Giuliana Migale Rocco Futuro Pasado: Para una Semántica de los Tiempos Históricos R. Koselleck CRITERIOS HISTÓRICOS DEL CONCEPTO MODERNO DE REVOLUCIÓN La palabra Revolución indica tanto un cambio repentino como también transformaciones a largo plazo (sucesos y estructuras que se introducen profundamente en nuestra vida cotidiana). El significado de la palabra Revolución no es unívoco; es un concepto universal elástico que refiere en cualquier parte del mundo a una cierta pre-comprensión, cuyo significado preciso está sometido a una enorme variabilidad de un país a otro, o de un campo político a otro. El propio concepto de revolución es un producto lingüístico de la modernidad. Haréau señala que el término revolución denota propiamente un regreso, una vuelta que, según el uso latino de la palabra, retorna al punto de partida del movimiento. Una revolución significaba originariamente y de acuerdo con el sentido literal, un movimiento circular. Haréau añade que en el ámbito político había que entender de ese modo el movimiento circular de las constituciones (tal como se había aprendido de Aristóteles o Polibio). Según la teoría antigua solo existiría un número limitado de formas constitucionales que se sustituyen y alternan por turnos pero que nunca podrán ser rebasadas. Haréau cita a Louis LeRoy, que señala que la primera de todas las formas naturales de gobierno era la monarquía, que tan pronto degenera en una tiranía es reemplazada por la aristocracia. Entonces, la aristocracia se transformaría en una oligarquía, que sería eliminada por la democracia, que degeneraría en los síntomas de decadencia de una oclocracia, en un gobierno de las masas. De este modo, se puede empezar de nuevo el movimiento circular anterior. Cada cambio conducía a uno de los modos de gobierno ya conocidos, dentro del cual los hombres viven cautivos y era imposible romper ese movimiento circular natural. La experiencia histórica quedaba incrustada en sus datos previos, y los hombres (como seres políticos) permanecían ligados a una transformación que no producía nada nuevo. Según sostiene LeRoy, en el siglo XVII el concepto de revolución en los Estados refiere a una revolución natural de las constituciones de los Estados, de acuerdo con la cual se transforma una y otra vez la situación del Estado, para retornar, finalmente, al punto de partida. Esta concepción de revolución derivó del descubrimiento de Copérnico sobre los movimientos circulares de los cuerpos celestes. En primer lugar, la revolución fue un concepto político-físico; un proceso que trazaba su curso circular independientemente de los seres humanos, pero influyéndolos. Es decir que, desde el siglo XVII, el concepto político de revolución tuvo un doble sentido: las revoluciones se realizan por encima de las cabezas de los participantes, pero cada uno de los afectados queda prisionero de sus leyes. En este sentido, al terminar la gran revolución inglesa de 1640 a 1660, Hobbes describió los 20 años pasados: I have seen the révolution a circular motion. El término y la meta de los veinte años de revoluciones fueron una restauración, puesto que se trataba de la restauración del antiguo derecho (un movimiento de retorno a la verdadera constitución). La metáfora natural de la revolución política partía de la suposición de que el tiempo histórico (por tener la misma cualidad) también era repetible siempre. Todas las posiciones políticas quedaron superadas en un concepto trans-histórico de revolución. Los conflictos en los siglos XVI y XVII fueron expresados de diversas maneras: se intensificaba desde el motín y la sublevación, pasando por el levantamiento, la revuelta y la rebelión, hasta la división, la guerra interna y la guerra civil. Todas estas expresiones tenían en común que procedían de una organización de la sociedad ordenada en Estados. Las formas de gobierno podían cambiar, pero la estructura social raramente se modificaba de forma inmediata por una guerra civil (en la mayoría de los casos se modificaba por sus consecuencias a largo plazo). Es así que la guerra civil religiosa puede interpretarse como una guerra entre Estados. Así es que las expresiones guerra civil y revolución, si bien no coincidían, tampoco se excluían mutuamente en la época cercana al año 1700. La guerra civil se refería a aquella sucesión de episodios sangrientos cuyas pretensiones de legalidad se derivaban de la situación de contienda (ya en extinción) de los pactos entre estados o posiciones confesionales. Se trataba de pretensiones de legalidad que se excluían recíprocamente en la lucha concreta y que marcarían al enemigo insurrecto contrario a las leyes. Así, el Estado se convirtió en un concepto contrario a la guerra civil, destruyendo todas las pretensiones de legalidad. El Estado impedía la guerra civil, monopolizando para sí el derecho al uso de la fuerza en cuestiones internas y el de la guerra en las externas. La revolución, en principio una expresión trans-histórica natural, se aplicó como una metáfora consciente a acontecimientos a largo plazo o a sucesos políticos especialmente repentinos (movimientos subversivos). El sentido de revolución apunta a prototipos de luchas de organización política que seguían siendo dadas con anterioridad. La revolución política pudo concebirse también como repetición. Los disturbios sociales fueron entendidos y reprimidos como rebelión. La emancipación social como proceso revolucionario quedaba aún más allá de la experiencia. Esto cambió en el curso del siglo XVIII con la Ilustración. Todo lo que se consideraba se concebía bajo el punto de vista del cambio y la subversión. La revolución abarcaba costumbres, derecho, religión, economía, países, etc. El concepto originario natural, y, como tal, trans-histórico, amplió su significado: incluía todas y cada una de las cosas. El movimiento entró en la actualidad de la vida cotidiana; un ámbito de la historia genuinamente humana. Se perfiló como concepto contrario a la guerra civil. Se hablaba de una revolución benigna que no podría efectuarse mediante sublevaciones o guerras civiles salvajes. Se trata de la experiencia de la revolución gloriosa de 1688 en Inglaterra, en donde se consiguió derrocar a una dinastía odiada, para instaurar una forma de gobierno de las clases altas, de carácter parlamentario y con división de poderes. La guerra civil adquiere entonces el significado de un girar sobre sí mismo carente de sentido, comparado con el cual la revolución puede fijar un nuevo horizonte. Desde 1789 la revolución conduce a un futuro desconocido. La palabra revolución perdió entonces su sentido original. ¿Qué rasgos caracterizan el campo conceptual de la revolución desde 1789? 1. La revolución se concentra en un singular colectivo: en este mundo todo es revolución. La revolución se coagula en un singular colectivo que parece reunir en sí mismo los cursos de todas las revoluciones individuales. La revolución se convierte en un concepto meta-histórico. Recibe un acento trascendental y se convierte en principio regulador para el RM1. 1 Giuliana Migale Rocco conocimiento y la acción de todos los hombres incluidos por ella. El proceso revolucionario y la conciencia de la revolución, afectada por aquél y que vuelve a actuar sobre él, se corresponden de forma inseparable. 2. El concepto de revolución se transformó por la experiencia de la aceleración: el acortamiento del tiempo sirvió como signo de destrucción venidera del tiempo histórico. 3. Revolucionario significa estar en movimiento. Quien respete al Estado tiene que ser revolucionario, y se tradujo el término contra-revolucionario como enemigo del Estado. El concepto de revolución y de reforma convergen en tanto su núcleo objetivo estaba contenido en presión general hacia la planificación social del futuro. 4. Se modificó la orientación de la mirada hacia el pasado. La revolución se transforma entonces en un concepto perspectivista de carácter filosófico-histórico, que indica una dirección sin retorno. 5. Se trata del paso de la revolución política a la revolución social. La meta de una revolución política es la emancipación social de todas las personas, la transformación de la propia estructura social. Marx acusa la formulación dualista de que una revolución descompone la sociedad anterior en la medida en que es social. Una revolución derriba el poder anterior en la medida en que es política. Heine diferenció en 1832 los coeficientes temporales de ambos conceptos de revolución, diciendo que quien quiera producir una revolución debe adelantarse a su tiempo en un siglo mientras que el tribuno no debe distanciarse mucho de las masas. 6. Paso de una revolución política a una revolución social. Todas las acuñaciones modernas de revolución tienden espacialmente a una revolución mundial, y temporalmente a instalarse permanentemente hasta que se hayan alcanzado sus fines. Marx pretendía desencadenar un proceso de aprendizaje que con el estudio de un nuevo lenguaje revolucionario liberara la futura revolución de su unicidad: la revolución social tendría que abandonar el pasado y crear su contenido a partir del futuro. 7. Surge la idea de que los hombres podían hacer revoluciones. La capacidad de hacer revoluciones ofrece un aspecto interno de revolución, cuyas leyes futuras creen reconocer los revolucionarios. 8. Se trata d una revolución absoluta; es decir que el movimiento revolucionario extrae de sí mismo todas las pretensiones de legalidad para todas las acciones. La legitimidad revolucionaria se convierte en un coeficiente de movimiento que moviliza a la historia desde los correspondientes proyectos de futuro. Comparative Studies in Society and History G. Griffiths THE REVOLUTIONARY CHARACTER OF THE REVOLT OF THE NETHERLANDS Modern Dutch and Belgian historians agree that the Revolt of the Netherlands was revolutionary in character; but is debatable whether or not it was more medieval than modern, since no new political forms emerged. There was actually a revival of medieval forms at all levels of government. The cities and provinces of the Low Countries each sought to recover lost provincial and communal privileges and liberties and within each town, the guilds reasserted powers which recall the democracy of the medieval commune, rather than the national citizenship. The Eighty Years’ War began with Orange’s first armed challenge to Alva’s dictatorship in 1568 and ended only in 1648 when Spain finally gave formal recognition to Dutch independence by the Treaty of Westphalia. Griffiths considers the period 1572 – 1585, which he divided in four phases: a. 1572 – 1576: Beggars established a new order in Holland and Zealand. b. 1576 – 1578: All the rest of the Low Countries joined in resistance to Spanish rule, while remaining under aristocratic leadership. c. 1578 – 1580: The Low Countries unity broke down and the “democratic” forms made a brief appearance in the South. d. 1580 – 1585: A new order was established in Brabant and Flanders. After 1585, the new order was successfully maintained in the north of the rivers, while Spanish armies reconquered the south. What occurred in the north and the south of the rivers, taken together, can be regarded as the first decisive breach in the society from the old regime. HOLLAND AND ZEALAND (1572 – 1576) In 1572, Beggars (rebels) landed in the coast of Holland and seized the town of Brill. They soon extended to most of the towns and the two provinces, gaining temporary possession of towns in other provinces, but permanent gains in Holland and Zealand. The “rising” or opstand was described by Motley as a spontaneous rising of the people to liberate themselves from the Spanish tyranny. Since the emphasis was placed on the foreign enemy, little importance was given to the antagonism among Netherlanders. The government of each town consisted of burgomasters and a Council. These magistrates can be classified in three groups: o The smallest of the groups favored the opstand and its members were either Protestant or anti-Catholic. o The majority belonged to a ‘conservative’ group, which in religious matters was Erasmian. They had no desire to jeopardize their dominant position in the political, social and economic life of the community, and therefore had no sympathy with the Beggar movement that appeared to threaten the established order. However, after the Beggars conquered a town they realized that their power was not taken again by the event, but actually opened up for an enhancement of it. Nevertheless, being of Erasmian inclinations, they couldn’t collaborate with a Calvinist movement. o The third and much smaller group consisted of those who remained loyal to the old regime, preserving the Catholic faith in its traditional form. They were involved in plots to overthrow the Beggar regime. The composition of towns had to be changed after a year or so of its capture by Beggars; so magistrates were replaced on the authority of Orange. The new magistrates were men sympathetic or collaborative with the Beggars’ movement. A political purge of this magnitude was followed by a religious one, by which the clergy were required to take an oath of loyalty to the RM1. 2 Giuliana Migale Rocco city authorities (those who refused were forced into exile). The remaining ones were forbidden to conduct the Catholic service. To what extent do the events that took place in Holland and Zealand in 1572 fit the idea of a revolution? o No new political forms emerged; old offices were replaced by new men. o The church service was reformed and the Catholic service forbidden. o In relation to the military force, the officers (exiled nobles) owed their responsibility, not to the right and duty, but to the fact that they had been the first to break the ties, which had bound them to the old society. These men were revolutionaries. o The political orientation of the Beggars was revolutionary, in the sense that it was against the whole tendency of the Spanish government. They opposed to the centralizing absolutism and bureaucracy in favor of the liberties and privileges of their towns and provincial Estates. Many historians regard the revolt, however, as a reaction toward the medieval past and away from the centralized state form; describing it as a “conservative revolution”. But the method of representation of the Netherlands (which fits the category of constitutional monarchy) wasn’t any more backward than other countries of the time. In fact, the Dutch Revolt can be considered similar to the revolutions of France, England and Russia, since they fit a list of attributes that describe the Bolshevik Party (long training organization, demand of freedom until in power, purge opposition, claim to represent the general will when they only represent a minority, etc.). GENERAL RESISTANCE UNDER ARISTOCRATIC LEADERSHIP (1576 – 1578) This phase of the Revolt was inaugurated by a breakdown, not of the rebel regime, but of the opposing force; which was mainly the Spanish army, that had been launching its attacks upon Holland and Zealand bases in the Low Countries that had remained loyal to Philip. The mutiny within the Spanish army, gave an opportunity to the rebels in the south, and produced the demand for the immediate creation of native forces in the region. The removal of the Spanish soldiers from the whole country was demanded, which implied the abandonment of their cause (the suppression of the rebellion in Holland and Zealand). Peace among Netherlanders was accomplished by November 1576, when delegates of the Catholic and conservative southern Estates and from the Calvinist and revolutionary Holland and Zealand agreed to unity among the Low Countries against the Spanish absolutism. However, they failed to establish any real unity and can be described as a mere truce or alliance among provinces. The disunity can be illustrated in the religious settlement, where the accent was not on innovation but on conservation of the status quo. Except in the provinces of Holland and Zealand, Protestant rites were illegal. In the southern states, where the aim was the preservation of the historical, political and religious institutions, the members of the Estates were drawn from the Catholic clergy, the Catholic nobility or deputies of existing magistrates. In Holland and Zealand, the Catholic clergy had disappeared and the town deputies represented town magistrates which had been revolutionized. When the southern Estates turned to the task of raising an army, they confided the responsible positions to members of the great aristocratic families who were not of a revolutionary temper. Thus, leadership was in traditional hands at the beginning of this second phase (hence, it can be analyzed as other great revolutions). The equilibrium symbolized by the Pacification was quite unstable. The decisive failure of the aristocratic leadership was the catastrophic defeat of the Estates’ army at the hands of the Spanish on 1578. The demands presented in 1577 by the leader of the popular forces in Brussels to the Estates General were revolutionary (they included the conclusion of an alliance with Queen Elizabeth’s England and the replacement of all magistrates and officers suspected of favoring the Spaniards). To set aside the results of the elections and to appoint new magistrates on the bases of their patriotic opinion was to break the constitution and threaten the tenure of all the incumbent magistrates. When these changes (which were similar to those of Holland and Zealand) started to occur in these southern towns (such as the capitals of Flanders and Brabant), conservatives charged that the Pacification of the Ghent was being violated and that the basis of cooperation was being undermined. Between 1578 and 1579, the nobility and the clergy left the cause which they had supported since 1576 and proceeded to make peace with the King of Spain. THE “DEMOCRATIC” PHASE (1578 – 1580) The traditional leadership which was dominant at the beginning of the resistance in the south in 1576 was overthrown on several occasions, but 1578 can be regarded as the end of the aristocratic phase. The new revolutionary phase was inaugurated when the newly designated governor of Flanders (leader of the aristocratic party) was arrested together with the principal members of the Estates of Flanders. Those who carried out this coup d’état succeeded in restoring the old constitution. The old city structure consisted of three members representing the patricians, the weavers and the other crafts. There was an executive and judicial power in Ghent, and the old system of election was restored (eight electors, four designated by the members of the commune and four by the sovereign). Hembyze, the radical leader of the revolution, controlled the choice of the electors and indirectly, the magistracy. Elimination of the influence of the central government secured municipal autonomy, but also paved the way for a local dictatorship. Under the influence of this radical leader, the Ghent (and therefore Flanders) refused to contribute its share of taxation to the central government for the support of the Estates’ army and preferred instead to raise an independent force of mercenaries. The measures carried out by Hembyze contributed to the process of alienation of Ghent from the central Estates’ government. The recovery of the Ghent’s medieval autonomy not only meant independence from the central government, but also freedom to exploit the lesser towns and countryside of Flanders; and new magistrates were established in the place of the old. Similar movements occurred in other towns: magistrates were soon displaced, Catholic rites forbidden and the Catholic clergy expelled. The effect of the constitutional restoration was to give greater authority to guilds and to reduce that of patricians. Despite the differences of religion, a general tendency is discernible during 1578 and 1579 to overthrow the system by which the sovereign, in alliance with the patricians, had dominated the towns; and for the guilds, which profited from the restoration of the medieval constitutions, to pursue policies which reflected local rather than general interests. THE NEW ORDER IN BARBANT AND FLANDERS (1580 – 1585) RM1. 3 Giuliana Migale Rocco The period beginning in 1580 was marked by military success, greater national unity and the stabilization of a new social and religious order. The provinces which continued to resist responded by forming the Union of Utrecht, which included at first the provinces of Brabant and Flanders. The movement acquired its distinctive Dutch-national character in 1580. Ryhove personalized this new union (he had cooperated with Hembyze, but later broke with him). The Prince of Orange carried out several changes in the municipal magistracy. The guilds, however, had secured the abolition of the defence committee of Eighteen and had blocked Orange’s proposal of a Religious Peace. An anti-Catholic rioting began to emerge. Tympel was the new governor appointed by Orange to restore order. Under his influence, a newly elected government agreed to accept the Religious Peace (1579) and a Council of War was established to coordinate military efforts of the city. However, when the Council proposed taxes to pay, it encountered the resistance of the guilds. Tympel had the military success on his side. There was a joint demand of the Council of War and of the various Protestant groups for a purge of all Egmontists from the city government. The carrying of the revolutionary act was a turning point of the city’s fate. The power of the Catholic guilds was broken. The property of the Church had long been a target of the municipal authorities the guilds had urged to seize this property as an alternative to increase taxes upon themselves. A further step was taken to suspend further exercise of Catholic rites. This proposal came from the guilds representatives. This was not carried out under an extreme Calvinist regime like that of Hembyze, but under Van den Tympel who stood for tolerant principles of the Religious Peace. To prohibit Catholicism in the name of Religious Peace was hypocrite, but it was for reasons of State as much if not more than for reasons of religion. Patrician privilege was another victim. The plebeians began to be chosen as members of the magistracy and therefore had administration of the guilds. This gave rise to the Third Estate. The new regime of 1580 can clearly be distinguished from the old. Records of the Estate General show that after middle 1579 new men were elected deputies. This confirms that the new order should be dated from 1580. It is in this year that there are no more entries for the clergy and a catastrophic drop in the representation of nobility occurs. The political power of the Third Estate was assured. This phase can be described as a period of consolidation of new order in the central provinces of Brabant and Flanders, characterized by greater measure of national unity. The shift of the nobility and clergy and the confiscation of their estates by a government where the Third Estate had emerged predominant, makes it clear that social revolution accomplished a change in the political and religious order. La Revolución Inglesa Historia de Inglaterra E.L. Woodward LA CAÍDA DEL GOBIERNO REAL La unión personal de los reinos de Inglaterra y Escocia bajo un mismo soberano no impidió que los ejércitos escoceses combatieran contra los ejércitos ingleses durante la guerra civil. Los monarcas de la casa Tudor no fueron ni reyes constitucionales ni absolutos, por lo que tanto el rey como el parlamento intentaban aumentar sus poderes, acusándose mutuamente de usurpación. La disputa acerca de los límites del poder real se mezcló con otras sobre el gobierno eclesiástico, porque la Iglesia estaba obligada a apoyar el principio de autoridad, y el rey a apoyar a la Iglesia. Las diferencias de opinión se planteaban de un modo inflexible; hacía frente por un lado, el ataque calvinista y por el otro la defensa del arzobispo Laud del orden y ceremonial de la Iglesia en Inglaterra. En un aspecto, los puritanos llevaban la ventaja; si bien ambos bandos se remitían a la Biblia, la apelación anglicana enfatizaba la necesidad de una interpretación (y por tanto de una autoridad interpretadora), mientras que la apelación puritana era más literal y se dirigía directamente al juicio del individuo. En consecuencia, los puritanos salieron a ganar prosélitos por medio de la predicación, mientras el clero conformista se dirigió a la supremacía real para mantener sus privilegios. Los comunes que comenzaban en el parlamento a favorecer los cambios religiosos, no podían evitar atacar la posición del soberano. El riesgo de la usurpación de los derechos reales era mayor debido a que el rey y el parlamento, en los asuntos seculares, habían aceptado la opinión de que los gastos extraordinarios del reino serían solo sufragados por la concesión de los comunes. A pesar de que Inglaterra era uno de los países más ricos, las contribuciones por el pago de subsidios permanecían constantes mientras el costo de la administración aumentaba constantemente. Tanto Jacobo I como Carlos I, buscaron medios para aumentar sus rentas. Sin embargo, éstos eran ineficientes e irritaban al parlamento. Además, si se pedía a los comunes subsidios para pagar la política exterior del rey, ésta sería objeto de discusión y crítica. La mala dirección y derrotas relativas a la política exterior de Jacobo I, y su continuación con Carlos I lograron que el rey deba abandonar la causa protestante en Europa. A partir de 1630 (cuando Inglaterra dejó de estar en guerra) hasta 1640, se podría haber construido una posición fuerte en el país. Sin embargo, la oposición no lo permitió. Los ‘moderados’ deseaban un gobierno fuerte y creían que la iniciativa en política debía permanecer en manos del rey. El apoyo de Carlos I a la política eclesiástica de Laud aumentó en gran medida la oposición (que hubiese sido capaz de restablecer el prestigio/popularidad del rey). La legalidad formal del rey (que se debía a sus esfuerzos para no convocar a un parlamento que le consiga dinero), ofendió a todas las clases (puesto que no veían forma de oponérsele). A los pares y la clase media campesina les desagradó la restauración de viejas leyes que imponían pesadas multas por las infracciones en los bosques reales; los comerciantes y consumidores objetaban que la prerrogativa regular del comercio e utilizaba para conceder monopolios a cambio de grandes cantidades de dinero. La reclutación de impuestos para la armada era el más notorio, pero no era un sistema nuevo ni injusto. Pero Carlos I extendió el cobro a las ciudades del interior y lo puso en práctica en momentos en que no existía ninguna situación de emergencia. La causa más profunda y moderna era el antagonismo entre el parlamento y el gobierno real. El ‘sistema’ de Strafford (moderado) y Laud representaba el viejo paternalismo por medio del cual el monarca regulaba las vidas de sus súbditos para el bien general del reino. La oposición parlamentaria estaba encabezada por hombres cuyos intereses económicos eran de carácter individualista y que se oponían a los métodos conservadores de una época anterior. El colapso de este sistema se produjo, sin embargo, como consecuencia del intento de Laud de extender sus normas de uniformidad a Escocia. En 1638, la resistencia escocesa adoptó la forma de una Alianza Nacional para oponerse a la innovación religiosa. El rey ofreció pocas concesiones tarde, por lo que los escoceses levantaron un ejército superior al del RM1. 4 Giuliana Migale Rocco rey. El rey no tenía los medios para pagar un ejército de soldados entrenado y tuvo que confiar en las milicias; por lo que tuvo que aceptar un compromiso con los escoceses (que no podía durar en tanto estos estaban decididos a abolir el episcopado y el rey, a mantenerlo). Carlos convocó al parlamento inglés; y los comunes consideraron que el rey era un peligro mayor para las libertades inglesas que los escoceses, e intentaron acabar con él. En respuesta, el rey disolvió el parlamento. El ejército escocés invadió Inglaterra y obligó al rey a negociar con ellos bajo una condición. Por consiguiente, el rey convocó nuevamente al parlamento, que aprobó varias disposiciones para prevenir una disolución sin su consentimiento y exigir su convocatoria, al menos una vez cada tres años. La cuestión de Irlanda precipitó directamente la guerra civil inglesa. Una turbulenta población celta mantenía sus costumbres y obedecía a sus propios jefes. Durante el reinado de Eduardo VI hubo una política de conquista y exterminio, y en el de María, hubo más expropiaciones de tierra irlandesa. El intento de conquistar a Irlanda sería más difícil puesto que era mayor el peligro de que alguna potencia católica utilizase a Irlanda como base para atacar a Inglaterra. En 1598, O’Neill encabezó una rebelión para expulsar a los ingleses y nombrarse a sí mismo rey de Irlanda. Debido a la malicia y crueldad de los ingleses, no esperaban éstos más que odio en Irlanda. Jacobo y Carlos fueron incapaces de restaurar las relaciones angloirlandesas. Jacobo prosiguió la implantación de colonos; pero su política se hizo odiosa. Cuando dominó Irlanda en 1640, para los irlandeses, la provocación de volverse contra los ingleses aumentó debido a las preocupaciones de sus enemigos con las disputas civiles internas. La probabilidad de una supremacía puritana en el parlamento inglés era una amenaza para la religión irlandesa. Por eso estalló una rebelión irlandesa en 1641. La respuesta del parlamento fue votar que el papismo no se permitiría en los dominios del rey y que el coste de la restauración del orden en Irlanda se pagaría con una confiscación posterior de tierras irlandesas. Estas medidas transformaron a la rebelión en una guerra: los ingleses solo podrían reconquistar el país enviando un ejército que el rey no podía mantener sin dinero del parlamento (éste no quería entregarlo para un ejército bajo control del rey, porque éste podía utilizarlo para restaurar su posición anterior). La cámara de los comunes presentó agravios y una demanda de control de los consejeros del rey, que afectó tanto a la Iglesia como al Estado. Carlos envió entonces hombres armados a destituir de la Cámara de los Comunes a los cinco miembros más hostiles a su política. Sin embargo éstos no estaban ahí, lo que hizo que el parlamento promulgue un programa de control sobre el consejo, la Iglesia y el ejército (sabiendo que el rey no lo aceptaría). Cada bando se preparaba para la guerra civil. LA GUERRA CIVIL OLIVER CROMWELL Y LA INGLATERRA PURITANA La división de los partidos en la guerra civil fue más o menos geográfica: o El parlamento (sur y este – más ricos) incluía a la mayoría de los comerciantes y propietarios de tierra acomodados. Sus defensores estaban de acuerdo en la oposición al alto anglicanismo que Laud había pretendido imponer. o El partido del rey (norte y oeste – más pobres) incluía a la mayoría de la nobleza y a la clase media campesina. El control del este y del sureste dio al parlamento una gran superioridad de recursos, ya que la mayor parte de los impuestos de aduanas se recogían en Londres. El control de la armada permitió al parlamento impedir al rey traer tropas del exterior. Hacia finales de 1643, el parlamento llegó a un acuerdo con los escoceses para establecer el presbiterianismo en Inglaterra (e Irlanda), a cambio de la ayuda de su ejército. En el período 1644 – 1645, el parlamento, bajo la influencia de Cromwell, emprendió la reorganización de su ejército. Un ‘Nuevo Modelo’ fue instaurado, y la infantería realista fue destruida, por lo que la posición del rey se encontraba irremediablemente perdida. El ejército (y no la cámara de los comunes) había derrotado al rey, y se había convertido en el hogar de un individualismo religioso. La independencia de la religión implicaba la independencia en la política. La minoría que se veía representada en el ejército se encontraba lejos de la unanimidad. Había diferencias de opinión sobre los asuntos políticos: algunos oficiales y soldaos eran republicanos de tipo aristocrático; otros fueron conocidos como los ‘Igualitarios’, que apoyaban el sufragio universal masculino. Este conflicto podía resolverse solamente a través de la fuerza. La primera etapa del conflicto fue la intervención de los escoceses para reprimir la ‘tolerancia impía’ o independencia representada por el ejército. El ejército de Cromwell venció a los escoceses. Se expulsó entonces a los presbiteranos ingleses del parlamento y el ejército decidió la ejecución del rey. No existía ningún sustituto para el rey. En 1649 se declaró a Inglaterra Estado Libre y Commonwealth, con un parlamento de una sola cámara. No había forma legal de clausurar el parlamento porque unas nuevas elecciones habrían dado a los realistas (partidarios de Carlos II) la mayoría. En 1653, Cromwell y el ejército expulsaron al parlamento; por lo que no quedaba nada del gobierno tradicional de Inglaterra; éstos se había apoderado del poder por la fuerza. Cromwell no supo ver la incompatibilidad entre el gobierno constitucional – la voluntad de la mayoría expresada a través del parlamento – y el gobierno de la divino – la voluntad de una minoría autoelegida. El poder de Cromwell se apoyaba solo en el ejército, fuera del cual no existía ninguna lealtad tradicional a la que pudiera apelar. El ejército renunció a la idea de un gobierno parlamentario sin una cabeza de estado y retrocedió a una forma de monarquía con el título de ‘Protectorado’. Cromwell, como Lord Protector, convocó dos parlamentos (ambos disueltos). Cromwell había nombrado sucesor a su hijo Ricardo, aunque, tras su muerte, su falta de autoridad frente al ejército lo obligó a dimitir. El ejército no tenía ningún candidato para sustituirlo, por lo que se impuso la restauración de Carlos II. Un nuevo parlamento elegido en abril de 1660 proclamó que ‘de acuerdo con las antiguas y fundamentales leyes del reino, el gobierno está y debería estar compuesto por el rey, los señores y los comunes’. Carlos, aconsejado por Monck (general al mando de un ejército inglés que restituyó la monarquía) facilitó su vuelta al poder con el ofrecimiento de un perdón general, la libertad de conciencia, la confirmación de todas las ventas de tierras durante la guerra civil y el pago atrasado a los soldados. Las ‘Indias Occidentales’ tenían más importancia que las colonias de América del Norte, donde los establecimientos coloniales eran pequeños y pobres. Hubo una extensión de la ocupación inglesa en América del Norte y Central, por motivos políticos y religiosos, más que por motivos económicos. La política colonial del gobierno inglés en el siglo XVII se encaminó a asegurar el monopolio comercial del país colonizador. El ‘mercantilismo’ fue apoyado por escritores políticos que se dieron cuenta de la importancia del dinero. La restricción de las importaciones representaba un crecimiento de los puestos de trabajo par los ingleses. Los holandeses buscaban excluir a los comerciantes ingleses de las Indias Orientales. El sistema ‘mercantilista’ se basaba en la idea de que la prosperidad de un país solo se podía conseguir a expensas de los otros. La RM1. 5 Giuliana Migale Rocco rivalidad anglo-holandesa, como posteriormente la anglo-francesa, aparecen como una lucha por una prosperidad posible de alcanzar, pero imposible de compartir. La ruptura de la continuidad de gobierno abrió el camino al individualismo. La guerra civil aceleró los cambios sociales que estaban en marcha. La antigua clase hacendada estaba en su mayoría del lado de los perdedores y las peticiones de dinero por parte del rey, unidas a las multas impuestas por el parlamento a los vencidos, significaron la venta de tierras a gran escala. Las tierras vendidas por los realistas fueron compradas por los parlamentarios. Tras las controversias políticas y religiosas, la estructura económica de la Inglaterra moderna fue conformándose lentamente. La naturaleza del mercado y los procedimientos de producción no habían impuesto aún una forma capitalista en la vida económica inglesa, pero se encaminaban en esa dirección. Las manufacturas eran todavía en gran parte textiles. Aunque existían fábricas en el sentido moderno, los trabajadores solían trabajar en sus propias casas con materiales entregados por un intermediario. Este sistema determinó horas de trabajo. EL REINADO DE CARLOS II LA REVOLUCIÓN DE 1688 La restauración de Carlos II no fue una contra-revolución. El retorno a la monarquía fue una simple vuelta a la forma de gobierno que había existido antes del abuso del poder real por parte de Carlos I. Sin embargo, en tanto la monarquía había sido derrotada una vez, podía serlo de nuevo. No existía posibilidad de que se restableciera el sistema paternalista. Carlos deseaba tolerancia para los católicos y estaba dispuesta a admitirla para los protestantes no anglicanos; pero el parlamento impuso un anglicanismo rígido y formal. Se expulsó a los clérigos de ideas presbiterianas. Los intentos de Carlos de abrirse camino a través de la legislación fracasaron. Las razones para la persecución parlamentaria fueron más políticas que religiosas. El miedo político al catolicismo estaba justificado porque éste era en toda Europa la religión del absolutismo. Las opiniones de Carlos eran sospechosas, pero las de Jacobo, su hermano eran abiertamente católicas. La defensa del anglicanismo era una defensa de los privilegios y poderes del parlamento. Carlos fue el responsable de la política innoble de su reinado. Carlos pretendía utilizar dinero y soldados franceses para independizarse del parlamento. Luis XIV no le pagaría sin esperar el control de la política exterior inglesa para la promoción de los planes franceses. Tras la guerra entre ingleses y holandeses, la rivalidad fue decreciendo en intensidad y el poder de Luis XIV comenzaba a dominar en Europa. A cambio de una suma de dinero, Carlos II convino en anunciar su conversión al catolicismo y si fuera necesario, recibir soldados franceses para la represión de cualquier oposición interior. Esto proporcionó razones para la desconfianza hacia el rey. Carlos publicó la Declaración de Indulgencia, suspendiendo la vigencia de leyes penales contra los católicos y disidentes, a la que replicó el parlamento aprobando el Test Act, que excluía a los católicos de los puestos públicos. En 1674, la opinión inglesa obligó a Carlos a firmar paz con los holandeses, pero el rey continuó recibiendo dinero de Luis XIV. La oposición de Carlos (bajo la dirección del conde de Shaftesbury) promovió un plan que excluía a Jacobo de la sucesión a favor del duque de Monmouth (hijo ilegítimo de Carlos). Los extremistas de la oposición perdieron su causa, y se produjo durante un tiempo una reacción leal en apoyo del rey. Carlos II murió en 1685, conservado su trono y pasándoselo a su hermano. El reinado de Carlos II puede interpretarse como el comienzo del gobierno de partidos. Los apodos utilizados, si bien no implicaban ninguna posición de principios, representaban la existencia de facciones: los ‘whigs’ eran los rebeldes escoceses y los ‘tories’ los irlandeses. Jacobo II siguió tratado de ayudar a los católicos, y pensó que la mejor forma de hacerlo era aliándose con los disidentes. Jacobo II forzó los límites del poder (contra las interpretaciones del parlamento). Su método consistía en llevar a sus últimos extremos su derecho indudable de suspender las leyes o indultar a individuos por el quebrantamiento de las leyes. El peligro estaba en que el rey utilizaba tales prerrogativas no en una situación de emergencia o con una intención nacional, como parte de una política determinada y dirigida hacia un fin que desaprobaba la nación. Cuando Jacobo comenzó a aplicar su política a la Iglesia, comenzó a destruir uno de los principales soportes del trono. El clero anglicano aceptaba la doctrina de ‘no resistencia’ a un rey ungido (porque era defensor de la Iglesia); pero no si el mismo estaba entregando la Iglesia a sus enemigos. Si bien las dos hijas de Jacobo eran protestantes, y la mayor, María, estaba casada con el también protestante Guillermo de Orange, semanas antes de la absolución de los obispos, nació un hijo del rey, con lo que la situación se volvió más grave ante el peligro de una regencia católica a la que sucedería otro monarca católico. Por eso los representantes ingleses remitieron una carta a Guillermo de Orange. El pueblo inglés no quería enfrentarse con otra guerra civil, por lo que solo podían evitarla deshaciéndose de Jacobo. El parlamento declaró que Jacobo había abdicado y que el trono estaba vacante (aunque a Jacobo se le permitió e incitó escapar a Francia). A pesar de que esto era inconsistente y falso, la mayoría de sus seguidores aceptaron lo suficiente para justificar su lealtad a la hija de Jacobo, María. Esta rehusó a reinar sin Guillermo y éste se negó a ser príncipe consorte, por lo que ambos fueron aceptados. Las condiciones de aceptación fueron formuladas en una conservadores Declaración de Derechos. El juramento de la coronación se modificó de manera que Guillermo y María prometiesen gobernar ‘de acuerdo con los estatutos convenidos en el parlamento’. Se concedió libertad a todos, excepto a los católicos. Aunque entonces se tomaran medidas para evitar cualquier intento revolucionario, las acciones políticas tras la llegada de Guillermo se conocieron como ‘La Revolución Gloriosa’. La trascendencia de la revolución pudo verse después de un lapso de tiempo, y fue gloriosa porque tuvo éxito. El éxito de la revolución estuvo en las oportunidades que concedió para la realización de cambios pacíficos. La combinación del poder naval inglés y holandés (que Luis XIV había intentado evitar) se volvía contra Francia. Guillermo murió en 1702, en un momento en que había que resistir los ataques de Luis. Carlos II de España moriría pronto, y no dejaría herederos directos, por lo que entre los más próximos sucesores se encontraba Felipe, nieto de Luis XIV. Si los territorios españoles pasaban a un miembro de la casa Borbón, la supremacía colonial y naval francesa se afirmaría en todo el mundo. Tras la muerte de Carlos, Luis aceptó la herencia a favor de su nieto, y fijó de inmediato su posición, prohibiendo la importación de productos ingleses a Francia y España. Para Inglaterra era difícil resistir a estos signos de agresión francesa, por lo que se ideó una estrategia. Mientras que los ‘tories’ pensaban que se había alcanzado ya la seguridad inglesa, los ‘whigs’ querían continuar hasta la expulsión de Felipe de España. Tras vencer en las elecciones generales de 1710, los ‘tories’ comenzaron las negociaciones con Luis, concediendo el trono de España a Felipe. El acuerdo fue firmado en Utrecht en 1713; y en él se aseguró el poderío naval inglés en el Mediterráneo Occidental y en el Atlántico Norte, mientras España dejó de ser gran potencia. Las colonias inglesas en América podían desarrollarse libremente sin peligro de RM1. 