TEMA 4. EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868

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TEMA 4. EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874). INTENTOS DEMOCRATIZADORES. HISTORIA DE ESPAÑA – 2º
BACHILLERATO. Profesor: Rafael Esparragoso Vázquez.
TEMA 4. EL SEXENIO REVOLUCIONARIO (1868-1874). INTENTOS DEMOCRATIZADORES
1. Las causas de la revolución
a) La crisis económica
Entre 1843 y 1868, coincidiendo con el reinado de Isabel II, Europa vivió un periodo caracterizado por la
expansión económica. Sin embargo, desde 1866 se inició una importante crisis económica que constituyó
la primera crisis del sistema capitalista a nivel internacional. La construcción de las redes ferroviarias
supuso una gran inversión en las diferentes Bolsas europeas, pero al comenzar la explotación de las
líneas, su rendimiento fue menor del esperado provocando el valor de las acciones en las Bolsas.
En el caso de Cataluña la crisis financiera coincidió con una crisis industrial. La industria textil se abastecía
de algodón importado de Estados Unidos pero, la Guerra de Secesión americana (1861-1865) encareció
las importaciones de este artículo.
La crisis de subsistencia se inició en 1866 a partir de la las malas cosechas que provocaron la escasez del
trigo. El coste del pan aumentó, al igual que el de otros productos básicos para la alimentación. En el
campo, el hambre condujo a un clima de constantes insurrecciones. Paralelamente, en las ciudades se
produjo un importante ascenso del paro que se manifestó en el deterioro de las condiciones de vida.
b) El deterioro político
En 1866, tras la revuelta de los sargentos del cuartel de San Gil y de su dura represión, la reina optó por
apartar del gobierno a O´Donell. Los sucesivos gobiernos del partido moderado (Narváez y González
Bravo) continuaron gobernando por decreto y llegaron a clausurar las Cortes. Ante la imposibilidad de
acceder, el Partido Progresista, dirigido por Prim, se negó a participar en las elecciones y defendió la
conspiración como único medio para poder gobernar. Puesto que esta situación era similar para el Partido
Demócrata, ambos partidos decidieron firmar el Pacto de Ostende en 1867 con la intención de unificar
sus actuaciones para acabar con el moderantismo en el poder. También se sumaron al pacto los
Unionistas –tras la muerte de O´Donell- , una adhesión decisiva para el triunfo de la revolución al ocupar
muchos de los altos mandos del ejército. Sin embargo, su carácter conservador y opuesto a cualquier
cambio social contrarrestó el peso de los demócratas.
2. La Revolución de Septiembre de 1868.
El 19 de septiembre una escuadra concentrada en la bahía de Cádiz, al mando de Topete, protagonizó un
alzamiento militar contra el gobierno de Isabel II. Prim, exiliado en Londres, y Serrano, desterrado en
Canarias, se reunieron con los sublevados y rápidamente consiguieron el apoyo de la población gaditana.
En los días posteriores la sublevación alcanzó las provincias de Málaga, Almería y Cartagena. El gobierno
envió desde Madrid un ejército para enfrentarse con los sublevados. Ambas fuerzas se encontraron en el
Puente de Alcolea, cerca de Córdoba, allí se libró una batalla que dio la victoria a los sublevados. Así, el
gobierno se vio abocado a su dimisión y la reina marchó al exilio desde San Sebastián hacia Francia,
donde fue acogida por el emperador Napoleón III.
En la revolución tuvieron un gran protagonismo las fuerzas populares, sobre todo urbanas. En muchas
ciudades españolas se constituyeron Juntas revolucionarias que organizaron el levantamiento y lanzaron
llamamientos al pueblo. El radicalismo de algunas de las Juntas no era compartido por los líderes
unionistas y progresistas, que habían visto cumplido su deseo de derrocar la monarquía.
El primer gobierno provisional estuvo encabezado por los generales Serrano (nombrado regente) y Prim
(presidente del gobierno) y se caracterizó por la integración de unionistas y progresistas que marginaron al
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resto de fuerzas políticas. Una de las primeras medidas que se tomaron fue disolver las Juntas y desarmar
a la Milicia Nacional.
3. La Constitución de 1869 y la regencia
El nuevo Gobierno provisional promulgó una serie de decretos para satisfacer algunas demandas
populares (libertad de imprenta, derecho de reunión y asociación, sufragio universal, etc.) y convocó
elecciones a Cortes constituyentes. En enero de 1869 se celebraron los comicios mediante sufragio
universal masculino (sólo para varones mayores de 25 años); la coalición gubernamental (progresistas,
unionistas y parte de los demócratas) salió vencedora. También obtuvieron representación, aunque
minoritaria, carlistas y republicanos. A partir de entonces se creó una comisión parlamentaria para redactar
la nueva Constitución que sería aprobada el 1 de junio de 1869.
