La vinculación socio-comunitaria en la universidad pública, sentidos, debates. Interrogantes. Autores: Baigorria, Ma. Silvina - Acosta, Claudio César Universidad Nacional de Río Cuarto EJE: Universidad y Sociedad La Extensión Universitaria es un concepto y una práctica que tradicionalmente ha permitido pensar la relación del ‘adentro’ con el ‘afuera’ institucional, bajo el supuesto que Universidad y Sociedad son dos conjuntos relativamente aislables, en donde la Universidad se presenta como simbólico epicentro y “la sociedad” queda orbitando como entorno. No es ésta nuestra mirada, más bien la entendemos como espacio de lucha en torno a la producción, control, distribución del conocimiento, expresión histórica de cómo los diferentes sectores sociales la han tomado como herramienta política para pujar por el monopolio del conocimiento (algunos) y otros como instrumento para potenciar proyectos emancipadores. Este trabajo pretende presentar algunos de los ejes teórico- políticos que posibilitan avanzar en la redefinición de la vinculación socio-comunitaria de la universidad. Si en las universidades públicas asumimos caminos emancipatorios debemos reconocer y favorecer un nuevo sentido en las prácticas de extensión universitaria, revisar estructuras, partir de la crítica a la matriz eurocéntrica, enfrentar el disenso y salir de las "endogamias", de la “ceguera epistémica”, condiciones de posibilidad de todo horizonte emancipatorio. de la “razón indolente”, De la mercantilización educativa a la búsqueda de la vinculación comunitaria Mundo en crisis, educación en crisis, universidad en crisis, son afirmaciones del lenguaje cotidiano presentes en los análisis de procesos, situaciones y fenómenos actuales. Tan habituales, tan cotidianas, que corren el riesgo de ser naturalizadas y perder toda la fuerza explicativa “y a la vez transformativa” de su contingencia y construcción histórica. La universidad ¿mercatilizada? ¿Se consolidó el modelo neoliberal en la educación superior? ¿Es posible pensar en una universidad emancipada en plena crisis capitalista? ¿Cómo construir nuevas subjetividades en este marco? ¿Qué responsabilidad le compete a la universidad plantear y empujar la constitución de nuevas subjetividades? Esta crisis no sólo es una crisis del orden económico financiero sino también es una crisis del orden político, que pone en “jaque” la institucionalidad del poder hegemónico. Está en disputa la representación de qué actor social tendrá la posibilidad de orientar, resistir al nuevo ordenamiento: organismos trasnacionales, estados nacionales, organizaciones sociales, sindicatos… Es que “ahora con la crisis se habilitó nuevamente el debate sobre el orden mundial”. ¿Nueva oportunidad? En este marco nos parece válido preguntarnos acerca del lugar que la universidad tendrá en este nuevo re-ordenamiento ante la actual crisis. ¿Será posible una Universidad que discuta (conjuntamente con los movimiento sociales, organizaciones de clases subalternas) el nuevo ordenamiento mundial, que devele la re-estructuración de las clases dominantes? La continua reconversión del capitalismo puja por mantener espacios y posturas hegemónicas que tienden a sostener un modelo basado en la liberalización de la economía y en dar batalla a los resabios del Estado benefactor. Este programa es empujado “por los capitales más concentrados del mundo y sustentado en el poder político, diplomático y militar de los principales Estados capitalistas y los organismos internacionales que pretenden ordenar y legislar sobre el sistema mundial”(Gambina J. 2010). Las políticas neoliberales han generado mecanismos de articulación entre las necesidades del capital transnacional y los espacios de producción del conocimiento impulsando la progresiva mercantilización de la educación superior. Esto se expresa en un aumento de la participación del capital privado que direcciona explícitamente las políticas de investigación, docencia y extensión universitaria. El conocimiento se convierte entonces en una de las claves de acumulación capitalista facilitado por un mercado trasnacional en el marco global. Por eso, una de las primeras reformas que los organismos internacionales (entre ellos el BM) recomiendan es la reforma educativa, en todos sus niveles –entre ellos el Superior. “… podemos decir que el desarrollo científico-tecnológico tiene bases nacionales y aspira a proyectarse hacia un mercado mundializado del conocimiento científicotecnológico con hegemonía en los centros imperiales de EE.UU., Europa occidental y Japón” (Cardelli, J. 2007:285). Se aspira a la constitución de un sistema de educación superior “liberado” de las modernas trabas nacionales, es decir se intenta facilitar la creación de un mercado internacional competitivo, en donde la “La OMC es la herramienta institucional en el