Contiene documento base para la formación de catequistas

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DIOS NOS HABLA
LA REVELACIÓN (manifestación)
 Es la manifestación de Dios de sí mismo, de su designio de amor sobre
el hombre y la mujer, de su plan de salvación.
 Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres y mujeres
capaces de responderles, de conocerle y de amarle más allá de lo que
ellos serían capaces por sus propias fuerzas.
 Esta revelación se ha hecho “mediante acciones y palabras”,
íntimamente ligadas entre sí y que se esclarecen mutuamente” (DV 2).
 Esta revelación la ha hecho Dios progresivamente por etapas: La
creación, el pecado, la alianza con Noé, la promesa de ser un pueblo
numeroso con Abraham, Moisés liberador del Pueblo de Israel, El
pueblo de Israel con los diez mandamientos, los profetas con su último
enviado Juan Bautista, y finalmente Jesucristo cumplimiento y plenitud
de la revelación.
Cristo, cumplimiento y plenitud de relevación de Dios
 La carta a los Hebrero dice: “Muchas veces y de muchas maneras
habló Dios antiguamente a nuestros antepasados por medio de los
profetas; ahora en este momento final nos ha hablado por medio del
Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo
también el universo” (1,1-3).
 Cristo es la última Palabra de Dios, pues después de Cristo Dios se
quedó mudo. Cristo es la plenitud porque en Él Dios nos ha dicho todo
lo quería decirnos y porque toda lo que Dios dijo en el A.T se cumple,
se interpreta y encuentra sentido en Cristo.
LA BIBLIA CONTIENE LA REVELACIÓN DE DIOS
La Biblia es Palabra de Dios, porque ha sido inspirada por Dios a unos
hombres que sin perder su libertad y voluntad han puesto por escrito lo que ha
querido decirles.
Esto lo creemos por la fe, pues cuesta trabajo entender desde la razón
cómo Dios ha inspirado al hombre que sin perder su liberta y razón todo lo
que escribe sea Palabra de Dios.
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Qué entendemos por inspiración y cómo Dios ha inspirado al
hombre.
La palabra “inspiración”
Puede tener diversos significados:
Inspiración para algunos es la idea o luz que en un momento le viene a
una persona para desarrollar, componer, y realizar algo.
Inspiración para otros es el contexto donde inspira para crear. Por
ejemplo: Me he inspirado en el mar o la montaña.
Inspiración para algunos es la intuición por la que se deja llevar para ir
un lugar determinado o hacer alguna cosa concreta.
La inspiración según la entendemos los cristianos
La acción de Dios por medio del Espíritu Santo en la persona
respetando su libertad ha inspira su mente y su voluntad para que todo lo que
escribe sea lo que Dios quiere.
Podemos decir de forma comparativa, que así como el Verbo de Dios se
hizo carne por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, así
también la Sagrada Escritura nace del seno de la Iglesia por obra del Espíritu
Santo. Por eso la Sagrada escritura es <<la Palabra de Dios, en cuento escrita
por inspiración del Espíritu Santo”.
La carta a Timoteo dice: “toda la Escritura, divinamente inspirada, es
útil para enseñar, para persuadir, para reprender, para educar en la justicia a
fin de que el hombre de Dios sea, perfecto y éste preparado para toda obra
buena” (2 Tim 3, 16-17). La segunda carta de Pedro dice: “pues ninguna
profecía procede de la voluntad humana, sino que, impulsados por el Espíritu
Santo, algunos hombres hablaron de parte de Dios” (2 Pe 1, 21).
