La Avalancha : revista ilustrada. Año 11, n. 238 (8 febrero 1905)

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Pamplona 8 dé Febrero de 1905
MUiANCHA
PUBLICADA CON CENSURA ECLESIÁSTICA (cj)
BIBLIOTECA CATÓLICO-PROPAGANDISTA
Tejerla, 40, 2.°, izquierda, PAMPLONA
AÑO XI
-aw DIFUSIÓN GRATUITA DE BUENAS LECTURAS
UNA MADRE... COMO HAY MUCHAS
—jAy, D. Lorenzo de mi vida, que mi hijo volvió á
las andadasl
—Todo sea por Dios.
•
.
—Treinta y aeia horas hace que no ha parecido porca
sa, y no sé yá que pensar.
—Pues desgraciadamente no deja la cosa lugar á duda.
—¿Y qué me hago yo con él?
—Eso será cuando usted lo recobre ¿no ea cierto? Pues
vea usted si se lo vuelven á admitir en la Escuela de Ke*
forma de Santa Rita,
—Orea usted que cuando pienso en lo bien que volvió
de allá y en lo pronto que se me echó á perder otra vez,
desconfío y l de todos los remedios.
—Sí que es sensible eso; pero hija mía, si una vez ae
llama al módico y acierta, y el enfermo recae pasado algún tiempo; ¿por qué no volver á llamar al médico?
—j Yo que al principio tuve que importunarle para que
hiciera más vida de sociedad; y mire usted ahora lo que
me pasal
—¿De modo que usted le importunó para que saliera
-de casa?
—Cierto, porque vino tan cambiado que con decir á
usted que no quería leer el Heraldo ni El Liberal, ni ir
con su tío al teatro, está dicho todo.
—Pues mire usted, lo primero es eefial de buena conciencia y muestra de buen gusto, y lo segundo, tal y como están los teatros, también.
—Pero le decía su tío: ¿tú vas á meterte fraile ó vas á
estudiar para cura?—Ni lo uno ni lo otro, respondía el
muchacho.— Pues entonces tienes que vivir la vida ordinaria y dejarte de tonterías. Esta noche te vienes conmigo al Cómico.—Ufo voy al Cómico.—¿Cómo que no?—Allí
no se ven más que porquerías.—Eso te lo han dicho loa
frailes que jamás han ido allá ¡qué sabes tul—Ya lo creo
que lo sé, y porque lo sé no quiero ir.—Pues si no vienes conmigo, no vuelvo á poner los pies en esta casa. |Ay,
N. 2 3 8
D. Lorenzo de mi vida! yo intervenía entonces por bien
de paz, y para evitar disgustos rogaba al chico que callase y á mi hermano que le llevase á otro teatro, que por lo
visto era tan malo como el otro, porque no sabe usted los
resultados que le han traído al chico los dichosos teatritos.
—¡Cobarde, más que cobarde!
—|Ay, D. Lorenzo de mi vidal no me diga usted eso.
—Cobarde, y más aun, traidora á sus deberes de madre y cómplice de todas las maldades que está cometiendo Juan: ¿Cómo? El pobrecito resistiendo á la tentación
y su madre empujándolo á ella; la infeliz criatura luchando á cuerpo descubierto contra mundo, demonio y
carne y su madre precipitándole en el abismo. ¿Se ha visto cosa igual alguna vez?
—jAy, D. Lorenzo de uoi vida!
—¡Ay, D.* Leonor de mi almal la verdad es la verdad;
y la veidad es que hay que poner al lado de las Casas de
reforma para jóvenes, otros reformatorios para padres,
si se quiere que el fruto sea cumplido.
—Todo fue por no regañar con mi hermano.
—¿De modo que por no regañar con eu hermano, regañó usted con Dios nuestro Señor?
—Y si viese usted que ahora el muchacho, adelantó al
tío y ya se queja éste de que no le hace caso, ni se le da
nada de él, ni á veces sabe dónde está ni con quién se junta?
—¿No quería usted vida de sociedad? Pues tómate sociedad. ¿No quería usted teatros? Pues tómate teatros.¿No
quería perder la amistad de su hermano? Pues ha quedado usted sin hermano y sin hijo, y lo que es peor, sin
cara con que contar á nadie lo que le pasa por su culpa.
—Yo voy á volverme loca, D. Lorenzo de mi vida.
—Y yo lo sentiría mucho, D.a Leonor de mi alma; pero si llegase el caso y yo pudiese, mandaría poner sobre
la celda que usted ocupase en el manicomio un letrero
que dijese:—aquí llegué y estoy, por despreciar el primer
mandamiento de la ley de Dios, y querer malamente á
mi hijo sobre todas las cosas y empujarle yo misma por
las sendas de perdición.—
¡Miraos en ese espejo, madres de familia!
ESTANISLAO.
26
LA A V A L A N C H A
REFUTACIÓN DE UN CREYENTE CATÓLICO
••
.•,-•
(Continuación)
Y en verdad, que sólo en estos tiempos de ansiedad y
de inquietud, de esperanzas y zozobras, pudo ser acogida
con estrepitosos aplausos una teoría tan depresora de la
nobleza humana.
Admirable contraste que en un siglo en que hasta al
pueblo se le llama soberano, haya sido admitida en el alcázar de la ciencia la locura darviniana. Sóln el odio encarnizado y sistemático á las enseñanzas de la Iglesia
pudo ser causa de que, en un siglo orgulloso y vano por
excelencia, se propagaran por el mundo t^n degradantes
doctrinas. Pero se ha hecho yá de moda el aplaudir, á
tontas y a locas, a todo aquel que tire alguna piedra al
edificio de la Iglesia, y ved aquí la razón por qué privan
en este siglo algunas enseñanzas que, cuando pasen á la
historia, han de dudar nuestros descendientes de si tales
partos son hijos de una inteligencia clara ó se escribieron
en alguna casa de orates. No es, por lo tanto, de extrafiar que quien afirma descender de brutos animales, cierre su corazón á todo sentimiento noble y no tenga más
Dios que á su vientre ni piense en la próvida mano que
le prepara los manjares.
¿Por qué me ha de admirar, en vista de tamañas extravagancias, que haya hombres que no alcancen á comprender las nociones de derecho, justicia y religión, y que
miren con estúpida indiferencia las manifestaciones del
alma impresionado, y que se burlen del héroe que arrostra los azares y peligros de una campaña y expone su
vida á toda clase de trabajos por defender un ideal?
¿Por qué me he de sorprender de que el arte se halle
hoy sumido en la inmunda sentina de la escuela naturalista?
La materia será siempre una cosa despreciable si el soplo de Dios no la vivifica y ennoblece; y el que sólo se
inspira en ella, sin ulterior relación á otros objetos más
nobles, no dará-de sí más que obras y composiciones innobles como los objetos en que se inspira. Los verdaderos poetas, al ver el aluvión de novelas asquerosa3y poesías soeces que por todos lados nos amaga, han enmudecido como el ruiseñor que, al oir el lejano rumor de la
tormenta, pliega tímido sus alas y se oculta en los agujeros más escondidos. Si; han dejado el campo á esa piara de animales inmundos, por no verse confundidos con
ellos y por no mancharse al contacto de tan groseros
amigos. Cuando el sol de la inspiración vuelva á aparecer de nuevo en ol horizonte de la poesía, saldrán de sus
nidos las canoras filomenas para alegrar con sus gorjeos
los corazones hastiados por tantas inmundicias.
No, mil veces no. La materia por sí sola no es capaz
de conmover el alma del poeta, pues, semejante al águila
caudal, necesita inconmensurables espacios y serenos
horizontes donde batir las alas de au inspiración. Es necesario que el artista respire en los campos y florestas de
la virtud el espíritu vital que informe y dé calor á los
partos del ingenio, como el alma vivifica y ennoblece el
raquítico montón de polvo de que consta el cuerpo
humano.
Bastante infeliz es, por cierto, el insensato que no cree
en otra cosa sino en lo que alcanza con los sentidos. Y
cuan felices son, en cambio, las que no parándose en
meras impresiones exteriores se alzan á, considerar las
grandezas del que crió los objetos que aquí vemos, y á
El solo dan la gloria, como autor de todas las maravillas
que en el mundo resplandecen. Felices también los que
someten su juicio á la autoridad infalible de la Iglesia
católica, que nos explica el fin para que fuimos criados,
nos enseña el origen nobilísimo de la especie humana y
nos promulga un código que es la salvaguardia de la debilidad acosada por la fuerza y oa columna finiiísitna en
que descansan la paz y bienandanza de la sociedad.
¿Es acaso degradante para el hombre el someter su
juicio al magisterio de la Iglesia, supuesto que hay motivos suficientes para prestar asentimiento á las enseñanzas
de ella? Si es mengua para el hombre creer lo que no
comprende, sacaremos en consecuencia que la inmensa
mayoría de los seres racionales que pueblan el mundo
son unos necios, que se guían en los actos más trascendentales de la vida por el dictamen de algunos pocos que
han penetrado en los arcanos de la ciencia.
¡Pobre humanidad si en todo te dejaras guiar por el
criterio racionalista...!
