boletin 93 frente - Instituto de Investigaciones Históricas

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enero-abril 2013
Ensayos
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Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM
ISSN 0187-182X
Daniel Muñiz Alejandro
Construcción de identidades desde el poder:
el caso de la Alemania
nacionalsocialista
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Notas de Históricas
K
Publicaciones
El historiador que sea digno de este nombre debe exponer cada
acontecimiento como parte de un todo, o, lo que es lo mismo, debe exponer
en cada acontecimiento la forma de la historia en general.
Wilhelm von Humboldt
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Editor
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ensayos
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Construcción de identidades desde el poder:
el caso de la Alemania nacionalsocialista
Daniel Muñiz Alejandro
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BOLETÍN DEL INSTITUTO DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS, UNAM, ENERO-ABRIL 2013, ISSN 0187-182X
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Construcción de identidades desde el poder:
el caso de la Alemania nacionalsocialista
Daniel Muñiz Alejandro
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
Introducción
El propósito del siguiente escrito es la indagación de las condiciones y mecanismos generales tanto económicos como políticos e ideológicos en la
creación de una forma de sentido de pertenencia e identidad que es producida y difundida desde el poder del Estado, pero desde una tendencia social, tomando como objeto de análisis la Alemania nazi. Se trata del estudio
de la propagación de una cosmogonía en un marco de lucha de clases nacional e internacional recrudecida por las transformaciones del capitalismo y las dificultades de la Gran Depresión.
La importancia de la presente investigación radica en conocer y describir el contexto socioeconómico que permitió la implementación de efectivas políticas ideológicas nacionalsocialistas para convertirse en una
verdadera cosmogonía mágico-científica, impuesta en primera instancia y
después aceptable para las clases sociales en Alemania. A fin de cuentas se
trata de la maleabilidad de la identidad cultural y étnica que puede lograrse
con los conocimientos adecuados.
Así pues, la hipótesis de trabajo sostendrá que la identidad cultural y
étnica, así como el sentido de pertenencia pueden ser modificados en los
tiempos de crisis sistemáticas desde el Estado y sus instituciones. La anterior afirmación lleva a plantear la siguiente pregunta de investigación:
¿cómo pudo el Estado nacionalsocialista modificar el sentido de pertenencia e identidad alemán?
Para responder a este cuestionamiento central se utilizará un método
de aproximaciones sucesivas. Partiremos de abstracciones teóricas a reali-
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dades históricas concretas, que para el presente escrito es la Alemania
nazi. Cabe mencionar que se utilizarán los postulados del materialismo
histórico en la construcción de la ideología. El trabajo tendrá los siguientes
apartados:
1) Breve estudio de las transformaciones materiales en Alemania que
facilitaron el surgimiento del nacionalsocialismo.
2) Breve estudio de la composición ideológica del nazismo.
3) Indagación de las políticas estatales en la modificación de la identidad.
Breve estudio de las condiciones materiales del éxito del nazismo
A finales del siglo xix, en pleno apogeo del imperialismo, una potencia
económica y política descendiente de una serie de pequeños estados agrarios unidos en torno a Prusia irrumpía en Europa; el nombre de ese Estado
es Alemania, denominado en aquel tiempo II Reich. Una vez dadas esas
condiciones, la industrialización (y posterior competencia en el mercado
mundial) fue un proceso lógico, en el caso de Alemania y Japón. Un salto
tecnológico mucho más controlado ocurrió en el II Reich entrando directamente a la Segunda Revolución Industrial, cuestión que no ocurrió en Inglaterra donde el Estado intervenía en la economía pero no en la industria.
Esa competencia entre mercados, industrias y productos llevó a la Gran
Guerra. Al final de la conflagración, los principales afectados (con excepción de Japón) eran Estados mixtos (Alemania, Austria-Hungría, Rusia,
etcétera). Italia, aunque no perdió, no ganó mucho con la victoria; sólo
obtuvo modestas ganancias territoriales. No sólo ello, sino que fueron la
tierra fértil del fascismo y el nazismo, especialmente Alemania. Entonces
¿cuáles fueron las condiciones económicas que permitieron la coyuntura
política que desembocó en una particular dictadura de clase?
Alemania se había convertido en el eslabón más débil de la “cadena
imperialista” tras el desastre de la Gran Guerra por dos razones, a pesar del
gran poderío industrial germano. Poulantzas distingue ya un proceso de
desaceleración económica aun antes de la guerra. Un descenso de 6.4% en
1880 a 4.2% en 1913.1
1
Nicos Poulantzas, Fascismo y dictadura, México, Siglo XXI, 1988, p. 20.
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Las anteriores cifras nos permiten dimensionar las consecuencias de
un desarrollo industrial capitalista acelerado. De acuerdo con la teoría del
valor-trabajo, esto nos señalaría una generación velocísima de un Capital
Constante (cc) en mayor crecimiento al Capital Variable (cv). Esto origina
dos fenómenos: 1) la alta composición orgánica del capital (cc mayor a 50%
del total del Capital Invertido) trascendió con rapidez al consumo de la producción nacional; 2) no sólo ello, el cc va implícito en un uso decreciente
del cv. En pocas palabras, aumentó en un momento el stock de bienes
(mercancías) y no tuvieron salida. El resultado es una cuota de disminución
en la ganancia. Una crisis económica llegaría a Alemania con o sin la guerra
y, dado el peso de la economía germana, arrastraría a toda Europa consigo.
La Gran Depresión fue un eslabón más en la cadena de la crisis alemana.
Por otro lado, al encontrarse Alemania acotada en su capacidad de exportación de capitales —tanto por su llegada tardía a la repartición del mercado mundial como sobre todo por las maquinaciones de las clases
capitalistas de EU, Inglaterra y Francia— funcionaba como un catalizador
en la disminución de la cota de ganancia del II Reich.
Hubiera sido probable que los países vencidos y convulsionados por la
guerra se adecuaran al liberalismo clásico, pero no ocurrió por efecto de
la Gran Depresión, que en último término fue el pistoletazo que impulsó al
fascismo. El miedo internacional al comunismo radicalizaría la respuesta
de los empresarios, industriales y políticos en favor de determinadas políticas extremistas. Y la oferta política no se hizo esperar. Se suponía que
Alemania pagaría los gastos de la guerra, situación que la sumió en la ruina. Se le impusieron pagos en moneda y no mediante un porcentaje de la
producción industrial; de esa forma Europa se hubiera dinamizado más rápido. En Alemania y los países vencidos, los pagos generaron una tremenda
devaluación de la moneda, lo que dañaba gravemente la industria, y en
consecuencia el mercado interno y las exportaciones. La única beneficiada
fue la industria norteamericana, que vendía sus productos a la necesitada
Europa. No obstante, los mismos Estados Unidos realizaban préstamos monetarios a Alemania, para que pudiese estabilizar su economía, hecho que
la hizo más dependiente y vulnerable. Así se mantuvieron las cosas hasta
1929. La caída del mercado de valores (el Crac del 29) iba a ser la gran crisis
que pondría freno a una larga cadena de especulación, venta indiscriminada de acciones y bajos tipos de interés para préstamos de dinero barato que
iba a parar a la Bolsa de Valores. El mercado estadounidense se desplomó
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ante la sobreproducción y la falta de salida en el mercado. La forma de sortear el temporal fue intentar incentivar la economía por medio de apoyos
monetarios directos a la población, así el mercado volvería a funcionar si
se concentraban las fuerzas financieras en la producción, también el control en la producción o compra de los bienes por el Estado.
Se conoce como Crac del 29 a una de las mayores caídas de la Bolsa
estadounidense que degeneró en la mayor crisis mundial que el capitalismo haya conocido jamás. Todo empezó con la caída en picada del
precio de los valores que se cotizaban en la Bolsa de Wall Street en
Nueva York. La bajada masiva del valor de las acciones arruinó a muchísimos inversores, cerró empresas y bancos, condenó al paro a millones de personas y, debido al efecto dominó, trasladó el mismo problema
a muchas naciones. Las repercusiones fueron gravísimas tanto para los
países desarrollados como para los países en desarrollo. Europa, que se
estaba recuperando todavía de la Primera Guerra Mundial, conoció una
nueva etapa de paro y miseria y, como consecuencia, el ascenso de
movimientos de extrema derecha y de extrema izquierda.2
Quizá sobre la composición orgánica, avances, limitaciones y contradicciones de clase en la industria alemana hay muestras en las mismas batallas
libradas por dicha nación, así como sus artefactos armamentistas durante las
dos conflagraciones mundiales. Ejemplos de éstas son las batallas de Jutlandia y de Kursk, la operación Barbarroja y la Kaiserlacht, así como el hundimiento del Bismarck. Todas, al final, demuestran una superioridad táctica,
tecnológica y moral, pero al mismo tiempo muestran las serias limitaciones
productivas porque nunca pudo generar los efectivos necesarios para la guerra contra la cantidad de enemigos a los que tuvo que hacer frente.
De la lucha de clases en Alemania en la forja del nazismo
El proceso de industrialización, así como su rapidez, fue posiblemente conseguido por la participación del Estado bismarckista como organizador del
2
Burbuwiki, “Otras burbujas históricas”, http://www.burbuwiki.org/burbuja2/index.
php?title=Otras_burbujas_
hist%C3%B3ricas_%28Tulipanes%2C_Mares_del_sur%2C_Crack_del_29%2C_Burbuja_inmobiliaria_en_Jap%C3%B3n%29 (20 de julio de 2011).
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trabajo general, con una soltura de acción ante el atrincheramiento y cierto estancamiento en la lucha entre tres grupos sociales: 1) los Junkers (nobleza feudal prusiana), 2) la naciente burguesía y 3) el proletariado. El
Estado bajo el mando de Bismarck sirvió asimismo como un enlace entre
las dos clases contendientes en el gobierno, la burguesía y la nobleza. Esta
“alianza clasista” significó la conciliación de dos grupos que podrían considerarse mutuamente excluyentes por ser exponentes de distintos modos de
producción de la riqueza: a la larga redundó en una limitación en la actuación del Estado, que había servido de enlace y aparato unificador. Lo anterior ocurrió por una apropiación de los Junkers de la alta burocracia en el
momento mismo de la instauración del capitalismo. De allí el ethos3 disciplinario marcial de la sustancia del gobierno que sirviera de inspiración a
Weber para formular los tipos ideales burocráticos. Por supuesto que los
Junkers se hicieron con el control de la alta burocracia, mientras que la pequeña burguesía de los mandos medios y del primer nivel burocrático:
“Con la ayuda de la Constitución de Weimar, puede decirse que el papel
intervencionista constante del Estado en Alemania dentro del marco de la
revolución desde arriba ponía trabas al papel específico que le correspondía […]; es decir, a su intervención masiva en provecho del capital
financiero”.4 Allí se encuentra la segunda debilidad del II Reich.
La coyuntura política que resultará en la instauración del fascismo y el
subsiguiente nacionalsocialismo se inscribe en un marco de lucha de clases, del que ya hemos hecho referencia anteriormente, tanto a nivel nacional (desde abajo) como a nivel internacional (entre clases capitalistas), en
un proceso constante de acumulación de capitales antes y después de la
Gran Depresión. Pero fue el modo de superación de la crisis económica y
social en Alemania el que sentó las particularidades del nazismo. “En las
coyunturas particulares de lucha de clases de esos países […] habiendo
llegado […] a resultados tan radicalmente diferentes, su lugar en el seno de
la cadena imperialista fue de una importancia decisiva”.5
En la comprensión de esta coyuntura, Poulantzas apunta que la clase
obrera ya se encontraba vencida antes del advenimiento de Hitler. Esto
3
El Diccionario de la lengua española de la Real Academia incorpora la palabra ethos, que
aparece definida como “conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter
o la identidad de una persona o una comunidad”.
4 Poulantzas, op. cit., p. 22.
5
Ibid., p. 16-17.
