Revista OCT Nº 059 Mar. DCCCXCIV

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Contenido c
 PORTADA
Editorial c
 Federico Leiva Paredes.
Editor
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 LAS CATEDRALES DEL MUNDO.
(La Catedral de Orihuela).
 CONQUISTADORES ESPAÑOLES.
(Jerónimo L. de Cabrera Zúñiga y Toledo )
 LOS REYES GODOS.
(Alarico I)
 LA SEXTA Y SÉPTIMA CRUZADA.
 LOS PAPAS DE LA HISTORIA.
(San Dionisio).
 El RINCON DE JOAQUÍN SALLERAS.
 REYES DE ESPAÑA, DE 1474 A 1873.
(1º Casa Trastámara).
(Isabel I de Castilla).
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Colaboradores c
 Joaquín Salleras Clarió
(Historiador de Fraga).
 Albert Coll Vilá.
 Josep Ricard Vento Belda.
 Juan A. Portales.
 Frey Jesús.
 Fredy H. Wompner
c
Publicación de artículos c
 Email:
[email protected]
Contactos c
 www.ocet.org.es
 [email protected]
c
 JOYAS DEL ROMÁNICO ESPAÑOL.
(San Vicente de Cardona).
 EL PALLETER.
 LEYENDAS Y TRADICIONES POPULARES.
(La Leyenda de D. Pelayo).
 LLAMAMIENTO UNIVERSAL.
 CONTRAPORTADA.
EDITA: OCT
(Orden Católica del Templo)
La OCT no se responsabiliza de las opiniones o doctrinas de los autores, ni de la posible violación
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obligaciones previstas por la Ley.
Reservados todos los derechos de edición, publicación y difusión.
Catedral de San Salvador y Santa Maria de Orihuela
La Santa Iglesia Catedral de El Salvador y
Santa María de la Ciudad de Orihuela es el templo
más importante de la diócesis de Orihuela-Alicante.
En la actualidad sólo está consagrada al Salvador
del mundo desde que así lo hiciera el obispo Esteve.
Fue construida sobre la antigua mezquita
aljama o principal de la Orihuela islámica (Medinat
Uryula), inicialmente como iglesia parroquial. En
1281, Alfonso X el sabio, estableció que la iglesia del
Salvador, debía ser la mayor de la villa teniendo
primacía sobre las otras dos parroquias de la villa,
las iglesias de las Santas Justa y Rufina y Santiago,
concediéndole el rango superior de arciprestal.
En 1413, Benedicto XIII, erigió la iglesia del
Salvador de arciprestal a colegial, categoría que era necesaria para que una iglesia pudiese
ser promovida a la catedral. El 3 de mayo de 1510 el papa Julio II decretó la elevación de la
Colegiata del Salvador al rango de Catedral, la creación del Obispado de Orihuela y su
unión canónica con el de Cartagena bajo la autoridad de un solo Obispo, “sub uno
pastore”, según las recomendaciones de Fernando el Católico. El prelado sería don Martín
Ferrándiz de Angulo.
Esta medida fue anulada posteriormente por León X y Clemente VII, atendiendo a las
suplicas del rey Carlos I. Habrá que esperar hasta 1564 cuando el papa Pío IV separe
definitivamente Orihuela de la diócesis de Cartagena, creando su propio obispado a
petición del rey Felipe II, en cumplimiento del acuerdo adoptado en las Cortes de Monzón
de 1563.
Su construcción data, en origen, del siglos XIII y XIV, correspondiendo a esta etapa
parte de la torre, portada de las cadenas, las naves de bóveda gótica simple, que
componían la estructura interna del monumento, siendo la nave central más elevada que
las laterales y la girola y capillas entre los contrafuertes.
En el interior se puede apreciar el arranque de las naves de estilo gótico, estructura
que se rompen por la construcción del crucero y altar mayor (siglo XV), a esta época
también corresponde otra de las portadas principales del monumento, la Portada del
Loreto. En el siglo XVI, se amplía la zona norte, creando la portada y capillas entre los
contrafuertes de estilo renacentistas. En el siglo XVIII se produce una segunda ampliación,
realizando la capilla de la comunión, sacristía y ante aula y aula capitular. En el exterior
casi no hay las ventanas, ni los rosetones característicos del estilo gótico, se trata de una
superficie de sillares lisa que dan al conjunto un aspecto compacto, la cubierta es de
trespoles (terrazas).
La Torre es la zona más antigua de la Catedral. Comenzó su construcción a finales
del siglo XIII y fue en el siglo XIV cuando se amplió tanto en altura como en anchura. Se
trata de una construcción de sillares, de planta cuadrangular que mantiene en uno de sus
cuerpos la esfera del reloj sobre una balconada (siglo XVIII).
El interior consta de cuatro cuerpos cubiertos por bóvedas de crucería simple y
separada exteriormente por unas molduras corridas. En sus distintas plantas alberga: una
prisión, hecho este atestiguado en unas curiosas inscripciones realizadas por los presos,
la maquinaria antigua del reloj (siglo XVIII), la sala de las campanas litúrgicas, y en la cuarta
y última planta se mantiene la campana de las horas (siglo XVI) y el timbre (siglo XVIII). A
las diferentes plantas se accede por el interior del monumento gracias a una escalera de
caracol de sillería gótica. En ella se puede observar el paso del tiempo en la construcción,
pues en la sala de prisión y en el primer cuerpo de la escalera, en las claves hay sendos
escudos del obispo de Cartagena.
La Catedral de Orihuela consta de tres portadas principales que
dan acceso al monumento y de un Claustro exterior por el que también
se puede acceder al templo:
La Puerta de las Cadenas. Se trata de la portada más antigua, del
siglo XIV, de estilo gótico con influencia mudéjar que se puede apreciar
gracias al arco polilobulado que mantiene, se encuentra carente de
tímpano y parteluz pero mantiene unos capiteles-impostas de decoración
figurativa. Esta portada recibe el nombre de puerta de las cadenas por
existir en su plaza unas cadenas que rodean la zona denominada
antiguamente Lonjeta; zona donde se reunía, en el Medievo, el Consell.
La Puerta de Loreto. De mediados del siglo XV, en estilo gótico
arcaizante, rebajado por un arco carpanel renacentista ubicado tras la
desaparición del parteluz en el siglo XVI. En sus arquivoltas, se
encuentran a modo de decoración ángeles cantores y músicos. La
portada del Loreto recibe su nombre por dar acceso a la capilla del
Loreto; una capilla propiedad de la Catedral de Orihuela pero que se
encuentra extramuros de la misma.
La Puerta de la Anunciación. Ubicada en la parte norte, se trata de
una obra de estilo renacentista, realizada por el arquitecto Juan Inglés (S.
XVI. Mantiene una disposición arquitectónica en forma de arco de triunfo,
en cuyas enjutas aparece representada la escena de la Anunciación:
momento en el que el arcángel San Gabriel anuncia a la Virgen María que
va a ser madre de Jesús. El entablamento del arco está sostenido por
columnas pareadas con capitel corintio, entre las cuales se distribuyen
dos hornacinas.
Capilla de Santa Bárbara. Presidida por una gran imagen barroca de santa Bárbara,
es además capilla baptisterial, al tener en ella la pila bautismal, realizada en mármol blanco
en el S. XVIII. En la misma capilla destaca un lienzo del S. XVI de escuela italiana de la
Virgen del Populo. La capilla fue reformada en el siglo XVI y su bóveda se encuentra
decorada por un arco casetonado.
Capilla de la Soledad. Capilla reformada en el S. XVI, cuya bóveda está decorada por
casetones. Está presidida por la Imagen de la Soledad, obra de José Sánchez Lozano.
Capilla de la Inmaculada. Capilla gótica con bóveda de crucería, posee un hermoso y
gran ventanal gótico, muy vertical. Está presidida por la imagen de la Inmaculada
Concepción, obra de José Sánchez Lozano.
Capilla del Cristo del Calvario. Capilla gótica, presidida por el Cristo del Calvario,
obra del valenciano Enrique Galarza Moreno. En ella se encuentra la actual cripta de los
obispos. Destaca el rosetón que ilumina la capilla y parte de la girola. A su lado se
encuentra el acceso a la Sacristía Mayor.
Capilla de la Comunión. Capilla de grandes dimensiones, mandada edificar por el
Obispo Gómez de Terán en el S. XVIII de conformidad con el estilo neoclásico. Tiene forma
ovalada y se accede a ella a través de la Girola de la Catedral, pasando por una reja de
estilo gótico. Esta capilla posee tres altares, el Mayor, dedicado a la eucaristía, y uno lateral
a cada lado (a la Virgen del Pilar y a las Almas del Purgatorio, estando decorado este último
por un lienzo de gran formato del gran pintor madrileño Eduardo Vicente. A sus pies tiene
un busto de la Dolorosa de Francisco Salzillo. La capilla mayor posee un tabernáculo
neoclásico del S. XVIII, en el que se encuentra una cruz de plata, bellísima muestra de
Orfebrería del S. XVI, salida del Taller de Miguel de Vera. La bóveda de la Capilla converge
en una cúpula de media naranja sobre tambor.
Capilla del Rosario. Capilla barroca del S. XVII-XVIII dedicada a la Virgen del Rosario,
cuya cofradía (la más antigua de Orihuela, datada del S. XIII hasta su desaparición en 1970)
tenía sede en ella, estando a sus pies el vaso de los cofrades del Rosario (lugar de
enterramiento de los cofrades). Se trata de una capilla barroca de profusa decoración, con
un retablo que cubre toda la capilla, realizado entre los siglos XVII y XVIII por Bartolomé
Perales y su hijo. Lo preside la Virgen del Rosario, obra del S. XVIII. Presenta una gran calle
central que acoge a la Virgen y calles laterales de menor tamaño con relieves que muestran
los misterios del Rosario.
El ático exhibe, como era habitual, un Crucificado de gran tamaño del S. XIV, de
factura gótica, que se sitúa entre la Virgen y San Juan, mientras que San Pedro y San Pablo
flanquean la escena que se completa con las esculturas de los apóstoles en los ejes
exteriores de la capilla. Es altar Privilegiado Perpetuo.
Capilla de Santa Catalina. Capilla gótica, por medio de la cual se accede a la Sala
Capitular. Posee un gran retablo de estilo Gótico, dedicado a la Santa y a su martirio. Dicho
retablo fue encargado por la Familia Desprades, para la Capilla que poseía en la Catedral
(actual capilla del Sagrado Corazón). Prueba de ello es que en partes del guardapolvo
campea el escudo de la familia.
Capilla de Ntro. Padre Jesús del Loreto. Capilla de estilo gótico, dedicada a Nuestro
Padre Jesús Nazareno, cuya imagen preside la Capilla y es una imagen del S. XVII de talla
completa (pese a ir vestida). El Nazareno se encuentra en actitud de caer al suelo.
Capilla del Sagrado Corazón. Capilla de estilo gótico, dedicada al Sagrado Corazón
de Jesús. Anteriormente era la Capilla de la familia del Cardenal Desprades. Con la
desaparición de esta, su patronazgo pasó a la Familia del Duque de Pinohermoso.
Posee una bella reja de estilo renacentista, realizada en la primera mitad del S. XVI.
Toda ella se encuentra coronada por un frontón triangula, en cuyo interior luce las armas
de la Familia Desprades.
Capilla de San José. Obra de factura gótica. Presidida por la imagen de San José,
cuya peana está atribuida a José Vergara.
Capilla de San Pedro. Posee un gran lienzo dedicado al santo obra del S. XVIII del
pintor murciano José Campos. A su derecha se encuentra un gran lienzo de Eduardo
Vicente de la Cristo curando a los Leprosos. Al otro lado de la puerta de las cadenas hay
otro del Bautismo de Cristo del mismo autor madrileño.
Las capillas de la Catedral son un notable muestrario pictórico con algunas obras de
gran valor artístico. Destaca el retablo de Santa Catalina (siglo XV) y en la capilla de Santa
Bárbara el cuadro de la Virgen del Pópulo, obra de influencia italiana del siglo XVI, así
como obras de autores como José Sánchez Lozano, Galarza, Francisco Salzillo, Eduardo
Vicente, etc.
