Nº 18, Junio 2013 LA ESTÉTICA CAPILAR EN LA ANTIGUA ROMA

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Nº 18, Junio 2013
LA ESTÉTICA CAPILAR EN LA ANTIGUA ROMA
A TRAVÉS DE LAS REPRESENTACIONES NUMISMÁTICAS
THE AESTHETICS HAIR IN ANCIENT ROME THROUGH NUMISMATIC REPRESENTATIONS
Alejandro Fornell Muñoz
Universidad de Jaén: [email protected]
Resumen: A medida que la sociedad antigua romana fue alcanzando mayor complejidad estructural, los
romanos comenzaron a dar cada vez más importancia a su apariencia física y a su cabello, ya que la
forma de vestir y peinarse indicaba la edad, la posición social e incluso las creencias religiosas.
En este artículo ofrecemos un recorrido, desde la República al Bajo imperio, de cómo
evolucionó la estética y las modas impuestas en el peinado de hombres y mujeres, y qué motivó esos
cambios, basándonos en la información aportada por las fuentes escritas y especialmente en análisis de
las monedas, cuyas imágenes son refrendadas por retratos escultóricos.
Palabras Clave: Antigua Roma, estética, peinados, moda, monedas,
Abstract: As ancient Roman society was reaching greater structural complexity, the Romans gave special
importance to their physical appearance and their hair, because their dresses and hairstyles marked
social status, age, and even religious beliefs.
In this article we offer a route, from the Republic to the Low Empire, of how it envolved
aesthetic and the fashions imposed in the hairstyle of men and women, and what motivated those
changes basing to us on the information contributed by the written sources and specially on analysis of
the coins, whose images are endorsed by sculptural portraits.
Keywords: Ancient Rome, aesthetic, hairstyle, fashion, coins.
(Recibido: 15/12/2013 Aceptado: 6/02/2013)
Sugerencia sobre cómo citar este artículo: Fornell Muñoz, A. (2013). La estética capilar en la Antigua Roma a
través de las representaciones numismáticas. Red Visual, 18, págs. 65-74.
http://www.redvisual.net/pdf/18/redvisual18_08_fornell.pdf (fecha de consulta).
LA ESTÉTICA CAPILAR EN LA ANTIGUA ROMA
A TRAVÉS DE LAS REPRESENTACIONES NUMISMÁTICAS
Alejandro Fornell Muñoz
Hos tu otiosos vocas inter pectinem speculumque ocuppatos.
“Llama ociosos a los que pasan el tiempo entre el peine y el espejo”
Séneca, De brevitate vitae 12, 3.
Para los historiadores, las monedas tienen más que un mero valor económico, pues
fundamentalmente ofrecen información de primera mano sobre las relaciones comerciales, política,
religión y arte. Es decir, nos hablan del pensamiento y la vida cotidiana de las sociedades del pasado. En
la Antigüedad, a diferencia de en nuestros días, no existía televisión ni internet, por lo que la moneda
constituía el único vehículo de difusión de imágenes del que se servía un Estado para hacer propaganda
de su poder e ideología. Solo a través de ellas los ciudadanos pudieron conocer el aspecto físico de sus
gobernantes, e incluso copiar su estética.
En definitiva, la moneda, como testimonio y documento de plasmación de la realidad social del
momento, constituye una magnífica herramienta para analizar la estética capilar en la historia antigua
de Roma, en cuyo dilatado transcurso el modo de llevar el cabello experimentó una significativa
evolución. Esta variedad de estilos en el peinado, mucho más llamativa entre las féminas, se constata
básicamente a través de las representaciones monetales de los individuos pertenecientes a las
1
principales familias romanas y sobre todo a la familia imperial .
Época Republicana (509 al 27 a. C.).
En la Antigüedad arcaica, lucir melena se asociaba a la masculinidad, la fertilidad y el valor,
virtudes representadas por el león y su melena. Como otros pueblos antiguos, los romanos, gobernados
en los primeros tiempos por monarcas etruscos, acostumbraban a dejarse la barba y el pelo crecidos, ya
que la longitud de éste expresaba una dignidad y estado social que solo podían mantener los varones
2
libres, los nobles, los guerreros y los dioses .
