Sergio G. LITEWKA La integridad en la investigación científica Capítulo IX del libro “Bioética: Herramienta de Políticas Públicas y Derechos Fundamentales en el Siglo XXI” ZAMUDIO, Teodora (editora) Universidad del Museo Social Argentino y Università degli Studi di Salerno Sergio G. Litewka M.D., M.P.H. Director de Actividades Internacionales de los Programas de Ética de la Universidad de Miami. Director Internacional del Programa de Educación en Ética de la Investigación (CITI Program), Universidad de Miami. Profesor invitado en la Maestría en Aspectos bioéticos y jurídicos de la salud de la Universidad del Museo social Argentino SUMARIO: 1. Introducción. 2. Ciencia y fraude. 3. ¿Cómo se define a la mala conducta científica? 4. Elementos que pueden constituir mala conducta científica. 5. De las teorías a la buena practica científica. 6. Conclusiones Ilustración: Piedras de Ica. 1. Introducción La creación de conocimiento científico a través de la investigación se sustenta, fundamentalmente en la confianza que debería existir sobre la integridad moral y profesional de los investigadores. Cuando se quiebra la credibilidad sobre el proceso científico, el sentido de la ciencia misma es puesto en duda. Las consecuencias de la mala conducta científica dañan a la sociedad en su conjunto. Siendo que cada vez más, la investigación científica es un hecho global, las repercusiones de sus consecuencias también lo son. En los estudios relacionados con las ciencias biomédicas, el fraude, la manipulación de resultados, la publicación sesgada de conclusiones no representan un mero problema teórico, sino que sus consecuencias pueden llegar a impactar en la salud de las poblaciones. Por cierto, la actividad científica no esta libre de las tentaciones que afectan a cualquier persona en cualquier actividad. Richard Smith, ex editor del British Medical Journal (BMJ), preguntado acerca de por qué ocurre la mala conducta científica, respondió que si toda actividad humana está asociada a la posibilidad de la inconducta, porque caer en la ingenuidad de pensar que investigación debería ser una excepción1. La historia de la ciencia está plagada de escándalos. Algunos se han relacionado con abusos a las personas, otros a distintas formas de engaños y sesgos en la difusión de los hallazgos, muchos a una combinación de conductas deshonestas que involucran parte de estas situaciones. En algunos casos, los 1 Smith R. "The poisoning of the well." Journal of the Royal Society of Medicine, 2006. 232-237. fraudes se cometen con el objeto de progresar en la carrera académica, por arrogancia o por torpeza. A veces, están motivados por razones económicas políticas, de nacionalismo o incluso, por franca insania mental. En este capítulo analizaremos varios ejemplos sobre mala conducta científica y trataremos describiremos las distintas definiciones existentes sobre la materia. 2. Ciencia y fraude Se supone que el fin último de la investigación científica es confirmar o refutar hipótesis, intentando ampliar el conocimiento. Cuando esas investigaciones son publicadas, los hallazgos se amplifican llegando a todos los expertos en la materia, pero también, dependiendo de la posible trascendencia de las conclusiones, a los legos a través de los medios masivos de difusión. En cada caso existe una percepción tacita que los procesos de investigación han estado sustentados por la búsqueda objetiva de la verdad, por la integridad moral de los investigadores y por lo tanto despojados de otros intereses que puedan desviar deliberadamente sus contenidos para obtener fines mezquinos. Cada vez que irrumpe un caso de mala conducta científica, sea como fraude, sea como manipulación tendenciosa de los datos, o bien porque los autores se atribuyen méritos que no les corresponden, las consecuencias van mas allá de la comunidad especializada y se derraman en la sociedad en general tomando la forma del escepticismo y la desconfianza a la empresa científica como un todo. Desde ya, la intensidad de las reacciones que pueda generar el conocimiento de la mala conducta científica estará directamente relacionada a la tolerancia que una sociedad determinada tenga hacia la corrupción. Porque la deshonestidad científica es, simplemente, una forma más de corrupción. El grado de acostumbramiento que padezca esa sociedad en relación a otros fenómenos similares en el campo económico o político condicionará la trascendencia y el impacto que tendrá en el ambiente académico, las instituciones, los reguladores y decisores políticos y hasta en la sociedad en su conjunto. En el año 1916, el British Medical Journal publicó un artículo escrito por medico estadounidense, James Shearer, quien