1 “JOVENES VIOLENTOS, NIÑOS DEPRIVADOS. IMPLICANCIAS EN LA CONSTRUCCION DE LA SUBJETIVIDAD” EJE III. Psicoanálisis de Niños y Adolescentes XXV Congreso Latinoamericano De Psicoanálisis Guadalajara, México - Septiembre 2004 Dra. Leonor Valenti Greif ∗ “Todo lo que lleva a la gente a los tribunales o a los manicomios tiene su equivalente normal en la infancia y la niñez y en la relación del niño con su propio hogar.” D.W.Winnicott , (1946) “El niño antisocial" tiene dos alternativas: aniquilar su verdadero self o convulsionar a la sociedad hasta que ésta le proporcione protección.” D.W.Winnicott , (1955) DINAMICA SOCIAL Y SUBJETIVIDAD Violencia1 y desamparo2 social forman parte de una ecuación con resultados diversos sobre el psiquismo y nos llevan a interrogarnos sobre su complejidad. Ambos ∗ Médica Psicoanalista. Miembro Titular de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), E-mail: [email protected] - Tel/fax: 54 (011) 4831-7477, Buenos Aires, Argentina. 1 Entre las acepciones etimológicas de violencia, leemos “someter a otro por la fuerza” . M. Moliner Diccionario de uso del español, Ed. Gredos, 1994. 2 ”Dentro de la etimología de amparo: “proteger” es evitar que otro sea atacado o violado. El prefijo “des” indica la inversión del significado de la palabra primitiva. M. Moliner, ob. cit.. 2 temas, lamentablemente hacen a nuestra cotidianeidad. Así lo demuestran los acontecimientos que ocupan el día a día en la primera plana de los diarios. Es un S.O.S. que nos llega en imágenes de niños y adolescentes que se encuentran en esta situación de riesgo y nos convocan en su petición a pensar en ellos. Durante la segunda guerra mundial Donald W. Winnicott fue nombrado asesor psiquiátrico del gobierno inglés en el Esquema de Evacuación de Niños desde la ciudad de Londres hacia zonas rurales del condado de Oxford con el fin de protegerlos de los peligros de los ataques bélicos. En esta experiencia tuvo la oportunidad de observar cómo las situaciones de desarraigo familiar, la pérdida del hogar y de los grupos de pertenencia, generaban conductas reactivas al sentimiento de pérdida que incidían en el comportamiento de los niños y de los adolescentes, sobretodo en aquellos que ya arrastraban carencias ambientales de la primera infancia. Consideró además, que era necesario para evaluar el grado de la deprivación3 contemplar tanto las causas subjetivas, como así sociales4 incluyendo el hogar y la familia. 3 Deprivación: 1) estrictamente hablando, el término significa la pérdida de un objeto o persona deseados y se lo emplea tanto para referirse al acto de remoción del objeto o persona como al estado mismo de pérdida. (The Penguin Dictionary of Psycology, Arthur S. Reeber, 1995). 2) El análisis sociológico define ampliamente deprivación como la desigualdad de acceso a los bienes sociales. (The Penguin Dictionary of Sociology, Nicholas Abercrombie, Stephen Hill and Brian S. Turner, 1994). 3) Deprivado, marcado por la carencia para satisfacer las necesidades de la existencia. (Diccionario de la lengua española) , 4) “... el niño ha perdido algo bueno, que, hasta una fecha determinada, ejerció un efecto positivo sobre su experiencia y que le ha sido quitado; el despojo persistido por un lapso tan prolongado, que el niño ya no puede mantener vivo el recuerdo de la experiencia vivida. (La tendencia Antisocial – “Deprivación y Delincuencia” de D. W. Winnicott) 3 Tal como ocurre en las guerras, una crisis de valores tan extendida como la actual, puede conmover profundamente –desgarrando- las redes sociales que contienen y protegen a los individuos que les están adscriptos. Esto afecta tanto a las familias como a la totalidad de las instituciones que organizan la vida social (me refiero a la salud, educación, economía, trabajo, seguridad y justicia. Desde la influencia que tiene la vertiente social, podemos llegar a suponer que las crisis culturales actuales5-6, reflejan