1. PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA Son diferentes los enfoques desde los cuales se ha abordado el problema del conflicto armado colombiano. Paradójicamente desde la rutinaria forma en que se discute nuestra propia realidad, el asunto mismo ha tomado lugar en la cotidianidad hasta el punto de olvidarse en el mar de versos y conclusiones, algunas de ellas especializadas, otras más coloquiales e improvisadas. Son realmente contadas las aproximaciones que pueden brindar luces respecto no sólo a la naturaleza del conflicto, sino a sus características, sus desarrollos en la historia y sus prospectivas, sin contaminarse de alguna tendencia política -que por estos pagos suele ser radical y mal informada-, llevando a conclusiones no tanto apresuradas como peligrosas cuando sugieren bien sea una explicación que ubica el fenómeno violento como endémico y connatural a la nación y sus integrantes, o bien, como una serie de fenómenos disgregados cuya naturaleza adánica hace difícil rastrear en la historia características comunes a un solo problema. Es cierto que de ambas perspectivas se ha alimentado la opinión tanto pública como académica a propósito del tema. Sin embargo posiciones menos tirantes, han recreado con más fortuna las características del conflicto planteándonos desafíos, disparidades, desencuentros y en algunos casos propuestas, esto es, escenarios que más allá de “poner en claro la situación” o referirse a una “condición natural” exponen las perplejidades actuales, cuestionan nuestras referencias y sentidos de pertenencia, asaltan las virtudes eufémicas del progreso socioeconómico y las discusiones ficticias en la desfigurada atmosfera política que embozan gran parte de las responsabilidades. Y es justamente sobre esa dinámica, aquella que instala sus esfuerzos investigativos en los espacios estrechos que dejan los malos tratos mediáticos, donde el tema del conflicto armado colombiano deja de ser un campo minado y posibilita mecánicas comprensivas cuyos efectos puedan reproducirse en la sociedad. A tenor de ello, tanto la concepción misma del problema como su metodología, deben separarse de cualquier pretensión de erudición o exposición simple, y concentrarse en un enfoque comprensivo y solidario, que abarque escenarios específicos desde los cuales podamos plantear los acontecimientos en nuestro espacio, logrando así acercar nuestra historia como «la irrepetible aparición de una lejanía» (Benjamin, 2008: 40). Al aproximarnos a escenarios específicos en la historia de Colombia, buscamos delimitar en primer lugar, el inmenso discurrir narrativo que al respecto se ha creado, sobre todo en aquellas propuestas que se refieren al periodo histórico que abarca el final de los años cuarenta hasta los años sesenta, la conocida “Violencia”; delimitar en nuestro caso se trata no sólo de separarnos o distinguirnos de las corrientes antes mencionadas, sino de ubicarnos en puntos particulares, algunos incluso ya trabajados, pero sobre los cuales podamos desarrollar un cambio de perspectiva. Así entonces, compadeciéndonos de esa dinámica de contrarios, de la revisión de encuentros impremeditados, de un cuidadoso seguimiento aleatorio pero no casual, la selección busca actualizar aquellos acontecimientos históricos en nuestro propio tiempo, a partir de una secuencia no cronológica. En palabras de Benjamin (2009): «para que un fragmento del pasado sea alcanzado por la actualidad, no puede haber continuidad entre ellos». De ese modo, la presente cuestión tiene el objetivo de recuperar los escenarios históricos de constitución, desmovilización e inserción de actores del conflicto armado colombiano, sus incidencias y la forma de conectarse con las esferas privadas y públicas de la vida nacional, a parir de la categoría de Responsabilidad que encontramos en el pensamiento político de Hannah Arendt. Para ese efecto, el enfoque tendrá dos perspectivas teóricas desde las cuales plantear una posición crítica frente al tema del conflicto. En primer lugar, el trato con los elementos históricos de la investigación en términos de abordaje metodológico, se apoyará en la propuesta benjaminiana de lectura y trabajo sobre la historia a partir de fenómenos particulares que se hagan susceptibles de presentar una imagen del pasado para iluminar el presente 1. En segundo lugar, la revisión del pensamiento político de Arendt a partir de los conceptos de comprensión, espacio público, política, mundo, juicio y deliberación, buscan el establecimiento de una idea de responsabilidad que domine la mirada retrospectiva del escenario histórico y la perspectiva del político actual. Se sabe que al revisar este contexto, podemos incluso