49 - Unión de Periodistas de Cuba

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El periodismo en Cuba: La Revolución (Cap. 49)
Doble bloqueo, Período Especial y su impacto en
la prensa
Juan Marrero
A dos bloqueos debió enfrentarse Cuba a
partir de la desintegración de la Unión
Soviética y el derrumbe del campo
socialista. Al bloqueo norteamericano,
establecido en los primeros años del triunfo
revolucionario, se sumó un segundo
bloqueo, pues dejaron de llegar a Cuba más
de las dos terceras partes de los suministros
externos del país. Cuba perdió casi
totalmente los mercados. Las puertas de los
créditos se cerraron. Las importaciones
tuvieron un descenso brutal, y entre ellas estaban el combustible y el papel, materias primas
necesarias para el trabajo de la prensa.
Cuba importaba de la Unión Soviética 41 mil toneladas de papel gaceta, 25 mil de las cuales se
utilizaban en el trabajo de la prensa. También maquinarias de las imprentas, tintas, rollos
fotográficos, papel de revelar y sustancias químicas, planchas galvanizadas, en fin, todo el
material que es indispensable en periódicos y revistas. Todo eso desapareció de la noche a la
mañana. Al producirse la debacle en la Unión Soviética y en los países de Europa oriental, se
cancelaron los convenios de intercambio económico y comercial justos con Cuba.
Poco antes, la Editorial Abril, especializada en publicaciones para jóvenes y niños, comunicaba a
sus lectores que “por falta de papel” se retrasa la publicación de las revistas Zun Zun y Bijirita.
Pocos imaginaban que era el presagio del Período Especial, aunque ya en Camagüey el
presidente Fidel Castro había anunciado que si un día nos despertásemos con la noticia de la
destrucción de la Unión Soviética, Cuba resistiría y saldría adelante.
En fin, tal situación provocó el inicio del período especial, concepto que es muy anterior, pues la
dirección de la revolución, mucho antes del desplome del socialismo, lo había previsto para el
caso de que Cuba se viese en una guerra impuesta por sus enemigos. Por eso, se le llamó, a
partir de 1990, período especial en tiempos de paz. Se trataba de una concepción para poder
enfrentar dificultades y peligros. En pocas palabras, se trataba de resistir y luchar hasta
vencer.
La prensa fue una de las primeras columnas
que sufrió los embates de los vientos del
Período Especial, y la impresa fue la más
fuertemente golpeada. En septiembre de
1990 la dirección del país informó al pueblo,
en una nota aparecida en Granma, que la
impresión de los periódicos diarios, así como
revistas y otras publicaciones, se verían
afectadas. La nota señalaba que “la
incertidumbre respecto a los
abastecimientos de papel para periódico con
que podremos contar en el futuro próximo y
algunas inestabilidades en las entregas de
este papel durante 1990, que han creado un déficit respecto al formato específico requerido,
hicieron inevitable adoptar una decisión, con sentido previsor y aun antes de que se creara un
estado de crisis”.
Tras exponer que las medidas se adoptaban para evitar “un colapso en el sector de la
información” y que se esperaba fueran de carácter transitorio, la nota también hacía referencia
a la situación existente en cuanto a la producción de papel nacional, destinado a la edición de
libros, revistas y otras publicaciones. En este momento, añadía, las dos industrias papeleras del
país se encuentran paralizadas, por la falta de pulpa y cloro procedente de la Unión Soviética, lo
que añade otro elemento de indefinición e incertidumbre sobre los recursos con que podamos
contar en lo adelante”.
Las decisiones adoptadas, que entraron en vigor el 1 de octubre, luego de que la dirección
del país consultó con las organizaciones e instituciones que auspician los órganos de prensa,
así como la Unión de Periodistas de Cuba, fueron las siguientes:
1)
Mantener a Granma como único diario nacional de lunes a viernes, con su tirada
actual (700 mil ejemplares) y ocho páginas. El sábado circulará sólo en Ciudad de La Habana
con seis páginas y 250 mil ejemplares.