servía al ejército británico durante la Primera Guerra Mundial. Shearer se atribuía haber descubierto un aparato para el estudio de las heridas de los soldados, al cual denomino delineador. Este delineador daba, según Shearer, resultados más exactos que los rayos X. Ocurrió que pasado el entusiasmo inicial, quedo al descubierto la inutilidad del llamado delineador. Hasta aquí, todo pudo haber sido producto de un exceso de entusiasmo en el medico estadounidense, pero lamentablemente para el, averiguaciones posteriores demostraron fraude intencional en la descripción del funcionamiento del equipo y sus presuntas bondades. El BMJ se vio obligado a publicar una retractación, informando sobre lo ocurrido. Esta retractación posiblemente se cuente entre las primeras en la historia de las revistas científicas. Las consecuencias para Shearer fueron nefastas. Una corte marcial lo condenó a morir por fusilamiento, ya que había estafado al ejército Británico. Finalmente la sentencia fue conmutada por prisión y Shearer terminó sus días en la cárcel2. Trofin Denisovich Lysenko (1898-1976) fue un biólogo soviético cuyos estudios intentaron refutar las teorías vigentes a inicios del siglo XX sobre herencia genética. Lysenko sostenía que al aplicar frio sobre las semillas de trigo, estas se hacían mas resistentes a las condiciones ambientales y que estos cambios se reflejarían en las generaciones futuras en forma de una memoria genética adquirida, lo que redundaría en beneficio de las cosechas futuras. Dentro de la misma línea de pensamiento, argüía que si una persona pierde un dedo, sus descendientes directos podrían sufrir de debilidad en la zona que correspondía al dedo perdido por su antecesor. Según Lysenko, merced a la aplicación de sus teorías sobre la herencia adquirida, la entonces Unión Soviética tendría cosechas inmejorables en los años por venir. Estas teorías atrajeron a Joseph Stalin, quien asoció a estos cambios inducidos con aquellos que el imaginaba serían distintivos de la nueva sociedad soviética, transmitidos de la misma manera, a las generaciones por venir. Lysenko fue nombrado director del Instituto de Genética de la Unión Soviética. Su predecesor, N.I. Vavilov fue despedido y al argumentar que las teorías de Lysenko no tenían sustento científico, fue castigado siendo deportado a Siberia. Otros científicos que se atrevieron a cuestionar estas ideas sufrieron el mismo destino, y en algunos casos, la muerte. 2 [Lock, Stephen. "Misconduct in medical research. 1998. Does it exist in Britain?" British Medical Journal,: 1531-1535]. La realidad se encargo de desmentir a Lysenko cuando los cultivos subsiguientes fracasaron y sobrevino una hambruna generalizada. La genética soviética recién pudo incorporarse al siglo XX luego de la desaparición de Stalin3. Sin duda, Lysenko no fue el único científico que creó teorías al gusto de dictadores con el objeto de ocupar un sitio de honor en regímenes autoritarios. En la Republica Argentina, durante el inicio de los años ’50, el presidente Juan Domingo Perón fue seducido por un científico austriaco que había llegado al país al concluir la Segunda Guerra Mundial. Ronald Richter, tal era su nombre, causó conmoción al afirmar que tenía la fórmula para producir energía nuclear, no a través de uranio enriquecido, sino por medio de moléculas de hidrógeno. El gobernante argentino creyó estar a las puertas de convertirse en una potencia atómica gracias a la utilización del agua, y le dio a Richter la dirección de lo que se denominó “Proyecto Huemul”. Con una inversión de miles de millones de pesos argentinos, el proyecto construyó un laboratorio en la ciudad de Bariloche, 1800 Km al sur de Buenos Aires, al pie de la Cordillera de los Andes. Ese laboratorio era el sitio de donde saldría la primera bomba nuclear producida en Argentina. El 16 de Febrero de 1951, Richter afirmó que había tenido éxito en los primeros experimentos, consiguiendo que las moléculas de hidrógeno, al ser cruzadas por un arco eléctrico, generaran una fusión nuclear en miniatura. Para probar sus dichos, Richter mostro un contador Geiger y dijo que este había medido la radioactividad creada 3 Loy, Jim. Trofim Denisovich Lysenko. http://www.jimloy.com/biograph/lysenko.htm (accessed May 10, 2012). 