alcanzar los más recientes acontecimientos que sobre desmovilizaciones por ejemplo se han conocido. Y aun cuando debamos limitar aún con líneas más certeras de inicio y final, se enciende que la apertura que posibilita esta lectura, traerá una luz importante sobre discusiones que sobrepasan las características históricas que hacen común los hechos aquí referidos. Es decir, una de las expectativas con las que se formula este camino, se basa en su aplicabilidad general a la conducta política e individual de la nación. Con ese breve retrato que se ha propuesto, la pregunta inicial es la siguiente: ¿Qué lectura de la responsabilidad se ha generado en la sociedad colombiana en los momentos de desmovilización e inserción de los grupos armados o actores del conflicto? 2. JUSTIFICACIÓN El tema de la responsabilidad se le ha tenido en el común y más bien eufémico entendimiento como una cualidad que debe responder a la naturaleza habitual de los actos de la conducta humana. Como “cualidad” regular, en nuestra realidad actual se convierte en ficha prescindible al interior del repertorio del individuo, al interior de su galería vanidosa de relaciones y formas de entendimiento, es decir, dentro de su existencia a la carta el asunto de la responsabilidad se suscribe a una serie de símbolos de prudencia y precaución que no lo someten a una revisión profunda de los actos ni le comprometen con la consecuencia que deviene anterior o posterior a su propia mano. Pero el estado actual de la visión de responsabilidad humana no puede por este mismo principio desconocer su gestación y su desarrollo a través de la historia. La idea de incluir el concepto de responsabilidad en un análisis histórico con miras a recuperar y reconstruir su significación se ha convertido en una necesidad latente en el seno de nuestras sociedades actuales. En tal marco, la responsabilidad como categoría debe asumirse a partir de una determinación teórica clara y una dirección metodológica que recupere en el contexto su ausencia, presencia, utilidad e importancia. Pensar en la responsabilidad se convierte entonces en un ejercicio integral de reflexión y de revisión sobre toda perspectiva que comprometa la definición del hombre en nuestro tiempo. El tema de la responsabilidad en el campo de reflexión teórica es uno de los referentes constitutivos de la conciencia política y, por consiguiente, un elemento central de la socialización política. La responsabilidad es entonces, el prisma desde el cual se busca establecer soluciones que respondan al interés investigativo del actual proyecto. En este sentido, se busca determinar las formas en que se entiende la categoría de la responsabilidad, sus sentidos, prácticas y lugares teóricos desde donde ha sido retomada. A comienzos del siglo XX, la categoría de la responsabilidad, se pone en circulación en el campo teórico, a partir de los postulados del sociólogo alemán Max Weber , quien la ubica como una de las cualidades decisivas que debe tener el político. De esta forma, el político debe estar orientado por determinados valores éticos que le impiden realizar sus acciones sin tener en cuenta las consecuencias de las mismas. En respuesta a su preocupación acerca de la responsabilidad, Weber plantea que toda acción orientada éticamente puede ajustarse a dos máximas: la “ética de la convicción” [Gesinnungsethik], y la “ética de la responsabilidad” [Verantwortungsethik]. En la primera, la acción está orientada por la obligación moral, y la preocupación es la acción misma y no sus consecuencias. En tanto en la 1 Esto puede incluir la revisión de la escena literaria. segunda, se valoran, principalmente las consecuencias de las acciones y confronta los medios con los fines. Sin embargo, las dos son complementarias y «deben concurrir a la formación del hombre auténtico, a la formación del hombre que pueda tener “vocación política”» (Weber, 1967). Desde estos planteamientos, la responsabilidad es entendida por Weber, como aquello que orientado desde una racionalidad instrumental, le permite al político, a la hora de tomar decisiones y ejecutar acciones, que sean tenidos en cuenta no solo unos principios racionales sino también las consecuencias previsibles de unas acciones de cuya imputación se hace acreedor el agente moral. Así, un político responsable, guiará sus acciones hacia finalidades objetivas; cuando hay ausencia de dichas finalidades y de responsabilidad, el político se inclina por “…buscar la apariencia brillante del poder en lugar del poder real; su falta de responsabilidad lo lleva a gozar del poder por el poder, sin tomar en cuenta su finalidad.” (Weber, 1967). De igual forma el sentido de responsabilidad en