2)
Juventud Rebelde y Trabajadores se editarán como semanarios, los domingos y
sábados respectivamente.
3)
Bastión (órgano de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, diario fundado en 1987),
dejará de editarse mientras prevalezcan las actuales circunstancias.
4)
Continuar editando la revista Bohemia semanalmente, a partir de ahora con 64
páginas.
5)
Mantener la publicación de los 15 diarios provinciales que utilizan un papel que, por
su medida, no afecta la cobertura de la prensa nacional. En el caso de Tribuna de La Habana,
se editará como vespertino, de lunes a viernes.
6)
país.
Recesar la edición de todos los demás diarios, revistas y publicaciones periódicas del
Los tiempos que siguieron fueron muy duros. Objetivamente el país no pudo cumplir siquiera
con esas seis medidas, sobre todo cuando los costos de papel y otros insumos (rollos
fotográficos, sustancias químicas, planchas galvanizadoras, tintas, etc.) se dispararon en el
mercado internacional. Hubo, en consecuencia, que modificar el contenida de algunas de esas
medidas.
Así, Granma quedó publicándose sólo cinco días
a la semana, y redujo sustancialmente su tirada
de 700 mil ejemplares a 430 mil. Su formato
pasó a tabloide, y durante muchos meses se
editó con sólo cuatro páginas de ese tamaño
reducido. Bohemia, en lugar de hacerlo
semanalmente, pasó a publicarse cada quince
días y, además, en un tamaño reducido. Su
tiraje se redujo de 300 mil ejemplares
semanales a 100 mil quincenales. Trabajadores,
de 300 mil ejemplares diarios pasó a 250 mil
semanales. Los diarios provinciales pudieron
mantenerse poco tiempo como diarios. Pasaron
a ser semanarios y también redujeron el
número de sus páginas. Se cambió también el
día de salida de los periódicos Juventud
Rebelde y Trabajadores para domingo y lunes,
respectivamente.
La utilización de papel sin calidad produjo
afectaciones serias en la presentación de diarios
y revistas. Durante un largo tiempo, al agotarse
las existencias en los almacenes de papel
importado de Rusia, las publicaciones se vieron obligadas a usar un papel hecho en Cuba y que
en las redacciones se le llamó mulata por su color. La impresión en tal papel dificultaba la
lectura de los textos o apreciar detalles en las fotografías, gráficos y otras ilustraciones.
La existencia de menos publicaciones, tiradas menores, reducción del espacio y no empleo de
materiales de calidad, causó, por supuesto, efectos negativos en el trabajo del periodismo.
Común se hizo oír en las redacciones a los jefes de ediciones o páginas decir a sus reporteros o
redactores: “Tienes solamente 15 líneas para decirlo todo, no hay espacio”. El desarrollo de
cierta amplitud de un reportaje o artículo de opinión se convirtió en algo excepcional. La
profusión de fotografías o ilustraciones también. El uso de la fotografía periodística cubana –
avalada por una sólida tradición desde los primeros años de la República—quedó reducido al
mínimo de sus posibilidades ante la carencia de películas, papel y espacio funcional. El ejercicio
del diarismo en la prensa impresa dejó, prácticamente, de existir, excepto en Granma, pero en
este último caso, al no existir la competencia, en el mejor sentido de la palabra, sus periodistas
o la dirección del medio podían darse el lujo de dejar para el día siguiente una información
exclusiva. Todo eso generó prácticas que lesionaron seriamente la realización periodística.
En marzo de 1992, diecisiete meses después de la entrada en vigor de las medidas restrictivas
para la prensa impresa, el país tenía, en relación con 1989, “el 58% menos de publicaciones” y
“un 78% menos de ejemplares”. Para Granma, las reducciones significaron un 41,2% de su
tirada, y para Juventud Rebelde, al pasar a semanario, un 87%. De las 733 publicaciones que
existieron en Cuba hasta 1990, sólo pudieron continuarse editando 212, la mayoría pequeñas
revistas y folletos de carácter científico-técnico, necesarias para mantener el intercambio de
información especializada por concepto de canje con universidades, bibliotecas y organismos
internacionales.