una ausencia de paradigmas eficientes para conducirnos en situaciones caracterizadas por el cambio permanente. Nos encontramos con la vigencia de códigos morales inestables (que brindan un mayor espacio para el ejercicio de una doble moralidad), y con tensiones relacionadas a una disyunción entre las metas sociales exaltadas como deseables y la restricción de recursos legítimos para lograrlas. En este estado virtual de anomia, se alteran los cimientos de la solidaridad y proliferan las conductas orientadas meramente al logro de metas narcisistas, reveladoras de la creciente incapacidad para preocuparse por “el otro”, en cuanto a considerarlo como a un semejante que puede llegar a sufrir de un intenso dolor psíquico por la falta de reconocimiento social. Así, se configura un “ambiente” que refuerza el “complejo de deprivación”, del que el sujeto no se puede sustraer y que -casi seguramente- dejará una impronta en su 4 D. Winnicott “Deprivación y Delincuencia”, 1950, Art. “El Niño Deprivado y Cómo Compensarlo Por La Pérdida De Una Vida Familiar”. 5 Freud, S., Obras Completas Tomo XXI (1930[1929]) “El malestar en la cultura” , Amorrortu editores: La palabra "cultura" designa la suma de las operaciones y normas que distancian nuestra vida de la de nuestros antepasados animales y que sirven a dos fines: proteger al ser humano frente a la Naturaleza y la regulación de los vínculos recíprocos entre los hombres...aceptamos como culturales todas las actividades y los valores que son útiles al ser humano [...]." 6 Winnicott, D. W. (La experiencia cultural, Realidad y Juego): “Al utilizar el vocablo cultura pienso en la tradición heredada. Pienso en algo que está contenido en el acervo común de la humanidad, a lo cual pueden contribuir los 4 psiquismo. Cuando hablamos de complejo de deprivación consideramos una serie que incluye los sucesos tempranos y tardíos, el trauma en sí, como también el estado traumático sostenido”. (Winnicott,” La tendencia antisocial”, 1956) La declinación institucional representa que éstas ya no puedan operar adecuadamente como articuladores simbólicos entre la subjetividad y la dinámica social. En efecto, las instituciones sostienen una presencia formal pero no cumplen con la función social para las que fueron creadas. Este vaciamiento de sentido genera en el sujeto la dificultad de investirlas simbólicamente. Cuando las instituciones fallan, se distorsionan los procesos identificatorios, alterándose la representación que el sujeto tiene de sí en lo colectivo. Al no poder convalidar las inscripciones que hacen a su singularidad en lo institucional, el sujeto experimenta serias dificultades para reconocerse como un miembro efectivo de su comunidad, es decir, la sociedad como comunidad de lazos orgánicos7. El aludido déficit identificatorio, sumado a la pérdida de los ideales y al sentimiento de exclusión, configuran las condiciones apropiadas para un aumento progresivo de la tensión intrapsíquica que -de acuerdo a sus magnitudes- puede llegar a desbordar la capacidad del sujeto para tramitarla. individuos y los grupos de personas, y que todos podemos usar si tenemos algún lugar en que poner lo que encontremos. 7 Durkheim, E.: “The Elementary Forms of Religious Life”. Las representaciones colectivas "agregan a lo que nosotros podemos aprender mediante nuestra experiencia personal toda aquella otra sabiduría y ciencia que el grupo ha acumulado a lo largo de los siglos". Dichas representaciones expresan ideas y sentimientos colectivos que proporcionan al grupo tanto su unidad como su carácter singular. Por consiguiente, las representaciones colectivas son un factor importante de la solidaridad de una sociedad o de un grupo social. 