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SIMPOSIO
LAS MIGRACIONES, COMPROMISO CRISTIANO
Madrid, 24 y 25 de octubre de 2008
EL COMPROMISO CON LOS EMIGRANTES,
UN DEBER PARA LA COMUNIDAD PARROQUIAL PROPIO DE SU MISIÓN
INSTITUCIONAL.
Antonio Algora Hernando,
Obispo de Ciudad Real
*
SUMARIO
I. INTRODUCCIÓN
Variables que hemos
- Países receptores
- Países de origen
- Culturas y formas de vida
- Ante un viaje sin retorno
de
tener
en cuenta en nuestra reflexión:
- Inmersión en mundos diversos
- El valor de la Vida
- En una sociedad marcada por la anomía
- Inmigrantes trabajadores
II. EL COMPROMISO CON LOS INMIGRANTES UN DEBER PROPIO DE LA COMUNIDAD
PARROQUIAL Y DE SU MISIÓN INSTITUCIONAL.
¿Cómo abordar toda esta compleja realidad desde la pobreza de nuestras
parroquias y de sus escasos recursos materiales y humanos?
II. 1. UNA COMUNIDAD EN PROCESO CONTINUO DE CONVERSIÓN.
a) Promotora de justicia por la defensa y el reconocimiento de los derechos del
trabajador inmigrante y del refugiado y sus familias
II. 2. UNA PARROQUIA COMUNIDAD DE FE
a) La parroquia llamada a educar en el diálogo
b) La atención al hombre y el servicio a la fe.
II. 3. UNA COMUNIDAD DE ESPERANZA VIVIDA Y COMUNICADA
a) Un espacio acogedor donde se le reconoce al trabajador inmigrante la dignidad
que le otorgó su Creador
II. 4. UNA COMUNIDAD DE AMOR.
a) La parroquia llamada a ser lugar de encuentro y de integración.
b) La parroquia llamada a vivir la catolicidad no solamente en la comunión fraterna
de los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero.
c) La condición obrera ha de estar presente en todo este proceso de formación y
educación de la fe del trabajador inmigrante.
III. CONCLUSIÓN.
I. INTRODUCCIÓN
Comenzaré refiriéndome a un momento que me tocó vivir en la Parroquia de Bolaños, un
pueblo de mi diócesis de Ciudad Real. Durante la Visita Pastoral, en el habitual recorrido a las
casas de los enfermos que suele atender la parroquia a través de los sacerdotes o del grupo de
visitadores: religiosos y seglares, fuimos a una casa muy modesta, un bajo sin apenas luz y me
recibió una familia de emigrantes venidos de Latinoamérica: matrimonio, dos hijas jóvenes que
estaban en ese momento en la casa y la madre del marido.
Su asistencia a la Parroquia fue en un comienzo esporádica y anónima, la mujer se vino sola
dada la facilidad del momento para encontrar un trabajo y posibilidad de arreglar los papeles,
después vino el marido a trabajar en el campo, al poco se le declaró una leucemia, había fallado
el primer transplante y con el segundo parecía iba a ir bien la recuperación. La parroquia entra
en contacto más personalmente alertada por una vecina que sabe lo que está pasando y el
grupo de visitadores de enfermos se pone en marcha con el párroco. Un dato de esperanza era
también un futuro más halagüeño pues habían venido las hijas y habían encontrado trabajo.
No es mi intención traer a la consideración de todos escenas que muevan a la compasión o
subrayar los tintes dramáticos que pueda presentar el caso. Si lo recuerdo en este momento es
por la experiencia fuerte que nos tocó vivir a todos los que nos reunimos aquella tarde en una
visita corta, pues siempre los enfermos a visitar son muchos.
Caímos en la cuenta de que nos había reunido -nos suele suceder-, una vez más, el Señor,
expresando con nuestras pobres personas el Misterio de la Iglesia: Allí estábamos laicos,
religiosa, sacerdote y obispo, estaba la Iglesia al completo con todos sus carismas, y nos unía
el Misterio Grande que por voluntad del Padre, nos entregaba Nuestro Señor Jesucristo, con la
fuerza del Espíritu Santo para ser en medio de nuestra historia, en ese momento y en esa
circunstancia, su Iglesia. Lo de menos o lo de más, según se mire, era nuestra procedencia de
distintas provincias de España y de Latinoamérica.
Agradezco al Señor el poder repasar la escena por lo que supone de orientación y luz para vivir
lo que genéricamente llamamos “Pastoral de Inmigrantes” “Pastoral de las migraciones en
España” o como se quiera llamar la acción pastoral de la Iglesia referida a quienes han venido o
acaban de llegar de fuera de España.
La Iglesia, sí, Misterio del Amor de Dios que se realiza en el aquí y ahora con “la marca de la
casa” si se me permite la expresión, al hacerse presente en el tiempo por la Encarnación, Vida,
Pasión, Muerte, Resurrección, Ascensión del Señor y Pentecostés: Entrega del Espíritu Santo al
grupo de los Apóstoles reunidos en oración con la Madre del Señor. (Hech 1, 14) Voluntad del
Padre que se cumple en la Iglesia sin apenas darnos cuenta y que es la base donde se
asientan todas nuestras pobres acciones, pues cumplimos institucionalmente la Misión recibida
con el envío del Espíritu Santo: Id al mundo entero...
Así, con la mirada puesta en el misterio de la Encarnación del Hijo de Dios, la Iglesia en el
actual contexto histórico, fuertemente marcado por notables flujos migratorios y por un creciente
pluralismo étnico y cultural, nos invita acompañar la esperanza de los pobres, nuestros amigos y
hermanos inmigrantes. Ellos, como el mundo entero, están llenos de ilusiones y de esperanza.
Pero su esperanza puede verse ensombrecida por las expectativas que ofrece el mundo, por
las respuestas inmediatas que ellos mismos buscan, al verse excluidos de lo más necesario
siguiendo las estrategias de esta sociedad. Alentar y sostener la esperanza de los hombres y
mujeres inmigrantes es un gran reto. Las expectativas y las esperanzas humanas son un buen
punto de partida, un buen punto de apoyo, el medio para abrirles a la Esperanza que no
defrauda.
Cultivar la esperanza de los pobres es fuente de humanidad y de vida. Nuestra acogida y
nuestro acompañamiento serán el aliento que sostiene a los hermanos inmigrantes y abre los
corazones a la esperanza, creadora de comunión desde los márgenes. Es el camino, para que,
desde la base del mutuo reconocimiento, los de siempre en el país y los inmigrantes
descubramos la tarea común de trabajar juntos a favor de una ciudad digna del hombre donde
nadie se sienta excluido.
Los cristianos estamos llamados a redescubrir en esta esperanza un nuevo motivo de
compromiso en proyectos de defensa y promoción de los derechos de los trabajadores
inmigrantes y sus familias. «Esperanza, que, de una parte, nos mueve a no perder de vista la
meta final que da sentido y valor a nuestra entera existencia y, de otra, nos ofrece motivaciones
sólidas y profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla
1
conforme al proyecto de Dios» .
En este contexto, «un signo de la misericordia de Dios, hoy especialmente necesario es el de la
caridad, que nos abre los ojos a las necesidades de quienes viven en la pobreza y la
marginación. Es una situación que hoy afecta a grandes áreas de la sociedad y cubre con su
sombra de muerte a pueblos enteros. El género humano se halla ante formas de esclavitud
nuevas y más sutiles que las conocidas en el pasado y la libertad continúa siendo para
demasiadas personas una palabra vacía de contenido. Muchas naciones, especialmente las
más pobres, se encuentran oprimidas por una deuda que ha adquirido tales proporciones que
se hace prácticamente imposible su pago. Resulta claro, por lo demás, que no se puede
alcanzar un progreso real sin la colaboración efectiva entre los pueblos de toda lengua, raza,
nación y religión. Se han de eliminar los atropellos que llevan al predominio de unos sobre
otros: son un pecado y una injusticia. Quien se dedica solamente a acumular tesoros en la
2
tierra, no se enriquece en orden a Dios . Asimismo, se ha de crear una nueva cultura de
solidaridad y cooperación internacionales en la que todos especialmente los países ricos y el
sector privado asuman su responsabilidad en un modelo de economía al servicio de cada
persona»3.
En este sentido, recordando que Jesús vino a evangelizar a los pobres4, «el compromiso por la
justicia en un mundo como el nuestro, marcado por intolerables desigualdades debe servir al
restablecimiento de la justicia social y el reconocimiento de la igualdad entre todos los hijos de
5
Dios» .
La alegría de cultivar la esperanza de los pobres nos introduce en la alegría pascual, con la
que el Espíritu Santo invade a Jesús al agradecer al Padre el don de su Reino a los pobres y
abre los corazones a la Esperanza. La alegría y la esperanza dinamizan para la acción, para
encaminarse hacia el futuro con libertad y audacia, con la parresía del Espíritu6, que conduce a
Jesús y a sus discípulos por la vía del amor, de las bienaventuranzas y del servicio pobre y
humilde.
