Introducción Isabel la Católica - Centro de Estudios Cervantinos

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Nicasio Salvador Miguel, Isabel la Católica. Educación, mecenazgo y entorno literario
(2008)
INTRODUCCIÓN
PRÓLOGO
(QUE PODRÍA SER EPÍLOGO)
Al prologar un recentísimo libro colectivo, ideado y dirigido por mí1, he tenido
oportunidad de recordar que, aun cuando a estas alturas del camino he transitado por casi
todos los andurriales de las letras castellanas del Medievo y por algunos vericuetos de su
proyección posterior, mi predilección por el siglo XV se remonta a mis trabajos más
tempranos. Desde mis inicios también, como he rememorado allí mismo, mi actividad
investigadora ha estado ligada a una indisociable vinculación entre la filología y la historia
en todas sus vertientes, persuadido de que en la indagación de cualquier asunto o personaje
de la Edad Media resulta imprescindible contar con mimbres muy distintos para elaborar
un cesto de factura aceptable. De ahí, el carácter interdisciplinar de no pocos de mis
estudios, según se comprueba, verbigracia, en los que he dedicado al rescate biográfico de
docenas de poetas cancioneriles, a la discusión del manido y exagerado influjo
judeoconverso en algunas obras literarias, a los rasgos de la novela histórica, a las raíces de
la novela rosa, a la cultura urbana, cortesana y eclesiástica del siglo XIII, o al examen de la
transferencia a la Europa medieval de una porción de la herencia clásica hurgando en los
bestiarios, transmisores de visiones animalísticas, fraseología, conceptos médicos et alia que,
en parte, perviven hasta hoy.
En la estela de esa metodología, cuando en 2003 se me invitó a participar con una
ponencia en un Congreso sobre Isabel I de Castilla, me quedé sorprendido al descubrir que
la educación infantil de la futura reina se despachaba en las más sesudas monografías con
unas pocas líneas y que, habitualmente, se repetían, perpetuándose, afirmaciones que
carecían del más mínimo asidero documental. A partir de esa comprobación, me permití
escribir un largo artículo, que no fue (nulla dies sine linea) sino el inicio de mi progresivo
interés por la figura de Isabel y de su reinado hasta el punto de que, a partir de 2004, tanto
yo mismo como mi equipo de investigación derivamos hacia el rastreo minucioso de la
actividad literaria en la época de los Reyes Católicos, arropados por la generosa ayuda del
Ministerio de Educación y Ciencia2. Desde entonces hasta ahora, como comprobará quien
hojee la bibliografía final, me he ocupado de otros aspectos y períodos de la vida de Isabel
con una visión en que siempre he buscado integrar los ingredientes políticos y
socioeconómicos con los culturales (y muy específicamente con los literarios), procurando
1
N. Salvador Miguel y C. Moya García, eds. La literatura en la época de los Reyes Católicos, MadridFrankfurt, 2008.
2
Proyecto HUM 2004-02841/Filo, del que soy Investigador Principal y de cuyos fondos sale parte de la
subvención para publicar este libro. El proyecto tiene continuación ahora con la referencia FFI200801280/Filo.
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llenar huecos clamorosos en su biografía, desterrar reiterados errores comunes y aportar
nuevas interpretaciones.
No puedo ocultar la satisfacción que me ha producido la acogida favorable que se
ha dispensado a estos trabajos, por lo cual y por hallarse escondidos en actas de congresos,
catálogos de exposiciones o libros de homenaje, no me pareció descabellada la sugerencia
de no pocos colegas que me apremiaron a aglutinarlos en un libro que los hiciera más
accesibles. Sin embargo, mi ininterrumpida dedicación a la figura de Isabel ha coadyuvado a
un desenlace bastante distinto. Así, aunque esos estudios se encuentren representados de
alguna manera en los capítulos IV, V y VI de este libro (siempre con modificaciones, eso sí,
respecto a su redacción inicial), los restantes capítulos (vale decir, más del 60%) constituyen
aportaciones totalmente nuevas que pretenden representar los primeros sillares de lo que,
en unos años, espero convertir en una nueva biografía de Isabel, si las fuerzas no decaen
(nemo athleta sine sudore coronatur, con san Jerónimo) y las parcas no ciegan mi destino
(Fortunae cetera mando, ahora con Virgilio). En tal sentido, los que lean con detención los
cuatro primeros capítulos comprenderán que mis pesquisas se orientan al examen
diacrónico de la persona de la reina y de su entorno, por más que solo los dos primeros
cabe entenderlos como botones de muestra de lo que desearía realizar con el resto de su
biografía, mientras que el III no pasa de ser un epígrafe de lo que pronto constituirá un
pormenorizado análisis de los sucesos que entre 1454 y 1461, fuera de la corte de Arévalo,
afectaron de un modo u otro a la entonces infanta, y el IV representa una versión abreviada
de lo que se transformará en un análisis más largo.