El Vaticano II en la Dei Verbúm en el número 11 insiste que la
Sagrada Escritura es Palabra de Dios en cuanto que lo escrito se ha realizado
bajo la inspiración del Espíritu Santo. “En la composición de los Libros
Sagrados, Dios se valió de hombres elegidos que usaban de todas sus
facultades y talentos; de este modo, obrando Dios en ellos y por ellos, como
verdaderos autores, pusieron por escrito todo y sólo lo que Dios quería”
Todo esto nos lleva a afirmar dos cosas:
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Que Dios es la causa principal de la Sagrada escritura, porque inspira
“un soplo divino” sobre la voluntad de hombre sin forzarla para que no actué
como un robot manejado por Dios
Que el hombre es la causa instrumental (medio) que bajo el influjo del
Espíritu Santo escribe lo que Dios quiere, respetando su libertad, sus propios
conocimientos, experiencias, de la realidad y situación que conoce. Si forzar
su entendimiento de manera que lo escrito no sea el resultado de un dictado
que Dios le ha dado y él ha ido escribiendo.
El Magisterio de la Iglesia sobre este tema, en las encíclicas
Providentissimus Deus, de León XIII (1983); Spiritus Paraclitus, de
Benedicto XV (1923) y Divina Aflante Spíritu, de Pío XII (1943). Las tres
establecen dos principios que intentar clarificar, en la posible, lo que venimos
hablando de la inspiración de Dios en el hombre, diciendo: Por un lado, Dios
influye positivamente en el hombre con una triple virtualidad (potencia o
capacidad).
1. “Ilumina” el entendimiento del hombre para que concibe rectamente la
verdad.
2. “Mueve” la voluntad del hombre para determinarla a escribir fielmente
la verdad concebida.
3. “Asiste” a las facultades ejecutivas en la elaboración del libro para que
la obra sea la expresión objetiva de la verdad, es decir, para que sea lo
que Dios quiere que sea.
Un ejemplo: El autor de la canción y el cantante que la canta
Quién escribe y compone la música de la canción es el autor principal
de la canción.
Quién canta la canción es el autor secundario porque
libremente poniendo en juego su propia voz y manera de actuar.
lo hace
LA BIBLIA, SU PROCESO DE REDACCIÓN
La Biblia es el libro más antiguo del mundo. Comenzó a escribirse
probablemente entre mil y mil quinientos años antes de Cristo; 50 años antes
de su nacimiento, ya estaba terminado el Antiguo Testamento.
La palabra Biblia se deriva de la expresión griega "biblos" y significa
"libros". Proviene de una ciudad llamada Biblos, donde se fabricaba el papiro
para hacer el papel de los libros.
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Por eso decimos que la Biblia como muchos otros libros generalmente
son experiencias que se han ido viviendo, que se han ido contando de unos a
otros y que finalmente se han escrito.
El NUEVO
REDACCIÓN
TESTAMENTO:
ORIGEN,
TRANSMISIÓN
Y
Para presentar y desarrollar con los catequistas
 Mostramos el N.T y preguntamos: ¿Qué contiene el N.T?
 Luego preguntamos: ¿Qué pasos se dieron antes de escribirse los
Evangelios?
En la historia de los orígenes del cristianismo pueden distinguirse
tres etapas (cf. CEC 126):
1. La vida y enseñanza de Jesús (6 a. C. al 30 d. C.) (Cruz)
2. La generación apostólica (30-70 d. C.) (Gorro o Mitra)
3. La segunda generación cristiana (70-110 d. C.) (cruzando los dedos)
Estas tres etapas corresponden a tres momentos en la formación de los
evangelios.
El origen de los evangelios está en Jesús en sus palabras y hechos.
La transmisión del Evangelios se realizó por medio de los apóstoles
conservando y transmitiendo las palabras y los hechos de Jesús, primero
oralmente y después por escrito.
Finalmente la segunda generación cristiana hizo la redacción de los
mismos ante los cambios que se habían originado y las nuevas circunstancias
que vivían las comunidades.
El prólogo de Lucas, recoge con otras palabras lo que estamos
diciendo.
San Lucas nos dice en 1, 1-4: “Ya que muchos se han propuesto
componer un relato de los acontecimientos que se han cumplido entre
nosotros, según nos lo transmitieron quienes des el principio fueron testigos
oculares y ministros de la palabra, me ha parecido también a mí, después de
haber investigado cuidadosamente todo lo sucedido desde el principio,
escribirte una exposición ordenada, ilustre Teófilo, para que llegues a
comprender la autenticidad de las enseñanzas que has recibido”.
