VIOLENCIA DE GÉNERO DURANTE EL EMBARAZO: PREVALENCIA, RIESGOS Y PREVENCIÓN. ESTUDIO DE REVISIÓN. AUTORAS: Carmen Yolanda García Herrera (1), Mª Jesús Dorrego Leal (2) (1) Licenciada en Medicina. Profesora Asociada de la Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda, Venezuela. (2) Matrona A. Primaria. Santiago de Compostela INTRODUCCIÓN La violencia basada en el género, o la violencia contra mujeres, se comporta con uno de los mayores problemas de salud pública y de derechos humanos en todo el mundo. Esta afirmación procede de la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.)(1), ya que desde que en 1996 esta institución reconociera la violencia contra las mujeres como un problema de salud a nivel mundial, instando a los estados miembros a evaluar la dimensión de ésta, no han dejado de realizarse esfuerzos en todos los países del mundo para ponerla de manifiesto(2). Se trata de un acontecimiento cuya solución no es fácil debido a su complejidad y la primera dificultad se basa en el establecimiento de criterios universales para establecer su propia definición. Es bien conocido el hecho de que la violencia contra las mujeres tiene implicaciones profundas para la salud, pero a menudo esto es ignorado o no se le presta la debida atención. En el informe mundial sobre violencia y salud, la (O.M.S.).reporta que "una de las formas más comunes de VBM es aquélla practicada por un marido o una pareja masculina". Este tipo de violencia es con frecuencia invisible ya que pasa detrás de puertas cerradas, y con eficacia, cuando ciertos sistemas legales y normas culturales no tratan este problema como un crimen, sino más bien, como una un asunto de familia "privado", o como parte de un estilo de vida normal(1). Las Naciones Unidas definen la violencia contra las mujeres como “cualquier acto de violencia basada en el género que causa el daño físico, sexual o mental que genera sufrimiento a las mujeres, incluyendo las amenazas de tales actos, coacción o la privación arbitraria de libertad, los cuales pueden ocurrir en público o en la vida privada”(3).La violencia del compañero íntimo contra la mujer (VCI) es uno de los actos comprendidos en la categoría de violencia de género, y se define como la violencia física, sexual y psicológica que se produce de forma habitual en el ámbito de la familia, llevada a cabo por parte del que es o fue su compañero sentimental. Este tipo es una de las formas de violencia menos "visibles" por desarrollarse en el ámbito de la familia, es decir, en la privacidad(4). Estas conductas violentas incluyen 4 aspectos: a) el control de los movimientos de las mujeres o la restricción de su acceso a la información o la asistencia (impedirle estudiar o trabajar, control económico, etc.), así como el aislamiento de su familia o amigas/os y de otras relaciones sociales; b) las relaciones sexuales sin consentimiento o forzadas; c) el maltrato psicológico, que comprende la desvalorización, la intimidación, el desprecio y la humillación en público o privado, y d) los actos físicos de agresión (p. ej., empujones, pellizcos, bofetadas, golpes, patadas, palizas, etc.)(5). Habitualmente, coexisten diferentes tipos de violencia en una misma relación de pareja(6). En muchas ocasiones, el maltrato comienza con conductas de control y desvalorización de la mujer. Más adelante, es frecuente el maltrato sexual y si no se logran los objetivos de obediencia y sumisión por parte de la mujer, suele pasarse al maltrato físico. Es decir, la violencia contra las mujeres no es un acto puntual, sino un proceso que se va instaurando y cronificando en el tiempo, por lo que es necesario detectarlo precozmente y prevenir su desarrollo, mantenimiento y secuelas(5). La violencia de género es tal vez la violación de los derechos humanos más generalizada y más tolerada socialmente. El costo para las mujeres, sus hijos, sus familias y sus comunidades es un obstáculo sustancial para reducir la pobreza, lograr la igualdad entre hombres y mujeres. La violencia es una experiencia traumática para cualquier hombre o mujer. Pero la violencia por motivos de género es infligida preponderantemente por hombres contra mujeres y niñas. Esto refleja y refuerza la falta de equidad entre hombres y mujeres; y afecta la salud, la dignidad, la seguridad y la autonomía de sus víctimas (7). La violencia basada en el género no tiene