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podrá ser cierto para el caso específico del Partido Nacionalsocialista; sin
embargo, es inexacto para la cuestión de la confrontación de clases que
aumentaba en los duros tiempos de la Depresión. La clase capitalista buscó
defenderse a sí misma, al igual que el Estado de Weimar. La vara de hierro
que permitió su perpetuación fue el uso de cuerpos paramilitares que martillaban a las organizaciones trabajadoras. Más tarde éstos serían el núcleo
de las milicias nazis sa y tras la disolución de éstas, de las ss.
Ahora bien, es un error pensar que el movimiento nazi era contrario a
la organización de los obreros. El nazismo era contrario también al liberalismo capitalista y su gama de valores meramente individualistas, es decir,
de un “cultivo egoísta” del interés propio. Esto no indica que fuera anticapitalista. Aconteció que en medio de la crisis económica, el Estado de Weimar perdía su capacidad hegemónica (en el sentido de Gramsci). Esto
significó que una fracción de la clase dominante, aquella perteneciente al
sector de ultraderecha, se escindiera del dominio parlamentario burgués,
siendo para Poulantzas la fractura y la pérdida de hegemonía los eventos
desencadenadores del nazismo. Pero otro factor que tiraba del otro extremo
era el comunismo. La amenaza de un levantamiento revolucionario comunista aglutinó los miedos de los grupos sociales elevados, de los propietarios, industriales y políticos, como dijimos antes.
Desde otra perspectiva, Hobsbawm realiza un estudio comparativo de
los fascismos y él considera que el evento desencadenador fue la Gran
Depresión, pues sin ella Hitler no habría sido más que un oscuro personaje, ni los movimientos obreros habrían sido tan generalizados, ni nadie
habría considerado la amenaza al capitalismo por parte de la urss. A decir
verdad, la opinión del historiador inglés es muy certera al considerar los
vaivenes del capitalismo como el generador de la coyuntura. Pero, ¿cuál
sería ese momento histórico específico, ese momento de la historia breve
que nos da un indicio? Poulantzas apunta hacia un momento específico y
los sujetos implicados en la trasformación institucional en una evolución
del bismarckismo.
Lo cierto es que las clases sociales no son entes fijos y monolíticos,
sino que se encuentran fragmentadas por diversos grupos de intereses semejantes. De hecho no es extraño ni anormal que un grupo de la misma
clase se contraponga a la misma y termine traicionándola. Esto explica que
una sola fracción de la clase poseedora alemana tuviera en su poder un
conocimiento histérico de ultraderecha contrapuesto a la ideología liberal,
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pero que al mismo tiempo terminara defendiendo los intereses generales
de la clase burguesa.
Por otra parte, la caracterización del fascismo ofrece un rasgo distintivo de otras formas de dictadura de clase. Este autor señala la aquiescencia
final de la clase trabajadora; es decir, sólo puede hablarse de fascismo al
hablar de una base de masas. Para él, los discursos ideológico-religiosos del
nazismo sólo son meros añadidos a una estructura definida. Sin embargo,
es de considerar que son estos rasgos una de las características definitorias
del fenómeno político social en cuestión.
Al final, la caracterización de las condiciones del triunfo del nazismo
se resumen del siguiente modo.
Las condiciones óptimas para el triunfo de esta ultraderecha extrema
eran un Estado caduco cuyos mecanismos de gobierno no funcionaran
correctamente; una masa de ciudadanos desencantados y descontentos que no supieran en quién confiar; unos movimientos socialistas
fuertes que amenazaran —o así lo pareciera— con la revolución social,
pero que no estaban en situación de realizarla; y un resentimiento nacionalista contra los tratados de paz de 1918-1920.6
Ya en el último y wagneriano acto de este drama, cuando el antiguo
statu quo se hundía, el Estado se encontraba colonizado y la hiperinflación
causaba estragos sin fin, mientras el socialismo proclamaba un esperanzador futuro. Por entonces el nazismo se enfrentaba a la lucha de los obreros
cuando estos últimos se hicieron del poder. Fue el Estado nacionalsocialista una suerte de proyecto para una base económica hacia una transición a
un capitalismo monopolista de Estado. Contaría con una superestructura
donde la doctrina política, religión e ideología se fundirían en el aparato
concreto del Estado nazi, aunque la doctrina fascista como tal fue un fenómeno internacional. Ya se había dicho que las ideas concretas de la propaganda nazi como la superioridad aria, la búsqueda del “espacio vital”, la
cuestión judía, etcétera, serían elementos accesorios de un fenómeno internacional de concentración política y vertical de una derecha tomada
como parte de una evolución en la división internacional, creación y distribución del trabajo y de la riqueza en su lucha por enfrentar y derrotar a una
6
Eric Hobsbawn, Historia del siglo xx, Buenos Aires, Grijalbo-Mondadori, 1998, p. 132.
8
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amenazante fuerza de la izquierda revolucionaria. Tendría un impulso doble y con carácter de fulminante la victoria bolchevique.
El fascismo es un movimiento heterogéneo. Estrictamente hablando,
sólo el italiano y el alemán alcanzaron el poder. Los otros movimientos
que alcanzaron el poder (el “Movimiento Nacional” de Franco en España,
O Estado Novo de Salazar en Portugal, la regencia de Horthy en Hungría, la dictadura del rey Carlos y más tarde de Antonescu en Rumanía), aunque aliados o emparentados con el fascismo, no eran
estrictamente o puramente fascistas; pero cumplieron la misma función de enfrentarse y bloquear a las fuerzas de la izquierda revolucionaria. No importaba realmente, el color del gato, negro, pardo, azul,
verde, o lo que fuera: lo importante era que cazara al ratón comunista.
Y todos los países donde el ratón comunista era verdaderamente amenazador compraron su gato.7
Y sin embargo, Alemania bajo esta configuración se lanzó a un nuevo
y último ciclo de batallas por el control del mercado desafiando a los Estados Unidos y las viejas potencias de Europa prácticamente con sus fuerzas
propias. Un proyecto de ordenación global donde la religión de la sangre y
la raza permearan en todos los ámbitos en mayor o menor medida.
De la composición ideológica del nazismo
De forma paralela al partido rojo, existía un abanico de agrupaciones políticas que reivindicaban la amargura popular; uno de ellos fue el Partido Obrero Nacional Alemán; su portavoz, un entonces desconocido personaje
austriaco: Adolf Hitler. Con el tiempo el nombre del partido se simplificó al
más conocido Nacional Socialista o Nazi. En tanto que la magnética personalidad de Hitler ganaba notoriedad, y al mismo tiempo, elaboraba un complejo sistema de símbolos e ideologías que, según él, rescataban el gran
pasado ario de Alemania, en el sentido mágico-tecnológico ya rememorado.
Tras el fallido golpe de Estado en Baviera, la estadía en prisión y la publicación de Mi lucha por Hitler, el nazismo se volvió muy definido. El nacionalsocialismo era un movimiento político que como máximos valores
7
Gabriel Tortella, La revolución del siglo xx, Madrid, Taurus, 2000, p. 204-205.
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tenía la disciplina y el orden. Defendía y apadrinaba a la industria y su
nueva religión sanguínea-racial. Esta sencilla caracterización nos obliga a
plantear la pregunta ¿Cuáles fueron los cimientos ideológicos del nazismo
como una rama específica del fascismo?
El fascismo, podríamos caracterizarlo como una ideología política donde existiría un Estado totalitario y una economía capitalista monopolista en
transición. Se considera que el poder estatal debe dirigir todas las esferas
de la actividad pública y privada, es decir, manejar a las instituciones e individuos, conformando de esta forma un concepto de nación en tanto una
especie de organismo omnicomprensivo donde cada individuo queda sobredeterminado a las necesidades más elevadas de ese organismo total que
es la nación.
Quizá un elemento clave en la doctrina fascista sea el nacionalismo.
Por eso resulta tan inclasificable, porque el fascismo de cada país tiene
que adaptarse a las particularidades de su historia y su sociedad; por
definición, el fascismo no puede ser universalista, como lo es su reflejo cuasisimétrico, el comunismo, de quien tantas cosas ha tomado.
Además de proveer al fascismo con una mística y una simbología, el
nacionalismo desempeña una función crucial para el fascismo: la de
desmontar el axioma fundamental del comunismo, que es la lucha
de clases, la premisa básica con que se inicia El manifiesto comunista.
La doctrina nacionalista presente en todo credo fascista afirma
que la nación es la unidad social superior a la que deben subordinarse los intereses de clase: obreros y patronos deben relegar sus
diferencias y trabajar armónicamente por el bien de la nación que
es el de todos.8
No debemos olvidar que Hitler estuvo muy influenciado por los principios de las teorías de la evolución de Darwin y la lucha de las especies
por sobrevivir. El concepto de la supervivencia del más fuerte encuentra
aquí su sustento y máxima expresión política.
De igual forma, el discurso expresa que la política debe sujetar a la
economía y dirigirla hacia fines deseados; sin embargo, el fascismo es una
expresión de la dictadura de la clase poseedora de los medios de produc8
Ibid., p. 206. Las negritas son mías.
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ción. Generalmente, en los movimientos fascistas predomina la figura del
líder providencial o caudillo, quien toma las riendas de la política y al Estado mismo. A veces este líder proviene de la milicia, aunque siempre posee un control directo de todas las ramas del ejército.
En cuanto a su ideología, el fascismo es la expresión más exacerbada
de la pasión decimonónica: la comprensión universal a través de la sensibilidad. Desde este punto aparece como una visión radical del pensamiento romántico, que cuestionó la omnipotencia de la razón. Esta doctrina
enaltece las ideas abstractas del nacionalismo: la patria, su historia (distorsionada o no), sus símbolos en su forma majestuosa. La racionalidad de los
conceptos fascistas-pasionales es secundaria. Esta energía sentimental puede ser —y es— dirigida contra enemigos reales o imaginarios, que además
cumplen el propósito de crear un sentimiento de unión contra el adversario nacional o extranjero.
El fascismo no es democrático-representativo. Esta doctrina cree en el
poder soberano que es absoluto en todas sus dimensiones, el pueblo; éste
deposita todo su poder en la mano del líder. La única forma de hacer una
comunión entre la voluntad del caudillo y su pueblo no es por medio del
sufragio, sino por el plebiscito; así la acción del poder soberano es más patente y activa. Cada fascismo manejaba un concepto del imaginario popular a modo de promesa. Mussolini habló de la eterna promesa latina de
revivir al Imperio Romano. Hitler incluso promovió la promesa a la población alemana de hacer de ellos una raza de superhombres germánicos; les
habló de su pasado ario y creó una nueva religión basada en la sangre y no
en la fe.
Pennick rastrea el origen del racismo ario en las tradiciones masónicas
y en las policías secretas del Sacro Imperio Romano. Dichas instituciones
desempeñarían idealmente como el sustrato de un pensamiento arcano
(seudocristiano, maniqueo y cabalístico) pero al mismo tiempo universalista y revolucionario en sus particulares términos. Sin embargo, fueron precursores de la idea de una nación alemana de corte racista y antisemita.9
Pero a diferencia de los fascismos en general y diversas configuraciones de Estados autoritarios, el nazismo conjuga dos elementos ideológicos:
el militarismo y el mesianismo, no por su novedad sino por su original y la
especial combinación de éstos.
9
Niggel Pennick, Las ciencias secretas de Hitler, Madrid, EDAF, 2000, p. 15-23.
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Los elementos históricos del militarismo para el caso del nazismo y los
fascismos en general se derivan tanto de la base material en transición
acelerada del feudalismo al capitalismo, siendo el caso de Prusia. El ethos
militarista del mencionado reino germánico encuentra paralelismos con
los países integrantes del Eje.
No es ninguna casualidad que el fascismo surgiera en Italia, se extendiera a Alemania y se desperdigara por el orbe. Es de considerar un factor
en común entre los regímenes totalitarios, pues históricamente, los Estados
de reciente creación que han tenido un largo proceso bélico tienden a mantener por más tiempo sus tradiciones militares que permean a la sociedad.