¿Qué conclusiones podemos extraer del texto de Lucas?
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 Que muchos ya había empezado a escribir estos relatos que se
viven entre los cristianos. (se han cumplido entre nosotros)
 Que lo hicieron con la ayuda de tradiciones orales (según lo
trasmitieron los testigos oculares)
 Que lo hicieron los Apóstoles (testigos oculares y predicadores
de la palabra)
 Que la finalidad es preservar la autenticidad de las enseñanzas
recibidas.
Resumiendo la transmisión del Evangelio, según el mandato del
Señor se hizo dos maneras:
Oralmente: “los apóstoles, con su predicación, sus ejemplos, sus
instituciones, transmitieron de palabra lo que habían aprendido de las obras y
palabras de Cristo y lo que el Espíritu Santo les enseñó” (CEC 76).
Por escrito: “los mismos apóstoles y otros de su generación pusieron
por escrito el mensaje de la salvación inspirados por el Espíritu Santo” (DV
7).
Para transmitir y mantener íntegro el evangelio, los apóstoles
nombraron a los Obispos y sucesores el encargo de conservar siempre vivo y
entero en la Iglesia su mensaje.
Esta tarea de conservar, exponer y difundir los Obispos el evangelio se
ha llevado a cabo de dos maneras:
Por la Tradición Apostólica, qué es la transmisión viva de la
Palabra de Dios, o lo que es lo mismo, lo que los Obispos sucesores de los
Apóstoles han ido transmitiendo e interpretando a lo largo de los siglos. Por
eso, la Iglesia, “no saca exclusivamente de la Escritura la certeza de todo lo
revelado”.
Por la Sagrada Escritura, qué es el mismo anuncio de la salvación
puesta por escrito, o lo que es lo mismo por la custodia e interpretación que
los Obispos sucesores de los Apóstoles ha ido sacando y enseñando como
revelado por Dios que debe ser creído (DV 10).
TODO LO QUE DICE LA BIBLIA ES VERDAD
Si el autor de la Biblia es el Espíritu Santo que ha inspirado en los
hombres para que escriban todo y sólo que Dios quería. (cf. DV 11)
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La Iglesia dice que todos los escritos de la Biblia contiene la verdad
sobre Dios y no hay error en la verdad que dichos libros desarrollan para
nuestra salvación. (cf. DV 11).
Así se recoge en el número 107 del Catecismo de la Iglesia Católica:
“Como todo lo que afirman los hagiógrafos, o autores inspirados, lo afirma el
Espíritu Santo, se sigue que los libros sagrados enseñan sólidamente,
fielmente y sin error la verdad que Dios hizo consignar en dichos libros para
salvación nuestra (DV 11)”.
Por eso decimos que la verdad bíblica no es de orden científico, sino
religioso. De hecho todo lo que la Biblia dice, lo que se trata de la fe y de la
costumbres, lo que trata de asuntos profanos es verdad absoluta, y no relativa,
pero esto en cuanto hace relación a la historia salvífica, al misterio de nuestra
salvación.
Para algunos críticos sobre la verdad de la Biblia se base en buscar
contradicciones en la misma Biblia y con la ciencia.
Un ejemplo: El capítulo 1 del Génesis relata la creación del universo
por obra de Dios. Según este relato, Dios empleó seis días para crear todo lo
visible y lo invisible; el sexto día Dios creó al ser humano y el séptimo día
descansó.
La contradicción es que este dato no se corresponde con lo que dice la
ciencia hoy.
La respuesta es que la Biblia es un libro que contiene un mensaje de
verdades religiosa relacionadas con nuestra salvación. Por eso se puede decir
que en texto del Génesis contiene una verdad salvífica “Dios lo ha creado
todo, el hombre y la mujer es lo más grande la creación, y son sus
colaboradores en este mundo”, que ha sido transmitido con un “lenguaje
literario” para transmitir dicha verdad.