La Capilla Mayor se encuentra situada en el centro del templo entre el Crucero y la
Girola. A diferencia del resto del templo que tiene bóveda de crucería, la capilla mayor
posee una bella bóveda estrellada realizada en el S. XV-XVI. La capilla posee un conjunto
de rejería de estilo gótico, que circunda toda la capilla, con la excepción de la Reja
principal, obra renacentista del S. XVI diseñada por el arquitecto Jerónimo Quijano y que
fue realizada por los rejeros franceses de Cartagena Savanán. La obra está concebida
como un retablo plateresco que se encuentra en tres calles y cuatro pisos de altura y ático.
En la Calle Central encontramos el medallón de la anunciación de la Virgen (principio de la
vida terrenal de Cristo) y en el ático encontramos el Calvario (final de la Vida Terrenal de
Cristo).
En dicha Capilla Mayor predicó San Vicente Ferrer en su visita a la ciudad en enero
de 1411 (entre otros lugares de la ciudad).
En ella se han sucedido la construcción de retablos, conociéndose la existencia de
uno en el S. XVII de estilo barroco, encargándosele su sustitución a Nicolás de Bussy a
finales del S. XVII (hecho que se desconoce que se realizara). En el s. XVIII se sustituye el
retablo que había por uno de talla y escultura de Jacinto Perales.
En el S. XIX el obispo herrero modifica toda la Capilla mayor, tapando los arcos
ojivales, para transformarlos en arcos de medio punto, y tapando la bóveda, con el fin de
transformarla al neoclasicismo. Decora el retablo con un óleo de Vicente López Portaña
dedicado a la Resurrección de Cristo y la capilla con cuatro obras de este autor entre ellas
la Oración en el huerto (cuyo boceto se encuentra en el Museo Diocesano de Orihuela). En
la guerra todo esto es destruido y se restaura en 1942 con el fin de devolver el aspecto
gótico original, volviendo a resurgir las arquerías góticas. Además son quitados los bancos
de forja y bronce destinados a los miembros del Cabildo Catedral (que se conservan en el
Museo Diocesano). Todavía permanecen en la parte exterior los bancos destinados al
Cabildo de la Ciudad, realizados en el S. XVIII en forja y bronce.
La zona de los pies del templo, hasta el crucero, está formada por una nave central
de mayor altura y dos naves laterales a ésta. La iluminación se consigue aquí mediante el
rosetón de fachada y los ventanales situados en la parte alta que aprovechan la diferencia
de alturas entre las naves. Las pilastras, sobre basamento, están compuestas por
columnas adosadas y la cubierta es de bóvedas de crucería simple, sus claves presentan
las cuatro barras de Aragón y el escudo de Pedro IV. Las capillas laterales, originalmente
del estilo gótico, son sustituidas en la zona norte, junto a la torre, por otras renacentistas
con bóveda de medio cañón decorada con casetones.
El crucero y rejería del interior de la catedral se debe a una
reforma realizada a principios del siglo XVI con el fin de ampliar el
templo. Fue realizada según las trazas de Pere Compte. Mediante
la supresión de dos pilares delanteros a la capilla mayor y la
construcción de dos arcos formeros, apoyados en pilares, y un
arco fajón, apoyado en los contrafuertes, se consigue un espacio
transversal a las naves y de mayor altura deshaciendo en ese
tramo las tres naves del templo para crear una ilusión de planta y
nave única.
La bóveda consta de seis paños con arcos. En la unión de los nervios fueron
dispuestos en el S. XVIII siete florones tallados en madera policromados y dorados. Los
nervios son de tipología tersa simulando palmeras, similares a los que utilizó Compte en la
Lonja de Valencia (Patrimonio de la Humanidad)
En el crucero se encuentra la vía sacra, obra de forja del S. XVIII de estilo barroco
que une la Capilla Mayor y el Coro.
Presenta una planta rectangular marcada por los muros de cierre de las capillas
laterales y la Antigua Aula Capitular, que muestra al exterior un ventanal de estilo gótico
florido. La Capilla Mayor de planta hexagonal irregular, cubierta por una bóveda estrellada
se data en la segunda mitad del siglo XV. La girola presenta un interesante juego de
bóvedas irregulares, de planta trapezoidal unas y pentagonales otras, para poder así cubrir
el espacio, comprendido entre la Capilla Mayor y las capillas existentes en los laterales y la
cabecera del templo, se data a principios del siglo XVI.
En ella se encuentra el pasillo de unión con el tramo de la antesacristía, donde se
puede observar la rueda de campanas, muchas de ellas de estilo gótico, así como una reja
que separa el templo de la entrada a la sacristía, obra de forja barroca del siglo XVIII.
Girola
Se construye en el siglo XVI dentro del programa de
reformas del cabildo con el fin de ampliar la catedral. Se
realiza en estilo gótico con una bella bóveda de crucería
que recorre toda la parte trasera de la capilla Mayor.
El claustro es original de 1377, restaurado en el
Renacimiento, hacia 1560, por Hernando Véliz con arcos
carpaneles. Transportado en 1942 desde el antiguo
Convento de la Merced y reconstruido en el solar del
antiguo fosar de la Catedral.
Está unido a la Capilla Mayor por la Vía Sacra, obra
de forja del S. XVIII. El coro fue realizado por el escultor
valenciano Juan Bautista Borja. Fue encargado por el Obispo napolitano Castilblanc y fue
realizado entre 1716 y 1719.
Fue realizado en madera nogal en su color. Se trata de un conjunto de talla de gusto
barroco clasicista donde se suceden las líneas rectas con la talla profusa. Cuenta con 45
sitiales destinados a Canónigos, Privilegiados y presbíteros. Así mismo, cuenta con la Silla
episcopalicia en el centro del segundo piso.
En los respaldos de todos los asientos se suceden relieves que narran historias
bíblicas como la toma de Jerusalén, etc. Sobre la silla episcopalicia se encuentra el
conjunto de Cristo Salvador del Mundo.
El coro posee un facistol del S. XVIII y un atril gótico de 1492. Todo el coro se
encuentra cerrado por una reja renacentista que luce en su parte exterior el escudo de
Carlos V mientras que en la interior luce el escudo de la Corona de Aragón. La reja fue
realizada por los franceses Savanan y diseñada por Jerónimo Quijano.
Se trata de la zona a través de la cual se accede a la Sacristía desde el templo. En ella
se encuentra la fuente de la Catedral. Se trata de una bellísima obra barroca realizada en el
siglo XVIII en mármol rojo de delicada traza y ejecución.
En ella cuelgan diversos lienzos de la época barroca como San Cristóbal (con un
hermoso marco de talla dorada y decoración profusa), la Inmaculada, etc.
A través de una gran puerta de madera tallada se da acceso a la Sacristía.
Sacristía Mayor
Estancia de planta hexagonal decorada con una hermosa cajonera y mobiliario del S.
XVIII, realizada en nogal, con profusa decoración. Fue realizada por el tallista Barroco José
de Ganga, quien trabajó con Francisco Salzillo en diversos retablos en la ciudad de Murcia.
En la parte central se encuentra un gran armario que es el relicario de la Catedral de
Orihuela, decorado con Casetones y dorado en oro fino. Conserva reliquias de numerosos
santos y son una interesante muestra de orfebrería de diferentes siglos.
Una de las puertas da acceso al vestidor de canónigos, compuesta por mobiliario del
S. XVIII decorada por varios lienzos de diversos siglos desde el barroco hasta el S. XX.
Otra de las puertas da acceso al vestidor del Obispo, decorado con un mosaico de
azulejería valenciana del S. XVII y un óleo de san Rafael del S. XVIII. A través de él se
accede al Claustro.
La Catedral posee un amplio conjunto de rejería desde el S. XV. Las rejas de estilo
gótico y renacentista hacen de la Catedral uno de los grandes conjuntos rejeros del
Levante Español. Destacan la rejería gótica de la Capilla mayor, la reja gótica de la Capilla
de la Comunión, la reja renacentista de la Capilla del Sagrado Corazón, la reja renacentista
del coro, y la reja plateresca de la capilla Mayor. Además destacan la reja plateresca de la
Sala Capitular y la reja barroca de la antesacristía.
Gran órgano barroco, transformado en romántico. Fue
realizado por Nicolás de Salanova y Martín de Userralade en
Valencia en el año 1733. Tiene más de 72 registros, cadereta y
gran trompetería de batalla. Todos los tubos son de estaño. A
finales del S. XVIII fue transformado el instrumento en romántico.
En el cúspide, el escudo cuatribarrado de la Corona de
Aragón. La caja del órgano se trata de una bella obra de talla y
escultura de oro fino decorada con policromía. Se trata de uno de
lo pocos órganos de Europa, cuya parte inferior se encuentra
pintada.
Obra del Siglo XVIII con portada plateresca y reja de forja
del S. XVI. A través de ella se accede a la antesala y a la Sala Capitular. En la actualidad
está destinada a Museo de arte sacro.
Como cualquier edificio de este estilo, la Catedral de Orihuela ha ido haciendo
acopio de numerosas obras de arte para la decoración del primer templo de la diócesis o
para la realización de forma muy solemne de los cultos del Obispo en dicha Catedral.
Prueba de ello es que pese al pequeño tamaño de la Catedral de Orihuela, reúne en su
edificio obras de grandísimos maestros venidos desde todos los reinos españoles y
algunos extranjeros (Holanda, Francia, Italia, Génova, etc.). Esto ha dado a lugar a que la
Catedral de Orihuela se convierta en la mayor pinacoteca religiosa de la Comunidad
Valencia, ostentando obras muy diversas. Entre ellas cuenta con:
Pintura: Obras de Velázquez, Vicente López Portaña, el Holandés Mathías Stommer,
José de Ribera, Valdés Leal, el italiano Paolo de San Leocadio, Luis de Morales el Divino,
Juan de Juanes, Bernardo López Piquer, Luis López Piquer, Pedro de Orrente, Nicolás de
Villacis, Alonso Sánchez Coello, Jerónimo Jacinto Espinosa. Posee un icono ruso del S.
XVII.
Libros: Posee más de 50 libros cantorales, un incunable (S. XV) y la Biblia del Papa
Calixto III (S. XV).
Por F.L.P.
Jerónimo Luís de Cabrera Zúñiga y Toledo
Jerónimo Luis de Cabrera Zúñiga y Toledo (Sevilla, España, 1520 - Santiago del
Estero, 17 de agosto de 1574) fue un militar, adelantado y conquistador español
en América. Es reconocido por haber fundado las ciudades de Ica, en Perú, y Córdoba de la
Nueva Andalucía, en Argentina. La fundación de la ciudad de Ica, el 17 de junio de 1563, le
valió el nombramiento de corregidor y justicia mayor de Potosí por parte del cuarto Virrey
del Perú, Diego López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva. El sucesor de éste, Francisco
Álvarez de Toledo, lo nombró gobernador del Tucumán. Desobedeciendo sus órdenes,
fundó la ciudad de Córdoba, el 6 de julio de 1573, y fue ejecutado por esa razón.
Jerónimo Luis de Cabrera nació en la ciudad de Sevilla, España en 1520. Hijo de
nobles, por vía materna descendía de las principales Casas Reales de Europa (de Castilla,
Aragón, Hungría y Francia). Nació en el seno de una familia andaluza, siendo hijo ilegítimo
del comendador Miguel Jerónimo de Cabrera y Zúñiga y de María de Toledo y Hernández de
Pedroso, hija de Francisco de Toledo y de Catalina Hernández de Pedroso y Torres.
Del primer matrimonio de su padre con Elena de Figueroa y Ponce de León tuvo un
medio-hermano con quien viajó a América en 1538, llamado Pedro Luis de Cabrera y
Figueroa Ponce de León, siendo éste el III Señor de la Torre de Palencia y quien se unió en
matrimonio en Lima, con Francisca de Saavedra y Medina, hija del capitán Francisco de
Saavedra, radicado en Melilla, y de María de Medina.
Del segundo matrimonio de su progenitor, siendo Jerónimo Luis mismo primogénito
e ilegítimo, tuvo cinco hermanos: Leonor, Juan, Nicolasa, Antonio Luis, y Catalina de
Cabrera y Toledo.
