La odisea cretense Por Leonard Ziebel, F.R.C. El romance entre la mitología y la arqueología arroja nueva luz sobre una antigua civilización Contemplando la tierra desde su palacio ubicado en la cima del Monte Olimpo, el gran dios Zeus atisbaba a la hermosa Europa mientras ella jugaba a la orilla del mar. El corazón de Zeus quedó cautivado. Asumiendo la forma de un toro blanco, se apareció ante ella y ganó su amor con su ternura. Cuando ella montó sobre su lomo para dar un corto paseo, él saltó al mar y huyó hacia una lejana isla color esmeralda llamada Scheria. Minos, el hijo de su unión, quien "habría de gobernar a todos los hombres de la Tierra", fue adoptado por el Rey Astereo, monarca de la isla. Al paso del tiempo, Astereo se casó con Europa y creó un continente para ella. Como prueba de su amor, Europa le dio una hija a la cual pusieron por nombre Creta. ¡Misterio! ¡Romance! ¡Drama! ¡Aventura! ¡Intriga! Todos estos elementos, tan esenciales en las novelas de ficción, adornan siempre la historia de la isla de Creta, cuna de la civilización europea. Situada en una posición intermedia entre Grecia y Egipto, en el Mar Egeo, llamado "vino tinto" por Homero, su ubicación ofreció lo mejor de dos mundos. Hacia el año 1600 a. de C., durante el descenso del Imperio Medio de Egipto, Creta, con sus opulentas ciudades y enormes palacios, fue el centro comercial del mundo occidental. Su fuerza naval dominaba los mares, y sus buques mercantes visitaban todos los países que bordean el Mediterráneo. Los viajeros que iban y venían del Asia Menor hacían una pausa en Creta para descansar, admirar su belleza natural o para participar en sus actividades culturales. Pese a que la isla estuvo habitada desde el año 7000 a. de C. por una cultura neolítica, es decir, por el hombre de la Edad de Piedra, la leyenda de Creta no empieza sino hasta el año 4000 a. de C., cuando los primeros invasores llegaron en canoas. Se desconoce quiénes fueron y de dónde vinieron. Algunos eruditos consideran que eran libaneses del Norte de Africa; otros aseguran que eran gentes desplazadas del Asia Menor. Los antiguos egipcios les llamaban Keftiu, que se traduce más o menos como "gentes del mar". Los historiadores modernos los llaman minoicos, en honor a su legendario rey Minos. Existe un país... en el mar de color vino-tinto, un hermoso país con muchos habitantes... y noventa ciudades... entre ellas la poderosa Cnosos, donde Minos empezó a gobernar. Los minoicos amaban la naturaleza y la reverenciaron en la forma de una diosa-serpiente, simbolizando su vínculo con el mundo de los muertos. Se la representaba vistiendo una elegante falda plisada y el ceñido corpiño de la corte real. En sus manos sostenía a la serpiente dorada, símbolo de la sabiduría y de la inmortalidad. Regidos por un monarca que era el gobernante supremo y sumo sacerdote al mismo tiempo, los cretenses desarrollaron una floreciente civilización que perduró hasta la Edad de Bronce. Erupción del Thera Alrededor del año 1450 a. de C., violentas erupciones volcánicas del cercano Thera, a ciento trece kilómetros al norte, originaron tremendas marejadas y terremotos que destruyeron las grandes ciudades de Creta. Enormes cantidades de lava y ceniza enterraron los grandes palacios. Algunos piensan que esta catástrofe formó la base de la narración de Platón sobre la Atlántida perdida. Sócrates, escucha un relato que, si bien extraño, es totalmente cierto... Se cuenta de un poder portentoso... de una isla situada frente a los estrechos a los que tú llamas Columnas de Hércules... Pues bien, en esa isla había un imperio poderoso y maravilloso que gobernaba toda la isla y algunas más, así como también otras partes del continente. Sin embargo... ocurrieron violentos terremotos y marejadas, y en un solo día y una noche de lluvia... desapareció la isla... quedando sumergida bajo el mar. Al destruirse la civilización minoica, Creta quedó desolada, el mundo perdió su cultura y sus logros. Como el antiguo idioma escrito de Creta es indescifrable aún hoy en día, sólo leyendas narradas por los sobrevivientes llegaron al territorio continental griego, las cuales siguieron contando a la posteridad la gloria y la grandeza de Creta. En el año 1900, el arqueólogo británico, Sir Arthur Evans, empezó a excavar el monte Kaphala, enclavado en un angosto valle cerca de