Durante la República, las monedas representan divinidades y alegorías, siendo escasas las
figuraciones de personajes históricos, que, además, solo se dan en los últimos momentos de este
período. En consecuencia, nuestro conocimiento sobre esta etapa de la historia romana –que
comprende cinco siglos– se limita a la información aportada por unas pocas monedas y los esporádicos
comentarios de los autores antiguos. Horacio (Carm., I, 12, 41) señala que todavía a comienzos de la
República el romano medio no dedicaba particular cuidado a su cabello y solía llevarlo suelto (incompti
capilli). Por su parte, Plinio el Viejo (N.H., 28, 191) cuenta que el primer romano importante que
apareció afeitado fue Publio C. Escipión “El africano” (236-183 a.C.), el único general romano que logró
3
vencer a Aníbal Barca. A partir de esa fecha, y como consecuencia de la influencia cultural griega , los
varones romanos comenzaron a cortarse el pelo y mostrar la cara afeitada, y ese será el estilo masculino
1
Todas las imágenes monetales recogidas en este artículo corresponden a anversos de monedas obtenidos de páginas webs libres y
especializadas, como www.widwinds.com y www.forumancientcoins.com. Las piezas representadas, pese a tener diferentes
valores y dimensiones en la realidad, aparecen aquí con un tamaño estandarizado que permite observar el detalle de los peinados.
2
Las clases inferiores, entre las que se encontraban los esclavos, sirvientes y trabajadores, llevaban el pelo corto o rasurado,
obviamente por cuestiones de higiene.
3
La sociedad romana, acostumbrada a combatir a los rudos itálicos y fieros hispanos, no estaba preparada para enfrentarse
culturalmente a Grecia y Oriente. En el s. III a.C. Grecia ejercía de capital cultural del Mediterráneo. Cuando los romanos la
conquistaron quedaron fascinados por su arte, su filosofía, y la musicalidad de un idioma concebido para el razonamiento.
Artistas, filósofos y pedagogos griegos llegaron a Roma para ponerse al servicio de la aristocracia local. En definitiva, la conquista
de Grecia aportó una profunda influencia cultural, que incluirá la costumbre de llevar el pelo corto y lucir el rostro bien afeitado,
apareciendo así los barberos (tonsores) y las primeras barberías (tonsotrinaes).
Fornell Muñoz, A. (2013). La estética capilar en la Antigua Roma a través de las representaciones
numismáticas. Red Visual, 18, págs. 65-73.
RED VISUAL. Revista digital de Educación Artística y Cultura Visual. ISSN: 1697-9966.
en Roma hasta la caída del Imperio, aunque con un paréntesis de casi dos siglos que se abrirá con
Adriano (117-138) y se cerrará con Constantino (306-337).
Denario con la efigie de Numa Pompilio, segundo rey de
Roma (que gobernó entre 716-674 a.C.), representado
según la estética de entonces: larga barba y cabello
sujeto con diadema. La moneda fue acuñada en el 49-48
a.C. por la familia Calpurnia que se consideraba
descendiente de su hijo Calpus.
Denario acuñado en el 44 a.C. que representa a un Julio
César de 56 años con el rostro afeitado y el pelo corto
adornado con una corona de laurel con la que disimulaba su
calvicie. Sin embargo, las profundas arrugas de cuello y
mejillas no se ocultan.
Aunque la dedicación del hombre a su peinado pudo haber sido en ocasiones equivalente a la
de sus esposas e hijas, tanto el estilismo como la respuesta social que el peinado femenino provocaba
eran de muy distinta naturaleza. El cabello y su arreglo era considerado en Roma un elemento
4
fundamental del atractivo de la mujer, así como signo de su edad, posición social y función pública .
El ideal femenino de la sociedad romana quedó encarnado en la figura de la matrona, cuyo
comportamiento y presencia estuvieron rígidamente definidos durante la República. Una mujer
respetable no solo debía comportarse según la costumbre de los antepasados, cuyo ideal de virtud se
concretaba en el pudor y la castidad, sino también adquirir una determinada imagen asociada a esos
valores. Por ejemplo, el cabello recogido constituía un elemento fundamental para diferenciar a simple
vista a una dama de una prostituta (que lo llevaba suelto). Muchos textos e inscripciones desvelan este
ideal, que se plasma, iconográficamente hablando, en damas ataviadas con sobriedad y decoro. Esto se
hace extensible a sus cabellos, arreglados con gran sencillez y naturalidad, tal y como nos muestra la
numismática y la escultura.
