Notas con Armonía 397

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Vigías del Patrimonio
Festivalito Ruitoqueño de música colombiana
Patrimonio Cultural de Santander - Patrimonio Cultural de Floridablanca
Orgullo de Santander para Colombia
Notas con Armonía N° 397
Boletín institucional de la Fundación Armonía con información cultural y de interés general.
Bucaramanga, Santander, Colombia
13 años (2003-2016)
XXVI Festivalito Ruitoqueño de música colombiana
Invitados especiales
Saavedra
Miami (USA), Ginebra (Valle del Cauca)
Máryam
Cali (Valle del Cauca)
Amaretto Ensamble
Pereira (Risaralda)
Cimarrón
San Martín de Los Llanos (Meta)
Carrera 19 N° 31-65 Piso 2 Salón 28 Teléfono 6331497 Celular 3175102019 [email protected] www.fundacionarmonia.org
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Orgullo de Santander para Colombia
Tiplista santandereano ganó el premio al mejor tiplista en el
Festival Mono Núñez
Se trata de Julián David Serna, de 15 años, oriundo de Charalá, Santander, que se hizo acreedor del premio ‘Pacho
Benavides’ a mejor tiplista, otorgado en el Festival Mono Núñez.
Por: Lucía España Pantoja / Vanguardia Liberal
El Festival de Música Andina Mono Núñez, considerado como el evento más importante del país en su género, se realizó el pasado
fin de semana en Ginebra, Valle de Cauca.
Este evento contó la participación de músicos de Antioquia, Bogotá, Boyacá, Huila, Nariño, Quindío, Risaralda, Santander, Tolima y
Valle del Cauca.
Para Julián ganarse ese galardón fue “una emoción y una felicidad inmensa. Es un concurso muy grande". Este músico explicó que
para participar en el Festival Mono Núñez primero tuvo que dirigirse a Bucaramanga a una eliminatoria. Allí se realizaban las
grabaciones para enviarlas a Ginebra, Valle del Cauca.
A su turno, Diego Otero, maestro de música de Julián David, aseguró que el joven empezó a tocar el tiple desde los 10 años. “Julián
recibe sus clases en la escuela de cuerdas de Charalá. Ensayamos todos los fines de semana. Es un muchacho muy aplicado,
siempre me busca para que le enseñe nuevas cosas del tiple”.
Otero le contó a Vanguardia.com que el joven ya se ha ganado todos los concursos infantiles regionales que hay de música andina.
“Solo nos faltaba el Mono Núñez, era la primera vez para Julián en este concurso.”
Julián Serna fue el músico más joven que estaba participando. Concursó en la categoría músico solista instrumental y el pasado
domingo, 29 de mayo, recibió el galardón ‘Pacho Benavides’, premio inspirado en uno de los referentes del tiple colombiano, nacido
en Vélez, Santander.
“Pensábamos que era un premio esquivo, había concursantes que le han dedicado toda su vida a la música, con mucha experiencia
y él era el más joven. Sin embargo, su interpretación convenció a los jueces y ganó”, señaló Otero.
Representando a Santander, asistieron cuatro agrupaciones diferentes, entre cantantes y agrupaciones musicales, pero Julián fue
el único en llegar a la final.
El joven tiplista interpretó junto a su maestro en la final del Festival Mono Núñez, un ‘foxtrot’ titulado ‘Pilar’ del maestro Velandia y
un pasillo del maestro Henry Mora. “La idea era llevar música santandereana al Festival Mono Núñez”, indicó Otero.
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Coro UNAB representará a Latinoamérica en concurso internacional
Los amigos del coro UNAB: Kuisitambó, Tres y Yo, Altibajo y Don Juan Music, realizarán un concierto para recolectar fondos el
próximo 10 de junio en el Auditorio Mayor Carlos Gómez Albarracín de la UNAB a partir de las 6.30 p.m.
Entre 184 coros que se presentaron para hacer parte del grupo de los seis mejores que competirían en el Internationaler
Chorwettbewerb 2016 en Alemania, los jurados escogieron al Coro UNAB como uno de los mejores, siendo el único representante
Latinoamericano que participará en este evento.
32 estudiantes de seis programas académicos (psicología, medicina, derecho, negocios internacionales, música y educación)
tendrán la oportunidad de representarnos en este prestigioso certamen que se realiza en la ciudad de Elsenfeld, Miltenberg
(Alemania).
El coro UNAB también volverá a la Versión 53 del Internationaler Chorwettbewerb en la ciudad de Spittal an der Drau (Austria).
Por esta razón los amigos del coro UNAB: Kuisitambó, Tres y Yo, Altibajo y Don Juan Music, realizarán un concierto para recolectar
fondos el próximo 10 de junio en el Auditorio Mayor Carlos Gómez Albarracín de la UNAB a partir de las 6.30 p.m. el aporte será
de $5.000 en adelante, con el fin de patrocinar su gira por el antiguo continente.
Para mayor información comunicarse con Rafael Suescún al 6436111 ext 199
María Carolina Rey Durán
Jefe de Prensa / Universidad Autónoma de Bucaramanga / Dirección de Comunicación Organizacional
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El Festival Mono Núñez llegó a su fin a ritmo de tiples
Autor: Redacción de El País.
Foto: Juan B. Díaz / El Tiempo
Foto: El País
Amaretto en categoría instrumental y Cafecito y Caña en Vocal fueron los ganadores del Gran Premio Mono Núñez
2016 en Ginebra Valle.
Una nueva edición del Festival de Música Andina Colombiana Mono Núñez culminó con cuatro días de presentaciones de artistas
que llegaron desde Antioquia, Bogotá, Boyacá, Huila, Nariño, Quindío, Risaralda, Santander, Tolima y Valle del cauca, para participar
en la versión 42 del Festival.
La última cita del concurso musical se realizó en el Coliseo Gerardo Arellano, escenario por el que desfilaron los nominados a las
categorías más apetecidas: modalidad instrumental y modalidad Vocal.
Los finalistas en modalidad instrumental que llegaron a la final fueron:
Oriana Medina Parada de Bogotá; Trío Instrumental Bachué de Risaralda; Julián David Serna de Santander; Trío Instrumental
Itinerante de Bogotá; y Amaretto Ensamble de Risaralda.
En la modalidad Vocal participaron en la última noche: Dueto Óscar y Julio de Risaralda; Alexandra Colorado de Valle; Mónica
Adela Escobar de Quindío; Marlyn Yurany González y Cafecito y Caña del Valle.
“Este Festival que ha sido pionero en la difusión de tonadas y aires colombianas se ha convertido en un semillero de artistas
reconocidos a nivel nacional e internacional, por lo que el compromiso del jurado calificador de hacer una buena selección de los
participantes en cada vez más difícil por la calidad de las voces y grupos que se presentan”, expresó Bernardo Mejía, Director de
Funmúsica.
Previo a la noche de clausura, el jurado calificador integrado por los maestros Miguel Ángel Urrea Mejía, María Mónica Mondragón,
Javier Andrés Casas, Fernando Remolina y Luis Alfonso Ocaña lagos, dio a conocer los ganadores en el concurso en Obras Inéditas
Ganadoras.
Modalidad Vocal:
Primer puesto: Exorcismo, Valle. Fernando Salazar interpretó un bambuco de Armando Lenis, compuesto por Fernando Salazar W.
El segundo puesto fue para Una sola bandera de Bogotá. Bambuco interpretado por su autor y compositor Leonardo Laverde.
El tercer puesto quedo en el Valle con ‘Y que te dicen’, danza interpretada por Fabián Fajardo, de la autoría de John Jairo Torres de
la Pava, compuesta por Fernando Salazar Wagner.
Modalidad Instrumental:
Primer puesto fue para el pasillo Carmelia del Valle del Cauca interpretado por el Cuarteto Quijotadas, compuesto por Heber Londoño
Duque.
El segundo lugar lo ocupó La Danza de Nubes, cuarteto vallecaucano ‘Colorín Colorado’, compuesto por Samuel Ibarra Conde.
La tercera posición fue de Ensueño Campesino, un pasillo lento de Bogotá interpretado y compuesto por Johan Gerley Carrillo.
Asimismo, se otorgó el título de Mejor Bandolista Diego Estrada Montoya a Oriana Medina de Bogotá y al mejor Tiplista Pacho
Benavides a Julián David Serna Aldana de Santander.
El Premio Diego Sinisterra Sánchez a la mejor interpretación del compositor homenajeado Pedro J. Ramos en la modalidad vocal,
fue para Alexandra Colorado del Valle con el pasillo ‘No Vuelvas’; el mismo galardón en la modalidad instrumental se otorgó a la
obra Llora corazón, fox trot, del maestro Luis E. Nieto, interpretada por el Trío Bachué de Risaralda.
Y el homenaje a toda una vida en la música, este a año fue para el compositor Luis Enrique Aragón Farkas. Además, por primera
vez se premió al mejor guitarrista a Sebastián Martínez de Bogotá integrante de Itinerante.
La noche de clausura terminó con una sorpresa para todos los participantes del Festival, y es que una muestra viajera llegará a la
próxima edición del HAY Festival Cartagena. Así lo expresó Jorge Humberto Escobar, presidente de la Junta Directiva de Funmúsica.
Esta gestión que se logró gracias a sus directivas junto al periodista Daniel Samper Pizano partirá en dos la historia del HAY ya que
sólo había sido de música del Caribe y a partir de este año, se tendrá un espacio con un gran final de fiesta con música andina.
Las directivas del HAY Festival Cartagena extendieron la invitación a Funmúsica para que se haga presencia interpretando una
antología de música del interior en el Teatro Adolfo Mejía, durante la última noche del festival caribeño.
Parte de ese programa serán algunos números andinos compuestos por reconocidos maestros oriundos de la Costa Caribe, tales
como ‘Arroyito campesino’ de Rafael Mejía, ‘Pesares’ de José Barrios, los pasillos y bambucos ‘El Espinaluno’, ‘Patria’, ‘Huracán’,
‘Plenilunio’, de Lucho Bermúdez o el extinto ‘Bambugay’ de Pacho Galán.
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Una monja, tras el Festival Mono Núñez
La hermana Virginia Lahidalga, de 94 años, fue gestora de este festival de música andina colombiana.
Por: Carolina Bohórquez | El Tiempo
Foto: Juan B. Díaz / EL TIEMPO
Virginia Lahidalga mantuvo su amor por la música desde niña. Es la única que vive de los fundadores del Mono Núñez.
El festival de música andina colombiana más reconocido del país nació con el éxito asegurado y la bendición de Dios. Fue hace 42
años, cuando las hermanas Virginia Lahidalga, Aura María Chaves y el ginebrino y profesor de música Luis Mario Medina
emprendieron el sueño de que en el corazón del Valle se les rindiera tributo todos los ritmos que brotaban del tiple, la guitarra y la
bandola.
Desde antes de 1974, la hermana y el profesor decidieron buscar patrocinio para el festival, cuya primera edición no se llamó Mono
Núñez, sino Concurso de Música Vernácula de Ginebra (Valle). Sor Virginia, que en noviembre cumplirá 95 años, hizo parte del
festival por dos décadas, recuerda que la Nación dio un auxilio de 15.000 pesos.
Nacida en Riosucio (Caldas), aprendió de niña violín y luego se le midió a la bandola en el convento al que entró a los 16 años, pese
a que sus padres nunca estuvieron de acuerdo.
“Como era menor de edad, las hermanas no me podían tener en el convento en Cali, porque mi papá había ido por mí. Cuando
volví a mi casa, no comía y vivía muy triste, así que me dejaron ser monja”.
Ya en el convento, se abrió campo en la música y estudió Lenguas Modernas.
La idea del festival surgió de una semana cultural que se hizo en los años 1972 y 1973 hasta que al año siguiente los organizadores
le apostaron al Concurso de Música Vernácula. El salón de actos del colegio La Inmaculada Concepción, en Ginebra, donde laboraban
las hermanas Virginia y Aura María, empezó a atiborrarse de asistentes.
El festival siguió creciendo, mientras Ginebra tarareaba canciones de Benigno Núñez Moya, el ‘Mono’, un compositor nacido en un
hogar de techo pajizo del corregimiento Las Playas.
“La gente sabía que era músico y que era muy bueno, pero no más. Así que buscamos darlo a conocer. La mejor manera era con
el festival”, narra Virginia, única fundadora sobreviviente del encuentro.
Con todo el empuje, en 1977, el festival tomó el nombre del Mono Núñez, en honor al maestro fallecido a los 94 años, el 31 de
diciembre de 1991. La hermana destaca que José A. Morales hizo parte del jurado del festival en sus inicios. Morales es el autor de
más de 200 canciones, como 'Pueblito viejo'.
El Mambo publica libro con 3.633 obras originales de su colección
El texto contiene creaciones de Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joseph Beuys, Roberto Matta, Fernando Botero, David
Manzur, Edgar Negret, entre otros.
El libro se puede adquirir a través de un bono de donación con respectivo certificado. Foto: Cortesía: MAMBO
El Museo de Arte Moderno de Bogotá (Mambo) presentará el libro titulado La Colección, impreso en formato de lujo, en edición
limitada (1.000 ejemplares), dos tomos con 3.633 obras originales de los más importantes artistas nacionales e internacionales.
Entre ellos se encuentran Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joseph Beuys, Roberto Matta, Fernando Botero, Edgar Negret, Elsa
Zambrano, Óscar Muñoz, Andy Warhol, Rubén Afanador, Andrés de Santamaría, David Manzur, Alejandro Obregón, Gilma Suárez,
Gustavo Vejarano, entre muchos más.
Claudia Hakim, directora del Mambo, dijo que el texto es una oportunidad para apreciar, conocer y disfrutar el grandioso acervo
del Museo y señaló que con la obra se rinde un homenaje a Gloria Zea como “agradecimiento por sus más de 47 años de labor
ininterrumpida en favor de la cultura colombiana y a los artistas que han hecho posible este sueño”.
Hakim, escultora y reconocida promotora del arte y la cultura en Colombia, afirmó además que con la adquisición del libro se apoya
la gestión del museo, ya que es una entidad privada sin ánimo de lucro que logra mantenerse vigente y activa “gracias al apoyo de
personas que creen en esta institución y en la cultura como motor de desarrollo”.
La Colección es una iniciativa que cuenta con el apoyo del Banco Davivienda bajo el liderazgo de Francia Escobar de Zárate, directora
del proyecto, quien desde hace varios años vela por la cultura en el país y apoya varias actividades artísticas y pedagógicas.
La curaduría estuvo a cargo de María Elvira Ardila, su equipo de trabajo y un comité editorial, que durante dos años trabajaron para
ofrecer una narración de la historia y orígenes del Mambo.
El museo, desde su creación hace más de 53 años, se ha dedicado a consolidar una importante colección de arte del país que hoy
en día se constituye en un patrimonio cultural y artístico de la Nación.
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LA CADENCIA DE LA HABANERA
Por Ofelia Peláez
Coral UIS en Torrevieja
Uno de los ritmos musicales más hermosos y sensuales es la habanera. En la ciudad de Torrevieja, Alicante, España, se hace cada
año el Festival Mundial de Habaneras que se puede ver a través de internet; van representantes de muchos países del mundo. En
el año 2000 el grupo que quedó en segundo lugar fue el de México y allá los condecoraron. Ese año el grupo triunfador, el que
ocupó el primer lugar, fue el de Colombia y lamentablemente acá pocos se enteraron: el coro de la Universidad Industrial de
Santander.
Del festival que hacen en Torrevieja hay una habanera titulada Cubana y española, interpretada por los Coros y Orquesta de Salinas,
dirigidos por Ricardo Lafuente, que además de ser su fundador, es el autor de la mayor parte de habaneras que interpretan. Esta
es la letra:
Cubana y española:
Un marinero de Torrevieja cantaba siempre una canción, una habanera de dulces notas, eran suspiros del corazón.
El marinero en un viejo puerto estaba un día en conversación, le preguntaban si la habanera era cubana, y él contestó:
Desde la vieja España partió hacia Cuba un ritmo bello, se llamaba tanguillo y lo cantaban los marineros, y al cabo de los años en
un bohío se oyó, que el ritmo del tanguillo en habanera cambió.
Habanera, cadenciosa, es tu ritmo cubano y también eres española, tienes fuerza soñadora, y te meces tranquila y ufana sobre las
olas.
Una de las más famosas habaneras es La paloma del músico español Sebastián Yradier (1809-1865), con numerosas grabaciones.
Esta habanera la popularizó en México, en 1866, la soprano Conchita Méndez. En La paloma dicen “…y una linda guachinanga…”
que es la manera como en La Habana se referían a los mexicanos. Yradier desde niño cantaba en el coro de la iglesia; luego estudió
en conservatorios, fue maestro de solfeo en el Real Conservatorio de Madrid, donde dio clases a la nobleza y una de sus alumnas
fue Eugenia de Montijo, futura esposa de Napoleón III. Viajó mucho, estuvo en París, visitó varias ciudades de Estados Unidos, fue
a México y a Cuba y precisamente después del viaje a la isla compuso en 1860 La paloma. Cuando ya era famoso resolvió cambiarse
su apellido original Iradier por Yradier. De este mismo compositor es una habanera titulada El arreglito, que hace parte de la ópera
Carmen, de George Bizet, que afirmaba haberla incluido en su famosa ópera pensando que era un canto popular; esta habanera
también es conocida como El amor es un pájaro rebelde.
De Cuba es la famosa habanera Tú, de Eduardo Sánchez de Fuentes (1874-1944); músico de grandes quilates que viajó por el
mundo, que escribió muchas obras sobre la música cubana y recibió innumerables reconocimientos.
Una mujer argentina, excelente compositora a la que se recuerda por el tango El adiós que grabó Ignacio Corsini, creó una habanera
con el bello título de Cuando silba el viento, que se ha escuchado en la voz de Mercedes Simone. La autora es Maruja Pacheco
Huergo, nacida en Buenos Aires en 1916 y fallecida en esa ciudad en 1983. Fue actriz, compositora, pianista, compositora y autora.
Vale la pena recordar que la habanera, con la milonga y el candombe, dio su aporte para el nacimiento del tango.
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Sonar la flauta
Por: Gonzalo Silva Rivas / El Espectador
La música como recurso turístico es una de las manifestaciones del consumo de masas que más estimula el desarrollo de esta
industria en los tiempos modernos. Forma parte generalizada de un sugestivo catálogo de excelentes razones que ofrecen varios
de los principales destinos del mundo para atraer viajeros, seducirlos mediante un cadencioso universo de ritmos y paisajes, y
poner a buen recaudo las millonarias divisas dejadas por los melómanos.
El turismo musical encierra la magia que provoca mezclar un doble motivo de intereses. Por un lado el placer que despierta el
atractivo turístico, y por el otro el disfrute que irradia esa envolvente pasión artística y estética que desata la música. Los dos
pegaditos le imprimen un particular sello de emoción a la experiencia de viajar y le dan forma a un excelente gancho comercial
para atraer jugosos flujos de visitantes.
Multitudinarios conciertos movilizan frecuentemente millares de seguidores, así como numerosas capitales, estilo Miami, Río, New
Orleans, Memphis, Barcelona, Madrid, Viena o Praga, son fuente de inspiración para amantes de la música, cautivados por festivales
estelares o por imperecederos autores, intérpretes o géneros que han marcado impronta en la historia de la música. Inglaterra,
patria de roqueros legendarios, desentraña una red de doscientos sitios asociados con sus grandes bandas, cuyo cordón umbilical
es la emblemática Liverpool, cuna de los inmortales Beatles.
En el continente, uno de los festivales más jóvenes y atrayentes es el Curazao North Sea Jazz, que en septiembre próximo le sube
telones a su séptima versión. Inspirado en el célebre Festival Jazz del Mar del Norte, en Rotterdam, alzó rápido vuelo para
posicionarse en lugar privilegiado dentro del variado pentagrama caribeño, donde con finos y melódicos acordes les disputa la
codiciada cúspide del ranking a las animadas veladas de Santa Lucía, al Carnaval de Trinidad y al alucinante Reggae Sunsplash
jamaiquino, los certámenes que marcaban la popularidad en la región. Curazao le puso el ojo a una de sus bajas temporadas
turísticas y para tapar el hueco le dio forma a un exitoso producto, que año tras año incrementa los ingresos de divisas y visitantes.
Durante su lanzamiento, en 2010, en solo dos días el festival produjo un impacto económico de US$4 mil millones, barrera
ampliamente superada en 2015, con un día adicional y el ingreso de US$16 mil millones. La línea de crecimiento se ve reflejada en
un progresivo aumento de las estadías de visitantes y proyecta inmejorables expectativas futuras.
