1613 wurden die Novelas ejemplares veröffentlicht

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concurso literario
Rómika García de Cáster
- 1er premio, categoría ensayo científico Claudia Jacobi: La ejemplaridad de “La Gitanilla” de Miguel de
Cervantes
Las Novelas ejemplares de Miguel de Cervantes Saavedra fueron publicadas por la primera
vez en 1613. La colección de doce relatos breves constituye la inauguración de este
subgénero narrativo en la literatura española. Consciente de tal innovación, Cervantes se
jacta en el prólogo de sus novelas de ser el iniciador de la novelística castellana: “yo soy el
primero que he novelado en lengua castellana”.1
Efectivamente, hasta entonces la narración breve sólo había existido a través de
traducciones y adaptaciones de novelas italianas. La denominación “ejemplares” obedece
al valor didáctico y moral de los relatos, puestos de relieve por el mismo autor en el
prólogo: “Heles dado nombre de ejemplares, y si bien lo miras, no hay ninguna de quien no
se puede sacar algún ejemplo provechoso” (G, 52). Sin embargo, como hace constatar
Harry Sieber en la introducción de la edición Cátedra, en algunas novelas la moraleja
aparece de manera velada o indescifrable: “no podemos descifrar las moralejas porque no
existen”.2 Según el editor y experto de literatura barroca la supuesta ejemplaridad pone
problemas fundamentales de interpretación: “La ejemplaridad es un tópico que no puede
resolverse, y posiblemente no merezca solución, porque llega a ser un obstáculo en la
lectura de las Novelas ejemplares como obra literaria”.3 Sin duda, esta problemática surge
de la ambigüedad e ironía del estilo cervantino, debido principalmente a la rígida censura
literaria del siglo XVII. En este sentido Cervantes habría cubierto sus relatos de valor
moral con el fin de conseguir su aprobación. La noción de “ejemplaridad” se convierte así
en una fórmula polifacética que designa las ideas morales de la época, poniéndolas en duda
al mismo tiempo.
m
Este ensayo tiene el objetivo de evaluar la “ejemplaridad“ de la novela; sobre todo de
Preciosa, la protagonista femenina, y de analizar en qué medida su carácter corresponde a
la imagen de la mujer ideal en el siglo XVII.
1
Cervantes, Miguel de: Las Novelas ejemplares I. Edición de Harry Sieber. Madrid: Cátedra, 1992. p. 52, abreviado en adelante G.
Sieber, Novelas ejemplares, p. 16.
3
Ibid.
2
1
La novela de la Gitanilla forma el pórtico de los doce relatos que constituyen las Novelas
ejemplares. Cervantes narra la historia de amor entre “la gitanilla” Preciosa – raptada de
pequeña a una ilustre familia y criada por una gitana anciana – y don Juan de Cárcamo –
un joven de alta nobleza que se hace gitano para poner a prueba la sinceridad de sus
declaraciones de amor. Después de algunas peripecias que amenazan el proyectado
matrimonio, la gitana anciana revela la verdadera identidad de Preciosa, posibilitando así la
unión de la pareja y el tópico final feliz. Cervantes abre su relato con una descripción
generalizada sobre la codicia de los gitanos, estableciendo el latrocinio como rasgo
tradicional y congénito de este grupo étnico:
Parece que los gitanos y gitanas solamente nacieron en el mundo para ser ladrones: nacen
de padres ladrones, críanse con ladrones, estudian para ladrones, y, finalmente salen con ser
ladrones corrientes y molientes a todo ruedo, y la gana del hurtar y el hurtar son en ellos
como accidentes inseparables, que no se quitan sino con la muerte. (G, 61)
Por lo tanto, el célebre párrafo del comienzo introduce el desprecio general hacia los
gitanos, característico de la época cervantina4 y prepara el lector a leer un cuento de
malversaciones y deslealtad. Sin embargo, estas expectativas son contradichas por la
introducción de la protagonista femenina. Ya sólo el nombre “Preciosa” revela las
principales características de este personaje: según el Diccionario de la lengua Española el