Las esculturas del momento nos permiten conocer el estilo tutulus (pelo recogido en un rodete
a la altura de la coronilla), heredado de los etruscos y utilizado durante casi toda la antigua Roma, o el
estilo senis crinibus (seis mechones trenzados independientemente que caían cubriendo púdicamente
los senos), únicamente utilizado por las sacerdotisas vestales o las novias.
A pesar de que en las monedas de este período encontramos pocas imagines que representen a
mujeres reales, abundan las efigies de diosas y alegorías femeninas en cuyos peinados podemos
observar el recato. Por lo general, el pelo se lleva con una raya en medio y era recogido hacia atrás
atándose en un gran moño a la altura de
la nuca o bien se trenzaban y recogían en
una especie de paño sobre la frente,
mostrando una clara influencia griega,
que también se deja sentir entre las
jóvenes solteras, que portaban cola de
caballo, decorando a veces su frente con
pequeños rizos.
Anversos de denarios romanos con los bustos de la Victoria alada y de
la diosa Diana (con el arco y el carcaj), fechados en 108-107 a.C. y 74
a.C. respectivamente. Muestran tipos de peinados estilados en Grecia
doscientos o trescientos años antes de que se acuñaran estas monedas.
4
Ruiz-Nicoli, B., 2008: 56.
.
Página 67
Alto Imperio (27 a. C. - 284 d. C.).
A medida que Roma se expande fuera de la Península Itálica, y especialmente tras la conquista
de los territorios más orientales, la sociedad romana absorbe y adapta elementos estéticos
característicos de los pueblos conquistados: vestidos, adornos y peinados. Consecuentemente, tintes,
rizos, cintas y postizos se impondrán ahora. Las clases acomodadas invirtieron cada vez más tiempo y
dinero en el cuidado y arreglo del cabello siguiendo las modas vigentes emanadas de Palacio,
determinada por el peinado del emperador reinante y las mujeres más próximas a él (madre, hermana,
esposa e hija) y conocidas gracias a las efigies representadas en las monedas.
Tal como resulta en el perfil de los rostros de las monedas y algunas esculturas, en este período
el peinado de los emperadores y principales tendrá como referencia la sobria estética establecida por
Augusto (27 a. C.- 14 d. C.), que no gustaba perder el tiempo en arreglarse el cabello y lo llevaba de
forma aparentemente desordenada, con un característico flequillo de mechones en forma de lengüeta
que cae, de forma natural, sobre la frente. Sin embargo, hubo excepciones: Nerón (54–68 d.C.), fanático
de las carreras de carros, lucía el pelo al estilo de los aurigas o conductores de carros; Calígula (37-41
d.C.) padecía alopecia, y usaba pelucas, coronas de laureles y diademas para disimularla; o Domiciano
(81–96 d.C.), que avergonzado de su calvicie usaba peluca y exigía a los artistas oficiales que lo
5
representaran, bajo pena de muerte, con una melena leonina .
En algunos casos, la identificación del individuo con un peinado específico respondía a una
combinación del talante personal y un contenido simbólico o político, como ocurre con Tiberio y
Claudio, que deseaban marcar la diferencia con respecto a sus respectivos antecesores. Pero las
diferentes opciones de peinado también podía indicar preferencias culturales, como ocurre con los
emperadores filohelenos (Nerón, Domiciano o Adriano).
En el s. II d.C. se observa una tendencia al aspecto filosófico de los emperadores, volviéndose a
adoptar el uso de la barba, aunque ahora se impondrá un estilo más barroco consistente en largas
6
barbas rizadas y cabello con gruesos y artificiosos bucles . El precursor de esta moda fue el emperador
7
Adriano (117-138), encontrando rápidamente gran aceptación entre los jóvenes –siempre más
atrevidos–, y también entre los hombres mayores, que pretendían utilizar los rizos para ocultar su
alopecia. Este uso pervivirá hasta la época de Constantino, siendo Valerio Valente (316-317) el último
adepto.