Weber, entra en juego cuando se aborda la lucha política, pues se abordan los fines que se conciben y los medios para lograrlos, dando paso al dilema de si el fin justifica los medios o no, esto es, el sacrificio o no de cosas y personas en función de los fines. En este sentido Weber señala que es la responsabilidad, la que impide caer en el error de pensar que "el que triunfa siempre tiene la razón" (Weber, 1967), pues de alguna forma se justifican los medios sin medir las consecuencias de las acciones. La responsabilidad es pues de carácter reflexiva y permite al político responder de forma ética ante las situaciones de su actuar político. El concepto de responsabilidad weberiano asume para su propia estructura un contenido ético que se resuelve imprescindiblemente en las relaciones políticas que afectan las relaciones de los hombres. Esta caracterización de una ética de la responsabilidad en Weber, permite reconocer el potencial que el concepto involucra en el análisis de las relaciones políticas. Sin embargo, tal potencial se ve regularmente alcanzado por los acontecimientos del escenario mundial que hoy más que nunca han ampliado sus diálogos y desbordado la visión ética antropocéntrica. La idea weberiana de responsabilidad se encuentra entonces, a partir de lo expuesto, ligada a una tradición política propia del siglo XIX, es decir, una tradición que aún desconoce el alcance técnico que incremento la potencia humana en todo el escenario social. Siendo esclarecedor el antecedente, la idea de responsabilidad desde Weber se nos presenta insuficiente tal como lo señalamos a la luz de los giros que la sociedad humana tomó en el siglo XX y sus marcas indelebles para el futuro. La siempre sospechosa prosperidad que la filosofía industrial implantó a partir de la tecnología y el consumo, abrieron el espacio del actuar humano a una categoría planetaria, a una interconexión que del mismo modo progresivo, condujo a escenarios desde los cuales nunca el hombre se había visto necesitado de respuestas. La ética de nuestro ampuloso progreso empezó hacerse latente cuando nuestras maniobras técnicas ampliaron las relaciones fuera de la ambivalente y segura contienda con el semejante. Una vez más la acción humana sobrepaso la medición futura de la consecuencia. La naturaleza humana ha respondido a estos cambios abruptos, por propia mano impuestos, pero incapaces de reconocerse de inmediato, de un modo previsible: a partir de su permanente e inherente naturaleza. En palabras de Jonas: Los Estados se levantan y caen, los imperios vienen y van, las familias prosperan y degeneran; ningún cambio es permanente. Y al final, en la reciproca nivelación de todo desvío momentáneo, la condición del hombre es la que siempre fue. Así también aquí, en el propio producto de su creación, el control del hombre es escaso y su naturaleza peramente se impone (Jonas, 2004). Es precisamente Hans Jonas, uno de los hijos de la segunda guerra mundial, quién pudo por primera vez vislumbrar la actual ampliación del campo ético de la responsabilidad en una sociedad continuamente heredada y consumada por sus obras. La teoría de responsabilidad jonasiana basa su analítica en una recomposición del campo de mira ético del hombre, a partir de los imperativos que sostenían una ética desde de las relaciones humanas, ampliando su alcance hacia las propias trasformaciones que el hombre obligaba a la naturaleza que lo contenía. El principio de la responsabilidad jonasiano ubicó al hombre como responsable de su propia obrar de forma integral, es decir, integro a su perspectiva ética toda obra humana que fuese capaz de alterar su entorno, sus relaciones e incluso su propia naturaleza. El cuestionamiento que Jonas hace a la libertad del hombre implica una revisión de los paradigmas del progreso y el deber, ya que desde su visión, la responsabilidad humana ante el inevitable avance técnico ha alcanzado proporciones globales que inhiben o facilitan decisiones complejas que desbordan la conciencia individual. Si pudiésemos definir brevemente el carácter de esta responsabilidad planteada por Jonas, diríamos que nos enfrentamos en él, a una responsabilidad cuya naturaleza se basa en el cuidado. El término nada ajeno a la comprensión de su filosofía dada la cercanía con la filosofía Heideggeriana, nos brinda matices interesantes de tener en cuenta y considerar de ahora en más. El esfuerzo de plantear un principio de la responsabilidad en las alturas de su tiempo –del que sin temor a mayor equivocación podemos decir que sigue siendo el nuestro-, constituyo un esfuerzo por esquematizar una realidad global a partir de la cual la responsabilidad humana debía una respuesta, y una