CONTINUIDAD Y RUPTURA DE LOS ROLES DE GÉNERO EN LA COMUNIDAD ÁRABE DE ORIGEN PALESTINO Y LIBANÉS EN MONTERREY Lic. María Magdalena Guerra Villalón Maestría en Comunicación Universidad Regiomontana RESUMEN En el pasado se consideraba que los roles de género tenían una predeterminación biológica, ahora, la historia social y la vida moderna han mostrado que los sistemas de género son creaciones culturales. Es en la reproducción donde se sientan las bases para una división en la representación de la sociedad que delimita lo femenino y lo masculino. La presente entrega forma parte de una investigación social cualitativa que analiza, desde una visión femenina, las continuidades y rupturas en los roles de género de la comunidad palestina y libanesa en Monterrey a través de sus diferentes generaciones. Palabras clave: Roles de género, comunidad palestina y libanesa, generaciones. INTRODUCCIÓN, DISEÑO Y JUSTIFICACIÓN Las migraciones internacionales han sido estudiadas desde distintas perspectivas en la Ciencias Sociales. La complejidad del fenómeno plantea problemáticas que llevan a los estudiosos a la formulación de teorías y al debate de ideas en un intento por entender esta realidad. Dentro de lo complejo de esta temática hemos optado por introducirnos en las migraciones internacionales que han tenido lugar en la ciudad de Monterrey. En esta ocasión nos hemos enfocado en la comunidad árabe de origen palestino y libanés Este grupo presenta características muy particulares debido al arraigo y la larga historia de asentamiento en la ciudad. Nos interesa, sobre todo, conocer los roles de género dentro de la comunidad a través de las distintas generaciones, y cómo estos roles se han reconfigurado a través del tiempo. El colectivo, objeto de nuestro interés, cuenta con más de cien años de haber iniciado su establecimiento en esta ciudad, de modo que existen familias cuyo número de descendientes alcanzan hasta una cuarta o quinta generación. Así pues, existe una alternancia de generaciones que nos permite dar cuenta de los cambios y las rupturas que se han producido en la reproducción de los roles de género tradicionalmente asignados a cada uno de los sexos y su influencia en los procesos de migración y adaptación al nuevo entorno cultural. Para la realización de nuestra investigación se contactó a mujeres de origen o ascendencia palestina o libanesa, pertenecientes a diferentes generaciones. Con el fin de lograr nuestros objetivos, se utilizaron como herramientas metodológicas la entrevista en profundidad y la observación participante. Por lo que, estamos, pues, ante un estudio netamente cualitativo. Nuestro objetivo es analizar los roles de género dentro de la comunidad palestina y libanesa, específicamente establecer si existen una continuidad o ruptura en los roles asignados a cada uno de los sexos sobre todo en algunas expresiones culturales como lo son la preferencia por los primogénitos varones y el ingreso de mujeres a instituciones de educación superior. La trayectoria y presencia que tiene este grupo dentro de la sociedad regiomontana es el motivo que nos impulsó a realizar un estudio a través de sus diferentes generaciones acerca de los sistemas de género y la reproducción de expresiones culturales en el nuevo ambiente cultural. LOS ROLES DE GÉNERO Una definición de género, aportada por Lamas (citado en Tapia, 2003), establece que se entiende como una forma de descodificar la significación que las culturas y la sociedad otorgan a la diferencia de sexos. De igual forma, propone considerar a los individuos, la organización social y sus interacciones como relaciones de poder, de cuyo resultado, hombres y mujeres pueden tener una experiencia diferente en base a lo que se espera de ellos de acuerdo al momento histórico y al lugar específico. En este sentido, no se pueden separar los roles de género de la cultura. Ruth Benedict (2005) en su obra Patterns of culture, nos dice que la variedad de comportamientos del hombre de ninguna manera se encuentra comprometida por su constitución biológica. Y continúa, que para bien o para mal, la herencia cultural no es transmitida biológicamente. Siguiendo con esta idea, Margaret Mead (2006, pág. 260), en sus investigaciones con sociedades primitivas, establece que […] muchos, si no todos, de los rasgos de la personalidad que llamamos femeninos o masculinos se hallan tan débilmente unidos al sexo [a lo