Jerónimo Luis de Cabrera eligió la carrera de las armas y como militar llegó a
la América hispana como alférez de la Real Armada Española, arribando a Lima en 1538.
Fue llamado desde el Perú por su medio hermano, el general Pedro Cabrera y Figueroa.
En 1548 alcanzó el rango de maestre de campo y se avecindó en Cuzco haciéndose
construir una casa de dos pisos, blasonada en el portal de la misma. Este edificio aún
existe convertido en colegio de madres salesianas.
Establecido en la ciudad de Cuzco, participó en las
campañas de conquista de los valles de Ica y Pisco.
El 17 de junio de 1563, Cabrera fundó la ciudad
de San Jerónimo de Valverde en el valle de Ica, actual
ciudad de Ica y capital del departamento peruano
homónimo. La sostuvo a su costa durante tres años. Tales
servicios fueron premiados por el cuarto virrey, Diego
López de Zúñiga y Velasco, Conde de Nieva, quien lo
designó corregidor y justicia mayor de Charcas y de Potosí.
A fines de 1571 fue designado adelantado para la
exploración y conquista de nuevas tierras para la Corona
española en el Nuevo Mundo. En ese mismo año, el quinto
virrey del Perú, Francisco Álvarez de Toledo lo designó
gobernador del Tucumán.
Cabrera tenía tantas cualidades tan sobresalientes que en América no se podría
gloriar de otro que lo igualara. Nobleza que le emparentaba con las principales casas de
España.
La ceremonia de recepción del nuevo gobernador estuvo a cargo del gobernador
saliente, capitán Nicolás Carrizo. Su primera medida fue designar como teniente de
gobernador a su pariente Lorenzo Suárez de Figueroa, que también era sobrino del virrey
del Perú. En 1572 fue designado alguacil mayor Iñigo de Villafañe.
El virrey Francisco de Toledo nombró a Cabrera gobernador del Tucumán con la
orden de fundar una población que sirviera además como fortín en lo que hoy es
la provincia de Salta o la actual provincia de Santiago del Estero. No obstante ello, Cabrera
optó por hacer dicha fundación más al sur. La obligación del gobernador era "poblar y
fundar en el valle de Salta en la parte y lugar que le pareciere mejor convenir, un pueblo de
españoles para que de estos reinos del Perú se pueda entrar a dichas provincias sin el
riesgo y el peligro que hasta aquí, y de ellas salir a estos reinos a contratar y mercadear".
En junio de 1573, el gobernador Cabrera preparó mulas, caballos, ovejas, cerdos,
gallinas, todo en un total de mil animales, y tomó más de 100 hombres de las ciudades de
Santiago del Estero, San Miguel de Tucumán y Nuestra Señora de Talavera, y marchó hacia
el sur, hacia la región de los comechingones.
Cabrera decidió desobedecer expresamente el
mandato virreinal y fundar una ciudad más al norte.
Eligió una región mucho más pintoresca, de tierra más
fértil y clima más benigno que la de Santiago del Estero.
Tras un primer intento el 24 de junio de 1573 en el
asiento de Quisquisacate, el 6 de julio fundó una ciudad
a la que llamó Córdoba de la Nueva Andalucía6 a orillas
del río Suquía. De esa manera cumplió con una promesa
que le había efectuado a su esposa, en homenaje a la
tierra de donde ella y su familia provenían, sumado a la semejanza del paisaje y sus
pobladores comechingones a los de Andalucía. Expresó Cabrera que realizaba su
fundación principal en "un país en donde se dan las cuatro estaciones (...) y la gente es
barbuda y alta, morena como en Andalucía". Esta ciudad es la actual ciudad de Córdoba.
Su casa principal, que llegó a tener dos plantas o pisos, la hizo construir en un
costado de la Plaza Mayor, actual Plaza San Martín de la ciudad de Córdoba, sobre la actual
calle Buenos Aires. Considerada como la casona melliza de Manuel de Mercadillo.
Entre los expedicionarios que lo acompañaron
estaban Hernán
Mejía
de
Mirabal, Juan
Pérez
Moreno, Juan Rodríguez Juárez, Blas de Rosales, Garci
Sánchez, Alonso de Contreras, todos veteranos de la
conquista, y de los recién llegados Lorenzo Suárez de
Figueroa, Tristán de Tejeda y Alonso de Cámara, ambos
yernos de Mejía de Mirabal. Los tres tendrían luego
lucida actuación.
Luego de dos meses de fundada Córdoba, Cabrera
partió con un grupo de gente en busca del río de la
Plata tras su objetivo de fundar allí otra ciudad que
permitiera una comunicación directa con España.
El primer objetivo de Cabrera, fue tratar de
encontrar la fabulosa Ciudad de Los Césares, que le
sumaría una cuantiosa fortuna personal que repartiría
con la corona. El segundo, crear una provincia con salida
a «La Mar del Nord» u Océano Atlántico). Para esto
exploró el río Tercero y su continuación, el río Carcarañá,
llegando a orillas del río Paraná hasta las proximidades
de la actual ciudad de Santa Fe.
Tres meses después, intentó refundar la llamada «Torre de Gaboto» o Fuerte
de Sancti Spiritu haciendo construir un fortín y puerto al cual llamó "San Luis de Paraná".
En este quehacer se encontró con el adelantado Juan de Garay, quien bajaba
desde Asunción en busca también de un puerto con fácil salida marítima. Ambos
discutieron sus derechos, ya que ninguno de los dos tenía permiso real. Durante la
polémica Cabrera fue llamado a la ciudad de Córdoba por el inminente peligro de un ataque
indígena, y por otra razón, que le sería nefasta.
Al regresar a Córdoba y preparándose para regresar a Santiago del Estero, sede de la
gobernación, se anotició de la llegada y asunción de un nuevo gobernador del
Tucumán, Gonzalo de Abreu, de quien era pariente y con quien estaba distanciado desde
cuando vivían en su Sevilla natal.
Cabrera había sido comisionado por el virrey del Perú para que fundara una
población española en una latitud que correspondía a la actual provincia de Salta y que
tenía por finalidad poder acceder a esas provincias en paz al contar con un poblado que
disipaba los riesgos y peligros de ataques indígenas. Sin embargo, el gobernador Cabrera
desobedeció tal orden y penetró más al sur fundando la ciudad de Córdoba.
Es por esto que el nuevo gobernador del Tucumán, Gonzalo de Abreu y Figueroa,
advirtió que Cabrera había desobedecido las órdenes virreinales y le inició un sumarísimo
juicio, a pesar de las protestas de los vecinos. Lo persiguió a él y también a sus amigos,
subastó sus bienes a precio vil, siendo Abreu el propio adquiriente, lo mandó apresar, y
finalmente lo condenó a muerte.
Existen dos versiones sobre su muerte: una, que Cabrera recibió el garrote junto a
su propio lecho de enfermo, sin permitírsele recibir los sacramentos ni poder despedirse
de su esposa e hijos. La otra, que Cabrera, como era hidalgo, evitó ser muerto con garrote
vil, pero fue trasladado a Santiago del Estero, donde fue decapitado el 17 de agosto
de 1574.
Jerónimo Luis de Cabrera se unió en matrimonio hacia 1564 en Cuzco con Luisa
Martel de los Ríos y Mendoza, naciendo de este matrimonio los siguientes cinco hijos:
Pedro Luis de Cabrera y Martel (Cuzco, 1566 - Córdoba, 1632): que llegó a ser
teniente de gobernador y corregidor de Córdoba, maestre de campo general, II señor de
la Encomienda de Quilino, Alguacil Mayor del Santo Oficio de la Inquisición, entre otros
cargos.
Se casó en la ciudad de Córdoba con Catalina de Villarroel Maldonado, hija del
teniente gobernador Diego de Villarroel, fundador de San Miguel de Tucumán, y de María
Maldonado de Torres. Una de sus hijas se casó con el general Sancho de Paz y Figueroa,
de la que desciende la familia santiagueña Paz y Figueroa, de la que a su vez desciende la
Venerable María Antonia de Paz y Figueroa. De la descendencia de este matrimonio es
también Jerónimo Salguero, diputado por Córdoba al Congreso de Tucumán de 1816 y un
siglo después el presidente argentino José Figueroa Alcorta.
Miguel Jerónimo Luis de Cabrera y Martel (n. Cuzco, circa 1568): conquistador
del Tucumán y vecino fundador de la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía, primer
señor de la Encomienda de Quilino, corregidor de Chilques y Masques, y quien al ser
nombrado Juez de Naturales del Cuzco se casó allí con Isabel de Morales.
Gonzalo Martel de Cabrera: (Cuzco, 1569), general, se casó con María de Garay y
Becerra, hija de Juan de Garay e Isabel de Becerra y Contreras Mendoza. El único hijo
documentado de este matrimonio fue Gerónimo Luis de Cabrera y Garay, quien se casó
con Isabel de Saavedra Becerra hija de Hernandarias y de Jerónima de Garay. Fue
gobernador del Río de La Plata en 1641, de Chiquitos y del Tucumán.
Petronila de la Cerda Cabrera y Martel (Cuzco, circa 1571 - Córdoba, 1630): casada
con el maestre de campo general Pedro González de Villarroel Maldonado, con sucesión.
Francisca de la Cerda Cabrera y Martel (Cuzco, circa 1573): unida en matrimonio con
Gonzalo de Soria y Osorio.
De esta manera fue que se unieron las familias de Jerónimo Luis de Cabrera, Juan de
Garay, Hernandarias de Saavedra y Diego de Villarroel creando diversas ramas de familias
patricias argentinas que fueron entroncándose con españoles llegados a
Hispanoamérica en los siglos posteriores.
Por F.L.P.
Parte
y Ultima
Alarico I (gótico Allareiks 'rey de todos'),
nacido en la isla de Peuce (Tracia), en el delta
del Danubio en el año 370 y fallecido en Cosenza en
el año 410, fue rey de los visigodos (395–410) de la
dinastía baltinga.
La fecha de su nacimiento se discute, dando
los estudiosos como fechas probables el 370 y el 375.
Su infancia transcurrió en el interior
del Imperio romano, pues su pueblo había
conseguido un pacto con el emperador Teodosio I y
estaban asentados como foederati en Mesia desde el
año 382 (tras los acontecimientos que llevaron a la
insurrección de los godos y la derrota y muerte del
emperador de Oriente, Valente, en la Batalla de
Adrianópolis en 378).
Acaudilló un ejército visigodo aliado de los
romanos (387–395), y se proclamó rey (395–410)
coincidiendo con la muerte de Teodosio I y sin que
sus herederos (Arcadio y Honorio) ciertamente se
enteraran. Según las crónicas de San Isidoro, «Los godos, rehusando el patrocinio
de foedus romano, constituyen en asamblea a Alarico en rey suyo, juzgando que era
indigno ser súbdito del poder de Roma, de cuyas leyes y compañía se habrían separado
vencedores en la batalla». El rey Alarico fue crucial en el proceso de descomposición
del Imperio romano de Occidente.
En el año 396 condujo las hordas visigodas a través de Macedonia, Tracia, Fócida y
Beocia, atacando y arrasando las ciudades griegas de Corinto, Esparta, Argos y Megara,
amenazando al gobierno de Constantinopla, pero, atacado por Estilicón, se vio forzado a
replegarse. Estilicón tenía problemas con Arcadio y con la creciente influencia de su
favorito Rufino, que acabaría asesinado. El joven emperador Arcadio encontraría una
solución pactando con los visigodos, y consigue asentar a Alarico y sus gentes en Iliria,
zona que pertenecía por entonces al imperio oriental, pero que se disputaba con la parte
occidental por su proximidad a Italia. Esto pasó el problema visigodo de la zona oriental del
imperio a la occidental, al alejar al peligroso Alarico de Constantinopla, y enervó a Estilicón
que acabó por desentenderse de cualquier problema oriental o de Arcadio. En el año 400,
envalentonado y descontento con sus nuevas tierras, quizás ansioso de poder, Alarico
marchó sobre Italia para ser detenido por Estilicón, quien lo derrotó en Verona y el 6 de
abril de 402 en la definitiva batalla de Pollentia forzándolo a retirarse de Italia.