concienzuda y decisiva acción. Es esta necesidad de actuar la que insta a considerar la responsabilidad jonasiana como una tarea que más allá de ser única en la historia, debe reconocerse como inmanente a las formas de desarrollo humano imperantes en la actualidad. La responsabilidad en este marco se orienta a hacia el alcance de “la propia mano”, es decir, la responsabilidad que Jonas procura, es una responsabilidad que se actualiza con la misma frecuencia que se amplía el campo de intervención de lo humano; Jonas inaugura una visión de reconocimiento sencillo pero atento de la realidad del hacer, del deber y del ser del hombre: El principio de responsabilidad contrapone una tarea más modesta, decretada por el temor y el respeto: preservar la permanente ambigüedad de la libertad del hombre, que ningún cambio de circunstancia puede jamás abolir, preservar la integridad de su mundo y de su esencia frente a los abusos del poder (Jonas, 2004). La responsabilidad se constituye así, en una constante que al ser reconocida, debe también introducirse en el discurso de la política y su manejo del poder. De ese modo, la gran inventiva humana que se reparte los créditos en las garantías efímeras del poder, tiene para Jonas una deuda grande con sus consecuencias futuras; una deuda que no se puede pensar saldar con generaciones posteriores, ni disolver con reclamos históricos. Las decisiones humanas tal como se mencionó, tienen inseparablemente inscrita su naturaleza y por consiguiente su moral permanente: A nadie se le hacía responsable de los efectos posteriores no previstos de sus actos bienintencionados, bien-meditados y bien-ejecutados. El corto brazo del poder humano no exigía ningún largo brazo de un saber predictivo; la parvedad de uno era tan poco culpable como la del otro. Precisamente porque el bien humano, conocido en su generalidad, es el mismo en todo tiempo, su realización o violación ocurre en cualquier momento y su entero lugar es siempre el presente (Jonas, 2004). Lo preceptos de una ética tradicional, de una ética cuya base se deriva de una concepción antropocéntrica, no son por lo tanto soslayables o marginales. Sin embargo, la brecha que se abre entra la fuerza de la técnica humana y el saber previo de las consecuencias de su accionar genera un problema ético nuevo (Cfr. Jonas, 2004), un problema que acusa a la necesidad de preservación y por ende a la decisiva ampliación de la categoría de la responsabilidad. La idea sustancial no es anular los postulados anteriores de la ética de la responsabilidad precedente a la jonasiana, sino redefinir su papel a la luz de la nueva superficies desde las que el actuar humano se realiza: Ciertamente, los viejos preceptos de esa ética “próxima”- -los preceptos de justicia, caridad, honradez, etc.,- siguen vigentes en su inmediatez intima para la esfera diaria, próxima, de los efectos humanos recíprocos. Pero esta esfera queda eclipsada por un creciente alcance del obrar colectivo en el cual el agente, la acción y el efecto no son ya los mismos de la esfera cercana y que, por la enormidad de sus fuerzas, impone a la ética una dimensión nueva, nunca antes soñada, de responsabilidad (Jonas, 2004). La perspectiva jonasiana es entonces para nuestro caso la realización de una necesidad, en la medida en que se convierte en un paso necesario al análisis del concepto de la responsabilidad actualizado en un contexto y definido por una teoría próxima a su más cruda y decisiva afrenta. Es así como desde Weber hasta Jonas, el concepto de responsabilidad se ha ido abriendo a la reflexión de su propia naturaleza y de su competencia de una manera formal, adoptando los rasgos de los tiempos y los reclamos de un vació en la historia humana. Pero preguntémonos por lo decisivo, ¿Cuál es entonces su representatividad? ¿Cómo estas perspectivas nos permiten aventurar una identificación de los acontecimientos de la realidad histórica de contextos en los que la ausencia de la responsabilidad es decisiva? Elevar el concepto de responsabilidad a un nivel de discusión formal, es decir, que nos permita una integración satisfactoria con las realidades que lo requieran, es justamente recuperar su acción y enmarcar la radical utilidad del mismo. Ahora bien, aunque la preocupación por el tema de la responsabilidad ha ocupado, como hemos visto, los espacios de reflexión en varios campos teóricos, desde el campo de la filosofía política, uno de los principales planteamientos respecto sobre la categoría de responsabilidad, lo realiza Hannah Arendt; la responsabilidad de los seres humanos por su propio devenir histórico es la novedad fundamental de la dimensión política y moral en la obra de esta pensadora. 