5 Como correlato de ello, re-aparece (y se refuerza) en el sujeto el sentimiento de desvalimiento, mientras que el yo instrumenta todas aquellas defensas a las que pueda recurrir para salir de la situación traumática8 . En esta situación, resulta difícil no asociar este “desvalimiento”, con la desesperanza, con la desolación y con un desamparo social efectivo. Entre las defensas que el sujeto ensaya -como reacción ante la deprivación-, encontramos la tendencia antisocial (Winnicott, 1956). Esta tiene el carácter de un llamado al otro social y contiene la esperanza de revertir la situación de pérdida. Las conductas inscriptas en la tendencia antisocial, se expresan en el espacio público buscando conmover -y así lograr una respuesta de la sociedad- que le permita al sujeto recomponer los marcos de referencia que había perdido. Entre las características manifiestas de la tendencia antisocial encontramos el robo, la mentira y la destructividad. Su origen se remonta a la fantasía inconsciente de recuperar lo perdido en el vínculo con el objeto, que le asegura ser incluído en la red simbólica. También representa una petición de Ley, que interdicte y asegure el marco simbólico que garantiza y da sentido a la experiencia de vivir. “El contenido no tiene significado sin una forma" ( Winnicott, 1965 ). EL AMOR Y EL ODIO EN LAS RAICES DE LA VIOLENCIA. "El amor y el odio constituyen los dos principales elementos a partir de los cuales se elaboran todos los asuntos humanos. Tanto el amor como el odio implican agresión. La agresión por otro lado, puede ser un síntoma del miedo." Winnicott, D. W. (1946). 8 Freud, S., ob. cit. Tomo XX, (1926) , “Inhibición, síntoma y angustia”, “...Llamamos traumática a una situación de 6 La moción primaria de amor y discordia, vida y muerte es potencialmente destructiva, pero que lo sea o no dependerá del objeto, si sobrevive o reacciona." Winicott, D. W. (1969). Winnicott nos habla de un potencial agresivo que en el comienzo de la vida, es equivalente a la “energía viviente", sinónimo de actividad, de motricidad y constituye la fuerza (drang) que va hacia el encuentro del objeto, formando parte del amor primitivo. Este potencial agresivo constituye la agresividad, que fusionada con las raíces eróticas, forma parte del amor. Esta "agresión erótica" sería la matriz fundamental del narcisismo, está presente en las primeras identificaciones y se encuentra en la base de las relaciones de objeto. La agresión, adquiere sentido y se la reconoce como tal, cuando se fusionan las raíces libidinales y agresivas, y el infans comienza a hacerse responsable de su agresión potencial y es insoslayable destacar que la mayor o menor potencialidad destructiva de su agresividad, dependerá del comportamiento del objeto. En los primeros estadíos del desarrollo, el infans, incapaz de valerse por si mismo, depende para su supervivencia, del lugar psíquico de alojamiento que le brinde la madre, especialmente en su función de medio ambiente9, quien así se constituye en el primer objeto social10, representante del otro cultural. A medida que avanza en el proceso de subjetivación, el infans se autopercata de sí y reconoce al otro, como otro -adquiere noción de su dependencia- y comienza a desvalimiento vivenciada; tenemos buenas razones para diferenciar la situación traumática de la situación de peligro [esta es] la situación de desvalimiento descernida, recordada, esperada...” 9 G. A.Theodorson: (ambience) Red de personas que interactúan con un individuo determinado en una situación dada. 10 G. A. Theodorson: (social object) 1. Una persona. 