Es probable que Alarico y Estilicón tratasen una tregua o alianza para hacer frente a
los problemas que estaban destruyendo la parte occidental del Imperio (vándalos y godos
en el norte de Italia, insurrección de las tropas de Britania y pronunciamientos de militares
que se proclamaban césares, y, además, suevos, vándalos y alanos cruzando el Rin en
406). Lo cierto es que Estilicón cayó finalmente en desgracia, y el emperador
Honorio acabará por mandar su ejecución en 408.
Los visigodos de Alarico, aprovechando la
débil situación del Imperio de Occidente, fuerzan
al emperador Honorio a refugiarse en la
inexpugnable ciudad de Rávena y marchan de
nuevo sobre Italia, llegando incluso a saquear la
ciudad de Roma en agosto del año 410 (tras tres
asedios e intentos frustrados de llegar a un
acuerdo con Honorio). Alarico reclamó al
emperador Honorio ser nombrado general de los
ejércitos
del
Imperio
(magister
militum),
pretensión que no vería jamás cumplida. Sin
embargo, de Roma se llevó como botín a la
hermanastra del emperador, a la princesa Gala
Placidia.
Desde que tomé Roma en mis manos, nadie
ha vuelto a menospreciar el poder de los godos. Lo que impulsó el afán de conquistas y el
deseo de aventuras dio grandeza a un pueblo necesitado de patria.
Aquel primer saqueo de la Roma clásica conmocionó al mundo civilizado de aquel
tiempo, como se desprende, por ejemplo, de la obra de San Agustín, obispo de la ciudad
de Hipona. Alarico empezó a soñar con el norte de África, por lo que partió hacia la
Reggiana con la intención de embarcar hacía el «granero de Roma». Quizás una gran
tormenta se lo impidió, lo cierto es que los visigodos eran un pueblo aguerrido y
endurecido, pero no destacaban precisamente por sus conocimientos náuticos, así que el
paso a África no dependía de ellos. Además, la Fortuna no le sonrió, y Alarico encontrará la
muerte prematuramente en Cosenza a la edad de 35 años. Para su enterramiento desviaron
el curso del río Busento a su paso por Cosenza y enterraron a Alarico y su tesoro en el
lecho del río, devolviendo luego el río a su curso normal y matando a los esclavos que
realizaron la obra.
Alarico fue suegro del futuro rey visigodo Teodorico I y padre de una hija que casó
con Brond, rey de los anglosajones. Estos últimos fueron padres de Friwin de Morinie,
bisabuelo de Cerdic de Wessex, fundador de la Casa Real de Wessex en Inglaterra.
Aunque se habla de él como el primero de los reyes visigodos, fue más bien un
caudillo militar y nunca llegó a pisar la península Ibérica. La línea de reyes godos empieza
propiamente con su sucesor, primo y cuñado, Ataúlfo, que, casado con Gala Placidia en
414, encontró la muerte en la ciudad de Barcino en 415. Sin embargo, lo cierto es que
aunque el Reino visigodo de Tolosa como estado federado de Roma (418–476) estaba
asentado en la Aquitania secunda, por lo que su política e intervenciones militares
quedaban lejos de Hispania, las intervenciones de Teodorico I (418–453) en Hispania van a
ser numerosas, ya sea como pueblo federado de Roma o por iniciativa propia. A pesar de
todo, sólo tras la derrota visigoda en la batalla de Vouillé y el periodo llamado
interregnum visigodo (507–549), tendrá lugar el nacimiento del Reino visigodo de Toledo.
Por LMF
La Sexta Cruzada comenzó en 1228, tan sólo siete años después del fracaso de
la Quinta Cruzada, y fue un nuevo intento de recuperar Jerusalén.
El emperador Federico II había intervenido en la Quinta Cruzada, enviando tropas
alemanas, pero sin llegar a liderarlas personalmente, pues necesitaba consolidar su
posición en Alemania e Italia antes de embarcarse en una aventura como la Cruzada. No
obstante, prometió tomar la cruz después de su coronación como emperador en1220 por el
Papa Honorio III.
En 1225 Federico se casó con Yolanda de Jerusalén
(también llamada Isabela), hija de Juan de Brienne (regidor
nominal del Reino de Jerusalén) y María de Montferrato, por lo
tanto Federico tenía aspiraciones al trono de dicho reino, o lo
que es lo mismo, tenía una razón poderosa para intentar
recuperar Jerusalén. En 1227, siendo ya Papa Gregorio IX,
Federico y su ejército partieron de Bríndisi hacia Siria, pero
una epidemia les obligó a volver a Italia. Esto le dio a Gregorio
la excusa para excomulgar, por romper sus votos de cruzado,
a Federico, que llevaba años luchando por consolidar el poder
imperial en Italia a expensas del Papado.
Tras varios intentos de negociación con el Papa,
Federico decidió embarcarse nuevamente hacia Siria en 1228 a
pesar de la excomunión, llegando a Acre en septiembre. Una
vez allí pronto se vio atrapado por la complicada política del
Oriente Próximo. Por un lado entre los propios cristianos
muchos veían en esta nueva Cruzada un intento de extender el
poder imperial. Se produjo por tanto en Tierra Santa una
continuación de la lucha mantenida en Europa entre los
defensores del Papado (güelfos), y los del Imperio (gibelinos).
Del otro lado, los musulmanes tenían sus propias luchas internas, por lo que el Sultán alKamil firmó un tratado con Federico para unirse contra su enemigo al-Naser. A cambio, el
emperador podría obtener varios territorios, entre ellos Jerusalén exceptuando la Cúpula
de la Roca, sagrada para el Islam, y una tregua de 10 años.
A pesar de la oposición del papa Gregorio IX a este acuerdo, Federico se coronó Rey
de Jerusalén, si bien legalmente actuaba como regente de su hijo Conrado IV de Alemania,
nieto de Juan de Brienne.
La partida de Jerusalén de Federico, acosado por graves problemas en Europa y la
expiración de la tregua en1239 supondría el final de la breve recuperación de Jerusalén por
parte de los cruzados. La Ciudad Santa, reconquistada por los musulmanes en 1244 no
volvería a estar en manos de cristianos. No obstante, Federico había sentado un
precedente: la Cruzada podía tener éxito aun sin apoyo papal. A partir de ese momento los
reyes europeos podían, por iniciativa propia, tomar la Cruz, como hicieron Luis IX de
Francia (Séptima Cruzada y Octava Cruzadas) y Eduardo I de Inglaterra (Novena Cruzada).
SÉPTIMA CRUZADA
En 1244 los musulmanes retomaron
Jerusalén tras la tregua de diez años que
siguió a la Sexta Cruzada. Este hecho no
supuso el gran impacto que en ocasiones
anteriores, debido a que Occidente ya había
visto como Jerusalén cambiaba de manos en
diversas ocasiones. La llamada a la cruzada,
por tanto, no fue inmediata ni generalizada.
Los monarcas europeos estaban
ocupados en sus asuntos internos (como por
ejemplo Enrique III de Inglaterra que luchaba contra las rebeliones de los escoceses y el
rey Bela IV de Hungría quien intentaba mantener el orden y reconstruir su reino casi desde
las cenizas después de la trágica y devastadora invasión mongola de 1241), y sólo el rey
de Francia, Luis IX (San Luis), declaró su intención de tomar la cruz en 1245: Luis IX asistió
al Concilio Ecuménico latino de Lyon I, (convocado en 1245 y presidido por el
Papa Inocencio IV); donde, además de deponer y excomulgar al emperador Federico II se
convocó una cruzada (que sería la Séptima) y de la que se designó que estaría al mando de
Luis IX.
En aquella época, Francia era posiblemente el estado más fuerte de Europa, y tras
tres años recolectando fondos, un poderoso ejército, estimado en unos veinte mil hombres
fuertemente armados, partió de los puertos de Marsella y Aigues-Mortes en 1248.
Fueron en primer lugar a Chipre, donde pasaron el invierno
negociando con las distintas potencias locales. Finalmente,
decidieron que su objetivo sería Egipto por considerar que sería
una buena base desde la que atacar Jerusalén y aseguraría el
suministro de grano para alimentar a los cruzados.
Al igual que en la Quinta Cruzada, el ataque se centraría en
primer lugar en la ciudad de Damieta, que ofreció poca resistencia
a los europeos. No obstante, las inundaciones del Nilo volvieron a
intervenir en contra de los occidentales, obligándoles a
permanecer en la ciudad durante unos seis meses.
En noviembre, Luis marchó hacia El Cairo. En ésta época
murió el sultán ayubí de Egipto, as-Salih Ayyub. Una fuerza
liderada por Roberto I de Artois y los Caballeros Templarios
atacaron el campamento egipcio, pero fueron derrotados y Roberto murió. Al mismo
tiempo, la fuerza principal liderada por Luis era atacada, y también derrotada, por el
general mameluco (esclavo) Baibars.
Tras un nuevo fracaso en el asedio de al-Mansourah, Luis decidió regresar a
Damieta, pero fue tomado prisionero en el camino, y por si fuera poco, cayó enfermo
de disentería.
En mayo, tras el pago del rescate, fue liberado, e inmediatamente abandonó Egipto,
dirigiéndose a Acre, capital del Reino de Jerusalén (o lo que quedaba de él). Mientras
estaba allí, una revuelta en Egipto puso en el poder a una dinastía mameluca, iniciada en la
persona de Turan shah.
En Acre, Luis se dedicó reconstruir las ciudades cruzadas y a pactar con los
mamelucos e intentar hacerlo con los mongoles la nueva fuerza que había irrumpido con
tremenda fuerza en el Oriente Medio.
En 1254 se agotaron los recursos económicos de Luis por lo cual abandono su
causa; además se requería su presencia en Francia, pues su madre y regente Blanca de
Castilla había muerto recientemente. Con el retorno del rey a sus tierras, la cruzada
concluyó en un fracaso para los europeos, sin embargo el prestigió de Luis aumentó. Más
tarde protagonizaría un nuevo intento de retomar Tierra Santa (Octava Cruzada) que
acabaría también en fracaso.
Por M. Navarro
S. Dionisio (259-268) De origen desconocido. Fue elegido tras un año de sede
vacante a causa de la persecución de Valeriano. Era un simple cura. Pudo dedicarse a las
cuestiones internas de la Iglesia, gracias a la tranquilidad ya la libertad de la que gozó la
comunidad cristiana con el nuevo emperador Galieno, hijo de Valeriano. Circulaban
libremente las obras de Tertuliano, Cipriano, Lactancio y otros apologetas y filósofos
cristianos. Esta favoreció la penetración del cristianismo en el mundo romano e hizo
posible una elaboración doctrinal más precisa de ello.
En este contexto Dionisio reorganizó la Iglesia de Roma devolviéndole la posición de
supremacía, anterior a las polémicas con S. Cipriano. Mucho beneficiaron en este sentido
las abundantes ayudas que el pontífice envió a las descalabradas iglesias de Oriente, que
vivían en aún mayores dificultades por las invasiones barbáricas. Rescató a muchos
prisioneros cristianos e hizo reconstruir muchas iglesias destruidas.
En el plano doctrinal se opuso a las teorías de Sabelio que había desenterrado la
herejía monarquiana. El reducía el concepto de Trinidad a una cuestión de palabras,
mientras que en realidad, decía, era una "sólo persona". Esta doctrina fue condenada en un
concilio que se celebró en el año 265.
Otro teólogo de la Trinidad de aquellos tiempos hacía prosélitos en Antioquía, el
obispo Pablo de Samosata. Este, amante de la reina Zenobia, quien para demostrarle que
agradecía sus favores le otorgó el poder sobre la ciudad, elaboró una doctrina trinitaria
arrancando de algunas ideas de ella.
Según esta teoría Cristo se habría transformado en
Dios "progresivamente y por adopción". Tras varias
vicisitudes y tres concilios, la teoría fue condenada y
Pablo excomulgado, depuesto y exiliado. Dionisio murió
en el año 268 y fue enterrado en la cripta de los papas de
las Catacumbas de S. Calixto.
El papa San Dionisio fue elegido al pontificado en
el 259, después de varios meses en que la sede romana
estuvo vacante debido a las persecuciones contra los
cristianos. Dionisio era un sacerdote de gran reputación
en la iglesia de Oriente, especialmente en la cuestión de
los lapsi, es decir aquellos cristianos que por miedo al
martirio habían fallado en dar testimonio de su fe en
Cristo.