adjetivo “precioso” tiene connotaciones positivas como “belleza sin igual, perfección, de
gran valor, digno de estimación y aprecio”5. En efecto, la primera parte de la novela nos
presenta un personaje idealizado, que desafía las ideas preconcebidas representando una
aparente desviación de las normas bohemias. Desde las primeras páginas Cervantes hace
resaltar la gracia y la belleza suprema de la gitanilla:
Salió la tal Preciosa [...] la más hermosa y discreta que pudiera hallarse, no entre los
gitanos, sino entre cuantas hermosas y discretas pudiera pregonar la fama. (G, 61)
Entre las demás resplandeció Preciosa como la luz de una antorcha entre otras luces
menores. (G, 77)
Su aparición “radiante” le confiere a Preciosa tal fuerza de atracción que despierta el
deseo en quienes la contemplan: “el aseo de Preciosa era tal, que poco a poco fue
enamorando los ojos de cuantos la miraban” (G, 64). Pero Preciosa no sólo se distingue
por su apariencia física, sino también por sus cualidades morales. El autor insiste en la
4
La opinión oficial y la historia política de aquellos siglos constituyen un frente sólido y severo contra los gitanos: Real Cédula de los
Reyes Católicos para que los egipcianos no anden vagando por el reino (1499); conato de expulsión bajo el reinado del Emperador
Carlos V (1539). Véase Avalle-Arce, Juan Bautista: La gitanilla. p. 9-10.
5
http://dle.rae.es/, 11.02.2007.
2
inmaculada honestidad de la protagonista, lo que le confiere el respeto de sus compañeras
gitanas:
Era tan honesta, que en su presencia no osaba alguna gitana, vieja ni moza, cantar cantares
lascivos y decir palabras no buenas. (G, 62)
[Recitaron] cantarcillos alegres, pero todos honestos, que no consentía Preciosa que las que
fuesen en su compañía cantasen cantares descompuestos, ni ella los cantó jamás. (G, 66)
A diferencia de sus compañeros gitanos, para los cuales el hurto constituye una estrategia
de supervivencia, Preciosa da prueba de sus altos valores morales distanciándose
explícitamente de los latrocinios.6 La gitanilla prefiere ganar su vida bailando y cantando.
El hecho de que la virginidad ocupe una plaza primordial en las concepciones morales de
Preciosa7 acrecienta su virtud y parece transformarla en la encarnación del ideal femenino
de la época ortodoxa del Siglo de Oro. Según la Introducción a la sabiduría (1524) de Juan
Luís Vives la mujer “se ha de habituar a ser sobria y casta, virtuosa y virgen, y la
virginidad implica integridad de mente y cuerpo”.8 La tercera característica diferenciadora
de la gitanilla es su capacidad destacada en el ámbito de la expresión oral: Preciosa posee
el don de la palabra, sabe expresarse con “desenvoltura”, “donaire” y “discreción”. En
lugar de hurtar, Preciosa se gana la vida como recitadora de coplas, romances, poesías y
buenaventuras. Su elocuencia y su madurez – insólita por su joven edad –9 dejan atónitos a
quienes la escuchan: “tú sabes más que un sabio” (G, 73) “te estoy escuchando como a una
persona espiritada, que habla latín sin saberlo” (G, 87). Resumiendo se puede constatar,
que se le otorgan a Preciosa tres elementos distintivos e individualizadores: la belleza, la
virtud y sus talentos extraordinarios. Este lado idealizado de Preciosa ha llevado a algunos
críticos contemporáneos a considerarla como encarnación del ideal femenino de Cervantes:
[La gitanilla es] la figura más perfecta, lograda y cautivadora de todas las suyas femeninas.
Nada le falta, porque su progenitor espiritual la supo ataviar con todas las humas perfecciones y
prendas: inteligencia, discreción, ingenio, prudencia, honestidad, limpieza, gracias del espíritu
que se derraman en un cuerpo joven.10
Sin embargo en la época cervantina, las características que Amezúa y Mayo atribuye a
Preciosa no correspondían socialmente a una gitana, que representaba la capa más baja de
la sociedad. El nexo entre virtud y nobleza era considerado como conditio sine qua non.