La severidad y rigidez de la Monarquía y la
República dieron paso a una mayor libertad y
8
atrevimiento en el Alto Imperio . En pleno auge imperial
se pierde el apego a las costumbres y se produce una
apertura a ideas nuevas y osadas. En este sentido, la
austeridad en el vestir, el adorno y el peinar de la mujer
republicana quedó desdibujada en el marco de una moral
Monedas de Adriano y de Septimio Severo,
separadas cronológicamente casi cien años,
más distraída, donde la mujer pudo adquirir ciertas
9
donde se observa la perduración del estilo de
libertades en su modo de vida .
lucir barba larga y cabellos rizados.
Si en el período republicano disponíamos de
pocas monedas con imágenes de mujeres reales, durante
5
En la sociedad romana, como otras sociedades del mundo antiguo, la calvicie era considerada un signo de decadencia física. Puesto
que el cabello simbolizaba poder, juventud, vigor, masculinidad, fertilidad y belleza, ser calvo era terrible, de ahí la preocupación y
hasta la obsesión por la caída del cabello, algo que persiste también en la actualidad. La calvicie era vista como una enfermedad,
que Plutarco llegó a comparar con la ceguera, y Ovidio afirmaba: «Feo es el campo sin hierba, y el arbusto sin hojas y la cabeza sin
pelo» (Ars Am., 3, 249-250). Sierra Valentí, X., 2011: 3.
6
Tales rizos eran realizados por tonsores cualificados que usaban un hierro hueco (calamistrum) calentado al fuego.
7
Hacia el año 110 se trasladó a Grecia donde conoció al filósofo estoico Epicteto, con quien le unirá en adelante una gran amistad. El
contacto directo con la cultura helena causó en él una enorme impresión; de hecho, es probable que fuera en esa época cuando
adquirió la costumbre de no afeitarse la barba.
8
Los años finales de la República se caracterizaron por innumerables guerras. La mayoría de varones en edad militar marcharon al
frente ausentándose durante largos períodos y dejando a la mujer en una situación que no había experimentado antes: sola, con
un alto nivel adquisitivo e independiente. Esto proporcionó a la mujer una libertad y poder que acabó por corromper las
tradiciones de los mayores, materializándose definitivamente en época imperial. Tal cambio se apreciará obviamente en las
damas de mejor posición: patricias y emperatrices. Alonso García de Rivera, H. 2012:14-15.
9
Rodríguez López M.I., 2012: 16.
Fornell Muñoz, A. (2013). La estética capilar en la Antigua Roma a través de las representaciones
numismáticas. Red Visual, 18, págs. 65-73.
RED VISUAL. Revista digital de Educación Artística y Cultura Visual. ISSN: 1697-9966.
el imperio será totalmente diferente, pues las mujeres del círculo regio aparecerán representadas en las
monedas, ejerciendo una poderosa influencia sobre las damas de linaje patricio, que trataron de emular
los comportamientos y usos de la corte como signo de distinción social. Las modas en el peinado
femenino se sucederán a gran velocidad, convirtiéndose éste en un excelente medio para datar los
yacimientos donde aparecen las monedas.
El más antiguo modelo de peinado del que se tiene constancia en los primeros años del Imperio
10
es el llamado “peinado Octavia”, representado en un busto de la hermana del emperador Augusto ,
que consistía en dividir el pelo en tres partes, por medio de dos rayas en la zona frontal. La zona central
formaba un copete encima de la frente, mientras que por los laterales discurrían dos amplios mechones
ahuecados, que tras rebasar las orejas se resolvían en trenzas recogidas en un moño sobre la nuca,
quedando el cabello tenso y pegado al cráneo como un casquete. Este peinado, también llamado de
“nudo”, fue utilizado por Livia, esposa y mano derecha de Augusto, en los primeros años. Más tarde lo
abandonaría por otro más sencillo en el que el juvenil tupé desaparece, como podemos ver claramente
en las monedas acuñadas su honor. Al igual que cualquiera de nosotros, los romanos cambiaban de
peinado en consonancia con la edad. En el caso de emperatrices que como Livia ejercieron su cargo
durante muchos años (27 a.C.-14 d.C.), las monedas muestran los diversos peinados que fueron
adoptando.