Combatió las enseñanzas de Sabelio y sus
seguidores, que proponían que la Santísima Trinidad era
solamente una cuestión de nombres. También se
enfrentó a los subordinacionistas, quiénes presentaban
al Hijo como un ser creador.
Exigió a su homónimo, el obispo Dionisio de
Alejandría, que se aclarase su posición sobre la
acusación que pesaba contra él de haber hecho unas
declaraciones heréticas respecto a la doctrina trinitaria.
Este enfrentamiento se conoce en la historia como "la
controversia de los dos Dionisios".
Dionisio reorganizó las parroquias romanas y
obtiene de Galieno libertad para los cristianos.
San Dionisio murió el 26 de diciembre de 268.
Por Frey Jesús
La Orden del Temple y su
relación
con los hospitales de Lleida
La llegada de los Templarios a Lleida
corresponde a su conquista por las tropas
comandadas por el conde-príncipe Ramón
Berenguer IV en 1149. Los maestres Pedro de
Rovira (1143-1149, 1150-1174) y Berenguer de
Aviñón (1149-1150) fueron testigos de excepción de
las generosas donaciones del gobernador supremo
de la incipiente Corona de Aragón. Entre dichas
donaciones, el castillo de Gardeny, y casas junto a
la morería leridana.
Otro de los hombres más beneficiados de los
repartos en Lleida fue el caballero Pedro de Moliner,
cuya familia será obsequiada con el señorío de la Granadella. Este Pere Moliner tuvo muy
buenas relaciones con los Caballeros Templarios. También se halló presente junto en el
año 1149 en la toma de la ciudad de Lleida. Fue obsequiado con diversas rentas. Dotado de
un alma caritativa, cedió junto con su esposa Arsendis numerosos censos sobre casas,
huertos y bienes para fundar hospitales. El primer hospital que fundó fue en la calle Mayor
de la capital del Segre, con el beneplácito de Fr. Arnaldo de Torroja (1174-1176), maestre
sucesor de Fr. Rovira (o Rouera) quien de común acuerdo con los demás Templarios del
Castillo de Gardeny cedió al dicho Pedro Moliner unas casas que eran de la Orden, sitas
junto al barrio sarraceno, y hacia el Portal Nou, y por lo tanto de acceso al camino al
Castillo de Gardeny, junto a la murallas, para construir dicho hospital.
En 1200, Pere Moliner, hijo, vivía en la misma calle Mayor, delante mismo del hospital
erigido por su padre, casa cercana al Peu del Romeu. Éste caballero entró en relaciones
con los maestres fr. Hugo Jofre (1176-1196) y fr. Arnaldo de Claramunt (1196-1198). Es en
este tiempo, concretamente en 1181, que los Templarios reciben el privilegio de construir
un molino en el Cinca, en la localidad de Fraga, cercano a la puerta Serós, por autorización
del rey Alfonso II de Aragón, hijo del citado conde de Barcelona. (AHN, Cartoral del Temple,
597-b, nº 135, pág. 193)
Otro personaje vendrá a ser nuestra protagonista. El canónigo de la Seo de Lleida
Guerau de Caceola, el cual fundó esta ciudad el hospital de La Trinidad. Hospital que
estaba situado en la calle del Portal dels Boters, hacia la iglesia de San Martín (entonces
conocida como calle Torrent y hoy calle Jaime I) este canónigo, el 13 de abril de 1214, ya
muy anciano, hizo testamento disponiendo que el hospital por él fundado pasara a los de
los Templarios, por manos del Maestre de la Orden fr. Guillem de Montredó, sucesor de fr.
Pedro de Montagut (1210-1214). Para facilitar La labor de los Templarios les cedió también
todos sus bienes dentro y fuera de La ciudad de Lleida. Incluso ordenaba en su testamento
que la atención y supervisión del hospital fuera a cargo de dicha orden, quien debía contar
con la ayuda de un médico y de un capellán propio del hospital.
La salvaguarda de sus ingresos se quedó a cargo de la institución conocida como
Casa de la Trinidad, institución caritativa Templaria, que ya tenía otros centros en otros
lugares de Cataluña y en fase de expansión.
Recordemos que las primeras fundaciones Templarías anteriores a la toma de Lleida
fueron las de Barberá y Granyena. Otros lugares de presencia Templaria en la Cataluña
Central fueron: Gardeny, Torres, Corbins, Pedrís, Barbens, Vallfogona y Selma. Posteriores
a la toma de capital del Segre al sur del Ebro: Miravet, Tortosa, Horta, Gandesa, Algars,
Ascó y Riba-roja. Posteriormente se extenderían hacia Valencia.
El Hospital de la Trinidad de Lleida estuvo regentado por los Templarios hasta 1318,
como consecuencia de su extinción, dejando el establecimiento y todos sus bienes a la
Junta de la Obra de Sant Llorens, ubicada dentro de la misma parroquia.
Por Joaquín Salleras Clarió
Isabel I de Castilla (Madrigal de las Altas Torres, 22 de abril de 1451 - Medina del
Campo, 26 de noviembre de 1504) fue reina de Castilla desde 1474 hasta 1504, reina
consorte de Sicilia desde 1469 y de Aragón desde 1479, por su matrimonio con Fernando
de Aragón. Es conocida como Isabel la Católica, título que les otorgó a ella y a su marido
el papa Alejandro VI mediante la bula Si convenit, el 19 de diciembre de 1496. Es por lo que
se conoce a la pareja real con el nombre de Reyes Católicos, título que usarían en adelante
prácticamente todos los reyes de España.
Se casó en 1469 con el príncipe Fernando de Aragón. Por el hecho de ser primos
segundos necesitaban una bula papal de dispensa que solo consiguieron de Sixto IV a
través de su enviado el cardenal Rodrigo Borgia en 1472. Ella y su esposo Fernando
conquistaron el reino nazarí de Granada y participaron en una red de alianzas
matrimoniales que hicieron que su nieto, Carlos, heredase las coronas de Castilla y de
Aragón, otros territorios europeos y se convirtiese en emperador del Sacro Imperio
Romano.
Isabel y Fernando se hicieron con el trono tras una larga lucha, primero contra el
rey Enrique IV (véase Conflicto por la sucesión de Enrique IV de Castilla) y de 1475 a 1479
en la Guerra de Sucesión Castellana contra los partidarios de la otra pretendiente al
trono, Juana. Isabel reorganizó el sistema de gobierno y la administración, centralizando
competencias que antes ostentaban los nobles; reformó el sistema de seguridad ciudadana
y llevó a cabo una reforma económica para reducir la deuda que el reino había heredado de
su hermanastro, y predecesor en el trono, Enrique IV. Tras ganar la guerra de Granada los
Reyes Católicos expulsaron a los judíos de sus reinos y, años más tarde, también a los
musulmanes.
Isabel concedió apoyo a Cristóbal Colón en la búsqueda de las Indias occidentales,
lo que llevó al descubrimiento de América. Dicho acontecimiento provocaría en el futuro
la conquista de las tierras descubiertas y la creación del Imperio español.
Isabel vivió 53 años, de los cuales gobernó 30 años como reina de Castilla y 26 como reina
consorte de Aragón al lado de Fernando II.
Isabel de Castilla, hija de Juan II de Castilla y de su segunda mujer, Isabel de
Portugal (1428-1496), nació en Madrigal de las Altas Torres (Ávila) el 22 de abril, Jueves
Santo, de 1451 en el palacio que hoy ocupa el Monasterio de Nuestra Señora de Gracia. El
lugar y la fecha de nacimiento han sido históricamente discutidos, toda vez que cuando
nace, nadie es consciente de la importancia que esa niña iba a tener en el futuro. Madrigal
era entonces una pequeña villa de realengo donde circunstancialmente residía su
madre, Isabel de Aviz, y de ella recibe el nombre que entonces no era frecuente en España.
Dos años después, en Tordesillas, nació su hermano Alfonso. Con anterioridad, fruto
del matrimonio entre Juan II de Castilla y María de Aragón, y por lo tanto hermano de Isabel
por parte de padre, había nacido Enrique, que accedería al trono en 1454 como Enrique IV.
A la muerte de su padre en 1454, Isabel fue enviada con su madre y su hermano
Alfonso a la villa de Arévalo, donde vería los ataques de locura de su madre. Esta es una
época de dificultades, incluso económicas. En esta época Isabel se dedicó a leer libros
religiosos. También trabó amistad con Beatriz de Silva (1424-1491), a la que luego ayudaría
en la fundación de la Orden de la Inmaculada Concepción y a la que donó los palacios de
Galiana en la ciudad de Toledo. Otros personajes importantes en este momento y en
general en su vida fueron en el ámbito toledano Gutierre de Cárdenas, su esposa Teresa
Enríquez y Gonzalo Chacón.
En 1461, Isabel y su hermano Alfonso son trasladados a Segovia, lugar donde se
emplazaba la Corte, por estar cercano el nacimiento de la hija de los reyes, doña Juana de
Castilla. Pronto los enemigos del rey la apodaron Juana "la Beltraneja", propagando el
rumor de que el padre era Beltrán de la Cueva.
Una parte de los nobles se enfrentó al rey Enrique, formó un bando alrededor de su
hermanastro Alfonso, de solo 12 años, y llegó a deponer a Enrique en la «farsa de Ávila».
Isabel permaneció al lado de Alfonso durante este tiempo. Sin embargo, en 1468, Alfonso
murió en Cardeñosa, quizás envenenado.
A pesar de las presiones de los nobles, Isabel rechazó proclamarse reina mientras
Enrique IV estuviera vivo. Por el contrario, consiguió que su hermanastro le otorgase el
título de Princesa de Asturias, en una discutida ceremonia que tuvo lugar en los Toros de
Guisando, el 19 de septiembre de 1468, conocida como la Concordia de Guisando. Isabel
se constituyó así como heredera a la corona, por delante de Juana, su sobrina y ahijada de
bautismo, a quien parte de la nobleza no consideraba legitimada para ocupar el trono por
las dudas que había sobre su paternidad. A partir de este momento, Isabel pasa a residir
en Ocaña, villa perteneciente a don Juan Pacheco, marqués de Villena. El rey inicia
contactos diplomáticos con otras casas reales para lograr un acuerdo matrimonial que le
reporte beneficios.
Ya desde los tres años, Isabel había estado comprometida con Fernando, hijo
de Juan II de Aragón.
Sin embargo, Enrique IV rompió este acuerdo, seis años más tarde, para
comprometerla con Carlos, príncipe de Viana. El matrimonio no llegó a consolidarse, por la
férrea oposición de Juan II de Aragón. También fueron infructuosos los intentos de Enrique
IV por desposarla con el rey Alfonso V de Portugal, primo en segundo grado de Isabel y
casi 20 años mayor que ella. En 1464, logró reunirlos en el Monasterio de Guadalupe, pero
ella le rechazó, alegando la diferencia de edad entre ambos.
Más tarde, cuando contaba 16 años, Isabel fue comprometida con don Pedro Girón,
de 43 años, Maestre de Calatrava y hermano de don Juan Pacheco; pero Girón murió por
causas desconocidas mientras realizaba el trayecto para encontrarse con su prometida.
El 18 de septiembre de 1468, Isabel fue proclamada Princesa de Asturias por medio
de la Concordia de los Toros de Guisando, revocando Enrique IV de este modo el anterior
nombramiento de su hija Juana. Tras la ceremonia, Isabel pasó a vivir en Ocaña, en
contacto estrecho con la Corte. Enrique IV convino de nuevo el enlace entre Isabel y el rey
Alfonso V de Portugal, ya que en el Tratado de los Toros de Guisando se había acordado
que el matrimonio de Isabel debía celebrarse con la aprobación del monarca castellano. La
propuesta entrañaba también el proyecto de casar a su hija Juana con el príncipe
heredero Juan, hijo de Alfonso V de Portugal.
De esta manera, Isabel sería trasladada al reino vecino y, a la muerte de su esposo,
los tronos de Portugal y de Castilla pasarían a Juan II de Portugal y su esposa, Juana.
Isabel se negó.