plano internacional que trabaja en este sentido”. El camino de “progreso” que el Norte impulsa como desarrollo de las instituciones universitarias sigue la misma orientación que los grupos de poder plantean para la salida de la actual crisis económica: la liberalización de los escenarios mundiales de la educación sin barreras nacionales, manteniendo y consolidando la libertad de mercado “… que en los hechos será de hegemonía para los países del Norte, y en particular para EE.UU., esta libertad de circulación incluye a la educación, y una condición necesaria para ello es su comportamiento mercantil”(Cardelli, J. 2007: 290). No podemos obviar la vía autoritaria –dictaduras- con las que se inició este proceso de desmantelamiento educativo. La universidad fue un “foco ideológico” a destruir, a “desactivar” para los procesos militares, situación que nuestro país comparte con muchos de los procesos latinoamericanos. Se impuso a través del autoritarismo y el terror la reducción o pérdida de la autonomía y el pensamiento crítico, y pusieron al servicio de sus proyectos modernizadores la universidad misma1. La crisis institucional de la Universidad –especialmente después de los 80- fue una crisis “inducida”, producida por la imposición del proyecto neoliberal como proyecto global capitalista. “La inducción de la crisis institucional por la vía de la crisis financiera, acentuada en los últimos veinte años, es un fenómeno estructural resultante de la pérdida de prioridad de la universidad pública entre los bienes públicos producidos por el Estado” (Boaventura Sousa Santos: 2005: 23). Según el sociólogo portugués la trasnacionalización universitaria es un pilar del proyecto neoliberal que convirtió a la universidades en servicios de mercado en consonancia con la reducción de financiamiento público, la liberalización de intercambios comerciales, y la revolución de las tecnologías de la información. En este sentido la geopolítica del saber y del poder divide al mundo en países consumidores del conocimiento producido por los países hegemónicos quienes a través de sus dispositivos institucionales político-económicos reasignan a las instituciones universitarias de la “periferia” una función económica para capacitar los recursos humanos funcionales al modelo vigente. El “negocio” se puso en marcha… se caminó a favor de un proceso de desestructuración de la universidad “moderna” -aquélla que nos sacaría del subdesarrollo-, y cuyos “fracasos” estaban a la vista. De este modo la universidad debía ser reconvertida en un emergente y “jugoso” mercado educativo “que configuró un marco de acumulación primitiva por parte del sector privado universitario a costa del sector público” (Sousa Santos, B. 2005: 25). Fue así que el proceso de mercantilización del conocimiento se dio en el marco de mercantilización del espacio social en general, abarcando la totalidad de las relaciones sociales. Las modificaciones- transformaciones al interior de la Universidad fueron bien palpables: políticas institucionales, cultura y vida académica, identidad universitaria se fueron reestructurando al compás de la dinámica señalada. El horizonte visible es una institución de gestión eficiente, dinámica en la toma de sus decisiones, libre de obstáculos para agilizar acciones, más integrada a los requerimientos de la estructura económica, que compite con otras instituciones, pues la universidad pública (tal como la conocíamos) ha perdido –desde la visión dominante- la centralidad y hegemonía en la producción del conocimiento. El paquete de privatización implicó una combinación entre presiones del Mercado y mayores controles del Estado. De esta combinación resulta un modelo de Universidad heterónoma comercial y controlada (Naidorf,J.) dando lugar a un modelo de heteronomía sujeta al control externo y a los procesos de dominación políticoeconómicos hegemónicos. Como ya se señaló, el direccionamiento y control político vino de la mano de una relación mercantil; propia del capitalismo: el sistema es tan perverso que en los países más pobres los créditos del BM son casi la única fuente de ingresos para los programas de educación, exigidos a seguir sus “recetas” se los obliga a recortar sus presupuestos de educación para, por ejemplo, pagar la enorme deuda que contraen. Los reclamos en varios países del mundo (el caso más actual y cercano es Chile) dan cuenta de los ajustes y restricciones financieras que han “elitizado” y convertido en un bien de mercado los estudios universitarios y la educación en general. La proclama central en el país vecino se centra en la demanda para que el Estado recupere el control de los colegios públicos que desde 1990 está en manos de los municipios. Desde la dictadura el Estado fue perdiendo recursos desde 7% del PIB en 1973 hasta caer a 2.4 % al final del régimen militar. El