Un segundo peinado, similar al anterior, es el que
luce Antonia la Menor (hija de Octavia y Marco Antonio) en el
Ara Pacis (13-9 a.C.). El nodus o rulo frontal a modo de tupé
deja paso a una simple raya en medio, típico del peinado
griego, y el cabello se parte en dos gruesos aladares,
mientras que el moño trasero baja hasta la base del cráneo.
Livia, esposa y madre de emperador, fue la
mujer más influyente de su época, por lo que
sus tocados no tardaron en imponerse entre
las romanas.
Cabeza de la estatua atribuida a Fabia Murilla
cuyo peinado muestra como el clasicismo
griego aparece asentado en los primeros años
del imperio en las provincias. Fue hallada
separada del cuerpo. Ambos se exhiben en el
Museo Provincial de Jaén.
Otra fémina relacionada con la dinastía julio-claudia
que tuvo relevancia en la moda capilar fue la controvertida
Mesalina (25-48 d. C.), tercera esposa de Claudio. Persona
muy influyente en las decisiones políticas del emperador,
marcó tendencia al poner de moda un peinado consistente
en llevar el cabello ondulado sobre la parte superior de la
cabeza y ricitos sobre la frente, mientras que el resto se
11
recoge en una cola de bucle .
Como hemos visto, durante la primera mitad del s. I
d.C., el peinado comienza a hacerse más sofisticado. Sin
embargo, será en la segunda mitad de este siglo y en el
siguiente cuando los peinados alcanzarán el culmen de la
elaboración, mostrando algunos un elevado grado de
barroquismo.
La característica general de los peinados femeninos
de época imperial que más puede llamar la atención a un
observador actual es su artificiosidad. Para comprender tal
elaboración del peinado debemos considerar que el valor que
Moneda (45-46 d.C.) con la efigie de
Mesalina, emperatriz que ejemplifica la
corrupción del estricto código moral
republicano.
10
Octavia era respetada y admirada por representar las virtudes femeninas tradicionales, constituyendo un verdadero ejemplo a
imitar, al igual que su peinado.
11
Aunque la precursora de este peinado fue Agripina la Mayor (14 a. C.-33 d. C.), por evolución del estilo de Antonia, sería la bella y
caprichosa Mesalina quien lo pusiera de moda, manteniéndose hasta Flavia Domitila, a comienzos del período flavio.
.
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hoy otorgamos a "lo natural" en la imagen personal no existía en la cultura romana. Contrariamente, lo
natural se identificaba con lo ajeno a la civilización, esto es, con el aspecto propio de los bárbaros.
Durante los veintisiete años que duró la dinastía Flavia (69-96) la moda capilar femenina pasó
por varios estereotipos. Pero si hubo uno que destacó por lo llamativo, fue el llamado “nido de abejas”
que hizo popular Julia Flavia (61-91), hija del emperador Tito, y Domicia Longina (81-96), esposa de
Domiciano. Es un peinado trenzado que en la parte delantera está formado por abundantes rizos sobre
la frente (hechos con el calamistrum y fijados con ungüentos) como una especie de tupé que se sujetaba
con una diadema. El resto del cabello era recogido hacia atrás en una gruesa trenza o en un moño.
Esta forma de arreglarse el cabello –especialmente compleja y cara– evolucionó hacia un
aumento de los rizos en volumen y altura mediante postizos y apliques (cintas, agujas, etc.), hasta
adquirir el tupé un gran abultamiento formado por bucles dispuestos en corona sobre la frente. Es por
ello que en los retratos más tardíos se aprecian las versiones más pomposas.
Aureo de Domitia . Roma (88-89 d.C.).
Cuando las mujeres abandonaron este
peinado de complicadísimos rizos, se impuso la
moda de largas trenzas dispuestas como un
Busto femenino. Villa de Los Robles. Museo provincial de
turbante alrededor de la cabeza y manteniendo el
Jaén. Pendientes de las nuevas tendencias impuestas en
tupé delantero, o en un moño como una torre en la
Roma, las mujeres de cualquier parte del imperio intentaban
12
seguir los cánones marcados en función de sus posibilidades.
parte más alta de la cabeza . Este nuevo estilo
Aurgi, no fue una excepción, ya que en sus damas
puede apreciarse tanto en las monedas de la
aristocráticas observamos los modelos oficiales establecidos.
emperatriz Vibia Sabina (117-136), esposa de
Adriano, y Faustina (138-141), casada con Antonino Pío.
