Este articulo hay que entenderlo como la segunda parte del arti

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La necesidad de repensar la democracia II
Hans Harms
Este artículo hay que abordarlo como la segunda parte del publicado en esta misma revista en
Julio de 2006, titulado “La necesidad de repensar la democracia”.
Entonces se analizó la crisis de la democracia y sus causas, y se elaboró una relación de
criterios para comparar los mecanismos de participación existentes y evaluar su idoneidad,
abogando por una participación más directa de los ciudadanos.
Esta segunda parte se centra en presentar más detalladamente los Núcleos de Intervención
Participativa (NIP), mecanismo inventado y desarrollado hace ya casi 40 años por el
recientemente fallecido Peter Dienel, Profesor de la Universidad de Wuppertal. Dienel trabajó
en el departamento de planificación del Primer Ministro de Rhenánia-Westfalia en Alemania
y se dio cuenta de estas deficiencias y disfunciones del sistema político vigente. A partir de
entonces comenzó a analizar los diferentes mecanismos de toma de decisiones, sus pro y sus
contra y desarrolló un nuevo modelo. Lo más asombroso de este modelo es que tiene casi
3000 años porque se aplicó ya en la antigua Grecia, en Atenas, es decir en la cuna de la
democracia.
¿Qué son los NIP? Una definición breve sería que el modelo NIP facilita de forma
estructurada y eficaz una adecuada participación de la población en el proceso decisorio. Un
Núcleo de Intervención Participativa (NIP) es un modelo cuyo método de trabajo consiste en
reunir en unas jornadas de trabajo a un grupo de ciudadanos y ciudadanas, seleccionados al
azar entre la población (barrio, municipio, ciudad, provincia, etc.) junto con todos los grupos,
asociaciones, entes, personas físicas..., que puedan aportar y exponer sus planteamientos y
problemáticas y asesorados por expertos neutrales con el fin de que el debate suscitado en
torno al problema sea lo más abierto y contrastado posible, logrando de este modo una
solución acorde con las necesidades planteadas de forma consensuada. A los ciudadanos
participantes se les exime de sus trabajos cotidianos durante un periodo de tiempo
determinado (3/5 días), por el que son remunerados. Cada núcleo (generalmente, de 25
personas) se subdivide en grupos de trabajo (de 5 personas) rotativamente. De esta manera,
las personas que participan en un NIP, asistidas por moderadores, técnicos y expertos en el
tema, desarrollan y presentan su propuesta de solución al problema planteado. El trabajo se
realiza mediante grupos reducidos por ser el medio más adecuado para lograr una
intercomunicación real entre ciudadanos, participantes y expertos.
De forma resumida, el modelo NIP:
-permite una participación plural, activa y responsable de las personas,
-previene y evita los conflictos,
-evita las actuaciones por intereses propios; impide la posibilidad de vías de ascenso
profesional o social, descarta fórmulas de enriquecimiento, ya que las decisiones que se
toman no están influidas por intereses personales, particulares, económicos o de grupos
de presión, sino que responden al interés general de la comunidad,
-brinda al administrador o gestor un grado superior de legitimidad para llevar a buen fin
un proyecto elaborado por medio del consenso.
Además, y respecto al participante,
-promueve una comprensión global de cuestiones concretas, así como un acercamiento
entre administradores y administrados,
-fomenta la comunicación entre los participantes,
-supone una experiencia positiva a nivel personal y una transformación activa del papel
social desde una perspectiva individual,
-muestra la capacidad y el grado de creatividad de los participantes a la hora de
comprender, analizar y resolver los temas propuestos,
-posibilita un acercamiento de técnicos y administradores al ciudadano y a su contexto
real de referencia.
En una lectura rápida, esta definición suena bien pero en una segunda lectura y esto es
también mi experiencia en las presentaciones públicas de esta metodología, enseguida surgen
dudas y preguntas. ¿Cómo - plantean muchas veces los expertos - van a decidir ciudadanos de
a pie sobre estas cuestiones tan complejas sin tener conocimientos específicos? Y ¿cómo plantean los políticos - vamos a evitar, que los ciudadanos nos exijan cosas imposibles de
cumplir? O ¿por qué - pregunta mucha gente - hay que pagar a los ciudadanos, para participar
en estos debates? Y ¿cómo - nos pregunta por ejemplo una ama de casa - voy a aportar algo
sobre una cuestión de la que no tengo información y además no estoy acostumbrada a hablar
en público?
A continuación vamos a intentar a aclarar estos problemas y dudas.