Varias premisas han orientado mi metodología, de las que la primera consiste en
recalcar que el examen de la figura de la reina solo cabe realizarlo dentro de un contexto
minucioso, donde cobren vida para el lector los personajes y los acontecimientos que la
rodean. De modo que, por ejemplo, al mencionar por primera vez a los padres de Isabel,
me parece conveniente perfilar los rasgos sobresalientes de cada uno; también se me hace
adecuado que los personajes que pululan a su alrededor en los primeros años no se
reduzcan a meros nombres, sobre todo si después tienen algún influjo crucial en su periplo
vital (de ahí, las breves biografías con que presento a Beatriz de Silva, Lope de Barrientos,
Gonzalo de Illescas o Juan de Padilla); y creo que no pueden condensarse en meras citas
acontecimientos sin cuya explicación no se explanan acontecimientos futuros en la vida de
la soberana (de ahí, el espacio que dedico a la caída de Constantinopla, la muerte de Álvaro
de Luna, el nacimiento de Cristóbal Colón y de Fernando de Aragón, el divorcio del
príncipe don Enrique y Blanca de Navarra, los desposorios de Enrique IV y Juana de
Portugal, el nacimiento de Juana la Beltraneja). En segundo lugar, en la narración de los
hechos políticos y su marco socioeconómico es imposible prescindir de los textos literarios
coetáneos que, lejos de ser un elemento frívolo, superficial o secundario, arrojan no poca
luz para la interpretación de muchos sucesos, no solo porque nos ofrecen una perspectiva
contemporánea de loor, vituperio, exaltación y propaganda política, según los casos, sino
asimismo porque Isabel se distinguió por su preocupación por la cultura, la educación y el
patrocinio cultural, presidiendo una corte en la que muchos eclesiásticos y nobles tenían los
mismos anhelos de saber que apoyaban en sus propios dominios, por lo que la valoración
de los letrados y los escritores superó a la que se les otorgaba en épocas anteriores. En
tercer término, hay que prestar interés singular a algunas cuestiones hasta hace poco
insuficientemente estimadas, como el ambiente portugués de su infancia y adolescencia o la
peculiar formación recibida en Arévalo y en la corte de Enrique IV. Hay que desterrar, por
último, un puñado de idées reçues, como ocurre en la etapa de que aquí me ocupo con lo
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atinente al personal que la rodeó en sus años infantiles, en la que se ha colocado sin ningún
fundamento a personajes que aparecen en sus aledaños mucho después (me limito a remitir
a las páginas en que trato de Chacón). Como consecuencia de estos presupuestos, en más
de una ocasión he llegado a conclusiones que se apartan de las interpretaciones más
frecuentes y enquistadas, aun a costa de disentir de preclaros maestros, a los que, con todo,
reconozco sin la menor duda y con total respeto sus contribuciones, sin las cuales los
demás no hubiéramos avanzado en las nuestras.
Huelga decir, para terminar, que, en cada detalle, como punto de partida inalterable,
he estudiado de primera mano toda la bibliografía y la documentación de que he tenido
conocimiento, recopilada al final. A lo largo del libro, la primera vez que me refiero a un
estudio lo hago de manera integral y, desde entonces, me limito a mencionar el apellido del
autor, seguido del año de impresión y de la página o páginas correspondientes, mientras
que, cuando varios trabajos de un investigador pertenecen al mismo año, se diferencian con
la adición de una letra a la fecha (1990a, 1990b), de acuerdo con lo que se especifica en la
bibliografía. Asimismo, advierto de una vez por todas de que, en muchos de los textos
literarios citados, por más que indique siempre la edición que sigo, introduzco variantes en
la puntuación, acentuación, separación de palabras, etcétera, cuando lo considero oportuno.
No he tenido empacho en pedir ayuda e información a algunos colegas en cuantos
casos lo he considerado necesario y en fatigar, si se me permite la terminología de Borges, a
bibliotecarios y bibliotecarias de muchos lugares. Pero, muy especialmente, me han
ahorrado no poco tiempo en la consecución de libros, fotocopias y otro material mis
discípulas Ainara Herrán Martínez de San Vicente, Cristina Moya García y Marina Núñez
Bespalova. Las dos últimas, además, leyeron casi todo el manuscrito y, gracias a sus
observaciones, se corrigieron algunos detalles y se completaron otros. Marina Núñez,
además, me prestó un auxilio inestimable para la confección definitiva de la bibliografía
final. A las tres se lo agradezco de corazón con la esperanza de que sigan profundizando en
sus propias investigaciones.
Las Rozas de Madrid, 15 de marzo de 2008
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