¿Pero es cierto, por ventura, que exija de nosotros la
Iglesia católica el sacrificio de nuestro asentimiento á las
verdades qué nos propone para que las creamos, sin que
nos enseñe de antemano las credenciales de su infalible
magisterio?
¿Por qué creo al médico que me propina un medicamento, y al abogado que me asegura del buen éxito de
una causa, y al marinero que me advierte estar yá cerca
el término de mi viaje? ¿No es, acaso, porque la razón
me dicta que aquellos hombres deben ser creídos en virtud de los títulos académicos que tienen, los cuales garantizan la verdad de lo que aquéllos dicen? ¿Con cuánta
más razón, pues, debe ser creída la Iglesia, ouyos motivos de credibilidad exceden á-todas las garantías que en
pro de la veracidad poseen todos los hombres juntos?
Entre todos los libros que so conocen hasta el presente
hay uno que lleva en todas sus páginas un sello divino.
Tanto en sus sencillos relatos como en sus excelentes
preceptos hay un sabor á verdad y despide tan suaves
resplandores que apenas hay alma que no quede anegada en un piélago de luz si con detenimiento lo lee. Allí
están explicados el principio y fin de todas las cosas, el
origen nobilísimo del hombre, la causa de su vida miserable sobre la tierra, y la bienaventuranza ó condenación
sempiterna del mismo, según su obediencia ó rebeldía á
los preceptos que en aquel libro se señalan.
Todo es magnífico en aquel libro, todo es soberano, todo es celestial. En sus hermosas páginas, eco sublime de
la palahra de Dios, se cuentan hechos admirables cuya
realización la habían de presenciar las generaciones futuras, y los cuales se cumplieron con rigurosa exactitud, tal
como siglos antes los habían anunciado los Profetas.
Una de aquellas famosas predicciones era la venida al
mundo de un Hombre que al mismo tiempo sería Dios, el
cual había de nacer de una Virgen sin mancilla, quedando ésta tan íntegra y tan pur», después de haber dado á
luz al Hijo de sus entrañas, como lo era antes y después
de concebido.
Dícese también en el aludido libro que aquel HombreDios había de fundar uua sociedad cuyos miembros se
extenderían por todos los confines de la tieria, y que en
medio de las más horribles persecuciones que los grandes
de esto mundo habían de levantar contra los afiliados á
aquella sociedad y contra sus doctrinas, duraría esta hasta la consumación de los siglos sin que se amenguase en
un ápice la verdad do sus enseñanzas.
Y esa sociedad es la Iglesia católica, cuyo jefe invisible es el mismo Jesucristo, Verdad eterna y Maestro divino de la verdad revelada.
La misma infalibilidad que como á Dios que es le compete, la ha legado á sus lugartenientes en todo lo que
concierne á la Fe, á la moral y á la disciplina, en la parte
que esta tiene intrínseca relación con las verdades reveladas. Luego no obro como un mentecato ni rebajo mi dignidad de hombre al someter mi juicio á la autoridad de
la Iglesia, cuando ésta me propone las verdades de Fe
que superan á los alcances de mi corto entendimiento.
Ahora bien: si todo esto es cierto, como en verdad lo
es, ¿por qué no he de admitir una eternidad de gloria
para los buenos y una eternidad de penas para los malos?
¿Me hace alguna injuria la Iglesia al enseñarme que soy
do linaje de príncipes, que nací para reinar perpetuamen -
LA AVALANCHA
te y que mi último fin es algo más noble que reducirme
á polvo sempiterno? ¿En qué me degrada la Iglesia católica cuando me enseña que á mi madre tiernísitna, á
quien amo con entrañable cariño, y al hermano dulcísimo, y al caro é inolvidable amigo los he de ver otra vez
en la mansión celeste, libres ya de los cuidados de esta
vida, ajenos á todo dolor y sin sentir las punzadas que
lleva consigo la posesión de un bien muy estimado cuando se teme perderlo? ¿Puede ser falsa una Religión cuyas
enseñanzas andan tan conformes con las necesidades de
mi espíritu?
FB. PABLO BOZAL LEJALDE, Agustino.
(Continuará.)
Enterramiento real en la catedral de Pamplona
hace que la Comisión de Monumentos históricos y artísticos do Navarra trató de averiguar la
existencia de la Bóveda ó Enterramiento Real, de
la Santa Iglesia Catedral de Pamplona, desconocida por
completo, y de la cual hablan, sin embargo, el sabio analista P. Moret y algunos
otros escritores. Aun sin
esos datos, parecía indudable que el tal enterramiento debía existir, porque la Historia consigna
de una manera clara y
terminante, que en la
'Catedral antigua recibieron cristiana sepultura
varios Reyes y Príncipes
de Navarra, cuyos restos, después de hundirse
aquel templo en 1390,
debieron ser exhumados
de sus distintos sepulcros y depositados en lugar decoroso de la nueva iglesia.
En la sesión celebrada
por dicha Comisión el
día 2 de Diciembre de
1890 dióse cuenta deque •
un respetable capitular
de esta Sauta Iglesia Catedral había hallado, entre varios antiguos documentos de la misma, uno que hacía suponer la existencia
de un panteón real bajo determinado punto de la actual
iglesia, y en vista de ello dispúsose gestionar cerca del
M. I. Cabildo con objeto de obtenerla autorización para
practicar algunas exploraciones en aquel templo.
En la misma sesión tratóse de otro asunto íntimamente relacionado con aquel: el vocal de la Comisión de Monumentos Sr. Gaztelu, marqués de Echandía, presentó el
trabajo histórico y la proposición siguientes;
«El día 23 de Junio de 1510 inurió D. Juan de Labrit
(dl Albret) en el castillo de Sgarrabaca, cerca de Monein,
en el Bearne, dejando mandado en su testamento que su
cuerpo fuese enterrado en la Iglesia.Catedral de Pamplona entre los Reyes sus predecesores, y que hasta tanto
que esto se pudiera ejecutar, se pusiese en forma de depósito en la Catedral de Lesear.
La Reina propietaria de Navarra, D.a Catalina de Foix,
esposa de D. Juan de Labrit, murió el día 12 de Febrero
de 1517 en su palacio de Mont de Marsan, y dispuso
igualmente que su cuerpo se pusiese en depósito en la
Iglesia Catedral de Lesear junto al del Rey, su marido,
para que ambos fuesen trasladados á la Catedral de Pamplona y enterrados á su tiempo entro los Reyes de Navarra, sus predecesores.
27
Al aplazar aquellos desgraciados Príncipes á una época indeterminada el cumplimiento de su última voluntad,
comprendieron, seguramente, los obstáculos que á él habrían de oponer por algún tiempo las azarosas circunstancias en que les sorprendió la muerte,
Y en efecto, en loa primeros años que siguieron á la
conquista del Rey Católico, ni las repetidas tentativas de
los nayarros para restaurar en el trono á la dinastía de
Labrit prometían un éxito inmediato, ni la recelosa política de la Corte de Castilla, que demolía todas, ó casi todas las fortalezas de Navarra (1516); que contra el mandato expreso del Soberano Pontífice impedía el regreso
del Cardenal-Obispo Amadeo de Labrit á esta su diócesis (1517); que guardaba prisionero en el castillo de Atienza y después en el de Simancas, donde murió en 1523,
al Mariscal I). Pedro de Navarra, había de consentir una
solemnidad fúnebre que pudiera exaltar más los sentimientos de adhesión, harto excitados yá, del pueblo navarro á sus monarcas.
Pero frustradas siempre en definitiva, así las negocia.ciones pacificas como las empresas en que para recobrar
su corona se empeñaron D. Juan y su hijo D. Enrique,
auxiliados por los franceses y enérgicamente apoyados
por sus antiguos subditos, y de un modo especial por el
bando agramontés, aun las acometidas en circunstancias
y bajo los auspicios más favorables (1521), vidronse ostoa
constantes y denodados
defensores de sus Reyes
precisados á acatar las
disposiciones de la divina Providencia (que al
privar de una corona á
aquella insigne familia
se reservaba resarcirla
superabun dantemente
de esa pérdida), y renunciando á nuevas y estériles convulsiones que acabaran de aniquilar un
país agobiado por larga
serie de calamidades, se
sometieron á la dominación del Emperador Carlos V de Alemania y I
de España, ai que desde
entonces sirvieron con
inquebrahtablefidelidad.
En gran manera contribuyó también á entibiar
su devoción á la casa de
Labrit la protección que
abiertamente dispensaba
por aquel tiempo en sus
Estados á los Protestantes la esposa de ü. Enrique, Margarita do Valois, hermana de Francisco I; y algo más
adelante completó el apartamiento de su causa la hija
única de D. Enrique, D.* Juana, madre de Enrique TV
de Francia, al abrazar el calvinismo en 1556, tomando
una parte activa en la guerra que promovieron los Hugonotes, de los que fue el principal sostén.
Consumada la ruptura de los navarros con los Labrit y
preocupados los ánimos con las casi incesantes guerras
contra los franceses que sostuvo la dinastía austríaca, desviáronse, entre la agitación producida por tantos y tan
graves sucesos, de cuanto á nuestros autiguos Reyes hiciera referencia, y cayó en profundo olvido la no cumplimentada disposición testamentaria de D. Juan y de doña
Catalina.