2. Cualquier objeto o fenómeno que es el centro de la conducta social en una situación dada. En consecuencia, un objeto social puede ser una persona, un grupo, una actitud, una meta. 7 preocuparse por la sobrevida y el destino del objeto. En síntesis, reconoce que el objeto del que depende en la realidad, es el mismo que destruye en su fantasía inconsciente. El objeto deberá sobrevivir a la experiencia pulsional, y el ambiente (lo social) proveerá el campo y el marco que le permitirá al infans integrar la serie amor-odioinquietud-reparación, y sólo así el bebé podrá "aceptar su responsabilidad de la fantasía total derivada del impulso instintivo que antes era despiadado. La crueldad da paso a la compasión, la indiferencia a la inquietud11." La agresión en este momento comienza a adquirir sentido en cuanto a su potencialidad destructiva, generando en el infans un desarrollo de angustia al que Winnicott llama "sentimiento de inquietud" o de "preocupación" que lo hace sentir responsable de su accionar en relación al objeto. Cuando se ha podido internalizar un marco suficientemente confiable -que opere a modo de represión estructurante- se logra el control de la agresión que depende fundamentalmente de la calidad e historia de la relación con los objetos primarios. En esta etapa del desarrollo cobran sentido la crueldad y la ternura, (ambas en relación con el holding materno internalizado). También, el reconocimiento del otro como un ser humano independiente; sobre el que no se tiene un control mágico-omnipotente y además implica la posibilidad de comenzar a experimentar la empatía, el deseo de reparación, la culpa y la posibilidad de realizar duelos. Si el gesto reparatorio del niño que da cuenta de la responsabilidad que asume sobre su agresión, no es reconocido por su ambiente social, provocará que los logros 11 Winnicott, D. “Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional”. Primera Parte, Cap.6: “El desarrollo de la capacidad para la preocupación por el otro”. Ed. Paidos (1963) 8 adquiridos en la fase de inquietud corran el riesgo de ser inhibidos, se distorsionen o se pierdan, incrementándose la frustración y la agresión con su potencialidad destructiva. En consecuencia nos encontramos con una situación traumática determinada por la pérdida de un objeto que no ha podido sobrevivir al amor-odio del infans y se constituye dentro de lo que será su fantasmática como un muerto-vivo al que no se puede duelar pero tampoco se puede disponer de él. Estos fallos que alteran la constitución subjetiva durante la infancia pueden permanecer velados durante la latencia, y es durante la adolescencia que podemos encontrarnos con la expresión manifiesta del efecto demorado y acumulativo del trauma. Dice Freud...”las pulsiones reforzadas por la maduración física pueden retomar ahora la lucha en que inicialmente sucumbieron a la defensa; [...] las reacciones y alteraciones del yo producidas por la defensa se revelan ahora como unos obstáculos para tramitar las nuevas tareas de la vida, y entonces se cae en conflictos graves entre las exigencias del mundo exterior real y el yo, que quiere preservar la organización que laboriosamente adquirió dentro de la lucha defensiva12”. Asimismo, si a los niños que ya llegan con déficit traumáticos a la adolescencia se les suma en esta nueva fase de la socialización la falta de inserción en la comunidad, nos encontramos con un segundo tiempo de lo traumático facilitado por un “real social” que ha dejado de operar como marco favorecedor de la construcción de la subjetividad, ya sea por los cambios vertiginosos de los referentes simbólicos o por la “vigencia” de instituciones en las que reina la anomia. 12 Freud, S. Ob. Cit, Tomo XXIII (1939[1934-38]) “Moisés y la religión monoteísta”. 9 ALGUNAS APROXIMACIONES METAPSICOLOGICAS ACERCA DEL ORIGEN DE LA VIOLENCIA POR EFECTO DE LA DEPRIVACION SOCIAL Cuando predominan las experiencias traumáticas sostenidas se refuerza la vertiente patológica de la agresión; en relación a la posibilidad de ligadura de esta última, Winnicott dirá: “sólo una pequeña proporción del potencial agresivo se fusiona con la vida erótica y el bebé queda entonces cargado con impulsos que no tienen sentido y que terminan por llevar a la destructividad en la relación con los objetos o, peor aún, por formar la base de una actividad que carece por completo de sentido13 [...]” El sujeto deprivado, ante el déficit de recursos psíquicos para