Por todo ello, la comunidad parroquial, -«la Iglesia que se encuentra entre las casas de los
hombres, vive y obra profundamente injertada en la sociedad humana e íntimamente solidaria
con sus aspiraciones y dramas»7, está urgida a repensar sus proyectos pastorales, a no
encerrarse en seguridades pretéritas, a no inflexionar su diálogo con el mundo, a mantenerse
en su vocación misionera y en su mediación de vehicular el diálogo de la salvación entre el
Evangelio del Reino, los hombres y los pueblos.
1
JUAN PABLO II, Tertio millennio adveniente, 46.
2
Cf. MATEO 6, 19; LC, 12, 21.
Bula del Jubileo, n 12.
4
Mt.11, 5; Lc. 7, 22.
5
JUAN PABLO II, Tertio millennio adveniente 13 y 51.
3
6
Hechos 4,29.31
7
CEE. La Pastoral Obrera de toda la Iglesia.
Vocación misionera, presencia significativa y relevante que debe ser comprendida y redefinida en
el momento actual: sin intentar recuperar la hegemonía en la sociedad, ni tratar de situarse como
instancia legitimadora, superando así un doble escollo: el de la privatización de la fe en el seno de
una sociedad pluralista, secular y democrática, y el de la inercia de la confusión, es decir, la
resistencia a expresar lo específico y universal del mensaje evangélico.
8
La comunidad parroquial debe constituirse en buena noticia para la cultura y las culturas, para los
hombres y los pueblos que constituyen hoy nuestras ciudades y nuestros barrios, nuestros
municipios y nuestras comunidades por la diversidad sobrevenida con las migraciones. No puede
eludir este desafío.
9
«La caridad es don de Dios, derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo en cuanto
don de Dios, no es utopía, sino realidad concreta; es buena nueva, Evangelio. Los creyentes
están llamados a manifestar el rostro de una Iglesia abierta a las realidades sociales y a cuanto
permite a la persona humana afirmar su dignidad. En particular los cristianos, conscientes del
amor del Padre celestial, deberán reavivar su atención con respecto a los inmigrantes para
desarrollar un diálogo sincero y respetuoso, con vistas a la construcción de la civilización del
10
amor ».
En el Simposio vamos a hablar todos de distintos aspectos relacionados con el hecho
migratorio tan característicos de la coyuntura humana de nuestro tiempo. Permitidme
que señale unas variables que hemos de tener en cuenta en nuestra reflexión:
- Países receptores
- Inmersión en mundos diversos
- Países de origen
- El valor de la Vida
- Culturas y formas de vida
- En una sociedad marcada por la anomía
- Ante un viaje sin retorno
- Inmigrantes trabajadores
PAÍSES RECEPTORES
- Quienes somos los países receptores representamos las sociedades opulentas en esta aldea
global que es el planeta Tierra.
Países de origen
- Los que han venido y seguirán viniendo, si es que la crisis económica no da al traste con la
situación, lo hacen procedentes de países del este y del sur con grandes bolsas de
subdesarrollo, marcadas por las carencias de todo tipo y que van desde lo más imprescindible
como es la alimentación y la sanidad hasta la vivienda y todo el aparejo de bienestar que se les
cuela por los Medios de Comunicación y por la comercialización de los artilugios que por aquí
ya no usamos.
Culturas y formas de vida
- Grandes diferencias pues de modo y maneras de vivir. Perdonad la ocurrencia, pero os habéis
parado a considerar lo que pensará un temporero de nuestra vendimia que ha visto morir a un
paisano en la patera y que viendo la TV apenas entiende nada, y no por la limitación del idioma
precisamente, escuchando noticias como esta:
“Crisis: El mayor Crack de Wall Street desde el 87. La negativa del Congreso de los Estados
Unidos a apoyar el plan financiero elaborado por Henry Paulson y Ben Bernanke y avalado por
8
Siempre que hablemos del compromiso de la comunidad cristiana nos referiremos al compromiso de
cuantos integran la comunidad cristiana: los cristianos del lugar y los de reciente inmigración.
9
cf. Rom.5,5
10
JUAN PABLO II. Jornada Migraciones. 2 febrero 1999.
Bush ha hecho que el Dow Jones se desplomara un 6,98% retrocediendo hasta los 10.365
puntos, la mayor caída de la década.
El cierre del S&P 500 se saldó con una caída del 8,78%, la mayor desde el crack bursátil de 19
de octubre de 1987. En esa fecha fatídica perdió un 20%.
El tecnológico Nasdaq 100 perdió un 9,14% llegando a los 1.107 puntos.
La caída de Wall Street vino contagiada con la quiebra del banco Wachovia que perdió en esta
jornada un 81,50% de su valor después de que Citigroup anunciara que adquirirá hasta 42.000
millones de dólares de pérdidas de la cartera del banco de Carolina del Norte.” (www.indicegeneral.com)
Nota aclaratoria: El índice Standard & Poor's 500 (Standard & Poor's 500 Index) también
conocido como S&P 500 es uno de los índices bursátiles más importantes de Estados Unidos.
Al S&P 500 se le considera el índice más representativo de la situación real del mercado.
Ante un viaje sin retorno
- El inmigrante al salir de su país de origen muchas veces no sabe, la mayoría de las veces, que
emprende un viaje sin retorno puesto que, y a pesar de los avances y el vértigo de la evolución
social un país no se pone a la altura del país receptor en varias generaciones, baste poner el
ejemplo de nuestros paisanos que están afincados en Alemania, Suiza, Francia... a pesar de
que partíamos de menores diferencias de desarrollo con España.
Lo dirán las estadísticas y los grandes números como demostración costosa de lo evidente que
son. Ni yo ni mis sobrinos primera y segunda generación hubiéramos vuelto al pueblo del que
salió mi familia en los años 40 a lavarse en una palangana, con una jarra de agua que se
alimentaba del cántaro subido de la fuente con su peso de 20 ó 25 litros.
Son proporciones mínimas de población las que vuelven a sus países de origen, y si acaso
vuelven jubilados porque pueden vivir de las pensiones logradas tras muchos años de ser
trabajadores extranjeros, son, lógicamente, muy exigentes con los servicios sociales y sanitarios
si es que el país de origen se ha puesto al día para sus expectativas.
INMERSIÓN EN MUNDOS DIVERSOS
- La variable de la Inmersión lingüística, cultural, religiosa, familiar y social, con toda la cruda
realidad de quien no sólo siente el desarraigo sino la correspondiente necesidad de aprendizaje
ultrarrápido de usos y costumbres que invaden por la fuerza esferas de su intimidad y niveles de
conciencia muy profundos. Las alternativas extremas son que si hay un replegamiento más o
menos personal o grupal mal, pues les puede llevar a vivir en un estado de marginalidad
permanente y si se da total integración suele ser a costa de una “anomía” o ausencia de valores
permanentes.
El valor de la Vida
- Considerad todo lo que se refiere al mundo de sus convicciones y creencias, al mismo valor de
la Vida cuando se han vivido o se siguen viviendo situaciones en el filo de la navaja de la
supervivencia.
EN UNA SOCIEDAD MARCADA POR LA ANOMÍA
- En una sociedad marcada por las tendencias al pragmatismo, al relativismo moral, al
hedonismo, al consumismo...
Todo ello dentro de un mercado de trabajo de dice, pero mejor de empleo, un empleo o mejor
empleos -marcados por la oportunidad que en un comienzo brindan vecinos y paisanos- la
mayor parte de las veces subempleos y vamos a una situación que empeora por momentos,
donde la coyuntura económica desconociendo la persona del trabajador, su familia, sus redes
de relaciones sólo considera rendimientos y rentabilidades.
INMIGRANTES TRABAJADORES
- Las conclusiones del Seminario sobre el Conflicto Social organizado por el Departamento de
pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal, que ha inspirado el trabajo que Alfonso Alcaide ha
titulado: “El Trabajo Humano, principio de vida” y que está previsto que os hable en este
Simposio, se refieren al estudio de lo que está sucediendo en las sociedades del desarrollo
económico y social, donde tratamos de desentrañar las consecuencias de un Conflicto Social
que como el río Guadiana de mi diócesis desaparece pero está ahí alimentando los ojos de un
río muy profundo que son la precariedad, la flexibilización de los empleos, la volatilidad de las
empresas sopladas por los vientos de los avances tecnológicos o por las deslocalizaciones
movidas por un “Mercado” más o menos ventajista, donde inciden con mucha fuerza los
potenciales financieros motores, se ha dicho hasta ahora, del sistema.
Temo haberme alargado en la introducción pero es en esta relación Iglesia-Mundo donde
podemos hablar de mi parroquia de Bolaños, de su Comunidad parroquial, y de las familias de
emigrantes, inmersas en esta situación que ha producido un tipo de sociedad concreto con una
variación profunda para lo que suelen ser la evolución de las poblaciones, de sus estructuras y
composición de estratos, clases sociales, movilidad de las personas -me niego a llamarnos
individuos- nada es igual, universidad, municipio, parroquia, escuela, consultorio médico, bares,
viviendas, calles y frecuencia de tránsito por ellas...