3. ESTADO DEL ARTE DE LA INVESTIGACIÓN Una aproximación al conflicto Una de los intereses de este proyecto es analizar el conflicto armado en Colombia y las expresiones de violencia que en él se dan. La situación actual colombiana de violencia y agudización de la guerra, expresada entre otras, en los continuos enfrentamientos entre el ejército y los grupos armados al margen de la ley, el aumento de muertes selectivas, matanzas, aparición de nuevos casos de falsos positivos, el aumento de desplazados y de víctimas del secuestro, ilustran una situación social y política que requiere ser atendida por parte del Estado y la sociedad civil. No obstante, la manera como se ha enfrentado dicha situación por parte del Estado colombiano, desdibuja las posibles salidas políticas que deberían estar acordes con los principios de una democracia y de un Estado social de derecho, Garay (2004) señala: «Debe reconocerse que no obstante la proclamación constitucional del Estado colombiano como un Estado Social de Derecho, la realidad económica, política, social y cultural dista sustancialmente de las condiciones objetivas requeridas, a tal punto que no se ha logrado siquiera haber implantado todavía un verdadero Estado de Derecho –por ejemplo, ante la ausencia de una irrestricta garantía al derecho más fundamental para todos que es el derecho a la vida» Al igual que, se nos hace evidente que la respuesta de la sociedad civil ante el mismo conflicto e incluso sus intentos y procesos de reconciliación y superación, es escasa, dada la baja comprensión que se tiene del conflicto como fenómeno histórico y como fuerza dentro de la sociedad actual así como el mismo entendimiento del papel que se juega desde la individualidad y la colectividad en términos de pensar y preparar un terreno donde el perdón y la verdad sean el sustento de una sociedad. Al abordar el conflicto armado colombiano, se deben tener en cuenta tres categorías decisivas en el estudio de esta problemática: 1. El conflicto definido desde su más pura lógica, como una disputa, como un enfrentamiento, lo que lleva a reflexionar a propósito de su origen y sus consecuencias. El conflicto, en nuestro caso requiere antes que cualquier definición, el reconocimiento de su existencia y que no es posible negarlo, como condición previa para afrontarlo como un acontecimiento. 2. El conflicto en Colombia es un conflicto cuya más clara expresión se da desde lo bélico. Suscita pues, una idea de violencia que se enraíza en la conciencia colectiva de manera particular, siendo la fuente de innumerables comienzos. Su degradación permanente, por hechos incomprensibles de deshumanización, que desbordan las posibilidades de un examen actualizado de los acontecimientos, y las tensiones sociales que suscita, urge a la identificación de ese punto de desdoblamiento que ocasiona la proliferación de la violencia, es decir, el punto en el que se acentúa el conflicto y adquiere nuevas dimensiones. A esto se agregaría el hecho de que los actores armados del mismo son múltiples con motivaciones diversas justificativas, ya se trate de paramilitares, autodefensas, guerrilla, agentes del estado o de la misma sociedad civil. 3. El significado del Conflicto según entendemos, es cambiante y proporcional a la forma en que sus sucesos se presenten a los actores que lo generan. En este sentido, el conflicto armado en Colombia adquiere una significación más profunda cuando se hace evidente que sus diferentes actores coinciden en su perpetuación como medio de prolongación de sus modos de existir. Desde la misma comprensión Arendtiana (2004), la naturaleza del conflicto armado tiene para la idea de violencia una forma de percibir los acontecimientos históricos y enajenarlos al interior del torrente del tiempo, logrando la normalización y el olvido, como simples hechos del contexto e incluso como un modus vivendi. La ausencia entonces de una luz pública, de un re-conocimiento de la historia a partir de lo que se entiende como consecuencia o simple suceso, como “natural” al momento, vincula una idea de violencia cuyo principio se basa precisamente en el desconocimiento de la gestación histórica del conflicto, de su naturaleza inacabada y siempre cambiante. 