Es por ello que se subrayan en ellos demasiado los símbolos e ideas nacionales con el objetivo de mantener una unidad nacional.
El proceso anterior fue muy visible en Prusia, Piamonte y Japón durante el siglo xix. En Prusia la vida política, económica e ideológica giraba
en torno a la guerra y los valores militares feudales, desde el rey hasta los
siervos. Todas las instituciones, industria y cultura nacieron del Gene­
ralkommissariat, el ministerio que funcionaba como enlace entre la casa
real Hohenzollern y el resto del reino. El propósito inicial y último fue la
preparación para la guerra; su misión era, por todos los medios posibles,
convertir un débil reino báltico en la potencia regente del Sacro Imperio
Romano. De hecho en el marco del absolutismo, la generación de las instituciones burocráticas descendientes de la casa real respondían al modo de
enriquecimiento de la clase terrateniente.
El reino del Piamonte, con una estructura estatal absolutista parecida
a la prusiana, era por mucho el Estado más militarizado de Italia y con la
capacidad de enfrentar la dominación austriaca. Asimismo, el fragmentado
Japón, con su compleja estructura feudal del Shogunato de Tokugawa, llegó a su fin con la reclamación del emperador Meiji sobre sus vasallos. El
salto al capitalismo, de Prusia a Alemania, de Piamonte a Italia, así como la
era Meiji en Japón, fue de un tirón y dio lugar a Estados mixtos capitalistas
con tradiciones feudales, tal y como se ha hecho mención anteriormente.
No es de extrañar que las exaltaciones nacionales, producto del romanticismo, de la pasión sobre la razón, de la reivindicación del pasado glorioso y
la figura del héroe militar existieran —y no sólo eso—, ya que eran necesarias para mantener la unidad política e ideológica de los nuevos Estados.
El anterior proceso también fue visible en contextos que no generaron
fascismos, pero sí políticas populistas, que retomaban muchas característi-
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cas trascendentales. El mejor ejemplo lo hallamos en la América poshispánica que se desgarró en una pléyade de guerras civiles, donde abundan los
héroes y villanos (maniqueísmo generado por la mitología liberal) que se
enfrentaron en las unificaciones territoriales. Satisfacían una necesidad
histórica.
El otro componente del nazismo, quizá el más llamativo y que más
huella ha dejado sea el mesianismo como una mixtura del pensamiento
mágico, religioso y tecnológico sobre lo científico (aunque con un cientificismo que sería cultivado desde el poder, y el futuro Führer en sus escritos
cuando buscaba el sustento de sus tesis en las teorías darwinianas y naturalistas del ambiente científico de su tiempo), que sería un elemento no
encontrado en el fascismo italiano o el militarismo japonés. Nigel Penick
afirma con certeza respecto de la finalidad última de los programas ideológicos del Estado nacionalsocialista. “La supremacía racial […] no era el objetivo final de su programa. La creación de una nueva raza de superhombres
[…]. El hombre nuevo […] abriría las fronteras de una civilización basada en
la tecnología mágica […]. Se convertiría en un dios.”10 Sin embargo, la conclusión del autor no es feliz al considerar las tradiciones mágicas y arcanas
del mundo como originadoras del fenómeno nacionalsocialista. No obstante puede ser el origen de una puerta de enlace hacia el ideario popular. La
conjugación de la evolución humana tecnificada se plasmaba en programas de gobierno eugenésicos que buscaban la creación de un humano ario
puro. Incluso, las políticas de exterminio racial encuentran su lugar en la
magia, como un sacrificio de purificación de la tierra.
Sobre la conjugación de la tecnología y la magia, nótese el caso de las
insignias ss (derivadas del antiguo acrónimo de la policía secreta Velhm:
Strick, Stein, lazo y piedra) son de unas inconfundibles características rúnicas. De hecho, en algunos círculos iniciados se creía que era posible alcanzar
estados alterados de conciencia a través de la contemplación de las runas;
“pensaban que como los diseños de las runas habían sido sacados de la memoria popular, dentro de esa memoria sigue residiendo una respuesta a esos
modelos”.11 Una vez más surgen a la luz las combinaciones mágico-científicas
al apelar a un tipo de inconsciente colectivo que puede ser instrumentalizado por una meditación programada cual si fuese una sesión psicoanalítica.
10
Ibid., p. 11. Las cursivas son mías.
Ibid., p. 52.
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Pero la tendencia en la ideología nazi (que en sí misma encerraba a la política como un instrumento prioritario pero secundario) poseía una mayor tendencia al pensamiento mágico religioso que al científico; esto, como es
previsible, repercutía en la implementación de los programas de gobierno de
una manera singular y no vista en los Estados posteriores. Regresando al
ejemplo de las insignias ss, “era una forma de amuleto consagrado que protegía a todo el que estuviera titulado a llevarlo […]. El anillo de las ss era una
recuperación consciente de la antigua magia pagana germánica”.12 Pero ¿cuál
era la verdadera finalidad de los ritos? ¿Qué efecto se buscaba con el cultivo
y realización de ellos? El efecto de los ritos en los elementos de las ss era el
adoctrinamiento con estas evocaciones de un pasado inventado que hacía las
funciones de una amalgama dentro de las diferentes milicias con la forma de
identidad de un “nosotros”, excluyente de un “ellos”.
Al final, Hobsbawm resume de manera acertada y lapidaria, que al
mismo tiempo nos advierte sobre nuestra actualidad. “El fascismo triunfó
sobre el liberalismo al proporcionar la prueba de que los hombres pueden,
sin dificultad, conjugar unas creencias absurdas sobre el mundo con un
dominio eficaz de la alta tecnología contemporánea. Los años finales del
siglo xx, con las sectas fundamentalistas que manejan las armas de la televisión y de la colecta de fondos programada por ordenador, nos han familiarizado más con este fenómeno.”13
En torno a las políticas estatales en la modificación de la identidad
Por su marcado militarismo y mesianismo, el nazismo blandía una ideología religiosa que encumbra al héroe-ungido y por tal resulta en una cardinalidad verticalista desde el punto de vista simbológico (y desde otras
perspectivas por supuesto). Por lo tanto se está hablando del uso de símbolos masculinos. Para tal efecto Pierre Bourdieu, en su obra La dominación
masculina,14 nos ofrece una explicación antropológica de los símbolos que
generalmente han existido a lo largo de la historia, fruto de una división
sexual y del dominio de unos sobre el otro (y por lo mismo de la predominancia de estos elementos simbólicos masculinos). Él considera que los
12
Loc. cit.
Hobsbawm, op. cit., p. 125.
14
Pierre Bourdieu, La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2003.
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símbolos del poder son verticales y masculinos de acuerdo con una significación sexual fálica. Éstos siempre remarcan el orden, la rectitud y la altura, es decir formas salientes, “las facultades, las capacidades y los deberes
o cualidades son atributos propiamente masculinos [...] con la violencia
heroica, el valor belicoso y también, de manera muy directa, con la potencia sexual”.15 Desde la antigüedad se identifican los valores masculinos con
“el lado del exterior, de lo oficial, lo público, la ley, lo seco, lo alto, lo discontinuo [...], actos breves, peligrosos y espectaculares que [...] marcan rupturas en el curso ordinario de la vida y emplean instrumentos forjados”;16 la
diferencia entre los símbolos de lo femenino que se construyeron como
valores pasivos y ocultos “al estar clasificadas por la taxonomía oficial del
lado de lo interior, lo húmedo, lo bajo, lo curvo, lo continuo, las mujeres
ven cómo se les atribuyen todas las tareas domésticas, es decir, privadas y
ocultas”.17 En consecuencia, los símbolos del poder político como el águila,
el toro, el sol, la línea recta, el ojo y la estrella; construcciones como edificios, pirámides, torres y obeliscos; ademanes como el saludo militar y
el fascista, así como ciertos colores cálidos, serenos y enérgicos —como el
blanco, el azul, el rojo, el negro y el amarillo— pueden ser encontrados en
cualquier escudo de armas o logotipo político independientemente de su
ideología. Pero como se ha visto, las tradiciones feudales marciales y protestantes en Alemania hacían más factible la aceptación general de las
ideas cosmogónicas nacionalsocialistas. De hecho, la disciplina y el orden
fueron maximizados en una sociedad que no era ajena a dichos conceptos.
Pero también fue el trauma de aquellos que vivieron, pelearon y sobrevivieron a la Gran Guerra, lo que facilitó la creación de los cuadros del partido listos para dar la vida por su Führer. Es decir, desde otra perspectiva, las
contradicciones de las clases sociales y de las relaciones sociales de producción encuentran una contradicción que se reproduce en lo psicológico a
través de la ideología y sus vehículos institucionales. A este respecto Wilhelm Reich en sus estudios psicológicos del fascismo expresa certeramente
sobre esta relación que “una ideología social modifica la estructura psíquica
de los hombres no se reproduce solamente en esos hombres sino que, lo
que es más importante, la ideología toma en la forma de ese hombre con15
Ibid., p. 4.
Ibid., p. 5.
17
Ibid., p. 4.
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cretamente modificado, y que actúa de modo modificado y contradictorio,
el carácter de una fuerza activa, de un poder material”.18 Reich sostenía la
importancia de los estudios psicológico-sociales como una contraposición
a las aproximaciones superficiales y economicistas de los “marxistas vulgares” sobre tales temas subjetivos, donde gran parte del proletariado y de la
pequeñoburguesía apoyó voluntariamente al nacionalsocialismo. Esta
cuestión no puede explicarse llanamente por las contradicciones económicas de la formación social alemana.
Podemos denominar los sistemas ideológicos no sólo como un conjunto de ideas con la finalidad de justificar un determinado dominio,19 sino
también como instrumentos de formación de la personalidad, pues tienen
la tarea de mantener una cohesión social. Creemos posible distinguir a las
instituciones educativas, religiosas y de telecomunicaciones, en tanto que
sus actividades pueden ser directas e indirectas.20 Los modos indirectos de
formación de la personalidad se refieren a las acciones ideológicas que no
interfieren directamente en la constitución de la personalidad haciendo
inducciones morales y políticas con un propósito a priori. Dichas acciones
son propias de las telecomunicaciones y la formación educativa. De todas
formas, un Estado es la suma de sus instituciones. Por lo tanto es evidente
que algunos de estos métodos directos alteran y/o moldean las estructuras
de la personalidad. Algunos ejemplos son la familia y la religión. Los métodos directos e indirectos no se excluyen y actúan con un mismo fin, en este
caso mantener relaciones sociales de explotación haciéndolas parecer
como un fenómeno natural. Si el término “explotación” parece tendencioso, podríamos decir que las instituciones directa e indirectamente participan en la formación de la personalidad a fin de mantener las relaciones
sociales de producción de la riqueza.
En términos generales, las mencionadas acciones tienden a magnificar
o empequeñecer al superyó a expensas del yo, creando una determinada
18
Wilhelm Reich, La psicología de masas del fascismo, México, Roca, 1973, p. 13.
El autor Adolfo Sánchez Vázquez considera la ideología como un conjunto de ideas acerca
del mundo al servicio de una clase rectora, cuya función práctica es guiar al comportamiento humano. Es por ello que el autor considera a la ideología como un obstáculo o deformación de la
realidad.
20
La cohesión social tiene la finalidad de reproducir la ideología y el modo de producción,
siendo una de las tareas asumidas históricamente por el Estado. Asimismo encontramos a las
funciones técnico-administrativas y a la represión física como las otras dos tareas específicas del
Estado.
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forma de interpretar la realidad y las formaciones sociales que después es
mantenida por el orden imperante en un periodo histórico determinado.
