impresión de una salva. Poco
después, una nube de humo envolvió á las tropas; la multitud osciló, y precipitándose en las casas y en las calles
adyacentes, corrió en todas direcciones, sin saber por qué
corría. ¿Cómo no quedaron sin vida en aquella dolorosa
confusión muchas personas delicadas, en un público donde
abundaban las señoras y los niños? Un accidente casual,
la voladura de la pólvora de un armón, produjo algunas
víctimas ; como las desgracias pudieron ser incalculables en
aquella aglomeración de gente, debemos darnos por contentos. ¡Triste satisfacción para los heridos!
Oigamos lo que decían en rededor de la mesa de un café,
aquella misma noche, los conocidos contertulianos X., N. y Z.
X.—^La catástrofe ha podido ser más sangrienta que una
batalla, pues en el armón había más de treinta granadas,
que sí hubieran estallado entre'el gentío, hubieran producido terrible mortandad. ¿Por qué cruza la artillería al trote
las calles de Madrid, expuesta á que la percusión inflame
los proyectiles que van dentro de las cajas? ¿Por qué no se
llevan éstas vacías á las paradas, donde no se necesita hacer
fuego ? ¿ Por qué se efectúan los desfiles en mía calle, en
vez de verificarse en un paseo ?
N.—Alto, amigo, que no podré contestar á esa granizada
de preguntas. ¿Cree V. que la artillería montada tiene sus
numiciones dispuestas de tal modo que sea fácil una voladura por un simple trote, cuando necesita trotar tan á menudo en cannnos detestables? Pues sepa V. que ese armón
no ha debido volar, no ha podido haber volado. Primero,
porque las bolsas de la pólvora iban en sacos de lana; segundo, porque la pólvora sólo se inflama a u n a temperatura
elevadísima, á que no puede llegar la madera del armón, que
no tiene herraje interior; tercero, porque la pólvora no se
inflama con la percusión ni á nuu'tillazos, y cuarto, porque
las granadas no llevan espoletas, únicas que con el movimiento podían estallar.
A'.—¿ Entonces cómo se inflamó la pólvora en los sacos?
Z. — Dadas las precauciones de que el Sr. N. nos habla,
sólo veo tres hipótesis. La más vulgar es la caída de algún
fósforo dentro del armón en el momento de cargarle; como
los artilleros saben perfectamente las consecuencias inmediatas que podía ocasionarles semejante descuido, no es
probable que suceda. La hipótesis científica tiene el inconveniente de ser la que emjílea á menudo la ciencia para
explicarse lo que no tiene explicación : es posible, sin embargo, que el roce de las ruedas y demás movimientos del
carro produzcan corrientes eléctricas que determinen la inflamación de la pólvora. Hay, ademas, otra razón acaso más
práctica y en que menos se repara. Puesto que el fulminato de las espoletas es tan sensible, que estalla al menor choque, ¿no podría hacer el uso de aquéllas que cayesen en
los armones partículas de ese fulminato, en cuyo caso la
percusión puede producir la voladura?
A'. — Ello es que los armones vuelan por esta ó la otra
causa. ¿ Por qué no van vacíos á las revistas?
N. — Por mil razones que no es fácil explicar : los materiales que conducen no se pueden remover y trasladar á
menudo sin peligro ; la operación es ademas larga y pesa-
N." x x n i
da ; y como nadie sabe cuándo se ha de usar la artillería, es
de ordenanza y es de principio militar que esté siempre dispuesta.
X. — Pero ¿por qué se hacen los desfiles en las calles?
N.— Eso es otra cosa: la Puerta del Sol, adonde desembocan hoy las fuerzas, es ya estrecha para el tránsito, y esas
fiestas cortan la circulación, acaso en horas de gran movimiento, como son las que preceden á la salida del correo.
Esas revistas, habiendo ejército, son convenientes de vez
en cuando, 3' acaso indispensables. La tradición las ha marcado la carrera que signen actualmente : la vida moderna
de la población acaso exija su reforma. No me opongo.
Los interlocutores, según se iban conviniendo, bajaban
la voz, y ya no pudimos oír lo que decían. Como no entendemos de asuntos militares, nos limitamos á exjwner las
opiniones de los Sres. X . , N. y
'¿.
Siempre hemos creído uno de los deberes municipales
procurar baños gratuitos á los vecinos pobres : tan lejos está
Madrid de realizar esa aspiración de la higiene, que escasean los establecimientos industriales de baños en la población hasta el punto de que sea preciso considerar como un
progresóla instalación de uno nuevo, sobre todo cuando
ofrece innovaciones útiles, como el que ha edificado y
abierto al público el Sr. Montaner en el paseo de San Vicente. No hay allí pilas estrechas, sino albercas desahogadas, donde pueden entrar á la vez cinco ó seis personas :
las señoras tienen un baño grande donde ejercitar la natación, y el de los hombres es de la mayor dimensión que
permiten las ordenanzas municipales. El tranvía del barrio
de Pozas pone en comunicación con el centro de Madrid la
nueva casa de baños, cuyo aspecto es agradable y aseado,
aunque sin lujo. Allí iremos en esas tardes de calor en que
el hombre envidia la naturaleza del salmón y siente no tener aletas en vez de brazos y uniforme de escamas en vez
de su traje de verano.
— Tiene V. razón, nos decía un borracho. Yo me opuse
á que se gastase un capital en las obras del Lozoya, cuyo
depósito es una gran bodega de agua; pero, ya que se ha
hecho el gasto, bañémonos en ella. Si el agua no se emplease exteriormente, ¿para qué serviría?
* *
Estamos en la época de los exámenes : los tribunales universitarios funcionan con actividad : ha llegado para los estudiantes el día del juicio, y haj' algunos que devoran en
una semana dos ó tres asignaturas. Los catedráticos separan
los buenos de los malos, como se criba el grano para apartarle de la broza. Un alumno de Medicina aseguraba ayer
que no podía experimentar nadie terror semejante al que
iba á sufrir en el acto del examen.
— Bien se conoce que V. no ha sido militar, contestó un
capitán retirado : en la penúltima guerra civil caí prisionero,
y apenas llegué con mis compañeros al depósito nos diezmaron. Conqjare V. su miedo con el que yo pasé al meter
la mano en el saco donde decidía de mí suerte la casualidad
de tomar una bola blanca ó una negra.
— Eso no es nada, repuso el estudiante : también sacamos bolas con el número de las lecciones al examinarnos:
pues bien, todas las bolas del programa son negras para mí.
Todos recordamos una pieza cónuca, cuyo argumento estribaba en la multitud de individuos que pretendían ser los
que ayudaron á levantar del suelo al general Pierrad cuando cayó del caballo en el pronunciamiento de 1866. Lo
mismo sucede actualmente en Madrid : apenas conocemos
una persona que no haya estado, en el acto de la voladura,
á dos ó tres pasos del armón. Los más modestos se colocan
delante de la puerta del hotel de París. El armón había reunido en un mismo sitio á matrimonios separados hacía muchos años. Doscientos mil ojos humanos vieron volar al artillero. El amigo Aamodeo puede decir sin exageración que
aquella tarde todo Madrid se había dado cita alrededor de
la pólvora inflamada.
Así exclamaba anoche un caballero con tono declamatorio
y enojado:
— Y V., ¿dónde estaba en aquel momento?
— No puedo decirlo, caballero, porque donde estuve no
podía haber sitio para mí.
—Confiese V.; ¿qué importa uno más?
.
— No, no diré la verdad.
— Nosotros la diremos; usted fué el único que estuvo al
lado del armón.
—Yo quiero que me paguen siquiera los cristales rotosi
decia un vecino de la Puerta del Sol.
—¿Dice V. que pagan los cristales? Entonces pondré
también mi cuenta.
— ¿Es V. vecino mío?
—No, señor; vivo en Chamberí.
•;
— Entonces no me explico
— Soy corto de v i s í a y la explosión me rompió los cristales de los lentes : no volé en aquel momento por no tener
alas : como que estaba
— S í , al lado
•
•
— No, señor; casi encima del armón.
JOSÉ FERNANDEZ BREMON.'
NUESTROSJRABADOS.
PARÍS : FIESTA EN EF, TEATRO DE LA ÓI'ERA,
A benpficio de las familias arruinadas por la inundación de Szegedin.
Un gran festival, organizado por la redacción del Fígaro
con el concurso de nuestro colaborador Mr. Gouzien , tuvo
lugar en la noche del 7 del corriente mes en el teatro de la
Opera. Terminado el magnífico concierto vocal é instru-
LA.
N.° XXIIÍ
mentnl que formaba la primera parte del programa, y levantarlo el telón de boca, apareció el extenso escenario
convertido en una animadísima kermesse (feria), á la cual
espléndidas decoraciones prestaban un asombroso carácter
de verdad, aunándose todos los recursos del arte para cpie
el espectador creyese asistir á un cuento de hadas. Nada
faltaba en la kermesse para que la ilusión fuese completa:
111 tiemlas de feriantes, ni cucañas, ni los caballos de madera, allí, como en España, obligado accesorio de toda feria.
i Y qué tiendas! Con decir que las actrices más lindas y
más aplaudidas de París vendían en ellas dores, peifumería,
dulces, helados, juguetes, champagne y otras mil cosas, se
'emprenderá que la tentación era demasiado fuerte para
'Ule los asistentes, ánn los más recalcitrantes, dejaran de
trocar el contenido de sus portamonedas por todas aquellas
fruslerías, ofreciilas con la más amable de k s sonrisas. Así,
la fiesta ha dado un producto de más de 250.000 francos.
Venta de objetos de arte, que se adjudicaban al mejor
postor, lotería positiva, todo, en fin, cuanto en una fiesta
semejante era susceptible de producir dinero, fué puesto en
práctica en aquella fiesta de la cariilad, á la cual se refiere
nuestro grabado de la página primera.
ÍLUSTÍ^ACION;
ESPAÑOLA
Y
El discurso del Excmo. Sr. D. Tomás Rodríguez Rubí, en
contestación al del señor Marques de San Gregorio, fué
acogido por el auditorio con inequívocas muestras de aprobación.
El digno Presidente de la Academia, excelentísimo señor
Conde de Clieste, recordó en elocuentes frases los beneficios
de que aquella ilustrada Corporación es deudora á los monarcas que han ocupado el trono de España, desde su fundación por el rey D..Eelípe V, agradeciendo á S. M. D. Alfonso X I I el alto honor que con su visita recibía la Academia. S. M. el Rey se dignó corresponder al discurso del
señor Presidente con palabras altamente lisonjeras para la
Corporación, demostrando una vez más su afecto y entusiasmo hacia las letras.
El Excmo. Sr. Marqués de San Gregorio, antiguo catedrático del Colegio de San Carlos y de la Facultad de Medicina, Rector de la Universidad Central y Presidente de la
Facultad de la Real Cámara, ejerce en la actualidad los elevados cargos de Presidente de honor de la misma, Presidente de la Real Academia de Medicina, y Senador del reino por nombramiento de la Universidad Central.
LA TORRE DE NORIEGA.
TI ALIA.
Turin ; La innnilacion del Vo 'Vista tomada desde el Lungo Pv )
Sicilia : La erupciun del Etna, f Vista tomada desde el puente Pusso /'hcmro,
destruido por la lava. J
A Italia le ha tocado también su parte, y no escasa por
cierto, en la serie de desastres materiales que vienen sucediéndose en Europa desde los comienzos del año que va
trascurriendo. Así, el crecimiento del P o , determinando la
rotura de un dique, ha permitido que las aguas de aquel
rio inundaran cerca de 100.000 hectáreas de terreno, causando á las poblaciones ribereñas enormes perjuicios, que
en varias de ellas han ofrecido bastantes puntos de contacto con los ocasionados por la catástrofe de Szegedin.
La ciudad de Turin, construida á orillas del Po, temió
por un momento ver repetidas las lamentables escenas que,
por consecuencia de otro desbordamiento del Po, presenció
en 1839 ; pero, afortunadamente, -non ha avuio che lapavui'a^ que dice una correspondencia de aquella capital, como
pudiéramos decir nosotros que «lo de más importancia ha
sido el susto.»
^ Nuestro primer grabado de la pág. 404 representa la crecida del rio, en Turin, tomada desde el Lungo Pv, gran
puente de piedra, construido en el presente siglo.
La erupción del Etna, que continúa produciendo estragos
en el momento en que redactamos estos apuntes, es el
bisunto de uno de los grabados que en la pág. 404 del presente número publicamos.
El Etna, llamado también en Italia Jitongihello, nombre
que se deriva de la voz italiana Monte y de la ái'abe djebel
(montaña), se eleva al NE. de la Sicilia, hacia el fondo
fie la llanura de Catana. Su altura es de 3.424 metros (2.000
más que la del Vesubio), midiendo la base de la montaña
cerca de doce miriámetros de circuito.
El cráter que corona el Etna no tiene menos de cuatro
kilómetros de circunferencia. En su fondo se han formado
tres aberturas, de las cuales la una es un agujero oblongo é
irregular, afectando las otras dos la forma de un cono; por
estos tres respiraderos se escapan constantemente columnas
de espeso y negro humo, cpie son como el aliento del volcan,
durante la noche la oscuridad permite percibir que el humo
•^a envuelto en un resplandor rojizo, lo cual hizo creer por
"mcho tiempo que el volcan vomitaba llamas constantemente.
Los flancos de la montaña presentan tres zonas de muy
diversa naturaleza. En la parte inferior (región piamontesa,
fjue se dice en Italia) reina una primavera eterna, á bonefteio de la cual fértiles tierras, plantadas de trigo y de vi"es, rinden al hombre abundantes co.sechas. Esto explica
que, á pesar de la peligrosa vecindad del volcan, so haya
agrupado en aquella zona de 800 metros de altura una poolacion de más do 300.000 habitantes, distribuida en inuclios pueblecitos y aldeas.
La zona media está cubierta de antiguas y sombrías se\yas, pobladas por rebaños de bueyes y de cabras salvajes.
Eucima de ésta, y á una altura de 2.100 metros, empieza
'a tercera zona (rer/ione scoverata) , ó sea la región de las
nieves y de los hielos, que por su naturaleza fornuí el más
extraño contraste con la ardiente cresta del volcan y con
sil baso, coronada de verdura.
Antiquísimos testimonios históricos hacen mención do
^i'iipoiones del Etna, pues las refieren Tucídides, Strabon,
tJiodoro de Sicilia, Píndaro y Virgilio , citándo.se once erupciones célebres antes de nuestra Era, y sesenta y siete en
^sta, según M. Merlin. Las más memorables entre estas últimas tuvieron lugar en 1160, 1163, 1329, 1530, 1G69, 1683,
l'p5, 1787, 1792, 1802, 1809, 1811, 1819 y 1832. Como las
mas recientes, citaremos las de 1852 y 1865.
¿ flay necesidad de decir que todas ellas fueron desastrosas para las poblaciones de la primera zona y de la llanura?
•tjos pormenores de que hace algunos días vienen llenos los
Penódicos sobre la acción destructora de los ríos de lava,
<ljie así arrasan campos como sepultan habitaciones, nos
dicen con triste elocuencia lo que son y lo que han debido
ser siempre las terribles cóleras del Etna.
EXCJK).
SI;. D.
TUMÁS
DE
CORRAL
Y
OJÍA,
marqués de San Gregorio, Académico de la Española.
El 8 del actual, bajo la presidencia de S. M. el Rey, se
yerilieó en la Academia Española la solemne recepción del
J'^xcnio. Sr. I) Tomás de Corral y Oüa, marqués de San
.'cg'orio, cuyo retrato hallarán nuestros lectores cu la página 405 del presente número.
\ ersó el discm'so del uuevo académico sobre la C'oncor"uncia lógica del pensamiento con la ed'presion, tema des•'iToUado por el Sr. Corral y Oña con gran copia de imporantes c.onsirleraciones, expuestas con correcto lenguaje,
claro estilo y abundancia de doctrina.
403
AMEIIICAÍS[A.