Y ni aun al advenimiento de la casa de Borbón al trono de España hubo quien de ello se cuidara, consolidándose así el olvido y la indiferencia hacia aquellos monarcas que no podían otorgar mercedes
A tanto llegaron esa indiferencia y ese olvido que se
perdió (¡cosa extrañal) la noticia del lugar que en el recinto do la Catedral de Pamplona ocupaba el Panteón
Real, ó bóveda de las personas ?-eales, cuya puerta es muy
probable no se haya abierto desde el primer tercio del si-
LA AVALANCHA
glo XV. Y tan ignorado quedó su emplazamiento, que
cuando en el año 1817 se cubrió el antiguo pavimento
con el embaldosado quo ahora vemos, ninguna indicación^se puso de aquella bóveda, como no hubiera dejado
de hacerse á no ser totalmente desconocida.
Era sin embargo indudable su existencia, y sabíase que
en ella fueron enterrados:
García Ramírez, el Restaurador, en 1150.
Sancho el Sabio, en 1184.
Teobaldol, en 1253.
Enrique el Gordo, en 1274.
Felipe III, en 1343,
y varias Reinas y Príncipes de la familia real, entre
ellos, D. Laiicelotu de Navarra, Patriarca de Alejandría,
en 1420 (1).
Intentó hace unos veintiséis .años descubrirla el Canónigo de esta Iglesia y después Obispo de Menorca, don
Manuel Mercader, y practicó al efecto algunas excavaciones que no dieron resultado. Tampoco lo logró la exploración que en 1888 hizo la Comisión de referencia. Pero
más afortunado el digno Arcediano D. Pedro María Ilundáin, registrando minuciosamente el archivo del Cabildo;
encontró más tarde datos precisos que señalan el lugar
donde el panteón se encuentra, muy próximo por cierto
al que exploró la Comisión de Monumentos.
Han desaparecido así los obstáculos que hasta ahora
han impedido ó dificultado que se cumpla la disposición
de aquellos Reyes á que nos referimos; y si se considera
sagrada la última voluntad de la persona más desvalida,
y aun criminal, en todo lo que es fácil ó posible no satisfacerla, nada justifica que se desprecie, y menos con un
desprecio que parece yá sistemático, la de unos Príncipes, vastago en su tiempo de la estirpe de los Aristas y
los Abarcas, y tronco después de espléndidas ramas que
han florecido en los tronos de Francia, de España y de
Italia, y que ahora mismo se extienden por loa de Bélgica, Bulgaria y Portugal. Ni es razón que les niegue la
posteridad aquel consuelo que el P. Alesóu calificó de
imaginario al decir: «consuelo imaginario quisieron llevar
desta vida, ya que les faltaban los verdaderos y reales».
Los tiempos han variado mucho y las dificultades políticas y materiales que en otras épocas existieron no existen yá.
Muy lejos de haberlas, al regresar, convertidos sus
cuerpos en ceniza, á la capital del que fue su reino, encontrarían D. Juan y D.a Catalina ocupado, no ya el tro
no de que fueron arrojados, sino el de España entera por
su descendencia directa, por el nieto de Enrique Labrit
ó Albret, D. Alfonso XIII de Castilla y III en Navarra.
No se opondrá, pues, ciertamente, á que no sea imaginario el consuelo que quisieron llevar de esta vida don
Juan y D.ft Catalina, la augusta Señora que regenta el
Reino á nombre del sucesor de aquéllos.
No se opondrá, sabiendo como sabe la exactitud de
cuanto aquí decimos, el ilustre Director de la Real Academia de la Historia, con cuya medalla de correspondiente nos honramos, que como Presidente del Consejo de Ministros, dirige á la vez el Gobierno de la nación. (2)
No se opondrá tampoco la tradicional representación
del antiguo Resino de Navarra, simbolizado en su Diputación provincial.
Y nosotros, los que sin repudiar las ventajas de los
tiempos presentes, nos complacemos en el estudio del pasado, y gozamos ó sufrimos con las glorias ó con las desdichas de las geueraciones que habitaron esta tierra, no
debemos desoir la voz doliente que á través de los siglos
nos llega de una tumba olvidada en el otro vertiente del
Pirineo.
En nuestra modesta esfera, algo podemos hacer para
que en esferas más altas se la atienda, y no será empeño
ni iadigao ni impropio de nuestra misión de conservar y
restaurar lo que pasadas edades nos dejaron que merezca
y pueda restaurarse ó conservarse, el de reparar, siquiera
sea tardíamente, ó procurar al menos que se repare/ una
injusticia que no por ser más de tres veces secular debe
prescribir.
Acudamos para esto á la Excma. Diputación provincial; obliguémosla, invocando, si es menester, la conmiseración y la piedad filial que de la Navarra moderna reclama la Navarra antigua, y excitemos su conocido celo
para que practicando las convenientes gestiones oficiales
cerca de S. M. la Reina Regente y de su Gobierno, se pida por el Ministerio de Estado al Gobierno de la República francesa la exhumación en Lesear de los restos de
D. Juan do Lahrit y de D.a Catalina de Foix, y que de
conformidad con loa deseos solemnemente consignados
en sus respectivos testamentos, cuyos originales obran en
los archivos departamentales de los Bajos Pirineos, en
Pan (1), sean aquellos restos mortales trasladados con el
decoro y el lucimiento debidos á la Catedral de Pamplona, é inhumados en el panteón de los antiguos Reyes de
Navarra, sus predecesores.
Si, por motivos que no están á nuestro alcance, fuera
la idea irrealizable, si nuestra idea resultase inútil, no tendríamos por qué avergonzarnos de haberla tnmado. Ha
bríamos cumplido un deber muy conforme con nuestros
sentimientos que se nos agradecerá desde el cielo.
Pero no será inútil. Todo hace presumir que el tiempo
á que en los últimos y angustiosos días de su vida encomendaron aquellos Príncipes el cumplimiento de su aspi-1
ración suprema, ha llegado. Todo indica que va al fin á.
tener término el implacable rigor que ha prorrogado su
destierro por cerca de 400 años después de mnertos, y
que el consuelo que quisieron llevar de esta vida dejará
yií de ser «imaginario».
Día grande en verdad, día glorioso será para Navarra
aquel en que veamos rendir honores regios en Pamplona,
inclinarse las banderas españolas y presentar las armas
de Castilla á los Reyes despojados y proscriptos por Fernando el Católico.—R. GAZTELU, Marqués de Eehandía.»
(1) Todos esos Reyes y Príncipes muertos antes de 1390, fueron enterrados en la Catedral que se hundió eii dicho año; pero
se supone que sus restos serían trasladados después á la nueva
Catedral.
(2) Esto se escribió siendo Presidente del Consejo de Ministros D. A. Cánovas del Castillo.
(1) Testamento de Catalina, reina de Navarra: Serie E. 551.
Cuaderno en 4.° 20 hojas papel, 2 sellos.
(Tomo -1.°, pag. 152 de los índices.)
Testamento de Juan de Albret, rey de Navarra: Serie E. 557.
Cartón de 4 piezas pergamino, '20 papel, 1 sello.
(Tomo 4.°, pag. 154 de los índices.)
JUAN ITURRALDE Y SUIT.
(Continuará )
(Continuación)
—Por el año 34, cuando el cólera, cada cual trató de
huir de los pueblos contagiados, y aislarse en el campo.
La señora había ido á una de sus haciendas y ofreció
este coto á una de sus amigas cuyo marido estaba ausente. Vagaba en aquel entonces por estas tierras una partida de ladrones, que tan pronto se hallaba en una parte,
tan pronto en otra, huyendo á Portugal cuando se veían
acosados de cerca, sin que se les pudiera dar alcance; así
es que tenían asustado al mundo entero por las atrocida-
LA AVALANCHA
des que de ellos se referían. Mi marido (en paz descanse)
vivía con vigilancia, y las puertas de la hacienda, siempre
cerradas, no se abrían. Una tibia noche de otoño se había
dejado caer más negra que el Viernes Santo, más callada
que un cementerio. La señora se había sentado junto á
una ventana, y estaba embelesada; la moza y yo platicábamos, dándole cuerda al reloj, que señalaba las doce,
cuando de repente fue interrumpido el silencio por un
grito agudo que resonó á poca distancia del caserío, y que
decía: «¿No hay quién me favorezca?» La señora saltó de
su asiento más blanca que una imagen de piedra.
—¿Qué es eso?—exclamó despavorida.
—¿Qué ha de ser?—respondí,—Algún infeliz que pide
socorro.
—Llnmad á vuestro marido,—exclamó la señora,—y á
vuestros hijos. ]Jesús! Que no pierdan tiempo en socorrerle.
>
Pero mi marido se negó á ir.
—Señora,—le dijo,—haré cuanto su merced me mande; pero en cuanto á eso, es imposible. EBa es una treta
de la que suelen valerse esos desalmados, como ha sucedido yá muchas veces, para que les abran las puertas de las
haciendas, on las que se arrojan en seguida á saquearlas.