Así tenemos el ejemplo de las reformas morales de Augusto y el juramento
feudal en contraposición al discurso consumista e individualista del neoliberalismo; ambas acciones ideológicas estaban destinadas a reproducir sus
modos de producción bajo los intereses de clase. En cuanto a términos intrapersonales ambos ejemplos se ubican en las antípodas, dado que el esclavismo y el feudalismo requerían de personas con un yo menos definido
así como un superyó heroico, de acuerdo con las estructuras sociales de
aquellas épocas (la familia, la legión, la ciudad, la corporación, el señorío,
etcétera), dado que en gran parte sus modos de expansión de riqueza eran
extraeconómicos, beligerantes y no requerían de individuos bien delimitados; en cambio la necesidad de sobreproducción sin oposiciones sociales
del capitalismo favorece un yo y un ello aumentados, así como un superyó
represivo; es decir un individualismo radical.
Es pertinente señalar que las formaciones sociales pertenecientes a un
determinado modo de producción son capaces de incidir en la personalidad de acuerdo con intereses de clase, ya que están vinculadas con la lógica del sistema de producción y mantenimiento de la vida social. Así pues,
el interés de la ganancia privada y del consumismo favorecerían la creación de personalidades dominadas por el ello, siendo individuos impulsivos
que buscan satisfacciones fáciles y rápidas. La propaganda, la publicidad y
los entretenimientos masivos, es decir el discurso, son el vehículo de tales
instrumentalizaciones. Por ejemplo en gran parte de las series televisivas
estadounidenses contemporáneas, se observan personajes dominados por
el ello. En otro contexto Foucault menciona el error de considerar el discurso de una supuesta represión de la sexualidad característica de nuestros
tiempos que se originaría como una consecuencia de las necesidades del
nuevo capitalismo que requería minimizar la actividad sexual hasta el
mero acto reproductivo de la fuerza de trabajo. Foucault dice justamente lo
contrario, que bajo este falso discurso de represión existe una práctica del
sexo mediatizada por el poder,21 pero no en el sentido de la represión sino
en el de la maximización. Regresemos en el tiempo porque, de igual modo,
las instituciones victorianas favorecerían un cambio en la personalidad en
21
De la transversalidad del poder sobre los individuos dentro de una continua lucha entre las
fuerzas que se daría en la encrucijada de lo privado-público.
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favor de ciertos intereses de clase, intentando interiorizar la represión que
en términos freudianos: una modificación del superyó hacia una función
represora del instinto sexual.22
Lo importante no es solamente si tuvieron éxito, sino además, en qué
medida se convirtió en un discurso del poder y de sus instituciones (escuelas, hospitales, propaganda, etcétera). Es necesario aclarar que el vehículo
usual de perpetuación de las relaciones sociales de producción en todos los
tiempos históricos es el superyó, pues la enseñanza de los padres perpetúa
el mundo exterior hacia el interior en el niño. Recordemos que la familia
es una institución y transmisor principal de los valores de formación de la
personalidad dentro de una sociedad:
Para Fromm, la función social de la educación consiste en capacitar al
individuo para actuar en el papel que, posteriormente, habrá de ejercer en la sociedad; es decir: “manipular su carácter de manera que se
ajuste al carácter social, que sus deseos coincidan con las necesidades
de su misión social”. [Fromm, La por a la llibertat, p. 257.] El sistema
educativo de cualquier sociedad está determinado por esta función.
Por eso, Fromm opina que no se pueden explicar las estructuras de
una sociedad o la personalidad de sus miembros por el proceso pedagógico, sino que el proceso educativo ha de ser explicado por las necesidades nacidas de las estructuras sociales y económicas de una
sociedad determinada. Ahora bien, “los métodos de educación son extraordinariamente importantes pues son los mecanismos que dan al
individuo la forma exigida” [loc. cit.]. Así, pueden ser considerados
como los medios gracias a los que las exigencias sociales son transformadas en cualidades personales. Y aunque las técnicas educativas no
son la causa de un tipo particular de carácter social, constituyen uno
de los mecanismos —quizá el más importante— en la formación del
carácter. En este sentido, el conocimiento y la comprensión de los métodos de educación constituyen una parte importante del análisis total
del funcionamiento de una sociedad. Sin embargo, el agente que más
participa en el desarrollo del carácter del niño es la familia. Con el
psicoanálisis, Freud demostró que las primeras experiencias del niño
tienen una influencia decisiva en la formación de su psicología. Si esto
22
Michel Foucault, Historia de la sexualidad, Madrid, Siglo XXI, 2001, p. 16-20.
18
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es cierto —se pregunta Fromm—, ¿cómo podemos comprender que el
niño, que tiene un escaso contacto con la vida de la sociedad, sea conformado por ella? “La respuesta no es sólo que los padres apliquen los
módulos educativos de la sociedad en la que viven, sino también que
en su propia personalidad representan el carácter social de su sociedad
o de su clase. Transmiten al niño lo que se podría denominar la atmósfera psicológica o el espíritu de una sociedad, precisamente por el hecho de ser lo que son, es decir, los representantes de este mismo
espíritu. La familia puede ser, pues, considerada como el agente psicológico
de la sociedad.” [Ibid., p. 258.]23
De este modo coincidimos con la investigadora Esther Mostaza con
que el carácter del niño está atravesado por la estructura de la sociedad.
Se puede considerar que la estructura de la sociedad y la función
del individuo en la estructura de la sociedad determinan el contenido del
carácter social. Además, la familia se puede considerar como la agencia
psíquica de la sociedad, la institución que tiene la función de transmitir
al niño las exigencias de la sociedad. La familia cumple esta función de
dos maneras: 1) con la influencia del carácter de los padres en la formación del carácter del niño; debido a que el carácter de la mayoría de los
padres es una expresión del carácter social, transmiten de esta manera
al niño los rasgos esenciales de la estructura del carácter socialmente
deseable; 2) además del carácter de los padres, los métodos de la educación infantil utilizados habitualmente en una cultura tienen también
la función de orientar el carácter del niño hacia una dirección socialmente deseable. Hay diversos métodos y técnicas de educación que
pueden conseguir el mismo objetivo y, por el contrario, hay métodos
que parecen idénticos pero que, sin embargo, son diferentes debido a
la estructura del carácter de quienes los practican. Si sólo observamos
los métodos educativos, nunca podremos explicar el carácter social.
Los métodos educativos sólo tienen significación como mecanismo de
transmisión; sólo pueden ser entendidos correctamente si entendemos
23
Esther Fernández Mostaza, “El papel de la educación respecto de la formación del carácter
social”, en Los hijos del Opus: la socialización de las segundas generaciones del Opus Dei, Barcelona,
Mediterrania, s.a., s.n.
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antes cuáles son los tipos de personalidad deseables y necesarios en
una determinada cultura. [Fromm, Marx y Freud, p. 97-98.]24
Y cuando el niño crece, son el ambiente social y los mecanismos de perpetuación de clase los que terminan de conformar el ideal del principio de
realidad en el yo. “El superyó es el representante, dentro de la personalidad,
de los valores e ideales tradicionales de la sociedad […]. Además de los padres,
otros agentes sociales participan en la formación del superyó del niño. Los
maestros, los ministros religiosos […], cualquiera que posea una autoridad
sobre el niño.”25 Son estas modificaciones las que fijarán magnitudes indeterminadas de comportamiento en el individuo. En este sentido podemos equiparar el superyó con un aparato de autocontrol, de interiorización del aparato
represor, o si se quiere, con un aparato de interiorización del poder que es autorregulado por el sujeto mismo y cuyos parámetros son transmitidos a través de las
instituciones sociales, principalmente la familia, dentro de un estrato histórico.
El anterior párrafo nos permite vislumbrar que los distintos modos de
producción transmiten sus relaciones sociales de producción hacia los individuos de acuerdo con modelos conductuales, en el sentido de tipos ideales weberianos, por supuesto.
Ahora bien, el nazismo rechazaba la gama de valores mercantilistas e
individualistas del liberalismo. Y es a partir de su discurso político-religioso
—cuyos valores máximos eran el orden, la disciplina, el valor, la obediencia
y el voluntarismo— que puede determinarse que el aparato nazi apelaba a
dos partes de la personalidad que se encuentran en las antípodas: el ello y
el superyó, con una disminución del principio de realidad o una modificación de ésta por medio de sistemas ideológicos ya brevemente señalados.
El mecanismo que se distingue en este escrito se escinde en cuatro vertientes: sentido de pertenencia, uso extensivo del “sentido oceánico”, la
inhibición sexual y políticas de redistribución de la riqueza.
Sobre el sentido de pertenencia construido fue de hecho el ethos liberal
el que justamente permitió la difusión y éxito de la ideología nazi, en el
sentido de que las relaciones mercantiles generan individualidades que
guían su conducta hacia sus semejantes con criterios de una lógica acorde
con este tipo de instituciones. Un comprador u oferente tenderá a ser una
24
Ibid., s.n.
Calvin S. Hall, Compendio de psicología freudiana, Buenos Aires, Paidós, 1970, p. 44-55 y 38-39.
25
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unidad separada, a remarcar el sentido de separación, las diferencias entre
el yo soy y el tú eres —o tú no eres—. Y fue en los tiempos que las instituciones instauraban y deificaban el capitalismo a toda costa, cuando el mercado se tambaleó, no sólo fue una crisis del sistema de producción, sino
de los valores intrínsecos. Pero también fue la búsqueda de nuevas formas de romper la separación de formas de trascendencia.
El problema es el mismo, puesto que surge del mismo terreno: la situación humana, las condiciones de la existencia humana. La respuesta
varía. La solución puede alcanzarse por medio de la adoración de animales, del sacrificio humano o las conquistas militares, por la complacencia en la lujuria, el renunciamiento ascético, el trabajo obsesivo, la
creación artística, el amor a Dios y el amor al Hombre.26
Y eso fue precisamente lo que ofreció el partido nazi antes y después
de tomar el poder: un sentido religioso en el sentido que daba un significado de la vida humana y una comprensión del universo.
Respecto del sentimiento oceánico, se debe decir que es una forma de
modificación del yo y que se puede identificar con un uso consciente del
sentimiento oceánico, con la consabida difuminación entre los individuos
y el mundo que, al mismo tiempo que les provee de un sentido de unificación, los convierte en blancos fáciles de las manipulaciones. Ello implica
un estrechamiento de la relación con el objeto externo, que para el caso de
estudio es director y altísimo, el líder encarnando el papel del héroe cual
Beowulf, Sigfrido o Aquiles. Este sentimiento, por medio de actividades
públicas, cantos y marchas y saludos, puede generar un sentimiento religioso de alcanzar el sentimiento oceánico, un sentimiento como de algo sin
límites ni barreras, en cierto modo “oceánico”. Se trataría de una experiencia esencialmente subjetiva, no de un artículo de credo; tampoco implicaría seguridad alguna de inmortalidad personal; pero, no obstante, ésta sería
la fuente de la energía religiosa, que, captada por las diversas iglesias y
sistemas religiosos, es encauzada hacia determinados canales y seguramente también consumida en ellos.27
26
Erich Fromm, El arte de amar, México, Fondo de Cultura Económica, 1962, p. 8.
Sigmund, Freud, El malestar en la cultura, p. 2, en http://isaiasgarde.myfil.es/get_
file?path=/freud-sigmund-malestar-en-la-cu.pdf (20 de julio de 2011).
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Consideramos que este es el mecanismo por excelencia esgrimido por
los aparatos de propaganda. Por ejemplo, miles de personas gritando en un
estadio durante un partido de futbol pueden generar un sentido de pertenencia; durante la misa o un rito religioso especialmente riguroso puede
crear un sentido oceánico —a imagen y semejanza del enamoramiento—;
igual ocurre en una concentración de miles coreando himnos marciales,
marchando y realizando saludos específicos. En las concentraciones nazis
se lograba tanto un sentido de pertenencia como uno oceánico.