La apuesta de condimentar sus paradisiacas playas y su increíble entorno natural con un magistral espectáculo en vivo, le ha
permitido potenciar una creativa propuesta turística que trasciende su tradicional y reconocido producto de sol y arena. Los múltiples
eventos puestos en escena al aire libre, por fuera del festival, con presencia de renombrados artistas internacionales, del corte de
John Legend, Sting, Carlos Santana, Alicia Keys o Juanes, desbordan oleadas de locura a lo largo de las vibrantes calles y cálidas
playas con olor a puerto en Willemstad y se convierten en imborrable experiencia colectiva.
Festivales, como este de Curazao, abierto al público, económico, con una sazonada programación de entretenimiento añadida,
permiten sacarle las mejores notas a un efímero patrimonio cultural y resultan ser estratégicas alternativas para sumarle valor
agregado a los destinos al incorporarlos como atractivo de marca. Demuestran que agregarle armónicos decibelios a hermosas
pinceladas de paisaje -empaquetando un producto turístico competitivo- da como resultado una original y melodiosa fórmula para
que a la industria… le suene la flauta.
Colombia protegerá la cultura inmaterial del mundo
Durante cuatro años consecutivos la nación trabajará por salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial de la
humanidad.
Foto: Fernando Vergara
Colombia hará parte del Comité Intergubernamental para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial del mundo. El país
estará encargado, entre otras cosas, de ofrecer asesoría para tomar medidas encaminadas a salvaguardar el patrimonio y analizará
los proyectos que busquen recursos del fondo de la Unesco para la protección de dicho bien cultural.
Para Alberto Escobar Wilson-White, director de patrimonio del Ministerio de Cultura, “Colombia fue elegida por ser uno de los
primeros países en suscribir esta convención y porque posee una experiencia técnica que ha obtenido desde que incorporó el
patrimonio inmaterial dentro de la política de recuperación del patrimonio cultural de la nación”. Anteriormente, el país había hecho
parte del Comité de Patrimonio Mundial, Cultural y Natural.
Ocho prácticas tradicionales colombianas han sido reconocidas como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad entre 2008 y
2012 fueron: El Carnaval de Barranquilla (2008), San Basilio de Palenque (2008), las procesiones de Semana Santa de Popayán
(2009); el Carnaval de Negros y Blancos (2009), el sistema normativo de los Wayús, aplicado por el Pütchipü’üi o ‘palabrero’ (2010),
las músicas de marimba y cantos tradicionales del Pacífico Sur (2010), los conocimientos tradicionales de los chamanes jaguares
de Yuruparí (2011) y las fiestas de San Francisco de Asís en Quibdó (2012).
Entre sus labores en el Comité, el Ministerio de Cultura de Colombia trabajará por el fortalecimiento de la música vallenata
tradicional de la región del Magdalena grande, práctica cultural inmaterial colombiana que ha sido declarada por la Unesco como
“patrimonio que requiere medidas de salvaguardia urgente”.
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¿Hay crisis de la cultura en Colombia?
La cultura está llamada a jugar papel fundamental en el posconflicto. El país se pregunta si está realmente preparada
para ese reto.
Semana
La obra ‘Antígona’, que estuvo en el pasado Festival Iberoamericano de Teatro, contó con la participación de cantaoras de alabaos,
Víctimas de la violencia en Chocó. Foto: Carlos Julio Martínez
La cultura en Colombia ha ganado espacios entre la opinión pública gracias a los logros que artistas, escritores y gestores culturales
han tenido desde hace muchos años. Sin embargo, el sector cultural ha sido noticia en las últimas semanas no por cuenta de los
premios o los buenos oficios, sino por una serie de polémicas que han tenido un gran despliegue mediático.
Tan solo la semana pasada el país conoció el enfrentamiento de dos bandos entre los directivos del Festival Iberoamericano de
Teatro (FITB); la negativa inicial de la Secretaría de Cultura de Bogotá de comenzar el proyecto de construcción de la Cinemateca
–decisión que finalmente se echó para atrás–; la protesta de los músicos de la Orquesta Filarmónica de Bogotá que reclaman una
esperada nueva sede, y el anuncio, más tarde revocado, del Instituto Distrital de las Artes según el cual los festivales de música de
la ciudad –Colombia, Jazz y Salsa al Parque– se fusionarían en uno solo.
Dichas polémicas y noticias pueden ser sanas en la medida en que se enfrentan posiciones diferentes para encontrar soluciones y
explicaciones distintas. Pero más allá de eso destaparon varios temas de fondo que tienen que ver con la coyuntura actual del país,
y las condiciones que tendrá que afrontar la cultura ante la firma de la paz y la búsqueda de la reconciliación de los colombianos.
Los temas de fondo pasan, por ejemplo, por lo presupuestal: hoy lo destinado a este sector, dentro del Presupuesto General de la
Nación, tan solo representa el 0,2 por ciento del total, cifra que está por debajo de países como Brasil, México, Uruguay o Ecuador.
Las dificultades que atraviesa la cultura se palpan en todo el país. Por ejemplo, hace dos años el Instituto Colombiano de Ballet
Clásico (Incolballet), con sede en Cali, estuvo a punto de desaparecer después de la salida de su directora, Gloria Castro, y de un
retraso de seis meses en el desembolso del presupuesto departamental. Hace dos meses, Conchita Penilla di Meo, quien dirigió la
primera Feria del Pacífico en una ciudad huérfana de eventos editoriales, hizo público su retiro de la feria por considerar que un
grupo empresarial privado estaba promoviendo otra en contravía de su idea inicial. Hoy no se sabe si Cali tendrá o no feria. Además,
se hizo pública una protesta por el cambio de sede y la mala gestión del Festival Petronio Álvarez, y por la posible demolición del
Hotel Aristi, un patrimonio arquitectónico de la ciudad.
Así mismo, a mediados de 2015, el gremio editorial de Barranquilla manifestó su descontento frente a la forma en la que la
Secretaría de Cultura, Patrimonio y Turismo de la ciudad había escogido a los miembros del Consejo Distrital de Literatura, por
considerarlos poco idóneos para asumir esa responsabilidad.
Medellín también vivió un episodio similar cuando Sergio Restrepo, director del Teatro Pablo Tobón Uribe, lideró una protesta pacífica
en la que los teatreros de la ciudad reclamaron por una disminución del 14 por ciento –de 2015 a 2016– en el presupuesto que
Mincultura tenía destinado para el funcionamiento de las salas concertadas.
Todas esas polémicas, más allá de su naturaleza, complejidad y casuística, permiten hacer una reflexión más profunda sobre la
importancia del papel de la cultura en el momento histórico que vive el país, justo cuando trata de entender y asimilar lo que
significa la convivencia pacífica, la tolerancia y la construcción de paz.
¿Hay recursos?
Lo primero que llama la atención es lo económico. Según el gobierno nacional, la cultura y el arte serán determinantes en el
posconflicto y la reconciliación, pero eso no se ve reflejado en su inversión, ni en la promoción de un diálogo nacional en el que
intervengan los miles de actores del sector. Aunque la educación pasó a ocupar el primer lugar presupuestal, la cultura siguió siendo
la cenicienta de los rubros. Mientras que la cartera de Defensa recibió 30 billones de pesos, a la de Cultura solo se le asignaron
335.438 millones de pesos. Es decir, el Mindefensa gasta en cuatro días la misma cantidad del presupuesto que la cultura recibe
para un año.
Más allá del dinero, algunas voces consideran que si bien el ministerio del ramo debe garantizar los fondos para la subsistencia de
las propuestas culturales en todo el país, hay mucho por hacer en la gestión y la administración de esos recursos que, en su
mayoría, están en manos de particulares. “La cultura no depende solo del bolsillo”, dice Gonzalo Castellanos, gestor y asesor en
políticas culturales de varios países de América Latina, quien sostiene que no es suficiente contar con garantías presupuestales para
ejecutar proyectos, mientras los gestores culturales no hagan bien su trabajo. Como ocurrió, según la ministra de Cultura, Mariana
Garcés, con el Festival Iberoamericano de Teatro, al que el Estado le ha girado en estos cuatro años 14.000 millones de pesos, y
ahora ha saltado a la palestra a raíz de que transfirió un dinero público a una cuenta del festival que estaba embargada, lo que deja
muchas dudas sobre el manejo del certamen.
El cine, como ya lo demostró ‘El abrazo de la serpiente’, es uno de los estandartes de la identidad nacional.
En Colombia, los gestores culturales han hecho un trabajo esencial a pesar de las barreras económicas. Clarisa Ruiz, exsecretaria
de Cultura, Recreación y Deporte de Bogotá, cree que no hay que culpar exclusivamente a los gestores, pues “muchos sectores de
la sociedad apelan al recurso de la cultura, pero invierten poco en fortalecer sus herramientas. Hay una depredación de las riquezas
culturales del país por parte de las instituciones públicas y privadas”. Ruiz también reconoce que la gestión cultural tiene no pocos
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retos, porque hay que demostrar el impacto social de los proyectos, trabajar en lo gremial, integrarla a los planes de desarrollo de
los municipios, y ampliar el número de programas académicos para formar verdaderos administradores culturales.
Un factor determinante, que incide en las dificultades del sector, es la poca confianza que la empresa privada tiene para invertir en
lo ‘cultural’. Aunque hay ejemplos notables como el Museo de Arte Moderno de Medellín, que funciona gracias a una alianza públicoprivada con el indudable apoyo de empresas del Grupo Empresarial Antioqueño; o como el del Grupo Sura y el Banco de Bogotá,
que apoyan diversos eventos en el país, aún falta hacer mucho por sensibilizar y convencer al sector privado de que la cultura
genera desarrollo y produce réditos directos en la sociedad. Así lo demuestran experiencias positivas como el Plan Nacional de
Lectura y Escritura que ha ayudado a mejorar los índices de lectura en el país. Para María Claudia López, actual Secretaria de
Cultura de Bogotá y exviceministra de Cultura, “se necesita más compromiso de la empresa privada en proyectos culturales locales,
porque son estos los que producen mayor impacto social”.
Existe la percepción de que la cultura se ha vuelto masiva y goza de buena salud por grandes eventos, conciertos como el de los
Rolling Stones, o Coldplay, o éxitos taquilleros del cine, o incluso festivales como la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo);
el Hay Festival de Cartagena; el FITB, el Carnaval de Barranquilla o el Festival Mundial de Salsa de Cali. Sin embargo, hay quienes
opinan que se trata más de espectáculos que buscan una rentabilidad económica, y que falta mucho por insistir en la construcción
de una base más incluyente a través de políticas públicas que promuevan con igual entusiasmo las expresiones de la cultura popular.
El arte sigue siendo una manifestación que desata polémicas, pero que será fundamental para hacer memoria.
¿Hacia dónde deben dirigirse los esfuerzos? Según Gonzalo Castellanos, los grupos de teatro de las ciudades, los colectivos de
danza, artes plásticas o música local sirven para medir el estado actual del sector. A pesar de que estas manifestaciones favorecen
la reflexión y crean desarrollo cultural, no cuentan con el respaldo suficiente pues se les exige ser productivas y dar utilidades.
Frente a este panorama, el Ministerio de Cultura es optimista. La titular, Mariana Garcés, asegura que polémicas como la del FITB
no permiten generalizar una crisis en la cultura en Colombia, ya que “el país es mucho más grande que Bogotá y en las regiones
están sucediendo manifestaciones culturales diversas y de enorme riqueza en sus propuestas y contenidos”. Sin embargo, Garcés
identifica que la informalidad de varios movimientos artísticos y la falta de profesionalización de algunas cabezas que dirigen los
proyectos culturales en Colombia plantean algunas de las dificultades que enfrenta hoy el sector, y anuncian los retos para los
próximos años.
La Feria del Libro de Bogotá se convirtió en un evento multitudinario al que también asisten grandes invitados, como
la nobel de literatura, Svetlana Alexiévich.
Para entender el panorama de la cultura en Colombia, hace falta mirar qué está pasando en las regiones, donde las administraciones
municipales se han preocupado por fortalecer los movimientos artísticos. Y, apostándole al desarrollo de la cultura, han hecho
aumentos históricos de sus presupuestos. Para el cuatrienio 2016-2020, Medellín aumentó su presupuesto para cultura en un 26
por ciento, Barranquilla aumentó 56.000 millones el suyo y Bogotá estimó una cifra de inversión de 1,18 billones de pesos.
Pese a lo anterior, dichas secretarías están inquietas por la disminución presupuestal de la Nación para la cultura pues aseguran
que el apoyo del ministerio ha sido más logístico y técnico que económico.
Una mirada hacia el posconflicto
El buen año del cine colombiano con sus logros y nominaciones confirmó que actualmente es el sector con mayor proyección de la
cultura en Colombia. Y muchos sectores envidian la ley de esa industria, que la ha hecho crecer hasta convertirla en la tercera de
América Latina. La industria cinematográfica, el programa Leer es mi Cuento y los incentivos tributarios para los proyectos artísticos
y literarios se han convertido en la bandera del presidente Juan Manuel Santos en materia de cultura de cara al posconflicto, pero
hay desatenciones evidentes.
El gobierno nacional le apuesta al programa Arte, Biblioteca y Cultura: Escenarios para la Paz, con el que se pretende fortalecer el
tejido social en zonas vulnerables y con antecedentes de conflicto armado. Esa cartera también impulsó las ocho escuelas taller que
se desarrollan actualmente en diferentes puntos del país, en las que se capacita a jóvenes entre 18 y 25 años en oficios tradicionales.
En materia regional, se están adelantando planes para asumir el tema paz. Sin embargo, aún no son muy claros. En el caso de
Barranquilla, se pretende mejorar la capacidad de la Escuela Distrital de Artes y Tradiciones Culturales para formar a víctimas y
desmovilizados como técnicos en oficios artísticos. Algo similar ocurre en otras regiones, donde las administraciones han agotado
sus esfuerzos en programas ya existentes, pero no se han creado nuevas propuestas. Para el actor José Ricardo Alzate, de la
Corporación Arca de Noé, “el sector cultural tiene muy buena disposición porque sabe que tendrá un rol muy valioso en el
posconflicto. Particularmente, en zonas rurales, donde el conflicto armado ha golpeado de verdad a la gente. Sin embargo, las
alcaldías no terminan de convencerse de los proyectos”.
Si bien estos esfuerzos son muy valiosos para el país, parece que la cultura no cuenta todavía con un plan arriesgado y ambicioso
de cara a asumir su lugar en el conflicto que Colombia enfrentará con una sociedad civil que puede reconciliarse mediante
expresiones simbólicas. “El arte, la música, el teatro, los museos y, en general, todas las manifestaciones culturales son muy
importantes a la hora de crear valores colectivos que el conflicto no ha dejado florecer”, dice Sara García, historiadora e
investigadora de la Maestría en Construcción de Paz de la Universidad de Los Andes.
Es una oportunidad histórica para la cultura en el país, si se tiene en cuenta que el desescalamiento del conflicto armado ha
permitido que las polémicas que ocupan las primeras planas de los noticieros dejen de ser solo la política y la guerra. Nicolás
Morales, de la Editorial de la Universidad Javeriana, además afirma que es un momento clave para captar audiencias y para que
los colombianos se interesen por lo que sucede en la escena cultural del país, pues no es suficiente que aumente la oferta de
festivales y escenarios si no hay un público interesado en consumirlos.
Aunque es innegable que la cultura en Colombia no atraviesa momentos fáciles en materia económica, es aventurado decir que
existe una crisis en el sector. Varios personajes del mundo cultural no ocultan su preocupación frente a las recientes polémicas,
pero también reconocen que esas turbulencias son producto de la madurez y crecimiento del sector a lo largo de estos últimos
años. El país está ante el gran reto de convertir estas dificultades en oportunidades para aprender a reconciliarse a través de un
oficio tan noble como las artes y la literatura. Falta mucho por hacer, pero el camino ya está abonado.
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“El baile de los que sobran”
A la danza, a los archivos públicos y a la pintura ni el presupuesto público ni el privado las voltean a mirar.
Cruz Patricia Díaz, coordinadora del Archivo Digital de la Biblioteca Pública Piloto, asegura que “los archivos tienen como principio
conservar y cuidar los documentos históricos, para que la comunidad se beneficie de ellos”. El más importante del país es el Archivo
General de la Nación, que reposa en la Biblioteca Luis Ángel Arango. Además, Colombia cuenta con uno de los archivos fotográficos
más grandes de América Latina, que reposa en la Biblioteca Pública Piloto.
Hugo Buitrago, docente investigador de la Universidad Pontificia Bolivariana, asegura que, por ejemplo, el archivo judicial de
Sogamoso es muy importante para conocer la historia de la formación de las guerrillas en los Llanos Orientales y la época de la
Violencia, pero está muy desordenado para encontrar información. En Colombia hay archivos con estados higiénicos deplorables,
lo que pone en peligro la memoria histórica del país.
Juan Fernando Herrán, artista plástico y escultor, asegura que la mejor forma de valorar la pintura y la escultura a nivel nacional
e internacional es mejorar el presupuesto que se destina para su fortalecimiento, “países como México o Brasil han desarrollado
políticas culturales integrales, que a lo largo de años han sido capaces de construir y de difundir sus producciones, para beneficiar
a todo el campo artístico, sin excepciones”.
Lo que dicen los números
Una de las razones que explican las polémicas en el mundo cultural de las últimas semanas es el presupuesto limitado con el que
cuenta el sector en Colombia:
Cuatro días de presupuesto para la defensa y la fuerza pública, equivale al presupuesto que la cultura tiene para un año.
La cultura es la número 24 en la lista de las 29 prioridades del gobierno, según el Presupuesto General de la Nación.
Mientras que el presupuesto de Mincultura, para 2016, es de335.438 millones de pesos, el de la Secretaría de Cultura, Recreación
y Deporte de Bogotá alcanza 1,18 billones de pesos.
Se espera que la cultura y el arte sean un modo de ocupación y empleo para los desmovilizados, pues a la fecha en Colombia
hay7.483 de ellos con trabajos formales y vendrán mucho más.
La columna vertebral
Para que la cultura esté fortalecida una vez el país enfrente el posconflicto, es necesario duplicar la infraestructura existente.
En el país hay 1.424 bibliotecas públicas que hacen parte de la Red Nacional de Bibliotecas, mientras que en México hay más de
8.000 y en Argentina más de 2.000.
Colombia cuenta con una biblioteca por cada 34.000 habitantes, México por cada 15.000 y Argentina por cada 20.000. En 2014 se
editaron en Colombia 16.030 libros. Para 2015, las cifras de lectura en América Latina estaban encabezadas por Chile con 5,4 libros
leídos por habitante al año, seguido por México con 5,3, Argentina con 4,6 y Colombia con 1,9. Colombia cuenta hoy con 879 salas
de cine y durante 2015 asistieron 58.805.761 espectadores, 26,4 por ciento más que en 2014. Según la Unesco, Colombia aumentó
el doble, o más, su cantidad de entradas, pantallas o recaudación. Al igual que Brasil, México y Perú. Según el más reciente estudio
sobre el consumo cultural del Dane (2014), 30.000 personas asistieron a conciertos y 16.600 a teatro, ópera y muestras de danza.
El Dr. Google
Por: Jaime Forero Gómez / Vanguardia Liberal
Esta columna es modificada de la publicada en la revista digital IntraMed. Es peligroso que Google se convierta en médico, pero
más peligroso que los médicos nos convirtamos en Google.
La relación personal médico-paciente es la base de la práctica de la medicina. No hay ninguna herramienta ni red social y menos
aplicaciones de mensajería como Whatsapp, que puedan reemplazar la comunicación con el médico. Sustituir la comunicación
personal y mínimo verbal o telefónica por un vulgar mensaje es una falta de respeto hacia el profesional de la salud y una conducta
errónea que ha producido ya errores graves en el ejercicio de la medicina.
En la relación médico-paciente es vital la transferencia de información en ambos sentidos, del paciente al médico y del médico al
paciente. La información disponible en Internet es beneficiosa pero la mayoría existente en revistas no científicas es errónea y
perjudicial. Si lo que leemos en redes sociales nos ayuda a entender un problema o enfermedad es un excelente recurso pero
cuando interfiere es un obstáculo grave para lograr la solución de un padecimiento. Hay muchísima información y la mayoría no
permite armar un juicio clínico médico, ni sustituye este análisis que lo da el estudio, experiencia y sapiencia del profesional de la
salud. Confundir un juicio clínico es peligroso y produce muchas complicaciones.
Recordemos que “los datos no producen ningún conocimiento, solamente informan. De la información en Internet solo podemos
“enterarnos”. El “conocimiento” es otra cosa”. Reemplazar la comunicación médico-paciente por una búsqueda en Google o por un
mensaje en Whatsapp para obtener un diagnóstico o tratamiento para un niño, está empeorando los problemas de salud.
Reemplazar el cuidado adecuado que debe recibir un niño incluyendo la visita al médico, repercute en todas las etapas de la vida.
La medicina es una profesión de interacción humana intersubjetiva, no un puro, pobre y triste intercambio de datos. Hay sitios web
confiables que administran la información (dieta) que brindan. Esta es la nueva “dieta” que los médicos tenemos la obligación de
supervisar, vigilar y corregir igual que la comida.