Elección al azar de los participantes
Uno de los elementos más chocantes resulta para mucha gente el de la elección al azar, del
sorteo. Ya que los políticos son, en su gran mayoría profanos en las cuestiones sobre las que
tienen que decidir, ¿vamos a permitir que gente con incluso menos conocimientos
intervengan en estos procedimientos de decisión sobre cuestiones tan complejas? Esta
pregunta es legítima y, de hecho, estamos muy acostumbrados a estos “hearings” donde los
partidos, parlamentos u otras instancias políticas invitan a expertos, técnicos, economistas,
juristas, etc. a informarles sobre determinados aspectos antes de tomar una decisión.
Y aunque esta forma de acudir a conocimientos y dictámenes exteriores es imprescindible en
cuestiones como, por ejemplo, la tecnología genética, es prácticamente desconocido por la
gran mayoría de los representantes políticos. También es cierto que plantea dudas. ¿Por qué
no constituir un parlamento con representantes elegidos por sus conocimientos y
competencias en vez de uno constituido por personas elegidas por los ciudadanos? Los
problemas son cada vez más complejos ante lo cual los políticos quedan cada vez más
perplejos. En muchas ocasiones, estos procedimientos de “hearing” con expertos no aportan
soluciones ya que estos presentan con la misma convicción y basándose en datos científicos o
estadísticos, etc. informes totalmente contrapuestos. Los políticos están entonces ante el
dilema de tener que tomar decisiones ante propuestas absolutamente contradictorias. La otra
opción es dilatar la solución en el tiempo, es decir, posponer medidas políticas con el
argumento de que todavía no hay datos fiables y contrastados y que hay que investigar más.
Esto lo hemos vivido todos en relación, por ejemplo, al debate sobre el cambio climático en
los últimos años. Ante la interminable discusión acerca de la fiabilidad de los datos y estudios
se han perdido veinte años en tomar medidas que hoy resultan necesarias, inevitables y
urgentes. La cuestión es si mientras tanto ya hemos pasado el punto de retorno (point of no
return) y aunque las tomáramos ahora ya sería tarde para evitar un colapso del clima.
Los expertos no son siempre, incluso me atrevería decir casi nunca, independientes y
neutrales. A menudo representan empresas y grupos de interés, es decir: lobbies. Y si
hacemos memoria de las últimas décadas, ¿cuántas barbaridades se han dicho en estos
gremios de expertos, por ejemplo, en relación a la imprescindible necesidad de disponer de
energía nuclear, “sino se van a apagar las luces dentro de 10 años”?.
Obviamente necesitamos de los conocimientos de los expertos para tomar decisiones pero no
tienen que ser ellos quienes las tomen. Y ante el argumento de que los ciudadanos de a pie e
incluso los políticos no son capaces de entender la complejidad de muchos problemas hay que
contestar que entonces ellos no han sido capaces de explicarlo suficientemente.
La “expertocracia”, como lo denomina Ralf Dahrendorf, está alejada de los representantes
políticos, de la democracia, pero también del ciudadano que se interesa y entiende cada vez
menos. ¿Estamos camino hacia la expertocratura, es decir, la tiranía de los pocos que supuestamente - son capaces de entender las cuestiones sociales altamente complejas,
mientras los ciudadanos pierden el último resto de interés? La verdad es que ya se ha
recorrido un buen trecho en este camino aunque resulta cada vez más evidente que se trata de
un callejón sin salida. Como ya dijimos en la primera parte de este artículo, el problema de la
irresponsabilidad estructural de nuestras democracias representativas nos obliga a tomar en
cuenta las consecuencias a largo plazo de las decisiones políticas y a introducir nuevos
mecanismos de control político. Eso requiere sine qua non la implicación directa de los
ciudadanos. El ciudadano desinteresado necesita medios para asumir su papel y para
desarrollar opiniones que faciliten nuevas posibilidades de participación de sentido común.
Participación de sentido común a través de ciudadanos y no más burocracia y lobbysmo
conseguirán hacer la política más humana…… Para conseguirlo, tenemos que cambiar los
procedimientos de toma de decisiones administrativas, hacerles más transparentes y abrirlos
a la participación ciudadana. El procedimiento administrativo de preparar y tomar
decisiones tiene que responder a la vez a la creciente complejidad técnica y social. En esta
compleja situación, la necesidad de procedimientos participativos es a veces más importante
que la decisión en si misma. En otras palabras, la validez de un procedimiento de toma de
decisión resulta a veces tan o incluso más importante que la propia decisión, porque esta
validez se mide a menudo por la racionalidad y lo apropiado del procedimiento. Sólo la
participación pública convierte una decisión técnicamente acertada en una decisión
socialmente acertada y –con ello – aceptada1.