Tras esto, el rey trató de que se desposara con el duque de Guyena, hermano de Luis
XI de Francia; de nuevo Isabel se negó. El monarca francés pidió entonces la mano de
Juana para su hermano, el duque de Guyena; Luis XI quería alejar al duque de su entorno
por suponer una amenaza para él. Los esponsales se realizaron en Medina del
Campo (1470), pero el duque murió en 1472 en circunstancias no esclarecidas, antes de
conocer a la novia.
Mientras tanto, Juan II de Aragón trató de negociar en secreto con Isabel la boda con
su hijo Fernando. Isabel y sus consejeros consideraron que era el mejor candidato para
esposo, pero había un impedimento legal, ya que eran primos segundos (sus
abuelos, Fernando de Antequera y Enrique III, eran hermanos). Necesitaban, por tanto, una
bula papal que les exonerara de la consanguinidad. El Papa, sin embargo, no llegó a firmar
este documento, temeroso de las posibles consecuencias negativas que ese acto podría
traerle al atraerse la enemistad de los reinos de Castilla, Portugal y Francia, todos ellos
involucrados en negociaciones para desposar a la princesa Isabel con otro pretendiente.
Personas del entorno de Isabel falsificaron una supuesta bula emitida en junio
de 1464 por el anterior Papa, Pío II, a favor de Fernando, en la que se le permitía contraer
matrimonio con cualquier princesa con la que le uniera un lazo de consanguinidad de hasta
tercer grado. Isabel aceptó y se firmaron las capitulaciones matrimoniales de Cervera, el 5
de marzo de 1469. Para los esponsales y ante el temor de que Enrique IV abortara sus
planes, en mayo de 1469 y con la excusa de visitar la tumba de su hermano Alfonso, que
reposaba en Ávila, Isabel escapó de Ocaña, donde era custodiada estrechamente por
don Juan Pacheco. Por su parte, Fernando atravesó Castilla en secreto, disfrazado de
mozo de mula de unos comerciantes. Finalmente el 19 de octubre de 1469 contrajeron
matrimonio en el Palacio de los Viveros de Valladolid.
El matrimonio costó a Isabel el enfrentamiento con su hermanastro el rey. En 1471 el
papa Sixto IV envió al cardenal Rodrigo de Borja a España como legado papal para arreglar
diversos asuntos políticos en la península, entre ellos este enlace. Con él trajo la Bula de
Simancas, que dispensaba de consanguinidad a los príncipes Isabel y Fernando. Borja
negoció con ellos: les daría la bula a cambio de que ellos le concedieran la ciudad
de Gandía a su hijo Pedro Luis. Isabel y Fernando cumplirían su parte del trato en 1485.
Al morir Enrique IV, Isabel se proclamó Reina de Castilla el 13 de diciembre
de 1474 en Segovia, basando su legitimidad en el Tratado de los Toros de Guisando.
Estalló entonces la Guerra de Sucesión Castellana (1475-1479) entre los partidarios de
Isabel y los de su sobrina Juana. El Tratado de Alcaçovas puso fin a la contienda,
reconociendo a Isabel y Fernando como reyes de Castilla a cambio de ciertas concesiones
a Portugal. Tras la guerra Isabel mandó construir el Monasterio de San Juan de los Reyes.
Instruyó a sus hijos en que tenían unas obligaciones por su rango de hijos de reyes,
y que debían sacrificarse mucho por ese motivo. Les llevó consigo durante las campañas
militares, pero también veló siempre por su bienestar, como lo prueba su valor ante el
motín que tuvo lugar en el alcázar de Segovia en 1476. Allí tenían instalada los reyes la
corte y allí vivía, en el alcázar su primogénita Isabel bajo la protección y cuidado de su
amiga Beatriz de Bobadilla y de su esposo, el alcaide Andrés Cabrera. Éste era de origen
judío, lo que en aquella época era fuente de tensiones raciales, y se le acusaba de querer
aprovecharse de la confianza que los reyes le tenían, además de acusarle de malversación
de fondos y de tiranía. El tumulto se convirtió en motín cuando unos provocadores,
disfrazados de campesinos y con armas ocultas, arengaron a la población para destituir al
alcaide.
Hacia el Alcázar se dirigió una masa de gente furiosa,
armada con herramientas de campesinos, palos y piedras. La
reina se encontraba con el cardenal Mendoza cuando se
enteró de lo ocurrido, pero ni uno ni otro tenían tropas
suficientes para defender la plaza. Temerosa del riesgo que
podía correr su hija, la reina subió a su caballo y,
acompañada por tres guardias, cabalgó 60 kilómetros hasta
Segovia. A la entrada, el obispo intentó detenerla por el gran
peligro que corría, pero Isabel desoyó el consejo y avanzó
hasta el Alcázar. Entró y dejó las puertas abiertas para que
entraran todos los amotinados para exponerle sus quejas.
Tras estudiar las quejas, mantiene en el puesto a Andrés
Cabrera. El pueblo de Segovia le guardó fidelidad a partir de
ese momento.
Durante las campañas militares de Fernando, la reina estuvo siempre en la
retaguardia, acompañada de sus hijos y pendiente de proveer lo necesario. Su ayuda fue
decisiva para la victoria castellano-aragonesa en la Guerra de Granada, como lo
demuestran los hechos de la rendición de Baza (Granada). Sucedió que la ciudad llevaba
cercada bastante tiempo pero la población no quería rendirse y los soldados cristianos
comenzaban a desmoralizarse por el largo asedio. El rey Fernando pide a su mujer que se
presente en el campo de batalla para levantar la moral de las tropas. Así lo hace Isabel,
haciéndose acompañar de varias damas y de su primogénita Isabel. El impacto de su
presencia fue inmediato, no sólo para las tropas cristianas, sino para la población asediada
que inició su rendición, pero no ante el rey guerrero, sino ante la valerosa reina. Además,
Isabel fue la precursora del Hospital de campaña, al hacerse acompañar de personal
médico y ayudantes para atender a los heridos en el campo de batalla.
Creyó en los proyectos de Cristóbal Colón, a pesar de las muchas críticas y
reacciones políticas adversas de la Corte y los científicos. Es sin embargo falsa la leyenda
que dice que financió con sus joyas el viaje que llevaría al descubrimiento de América.
Durante el reinado común con Fernando se produjeron hechos de gran trascendencia para
el futuro del reino, como el establecimiento de la Santa Inquisición (1480), la creación de
la Santa Hermandad, la incorporación del Reino nazarí de Granada, así como la unificación
religiosa de la Corona Hispánica, basada en la conversión obligada de los judíos, so pena
de muerte o expulsión (Edicto de Granada, 1492) y más tarde de los musulmanes.
Tras el descubrimiento de América en 1492 comenzó el proceso de evangelización de
los indígenas nativos confiándoles esta tarea a los monjes paulinos húngaros que se
marcharon a las nuevas tierras en los próximos viajes de Colón. Isabel y Fernando firmaron
con Portugal el Tratado de Tordesillas (1494) que delimitó sus esferas de influencia en
el océano Atlántico. Por deseo de los comerciantes urbanos creó la Santa Hermandad,
cuerpo de policía para la represión del bandidaje, creando unas condiciones mucho más
seguras para el comercio y la economía.
Para sus campañas militares contó con el servicio de Gonzalo Fernández de
Córdoba (El Gran Capitán), que intervino en la conquista de Granada (1492), en las dos
primeras Guerras de Italia y en la toma de Cefalonia (1500).
Dada la histórica implicación de la Corona de Aragón en Italia y por otra serie de
razones (sus virtudes cristianas, la conquista de Granada, la expulsión de los judíos y la
cruzada contra los musulmanes), Fernando e Isabel recibieron el título de Reyes
Católicos otorgado por el Papa Alejandro VI, mediante la bula Si convenit, de 19 de
diciembre de 1496. Dicho título fue heredado por los descendientes en el trono (tanto
austrias como borbones), poseyéndolo actualmente el rey Juan Carlos I de España. El papa
Alejandro VI le concedió la distinción honorífica de Rosa de Oro de la Cristiandad en 1500.
Al final de sus días, las desgracias
familiares se cebaron con ella. La muerte de
su único hijo varón y el aborto de la esposa
de éste, la muerte de su primogénita y de su
nieto Miguel (que iba a unificar los Reinos
de los Reyes Católicos con el de Portugal),
la presunta "locura" de su hija Juana (que
desafió abiertamente a su madre en Medina
del Campo) y los desaires de Felipe el
Hermoso, y la incertidumbre de su hija
Catalina tras la muerte de su esposo inglés,
la sumieron en una profunda depresión que
hizo que vistiera de luto íntegro.
Estaba la corte en Medina del Campo (Valladolid), cuando se declaró la grave
enfermedad, una hidropesía (cáncer de útero), dijo como testigo Pedro Mártir. Consciente
del desenlace, mandó que las misas por su salud se tornaran por su alma, pidió
la extremaunción y el Santísimo Sacramento. Habiendo otorgado testamento a 12 de
octubre, falleció poco antes del mediodía del 26 de noviembre de 1504, en el Palacio Real:
Mi cuerpo sea sepultado en el monasterio de S. Francisco que es en el Alhambra de
la ciudad de Granada (...) en una sepultura baja que no tenga bulto alguno, salvo
una losa baja en el suelo, llana, con sus letras en ella. Pero quiero e mando, que si
el Rei eligiere sepultura en otra cualquier iglesia o monasterio de cualquier otra
parte o lugar destos mis reinos, que mi cuerpo sea allí trasladado e sepultado junto
(...).
Diego Clemencín, 1821.
Primeramente fue inhumada en el monasterio de San Francisco de la Alhambra, el 18
de diciembre de 1504, en una sencilla sepultura, según su deseo. Poco después, sus restos
mortales, junto con los de su esposo Fernando el Católico, fueron trasladados a la Capilla
Real de Granada. Su hija Juana I y el marido de ésta, Felipe el Hermoso, también reposan
allí. Asimismo se enterró en este lugar a su nieto Miguel, hijo del rey Manuel I de Portugal,
quien falleció poco antes de cumplir los 2 años de edad, y a la madre de éste, la Infanta
Isabel, primogénita de los Reyes Católicos.
En el museo de la Capilla Real se encuentran la corona y el cetro de la reina, quien
además dotó a la Capilla de un importante grupo de cuadros (aún in situ), de Botticelli, Dirk
Bouts, Rogier van der Weyden y Hans Memling, entre otros, y muchas de sus pertenencias
personales.
El testamento original de la reina se conserva en el Real Monasterio de Santa María
de Guadalupe. Una copia se envió al monasterio de Santa Isabel de
la Alhambra de Granada. Y otra, a la catedral de Toledo, aunque desde 1575 pasó
al Archivo General de Simancas.
En él, dejó dicho que sus sucesores debían esforzarse en conquistar para el
cristianismo el Norte de África siguiendo la reconquista peninsular, pero el descubrimiento
de América hizo que los esfuerzos de los reinos castellanos se alejasen de ese objetivo.
Su empeño como defensora de la igualdad de sus súbditos americanos con los
del Viejo Mundo le han ganado el título de "precursora de los Derechos Humanos" por Luis
Suárez Fernández (ello a pesar de haber decretado en Castilla la conversión obligada de
los judíos, so pena de expulsión, Decreto de Granada, y más tarde, empujada por su
marido y por el papado, a romper las Capitulaciones de Granada, pactadas con Boabdil, y
obligar a la conversión a los musulmanes).
A su muerte le sucedió la hija de
ambos, Juana, pero por poco tiempo, ya que
fue declarada incapaz de reinar por "locura"
y pasando el reino, primero al marido de
ésta (Felipe I el Hermoso) y muy pronto al
hijo de este matrimonio, y nieto de los
Reyes Católicos, Carlos I.
En 1864 Eduardo Rosales representó
el momento en el que la reina dicta su
testamento en el cuadro Doña Isabel la
Católica dictando su testamento.
Durante los siglos XVI y XVII la figura
de Isabel fue relativamente eclipsada en la memoria histórica por la de su marido, el rey
Fernando, al que los cronistas de aquellos tiempos pintaban de magnánimo, afable,
templado y dispuesto a negociar, en contraste con el rigor e inflexibilidad que se
proyectaba en los retratos de Isabel. A principios del siglo XIX Diego Clemencín escribió
un Elogio de la Reina Católica que por primera vez se centró en la figura de la reina, a la
que colmó de virtudes, relegando a su marido a un segundo plano.