A la vista del mar Cantábrico, en uno de los más pintorescos valles de la parte oriental de Asturias, en el partido
judicial de Llanos, concejo de Rivadedeva, álzase majestuosa la por varios escritores antiguos titulada Aniiquísima Torre de Noriega.
El grabado que damos en la pág. 406, tomado desde el
Acehoso ó Alto de la Cantera, una de las estribaciones del
monte de Cuera, en la jiarroquia de Noriega, representa el
referido edificio, digno por su antigüedad, si no por otros
títulos, de figuraren nuestra publicación.
De dicha solariega casa se derivan , según escritos que en
la ndsma existen, muchos títulos de Castilla, entre ellos el
de Pefiadorida, el de la Vega del Sella, el de Leitosa, el
de Hermosilla, y otros muchos, habiendo llegado á nuestros
dias algunos de los innumerables privilegios que gozó en
otro tiempo.
Es tal vez el único edificio de su época y arquitectura
que en la actualidad se encuentra habitado, y cuyos moradores conservan aún el apellido que da nombre á la casa,
fundada há tantos siglos, y que ya en tiempos de D . P e l a yo defendió, si no la erigió, un Noriega contra los enemigos
de Ci-isto y de la patiáa.
No tiene obras de arte dignas de mencionarse, á excci>
cion del retablo de su capilla, hecha después de la Reconquista, y que es de incuestionable mérito.
En medio de aquella gran mole de piedra existe una curiosidad del reino vegetal. Es una encina que nació en una
de las elevadas almenas de la parte O., y que hace muchos
años se trató de exterminar, sin haberlo logrado.
Algunos escritores se han ocupado de esta casa, y uno (1),
al hablar de ella y de sus descendientes, dice : «.Noriega.
Los de este apellido y linaje, Noriega, son muy buenos hidalgos, y tan antiguos, que se tiene por cierto descienden
del infante D. Pelayo, y se llamaban infanzones antiguamente, y tienen su solar en el Valle de Rivadedeva, en Astiirías de Santillana. Traen por armas las que tomó dicho
infante cuando se comenzó á echar los moros de Asturias,
que es una cruz que llevó por estandarte y bandera, á la
cual aconteció que, estando un caballero de este linaje y
apellido retraído en una torre con poca gente, vinieron sobre él los moros, y él salió de la torre armado con su gente ;
animándoles y saliendo, se le apareció encima de la torre un
ángel con una cruz en la mano, anunciándole su victoria, y
ansí fué vencedor, y por esta causa pintan por armas la
torre, encima de la cual está un ángel con su cruz en la
mano, saliendo de la torre un caballero armado, el cual,
luego que vio al ángel, hincó una rodilla en tierra 6 hizo '
su oración. Pintanse éstas en campo dorado, con una águila negra encima. Las armas son como dicho es, y el blasón
el siguiente:
de mucha labor, con muchas imágenes y otros adornos. En
la imposta del arco, á mano izquierda del espectador, hay
una cabeza de piedra de singular expresión; se tiene por
retrato al natural de San Francisco de'Asis, habiéndole copiado, cuando el santo Patriarca estuvo en esta ciudad, uno
de los escultores, colocándole después en esta bella portada.
Don Manuel Eraso, maestro de la Escuela de Dibujo, hizo
uno exacto de dicha cabeza, en 1787; fué encargo del excelentísimo señor Conde de Fernan-Nufiez para i'emitirle al
señor Marqués de Florida Pimentel, dii-ector de la Real
Academia de San Fernando.
»La puerta es muy antigua y riípiísíina por sus labores y
mérito artístico: las armas del señor obispo Acuña, incrustadas en su travesano, prueban que la obra se hizo á expensas de aquel Prelado, ó por lo menos durante su pontificado, que terminó en 1495.»
BELLAS' ARTES.
Ll ¡'''(¡tuñü aruro, copia del cuadro de M. Adrien Marie.
(Salón de París de 1879.)
En la pág. 409 ofrecemos á nuestros lectores la copia de
uno de los cuadros que más han llamado la atención del público, entre los millares de ellos exj)uestos este año en el
Palacio de la Industria.
Aparte del mérito artístico de este lienzo, el asunto que
el pintor ha elegido es de los más simpáticos. En efecto,
¿qué cosa más interesante que los niños? La frescura de su
rosada tez, la sencilla expansión de sus emociones, la misma inocencia de sus precoces instintos, todo en ellos presta
objeto á la observación y al estudio del artista.
Con cuánto amor ha tratado M. Adrien Marie la expresiva escena que este lindo cuadro representa, se comprenderá sabiendo que el Pequeño avaro es
uno de sus niños.
PARÍS : EL MOLINO DE LA OALETTE.
La antigua construcción representada en nuestro grabado de la pág. 412, según dibujo del joven artista D. J. Moreno y Carbonero, se halla situada en lo alto de la colina
de Montmartre, una de las más elevadas y pintorescas que
rodean á París (129 metros de altura), y desde cuya cima
se descubre toda la capital.
Antiguamente numerosos molinos de viento coronaban
las alturas de Montmartre ; de ellos sólo queda hoy el denominado de la Galette, que toma su nombre de una especie de torta llamada así, la cual constituia la especialidad
á que se dedicaba el referido establecimiento.
Los parisienses iban en otro tiempo, como en peregrinación , al molino á comer galette y á disfrutar del magnífico
panorama que se extiende á los pies de la colina. A pesar de
las trasformaciones sufridas desde la anexión de Montmartre y demás pueblecitos de la antigua hunlieu á París, el
molino conserva su jiopularidad cutre las gentes del bniTio,
y continúa siendo punto favorito de reuniones campestres.
Este paraje es igualmente célebre por la lucha que las
tropas del Gobierno, mandadas por los generales Clement
y Tilomas, sostuvieron el 18 de Marzo de 1871 contra la
Milicia nacional, que defendía los cañones montados en
aquellas alturas ; lucha que costó la vida á los dos genorales.
En el mismo sitio se levantan hoy los cíirjientos de la
nueva iglesia consagrada al Sagrado Corazón de Jesús.
Los habitantes del barrio, en su lenguaje pintoresco, han
bautizado ya la futura iglesia con el nombre de Nuestra
Señora de la Galette.
D.
FRANCISCO PLÁ T VILA , PINTOR E.SCENÓGRArO.
Kl 17 de Diciembre del aao próximo pasado falleció en
Madrid, víctima de una larga y penosa en l'crmedad , el eminente pintor escenógrafo l). Francisco Plá y Vila, hijo de
Barcelona, precisamente en el vigor de su edad, y cuando
todo parecía sonreírle, después de esas luchas titánicas que
TI Adelante con pnjanza,
todos los artistas de mérito han tenido que sostener antes
)> l'nes sPgui'ies mi seguida,
de llegar al pináculo de su carrera, á la meta de sus legítií> Tras la muerte esta Ja vida;
)i Poned en Dius In esijeranza,
mas ambiciones.
» Quft segura es la vencida.
El saber y la modestia eran las grandes dotes que ador» El están larte Pipamos
naban al malogrado artista D. F'-ancisco Plá y Vila.
«Que el ángel nos ha niostrado,
,
»Que es el trofeo señalado,
'
Niño aún, D. Francisco Plá y Vila, después de aprendi» Y es 1.a cvnz , con que alcanzamos
do el dibujo, empezó sus estudios de pintor en el taller de
,
B Un valor tan estimado.
D. Claudio Lorenzale, donde hizo en poco tiempo grandes
)) Esto dijo el de Nurietra,
» P o r lo cual el Iley le dio
progresos, y fué siempre distinguido y muy apreciado por
))La torre y ¡^ngel que viú
su maestro, quien adivinó, desde muy temi^rano, la rara in)> Con la cruz que a'li le entrega,
teligencia, las relevantes dotes de artista ilc su precoz disi» Y esto ])or armas le dio.
cípulo.
»Por eso llevan las armas este mote : Angelas
Pelago
En el año 1847 llegaron á Barcelona los pintores escesucc victorice.y>
nógrafos Pldlastre y Cagó , en cuyos talleres cousiguió
Otro escritor (2) dice : « La casa de Noriega, tan ilustre y
ocupar un distinguido puesto el Sr. Plá, y discípulo tan inantigua, que se precia descender de uno de los que acompa- teligente como aprovechado, se captó desde luego la volunñaron á D. Pelayo en Covadonga, y en memoria de esto le
tad de sus maestros, tomando parte en sus más notables
dieron por armas, etc.»
obras y continuando á su lado por espacio de algunos años.
La Torre de Mendoza, que forma un gi'upo con la otra
Colaboró después con S(der y liallester; pero, deseando
torre, es hoy propiedad de D. Víctor de Noriega. Fué fun- más ancho campo á su ambicipn de tn-tista, ansioso de addada en el siglo xvi por el Licenciado presbítero D. Juan
quirir en su arte ese sello ile perfección que inmortaliza á
de Mendr)za, capellán del Supremo Consejo do Italia.
los maestros, se trasladil á París, y en compañía del señor
S(der y Rnvirosa (D. Francisco.) trabajaron juntos, por espacio de algunos años, en los talleres ilc; los csceiiógrafoa
MM. ünieurs, Cambian y Tliierry, ilonde, gracias á su ejeMONU-tlENTOS ARQUITECTÓNICOS DE E S P A S A .
cución brillante y deslumbradora, ocupó un distinguidísimo
P o r t a d a del claustro de la catedral de Burgos.
lugar entre los artistas de mérito que aquella'gran escuela
Reproduce nuestro grabado de la pág. 408 una de las encerraba.
muchas y muy notables bellezas arquitectónicas del suntuoHabiendo regresado á España el año 1864, se estableció
so templo-catedral <le Burgos, inestimable joya de que con
en Madrid , donde empezó por pintar el techo y telón de
razón se envanece nuestra patria.
boca del teatro Rossini, y una m^r\í. de magníficas decoraDe la portada del claustro dice el Dr. D. Manuel Martíciones para las óperas con que se inauguró aquel coliseo.
nez y Sanz, dignidad de chantre de la misma santa iglePintó después el techo y telón de boca del teatro de J o sia metropolitana, en su historia del Te.iiplo-catedral de
vellános, y en colaboración con Sider y liovirosa, su antiBurgos :
guo amigo y condiscípulo, todo el decoivido del teatro Lorc< El arco que sirve de entrada al claustro es antiquísimo.
sundi de la Habana, el del Circo barcelonés y algunos salones de la casa del Sr. Marqués de Marianao.
(1) Mnmot-ml (íp la casa de Esírada, adición manuscrita de la B.
Don Francisco Plá y Vila habia recibido del Gobierno es(2) T R K U . E S , tomo i n .
404
LA
ÍLUSTÍIACIONL
ESPAÑOLA
Y
AMEÍ^ICANA.
I T A L I A.
T U E I N . — INUNDACIÓN POR CONSECUENCIA DE LA ROTURA DEL DIQUE DEL PO : VISTA TOMADA DESDE EL iC LUNGO PO.»
S I C I L I A . — L A ERUPCIÓN DEL ETNA : VISTA TOMADA DESDE EL PUENTE «PASSO PISCIAEO», DESTRUIDO POR LA LAYA,
N.° XXIII
N.° X X I I I
40.5
pafiol una honrosa condecoración en
premio de sus servicios. Ha muerto,
joven aun, dejando un vacío difícil de
llenar: como todo aquel que se sacritíca al estudio de los diversos ramos de
la actividad humana, no ha legado
bienes de fortuna.
TIPOS POPULARES
Las aldeas situadas en las inmediaciones de la ciudad de Oporto hállanse
exclusivamente habitadas por familias
de pescadores , que viven, en medio de
la niaj'or estrechez, de los productos
de su industria. Los hombres, montando frágiles embarcaciones, salen al
mar á practicar su oficio, peligroso
muchas veces , siempre de rendimiento escaso, ocupándose las mujeres en
llevar á la ciudad la pesca obtenida y
en venderla por las calles. Para trasportar su mercancía válense aquellas
pobres gentes de una especie de banastas muy planas, provistas de grandes asas, por las cuales atraviesan un
palo, que so colocan luego sobre el
hombro.
Generalmente, pescadores y pescadoras andan descalzos en todo tiempo,
y apenas cubiertos de andrajosas ropas. Llevan los primeros en la cabeza
un gorro de punto , á la manera de los
que se usan en Cataluña, con la diferencia de ser el negro, el morado y el
azul los colores que allí predominan,
en vez del encarnado, peculiar á los
gorros catalanes. Un pañuelo de algodon, encima del cual colocan un sombrero parecido á los de nuestras aldeanas de la provincia de Avila, constituye el tocado de las segundas.
Digamos, en honor de los pescadores portugueses , que son por extremo
liábiles en las faenas á que se dedican , siendo su inteligencia en este
punto tan notoria, que en las grandes
explotaciones de- pesca en nuestras
provincias del Mediodía su ayuda es
buscada con empeño por los fomentadores de almadrabas, etc.
Nuestro grabado de la pág. 413 reproduce varios de estos tipos , popularísiinos en Oporto, según fotografía
del gabinete Union de aquella ciudad,
premiado en la Exposición Universal
de Filadelfia de 1876.
•. . j ,
EL BARÓN LIONEL DE ROTHSCHILD.
El 3 del mes actual falleció en Londres el barón Lionel de íiothschild (cuyo retrato damos en la pág. 413), jefe
de la opulenta casa de banca, conocida
en todo el mundo por su razón social
N. M. RothschUd & Sons.
« u n a narración de las operaciones
financieras del barón Lionel de Rotlischild desde que en 1836 se puso al
frente de la casa Rothschild de Londres—dice El Times — equivaldría á
trazar la historia rentística de nuesti'O
país en estos últimos tiempos. Suya era
la dirección suprema de todas las grandes operaciones que tenían por objeto
allegar cuantiosos recursos al Estado,
y él fué también el jefe del sindicato
que en el año de 1854 anticipó al Gobierno inglés 16 millones de libras esterlinas. El Ijaron Rothschild prest('i
también á su patria un señalado servicio aprontando la enorme suma necesaria para la compra de las acciones
del canal de Suez.»
En 1836 contrajo matrimonio con
una hija del barón Garlos de Eothschild, de la casa de Rothschikl de
Erancfort : madama Rotschild, que ha
sobrevivido á su esposo, reside en Lón- '
dres, como asimismo los cuatro hijos,
fruto de dicho enlace, que son : mistcrs Nataniel de Rothschild, miembro
del Parlamento inglés; Alfredo, uno
de los directores del Banco de Inglaterra; Leopoldo, y Mme. Leonor de
Rothschild, casada con el barón Alfonso de Rothschild.
^ El Pall Malí Gazette termina su artículo necrológico con estas palabras,
que son el mejor elogio del hombre
y del hacendista: «Ocupado toda su
Vida en los cálculos y las combinaciones , halló siempre tiempo para ejercer
la caridad : su corazón valia tanto como su cabeza.»
DE P O K ' J - Ü G A L :
Grupo de pescadores de las inmediaciones
de Opoito.
M. PAUL DE CASSAGNAC,
diputado bonapartista en la Cámíira francesa.
ExcMO.
SR. M A R Q U É S
P E
S A N
G R E G O R I O ,
recibido Académico de la Española de la Lengua el 8 del corriente.
ASTURIAS ( L L Á N E S ) . — TORRE P E NORiEnA, noxsTauíDA HACIA KL SIGLO V I I I .
No podíamos, sin faltar á nuestra
misión de cronistas do cuanto atrae de
400
LA
uu modo especial la atención del público, dejar de ofrecer
á nuestros lectores el retrato del orador bonapartista, de
cuyos recientes actos en la Cámara de que forma parte se
ocupa actualmente toda la prensa europea.
Cumplido este deber con el grabado que publicamos en
la pág. 41G del presente número, omitimos todo comentario
acerca de la ruidosa personalidad de M. de Cassagnac, olijeto
en estos momentos de apasionadas discusiones.
MANUEL BOSCII.
