CPE No 19 03 - Asociación Colombiana de Psiquiatría

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Depresión y Síndrome de Intestino Irritable
Jorge Téllez Vargas, M.D.*
El síndrome de intestino irritable (SII) es un trastorno funcional digestivo, caracterizado por
malestar abdominal y dolor asociados con cambios en la frecuencia, formación y paso de
las heces por el colon. El diagnóstico es clínico porque no existen marcadores fisiológicos o
anatómicos. Los criterios de Roma II postulan que los síntomas deben tener una evolución
de doce semanas en el último año, aunque no en forma continua, y deben acompañarse de
dos de los siguientes hechos: (a) mejorar con la defecación, (b) asociarse con cambios en la
formación de las heces y (c) asociarse con cambios en la forma y consistencia de las materias fecales.
Epidemiología
El SII es el trastorno más frecuente en la consulta de gastroenterología y en la consulta de
nivel primario, produce altos costos económicos, incapacidades, ausentismo, morbilidad
significativa, pérdida de autoestima y disminución de la calidad de vida. Del 10% al 20% de
la población adulta de Estados Unidos lo padece. Uno de cada tres presenta trastorno de
ansiedad y otro padece depresión. Los síntomas varían en frecuencia e intensidad, tienden
a la cronicidad y limitan la vida cotidiana con alta frecuencia de síntomas diarios, discapacidad laboral e interferencia con la vida sexual (1). La mayoría de los pacientes con síndrome de intestino irritable son zurdos.
Neurobiología
Desde hace muchos años se acepta que los síntomas corresponden a un trastorno psicosomático, es decir, a cambios en las relaciones entre el cerebro y las funciones intestinales. Los
estudios recientes han demostrado que existe una alteración bidireccional entre el sistema
nervioso central (SNC) y el sistema nervioso entérico, esto es, en el llamado por algunos
autores el eje cerebro-intestino.
La serotonina, el mayor neurotransmisor del tubo digestivo, y sus receptores 5-HT3 y 5-HT4
controlan las funciones de este órgano y, por lo tanto, una posible modificación 'funcional'
de la serotonina o de estos receptores sería el sustrato biológico del SII y serían responsables
de los patrones anormales, motores y sensoriales (hiperalgesia visceral o trastornos en los
reflejos intestinales) reportados por los pacientes. Además, se ha encontrado disminución
de la actividad parasimpática, aunque no se haya podido establecer la forma como la hipoactividad del simpático actúa o produce síntomas como el dolor o las alteraciones en el
hábito intestinal.
Los episodios depresivos y los trastornos de ansiedad inhiben la actividad parasimpática y,
por lo tanto, intensifican los síntomas de colon irritable. Los estudios con neuroimágenes
funcionales sugieren que la corteza del cíngulo está relacionada con la expresión de la afectividad y la codificación de la intensidad del dolor. Los estudios con tomografia con emisión
* Médico Psiquiatra. Profesor Asociado, Universidad El Bosque, Bogotá. Presidente Federación
Latinoamericana de Psiquiatría Biológica.
3
de positrones (PET) muestran que la presión en el recto
aumenta el flujo sanguíneo cerebral regional (rCBF) en las
áreas cerebrales relacionadas con el dolor somático, como
el cíngulo anterior, la ínsula, la corteza prefrontal, el tálamo
y el cerebelo (2).
Se ha observado polimorfismo en el gen del transportador
de la serotonina (SERT) y en el receptor de serotonina 5HT3.
El alosentron, un antagonista del receptor 5HT3, mejora la
diarrea, síntoma frecuente en los pacientes son SII. Estos
hechos pueden explicar la mejoría obtenida al tratar con
inhibidores selectivos de la serotonina o con antidepresivos
duales (actúan sobre serotonina y noradrenalina), no sólo
de la constelación de síntomas depresivos, sino también del
SII.
Difer
encias de género
Diferencias
El SII es más frecuente en mujeres (relación 2:1), en quienes son más frecuentes los episodios depresivos y los trastornos de ansiedad. Ni la intensidad de los síntomas ni su
curso se modifican por los ciclos menstruales ni por el uso
de anticonceptivos orales (3). Cuando se asocia al síndrome de tensión premenstrual, hay un incremento de síntomas en la fase luteal.