La sefiora se estremeció y dejó de insistir; pero en
aquel instante volvió á oírse el grito, más angustioso,
«¿No hay quién me favorezca?»
—¿Quién oyó jamás,—exclamó la sefiora fuera de sí y
dando vueltas por el cuarto,—quién puede oir á otro clamar que lo favorezcan y no acudir á auxiliarle? No es
dable, no hay consideración, no hay peligro que pueda
ni deba impedirlo. ¡Oh! Ese es un impulso que nada puede ni debe retener, pues Dios lo otorga y lo sanciona.
¿Qué decís vos?—añadió dirigiéndose á mí.
•—Sefiora,—contestó,—Curro tiene buenas entrañas, y
á valiente no le gana ninguno; cuando él no lo hace...
—Es porque no debo hacerlo,—dijo Curro;—además,
la partida es de diez hombres, y acá sólo somos tres: ¿que"
podríamos hacer? Señora, responsable soy de la hacienda,
de su merced y de sus hijitos, que además de todo podrían llevarse en rehenes.
La señora, al oir estas palabras, se dejó caer más muerta que viva sobre una silla.
Curro y mis hijos tomaron sus escopetas, haciendo de
vigías y dando vueltas por el patio. Así pasó aquella lóbrega noche, oyendo de rato en iato aquel clamor siempre el mismo. «¿No hay quién me favorezca?» Pero cada
vez fuó más de tarde en tarde, cada vez más plañidero,
cada vez más débil, hasta que se fundió en un gemido,
en un suspiro, en un estertor.
No les pintaré á ustedes la noche que pasamos, en particular la señora, que no sabía dónde huir de aquel espantoso clamor, que en el silencio de aquella noche de
calma, en que todo callaba y estaba inmóvil como petrificado por el horror, y en que la misma noche parecía
haber cerrado sus ojos, pues no se veía estrella alguna,
se^ esparcía por todas partes claro y distinto como se esparce la luz. Ya ven ustedes—añadió Gertrudis—que no
es el viento ni la mar los que pueden causar más espanto
y dar peores noches. ¿Qué nos importa que se jaleen el
viento y la mar? Estos son sus desahogos, como los tiene
el caballo que, libre de su freno, corre y retoza á su placer hasta que le llama su amo.
—Pero a la mañana siguiente,—preguntó Constancia,
en quien la narración había aumentado el pavor y la angustia,—á la mañana siguiente, ¿averiguóse algo?
t—A la mañana siguiente—respondió Gertrudis—subió
mi marido al mirador, y habiéndose cerciorado de que
cuanto alcanzaba su vista todo estaba solo y tranquilo,
abrió la puerta, salió y... Pero, señoritas, están sus mercedes temblando y con las caras como azucenas. Hablemos de otra cosa.
—¡No, no!—exclamó Constancia.—Concluya usted. ¿No
sabe usted que lo real, por terrible que sea, lo es menos
que lo vago, y que es más terrible la sensación al caer,
que no el golpe de la caída?
—A la mañana siguiente, pues,—prosiguió Gertrudis,
—halló Curro al pie de la cruz un hombre muerto.
—]Jesüs Maríal—exclamaron Constancia y Clemencia.
—En su larga agonía, y en las ansias de la muerte, se
había el mismo medio enterrado en la arena.
—¿Había sido asesinado?
—No,—respondió Gertrudis;—era una muerte natural.
— ¡Dios mío, Dios mío! -exclamó Clemencia cruzando
sus manos.—La candad le hubiese quizá salvado, y la
prudencia le dejó morir.
—¡Ay, señorita! —dijo Gertrudis.- -Jamás se lo perdonó
el pobre de mi Curro, que desde aquel día hincó la cabezn y no volvió á estar nunca más alegre, y en los delirios
del tabardillo que se lo llevó años después, repetía sin
cesar y asombrado: «¿No hay quién me favorezca?»
En este instante un sonido brusco, fuerte, bronco y
grave interrumpió el silencio que siguió á las últimas palabras de Gertrudis, el que, pasando en una ráfaga del
huracán por cima del edificio, fue á perderse con él en la
inmensidad del coto.
—¿Qué es esto?—exclamaron arabas jóvenes, saltando
de sus asientos.
—Es—respondió angustiada Gertrudis—una boca de
bronce que dice eso mismo: «¿No hay quién me favorezca?»
—¿Una boca de bronce? ¿Cómo? ¿Cuál?
—La de un cañón.
—¿De un cañón? ¿Dónde está?
—En un buque.
—¡Jesús María! ¿Y pide socorro?
— Sí, porque naufraga.
—¿Y no se le puede socorrer?
—Señoritas,—respondió Gertrudis, sonriendo tristemente como se sonríe á un niño,—¿cómo queréis que le
podamos socorrer? Pero dfgoles á ustedes, señoritas,—
añadió la pobre mujer, estremeciéndose al oir un nuevo
cañonazo, —que ni en el Infierno se hulla tormento mayor
que oir pedir socorro y no poder prestarlo.
¡Cosa singular! Repellase por .segunda vez la terrificante noche cuya pintura había hecho Gertrudis; sólo que el
clamor «¿No hay quién me favorezca?» en la ocasión que
había descrito Gertrudis, era claro, plañidero, y llegaba
como el eco de lu debilidad que sucumbe; clamor que parecía respetar la naturaleza con su silencio; y que esta
otra deprecación á la humanidad, que resonaba á intervalos, era fuerte, solemne, heroica, como la fuerza que
lucha, y llegaba sobre las alas del huracán que la arrastraba consigo, como el girón de una bandera que, aun sucumbiendo, retiene en su mano el valiente. ¡Noche espantosa! ¡Noche en que por segunda voz se presentaba en
aquel lugar la atroz realización del desamparo! ¡Tremenda palabra! ¡El desamparo... que arrancó al Dios Hombre
en la Cruz su último gemido y su sola queja!
Cuando el día echó sus primeras luces, pálidas y macilentas, alumbraron, cual la de los blandones, los cadáveres de unos náufragos que la mar había echado á la tierra, y á quienes la fría y muerta arena servía de adecuado féretro. Mar adentro, hacia las últimas rocas, se veían
sólo los masteleros del barco náufrago como cruces sobre
sepulturas.
LA AVALANCHA
—¡VolemosI—exclamó Constancia, eu quien una espantosa y febril actividad demostraba un angustioso sobresalto.—Puede que aun se pueda socorrer á alguno. .
Y tomando de la mano á la trémula Clemencia, ambas
en su entusiasta arranque de compasión, volaron hacia la
playa, en la que aun venían soberbias las olas, cual montes de agua, á arrojarse sobre la arena.
Andrea, Gertrudis y las demás las siguieron; pero cuando llegaron, hallaron á Constancia inánime, en los brazos
de la aterrada Clemencia, a) lado del cadáver de un joven
obstante, aquella que desprecie la seducción y oiga la
llamada.
(Jlustractonts dw /{amiro fa fa/alts.) '
. {Continuará.) •
NAVARROS ILUSTRES
V.ffi.SOR JACINTA DE ATONDO
E la numerosa sucesión que D. Luis de Atondo y
Antillóu (de la ilustre y antigua familia de los
Atondos, así en el reino de Navarra como en algunos lagares de Aragón) tuvo de su matrimonio con dofia
Agustina de Aibar, la segunda de las hijas fue la venerable Jacinta de Atondo, que nació en la villa de Yaltierra,
partido judicial de Tudela, recibiendo el santo Bautismo
en 19 de Septiembre del año 1645,
A los tres años de edad fue llevada á la compañía de
una hermana de su padre, D.a Ana de Atondo, que residía en Maltón (Zaragoza), para que le sirviese de compañía; y ya desde tan tierna edad comenzó á dar muestras
de su futura santidad por su amor á la virtud, al retiro y
oficial. En éste había reconocido la infeliz Constancia al
á loa pobres, á los que arrancaba lágrimas de ternura
hombre que amaba.
cuando recibían de ella, postrada de rodillas, la limosna
|| [ Poco deBpuóa yacía ésta muda ó inerte en su lecho, y
y fervorosa les besaba la mano.
como insensible á cuanto le rodeaba. Un propio volaba á
Sevilla, y las autoridades de los pueblos más cercanos
Difícil por demás es compendiar la admirable vida de
habían acudido al lugar deja catástrofe, seguidas de los
esta ilustre navarra. Su prolongada y casi continua oravecinos de aquellos.
ción y contemplación, extraordinaria mortificación, profunda humildad, puntual
Al día siguiente llegó la
obediencia, eximia pureza,
marquesa hecha un mar
•^.NAVARROS ILUSTRESJ^O
acendrado amor á Dios y
de lágrimas, tan trémula
al prójimo;susdivinasilu8y tan horrorizada, que no
traciones, espíritu de proquiso permanecer allí un
fecía y casos maravillosos
momento, y volvió á parobrados por Dios en créditir sosteniendo en sus brato suyo, así como los granzos y cubriendo de lágrides trabajos de enfermemas á su hija Constancia,
dades, sequedades, tentaque permanecía en el misciones, escrúpulos, agremo estado. Al llegar á Sesiones del enemigo de las
villa, pareció reanimarse
almas, tanto en el siglo
aquella naturaleza inerte;
como en religión; todo lo
pero fue para agitarse en
cual puede verse extensaconvulsiones y abrasarse
mente tratado en el voluen una calentura cerebral,
minoso tomo en 4.° de
que la puso cercana á la
cerca de 600 páginas que
muerte. A los pocos días
acerca de su vida publicó
fue mandada administrar;
el fecundo y erudito Frandesde entonces se verificó
ciscano Fr. Antonio Aren la enferma un cambio
biol (1).
completo.