Si estamos de acuerdo que el procedimiento de la toma de decisiones es tan -o incluso másimportante que la decisión misma, volvemos a la cuestión: ¿cómo elegir a las personas que
toman estas decisiones?. En su ensayo “Los principios del gobierno representativo”, Bernard
Manin2 demuestra que el sorteo, es decir, la elección al azar, fue considerada durante mucho
tiempo y por los autores más ilustres como la esencia de la democracia. Para Aristóteles el
principio cardinal de la democracia no era que el pueblo debía gobernar y ser gobernado, sino
que todos los ciudadanos fuesen capaces de alternarse en ambas posiciones. “Se ha dicho, y
con bastante razón, que nadie puede mandar bien si no ha obedecido bien” 3. Es decir, el
sorteo no se limitaba solo a elegir personas para tomar decisiones sino incluso para ejercer el
poder. Esto nos ilustra otra característica clave de la cultura democrática griega: el principio
1
Ibid, pág. 8
Bernard Manin, Los Principios del Gobierno Representativo, Alianza Editorial, Ciencias Sociales, Madrid 1998
3
Ibid, pág. 43
2
3
de rotación en el cargo. Esta combinación de rotación y sorteo fue considerada como mejor
antídoto contra el profesionalismo que inspiraba mucha desconfianza. Con la intervención de
profesionales en el gobierno, se presuponía, llegarían a dominarlo. Esta combinación de
rotación y sorteo se encuentra también en la historia de las repúblicas italianas, por ejemplo,
en Florencia y Venecia.
Incluso los grandes teóricos de la política del siglo XVII y XVIII defendían el sorteo, como
Harrington: “La elección contrariamente al sorteo, solo selecciona elites preexistentes”4;
Montequieu: “La elección por sorteo es propia de la democracia. El sorteo es una forma de
elección que no ofende a nadie; permite a cada ciudadano una expectativa razonable de
poder servir a su patria”5, y Rousseau: “La selección por sorteo es natural de la
democracia”6.
Pero, como constata Manin, al menos en 1762, cualquier pensador que se dispusiese a
presentar principios de derecho político, buscaría algún espacio para referirse al sorteo en su
teoría política, apenas una generación después, la idea de atribuir funciones públicas por
sorteo había desaparecido casi sin dejar huella. Ni en la revolución americana ni en la
francesa fue objeto de consideración. Cuando se crearon los sistemas representativos, este
método de elegir gobernantes no entraba en el abanico de las posibilidades concebibles.
Para acabar con este recorrido histórico podemos constatar que el modelo con el que nos
regimos hoy y que denominamos “democrático” no fue considerado como tal en sus
comienzos. En el siglo XVIII un gobierno organizado, siguiendo líneas representativas, era
considerado radicalmente diferente a la democracia y en la actualidad es aceptado como una
- sino la única - forma de ella.
De la época ateniense han llegado dos términos a nuestros días que utilizamos todavía pero no
en su sentido original. Uno es clero que denomina a los ciudadanos que deseaban ser tenidos
en cuenta en el sorteo (verbo kleraun - sortear). Pero también existía una palabra para los que
no se interesaban por los asuntos públicos, se les llamaba idiotes, que, creo, no exige
traducción.
Resumiendo: Al contrario de las demás organizaciones (partidos, grupos de interés, agentes
sociales) los ciudadanos tienden a defender el bien común a largo plazo y se convierten de
esta manera en los auténticos agentes de un desarrollo sostenible. Tomás Rodríguez
4
Ibid, pág. 89
Ibid, pág. 93
6
Ibid, pág. 97
5
Villasante7 habla en este contexto de “la necesidad de crear espacios de decisión
compartidas que planteen un reequilibro de poderes necesario para la sostenibilidad y para
integrar la perspectiva e intereses de grupos que históricamente se encuentran marginados
social y políticamente, lo cual es en sí mismo un obstáculo insalvable para la sostenibilidad.
Si no se ‘empodera’ a las generaciones actuales de pobres, discapacitados, mujeres y
minorías étnicas, es decir, si la integración social no es objetivo explícito de estos procesos,
difícilmente se solucionarán los problemas que se pretende atajar”.
La remuneración
La idea de tener que pagar a los ciudadanos para participar en reuniones y debates en
procesos de toma de decisiones es algo que les cuesta entender a los responsables políticos.
Están acostumbrados a asambleas, reuniones, plenos abiertos etc., pero nunca se les ha pasado
por la cabeza, pagar para que los ciudadanos acudan a estos eventos. Pero, por otro lado, les
extraña muchas veces que la oferta de implicarse en los asuntos públicos apenas tenga
respuesta y/o que los que acudan a ellos no defiendan el bien común sino intereses
particulares y actúen como grupos de presión.
