LAS CONDICIONES EUTANÁSICAS DEL ALEGATO DE HANS KÜNG. Alfredo Jonathan Ochoa Valdez. I.- Introducción. No puede negarse que el presbítero Hans Küng, desde su participación como perito en el Concilio Ecuménico Vaticano II, ha sido uno de los pensadores cuyas obras han sido ampliamente leídas con atención tanto dentro como fuera de los muros eclesiales. Hans Küng es conocido como teólogo por el empeño que él ha puesto en nombrarse a sí mismo como tal y por su recurrida insistencia en calificar él mismo sus escritos como teológicos. La obra que el presbítero Hans Küng y el literato Walter Jens hicieran pública en 1995 bajo el título Menschenwürding sterben. Ein Plädoyer für Selbstverantwortung, y que en 2010 se publicara en español con la inclusión en la obra de tres nuevos textos de Hans Küng y uno de Inge Jeans bajo el título Morir con dignidad. Un alegato a favor de la responsabilidad1, me ha brindado la ocasión para incursionar en la reflexión filosófica sobre la finitud y desde ella en la discusión ético-filosófica sobre la eutanasia activa, para lo cual he decidido analizar las condiciones eutanásicas que propone Hans Küng en los cuatro textos de su autoría presentes en la obra en cuestión: llamamiento a objetivar la discusión; morir con dignidad; ¿Eutanasia? Tesis clarificadoras; y resurrección a una nueva vida. El alegato de Hans Küng pretende exponer el modo en que el ser humano puede mantener su dignidad incluso en la muerte2, de lo cual se intuye, de principio, que el esfuerzo intelectual de Hans Küng mira a una cierta apología de la dignidad humana sobre cualquier acontecimiento que pudiera violentar o amenazar dicha dignidad. Debo indicar que, en lo personal, la noción de dignidad humana que sostiene Küng me resulta confusa aún y cuando él expone elementos cristianos en dicha noción. II.- El llamado a la objetivación. A diferencia del filósofo moral australiano Peter Singer, Hans Küng dice que él no es de la opinión de que una persona se convierta en una «no-persona o en ser-ya-nohumano»3 en razón de las deficiencias de la ancianidad, enfermedades incurables, o inconsciencia de la persona. Küng dice considerar que «precisamente porque la persona humana es persona y lo sigue siendo siempre (…) tiene derecho a una muerte y una despedida digna de seres humanos, no solo a una vida digna de personas». Pero esta consideración ni pone de manifiesto lo que Küng entiende por persona, ni aclara qué puede entenderse por dignidad en la muerte. A mi parecer, todo el alegato de Hans Küng parece conducir a la conclusión de que la dignidad y la humanidad del hombre pueden no sólo verse ultrajadas por el dolor y la enfermedad, considerados como lo indigno e inhumano 1 Hans Küng-Walter Jens. Morir con dignidad. Un alegato a favor de la responsabilidad. Mínima Trotta. Madrid. 2010. 2 Cf. Ibíd. Pág. 9. Hay que señalar que en la obra en cuestión, ni Hans Küng ni sus coautores se ocupan en exponer la noción de lo que ellos entienden por dignidad humana. 3 Ibíd.Pág. 57. [1] que debe evitarse en el hombre a toda costa, por lo cual pueden verse como las condiciones sobre las que descansa la premiosidad de la eutanasia activa. El desarrollo de la problemática ética en los textos de Hans Küng, que él mismo ubica «en un amplio horizonte (…) filosófico-teológico»4, gira en torno a las consecuencias que implican una concepción de la dignidad humana frente a la muerte, siendo que dicho desarrollo parte de un postulado del cual pende todo el discurso filosófico y presuntamente teológico de Küng. El postulado hace mención primeramente del respeto a la vida como «elemento fundamental de una ética humanitaria (que) rige desde el principio hasta el fin de la vida de la persona»5, lo cual hará como premisa mayor en el postulado, y seguidamente se menciona, como premisa menor, que «la muerte forma parte asimismo de la vida»6, concluyéndose que «al igual que la vida, también la muerte debe ser digna»7, conclusión para la cual es necesario que los conceptos respeto y dignidad sean necesariamente vinculantes el uno al otro, de modo que la idea de muerte digna se vincule necesariamente a la