II. EL COMPROMISO CON LOS INMIGRANTES UN DEBER PROPIO DE LA
COMUNIDAD PARROQUIAL Y DE SU MISIÓN INSTITUCIONAL..
¿Cómo abordar toda esta compleja realidad desde la pobreza de nuestras parroquias y de sus
escasos recursos materiales y humanos?
Nuestra confianza está en la capacidad de desempeñar el papel que nos ha asignado nuestro
ser de Iglesia, recojo los epígrafes que propone Miguel Payá en aquel sencillo curso de
renovación parroquial que tituló en 1989 “La parroquia comunidad evangelizadora”
- Una comunidad en proceso continuo de conversión.
- Una Comunidad de fe:
La escucha de la Palabra de Dios
La oración
La liturgia: Año litúrgico y Liturgia de las Horas.
El cuidado de la vida interior
- Comunidad de esperanza vivida y comunicada:
Pastoral de enfermos: Los acompaña, los integra en la comunidad, se deja evangelizar
por ellos.
Celebración de la muerte
- Comunidad de amor.
II. 1. Una comunidad en proceso continuo de conversión.
Que nadie piense que quiero aprovechar mi posición de busto parlante para indoctrinar al
personal y sacar tajada espiritual. No, es tratar con todo realismo la realidad a la que nos
referimos:
«Ahora bien, para poder ser ámbito de experiencia del Evangelio, la parroquia necesita ser una
comunidad en constante conversión, a la escucha de las exigencias siempre nuevas del
Espíritu. Porque el Evangelio no es una lección que se aprende de una vez para siempre, sino
la fuerza y la sabiduría de Dios que, en Jesucristo, nos interpela y nos exige continuamente
transformar nuestra vida personal y comunitaria. Como nos recordaba la «Evangelii Nuntiandi»,
la parroquia «tiene necesidad de escuchar sin cesar lo que debe creer, las razones para
11
esperar y el mandamiento nuevo del amor» . Es decir, necesita estar creciendo continuamente
como comunidad de fe, de esperanza y de amor».
Estaremos de acuerdo en que inmersos en la realidad social que nos rodea nos mimetizamos
con el paisaje que nos envuelve.
Cuando desde Pastoral Obrera nos planteamos el análisis de la realidad desde la visión que
nos ofrece la antropología cristiana no lo hacemos por seguir un método sin más, sino por
contrastar lo que es exigencia evangélica en versión de la Doctrina Social de la Iglesia con un
mundo gobernado por estructuras de injusticia -de pecado- las llama Juan Pablo II.
Nuestra propuesta de extender en las parroquias los Equipos Parroquiales de Pastoral Obrera
(EPPOS) es con el fin de asegurar una reflexión en alguien de la parroquia que profundamente
vinculado a la comunidad nos facilite una mirada de “experto” que por una parte nos diga lo que
está pasando, y por otra ofrezca y se aventure en acciones concretas que den respuestas en el
barrio a los problemas de los trabajadores; y si algo caracteriza a la población inmigrante es su
ser de trabajador en circunstancias bien complejas y difíciles a las que la Iglesia nos dice que
no nos podemos acostumbrar, no podemos ver como si nada pasara.
Todos los interesados en el tema tendremos anécdotas desde “soluciones” en salarios y
horarios que se quieren cubrir de caridad cristiana cuando son puras explotaciones laborales y
humanas, hasta la experiencia de tener que atender desde Caritas un campamento de
temporeros con un grifo y una letrina para más de doscientas personas. Pues bien admitamos
que debemos conocer y desentrañar el complejísimo entramado de las condiciones de los
asalariados de ocasión. Y conocerlo no es algo neutral, sino que implica el cambio de vida en
nuestros comportamientos.
«La comunidad parroquial, como lugar de encuentro e integración de todos los
miembros de una comunidad, hace visible y sociológicamente perceptible el proyecto de
Dios de invitar a todos los hombres a la alianza sellada en Cristo, sin excepción o
exclusión alguna», y «es, por naturaleza, solidaria con el mundo de los trabajadores
inmigrantes»12.
“Los cristianos debemos vivir y testimoniar nuestra fe en y desde una Iglesia particular” que se
llama diócesis, en un enraizamiento social que todavía se nos antoja lejano, burocrático y
abstracto. Por más que los obispos, en general, frecuentemos las visitas a parroquias y
comunidades eclesiales, se nos presenta en los medios de comunicación, porque es fácil hacer
la trampa, como una organización, empresa, institución demasiado grande y lejana. “Pero una
Iglesia es algo más que una empresa bien organizada: es una comunidad de vida en la que
13
compartimos la fe, el culto, la caridad y la misión .
Por ello, la comunidad parroquial está llamada a ser:
a) Promotora de justicia por la defensa y el reconocimiento de los derechos del
trabajador inmigrante y del refugiado y sus familias, enfrentándose al reto decisivo de cómo
desmarcarse de un sistema, generador de injusticia y de violencia, para encaminar el mundo
migrante hacia una nueva humanidad, expresión de la justicia del Reino de Dios, en el que los
últimos de la sociedad son los primeros.
El trabajador inmigrante ha tenido una importante intervención en la economía española por su
inserción en el mercado laboral, que habría que calificar de impacto macroeconómico. Su
aportación a la economía española ha sido considerable:
11
12
13
sobre el empleo, la producción, el consumo..
EN 15
JUAN PABLO II. Jornada Migraciones 1999. 2 febrero.
Cfr. Miguel Payá, “La parroquia comunidad evangelizadora”. Curso de renovación parroquial. 1989
-
sobre el valor añadido,
-
en el ámbito fiscal: ingresos públicos, impuestos indirectos, impuestos directos,
cotizaciones a la seguridad social...
han garantizado la movilidad sectorial y geográfica.
han soportado la siniestralidad laboral en mayor medida.
Su inserción laboral se ha revestido de especial relevancia e interés público y social al revertir
sus efectos positivos, tanto en el propio trabajador y su familia, como en el mercado de trabajo y
en la sociedad en general:
-
para el trabajador, como factor de integración;
-
para la familia, porque aumenta su capacidad para hacer frente a sus necesidades y ante
eventuales situaciones de desempleo de otros miembros de la unidad familiar;
-
para el mercado de trabajo, al incorporarse al mismo nuevos trabajadores y trabajadoras;
-
para la sociedad, porque el reconocimiento del acceso al mercado laboral es un elemento
más de una política de integración basada en la igualdad de trato y de oportunidades.
A lo largo de estos años el trabajador inmigrante, ha contribuido al crecimiento de nuestra
economía, al garantizar el funcionamiento y desarrollo de nuestro sistema productivo, y
consecuentemente, ha contribuido a nuestro bienestar, el de todos los españoles, al aceptar
trabajar desde los nichos laborales, que por su precariedad, informalidad y naturaleza de la
prestación no son apetecibles para los trabajadores españoles. En este país somos muchos los
empleadores. A los trabajadores inmigrantes los tenemos muy cerca. Les hemos confiado lo que
más queremos: nuestros hijos, nuestros mayores, nuestros hogares; han atendido los servicios de
todo tipo haciendo más agradable nuestra vida y han posibilitado nuestro trabajo, nuestra sanidad,
el comercio, la restauración, el funcionamiento de las escuelas y universidades y nuestro ocio; han
salvado nuestras cosechas y han devuelto la vitalidad a muchos de nuestros pueblos...
No obstante, se ha dicho: los inmigrantes son pan para hoy y hambre para mañana: si se
quedan peligran nuestras pensiones. Y también: los inmigrantes producen riqueza, pero porque
no sabemos restar; ellos producen más gastos que nosotros en todo tipo de servicios, porque
tienen familias más numerosas. Y nos lo hemos creído. Nos han dicho también: hemos de
cambiar el signo de las migraciones: hemos de remplazar la inmigración vieja y desgastada por
jóvenes. Más aún: un inmigrante parado es un absurdo, les llamamos para trabajar, que se
vayan. Y les hemos hecho caso.
Desatendiendo la verdadera naturaleza del fenómeno migratorio, nos lo han querido justificar así:
1° después de unos años aquí hay que incentivar el retorno de los inmigrantes para que no se
desarraiguen y, con lo que han aprendido, que desarrollen su país; les conseguiremos
minicréditos; 2° los inmigrantes en paro se pueden ir, les capitalizaremos el subsidio de paro y
que se lleven también a su familia, para superar las dificultades que tenemos; 3º hay que revisar
la normativa de reagrupación familiar, es muy generosa.
Y, sin cuestionarnos nada, simplemente hemos asentido.