fronteras, económicas, sociales o geográficas. Es una violencia perpetrada mayormente por los hombres contra las mujeres, que reflejan y refuerza simultáneamente la inequidad de género. El precio que se cobra en forma de menoscabo de la dignidad, la autonomía y la salud de la mujer es horroroso: a escala mundial, una de cada tres mujeres ha sido o bien golpeada, o bien obligada bajo coacción a entablar relaciones sexuales no deseadas, o bien objeto de malos tratos, a menudo por parte de un miembro de la familia o de alguien que la mujer conoce(8). A comienzos del siglo XXI, la violencia mata y daña a tantas mujeres y niñas de entre 15 y 44 años de edad como el cáncer(9). La violencia contra las mujeres y las niñas incluye el maltrato físico y el abuso sexual, psicológico y económico. Generalmente se la conoce como violencia "basada en el género" por desarrollarse en parte a raíz de la condición subordinada de la mujer en la sociedad. Muchas culturas tienen creencias, normas e instituciones sociales que legitiman y por ende perpetúan la violencia contra la mujer. Los mismos actos que se castigarían si estuvieran dirigidos a un empleador, un vecino o un conocido, suelen quedar impunes cuando el hombre lo dirige a la mujer, especialmente en el seno de la familia. Dos de las formas más comunes de violencia contra la mujer son el abuso por parte de sus compañeros íntimos y la actividad sexual forzada, sea que tengan lugar en la niñez, en la adolescencia o en la vida adulta. El abuso por parte del compañero íntimo, también conocido como violencia doméstica, maltrato de la esposa o agresión, casi siempre está acompañado de abuso psicológico y, en una cuarta parte a la mitad de los casos, de relaciones sexuales forzadas. En su mayoría, las mujeres maltratadas por sus compañeros sufren agresiones en numerosas ocasiones. En realidad, las relaciones abusivas se desarrollan comúnmente en una atmósfera de terror(10). OBJETIVOS: Reseñar una revisión de la literatura acerca de la violencia de género (o violencia doméstica), así como las consecuencias para la salud integral de la mujer. Identificar los factores de riesgo que más frecuentemente se asocian a la violencia contra las mujeres, particularmente durante el embarazo. Ofrecer algunas recomendaciones de actuación y colaboración para ofrecer una atención integral a la mujer. METODOLOGÍA Para elaborar el presente artículo se efectuó una revisión bibliográfica de algunas revistas con artículos relacionados al tema de maltrato en la mujeres (JAMA, Matrona, Violence and Victims, entre otras). Así mismo se realizó una búsqueda en medios bibliográficos electrónicos en español (Scielo) y en inglés (PubMed) introduciendo algunas palabras clave como: “prevalence of violence of gender”, “domestic violence”, “violence of gender and pregnancy”. Además se consultaron algunas páginas web de organismos oficiales relacionados con la salud a nivel mundial como la OMS, OPS, UNIFEM y UNFPA entre otros; así como a nivel nacional (Instituto de la Mujer, Instituto Andaluz de la mujer). Por último, se revisaron algunos artículos de asociaciones profesionales de la salud. Prevalencia De acuerdo al Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM) Al menos una de cada tres mujeres en todo el mundo ha sido golpeada, coaccionada sexualmente o ha sufrido otro tipo de abuso en su vida (siendo el culpable de los abusos generalmente un conocido). La violencia contra las mujeres y las niñas es un problema con proporciones de epidemia, quizás la violación de los derechos humanos más generalizada de las que conocemos hoy en día. Destroza vidas, rompe comunidades y detiene el desarrollo. Las estadísticas muestran un panorama desolador en relación con las consecuencias de la violencia contra la mujer (en 2002 el Consejo de Europa adoptó una recomendación en la que declaraba la violencia contra la mujer como una emergencia de salud pública y como causa mayor de muerte y discapacidad de mujeres entre 16 y 44 años) (11). En un informe del Banco Mundial, se estimaba que la violencia contra la mujer era una causa de muerte e incapacidad entre las mujeres en edad de procrear tan seria como el cáncer y una causa de mala salud más frecuente que los accidentes de tráfico y la malaria juntos. El coste económico también es considerable, pues un informe de 2003 del Centro de Control y Prevención de Enfermedades consideraba que sólo