casi millón de universitarios estudia en instituciones privadas, con altos aranceles y créditos con altos intereses. Boaventura Sousa Santos advierte cómo por ej. En África ante un escenario “incapaz” de ingresar al mercado académico capitalista se entendió (desde los organismos de crédito) que las universidades no eran rentables e impuso la condición a los estados africanos de no invertir en la Universidad recomendando que los pocos fondos fuesen para los otros niveles del Sistema Educativo, y proponiendo como salida al problema el mercado global. La consecuente devastación de lo poco que había en las universidades africanas fue impactante. Subyace a esta “recomendación” la arbitraria y a la vez autoritaria decisión socio-política acerca de quién produce los conocimientos, argumentando la propia “capacidad de producción” como un factor independiente de las relaciones de poder macro-económicas y hegemónicas reinantes. Esto es: África no está en condiciones de presentarse como un país que compita en el mercado educativo global creado. Podríamos pensar también para el caso de la Argentina cómo las universidades se inscribieron en los “agro-negocios”, funcionales a través de investigaciones, programas de formación condescendientes con un modelo productivo que depredó nuestros suelos, rompió con prácticas culturales de nuestras comunidades, agredió el medio-ambiente. Proceso al servicio de importantes corporaciones económicas que se enriquecieron de manera astronómica. Son muchos los autores que vienen señalando durante estas décadas (Coraggio, Krotsch, Gentili, entre otros) cómo el conocimiento como Bien público ha ido convirtiéndose (al menos desde la visión hegemónica) en un amplio campo de valorización del capitalismo educativo. Las mejores posiciones para la competitividad serían facilitadas por la “responsabilidad” que las Universidades deberán asumir en la producción de conocimiento disponible para las necesidades del mercado. Las políticas concretas se sostuvieron básicamente por dos vías: el desfinanciamiento progresivo y la incorporación de mecanismos de evaluación, expresado en el desplazamiento del estado de sus funciones tradicionales de planificación hacia el control a distancia y la regulación del Mercado encubierto por una nueva figura: la del Estado Evaluador neoliberal. De esta manera el financiamiento se concreta a través de programas especiales orientados a específicos rubros que promueven la competencia interinstitucional. Es en este contexto, la extensión universitaria está irremediablemente cruzada por estas concepciones, si hasta la misma institución es definida como servicio educativo, lejos de los principios de derecho y justicia social a partir de la distribución del conocimiento. Se abren en este punto complejas cuestiones acerca de la injerencia cada vez mayor del espacio privado en el espacio público, acerca de la pertenencia y manejos de los bienes materiales y simbólicos. En tiempos del mercado, éste se convierte en un interlocutor social, “traduciendo” las “necesidades sociales” y por ende re-significando la actividad de la extensión a través del valor de mercancía. Se reconfigura así una relación social en donde ahora un polo es el que “vende” conocimiento, y otro, -según su posibilidad- lo compra. Bajo la aparente “libertad de acción” e igualdad de oportunidades tanto de vender como de comprar, dejando otra vez ciertas problemáticas sociales o áreas de conocimiento, por quedar “fuera de agenda” del proyecto global de universidad. Así, la extensión universitaria se fue convirtiendo en una de las “puertas” a través de las cuales ingresaban los fondos que sustituyeron en parte el des-financiamiento estatal, se tornó difícil no homologarla a la “venta de servicios”. Se trató de un cambio en las formas de regulación social pues este proceso afecta en doble sentido las relaciones sociales, por un lado las relaciones entre estado-educación (Universidad en este caso) y por otro lado opera en el plano más subjetivo: intentado una fuerte re-socialización de los sujetos, alterando identidades, culturas, funciones, propósitos de la propia Universidad. Es decir este ordenamiento económico también dio su “batalla” en las matrices culturales, convenciendo a veces, otras imponiendo. Según Riveros de Jornet (2007) se intentó desnaturalizar a la educación superior como derecho para amplios sectores de la ciudadanía. En el espacio universitario se apuntó a desinstalar la identidad misma de la Universidad pública con sus principios centrales como la gratuidad, la autonomía universitaria, cogobierno, función social, algunas de ellas promulgadas y defendidas desde principios del siglo XX con la Reforma del 18. Fue un ataque a las identidades que generó un proceso de alteración de las mismas. (Mollis; M. 2003). La universidad parece