biológico] como lo está la vestimenta, las maneras y la forma del peinado que se asigna a cada sexo [haciendo alusión al género, como construcción social] según la sociedad y la época. Para adentrarnos en el conocimiento de las diferencias de roles de género, tendremos que reconocer al sujeto biológico, que transformado por un entorno cultural se convierte en un sujeto social. Berger y Luckmann (1986), en su obra La construcción social de la realidad, nos presentan cómo los sujetos perciben la realidad de la vida cotidiana. En ella, los individuos aprehenden la realidad a partir de sus propios pensamientos y acciones, lograda a través de la objetivación significativa. Pero además, se trata de un mundo intersubjetivo que se comparte con otros. A lo que le deberíamos agregar: es un mundo compartido por los dos sexos. Los sistemas de género, en los distintos tiempos y espacios, tienen su base en los sistemas familiares y la distribución de las tareas vinculadas a la supervivencia y a la reproducción de la especie. Los roles masculinos y femeninos generados en cada orden social, presentan diferencias que otorgan, en la mayoría de los casos, a los hombres un protagonismo que genera desigualdades con respecto a las mujeres. Para Teresita De Barbieri (1993), es en la reproducción, que incluye al hombre y la mujer, donde se sientan las bases para las relaciones prevalecientes en el sistema de género, las maneras en que se ejerce el poder y las representaciones imaginarias que lo justifican. Como es en el papel de madre, esposa y ama de casa para las mujeres y la figura de jefe de familia, principal proveedor económico, padre y esposo desde donde se puede analizar la esencia de las relaciones de género. Los roles específicos que se encuentran establecidos por un orden social son ejercidos en la división que se hace de la representación de la sociedad. Esta división constituida en dos campos como son el ámbito público y el ámbito privado, nos permite analizar de qué manera los hombres y las mujeres realizan sus acciones en estas esferas. De Barbieri (1991, pág. 203) define los espacios públicos y privados de la siguiente manera: En términos generales […] identificamos el espacio público como el lugar de trabajo que genera ingresos, la acción colectiva, el poder, es decir, el lugar donde se produce y transcurre la Historia, y el mundo privado como el de lo doméstico, del trabajo no remunerado ni reconocido como tal, las relaciones familiares y parentales, los afectos, la vida cotidiana. El primero masculino, el segundo femenino. Este es un campo vasto y complejo que requiere de una constante redefinición de lo femenino y lo masculino, del análisis de los ámbitos sociales, los sistemas de género, la dominación masculina y la desigualdad hacia las mujeres. EL ROL MASCULINO EN LA COMUNIDAD PALESTINA Y LIBANESA La masculinidad en las relaciones de género, existe sólo en contraste con la femineidad. Connel (2003) propone que una forma breve de definir la masculinidad, es en un mismo momento, la posición con respecto a las relaciones de género, la praxis que hace que tanto hombres como mujeres se involucren con su propia postura y finalmente, cómo estas prácticas afectan a la experiencia a nivel físico, en su personalidad y en la cultura. Lo que está claro, según Badinter (1992, en Lomas, 2003) es que la masculinidad no es una forma única, sino que presenta una diversidad de identidades, que éstas son aprendidas y que, por tanto, se pueden cambiar. Siguiendo la naturaleza de nuestro estudio, presentamos la percepción del rol masculino con respecto a la preferencia de primogénitos varones, por algunas de nuestras entrevistadas: Sí [sí existe preferencia]. No sé. Pero allí [refiriéndose a Belén] siempre quieren que sea varón. ¿Respecto al resto de los hijos? Sí, sí importa. Yo fui la sexta mujer y me hicieron feo. Eran dos hombres y cinco mujeres y yo nací la sexta […] Como nací el día de Navidad, estaban todas las tías en la casa […] y todas mis tías y mis tíos no cenaron y se fueron enojados porque nací yo, mujer. En este sentido, nuestra informante, una mujer de 1ª generación, de 76 años, en un inicio asegura que en el lugar de origen, los hombres sí prefieren que el primogénito sea varón. Aunque asegura no haber sido recibida con el regocijo propio de estos acontecimientos, disculpa el proceder de sus familiares aludiendo a las costumbres de la