Por consiguiente, la nobleza de la sangre constituía el atributo más preciado del hombre y
“No todas somos malas [...] en verdad que no somos ladronas ni rogamos a nadie” (G, 95).
“Una sola joya tengo que la estimo en más que a la vida, que es la de mi entereza y virginidad, y no la tengo de vender a precio de
promesas ni dádivas” (G, 85).
8
De Vives, Antología. p. 145.
9
Preciosa tiene apenas quince años: “a los quince años de su edad” (G, 63).
10
Amezúa y Mayo: Cervantes. p. 14.
6
7
3
sólo las cualidades innatas, transmitidas por la descendencia noble, adquirían crédito
general. Por el contrario, a primera vista, Cervantes crea una protagonista pobre y virtuosa
al mismo tiempo. Por un lado, el autor parece contradecir la ideología de su época,
oponiéndole la magnificación del espíritu, o sea, la supremacía de la virtud sobre la
herencia de sangre.11 Por otro lado, desde la primera aparición de Preciosa, Cervantes
prepara un final indispensable para obtener la aprobación de la censura: la reintegración de
Preciosa en el mundo aristocrático. El autor introduce a una protagonista cuyo aspecto y
características divergen fundamentalmente de las ideas recibidas sobre los gitanos:
Preciosa tiene “cabello de oro” y “ojos de esmeraldas”, una gitana vieja, su “abuela
putativa” la crió “en nombre de nieta suya” (G, 35). Finalmente, la aparente perfección
moral y exterior de la protagonista da la impresión de que procede “de mayores prendas
que de gitana” (G, 42). De esta manera Cervantes provoca las sospechas del lector que van
aumentando a lo largo de la novela y no son disipadas hasta la anagnórisis final. Al
contrario, en el curso del relato, el idealismo con que ha venido etiquetándose la Gitanilla
se apeará: varios episodios nos presentan la protagonista en su ambigüedad, relativizando
así los rasgos positivos que harían de Preciosa un personaje ideal. El primer indicio de esta
“doble naturaleza” es introducido por la unión de elementos antitéticos en la misma
persona: “Y, con todo esto, era algo desenvuelta; pero no de modo que descubriese algún
género de deshonestidad” (G, 62).
Esta caracterización alude manifiestamente al doble significado del término “desenvoltura”
que designa, por un lado, la capacidad de expresarse con facilidad y que contiene, por otro
lado, claras insinuaciones eróticas12, que el narrador insiste a excluir. De todas maneras,
los episodios que ponen en duda la inmaculada pureza moral de Preciosa van
acumulándose. Respecto a su honestidad idealizada, Cervantes nos informa que Preciosa
no toleraría “cantares lascivos” en su presencia. Paradójicamente el tercero de los poemas
que acoge la Buenaventura dicha por Preciosa a la mujer del teniente está impregnado de
insinuaciones sexuales.13
Preciosa misma expresa la dicotomía nobleza-virtud en sus poesías, subrayando la primacía de la virtud: “Si las almas son iguales |
podrá la de un labrador | igualarse por valor | con las que son las imperiales” (G, 121).
12
Definición del Diccionario de la lengua Española: “Conducta o acción poco decente o comedida en cuestiones sexuales”,
http://dle.rae.es/, 11.02.2007.
13
Según las interpretaciones de Villanueva y Weber, Preciosa abre el acto adivinatorio con referencia a las relaciones
extramatrimoniales del teniente (“juguetón”) inclinado a “arrimar la vara”. El obvio sentido sexual de este verso se establece por el
verbo “arrimar” que tiene evidentes connotaciones eróticas y por el substantivo “vara” que es asociado, a causa de su forma, al genital
masculino. Las referencias a un “lunar” secreto de la tenienta son igualmente explícitas en su sentido erótico, así como la recomendación
de guardarse del peligro de las caídas, “principalmente de espaldas”. La comparación de la tenienta con una “abadesa” insinúa la
degradación a una “prostituta vieja”, significado implícito de “abadesa” en el castellano del XVII siglo. Véase Villaneuva: La
Buenaventura de Preciosa. p. 745-749. Weber: Pentimiento. p. 64-65.