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García Márquez, el universal
El Claustro de la Merced en Cartagena fue el lugar escogido por su familia para que reposen las cenizas del nobel de
literatura.
Una imagen para recordar al hijo del telegrafista que fue enterrado en Cartagena como fue su deseo. Foto: Archivo Semana
“No hemos venido a despedirnos, sino a saludarlo. No nos reunimos aquí para darle el último adiós. Esto es una reunión de amigos
y los verdaderos amigos nunca desaparecen, menos aún si se trata de un amigo inmortal.” Con estas emotivas palabras, Juan
Gossaín dio su discurso en la ceremonia celebrada esta tarde en la Universidad de Cartagena donde se inauguró el mausoleo y se
develó el busto dedicado al escritor Gabriel García Márquez en el que, por disposición de su familia, reposan las cenizas del nobel.
El evento que reunió a personajes de la política y la cultura nacional como el actor y productor Salvo Basile, el director de la
Fundación Nuevo Periodismo Jaime Abello, el alcalde de Aracataca Pedro Sánchez, la ministra de cultura Mariana Garcés, entre
otros, se desarrolló en el Claustro de la Merced lugar escogido por Mercedes Barcha y sus hijos, presentes en el evento, por su
cercanía a la casa que tienen en la ciudad (ubicada en la calle del curato) y por el significado de Cartagena en la vida de García
Márquez.
El discurso inaugural a cargo de Edgar Parra Chacón, rector de la Universidad de Cartagena, recordó precisamente la estrecha
relación de Gabo con esta ciudad que inició en 1949 cuando, aturdido por los hechos que provocó la muerte del líder político Jorge
Eliecer Gaitán en Bogotá, el escritor decidió mudarse a Cartagena y continuar, en un principio, con sus estudios de Derecho en la
Universidad de Cartagena.
Estudios que tiempo después abandonaría para dedicarse al periodismo un oficio que aprendió junto a los jefes de redacción de El
Universal, primer periódico donde trabajó y en el que publicó los primeros capítulos de su novela La Hojarasca.
Y es que el amor de García Márquez por Cartagena está presente no solo en las conversaciones con sus amigos cercanos como
Juan Gossaín, que reveló hoy en su discurso, una charla que sostuvo con Gabito, como se refiere de manera entrañable al nobel,
20 años atrás en el Hotel Caribe y en la que el escritor le confesó que “la gente sabe que a mí me gusta vivir en Cartagena, pero
me gustaría más que me enterraran aquí”.
Mateo García, uno de los nietos de García Márquez, leyó algunos fragmentos de la obra Vivir para contarla, obra autobiográfica del
nobel en la que hace alusión a Cartagena con un profundo cariño.
Busto de Gabriel García Márquez. El compositor Adolfo Pacheco interpretando Mercedes, uno de los vallenatos preferidos de García Márquez. Foto: Archivo Semana.
El gobernador de Bolívar, Dumek Turbay Paz y la ministra de educación encargada, Natalia Ariza, también celebraron que los restos
del escritor retornaran a la ciudad del caribe que lo vio nacer en la literatura y que fue el escenario de algunas de sus primeras
crónicas. Ariza agregó, además, que la obra del escritor debe ser fuente de inspiración para los colombianos, especialmente, para
aquellos que ocupan esa alarmante tasa del 50 por ciento que en el último año no leyó ni siquiera un libro.
Para la adecuación del claustro académico en las que hoy reposan las cenizas del nobel, la Universidad de Cartagena invirtió 581
millones de pesos. Del total invertido el Ministerio de educación aportó el 88 por ciento de los recursos.
El busto, esculpido por la artista británica Katie Murray, fue revelado a las 6:15 de la tarde mientras la sinfónica de Cartagena
interpretaba la música de Adolfo Pacheco. El evento se cerró con el maestro Pacheco quién interpretó canciones como El Mochuelo
y Mercedes y recordó que este vallenato era el himno nacional en la casa de Gabriel García Márquez, como él mismo solía decir.
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¿Ya no tenemos tiempo para la música?
Por: Diego Londoño / El Colombiano
Me acomodo y preparo la rutina de ademanes para empezar a escribir; un café doble, las gafas limpias, la ventana abierta con vista
a las montañas, e inserto el disco The Dark Side of the Moon de Pink Floyd. Transcurren algunos minutos de la inolvidable y
maravillosa “Speak to Me” y mi mente, en vez de quedar en blanco como pasa muchas veces cuando me siento a escribir, empieza
a generar imágenes que solo el sonido inconfundible de Pink Floyd puede generar. No escribo ni una palabra, me dedico a escuchar.
42 minutos y 45 segundos después, al terminar de escuchar el disco, abro el computador y empiezo. Lo primero que escribo son
preguntas: ¿Ya no tenemos tiempo para la música?, ¿nos cansamos de escuchar discos? La respuesta lastimosa es SÍ.
Las nuevas dinámicas de la música ahora responden a los llamados “sencillos”, que son una respuesta inteligente y comercial al
público que ya no tiene tiempo, que consume inmediatez, que es práctico, que tiene un mar de posibilidades y por eso selecciona
de acá y de allá, como haciendo zapping, pasando desapercibido por historias sonoras completas.
También pienso en el disco que acabo de escuchar, y entiendo que no se puede dividir, que sería perder la comprensión de la obra
artística, perder la magia y la idea real del compositor, sería como tratar de mirar una pintura a la mitad, leer un libro saltando
palabras, o ver solo el final de una película.
El disco, en muchas ocasiones, no en todas, es creado como una pieza artística completa, de inicio a fin, para escucharse de esa
manera. Pero es innegable, las cosas han cambiado y los oídos y la mente ya no funcionan igual. ¿Qué hacer?, ¿qué riesgos deberían
tomar los creadores de música?, ¿qué hará falta? Quizá, pasar simplemente de hacer música y depositarla en un cd, y pensar en
conceptos, en formas de llegar al oyente de maneras atractivas y distintas a las que todo el mundo usa. Si la dinámica cambió hay
que cruzar la raya, transgredir y arriesgarse a nuevas cosas, ahí podría estar la respuesta. Es probable que se le muestre al oyente
que no tiene tiempo, que es importante regalarse el rato, o al que busca solo lo que necesita, que hay otras opciones, pues es muy
fácil encontrar contenido en el mar de posibilidades de la web, pero tal vez, posibilidades llenas de basura.
Si antes escuchábamos las piezas completas porque nos tocaba, y era una práctica maravillosa que pocos seguimos frecuentando,
si antes observábamos los librillos porque era sentir que se atravesaba el umbral estético de la obra musical, si antes escuchábamos
una canción, y ella misma nos arrastraba a querer saber qué más continuaba, ¿cómo será regresar a eso?, ¿se venderían y
comprarían más discos?, o mejor, ¿se apreciarían más obras de arte? Éste solo es un llamado para quién lo quiera recibir, un
llamado respetuoso y melancólico a los músicos para que piensen en su música como una obra de arte completa, y a los seguidores,
para que regresen a la pasión mágica y verdadera de escuchar música.
Todos los reyes del Festival Vallenato, juntos
Para la edición del próximo año se modificará la competencia 'Rey de Reyes'.
Por: Cultura y Entretenimiento | El Tiempo
Foto: Mauricio Moreno
Hugo Carlos Granados, tercer rey de reyes del Festival Vallenato, fue elegido en el 2007.
Poco después de la premiación oficial del reciente Festival de la Leyenda Vallenata, que eligió a Jaime Dangond Daza como rey
vallenato profesional, la organización empezó a trabajar pensando en la celebración de los 50 años de esta importante fiesta
colombiana, que se realizará en abril del año entrante.
El Rey de Reyes es una de las coronas más celebradas del festival no solo por la espera de 10 años para que se dé este concurso,
sino porque solo pueden participar acordeoneros que han obtenido previamente el título de rey vallenato. El listado de ganadores
de esta competencia es, pues, muy corto. Lo integran Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, Arturo el ‘Cocha’ Molina y Hugo Carlos Granados
(la competencia se hizo por primera vez para celebrar las dos primeras décadas del festival). Al eliminar el límite de edad, el
número de acordeoneros que tendrían opción de concursar llegaría a 35, aunque cabe resaltar que solo compiten quienes decidan
inscribirse. De hecho, algunos exponentes como Egidio Cuadrado expresaron su emoción al saber que tienen de nuevo esta
posibilidad. Así las cosas, entre los reyes vallenatos de otros años que en teoría podrían aspirar a este título están Miguel López,
Alfredo Gutiérrez, Náfer Durán, José María Ramos, Raúl Martínez, Eliécer Ochoa, Julio Rojas, Orangel Maestre, Egidio Cuadrado,
Beto Villa, Ómar Geles, Julián Rojas, Álvaro López, Alberto Rada, Freddy Sierra, Juan David Herrera, Saúl Lallemand, Chemita
Ramos, Álvaro Meza, Navín López, Ciro Meza, Harold Rivera, Juan José Granados, Alberto Jamaica, Christian Camilo Peña, Sergio
Luis Rodríguez, Luis Daza, Almes Granados, Fernando Rangel, Wilber Mendoza, Gustavo Osorio, Mauricio de Santis y Jaime
Dangond Daza.
Por otro lado, la competencia de Rey de Reyes se extenderá, por primera vez, a la modalidad de piqueria. Además, se realizará
en canción inédita. El festival número 50 se cumplirá del 26 al 30 de abril del 2017.
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El 'médico' de los libros
Autor: Fredy Avila | Especial para GACETA / El País
Aunque está pensionado, Carlos Barrera sigue 'salvando' libros.
Foto: Sebastián Arias Espinosa
Carlos Barrera ya perdió la cuenta de los “compañeros” que ha visto salir avante de delicadas cirugías y de prolongados períodos
en la unidad de cuidados intensivos. Durante días, semanas y hasta meses ha curado sus fracturas, ha fortalecido sus lomos, ha
rejuvenecido sus cubiertas y ha logrado disimular muy bien sus rasgaduras.
Con la paciencia que lo caracteriza, este boyacense de 61 años, nacido en Santa Rosa de Viterbo, pareciera tener en sus recias
manos la fórmula secreta para detener el proceso de envejecimiento, tan natural, en aquellos objetos orgánicos que lo han
acompañado en las últimas cuatro décadas de su vida: los libros.
Aficionado desde pequeño a las manualidades, Carlos descubrió su pasión por la conservación de libros y documentos al llegar a
Bogotá a mediados de la década de los setenta. Sin nada más que una maleta en la que guardaba uno de sus más grandes legados,
una edición de bolsillo de ‘Carlomagno’, de 1882, obsequiada por su padre, Carlos fue aprendiendo los secretos de una técnica que
le ha permitido prolongar la vida de centenares de libros que hoy reposan en los anaqueles de la Biblioteca Nacional de Colombia.
“Inicié como encuadernador exactamente el 13 de septiembre de 1976. En ese entonces, la Biblioteca contaba con unos talleres
que funcionaban en unos sótanos que eran compartidos con Inravisión”, comenta.
Con serrucho y segueta en mano, el “conservador” de libros como prefiere que lo llamen, empezó a dar sus primeros pasos en una
profesión que por aquel tiempo le era ajena: la conservación.
“Se realizaba una labor muy mecánica. Las portadas y cubiertas originales de los libros no se respetaban. Si se hallaban en mal
estado se quitaban y se remplazaban por tapas de cubierta rígida y uniforme para todas las publicaciones. Era lo que había en ese
momento y así se hacían las cosas”, cuenta.
En las primeras encuadernaciones se le hacían dos perforaciones a cada libro o volúmenes de periódicos que se unían con un cordel
a través de una costura llamada “diente perro”, señala. Un día, decidió experimentar con la edición de bolsillo de ‘Carlomagno’ que
recibió como regalo a sus 12 años. “Lo traje al taller y en mis ratos libres me dedicaba a intervenirlo, le cambié la encuadernación
y me fui muy orgulloso con el libro nuevo”, recuerda.
Afortunadamente para él y “sobre todo para el patrimonio de la nación”, recalca Carlos, obtuvo una beca a comienzos de los noventa
en la Biblioteca Nacional de Caracas, un año que le bastó para revaluar todo el aprendizaje adquirido en los sótanos y que le
permitió descubrir el tema de la conservación de los libros y guardar un profundo respeto por las costuras y los materiales originales.
“La conservación bibliográfica y documental es multidisciplinaria, hay que saber algo de química, antropología, arqueología, física.
Conocer la composición de la obra, analizar su estructura, la calidad del papel, su encuadernación y valorar las técnicas utilizadas
que hacen de un libro, un testimonio fiel de determinada época”.
Aprendió, por ejemplo, que los mejores papeles son los que tienen buena calidad de celulosa y que normalmente se extraen de las
coníferas como pinos, abetos o la morera, con alta dosis de fibra y bajos en lignina, sustancia que con el paso del tiempo produce
que el papel se torne amarillento. Aprendió además que a toda obra hay que hacerle su propia “historia clínica” en la que se
consignan los deterioros que “afectan al paciente” tanto en su cubierta como en el cuerpo del texto.
Con materiales como cueros, acrílicos, telas, cartulinas, agujas y papeles de buen gramaje como el Japonés, el Kimberly o el
Canson, este veterano de la encuadernación, ha recuperado auténticas joyas como el Atlas de Abraham Ortelius, que data del siglo
XVII, documento que “salvó” respetando cada uno de los mapas, con el fin de que fueran digitalizados, sin interferencias ni hilos
en el doblez de cada pieza.
‘El Ortelius’, como lo llama, producido en Amberes y considerado como el primer atlas moderno y todo un éxito editorial entre los
nobles y los ricos mercaderes de Europa, ávidos de exploraciones, descubrimientos y conquistas alrededor del mundo, le tomó seis
meses de trabajo. “Tocó desencuadernarlo completamente para cambiarle las cartivanas (tiras de papel que se ponen en las hojas
sueltas para encuadernarlas), las cuales estaban rasgadas”. Así logró ponerle los refuerzos, prensar, coser y recuperar su cubierta.
Su especialidad hoy son los libros antiguos, como los de Rufino José Cuervo y Anselmo Pineda, que hacen parte de aquellas
bibliotecas particulares de grandes escritores y personalidades de la vida del país que conforman actualmente las colecciones de la
Biblioteca Nacional.
Publicaciones que por lo general presentan el normal desgaste de los libros. Afectaciones en lomos y cubiertas que requieren de un
proceso de limpieza y desinfección, además de la corrección del abarquillamiento, efecto producido por la humedad. “Esto se refiere
a las famosas “orejas de perro”, que se producen cuando se doblan las puntas de las hojas de los textos. Así como sucedía con las
cartillas de la escuela", agrega.
Por el tiempo que dedica a su labor, se podría pensar que Carlos alcanza a leer casi todo lo que pasa por sus manos. Sin embargo,
aclara que desafortunadamente no es así. “Ya quisiera yo poder leer buena parte de los libros que se encuentran en este taller”,
señala mientras se consagra con extrema precaución a recuperar uno de los 700 volúmenes que conforman el archivo histórico de
José Manuel Restrepo, labor exclusiva para la que fue llamado de nuevo a la Biblioteca en 2013, luego de haber recibido su pensión,
tres años antes.
En estos últimos meses dedicados a la recuperación de este archivo que da cuenta del proceso de la Independencia de Colombia,
Carlos ha fijado su atención principalmente en los manuscritos que allí se conservan. Sin saber mucho de paleografía ha logrado
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descifrar en algunos momentos libres que le quedan, cartas de Simón Bolívar y Santander en las que se informa sobre el estado de
los ejércitos, la cantidad de cargamento, las raciones disponibles y hasta los pagos o las bonificaciones especiales como minas para
su explotación, que debían recibir algunos militares por sus ascensos.
Con la experiencia acumulada, este “médico” de los libros no cree en complejos trasplantes para recuperar partes del documento,
que por una u otra razón desaparecen. “Cuando la información se ha perdido, ya sea por el uso, hurto de los usuarios o “accidentes”
en la encuadernación, esta ya es imposible de recuperar. Se podría conseguir el documento en otra parte y aplicar un injerto pero
el documento pierde su validez y originalidad”, indica.
Esta tesis es compartida por Sandra Angulo, coordinadora del Grupo de Conservación de la Biblioteca. “En nuestro trabajo no
pretendemos tapar la huella del tiempo. La mano del restaurador debe contribuir solo a evitar el normal deterioro de las
publicaciones, los microorganismos o los efectos del medio ambiente, pero sin ocultar totalmente los rastros del paso de la historia,
que son los que le dan un valor único a cada libro como objeto de uso”. Una titánica labor en una entidad que es considerada como
el disco duro de la nación y donde se conservan más de 2 millones seiscientos mil volúmenes, según su más reciente inventario.
En esta área donde diariamente se busca frenar el proceso de deterioro de las publicaciones, las obras son sometidas a un largo
proceso en el que resulta frecuente oír hablar de consejos médicos, en los que expertos toman decisiones prácticas en aras de la
conservación de los libros y documentos. Juntas en las que se tienen en cuenta los detalles que hacen de un libro un testimonio
vivo y reflejo de la estética de una época.
“Muchos de los libros antiguos, por ejemplo, se hacían con tapas de madera o con pieles. Se usaban técnicas para la iluminación
de las cubiertas, y se utilizaban hierros o unas decoraciones de momento, como sucedía en los siglos XV, XVI o XVII. Todo eso hay
que respetarlo en el proceso completo de la restauración e ir remplazando los elementos que comienzan a degradarse”, dice Sandra.
Por este “hospital de libros” han pasado pacientes que han dejado huella como las novelas ejemplares de Miguel de Cervantes
Saavedra, escritas entre 1590 y 1612, en cuyo proceso de conservación se innovó en tecnología, al incorporarles tela en lugar de
piel, para recuperar grandes porciones ya desgastadas en sus cubiertas. También fue sometida a intervención la Biblia del Oso,
impresa en 1622, la cual hacía parte del índice de libros prohibidos por la inquisición, y que presentaba manchas, desgarros y sus
tapas convertidas en manuscritos.
Es el caso del libro de bolsillo de ‘Carlomagno’, que tiempo después de su primera intervención fue sometido a una drástica
cirugía. Carlos le fue modificando la encuadernación, le puso unas guardas de protección y le cambió la cubierta, por una más
acorde de finales del siglo XIX. Poco a poco, todos los daños que le había causado en esa primera operación, los fue enmendando,
hasta el punto de que hace algunos meses el “paciente” finalmente pudo ser dado de alta.
Querida Fanny
Por: Fernando Quiroz / El Tiempo
Conmueve la manera como maltratan tu legado. Ojalá entiendan que tu obra merece un final feliz.
Te lo dije varias veces al oído, en donde quiera que estés te lo sigo diciendo y no me canso de repetirlo: eras una berraca: así, con
‘b’, como recomienda escribirlo Juan Gossaín.
Más allá de ese corazón enorme que un día terminó por rebelarse, y que al final ni tú ni los médicos lograron controlar para
mantenerte entre nosotros, parecía como si no hubiera algo inalcanzable para ti.
¡No lo había! Lograbas lo que te proponías: y lo que te proponías era siempre difícil, extraordinario, complejo. Tanto así que te
aburriste de oír la palabra ‘imposible’, y mandaste al carajo mil veces a todos los que alguna vez la pronunciaron en tu presencia.
Fuiste la sorprendente Blanche DuBois y la incomparable María Callas. Fuiste la loca de Chaillot en el escenario, y sí que lo fuiste al
descender de él: una loca adorable que vivía en el mundo de los sueños porque era capaz de hacerlos realidad. Fuiste la Celestina,
la mayor: y propiciaste amores y amoríos, pero lograste, sobre todo, que este país en el que elegiste morir te amara con pasión.
Alguna vez, en Buenos Aires, ante la gente del teatro y la gente de la prensa, te oí hablar de “mi país” cuando hablabas de Colombia.
Se me puso la piel de gallina. Hablabas del festival que, al lado de Ramiro Osorio, le entregaste a esta nación que tanto lo ha
disfrutado, que tanto lo ha celebrado. Que se ha valido de él para tratar de entender esos otros dramas que no suceden en las
tablas sino en las selvas, en las montañas y en diversos municipios de nuestra geografía. Ese festival que permitió que en tantas
latitudes lejanas se hablara de Colombia por motivos diferentes a las balas y al narcotráfico.
Dije atrás, querida Fanny Mikey, que no hubo imposibles para ti. Pero quizás me equivoqué. Hoy compruebo, con tristeza enorme,
que no lograste que después de caer el telón que ponía fin a tu vida honraran tu memoria de la mejor manera que podía hacerse:
dejando de lado las vanidades y los intereses mezquinos para mantener en alto el nombre del Teatro Nacional y del Festival
Iberoamericano de Teatro. Entender que se trata de valiosos regalos que nos entregaste a los colombianos y que hoy son patrimonio
de la comunidad. No de unos pocos. Conmueve la manera como están maltratando tu legado. Ojalá entiendan todos aquellos que
dijeron amarte que tu obra merece un final feliz.