Cnosos, centro de la civilización cretense y ciudad capital del Rey Minos. Seis años antes, mientras exploraba la cueva de Psichro en el Monte Dicte, cincuenta y cinco kilómetros al este, Evans descubrió algunas piedrecillas pulidas grabadas con extraños jeroglíficos. Tras un minucioso examen, se comprobó que se trataba de antiguos sellos de identificación. Junto con el hallazgo anterior de un enorme almacén de jarras pithoi para aceite de olivo o vino, descubiertas cerca del puerto de Herakleion, estas piedras suministraron indicios inequívocos de que las narraciones mitológicas sobre una desaparecida civilización cretense, estaban basadas en un hecho prehistórico. Evans recordó que la legendaria Venus, al ser herida por las flechas de Cupido, corrió a esas colinas sagradas para recoger la hierba medicinal llamada dictamus. Ahí también, en el altar construido a la entrada de la cueva, el Rey Minos ofrecía sacrificios cada nueve años, de conformidad con las leyes; y fue allí donde nació el gran dios Zeus. El antiguo mito de la creación Poco después de formado el mundo, Gea (la madre-tierra) dio a luz a los doce Titanes (las furias de la naturaleza). Junto con su padre, Urano (los cielos), gobernaron el universo. Uno de ellos, Cronos (tiempo infinito), se casó con su hermana Rea (la madre-naturaleza) y se apoderó del dominio del mundo asesinando a Urano, cuya sangre cayó sobre la Tierra y se mezclo con la sangre del hombre. Temiendo correr igual suerte, Cronos se tragaba a cada uno de sus hijos a medida que nacían. Sin embargo, Rea escondió secretamente a su sexto hijo, Zeus, en la Cueva Dichtaean que domina la Planicie de Mesara, en La Isla de Creta. Cuando Cronos exigió al bebé, Rea le entregó astutamente una roca envuelta en telas, y él se la tragó de inmediato; de esta manera fue salvado Zeus. Cuando Zeus llegó a adulto, persuadió a Rea de que diera a Cronos una poción de mostaza y sal para hacerle vomitar a los cinco niños y a la roca que se había tragado creyendo que era su último hijo. Con ayuda de sus hermanos y hermanas ya liberados, Zeus derrocó a Cronos en una violenta batalla que hizo temblar la tierra y hervir los ríos. Al ser derrotados los Titanes, fueron desterrados a Tartaro (el Infierno griego) y Zeus, rey de los dioses, estableció su santuario en el Monte Olimpo. La roca que Cronos vomitara cayó sobre las altas laderas del Monte Parnaso, en Grecia, y marcó el centro de la Tierra. Zeus llamó a este lugar Delfos y encargó a una sacerdotisa, llamada Pitia, que lo custodiara. En este mito que relata claramente la historia de la creación, los Titanes personifican a las fuerzas caóticas que conforman la Tierra; Urano, Cronos y Rea simbolizan los elementos que sostienen la vida del universo. El hecho de tragar a los niños y a la roca, significa la desaparición de diferentes culturas de la Edad de Piedra, en tanto que el nacimiento de Zeus señala la aparición en Creta de los primeros colonos griegos. Tártaro simboliza a las ciudades enterradas de Creta; la batalla de los dioses representa el fin de la adoración de la naturaleza; y el establecimiento de Zeus en el Monte Olimpo simboliza las ambiciones desmedidas de una humanidad en desarrollo. El asentamiento de la roca u omphalion (pequeño ombligo) en Delfos, sugiere un cordón umbilical entre Creta y Grecia. Cualquiera que tenga la buena fortuna de visitar las sagradas colinas sobre las cuales descansa esta roca, puede verla todavía. Una civilización perdida Después que fuera removida la mole de escombros acumulados en el sitio de Cnosos, emergió de las profundidades de la tierra un inmenso complejo de edificios de varios pisos, conteniendo más de 1000 habitaciones unidas por corredores, pasadizos, escaleras, galerías y amplios atrios. Evans examinó con curiosidad y asombro los espaciosos almacenes, talleres, enormes tuberías de desagüe y muros decorados con frescos multicolores. Estaba convencido de que este laberinto de habitaciones y pasajes, en los que cualquiera podría perderse, era el misterioso Laberinto del Minotauro que fuese construido debajo del palacio del rey. A fin de asegurar una cosecha abundante, Minos pidió a Poseidón (dios del mar), que le enviara un toro para el sacrificio. El animal enviado era tan hermoso, que Minos lo conservó en su rebaño y sacrificó en su lugar a otro. El iracundo