Semana Santa 2016

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Semana Santa 2016
Homilías y Predicaciones
Pbro. Diego Alberto Uribe Castrillón
Jubileo de la Misericordia
“Misericordiosos como el Padre”
Lucas 6, 36.
Pbro. Diego Alberto Uribe Castrillón
La Aparición de Jesús a los Apóstoles
Detalle de la Puerta Santa Basílica de San Pedro
Curia Arzobispal
Carrera 4 # 7 - 17, Cali - Colombia
889 0562 ext. 1082
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INTRODUCCIÓN
En el año del Jubileo de la Misericordia, con especial cariño se pone a disposición de todos estos textos, preparados
siguiendo la propuesta del Papa Francisco que ha querido
regalar a la Iglesia un año de gracia y un tiempo favorable
para anunciar el amor de Dios.
El texto contiene las Homilías para las celebraciones litúrgicas, las predicaciones para algunos momentos que la tradición ha puesto en estos días santos, como son el Prendimiento, La hora Santa, el Vía Crucis, las siete Palabras, La soledad
de María.
Acojamos con gozo la invitación que se nos hace en la bula
Misericordiae Vultus, 12:
La Iglesia tiene la misión de anunciar la misericordia de
Dios, corazón palpitante del Evangelio, que por su medio
debe alcanzar la mente y el corazón de toda persona. La
Esposa de Cristo hace suyo el comportamiento del Hijo
de Dios que sale a encontrar a todos, sin excluir ninguno.
En nuestro tiempo, en el que la Iglesia está comprometida en la nueva evangelización, el tema de la misericordia
exige ser propuesto una vez más con nuevo entusiasmo y
con una renovada acción pastoral. Es determinante para la
Iglesia y para la credibilidad de su anuncio que ella viva y
testimonie en primera persona la misericordia. Su lenguaje
y sus gestos deben transmitir misericordia para penetrar
en el corazón de las personas y motivarlas a reencontrar el
camino de vuelta al Padre.
Con este propósito, aprovechemos todas estas oportunidades de gracia que se nos ofrecen en la Semana Mayor y pidamos la gracia de vivir nuestra fe siendo “Misericordiosos
como el Padre”.
Pbro. Diego Alberto Uribe Castrillón
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I VIERNES DE LA SEMANA DE PASIÓN
Conmemoración de Nuestra Señora de los Dolores
Madre-fidelidad-misericordia
La palabra que se nos acaba de proclamar está totalmente
ligada al misterio sublime que se avecina, a la Pascua de Jesús, a la pascua gloriosa de la Iglesia que nace del costado
abierto del Salvador crucificado y resucitado.
La tradición nos invita a que este viernes lo miremos, cercanos a Jerusalén, con los ojos de María, la Madre de Misericordia.
1. Madre
Jeremías, el profeta de la primera lectura, hace inminente la
entrega del Señor. Incluso se siente en el ambiente del texto
cómo arrecia la persecución en la que Jesús se hace objetivo de las amarguras de quienes le atacan, de quienes están
atentos a su llegada para las fiestas, a quienes han urdido la
trama fatal que lo llevará al Calvario. Ante ese dolor cercano,
ante la amenaza constante, ¿en quién podría refugiarse el Señor de la Gloria?
Una piadosa tradición hace que María, La Madre, suba con
su Hijo Único a Jerusalén. No es necesario discutir este dato
humilde y sencillo, porque luego San Juan la señalará junto a
la Cruz (Cfr. Juan 19, 25-27). Sin embargo para Jesús y para
cualquier ser humano, el único apoyo ha de ser el de esta Madre santísima, modelo de fidelidad, que, con delicada ternura
ha cumplido todas las obras de Misericordia en favor de su
único hijo.
2. Fidelidad
Es esta la escuela en la que maría es maestra, es esta la
academia luminosa en la que Ella nos invita a una lección de
fe y de confianza que se hace cada vez más necesaria para el
mundo de hoy.
Un seguidor de Jesús debe serle fiel y debe vivir con firmeza
su decisión de ir tras las huellas del Maestro que todo lo da,
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que todo lo entrega, que todo lo colma con su gracia y con su
amor providente, sin dejar de invitarnos a mantener ese lazo
fuerte y firme que nos impide apartarnos del amor de Dios.
Ya san Pablo nos decía “¿quién nos separará del amor de
Cristo?”1, como queriéndonos recordar que nuestra vida sólo
tendrá sentido cuando encuentre sus raíces en el amor definitivo y fiel de Jesús.
Es en ese amor que encuentra su sentido toda acción que
cobije y acompañe a todos los que se puedan equiparar al Señor de la gloria que ahora sube a Jerusalén perseguido, cuestionado, amenazado, señalado.
Allí es donde se hace verdad aquello de ser fieles a Jesús y a
su Reino, cuando nos mantenemos unidos al Evangelio de la
vida en la medida que sepamos darle la vida del Evangelio al
que sufre, al que llora, al que experimenta en su vida el drama
del dolor tan bien retratado en el salmo 17 de la misa de hoy.
3. Misericordia
Así, entonces, hermanos queridísimos, le encontramos un
significado nuevo y elocuente a la Misericordia que la Iglesia anuncia en este año, uniendo las palabras precedentes de
nuestra meditación.
La Iglesia Madre, como María, está ahora delante de la humanidad para recordar que nadie está solo, que en cada sufrimiento humano no sólo asoman las espinas de la corona
con la que ciñeron las sienes de Jesús2 sino también la fuerza
luminosa del amor con el que debemos acudir para hacer vivo
el mensaje de amor fraterno y concreto de Jesús.
En el Evangelio de hoy se nos acaba de recordar la polémica
que despierta el amor entregado y visible de Jesús, sus obras,
sus milagros, sus palabras que rompen las barreras del odio
y del rencor y señalan a la humanidad un camino de perdón y
de paz. Jesús despierta fe, muchos “creyeron en El” nos dice
1 Romanos 8, 35ª.
2 Cfr. Marcos 15,17.
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San Juan3, porque vieron obras de amor generoso, de entrega
constante, de Misericordia, que no es otra cosa que la adhesión del Corazón amoroso del Maestro al corazón destrozado
de cada hermano que sufre.
Avancemos, entonces, hacia la Semana Mayor. Sintamos que
viene a nuestro lado la Madre de Jesús y que Ella recoge con
especial ternura la sombra de amargura que se cierne sobre
su Hijo, tan parecida al dolor que acosa el mundo en el que
vivimos.
Pidámosle a la Madre que nos enseñe la fidelidad al amor de
Jesús y que en el Año de la Misericordia, podamos recordar
con que amor Dios mismo ha resuelto la súplica del Salmo
17 y que con Jesús mismo y con la Madre de los siete dolores
que hoy recordamos, podamos decir: “En el peligro invoqué
al Señor, grité a mi Dios; desde su templo Él escuchó mi voz
y mi grito llegó a sus oídos”.
Amén.
3 Cfr. Juan 10,42.
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DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Entrada de Jesús a Jerusalén
Alegría-humildad-misericordia
La entrada de Jesús a Jerusalén que nos acaba de contar san Lucas encierra tres palabras que no podríamos dejar de proponer al
inicio de esta Procesión que inaugura las celebraciones pascuales.
1. Alegría
Aunque parezca contradictoria esta palabra des pues de
una Cuaresma en la que cantamos el dolor de Jesús en las
memorias piadosas de su Pasión, hoy desbordan de gozo los
Niños Hebreos, los Discípulos de Jesús y la gente de Jerusalén. Lo más bello y lo más curioso es que San Lucas tome las
mismas palabras de la noche de la Navidad para componer la
canción amorosa con la que la muchedumbre baja alabando
al Señor: “gloria en las alturas y paz en la tierra”4.
2. Humildad
Es el distintivo de los que ayer vitorearon a Jesús y hoy nos
prestan este valor a los que queremos que llegue al mundo el Reino de la Paz que Jesús sigue anunciando a través de la Iglesia. El
rey que cabalga en un burrito, como lo había anunciado el Profeta
Zacarías5, nos muestra que su poder consiste en saber hacerse el
último para poder encontrar cara a cara el amor de los pobres
que es sincero, la dulzura de los humildes que es pura y fiel.
3. Misericordia
Este es el Rey Misericordioso que, finalmente, quiere entrar en
esa Jerusalén amurallada que es nuestra vida, es este el Rey que
aclamamos: el que sabe entender el corazón palpitante del necesitado y el que sabe bañar con el bálsamo de su bendición ya a los
tiernos infantes hebreos que le saludan con sus vocecitas temblorosas, ya a los que piensan que les puede arrebatar el reino aquel
cuya fuerza es solo el amor y cuyo poder radica en la ternura con
la que nos hace sentir que Dios por fin se acordó de su pueblo.
Marchemos en paz.
4 Cfr. Lucas 2, 14 y Lucas 19, 38.
5 Cfr. Zacarías 9,9
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DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
Misa de la Pasión
La meditación de la gloriosa Pasión de Jesús contada por
san Lucas, nos ofrece tres realidades que quisiéramos contemplar en este Domingo.
Dolor-gloria-misericordia
1. Dolor
Isaías nos ha acostumbrado como profeta a retratar con
exquisita precisión la vida del Señor Jesús, por lo que al escucharlo en su Canto del Siervo Doliente6, nos hace pensar que
en Jesús se cumplen, no sólo lejanos anuncios referidos a un
hombre que sufre, sino que el rigor de su Pasión lo hace solidario con todos los dolores de una humanidad azotada por
el odio y el rencor y que el dolor en Jesús es una aceptación
voluntaria de un compromiso amoroso.
Es un Dolor Salvífico, como enseñaba San Juan Pablo Segundo en una encíclica que lleva ese título. Es un dolor que
calma el dolor, es un sufrimiento que hace llevadero el sufrimiento de los otros porque él lo hace suyo, porque el sigue
entregándose en cada acción solidaria de la Iglesia que acude
presurosa al corazón del que por no tener nada todo lo espera de Dios.
2. Gloria
Lo que menos podría pensarse para esta palabra que habla
de júbilo y de fiesta es que las palabras del Salmo 21 la emplearan justo en el versículo 45 que es la última estrofa del
salmo responsorial: linaje de Jacob, glorificadlo.
Es por eso que San Pablo la retoma en su carta a los Filipenses, para mostrar en el verso final de lo que hoy se proclama7,
que Jesucristo es señor, así su corona sea de espinas, así su
trono sea un leño abrupto, así su sala regia sea la pelada roca
del Gólgota.
6 Isaías 50,4-7.
7 Cfr. Filipenses 2, 11.
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La gloria de Jesús es su cruz, sus signos de victoria serán
las heridas que lucirán radiantes en la Resurrección, serán
las afrentas que se silencian cuando el Centurión proclame,
dando Gloria a Dios8, que el Mártir Divino es el Justo soñado
por Isaías y por todos los profetas que el mismo Lucas pondrá como testigos en la tarde del Domingo cerca de Emaús9.
3. Misericordia
Es esta la clave de toda esta celebración, pues nos identifica la calidad del amor con el que Jesús llega a su pasión y la
hace expiación amorosa de las culpas del mundo, expresión
generosa del amor del Padre, manifestación viva de un amor
que es capaz de perdonar las injurias y señalar el camino del
Reino a Pilato que el juzga, a los que le hieren con sevicia,
a los que amorosamente le consuelan, como las mujeres de
Jerusalén, a los que le clavan a la cruz, a los que como el Ladrón, arrebatan el Reino, a los que cumplen con misericordia
el deber de sepultarle.
Quedan, hermanos, con la tarea de encontrar en la Pasión
de Cristo literalmente todas las Obras de Misericordia, pues
allí están íntegras, quedamos todos comprometidos para recibir el testamento del amor generoso con el que Jesús nos
enseña a darnos plenamente a favor de los demás.
Si una duda nos quedara, la Madre del Señor, que siguió con
amor estos sucesos, nos recordará que el mártir destrozado
sobre la cruz es el mismo que “auxilia a Israel su siervo, acordándose de su misericordia”10
Amén.
8 Cfr. Lucas 23,47
9 Cfr. Lucas 24, 25-27.
10 Cfr. Lucas 1, 54.
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LUNES SANTO
Betania
Adorar, servir, ser misericordiosos
Amados hermanos:
Las ferias de estos días santos están orientadas a la celebración del Triduo Pascual, a la Solemnidad de la Pascua que se
acerca. Vamos a Betania y allí aprendamos a adorar, a servir,
a ser misericordiosos.
1. Adorar. Jesús es comensal de una Cena solemne que
da a entender con qué cariño sus amigos le reciben y le
honran. Por ello se alcanza uno a imaginar el aroma del
nardo precioso que impregna todo el recinto y que quiere
proclamar que el Señor está siendo reconocido, ungido, señalado, mostrado al mundo en este pasaje como quien no
solo merece el homenaje sino que también sabe aceptarlo
sin pretensiones, con una extraña pero maravillosa naturalidad, como si aquella solemne unción fuera la oportunidad de recordarnos dos bellas verdades:
La primera, que Él inicia su camino hacia la exaltación
y por ello el perfume es evocación de la gloria a la que se
llega tras la cruz.
La segunda verdad es comprometedora: que los Pobres
a los que Judas aparentaba amar, serán la oportunidad
de volver a honrar al Señor en cada amorosa entrega y en
cada expresión de solidaridad iluminada por la fe. No podemos olvidar lo que enseñó san Ambrosio11: La mano del
pobre es el tesoro de Cristo. Por lo tanto, socorre al menesteroso para que lo que reciba de ti no se quede en la tierra,
sino que sea trasladado al cielo. Pues aunque se consuma
la comida que recibe el pobre, sin embargo, el premio de la
buena obra se custodia en el cielo...
En el año de la Misericordia, que bello será adorar al Señor y reconocerlo vivo allí donde el dolor nos habla, allí
donde se necesita aliento y esperanza.
11 San Ambrosio, De sancta Quadragesima IX: PL 17, 676-678.
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2. Servir. La palabra servicio no solo habla del Siervo de Dios,
del que la Primera Lectura nos hacía más que un elogio, porque
nos recordaba la discreta bondad de alguien que no grita, que
no desgarra los oídos de los que le oyen, sino que hace que su
palabra rompa los muros de la amargura que circundan los corazones aislándolos del amor, de la esperanza.
Servir es también aquí la actitud de Santa María de Betania, la
de su hermana Santa Marta, la de los que entienden que aquella
cena anuncia el más grande servicio del que se tenga noticia: el
de Jesús, siervo doliente, postrado ante los suyos en la Cena,
clavado en el madero del suplicio, caminante hacia Emaús haciendo de Maestro y compañero de quienes le quieran seguir.
3. Ser Misericordiosos. Betania es, en definitiva, una escuela de Misericordia. Y aquí la misericordia es también encentro y defensa de la vida cuya dignidad y grandeza subraya el exquisito aroma del Nardo, vertido con amor reverente
como recordando que todo ser humano, único, irrepetible,
necesita crecer y vivir con una luz clara que lo ilumine, con
una meta dichosa hacia la que encamine sus pasos.
El Salmo de hoy (Salmo 26), nos ha dicho que el Señor es luz
y salvación. Por ello este día con su Palabra Divina que acaba de
proclamarse nos reclama ser anunciadores de la vida verdadera.
Judas, que aparece hoy con su sombría presencia, tiene
su proyecto de vida ligado a la ambición humana, a la envidia cruel que carcome su corazón. San Juan nos dice que
su intenciones no eran precisamente las de dar vida a los
que intentaba servir, sino guardar en su bolsa los trescientos denarios que costaba el perfume. Por eso no p0demos
imitarlo. Hemos de “invertir” miles de veces esa cifra en
cada acción que de vida, en cada palabra que restaure el
corazón, en cada servicio amoroso a la humanidad.
Avancemos en la disposición del corazón para adorar, servir y dar vida. Nos ayude María la que suponemos también
estaba en Betania, la Madre de Jesús que supo amar de verdad, ser servidora y ser proclamación fervorosa del amor con
el que Dios nos ama para ser Misericordiosos como el Padre
(Cfr. Lucas 6,36). Amén.
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MARTES SANTO
La cena Pascual se inicia
La Memoria-El Dolor-La misericordia
Amados hermanos:
Hoy la palabra apenas proclamada nos habla de memoria,
dolor y canto.
1. Memoria. En el plano de las cosas nuestras, memoria
es algo así como recuerdo. En este Martes Santo Memoria
es una mirada a la Cena que dice el Evangelio se está celebrando, evocación de la gloria pascual de Israel, de la que
mucho podríamos decir el Jueves próximo.
Hoy Isaías habla en la Primera Lectura del Siervo de Dios,
que ya sabemos se refiere a Jesús, como la intención de
Dios es convocar y congregar a cuantos ama para que se
unan a la mesa en la que, como dice el profeta, se restaurarán las Tribus de Israel, se volverán a Dios cada una de las
ovejas de su amado rebaño. La Cena misma era el recuerdo del día en que el pueblo inició su camino de libertad
y, celebrarla cada año era volver con el corazón a quien
seguirá abriendo caminos para vivir y para esperar.
2. El dolor. El texto del Evangelio, interrumpiendo la narración de la Cena Pascual, hace saber que Jesús, estremecido, habla de algo tristísimo: habla de la traición, habla de
un proceso de maquinaciones en las que ha participado,
lamentablemente, uno de los suyos, uno de los que comparte su mesa, su pan, su mismo corazón.
Estamos también hoy delante de un dramático momento
en el que el mensaje de la vida y de la esperanza, grabado por Jesús en el corazón mismo de la historia humana,
también es traicionado. Jesús vuelve a ser entregado, su
mensaje, su propuesta de vida cambiada, su Evangelio distorsionado cada vez que uno de nosotros, comensales en
su banquete del amor, cierra su vida a la verdad y se hace
esclavo de la mentira, del pecado, de la muerte.
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Hoy le decimos al Señor que nos ayude a vencer la tentación de entregarlo, de olvidar su lección de amor.
Hoy, en la disposición del corazón para la cena Pascual,
para la Pasión gloriosa y para el júbilo de la Pascua, hagámonos el propósito de consolar el corazón del Maestro
con acciones concretas en las que restauremos el reino de
la verdad y de la vida, haciendo nuestra la vida de Jesús.
3. La Misericordia. En el Salmo 70 que hoy hemos entonado, se dice que el creyente debe anunciar la salvación,
incluso cantarla, es decir, revestirla de armonía, de gozosa
esperanza, de jubilosa proclamación de la constante presencia de Jesús en nuestra vida.
En el año de la Misericordia, hemos de dejar que la gracia
de Dios nos permita cantar y proclamar todo el bien que
podemos hacer, toda la alegría que podemos comunicar,
toda la esperanza que podamos sembrar.
Los Amigos de Jesús, los de aquella noche, los de esta otra
noche que es este momento de la vida y de la historia del
mundo, nos ponemos en este Martes Santo en la tarea de
buscar, encontrar y anunciar razones para que, por el camino de la fe, cada persona vuelva a recordar cuánto le ama
Dios, con cuánto amor ha sido rescatada de la amargura del
pecado y con cuánta alegría debe abrir la puerta del corazón
a quienes necesitan descubrir lo que vale la vida.