14
Los cristianos llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo , hemos de asumir con mayor
claridad y determinación su responsabilidad en el seno de la Iglesia y de la sociedad. «En
cuanto ciudadanos de un país de inmigración y conscientes de las exigencias de la fe, los
creyentes deben mostrar que el evangelio de Cristo está al servicio del bien y de la libertad de
todos los hijos de Dios. Tanto individualmente como en las parroquias, asociaciones o
movimientos, los cristianos no podemos renunciar a tomar posición a favor de las personas
marginadas o abandonadas. Los cristianos debemos participar en el debate de la inmigración,
14
Cfr.Mt.5.
formulando propuestas con el fin de abrir perspectivas seguras que puedan realizarse también
en el ámbito político. La simple denuncia del racismo o de la xenofobia no basta»15.
En el seno de la acción política, de los centros de creación y de difusión de la cultura, en el
ámbito de la educación y del bienestar social, así como en el campo laboral y en las decisiones
económicas, los crisitanos hemos de trabajar en favor del reconocimiento de los trabajadores
inmigrantes.
Quien renuncie a la tarea, compleja pero noble, de mejorar la condición inmigrante no
respondería al designio de Dios que quiere un desarrollo integral para todos. La comunidad
cristiana está urgida a dar cuenta de su esperanza con gestos y palabras, en fidelidad a la realidad
encarnada de nuestra fe operante por la caridad, «recordando que Jesús vino a evangelizar a los
pobres ¿cómo no subrayar más decididamente la opción preferencial de la Iglesia por los
pobres y los marginados? Esta pregunta, que interpela a toda comunidad cristiana, pone de
relieve el laudable compromiso de tantas parroquias en los barrios donde existen fenómenos
como el desempleo, la concentración de espacios insuficientes de hombre y mujeres de diversa
procedencia, la degradación vinculada con la pobreza, la escasez de servicios y la inseguridad.
Exhorto a las comunidades parroquiales a perseverar con valentía en la labor iniciada a favor de
los emigrantes, para ayudar a promover en su territorio una calidad de vida más digna del
16
hombre y de su vocación espiritual» .
17
“Coexistir y convivir son dos conceptos capitales, señala el profesor Negro Pavón. La coexistencia es la mera existencia de individuos, o grupos, sin la posibilidad de una relación de
convivencia. En cambio, la con-vivencia es una manera de vivir distinta a la coexistencia de los
miembros de un rebaño, que, a su vez puede coexistir con rebaños de otras especies. Un ejemplo
obvio son las especies parasitarias. Coexistir es un hecho material, convivir es un hecho
espiritual. Y sólo el hombre es capaz de con-vivir.” En nuestra sociedad, marcada por el
individualismo, es clave el paso de sociedad a comunidad, de ciudadanía a pueblo.
Leamos un poco más al profesor Negro: “Las sociedades humanas —los pueblos— son, pues,
el resultado del vivir con otros, del con-vivir. Su problema más grave es por ende la disminución
de la con-vivencia hasta casi reducirse a su aspecto formal, externo, la coexistencia, la nuda
vida, concepto que tiene hoy un gran contenido político. Contra ello no basta la voluntad de
convivir, como es frecuente oír. La voluntad puede influir en casos extremos de disociación, de
ruptura de la con-vivencia, pero no es lo determinante. La explicación de la existencia de las
sociedades por un acto de voluntad cae en la interpretación utilitarista, que, absolutizada como la
de Hobbes y los contractualistas en general, es completamente falsa y retrotrae la convivencia a
la mera coexistencia. Los hombres conviven porque su lenguaje es racional, porque son seres
racionales o, sencillamente, porque son sociales, con una especial sensibilidad hacia los demás
hombres, que son sus prójimos, próximos. El hombre, decía Zubiri, es una esencia abierta.
Evidentemente la Palabra, La Eucaristía y la Caridad nos ofrecen momentos y son en sí mismas
ocasiones de conversión personal y comunitaria pero abrir el interrogante desde el comienzo de
nuestra consideración me parecía importante, pues damos respuesta a mi primer planteamiento
de partida: “- Quienes somos los países receptores, y que representamos las sociedades
opulentas en esta aldea global que es el planeta Tierra. Y nuestras parroquias están insertas en
estas sociedades.
II. 2. UNA PARROQUIA COMUNIDAD DE FE
Seguimos, la Parroquia es una comunidad de fe. Desde los grupos de Caritas nos planteamos
talleres y clases de alfabetización, aprendizaje del idioma, cursos de cocina, y un variado
abanico de acciones encaminadas a romper todas las barreras funcionales con las que se
15
16
17
JUAN PABLO II, IV Congreso Mundial de la Pastoral de las Migraciones. 9 octubre 1998.
JUAN PABLO II. Ibidem.
Dalmacio Negro Pavón en su libro: “La Situación de las sociedades europeas”, que subtitula “La
desintegración del ethos y el Estado”.
puede encontrar la persona del inmigrante a la hora de encontrar un medio de vida o lo que es
equivalente en la relación empleo-salario por una parte y abaratamiento de los costes
personales, familiares y sociales en ayudas mil.
Pues bien si la tragedia de nuestro catolicismo tradicional es la falta de formación y lo poco
enterados de la fe que decimos profesar mayoritariamente, no queramos para los inmigrantes lo
mismo y abramos las puertas de nuestros grupos de catequesis, de formación, de liturgia de
celebraciones, de oración y de cuidado de la vida interior derribando las mismas barreras que
notamos en la adquisición de un empleo y alguna más que podamos ofrecer con soluciones
provisionales e ingenuas que están llamadas por si mismas a ser definitivas.
Me refiero ahora a una experiencia vivida en París con motivo de la invitación que me hizo un
cura de mi Teruel que mandábamos a estudiar al Instituto Católico a cambio de ganarse el pan
con la atención a los emigrantes españoles en una parroquia de barrio bien de París. Tengo que
decir que estoy muy agradecido al párroco que acogió sucesivamente y durante muchos añosa
más de cuatro sacerdotes de mi anterior diócesis, acogida en casa, trabajo y dinero. Pero mi
encuentro con la comunidad española se celebró con una Eucaristía en el salón de actos de la
Parroquia al mismo tiempo que la Comunidad francesa celebraba la Misa del sábado por la
tarde. Pensé que así se salvaban las dificultades del idioma que yo tuve al día siguiente en la
Misa de 12 de la Parroquia pero no, cuando por la tarde celebramos la Confirmación con
encuentro previo con los hijos de la “colonia española” en la “Misión española” los hijos de
nuestros emigrantes españoles se entendían en francés.
No digo que no haya que facilitar locales y encuentros de iguales en nuestras parroquias, pero
de tal manera que sean facilitadores, que abran posibilidades a la participación de la normal
vida parroquial. Cuando viene a nuestra casa un visitante algo se mueve en ella, puede
sentarse en mi sitio habitual de ver la TV, se hace una comida teniendo en cuenta sus gustos, y
se le facilitan todas las explicaciones para que se entienda con los niños siempre crueles a la
hora de fijarse y de hacer preguntas incómodas sobre cosas tan tontas como el color de la piel,
el olor y la ropa del visitante.
Hasta sabemos celebrar su cumpleaños de una manera especial, pues su cultura, convicciones
y creencias requieren ponerse en marcha para que se sienta feliz entre nosotros.
Viviendo mi primer destino de cura en Alcalá de Henares nos tocó vivir el éxodo de nuestros
pueblos y el asentamiento de colonias enteras de andaluces y alcarreños. Tardó en entrar la
moda de introducir en las parroquias las imágenes de la Virgen del Rocío ó de Barbatona pero
descubierta, los paisanos que no sabían nada de la parroquia empezaron a frecuentarla
masivamente. Lástima si todo ha ido quedando en un alquiler y no en una participación y en un
sentirse en casa y en familia.
a) La parroquia llamada a educar en el diálogo. La parroquia ha de educar para el
pluralismo, integrando en sus planes pastorales y procesos educativos la diversidad, sin miedo
a la discrepancia, superando de esta manera todo monoculturalismo etnocéntrico y nacionalista.
Al mismo tiempo ha de informar y sensibilizar al pueblo sobre las causas de los flujos
migratorios y sobre la presencia enriquecedora de los trabajadores inmigrantes entre nosotros.
Los cristianos muchas veces participamos de la mentalidad colectiva de la sociedad. Sus
reacciones no siempre proceden de la fe, sino de sistemas de valores contrapuestos al
Evangelio. Es indispensable un cambio de mentalidad, nos decía Juan Pablo II ya en 198518
La comunidad parroquial tiene «un papel capital en la educación del pueblo, de los
responsables y de las instituciones de la sociedad, para sensibilizar a la opinión pública y
despertar las conciencias. Pero ella misma debe testimoniar la calidad de la integración que
practica en su mismo seno. ¿No es el sacramento de la unidad acogiendo en la unidad la
diversidad católica, testimoniando así la reconciliación que Cristo nos ha obtenido en la cruz?
18
JUAN PABLO II, Discurso al II Congreso Mundial de Pastoral de las Migraciones.1985.
Las comunidades cristianas deberían vivir, mejor que otros grupos sociales, este dinamismo de
la unidad fraternal y del respeto a las diferencias.