11
4
La dicotomía verdad-mentira puede ser considerada como ulterior prueba del carácter
oximórico de la protagonista. No obstante Preciosa pretende repetidas veces
comprometerse a la sinceridad e integridad moral frente a la tenienta reconoce la posible
falibilidad des sus profecías14: “No llores señora mía, que no siempre las gitanas decimos
el Evangelio” (G, 80). En cierto sentido, este género de bivalencias y polaridades ya están
ancladas en el mismo nombre de la protagonista: el adjetivo “precioso” no sólo tiene las
connotaciones antes citadas de carácter positivo. Designando un “objeto en venta”, el
adjetivo indica igualmente el alto valor de Preciosa en términos puramente económicos. Es
la “presunta abuela”, que descubre este potencial y que adiestra a la niña en “todas sus
gitanerías” para que aprenda a emplear su belleza y sus talentos como instrumentos
económicos: “Su taimada abuela echó de ver que tales juguetes y gracias, en los pocos
años y en la mucha hermosura de su nieta, habían de ser felicísimos atractivos e incentivos
para acrecentar su caudal” (G, 62). Consciente de sus cualidades, Preciosa no rechaza tal
idea y saca provecho de sus encantos femeninos: “Si me dan cuatro cuartos, les cantaré un
romance yo sola” (G, 67).
Se establece así una estrecha relación entre los “servicios” de Preciosa (canto, baile,
adivinación) y el dinero que recibe de recompensa. En consecuencia, la gitanilla es
constantemente envuelta en “intercambios” ambiguos con un público prevalentemente
masculino. La reiterada proclamación de la ingenuidad sexual de Preciosa y su insistencia
en la divergencia entre la representación pública y la disponibilidad sexual15 no pueden
disipar por completo la impresión de la degradación de la mujer a un mero objeto de
comercio: “A los quince años de su edad, su abuela putativa la volvió a la Corte [...]
pensando en la Corte vender su mercadería, donde todo se compra y todo se vende” (G,
63).
En este sentido la generosidad y el carácter de la complacencia de “aquellos tan liberales
señores” (G, 64) quedan ambiguos. Se impone, según algunos críticos, la comparación con
la prostitución.16 Efectivamente, el hecho de que Preciosa acepte el dinero sin hesitar
parece quebrantar su integridad moral. El sorprendente rechazo del segundo escudo de oro
del paje-poeta, el cual quiere obsequiar a la gitanilla con dinero y poemas de amor,
demuestra que la protagonista percibe, en cierta medida, la ambigüedad de su
Véase Lipson: La palabra hecha nada. p. 38. Por otro lado “decir el Evangelio” también puede ser interpretado en el sentido de tener
“buenas noticias”.
15
Frente a las preocupaciones de una gitana de entrar en una sala de juego llena de jugadores de carta, Preciosa responde “De lo que has
de guardar es de un hombre solo y a solas, y no de tantos juntos [...] la mujer que se determina a ser honrada, entre un ejército de
soldados lo puede ser. Verdad es que es bueno huir de las ocasiones; pero han de ser de las secretas, y no de las públicas”. (G, 73).
16
Véase Clamurro: Value and identity in ‘La Gitanilla’. p. 48. Alcalde: El poder de la palabra y del dinero en ‘La Gitanilla’. p. 124.