LOS NUEVOS ALUMBRADOS,
Honrados por nuestro excelente amigo D. Manuel
de Góngora, catedrático de Historia Universal de la
Universidad de Gi'anada, con la interesantísima carta
que van á ver los lectores de L A ILTJSTBACION, ha
sido caso de conciencia para nosotros el hacerles al
punto saborear sus bellezas históricas y literarias,
como también que no sea ¡jerdida para los hombres
loensadores la profunda lección que encierra. La tragedia relatada jDor el Sr. Góngora ha costado la vida
á dos hombres, la libertad á varios, el pan y el sosiego á muchas familias, y sabe Dios cuántas otras se
están preparando en las tenebrosas entrañas de lo
piorvenir; que el libro de donde ha arrancado nuestro
amigo esa elocuente página sigue abierto y en disposición de ser inagotable fuente de calamidades públicas.
No en balde hemos puesto por titulo á la carta del
Sr. Góngora Los nuevos Alumbrados, asi cojno á la
contestación que nosotros le dimos, pues en estos momentos empiezan los periódicos andaluces á lanzar
voces de alarma por la existencia de la abominable
secta en Montejicar, que ya nos habia sido, como aquí
se verá, denunciada por el mismo escritor con muy
curiosos pormenores, y descubierta por nosotros con
caracteres de arraigo y permanencia en Extremadura. ¡Y ojalá se limitase su extensión al mediodía y al
occidente de España! Pero nos tememos que también
florece tan abominable semilla en regiones menos
apartadas de la vista del Gobierno.
Antes, pues, que nuestro estudio sobre Los nuevos Alumbrados, importa á los lectores conocer el del
Sr. Góngora, más dramático y sabroso por todo estilo.
V. B.
Granada, 13 de Marzo de 1879.
ExcMO. SR. D. YICKXTE BARRANTES :
Mi estimado amigo: Deseando V. tener noticias seguras acerca de los sucesos ocurridos en Pinos Puente, me apresuro á comunicárselas, con otras que V. no
esperará, referentes á varios pueblos, las cuales tienen con aquéllos intima relación y parentesco.
Ante todo, parécenie oportuno dar á V. conocimiento sumarisimo del teatro donde aquellos acontecimientos tuvieron lugar, el cual conozco desde que lo visitó por vez primera en 13 de Setiembre de 18G5, durante uno de mis largos viajes arqueológicos, y que
he vuelto á pasear en 27 del mes iiltimo, con objeto
do adquirir noticias exactas de los trágicos sucesos,
cuyo desenlace es ya notorio.
Debe el pueblo de Pinos su apellido al antiquísimo
puente sobre el rio Oubillas, que lame los fundamentos de sus últimas casas; tiene una estación que dista del pueblo como un kilómetro; estación que es la
segunda en la vía férrea de Granada á Málaga, cuya
distancia se recorre en el espacio de treinta minutos.
Al N. O. de Pinos hay un cerro notablemente elevadoj de entrada llana por la parte de la sierra, asperísima ó inaccesible por la del N. E., que lo rodea
el rio Velillos, y rápida pendiente por las otras.
Subida la cuesta, que desde el puente sobre este rio
encamina á la montaña, se ofrece á la vista una amena hoj'a de tierra de labor, dominada á la derecha
por la agria cumbre del Cerro de los Infantes, y á la
izquierda y al frente por las de los Corralillos y las
Paneguillas; hoya sembrada de tejas romanas, de
fragmentos de paredes cuidadosamente bruñidas y
pintadas, de tiestos de puzolana y de búcaros saguntinos, entre los cuales mi hijo Manuel, los dos
guardias civiles que me acompañalaan y yo recogimos
algunos con muy preciosas labores y figuras.
Entre los restos de construcciones antiguas que ostentan estos parajes, es muy de notar la llamada iglesia de los Moros, edificio cuadrangular, de doble muro de mampostería ordinaria, que mide de N. á S.
1G,5Ü metros, y 4,80 de E. á O., amén de otras adiciones y restos de murallas sostenidas por bien dispuestos contrafuertes.
El Cerro de los Infantes fué asiento, durante la
edad romana, de una ilustre ciudad, cuya grandeza
pregonan las inscripciones de Papirio y de Servio
Avito, y los bustos que se conservan en el carmen de
Pascasio, camino del Sacro-Monte; las de Murria
Crescentina y de Perpetuo, y la magnífica bacante en
mármol de Italia, que guardo en mi museo, sin contar
otras muchas inscripciones que conservan la memoria de la ciudad de ILVECO, que sitúa Plinio en el
TLUSTHACIOISC
ESPAÑOLA
Y
AMEr{.icA]s[A,
convento jurídico de Córdoba al hablar de los ¡jueblos asentados entre el Bétis y el Mediterráneo, cuyas monedas, que ostentan una cabeza varonil desnuda en cada lado, y el nombre de la ciudad en letras desiguales, tienen en alta estima los anticuarios.
Este pueblo, que debió ser, durante la edad romana, la jjrimera mansión en el atajo que, ofreciendo
acceso á la ciudad de I L I B E R I S y á Malaca, partía desde Acatucci en las vías pretorias de Castulo á
Cartago Spartaria, debió arruinarse, como tantos
otros, durante las terribles luchas producidas por la
invasión de los bárbaros.
Más adelante las ruinas de ILVRCO adquirieron
tristísimo renombre en las empeñadas guerras de la
Reconquista.
Con efecto , corriendo la menor edad de D. Alfonfonso X I en Castilla, sus tutores, los infantes D. Juan
y D. Pedro, decidieron invadir los estados de Ismael I , rey moro de Granada, para ilustrar su gobierno con alguna hazaña memorable.
Al efecto, reunidos los Infantes en Alcaudete, se
encaminaron á la vega de Granada al frente de un
lucido ejército, en que se contaban nueve mil de á
caballo, gran copia de infantes, los Maestres de Santiago, Calatrava y Alcántara, y los Arzobispos de
Toledo y de Sevilla. Don Juan regía la vanguardia,
y la retaguardia D. Pedro.
Un sábado, 23 de Junio de 1319, vigilia de San
Juan Bautista, pusiéronse los cristianos á la vista de
Granada, á dos leguas de ella, al pié de la sierra de
Elvira, junto al lugar de Alarfe, donde permanecieron aquel día y el siguiente, sin hacer efecto digno
de mención.
A la segunda alborada, viendo que Granada estaba
apercibida, y que la gente de todos los lugares de
moros se comunicaban por medio de ahumadas, trataron de retirarse , dejando la algarada para ocasión
más propicia.
Comenzaron, pues, á moverse con todo secreto en
demanda de Alcaudete, llevando D. Pedro el cuidado
de los delanteros, y á la zaga D. Juan con el postrer
escuadrón y el bagaje.
Avisados los moros de esta novedad, salieron de la
ciudad hasta cinco mil jinetes y gran cantidad de
¡neones, bajo la dirección del afamado general Ozmin, con el solo propósito de picar la retaguardia
cristiana.
Fué el estío de 1819 célebre por sus calores extremados y su pertinaz sequía, que tenia agotados los
raudales de los ríos Cubillas y Velillos, que los nuestros atravesaban ; y como acontecía esto á la hora en
que el sol más ardía, atacados los fieles por la gente
de Ozmin, todo era confusión, gritos y desorden.
Don Pedro, abandonada la vanguardia, volvió con
su escuadrón en socorro de los que peleaban, y fué
tanto lo que trabajó el Infante, y tales sus gritos y
voces por rehacer á los suyos, que, rendido de la fatiga y de la sed, cayó muerto al suelo. Enterado don
J u a n del desastre, perdió si sentido y murió, quedando su cuerpo abandonado en el campo.
Los cristianos, formando como pudieron una ajoretada haz, se impusieron á los moros, los cuales, creyendo que se apercibían para volver á la pelea, después de robar el bagaje se retiraron.
Esta prudencia de los granadinos, y la oscun'dad do
la noche, salvaron á los castellanos.
Por esta rota, y muerte de los dos principes, la
elevada montaña donde floreció la romana ciudad de
ILVRCO tomó el nombre de Cerro de los Infantes.
Desde entonces, como al laborear la tierra en aquellos parajes parecen monedas, vasos de desusada materia y hechura, idolillos de metal y otras antiguallas, el Cerro de los Infantes ha gozado siempre la
fama de guardar en sus entrañas riquísimos tesoros,
que el pueblo supersticioso é ignorante supone custodiados por moros y vestiglos.
Parece que Juan Peña, morador en un cortijo cercano, compró, hace algunos años, en una tienda do
especierías ó baratillo cierto libro de cuentos maravillosos sin comienzo ni remate, y como en él se hablara de un cerro, situada junto á un rio, en cuyo seno
estaba encantado un palacio de oro, que atesoraba infinitas riquezas, no fué menester más para que juraran y
peijuráran que el Cerro de los Infantes y el lio Velillos eran los del cuento, y para que se formara una
sociedad con objeto de despedazar el cerro y apoderarse del palacio y de los tesoros.
Al efecto se creó una empresa minera, á la que se
dio el nombre de La Duquesa; empresa d é l a cual no
tuvo más remedio que aceptar la presidencia un conocido ex-gobernador y diputado á Cortes, quien la
dejó al cabo, en vista del sesgo que tomaban las cosas.
En cambio creció la fama de los palacios y riquezas del cerro Parnaso, situado entre Grecia y Eyipto,
que tal decían sus codiciosos directores y accionistas
que buscaban en competencia los tesoros guardados
por Bernardo del Carpió en persona, el cual algunas
veces se les aparecía, jinete en un descomunal caballo blanco.
Como es natural, ciertas gentes habrían de querer,
N." x x n i
como quien dice, meter la pata en el asunto, y al
efecto se repartieron libros protestantes, que, en
honor de la verdad, no produjeron el apetecido fruto.
Pero lié aquí que, como llovido del cielo, se presenta en Pinos cierto extranjero de fisonomia astuta,
decorada con una barba fenomenal, el cual debió venir provisto de fuertes recomendaciones, porque al
momento se le concedió la dirección de los trabajos
en el cerro.
El recien venido era nada menos que un portugués,
José da Costa Leitao Oliveira, barbero en la aldea
del Obispo, concejo de Penamacor, que se había
trasladado á Málaga en 18G9, donde estuvo procesado y preso un año (desde 14 de Agosto de 1874 á
igual día de 1875) por cantonal, socialista ó republicano, según él mismo afirma en su declaración (folio 136 de la causa), y á quien yo vi después de la
Restauración, hará como dos años, en la plaza de los
Pasiegos, con un estandarte de papelón y aire de anacoreta, vendiendo cruces, rosarios y medallas.
Bien pronto Costa fanatizó á los trabajadores de la
mina Duquesa hasta un punto verdaderamente inconcebible.
Para ello se rodeó de agentes, que obedecían ciegamente sus órdenes, y bastardeó las creencias religiosas de los trabajadores, ya que tal vez se convenciera
de no poderles hacer tomar otro rumbo.
Al efecto se tituló el Tercer Testamento, heredero y
sucesor de Nuestro Señor Jesucristo; vestíase en algunas solemnidades ciertas enaguillas moradas ; eligió
doce apóstoles, á los que lavaba los pies ; acompañábase de las Tres Marías, de los Niños Sabios y del
Profeta, zagalones de los inmediatos cortijos, que ordenaban la dirección de los trabajos.
La oración todo lo conseguía, según el portugués;
y como la compacta caliza del Cerro de los Infantes
oponía á los trabajadores invencible resistencia, para
que se ablandara hicieron sus adeptos peregrinaciones, unas veces al Picacho de Veleta, otras desde
la Atalaya de Albolote á Caparacena y al Castillejo
de Pinos, descalzos, descubiertas las cabezas y con
hachas ó velas de cera en las manos.
En la parte oriental del cerro tájase éste en alto
despeñadero, que las aguas han surcado de enormes
goteras, cuyos rastros y manchas juraban los sectarios de Costa representar á la Virgen y 4 no sé qué
santos. En el Uanete que al pié del cerro se ofrece
era donde más frecuentemente rezaban para que la
piedra se partiera dejando visibles sus tesoros. Vedaba á los suyos el Portugués el uso del matrimonio: al
volver al pueblo lo hacían rezando con gran devoción,
y en Pinos repetían sus rezos en la plaza, todo para
conseguir que se abriera el cerro.
Era tanta, según estos desdichados, la creencia en
la omnipotente virtud de la oración, que señalado por
Costa uno y otro plazo para abrirse el cerro, como
esto no sucediera, afirmaba el Portugués ser la causa
de esta contrariedad que entre los presentes se hallaba sin duda alguno no bastantemente purificado y
en el estado de sujjrema y omnipotente gracia.
Con lo cual volvían otra vez los trabajos, las preces y las oraciones.
Celebrando la próxima apertura del cerro, hubo en
Pinos nueve noches de fiesta, en las que el Niño Sabio fué paseado sobre una tabla, en hombros de los
apóstoles, figurando dar las tres caídas de la Pasión
de Nuestro Señor Jesucristo : de orden del Niño Sabio somataron las gallinas que poseían los socios (32),
las que se comió él mismo, enterrando dos en el cerro, y sobre las cabezas de los asistentes se vertieron
con gran solemnidad veinte tazas de chocolate hirviendo.
Llegaron las cosas á punto, fué tanto el desorden y
el escándalo, que, aterrados los vecinos pacíficos é ilustrados, tomó parte la autoridad, y se prohibió á los
socios dedicarse á otra cosa que no fuera trabajar en
la mina.
El Excmo. Sr. Arzobispo hizo también no poco para evitar estos escándalos, mandando una misión, presid'da por el célebre Padre Moróte, que pudo por de
pronto, y no sin grandes riesgos, aminorar estos escándalos, que renacieron á la presencia de su jefe.
Desatendida la orden del Gobernador civil, fué necesario tomar otras providencias ; y al efecto, el celoso secretario D. Miguel Sánchez Carrasco, en ausencia del señor García Goyena, dictó la orden siguiente , dirigida en 25 de setiembre último al jefe de la
Guardia civil:
«Ha llegado á mi conocimiento que, á pretexto de
la exjjlotacion de la mina de los Infantes, término de
Pinos Puente, se celebran reuniones con fines ajenos
al ramo minero, difundiéndose ideas y distiibuyéndose libros contrarios á la doctrina católica, incitándose los ánimos é introduciéndose la intranquilidad en
los habitantes pacíficos. Sin perjuicio de las órdenes
que con esta fecha doy al Alcalde, me dirijo á V. S.,
á fin de que disponga que la fuerza de su mando vigile los trabajos que se están haciendo en la mina,
evite la aglomeración de personas que no sean trabajadores en ella, y proceda á detener á los que traten
N.° x x n i
JjA
de conoitar los ánimos y provocar desórdenes, poniéndolos á mi disposición.»
El cabo Andrés López, honrado padre de familia
y jefe del puesto de Pinos Puente, sin contar más
que con el cumplimiento de su deber, acompañado de
un solo guardia, tomó el camino del cerro para comunicar esta orden. La ocasión no podía ser más desgraciada, porque precisamente aquella misma mañana se iba á abrir el cerro y á franquearse sus tesoros.
Para que este ansiado suceso se verificara, Costa
iba á decir misa (declaración de J u a n P e ñ a , folio 90), á confesar á los socios, á piredicar y á cantar
la Pasión de Nuestro Señor, cosas que ablandarían
las piedras. Ibase á partir el cerro y á descubi-irse
un templo (declaración de da Costa, fól. 112), para
lo cual ftcada uno de los doce apóstoles babia de llevar un pañuelo blanco, y Maria la de Alita (una
de las tres) la vestimenta y la túnica blanca, y el rostro del Señor. A las tres se pondría Rojas junto al
Niño Sabio, y las tres Marías en medio de los doce
escogidos ; el que tuviera más íe diria tres veces
Ave Maria, bajando y subiendo el cerro, y todos detras , cantando la Pasión, dando vivas al Crucificado,
á la Concepción, y, sobre todo, al Padre Eterno y al
estandarte de la Pe.»