4. MARCO TEÓRICO REFLEXIONES SOBRE CONFLICTO, VIOLENCIA Y RESPONSABILIDAD Articulación: Conflicto, Violencia y Responsabilidad Cuando hablamos de conflicto armado colombiano, capturamos casi sin percibirlo tres categorías decisivas en el estudio de esta problemática. El conflicto definido desde su más pura lógica, como una disputa, como un enfrentamiento, nos lleva a partir de la situación colombiana a reflexionar a propósito de su origen y sus consecuencias. Sin embargo no es nuestra intención como ya lo planteamos, iniciar con una excavación histórica que resulte en alguna obviedad o una simple descripción. El conflicto en nuestro caso requiere antes que cualquier definición, un reconocimiento a partir de lo que podamos definir como acontecimiento. Indudablemente, el conflicto en Colombia es un conflicto cuya más clara expresión se da desde lo bélico. Como conflicto armado suscita pues, una idea de violencia que se enraíza en la conciencia colectiva de manera particular, siendo la fuente de innumerables comienzos, de innumerables conflictos. Sobre esta idea en particular no existe nada novedoso, por lo menos nada más novedoso que la degradación permanente de sus tenciones y hechos; lo urgente en nuestro caso, es la identificación de ese punto de desdoblamiento que ocasiona la proliferación de la violencia, es decir, el punto en el que se acentúa el conflicto y adquiere nuevas dimensiones. El significado del Conflicto según entendemos, es cambiante y proporcional a la forma en que sus sucesos se presenten a los actores que lo generan. El conflicto armado en Colombia adquiere una significación más profunda cuando se hace evidente que sus diferentes actores coinciden en su perpetuación como medio de prolongación de sus modos de existir. Para este caso, la naturaleza del conflicto tiene para la idea de violencia una forma de percibir los acontecimientos históricos y enajenarlos al interior del torrente del tiempo, logrando la normalización y el olvido, como simples hechos del contexto e incluso como un modus vivendi. La ausencia entonces de una luz pública, de un re-conocimiento de la historia a partir de lo que se entiende como consecuencia o simple suceso, como “natural” al momento, vincula una idea de violencia cuyo principio se basa precisamente en el desconocimiento de la gestación histórica del conflicto, de su naturaleza inacabada y siempre cambiante. En tanto se reconozca entonces un conflicto como una fuente de problemáticas reales, presentes, actuales pero de múltiples orígenes, que atañe desde los ordenes simples hasta los complejos de la sociedad, es decir, que vincula al ser individuo cotidiano, como a su expresión política desde las maquinarias e instituciones que lo representan colectivamente, se logrará el primer propósito esencial en la búsqueda por una idea de responsabilidad que teniendo todos estos elementos, pueda denominarse histórica. El concepto de conflicto establece una primera idea de reconocimiento de una realidad específica; al la idea de conflicto pertenece una configuración especial del mundo, una configuración particular desde sus acontecimientos. Sin embargo, como ya lo sugerimos, esta idea debe tener al interior del conflicto colombiano un entendimiento pluridireccional, que no vincule la percepción trágica del conflicto a un solo elemento redentor de la responsabilidad histórica. Es sobre este entendimiento de realidades que se configura a partir de un conflicto que se puede pensar una idea de violencia como un concepto que trasgrede y, para el caso particular colombiano, aliena al pueblo simultáneamente. Sin embargo, esta condición de desconocimiento no implica una desconexión con la forma en que se presentan y las consecuencias que arrojan sobre la vida de una nación, los acontecimientos. Es a partir del desarrollo de un concepto de responsabilidad histórica, de un concepto de responsabilidad como pilar fundamental de la comprensión de la vida de un pueblo, que se quiere señalar los roles y las formas en que el conflicto y sus manifestaciones de violencia se presentan a través de sus actores principales. La responsabilidad es entonces, el prisma desde el cual se busca establecer respuestas a preguntas como: ¿cuáles son los sentidos de responsabilidad política que distintos representantes del Estado, de los grupos insurgentes y de la sociedad civil asumen frente al conflicto armado colombiano? El desarrollo del concepto de responsabilidad tiene como bandera fundamental en nuestra exposición, una búsqueda por establecer las formas en que ella misma se entiende, una búsqueda por la comprensión, una búsqueda por los sentidos de responsabilidad ausente y presente en el contexto colombiano, que enmarquen de manera definitiva, la forma en que nuestra sociedad enfrenta una problemática trascendental para su propio establecimiento. Recordando las palabras de Arendt, a propósito de la comprensión: «significa, más bien, caminar y soportar conscientemente la carga que nuestro siglo ha colocado sobre nosotros – y no negar su existencia ni someterse mansamente a su peso-. La comprensión, en suma, significa un atento e impremeditado enfrentamiento a la