6 Giuliana Migale Rocco Francia. Mientras los franceses se hacían más críticos hacia su gobierno, casi todos los ingleses alababan la constitución de su país. A pesar de que los ingleses no supieron calmar los sentimientos irlandeses en todo el siglo XVIII, en 1707 se produjo la Unión entre ingleses y escoceses. Todos los intentos escoceses por encontrar mercados en América fracasaron, por lo que la única solución para los comerciantes y mercaderes escoceses fue unirse con Inglaterra para poder ser admitidos en los beneficios del comercio colonial. La invención del pueblo El surgimiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados Unidos Edmund S. Morgan LA REVOLUCIÓN CAUTELOSA La década del radical experimento de gobierno en Inglaterra llegó a su fin con la purga de la Cámara de los Comunes de todos los miembros que apoyaban seguir reconociendo al ya debilitado monarca. El general Monck restituyó a los miembros del Parlamento, pero un mes después se disolvió finalmente a sí mismo para dar lugar a un nuevo Parlamento al estilo antiguo. Si bien fue llamado Convención, sus miembros demostraron que un Parlamento restaurado requería un rey restaurado. Carlos II fue entonces proclamado como tal. Las elecciones de 1661 produjeron un Parlamento cuyos miembros mostraron desde el principio una deferencia hacia el rey que pareció significar la muerte definitiva de la soberanía popular. El nuevo Parlamento negó cualquier autoridad legislativa aparte del rey y restringieron las peticiones populares, así como también le restauraron a la Iglesia de Inglaterra la preeminencia, disponiendo castigos para cualquier tipo e disenso respecto de ella. El clero respondió con gratitud, con reafirmaciones del derecho divino del rey. El pueblo no podía conferir poderes a nadie, porque no tenía en él mismo ningún poder. Los hombres no nacían libres. El pueblo no podía poner límites al gobierno en las constituciones. Solo el rey poseía soberanía, y éste no puede equivocarse. Al mismo tiempo, Luis XIV estaba estableciendo el régimen más absoluto de la historia francesa. Con ayuda de Luis, Carlos II y su hermano Jacobo se dirigieron en la misma dirección. Cuando los súbditos se dieron cuenta de que la supervivencia de la antigua Constitución requería el retiro del monarca reinante en 1689, el derecho divino de los reyes murió. Los que destituyeron a Jacobo II fueron cautelosos en cuanto a la afirmación de la soberanía popular. Diversas circunstancias aseguraron la supervivencia y resurgimiento de la soberanía popular: o Falsedad de Carlos II; que provocó desconfianza incluso en los miembros del Parlamento. o Jacobo subestimó la hostilidad hacia el catolicismo romano. o La Restauración había restaurado al Parlamento que restauró al rey y lo sostuvo (importante distinción con Francia). o Fuerte sentido de la continuidad institucional y de sus obligaciones para con sus votantes. o Como resultado de las crecientes necesidades del rey y la parsimonia de la Cámara de los Comunes, el Parlamento estuvo en sesión durante la mayoría de los años de su reinado. o El fanatismo religioso fue una fuerza motriz en el surgimiento de la soberanía popular. Éstos buscaban destronar o matar a los gobernantes cuyas opiniones religiosas estaban en desacuerdo. Carlos II no era, sin embargo, intolerante y sus ambiciones políticas incluían libertad respecto de la Iglesia como del Parlamento. En la Declaración de Indulgencia suspendió la vigencia de las leyes contra el disenso religioso, asociando de esa manera la libertad religiosa con el ejercicio de la real prerrogativa y desafiando los estatutos parlamentarios. Diez años después, Carlos hizo un acuerdo con Francia en el que se comprometía a declarar su conversión al catolicismo. La Cámara de los Comunes respondió con una resolución de que las leyes en temas eclesiásticos solo pueden ser derogadas por ley del Parlamento. Los Comunes trataron al principio de insistir en sus esfuerzos por controlar al rey. El Parlamento quería buscar una manera de asegurarse un rey que no pudiera hacer el mal (el peor mal que podía hacer era imponer el catolicismo a su pueblo). Jacobo era católico, a la vez que era el heredero forzoso de Carlos II. Los Parlamentos trataban de excluir a Jacobo de la sucesión al trono. Carlos II se mantuvo firme en no permitir que se alterara la sucesión. Sobre esta cuestión, el Parlamento y el país se dividieron por primera vez en whigs (que apoyaban la exclusión) y tories (que no querían modificar la Constitución). El clero era mayoritariamente tory, y alababan el gobierno divino y la sucesión hereditaria. Fueron los whigs lo que revivieron la soberanía del pueblo. Los whigs temían que Jacobo o cualquier soberano católico eliminara todas las barreras constitucionales contra el catolicismo. La única garantía posible era excluir del trono a cualquier católico. Para oponerse a esa sucesión era esencial quitarle el carácter sagrado al rey, situando los orígenes de la monarquía en la elección o el contrato popular. Sin embargo, un cambio en la sucesión no debía ser una invitación a un cambio en la estructura de gobierno. Los whigs apoyaban la adhesión a la antigua constitución de rey, Cámara de los Lores y Cámara de los Comunes. Negaron la afirmación tory de que la autoridad legislativa derivaba únicamente del rey y ratificaban el derecho del pueblo a resistir a un monarca papista. Los whigs no querían llegar tan lejos porque eso significaría una guerra civil y a su vez estaban dirigidos por Shaftesbury, cuya idea de soberanía popular asignaba un papel principal en el gobierno a la nobleza. Sostenía que había solo dos maneras en las que un monarca podía mantener su autoridad: una era con un ejército permanente y la otra con la nobleza. Sostenía que el electorado existente tenía demasiadas personas de fortuna humilde y miserable, fáciles de seducir por los atractivos del dinero; mientras que aquellos cuyas circunstancias son más amplias tienen pensamientos más amplios, por lo que están más allá de esas tentaciones. Neville vinculaba el poder de la posesión de tierras. Sostenía que la soberanía del pueblo requería que cualquier cambio fuera hecho legalmente, como trataban los whigs de cambiar la sucesión, con el consentimiento unánime del rey, los Lores y los Comunes. Algernon Sidney, en cambio, atribuía la decadencia de la antigua constitución a la decadencia de la nobleza y a la pérdida de los servicios militares de sus tenentes. Locke le dio forma a las ficciones de soberanía popular. Después de la disolución de su último Parlamento en 1681, Carlos tomó medidas para asegurar que cualquier futuro Parlamento que convocara fuera más dócil. Como la mayoría de sus miembros representaban a los municipios, dio comienzo a un proyecto para reducir y controlar los cuerpos ejecutivos y el electorado de los municipios. El éxito de este proyecto hizo que Jacobo lo sucediera con un mínimo de oposición organizada. Jacobo sermoneaba a su dócil Parlamento tory, y cuando éste se mostró menos servil, se embarcó en llenar al próximo Parlamento con candidatos que prometieran votar por la revocación de las leyes contra los católicos. RM1. 7 Giuliana Migale Rocco Si bien Jacobo contaba acababa de tener un hijo varón, sucesor del trono, los protestantes diseñaron una historia para mantener las aspiraciones de María en el trono y para convocar la intervención de Guillermo de Orange (con quien se había casado). Éste dio a conocer una declaración en la que se detallaban muchas violaciones de la ley inglesa y el derecho constitucional. Jacobo huyó a Francia y Guillermo asumió la administración temporaria del gobierno, convocando a una convención. El término Convención reconocía que Jacobo era todavía el rey, y solo él podía convocar al Parlamento. Esta convención significaba una oportunidad para que Inglaterra estableciera su constitución por medio del contrato original. Con el derrumbe de la autoridad real, la prensa se abrió. Era la oportunidad de reorganizar el gobierno de forma que beneficiara a todo el pueblo. Cuando la Convención fue votada a la vieja manera de los parlamentos, la mayoría de los miembros resultaron whigs, y una minoría importante tory. Estaban de acuerdo en que Jacobo, conservara o no el título de rey, no se le debía permitir regresar a Inglaterra. Se dictó una resolución que decía que Jacobo II había abdicado al gobierno, quedando por ello el trono vacante. La posición de los tories (en especial Sawyer) consistía en que soberanía del pueblo significaba que todo el pueblo tendría derecho a participar en la elección de una convención para establecer el nuevo gobierno. Esta posición no tuvo éxito. Los whigs sostenían que la Convención representaba la parte valiosa y todos aquellos que merecen participar del gobierno. Al declarar vacante el trono, la Convención no solo suponía que el rey legalmente había muerto, sino también que el pueblo, actuando a través de la Convención tenía autoridad para nombrar un sucesor diferente de su heredero legal automático. Mientras que los Lores votaron a favor del ofrecimiento del trono a Guillermo y María, la Cámara de los Comunes estaba considerando que debía ocuparse del establecimiento de la Constitución. Iba a establecerse la antigua Constitución del rey, la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes, pero se requerían principios específicos que evitaran la repetición de los conflictos. Los tories instaron a proclamar una declaración de derechos que limitara a los futuros reyes. Los whigs se mostraron más vacilantes en dar a la Convención un poder para atar a un nuevo rey a nuevas leyes fundamentales. Según Pollexfen (whig) la forma correcta de proceder era ocupar el trono y lograr que el Parlamento (rey, Lores y Comunes) aprobara las leyes necesarias para corregir los males de los reinados precedentes. Sin embargo, la Cámara resolvió que antes de ocupar el trono debían proceder a asegurar la religión, leyes y libertades; nombrando a una gran comisión. El informe de la comisión debía ser aprobado por los Lores y los Comunes como una Declaración de Derechos. Los principios fueron presentados como un nuevo contrato original, y no se le pidió a Guillermo que los aceptara como condición para subir al trono. Cuando Guillermo subió al trono, pidió dinero a la Convención, que tuvieron que decidir si tenían el poder de recaudar impuestos. La solución fue declararse Parlamento, sin llamar a nuevas elecciones. Sin embargo, los tories querían una nueva elección para hacerlo completamente legal, pero los whigs se contentaban con aceptar la transformación. Antes de la disolución del autoproclamado Parlamento, la Declaración de Derechos fue transformado en un proyecto de ley de Derechos, que el rey Guillermo firmó, convirtiéndose en una ley parlamentaria regular. La timidez de la Convención para asumir los poderes en nombre de la soberanía popular se deben a que todos los miembros sentían una urgente necesidad de asegurarse contra un regreso de Jacobo, y Guillermo alzaba esa posibilidad. La soberanía del pueblo era una ficción conveniente/necesaria para una convención empeñada en desheredar y desplazar a un monarca cuyas creencias y conducta ofendían a la vasta mayoría de sus súbditos. Una convención representativa elegida por todo el pueblo era una invitación a la anarquía y disolución de la estructura social existente. Esta idea precedía a la formación del gobierno en el estado de naturaleza, y nadie deseaba el regreso a ese estado. Locke hace una distinción entre la disolución del gobierno y la disolución de la sociedad. La disolución del gobierno podía ocurrir sin que se disolviera la sociedad; y podía ocurrir siempre que aquellos a cargo del gobierno abusaran torpemente de los poderes confiados a ellos y a la sociedad. La cautela de la Convención significó que Inglaterra no llegó a una formulación y establecimiento de su constitución por una sanción popular o autoridad separada del gobierno. La soberanía popular en Inglaterra iba a ser ejercida desde el comienzo por el Parlamento, o más precisamente por la Cámara de los Comunes. Incluso la Declaración de Derechos fue considerada una restauración de la antigua constitución, establecida cuando antepasados sabios salieron de un estado de naturaleza y crearon el gobierno en el que la Cámara de los Comunes hablaba en nombre del pueblo. Los ingleses restablecieron así la soberanía popular como ficción de gobierno imperante. La Revolución Americana Breve historia de Estados Unidos Philip Jenkins REVOLUCIÓN Y CONSTRUCCIÓN NACIONAL (1765 – 1825) Hacia la separación La presencia de agresivos franceses e indios había limitado la posibilidad de que los colonos tuviesen un sentimiento de insatisfacción con la autoridad británica, pues las tropas reales podían ser necesarias para combatir invasiones vecinas. La eliminación del riesgo francés permitió a los colonos pensar en objetivos a largo plazo. Los ingleses debieron considerar las necesidades de una población más diversificada. Los ingleses limitaron la expansión de los colonos hacia las tierras de los indios en el Oeste (por consideraciones económicas, en parte) y fueron tolerantes con los canadienses franceses al concederles cierta autonomía. En 1763, la Corona fijó en los Apalaches el límite de las colonias británicas, declarando territorio indio todo lo que quedara al Oeste. Este orden comenzó a quebrajarse a fines de década. La Ley de Quebec, en cambio, extendió los limites de su jurisdicción. La colaboración con la Iglesia católica formaba parte de la política de los ingleses en Quebec. Ninguna de estas medidas era aceptable para los ingleses americanos. Los ingleses se vieron convencidos por Nueva Francia de que debían buscar una estructura gubernamental que pagase a una guarnición norteamericana compuesta por norteamericanos. La cuestión de los impuestos se encontraba entrelazada con el comercio colonial. La Ley de Azúcar (1764) fue una medida impopular, y en 1766 hubo una significativa reducción del impuesto, lo que sentó precedente de que las malas leyes podían cambiar. La Ley de Timbre (1765 – impuesto a las impresiones) dio lugar al slogan “impuestos sin representación es tiranía” y planteó la amenazante cuestión de la condición política de los colonos dentro del Imperio. Entre 1766 y 1775, la oposición a los impuestos aumentó y los disidentes crearon RM1. 8 Giuliana Migale Rocco una red de propaganda y resistencia organizada. Las relaciones entre los colonos y las tropas británicas empeoraban cada vez más. En 1770 se dio un enfrentamiento en Boston entre colonos y soldados, que desembocó en la matanza de cinco colonos. A partir de 1772 Boston se convirtió en el centro de una red de “Comités de Correspondencia” que compartían información y planeaban acciones para promover la identidad de Norteamérica contra la represión británica. La atmósfera política introdujo en los enfrentamientos un fuerte matiz anti-elitista y anti-aristocrático. Hacia 1773 las colonias se volvieron ingobernables y los disidentes se estaban preparando militarmente. Ese año, los militantes de Boston destruyeron en el puerto un cargamento de té de la India (Tea Party), lo que suponía una violación de la ley y la autoridad inglesas. Como respuesta, las Leyes Coercitivas o Intolerables instauraron una política represiva. Se cerró el puerto de Boston y se reafirmó la autoridad británica en Massachusetts. Un incidente en Rhode Island llevó a que algunos colonos rebeldes fuesen enviados a Inglaterra, lo que se consideró un ataque a la libertad en las colonias. En 1774, tuvo lugar un Congreso Continental en Filadelfia. En 1775, la determinación británica de terminar con las rebeliones hizo que se ordenara el arresto de los cabecillas rebeldes, dispersar por la fuerza las protestas y confiscar las armas. Hacia junio, el Congreso Continental había surgido como un gobierno rebelde de facto de las colonias, con George Washington como jefe. En agosto, los ingleses declararon que las colonias estaban en un estado de rebelión. Guerra e Independencia Muchos colonos no apoyaban la rebelión y en algunas regiones, los tories tenían tanta fuerza que la Guerra de la Independencia se convirtió en una guerra civil. La estrategia inglesa al principio era la destrucción de los principales centros de militancia patriótica. El objetivo de los norteamericanos era sobrevivir como fuerza política y militar y convencer a enemigos extranjeros de Inglaterra para que interviniesen de su lado. Aunque lo consiguieron, la victoria definitiva no se obtuvo hasta 1781. En principio, el discurso patriota se centró en afirmar los derechos de los súbditos británicos dentro del Imperio y bajo la Corona. Con el aumento de la violencia y el bloqueo inglés, lo principal pasó a ser la independencia política. Los temas de discusión se centraban en la soberanía, pero también en la esclavitud. Jefferson redactó el documento que en 1776 fue aprobado por el Congreso y se convirtió en la Declaración de Independencia: “…todos los hombres son creados iguales…dotados…de ciertos derechos inalienables…vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad…gobiernos, que derivan de sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados…el pueblo tiene el derecho a reformarla o abolirla e instituir un nuevo gobierno…”. La monarquía británica había violado el contrato al someter al pueblo a un despotismo absoluto: “…estas Colonias Unidas son, y deben serlo por derecho, Estados Libres e Independientes; que quedan libres de toda lealtad a la Corona Británica…”. Estas declaraciones no podían mejorar solas la situación militar. Sin embargo, la rendición del ejército británico (tras una equivocación) animó a los franceses a entrar en la guerra como aliados norteamericanos en 1778, lo que podía desafiar con éxito la superioridad británica (flota francesa y soldados entrenados). Consecuentemente, el ejército rebelde obtuvo victorias en casi todos los frentes. Del Tratado de París (1783) surgieron las nuevas fronteras de Estados Unidos, desde el Atlántico hasta el Mississippi. La época de la Confederación En 1783 los Estados Unidos se convirtieron en una nación libre y unificada, aunque su futuro parecía incierto. La guerra estuvo acompañada de una gran violencia contra los tories y los lealistas, muchos de ellos exiliados. La Guerra provocó en Estados Unidos un gran desarrollo social y económico. El gobierno había financiado la guerra con papel moneda “continental”, que rápidamente perdió su valor, y la deuda pública era considerable. La inflación se descontroló, el pago de los soldados se atrasó (esto era peligroso en tanto el ejército victorioso podía hacer valer sus deseos si lo decidía). El nuevo gobierno afrontaba una incertidumbre respecto de su alcance y actividades. Los gobiernos de los estados tenían responsabilidades bien definidas, pero el carácter del gobierno nacional era incierto. La Confederación se parecía más a una alianza internacional que a un sistema federal, puesto que cada estado se definía como una entidad soberana. Cada uno de ellos disponía de un solo voto en la asamblea legislativa. Los estados signatarios accedían a ciertas obligaciones, pero en la práctica no había mecanismos para obligarles a hacerlas. Una política exterior por parte de la Confederación era casi imposible, por los intereses particulares de cada estado. Los británicos sabían que, para ser eficaces, los tratados debían ser firmados por los estados por separado. Al carecer de la protección de un gobierno central, los estadounidenses se veían tentados de buscar dicha protección en los españoles o ingleses para comerciar y asentarse en sus tierras; pero solo ciertos grupos estaban dispuestos a abandonar su lealtad nacional (algunos estados consideraban conveniente separarse). La inexistencia de acciones concertadas arruinó los esfuerzos por coordinar la política comercial. Las disputadas reclamaciones de tierras acentuaba las rivalidades entre estados. Durante los primeros treinta años de independencia, la mayoría de los estados mostró hostilidad hacia los mecanismos formales de legislación inglesa. Sin un marco jurídico, las tierras disputadas iban a caer en manos de la parte mejor armada y más agresiva. El desprecio por la estricta legalidad y la enorme disparidad entre las políticas de los estados avivaron entre los propietarios el temor a que el republicanismo político pudiera incluir en breve un ataque a la jerarquía social. Si se organizaban políticamente grupos de deudores en virtud de los nuevos y más amplios derechos políticos, podían aprobarse leyes que abolieran las deudas existentes, provocando una masiva transferencia de riquezas entre clases. No había instituciones nacionales o federales que pudieran impedirlo. A partir de 1784 los movimientos de deudores asaltaron tribunales y subastas para sabotear el sistema de recaudación. Estos levantamientos dieron lugar a que se iniciara el proceso de reforma y revisión constitucionales (rebelión de los “deudores de Shays”. En 1786 se avanzó más sobre la idea de una nueva convenció constitucional; se comenzó a deliberar en Filadelfia en 1787. La redacción de la Constitución James Madison (pensamiento político ilustrado) aceptaba una versión del contrato social en la que el gobierno es instituido por el pueblo, que tiene la facultad de cambiarlo siempre que respete los derechos básicos e inalienables (incluyendo el de propiedad). Es necesario un sistema de mutuos controles y contrapesos. Un buen sistema debe mantener la mayor separación entre las tres funciones principales del gobierno (legislativa, ejecutiva y judicial). Había otras ideas. Sin embargo, el gobierno que finalmente se adoptó constaba de tres ramas: un poder legislativo (Congreso), un poder ejecutivo RM1. 9 Giuliana Migale Rocco encabezado por el presidente, y un poder judicial federal, cuya máxima instancia era el Tribunal Supremo. La Constitución asignaba diferentes mandatos a los distintos elementos de la autoridad electa (para impedir alteraciones en el gobierno). Los miembros de la Cámara de Representantes estarían sujetos a la elección popular. Los senadores serían elegidos por asambleas legislativas de los estados. El presidente ocuparía su cargo durante cuatro años. Los cargos de los jueces federales serían vitalicios. Surgió una disputa en relación a los estados constituyentes, por las diferencias de tamaño, riqueza y población. Había dos opciones: representación proporcional a su población o un solo voto por estado en un consejo nacional. La solución fue adoptar distintos criterios para las distintas partes del gobierno. En a Cámara de Representantes (poder legislativo) – que sería la más sintonizada con la voluntad del pueblo – cada estado tendría un representante cada 30.000 habitantes. En el Senado cada estado tendría dos miembros. Una parte del poder legislativo podía elegirse según la población. Pero, había una necesidad de realizar un censo federal para saber el número de seres humanos que había en la nación. Sin embargo, algunos no eran legalmente libres. Se llegó al acuerdo de que la población esclava contaría, pero en menor proporción que los blancos (3/5 de la población esclava contaba). La idea de que Estados Unidos era un refugio de virtud republicana y libertad se veía comprometida por la esclavitud. En relación a los territorios noroccidentales, existía también cuestionamiento. Las nuevas zonas tendrían condición de territorios regidos por gobernadores nombrados hasta que su población llegara a los 60.000 habitantes para justificar un gobierno estatal. Los nuevos estados estarían en absoluta igualdad con los más consolidados. La Ordenanza ofrecía un plan que prohibía la esclavitud a la vez que garantizaba a los propietarios de los esclavos el derecho a capturar a los fugitivos. El proceso de ratificación provocó disputas. Algunos estados firmaron en 1787, pero en 1788 el voto de New Hampshire significó el necesario para que la Constitución entrara en vigor. Ciertos estados seguían indecisos. En 1971, se añadió una carta de derechos a la Constitución que se convirtió en las primeras diez enmiendas de ella. El documento limitaba la facultad del gobierno de establecer una Iglesia estatal, de restringir la libertad de expresión y de acuartelar tropas en las poblaciones en tiempos de guerra; de desarmar a los ciudadanos leales, pisotear sus derechos en tribunales, abolir a jurados e imponer penas crueles e inhumanas. Aunque al principio estos derechos se referían solo al poder federal, se han extendido al ámbito de los estados. A finales de 1788 Estados Unidos era una nación federal. Una nueva nación George Washington fue elegido presidente en 1789, y su foco fue el patriotismo y la unidad nacional. El gobierno creó una capital para la administración federal. En 1800 Washington D.C. fue declarada capital de la nación. El Tribunal Supremo adquirió importancia puesto que fue un eje del gobierno federal y un instrumento eficaz para controlar a las otras ramas. Tenía el derecho y el deber de derogar leyes aprobadas por el Congreso que violaran la Constitución. En ámbitos de conflicto, la jurisdicción estatal quedaba anulada por la federal. Por tanto, “que el fin sea legítimo, que esté contemplado en la Constitución, y que todos los medios apropiados…sean constitucionales”. Fue una base jurídica para el desarrollo de la nación y expansión del gobierno. Republicanos y federalistas En la década de 1790 surgieron dos grupos: los federalistas (liderados por Adams y Hamilton), y los republicanos (que seguían a Jefferson). En política exterior, los federalistas querían un gobierno central más fuerte y simpatizaban con los intereses comerciales y financieros. Los republicanos hacían hincapié en los intereses agrarios y los derechos de los estados. La división quedó clara cuando se discutió la creación de un sistema financiero nacional según las propuestas de Hamilton, que sostenía que Estados Unidos debía pagar todas sus deudas para poder cimentar el crédito nacional sobre una base sólida. Propuso la creación de un Banco Nacional de Estados Unidos que mantuviera la estabilidad fiscal y abogó por que el gobierno tuviese un importante rol de apoyo y expansión de las manufacturas y medios de transporte. Esta propuesta fue criticada por Jefferson y Randolph que la consideraban una violación de los principios constitucionales y una monopolística concentración del poder. La guerra que estalló entre Francia e Inglaterra afectó a Estados Unidos, en tanto ambas pates tenían intereses navales y comerciales que chocaban con su soberanía. El tratado de Jay (1794), que orientaba el comercio y la política estadounidense en dirección a Inglaterra provocó la ira de los republicanos (que consideraban a Inglaterra como enemigo tradicional). Los federalistas veían en la Francia revolucionaria lo peor de la sociedad humana, que es lo que pasa cuando una sociedad abandona las normas tradicionales de respeto y jerarquía social. El conflicto entre partidos se agudizó en 1798 cuando estalló el pánico por las maquinaciones de supuestos conspiradores revolucionarios, organizados por la secta alemana de los “illuminati”. Según los conservadores, los extremistas pretendían establecer una dictadura política, eliminar la religión, la familia y la moral sexual; los radicales encontraron su líder en Jefferson. En respuesta se aprobaron las Leyes sobre Extranjeros y Sediciosos – imponían límites a la libertad de expresión, criminalizaban las críticas al gobierno y proponían la deportación de los extranjeros revoltosos. En 1800 Jefferson venció a Adams en las elecciones presidenciales, y resultó más moderado de lo esperado, ejerciendo la presidencia de acuerdo a la idea federalista de un gobierno nacional fuerte. Patrocinó una expedición que extendió los derechos territoriales de Estados Unidos hasta las costas del Pacífico y propuso un sistema de canales y carreteras. La Guerra de 1812 El enfrentamiento se produjo tras la insatisfacción que producía el bloqueo naval y la presión por parte de ingleses y franceses para reclutar a nacionales. Se reaccionó a los ultrajes con una serie de embargos, cuyo efecto fue que se cerró prácticamente el comercio con Europa. Francia accedió a respetar el pabellón estadounidense en el mar, pero no Inglaterra. La división política adoptó formas regionales; que culminó en la declaración de guerra. La mayor parte del enfrentamiento en tierra se relacionó con los intentos estadounidenses de asegurar el control de Canadá. Si bien parecía que Estados Unidos saldría de la guerra debilitado e Inglaterra triunfante, en la última gran batalla tuvo lugar en 1815, cuando las tropas estadounidenses vencieron a las inglesas que intentaban tomar Nueva Orleans. En el acuerdo de paz definitivo se exigía la restauración del statu quo territorial. Estados Unidos salió de la guerra con su independencia nacional fortalecida y un sentimiento de patriotismo y confianza. Se propuso la reforma de la Constitución, en lugar de una separación completa. RM1. 10 Giuliana Migale Rocco La Doctrina Monroe establecía que Estados Unidos no toleraría ninguna interferencia europea en la política del hemisferio occidental. Expansión A comienzos del siglo XIX, Estados Unidos se encontraba en la mitad de un período de desarrollo interno y expansión exterior. En 1775, Boone abrió una ruta que pretendía llevar las fronteras de la nación “más allá de los bosques”. Los nuevos territorios se hallaban en una situación jurídica poco precisa, con límites mal definidos. En 1787, la Ordenanza proporcionó una estructura jurídica y política a los colonos del Oeste. Estados Unidos eliminó a España como posible rival en el Oeste. Al año siguiente, España accedió a vender sus derechos formales en el territorio. Las revoluciones independentistas de la década de 1820 acabaron con el control español sobre Centroamérica y Sudamérica. La confrontación con los indios Los colonos hallaron conflicto con los pobladores indígenas. Cada parte tenía un concepto de legalidad: los blancos creían que había comprado una determinada zona de forma justa, y los indios sostenían que los vendedores no tenían derecho a comerciar con los dominios de la tribu, y que ese tipo de tierras no podían venderse. Los territorios del Noroeste fueron el escenario de repetidas batallas, y algunos de estos enfrentamientos fueron decisivos. En 1811, el caudillo Tecumseh intentó formar una gran confederación que amenazaba toda la frontera de Estados Unidos, y buscar alianza militar con los ingleses. Aún con un líder tan fuerte, la resistencia india siguió siendo inútil. En 1819 el Tratado de Saginaw reconoció la hegemonía de Estados Unidos en el Noroeste. Los indios cedieron aproximadamente una sexta parte de su territorio. La única opción que les quedaba a los indios era hacerse estadounidenses, crear una nueva civilización que los blancos pudieran respetar y tratar con ellos en términos de relativa igualdad. Sin embargo, las circunstancias eran adversas. Hacia 1830, los indios ocupaban territorios que los colonos deseaban con avidez. Durante la década de 1820 aumentó la presión para que fueran eliminados. En 1829 se descubrió oro en sus territorios de Georgia y se presionó a las tribus para que aceptaran ser reubicadas. Las tribus civilizadas fueron entonces desplazadas por el ejército. Crecimiento económico Estados Unidos se convirtió en una potencia marítima de primer orden, lo que preocupó a los ingleses. En la primera mitad del siglo XIX la flota estadounidense se benefició de las circunstancias internaciones porque las naciones europeas dependieron de sus suministros de carne, grano y algodón durante las guerras anglo-francesas. Los avances de la tecnología y la organización empresarial se vieron reflejados en innovadoras técnicas de navegación. En 1820, un barco pionero estableció las pretensiones de Estados Unidos sobre la Antártida. Además se siguió practicando el comercio ilegal de esclavos. Se empezó a comerciar con el Báltico, con China, dando la oportunidad a su país de vender más baratos los productos de la Compañía Británica de las Indias Orientales. El capital mercantil de los negocios marítimos se convirtió en el motor del desarrollo industrial, a partir de 1810. La industria también se benefició de los embargos y guerras, que obligaban a los consumidores a depender de las manufacturas nacionales. Las primeras empresas se ubicaron en Nueva Inglaterra por la cercanía a los puertos y la disponibilidad de energía hidroeléctrica. El desarrollo del barco de vapor y el ferrocarril permitió una expansión de la manufactura textil a partir de 1830, mientras que otras empresas se aventuraron en la metalurgia y la construcción de motores de vapor. La siderurgia también se desarrolló. Durante la primera mitad del siglo XIX el gobierno desempeñó un papel decisivo en el crecimiento económico del país. Clay, tal como los pensadores nacionalistas, sostenía que el desarrollo futuro dependía de la acción política y del fomento público de canales y que era necesario defender la industria nacional. En 1820, los estadounidenses seguían siendo políticamente libres, pero comercialmente esclavos. La libertad es un hábito La sociedad surgida de la Revolución era democrática, garantizaba los derechos políticos a la gran mayoría de los hombres blancos y en algunos casos los negros. En algunos lugares se otorgaba derecho a voto a los propietarios, y en otros solo a los residentes que pagaban impuestos en vez de a los propietarios. A partir de la década de 1770 los gobiernos avanzaron respecto de la declaración de derechos individuales y la introducción de reformas jurídicas, considerando que las injusticias sociales eran una herencia de los ingleses que debía ser abolida. En la Carta de Derechos de Virginia se afirmaban todos los derechos básicos que se integrarían en la Constitución. El documento proclamaba el libre ejercicio de la religión. Entre 1775 y 1820 cambiaron cosas debido a la desaparición de las ortodoxias y controles tradicionales, y a la aplicación de las ideas democráticas más allá del ámbito del gobierno y la política. Las implicaciones militares de los ideales democráticos quedaron claras en la Guerra de 1812. Las tropas elegían a los oficiales sin tener en cuenta su capacidad. En el terreno legislativo, también se experimentaron cambios. Estados Unidos era a principios del siglo XIX la primera sociedad en la historia de la humanidad en la que cometer un delito grave llevaba generalmente a la prisión y uno a la muerte. La liberación de las leyes estuvo acompañada por una desconfianza generalizada hacia los mecanismos jurídicos formales. Religión y cultura La religión estadounidense se vio repetidamente transfigurada por los sucesivos y entusiastas revivals, que serían elementos característicos que se inspiraban en el recuerdo del “Gran Despertar” de la década de 1730. El crecimiento de la esclavitud La mayoría de los estados abolieron la institución de esclavitud entre 1777 y 1804. El comercio de esclavos terminó oficialmente en 1808. El deterioro de la esclavitud en el Sur no llegó a producirse por la invención de la despepitadora de RM1. 11 Giuliana Migale Rocco algodón, para lo que se necesitaba el empleo comercial de esclavos en las plantaciones (forma cruel). El fin del comercio legal de esclavos aumentó el valor de los que ya había y redujo la tentación de liberar a cualquier esclavo. Las exportaciones de algodón aumentaron, y hacia 1820, Estados Unidos se había convertido en el mayor productor mundial de algodón. La esclavitud fue creciendo paralelo a la producción algodonera. Surgieron entonces líderes esclavos, produciéndose levantamientos, como el de Turner, que llevó a la muerte de unos sesenta blancos, lo que confirmó el miedo de los sureños a que los negros libres se convirtieran en fuentes de agitación. Los estados del Sur aprobaron entonces las leyes que restringían o prohibían la manumisión de esclavos. El Sur apoyaba la inclusión de nuevos estados que permitiesen la esclavitud, ya que éstos no adoptarían su abolición mediante una enmienda a la Constitución federal. Los estados que entraron entre 1816 y 1837 fueron admitidos en parejas, uno con esclavitud y otro sin ella. En el Compromiso de Missouri, se decidió que las adquisiciones territoriales del país se dividirían por una línea trazada en un paralelo. Por encima de esa línea, cualquier futuro estado sería admitido como abolicionista y por debajo de ella estaba permitida la esclavitud. Esto generó una partición de facto del país en dos sociedades distintas. El Oeste libre era más grande que la región eslavista, lo que significaba que habría una mayoría de estados abolicionistas. La invención del pueblo El surgimiento de la soberanía popular en Inglaterra y Estados Unidos Edmund S. Morgan LA REVOLUCIÓN IMPRUDENTE La lucha de norteamericanos con Inglaterra comenzó con el intento del Parlamento de recaudar impuestos entre los colonos con la Ley del Azúcar de 1764 y la Ley del Estampillado de 1765. En Inglaterra, “la tributación no es parte del gobierno o del poder legislativo; los impuestos son un regalo y una concesión voluntaria de los Comunes solamente”. Esta era una forma respetada, que llevó a los colonos a que insistieran que los impuestos eran un obsequio libre y voluntario del pueblo a su rey, y que nadie podía regalar lo que no tenía. Solo podían darlo las personas autorizadas por aquellos que eran propietarios de los bienes. Los colonos no habían autorizado a hacerlo a ningún representante en la Cámara de los Comunes. La primera respuesta inglesa reconoció la validez de la premisa, sosteniendo que el Parlamento podía gravar a los colonos porque ellos estaban representados allí, diciendo que se trataba de una “representación virtual”. El consentimiento podía ser dado por representantes virtuales. Los colonos daban su consentimiento a través de miembros del Parlamento en cuya elección no habían participado. Esto llevó a los norteamericanos a sostener que los únicos representantes legítimos eran las personas a quienes habían elegido personalmente para ese propósito. Se suponía que un representante era una creación de sus votantes. Un representante no solo debía ser elegido directamente por sus votantes, sino que debía ser uno de ellos. No era que los colonos desearan estar representados en el Parlamento. En realidad, no podían estarlo porque sus circunstancias locales lo impedían: la distancia destruía el objetivo y significado de la representación Un norteamericano enviado a representarlos en el Parlamento estaría demasiado desconectado de sus electores. Al rechazar la extensión de la representación virtual, se estaba afirmando que las colonias norteamericanas eran comunidades nacionales diferentes de las que estaban representadas en el parlamento. Los representantes británicos no tenían entonces autoridad sobre ellos en ningún caso. Sin embargo, negar que Gran Bretaña y las colonias formaran una sola comunidad no significaba negar todas las relaciones entre ellas. Quedaba su sumisión a un rey común. El objetivo del argumento colonial fue eliminar la posición de compartir el gobierno imperial asumida por la Cámara de los Comunes en Inglaterra y poner a los representantes británicos en pie de igualdad con los que integraban las diversas asambleas coloniales. Cada uno tendría autoridad, por debajo del rey, sobre su propia comunidad. Los ingleses decían que los norteamericanos eran rebeles que destruirían la libertad popular restituyendo al rey de los poderes que el Parlamento le había quitado. Lo que los norteamericanos querían era que sus propias asambleas representativas tuvieran los mismos poderes legítimos que la Cámara de los Comunes. Fueron los representantes norteamericanos los que en los congresos provinciales y en el Congreso Continental se desprendieron de la afirmación de ser súbditos y asumieron toda autoridad. Pero, los nuevos gobiernos independientes se vieron condicionados por su insistencia previa acerca de la representación de cada comunidad local. Cuando los representantes de las trece colonias declararon que sus distritos electorales eran estados libres e independientes y que el pueblo de los Estados Unidos era “independiente e igual”, no podían darle la espalda a la idea de representación que los había llevado a la separación. Las asambleas convocadas por los comités revolucionarios redactaron constituciones que establecían un ejecutivo pero tuvieron cuidado de que no fuese demasiado independiente. Los nuevos gobiernos iban a ser administrados por representantes (agentes del pueblo que los elegía). Los hombres que hicieron la revolución sabían que el agente, estrechamente ligado a sus electores, no estaba necesariamente bien calificado para elaborar leyes y políticas. Esto emergió como el problema principal después de 1776: el problema era lograr que los voceros de comunidades particulares, sin perder su identidad y sus relaciones locales, actuaran sabiamente y bien para todo el estado. El representante debía estar guiado por el interés colectivo más que por el particular. En 1781, el congreso provincial de New Hampshire propuso una constitución que disponía que las ciudades de cada condado eligieran anualmente delegados que luego elegirían entre ellos mismos a una cantidad más pequeña para que ocupara los escaños de la cámara de representantes en la legislatura. Ninguna ciudad tendría un representante propio. Sin embargo, cada ciudad quería su propio representante elegido directamente por sus propios votantes. Tal sistema habría traicionado la idea de representación. Entonces, redujeron el tamaño de los distritos y se duplicaron el número de representantes en las asambleas. Éstas eran más propensas a las influencias, prejuicios y corrupciones locales. Con esto, se produjo una ampliación de la clase de hombres considerados apropiados para ser parte de ellas. Los colonos habían sostenido que un representante debía pensar, sentir y actuar como sus electores, por lo que comenzaron a votar hombres más comunes. Debía encontrarse entonces otra manera de incluir en el gobierno personas que pudieran ver más allá y contrarrestar la incompetencia y dependencia local de los representantes y ocuparse del interés de todo el estado. Una asamblea representativa podría estar autorizada a formular leyes, pero habría otra, un cuerpo más pequeño, compuesto de hombres con una visión más amplia y cabezas más reflexivas. Es decir, una cámara alta que podía corregir o rechazar lo que proponía la cámara baja de representantes. Adoptaron finalmente una legislatura bicameral, en la que se suponía que la cámara alta expresaba un mayor grado de sabiduría y un punto de vista más amplio y liberal que la cámara baja. RM1. 