En este estado, en esta disposición de ánimo se hallaban los fanatizados adeptos del Portugués, próximos á ver partirse el cerro y á ser todos millonarios,
cuando, distinguiendo á lo lejos al cabo y al guardia,
que se encaminaban á la montaña, dijo da Costa á los
suyos (fól. 105): «Pues si vienen á impedir la reunión , los mataremos.»
En esto llegaron los dos guardias á la cumbre del
cerro, donde los recibió José da Costa con más de cien
hombres que lo custodiaban.
El cabo anunció la orden, que quiso entregar al
Portugués, á lo que éste se negó, exigiendo que el
mismo cabo la leyera, en tanto que se acercaba á él á
paso de lobo. Ya cerca de Andrés López, ocupado en
la lectura, hizo con él lo que se llama en caló el velhato, es decir, lo abrazó para impedirle toda defensa,
y gritando ¡á ellos!, sacó rápidamente del bolsillo una
pistola y la disparó sobre el pecho del desgraciado
cabo, que cayó al suelo de rodillas, herido á la vez
por la espalda y pidiendo por Dios que no lo remataran.
Lejos de tener piedad, Costa ordenó á Manuel Rivera, bajo amenaza de muerte, que disparara su arma sobre el infeliz Andrés López; mandato que Rivera obedeció, en tanto que otros acometían al otro
guardia, que difícilmente pudo salvarse, herido y rodando por la montaña.
Después de esta escena, digna de los salvajes de
África, huyeron el Tercer Testamento, los Apóstoles,
las Marías, el Profeta, los Niños Sabios y demás
adeptos, llevándose el Portugués como trofeo las armas del cabo y seguido de algunos de los suyos, que
lo dejaron á salvo de los primeros peligros en la sierra de Elvira.
Noticioso por el rumor público de esta agreste colisión D. Luis Baena, juez municipal de Pinos, como
á las doce de la mañana, emprendió al momento el camino del cerro, donde-sólo encontró á Andrés Loj)ez
muerto, á su compañero herido y magullado, y á su
lado tres grandes piedras, alguna mayor que la cabeza de un hombre, con que los asesinos habían estropeado el cadáver del desgraciado cabo.
Hecha la autopsia del cadáver, se encontraron entre sus heridas dos esencialmente mortales : la del
pecho, que le infirió el Portugués; la de la cabeza, causada por Rivera, amén de la de la espalda, que también era mortal y le fué inferida por Cid Flores._
Conforme iban siendo presos reos y testigos, iban
declarando la verdad, acorde en un todo con nuestra
narración, dando todos ellos nuevas y evidentes señales de su increíble fanatismo, y más aún de que
eran verdaderas máquinas inconscientes, dispuestas
á todo en manos del Portugués.
En tanto el verdadero criminal burlaba las pesquisas de la justicia y el celo de la Guardia civil, protegido por misteriosos adeptos, bastante hábiles y numerosos, sin duda, para salvar á un extranjero que
difícilmente chapurraba el español, y cuyas minuciosas señas personales publicaban los boletines oficiales de varias provincias, y conservaban la Guardia
civil y los jefes y dependientes de los ferro-carriles.
Fué tanto el celo de la Guardia, que en 18 de Octubre de 1878 prendió á un portugués en Valverde de
Leganés, que avisó lo encaminaba á Granada, conducido por parejas de la misma.
Espanta considerar si por cualquier accidente, no
extraño en los tiempos actuales, el preso hubiera sido muerto y, sobreseída la causa, dominando después
por un acaso no imposible ciertas ideas extremas, el
verdadero Portugués, mostrando cicatrices, antiguas
o nuevas, se hubiera presentado á .sus sectarios, afirmándoles que, como el primer Jesucristo, había resucitado, y á qué excesos se hubieran entregado los
suyos.
Pero, lejos de acontecer semejante desdicha, el cabo
JLUSTI^ACIOI;
pSPAÑOLA
Y y^MERICAI^A.
primero, comandante del puesto de Ojén, en la provincia de Málaga, noticioso de que en la sierra había
sido visto un desconocido, que sospechó ser da Costa,
cercó á deshora la choza del Santo de Ojcn, donde se
apoderó de nna carta importantísima, firmada por el
mismo Costa Leitaó (fól. 109), que le dio la seguridad
de que por las inmediaciones se hallaba el reo, del
que se apoderó al cabo en las asperezas de Sierra
Parda.
Conducido el criminal ante la autoridad, hizo pública ostentación de sus milagrerías, aunque negando
su activa participación en la muerte del cabo Martínez , que descargó cínicamente sobre sus desdichados
compañeros.
MANUEL D E
GÓNGORA.
(.?g coniinuard.)
CRÍTICA LITERARIA.
LA V E E D A D SOBRE E L <( QULTOTE.»
Novísima historia critica de la vida de Cervantes, por D. Nicolás Díaz
de Benjumea.
ARTÍCULO SEGUNDO.
Afirma la crítica moderna que para formar exacto
juicio de las producciones de un escritor es indispensable conocer á fondo el carácter, educación y género de vida de éste ; porque toda obra literaria es
producto necesario de estos elementos y fiel reflejo
del espíritu que la concibe. Principalmente en las producciones que á la amena literatura pertenecen , y sobre todo en las que son debidas al poder creador de
la fantasía, esta influencia de la personalidad del autor es decisiva y poderosa; porque al cabo, por objetiva que sea una obra de este género, no es , en suma,
otra cosa que una proyección exterior del alma del
que la ha creado, una forma corpórea de su pensamiento.
Esta verdad, vulgar de puro evidente, fué por mucho tiempo desconocida de los críticos, que juzgaron
las obras literarias con entera independencia de su
autor. La idea inexacta de que puede existir un arte
puramente objetivo, en que el artista se reduce al papel de mero espectador y simple copiante de^ la naturaleza, creando una obra impersonal, contribuyó no
poco á este error gravísimo, por fortuna desvanecido
en nuestros tiempos. Hoy la crítica no es un estudio
meramente estético, que juzga las obras á la luz de un
ideal abstracto y sin tener en cuenta la fuente de que
proceden y la atmósfera en que se produjeron. El elemento psicológico y el histórico son partes integrantes de ella, y toda obra se juzga en relación con la
época y el país en que apareció, y con el carácter y
condiciones de su autor.
Puede haber en esto un grave peligro , sin embargo. Eácil es, exagerando este criterio, prescindir por
completo de todo ideal en el juicio de las obras de
arte, olvidar lo que en ellas hay de objetivo y exterior al artista, y exagerar los elementos personales
y, por decirlo así, autobiográficos que en ellas se encuentren. El término medio es en esto tan necesario
como en todo, y el crítico debe distinguir con cuidado
sumo los diferentes y complejos factores que concurren al complicado y laborioso génesis de toda producción artística.
Estas modernas tendencias de la crítica han penetrado en los estudios cervánticos, iniciando en ellos una
nueva faz, muy digna de tenerse en cuenta. Qué relaciones pueden existir entre la persona de Cervantes y
los personajes de su inmortal novela; qué elementos
autobiográficos pueden hallai'se en ella; qué serie de
estados de conciencia y de influencias exteriores pudo
motivar en Cervantes la concepción del Quijote; qué
fines ocultos pudo proponerse al componerlo, ademas
del que declara y reconoce, son cuestiones que, no sin
razón, preocupan hondamente á los cervantistas. Que
haya fundamento bastante para meditar en ellas, no
es lícito negarlo; que esta plausible tendencia de la
critica cervántica haya ocasionado lamentables exageraciones y extravíos , no cabe desconocerlo tampoco.
Dícese hoy por muchos cervantistas (y no está muy
distante de esta opinión el Sr. Díaz de Benjumea) que
hay entre Cervantes y su héroe relaciones más íntimas de lo que generalmente se cree. Poco á poco va
corriendo y acreditándose la especie de qiie el hidalgo manchego es viva imagen del soldado de Lepante,
que no ridiculizó en él el idealismo caballeresco, pero
sí pintó con amarga ironía la decepción terrible que
espera á los que acarician generosos intentos, y acaso
personificó á sus numerosos, terribles y mal conocidos enemigos en los que ponen obstáculos á las empresas de D. Quijote y contribuyen á su ruina. Complicase esta teoría con la que ve en el Quijote una
personificación alegórica de la oposición entre lo ideal
y lo real, y fácilmente se concierta con la que halla
en élalusiones punzantes al estado político, social y
religioso de España, á personajes de la época y á sucesos de la vida de Cervantes; pues todos pstos fac-
407
tores forman hoy parte integrante de lo que se llama
comentario filosófico é.interpretación del sentido oculto ó esotérico del Quijote.
Dejando para más adelante las razones en que nos
fundamos para rechazar en absoluto toda interpretación simbólica del Quijote (cosa que extensamente hemos hecho algunos años hace en este periódico), nos
limitaremos ahora al examen de estas pretendidas
relaciones entre el Hidalgo de la Mancha y el Cautivo
de Argel, procurando aquilatar lo que en ellas puede
haber de verosímil y de mal fundado, para lo cual es
preciso, ante todo, exponer nuestra opinión acerca de
la persona de Cervantes.
Declaramos, ante todo , que no vemos en Cervantes
ima enciclopedia de toias las ciencias y un resumen
de todas las virtudes. Nada más pueril y ridículo, en
opinión nuestra, que esa serie de trabajos en que se
pretende probar que Cervantes fué teólogo, filósofo,
crítico literario, médico, geógrafo, fisiólogo, militar,
marino, economista y cocinero insigne, y no sabemos
cuántas cosas más. Nada de eso es cierto. Su educación científica y literaria no pudo ser muy completa.
En edad bien temprana abandonó los estudios (que
no consta cuáles fueran ni dónde los hizo), y no es
posible que los ampliara mucho en sus profesiones de
camarero del Cardenal Aquaviva, soldado, alcabalero y agente de negocios, ni que tuviera mucho tiempo
y sosiego para estudiar en el cautiverio de Argel y
en los constantes afanes de su azarosa existencia. Tenia, sí, esa cultura general, pero nada profunda, que
el frecuente trato de las gentes ilustradas, las varias
lecturas y el comercio del mundo dan fácilmente á
todo hombre de claro ingenio y buen sentido. Era un
hombre culto y discreto, pero no un sabio, ni menos
un especialista en ciencia alguna. Sabía, de todas las
ramas de conocimientos en que se le reputa maestro,
lo que sabe cualquiera persona medianamente ilustrada, y en nada aventajaba, bajo tal concepto, á sus
contemporáneos. Es más : las faltas de erudición en
que no pocas veces inciirrió muestran que ni siquiera
competía con las verdaderas eminencias científicas
de su época.
Tampoco creemos que fuera una especie de santo,
un moralista austero y profundo, un prodigio de virtudes cristianas. Rara vez concurren estas circunstancias en los satíricos, y menos si han corrido tanto
mundo como Cervantes. Su juventud debió ser harto
borrascosa, y no pensamos que fuera muy austera .su
edad madura, á juzgar por los centros en que vivió y
los tipos y costumbres qvie con tanta verdad y gracejo retrata. Sobrábanle para ser santo su intimo conocimiento con los Percheles de Málaga, islas deRíaran,
Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, Olivera de
Valencia, Rondilla de Granada, playa de Sanlúcar,
Potro de Córdoba y Ventillas de Toledo, y con los
honrados huéspedes de tales sitios; su, no ya probable, sino necesario roce con los originales de Monipodio, Rinconete, Cortadillo, los compañeros de Preciosa
y las heroínas de La Tia Fine/ida; las posiciones que
ocupó y los oficios que ejerció en su. vida, muy poco
apropiados á la práctica de la santidad ; y, sobre todo, su genio desenfadado, zumbón y maleante, y su
profunda experiencia de la vida, que no suelen ser
patrimonio de los santos. Harto hizo con conservar la
integridad de su conciencia en tales condiciones, y
no es cuerdo pensar que quien así vivió fuera una especie de padre del desierto.
Ni se ha de ver en Cervantes un Byron, un Heíne
ó un L e o p a r d i d e l siglo x v i , que personifica con
amarga ironía en D. Quijote la ruina de sus ilusiones
y la vanidad de todo ideal. Si á los ojos de la escéptica, desengañada y pesimista generación del siglo XIX se desprende del Quijote esta enseñanza, no
por eso hemos de atribuir á su autor lo que es sólo
reflejo de nuestro espíritu, que proyectamos sobre las
páginas de su libro. No era aquella época adecuada
para tales estados de conciencia. El hastio de la vida,
el vacío de la inteligencia y del corazón eran enfermedades desconocidas entonces, de las que no se encuentran huellas en ningún poeta de aquel tiempo.
Lloraban como nosotros la pérdida de sus ilusiones y
la ruina de sus esperanzas; pero no se desesperaban
por ello ni erigían su dolor en regla general. Aunque
la vida fuese amarga y dura para el individuo, no
por eso se hastiaba de ella, ni la maldecía ni se atrevía á quitársela. El tedio, el hastío, el ¡Desimismo eran
palabras ininteligibles para aquellas gentes. Nadie
veía en el mal otra cosa que pasajero accidente, creado por Dios para prueba y santificación del hombre.
Aceptábase la desgracia como castigo divino ó bienhechora prueba, y nadie se rebelaba contra el dolor.
E l suicidio era crimen monstruoso, que apenas se concebía entre paganos. El ideal sólo se buscaba en el
cíelo, y en la tierra teníase por vana locura. Y no
I quiere decir esto que no fuesen idealistas aquellas
generaciones; éranlo acaso más que nosotros, pero
sin darse cuenta de ello y muy persuadidos de que
nada apetecían que no fuese factible y razonable. Y
. sobre todo, sí á las alturas del más abstracto idealismo querían elevarse, no les abatía, como á nosotros, el
408
pA
jLUSTÍ^ACIOn
^SPAÑOLA
Y
y^MEÍ^ICAJÍA.
MONUMENTOS ARQUITECTÓNICOS DE ESPAÑA.
BUEGOS:
LA
PUERTA
DEL
CLAUSTRO
{ De fotografía de Laiu-ent.)
E N LA
CATEDRAL.
N.° XXIII
BELLAS
ARTES.
EL PEQUEÑO AVARO,
COPIA
DEL CUADKO
D E M. A D E I E N
M A R I E . — « SALÓN.V
D E PARÍS D E 187 9.
410
P* I
dolor de la caída, porque harto seguros estaban de
alcanzar el ideal después de la muerte, en la región
serena de la eterna beatitud. Por eso no podian existir entonces esos genios de la desesperncion, déla ironia y de la duda con quienes quizá se quiere identificar á Cervantes. Imposible er.i su existencia en aquella edad de fe, que miraba en la vida un sueño, de que
la muerte nos despierta para damos la ventura. Sólo
se conciben espíritus tales en épocas como la presente, en que el hombre se agita á ciegas entre un pasado que desprecia y un porvenir que no adivina, sobre
una tierra entregada' á la contradicción y la lucha, y
bajo un cielo sombrío y sin Dios.
Ese Don Quijote enigmático é irónico, que no es la
sátira del falso idealismo, sino la protesta del genio
vencido contra la realidad que le abruma, figura trágica más que ridicula, de quien parece bxudarse el
que la creara, haciendo en realidad su apoteosis; ese
otro Don Quijote., que es sangrienta sátira de todo ideal
y todo heroísmo, como asegura lord Bj'ron, ó ese otro
que es personificación triste y dolorosa de la oposición terrible é irremediable entre lo ideal y lo real,
son creaciones de la perturbada conciencia de nuestro
siglo, que por singular espejismo ve en. las páginas
de la inmortal novela su propia imagen y su propio
pensamiento; pero nada tienen que ver con ese código del sentido común que se llama el Quijote de Cervantes.
No era, pues, Cervantes nada de lo que se dice, ni
es posible ver en su obra la protesta de un idealista
contra una realidad abrumadora, ó la concepción profunda de un filósofo que encierra en poético simbolismo el eterno drama de la humanidad. ¿Quiere decir esto que entre él y su héroe no haj^a relación alguna? Todo menos que eso; pero esa relación es muy
distinta de lo que pretenden sus comentadores.