La Constitución de 1869:
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Recogió un amplio régimen de derechos y libertades: derechos de manifestación, reunión y
asociación.
Estado confesional (católico) aunque existe libertad para profesar otras religiones ya sea de un
modo público o privado.
Soberanía nacional.
Establecimiento de un sistema monárquico: el rey contaba con poderes muy limitados. Promulgaba
las leyes sin que tuviese la capacidad de poder vetarlas.
División de poderes: las Cortes se encargaban de elaborar las leyes.
Cortes bicamerales: Congreso y Senado.
La Constitución de 1869 consolidó un régimen político basado en los principios liberal-democráticos si bien
frustró algunas de las reivindicaciones populares. La forma de gobierno monárquica descontentó a
aquellos que aspiraban establecer un régimen republicano; el mantenimiento del culto y del clero
desagradó a los sectores radicales.
Los intentos de renovación económica y la frustración de las aspiraciones populares.
Con objeto de reorientar la política económica se estableció una legislación que protegiese los intereses
tanto de la burguesía como de los inversores extranjeros. Se apostó así por el librecambismo y la apertura
de los mercados hacia la entrada de capital extranjero. El ministro de Hacienda Figuerola anuló la
contribución de consumos (impuestos que gravaban los productos básicos, como el vino, la carne, o el
jabón), muy impopulares entre las clases más humildes. Para compensarlos introdujo la contribución
personal que gravaba a todos los ciudadanos según su renta. Asimismo se estableció la peseta como
unidad monetaria (1 peseta equivalía a 4 reales).
La elevada deuda pública y la crisis de los ferrocarriles requerían de una importante inversión por parte del
Estado. Así, para obtener más recursos, la Ley de Minas de 1871 permitió la venta o concesión de
yacimientos mineros a compañías extranjeras. Por su parte, la Ley de Bases Arancelarias liberalizó los
intercambios exteriores poniendo fin al proteccionismo de la economía española, esta medida contó con el
rechazo tanto de los industriales algodoneros catalanes como de los cerealistas del interior.
Coincidiendo con la etapa de la regencia (1869-1870) se produjo una fuerte conflictividad social que se
prolongó durante todo el Sexenio. En el medio rural el campesinado, especialmente el andaluz y
extremeño, demandaba una mejor repartición de las tierras. En el medio urbano se llevaron a cabo
protestas contra los consumos, las quintas (reclutamiento para el ejército) así como por el aumento de los
precios. Asimismo, un incipiente movimiento obrero demandaba mejoras salariales y de trabajo.
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Los republicanos canalizaron buena parte del descontento social pero el fracaso de sus insurrecciones
(1869) y los obstáculos para conseguir sus propósitos mediante la vía parlamentaria, condujeron a gran
parte de los descontentos hacia posiciones más radicales y apolíticas. En este contexto, la apertura de
fronteras, el reconocimiento del derecho de asociación y la libertad de imprenta favoreció la irrupción de
las ideas de la Primera Internacional (vinculada al socialismo y al anarquismo). Todo ello condujo a una
nueva etapa de organización del proletariado y el campesinado en torno a nuevas organizaciones alejadas
de los partidos políticos.
Las fuerzas políticas
Durante el Sexenio Revolucionario el panorama político estuvo bajo el dominio de cuatro tendencias
diferenciadas:
a) Tendencia de derechas:
•
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Carlistas: Por primera vez se presentaron a las elecciones con un programa que defendió la
preeminencia del catolicismo y de la monarquía tradicional. Su importancia no trascendió de la
frontera vasconavarra y de áreas tradicionalmente carlistas como Cataluña y Levante.
Moderados: Fieles a Isabel II reclaman su retorno; cuentan con el apoyo de la burguesía agraria.
Destaca el liderazgo de Cánovas del Castillo.
b) Tendencia de centro:
•
Conjunción monárquico-democrática: Esta coalición aglutina a los diputados unionistas (liderados
por Ríos Rosas), progresistas (liderados por Prim, Sagasta y Ruíz Zorrilla) y a los monárquicosdemocráticos. Defienden la monarquía, la soberanía nacional y amplias libertades públicas.
Apoyados por la burguesía financiera e industrial, las clases medias urbanas, la mayor parte del
ejército así como intelectuales y profesionales liberales.
c) Tendencia de izquierda:
•
Partido Republicano Federal: Surge a partir de una escisión del Partido Demócrata y está dirigido
por Figueras y Pi y Margall. Defienden la separación Iglesia-Estado, el laicismo, la ampliación de
los derechos democráticos o la no intervención del ejército en la política. Se subdividen en dos
grupos:
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Benévolos: cuentan con la dirección del partido (Pi y Margall), rechazan las insurrecciones y
consideran que el federalismo se debe establecer desde el gobierno.