Gracias al Espíritu Santo, deben trabajar para edificar sin cesar un pueblo de hermanos, que
hablen el lenguaje del amor, para ser fermento de la construcción de la unidad humana, de la
civilización del amor. Que los pastores se empeñen en ello. Que inviten y eduquen
constantemente en el diálogo, luchando contra el lastre de las mentalidades y de los
hábitos contrarios a esta ley de la acogida del hermano extranjero».
b). La atención al hombre y el servicio a la fe.
1. La parroquia ha de concebir su compromiso a favor de los trabajadores inmigrantes en
la doble dimensión de atención al hombre y servicio a la fe.
Consciente de su misión de acogerles, ayudando en lo posible a los que sufren necesidades
materiales y, sobre todo, abriendo procesos de integración en la sociedad y en nuestras
comunidades, respetando y valorando su cultura, y evitando, de esta forma, reducir su
actuación pastoral a:
•
entrega generosa, sin poner de relieve las cuestiones antropológicas, económicas y políticas
que entraña la colaboración con el Dios que actúa en la historia y a través de la historia,
•
la creación de servicios específicos, en vez de trabajar por abrir tanto la comunidad humana,
para que el inmigrante tenga acceso a los recursos básicos existentes, como la comunidad
eclesial en la que nadie debe sentirse extranjero,
•
La acción paternalista en la que los marginados ahondan en su condición de dependencia, en
lugar de descubrir los caminos por los que el Señor viene al encuentro de su pueblo; en lugar
de poner a los hombres en el camino de la esperanza, que cada día se abre paso en la historia
de los hombres,
•
programas marco en el ámbito socio-cultural, olvidando que, desde el dinamismo del hombre
nuevo recreado en Cristo, la comunidad cristiana, toda ella, asumiendo la condición del
inmigrante y su causa, debe contribuir a la edificación de la humanidad nueva y debe trabajar
para que surjan apóstoles inmigrantes para los inmigrantes.
«La gran importancia que tienen los aspectos asistenciales en esta situación de precariedad no
debe llevar a poner en segundo plano el hecho de que también entre los inmigrantes se encuentran
numerosos cristianos católicos que, muchas veces, en nombre de la misma fe, buscan pastores de
almas y lugares donde rezar, escuchar la palabra de Dios y celebrar los misterios del Señor. Es
deber de las diócesis salir al encuentro de estas expectativas. Entre los cristianos en los últimos
años, se ha registrado una anhelo de solidaridad, que estimula a un testimonio más eficaz del
evangelio de la caridad; sin embargo, el amor y servicio a los pobres no deben llevar a subestimar
la necesidad de la fe, realizando una separación artificial en el único mandamiento del Señor, que
invita a amar al mismo Dios y al prójimo. El compromiso de la parroquia en favor de los inmigrantes
y los refugiados no puede reducirse a organizar simplemente las estructuras de acogida y
solidaridad. Esta actitud menoscabaría las riquezas de la vocación eclesial, llamada en primer lugar
19
a transmitir la fe, que se fortalece dándola» .
La fe en la emigración no puede quedarse en una herencia a conservar o proteger. La
comunidad cristiana ha de tenerlo bien en cuenta. No ha de olvidar tampoco que el trabajador
inmigrante también está llamado a ser testigo del Evangelio. Para ello ha de tener en cuenta
que el trabajador inmigrante está arraigado, está enraizado en una tierra, está enraizado en una
cultura, en una manera de ser, en un sistema de valores, en un sistema de actitudes, y cuando
hay un cambio espacial como las migraciones, o cuando hay un cambio de estilo de vida, como,
por ejemplo, en la transferencia de un sector agrícola y ganadero a un sector industrial y de
servicios, de un mundo rural a un mundo urbano, que significa un cambio de civilización, se
produce inmediatamente un hecho considerable que merece nuestra atención, y es que la gente
19
JUAN PABLO II, Jornada de las Migraciones 1995-96.
pierde la base de sustentación, que la gente pierde aquel substrato sociológico que sostenía su
vida. Se produce un vacío peligroso hasta que él mismo, en una síntesis nueva, organice su
20
nuevo sistema de valores .
En semejantes condiciones la fe no puede quedarse únicamente en una herencia a conservar o
proteger. Es una realidad que hay que profundizar, desarrollar, difundir. El cristiano está obligado
a verificar personalmente la fe en un contexto que, a veces, es de auténtica diáspora. De ello, se
sigue la exigencia de que la pastoral de estos estratos de la humanidad deba adecuarse a su
situación espiritual.
El inmigrante ha de aprender a leer la vida desde la fe en esta nueva situación cultural, en esta su
nueva historia de hombres y mujeres que han tenido que dejar su tierra.
2. Las comunidades parroquiales han de crear un equipo de agentes de pastoral inmigrante,
responsable de la acogida, seguimiento y progresiva integración de los trabajadores inmigrantes en
los equipos y programas de la acción pastoral y en el barrio. Exhorto a la Iglesias particulares a
estimular la reflexión, dar directrices y proporcionar informaciones, para ayudar a los agentes de
21
pastoral y sociales a proceder con discernimiento en esta materia tan delicada y compleja» .
En consecuencia, nuestras comunidades están urgidas a repensar sus proyectos
pastorales, a vivir de acuerdo con la vocación recibida, a no encerrarse en seguridades
pretéritas, a integrar a los bautizados de culturas diferentes, a no inflexionar su diálogo con el
mundo, a mantenerse en su vocación misionera y en su mediación de vehicular el diálogo de la
salvación entre el Evangelio del Reino, los hombres y los pueblos.
La integración en Cristo introduce al bautizado en la familia de Dios, la Iglesia. Y los que
comparten el pan eucarístico forman un solo Cuerpo. Esta afirmación básica de la fe determina
la manera en la que ha de situarse la comunidad parroquial ante la llegada del inmigrante.
La unidad de la comunidad parroquial exige, tanto de los autóctonos como de los forasteros,
una actitud de apertura, servicio y conversión para centrase en la persona de Jesucristo, centro
vital de la integración.
Para avanzar por este camino, se exige una actitud profunda de escucha y discernimiento: la fe
no se confunde con su expresión religiosa. La pedagogía de la integración necesita de sentarse
juntos para vivir juntos un esfuerzo sereno y continuado de discernimiento. La uniformidad
arruina la comunión del Espíritu; pero también lo hace la tendencia a replegarse sobre su propia
expresión religiosa. El servicio mutuo será muy difícil, si no se ayuda a hacer la experiencia de
la alegría del amor, que hace pasar los intereses de los otros antes que los propios:
«Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, teniendo la naturaleza
gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, sino que se
anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres,. y,
en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y
muerte de cruz. Por ello Dios le exaltó sobremanera y le otorgó un nombre que está sobre
cualquier otro nombre, para que al nombre de Jesús doblen su rodilla los seres del cielo, de la
tierra y del abismo, y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor para gloria de Dios
22
Padre» .
La comunión del Espíritu Santo se manifiesta en la superación de toda rivalidad, revistiéndose
de los sentimientos de Cristo, el cual se despojó de su riqueza para enriquecernos con su
pobreza. Sólo desde la humildad, la persona reconoce en el rostro del otro un hermano. La
llegada de los inmigrantes es una gran oportunidad para una renovación en profundidad de la
23
comunidad, si nos permite ir a lo esencial y caminar en la verdad que nos hace libres .
20
21
22
23
Ricardo Alberdi. Cambios históricos e identidad cristiana. Ediciones Sígueme. Salamanca.
JUAN PABLO II. Jornada de las Migraciones. 25 julio 1995.
Filp. 2, 5-11
A. Bravo. Pastoral de Integración. Cuaderno, 19, pág, 21. DDM.Madrid.
II. 3. Una Comunidad de esperanza vivida y comunicada
Ciertamente la pastoral de enfermos acabó de consolidar los lazos parroquiales,
anteriormente muy débiles, en el caso de nuestro matrimonio inmigrante de Bolaños. Ha sido
definitiva para llevar adelante un modo nuevo de ser y de vivir, parroquia y colectivo
latinoamericano, en una población de más de 12.000 habitantes con un 15% de inmigrantes.
24
Dice Miguel Payá que la Pastoral de enfermos ha de consistir en acompañar, e integrar en
la comunidad, que a la vez se deja evangelizar por ellos. Si lo comento aquí es porque en la
enfermedad y en la muerte nos gusta estar en nuestra casa, y estos acontecimientos
habituales e imprescindibles en la vida de la persona marcan lo que venimos diciendo como
“El viaje sin retorno” que significa el fenómeno social de la emigración. Hasta cuando voy a
cambiar a un sacerdote de parroquia porque lleva mucho tiempo y al parecer se ha agotado
en la tarea que con un cambio se recuperaría, el obstáculo mayor para cambiar de parroquia
es que “tengo enterrados aquí a mis padres”.