tramitar los efectos provocados por la sucesión acumulativa de pérdidas, necesita actuar su conflicto en el mundo exterior, y el ataque a la sociedad en un primer tiempo, representa la esperanza de que otro ponga freno a esa destructividad que lo amenaza en su propio ser. Para controlar la creciente tensión psíquica y lograr un grado de homeostasis, se ve enfrentado -en los casos más graves- a la disyuntiva narcisista de la destrucción de su propio self o la destrucción del otro en una expresión violenta. A este respecto conviene recordar a Freud cuando señala que: “…parece realmente como si tuviéramos que destruir otras cosas y a otros seres para no destruirnos a nosotros mismos, para protegernos contra la tendencia a la autodestrucción”14. 13 14 Winnicott, D. “El primer año de vida”. Freud, S. Ob. Cit. Tomo XXII (1933[1932]). “Conferencia 32: Angustia y vida pulsional”, 10 La violencia hacia el ambiente adquiere aquí el sentido del ejercicio de una defensa de tipo paranoide, que por desplazamiento protege al self de sus propias pulsiones agresivas y del riesgo de debacle psíquica. En un intento de desmentir la pérdida sufrida y no tolerada, la violencia surge como una defensa contra la angustia y en algunos casos constituye un recurso desesperado ante el peligro del derrumbe de la personalidad. Consideramos también que: 1) Se produce una desorganización de la dialéctica entre la realidad psíquica y la realidad exterior, perdiéndose -en grado diverso- la posibilidad de atribución de sentido a las percepciones y emociones. El límite entre la realidad y la fantasía se torna difuso. 2) La red representacional se empobrece debido a las carencias en lo psíquico, produciendo fallas en el trabajo de simbolización. 3) La agresión destructiva intencional vinculada a la conducta violenta, tiene connotaciones compulsivas (atacar, denigrar, destruir, etc.) y en muchos de los casos buscan alterar al objeto para hacerlo menos excitante y menos deseable. 4) Las fallas de los vínculos tempranos (debido a una adaptación errática o por excesos de ausencia o de intrusión) facilitarán en el niño el desarrollo de fantasías de ataque y esa falta trófica de alojamiento en el otro lo “acostumbrará” a tener una imagen negativa de sí mismo y a considerarse indigno de amor, con la consiguiente intensificación de la pulsión de muerte. 5) Encontramos en consecuencia, una activación precoz de la vertiente patológica de la agresión particularmente por las situaciones de carencia y a su vez el anhelo de 11 recrear imaginariamente una relación de objeto fusional que restituya el equilibrio narcisista. A modo de conclusión podemos decir que luego de cada actuación el sujeto se irá reorganizando de acuerdo a pautas defensivas más regresivas que lo alejan cada vez más del anclaje con las pérdidas originales. Cuando logra instalarse el beneficio secundario de la enfermedad, la mentira, el robo o la pura destrucción se convierten en una forma de vida y en una necesidad para mantener el sentimiento de bienestar, el equilibrio y el contacto con la realidad. Cuando esto ocurre la tendencia antisocial ya se ha transformado en delincuencia. A MODO VINETA CLÍNICA: LA CRONICA DE EZEQUIEL15 La madre lo dejó, siendo un bebé, en manos de la abuela. La abuela lo dejó, siendo un bebé, en manos de la madrina. Como la madrina tenía varios hijos, Ezequiel recibía las sobras de una crianza bizarra. A los 8 años se escapó, empezó a vivir en casas abandonadas, a tomar drogas varias. A los 12 años empezó a robar. El padre está preso. Cada tanto recibe una carta desde la cárcel en la que le dice que él no es su hijo, porque lo dejó tirado. En el barrio del Gran Buenos Aires donde hace estragos desde los ocho años se la tienen jurada. Por eso Ezequiel, de 16 años, hace un mes que no puede ver a Romina. 15 Revista La Nación, Buenos Aires, 21 de febrero de 1999. 