Intransigentes: Apoyan la insurrección popular como medio para proclamar la república federal.
Consideran que a partir de la independencia de los territorios, éstos pueden pactar con libertad
su unión a una república federal.
Republicanos Unitarios: Liderados por Castelar defendían una república unitaria de carácter más
conservador.
El republicanismo federal contó con el apoyo de la pequeña burguesía, de las clases populares urbanas y
de parte del movimiento obrero y campesino, antes de ser atraído por las ideas de anarquistas y
socialistas. Así, un amplio sector de la población asoció sus demandas con el triunfo de la república
federal. En mayo de 1869 los republicanos federales de buena parte de España establecieron acuerdos
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para provocar levantamientos e incluso constituyeron un Consejo Federal. Prim recurrió al ejército para
contener estos levantamientos.
4. El Reinado de Amadeo de Saboya (1871-1873)
Tras los sondeos internacionales realizados por Prim para buscar un candidato idóneo al trono español,
quedaron descartados Fernando de Portugal y Leopoldo de Hohenzollern (Francia se opuso a este
candidato alemán). En este contexto se impuso la candidatura de Amadeo de Saboya, perteneciente a
una dinastía artífice de la unificación en Italia y con una concepción democrática de la monarquía. Pocos
días antes de su llegada fue asesinado Prim, su principal valedor.
Amadeo de Saboya satisfizo a progresistas y unionistas pero contó con la oposición de la aristocracia, el
clero, los moderados (fieles a los Borbones) e incluso una parte del ejército. El propósito del nuevo
monarca fue el de consolidar un régimen plenamente democrático.
Los moderados, encabezados por Cánovas del Castillo, organizaron la restauración borbónica en la
persona de Alfonso, hijo de la reina. Trataron de atraerse para esta causa a disidentes progresistas y
unionistas con el argumento de que la monarquía borbónica representaba el orden y la estabilidad frente al
excesivo liberalismo de la nueva dinastía. La Iglesia y la élite de la burguesía (descontentas con la
abolición de la esclavitud en Cuba o la regulación del trabajo infantil) apoyaron la apuesta borbónica.
Los carlistas se sumaron al movimiento de oposición hacia Amadeo de Saboya, aprovecharon esta
situación para aportar por su candidato, Carlos VII. Una rebelión iniciada en el País Vasco se extendió
hasta Navarra y algunas zonas de Cataluña convirtiéndose en un foco de inestabilidad.
En 1872 se produjeron insurrecciones de carácter federalista en las que se mezclaron las reivindicaciones
de los republicanos con la influencia de las ideas internacionalistas, especialmente del anarquismo.
Previamente, en 1869, se inició en Cuba la Guerra de los Diez Años, con el conocido como “grito de Yara”.
Esta insurrección estuvo liderada por los criollos -que prometieron el fin de la esclavitud- y contó con el
apoyo popular.
La crisis final del reinado de Amadeo I de Saboya fue el resultado de la desintegración de la coalición
formada por unionistas, progresistas y demócratas. Una prueba de ello es que en tan sólo dos años se
sucedieron hasta seis gobiernos y se celebraron tres procesos electorales. Ante la falta de apoyos el
monarca optó por renunciar al trono.
5. La Primera República Española (1873-1874)
Ante el vació de poder, las Cortes, depositarias de la soberanía nacional, sometieron a votación la
proclamación de una república, aprobada el 11 de febrero de 1873. La mayor parte de los miembros de las
Cortes eran monárquicos pero dieron su voto en pro de la república para poder ganar tiempo y preparar
así el regreso de los Borbones. El primer gobierno del nuevo sistema estuvo presidido por Estanislao
Figueras y sólo contó con los apoyos internacionales de EEUU y Suiza. En este sentido, el predominio de
la burguesía y de los conservadores en Europa explica su visión de la República Española como un
régimen revolucionario.
Las clases populares creyeron que había llegado el momento de cumplir sus deseos de cambio social y
por ejemplo, se llevó a cabo un movimiento de insurrección que reivindicó una solución al reparto de
tierras. En las ciudades se produjeron movilizaciones populares, especialmente en Cataluña donde el
movimiento obrero reclamó la reducción de la jornada laboral o el aumento de los salarios. Estas
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demandas contrastan con la posición de los líderes del republicanismo federal que no sólo disolvieron las
Juntas sino que también reprimieron las revueltas con firmeza.
La candidatura de los republicanos federalistas obtuvo una amplia victoria en las elecciones a Cortes
Constituyentes al conseguir 344 escaños. Un éxito que hay que matizar puesto que en las elecciones se
produjo una abstención del 60% del electorado. En cualquier caso, el 7 de junio de 1873 se proclamó la
República Democrática Federal bajo la presidencia de Figueras, quien poco después presentó su dimisión.