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Orgullo de Santander para Colombia
Fotos que resumen la carrera musical de Bob Dylan
El Espectador
Bob Dylan, el músico, cantante y poeta estadounidense llega a sus 75 años y a lo largo de su carrera ha sido reconocido y honrado
por sus composiciones y sus grabaciones. Su nombre se encuentra en el Salón de la Fama del Rock and Roll y su figura es
emblemática para el arte sonoro contemporáneo.
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XXVI Festivalito Ruitoqueño de música colombiana
1 al 14 de agosto de 2016
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La parábola del escarabajo
Por: Santiago Gómez / Vanguardia Liberal
Con una sonrisa empezó la carrera y así llegó luego de la novena etapa, cuando perdió casi 4 minutos y terminó por fuera de los
diez mejores del Giro. Ese talante optimista y luchador lo había llevado de practicar bicicross en los 90, a conformar su propio
equipo de ciclistas y a ser segundo en Italia, con tan solo 26 años, en su segunda participación.
Alcanzó a ser líder, ganó una etapa y perdió el liderato en una jornada en la que el favorito de todos demostró porqué es de los
mejores. En el circuito de Turín ayudó a Urán luego de una caída, un día después de que el antioqueño le brindó un salvavidas al
escalar el último puerto de primera categoría de la competencia y mientras veía cómo se le escapaba el liderato. “No hay excusas,
no tuve fuerzas para responder”, dijo aún sonriente a la prensa al cruzar la meta.
Esteban Chaves es un colombiano ejemplar. En el Giro tocó con fuerza la puerta de la élite del ciclismo. Sin crear falsas expectativas,
sonriendo en la victoria y en la derrota, siempre profesional, humilde, modesto, responsable y sereno en sus declaraciones, nos
hizo a todos el domingo pasado un poco más colombianos. “Si me hubieran dicho hace tres años que sería segundo del Giro en
2016, me hubiera reído”, dijo cuando un periodista le inquirió al perder el liderato un día antes del final.
Habla inglés e italiano, y en un español muy bogotano nos dijo que los sueños se pueden cumplir, que luchemos y creamos en
nuestras metas, una semana después de haber reclamado públicamente a Peñalosa el poco apoyo que da a quienes quieren seguir
sus pasos.
Esteban Chaves, agradecido siempre, es un subcampeón que no se quitó la medalla al recibirla -como hacen hoy los futbolistas que
ganan más del doble que él- y que nos demostró también que ese cuento de que “el segundo es el primer perdedor”, solo es cierto
para quienes no valoran lo que alcanzan luchando limpiamente por ello.
¡Gracias a la vida por Jorge Consuegra!
Por Ileana Bolívar / Semana
Ileana Bolívar, codirectora de Libros y Letras, hace una semblanza del periodista, el maestro, el escritor, el gestor
cultural y el amigo.
Jorge consuegra fue autor de los libros Bogotá curiosa, Colombia curiosa y de un diccionario de periodismo. Foto: Hache Holguín
Gracias a la vida, como en la canción de Violeta Parra, por habernos prestado unos años a un gran ser humano como lo fue Jorge
Consuegra, solidario, afectivo, dinámico, optimista, alegre y, sobre todo, amigo, compañero y cómplice.
Gracias a la vida porque Jorgito nos brindó la posibilidad de ver la realidad de un país de una manera más humana; sus aportes al
periodismo en Colombia se basaron en la ética como esencia para llegar a ser un buen periodista. Desde las aulas de clase buscó
que sus alumnos aprendiéramos a vivir y sentir el periodismo fuera del escritorio, palpando la realidad desde la óptica de los
testigos. En últimas, siempre nos inculcó ser críticos y a “no comer entero” ante una primera información.
Enseñó a varias generaciones de periodistas el valor de la palabra y la verdad; el respeto por el entrevistado y a no etiquetar a los
colegas por el medio que representaban.
Era un colombiano que amaba y defendía su país; un latinoamericano que siempre se preocupó por rescatar su memoria histórica
y cultural, aquella que los grandes medios han pasado por alto.
Otra de sus pasiones, la literatura. Ya fuera como editor, corrector, difusor o agente literario, Jorgito contribuyó a formar lectores
en el país y a enseñar el amor por los libros; siempre tuvo la firme convicción de que la literatura debía ser democrática, pues sus
talanqueras residen en los tabús y obstáculos que crea la sociedad.
Desde su infancia su mejor compañía siempre fue un libro, recomendar una lectura era una forma de expresar su amistad y brindar
un consejo la manera de demostrar su cariño.
“Mientras más alto se llegue más se debe agachar la cabeza” era la consiga que Jorgito solía decirnos a sus alumnos para que no
cayéramos en los errores de quienes se creían poseedores de la verdad en los medios de comunicación.
¡Gracias a Jorge Consuegra!
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Miles Davis, 'el Picasso del jazz'
Cuando se cumplen 90 años de su nacimiento, el mundo sigue escuchando al genial trompetista.
Por: Juan Martín Fierro | El Tiempo
Foto: Archivo particular
El excéntrico Miles Davis cumpliría hoy 90 años. En todo el mundo los cultores del jazz rendirán tributo a su originalidad y fuerza
interpretativa.
A diferencia de leyendas del jazz como Ella Fitzgerald o Louis Armstrong, quienes crecieron en medio de la pobreza y entregaron al
mundo lo mejor de su arte después de torcerle el cuello a la desgracia, Miles Dewey Davis III, nacido el 26 de mayo de 1926 en
Alton, Illinois, tuvo una niñez privilegiada. Su padre, Miles II, un próspero odontólogo, compró una hacienda en East St. Louis, al
este del río Misisipi, y allí se estableció con él, su madre Cleota y sus hermanos Dorothy y Vernon. Davis, quien encarnó como nadie
el espíritu frenético y vanguardista de Nueva York, donde vivió y triunfó como celebridad musical e ícono de estilo, se crió en la
tranquilidad del campo y fue además un excelente jinete.
Pero la buena fortuna de su padre no pudo librarlo del racismo imperante en el sur de Illinois y desde muy niño, él y su familia
padecieron los insultos callejeros y los vejámenes sociales de la comunidad blanca. La hostilidad de aquel entorno hizo del pequeño
Miles un niño independiente, crítico y sagaz, siempre rebelde ante la autoridad. Tal era su agudeza que con apenas seis años le
plantó cara a su madre al salir de la iglesia preguntando con el ceño fruncido: “¿Por qué me siguen llamando pecador si yo no he
hecho nada malo?”. Al no recibir una respuesta satisfactoria, decidió no regresar. La vieja escuela de St. Louis
A los diez años, Davis repartía periódicos y ahorraba para comprar discos.Tenía memoria fotográfica y era bueno en matemáticas,
lo que le serviría más adelante para manejar sus propias bandas. Un amigo de su padre le obsequió su primera trompeta y comenzó
a tomar lecciones con un maestro particular. Cuando llegó a los trece, su madre quiso regalarle un violín con la esperanza de
atraerlo hacia la música clásica, pero su padre lo sorprendió con una nueva trompeta y le contrató a Elwood Buchanan, un reconocido
profesor. El matrimonio Davis, que ya traía los días contados, recibió el puntillazo final por cuenta de este incidente.
Los progresos de Miles con el instrumento eran asombrosos y desde muy joven empezó a depurar ese tono limpio y sin vibrato que
lo llevaría a la consagración. Estaba obsesionado con el control de la respiración y ensayaba una y otra vez las notas largas, al
estilo de la vieja escuela de St. Louis, “caracterizada por un sonido broncíneo, de una claridad hermosa, redondo y vocal, que
conseguía proyectarse y flotar en el aire con una elegancia melódica epigramática e ingeniosa”, como lo describe Ian Carr, el
biógrafo más aclamado de Davis
Después de pasar por la banda escolar, donde una vez más se estrelló con los prejuicios raciales (“me enfurecí tanto que decidí
superar a cualquier blanco con mi trompeta”, recordaría más adelante), Miles se inscribió en el sindicato de músicos y obtuvo
permiso para tocar profesionalmente a los dieciséis años. Realizó sus primeras presentaciones en clubes sociales, iglesias y eventos
del área de St. Louis, y debutó en junio de 1943 junto a los Blue Devils. Al año siguiente, una vez graduado de Lincoln High,
emprendió el vuelo a Nueva York tras la huella de Charlie Parker, el músico más vanguardista del momento. St Louis se había
convertido en una ciudad demasiado pequeña para sus aspiraciones.
Fervor neoyorquino
Aburrido con las clases en Juilliard, la prestigiosa escuela donde adelantaba sus estudios formales, Miles Davis prefirió internarse
en el agitado ambiente de la Calle 52, epicentro de la movida jazzística en Manhattan. Aún no había cumplido 20 años pero ya
tocaba con Charlie Parker, el genio del bebop, cuyo estilo esquizofrénico y contestatario sacudía los cimientos del jazz. Lo que
parecía un caos de clubes nocturnos, drogas y delincuencia, significó para el joven Miles una oportunidad de oro junto a músicos
excepcionales como Freddie Web-ster, Thelonious Monk y Dizzy Gillespie. En locales como el Minton's Playhouse, el Downbeat y el
Spotlite, donde Davis consiguió su primer empleo como trompetista, el jazz escribía su historia.
En 1945, luego de participar en una grabación dirigida por Herbie Fields, el trompetista abandonó los estudios y permaneció tres
años más en la banda de Charlie Parker, su gran amigo y mentor. Junto a él, dejó registros memorables como Now’s the time y
Billie’s Bounce, y adquirió el hábito de presentarse sin ensayo y sin papeles a la hora de grabar, hundiendo a los músicos en la total
incertidumbre, pero al mismo tiempo, concediéndoles plena libertad de expresión. Al igual que su maestro, hablaba muy poco y
prefería valerse de un lenguaje casi telepático para obtener lo mejor de su banda. Durante los conciertos, solía entrar y salir del
escenario sin previo aviso, e incluso tocar de espaldas al público cuando el esfuerzo colectivo llegaba al clímax. “Eso es lo que le
digo a mis músicos, que estén siempre listos para tocar lo que saben y por encima de lo que saben”, declaró a la revista Down Beat
en 1968.
A finales de los cuarenta, el trompetista maduró su sonido evitando las notas altas y se concentró en los registros medios, siguiendo
el ejemplo de Bix Beiderbecke y de Lester Young. En sus solos, empezaba a percibirse el hálito de introspección y delicadeza que
imprimió a su primer quinteto y que sirvió de base para su trabajo junto a Gil Evans, un reconocido compositor y arreglista con el
que produjo los álbumes Miles Ahead, Porgy and Bess y Sketches of Spain, considerados entre los mejores trabajos orquestales del
siglo XX. En los años siguientes, experimentó distintos formatos y alineaciones y lanzó Birth of the Cool, la obra maestra que marcó
su ruptura con el bebop.
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Orgullo de Santander para Colombia
A pesar de su gran momento creativo, Miles Davis cayó en la adicción a la heroína y se quedó sin trabajo y sin disquera. Fue
proxeneta, robó a sus amigos y regaló su trabajo con el único fin de mantener el vicio. En los clubes tocaba por lo que le dieran y
más de una vez acabó en la acera con el rostro ensangrentado. Entre 1950 y 1954 su carrera parecía terminada y su vida pendía
de un hilo. Desesperado, regresó a St. Louis, se encerró en casa de su padre y se impuso un peligroso tratamiento conocido en
inglés como el cold turkey (algo así como el ‘pavo frío’), el cual consistía en resistir a palo seco los embates de la abstinencia hasta
lograr que el cuerpo se estabilizara nuevamente. Solo así pudo escapar de una muerte segura.
A su regreso, liberó un caudal de genialidad sin parangón en la historia del jazz con una serie de álbumes extraordinarios como
Cookin'/ Relaxin'with The Miles Davis Quintet, 'Round about midnight, Miles Ahead y el legendario Kind of Blue, que reunió a figuras
como John Coltrane, Paul Chambers, Jimmy Cobb y Bill Evans.
Un aspecto importante en el sonido de Davis fue el uso de la boquilla Heim, que aprendió desde muy joven en St. Louis, y de la
sordina Harmon, que ocasionalmente tocaba sin el tubo y muy cerca al micrófono- para acentuar el efecto dramático del
instrumento. En Kind of Blue, considerada una de las mejores grabaciones en la historia de la música moderna, esos registros
alcanzan una hondura e introspección casi dolorosas, que sumergen al oyente en una especie de existencialismo sonoro.
El legado de un visionario
Entre 1965 y 1971, Davis cristalizó el segundo periodo creativo de su carrera con álbumes como Miles in the sky, Filles de
Kilimanjaro, In a silent way y el aclamado Bitches brew. “En dos años de actividad frenética (1960 y 1970), grabó material suficiente
para diez álbumes y sentó las bases para el movimiento de fusión jazz-rock”, anota Carr.
Después de superar problemas de salud a comienzos de los ochenta, y de salir de un largo periodo de encierro, drogas y oscuridad
que nuevamente lo alejó de la música, Davis volvió con éxito a su intensa actividad de giras, grabaciones y conciertos alrededor
del mundo. Además de ser un gran aficionado al boxeo, encontró en la pintura el refugio perfecto para exorcizar sus demonios y
olvidarse, al fin, de los malos hábitos. El trompetista realizó varias exposiciones individuales en Estados Unidos, Japón y Alemania,
y el artista Jean-Michel Basquiat le rindió tributo en varias de sus obras.
En 1984, Miles Davis fue el primer músico no clásico en recibir el prestigioso Premio Sonning, y el gobierno francés le otorgó el
título de Caballero de la Legión de Honor en 1991. El ministro de Cultura de entonces, Jack Lang, lo llamó “el Picasso del jazz” y
declaró que Davis había “impuesto su ley en el mundo del negocio del espectáculo: intransigencia estética”. En septiembre de ese
año, sufrió una recaída de neumonía y cuando los médicos le dijeron que tenían que entubarlo para ayudarle a respirar, el artista
entró en cólera y sufrió un infarto masivo que lo dejó en coma por varios días. Murió en Santa Mónica, California, a los 65 años de
edad.
Como instrumentista, compositor y director, fue un líder y un trasgresor con un olfato asombroso para descubrir jóvenes talentos.
Su desarrollo del quinteto y su participación directa en la gestación de géneros como el cool, el hard bop, el jazz modal y el jazzrock, son claro ejemplo de su capacidad innovadora y del inconformismo que abanderó a lo largo de más de cincuenta años de
carrera.
Al tocar con su trompeta las fibras más profundas del ser humano, reveló al mundo una nueva sensibilidad cuyos destellos estéticos
evocan el auge del Renacimiento y su regreso al hombre como suprema fuente de creatividad. Guardadas las proporciones, eso fue
exactamente lo que hizo Miles Davis a lo largo del siglo XX: concebir un sonido tan único, tan nítido y tan bello que se elevó desde
lo más íntimo a lo más universal.
Así es la estampilla de Escalona, inspirada en 'La casa en el aire'
Varios de los hijos del legendario Rafael Escalona estarán en el lanzamiento.
Por: Liliana Martínez Polo | El Tiempo
Foto: Archivo particular
En presentación de seis estampillas, cuyo valor unitario es de 5.000 pesos, sale este 26 de mayo el sello en homenaje al legendario
compositor.
Este jueves, en el que según su familia y biógrafos sería el cumpleaños número 89 del legendario compositor patillalero Rafael
Escalona, se conmemora su obra con la emisión de una estampilla en su honor bautizada “Rafael Escalona, 1926-2009”, es decir,
ubica la fecha de nacimiento de esta emblemática figura del folclor vallenato un año antes.
Cuenta su hija Taryn Escalona que el año de nacimiento del maestro siempre estuvo claro, 1927, aunque exista una cédula con una
fecha que lo registra un año antes y un acta de nacimiento que lo fecha en 1925. “Esa acta también está errada –explica Taryn–,
me la envió mi tía Abigail (de 98 años), pero ella me dice que en 1925 nació un hermano de mi papá, Jorge, que se murió. Pero mi
papá nació en el 27”.
Se espera que durante el lanzamiento, que tendrá lugar a las 11 a. m. en la sede de la Cámara de Representantes, se haga presente
una delegación de más de 30 familiares del fallecido compositor de El testamento, entre ellos su hija Ada Luz Escalona, quien inspiró
La casa en el aire.
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Un nadaísta en China
Jotamario Arbeláez / El Tiempo
En uno de mis trances se me presentó el maestro que secularmente me guía y me propuso una de estas dos bienaventuranzas:
llevarme a conocer el Cielo o la China.
Respondo en esta asamblea de sabios al interrogante que se me hace, común a los poetas del mundo presentes en el Twinrivers
International Poetry Week Suiyang, de qué me significa el llegar a China, a esta maravillosa ciudad de Zunyi, provincia de Guizhou,
donde recibió el liderazgo y acometió el poeta Mao Tse Tung la Gran Marcha, llamada por otros la Larga Marcha, pues recorrió
12.500 kilómetros a lo largo de 11 provincias, derrotando al enemigo y dándole el triunfo al Partido Comunista chino.
He emprendido una larga marcha desde Colombia, pasando por París para reabastecerme de flema, hasta llegar a este sitio,
encantado y encantador como la serpiente Ba She, que puede tragar elefantes (después la vería recreada en 'El Principito'), y que
desde siempre me pareció más cercano a la fábula que a la geografía y la política.
Colombia es un país con más de 50 años en guerra, que cada día pierde albercas de sangre de manera salvaje en aras de una
revolución que nunca se dio y de una represión que nunca venció y de un narcotráfico que nunca cedió. He hecho parte, por 58
años, de un movimiento poético llamado el nadaísmo, inspirado en el dadaísmo y el zen, que fue una respuesta a la violencia con
las armas anarquistas del sarcasmo verbal y el esputo sonriente contra el Estado. Yo también escribí un libro rojo, el 'Libro rojo de
Rojas', para denunciar con pruebas que el establecimiento le había birlado el triunfo electoral al exgeneral Rojas Pinilla en 1970.
Como no pasó nada con nuestra denuncia, se instauró una especie de Guardia roja de Rojas, el movimiento guerrillero M-19, que
terminó siendo abanderado en la firma de la paz, antes y después de la ejecución de casi todos sus comandantes. Hoy estoy
presentando en este inconmensurable país del Gran Dragón el manifiesto ‘A la mierda con la guerra. Nadaístas por la paz’, donde
los sobrevivientes del movimiento, que prefirió alimentarse más de Lao Tse que de Sun Tzu, dan el testimonio de su infancia y
juventud sumergidos en la violencia, y avizoran la paz que están terminando de pactar el Gobierno y la guerrilla de las Farc, a
través del político humanista y nadaísta Humberto de la Calle. Solo faltaba que Colombia le terminara debiendo la paz a un nadaísta
y que esto le conllevara la presidencia de la república.
Como una recompensa por nuestros desvelos antibélicos, en uno de mis trances de meditación penetrante se me presentó el
maestro que secularmente me guía y me propuso una de estas dos bienaventuranzas: llevarme a conocer el Cielo o la China. Lo
primero que hice fue explorar el libro de Swedenborg, 'Las maravillas del cielo', y 'El dragón en el huracán', de Enrique Fanjul.
Como no encontré allí la respuesta que requería, me decidí por consultar el I Ching. Por él entendí que en el Cielo se encuentran
los amores muertos, y que hay que morir para llegar a ellos. En cambio, en China y en vida todo está por amar, comenzando por
la misma China, por los anfitriones principescos, por los nuevos poetas que se conozcan, por el público de los orientales aplausos.
El emperador de Jade me ha cursado la invitación a través del señor Hunter, del poeta chino Jidi Majia y del poeta colombiano
Fernando Rendón. Y es así como me encuentro rebosante de amor en esta sala, de la mano de Aracha, mi bella intérprete de 22
años que nunca conoció un colibrí, pero sí el Jian, ave de un solo ojo y una sola ala por lo que siempre debe andar en pareja (“En
el bosque de la China la chinita se perdió / como yo andaba perdido nos encontramos los dos”), quien les está consignando en
chino esta cháchara, mientras les pido que alcemos nuestras copas de baijiu y brindemos por la paz de Colombia. ¡Ganbei!
Emma Elena Valdelamar
Por: Carlos Molano Gómez / Encuentro Latino Radio
Un himno de Cuba de madre mexicana, es esa preciosa canción que el Benny More inmortalizó como diría el. … “Di si encontraste
una razón… no llames corazón lo que tú tienes. Por ello el Benny tuvo que repetir la grabación en diez oportunidades, hasta
que salió bien, una pieza que ligo a su compositora y a su intérprete eternamente, a partir el 1950, la que bautizo “Mucho Corazón”,
interpretación que recordamos con el famoso dúo del Benny y Lalo Montane. tuvo multiples interpretaciones...