12 Giuliana Migale Rocco Los colonos no tenían aristocracia de títulos y no querían tenerla. Les gustaba pensarse como una sociedad sin rangos. Se creía que en cualquier sociedad las diferentes capacidades y habilidades naturales señalarían la diferencia entre los hombres. Estos eran aristócratas naturales y eran ellos a quienes sus compatriotas deberían instalar en las cámaras altas de sus legislaturas y de esa manera llevar al gobierno a la estabilidad y sabiduría. La riqueza era la que otorgaba el respeto y la deferencia como señal de habilidad y energía. En general, los senados de los estados eran demasiado parecidos a las cámaras bajas para cumplir con los propósitos que se les asignaba. Los miembros estaban aferrados a los intereses locales. En las cámaras de las nuevas legislaturas los miembros se dividían en partidos opuestos: cosmopolita y localista. Los cosmopolitas se distinguían por su punto de vista más amplio, mayor riqueza y por las relaciones comerciales. Los localistas tendían a venir de regiones del interior que vivían de la agricultura de subsistencia, menos adinerados. Las asambleas estatales actuaban de un modo que alarmaba a los jefes de la revolución. Para hacer un senado más eficaz, la idea era hacer que los senadores se ocuparan del interés del estado . Los estadounidenses estaban descubriendo que la soberanía del pueblo podía plantear amenazas a los propios valores para cuya protección había sido creada. Los problemas estadounidenses provenían del mal uso por parte de los representantes de los poderes asumidos en nombre del pueblo. La solución que plantearon fue darle una composición más cosmopolita a sus asambleas. Era necesario poner límites a las acciones de los representantes del pueblo y ampliar la visión de los representante mismos, sin destruir el carácter de sujetos locales que los hacía representativos. Una solución era que el pueblo limitara a sus representantes a través del ejercicio de la soberanía popular. Esto, sin embargo, representa una ficción que no puede sobrevivir en la realidad. Los estadounidenses reconocieron que una constitución debía ser diferente en esencia a la legislación corriente. Una constitución debía poseer algún tipo de autorización popular directa que la colocara más allá del poder del gobierno para cambiarla. Los estadounidenses continuaron mostrando una disposición para la acción directa, para complementar al gobierno existente. En 1779 tuvo lugar por primera vez una convención popularmente elegida con el exclusivo propósito de redactar una constitución que debía ser sometida al pueblo para su ratificación, con el requisito de una mayoría de dos tercios de todo el pueblo para hacerla efectiva. Una constitución superior a la legislación ordinaria podía asegurar un lugar fuerte en el gobierno a los poderes ejecutivo y judicial tanto como a la legislatura, haciendo de todos ellos representantes de la soberanía popular y garantizándoles a todos ellos una participación en el poder que emanaba el pueblo. En la década de 1780 la creencia en la separación de los poderes estaba muy extendida. La constitución de Massachusetts dio el verdadero poder al senado y al gobernador, e independencia al poder judicial. La ventaja de una convención constituyente combinada con la ratificación popular era que expresaba la soberanía de todo el pueblo en el gobierno, y no solo en la selección representativa elegida en el ámbito local. Introducción a la Revolución Francesa Michelle Vovelle Capítulo I. NACIMIENTO DE LA REVOLUCIÓN 1. LA CRISIS DEL ANTIGUO RÉGIMEN El objetivo de la Revolución era la destrucción del feudalismo. El feudalismo es el sistema económico tradicional de un mundo dominado por la economía rural. En 1789, el mundo campesino representaba el 85% de la población francesa, y la coyuntura económica sufría el opresivo condicionamiento del ritmo de las escaseces y la crisis de subsistencia. Los accidentes más graves son la crisis de subproducción agrícola. En el siglo XVIII el sistema social seguía reflejando la importancia de los tributos señoriales. Lo que constituye la sobrevivencia de formas medievales es el peso de tributos feudales y señoriales que recaían sobre la tierra. Esas cargas constituían el complejo feudal. Incluía rentas en dinero y un porcentaje que debía entregarse sobre las cosecha y otros impuestos. El señor detentaba un derecho de justicia sobre los campesinos de sus tierras. El sistema agrario de Francia del siglo XVIII era distinto al sistema inglés, donde la eliminación sostenida de vestigios del feudalismo condujo a una agricultura de tipo pre-capitalista. En los modelos de Europa Central y Oriental, la aristocracia, propietaria de la mayoría de la tierra, se apoyó en el trabajo forzado de los campesinos siervos ligados a la tierra. La versión francesa del feudalismo, es vivida más dolorosamente en cuanto se hallaba en su última fase de declinación. El campesino francés, en gran parte propietario de la tierra, desempeñaría un papel importante en las luchas revolucionarias junto a la burguesía y contra la nobleza, menos imponente desde el punto de vista económico y social. Para Mousnier, la sociedad francesa de la época era una sociedad de órdenes. Además de la división oficial que opone a la Nobleza, Clero y Tercer Estado, las normas de organización de un mundo jerarquizado, con una estructura piramidal separaban a la sociedad. En primer lugar estaba el clero (primer orden privilegiado – fusión del clero alto y bajo), luego la nobleza y por último el Tercer Estado. El clero y la nobleza se benefician con privilegios fiscales y privilegios honoríficos. Según Vovelle, esta jerarquía psicosocial de los honores es tan manifiesta que engaña acerca de las verdaderas realidades sociales, pues detrás de las ficciones de una sociedad de órdenes se vislumbra la realidad de los enfrentamientos de clase. El absolutismo es el tercer componente de este equilibrio del Antiguo Régimen. La garantía de un orden social que asegure el poder a los privilegiados se condensa en la imagen del rey, todopoderoso: el rey dispone de una autoridad sin contrapesos efectivos. Desde Luis XIV la monarquía había impuesto los agentes de centralización, que hacían que el rey esté presente en la provincia. Se trataba de una monarquía de derecho divino: el rey, es una figura paterna y un personaje sagrado, el responsable religioso de un sistema que tiene al catolicismo como religión de Estado (solo a partir de 1787 comienza a aplicar tolerancia a los protestantes). En 1789, este mundo antiguo está en crisis. Las causas son múltiples, pero es obvio que el sistema todo muestra fallos evidentes. Los que más universalmente se denuncian son los que se refieren al carácter inconcluso del marco estatal: o Caos de las divisiones territoriales superpuestas: las provincias no coincidían con las generalidades donde operaban los intendentes. o Francia padecía la incoherencia del sistema del impuesto real. Este impuesto era diferente según los sectores sociales – privilegiados o no – así como también según los lugares y regiones. RM1. 13 Giuliana Migale Rocco La crisis social de fin del Antiguo Régimen es una impugnación fundamental del orden de la sociedad, y se difunde por todos los niveles: o La declinación de la aristocracia nobiliaria. En términos absolutos, la nobleza vive por encima de su capacidad económica, por lo que se endeuda. La riqueza originada de la renta de la tierra (de la que se beneficiaba parte de la nobleza media provinciana) comienza a declinar con la explosión del beneficio burgués. La actitud colectiva se expresa en la llamada reacción nobiliaria. o Los señores resucitan antiguos derechos y se aferran con éxito a las tierras colectivas o derechos de la comunidad real. En los diferentes grados de la jerarquía, los cuerpos que detentan parcelas del poder defienden el privilegio nobiliario. o Al provocar la hostilidad de los campesinos y los burgueses, la reacción señorial y de los nobles contribuyeron a la creación de un clima pre-revolucionario y la monarquía se vio comprometida. La crisis del viejo mundo se expresa también en términos de tensiones entre la monarquía absoluta y la nobleza. La revolución aristocrática/rebelión nobiliaria se ubica entre 1787 y 1789, a partir de que un ministro liberal convoca una Asamblea de Notables para hallar una solución a la crisis financiera, pero choca con la intransigencia de los privilegiados; se ataca al absolutismo. Los Parlamentos encuentran apoyo popular al proponer la convocatoria de los Estados Generales. Lo que los aristócratas y Parlamentos estaban haciendo era defender sus privilegios de clase. 2. LAS FUERZAS NUEVAS AL ATAQUE La crisis del Antiguo Régimen no puede explicarse solo a través de las contradicciones internas, sino que sufrió también un ataque desde el exterior, a partir de la burguesía y grupos populares. Existe un debate acerca de si la Revolución francesa es una revolución de la miseria o de la prosperidad. Michelet dice que es una revolución de la miseria, reconociendo la precaria situación de gran parte del campesinado. Los trabajadores agrícolas y pequeños campesinos que comparten las cosechas con el propietario, constituyen la masa del campesinado consumidor, que no produce lo suficiente para satisfacer sus necesidades. El alza de los precios agrícolas (que favorece a los grandes agricultores) es para ellos un inconveniente. El asenso secular de los precios, como consecuencia de la renta y el beneficio, hace que, a grandes rasgos, la prosperidad del siglo sea indiscutible. La población francesa aumenta. Si bien se ve a la burguesía como clase favorecida a causa de este asenso secular es importante mencionar que los burgueses urbanos (la población urbana era solo un 5%) todavía extraían una parte importante de sus ingresos de la renta de la tierra y no del beneficio. Éstos quieren acceder a la respetabilidad mediante la compra de tierras y de bienes raíces, títulos oficiales reales. La mayoría de la burguesía se dedica a actividades productivas. Muchos se establecen en puertos y extraen su riqueza del comercio de ultramar, otros son vaqueros y financieros. La burguesía industrial de empresarios y fabricantes existe, pero su papel es secundario. La industria textil constituye la rama más importante. La burguesía francesa incluye a procuradores, abogados, notarios y médicos (miembros de las profesiones liberales) cuyo papel es esencial en la Revolución: afirman su independencia ideológica en el seno de la burguesía. Esta burguesía naciente constituye la fuerza colectiva que da a la Revolución su programa. La filosofía de las Luces se extendió. Su difusión se vio asegurada por la literatura y ciertas estructuras de sociabilidad, en especial las logias masónicas. Las ideas-fuerza de la Ilustración (libertad, igualdad, felicidad, gobierno representativo, etc.), encontrarán en el contexto de 1789 una ocasión para imponerse: o Una crisis económica catalizó las formas del descontento sobre todo de las clases populares. Los primeros signos se cristalizaron en el campo francés en la década de 1780 – estancamiento del precio del cereal, superproducción vitícola, tratado de comercio anglo-francés de 1786 – crearon dificultades en la industria textil. Una cosecha desastrosa de 1788 condujo a la subida de precios. Estallan revueltas en varias provincias. o Los conflictos sociales, asociados a la carestía de vida, otorgan amplitud al malestar político, polarizado en el problema del déficit. o La personalidad del monarca: Luis XVI (rey desde 1774) no es el hombre que la situación requiere y María de Antonieta (a través de quien ejerce su influencia la aristocracia), no arregla las cosas. o La propuesta de que se convocara a los Estados Generales adquirió un tono revolucionario. o El rey cede a esta solicitud en 1788 y confía a Necker la dirección de los negocios. Capítulo II. LA REVOLUCIÓN BURGUESA 1. DE 1789 A 1791: LA REVOLUCIÓN CONSTIYENTE ¿Se trata de una o tres revoluciones? En 1789, se habla de tres: o Revolución institucional o parlamentaria. o Revolución urbana o municipal. o Una revolución campesina. Los Estados Generales, tras tres meses de su convocación, se proclamaban Asamblea Constituyente. Se había dado al pueblo francés el derecho a hablar. Los diputados del Tercer Estado juraron no escindirse más hasta que se establezca la Constitución. A pesar de esto, estos diputados sentían la precariedad de su situación (ej.: por la destitución de Necker). Entonces, el pueblo francés toma iniciativa, y mediante la utilización del marco de las asambleas electorales de los Estados Generales, la burguesía de París comienza a armarse. El 14 de julio, el pueblo se apodera de la Bastilla: esto constituye el símbolo de la arbitrariedad real y del Antiguo Régimen que se hunde. Se trataba de un programa que unía la reivindicación política –control de la familia real- a la reivindicación económica. Hay un nexo en este sentido entre la revolución popular y la parlamentaria. Gracias a la intervención popular, la revolución parlamentaria pudo materializar sus éxitos: el rey tuvo que ceder, volver a llamar a Necker. Muchas otras ciudades siguieron el ejemplo de París, e hicieron su revolución municipal. Lo que se denomina revolución campesina no es solo un eco de las revoluciones urbanas, sino que tiene ritmo propio y objetivos de guerra específicos. Constituyeron una ola anti-nobiliaria; y nace un movimiento conocido como el Gran Medio, que afecta a más de la mitad del territorio francés. Este pánico colectivo se inscribe como el eco de las revoluciones urbanas que el campo devuelve deformadas. Los aldeanos corren a las armas ante el anuncio de peligros imaginarios. Este temor se disipa pronto, pero en pocos días llega a los confines del reino. Él provoca la sublevación agraria y se prolonga en el pillaje de los castillos y la quema de títulos señoriales. El Gran Miedo es más que un movimiento, porque hace concreta la movilización de las masas campesinas y simboliza su ingreso oficial en la Revolución. El realismo de algunos nobles liberales será el origen de la RM1. 14 Giuliana Migale Rocco iniciativa que hace que los privilegiados hagan sacrificio de su condición, y se destruyan la sociedad e instituciones del Antiguo Régimen. Si bien se ha considerado el período de 1789 a 1791 como la oportunidad de la burguesía de alcanzar su objetivo mediante la realización pacífica de los elementos de un compromiso por el cual las élites se habían puesto de acuerdo al sentar las bases de la sociedad francesa, las conquistas más importantes, que cuestionaron el orden social, son fruto de la presión revolucionaria de las masas (lo mismo ocurrió con el feudalismo). La realización de un nuevo sistema político, reveló la existencia de tensiones cada vez más grandes. En el plazo de un año, la mejora de la situación económica contribuyó a aflojar algunas tensiones. La noche del 4 de agosto presenta el aspecto de una incitación colectiva, en que nobles y eclesiásticos abandonaron sus privilegios. El decreto final declara que la Asamblea Nacional elimina el sistema feudal. Sin embargo, introduce distinciones sutiles entre derechos personales y derechos reales. A pesar de estas distinciones, se establecían las bases de un nuevo derecho civil burgués, fundado en la igualdad y la libertad de iniciativa. Además, las restricciones cedieron por la negativa del campesinado a aceptarlos. La violenta oposición del campo impondrá la abolición de los restos del sistema feudal. La Asamblea Nacional Constituyente preparó (1789-1791) la nueva Constitución. En 1789, se declararon los Derechos del Hombre y el Ciudadano, proclamando los valores de libertad, igualdad...seguridad y propiedad (quedaba aún la fraternidad – valor nuevo de la Revolución). Se estructura una clase política dividida en tendencias: los aristócratas a la derecha, los monarcas en el centro y los patriotas a la izquierda. La discusión de la Constitución (que no se hizo en un clima de serenidad) ocupó una gran parte de las sesiones de la Asamblea. Sin embargo, las necesidades del momento condujeron a la Asamblea a comprometerse en la crisis financiera, que llevó a la experiencia monetaria de los asignados: papel moneda respaldado por la venta de la propiedad eclesiástica nacionalizada en beneficio de la nación. La Asamblea tuvo que proporcionar al clero un nuevo estatuto, con retribución a sus miembros en calidad de funcionarios públicos: Constitución civil del clero (1791). Esto tuvo graves consecuencias inmediatas: la rápida depreciación del papel moneda y la inflación fueron un elemento esencial de la crisis socioeconómica revolucionaria. La constitución civil del clero convertía a los curas y obispos en funcionarios públicos. Cuando el Papa Pío VI condenó el sistema quedaron divididas zonas de fidelidad y otras de abandono religioso. 2. LA ESCALADA REVOLUCIONARIA (1791 – 1792) El 17 de julio de 1791 tiene lugar la matanza del Campo de Marte, en la que la guardia nacional ametralla a los peticionarios que solicitaban la destitución de Luis XVI. Se abría un abismo entre la revolución burguesa y la popular. La marcha revolucionaria de 1792 cambió el rumbo. Para algunos historiadores, la intervención de las masas populares urbanas o rurales en el curso de una revolución liberal, escapaba al orden de las cosas. El miedo exagerado de una contrarrevolución había despertado miedos populares y acelerado la revolución. Para Vovelle, este nuevo modelo no es satisfactorio. Subestima la importancia del peligro contrarrevolucionario, por ser una visión demasiado parisiense que descuida los frentes de lucha en el conjunto del país. La contrarrevolución corre primero a cargo de los emigrados. Estos grupos comienzan a tejer una red de conspiraciones en el país a fin de provocar levantamientos contrarrevolucionarios con el propósito de organizar la fuga del rey. La contrarrevolución disponía de sólidos apoyos en el aparato del Estado y, junto con las actividades de conspiración, no es difícil distinguir una contrarrevolución oficial. En 1791, la familia real abandona el palacio, pero son reconocidos y detenidos en Varennes, donde se los lleva de vuelta a París. Como contrapartida, se inscribe la de politización y compromiso creciente de las masas urbanas y a veces rurales. El sansculotterie –movimiento de patriotas en armas que se rebelan en defensa de la Revolución- se constituye por etapas entre 1791 y 1792. El resurgimiento del malestar económico contribuyó a la movilización. En estos años se lleva a cabo la práctica de emancipación de los restos del derecho señorial que aún quedaban, mediante la negativa de pagar. Se suceden una serie de levantamientos campesinos y, por otra parte, se saquean e incendian los castillos. En las ciudades y los burgos, los clubs y sociedades se multiplican hasta convertir una red en todo el territorio nacional. El aumento del volumen de la prensa es otro de los elementos de la politización. A fin de no poner en peligro un equilibrio que se siente frágil, se admite la ficción de que el rey no se ha fugado, sino que ha sido raptado, lo que permite devolverle sus prerrogativas. La Constitución de 1791, que comienza con una declaración de derechos, continúa con una reorganización integral de las estructuras de la administración, justicia, finanzas e incluso religión. Con este nuevo sistema, se reunió en diciembre de ese año la Asamblea Legislativa. Muchos se presentaron con la intención de clausurar la Revolución. Esta tendencia la constituía el grupo de los feuillants, numeroso pero dividido. En el extremo opuesto estaban los brissotins – más tarde serían los girondinos (también había discrepancias internas). El alcalde de París dijo que la burguesía y el pueblo unidos han hecho la Revolución y que solo esa unión puede conservarla. Para actores como Robespierre y Marat, la condición de supervivencia era mucho más que una simple alianza; para los brissotins la unión entre ellos y el movimiento popular es siempre equívoca porque no comparten aspiraciones sociales y económicas. La guerra es el acelerador de esta evolución, haciendo más rígidas las opciones políticas y más graves las tensiones sociales. La Constituyente ya había chocado con la hostilidad de la Europa monárquica, preocupada por la solidaridad dinástica y por el temor a un fermento revolucionario. El rey y sus consejeros esperaban una fácil victoria de los príncipes; Lafayette (feuillant) soñaba con una guerra victoriosa que lo colocara en un papel eminente, y los brissotins tenían la esperanza de que la guerra obligara al rey y a sus consejeros mostrar cuál era su juego. Solo Robespierre en el Club de los Jacobinos denunciaba los peligros de una guerra que sorprendería a la Revolución francesa y exaltaría el peligro de la contrarrevolución. El rey se negó a promulgar las decisiones de urgencia de la Asamblea y destituyó su gabinete brissotin. El aumento de los peligros provocó en París una jornada revolucionaria, en la que los manifestantes invadieron el palacio de las Tullerías e intentaron inútilmente intimidar al rey, quien opuso toda resistencia pasiva. Se multiplicaron las declaraciones que pedían la destitución del rey. El frente de la burguesía revolucionaria deja de tener unanimidad ante el movimiento popular; la burguesía girondina se sentirá tentada de unir sus fuerzas a las de los sostenedores del orden monárquico, por temor a verse desbordados. La jornada decisiva es la del 10 de agosto, en la que los miembros de las secciones parisienses y los federados de las provincias marchan al asalto de las Tullerías, de donde la familia real había huido. La insurrección popular triunfa. La Asamblea vota la suspensión del rey y sus funciones, y la familia real será encarcelada. Se decidió la convocatoria a una Convención Nacional elegida por sufragio universal, para que dirigiera el país y la dotara de una nueva Convención. Esta etapa de la Revolución finaliza con dos acontecimientos: la victoria de Valmy (en la que se retiran las tropas prusianas) y las RM1. 15 Giuliana Migale Rocco masacres de septiembre – esta reacción de pánico se desarrolla sin oposición por el vacío de poder. Del 2 al 5 de septiembre, una muchedumbre de parisienses se lazó sobre las prisiones de la capital y masacró a aristócratas, eclesiásticos y prisioneros comunes. Así, se cierra la fase de la revolución burguesa y del compromiso. Comienza una etapa en la que la burguesía tendrá que entenderse con las masas populares. Capítulo III. LA REVOLUCIÓN JACOBINA 1. LA HEGEMONÍA DE LA MONTAÑA Tras la caída de la monarquía, se produce la ruptura de la burguesía. o Para una parte de ellos, el mayor peligro es el que representa la subversión social y que ven el retorno al orden como una necesidad. Son los girondinos, cuya cuna son los grandes puertos. o Para otros, lo más importante es la defensa de la Revolución contra el peligro aristocrático, lo que impone una alianza con el movimiento popular. Son los jacobinos, cuyas raíces están en la Montaña. Entre ellos, Robespierre, Danton y Marat. Para historiadores como A. Cobban, no había diferencia sociológica entre girondinos y jacobinos y que provenían de las mismas capas sociales. Para Vovelle este no es el caso. La mera geografía electoral refleja los orígenes distintos. Hay una tercera fuerza, de masas populares de la sans-culotteire, organizadas en el marco de asambleas de secciones urbanas o populares. Sus líderes, entre ellos los enragés, son quienes están en contacto con las necesidades y aspiraciones de las clases populares. Los hebertistas surgen después de la represión de los enragés; son un grupo más motivado políticamente, pero también más equívoco. Éstos aspiraron a tomar dirección en el movimiento de los sans-culottes. El enfrentamiento entre jacobinos y girondinos era inevitable y tuvo lugar en 1792-93. Sus episodios fundamentales fueron el proceso de Luis XVI, una expansión victoriosa seguida por graves reveses y la sublevación de la Vendée, que abría un nuevo frente interno. Luis XVI fue juzgado por la Gironda, que se inclinaba a la clemencia, intentado evitar la pena capital. Los líderes de la Montaña se unieron para pedir la muerte del Luis XVI, que se aprobó y la ejecución tuvo lugar en 1793. Así se aseguraba la marcha de la Revolución, en adelante irreversible. La guerra en las fronteras aumentaba de intensidad con la ejecución del rey. Las tropas revolucionarias ocupan los Países Bajos austriacos. La ejecución del rey enriquece la coalición con nuevos aliados. La apertura de un frente interno de guerra civil agrava la situación. Una sublevación rural, cuyos jefes son de origen popular, pero gradualmente nobles, bajo la presión de los campesinos, se embarcan en el movimiento que terminan por embarcar. Los burgos y las ciudades son arrasadas por esa ola. El sentimiento religioso desempeñó un papel importante, pero el factor directamente movilizador pudo haber sido la hostilidad al gobierno central, en un país que rechaza el impuesto. Actualmente se plantea que el movimiento nace en un contexto socioeconómico en donde el reflejo antiurbano y antiburgues fue tan fuerte como para dejar la revolución contra la nobleza a un lado. Esto hace cuestionar el poder de los Girondinos que dominaban la convención. Éstos para afirmar su poder toman una ofensiva contra los jacobinos acusando a sus líderes de dictadores. Pese a las resistencias girondinas, la presion de los peligros que rodeaban a la República llevó a poner en práctica un nuevo sistema de instituciones. En primer lugar, un Tribunal Extraordinario en París (que se convertirá en el Tribunal Revolucionario) y luego, en las ciudades y burgos, la red de Comités de Vigilancia, encargados de vigilar a sospechosos y actividades contrarrevolucionarias. Los Girondinos intentaron contraatacar tras ser eliminados de la conducción de la revolución pero fracasaron. Para los jacobinos fue una victoria decisiva, aunque ambigua. Además de los problemas en las fronteras, la caída de los girondinos desencadenó una guerra civil: la rebelión federalista de las provincias contra París. Tras la accion de Corday, que apuñala a Marat, se refuerza la unión entre la burguesía jacobina (cuyo poder está representado en la Convención) y las masas populares de la sans-culotterie. Los sans-culottes constituyen en París el alma del dinamismo revolucionario. En efecto, su presión constante y activa impone al gobierno revolucionario la realización de una serie de consigas: o Control y fijación de precios máximos. o Desencadenamiento del terror contra aristócratas y enemigos de la Revolución y la aplicación de la ley de sospechosos. Durante este período la burguesía de la Montaña forjó y estructuró los mecanismos para poner en marcha el gobierno revolucionario. Después de la caída de los girondinos en 1793, la Convención elaboró y aprobó la Constitución del año I, en el que adquiere forma la expresión más avanzada del ideal democrático de la Revolución Francesa. 2. APOGEO Y CAÍDA DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO El Comité de Salvación Pública (dirigentes: Roberspierre, Saint Just y Couthon) fue la pieza maestra de la coordinación de la actividad revolucionaria. Como agentes locales del gobierno revolucionario se designaron agentes nacionales en los distritos y comités en las provincias. Los Representantes en Misión eran convencionales enviados a las provincias durante un tiempo determinado. Algunos fueron excesivos, y otros moderados y dieron muestra de sentido político. Todos estimularon el esfuerzo revolucionario. Los ejércitos revolucionarios del interior eran agentes del Terror en los departamentos. El término Terror abarca la represión política y el dominio económico, definiendo la atmósfera reinante. Tras la cabeza de María Antonieta cayeron cabezas de la aristocracia y el partido girondino. A pesar de que la política de precios máximos se fue haciendo cada vez más impopular, las clases populares urbanas tenían una alimentación adecuada en la época. El resultado de estas energías nacionales se inscribe en la reorganización de la situación política y militar. El entusiasmo revolucionario conquistan, en esos años, victorias decisivas. La victoria de Fleurs se da un mes antes de la caída de Robespierre, lo que tienta a algunos a establecer una relación entre ambos acontecimientos. Sin embargo, Saint Just dice, antes de Fleurs, que la Revolución se había congelado, lo que expresaba el divorcio entre el dinamismo de las clases populares y el gobierno de Salvación Pública. El movimiento de descristianización fue mal visto por los montañeses en el poder y desautorizado por el gobierno revolucionario. Esto inaugura la lucha que emprende el gobierno revolucionario contra las facciones de derecha e izquierda. Los sans-culottes le dan un apoyo ya más moderado al gobierno. El estado de Robespierre reprimió toda oposición, pero realiza a su vez la experiencia de soledad en el poder. Se intentan hacer algunas reformas para edificar la República. La política de confiscar bienes de los sospechosos para lograr una redistribución de tierras jamás se concreta. La otra empresa simbólica de la indiscutida hegemonía de Robespierre se expresa en la proclamación del Ser Supremo e inmortalidad del RM1. 16 Giuliana Migale Rocco alma. Sin embargo, la victoria es frágil. Se forma una coalición entre antiguos indigentes y terroristas. El Comité de Salvación Pública pierde hegemonía y los izquierdistas atacan a Robespierre, Saint Just y Couthon. La crisis estalla en Termidor y se ordena el arresto de los tres y sus amigos. En 1794 los ejecutan; lo que marca el fin de la Revolución jacobina. Capítulo IV. DE TERMIDOR AL DIRECTORIO 1. LA CONVENCIÓN TERMIDORIANA La coalición que había conducido con éxito el golpe del Termidor era de naturaleza equívoca. Algunos de sus instigadores no supieron quizás manejarse adecuadamente en medio del contragolpe que siguió después de la caída de Robespierre. Hubo un cambio decisivo en el rumbo de la Revolución. Se cuestiona al propio gobierno revolucionario en sus estructuran, se desmantelan los comités y los clubs jacobinos son perseguidos y dispersados. El Terror sufre un freno, el dinamismo popular se debilita, a pesar de que en los años II y III no faltan motivos de movilización. El año III se conoce como “el gran invierno” con la vuelta de la hambruna y el pan caro, a lo que contribuyen la mala cosecha, la vuelta a la libertad de precios y la inflación. La Montaña había perdido el control de la situación. En este contexto se comprende el fracaso de las dos últimas jornadas revolucionarias, durante las que los sans-culottes invadieron la Convención al grito de “Pan y Constitución de 1793”, que expresaba dos niveles de su reivindicación, el económico y el político. Sin embargo, fracasan y la Convención gana, con consecuencias gravísimas: la Asamblea elimina el último foco de montañeses, se termina con el pueblo en armas. Es el triunfo de la contrarrevolución (triunfa la reacción política). La contrarrevolución se propaga y desemboca localmente en guerra abierta. Se reaviva el peligro realista cuando Luis XVIII (hermano de Luis XVI) afirma sus pretensiones en una declaración. La Convención aprueba en 1795 una serie de medidas a favor de una liberalización de los cultos, que llegan a la separación de la Iglesia y el Estado. En el frente de la política externa, la Convención termidoriana aprovecha las victorias que los ejércitos franceses consiguen en todos los frentes, que retoman el espíritu del año II. Se firman una serie de tratados en 1795 que restablecen la paz con algunos estados. La Constitución del año III, lleva su espíritu en el compromiso burgués, que repudia la democracia de la Constitución de 1793, con el que soñaron poner fin a la Revolución. El texto constitucional se abre con una declaración de deberes, que contrabalancea la declaración de derechos. Se establece un principio de división de poderes, que impone la colegialidad del ejecutivo, distribuido entre cinco directores. No hay sufragio universal. Los realistas, que no podían tolerar esta situación, reaccionan pero son frenados por las fuerzas de Napoleón Bonaparte. La contrarrevolución parisiense fracasa, pero por primera vez la Revolución que ha desarmado a los sans-culottes tiene que recurrir a la fuerza militar. Con esta transición, se entra al régimen del Directorio. 2. EL DIRECTORIO El Directorio cubre el período entre 1795 y 1799 (la mitad de la duración total de la Revolución francesa). Esta época dejó un recuerdo mediocre o malo. Se trata de una época de facilidad y de corrupción, de miseria, violencia e inestabilidad, que se resume en la imagen de golpes de Estado convertidos en métodos de gobierno. Los constitucionales no previeron ningún recurso legal en caso de conflicto entre el ejecutivo y los consejos, lo que llevó a inevitables golpes de estado. Los hombres en el poder representan en esos cinco años una burguesía revolucionaria interesada en consolidar sus posiciones mediante la defensa de las conquistas políticas y sociales. Los hombres del Directorio luchan con otros medios contra la contrarrevolución por la declinación del apoyo de popular a la Revolución. La crisis de las finanzas del Estado se traducía, además de en la negativa coyuntura económica, en la negativa a pagar impuestos, lo que expresa una crisis de autoridad. Una consecuencia de esto es el izquierdismo en aumento de la expansión revolucionaria. El primer Directorio debe luchar en dos frentes, contra la oposición realista y contra la jacobina. En primer lugar se dirige contra las democracias (con la Conspiración de los Iguales se da por primera vez con claridad un ideal comunista – que fracasa). El régimen del Directorio estaba dispuesto a realizar compromisos. El aumento del peligro de reacción realista hace que tenga que golpear también a la derecha. Si bien es un frente dividido entre realistas puros, partidarios del Antiguo Régimen y realistas constitucionales, la fuerza de la presión provoca la reacción del poder. Los miembros del Directorio se ven obligados a actuar, y se anula en el año V el resultado de las elecciones que habían dado mayoría a los realistas (a través de un golpe de Estado). Se inaugura una fase de fuerte represión. En el año VI, hay una mejora de la posición de los jacobinos en el Consejos, lo que pone en manifiesto una renovada vitalidad en el país pero el directorio anula dichas elecciones. En el año VII los consejos toman la delantera y atacan al directorio, lo que acentua el ascenso jacobino y el reemplazo de los antiguos directores. El régimen está minado en su interior por una crisis de medios y autoridad. El país escapaba el control del estado y el bandolerismo se hace cada vez mas frecuente. A esto se le suma la guerra y las conquistas exteriores. La guerra de las fronteras siempre afecto a la revolución, apresurando o acelerando su marcha. En el aspecto interior la ambición de Bonaparte era cada vez mayor. La guerra sin embargo era mayor a la presión interna, y al no ser accidental representaba un modo por el cual el régimen podía sobrevivir. La misma nutre al régimen pero también lo pervierte. El Directorio había proyectado el ataque al emperador mediante la presión conjunta de una ofensiva sobre Viena por Alemania e Italia. El ejército francés se abre camino a Viena. Por iniciativa propia el general victorioso (Bonaparte) firma las preliminares de Leoben y el tratado de Campo Formio donde reafirma su independencia frente al Directorio y una nueva concepción de expansión revolucionaria. Se desarrolló una campaña a Egipto que tenía como objetivo atacar a Inglaterra amenazando la ruta de la India. Derrotaron al ejército de Egipto pero el almirante Inglés Nelson destruyó la flota. Bonaparte emprende una campaña a Siria terminada por las malas condiciones naturales. Mientras tanto Inglaterra forma una segunda coalición y la guerra vuelve a avivarse. Para 1799 la República Francesa se halla amenazada de nuevo. A Bonaparte se lo recibe como salvador en Paris debido a que el despertar jacobino inquieta a la burguesía directoral. Se sueña con una revisión del acta constitucional en un sentido autoritario lo que exige el apoyo militar para dar un nuevo golpe de estado. Bonaparte satisface las esperanzas de sus mandatarios. Con este golpe de estado se da fin a la etapa de la revolución francesa y comienza la etapa Napoleónica. Capítulo V. CONCLUSIÓN A MODO DE BALANCE RM1. 17 Giuliana Migale Rocco La Revolución francesa (en 10 años) representa un giro irreversible en la historia del mundo – por lo que destruye, edifica y anuncia. Herencia de la Revolución: o Es la Revolución de la Libertad y la Igualdad, es fundadora, en el apogeo del Siglo de las Luces, de un nuevo orden colectivo. o La Revolución sustituye la desigual organización jerárquica de la sociedad del Antiguo Régimen por la afirmación de la igualdad (“los hombres nacen y permanecen libres e iguales en sus derechos”). Se hace tabla rasa con todos los privilegios y servidumbres anteriores. La igualdad es civil en todas sus formas. o Los límites que fija la revolución burguesa a la igualdad y las limitaciones políticas son barreras sociales que determinan los límites de la democracia burguesa en ese estadio. o En relación a la Libertad, se incluye la libertad personal del ciudadano, libertad de opinión. o Separación de la Iglesia y el Estado (que es aún precoz). o Libertades políticas: la Declaración de los Derechos proclama la soberanía del pueblo, el principio de elección de todos los dominios, la necesidad de un régimen representativo fundado en la separación de poderes. Se insiste en la descentralización y se abre la democracia directa. o Se echan las bases del liberalismo político del siglo XIX en Francia. o La libertad de empresa, que prohíbe toda coalición y monopolio. o Si bien se habla de Fraternidad, los principios que constituyen netamente la continuidad de los valores burgueses restablecidos en el año III son los de Libertad, Igualdad, Seguridad y Propiedad. Puede decirse que la Francia moderna se inició en 1789. El cuadro administrativo se simplificó y reestructuró. La organización judicial y la fiscal racionalizan y ponen en práctica los nuevos principios de igualdad ante la justicia y ante la ley. Este sistema, sin embargo, tuvo éxitos y fracasos. Vovelle sostiene que la Revolución francesa cambió, pero menos de lo que se ha creído y escrito. Para que tenga lugar la sociedad liberal, es necesario atravesar la evolución del siglo XIX. Sostiene que es verdad que provocó desplazamientos en el equilibrio social. El campesinado medio o pequeño consolidó su situación tras la completa finalización del tribuyo y régimen feudal. La nobleza, si bien se desplazó, no desapareció. Por el contrario, se fundió con los burgueses y rentistas en un nuevo grupo de propietarios. El alcance de la Revolución se mide en lo que anuncia, pero también en la manera en que es vivida como quiebre decisivo entre el Antiguo y nuevo régimen. La Revolución fue catalizadora de las actitudes colectivas. o Entre las herencias a largo alcance, pueden mencionarse la edificación de una ideología nueva que dominará el siglo XIX. Existen grandes novedades, como la practica revolucionaria de las masas populares y sus primeras teorizaciones. o La Revolución experimentó la práctica de un gobierno revolucionario, es decir, la puesta en paréntesis de las libertades democráticas burguesas en el contexto de una lucha entre clases revolucionarias. La Revolución francesa es el prototipo e inspiración de todas las grandes revoluciones del siglo XIX. Capítulo VI. LA REVOLUCIÓN FRANCESA: UNA CANTERA ABIERTA La Revolución Industrial Feudalismo Tardío y Capital Mercantil Peter Kriedte EL AUGE DEL SIGLO XVIII La crisis del siglo XVII fue seguida por una nueva fase de expansión. El auge económico fue posible por la eliminación de las tensiones en la estructura productiva de la economía, la armonización de la población y la oferta de productos alimenticios y la superación de las consecuencias de las guerras. LA POBLACIÓN: DE LA CRISIS AL CRECIMIENTO La tendencia demográfica se invirtió en el siglo XVIII. El crecimiento que se inició culminó en la explosión demográfica que acompañó a la industrialización. Esta puede explicarse, en parte, por la decreciente tasa de mortalidad. Si bien la edad de casamiento se había elevado desde el siglo XVI (lo que en teoría debería producir bajas poblacionales) el crecimiento demográfico puede atribuirse a dos factores: la proto-industrialización y la orientación capitalista de la economía latifundista en Europa centro-oriental. o Proto-industrialización. La posibilidad de ganarse el sustento hilando, alivió a matrimonios antes reducidos a tareas agrícolas y motivó la afluencia de gente al campo. La edad de matrimonio disminuyó, por lo que el número de nacimientos por matrimonio aumentó. Se abrió el camino a un modo de población que se tornaría dominante con la industrialización capitalista. o El paso de la reserva señorial al dominio explotado directamente por el propietario, estimuló el crecimiento de la población. La explotación directa del dominio se basaba en la fuerza del trabajo libre, por lo que fue preciso crear una serie de pequeños empleos para cubrir la necesidad de trabajo asalariado. Se sustentaban así familias enteras. La orientación capitalista de la economía latifundista en la Europa centro-oriental desencadenó un boom demográfico. LA AGRICULTURA: ¿EXPANSIÓN O REVOLUCIÓN? Desde la década del 30 hasta la última década del siglo XVIII los precios de los cereales subieron, y con ello, entró en movimiento la renta de la tierra. Los precios de la tierra y los arrendamientos subieron. La progresiva mejora en la situación de precios y costos de la agricultura, o la creciente capacidad adquisitiva de los cereales en relación a los productos manufacturados y a los salarios, hizo posible que la agricultura progresara (no solo respecto a la superficie útil y cultivada, sino también al empleo y al trabajo capital). Este siglo se convirtió en el tercer gran período de desarrollo de la historia económica europea. RM1. 