época. Esta justificación va de la mano con lo que Elizabeht Badinter (1995) citada en Carillo (2006, pág. 98) ha señalado con respecto a la identidad masculina: “La versión dominante de la identidad masculina no constituye una esencia, sino una ideología de poder y de opresión a las mujeres que tienden a justificar la dominación masculina” La informante N.1, de 3ª generación, casada de 46 años nos comenta acerca de esta preferencia por la descendencia de hijos varones en la comunidad: Sí, pues porque es el orgullo de los papás, de los hombres. Porque en la cultura árabe, […] Los hombres son la descendencia deseada por un hombre, son su orgullo, son los que van a llevar su apellido, son los que van a seguir sus negocios. Se van a realizar en ellos […] Los demás que sean hombres, siento yo, llevan mano sobre las mujeres […] siempre tienen predilección los padres, los padres hombres, el papá, por sus hombres. Con respecto a la reproducción de esta preferencia, las entrevistadas estuvieron de acuerdo en que los hombres prefieren que sean varones los primogénitos y algunas opinaron que esta predilección se traslada al resto de los hijos Entre las razones para justificar esta preferencia aparecen: la transmisión del apellido y la sucesión de bienes, como elementos principales del capital simbólico hereditario y del capital económico y social, de los que hace referencia Bordieu (1994, citado en Ruiz Sánchez, 2008). Por tanto, el padre otorga mayor valía al hijo hombre y así logra perpetuar la hegemonía en el orden de género. Cuando se le ha preguntado a la informante N.5, joven de 19 años, soltera y sin hijos, su opinión al respecto y cuál sería su deseo al momento de procrear nos contestó: No sé, pero creo que [en la comunidad] prefieren hombres. Es que son bien machistas, a lo mejor sí […] ¿Y cuándo tú te cases? Pues yo quiero dos y dos, pero quiero que el primero sea hombre. ¿Por qué hombre? No sé, como que siempre me he fijado que el hombre de la casa, que si el más grande, y luego mujer, y luego hombre y luego mujer. Pues también [que sea] el que cuide y el que mande también. En la declaración de esta joven encontramos que el rol masculino del padre protector, proveedor y jefe de familia, se encuentra interiorizado y se proyecta hacia el momento de procrear, pues ha contestado que quiere que el primero de sus hijos sea un hombre. Con esta opinión, se otorga la dominación que se legitima en el orden social. Además, como señala Connel (2003) tanto hombres como mujeres, están enlazados al sistema de género que han heredado, aunque esta herencia modele una presunta superioridad de la naturaleza y de la identidad masculina que hacer ver como natural la división sexual del trabajo e instituye asimetrías tanto en la vida de las mujeres como en la de los hombres. EL ROL FEMENINO EN LA COMUNIDAD PALESTINA Y LIBANESA Los estudiosos de las Ciencias Sociales, han investigado qué es lo biológico y qué es lo construido socialmente en las características femeninas y masculinas. Lo que se ha comprobado es que el papel de las mujeres varía de cultura en cultura, pero que la constante es la subordinación de las mujeres a los hombres, por la diferencia biológica entre los hombres y las mujeres (Lamas, 2008). En cuanto a lo femenino, existen al igual que en lo masculino, diversas identidades. La feminidad se puede definir según Lagarde (2008, pág. 35) como: […] la distinción cultural históricamente determinada, que caracteriza a la mujer a partir de su condición genérica y la define de manera contrastada, excluyente y antagónica frente a la masculinidad del hombre. Las características de la feminidad son patriarcalmente asignadas como atributos naturales, eternos históricos, inherentes al género y a cada mujer. Un modelo que prevalece a partir de los supuestos utilizados por el feminismo, es el de la mujer tradicional que Fuller (1993, en Sánchez Bringas, 1995, pág. 229) señala: La mujer es la reina del hogar y la encarnación de todos los valores asociados a la intimidad, el afecto y la lealtad hacia el grupo. El varón […] debe proteger del mundo exterior a la casa con su responsabilidad. De ello resulta que la autoridad de la familia sea privilegio del padre. La esposa, a su vez, es la encargada de la educación de los hijos y está sometida a la autoridad del esposo. Con la asignación de estos roles se consolidan las concepciones tradicionales vigentes