Carta de San Pablo a la UNICA - Universidad Católica " Cecilio

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Car ta de San Pablo a la UNICA En el Año Paulino Andrés Bravo Capellán de la UNICA Que Jesucristo, amor donado, quien con el Padre amoroso nos da el Espíritu Santo como vínculo de comunión, habite en Ustedes y transforme sus existencias al bien comunitario. Soy Pablo de Tarso o, mejor, del mundo entero. El Pablo de todas partes y de todos los tiempos. A quien Ustedes le están celebrando su cumpleaños dos mil. Así como hace muchos años les escribí cartas a diversas comunidades cristianas, también les escribo a Ustedes, Comunidad Cristiana Universitaria de la Universidad Católica Cecilio Acosta. Para empezar, les ruego que no dejen nunca de testimoniar su fe en Jesucristo, quien muriendo crucificado se ofreció por la salvación de todos. Los griegos solían tenerme por necio, mientras que los judíos se escandalizaban, porque yo predico a Jesucristo crucificado. Pero, para nosotros, la cruz es el acontecimiento más valioso para nuestra salvación. Les recuerdo lo una vez escribí a los corintios de mi época: “El mensaje de la muerte de Cristo en la cruz parece una tontería a los que van a la perdición, pero este mensaje es poder de Dios para los que vamos a la salvación… Pues lo que en Dios puede parecer una tontería, es mucho más sabio que toda sabiduría humana; y lo que en Dios puede parecer debilidad, es más fuerte que toda fuerza humana”. Sin embargo, esto tiene validez porque la cruz se transformó en fuente de vida con la resurrección del Señor. Les reafirmo con mayor fuerza, y les exijo que Ustedes lo testimonien ante el mundo, “si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale nada, ni tampoco vale para nada la fe que profesamos… Es más, si nuestra esperanza en Cristo sólo vale para esta vida, seremos los más desdichados de todos”. Hermanos, he oído de la situación difícil que están viviendo en su pueblo. Estoy seguro que mis enseñanzas y mi experiencia de fe les pueden ayudar. De conflictos y luchas por el bien, la paz, la justicia y la libertad, sabemos mucho los cristianos de mi época. Nos ayudó mucho el convencimiento de que todo se puede en Aquel en quien podemos confiar. No piensen escaparse de las persecuciones si deciden vivir en Cristo. Si embargo, aunque estén llenos de problemas, siempre hay salida. Pueden tener muchas preocupaciones, pero no pierdan la esperanza. Les perseguirán, pero no estarán desamparados. Les podrán derribar, pero no les destruirán. Ciertamente, en nosotros actúa la muerte de Cristo, pero el
que vence es la vida en la resurrección del mismo Señor. Un signo de muerte es la división, la discordia y el individualismo. Eso mata la lucha liberadora y la esperanza del bien. Debemos aprender a vivir en comunidad porque las divisiones son contra la unidad de Cristo. Cristo es uno para todos. Es un solo Espíritu, una sola fe, un solo Señor. Yo les dejé escrito, hace muchos años, que deben ser como un cuerpo humano. El cuerpo, como saben, tiene miembros diversos pero unidos. Esto les exige aceptarse con respeto y ayudarse mutuamente. Es lo que Ustedes llaman unidad en la diversidad. Eso sí, la cabeza es Cristo y el que les mueve e inspira actuar en el amor es el Espíritu Santo. Recuerden, todos somos servidores. Les quiero referir algunas enseñanzas contenidas en una carta que dirigí a una simpática comunidad cristiana, ahora no recuerdo si era una o varias comunidades, pero lo que no he podido olvidar es que estando yo enfermo, ellos me recibieron y atendieron como a un Ángel del Señor. Conocen la carta a los Gálatas donde escribí con mucho afecto, partiendo de mi experiencia de fe. Me inquietó mucho el hecho de que los hermanos Gálatas se hayan alejado de Dios. No sean así Ustedes, nunca dejen de vivir en Cristo Jesús. Jamás destierren de su interior el Espíritu que le dinamiza a luchar por el bien. Es en esa carta donde les anuncié, como lo hago hoy con Ustedes, el sentido de la libertad de los hijos de Dios. Precisamente, Dios les ha dado el Espíritu de su Hijo para no ser más esclavo, sino hijos; y si somos hijos, somos libres. Pues, “Cristo nos dio libertad para que seamos libres. Por lo tanto, manténganse firmes en esa libertad y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud”. La libertad de la que he hablado es frente al pecado, pero también frente a estructuras sociales que pretenden someterles en la opresión. Por otro lado, “hermanos, han sido llamados a la libertad. Pero no usen esta libertad para dar rienda suelta a sus instintos. Más bien sírvanse los unos a los otros por amor. Porque toda la ley se resume en este solo mandato: Ama a tu prójimo como a ti mismo. Tengan cuidado, porque si se muerden y se comen unos a otros, llegarán a destruirse entre Ustedes mismos”. Si leen alguna vez mis cartas que han recogido en lo que llaman Biblia, les recomiendo la que le escribí desde la cárcel a los Efesios. Ahí insistí en la unidad y en la libertad, como frutos del amor. Pues, es así como me despido: “Manténganse firmes, revístanse de la verdad y estén protegidos por la rectitud. Estén siempre listos para salir a anunciar el mensaje de la paz”.
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