Hasta la edad de 36
En su físico sucedió el
años no pudo ver realizaletargo á la excitación; en
dos sus vivos deseos de
su moral, la calma á la
abandonar el siglo, ingreagitación.
sando por fin en e! noviHallándose ocho días
ciado del Real convento
después fuera de todo pede Franciscanas de Santa
ligro, Clemencia escribió
Catalina de Zaragoza (el
á Villa-María que había
primero de Religiosas que
regresado, y recibió por
se fundó en dicha ciudad,.
respuesta el aviso de que
V. M. Sor Jacinta de Atondo
en 1234, cuando aun vivía
al día siguiente llegaría el
carruaje de su suegro á buscarla.
Sta. Clara) en 24 de Junio de 1681; en el que después de
desempeñar el delicado cargo de maestra de novicias fue
—Hija,—le dijo la marquesa al despedirse,—no quiero
en 171 i canónicamente elegida abadesa, con aplauso unique te vayas sin que te participe una nueva, que en meversal de todas las Religiosas, siendo la primera en la
dio de mis disgustos me ha proporcionado algún consuepráctica puntual de la Regla, distinguiéndole Dios con
lo. Si esa hija mía, Constancia, se ha empeñado en pernuevos favores como éxtasis, luces y resplandores en su
der su suerte, Alegría, más cuerda, se la ha ganado, pues
rostro, conocimiento maravilloso de interiores, profecías
se casa con el marqués; y mi hermana, que por indócil
ha desheredado á Constancia, instituye a la marquesa de
Valdemar por heredera.
(1) «Exemplar de Religiosas es la Penitente, Virtuosa y Ma—¡Pobre Constancial— contestó Clemencia. ,- -...ravillosa vida de la venerable Madre Sor Jacinta de Atondo»,
Y afiadjó mentalmente:
por el R P. Antonio Arbiol, Lector jubilado, Calificador d«l
—El mundo seduce... Dios llama. ¡Dichosa será, no
Santo Oficio y es-Provincial de Aragón.
LA AVALANCHA
-que so vieron cumplidas en Jos últimos aflos de su vida,
ouraciones admirables que se atribuyeron á sus fervientes
oraciones, etc., que pueden verse en la citada «Vida».
Llena de méritos y soportada con perfecta resignación
su enfermedad, voló á recibir el premio de sus virtudes
el día 19 de Enero de 1716, dando el Señor pruebas de
la insigne santidad de su fiel esposa, tanto con las señales
maravillosas en su cuerpo difunto, como por curaciones
prodigiosas obtenidas por su mediación, como puede verse en la mencionada obra.
* **
LA ACCIÓN CATÓLICA
III
animoso es el que nos ha enviado Nuestro Señor Jesucristo, y tal que todo el mundo, no ya espera, sino que
ha visto en él grandes alientos en el poco tiempo que lleva en el trono del Pescador. Lo que en un año ha hecho
es increíble, lo que ha empezado y con el favor de Dios
continuará, ha llamado en todo el inundo la atención.
Algunos gobiernos ineptos é insolentes se creían que
por estar el Papa preso, perseguido, sin armas, y por ser
pacífico y bondadoso, se arredraría ante el poder civil...
(Infelices! no saben lo que es la Iglesia. El Papa, coa
suma prudencia y con una inflexible blandura, ha dado
Á entender al mundo que el débil no se asusta del fuerte,
que el prudente no se para ante las tontas amenazas de
cisma con que el Gobierno francés le ha querido intimidar, que el piloto de San Podro boga sin ceder, bordeando todas las tempestades, pero no sucumbiendo jamás ni
retrasando un punto su marcha.
Oremuspro Pontifico nostro Pió!...
Oremos también por los Obispos.
Después del Papa ellos son los directores de la acción
católica. En eu mano está ol bien y el mal de toda una
Sigúese de aquí que todos los que tienen capacidad de
hacer algo por la gloria de Dios y realización de los designios divinos, es decir, por el triunfo de
NAVARRA
]a fe y la salvación
de las almas, y por
la ruina de las herejías y aniquilamiento del error y
del vicio, lo debemos hacer. Y que
todos los católicos
que sientan en si
fuerzas, deben no
contentarse con orar,
sino obrar; no levantarse en éxtasis continuo de oración, sino marchar por tierra al combate y á
la batalla.
Hay en la Iglesia
deDiospersonas que
sólo valen para orar,
espíritus pobres para la acción, apartados ó por sus cualidades personales ó
por las circunstancias de su estado, de
la vida activa é imposibilitados para
otra acción católica
DEL AYUNTAMIENTO-^
que la oración.
(3>t fotografía de J). Jifigue! Jfngel gracia)
Así, por ejemplo,
las monjas en sus
conventos y algunos religiosos de órdenes monásticas
provincia, y sus responsabilidades en la dirección de la
dedicadas á la contemplación, al silencio y á la soledad,
acción católica son tan grandes que los que las entienden
no pueden, es claro, dejar su vocación y enfrascarse como
se horrorizan de tomar sobre sí cargo tan pesado y tan
los apóstoles en la acción. No son inútiles á la lucha y á
difícil.
la propaganda religiosa, antes al contrario, olios orando,
Por ellos, pues, debemos orar siempre muchísimo, pero
mientras nosotros no podemos orar, sino que tenemos que
en especial en este mes, pidiendo al Espíritu Santo les
luchar, suplen por nosotros ante Dios, y nos ganan muconceda los dones que siempre les son muy necesarios,
chas gracias así para nuestro bien como para nuestro
pero muy particularmente en nuestros días, en los cuales
triunfo y victoria.
para ser buen prelado de la Iglesia, se necesita verdaderamento la prudencia de San Gregorio, la dulzura y man¡Cuántas de nuestras victorias y triunfos se deberán á
sedumbre de San Francisco de Sales, y sobre todo, la
las vísperas y maitines que el cartujo rezó con devoción
fortaleza y tesón do Sun Atanasio y de San Crisóstomo.
singularísima, ul oficio parvo que la monja entonó entre
Son tantos los óbices que ponen hoy los mundanos á
sus rejas con flébil y apagada voz, no escuchada, del
los prelados para que cumplan su deber, es tan enredada
mundo, pero atendida por Dios!
la situación en quo se encuentran, es tan comprometido
Pero fuera de éstos hay en la Iglesia de Dios muchos
el puesto que ocupan, que sin mucha virtud y gracia del
dedicados ó por obligación ó por libre voluntad y eleccielo, les sería imposible cumplir con sus gravísimas y
ción espontánea á la acción católica, y otros también que
delicadísimas obligaciones.
aunque no se dedican á ella pudieran y quizás debieran
Dignos verdaderamente de lástima, suben a la cátedra
dedicarse por la gloria divina, y á todos éstos los debemos
con una alternativa durísima, obligados ó á ser mártires
encomendar á Dios en este mes en nuestras intenciones.
constantes de su deber devorando muchísimos disgustos,
Encomendemos en primer lugar á nuestro Sumo Capió á ser reos de gravísima sentencia ante el tribunal de
tán tfe nuestra acción católica el Sumo Pontífice, que es
Dios, que les pedirá cuenta no sólo de su3 acciones perel qul dirige todas nuestras acciones católicas. Grande y
LA AVALANCHA
82
sonales, sino también de toda la acción y movimiento
católico de la diócesis que les está encomendada por el
Espíritu Santo. Como el general que al frente do su brigada, obligado á atacar las filas de su enemigo, no tiene
más remedio que arrostrar el peligro y meterse por entre
una lluvia de balas y un muro de bayonetas, ó ser después sujeto á un consejo de guerra que tal vez le sentenciará y le pasará por las armas por el único delito de no
haber sido bastante héroe para despreciar su sangre y
su vida.
Oremos, pues, por nuestros Prelados, y con tanto más
fervor cuanto que orar por ellos es en cierto modo orar
por nosotros mismos, cuya suerte hasta cierto punto depende de que los Obispos dirijan bien ó mal la acción
católica.
Parecidas consideraciones, aunque en menor grado, deben hacerse de los sacerdotes, que son como pequeños
prelados de unas pequeñas diócesis que son las parroquias. El párroco, y con él el sacerdote, debe ser alma do
la acción católica en los pueblos. Un párroco bueno, de
iniciativa, de acción, do vida católica, que no se contente
con bautizar, con casar, con dar el viático á los que le
llaman y enterrar á los que mueren, sino que examinando los puntos débiles de su parroquia, el modo de mejorarla y preservarla de los errores y vicios que hoy so nos
entran por todas partes, sepa organizar y dirigir convenientemente todas las fuerzas de su feligresía á la gloria
de Dios y salvación de todos sus feligreses, estableciendo
aquellas congregaciones, bibliotecas, reuniones, cultos y
demás obras católicas que convengan en el pueblo, es el
más poderoso agente para la victoria católica. Un párroco, si es bueno y sabe trabajar con constancia, es el rey
de su pueblo ó de su parroquia; y muy malo será el pueblo, y muy débil la gracia de Dios, si al cabo de unos
años no se experimentan los frutos.