en los Estados Unidos de América el coste de la violencia que sufren las mujeres a manos de sus parejas supera los 5.800 millones de dólares al año: 4.100 millones son para servicios de atención médica y sanitaria directa, mientras que la productividad pierde cerca de 1.800 millones de dólares(12). Por otra parte, numerosos estudios sobre la violencia de género de la OPS/OMS y también de otros organismos y agencias han indicado reiteradamente que muchas mujeres no acuden a las instituciones encargadas de recibir y procesar denuncias de violencia por temor a enfrentar más violencia o sencillamente porque sus intentos de denuncia no son recibidos con la debida seriedad por parte de las autoridades. “El informe publicado en noviembre de 2007 no deja lugar a dudas cuando, entre otros asuntos, imputa la existencia de una ‘vacilante voluntad de la esfera institucional’ para con el fenómeno de la violencia contra la mujer. Más aún, pareciera que existe una especie de “sinergia negativa entre la debilidad institucional y la cultura patriarcal, la cual favorece y provoca situaciones de impunidad que vienen además a fundamentar las causas y las consecuencias de la falta de poder de las mujeres, las niñas y las adolescentes” (12). En relación a la prevalencia de la violencia contra las mujeres a nivel mundial, es pertinente señalar un informe donde se revisan cerca de 50 estudios de base poblacional, realizados hasta 1999, el cual muestra que entre el 10 y el 69% de las mujeres en todo el mundo refieren maltrato físico por parte de su pareja en algún momento de su vida (entre el 18 y el 58% en los países europeos)(8) Heise. En los estudios donde se indaga por los 3 tipos de violencia, las frecuencias oscilan entre el 25 y el 60%. En España, los datos que habitualmente se manejan se refieren a las denuncias y feminicidios por malos tratos. Estos datos, sin embargo, tan sólo reflejan la «punta del iceberg» de una realidad más amplia. Una macroencuesta poblacional llevada a cabo por el Instituto de la Mujer en el año 2002 puso de manifiesto que el 11,1% de las mujeres eran maltratadas por sus parejas(13). Por otro lado, datos prominentemente presentados al comienzo de un informe realizado por la OMS dan cuenta de la real dimensión de la problemática de la violencia contra la mujer en los países de América Latina y el Caribe. “Entre 1990 y 2007, más de 900 mujeres chilenas fallecieron por causa de homicidio, una gran mayoría víctimas de sus parejas o ex parejas. En Bahamas, el feminicidio representó el 42% del total de los asesinatos en el año 2000, el 44% en 2001 y el 53% en 2002”. En Costa Rica “llegó al 61% del total de homicidios de mujeres; en El Salvador, la mitad de los casos de violencia reportados por la prensa en 2005 acabaron en homicidios; en Puerto Rico, 31 mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica en el año 2004; y en Uruguay una mujer muere cada nueve días como resultado de la violencia doméstica”(14). El Estudio de la OMS se centró, principalmente, en la violencia contra la mujer infligida por su pareja. Dicha violencia incluye la mitad de los casos de violencia reportados por la prensa en 2005 acabaron en homicidios; en Puerto Rico, 31 mujeres fueron asesinadas como resultado de la violencia doméstica en el año 2004; y en Uruguay una mujer muere cada nueve días como resultado de la violencia doméstica” violencia física, sexual y psíquica y los comportamientos dominantes por parte de sus parejas actuales o anteriores, y comprende tanto la situación actual de las mujeres entrevistadas como sus experiencias anteriores. Este informe se centra, fundamentalmente, en las experiencias de violencia física y sexual notificadas por las mujeres, en particular a la hora de evaluar el vínculo de dicha violencia con las repercusiones para la salud, debido a la dificultad que supone cuantificar coherentemente el maltrato psíquico en las distintas culturas. (14). En este sentido, estudios realizados durante los años ochenta y noventa en países desarrollados estiman el número de mujeres maltratadas en un 18% en Noruega, un 21% en Suiza, una 30% en el Reino Unido, un 22% en los Estados Unidos y un 29% en Canadá (14). Como se puede observar, el problema no es sólo de los países no desarrollados o en vías de desarrollo. Por ejemplo, Por ejemplo, en el Japón, un estudio basado en 613 mujeres maltratadas demostró que