Fué Cervantes, á nuestro juicio, en sus primeros
años un mozo de viva fantasía, corazón generoso y
ánimo emprendedor y aventurero, que, devorado por
inquieta ambición y lleno de ensueños de gloria, laazóse á la vida en busca de aventuras y de triunfos,
fiando demasiado en sus fuerzas y atendiendo poco á
los obstáculos que á cada paso nos presenta la realidad. En tal sentido, tuvo algo de D. Q,uijote, y pudo
en cierto modo hallar en si propio el modelo de su
héroe. Pero, aleccionado por la experiencia, herido en
sus ilusiones por el desengaño, amaestrado en la escuela del mundo, hubieron de despertarse en su espíritu aquel recto y positivo sentido de la vida, aquella
justa apreciación de los hombres y las cosas, aquella
tendencia observadora, crítica, y un tanto escéptica
é irónica que caracterizan á los hombres que han vivido mucho y deprisa, han sufrido no poco, y han
conocido de cerca las flaquezas de los hombres y las
deformidades de la realidad. Su carácter regocijado
y maleante, la natural benevolencia de su ánimo, y,
más que todo, la resignación que á los desgraciados
imponía entonces la fe religiosa, mostrándoles en un
mundo mejor la compensación de todos los dolores é
injusticias del presente, le impidieron entregarse á
un nogi-o pesimismo (por otra parte impropio de su
época), y le movieron á ver objetos de risa y bm-la
en lo que otros juzgarian motivos de duelo y de llanto. Persuadido — quizá por la propia experiencia—de
que la causa de los desengaños y desventuras de los
hombres consiste en dejarse alucinar por vanas ilusiones y comprometerse en imposibles aventuras, y
creyendo hallar en los libros caballerescos la fuente
de semejantes extravíos, propúsose concluir, por medio de la burla y la parodia, con aquella fimesta literatura, que tan dañosos frutos producía, á su juicio, y
á esto se debió la concepción del Quijote, cuyo único
fin, por más que se diga, fué poner en aborrecimiento
de los hombres las fingidas y disparatadas historias de
los libros de caballerías.
No es, pues, el Quijote la protesta, sino el desengaño y enmienda del idealista. Sí en los primeros
años, allá en las aguas de Lepanto ó en las mazmorras de Argel, acarició Cervantes quijotescos ensueños,
pronto las duras lecciones de la experiencia le enseñaron á apreciar más rectamente las cosas. El trato
de los hombres le manifestó lo que es la vida y le hizo
mirar con lástima ó burla á los que, no conociéndola,
luchan sin fuerzas ni recursos para conseguir intentos imposibles. Extravio era éste común en sus contemporáneos, y de él j)articipaba la España misma,
cuyas belicosas empresas harta semejanza tenían con
las de D. Quijote. Contra estos delirios alzó su voz
Cervantes, y por eso, sí en su héroe trazó su propia
imagen tal cual fuera en pasados tiempos, no fué
para hacer su apoteosis y protestar contra la dureza
de la fortuna, sino para entregar al ludibrio de las
gentes los vanos sueños que labraron su desdicha, y
labrarían, en opinión suya, la de cuantos se alimentaran con la lectura de sus libros caballerescos, y en
ellos bebiesen tan insensatas aspiraciones.- Por eso
trazó con vigorosa 3nnno el contrasto entre la realidad
y el falso ideal que ridiculizaba, y mostró á qué extremo llevaría la práctica de lo que en las condiciones de la sociedad es irrealizable. Por eso, sin darse
LUST^ACION:
F=
ESPAÑOLA
y
/
MEÍ^ICAHA.
cuenta del resultado, al clavar á su héroe en la picota
del ridículo, clavó con él á los falsos idealismos de
todos los tiempos, y queriendo hacer una obra local y
de circunstancias, hizo el más universal y duradero
de todos los libros.
No faltará quien diga que esta interpretación del
Quijote no dista mucho de las que hoy se hallan en
boga. Nada menos exacto. Los cervantistas de nuestros tiempos aplican á Cervantes ideas y conceptos
que en su época no se imaginaban siquiera; nosotros
procuramos, al juzgarle, colocarnos en el punto de
vista en que él se colocó. En todas las épocas (y en
la de Cervantes, por tanto) han existido espíritus soñadores é idealistas y espirítus positivos y prácticos ;
en todas ha habido ilusiones y desengaños; en todas
se han reconocido los obstáculos que la X'ealidad ofrece al logro de aquellas aspiraciones que en ella no
encajan ; pero sólo en nuestros tiempos se han fundado en estos hechos sistemas metafísicos y concepciones
abstractas. El concepto del ideal es una novedad de
fecha reciente, como lo son la idea de la perfectibilidad humana, de la evolución y del progreso. Los antiguos reconocían las deformidades de la realidad y
procuraban corregirlas, pero no soñaban con un mundo perfecto, ni aspiraban á realizarlo, ni se impacientaban por no conseguirlo. Como antes hemos dicho,
hasta la época actual no ha aparecido esa desesperación, que nace de no poder realizar en la tierra el
ideal con que soñamos, y que nace principalmente de
haberse perdido la fe en la inmortalidad.
Por otra parte, los artistas eran entonces poco aficionados á estas concepciones metafísicas y sintéticas
que hoy nos agradan y que producen obras como el
Fausto, per ejemplo. El novelista, él dramático, el
épico pintaban los hombres, pero no la humanidad, y
no gustaban de esas abstractas y gigantescas personificaciones en que hoy nos complacemos. Si á Cervantes se le hubiera dicho que D. Quijote y Sancho
representaban la humanidad bajo sus dos aspectos
fundamentales, idealismo y positivismo, se hubiera
extrañado no poco, y habría dicho que nada estaba
más lejos de su pensamiento, y que sólo liabia querido
piintar las fatales consecuencias de los delirios, disl^arates y locuras á que conduce el tomar en serio los
libros de caballerías. Hubiera confesado, sin duda,
que pretendía mostrar cuánto importa no dejarse llevar de sueños é ilusiones, tomar las cosas como son,
y no acometer, sin fuerzas suficientes, empresas imposibles, y cuan necesario es ajustai'se alas condiciones de la sociedad en que se vive, y no resucitar extemporáneamente ideas y propósitos que no tienen ya razón de ser. Pero á este objeto concreto y determinado se ceñían sus planes, y de ninguna suerte pensaba en la vasta generalización que se le atribuye.
Más le asombrara todavía el ver que hay quien
cree que es fuerza prescindir de la letra de su libro
y fijarse en su espíritu, que es la contradicción de
aquélla; que no es su obra la sátira del idealismo, síno su apoteosis, y que su ironía encierra una protesta
contra la realidad que pone obstáculos al ideal. Después de hacer que le tradujeran esta fraseología, para él ininteligible, respondiera á buen seguro que en
su libro no hay segunda intención ni sentido oculto, y
que su propósito, claro como la luz del día, es poner
en ridiculo á su héroe por medio del continuo contraste entro la grandeza de sus propósitos y la flaqueza de sus fuerzas, «entre el atrevimiento de sus
einpresas y la pequenez de sus resultados. Sorprenderíale en alto grado que se le creyese capaz de hacer la apoteosis de lo que siempre ridiculiza, cuando
tan fácil es presentar bajo un aspecto patético y doloroso la ruina del idealismo. Y si se le objetaba todo lo que hay de conmovedor é interesante en su héroe, á pesar de su locura, respondería que si de tal
modo lo habia pintado, era precisamente para poner
más de relieve todo lo que hay de censurable en ilusiones y delirios, que así perturban las inteligencias
más claras y los más sanos y generosos corazones, y
así malgastan en absurdas empresas fuerzas que, bien
dirigidas, en obras excelentes y fructíferas podrían
emjjlearse.
M A N U E L DE LA E E V I L L A .
(Sff
coiilinvard.)
NOTAS SOBRE AUSTRALIA.
I.
Ya no cautivan en primer término nuestro espíritu, ni atraen decisivamente nuestra atención las maravillas orientales, de que es teatro la tierra sagrada
de Asia, • cuna probable de las razas que habitan el
viejo mundo, de esta cultura intelectual que nos envanece , de la ciencia que profesamos, de las rehgiones en que creemos, de la filosofía que ha elevado el
pensamiento de Europa hasta las cimas de lo infinito,
do lo sobrenatural y de lo eterno. El empeño investigador de viajeros y descubridores empieza á pi'eferir
otros espectáculos distintos del qxie le ofrecen esas sociedades inmóviles y como petrificadas, cuyo pasado
N.° xxni
es un jeroglífico, cuyo presente es un misterio y cuyo
jjorvenir es una conversión como la de la joven Turquín; una conversión de sus naturales á nuestros hábitos, á nuestras costumbres 5'á nuestras creencias.
América y Australia nos interesan más que el Celeste
ImjDerio, que las noches de la India y que el parlamentarismo japonés.
Jonveaux va á los Estados-Unidos, y Beauvoir al
novisimo continente meridional, que hace cincuenta
años llamaban los geógrafos térra australis incógnita,
para revelarnos el rasgo más original y característico
de sus niaravillas. Ese rasgo, necesario es decirlo una
vez, siquiera proteste lastimada nuestra suscejítibilidad europea; ese rasgo no consiste en seguir paso á
¡jaso los adelantos del viejo mundo, en asimilarse los
progresos que realizamos aquí, desj)ues de un esfuerzo de muchos siglos; ese rasgo consiste en adelantarse á nosotros, por tan peregrino modo y de tan extraordinaria suerte, que nos admire, embelese y seduzca el portentoso desarrollo que alcanzan en aquellas
privilegiadas tierras los gérmenes de la civilización,
fruto de nuestros seculares empeños.
Europa tendrá todavía, durante mucho tiempo, la
dirección del mundo y el cetro de la conciencia universal; Paris, Berlín y Londres darán, en una época
relativamente dilatad?., sus leyes al espíritu humano;
pero ya se vislumbra cómo puede acabar ese imperio incontrastable, y el anuncio de tan profunda revolución basta á conmover los ánimos y á soñar
trasformaciones radicales de la vida, desde el punto
de vista con que la hemos concebido y explicado, que
vanamente se proclama indestructible, como sí el porvenir fuera un libro abierto, nosotros poseyéramos su
secreto y nos fuera lícito poner vallas á la actividad
del hombre.
América y Australia abren á nuestros ojos horizontes dilatadísimos, en los que todo es original y
nuevo, y, si queréis, extraño y sorprendente. Ninguna de las fórmulas que afirma hoy nuestra cultura,
excepto la del progreso, que es la única cimentada
sólidamente; ninguna de esas fórmulas bastará á satisfacer las necesidades de una existencia nueva, regida por leyes y encaminada á fines que no son nuestros fines ni nuestras leyes. Esto mismo que sentimos
á la vista de fenómenos inesperados, no podemos expresarlo de lina manera más concreta, ni podemos
reducirlo á términos más definidos. Sentimos los latidos de un nuevo ser; pero ignoramos lo que viene
á pedir y lo que viene á fundar. Nos ocurre algo de
lo que, según cuenta Lamartine, acontecía á la anciana madre del inspirado Rouget de L'Isle, cuando
los primeros aires del terror llevaban á su oido los
acordes de la Marsellesa:—«¿Qué extraña canción es
ésa, hijo mío , le preguntaba, á la cual va unido nuestro nombre ? »
Se ha arraigado naturalmente en el espíritu de
Europa una preocupación, que no ha de permitirnos,
quizás durante siglos, ver en eso con claridad. Los
europeos consideramos que esta parte del globo es un
centro, altar y trono á la vez del mundo entero, cerebro de que brota la chispa que ilumina todas las
inteligencias, núcleo en quien toda iniciativa reside,
base de que toda fuerza cobra vigor, y en que todo
impulso ha de apoyarse para ser eficaz.
La historia abona esa preocupación, la legitima y
la autoriza. Pero ¿qué es la historia? ¿Es un libro del
que conocemos todas las páginas, ó es una sola página que imperfectamente deletreamos? ¿No se presenta el pasado á nuestros ojos tan enigmático como el
porvenir? El presente ¿no es una realidad entre dos
dudas? A la historia que sabemos la llamamos historia de todos los pueblos y de todos los tiempos; pero
¿lo es?
También creía el hombre que era la tierra el centro
de la creación, y se equivocaba; también pensaron
los pueblos ribereños del Mediterráneo que este mar
inteiíor seria constantemente el centro de la política,
del comercio y de la riqíieza, y se equivocaron; también hay una escuela que llama la época actual edad
próxima á una era de armonía definitiva entre las
ideas, las gentes y los intereses, y se engaña desdichadamente; también los chinos denominaron á su
patria flor del medio, y China vive fuera de la civilización después de muchos siglos. Las ideas, los seres,
los objetos se ofrecen á nuestra vista constantemente
como en una serie de círculos concéntricos, que van
por grados apartándose de nosotros; el observador
ocupa el centro, y si juzga la realidad sin tenerlo en
cuenta y sin elevarse por cima de ese accidente exterior, jamas sus observaciones serán exactas, ni producirán una idea verdadera.
Todo cuanto existe y se concreta en hechos, pensamientos ó cosas, no es más que un eslabón de la
cadena, un momento de la evolución. En esta evolución hay progreso. Hé ahí lo único que podemos
afirmar, porque el ciimulo de testimonios amontonados
por los partidarios de esa idea nos lo garantiza, y porque nuestra propia experiencia lo asegura. — Partiendo de ella, ¿ no es verosímil que la vida se trasforme, la
civilización cambie de rumbo, las ideas que estimamos
p\
N.° XXIII
más arraigadas se modifiquen, los conceptos que calificábamos de otei-nos é inmutables se anulen y desaparezcan , las instituciones caigan y los pueblos se
sucedan en el honrosísimo puesto de directores de la
humanidad ?
Y si esto ha sucedido hasta ahora, porque la historia nos lo dice, dentro de Europa, ¿ qué se opone á
que en lo futuro ese movimiento siga, avance y acabe
por rebasar los limites de nuestro viejo mundo?
II.
Seria, sin género alguno de duda, peregrino para
cuantos examinen superficialmente estas cuestiones,
que Australia, una colonia penal de Inglaterra, llegara á ocupar el primero de todos los lugares entre
las naciones de la tierra. Hasta 1840, á Australia
mandaba sus criminales deportados la Gran-Bretaña;
pero ya entonces era la parte colonizada do ese continente algo más que un establecimiento penitenciario. Ya entonces era un Estado próspero, rico, floreciente , en camino de lograr mayores prosperidades y
extraordinario florecimiento.
Ahora rivaliza en adelantos y en riqueza con las
naciones más ricas y adelantadas del mundo. En poco
tiempo ha igualado, y superado acaso bajo muchos
aspectos, á la metrópoli, á sus colonias de la India y
de ISTorte-América (dominio del Canadá), y aun á
los Estados-Unidos. Una comunión de metafísicos ha
hecho de Australia la tierra prometida del porvenir;
esto es, sin duda, exagerado; pero revela hasta qué
punto puede maravillar y sorprender su presente.
Mucho se ha escrito sobre Australia; ahora vamos,
sin embargo, á conocer con exactitud lo que es, y á
presumir con algan fundamento lo que será. Antes
que Roma, la ciudad histórica jjor excelencia; antes
que Italia, la nación que un dia dominó el mundo y
rige con su derecho la vida universal, Melbourne cita
á los pueblos á un concurso, como Londres, París,
Viena y Filadelfia.
En la Exposición de 1878 Australia no ocupaba
el puesto que merece. Sus instalaciones eran inferiores á las del Canadá. Aquel departamento no anunciaba el núcleo de una inmediata Exposición universal.
