Vía Crucis Sonetos de Pasión, don Juan Enrique Miralbell

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Vía Crucis
Sonetos de Pasión, don Juan Enrique Miralbell
Mural de la Pasión, Nieves Luengo, Parroquia de san Josemaría
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
I. Agonía en el huerto
"Salió Jesús y fue como de costumbre al monte de los Olivos. Le siguieron también sus discípulos. Llegado al lugar,
les dijo: 'Orad para no caer en tentación'. Y se apartó de ellos como a un tiro de piedra y puesto de rodillas, oraba,
diciendo: 'Padre, si quieres aparta de mi este cáliz; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya'. Se le apareció un
ángel del cielo que le confortaba. Y entrando en agonía oraba con más intensidad. Y le vino como un sudor de gotas
de sangre que caían hasta el suelo. Cuando se levantó de la oración y llegó hasta los discípulos, los encontró
adormilados por la tristeza. Y les dijo: '¿Por qué dormís? Levantaos y orad para no caer en tentación".
(Lc. 22, 39-46)
Ronco sonó el rumor junto al olivo.
Fue sólo un ¡ay!, el eco de un lamento:
el quejido del SÍ que en un momento
anudó tu querer al del Dios vivo.
Sangre y sudor, goteo del tormento,
regueros de una angustia que yo avivo
rendido a un dormitar tibio y esquivo,
que acuna con desdén tu asentimiento.
¡Oh noche de abandono y desabrigo,
bañada por la espesa flojedad
del querer sin querer con que te sigo!
Más te ahoga, Jesús, mi deslealtad
que el rondarte la muerte y el castigo...
Que al fin, despierto, te escuche…:
-¡Orad!
Padrenuestro, avemaría.
V/. Señor, pequé. R/ Tened piedad y misericordia de mí.
II. El beso
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
Todavía estaba hablando, cuando llegó un tropel de gente, y el llamado Judas, uno de los doce, los precedía y se
acercó a Jesús para besarle.
Jesús le dijo: 'Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del Hombre?"
(Lc. 22, 47-48)
Fulgores de tiniebla, noche oscura
por destellos de teas clareada,
ciego fanal que alumbra la impostura
de un torvo beso vuelto dentellada.
Antorcha de traición fue la negrura
del alma codiciosa y requemada
que otrora de tus labios, con ternura,
un beso recibiera y tu llamada.
¿Adónde se te fue el que Tú buscaste?,
¿por dónde poco a poco en turbio olvido
fue apagando el fervor con que lo amaste?
Hoy me atrevo a besarte convertido,
y en la luz de tu rostro a ser contraste
de aquel beso traidor, mal atrevido.
Padrenuestro, avemaría.
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
PwC
III. La condena
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Los que habían prendido a Jesús le llevaron a casa de Caifás, el Sumo Sacerdote, donde se
habían reunido los escribas y los ancianos (...). Los príncipes de los sacerdotes y todo el
Sanedrín buscaban un falso testimonio contra Jesús para darle muerte; pero no lo encontraron
(...). Entonces el Sumo Sacerdote dijo: 'Te conjuro por Dios vivo que nos digas si tú eres el
Mesías, el Hijo de Dios'. Jesús le respondió: 'Tú lo has dicho. Además os digo que en adelante
veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del Poder y venir sobre las nubes del cielo'.
Entonces el Sumo Sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo: -'¡Ha blasfemado!' (...). Ellos
respondieron: 'Reo es de muerte'". (Mt. 26, 57-66)
En casa de Caifás entró el averno
con chirridos de hierros y cadenas,
con el diente afilado de las hienas,
con saña, con rencor, con odio eterno.
Al sayón y al pontífice serenas
proclamándote el Hijo sempiterno,
y augustamente atruena en el infierno
la majestad que corre por tus venas.
Un vano desgarrón deja al desnudo
la podredumbre del reptil peludo
que clama por su hora y por tu muerte.
Juicio vendrá que tanto hedor conjure...,
mas no es piedad rogar a Dios que acierte
con mal de amor que sin morir me cure.
PwC
Padrenuestro, avemaría.
V/. Señor, pequé. R/ Tened piedad y misericordia de mí.