2003. Tanto el resto de la comunidad científica argentina, que no estaba comprometida con este proceso, la comunidad científica internacional, y hasta algunos servicios de inteligencia que fueron alertados por los intentos por convertirse en una potencia nuclear de este país, advirtieron que los experimentos eran un fiasco. En principio el gobierno argentino ignoró a los escépticos aunque posteriormente, abrumado por las evidencias debió reconocer que todo era una fabricación delirante de Richter. Eventualmente, el austriaco terminó en la cárcel acusado de haber “engañado” al presidente Perón, habiéndolo hecho quedar en ridículo frente al mundo4. Nuevamente en el terreno de la investigación biomédica, y acercándonos a nuestros días, otro caso que tuvo trascendencia por la magnitud de sus consecuencias fue el de Malcom Pearce Malcom Pearce era, a mediados de los años 90, editor asistente del British Journal of Obstetrics and Gynaecology. Sus publicaciones acerca de su experiencia tratando embarazos ectópicos, esto es, embarazos que en lugar de desarrollarse en el útero, lo habían hecho en las trompas de Falopio, por medio de la extracción de los mismos y su reimplantación correcta, seguido esto de un desarrollo normal del resto del embarazo significó lo que se supuso un cambio de paradigma revolucionario, por cuanto el tratamiento habitual en este cuadro inevitablemente conllevaba (y aun conlleva) la perdida del embarazo. Fruto de su entusiasmo, Pearce también publicó otra serie de casos adjudicándose haber resuelto exitosamente la situación de 200 mujeres que padecían de ovarios poliquísticos y abortos espontáneos recurrentes, posibilitándoles embarazos 4 Arnoux, Robert. Project Huemul: The prank that started all. 2011 February. http://www.iter.org/newsline/196/930 (accessed May 10, 2012 normales. Es comprensible la ansiedad que despertaron estos artículos, al ofrecer terapéuticas que posibilitaban la curación de la madre a la vez que no terminaban en la muerte del feto. Adicionalmente, el co-autor de los trabajos de Pearce era Geoffrey Chamberlain, a la sazón editor principal de la Revista de Obstetricia. Cuando la farsa fue descubierta, Chamberlain adujo no tener conocimiento acerca de los estudios fraudulentos, justificando el hecho que figurara como co-autor diciendo que era habitual que quienes tenían posiciones jerárquicas dentro del campo científico agregaran sus nombres a las publicaciones, sin que ello significara que necesariamente conocieran sobre que versaban los estudios en los que supuestamente habían participado5. Posiblemente el mayor escandalo mundial reciente dentro de la investigación biomédica lo generó el biólogo coreano Hwang Woo-Suk, quien pasó a ser considerado una celebridad internacional cuando, entre 2004 y 2005 las prestigiosas revistas Science y Nature, publicaron sendos artículos suyos en los cuales aseguraba que había conseguido crear líneas celulares embrionarias pluripotentes a partir de blastocitos clonados, lográndolo por medio de la Transferencia Celular Nuclear Somática, mediante la cual se habría conseguido implantar el núcleo de una célula somática de un paciente en un ovocito cuyo núcleo había sido extraído previamente. El producto de este proceso, es decir, un blastocito, sería utilizado para el aislamiento de células embrionarias que poseerían todas las características del enfermo, por lo que el riesgo de rechazo inmunológico podría ser evitado o disminuido. Hasta ese momento, todos los intentos de lograr resultados 5 Smith, R. (2006). Research misconduct: The poisoning of the well. Journal of the Royal Society of Medicine, 99, 232-237.) similares habían fracasado. Este hecho representaba un avance cuantitativo en la lucha contra las enfermedades crónicas y abría un campo insospechado de posibilidades6. Corea del Sur había invertido millones de dólares buscando ocupar un lugar preponderante en la bioingeniería mundial y Hwang había sido previamente designado como director del Instituto de Biotecnología. El hallazgo de Hwang fue noticia en todo el mundo y dentro de Corea fue reverenciado como un héroe nacional. Su gobierno emitió una estampilla con su imagen y la aerolínea nacional le aseguraba pasajes en primera clase a cualquier lugar del mundo a donde deseara viajar. Sin embargo, en medio de tanta euforia, algunos observaron algunos hechos alarmantes: En principio se descubrió que las donantes de los ovocitos habían sido personal de su laboratorio, lo que de por si generaba dudas acerca de la eventualidad que las mismas hayan sido coaccionadas. A la denuncia de una practica reñida con la ética, le siguió el descubrimiento que las fotografías de las líneas celulares creadas que acompañaban a las fotografías habían sido trucadas y a esta situación se sumo el hecho que el análisis de los ADN de los donantes presuntos y las células derivadas no demostraron ninguna variedad, sino que, por el contrario, todas parecían provenir de una misma fuente. Ante la magnitud de la evidencia acumulada, la revista Science debió retractar los casos publicados, Hwang fue expulsado de la Universidad de Seúl y los hechos ocurridos han representado un baldón para las instituciones en las cuales él trabajó y para la credibilidad de la ciencia en general. 