En cuanto a los medios electrónicos --radio,
televisión y cine-- el impacto de la crisis
también fue tremendo. La programación de
televisión se redujo a 135 horas semanales,
en horarios desde las 6 y 30 de la tarde
hasta las 11 y media de la noche, excepto
los sábados en que se extendió hasta las 2
de la madrugada. Las transmisiones de
radio también disminuyeron en más de cien
horas semanales en todo el país. No fue el
papel lo que determinó tales reducciones de
las transmisiones, sino que Cuba podía
importar menos combustible. De otra parte,
los frecuentes apagones o cortes de energía
eléctrica se convirtieron en obstáculos
insalvables para la recepción de las transmisiones. No puede desconocerse, además, las
dificultades para la importación de baterías para los aparatos de radio que también causaron
afectaciones.
Ahora bien, la radio fue el menos afectado y, en consecuencia, asumió la mayor responsabilidad
en la información a la población. Diversas iniciativas fueron puestas en marcha en la medida en
que resultaban viables. De tal manera, por ejemplo, en algunas redacciones de periódicos,
particularmente en las provincias, fueron instaladas cabinas de radio, y desde ellas los
periodistas de esos medios ofrecían informaciones y comentarios a las emisoras municipales,
provinciales y nacionales. Un periódico nacional, Juventud Rebelde, recorrió ese camino. Creó el
espacio informativo radial Rebelde en Rebelde, transmitido cada domingo a través de Radio
Rebelde. Años después del inicio del período especial, el sistema de la radio cubana lo
integraban 64 emisoras que transmitían novecientas dieciocho horas diarias. El 34% de su
programación era informativa. Antes de 1989 era de un 23%.
La televisión cubana también hizo frente al
período especial con dignidad. Sus dos
canales tradicionales: Cubavisión y Tele
Rebelde se mantuvieron en el aire. Los ocho
telecentros provinciales, la mayoría
inaugurados en la década de 1980, se
mantuvieron operando. Ellos eran Sol Visión
(Guantánamo), Tele Turquino (Santiago de
Cuba y Granma), Tele Cristal (Holguín y Las
Tunas), Tele Camagüey (Camagüey y Ciego
de Ávila), Tele Cubanacán (Villa Clara,
Sancti Spíritus y Cienfuegos), CHTV (Ciudad
Habana y La Habana), Isla Visión (Isla de la
Juventud) y Tele Pinar (Pinar del Río).
El período especial truncó el camino de
expansión de los telecentros, pero no su
ímpetu, aunque bien cierto es que la salida
al aire, para cada territorio, se limitó
prácticamente a una hora al día entre
semana.
El Noticiero ICAIC Latinoamericano, popular revista cinematográfica realizada por Santiago
Álvarez que durante 30 años acompañó las funciones de las salas de los cines, desapareció por
falta de recursos financieros y de equipamiento tecnológico. Ese noticiero cinematográfico tuvo
1 500 ediciones. Cada semana, Santiago Álvarez lograba un noticiero reflexivo, alejado del
abordaje simplista o meramente informativo. “A cada golpe del imperio, el contragolpe certero
y oportuno”, solía decir el maestro de periodistas y cineasta Santiago Álvarez, fallecido en 1998
a la edad de 79 años. El uso de la gráfica, la tipografía, los collages, junto a efectos musicales,
fueron fórmulas innovadoras en los noticieros y documentales de Santiago Álvarez.
Camarógrafos como Iván Nápoles, Raúl Pérez Uretra, Dervis Pastor, Julio Simoneau, Abelardo
Moreno y Arturo Agramonte se formaron en la escuela de Santiago Älvarez. Formó un equipo
también integrado por editores, sonidistas, trucaje y animación, que trabajó con cabeza propia
y renovó hábitos de hacer un noticiero de cine ha recogido la epopeya del pueblo cubano y
también de su lucha por la justicia y la dignidad en el mundo.