Por supuesto que el adoctrinamiento por medio de la propaganda sólo
es un medio, un recurso para la implantación de un proyecto histórico ¿Podríamos aventurar que, sin rememorar el ideal histórico del nacionalsocialismo, se puede determinar que el resultado que se estaba obteniendo en
los ciudadanos era una mezcla de los instintos de muerte del ello y el ideal
moral del superyó? “El superyó de una persona de pensamiento elevado
también puede gratificar al ello atacando a la gente que se considera inmoral. La crueldad disfrazada de indignación […] ha sido incluso practicada a
gran escala […]. Esos ataques sádicos eran en apariencia instigados por un
fervor moral de la más alta jerarquía.”28 Así era la justificación de la esclavización de los pueblos de Europa del Este y todo aquello que fuera considerado “inferior” por cualquier motivación mágica.
Para el caso concreto de la Alemania nacionalsocialista, el principal
ariete psicológico que permitía tanto la autorrepresión, la aceptación voluntaria del yugo, y proveer de la energía psíquica para la participación de
los actos públicos y militares fue la represión de la sexualidad desde la infancia. El nazismo no sólo conservó esta característica, sino que se superpuso a una economía libidinal ya estructurada por las relaciones
patriarcales semifeudales y pequeñoburguesas que pululaban en Alemania, transmitidas a través de la familia vertical. El resultado no sólo era el
servilismo, sino también la identificación con la representación paternarepresiva. Los aparatos ideológicos del Estado militarista permitían una
canalización a los fines deseados de la frustración sexual por medio de la
propaganda, los himnos y los desfiles. Estos tres eventos fortalecían el dominio de clase, así como una estatización de las relaciones familiares patriarcales que permeó a las relaciones políticas y económicas. “El
sentimiento nacional es la prolongación directa del vínculo familiar, que
28
Hall, op. cit., p. 55.
22
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hunde sus raíces en la fijación maternal […] el apego a la madre es, a su
vez, en la medida en que se perpetúa en el apego a la familia y a la nación,
un producto de la sociedad.”29
Pero ninguna ideología por gran aceptación y publicidad que tenga
puede ser duradera sin las políticas económicas de redistribución de la riqueza. Éste es el último ingrediente en la creación del nuevo sentido de
pertenencia. En las elecciones de 1933, el partido nazi elaboró un programa de asistencia social que buscaba en sus artículos no sólo el bienestar
sino la fidelidad, arrancar la simpatía socialista que se vivía en Alemania.
Salvador Borrego, desde su inconfundible pro fascismo, rememora el programa del Partido Nacionalsocialista con su particular manejo del término
socialista. El programa menciona:
1o. No existe más que una doctrina política: la de la nacionalidad y
patria. Tenemos que asegurar la existencia y el incremento de
nuestra raza y de nuestro pueblo […].
6o. Pueden coartarse las libertades siempre que el ciudadano reconozca en estas medidas un medio hacia la grandeza nacional.
7o. El obrero de Alemania debe ser incorporado al seno del pueblo
alemán […]. El sistema nacionalsocialista practica el socialismo
como un instrumento de justicia social, pero no como un instrumento de la influencia judía. Al privarlo de esta venenosa característica automáticamente se convierte en enemigo del falso
socialismo internacional.
8o. […] El obrero atenta contra la patria al hacer demandas exageradas; del mismo modo, no atenta menos contra la comunidad el
patrón que por medios inhumanos y de explotación egoísta abusa de las fuerzas nacionales de trabajo.
23o. [...] Sea prohibida por la ley toda participación financiera y toda
influencia de los no-alemanes.30
Con esas propuestas, el pueblo alemán se sintió atraído y en 1933 Hi­
tler ganó las elecciones. El programa nazi estaba basado notoriamente en
el Welfare State, la diferencia está en las capacidades del sistema represen29
Reich, op. cit., p. 32.
Salvador Borrego, Derrota mundial, México, Lito Offset Alfaro Hermanos, 1984, p. 45-47.
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tativo que el fascismo no utiliza y rechaza. En esos años, el nazismo fue un
régimen de favores mutuos que obtuvo gran apoyo popular al distribuir
hasta entonces un bienestar inaudito. El fascismo se presentó como la alternativa al capitalismo clásico y al comunismo (concretamente a la experiencia soviética).
El nazismo mejoró el nivel de vida de la población en general durante
los tiempos posteriores a la Gran Depresión, ganando el apoyo popular y la
aquiescencia de los movimientos obreros. El Estado pagó ayudas a familias,
gastos de salud (el primer seguro médico obligatorio a nivel mundial). Se
apoyó al sector agrario con aranceles proteccionistas. Se implementaron
impuestos indirectos sobre el tabaco y las bebidas alcohólicas. Las familias
alemanas recibían un apoyo 72% más elevado que sus contrapartes estadounidenses y británicas. Se aprobaron las primeras y más ambiciosas leyes sobre protección de la naturaleza y la creación de parques nacionales.
En 1934 se aprobaba la Ley limitadora de caza y en 1935 la Ley de protección
de la naturaleza. El gobierno de Adolf Hitler fue el primero en introducir
amplias medidas para proteger la naturaleza y el medio ambiente, para
prohibir la experimentación con animales y la vivisección, para regular la
cacería y para crear reservas y parques nacionales: Ley de protección de los
animales (Reichs-Tierschutzgesetz, 1933), Ley de caza (Reichs-Jagdgesetz,
1934), Ley de protección de la naturaleza (Reichs-Naturschutzgesetz, 1935).31
Para costear la política social de Hitler, increíblemente, no se ahogó a
las clases acomodadas. Sólo 4% de los contribuyentes con un sueldo superior a los 6 000 marcos tuvieron un recargo de 50% en sus impuestos. Los
gravámenes a las empresas aumentaron 55%. De ese modo los particulares
y las empresas aportaron 75% del gasto corriente. Asimismo, se suspendieron los pagos a la deuda externa alemana.
El Estado de bienestar hitleriano era corporativo, con un gran control
y apoyo a las empresas, con subsidios y soporte a la población e impuestos
que no causaban la bancarrota estatal. Aunque la burguesía rápidamente
31
Como remarcaron los autores de la ley, “la crueldad ya no se castiga con la idea de que se
debe proteger la sensibilidad humana del espectáculo de la crueldad contra los animales, los intereses de los hombres ya no son la base aquí, sino que se reconoce que el animal debe ser protegido
en y por sí mismo”, en “Los primeros protectores de la naturaleza”, foros de El Nacionalista, en
http://elnacionalista.mforos.com/680926/8495020-los-primeros-protectores-de-la-naturaleza/, (20
de julio de 2011); “Para los animales todos los humanos somos nazis”, en http://www.forovegetariano.org/foro/archive/index.php/t-11282.html (20 de julio de 2011).
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apoyó totalmente a Hitler, éste impulsó una superficial política antielitista.
En realidad, el nazismo impulsó a la industria y la banca. Se formaron firmas para producir mercancías de consumo popular. De ellas, el ejemplo
más famoso es el Volkswagen (el auto del pueblo). El dinero se reimprimió
como Reichsmarks, con un respaldo en oro y un valor superior al dólar, bajo
control del Estado.
Con el mismo tono paternalista, Hitler expresamente ordenó proyectos arquitectónicos e ingeniería que daban trabajo y reactivaban al mercado
interno. De igual modo, se preparaban los cuadros científicos y militares
para la revancha contra los aliados. El avión jet, la Blitzkrieg, los antibióticos
en masa y las teorías de la energía nuclear provienen de esos años. Estas
innovaciones tuvieron una importancia colosal terminada la Segunda Guerra Mundial y aportaron a ambos contendientes de la Guerra Fría conocimientos y tecnologías para la carrera militar y espacial.
Por otro lado, el gasto social y militar nazi requería de toda entrada
monetaria posible. La comunidad judía, con sus históricamente rentables
negocios, fue embargada. El odio tradicional se exacerbó a niveles nunca
vistos. Simplemente perdieron todo. Así ocurría con las naciones conquistadas, la industria y la banca se fusionaba con la germana.
Una vez estabilizada la situación económica y crecida la industria,
comenzó la expansión. Todo el aparato militar funcionaba como un ariete
que expandía territorialmente el poder financiero alemán. La fusión con
Austria y Checoslovaquia obedecía al anterior principio. La guerra susurraba con voz cada vez más fuerte. Aunque más que susurro, era una declaración que los futuros aliados decidieron desoír, acudiendo silenciosos
a la expansión del “espacio vital” germano. Por segunda vez fracasaría su
infundada fe en los acuerdos diplomáticos y una Sociedad de Naciones
rebasada por la situación y la realidad. Porque conforme avanzó la década
de los treinta, se fue evidenciando que la confianza en un orden internacional por la vía diplomática era ilusoria. La situación en que quedó Alemania después del Tratado de Versalles y la amenaza comunista a nivel
internacional, concretamente en el caso de Alemania, favoreció la inminencia de la política impulsada por el partido nazi. Al mismo tiempo que
Hitler articulaba la acción bélica alemana (al interior, en contra de comunistas y sindicalistas y un reordenamiento político; al exterior en busca
del “espacio vital”), las demás naciones se encontraban luchando contra
la amenaza comunista (real, supuesta o pretendida) y la recuperación
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económica. De este modo, en primer lugar debemos recordar el fracaso
de la Sociedad de Naciones en garantizar el orden internacional (de las
potencias), hecho que quedaría corroborado en distintos momentos (guerra de Abisinia, invasión a Albania, ofensiva nipona, entre otros). Estos
hechos dejarían abierta la puerta a la política de fuerza de Hitler y posteriormente de las fuerzas del Eje. En este momento la política de los futuros aliados fue de confianza en la acción diplomática y de un cierto temor
respetuoso a las acciones de Hitler. Parece ser que nadie creyó la posibilidad de poner en práctica el programa expuesto en Mi Lucha (superar el
Tratado de Versalles, reunir las poblaciones alemanas en torno al Reich y
conquistar en el Este de Europa el “espacio vital” para el desarrollo de la
raza superior).
Con un panorama que parecía tan favorable, no es de extrañar que el
pueblo alemán quedara deslumbrado y, no sólo eso, creyera de todo corazón la ideología nazi que prometía un futuro brillante poblado de una raza
de superhombres como sus descendientes. El socialismo no se impondría
por una vía electiva. La generación de Hitler, por sus promesas, fue de ida
y de regreso del infierno. El nacionalsocialismo no sólo fue la respuesta
contraria a los movimientos obreros, que terminó comprando. Fue quizá el
más inflado de los Estados de bienestar de su época, al menos durante los
años anteriores a la guerra. Fue el ejemplo de que el poder en Estados de
reciente creación difícilmente promueve las condiciones democráticas, así
es fácil que se transforme en un régimen totalitario.
Reflexiones finales
A lo largo del presente escrito se ha realizado un recuento general y breve
de algunas condiciones económicas, políticas e ideológicas de la aparición
del nazismo. Como se pudo constatar, el surgimiento de este movimiento
ultranacionalista no se debió al voluntarismo de una persona, sino a todo
un movimiento histórico que favoreció tal fenómeno. Ese movimiento pertenece esencialmente a la lucha de clases. En cuanto a los aspectos socioeconómicos, se observó que Alemania alcanzó muy rápido su techo de
producción industrial debido a la mixtura de su formación social; ello por
la lucha tardía “desde arriba” entre los Junkers y los burgueses. Mirándolo
“desde abajo” fue la organización de los trabajadores y la amenaza de una
revuelta socialista que condujo a las clases poseedoras a buscar alguna
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forma de protección. Pero el fenómeno del nazismo se puede comprender en mayor amplitud al entender que las clases sociales en realidad son
un cúmulo de grupos que pueden luchar por sus intereses en contraposición a la clase perteneciente. Por lo tanto, o al menos en estos aspectos,
el Estado nazi fue el encargado de disciplinar y proteger al mismo tiempo
a la clase capitalista dentro de Alemania y por otro lado de proyectarla
mundialmente.
En cuanto a lo ideológico, el nazismo pudo permear a la sociedad alemana por las condiciones histórico-políticas de la integración del II Reich
bajo la casa Hohenzollern que remarcó los valores del orden, la disciplina
y el nacionalismo. La ideología, o más correctamente la religión nazi, recurrió a un estrato mágico-técnico gestado a lo largo de este periodo de la
historia alemana que buscaba un sentido de pertenencia frente al mundo.