haber tomado el camino “conocido”, silenciada o indiferente a un proceso de acumulación originaria del capital, enclavado en la explotación y despojo con el consecuente sufrimiento de sociedades enteras. Cómplice o atrapada en la misma lógica que contribuyó a construir. El problema ahora es que el conocimiento y las instancias de producción son factor clave para el nuevo proceso de acumulación. Los movimientos sociales en Latinoamérica. La situación en Latinoamérica es mucho más esperanzadora que lo que se vislumbraba en la década de los ‘90. La consolidación de movimientos sociales, la posible reconstrucción de las organizaciones de trabajadores –intentando la superación del sindicalismo corporativista y burocrático, han puesto en el foco de debate la agresividad del modelo que lleva adelante el capital trasnacional, cuya acción se recrudece en los países del sur. Por otro lado, la presencia de gobiernos latinoamericanos en sus diferentes estrategias de integración, han tomado –con distinto nivel de cercanía y apropiación- reclamos y luchas de los movimientos sociales como parte de las políticas de estado. La concentración del ingreso, de la riqueza y de los recursos naturales propios del paradigma neoliberal consolidaron/ potenciaron las contradicciones fundacionales de las promesas fundamentales del capitalismo: el progreso, la igualdad, la libertad y la paz, (Hoetmer, R. 2009) y pusieron en evidencia las alarmantes consecuencias sociales, culturales, ecológicas de las reformas neoliberales. Este proceso generó el despojo sistemático de las “libertades democráticas” y de recursos de sobrevivencia y fue promoviendo a lo largo del continente latinoamericano a partir de las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI la emergencia de expresiones colectivas, que pueden caracterizarse de manera más o menos común tanto por sus características organizativas, formas de lucha, concepciones sobre la acción colectiva y el poder, la política y el Estado ( Seoane, Taddei, Algranatti, 2006). Las resistencias se han masificado y globalizado constituyendo un espacio de resistencia a la globalización neoliberal. Expresiones heterogéneas se han podido articular (o en proceso de hacerlo) a partir de la denuncia compartida de un enemigo en común: el neoliberalismo. Quizá, como dice A. Quijano se trata de un nuevo período del conflicto social, la resistencia a la globalización imperialista en su actual fase. Por eso podríamos decir que la historia de la dominación imperialista es también la historia de los procesos de emancipación social, procesos que van disputando el curso de la historia. El mapa que se construye de estas tensiones puede caracterizarse hoy desde las luchas en dos sentidos: las movilizaciones del sector público que evidencian los profundos procesos de precariedad (luchas por la educación pública, la salud, los servicios), recuperando el sentido de espacio público totalmente agredido desde la ideología neoliberal, y las movilizaciones que visibilizan los procesos de exclusión. En este grupo se encuentran las resistencias tanto al Estado como al sector privado en relación a la apropiación de recursos naturales, la contaminación ambiental, las luchas en contra la discriminación en relación al género, las diversidades sexuales, etc. (Svampa, M. 2006). Para ello es preciso superar la misma idea de extensión revisando nuestras propias fuentes de legitimidades, la universidad como la única capaz de conocer, de enseñar, generadora de esa “monocultura del rigor” que vuelve no creíble todo lo que cae por fuera de la ella. Ir más allá de la racionalidad hegemónica que se vincula con “los otros” considerándolos objetos de conocimiento u objetos de intervención social. Esa racionalidad ha ubicado a los pueblos del sur en el lugar de: ignorantes, retrasados, inferiores, locales o particulares e improductivos. Como venimos sosteniendo en párrafos anteriores, la emergencia y consolidación de organizaciones sociales en las últimas décadas en nuestro país y en distintos países latinoamericanos son parte de un recorrido de resistencias y luchas sociales ante el avance e instalación del modelo neoliberal. A pesar de ser múltiples los actores, los escenarios, las temáticas y problemáticas tratadas, se han ido configurando en este proceso prácticas de construcción social alternativas que posibilitan trazar líneas para un proyecto emancipador. Expresiones de este tipo de organizaciones son por ej. las experiencias latinoamericanas de movimientos de pueblos originarios, grupos de campesinos, movimientos socio-ambientalistas, organizaciones de trabajadores, grupos de género, etc. Son, también variados los espacios académicos, científicos, militantes, sindicales, que reconocen este proceso en construcción, advirtiendo la necesidad de dialogar, generar trabajos