Es nuestra tarea proclamar la misericordia de Dios invitando a todos a amar de verdad, a alejar el fantasma tétrico
del Judas Traidor, y a sustituir en nuestras vidas todos los
dolores y resentimientos por actos de amor buscando todo
lo bueno que podamos hacer para que la Familia, la Sociedad, el mundo todo, se vean motivados a vivir la aventura
de Jesús, el Hijo de María la Virgen Fiel, con la certeza de
que, tras el velo del dolor va a amanecer para todos el día de
la verdad, el día de la esperanza, el día de una humanidad
reconciliada y sanada, pacificada y salvada, el día en que
seamos misericordiosos como el Padre (Cfr. Lucas 6,36).
Amén.
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MIÉRCOLES SANTO
Aún en la Cena
Preparar, celebrar, anunciar la misericordia
Cuando las calendas indican que es Miércoles Santo, el corazón piensa, con toda razón, que el misterio de la fe está ya
aquí, y como lo dirá el Prefacio enseguida: “… se acercan ya
los días santos de su pasión salvadora y de su resurrección gloriosa; en ellos celebramos su triunfo sobre el poder de nuestro
enemigo y renovamos el misterio de nuestra redención”12. Por
ello, en este día tan especial, le vamos a pedir al Señor que
nos enseñe a Preparar, Celebrar y Anunciar su misterio de
amor y de esperanza.
1. Preparar, en nuestro modo de hacer las cosas, es disponer los elementos visibles de la Celebración, los signos y
los elementos con los que la Iglesia hace visible lo que ocurre en estos días. Es también saber que las cosas visibles
deben reflejar una actitud especial, una disposición del corazón que se hace evidente en el Sacramento de la Reconciliación celebrado con la intención de dar al creyente una
muestra del amor de Dios que indique que la Cuaresma ha
dado uno de sus frutos: la conversión del corazón.
Para todos es evidente lo que la Palabra Divina nos cuenta en este día. El Evangelio narra cuando Jesús les pidió a
los discípulos que dispusieran la Cena, aquella “memorable Cena” con la que se cierra el Antiguo ritual con el que
el pueblo de Israel recordaba su historia, indicándoles que
en algún lugar de Jerusalén se pusiera una nueva mesa en
la que se dará comienzo al camino de un nuevo pueblo.
Dispuesto el corazón para la Cena, aceptemos la invitación del Maestro para que con él Celebremos la Pascua de
la nueva alianza.
2. Celebrar es también reconocer que el ser humano no
es digno plenamente de cuanto Dios le regala, pero quiere
12 Misal Romano, Prefacio II de la Pasión del Señor.
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entrar en el mismo camino por el cual baja a nosotros el
amor misericordioso. Esa bondad inmensa se vuelve oración, se vuelve alabanza, se hace canto, plegaria, comunidad en atenta escucha de una Palabra que luego se concreta en el Señor mismo al que recibimos en la Comunión.
Celebrar exige ser comunidad de hermanos. Ya escuchamos en el Evangelio dos momentos de aquella noche santa:
el primero un dolorosísimo recuerdo de la figura de Judas
que entrega al Señor, es decir, que rompe la comunidad de
amor con Jesús y que, con esta actitud genera la amargura
en la comunidad apostólica.
El Segundo momento es la mención del día en el que se
ofrecen los Panes Ázimos, recuerdo de la salida de Egipto,
pero también elementos con los que Jesús hará el milagro portentoso de su presencia. Mañana lo celebraremos y
adoraremos, aunque el relato del Evangelio, tras la breve
referencia, nos aleje un poco de la Institución del Sacramento, para volver sobre el tema de la traición, cuando se
le indica a Judas que él es el que recibe el pan mojado en la
amargura de la traición, impregnado en las hierbas amargas de un corazón que se aleja y ya no comprenderá ni el
piadoso gesto del lavatorio, ni la dulcísima cadencia de la
voz de Jesús que, despidiéndose de los suyos, les ordena
celebrar sin cesar el banquete del amor, la cena de la esperanza, la fiesta de la unidad “hasta que vuelva” su Señor.
3. Anunciar la misericordia es prolongar la profecía
de Isaías, indicando que aquel que es paciente, que recibe toda la amargura de la traición, quiere que llevemos al
abatido, a los innumerables abatidos de este mundo, a los
que hemos sumido en la indiferencia de la que nos hablaba
el Papa Francisco en su mensaje de Año Nuevo13, a todos
los necesitados del mundo una palabra de aliento y de esperanza que puede brotar –por qué no- del mismo corazón
de Cristo en el que se unen la tristeza por la traición y la
alegría por saber que muy pronto su vida inmolada en el
árbol de la Cruz será la vida misma de cuantos en Él espe13 Papa Francisco. Mensaje para la Jornada de la Paz. enero de 2016
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ran y en Él confían.
Volvamos a la Cena y pensemos que a esta hora, en este día,
muchos hermanos disponen las cosas bellas con las que la liturgia anunciará la victoria Pascual de Jesús. Es esta una obra
de Misericordia por la que damos gracias a Dios y por la que
bendecimos a quienes allá en la Sacristía, están disponiendo
todo para la Fiesta de la vida, porque la belleza salva, y la
gozosa y hermosa celebración será, no lo dudemos, la única
alegría de los pobres que, al encontrar la casa de Dios en
suma belleza, serán príncipes en la casa abierta y luminosa
en la que Jesús a todos nos llama hermanos.
A nosotros aquí, junto a la Santa Mesa de este altar que
mañana será memoria viva de la Cena de Jesús, nos toca preparar el corazón para recibir a Jesús, celebrar la fraternidad
recobrada y anunciar, junto a María, la Madre del Cordero,
que al final la vida triunfará y que la de Cristo, entregada con
amor será la vida de cuantos le aman y de cuantos todo lo
esperan de su infinita misericordia, de cuantos quieran ser
Misericordiosos como el Padre. (cfr. Lucas 6, 36).
Amén.
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TRIDUO PASCUAL
CENA, PASIÓN,
MUERTE Y RESURRECCIÓN
DEL SEÑOR.
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JUEVES SANTO
Misa en la Cena del Señor
Amor-Eucaristía-Misericordia
Cuando las sombras de la tarde caían sobre Jerusalén, los
discípulos convocados por su Maestro suben a la sala preparada, y, hallándolo todo dispuesto, se ponen a la mesa para
un doble banquete: el de la frugal cena de Pascua, el del espléndido banquete de palabras y signos con el que Jesús les
entrega su corazón.
1. Amor
Donde reina el amor y la unidad, allí está Dios, dice un cántico que se acostumbra en este día. Es el amor la expresión
más grande del corazón humano. El amor, más allá de las
meras experiencias sentimentales, es el reflejo de la solicitud
con la que Dios nos acompaña, con la que invitó al Pueblo
Elegido de Israel a sacrificar un cordero y a compartir en una
cena pascual la noticia de su liberación, como lo escuchábamos en la primera lectura.
Es el amor el que hace que “el sacrificio de alabanza” del
que habla el Salmo 11514 para dar gracias al señor por el bien
que nos ha hecho, sea la expresión del amor con el que “el
hijo de tu Sierva” ofrezca el sacrifico de su amor inefable anticipado en el pan y el vino de la Cena.
Es el amor el mandato que se hace concreto en el signo del
Lavatorio con el que Jesús no sólo se pone a los pies de la
humanidad, sino que nos enseña a hacernos servidores por
amor, es decir, a darle sentido divino a cada gesto que resalte
que somos hermanos. Que es la intención del lavatorio, que
no dramatiza la Cena sino que nos insinúa un gesto de comunión. Es el amor, en definitiva, el que ha motivado toda
una larga historia que a partir de la tarde santa de esta Cena
se empieza a manifestar de un modo más pleno en la vida de
Jesús dada a todos, entregada por todos, ofrecida a todos.
14 Sal 115, 12-13.15-16bc.17-18
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2. Eucaristía
Precisamente en esta celebración (en esta tarde), en esta
Cena Pascual, ha querido Jesús dejarnos su corazón en el Sacramento que no sólo recibiremos sino que más tarde adoraremos en silencioso coloquio: La Eucaristía.
La humanidad tiene un hambre constante, no saciada. No es
sólo la ausencia dramática de pan, es el pan dramáticamente
partido en un mundo sin afecto, sin solidaridad, sin ternura.
Es aquí donde adquiere todo su esplendor la idea novedosa,
el amor maravilloso con el que Cristo asume su vida como
ofrenda y como presencia que nos ilumina, como lo enseñaba
el insuperable Santo Tomás de Aquino: “al nacer se nos dio
como amigo, en la cena como alimento, al morir como rescate,
y al reinar, como premio”15.
Esta Cena llena de luz la Jerusalén sobre la que ya extienden
no solo las sombras de la noche sino también la dulzura del
misterio con el que se cierran los ritos del Viejo Testamento
y empieza a ofrecerse el nuevo Cordero, en la nueva Alianza,
en el nuevo rito, abierto ahora a infinitos comensales, a esos
muchos, imposibles de contar, a los que quiere Jesús alimentar.
Después de comulgar a Jesús, él va hacia el Sagrario que
hemos preparado. Esta procesión evoca no su captura en la
noche santa de su pasión, sino su constante camino hacia nosotros, hacia nuestra vida, hacia nuestra sed y nuestra hambre de amor y de esperanza. Jesús no quedará encarcelado,
es más, nunca ha estado tan libre como ahora como cuando
viene a buscar las manos vacías de la humanidad, para llenarlas con la plenitud de su presencia.
3. Misericordia
Una de las obras de misericordia es alimentar. Precisamente, tras comprender que el amor se ha hecho eucaristía,
15 Santo Tomás de Aquino: “se nacens dedit socium, convescens in Edulium, se
moriens in Pretium, se regnans in Pæmium” VERBUM SUPERNUM, himno
eucarístico de laudes del Corpus Christi.
21
entendemos porqué Jesús quiere ser el pionero en esta bondadosa disponibilidad tan generosa y admirable.
Hoy, tras enseñar a sus discípulos cómo las tradiciones del
viejo Israel se renuevan y se transforman, hoy cuando el Cordero Nuevo, se dispone a su sacrificio que se consuma en la
cruz, Jesús ha enseñado también que en el amor servicial y
disponible se encontrará el nuevo distintivo para el Pueblo de
Dios que nacerá de su costado.
Pero es hoy también, cuando nos manda a prolongar en los
siglos esta Santísima Cena, invitando al banquete del amor a
todos, saciando con generosidad el hambre concentrado de
muchos corazones, haciendo presente una justicia verdadera
que no se quede en resentimientos llenos de amargura, sino
que propicie gestos de amor que alimenten la vida, que nos enseñen a ser más hermanos, que nos comprometan a vivir más
fraternalmente y en una paz que transforme la vida y le dé una
calidad verdadera a la existencia humana iluminada por la fe.
La Fiesta Pascual apenas se abre verdaderamente.
Con amor y con fe haremos de la Eucaristía el signo más
vivo del amor misericordioso, aprendiendo la lección magistral de caridad, de esperanza, de alegría con la que Jesús vive
su Cena Postrimera, la primera cena de la Nueva Alianza.
En el Año de la Misericordia la Cena de Jesús es elocuente
en todos sus signos. Es amor puesto de rodillas para lavar el
corazón del hombre, es amor que se hace sacrificio de alabanza para elevar las manos a Dios colmadas con la alegría
de darnos, de ser hermanos.
En esta Cena santísima, pidamos que no nos falte el amor que
nos une, que no nos falte el pan que nos alimenta, que no nos
falte un corazón misericordioso que ofrezca vida y paz a todos.
Que la Madre de la Misericordia, la que, como pensamos,
más que amasar el pan de la Cena, acunó en sus brazos a
Cristo, Pan de Vida, nos ayude a celebrar con la vida este encuentro con el Amor-Eucaristía que es Misericordia de Dios.
Amén.
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JUEVES SANTO
Memoria de la oración en el Huerto y el Prendimiento del
Señor
Del Evangelio de san Lucas
Acabada la cena salió Jesús y se encaminó, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo siguieron los discípulos.
Al llegar al sitio, les dijo: «Orad, para no caer en tentación». Y
se apartó de ellos como a un tiro de piedra y, arrodillado, oraba diciendo: «Padre, si quieres, aparta de mí este cáliz; pero
que no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un
ángel del cielo, que lo confortaba. En medio de su angustia,
oraba con más intensidad. Y le entró un sudor que caía hasta
el suelo como si fueran gotas espesas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la tristeza, y les dijo: « ¿Por qué dormís? Levantaos
y orad, para no caer en tentación». Todavía estaba hablando,
cuando apareció una turba; iba a la cabeza el llamado Judas,
uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús. Jesús le dijo:
«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?». Viendo
los que estaban con él lo que iba a pasar, dijeron: «Señor,
¿herimos con la espada?». Y uno de ellos hirió al criado del
sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Jesús intervino,
diciendo: «Dejadlo, basta». Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los oficiales del templo, y
a los ancianos que habían venido contra él: « ¿Habéis salido
con espadas y palos como en busca de un bandido? Estando a
diario en el templo con vosotros, no me prendisteis. Pero esta
es vuestra hora y la del poder de las tinieblas».
Meditación
Queremos, Señor, al hacer esta memoria de tu oración en
el huerto y de tu prendimiento, pedirte que colmes nuestras
vidas de unos sentimientos que, de algún modo, reparen los
dolores de aquella “hora de tinieblas” en la que iniciaste tu
pasión gloriosa.
Queremos que ocurran para nosotros dos cosas:
La primera, que nos enseñes que tu oración en el Huerto retrata también nuestra vida con sus dolores y sus tristezas. Es
23
en este contexto que queremos que nos enseñes a hacer la voluntad del Padre, a no desechar la copa gloriosa que cada vez
se nos ofrece oculta en las pequeñas dificultades que sólo
pueden superarse en comunión contigo.
Queremos también que nos ayudes a llenar de luz esta hora
en la que el poder de las tinieblas quisiera imponer su código
de terror y de desesperación. Solo tú nos enseñarás a irradiar
el amor que nos regalas, a difundir la paz que nos ofreces,
a dejarnos atar el alma con el lazo indestructible de la Misericordia Divina, para que seamos libres de verdad. Señor del
Prendimiento: enséñanos que en estas dos peticiones que te
hacemos, reconocemos que tu Misericordia es infinita.
Amén.
24
HORA SANTA
Adoración Eucarística
Al final de la solemne celebración en la Cena del Señor, Jesús es llevado al Altar de la Reserva, junto al cual se invita
a tener algún momento de adoración y de silencio en el que,
alguna palabra puede servir para iluminar esta experiencia
de oración.
Inicio de la Oración
Quien predica en la Adoración Eucarística puede llevar alba,
y estola roja.
Inicia la meditación orando un momento de rodillas ante el
Sagrario y luego pasa al ambón para iniciar su meditación
con la lectura Bíblica, omitiendo los saludos.
Lectura de la Palabra de Dios:
Lectura del santo evangelio según san Juan (15,1-8)
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la
verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento
mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo
poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios
por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y
yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por
sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos;
el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante;
porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece
en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los
recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en
mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que
deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con
que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
Palabra del Señor.
R. Te alabamos Señor.
1. Intercesión y oración por el mundo
San Juan XXIII16, al final de una procesión en la Solem16 San Juan XXIII final de la Procesión del Corpus 1961
25
nidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo dijo en tono de
oración:
— ¡Oh Jesús! ¡Mira! De cada altar y de cada corazón cristiano se alza en este día la más sentida y emocionada plegaria:
— ¡Oh Jesús!, míranos desde tu Sacramento como el Doctor Angélico te invoca y con él toda la Iglesia: Buen Pastor,
pan verdadero: ésta es la grey que has reunido desde los
cuatro puntos de la tierra; la grey que escucha tus palabras
de vida y que se propone custodiarla, practicarla, difundirla.
Es la grey que te sigue dócil, ¡oh Jesús! La grey que ansía
tanto ver reflejada tu amable faz en las líneas de tu Iglesia,
madre de todos, madre que a todos abre los brazos y el
corazón…
— ¡Oh Jesús, alimento sobrenatural de las almas, a Ti
acude este pueblo inmenso!
Desengañado de las perspectivas de una irrealizable felicidad terrena, vuelve a considerar su vocación humana y
cristiana con nuevos impulsos de virtudes interiores, con
prontitud para el sacrificio del que Tú diste prueba incomparable con el ejemplo y con la palabra. Hermano del hombre, has precedido Tú los pasos de cada hombre, has visto
y perdonado las culpas de cada uno, has elevado a todos
a un testimonio de vida más noble, más convencido, más
activo.
— ¡Oh Jesús! Pan verdadero!, único alimento substancial de las almas, recoge a todos los pueblos en torno a tu
mesa: ella es una realidad divina sobre la tierra, es prenda
de divinos favores, es seguridad de justa comprensión entre las gentes y de pacífica competición para el verdadero
progreso de la civilización.
—Nutridos por Ti y de Ti, ¡oh Jesús!, los hombres vivirán
fuertes en la fe, alegres en la esperanza, activos en las múltiples actuaciones de la caridad.
26
Esta es también nuestra confiada súplica en esta noche, ante el
Sagrario en el que el Divino Pastor de la humanidad, Jesús, nos
aguarda para este momento de coloquio, de oración, de intimidad
en el trato con quien sabemos nos ama, como dicen los místicos.
En las palabras del San Juan XXIII sabemos que Jesús nos
precede y acompaña, que el abrió en la Cena la puerta de su
corazón y le mostró que es preciso mantener la unidad a Él y
en Él conservando así el lazo de amor que nos une a su amor
infinito y el fuego encendido en su corazón que hace que la
Iglesia, esta nuestra familia extendida por el mundo, se mantenga en la esperanza, navegando, a veces, contra la corriente
adversa de la hora presente de la historia. El Santo Padre,
recién canonizado, nos ha dicho que la Mesa de la Eucaristía
es una realidad divina sobre la tierra.
Estamos ante Dios mismo que ha escogido el misterio de
este sacramento para ocultarse a las miradas de los esclavos
de la razón y revelarse a los servidores de la alegría. Por eso
esta noche Jesús se muestra en el secreto y en el misterio de
este sagrario cerrado a los ojos escrutadores del mundo sin
Dios y abiertos a los corazones de los que aquí y en tantos
lugares del mundo quieren sentirse como María de Betania17
a los pies del amor, junto al que es luz de cada corazón, junto
al que merece que le escuchemos o le sirvamos.
La noche del Jueves santo es, entonces una vela de esperanza y de amor. Se “visita” a Jesús, porque en Él Dios Padre ha
tomado la iniciativa de “visitar y redimir a su pueblo” (Lucas
1,68) para despertar en el corazón de todos la certeza de que,
quien en Él confía y en Él espera, ya ha conseguido un amigo
que no falla, una luz que no se apaga, una ternura seria y cálida que devuelve la confianza y asegura la paz del corazón.