6 Heiden M et al. (2009) Fraud and misconduct in science; The stem cell seduction. Netherland Heart Journal, 17(1):25-29 Indudablemente, la velocidad con la que circula la información sumada a la democratización de la misma, lo que hace que las investigaciones científicas se difundan, en algunos casos, a la población general, añaden un factor agravante más en la saga de la mala conducta científica. Esto ha quedado de manifiesto con el pánico generado por el artículo de Andrew Wakefield publicado en la revista The Lancet en 1998 en el que se relacionaba la aparición de autismo con la vacunación contra el sarampión, la rubeola y tos convulsa. Investigaciones posteriores no han encontrado fundamento en estas aseveraciones y existe una muy alta sospecha que los estudios fueron fabricados, como asimismo, que existió un interés subalterno por parte de un equipo de abogados en contubernio con los autores, para obtener indemnizaciones por estos supuestos daños derivados de las vacunas. Al presente el articulo fue retractado por The Lancet, a Wakefield se le ha prohibido ejercer la medicina en Inglaterra. A su vez Wakefield ha demandado al British Medical Journal, publicación que fue la primera en poner en tela de juicio la verosimilitud de estos. Wakefield sostiene que esta publicación dañó su reputación sirviéndose de injurias y falsas conclusiones. Mas allá de lo que decida la justicia, 16 años después de su publicación original, las infecciones por sarampión han recrudecido en el Reino Unido y en otros países de la Comunidad Europea, como consecuencia de la reticencia de muchos a vacunar a sus hijos, fruto del temor generado por el articulo en cuestión7. 3. ¿Cómo se define a la mala conducta científica? Los primeros países en intentar avanzar en la definición de la mala conducta científica han sido aquellos cuyas políticas de estado consideran a la generación de conocimiento como una prioridad y destinan gran cantidad de recursos para favorecer la educación e investigación. En esos casos, la apropiación indebida de estos recursos constituye un delito y los científicos, como cualquier otro contratista del estado, están sujetos a disposiciones y leyes para su uso. Es fácil comprender la multiplicidad de intereses que compiten por el financiamiento de los estudios científicos. Entre estos, no puede dejar de considerarse la presión que sufren los mismos investigadores y sus instituciones, en el caso de los primeros para conseguir mejorar sus salarios a la vez que poder postularse para ascensos en sus carreras académicas, consiguiendo también respeto y la admiración de sus pares. En tanto, las instituciones necesitan dinero para poder seguir existiendo, por lo que una organización en la cual sus investigadores son exitosos consiguiendo becas y subsidios tendrá mejores posibilidades de perdurar y de crecer que una en la que eso no ocurre. En los Estados Unidos, las discusiones acerca de la definición de falta de integridad en la investigación científica han llevado un gran tiempo. Durante la década del ’90, la Comisión Estadounidense para la Integridad en la Investigación elaboró un documento que en su versión inicial usaba más de 7 Goodle F et al. Wakefied's article linking MMR vaccine and autism was fraudulent 2011. BMJ, 342, 64-66 400 palabras para intentar elucidar el concepto. Sintéticamente, se establecía que…” la mala conducta en la investigación era una falta significativa en el comportamiento, en la propiedad intelectual o las contribuciones de otros que intencionalmente impide el progreso de un estudio, que puede corromper los registros científicos o la integridad de las practicas. Estas actitudes son no-éticas e inaceptables al proponer, conducir, reportar estudios o al evaluar investigaciones de otros. A pesar de las buenas intenciones acerca de la necesidad de…” reducir complejidades y requisitos conflictivos en las regulaciones federales con respecto a la mala conducta científica”, este extenso documento posiblemente respondía a la necesidad de congeniar los temas morales con consecuencias legales de la mala practica científica. Durante el año 2000, la Oficina de Integridad en la Investigación de los Estados Unidos (ORI), intentó simplificar los criterios, delimitando a la falta de integridad científica como … “la falsificación, fabricación y plagio al proponer, realizar o revisar investigaciones o al reportar los resultados de los estudios”... Esta definición tuvo mucho cuidado al agregar no debe considerarse inconducta