14
5
comportamiento. Este tipo de “comercio” así como el estilo de vida gitano, marcado por el
amor de la libertad y el contacto con el público no corresponde de ninguna manera al ideal
de la mujer de los siglos XVI y XVII:
Parece a muchos ahora que conviene que las doncellas que se han de casar, salgan, y anden, y
pasen, y sean vistas; para esto se componen, y aderezan [...] y hablan, y cantan, y danzan, y
hacen todo aquello que ha de ser parte para agradar, y aficionar a los que las miran [...] [eso es]
abuso pestilencial; introducción del demonio.17
Aunque Cervantes presente la elocuencia e ingenuidad de Preciosa como características
dignas de admiración, en las concepciones morales del siglo estos valores eran reservados
al mundo varonil:
Porque así como la naturaleza, como dijimos y diremos, hizo a las mujeres para que encerradas
guardasen la casa, así las obligó a que cerrasen la boca [...] las desobligó de los negocios y
contrataciones de fuera […] Como son los hombres para lo público, así las mujeres para el
encerramiento y como es de los hombres el hablar y el salir a luz, así de ellas es encerrarse y
encubrirse.18
Finalmente, la escena de los desposorios pone de manifiesto los diferentes sistemas de
valores a los cuales pertenecen los protagonistas: los valores del mundo gitano y del
mundo aristocrático. Mientras la moral gitana se basa en el concepto de la propiedad
común, las ideas del caballero se caracterizan por el recurso a la susodicha ideología de la
nobleza de sangre. Don Juan se presenta en términos sociales y materialistas, destacando
su origen noble y la riqueza de su familia. Para él, su hábito de caballero es la
manifestación exterior de la nobleza interior.19 Incluso materializa sus sentimientos,
ofreciendo una gran cantidad de dinero para dar prueba de sus cualidades y de su amor
incondicional por Preciosa, a la que pide en matrimonio. Por el contrario, los valores y
costumbres bohemios son evocados en el discurso de un viejo gitano, que hace particular
referencia a las relaciones entre hombres y mujeres. En el código gitano la mujer aparece
como propiedad de los varones: Antes del matrimonio es considerada como “propiedad
común”, que puede ser “entregada” al esposo por sus viejos patrones gitanos: “Mírala bien,
y mira si te agrada, o si ves en ella alguna cosa que te descontente, y si la ves, escoge entre
las doncellas que aquí están la que más te contentare que la que escogieres te daremos” (G,
101). Después del matrimonio la mujer gitana pasa a ser la “propiedad privada” de su
17
Vigil: La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII. p. 84.
De León: La perfecta casada. p. 154.
19
“Soy caballero, como lo puede mostrar este hábito” (G, 84).
18
6
marido: “Pocas cosas tenemos que no sean comunes a todos, excepto la mujer o la amiga,
que queremos que cada una sea del que le cupo en suerte” (G, 101).
Ante las declaraciones del viejo gitano, Preciosa toma una contraposición particularmente
atrevida y autónoma para una mujer de la época: tras rechazar el dinero de Don Juan la
gitanilla reivindica sus derechos oponiendo a las leyes gitanas la “ley de su voluntad”. Le
pone como condición a su pretendiente permanecer durante dos años en la comunidad
gitana y cambiar su nombre nobiliario por el nombre gitano de Andrés Caballero. Sólo
después de haber pasado esta prueba la gitanilla decidiría sobre el matrimonio y estaría
dispuesta a sacrificar “la sola joya que tiene”, su virginidad.
Por lo tanto, Preciosa se niega a aceptar las normas de su comunidad, así como el
“intercambio económico” previsto por su noble cortejador. Al contrario, Preciosa establece
derechos individuales imponiendo así su propia voluntad a sus interlocutores masculinos.
Curiosamente esta rebelión queda incontestada: las leyes de Preciosa son aprobadas por la
comunidad gitana y por Don Juan, que acepta seguir la vida nómada de gitano sacrificando
así la identidad noble de la cual se había jactado tanto.
A continuación Andrés Caballero se dará cuenta de la incompatibilidad de sus valores
aristocráticos con las obligaciones debidas a su nueva identidad: al descubrir que en la
comunidad gitana el prestigio va parejo con la habilidad en el robo, Andrés recurre a sus
bienes para restituir a las víctimas saqueadas el dinero que les pertenece y comprar objetos
que pretende haber hurtado. De esta manera, Andrés obtiene muy pronto la estima general
y lleva una vida tranquila y bucólica en la comunidad gitana: “Desta manera iba el aduar
rico, próspero y contento, y los amantes gozosos con sólo mirarse” (G, 108). La última
parte de la novela se caracteriza por una serie de incidentes que agitan la calma feliz. El
amor de Andrés es puesto a severas pruebas, que se manifiestan a lo largo de una
peregrinación hacia Murcia. Los gitanos se alojan en el mesón de una viuda rica próximo a
la ciudad. Aquí, la Carducha, hija de la mesonera, se enamora apasionadamente de Andrés.