Tal búsqueda de un yo colectivo recurrió a saberes mágico-paganos pero
arcanos, que en un futuro distante serían retomados como una forma de
legitimación. Pero resulta asombroso que el uso adecuado de políticas puede modificar la personalidad de un modo de adoctrinamiento tan directo,
rápido y por demás eficaz.
Por otro lado, se ha refrendado la pertinencia y la necesidad de superar
el análisis meramente economicista; es decir, suponer los procesos de las
estructuras político-ideológicas (con sus particularidades subjetivas) tan
importantes como la base económica (o elemento subjetivo) como elementos centrípetos o centrífugos de la transformación social. La conciencia
resulta tan fundamental como la plusvalía en el estudio de las formaciones
sociales. Un tema no discutido en los círculos marxistas es la posible relación de la evolución humana controlada, el Estado y su relación con la lucha de clases. Si bien, durante el siglo xx, ello pareció ciencia ficción, en la
actualidad la genética, la nanotecnología y la medicina molecular pueden
perfectamente proveer de las herramientas para dar un salto cualitativo en
la humanidad. ¿Pero qué se puede considerar como un mejor ser humano?
El nazismo enseña de los peligros de la incursión de la ideología y los intereses de clase en la ciencia natural, un riesgo que eventualmente se volverá a cernir sobre nosotros.
Por último, menciono que esta necesidad de pertenencia puede y
aflora particularmente en momentos coyunturales, como en la actual crisis económica. Pongamos un ejemplo cualquiera: en la escena política
española encontramos cómo institucionalmente se hace propaganda y se
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promueve el sentido de pertenencia a una comunidad europea en que se
resalta esa cualidad y ese pasado cultural europeo. Es una cuestión que
veladamente es puesta en el aire tanto por los medios masivos como por
el político del día. Que este sentido de pertenencia sea explotado por partidos de extrema derecha actualmente32 como, por ejemplo, Plataforma
per Catalunya (abiertamente calificado como un partido xenófobo que
busca identificar la raza con una identidad catalana-europea, mezclando
racismo, nacionalismo y política de ultraderecha) queda claro en las siguientes palabras:
“Dicen muchas barbaridades de nosotros, […] yo sí que puedo decir
que con Franco vivía mejor, sólo dormía y comía, curiosamente como
la mayoría de inmigrantes que tenemos hoy en nuestro país” —dijo
irónicamente Hernando [secretario general de PxC]—. “[…] para todos
los malintencionados que nos preguntan quiénes son los de casa, pues
lo son también por supuesto las personas que vinieron de otros puntos
de España a trabajar a Catalunya con una maleta y a trabajar, y no con
una mano delante y otra detrás a chupar del bote como hacen la mayoría de los recién llegados.” Y subió al escenario el presidente de PxC,
Josep Anglada: “[…] algunos han intentado silenciarlo, partidos que
defienden a los moros porque hablan catalán, para PxC un moro siempre será un moro, hable el idioma que hable y esté aquí, en la China o
en el Japón, porque para nosotros son una amenaza a nuestra identidad catalana […] pp y CiU son los auténticos responsables de que el
país esté como está de inmigrantes, de que se esté muriendo nuestro
comercio, de que las mezquitas se construyan a pares, de que las bandas latinas campen a sus anchas, de que los gitanos rumanos se dediquen a robar las carteras de la gente de casa, ellos son los verdaderos
traidores a Catalunya. […] los otros partidos quieren la Catalunya de los
cuscús y las mezquitas, nosotros queremos la Catalunya cristiana, europea y de la butifarra con pan con tomate”.33
32
“SOS Racismo alerta del crecimiento del odio racial en Catalunya”, La Vanguardia.com, en
http://www.lavanguardia.com/vida/20110428/54146600664/sos-racismo-alerta-del-crecimientodel-odio-racial-en-catalunya.html (4 de agosto de 2011).
33
“Josep Anglada visita igualada per recolzar a Robert Hernando enmig de la polèmica del
video de ‘La font del gat’”, http://www.pxcatalunya.com/webnormal/ver_noticia.php?id_noticia=1068 (21 de agosto de 2011).
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Y que estas opiniones se podrían desmentir acudiendo a las cifras y los
estudios comprobables,34 mas no podemos decir que son cuestiones aisladas ni pareceres domésticos. Son creencias, opiniones y sentires convergentes en la espera de la coyuntura determinada. Que nuestro nuevo
milenio posmoderno y sus relaciones de micropoderes fragmentados sucumban al encanto romántico de la “indignación” es una cuestión que queda por demás y de modo evidente fuera de nuestro propósito. Que este
discurso no sea más que la sombra del pasado lo demostrará el correr del
tiempo.
34
Por ejemplo, tratando de ofrecer un resumen de la cuestión: “Desmontemos los mitos racistas”, http://unitatcontraelfeixisme.wordpress.com/2011/03/05/mitos-racistas/ (20 de julio de
2011).
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notas de Históricas
Eventos académicos
La Cátedra Marcel Bataillon 2012 contó esta vez con la participación de
Alain Tallon, quien ofreció cuatro conferencias con el tema “Las mutaciones del catolicismo europeo en el siglo xvi”, del 5 al 8 de noviembre en este
instituto.
El día 11 de noviembre, en la sede del instituto, se llevó a cabo el coloquio
“Colaboración, conflictos e influencias: una lectura histórica de la relación
mexicano-norteamericana (siglos xviii-xxi)”, con la participación de Alan
Knight, Brian Connaughton, Pablo Mijangos, Andrés Reséndez, Erika Pani,
Gerardo Gurza, Marcela Terrazas, Leonardo Curzio, Ana Covarrubias, Mónica Gambrill, Víctor Godínez, Carlos Marichal, Jorge Schiavon, Celia Toro,
Patricia de los Ríos y Paolo Riguzzi.
Los días 22 y 23 de noviembre el Instituto de Investigaciones Históricas de
la unam y la Universidad Autónoma de Aguascalientes organizaron y llevaron a cabo en la sede del instituto el coloquio “Historia de la publicidad
gráfica en México, siglos xix y xx”, con la participación de Julieta Ortiz
Gaitán, Marina Garone Gravier, Alfredo Tenoch Cid Jurado, Luis Felipe
Estrada Carreón, Arturo Albarrán Samaniego, María Esther Aguirre Lora,
Jesús Márquez Carrillo, Lydia Elizalde, Mauricio César Ramírez Sánchez,
Silvia Fernández, Patricia Guadalupe Luna Sánchez, Denise Hellion, Lilia
Esthela Bayardo Rodríguez, Luis R. Hernández, Ana Iris Acero Padilla,
Claudia Agostoni, Sabrina Baños, Hugo Andrés Palmarola Sagredo, Sandra
Aguilar Rodríguez, Ricardo López León y Susana Sosenski.
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El 28 de noviembre, en la sede del instituto, la unam, en colaboración con
el Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos y el Colegio Fran­
comexicano en Ciencias Sociales, llevó a cabo el coloquio internacional
“Rousseau en Iberoamérica: del reformismo borbónico a las revoluciones
de independencia”, con la participación de Catherine Larrère, Gabriel
Torres Puga, Sarah Bak-Geller Corona, Ambrosio Velasco, Laura Benítez,
Alfredo Ávila, Roberto Breña, Clément Thibaud, Ángel Almarza, Noemí
Goldman, Nicolás Ocaranza, Gabriel Entin y José María Portillo Valdés.
notas de Históricas
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publicaciones
novedades editoriales
Nación y municipio en México, siglos
xix y xx, coordinación de Sergio
Miranda Pacheco, México,
Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones
Históricas, 2012, 408 p., mapas,
cuadros, gráficas (Historia Moderna
y Contemporánea 59).
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El conocimiento histórico que tenemos del
municipio mexicano es precario, comparado
con la proliferación de interpretaciones y
estudios de carácter jurídico, político, administrativo, económico y sociológico sobre el país
entero. La importancia de su estudio histórico
radica, entre otras razones, en que a lo largo de
la historia de México el municipio ha sido la
institución básica de la administración y del
gobierno de las comunidades locales —pueblos,
villas y ciudades— en contra de las cuales el
Estado-nación surgido en el siglo xix ha venido
construyendo el orden general de la sociedad,
del territorio, de la economía y de la vida
política de la nación.
Nación y municipio en México, siglos xix y xx,
reúne destacados trabajos de investigación
histórica que permiten comprender tanto los
avatares de variadas comunidades locales del
país como lo crucial que ha sido su participación, a través del municipio, en la construcción
del Estado-nación. Al observar las acciones de
los gobiernos municipales en la gestión de los
recursos productivos, la educación, la urbanización, la guerra, las elecciones, la justicia, la
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hacienda y sus enfrentamientos con autoridades superiores, el lector podrá advertir la
actualidad de la problemática municipal en los
desafíos que enfrenta México hoy.
Contenido
Sergio Miranda Pacheco, Presentación
Raymond Buve, Los municipios y el difícil
proceso de formación de la nación en el siglo
xix. Algunas reflexiones sobre Tlaxcala
Leticia Reina, Construcción de la ciudadanía
a través del municipio indígena. Oaxaca en el
siglo xix
Jesús Édgar Mendoza García, Poder político
y autonomía económica en los municipios de
la Mixteca Alta, 1857-1910
Diana Birrichaga, Autoridades municipales,
garantías individuales y amparo en el Estado
de México, 1869, 1882
Ariadna Acevedo Rodrigo, Un espacio de
autonomía local en el Porfiriato. Las escuelas
sostenidas por los municipios y pueblos de la
sierra norte de Puebla
Gloria Camacho Pichardo, Debilidades y
fortalezas del municipio en la administración
de los recursos productivos entre 1880-1930. El
caso de dos municipios del Estado de México:
Ocoyoacac y Lerma
Eduardo N. Mijangos Díaz, Prefectos y
ayuntamientos en Michoacán. Dilemas de una
relación político-institucional
Max Calvillo Velasco, Frontera y municipio.
Las relaciones entre autoridades municipales y
la jefatura política en el Distrito Norte de la
Baja California, 1888-1894
publicaciones
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Moisés Ornelas Hernández, Entre lo público
y lo privado. El abasto de agua potable en
Ensenada, 1890-1900
Alan Knight, Los municipios, las patrias
chicas y la Revolución mexicana
Sergio Miranda Pacheco, La hacienda municipal del Distrito Federal. Historia mínima de
un conflicto secular, 1824-1929
Ana Garduño, El Museo Nacional frente al
caos municipalista de la educación básica.
Distrito Federal, 1917-1924
Laurent Corbeil, El Instituto Nacional Indigenista y la reforma del municipio de Oxchuc,
Chiapas,
Tiziana Bertaccini, La organización política
del municipio, 1938-1950 Fernando III: tiempo de cruzada,
edición de Carlos de Ayala Martínez
y Martín Ríos Saloma, México/
Madrid, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Históricas/Sílex,
2012, 520 p.
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Las primeras décadas del siglo xiii constituyen
un tiempo de cruzada, cruzada a uno y otro lado
del Mediterráneo, y cruzada también en los
registros políticos de una monarquía, la castellano-leonesa, llamada a forjar en sus presupuestos la legitimación hegemónica sobre el
conjunto de la península. El presente libro, a
través de muy diversas colaboraciones, trata de
subrayar los aspectos más sobresalientes de la
cruzada hispánica en el contexto del decisivo
reinado de Fernando III de Castilla y León. En
realidad, la obra es fruto de dos circunstancias.
Es la traducción, por un lado, de una labor
reflexiva desarrollada por el equipo de investigación formado en torno al proyecto “Iglesia y
legitimación del poder político. Guerra santa y
cruzada en la Edad Media del occidente peninsular (1050-1250)”, financiado por el Ministerio
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de Ciencia e Innovación entre 2008 y 2011, con
base en la Universidad Autónoma de Madrid.