18 Giuliana Migale Rocco La superficie útil y de cultivo se expandió por el aprovechamiento de terrenos pantanosos, la desecación de lagunas, la tala de reservas de bosques y la construcción de diques. En algunos países se promovió la ampliación de la superficie útil agrícola con beneficios impositivos, aunque el éxito fue escaso. El resultado fue un aumento de las tensiones sociales, ya que donde se desmontaban terrenos se menoscababan bienes comunales. Desde mediados de siglo, Inglaterra vivió un boom de enclosures, que eran iniciadas por grandes propietarios rurales generalmente por razones financieras, puesto que por un terreno cercado podían pedir el doble del arrendamiento. La intensificación de la producción agrícola se produjo en principio en un marco conocido. Sin embargo, la economía agraria rompió los marcos estrechos dados hasta el momento, dentro de los cuales se sucedían el proceso de intensificación y el cultivo extensivo. El proceso de intensificación dejó de ser en sí mismo extensivo, no se detuvo en la ampliación de la superficie del cultivo, sino que afectó a las estructuras productivas de la agricultura. En primer lugar, los ataques se dirigieron contra el barbecho. Se reemplazó el cultivo por hojas trienales por el cultivo perfeccionado por hojas trienales. Se conservaba en ritmo trienal, pero se cultivaba el barbecho en verano. La eliminación del barbecho, sin embargo, trajo pocos progresos en diversos países. A la limitación del barbecho no se oponían solamente dificultades técnicas, sino que encontró resistencias porque suponía la eliminación del derecho del pastoreo en las tierras de barbecho de los miembros de las aldeas y señores. De este modo, se ponía en cuestión el tema de la producción campesina, determinado por el cultivo de hojas trienales y la explotación unificada de las tierras. La difusión del sistema de rotación de cultivos y pastos fue un paso mucho mayor. La forma más intensiva de la agricultura, la rotación de cosechas, se fue afianzando en el continente de modo paulatino. Los primeros intentos se dieron en el siglo XVI en los Países Bajos. En Inglaterra, había tenido lugar a fines del siglo XVII y comienzos del XVIII. Cuando los precios de los cereales comenzaron a subir en la segunda mitad del siglo, la rotación de cosechas se había afianzado. Por el contrario, el movimiento de cercados, que se aceleró con el alza de precios, creó las condiciones para que se practicara la rotación también en aquellos lugares en los que la mezcla de campos y cultivo habían impedido hasta entonces su adopción. De este modo, los cercados contribuyeron a extender la superficie útil y de cultivo y a intensificar la producción agraria. La ganadería del siglo XVIII dependía de la coyuntura de los productos del cultivo cerealero. Los precios de productos animales permanecían por debajo de los de los cereales. La ganadería estaba, en general, al servicio de la agricultura. Algunos procesos que afectaron la agricultura, favorecieron sin embargo también a la ganadería. El cultivo perfeccionado por hojas trienales, el sistema de alternancia de cultivos y a la rotación de cultivos aumentó la acumulación de forraje para el ganado. La existencia de ganado aumentó, lo que a su vez tuvo consecuencias positivas para la agricultura, pues sin abono natural no podía pensarse en una elevación importante de la producción. A finales del siglo XVIII, en Inglaterra, solo el 15% aproximadamente de la superficie agrícola útil quedaba en poder de campesinos: se estaba llegando a la división agraria en grandes propietarios, arrendatarios y trabajadores. Paralelamente al declive del campesinado disminuyó el número de pequeños arrendatarios. Sólo las unidades más grandes podían explotarse eficientemente. Las clases sociales que estaban por debajo de los campesinos fueron rebajadas a la categoría de simples trabajadores asalariados. Mientras que en Alemania la estructura señorial pudo afirmarse, en Francia se la puso cada vez en más cuestión. Mientras que los campesinos pudieron en cierta medida afirmar sus posesiones contra las ingerencias del exterior, los señores trataron de ampliar sus dominios, sobre todo a costa de tierras comunales. Generalmente estos subarrendaban los campos a los campesinos. El paso al arrendamiento podía considerarse como modernización de las relaciones de producción agrícola. El arrendamiento era un instrumento para elevar la tasa de explotación de las masas campesinas. En Europa centro-oriental y oriental, con el paso a los nuevos sistemas de explotación del suelo, la necesidad de fuerza de trabajo de los latifundios se elevó que superó las posibilidades del sistema basado en rentas en trabajo. Para no elevar las rentas en trabajo, se tornó necesario completar el trabajo servil con el trabajo asalariado, y posteriormente reemplazarlo por él. En la mayoría de los casos, sin embargo, la nobleza rural no estaba dispuesta a renunciar al trabajo servil. Por eso los gobiernos se vieron obligados a reflexionar sobre la reforma de los dominios señoriales. En un primer momento Prusia se limitó a realizar reformas en los dominios estatales. A partir de 1799 se transformaron las prestaciones personales en pagos monetarios y se mejoró el derecho de propiedad de los campesinos del dominio. La abolición de las prestaciones personales afectó en primer lugar a la propiedad de la nobleza. En Polonia la renta en trabajo se transformó en gran parte en renta monetaria en los latifundios. En Mecklemburgo muchas parcelas de campesinos fueron anexadas. El equilibrio económico interno del domino señorial resultaba como consecuencia de ello cada vez menos afectado por la anexión de las tierras de los campesinos. En Rusia el alza de los precios de los cereales movió a la nobleza a ampliar sus dominios. En el desarrollo del proceso de expansión se formó una división interregional del trabajo. En Europa centro-oriental las reservas señoriales predominaban en las llanuras fértiles, mientras que la producción manufacturera se dirigía a las zonas montañosas para encontrarse allí con menos condiciones restrictivas. En síntesis, las relaciones de producción dominantes se habían transformado en un obstáculo para el desarrollo en el continente de las fuerzas productivas agrícolas. Solo su transformación radical podía provocar el cambio decisivo. La coyuntura agraria del siglo XVIII había desencadenado una serie de procesos que no dejaron de repercutir sobre las relaciones de producción, pero junto a ellos había otros que señalaban una involución. Muchos señores feudales insistían en mantener los mecanismos tradicionales de explotación. Los campesinos, y sobre todo las capas debajo de ellos se obstinaban en la comunidad de tierras en las aldeas. Ambos factores combinados entre sí bloqueaban el desarrollo de las fuerzas productivas. EN CAMINO HACIA EL CAPITALISMO INDUSTRIAL La economía manufacturera se encontraba a comienzos del siglo XVIII en una situación diferente a la economía agraria. Algunos países habían atravesado crisis estructurales en el siglo XVII. En los demás países, los precios de los productos manufacturados habían bajado, pero esto había tenido consecuencias positivas, especialmente para Inglaterra. Como respuesta a la crisis, el Estado había comenzado en el siglo XVII a proteger el mercado interno contra la competencia extranjera, por medio de altas barreras aduaneras. El Estado se interesó principalmente por el desarrollo de la infraestructura material. Tanto en Europa continental como en Inglaterra, se crearon canales, caminos e incluso ferrocarriles. Lo que diferenciaba a Inglaterra del resto de los países era que la construcción de los canales era realizada por capital privado. El mercantilismo de la Europa continental intervino directamente en el proceso económico. El mercantilismo estaba en función del grado de atraso económico del país. El objetivo del intervencionismo mercantilista era respaldar la posición RM1. 19 Giuliana Migale Rocco económica del interior del país por medio del desarrollo económico interno y empalmar con los países del noroeste de Europa, que detentaban el liderazgo económico. Una serie de medidas individuales se implementaron para fomentar las manufacturas. Sin embargo, el éxito de esta política fue limitado. La premisa para la ampliación de la producción manufacturera era la expansión de la demanda en los mercados internos y externos. La demanda de bienes de consumo aumentaba a medida que lo hacía la población. Las repercusiones del aumento demográfico eran, sin embargo limitadas, ya que los salarios reales descendían a causa del aumento dl precio de los alimentos. Simultáneamente, se elevaba el ingreso campesino. Debido a todos los cambios, el número de hogares que dependía del mercado aumentaba de manera rápida. Por tanto, el mercado interno se ampliaba. Además, perdieron violencia las crisis de subconsumo de las manufacturas. La función que cumplía la demanda externa en el proceso de crecimiento económico variaba en los diversos países europeos. En Inglaterra tuvo gran importancia: las guerras comerciales y la acumulación de capital comercial se unieron en una estrecha simbiosis. En el siglo XVIII se volvieron más definidos los contornos del mercado mundial. Surgió un sistema capitalista mundial cuya base era el sometimiento de la periferia a las necesidades de reproducción de las metrópolis. Su centro se trasladó en el siglo XVIII a Inglaterra, con Francia en el segundo lugar y Holanda en el tercero. La región económica atlántica (determinada por el comercio triangular: Europa, costa occidental africana y plantaciones americanas) se convirtió en el siglo XVIII en el sector dinámico de la economía mundial. Europa proporcionaba productos manufacturados, África esclavos y América metales preciosos, materias primas y productos coloniales. El abastecimiento de algodón de las Indias Occidentales y Norteamérica fue fundamental. El comercio de esclavos era central, en tanto proporcionaba la fuerza de trabajo necesaria en las plantaciones. Inglaterra se transformó en la década de 1740 en la primera nación de comercio de esclavos. En este país, el comercio directo con América del Norte ganó importancia respecto al de las Indias Orientales. El comercio de España y Portugal con sus colonias americanas recibió un nuevo impulso gracias a la poderosa expansión de la producción americana de plata brasileña de oro. El auge de la economía brasileña y sobre todo el boom de oro desempeñaron un papel clave en el aumento de las exportaciones inglesas a Portugal. El comercio portugués de ultramar se reanimó después de 1780.En Barcelona gracias al comercio con las colonias progresó la acumulación del capital comercial. Se restableció la dependencia de Portugal respecto de Inglaterra. Para las grandes sociedades agrarias asiáticas el comercio con Europa tenía sólo una importancia marginal la colonización fue el paso decisivo hacia la integración de Asia en el sistema capitalista mundial. La balanza comercial de Asia siguió siendo negativa para Europa en el siglo XVIII, aunque la relación entre importaciones y exportaciones mejoró sensiblemente a favor de la última. Las exportaciones inglesas de plata a Asia disminuyeron, pero las exportaciones de mercancías aumentaron. La composición de las importaciones provenientes de Asia se alteró nuevamente. La proporción de té y café en las ventas de Holanda en Ámsterdam se elevó mientras que la de productos y materias primas textiles descendió. Con el fabuloso crecimiento del comercio de té se produjeron desplazamientos dentro de la región comercial asiática. El mundo subdesarrollado y colonial tenía importancia para Europa desde diversos puntos de vista: 1) En cuanto al lugar de origen de las importaciones. En un principio no eran tan importantes como importaciones, sino más bien como objetos del comercio de reexportación de las metrópolis europeas. Los beneficios de esto eran extraordinariamente altos. Surgió entonces una densa red comercial. Esta red y las instituciones de crédito unidas a ella eran plurifuncionales. Podían ser utilizadas para las exportaciones nacionales de las metrópolis. La importancia de América aumentó respecto de la de Asia. 2) En cuanto al lugar de destino de las exportaciones. Esta segunda función del mundo subdesarrollado fue ganando importancia para las metrópolis europeas solo de un modo gradual. La región económica atlántica se convirtió en esta época en el impulsor de la economía europea. 3) En cuanto a la instancia de acumulación. El intercambio desigual que era corriente entre las metrópolis europeas y la periferia no europea, las enormes ganancias del comercio de entrepots, el comercio de esclavos y el country trade asiático, y los saqueos y pillajes, hicieron una contribución esencial a la acumulación de capital comercial. En la medida en que no eran empleados para el consumo, los excedentes abrían al capital comercial la posibilidad de continuar su ciclo a escala ampliada. Los hilos del sistema capitalista mundial confluían en Europa. Los capitales comerciales europeos los entrelazaban y los tendían alrededor de la tierra. El mundo de ultramar fue integrado en un sistema de intercambio cuyas leyes eran determinadas por las metrópolis europeas. Su contenido eran la discriminación, una división del trabajo imperial, por principio desigual y dictada por las necesidades de las metrópolis, y con frecuencia una gran explotación. El sometimiento de la periferia a las exigencias reproductivas de las metrópolis no careció de importancia para la revolución del aparato productivo manufacturero en Europa, pero llevó el estancamiento y el retraso al mundo subdesarrollado y colonial. La economía política de la dependencia no solo se afianzó sino que entró en un nuevo estadio, determinó en lo sucesivo las relaciones entre las metrópolis europeas y la periferia no europea. La dinámica con que se desarrolló el sistema capitalista mundial del XVIII puede inferirse del crecimiento del comercio exterior de las economías nacionales europeas. El comercio exterior inglés aumentó. Las reexportaciones siguieron mejorando su posición pero ya no eran el factor dinámico que todo lo determinada. Su fabuloso crecimiento se debió en primer lugar a la demanda del mundo subdesarrollado y colonial y de América del Norte. El comercio exterior de Inglaterra había entrado en una nueva fase. La exportación de los productos de las manufacturas, que se hallaban en rápida expansión, y de la demanda que éstos encontraban, sobre todo en América. El comercio exterior francés aumentó aún más rápidamente que el inglés. Francia alcanzó tasas altas de crecimiento en la primera mitad del siglo y bajas, en cambio, en la segunda. El entrelazamiento de Francia con el mundo subdesarrollado y colonial aumentó tanto en el XVIII que se ha hablado de una colonización de su comercio exterior. El comercio exterior francés se encontraba en vísperas de la revolución en una fase que Inglaterra ya había superado hacía mucho tiempo. Solo gracias al comercio colonial las exportaciones textiles pudieron mantener su valor absoluto en comparación con 1750, aunque no su valor relativo. En la segunda mitad del siglo XVII se había formado un sistema internacional de pagos multilateral. El sistema bancario satisfacía en general las exigencias del comercio, pero sólo dentro de marcos limitados de la manufactura. Los bancos estatales, habían asumido entre tanto el liderazgo mientras que los bancos privados, siguieron siento imprescindibles junto a los bancos estatales y de las ciudades. En el curso del XVIII surgieron bancos provinciales que estaban relacionados con los bancos privados de Londres. Los bancos funcionaban como recolectores de ahorros que de otro modo hubieran quedado improductivos y facilitaban así la formación RM1. 20 Giuliana Migale Rocco de capital en el comercio y la industria. Ponían a disposición de la creciente industria un capital circulante a corto plazo. Los bancos contribuían indirectamente a la industrialización financiando el comercio. Los mercados de capital llegaban mucho más allá del ámbito controlado por los bancos. La deuda del Estado se convirtió en la base sobre la que descansaba todo el sistema financiero de Londres. Ofrecía posibilidades de inversión que brindaban una gran ciudad. Más de un tercio de los gastos del estado durante los tiempos de guerra fueron costeados con ayuda de empréstitos. Este mercado de capital en poderosa expansión era alimentado por las ganancias que se hacían en el comercio, sobre todo en el de ultramar. La acumulación del capital comercial aparece como condición necesaria pero no como condición suficiente de la industrialización capitalista. El capital comercial le proporcionaba a la incipiente industria el capital circulante que necesitaba. Las proporciones entre capital fijo y circulante se fueron alterando con lentitud a favor del primero. El capital comercial había creado en el mundo subdesarrollado y colonial los mercados cuya demanda contribuyó a poner en marcha en Inglaterra el proceso de industrialización. El capital mercantil surgió del sistema del comercio mundial exigido por él. Las manufacturas respondieron al aumento de la demanda en los mercados internos y externos con una elevación de su producción. La declinación de las tasas de crecimiento de las ramas tradicionales de las manufacturas textiles inglesas, debe considerarse ya como una consecuencia del ascenso de la industria algodonera. La minería y la manufactura del hierro no participaron menos que la factura textil del auge económico general. La manufactura británica del hierro, que después de un periodo de crecimiento lento era ya desde 1760 muy superior a la francesa. A causa de esta ventaja técnica le fue posible a la manufactura inglesa superar en los próximos años a la francesa que se mantenía estacionaria. El crecimiento de las manufacturas se produjo al principio de los marcos tradicionales. La protoindustrialización continuó y alcanzó su máximo punto. La mayoría de las aldeas de campesinos se transformaron en aldeas de tejedores (protoindustrialización). Las regiones manufactureras preferentemente rurales y preferentemente urbanas tenían en común el hecho de carecer organización gremial. Las manufacturas urbanas de exportación no podían con frecuencia sostener la competencia de las manufacturas rurales y se debilitaban continuamente. En otras partes, se formó una alianza dinámica entre las manufacturas urbanas y rurales basada en una división del trabajo que permitió que las ciudades participaran en el desarrollo protoindustrial. La subocupación en el campo siguió aumentando a causa del aumento de la población. El capital comercial no tenía con frecuencia más alternativa que aprovechar la mano de obra desocupada en el campo, sino quería que se paralizara el proceso de acumulación en el que se encontraba. En los lugares donde la protoindustrialización había logrado afirmarse se iniciaba un proceso acumulativo. El específico modo de reacción generativa de los pequeños productores manufactureros tenía por consecuencia la ruptura del anterior sistema de equilibrio demo-económico y su sustitución por un sistema demo-económico de alta presión. El nuevo modelo de población se convirtió en una verdadera fuerza motriz interna de la protoindustrialización. La manufactura europea del lino se convirtió en el transcurso de la protoindustrialización en un componente integral del sistema económico atlántico. La protoindustria era una industria a domicilio. Su núcleo estaba construido por la economía doméstica de los pequeños productores manufactureros, organizada familiarmente y dedicada a la producción de mercado. Su producción se basaba en la colaboración de todos los miembros del hogar. Sus esfuerzos estaban orientados al valor de uso y no al valor de cambio. Cuando la subsistencia familiar no estaba asegurada, tenía que aumentar sus esfuerzos hasta el límite del auto explotación. Las relaciones de producción que se formaron tenían en cuenta el hecho de que las economías domésticas que realizaban una tarea industrial sólo excepcionalmente podían vender directamente al consumidor las mercancías que producían. El capital circulante necesario para salvar el lapso que va entre la producción y la venta, esta función fue asumida por el capital comercial. La economía doméstica protoindustrial perdía su autonomía formal cuando el capital comercial conseguía por medio de la concesión de créditos someter a su dominio el suministro de las materias primas, reuniéndolas en empresas de trabajo a domicilio. El proceso de producción no era ya independiente sino que estaba integrado en el de circulación. El comerciante tenía la posibilidad de entrar en la esfera de producción como comprador de las materias primas y organizador del proceso de producción y elevarse así de la categoría de empresario de industria domiciliaria. Los dispersos centros de producción de la protoindustria tenían con frecuencia su complemento en establecimientos centralizados para los que se ha generalizado el nombre de manufacturas (procesos de acabado). El número de obreros que trabajan en los talleres centralizados era muy pequeño en comparación con los que hacían en la industria doméstica. La proporción de capital invertido en ese tipo de talleres no era in general lo suficientemente alta para provocar por su importancia la predominancia del proceso de producción. El capital circulante dominaba claramente en relación con el capital fijo. La versatilidad del capital comercial seguía siendo para estos empresarios el criterio decisivo de sus inversiones. El progreso que trajo la manufactura no fue el resultado de la introducción de métodos de fabricación mediante máquinas sino el de una nueva organización del proceso de producción. Con su concentración espacial se volvieron más posibles la fragmentación y unificación sistemática del trabajo y con ellas a veces una elevación sustancial de la productividad. La significación de la manufactura consistió en que era un importante eslabón en la transición de la producción industrial doméstica a la fabril. Las manufacturas desempeñaron un gran papel en el proceso de industrialización. Los establecimientos centralizados no se limitaban al ámbito estrecho de las manufacturas, sino también estaban en la minería, la metalurgia. Bajo la presión de la demanda en los mercados interiores y exteriores, las contradicciones internas del sistema protoindustrial se agudizaron tanto que pusieron cada vez más en cuestión su dominio. La tendencia a la economía doméstica protoindustrial de reducir la producción en las épocas de auge (ya que al aumentar el ingreso por unidad, ganaban lo mismo trabajando menos) se convirtió en un factor que impulsó más allá de sí al sistema protoindustrial. La reducción de la producción fue compensada en empleo de la fuerza de trabajo adicional. Pero cuanto más se extendían mas prono tenía que llegar el punto en que subieran los costos marginales por unidad. Al empresario se le hacía más difícil controlar a los productores a domicilio. La baja elasticidad de la oferta de hilo amenazaba con volver imposible el aumento del output más allá de un determinado límite. La única alternativa que prometía una salida de la crisis del sistema protoindustrial era la mecanización del proceso de producción en conjunción con su centralización. La primera rama que la puso en práctica fue la del algodón, fue la pionera en la primera fase de la revolución industrial. Con esto se solucionaba el problema del control del proceso de producción. El carbón vegetal se volvió más escaso, los costos marginales subieron peor se superó gracias al reemplazo del carbón por coque. La fuente primaria de energía de la industrialización fue el carbón, su convertidor de energía la máquina de vapor. La máquina tenía otros usos. RM1. 21 Giuliana Migale Rocco El efecto de la creciente demanda hizo necesario reemplazar a recursos relativamente escasos como el trabajo por otros que fueran más abundantes como el capital, el carbón, las máquinas. Se tuvo que sustituir el modo de producción protoindustrial por el modo de producción industrial fabril. El desarrollo de las fuerzas productivas había alcanzado en Inglaterra en el siglo XVIII un límite que solo pudo superarse cuando se dispuso de nuevos mecanismos de regulación en el ámbito tecnológico y en el de la organización social del trabajo. Exactamente en ese punto se inició el proceso de industrialización capitalista. La industria del algodón no solo estaba al comienzo de una nueva formación social sino que remitía además a un contexto internacional: 1) Los cálicos que importaron de la India las compañías comerciales habían abierto en Europa un gran mercado comprador para los géneros de algodón. Su reexportación por parte de las metrópolis europeas había hecho surgir una red comercial que podía utilizarse en cualquier momento para la venta de géneros de algodón producidos en las metrópolis. Su ulterior elaboración impulsó el desarrollo de una manufactura de estampados textiles de la que surgieron iniciativas para la industrialización de la producción de hilados. 2) La materia prima que elaboraba la industria del algodón pasó a producirse en las plantaciones esclavistas de las Indias Occidentales, Brasil y posteriormente, estados de Norteamérica. Hobsbawm señala que “el sistema de producción más moderno conservó y amplió la forma más primitiva de explotación”. 3) La industria del algodón encontró durante el siglo XIX en el mundo subdesarrollado y colonial los mercados que le permitieron su expansión sin precedentes. En el curso de este proceso se aniquiló la manufactura que había estado en la base de este crecimiento: la industria algodonera domestica de la India. CRECIMIENTO DEMOGRÁFICO, COYUNTURA Y SOCIEDAD La crisis precedente había creado las condiciones para un nuevo auge económico en la medida en que su transcurso se había ampliado el margen de reproducción de la economía campesina. La población aumento. La agricultura y las manufacturas elevaron sus cifras de producción. Creció el volumen del comercio. Nuevas tensiones aparecieron en la relación entre oferta y demanda. La producción agraria no se mantuvo al nivel del crecimiento demográfico, por lo que los precios aumentaron especialmente los alimenticios. Pero para explicar la inflación hay que remitirse al sector de bienes del proceso económico global. La creciente demanda solo podía satisfacerse con precios crecientes ya que los costos marginales subían a causa de la ley de rendimientos decrecientes de la tierra. El crecimiento de la población se desprendió de este contexto global y comenzó a superar la capacidad de rendimiento de las economías nacionales europeas. La renta de la tierra subió como consecuencia de la mayor capacidad adquisitiva de los productos agrícolas. La tasa de cargas feudales disminuyó. Los ingresos salariales evolucionaron de modo contrario a los agrarios. La capacidad de los productores agrícolas aumentaba, la de los salarios disminuía. La subida de la renta de la tierra tenía su correspondencia en una reducción de los salarios. Así continuó a caída del salario real. Los salarios nominales pudieron mantenerse en la mayoría de los casos e incluso a veces aumentar, pero el exceso de oferta de mano de obra causado por el crecimiento demográfico condenaba al fracaso todo intento de adecuarlos al creciente costo de vida. Los grupos sociales que disponían de ingresos más altos fueron mucho menos afectados por la subida de precios agrarios. Así se puso en marcha una redistribución del producto social. Esto a su vez aumentaba la demanda, entonces aumentaban los preciso. Esto genero que a la sustitución de carne por los cereales le siguió la de estos por la papa. Esto fue compensado por los procesos de protoindustrialización, comercialización de la agricultura y el crecimiento demográfico hacían más dependientes del mercado a una parte cada vez mayor de la población. Los tres factores tuvieron efectos en las sociedades. La estructura tradicional de la sociedad amenazaba con ser arrolladas por el acelerado crecimiento de las capas inferiores. El crecimiento era necesario para el desarrollo de nuevas formas de producción social, eran el lugar de localización de las manufacturas. Los pequeños manufactureros dependían por lo tanto para asegurar su existencia de un medio exógeno ajeno a la tierra, el dinero. De la gran masa de productores agrarios y de los pequeños productores manufactureros de la industria doméstica surgieron los obreros de las manufacturas. Se destruyeron formas de vida y modelos de comportamientos tradicionales. Se les impusieron una disciplina de tiempo y trabajo incompatibles con el carácter de su vida anterior. Las condiciones de vida de este proletariado eran desastrosas. Estaban indefensos ante los avatares de la vida. La miseria empeoraba cuando el estado iba quitando los mecanismos de seguridad. El estado ya no veía en la pobreza un objeto de la beneficencia social sino algo sobre lo que debía ejercer su poder correccional. La nueva economía política del mercado libre estaba arruinando a la clase pobre. La economía moral de la multitud se solidificó en los levantamientos por hambres que no cesaron de ocurrir en el XVIII y cuyo contenido central era la fijación de precios (el pan). La población manufacturera desarrollo sus propias formas de acción, se destruían instrumentos y medios de producción. Todos estos levantamientos fueron sofocados con violencia por el Estado. El surgimiento del proletariado era la consecuencia de la política de valorización y acumulación de una clase de capitalistas protoindustriales e industriales en formación. La burguesía solo se desprendió de su ambiente estamento-feudal cuando abandono la esfera de la circulación y entro en la de la producción. Los sistemas sociales de valores y normas tendían a favorecer una actividad económica dirigida fundamentalmente a la ganancia. Inglaterra era sin duda el país que más se había distanciado del sistema estamentario. Cuanto más avanzado estuviera un país en este proceso de transformación, tanto más se realizaba la estructura tradicional de valores y normas y se ponía en cuestión la adscripción estamentaria de posiciones sociales. Kriedte: Hay que admitir que los contenidos estamentario-feudales se iban disolviendo paulatinamente y eran reemplazados por otros que tenían su lugar sistemático en el proceso de producción. Estaba surgiendo la sociedad de clases del siglo XIX. Incluso la nobleza fue afectada por este proceso. Con el comienzo del proceso de capitalización se transformó, no solo en Europa occidental, sino también en Europa centro-oriental, en una clase de terratenientes cuta posición era una consecuencia del dominio sobre la tierra que se concentraba en sus manos. Esto no quiere decir que las sociedades europeas de comienzos de la Edad Moderna carecieran en todo elemento de la sociedad de clases. También ellas eran RM1. 22 Giuliana Migale Rocco sociedades de clases, es decir, sociedades que estaban organizadas de acuerdo a la relación entre trabajo y apropiación. Pero su carácter de clase era ocultado por el hecho de que la relación de apropiación en general no tenía sus raíces en el proceso productivo. Por eso, su sistema de estratificación podía autonomizarse tendencialmente respecto de ese núcleo, posibilidad que se le fue quitando cada vez más desde el siglo XVIII. Clase obrera e Industrialización John Rule INTRODUCCIÓN: PERSPECTIVAS Y PROBLEMAS En el periodo que va de 1750 a 1850 el tema central es la gran discontinuidad de los tiempos modernos, la revolución industrial. Si se estudia el periodo previo se hablara de la revolución agrícola, aunque algunos la niegan como compañía directa de la revolución industrial. Esta estaba acompañada por una revolución del trasporte y por un aumento sostenido de la población, es decir la revolución demográfica. Esto trajo un aumento en la mano de obra. Estas revoluciones obraron recíprocamente para dar lugar, a lo largo de este período como un todo, a una producción de bienes y servicios que dejó atrás el aumento de población. Este crecimiento no fue constante ni uniforme. En el siglo XVIII hubo dos momentos de aceleración: uno que se inició alrededor de 1740 y otro, más dramático, hacia 1780, asociado con el despegue de la economía industrial. El crecimiento también fue desigual durante la primera mitad del siglo XIX, y no se dio una mejora significativa de los niveles de consumo per cápita. A lo largo del siglo, la producción nacional disponible para la población aumentó ampliamente y, en contraste con épocas anteriores, el crecimiento no solo fue rápido sino sostenido. El crecimiento en la industria y la minería fue “espectacular”. Para la mayoría, la esencia de una revolución industrial reside en la transformación de la industria a través de la tecnología y su reorganización en un nuevo modelo de producción fabril característico del capitalismo industrial. Las fábricas existían antes de 1750 pero la industria estaba dominada por la producción en pequeña escala y que utilizaba la energía y las técnicas manuales. A partir de los últimos años del siglo XVIII puede hablarse de un sistema de producción fabril y reconocer que se trata de un predominio de producción industrial de la nación. La revolución industrial exagera lo repentino y lo completo de los hechos concretos. Los que sugieren que la revolución industrial es engañosa, suponen que la transformación de la economía se extiende más hacia atrás de lo que demarcan las fechas habituales. La economía moderna empezó mucho tiempo antes de la segunda mitad del siglo XVIII, especialmente en relación al “desarrollo del capitalismo” y la existencia de una fuerza de trabajo asalariada. La mayoría de las revoluciones tienen causas próximas y otras lejanas. Rule considera que las ideas simplistas acerca de una “Edad de Oro” preindustrial han sido acertadamente descalificadas. Sostiene que es equívoco presentar los modos de producción domésticos como necesarios antecedentes de la maquinofactura. El crecimiento de la producción realizada por productores manuales no solo acompañó el desarrollo del sistema fabril, sino que en algunos casos lo creó o aumentó en número. Había un gran número de tejedores manuales de algodón, que trabajaban por cuenta propia en la década de 1820. La causa principal de su aumento fue el vapor y la fábrica. Por lo tanto, debe considerarse a los trabajadores manuales obreros tan característicos de la dase de la revolución industrial como el proletariado fabril. Pero aunque no se transformasen desde el punto de vista tecnológico, muchos de los oficios manuales se reestructuraron a nivel organizativo. La extensión del sistema reventadero y la aparición del sistema de fábrica formaron parte de la explotación del trabajo que permitía el taller del mundo. DIMENSIONES POLÍTICAS: LA REVOLUCIÓN FRANCESA Los trastornos revolucionarios franceses, tanto por las ideas jacobinas que alimentaron el radicalismo popular de los artesanos ingleses, como porque las guerras contra la Francia revolucionaria y napoleónica se propagaron en Inglaterra, tuvieron un gran impacto en el país. Inglaterra estuvo implicada en una larga guerra con unos niveles de participación extremadamente elevados. Los temores de invasión constituían una amenaza constante y una sensación de inseguridad, y aunque algunos sectores se beneficiaron con la creciente actividad, el desbaratamiento repercutió en el desempleo, la miseria y el ludismo. Los elevados precios de los alimentos produjeron una crisis de subsistencia en los años 1795-1796 y 1800-1801. La inflación en los precios y los salarios distorsionó los mercados de bienes y salarios y provocó una grave dislocación y deflación de posguerra. Produjo la movilización de hombres aptos para el servicio. El nuevo radicalismo profesaba la ideología de un enemigo y reclutaba a sus seguidores entre una población más peligrosa que otras anteriores. El gobierno inglés respondía con una política de represión, a una amenaza de revolución detectada. El período de 1793 a 1815 puede caracterizarse por una explotación económica y represión política. El “trauma de la Revolución francesa” condujo al gobierno a una nueva forma de contemplar a la nación: las clases más pobres no parecían ya una fuerza pasiva. El arte de la política paso a ser mantener la disciplina entre una inmensa población desprovista de las tradiciones y frenos de una sociedad establecida y conservadora, insatisfecha con la suerte que inevitablemente les había tocado, y dispuesta para el desorden y violencia ciega. La revolución francesa había transformado la forma de pensar de las clases dominantes, y la Revolución Industrial había convulsionado el mundo de las clases trabajadoras. Los cambios que conformaron la revolución industrial fueron producto de una ideología fuerte: el capitalismo industrial. En la medida en que os gobiernos aceptaron las premisas de esta ideología, la convirtieron en oficial y aseguraron su éxito; el laissez-faire se convirtió en una ideología política y económica. Se argumentaba que era necesaria la destrucción de los controles reguladores que habían impuesto los gremios y el gobierno paternalista, para que triunfase la moderna industria capitalista. Al revocar las cláusulas relativas a la fijación de salarios, el Parlamento estaba dando constancia de la derrota del obrero y el pequeño patrono. Sin embargo, algunos críticos han sugerido que la transición a una economía de laissez-faire se había producido mucho antes de la segunda década del siglo XIX, de modo que solo quedaba el esqueleto de una política proteccionista. Las luchas de los artesanos contra las innovaciones capitalistas que amenazaban su posición social y sustento señalaban un momento de conflicto entre el capitalismo triunfante del laissez-faire y las antiguas ideas de una economía social o moral. RM1. 23 Giuliana Migale Rocco Había una escena de opresión política: la población obrera del período de la revolución industrial no solo tuvo que hacer frente a los dolorosos cambios, sino que lo hizo en una atmósfera de hostilidad, implacable y sostenida por parte del gobierno hacia cualquier organización de tipo ofensivo que aquella intentase formar. LA FUERZA DE TRABAJO: CAMBIOS EN SU ESTRUCTURA Y ESCALA Si la idea de revolución industrial tiene alguna validez es como expresión abreviada de un cambio acusado en la mano de obra, que consiste en un trasvase desde la agricultura hacia la industria. l cambio fue rápido en el siglo XIX y gradual en el XVIII. De a poco la industrial y el comercio fueron requiriendo más trabajadores que la agricultura. El declive continuo de la agricultura la absorbió de forma creciente el sector terciario. La mayoría de los que trabajaban en la industria no lo hacían en las fábricas, aunque el número iba creciendo. Esta experiencia de trabajar formando parte de una fuerza de trabajo extensa fue creciente a lo largo del siglo XIX. En las técnicas de extracción de carbón no se produjo ninguna revolución tecnológica y el gran aumento de la demanda se tuvo que enfrentar aumentando la mano de obra. El sistema de fábrica fue dominante primero en la industria de paños de lana y algodón. El advenimiento del telar mecánico redujo el número de tejedores manuales. La producción lanera cambio su procedimiento de forma más lenta. La presencia del tejido con telar manual significaba que los trabajadores masculinos empleados a jornada completa tenían todavía un predominio marginal. La cuchillería y el tejido de medias y encajes en un comienzo estaban fuera del sistema de fábricas. Hubo un crecimiento en el empleo debido a la persistencia de la producción artesanal en pequeña escala. En la producción de clavos la pequeña fundición fue predominante. Empezaron a aparecer grandes empresas que se dedicaban a la producción de hierro, fundidos y vaciados. En resumen hasta mediados del siglo XIX la industria de bienes de consumo se hacía en pequeña escala y sin mecanizar. En los oficios de la construcción dominaban los pequeños patronos. Se daba el trabajo directo, la subcontratación hecha a varios menestrales y el trabajo por cuenta propia. La industria alfarera era una excepción parcial a la norma de la producción manual de bienes de consumo. La imprenta tuvo un desarrollo muy rápido y sus talleres eran en su mayoría pequeños. Los astilleros se encontraban entre las empresas de mayor tamaño, en particular los navales. La mayoría de los obreros eran artesanos de la madera. Cuando la construcción de barcos se transformó se dio lugar a un nuevo tipo de obreros. La importancia del ferrocarril empezó a influir en el personal de explotación y el ferroviario era el más conocido representante de un nuevo tipo de obrero: la clase obrera uniforme. El empleo en las fábricas no era el característico. El trabajador británico clásico no era encargado de una maquina en una fabrica sino que todavía era un artesano tradicional. El problema reside en la forma en que el término tradicional transmite una imagen de producción artesanal inmutable. No es verdad que el nivel de cualificación, la posibilidad de participar de la dignidad del oficio, el control sobre el proceso de trabajo ni la intensidad y remuneración del mismo permanezcan inalteradas simplemente porque persistan los modos de producción manuales. El capitalismo mercantil es una transformación estructural de sus oficios tan importante y seria en sus implicaciones y de un carácter tan claramente explotador como fue el sistema de fábrica. La revolución industrial no fue solo la aparición de nuevas máquinas sino las nuevas demandas de trabajo manual penoso. EL TRABAJO DE LAS MUJERES Y LOS NIÑOS El empleo de la mujer y los niños fue habitual e importante. El porcentaje de población ocupada que ellos representaban había sido constante hasta el declive del empleo de mujeres casadas y de la escolarización de los niños. En su mayor parte eran mano de obra industrial oculta porque su trabajo se hacía en casa y como parte de la unidad de producción familiar más que como trabajo asalariado por separado, aunque no todo. Algunos oficios según el sistema putting-out absorbían el trabajo femenino disponible en la casa y daban lugar a modos de producción y organización adecuados a ese fin. Algunos oficios eran específicamente femeninos y recibían remuneraciones muy bajas. Hay poca evidencia que dice que la revolución industrial aumento la participación de las mujeres en el trabajo asalariado. En la población trabajadora se esperaba que la mujer trabajara tanto en la industria como en la agricultura. La industrialización aumentó y cambió la naturaleza del empleo. Los cambios en la agricultura redujeron el empleo femenino y lo hicieron más estacional. Principalmente estaban en sectores de la economía industrial pero se las excluía de los oficios artesanales realizados en talleres. La exclusión se formalizó legalmente con la Ley de Minas. Gran parte del trabajo que realizaban era de tiempo parcial, no oficial, oculto en la casa o en la ocupación del esposo. Predominaban en la ocupación textil, el servicio doméstico y la industria del vestido. La agricultura inglesa era incapaz de incorporar a las mujeres y de brindarles trabajo suficiente. En la industria pesada había pocas mujeres. El trabajo en las minas quedó prohibido, ya que eran mucho más importantes como trabajadoras en la superficie.las oportunidades de trabajo en la superficie no aumentaron a corto plazo. Los defensores de la industrialización señalaron que el trabajo infantil era un ingreso esencial para la economía, antes de las fábricas. La discusión era de qué forma y con qué intensidad debían trabajar. A menudo su labor también quedaba oculta dentro de la unidad productiva doméstica. Solo tenían empleo de forma fortuita e intermitente. La opinión pública aprobaba del trabajo de los niños, pensaban que los chicos debían trabajar y que la industria en su conjunto no ofrecía suficiente empleo para los niños. La valorización mayor de la educación fue la causa del declive del empleo infantil. Sin embargo la asistencia no estaba asignada con año específicos y duraba poco tiempo. La legislación de las fábricas tuvo un efecto insignificante y se aplico de forma selectiva y para abusos concretos. Al aumentar la tasa de natalidad, la tasa de niños empleados aumenta. URBANIZACIÓN En la Europa del siglo XIX existía una conexión entre urbanización e industrialización. La mano de obra que trabajaba en la industria se concentraba de forma creciente en las ciudades Gran Bretaña era la nación en la que la mayor parte de la población era urbana y no rural. En Manchester ocurrió, mas allá de que el surgimiento de la ciudad fabril se atraso por la dependencia de las primeras fabricas con la fuerza motor del agua. Cuando aparecieron las maquinas que usaban vapor, las ciudades textiles crecieron muy rápido. Las ciudades crecían tanto por crecimiento natural como por inmigración. Entre las ciudades que crecieron con mayor rapidez, estaban las que tenían una industria especializada. Hubo un crecimiento más generalizado en el tamaño de los centros urbanos industriales. Este cambio tuvo un impacto laboral y no laboral en la RM1. 