El Estado de Victoria se distinguió por sus pieles,
sus grandes kanguroos disecados, varios maniquís
perfectamente hechos, que representaban naturales
del pais, obreros d é l a s minas de Ballarat, etc., y
•una muestra de la riquísima producción de sus auríferos filones. Nueva Gales presentó cuadros representando ejemjílares de los grandes bueyes que crecen
en el pais, tabacos, pieles, una magnífica fotografía
de Sidney, y artículos alimenticios. Queensland exhibía ron, minerales y cuadros estadísticos de sus producciones minerales, vegetales y animales, y la Australia del Sur, frutas, pieles y gran número de objetos , producto de la originalísima platería indígena,
de filigrana de plata, montados sobro huevos de avestruz, que imitan el bronce verde de una manera admirable. Instrumentos de estudio y de trabajo, mapas
y máquinas no faltaban en esta sección, para suministrar idea de que en Australia se ejercita la actividad laboriosa de los colonos empleando todos los adelantos que nuestro siglo debe al desvelo de sus hijos
más inteligentes.
Pero todo esto, y algo más, de que una ligera ojeada no permite guardar fiel recuerdo, era muy poco seguramente para que se conocieran y apreciasen los
caracteres distintivos y señalados del pais. Pico, en
condiciones de costear uno de osos certámenes universales en que pueblos más poderosos no soñaron nunca,
lo convoca. ¿De qué será capaz Australia? La estadística nos lo anuncia. El Conde de Beauvoir, en la
preciosa reseña de su viaje á la colonia Victoria, extracta algunos datos de los resúmenes oficiales que le
facilitó el Gobierno de aquella colonia; resúmenes muy
completos y que se circulan impresos en un libro para
conocimiento de todos los ciudadanos.
La colonia tiene 22 millones y medio de hectáreas,
pobladas en 18.B5 por 8 personas; en 1845, por 31.000;
en 1855, por 364.000; en 18G5, por G2G.O0O, y en
1873, por 800.000. La superficie estaba en esas últimas fechas distribuida en tierras destinadas á los
pastos, 15.300.000 hectáreas; al cultivo, 206.400; a l a
explotación de minas, 188.000.
Las minas de oro y los ganados han sido los grandes elementos de la riqueza de Australia. En 1851 se
descubrió la primera partícula de oro en el lecho de
un arroyo tributario del rio Lodon; al año trabajaban
en aquellos lugares más de cien mil personas. Un pobre obrero encontró un dia un lingote de oro que pesaba seis arrobas y media. La cuenta mensual de una
de las minas más ricas, explotada por cierta Sociedad
de industriales, era la siguiente: productos, 60 millones de reales; gastos de explotación, administración,
etc., 2.320.000; beneficio neto, repartible entre los accionistas, 57.680.000. En 1863 produjeron las minas
de cuarzo de Ballarat 200 millones; en 1864, igual
suma, y en 1865, 180 millones de reales. En 1866,
cuando el conde de Beauvoir visitó la Australia, habia
ILUSTRACIÓN
ESPAÑOLA
Y
AMEFi.iCAríA.
en la colonia de Victoria 17.730 mineros, que emplealian 522 máquinas de vapor, de un total de 9.000 caballos de fuerza. En las de aluvión se ocupaban en la
misma época 65.400 operarios y 4.600 máquinas, de
fuerza de 19.000 caballos de vapor. Estas habían jjroducido en 1863, 452 millones; 416 en 1864, y 436
en 1865. Hasta 1866 esta colonia habia exportado oro
en barras por valor de 15.200 millones.
Los ganados eran, en 1835, 15 caballos, 50 cabezas del vacuno y 400 del lanar ; en 1845, 9.000,
238.000 y 2.400.000 respectivamente; en 1855, 32.000,
568.000 y 5.000.000, y en 1865, 121.00(3, 621.000
y 8.835.380. Cuando se habla de ganados australianos es imposible dejar de referir la historia de M. Kapel, narrada por el infatigable viajero en cuyo diario
se han inspirado estas notas. En 1846 llegaron cuatro hombres resueltos á establecerse para apacentar
un ganado en las praderas inexploradas de las orillas
del Murray. Demarcaron entre las márgenes de este
rio y las del AValkool tres praderas extensísimas, que
abarcaban en junto 715 kilómetros cuadrados. Arrendaron ose espacio por catorce años, obligándose á
pagar en cada año la módica suma de 30.000 reales.
En 1852 llegó á Australia Kapel.
Los squatters , poseedores de aquellas vastas praderas , habían ya realizado una fortuna considerable y
se las cedieron para que continuase explotándolas, con
un rebaño de 2.000 cabezas entre vacas y bueyes, por
el precio de 2.800.000 rs. Kapel nrejoró su establecimiento, invirtiendo en él muy cerca de tres millones
más , y continuó pagando al Estado la renta de 30.000
reales convenida hasta 1860. Desde esta fecha se elevó el precio de arrendamiento á 69.500 rs. cada año.
Los gastos de explotación, custodia de ganados, conservación de las barreras que separan y cierran parte
de los prados, el alquiler de depósitos en las inmediaciones de Melbourne, Ballarat y Bendigo, etc., etc.,
ascienden anualmente á 320.000 r s . ; en cambio, los
ingresos llegan á una cifra verdaderamente fabulosa.
De Mayo á Setiembre, dice Beauvoir, M. Kapel
envia á recorrer la colonia diez hombres de los que
están á su servicio, que visitan con preferencia las
localidades que han sufrido más por la sequía, y las
que habitan los cultivadores de pequeñas propiedades. Por 200 ó 240 rs. cada cabeza, les compran todo el ganado, escuálido ó joven, que pueden encontrar ; á los dos años lo venden por 700 rs. cabeza. E n
1863 compró 15.000 bestias, de tres á siete años de
edad, en .300.000 r s . ; en 1865 las vendió, en los diversos mercados de Victoria, por nueve millones y
medio de reales. Sus lieneficios anuales importaban
en 1866 más de dos millones y medio ; nueve millones
le ofrecían por el ti'aspaso del arriendo de sus praderas , y no quiso aceptar la proposición, seguro de que
al año siguiente lo haría por tres millones más.
Otro colono que llegó á Australia en 1855 y se dedicó á la cría de carneros, era propietario en 1866 de
60.000 cabezas de'ganado lanar, que pastaban en una
superficie de 100.000 hectáreas, dándole un beneficio
líquido de más de dos millones de reales. En cierta
ocasión, en que uva horrorosa sequía le privó de pastos , dicen los autores de un bello libro que se titula
Los Pueblos jóvenes, apeló á derretir sus carneros en
enormes calderas para obtener grandes cantidades
de grasa. Era en 1863; exportó de Melbourne aquel
año más de mil ochocientas toneladas de grasa, que le
valieron dos millones de reales. E l primer ganadero
que hubo en Nueva Gales del Sur fué el capitán MacArthur, qixe manda.ba las tropas de la penitenciaría.
En 1797 llevó ocho reses merinas del cabo de Buena
Esperanza, que cruzó con diez de Bengala. Do ellas
nacieron los sesenta y un millones de cabezas de ganado lanar que hace pocos años poseían todas las colonias de Australia, cuyo valor se calculaba en 2.400
millones de reales.
La colonia de Victoria habia exportado, hasta 1866,
doscientos tres millones do kilogramos de lana; .su
precio, 3.078.364.000 rs. La producción de la lana en
la colonia de Victoria en 1865 fué de 19 millones de
kilogramos. Las exportaciones (oro, lanas, ganado
vivo, cueros, carnes saladas, etc.) ascendieron á una
suma de 1.312 millones de reales; las importaciones
(bebidas, harinas, ai'tículos de especiería, calzado,
telas, hierros, máquinas y carbón), á 1.324 millones.
El movimiento de los puertos está representado por
1.700 buques con 600.000 toneladas. Las condiciones
económicas eran en alto grado satisfactorias. Habia
excesiva demanda de obreros. Por falta de brazos
para ordeñar se importaban manteca y queso por valor de más de .30 millones de reales. El trabajador, á
poco que se esforzara y economizase, llegaba á convertirse en propietario. Los jornales eran, término
medio, de 36 á 46 reales diarios, y el desarrollo industrial tan rápido y considerable, que asombran las
cifras consignadas para determinarlo.
III.
El estado do la Hacienda pública no era tan satisfactorio , pero revelaba también confianza inequívoca
en el porvenir, seguridad absoluta de que nada ha de
áii
contener el progreso creciente y el desarrollo, por ahora ilimitado, de esos elementos incalculables de riqueza. La Deuda de la colonia Victoria en 1865 ascendía
á 900.000.000. Su Gobierno,' que no ha recibido el
más pequeño auxilio de la metrópoli, tiene que sufragar gastos de tanta consideración como el viaje de los
inmigrantes, el sostenimiento de una poderosa armada colonial, y la conservación y mejora de todos los
servicios públicos , planteados y organizados como no
lo están en la mayoría de los pueblos de Europa. La
necesidad de construir ferro-carriles, que facilitasen
el movimiento comercial tan considerable de las comarcas australianas, obligó al Gobierno de Victoria
á levantar un empréstito de 700 millones de reales.
El resto de la Deuda tiene análogo origen. Paltos
aquellos pueblos de recursos para establecer sus instituciones y sus grandes medios de gobierno, han tenido que apelar, para crearlos, al préstamo. La conservación de ese complicado y difaoil organismo, los gastos ordinarios (é incluimos entre ellos el pago de la
Deuda) se satisfacen con los ingresos anuales, que
ascienden á muy cerca de 300 millones de reales. Para
administrarlos bien, con acierto, con prudencia, no
han menester los australianos de que el Gobierno de
la metrópoli ejerza en sus asuntos ningún género de
tutela , como no han menester las naciones pequeñas,
— Portugal ó Bélgica,—del patrocinio y apoyo de las
grandes potencias para obrar según conviene á sus
intereses.
Las colonias de Australia se encuentran, respecto
á la Gran Bretaña, en situación parecida á la de esos
pueblos. Eorman casi un estado independiente; el
vínculo que las ata á la metrópoli no abruma ni tiraniza á los colonos, ni es causa de perturbaciones entre los señores; por esto quizá sea más duradero y estable, más íntimo y resistente. Como á nadie perjudica , como ningún interés lesiona, como no suscita
protestas, como nada se alcanza debilitándolo, j)odrá
conservarse mucho tiempo. Cuando lo estableció Inglaterra , tuvo sin duda el privilegio de hallar la fórmula con que es posible resolver uno de los más difíciles problemas de nuestra época. Después de la emancipación de los Estados-Unidos, como después de las
rebeliones del Canadá y la India, el Reino británico
quiso rectificar muchos de sus grandes errores coloniales, y los rectificó, dando á las posesiones que le
restaban un gobierno fundado en las leyes que rigen
la vida de todo pueblo libre, y una política de discreción y de prudencia.
E n todas las constituciones se reserva al soberano
de Inglaterra el poder ejecutivo; lo ejerce en las colonias, á su nombre, un gobernador general, con ministerio responsable. Inglateri'a sabe que la absoluta
irresponsabilidad de los gobernantes es un escollo
l^eligroso en la economía de los pueblos. A éstos se
les reserva la autoridad legislativa, ejercida por dos
Cámaras de elección popular, ó por una que debe su
origen al sufragio y otra que lo recibió de la voluntad
del Soberano. Gózase en las colonias, con la misma ó
mayor amplitud que en la metrópoli, de los derechos
políticos, de tiempo inmemorial establecidos en aquélla. Pero lo que, á nuestro juicio, caracteriza ese sistema y es fuente de todas sus ventajas , consii^te en la
completa separación de la política colonial y metropolitana , y en la prudencia con que los delegados del
gobierno inglés ejercen su autoridad entre los colonos.
El movimiento político de las colonias australianas
es extraordinario. Tiene mucho del que sorprende á
cuantos visitan los Estados-Unidos ; pero nada hay en
él de comim con el que agita el reino británico. Distintas parcialidades, defensoras de opiniones diversas, á quienes preocupan intereses y cuestiones de
todo en todo desemejantes, dividen la opinión pública
en la metrópoli y sus dependencias. ¿Qué puede interesar á los colonos de Victoria la libertad religiosa de
Irlanda ? ¿ Ni qué á los opulentos mercaderes de la
City que se destituya un ministro de Queensland por
malversador de los fondos públicos, ó se establezca
un nuevo sistema tributario en Nova-Sootia, ó en Melbourne se derribe un gabinete?
Siempre ha sucedido esto entre las colonias y sus
metrópolis. Siendo diversas las cuestiones que respectivamente les han afectado, como hijas de intereses distintos, abandonándolas natiiralmente á su inclinación propia, han tendido á un régimen autonómico ó independiente, á gobernar sus asuntos con
entero y absoluto olvido de los asuntos de sus antiguos señores. La metrópoli ha hallado en ese sistema una ventaja que no le garantiza ningún otro.
Sus delegados en la colonia pueden asi mantenerse
por cima de todos los partidos y de las más opiiestas
aspiraciones , como una garantía suprema do justicia.
Inglaterra habría cometido un ei'ror grave tolerando
que sus autoridades coloniales tomaran partido por
uno cualquiera de los que existen en esos establecimientos. Puesta la influencia de la metrópoli al lado
de una parcialidad, ¿cómo era posible que sus contrarios no fuesen desde el primer momento enemigos de la metrópoli ? Lo que á la metrópoli interesa
es apoyarse en el amor y el respeto de todos sus co-
413
jLíA JLUSTÍIACION: ^ S P A Ñ O L A Y yVmei^icAí^A.
P A R Í S . — E L irOLIXO DE LA GALETTE, EN EL CÉREO DE MONTMARTHE.
( Pibujo lie D. J. lloreno Carbonero,)
N.° X J I I I
LA
N.° X X I I I
ÍLUSTf^Aciori
ESPAÑOLA
Y
413
J^MEÍ{IGAK.A.
^•S;->
D. FuANCisco PXJÁ Y YILA,
pintor escenógrafo ; y en Madrid, el 17 de Diciembre de 1878.
EL
BARÓN L I O N E L DE
ROTHSCHILD;
falleciij en Londres, el 3 del actual.
POKTUGAL.—TIP03 POPULARES: PESCADORES DE LAS INMEDIACIONES DE OPORTO. — (Da fotografía del gabinete Uiiioii.)
LA
414
lonos , no en el de u n a p a r t e , que ijuedo s e r lioy la
m á s c o n s i d e r a b l e y poderosa, pero q u e acaso m a ñ a n a ,
p o r l a s c o n t i n g e n c i a s á q u e e s t á n sujetos los p u e b l o s ,
s u s i n s t i t u c i o n e s , sus i d e a s y s u s i n t e r e s e s , s e a la
m e n o r y m á s d é b i l . L a s a u t o r i d a d e s que la m e t r ó p o l i
e n v i a á la colonia n e c e s i t a n por esto mismo i n s p i r a r se m á s en u n s e n t i d o de e s t r i c t a j u s t i c i a ; s u s faltas,
sus desviaciones de este recto sentido no producen
otro efecto que el de l l e v a r á la discusión el n o m b r e
de la metrópoli, y la conveniencia d e q u e s u b s i s t a el
v i n c u l o de u n i ó n m a n t e n i d o e n t r e ella y la colonia.
C u a n d o esto se d i s c u t e , c u a n d o h a y u n ¡partido q u e
p r o c l a m a esa conveniencia y otro que l a n i e g a , se e s t á
en im m o m e n t o de v e r d a d e r a c r i s i s , del cual p u e d e
s a l i r m u y b i e n el rompimiento e n t r e la metrópoli y
s u s colonias, l a i n d e p e n d e n c i a d e é s t a s y l a r u i n a
de a q u é l l a . L o s l e g i s l a d o r e s y los g o b i e r n o s h a n de
p o n e r , t r a t á n d o s e d e m a t e r i a s coloniales, todo su emp e ñ o en q u e a q u e l l a t e s i s n o se d i s c u t a j a m a s , en q u e
no se forme en la colonia u n ¡partido s e p a r a t i s t a . Y
t é n g a s e en c u e n t a q u e no b a s t a con p r o h i b i r de u n
modo oficial t a l e s d i s c u s i o n e s ; n o , no es eso lo que
h a n de i m p e d i r los l e g i s l a d o r e s y g o b e r n a n t e s de la
metrói^oli. I m p o r t a poco p a r a el efecto d e e s t a s l u c h a s
que no r e p i t a n los d i a r i o s , n i se r e p r o d u z c a en los
meetings la p r o t e s t a que formula el descontento y p r e g o n a l a r e b e l d í a en el fondo d e todos los h o g a r e s ; lo
que i n t e r e s a es que a q u e l l a j)rotesta no n a z c a , y q u e
si h a n a c i d o , los que la f o r m u l a r o n se v e a n p r e c i s a d o s
á e n m u d e c e r , p o r q u e la metrópoli g o b i e r n e sus n e g o cios de u n a m a n e r a t a n p r u d e n t e , t a n d i s c r e t a , t a n
d e s i n t e r e s a d a , t a n j u s t a , q u e no s u s c i t e n i el m á s insignificante motivo de queja.