Al presentar esta metodología en un Congreso en Porto Alegre, organizado para celebrar el
décimo aniversario del “Presupuesto Participativo” en aquella ciudad, el titular del Jornal do
Comercio al día siguiente8 fue: “En España, ciudadanos seleccionados son pagados para
opinar”. En Porto Alegre, muchos ciudadanos habían dedicado mucho tiempo a participar en
esta experiencia pero sin haber cobrado nada. Pero la diferencia es que ahí los ciudadanos
eran en su gran mayoría personas, que vivían en los barrios más desfavorecidos y se movían
por infraestructuras básicas, luz, desagüe, colegios, transporte público etc., es decir en una
situación que tiene un inmenso efecto mobilizador. Pero, como lo dijo el responsable de
participación del Ayuntamiento de Estocolmo, esto no me sirve en Suecia, donde los
ciudadanos tienen cubiertas todas estas necesidades.
Es decir, necesitamos de un incentivo adicional para hacer posible la participación de nuestros
conciudadanos y si queremos que dediquen su tiempo a los asuntos públicos, el incentivo más
adecuado es el dinero. En todas las experiencias realizadas se ha demostrado que este
incentivo no ha sido el decisivo para la decisión de los ciudadanos, o solamente en algunos
casos muy marginales, como por ejemplo, algunos estudiantes para los que la cantidad
recibida era un estímulo importante. Pero para los demás se trataba de poder liberarse de sus
quehaceres cotidianos sin perder dinero. De esta forma, se consigue una representación
amplia de todos los sectores de la sociedad y se evita que estas reuniones se limiten a
7
¿Qué democracia?: la democracia participativa realmente existente, en: El Viejo Topo, Oct. 1996
12-11-99
8
jubilados, estudiantes y los representantes de grupos de presión o personas afectadas
directamente por los asuntos en cuestión.
Los pagos conllevan además un elemento simbólico. En nuestras sociedades lo que no tiene
un precio no vale. El hecho de pagar a los ciudadanos significa para ellos que se trata de algo
serio y válido.
Estamos muy acostumbrados que cualquier proyecto necesita de un dictamen técnico y
jurídico y asumimos sin rechistar su coste pero que un “dictamen ciudadano” tenga un coste,
nos parece extraño.
Pero si un proyecto está bloqueado porque los partidos políticos no se ponen de acuerdo o
porque ciudadanos, particulares o grupos organizados, lo llevan a los tribunales, esto conlleva
un coste económico. Para la construcción de aeropuertos en Alemania por ejemplo, se ha
tardado por estas razones entre 12 y 20 años para concluir la fase de planificación. Todos
conocemos ejemplos donde algunas decisiones han provocado reacciones que han causado
enormes gastos. En el mejor de los casos en medidas de seguridad adicionales (vallas, guardias
etc.) y en el peor, como consecuencia de actos violentos (Aeropuerto de Frankfurt, autovía de
Leizaran, "intifada del Besós"), para nombrar sólo unos cuantos ejemplos de una larga lista.
Pero hay otro 'coste' que es mucho más preocupante y del que públicamente se habla todavía
muy poco. Se trata de todas las cuestiones que requieren respuestas e intervenciones urgentes
y, a veces, drásticas pero que nuestros políticos tienen aparcadas por temor al 'castigo
electoral', por ejemplo, una reforma del sistema sanitario, de las jubilaciones o medidas más
eficaces para evitar el deterioro del medio ambiente. Son temas, como muchos otros, que se
tratan como tabúes. La extrema dualización de la sociedad española tanto en el mercado laboral
como en el de la vivienda es un ejemplo muy claro de lo que pasa cuando los políticos rehuyen
tomar decisiones necesarias pero impopulares, que afectan los derechos adquiridos de ciertos
grupos sociales bien organizados. Las consecuencias las pagaremos todos y no es casualidad
que en los medios se hable cada vez más de posibles 'conflictos intergeneracionales'.
Los NIP son un mecanismo que hacen posible tomar decisiones a primera vista impopulares,
porque los ciudadanos bien informados e implicados en el proceso de la toma de decisiones,
son capaces de reconocer y aceptar tales medidas.
En relación a estos costes, que resultan como consecuencia de la dilatación y el bloqueo de
cada vez más proyectos, el coste de la realización de un proyecto NIP es relativamente
irrelevante. Aunque, actualmente, se trata más bien de un problema técnico presupuestario,
porque los entes que se interesan por este modelo no saben dónde colocarlo en sus respectivos
presupuestos. Es una cuestión de prever en el futuro una partida presupuestaria para la
participación ciudadana, como hoy en día existe por ejemplo para la elaboración de los
citados dictámenes técnicos o jurídicos.