24 Giuliana Migale Rocco población obrera inglesa que debió adaptarse a las formas de vida urbanas. Los problemas de los nuevos modos de producción y de la vida urbana no se pueden separar. PROLETARIZACIÓN: EL AUMENTO DEL TRABAJO ASALARIADO El proletariado industrial es creación del capitalismo industrial y del sistema de fábrica. El trabajo en una economía industrial proviene mayoritariamente del trabajo de los proletarios que no tiene otra fuente de ingreso. El trabajador manufacturero vivía inmerso en una relación patriarcal con su patrón y no en la relación del proletario respecto del suyo. Hay dos condiciones de la explotación del trabajo por parte del capital: a) La expropiación del producto: obrero no posee materiales ni productos que son resultado de su trabajo, si no que vende la fuerza de trabajo. b) Expropiación de la naturaleza: el obrero pierde todo control sobre el proceso de trabajo y produce bajo la supervisión de los ritmos de la industria moderna. La proximidad urbana del trabajo y la vivienda es una precondición necesaria para el surgimiento de un proletariado consiente capaz de llevar a cabo una acción de clase a gran escala. Inglaterra tenía una población dependiente de un salario (proletarios) y una forma de mercado de trabajo adecuada a estos. El trabajo asalariado era una norma. Dos tercios de la población considerada como dependiente de un salario dejan poco espacio para un cambio sustancial. Los proletarios eran dependientes de quien reunía y comercializaba el fruto de su trabajo. El desarrollo del sindicalismo refleja la separación de intereses entre trabajo y capital. Los artesanos no podían ofrecer una conciencia proletaria plena dado que la tradición los ligaba al mundo que estaban dejando más allá de que fueran trabajadores y los generadores de los movimientos trabajadores. Algunos autores niegan la realidad de una conciencia de clase. Había una gran diferencia entre los miembros de dicha clase en términos de bienestar material, posición social entre otros, por lo que no hay una única clase obrera. En la formación de la clase obrera intervinieron muchas ramas de conciencia que provenían de distintos niveles de explotación y grados de esperanza. El sindicalismo es anterior a la industrialización y al sistema de fábricas. Los mismos fueron irrelevantes para la experiencia del grueso de la fuerza de trabajo. Algunos lo defienden y plantean que el sindicalismo fue más importante de lo que aparentan las estadísticas porque hicieron una labor formativa en el desarrollo e un discurso del trabajo y de la conciencia. Para muchos obreros fue fundamental, una experiencia y una respuesta colectiva de su trabajo. Los trabajadores l absorbieron y adaptaron métodos. El impacto sobre la población trabajadora de la transformación social y económica que ocurre en este periodo recae en la cultura como un todo, no solo en condiciones de trabajo o bienestar material. Se aprobaba el cambio y se resistía al mismo. La Europa de la Reforma G.R. Elton LA REVOLUCIÓN RELIGIOSA La revolución que desarrolló Lutero fue en el campo de la teología y la religión. Lutero no riñó con la Iglesia solo porque la consideraba enferma y corrupta, sino porque en la opinión de Lutero, la religión papista no quería “dejar a Dios ser Dios”, sino que trataba de adaptar a Dios a las necesidades del hombre. El concepto medieval de la religión partía del hombre para llegar a Dios, hacía hincapié en la relación de lo humano con lo divino, y se servía de la razón para descubrir a Dios. Lutero parte de la primacía de Dios y hace hincapié en su relación con el hombre; lo único que puede hacer el hombre es rendirse a la omnipotencia divina. La salvación del hombre se debe a la misericordia y el amor de Dios, que concede su gracia sin tener en cuenta los méritos o esfuerzos del hombre, en un acto de amor (que es el púnico amor puro que existe), del que sólo Dios es capaz pero que pide Él a los hombres. Lutero se sabía incorregible pecador, incapaz de evitar la concupiscencia. Pero Dios le había asegurado que estaba justificado y perdonado, complaciéndose en dar la vida eterna a todos aquellos que quieran abrir sus almas a la fe en Él. En esto consistía su oposición a la Iglesia católica, en cuanto instrumento del Dios juez. Los medios que la Iglesia ofrecía al hombre para conseguir la salvación eran para Lutero formas de sobornar a Dios para que conceda su amor divino, por lo que había que considerarles blasfemos. Su idea de salvación representaba una total innovación doctrinal al primitivo cristianismo. La Reforma Protestante creó su propia dialéctica y tuvo sus propios escolásticos. En su teología de Dios y de Cristo, la razón no tiene cabida porque es humana y porque todo razonamiento acerca de Dios le fuerza a desplazarse de su posición de centro de las cosas. La Reforma debía condenar todos los demás cultos de los santos y de la Virgen María, puesto que menoscababan la dignidad única de Dios y demostraban la falta de fe en la inconmensurable bondad divina. La teología también afectó las doctrinas acerca del mundo real, del mundo de los hombres pecadores. En la vida corriente de todos los días suprimieron todos los signos visibles de lo espiritual. Todos los hombres eran igualmente capaces o incapaces de llegar a Dios, en tanto todos se encontraban a la misma distancia de Él, yo todos dependían igualmente de su misericordia. Es decir que todos los hombres pueden y deben vivir una vida religiosa cualquiera sea la situación en que se encuentren, y vivirán esa vida religiosa si emplean su llamada para hacer obras de amor al prójimo (todos los creyentes son sacerdotes, y ninguno puede ser monje). Para los protestantes, el mundo era una consecuencia de la caída. El mundo era un habitáculo apropiado para el hombre en su peregrinaje hacia la vida eterna. Al evitar la utilidad de las buenas obras perdían su sentido los servicios comunitarios que realizaban los mojes medievales. En cambio, el protestantismo procuró difundir a religión por todos los aspectos de la vida, por lo que todas las manifestaciones de la vida eran aspectos de la vida religiosa. En el trabajo y las ocupaciones de cada día era donde había que llevar una vida que fuera grata a Dios y conforme con la ley divina. Esto contribuyó a terminar con el ascetismo puramente formal, vacío de verdadera espiritualidad. Los resultados que produjo la auténtica renovación religiosa provocada por Lutero no fueron siempre los que él hubiera esperado. La religión institucionalizada a la que atacó brindaba una organización visible, un personal especializado y un apoyo a la incertidumbre de los hombres. Constituía un principio de orientación que libraba a la religión de los altibajos de la conciencia individual. El peligro del protestantismo, que ponía entera confianza en la obra de Dios en el alma de cada persona, fue que las nuevas Iglesias tuvieron que hacer frente a las constantes divisiones que habían provocado al rechazar la autoridad de una única Iglesia universal. Si bien los protestantes no abandonaron nunca la observancia de la moralidad RM1. 25 Giuliana Migale Rocco que regía en su tiempo, lo que sucedió fue que cada vez más se insistió en lo personal y en el derecho del individuo a formar sus propios juicios. La doctrina protestante animaba al individuo a depender de sí mismo y a guiarse por sus propios criterios. El protestantismo presentaba, por tanto, un especial atractivo para aquellas personas y sociedades en que existía una fuerte tradición de derechos individuales y de instituciones libres. El fracaso de Lutero y Calvino en ganar para su causa a toda la Cristiandad hizo que se subrayaran los aspectos de sus doctrinas que atacaban a la autoridad o animaban al hombre a buscar dentro de sí mismo las últimas razones en todo. Esta levadura de personalismo e individualismo impulsado por la Reforma no solo fortaleció y renovó la preocupación por la religión y la teología, sino que a su vez, su ruptura con los viejos moldes constituyó la necesaria fase preparatoria para la secularización de Europa. El protestantismo significó la destrucción en muchos países del instrumento de control de las actividades intelectuales, que dio lugar a grandes progresos en el pensamiento secular. Tanto la revolución científica como la liberación de la religión del control político se encuentran vinculadas a este movimiento. Asimismo, la tolerancia en cuestiones de creencias (que es un aspecto necesario del estado secularizado) también tienen sus orígenes en la Reforma. A corto plazo, la Reforma sirvió para dar mayor vigor a las fuerzas represivas y partidistas. El cisma hizo que todas las partes adoptaran una actitud agresiva y aniquiló la disposición a permitir diferencias de opinión. La Reforma no fue entonces un movimiento en pro de la libertad de conciencia y de pensamiento, sino que sometió la mente de los hombres a un control más riguroso que el que existía en el antiguo orden. Los reformadores pensaban que estaban en posesión de la única verdad que existía, al mismo tiempo que trabajaban con príncipes que consideraban las discrepancias religiosas como necesariamente equivalentes a la sedición. La Reforma creó dos bandos, incapaces de destruirse uno al otro. El efecto inmediato de la Reforma fue el amordazamiento del libre pensamiento y de la libre investigación. Si bien el protestantismo no destruyó la mecánica de los estudios humanistas, es posible que matara el espíritu del humanista, que muchos consideran “moderno” (laico, escéptico, científico, esencialmente racional). El humanismo cristiano fue un movimiento de intelectuales y nunca produjo el más pequeño impacto en la gran masa de cristianos de todas las categorías. Su propósito era conseguir la purificación de la Iglesia sin destruirla; lo que dio pocas señales de concretarse en realidades. Hacia 1520, el viejo orden no había experimentado modificaciones, ni se había debilitado su corrompida influencia y poder. En cambio, el punto de partida de Lutero fue diferente y más revolucionario. Lo esencial de la reforma y lo que la hizo tan atractiva fue su reinterpretación positiva y necesariamente revolucionaria, de la religión cristiana. Los Fundamentos del Mundo Moderno R. Romano – A. Tenenti LA REFORMA La Función del Humanismo En el área franco-germana y flamenca se había consolidado desde el siglo XIV una religiosidad más interior y la exigencia de una satisfacción más directa de la necesidad de salvación a través de la imitación de Cristo. Estas actitudes encontraron, a finales del siglo XV, un importante aliado en el movimiento humanístico. Hombres como Erasmo de Rotterdam y Lefèvre d’Etaples llegaron a una mayor inmediación humana en su experiencia religiosa, con el auxilio de la renovada cultura, en oposición a la tradicional práctica cristiana. El humanismo se había desencadenado previamente en Italia por escritores píos y teólogos. Los studia humanitatis no estimularon impulsos religiosos creadores en la clase culta italiana. El humanismo penetró ampliamente en las regiones nórdicas (cuando éstas se hallaban todavía mucho más profundamente adheridas a los tradicionales y básicos valores cristianos). El encuentro en profundidad entre el humanismo y la cultura tradicional tuvo, durante dos siglos al menos, vastísimas y decisivas resonancias en los países del Norte y de él surgió el nuevo equilibrio espiritual de la cultura europea. La Reforma protestante perturbó y desvió el proceso. El movimiento humanístico septentrional dio a la “reforma” el armazón técnico y la independencia mental suficientes para construir y estructural la verdadera rebelión religiosa. Los nórdicos intentaban responder a una problemática moral concreta, que iba directamente contra muchos aspectos de la espiritualidad medieval (a diferencia de los humanistas italianos, quienes construyeron una renovada cultura “al lado” de la medieval). Este movimiento cultural puede llamarse humanismo cristiano, y constituyó la plataforma crítica de un amplio combate, así como una premisa para la ruptura de la construcción eclesiástico-devocional edificada por el clero. Los humanistas no italianos comenzaron a estudiar cada vez más la escritura en su texto griego y hebreo, y su empresa mayor consistió en aplicar a la propia Biblia los mismos procedimientos a los que habían estado sometidas las obras humanas de autores antiguos. El deseo de leer la Escritura en su forma más genuina era piadoso y parecía un deber cristiano. Sin embargo, tras este deseo se ocultaba la exigencia de encontrar una espiritualidad nueva, no estructurada, pero claramente opuesta a la tradicional. Esta fase más incisiva del humanismo (aparecida en los países nórdicos entre los siglos XV y XVI) alcanzaba a un público enorme. En el siglo XV aparecieron las primeras ediciones traducidas de la Biblia. El deseo de una espiritualidad menos interferida eclesiásticamente y menos traducida en ritos y en prácticas externas se había reforzado. La imprenta y el estudio de teólogos y humanistas le dio a los fieles una autoridad a quien acudir, distinta a la Iglesia. Se abría entonces una vía mental a través de la cual, las elites primero y más tarde los estratos cada vez más amplios, podrían sustraerse de la obediencia del clero y a la cerrada solidez de su propio dogma. Los creyentes se atrevieron a remontarse a la forma filológicamente más correcta de la Sagrada Escritura, animados por el deseo de alcanzar la más pura fuente de la verdad revelada, y de oír lo más directamente posible, la voz de Dios. La rebelión protestante no habría bastado por sí sola, pero a ella se unía un elemento menos polémico y más profundo, al que el espíritu humanístico contribuyó: la legitimidad y la necesidad de la iniciativa individual y autónoma en la vida religiosa. Antes de Lutero, en la Europa del noroeste, confluyeron algunos de los más poderosos elementos disolventes de la cristiandad medieval (de inducir a los fieles a negar a sus propios pastores una obediencia pasiva y no escucharlos si no predicaban de acuerdo con todo lo que dice el Evangelio), que se aliaron con la reciente tendencia de leer por sí mismos el RM1. 26 Giuliana Migale Rocco texto auténtico o confiarse de los que acudían a él. En esta especie de nueva entrega al contacto directo entre el hombre y Dios, el prestigio perdido por las instituciones tradicionales y el descontento espiritual por ellas provocado, hicieron que los creyentes comenzaran a poner en duda a la Iglesia visible e intentar la realización de una renovada experiencia religiosa. La fe predicada por Lutero sería el decisivo catalizador de este proceso. Lutero Lutero es el portavoz de todas las exigencias de reforma de su tiempo, y quien elaboró la formulación teológica más adecuada para instaurar una nueva sensibilidad religiosa. La ortodoxia tradicional se sostenía por su propia complejidad jerárquica y su inexorable dominio sobre las estructuras sociales; por lo que la rebelión luterana pudo llevarse a cabo abandonando el estrecho ámbito ético y afrontando los problemas económicos y políticos. El éxito del protestantismo dependió menos de la acción de los propios reformadores que de la madura predisposición de la sociedad laica y del apoyo de sus representantes. Lutero es escuchado a pesar de negarse a acudir al concilio y cuando aclara que la sabiduría romana logró dominar mediante las gestiones directas con reyes y príncipes. Lutero se rebela contra el Papa (en tanto consiguió reconocer su absoluta autoridad sobre la Iglesia) señalando que la Iglesia no está en Roma, ni ligada a Roma y que no hay necesidad de semejante jefe sobre la tierra. Lutero afirma que Roma tiene sometida a toda la cristiandad, y es ahí donde “toda vergüenza y deshonor puede ascender a dignidad…, por lo que parece que todo el derecho canónico no ha sido creado más que para convertirse en una red destinada a recoger dinero”. Todo lo que el pontífice dispone debe ser juzgado por la Escritura. La vida cristiana, para Lutero, está en la fe y en la claridad. Tanto la coyuntura europea como las estructuras sociales fueron favorables para la difusión del luteranismo. Además de la cuestión de las indulgencias que hizo estallar la rebelión religiosa, los alemanes se habían mostrado desde hacía un tiempo, contrarios a las prácticas romanas. La sensibilidad colectiva había llegado al punto de poder escuchar la proclamación de nuevas verdades contrarias a la jerarquía eclesiástica. Lutero sostiene que es necesario desenmascarar al papado, se apoya en la exigencia de una religiosidad personal. Hay un gran consenso gracias al cual Lutero puede afirmar que todo era una impostura. Los preceptos papales son lazos arbitrarios para tener atados a los fieles y poder desatarlos por dinero. Las órdenes sagradas son una maquinación para imponer a la mayoría una pretendida superioridad y una detestable tiranía. El sacerdocio está considerado como una provechosa salida para los parásitos de la sociedad, y el celibato de los sacerdotes como una antinatural e indebida cobertura del vicio. Lutero reivindica la autónoma capacidad del juicio del cristiano como un derecho inalienable del fiel. Toda comunidad cristiana tiene el deber de apartarse de la autoridad espiritual, de sustraerse de ella, de destruirla, cuando se comporte como el clero del siglo XVI. Es cierto que quien quiera saber algo de Cristo no debe confiarse a sí mismo sino acudir a la Iglesia. Pero ésta es la multitud de los creyentes, y la doctrina que se predica debe ser juzgada y censurada por la comunidad. El fiel tiene la facultad de presentare y enseñar en medio de los otros sin ser llamado, siempre que se lleve a cabo con honestidad y disciplina. La adhesión de numerosos humanistas al luteranismo parte de esta óptima laica y potencialmente igualitaria. Hay un gran número de predicadores y doctos que emprenden un duro debate con el pueblo cristiano. No obstante, el luteranismo penetra en poco en otros países europeos, gracias a la imprenta y a los contactos con los comerciantes y estudiantes alemanes con el exterior. Si Lutero se hubiese limitado a una rebelión anti-papal y anti-eclesiástica, su acción no hubiese tenido tanto alcance. Sin embargo, la suma de energías que el luteranismo aunó y estimuló fue tan grande porque el reformador afrontó plenamente el problema religioso; tanto en el plano externo de la organización y en el interno de las creencias. Lutero examinó el núcleo central del sistema católico en la concepción y en la práctica de las llamadas obras buenas, preocupándose por orientar la Escritura hacia el significado que él deseaba darle. Su planteo correspondió al estadio de la sensibilidad colectiva, tendente a la personalización de la experiencia religiosa y de la vida cultural, moral e intelectual. Lutero considera que las prescripciones divinas enseñan lo que debe hacerse, pero no dan las fuerzas necesarias para ellas; por lo que están ordenadas para que el hombre reconozca su propia impotencia para el bien y aprenda a desesperar de sí mismo. Es decir que la divinidad no se concibe de la manera antropomórfica menos elevada, sino que se postula humanamente inalcanzable. En los siglos XIV y XV, la religión en Europa se había convertido en un sistema administrativo del culto y dado lugar a oraciones estereotipadas, devociones vulgares y supersticiones. Los humanistas italianos reconocían que la religión no constituía ya un medio de elevación ética, sino solo una consecuencia implícita y un atributo de rectitud moral. Lutero afirma que agradar a Dios por medio de obras, no es más que un engaño para honrar a Dios externamente, mientras interiormente nos erigimos en ídolos a nosotros mismos. Nadie sirve a Dios, excepto quien le deja ser su Dios y realizar sus obras en él. Ninguna obra ni mandamiento es necesario para la salvación del hombre; puesto que no debe buscar con las obras su propia utilidad o su salvación. Para Lutero, agrada a Dios todo lo que en la fe puede ser hecho, dicho, pensado. Las obras son gratas ni por sí mismas, sino en razón de la fe que unifica. La fe basta para hacer piadoso al hombre y para realizar obras buenas. Lutero indicó al cristiano el punto de apoyo en la propia religiosidad personal y autónoma. Dios sirve a Lutero como garantizador de la fe individual; puesto que no ha tratado nunca con el hombre más que por medio de promesas, por lo que no podemos acercarnos a Él más que por la fe en ellas. En la promesa de Dios está toda nuestra posibilidad de salvación; por medio del bautismo se ha comprometido a no culparnos de nuestros pecados. Si la fe vuelve o permanece sólida en la promesa divina todos los pecados quedan borrados por la fe misma. Todas las sectas o nuevas Iglesias que se opusieron a la vieja Iglesia de Roma lo hicieron en base a las afirmaciones del reformador alemán (aunque se separaron del luteranismo). La promesa divina no sería mantenida en este mundo, sino en el más allá. Al apoyar la fe cristiana sobre este principio, Lutero anclaba la energía ética individual y hacía de cada creyente el responsable autónomo y directo de su propia salvación. Los fieles podían abandonar sus prácticas exteriores, renunciar a los votos y ceremonias superfluas, al culto de los santos y a las indulgencias. Sin embargo, los protestantes de la primera mitad del siglo XVI no hicieron otra cosa que dar una mayor solidez a la conciencia cristiana, creando una nueva moralidad colectiva. Rompieron así la clausura mental que la cristiandad se había construido en torno a ella. Al romper el monopolio teológico, Lutero no liberaba solo la fe, sino todas las facultades espirituales del hombre. La reforma religiosa, a pesar suyo, estaba realizando un amplio reajuste cultural. Reforma y Sociedad RM1. 27 Giuliana Migale Rocco El éxito de la reforma protestante marca el comienzo del ocaso del monopolio cristiano sobre la vida de Occidente. Como hasta entonces el sistema eclesiástico y los políticos habían estado profundamente compenetrados, aunque los reformadores hubieran querido hacer valer la exigencia de la distinción entre la vida religiosa y el gobierno civil, no era posible llegar aún a la separación de las dos esferas. Por esta razón, la Reforma dio lugar a una politización todavía más acentuada de las diferentes Iglesias. Se afirma un sentida de la religiosidad como valor distinto de la adhesión a una determinada confesión religiosa. Al principio, la Reforma no llevó a la tolerancia, sino que protestantes y católicos siguieron considerándose obstinadamente como únicos dueños de la verdad y representantes del auténtico catolicismo. Esto llevo al choque de intereses económicos y a las reivindicaciones patrimoniales de las distintas monarquías. El éxito de la desaprobación protestante de la autoridad papal reforzó la soberanía laica. La diversificación de la fe implicaba la subversión de las costumbres arraigadas y producía desórdenes de todas clases; por lo que hubo una razón objetiva que justificó la decisiva intervención del soberano en las controversias dogmáticas. Los súbditos debían entonces seguir la religión de su soberano. Al lado de la doctrina luterana, y contra ella, surgieron otras que la fecundaron y aportaron una gran contribución al desarrollo del occidente europeo, provocando simultáneamente enormes desórdenes. Ante las profanaciones y excesos llevados a cabo por los fanáticos, reaccionaron tanto Lutero con violencia verbal, y los nobles alemanes, con una ferocidad militar aún mayor. Surgió, asimismo, un período de represión y duro enfrentamiento recíproco entre las principales ortodoxias. A partir de 1530, se produjo en Europa no sólo una ruptura religiosa entre católicos y no católicos, sino que un amplio sector de cristianos no se alinearon ni con los unos ni con los otros. Los trastornos religiosos condujeron a un reajuste no sólo litúrgico o jerárquico, sino cultural y mental. La reivindicación del derecho a la libre discusión de los problemas concernientes a la relación del hombre con Dios, dará pronto origen a la afirmación decisiva de que todas las religiones son formas esencialmente humanas de culto, a las que no es lícito dar significados trascendentes. Los Desarrollos de la Reforma Luego del siglo XV hubo un alejamiento del papado de los cuidados pastorales, acentuando su asentamiento en las estructuras ético-político-religiosas de la Europa meridional. La diferencia entre las Iglesias de Europa Central y las latinas puede comprenderse como dos mundos que se han diferenciado suficientemente como para no alcanzar un entendimiento profundo; desde el principio, hay oposición. El protestantismo no hará más que sancionar el divorcio entre la religiosidad germánica y la latina, que era ya una realidad a la aparición de Lutero. La evolución de la Reforma está dominada por la existencia de estructuras político-económicas que se han impuesto en Occidente entre el siglo XIV y XVI; y el peso de la Iglesia ha disminuido respecto al de los distintos Estados. El sistema de poder eclesiástico ya no puede dominar Europa. Al fundir sus creencias con otras formas colectivas que dan coherencia y apoyo a nuevos sistemas político-sociales se encuentran predispuestos a aceptar la diversificación de la fe y de los ritos. Al no poder imponerse como clase principal dirigente, los eclesiásticos adoptan posiciones de compromiso. Las Iglesias se convierten en sostén del orden constituido con mayor intensidad. Se produce, frente a la abdicación, una beneficiosa inserción del clero en la vida de las nuevas clases dirigentes. Se produce entonces una coincidencia de intereses religiosos y políticos y un recíproco intercambio de servicios. En la primera mitad del siglo XVI hay una difusión del luteranismo en la zona occidental, pero no a la imposición de un gran Estado protestante. La repudiación de Catalina de Aragón por parte de Enrique VIII fue la causa ocasional y el elemento catalizador del cambio político-religioso. El nombramiento de obispos pasó a ser una prerrogativa real. A mediados del siglo XVI la geografía eclesiástica estaba transformada. Hacia mediados del siglo XVI se percibe una cultura laica que no se encuentra ya en posición de interioridad ante la visión tradicional del mundo. La dimensión religiosa es una de las estructuras básicas de la vida europea del siglo XVI y la religión se manifiesta como una fuerza real y dominante. Esto se ve en la inserción del clero en la vida pública así como también como manifestación concreta de fe y afirmación activa de creencias. La Iglesia calvinista se consagra como la más sólida y fuerte entre todas las que la rebelión luterana originó. La función moral del cristianismo será ejercida atendiendo más a la vida terrenal que al destino celestial del creyente. El nacimiento del mundo occidental Douglas y Thomas LOS COMIENZOS DE LA EDAD MODERNA I De acuerdo con la teoría marxista, el feudalismo fue sustituido por el capitalismo. El siglo XVI presenció una expansión demográfica sostenida en toda Europa occidental; es decir, un pronunciado crecimiento en la población europea. La ausencia de epidemias explica este fenómeno que, a pesar de las frecuentes guerras, fue notable en todas partes. Conforme aumentaba el volumen de la población total, lo hacía también el número de habitantes en las ciudades. La expansión de los grandes centros urbanos se hizo a expensas de las pequeñas ciudades-mercado del siglo anterior. El siglo XVII experimentó un giro considerable en este crecimiento. Las guerras, el hambre y las pestes provocaron bajas numerosas en Alemania, los Países Bajos españoles y España, por lo que la población disminuyó a lo largo del siglo. En los Países Bajos, la despoblación más intensa tuvo lugar en los medios rurales. Los centros urbanos se vieron muy poco afectados. Países como Italia y Francia vieron, en cambio, a su población estancada. La República neerlandesa e Inglaterra experimentaban un claro crecimiento demográfico (a diferencia de los Países Bajos dominados por los españoles, las Provincias Unidas consiguieron rechazar a los invasores). Parte de este crecimiento puede atribuirse a la tasa natural de crecimiento, como así también a la actitud receptiva ante la inmigración (la urbanización creció aún más). En definitiva, durante el siglo XVI la población creció en toda Europa, pero en el siglo XVII la situación cambió. Mientras que en las Provincias Unidas, Inglaterra y Gales la población continuó incrementando, la población de Italia y Francia se estancó y la de los Países Bajos españoles, España, Alemania y Portugal disminuyó. RM1. 28 Giuliana Migale Rocco II El siglo XVI fue testigo de notables aumentos en el nivel de los precios, así como de cambios significativos en el modelo de los mismos en Europa occidental. El incremento del nivel absoluto de los precios y el desfase de los salarios con relación a ellos hizo que la época se conozca como la “revolución de los precios”. La inflación del siglo XVI no provocó un aumento uniforme de todos los precios. Durante el siglo XVII la inflación general se detuvo. Se experimentó una evolución a favor de los productos agrícolas, a la vez que hubo un descenso de los salarios reales. El valor de las rentas fue el que más se elevó, mientras que los salarios alcanzaron un alza menor; razón por la cual se favorecieron los propietarios de la tierra (Inglaterra – aunque también en Francia, Alemania y España). En resumen, hubo un incremento de los precios en el siglo XVI. Los precios de los productos agrícolas se incrementaron en relación a los de los bienes manufacturados, y las rentas de las tierras subieron más rápidamente que los salarios. III El volumen del comercio se incrementó en el siglo XVI en todas partes, sobre todo en el comercio internacional del norte de Europa. A comienzos del siglo, el centro del comercio se hallaba en la Italia septentrional, donde las ciudades-Estado se especializaron en la industria y el comercio. El comercio mediterráneo de mayor importancia provenía de India, Ceilán e Indonesia. El monopolio geográfico había estado en manos de los comerciantes mediterráneos. Sin embargo, en el siglo XVII los holandeses fueron quienes pusieron fin a la preeminencia veneciana en el comercio de lujo, gracias a precios competitivos resultantes de su mayor eficacia, tanto en la navegación como en la organización económica. En un principio, el comercio en el norte de Europa era menor que aquel del Mediterráneo; y dependía de los centros comerciales e industriales de Holanda y Flandes en los Países Bajos. En el siglo XVI, aparecieron en Europa ciudades que se especializaron en el comercio marítimo. La ciudad de Brujas fue a principios del siglo XVI el principal puerto comercial de Europa, pero fue reemplazado por Amberes y más tarde por Ámsterdam. El comercio principal del norte de Europa se basaba en los productos de las zonas frías; lo que dio lugar a un intercambio regular entre los importadores (España, Portugal y las zonas industriales de los Países Bajos) y los exportadores (Francia y el Báltico). A comienzos del siglo, el norte de Europa dependía de los suministros del Báltico. El comercio báltico descendió con el desarrollo de nuevas bases pesqueras holandesas. Los principales centros productores se hallaban en el norte de Francia, en Flanes, Brabante, Holanda y el este de Inglaterra. Flandes era el más importante, con el comercio centrado en Amberes (su lana se importaba en España e Inglaterra). Durante este siglo, el comercio experimentó una tendencia a integrarse en los grandes circuitos comerciales de las zonas mediterránea y báltica. El océano se había convertido en una gran ruta, cuyo comercio más importante se dio entre España y el Nuevo Mundo (con las minas de plata más ricas del mundo). IV El crecimiento demográfico fue el factor fundamental: la población aumentó, aparecieron los beneficios decrecientes para la mano de obra adicional en tanto sus salarios descendieron en relación al precio y los bienes agrícolas experimentaron un alza en relación a los productos industriales. El alza de todos los precios puede atribuirse a la existencia de una mayor cantidad de moneda acuñada, y al acelerado ritmo del desarrollo comercial. El monopolio español de oro y plata produjo un incremento del comercio internacional, lo que hizo al país un lugar atractivo para vender bienes y servicios y poco atractivo para comprarlos. Aparecieron entonces nuevos acuerdos institucionales secundarios que permitieron la especialización productiva y los intercambios. El comercio exterior floreció favorecido por los mercados urbanos de rápido crecimiento. Los mercados locales conocieron, en cambio, una progresiva decadencia. El balance del siglo XVI muestra un descenso en la productividad agrícola, una productividad constante en la industria y una cada vez mayor en el sector de las transacciones del mercado. Sin embargo, en el siglo XVII, el hambre y la peste asolaron las naciones europeas. V Durante el siglo XVI, los jefes de Estado estaban convencidos de que solo podrían ampliar su zona de influencia a expensas de algún otro soberano, y consideraban que una economía solo podría ampliar su comercio en detrimento de otra nación. El mercantilismo surgió como respuesta a la urgente necesidad de contar con los ingresos que exigía la participación en las grandes luchas nacionales de principios de la Edad Moderna. En el siglo XVII las naciones de Europa occidental estaban unidas por la esperanza de obtener ganancias por medio de los intercambios, pero divididas por la ambición de dominio de cada una de ellas. Las cuatro potenciales rivales europeas del siglo eran los Países Bajos, Inglaterra, Francia y España. Las siete provincias de la zona norte de los Países Bajos se unieron para formar la república de Holanda (tras poner fin victoriosamente a ochenta años de rebelión contra España). Allí, los salarios reales experimentaron una nueva tendencia al alza en el siglo XVII (tras el descenso en el siglo XVI). En Inglaterra también se produjo una recuperación respecto al siglo anterior. Ambas economías lograron incrementar la renta per cápita de una población en crecimiento a pesar de la continua presión de rendimientos decrecientes en el sector agrícola. Francia, en cambio, se mostró incapaz de mejorar el bienestar de sus habitantes en el siglo XVII, a pesar de que el volumen de la población permaneció estacionario o incluso descendió. España tampoco vio un panorama mejor. Las pestes que se declararon trajeron una mejora en los salarios reales, pero cuando la población incrementó de nuevo, éstos descendieron. Las Provincias Unidas e Inglaterra lograron, por primera vez, una elevación del nivel de vida frente a una población en crecimiento. EL ÉXITO DEL DESARROLLO ECONÓMICO DE LOS PAÍSES BAJOS I RM1. 29 Giuliana Migale Rocco Durante el siglo XVII, las Provincias Unidas lograron un incremento sostenido en la renta per cápita a la vez que consiguieron garantizar la supervivencia de una población en constante incremento. En este siglo, los Países Bajos tenían prácticamente el monopolio del transporte y comercio internacional europeos. Esto fue fruto de su situación geográfica, de sus avanzadas técnicas comerciales y el enorme retraso de las zonas más próximas. Los holandeses desarrollaron una organización económica eficaz que les permitió alcanzar importancia política y económica desproporcional a su reducido territorio. Los duques de Borgoña (y Carlos V tras la herencia de los Habsburgo) desempeñaron un papel importante en la configuración de esta zona. Sus intereses económicos consistían en promover el comercio internacional, reducir la exclusividad y el grado de monopolio de los gremios y evitar que los gremios impusieran sus prácticas restrictivas en el desarrollo industrial de las áreas rurales. Los duques se encontraron con la oposición de ciudades como Brujas y Gante, pero contaban con el apoyo de nuevos centros de la industria y el comercio. El auge que alcanzó Amberes en el siglo XVI se debió tanto a su política comercial liberal como también al apoyo de los duques de Borgoña a las instituciones que se desarrollaron. Paralelamente, tuvo lugar un desarrollo textil en los medios rurales. Hacia fines del siglo XVI adquirió repentinamente gran prosperidad. La consecuencia fue el desarrollo de un nuevo sistema industrial, que respondía a las nuevas exigencias de la empresa capitalista. No había límites a la producción, ni asociaciones de artesanos; ni privilegios que limitaran la admisión en un oficio a los habitantes de los burgos. Se registraron también avances en la eficacia de la agricultura. La evolución precoz en todos los sectores deben examinarse en relación a la estructura institucional subyacente; especialmente a la instauración y protección de la propiedad privada. A comienzos del siglo XVI el hombre y la tierra se vieron libres de las obligaciones feudales. Se estableció una política de fomento de la movilidad de los factores productivos, una de disuasión de los intentos de establecer monopolios y se reconocieron las innovaciones comerciales que abarataban los costos de transacción. En 1453 Felipe el Bueno había creado los Estados Generales que aprobaban leyes y contaban con la autoridad para conceder subsidios a la Corona. La política global de los duques de Borgoña y Habsburgo consistió en promover la unificación de las actividades mercantiles e industriales, que redundaba en el beneficio de la economía y consecuentemente de la Corona. Los Habsburgo, involucrados en las continuas guerras (a las que las 17 provincias adhirieron) se dedicaron a extraer cada vez mayores recursos de los Países Bajos. Sin embargo, la población no estaba ya dispuesta a soportar a Felipe II (hijo de Carlos V); por lo que bajo la dirección de la Casa de Orange, los Países Bajos se rebelaron sobreviniendo un período de enfrentamiento complicado por las controversias religiosas de la época. Las provincias del norte alcanzaron su independencia, formando las Siete Provincias Unidas, heredando la estructura jurídica y los derechos de propiedad que había desarrollado el régimen borgoñón. II El incremento de población del siglo XVI benefició a los Países Bajos, siendo el mercado (o el sector de las transacciones) que relaciona el sector agrícola con el industrial y a ambos con el consumidor, el sector donde podía producirse un incremento mayor de productividad. La economía holandesa se caracterizó en el siglo XVI por las innovaciones que abarataron directamente el costo de utilización del mercado, por las nuevas organizaciones comerciales y por el establecimiento de un mercado de capitales. Los costos de utilizar el mercado para organizar la economía son los costos que conlleva la realización del intercambio (costos de exploración, negociación y aplicación). Los costos de prospección son los que derivan de la localización de compradores o vendedores potenciales; los mercados de los Países Bajos constituían un medio de reducir dichos costos. Cada nuevo mercado era de mayor amplitud que el anterior. Las economías de escala inherentes a la existencia de un mercado aseguraron el predominio de un solo centro en un momento dado; estos centros desempeñaban el papel de mercados internacionales que tendían a reducir los costos de exploración (compradores y vendedores se reunían allí – la gama de productos ofrecidos y el tipo de condiciones de venta eran los más amplios). Esto dio lugar a la especialización de la producción y las condiciones de venta, fundándose lonjas de contratación o bourses. Los costos de negociación se redujeron en tanto se concentraban en los Países Bajos un gran número de compradores y vendedores, por lo que las posibilidades de negociar un intercambio favorable eran superiores a cualquier otro lugar de Europa. Los costos de aplicación (derivados de garantizar el cumplimiento de un contrato comercial) se redujeron porque el gobierno sancionó las prácticas comerciales consuetudinarias. La expansión del comercio internacional en los siglos XVI y XVII se vio favorecida también por la disminución de los costos del transporte (tanto terrestre como marítimo). Generalmente, los cambios en la organización comercial no se caracterizaron por nuevos inventos, sino por la innovación de técnicas ya conocidas (descubiertas previamente por los italianos). El elemento nuevo en la organización comercial consistió en la existencia de métodos más flexibles para la explotación comunitaria de las posibilidades comerciales. La aportación de capitales en forma de participaciones hizo que pequeños comerciantes suministraran las elevadas sumas de capital necesarias para financiar largos viajes, t permitió compartir los riesgos de las operaciones. Los pequeños comerciantes podían así participar en grandes empresas y el comercio intercontinental. III Los grupos que adquirían la prosperidad suficiente para convertirse en prestamistas a gran escala, se transformaban en prestamistas de los reyes de Europa en épocas de crisis. El mercado de capitales (mercado monetario donde el dinero se presta, se utiliza para el fin deseado y se devuelve junto con intereses) reúne a los potenciales prestamistas y prestatarios con el propósito de realizar una operación. Este mercado se desarrolló primero en ferias regionales, luego en Brujas, posteriormente en Amberes y finalmente en Ámsterdam. A comienzos del siglo XVI, la turba de Amberes decidió que la costumbre era el endoso. Si un comerciante que poseía pagarés a cobrar en el futuro necesitaba dinero contante en un momento dado, podía venderlos a otro menos apremiado por una suma inferior al valor nominal. Se aplicó también el principio de cesión a las letras de cambio, que permitía una compra de productos en un país cuyo pago final se realizaría en moneda extranjera en otro país. De esta práctica derivaron los bancos de depósitos. En los Países Bajos se crearon los derechos de propiedad adecuados para el desarrollo de un mercado de productos eficaz y un mercado de capitales a corto plazo, lo que configuró de modo decisivo toda la economía neerlandesa. Los prestamos a largo plazo se originaron por los préstamos a los monarcas y, pese a los problemas, las ventajas que derivaban de dicho sistema eran tan importantes que se continúo con ellos. La eficacia del mercado de capitales neerlandés residía en su RM1. 