Hay diferencias de género en el tiempo del tránsito intestinal, en la sensibilidad visceral y en el procesamiento del
dolor en el SNC, razón por la cual la frecuencia de los síntomas varía en hombres y mujeres. Estas últimas se quejan
con mayor frecuencia de sensación de llenura, estreñimiento, náuseas, cambios en el sentido del gusto, sensaciones
displacenteras en la lengua, rigidez muscular matutina y
mayor frecuencia de efectos secundarios adversos con las
medicaciones. El abuso sexual es un antecedente muy frecuente en las pacientes con SII.
Estrés crónico y depr
esión
depresión
Cuando un estresor perdura o cuando supera la capacidad
de respuesta y de adaptación de la persona, se presentan
lesiones en órganos y tejidos que se manifiestan en cambios funcionales. Así lo observó Selye, al encontrar que los
animales sometidos a un estresor permanente presentaban
hipertrofia de las suprarrenales, atrofia del timo y úlceras
gástricas.
El estrés crónico produce alteraciones en la arborización de
las dendritas y, más tarde, atrofia de las neuronas en el núcleo central de la amígdala, en el núcleo de la estría terminalis y en la capa CA1 del hipocampo. Aunque no se han
podido establecer las consecuencias de estas modificaciones, se supone que la afectación de la amígdala altera la
respuesta de miedo y ansiedad, en tanto que las lesiones
del hipocampo interfieren con la memoria a corto plazo y el aprendizaje, funciones indispensables en el proceso de respuesta y adaptación al medio.
La depresión, a su vez, cambia la respuesta inmune, los síntomas se vuelven crónicos,
aumenta la incapacidad y disminuye la calidad de vida. En Polonia, Swiatkowski (4) comparó pacientes con SII con adultos sanos y encontró una alteración grave, medida por una
puntuación mayor a 50 en la escala de depresión de Zung, en el 31% de los pacientes con
SII. Además, observó que los síntomas depresivos se acompañaban de disminución en el
número de linfocitos y linfocitos T, que sugiere una asociación entre la depresión, los índices
de inmunidad celular y el SII.
Abuso se
xual
sexual
En la anamnesis de los pacientes con SII es frecuente encontrar el antecedente de abuso
sexual, sufrido en la infancia o en la edad adulta, y vivenciado por el paciente con terror,
autocensura y con la decisión de "no comentarlo con nadie". El abuso sexual en la infancia,
especialmente cuando ha sido repetido, produce activación intensa y permanente del sistema de estrés del niño, el cual se encuentra en proceso de maduración y produce activación
permanente de áreas y circuitos cerebrales, que más tarde se pueden expresar tanto en
cambios psicológicos (trastorno de estrés postraumático, trastorno de ansiedad, depresión
mayor, trastorno de la alimentación y trastorno de la personalidad) como en cambios funcionales, por ejemplo, del tubo digestivo, que conforma el SII.
Con frecuencia el abusador es una persona conocida o un familiar en quien el niño confiaba
plenamente. La experiencia del abuso le ocasiona pérdida de autoestima y de la confianza
básica en los otros, de tal manera que verá más tarde limitada su capacidad de intimar, y
aparecerán sentimientos de inutilidad, minusvalía y temor al rechazo. En épocas posteriores, cuando nuevos estresores físicos o psicológicos -relacionados o no- con el trauma vivido
estimulen su respuesta de adaptación, su sistema de estrés -lesionado y limitado- buscará
adaptarse, pero con frecuencia manifestará sus deficiencias y aparecerán en forma automática los síntomas físicos (diarrea, distensión abdominal, estreñimiento), sus cogniciones (sensación de fracaso, temor al futuro) y sus sentimientos (depresión, ansiedad y disfunción
sexual).
A pesar de la alta frecuencia de la relación entre abuso sexual y SII, los médicos no son
dados a indagar por este antecedente en el momento de elaborar la historia clínica. La
encuesta realizada por Ilnyckvj y su grupo de colaboradores (5) mostró que menos del 40%
de los gastroenterólogos canadienses preguntaba a sus pacientes por el antecedente de
abuso sexual, porque aducen falta de tiempo, falta de preparación y de recursos para enfrentar el problema. Además, el 10% de los gastroenterólogos encuestados consideró irrelevante indagar por este antecedente.