I n g l a t e r r a lia p e n s a d o asi y h a o b r a d o d e esa s u e r t e en s u s relaciones coloniales, sobre todo d e s d e q u e
la separación d e los E s t a d o s - U n i d o s le m o s t r ó el pelig r o á qiie cori'ia en brazos d e su a n t i g u a politica colonial. I n g l a t e r r a posee en paz m a y o r n ú m e r o de colon i a s q u e n i n g ú n ¡jueblo del minido, y h a conseguido
q u e s u s e s t a b l e c i m i e n t o s s e a n u n v e r d a d e r o emporio
de r i q u e z a , de b i e n e s t a r , de l i b e r t a d y de o r d e n .
rEANCISCO DE A s í s PACHECO.
""•qaS>^-<5Biiw
EL CANAL INTEROCEÁNICO AMERICANO.
; Addaníe,
sifmpre
adelante!
Cuando, en 1492, descubría Colon las costas de América,
y que, con aquella fe que fué su guía en todas SUÍJ empresas,
con una convicción que, por ser profunda,.no era menos
falsa, exclamaba: ¡lié aquí el camino de las Indias! el
gran navegante cometía un craso error.
Colon descubrió un nuevo continents; pero cuando nuestros bravos marinos españoles, bajo un clima asesino, hubieron recorrido y explorado en débiles carabelas toda la
costa que se extiende desde el río Amazonas hasta el Orinoco,
se vino á reconocer la existencia de una barrera infranqueable. En muchos sitios aquella costa presentaba hendiduras
más ó menos auclias y profundas, pero en ninguno un paso
á las quillas de los buques.
Magallanes, al fin, á pesar de todas las dilicultade.5
acumuladas sobre su camino, á pesar de sus débiles embarcaciones, á pesar de la insubordinación de las tripulaciones
que las montaban, logra atravesar las nieves y los hielos
del Cabo de Hoi'uos, lo dobla, y ve flotar su pabellón sobre
las aguas del Pacífico.
Pero ¡ah! el fin conseguido no coi-onaba de éxito tan
larga espera. Como la antigua ruta por el Cabo de BueuaEsperanza, la nueva por el Cabo de Hornos estaba eilzada
de dificultades, sin disminuir la distancia.
Lo que la naturaleza negaba al hombre, tentólo el español
Vasco Nuñez de Balboa ( 1 5 1 9 ) , no tomando consejo sino
de su propio heroísmo, y seguido de un puñado de valientes
como él, lanzóse animoso en busca de lo desconocido. La
selva virgen de América opone obstáculos á su paso; Vasco
la corta, la tala, la destroza: los torrentes no le arredran ni
le detienen : su ai-dor aventurero le lleva hasta la cumbre del
monte Pírri, desde donde sus ojos maravillados contemplan,
en fin, la inmensa soledad del mar Pacífico, cuyas orillas
ganan, y se establecen en la bahía de San IMiguel, para
desde allí partir en busca de nuevos descubrimientos.
«Bien pronto el sendero abierto por el atrevido capitán
se convertía en un camino : los tránsitos entre los dos grandes mares se hicieron más frecuentes ; los caballos, los cañones , las municiones de guerra se sucedían en él sin interrupción. La España enviaba sus ejércitos á través de la
selva, de las marismas, de los ríos desbordados; aquellos
ejércitos que ningún obstáculo era bastante á detener, y
cada soldado que caía valia á su país su peso en oro. Los
españoles, cuyo espíritu aventurero recuerda las más heroicas épocas de la conquista normanda, no eran todus bandidos (s/f) y fanáticos: algunos eran también hombres de
ciencia (1) al mismo tiempo que houdires de guerra, y en
los primeros tiempos de la conquista trazaron una carta
geográfica', incorrecta sí, pero cuya existencia basta para
atestiguar la importancia atribuida al conocimiento de las
regiones conquistadas. Hendír el istmo estrecho que separa
los dos mares, practicar una abertura en aquella muralla
de rocas, y hacer que por esta brecha pasaran libremente
(1) Consideramos litil citar aquí e s c pftsajn del informe de 51. W.vse A la
Gnmision interniicionnl : « A qnelqxics detnils p r 6 s , d'fiillenrs ])en imp..rtiiiits, h'ñ fris^enients indignos par l'ancienne caite espagnole. t/w loiit'R les
ní/í/'ís «Vin/fíí7 que réproduire, son exacts. Les longitndi s seiiles cont crronées. Les instrnments d'alors 1761) e t a n t beancoup moins précis qne cenx
donb on dispose a n j o n r d ' h i ü , la dctermination de la longitude. surtout,
présentait de grandes ohances d'érreur. i {Hydro^cLfíe de la rade d'Aeantí.)
jLusTHACiorí ESPAÑOLA Y y\MEF(,icAPtA,
los galeones y las carabelas, eia, seguramente, una idea
que desde luego se presentó al ánimo de los conquistadores. Hernán-Cortés, que al genio de uno de éstos unía el
de un organizador, á pesar de sus preocupaciones y de sus
luchas contra los indígenas y la España misma, acarició
más de una vez este proyecto, cuya ejecución ha llegado á
ser en nuestros días de más absoluta necesidad que en los
pasados» (2).
*
* *
Sucede con el istmo americano lo que sucedía con el de
Suez. Este impedía las comunicaciones directas entre los
puertos europeos y los puertos del Océano Indico; el otro
impide el tráfico directo de la vieja Europa con los ricos
depósitos del Pacífico. El Canal de Suez ha hecho desaparecer el obstáculo que sobre aquel camino se encontraba; el
istmo americano estorba: se le atravesará también.
El Canal interoceánico debe hacerse. Es una necesidad
fatal : la industria y la producción van en aumento, y le son
necesarios nuevos puntos donde dar salida á los frutos y á
las mercaderías. En este punto no hay más que una voz : el
Canal debe ser, y será.
*
* *
Demostrar su necesidad , su utilidad , sería ocioso cuando
nos es conocida la causa que motiva actualmente la paralización en las transacciones sobre los productos manufacturados. Diremos, sin embargo, dos palabras acerca de este
particular.
M. Marius Fontane (3), en un dictamen que ha recibido
los aplausos de todo el Congreso por su admirable lucidez,
nos ha mostrado hasta qué punto se han aumentado los
cambios recíprocos entre Europa y los gi-andes depósitos comerciales de la ludia desde la apertura del istmo de Suez (4).
Este tráfico ha ido anualmente en aumento, excepto en el
de 1878, año excepcionalmente calamitoso para el comercio
y j a industria en general.
Los grandes vapores que efectúan las largas travesías de
Shangaí, Hong-Kong, Macao, el Japón, las islas Filipinas
y la Australia, aumentan en número y en dimensiones. Las
marinas inglesa , francesa 3'holandesa se reparten hoy dia
la casi totalidad del tráfico por el Canal de Suez : la Inglaterra figura en primera línea, en la proporción de un 79
por 100. Si se recuerdan las objeciones y predicciones terribles, de las que la nación inglesa se hizo eco cuando la
perforación del itsmo, se habrá de convenir en que las pretendidas desventajas han redundado bien en su provecho.
En nuestros días nada hay imposible para el ingeniero,
ayudado del grau hacendista que se llama todo el mundo (5).
De 1860 á 1877 la progresión del tráfico entre los puertos ingleses ( y tomamos por base la Inglaterra, por ser la
nación que más provecho saca del Canal) y los puertos asiáticos , que la apertura del istmo ha aproximado entre sí, ha
sido desde 2.292.470 toneladas hasta 4.G41.933, ó sea un
aumento que excede de 102 por 100.
El actual tráfico por el Canal de Suez excede en su conjunto de 10.000.000 de toneladas, cifra que debe infaliblemente aumentarse cuando se creen buques de vapor adaptados á la nueva navegación. «El din en que exista la fiota
de vapor necesaria al trasporte de todas las mercancías que
se cambian entre los puertos de Europa y los de Asia, todo
ese tráfico pasará por Suez (G).
M. Fontaoe ha terminado su informe dcniüstrando el
extraordinario aumento del tonelaje en el Canal de Suez, y
augurando igual suerte al nuevo Canal interoceánico.
Si los productos manufacturados de Europa necesitan de
nuevos puntos de consumo, los productores de primeras
materias en aquellas comarcas australianas y asiáticas se
preocupan de los beneficios que á sus explotaciones reportará el Canal interoceánico de Panamá, y ya establecen
cálculos más ó menos positivos. La experiencia del Canal
de Suez está ahí latente, y probando con la claridad de un
hecho consumado que la marina mercante tiene fe y confianza en estos grandes trabajos, que le permiten disminuir
las distancias y los peligros de las travesías. El dia en que
el Canal abra sus puertas, verdaderas escuadras estarán
qjrontas á atravesarle.
La cifra de seis millones de toneladas indicada por la
mayor parte de proyectos presentados al Congreso como
término medio del tráfico probable, parece ser la necesaria
para la justa remuneración de los capitales llamados á
concurrir á la empresa. Para llegar teóricamente á este
resultado seria preciso que, por término medio, atravesaran
diariamente el Canal ocho buques de 2.050 toneladas cada
uno. Este cálculo no debe, sin embargo, ser aceptado como
exacto; es preciso contar con los vientos contrarios, los
accidentes del mar y de las estaciones; así, habrá días en
que no se presente el número de buques presiqjuestado, y
otros, por el contrario, en que no serán ocho, sino una
verdadera flota.
Vamos, pues, á establecer otro cálculo, que nos parece
más exacto.
Dos estaciones hay en el Canal de Suez, durante las cuales se desarrolla una actividad mayor en el tráfico (7). En
el Canal interoceánico, la más favorable será la de la época
de la recolección de los cereales en California y en la Australia. E.ste tonelaje de seis millones, necesario para poner
á cubierto los intereses de los que ponen sus capitales en
la empresa, no será posible sino en tanto cuanto el Canal
(2) Sí'gnn M, WerbrugEfe. en su folleto El C'inalintn^oeeámeo de Pínmmd.
(3) M. Fontane es r-ecretario general de In Compnfíia del Canal de Suez
y niieinhro del Congrí so inteinacional de estudios del Canal interoceánico.
(4) M. F o n t a n e . como rapjMiieiO' de la primera Comisión ( Estadi.stica )
del Congreso , debía satisfhcer á e s t i s temas : a Pl-ogresos del comercio de las
regiones europeas y de A s i a , puestas en i elaciones por medio de la apertura
del istmo de Suez j ) . y « Progresión del tránt-ito por el Canal de Sue?., bajo el
doble punto de vista del timelaje transifaio y de los insrí'sos recaudados y
'.•íi M de Lepseps. contestanrio rt nn dictamen sobre la parte financiera
del Canal . en el que se preguntaba si los Estados americanos que é-te atravesara tí^<rantizarian im in'eres , dice : «El éxito de la empresa depende del
interés que todos y caria uno temen en ella ; yo no he de pedir interés á ningún Estado ; pero si se los pediré á alguien mucho más poderoso : á iodo el
mundn.yi
fGj Informe de M. F o n t a n e al Congreso internacional.
- ,.
(7) La campaña más activa es de Setiembre á Abril.
N.° X X I I I
pueda dar paso á diez y seis buques por dia. No hay duda
de que en la época de las recolecciones llegarán éstos á
veinticuatro ; y, en fin, si, como sucede muchas veces, sea
por el estado del mar ó por otras causas, los buques se vieran obligados á retardar uno ó dos dias su entrada en el Canal, debe admitirse que habrá dias en que serán cincuenta
los que pidan el pa.so, como en Suez ocurre. El Congreso
ha aprobado estas cifras, de conformidad con el dictamen
de M. Fontane.
En la época de nuestra dominación en aquella parte de
América, nuestros ingenieros emprendieron numerosas investigaciones desde Tebuantepec hasta el Choco (Nueva
Granada) ; sin embargo, limitándose á reconocimientos geográficos (8), hicieron pocas nivelaciones, por no decir ninguna. La topografía de la comarca avanzó, pues, lentamente, correspondiendo á Bolívar el honor de haber mandado hacer, después de la emancipación (1829), la nivelación del istmo de Panamá proi:)iamente dicho.
Más tarde, y de una manera teórica, Hnmboldt, Luis
Napoleón Bonaparte (9) , el almirante Fitz-Poy, Michel
Chevallier, Malte Brun, etc., se ocuparon de la posibilidad
de establecer un canal interoceánico á través del istmo americano. Entonces fué cuando el Almirantazgo inglés emprendió por su propia cuenta el estudio hidrográfico de las
costas de aquella parte de América.
Los primeros datos científicos que acerca de ellos .se
tuvieron se deben á M. N. Garella, ingeniero de puentes y
caminos en Francia. Vienen después Hngués, el coronel
Tolten, la Compañía del camino de hierro de Panamá (1854),
Chilili, Kelley, la Comisión nombrada por los E.stadosUnidos de América (1870-72), y en fin , la Comisión internacional francesa enviada por la Sociedad de Geografía de
París (1877-78) ¡jara reconocer el istmo y comprobar las
investigaciones de sus predecesores. Y, sobre todo, á los
talentos, á la constancia y al saber de MM. SeldfrÍKe y Lull
(de la marina militai'norte-americana), Wyfe y líécbís (de
la marina militar francesa), Menocal (ingeniero cubano
al servicio de los Estados-Unidos) y Sosa (ingeniero colombiano) debe el mundo civilizado el conocimiento topográfico, geodésico, etc., del istmo de Panamá. Hacemos
mención, en primer término, de M. Seldfrige, por su nunca
desmentido ánimo y fe en la empresa, como lo han reconocido cuantos han podido apreciar sus trabajos.
Sería demasiado largo el enumerar aquí los nombres de
todos los que han contribuido al exacto conocimiento de la
región que nos ocupa, tales como MM. Animen, Davis,
^'iolet d'Aoust, Airian, Goj'orza, etc.
*
* *
La configuración del terreno se presta á ilusiones, que
pierden de su valor al reconocerse las causas que las producen , y para adquirir esta convicción sólo hay un medio :
buscar los orígenes.
Muchos exploradores, demasiado confiados en su golpe
de vista, y descuidando las observaciones y los estudios
concienzudos, han dado informes inexactos. No mostrando
empeño en poder dar la prueba científica de los hechos que
aducían, se apoy'aban, para demostrar su veracidad, sobre
indicios, que en rigor podrían aceptarse como presunciones, pero que los espíritus serios rehusan aceptar como
pruebas.
Así, por ejemplo, es pueril el estimar la elevación de una
montaña « por la velocidad del curso de un arroyo ; por el
número y la pendiente de las rompientes; por el punto de
ebullición del agua ; por la diferencia de vegetación ; por
los ángulos más ó menos afilados de los guijarros que aquélla arrastra, etc. Par.a ciertas estimaciones se puede, y así
se practica todos los dias, hacer uso de las alturas barométricas, medio aproximativo, pero que puede ser svjicienie.i)
Pei'O á todos los que señalan indicios como hechos demostrativos hay el derecho de pi'eguntaries : « ¿ D ó n d e están
vuestras cifras, dónde vuestros trazados y vuestros planos?
¿ Dónde están vuestras líneas de nivelación y vuestros perfiles •? »
A . MOBALES DE LOS E l O S .
(Se conlin-uará.)