científica… “el error honesto y las diferencias de opinión”… Asimismo se aclaraba que para que un investigador caiga dentro de lo que se considera mala conducta científica, tiene que observarse “un apartamiento substancial de las practicas aceptadas por la comunidad científica internacional, así como que la falta debe haber sido cometida en forma intencional y negligente y que las presuntas irregularidades deben ser probadas por “preponderancia de la evidencia” 8 Este aspecto es clave, ya que para que exista mala conducta científica debe existir intencionalidad, según la oficina mencionada de los Estados Unidos, por lo que los errores derivados de la impericia o el desconocimiento no serían considerados carentes de integridad. Los países de la Comunidad Europea, Canadá, el Reino Unido y Australia entre otros, parecen no discriminar entre la intención de engañar y el error producto de la ignorancia. A principios de los años 2000, se llevó a cabo una conferencia en Edimburgo con el objeto de establecer un consenso en el Reino Unido para definir más exactamente la mala conducta en la investigación, concluyendo que esta es… “la conducta, por parte de un investigador, la cual, intencionalmente o no, se aparta de los buenos estándares éticos y científicos”9. Por lo tanto, los errores por negligencia o desconocimiento técnico son tan serios como lo es la intencionalidad de cometer fraude en las investigaciones. Sin embargo, así como las definiciones no son sencillas al tratar de establecer parámetros para enmarcar que constituye inconducta científica, puede ocurrir que una vez que esta ha sido identificada, las estructuras necesarias para prevenirla y sancionarla no sean suficientes o no se cuente con un proceso adecuado para investigar las denuncias. Esto es aun más notorio en los países en vías de desarrollo, cuyas organizaciones 8 Research Integrity Office of Research Integrity 2000. Ori.hhs.gov/definitionmisconduct. Ultimo acceso 10 enero 2012 9 Misconduct in biomedical Research: Final Consensus Statement. 2000. Joint Consensus Conference on Misconduct in Biomedical Research. Royal College of Physicians, Nimmo WS editors académicas o de investigación reciben, en muchos casos dinero proveniente de países desarrollados para investigaciones colaborativas, pero cuyos recursos destinados a evitar las faltas de integridad de las mismas son mucho menores, cuando no simplemente inexistentes. Se puede decir, a manera de ejemplo, que en un país considerado desarrollado, como Inglaterra se reportaban, a fines de los años 90, entre 60 a 100 casos por año10. Estas cifras siguen aumentando, y para muchos, no son sino la punta del iceberg de un hecho gravísimo cuyas consecuencias recién comienzan a percibirse. . Una denuncia de inconducta científica puede representar el fin de una carrera, sea por expulsión del cuerpo académico, sea por la suspensión de los fondos destinados a un investigador, o bien por la perdida de confianza entre los colegas del mismo. En definitiva, el capital más importante del investigador es la confianza, y cuando esta se daña, la consecuencia es un camino sin retorno hacia el ostracismo, o, al menos, a la devaluación profesional. 4. Elementos que pueden constituir mala conducta científica Cualquiera de los casos mencionados al inicio de este capitulo son lo suficientemente grotescos como para ser encuadrados dentro de las múltiples definiciones de mala conducta científica, de manera casi inmediata. La fabricación, es decir, el “invención” de los datos generados por los estudios, para que satisfagan las hipótesis de los experimentadores, y la falsificación, o sea la manipulación 10 .Riis Povl. 1998. Honest Advice from Denmark. British Medical Journal.Vol 316.p 1733 de estos datos, sea omitiéndolos o modificándolos se manera que se encuadren en los objetivos del investigador son evidentes hasta para quienes no tienen ninguna formación especifica para la detección de la mala practica científica. Sin embargo, hay situaciones mucho mas sutiles, las cuales, con certeza, son mucho mas frecuentes y no siempre llegan a ser conocidas. Uno de estas situaciones esta dada por el plagio. Definido como “la apropiación de las ideas, procesos, resultados o palabras de otra persona sin haberles reconocido el crédito apropiado” 11 Cometer plagio representa una situación fronteriza en donde, de acuerdo a los valores sociales en boga donde ocurra, las percepciones pueden variar entre considerarlo una falta grave hasta identificarlo como una situación menor, a lo sumo, con connotaciones administrativas vinculadas a la ley de propiedad intelectual, pero sin mayor trascendencia moral. La gravedad atribuida al hecho de