Esta obra influyó en todos los historiadores siguientes hasta al menos mediados del
siglo XX. En 1815 el rey Fernando VII, tras regresar a España y restaurar el absolutismo,
creó la orden de Isabel la Católica, alta condecoración que sigue otorgando en la
actualidad el gobierno español. Más tarde, los liberales y románticos españoles del siglo
XIX tendieron a tener una imagen positiva de los Reyes Católicos, a los que consideraban
los últimos monarcas nacionales. A partir de 1938, la dictadura de Francisco Franco utilizó
profusamente en su propaganda la figura y los símbolos de Isabel "la Católica".
En 1952 fue publicado por vez primera el texto de la bula Si convenit que otorgaba a
Isabel y Fernando el título de "católicos".
En 1958 José García y Goldaraz, arzobispo de Valladolid, inició el proceso para
la beatificación de Isabel. Creó un equipo de historiadores españoles a los que encargó
escribir sobre los puntos más conflictivos de la biografía de la reina. Luis Suárez
Fernández se encargó de la expulsión de los judíos y como resultado de su trabajo publicó
varios libros. Otros miembros del equipo fueron Antonio Rumeu de Armas y Miguel Ángel
Ladero Quesada.
El proceso de beatificación sigue su curso en la actualidad, sostenido por el apoyo
económico de los herederos del empresario mexicano Pablo Díaz. Los partidarios de Isabel
achacan que el Vaticano no la haya beatificado a la oposición de un "lobby judío"
Por F.L.P.
San Vicente de Cardona - Barcelona
La primera ocupación humana del lugar es de época ibérica, con la conquista
romana y la posterior romanización, éste primer centro de población no contó con
demasiada importancia, perdiendo protagonismo en favor de otros lugares de la zona más
cercanos a las minas de sal. Esta situación se mantuvo hasta el año 798, cuando Luis el
piadoso, hijo de Carlomagno, ordenó la ocupación del Castrum Cardonam como preludio
de la conquista de Barcino y la formación de la marca hispánica o frontera sur del imperio
carolingio con Al-Andalus.
Los delegados condales de los monarcas carolingios ya manifestaron su interés por
Cardona. Hacia el año 872, el conde de Barcelona Guifré I concedía una primera carta de
franquicias, continuada después por una segunda carta otorgada por su nieto Borrell II en
el año 986. Fue entonces cuando el conde cedió la potestad del castillo a Ermemir, hijo de
los vizcondes de Osona. Sus sucesores permutaron el título décadas después para
vincularlo al señorío del castillo, convertido ya entonces en la residencia de la familia. En el
futuro, los vizcondes de Cardona llegaron a dominar toda la cuenca del Cardener gracias a
las ganancias obtenidas por las abundantes y cercanas minas de sal.
A la vez, la influencia de la familia, hizo que Cardona y su castillo uno de los centros
políticos de los condados catalanes, primero como vizcondado y después como condado y
ducado.
La iglesia de Sant Vicenç, ya documentada desde el año 980, se amplió y
probablemente se reconstruyó alrededor del año 1019 bajo el impulso del vizconde
Bermón, que llevó a cabo la reforma de la comunidad de clérigos que residían en la antigua
iglesia con la aplicación del orden canonical. El año 1040, se consagra definitivamente el
edificio.
La vida comunitaria alrededor del templo como canónica regular encabezada por un
abad bajo la protección de los señores de Cardona se mantuvo hasta 1592, en que se
reformó como colegiata secular. La posterior conversión del castillo en caserna militar
obligó a los canónigos al abandono progresivo del recinto conventual hasta que, en el año
1794, se vieron forzados a dejar la iglesia definitivamente, transformándose ésta en
almacenes.
Fue declarada como monumento nacional en el año 1931 y su aspecto actual se debe
a la restauración iniciada en 1949 por el arquitecto Alexandre Ferrant y el castillo se
convirtió en 1928 en parador nacional, momento en el cual se terminó de remodelar la
estructura de la mayoría de dependencias del castillo.
La iglesia de la antigua colegiata y canónica de
Sant Vicenç de Cardona ha sido objeto de un estudio
profundo desde los inicios del siglo XX, cuando el
conocido y prestigioso arquitecto catalán Lluís
Domènech i Montaner, realizó una primera
catalogación del románico en Cataluña, y clasificó la
colegiata de Sant Vicenç como ejemplo y prototipo de
lo que consideró como primer movimiento románico
en Cataluña. Desde entonces la iglesia ha sido
conocida internacionalmente y es fácil encontrar
trabajos y estudios sobre ella en libros editados en el
extranjero,
señalándola
como
arquetipo
de
construcción románica por la sencillez de sus líneas y
arcos, la ausencia de decoración interior y la simetría
con la que cuenta su distribución interior.
Se trata de una iglesia de planta basilical de tres
naves, encabezadas por un crucero muy poco
sobresaliente y tres ábsides semicirculares. Un amplio
presbiterio precede a la ábside central, sobre elevado
del nivel del resto de la nave por la existencia de un
semi-sótano en forma de cripta, situada bajo él.
Un bóveda de cañón de cuatro tramos cubre la
nave central hasta el crucero soportada por arcos
torales que nacen desde el suelo y ascienden desde
allí por los pilares cuadrangulares con forma de cruz,
en los que se marcan ya desde el pavimento los arcos
torales transversales
y los arcos formeros
longitudinales que separan las nave central de las
laterales. La bóveda y los arcos torales forman unos
arcos de medio punto algo rebajado, hoy se refuerzan
los dos primeros tramos con tensores, como podemos
ver en las imágenes, que mantienen la estable
estructura. Si nos fijamos bien desde la tribuna, se
puede apreciar una pequeña pero evidente abertura de
la estructura hacia el exterior, la nave central es más
ancha en la parte superior que en la inferior. Las naves
laterales constan al igual que su hermana mayor de
cuatro tramos, son bastante más estrechas que ella, y
se recubren mediante una bóveda soportada por arcos
torales apoyados en los pilares y en los muros
laterales, con la curiosidad añadida que en cada tramo de bóveda de nave lateral aparecen
insertadas tres bóvedas de arista. El tramo más occidental situado sobre la tribuna cuenta
con una bóveda sencilla de cañón de factura algo deficiente. En el suelo de la nave lateral
derecha podemos observar los restos del pavimentado original de la iglesia, compuesto
por baldosas más o menos regulares dispuestas a modo de solado, podemos apreciar el
cambio de nivel con el piso actual.
El crucero contiene también una bóveda de cañón dispuestas transversalmente al eje
de la nave central, apoyada sobre los arcos de la nave y el ábside laterales. En la
intersección del crucero con la nave central se levanta una cúpula sobre cuatro pechinas o
trompas situadas en los ángulos, que permiten la transformación del cuadrado en
octógono algo redondeado. Sobre ella, un cimborio octogonal corona el conjunto, de
construcción posterior, probablemente de las reformas efectuadas en los años cincuenta,
en fotos antiguas de principios de siglo observamos que el cimborio era rectangular.
El presbiterio se prolongo en
dirección al altar, ya elevado con respecto
al nivel de la planta central y al que se
accede a través de dos escaleras laterales
dispuestas a cada lado del mismo. Se
recubre con una nueva bóveda de cañón
como continuación de la de la nave
central, y que consta de un solo tramo
terminado en un arco triunfal que precede
a la cúpula de cuarto de esfera que
recubre el ábside principal. Los ábsides
laterales constan de la misma techumbre,
con la excepción de que no aparece
presbiterio y quedan menos resaltadas que la central. En el ábside principal y el
presbiterio, unos nichos semicirculares, de buena altura y terminados con bóveda de
cuarto de esfera, decoran los paramentos exteriores. Son un total de cuatro en el
presbiterio y 7 en el ábside, colocados simétricamente.
Como ya se ha dicho, los pilares que soportan los arcos torales y formeros es de
sección es cruciforme y se completa con dobles resaltos en cada sentido, lo que permiten
el nacimiento de los arcos desde el nivel de suelo, los formeros cuenta con este resalto
mientras que en los arcos torales de la nave desaparecen estos resaltos a media altura.
Los arcos torales de las naves laterales nacen de medias pilastras reforzadas
exteriormente por contrafuertes. Los pilares son continuos en su sección en toda su altura,
sin basamenta ni zócalos, y sin capiteles pero con unas sencillas impostas en el arranque
de los arcos.
La planta baja del tramo más occidental de las naves queda ocupada por un atrio,
que sirve de base para una espaciosa tribuna, que serviría seguramente para el uso
privado de los habitantes del castillo, separándolos del resto de congregados. La
existencia de esta tribuna es influencia directa de la arquitectura carolingia. Se accede a
ella a través del atrio y desde dos escaleras de caracol que se sitúan en el ángulo nor-oeste
y suroeste del edificio.
Volvemos a apuntar que el nivel de la iglesia en el presbiterio queda sobre elevado
por la existencia de una cripta bajo él, a la que se accede por una escalera situada entre las
dos que suben hasta el presbiterio, y por otras dos laterales más pequeñas, probablemente
originales.
La planta de la cripta cuenta con tres naves divididas por dos filas de tres columnas.
De estas columnas surgen arcadas longitudinales de columna a columna y que sostienen
las bóvedas de arista. Las columnas son lisas y sin base y tienen los capiteles sencillos y
sin decoración, con forma tronco piramidal. Los muros de la cripta se descargan mediante
unas arcadas coronadas con arcos de medio punto realizados con dovelas que arrancan
del hampito. En ellas se abren las cuatro ventanas que iluminan la cripta.
Por JMS
Vicente Doménech, conocido por el
sobrenombre de "El Palleter", fue personaje
popular y destacado en la Guerra de la
Independencia Española y que, según la
tradición, sería el primero en alzar su grito de
revuelta contra los franceses en Valencia.
Doménech, fue un huertano nacido
en Paiporta en 1783, que a los ocho años se
trasladó
al
barrio
de Patraix con
unos
familiares. Su indumentaria consistía en un traje
de huertano o de "saragüell", con una faja roja
en la cintura. Su trabajo consistía en vender
pajuelas inflamables (oficio que daría nombre a su apodo).
España, invadida por Napoleón. En 1807, Napoleón y Manuel Godoy, ministro del
rey Carlos IV de España, firman el tratado de Fonteneblau, mediante el cual se permitía que
las tropas francesas pasasen por España para invadir Portugal. Una vez instalado el
ejército francés en tierras peninsulares, Godoy fue consciente de que se trataba de una
invasión. El 2 de mayo de 1808 se produce una sublevación popular en Madrid y más tarde
en otras zonas. En Valencia sería el día 23.
La invasión napoleónica produjo una guerra en suelo valenciano, con todas las
consecuencias demográficas y económicas de los conflictos de este tipo: matanzas,
hambres, epidemias, destrucciones, requisas de cosechas e impuestos de los ejércitos
combatientes exigidos a los pueblos.
El 25 de mayo de 1808 se creó la Junta Suprema de Gobierno, organismo creado por
todo el Reino de Valencia con atribuciones omnímodas e independientes de toda otra
autoridad. A la cabeza se encontraba el Conde de la Conquista y
estaba integrada por militares y algunos notables de Valencia.
Tras distintos acontecimientos, el mismo 25 de mayo se
saca la Real Señera según la costumbre. A la comitiva se van
añadiendo banderas hechas a propósito y se recorre toda la
ciudad. En los días siguientes se establecen relaciones
diplomáticas con representantes ingleses y se organiza el
ejército.
En la placeta de les Panses, junto a la iglesia de
la Compañía, varias veces a la semana llegaba el correo y la
prensa desde Madrid, y allí se reunía la gente para leer en común
la gaceta. El ambiente ya estaba tenso, llegando días antes
algunos párrocos a invitar en sus sermones al pueblo a defender
su tierra frente al francés, como fue el caso del padre Rico en la
pedanía de Beniferri.
Días antes se podían leer pasquines por toda la ciudad con el siguiente texto:
La valenciana arrogancia
Siempre ha tenido por punto
No olvidarse de Sagunto
Y acordarse de Numancia.