Es necesario romper las barreras para solucionar el problema. Se trata de un paciente muy
afectado: víctima de un abuso sexual, con graves repercusiones psicológicas, con pérdida de
la autoestima y de la confianza básica, y que además padece un síndrome de colon irritable,
cuyos síntomas son, de por sí, incapacitantes.
Comorbilidad
Como se mencionó, se observa alta comorbilidad del SII con los trastornos afectivos. Con
frecuencia los pacientes con trastorno de pánico presentan síntomas gastrointestinales, como
náuseas y molestias abdominales, que son componentes de la crisis de angustia; pero regularmente se observa comorbilidad del trastorno de pánico con el SII. La coexistencia del
síndrome con la depresión es alta (4).
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Tratamiento
Dadas las características clínicas del trastorno, resulta primordial establecer una efectiva relación médico-paciente que
le permita al individuo adquirir confianza y autoestima y
mejorar los síntomas digestivos. El tratamiento está enfocado en controlar los síntomas, mantener la remisión clínica,
mejorar la calidad de vida y disminuir las complicaciones.
Existe consenso en que la prescripción de fármacos y antidepresivos y el empleo de estrategias psicoterapéuticas de
tipo cognoscitivo o comportamental logran los mayores porcentajes de remisión de los síntomas y prolongan los períodos asintomáticos.
Tratamiento far
macológico
farmacológico
Los antiespasmódicos han demostrado ser poco eficaces en
el manejo del dolor abdominal. Los agonistas opiodes, como
la loperamina, son útiles en el control de la diarrea, pero no
poseen un efecto analgésico. El empleo de fibra en los pacientes en quienes predomina el estreñimiento muestra resultados contradictorios. Los laxantes y los alimentos probióticos han mostrado pobres resultados.
Actualmente se utilizan los antagonistas de los receptores
5HT3 (alosentron, tegaserod o prucalopride) con resultados esperanzadores. El alosentron (Lotronex) ha demostrado ser eficaz en el control de los síntomas del SII, con predominio de diarrea en pacientes femeninos. Las enzimas
CYP2C9 y CYP3A4 lo han metabolizado, pero no ha mostrado interacciones farmacológicas con agentes psicotrópicos, que utilizan la misma vía metabólica, como la fluoxetina o el alprazolam, que con frecuencia se prescriben para el
tratamiento del SII.
En investigación se encuentran los antagonistas de la colecistoquinina, antagonistas del N-metil-D aspartato, del receptor de neuroquinina-1 o del receptor M3 (zamifenacin),
que han mostrado eficacia clínica en los estudios preliminares.
Antidepr
esivos
Antidepresivos
Los antidepresivos se utilizan con frecuencia en el manejo
del SII. En forma empírica, se han utilizado los antidepresivos tricíclicos en dosis bajas, con mejoría de los síntomas.
Al parecer, estas moléculas poseen, además de su efecto
ansiolítico, una acción analgésica y antiinflamatoria. Estos
resultados sugieren que las vías noradrenérgicas también
están involucradas en la patofisiología del SII. Como se comentó, con frecuencia el SII se asocia con depresión y las
dosis bajas de los antidepresivos tricíclicos son insuficientes
para tratar la depresión.
Los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina han mostrado resultados modestos en el control de los síntomas del SII, al mismo tiempo que mejoran los síntomas depresivos. Hay algunos estudios clínicos que muestran una buena respuesta terapéutica con el uso
de la mirtazapina, debido a su acción antagonista sobre los receptores 5HT3 y 5HT4.
En resumen, los antidepresivos se utilizan por su efecto neuromodulador y analgésico en los
pacientes con trastornos afectivos asociados al SII y en los pacientes con SII cuyos síntomas,
especialmente el dolor, no han cedido con el tratamiento farmacológico.
Psicoterapia
Las estrategias psicoterapéuticas de tipo cognoscitivo-comportamental son útiles en el tratamiento del SII. Además, los pacientes que presentan trastornos psiquiátricos asociados requieren un manejo especializado, que incluya psicofármacos y psicoterapia. Adicionalmente, dada la alta incidencia de historia de abuso sexual en los individuos con SII, es necesario
brindarles ayuda psicoterapéutica especializada.
Ante estos hechos clínicos, se impone la necesidad de abordar el tratamiento del SII mediante un equipo interdisciplinario conformado por gastroenterólogo, psiquiatra, psicólogo,
nutricionista y trabajador social.
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