Desde este momento será frecuente encontrar emperatrices que se representan en sus
monedas con dos o más peinados. Tal es el caso de Fulvia Plaucila, que pese a ser la cónyuge de
Caracalla tan solo cinco años (202-205) sus monedas la presentan luciendo variedad de peinados.
Junto a los complejos trenzados se hizo muy popular la moda de
tintarse el cabello de rubio, y los que tenían mejor posición social se
ponían apliques y pelucas de este tono que se hacían traer de Germania,
o como el emperador Cómodo, se espolvoreaban el pelo con oro molido
(Herodiano, Hist. Rom., 1.15.7). Ya en época republicana, hombres y
mujeres adoptaron la costumbre griega de teñirse el pelo para hacer más
atractivo su aspecto y sobre todo para ocultar las canas, que al igual que
la calvicie eran consideradas síntoma de senectud. Lógicamente este es
un aspecto que no podemos apreciar en las monedas, pero nos es
Denario de Sabina (128-134).
13
conocido gracias a la documentación escrita .
Todos estos arreglos y cuidados del cabello necesitaban de la atención de unas manos expertas.
La profesional de la belleza femenina era la ornatrix, una sirvienta o esclava que ejercía de peluquera,
12
El exagerado tono barroco que a veces adquirieron estos peinados lo convirtieron en objeto de burla por parte de poetas como
Juvenal (Sat., VI, 502-503), que en tono satírico pone de relieve el contraste entre una mujer de baja estatura que hace alarde de
un peinado más alto que ella.
13
El primer método utilizado consistió en aplicarse un jabón cáustico (hecho de cebo y cenizas) que le daba al pelo un color de
reflejos rojizos (Plin. N.H., 27, 191). La tendencia fue cambiando y entrado el s. II d.C. se impuso el color rubio. Los tintes llegaron
de las partes más alejadas del Imperio: la henna (aleña) de Egipto, que proporcionaba un rubio rabioso, las germanae herbae (Ov.
Arx am., III, 163 y ss.); las pilae mattiacae o bolas de jabón producidas cerca de Wiesbaden (Marc., Epig. XIV, 26); o la spuma
battava, procedente de la actual Holanda. Plinio (N.H. 32, 23, 67) recomienda una extraña fórmula para teñir los cabellos de negro
a base de sanguijuelas reposadas en vino tinto durante cuarenta días.
Fornell Muñoz, A. (2013). La estética capilar en la Antigua Roma a través de las representaciones
numismáticas. Red Visual, 18, págs. 65-73.
RED VISUAL. Revista digital de Educación Artística y Cultura Visual. ISSN: 1697-9966.
esteticista y asesora de imagen de las damas más solventes, y que corría el riesgo de ser duramente
reprendida si no satisfacía los deseos de sus exigentes amas. Estas asistentas personales eran también
las encargadas de fabricar pelucas para aumentar los peinados o cubrir las calvas de las señoras. Para
ello empleaban pelo natural, obtenido de las esclavas germanas o nórdicas cuando se trataba de
obtener una rubia, e importado de la India si el color deseado era el negro.
La dinastía antonina finaliza con el disoluto Cómodo (hijo de Marco Aurelio, el último
“emperador bueno”), cuyo desgobierno condujo a un breve período de inestabilidad que terminó con el
ascenso al poder de Septimio Severo. Durante las guerras civiles del interregno, se comienza a fraguar
una nueva moda en el peinado femenino, que consiste en no rizar sino ondular el cabello, y recogerlo en
la parte posterior formando una especie de madeja, tal como se aprecia en las representaciones
monetales de la emperatriz Manlia Escantila y su hija Didia Clara. Con la instauración de la dinastía
Severa este peinado de madeja se mantiene, pero los cabellos se ondulan y trenzan de una manera
ostensible, como podemos apreciar en Julia Domna (esposa de Septimio Severo) y su hermana Julia
Maesa, que al ser de origen sirio se apartaron un poco de las tendencias romanas.