copiar ideas o estudios sin otorgarle el crédito correspondiente se encuentra, en muchos casos, relativizada por otros problemas serios de corrupción que puedan afectar una sociedad determinada, de forma tal que un simple robo de ideas no pasa de ser una trasgresión menor, casi insignificante. La relevancia de esta situación no es menor, ya que aquellos autores o investigadores que publican o se atribuyen ideas o estudios que no le pertenecen, no solo despilfarran recursos por parte de las revistas a través del espacio y el tiempo 11 National Academy of Sciences, National Academy of Engineering and Institute of Medicine of the United States of America. On being a scientist: A guide to responsible conduct of research. 2010. The National Academy Press]. invertido por los editores, los revisores, y hasta los lectores, sino que también se benefician con una mayor lista de trabajos publicados, los cuales, a la postre, les servirán para avanzar en sus carreras, montados sobre el esfuerzo de otros. El plagio tiene subdivisiones, igualmente nefastas, tales como el auto-plagio, es decir, la publicación de los mismos textos, a lo sumo con cambios menores e intrascendentes, en distintas revistas o libros, o bien la publicación segmentada de los mismos estudios, de manera que en uno se descubre una parte de la información, en otras subsiguientes el resto de la misma, cuando en realidad todos los datos estaban disponibles desde el principio. Esta conducta permite aumentar el número de trabajos publicados sin que represente un esfuerzo mayor por parte del o los autores. Una vez más, el objetivo es incrementar artificialmente el número de trabajos presentados, posibilitando mejores currículos y mayores oportunidades de progreso, lo que pone en situación desventajosa a colegas honestos que, con menor numero de publicaciones se ven marginados en la dura lucha por la supervivencia dentro del mundo académico. Resulta interesante observar como este reciclaje del mismo material en distintas publicaciones multiplica el nombre de los autores, regalándoles una popularidad basada en la familiaridad generada por la frecuencia en que son citados por otros investigadores. La autoría fantasma, o la autoría inmerecida (u honoraria) forman parte de esta pléyade de conductas no éticas vinculadas a las publicaciones. La primera puede involucrar a uno o varios autores, la segunda, generalmente se vincula con las cadenas de mando que existen en los departamentos o instituciones dentro de las cuales los investigadores llevan a cabo sus estudios y donde aquellos que tienen posiciones jerárquicas suman sus nombres a los de los autores aunque no hayan participado en ninguna fase de los estudios. En muchos casos, sobre todo dentro de instituciones con escasas o nulas normas institucionales sobre integridad científica, esta practica afecta, fundamentalmente a los investigadores mas noveles, quienes, a efectos de poder trabajar dentro de la organización, admiten como co-autores a otros colegas de mayor jerarquía de la institución, de los cuales ellos dependen como subordinados. Este tipo de arreglos, a veces forma parte de una conducta aceptada en forma tácita, una especie de pago por el “privilegio” de poder ser pertenecer a la “cofradía” científica. La autoría fantasma es la utilización de expertos para la redacción de artículos que son firmados por otros cuyos nombres no despiertan sospechas de sesgo o parcialidad que pueda influir en los resultados de los estudios. En esta práctica parece estar muy difundida, especialmente, en la industria farmacéutica, los investigadores que aparecen listados como autores no son quienes escribieron el protocolo de investigación, hicieron los análisis estadísticos o escribieron los manuscritos. Esta situación permite manipular los resultados obtenidos haciéndolos pasar por imparciales, ya que no pueden establecerse compromisos entre los falsos autores y los verdaderos patrocinadores del estudio, por lo que se presenta el ensayo clínico como una verdadera actividad de investigación y no como una tarea de marketing, que en resumidas cuentas, es lo que realmente implica esta conducta. Es importante mencionar que los conflictos de interés son la resultante de una situación dada y no representan una acción determinada. Los conflictos de interés conviven con todos los individuos, en mayor o menor medida. El problema se presenta cuando esos conflictos se superponen al interés primario que debería prevalecer en el investigador, modificando su juicio profesional de manera de responder a intereses secundarios, los cuales pueden relacionarse a motivos económicos, de prestigio, de celos profesionales, políticos, religiosos, entre