¿Engreído o seguro? Tina Kapp Existe una delgada línea entre el engreimiento y la confianza. El efecto que producen las personas engreídas es rechazo por parte de los demás. Al verse rodeados de oyentes conjuran toda clase de relatos de grandeza y de enormes logros. Suelen denigrar a los demás y por lo general superan a otros mediante relatos de grandísima importancia. Por otra parte, la confianza es muy distinta. Me parece que las personas cuya compañía más disfruto son quienes se sienten felices consigo mismas. Conocen sus debilidades y fortalezas. Aprecian los talentos y las contribuciones de los demás. Me parece que la confianza también es fruto de pasar por situaciones difíciles. Ello nos permite entender y congeniar con otros. Nos enseña que lo único bueno que tenemos es obra del Señor. Hace poco leí el relato de José. La historia de su vida es uno de mis episodios favoritos de la Biblia. Lo que empieza como una tragedia termina de maravilla; pero no es solo eso. Para mí, el relato de José demuestra que Dios puede valerse de alguien de gran manera a pesar de los estúpidos errores que esa persona cometa. José fue señalado como especial a una temprana edad. Sus hermanos lo resentían a todas luces, en especial cuando empezó a pavonearse y restregárselo en las narices. De más está decir que de sentirse el más inteligente, guapo o talentoso entre un grupo de amigos o familiares, conviene guardarse dichos comentarios para uno mismo1. Sus hermanos pronto se hartaron del pequeño sabelotodo y lo vendieron como esclavo 2. En ese momento pasó de ser el mejor —el favorito de su padre— a habitar el último escalón de la sociedad —un esclavo en la casa de Potifar—. Antes de posicionarse como mayordomo de Potifar, la confianza que sentía y la garantía de su puesto de honor debieron desvanecerse. Se vio obligado a obedecer órdenes y llevar a cabo labores sumamente humildes. Pero ello no fue todo. Incluso después de convertirse en un esclavo glorificado, la esposa de Potifar echó por tierra su reputación. Terminó en prisión. Entonces realmente se convirtió en la escoria de la sociedad3. Imaginen por un momento que se les haya dicho cuán especiales son, la grandeza que alcanzarán y las maravillas que les esperan. Llevan una vida cómoda y se sienten bastante a gusto consigo mismos. Entonces lo pierden todo en un solo día. No me refiero únicamente a las cosas físicas, sino a aquellas más importantes que a veces se pasan por alto, como el respeto, el amor, los amigos, la familia y el lugar que uno llama hogar. De la noche a la mañana eres un esclavo y debes demostrar tu valía en todo lo que hagas. Ello no solo le pasó una, sino dos veces. Me parece que en ese momento José entendió la diferencia entre el engreimiento y la seguridad. Ya no se trataba de él. No podía alardear sobre sí mismo, su túnica de colores o su padre. Mucho menos sobre su posición en la casa de Potifar o la de mayordomo en prisión. Lo único en lo que podía confiar era en que Dios no lo había abandonado y que le ayudaría a superar los momentos difíciles. La persona que escribió Génesis le da crédito al Señor por el éxito de José; me gusta pensar que se debe a que José relató su historia de la misma manera. El Señor estaba con él y no dejó de mostrarle Su amor. Hizo que se ganara la confianza del guardia de la cárcel, el cual puso a José a cargo de todos los prisioneros y de todo lo que allí se hacía. Como el Señor estaba con José y hacía prosperar todo lo que él hacía, el guardia de la cárcel no se preocupaba de nada de lo que dejaba en sus manos4. Luego de interpretar los sueños del panadero y el mayordomo encarcelados, José les dijo lo que sucedería: el panadero moriría al cabo de 3 días y el mayordomo volvería a trabajar para el Faraón al cabo del mismo tiempo5. Fue tal como predijo. José fue prudente y le pidió al mayordomo que no lo olvidara. «Sin embargo» —detalla Génesis 40:23— «el jefe de los coperos no se acordó de José, sino que se olvidó de él por completo»6. No solo rompió su promesa, ¡sino que se olvidó de José por 2 años! De todas maneras, ello no sacudió la fe de José en el Señor. Me parece que en ese momento estaba tan seguro de la guía y dirección divinas que el Señor consideró que estaba listo. Asumiría el encomiable trabajo de ser la mano derecha del Faraón. Imaginen el desastre que habría ocurrido si José hubiera seguido siendo engreído e imprudente, tratando de impresionar a todo el mundo como antes. No habría funcionado. Pasado el tiempo, José ejerció muchísima sabiduría y confianza al interpretar el sueño del Faraón. José se presentó ante el Faraón, quien le dijo: —Tuve un sueño que nadie ha podido interpretar. Pero me he enterado de que, cuando