La prematura muerte de Caracalla sin herederos
pone fin a la estirpe de los Severos y da paso a la llamada
anarquía militar, un largo período que se prolonga durante
el resto del s. III (235-285) hasta la llegada de Diocleciano,
consistente en luchas intestinas por el poder donde los
emperadores, nombrados por sus legiones, se suceden
ininterrumpidamente. Así, de los diecinueve que
gobernaron en esta etapa solo uno tuvo una muerte
natural, mientras que todos los demás cayeron en
Monedas de Julia Domna (193-211) y Julia Maesa
combate o fueron asesinados. En este medio siglo
calamitoso se fraguará una crisis generalizada que marcará el final de la era altoimperial y el principio de
otra nueva: el Bajo Imperio.
Acorde con esta fase, las monedas reflejan una gran variedad de peinados correspondientes a
cada una de las esposas de los emperadores que se alternan sucesivamente en el poder. Así,
encontramos el típico moño trasero de Cecilia Paulina (mujer de Maximino), el moño lateral de
Tranquilina (consorte de Gordiano III) o el velado y diademado de Egnatia Mariniana (casada con
Valeriano I). No obstante, el peinado que se acabará imponiendo es el desarrollado a partir del moño
lateral, al cual se le añade ahora una redecilla que levanta el pelo en forma de trenza hasta la altura de
la diadema, como podemos ver en las monedas de Herenia Etruscila (esposa de Trajano Decio) y las
respectivas de Galieno y Aureliano, Cornelia Salonina y Ulpia Severina.
Bajo Imperio (285-476 d.C.).
Mientras que en la República y en los primeros tiempos del
Imperio los peinados eran simples –en consonancia al rol de una mujer
centrada fundamentalmente en las labores domésticas y educación de
sus hijos–, la forma de arreglarse el cabello se fue volviendo más
Herenia Etruscila (249-251).
artificial, ornamentada y recargada. Surge así, un nuevo concepto
estético en el que la belleza se buscó en nuevas vías de expresión, cobrando relevancia los efectos
sorprendentes. En la conducta personal de las damas patricias se destacaba sobre todo el aspecto
exterior, de forma que reflejara una actitud altiva, sofisticada y exagerada. Es por esto que una parte de
su quehacer diario se dedicaba al arreglo del cabello que, más que un simple aderezo, portaba un
14
mensaje de gran relevancia social, política y cultural , acorde al contexto histórico de la época. Sin
14
El peinado cambiaba al ascender de posición (para hacer ostentación de la mejora social). Los complejos y sofisticados indicaban
una clase alta, mientras que los más naturales eran considerados signo de poco refinamiento, propio de clases menos adineradas.
También cambiaba al aumentar la edad, siendo más atrevidos en la juventud y más moderados en la madurez. Como señala RuizNicoli (2008: 56): “En la sociedad romana, muy inclinada al formalismo, el peinado actuaba como signo de la condición jurídica del
individuo, así como de su posición en la sociedad y en la familia. Podía manifestar, asimismo, asociaciones religiosas específicas,
como es el caso del llamado motivo Serapis de Septimio Severo (Catón, 17), que emulaba los rizos que lucía esta divinidad sobre la
.
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embargo, esta búsqueda desenfrenada de un peinado atractivo como fórmula de valoración social fue
concebida por la comunidad cristiana como un obstáculo para el cuidado del alma.
Aunque el cristianismo fue una religión minoritaria conocida en el imperio desde el s. I, durante
los ss. II y III irá ganando adeptos, sobre todo durante el período de desorden e inseguridad de la
segunda mitad del s. III, que provocaría la retirada hacia una vida interior y el descrédito de la religión
oficial, muy ligada al desprestigiado gobierno del imperio por su incapacidad de solucionar los
problemas del pueblo. Esto provocó que muchas personas buscaran consuelo en las religiones que
prometieran una mejor vida ultraterrena, por lo que el mensaje novedoso del cristianismo irrumpe con
fuerza en el panorama religioso del Imperio.