La oración de hoy mira a cada ser humano. Pone la humanidad entera delante del Sagrario del mismo modo como arden
ante esta adorable presencia las luces que la fe nos pide encender no sólo para disipar las tinieblas del recinto sino para
iluminar las oscuridades de cada corazón.
17 Cfr. Lucas 10, 38-42 o Juan 13,3.
27
Delante de Jesús que se ha quedado para escucharnos, está
entonces el mundo entero. La indiferencia de muchos queda
compensada por la piedad de tantos que buscan, junto al Sagrario, un nuevo aliento para llevar al mundo una palabra de
consuelo, una voz de alegría, un mensaje de reconciliación y
de paz.
Pongamos en la presencia del Señor la vida humana toda,
los conflictos del mundo en el que vivimos han puesto en
juego la dignidad de la vida, ya amenazándola en su origen,
ya condenándola en su final. Jesús dijo que era la vida del
mundo y al encarnarse asumió todo lo nuestro, menos el pecado, para enseñarnos en la humildad de Belén, a nacer en
la ternura de unos brazos que le esperaron con amor, para
enseñarnos en la cruz a entregarla con amor y a dignificar
cada instante.
En esta noche supliquemos paz para tos, serenidad para
quienes gobiernan los pueblos, clemencia para quienes poseen la autoridad, concordia de corazones para que cesen los
conflictos, misericordia para cubrir con el perdón las injurias
que destruyen.
En el año de la Misericordia, pidamos para que la Iglesia sea
servidora fiel del amor de Dios en medio de un mundo desconsolado y sin luces para vivir.
Que el Señor desde el Sagrario acompañe a los que sufren y
consuele a los que experimentan de modo singular la soledad
y la tristeza.
Oremos, con amor, en silencio.
Se propone ahora un momento de oración silenciosa.
2. Oración por la Iglesia
En el año de la Misericordia, no olvidemos que el pan de la
vida es el alimento de la Iglesia, es amor que se hace consuelo
para el pueblo santo que Dios ha puesto en medio del mundo
como fermento de amor y de paz.
28
San Juan Pablo II, decía18:
Mane nobiscum, Domine! Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús: quédate con nosotros!
Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las
sombras de la noche. Ampáranos en el cansancio, perdona
nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien.
Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias
y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y
a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad.
En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”:
danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar
sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando
siempre hacia la meta de la vida sin fin. Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros!”.
También nosotros esta noche hacemos nuestras las palabras de San Juan Pablo II, también nosotros ahora, como los
peregrinos de Emaús a los que volveremos a encontrar el domingo cuando caiga la tarde, le suplicamos al Señor que se
quede. Mejor, le recordamos que ya se ha quedado con nosotros en esta tarde también sublime, en esta vigilia del memorial de su muerte, en esta hora que evoca su paso dramático
por las calles de la Ciudad Santa llevado “como cordero al
matadero”( Isaías 53) por “una jauría de mastines”(Salmo 21).
Más en esta ocasión retomamos las categorías de personas
que componen la Iglesia, sí, esta comunidad extendida por el
mundo, esta familia inmensa de creyentes que aguardan que
cesen las duras luchas en las que sobreviven tantos hermanos, esta familia de hijos que escucha, a veces con una rara
indiferencia, el clamor de quienes tras su última comunión,
han hecho suyas las palabras de un bellísimo y dramático
canto19 que dice:
18 San Juan Pablo II, Final de la Inauguración del Año de la Eucaristía, 2004
19 Canto de Luis Iruarrízaga, que entonaban los Mártires Claretianos cercano el
día de su inmolación en la estación Fernán Caballero, en España.
29
Quédate, buen Jesús, que anochece y se apaga la fe;
que las sombras avanzan, Dios mío, y el mundo no ve.
Quédate, por piedad, no te vayas, porque Tú eres amor,.
y una nube derrama en mi mente su tul de dolor, su tul de
dolor.
Quédate con nosotros tus hijos
¡Oh divino Jesús! te decimos lo mismo que un día los dos
de Emaús; no te vayas, Jesús que anochece y se apaga la fe,
que las sombras avanzan, Dios mío, y el mundo no ve.
Con vosotros me quedo, las sombras tendiéndose van; ¡ay
por siempre!
¡ay de aquel que no crea! ¡ay de aquel que no crea! al partir
yo el pan.
Es este el sentimiento de esta noche en la Iglesia, en la familia de Dios, en la Viña que el Padre cultiva y a la que hemos
de estar unidos en la fe, esta es la palabra de esperanza con la
que queremos permanecer en medio de la noche, para mirar
en Jesús la luz de la verdad, el consuelo del perdón y sobre
todo su constante pastoreo para el Rebaño que El mismo redime con su entrega amorosa.
Por eso es más que propicio guardar en el corazón mismo
del Señor todas las esperanzas del pueblo santo que en esta
noche le mira en silencio, le adora con fe.
Ante todo queremos que el Amor de los Amores que mora
en el misterio del altar haga llegar su sombra amorosa al
Papa, al Colegio de los Obispos que, en comunión con él apacientan el inmenso rebaño del Señor. Que la misericordia cubra a cuantos acompañan el pueblo santo.
◊ Que esta gracia acompañe también a cada uno de los
que, en todo el mundo, proclaman con la vida misma su
fe.
◊ Que la presencia amorosa de Jesús en la Eucaristía sea
el sustento de cuantos avanzan por el mundo inmersos
en el sufrimiento, en el dolor de la enfermedad, en la
soledad, en la incomprensión.
30
◊ Que la luz de la esperanza que irradia este Tabernáculo,
fuente de vida y de paz, ilumine el camino de los Misioneros y Misioneras.
◊ Que el “amor de los amores” haga florecer en el mundo
la semilla de la paz tan deseada.
En el año de la misericordia, pidamos que este milagro de
amor que es la Eucaristía, haga brotar en todos los corazones
la bondad, la verdad y la belleza de una fe sencilla y noble
que pueda trazar caminos de esperanza y que pueda hacer
vibrar el mundo con el ritmo inconfundible de la caridad que
es misericordia, reconciliación y paz para todos.
Se puede hacer una pausa de silencio.
Conclusión
Con el himno de la Liturgia de las Horas del día del Cuerpo
y la Sangre del Señor, hagamos nuestra esta “noche santa” y
recordemos con fe:
Aquella noche santa, te nos quedaste nuestro, con angustia
tu vida,
sin heridas tu cuerpo.
Te nos quedaste vivo, porque ibas a ser muerto; porque iban
a romperte,
te nos quedaste entero. Gota a gota tu sangre, grano a grano
tu cuerpo:
un lagar y un molino en dos trozos de leño.
Aquella noche santa, te nos quedaste nuestro.
Te nos quedaste todo: amor y sacramento,
ternura prodigiosa, todo en ti, tierra y cielo.
Te quedaste conciso, te escondiste concreto,
nada para el sentido, todo para el misterio.
Aquella noche santa, te nos quedaste nuestro.
Vino de sed herida, trigo de pan hambriento,
31
toda tu hambre cercana, tú, blancura de fuego.
En este frío del hombre y en su labio reseco,
aquella noche santa, te nos quedaste nuestro.
Te adoro, Cristo oculto, te adoro, trigo tierno. Amén.
Bendito, alabado y adorado sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
R. Sea para siempre bendito y alabado.
32
VIERNES SANTO
VIA CRUCIS
Nos enseña el Directorio sobre la Piedad Popular y la liturgia en el Número 135:
El Vía Crucis es un camino trazado por el Espíritu Santo, fuego divino que ardía en el pecho de Cristo (cfr. Lucas 12,49-50) y lo impulsó hasta el Calvario; es un camino
amado por la Iglesia, que ha conservado la memoria viva
de las palabras y de los acontecimientos de los último días
de su Esposo y Señor.
En el ejercicio de piedad del Vía Crucis confluyen también diversas expresiones características de la espiritualidad cristiana: la comprensión de la vida como camino o
peregrinación; como paso, a través del misterio de la Cruz,
del exilio terreno a la patria celeste; el deseo de conformarse profundamente con la Pasión de Cristo; las exigencias
de la sequela Christi, según la cual el discípulo debe caminar detrás del Maestro, llevando cada día su propia cruz
(cfr. Lucas 9,23)
Movidos por esta enseñanza, en el Año de la Misericordia
nuestro camino de la Cruz acompaña la alegría con la que
la Iglesia ha ofrecido los signos del amor misericordioso a
cuantos comparten los sufrimientos de Jesús en su camino
al Calvario.
En cada estación, además del texto sagrado que la ilumina,
tras una sencilla consideración de las bondades de Dios, en
una plegaria ofrecemos al Señor nuestro deseo de ser misericordiosos. El testimonio de algunos santos, escogidos de
distintos lugares y de distintas experiencias, nos ayudarán a
concretar el amor de Dios que se nos dio plenamente en el
Sacrificio Pascual de Cristo.
Pbro. Diego Alberto Uribe Castrillón20
20 El autor de este texto para la Via Crucis dedica sus líneas A Nuestro Salvador
cuya Misericordia se retrata y refleja en la antigua imagen de su Caída tras la
flagelación como se venera en Girardota. Antioquia, Colombia y que es carísima
a su corazón.
33
VIA CRUCIS
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
R. Amén.
Te adoramos, oh Cristo y te bendecimos.
R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.
En aquel tiempo Jesús le dijo a Felipe: Ha llegado la
hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado. En verdad, en verdad os digo que si el grano de trigo no cae
en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, produce
mucho fruto. El que ama su vida la pierde; y el que aborrece su vida en este mundo, la conservará para vida
eterna. Si alguno me sirve, que me siga; y donde yo estoy, allí también estará mi servidor; si alguno me sirve,
el Padre lo honrará. Ahora mi alma se ha angustiado;
y ¿qué diré: “Padre, sálvame de esta hora”? Pero para
esto he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo: Y le he glorificado, y de
nuevo le glorificaré.
El camino de la Cruz en el Año de la Misericordia, nos ha
de permitir ver en el amor de Jesús las expresiones más claras de la vida y de la paz que necesitamos, la manifestación
efectiva del amor que salva, la expresión clara y evidente de
la proporción del amor Divino.
Condenado injustamente, hace que se cumpla la profecía
con la que la voz de Isaías anunció los dolores de uno al que
llamó Siervo: “…cargó con nuestros dolores, y nosotros lo
tuvimos por castigado de Dios, herido y humillado. Pero él
fue traspasado por nuestras iniquidades, molido por nuestros pecados” (Isaías 53, 4-5).
Avancemos también nosotros. Aprendamos a ser “misericordiosos como el Padre” cómo nos lo ha enseñado Jesús.
Muchas vidas se han unido a este camino en la larga historia
de la Iglesia, mostrándonos cómo se puede seguir al Maestro,
como se puede acompañar su camino, como se puede ganar
la gloria a la que llega Jesús.
34
Algunos santos, Maestros en el amor Misericordioso, nos
recordarán cómo se concreta el amor que salva. La Madre,
como lo hizo hace casi dos mil años, estará muy cerca, para
recordarnos el secreto de este camino de esperanza: “haced
lo que Él diga” (Juan 2, 5).
35
I ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte
Del Evangelio según San Marcos. 14, 14-15
¡Pero ellos gritaron con más fuerza: “ Crucifícale!”
Pilatos, entonces, queriendo complacer a la gente,
les soltó a Barrabás y entregó a Jesús, después de azotarle,
para que fuera crucificado.
Meditación
Los discípulos de Jesús somos constructores del Reino que
El mismo puso en nuestras manos. Un reino que no se parece
en nada al que tantos buscan implantar en el mundo. En esta
estación nuestro Rey coronado de espinas comparece ante la
iniquidad de un tribunal humano acusado por algunos que
no entendieron el mensaje que proponía un nuevo orden de
cosas que solo es posible cuando se vive en el amor, en la
generosidad, en la verdad.
Señor de la Sentencia
En una humanidad desgarrada por la Injusticia y el desamor, nosotros tus discípulos queremos construir contigo un
Reino de vida y de esperanza. Danos la alegría de poder mostrar con nuestras obras aquella vida nueva que nos anuncias,
aquella verdad que Pilatos no alcanzó a descubrir en tu rostro cubierto de dolor, aquella luz que surge de tu corona de
espinas, la única corona que tiene el poder de sanar, de redimir, de hacer más justa y noble la vida. Amén.
En el año de la Misericordia, pidamos para que el amor con
el que Dios nos entregó su mismo corazón, haga de cuantos
tienen la tarea de gobernar los pueblos, los administradores
de la verdadera justicia y los constructores de la verdadera
reconciliación. Con Santo Tomás Moro, servidor justo y fiel,
pidamos para el mundo entero que podamos ser Misericordiosos como el Padre. Amén.
Padre nuestro. Ave María.
36
Canto
Por mí, Señor inclinas
El cuello a la sentencia,
Que a tanto la clemencia
pudo llegar de Dios
Oye el pregón, oh Madre,
llevado por el viento
Y al doloroso acento,
Ven del amado en pos.21
OH PRINCIPE ABSOLUTO DE LOS SIGLOS22
Oh Príncipe absoluto de los siglos,
oh Jesucristo, Rey de las naciones:
te confesamos árbitro supremo de las mentes y de los corazones.
Oh Jesucristo, Príncipe pacífico,
somete a los espíritus rebeldes,
y haz que encuentren
rumbo los perdidos,
y que en un solo aprisco
se congreguen.
Para eso pendes
de una cruz sangrienta
y abres en ella tus divinos brazos;
para eso muestras
en tu pecho herido
tu ardiente corazón atravesado.
Glorificado seas, Jesucristo,
que repartes los cetros de la tierra;
y que contigo y con tu eterno Padre
glorificado el Espíritu sea.
Amén.
21 Vidal. Vía Crucis, Este canto piadoso está enraizado definitivamente en la
tradición colombiana.
22 La mayoria de los Himnos que acompañan esta Via Crucis han sido tomados
del Himnario de la Liturgia de las Horas de España.
37
II ESTACIÓN
Jesús toma la Cruz
Del Evangelio según San Marcos. 14, 20
Cuando se hubieron burlado de él, le quitaron la púrpura,
le pusieron sus ropas y le sacan fuera
para crucificarle.
Meditación
Se acercan a Jesús sus verdugos y le ofrecen un madero
dramático en el que han cruzado dos trozos de leño. Para
nosotros, más que un tormento ese madero es la bandera del
Rey, de nuestro Rey. Todos los reinos humanos tienen bandera, la izan victoriosos como señal de posesión, juran por ella,
la defienden, la veneran. Ahora, en el camino doloroso que
conduce hasta el Gólgota, le es ofrecida a Jesús una Bandera,
es la bandera discutida que anunció Simeón (cfr. Lucas 2, 35).
Jesús la besa, se abraza a ella y la toma sobre sus hombros
para marcar con ella el camino de la Iglesia, para enarbolarla
como los héroes en la cima del monte, indicando su victoria.
Oh Cruz fiel
En esta humanidad que ve marcados sus caminos por las
cruces con las que se señala el dolor de tantas violencias,
ayúdanos a entender que eres la escala por la que se alcanza
la vida, eres la tabla de salvación que nos regala el cielo, eres
la mano tendida que rescata al hombre, eres la bandera del
Rey, la que se viste de luz para indicar al mundo el triunfo
del amor. Con Jesús te recibimos para llevarte como señal de
la Victoria del Rey que en ti venció el poder del pecado y de
la muerte.
En el año de la Misericordia, pidamos la alegría de poder
llevar con amor no sólo nuestra propia cruz sino la cruz de
todos los que sufren y esperan el aliento de nuestras acciones de amor y de esperanza. Con San Pedro Claver, Esclavo
de los Esclavos, pidamos la gracia del amor solidario para
que seamos Misericordiosos como el Padre. Amén.
Padre nuestro. Ave maría.
38
Canto
Esconde, Justo Padre,
La espada de tu ira
Y al monte humilde mira
Subir el Dulce Bien
Y tú, Señora gime,
cual tórtola inocente
Que tu gemir clemente
le amansará también.
En la cruz está la vida y el consuelo
y ella sola es el camino para el cielo.
En la cruz está el Señor
de cielo y tierra,
y el gozar de mucha paz,
aunque haya guerra;
todos los males destierra en este suelo,
y ella sola es el camino para el cielo.
Hermano, toma la cruz,
con gran consuelo,
que ella sola es
el camino para el cielo.
El alma que a Dios está toda rendida,
y muy de veras del mundo desasida,
la cruz le es árbol de vida
y de consuelo, y un camino deleitoso para el cielo.
Después que se puso en cruz
el Salvador, en la cruz está la gloria y el amor,
y en el padecer dolor vida y consuelo,
y el camino más seguro para el cielo
39
III ESTACIÓN
La primera caída
Del libro del Profeta Isaías. 53, 6
El soportó el castigo que nos trae la paz,
y con sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros como ovejas erramos, cada uno marchó
por su camino, Dios descargó sobre él la culpa de todos
nosotros.
Meditación
Puede parecer a muchos que aquí se humilla y se aplasta un
hombre, pero para nosotros aquí se levanta la humanidad.
Jesús se hizo de tal modo solidario con la humanidad, que no
esquivo llegar incluso hasta el dolor mismo con tal de levantar al hombre y de hacerle recobrar su dignidad y su esperanza. La Primera Caída de Jesús en su camino recuerda aquella
vez primera en la que la humanidad se alejó del amor de Dios
y evoca la ternura con la que el Dueño de la vida, rescató a su
pueblo y le devolvió la esperanza.
Jesús Caído
Cuántos te han buscado en tus santuarios, sedientos de
vida, de esperanza, de paz. Vuelve a levantarte que el camino
es largo, levanta contigo a cuantos hemos caído, tiéndenos
tu mano amiga para que nosotros, tus discípulos, podamos
ser misioneros de esperanza y levantar el corazón de quienes
han perdido la confianza y la alegría. Haz que podamos ser
ministros de la Reconciliación que restaura y salva, que hace
posible el reencuentro de los hermanos.
En el año de la Misericordia, pidamos la alegría que llena el corazón de tantos creyentes que, en distintos lugares,
han decidido tender su mano de bondad para levantar a los
caídos. Con San Damián de Molokai, sintamos el gozo de
entregarnos al que sufre con amor para que seamos Misericordiosos como el Padre. Amén.
Padre nuestro. Ave María.
40
Canto
Oh pecador ingrato,
ves a tu Dios caído
Ven a llorar herido
de contrición aquí
Levántame a tus brazos,
oh bondadoso padre,
Ve de la tierna Madre,
llanto correr por mí.
MI CRISTO
Mi Cristo, tú no tienes
la lóbrega mirada de la muerte.
Tus ojos no se cierran:
son agua limpia donde puedo verme.
Mi Cristo, tú no puedes
cicatrizar la llaga del costado:
un corazón tras ella
noches y días me estará esperando.
