REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO REVISTA VALDIZAN DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Vol IV Nº 2 Julio - Diciembre 2003, pp 43-62 ANTECEDENTES TEMPRANOS Y MODALIDADES DE VULNERABILIDAD COGNITIVA PARA LA DEPRESION Edwin Manrique Gálvez1 El estudio de la vulnerabilidad cognitiva para la depresión, es una de las áreas de mayor y continua indagación en los últimos veinticinco años. Cognitive Therapy and Research es uno de los medios de difusión científica que más ha contribuido en este cometido, puesto que prácticamente no ha habido un número de su edición en el que no se haya abordado este tema. Esta revisión actualizada se centra en los modelos teóricos que fundamentan la vulnerabilidad cognitiva para la depresión, en los antecedentes tempranos de la infancia que posibilitan su emergencia y, en un tercer término, en la sumaria descripción de cuatro tipos específicos de vulnerabilidad cognitiva: actitudes disfuncionales, estilo atribucional, estilo rumiativo y sociotropía-autonomía. Palabras clave: Depresión, Vulnerabilidad Cognitiva, Antecedentes Tempranos The study of cognitive vulnerability for depression has been one of the major fields of investigation during the last 25 years. Cognitive Therapy and Research is one of the most contributing scientific media in this aspect, since it has many publications related to this topic. This up-dated review is centered in theoretical models that lay the foundations for depression in early antecedents of childhood that make possible its emergence, and a description of four specific types of cognitive vulnerability: dysfunctional attitudes, attributional style, ruminative style and sociotropy-autonomy. Key words: Depression, Cognitive Vulnerability, Early Antecedents. 1 Psicólogo, Unidad de Epidemiología, Docencia e Investigación – Hospital Hermilio Valdizán. Coordinador Académico del Programa de Especialización en Terapia Cognitivo-Conductual (PROMOTEC). e-mail: [email protected] 43 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Y a hace mucho tiempo se había sugerido que para aprehender la naturaleza de la locura se debe comprender los estados de la mente de la persona afligida. En consonancia con esta concepción, un rasgo central de las historias de caso de los pacientes que sufrían de “quejas nerviosas” fue el cuidadoso registro de los pensamientos y creencias que elaboraban estos individuos. Ingram, Miranda y Segal (1998) señalan, por ejemplo, que aproximadamente 200 años atrás, en el Bethlehem Hospital de Londres, cuando se describía el pensamiento de los pacientes con “melancolía religiosa” o con una “presuntuosidad intensa”, se podía apreciar con mucha precisión una desviación de los patrones normales de pensamiento y donde el uso de etiquetas como demente o loco eran de uso frecuente. De acuerdo a los mismos autores, la visión anterior no difiere grandemente de las perspectivas cognitivas actuales respecto a la psicopatología, en tanto centran su interés en la actividad mental humana y cómo ésta se relaciona con el desorden emocional. Del mismo modo, hace tiempo, como ahora, se pensaba que generalmente la cognición abarcaba los procesos de percibir, conocer, imaginar, juzgar y razonar. De igual modo, tanto antes como ahora, se creía que estas variables cognitivas tenían implicaciones causales significativas en el inicio, mantenimiento y remisión de los problemas emocionales. Sin embargo, como acotan con toda razón los autores antes mencionados, existen también grandes diferencias entre las concepciones antiguas y contemporáneas respecto al rol de las cogniciones y, de manera fundamental, con relación a los refinamientos y artilugios metodológicos. Una diferencia crítica radica en el evidente hecho de que en épocas pasadas las estrategias de recopilación de los pensamientos estaban limitadas a una prudente observación y a una descripción fenomenológica, en tanto que 44 los psicopatólogos cognitivos contemporáneos pueden contar con los paradigmas de la ciencia cognitiva para una adecuada conceptualización de los procesos cognitivos maladaptativos. Estos paradigmas incluyen métodos experimentales rigurosos desarrollados dentro del contexto de la psicología cognitiva y de la psicología social cognitiva. Como bien se señala, la aproximación a la comprensión de la vulnerabilidad cognitiva para la depresión, un aspecto de la disfunción psicológica que estaba relativamente descuidada, se vio favorecido con el desarrollo y métodos de la ciencia cognitiva. La depresión, como se desprende de trabajos recientes en nuestro medio y a lo largo del mundo, es un problema que aflige a millones de personas. Por lo demás, no hay que perder de vista que se ha planteado que alrededor de un 17% de todos los individuos experimentarán un episodio depresivo mayor en algún momento de sus vidas. Como señalan Ingram, Miranda y Segal (1998), aun cuando la incidencia de la depresión puede variar algo a través de diferentes grupos culturales, ninguno de ellos está exento. La depresión es experimentada en diversos grupos culturales y étnicos, estructuras familiares, edades diferentes, áreas geográficas, niveles ocupacionales y educativos, y estatus socioeconómicos. La depresión, como lo demuestran diversos estudios epidemiológicos, es un estado emocional intensamente aversivo que está caracterizado por un amplio rango de síntomas. La depresión puede estar asociada con unas relaciones interpersonales disfuncionales y con el divorcio, con déficit en las competencias psicológicas y sociales, con una drástica merma en la capacidad para el trabajo, con un perjuicio mayor en las habilidades parentales y con problemas de salud bastante significativos. En algunos casos, la depresión es una antesala a la muerte. Por estas mismas razones, resulta importante la comprensión de aquellos factores que hacen a algunos individuos más vulnerables. REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Desde hace ya un buen tiempo, los modelos cognitivos han enfatizado el rol de las creencias maladaptativas, de los estilos inferenciales o de los sesgos en el procesamiento de la información como factores de vulnerabilidad que incrementan el riesgo para experimentar depresión cuando las personas enfrentan eventos de vida estresantes. Además, hay una evidencia cada vez más sólida que sugiere que los estilos cognitivos negativos y los sesgos en el procesamiento de información incrementan el riesgo para la depresión (Abramson et al., 1999). En este punto, es importante remarcar que si determinados estilos cognitivos fomentan una vulnerabilidad para la depresión, entonces resulta imprescindible comprender los orígenes de estos estilos cognitivos. Una comprensión más precisa de estos