idea de respeto a la vida. Hans Küng expone sus tesis eutanásicas reiterando, como es costumbre suya, hablar «como teólogo y cristiano»8, lo cual puede desconcertar incluso a cualquier filósofo protestante que lo hubieres leído. Las tesis son una prolongación del texto Morir con Dignidad, con las cuales cree el autor estar ofreciendo «a numerosos pacientes, pero también a médicos y jueces una ayuda para la formación de la opinión»9. Con plena convicción de sus ideas, Hans Küng pretende con sus tesis impedir que el destino personal de «un sin número de anónimos pacientes»10 se pierda «en un grandilocuente debate ético, jurídico, y teológico sobre principios»11 y ofrece a esos innumerables pacientes «un justificable camino alternativo»12. Con lo ya mencionada queda patente que para Hans Küng la problemática ya está resuelta: la práctica de la eutanasia está justificada y por Hans Küng se dirige a juristas y médicos, a la política y la religión, centrándose primordialmente en el cristianismo, para invitarles a objetivar la discusión y lograr la verdad del consenso que es característica peculiar de su pensamiento. 1.1. El llamado a los juristas y médicos. Hans Küng es consciente del grave problema que para una persona representa el tener que intervenir no solo ante una situación de enfermedad corporal, sino ante el grave problema que representa una enfermedad que involucra dolores psíquicos, ante la cual que 4 Ibíd. Pág. 9. Ibídem. El que en paréntesis es mío. 6 Ibídem. 7 Ibídem. 8 Ibíd. Pág. 125. 9 Ibídem. 10 Ibídem. 11 Ibídem. 12 Ibídem. 5 [2] «uno no puede considerarse legitimado a intervenir»13. Ante una situación de dolorosa enfermedad mental el camino más seguro para la resolución de los problemas de decisión sobre la vida del paciente médico, según indica Hans Küng, es el de «dejar a otra instancia, a una instancia superior, el curso de los acontecimientos»14. Tales instancias que han de cargar con la responsabilidad de la decisión sobre la vida del paciente son precisamente las instituciones jurídicas, y con la responsabilidad puesta sobre ellas Hans Küng introduce en su alegato un elemento supremamente decisivo y que es la voluntad del paciente, la cual pondrá poner de manifiesto en los testamentos vitales, los cuales indica Hans Küng, «deberían ser respetados de forma incondicional por todas las instancias»15. Naturalmente, la idea de los testamentos vitales me parece que es buena, pero en el alegato de Hans Küng la incondicionalidad del respeto institucional parece apuntar hacia la idea de que la voluntad del paciente puesta por escrito en un testamento vital y respaldada con plena seguridad jurídica por el Estado, debe anteponerse a cualquier voluntad médica que pueda negarse a la práctica de la eutanasia actica, pues es en el campo médico en donde recaería, en dado caso, la ejecución de dicho testamento. Ahora bien, para Hans Küng, quien conoce bien que algunos médicos pueden verse tentados a cumplir la voluntad del paciente cuando éste pide que se ponga fin a su vida, y que muchos médicos que atienden dicha petición del paciente viven temerosos de la ley, considera que al garantizarse la seguridad jurídica para la eutanasia, los médicos se verían liberados «del miedo de ser procesados penalmente»16. Precisamente a los médicos alienta Hans Küng a reunir el coraje necesario no solo para «discutir abiertamente cual es la situación real del acompañamiento médico de moribundos y cuánto es lo que acontece en los márgenes de la legalidad»17, sino para defender la posibilidad de autodeterminación de los pacientes18, de modo que los «los funcionarios médicos que se oponen al carácter vinculante de los testamentos vitales y a la reglamentación legal de la eutanasia se verían movidos a colaborar de modo constructivo con la justicia y la política con el fin de que los moribundos conserven hasta donde sea posible la dignidad de la decisión última»19. Con esto último no se pretende más que el coaccionar sobre la libertad del médico obligándolo a cumplir la voluntad de un paciente respaldada por la legalidad. Es decir, que no se debe admitir una postura contraria a la eutanasia activa, y de darse el caso, se ha instar a los contrarios, vistos de por sí con una postura equívoca, a que colaboren con la justicia, la cual, según Küng está del lado de la eutanasia. Se trata pues de una imposición ideológica que no admite una postura contraria a ella. 13 Ibíd. Pág. 12. Ibídem. 