Mi Cristo, tú conoces
la intimidad oculta de mi vida.
Tú sabes mis secretos:
te los voy confesando día a día.
Mi Cristo, tú aleteas
con los brazos unidos al madero.
¡Oh valor que convida
a levantarse puro sobre el suelo!
Mi Cristo, tú sonríes
cuando te hieren, sordas, las espinas.
Si mi cabeza hierve,
haz, Señor, que te mire y te sonría.
Mi Cristo, tú que esperas
mi último beso darte ante la tumba.
También mi joven beso
descansa en ti de la incesante lucha. Amén.
41
IV ESTACIÓN
La Madre del Señor
Del Evangelio según San Lucas. 2, 34-35.51
Simeón les bendijo y dijo a María, su madre:
“ Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel,
y para ser señal de contradicción ¡y a ti misma una espada te
atravesará el alma! - a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones. “...Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón.
Meditación
La vía dolorosa es cruzada por varios y misteriosos caminos, entre ellos el de María, la Madre, la que, según la tradición espera a Jesús con el corazón transido de dolor. Es
en la vida de María donde mejor se ha realizado el plan de
Dios, aceptado y recibido por ella sabiendo que en la voluntad divina estaba también esta espada de la que nos hablaba
San Lucas hace un instante. En la Madre leemos también la
figura de la Iglesia, la de una comunidad que es familia. Ella
se hace caminante con los discípulos de Jesús y llora con los
sufrimientos de todos, porque todos somos la espada que
traspasa su corazón. Que Colombia, siempre fiel al amor de
María, pueda encontrar con su ayuda caminos de paz y de
esperanza.
Jesús, Hijo de María Virgen
Te encuentras con tu Madre y nuestra Madre y recibes de su
corazón el aliento y la fuerza necesaria para seguir tu camino. Ella viene a ti con la misma ternura con la que te arrulló
en Belén y te consoló en Nazaret. Haz que aprendamos a reconocer en la Inmaculada Dolorosa, la fe que necesitamos tus
discípulos para seguir anunciando la esperanza como María,
la Hija de Sion, y danos el gozo de sentir que Ella, la Madre,
nos abraza también a nosotros en el camino de la vida.
En el año de la Misericordia, pidamos la alegría de saber
que la Madre de Jesús nos ha hecho sus hijos y que, entregados como ella a la Gloria de Dios, podamos servir a todos
con alegría y anunciar la paz y la esperanza a todos. Con San
Juan Pablo Segundo, Papa, imploremos la dicha de ser “de
42
María” para que con ella podamos ser Misericordiosos como
el Padre. Amén.
Padre nuestro. Ave María.
Canto
Cercadla, Serafines,
no caiga en desaliento,
No muera en el tormento
la rosa virginal
Oh acero riguroso,
deja su pecho amante,
Vuélvete a mi cortante
que soy el criminal.
¡Virgen de vírgenes santas!,
llore yo con ansias tantas
que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte
tenga en mi alma de suerte
que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore
y que en ella viva y more
de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda
y contigo me defienda
en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte
de Cristo, cuando en tan fuerte
trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma
el cuerpo vaya mi alma
a su eterna gloria.
Amén.
43
V ESTACIÓN
Jesús y el Cireneo
Lectura del Evangelio según San Marcos. 15, 21-22
Y obligaron a uno que pasaba, a Simón de Cirene, que volvía del campo, el padre de Alejandro y de Rufo,
a que llevara su cruz.
Le conducen al lugar del Gólgota,
que quiere decir: Calvario
Meditación
Simón de Cirene, si somos exactos, sería el primer discípulo de verdad. Se hizo discípulo en un encuentro dramático
y pudo hacer realidad aquello que dijo Jesús: “Quien quiera seguirme que tome su cruz” (Lucas 9,23). Hoy, a casi dos
mil años de distancia, sigue vivo en nosotros el recuerdo de
un extranjero, venido de Cirene, que luego contó a sus hijos
Alejandro y Rufo, la maravillosa experiencia que cambió su
vida: supo ser solidario con el dolor y aprendió con dolor a
llevar la cruz de otro que resultó ser, no solo el Salvador del
Mundo, sino también Señor de la Historia. Por esto, en ese
camino doloroso, en Simón de Cirene encontramos también
nosotros un amigo nuevo que aprendió a llevar la cruz y que
nos quiere invitar a seguir al que carga con nuestros dolores.
Señor Jesús
Por los méritos de tantos que como tú amigo Simón de Cirene han hecho suyas las cruces de todos, ayúdanos a trabajar
con amor por los otros, a tender nuestras manos al que padece, a ofrecer nuestro corazón al que llora, a ser hermanos del
que camina en soledad llevando la cruz de sus dolores.
En el año de la Misericordia, pidamos la dicha de saber
seguir los pasos de Jesús con amor. Aprendamos a amar con
generosidad, aprendamos a descubrir mil formas de acudir
al servicio de los que nos necesitan. Con san Vicente de Paul,
busquemos la renovación de la caridad para que podamos ser
Misericordiosos como el Padre. Amén.
Padre nuestro, Ave María.
44
Canto
Toma la cruz preciosa
me está el deber clamando
Tan generoso cuando
delante va el Señor,
Voy a seguir constante
las huellas de mi Dueño,
Manténgame el empeño,
Señora, tu favor.
PASTOR, QUE CON TUS SILBOS AMOROSOS
Pastor, que con tus silbos amorosos
me despertaste del profundo sueño,
tú me hiciste cayado de este leño
en que tiendes los brazos poderosos.
Vuelve los ojos a mi fe piadosos,
pues te confieso por mi amor y dueño,
y la palabra de seguir empeño
tus dulces silbos y tus pies hermosos.
Oye, Pastor, que por amores mueres,
no te espante el rigor de mis pecados,
pues tan amigo de rendidos eres,
espera, pues, y escucha mis cuidados.
Pero ¿Cómo te digo que me esperes,
si estás, para esperar, los pies clavados?
Amén.
45
VI ESTACIÓN
La Verónica
Lectura del Libro del profeta Isaías 53, 2-3
No tenía apariencia ni presencia;
(le vimos) y no tenía aspecto
que pudiésemos estimar.
Despreciable y desecho de hombres,
varón de dolores y sabedor de dolencias,
como uno ante quien se oculta el rostro.
Meditación
Una mujer, dice la tradición, sale al encuentro del Señor
en el camino hacia el Calvario. Ha visto en su crudeza todo
el dolor del Señor de la vida, que en su rostro ha decidido
asumir los muchos rostros del dolor, de la violencia, de la
muerte. Dicen que Jesús le regaló, impresa en su alma misma,
una imagen que, como extraño misterio no muestra enojo,
no revela venganza, solo irradia amor e inspira compasión.
Es la imagen del Siervo doliente la que devuelve la paz. La
violencia humana solo es vencida por un acto de amor, sin
amarguras, sin resentimientos, es decir, una mujer que sale al
camino, es la vencedora de tantas violencias, porque se hizo
misericordia y se llevó como premio el rostro agradecido del
Rey de la Gloria.
Cristo, Santa faz de Cristo
Que un día en la gloria podamos verte, pero porque primero
sentimos que también estabas en el rostro de tus discípulos,
los que sufren, los que lloran, los que mueren. Tú nos has
prometido dejarnos ver tu rostro, danos la alegría de mirar
tu hermosura doliente y de poder socorrer con misericordia
a los que nos hacen ver tu rostro a cada paso del camino.
Danos el gozo de sembrar en los corazones la esperanza, danos la dicha de ver sonreír a cuantos padecen el rigor de la
violencia. Amén.
En el año de la Misericordia, pidamos la gracia de ver en
el rostro de todos el rostro de Dios, pidamos la fe necesaria
para lavar la faz doliente del hermano con el bálsamo de la
alegría y de la esperanza. Que Santa Isabel de Hungría, nos
46
ayude a acercarnos al dolor humano para que seamos Misericordiosos como el Padre.
Padre Nuestro. Ave María.
Canto
Tu imagen, Padre mío,
ensangrentada y viva
Mi corazón reciba,
sellada con la fe
Oh, reina de tu mano,
imprímela en mi alma
Y a la gloriosa palma
contigo subiré.
QUE TENGO YO QUE MI AMISTAD PROCURAS.
¿Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue,
Jesús mío, que a mi puerta, cubierto de rocío,
pasas las noches
del invierno a oscuras?
¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!; ¡qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
Cuantas veces el ángel me decía:
“Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuanto amor llamar porfía”!
¡Y cuántas, hermosura soberana:
“Mañana le abriremos”, respondía,
para lo mismo responder mañana!
47
VII ESTACIÓN
La segunda caída
Del Libro de las Lamentaciones 3, 1-2. 9. 16
El hombre que ha visto la miseria bajo el látigo de su furor.
Él me ha llevado y me ha hecho caminar
en tinieblas y sin luz...
Ha cercado mis caminos con piedras sillares, ha torcido
mis senderos...Ha quebrado mis dientes
con guijarro, me ha revolcado en la ceniza.
Meditación
Otra vez la caída. Si la primera recordaba las infidelidades
de otro tiempo, la segunda nos presenta al hombre de hoy segunda vez postrado bajo el peso de tanto dolor, de tanto desprecio por la ley divina del amor. Jesús humildemente baja
hasta el dolor del mundo otra vez, mil veces más. No dejará
de hacerlo porque sabe que nosotros, sus discípulos, tropezamos y caemos, olvidamos la misericordia y reincidimos en
nuestras infidelidades. Necesitamos levantarnos nuevamente, volver al camino, recobrar la dignidad, sentir el amor de
Dios.
Jesús caído
Te dicen las plegarias humildes que eres el Caído que levantas los caídos. Tiéndenos tu mano una vez más, no olvides
cuánto necesitamos la fuerza del Espíritu para no volver a
caer. Enséñanos a encontrar en el corazón de la Iglesia, tu
legado de amor y de misericordia, ayúdanos a alzar el vuelo
hacia la grandeza del amor de Dios que tú nos revelas. Haz
que esta gran familia de creyentes sea la garante de un espacio de reconciliación para el mundo entero. Amén.
En el Año de la Misericordia, pidamos la gracia de ser apoyo y fortaleza para tantos caídos y que el amor con el que
San Juan Bosco tendió la mano a la Juventud dispersa y descarriada, nos ayude a ser también nosotros misericordiosos
como el Padre.
Padre nuestro. Ave María.
48
Canto
Yace el divino dueño
Segunda vez postrado.
Deteste yo el pecado,
Herido en contrición.
Oh Virgen, pide amante,
Que borre tanta ofensa,
Misericordia inmensa
Pródiga de perdón.
Dios es fiel
guarda siempre su alianza,
libera al pueblo de toda esclavitud,
su palabra resuena en los profetas,
reclamando el bien y la virtud.
Pueblo en marcha
por el desierto ardiente,
horizontes de paz y libertad,
asamblea de Dios, eterna fiesta,
tierra nueva, perenne heredad.
Si al mirar
hacia atrás somos tentados
de volver al Egipto seductor,
el Espíritu empuja con su fuerza
a avanzar por la vía del amor.
El maná
es un don que Dios envía,
pero el pan hoy se cuece con sudor,
leche y miel nos dará la tierra nueva,
si el trabajo es fecundo y redentor.
Y Jesús
nos dará en el calvario
su lección “hágase tu voluntad”,
y su sangre, vertida por nosotros,
será el precio de nuestra libertad
49
VIII ESTACIÓN
Las mujeres de Jerusalén
Del Evangelio según San Lucas 23, 28-31
Jesús, volviéndose a ellas, dijo:
“Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí;
llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
Porque llegarán días en que se dirá:
¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron
y los pechos que no criaron! Entonces se pondrán a decir
a los montes: ¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos! Porque si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué
se hará?”
Meditación
Siempre en el discurrir de la Historia, estarán ellas, las mujeres fieles, las que por ser madres, hermanas, hijas, amigas,
jamás defraudan, nunca vacilan, tienen la fuerza y la entereza
necesarias para asumir la vida con decisión y amor. Por eso
están también junto a Jesús, haciendo gala de una fidelidad
que ni siquiera pudieron vivir sus apóstoles más cercanos.
Jesús las encuentra en su vía dolorosa y les prodigará una
mirada de amor agradecido que las hace discípulas misioneras, modelos de fe, de esperanza y amor de verdad. También
entre nosotros hemos encontrado el valor de tantas mujeres
servidoras de la paz, consagradas, catequistas, maestras, madres. Que entendamos su misión y que recordemos que Ellas
son la cuna en la que nace la paz.
Jesús
Maestro bueno, que supiste asociar a tu camino la fidelidad
y la grandeza de la mujer, que las constituiste en privilegiados testigos de tu gloria, ayúdanos a seguir encontrando en
la dulzura de las mujeres de hoy la huella maravillosa del
amor que no vacila, el testimonio fiel de quienes, como madres, hermanas, hijas, amigas, serán siempre luz y consuelo
para el mundo.
En el año de la Misericordia, pidamos la intuición y la disponibilidad que distinguió a las santas Mujeres de todos los
tiempos y por la intercesión de Santa Laura Montoya, Misio50
nera, salgamos a los caminos del mundo a calmar la sed de
esperanza de tantos que sufren. Que podamos ser Misericordiosos como el Padre.
Padre nuestro. Ave María.
Canto
Matronas doloridas
Que al Justo lamentáis
Por qué si os lastimáis
La causa no llorar?
Y pues la cruz le dimos
Todos los delincuentes,}
Broten los ojos fuentes
De angustia y de dolor.
Nada te turbe,
Nada te espante,
todo se pasa,
Dios no se muda
La paciencia
todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta,
sólo Dios basta.
51
IX ESTACIÓN
La tercera caída
Del Libro de las Lamentaciones 3, 27-32
Bueno es para el hombre soportar el yugo desde su juventud.
Que se siente solitario y silencioso, cuando el Señor se lo impone; que ponga su boca en el polvo:
quizá haya esperanza; que tienda la mejilla a quien lo hiere,
que se harte de oprobios. Porque no desecha para siempre...
si llega a afligir, se apiada luego según su inmenso amor;
Meditación
La tercera caída de Jesús es también la tercera oportunidad
que se nos da de reconsiderar nuestra vida y descubrir que
Dios no cesa en su amor y que su misericordia es constante
invitación a vivir rectamente, con corazón puro, lejos de las
trampas que nos tiende el mundo. Jesús se acerca al final de
su doloroso camino, pero la humanidad prosigue esta marcha. Sin embargo ahora el camino se aligera, porque Jesús
nos seguirá mostrando a quienes queremos ser sus discípulos que nuestra tarea será, desde ahora levantar del polvo
al desvalido, tender nuestra mano solidaria al que ha caído,
para que todos recuperen la dignidad que Cristo nos conquistó con su entrega.
Señor Caído
Vuelve hacia el dolor del mundo tu luminoso rostro lleno
de misericordia, para que tengamos el valor que seguir nuestro camino con el corazón fortalecido por el amor providente que nos reconcilia con el Padre. Que esta humanidad que
tantas veces se ha postrado ante las muchas imágenes que
retratan tu dolor pueda comprometerse en una verdadera experiencia de Reconciliación que devuelva la esperanza y la
paz a todos. Amén.
Padre nuestro. Ave María.
En el año de la Misericordia, pidamos la fuerza y la alegría
con la que los Santos se comprometieron en el rescate de los
que sufren y que con su ministerio ofrecieron la reconciliación y el perdón a tantos hermanos. Que San Pío de Pietralci52
na nos ayude a seguir ofreciendo el amor y el perdón y a ser
Misericordiosos como el Padre.
Canto
Al suelo derribado
tercera vez el fuerte
Nos alza de la muerte
a la inmortal salud
Mortales que otro exceso
pedimos de clemencia
No más indiferencia,
no más ingratitud.
AMO; SEÑOR
Amo, Señor, tus sendas, y me es suave la carga
(la llevaron tus hombros) que en mis hombros pusiste;
pero a veces encuentro que la jornada es larga,
que el cielo ante mis ojos de tinieblas se viste,
que el agua del camino es amarga..., es amarga,
que se enfría este ardiente corazón que me diste;
y una sombría y honda desolación me embarga,
y siento el alma triste hasta la muerte triste...
El espíritu débil y la carne cobarde,
lo mismo que el cansado labriego, por la tarde,
de la dura fatiga quisiera reposar...
Mas entonces me miras..., y se llena de estrellas,
Señor, la oscura noche; y detrás de tus huellas,
con la cruz que llevaste, me es dulce caminar
53
X ESTACIÓN
El despojo de las vestiduras
Del Evangelio según San Marcos. 15, 24
Le crucifican y se reparten sus vestidos,
echando a suertes a ver qué se llevaba cada uno.
Meditación
Jesús nos muestra aquí el dolor de tantos seres humanos a
los que el mundo les ha arrancado a girones sus esperanzas,
sus deseos de vivir, su dignidad. Los discípulos misioneros
del Señor hemos de asumir la tarea de cubrir el despojo de
la humanidad con el vestido nuevo de la esperanza, con las
vestiduras luminosas del amor que perdona, sana, redime y
comunica vida, para que cada ser humano, cada persona que
habita en este mundo sienta cómo es el amor de Dios el que
restaura de verdad la vida, haciendo de todo ser humano un
santuario de vida y de paz.
Jesús despojado
Todo lo has entregado y luces ante el mundo vestido de rey
con la púrpura gloriosa de tu sangre. Que ese amor inmolado
nos renueve y que, vestidos con la gracia de tu amor, seamos capaces de cubrir con misericordia a cuantos sufren y a
cuantos todo lo esperan de quienes hemos decidido ser tus
discípulos. Que nosotros podamos cubrir con el manto de la
misericordia a cuantos sufren, que podamos trazar caminos
de reconciliación para todos. Amén.
En el Año de la Misericordia, pidamos la decisión y el coraje necesarios para cubrir la vida desolada y triste de tantos
despojados de su dignidad. Que San Martín de Tours nos
enseñe a arropar con el amor y la esperanza a los que sufren
y a ser Misericordiosos como el Padre.
Padre Nuestro. Ave María.
54
Canto.
Tú bañas, Rey de gloria,
los cielos en dulzura
Quien te afligió, hermosura,
dándote amarga hiel?
Retorno a tal fineza
la ingratitud pedía,
Cese, ya , Madre mía,
de ser mi pecho infiel.
JESÚS DE MARÍA CORDERO SANTO
Jesús de María, Cordero Santo,
pues miro vuestra sangre,
mirad mi llanto.
¿Cómo estáis de esta suerte,
decid, Cordero casto,
pues, naciendo tan limpio,
de sangre estáis manchado?
La piel divina os quitan
las sacrílegas manos,
no digo de los hombres,
pues fueron mis pecados.
Bien sé, Pastor divino,
que estáis subido en lo alto,
para llamar con silbos
tan perdido ganado.