12 Jura que si asoma la nariz por el barrio, lo bajan. Además, está el detalle de que le hizo pulpa el cráneo al padre de la Romi. “La quería mandar a un instituto de menores. Un día se subió al auto, lo apunté, le di un par de culatazos, lo desmayé y le empecé a patear la cabeza. Le gritaba: “vos me la llegás a sacar a la Romi y yo te mato”. Tenía ganas de matarlo, se ve que Dios no me dejó. Saqué nafta, me llevé el auto a la esquina....Voló dié metro pa´arriba. Ese día me la llevé a la Romi, estuvo una semana en mi casa. Le pregunté: “ ¿Vos me amás? Y ella me dijo. “Sí, te amo un montón, me vas a tener que matar para sacarme de tu lado. ”Pero al final se fue porque por buscarla me iban a matar a mí. La llevé hasta cerquita de la casa, la miraba cómo se iba. Me puse a llorar, pegué como cinco piñas a la pared, me salió un hueso por acá.... Le pegué tanta piña que me sangró la mano. Ese día me fui a buscar a unos pibes que me prestaron las armas, y me fui a robar una estación de servicio. Rompí todo y no me llevé nada. Estaba ciego. Ahora tengo miedo que le pase algo a la Romi, porque la soñé, se veía todo oscuro y se le veía la cara nomás. Ese sueño es la muerte. La Romi tiene la muerte en la cara. Ella es demasiado buena, no sabe defenderse. Yo tengo miedo que alguien se tome venganza con ella. No teníamos planeado el futuro. No sé si llegaremos al futuro. Hoy por hoy, mañana por mañana. La vida de un ladrón es así. Hoy estás, mañana vas a robar, te pueden matar. “La Romi me ama mucho, nunca me dejó tirado. Tenemos un pacto de amor: vamos a morir juntos. La primera vez que la llevé a Lavalle me mandé un moco. Fuimos a comer a McDonald´s y al lado una señora dejó un bolso y se fue a comprar algo. Me moría de ver esa plata. Le dije: Romi, perdoname que te arruine la comida, vamono de acá que zafamo. Me llevé el bolso y corrimos. Se enojó grande. Me decía “Cómo vas a hacer eso si me invitás”. Pero no sé ese problema que tengo que no me puedo contener”. 13 “¿Lástima? No, lástima no. ¿Quién tiene lástima de mi? Nadie. Aprendí en la calle: hoy por mí, mañana por mí. A los 14 me fracturaron dos costillas, porque le quise robar al jefe de calle que es un policía de civil con una bicicleta alucinante. Se la afané, le pegué y al toque pintó la policía. Me dieron una paliza que me mataron. Estuve dos meses en la comisaría sin que nadie supiera. El día que me llevaron para tomarme el nombre, como si recién hubiera caído, me escapé. A los 15 empecé a robar coches, con un amigo mío que la policía lo apretó y me mandó preso. Cuando lo encontré al pibe lo golpié, le pegué dos tiros en las piernas. Vigilante, botón. Con él robábamos taxis. No le hacíamos daño al conductor ni nada. Lo metíamos adentro del baúl, lo hacíamos sufrir un poco, lo amenazábamos de afuera. Se ponía a llorar y lo dejábamos, porque yo puedo ser de todo lo que sea, pero tengo sentimientos. Lo dejábamos en medio de un campo, atado a un árbol que hay. Siempre estaba la soga ahí. Se ve que zafaban y quedaba la soga. El auto lo vendíamos a la gente que hacía empapelado, autos truchos. Me llevaba 5 lucas, pero me duraban una semana. Me la tomaba toda”. “Una vez me fui a Entre Ríos a ver la tumba de la Gilda. Me tiré del micro y me puse a llorar. Le enterré ahí una foto de Romi conmigo. Si nos pasa algo, le digo a la Gilda que vamos a estar los tres juntos en el cielo. No sé si iré al cielo....Romi creo que va a ir al cielo. Pero yo no sé porque no estoy arrepentido. Me siento orgulloso. Tengo 16 años y me pegaron puñaladas, los tiros los sentí por acá, y siempre me reí. Hay un tema de La Renga ”La balada del diablo y la muerte”. Ayer a la noche parecía que el cerebro me estaba cantando esa canción. Me levanté y pensé: “ El diablo está detrás de mí”. Es una maldad que tengo. A mí me gusta que me persigan esos giles y saber que no me van a agarrar nunca. Yo soy un chico de la calle. No quiero salir de ahí. Me crié en la calle, me quiero morir en la calle”. 