Antes de dejarnos físicamente, Santiago Álvarez resumió su trabajo como periodista y
documentalista con estas palabras: “Fue una necesidad ética que sentía dentro de mí, de
expresar mi dolor y angustias ante la triste realidad de un mundo convulsionado. Mediante el
contagio permanente de una revolución creadora que nos estimula, nació y se desarrolló
también un espíritu estético y crear que hubo de concretarse en centenares de noticieros y
documentales que comencé a realizar cuando había cumplido ya la edad de cuarenta años”.
Santiago Álvarez fue el primero de las varias decenas de periodistas a los que la Unión de
Periodistas de Cuba ha entregado, desde 1991 hasta el 2013, el Premio Nacional de Periodismo
José Martí como reconocimiento a la obra de la vida.
El reto para los periodistas y el periodismo fue gigantesco. Tanto los dirigentes del país como
los de los medios y la Unión de Periodistas de Cuba afrontaron con mucho realismo la nueva
situación. Fidel acudió frecuentemente a las redacciones de varias publicaciones para llevar
aliento a los periodistas de que si resistíamos, la victoria se alcanzaría. No hubo desaliento, sino
la decisión de tratar de suplir con un trabajo más inteligente y creativo los avatares del período
especial. En primer lugar, trabajar para lograr que la prensa no dejara de publicarse. Y, al igual
que ni una escuela ni un hospital cerraron sus puertas, la prensa impresa en Cuba vio la luz
cada día desde 1990. Un solo diario, ciertamente, hasta el 14 de marzo de 1999, cuando
Juventud Rebelde volvió a una periodicidad diaria.
En esos años los trabajadores de la prensa han tenido una elevada conciencia revolucionaria
que la han volcado en esfuerzos diarios y soluciones inteligentes para vencer dificultades y
carencias. Alrededor de trescientos periodistas quedaron, en un primer momento, sin ubicación
laboral ante el cierre obligado de publicaciones o la reducción de espacios en aquellas que
sobrevivieron. Se hizo un estudio sereno para lograr su reubicación laboral.
Como primera acción se impulsó un proceso de revitalización de la radio y, de modo particular,
su programación informativa. Una buena parte de esos trescientos periodistas de la prensa
extinta o reducida pasaron a prestar servicios en la radio. Este paso fue acompañado por la
organización de talleres, cursos y todo un programa de entrenamiento sobre las características
de ese medio. La mayoría de los periodistas que siguieron ese rumbo lograron, con el decursar
del tiempo, adaptarse al nuevo medio, y algunos de ellos, años después, al ser llamados a
reincorporarse a la prensa impresa, prefirieron permanecer en la radio. Todo este proceso
transcurrió sin violentar las reglas de la comunicación, teniendo en cuenta que cada medio
tiene exigencias técnicas y de lenguaje que demandan una elaboración específica.
Otros periodistas procedentes de la prensa impresa pasaron a integrar equipos de investigación
en distintas instituciones –Instituto de Historia de la Revolución cubana, universidades, centros
de estudios, etc.--, y no pocos se dedicaron a la docencia, en particular en las facultades de
Comunicación Social. Aquellos periodistas que no pudieron ser reubicados de inmediato –los
menos—se les garantizó el 70% de su salario hasta tanto encontrasen ubicación laboral.
De 1990 a 1995 la economía cubana cayó un 34%. Eso tuvo efectos muy fuertes en la prensa
cubana en el orden material. La reanimación económica del país, iniciada en 1995 con un 2,5%
de crecimiento y que, al siguiente año, fue ya de un 7,8% permitió un cierto respiro.