La parroquia es la institución privilegiada para dar respuesta a la hondura de la persona en
sus expectativas, por eso hablamos de la necesidad de ser una Comunidad de esperanza
vivida y comunicada. Ese: “Vd. Estuvo en mi casa viendo a mi padre que ya falleció” marca mi
vida de inmigrante en Ciudad Real como obispo que después de 5 años ya voy siendo del
terreno.
Se podrán dar más explicaciones desde la sociología y desde la sicología y los estudios de
Ecología Humana y asentamiento de las poblaciones, pero baste con lo dicho para mostrar la
necesidad de llegar a comunicar desde las parroquias sentido y esperanza.
a).«Un espacio acogedor donde se le reconoce al trabajador inmigrante la dignidad que le
25
otorgó su Creador , pues en la Iglesia nadie es extranjero y la Iglesia no es extranjera para
ningún hombre en ningún lugar. Como sacramento de unidad y, por tanto, como signo y fuerza
de congregación del género humano, la Iglesia es el lugar donde también los inmigrantes son
26
reconocidos y acogidos como hermanos» .
Ante todo porque es la comunidad de todos los bautizados. A ella pertenecen todos los que,
en un territorio determinado, profesan la fe en Jesús y han sido bautizados en su nombre. No
se necesita nada más (¡y tampoco nada menos!). Esta universalidad convierte a la parroquia
en una comunidad elemental, pobre y heterogénea. Ella acoge a cristianos de toda edad,
condición social, ideología política... Y, además, los recibe en sus distintos niveles de fe:
desde el cristiano comprometido hasta el no practicante o alejado. A todos evangeliza desde
lo común y radical del ser cristiano y les invita a evangelizar con su vida pobre y humilde.
Pero precisamente en esta pobreza se encierra una gran riqueza eclesial. Gracias a ella la
Iglesia muestra su maternidad dirigida a todos, promueve formas de «santidad popular»
basada en los dones bautismales y ofrece un cauce de encuentro y enriquecimiento mutuo para
todos los distintos grupos y carismas. De este modo la parroquia se convierte en la casa de
todos, en la mesa de familia a la que todos aportamos y de la que todos recibimos los dones
que Dios distribuye para el bien común.
Además, la parroquia es también comunidad integral porque asume el conjunto de la misión
evangelizadora: el testimonio con palabras y obras que sirve de primer anuncio, la educación en
la fe, la celebración de la presencia del Señor, el compromiso de la caridad y el esfuerzo por
transformar el mundo en reino de Dios. Ciertamente la parroquia no podrá llevar a cabo todas
las tareas concretas que esta misión exige. Pero deberá alentarlas todas y favorecer su unidad
e interrelación. A semejanza de lo que ocurría en la comunidad de Antioquía (Cfr. Hech 13, 1-6,
23-21), de la parroquia salen todos los misioneros enviados por ella y a la parroquia vuelven
24
Ibídem
Pablo VI.
26
JUAN PABLO II. Jornada Mundial de la Migraciones. 25 julio 1995, nos 6 y 8
25
para dar cuenta de los resultados y celebrar las maravillas de Dios. Así, a través de la oración y
del envío, la parroquia alarga sus brazos más allá de sus límites y posibilidades.”
El papel institucional pues de la Parroquia estará centrado en ese ser “comunidad acogedora”
donde el inmigrante se pueda sentir uno más, pueda convivir porque es recibido como es pues
han caído todas las barreras de sexo, edad, raza, pueblo o nación. (cf. Gal 3, 28)27
La comunidad parroquial, en consecuencia, ha de vivir una gratuidad total en la acogida y tomar
en serio que el trabajador inmigrante es portador de la historia de un pueblo, abriéndose con
simpatía a los valores culturales que le constituyen en hombre concreto, sin que siempre sean
coincidentes con los nuestros, considerando a todo hombre como el prójimo al que es preciso
amar. No ha de preguntarse a quién debe amar, porque preguntarse ¿quién es mi prójimo?, ya
implica poner límites y condiciones. Ha de hacerse prójimo de «cualquiera que sufra necesidad,
aunque me sea desconocido», manifestando así el amor incondicional de Dios a los
trabajadores inmigrantes en una sociedad que los impulsa a la marginalidad y recordar a la
sociedad el camino de la fraternidad como fuente de la justicia que defiende al forastero de todo
atropello económico, cultural y político.
«Las parroquias constituyen puntos visibles de referencia, fácilmente perceptibles y accesibles,
y son un signo de esperanza y fraternidad a menudo entre laceraciones sociales notables,
tensiones y explosiones de violencia. La escucha de la misma palabra de Dios, la celebración
de las mismas liturgias, la participación en las mismas fiestas y tradiciones religiosas ayudan a
los cristianos del lugar y a los de reciente inmigración a sentirse todos miembros de un mismo
pueblo».
«En un ambiente nivelado e igualado por el anonimato, la parroquia constituye un lugar de
participación, de convivencia y de reconocimiento recíproco. Contra la inseguridad, ofrece un
espacio de confianza, en el que se aprende a superar los propios temores: ante la falta de
referencia donde encontrar luz y estímulos para vivir juntos, presenta, a partir del Evangelio de
Cristo, un camino de fraternidad y reconciliación. Puesta en el centro de una realidad marcada
por la precariedad, la parroquia puede llegar a ser un verdadero signo de esperanza.
Canalizando las mejores energías del barrio, ayuda a la población a pasar de una visión
fatalista de la miseria a un compromiso activo, encaminado a cambiar todos juntos las
condiciones de vida»28.
En el caso de Jesús y María, que así se llaman nuestros amigos, el matrimonio de Bolaños, la
acogida, el sentirse en casa a mucha distancia de la suya ha sido fácil: idioma aun con todas las
variantes de comprensión que tenemos con los distintos pueblos de Latinoamérica, religión,
acogedores ellos de todos en su pequeño piso..., familia estructurada y unida frente a la
adversidad..., pero cuando hay diferencias de idioma, religión, cultura, sin familia... ¿Qué hacer?
II. 4. Una Comunidad de amor.
Estoy seguro de que cuando escribió estas palabras Miguel Payá no tenía en el pensamiento
a los inmigrantes que con-viven en el barrio, en la demarcación parroquial. Por eso os las
ofrezco con mayor libertad:
“El amor es el punto culminante de la vida cristiana. En efecto, si la esperanza es abrirse a
Dios y la fe apropiarse de las cosas esperadas, amar es vivir las realidades de la fe y de la
esperanza: «La caridad... todo lo cree, todo lo espera» (1 Cor 13,7).
Por eso el amor es también el cumplimiento de todas las cosas. La fe y la esperanza,
estrechamente ligadas a nuestra vida terrena, entran en la eternidad asumiendo la forma de la
caridad. Porque en Dios no hay fe ni esperanza, sino solamente amor.
27
¡En efecto, todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de Cristo: v28 ya no hay judío ni griego;
ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. v29 Y si sois de
Cristo, ya sois descendencia de Abraham, herederos según la Promesa.
28
JUAN PABLO II. Mensaje Jornada Migraciones 1999. 2 febrero
Más aún, Dios es amor. Cuando nosotros hablamos de amor, o de caridad, nos referimos
siempre a lo que Dios es y nos ha comunicado en Cristo. Cristo es la fuente, el modelo y el fin
de nuestro amor: amamos en la medida en que participamos de su amor, intentamos amar
como El nos amó y el objetivo de nuestro amor es unir a los hombres con El para que vuelvan
al Padre..
Según Jesús, debemos amar a todos los hombres, sin ninguna restricción. Nuestro amor ha
de ser como la luz del sol, que Dios hace salir sobre buenos y malos, lo mismo que hace
29
llover sobre justos e injustos . Por eso nuestra comunidad se ha de esforzar por ser casa de
todos, superando los intentos constantes de apropiación por parte de algunos grupos.
Esta caridad universal se concreta y manifiesta de forma preferente en el amor a los humildes
y menesterosos, que son como un sacramento de Cristo: «Cuando hicisteis a uno de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis»30. De ahí que nuestra comunidad (como
lo veremos en el tema 13.0) se esfuerce en estar a disposición de los pobres y quiera ser, ella
misma, pobre.
Y para que esta universalidad del amor no se convierta en una evasión y, generalización
abstracta, comenzamos por demostrar nuestro amor con los que tenemos más cerca,
nuestros hermanos en la fe: “Hagamos el bien a todos, pero especialmente a nuestros
31
hermanos en la fe” . Nuestra parroquia intenta crecer cada día en fraternidad para que los
contemplen puedan glorificar al Padre de todos.”
Inmersión en mundos diversos. En una sociedad marcada por la anomía. El valor de la
vida. Inmigrantes trabajadores.
Estos cuatro puntos de la lectura ciertamente interesada que hacía al comienzo de mi
exposición del fenómeno de la inmigración los podemos englobar en la respuesta que la
Parroquia ha de dar como institución inserta en un territorio y teniendo su carácter público.