15 Ibíd. Pág. 13 16 Ibídem. 17 Ibíd. Pág. 14. 18 Cf. Ibídem. 19 Ibídem. 14 [3] 2. El llamado a la política y a las religiones. El ámbito jurídico está naturalmente ligado al ámbito político, en el cual se dan las confrontaciones de opinión a favor y en contra de la legislación permisiva de la eutanasia. Naturalmente no pueden ser desoídas las voces de quienes pugnan por la desaprobación de una o varias leyes que permitan prácticas eutanásicas, pero Hans Küng parece estar convencido de que tales voces deben ser desoídas en razón de la voluntad de la mayoría que pugna por la probación de una legislación que permita la eutanasia. Él mismo dice que «ojalá los parlamentarios resistan todos los intentos de presión, ya eclesiásticos, médicos o políticos, y no demoren por más tiempo la promulgación de leyes de eutanasia más humanas, tal como desea la mayoría de las ciudadanas y los ciudadanos»20. Es evidente que la decisión estaría condicionada entonces por la decisión de la mayoría, y en un Estado democrático nada sería más natural. El problema que indico yo es la implicación que tiene, en el pensamiento de Küng, la reglamentación legal de un testamento vital con rigor vinculante21 para la libertad de los médicos opositores a la eutanasia. Además, alegar la legalidad de la eutanasia en razón de la mayoría o minoría a favor, es el claro ejemplo no sólo de una ideología que busca imposición, sino del triunfo de la voluntad sobre la epistemología, sobre todo humanismo y sobre toda antropología filosófica, ya que todo el problema se reduce a la voluntad del paciente que decide sobre sí mismo. Para Hans Küng, parece que la resolución de la pugna en pro y en contra de la eutanasia no podría ser resuelta satisfactoriamente si antes no se dilucidan las posturas de las religiones y lamenta que no exista «por desgracia, consenso ni entre las religiones ni dentro de cada una de ellas»22, e indica que, por tal motivo, es necesaria «una discusión equilibrada y objetiva»23 sobre la pregunta por la muerte digna. Yo no entiendo cómo puede promoverse una discusión equilibrada y objetiva a la par que se invita a resistir los intentos de presión eclesiástica, como menciona Hans Küng, el cual parece verse a sí mismo como el ejemplo vivo de lo que debería creer y pensar todo cristiano. Luego de obviar la vida como don gratuito de Dios creador, Hans Küng dice que «los creyentes no deberían negar hoy que la vida es al mismo tiempo una tarea dada por Dios al ser humano que éste ha de afrontar de manera personal y responsable hasta la fase última de su existencia, a ser posible»24, con lo cual queda patente que la vida, en el pensamiento de Küng, es don y tarea, don de Dios y tarea del hombre, de modo que en el hombre reside la disposición entera de sí mismo en su ars vivendi et ars moriendi. Pero a mí me parece que la responsabilidad de la propia vida no es exclusivamente personal. Quien vive en comunidad se entrega al cuidado de la comunidad, la cual es responsable, en cierta medida, de la vida de cada uno de sus integrantes. 20 Ibídem. Cf. Ibídem. 22 Ibíd. Pág. 9. 23 Ibíd. Pág. 10. 24 Ibíd. Pág. 9. 21 [4] Más aún, para reforzar esta postura Hans Küng indica que tanto la jerarquía eclesiástica como los teólogos, tanto católicos como protestantes, contraponen una «supuesta “imagen cristiana del ser humano” a una “imagen mundano humanista del ser humano”»25, a fin de divulgar «pseudoargumentos teológicos contra la responsabilidad personal en la última fase de la vida»26. De este modo, la tarea del hombre sobre su propia vida y muerte, su responsabilidad suprema sobre sí mismo, se asienta perfectamente en una imagen mundano humanista del ser humano que no puede compaginar con la imagen cristiana del ser humano que presentan los oponentes de la eutanasia. Evidentemente el pensamiento de