CÓMO SE DEBE LEER LA BIBLIA
En la sagrada Escritura, Dios habla al hombre a la manera de los
hombres. Por tanto, para interpretar bien la Escritura, es preciso estar atento a
lo que los autores humanos quisieron verdaderamente afirmar y a lo que Dios
quiso manifestarnos mediante sus palabras (cf. DV 12,1).
Para descubrir la intención de los autores sagrados es preciso tener en
cuenta las condiciones de su tiempo y de su cultura, los «géneros literarios»
usados en aquella época, las maneras de sentir, de hablar y de narrar en aquel
tiempo.
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Para captar la intención de los autores “La Escritura se ha de leer
e interpretar con el mismo Espíritu que la inspiró” (cf. DV 12,3).
El Concilio Vaticano II señala tres criterios para una interpretación de
la Escritura conforme al Espíritu que la inspiró (cf DV 12,3):
1.
Atención al contenido y a la unidad de toda la Escritura, es decir
ver el mensaje en relación y unidad al designio de Dios en las demás
partes de la Escritura, donde Cristo Jesús es centro después de la
Pascua (CEC. nº 112).
2. Leer la Escritura en la tradición viva de toda la Iglesia, es decir,
leerla según la interpretación y el significado que la Iglesia ha dado
en su tarea de conservar e interpretar la Palabra de Dios (DV. 12;
CEC nº 113; 2 Pe 1, 20-21).
3. Estar atento a la analogía de la fe (Cf. Rm 12,6), es decir, leer el
texto en relación y conexión con las verdades de la fe entre sí y con
el proyecto total de la Revelación, evitando dar interpretaciones que
entren en contradicción con algunas verdades del depósito de la
revelación (CEC 114).
También hay que leer la Sagrada Escritura teniendo claro el sentido
literal y el sentido espiritual (CEC del número 115 al 119)
Sentido literal de la Escritura es el expresado por el texto tal como han
sido escritos por los autores humanos inspirados. Es necesario e
imprescindible definirlo en los textos pues ayuda a descubrir el sentido
preciso del texto tal como han sido producidos por sus autores. Se extrae
gracias a un análisis preciso del texto, situado en su contexto literario e
histórico. Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundan sobre el
sentido literal.
El sentido literal no se debe confundir con el sentido "literalista" al
cual se adhieren los fundamentalistas. No basta traducir un texto palabra por
palabra para obtener su sentido literal. Es necesario comprenderlo según las
convenciones literarias de su tiempo. Cuando un texto es metafórico, su
sentido literal no es el que resulta inmediatamente de una comprensión
palabra por palabra (por ejemplo: "Tened ceñida la cintura", Lc. 12, 35) sino
el que corresponde al empleo metafórico de los términos ("Tened una actitud
de disponibilidad"). Cuando se trata de un relato, el sentido literal no
comporta necesariamente la afirmación de que los hechos narrados se han
producido efectivamente, ya que un relato puede no pertenecer al género
histórico, sino ser una obra de imaginación.
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Sentido espiritual es el sentido expresado por los textos bíblicos,
cuando se los lee bajo la influencia del Espíritu Santo en el contexto del
misterio pascual de Cristo y de la vida nueva que proviene de él. El Nuevo
Testamento reconoce en él el cumplimiento de las Escrituras. Es, pues, normal
releer las Escrituras a la luz de este nuevo contexto, que es el de la vida en el
Espíritu.".
El sentido espiritual no se debe confundir con las interpretaciones
subjetivas dictadas por la imaginación o la especulación intelectual. Ni
tampoco con la lectura espiritual, hecha en comunidad o individualmente.
Pues proviene de la relación del texto con los datos reales y el
acontecimiento pascual.