Tenía razón el Beato Juan XXIII cuando definió a la parroquia como “la fuente de la aldea
donde todos van a coger agua y a beber” ¡si no recuerdo la expresión hablando de parroquia
hubiera quedado muy mal! Queriendo o sin querer la parroquia está abierta día tras día en el
barrio. Esta llamada a jugar un papel importante en la configuración y en la vida del mismo.
Advierto del peligro de quedarnos con esto último sin tener en cuenta todo lo anteriormente
dicho, pues son muchas las fuerzas sociales interesadas en ver a la parroquia y en general a
la Iglesia como únicamente válida cuando resuelve problemas económico-sociales.
Preparando una intervención que me pidió hace ya muchos años, finales de los ochenta, la
HOAC para un seminario sobre los Trabajadores Inmigrantes, pues llevamos, no sé si con
mucho éxito advirtiendo que el inmigrante no es en sí mismo un sujeto de asistencia
caritativa, sino ante todo y sobre todo está caracterizado por eso que es central en la vida de
toda persona: su dimensión de trabajador. Pues bien tuve, entonces, la paciencia de leerme
las actas de las reuniones de los Ministros de Asuntos Sociales y de Trabajo de Europa que
se reunían entonces anualmente. En ellas no hablaban para nada de las Iglesias pero sí en
este punto: Refiriéndose a los conflictos que ya se empezaban a notar en los barrios de las
grandes ciudades entre etnias y religiones hacían una recomendación, hablar con los líderes
religiosos para la resolución de los problemas, con diálogo, distribución de ayudas, etc.
El ser la Iglesia de Jesucristo es lo que le da el carácter propio a la Parroquia. La entera
comunidad parroquial ha de propiciar todos los elementos necesarios para realizar su acción
caritativo-social con su peculiar manera de entender al hombre: varones y mujeres, personas
y llamados a ser hijos de Dios.
29
cfr. Mt 5,45
cfr. Mt 25,40).
31
cfr. Gal 6,10
30
La Comunidad parroquial no es, no debe ser un colectivo anónimo necesita para su ser de
distintos carismas y servicios, lo diré en lenguaje empresarial:
Recursos humanos: Preparación de agentes de pastoral
Capital y Medios: Locales, dinero y trabajar los participantes
Servicio de Información y Marketing. Crear conciencia comunicar inquietudes y problemas.
Aquí hay que hablar de vocación para que no se me escandalice nadie por el lenguaje
empresarial empleado. Sí, hay que hablar de vocación de sacerdotes, religiosos y seglares
que saben leer los signos de los tiempos y discernir a la luz de la Palabra, la Eucaristía, la
Oración y el compromiso de vida la voz de Dios que llama a evangelizar a todos empezando
por los pobres.
Así las cosas hay que invertir en EPPOS, gabinetes de estudio y reflexión que formados por
gentes del mismo barrio y viviendo en las mismas condiciones humanas, que aprenden a
escudriñar en la Doctrina Social de la Iglesia y ofrecer conclusiones, objetivos y soluciones,
por qué no, a la comunidad cristiana y desde la Parroquia al Municipio y al resto de las
Instituciones sociales implicadas: empresas, sindicatos, asociaciones de vecinos, comercio...
Hay que gastar tiempo y esfuerzos en convocar a los voluntarios que quieran dejarse la vida
en Caritas para saber estar en este mundo ciertamente complejo de las nuevas pobrezas del
desarraigo, la diferencia cultural, religiosa y social, la falta de los medios más imprescindibles
de alimentación y vestido. Hay que saber leer a Cervantes y a los clásicos y aprender de la
picaresca de los pobres aprendida en la escuela de la vida y de la supervivencia. Aprender a
dejarse engañar si a mano viene, pero sobre todo a no ser engañados, pues quien sale
perdiendo es necesitado y su mundo, más necesitado aun de orientación y de pistas ciertas
de salida.
Ahí en medio de ambos EPPOS y Caritas estarán los que tienen facilidad para comunicarse
con el mundo de los inmigrantes mezcla de luchadores por la justicia, monitores de promoción
lingüística, cultural, familiar y social, visitadores de enfermos y gentes que remiten a la
caridad de la comunidad cristiana y saben comunicar a la parroquia las necesidades.
Seguramente los mismos y mismas que pertenecen a los grupos anteriores pero que se
sienten llamados a actuar y a coordinar actuaciones que den respuestas a la Pastoral de
Inmigrantes de la Parroquia, el Arciprestazgo y la Diócesis.
a). La parroquia llamada a ser lugar de encuentro y de integración.
«Desde la pascua de Cristo no existen ya el vecino y el lejano, el judío y el pagano, el aceptado
y el excluido». La parroquia ha de ver en los inmigrantes a hermanos llamados a compartir los
bienes provenientes de Cristo.
-
Cuando se trata de cristianos, éstos han de poder reconocer en nuestras
comunidades su misma fe y compartir la original expresión de la fe católica con
igualdad de derechos en la vida cristiana y de nuestras comunidades en la que no
cabe la palabra extranjero.
-
Con los no cristianos, han de servir a Cristo en ellos recordando sus palabras: «Era
32
extranjero y me acogisteis» .
Es decir, ofrecerles el testimonio de fe y caridad de la Iglesia y, cuando sea posible,
preparar el camino para el diálogo ecuménico. Ayudarles, en la medida de las posibilidades,
en gestiones y mediante oferta de locales.
En cuanto a todos los inmigrantes:
- posibilitar el mutuo conocimiento y trato entre los inmigrantes;
- iniciar o fomentar su proceso de socialización;
- contribuir a crear una opinión pública favorable;
32
Mt. 25
- contribuir a erradicar la discriminación, la xenofobia y el racismo;
- ofrecer el testimonio de fe y caridad de la comunidad cristiana y, en cuanto es posible,
preparar las condiciones para el diálogo evangelizador según la enseñanzas de la
encíclica "Redemptoris Missio".
«Cuando permanece vivo el sentido de la parroquia se debilitan o desaparecen las diferencias
entre autóctonos y extranjeros, pues prevalece la convicción de la común pertenencia a Dios, único
Padre. De la misión propia de toda comunidad parroquial y del significado que reviste dentro de la
sociedad brota la importancia que la parroquia tiene en la acogida del extranjero, en la integración
de los bautizados de culturas diferentes y en el diálogo con los creyentes en otras religiones. Para
la comunidad parroquial no se trata de una actividad facultativa de suplencia, sino de un deber
propio de su misión institucional»33.
b) La Parroquia llamada «a vivir la catolicidad no solamente en la comunión fraterna de
los bautizados, sino también en la hospitalidad brindada al extranjero, cualquiera que sea
su pertenencia religiosa, en el rechazo de toda exclusión o discriminación de la dignidad
personal de cada uno, con el consiguiente compromiso de promover sus derechos
inalienables»34.
Cuando los cristianos venidos de lejos no encuentran su sitio entre nosotros, porque no
sabemos ver en ellos a hermanos llamados a compartir los bienes provenientes de Cristo.
Cuando los no cristianos no pueden descubrir en nosotros el testimonio de la fe que
profesamos, porque no somos lo bastante gratuitos en la acogida, hemos de reflexionar sobre
nuestra vivencia de la catolicidad, que debería ser expresión del amor gratuito de Dios y
de la misma vocación de la Iglesia de recapitular en Cristo a todos los hombres y todos
los valores de la humanidad, sobrepasando todas las fronteras y diferencias.
Muchedumbre convocada por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, la Iglesia
es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de
la unidad de todo el género humano35.
Anclada en al amor infinito de Dios, en el misterio de comunión de la Trinidad Santa, en el
36
misterio plenitud , en el amor infinito a todos los hombres más allá de los límites del tiempo,
de lugar, de raza y condición, nuestra Iglesia diocesana está llamada a vivir la catolicidad: a vivir
de la fuente de plenitud del amor infinito de Dios a todo hombre.
Está llamada a sentirse íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia. Mucho
contribuye a esta manifestación de la presencia de Dios el amor fraterno de los fieles, que con
37
espíritu unánime colaboran en la fe del Evangelio y se alzan como signo de unidad .
Ser sacramento de unidad del género humano, apasionante tarea para los tiempos que corren.
Ser signo de salvación, es decir, devolver la esperanza de salvación a nuestro mundo. No
menos apasionante. Esperanza, que, de una parte, nos mueve a no perder de vista la meta final
que da sentido y valor a nuestra entera existencia y, de otra, nos ofrece motivaciones sólidas y
profundas para el esfuerzo cotidiano en la transformación de la realidad para hacerla conforme
al proyecto de Dios.
Nuestra Iglesia diocesana y cada una de nuestras parroquias y comunidades, radicadas en el
misterio de plenitud del amor de Dios, están llamada a recapitular en Cristo todas las cosas.
Es la tarea común de los católicos, inmigrantes y españoles, de rito latino o de rito bizantino. La
escucha de la misma palabra de Dios, la celebración de las mismas liturgias, la participación en
33
34
JUAN PABLO II. Ibídem.