Y también en esta cuestión no inventamos nada nuevo. Como escribe Bernard Manin 9:
“Aristóteles consideraba el pago por actividades políticas, así como la participación en la
asamblea, los tribunales y las magistraturas un principio esencial de la democracia…. El
objeto de tales pagos era permitir que participasen personas que de otro modo quedarían al
margen de la actividad política ante la perspectiva de perder horas de trabajo, o mas en
general, atraer a ciudadanos de modestos recursos.”.
El input de información
Dado que estamos trabajando con ciudadanos elegidos al azar, es decir, en su gran mayoría
profanos en las cuestiones a tratar en estos procesos, resulta obvio que necesitan de la
información adecuada para alcanzar soluciones y propuestas acertadas. Sus deficiencias no se
limitan solamente a conocimientos sobre la materia a tratar sino también a su falta de
experiencia para trabajar y debatir en grupos.
Abandonar a estos ciudadanos a su propia suerte a la hora de encontrar las soluciones
requeridas, no conduciría más que a provocar una enorme frustración en la mayoría de ellos.
Y en vez de encontrar la solución a un problema, nos encontraríamos probablemente con
propuestas inmaduras e irracionales que no constituirían más que obstáculos a la misma.
Los participantes de un NIP no tienen, en principio, los conocimientos necesarios para poder
contribuir a la toma de decisiones sobre un tema en concreto o, al menos, no en un nivel
suficiente. Estas informaciones deben estar preparadas con anterioridad, disponibles para
todos de la misma manera y ser ofrecidas a los participantes de forma comprensible. Para ello
es necesario reducir la complejidad de los problemas a sus aspectos primordiales. La
traducción visual de los problemas ha demostrado ser de gran ayuda en la asimilación y
comprensión de la información.
Por su forma de selección los NIP son obviamente grupos muy heterogéneos respecto a edad,
estrato social, formación, etc., lo que implica varios presupuestos. Las informaciones
relevantes se deberán presentar de forma que contemple los diferentes niveles, así, la
9
Ibid, pág. 30
elaboración de la información básica no se puede dejar solo en manos de expertos de la
materia en cuestión, sino que se requiere, además, la colaboración de expertos en psicología,
didáctica y pedagogía. En todo caso, no se puede pedir una formación mínima o una especie
de prueba de admisión para que los ciudadanos puedan participar (para participar en la
elecciones tampoco se pide), sino que se debe realizar un gran esfuerzo para traducir la
complejidad de la cuestión a tratar en términos que un ciudadano de a pie pueda entender.
Para ello el grupo precisa de un guía organizador que, por un lado, haya participado en la
preparación de los NIP y en la elaboración de los materiales y documentos que se van a
utilizar y para hacer de intérprete y/o facilitador entre los ponentes y los participantes.
Por el otro lado, el término “profano” resulta algo equivocado, dado que cada uno de los
participantes es experto en uno –o varios- temas determinados. Gracias a ello, en un NIP se
congregan un cúmulo de experiencias variopintas e interesantes, de conocimientos específicos
y de elementos biográficos de los más diversos orígenes. Dicha situación, semejante a la de
un viaje turístico en grupo tiene un carácter de incentivo para todos y constituye un
enriquecimiento para cada participante.
Pero bajo determinadas condiciones puede convertirse también en una carga, pues cada
individuo aporta al grupo también sus particularidades y problemas. Es la tarea de los
organizadores profesionales, sacar el máximo provecho de esta situación, convertir este
enorme potencial en algo productivo y evitar posibles interferencias.
La deliberación
Para los procesos de participación la información es, obviamente, imprescindible pero no
suficiente. Todos sabemos que nuestra percepción de la realidad y de cualquier información
que nos llega es selectiva. Ante la avalancha de información recibida seleccionamos la que
más nos interesa y la que más conforme está con nuestras opiniones, convicciones y valores y
suprimimos aquellas que no coinciden con ellos. Si entrevistamos a personas que hayan leído
un periódico o escuchado alguna ponencia sobre lo que hayan percibido, nos sorprenderíamos
sobre la variedad de lo retenido e incluso de las contradicciones entre unas respuestas y otras.
Si en los procesos de participación nos limitáramos a la pura información para después y con
alguna fórmula de consulta (cuestionario, entrevista, etc.) conocer la opinión de los
participantes sobre los asuntos planteados, nos encontraríamos con que la mayoría se limitaría
a reproducir estereotipos y posturas ya fijadas de antemano.