Poseidón hizo que Pasífae, mujer de Minos, concibiera un hijo mitad toro y mitad hombre; fue así como nació el monstruo Minotauro. El acongojado Minos y Dédalo, un hábil arquitecto e inventor, construyeron debajo de la tierra un complejo de habitaciones y pasadizos oscuros de los cuales no se podía escapar, en donde confinaron a la pérfida reina y a su monstruoso hijo. Dos lenguas diferentes Durante las excavaciones, Evans desenterró cierto número de placas de arcilla que ostentaban caracteres pictográficos similares, pero que constituían dos lenguas diferentes. Una de éstas, a la que los arqueólogos llamaron "Linear B", resultó ser una forma del antiguo lenguaje micénico griego. Los jeroglíficos de las placas representan un inventario de los almacenes del palacio. Las otras placas que contienen los mismos símbolos pero en un orden diferente, fueron llamadas "Linear A". Aún no ha sido posible descifrarlas y se cree que están escritas en la escritura minoica original. Aunque los arqueólogos no han logrado resolver todavía el enigma del por qué o cómo llegaron a Cnosos las placas "Linear B", se especula que, alrededor del año 1500 a. de C., Creta fue atacada sorpresivamente por el norte por piratas miceneanos venidos del Peloponeso, quienes destronaron al rey Minos remplazándolo con su propio gobernante. Como el nuevo rey y sus súbditos hablaban diferentes idiomas, se decidió adaptar el alfabeto cretense a la lengua griega. En este proceso se fue perdiendo la escritura minoica original, creándose un dialecto totalmente nuevo. Esta situación es comprensible si recordamos que, pese a que el alfabeto romano es compartido por muchos países, la manera como se agrupan las letras forma un idioma diferente. Los Argonautas Jasón y su banda de Argonautas se hicieron a la mar en busca del Vellocino de Oro. Al cabo de muchas aventuras, llegaron a la isla de Creta. Dédalo había construido un gigantesco robot de bronce llamado Talos, el que patrullaba la isla tres veces al día arrojando fuego y lanzando enormes piedras a los barcos que se acercaban, hundiéndolos antes que pudieran llegar a la playa. Usando la astucia, un pequeño destacamento de los seguidores de Jasón pudieron desembarcar sin contratiempos y ofrecieron a Talos un trago de la copa que contenía el Vino de la Inmortalidad. Cuando Talos echó atrás la cabeza para vaciar la copa, Poeas, el más pequeño de los Argonautas, jaló un gancho de bronce pegado al talón de metal de Talos y liberó el ichor, o sangre de los dioses, el cual le dio vida. Como su vida le salía a borbotones, Talos tambaleó y cayó en el mar. Jasón y sus Argonautas pudieron desembarcar y fueron agasajados pródigamente en la corte del rey. De todas las cámaras que Evans descubrió, la más intrigante es la Cámara del Trono. Colocada en el centro de un gran muro color bermejo, verde y blanco, se encuentra una silla de alabastro con alto respaldar adornado con volutas y un asiento ahuecado para acomodar el cuerpo: el trono de Minos. Flanqueando ambos lados hay una larga fila de bancas de alabastro. La parte del muro que queda atrás del trono, está decorada con frescos pintados en rojo y azul brillantes en los que se ve a grifos sin alas, criaturas míticas con cuerpo de león que simbolizaba el poder político, con cabeza de águila que significaba autoridad espiritual, y una larga cola serpenteante que representaba el poder sobre el mundo subterráneo. Evans se regocijó por este hallazgo. Había descubierto el trono europeo más antiguo de la historia. Evans encontró debajo de la Cámara del Trono un foso cubierto de piedra al cual llamó pila lustral, porque creyó que el foso fue usado con propósitos religiosos. Jarras para aceite rotas, vasijas ceremoniales derribadas y el desorden general que imperaba en la cámara dieron indicios de que, cuando fue destruido el palacio, la brutal catástrofe había interrumpido una ceremonia de purificación. Casi todas las cámaras del palacio están decoradas con frescos brillantemente coloreados. Sobre una columna de los apartamentos de la reina, se advierten hermosas bailarinas de pelo largo ensortijado y vistiendo largas faldas, mientras cardúmenes de delfines saltan graciosamente a lo largo de los muros realzados con ornamentos de color azul claro. En los muros de las escaleras que conducen al pórtico del sudeste, jóvenes de delgada