aspectos puede implicar el desarrollo de intervenciones tempranas para prevenir el desarrollo y recurrencia de la depresión. Cabe entonces plantear una crucial interrogante, ¿cuáles son los antecedentes del proceso del desarrollo de la vulnerabilidad cognitiva versus la invulnerabilidad para la depresión? PERSPECTIVAS TEORICAS SOBRE LA VULNERABILIDAD COGNITIVA Recientemente, se han planteado tres orientaciones teóricas que tratan de explicar los orígenes de la vulnerabilidad cognitiva para la depresión: los modelos de los esquemas cognitivos, el modelo de la desesperanza y la teoría del apego (Ingram, 2003). Por razones obvias, sólo se hará una revisión sumaria sobre los aspectos centrales de estas perspectivas teóricas. Los Modelos de los Esquemas Los modelos teóricos que se centran en los esquemas cognitivos depresogénicos sugieren que éstos se desarrollan en la infancia, a partir de las respuestas frente a eventos estresantes. Una vez que los eventos son codificados cognitivamente, los esquemas sensibilizan a las personas para responder de una manera disfuncional ante las circunstancias que se asemejan a aquellas experimentadas en la infancia. Beck (1967) plantea que, durante la infancia y adolescencia, las personas predispuestas a la depresión son sensibles a ciertos tipos de situaciones de la vida. Las situaciones traumáticas inicialmente responsables de la consolidación y reforzamiento de las actitudes negativas que incluye la constelación depresiva, son los prototipos de los tipos de estrés que más tarde pueden activar estas constelaciones. Cuando una persona está sometida a situaciones que son una reminiscencia de las experiencias originales traumáticas, es bastante probable que resulte deprimido. De acuerdo al mismo Beck (1987), los esquemas cognitivos depresivos asumen la forma de estándares rígidos y perfeccionistas para emitir juicios acerca de uno mismo y otros. Se plantea que estos esquemas (llamados también actitudes disfuncionales) interactúan con eventos negativos de vida para producir la depresión. Por ejemplo, una persona pudiera sostener una actitud disfuncional como, “no soy nadie si no tengo alguien que me ame”. Cuando sucede un evento estresante relevante al esquema (p.e., una ruptura romántica), se activa el esquema negativo, lo que a su vez produce cogniciones negativas y depresión. El modelo reformulado de Beck (Alford y Beck, 1997) ha hecho una revisión de su original terapia cognitiva con el fin de aplicarla en el tratamiento de los desórdenes de personalidad. La personalidad es definida como la configuración de patrones específicos de procesos sociales, motivacionales y cognitivo-afectivos, donde se incluyen conductas, procesos de pensamiento, respuestas emocionales y necesidades motivacionales. Desde la perspectiva de este modelo de los esquemas, la personalidad es determinada por 45 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN estructuras idiosincrásicas, o esquemas, que constituyen los elementos básicos de la personalidad. También se propone que el concepto de esquema puede proveer un lenguaje común para facilitar la integración de ciertas estrategias terapéuticas. Beck (1996) ha desarrollado también el concepto de modo, esto es, una red integrada de componentes cognitivos, afectivos, motivacionales y conductuales. Un modo puede incluir muchos esquemas cognitivos y movilizar en las personas intensas reacciones psicológicas. Al igual que los esquemas, los Organización Cognitiva (Componentes estructurales) esquemas específicos modos son fundamentalmente automáticos y también requieren una activación. Las personas con una vulnerabilidad cognitiva que están expuestas a estresores relevantes pueden desarrollar síntomas relacionados con el modo. En otras palabras, los modos consisten de esquemas, los que contienen memorias, estrategias de solución de problemas, imágenes y lenguaje. La activación de un modo específico se deriva a partir de la estructura genética de un individuo y de las creencias culturales y sociales. Historia de Aprendizaje (Componentes experienciales) Experiencias relacionadas al esquema previo Situación actual Creencia Pre-existente Conducta Activación de los sistemas Activación de los sistemas cognitivo, afectivo y motivacional Procesamiento Esquemático (significado) Interpretación de la situación en términos de los esquemas específico Interpretación Consciente o no consciente Fig. 1. Procesamiento esquemático según el modelo de los esquemas (Alford & Beck, 1997) 46 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Goldfried (2003), uno de los principales exponentes de la terapia cognitivo-conductual, plantea que los esquemas juegan un papel importante en el procesamiento de información. Los esquemas ayudan a las personas a navegar en sus interacciones con el mundo y con los otros. Para organizar y hacer que las cosas tengan sentido para la persona, con frecuencia los esquemas la llevan a atender selectivamente cierta información y a ignorar otras. Un desarrollo relativamente reciente en el ámbito de los modelos de los esquemas es el propuesto por Young (1999, 2003) quien, en la conceptualización de la terapia centrada en los esquemas, plantea la existencia de esquemas maladaptativos tempranos (EMS) que fundamentalmente se originan en las experiencias tóxicas de la infancia y que constituirían el núcleo de los desórdenes de personalidad y de muchos desórdenes del Eje I. Estos esquemas maladaptativos tempranos pugnan por sobrevivir, en función de la tendencia del ser humano hacia la consistencia. No en vano, un esquema es lo que mejor conoce una persona. Aun cuando puede causar sufrimiento y perturbación emocional, resulta familiar y congruente. La persona lo experimenta como “correcto”. La gente se siente “atraída” por los eventos que activan sus esquemas y, de hecho, esta es una de las razones por la que los esquemas son tan difíciles de cambiar. Los pacientes asumen a priori la veracidad y validez de los esquemas, y de esta manera estos esquemas tienen una influencia en el procesamiento de sus experiencias ulteriores. Los esquemas juegan un papel prominente en cómo los pacientes piensan, sienten, actúan y se relacionan con otros. Paradójicamente, estos esquemas los llevan a recrear inadvertidamente en sus vidas adultas aquellas condiciones de sus infancias que les fueron más dañinas. Los EMS pueden ser definidos como: • Temas o patrones amplios y pervasivos • Incluyen recuerdos, emociones, cogniciones y sensaciones corporales • Concernientes a uno mismo y a las relaciones de uno con los otros • Desarrollados durante la infancia o adolescencia • Elaborados a lo largo de la vida, y • Disfuncionales en un grado significativo. Los esquemas maladaptativos tempranos