55
XI ESTACIÓN
Jesús clavado a la cruz
Del Evangelio según San Marcos. 15, 25-27
Era la hora tercia cuando le crucificaron.
Y estaba puesta la inscripción de la causa de su condena:
“ El Rey de los judíos. “Con él crucificaron a dos salteadores,
uno a su derecha y otro a su izquierda.
Meditación
Se alza ahora sobre el mundo la única bandera que une y da
identidad: Jesús elevado sobre todo, vencedor aunque parezca vencido, triunfador, aunque michos piensen que ha sido
derrotado. Según su promesa, es ahora cuando atrae a todos,
cuando se revela en su grandeza todo el poder del amor, cuando sus brazos abiertos trazan sobre el mundo la señal del perdón y de la paz. Ahora están unidos Cristo y Cruz de un modo
tan pleno que no podrá entenderse nunca al Rey sin su trono
y al trono sin su Rey. En este instante vemos los discípulos
del Maestro como se inicia el único reinado que atraviesa los
siglos porque se apoya en el amor y en la entrega verdadera.
Todo lo demás pasa, Jesús será desde ahora todo para todos.
Rey Crucificado
Extiende por el mundo tu reino de salvación. Cosido al madero danos la libertad, la vida, la paz. Que tus brazos extendidos reúnan el rebaño, que tu corazón se abra para que en
el tengan cabida todas las ovejas que el pecado dispersó y
en ti podamos ser un solo rebaño bajo un mismo pastor, un
solo reino a la sombra redentora de tu cruz, que Colombia,
animada por tus discípulos misioneros siga construyendo el
puente de la reconciliación que una, como lo hiciste en la
cruz, el cielo y la tierra, en un abrazo de paz y de esperanza.
En el año de la Misericordia, pidamos la voluntad para hacer de la Cruz salvadora del Señor la bandera que señale el
camino de la esperanza y de la paz a tantos crucificados por
el odio y por las persecuciones. Que San Pablo Miki y su compañeros mártires nos enseñen a anunciar desde la cruz la
urgencia de ser Misericordiosos como el Padre.
56
Padre Nuestro. Ave María.
Canto.
El manantial divino
de sangre está corriendo
Ven pecador gimiendo,
ven a lavarte aquí
Misericordia imploro
al pie del leño Santo,
Virgen ,mi ruego y llanto,
acepte Dios por mí,
BRAZOS RÍGIDOS Y YERTOS,
por dos garfios traspasados,
que aquí estáis por mis pecados,
para recibirme abiertos,
para esperarme clavados.
Cuerpo llagado de amores,
yo te adoro y yo te sigo;
yo, Señor de los señores,
quiero partir tus dolores
subiendo a la cruz contigo.
Quiero en la vida seguirte
y por sus caminos irte
alabando y bendiciendo,
y bendecirte sufriendo
y muriendo bendecirte.
Que no ame la poquedad
de cosas que van y vienen;
que adore la austeridad
de estos sentires que tienen
sabores de eternidad;
que sienta una dulce herida
de ansia de amor desmedida;
que ame tu ciencia y tu luz;
57
que vaya, en fin, por la vida
como tú estás en la cruz:
de sangre los pies cubiertos,
llagados de amor las manos,
los ojos al mundo muertos
y los dos brazos abiertos
para todos mis hermanos.
Amén.
58
XII ESTACIÓN
La Muerte del Señor
Del Evangelio según San Marcos. 15, 33-34.37, 39
Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra
hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte
voz: “ Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní? “, que quiere decir - “ ¡Dios
mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado? “... Pero Jesús
lanzando un fuerte grito, expiró...Al ver el centurión, que
estaba frente a él, que había expirado de esa manera, dijo:
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.”
Meditación
En verdad este es el Hijo de Dios, dice el centurión y lo repite
la fe. Estamos ante el desconcertante misterio de Dios que se
revela de este modo y que nos anuncia en la muerte de su Hijo
hasta dónde puede llegar el amor, pues ya lo había dicho el
mismo Jesús: “¡Así amó Dios al mundo! Le dio al Hijo Único,
para que quien cree en él no se pierda, sino que tenga vida
eterna” (Juan 3,16). Cuando para muchos cesa la vida, para los
que creemos en Jesús esta hora nona es la hora del reinado
de Dios, es la hora en la que, gracias al amor redentor del Hijo
entregado por muchos, por todos, podemos decir de cada hermano: Verdaderamente este ser humano es hijo de Dios.
Cristo de la Expiración
Que admirable momento: nos has conquistado el amor del
Padre, nos has dado la ternura de una Madre, nos has reconciliado con todos, nos has dado la vida plena, nos ha hecho
hermanos y discípulos, nos has dado tu Espíritu. Gracias porque en el silencio sacrosanto que envuelve el Gólgota, todo
ha comenzado a ser nuevamente, todo ha sido creado para
siempre, todo se ha reconstruido cuando nos has reconciliado con el Padre.
En el año de la Misericordia, supliquemos la confianza
necesaria para encontrar en el costado abierto del Salvador,
la fuente inagotable de perdón y de esperanza. Que la ardiente piedad de Santa Gertrudis nos ayude a sentir el amor del
corazón de Cristo y a volver a acoger la palabra del Señor de
la gloria que nos invita a ser Misericordiosos como el Padre.
59
Padre Nuestro. Ave María.
Canto
Muere la vida nuestra,
Pendiente de un madero
Y yo cómo no muero
De angustia y de dolor,
Ay, casi no respira,
La triste Madre yerta,
Del cielo abrir la puerta,
Bien puedes ya, Señor
EN ESTA TARDE, CRISTO DEL CALVARIO
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mi todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor
es sólo la llave santa
de tu santa puerta. Amén.
60
XIII ESTACIÓN
Jesús bajado de la Cruz y en brazos de María
Del Evangelio según San Marcos. 15, 42-43. 46
Y ya al atardecer... vino José de Arimatea, miembro respetable del Consejo, que esperaba también el Reino de Dios,...
quien, comprando una sábana, lo descolgó de la cruz.
Meditación
Cómo nos representan José de Arimatea y Nicodemo. Cómo
estamos unidos a ellos quienes somos discípulos del Maestro
y queremos, como esos varones del tiempo de Jesús, seguirlo
buscando, ir por Él hasta la cruz, recogerlo y recibirlo en el
corazón, ir a llevarlo al mundo, contando a todos que el Señor de la vida nos ha conquistado la vida verdadera. Aquel
viernes estos hombres fueron hasta la montaña y recogieron
el cuerpo de Jesús. Ahora nosotros queremos ir al mundo a
recoger con amor el cuerpo de Cristo extendido por todos
los confines de este mundo, para reunirlo en la Iglesia, para
congregarlo en la comunión del mismo amor, para hacerlo
una familia, para que se nutra con el Pan de los hermanos y
se lance al mundo con la misión de llenarlo todo con el amor
de Dios.
Cristo en brazos de María
Reúne tu Iglesia, tráela desde los extremos del mundo, congrégala en el regazo maternal de la Reina que te ha recibido
primero. Danos el gozo de ser misioneros de tu amor y de
mostrar como en los brazos de la Iglesia, a quien María representa, hay lugar para todos, hay amor para todos, hay Evangelio para alegrar el corazón de todos, hay palabras que reconcilian, hay mesa servida para celebrar la paz, hay abrazo
de amor para quienes se ofrezcan el perdón y la esperanza.
En el año de la Misericordia, imploremos el amor ardiente
por la Iglesia Madre y pidámosle a Santa Catalina de Siena,
enamorada de la Iglesia de Cristo, que nos ayude a recordar
que la gran familia de Dios es la casa que acoge en sus brazos
a cuantos buscan consuelo y paz y a cuantos quieren ser Misericordiosos como el Padre.
61
Padre nuestro, Ave María.
Canto.
Dispón, Señora, el pecho,
Para mayor tormento,
La victima sangrienta
Viene a tus brazos ya.
Con su preciosa sangre,
juntas materno llanto,
¿Quien, Madre tu quebranto,
sin lágrimas verá?
LA SOLEDAD DE MARÍA
He aquí helados, cristalinos,
sobre el virginal regazo,
muertos ya para el abrazo,
aquellos miembros divinos.
Huyeron los asesinos.
Qué soledad sin colores.
Oh, Madre mía, no llores.
Cómo lloraba María.
La llaman desde aquel día
la Virgen de los Dolores.
¿Quién fue el escultor que pudo
dar morbidez al marfil?
¿Quién apuró su buril
en el prodigio desnudo?
Yo, Madre mía, fui el rudo
artífice, fui el profano
que modelé con mi mano
ese triunfo de la muerte
sobre el cual tu piedad vierte
cálidas perlas en vano23.
23 Gerardo Diego. Via Crucis.
62
XIV ESTACIÓN
EL Señor en el Santo Sepulcro
Del Evangelio según San Marcos. 15, 46-47
José de Arimatea,...lo envolvió en la sábana y lo puso en
un sepulcro que estaba excavado en roca; luego, hizo rodar
una piedra sobre la entrada del sepulcro. María Magdalena
y María la de José se fijaban dónde era puesto.
Meditación
El Sepulcro no es sólo un monumento en el que se guarda
un cuerpo destrozado. Es la cuna de la nueva vida, es el espacio que se hace testigo de la victoria de Jesús sobre la muerte,
es la puerta que se abre para que todos vengan y vean como
la muerte ya no tiene poder, como el dolor se ha quedado
encerrado, como las sábanas y el sudario graban para siempre las huellas del amor más grande, para dar paso a una
vida nueva, llena de luz y de esperanza. Jesús es puesto con
amor en un sepulcro nuevo, para que de allí, de ese Jardín del
Edén restaurado y renovado, salga el nuevo Adán a renovar
eternamente la vida de quienes lo quieran acoger como Dios
y como hermano.
Jesús Sepultado
Que venga sobre el mundo el misterio de tu silencio, que
encontremos en ti la paz que buscamos, que puedas ser tú la
vida de quienes serán tus discípulos en el curso de la historia
y que han de confesar que las sombras que ahora te cubren
se convertirán en la luz inextinguible que anuncie al mundo
tu victoria. Haz que en esta tierra bendecida por tu amor,
florezcan y den fruto las semillas de reconciliación que no
nos cansaremos de sembrar. Amén.
En el año de la Misericordia, roguemos para todos sentimientos solidarios para proclamar la victoria de Jesús sobre
la Muerte. Que la Intercesión poderosa de San Juan XXIII nos
ayude a descubrirle a la Iglesia nuevos caminos para anunciar
la gloria de Jesús a todas las gentes, de modo que todos sean
Misericordiosos como el Padre.
Padre nuestro, Ave María.
63
Canto.
Al Rey de las virtudes,
Pesada losa encierra,
Pero feliz la tierra
Ya canta salvación.
Sufre un momento, Madre
La ausencia del Amado,
Presto de ti abrazado,
Tendrásle al corazón.
EN TUS MANOS
En tus manos, Señor, pongo mi vida
con todas sus angustias y dolores;
que en ti florezcan frescos mis amores
y que halle, apoyo en ti mi fe caída.
Quiero ser como cera derretida
que modelen tus dedos creadores;
y morar para siempre sin temores
de tu costado en la sangrienta herida.
Vivir tu muerte y tus dolores grandes,
disfrutar tus delicias verdaderas
y seguir el camino por donde andes.
Dame, Señor, huir de mis quimeras
dame, Señor, que quiera lo, que mandes
para poder querer lo que tú quieras.
Amén
64
Conclusión
Indulgencia
Para obtener la gracia de la Indulgencia con la que la Iglesia
ha enriquecido la práctica de la Vía de la Cruz, pidamos por
el Papa, por la unidad y santidad de la Iglesia, por el descanso
de los fieles difuntos y, con amor proclamemos nuestra fe.
(se recita el Credo).
Oración Final
Atiende, Dios de amor, la oración confiada de esta familia santa
que ha recorrido el camino de la Cruz de tu Hijo,
y haz que los testimonios valerosos de tantos creyentes
que han sido misericordiosos como el Padre,
nos ayuden a proclamar la eterna vigencia del amor que salva,
que consuela, que alimenta, que calma la sed de vida y de esperanza de la humanidad.
Haz que seamos servidores de la Reconciliación y de la Paz,
y que seamos escuela de perdón, de esperanza, de vida, y
que la Iglesia, Casa de la Misericordia, siga abriendo sus puertas y su corazón a las urgencias de un mundo necesitado de
vida verdadera.
Santifícanos con tu gracia y, por la intercesión de Santa María, la Madre de la Misericordia, podamos ofrecer a todos un
corazón que ama, una vida que se comparte, una alegría que
vence las sombras del dolor para llenar de luz la vida de los
hermanos.
Que todos los que hemos celebrado la Muerte Gloriosa de
Jesús, iluminados por el Espíritu Santo, podamos ser Misericordiosos como el Padre. Amén.
Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.
65
SOLEMNE ACCIÓN LITÚRGICA EN LA MUERTE DEL SEÑOR
Cruz-Sacrificio-Misericordia
Esta tarde santísima la Iglesia está en silencio y en adoración delante del Crucificado, delante de la experiencia suprema de la Misericordia Divina, ante la expresión sublime del
amor que lo entrega todo.
1. Cruz
El relato de la pasión de Cristo puede ser proclamado según
Isaías, según el Salmo 31, según la Carta a los Hebreos, según el
admirable relato de San Juan. En estos sagrados textos hay un signo común al que cantaremos enseguida las mejores notas de la
Iglesia: la Cruz, que además es proclamada con títulos bellísimos.
Esta “árbol resplandeciente y hermoso, engalanado con la
púrpura del Rey”24 es, al tiempo estrado desde el que el Siervo Doliente anuncia su gloria, trono desde el que el Rey coronado de espinas entrega su Espíritu al Padre, ara del sacrificio pascual perfecto y único, tribuna de la misericordia en la
que se nos retrata la proporción del amor verdadero.
Para el creyente, la cruz es bandera, signo y sobre todo escalera por la que baja hasta el pecador el amor que perdona y
por la que el pecador perdonado se acerca a la gloria, incluso
en presencia de María, la Reina y Madre que desde allí, precisamente, se nos ofrece como compañía y como consuelo.
2. Sacrificio
Y es que es el sacrificio redentor el que ahora se conmemora. Es el amor de Dios que escogió este lenguaje admirable
para decirnos cuánto nos ama y que para rescatar al pecador
se hace necesaria una ofrenda que es más rica y más grande
porque es un acto de entrega libre y voluntaria que nos está
diciendo con que actitud debemos acercarnos al que sufre,
debemos curar heridas, abrir puertas, trazar caminos, para
que la humanidad recupere su dignidad y su original belleza,
lavada con amor con el amor de Cristo.
24 Venancio Fortunato “arbor decora et fulgida, ornata regis purpura” Himno
VEXILLA REGUM. Viernes Santo
66
Es en este sacrificio que luego se perpetúa en la Eucaristía,
donde encuentra apoyo el esfuerzo de los creyentes que quieren construir un mundo mejor, pues el amor entregado de tal
modo nos compromete a ofrecer al caído, al mancillado, al
humillado, la compasión redentora de Jesús para levantarle,
para iluminarle, para devolverle la alegría que el mundo le
niega.
Es sacrificio verdadero no simplemente lo que se entrega
sino lo que se ilumina a la luz del amor de Cristo. Allí radica
la diferencia que hace de las experiencias humanas de solidaridad un canto al amor cuando se iluminan con la claridad de
la fe, cuando se hacen “por Cristo, con Él y en Él”25
3. Misericordia
El amor de la Cruz, el amor del sacrificio de Jesús, es ahora
y aquí la expresión de la Misericordia. La muerte de Jesús no
es, por lo tanto, una tragedia horrorosa, a pesar de su crueldad, es la decisión voluntaria del Hijo que se da por amor, que
sabe que su cuerpo destrozado sobre el madero es la bandera
que Dios ha elegido para indicarnos que lo que amamos ha de
pasar siempre por la experiencia de negarnos a nosotros mismos para abrirnos al hermano, de vencer nuestros rencores
para que reine el perdón, de crucificar en el madero nuestras
indolencias para sentir con Jesús que el precio del amor se
vuelve luz, que de las heridas del Siervo Doliente salen ríos
de paz, que el Costado Abierto de Jesús es, literalmente la
“puerta santa” que nos permite ver la luz y la alegría.
Oh Jesús, rey en el trono de la Cruz: que por tu entrega
amorosa podamos humanizar la historia, podamos llenarla
del amor de Dios, podamos vencer el odio que nos despedaza y podamos sentir que en el Sacrificio de la Cruz se hace
viva la Misericordia que ha puesto el corazón destrozado del
Señor como dulzura que sana los muchos corazones heridos
por el desamor.
Amén.
25 Misal Romano. Embolismo
67
LAS SIETE ÚLTIMAS PALABRAS DE CRISTO EN LA CRUZ
Misericordia del Señor llena la tierra
Introducción
Cada Viernes Santo en algunos lugares del mundo se congrega la comunidad creyente para meditar en las palabras de
Jesús, recogidas con amor por los evangelistas y propuestas
a la Iglesia como testamento de amor y como cátedra sublime
en la que el Maestro instruye desde el Madero de la Cruz a
cuantos le quieren seguir, más aún, a los de buena voluntad
que quieran, iluminados por el Espíritu Divino, entender que
estas siete frases de un moribundo sobrepasan la categoría
de un testamento para convertirse en un camino de fe que se
puede y se debe seguir con alegría.
En el Año de la Misericordia, cuando la Iglesia contempla el
amor de Dios e invita a todos a ser “misericordiosos como
el Padre” (Cfr. Lucas 6.36-38) hemos de entender que, en definitiva esta memoria de las palabras de Cristo es el recuerdo
comprometedor de un diálogo sublime ente el Hijo sufriente
y el Padre. Es la entrega literal de la obra realizada, es la consignación del fruto de su amorosa presencia, es el balance de
la obra de amor que realiza el Salvador.
La muerte de Cristo no es el epílogo de una tragedia sino la
coronación de un acto constante de amor. Es la cima del amor
entregado, es la consumación de una vida que sólo se entiende en Dios. Es la filial demostración de unidad que hace del
Señor de la Gloria el modelo de toda obediencia y la evidencia
de la más perfecta comunión entre el Padre dispuesto a ofrecer amor y el Hijo que se hace solidario con sus hermanos y
los va elevando hacia el amor del Padre conduciéndonos a
todos a través de ese puente luminoso que es la Cruz, ascendiendo por la nueva escala que une cielo y tierra y que no es
otra que la Cruz.
Cristo lo es todo para nosotros, por eso retomemos las palabras de San Ambrosio al iniciar esta solemne meditación en
las Siete Palabras de Jesús: Cristo es todo para nosotros. Si
deseas curarte una herida, Él es el médico; si ardes de fiebre,
68
Él es el manantial que reanima; si te abruma la culpa, Él es
la justificación; si necesitas ayuda, Él es la fuerza; si temes
la muerte, Él es la vida; si deseas el Cielo, Él es el camino; si
huyes de las tinieblas, Él es la luz; si necesitas alimento, Él es
la comida”26
Atentos, pues, al que lo es todo, dejemos que las palabras
del Divino Agonizante nos devuelvan la esperanza y nos enseñen, en definitiva a ser “misericordiosos como el Padre”.