realidad, un soportamiento de ésta, sea como fuere» (Arendt, 2004:10). El concepto de responsabilidad convoca a un enfrentamiento, a partir de una disposición y un reconcomiendo comprensivo de la historia. La responsabilidad en esta perspectiva, se entiende como un movimiento comprensivo de la propia realidad, que se procura una conciencia histórica definida. La realización de tal o cual concepto de responsabilidad esta mediada entonces por la capacidad de intervención que tengamos sobre el mundo, es decir, en la medida en que la intervención lleve a cabo un principio de trasformación y apropiación del mundo mismo. La responsabilidad como comprensión es el término que se utiliza para representar tal principio de trasformación y apropiación, y a la vez, el rasgo distintivo de significación de la realidad del mundo. La situación actual de nuestro país señala la escases de la comprensión, la indiferencia, y la ignorancia para con las realidades políticas anteriores y actuales. De allí, que el comprender como una tarea inmanente a la responsabilidad histórica, sea visto como un principio de apertura de un espacio social posible, y sobre todo consciente de la realidad en cualquier dirección. La responsabilidad política, del estado y de la sociedad civil, serán pues objeto de reflexión que busca alcanzar más que sus limitaciones, sus dimensiones, es decir, su desarrollo en la vida e historia nacional a partir de su total ausencia e hipotética asimilación. Es así como, en las ausencias y oscuridades históricas, aquellas decisiones que influenciaron el desarrollo de los hechos, serán protagonistas de nuestra investigación toda vez que revelan siendo imprescindibles, la dinámica del conflicto colombiano más allá de causas y efectos, como realidades latentes a las que enfrentarse. 5. OBJETIVOS DEL PROYECTO Defina, el propósito general del proyecto en términos de su contribución o coherencia con el problema planteado. Formule un solo objetivo general y defina los objetivos específicos necesarios para alcanzar el objetivo general en función de las alternativas identificadas para resolver el problema planteado. No debe confundir objetivos con actividades o procedimientos metodológicos. (Extensión máxima una página 400 palabras) 6. ENFOQUE METODÓLOGICO (MÉTODO) «La búsqueda de la procedencia no fundamenta, al contrario agita lo que se percibía inmóvil, fragmenta lo que se pensaba unido» (Foucault, 2000:29) Percepción metodológica. Lo que consideramos investigación es, en su sentido más propio y trascendental, una búsqueda permanente. Toda búsqueda es un preguntar, y todo preguntar conlleva en sí mismo una orientación, es decir, una disposición y por tanto una dirección que le lleva a sus posibilidades de realización siempre inacabadas. La reflexión que buscamos llevar a cabo en la presente disertación contempla, inherente a la naturaleza del tema que la domina, una dirección necesariamente histórica. Por lo tanto, el preguntar que le antecede resulta especialmente problemático en la medida en que la inquietud por la situación de violencia y el correspondiente reclamo de la responsabilidad histórica en el contexto colombiano, no puede presentarse como una simple descripción de sucesos sometidos a la inspección microscópica o un examen de sus orígenes que pretenda revelar alguna clase de verdad univoca. Por el contrario, esta dirección histórica nos pone en la tarea de desgajar los acontecimientos desde su constante gestarse, pensando sus orígenes no como arquetipos justificadores, sino en términos de discordancia, de desencuentro con las cosas del mundo, y de ese modo posibilitar el ver los episodios de la historia sin máscaras, sin imperativos. 13. BIBLIOGRAFÍA (Incluida y no incluida en el texto) Arendt, H. (1999). Eichman en Jerusalén. Un Estudio sobre la Banalidad del Mal. Barcelona: Lumen. Arendt, H. (2004). Los orígenes del totalitarismo. Madrid: Taurus. Arendt, H. (2006). Hombres en tiempos de oscuridad. Madrid: Gedisa. Arendt, H. (2007). Responsabilidad y Juicio. Barcelona: Ediciones Paidós Ibérica, S.A. Arendt, H. (2008). Sobre la violencia. Madrid: Alianza Editorial. Benjamin, W. (1957). Tesis de la filosofía de la historia. En W. Benjamin, Ensayos Escogidos. Buenos Aires: Sur. Benjamin, W. (2008). Sobre la Fotografía. Valencia: Pre-textos. Benjamin, W. (2009). Libro de los Pasajes. Madrid: Akal. Lara, M. P. (2009). Narrar el Mal. Barcelona: España. Sánchez, C. (2003). Hannah Arendt, El espacio de la política. Madrid: Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. Sarlo, B. (2006). Siete ensayos sobre Walter Benjamin. Buenos Aires: FCE. Weber, M. (1967). El político y el científico. Madrid: Alianza Editorial.