son patrones emocionales y cognitivos autoderrotistas que se originan muy tempranamente y que se repiten a lo largo de la vida. De acuerdo a esta definición, la conducta de una persona no es parte de esquema mismo; se plantea que las conductas maladaptativas se desarrollan como respuestas a un esquema (Young, 2003). Desde esta perspectiva, las conductas son impulsadas o motivadas por los esquemas pero no son parte de éstas. Los diferentes estilos de afrontamiento que el mismo Young plantea (compensación, evitación y abandono), pueden ser utilizados por una misma persona (paciente) en diferentes situaciones y en diferentes etapas de su vida. De esta manera, los estilos de afrontamiento para un esquema dado no necesariamente permanecen estables en el curso del tiempo, mientras que el esquema mismo si lo hace. Young (2003) identifica 18 esquemas maladaptativos que se encuentran agrupados en cinco amplias categorías de necesidades emocionales insatisfechas que se han denominado “dominios de esquemas”. El cuadro siguiente ilustra los cinco dominios de los esquemas (en cursiva y centradas) y los esquemas que se encuentran incursos en cada uno de los dominios (numerados y alineados a la derecha). Por razones comprensibles de espacio, sólo se señala cada uno de los dominios y de los esquemas. 47 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Cuadro Nº 1. Esquemas Maladaptativos Tempranos y sus Dominios Asociados Desconexión y Rechazo 1. 2. 3. 4. 5. Abandono/Inestabilidad Desconfianza/Abuso Deprivación Emocional A Deprivación de cuidados B. Deprivación de empatía C. Deprivación de protección Imperfección/Vergüenza Aislamiento social/Alienación Autonomía y Desempeño Deteriorado 6. 7. 8. 9. Dependencia/Incompetencia Vulnerabilidad frente al Daño o Enfermedad Implicación/Yo Poco Desarrollado Fracaso Límites Inadecuados 10. Intitulación/Grandiosidad 11. Autocontrol Insuficiente/Autodisciplina Focalización en los Otros 12. Subyugación A. Subyugación de necesidades B. Subyugación de emociones 13. Autosacrificio 14. Búsqueda de Aprobación/Búsqueda de Reconocimiento Hipervigilancia e Inhibición 15. 16. 17. 18. Negatividad/Pesimismo Inhibición Emocional Estándares Rígidos/Hipercriticismo Punición Fuente: (Young, 2003). El Modelo de la Teoría del Apego De acuerdo a Ingram (2003), aun cuando originalmente no fue propuesto como un modelo de los procesos cognitivos que producen vulnerabilidad para la depresión, se reconoce que la teoría del apego aporta importantes luces para la comprensión de estos procesos. La teoría del apego plantea los factores que moldean la capacidad de la gente para desarrollar vínculos significativos con otros a lo largo de su vida. De acuerdo a Ainsworth y Bowlby (1991), los se48 res humanos (y otros animales) poseen un instinto de apego que tiene como objetivo la configuración de relaciones estables con la madre (u otra figura de apego). El mismo Bowlby (1973) propone que los seres humanos están motivados para mantener un balance dinámico entre la preservación de la familiaridad y la búsqueda de lo novedoso. Desde la perspectiva piagetana, el individuo busca mantener un balance entre la asimilación (integración de nueva información en las estructuras cognitivas existen- REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN tes) y la acomodación (cambios que se dan en las estructuras cognitivas para posibilitar la nueva información). Los esquemas disfuncionales interfieren con este balance. Las personas absorbidas por estos esquemas, interpretan de manera errada la nueva información que podría corregir las distorsiones que se derivan de estos esquemas. Aun cuando los teóricos del apego sostienen que éste se origina en la infancia, también plantean que los efectos del apego se extienden mucho más allá de la infancia. Además, se ha señalado que una vez que se han desarrollado, los patrones de apego persisten en la adultez y afectan numerosas relaciones con los otros. Bowlby ha resumido muy enfáticamente este hecho, al sugerir que el apego es un proceso que se expande desde “la cuna hasta la tumba”. La calidad de la relación con los padres ( o las personas que están a cargo del niño) es un determinante importante de los patrones de apego de la persona. Más específicamente, las interacciones con los padres que se caracterizan por un fuerte y consistente vínculo afectivo, fomentan en el niño el desarrollo de una capacidad para establecer vínculos normales con los otros a lo largo de su vida. Por otra parte, las desviaciones de un apego seguro tienen su origen en la interrupción del proceso de vinculación; se ha planteado que los patrones disfuncionales de apego en la infancia están relacionados con una vulnerabilidad para la depresión. La vulnerabilidad para la depresión que al parecer deviene de los patrones disfuncionales de apego tiene mucho que hacer con los procesos cognitivos. La teoría del apego ha subrayado la idea de los modelos de trabajo interno, que de algún modo son bastante similares a los modelos de los esquemas. Se sugiere que estos modelos (de trabajo interno) reflejan las representaciones cognitivas de las relaciones que han sido generalizadas a través de las interacciones con figuras importantes en la temprana infancia del individuo. Más aun, una vez desarrollados, los modelos de trabajo influyen en los pensamientos y creencias acerca de las relaciones con otros importantes. En el caso del apego inseguro, el funcionamiento y organización de los modelos de trabajo conduce a percepciones distorsionadas respecto a las interacciones interpersonales, y de esta manera propician el riesgo para las relaciones disfuncionales con otros. Teniendo en cuenta la importancia de las relaciones interpersonales para proveer soporte y como un factor protector frente al estrés, las relaciones disfuncionales que son causadas por un procesamiento cognitivo maladaptativo pueden concebirse como factores de vulnerabilidad para la depresión (Bowlby, 1988). El Modelo de la Desesperanza en los Orígenes de la Vulnerabilidad Se ha sugerido que varios factores del proceso de desarrollo pueden subyacer a la desesperanza. Así, por ejemplo, se ha planteado que los niños que enfrentan eventos negativos (p.e., maltrato, abuso sexual) hacen un intento por encontrar las causas de estos eventos. Se ha propuesto que los niños que muestran una tendencia para elaborar atribuciones internas para todos los eventos y, de esta manera, verse como la causa de tales eventos, son más vulnerables para desarrollar un cuadro de depresión. Como plantean Rose y Abramson (1992), este proceso de internalización precipita el desarrollo de un estilo atribucional negativo que a su vez propicia un riesgo para la depresión. La persistencia y reiteración de los eventos negativos produce un patrón de atribución para estos eventos que, con el curso del tiempo, también propician atribuciones globales y estables. De esta manera, un estilo atribucional interno, global y estable se constituye en un factor de vulnerabilidad para la depresión, y más específicamente para la depresión por desesperanza. No se abunda más en este modelo porque, de alguna manera, se abordará cuando se toque el estilo atribucional como un tipo específico de vulnerabilidad cognitiva para la depresión. 