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iiSraii H o t e l e l e l ' A t l i é n é e , 15, rne Scribe, enfrenta de la Niievíi Opova.. {A ar.p.vH<^r.^
(8) Expcriinpiitnnios u n a eíjjjecie de nrgnilo nn<!¡onal al leer estas frases
del /iinno de M Üléclnr-: « L a situación nctnal riel i^t^lo está léios de ser
tan próspera crimn en I05 piglns xvi y xvn. cunndo Cítas colonias se hullaban baio la doniinaciíui fspxño'ii )> Y inris adelante : «Deainies de haber
atravesado el r i o . el camino tifriif* el lefho de una quebrada rocallosa, que
nos bace subir sobre n n a Unta de crfsifis litiei-anicnte acciiientidas E n alpun< s p n n t n s el omino pstá foiavin ^m/ifdnirio. F.stos vfsfigioji ÜP los odmirobh-s ímbajoa ile i4:% fKpnfiohs. i-^x'oa (h- vn f.splí iiJor ¡uisodo, me explican
la abundancia de piodrns puntiagudas angulosas que suelea eucontrarsa sobre grandes extensiones. •»
19) Napoleón I I I .
hI
N.° xxm
LUSTR.ACIO)S¡^
p.
p S P A N O L A
Y
/
41S
MEI^ICA]S(?L.
Exposición Universal de París
1878
1878
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—=ÍK50ec^-
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B o m b a s c e n t r i f u g a s : ú n i c o p r e m i o conOBO). C a j a s d e s e g u r i d a d , t o d o h i e r r o . —
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M E D A L L A D E P L A T A ) , por su a p a r a t o d e
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M'afi»,
L U V A S S E I I K , pl»<"», S3, r . de la Mlonttaie,
y en las principales
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c o n s t a n t e de bcll za y d e lYi'Scura, y s c i i u p o n c n
a las (lamas paia la couservacioii do s u j u v e n 16 600 RECOMPENSA NACIONAL / ^ QQQ
tud, poi'la hi^bMic,'inc tan uud libi'ada sale do
las pastas y alelíes d,; lodo fiénero.— No n o s i'Strafia, pues, (|uc • 1 Doctor liiCHUn, do la 1 acuitad
de MCiiiciiia de l'ai'is,aliiiiie en ,su dictameu q u e
los Polvos d e C a n d o r c-tan llamados a r e m plazar toda clase de pnlvos do arroz y m e r e c e n
el cstraordinario óxlt.j q u e lian alcanzado.
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y d t í r o s t r o ; v e r t i d a c u el a g u a d e s t i n a d a
a l a v a r s e , d á vijíoi' al c t i l i s , lo blnn([Liea
y suaviza dejándole un perrume delicado
q u e apreciaii l a s d a m a s m a s elegantes.
De v e n t a e n t o d a s l a s F a r f u m e r i a s .
•416
pA
JLUSTÍIACIONL
JpSPAÑOLA
Y y^MEí^ICAKA.
T e a t i ' o d « ' s a l ó n . Kepertorio dramático para
n i ñ o s y j ó v e n e s . Lfna p r e c i o s a c o m e d i a , en u n
acto y en v e r s o , o r i g i n a l d e D . E n r i q u e S e g o v i a
y R o c a b e r t i , h a v e n i d o á a u m e n t a r la colección
d e e s t e útil r e p e r t o r i o , q u e c u e n t a y a o b r a s d e
autores tan ventajosamente conocidos como los
Sres. Üssorio y B e r n a r d , Castillo y S o r i a n o , H e r n á n d e z y G o n z á l e z , G u i l l e n y Sala. P r e c i o d e
c a d a c o m e d i a , 2 r e a l e s . V é n d e n s e en l a l i b r e r í a
de C u e s t a , C a r r e t a s , 9.
LIBROS PRESENTADOS
Á ESTA REDACCIÓN P O E AUTOBES
Ó EDITORES.
M e m o r i a d e l a B i b l i o t e c a d e la U n i v e r s i d a d
Central, correspondiente á 1878. ( M a d r i d , imprenta de Tello, 1870.) E l señor Bibliotecario
inaj'Or se h a s e r v i d o e n v i a r á e s t a R e d a c c i ó n u n
e j e m p l a r d e l a refei-ida Memoria,
cuj-a leetiu-a
s e r i a liastante á d a r h o n i ' o s í s i m a i d e a del celo d e
t a n e n t e n d i d o f u n c i o n a r i o , si n o f u e r a t a n n o t o rio. A g r a d e c e m o s el o b s e q u i o al s e ñ o r B i b l i o t e cario.
jVo
hay
flores
N.* X X I I l
Estudio
. s i n e s p i n a s . Novela de
costumbres contemporáneas, p o r D. Teodosio
A u s i n y D o n i s . (Maflrid, Satin-nino Calleja, 1870.)
E l Sr. A u s i n "ha escrito i m a n a r r a c i ó n e l o c u e n t e ,
y s e n t i d a , n o e x e n t a d e cierto f o n d o
filosófico.
F o r m a u n t o m o e n 8.", d e 3 0 0 p á g i n a s , q u e se
h a l l a d e v e n t a al p r e c i o d e 4 p e s e t a s e n l a s p r i n cipales librerías.
q u e c e r s u colección d e los m e j o r e s a u t o r e s a n t i guos y m o d e r n o s , nacionales y extranjeros, con
d o s n u e v o s t o m i t o s : Pocsían escogidas d e C a m p o a m o r , y Guerra de Cataluña,
por Meló. Vénd e s e , c o m o los a n t e r i o r e s , en la A d m i n i s t r a c i ó n ,
calle d e L e g a n i t o s , n ú m . 1 8 , al p r e c i o d e 2 r s .
G r a n e o l e e e i o n de juegos de prendas de
s o c i e d a d y t e r t u l i a , q u e c o m p r e n d e los d e salón,
de j a r d i n , d e m o v i m i e n t o , atención y m e m o r i a , e t c . , e t c . , p o r Osear M a r t i u e l l i . P r e c i o s o r e c u r s o , lo m i s m o p a r a l a s v e l a d a s d e i n v i e r n o q u e
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G u í a H i d r o l ó g - i e o - A I « ' ' d i c a de Vizcaya,
por D. José Gil y Eresno, médico-cirujano mayor
del h o s p i t a l civil d e B i l b a o , a c o m p a ñ a d a d e u n
mapa de los establecimientos balnearios d e Vizc a y a . ( B i l b a o , i m p r e n t a y l i b r e r í a de J u a n E . D e l m a s . ) Obra r e c o m e n d a b l e s i e m p r e , y d e s u m a
oportunidad en los momentos presentes, en q u e
el salir á t o m a r a g u a s f o r m a la p r e o c u p a c i ó n d e
t a n t a s f a m i l i a s . Se h a l l a d e v e n t a e n casa d e l
editor D e l m a s , en Bilbao.
E l T r a b a j o e n E s p a ñ a , apuntes para una
M e m o r i a , p o r D . Meliton M a r t i n , i n g e n i e r o . ( M a d r i d , i m p . d e S e g u n d o M a r t i n e s , 1879.) D e b u e n
g r a d o , á p e r m i t í r n o s l o el r e s t r i n g i d o e s p a c i o d e
que p o d e m o s d i s p o n e r , trasladaríamos aquí alg u n o s p á r r a f o s d e e s t e i n t e r e s a n t í s i m o libro d e l
a u t o r d e Z á Travail humain, son analijse, ses lois,
son évolution,
que hace pocos meses era objeto
d e m e r e c i d o s e l o g i o s p o r p a r t e d e la p r e n s a n a c i o n a l y e x t r a n j e r a . L a n u e v a o b r a d e l Sr. M a r tin s e halla d e v e n t a en la librería d e BaillyB a i l l i é r e , al p r e c i o d e t r e s p e s e t a s c a d a e j e m p l a r .
E l F i n a l d e J V o r m a , por P. A. de Alarcon.
(Cuarta edición : Alvarez y C o m p a ñ í a , editores,
S e v i l l a , 1878.) B i e n c o n o c i d a es esta deliciosa
n o v e l a d e l Sr. A l a r c o n , i m a d e l a s p o c a s o b r a s
de n u e s t r a l i t e r a t u r a c o n t e m p o r á n e a q u e h a sido
v e r t i d a al i d i o m a f r a n c é s . P r e c i o , 12 r s . e n l a s
p r i n c i p a l e s l i b r e r í a s y e n l a s oficinas d e n u e s t r o
periódico.
M. P A U L D E CASSAGNAC,
diputado bonapartista en la Cámara france:
M. B .
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D I
dirigida pur
con la colaboración de eminentes publicistas españoles
y extranjeros.
Proveedor privilegiado
de S. M. el Rey de España,
de S. M. la Emperatriz
de Eusia,
de S. M. la Reina de Inglaterra,
y de SS. MM. el Rey y la Reina de los Países
Bajos.
L. G U É R I N , S u c e s o r , 1 4 , B o u l e v a r d M o n t m a r t r e , P a r í s .
ESTERILIDAD DE LA MUJER^
C o n s t i t u c i o n a l ó a c c i d e n t a l , c o m p l e t a m e n t e d e s t r u i d a c o n el t r a t a m i e n t o d e
M a d a m e L a o h a p e l l e . C o n s u l t a s t o d o s l o s d í a s d e 3 á 5, r u é d u M o n t h a b o r , 2 7 ,
e n P a r i s . cerca de las Tullcrias.
PATE EPILATOIRE
A Ñ O
X X V I I .
Toilds l o s a ñ o s p u b l i c a p o r lo m e n o s :
2 toiiKis d e 700 páfjinas d e secciou d o c t r i n a l .
•> id. (le 8U0 i d . \ l e B o l e t í n l e g i s l a t i v o .
de IJOO i d . d e . J u r i s p r u d e n c i a c i v i l ,
4
ciiiuinal ó administrativa.
P u i í c i o : 4 0 rs., t r i m e s t r e ; 80, s e m e s t r e ; 100,
año.—En América, 260 rs. año.
A d m i n i s t r a c i ó n y D i r e c c i ó n , P e l i g r o s , (J y
PASTA DEPUATüRIA. Quita instantáneamonte todo TBIIO importuno del rostro, 8 , s e g u n d o , M a d r i d .
<in ol mas leve peligro para el cutis. Precio 10 Ir P0LT5S del SÍRRALLO, para quitar
Prospectos gráUx.
el Tello del pecho y los brazos. Pr. 6 ir. Perfumería de DUSSER, rué J. J. Rousseau, 1, Paris.
FAC-SIMILE DE LA ETIQUETA DEL AGUA DE MELISA DE LOS CARMELITAS
^az¿/ des Cói/'/Ttes
Jh¿e
de
Jtue de Vcuía¿ra7'd
Vcucai/'Círd-de
VINO
CHASSAING
\ \JLEJ^jf^^'tÉj&^\^
Hue Taranne,14'.aParis
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Par sm'te c/e /ejcpi 'opriatíojí de icf me Jam/vie en
remneeíS77Janclen hóopatoúrcies Carmes a efe
transfejv Rué d e l ' A b b ave, 14. á P a r i s
BI-L)IÜ1£ST1V0 DÜ
o
Contra Apoplejía, Parálisis, Mareo, Cólera, Vahídos, Desmayos, Bisonteria.
VÍiASE EL PROSPECTO QUE RODEA CADA FEASCÜ.
AFÍN
de evitar todas las fahilicaciones c imilaciones frmidtileulas que la reputación
secular del /lgi»« de lo» CarmelitoH
ha creado.
E X Í J A S E en t o d a s l a s f a r m a c i a s e l f r a s c o de AGUA DE LOS CARIWELITOS r e v e s t i d o
de la e t i q u e t a b l a n c a y n e g r a a r r i b a m e n c i o n a d a .
Eeserva.lo5 todos los dcre^iLios de propiedad artística y literaria.
''i.
.xo^^
déc^ñ^¿¿^.^ssésde¿a\
o
Y BRAZOS ARTIFICIALES
Nuevo iiioiielí) ('un ittiebo jninto d/t aptiyo ile gonrj
elástica. ll-iAUliKilOS. nuevo modelo privile¡,'Íado, que reilucf
las lic}'7ii(is más rebeldes. Palveriuular iiiira-'uli'ri.iio e
inyectador, sin metal, etc.—MKDAI.LA UIÍ Uno, Paris 1877.
Envió, franco de porte, da todon los dibujos.
B I L H A U T , orlopcilista con privilefíio, ¡inti^'uo contramaestre de la casa Charrióre, ÍG, rué Mandar. Paris.
,
D. JOSÉ REUS Y GARCÍA,
del Dr NYSTEN.coiilra la Caspa y lus A f e c c i o n e s
d r l C u e r o c a b e l l u d o — F i l l i o l . 4 7 ' , r.Vivii'niie. Taris.
fon QUINA, y principios mas solubles de la CARNE
Una experiencia de diez años y la autoridad
do los principes de la ciencia p r u e b a n que el
Vino f e r r u g i n o s o Aroud, es el
•
LEGISLACIÓN Y JURISPRUDENCIA,
Polvos, sin ninguna mezcla química par<i el
rostro ; le devuelvu y le eonserva la juveiitml y la
frescura, Prep.'uaiio especialmeote para usarlo con
el F l u i d o h i a t i v o .
iíarfrirf.-Pertumeria P A S C U A L , cillcdcl Arenal, n«6,
y en toJas las priiiciiiales perfumorias de Amerita.
CARNE, HIERRO y QUINA ^ |
i l i m e n t o unido á los t ó n i c o s mas reparadores^
AÍim
de
A t l a s G e o j í ' r á í i e o E l e m e n t a l , para uso
d e los a h u u n o s d e 2 . " e n s e ñ a n z a , p o r D . L o r e n zo C r u e l l a s y R o b i r a , D i r e c t o r d e l C o l e g i o d e
S a n t a T e r e s a d e .Jesús e n el P o n t d e I n c a . P r i mera edición. (Palma de Jlallorea, imprenta de
B a r t o l o m é R o t g e r , 1879.) E s u n t r a b a j o e x t r a c tado de las colecciones d e Cortambert, MalteB r u n , Dufour y otros autores, perfectamente
a d e c u a d o para f a c i l i t a r á los e s c o l a r e s l a i n t e l i g e n c i a d e los libros d e t e x t o .
I i H l í i l j l i o l e c a T J n i v e r s a l acabado enri-
POMADA'" t';S^^""
q u í m i c o -farniacéiititro
los anestésicos.
M e m o r i a p r e m i a d a en p ú b l i c o
certamen p o r la Real Academia de Medicina.
( M a d r i d , oficina t i p o g r á f i c a del H o s p i c i o . ) E s
un d e t e n i d o e s t u d i o analítico d e l o s a n e s t é s i c o s ,
c o n c i e n z u d a m e n t e h e c h o p o r el D r . D . J o a q u í n
O l m e d i l l a y P u i g , l i c e n c i a d o e n Ciencias. D i r i g i r los p e d i d o s á D . V i c e n t e M. d e A r g e n t a , H o r t a l e z a , 8(í, M a d r i d . P r e c i o , 12 r s . en esta c o r t e
y 14 en p r o v i n c i a s .
l'lU;i'AB\llÜ CO.N
PEPSINA Y DIAST.^SiS
||Ágentesnatiirak'séinilispi;n6ablesdeIa '
DIGESTIÓN
f S uiiON <le éxíio
. cjnlra la* "
DIGESTIONES D I F Í C I L E S O INCOMPLETAS
MALES DEL ESTOMAGO,
DISPEPSIAS, GASTRALGIAS,
PÉRDIDA DEL APETITO, D£ LAS FUERZAS
ENFLAQUECIMIENTO, CONSUNCIÓN,
CONVALECENCIAS LENTAS,
VÓMITOS...
PARÍS, G, Aveiiue Victoria, 6.
! En provincia, eu las principales boticas.'
UADRTD.- • Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Ariliau y C.^, sucesores de Rivadcneyra,
IMPIlESOltES DE CÁMAlíA DE S. 11.
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