IV. El llanto
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Entonces
prendieron a Jesús, se lo llevaron y lo metieron en casa del Sumo Sacerdote. Pedro le seguía de lejos. Habían
encendido fuego en medio del atrio y estaban sentados alrededor. Pedro estaba sentado en medio de ellos. Una criada,
al verlo sentado a la lumbre, fijándose en él dijo: 'También éste estaba con él'. Pero él lo negó y dijo: 'No lo conozco,
mujer'. Al poco tiempo viéndolo otro dijo: 'Tú también eres de ellos'. Pero Pedro replicó: 'Hombre, no lo soy'. Y pasada
como una hora, otro aseguró: 'Cierto, éste estaba con él, pues es galileo'. Y dijo Pedro: 'No sé, hombre, lo que dices'. Y al
instante, estando todavía hablando, cantó un gallo. El Señor se volvió y miró a Pedro (...). Éste salió fuera y lloró
amargamente" (Lc. 22, 54-62)
Si al canto de aquel gallo Él no buscara
en mis ojos la densa luz sombría,
tampoco yo mi torpe cobardía
mirándome en los suyos encontrara.
Qué remotas miradas de alegría
me abrazan a este Dios que yo negara,
mas hoy me sabe a hiel la vista clara
que siempre me guardó en su compañía.
Renieguen estos ojos mi crianza
pues he negado a Dios, en ciega huida
del mirar que me diera su confianza.
No más, Señor, que aun tan desvalida,
tu mirada es la luz de mi esperanza,
el sol que me devuelve a nueva vida.
Padrenuestro, avemaría.
PwC
V/. Señor, pequé. R/ Tened piedad y misericordia de mí.
V. La sentencia
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Llegada la
mañana (…), maniatado le llevaron y entregaron al procurador Pilato (...). Jesús estaba en pie ante el
procurador. El procurador le interrogó: '¿Eres tú el Rey de los judíos?' Jesús le respondió: 'Tú lo dices'. Entonces Pilato le
dijo: '¿No oyes cuántas cosas alegan contra ti?' Y no le respondió a pregunta alguna, de tal manera que el procurador
quedó admirado (...). Al ver Pilato que no adelantaba nada, sino que el tumulto iba a más, tomó agua y se lavó las manos
delante del pueblo diciendo: 'Soy inocente de esta sangre; vosotros veréis'. Y todo el pueblo gritó: ¡Su sangre sobre
nosotros y sobre nuestros hijos'“ (Mt. 27, 1-2, 11-14 y 24-25)
¿En qué fuente la gélida alborada
bebió el caudal de cruel indiferencia
que anegando de Cristo la inocencia
dejó en hielo la tierra transformada?
Gesto glacial envuelve la sentencia
entre nieves de mármol pronunciada,
mas engañosamente requemada
en el fosco nidal de la conciencia.
Qué frígida pasión reconcomida
enciende por tu sangre y por tu muerte
el fuego de la chusma enfebrecida.
Mas Tú, Jesús, urgido por mi suerte,
con pétrea libertad me das tu vida,
abrasado en la sed de mi quererte.
Padrenuestro, avemaría.
PwC
V/. Señor, pequé. R/ Tened piedad y misericordia de mí.
VI. Ecce homo
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Entonces Pilato tomó a Jesús y mandó que lo azotaran. Y los soldados, tejiendo una corona de espinas, se la pusieron
en la cabeza y lo vistieron con un manto de púrpura. Y se acercaban a él y le decían: 'Salve, Rey de los judíos'. Y le
daban bofetadas. Pilato salió de nuevo fuera y les dijo (…): 'He aquí al hombre'. Cuando le vieron los pontífices y los
servidores, gritaron: '¡Crucifícalo, crucifícalo!'".
(Jn. 19, 1-6).
Ved a Cristo. Miradlo entre decurias
de soldados, ceñida su cabeza
con burlesco laurel de realeza
recamado de espinas y de injurias.
Ved su carne, mordida en su pureza
por la tralla procaz de las lujurias.
Ved sus ojos, remanso de las furias
con que el mundo descarga su vileza.
Ved al Hombre, giboso bajo el peso
de un mundo despiadado y pervertido,
anegar en su sangre tal exceso.
Ved a Dios, como reo escarnecido,
dejarme que en sus llagas ponga un beso,
quedando yo por su perdón ungido.
Padrenuestro, avemaría.
PwC
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
VII. El árbol de la cruz
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Tomaron, pues, a Jesús; y él, con la cruz a cuestas, salió hacia el lugar llamado de la Calavera, en hebreo
Gólgota".
(Jn. 19, 16-17)
Ayer fui encina umbrosa y placentera
que remediaba mansa tu fatiga,
mas hoy mi sombra tu dolor fustiga
y mi perfil te muerde, mal que quiera.