donde el hombre debe ser el sostén económico de la familia y el papel de la mujer se circunscribe a la maternidad, la crianza de los hijos y el ámbito familiar. Así existe un hombre/proveedor y una mujer/ama de casa, donde el hombre es trabajo remunerado y la mujer trabajo reproductivo que hace que se afiance la división sexual del trabajo (Mauro & Godoy, 2001). Este papel de la mujer encargada de la casa, asignado históricamente sigue permeándose al interior de la comunidad. Ahora, presentaremos la percepción que existe entre las mujeres respecto al acceso a las instituciones de educación superior. Informante N.6, perteneciente a 1ª generación: Allá [en Belén] más los hombres [Las mujeres] nada más [estudiaban] primaria y secundaria. Porque para qué estudian si iban a ser amas de casa, iban a cuidar a los hijos, al marido, a lavar, a planchar, no iban a trabajar. ¿Y sus hijos? [Mis hijos] Me dio mucho gusto que estudiaran […] Que estudiaran carrera, fueran hombres o mujeres. Siempre le dimos la preferencia de que estudiaran carrera. Porque si les iba mal en el matrimonio. Uno pensaba eso. Si les va mal en el matrimonio, van a salir a luchar para vivir y todo eso. Siempre ese pensamiento de nosotros. Nuestra informante sólo cursó estudios de secundaria en el lugar de origen, para después casarse y trasladarse a México. Menciona que junto a su esposo, como matrimonio, les interesó que sus hijos, tanto hombres como mujeres, estudiaran carrera profesional para brindarles herramientas para el futuro, sin embargo, una de sus hijas, la Informante N.2, de 56 años, tiene una percepción diferente al respecto: Pues yo creo que antes era más ese pensamiento. Pero ahora ya no. A mí me tocó así: que el hombre estudiara, la mujer no. […]Ni trabajar. En lo arriba declarado hemos encontrado un hallazgo interesante que relata nuestra informante: además de que, al menos el padre, no estaba de acuerdo con que las mujeres estudiaran, tampoco se les permitía trabajar. A este respecto, Rosemblatt (1995, citado en Mauro & Godoy 2001) señala cómo la sociedad configura la imagen de un hombre totalmente responsable del sustento y desalienta la participación en el sector laboral a las mujeres. En este sentido, existía un prejuicio extendido de que no era necesario que las mujeres estudiaran debido a su vocación de madres y esposas. Adicional a esto, nos encontramos con un temor al qué dirán que ha sido manifestado por el padre de la informante: Fíjate la mentalidad [del padre]: “Qué va a pensar la gente que no te puedo mantener” […] Este temor provocaría que se pusiera en entredicho su capacidad de hombre/proveedor, lo que le valdría ser percibido como alguien que no ha sabido o no ha podido cumplir con su rol y que ante los demás, su poder pudiera verse disminuido. Generaciones más recientes, como a la que pertenece la Informante N.5, de 4ª generación, manifiesta al respecto: En mi familia es de que todos iguales […] es muy importante que vayas a la carrera y la acabes y vayas a trabajar y así. Pero conozco mucha gente aquí que como es mujer, piensa que se va a casar y que ya no va a tener que estudiar […] Pero me imagino que los árabes son así. Que los casan muy chiquitos y esa es la meta de las mujeres: casarse. Pues yo por ejemplo, tipo mis tíos y así, es muy importante que los hombres entren tipo al Tec1 o una universidad así. Pero también que las mujeres entren, porque […] como que su meta es casarse, haz de cuenta, entonces también piensan en el status, entonces también las han de meter al Tec. En esta declaración resaltamos tres puntos: En primer término la importancia de que los hombres estudien en instituciones de prestigio con el fin de prepararlos para el mundo exterior y para ese espacio público que dominan. En segundo lugar se encuentra el ingreso de mujeres a instituciones de educación superior para realizar estudios profesionales, lo cual les brinda la oportunidad de aspirar a desarrollarse de manera profesional en ámbitos que en el pasado les estaban vedados. Y, por último, esta misma oportunidad de acceder a organizaciones educativas como un medio para la movilidad social. En los testimonios vertidos, emerge entre las generaciones, un rompimiento, un desafío a la autoridad patriarcal. Pues lograron llevar a cabo ambas actividades con éxito. Cabe aclarar que todas las entrevistadas en este apartado, poseen estudios que van de la educación media