Cuando este último rechaza su amor, la Carducha piensa vengarse ocultando unas alhajas
suyas en el equipaje de Andrés y denunciándolo de robo.
Irónicamente, al final, todos los robos cuidadosamente evitados por Andrés, le son
imputados por esta falsa denuncia y las acusaciones de un “soldado bizarro” que le propina
un bofetón. Hondamente ultrajado, Andrés apuñala al soldado defendiendo así su honra de
caballero. Como consecuencia Andrés es llevado prisionero a Murcia y sentenciado a
muerte. Es entonces cuando Preciosa, captada por el alcalde, llama la atención de la
corregidora, la cual, impresionada por su suprema belleza, intenta protegerla. Una última
7
vez la gitanilla se muestra segura, vigorosa y determinada a defender su voluntad y su
amor por Don Juan:
Si algún agrado os ha dado mi hermosura, entretenedla con entretener el preso, porque en el
fin de su vida está el de la mía [...] señora mía, si sabéis qué es amor, y algún tiempo le
tuvistes, y ahora le tenéis a vuestro esposo, doleos de mí, que amo tierna y honestamente al
mío. (G, 126)
Preciosa llega incluso a ofrecer su propia libertad para liberar a su esposo (“Déseme a mí la
pena”, G, 126). Se echa de rodillas frente al corregidor implorándolo con palabras
conmovedoras: “¡Señor, misericordia, misericordia! ¡Si mi esposo muere, yo soy muerta!”
(G, 126).
Para salvar a Andrés de la muerte la vieja gitana decide revelar el secreto de la verdadera
identidad de Preciosa, mientras que esta última desvela el origen noble de Andrés
Caballero. Estas revelaciones posibilitan el final feliz de la novela y el matrimonio
cristiano entre dos personas del mismo rango: el corregidor acoge a Preciosa, es decir, a
doña Constanza de Azevedo y Meneses como su hija y libera a su futuro yerno. Este
último vuelve a convertirse en don Juan, recuperando así su posición social privilegiada.
Por lo tanto, el episodio final restablece el mundo ordenado que había dejado de existir a
causa de las numerosas peripecias en el curso del relato.
La anagnórisis final va acompañada de la reconciliación de los personajes: se le perdona a
la vieja gitana el rapto de doña Constanza, confesando su culpa la Carducha queda libre de
castigo y el tío del soldado apuñalado perdona al asesino. Así, la novela acaba con el
triunfo del “buen amor”, la reconciliación de los personajes y la restauración del orden
social. Esta “armonía final” reconstruye el mundo ideal según los conceptos de la censura
del siglo XVII. En todo caso, la aparente defensa de Cervantes de un mundo basado en
principios tradicionales, es puesto en duda por el carácter corrupto de la imposición de este
orden final. En una sociedad donde “todo se compra y todo se vende” los parientes del
soldado apuñalado son recompensados económicamente y Don Juan es perdonado de un
crimen que ha efectivamente cometido.20
Desde el punto de vista del lector contemporáneo el desarrollo de Preciosa es todo menos
ejemplar: con la incorporación a los círculos de la alta esfera social cede ante los
mecanismos que la sociedad exige y sustituye su espíritu libre por la sumisión más
“Recibió el tío del muerto la promesa de dos mil ducados, que le hicieron por que bajase de la querella y perdonase a don Juan” (G,
133).
20
8
absoluta ante los esquemas patriarcales. Convirtiéndose en doña Constanza la gitanilla
degrada sus anteriores revueltas a un puro medio de ascenso social:
Con vergüenza y con los ojos en el suelo, le dijo que por haberse considerado gitana, y que
mejoraba su suerte con casarse con un caballero de hábito y tan principal como don Juan de
Cárcamo, y por haber visto por experiencia su buena condición y honesto trato, alguna vez le
había mirado con ojos aficionados [...]. (G, 131)
Su voluntad, libremente expresada en cuanto gitana, ahora sólo se manifiesta a través de
unos tímidos susurros: “Suspiró [...] y su madre, como era discreta, entendió que suspiraba
de enamorada de don Juan” (G, 129). Preciosa, que ha sido hasta el episodio final un
destacado ejemplo de autonomía femenina, libre albedrío y de una voluntad indomable se
transforma en Constanza, mujer constante y conforme a lo que la sociedad espera de ella.