49 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN ANTECEDENTES TEMPRANOS DE LA VULNERABILIDAD PARA LA DEPRESION Cognitive Therapy and Research es una reconocida y prestigiosa revista especializada en la investigación y aplicaciones clínicas de la terapia cognitiva. En varios de sus números se han reportado directa o indirectamente el tópico que se aborda. Sin embargo, son especialmente significativos cuatro de sus ejemplares – publicados en 1992, 1997, 1998 y 2001 –los mismos que se han centrados en la vulnerabilidad para la depresión y los mecanismos de riesgo. Hay que resaltar, además, que este año Cognitive Therapy and Research cumple 25 años de continua actividad científica y dentro de este marco, no podían estar ausentes los trabajos vinculados al tema de este artículo (p.e., Ingram, 2003). En general, las investigaciones sobre los antecedentes de la vulnerabilidad cognitiva para la depresión han explorado diversas vías que pueden contribuir al desarrollo de estilos cognitivos que, a su vez, implican riesgos para la depresión. Entre estas áreas de indagación, se ha estudiado la influencia de la depresión parental, especialmente de la depresión materna, que puede fomentar el desarrollo de estilos cognitivos depresogénicos en los hijos a través de una variedad de mecanismos que incluyen aspectos de transmisión genética o prácticas parentales negativas (Goodman & Gotlib, 1999). Los niños pueden aprender sus estilos cognitivos, o sus mecanismos de procesamiento de información, mediante la influencia de otras personas significativas como los padres, los pares y los profesores. Un posible mecanismo es que los hijos modelen los estilos cognitivos de sus padres. Además del modelado, el feedback que proveen al niño los padres, compañeros o profesores respecto a sus competencias o a la 50 interpretación apropiada de los eventos negativos en la vida del niño pueden contribuir a su riesgo para la depresión. Los niños pueden aprender, explícita o implícitamente, a elaborar los mismos juicios acerca de sus competencias (autopercepción) o las mismas inferencias acerca de los eventos en sus vidas tal como son hechas por otras personas significativas para los niños (Alloy et al., 1999). Las prácticas parentales negativas y una historia de maltrato y negligencia en el curso del proceso de desarrollo, también pueden tener un impacto para que los individuos desarrollen un riesgo cognitivo para la depresión. Las perturbaciones de las relaciones de apego o la discordia familiar también han sido propuestas como importantes contribuyentes en el desarrollo de estructuras cognitivas negativas que, a su turno, constituyen un riesgo para la depresión. Un tema recurrente en la mayoría de trabajos que han explorado esta área es, sin duda, que la exposición a contextos interpersonales negativos de alguna clase (prácticas parentales negativas, feedback inferencial negativo de personas significativas, historia temprana de maltrato, evaluaciones negativas de las competencias por parte de otros significativos, escasa intimidad en las relaciones románticas, discordia o ruptura familiar) favorece el desarrollo de una vulnerabilidad cognitiva personal para la depresión. El rol de los Padres Un tema común que emerge en el trabajo sobre la vulnerabilidad es el énfasis en definir el riesgo a partir de la psicopatología de los padres. En el caso de la depresión, se ha visto que la estrategia típica es la evaluación de los hijos de madres deprimidas (Hammen, 1991). Esta estrategia se remonta a los mismos orígenes de los trabajos sobre la vulnerabilidad en psicopatología, que muestra la evidencia de un REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN vínculo genético entre la psicopatología parental y la del niño. Además, una abundante literatura muestra que los niños de madres deprimidas se encuentran en un sustancial mayor riesgo para la depresión, del mismo modo que para otros desórdenes psicológicos y psiquiátricos, que los hijos de madres no deprimidas. Las naturales interrogantes que estos hechos plantean son obvias, ¿por qué sucede esto? ¿Es un proceso genético o neurológico el que confiere este elevado riesgo, o son algunos otros procesos? Aún cuando no es posible desechar del todo un vínculo genético, y ciertamente la mayor parte de los estudiosos están de acuerdo en que factores como la herencia genética y la disfunción neurológica dan cuenta de algo de la varianza en la vulnerabilidad, estos factores no lo explican todo para el caso de los niños con alto riesgo. De esta manera, los investigadores han comenzado a explorar otros derroteros explicativos para la génesis de la relación entre la depresión materna y el riesgo de sus hijos. Estudios recientes (Garber y Flynn, 2001) demuestran que tener una madre que está deprimida está asociada con estilos atribucionales negativos, con percepciones de autovalía negativas y con sentimientos de desesperanza en los hijos. Sin embargo, si bien importantes estos hallazgos, sólo muestran una asociación entre la depresión materna y las variables de riesgo en el niño, lo que resulta poco informativo acerca de las conductas parentales que están relacionadas con el riesgo o los mecanismos psicológicos de transmisión del riesgo (Goodman y Gotlib, 1999). Es precisamente en este punto donde cobran vital importancia tres mecanismos del aprendizaje social que juegan un rol en el desarrollo de estilos cognitivos depresogénicos: 1) el modelado de los estilos cognitivos negativos de los padres, 2) el feedback inferencial negativo de los padres acerca de las causas y consecuencias de los eventos estresantes en la vida del niño, y 3) las pautas negativas de crianza (o parentalidad). Modelado de los Estilos Cognitivos de los Padres En buena parte, los niños pueden aprender sus estilos cognitivos mediante la observación y el modelado de personas significativas, en especial sus padres. Si este es el caso, entonces los estilos cognitivos de los hijos deben correlacionarse con aquellos de sus madres o padres. Los resultados de los estudios de la hipótesis del modelado han sido mixtos. Por un lado, se ha encontrado evidencia de una correlación significativa entre los estilos atribucionales de madres e hijos