Fue relevado por Francisco Pi y Margall cuyo propósito va a ser el de emprender un amplio programa de
reformas como son la elaboración de una constitución federal, la separación entre Iglesia y Estado, la
concesión de la independencia a las colonias, la supresión de las quintas, o una legislación proteccionista
en el ámbito laboral, entre otras.
La propuesta de la Constitución Republicana Federal no fue ni debatida ni aprobada por las Cortes.
Coincidía con la Constitución de 1869 en lo referente a la implantación de la democracia, el
reconocimiento de amplios derechos y libertades o la existencia de dos cámaras colegisladoras. Lo más
novedoso era la estructura del Estado que quedaría compuesto por un total de diecisiete Estados,
inclusive Cuba. Asimismo establecía tres niveles de poderes: municipios, Estados Regionales y Estado
Federal. Por su parte, los Estados Regionales tendrían autonomía en lo referente a los ámbitos
económico, administrativo y político y contarían con sus propias constituciones, compatibles con la federal.
Como conclusión, la nueva propuesta de Constitución plantea por primera vez en España un Estado no
centralista y que recogía las tradiciones regionalistas (origen de las futuras propuestas nacionalistas).
La Primera República se enfrentó a graves conflictos que paralizaron su acción de gobierno como son la
insurrección carlista (que se prolongó hasta 1876) o la guerra de Cuba. A todo ello se sumó los obstáculos
que pusieron los partidos monárquicos o también, la división de los republicanos. Unas circunstancias que
dificultó la dirección de un ejército con una escasa fidelidad al proyecto republicano.
La sublevación cantonal
La proclamación de cantones independientes, con gobiernos autónomos y una legislación propia, fue una
consecuencia de la aplicación del federalismo desde abajo. Los protagonistas de esta sublevación fueron
dirigidos por los federales intransigentes, decepcionados por el rumbo que había tomado la República. Pi y
Margall presentó su dimisión ante su rechazo de hacer uso de las armas para sofocar la revuelta. Su
sustituto fue Nicolás Salmerón que inició una intervención militar contra el movimiento cantonalista que,
con la excepción de Cartagena, logró vencer.
Nicolás Salmerón dimitió antes de firmar las penas de muerte impuestas por la autoridad militar contra los
activistas cantonalistas. Emilio Castelar, republicano unitario, fue nombrado presidente y desde entonces
la república realizó un viraje hacia una política conservadora o de derecha. Castelar, ante la amenaza de
ser destituido, puesto que en las Cortes tenían mayoría los republicanos federalistas, optó por suspender
las sesiones parlamentarias y gobernar de un modo autoritario. Por su parte, un grupo de diputados
encabezados por Figueras, Salmerón y Pi, prepararon la moción de censura contra Castelar.
El 3 de enero de 1874 se abrieron las Cortes y el gobierno de Castelar fue derrotado por 120 votos en
contra y 100 a favor. Fue entonces cuando el general Pavía ocupó el hemiciclo, auxiliado por fuerzas de
la Guardia Civil. En los meses sucesivos a este hecho el gobierno estuvo dirigido por una coalición de
unionistas y progresistas, encabezados por Serrano.
El 29 de diciembre de 1874, Martínez Campos protagonizó un pronunciamiento militar que desencadenó
la proclamación de Alfonso XII como rey de España. Con anterioridad Isabel II había abdicado en su hijo,
quien firmó el Manifiesto de Sandhurst, redactado por Cánovas del Castillo. En este documento se
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plasma el nuevo programa político, un régimen conservador y católico, garante del orden social y de la
estabilidad política.
CONCLUSIÓN
En definitiva, ni la monarquía de Amadeo de Saboya (1871-1873) ni la I República (1873-1874),
supusieron soluciones políticas de consenso, en una España dividida por las tendencias políticas y por las
rivalidades personales. Ambas soluciones resultaron un fracaso porque carecieron en todo momento de
los apoyos necesarios, de tal manera que los acontecimientos (revueltas cantonales, III guerra carlista,
huelgas revolucionarias...) fueron atemorizando a la mayoría de los grupos burgueses, únicos que
hubieran podido consolidar el régimen republicano por ejemplo con su apoyo, que pactaran por una
solución mucho más conservadora y limitada que las soluciones del sexenio revolucionario hubieran
podido representar.
Así pues, la nobleza, el ejército, la alta burguesía agraria y de los negocios querían volver a lo de siempre,
esto es, una garantía de orden social y de estabilidad, que el sexenio había perturbado y puesto en
peligro, en definitiva se quería como lo expresaría el propio Cánovas del Castillo “la continuación de la
historia de España”.
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