La deliberación, es decir el debate en pequeños grupos en las que cada uno escucha la opinión
de los demás, también de personas de grupos sociales con las que normalmente no mantiene
relaciones y la obligación de argumentar sus propios puntos de vista, crea una situación en la
que se rompen estos estereotipos y se facilitan cambios en la opinión y la actitud de los
participantes. Esto se ha demostrado claramente en las encuestas que se organizan al final de
los procesos NIP, en las que un elevado porcentaje de los participantes – hasta un 80% afirma haber cambiado su opinión sobre alguno de los asuntos debatidos. Algo realmente
inusual, comparado con otros procesos, en los que los participantes muchas veces ni escuchan
a la otra parte y van a defender con todos sus medios sus opiniones e intereses anteriormente
configurados.
Lo expresa muy bien Francisco Heras Hernández en su artículo: “La educación y la
participación social, claves para una nueva cultura energética frente al cambio climático.10”
“Los procesos deliberativos promueven la comunicación social: en los procesos
deliberativos, los participantes deben ser persuasivos y hacer que sus argumentos, aunque
sean de carácter técnico, resulten accesibles a los demás.
Los procesos deliberativos facilitan el aprendizaje: las interacciones entre actores con
diferentes conocimientos, puntos de vista e intereses brindan la oportunidad de aprender de
los otros.
La deliberación ayuda a superar visiones simplistas de la realidad: el conjunto de factores
implicados, de efectos posibles de nuestras opciones a considerar se ensancha si la
deliberación es plural, permitiéndonos abandonar visiones de las cosas excesivamente
simplistas.
La deliberación permite reconocer mejor los propios intereses: a través de los procesos
deliberativos clarificamos nuestras opiniones y las definimos mejor, ya que se nos plantean
opciones y dilemas ante los que debemos situarnos.
Los procesos deliberativos permiten generar nuevas ideas: las aportaciones realizadas
inspiran otras nuevas, surgiendo, por acumulación, nuevas ideas diferentes de las que cada
uno tenía. De esta forma se construye nuevo conocimiento de forma colectiva.
10
Centro
de
Nacional
de
Educación
Ambiental
de
Ministerio
de
Medio
Ambiente,
(www.crana.org/archivos/impactos/cambio_climatico/energy_forum/programa_menos_programme/05_01_2005
/9, pág. 18)
La deliberación genera debates públicos enriquecedores: muy frecuentemente las
discrepancias entre diversas visiones o intereses en relación con lo ambiental se trasladan a
la esfera de lo público, generando debates sociales más amplios”.
De esta enumeración de elementos positivos de la deliberación cabe resaltar dos, aún no
mencionados anteriormente. Por un lado, la capacidad creativa e innovadora de estos grupos,
algo que se ha constatado en la mayoría de los proyectos realizados y que ha sorprendido
tanto a expertos como a responsables políticos. Y por otro lado, la posibilidad de extrapolar
las decisiones tomadas a raíz de un debate entre pocas personas elegidas al azar a un entorno
social más amplio. Esto es viable y discute uno de los argumentos utilizados en contra de los
NIP: su limitado número de participantes, y con ello, su valor representativo.
El trabajo en grupos pequeños
Obviamente resulta imposible hacer participar a toda la población en procesos participativos
deliberativos de este tipo, por lo que muchas veces se defiende el referéndum como la
metodología mas idónea. Pero como lo dijo el Prof. Peter Dienel, no nos lleva a nada
razonable hacer participar cada vez más personas en más asuntos de los que no entienden
nado o poco.
Como lo expresa Joan Subirats11: ... “lo importante no es tanto el número de los que
participan, sino el buen desarrollo del “rito”. … No se trata solo de hablar de
transformación, sino de sentir, vivir, formas distintas de convivencia, que defendiendo las
esferas de autonomía individual, construyan también autonomía y sentido colectivo. Y
generando así dinámicas de responsabilidad e implicación personal en los procesos de
cambio, mas allá de las lógicas delegativas que hoy son predominantes……buscando formas
que (re)conecten proyectos individuales y colectivos, trabajando con políticas que
incorporen a los sin voz, aprendiendo a ser ciudadanos en lo cotidiano, participando en la
transformación concreta de las condiciones de vida”.