para los eventos negativos, pero ninguna correlación entre los estilos atribucionales de padres e hijos. Una razonable explicación que se da a este hallazgo es que las madres, en la mayor parte de los casos y contextos, son las que primordialmente se ocupan del cuidado y crianza de los hijos (Seligman et al., 1984). De modo semejante, se ha encontrado una relación positiva entre las medidas de la tríada cognitiva de Beck para muestras de madres y de sus hijos, pero ninguna asociación entre la tríada cognitiva de padres e hijos. En otros trabajos (Garber y Flynn, 2001), se encontró una asociación positiva entre las medidas de autovalía de las madres y de sus hijos (niños entre los 10 y 11 años), pero ninguna asociación entre sus estilos atribucionales generales. Por otro lado, estudios en muestras clínicas y no clínicas de niños y adolescentes con problemas académicos, han encontrado una asociación entre los estilos cognitivos ya sea de los padres o madres y los de sus hijos; en tanto que en otros trabajos acerca de las actitudes disfuncionales y de los autoesquemas, las medidas de padres y de sus hijos no se asociaron significativamente (Oliver y Berger, 1992). Con relación a los hallazgos anteriores, es importante señalar que las características 51 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN diferenciadas de las muestras estudiadas, así como los variados instrumentos de evaluación utilizados, pueden haber contribuido para que se den estos resultados discrepantes. Se ha señalado también la importancia de tomar en cuenta la variable sexo como un posible factor en la hipótesis del modelado. Es posible que las asociaciones entre los estilos cognitivos de progenitores e hijos del mismo sexo sean más altas que aquellas donde padres e hijos son de sexo diferente. En todo caso, la evidencia de la asociación entre el estilo cognitivo de los padres y de sus hijos parece ser consistente con la perspectiva del modelado, aún cuando otros factores también podrían dar cuenta de tal asociación (por ejemplo, los genes). Desde esta óptica, resulta muy probable que los niños aprendan acerca de sí mismos y del mundo escuchando lo que sus padres dicen sobre su conducta (del niño). El Feedback Inferencial Negativo Un segundo posible mecanismo de aprendizaje social es que los padres comuniquen sus propias inferencias respecto a las causas y consecuencias de los eventos negativos en la vida de sus hijos, de tal modo que éstos desarrollan un estilo inferencial consistente con el feedback parental. Si la retroalimentación de los padres contribuye a la vulnerabilidad cognitiva del niño, entonces las comunicaciones inferenciales habituales de los padres a sus hijos deberían estar asociadas con los estilos cognitivos de estos últimos. Algunos pocos trabajos fundamentan la hipótesis del feedback. Se ha reportado, por ejemplo, que niños de 8-9 años que atribuyeron su fracaso académico a causas externas, tenían padres que atribuyeron el fracaso de sus hijos a su falta de apoyo y esfuerzo en su calidad de padres, una causa externa al niño (Finchan y Cain, 1986). En otro estudio, Turk y Bry (1992) 52 encontraron que las explicaciones de los padres, pero no las de las madres, acerca de los eventos académicos de su infancia y adolescencia estaban correlacionadas con las atribuciones de sus hijos adolescentes para aquellos eventos. En un contexto más amplio, se ha encontrado que las atribuciones de los niños para los resultados de su desempeño están influenciadas por el feedback directo que reciben de sus profesores, personas significativas en la vida de la mayoría de los niños pequeños. Prácticas Negativas de Crianza Otra forma en que los niños pueden desarrollar cogniciones negativas es a través de la parentalidad disfuncional. Bowlby (1988) ha propuesto que las experiencias tempranas de la infancia con figuras de apego significativas influyen en los modelos de procesamiento y en los sesgos cognitivos que las personas ponen en juego en las situaciones nuevas (pérdidas, por ejemplo). De manera similar, Beck (1967) ha sugerido que los niños desarrollan actitudes y creencias a través de sus experiencias tempranas con personas significativas de su ambiente. También se ha propuesto que los padres que tienen actitudes de protección y de aprobación, producen niños con una autoimagen favorable, en tanto que los agentes socializadores que muestran rechazo y conductas punitivas producen niños con autoevaluaciones muy negativas. De esta manera, adicionalmente a los estilos cognitivos de los padres y a su retroalimentación inferencial, las prácticas negativas de crianza también pueden contribuir al desarrollo de una vulnerabilidad cognitiva para la depresión. Como señalan Alloy et al., (2001), diferentes estudiosos han planteado que la autovalía, las actitudes y los estilos inferenciales de los niños son influenciados por la calidad de sus relaciones con sus padres. Los dos aspectos de la crianza infantil que con mayor frecuencia están implicados en la asociación entre el riesgo del niño para la REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN depresión y las relaciones progenitor-hijo son la falta de calidez emocional parental y el control negativo por parte de los padres, un patrón de crianza que ha sido etiquetado como “control con desamor”. Los estudios de hijos de madres deprimidas han encontrado una asociación significativa entre los comentarios negativos de las madres o la crítica verbal a sus niños y las cogniciones negativas de éstos. También se ha puesto de manifiesto asociaciones importantes entre los reportes de los niños de una baja aceptación/ calidez parental y los estilos cognitivos negativos de los niños (Randolph y Dykman, 1998). Sin embargo, solamente unos cuantos estudios han examinado la capacidad de la conducta parental para predecir prospectivamente las cogniciones de sus descendientes. Se ha establecido, por ejemplo, que el rechazo parental y el control restrictivo en la infancia produce el subsecuente autocriticismo de los hijos en su adolescencia. También se ha encontrado que el pobre cuidado materno favorece la subsiguiente baja autoestima de los hijos y que un extremo control psicológico materno produce un estilo atribucional depresivo en los hijos (Garber y Flynn, 2001). A este respecto, y más específicamente con relación a los efectos del maltrato infantil y su asociación con los estilos cognitivos depresogénicos, la Teoría Cognitiva de Beck y una variante de la Teoría de la Desesperanza incluyen la hipótesis de que los eventos negativos en la infancia pueden contribuir al desarrollo de un estilo cognitivo negativo. El mismo Beck ha planteado que los eventos negativos de la infancia llevarían al desarrollo de un