¿Por qué de mi vigor hicieron viga
abriéndome estos brazos de madera,
donde te acoges Tú de tal manera
que encuentra salvación quien te castiga?
Por más que yo reniegue de la hora
que hizo de mí una cruz encanallada,
Tú sales en mi busca sin demora,
y tus llagas me dejan impregnada
de sangre finalmente vencedora,
y en mis brazos por todos adorada.
Padrenuestro, avemaría.
PwC
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
VIII. El consuelo
"Le seguía una gran multitud del pueblo y de mujeres que lloraban y se lamentaban por él. Jesús, volviéndose a ellas,
les dijo: -'Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos”.
(Lc. 23, 27-29)
No desoigas, mi Dios, todo el anhelo
con que este corazón por ti suspira,
que no es nube engañosa ni mentira,
mas conmovido llanto y desconsuelo.
Si tanto te ofendió el que así te mira,
concédele en tu amor mayor desvelo
y que sean sus obras el consuelo
que este mundo te niega y te retira.
Guarda, Jesús, mis pasos en la vía
del gran amor sencillo y ordinario
donde se alza la cruz de cada día,
y en lo recio de tal itinerario,
asiendo -¡sí!- la mano de María,
mis ojos miren siempre hacia el Calvario.
Padrenuestro, avemaría
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
PwC
IX. El Cirineo
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Y a uno que pasaba por allí, que venía del campo, a Simón Cirineo, el padre de Alejandro y de Rufo, le forzaron a que
llevara la cruz de Jesús".
(Mc. 15, 21)
Volviendo, tropecé con el gentío
que afogaba en su saña tu lamento.
Un empellón, un grito... Fue un momento.
Y el vil madero nos trabó sombrío.
Uncido yo con rabia a tu tormento,
maniatado a tu suerte mi albedrío,
tu mirar me alcanzó con poderío
y en su fulgor mi yugo se hizo viento.
Oh Dios, que apuras en tu copa el poso
de hiel que hostiga y roe mi jadeo:
torna mis penas en querer gustoso.
Y al sentir cada día el balanceo
de tu Cruz, haz que encuentre mi reposo:
que a tu mirar me abrace, Cirineo.
Padrenuestro, avemaría.
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
PwC
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
X. La Crucifixión
"Llegaron al lugar llamado Gólgota, esto es, lugar del Calvario. Y le dieron a beber vino mezclado con hiel; y, una vez
probado, no quiso beber. Después de crucificarle, repartieron sus ropas, echándolas a suerte. Y sentándose le
custodiaban allí. Pusieron escrita sobre su cabeza la causa de la condena: 'Este es Jesús, el Rey de los judíos”.
(Mt. 27, 33-38)
Alta es la Cruz, oh Víctima divina,
alto el sitial que mece tu figura:
todo Tú desnudez, desolladura
ensartada en el hierro de la inquina.
Eres Cordero que a morir se apura,
Rey que en tres clavos su poder reclina;
eres silencio en la feroz colina
donde obediente abrazas la tortura…
Mas en lo alto brillan ya tus ojos:
libérrimos y límpidos luceros
que inundan con su paz toda la historia,
trocada aquí en blasón de tus despojos;
e irradian, de tu amor los pregoneros,
la claridad invicta de tu gloria.
Padrenuestro, avemaría.
PwC
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
XI. La Madre
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Estaban junto a la cruz de Jesús su Madre y la hermana de su Madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús,
viendo a su Madre y al discípulo a quien amaba, que estaba allí, dijo a su Madre: -'Mujer, he ahí a tu hijo'. Después dice
al discípulo: -'He ahí a tu Madre'. Y desde aquel momento el discípulo la recibió en su casa".
(Jn. 19, 25-27)
El roquedal, oh Madre dolorosa,
bajo tus pies afianza su firmeza,
y de tu amor extrae la fortaleza
para calzar la cruz que hoy te desposa.
Qué constante se yergue la entereza
de aquel SÍ que ante el ángel fue una rosa,
y es hoy la roca fiel donde reposa
ese Dios que engendraste a la flaqueza.
Espada de dolor es su quejido,
mas tu vientre ya fue viva montaña
donde el Verbo gimiera hecho Vagido.
Y al eco de aquel lloro tan querido,
hoy renazco como hijo, por tu entraña,
del Amor en que el Hijo es concebido.
Padrenuestro, avemaría.
PwC
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
XII. El Sacrificio
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
"Después
de esto, sabiendo Jesús que todo estaba ya consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: 'Tengo sed'.