30 Giuliana Migale Rocco centralización inicial como principal mercado monetario de Europa occidental. Se redujeron así los costos de exploración y se crearon instituciones fundamentales y secundarias que abarataron los costos de transacción. El desarrollo de un mercado eficaz de capitales tuvo consecuencias para la industria y el comercio en los Países Bajos. El capital (físico y financiero) sustituyó progresivamente a otros factores productivos en la agricultura y en la industria y el comercio. IV En cuanto a la agricultura, el capital comenzó a utilizarse de forma intensiva, se introdujeron mejores en los cercados y se hizo frecuente el uso de fertilizantes. Se recurría al crédito para financiar negocios y se empleaban medios de producción más indirectos y especializados. La producción industrial se diversificó y especializó aún más. En relación al desarrollo de la propiedad privada sobre la tierra y a la aparición de la mano de obra libre en los Países Bajos, puede decirse que estos progresos, junto con el efecto de los beneficios decrecientes de la tierra para una mano de obra cada vez más numerosa, hicieron que resultara rentable la ampliación de los cultivos, que dependía de la posibilidad de ganar tierra al mar. La disminución de la población en los siglos XIV y XV suprimió estos incentivos. El resurgir demográfico del siglo XVI y los estímulos a la industria y el comercio impulsaron nuevos adelantos en la agricultura de los Países Bajos. Los beneficios derivaban de adaptar los cultivos y los procesos de producción a las nuevas condiciones del mercado. El desarrollo del mercado internacional provocó la especialización nacional. El hombre libre que trabajaba en el campo contaba con muchos incentivos para emplear sus recursos en su propio beneficio, que coincidía con los intereses de la sociedad. Los neerlandeses se convirtieron en los pioneros de los nuevos métodos agrícolas, basados en la especialización y una asignación eficaz de los recursos. V Los Países Bajos constituyeron el primer centro industrial de importancia en el occidente europeo. La existencia de mercados eficaces facilitó la importación de materias primas y la venta del producto final en régimen de exportación. Los centros urbanos neerlandeses comenzaron a especializarse en la producción de artículos textiles. A partir del año 1500, la industria rural adquirió importancia gracias al auge de la actividad comercial, el desarrollo de un mercado de capitales adecuado y la política del gobierno. La ausencia de regulaciones gremiales en el medio rural permitió que este proceso se liberara de las prácticas gremiales restrictivas y que se emplease la mano de obra rural que era más barata. Los gremios artesanales de las ciudades se especializaron en la producción de bienes de lujo y semilujo, mientras que en los medios rurales se desarrolló una industria textil centrada en la producción de tejidos más baratos, dependiendo en su trabajo del sistema del putting-out. Bajo este sistema, el comerciante proporcionaba al tejedor la materia prima o dinero para adquirirla, le daba instrucciones sobre el proceso de la producción y se hacía cargo del producto terminado. Esto favorecía los intereses de los grandes comerciantes. El progreso del sistema neerlandés se debió tanto a su situación geográfica como a la existencia de un gobierno capaz de crear una economía eficaz. Los Países Bajos pueden considerarse los primeros en alcanzar un crecimiento económico sostenido. El antiguo régimen y la revolución René Rémond LAS FORMAS POLÍTICAS DEL ANTIGUO RÉGIMEN Actualmente, se aplica el relativo común de “Antiguo Régimen” a todo lo que precedió la Revolución de 1789. Sin embargo, las formas políticas de éste no son uniformes ni homogéneas. La diversidad de Estados en la Europa del siglo XVIII es inmensa, puesto que hay centenas de unidades políticas. Es posible ordenar todos los regímenes europeos de este siglo en función de su antigüedad. Pueden encontrarse cinco tipos de regímenes diferentes (los dos primeros agrupados en pares). Son, por orden, los siguientes: o El feudalismo aristocrático y las repúblicas patricias son dos versiones del régimen oligárquico. El poder, a menudo hereditario, recae en manos de un grupo reducido. o La monarquía absoluta y el despotismo ilustrado. La analogía se refiere a su misma naturaleza: todos los poderes se concentran en anos de un soberano hereditario. o Régimen de Inglaterra; si bien su carácter es monárquico, algunas de sus instituciones, las más características – como la presencia de un parlamento y administración local – sugieren que se trata de un régimen de tipo aristocrático. Las sociedades feudales Es el más antiguo de los cinco, y se trata del modelo adaptado a las sociedades rurales de la Edad Media. El feudalismo es el régimen normal cuando no hay Estado, sea porque ha desaparecido o no ha aparecido. Se caracteriza por la ausencia de un poder central. La autoridad local está representada por señorías y la autoridad regional por ducados, baronías, principados. Estas diversas autoridades atienden a un príncipe superior por encima de ellas, pero se trata de una soberanía cuya autoridad es meramente honorífica, puesto que carece de poder efectivo, no tiene medios para ejercer su autoridad y no dispone sobre sus pares o sus vasallos más que un privilegio de precedencia. En el feudalismo, el soberano nunca es hereditario, sino que elegido por sus pares. Es una sociedad jerarquizada en órdenes. Otro rasgo característico es la existencia de vínculos personales. A diferencia del Derecho moderno, donde las leyes son generales, abstractas e impersonales, en la Edad Media, bajo el Antiguo Régimen, los vínculos son personales. Los individuos se ven envueltos en una red de relaciones interindividuales: el vasallo presta obediencia a su soberano, y los une una religión del juramento, que los compromete. El soberano debe ayuda y protección a su vasallo y en compensación el vasallo le presta asistencia y consejo. El feudalismo ligado a la tierra ignora el dinero. Las instituciones políticas y el orden de la sociedad están íntimamente implicados. El feudalismo va unido a una economía basada en la propiedad y la explotación de la tierra. El señor es un propietario rural y quienes de él dependen cultivan su tierra o las tierras que él les arrienda. RM1. 31 Giuliana Migale Rocco A mediados del siglo XVIII, la situación del feudalismo declina. Desaparece la servidumbre poco a poco, y la evolución económica emancipa a los individuos. La irrupción del dinero en las relaciones sociales libera a las personas que pueden sustraerse a la ejecución de los contratos y el desarrollo de una sociedad urbana quiebra el orden feudal. En lo político el refuerzo de una monarquía centralizada, y en lo social el ascenso de la burguesía reducen la influencia del feudalismo. Éste, por lo tanto, no subsiste más que como institución civil y social y no como poder político. Esto es en tanto la nobleza conserva sus privilegios; y manifiesta esperanzas de recuperar el poder que perdió a las monarquías. Esta es la significación de la Fronda de los grandes príncipes en el siglo XVII, que puede interpretarse como un retorno ofensivo al feudalismo. El feudalismo, si bien se encuentra en declive, aprovecha la menor debilitamiento de la voluntad real para tratar de restablecer su situación anterior. El feudalismo no desaparece completamente con la destrucción del orden social que le corresponde. Es así que en vísperas de la Revolución, el feudalismo sigue siendo una forma viva pero combatida e incluso condenada por la afirmación de la soberanía del Estado bajo su forma monárquica y el desarrollo de una sociedad urbana y ascenso de la burguesía cuyos intereses son solidarios de la monarquía. Las repúblicas patricias Son repúblicas urbanas que florecieron en las ciudades de la Edad Media y tiempos modernos en las cuales el poder estaba en manos de una oligarquía burguesa. Su dominio: la civilización urbana Sus orígenes se remontan a los siglos XII o XIII. Geográficamente, cubre espacios urbanos limitados, mientras que el resto del país se ve abandonado casi sin protección al feudalismo. Esta es la expresión política de la civilización de las ciudades ligada a la actividad comercial, presencia de ferias, intercambios en el seno de Europa o con otros continentes. Libertad, colegialidad, oligarquía Todas estas repúblicas tienen en común el hecho de gobernarse libremente (que es lo que significa el término república en esa época). Las democracias son un tipo autoritario y dictatorial, mientras que las repúblicas son libres y oligárquicas. El poder está en manos de un patriciado que es por lo general colegiado y no se designa a un individuo, sino a una entidad colectiva (el magistrado). Se caracterizan por ser muy descentralizadas; son confederaciones con vínculos muy laxos y se trata de provincias y cantones que se asociaron contra enemigos exteriores para defenderse, con interés, sin embargo, de preservar su autonomía. La burguesía se mantiene al margen de la vida política e deposita su confianza en la instauración de un poder autoritario y monárquico. Su situación en el siglo XVIII Estas repúblicas perdieron su poder por distintas razones, entre ellas la evolución de la economía, la sociedad y las mentalidades. Éstas ya no están al nivel de la economía moderna, no pueden adaptarse al mercantilismo y quedan excluidas del comercio con las colonias por el crecimiento de los grandes Estados modernos (Francia e Inglaterra). Además se ven afectadas por la declinación política (el poder central intenta aminorar sus franquicias). Expuestas a las ambiciones de los Estados monárquicos, arrastradas por la tormenta de revoluciones, estas ciudades libres y estas repúblicas están en contradicción con la aspiración unitaria que predomina en el siglo XIX. La sobrevivencia de ciudades libres resulta incompatible con los grandes conjuntos territoriales. La monarquía absoluta y administrativa Predominio de la monarquía En el siglo XVIII la forma política normal del Antiguo Régimen es la monarquía. La Revolución, por tanto, está dirigida a la monarquía. Hay una variedad de formas monárquicas que puede reducirse a tres tipos: la monarquía absoluta, el despotismo ilustrado y la monarquía británica. La institución monárquica se caracteriza por la unicidad del soberano y el poder personal. Modernidad de la monarquía absoluta Absolutismo no equivale a arbitrariedad. El absolutismo consiste en un poder que no se comparte y reside por eterno en la persona del rey, que no reconoce autoridad ni soberanía, de modo que es independiente. Su soberanía es absoluta también en el interior, donde es obedecido por todos. La instauración del absolutismo es el resultado de una evolución que contempla numerosos factores: a. La evolución de las ideas, que coloca nuevamente honor a la idea de Estado luego de la renovación del Derecho Romano. A esta legitimación jurídica se agrega otra de carácter teológico, que presenta la monarquía absoluta como la forma más acabada de autoridad delegada por Dios (monarquía de derecho divino). b. Opinión pública: la burguesía, enfrentada a la autoridad episcopal y señorial, se vuelve hacia el rey. Monarquía y burguesía se alían contra el feudalismo civil y eclesiástico. Esto representa un factor de progreso a favor del desarrollo económico y social. c. Las transformaciones de la sociedad obran en provecho de la autoridad real. La monarquía aporta una respuesta adecuada a los problemas que surgen de la evolución general; con un ejército permanente y una administración que se desarrolla continuamente desde el siglo XVI al XVIII. d. Se constituye una administración que provee a la monarquía los medios para satisfacer sus ambiciones. Los límites de hecho al absolutismo a. El absolutismo se superpone a las demás formas políticas. El poder del rey debe transigir con los vestigios del feudalismo y las libertades urbanas. RM1. 32 Giuliana Migale Rocco b. c. d. Los medios con los que contaba eran limitados y los servicios reducidos y precarios. La mayoría de los soberanos no estaban seguros con sus agentes. Para asegurar sus ingresos, la monarquía debe apelar a la venta de cargos y una vez apropiados de ellos, los funcionarios se emancipan. Las finanzas de la monarquía son malas debido a la falta de una administración responsable del establecimiento y recaudación de impuesto, y a la organización social desigual y jerarquizada, que reduce la base tributaria fiscal mediante la distribución de órdenes privilegiados, exentos de impuestos. La administración debilita el carácter personal A medida que se establece una red de instituciones por las cuales pasa la decisión real, se va estableciendo entre súbditos y soberano un tipo de relación impersonal y anónima. No se trata ya de una persona o principio, sino de un régimen, una forma anónima y jurídica. El despotismo ilustrado Analogías con la monarquía absoluta Se desarrolla en detrimento del feudalismo, de la Iglesia y de los particularismos provinciales. Sus progresos se miden de acuerdo a la reducción de los privilegios y los déspotas tienden a unificar los respectivos pueblos y sus territorios. Rasgos distintivos Data del siglo XVIII; lo que representa una diferencia cronológica con la monarquía absoluta (que surge a mediados del siglo XVI en España con Felipe II). Se localiza en el este de Europa. Su función fue permitir que los países en donde se desarrolló pudieran recuperar el retraso que llevaban respecto de la monarquía absoluta, y así emprender/apresurar su modernización. Toma su justificación del movimiento de la ilustración y se legitima por el deseo de promover la felicidad del pueblo. El siglo XVIII es uno de carácter laico y secularizado. El despotismo ilustrado es una versión secularizada de la monarquía absoluta, que disolverá los lazos entre las Iglesias y los soberanos. Esta forma aspira a instaurar un orden racional, la simplificación (elimina a los rivales), uniformación (facilita la acción de poderes públicos y refuerza su autoridad) y codificación. El Estado se ve obligado a hacer todo por sí mismo y desempeñar el papel de iniciativa privada. La posterioridad del despotismo ilustrado Esta forma permanecerá en tanto concepción y forma de gobierno. El régimen británico Ofrece un ejemplo de adaptación progresiva de las instituciones a la experiencia. Sus características Se trata de una monarquía hereditaria. Una aristocracia poderosa y honrada tiene en sus manos lo esencial del poder; las justicias of peace le corresponden por herencia. Inglaterra no tiene una burocracia que dependa de Londres y el ministerio del interior es uno de los últimos departamentos que aparecen. La aristocracia inglesa no constituye una casta. La monarquía está limitada por la existencia de una asamblea regular y un Parlamento. Un gabinete ocupa una posición intermediaria junto a la Corona y al Parlamento. Es relativamente independiente del rey. Se trata de un régimen representativo, electoral, aristocrático, liberal; se gozan de ciertas Libertades. Si bien no hay igualdad, hay libertad de conciencia y de culto. Esta libertad está respaldada por el Parlamento. Rasgos comunes 1. Forma monárquica. 2. Regímenes tradicionales. No tienen constitución, se imponen por su tradicionalidad. 3. La legitimidad está santificada por la religión. 4. No hay nada que se asemeje a la democracia. 5. La vida política está en manos de una elite. 6. A excepción de Inglaterra, no se admite libertad de opinión ni expresión. La Revolución cambiará los principios y las prácticas. La experiencia de Estados Unidos Es el primer acto de descolonización. La reivindicación de la independencia está íntimamente ligada a causas políticas. En 1783, un nuevo sistema político se idea, con la presencia de un texto constitucional. El desarrollo del Estado Moderno Gianfranco Poggi EL SISTEMA ABSOLUTISTA DE GOBIERNO El cambio al sistema absolutista de gobierno se relaciona con un nuevo conjunto de demandas y oportunidades políticas que confrontan los sistemas existentes de gobierno. La dinámica causante del cambio puede considerarse como dentro del sistema de estados. El fortalecimiento de la autoridad territorial y la absorción de territorios condujeron a la formación de estados mutuamente independientes, cada uno de los cuales se definía como soberano. Este patrón de relaciones entre RM1. 33 Giuliana Migale Rocco entidades políticas más grandes atribuyó una importancia considerable a la aptitud de un estado para ajustar su ordenamiento político interno y estructurar la autoridad. Si un estado pretendía mejorar su posición frente a otros, tendría que monopolizar cada vez más el gobierno sobre su territorio y perfeccionar las herramientas para transmitir la voluntad del centro a todo el territorio. Las nuevas tensiones y amenazas favorecieron la tendencia del gobernante territorial a reunir todos los poderes del gobierno (puede verse la tendencia del gobernante hacia un gobierno más efectivo y exclusivo como causa de la postura desafiante de cada uno de los estados respecto de los demás). El desarrollo de este tipo de gobierno también se vio favorecido por la necesidad de refrenar las confrontaciones belicosas entre facciones político-religiosas como secuelas de la Reforma. Por último, la comercialización acelerada de la economía también desempeñó un papel significativo en la transición al absolutismo. Las ciudades y la declinación del Ständestaat En 1629, el cardenal Richelieu señaló que se debían reducir y restringir los cuerpos que se oponen al bien del reino y asegurar que el soberano sea absolutamente obedecido. El blanco era la nobleza más elevada. Sin embargo no fue solo la nobleza la que vio confiscadas sus facultades de gobierno por el avance del absolutismo. Los intereses que habían llevado a los grupos urbanos a buscar la autonomía política no habían sido específicamente políticos, sino principalmente comerciales y productivos. Éstos buscaban el mantenimiento del orden para la seguridad y progreso de sus empresas comerciales. En relación a estos grupos, el gobernante podía asegurar la construcción y mantenimiento de marcos cada vez más grandes, uniformes y abarcadores para el sostén de las actividades económicas urbanas. Además el gobernante se encontraba en posición de proteger y promover el interés creciente de los grupos mayoritarios de las ciudades en la expansión de los mercados extranjeros, la explotación de los recursos de ultramar o la prevención de la competencia foránea. Por estas razones, las ciudades estaban dispuestas a renunciar a la mayor parte de los cuerpos constituidos territoriales. Para los habitantes urbanos, que habían adquirido mayor conciencia de sus intereses puramente individuales como propietarios de capital, la política interna de la ciudad resultaba una molestia. En su aspecto interno, el mercantilismo (que es la política económica característica de los regímenes absolutistas) consistía principalmente en reducir los órganos de regulación económica. El elemento feudal y la declinación del Ständestaat En lo que refiere al elemento feudal, su posición económica se deterioró debido a la comercialización creciente de la economía. Los burgueses aprovecharon la práctica real de vender cargos, y se apropiaron en forma exclusiva de los beneficios generalmente lucrativos que traían aparejados. Además, el elemento feudal había perdido su importancia militar, y con ello sus tareas políticas originales. En el contexto de la política interestatal, los avances en la tecnología material y social de la guerra habían hecho imprescindible que los estados que pretendían sobrevivir tuviesen un ejército permanente y una flota de guerra, ambos financiados, equipados y dotados de oficiales por iniciativa del gobernante. La ascendencia aristocrática ya no calificaban a los individuos como conductores militares competentes; y, en su nueva forma, la guerra no era compatible con el mantenimiento de un estilo de vida noble y finalmente, dejó de estar al alcance de los recursos de un noble medio equipar una unidad militar de la clase que se requería. El noble que quisiese seguir desempeñando tareas militares debía hacerlo en términos del gobernante. Localmente, los derechos de los feudatarios perdieron su autoridad y significación económica. Los nobles podían ahora unirse a la corte del gobernante y constituir su consejo. El gobernante y su corte: Francia En el estado absolutista, el proceso político ya no está estructurado por la tensión y colaboración legítimas continuas entre dos centros de autoridad independientes, sino que se desarrollan solo alrededor y a partir del gobernante. El gobierno estaba ahora en manos exclusivamente del monarca (los Stände habían perdido el poder de gobernar). Él debió magnificar y proyectar la majestad de sus poderes con el engrandecimiento de su corte, e intensificar su encanto. Se colocaba al gobernante en una posición de superioridad irrebatible y su persona era constantemente exhibida y realzada. Todo transmitía una imagen de esplendor, gracia, lujo y ocio. Sus cortesanos se mostraban del mismo modo. Al construir y mantener una corte semejante, el gobernante absoluto se aseguraba contra los intentos serios del elemento feudal por recuperar sus derechos corporativos de gobierno. Al rodearse de nobleza, demostraba que aún compartía su posición cultural, jerárquica y económica distintiva (aunque no la política). Los consejos asistían al monarca en la formación de decisiones y eran responsables ante él de su puesta en práctica. Los miembros eran designados por el soberano y actuaban como sus servidores (a pesar de ser frecuentemente nobles). En su base, el sistema se ramificaba hasta incluir una multitud de agentes menores que disponían y supervisaban obras públicas. La mayoría de las personas que ocupaban los puestos inferiores era de origen burgués o de la pequeña nobleza. Nuevos aspectos del gobierno Las nuevas exigencias de los Estados (por ejemplo, las militares) hicieron necesario obtener acceso a nuevas fuentes de ingreso que las recaudaciones y los tributos tradicionales no podían cubrir. Asimismo, se necesitaba una regulación uniforme que abarcara todo el territorio en diversas materias; por lo que se promulgaron ordenanzas y códigos para reglamentarlo. El gobernante podía, por su voluntad, producir una nueva ley y hacerla poner en vigor. Paralelamente al aumento de la legislación promulgada por el gobernante se produjo el fenómeno de la “recepción del Derecho Romano”, por la cual los principios y normales legales adquirieron validez en varios territorios. Con esto, llegó a regularse una enorme gama de relaciones sociales. El gobernante tenía el derecho de un instrumento flexible, extensible y modificable para articular y sancionar a su voluntad. Su poder, por ende, pasa a ser más unitario y abstracto. Los miembros del sistema administrativo no actuaban ante un encargo del gobernante, sino con la guía y control de un cuerpo de normas promulgadas (unitariamente). Cada órgano poseía funciones delimitadas con precisión, normas mediante las cuales evaluar su ejercicio. No poseían derechos de propiedad y no podían tener pretensiones de ningún ingreso. En esencia, el Estrado trascendía la persona física a través de la despersonalización y objetivación de su poder. El Estado estaba configurado como una entidad artificial y organizativa. RM1. 34 Giuliana Migale Rocco La emergencia de la sociedad civil El gobernante absolutista hizo suyas las facultades de gobierno que estaban antes dispersas. Se concentró un aparato unitario para el establecimiento y ejecución de políticas estatales, que funcionaba en nombre y a favor de los intereses de la soberanía. Como consecuencia, los individuos y cuerpos privilegiados se convirtieron en poseedores de facultades privadas legalmente concedidas. El Estado se había alejado de la sociedad y se concentraban en él funciones específicamente políticas. Uno de los intereses primordiales de este era la regulación y promoción autoritarias de inquietudes privadas de los individuos. Se fomentaba la actividad económica para mantener a la población ocupada y despreocupada de las empresas políticas y para generar riqueza imponible necesaria. El desafío político de la sociedad civil Los límites de las clases comenzaron a fijarse en base a la posesión o la exclusión delos recursos del mercado que dan a sus propietarios; el recurso en cuestión es el capital, la propiedad privada. Una clase presupone la competencia por la ventaja entre sus componentes, todos los cuales son individuos privados con intereses propios. Las exigencias políticas de la burguesía se planteaban dirigidas al sistema absolutista, y podían ser ampliamente satisfechas al mismo tiempo que se mantenía a todo la sociedad civil. Sin embargo, fueron estos grupos los primeros calificados para criticar el propio funcionamiento del estado. Cualquier intento de institucionalizar la crítica y controversia planteaba un desafío al sistema absolutista, puesto que podía extenderse. El ataque burgués contra la noción de privilegio golpeaba directamente la política absolutista de compensar a los estados tradicionales, y su ilustración secular amenazaba la alianza entre el Estado y la Iglesia. La nueva concepción de confrontación abierta de opiniones, el ámbito público no solo criticará las actividades del estado, sino que las comenzará a controlar. Esto se hará a través de los mecanismos de representación y no con la atribución de prerrogativas políticas a miembros individuales. La Ilustración Los orígenes culturales de la Revolución Francesa Roger Chartier UNA NUEVA CULTURA POLÍTICA Peter Burke ha caracterizado el período comprendido entre el siglo XVI y la Revolución Francesa como un tiempo de “politización de la cultura popular”. Según él, en Europa occidental los artesanos y los campesinos se interesaron cada ve más en las acciones de los gobiernos y se sintieron más que antes, en la política. Ligada a las exigencias del Estado centralizado, la participación del pueblo en los asuntos de Estado creció en la edad moderna. Esto produce una profundización de la conciencia política e inserta un cambio a largo plazo (en el caso de Francia produjo una ruptura del orden establecido). Las obras políticas interesan prioritariamente no a los lectores más populares, sino a aquellos cuyo destino social depende de modo directo del acontecimiento (posibles víctimas de un cambio político). En el siglo XVIII los salones de lectura y los cafés amplían la circulación de los diarios, pero son pocos los lectores que pertenecen a las clases humildes (por su costo y cantidad). En cambio, la literatura política está destinada a un público popular, ciudadano y campesino. Tres son los textos relacionados al ámbito político: o Un panfleto contra Mazarino, que hace alusión a las luchas de la Fronda. Sin embargo, el texto pierde vigencia política porque se reparte mucho después del acontecimiento y pasa a ser entendido como entretenimiento. o Las “miserias” de los obreros y apéndice; un género gracioso y burlesco de los relatos de aprendizaje, que, en lugar de promover la crítica social y política, se propone neutralizar toda posibilidad de lectura subversiva. o Textos dedicados a los “bandidos sociales”, que tienden a desactivar toda identificación del lector popular con el bribón adversario de las autoridades. Proponen una representación del bandido justiciero. Es así que estos textos de la Biblioteca Azul participaron en la politización creciente del siglo XVIII. Además de estos, predominan las obras de instrucción religiosa y devocionarios, los textos de ficción (novelas de caballería, cuentos, humoradas) y los libros de aprendizaje y de costumbre. Entre 1790 y 1792 e incluso hacia 1789 no predominan las obras políticas. La lectura política depende directamente del hecho revolucionario, y solo cuando éste ocurre la política llega al mundo rural. Esta literatura introduce en las aldeas la actualidad de los conflictos que dividen a la nación. El hecho de que en las ciudades creció la conciencia política colectiva, esto no significa que el cuestionamiento del poder del Estado haya sido cada vez más radical. Por el contrario, con la consolidación del estado moderno, apoyado en la monopolización del régimen fiscal que centraliza el impuesto a favor del soberano y monopolización de la violencia legítima, hubiera impedido durante un siglo y medio una crisis que hubiese hecho tambalear el poder del rey. Por ende, más que una politización de la cultura popular, se instaura una división entre las prácticas de la cultura del espacio público, y por otra parte una política cuyos retos están encerrados dentro de los límites estrechos de los antagonismos o enfrentamientos que separan a la sociedad restringida de quienes detentan el poder público. DE LAS REVUELTAS ANTIFISCALES A LOS PROCEDIMIENTOS ANTISEÑORIALES Durante mucho tiempo las rebeliones contra la autoridad asumieron la forma de revueltas armadas, cuyo objetivo principal era el impuesto fiscal. La característica antifiscal de las rebeliones se confirma en las designaciones aplicadas a todos aquellos que son sus víctimas, y explica la geografía de las revueltas. Éstas se dan principalmente en la periferia, la Francia de las comunas y de los señores (y no en zonas donde la dominación cercana del soberano mantiene firmemente la obediencia y sumisión del pueblo, donde se sienten como agresiones intolerables, destructoras de libertades públicas. Las revueltas de principios del siglo XVII tienen un fin político inmediato, ya que se levantan en contra de los agentes del rey. Las sublevaciones del siglo XVII son populares porque movilizan a todas las comunidades y se apoyan en las solidaridades geográficas, sin exclusiones sociales; todos están unidos contra los perjuicios causados a derechos ancestrales e inalienables. Las revueltas se justifican por un derecho tradicional, de que el soberano es garante, que autorizan a levantarse RM1. 35 Giuliana Migale Rocco en contra de aquello que rompe ilícitamente ese contrato esencial. Las sublevaciones toman también formas rituales, que pertenecen al universo de la cultura popular, como un repertorio de motivos y gestos susceptibles de ser empleados por los diferentes estamentos sociales y disponibles para hacerse cargo de los rechazos en relación al Estado. A las rebeliones dirigidas contra el Estado, le sucede una protesta que cambió de espíritu, táctica y estrategia, puesto que cambian los objetivos. La recaudación de impuestos da paso al odio del campesino al señor. Además se modifican los métodos. El recurso sumarial ante la administración pública reemplaza la violencia. Por último, se invierte la geografía de la resistencia. Aun cuando se desestiman sus demandas, las comunidades rurales no abandonan la vía judicial. Los abogados defensores aprovechan los casos particulares para atacar los fundamentos de las pretensiones señoriales. Considerando al derecho como la contrapartida contractual de una protección que ya no está asegurada, los defensores quiebran la autoridad de la costumbre y la tradición, dando forma a una protesta campesina. A lo largo del siglo XVIII, las comunidades rurales, tomando por objetivo la señoría por su arbitrariedad y dinámica capitalista hacen el aprendizaje de la política. Se trata de un campesinado más alfabetizado y abierto por los intercambios y migraciones urbanas. Los franceses comienzan a ver otra forma de relación con las autoridades. DE 1614 A 1789: TRANSFERENCIA DE LAS ESPERANZAS DE LOS CAMPESINOS La trasformación de las revueltas y las protestas procesales modificó la relación del mundo rural con la autoridad. En 1614, los reclamos campesinos se relacionan al funcionamiento y estatuto de los oficios, la expectativa de una reforma religiosa y las protestas contra el régimen fiscal del reino. En 1789, la queja fiscal sigue siendo significativa, pero siguen teniendo importancia inédita las reivindicaciones antiseñoriales, y se agregan las quejas contra el diezmo, y siguen las referidas a la justicia y los oficios. En 1614, aflora, asimismo, la conciencia de la mediocre calidad del clero. La Reforma católica plasma un sacerdote distinto, que ha recibido una buena formación y es de costumbres irreprochables. Por ende, los fieles ya no tienen por qué quejarse de su clero. Las quejas en 1789 se refieren a la maldad manifestada por los diezmeros al recaudar el impuesto y a su alto porcentaje. Proponen una transferencia del destino que se le da o piden incluso la suspensión de este. En 1614, el diezmo era aceptado porque lo esencial residía en una Iglesia más represente. En relación a los derechos feudales, en el siglo XVII se reconoce la legitimidad de los derechos y privilegios del señor como contrapartida de la función de defensa y protección que asume. Sin embargo, en 1789, frente a estos derechos se asumen tres actitudes: eximirse de los impuestos señoriales (mayoritaria) o la de transferir, reformar, disminuir o simplificar dichos impuestos. El cuestionamiento antiseñorial sin embargo no crea una atmósfera de revuelta abolicionista, sino que consiste en una voluntad de reforma. A la expectativa de una protección necesaria, sucede una aspiración de negociar. El impuesto real es el principal enemigo entre 1614 y 1789. En 1789 se produce un rechazo de los privilegios fiscales y la reivindicación de la igualdad fiscal. En el siglo XVII, en cambio, la propuesta apuntaba a los procedimientos de recaudación y el control de cuentas. Las diferencias en las quejas de 1614 y de 1789 demuestran transformaciones de la cultura política de la mayoría. En 1789 se exige que se tomen en cuenta las opiniones populares. La Iglesia y la Reforma católica, y el Estado de justicia y de policía proporcionaron la seguridad deseada, por lo que se trata de una sociedad protegida y resguardada que debate medidas capaces de adecuar sus deseos al orden del mundo. Al liberar las ataduras que sometían a los más débiles, la consolidación del Estado moderno creó las condiciones que llevaron a juzgar intolerable la dependencia antes admitida. EN LA CIUDAD: CONFLICTOS LABORALES Y APRENDIZAJE POLÍTICO En las ciudades, desaparecen las sublevaciones urbanas, pero surgen enfrentamientos originados de los problemas de los talleres y oficios; se trata de huelgas obreras. A partir de 1760, hay un aumento de la agitación obrera, y la escalada insubordinación expresa la nueva representación que los oficiales operarios y los obreros urbanos hacen del mundo social. Lo que se buscaba era una reivindicación de la libertad de colocación, la demanda de salarios más altos y frecuentes, mejores condiciones de vida y trabajo, rechazo de la traba para abandonar el taller o incluso la manifestación del ansia de independencia. El boicot de los patrones reacios a ceder a las exigencias, desarrolló a la asociación obrera o creación de gremios (asociaciones por oficio), que organizaban la acción colectiva por los intereses compartidos. No se recurría únicamente a la huelga, sino que utilizaban también convenios y la vía judicial para obtener la derogación de las nuevas reglamentaciones. La argumentación de los abogados habitúa a los obreros a pensar las discusiones con sus patrones en categorías – de jurisprudencia civil y derecho natural – que universalizan y politizan cada causa. Este aprendizaje político se aceleró por la reforma fallida de Turgot, que, en 1776 abolió las corporaciones. La multiplicación de los conflictos tiene origen en la confrontación entre los operarios amargados y los patrones preocupados por recuperar sus prerrogativas. Con la crisis de 1776 se estableció un vínculo inmediato entre los enfrentamientos y la política en el nivel gubernamental. Para los operarios, las discusiones con sus patrones habían cobrado sentido dentro de un conflicto en el que incluso la autoridad del rey se había visto comprometida. La politización originada en el trabajo estaba vinculada a los conflictos de Estado. Las corporaciones asociaron la preservación de su dominio sobre los operarios y la participación en la esfera pública. LA ESFERA PÚBLICA LITERARIA: LOS SALONES En el mundo de las elites sociales e intelectuales, la menor dependencia frente a la autoridad del Estado está marcada por la aparición de una esfera cultural autónoma, con dos características: la formación de un público cuyos juicios críticos y prácticas doctas no se guían por la moda de la corte o autoridad académica, y están a menudo en contra de las sujeciones y jerarquías impuestas. Se apoyan en instituciones que producen una nueva legitimidad (salones, cafés). Se basan en el ejercicio de una crítica libre, la igualdad de todos los comprometidos en la confrontación, la voluntad de representar y formar el juicio de un público nuevo. Aparece en Francia un espacio de prácticas intelectuales basado en el uso público cuya competencia crítica no está ligada a su pertenencia a un cuerpo instituido por la autoridad del rey ni al mundo de la corte. La lucha se relaciona con la búsqueda de una vida intelectual emancipada de la tutela monárquica y curial. De la participación en los salones se pueden obtener protecciones y pensiones, empleos y gratificaciones; allí se hacen las elecciones para la Academia Francesa. Son centros de encuentro entre la aristocracia y los escritores; los salones son el primer soporte de la nueva “esfera pública literaria”, emancipada de la tutela curial y académica. RM1. 36 Giuliana Migale Rocco LA FACULTAD DE JUZGAR: LA CRÍTICA LITERARIA Y PICTÓRICA Los periódicos constituyen un segundo apoyo de esa esfera. Aumenta la cantidad de publicaciones y autores dedicados al análisis crítico. Se expresan y alimentan la sociabilidad libre e instruida de los cafés y clubes. La prensa adecua sus fórmulas y contenidos a las expectativas de un público ávido de informaciones y juicios sobre las nuevas publicaciones. Se incrementan al mismo tiempo las reseñas de los libres de ciencias y artes. El aumento de las publicaciones y su apertura a los intereses intelectuales crean un mercado del juicio crítico, liberado de la tutela exclusiva de los periódicos oficiales y basado en la posible confrontación de opiniones. La pluralidad de libros en circulación abre el debate crítico. De este modo, pueden enfrentarse concepciones estéticas. En esta confrontación pública las autoridades anteriores comienzan a perder su monopolio como árbitros del buen gusto y del control severo. El Salón impone un nuevo principio de consagración artística, transferida de la sesión a puertas cerradas, al espacio abierto de la crítica contradictoria y de la libre apreciación. LA POLITIZACIÓN DE LA ESFERA PÚBLICA LITERARIA Se crea una esfera política basada en principios que se contradicen con los que organizan el estado monárquico. Se trata de un nuevo mundo estructurado a partir del individuo y no ya de grupos institucionales, un mundo fundado en la opinión. Los clubes son lugares donde se inventa y experimenta, dando lugar a una sociabilidad democrática con derechos en contraposición a la monarquía, por en individuo y no las instituciones. Comienza, asimismo, a aplicarse el juicio crítico (desatado de las instituciones), que da lugar a la formación de una opinión común basada en el conjunto de las individualidades. La autoridad política es sometida a la jurisdicción del juicio y al veredicto de la razón. LA LIBERTAD EN SECRETO, EL SECRETO DE LA LIBERTAD: LA MASONERÍA El establecimiento de la masonería es singular por su continuidad, su generalización y distribución. Desde mediados de siglo, las logias se multiplican en todo el reino y si bien es exclusivamente urbano, llega a todas las categorías de ciudades. La difusión responde a una expectativa compartida. Se trata de un espacio nuevo donde los individuos no se distinguen entre sí por su condición jurídica, sino que solo el mérito puede justificar la obtención de dignidades. Está basada en la igualdad entre individuos. Las logias aceptan categorías sociales que por lo general están ausentes de las sociedades literarias o intelectuales. Se excluye de la masonería, sin embargo, a quienes no poseen educación ni desahogo económico. La igualdad a la que apelan es más aristocrática que democrática; se basa en la paridad de que se compartan idénticos patrimonios sociales (diferente a la concepción abstracta de igualdad). Se trata de un movimiento doble y contradictorio: una práctica de la igualdad que reúne a los que tiene dinero, educación y tiempo libre y un modo de asociación menos exigente desde el punto de vista intelectual. La sociedad mentada por la libertad de conciencia se erige en juez de la razón del Estado. Excluidos de la sociedad por el secreto, los talleres socavan el orden monárquico y proponen un nuevo sistema de valores. Los burgueses crean en las logias la libertad civil. Gracias a la institución del público, cuyos juicios no son los de la autoridad y a la aparición de un mercado de producciones culturales se amplía la difusión de los conocimientos, se adquirió el hábito del juicio libre y de la crítica contradictoria. Se sustituye la omnipotencia de la autoridad por la manifestación pública de las opiniones individuales y la voluntad de analizar sin trabas todas las instituciones existentes. La nueva esfera de discurso del siglo XVIII es un espacio común de enunciados y acciones posibles, que conjuga de otro modo la relación con el poder del estado. Cambian sus formas de expresión como sus aspiraciones fundamentales. La nueva cultura política resulta de diferentes modos de politización que desquician por completo el orden tradicional. La Europa de las luces René Pomenau CRUZADAS DE LAS LUCES Ámsterdam, los cantones de Suiza y Ginebra son las ciudades que emprendieron el camino de las luces; puesto que en ellas no había limitaciones a la prensa ni a la religión y eran repúblicas que se hallaban en desarrollo comercial e industrial. Los franceses y alemanes gozan de licencia absoluta para hablar contra los soberanos de sus países, con libertad de conciencia por sobre todo. Se trata de ciudades cosmopolitas. En Ámsterdam prospera la imprenta, en detrimento de la producción francesa. En Ginebra, hacia 1780, se percibe una sociedad opulenta, enriquecida por el comercio, las industrias de lujo y el agio. La Europa científica, por su parte, asistía a la escuela de Holanda. El espíritu burgués causaba entusiasmo por los valores de patria, naturaleza y libertad que exaltaban. La admiración hacia pueblos exentos de miseria y tiranía, que representaban las únicas repúblicas prestigiosas, emprendieron las primeras cruzadas de las luces. Las corrientes de influencia de Europa en el siglo XVIII presentan diferencias de potencial entre la zona central y la periferia. Países como España, Portugal, Polonia, Grecia y Turquía se sitúan en una posición receptora y su mensaje positivo es modesto. Estos países periféricos participan en la Europa de las luces por los conflictos que estallan en sus territorios. La filosofía entabla entonces el combate de la Razón frente a las fuerzas tradicionales. Los reinos de Portugal y España, a finales del siglo XVII iban retardados en la evolución general de Europa. España tiene “mala prensa” en la Europa ilustrada. Sin embargo, la nueva España del siglo XVIII quiere ser provincia de la Europa ilustrada. Las condiciones sociológicas hacían de este país, como también de Portugal, tierras de elección para el despotismo ilustrado. Los libros subversivos, ingleses y franceses, se extendieron por la península. La institución puede considerarse la culpable de haber pretendido mantener a España apartada de las corrientes intelectuales del siglo. La opinión ilustrada establecía como condición del progreso el debilitamiento o la supresión del Santo Oficio. Carlos III, impaciente por modernizar su reino, aprovechó en 1761 la ocasión para limitar las prerrogativas de la jurisdicción; decretando que los inquisidores ni podrían promulgarse sin previa autorización. La Inquisición estaba apoyada por quienes veían la transformación como alarmante. En la medida en que no tiene más existencia que la moral, para la Europa de las luces es necesario que se den más “casos” para que tomen conciencia de su cohesión. Anteriormente, el partido de las luces se había fortificado. Los padres, amigos de RM1. 