autoesquema negativo (Beck, 1987); sin embargo, no especifica el proceso mediante el cual puede ocurrir esto. No obstante, Rose y Abramson (1992), asumiendo la perspectiva de la Teoría de la Desesperanza, sugieren una vía por la cual el maltrato infantil puede conducir al desarrollo de un estilo cognitivo negativo. Más específicamente, plantean la hipótesis de que cuando ocurren los eventos negativos en la vida de un niño, éste inicialmente tiende a hacer atribuciones que inducen optimismo (p.e atribuciones inestables y específicas). Sin embargo, cuando los eventos negativos son crónicos y generalizados, como en el maltrato recurrente, el niño puede llegar a hacer atribuciones e inferencias que inducen desesperanza (p.e., atribuciones estables y globales). En el curso del tiempo, estas cogniciones pueden cristalizarse en un estilo cognitivo negativo. De acuerdo a Rose y Abramson, aún cuando cualquier tipo de maltrato crónico puede llevar al desarrollo de este estilo cognitivo negativo, es mucho más probable que el maltrato emocional infantil pueda llevar al desarrollo de un estilo cognitivo negativo que el maltrato físico o sexual, debido a que las cogniciones depresivas (“Tú eres un tonto, nunca harás bien las cosas”) son directamente provistas por el adulto abusador. En contraste, con el maltrato físico o sexual, el niño debe elaborar sus propias atribuciones e inferencias depresogénicas, y en el interín puede tener una gran oportunidad para elaborar atribuciones e inferencias más benignas. De un modo consistente con la hipótesis de Rose y Abramson (1992), se ha provisto alguna evidencia que fundamenta la relación entre la historia de maltrato infantil y la presencia de estilos cognitivos negativos en adultos. Por ejemplo, se ha encontrado que los estilos cognitivos de pacientes deprimidos internados que reportaron una historia de maltrato sexual y/ o un control familiar negativo (una disciplina dura o rígida; estándares perfeccionistas de los padres o conductas sobreprotectoras, y el aislamiento del contacto social fuera de la familia) son más negativos que aquellos de pacientes deprimidos internados que no reportan una historia semejante. También se ha puesto de manifiesto que las mujeres que reportaron maltrato sexual en la infancia exhiben más estilos cognitivos 53 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN negativos que las mujeres sin una historia de abuso sexual en su infancia. Estos hallazgos, al lado de otros tantos que sería largo enumerar, revelan que hay una asociación consistente entre el maltrato emocional, físico y sexual, y el desarrollo de estilos cognitivos negativos. TIPOS ESPECIFICOS DE VULNERABILIDAD COGNITIVA PARA LA DEPRESION En esta parte, en congruencia con los aportes de recientes investigaciones, se hará una breve revisión de cuatro tipos específicos de vulnerabilidad cognitiva para la depresión: las actitudes disfuncionales, el estilo atribucional, el estilo rumiativo y los estilos cognitivos y de personalidad sociotropía-autonomía. Actitudes Disfuncionales De acuerdo al modelo cognitivo de la depresión de Beck (1987), las actitudes disfuncionales son factores de vulnerabilidad que juegan un rol causal en el origen y mantenimiento de la depresión. Estas actitudes disfuncionales toman la forma de estándares rígidos y perfeccionistas para emitir juicios respecto a uno mismo y hacia los otros (Dyckman y Johll, 1998). Beck plantea que las actitudes disfuncionales interactúan con los eventos de vida negativos para propiciar la depresión, esto es, cuando acontece un estresor relevante al esquema de la persona, como una ruptura amorosa, se activa el esquema negativo (que habitualmente se delinea en la temprana infancia), el que a su vez produce cogniciones negativas y la posterior depresión. Se ha provisto una lista de actitudes disfuncionales que pueden relacionarse con el 54 inicio y mantenimiento de la sintomatología depresiva: excesiva necesidad de aprobación (“Para ser feliz necesito la aprobación de otras personas”), demanda de amor (“No puedo ser feliz si no me ama alguien”), demandas de ejecución (“Si fallo en mi trabajo debo ser un fracaso”), perfeccionismo (“si no puedo hacer bien algo, mejor no hago nada”), demandas sobre los otros (“Si creo que merezco algo, los demás deben facilitármelo”). Randolph y Dykman (1998) sugieren que las actitudes disfuncionales se adquieren en la infancia a través de interacciones disfuncionales entre padres e hijos, particularmente aquellas donde los padres se comportan de una manera crítica o desaprobadora. Por ejemplo, los padres que comparan desfavorablemente al niño con sus hermanos pueden engendrar actitudes disfuncionales como, “si no lo hago bien como otra gente, significa que soy un ser humano inferior”. Los padres que reaccionan con rechazo cuando el niño falla en algo, pueden fomentar una actitud disfuncional como, “si fallo en algo, esto es tan malo como ser un completo fracaso”. Desde esta perspectiva, las experiencias tempranas de socialización dentro de la familia sientan las bases para la adquisición de supuestos disfuncionales o “reglas” por parte del niño, las mismas que guían su futura interpretación de los eventos negativos. Los niños que han sido sometidos a una crianza crítica y desaprobadora, es muy probable que adquieran actitudes disfuncionales y que experimenten depresión en comparación con aquellos niños que han sido criados de una manera afectuosa y aprobadora. Estas diferencias también se harán extensivas en los ámbitos de la conducta interpersonal (Manrique y Zhiganova, 2000). Las actitudes disfuncionales como factores de vulnerabilidad para la depresión implican una cadena causal de tres etapas de los eventos. Es decir, las experiencias de una parentalidad negativa llevan a la inculcación de actitudes REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN disfuncionales en los hijos, lo que a su vez favorece una gran vulnerabilidad para la depresión en los hijos. Se ha encontrado que las actitudes críticas y perfeccionistas de los padres, junto con el descuido y sobreprotección parental, son un abono para el aprendizaje de actitudes disfuncionales en los hijos y, como una consecuencia, la mayor probabilidad de experimentar depresión. Esta cadena causal queda graficada en la siguiente figura. Parentalidad crítica Parentalidad perfeccionista Actitudes disfuncionales Vulnerabilidad para la depresión Descuido Parental Sobreprotección Parental Fig. 2. Parentalidad, actitudes disfuncionales y vulnerabilidad (Randolph y Dykman (1998) Estilo Atribucional El planteamiento del estilo atribucional como un factor de vulnerabilidad para la depresión tiene sus antecedentes en la teoría de la atribución. Esta teoría plantea que la búsqueda de una explicación para los eventos (en especial para los eventos negativos inesperados) es una característica del comportamiento humano. Nacida dentro del campo de la psicología social experimental, los aportes de esta teoría se fueron expandiendo hacia el campo clínico especialmente con rela- ción a los modelos de la desesperanza aprendida y de la depresión por desesperanza (Manrique, 1994). El estilo atribucional es un compuesto de tres dimensiones que, de una manera separada o en conjunto, se activan cuando una persona confronta un evento negativo (o un evento positivo) y se embarca en la búsqueda de una causa explicativa suficiente (pero no siempre exacta) para la ocurrencia de este evento. Las dimensiones del estilo atribucional son gráficamente expuestas en la siguiente figura. 