Nos referimos a Emma Elena Valdelamar, una mexicana brillante y natural que nace el 27 de mayo de 1926, compositora que a la
temprana edad de 17 años le llega la musa cuando un enamorado un hombre mayor de cuarenta, la pretendía. Esta magistral
compositora, nos legó además piezas que fueron sus propias vivencias como “¿Por qué no fuiste tú?; "Cheque en blanco"; "Mil
besos", otra obra con más de 900 versiones cuya composición original respondió al título de “Te seguiré amando”; “Sin mañana ni
ayer” que le grabo Javier Solís, un mes antes de su fallecimiento, luego grabada por Amalia Mendoza, por los Panchos...
Tristemente no vivió de las regalías de sus composiciones, se nos fue apenas hace cuatro años, para el 23 de diciembre de 2012
también en ciudad de México.
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El cine colombiano se toma París
Por cuarto año consecutivo se realiza en París y en Barcelona el festival que difunde las películas latinoamericanas en
Europa.
Semana.com
Por cuarto año consecutivo se realiza en París y en Barcelona el ‘Panorama de cine colombiano’, festival organizado por la asociación
El Perro que ladra, que desde 2009 difunde cine latinoamericano en Europa. Esta edición tendrá lugar del 4 al 10 de junio en la
ciudad que en términos de cine, no tiene par.
Este año el Festival, que tuvo más de 1.200 espectadores, cuenta con la presencia de Héctor Abad Faciolince para proyectar Carta
a una sombra, de Daniela Abad y Miguel Salazar. Además, se podrán ver cintas como Siembra de Ángela Osorio y Santiago
Lozano; La ciénaga, entre el mar y la tierra de Carlos Castillo; Oscuro animal de Felipe Guerrero; Días extraños de Juan Sebastián
Quebrad, Todo comenzó por el fin de Luis Ospina; Paciente de Jorge Caballero y Noche herida de Nicolás Rincón Gille.
Las ediciones anteriores el Panorama han contado con la participación de Luis Ospina, Andrea Saïd, William Vega, Francisco Norden,
Patricia Ayala, Óscar Ruiz Navia, Rubén Mendoza, entre otros, y allí se han mostrado las películas que más éxito han tenido en
otros festivales de cine en los últimos años.
El Perro que ladra trabaja por la promoción y difusión del cine latinoamericano y ofrece proyecciones mensuales de películas de
todos los géneros y formatos. A lo largo de los últimos años se han proyectado más de 200 cintas de América Latina, acompañadas
de debates y mesas redondas, conciertos, veladas y cocteles.
Zaperoco
Por: Inquisidor / Vanguardia Liberal
Cita. Las canciones seleccionadas son 10 merengues, 34 paseos, 8 pullas y 12 sones y esa labor que tuvo una duración de cuatro
días estuvo a cargo del jurado […] Este año se batió el record absoluto de canciones inscritas, superando la cifra anterior(14/04/16.
Farándula).
Comentario. El récord (así, con tilde) lo marcaron ustedes, queridas y faranduleras monas, con lo que superaron (y no “superando”)
cualquier nivel de conocimiento. ¿Saben ustedes cuál es la diferencia entre una ‘pulla’ y una ‘puya’? Sí, yo sé que ustedes no
diferencian entre la ye y la elle; pero en este caso se refieren ustedes a un ritmo vallenato, que se escribe con ye, ‘puya’, y otra
cosa es el vainazo de una ‘pulla’.
Cita. Venezuela adelanta media hora su reloj por severa crisis eléctrica (16/04/16. Internacional).
Comentario. ¿‘Severa’? ¿Se les está pegando la terminología médica? ¿Han consultado en el diccionario lo que significa ‘severo’?
No estaría de más una miradita.
Cita. Mas sin embargo el mercado fue la actividad económica que más entusiasmó a los habitantes de la Meseta (22/04/16. Opinión.
Gustavo Galvis Arenas).
Comentario. ‘Mas’ y ‘sin embargo’, querido don Gus, significan exactamente lo mismo que ‘pero’, ‘empero’ y ‘no obstante’, entre
otras conjunciones adversativas. No es necesaria sino una a la vez; con eso basta.
Cita. Las personas se sentaron sobre las esculturas y les generaron severos daños (26/04/16. Primera).
Comentario. Para no ser más cansón de lo acostumbrado, les repito el comentario de atrás, escrito para la nota internacional.
Cita. Su esposo (q.e.p.d) y sus hijos agradecen la asistencia a la misa de cuerpo presente… (23/04/16. Bucaramanga. Aviso
fúnebre).
Comentario. Para que vean ustedes que en nuestro país los muertos no solo votan, sino que también son agradecidos con la
solidaridad en momentos duros de la vida.
Cita. Se trata del peor siniestro de helicóptero en Noruega desde 1978, cuando otro aparato cayó al mar matando a 18 personas
(30/04/16. Internacional).
Comentario. ¿Cayó al mar “matando” a las personas?: ¡Las mató al caer al mar! ¿Saben ustedes cuál es la forma incorrecta del
gerundio?, esa que ustedes escribieron, precisamente.
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La mejor historia
Por: Juan Esteban Constaín / El Tiempo
Es una explicación perfecta de este país incomprensible. Con la ficción como el hilo conductor de los días de una familia a la que
también le ocurrió la historia de Colombia.
En la 'Historia oficial del amor', su novela más reciente, Ricardo Silva Romero cuenta no solo el destino de su familia sino también
el de este país desastrado al que todavía llamamos Colombia y que todos los días, sin saberse cómo, sobrevive a sí mismo. “Como
si nuestro país fuera un país”, decía del suyo el escritor uruguayo Mario Levrero, pero es como si estuviera hablando de aquí.
Solo que la historia de Ricardo –la historia que él cuenta, que es la suya y es también la nuestra– avanza hacia atrás, se remonta
en el tiempo hasta llegar a los orígenes de todo. Con una narración magistral en la que desde el principio, capítulo a capítulo,
empieza a darse una inversión sutil del tiempo y muy pronto el pasado se vuelve el futuro, lo que ya ocurrió es lo que va a ocurrir.
La grandeza del arte reside justo allí, en la posibilidad de demostrar que cualquier historia, por familiar y personal que sea, por
insignificante que nos parezca a los demás, es en verdad una escenificación y a veces también un esclarecimiento del drama que
es toda vida humana, el drama y el misterio. La literatura es el arte que obra el milagro de que ninguna historia nos sea ajena.
Pero además, para los colombianos, para quienes nacimos aquí y de aquí somos o para quienes aquí encontraron su lugar en el
mundo, la 'Historia oficial del amor' es una explicación perfecta de este país incomprensible: una explicación de su suerte y de su
naturaleza feroz, de sus delirios, de sus equívocos a toda prueba. Con la ficción como el hilo conductor de los días de una familia a
la que también le ocurrió la historia de Colombia.
Uno de los protagonistas del libro, por ejemplo, es el abuelo materno de Ricardo, el político liberal Alfonso Romero Aguirre. Y el
relato (el retrato) de su época, los años 30 y 40 del siglo pasado, nos habla de una sociedad enloquecida y sectaria. Una sociedad
partida en dos, incendiada por sus políticos mesiánicos, por sus dañinos redentores que no concebían que nadie pudiera pensar
distinto a ellos. Como si el tiempo no pasara.
Aunque mi personaje favorito de la novela es el papá del narrador, don Eduardo Silva Sánchez, quien murió el martes en Bogotá.
Su voz es siempre compasiva e irónica, de una sabiduría feliz aun en los momentos más difíciles de esa familia que él, junto con
su esposa Marcela, levanta y sostiene a golpe de amor y de fe. O como dice Ricardo: “No han buscado a nadie más para completar
el rompecabezas de esta familia...”.
Yo tuve la dicha de conocerlo y era un señor de una bondad sobrecogedora; como lo es también la de su hijo, que le heredó eso y
todo y el humor: “Yo sigo a mi papá. Yo no lo puedo negar a él porque lo veo día por día por día en el espejo, y sé que siempre lo
voy a tener porque me queda su ropa y desde lejos soy el mismo, y entonces voy detrás como he querido ir desde que lo conocí...”.
Y aunque era un gran científico, un hombre racional y de su casa, Eduardo Silva Sánchez tenía también un talento superior para
leer las cartas, la suerte, la mano. Con la seriedad que las estrellas, nada menos, ameritan. A mí me hizo una vez el tarot y fue
infalible: todo lo que me dijo me salió, con una intuición de brujo que él matizaba con la risa y el escepticismo, como quien es capaz
de hacer que el destino sea mejor.
Ayer, en la funeraria, jóvenes de todas las edades y generaciones y épocas llegaron a saludar a su maestro. A darle las gracias al
profesor Silva, que no podía entender cómo se habían acabado las universidades por andar llamando clientes a sus estudiantes,
por preguntarse a toda hora por su ‘misión-visión’, como si no fuera obvia desde siempre.
Don Eduardo Silva: cuando la vida, como esta novela, es una obra maestra.
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Papá
Por: Ricardo Silva Romero / El Tiempo
Mi papá, que no tuvo padre, pero fue de lejos el mejor de todos, tenía fe en la educación porque desde niño fue un maestro de sí
mismo.
Mi papá vivió tan bien que su muerte tomó por sorpresa a todo el mundo. Durante los últimos 16 años de su vida solo le funcionó
el 39 por ciento del corazón, por culpa de un infarto de aquellos, pero, porque tenía a mi mamá día por día, porque sus ganas de
vivir eran envidiables, porque no perdía el tiempo en dramas ni en nostalgias ni en maquinaciones, y no contemplaba la posibilidad
de faltarle a su familia o a sus alumnos –el amor era una disciplina en sus manos: era estar siempre–, mi papá se veía como si no
fuera a morir. Siguió su rutina hasta el final. Dio sus clases de Física, entregó a tiempo las notas, presidió reuniones de su Escuela
Colombiana de Ingeniería. Hizo bromas a todo el que se cruzó. Se sentó con mi mamá a ver sus series en las noches. Dedicó sus
fines de semana a nosotros. Y así hasta este lunes que murió.
Él, por él, habría vivido siempre, para recibir estudiantes, para defender una universidad que se quite el vicio de las jerarquías,
para ver sus partidos de fútbol. Pero su cuerpo de 76 años no dio más.
En el funeral estuvieron sus amigos, sus hermanos, sus sobrinos, sus compañeros del San Bartolomé, sus aliados de la Universidad
Nacional, sus colegas de la Escuela, sus socios de Acofi. Pero sobre todo estuvieron sus alumnos: y fue claro que su obra, su
presente, es una multitud de buenas personas que –eso nos dijeron todos, uno por uno, en los abrazos de pésame– han sido, son
y serán lo que son gracias a él. Mi papá, que no tuvo padre, pero fue de lejos el mejor de todos, tenía fe en la educación porque
desde niño fue un maestro de sí mismo. Y así consiguió darnos a todos una vida mucho mejor de la que recibió, y su amor inagotable
fue correspondido: “su papá era un abuelo para mí –me reconoció un alumno suyo, de 18, de este semestre– y es la única persona
que conozco de la que no tengo nada malo que decir”.
Yo le entendí a mi papá, el maestro Eduardo Silva Sánchez, bogotano en el buen sentido de la palabra, que no hay que caer en la
trampa de darse la propia importancia: que lo importante de uno son los otros, que nada de malo tiene esto de solo ser “el hijo de
Marcela”, “el hermano de Eduardo”, “el esposo de Carolina”, “el padrastro de Pascual”, “el papá de Inés”. Cuando yo era niño solía
pedirle a Dios que no me dejara ser más alto que mi papá: ahora, a los 40, cada vez más orgulloso de solo ser su hijo, cada vez
más triste de haberle dado el lunes un último abrazo (“gracias por todo”, le dije), sé que estar a su altura es imposible, pero puedo
levantarme temprano, trabajar sin aspavientos en lo que trabajo, estar en la casa por tarde a las seis, leerles a mis niños como él
me leía por las noches, y verlo en el espejo cada día más: soy él.
Mi papá, que daba Física pero también leía vidas mejores con el tarot, decía que uno no muere sino que se transforma, que el
tiempo no existe, que él ahora mismo no solo está acá, sino que está haciendo reír a sus nietos, está dejándome en las puertas del
colegio a las 7:30 a. m., está pidiéndole a Marcela que se casen al final de 1968, está siendo elegido rector de la Escuela, está
fijándose en los ojos brillantes de su primer hijo, está esperándome abajo para que vayamos juntos a peluquearnos las calvas, está
sentándose en su cama por última vez, está haciendo el crucigrama del domingo con mi esposa, está jugando fútbol con sus
hermanos en el patio de la casa de su madre, está dictando a los trece años su primera clase de la vida, y está diciéndole a un
estudiante –otro hijo que es lo que es gracias a él– que no se sienta raro, que no tema.
Quienes lo conocieron dirán “me consta”, “así es”. Pero la idea es que los demás sepan que en el mundo hay un hombre que nunca
faltó a nadie.
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XXVI Festivalito Ruitoqueño de música colombiana
1 al 14 de agosto de 2016
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“El abrazo de la serpiente”, mejor filme iberoamericano
La película obtuvo en el premio que entrega la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
Semana
Foto: Juan Carlos Sierra
‘El abrazo de la serpiente’ es el tercer largometraje de Ciro Guerra después de ‘La sombra del caminante’ (2004).
“El abrazo de la serpiente” sigue cosechando premios. Esta vez obtuvo el galardón al mejor filme iberoamericano en la 58 edición
de los Premios Ariel, entregados por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas.
La productora Cristina Gallego y el actor Miguel Dionisio subieron al escenario del Auditorio Nacional de la capital mexicana para
recoger el premio, que dedicaron "a todo el pueblo de Colombia, y en especial, a la gente del Amazonas".
Gallego agradeció el reconocimiento a México, y dijo que este es un país que les inspira y con el que comparten el "amor por el
arte y el orgullo por su cultura e identidad".
La productora también dedicó el Ariel a las mujeres del mundo del cine. "No somos muchas, pero por lo que veo en esta
premiación, somos muy fuertes", comentó.
En el posterior encuentro con la prensa, Gallego reivindicó la dificultad de las películas "pequeñas" para llegar al público
colombiano. Un problema que extendió a todo el cine producido en su país, donde únicamente el 10 % de los largometrajes que
se exhiben en las salas son colombianos, afirmó la productora.
"El abrazo de la serpiente" recibió una nominación en la pasada edición de los Óscar en la categoría de mejor película de habla no
inglesa, aunque el reconocimiento finalmente recayó en manos de la húngara "El hijo de Saúl".
La cinta, que retrata el viaje de dos occidentales por la Amazonía, busca acercarse a esa selva con una mirada indígena y está
rodada casi íntegramente en blanco y negro.
“El alcalde de Zalamea”
Por: Manuel Drezner / El Espectador
El alcalde de Zalamea, de Calderón de la Barca, fue representado en el Teatro Santo Domingo para conmemorar el sexto aniversario
de esta excelente empresa cultural, que ha dado a los bogotanos la oportunidad de apreciar a muchos de los grandes intérpretes
de nuestros días. Aquí la representación estuvo a cargo de la Compañía Nacional de Teatro Clásico de España, bajo la dirección de
Helena Pimenta y confirmó una vez más que las grandes obras de la historia del teatro, de los griegos a nuestros días, y sin importar
la época en que fueron creadas, dicen mucho al hombre contemporáneo.
En este caso Calderón hizo un ejemplo temprano de penalizar la mala costumbre del “Usted no sabe quién soy yo”, con la cual
personas que sin base alguna se creen superiores, tratan de evadir responsabilidad por el mal que hacen. Aquí el capitán Álvaro de
Ataide cree que por ser hidalgo puede evitar el castigo a sus fechorías, pero se encuentra con Pedro Crespo, villano, pero que sabe
ejecutar la justicia y castigar al culpable. De hecho, cuando le reclaman que si iba a matar a un hidalgo debía haberle degollado y
no muerto con vil garrote, destinado a los de clase más baja, Crespo en forma irónica muestra que quien ha cometido un crimen
no merece ser considerado como noble y los aldeanos de Zalamea, no acostumbrados a esa distinción, ajustician en la forma como
se merece quien no ha hecho honor a su título de hidalgo. Es una obra universal hecha con una notable ración de humor y de drama
con toques de cinismo y que toca temas que son universales.
La versión que hizo el conjunto visitante fue de altísima calidad. Fue un montaje imaginativo, lleno de fluidez y con actuaciones
excelentes, llenas de matices y con la virtud de que los actores saben decir el verso calderoniano sin recitarlo con el sonsonete que
intérpretes de menos categoría creen necesario para obras de este género. En últimas hay que recordar que, según muchos
estudiosos, una de las razones por las cuales estas obras fueran escritas en verso era darle al actor, que tenía que aprenderse
decenas de papeles, facilidad para memorizar los parlamentos, lo cual es mucho más fácil con el verso que con la prosa.
Solo hubo una falla, y fue que por causa del tipo de escenografía, la reverberación aumentó y en algunos momentos era difícil
entender lo que se decía. Esto no es culpa de los intérpretes, sino de las características de teatro y decorados.
En todo caso, la celebración del aniversario fue muy digna y a la altura de los logros de la sala. La compañía que nos visitó pone
muy en alto la obra de los grandes clásicos españoles y su impresionante repertorio ha presentado no solo muchas de la obras
maestras del teatro español, sino que ha resucitado cantidad de ellas, lo cual hace que una visita a sus representaciones en Madrid,
antes en el Teatro Pabón y ahora en el de La Comedia, sea casi que obligatoria para quienes vayan a esa ciudad. Ojalá que tan
bienvenida visita a la capital de este grupo, se repita.
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“En Colombia se cree que la cultura es un lujo y no un derecho”:
Germán Rey
Nadie como el investigador social Germán Rey para hablar sobre el presente y el futuro de la cultura en Colombia.
Semana.com
Foto: Guillermo Torres
El tema puede ser para un tratado, pero ¿qué ha pasado con la cultura durante estos 60 años de guerra? La guerra ha
tenido repercusiones en la vida cultural: el despojo de tierras y el enorme desplazamiento que se produjo en el país tienen
implicaciones en el sentido de pertenencia de las comunidades, su cohesión colectiva y su identidad. El miedo influye en las
expresiones; las migraciones del campo hacia las ciudades provocan un verdadero cataclismo cultural, aunque también
mestizajes, y el impacto sobre la vida de los jóvenes es de una gravedad cultural indudable, ellos son creadores y consumidores
culturales fundamentales.
¿Hay algo que haya ganado la cultura en medio del conflicto? Ganó fuerza en medio de las dificultades, porque a través de
la cultura la gente pudo expresarse, celebrar, intentar su convivencia. En estos años han crecido las organizaciones culturales, se
han multiplicado los gestores locales, han aparecido iniciativas verdaderamente relevantes, se han expandido las industrias
culturales.
¿Como cuáles? Los colectivos de Montes de María, la afirmación cultural de pueblos indígenas como los nasa, en el Cauca, o los
pueblos de la Sierra Nevada, los colectivos de creación audiovisual de jóvenes en las comunas de Medellín o en Aguablanca en Cali.
También han aparecido miradas muy lúcidas sobre el conflicto desde las artes. Por ejemplo, la espléndida obra de Doris Salcedo,
el trabajo fotográfico de Jesús Abad Colorado, la escritura literaria de Tomás González, la propuesta corporal de danza de El Colegio
del Cuerpo, dirigida por Álvaro Restrepo, los videos de José Alejando Restrepo, entre otros creadores destacados.
¿Y, entonces, qué perdió la cultura durante la guerra? Se perdieron músicas, narraciones y expresiones vivas de la cultura
ocasionados por el despojo y las violencias. Fueron asesinadas algunas importantes figuras, sobre todo, de las culturas locales y
regionales; también fueron presionados grupos étnicos de manera persistente y terrible. Además, se rompieron lazos culturales
fundamentales en muchas comunidades.
Recuperar eso que se perdió, entre otras cosas, debe ser uno de los papeles de la cultura durante el posconflicto…
La cultura es fundamental en el posconflicto. Se deben restablecer los tejidos sociales y culturales de una gran cantidad de
comunidades que sufrieron los desastres de la guerra. Es necesario fortalecer los canales democráticos de la expresión social; se
debe hacer un gran esfuerzo por estimular la creatividad de niños y jóvenes en el contexto familiar, barrial y escolar. Es fundamental
fortalecer la diversidad de este país.
¿No es muy abstracto ese concepto del que hablan desde La Habana de ‘Cultura para la paz’? Al concepto hay que ponerle
acciones que pasan por la educación, pero también por la creación, la circulación de los bienes culturales, la educación artística, la
relación de la cultura con las tecnologías.
¿Usted sí cree que existen políticas del gobierno para que el papel de la cultura sea importante durante el posconflicto?