Por lo cual debemos orar los fieles por nuestros párrocos, para que conozcan bien sus obligaciones y las cumplan, para que al frente de todos sus feligreses organicen
en su pueblo ó en su parroquia la acción católica bien
entendida, bien dirigida y sólidamente fundada. ¡Oh! dichosos los pueblos que tengan un buen párroco y lo
amen, lo apoyen y secunden... Porque si os cierto que los
párrocos forman á los pueblos, también hasta cierto punto es verdad que los pueblos forman á los párrocos apoyando su acción, ó los echan ¡i perder obstinándose con
tra todas sus buenas intenciones, interpretando mal sus
buenos deseos, desfigurando sus actos, en una palabra,
destruyendo todos sus planes y llevándoles la contra hasta que acaban por hastiarse de todo lo que no sea obligación estricta, y por dejar caminar al Infierno á los que
por sus prejuicios progresistas y por sus tonterías anticlericales se empeñan en no ver en el párroco sino uu enemigo del pueblo y un perturbador de la paz social y de
las familias.
* :• -"^
(Continuará)
. -
,
REMIGIO VILARIÑO, S. J.
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.
, ¿ -• . -
-
LEJOS DE SU PATRIA
Desconsolado y triste querellase ante el cielo
Y en torno de si propio consuelo quiero hallar.
Contémplase indeciso..-, y al verse solo, exclama:
¡Oh, Patria! ¡¡ven acá!!
jEuskeria, patria mía! ¡Madre del basko hermosa!
¿Dó ocúltanse tus valles? Tus montes ¿dónde están?
¿No me respondes? dime. Mi Dios reina en tu suelo:
Sin ti no puedo estar.
.:•
•
•
'
"
.
' -
:
II
T marcha en su busca por cerros y prados,
Traspasa las breñas con trémula planta,
Sedieuto camina por suelos quebrados
Cual tétrica sombra que aterra y espanta.
Perdido se interna por senda fragosa
Con flébiles ojos buscando la altura
De un monte, dó pueda eu queja amorosa
Contar á su Patria BU honda amargura.
La noche era triste: pendía la luna
Cual faro esplendente del éter azul;
Y el buho siniestro, con voz importuna,
Quebraba su canto del fresco abedul.
Y deja á sus ojos la luz refulgente
Las nubes abiertas eu bandas undosas,
Que nacen y crecen y en giro luciente
Sus senos reflejan, ya blancas, ya umbrosas.
Y en son que Favonio llevó á sus oidos,
De aroma precioso bañando el ambieute,
Le dice en retorno de tristes gemidos
Los dulces lamentos que hirieron su frente:
—¡Oh, pobre desterrado! ¿por qué loco y sin tino
Los montes trepas solo con lúgubre ansiedad?
¿Qué buscas, pobreeillo, que en lágrimas amargas
No más haces llorar?
¿Lloras? ¿qué mal te aqueja? ¿por qué en la noche fría.
Gulas tus rotas plantas por el fragoso erial?
¿Qué buscas? ¿no te espantan los lobos carniceros?...
¿Por qué tan duro afán?
Escucha, pobre errante, de tu querida Euskeria
Huyendo, ¿qué pensaste en la extranjera hallar?
¿No me respondes? dime: si, dime, pobreeillo,
¡Que pronto hallarás paz!
—Salí ¡ay! de mi Euskeria por ver si gento extraña
Prestábame en sus tiendas mayor felicidad;
Pero ¡ah! burlas, desdenes, mirándose unos á otros,
.Rolo a mis llantos dan.
Quise encontrar consuelo dó reina la tristeza,
Ansié ver hermosura dó está la fealdad,
Busqué desorientado las sendas de la dicha
Dó sólo hay impiedad.
¿Dó, pues, iré infeliz? las sendas tan trilladas
Que á mi solar conducen, errante perdí yaLos montes de mi Patria, tan caros, confundidos
En mi memoria están.
¡Oh, dulce Patria mía! llegar quiero á tus brazos,
Gozar quiero en tu seno tu abrigo maternal.
Enséñame el camino, y al punto, do mis penas
El llanto acabará.
Torna, torna, infclicc,
. Torna al euskaro hogar,
Que en él á Dios serviste
De amor lleno y piedad;
Y allá en extrnñns tierras
Quiza te perderás.
Euskeria, que es tu Madre,
Consuelo en tu pesar
Daráte entro sus brazos
La dicha y el solaz.
Tuerce, tuerce tus pasos
Hacia el euskaro hogar,
Que en él A Dios serviste
De amor lleno y piedad;
Y allá en extrañas tierras
Quizá te perderás.
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• v * ' •'
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MESDI TAR GorotíA.
Yo vi pobre emigranto vagar, roto el vestido, "
Con pasos descarriados eu hambre y soledad,
Le vi al través del velo que en su aflicción cenia...
',
Le vi gemir... ¡llorar!
Paloma que extraviada con rápido aleteo
:
Va el campo atravesando, perdido el patrio hogar,
Errante infortunado que on tierras peregrinas
Busca amistoso umbral.
Tallo en su flor cortado del huerto en donde ameno
Creció & los dulces besos del céfiro natal;
Que en vano es trasplantado para lucir sus galas
En más rico solar.
£1 desdichado llama; mas nadie le responde:
Pregunta por su Patria, y ocúltase de él más.
Traa ella corre ¡oh, Madre!... la alcauza, vuela á hablarle.
Mas... ¡pobre! ¡solo está!
NUESTROS GRABADOS
Nueva cárcel de Pamplona. -Este ediücio, destinado á cárcel de Audiencia, de partido y depósito municipal, se emplaza en las afueras de nuestra ciudad, á corta distancia del recinto murado y á la, salida de la Puerta
de la Taconera.
Los planos de la obra fueron hechos por el arquitecto
municipal D. Julián Arteaga y la primera piedra la colo-
LA AVALANCHA
có solemnemente, el 14 de Julio de 1900, el ilustre pamplonés y á la sazón ministro de Gracia y Justicia D. Francisco Javier Castejón y Elío, marqués del Vadillo, previa
la bendición del Sr. Obispo de Pamplona D. Fr. Jos,é López Mendoza.
Comenzada la construcción bastante tiempo después de
ese acto, se interrumpieron las obras, cuando llegaron al
estado que representa el grabado, por diferencias en la
cuantía con que cada una de las distintas corporaciones
llamadas á ello había de aportar para cubrir los gastos
del presupuesto que asciende á 642.603,40 pesetas.
Resuelta esa cuestión hace poco tiempo, por propio impulso de las corporaciones interesadas, las obras se reanudarán de un momento áotro.
Casa del Ayuntamiento de Viana.—La ciudad
do Viana, cuya fundación ó repoblación en 1219 se debe
á D. Sancho el Fuerte, es el último pueblo de Navarra
por aquella parte, pues su término confina con las provincias de Álava y Logroño y dista unos 81 kilómetros
de Pamplona.
Es una población de 2.700 habitantes y el rey D. Feli,pe IV la elevó a la categoría de ciudad el año 1630.
Por decreto del rey D. Carlos III do Navarra se erigió
en principado á Viana para honrar con ese título á los primogénitos del Reino, á cuyo fin le agregó varios pueblos.
Desconocemos la fecha de la construcción de la Casa
municipal cuyo grabado publicamos; pero el escudo real
que aparece sobre su fachada y la estructura general de
todo el edificio parecen revelar que debió pertenecer á la
casa real de Navarra, para mansión de los príncipes de
Viana, herederos de la corona de este Reino.
NARRACIÓN ANTONIANA
LAS /AURAURADORAS
i
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ni
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Reuníanse las criadas de Coral, que ya dijimos no eran
menos de seis, á trabajar bajo la dirección de la negra,
en una de lus galerías de la casa, cuando los cuidados y
quehaceres de la misma consentían un rato de labor.
La buena de Susana no era muda ni tenía pelos en la
lengua; pero se quedaba suspensa al ver la facilidad y ligereza conque movían las suyas de hacha aquellas mozuelas, á las cuales había ella con gran paciencia y discreción quitado muchos resabios; pero nada consiguió
cuando intentó corregirlas el vicio de murmurar.
Desde que Gabriel estaba de buen humor, solía darse
alguno que otro paseo arriba y abajo de la galería y hasta gastaba sus bromitas con las muchachas.
Gustaban ellas de que así fuese, y solían atraerle la
atención con cualquier pretexto en cuanto le veían andar
ó tararear algo por allí cerca.
En la tarde que nos ocupa, la siguiente á la en que
D. Hermenegildo fue a pedir la mano de Soledad, no ne-_
cesitó Gabriel ser llamado, sino que se presentó en la galería en compañía de la flauta, dispuesto á improvisar un
concierto. Pero para conciertos estaban laa muchachas.