Una muestra de que el sentimiento cristiano va aflorando cada vez más en la sociedad, es que
comenzó a dirigir las actitudes morales y sociales, especialmente en las mujeres. Dentro de este nuevo
panorama la mujer siempre estará supervisada por un hombre, especialmente las más ricas, por ser las
15
más propensas a la corrupción según los antiguos . Ahora ya no se buscará hacer ostentación de la
riqueza terrenal, sino de una riqueza espiritual, y esto se reflejará especialmente en el aspecto físico de
las matronas, que mostrará mayor recato (el cuerpo debía de ir completamente tapado, incluso el pelo)
y sencillez en ropajes y peinados. En consecuencia, las representaciones numismáticas bajo-imperiales
revelan peinados más discretos, como se puede apreciar en los retratos de Elena y Teodora (esposas de
Constancio I), o en el de Galeria Valeria (consorte de Galerio), que únicamente muestra una diadema
como elemento de adorno.
A finales del s. IV, a partir de Elia Flacila (380), esposa
de Teodosio I el Grande, las emperatrices se representan con
un tocado más elaborado consistente en unagruesa trenza
que se levanta desde la nuca y se dobla hasta descansar sobre
una diadema ornamentada de perlas, acompañada de un
collar y pendientes. Este peinado parece obedecer a un
modelo formal esteriotipado de influencia oriental. No
olvidemos que Teodosio empezó como emperador de
Oriente, para más tarde hacerse con la parte occidental,
Moneda de Julia Elena acuñada entre 318-319.
En ella se aprecia un estilo de peinado mucho
siendo el último en gobernar todo el mundo romano. Por ello
más simple, que no resultaría fuera de lugar en
se representa coronado con una diadema de perlas (que
la actualidad.
simboliza la nueva unidad).
En cuanto al aspecto que presentan los varones, observamos
que a partir del s. III el cabello se lleva corto y liso, en ocasiones
ligeramente rizado en las puntas, y la barba sigue presente, aunque
también corta. Pero a comienzos del s. IV, vuelve a usarse el pelo corto
y liso y las caras afeitadas, como en las épocas de esplendor de César y
Augusto, en un claro intento de simbolizar la restauración del poder y la
estabilidad perdida con la crisis del s. III. El imperio había estado a
punto de colapsar, pero con el ascenso de Diocleciano supuso reformas
Tremis de Elia Flacila (378-385).
que cambiaron de forma fundamental la estructura del gobierno
imperial y ayudaron a estabilizarlo económica y militarmente fortaleciéndolo nuevamente en unos años.
Constantino I el Grande (307-337) será el primero en mostrar su cara siempre afeitada, no solo
como una moda “retro” con la que exteriorizar ese intento de volver a los siglos dorados, sino quizás
también para marcar una notoria diferencia con los hirsutos rostros de las tribus bárbaras (que
empezaban atravesar la frontera del imperio en lo que se llamó la “invasión pacífica”), mostrando así el
refinamiento y la civilización de los romanos frente a la barbarie.
Los peinados masculinos de los ss. IV y V no difieren mucho de estilo, manteniendo el cabello
corto con flequillo ondulado, si bien tenderá a alargarse a medida que se aproxima la caída del Imperio
romano de Occidente.
Como hemos tratado de mostrar en este artículo, la moneda resulta fuente fundamental, entre
otras cosas, para conocer el peinado y su evolución a la largo de la historia antigua de Roma. Lejos de
frente. También mostraba la pertenencia a colegios sacerdotales específicos. Es conocido el caso de las Vestales, que se
distinguían por un peinado de gran complejidad que sólo ellas podían lucir, denominado senis crinibus”.
15
Alonso García de Rivera, H. 2012:15.
Fornell Muñoz, A. (2013). La estética capilar en la Antigua Roma a través de las representaciones
numismáticas. Red Visual, 18, págs. 65-73.
RED VISUAL. Revista digital de Educación Artística y Cultura Visual. ISSN: 1697-9966.
parecer una frivolidad a veces estos pequeños detalles nos permiten realizar una datación relativa de los
yacimientos donde se encuentran las monedas, y sobre todo, acercarnos a aspectos sociales y culturales
desde una óptica visual –distinta y a la vez complementaria de los textos escritos–, pues los cambios en
el peinado fue un fiel reflejo de las transformaciones operadas en la sociedad y mentalidad en función
de las circunstancias históricas.
En definitiva, el peinado se erigía como todo un símbolo de la relación de los individuos con la
sociedad, como bien puede ocurrir en la actualidad, pese a separarnos más de veinte siglos en el
tiempo.
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