Ibídem
CONC. VATICANO II. LUMEN GENTIUM , 1
36
Católica, del griego κατα έλου, según la plenitud. Anclada en el Misterio del Amor, llamada a vivir de la
plenitud que trasciende todo límite y segregación.
37
. JEAN LUC BRUNIN. L´EGLISE, SACREMENT DE LA CATHOLICITÉ. Le Relais Magreb-Mediterranée. 1998
35
las mismas fiestas y tradiciones religiosas ayudan a los cristianos del lugar y a los de reciente
inmigración a sentirse todos miembros de un mismo pueblo, reconociendo en nuestras
comunidades la misma fe y compartiendo la original expresión de la fe católica con igualdad de
derechos en la vida cristiana y en nuestras comunidades en las que no cabe la palabra
extranjero.
c) La condición obrera ha de estar presente en todo este proceso de formación y
educación de la fe del trabajador inmigrante que se ha convertido en obrero en un corto
espacio de tiempo por el cambio de estilo de vida.
Cuando nos referimos al hombre y a la mujer inmigrantes, muy fácilmente hablamos y tratamos de
comprender su diferencia cultural y religiosa. Pero somos menos avezados a contemplarlo como
un obrero. El hombre y la mujer inmigrante pertenecen, con todo lo que ello conlleva, al mundo
obrero. Esta pertenencia al mundo obrero es tan importante o más que las diferencias culturales,
culturales y religiosas, e incluso de raza, que nosotros más fácilmente percibimos.
La comunidad cristiana no puede ignorarla, si quiere llevar a cabo una pastoral de evangelización
adecuada. La pastoral obrera no debiera ser considerada como la tarea exclusiva de algunas
comunidades, movimientos y personas, que, por su propia cuenta y riesgo, han decidido dedicarse
a la misión en el mundo obrero. Muchos de los fracasos en el trabajo por suscitar militantes
inmigrantes para los inmigrantes se debe a que dejamos de lado esta dimensión fundamental para
su vida.
Los movimientos apostólicos deben poner al servicio de la pastoral inmigrante su compromiso y
experiencia militante, asumiendo, viviendo y orando toda su situación, su vida, sus hechos y su
cultura.
III. CONCLUIMOS: Consecuentemente, nuestras comunidades parroquiales han de:
-
Ofrecer al inmigrante la misma solicitud pastoral que se preste a cualquier otro colectivo,
evitando convertir la pastoral de los inmigrantes en una pastoral marginada para marginados.
Caminar con el inmigrante en su proceso de integración en la vida de la comunidad cristiana y
en la sociedad.
-
Integrar en la vida y celebraciones de la fe de nuestras comunidades el patrimonio espiritual
y cultural de los inmigrantes católicos, y promover los encuentros ecuménicos con los
cristianos de otras Iglesias y comunidades eclesiales.
-
Incorporar a los cristianos inmigrantes que han manifestado su voluntad de participar a los
equipos de educadores de la fe y de los diferentes ámbitos de la acción pastoral.
-
Vivir el hecho migratorio en los arciprestazgos y parroquias como un don del Espíritu, que
nos llama a la conversión y a vivir la fraternidad en la diversidad, como signo de la presencia
del reino de Dios entre nosotros: configurar el arciprestazgo y la parroquia como espacios
capaces de abrir espacios de encuentro en los que nos pongamos las cuestione de sentido,
procesos de integración en la sociedad y en nuestras comunidades, auténticos laboratorios de
convivencia civil.
-
Proponer diversos procesos de iniciación cristiana que faciliten su incorporación a la vida y
misión de la comunidad cristiana tanto a los adultos que solicitan ser admitidos a los
sacramentos de la iniciación y a quienes se encuentran con dificultades a causa de su
desarraigo cultural, como a los padres que solicitan los sacramentos para sus hijos, teniendo
en cuenta su especial situación personal, familiar, social y el cambio cultural que están
experimentando. La fe no puede quedarse en una herencia a conservar.
-
Apoyar a las familias inmigrantes para que, superando todo tipo de dificultades sociológicas
y culturales, sean «escuelas de humanidad» e «iglesias domésticas», especialmente en su
tarea de educar cristianamente a los hijos. Para que pueda hacer frente a los desafíos que le
plantea el desarraigo social y cultural de su proyecto migratorio y sus hijos, reagrupados o
nacidos aquí, sean ellos mismos y superen también esa difícil situación intercultural con la
que se encuentran en la calle, en la escuela y hasta en sus propios hogares, que a veces les
lleva a decir que no se reconocen a sí mismos -como algunos han confesado- ni en nuestra
sociedad, ni en nuestras escuelas, siendo el resultado un sufrimiento más doloroso del
rechazo social que el que padecen los adultos, y que se hace especialmente hiriente en el
ámbito escolar.
En su actuación misionera, la parroquia ha de «aproximarse a la familia con el amor y la luz de
Cristo, con la estima y el deseo de estudiar y comprender los problemas, en el respeto vigilante y
atento a los valores y modelos enraizados en el corazón y espíritu de la familia inmigrante, para
ofrecer orientación y guía en la amplia gama de inquietudes, dificultades, penas y aspiraciones,
que la oprime38»
-
Trabajar para que hoy la educación de la fe de niños, jóvenes y adultos, ilumine con la luz y
el apoyo del Evangelio los retos que brotan para todos de tales situaciones, poniendo de
relieve las cuestiones antropológicas y teológicas, que entraña la diversidad en la convivencia
diaria.
-
Invitar a todos agentes de pastoral y educadores de la fe, para que, desde un esfuerzo de
formación y del conocimiento de la persona y de la condición inmigrante, de la diversidad
instalada en el seno de nuestras comunidades, usen un lenguaje con sentido para los niños,
jóvenes y adultos de nuestra ciudad, de nuestros barrios, de nuestros pueblos, de nuestras
comunidades. Un mensaje de revelación para cada uno de ellos.
- Exhortar a la comunidad cristiana, desde la predicación y la escucha de la palabra de Dios, a
hacer oír la voz de la fraternidad, acompañándola con gestos que testimonien el primado de la
caridad, cuando la comprensión del fenómeno migratorio esté condicionada por prejuicios y
actitudes que pretenden hacer de esos hermanos nuestros chivos expiatorios de situaciones
locales difíciles.
Soy consciente de que va todo un poco deshilachado pero hay que terminar y lo hago con
estas palabras que un día le leí al Cardenal Antonio María Rouco en una carta que dirigía a
sus diocesanos y que titulaba en 2001, “Acogida generosa e integración digna del inmigrante
y su familia”
“No quiero terminar estas reflexiones sin dirigirme también a los inmigrantes. Sabemos las
dificultades a las que os enfrentáis, la inseguridad e inquietud que experimentáis cuando os
falta la reglamentaria documentación para vivir y trabajar en España, el sufrimiento de no
poder ganar el sustento con vuestro trabajo y no poder ejercer el derecho a vivir en familia.
Reconocemos que, sin embargo, estáis colaborando con vuestro trabajo al progreso de España.
No podéis resignaros al papel de simple pieza en el sistema económico que con frecuencia se
os asigna. Queremos seguir a vuestro servicio. Acudid con confianza a nuestra Delegación
Diocesana de Migraciones, que os orientará y os brindará desinteresadamente su apoyo, y
acudid también a las comunidades parroquiales del barrio donde vivís, en la seguridad de que
seréis escuchados y recibidos con la mejor voluntad de ayuda y acogida.
No perdáis vuestras raíces, pero sed lúcidos y realistas: el tiempo que habéis proyectado
trabajar en España puede prolongarse más de lo que imagináis y sería una grave pérdida
prescindir de vuestros valores y desaprovechar la ocasión para un diálogo integrador de los
mismos, con el pretexto de que será sólo por poco tiempo.
Enriquecednos con vuestro patrimonio espiritual y cultural y, juntos, por encima de las
diferencias de nuestros orígenes y nuestra condición, respondamos a la llamada del Señor: llegar
a ser, en Él, un solo pueblo, una sola familia, la familia de los hijos e hijas de Dios.
38
JUAN PABLO II, Jornada de las Migraciones, 1981.
El fenómeno de la inmigración nos interpela sobre el sentido del hombre, de la nación, de la
cultura y del estado que se está desarrollando entre nosotros. El inmigrante es un socio y un
hermano. Por ello ha de sentarse en la misma mesa, para compartir y dialogar en su condición
de sujeto activo de la misma familia. Cuando lo mantenemos en el umbral de la casa, no
estamos siendo fieles al proyecto de la humanidad querido por Dios. La antropología de la
fraternidad basada en la paternidad de Dios, exige una conversión de las mentalidades. La
comunidad parroquial está llamada a renovarse en su mente, en su corazón y en su acción ante la
presencia de los trabajadores inmigrantes.
Esto se realizará más fácilmente si la pastoral de los inmigrantes sabe valorar la
aportación de las diversas comunidades, evitando el peligro de llevar a cabo una pastoral
marginada para los marginados. Que los pastores se empeñen en ellos.
Juan Pablo II.
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