Amén.
26 San Ambrosio, de Virginitate, XVI; PL 16, 291.
69
PRIMERA PALABRA
Del Evangelio de San Lucas
Lucas. 23, 34.
«Jesús dijo: —Padre, perdónales porque no saben lo que
hacen.»
El diálogo de la misericordia, podría llamarse, con toda razón, esta meditación en las palabras de Jesús. La Primera es
simplemente como el saludo con el cual se inicia esta conversación en la que el Padre ocupa el trono celeste y eterno de la
gloria y el hijo el trono dramático de la Cruz.
Entre Padre e Hijo fluye una conversación confiada y piadosa. Jesús abre el diálogo con confianza plena, con la certeza
de que será escuchado sin falta por el que recibe esta petición
de misericordia para la humanidad afligida, para el hombre
herido, para la ignorancia humana que se ha distinguido por
querer frustrar el plan de Dios. Una primera nota que distingue a los “que no saben lo que hacen” es que su corazón
se halla confundido y quizá deslumbrado por los radiantes
esplendores de la sabiduría humana alejada de la sabiduría
divina.
En las Obras de Misericordia resplandece una bellísima: enseñar al que no sabe.
Y es lo que pretende Jesús que, como el mejor de los maestros, lo primero que constata es la ignorancia de sus alumnos
–la palabra alumno literalmente traduce sin luz, a-lumine- la
ofuscación de las cosas que logra tender sobre la verdad un
manto oscuro de dudas, de sospechas, de incomprensiones.
Así el corazón del hombre piensa que todo lo sabe pero al
final no sabe nada, piensa que todo lo conoce y al final nada
conoce, piensa que ha agotado los anaqueles de las bibliotecas pero no ha encontrado la sabiduría verdadera.
Cuánto daño nos hace el pensarnos sabios según la carne,
cuánta ignorancia reside en el corazón que piensa que las
coordenadas de lo práctico y de lo efectivo deben determinar
70
la vida. Jesús sabe, por ejemplo, que algunos de los que escucharon esta palabra ostentaban con vanidad los títulos de
doctores, la dignidad de los letrados, la vanidad de los escribas, la autosuficiencia de los maestros de la ley, que, aunque
se sabían de memoria las letras de la Ley Divina, perfecta y
santa, les ocurría como a los músicos mediocres que aunque
saben leer la partitura, no saben el tono y los acentos que el
autor quiso imprimir en su obra.
Junto a la Cruz, lamentablemente no estaban ni los pastores de Belén, ni los leprosos de Galilea, ni los infantes jubilosos del domingo pasado. Estos sí que lo sabían todo, estos
sí que lo conocían todo, estos sí que podrían ser maestros,
pues habían comprendido que el verdadero conocimiento no
consiste en la fluidez de las palabras ni en el rigor de las expresiones, sino en la actitud de un corazón que ve a Dios allí
donde no lo pudo ver ni Herodes, ni Anás, ni Caifás.
Jesús pide, entonces, para que la ignorancia de los de
aquellos tiempos de ocasión a una espléndida expresión
del amor de Dios y, disculpando amorosamente a quienes
le afrentan, nos comunica la lección que tantas veces olvidamos: el perdón.
En esta primera palabra de Jesús, hay una clave interesante
y es que se cuenta con que el amor misericordioso del Dios
de la vida no desconoce el horror del pecador, es más, se
inclina con mayor bondad a quien más debe ser curado y
sanado, pero implica, para que sea verdadera la justicia, el
reconocimiento de la culpa. Jesús sabe que los que allí le escuchan son culpables de su muerte, pero sabe también que
si el pecador se arrepiente de verdad y reconoce su culpa, el
Padre sabrá aceptar “un corazón quebrantado y humillado”27.
Sin embargo en esta tarde habrá que esperar un poco. El
grito de súplica subió a lo alto, pero será el Espíritu Divino
el que les permita a los destinatarios de esta gracia y de esta
misericordia, reconocer el error cometido, confesar su culpa, llorar el dolor. Esto llegará sólo tras el momento final,
27 Salmo 50
71
cuando al ver el dramático desenlace de la muerte de Jesús
sus enemigos huyan del Calvario28 para llegar a la Jerusalén desolada29 en la que han vuelto a la vida los profetas y
justos inocentes llamados de la muerte para indiquen que
ha muerto por todos el rey de todos. Los enemigos de Jesús
encontrarán el Velo desgarrado del Templo30 para que este
signo indique que ha cesado el viejo testamento y se inaugura un nuevo modo de esperanza.
En la dramática realidad del mundo, pidamos el don de hacer posible el perdón que se necesita para que exista la paz
verdadera. Que este perdón no excluya la justicia e incluya
también la misericordia, que la gracia de esperar una humanidad reconciliada nos enseñe a hacer lo mismo que Jesús y
nos ayude a todos a ser constructores de paz y todos seamos
“misericordiosos como el Padre” (Cfr. Lucas 6.36-38).
Amén.
28 Lucas 23, 48
29 Mateo 27,52-54
30 Cfr. Mateo 27, 51
72
SEGUNDA PALABRA
Del evangelio de San Lucas:
23, 39-43.
«Uno de los malhechores colgados lo insultaba: ¿No eres
tú el Mesías? —sálvate a ti y a nosotros. El otro le reprendía:
—y tú, que sufres la misma pena ¿no respetas a Dios?
Lo nuestro es justo pues recibimos la paga de nuestros
delitos, este, en cambio no ha cometido ningún crimen. Y
añadió: —Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le contesto: —Te lo aseguro que hoy estarás conmigo
en el paraíso.»
Una de las obras de Misericordia, queridísimos hermanos,
es acoger al peregrino, recibirlo en nuestra casa y brindarle
un lugar al que necesita dónde reposar.
El Drama de la Cruz acontece en el dramático espacio del
Gólgota, desolado y árido peñasco en las afueras de la ciudad, en el que se acostumbraba ajusticiar a las personas en el
suplicio de la crucifixión.
Hasta esa altura hemos subido en este día también nosotros. Vemos que entre los crucificados que San Lucas acaba
de detallar, hay un diálogo que combina la desesperación de
uno de los reos que reclama ser arrancado del patíbulo, con
la rara petición que hace el otro reo que, en medio de los tormentos pide que le tengan presente en el Reino que no deja
de predicar Jesús moribundo.
La respuesta de Jesús es bastante curiosa, si lo pensamos
desde lo humano, puesto que en tan terribles sufrimientos, literalmente le abre las puertas de su casa del cielo al que le acaba de pedir que no lo olvide. Por eso en esta Palabra podemos
pensar que de algún modo se abre para el Ladrón arrepentido.
La Puerta de la Misericordia, la que en las Catedrales del
mundo les está recordando a los hijos de la Iglesia que con
su muerte Jesús ha abierto el Reino de la Esperanza a cuantos
le buscan con amor, a cuantos decidan atravesar el umbral de
su corazón.
73
Al Ladrón le proponen que pase al Reino, que llegue hasta la
Casa del Padre en la que Jesús mismo asegura que “hay muchas habitaciones”31, y por eso, en tan inusitadas circunstancias, Jesús le hace la invitación para que pase al Reino de la vida
justamente cuando para todos es la hora de la muerte, cuando
las esperanzas de vida se van agotando al mismo tiempo que
avanzan las tinieblas sobre el ahora dramático escenario.
También nosotros nos detenemos con fervor ante esa puerta de la Misericordia, ante el mismo Jesús que está a la puerta
y que se ha llamado a si mismo en el capítulo décimo de San
Juan “la Puerta de las Ovejas”.
Y confiamos encontrarle siempre allí, para acogernos a todos los peregrinos de esta historia que es suya y nuestra y
que camina hacia el Reino. Es más Jesús mismo está a la puerta y tiene las llaves de ese Reino32, ya que como rezamos en la
preparación a la Navidad, él es la llave de David33 que “abre
al desterrado las cerradas puertas del regio palacio”34
Sin embargo no podemos dejar de pensar en la lección de
Misericordia. Jesús no ha tenido nada. Humilde y pequeño
en el pesebre fue su alojamiento un espacio iluminado por el
afecto y el cariño de María y la silenciosa veneración de San
José. Luego, tras el destierro a Egipto, puso su casa en Nazaret y luego, como cuenta San Juan, bajó a Cafarnaum35, donde
seguramente era huésped de aquellos pescadores sencillos.
En Betania encontró abrigo en la casa de sus amigos36.
Hoy nos invita a abrir nuestra casa, como dice la Plegaria de
la dedicación de una Iglesia: “Que los pobres encuentren aquí
misericordia, los oprimidos alcancen la verdadera libertad, y
todos los hombres sientan la dignidad de ser hijos tuyos, hasta
31 Cfr. Juan 14,2
32 Cfr. Apocalipsis 3, 7
33 Isaías 22,22
34 María Ignacia Samper. Gozos de la Novena de Navidad, paráfrasis de la Antífona de la última semana del Adviento.
35 Cfr. Juan 2, 12
36 Cfr. Juan 12, 2ss
74
que lleguen, gozosos, a la Jerusalén celestial”37 porque como
nos enseña el papa Francisco, “La Iglesia está llamada a ser
siempre la casa abierta del Padre”38.
Que este sea el propósito de nuestros corazones en esta
santa memoria de la Muerte de Jesús, pues el mundo necesita
refugios seguros para que todo ser humano se siente acogido
y amado, para que todos sepamos acoger con amor a quien
nos necesite, y, salvadas las normas de la santa prudencia,
cada casa, cada Iglesia, cada espacio que tenga por timbre
la Cruz de Jesús y donde estén reunidos los que aman al
Señor, vuelvan a recordar que en la hora postrimera de su
peregrinar terreno, Jesús, cosido al madero, le abrió su casa
a un hombre al que apenas acababa de encontrar y le hizo
heredero del Reino.
Al saber que este texto nos lo regala San Lucas, es apenas
lógico entender cómo tras la puerta abierta del amor misericordioso Jesús nos muestra al Padre, nos lo enseña a descubrir con el mismo amor con el que el Padre de la Parábola
aguardaba tarde a tarde el Regreso del Hijo (Cfr. Lucas 15).
Por eso en el año de la Misericordia, llamados a ser “misericordiosos como el Padre” (Cfr. Lucas 6,36), pidamos la dicha
de mantener abierta la puerta del corazón para que, como
en el caso de esta Palabra, podamos decirle a cada hermano
que en cada corazón, en el de la Iglesia misma, le aguarda un
paraíso de afecto y de paz.
Amén.
37 Pontifical Romano. Dedicación de una Iglesia. Plegaria de Dedicación
38 Papa Francisco. Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 47
75
TERCERA PALABRA
Del Evangelio según San Juan.
Juan 19, 26-27.
“Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana
de su Madre, María de Cleofás y María la Magdalena. Jesús,
viendo a su madre y al lado al discípulo predilecto, dice a
su Madre:
—Mujer: Ahí tienes a tu hijo. Después dice al discípulo,
— ahí tienes a tu Madre.”
En su Exhortación Apostólica Signum Magnum el Beato Paulo VI39 decía: “llenos de admiración contemplamos a María
firme en la fe, pronta a la obediencia, sencilla en la humildad,
exultante en ensalzar al Señor, ardiente en la caridad, fuerte
y constante en cumplir su misión hasta el holocausto de sí misma, en plena comunión de sentimientos con su Hijo, que sobre
la cruz se inmolaba para dar a los hombres una nueva vida”.
La Tercera palabra nos pone de frente a la Madre, llamada
con toda razón Madre de Misericordia para que aquella que
obró con Jesús las grandezas de su amorosa dedicación, la
que le ofreció pan al hambriento, bebida al sediento, vestido
al desnudo, siga realizando la obra que comenzó en la cabeza
del cuerpo Místico en las ternuras de Belén también ahora en
el cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
Es maravilloso todo el magisterio que desde el Gólgota se
nos está ofreciendo en esta conmemoración de la muerte de
Jesús. El Calvario es perfectamente una escuela, un aula luminosa en la que Jesús enseña y todos aprenden, de diverso
modo y con diverso aprovechamiento, la cátedra de la Misericordia. Volvamos la mirada a la Escuela santísima del Gólgota
y detallémosla con atención devota y con aplicación piadosa:
No puede faltare en el Aula de la Misericordia el discípulo,
que como en todas las escuelas presenta sus diferencias. Una
es la dispersa aplicación de los Letrados y Doctores que encontramos en la primera palabra, otra es la lección que recibe
39 Beato Paulo VI. Exhortación Apostólica Signum Magnum 15.
76
el Ladrón de la Segunda Palabra, otra es la disciplina amorosa
que empezará a regir para los discípulos a los que el Discípulo Amado representa. Para este Discípulo, el que ya había
empezado sus lecciones en los lejanos días de su vocación,
hay ahora un regalo espléndido del Maestro.
Esta Palabra siempre se llama de María. Negarlo sería inútil,
pero es del Discípulo al que muchos artistas se empeñan en
pintar como un jovencillo tímido que aprieta sus manos ante
el terrible espectáculo que le toca presenciar.
Es a este discípulo al que se le dirige la inexorable y al tiempo maravillosa palabra: ahí tienes a tu madre. ¿Y qué Madre se le entrega?
Entre los circunstantes no podría existir otra que la que sabe
de amor, la que en su corazón guarda preciosas lecciones del
amor Divino, la que ha comprendido con toda la perfección del
corazón, que su Hijo sabe que sólo ella podrá acompañar los
pasos de la pequeña comunidad que, al otro lado de la ciudad
se ha encerrado en el Cenáculo por físico y determinante miedo.
Aquí, en la brevedad de las palabras que San Juan recoge,
cuan presencial testigo40, se cumple una de las obras de Misericordia más preciosas: Jesús nos regala a aquella que le dio
ternura y amor: el Papa Francisco nos la retrata: “María es la
que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella
es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella
es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que
comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de
esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta
que brote la justicia”41.
Todas las obras de misericordia llamadas corporales, las
ofreció María a Jesús y las seguirá ofreciendo a su Iglesia,
porque bajo el amparo maternal de esta Reina, nada le faltará
a la Iglesia Peregrina.
40 Cfr. Juan 19,35
41 Francisco, Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 286
77
Ella está ahora en la cuna de la Iglesia que va a brotar en un
instante del costado de Cristo42. Su bellísima Imagen, en la
que el arte y la piedad han puesto el máximo interés, tiene un
liencito que muchos piensan sirve para enjugar sus lágrimas,
pero no, es como un pañal o un sudario en el que se recoge
la naciente Iglesia, aún bañada en sangre redentora, para empezar con ella todas las ternuras que una criatura requiere.
Por ello, el discípulo acoge a esta Madre en su casa, en su
corazón diríamos mejor, para que ella encienda la lumbre de
la esperanza, para que ella cobije con amor el temblor de los
desposeídos, para que ella acompañe los pasos de los que
sigan a Jesús, para que ella interceda por todos con amor y
alegría.
Jesús del Gólgota: ¡Te recibimos el regalo¡
Gracias, porque en esta hora soberana, cuando quieres que
seamos “misericordiosos como el Padre” (Lucas 6,36). Tú
mismo nos concedes la dicha de encontrar en María la Madre
de Misericordia. Es más, como prueba de que la aceptamos,
y con nuestras lágrimas dispuestas a unirse a las de la Reina
Dolorosa, de pie y con emoción te la recibimos diciéndole:
Dios te Salve, reina y madre, Madre de misericordia, vida,
dulzura y esperanza nuestra….
Amén.
42 En el Oficio Divino del Viernes Santo, San Juan Crisóstomo lo enseña precisamente
78
CUARTA PALABRA
Del evangelio según san Mateo
Mt 27, 45-47.
“Desde la hora sexta se extendieron las tinieblas sobre la
tierra hasta la hora de nona. Hacia la hora de nona exclamó
Jesús con voz fuerte, diciendo: « ¡Eloí, Eloí, lama sabactaní!
» Que quiere decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado? Algunos de los que allí estaban, oyéndolo,
decían: A Elías llama éste”
Si el drama de la cruz fuera una Cantata, de las que la música se
vale para inmortalizar los misterios, Jesús sería, no solo el compositor más inspirado, sino el solista para este, como trueno de
trompeta, como grito desgarrador con el que el Maestro Divino
asume en esta palabra ese dolor del mundo y lo interpreta.
Como lo haría un maestro de música, toma las notas dolientes del salmó de David y pulsa las fibras de su corazón para
que en estas palabras el hombre de hoy refleje su necesidad
de verdades firmes y de certezas confiables.
Dios, -valga la pena recordarlo- no abandona ni a su Hijo ni a
los hermanos de su Hijo. No lo lanza hacia la nada ni nos envía al espacio sideral para deshacerse de nosotros. Así lo pensarían quienes niegan a Dios, quienes lo rechazan y persiguen.
Nosotros, en cambio, proclamamos una vez más la centralidad
de Jesús que es la verdad y la vida y que traza a todos caminos
de perdón, de misericordia, de paz y que nos recuerda que el
amor, probado en el desconcierto y en los momentos críticos,
se fortalece, se ilumina, se reviste de esperanza.
Por eso, cuando el dolor nos encierra y abruma, cuando la
angustia nos sume en lo que el mundo de hoy define como
depresión, el corazón del creyente ha de recordar que El
Maestro, Él ha vencido el dolor, Él es el consuelo del mundo,
Él la alegría que nadie nos puede arrebatar.
Él es el que ha de guiarnos y ha de conducirnos con su confianza, con su amor ofrecido, con su ternura prodigiosa y
sencilla, dándonos razones para esperar. Ayudándonos a
79
comprender el camino del perdón generoso, Jesús hace que
esta palabra se vuelva confianza en la esperanza justamente
cuando muchos ven desesperación y dolor reprimido.
De la Cruz nace la alabanza, del dolor, la paz, del perdón
nace la esperanza, de la fe de los discípulos nace un mundo
nuevo, sin dolor, sin lágrimas, nace la alegría. Por eso hay
que permitir que del dolor de Cristo nos enseñe a iluminar
el dolor humano con esperanza y con generosidad, como se
nos propone en esta palabra que Jesús toma de la fe de Israel.
No podemos olvidar que estas palabras están tomadas del
Salmo 21. En medio de una descripción dramática de la Pasión de Jesús, aparece esta expresión que no deja de desconcertar pero que nos invita a pensar que en la Cruz se está
celebrando como una especie de Oficio de Vísperas, es decir,
Jesús inaugura la plegaria de la tarde que la Iglesia pronuncia con fe y con esperanza, con su propio sacrificio pascual,
justo a la hora en la que se hacía el sacrificio de los corderos.