cintura luciendo largos rizos que caen sobre sus hombros, vierten dulce néctar de jarras frágiles con forma triangular; cerca de ellas, un rey-sacerdote alto, esbelto y musculoso, vistiendo un taparrabo con forma de alas de golondrina, un collar con una flor de lis, y una corona con plumas de pavo real de color azul y dorado, demanda obediencia. Otros frescos representan escenas vívidas y divertidas de la vida familiar y social, con hermosas mujeres asumiendo poses seductoras, rodeadas de aves, flores y peces de múltiples colores. En ningún fresco se representa la guerra, el derramamiento de sangre ni a prisioneros, como los que se ven en Egipto o Asiria. El estremecedor de la Tierra En Creta floreció el "culto al toro" (símbolo de la fuerza y de la fertilidad). Adornando uno de los muros de la entrada a la cámara ceremonial, está un bajorrelieve de la cabeza de un toro que bufa con rabia, y Evans encontró numerosas estatuas y reliquias relacionadas con este animal. Llamado "estremecedor de la Tierra" por creerse que los terremotos eran causados cuando el enorme toro sobre cuyas astas se asentaba la Tierra la hacía temblar, el trono fue incluido entre las deidades subterráneas. Homero alude a éste en la Iliada: "La delicia de los toros es hacer estremecer a la Tierra". Una vez al año se celebraba un festival en el coliseo real con el objeto de seleccionar al toro más fuerte y más viril, para usarlo como el legendario Minotauro. Un fascinante fresco, encontrado cerca de la Cámara del Trono, muestra a dos doncellas y a un doncel, ocupados en el deporte de saltar por encima del toro, un espectáculo favorito de los minoicos, en el cual competían equipos de donceles y doncellas haciendo gala de su destreza acrobática. Una doncella sujeta a un enfurecido toro por las astas haciéndole agachar la cabeza, mientras un joven da un salto mortal sobre su lomo. Detrás del animal otra doncella se para serenamente, lista para coger al saltador cuando toca tierra. Pese a que los toros que tomaban parte en estas competencias nunca sufrían daño, es seguro que los competidores sufrían numerosos accidentes con las afiladas astas de los animales enfurecidos. Ansioso por demostrar su virilidad, Androgeo, hijo de Minos, participó en los juegos de Atenas. Salía victorioso en todos los eventos, con lo cual se ganaba la envidia de los anfitriones griegos, pero hacía sentirse orgulloso a Minos. ¡Entonces sobrevino la tragedia! Junto con varios nobles griegos, Androgeo fue muerto por el toro blanco de Maratón. "¡Un accidente!", afirmó el rey griego Egeo. "¡Traición!", alegaba Minos. Como consecuencia, Minos sitió la ciudad de Atenas exigiendo que, como tributo, cada nueve años le fueran entregados siete donceles y siete doncellas para ofrecerlos como sacrificio al Minotauro. Teseo, hijo de Egeo, se ofreció como mártir. Se introdujo en el laberinto y encontró al Minotauro. Al ver tan temible bestia con un cuerpo humano de piel correosa amarillo-opaco, y el cuello y la cabeza de toro, se Sintió atemorizado. La bramante criatura embistió y Teseo saltó hacia un lado. El monstruo enloquecido embestía una y otra vez hasta que, por fin, empezó a debilitarse. Teseo lo asió por los cuernos y saltó ágilmente sobre sus lomos. Usando los cuernos del Minotauro a modo de palanca, empezó a torcerle la cabeza hasta que, con un agudo crujido, el cuello se rompió. Finalmente, Teseo encontró la salida del laberinto con ayuda de un hilo mágico que le había entregado Ariadna, hija de Minos, quien se había enamorado de él. A medida que surgían entre la arena más y más vestigios estructurales de la antigüedad, Evans se daba cuenta de que no sólo había descubierto un palacio, sino las maravillas de una civilización perdida. Enterrado a unos cuantos metros debajo de la tierra, yacía el fantasma de una antigua cultura incluyendo la arquitectura de casas, plomería de terracota, marcas comerciales registradas, crónicas escritas y un calendario basado en observaciones astronómicas. Sir Arthur Evans supo que tenía por delante una tremenda tarea, mas nunca imaginó que seguiría excavando durante más de veinticinco años en el mismo lugar. Con gran entusiasmo, Evans restauro muchas estructuras y frescos deteriorados devolviéndoles su esplendor original, y descubrió una poderosa civilización que forjó el destino del Mundo Occidental.