"Contrariamente a una opinión corriente, no hay una necesaria distinción entre
ambos. Cuando un texto bíblico se refiere directamente al misterio pascual de
Cristo o a la vida nueva que resulta de él, su sentido literal es un sentido
espiritual. Este es el caso habitual en el Nuevo Testamento. Por eso es el
Antiguo Testamento la parte de la Biblia a propósito de la cual la exégesis
cristiana habla más frecuentemente de sentido espiritual. Pero ya en el
Antiguo Testamento los textos tienen, en numerosos casos, un sentido
religioso y espiritual como sentido literal. La fe cristiana reconoce en estos
textos una relación anticipada con la vida nueva traída por Cristo. Cuando hay
distinción, el sentido espiritual no puede jamás estar privado de relación con
el sentido literal.
El Catecismo de la Iglesia universal subdivide el sentido espiritual en
tres sentidos: alegórico, moral y anagógico.
El sentido alegórico de un texto es aquel que nos hace adquirir una
comprensión más profunda del mismo texto al reconocer su significado en
Cristo. Así, el paso del mar Rojo es un signo de la victoria de Cristo y por el
ello también del Bautismo (Cf. 1º Cor 10,2).
El sentido moral de un texto es aquel que nos conduce a un obrar
juntos, a ser escritos “para nuestra instrucción” (1 Cor 10,2).
El sentido anagógico, que nos ayuda a ver realidades y
acontecimientos en su significación eterna. Así la Iglesia en la tierra es signo
de la Jerusalén celeste (Cf. Ap 21, 1-22; CEC nº 115-116).
Sentido pleno se define como un sentido profundo del texto, querido
por Dios, pero no claramente expresado por el autor humano. Se descubre la
existencia de este sentido en un texto bíblico, cuando se lo estudia a la luz de
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otros textos bíblicos que lo utilizan, o en su relación con el desarrollo interno
de la revelación.
Se trata, pues, del significado que un autor bíblico atribuye a un texto
bíblico anterior, cuando lo vuelve a emplear en un contexto que le confiere un
sentido literal nuevo; o bien de un significado, que una tradición doctrinal
auténtica o una definición conciliar, da a un texto de la Biblia.
En definitiva, se puede considerar el "sentido pleno" como otro modo
de designar el sentido espiritual de un texto bíblico. Su fundamento es que el
Espíritu Santo, autor principal de la Biblia, puede guiar al autor humano en la
elección de sus expresiones de tal modo que ellas expresen una verdad de la
cual él no percibe toda su profundidad. Esta es más completamente revelada
en el curso del tiempo; por una parte, gracias a realizaciones divinas ulteriores
que manifiestan mejor el alcance de los textos; y por otra, gracias a la
inserción de los textos en el canon de las Escrituras. Así se constituye un
nuevo contexto, que revela potencialidades de sentido que el contexto
primitivo dejaba en la oscuridad.
Para ayudarnos a leer e interpretar el sentido literal y espiritual de la
Sagrada Escritura podemos seguir estas indicaciones:
1. Leer el texto teniendo en cuenta lo que dice. Es decir, descubriendo el
significado de sus palabras, el modo como se escribió. Si fue una carta,
una parábola, una narración, para tener claro el mensaje que quiso
transmitir el autor inspirado por Dios. Una pregunta que ayuda a
descubrir esto, es: ¿Qué dice el texto?
2. Profundizar en su contexto: el lugar, las circunstancias, sus personajes.
Es decir, descubriendo todas aquellas cosas presentes que ayudan a
comprender mejor el mensaje. Unas preguntas que ayudan a descubrir
esto, es: ¿Qué elementos intervienen en el texto? ¿Qué dicen los
personajes? ¿Qué significado tienen los lugares y las circunstancias?
3. Leer el texto como expresión y vivencia de fe de los primeros
cristianos, descubriendo cómo lo entendieron y vivieron la primera
generación cristiana en las diversas circunstancias. Es decir, saber
aplicar el texto a las diversas comunidades o situaciones que estamos
viviendo. Por eso, la pregunta que ayuda a descubrir esto, es: ¿Qué nos
dice a nosotros hoy este texto?
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