menos del 10% de ellas sufrieron únicamente violencia física, y que el 57% habían padecido maltrato físico y psíquico, y abusos sexuales(15). En un estudio realizado en México se comprobó que aproximadamente la mitad de las mujeres que habían sido víctimas de agresiones físicas habían sufrido también abusos sexuales por parte de su pareja(16). En un estudio posterior, el panorama general mostrado por la OMS señala resultados que indican que la violencia infligida por la pareja (también denominada “violencia doméstica”) se halla extendida en todos los países donde se realizó el estudio. No obstante, se registraron numerosas variaciones entre países y entre entornos dentro de un mismo país. Si bien se observaron diferencias en función de la edad, el estado civil y el nivel de instrucción, estos factores sociodemográficos no explicaron las divergencias que se encontraron entre los distintos entornos. El porcentaje de mujeres que habían tenido pareja alguna vez y que habían sufrido violencia física o sexual, o ambas, por parte de su pareja a lo largo de su vida oscilaba entre el 15% y el 71%, aunque en la mayoría de los entornos se registraron índices comprendidos entre el 24% y el 53%. Las mujeres japonesas eran las que habían experimentado menos violencia física o sexual, o ambas, inflingida por su pareja, mientras que el mayor número de experiencias violentas se registraba en entornos provinciales (fundamentalmente de población rural) en Bangladesh, Etiopía, Perú y la República Unida de Tanzania. Sin embargo, incluso en Japón, cerca del 15% de las mujeres que habían tenido pareja alguna vez declaró haber sido objeto de violencia física o sexual, o ambas, en algún momento de su vida. En el último año, los porcentajes de mujeres que habían sido víctimas de violencia a manos de su pareja oscilaban entre un 4% en Japón y en Serbia y Montenegro y un 54% en Etiopía((14). En lo que respecta a España, de acuerdo a un estudio realizado en 23 consultas de Atención Primaria de Andalucía, Madrid y Valencia, se observó como resultado que el 32% del total de mujeres en la muestra tuvo algún tipo de maltrato a lo largo de su vida. El 7% presentó en algún momento de su vida maltrato físico y emocional a la vez, el 14% maltrato emocional, el 3% maltrato emocional y sexual conjuntamente y el 6% los 3 tipos de maltrato. El 52% de las mujeres que refirieron los 3 tipos de maltrato lo habían sufrido durante más de 5 años.(17). En este orden de ideas, también es pertinente señalar los resultados de una macroencuesta realizada en España por el Instituto de la mujer en el año 2006, los cuales revelan que un 9,6% declaró encontrarse en situación objetiva de violencia intrafamiliar, no obstante, apenas un 2,6% de las mujeres encuestadas refirieron que sufrían maltrato por parte de su pareja. En lo que se refiere al maltrato durante el embarazo se conoce que la violencia contra estas mujeres tiene un efecto devastador sobre su salud sexual y reproductiva lo cual también afecta la salud de sus hijos. Tal comportamiento es arraigado en la inequidad sexual, que es tristemente persistente, posiblemente en todas partes de todas las sociedades. Este fenómeno se constituye como una seria y la preocupante influencia en el sano desarrollo del embarazo; además, es franca una violación de los derechos humanos de una mujer. La violencia puede comenzar o intensificarse en el embarazo y tiene consecuencias significativas para la mujer, el feto y el niño(18). El Estudio multipaís de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer constituye un hito tanto por su alcance como por el modo en que se ha llevado a cabo. En lo que se refiere a sus resultados, equipos formados específicamente para la ocasión recabaron información de más de 24 000 mujeres procedentes de 15 entornos ubicados en 10 países con diferentes entornos culturales: Bangladesh, Brasil, Etiopía, Japón, Namibia, Perú, Samoa, Serbia y Montenegro, Tailandia y la República Unida de Tanzania. En lo que se refiere a la violencia durante el embarazo este estudio revela que el porcentaje de mujeres que alguna vez habían estado embarazadas y habían sido víctimas de superaba el 5% en 11 de los 15 entornos examinados. La cifra más baja se registró en Japón (1%) y la más alta en el entorno provincial de Perú (28%). Entre el 25% y el 50% de las mujeres que habían sufrido maltrato físico durante el