Al incorporarse a la alta nobleza, Preciosa acepta su estado de objeto de intercambio21,
pierde toda autodeterminación y se somete por completo a la voluntad paterna: “Respondió
que [...] no se extendería a más el agradecimiento de aquello que sus señores padres
quisiesen […] no tenía otra voluntad que aquella que ellos quisiesen” (G, 129 ss.). Este
drástico cambio de actitud se manifiesta igualmente con respecto al lenguaje. La
recuperación de la identidad va ligada a la pérdida de la palabra: “Calla hija […] que yo
como tu padre, tomo a cargo el ponerte en estado que no desdiga de quién eres” (G, 129).
Finalmente, Preciosa se vuelve exactamente en lo que había rechazado de ser: de individuo
libre, decidido y vigoroso se trasforma en un objeto de posesión silencioso, sumiso, pasivo
y obediente. La metamorfosis de la protagonista reafirma las ideas morales de la época
cervantina. Preciosa se transforma en la encarnación del ideal de subordinación femenina,
reestableciendo el orden perturbado y permitiendo que La Novela de la Gitanilla sea
aprobada por la censura literaria.
Todavía, el lector contemporáneo reconoce la ambigüedad de la moraleja final y las
peripecias irónicas del estilo cervantino. En este sentido se puede confirmar la afirmación
precitada de Harry Sieber, el cual considera la “ejemplaridad” de la novela como
“obstáculo” en la lectura; obstáculo en la medida que Cervantes propone una moraleja
polifacética, que designa las ideas morales de la época, poniéndolas en duda al mismo
tiempo.
“Haré que Preciosa sea vuestra legítima consorte, y agora os la doy y entrego en esperanza por la más rica joya de mi casa, y de mi
vida, y de mi alma. [...] si os iguala en el amor, no os desdice nada en el linaje” (G, 133).
21
9
Bibliografía:
Cervantes, Miguel de: Las Novelas ejemplares I. Edición de Harry Sieber. Madrid: Cátedra, 1992.
Alcalde, Pilar: “El poder de la palabra y el dinero en La gitanilla”. Bulletin of the Cervantes Society of
America. Vol. XVI. 2 (1997). p. 122-132.
Amezúa y Mayo, Augustín: Cervantes, creador de la novella corta Española. Vol. 2. Madrid: CSIC, 1958.
Avalle-Arce, Juan Bautista: “La Gitanilla”. Bulletin of the Cervantes Society of America 1.1-2 (1981). p. 917.
Clamurro, William: “Value and identity in ‘La Gitanilla’”. Journal of Hispanic Philology. Vol. XIL. 1 (1989).
p. 43-60.
León, Fray Luís de: La perfecta casada. Madrid: Taurus, 1987.
Lipson, Lesley: “’La palabra hecha nada’: Mendacious Discourse in La Gitanilla”.Cervantes: Bulletin of the
Cervantes Society of America 9.1 (1989). p. 35-53.
Sieber, Harry: “Introducción”. In: Cervantes, Miguel de: Las Novelas ejemplares I. Edición de Harry Sieber.
Madrid: Cátedra, 1992.
Vigil, Mariló: La vida de las mujeres en los siglos XVI y XVII. Madrid: Siglo Veintiuno, 1986.
Villanueva, Francisco Márquez: “La Buenaventura de preciosa”. Nueva Revista de filología hispánica. Tomo
XXXIV. p. 741-768.
Vives, Juan Luís de: Antologia. Selección, introducción y prólogo por José Corts Grau. Madrid: Ediciones
Fe, 1943.
Weber, Alison: “Pentimento: The Parodic Text of "La Gitanilla". Hispanic Review 62.1 (1994) p.59-75.
10
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