55 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Lugar de Control Atribuciones Internas Evento (-) Atribuciones Externas Evento (+) Atribuciones Estables Evento (-) Atribuciones Inestables Evento (+) Atribuciones Globales Evento (-) Atribuciones Específicas Evento (+) Depresión Estabilidad Depresión Globalidad Depresión Fig. 3. Dimensiones Explicativas y Consecuencias del Estilo Atribucional La teoría reformulada de la indefensión aprendida y de la depresión (Abramson, Seligman y Teasdale, 1978) postula que el estilo atribucional negativo (esto es, la tendencia a explicar las causas de los eventos negativos de formas pesimistas) representa un factor de riesgo para la depresión. La reformulación se centra en las tres dimensiones de la atribución que se grafican en el cuadro anterior: (1) Interna-Externa, (2) Estable-Inestable, y 56 depresogénico. Por el contrario, aunque con resultados semejantes, las atribuciones externas, inestables y específicas para los eventos positivos también producen depresión. Abela y Seligman (2000) también señalan los tres estilos inferenciales que se supone son causas contribuyentes distantes para la depresión por desesperanza: (1) la tendencia a atribuir los eventos negativos a causas globales y estables, (3) Global-Específica. (2) la tendencia a percibir los eventos negativos con muchas consecuencias negativas, y Se postula que las atribuciones internas (“es mi culpa”), estables (“siempre me pasa esto”) y globales (“toda mi vida es un fracaso”) para los eventos negativos se constituyen en lo que ha venido a llamarse estilo atribucional (3) la tendencia a inferir características negativas respecto al yo cuando ocurren eventos negativos. Cada uno de estos estilos predispone a la persona a la depresión por desesperanza. REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Estilo Rumiativo 2) Respuestas centradas en los síntomas (p.e., “Pienso en lo difícil que es concentrarme”), y Se ha planteado que las diferencias individuales en las respuestas cognitivas a los estados de ánimo pueden determinar si éstos persisten e inician una escalada hacia desórdenes clínicos más severos y crónicos. Por ejemplo, se ha sugerido que una vez que se ha establecido un estado de ánimo disfórico, puede ser mantenido y exacerbado por sesgos congruentes con el estado de ánimo en la memoria y la atención (Segal e Ingram (1994). De una manera similar, se ha propuesto que los individuos que responden a los estados de ánimo disfóricos con un estilo de respuesta rumiativo son vulnerables para continuar con la disforia. La respuesta rumiativa implica la focalización repetida en el hecho de que uno está deprimido, sobre los síntomas de depresión de uno, y sobre las causas, significado y consecuencias de los síntomas depresivos (Roberts, Gilboa y Gotlib, 1998). 3) Respuestas centradas en las posibles consecuencias y causas del estado de ánimo (p.e., “No puedo ser capaz de hacer mi trabajo porque me siento muy mal”). El estilo rumiativo también incluye cierto número de respuestas conductuales (p.e., “Prestar atención a música triste”, “Escribir lo que estoy pensando y analizarlo”). Con el fin de examinar los niveles típicos de rumiación, Nolen-Hoeksema y Morrow (1991) desarrollaron una medida de autorreporte del estilo de respuesta. Este cuestionario les pide a las personas un reporte de los tipos de pensamientos y conductas en los que típicamente se ocupan cuando experimentan disforia. En varios estudios se ha encontrado que los estilos de respuesta rumiativa predicen elevados niveles de disforia en el curso del tiempo, aun después de controlar estadísticamente el nivel inicial de la severidad de la disforia. Tal como se ha señalado, el estilo rumiativo implica tres tipos de respuestas frente al estado de ánimo disfórico: 1) Respuestas que se centran sobre el yo (p.e., “¿Por qué siempre reacciono de esta manera?”), De manera interesante, hay datos que sugieren que el estilo rumiativo podría mediar los efectos de otros factores de riesgo para la disforia y la depresión. Por ejemplo, la elevada prevalencia de depresión entre las mujeres pudiera explicarse por la tendencia de las mujeres a rumiar en respuesta a la disforia, mientras que los hombres tienden a distraerse activamente (Nolen-Hoeksema et al., 1993). También se ha encontrado que factores globales de la personalidad implicados en la vulnerabilidad para la disforia y la depresión, pueden estar mediados por un estilo de respuesta rumiativo. De manera particular, hay una creciente evidencia de que el neuroticismo está asociado con un riesgo para la disforia y la depresión clínica, y que el estilo rumiativo puede explicar el efecto del género y del neuroticismo en la vulnerabilidad para los episodios de disforia (Roberts, Gilboa y Gotlib, 1998). El siguiente gráfico plantea que la rumiación es una manifestación cognitiva importante del neuroticismo, esto es, los individuos relativamente neuróticos tienden a centrar su atención sobre los estados de ánimo y experiencias disfóricos, lo que a su vez amplifica estos sentimientos y conduce a episodios de disforia más persistentes. 