—Oiga usted .... señorito Gabriel, dijo una de ellas,
que era la que peinaba á su madre, ¿cuándo comeremos
confites?
—Cuando tú quieras; el señor Lesmes el confitero los
tendrá fresquitos, por lo menos del año pasado.
—A mí no me gustan esos, sino los de boda que son
los que saben mejor.
—Y de boda hecha en casa, no digo nada, saltó una
morenilla picada de viruela que ayudaba en la cocina.
Gabriel sonrió, aunque no dejó de sorprenderle que su
casamiento, que aun no estaba concertado, anduviese ya
en la boca de todo el mundo.
.• . •• -
-—Qué buen gusto ha tenido usted, dijo la peinadora:
la novia parece una rosa de Mayo.
—Lo de Roaa, sí que le cuadra, afirmó la cocinera, por
los colores que á la cara le salen
—Idos á paseo, que no sé de qué habláis, respondió
Gabriel que, sin saber por qué se seutíu molestado.
—T puede que sea verdad que no lo sepa, saltó una
rubia que tenía los ojos un poco atravesados; pero en
cambio se sabrá otra cosa.
—¿Y qué es ello, parlanchína de loa demonios? preguntó Gabriel que comenzaba á perder los estribos.
—Phs, poca cosa, respondió con medio retintín la rubia, cierto caminito y cierta puertecita. ...
Gabriel no entendió una palabra, pero se sentía fuertemente mortificado; aquellos seia pares do ojos que separándose de la labor se clavaban en él con cierta curiosidad burlona é insolente, le aturdían y exasperaban.
Volvióles las espaldas con un: «quedaos enhoramala»,
é hizo disimuladamente una seña á su nodriza para que
le siguiera.
Levantóse á poco la negra con cualquier pretexto, y
fuese á encontrar á su niño como le seguía llamando.
—Mamá, díjole él que tampoco le había variado el
nombre desde ¡a primera voz quo lo pronunció en su regazo, ahora mismo vas, te llevas á esa rubia al último rincón de la casa y....
—¿Cuál quiere decir mi nifío, la María Angela?
—La María Angela ó María demonio, esa que tiene los
ojos torcidos como su alma; la eogea por la garganta, y la
vas apretando, apretando hasta que te declare lo que me
ha querido decir con lo del caminito y la puerta.
Salió la negra y no tardó en volver más de un cuarto
de hora.
—¿Qué ha dicho esa lengua de escorpión?, preguntó
Gabriel impaciente.
Nu presintió Susana el daño que iba á hacer á su niño
con estas palabras, que dijo con la mayor naturalidad.
—Pues, nada; que el caminito á que se refería era el
que conduce á la casa de Soledad, y la puertecita, la
puerta falsa de su jardín por donde salea tú cada día de
madrugada.
Gabriel palideció y enrojeció luego, y, preso de viva indignación, exclamó; —¿Quién se atreve á decir tal impostura?
—Se lo pregunté, porque supuse que mi niño tendría
empeño en saberlo.
—¿Y qué respondió? ¡pronto!
—Que aun no hacía una hora, se lo dijo la tía Lagarta, que vino aquí á vender los madroños que salió á buscar con el alba: ya sabes que tu mamá tiene pasión por
esa fruta.
—¿Dónde vive esa vieja bruja?, preguntó Gabriel que
á duras penas podía dominarse.
—Al final de la Travesera, en una casuca que más parece pocilga que vivienda humana.
Gabriel volvió la espalda á su nodriza con el mismo talante que antes se despidiera de las criadas de su mamá.
En seguida tomó el sombrero y fuese á encontrar á la
tía Lagarta.
Estaba ésta muy atareada, clasificando laa hierbas medicinales que del bosque trajo con los madroños, cuando
Gabriel,-sin pedir permiso, empujó la puerta de la única
habitación, y, sin más saludos ni preámbulos, le espetó
estas palabras:
— Vengo á arrancarte la lengua, vieja embustera, si
ahora mismo no me das palabra de ir de puerta en puerta desmintiendo lo que aseguraste en contra la fama de
Soledad: esto es, que me has visto salir de su casa por la
puerta falsa cuando ni noticia tengo yo de tal puerta, ni...
—Puea es verdad, interrumpióle la vieja al tiempo que
le medía de arriba abajo con la mirada de sus ojillos grises y redondos; es verdad que no era tan buen mozo como usted el que yo vide salir por la puerta falsa, ni tenía esos aires señoriles; como yo no le había visto á usted
nunca tan despacio ni á gusto, como ahora le estoy viendo, me engañé, porque siendo usted su prometido
me
parece
digo, que si alguno
LA AVALANCHA
34
—¡Calla!, gritó el pobre Gabriel, á quien el dolor de la
primera herida trastornaba la razón, calla ó te ahogo.
Y con la repugnancia, pero con la resolución de quien
arrostra el ensuciar la suela de su zapato para librarse de
la picadura de un bicho venenoso, cogió á la viejecilla
por el cuello.
—Dime que todo eso es una vil calumnia, vieja hechicera; di me que mentiste, envidiosa de la hermosura y la
suerte de Soledad, dímelo, ó vaa á dar cuenta á Dios de
tu infame impostura.
Y lo que os la pobre mujer no podía decir nada con
aquella tenaza al cuello.
Dióle á entender por señas que la dejara, que ella hablaría; lo quo hizo Gabriel cayendo rendido por tan fuertes emociones, sobre el fementido lecho do la vieja, que
era lo único que podía servir de asiento allí.
Temblando aún y con el sobrealiento del pasado susto,
sacó la vieja una crucecita que al cuello llevaba, púsola
sobre la palma de la mano y extendió la otra diciendo:!
—Por esta cruz que me lia de salvar y como siraehallara en la hora de la muerte y fuese á comparecer á la
presencia de Dios, Juez de vivos y muertos, juro decir
verdad al decir, y en ello me ratifico, que víde esta matiana salir un hombre por la puerta falsa del jardincillo
de Soledad.
AunouA LISTA.
(Continuará)
Peregrinación á Tierra Santa y Boma
eeoalas, abreviando, si preciso fuera, y sin contraer responsabilidad alguna, la duración total del viaje.
5.a
Si en toda reunión numerosa se impone la disciplina y el respeto á la autoridad, de una manera muy especial hay que prescribirlos cuando se trata de expediciones como la nuestra, en que á las pequeñas incomodidades que pueden presentarse, por tratarse de un viaje
de larga duración y en que se reunirán unas 400 personas, hay que afiadir la natural deficiencia de los medios
de comunicación y de alojamiento en Oriente, que acaso
impongan enérgicas resoluciones, tomadas de momento.
Por otra parte, las rápidas oscilaciones que ofrece el clima de Asia, su diversa alimentación, etc., impondrán
también la necesidad de dictar resoluciones que habrán
de ser rigurosamente cumplidas, sobre la abstención de
determinadas bebidas, la prohibición de sfllir de casa á
ciertas horas, etc., etc.; de tal manera, que podrá ser imperioso el dictar y hacer cumplir múltiples disposiciones,
que en otras circunstancias parecerían nimias y exageradas, pero que en aquella sazón son de todo punto necesarias. Todo peregrino, pues, se compromete á respetar
y cumplir con prontitud todas las disposiciones emanadas
de la Junta organizadora, entendiéndose que, de no hacerlo así, podrá la Junta desentenderse del peregrino en
cualquier punto de la expedición, sin contraer responsabilidad alguna.
6.a La correspondencia se dirigirá á D. José María de
Urquijo ó á D. Luis de Garitagoitia, (Bilbao), presidente
y secretario respectivamente de la Junta organizadora de
la peregrinación á Tierra Santa y Roma.
Bilbao 1.° de Enero de 1905.—Por la Junta organizadora: El presidente, José María de Urquijo; El secretario, Luis de Garitagoitia.
Condiciones generales
a
1.
Las solicitudes de admisión deben dirigirse al
presidente ó secretario de la Junta organizadora, que radica en Bilbao; advirtiéndose que la adjudicación de los
camarotes del buque se hará con arreglo á la respectiva
fecha de inscripción de los peregrinos, reservándose, como es natura], los mejores para los que primero se inscribieran.
2,a
Los precios de los- billetes de la peregrinación, incluidos en ellos disolutamente todos los gastos, serán como
en la primera peregrinación vascongada, 2,250 pesetas
en primera clase y 1.500 en segunda.
Todo peregrino deberá entregar el 50 por 100 del importe de su billete antes del 31 de Enero de 1905, abonando el resto (en una ó varias veces) cuando la Junta
organizadora lo determine. Los pagos habrán de hacerse
remitiendo el importe á nombre de D. Josó María de Urquijo, Bilbao, por medio de transferencia del Banco de
España ó por un giro cualquiera sobre Bilbao.
3.a
La Junta organizadora se encargará de tener preparado todo cuanto se refiere á los medios de comunicación por mar y tierra, alojamiento, alimentación, gratificaciones, transporte gratuito de equipajes, etc., sin que
el peregrino tenga que hacer, bajo ningún concepto, nuevo desembolso, ni ocuparse de cosa alguna, una vez comenzado el viaje. Así mismo con el fin de poder atender
con solicitud y cariño á cualquier peregrino que enfermase durante la expedición, formarán parte de esta dos
Religiosas Siervas de Jesús, y un reputado médico.