Franceses idos a Francia,
dexadnos en nuestra ley,
que en tocando a Dios y al Rey,
a nuestras casas y hogares,
todos somos militares,
y formamos una grey.
El día 23, la multitud se congregaba en la citada plaza. Al llegar la prensa se comenzó
a leer en voz alta, y tras saberse que el rey había abdicado en favor del francés, todos los
presentes callaron, durante unos minutos nadie decía una palabra. Al poco, alguien gritó
"VIVA FERNANDO VII". Al momento cundió un gran alboroto y la muchedumbre comenzó a
recorrer las calles gritando el nombre de Fernando VII.
Por las calles un enorme vocerío
proclamaba, "Viva Fernando VII, muera Napoleón”
La situación llevó al Capitán General a llamar a la
casa de la Audiencia hoy Palacio de la Generalitat,
a algunos notables de la ciudad y allí convocar
Acuerdo.
El gentío se acumulaba en la puerta y, al ver
que las autoridades no parecían dispuestas a
declarar la guerra, la muchedumbre envió un
representante. El elegido fue el franciscano padre
Rico. Al Acuerdo se le exigió que reclutara a filas
a los hombres de 16 a 40 años, sacar la Real
Señera (declaración de guerra), quemar el papel
sellado por Murat y firmar en nombre del legítimo
rey, Fernando VII.
Mientras dentro se mostraban indecisos, "El
Palleter", fuera entre la multitud, se desenrolla la
faja encarnada que llevaba ceñida, la trocea y
reparte entre sus compañeros, y guardando el
trozo más grande para sí mismo, lo pone en la
punta de una caña; a ambos lados pone una estampa, por uno la "Mare de Déu dels
Desemparats" (La Virgen de los Desamparados) que él mismo tenía y por la otra, la de
Fernando VII que había cogido en el comercio de un tal Beneyto.
Enarbola Vicente Domenech su "bandera" entre aclamaciones de todo tipo que no
cesaban a su alrededor, se dirige Vicente hacia la Plaza del Mercado. Llegan a la casa
donde se vende papel sellado y Vicente pide que se lo entreguen todo, y tomando un
pliego, sube sobre una silla, lo rompe ante una multitud y dice a gritos:
"¡¡ UN POBRE PALLETER LI DECLARA LA GUERRA A NAPOLEÓN:
VIXCA FERNANDO VII, I MUIREN ELS TRAÏDORS!!”
Sus compañeros hacen añicos todo el papel sellado, lo arrojan al suelo y lo pisotean
con desprecio, borrando de este modo la nota mandada poner por el Consejo de Castilla,
que decía:” Valga para el gobierno del Lugar-Teniente General del Reyno”.
Tras el levantamiento del pueblo valenciano,
simbolizado en El Palleter, contra la orden dada por
el gobierno de Madrid de reconocer por rey de
España a José Bonaparte, y forzado por la iniciativa
popular, tras varios intentos de emitir un
comunicado que no molestara a los franceses, el
Acuerdo declaró de facto la guerra a Napoleón el
mismo 23 de mayo de 1808 y proclamó en
bando rey de España e Indias a Fernando VII, así
como el alistamiento.
La ciudad de Valencia fue de las últimas en
caer en manos francesas, en el tercer asedio,
resistiendo hasta casi el final de la guerra y rechazando al ejército francés en las dos
previas.
Todo lo resume un soldado francés, Pierre Doubon, en carta a un hermano: «Hemos
atacado Valencia y cuando nosotros esperábamos mollese nos hemos encontrado una
resistencia sin igual. No hay en el mundo villa fuerte, castillo sin fortaleza que haya defensa
más activa ni más opiniatre (obstinada). Los valencianos se han defendido con honor y se
han batido con una heroicidad sin par. Un establo es mi tumba...»
Vicente Domenech según algunas fuentes, fue ajusticiado antes de terminar la
guerra.
En Valencia, como en el resto del territorio peninsular, se estableció una forma eficaz
de luchar contra el ejército francés. Consistía en rápidos ataques por sorpresa de partidas
formadas por gentes del pueblo sin formación militar. Actuaron con contundencia y
representaron una perpetua preocupación para los franceses, constantemente asaltados
en sus retaguardias y en sus convoyes de aprovisionamiento. La compleja orografía del
interior de las provincias valencianas sirvió de apoyo para sus acciones. Los principales y
más activos enclaves de los guerrilleros valencianos se encontraban en Jávea, Valle de
Albaida, Bocairent y Cofrentes.
Por Justo V.O.
La Leyenda de D. Pelayo
Cuenta la leyenda, que Pelayo era un joven
noble, hijo del duque Favila, al que asesinó el rey
Witiza dándole un bastonazo en la cabeza.
Como consecuencia de este incidente,
Pelayo tuvo que huir de la corte y refugiarse en
tierras Cántabras, en los Picos de Europa, que
habían pertenecido a su familia desde tiempos muy
remotos. (Algunos historiadores piensan que ni los
visigodos
pudieron
dominar
estas
zonas
totalmente).
Cuando murió Witiza, ocupó el trono el rey D.
Rodrigo.
Pelayo volvió para presentar sus armas al
nuevo rey, del que era partidario.
Ocupó un cargo en la guardia Real y como tal
combatió en la batalla de Guadalete. Después de la
batalla y de la gran derrota que supuso, volvió a tierras Asturianas, supuestamente
custodiando el gran tesoro del rey visigodo.
Poco tiempo después, los musulmanes se habían hecho con toda la península.
La población visigoda que quedó en la península, se adaptó fácilmente a la nueva
cultura.
Los invasores venían cargados de riquezas, conocimientos extraordinarios y
cultivos desconocidos que fueron muy bien recibidos, después de tantas guerras entre
reyes visigodos, la población había sufrido años de hambruna.
Por este motivo a nadie le importó demasiado adaptarse a los nuevos gobernantes y
pudieron conservar sus estatus y sus tierras.
Solo unas cuantas familias resistieron a la dominación musulmanas entre las que se
encontraba la de Don Pelayo, y que habían quedado refugiados en los Picos de Europa, por
la parte Asturiana de donde eran y que conocían como las palmas de sus manos.
Mandaron como gobernador al norte de la península, a un berebere llamado Munuza.
Pero su autoridad era desafiada continuamente por los dirigentes astures que,
reunidos en Cangas de Onís en 718 encabezados por Pelayo, decidieron rebelarse
negándose a pagar los impuestos que se les exigían.
Munuza conoció a la hermana, del ya proclamado rey de los astures, Don Pelayo y
quiso casarse con ella.
Don Pelayo se opuso radicalmente, estalló una
revuelta donde le apresaron.
Munuza decidió mandarlo a Córdoba y acabar de una
buena vez con los levantamientos y rebeldías de los astures.
Camino de Córdoba, Don Pelayo, ayudado por un
puñado de astures consiguió escabullirse en la noche,
volviendo a refugiarse en la seguridad de sus montañas. Así
comenzó la guerra entre Pelayo y Munuza que comenzó a
castigar a los sublevados, atacando y saqueando aldeas.
Viendo que no era capaz acabar con las revueltas,
pidió ayuda a Córdoba para que mandaran refuerzos.
Desde Córdoba llegó un cuerpo expedicionario sarraceno de
180.000 hombres.
Por desgracia las fuerzas de Pelayo, eran poco más de 300 combatientes.
Aún así, esperó a los musulmanes en un lugar estratégico, nadie conocía como él la
zona.
Buscó un angosto valle de Cangas de Onís en los Picos de Europa cuyo fondo
cierra el monte Auseva, donde un atacante ordenado no dispondría de espacio para
maniobrar y perdería la eficacia que el número y la organización podrían otorgarle.
Allí, en el año 722, se produjo un tremendo enfrentamiento.
Las tropas sarracenas fueron derrotadas.
Munuza no logró huir, dado que él y gran parte de sus tropas murieron aplastados.
Un centenar de hombres, mandados por Pelayo, habían ocupado la célebre Cueva
de Covadonga, atacando desde allí a las desconcertadas tropas moras.
Provocaron un oportuno desprendimiento de tierra y rocas sobre el ejército
musulmán que acabó con casi todos.
Sobre la Cueva de Covadonga, existe una vieja leyenda que cuenta como don
Pelayo, persiguiendo a un malhechor que se
habría refugiado en esta gruta, se encontró
con un ermitaño que daba culto a la Virgen
María.
El ermitaño rogó a Pelayo que
perdonase al malhechor, puesto que se
había acogido a la protección de la Virgen, y
le dijo que llegaría el día en que él también
tendría necesidad de buscar amparo en la
Cueva.
Tiempo después, Don Pelayo y los
cristianos, refugiados en la Cueva de los
musulmanes, llevaron consigo la imagen de
una Virgen y tras la victoria en la Batalla de Covadonga, la dejaron allí.
Las crónicas musulmanas sobre la Batalla de Covadonga dicen que en esta Cueva
se refugiaron las fuerzas de Don Pelayo, sitiadas por los supervivientes musulmanes tras
la batalla, alimentándose de la miel dejada por las abejas en las hendiduras de la roca.
Las crónicas cristianas afirman que la intervención milagrosa de la Virgen María fue
decisiva en la victoria, al repeler los ataques contra la Cueva.
La primera construcción en la Santa Cueva data de tiempos de Alfonso I, el Católico
quien, para conmemorar la victoria de don Pelayo ante los musulmanes, manda construir
una capilla dedicada a la Virgen María, que daría origen a
la advocación de la Virgen de Covadonga (conocida
popularmente como la Santina).
La batalla de Covadonga supuso la primera
victoria de un contingente rebelde contra las fuerzas
musulmanas y permitió que el reino no volviese a ser
atacado.
Como
consecuencia
nació
el
reino
independiente de Asturias, y de otros reinos cristianos
que culminaría con la formación del Reino de España.
Un viejo dicho asturiano dice «Asturias es España y lo
demás tierra conquistada».
De Leyendas de España
Este llamamiento lo hago en nombre del Padre Ignacio María Doñoro, sacerdote
español, de Deusto, que un día decidió dejarlo todo y adentrarse en las poblaciones del
Amazonas. Hoy se encuentra en Puerto Maldonado al frente de un hogar de acogida para
niños abandonados, el Hogar Nazaret es el nombre que recibe.
El Padre Ignacio lleva luchando
durante mucho tiempo por salvar a los niños
que encuentra en la calle, ya son unos veinte
aproximadamente, niños rescatados de las
calles, que Vivian del robo, o se pasaban el
día esnifando cola. Nuestro querido Padre
Ignacio ha gastado todo su dinero y sigue
gastando, apenas recibe ayuda también de
gente necesitada, no recibe ayudas de
ninguna institución y si bien no logramos
que entre todos siga adelante con su santa
labor, tendrá que cerrar las puertas. Se están
consiguiendo muchas ayudas, como por
ejemplo se ha ido donando hasta unos
doscientos patos para crear una granja, pero siguen habiendo muchísimas necesidades,
esos niños necesitan comer a diario y vestir en la medida de lo posible pero decentemente.
Nosotros desde estas lineas queremos
pedir universalmente un gramito de solidaridad
para la ayudar en su lucha a este santo Padre
que está dejando su juventud por salvar a estos
niños de Dios.
Como dice el mismo Padre Ignacio; “Como
puedo devolver a estos niños a la calle de donde
los saqué, son veinte niños Jesús salvados, no
puedo tirar al Niño Jesús a la calle”.
Queremos insistir en que si nos lo
proponemos podemos, es cuestión de decir de
hoy no pasa voy a ayudar en mi justa medida,
pues nada es poco y todo es mucho, cualquier
ayuda será bien recibida por estos niños, a los
que también podemos apadrinar pidiéndonos en
contacto con el Padre Ignacio en el correo
[email protected] y la cuenta para
poder realizar alguna donación es la siguiente:
La Caixa: nº 2100-1592-02-0200098501 IBAN: ES
71
Gracias en nombre de todos estos
pequeños que ahora pueden empezar a sonreír.
Edita:
Orden Católica del Templo
Maestrazgo Templario Católico Internacional
www.ocet.org.es
Registrada en el Ministerio del Interior (RNA) Gpo. 1 Nº 604098
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