Siempre he criticado que se le ponga el nombre de paz a todo lo que ya se hace en los ministerios. Es la mejor manera para seguir
en lo mismo y no cambiar. El Ministerio de Cultura debe promover un amplio debate sobre la relación de la cultura y la paz, volver
a los pasos desafortunadamente olvidados de los planes nacionales de cultura participativos que no se volvieron a hacer, fortalecer
las iniciativas locales y regionales.
¿No le preocupa que el control de la cultura lo tengan unas pocas personas en el país? Eso me preocupa para toda la vida
del país. Uno de los grandes objetivos sociales es acrecentar la participación de los ciudadanos en la creación y disfrute de todas
las manifestaciones culturales. Y romper el elitismo cultural.
¿Por qué muy pocos ven que la cultura es una inversión y no un gasto? Porque se ha creído –de manera distorsionada- que
la cultura es un lujo y no un derecho. Ella es hoy en el mundo una de las áreas importantes de las economías. Pero la cultura es
más que eso: es patrimonio colectivo, lugar de encuentro y diferencia, apoyo de la convivencia, forma de expresión.
¿Por qué y qué mensaje mandan temas espinosos en la cultura como el Festival de Teatro, la Filarmónica o la
Cinemateca? La cultura no es un lugar idílico, no es el reino de lo bucólico. En ella hay asuntos complejos y conflictivos. Y hay que
tener en cuenta que es una parte de la gestión pública y, por tanto, de sus recursos. El tema de la Cinemateca tiende a arreglarse,
la Filarmónica debería tener un proyecto modular y por fases para convertirse en un nodo de la creación, formación y apropiación
musical, y el Festival de Teatro debe salvaguardarse a partir de una reingeniería seria y sostenible.
De cara al posconflicto, ¿qué tan negativo es que esto ocurra? Entre más proyectos culturales crezcan en el país, mejor.
Pero estoy hablando de proyectos innovadores, participativos y sostenibles. La sostenibilidad, por supuesto, es mucho más que
dinero.
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La cultura últimamente aparece en la agenda de los medios, además de los logros del cine, por temas polémicos.
¿Cómo deber ser ahora la relación medios y cultura? Ha sido una relación ‘farandulizada’ o problematizada. A los medios los
emocionan los problemas y los deslumbra el entretenimiento. Debe haber una transformación de la representación mediática de la
cultura. Ir más allá de los eventos y mostrar también los procesos, entender al país invisible y no dejarse capturar por las lentejuelas,
darles importancia a las artes pero no creer que ellas son la cultura.
Aún se confunde cultura con entretenimiento… El entretenimiento es parte de la cultura. Pero habitualmente se cree que esta
tiene que ver con los libros, el teatro, la música clásica o el teatro. Por supuesto eso es así. Pero hay otras formas de la cultura: las
masivas como la televisión o la radio, las populares como buena parte de la música o de nuestras cocinas y las digitales como los
videojuegos, el acceso a plataformas o los medios digitales.
¿Puede haber futuro en un país que lee poco? Lee poco pero cada vez más lee diferente. No se puede seguir midiendo la
lectura solo a través de los libros. Porque se está leyendo en otros soportes, especialmente los digitales e internet. Se leerá más si
se conecta la lectura con la escritura, la generación de contenidos, el disfrute y el desarrollo personal y social.
Este país aún no se pone de acuerdo en definir qué es cultura…Porque nadie -por fortuna- se ha puesto de acuerdo. Pero la
cultura es movimiento, está renovándose, aparecen cada día nuevas expresiones, cambian los límites.
¿Cómo entender que en este país la palabra cultura se anteponga a otras y se diga: “la cultura de la muerte” o “la
cultura del atajo (para la corrupción)”...? En mi opinión ese es un tic nacional muy desafortunado e incorrecto. Pero bueno, el
lenguaje, que hace parte de la cultura, también crece en los errores.
Quietos ahí
Por: Juan Esteban Constaín / El Tiempo
A veces, más que 'la falta de organización', el problema es el contrario: su exceso. Su implacable desmesura y su omnipresencia.
El otro día, acá en Bogotá, fui a un evento en el que se supone que todo debía de salir a la perfección. Todo estaba organizado y
medido y planeado y había incluso una gente –demasiada gente– puesta allí justo para eso, para la ‘logística’. Con sus chaquetas
fluorescentes, con sus gafas oscuras en la oscuridad, con su micrófono y con sus “aires de importante”, como diría Franco de Vita.
Y resulta que todo era un desastre y nada funcionaba: ni el tiempo ni el espacio ni el hombre ni la mujer, nada. En realidad era el
caos: una gran e impuntual chambonería que no habría resultado tan grotesca si sus organizadores, y es un decir, no exhibieran
tanto su presunta seriedad, su eficiencia. Con sus walkie-talkies y con sus siglas en inglés, con sus carreras a ninguna parte y sus
‘sinergias’.
Una buena señora que iba al lado mío en la fila (todo es un decir) gritó furiosa: “¡Hola: es el colmo la falta de organización!”.
Entonces me permití hacerle una reflexión que me he hecho yo mismo desde hace tiempo y que hoy comparto aquí con ustedes
mientras avanza la cola; compremos chicles. A veces, más que ‘la falta de organización’, el problema es el contrario: su exceso. Su
implacable desmesura y su omnipresencia.
La señora me miró aterrada y entonces le expliqué mi absurda teoría: lo que muchas veces es una gran virtud o incluso una
necesidad se puede volver un defecto incurable cuando se pierde de vista su verdadera naturaleza, su sentido. Las cosas se vuelven
así un ritual y un fin en sí mismas, y quienes las gobiernan empiezan a creer que el enredo y el rebuscamiento son un indicador de
calidad, de sofisticación.
El mundo es un lugar cada vez más hiperorganizado, sin duda, con procedimientos cada vez más refinados para hacerlo todo; pero
es también, y quizás por eso mismo, un lugar cada vez más tortuoso en el que aun las cosas más simples pueden volverse un
infierno y llevarlas a cabo un milagro. Sobre todo en sociedades que, como la nuestra, copian con fanatismo las formas creyendo
que en ellas está también el fondo. Y es al revés.
Pasa, por ejemplo, con la creatividad, cuyas bondades fueron tantas para la historia de la especie humana, hasta hacerla incluso
un poco mejor. Pero desde hace años hay una veneración tan grande y depravada por la creatividad como una norma, casi como
una obligación, que sus efectos son hoy una verdadera peste en todas partes y a toda hora y nadie sabe bien cómo frenarlos, cómo
librarse de su tiranía.
Ser creativos está muy bien, sí. Pero por Dios: no siempre, no para todo. La que es una maravillosa cualidad, mal dosificada, sin
control ni pudor, degenera pronto en una maldición voraz que no distingue raza, género ni ideología. “Cuando todo está en relieve,
nada está en relieve”, le decía su profesor de geografía a un gran amigo mío que al hacer los mapas, para posar de inteligente, los
hacía todos así, en relieve.
El otro día, en un restaurante, pedí un postre clásico como el que más, un tiramisú. No estoy hablando de una discusión filosófica,
ni de un género literario, ni de una escultura. No. Solo un postrecito en un sitio normal. Pues me trajeron una copa deconstruida y
posmoderna, un tiramisú que no lo era ni cerrando los ojos. Más que un postre era un discurso. ¿Por qué, Dios mío, por qué?
Me dirán ustedes que solo quien profana las cosas puede inventar y que así hizo la humanidad sus grandes descubrimientos. Y es
cierto. Pero una cosa es la audacia y otra muy distinta es la calamitosa iniciativa, la excesiva y tóxica fe en que todo debe y puede
ser hecho. Como decía Goethe: “Nada hay peor que una ignorancia activa”. Y rezaba Neruda: “Dios me libre de inventar cosas
cuando estoy cantando”.
Pero todo es un decir.
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Anuncian ganadores del Premio Nacional de Cuento La Cueva
El escritor paisa David Betancourt obtuvo el primer lugar con el texto 'Beber para contarla'.
Por: Cultura y Entretenimiento | El Tiempo
Foto: Archivo / EL TIEMPO
Desde hace varios años, la Fundación La Cueva de Barranquilla promueva la escritura entre los jóvenes del país.
“La beba no es la que uno bebió sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla, dudó Vitamina la vez que me leyó esta
frase tan original…”. Con esta idea, que rinde un claro homenaje a Gabriel García Márquez, se inicia el texto ‘Beber para contarla’,
con el que el escritor paisa David Betancourt ganó esta semana el primer lugar del V Premio Nacional de Cuento La Cueva.
“Se trata de doce páginas de ironía, de vacilones, de pura mamadera de gallo”, anota sobre el cuento Heriberto Fiorillo, director de
la Fundación La Cueva. La obra de Betancourt se impuso a los 1.112 cuentos que se recibieron de todos los rincones del país.
“Este no es tampoco el primer premio para este escritor paisa que ha publicado cuatro libros de cuentos, ganadores todos de
concursos nacionales e internacionales. EL TIEMPO, en 2011, y ‘Semana’, en 2014, lo señalaron como gran promesa de la literatura
antioqueña”, comenta Fiorillo. En esta oportunidad, el jurado del galardón, que entrega al primer lugar una bolsa de 20 millones
de pesos, estuvo conformado por los escritores Julio Olaciregui (ganador en 2013), Pilar Quintana y Paul Brito.
Por su parte, el cuento ‘René’, de Julián Isaza Niño, oriundo de Villavicencio, quedó en el segundo lugar, mientras que en la tercera
posición se escogió el escrito ‘Guía incómoda para el buen asesino’, de Miguel Barrios Payares, nacido en Astrea (Cesar).
Como ya es tradición, el jurado del premio tiene la responsabilidad de escoger, además de los tres ganadores, otros 22 textos
finalistas para la antología que La Cueva publica cada año.
Un ejemplo a seguir
Un viaje reciente me llevó a Lituania y lo que encontré es algo sorprendente. Se trata de un país con menos habitantes
que Bogotá, unos cuatro millones, y Vilna su capital, apenas tiene medio millón. No obstante, el país goza de una de
las tasas de crecimiento económico más altas del mundo, la criminalidad casi no existe y entre las naciones bálticas
es la que más asentamiento político tiene. En cuanto a lo gastronómico, sus platos nacionales son deliciosos y el costo
de vida es bajísimo.
Por: Manuel Drezner / El Espectador
La cultura, que es lo que interesa a esta columna, es igualmente atractiva, tiene unos museos con artistas nacionales, algunos de
alta categoría, además con cuadros de artistas como Chagall, y me tocó una exposición dedicada al escenógrafo y pintor León
Bakst, que es recordado por lo que hizo para los ballets rusos de Diaghilev. Según me dijeron, este tipo de evento es muy común
y Vilna ha visto exposiciones antológicas de grandes maestros.
Hay un teatro de ópera y ballet con funciones diarias, a precios muy accesibles (un puesto para la ópera en platea cuesta unos
$70.000 y de ahí para abajo) y que usa en forma casi exclusiva artistas lituanos, a los que da fuentes de trabajo y que son de un
nivel artístico superior. Alcancé a ver una versión de Fidelio de Beethoven, en montaje moderno pero respetuoso, en el cual lo único
poco acertado fue haber puesto a la orquesta (creo que como símbolo del pueblo) en la mitad de la acción y que incluía una Leonora
de altura internacional. Igualmente presentaron una versión muy atractiva del ballet Don Quijote con música de Minkus, y tan
completa que reincorporó escenas que casi nunca se presentan en otras partes. Las temporadas cubren casi todo el año y la
respuesta del público permite que casi todas las funciones tengan un porcentaje alto de ocupación.
Todo lo anterior busca mostrar como un país puede ser pequeño pero que cuando hay interés por la cultura es posible desarrollar
actividad de categoría, con fomento al artista nacional y con asistencia alta. Ese es ejemplo para seguir y por eso vale la pena
presentarlo. El viaje también me llevó a Varsovia y a Cracovia, en Polonia, donde la actividad de la cultura con artistas nacionales
es muy atractiva. En la capital pude ver una ópera del músico nacional Moniuszko, La mansión encantada, una comedia muy risueña
con uso de aires como la mazurca y la polonesa. En Cracovia, entre otros tesoros, sus museos se pueden ufanar de tener uno de
los pocos óleos de Leonardo da Vinci que se conocen. Se llama La dama del armiño y tener la oportunidad de verlo justifica visitar
Cracovia. En la ópera, igualmente con funciones diarias gran parte del año, hubo un interesante Turco en Italia de Rossini, en
montaje tradicional pero muy efectivo.
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Mario Riascos, el maestro de la narración oral
Por: Redacción de La Gaceta / El País
Mario Riascos, poeta invitado a Ola Ventura.
Foto: Hroy Chávez - Cortesía Ola Ventura | Especial para El País
Tendría unos 3 años cuando su abuelo Baltazar Riascos Angulo lo tomó de la mano rumbo a la selva para enseñarle a cazar. Vivían
entonces a orillas del Río Micay, en el Cauca, en el municipio López de Micay, nombrado así en honor de José Hilario López quien
en 1851 declarara en Colombia el fin de la esclavitud. Ya no recuerda bien si en aquella ocasión iban detrás de una guagua o un
armadillo o un tatabro, el hecho es que ambos, abuelo y nieto, emprendieron monte arriba en busca de una aventura que los traería
de vuelta con alguna presa que llevarían a la mesa.
En medio del aire esponjoso y húmedo de Buenaventura, y vestido de un rojo encendido que contrasta con su piel absolutamente
negra, Mario Riascos cuenta que solo varios años después entendería que más que los misterios de la caza o de la pesca, lo que su
abuelo buscaba en esa y otras tantas salidas era transmitirle los secretos de la selva misma, los secretos del río, para que después
él mismo los pudiera contar en verso a sus hijos y a los hijos de sus hijos. “Sin yo saberlo, siendo un niño él me estaba transmitiendo
los conocimientos de mis ancestros en forma de poemas”, cuenta.
Era en esas salidas en las que, con el sol clavado en sus espaldas, el viejo Baltazar le enseñaba el encanto de las quebradas que
bañaban esas tierras, la magia de los pájaros que anidaban en las ramas de los árboles, el embrujo de aquellas serpientes que se
deslizaban por la tierra. Lo contaba con palabras que rimaban unas con otras. Palabras que, juntas, parecían música. “Mi relación
con mi abuelo fue lo mejor que me pasó en la vida. Su crianza fue lo más hermoso para mi”, dice.
Fue a través de esas historias que don Baltazar, un poeta natural de su tierra, le enseñó a su nieto Mario el arte de contrapuntear.
Porque ese viejo que amaba la selva poseía el don de la palabra. Y entonces, fiel a una tradición de su pueblo, era capaz de debatirse
en duelos de versos que podían durar 4 o 5 horas, a veces hasta 6.
Mario aún recuerda ese primer poema que aprendió del viejo, uno que solía recitar de abrebocas en cada contienda poética:
“Buenas noches caballero, cómo se llama usted / Se me ha olvidado su nombre, yo le quiero conocer.
A ver su fama he venido, que cantemos unos versitos / Porque usted dizque es muy exquisito en su modo de cantar.
Yo no sé canciones buenas, pero si me sé expresar / Yo aprendí la urbanidad entre los cantores unidos.
Dicen que usted hizo el mundo, yo digo que eso es mentira / Porque aquel que hizo el mundo nos está gobernando
arriba.
Cómo se llama la fragata que navega en agua dulce / Cómo se llama el balandro que parte pa’ Santander. Yo vengo
recién llegando, cómo se llama usted”.
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Orgullo de Santander para Colombia
El 21 de mayo, Marios Riascos (derecha) se presentó junto a su nieto, quien heredó de él el oficio de narrar.
Foto: Hroy Chávez - Cortesía Ola Ventura | Especial para El País
Era un poema que el pequeño Mario repetía en silencio una y otra vez, al escondido, porque en esa tradición del Pacífico nunca un
nieto puede contrapuntear sin que su abuelo haya muerto. Solo la muerte del viejo le da derecho a tomar la palabra. “Eso es una
tradición ancestral. Así como cuando vamos al monte con uno de nuestros mayores, el viejo nunca va atrás de uno, siempre
adelante. Es el respeto que les tenemos y eso no lo podemos cambiar”, dice Mario.
Por fortuna para Mario, su abuelo, a finales de los años 80, le dio permiso para versear porque él ya estaba viejo y cansado. Fue
así como el joven, dueño de una mirada afilada y una entonación prodigiosa, empezó descubrir que el verso se le daba, que podía
contrapuntear.
“El contrapunteo es un arte que no puede hacer cualquiera, que hay que aprenderlo de los abuelos porque si no, no se hace bien.
Uno empieza a versear y el otro a responder. Y al principio uno cree que lo hace bien, pero hay que practicar mucho y no caer en
la tentación de ser repentista. Para esto hay que estudiar”, dice Mario.
Mario, de 55 años cumplidos, lleva más de 30 jugando con las palabras para hacerlas que rimen. Y, quizá lo más importante,
llevando un mensaje a su gente, y de su gente para el mundo.
Porque si bien asegura que de su abuelo nunca escuchó una mala palabra, sí le escuchó historias tristes que narraba con dolor e
indignación sobre la suerte que corrieron sus antepasados convertidos en esclavos. Esos que fueron despojados de su libertad en
África, para luego ser exhibidos en mercados de América y “arrastrados por el fango para internarse en los socavones en busca de
oro”.
La vida de los afrodescendientes en busca de oro en las minas ha sido, de hecho, un tema central de sus poemas. Como aquel que
narra la historia de una mina encantada en la que muchos habían trabajado, pero de la que nadie sacaba nada. Hasta que un
esclavista español internó a 80 esclavos en un socavón a quienes les dijo con voz de trueno, que cogieran el hacha y la pala para
sacar el oro. El oro finalmente apareció, pero un alud de tierra los enterró a todos.
En poemas como este predominan la franqueza y la denuncia a la injusticia social, características que le han significado amenazas.
“Hay gente que no entiende el motivo de mis denuncias. No logran entender que se trata de una problemática social y toman
represalias contra mí. A ellos yo les digo que, en realidad, deberíamos unirnos y trabajar juntos, porque esta sociedad algún día
debe cambiar. La injusticia algún día se debe acabar”.
Á pesar de esas injusticias, o quizá porque su gente las ha soportado tanto, cree que la tan sonada paz por estos días sí es posible.
Entonces se anima a declamar otro poema, uno que escribió para aquellos que están en la guerra. Lo tituló El Guerrillero y lo
empieza a recitar:
Estoy pidiéndoles a todos, un poco de cariño / Para todas las mujeres y también para los niños.
La historia nos remonta, a los años del principio / Cuando los hombres nos matamos, sin saber por qué lo hicimos.
Ya la paz se nos acerca, con principio natural / Abrazarnos como hermanos, y lo hagamos sin llorar.
Porque todo lo soñado, ya se hizo realidad.
A los señores militares también les quiero pedir / Encontremos el camino, para yo salirme de aquí.
Y aunque yo soy guerrillero, no me quiero morir / Pues también tengo a mi madre, y un hijo por venir.
A mis amigos que están lejos, también los quiero abrazar / A mi Buenaventura del alma, que tristeza me da,
encontrarme pues tan lejos de su puerto tropical.
Y lo más triste para todos, que a mis hermanos quise matar / Yo les pido mil perdones, para poder regresar.
Con esta ya me despido en las montañas donde estoy / Saben cómo me encuentro, con mi mujer, con al dolor / A
punto de dar a luz, a su hijo mayor.
Y todavía me queda, la esperanza y el amor / De volvernos a encontrar, en un futuro mejor.
Dice que nunca uno de sus poemas ha llegado al papel. Que nunca ninguno de sus versos se ha convertido en libro. Su forma,
añade, de dejar un legado, es transmitirlo cómo lo hicieron con él, dejando una huella en su nieto Pablo Adrián quien hoy es
aprendiz de su tradición y que, a sus 12 años, ya ha sido invitado a varios escenarios de Buenaventura, Cali y Bogotá para recitar
las composiciones de su abuelo. Ese, dice Mario, es el rastro oral que deja para la humanidad.
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Héroes al rescate animal
Ocho conservacionistas que trabajan para preservar especies emblemáticas colombianas en peligro de extinción son
los protagonistas de la serie coproducida por Señal Colombia y Fundación Natibo que se está transmitiendo los lunes
a las 8.00 p.m.
Por: Redacción Vanguardia Liberal
El caimán del Orinoco, la tortuga de mar, el oso de anteojos, el mico churuco, el murciélago, el delfín rosado, la tortuga de río y el
jaguar son especies de nuestro país que el director de la serie ‘Héroes al rescate animal’, Juan Carlos Isaza, explora a través de la
mirada de los ocho conservacionistas que buscan salvarlas.