tú oyes un sueño, eres capaz de interpretarlo. José le respondió al Faraón: —No soy yo quien puede hacerlo, sino que es Dios quien le dará al Faraón una respuesta favorable 7. No demostró inseguridad. No se puso a hablar de que era un desastre y que por eso no podía hacer nada. Hizo gala de serenidad y confianza. Es la confianza que se adquiere al aprender que no todo depende de uno. José definitivamente pasó por los altibajos de la vida al servicio del Señor. Me parece que ello nos ayuda a no perder de vista la realidad. La experiencia más similar que he vivido —dentro del mismo contexto— fue en Uganda. Estábamos trabajando con niños soldados en Gulu. Los mismos casos grabados en la película Machine Gun Preacher8. Llevamos con nosotros muchísimos alimentos donados y pusimos la película Jesús9, traducida en vivo al acholi. No había electricidad. Proyectamos la película con la ayuda de un generador. Nos alojamos en una de las mejores cabañas: un círculo de barro con paredes de concreto y techo de aluminio. El baño estaba en otra casita, adornada con —las conté un día—18 arañas de distintos tamaños y colores. Por las tardes nos traían una lata con agua hirviendo y otra con agua fría. Las mezclábamos en un tercer balde y nos duchábamos detrás de la cabaña, bajo las estrellas en el depósito de chatarra. Nuestros alimentos eran muy interesantes. Entre otros, una pasta de termitas licuadas que a los niños les encantaba esparcir sobre el pan. Era atroz. Al cabo de varios días, mi amigo y yo volvimos a Kampala a toda prisa. Unos buenos amigos nuestros, directores de la mayor empresa de telecomunicaciones del país, dejaban Uganda y nos invitaron a su fiesta de despedida. Era en el Sheraton y asistiría la crema y nata del país. Nos bañamos a toda prisa y nos vestimos de gala para reunirnos con personas extremadamente pudientes. En un mismo día pasamos de comer termitas con pan a disfrutar de una lujosa cena y escuchar cantar a las dos celebridades más importantes de ese país africano. Fue alucinante y maravilloso. El hecho de haber estado cubiertos de polvo tan solo unas horas antes impidió que el tratamiento VIP se nos subiera a la cabeza. Muchos hombres y mujeres de Dios debieron pasar por situaciones muy difíciles antes que Dios los escogiera para ocupar puestos de honor. El rey David vivió en cavernas y temió por su vida 10. Daniel fue tomado prisionero antes de convertirse en el consejero personal de varios reyes 11, un cargo que habría tentado a cualquiera a sentirse satisfecho consigo mismo. El apóstol Pablo escribió en Filipenses: «He aprendido a estar satisfecho en cualquier situación en que me encuentre. Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez»12. Ello fue lo que le ayudó a entender que, según escribió: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»13. Sabía que no se trataba de sus propios méritos. Una de mis frases favoritas dice: «Dios solo se vale de hombres y mujeres quebrantados. No le sirve ningún otro.» ¿Cuán a menudo se tienen ganas de hablar de lo que se siente o de lo que pesa en el corazón, pero la otra persona no deja de alardear sobre lo maravillosa que es? Aunque imparta buenas ideas y consejos, es un poco difícil de tragar. Uno se pregunta si realmente entiende el problema, puesto que parece indemne a toda dificultad. Una de las maneras más fáciles de asegurarse de representar la confianza del Señor en vez de solo presumir es fijarse en cuántas de las frases que se dicen empiezan con las palabras yo o mi. Su frecuencia indica un dejo de egocentrismo. Conviene preguntarse a uno mismo, a los amigos de confianza y a Dios si debemos dejar el engreimiento y luego tomar las medidas necesarias para evitarlo. Es uno de los primeros pasos para convertirse en la persona que Dios espera que seamos. El engreimiento procede de la inseguridad y de la necesidad de demostrar nuestra valía ante los demás. Pero al abandonar la inseguridad y depositar la confianza en Dios se aprende a celebrar los logros ajenos y a escuchar mejor a otros. Es la mejor parte. Gracias a ello, otras personas empiezan a disfrutar realmente de nuestra compañía. Ello a su vez nos brinda la confianza para salir a enfrentar el mundo o incluso a convertirnos en héroes. Como José. Traducción: Sam de la Vega y Antonia López. © La Familia Internacional, 2012. Categorías: confianza, humildad, relaciones con los demás Notas a pie de página 1 Génesis 37:3-10. 2 Génesis 37:18-28. 3 Génesis 39. 4 Génesis 39:21-23 (NVI). 5 Génesis 40. 6 Nueva Versión Internacional. 7 Génesis 41:15-16 (NVI). 8 Machine Gun Preacher (2011). 9 Jesús (1999). 10 1º de Samuel 22:1. 11 Véase el libro de Daniel. 12 Filipenses 4:11-12 (NVI). 13 Filipenses 4:13 (NVI).