Pero el libro es también, y sobre todo, fruto de
una labor de coordinación entre dos instituciones que representan, a uno y otro lado del
Atlántico, sendas tradiciones culturales llamadas a entenderse, la propia Universidad Autónoma de Madrid y el Instituto de Investigaciones
Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México. La coordinación ha sido posible
porque investigadores de ambas instituciones
han dado con la única clave que permite el
avance científico: el diálogo desde la diferencia
de la tradición y desde la perspectiva condicionada por la propia cultura. Nada puede enriquecer más una labor de estudio, y nada
permite unos resultados más satisfactorios. Contenido
Carlos de Ayala Martínez y Martín Ríos
Saloma, Presentación
Carlos de Ayala Martínez, I. Fernando III:
figura, significado y contexto en tiempo de
cruzada
Enrique Rodríguez-Picavea, II. La Orden de
Calatrava en tiempos de Fernando III
Laura Fernández Fernández, III. “Muy noble,
et mucho alto et mucho honrado”. La construcción de la imagen de Fernando III
Hélène Sirantoine, IV. La Cancillería Regia en
época de Fernando III: ideología, discurso y
práctica
David Porrinas, V. Caballeros y caballería en
tiempos de Fernando III
J. Santiago Palacios Ontalva, VI. Imagen e
identidad del musulmán en tiempos de Fernando III. El enemigo desde la perspectiva cruzada
publicaciones
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José Manuel Rodríguez García, VII. ¿Existieron ejércitos cruzados en la época de Fernando
III?
Fermín Miranda García, VIII. Intereses
cruzados de la monarquía navarra en el siglo
xiii (1194-1270)
Philippe Josserand, IX. Las órdenes militares
en el discurso cronístico castellano-leonés en
época de Fernando III
Carlos Barquero Goñi, X. Los hospitalarios
castellanos en la época de Fernando III (12171252)
Ana Echevarría, XI. La política respecto al
musulmán sometido y las limitaciones prácticas de la cruzada en tiempos de Fernando III
(1199-1252)
Alexander-Pierre Bronisch, XII. La ideología
asturiana y la historiografía en época de Fernando III
Ariel Guiance, XIII. Fernando III o la santidad
forzada
Antonio Rubial García, XIV. La canonización
de san Fernando y sus consecuencias en Nueva
España
Martín Ríos Saloma, XV. La figura de Fernando III en la historiografía moderna y contemporánea 36
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Puente de Calderón, las versiones de
un célebre combate, segunda edición,
México, Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2012,
120 p., mapa, plano, grabados,
fotografías (Historia Moderna y
Contemporánea 51). [Primera
edición: 2010.]
publicaciones
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El 17 de enero de 1811 tuvo lugar en el paso de
Puente de Calderón, cerca de Zapotlanejo, un
encuentro de armas entre las huestes insurgentes comandadas por Miguel Hidalgo y las
tropas realistas dirigidas por Félix María
Calleja. Se trató de una batalla llena de imprevistos que al final dio el triunfo al segundo. A
pesar de que Hidalgo y sus principales jefes
militares lograron huir hacia el norte, su fin
estaba cercano. El gobierno virreinal calificó el
combate como una “memorable acción”. Tres
años y medio después, y ya como dirigente de
la campaña del Bajío, el criollo Agustín de
Iturbide decidió celebrar el regreso de Fernando VII con la puesta en escena de esa famosa
contienda, lo que tendría lugar en el mes de
octubre de 1814 en las inmediaciones de
Irapuato.
En este libro, se refieren los pormenores
de la batalla a partir de los relatos que le dieron
vida a lo largo del siglo xix. Para acercarnos a
ese acontecimiento vivido con pasión, es
necesario situarlo en el entramado de la guerra
y conocer las armas, la ubicación, la composición y el comportamiento de ambos ejércitos,
lo que permitirá entender las opuestas versiones a propósito de ese azaroso encuentro y
descifrar la manera como se obtuvo y festejó la
victoria, incluida su sugestiva escenificación.
Estos tópicos permiten, sin duda, revalorar los
verdaderos motivos de la derrota. 37
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Las declaraciones de independencia.
Los textos fundamentales de las
independencias americanas,
coordinación de Alfredo Ávila,
Jordana Dym y Erika Pani, México,
El Colegio de México/Universidad
Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones
Históricas, 2013, 624 p., gráficas,
grabados.
Al parecer, tras la secesión de un territorio, no
bastan las guerras exitosas, las conspiraciones y
los pactos políticos para establecer un gobierno
autónomo: para ser independientes hace falta
una declaración. Alegato jurídico, sentencia
performativa, mensaje dirigido a los pueblos del
mundo, acta de nacimiento de un país, las
declaraciones de independencia formaron parte
ineludible de los movimientos revolucionarios
en América, desde Filadelfia en 1776 hasta
Chuquisaca en 1825. Este libro estudia la era de
las revoluciones atlánticas a través de sus
declaraciones, actas y manifiestos. Redactados
por periodistas, clérigos o militares, por juntas o
congresos (no siempre electos), estos documentos en ocasiones engendraron procesos largos y
desgastantes, y en otras les pusieron punto
final. Las declaraciones de independencia han
constituido piezas clave de los muy variados
repertorios del nacionalismo, desde las revoluciones del siglo xviii hasta los procesos de
descolonización africano y asiático en la segunda mitad del xx, e incluso en los albores del xxi,
como lo demuestra la declaración de independencia de Kosovo, proclamada en febrero de
2008. Este libro explora el surgimiento de una
nueva forma de hacer política, al analizar los
textos fundacionales de las nuevas naciones del
continente. Contenido
Alfredo Ávila Jordana Dym y Erika Pani,
Introducción
I. Trasfondos
David Armitage, Declaraciones de independencia 1776-2011 Del derecho natural al derecho internacional
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Javier Fernández Sebastián, La independencia de España y otras independencias. La
transformación radical de un concepto en la
crisis del mundo hispano
Brian P. Owensby, Comunidades indígenas y
gobierno en la época de la independencia.
Reflexiones sobre antecedentes virreinales y
transformaciones decimonónicas
II. Las primeras declaraciones
Pauline Maier, Independencia política,
continuidad cultural: la declaración de independencia de los Estados Unidos en un contexto británico
David Geggus, La declaración de independencia de Haití
III. Las declaraciones hispanoamericanas
Federica Morelli, Las declaraciones de independencia en Ecuador: de una Audiencia a
múltiples Estados
Armando Martínez Garnica, Las declaraciones de independencia en Venezuela y la Nueva
Granada
Alejandro San Francisco, Chile y su independencia. Los hechos, los textos y la declaración
de 1818
Marcela Ternavasio, Los laberintos de la
libertad. Revolución e independencias en el
Río de la Plata
Natalia Sobrevilla Perea, Entre proclamas,
actas y una capitulación: la independencia
peruana vista en sus actos de fundación
Alfredo Ávila y Erika Pani, De la representación al grito, del grito al acta. Nueva España,
1808-1821
Jordana Dym, Declarar la independencia: la
evolución de la independencia centroamericana, 1821-1864
publicaciones
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Virginia Guedea, La declaración de independencia de la provincia de Texas, 6 de abril de
1813
IV. Contextos
José Antonio Piqueras, Las Antillas españolas entre independencias: las palabras dichas
y las cosas
Isabel Lustosa, Cambio y continuidad: monarquía constitucional y república en el proceso
de independencia de Brasil
Danielle Zaslavsky, Las traducciones de la
declaración de independencia de Estados
Unidos de América en Hispanoamérica
Daniel Gutiérrez Ardila, Un sistema para la
América independiente
José María Portillo, Independencia constituyente
V. Anexos
Declaración de los trece Estados Unidos de
Amé­rica, Declaración de independencia
de Haití, Instalación de la soberana junta gu­bernativa de Quito / Acta del cabildo de Santa
Fe / Acta de los representantes de las Provincias Unidas de Venezuela / Acta de independencia de la provincia de Texas / Acta de
independencia de la América Septentrional
/ Acta de la declaración de la independencia
de las Provincias Unidas / Acta de independencia de Chile / Acta de jura de la independencia
del Perú / Acta de la independencia de Guatemala / Acta de la independencia de la provincia de Comayagua / Acta de independencia del
Imperio Mexicano / Acta de independencia
del Alto Perú / Acta de independencia de la
República del Paraguay 40
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Economía, ciencia y política. Estudios
sobre Alexander von Humboldt a 200
años del Ensayo político sobre el
reino de la Nueva España,
coordinación de José Enrique
Covarrubias y Matilde Souto
Mantecón, México, Instituto de
Investigaciones Doctor José María
Luis Mora/Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Históricas, 2012,
292 p., imágenes, cuadros y mapa
(Historia Económica).
En el presente volumen se ha emprendido una
evaluación de la obra de Alexander von Humboldt relativa a México y otras regiones de América Latina con especial atención a su
investigación en temas económicos, sobre todo
en su Ensayo político sobre el reino de la Nueva
España (1811). Esta obra ha constituido, como
bien se sabe, una fuente de consulta primordial
para el conocimiento histórico de México, sobre
todo por la información y los juicios que
contiene sobre la situación de este país hacia
finales del siglo xviii y comienzos del xix.
¿Cuáles son las categorías científicas, líneas
ideológicas y fuentes informativas desde las
que Humboldt emprende su estudio económico
y cómo es que su conducta política y su perfil
de científico influyen en su curiosidad e
interpretación? A este tipo de preguntas se
intenta responder en la presente compilación,
integrada por aportaciones relativas a los logros
y limitaciones del famoso viajero en su tratamiento de la temática económica. Los historiadores sociales y económicos de México y
América Latina han recurrido continuamente a
la consulta del Ensayo y de otras obras del
famoso científico alemán en busca de datos y
apreciaciones. Por esto mismo, una valoración
que sitúe la importancia de su obra y su persona desde la perspectiva mencionada parece
muy pertinente. Contenido
Matilde Souto Mantecón y José Enrique
Covarrubias, Introducción
Brígida von Mentz, ¿Espía prusiano?, ¿cortesano liberal?, ¿científico apolítico? Notas en
torno al autor del Ensayo político sobre el reino de
publicaciones
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la Nueva España y del Cosmos, y el contexto
prusiano-alemán en el que vivió (1769-1859)
José Enrique Covarrubias, Humboldt y la
Aritmética política. El Ensayo novohispano
como un estudio de miras generales y prácticas
Laura Cházaro, Medir la política en la Nueva
España de Alexander von Humboldt
Ernest Sánchez Santiró, Las “producciones
preciosísimas de los trópicos”: azúcar y esclavitud en el Ensayo político sobre el reino de la
Nueva España (1811)
Johanna von Grafenstein, Nueva España y
sus vínculos con el Mediterráneo de América:
apreciaciones sobre un espacio colonial en la
obra de Alexander von Humboldt
Francisco Javier Cervantes Bello, La agricultura en el Ensayo político: sobre el método y la
interpretación
David Navarrete G. y Clara Elena Suárez
Argüello, Voces y silencios sobre la minería
novohispana en el Ensayo político de Humboldt. Notas para una lectura renovada
Guadalupe Pinzón Ríos, Puertos y litorales
novohispanos en las descripciones y críticas de
Alexander von Humboldt
Matilde Souto Mantecón, Las fuentes de
Humboldt y Humboldt como fuente: el comercio exterior atlántico, las fuentes veracruzanas
y una lectura británica del Ensayo político sobre
el reino de la Nueva España
Carlos Marichal Alexander von Humboldt y
sus reflexiones sobre la Real Hacienda de la
Nueva España: notas sobre el libro sexto del
Ensayo político
Richard Weiner, La riqueza legendaria de
México: lectura selectiva del legado del Ensayo
político de Humboldt 42
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Ángel María Garibay K. La rueda y el
río, segunda edición, México,
Universidad Nacional Autónoma de
México, Instituto de Investigaciones
Históricas/Fideicomiso Teixidor/
GM Editores/Espejo de Obsidiana,
2013, 318 p. [Primera edición: 1993.]
publicaciones
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La vida del padre Ángel María Garibay K. (Toluca 1892-ciudad de México 1967) fue fecunda en
realizaciones culturales en torno al ser de
México. Conocedor, desde joven, del legado de
los clásicos inmortales, latinos, griegos y
hebreos, hizo valiosas aportaciones en torno a
sus respectivas culturas. Sin embargo, lo más
importante que dejó él para beneficio de
México y de la cultura universal fueron sus
estudios tocantes a la lengua y la literatura
nahuas. En su copiosa bibliografía de tema
indígena sobresale su Historia de la literatura
náhuatl en dos volúmenes. Allí hizo sabia
presentación del gran caudal de testimonios de
la antigua tradición y también del periodo
colonial en la lengua que hablaron Nezahualcóyotl y también sor Juana Inés de la Cruz.