compartidos, contribuir a legitimar estas nuevas voces y prácticas de los actores emergentes. Esta somera reflexión nos invita a pensar el lugar de la Universidad en este proceso histórico trazado por un colectivo amplio y global de organizaciones sociales. En general, intelectuales y trabajadores de la educación en el plano universitario han advertido el predominio de una actitud adecuacionista, cuando no cómplice al proyecto social-global (Coraggio, J. 2002; Gentili,P. 2001; Imen,P.2003; Martinez,D.2004; Paviglianitti, N.1999; Krotsch,P.2003; Boitier,M.1999). La instalación de un modelo de Universidad alejada, indiferente a la constitución de estos procesos, desde una aparente despolitización de la práctica universitaria nos ha alejado de una de las experiencias más ricas e intensas de las últimas décadas de nuestra historia. Se necesita un trabajo en la construcción de esa interlocución necesaria, trabajo progresivo de traducción intercultural que requiere la visibilización de fuentes alternativas de conocimiento, buscar criterios de validación también alternativos, criterios de rigor, de relevancia que incluyan a todos los saberes, es decir la creación de condiciones para posibilitar un aprendizaje recíproco. Son posibilidades de aprendizaje para la “academia” reconocer las variadas formas de resistencia y supervivencia ante la mercantilización generalizada, identificar procesos de auto-organización frente al retiro de un Estado que solamente garantizaba las mínimas condiciones de vida, aprender de la lucha desde la denuncia y resistencia ante las políticas de expropiación de los recursos naturales y la consecuente depredación y contaminación socio-ambiental. Tal vez sea un deber político e histórico de las universidades transitar este aprendizaje incómodo en diálogo con las diversas organizaciones populares; aprender de las experiencias de participación real y democrática en un marco de prácticas políticas delegativas y formales; aprehender del iniciado desafío de constituir subjetividades políticas construidas desde procesos de autonomía, resistencias, disputas sociales que permitieron prácticas colectivas en detrimento de la fragmentación y el individualismo que promueve el proyecto global hegemónico. Pero también deberán, las organizaciones sociales, transitar la incomodidad de formar parte de un nuevo espacio con la Universidad, pero no como “objetos de estudio”, o “foco de demanda”- abordaje tradicional – sino como sujetos históricos, conscientes, colectivos, capaces de promover procesos cognoscitivos, políticos, pedagógicos por fuera de la “academia” legitimada. Es éste un camino de deconstrucción, reconstrucción y reparación, sin desconocer que la Universidad, en algunos de sus proyectos históricos, incorporó otros saberes, otros actores como fuentes de conocimiento en diálogo con el científico; proyectos que fueron desarticulados, y “desaparecidos” de nuestra propia historia universitaria y reemplazados por una universidad más ligada al mercado que a las problemáticas de los sectores más vulnerables. Recuperar la legitimidad social de nuestra universidad, es un proceso que nos ayudará a re-pensarnos como universidad en contexto, nos posibilitará procesos democratizadores de la palabra, el debate, la producción, circulación y apropiación del conocimiento superando la fragmentación disciplinar, la separación entre teoría y práctica, entre reflexión, ejecución. ¿Cómo los procesos de resistencia posibilitan pensar en términos de alternativas? ¿Cómo construir una universidad que logre visibilizar la multiplicidad y variedad de experiencias sociales que cuestionen su academicismo, sus verdades únicas, sus fracasos resolutivos? Una universidad que no escinda teoría –realidad? Que se embarque en la difícil tarea de construir un proyecto político universitario que logre interpelar modelos productivos, por ejemplo? Para ello es necesaria la construcción de un pensamiento alternativo de las alternativas, visibilizando que la racionalidad que subyace a las Ciencias Sociales emergente de un proyecto determinado también entró en crisis. Esta racionalidad, fuente de nuestras cosmovisiones, ha condicionado muy fuerte la forma de pensar y pensarnos, una racionalidad que se pretende única y verdadera, que niega y produce como ausente la multiplicidad epistemológica del mundo: de ahí la pérdida de la riqueza de las experiencias sociales que podrían nutrir y ayudar a reinventar estos sentidos buscados… el sentido de emancipación social. Bibliografía Cardelli, J. (2007) Educación superior, transnacionalización y virtualización. Un estudio de caso en Argentina. En publicacion: Escenarios mundiales de la educación superior. Análisis global y estudios de casos. López Segrera, Francisco. CLACSO Gambina, J. 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