Las medidas económicas adoptadas por la dirección del país—que incluyeron el desarrollo del
turismo, inversiones extranjeras, despenalización de la tenencia de divisas, la circulación de
una doble moneda, descentralización del comercio exterior, entre otras—abrieron la posibilidad
de que la prensa cubana garantizase algunos recursos esenciales y, a la vez, recorriese caminos
diferentes, sin abandonar sus principios y valores éticos.
Así, por ejemplo, Granma Internacional decidió insertar publicidad en sus ediciones en español
y cuatro lenguas extranjeras. Juventud Rebelde creó la publicación Opciones, semanal, sobre
finanzas, comercio y turismo, también con similar manera de captar divisas. Bohemia acometió
la publicación de una edición mensual dirigida al exterior. También el semanario Palante.
Editadas por Prensa Latina, Prisma y Cuba Internacional asumieron un perfil algo diferente, con
vistas a ampliar su comercialización en el mercado de divisas, externo e interno. Récord, una
revista deportiva que reemplazó a LPV y Derecho del Pueblo, hizo igual. En Holguín nació en
1995 la revista quincenal Behíque, en inglés, con perfil comercial y publicidad para el turismo. Y
nacieron, igualmente, publicaciones como Habanera, del ICAP; Negocios en Cuba y Avances
Médicos, de Prensa Latina; Opus Habana, de la Oficina del Historiador de la ciudad; Sol y Son,
Tropicana Internacional, Cuba en el Ballet y muchas otras para su venta en el mercado de
divisas.
HACIENDO LAS MALETAS
Tras la debacle, en Miami muchos empezaron a hacer sus maletas pues pensaron que el
próximo país socialista en caer sería Cuba. No concebían que Cuba pudiese resistir. Los Pepinillo
Rivero y otros ex directores de la prensa privada aun en vida, llenos de alegría, estuvieron entre
quienes metieron sus prendas de vestir en las maletas, a la vez que renovaban sus sueños de
que iban a editar nuevamente Diario de la Marina, El País, Prensa Libre y otros periódicos en La
Habana.
Supieron o imaginaron, además, que el gobierno de los Estados Unidos arreciaría su política
hostil y agresiva contra Cuba para contribuir al derrocamiento del régimen de Castro.
Y así, efectivamente, ocurrió.
Adoptaron decisiones para incrementar la guerra de propaganda mentirosa y calumniosa
dirigida hacia el pueblo cubano. A la Radio Martí, que desde su creación en 1985 muy poco
había podido hacer, le sumaron la TV Martí en 1990. Esta emisora ha sido un fiasco total, pues
ha sido la única televisión en el mundo que no se ve. Los ingenieros y técnicos cubanos
lograron impedir que su señal penetre en Cuba. Ningún mecanismo utilizado por los
norteamericanos ha dado resultado: ni los globos cautivos como retransmisores de la señal, ni
el aumento de la potencia de las torres de transmisión, ni el paso a UHF, ni la utilización de
aviones del Pentágono sobrevolando cerca de los límites de las costas de Cuba, ni centenares
de millones de dólares asignados. TV Martí ha sido uno de los fiascos más sonados que ha
tenido Estados Unidos en su política anticubana.
También, a principios de la década de 1990, Estados Unidos puso a transmitir hacia territorio
cubano cinco plantas de radio de onda media, 12 de onda corta, incluyendo a Radio Martí, y
una de FM que en conjunto operaban 33 frecuencias durante más de mil setecientas horas
semanales. En 1998 los horarios de transmisiones se habían ampliado a casi mil novecientas
horas. Estados despilfarró millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos en ese
empeño desde 1985. Bloqueo y agresión electrónica han cabalgado juntos en el propósito de
destruir la revolución cubana.
En 1992 se aprobaron por el Congreso norteamericano las leyes Torricelli y Helms-Burton,
nuevos pasos para reforzar el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba, utilizadas
además en la guerra de propaganda anticubana. Así, el gobierno de los Estados Unidos instruyó
a grupúsculos disidentes a que fomentasen en Cuba asociaciones, buróes y oficinas de prensa,
las cuales contarían con el apoyo de Washington, de gobiernos de Europa y de organizaciones
internacionales y regionales vinculadas a la prensa y a los derechos humanos. Se garantizó a
esos disidentes que tendrían espacio en Radio Martí, en los medios de prensa de Miami y en
periódicos y emisoras de diversos países del mundo para que difundieses sus informes sobre
Cuba.