superior a superior. Esta forma de subordinación, ya no tanto impuesta sino elegida, legitima el poder masculino. Sin embargo, como bien señala Villarreal (2000, pág.22): “Los problemas de las mujeres no pueden reducirse a una elección entre autonomía y dependencia. La subordinación significa diferentes cosas para las diferentes mujeres y no puede ser prejuzgada como negativa”. Aunque esto pudiera parecer contradictorio, se trata de las ideologías interiorizadas que justifican la invisibilidad de las mujeres en la esfera pública, donde las normas dirigen sus elecciones y donde los estereotipos de la naturalidad de la familia, disfrazan su realidad (Saltzman, 1992). CONCLUSIONES 1 Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Institución de carácter privado y con gran prestigio académico en Latinoamérica. Los roles de género se reconocen como una construcción social. Como tal, el sujeto social internaliza la producción de formas culturalmente apropiadas para la conducta femenina y la masculina, es decir, aprehende las relaciones de género, las relaciones entre hombres y mujeres. Los migrantes que llegaron a Monterrey procedentes de países de Medio Oriente, trajeron consigo su propia cultura y por tanto, los roles tradicionalmente asignados, basados en los sistemas familiares y la distribución sexual del trabajo. La continuidad y la ruptura de los roles de género a través de las diferentes generaciones de la comunidad palestina y libanesa asentada en Monterrey ha sido el objetivo de este estudio. En este sentido hemos encontrado que nuestras entrevistadas, asignaron a los hombres la preferencia por la procreación de primogénitos varones como una forma de garantizar la transmisión del apellido y el patrimonio y, de esta manera, continuar con el control patriarcal. Las entrevistadas no se adjudicaron este deseo como propio, pero tampoco mencionaron no estar de acuerdo. Quizás, esto represente un intento por complacer al hombre de la casa, porque en el sistema de géneros él es el que tiene el poder y las ventajas. Por tanto, existe una continuidad en el rol masculino dentro de la comunidad. En cuanto al rol de las mujeres en la comunidad, al analizar la variable del ingreso de mujeres a instituciones de educación superior, se resalta una ruptura en el papel que jugaban las mujeres en este renglón. La importancia que se daba en el pasado a que sólo los hombres estudiaran para prepararlos para ese espacio público que dominan y el hecho de no permitir que las mujeres accedieran a estudios superiores ya que se consideraba que su lugar era el del hogar, el del espacio privado, ha quedado relegado a un segundo término. Las mujeres en la comunidad al día de hoy, tienen acceso a instituciones que les permiten realizar estudios profesionales. Las carreras que estudian quizás estén orientadas a aquellas que se consideran aptas para mujeres o bien, ingresan a instituciones que les garanticen conseguir una pareja que iguale o mejore su nivel socioeconómico, pero independientemente de las razones por las que se encuentren ahí, se trata de un logro que las primeras generaciones nunca llegaron a concretar. Para finalizar concluiremos que los roles de género dentro de la comunidad aun cuando ha habido transformaciones a lo largo del tiempo, muestran una tendencia a continuar con el sistema tradicional que asigna a la mujer el cuidado del hogar y la familia y al hombre el espacio público. Esta insistencia en conservar el sistema patriarcal nos habla de la interiorización que ha sido transmitida hasta el día de hoy. Sin embargo, al estar insertos un medio ambiente cultural distinto al de origen, no podemos dejar de reflexionar acerca de la influencia que esta comunidad recibe como producto de la interacción social con la sociedad regiomontana y cabe la pregunta ¿hasta dónde esta interiorización de los géneros es producto de la continuidad de sus propios patrones culturales y hasta dónde es el resultado de la interacción con la sociedad de acogida? Muchas interrogantes surgen ante la complejidad del tema. Es probable que marquen el inicio de nuevas investigaciones en los estudios de las relaciones de género en relación con las dinámicas generacionales desde una perspectiva de género en el fenómeno migratorio. BIBLIOGRAFIA Astelarra, J. (2005). El sistema de género, nuevos conceptos y metodología. 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