otros. Los conflictos de interés generados por intereses financieros son fáciles de comprender, y tal vez sean los que resultan mas fáciles de identificar: A tiene acciones en el laboratorio que patrocina el estudio que esta llevando a cabo y por consiguiente decide magnificar los resultados promisorios de las moléculas que esta investigando o bien minimizar o directamente ocultar situaciones negativas. El ocultamiento de compromisos financieros que puedan alterar la objetividad del investigador es de suma gravedad, ya que expone no solo la reputación de la organización a la cual el individuo pertenece, sino que también afecta a la credibilidad general sobre la investigación científica. La mayoría de las revistas médicas relevantes han tomado medidas para intentar prevenir, o al menos, acotar los conflictos de interés en los artículos que publican. El ex editor del British Medical Journal, Richard Smith es claro cuando afirma que… “las revistas mas importantes tratan de compensar el poder de la industria farmacéutica, pero es una batalla desigual, debido a la presencia de conflictos de interés no declarados. La publicidad es un gran contribuyente para la existencia de estas revistas, gracias a esta pueden llegar en forma gratuita a muchos centros asistenciales y multiplicar el numero de lectores”. “Los ensayos médicos son muy buenos para las revistas porque los médicos de todo el mundo quieren verlos, y por lo tanto es más probable que se suscriban a las revistas que los publican. Esos ensayos también traen mucha publicidad, y a las revistas les gusta la publicidad. Finalmente las empresas compran un gran número de re-impresiones de esos ensayos. A veces gastan hasta un millón de dólares en un solo trabajo y el margen de ganancia es enorme”12 Más difíciles de identificar, aunque igualmente deletéreos en sus efectos son los conflictos de interés no financieros. Las motivaciones pueden variar; celos y envidia, percepciones de riesgo sobre la carrera propia, enconos contra otros colegas, prejuzgamientos por dogmas de tipo religioso. Dentro de una organización moralmente saludable, los científicos deberían ser advertidos y educados para la identificación temprana de estas situaciones, de manera de permitirles acciones que van desde advertir que existen situaciones que potencialmente podrían afectar su objetividad al momento de evaluar otros trabajos, otros colegas o tomar algún tipo de decisiones hasta simplemente excusarse de tener cualquier forma de participación en el caso que la magnitud del conflicto sea insuperable. 5. De las teorías a la buena practica científica La creación de conocimiento y su aplicación en el terreno científico es de capital importancia para el crecimiento de las naciones. Los países desarrollados invierten ingentes recursos en la formación de nuevos científicos así como en el desarrollo de los que ya están establecidos. Los dirigentes de estos países también han comprendido que la credibilidad del proceso científico esta siendo cada vez mas cuestionado por las sociedades. Las comunicaciones globales instantáneas permiten la conformación de equipos multinacionales, como también posibilitan la difusión de los escándalos generados por las 12 Smith, R. 2003: Medical Journals and pharmaceutical companies: uneasy bedfellows, BMJ, Vol.236, pp 1202-1205 conductas no éticas y contribuyen al escepticismo y la desconfianza en la capacidad de la ciencia de regular y hacer respetar la supuesta integridad de sus procesos. A las amenazas externas generadas por la competición creciente entre los investigadores, las diferencias entre las distintas culturas y sus percepciones acerca de hasta donde pueden empujarse los limites entre lo honesto y lo deshonesto, se suman las presiones internas ocasionadas por la incertidumbre, cuando la estabilidad laboral esta apoyada solo por la obtención de recursos a través de subsidios o becas, las relaciones entre colegas, a veces teñidas de recelos y envidias, las presiones por publicar y conseguir visibilidad de manera de tener mas chances de ser tenidos en cuenta en proyectos mas ventajosos y la percepción que, en algunos casos, la supervisión de sus actividades esta opacada por una visión burocrática, carente de la flexibilidad necesaria para poner cada situación dentro de la circunstancia que le corresponde. Esta plétora de reglas puede ser desde más o menos informales en los países en vías de desarrollo hasta extremadamente burocráticas, y no siempre efectivas, en los países desarrollados. A la vez, las pautas pueden ser percibidas solamente como como un obstáculo a vencer para completar o publicar un estudio, pero no como guías con un sentido