embarazo había recibido patadas y puñetazos en el abdomen. En todos los entornos estudiados, salvo en uno, entre el 11% y el 44% de las mujeres que alguna vez habían estado embarazadas y habían sido víctimas de violencia declaró haberlo sido durante el embarazo, con la excepción de Japón, donde la cifra se situó en el 8% En todos los entornos, más del 90% de las mujeres había sido víctima de violencia infligida por el padre biológico del hijo en gestación. En casi todos los casos, el padre biológico vivía con la mujer en el momento de la agresión. Aunque la mayoría de las mujeres que habían sido golpeadas durante el embarazo había sido víctima de violencia física anteriormente, entre el 13% (Etiopía) y aproximadamente el 50% (el entorno urbano de Brasil y Serbia y Montenegro) afirmó haber sido golpeada por primera vez durante el embarazo. La mayoría de las mujeres que habían sido víctimas de violencia antes y durante el embarazo el grado de violencia fue igual, menor o menos frecuente que antes del embarazo. Los resultados confirman las conclusiones obtenidas tanto en los países en desarrollo como en los industrializados de que el embarazo constituye con frecuencia un estado que protege contra la violencia, aunque esta conclusión no se aplica a todas las culturas). En cuanto a los abortos espontáneos o inducidos En la mayor parte de los entornos estudiados, las mujeres que habían estado alguna vez embarazadas y que habían sido víctimas de violencia infligida por su pareja afirmaron haber tenido más abortos inducidos. Sin embargo, las diferencias no fueron relevantes desde el punto de vista estadístico en el entorno provincial de Bangladesh, Namibia y Samoa, donde se registraron muy pocos abortos. También era más probable que las mujeres maltratadas hubieran tenido algún aborto espontáneo, en comparación con las mujeres que nunca habían sido víctimas de violencia infligida por su pareja(19). Consecuencias más frecuentes del maltrato en la mujer embarazada Aumento de peso insuficiente Sangrado vaginal Infecciones vaginales, cervicales o renales Trauma abdominal Hemorragia Exacerbación de enfermedades crónicas Complicaciones durante el parto Retraso en el cuidado prenatal Aborto espontáneo Bajo peso al nacer Ruptura de membranas Placenta previa Infección uterina Magulladuras del feto, fracturas y hematomas Muerte(20). Factores de riesgo para violencia de género durante el embarazo Aunque los factores de riesgo son variables de acuerdo a la OMS se pueden clasificar de la siguiente manera: Factores de riesgo individuales: Pertenecer a un grupo étnico: en un estudio realizado en Saskatoon, Canadá, se determinó que todas las mujeres pertenecientes a grupos étnicos sufrieron algún tipo de abuso. Las mujeres aborígenes tenían mayor riesgo que las mujeres no aborígenes(21); edades jóvenes: según la OPS, las adolescentes embarazadas, particularmente entre los 13 y 17 años de edad, corren un alto riesgo de ser víctimas de la violencia por parte de sus parejas (22); baja autoestima: la mujer víctima de la violencia puede tener baja autoestima y la confianza en sí misma baja. Muchas mujeres creen que ellas causan el abuso de algún modo y que ellas pueden controlar al abusador intentando agradarle o evitando su enojo(23); un estatus socioeconómico bajo: en estudios realizados en el Reino Unido se ha obtenido como hallazgo que la pobreza crea vulnerabilidades para ser víctimas de violencia doméstica(24);un bajo nivel educativo: de acuerdo a un estudio basado en la revisión de la literatura concerniente al tema de la violencia contra la mujer embarazada en países en vías de desarrollo, de los principales factores de riesgo involucrados en los malos tratos durante el embarazo estaba un nivel bajo de educación en ambos miembros de la pareja, así como embarazos no deseados(25); una historia de maltrato, uso de sustancias (alcohol y drogas), así como el compañero elegido (actitud negativa hacia las mujeres y antecedentes de haber sufrido malos tratos de niño.): en muchos estudios que abordan este tema se señala como factor de riesgo los antecedentes de violencia en la familia del varón sobre todo el hecho de haber visto golpear a su propia madre) y el abuso del alcohol por parte de éste(26). Familia y parientes: en el seno de las familias, el riesgo de violencia aumenta con los conflictos conyugales, la dominación masculina, las dificultades económicas y las desavenencias familiares. Comunidad: dentro de ciertas comunidades, el riesgo es mayor allí donde hay desigualdad por razón de género o falta cohesión comunitaria o recursos. Sociedad: a un nivel más general, el riesgo más elevado se da en las sociedades con normas tradicionales sobre el género o con falta de autonomía de las mujeres, allí donde se aplica una legislación restrictiva a la propiedad y la herencia de bienes, y en los casos de desintegración social por conflictos o desastres.