Allí también podemos leer la nota de esperanza que se encierra en el Salmo citado. El Salmo 21 gira en torno al dolor,
pero también es un anuncio triunfal de la victoria del Siervo Doliente, cuya memoria se perpetuará, más no por una
muerte ignominiosa sino porque desde esa muerte empieza
a vislumbrarse la mañana de Pascua, la victoria de la vida, el
triunfo de la perseverancia y de la fidelidad con la que Jesús
ha asumido no sólo su relación filial con el Padre, sino su relación fraterna con nosotros.
Qué modo admirable de hacerse solidario, que modo maravilloso de hacernos sentir en nuestras desesperaciones su palabra de confianza y de esperanza. Su invitación a la firmeza,
a la grandeza de nuestra llamada a la vida y a la fe. Un Bautizado, un hijo de la Misericordia infinita de Dios, debe recordar que, tras la primera expresión del Salmo, llena de dolor,
viene una cascada de alabanzas, una llamada a recordar que
somos el “linaje de Jacob”43 que tiene que llevar al mundo el
gozo de saber que Dios nos ama.
43 Cfr. Salmo 21, 24
80
Por lo tanto, hemos de comprender que una de las obras de
misericordia hay una muy especial que aquí en esta hora se
cumple plenamente: Consolar al triste.
Y lo haremos inspirados por Jesús moribundo, actuando
según la enseñanza de San Pablo44: “como desconocidos, pero
bien conocidos; como moribundos, y he aquí, vivimos; como
castigados, pero no condenados a muerte; como entristecidos,
mas siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, aunque poseyéndolo todo”.
Aunque parezca extraño este contraste; es desde el dolor
desde donde se forja el gozo, es desde la limitación desde
donde se asciende a la plenitud, porque la lección es sabia y
poderosa: Un crucificado lleno de tormentos, toma de nuestros labios lo que parecía una queja y la transforma en consuelo para el dolor humano que muchas veces no viene de
la crueldad de las agresiones sino del corazón lacerado que
llora porque no es amado, que sufre porque no encuentra luz
para sus sombras.
Queriendo ser Misericordiosos como el Padre45, pidámosle
al Hijo que nos enseñe a llevar consuelo y paz al mundo con
la misma fuerza con la que el hizo brillar la luz desde una
corona de espinas, que hizo de los surcos sangrientos de la
flagelación un campo del que florece la alegría, de las heridas
que lo unen a la cruz, las cinco puertas por las que llega al
mundo el torrente del perdón.
Amén.
44 2 Corintios 6, 9-10
45 Cfr. Lucas 6,36
81
QUINTA PALABRA
Del Evangelio de San Juan.
19, 28-29.
Después de esto, sabiendo Jesús
que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la
Escritura dijo:
«Tengo sed». Había allí una jarra llena de vinagre, fijaron
una esponja empapada en vinagre en una rama de hisopo y
se la llevaron a la boca”
Entre las obras de Misericordia hay una muy especial y concreta: dar de beber al sediento.
Ahora Jesús es el Sediento, el que tienen toda la sed del
mundo y recoge en su garganta seca como una teja y de su
lengua pegada al paladar46, como dice el Salmista, un retrato
de la sed del mundo, de la intensa aridez en la que caminan
los hombres, en el drama terrible que, de alguna manera, reflejan nuestros campos cuando la lluvia no llega y cuando el
calor de un clima desquiciado hace perder el sentido.
Esta palabra ha inspirado muchas experiencias de fe. Santa
Laura Montoya elevadísima figura de Misionera y de Mística,
y también la Beata Teresa de Calcuta, corazón lleno de caridad y de compromiso, han tornado esta expresión en el lema
de sus vidas y de sus institutos. Sabemos que sus vidas se alimentaron de esta palabra y sintieron sed de almas la primera,
sed de caridad la segunda.
Es propio del suplicio de la Cruz sentir la sed, pero en la
vida de Cristo esta sed implica la que el Maestro siente también en el pozo de Jacob cuando “sintió sed de la fe de aquella
mujer”47 y cuando le explicó a la humanidad cómo del corazón del que tiene fe surgen “torrentes de agua viva que saltan
hasta la vida eterna”48.
46 Salmo 21, 16
47 Misal Romano. Prefacio del III Domingo de Cuaresma. La Samaritana
48 Cfr. Juan 4,14
82
La sed del Maestro, del eterno caminante, del compañero de
dolor y de esperanza de la humanidad, aguarda la generosidad y la alegría con la que los que buscan el bien emprenden
el camino misionero que la Iglesia quiere recorrer hasta llegar
al corazón sediento de los hombres y mujeres que aguardan
la fe.
En el mundo hay mucha sed hoy. No solo por el extinguirse
de las fuentes, sino por estarse secando el amor, la esperanza, la fe. Hay sed porque en la vida humana se ha perdido la
ruta que lleva a las fuentes de la verdad y de la vida.
Y, cómo hay sed, hay sedientos. Hay sed de amor en el corazón de tantos que han hecho de su vida una constante inmolación a las cosas pasajeras y sin sentido. Y aquí estamos
nosotros los que con Jesús sentimos sed. “Dos sedientos, Jesús mío, tú de almas, yo de calmar tu sed”49, decía la Santa
Laura Montoya, preguntándonos cómo podremos calmar la
sed del mundo.
La sed más ardiente hoy es la sed de perdón y de paz. El
Cristo que contemplamos es la única esperanza, pues nos
sigue invitando a beber en su testimonio de amor generoso, a saciarnos en el pozo siempre fresco de un corazón que
supo perdonar, de una vida ofrecida con la certeza de estar
mostrando al mundo que sin una clara conciencia de perdón,
de misericordia, seguiremos saboreando como en el signo de
aquella esponja saturada de amargura50 tantas venganzas y
tantos odios enarbolados en la lanza de la violencia, en la
lanza del rencor.
Volvamos a la obra de misericordia, para pensar, ya no cómo
daremos de beber, sino como mostrarle al mundo la fuente
verdadera de la vida y de la esperanza. Jesús es sediento y
fuente. Él se ha comprometido a hacer que de su corazón
broten torrentes de agua viva, como se lo anunció a la Samaritana51 en el brocal del Pozo de Jacob. Por ello la tarea de la I
49 Santa Laura Montoya hizo de esta palabra su lema misionero.
50 Cfr. Juan 19,29
51 Cfr. Juan 4,14
83
gua viva que necesita el mundo es una predicación gozosa
de la Palabra, revelación amorosa de Dios, es la solidez de
las enseñanzas de la fe, largamente maduradas en el corazón
de la Iglesia Madre y Maestra, es la acción pastoral de todos
los creyentes llamados a conducir a los hermanos hasta las
fuentes tranquilas de las que habla el Salmo 23.
El agua viva debe, además, ser ofrecida en el vaso de la misericordia, purificado por la esperanza, dispuesto por la caridad, transparente por la fe.
Los peregrinos acostumbraban beber en las fuentes en una
concha de nácar, largamente purificada por la sal de los mares y por la paciencia de la creación. Así debe ser toda acción
que busque calmar la sed: purificada en la oración, resplandeciente en la alegría, simple y práctica para que sirva a todos
los que al calmar la sed quieren ser “misericordiosos como
el Padre” (Cfr. Lucas 6,36).
En esta memoria de la muerte de Cristo busquemos poder
dar de beber al sediento, sin olvidar que el mismo que transformó el agua en vino52 será capaz, con el sólo toque de sus
labios, en hacer de la esponja empapada en vinagre un panal
del que salga, llena de dulzura, la alegría con la que los creyentes abrirán al mundo la fuente inagotable del amor.
Amén.
52 Cfr. Juan 2, 1-11
84
SEXTA PALABRA
Del Evangelio de San Juan 19,30.
“Jesús tomó el vinagre y dijo: -Todo está consumado”
Esta palabra tiene un aire que la une al libro del Génesis
de muchos modos y por muchas razones: es la sexta palabra, como el sexto día de la Creación, pronunciada en la
que en muchos lugares y en los antiguos misales se llamaba feria sexta: “vio Dios todo lo que había hecho y era muy
bueno. Pasó una noche, pasó una mañana: el día sexto”
(Génesis 1, 31)
Y es, exactamente lo que estamos celebrando en este grandioso viernes, el primer viernes de nuestra historia, ya que en
efecto alcanzan su plenitud todas las obras divinas, incluido
el ministerio de amor y de esperanza para el que había sido
puesto Jesús en el mundo.
Las coincidencias son admirables. Jesús dice que se ha alcanzado la meta y por eso esta palabra tiene todo el aire de
síntesis, de resumen del amor generoso que ha salvado al
mundo y le ha devuelto la esperanza y la alegría a quienes
yacían en las sombras de la muerte y del pecado.
La obra morosa del Señor es la misericordia en todas sus expresiones. Es el amor del corazón dado a los pequeños y a los
pobres, a los niños y a las mujeres, a los pecadores más recalcitrantes y a las personas humildes que fueron acercándose
a Jesús en casi tres años de amorosa presencia, de caminos
recorridos, de pueblecitos que se inundaron de alegría con el
paso vivo del amor de Dios.
Incluso, en esta meditación sobre las obras divinas en favor
de la humanidad, podríamos pensar en toda la fuerza del
consuelo que ofreció Jesús de modo concreto en dos de ellas:
Visitar a los enfermos y ofrecer un buen consejo a quien lo
necesita.
Adentrémonos en la palabra que meditamos. La enunciamos retomando dos o tres palabras de la anterior: “tomó el
85
vinagre”53: es innegable que el narrador sagrado quiera ultimar los detalles de la hora postrimera del Divino Maestro,
pero en esta expresión cómo no leer la actitud amorosa con la
que Jesús apura hasta el fondo, no sólo el cáliz de su Pasión,
sino la dramática realidad de la humanidad.
Palpó, como tantísimas veces nos lo ha dicho el Papa Francisco, la carne dolorida de la humanidad, las soledades más
hondas, incluso la sombra terrible que se cernía sobre el corazón de uno de sus discípulos amados que salió cuando “era
ya de noche”54, saboreando aún el pan del amor, mientras se
dirigía a perpetrar la traición.
La vida pública de Jesús es un canto armonioso al amor
que acude al corazón enfermo, y no sólo al cuerpo lacerado
de los que sufren. Es una visita eterna e interminable que se
prolonga en el amor con el que la Iglesia, en la persona de sus
ministros, sigue llegando al lecho del enfermo y a la casita en
la que tantos hermanos nuestros apuran el cáliz de la soledad, para decirles que la Creación llega a su plenitud cuando
el amor hecho Pan de Vida besa los labios del que llora y
sufre y le dice que Dios le recrea, le alimenta, le sostiene y le
acompaña porque le ama.
Que bello meditar en estas expresiones del amor divino delante del Señor cubierto de heridas, delante del que cargó
“todas nuestras dolencias”55, como cantaba esta tarde Isaías
en la Acción Litúrgica, porque el dolor compartido se hace ligero y porque la fuerza que sacó de la nada astros luminosos,
también hará aflorar en las heridas del que llora la flor de la
esperanza y de la alegría.
En la penúltima palabra de Jesús hay también mucho de
aquella obra de misericordia que es dar un buen consejo,
porque es precisamente la lección que quisiéramos también aprender en esta noche junto al trono del Mártir de
los mártires.
53 Juan 19,30
54 Juan 13,30
55 Cfr. Isaías 53,4, especialmente.
86
Jesús nos aconseja y recomienda trazarle al hermano caminos de esperanza y de alegría, ofrecerle la fuerza y la certeza
de un sentido para su vida, aprendiendo a dar gracias por el
bien recibido, aprendiendo a señalar en el mundo las diversas y maravillosas manifestaciones de la Misericordia de Dios
que ha iluminado a santos y a santas para desplegar sobre el
árido panorama del mundo toda la gracia amorosa de Dios en
los más diversos apostolados, en las más vivas expresiones
de caridad.
Esta sexta palabra corona, como dijimos, la obra de la salvación que se inició, como ya lo dijimos, con la creación del
mundo. Aunque ya lo anotamos, es la feria sexta, es el sexto
día de la semana última de Jesús y también estamos recordando el sacrificio Pascual del Cordero que fue sacrificado y
que estuvo en la cruz cuando, como nos contó san Lucas el
domingo pasado, “era la hora sexta”56, que se vuelve preludio
de la victoria soberana de Jesús.
Es la hora de la misericordia, incluso así conmemorada con
piedad por muchos. En esta hora, acojamos el amor con el
que nos visita Dios en su hijo y pidámosle que nos ayude a
ser “misericordiosos como el Padre”57 justo cuando “todo
está consumado”.
Amén.
56 Cfr. Lucas 23, 44
57 Lucas 6, 38
87
SÉPTIMA PALABRA
Del Evangelio de san Lucas.
23, 46
“Jesús, dando una gran voz, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu...» y diciendo esto, expiró”
En el año de la Misericordia, esta es la última nota del maravilloso concierto de amor y de esperanza que Jesús nos
ofrece en la Cruz. Las palabras de Cristo en la cruz no pueden concluir de mejor modo. Ante el mundo en adoración
silenciosa recordará lo predicho por Isaías: “ante el los reyes
cerrarán la boca al ver algo inenarrable” (Isaías 52, 15b).
Pero ante Él está también la gloriosa expectativa de una humanidad que ha visto como la fuerza del Espíritu ha imprimido el dinamismo a tantos seres humanos que, en la Vida
Consagrada han prolongado el amor de la Cruz en tantas y
tan nobles tareas en las que se construye esperanza y paz.
Es el amor de Dios el que queda manifiesto en este sacrificio
pascual, es la Misericordia la que nos recuerda que todo acto
de amor concluye en la entrega del amado que llega hasta la
inmensidad del amor del Padre como los arroyos que llegan
al mar y se funden en su inmensidad.
Nada mejor para esta hora que recordar cómo este sacrificio consumado en el árbol de la Cruz, lleva a plenitud toda la
obra del amor de Dios. Tras la victoria Pascual, el don del Espíritu Santo completará las maravillas divinas y nos hará sentir el gozo de llevar a todos la luz del Evangelio y proponer al
mundo un camino seguro de misericordia, una senda por la
que los creyentes, acompañados por la sombra bienhechora
de la Cruz de Cristo Muerto y Resucitado, ofrezcan al mundo
la certeza del amor de Dios.
El Beato Paulo VI, acertadamente nos ilumina en este momento para recordarnos que Jesús lo es todo y que lo encierra todo y que en él todo se hace nuevo y todo alcanza la
expresión sublime del amor.
88
Jesús de Nazaret es verdaderamente el centro de la historia,
como proclamó San Pablo: “Es imagen de Dios invisible, engendrado antes que toda creatura; pues por su medio se creó
el universo celeste y terrestre, lo visible y lo invisible... Todo
fue creado por El y para El. Él es antes que todo y el universo
tiene en El su consistencia” (Colosenses 1, 15 ss.).
A Cristo Jesús, Verbo encarnado, Hijo eterno de Dios, nuestra adoración humilde, nuestra fe firme, nuestra esperanza
serena, nuestro amor incondicional. Vale verdaderamente la
pena queridísimos hijos, comprometer la propia vida en seguirle a Él, sólo a Él, aun sabiendo que esta decisión Llevará consigo renuncias, sacrificios, riesgos e incomprensiones.
Pero Jesucristo, escribió Pascal, “es un Dios al que uno se
acerca sin orgullo y se somete sin desesperación” (B. Pascal,
Pensamientos, fr. 528).
“Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la
tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es
Señor, para gloria de Dios Padre”, decía san Pablo58.
Rey de nuestras vidas: la Iglesia nos ordena vestirnos de
rojo. La liturgia canta un triunfo donde los pobres hombres
veríamos vemos un fracaso, tu voz indica en las siete Palabras, que tu lección definitiva es la del Perdón59, la palabra
que abre las puertas del Paraíso a quien te reconoce como
rey60, la que nos regala el consuelo de una Madre61, la que se
une al dolor de los que sienten que se acaba la esperanza62, la
de la agobiante y angustiosa Sed63 de justicia y de paz, la de
la alegría de la misión cumplida64, la de la vuelta amorosa a
los brazos del Padre65.
Al adorar la Muerte de Jesús en la cruz, le decimos al Señor:
58 Cfr. Filipenses 2, 10-11
59 Primera palabra
60 Segunda Palabra
61 Tercera Palabra
62 Cuarta Palabra
63 Quinta palabra
64 Sexta Palabra
65 Séptima Palabra
89
Hermosura soberana: déjanos besar tu costado, déjanos besar tus pies taladrados por nuestras culpas, déjanos decirte
gracias y, delante de la Cruz, consagrarte hogares, familias,
comunidades, la Iglesia entera que hoy te bendice con amor.
Oh Mater Dolorosa, Piadosísima azucena que exhalas el perfume de tu ternura, recíbenos junto a la cruz y préstanos
tus palabras para decir, en esta hora crepuscular: “Proclama
mi alma la grandeza del Señor”66, porque se ha sellado la
nueva alianza en la sangre del “Cordero que quita el pecado
del mundo”67, en el amor santísimo que nos reconcilia y nos
salva, porque en la suprema donación de su amor, el Señor de
la gloria, en siete destellos de luz que son sus siete palabras,
nos ha enseñado a ser MISERICORDIOSOS COMO EL PADRE.
Amén.
Ahora en un momento de silencio, de rodillas, adoremos
una vez más la muerte del Señor.
66 Lucas 1, 42ss
67 Juan 1,30
90
DESCENDIMIENTO
Dice la inspirada voz de la Liturgia, tomándolo del corazón de los
poetas:
Jesús de María, Cordero Santo,
pues miro vuestra sangre,
mirad mi llanto.
¿Cómo estáis de esta suerte,
decid, Cordero casto,
pues, naciendo tan limpio,
de sangre estáis manchado?
….Ya os oigo, Pastor mío,
ya voy a vuestro pasto,
pues como vos os dais
ningún pastor se ha dado.
¡Ay de los que se visten
de sedas y brocados,
estando vos desnudo,
sólo de sangre armado!
….Nadie tendrá disculpa
Diciendo que cerrado
halló jamás el cielo,
si el cielo va buscando.
Pues vos, con tantas puertas
en pies, mano y costado,
estáis de puro abierto
casi descuartizado.
¡Ay si los clavos vuestros
llegaran a mí tanto
que clavaran al vuestro
mi corazón ingrato!
¡Ay si vuestra corona,
al menos por un rato,
pasara a mi cabeza
y os diera algún descanso!
68
68 Liturgia de las Horas. Himnario de la versión española
91
Y es aquí cuando venimos a buscarte y cuando las manos
piadosas de quienes representan a Nicodemo y José el de Arimatea nos regalan la prueba del amor Divino que baja hasta
el regazo de María, la Virgen Purísima.
◊ En muchos lugares se toma ahora la imagen del Señor.
Procédase con toda reverencia mientras que se hacen los
diversos pasos del descendimiento con las siguientes invocaciones.
Oh sublime momento para contemplarte y adorarte, Oh Cristo.
◊ Al tomar tu Corona de Espinas te damos gracias por tu
amor entregado, déjanos reinar contigo.