14 Esta conmovedora historia de Ezequiel nos habla de una serie repetida de abandonos, donde “los otros sociales” -comenzando por los de la familia-, aparecen indiferentes y ausentes ante un niño que desesperadamente intenta generar respuestas a través de acciones cada vez más violentas, para ser contenido, para “no enloquecer”, para no destruir ni autodestruirse. Al modo de series complementarias se fueron eslabonando en Ezequiel una crianza errática, la indiferencia institucional y los factores que hacen a la exclusión social. Ezequiel es casi un NN social (identificación desconocida), cuya condición de ser se sustenta en “ser un chico de la calle” que puede llegar a “ser un delincuente”. En este tercer milenio, es sin duda la violencia la que nos fuerza a interrogarnos sobre su complejidad y su diversidad, debido a que atraviesa todos los estratos sociales de nuestros "mundos contemporáneos" (Marc Augé, 1996). Son los jóvenes, los actores jerarquizados de estas actuaciones sociales, en el escenario de lo público. Es importante observar que si la escena representada no es descifrada por "los otros sociales", la violencia irá perdiendo su ropaje simbólico y terminará presentándose "desnuda" en lo real. La violencia como máscara de la deprivación, contiene en su origen, la secreta esperanza de recuperar el marco de referencia perdido y fuerza a responder socialmente. De no ser así, dejamos lugar a que se instale una violencia que sólo tiene sentido por sí misma, sin proyecto, sin ambición, sin imaginario, como una expresión desesperada de la banalización de la vida y de la desinserción social. 15 Resumen: “Jóvenes violentos, niños deprivados: Implicancias en la construcción de la subjetividad”, plantea cómo la crisis de los valores que afecta a las instituciones sociales influye negativamente en la constitución subjetiva de niños y adolescentes, particularmente en aquellos que arrastran carencias ambientales de la primera infancia. Se realiza un recorrido conceptual de las ideas de D. W. Winnicott acerca de la agresión, la deprivación y la tendencia antisocial. Se despliegan una serie de aproximaciones metapsicológicas sobre el origen de la conducta violenta como resultado de la predominancia de situaciones traumáticas sostenidas. Se presenta como articulador clínico la crónica de un niño deprivado, para poner de manifiesto la dinámica que subyace al adolescente violento que puede llegar a transformarse en delincuente. 16 Bibliografía: Augé, Marc: Hacia una antropología de los mundos contemporáneos. Editorial Gedisa, Barcelona, 1996. Evans, Dylan: Diccionario Introductorio de Psicoanálisis Lacaniano. Editorial Paidós. Bs. As., 1997. Fernández, Ana M.: Instituciones estalladas. Editorial Eudeba. Bs. As., 1999. Freud, Sigmund.: Obras Completas Amorrortu editores, 1979: Tomo XX, “Inhibición, síntoma y angustia” Tomo XXI “El malestar en la cultura” Tomo XXII “Conferencia 32: Angustia y vida pulsional” Tomo XXIII “Moisés y la religión monoteísta”. Hassoun, Jacques: El oscuro objeto del odio. Editorial Catálogos. Bs. As., 1999. Kaufmann, Pierre: Elementos para una enciclopedia del psicoanálisis. El aporte freudiano. Editorial Paidós. Bs. As., 1996. Lipovetsky, Gilles: La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Editorial Anagrama. Barcelona, 1998. Moliner, María: Diccionario de uso del español, Ed. Gredos, 1994 Theodorson, G. A. / A. G. Theodorson: Diccionario de sociología. Bs. As., 1978. Winnicott, D. W.: Deprivación y delincuencia. Editorial Paidós. Buenos Aires, 1990. Winnicott, D. W.: “Realidad y Juego”. Gedisa. Buenos Aires, 1979. “Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. Estudios para una teoría del desarrollo emocional”. Editorial Paidós. Buenos Aires, 1999. 17 “Exploraciones Psicoanalíticas I“ , Editorial Piadós. Buenos Aires, 1993. Zizek, Slavoj: Mirando al sesgo. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2002.