Nació, de tal manera, lo que denominaron periodismo independiente. De modo ilegal
comenzaron a constituirse dentro de Cuba la Asociación de Periodistas Independientes, el
Sindicato de Periodistas Independientes, el Buró de Prensa Independiente, las agencias Havana
Press, Cuba Press, y otras muchas, integradas en su inmensa mayoría por gente que no ha
ejercido el periodismo de manera profesional. Por el hecho de convertirse en fuentes de
información y de opinión, especialmente de Radio Martí y de los medios de Miami, se les
disfrazó de periodistas. Ese calificativo de independiente se lo vendieron al mundo de igual
manera que le han impuesto marcas de un tubo de pasta dental, un jabón, un champú o un
automóvil.
La creación de una oficina de prensa o de un buró de prensa por ciudadanos cubanos con
carácter privado constituye claramente una violación del Artículo 53 de la Constitución de la
República de Cuba que establece que “la prensa, la radio, la televisión, el cine y otros medios
de difusión masivo son de propiedad estatal o social, y no pueden ser objeto, en ningún caso,
de propiedad privada”. Aquel cubano, pues, que cree una estructura de las señaladas incurre en
una ilegalidad.
En Cuba pueden existir oficina de prensa o buroes de prensa de entidades privadas extranjeras.
Las ha habido y las hay por decenas. Oficinas de importantes agencias noticiosas como AFP,
EFE, Reuter, Notimex, IPS, DPA, ANSA y otras operan con corresponsales propios desde La
Habana. También periódicos y revistas importantes, y emisoras de radio y televisión. Así, en La
Habana desde hace muchos años han tenido corresponsales El País, de España, la BBC, de
Gran Bretaña, Televisión Española y CNN, de Estados Unidos.
La Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que si de algo no puede blasonar es de ser
independiente, pues ha sido desde su nacimiento un instrumento subversivo del gobierno de
Estados Unidos, fue la primera abanderada en la defensa de los “periodistas independientes” en
Cuba. Otras organizaciones internacionales y regionales han estado en la misma cuerda, entre
ellas, de modo muy destacado, Reporteros sin Fronteras, fundada en Francia pero
financieramente apoyada la ultraderecha norteamericana y la mafia cubano-americana de
Miami.
Para defender a Cuba ante tales acciones enemigas y garantizar la independencia, la soberanía
y la dignidad de la patria, la Asamblea Nacional del Poder Popular (Parlamento) aprobó el 24 de
diciembre de 1996 la Ley de Reafirmación de la Dignidad y de la Soberanía Cubanas, respuesta
categórica a la Ley Helms-Burton. En el Artículo 8 de la legislación cubana se “declara ilícita
cualquier forma de colaboración, directa o indirecta, para favorecer la aplicación de la Ley
Helms-Burton”, y especifica claramente que: “Se entiende como colaboración, entre otras
conductas, difundir, diseminar o ayudar a la distribución, con el propósito de favorecer la
aplicación de la Ley Helms-Burton, de informaciones, publicaciones, documentos o materiales
propagandísticos del gobierno de Estados Unidos, de sus agencias, o dependencias, o de
cualquier otro origen; colaborar de cualquier forma con emisoras de radio o televisión u otros
medios de difusión y propaganda con el objetivo de facilitar la aplicación de la Ley HelmsBurton”.
Tres años antes, y en medio de tan compleja situación, los periodistas
cubanos, con la presencia de Fidel Castro, celebraron el VI Congreso de la
Upec. Se trató del congreso de la resistencia para vencer. De este encuentro,
que solo sesionó un día, trataremos en el capítulo siguiente.
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