Hans Küng es fascista, no puede admitir postura contraria a la suya y busca desacreditarla y erradicarla. Aunado a lo ya dicho, Hans Küng exhorta a los jerarcas y teólogos a «presentar los verdaderos argumentos bíblicos a favor de un morir sumiso a la voluntad divina y a favor de la fe en la vida eterna de modo tal que también los no creyentes pueden respetarlos y los creyentes se preparen para la inexorable muerte y se liberen de miedos innecesarios»27, para que las personas, sin miedos innecesarios y sin las ilusiones engañosas pueda cultivar un verdadero ars moriendi28. Lógicamente se infiere de lo dicho por Küng dos cosas: que los argumentos bíblicos contra la eutanasia son falsos y que se pueden presentar verdaderos argumentos bíblicos en pro de lo que él llama un morir responsable, pero Hans Küng nunca ha presentado tales argumentos y nunca ha podido demostrar la falsedad de los argumentos en contra. III. La dignidad del morir. Generalmente puede decirse que el hombre se resiste a la muerte con un anhelo ardiente por vivir, por seguir existiendo, por ser. En caso de enfermedad, la resistencia se convierte en lucha por lograr salud, por ganar ventaja sobre la muerte, lucha que tiene sentido sólo cuando haya posibilidad de sanación, mientras que faltando ésta, la intervención médica por lograr ventaja sobre la muerte no solo carece de sentido, sino que se vuelve, como dice Küng, «una ayuda que se convierte en martirio»29. Esta intervención médica no sólo prolonga la vida del paciente, pues prolongada la vida de este se alargan los dolores de la enfermedad. Al respecto, la discusión sobre la eutanasia parece girar «en torno a qué tipo de eutanasia es humana, digna de personas y por tanto moralmente permitida»30. Lo cual nos lleva a pensar que podría haber una eutanasia inhumana, indigna de personas y moralmente prohibida. A mí me parece que una idea así tiene de fondo una idea sobre lo bueno y lo malo para el hombre, pues la búsqueda de un asesinato humano, digno de personas y 25 Ibíd. Pág. 14. Ibíd. Págs. 14-15. Textualmente dice: «ojalá los dirigentes eclesiásticos y los teólogos de las diversas confesiónes cristianas no contrapongan sin matices la supuesta “imagen cristiana del ser humano” a una “imagen mundano humanista del ser humano” ni sigan divulgando pseudoargumentos teológicos contra la responsabilidad personal en la última fase de la vida». 27 Ibíd. Pág. 15. 28 Ibíd. Pág. 16. 29 Ibíd. pág. 42. 30 Ibíd. Pág. 46. 26 [5] moralmente permitido tiene de fondo una ideología racionalista, según la cual el hombre sería para sí mismo la norma y la medida. Hans Küng apunta que la «aceptación ética responsable de una auténtica ayuda a morir, o eutanasia sin acotamiento de la vida»31 es indiscutida en la problemática de la ayuda al morir. Evidentemente, no puedo dejar de mencionar que el apunte de Hans me invita a pensar que puede darse una ética irresponsable de una inauténtica ayuda a morir, o eutanasia con acotamiento de la vida. Me parece, en primer lugar, que la ética exige por sí misma responsabilidad, y que no se podía concebir una ética sin responsabilidad. La mención de una auténtica ayuda a morir corre con la misma suerte. Además, no hay eutanasia alguna que no acote la vida. El apunte que hago a esta formulas de Hans Küng no es un mero artificio lingüístico, pues en todo el pensamiento del presunto teólogo es muy notoria su recurrida insistencia a calificar sus propuestas muy positivamente, incluso como lo único positivo que hay. La mitigación de los dolores y el mantenimiento de la libertad en el paciente juegan un papel crucial en el alegato de Küng, ya que son para él la garantía que salvaguarda la dignidad humana ante la muerte32. Ante esto sólo puedo decir que habrá que hacer una pertinente distinción entre el tratamiento terapéutico contra los dolores de la enfermedad y la procuración de la muerte indolora del paciente por medios farmacéuticos. Con ello el dolor queda visto como algo indigno del ser humano que no corresponde naturalmente al hombre. Pero el hombre vive inmerso entre el dolor y la salud, y considerar la salud como único estado