37 Giuliana Migale Rocco las letras y las ciencias, contribuyeron a crear la sociedad ilustrada de Europa. Así, todos los países vieron a sus discípulos más brillantes volverse contra ellos. La derrota de los padres por las luces es interpretada como una victoria de la Razón y la Virtud. LA INTERNACIONAL DEL HOMBRE HONRADO El siglo XVIII se distingue por un estrechamiento de las solidaridades: la circulación se hace más fácil, más atractiva, por el hecho de que las tradicionales instituciones de cambio se refuerzan, mientras se crean otras nuevas. El mundo del saber se comunica con el mundo de los mundanos. La academia asegura la transición de uno al otro. La Europa de las luces aumentó considerablemente la sociedad académica; se constituye una especie de clase académica por encima de las fronteras. Florecen, asimismo, las logias y la masonería. Y, ligadas entre sí, las sociedades secretas cubren toda Europa, propagando un idealismo racionalista, que contribuía a la unidad en la Europa de las luces. Las logias no se abren más que a “gentes honradas” recomendadas por la honorabilidad en sus funciones, por su fortuna o reputación. La rigidez de la jerarquía existente hizo que se constituya una jerarquía paralela. Como toda sociedad en evolución, ésta carece de homogeneidad e incluye una diversidad de grupos en distintos niveles. Una aristocracia en vías de mutación constituye el fondo: grandes señores con orígenes feudales. El ambiente aristocrático permite a las testas coronadas el acceso a la Europa de las luces. Cunde la moda de disminuir el fasto monárquico; y el nuevo estilo monárquico reduce las distancias. La Europa de las luces hace a un lado el prejuicio del nacimiento. El hombre de las luces compone su persona como un papel que ha de representar placer para los demás, por lo que toda flaqueza debe ser disimulada. También estimula la afirmación del hombre en tanto personaje singular, independientemente de la función que ejerce. Se hace resaltar la vida privada, al hombre útil y por consiguiente, el hombre de bien es quien trabaja para los suyos y su profesión. Este tipo de hombre alcanza una independencia de pensamiento, y se atreve a elaborar sus ideas por sí mismo, ambicionando llegar a ser sabio por esfuerzo propio. Esta clase se distingue por su apertura intelectual. Existe una gran contradicción entre el mundo cosmopolita que emerge t la situación del antiguo orden feudal, como así también entre los nexos nacionales y el espíritu cosmopolita. FIN DE UNA EUROPA La situación de Europa, una por la cultura pero reducida a la forma precaria de organización que es el equilibrio. La filosofía de las luces una a la inspiración humanitaria una ideología del desarrollo. Esto hace que se conciba la idea de nacionalismo. Su auge acompaña los progresos de una burguesía negociante, que busca promover un orden a su medida. Se reivindica la libertad del ciudadano. Bajo el empuje social, la conciencia de Europa se divide en nacionalidades separadas. Cada individuo identifica su voluntad propia con la general. DE UNA EUROPA A OTRA A través de la época de las nacionalidades, sobrevivió la idea europea. Los valores de las luces, razón, técnica, prosperidad material, estaban destinados, por su propia naturaleza, a una difusión mundial. Si bien no existe Europa en tanto que unidad, si se responde a una necesidad política de organizar la paz perpetua. El movimiento obrero del siglo XIX Industria e Imperio Eric Hobsbawm LOS RESULTADOS HUMANOS DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL 1750 – 1850 Los que llevaron a cabo la Revolución Industrial la concibieron como una serie de adiciones y sustracciones; es decir, la diferencia entre comprar en el mercado más barato y vender en el más caro, entre costo de producción y precio de venta, entre inversión y beneficio. La moral y la política se manejaban de este modo; y el objeto de la política era la felicidad. Cualquier placer del hombre podía expresarse cuantitativamente y también así sus pesares. El gobierno que consiguiera la mayor felicidad para el mayor número de personas era el mejor. Surgen preguntas como qué poder adquisitivo, bienes o servicios, que pueden comprarse con dinero proporcionó la Revolución industrial y a qué numero de individuos; como así también si la felicidad privada consiste en una acumulación de cosas tales como bienes de consumo y si la felicidad publica consiste en la mayor acumulación de éstas para el mayor número de individuos (que para Hobsbawm no es). Esta revolución no fue un simple proceso de adición y sustracción sino un cambio social fundamental que transformó las vidas de los hombres de modo irreconocible, destruyó sus viejos modos de vida y les dejó en libertad para que descubrieran o se construyeran de otros nuevos y podían y sabían como hacerlo. Hay una relación entre la Revolución industrial como suministradora de comodidades y transformadora del cambio social. Las clases cuyas vidas experimentaron menos transformaciones fueron las que más se beneficiaron en términos materiales, en tanto que su inhibición ante los cambios que estaban afectando a los demás obedecía no sólo al conformismo material, sino también al moral. La industrialización británica afectó escasamente a la aristocracia y pequeña nobleza. Su predominio social permaneció intacto en el campo completo, e incluso su poder a escala nacional no sufrió alteraciones sensibles, aunque a partir de 1830 hubieran de tener miramientos con las susceptibilidades de una clase media provinciana, poderosa y combativa. Las actividades económicas de la aristocracia, a diferencia de su estilo social, ya se habían adaptado a métodos comerciales de la clase media. Los nobles no tuvieron que dejar de ser feudales, porque ya hacía mucho tiempo que habían dejado de serlo. RM1. 38 Giuliana Migale Rocco Los parásitos de la sociedad aristocrática rural, alta y baja, también era próspera. La iglesia recibía más ataques teóricos que prácticos; y su adaptación fue cuidadosa y moderada. Sin embargo, la introducción de los tejedores y jornaleros agrícolas al nuevo mundo no fue igual. Las nacientes clases comerciales hallaron un firme patrón de vida esperándolos. El éxito social no iba a significar ninguna incógnita, ya que a través de él cualquiera podía elevarse a las filas de la clase superior (esto constituía un proceso de asimilación). Un grupo del parlamento representaba en el siglo XIX a este grupo de familias negociantes asimiladas a la oligarquía terrateniente. Sin embargo, la inserción en la oligarquía aristocrática es solo asequible a una minoría. La gran masa de personas que se elevaban desde inicios modestos a la opulencia comercial, pugnaban por entrar en las filas de la clase media y escapar de las humildes, eran demasiado numerosas para poder ser asumidas. Si bien al principio no les preocupaba, este grupo fue adquiriendo cada vez mayor conciencia como clase media, que exigía derechos y poder. Además, no estaba vinculada emocionalmente con el antiguo régimen (estos fueron los pilares de la liga contra la ley de cereales). Sin embargo, aunque la Revolución Industrial cambió fundamentalmente sus vidas, no les desorganizó. Las sencillas máximas del utilitarismo y de la economía liberal, aún más desmenuzadas en los latiguillos de sus periodistas y propagandistas, les dotó de la guía que necesitaban, y si esto no era suficiente, la ética tradicional del empresario ambicioso y emprendedor lo hizo. La clase media triunfante y aquellos que aspiraban a emularla estaban satisfechos. No así los trabajadores pobres, cuyo mundo y formas de vida tradicionales destruyó la Revolución industrial, sin ofrecerles nada a cambio. El trabajo en la sociedad industrial era distinto al del trabajo pre-industrial, por distintos motivos. En primer lugar, está constituido por la labor de los proletarios, que no tienen otra fuente de ingresos más que el salario en metálico que reciben por su trabajo. En cambio, el trabajo pre-industrial estaba desempeñado por familias con sus propias tierras de labor, obradores artesanales, cuyos ingresos salariales complementan su acceso directo a los medios de producción. La Revolución industrial sustituyó al servidor y al hombre por el operario y el brazo. Además, el trabajo industrial impone una regularidad, rutina y monotonía distintas de los ritmos de trabajo anteriores; trabajo que dependía de la variación de las estaciones o del tiempo, de la multiplicidad de tareas en ocupaciones no afectadas por la división racional del trabajo, los azares de otros seres humanos o animales, o incluso de holgar en lugar de trabajar. La industria trajo una regularidad mecanizada del trabajo. Tercero, el trabajo en la época industrial se realizaba con más frecuencia en los alrededores de la gran ciudad. A partir de 1848, las ciudades comenzaron a dotarse de servicios públicos, pero fueron escasos al principio en las ciudades británicas. La vida del hombre fuera del trabajo transcurría en tabernas o capillas baratas donde se recordaba que no sólo de pan vive el hombre. La ciudad destruyó la sociedad. Existe, por tanto menos comunicación personal entre dueños y obreros o trabajadores. En cuarto lugar, la experiencia, tradición, sabiduría y moralidad pre-industriales no proporcionaban una guía adecuada para el tipo de comportamiento idóneo en una economía capitalista. El hombre tenía derecho a ganarse la vida, y si estaba impedido de hacerlo, tenía derecho a que la comunidad lo mantuviera. Los economistas liberales creían que el hombre debía ocupar los empleos que ofreciera el mercado y que el individuo razonable crearía una reserva dineraria para accidentes, enfermedad o vejez. El objetivo de la ley de los pobres no era tanto ayudar a los desafortunados, como estigmatizar los vivientes fracasos de la sociedad. La clase media opinaba que las “sociedades fraternas” eran formas de seguridad racionales. Mientras la seguridad social dependió de los propios esfuerzos de los trabajadores, solió ser económicamente ineficaz, comparada con la situación de la clase media, cuando dependió de sus gobernantes, quienes determinaban el grado de asistencia pública, fue motor de degradación y opresión más que medio de ayuda material. La Gran Bretaña semi-industrial de los siglos XVII y XVIII preparó y anticipó en cierto modo la era industrial del siglo XIX. Por ejemplo, la institución para la defensa de la clase obrera (trade union). El grueso de los trabajadores británicos se había adaptado a una sociedad cambiante, que se industrializaba, aunque aún no estuviera revolucionada. Los “artesanos” eran los líderes naturales en ideología y organización, de los trabajadores pobres, los pioneros del radicalismo, de la discusión y de la educación superior popular, el núcleo de cualquier movimiento progresista. Hostiles al capitalismo, eran únicos en elaborar ideologías que no buscaran el solo retorno a una tradición idealizada, sino que contemplaran una sociedad justa que podía ser también técnicamente progresiva. Los grandes movimientos sociales de este período fueron decayendo: habían sido movimientos que no solo obtenían su vigor de las extremas dificultades de la época, sino también de la fuerza de aquellos otros métodos más viejos de acción de los pobres. Estas cuestiones cualitativas que oprimían a los trabajadores pobres deben sumarse a su pobreza material. En términos relativos, el pobre se hizo más pobre, simplemente porque el país, su clase rica y media, se iba haciendo más rica. La anormal presión realizada sobre el consumo de la clase obrera en la época de la primera industrialización que se reflejó en su pauperización relativa. La industrialización implica una relativa diversión de la renta nacional del consumo a la inversión, una sustitución de bistecs por fundiciones. Se trata de una transferencia de ingresos de las clases no inversoras a las potencialmente inversoras, es decir, del pobre al rico. Además, la economía no basaba su desarrollo en la capacidad adquisitiva de su población obrera. No hay duda de que las condiciones de vidas de determinadas clases de población se deterioraron. A partir de 1840, el consumo creció de forma significativa. Por encima de todo, el pálpito de una inminente explosión social que había flotado en Gran Bretaña casi constantemente desde el fin de las fierras napoleónicas desapareció. Los ingleses dejaron de ser revolucionarios. Este desasosiego social y político no refleja tan solo la pobreza material, sino la pauperización social: la destrucción de las viejas formas de vida sin ofrecer a cambio un sustantivo que el trabajador pobre pudiera contemplar como equivalente satisfactorio. El país se vio inundado de poderosas mareas de desesperación social. Sin embargo, a partir de 1830, todos los movimientos se hicieron más conscientes y característicamente proletarios. Las agitaciones de 1829-1835 vieron surgir la idea del “sindicato general” y su arma definitiva, que podía utilizarse para objetivos políticos, la “huelga general”. Lo que mantenía unidos a todos los movimientos era el descontento general que sentían las personas, hambrientas en una sociedad opulenta t esclavizada en un país que blasonaba de libertad. Las principales corrientes del marxismo Leszek Kolakowski EL MARXISMO Y LA SEGUNDA INTERNACIONAL RM1. 39 Giuliana Migale Rocco Segunda internacional: organización formada por socialistas y laboristas para coordinar la actividad como la Internacional Social Demócrata. El período de la II Internacional (1889-1914) puede denominarse la edad de oro del marxismo. La doctrina marxista había sido definida como pára construir una escuela de pensamiento, pero no estaba sometida a una ortodoxia dogmática como para excluir la discusión o defensa de soluciones a problemas teóricos y tácitos. En gran parte de los países europeos con un movimiento socialista de trabajadores, su ideología estuvo permeada por el marxismo en mayor o menos grado. La influencia del marxismo fue menor en Inglaterra, el país en el que se había formulado su doctrina básica. En general en Europa, ser socialista no era necesariamente ser marxista, pero la teoría socialista había sido obra de personas que se declaraban marxistas. El marxismo parecía estar en la cúspide de su fuerza intelectual; era la ideología de un poderoso movimiento político; pero no tenía medios de silenciar a sus oponentes, y los hechos de la vida política le obligaban a defender su posición en el terreno de la teoría. El marxismo apareció en los medios intelectuales como una doctrina seria, y su influencia se extendía más allá del círculo inmediato de sus fieles a historiadores, economistas y sociólogos que no lo profesaban, pero que adoptaban determinadas ideas y categorías marxistas. Las principales características de la doctrina marxista estaban ligadas a su situación social y su función política. Diversos factores contribuyeron a su desarrollo como ideología del movimiento obrero, pero en tanto ese desarrollo estuvo afectado por las corrientes políticas del momento, su alcance se vio limitado en muchos aspectos. Quienes se consideraban a si mismos marxistas pueden dividirse en dos grupos según su actitud hacia las premisas filosóficas del marxismo: un grupo adoptó la idea del marxismo como teoría del desarrollo y social y en especial de la sociedad capitalista y su inevitable colapso. Sin embargo, la mayoría ortodoxa mantenía que la doctrina marxista contenía respuesta a todos los problemas de la filosofía y que las obras de Engels eran el desarrollo natural de las teorías económicas y sociológicas de Marx. En conjunto, el marxismo como teoría filosófica general se convirtió en letra muerta o adoptó una forma ecléctica. La II Internacional no fue una organización uniforme y centralizada con un cuerpo de doctrina elaborado y reconocido por todos sus miembros, sino más bien una amplia federación de partidos y sindicatos que actuaban independientemente, pero unidos por su fe en el socialismo. Era una fusión entre la teoría socialista y el movimiento de trabajadores, entre la lucha científica y al análisis científico de los procesos sociales. Aunque las tradiciones del socialismo no marxista no hubieran perdido su fuerza, fue el marxismo el que se convirtió en la forma dominante del movimiento obrero y en la verdadera ideología del proletariado. A diferencia de la I Internacional que fue un centro ideológico más que una organización del movimiento obrero, la II Internacional fue una unión de los partidos representativos de las masas. Era marxista quien aceptaba las siguientes proposiciones: o Las tendencias de la sociedad capitalista, y en especial la concentración de capital, han activado la tendencia natural del proceso histórico hacia el socialismo, que es la consecuencia o bien inevitable o bien más probable de los procesos de acumulación. o El socialismo supone la propiedad pública de los medios de producción y por tanto la abolición de la explotación y de los beneficios no trabajados, del privilegio y la desigualdad derivados e la desigual distribución de la riqueza. No habrá discriminación de raza, nacionalidad, sexo o religión, ni ejército permanente. Habrá igualdad de oportunidades para la educación, libertad democrática y un sistema global de bienestar social. o Quien determina los estándares en la lucha por el socialismo es la clase trabajadora como productora directa de los valores básicos, como la clase más interesada en la abolición del trabajo asalariado. o El progreso hacia el socialismo exige una lucha económica y política por parte del proletariado, que debe luchar por la mejora de su situación a corto plazo dentro del sistema capitalista y hacer uso de todas las formas políticas (en especial parlamentarias); por lo que debe organizarse en partidos políticos independientes. o El capitalismo no puede modificarse radicalmente mediante la acumulación de reformas, y sus catastróficas consecuencias de pobreza y desempleo son inevitables. El proletariado debe luchar por las reformas relativas a la legislación laboral, las instituciones democráticas y el aumento de los salarios, porque éstas hacen más tolerables sus condiciones y fomentan la solidaridad de clase y el adiestramiento en la lucha. o El capitalismo será finalmente abolido por la revolución, una vez que hayan alcanzado su madurez las condiciones económicas y la conciencia de clase del proletariado. Sin embargo, la revolución debe ser obra de la gran mayoría de la población trabajadora. o Los intereses del proletariados son idénticos a escala mundial y la revolución socialista tendrá carácter mundial. o El progreso técnico es el factor decisivo en la producción de cambios en la estructura de clases, y estos cambios determinan los rasgos básicos de las instituciones políticas y la ideología dominante. o El socialismo es una cosmovisión basada en la premisa de que la realidad es susceptible de un análisis científico. Solo la observación racional puede revelar la naturaleza del mundo y el significado de la historia. Las doctrinas religiosas y espirituales desaparecerán cuando sean abolidas la explotación y los antagonismos de clase. El mundo está sometido a leyes naturales y es obra de la naturaleza, por lo que ha de ser estudiado como tal. Las líneas de la doctrina marxista estuvieron abiertas a importantes diferencias de interpretación y dieron lugar a la formación de movimientos políticos y posiciones teóricas radicalmente hostiles entre sí. La doctrina de Marx se enfrentaba a situaciones que no había previsto, lo que obligaba a sacar conclusiones particulares, sin estar siempre de acuerdo. Las etapas del desarrollo teórico más importantes de la II Internacional pueden reducirse a tres: a) La lucha contra el anarquismo. b) El revisionismo. c) El conflicto entre la ortodoxia y el ala izquierda tras la revolución rusa de 1905. Los factores más importantes de la situación europea que incidieron en el desarrollo del pensamiento socialista de la II Internacional pueden resumirse como el abandono del liberalismo como ideología y como práctica económica; la democratización de las instituciones políticas y la introducción del sufragio igual y universal en muchos estados europeos; la expansión económica de Europa occidental y el desarrollo de tendencias imperialistas. El ocaso del liberalismo se expresó en el abandono de dos principios: o La principal función de las instituciones estatales era proteger la seguridad, la libertad, la propiedad del individuo: las cuestiones relacionadas con la producción y el intercambio estaban fuera de su competencia y debían dejarse en la iniciativa privada. o La relación entre el empresario y el asalariado era un contrato entre individuos, por lo que debía someterse a las normas de estos contratos. RM1. 40 Giuliana Migale Rocco Estos dos principios que pueden denominarse la teoría “pura” del capitalismo y la libre competencia tenía pocos defensores a finales del siglo XIX. Esto se debía a la propaganda socialista y los cambios de la economía mundial, que habían hecho impracticable el ideal de un libre comercio no restringido. De esta forma se reconoció como un derecho y un deber de las cámaras legislativas regular el sistema de contratos de trabajo y limitar ciertas formas de explotación, aceptándose que los trabajadores tenían derecho a formar asociaciones para la defensa colectiva de sus intereses contra los empresarios. El reconocimiento del principio de la intervención estatal entre trabajadores y empresarios y la posibilidad de ejercer presión mediante las cámaras legislativas libremente elegidas, enfrentó a los partidos socialistas de Europa occidental a una situación a la cual la estrategia marxista no proporcionaba una respuesta. Si los socialistas se hacían miembros de los parlamentos burgueses colaboraban con la aprobación de leyes en interés de la clase trabajadora, por lo que puede considerarse que participaban en la reforma del capitalismo. Los anarquistas los acusaban de esta participación y suponían que el capitalismo era remediable. Los ortodoxos sostenían que el capitalismo no podía reformarse, pero que era esencial luchar por la mejora de la condición de los trabajadores bajo el capitalismo a fin de que llegaran a desarrollar una conciencia de clase. Los trabajadores dejados a la merced de los capitalistas, privados de la educación y abrumados por el trabajo no serían nunca capaces de tomar parte en la revolución capitalista. El dilema principal estaba relacionado con las alianzas temporales con grupos sociales no capitalistas. Mientras que los anarquistas afirmaban que cualquier acción política desmoralizaba a los trabajadores al sugerir que el capitalismo cambiaba a mejor, los ortodoxos sostenían que no era contrario a los principios defender el republicanismo y la democracia burguesa; ya que, si bien una república burguesa no podía desarrollar por sí sola un programa socialista, si podía proporcionar mejores condiciones para que el proletariado prosiguiera la lucha. Si se afirmaba que el proletariado no pertenece a la sociedad burguesa y no puede reformar esta sociedad, sino sólo destruirla, entonces cualquier lucha a favor de una reforma era una traición del proletariado y un abandono de la revolución. A lo largo de su existencia, la II Internacional estuvo dominada por la social democracia alemana. El movimiento socialista era el más numeroso y uniforme y el mejor dotado doctrinalmente. El partido de Lassalle (1863) tuvo apoyo entre los trabajadores, pero no produjo hombres de acción destacados. Defendía que la cuestión social podía resolverse mediante la creación de cooperativas de productores con la ayuda del estado y mediante la eliminación gradual del sistema de trabajo asalariado. Para eso, era necesario ganar primero la mayoría parlamentaria. Bebel, fundador de un nuevo partido socialista en Alemania, fue popular a lo largo de algunas generaciones socialistas: su importancia estribaba en el hecho de abrazar en el seno del movimiento socialista la causa de la emancipación femenina y de la igualdad de derechos de la mujer. En 1875, se unieron dos partidos (entre ellos el de Lassalle) en Gotha. Su programa mantenía los principios básicos de la interpretación de Lassalle, aunque en la práctica era cada vez mayor la influencia del marxismo. En 1878, Bismarck dictó un decreto de ley que prohibía las reuniones y publicaciones socialistas y disolvía las organizaciones de los partidos locales. En 1891, el Congreso de Erfurt adoptó un nuevo programa elaborado por Kautsky y Bernstein que reflejaba la doctrina marxista en la versión aprobada por Engels. Afirmaba que el capitalismo estaba destinado a concentrarse cada vez más, excluyendo a la pequeña empresa y acentuando la lucha de clases. Establecía la necesidad de luchar por las reformas en preparación de la revolución, cuya meta era la socialización de la propiedad y la subordinación de toda producción a las necesidades sociales. Al mismo tiempo, afirmaba la unidad de los intereses a escala mundial; y una segunda sección trataba los objetivos prácticos (sufragio, libertad, igualdad, asistencia médica, etc.). La disputa entre ortodoxos y revisionistas puede reducirse a la cuestión de cuál de las partes del programa de Erfurt expresaba la tendencia y política del partido. El segundo pilar de la Internacional era Francia. Jules Guesde difundió las ideas entre los emigrados franceses y tras volver a Francia se hizo marxista. En 1877 y 1878 hubo dos congresos obreros, dominados por tendencias reformistas. El tercero (1879) adoptó las principales premisas del socialismo marxista. Tras la reunión de Guesde con Marx, Engels y Lafargue en 1880, se hicieron algunos cambios. Algunos, los posibilistas afirmaban que el partido debía adaptar su programa a las posibilidades reales y proponerse solo objetivos realizables en un futuro previsible. Este grupo prefería centrarse en las cuestiones locales y municipales como ámbito propio de la actividad del partido. Los partidarios del Parti Ouvrier Français de Guesde adoptaron la línea de esperar la revolución que debía acabar con el capitalismo, mientras que los posibilistas del Parti Socialiste Français centraban su interés en objetivos más inmediatos. A comienzos del siglo XX el socialismo francés estaba dividido en tres corrientes principales: el Parti Socialiste Français (Jaurès), el Parti Socialiste de France (guesdistas y blanquistas) y los sindicalistas. Sin embargo, el marxismo no produjo ningún teórico importante en Francia durante el período de la II Internacional. El socialismo inglés se vio poco afectado por la doctrina marxista. Los principales ideales del Socialismo Fabiano eran la igualdad y la planificación económica racional, creyéndolas alcanzables mediante la presión democrática dentro del marco de las instituciones políticas existentes y su perfeccionamiento. Parece como si en el curso del tiempo la idea de una organización social racional y científica y de la eficacia económica hubieran pasado a un primer plano, a expensas de los valores democráticos. El movimiento inglés en la historia del socialismo no hizo una contribución significativa a la evolución de la doctrina marxista, exceptuando el papel de Inglaterra en la formación del revisionismo europeo. El movimiento socialista belga era más marxista que el inglés, pero menos que el alemán. Vandervelde se consideraba marxista pero se sentía libre para discrepar en puntos de la teoría que consideraba dogmáticos. Se esforzó por hallar una cosmovisión integral en el socialismo. Él rechazaba el aspecto determinista de la doctrina, a la vez que aceptaba que la tendencia general de la economía capitalista conducía a la socialización de la industria. Socialización no era lo mismo que nacionalización: uno de los elementos esenciales era la eliminación gradual de la autoridad política centralizada en el estado. el desarrollo del socialismo se produciría mediante agrupaciones locales y formas de autogobierno. Vandervelde no fue un teórico destacado. El movimiento socialista austríaco fue junto al alemán, el más activo desde el punto de vista teórico. El partido socialdemócrata fue dirigido por Adler, que solía tomar una postura cercana al centro de la ortodoxia alemana. Otto Bauer y Karl Renner fueron los líderes del austro-marxismo; se negaban a considerar al marxismo como sistema omni-comprensivo, no dudando en unirlo a otras fuentes. En Italia, el movimiento obrero alcanzó una existencia individual frente al anarquismo en 1882, pero adoptó en 1893 un programa socialista en el sentido marxista del término. Polonia fue un importante centro del movimiento marxista; allí fue donde se escindió por primera vez el socialismo, con los principios que iban a separar la socialdemocracia del comunismo. Se formó el primer partido independiente de tipo comunista, en tanto acentuó el carácter puramente proletario del movimiento socialista, se negó a defender la causa del nacionalismo polaco y profesó una fidelidad absoluta a la doctrina marxista. En Holanda sucedió algo parecido. RM1. 41 Giuliana Migale Rocco Aunque había grupos más o menos amplios de marxistas activos en casi todos los países europeos, el movimiento marxista fue un fenómeno de la Europa central y occidental. La II Internacional puede ser considerada marxista en un sentido aproximado puesto que nunca estuvo organizada y dirigida centralmente. Fue solo el Congreso marxista lo que importó a la historia posterior del socialismo (se representaron a 20 países). En él se aprobaron resoluciones acerca de la jornada de trabajo de ocho horas, la sustitución de los ejércitos permanentes por la milicia general, la fiesta del primero de mayo, la lucha por la legislación social y el sufragio universal como medio de alcanzar el poder. De 1889 a 1900 la Internacional no tuvo existencia real excepto en la forma de sucesivos congresos. Al principio, surgió el problema de los anarquistas. El movimiento anarquista definía su base teórica en la creencia de que todos los seres humanos eran capaces, dejando a sus propias inclinaciones, de formar comunidades armoniosas, pero la raíz de todo el mal estaba en las instituciones impersonales y especialmente en la existencia del estado. Marx sostenía que la vuelta a la comunidad orgánica exigía la reorganización de la sociedad civil son re la base de la técnica y la organización del trabajo creado en el mundo capitalista. Para Marx, la destrucción del Estado y la autoridad política no implicaba la destrucción de la organización social e industrial. Esta idea de Marx supone la existencia de ciertas leyes naturales que rigen toda economía comercial independientemente de la voluntad de los individuos. Por otra parte, los anarquistas creían que la aptitud general de los seres humanos para la cooperación amistosa evitaría toda injusticia una vez que fueran demolidas todas las instituciones de la tiranía. La ley de la lida no es la fuerza y la rivalidad, sino la ayuda y la cooperación. Los anarquistas atacaban al socialismo marxista como una nueva forma de tiranía destinada a sustituir a la de la burguesía. Los marxistas afirmaban que el Estado, como medio de organización de la producción, el intercambio y la comunicación, no podía ser abolido sin destruir a la sociedad. Los anarquistas replicaban que un Estado democrático o basado en la libertad era una contradicción en los términos, porque cualquier forma de estado llevaba consigo el privilegio, la desigualdad y la violencia. Los anarquistas ponían su esperanza o bien en una transformación de la conciencia moral de los oprimidos que produjese el derrumbe de las instituciones coercitivas o bien una revolución violenta desencadenada por una conspiración terrorista. Su ideal era la igualdad completa y la abolición de todas las formas de organización que fueran más allá de la democracia directa, es decir, la completa descentralización de la vida pública. Los anarquistas fueron muy influyentes en Francia, España, Italia, Holanda y Bélgica, y en menor medida en Alemania. Entre 1896 y 1900 diversos acontecimientos agudizaron las diferencias existentes en el seno del movimiento socialista. Caso de Dreyfus. Quienes estaban dirigidos por Jaurès exigían que el partido debía comprometerse sin reserva en la defensa de Dreyfus, afirmaban que el socialismo debía tomar las armas contra toda injusticia, aun cuando la víctima fuese un miembro de la clase dirigente. Guesde y sus seguidores objetaban que si el partido salía en la defensa de un determinado miembro de la casta miliar anularía la distinción entre el partido proletario y el radicalismo burgués y, debilitando la conciencia de clase, quedaría en manos de la burguesía. Marx afirmó que aunque el socialismo era una cuestión de toda la humanidad, el progreso debía inspirarse en el interés de la clase y no en valores morales humanos de carácter general. Según él, la revolución debía ser una ruptura violenta de la continuidad con las instituciones burguesas. Algunos afirmaban que la presencia de un socialista en el gobierno no podía modificar su carácter de clase pero si ayudar a vencer a los elementos más reaccionarios y a promover reformas en el seno del sistema existente. Los oponentes a esta idea contestaban que a participación de un socialista confundía al proletariado dando la impresión de que el partido traicionaba sus propósitos. La cuestión Millerand. Fue debatida en el congreso de París de la Internacional en 1900, y en él se adoptó una resolución de compromiso según la cual los socialistas podían unirse a un gobierno no socialista en circunstancias excepcionales siempre que permanecieran bajo dirección del partido y que su acción no se considerase como una transferencia parcial de poder. La disputa sobre el revisionismo. Fue el suceso más importante de la disputa ideológica de la II Internacional. Según a doctrina marxista, todo lo que la clase trabajadora consiguiera asegurarse bajo el capitalismo, en términos de reformas sociales o libertades democráticas, debía haber ayudado a despertar la conciencia revolucionaria y ningún marxista podía admitir que esto no era así. Pero la crisis producida por el revisionismo acentuó el problema de la significación social de las reformas, lo que dio un nuevo ímpetu al estudio de las premisas teóricas del marxismo. Los últimos años de la II Internacional se vieron ensombrecidos por la proximidad de la guerra. Las guerras eran inevitables bajo el capitalismo para sus líderes, y la única forma de detenerlas era acabar con aquél. Los socialistas no debían tomar parte en las disputas entre las clases dominantes; la guerra imperialista era de hecho una de estas disputas, por lo que no tenía interés para el proletario. Si los socialistas permanecían al margen, esto significaba de hecho respaldar la acción de los gobiernos. Jaurès y Vaillant defendían que si un país era atacado, los socialistas tenían el deber de participar en su defensa. La apelación a la huelga y a la rebelión estaba dentro de los límites de la política reformista; el ala izquierda, representada por Lenin, Rosa Luxemburg y Liebknetch sostenía que la labor de los socialistas si estallaba la guerra era utilizarla para derribar el sistema capitalista. Estas eran afirmaciones puramente ideológicas que no incluían ningún plan específico. La Internacional estaba dividida en la cuestión de la autodeterminación nacional. Plantear la cuestión nacional como problema independiente era distraer al proletariado de su verdadero objetivo y colaborar en la política burguesa de unidad nacional. La Internacional colapsó frente a la guerra de 1914. En todos los países de Europa la gran mayoría había adoptado una actitud patriótica. En el verano de 1914, el movimiento socialista sufrió la mayor derrota de su historia, cuando se puso de manifiesto que la solidaridad internacional del proletariado era una frase vacía y no podía superar la prueba de los hechos. Esto dio origen a dos interpretaciones diferentes del socialismo, que se enfrentaron con la fuerza necesaria para destruir la Internacional. El movimiento obrero había obtenido un éxito real en su lucha por la legislación laboral y los derechos civiles. El marxismo había conducido a su propia disolución como fuerza ideológica, contribuyendo a que el movimiento obrero consiguiera éxitos bajo el capitalismo, refutando así la idea de que éste era incapaz de reformarse. BERNSTEIN Y EL REVISIONISMO El concepto de revisionismo A principios del siglo XX, el término revisionismo denotaba a aquellos escritores y figuras políticas que, aun partiendo de premisas marxistas, llegaron gradualmente a poner en cuestión diversos elementos de la doctrina, y en especial las predicciones de Marx acerca del desarrollo del capitalismo y la inevitabilidad de la revolución socialista. Éstos intentaban modificar la doctrina tradicional o afirmaban que algunos de sus rasgos esenciales no eran ya aplicables a la sociedad actual. En general, el revisionismo fue un fenómeno de los partidos que insistían en su fidelidad a la teoría de Marx, en especial los de Alemania, Austria y Rusia. RM1. 42 Giuliana Migale Rocco El primer signo de la crisis revisionista en el seno del partido alemán surgió hacia 1890, en la discusión de la cuestión agraria. El partido debía defender los intereses de los campesinos y de los trabajadores. Los ortodoxos, siguiendo a Marx y Engels, pensaban que bajo el capitalismo la agricultura debía desarrollarse en líneas generales de igual forma que la industria, es decir, que cada vez un menor número de propietarios sería dueño de un mayor número de tierras y que los pequeños propietarios agrícolas tenderían a desaparecer paulatinamente. Por eso, no eran partidarios de defender la causa de los pequeños granjeros que estaban destinados a extinguirse como clase. Esto, sin embargo, significaba que los socialistas nunca podrían contar con el apoyo del campesinado. Sin embargo, podía dudarse de las predicciones de Marx relacionadas con la industria y la agricultura. El capitalismo suponía una creciente polarización de clases y concentración de capital, la ruina de los pequeños propietarios y la proletarización de las masas, y que esto era un proceso irreversible: todas las reformas en el marco del capitalismo eran superficiales e inestables, la principal labor de los capitalistas era organizar fuerzas para el futuro conflicto revolucionario. Sin embargo, el crecimiento de los partidos socialistas de masas, los éxitos parlamentarios y las reformas sociales hicieron que muchos líderes entendieran su labor en términos de la consecución de ventajas inmediatas para la clase trabajadora. De esta forma, la doctrina revisionista, cuando fue introducida, cayó entre líderes de partidos y sindicatos; asumiendo diversas direcciones. Los parlamentarios se interesaban por la posibilidad de establecer alianzas con fuerzas no socialistas con fines electorales o reformistas, y todas estas alianzas eran sospechosas desde el punto de vista ortodoxo. La base práctica del revisionismo era que los socialistas debían construir por grados la nueva sociedad, centrándose en los progresos cotidianos y no limitándose a esperar la revolución. Las teorías de Bernstein cristalizaron ideas que circulaban. Información biográfica Bernstein (1850 – 1932) nació en Berlín. Su estancia en Inglaterra modificó sus ideas sobre el marxismo y la filosofía socialista, influido por los fabianos. Allí se convenció de que la idea de un colapso de una vez por todas del capitalismo era una ilusión doctrinaria y de que los socialistas debían poner sus esperanzas en reformas sociales graduales y en la socialización resultante de la presión democrática. Estas conclusiones pronto tomaron la forma de un sistema en el que se modificaron muchas de las premisas filosóficas y políticas del marxismo. Si bien Bernstein contaba con la oposición de la mayoría de los líderes del partido, su influencia crecía cada vez más dentro del partido y los sindicatos. Bernstein dividió su actividad entre la labor parlamentaria, su trabajo de escritor y la publicación de libros. Fue el fundador de la ideología socialdemócrata en la concepción general del término durante las dos guerras mundiales en oposición al comunismo. Las leyes de la historia y la dialéctica En opinión de Bernstein, la desgracia de la teoría marxista había sido derivar del hegelianismo. Según él, Marx no se había despojado del hegelianismo al hacer deducciones acerca de las condiciones sociales a partir de esquemas dialécticas abstractos a priori con insuficiente consideración hacia los hechos reales. Esto lo llevó a creer en el determinismo histórico y el gobierno de la historia por único factor, en relación al cual los seres eran meros órganos. Engels, había atenuado bastante las formas originales del materialismo histórico por su doctrina de las causas últimas, que suponían la existencia de causas mediatas en el desarrollo histórico: cuanto más numerosas y variadas fueran éstas, menos absoluto sería el predominio de las causas últimas (esto quedaba confirmado por la experiencia). Reconocido esto, el marxismo no podía considerarse ya como una doctrina puramente materialista y según la cual la historia estaba gobernada absolutamente por el factor económico. Hegel también era el responsable del elemento blanquista del marxismo creencia en la revolución total y en el papel creativo de la violencia política. Suponía la voluntad de la revolución y la organización del terrorismo como suficientes para proporcionar un levantamiento socialista. Marx había intentado hallar un compromiso entre dos tradiciones socialistas. Una constructiva y evolutiva que tenía como objetivo la emancipación de la sociedad por medio de un nuevo sistema económico y otro principio destructivo, conspiratorial y terrorista cuya finalidad era transformar la sociedad por la expropiación política de las clases dirigentes. Otro defecto de la filosofía de Marx según Bernstein era su teoría del valor. Al identificar la tasa de plusvalía con la tasa de explotación, daba la impresión de que la primera era el índice de injusticia social. Esto era incorrecto, pues el estándar de vida de los trabajadores no estaba directamente relacionado con la tasa de plusvalía. Para Bernstein, esto era un instrumento expositivo y no un fenómeno social real. Afirmó que el precio era la única verdad económica y que las mercancías tenían un valor porque tenían un precio. La revolución y el fin último Bernstein afirmó que las predicciones de Marx acerca de la concentración de capital eran erróneas, como también lo era la teoría de la polarización de las clases y la idea de un único cambio revolucionario que abolía el orden existente. Para Bernstein, la tarea de la socialdemocracia era socializar gradualmente las instituciones políticas y la propiedad. Esta era en esencia la teoría revisionista. Gracias al sistema de las sociedades anónimos, el crecimiento de los grandes intereses industriales no significaba el correspondiente crecimiento de las grandes fortunas. Por el contrario, aumentaba el número de propietarios. Como Bernstein señaló, sin embargo, lo decisivo para el socialismo no era la concentración de riqueza, sino la productividad del trabajo. Si el aumento del número de propietarios actuaba como un freno sobre las fuerzas productivas, este aumento no era favorable al socialismo. Eran erróneas también las predicciones acerca de la polarización de las clases. Al contrario, a medida que la tecnología y la organización de la sociedad producían una clase media más numerosa, la esterilización de la sociedad se hacía cada vez más compleja. Por tanto, tendía a disminuir la proporción del proletariado en la población total. La perspectiva del socialismo no dependía de una gran crisis que produjese el derrumbe del capitalismo. Estas crisis eran cada vez menos probables, pues el capitalismo era progresivamente capaz de adaptarse a las dificultades del mercado. Según Marx, dos eran las condiciones principales del socialismo: un alto grado de socialización del proceso de producción capitalista y la fuerza política del proletariado. La primera, según Bernstein, estaba lejos de cumplirse. El segundo, era necesario aclarar si el partido esperaba alcanzar el poder mediante las instituciones electorales democráticas o a través de la fuerza revolucionaria. Las tendencias básicas del desarrollo social no eran favorables a las esperanzas de una revolución. También había sido refutada la teoría de que la situación de los trabajadores era desesperada y no podía experimentar proceso real alguno. El socialismo, era en cambio, un proceso gradual de socialización con la ayuda de las instituciones RM1. 