Había allí un vaso lleno de vinagre. Sujetaron una esponja empapada en el vinagre a una caña de hisopo y se la
acercaron a la boca. Jesús, cuando probó el vinagre, dijo: 'Todo está consumado'. E inclinando la cabeza entregó el
espíritu".
(Jn. 19, 28-30)
Ya es tu cuerpo el altar inmaculado
en que el mundo recobra su destino.
Ya en el árbol que vio el primer pecado
tu entrega restablece el plan divino.
Una lanza consuma tu camino
de obediente Cordero aquí inmolado.
Vertida está tu sangre, flor de un vino
venturoso en tus llagas fermentado.
Derrámese en el mundo la Alianza
que has sellado donándonos tu vida:
en el pan que nos dejas por fianza
y en el cáliz ardiente de esa herida,
donde endiosada bulle la crianza
de una raza en tu cepa renacida.
Padrenuestro, avemaría.
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
PwC
XIII. La Piedad
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
José de Arimatea rogó a Pilatos que le dejara retirar el cuerpo de Jesús. Y Pilatos se lo permitió. Vino, pues, y retiró su
cuerpo. Nicodemo vino también trayendo una mezcla de mirra y áloe, como de cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y
lo envolvieron en lienzos, con los aromas.
(Jn. 18, 38-40)
Dime por qué, Señor, al ver tus llagas,
mi vida ingrata en tus dolores leo;
por qué mi culpa en tus espinas veo
y en tu sangre el perdón con que la enjuagas.
Dime por qué, alzado en cruz y reo,
mis hieles bebes y tu sed apagas;
por qué al verdugo que te hincó esas dagas
con tus manos levantas en trofeo.
Dime por qué mis rebeldías hieres
con clavos que florecen como rosas;
por qué, mi Dios, por mis pecados mueres
vertiendo de tu pecho, silenciosas,
las aguas del amor con que me quieres...,
con que atraes a tu luz todas las cosas.
Padrenuestro, avemaría
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
PwC
XIV. Esperanza
V/. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Que por tu santa cruz redimiste el mundo.
“En el lugar donde fue crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo en el que todavía no había sido
sepultado nadie. Como era la Parasceve de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús."
(Jn. 19, 27 y 40-42)
Sobre el latir estuve reclinado
del pecho al que te abrazas tan rendida.
En ese amor has sido recibida
por este hijo que Él te ha confiado.
Madre, esperanza, don para mi vida,
tan sólo en ti resuena lo anunciado:
-"Después de la Pasión y de la huida,
en tres días seré el Resucitado".
Quiero ahora, guardando la memoria
de la palabra y de la vida suya,
besar sus llagas, que serán de gloria.
Oh Madre, cuando todo al fin concluya
retumbará el gran canto de victoria:
-¡Sí! ¡Ha resucitado! ¡Aleluya!
Padrenuestro, avemaría
V/. Señor, pequé.
R/ Tened piedad y misericordia de mí.
PwC
Oraciones finales
•
Mírame, Jesús, postrado/a en tu presencia. Tú, que por medio de tu pasión has destruido la muerte,
aseméjame a ti. Haz que yo viva a toda hora como hijo/a de Dios y que, identificándome siempre con
tu amabilísima voluntad, todas mis obras sean dignas de esta gloriosa condición, que tú me alcanzaste
con tu sacrificio de obediencia y amor. Te ruego que la memoria de tu pasión y muerte imprima en mi
corazón vivos sentimientos de fe, esperanza y caridad. Dame la gracia de purificar todas mis acciones,
ofreciéndotelas con amor y poniéndolas al servicio de tu obra salvadora. Concédeme un espacio de
verdadera y fructuosa penitencia y otórgame, con el dolor de mis pecados, el firmísimo propósito de
jamás ofenderte. Ayúdame a vivir como hijo/a fidelísimo/a de tu Iglesia y alcánzame por tu misericordia
la gracia de la perseverancia final y el premio eterno. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
•
Oh Santísima Virgen María, Madre de piedad y de misericordia, yo, pecador, pongo ahora en ti todo mi
corazón y mi afecto; te ruego que, así como estuviste junto a tu amadísimo Hijo, clavado en la cruz,
también te dignes permanecer siempre a mi lado, para que, por tu intercesión poderosa, pueda
presentarme como ofrenda digna y agradable ante la santa e indivisa Trinidad.
V/. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
R/. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en la última agonía.
Jesús,
PwC
José y María, descanse en paz con vos el alma mía.
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