natural del hombre es desatender la existencia misma del hombre por causa de algún miedo u cobardía al vivir plenamente como seres humanos. ==== Brindando ocasión para pensar en alguna aceptación ética irresponsable de la ayuda a morir pasiva, Hans Küng apuntala como indiscutida por médicos, juristas y teólogos también la «aceptación ética responsable de la ayuda a morir pasiva, o eutanasia con acotamiento de la vida como efecto secundario»33, en la cual el acotamiento de la vida es de modo indirecto. Según Hans Küng un acotamiento de la vida de modo indirecto o eutanasia pasiva está a tenor con la doctrina cristiana que califica de conservadora34, puesto que no se atenta contra el derecho que tiene el Creador sobre la vida del paciente que decide «bajo su propia responsabilidad, sobre la hora o el día de su muerte»35. Pero la decisión del paciente sobre la hora y día de su muerte no es una elección por una muerte natural, en la cual el paciente decide finitar de manera propiamente humana, sino una elección suicida en la que la naturalidad del morir se ve atentada por la voluntad del hombre que decide sobre su existencia, para la cual no se requirió su consentimiento voluntario, pues a todo hombre le es dado existir, o si se prefiere, todo hombre es arrojado a la existencia. 31 Ibíd. Pág. 48. Ibídem. 33 Ibídem. 34 Ibíd. Pág. 49. 35 Ibídem. 32 [6] En los casos en los que personas se encuentran inexorablemente avanzando hacia una muerte próxima podemos preguntarnos con Hans Küng: si «¿pertenece también a una muerte digna el que la persona misma pueda disponer, si es que es capaz de ello en alguna medida, sobre el momento, modo y manera de su muerte? (…) ¿tiene el hombre algún derecho a disponer por sí mismo sobre el ser o no ser de su vida?»36. Estas dos preguntas pueden ser resumidas y mejoradas más exactamente del modo siguiente: «¿existe un derecho de autodeterminación tanto en la vida como en la muerte?»37. Naturalmente no puede hablarse de un derecho de autodeterminación según el cual el hombre decida existir, pues la existencia de todo hombre es sin su consentimiento, pero, en lo que se refiere al cuidado que el hombre tiene sobre sí mismo, es decir, sobre su existencia, Hans Küng alega muy infantilmente que pareciera «como si a menudo los médicos temieran a los abogados, los abogados temieran a los jueces y los jueces temieran a su vez a los teólogos, que amenazan a jueces, abogados y médicos con la ira de Dios»38. A mí me parece que médicos, abogados y jueces no necesitan temer a teólogo alguno para tomar postura humanista contraria a la eutanasia. IV. Conclusión previa. Para mí el alegato del presunto teólogo presenta graves problemas en la discusión sobre la eutanasia. Aunque ciertamente la vida es tarea humana, como dice Hans Küng, a mí me parece que su alegato tiende a romper la legitimar la práctica de la eutanasia activa porque considera él que el dolor y la enfermedad vuelven al hombre indigno e inhumano. Además, yo considero que la responsabilidad que el hombre tiene sobre sí mismo recae en parte en la comunidad o sociedad en la que cada hombre se ve inserto, y de este modo, si cada hombre es de manera absoluta responsable de sí mismo, me parece que no hay cabida para exigir ni a otra persona, ni a una institución, ni al Estado mismo una ayuda a morir activa. El alegato de Has Küng presenta además otro problema, y es el del imperio de la voluntad personal sobre cualquier conciencia. Para mí es evidente en Küng que lo decisivo no es ni la libertad ni la conciencia misma del paciente enfermo, sino su voluntad de no afrontar aquello que para Küng es indigno e inhumano para el hombre y en el hombre. Los argumentos del Hans Küng no me parecen, en modo alguno, teológicos y es evidente que nunca presenta un argumento teológico justificable para la eutanasia que merezca una seria atención por parte de la filosofía. Poe estas conclusiones considero que el alegato de Hans Küng no presenta los suficientes argumentos para ser considerado como una vía justificable para el empleo de la eutanasia activa. 36 Ibíd. Pág. 52. Ibíd. Pág. 53. 38 Ibíd. Pág. 54. 37 [7]