Tampoco necesitan llevar consigo los peregrinos pasaporte ni documento alguno personal, pues la Junta organizadora tiene todo previamente arreglado.
4.a
Es preciso tener presente que, dadas las dificultades que acaso sobrevengan antes del día 10 de Mayo
próximo, y supuestas las variaciones y especiales circunstancias que accidentes de momento impongan, tanto estas
bases previas, como las amplias y definitivas que raáa
tarde se establezcan, detallando las primeras, podrán estar sujetas á todas las alteraciones que, prudentemente,
crea deber introducir la Junta organizadora, lo mismo en
cuanto al orden de visitar ciudades y monumentos, que
en cuanto á variar el itinerario ó suprimir algunas de sus
MESA REVUELTA
P a l a b r a s d e P í o X.—Al bendecir Su Santidad el
periódico católico de Isero, la Groix d' here, á su director, redactores y lectores íes dirigió estas palabras:
«La Prensa es vuestra última libertad.» Y luego, haciendo alusión á las nuevas teorías seguidas por ciertos
periódicos, y las cuales fascinan á los jóvenes, tanto
sacerdotes como seglares, añadió: «Se imaginan que los
ilumina el sol; pero algún día se convencerán de que lo
que tomaban por el astro del día, no es sino un pobre
candil. No existe más que un sol, una sola verdad: la
Religión, la verdad evangélica; todo lo demás son utopías, velones, candiles
Sed, pues, siempre neta y puramente católicos.»
E n f e r m o grave.—Se encuentra enfermo de mucha
gravedad y ha recibido el Santo Viatico el señor D. Pedro López de Mendoza, padre de nuestro amado Obispo
diocesano.
Rueguen á Dios nuestros lectores, como nosotros lo
hacemos, para que conceda al virtuoso enfermo lo que
más conviniere á su bien espiritual.
E l E s c a p u l a r i o Carmelitano.—Bajo este epígrafe hemos leído lo siguiente en un periódico de Méjico:
«En Córdoba so inició un terrible incendio en la casa
de los señores Ramón Posada y Compañía, ocasionado
por una estufa que servía para secar los azúcares.
>A1 extinguirse el fuego, se encontraron intactos cuatro escapularios de Nuestra Señora del Carmen, arrojados entre las llamas, quizá, por personas piadosas.
»Estas reliquias son hoy una presea que se guarda religiosamente en la casa de los señores Posada, y se enseña á cuantas personas desean verla.
«Damos esta noticia, prestándole la fe que la Iglesia
nos permite, sin pasar más allá de sus enseñanzas; pero
nada extraño nos parece que la Santísima Virgen haya
* - * : • • • - .
• * ' + • >
' ' • ' • ' • ' " • '
LA AVALANCHA
obrado un prodigio, alcanzándolo del Todopoderoso, por
medio de su Santo Escapulario.
Nombramientos.—El Iltmo. Sr. Obispo preconizado de Orense, nuestro ilustre paisano el Dr. D. Eustaquio Ilundáin, ha nombrado para los cargos de Provisor
y Secretario de (Jamara de aquel obispado á los señores
D. Natalio Sarasa y D. Demetrio Ripalda, respectivamente.
Ambos sacerdotes son naturales de Pamplona, de reconocida ciencia y virtud y pertenecen á nuestra sociedad
Biblioteca Católico-Propagandista desde su fundación.
Reciban nuestra afectuosa enhorabuena por la merecida distinción que se les ha otorgado.
Doble milagro en Lourdes.—En Le Mesager
Canadien de Diciembre último da cuenta un religioso
Jesuíta de que se reconoce favorecido por la Virgen Santísima en la gruta de Lourdes con un doble milagro: primero, curación instantánea de una enfermedad que parecía incurable, después de diez años de sufrimientos y un
año de reposo en su aposento; segundo, curación de una
enfermedad de la vista.
IToa alegramos.—Nuestro queridísimo amigo el
incansable colaborador artístico de LA AVALANCHA y catedrático de Dibujo en el Instituto general y técnico de
Huesca, D. Ramiro Ros Rafales, ha sido trasladado con
ascenso al Instituto do Guadalajara.
Enviárnosle nuestra cordial enhorabuena y le deseamos nuevos triunfos artísticos en su destino.
L i b r o prohibido.—El Boletín Eclesiástico del obispado de Plaaenciíi publica la condenación hecha por el
Obispo de aquella diócesis de un libro titulado Apuntes
sobre el problema religioso, escrito por D. Juan García
Nieto y recientemente impreso en Madrid, por contener
«proposiciones heréticas é impías rebozadas entre un lenguaje muy a propósito para engañar á los incautos».
L a v i d e n t e d e l a Saleta.—Ha fallecido en estoa
días la venerable Melanie Mathieu, á quien, do edad de
14 años, aparecióse la Virgen en La Saleta el afío 1840'.
Era Religiosa, y su congregación tuvo que emigrar hace
dos años á Italia, huyendo de la persecución del Gobierno francés.
I n g r a t i t u d anticlerical.—Un redactor de L'Eclair
relata en dicho periódico el siguiente sucedido:
«La uti'a noche estalló un incendio en una casa cercana fi la en que yo habitaba en el campo, siendo el cura
de la aldea el primero en acudir al lugar del siniestro,
organizando la cadena para llevar agua con que apagar
el fuego.
Apesar de su generoso comportamiento, el dueño de la
casa incendiada ni siquiera le dio las gracias, so pretexto
de que teniendo la fiuca asegurada, quien debía dárselas
era la Compañía aseguradora.»
Excusado es decir que quien así se portaba era un reconocido anticlerical.
Caridad episcopal.—Nuestro venerable Prelado
D. Fr. José López Mendoza ha hecho un donativo de
5.000 pesetas al Ayuntamiento do Pamplona para que
este las emplee en auxilio de la clase obrera de la ciudad.
Esto prueba una vez más que la Iglesia católica es la
verdadera amante del necesitado.
35
mento de sueldo, fundado en BUS servicios y antigüedad,
le contestaron, que apesar de reconocer sus derechos, loa
ascensos estaban reservados á las solteras, porque siendo
ella casada y con cinco hijos, las preocupaciones inherentes á su numerosa prole tenían que contribuir á que no
demostrase todo el celo debido en el desempeño de
su cargo.
.
'
—Pues entonces—replicó ella,—¿para qué haber exptdsado á las Religiosas?
Un monaguillo improvisado.—Era el año de
1888 cuando se celebraba en Roma el jubileo sacerdotal
de León XIII. Junto á un altar de la Basílica de San Pedro hallábanse casualmente dos sacerdotes; uno canónigo
de la Basílica, y Obispo de una diócesis de Italia el otro,
quien habla ido aquellos días á Roma para asistir á las
fiestas jubilares.
El canónigo romano estaba vestido con los ornamentos sacerdotales esperando a alguien para empezar el
santo sacrificio de la Misa. Se le veía inquieto, mirando
á todas partes por ver si divisaba al monaguillo que había de ayudarle. Mas éste no llegaba. El Obispo, que est«bn en oración allí muy cerca, notó el apuro en que se
hallaba el canónigo, y levantándose se acerca á él con
grande discreción y le dice con suma sencillez:
—¿Queréis, monseñor, que os ayude yo?
El canónigo todo turbado le contestó:
—Jamás lo permitiré, ilustrísimo señor. Este puesto
tan humilde no es para vos.
—Sin embargo, os ayudaré; creo que he de acertar.
—No dudo que sabríais ayudarme, ilustrísirao selor;
en cambio yo sentiría grandísima confusión. No, no lo
puedo consentir.
—|Animol amigo mío, y empezad ahora mismo la Misa.
Y diciendo esto, el Obispo so puso do rodillas al pie
del altar y el canónigo no tuvo otro remedio que empezar la Misa. No hay por qué decir que el celebrante, asistido del nuevo ministro, sintió en toda ella una emoción
profundísima, al ver la sencillez y humildad no menoa
profundas de su acólito.
El oficiante era Mona. Radini Tedeschi, canónigo de
San Pedro, y el improvisado monaguillo, quien tenía
veinte años más, era el Sr. Obispo de Mantua, hoy Pío X.
t
EL EXf.nO. SEÑOR
D. Luis de Vallejo y Alcedo,
Socio íe la Biblioteca Católico-Propagandista,
falleció en Peralta el 2 de Febrero de 1905.
—D. E. R—
£ a referida Sociedad y su órgano en
U prensa, L a A v a l a n c h a , ruegan á
los socios, lectores y personas piadosas,
Kaoan la caridad de encomendarle á
ios en sus oraciones.
Su Santidad el Papa León XIII, en Brave il« 19 de Diciembre do 1890, concedió aoaonta illas de indulgencia por
tesar cinco Padrenuestros y Avemarias en sufragio de laa
almas de loa sooioa difuntos.
Por s e r casada.—Una maestra que solicitaba auPAMPLONA.—Imprenta y Librarla de Erice y García, callo de la Estafeta, número 81.
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86
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