(14). El apoyo social deficiente se ha observado en relación al maltrato durante el embarazo. Donde existe una mala integración social y estereotipos de género muy marcados es más frecuente la violencia contra la mujer (27). Prevención y respuesta Se requiere un mayor trabajo de evaluación para determinar la eficacia de las medidas de prevención de la violencia. Algunas de las intervenciones con resultados más prometedores son el fomento del nivel educativo y las oportunidades de las mujeres y niñas, la mejora de su autoestima y sus aptitudes de negociación, y la reducción de las inequidades por razón de género en las comunidades. Otros esfuerzos que se han revelado eficaces son actividades emprendidas con los adolescentes para reducir la violencia en sus citas; programas de apoyo para los niños que han presenciado actos de violencia de pareja; campañas masivas de educación del público; y medidas de colaboración con hombres y niños para cambiar las actitudes sobre las inequidades por razón de género y la aceptabilidad de la violencia. La defensa de las víctimas, una mayor sensibilización sobre la violencia y sus consecuencias entre los trabajadores sanitarios, y un más amplio conocimiento de los recursos disponibles para las mujeres maltratadas (como asistencia jurídica, alojamiento y cuidado de los niños) pueden mitigar las consecuencias de la violencia. Respuesta de la OMS La OMS y sus asociados colaboran para reducir la violencia contra la mujer mediante iniciativas que ayudan a identificar y cuantificar el problema y responder al mismo, entre ellas: 1. El acopio de datos probatorios sobre el alcance y los distintos tipos de violencia en diferentes entornos. Esta medida es fundamental para comprender la magnitud y la naturaleza del problema a nivel mundial. 2. La elaboración de orientaciones para los Estados Miembros y los profesionales de la salud a fin de prevenir la violencia y reforzar las respuestas del sector de la salud a ese fenómeno. 3. La difusión de información a los países y el apoyo a los esfuerzos nacionales tendentes a impulsar los derechos de las mujeres y prevenir la violencia 4. La colaboración con organismos y organizaciones internacionales para disuadir de ejercer violencia contra la mujer a nivel mundial(28). Recomendaciones durante el embarazo El embarazo es un período que proporciona muchas oportunidades de identificar o descartar la violencia contra la mujer. Según el protocolo de la Asociación Americana de Ginecólogos y obstetras, es necesario realizar una “búsqueda activa”. Para ello, cada mujer embarazada se debe interrogar en la primera consulta prenatal y al menos una vez por trimestre; de la misma forma, se recomienda realizar un cribado en la consulta puerperal y/o en las consultas ginecológicas y de planificación familiar. Componentes del cribado 1. 2. 3. 4. Revisión de la historia clínica Observación del comportamiento de la mujer Observación del comportamiento de la pareja Preguntar directamente realizando una escucha activa, amable y sin juzgar. 5. Registrar las respuestas de la mujer en la historia clínica. 6. Ofrecer información sobre los recursos disponible. Por último, se recomienda la formación de los profesionales de la salud que pudieran estar involucrados en esta materia para poder iniciar las acciones necesarias con el fin de dar solución a los problemas que se diagnostiquen e implementar los mecanismos de prevención disponibles y adecuados a cada caso en particular. REFERENCIAS 1. World Health Organization. Gender-based violence. [Acceso 23 de noviembre 2008]. Disponible en: http://www.who.int/gender/violence/en/index.html 2. Vives-Cases Carmen, Álvarez-Dardet Carlos, Carrasco-Portiño Mercedes, TorrubianoDomínguez Jordi. El impacto de la desigualdad de género en la violencia del compañero íntimo en España. 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