57 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Género Neuroticismo Rumilación Duración de la Dp Síntomas depresivos actuales Fig. 4. Relaciones entre género, depresión, neuroticismo, estilo rumiativo y duración de episodios disfóricos (Roberts, Gilboa y Gotlib, 1998). Se ha encontrado, además, que la rumiación en el contexto de un ánimo disfórico está asociada con un recuerdo creciente de las memorias autobiográficas negativas. Estas memorias incluyen interpretaciones más negativas de las situaciones actuales, predicciones más negativas acerca del futuro y una menor efectividad para la solución de los problemas interpersonales. Un sólido cuerpo de investigación sugiere que la rumiación es una característica estable de diferencias individuales. La rumiación disfórica reduce la disposición de la gente para ocuparse en actividades agradables, distractoras (p.e., salir a comer con amigos) aun cuando siente que disfrutaría de tales actividades. Adicionalmente, la gente inducida a rumiar en respuesta a un ánimo deprimido, siente que ha ganado comprensión y entendimiento de sus problemas y sentimientos, 58 lo que puede alentar la rumiación (Hertel, 2001). Una posible explicación de por qué la gente continúa con su rumiación, a pesar de sus consecuencias negativas, se basa en el supuesto de que se trata de una manifestación de una tendencia más general hacia la inflexibilidad cognitiva o la perseveración. Las rumiaciones han sido definidas como “pensamientos autofocalizados perseverativos”. La perseveración, por su parte, ha sido definida como el fracaso para modificar efectivamente la conducta cuando se proporciona un feedback y para modular la conducta a la luz de las consecuencias futuras, así como para ajustar las estrategias cognitivas al enfrentar las contingencias ambientales cambiantes (Hertel, 2001). REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Sociotropía y Autonomía Varios teóricos han propuesto que existen dos principales estilos cognitivos y de personalidad asociados con el inicio y mantenimiento de la depresión. La sociotropía (dependencia social) fue descrita como el involucramiento en un intercambio positivo con los otros, y está caracterizada por un excesivo interés respecto a las relaciones interpersonales, una exagerada preocupación con el hecho de ser amado y un miedo al rechazo. La autonomía, por su parte, fue descrita como la disposición de la persona para preservar e incrementar su independencia, su movilidad y derechos personales, y se caracteriza por un excesivo interés respecto al logro independiente, una exagerada preocupación con la perfección y un miedo al fracaso personal (Beck, 1983). En relación con los tipos de estilos cognitivos anteriores, se ha planteado la hipótesis de la congruencia evento-personalidad, esto es, la gente que exhibe niveles elevados de orientaciones cognitivas y de personalidad, como la sociotropía y la autonomía, debe ser particularmente susceptible a experimentar depresión de manera subsiguiente a un evento estresante congruente con su tipo específico de sensibilidad. Por ejemplo, la gente altamente sociotrópica (interpersonalmente orientada) se supone que resultará deprimida después de experimentar un evento que marca una ruptura en una relación social, como el fin de una relación sentimental. En contraste, los individuos altamente autónomos (orientados al logro) se plantea que serán particularmente susceptibles a la depresión después de un evento que impide el logro de sus metas, como el hecho de ser obviado en una promoción (Beck, 1983). El mismo Beck (1983) plantea que, cuando las personas altamente sociotrópicas resultan deprimidas, su cuadro clínico está fenomenológicamente dominado por un sentido de pérdida o deprivación, y exhiben síntomas muy parecidos a aquellos tradicionalmente asociados con el concepto de depresión reactiva. Específicamente, se sentirán más solitarias y poco dignas de ser amadas, es muy probable que tengan síntomas de ansiedad y que tiendan al llanto, busquen ayuda, tengan un ánimo más lábil y reactivo, con respuestas de tranquilidad y alivio cuando son hospitalizadas. Por su parte, se plantea que la depresión autonómica, que se desarrolla en respuesta a pérdidas en los logros, está caracterizada por sentimientos de derrota, desesperanza y pesimismo respecto al tratamiento, autoculpa y sentimientos de fracaso, profunda pérdida de interés o disfrute. Robins et al (1997) señalan que estos estilos cognitivos y de personalidad han sido estudiados en relación a la depresión de varias maneras, incluyendo pero no limitándose a las hipótesis de que éstos: (a) crean vulnerabilidad para la depresión de manera subsiguiente a un evento congruente, pero no a un evento no congruente; y (b) traen como resultado depresiones con síntomas diferentes y otras características clínicas. La siguiente figura ilustra estas interacciones congruentes entre eventos estresantes y estilos cognitivos y de personalidad. 59 REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN Estilo cognitivo y de personalidad Evento estresante Sociotropía Pérdidas Interpersonales Experiencia de Depresión Depresión con sintomatología diferenciada Autonomía Pérdida de logros Fig. 5. Sociotropía y Autonomía como factores de vulnerabilidad para la depresión COLOFON En esta sucinta revisión, se han presentado las más importantes teorías que se han centrado en el estudio de la vulnerabilidad cognitiva para la depresión: los modelos de los esquemas, el modelo del apego y el modelo de la desesperanza. Se han planteado algunas de las variables que pueden encontrarse vinculadas a los orígenes de la vulnerabilidad para la depresión. De una manera general, tanto los estudiosos que se centran en la depresión adulta como los que trabajan fundamentalmente con la depresión infantil, comparten un punto de vista común: tener una clara comprensión de los orígenes de la vulnerabilidad cognitiva para la depresión sin importar cuál sea la edad de la persona vulnerable y, del mismo modo, un reconocimiento de que la comprensión de estos orígenes está básicamente 60 concatenado con el entendimiento de los eventos de la infancia, adolescencia y tal vez la temprana adultez. Finalmente, sin agotar con ello el vasto y complejo campo de la vulnerabilidad cognitiva, se han propuesto cuatro tipos específicos de vulnerabilidad cognitiva para la depresión (actitudes disfuncionales, estilo atribucional, estilo rumiativo y el estilo sociotrópico-autónomo) que cuentan con un extenso fundamento empírico. Como resaltan diversos e importantes autores, existen aun muchos vacíos e interrogantes en la investigación, pero lo que resulta innegable y valioso para fines de prevención y abordaje terapéutico, es el creciente cuerpo de conocimientos al parecer sin solución de continuidad. REVISTA DE PSIQUIATRIA Y SALUD MENTAL HERMILIO VALDIZAN REFERENCIAS Abela, J.R.Z. & Seligman, M.E.P. (2000). The hopelessness theory of depresión: A test of the diathesisstress component in the interpersonal and achievement domains. Cognitive Therapy and Research, 24, 361-378. Abramson, L.Y., Alloy, L.B., Hogan, M.E.,Whitehouse, W.G., Donovan, P., Rose, D.T., Panzarella, C. & Raniere, D. (1999). Cognitive vulnerability to depression: Theory and evidence, Journal of Cognitive Psycchotherapy: An International Quarterly, 13, 5-20. Abramson, L.Y., Seligman, M.E.P. & Teasdale, J. (1978). Learned helplessness in humans: Critique and reformulations. Journal of Abnormal Psychology, 87, 49-74. 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