En este libro, del que son autores Miguel
León-Portilla, discípulo de Garibay, y Patrick
Johansson, discípulo y ahora colega de LeónPortilla, se recrea lo que fue la vida del doctor
Garibay. Ampliamente ilustrado y con algunos
textos poco conocidos, es a la vez un homenaje
a quien laboró sin descanso como maestro e
investigador en la unam. 43
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En el momento en que se va a celebrar el
bicentenario de las Cortes de Cádiz y de la
insurgencia mexicana, y cuando ha transcurrido un siglo de la Revolución mexicana de 1910,
esta mirada cruzada entre ambas experiencias
nacionales se presenta como una oportunidad
espléndida para indagar en los componentes
fundamentales de la historia y culturas española y mexicana. Los límites temporales, 1860 y
1930, representan en ambos países cesuras
significativas de la consolidación y declinar de
la cultura liberal. Cultura liberal. México y España
1860-1930, edición de Aurora Cano
Andaluz, Manuel Suárez Cortina y
Evelia Trejo Estrada, Santander,
Universidad de Cantabria,
Publican/Universidad Nacional
Autónoma de México, Instituto de
Investigaciones Bibliográficas,
Instituto de Investigaciones
Históricas, Dirección General de
Asuntos del Personal Académico,
2010, 616 p., ilustraciones.
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Contenido
Aurora Cano Andaluz, Evelia Trejo Estrada
y Manuel Suárez Cortina, Introducción. De
historia nacional e historias compartidas.
España y México en la época liberal
Rocío García Ruiz, El concepto de democracia en España y México desde finales del siglo
xviii hasta 1824
Fidel Gómez Ochoa, El conservadurismo
mexicano (1823-1832): ¿un caso de doctrina
rismo?
Aurora Cano Andaluz, Conceptos fundacionales del liberalismo mexicano en la percepción y actuación de Francisco Zarco
Manuel Suárez Cortina, Tras los rescoldos de
la revolución. El republicano conservador de
Emilio Castelar y Justo Sierra
Evelia Trejo Estrada, José María Vigil. Dos
momentos en defensa del liberalismo
Vicente Quirarte, Liberales mexicanos en
Nueva York (1864-1867)
Aurora Garrido Martín, La opinión pública
en España (1875-1923): entre la debilidad y la
suplantación
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Valeria Cortés, Argumentos contra la modernidad laica del liberalismo
Silvestre Villegas Revueltas, Los protestantes. Un tercero en discordia en la discusión
entre liberales y conservadores sobre la tolerancia religiosa durante el gobierno de Manuel
González (1880-1884)
Ricardo Pérez Montfort, La intelectualidad
conservadora mexicana y Marcelino Menéndez
Pelayo. Impresiones de una relación a finales
del siglo xix y principios del xx
Felipe Arturo Ávila Espinosa, El anticlericalismo de los constitucionalistas en la Revolución mexicana
José Enrique Covarrubias, Niceto de Zamacois y su crítica del liberalismo exaltado en
México entre 1821 y 1867
Pablo Mora, De liberales y conservadores a la
crítica literaria moderna en México
Miguel Ángel Castro, La voz de una nueva
generación liberal: El Nacional y El Liceo
Mexicano (1880-1892)
Jorge de Hoyos Puente, Del exilio liberal al
exilio de masas: Alfonso Reyes en España
(1914-1924)
Álvaro Matute, José Vasconcelos y La Antorcha: un espacio para la cultura liberal
Gonzalo Capellán de Miguel, “Capitalismo
responsable”. La cuestión social en Europa y
México (1848-1936)
Lilia Vieyra Sánchez, La Sociedad de Beneficencia Española a través del periódico La
Colonia Española (1873-1879)
Ángeles Barrio Alonso, ¿Constitucionalización de derechos o institucionalización de su
ejercicio?: la cuestión de los derechos sindicales en España y México (1910-1930)
publicaciones
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Celia Gutiérrez Lázaro, Corporativo y Estado
durante la dictadura de Primo de Rivera Dominique Iogna-Prat, Iglesia y
sociedad en la Edad Media, primera
reimpresión, prólogo de Martín
Ríos Saloma, México, Universidad
Nacional Autónoma de México,
Instituto de Investigaciones
Históricas, 2013, 78 p., cuadro
(Historia General 26). [Primera
edición: 2010.]
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Esta obra reúne las conferencias impartidas por
el profesor Dominique Iogna-Prat en el marco
de la Cátedra Marcel Bataillon que se desarrolló
en el Instituto de Investigaciones Históricas del
3 al 6 de noviembre de 2008. Los textos que la
integran presentan una visión novedosa y
actualizada del importante papel que desempeñó la Iglesia en el seno de la sociedad medieval
como articuladora del espacio social y del
espacio rural, como transmisora y conservadora de los saberes de la antigüedad y, por último,
como institución creadora de discursos políticos y de identidad comunitaria. 96
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publicaciones periódicas
Estudios de Historia Novohispana, 48,
enero-junio 2013.
Artículos
David Carbajal López, La reforma de las cofradías en el siglo xviii: Nueva España y Sevilla
en comparación
Margarita Villalba Bustamante, El trabajo en
las minas de Guanajuato durante la segunda
mitad del siglo xviii
Francisco Altable, Los mineros novohispanos
solían acabar en la ruina. Un caso de imprudencia personal y desmesura administrativa
Jesús Gómez Serrano, Las huertas y la vid. El
vino y el chinguirito en la villa de Aguascalientes a fines de la época virreinal
Documentaria
Rafael Ramis Barceló, La Inquisición de México y la calificación del Árbol de la ciencia de
Ramon Llull (1665-1669)
Reseñas
María Cristina Barrón Soto (coordinadora),
Urdaneta novohispano: la inserción del mundo
hispano en Asia
(Matilde Souto Mantecón)
publicaciones
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Nikolaus Bötcher, Bernd Hausberger y Antonio Ibarra (coordinadores), Redes y negocios globales en el mundo ibérico, siglos xvi-xvii
(Ivonne Mijares Ramírez)
María del Mar Felices de la Fuente, La nueva nobleza titulada de España y América en el
siglo xviii. Entre el mérito y la venalidad
(Javier Sanchiz Ruiz)
Adriana Rocher Salas, La disputa por las
almas. Las órdenes religiosas en Campeche,
siglo xviii
(Gerardo Lara Cisneros)
Estela Roselló Soberón (coordinadora),
Presencia y miradas del cuerpo en la Nueva
España
(Marialba Pastor) 48
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Alicia Mayer
Directora
Enrique Plasencia de la Parra
Editor
Rosalba Alcaraz
Secretaria de redacción
Comité editorial
Johanna Broda
Rosa Camelo
Janet Long Towell
Teresa Lozano
Álvaro Matute
José Enrique Covarrubias
Elisa Speckman
INSTITUTO
DE INVESTIGACIONES
HISTÓRICAS
UNAM
Alicia Mayer
Directora
Iván Escamilla
Secretario académico
Miriam C. Izquierdo
Secretaria técnica
Rubén Olmedo Ponce
Secretario administrativo
Martín R. Sandoval Cortés
Coordinador de Biblioteca
Miguel Meléndez
Departamento de Cómputo
Ena Lastra
Departamento Editorial
Portada e ilustraciones: Félix Régamey, “Vendedor ambulante”, L'Illustration, 5 de septiembre de 1891.
Históricas es un boletín cuatrimestral editado por el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional
Autónoma de México, Edificio B, 3er. piso, Zona Cultural, Ciudad Universitaria, Coyoacán, México, D. F. 04510. Editores
responsables: Alicia Mayer/Enrique Plasencia de la Parra. Número de Certificado de Reserva: 04-2007-0924121602000-106.
Número de Certificado de Licitud de título: (en trámite). Número de Certificado de Licitud de Contenido: (en trámite).
Página web: www.historicas.unam.mx. Correo electrónico: [email protected]. Tiraje: 500 ejemplares. Impreso en
Hemes Impresores, Cerrada Tonantzin 6, Col. Tlaxpana, Miguel Hidalgo, México, D. F. 11370. Distribuido por el Instituto
de Investigaciones Históricas, Circuito Maestro Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Coyoacán, México, D. F.
04510. Precio al público $30.00 MN ($3.00 USD). Tel. (55)5622-7517. Diseño: Ónix Acevedo Frómeta. Edición al cuidado
de Rosalba Alcaraz.
Investigadores
Claudia Agostoni, Berenice Alcántara Rojas, Alfredo Ávila, Felipe A. Ávila Espinosa, Johanna Broda,
Rosa Camelo, Víctor M. Castillo Farreras, Felipe Castro, José Enrique Covarrubias,
Rodrigo Díaz Maldonado, Iván Escamilla, Amaya Garritz, Cristina González, Virginia Guedea,
Ana Carolina Ibarra, Patrick Johansson, Alicia Juárez Becerril, Gerardo Lara Cisneros, Miguel León-Portilla,
Janet Long Towell, Teresa Lozano, Leonor Ludlow, Roberto Martínez González, Pilar Martínez López-Cano,
Álvaro Matute, Alicia Mayer, Ivonne Mijares, Sergio Miranda Pacheco, Federico Navarrete,
Guilhem Olivier, Sergio Ortega Noriega, Patricia Osante, Miguel Pastrana, Guadalupe Pinzón Ríos,
Enrique Plasencia de la Parra, Ignacio del Río, Andrés Ríos Molina, Martín Ríos Saloma,
J. Rubén Romero Galván, Estela Roselló Soberón, Javier Sanchiz, Susana Sosenski Correa, Elisa Speckman,
Marcela Terrazas, Jorge E. Traslosheros H., Evelia Trejo, Iván Valdez Bubnov, Carmen Vázquez M., Silvestre
Villegas Revueltas, Gisela von Wobeser, Carmen Yuste
Técnicos académicos
Ónix Acevedo Frómeta, Rosalba Alcaraz Cienfuegos, Claudia Nelly Arriaga Hernández,
Arturo Barrera Trejo, Katia M. Cortés, Rosalba Cruz, Alfredo Domínguez Pérez, Carmen Fragano Ríos,
Carlos García López, Alonso González Cano, Miriam Izquierdo, Ena Lastra, Roselia López Soria,
Javier Manríquez, Miguel Meléndez, María Teresa Mondragón Reyes, María Luisa Reyes Pozos,
Israel Rodríguez, Ricardo Sánchez Flores, Martín R. Sandoval Cortés, Sandra Torres Ayala,
Juan Domingo Vidargas del Moral
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enero-abril 2013
Ensayos
C
M
Boletín del Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM
ISSN 0187-182X
Daniel Muñiz Alejandro
Construcción de identidades desde el poder:
el caso de la Alemania
nacionalsocialista
Y
CM
MY
CY
CMY
Notas de Históricas
K
Publicaciones
El historiador que sea digno de este nombre debe exponer cada
acontecimiento como parte de un todo, o, lo que es lo mismo, debe exponer
en cada acontecimiento la forma de la historia en general.
Wilhelm von Humboldt
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