Para conseguir esto, resulta evidente que procesos de este tipo solo se dan en grupos
pequeños, donde hay cierta confianza y nadie se siente intimidado. La mayor parte de la
ciudadanía no está acostumbrada a hablar en público. Incluso un grupo de 25 miembros –
11
Borrador de ponencia presentada durante la V Conferencia del OIDP (Organización Internacional de
democracia Participativa) el 29 de Noviembre de 2005 en Donostia-San Sebastián sobre: Democracia
Participativa: Aprendiendo a Participar y Construyendo Ciudadanía, pág. 9
número de individuos que participa habitualmente en los NIP – implica para muchas personas
una presión excesiva para desenvolverse con comodidad. Por ello, los debates y las
deliberaciones se realizan en grupos de cinco personas, con un sistema de rotación que
garantiza que no se reúnan siempre los mismos, con el peligro añadido de que en estos grupos
se vaya generando un liderazgo dominante. Estos individuos – que existen sin duda en todos
los grupos - nos podrían insinuar propuestas o soluciones supuestamente consensuadas que en
realidad no lo son.
Buen ambiente – Spassfaktor (factor de diversión)
Otro elemento esencial y muy vinculado con los grupos pequeños es que evitan el
aburrimiento de los participantes. Ellos tienen derecho a pasárselo bien. Trabajar sobre un
tema relevante y en serio no quiere decir que este proceso se convierta necesariamente en una
experiencia tediosa.
Y esto implica muchas de las cosas ya dichas anteriormente, tanto sobre la preparación de la
información, como del lenguaje de los ponentes y de su forma de presentar los datos, los
espacios en los que se realizan los trabajos, la comida a medio día y la organización de las
pausas del café.
Si la militancia en los partidos políticos se ha reducido en los últimos años drásticamente y la
participación de los jóvenes es prácticamente inexistente, se debe, sobre todo, al insoportable
ambiente en sus reuniones y asambleas. Los que resisten aquello son los que tienen
aspiraciones de hacer una carrera política.
La duración
No solamente los partidos pierden militancia sino todas las organizaciones sociales de masas
– la iglesia, los sindicatos, etc.- han perdido capacidad de convocatoria en las últimas
décadas. Resulta cada vez más difícil conseguir que los ciudadanos se comprometan con una
de estas organizaciones, participen en sus reuniones, asambleas y demás actividades durante
mucho tiempo y, mucho menos, de por vida como lo hicieron muchos de nuestros
antepasados.
Lo que se observa, y esto es también el resultado de nuestra experiencia con la aplicación de
los NIP, que los ciudadanos sí están dispuestos a implicarse y dar respuestas a problemas
concretos que les conciernen, si esta participación tiene una duración limitada. Conseguir un
compromiso duradero resulta cada vez más difícil.
Cuando Dienel diseñó los NIP, trabajó con un modelo teórico que preveía una participación
de 12 semanas de duración. Tras las primeras experiencias, llegó a la conclusión de que una
participación de una semana como máximo era suficiente. No solamente porque resultó
prácticamente imposible conseguir que los ciudadanos dejaran su vida cotidiana durante tanto
tiempo, sino también porque resultó que con una adecuada preparación, en pocos días se
pueden analizar bien incluso los problemas más complejos.
La limitación temporal evita, además, las consecuencias negativas que atribuimos a la
democracia representativa. Una participación duradera, como diputado, o militante de un
partido político o sindicato, crea intereses particulares y propios de organización de diversa
índole. Una limitación del periodo de participación reduce drásticamente la probabilidad de
generar este tipo de intereses.
En los NIP, los grupos se disuelven tras unos pocos días. No existe la posibilidad de
reelección o ascenso profesional, sus miembros no pueden hacer carrera a través de su
participación. Los NIP tampoco facilitan un futuro común que pueda orientar el
comportamiento de los participantes. Gracias a la participación limitada, no se produce el
efecto de creación de intereses propios inherente a todas las organizaciones, incluido las
ONGs. Esta neutralidad resulta extraordinariamente ventajosa para la solución de un gran
número de problemas importantes.
Las tareas a abordar
En principio, la metodología NIP sirve para abordar cualquier problema a cualquier nivel
administrativo. Pero como no se pretende sustituir los mecanismos de la democracia
representativa sino solamente complementarla para hacerla más eficaz y acercar los ciudadanos
y la clase política no conviene una inflación de proyectos sobre cualquier temática secundaria.
Los proyectos NIP se deberían limitar a los problemas importantes, enconados y sobre todo a
aquellas situaciones que exijan un cambio de actitud y de comportamiento de los ciudadanos,
como, por ejemplo, los relacionadas con nuestro estilo de vida: el uso del agua, de la energía,
del coche particular, etc... Resulta cada vez mas obvio que tenemos que cambiar nuestras
costumbres drásticamente. Pero las decisiones a tomar, hay que deliberarlas, desarrollarlas y
llevarlas a efecto con y no contra los ciudadanos.