moral. A la mala conducta científica, identificada con la falsificación, fabricación y plagio, se suman otras situaciones tales como sujetos humanos reclutados en protocolos sin su consentimiento, o con un conocimiento insuficiente acerca de su participación como individuo de investigación, ausencia de programas formales de educación sobre ética de la investigación y dificultades para establecer tribunales o comisiones que puedan dictaminar con justicia e independencia en los alegatos sobre mala conducta científica. Cualquier estudio con fallas éticas deliberadas en su desarrollo, independientemente del patrocinador del mismo, debe ser considerado como un caso de mala practica científica. Estas fallas pueden originarse en un diseño inadecuado (para que un ensayo sea valido, su planteo debe ser metodológicamente correcto, independientemente del resultado obtenido), en la falta de respeto hacia quienes son sujetos de investigación, sea por inducir un malentendido terapéutico, sea por coaccionar a los mismos para enrolarlos, sea por inventar condiciones de inclusión o por ignorar condiciones de exclusión con el objeto de sumar sujetos al protocolo. En el caso de usarse animales, el maltrato, la crueldad, la indolencia hacia el sufrimiento de los mismos forma también parte de la pléyade que conforma mala conducta científica. La manipulación de los resultados de manera de favorecer la hipótesis inicial, o bien el ocultamiento de estos cuando no resultan acordes a lo esperado, también integran el mismo escenario de inconducta científica. Lamentablemente, a veces la mala práctica científica no es percibida como una ofensa seria. Cuando las instituciones son complacientes con la carencia de integridad, sus integrantes se acostumbran a considerar estas anomalías como parte de la rutina cotidiana. Adicionalmente, cuando la institución carece de procesos claros para la investigación de estas situaciones, los potenciales denunciantes se encuentran desprotegidos, y lo que es peor, con la posibilidad cierta de arruinar su futuro profesional. 6. Conclusiones El estudio de la mala practica científica y la búsqueda de herramientas para prevenirla, investigarla y sancionarla no debe ser considerado la resultante de un mero entretenimiento intelectual o de una desviación burocrática. La inconducta científica no solo daña la credibilidad social sobre los investigadores y la ciencia en general, sino que además afecta a personas, distorsiona los resultados y dilapida recursos que siempre son escasos. Si bien la carencia de integridad científica debería ser considerada como una de tantas formas de estafa, los límites suelen ser mucho más difusos que las situaciones que solo afectan transacciones financieras. La multiplicidad de esfuerzos llevados a cabo por aquellas sociedades que decidieron enfrentar el problema, pone a las claras que el abordaje del problema es sumamente complejo, y lamentablemente, los resultados no siempre son satisfactorios. Numerosas sociedades reconocen a las actividades científicas como un componente importante en el desarrollo social y económico. Otras, lamentablemente, sirven solo como terreno para la experimentación, proporcionando sujetos, pero sin participar en la generación de conocimiento. La magnitud de los recursos invertidos en la investigación, los numerosos intereses contrapuestos que existen entre patrocinadores, investigadores, instituciones y organizaciones políticas exige consensos transnacionales que establezcan pautas comunes para todos los participantes en la empresa científica. Algunos esfuerzos ya han sido puestos en marcha. La Declaración de Singapur, en la que participaron representantes de 51 países, en 201013. Otros intentos igualmente esperanzadores son la creación del Código de Conducta para la Integridad en la Investigación, desarrollado por la Fundación Europea para la Ciencia, así como las crecientes colaboraciones multinacionales que están apoyando esfuerzos tendientes a definir un lenguaje común transnacional. Es de esperar que el mismo rigor puesto para identificar y sancionar el fraude financiero sea aplicado, alguna vez a las desviaciones en las investigaciones biomédicas. Si bien resulta ilusorio pensar en un sistema perfecto, los avances en esa dirección van a contribuir, sin duda, a evitar sufrimientos y daños innecesarios en personas y animales, a la vez que ayudaran mejorar el clima de sospecha en la que, lamentablemente en el momento actual, se encuentran inmersas muchas investigaciones biomédicas. 13 Singapore Statement on Research Integrity. Principles and Responsibility for Research Worldwide. http://www.singaporestatement.org/ accedida en Mayo 18 de 2012