• Te adoramos oh Cristo y te bendecimos.
• (si la imagen del crucificado tiene las potencias, se retiran en silencio)
◊ Que tu mano derecha nos señale la entrada a la gloria.
• Te adoramos oh Cristo y te bendecimos,
◊ Que tu mano izquierda nos muestre el corazón abierto
en el que podemos ahogar nuestras penas.
• Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
◊ Que tus pies traspasados nos muestren el camino de la
vida.
• Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
◊ Que tu costado abierto nos sirva de faro para avanzar
en medio de las tinieblas del mundo iluminados por el
corazón mismo de quien todo lo ha entregado.
• Te adoramos oh Cristo y te bendecimos
Oh, Señor de la Gloria, permítenos decirte que es nuestro amor
el que espera ahora tu victoria, ya que “… ni muerte, ni vida, ni
ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni
altura, ni profundidad, ni criatura alguna, podrá apartarnos del
amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor Nuestro”69
Permítenos recordar, finalmente que tu misericordia es eterna.
Amén.
69 Romanos 8, 38-39
92
SÁBADO SANTO
SOLEDAD DE MARÍA
“ Junto a la cruz de Jesús estaban su Madre, la hermana
de su madre, María de Cleofás, María la Magdalena. Jesús,
viendo a su Madre y al lado al discípulo predilecto dice a
su Madre: —Mujer: Ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: — ahí tienes a tu Madre. Y desde aquel momento el
discípulo la acogió en su casa”
Juan. 19, 25-27.
DAME TU MANO, MARÍA
Dame tu mano, María,
la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas
en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía
tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla,
quiero ver si se retrata
esa lividez de plata,
esa lágrima que brilla.
Déjame que te restañe
ese llanto cristalino
y a la vera del camino
permite que te acompañe.
Deja que en lágrimas bañe
la orla negra de tu manto
a los pies del árbol santo,
donde tu fruto se mustia.
Oh Señora de la angustia:
no quiero que sufras tanto.
Qué lejos, Madre, la cuna
y tus gozos de Belén:
“No, mi Niño, no. No hay quien
de mis brazos te desuna”.
Y rayos tibios de luna,
entre las pajas de miel,
93
le acariciaban la piel
sin despertarle. ¡Qué larga
es la distancia y qué amarga
de Jesús muerto a Emmanuel!
¿Dónde está ya el mediodía
luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel,
te saludó: “Ave, María”?
Virgen ya de la agonía,
tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti
ese augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario,
cítame en Getsemaní.
A ti, doncella graciosa,
hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores,
nido en que el alma reposa,
a ti ofrezco, pulcra rosa,
las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quien quería
cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María.
Amén.
Nos hemos reunido para contemplar en la Madre de la Soledad, la presencia amorosa de una Iglesia que con Ella vela
junto al Sepulcro aguardando la Resurrección.
El hombre de hoy recibe desde el Calvario el regalo de una
Madre. En el testamento del Redentor hay un espacio para la
ternura y para la bondad, se abre una puerta de esperanza y,
desde su patíbulo, Cristo se desprende del amor de su vida
para que no le falten al hombre el afecto y la comprensión
que solo las Madres saben ofrecer.
94
Siempre estará unida la Madre al Hijo, siempre sabremos
que la Madre nos conduce al Hijo y nos sigue exhortando a
“hacer lo que él diga”70 para que se siga realizando el Reino,
la vida, la esperanza, la presencia del Señor.
María es la Señora de la oración abandonada en la misericordia de Dios, es la alegría de vivir en amor y paz, es la mano
bondadosa que sanaba y consolaba a los mártires de la fe, a
los testigos elegidos y escogidos por el Señor para el sacrificio y la gloria.
En función de ese oficio maternal, ella es elegida desde
toda la eternidad, y por eso es llamada Llena de Gracia para
que desde siempre se admirara en ella la predilección de
Dios, el amor del Padre que quiere ofrecernos lo mejor de su
amor para que aprendamos a vivir en correspondencia a esa
misericordia.
María construye paz. La madre del Mesías, Príncipe de la Paz71
es un testigo de excepcional de la obra pacificadora de Cristo.
Lo acompañó siempre. Lo acogió en su seno, lo dio a luz, lo
amo con ternura. Los siete dolores, son un camino de fidelidad y un camino de paz:
Paz que brota en el alma de María cuando, en la circuncisión
de Cristo preludia sus dolores72. Paz que la inunda cuando,
subiendo la escalinata del templo, escucha la voz recibe la
profecía de Simeón73 Paz en la huída a Egipto74, Paz en la Flagelación y en el encuentro en la calle de la Amargura75. Paz en
el Calvario76. Paz en el descendimiento77. Paz en la sepultura
de Cristo78.
70 Juan 2, 5.
71 Cfr. Isaías 9
72 Primer dolor
73 Segundo dolor
74 Tercer Dolor
75 Cuarto dolor
76 Quinto dolor
77 Sexto dolor
78 Séptimo dolor
95
La serenidad de las Madres se hace precisa para confundir
y desterrar la violencia, para hacer amainar el viento impetuoso de las ambiciones humanas.
Quien es capaz de dar la vida por sus hijos, es capaz de
infundir en el corazón los necesarios sentimientos que nos
reabran a la ternura que tantas veces olvidamos detrás de
tantos innecesarios mantos de prepotencia.
María nos enseña que la verdadera Espiritualidad se aprende en el Sagrario, en la actitud contemplativa, en la oración
piadosa que edifica la Iglesia
Madre de los hombres, ruega por nosotros: Madre de Cristo, acógenos en tu corazón. Madre de la Iglesia, enséñanos
a amar como tú y a mirar en todas las madres del mundo el
rostro del amor y la anunciación de la esperanza de un mundo mejor, alimentado en la Eucaristía en la que recibimos al
que es carne de tu carne y sangre de tu sangre.
Amén.
96
RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Noche santísima de Pascua
Luz-bautismo-misericordia
Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia.
Amadísimos hermanos en la fe:
Un gozo novedoso y lleno de esperanza inunda la Iglesia
en esta noche santísima de la Victoria Pascual de Cristo, que
estamos celebrando en esta Vigilia.
1. Luz
Iniciábamos nuestra fiesta pascual con un rito único: la bendición de la luz y la entronización del Cirio Pascual que representa a Cristo Resucitado. En medio de la noche, hicimos
fuego, luego tomamos la luz y tras señalar sobre el Cirio las
cifras que nos recuerdan que el tiempo es de Dios y que Cristo es el señor de la historia, la columna luminosa nos recordó
que en medio de las tinieblas de la historia de hoy es la fe la
lámpara que nos ilumina, es Jesús resucitado el que le comunica al creyente y a todos los hombres de buena voluntad
que hemos comprendido que el amor misericordioso que hoy
canta la Iglesia es la vida y la alegría que transforma y da sentido a la humanidad.
El Pregón Pascual cantaba algo novedoso, pero a la vez maravilloso: que Dios se acordó de su pueblo y que en una noche
como esta superó definitivamente el prodigio que le dio la
libertad a Israel con una victoria más grande incluso que el
paso del Mar Rojo: la Resurrección de Jesús.
En efecto, cuando Jesús retorna de la muerte todo se hace
nuevo. Es nueva la larga historia de la Creación que hemos
escuchado79, el sacrificio de Isaac80, la salida de Egipto81, y se
hacen realidad las profecías con las que Isaías, Ezequiel y Ba79 Primera Lectura. Génesis 1, 1-2,2
80 Segunda Lectura, Génesis 22,1-8
81 Tercera Lectura. Exodo 14, 15-15,1
97
ruc nos fueron preparando para el anuncio con el que, finalmente San Pablo en la Carta a los Romanos, nos recordó que
hoy ha vencido Jesús y que la alegría de encontrarlo que nos
cuenta el Evangelio de san Lucas nos compromete a resucitar,
es decir, a dejarnos llenar de la luz del que vive eternamente.
2. Bautismo
Y es que la luz de la pascua, la alegría de Jesús vivo hace que el
hombre re-creado, redimido, renovado, descubra en el signo con
el que un día le acogieron en la Iglesia, el Bautismo, cuál es su vocación, cuál es su verdadero destino, cuál su máxima realización.
Renovaremos la gracia del Bautismo (e incluso algunos hermanos hoy mismo lo reciben en esta celebración) porque un
día fuimos pasados por un Mar más luminoso que el Mar
Rojo, Dios nos regaló en la Fuente Bautismal la dicha de ser
su familia, sus hijos, su pueblo santo y elegido82, bendecido
por Dios, elevado a la grandeza de un Sacerdocio de Reyes,
precisamente porque un Rey, Jesús crucificado e inmolado
por nosotros, protagonizó una lucha dramática, como lo cantaremos mañana en la secuencia de pascua al decir “lucharon
vida y muerte en admirable duelo”83.
Incluso el Costado Abierto de Jesús en la Cruz, nos hizo
pregustar esa fuente de agua viva en la que, lavados de nuestras culpas, se nos ha llamado a ser del todo nuevos, justos,
alegres, comprensivos, solidarios, comunicadores de esperanza, de vida, de paz, de fe, de perdón y de amor sincero.
Un Bautizado no es simplemente una cifra en un registro
parroquial ni un nombre en un elenco de pertenecientes a
una religión. Nosotros no somos una serie de personas vinculadas a unas ideas del pasado sino una verdadera comunidad, un cuerpo vivo y dinámico que tienen que impregnar
la cultura humana con la luz del Resucitado, que tiene que
impregnar el mundo con una nueva manera de vivir que nos
haga más fieles a Dios y más cercanos a todos.
82 Cfr. 1 Pedro 2,9
83 Mors et vita duello conflixere mirando, VICTIMAE PASCHALI LAUDES.
Secuencia de Pascua
98
El bautizado cree y espera, cree y ama, hace que su fe lo
lance a llevar a todos la vida, la paz, la novedad de hacerlo
todo al estilo de Jesús.
3. Misericordia
La Pascua del Año de la Misericordia es la celebración de la
vida de Dios sembrada en el corazón de todos. Es permitir
que la luz radiante del Resucitado venza las tinieblas del corazón, lave el dolor y el pecado, de sentido a cada persona, a
cada familia de creyentes, a cuantos buscan a Dios y deben
encontrarlo vivo y gozoso allí donde escogió manifestarse: en
la Iglesia que nace, precisamente, de la Pascua de Jesús, de la
muerte dolorosa seguida del silencio del sepulcro y derrotada en el momento en el que el Hijo amado de Dios revestido
de una vida nueva, luminosa, extraordinaria, nos sale al encuentro enarbolando su bandera de paz.
La Pascua es un canto al amor de Dios, a la bondadosa misericordia con la que Jesús, saliendo de la muerte, viene al
encuentro de cada persona, invitándonos a todos a una vida
más fiel y más alegre.
Es una bondad que nos invita a “no buscar entre los muertos
al que vive”84, como les dicen los varones de blancos vestidos
al grupo de Discípulas que, encabezadas por Santa María Magdalena, la queridísima beneficiaria del perdón misericordioso,
madrugaron a cumplir una obra de misericordia, la que honra
a los difuntos y son llamadas a realizar otra tan hermosa como
aquella: enseñar, proclamar a todos que Jesús vive.
Es esta nuestra gran tarea. Para ello nos hemos dispuesto
en estos días santísimos, para ello han trabajado con amor
tantas personas, los Sacerdotes, los evangelizadores, los catequistas, los ministros de la Sagrada Liturgia, las comunidades comprometidas en la proclamación de la fe, los que con
su trabajo llenaron de esplendor cada momento de nuestras
fiestas pascuales, a los que merecen el aplauso agradecido
por lo que nos han ayudado a celebrar con tanto amor.
84 Lucas 24,5
99
Nuestra misión es decirle al mundo que Jesús vive, que el
reina sobre la muerte, que él nos invita a construir la vida
siendo Misericordiosos como el Padre85.
Finalmente, antes de proseguir con la gracia Bautismal y
con la Comunión del cuerpo y la sangre del Resucitado, felicitemos a María, la Madre del Señor y digámosle: Reina del Cielo, alégrate86, porque en tu Hijo Resucitado se ha manifestado
para todos el amor misericordioso que da la vida al mundo.
Amén.
85 Lucas 6, 36
86 Antífona de Completas: REGINA CŒLI. Liturgia de las Horas
100
DOMINGO DE PASCUA
Misa del Día
Resucitó de veras mi amor y mi esperanza
Gozo-Testimonio-Misericordia
Ha llegado la Pascua, anunciada y preparada, dispuesta y
celebrada con fe por una comunidad que, en el Año de la Misericordia, reconoce en cada obra de Dios una revelación de
su amor infinito, una manifestación del poder del amor y de
la fuerza de la esperanza.
1. Gozo
Contrasta esta palabra con la realidad del mundo en el que
vivimos. Hay demasiadas luchas, demasiadas violencias, demasiadas desesperanzas, pero sobre todo ese panorama confuso descuella, luminosa y alegre la luz del Cirio Pascual sobre el que hemos trazado las cifras que distinguen este Año
de Gracia y en el que hemos escrito que Jesús Resucitado es
el Señor de la Historia y el Salvador de todos.
La Pascua fue, en otro tiempo, la reconstrucción de un momento grandioso para Israel, que fue su salida de Egipto, como
lo escuchamos anoche en la Vigilia. Aquella Pascua primera
de la Iglesia empieza con el caos en el que estaba Jerusalén
tras la muerte de Jesús. El Templo arruinado, frustrada, con
seguridad, la fiesta de las casas por el impacto de los sucesos.
No se ha profundizado mucho en la búsqueda de testimonios
diversos a los de los apóstoles para retratar el amanecer de
ese primer día de la semana, de ese primer domingo.
En la pequeña comunidad de los amigos de Jesús, la noticia
de la victoria es tan humana: asombro, incertidumbre, sorpresa, alegría sin fin acallada por aquello en lo que insiste
San Juan: el miedo a los judíos87. En medio de ese temor,
qué gozo acoger nuevamente al Señor, qué alegría verlo nuevamente. Santa Laura Montoya en su autobiografía cuenta
una reacción suya ante la imagen del Resucitado hoy hace
exactamente 120 años: “¡Qué hermoso vuelves! No ha sido un
87 Cfr. Juan 20, 19
101
sueño aquel terrible, sangriento leño, aquellas horas de cruel
dolor?”88
Por eso luego, el mismo San Lucas nos cuenta la alegría que
desbordaba el corazón de aquel puñado de apóstoles, de las
mujeres y por qué no, de María, la Madre, como para indicarnos que hemos de ser testigos de esa victoria y contarla sin
cesar a todos, anunciarla sin descanso al mundo.
2. Testimonio
Dar testimonio de la Resurrección es, entonces, nuestra tarea, hermanos amadísimos. No podemos reservarnos esta misión o reducirla simplemente a lo que otros puedan hacer en
la experiencia evangelizadora.
Nuestra vida debe ser el primero y más evidente de los signos de la resurrección, porque el mundo no puede ver otro
rostro de Jesús Resucitado que el rostro de los que en Él creen
y esperan, por más bellas que puedan ser las imágenes que lo
quieren representar.
El Resucitado, no es entonces una bella estatua ni un cuadro
sublime en el que los artistas han puesto sus mejores talentos, el Resucitado es la cabeza de un cuerpo que se llama la
Iglesia y que tiene como tarea esencial grabar en la faz de
cada creyente y de cada ser humano los rasgos del Resucitado, esto es, el rostro de la alegría que consuela, el rostro del
perdón que da comienzo a todo esfuerzo de paz, el rostro de
la cercanía que hace que todo ser humano se sienta acogido
y amado con respeto, con sinceridad, con la certeza de que
Jesús dio su vida por una multitud que, dispersa por el mundo, que sin modo de ser contada con las cifras del hombre,
debe conocer y amar a aquel Hombre Nuevo que es Dios con
nosotros, que es el amor concreto y generoso que nos salva.
Sólo se puede testimoniar a partir de lo que se conoce. Por
ello tras la celebración de la Pascua, la Iglesia nos va a ense88 Santa Laura Montoya. AUTOBIOGRAFÍA. Se narra aquí su encuentro con el
Resucitado en Fredonia, Antioquia, Colombia, en 1896, hace exactamente 120
años en la mañana de Pascua
102
ñar a conocer a Jesús contándonos el testimonio que de Él
dieron los Apóstoles y como prácticamente en cada página
de los Hechos de los Apóstoles hay un anuncio explícito y
gozoso de la gloria del Resucitado.
3. Misericordia
La Pascua del Año de la Misericordia literalmente debe ser
la demostración del amor de Dios que acude presuroso en su
Hijo y nuestro Hermano Jesús, Dios verdadero y hombre verdadero, agua viva para nuestra sed, pan de vida para nuestra
hambre, vestidura de amor que cubre la humanidad, hospedaje tierno y amoroso, visita que libera a los que viven presos
por el pecado.
Jesús resucitado sigue obrando la misericordia. Consuela
y enseña, sana y restaura, alimenta y aconseja; de modo que
aprendamos su lección de esperanza, de paciencia, de acogida bondadosa, de amor y preocupación por todos, como
por ejemplo por los Discípulos de Emaús que, desconsolados
y confusos ven como, tras encontrar al Señor en el camino,
donde primero estaba el hielo del dolor y del desconcierto,
surge luego una hoguera de amor, de alegría y de esperanza, como ala que deberíamos encender en tantos hermanos
nuestros que sufren, que lloran, que no son amados, que no
saben amar.
El mejor fruto de esta Pascua de la Misericordia es que no
nos olvidemos que la Semana Santa ya no es una semana de
actos y celebraciones sino un tiempo en el que cada celebración y cada experiencia de fe nos propone una tarea clara y
sencilla: hacer que Jesús vivo llegue a nuestra vida para que
por medio nuestro llegue a todos, despertando en el mundo
una aurora de esperanza, una oportunidad para perdonar,
para mostrar el buen camino, para vivir la fe.
Demos gracias a Dios por los Sacerdotes, los Discípulos de
nuestros Seminarios, por los evangelizadores, los catequistas, los ministros de la Sagrada Liturgia, las comunidades
comprometidas en la proclamación de la fe, los que con su
trabajo llenaron de esplendor cada momento de nuestras
fiestas pascuales, a los que merecen el testimonio de nues103
tra gratitud. Gracias a cuantos asistieron a todo lo que hemos celebrado, porque sin duda, seremos todos los evangelizadores de la misericordia y los testigos constantes de la
vida de Jesús.
Saludemos, finalmente, a la Reina del Cielo y, salgamos a su
encuentro, como bellamente se hace en algunas procesiones
de este día, para contarle, no la noticia de la resurrección,
porque Ella ya la sabe, sino la noticia de que nosotros, animados por su Hijo, salimos de inmediato a proclamar que el reina sobre la muerte, y que él nos invita a construir un mundo
nuevo siendo Misericordiosos como el Padre89.
Amén.
Pbro. Diego Alberto Uribe Castrillón
89 Lucas 6, 36.
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