Dienel ideó su modelo para solucionar estos grandes problemas. Pero obviamente ningún
político se atrevería a aplicarlo en una de estas cuestiones importantes sin haber demostrado
su validez a escala inferior, por lo que los primeros proyectos se han llevada a cabo a niveles
administrativas inferiores. Lo mismo pasó con sus primeras aplicaciones en España. A
consecuencia, erróneamente se piensa que esta metodología solo sirve para responder
problemas a nivel local.
Otra cuestión es tratar las tareas abordables en el tiempo disponible. Ello significa que los
participantes de los NIP no pueden escoger por sí solos los temas a tratar, evaluar y
solucionar sino que deben afrontar tareas concretas preparadas de antemano. Lo cual supone
un pequeño inconveniente; el hecho de efectuar el trabajo sobre una temática no elegida por
ellos puede tener cierta repercusión en la motivación e identificación con la temática.
Sin embargo, esta forma de proceder contiene muchas ventajas. La definición de una tarea
determinada por parte de los ciudadanos requiere, aún cuando esta se toma en serio, un
extenso periodo de tiempo. Frente a estos debates interminables y en muchos casos estériles,
resulta casi un alivio poder dedicarse a la solución de un problema determinado de antemano.
Además, si la elección de temas fuera libre, sería muy difícil o casi imposible elaborar el
correspondiente material informativo.
La determinación de temas, no obstante, no excluye la posibilidad de variación. Si durante la
realización los participantes llegan a la conclusión de que la tarea está mal enfocada y/o que
hace falta información adicional u otro aspecto a tomar en consideración, el programa se
puede modificar. Dado que normalmente se organizan varios grupos, en principio, nunca
menos de cuatro, el primer núcleo se considera grupo piloto el cual, además de trabajar sobre
el problema planteado, tiene la misión de evaluar el programa y proponer los cambios
correspondientes para los siguientes grupos.
Conclusión:
Se podrían seguir enumerando otros elementos como, por ejemplo, el número de
participantes, la densidad programática, etc. pero con ello se entraría en aspectos más técnicos
que no son esenciales en este artículo. La idea fundamental es destacar los aspectos básicos
que hay que tomar en consideración cuando plantea superar los problemas actuales de la
democracia representativa y en “repensar” la democracia.
Julio Alguacil Gómez, Profesor de la Universidad Carlos III de Madrid12, enumera los
elementos que él exige a un proceso democrático de participación ciudadana válida de la
siguiente manera:
“La participación para ser genuina, para ser una necesidad que se satisface adecuadamente
debe tener, ser, hacer y relacionar en un proceso (que no es un momento) recurrente e
inagotable capaz de: transformar (cambiar para mejorar las condiciones de existencia),
reflexionar (pensando en los efectos e impactos a largo plazo), implicar (al mayor numero de
colectivos y sujetos, especialmente a los mas desfavorecidos), articular (poner en relación
reciproca los distintos actores, colectivos y territorios), construir (crear conjuntamente),
conocer (la realidad, los recursos y sus potencialidades), aprender (educar en el dialogo, el
consenso y la solidaridad), comunicar y comunicarse (con los iguales y con los diferentes,
habilitar (cualquier sujeto puede acceder a las habilidades políticas), gratificar (generando
sentimiento de satisfacción y de utilidad) y exigir (los procesos de participación como
derecho)”.
Creo que es una muy buena y compacta descripción de la esencia de la metodología NIP,
aunque el autor probablemente ni la conozca.
Y Joan Subirats subraya la necesidad de la participación ciudadana con las siguientes
palabras13:
“Lo que se apunta es que, la complejidad de las situaciones sociales hoy requieren abordajes
colectivos para definir los problemas y para buscar soluciones a los mismos. Lo relevante no
es tanto diseñar buenas políticas para resolver los problemas de la gente desde una posición
jerárquica de poder, conocimiento y “expertise”, sino implicar a la gente en la definición de
los puntos problemáticos y en el desarrollo de las alternativas que pueden buscarse,
aceptando que el conocimiento es plural y las politicas deben compartirse desde sus
momentos iniciales para que sean efectivas. Se trata por tanto de reconocer la pluralidad de
las fuentes de transformación social y politica, superando esa vision estatocéntrica”.
Esto es exactamente lo que se intenta conseguir con la aplicación de la metodología NIP y
como demuestran las experiencias realizadas, no nos quedamos a un nivel teórico sino se
llega a convertirlo en una realidad a nivel práctico.
12
Este texto es una versión revisada y ampliada de un trabajo anterior: “La democracia participativa como
estrategia para la gestión relacional”, en: Intervención Psicosocial, Volumen 13 n’ 3, año 2004. Colegio de
Psicólogos de Madrid; pág. 5
13
Ibid, pág. 10
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