‘Héroes al rescate animal’, estrenada el 2 de mayo, permitirá a los colombianos acercarse a los retos que se han impuesto biólogos
y conservacionistas, seguidos por los realizadores durante más de dos años en todo el territorio nacional, con el fin de documentar
el trabajo que hacen desde diferentes fundaciones por salvar estas especies en grave peligro de extinción.
La serie llevará al espectador por La Guajira para conocer la historia de Aminta Jáuregui y las tortugas de mar; la Sierra Nevada,
con Diego Zárrate y el jaguar, al Orinoco; con Rafael Antelo y el caimán; los Llanos Orientales, con María Torres y la tortuga de río;
Los Andes, con Orlando Feliciano y el oso de anteojos; al Quindío y Chocó con Hugo Mantilla-Meluk y el murciélago, y al Amazonas,
con Fernando Trujillo y los delfines rosados, y con Sara Bennet y los micos churucos.
Reintroduciendo al caimán del Orinoco. Tras la sobreexplotación de su piel, el caimán del Orinoco llegó al borde de la extinción.
Rafael Antelo, director científico de la Fundación Palmarito, ha logrado reproducir y criar numerosos ejemplares. Ahora su gran reto
es liberar a los primeros cocodrilos del Orinoco en territorio colombiano.
Corazón de tortuga. De cada mil huevos de tortuga marina solo uno llega a la edad adulta. Su caza está prohibida en la costa
caribe, pero unas cincuenta tortugas son sacrificadas cada día. Aminta Jáuregui, bióloga marina, lidera el proyecto de conservación
de tortugas y mamíferos marinos. Aunque su persistencia la ha llevado a criar y a liberar a más de tres mil ejemplares, sabe que
sin un cambio cultural las tortugas seguirán fuertemente amenazadas.
Misión osos especiales. El oso de anteojos está en peligro de extinción por la pérdida y degradación de sus hábitats. Orlando
Feliciano, quien dirige la Fundación Bioandina Colombia, tiene un gran reto por delante: lograr liberar, en el Parque Nacional Natural
Serranía de los Churumbelos, dos osos de anteojos que ha mantenido en procesos de rehabilitación, y monitorear su
comportamiento mediante collares satelitales.
La caza desmedida para consumo, venta como mascotas y el tráfico ilegal tienen al mico churuco en riesgo de desaparecer del
Amazonas. Sara Bennet, quien dirige la Fundación Maikuchiga, logró desde hace más de diez años que la comunidad de Mocagua,
resguardo indígena tikuna en el Amazonas, dejara de cazarlos. Sin embargo, hoy, después de una década, los churucos aún no
regresan a tierras del resguardo a cumplir sus valiosas labores ecológicas.
Cambiando la mala reputación de los murciélagos. Hugo Mantilla-Meluk se enfrenta a un ambicioso reto: lograr que el centro
del Chocó se declare como zona de prioridad de conservación para estas especies. Y es que, luego de diecinueve años dedicados al
estudio de los murciélagos de Colombia, sus investigaciones han llegado a demostrar que el Chocó biogeográfico es la zona más
rica en murciélagos en el hemisferio occidental. Su reto le implica ir al lugar en busca de recopilar toda la evidencia necesaria y
trabajar de la mano con el grupo de estudios de la Universidad Tecnológica del Chocó.
Salvando al delfín rosado del Amazonas. Fernando Trujillo, director de la fundación Omacha, está convencido de que salvar a
los delfines rosados es salvar al Amazonas y a muchas vidas humanas. El delfín rosado es usado en Brasil y Perú como carnada
para pescar mota, un pez carroñero contaminado con mercurio. Más de dos tercios del pescado que se ofrece en el comercio de
Colombia como viudo de capaz o capacete es en realidad mota, lo que constituye un serio problema de salud pública.
El arca de María. María Martha Torres Martínez tiene el reto de sensibilizar a la comunidad ribereña de Casanare y Vichada sobre
el consumo responsable de tortuga de río. El primer paso es liberar 1500 tortuguillos en un recorrido en barco o falca por el río
Meta, mientras realiza talleres de concientización a niños y pobladores locales. El éxito del proyecto estará representado en
encontrar en esas playas, ocho meses después, un mayor número de nidadas de tortuga que hayan sido cuidadas por los pobladores
locales y que puedan ser trasladadas al Bioparque Wisirare para su cuidado.
Encontrando el equilibrio del jaguar. La comercialización de piel de jaguar en los mercados internacionales llevó a este felino a
un grave peligro de extinción. Hoy, debido a la deforestación, el jaguar pierde día a día miles de hectáreas de su hábitat natural.
Diego Zárrate, coordinador científico de la Fundación Pro CAT, tiene el reto de investigar los sucesos, encontrar alternativas para
promover una convivencia pacífica con el jaguar en la zona y brindar a los campesinos la ayuda y la orientación necesarias para
que en cuatro meses no maten ni un solo jaguar más en el sector.
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La magia insuperable de Alejandro Obregón
Por: Alpher Rojas C. / El Tiempo
No es que la pintura de Obregón exista gracias al paisaje colombiano. Es este el que comenzó a existir gracias a la pintura de
Obregón.
En el principio fue el orden. La rigidez, las aguas separadas de los valles, y estos, de las cumbres. Las aves en el cielo y los peces
en el agua. Según la leyenda, “la obra de Dios estaba concluida”. Y a ese orden correspondía el arte colombiano antes de Obregón,
quien dijo entonces: ¡Sea la exuberante belleza del caos! ¡Únanse las aves y los peces, el sol y los volcanes! ¡Las tempestades y
los truenos! ¡Mézclense los vientos y las aguas, la luz y las sombras! ¡Sean uno el cielo y la tierra, la flora y la fauna! ¡Que rujan
las flores y florezcan las bestias! No es bueno que los colores estén separados: ¡Revuélvanse! Copulen para que se multipliquen y
el mundo se pueble de colores nuevos.
Entonces los colores se desencadenaron, y sobre las alas de luz condujeron la pintura colombiana a la modernidad bajo el aliento
mágico de ‘Prometeo’ Obregón, creador supremo de la geografía nacional y conquistador del color-fuego del Caribe, de los Andes,
de la Amazonia…
Libertador de cinco naciones: el mar, el cielo, las montañas, la selva y los mitos, ‘Simón’ Obregón las unió en un solo país: Colombia,
al que le dio identidad, haciéndolo reconocible ante el mundo y ante nuestros propios ojos. No es que la pintura de Obregón exista
gracias al paisaje colombiano. Es este el que comenzó a existir gracias a la pintura de Obregón. Es el don del color obregoniano lo
que le dio vida a nuestra naturaleza. El que le dijo “Levántate y anda”.
Pero ‘Cristóbal’ Obregón no descubrió el continente del color por casualidad. ¡Qué largos y riesgosos viajes por mares tormentosos!
Cuando frisaba los veinte años le dijo a don Pedro, su padre, que quería ser pintor; este se quedó perplejo, como si escuchara un
gatito ladrar, porque hasta entonces Alejandro había dado muestras de una perfecta salud mental. Nada hacía sospechar que el
hijo alentado pudiera llegar a desdeñar un brillante porvenir de industrial que le ofrecían las empresas de su padre, para correr el
riesgo de una existencia de artista que supone una prolongada travesía por la cuerda floja sobre abismos de miseria o un vuelo en
busca del sol con alas de cera.
Sin embargo, para ‘Ícaro’ Obregón su determinación era un llamado, como el aullido de los lobos de Jack London, al que no podía
negarse porque era más fuerte que su voluntad.
Convencido de que “ser pintor es un sino”, y advertido también don Pedro de lo mismo, con resignación facilitó a su hijo los medios
para emprender el camino, y Alejandro Alcatraz remontó el vuelo a Boston en busca de los maestros que habrían de iniciarlo en el
dominio de las técnicas del oficio.
Fue rechazado por el director de la Academia de Boston, quien juzgó que Obregón carecía de talento, pero fue admitido en el sótano
del museo de la misma ciudad, donde una profesora dictaba clases a los niños hasta los diez años. Alejandro, el grande del salón,
tenía veinte, de modo que, según relata Obregón a Fausto Panesso, Miss Lebrecht comenzaba sus lecciones así: “Bueno niños y
señor Obregón…”.
Sus estudios en Boston se quedaron a medio camino, pues viajó a España donde desempeñó el cargo de vicecónsul mientras seguía
tomando clases de pintura y soñando estéticamente. En Barcelona hizo su primera exposición individual en 1943, en la que muestra
ya algunos logros.
Lo que siguió después fue su regreso a Colombia; su vinculación con el Grupo de Barranquilla: su amistad estrecha con García
Márquez y Cepeda Samudio, a quien le inyectó la energía que le faltaba para terminar La casa grande; su traslado a Bogotá, su
relación con los poetas del café El Automático: León de Greiff, Gaitán Durán y Cote Lamus; sus primeras exposiciones, los inicios
de su revolución antiacadémica; su lucha por meter el arte nacional en el corazón del siglo; su residencia en Francia y su nuevo y
definitivo retorno a Barranquilla.
Lo recordamos hoy como el pintor de esta Colombia que agita al mundo una tela de Obregón por bandera, cruzado los brazos en
su pecho de peñasco marino y con sus ojos profundos en los que cabe el mar, arriba de los cuales un sol de cabellos despeinados
parece irradiar colores de esperanza para la paz de Colombia.
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Dos amigos y cien mil fanáticos
Por Juan Carlos Garay / Semana
Las dos figuras veteranas más importantes de la música brasileña se unieron en una gira sencilla y conmovedora. El
resultado acaba de salir publicado.
Caetano Veloso y Gilberto Gil son los abanderados del tropicalismo, un movimiento musical brasileño que une la ‘bossa nova’, el
‘rock and roll’ y la psicodelia. Foto: Reuters
¿Cómo celebrar 50 años de amistad? Si siguiéramos los dictámenes de la industria musical actual, con un concierto lleno de decibeles
y el acompañamiento de una banda gigante. Y sigamos sumando: coreografías, luces estroboscópicas, juegos pirotécnicos… No
exageramos. Una parte de la industria tiende tanto a esa abundancia que, hace poco, un estudio de la Universidad de Oslo alertaba
que “la música se está volviendo parte de la polución sonora”.
Pero cuando Gilberto Gil y Caetano Veloso anunciaron que se iban de gira, a mediados del año pasado, las fotos de los ensayos
mostraban todo lo contrario: ellos dos, frente a frente, con sus guitarras y nada más. Así se fueron a recorrer el mundo, sin banda
acompañante. Visitaron 21 países y sumaron cerca de 135.000 oyentes. Y en casos como este, la palabra oyente cobra pleno
sentido. Un recital así no puede abordarse sino con la escucha atenta. El concierto, que ha quedado registrado en un álbum doble
llamado Dois amigos, está lleno de sutilezas: guitarras que contrapuntean, voces que se responden y versos tan delicados como
aquel que dice que la samba es “una lágrima clara sobre piel oscura”.
Es un triunfo de la calma, de esa serenidad que solo se adquiere con el paso de los años. Caetano Veloso y Gilberto Gil se conocieron
hace medio siglo y descubrieron muy pronto que compartían inquietudes musicales. En esa época, el disco brasileño que estaba de
moda era Getz and Gilberto del sello Verve, una exploración de canciones populares con sabor de jazz. El disco era bueno pero no
alcanzaba a reflejar las inquietudes de una juventud que ya había descubierto el rock y que quería también expresarse sobre temas
sociales.
Entonces hicieron el himno de su generación: crearon un movimiento llamado el tropicalismo y lanzaron un primer disco con notable
influencia de la psicodelia de los Beatles. En 1969 su postura artística incomodaba al régimen, y ambos fueron encarcelados. De
ahí salieron exiliados a Londres, donde siguieron alimentándose de buena música hasta su retorno en 1972. Desde entonces han
tenido carreras paralelas que, de vez en cuando, se vuelven a juntar: la más notable de esas reuniones fue hace 22 años, cuando
hicieron juntos el disco Tropicalia 2 y el compositor Arto Lindsay afirmó que “estos dos todavía pueden repensar la sociedad
brasileña”.
Probablemente esa no sea la meta de este nuevo registro. Se trata, más bien, de un repaso amable de sus trayectos y un desfile
de las muchas canciones que han escrito juntos. El recital se inicia con Back in Bahia, que narra la alegría de su regreso después
del exilio, y sobrevuela un abanico de sentimientos que van desde la nostalgia de Coração vagabundo hasta la esperanza de Andar
com fé. Quienes los hemos seguido desde hace años, comprendemos pronto que aquí hay algo más que un álbum de fotos viejas.
La aproximación a las canciones es honestamente actual. Gil se ha vuelto “más primitivo y a la vez más refinado espiritualmente”,
según palabras de su amigo Caetano, y este a su vez se siente en su canto más a gusto que nunca.
Para cerrar con broche de oro, una canción nueva, compuesta en el calor de la gira. Se llama As camélias do quilombo do Leblon y
termina con palmas y una frase que parece repetirse hasta el infinito. Ambos con 73 años, no dan señas de querer retirarse. Pero
de alguna manera ese coro final parece un mantra, una letanía que ya garantiza la posteridad.
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Teatro La Candelaria: 50 años de una leyenda
El grupo del maestro Santiago García, un referente del teatro latinoamericano, cumple medio siglo.
Por: Yhonatan Loaiza Grisales | El Tiempo
Foto: Claudia Rubio / EL TIEMPO
Actualmente, el grupo está conformado por 15 artistas de diferentes generaciones.
Santiago García es el guardián de las puertas del universo, pero se le perdió la llavecita. El maestro, el director, el actor que era
tan querido por su público que solía recibir aplausos solo por aparecer en escena, suele decir en alemán esta frase a quien le
extiende la mano para saludarlo. Ahora, los aplausos los recibe en la calle ya que dejó de actuar y dirigir hace un par de años y
desde ese lugar privilegiado ha celebrado con emoción la marca histórica que alcanzó su grupo, el Teatro La Candelaria: 50 años
de teatro ininterrumpido.
Fue por eso que de la mano de sus cómplices y con una nariz roja de payaso, el maestro recorrió la carrera Séptima el pasado
miércoles para celebrar con su público ese medio siglo de un grupo que fue fundamental en la consolidación del teatro moderno
colombiano.
Pero como todo buen drama teatral, un conflicto fue lo que causó la creación del Teatro La Candelaria, cuyo primer nombre fue La
Casa de la Cultura. A comienzos de la década de 1960, García era director Teatro Estudio de la Universidad Nacional, con el que
preparó el montaje de 'Galileo Galilei', de Bertolt Brecht.
El director incluyó en el programa de mano un discurso de Oppenheimer contra la bomba atómica, lo que según sus allegados causó
la protesta de la embajada estadounidense. El artículo finalmente se retiró, lo que fue rechazado por un grupo de estudiantes que
habían alcanzado a copiar el texto en mimeógrafo y lo repartieron durante el estreno en el Teatro Colón.
Ante esta crisis, García decidió renunciar a la Nacional y en una reunión con las personas que trabajaron en la obra, entre quienes
estaban Carlos José Reyes, Miguel Torres, Patricia Ariza y Gustavo Angarita, los invitó a zambullirse en la corriente del arte
independiente.
“Santiago nos reunió y nos dijo: ‘Aquí la única manera de hacer teatro es sin esperar ayuda de nadie, somos nosotros los que lo
podemos hacer con nuestro esfuerzo, talento y voluntad. Lo que necesitamos es un centro donde podamos tener la actividad teatral
y quizás otras más’”, recuerda Torres.
Rápidamente a esa nueva corriente se fueron sumando los representantes más importantes de la cultura bogotana: actrices como
Vicky Hernández y Consuelo Luzardo y María Arango, teatreros como Carlos Parada y Eddy Armando, e incluso pintores como
Enrique Grau y Alejandro Obregón.
Con ese elenco estelar, La Casa de la Cultura se inauguró el 6 de junio de 1966, con un presupuesto que se alimentaba de las
ayudas de los amigos y bonos de 100 pesos que los integrantes del grupo les vendían a sus familiares y conocidos.
“Conseguimos un sitio en la carrera 13 con calle 20 que antes había sido un almacén de repuestos o una ferretería. Ahí pudimos
organizar una salita, con tarimas y unas butacas, con unos tarros de galletas Noel que eran los reflectores, una oficina y una
camerino en el segundo piso”, indica Torres.
Allí se empezaron a montar obras de teatro, en su mayoría de autores vanguardistas como Peter Weiss y Witold Gombrowicz,
y también se le abrió espacio a otras artes como la poesía, la plástica y el cine, e incluso se contó con la presencia de arquitectos
como Jack Mosseri y Rogelio Salmona.
“La Casa de la Cultura fue un hervidero de ideas, aglutinaba lo mejor y lo más granado de esa época, cuando además en el mundo
pasaban una serie de fenómenos importantísimos... Surgió en un momento como una necesidad de salir de una Bogotá muy
parroquial, muy pequeñita, muy provinciana”, dice Vicky Hernández.
Pese a esa ebullición artística el epicentro cultural no fue sostenible económicamente. Patricia Ariza recuerda que no pudieron seguir
pagando el arriendo del local (unos cinco mil pesos), pero el Concejo de Bogotá, gracias a una ponencia de Gabriel Melo Guevara,
les dio un auxilio por 500.000 pesos con el que compraron una casa colonial de la calle 12 con segunda. El grupo entonces se
rebautizó como Teatro La Candelaria, en tributo al barrio que lo acogió.
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El maestro Santiago García tiene 87 años y ya no hace parte activa del grupo, debido a que tiene problemas de salud. Dirigió más
de 30 obras del Teatro La Candelaria. Foto: Claudia Rubio / EL TIEMPO
“La casa nos la vendió un señor Cozarelli, que era el dueño de una zapatería. La primera escritura era de 1630, fue una de las
primeras casas que se construyeron en Bogotá. Desde el patio de ropas hasta el fondo, donde estaba el solar, construimos la sala
y los camerinos y toda la parte nueva, pero la parte auténtica de la época de la Colonia sigue siendo la misma”, le dijo García a EL
TIEMPO cuando La Candelaria cumplió 45 años.
Pero el auxilio distrital no fue suficiente, el proceso de construcción fue largo porque los artistas no tenían mucho dinero para pagar
trabajadores, así que a ellos mismos les tocó hacer parte de las reformas, e incluso deformas, ya que algunas vecinas les contaron
que en ese sitio había tesoros escondidos en forma de guacas.
“Abrimos unos huecos tremendos y no encontramos nada... Pero después descubrimos la guaca, la guaca somos nosotros”, dice
Ariza con una sonrisa de convencimiento.
Tradición e invención
En este medio siglo, La Candelaria ha ido construyendo pequeñas tradiciones. Antes de cada función, por ejemplo, uno de sus
integrantes se suele parar frente al público para introducir la obra que están por ver. Este intento de generar un vínculo afectivo
con el espectador nació también de ciertas necesidades económicas. “Santiago siempre dijo que no teníamos dinero para hacer un
programa de mano así que hacíamos un programa de boca”, bromea Ariza.
Tal vez su tradición artística más importante ha sido la creación colectiva, que según el propio García viene de la Edad Media y de
esos colectivos de arquitectos que se juntaban para construir las grandes catedrales de la época. En el caso de La Candelaria, la
creación colectiva se concentró en investigar a fondo episodios de la historia colombiana y empezar a componer el libreto teatral a
partir de improvisaciones.
“Cada obra provocaba unas reflexiones, no había un método cerrado, había unas líneas constantes pero las fueron buscando poco
a poco y la elaboración de la teoría estaba ligada a la práctica, un poco como el poema de Machado: ‘se hace camino al andar’”,
cuenta Carlos José Reyes.
Así nacieron piezas como 'Nosotros los comunes' (1972), 'La ciudad dorada' (1973) y 'Guadalupe años sin cuenta' (1973), un hito
del teatro colombiano, que según cuentas del maestro García superó las 2.500 funciones.
Todo empezó, recuerda Alfonso Ortiz, uno de los protagonistas, en una de las presentaciones del grupo en los Llanos Orientales.
En medio de las parrandas a las que invitaban a los artistas, García iba escuchando el nombre de una especie de mito urbano que
llamó su atención. “Nos invitaban a oír música llanera y en las canciones estaba implícita una figura que se llamaba Guadalupe
Salcedo”, cuenta Ortiz.
Era el líder de las guerrillas liberales, quien se convirtió en la sombra bajo la que comenzó la investigación de la obra, que también
profundizó en fenómenos como el batallón de soldados que Colombia envió a la Guerra de Corea.
El resultado fue esta suerte de epopeya musical en la que nunca aparece Guadalupe Salcedo Unda, pero que mostraba con humor
irónico los sufrimientos de las personas que se enfrentan en cada bando, ya fuera el humilde campesino que entra a la guerrilla por
necesidad pero termina danzando como un ping pong por los deseos de poder de sus comandantes, así como el soldado que está
al borde fr perder la cordura por la inclemencia de la guerra.