43 Giuliana Migale Rocco democráticas y la fuerza del proletariado organizado. La democracia era un fin en sí mismo, la forma en que el socialismo había de hacerse realidad. Era, por lo tanto, un instrumento de progreso. El camino correcto era sacar partido de la creciente influencia de la socialdemocracia a fin de reformar la organización económica, superar los obstáculos en contra de la producción cooperativa, asegurar el derecho de las organizaciones sindicales al control de la producción y establecer medidas anti-monopolistas y garantías de empleo. Bernstein resumió esto en la frase “lo que generalmente se llama fin último del socialismo no es nada para mí; el movimiento lo es todo”. El significado del revisionismo El aspecto de la doctrina de Bernstein que suscitó mas indignación fue su crítica a la teoría de la concentración de capital y su afirmación de que el orden existente podía transformarse gradualmente mediante una alianza entre el proletariado, el campesinado y la pequeña burguesía. Los ortodoxos advirtieron que si se ponía en cuestión la polarización de clases y desaparición de la clase media, se derrumbaba toda la doctrina marxista. La posición de los críticos no impidió que las ideas de los revisionistas se extendieran entre los socialdemócratas. Cuando Bernstein escribía, la clase trabajadora alemana tenía un largo período de aumentos salariales reales y de lucha eficaz en pos de medidas de bienestar y de acortamiento de la jornada laboral. Su influencia política crecía decididamente. La nueva doctrina revisionista era un compromiso entre el liberalismo y el socialismo marxista. Cultura y Sociedad de Masas Berlín 1900: prensa, lectores y vida moderna Peter Fritzsche LA CIUDAD COMO TEXTO En 1911, Berlín era una ciudad caracterizada por la reciente aglomeración industrial – apariciones furtivas, encuentros inesperados y rápidas fluctuaciones urbanas amenazaban las certezas decimonónicas todo el tiempo. Esto se reflejaba en la experimentación de escritores y artistas con nuevas técnicas de representación, que pueden sintetizarse en el término “modernismo”. Había una evidente transformación metropolitana. El poeta sensible (Van Hoddis) y el metropolitano (Davidsohn) podían simbolizar dos aspectos del modernismo: el afán de experimentación de una vanguardia rebelde, y el impacto desconcertante de la metrópoli en la globalidad de su propio contexto histórico y de industrialización. El relato de los hechos en los periódicos forma parte del acontecer de la metrópoli. El modernismo no es producto solamente de la clarividencia de algunos genios o de los avances tecnológicos e industriales, sino también de la idea de que la percepción se construye a partir de las circunstancias que rodean al sujeto que percibe. El crecimiento de la metrópoli durante el siglo XIX y el incesante flujo de personas, mercancías e información dentro de su perímetro dieron lugar a una esfera pública cada vez más mediada. La ciudad estaba definida por su narrativización, su industrialización y mercantilización. La sensación de precariedad es la característica de el modernismo. El periódico de circulación masiva se transformó en algo indispensable para conocer la urbe industrial. El periódico preparaba a los lectores para moverse por las calles en la multitud. Se transformó en el medio más adecuado para acceder a la naturaleza de la experiencia urbana. TEXTOS URBANOS Berlín tenía la mayor densidad de periódicos de Europa. Solo la Gran Depresión de 1929 le puso límites a un mercado de semejante diversidad. La ciudad no podía recorrerse sin la guía del periódico. En el siglo XX, el tranvía se había convertido en un medio de transporte cotidiano para la mayoría de los habitantes de la ciudad. Ya no son solo los acomodados que sienten como propio el entorno urbano, sino que la ciudad se había convertido en un espacio donde los extraños podían encontrarse. El camino más fácil para descubrir la ciudad era el periódico. La prensa popular fue la primera en develar el nuevo mundo de la ciudad industrial y hacerlo accesible para todos los lectores, y transformó la ubicación (el periódico en la ciudad) en función (el periódico para la ciudad). El “nuevo periodismo” fue introducido en Berlín recién en 1883. A partir de entonces, los periódicos pasaron a ser guías informativas de los complicados protocolos y ritmos frenéticos de la metrópoli. Las complejidades de la ciudad también proponían distintos tipos de entretenimiento a los residentes. Con el reacomodamiento de la multitud en cuadros urbanos cambiantes, la ciudad carecía de una fisonomía propia y permanente. Su variabilidad incesante daba origen a una sensación de desconcierto constante. La concepción tipográfica fija de Berlín como sede del poder real y comercial se fue disipando. En lugar de una imagen única, aparecieron bosquejos de la gran variedad de oficios, actividades, tendencias y vínculos que conformaban la gran ciudad. Las variaciones convertían la fluctuación incesante en parte de la fortuna de los individuos y la renovación permanente de los barrios. Los periodistas hacían foco en los aspectos transitorios de Berlín. El contenido sensacionalista de los diarios populares y las noticias de la primera plana de distintos ámbitos alteraban las jerarquías convencionales de lo que se consideraba importante. La línea editorial, el diseño y as viñetas se combinaban para mostrar cuan provisionales se habían vuelto los asuntos urbanos. Al poner el acento en acontecimientos dramáticos y sorprendentes, los periódicos transformaban la ciudad en un espectáculo explosivo y sin fin. Los diarios de circulación masiva tuvieron un papel decisivo en la organización de los espectáculos del siglo XX. Era una época en la que no había espacios para los libros ni para sus vendedores. La industrialización de la metrópoli va de la mano de la desvalorización de la lectura y la escritura. Para Gurk, la ciudad es una forma de conocimiento, y la versión del siglo XX, en la que el periódico sustituye al libro es claramente inferior. Muchos otros críticos como Gurk consideran a los periódicos y a otros medios de comunicación metropolitanos como poderosos agentes de homogenización y empobrecimiento espiritual. El conservadurismo estructural, la Escuela de Frankfurt y el neomarxismo gramsciano hacen análisis similares: desde el cambio de siglo, la industria cultural ha ido aboliendo la experiencia intima de la lectura de libros y ha absorbido distintos grupos sociales, llevado la diversidad a su extinción. Los debates académicos han llevado a la hipótesis de que los medios de comunicación de masas tienen la capacidad de reducir a hombres y mujeres a meros espectadores pasivos, consumidores de imágenes cautivantes sobre una población homogeneizada con objetivos afines. RM1. 44 Giuliana Migale Rocco Terdiman sostiene que la prensa aplasta las diferencias y no cuestiona las relaciones de poder. La inversión capitalista en los textos periodísticos que se dirigían a lectores urbanos en general, mercantilizaban las noticias como bienes de consumo desechables, dio forma a un discurso dominante que reconstruyó y naturalizó el mundo decimonónico. El diario moldeaba a los lectores para que se ajustaran a la cultura mercantilista. Döblin, en cambio, sostiene que es el texto social en sí lo que perdió cohesión. El movimiento permanente de todas las direcciones posibles mantiene a la ciudad en un estado de agitación constante. Lo que caracteriza a la ciudad son los flujos de información, cuya cantidad es excesiva, la aparición simultanea y rápida, lo que anula yoda estabilidad posible. Los textos sobre la ciudad terminan produciendo una sensación de sorpresa e intromisión. Así, Berlín va perdiendo su unicidad. La imagen de la implacable ciudad industrial que pisotea a sus habitantes se quiebra en un universo social fragmentado. Es un estado de descomposición. El contexto que define a los textos sociales produjo más desorden e introdujo lecturas más indisciplinadas de lo que Terdiman está dispuesto a aceptar. LA CIUDAD MODERNA El siglo XIX recreó las ciudades y las convirtió en lugares nuevos y extraños que hacían tambalear las representaciones literarias convencionales. La maquinaria industrial modificó drásticamente el trazado físico urbano de la primera modernidad. La sede tradicional del poder administrativo, comercial y religioso fue cediendo terreno ante la geografía de la industria. Tanto en extensión como en cantidad de habitantes, la ciudad industrial era mucho más grande que la preindustrial. Hacia mediados del siglo XIX había una gran cantidad de personas que se mudaban desde zonas rurales empobrecidas. La ciudad industrial del siglo XIX no solo era distinta de las capitales comerciales y administrativas del siglo XVIII por la presencia de fábricas y obreros: la diferencia fundamental era la mutación constante de la ciudad moderna. El término industrial condensa para el autor las combinaciones decimonónicas de tecnología, capital y especulación que presuponen las desconcertantes fluctuaciones de la cuidad. La inclusión de las relaciones sociales y económicas dentro del mercado capitalista, el avance de un intercambio monetario uniforme y universal y el flujo constante de individuos que llegaban a la ciudad introducían una transformación en el espacio urbano. Esa experiencia urbana de falta de permanencia extrema desestabilizaba la vida cotidiana. En los treinta años que precedieron a la Primera Guerra Mundial, la población de Berlín y sus alrededores pasó de dos millones a casi cuatro. El surgimiento de zonas antes inexistentes eran signo del rápido crecimiento de la ciudad: los barrios proletarios. En 1900, la mayoría de los berlineses no habían nacido en la ciudad. Con la gran cantidad de nuevos habitantes que llegaban a la ciudad de un día por vez, sin recuerdos, sin tradiciones era vivir sin memoria y sin sentido de continuidad. Scheffler concluye que la tragedia de Berlín es la de “estar siempre en un proceso de transformación sin llegar nunca a ser”. Berlín se formó en la experiencia de la transición y la fugacidad. Walter Benjamin hace una distinción entre la experiencia del aldeano o el artesano, que hunde sus raíces en la tradición comunitaria, y la vivencia del sujeto metropolitano o el obrero, caracterizada por la discontinuidad y lo efímero. Las fluctuaciones de la vida en la gran ciudad requieren indiferencia emocional. Simmel advierte que esa capacidad para vivir sin conmoverse en medio del ruidoso esplendor promueve una falta de convicción. Frente a los escándalos públicos, los transeúntes son espectadores indiferentes; la plaza pública es un mero patio de entretenimiento liberal. Al poner a los individuos bajo el manto del anonimato, la vida en la ciudad hace posible el desarrollo de la personalidad. Simmel reconoce tanto el vacío moral como el virtuosismo intelectual de los habitantes metropolitanos. Los asuntos urbanos formaban mentes urbanas. El modernismo experimenta el presente no solo como algo novedoso, completamente distinto al pasado cercano, sino también como algo condenado a la transitoriedad. Las modas, las tendencias y todas las ideas del omento eran criaturas modernas, que hacían su irrupción con gran energía y luego caían en desuso, permanecían durante un tiempo como ruinas hasta que desaparecían. Perseguir lo transitorio era representar el carácter perdurable de la época. El modernismo de Baudelaire anticipa una crisis en la autoridad de la representación. La transitoriedad de las perspectivas urbanas pone en peligro la cosmovisión ordenada y abarcadora en la que los objetos son conocidos y las relaciones fijas; hay un carácter provisorio de la descripción y la representación. La novela moderna fue la forma literaria que proporcionó el primer espejo de la ciudad industrial. Los novelistas pueden construir una auténtica ciudad textual. La novela adopta las características formales de la vida urbana. La originalidad estilística de la novela experimental del siglo XX proviene de la inclusión de la falta de armonía en la ciudad. La discontinuidad, la disociación y la imprevisibilidad humana anulan el orden establecido por la trama y la narración. Bely, un escritor, mediante el salto de una escena a otra, el cambio de perspectiva, la revisión de afirmaciones, pretende reproducir las discontinuidades de la ciudad de un modo casi palpable. Döblin por su parte reproducía la irritación frente a la incoherencia de la ciudad. Lo que volvía tan atractivo a los ojos de los escritores el formato del periódico era la capacidad de reproducir lo discontinuo y lo azaroso, que era lo más fascinante de la ciudad moderna. La escritura improvisada capta mejor la agitación de la ciudad moderna. El material de lectura e acomoda mejor a una rutina apretada, inconfundiblemente metropolitana, que las novelas. Walser y Adler afirman que el estilo y el contenido del periódico se adecúan mejor a la vida tumultuosa de la ciudad. A fines del siglo XIX y principios del XX, los artistas y escritores se inspiraban en los periódicos para expresar el carácter provisional y fragmentario de la visión metropolitana. Había revistas cuyo formato imitaba la yuxtaposición de lo banal y lo serio que caracterizaba a los diarios metropolitanos. La revista acrecentaba el conocimiento de lo transitorio, que a la vez era comprensible solo en la medida en que las bromas siguieran vigentes. Muchos escritores publicaron artículos periodísticos mientras escribían sus novelas. El período comprendido entre 1890 y 1930 es conocido como la edad de oro o feuilleton. El periódico metropolitano se volvió para los escritores un medio adecuado para experimentar estilos de escritura que fuesen equivalentes a los estados provisorios y fluctuantes de la ciudad. Si bien es cierto que la velocidad de la vida moderna y el apresurado recambio de modas y mercancías afectaba profundamente la vida cotidiana, la ciudad también es una construcción de artistas deseosos de promover la idea de lo fugitivo en contraposición al clasicismo. Las nociones tan modernas de diversidad, límites borrosos e identidades autodelineadas son tanto predicados como productos de la percepción de la ciudad a fines del siglo XIX. La idea de la metrópoli como centro de sensaciones y espectáculos reconstruye la ciudad en sí. La ciudad textual se insinúa en la ciudad física. RM1. 45 Giuliana Migale Rocco NOTA SOBRE LECTURA DE LA CIUDAD Los periódicos siempre se han utilizado de diversas formas. Sería arriesgado decir que cualquier tipo de texto que funciona en los lectores de modos comunes y concebibles. El periódico constituye una forma literaria relativamente débil que alienta la multiplicidad de lecturas y de este modo establece las bases para la construcción de múltiples ciudades. La lectura es también un acto social: la gente leía el diario para entender la ciudad. Idea central: el periódico metropolitano proporcionó a los lectores un conjunto de opciones para moverse en la ciudad sin imponer itinerarios especifico. Hipótesis: los años previos a la Primera Guerra Mundial fueron testigos de la génesis de una cultura metropolitana definida, que era usada por los habitantes de la ciudad de modos similares y en función de concepciones parecidas. Esto no anula la existencia de otras identidades. Establece protocolos que permiten a los forasteros deambular por la ciudad y anticipa la cultura del consumo más amplia que caracterizará al siglo XX. La unidad cívica que surgió alrededor del 1900 no tuvo continuidad. Para la década de 1920, la ciudad textual se vio amenazada por una profunda polarización política y sus distintas versiones se volvieron ilegibles. La época del imperialismo Europa 1885 – 1918 Wolfgang Mommsen Avance de la democratización en Europa: Difusión del principio democrático en Europa (1906 – 1914) EL TRIUNFO DEL LIBERALISMO RADICAL EN INGLATERRA En la mayoría de los países de Europa, las masas ya habían hecho su entrada en la escena política, pero este estado de las cosas no se había traducido en normas constitucionales. Las élites dominantes habían revelado la tendencia a hacer frente común contra las masas en ascenso. Con el apoyo de los poderes tradicionales del Estado, había logrado en un principio cerrar el paso a las débiles fuerzas democráticas. Sin embargo, ahora las tendencias democráticas se manifestaban abiertamente, iniciándose un periodo de luchas por la destrucción progresiva de los bastiones tradicionalistas en el Estado y en la sociedad, así como por una participación directa de las masas populares en las decisiones políticas. En Inglaterra, se había logrado conservar la supremacía de las elites tradicionales. Sin embargo, en las elecciones de 1906, los electores ingleses retiraron su apoyo a esta política. El nuevo primer ministro disponía ahora en la Cámara de los Comunes de una grandísima mayoría y podía por ello poner en marcha sin dilaciones una política de amplias reformas en el sistema estatal y en la estructura social. Los diputados liberalistas constituyeron un grupo propio en la cámara baja y ocuparon contrariamente a la costumbre tradicional, los bancos de la oposición. El Labour Party había nacido y con él había surgido una nueva fuerza política que se disponía a iniciar con los liberales la lucha por el favor de las masas populares de los electores ingleses. Lo importante era acabar con la hegemonía conservadora y lograr los objetivos del Labour Party mediante reformas sociales. En lo que respecta a la política exterior, el resultado de las elecciones fue decididamente desfavorable al imperialismo de los últimos años y al proyecto de una unión aduanera imperial. Se acometieron una serie de reformas de carácter político-social y se trató de afrontar el problema del sweating (la ocupación de trabajadores con sueldos ínfimos en los trabajos caseros o en pequeñas industrias). Fracasó (a causa del veto de la Cámara de los Lores) un proyecto de ley que prevenía una reforma radical del sistema escolar y que pretendía eliminar la subordinación de las confesiones protestantes respecto de la Iglesia anglicana. Lo mismo sucedió con una ley que pretendía suprimir el sistema que favorecía a las clases poseedoras en relación al voto. La Cámara de los Lores no representaba solamente a la aristocracia latifundista, sino que también a la nueva élite industrial. Las clases superiores, y con éstas los lores, veían seriamente amenazada la supremacía que habían podido mantener durante el siglo XIX dentro del régimen del parlamento existente, por la política del gabinete CampbellBannerman. Las clases poderosas veían los impuestos como un primer paso hacia una legislación tributaria que no perseguía únicamente fines fiscales, sino que trataba de realizar una distribución igualitaria del patrimonio. La situación de contraste entre el gobierno y la Cámara de los Lores fue adquiriendo cada vez más dureza. El problema fundamental era ver si la cámara alta tenía derecho a bloquear a la cámara baja de una fuerte mayoría. La propuesta de que debía prevalecer la voluntad de los Comunes, poniendo una restricción del derecho de veto de parte de la Cámara de los Lores no encontró el apoyo de los conservadores. Los liberales empezaron entonces a elaborar un proyecto de legislación que fuese apropiado para aventurarse en su lucha contra la Cámara de los Lores. El proyecto de seguro de vejez fue financiado exclusivamente con fondos públicos, lo que requería un notable aumento de impuestos. Lloyd George (canciller del Tesoro – figura destacada del gabinete de Asquith) propuso un presupuesto revolucionario (1909-1910): mientras que para las rentas bajas preveía una disminución de las cargas tributarias, la progresión del impuesto sobre las rentas altas aumentaba notablemente. Estos impuestos afectaban sobre todo a las grandes fortunas y propiedades de familias aristocráticas. Se desarrollaron una serie de protestas contra este presupuesto socialista. La Cámara de los Lores rechazó esta propuesta, lo que equivalía a una ruptura del viejo principio constitucional, según el cual la Cámara de los Lores no podía rechazar nunca leyes puramente financieras. Los lores, al rechazar el presupuesto, se habían hecho (según los Comunes) culpables de una “violación de la Constitución y de una usurpación de los derechos de los Comunes”. Eduardo VII no pudo hacer otra cosa que conceder a Asquith su consentimiento para disolver la cámara baja, lo que significó una derrota para la causa de los conservadores. Se presentó un Parlamentary Bill que establecía que la Cámara de los Lores no tenía derecho a rechazar proyectos de ley puramente financieros, y una disposición por la que el veto de la Cámara de los Lores solo habría de tener desde entonces fuerza suspensiva. Los conservadores intentaron hacer una propuesta para legitimar el derecho de la cámara alta al veto absoluto, pero no se llegó a un resultado concreto. La muerte de Eduardo VII en 1919 hacía necesaria una tregua temporal en la lucha política. Pero no fue posible llegar a un compromiso porque los conservadores querían conservar el derecho de los Lores para rechazar proyectos de ley. En 1911, la Cámara de los Lores se vio obligada a ceder ante el peligro de que el gobierno recurriese a una destitución de ellos. El Parlamentary Bill, que establecía la abolición del derecho de veto absoluto en cualquier forma por parte de la cámara alta, fue aceptado. El veto con fuerza suspensiva se revelaría como un arma eficaz, llevando a muchos proyectos de ley a su anulación en la medida en que se podía impedir que la mayoría gubernamental actuase con rapidez. El sistema político RM1. 46 Giuliana Migale Rocco tradicional de Inglaterra, mediante el cual una élite aristocrática bastante homogénea había gobernado al país in trust of the people, había pasado a la historia. Desde entonces no se podría impedir a las masas populares su participación activa en las grandes decisiones políticas. Si bien el triunfo sobre la Cámara de los Lores constituyó una gran victoria, no obtuvo ningún resultado concreto y trajo otros problemas. Lloyd George creó una legislación resulta a mejorar las condiciones míseras de las masas trabajadoras, introduciendo en 1911 un sistema de seguros sociales. Surgieron protestas y huelgas que tuvieron que mediarse entre trabajadores y empresarios. El gobierno de Asquith prosiguió sus esfuerzos en contacto con los sindicatos para ampliar la legislación social. En la cuestión irlandesa (que querían independizarse) los liberales ingleses, que querían modernizar Inglaterra según los principios liberales, se vieron enfrentados a una situación potencialmente revolucionaria. El Government of Ireland Bill era combatido por los conservadores, por la Cámara de los Lores y por la población irlandesa de Ulster. Éste documento preveía para toda Irlanda un gobierno y parlamento propios, cuya autonomía estaba limitada. Todas las cuestiones imperiales serían decididas por la totalidad del país, e Irlanda debía estar representada en Westminster. Los conservadores se unieron a los irlandeses de Ulster. Muchos oficiales del ejército británico en Irlanda se negaron a instaurar el Government of Ireland Bill. Inglaterra estaba atravesando una fuerte crisis interna. Jorge V intentó frenar la situación, pero no pudo impedir que se radicalizase el panorama en Irlanda. El comienzo de la Guerra Mundial significó la consecución del derecho de autodeterminación para los Irlandeses. TRIUNFO Y ESTANCAMIENTO DE LA IDEA DEL ESTADO DEMOCRÁTICO EN LA EUROPA OCCIDENTAL La elección de Clemenceau como primer ministro era símbolo de la victoria del radical socialismo contra sus adversarios de derecha, y su actitud anticlerical garantizaba una continuación del curso laico seguido hasta entonces. La derecha se había derrumbado definitivamente y el clero católico estaba reducido a la defensiva. La consolidación de la Tercera República estaba concluida y a través de reformas sociales y democráticas, se preveía una democracia social moderna. Los problemas sociales habían sido descuidados en el pasado. Las decisiones de Clemenceau al asumir su cargo en 1906 incluían, además de la exigencia de la completa laicización de la enseñanza, una serie de puntos de carácter social (previsión de la vejez para los trabajadores, reducción de la jornada laboral a diez horas, extensión del seguro contra accidentes para trabajadores agrícolas, impuesto progresivo sobre la renta, etc.). Sin embargo, se vería que su idóneo equipo era ineficaz. En Francia se rechazaba la idea de emplear los medios del Estado para elevar el nivel de vida de los trabajadores y resolver los problemas sociales. Los radical-socialistas estaban íntimamente ligados a las ideas tradicionales, individualistas y burguesas sobre la propiedad y solo eran moderados partidarios de una política de extensión del poder del Estado más allá de los límites trazados por el liberalismo clásico. Clemenceau adquirió un gran prestigio entre la burguesía como promotor de la lucha en defensa del orden existente frente a la anarquía y a la revolución social, mientras los socialistas comenzaban a alejarse de él. Las reformas sociales no tuvieron grandes resultados ni hicieron efecto sobre la clase trabajadora. Así fue aumentando la agitación de los sectores laborales y ganando terreno la idea de que no pudiendo esperar nada de los parlamentarios había que actuar por cuenta propia. Tampoco tuvo grandes resultados con la Iglesia católica el gobierno de Clemenceau. La actitud anticlerical era el único lazo que había unido estrechamente a la izquierda francesa; por lo demás era bastante heterogéneo. En circunstancias un tanto adversas, se rompió la antigua alianza entre los radical-socialistas y los socialistas. La mayoría que había representado Clemenceau se fue deshaciendo. Las elecciones de 1910 tuvieron como principal cuestión la reforma social. Terminaron con la victoria de los socialistas y republicanos moderados de derecha, frente a los radical socialistas y la extrema derecha. Se inició un período de gobiernos inestables que se sucedían rápidamente. Ante esta situación, las fuerzas extraparlamentarias desarrollaron una actividad cada vez más grande (tanto de filas en la izquierda como en la derecha). Fue decisivo el hecho de que el movimiento sindicalista pasase a la ofensiva. En 1910 tuvo lugar una gran huelga que marcó el comienzo de una huelga general. Briand aplastó la huelga y con esta política consiguió una gran mayoría en la Cámara. Sin embargo, su intento de gabinete se mostró prematuro y se continuó con gobiernos radicales insignificantes. Consideraciones de política exterior relegaron a un segundo plano los problemas tradicionales de política interna y los problemas de defensa nacional eran los que reclamaban atención general. Esto condujo a un fuerte viraje hacia la derecha. Comenzaba entonces en Francia un periodo caracterizado por un nacionalismo creciente y un entusiasmo bélico acentuado. La situación tensa en la política exterior, la aversión de la Cámara al servicio militar obligatorio trienal era tan fuerte que los gobiernos sucesivos tuvieron que recurrir a toda suerte de recursos para evitar que fuese anulado. El comienzo de la Guerra Mundial creó una situación nueva que no permitió a la izquierda disfrutar de su triunfo electoral. La ola de entusiasmo nacional hizo que se olvidaran las omisiones de la política social e interior, y solo después de la guerra volverían a imponerse estos conflictos. En Bélgica y Holanda, el triunfo de la idea del Estado democrático se vio entorpecido por la resistencia de la alta burguesía contra el radicalismo y el socialismo. Hasta 1913, los partido clericales mantuvieron su fuerza en ambos países. En Bélgica, en 1913 una huelga organizada condujo a la consolidación de la idea del Estado democrático (con sufragio universal). Sin embargo, la Guerra Mundial frenó el proceso. En los Países Bajos, hacia 1913, se caminaba hacia el sistema del Estado democrático tras un periodo de ininterrumpida hegemonía de los partidos clericales. POLÍTICA DILATORIA EN EL REICH ALEMÁN Y EN AUSTRIA-HUNGRÍA En 1906 el canciller del Reich alemán se declaró ligado a una determinada formación de partido, al bloque de los partidos conservadores y liberales. Esta innovación política puede verse como un acercamiento al sistema parlamentario y el comienzo de un período de política progresiva en el interior. Bülow prometió una ley liberal de asociación y una reforma del sistema electoral de las tres clases en Prusia. La ley de asociación se llevó a cabo, pero con considerables imperfecciones. Había pocas concesiones para seguir aplazando la reforma del sistema político y social. El liberalismo alemán estaba demasiado fraccionado y dependía de grupos concurrentes de intereses materiales como para disponer de la fuerza necesaria. El temor de los sectores burgueses ante en énfasis revolucionario de las socialdemocracia los llevaba a buscar protección en las antiguas fuerzas conservadoras antes de arriesgarse a un conflicto abierto con ellas. Esta tendencia se manifestó en 1908, cuando se abrió una grave crisis constitucional a causa de una entrevista de Guillermo II en la que declaraba que apoyaba a Inglaterra. Esto desencadenó una ola de indignación contra el régimen personal de RM1. 47 Giuliana Migale Rocco Guillermo II, a la que no pudieron sustraerse los partidos. Esto fue la chispa a un largo período en el que la opinión pública alemana veía mirando con inquietud la ostentación e impulsividad con las que intervenía el Káiser en la vida política. Todos comenzaron a darse cuenta de las repercusiones desfavorables que tenía su comportamiento en la política exterior. Se comenzaba en el Reichstag a criticar duramente al Káiser y su comportamiento político. En noviembre de 1908, Bülow se vio precisado a abandonar a Guillermo II a la crítica pública y salvar su propia posición, poniéndose del lado de los críticos del gobierno personal del Káiser y asegurando que esto no se repetiría. La declaración de Bülow no resolvía ninguno de los problemas reales. La gran mayoría de los partidos exigía garantías constitucionales y reclamaba una ley en la que debería concretarse el ámbito de la responsabilidad del canciller. Los partidos estaban divididos por cuestiones de carácter formal. Los conservadores seguían rechazando cualquier restricción de las prerrogativas del emperador y rey de Prusia, los nacional liberales luchaban por introducir la responsabilidad jurídica. Solo el liberalismo de izquierda y la socialdemocracia pedían el paso al sistema parlamentario según el modelo de Europa occidental. El centro exigió que quedase determinada la responsabilidad del canciller, también para aquellos actos del Káiser para los que la Constitución no preveía la obligación de contrafirma. Sin embargo, todo siguió igual que antes. En 1909 se vino abajo el bloque de Bülow, cuando los partidos conservadores y el liberalismo se enfrentaron por la cuestión de la reforma financiera del Reich, y el centro se ofreció como el aliado idóneo de las derechas. Bülow había hecho una apertura hacia la izquierda. Los conservadores veían el impuesto sobre la herencia a los cónyuges y a los descendientes como un peligro vital para el latifundio. Los nacional liberales crearon una nueva organización de intereses que se oponía a la tasación unilateral del patrimonio comercial e industria propuesta por los conservadores. Se produjo en el Reichstag una victoria de los conservadores, que impusieron sus propias leyes tributarias. El nuevo canciller, Hollweg, se decidió por una política que buscaba su verdadera fuerza en el aparato burocrático del Estado y para sus proyectos de ley se prefería apoyar en la mayoría Parlamentaria. Consideraba como misión llegar a una progresiva atenuación de los contrastes políticos existentes, haciendo prudentes concesiones a todas las tendencias, pero sin sujetar más de lo necesario el gobierno a la voluntad de los partidos. Hollweg confiaba en ganarse para su política burocrática y autoritaria el apoyo de los sectores de la clase media no comprometidos en un partido político (especialmente la burguesía culta). Los primeros pasos de esta política no aportaron la deseada atenuación de los contrastes en la política interna. A pesar de las leyes de seguro del Reich y de una cierta moderación del gobierno en la lucha contra la socialdemocracia, la clase obrera insistía en su completa oposición al ordene estatal existente. Como Hollweg tampoco había tenido éxito en la política exterior, no pudo evitar un corrimiento hacia la izquierda en las elecciones parlamentarias. La socialdemocracia se transformó en el partido más fuerte de Alemania. Hollweg comprendió que había que girar algo más hacia la izquierda, pero no estaba dispuesto a apartarse de la posición constitucionalmente independiente del gobierno imperial respecto del Parlamento. Hollweg consideraba que atender a los intereses de los conservadores tendría consecuencias catastróficas, por lo que debía orientarse a traer a sectores más amplios. Los conservadores impusieron por primera vez los impuestos para financiar el fortalecimiento del ejercito sobre todo a las clases poderosas. El canciller seguía teniendo el consenso de una gran mayoría por el temor extendido a la socialdemocracia, cuando contestaba a los ataques de la socialdemocracia contra el gobierno. En ocasiones se revelaba la impotencia de la socialdemocracia dentro del sistema político. Esta situación política tuvo como consecuencia un fortalecimiento de los factores tradicionales. Ante las corrientes democráticas, los militares se encontraban impotentes y por eso creían tener que oponerse a ellas con firmeza. Los partidos burgueses se contentaron con la promesa de que se someterían a una revisión las bases jurídicas de las intervenciones de los militares en las esferas de jurisdicción de las autoridades civiles, además de declarar que no tenían ninguna intención en poner en discusión el poder de mando del Káiser. Alemania aún podía ser gobernada eficazmente con métodos autoritarios. En 1906, se inició también en Austria-Hungría una fase de política interna orientada hacia una liberalización de las estructuras constitucionales; pero al fin se recurrió también a un régimen burocrático por encima de los partidos, que trataba de evitar los grandes problemas políticos. En vista de las grandes desproporciones sociales y económicas en los diversos países de la monarquía, surgieron fuerzas que adquirieron peso cada vez mayor. La crisis política interna que atravesó Austria-Hungría a partir de la caída del gobierno de Körber en 1904 se desencadenó en Hungría. La aristocracia había conseguido defender su posición de poder gracias a un sistema electoral extremadamente restringido, que concedía el derecho de voto solo a una cuarta parte de la población adulta masculina. El predominio de esa aristocracia garantizaba la opresión política. Una coalición de partidos favorables a la independencia nacional propugnó una amplia revisión del compromiso de 1867; a partir de este momento Hungría debería disfrutar dentro del Estado de una mayor autonomía. Se exigía sobre todo la creación de un ejército húngaro independiente con propio mando y el uso de la lengua húngara. Además, el abandono de los más importantes vínculos que aún mantenían unidos al estado plurinacional. Los partidos húngaros cedieron y se pudo llegar a una solución satisfactoria para ambas partes. El emperador Francisco José, se vio en 1905 obligado a conceder una reforma electoral. El nuevo sistema electoral, a pesar de las precauciones tomadas, significó un grave retroceso del grupo étnico alemán. En el aspecto social aportó una profunda transformación del escenario político. Los grupos privilegiados de la aristocracia y la burguesía desaparecieron. Fue en general bien recibida la reforma electoral, especialmente en los círculos de la socialdemocracia, como un camino hacia la creación de un Estado democrático plurinacional. La esperanza de que el sufragio universal e igual unido a una supresión progresiva del centralismo burocrático, conduciría a una atenuación de los contrastes de nacionalidad, no se cumplió. La reforma del Consejo Imperial seguía siendo insuficiente. Los contrastes nacionales continuaron existiendo como antes. De esta manera, el conflicto de las nacionalidades quedaba relegado cada vez más al espacio extraparlamentario. Una serie de atentados contra los altos funcionarios austríacos demostraba el descontento de la población de Bosnia contra el dominio austríaco. Los checos también comenzaron a agitarse cada vez más. Sin embargo, la gran mayoría de ellos seguía incondicionalmente fiel al principio de Estado austro-húngaro. La monarquía podía contar en todos los países con los partidos clericales, numéricamente muy poderosos. También la socialdemocracia estaba fundamentalmente dispuesta a conservar un estado único, aunque combatiese las vigentes condiciones políticas y sociales. El pretendiente al trono, Francisco Fernando, no era bien visto en todos los sectores políticos. LOS DESARROLLOS EN LA PERIFERIA EUROPEA Los Estados escandinavos habían recibido constituciones considerablemente progresistas. La notable homogeneidad social favorecía un proceso evolutivo. Hasta final de siglo, el poder estatal es ejercido en general por gobiernos de funcionarios RM1. 48 Giuliana Migale Rocco que, nombrados por el monarca de propio arbitrio se sentían más responsables frente al estado que ante una determinada clase social. Estos gabinetes demostraron tener una gran estabilidad, y estaban en estrecho contacto con las fuerzas democráticas, pero sabían afirmarse contra las mayorías hostiles. Los partidos políticos representaban fundamentalmente los mismos intereses; no tenían el respaldo de masas, ni lo buscaban. Con el progreso de la industrialización se modificó en los países escandinavos el pacífico panorama político. No solo se constituyeron partidos socialistas, sino que los grupos burgueses también se estaban dividiendo en una derecha conservadora y una izquierda radical reformista, que hacía de la democracia su principal idea. La activación política de amplios sectores estaba acompañada de un creciente nacionalismo. En Noruega y Suecia triunfó el nacionalismo democrático, lo que tuvo repercusiones. En Dinamarca también se impusieron las fuerzas democráticas a partir de 1905. En el caso de Suecia, en cambio, los conservadores opusieron una resistencia tenaz al asalto de las fuerzas democráticas. Recién en 1917 emprendió Suecia la vía hacia la democracia Parlamentaria. En España, existían tendencias nacionalistas que en las distintas regiones tenían un carácter separatista y daban a la oposición contra la Corona y a las minorías conservadoras una aspereza corrosiva. Solo la atenuación temporal de los agudos contrastes políticos y sociales del país como consecuencia de la favorable coyuntura económica atravesada por España al comenzar la Primera Guerra Mundial impidió el desmoronamiento del sistema político existente, en el que gobernaban políticos liberales, pero que eran incapaces de resolver los acuciantes problemas del momento o realizar reformas sociales. En Portugal existían un abismo aún más profundo entre el derecho constitucional vigente y la realidad política. Los grupos dominantes no veían otra forma de defensa que la violencia. La revolución de 1910 llevó al poder a la izquierda republicana (hasta entonces oprimida) y a la proclamación de la republica. Sin embargo los gobiernos democráticos tampoco pudieron dar frente a los problemas sociales del país. En Italia, la industrialización había acentuado el contraste entre el norte y el sur, entre los sectores burgueses dominantes y la clase obrera, y sobre todo las masas de trabajadores agrícolas que vivían con el mínimo indispensable. El sistema parlamentario llegó a funcionar sin grandes crisis. El mérito corresponde a Giolitti, que sabía aprovechar los intereses de la política para imponer reformas sociales. Su objetivo era el mantenimiento del orden estatal existente, lo que requería un mayor enraizamiento de la monarquía y de las instituciones parlamentarias en la población. Perseguía la reconciliación de la clase obrera con el estado, y se emprendieron proyectos de reforma. En 1911, Giolitti reapareció proyectos legislativos de notable audacia. Impuso la nacionalización de todo sistema de seguros, y concedió el sufragio universal, igual y directo para los individuos de sexo masculino. Esta apertura a la izquierda del Estado nacional italiano fue reconocida temporalmente por los trabajadores socialistas, y a partir de 1906 empezó a disminuir la ola de huelgas y la socialdemocracia emprendió el camino de la lucha legal parlamentaria. Con la expedición a Libia en 1911 se desencadenó una ola de nacionalismo. La guerra ítalo-turca se extendió más de lo esperado, convirtiéndose en un gran peso económico. Los socialistas volvían a radicalizarse. La derecha rechazaba el régimen democrático y no retrocedía ante la idea de utilizar la violencia contra el centro burgués. Giolitti hizo un pacto con los católicos, que rompía con las tradiciones anticlericales del estado nacional italiano. El poder de Giolitti hasta entonces indiscutible comenzó a tambalearse a partir de 1913. Los socialistas acentuaron la lucha contra el régimen de Giolitti y también la izquierda anticlerical retiró su apoyo. Fue decisiva la derecha que lo atacaba, en tanto obtuvo un apoyo cada vez mayor. Giolitti se retiró silenciosamente de la escena política. Esperaba que no le fuese difícil recuperar el poder. Pero, con su retirada, se concluye toda una era y con ella el predominio del liberalismo en la política italiana. En nombramiento del político conservador Salandra dio un giro hacia la derecha, siguió una línea política que tenía como objetivo impedir un nuevo gobierno de Giolitti, que podría haber abierto las puertas para una evolución social y dado a las clases trabajadoras plena participación en la vida del Estado. En los países balcánicos existían desde mitad del siglo XIX ordenamientos constitucionales que restringían el poder de los monarcas. Pero solían ser fachadas tras las que se ocultaba el dominio de pequeños grupos pertenecientes a la alta burguesía. Los partidos tenían poco contacto con las masas campesinas, que carecían de influencia política. LA VICTORIA DE LA REACCIÓN EN RUSIA La revolución rusa de 1905 fue considerada como el grandioso preludio de una nueva época Esta concluyó con la derrota casi completa de las fuerzas del progreso. Los escasos residuos de la constitución liberal, no conseguían ocultar el carácter autocrático del régimen zarista. Stolypin sabía que no podía gobernar sin un mínimo de apoyo popular. Trató de imponer un sistema electoral que favorecía a los campesinos y a los funcionarios rusos, rutenos o ucranianos, en perjuicio de los terratenientes a fin de disminuir la influencia de la nacionalidad polaca. Solo pudo llevar a cabo esta reforma violando abiertamente la Constitución. La muerte de Stolypin significó la desaparición del último hombre de Estado de la Rusia zarista, y cayó el poder en manos de mediocres burócratas. La agitación de los campesinos era enorme, y se veían abocados en su mayoría a la más completa proletarización. Las huelgas de 1912 y 1913 anticipaban acontecimientos futuros. La desaparición de las grandes masas por el despotismo de la burocracia zarista creaba el terreno sobre el que podía extenderse la idea comunista. RM1. 49