En todo el relato, el grupo de músicos, que componían actores como Luis Hernando ‘Poli’ Forero y Fernando Peñuela, servía como
una especie de coro griego, que a ritmo de corridos llaneros ilustraba el camino de sus protagonistas: el soldado Robledo y el
campesino Jerónimo Zambrano.
“Fuimos hasta los Llanos Orientales para que un señor cuchuco nos contará las historias de las guerrillas liberales. En esa época
hablaban muy poco de eso, pero cogían un cuatro y ahí mismo empezaban a contar cómo funcionaban los comandos, cómo era el
intríngulis de la vida en ese movimiento que se armó en los Llanos”, evoca Forero.
En ese periplo maratónico de giras y funciones que tuvo la obra se desprenden miles de anécdotas. Ortiz por ejemplo recuerda que
una noche tuvieron que hacer tres funciones seguidas ante la altísima afluencia de público (más de siete horas actuando).
Ariza, por su parte, destaca una función en un auditorio abandonado en Villavicencio. El ejército estuvo por detener el evento ya
que consideró que era una obra subversiva, pero ante la presión de los espectadores debió ceder. “Entonces los soldados entraron
y rodearon al público, pero empezaron a divertirse con la obra, se quitaron el casco, se sentaron en flor de loto, pusieron el fusil al
lado y cuando estaban más contentos los sacaron”, añade Ariza.
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Otros pasos del grupo
Para el maestro García el arte debe ser un acto de singularidad, verdad y belleza. Por eso siempre les insistió a los actores que el
que no lo hace como algo original, no es un verdadero artista. Esa necesidad de reinvención lo convertía en ocasiones en un
adelantado a su época.
“Por ejemplo, Golpe de suerte fue la primera obra sobre la mafia, nadie sabía bien de eso y él ya tenía una información y una
intuición sobre el tema. Estoy hablando casi del año 75, para nosotros era muy novedoso oír de eso, años después vemos lo que
pasa con el narcotráfico y la mafia”, cuenta Ortiz.
García siempre trataba de cambiar la ruta de viaje en cada producción. Tanto así que para alejarse del éxito que significó Guadalupe
apostó por una historia que no se contaba con palabras, ni música, sino a partir de gestos y silencios.
Se trata de 'El paso' (1988), una obra que se introfujo en las secuelas del fenómeno del narcotráfico en el comportamiento de la
población. Todo el relato se desarrollaba en una cantina perdida en algún paraje de una carretera colombiana, a la que llegan dos
hombres implacables y silenciosos que estaban por concretar una transacción. Toda una metáfora, silente pero poderosa, sobre ese
monstruo omnipresente que empezaba a asechar al país.
García encarnaba a uno de esos ‘raros’ que llegaba a la cantina. Carolina Vivas, directora y dramaturga, fue la que encargada de
interpretar a su compañero.
Era un reto maravilloso, dice Vivas, porque significó construir el personaje de un hombre para una mujer en el pleno de su feminidad.
“Pasó por tener que cortarme el pelo diminuto y hacer todo un estudio, recuerdo que el maestro me llevaba a ver cómo se sentaban
los hombres en (el café) San Moritz, porque el personaje estaba bien construido pero al sentarme me delataba”, sostiene.
Además de esa dramaturgia eminentemente colombiana, el grupo también ha estrenado obras escritas por sus integrantes, como 'El
viento y la ceniza', de Patricia Ariza; 'La trasescena', de Fernando Peñuela, y piezas de García como 'Diálogo del rebusque', inspirada
en textos de Fernando de Quevedo, y su versión de 'El Quijote', que ha tenido tanto éxito que incluso se montó en el teatro
Repertorio Español de Nueva York.
Día a día
El actor, director y dramaturgo César ‘Coco’ Badillo ingresó a La Candelaria en 1980. Era viernes, rememora el artista, y ese mismo
día renunciaron dos actores. El grupo tenía programada una función de 'Guadalupe...' para el jueves siguiente y a Badillo lo
‘mandaron al agua’, literalmente, porque el día de la presentación cayó un aguacero tan fuerte que el agua se empezó a colar por
el techo del auditorio.
Badillo, protagonista de obras como 'El Quijote' y director de 'A fuego lento' y 'Si el río hablara', describe a La Candelaria como una
especie de cofradía, que tiene un acento especial en las individualidades (en este momento está compuesta por 15 actores de
diferentes generaciones).
“Siempre se está en lo que viene y no solo en lo efímero, no es ese cortoplacismo que se vive ahora. Hay mucho conflicto, que es
normal, pero cada vez nos toca inventarnos reglas para seguir discutiendo. Esa es la vivencia fuerte, siempre pensando en un
inventar un teatro que no se haya hecho”.
El lunes a viernes del grupo se divide en una mañana dedica al entrenamiento corporal y a los ensayos de las obras en repertorio
o las improvisaciones de los nuevos proyectos. Al mediodía, los actores generalmente almuerzan en la sede del grupo y en la tarde
se dedican a lo que ellos llaman ‘el rebusque’. Las noches de miércoles a sábados es cuando generalmente presentan sus montajes.
“La mañana y la noche son para el alma, para nutrirnos de lo que queremos hacer, y la tarde es para pagar servicios. Uno trabaja
a veces en otra cosa, a mí por suerte me ha tocado siempre en teatro”, dice Badillo.
En la parte financiera, todo funciona como una especie de economía solidaria, afirma Badillo, en la que cada actor recibe un sueldo
básico. La idea es no estatificar, una enseñanza que fue afincada por García. “Me acuerdo que a él un día le dijimos ¿por qué no se
sube el sueldo? y nos respondió: ‘Ni por el carajo, sino se acaba esta vaina’”.
La Candelaria actualmente vive una etapa intensa, el maestro García (87 años) dejó de ser parte activa del grupo por los inevitables
problemas de salud que conlleva esa edad y el año pasado falleció uno de sus fundadores, Francisco Martínez. Además, el teatro
acabó de salir del programa de Salas Concertadas del Ministerio de Cultura porque le faltó firmar un documento (en 2015, recibió
un apoyo de 34 millones de pesos por esta convocatoria).
“Estamos en un proceso diferente, nosotros siempre hemos cambiado, además también hay gente que se va porque el voltaje es
difícil, pero también emocionante. En este momento estamos como en un limbo porque no sabemos todavía que obra se va a
montar, ese es un momento tenso porque hay muchas propuestas”, enfatiza Ariza.
En este año de aniversario, La Candelaria ya ha recibido reconocimientos en Cuba y en Estados Unidos. En octubre el Festival
Iberoamericano de Teatro de Cádiz (España) le entregará al grupo el Atahualpa del Cioppo, por su “excepcional labor en pro del
desarrollo de las artes escénicas en el ámbito latinoamericano”.
En Colombia, el grupo realizará una temporada de repertorio en el Teatro Colón de Bogotá con El Quijote (6 y 7 de julio), Sí el río
hablara (8y 9 de julio) y Camilo (12 y 13 de julio). Además, se presentará en Teatro Estudio del Teatro Mayor Julio Mario Santo
Domingo con Soma Mnemosine, creación colectiva dirigida por Patricia Ariza (12 y 13 de agosto), y Camilo (19 y 20 de agosto).
Y mientras García disfruta ahora sus mañanas tomando el sol lado de la fuente de la plaza del Teatro La Candelaria y repitiendo
que es el guardián del universo, su estela y la admiración que genera entre sus colegas sigue intacta.
“Es una persona absolutamente admirable, se merece una estatua grandísima. Es el hombre de teatro más importante que hay en
este país, con Enrique Buenaventura en Cali. La obra de Santiago debería ser vista como un gran mundo, un gran universo, donde
hay de todo, y todo es formidable”, finaliza Miguel Torres
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Banksy, el artista callejero más famoso del mundo, reapareció en
escuela de Inglaterra
El artista pintó un particular grafiti en una escuela de Bristol. En una carta dirigida a los estudiantes de ese colegio
les dijo: "Recordad, siempre es más fácil lograr que os perdonen que conseguir que os den permiso".
Por: EFE / El Espectador
En la foto, uno de los murales pintados por Banksy en Cisjordania. / EFE
Los responsables de un colegio de primaria en Bristol (suroeste de Inglaterra) descubrieron que el cotizado artista callejero Banksy
ha pintado un mural en una de sus paredes como regalo para los alumnos.
El misterioso artista, del que no se conoce su verdadera identidad, aprovechó las vacaciones de las que disfrutaron los escolares
británicosla semana pasada para ejecutar su obra, en la que aparece la figura de una niña haciendo rodar un neumático incendiado.
"Por favor, aceptad esta pintura. Si no os gusta, no dudéis en añadir cosas, estoy seguro de que a los profesores no les importará",
escribió Banksy en una carta que fue encontrada a primera hora del lunes por uno de los trabajadores del colegio Bridge Valley
School.
El grafitero agradece en la misiva que la escuela haya bautizado con su nombre uno de sus edificios tras celebrar una votación
entre los alumnos y les da un consejo a los niños: "Recordad, siempre es más fácil lograr que os perdonen que conseguir que os
den permiso".
El director de la escuela, Geoff Mason, afirmó que su intención es conservar el mural en la ubicación donde lo ha pintado Banksy y
que "no hay planes de venderlo".
"Cuando llegué encontré este bello mural pintado por Banksy. Creo que es fantástico que Banksy, una persona tan famosa, haya
elegido hacer esto en nuestra escuela", declaró Mason a los medios de comunicación.
"Fue una sorpresa increíble, estoy emocionado", explicó el director, que relató cómo el colegio remitió una carta al artista para
comunicarle que habían utilizado su nombre en un edificio, pero que no esperaban una respuesta como esta.
Muchos de los murales que ha pintado Banksy en calles de Londres y otras ciudades inglesas se han vendido o subastado por
cientos de miles de libras.
Entre otras obras, la firma Sincura Group ofrece el mural "Slave Labour" ("Trabajo de esclavos"), que fue retirado en febrero de un
muro en el distrito de Wood Green, en el norte de la capital británica, por un precio mínimo de 900.000 libras (1,16 millones de
euros o 1,30 millones de dólares).
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Orgullo de Santander para Colombia
Nueve retratos olvidados del MamBo
EL MUSEO DE ARTE MODERNO DE BOGOTÁ, fundado por Marta Traba hace 63 años, ha sido fundamental en la historia
del arte del país. Fue dirigido por Gloria Zea hasta este año, cuando tomó la dirección la artista Claudia Hakim, y ahora
lanza un libro con el inventario casi completo de su colección. Estos son nueve hitos, escogidos por capricho, de su
historia.
Por: Juliana Muñoz Toro / El Espectador
1. Empezar por el final es un movimiento arriesgado. Es decirle a la gente “aquí está tu destino, saluda a la muerte. No, no está
lejos, está en el día a día, en la violencia de este país”. Este comienzo tiene tumbas, manchas de diferentes texturas, colores
delirantes. Nada es al azar. El expresionismo también puede ser organizado y coherente. La pintura como arte lírico. Los cuadros
reposan en un pequeño pasaje en la carrera séptima con calle 23. Es la primera sede del Museo de Arte Moderno de Bogotá tras su
fundación en 1953. Son las Tumbas de Juan Antonio Roda. Es la liberación de un movimiento artístico en un medio casi provinciano.
2. Imagino al pintor peruano Fernando de Szyszlo, no ante un lienzo, sino ante un poema. “¿Y por qué no he de sentir?/¿Y por qué
no he de llorar/si solamente extranjeros/en mi tierra habitan ya?”. Las líneas están en quechua y hablan sobre el asesinato del
cacique Atahualpa a manos de conquistadores españoles. Aparecen, entonces, sobre el cuadro figuras geométricas que recuerdan
a los incas, luz que se esconde tras los objetos, movimiento, arquitectura con forma humana. Lo inevitable de la muerte. Szyszlo
nombra a cada una de sus 13 pinturas con un verso del poema, como: Watupakurqan sunqollaymi (Mi corazón presentía); ¿Ima
kkuy chin kay yana kkuychi sayarimun? (¿Qué arcoíris es este negro arcoíris que se alza?); Kanaykuta chincay chaki (Nuestra
errabunda vida). Esta es su primera exposición en Colombia y será la misma que luego llevará al Solomon R. Guggenheim Museum
de Nueva York. El MamBo sigue en su rincón secreto de la Carrera Séptima.
3. Marta Traba se lleva los cuadros al hombro a la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Nacional, donde seguirá funcionando
el Museo a partir de 1965. El cambio físico motiva el cambio artístico. Aquí se realizarán las primeras exposiciones de arte
conceptual. Llamemos, por ejemplo, a Beatriz González. Sus cuadros tienen los colores de Andy Warhol, pero la silueta de un
hombre alzando un ataúd. Lo cruel y bello del contraste. Paredes amarillas y un velorio. Lo pop y la violencia. Lo moderno y lo
precolombino.
4. Una nueva mudanza. En los curvos salones del Planetario Distrital están el Caribe y los Andes bajo las mismas estrellas. Están
dos, diez, veinte rostros que nunca se miran cuando hablan. La retrospectiva de Alejandro Obregón se llama Aire, Mar, Paisaje,
Diálogo. Dos años antes, en 1967, el artista fue el director pasajero del MamBo, cuando Marta Traba pensó que era irreconciliable
su pelea con los altos mandos del país. Sería el mismo Obregón, junto con León de Greiff, quien intercedió por ella ante Carlos
Lleras Restrepo. El presidente no estaba muy contento con los rumores de que Traba defendía la Revolución Cubana.
5. En la sala de nuestro Museo hay varias camas con personas durmiendo. No, no duermen. Hacen el amor. Una encima de la otra,
una contra la otra. Y vibran y se mueven y bailan la música de Jacqueline Nova. Nadie las ve, pero las imagina bajo esas sábanas
de satín que ondean salvajemente. Esto es polémica nacional. Y pensar que la artista Feliza Bursztyn no trabajó con carne y hueso,
sino con chatarra, tela y motores. Su obra causa risa y es considerada efímera y antiestética. Es 1974. El arte tiene de qué hablar.
6. El arquitecto Rogelio Salmona ofrece los planos para la nueva sede del MamBo, la definitiva a partir de 1979. Este espacio, como
una pintura de Szyszlo, es como una construcción humanizada que quiere extender sus brazos de ladrillo expuesto. Pero no se
puede. Hay que esperar a que haya recursos. Hay que esperar a que terminen las obras de la calle 26. Hay que creer en lo imposible.
7. Hay una mujer que sonríe -piel de noche, figura esbelta- bajo una sombrilla de colores. La fotografía es en blanco y negro. El
rollo sigue. Está Luis Carlos Galán con un niño dormido, enroscado en sus brazos. Jaime Garzón, también vivo. Gabo a través de
una ventana, jugando a ser el personaje. El lente es el de Hernán Díaz, uno de los primeros fotógrafos en exponer en el Museo. El
MamBo no sólo ordena y recupera el paisaje pictórico de la época, sino que se abre al olvidado campo de la fotografía.
8. Los inventarios también son obras de arte. Se busca en los rincones, se limpian las telarañas. La enumeración como acto de
supervivencia, el polvo como trofeo de la historia. La hazaña de surcar la bodega de un museo, que es lo mismo que un océano.
Este libro, inventario, será el MamBo a escala, portátil. Será el libro vocero que irá a otros países a decir: sí, aquí tenemos arte y
crítica y público. El concepto fue de María Elvira Ardila, actual curadora del Museo, quien trabajó por una década con el equipo de
esta institución para publicar hoy, en 2016, estas páginas con 3.633 obras de su colección, escoger las 100 más importantes, hablar
de sus colecciones y su historia.
9. ¿Quién no la ha visto? La vendedora de dulces y cigarros. Chaqueta negra y gruesa para el frío. Cuaderno pequeño en el que
apunta cosas con un lápiz. Pelo blanco muy blanco. Canasta de mimbre. La vendedora que siempre aguarda sentada en un silla
Rimax, en la cima de las escaleras del Museo, a que alguien se dé una vuelta por las salas y que después, de puro antojo, le compre
un cigarrito. No, no es un cuadro, ni una foto, ni un performance. Es casi una escultura, pero de piel y sangre.
* Agradezco a Juan Gustavo Cobo Borda por ayudarme a recordar la historia no oficial de este Museo.
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Oda a la melancolía
El Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo, con las voces del fado actual, le dedica un festival al canto de la saudade,
de la añoranza y de la belleza cargada de lamento. Viaje por un sentimiento (im)perfectamente humano en clave de
fado.
Por: Teatropedia * Especial para El Espectador
Es la saudade en su máxima expresión. El escritor Lobo Antunes destaca del fado esas letras “a
las que les escurre la más honda melancolía”. Carminho. / Fotos: Cortesía Teatro Mayor Marco Rodrigues. Luis Guerreiro. Luisa
Rocha.
Fado es todo lo que digo, y todo lo que no puedo decir.
ó
Ya no te acompaño más para deja de latir.
Si no sabes a dónde vas, ¿por qué insistes en correr?
Ya no te acompaño más.
Así de difícil decidió ponérnoslo Amalia Rodríguez, la voz de Portugal, la voz del fado, la que nadie se atrevió a igualar, a comparar,
a superar. Su sentir de esta música de fado, que no es otra cosa que un hermoso lamento, describe idealmente ese camino siempre
insuficiente de los afectos. La tristeza ahogada por lo que dejó de ser, la nostalgia por la juventud perdida, por la belleza que se
apagó, por la calle plagada de recuerdos que ya solo está en fotos, por la memoria de los padres aún con vida, por la candidez de
una infancia plena y lejanamente feliz.
A esto le canta el fado.
Y por supuesto al amor.
Pero es un amor incompleto, ausente, fantasmal, y que no nos quiere dejar. Que está clavado en nuestros días y se resiste a partir.
Aunque no dé nada a cambio. Ya no.
Y entonces, justo en ese sentimiento es que se reconoce la saudade, ese dolor del alma, ese sentimiento catastrófico de pérdida,
que no solo es del ser amado, pero que cuando se trata de hurgar en el corazón y comprender qué es eso que nos duele tanto de
esa ausencia, está allí. Es la saudade en su máxima expresión. Tal como la describe el brasileño Miguel Falabella:
(…) la saudade que más duele es la saudade de quien se ama.
Saudade de la piel, del olor, de los besos.
Saudade de la presencia, y hasta de la ausencia consentida.
Saudade realmente es ¡no saber!
No saber qué hacer con los días que son más largos, no saber cómo encontrar tareas que detengan el pensamiento, no saber cómo
frenar las lágrimas al escuchar esa música, no saber cómo vencer el dolor de un silencio…”.
Fado. Fatum. Destino
¿Será entonces este el destino de Portugal? Para Antonio Lobo Antunes, uno de los escritores más importantes de este país,
y con unas letras a las que les escurre la más honda melancolía, hay una suerte de inconsciente colectivo de su país que está lleno
de amargura, que podría provenir de las muchas guerras a las que ha estado sometida la historia de Portugal, para luego padecer
una dictadura que dejó honda huella en la sociedad y luego un ingreso a la democracia que para muchos ha sido puro desencanto.
Así, vemos que para muchos existe una especie de deuda de la historia que, de alguna manera, se traduce en ese espíritu triste
que se cuela en la voz de los fadistas. Y que para terminar de completar el cuadro, creó un instrumento propio para el lamento: la
guitarra de doce cuerdas, que le permite “llorar” más. Se cuenta que durante el régimen de Salazar, que tanto daño le hizo al
espíritu portugués, se coló en el día a día y sin estar escrito en parte alguna, esa idea de que aspirar a mucho era motivo de
vergüenza. Que con poco bastaba. Y por eso el lamento cantado, esa catarsis que hace que todos canten, sobre todo quienes nada
tienen. Y fue algo en esa tristeza que atrajo al director de cine alemán Win Wenders a que a comienzos de los años 90 se dedicara
a contar las Historias de Lisboa. Para muchos fue el descubrimiento de un paraíso perdido. Y de unas voces inusitadas como la de
Teresa Salgueiro, líder de Madredeus, agrupación que brilló por esos años y trajo a Portugal al centro de la música sentimental.
Luego apareció Misia, tremendo personaje, tremenda voz. Pero ninguno, por bueno que fuera, se atrevía a llamarse el sucesor de
Amália.
Y así, el fado se ha seguido alimentando de nostalgia. Una nostalgia que es hoy tipo exportación y que podrá disfrutarse en el
Segundo Festival de Fado en el Teatro Mayor y el Centro Cultural Gabriel García Márquez del 9 al 12 de junio, en voces como las
de Carminho, Camané, Marco Rodrigues y Luísa Rocha y la guitarra de Luís Guerreiro. Todos nos siguen mostrando y demostrando
con su canto que de melancolía no se muere, que ésta, simple y llanamente, nos acompaña. Para siempre.
* Teatropedia es un proyecto educativo del Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo en pro de la formación de públicos en temas
culturales. Más información en www.teatromayor.org.
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